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EL SÍMBOLO DEL · C A M I N O · EN LA POESÍA DE ROSALÍA DE CASTRO Y ANTONIO MACHADO

El símbolo del camino en la poesía de Rosalía de Castro y Antonio Machado

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Estudio del símbolo poético del camino en el poemario "En las orillas del Sar", de Rosalía de Castro, y la obra poética de Antonio Machado.

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El smbolo del C A M I N O en la poesa deROSALA DE CASTROyANTONIO MACHADO

Julio del Pino PeralesLiteratura Espaola Contempornea IProf. ngeles Ezama GilFilologa HispnicaUniversidad de Zaragoza 2015NDICE

Resumen3El camino como smbolo potico4El camino de Rosala de Castro6El camino de Antonio Machado32Conclusiones al final del camino49Bibliografa53

RESUMEN

Montaas con cumbres y valles. Ros largos y serpenteantes, que van a dar a mares turbulentos y caprichosos, donde las travesas no terminan de encontrar un puerto fijo si no es el ltimo. Moradas preadas de galeras, ticos, pasillos y stanos. Viajes, en definitiva, por tierra, mar y aire, en interior o en exterior, a escala regional, planetaria o intergalctica. Todo ha servido, en algn momento, como smbolo artstico de la vida y su devenir, pero ninguno ha gozado de mayor validez como el camino, un itinerario ineludible que toma forma desde el momento en que el hombre se pone en pie y realiza su movimiento ms inherente: caminar. El camino cuenta con una larga y enraizada tradicin como imagen en poesa, y en el arte en general. En el caso de la poesa espaola destacan dos poetas en el empleo de este smbolo: Rosala de Castro y Antonio Machado. En este monogrfico me propongo analizar las distintas formas en que cada autor lo trata en su obra, para finalizar con una serie de conclusiones que esclarezcan el valor del camino para cada uno de ellos.

EL CAMINO COMO SMBOLO POTICO

Es fcil comprender el camino como analoga cuando el ser humano es un ser en constante movimiento. Desde sus orgenes nmadas a las campaas de conquista y descubrimiento o las rutas comerciales, la travesa y el itinerario han sido fundamentales para configurar la civilizacin tal y como la conocemos. Y hoy ms que nunca, en un mundo globalizado, el planeta est constantemente navegado, sobrevolado y caminado. El carcter imprescindible del desplazamiento humano lo ha integrado en la imaginera cultural a un nivel tal que ha encontrado su tratamiento irremediable en las manifestaciones artsticas. Junto a esto, habra que tener muy en cuenta las concepciones de jerarqua espacial espiritual que las distintas religiones fueron implantando consigo, estableciendo planos superiores e inferiores a los que se ha credo llegar adoptando una va moral u otra, as como la misma base de que se sirvieron la mayora de ellas: la dicotoma pitagrico-platnica. Puntos, bsicamente, separados por un espacio transitable. Transitabilidad, en fin, que configura la concepcin humana del mundo.Pero el camino, como he comentado ms arriba, cuenta con una preferencia especial: la que le otorga su primigenia existencia. El camino fue hecho antes que la rueda, el carro, la barca y el avin, porque el camino, como dice Machado en uno de sus versos ms citados, se hace al andar.Esto se explicita cuando en literatura, que es lo que me ocupa aqu, diversidad de autores emplean la imagen del camino para enmarcar sus historias o dar forma a sus sentimientos. La travesa de Ulises (tanto el de Homero como el de Joyce), el ro manriqueo, las rutas quijotescas o la infinidad de viajes que surcan la Biblia, sin ir ms lejos, son grandes ejemplos. El desplazamiento, aunque sea recordado o imaginado a lo Delibes o a lo Proust, aunque sea psicolgico o abstracto, es un elemento imprescindible en la expresin literaria. De hecho, por lo general, no se concibe ya una historia sin un movimiento, fsico y psicolgico, realizado por el protagonista. Y no debemos dejarnos engaar por la aparente sencillez de sus empleos ms antiguos, porque todo movimiento no es el mero desplazamiento de un punto de origen a un punto de meta, sino tambin el cambio interior que conlleva para quien lo realiza. De esta forma, el caminante o viajero que parte no es el mismo que el que llega. Esto encuentra su ejemplo perfecto en el paradigma de la aventura heroica, plagada de viajes, umbrales y superaciones.Pero esto en cuanto a la narracin de historias. Qu habra que decir en cuanto a poesa? La poesa se diferencia de otras formas literarias en su carga de subjetividad emocional, en la expresin de los sentimientos que alberga quien la escribe. Por eso mismo, es consecuente pensar que la poesa se decantar ms por la expresin del aspecto psicolgico del desplazamiento, es decir, el viaje emocional interno que realiza el poeta al realizar el camino. Y en el caso de la poesa se puede dar la particularidad de que el protagonista, en este caso el poeta, o ms bien el yo potico, hable de caminos sin andarlos ms que en un sentido emocional, teniendo en cuenta que la experiencia vital del autor estar determinada tambin por los desplazamientos que lleve a cabo en vida. En los ejemplos de los autores que trato en este trabajo, Machado y Rosala, sus vidas estn de hecho marcadas por frecuentes viajes y traslados. Pero en otros autores se da el caso de forma ms completa, como la conjugacin que Arthur Rimbaud, coetneo de Rosala, lleva a cabo entre el nomadismo fsico y la experiencia psiconauta[footnoteRef:1], al igual que Allen Ginsberg, Jack Kerouak y otros autores beat ya en los aos 40 y 50 del siglo xx. [1: ABAD, Alfredo Andrs, Rimbaud, desplazamiento y nomadologa, en A Parte Rei: Revista de Filosofa, 63, Universidad Tecnolgica de Pereira, Colombia, 2009. Extrado de ]

En cualquier caso los poetas, por la naturaleza subjetiva y experimentada en primera persona de su actividad literaria, llevan el empleo de la imagen del camino a un nivel de mayor maduracin emocional, de mayor sublimacin conceptual, y por tanto se trata de un camino ms sutil que el realizado fsicamente y que merece un profundo estudio. No encuentro desacertadas las palabras de Ana Alcolea cuando dice que el hombre tiende a trascender las cosas, y que la poesa es un buen camino para lograrlo[footnoteRef:2]. [2: VVAA, Acordes, prlogo, Zaragoza, Gabinete de ediciones artsticas, en imprenta.]

Dicho esto, pasar a analizar las distintas formas en que Rosala de Castro y Antonio Machado emplean la imagen del camino en su obra potica.

EL CAMINO DE ROSALA DE CASTRO

Para valorar el significado del smbolo del camino en el poemario En las orillas del Sar de Rosala de Castro (1837 1885) habra que considerar una serie de premisas. En primer lugar, y a riesgo de caer en la topicidad de la imagen que de la mujer se tena en el siglo xix (domstica, modesta, sencilla, emptica y, preferiblemente, con escasas aspiraciones intelectuales), la personalidad de Rosala es de justificado conocimiento, como el de cualquier autor para el estudio de su obra, si queremos comprender sus poemas. Para no extender este apartado ms de lo debido, simplemente dar una serie de pinceladas a este respecto.Cabe sealar lo que dice Martha Lafollette Miller[footnoteRef:3] al aunar el cuadro psicoanaltico que realizara Kessel Schwartz[footnoteRef:4] de Rosala a partir de su poesa, alguna pincelada de Mayoral, cuatro palabras de Robert Havard[footnoteRef:5] y las teoras de Alice Miller. A grandes rasgos, la poeta posee una psicologa tenebrosa que se centra en el tratamiento del sufrimiento, el dolor y la muerte, debido a su carcter depresivo, explicado por una serie de fuertes sentimientos encontrados tras la muerte de sus padres, de dos de sus hijos y el difcil afecto que senta hacia una madre tan seca y fra como idealizada y necesaria, y que para ms inri, concibi a Rosala fuera del matrimonio[footnoteRef:6]. En el otro extremo de esta aventurada valoracin del carcter de la autora, destaca Martha Lafollette lo que algunos autores (como Camilo Jos Cela[footnoteRef:7]) reconocen una mezcla de orgullo exacerbado (a un tiempo de su tierra gallega y de su propia persona) y modestia. Esto se resolvera en el trasvase de una serie de elementos relevantes de la personalidad de Rosala a los rasgos principales de En las orillas del Sar, a saber: orfandad, desolacin, martirio y pecado. De cualquier forma, Martha Lafollette valora lo que Rosala expone en el prlogo a Follas Novas, donde la poeta se identifica con la sensibilidad emocional asociada en su poca con lo femenino, y donde resulta llamativa la frase en que, con respecto a las mujeres, dice lo siguiente: Nosotras somos arpa de slo dos cuerdas: la imaginacin y el sentimiento. Ciertamente, cuando el lector comienza a leer En las orillas del Sar, no es difcil asimilar el sentimiento que, ms all de sus mltiples y variadas manifestaciones, preside el poemario: la melancola. [3: Rosala de Castro: su autoconcepto como poeta y como mujer, en Actas do Congreso Internacional de estudios sobre Rosala de Castro e o seu tempo (I), Santiago de Compostela: Consello da Cultura Galega/Universidade de Santiago de Compostela (1986), 65 72.] [4: Rosala de Castros En las orillas del Sar: A Psychoanalytical Interpretation, Symposium, 1972] [5: Saudades as Structure in Rosala de Castros En las orillas del Sar, Hispanic Journal, V, 1 (1983), 29 41. ] [6: Esto podra ser bastante perturbador para una sociedad impregnada de dogmatismo cristiano, y ms para una sensibilidad como la de Rosala] [7: Breve nota sobre la morria en Rosala, en Presencia de Rosala: Homenaxe no noventa cabodano de seu pasamento, Vigo, 1971.]

En segundo lugar, hay que tener muy en cuenta la vertiente religiosa en la poesa de Rosala de Castro. Marina Mayoral, en su libro La poesa de Rosala de Castro[footnoteRef:8], dedica un captulo entero a la religiosidad, aspecto que matiza mucho los versos de esta poeta, adems de constituirse en un tema de observable tratamiento y evolucin a lo largo de la obra. En este sentido, acusa la presencia de la fe cristiana desde una perspectiva de venda bienhechora perdida[footnoteRef:9], perspectiva que podra ser explicada por el carcter de la autora. Lo cierto es que los sentimientos impresos en el poemario son, en su conjunto, oscuros, y salpicados en otras ocasiones de exaltaciones espirituales, fruto del conflicto entre la idea del Dios justo y consolador y los golpes absurdos e injustos del Destino[footnoteRef:10]. Tambin Matilde Albert Robatto ve clara la presencia del elemento religioso: [8: Madrid, Gredos, 1974.] [9: Ibd., 59.] [10: Ibd., 59.]

Para Rosala la experiencia religiosa fue conflictiva: si bien abundan ms bien en sus primeras composiciones las alusiones religiosas de naturaleza convencional o folklrica, tambin aparecen, casi desde el comienzo [] composiciones que evidencian una penosa lucha por mantener la fe religiosa. Intentar omitir esta faceta de Rosala me parece que sera escamotear el valor de la obra y empequeecer la dimensin humana de la autora.[footnoteRef:11] [11: Rosala de Castro: imagen y poesa, en Actas, (II), 90.]

En Rosala de Castro se da entonces una lucha interna de valores en la que se ven enfrentados los injustificados dolores de la vida y la necesidad de una fe religiosa que ilumine la desesperanza que parece subyacer tras la existencia humana. Esta dolorosa tensin existencialista se traslucir en el tono de una voz potica muy propia y autntica.Pero aceptando la religiosidad patente en la obra rosaliana, Jos Luis Bouza lvarez ahonda en el tema y subrayar que difcilmente podr[emos] comprender el mundo potico-simblico de Rosala [] sin el concurso de la historia de las religiones, es decir, sin situar su persona y su obra en el marco general de la historia de las ideas y las representaciones del mundo[footnoteRef:12]. Es por esto que encuadra el pensamiento de Rosala de Castro en una concepcin puritana pitagrico-platnico-cristiana, aadiendo que, precisamente esta representacin del mundo conduce al individuo escindido por el dualismo a [12: En torno al simbolismo de En las orillas del Sar: races pitagrico-platnicas y estoicas de los temas literarios de Rosala de Castro, en Actas (I), 143. ]

un estado de febril angustia y desgarro interior, una desoladora sensacin de extraamiento y extranjera de s mismo y del mundo que le lleva a concebir la vida como lucha sin cuartel, combate titnico por recuperar la totalidad de su ser y superar as la escisin que le desazona.[footnoteRef:13] [13: Ibd., 144.]

Me interesa el artculo de Bouza lvarez, adems, porque logra establecer una estrecha relacin entre estas representaciones filosfico-religiosas de origen antiguo de que bebe la cristiana y el empleo del smbolo del camino en la poesa rosaliana. Subrayando el dualismo de base que caracteriza estas visiones, denuncia una ruptura en la tranquilidad del hombre desde el momento en que oponen de forma excluyente la actividad del cuerpo y de la mente. Esto trajo consigo la jerarquizacin de los binomios cuerpo/mente y vida/muerte, valorizando los segundos a base de vulgarizar los primeros. En ltima instancia, se comprendera la vida como trayecto transitorio, algo que venci la perspectiva que de ella tenan los griegos hacia un pesimismo existencial. As, Bouza lvarez conecta a Rosala con los clsicos en varios trminos: por una parte, y como defiende desde el comienzo de su artculo, Rosala revitaliza una de las ms elevadas maneras de concebir la vida y el mundo []: la mentalidad trgico-heroica del artista romntico, el hombre fragmentado que anhela poticamente la recuperacin y la unidad perdidas[footnoteRef:14], un fragmentarismo interno que escinde al hombre desde el momento en que este escinde el mundo que habita. Pero esta forma de concebir el mundo no es nueva, si situamos esta escisin (desde la civilizacin occidental, no hay que olvidar) en la Grecia antigua. Por otra parte, no slo relaciona la forma de ver, sino la representacin metafrica con que se literaturiza esa visin desde entonces por parte de Platn y sus discpulos: mediante una travesa martima. El mar no ser esa nica asociacin natural, otros colocarn al hroe justo, fragmentado y sufridor, en busca de la integridad perdida, en una penosa ascensin a travs de un camino angosto y spero [], desrtico[footnoteRef:15]. [14: Ibd., 143.] [15: Ibd., 147 148.]

Los artistas romnticos se identificarn con facilidad y en buena medida con esta figura del hombre escindido, del hroe justo pero fragmentado[footnoteRef:16], en constante bsqueda (y por tanto en movimiento) de la paz que trae consigo la recuperacin de la integridad espiritual. As, expresarn sus angustias existenciales recurriendo a los smbolos y las metforas que se han usado desde entonces[footnoteRef:17]. De esta forma, se encuentra en el camino de Rosala de Castro una fundamentacin filosfica y religiosa, que ser emprendido, sobre todo, con el objeto de aliviar una angustia de vivir que genera en la poeta un extraamiento, un complejo de extranjerismo en casa. [16: En contraposicin a la figura del burgus moderno, frente al que se rebelaron. Inconformismo que caracteriz el movimiento romntico. Vase George Clarke, El hroe trgico romntico, rescatado de < https://www.academia.edu/2115907/El_h%C3%A9roe_tr%C3%A1gico_r%C3%B3mantico>] [17: Bouza lvarez seala, sin embargo, que el Romanticismo trgico difiere substancialmente del antiguo puritanismo en el hecho fundamental de que no concibe las pasiones y afectos corporales en insalvable contradiccin con la Idea a la que aspira; por el contrario, es a travs de tales impetuosos movimientos del alma y cuerpo la manera por la cual consigue el poeta ascender hacia el Absoluto (148), y sigue diciendo que al hallarse desprovisto del trascendentalismo religioso y de la rgida e infranqueable escisin universal entre materia y espritu [], [el Romanticismo trgico] no puede considerarse un puritanismo, sino como un humanismo con claras concomitancias con el herosmo trgico griego y renacentista (148 149). Personalmente, si se me permite, y compartiendo del todo la idea expuesta en la primera cita, no comparto en absoluto que el Romanticismo est desprovisto de trascendentalismo religioso. El Romanticismo, y sobre todo en sus orgenes alemanes, ha sido un campo muy frtil para el desarrollo de ideas religiosas vinculadas a la concepcin unitaria del arte y la vida. La sensibilidad intuitiva del absoluto que Schleiermacher destila a partir de la teologa de sus Discursos es una prueba de ello. Estoy de acuerdo en que Romanticismo no es puritanismo, la rebelda es una de sus seas; que no escinde el cuerpo y la mente, la exaltacin, el desbocamiento y el arrojo que anan pasin y accin tambin son sus seas; pero la falta de trascendencia creo que slo podra acusarse considerando que el Romanticismo la mut en inmanencia, la baj a la superficie de la tierra unificando la pasin y el cuerpo, situando la religin aqu, cerca y entre los hombres, y no en un ms all, idealizada. El Romanticismo dej de ver la religin como un medio, para verla como el mismo fin. Todo esto, claro, desde la perspectiva de Schleiermacher, cuyos textos, sin embargo, fueron muy influyentes. Para un ligero acercamiento al tema vase el captulo 7 de Rdiger Safranski, Romanticismo. Una odisea del espritu alemn, Tusquets, Barcelona, 2009.]

Rosala emprende un camino, de acuerdo, pero de qu tipo, y cmo? El camino, obviamente es simblico, aunque situado, como se ver ms adelante, en el escenario de su Galicia natal. Pero la naturaleza lrica del smbolo del camino contiene, adems, la forma en que la poeta habr de transitarlo: la creacin artstica como medio, como el camino en s. Y aunque pudiera parecer una forma ms indirecta de ser el camino, no se debe considerar en absoluto secundaria:

Si Rosala se reconcilia con la idea de la existencia de Dios, no es por medio de complicados silogismos, sino gracias a la experiencia artstica: para ella el arte, la poesa, son manifestaciones de la divinidad. Una vez ms la imagen religiosa [] y la certeza de la palabra potica conmueven su interior y poseen la virtud de devolverle la fe.[footnoteRef:18] [18: Matilde Albert Robatto, art. cit., 95.]

Para localizar la causa individual, el punto de origen particular, de la fragmentacin de Rosala, regresar al texto de Martha Lafollette para rescatar una cita bastante ilustrativa:

Su queja potica [] revela la persistencia de la herida que sufri en la infancia Rosala; la vaguedad de su bsqueda, como cierta confusin y fragmentarismo en otras obras suyas, revela tambin lo difcil que es para ella vivir plena y espontneamente, sin miedo y con precisin, una variedad de emociones definidas. Ella ha matado, en la infancia, gran parte de s misma.[footnoteRef:19] [19: art. cit., 71.]

Y es en la infancia, una infancia en retrospectiva que asoma desde el inconsciente, donde toma posicin la poeta para emprender el curso de un camino, una va hacia la bsqueda del equilibrio interior y emocional y, en concreto, a travs del poder redentor que a la palabra potica atribuyeron los romnticos. Una bsqueda adems que, lejos de prometer el placer de un viaje, como toda incursin en el abismo personal,

rematar inevitablemente en la cada a lo profundo [], pero [con] la firme conviccin de que en el desesperado despliegue creativo de voluntad y energa heroicas que comporta el esfuerzo por la recuperacin de la plenitud perdida, es donde el poeta solitario y desdichado [] halla su propia identidad trgica y manifiesta su virtud.[footnoteRef:20] [20: Jos Luis Bouza lvarez, art. cit., 144.]

Por ltimo, hay que ser consciente de que el orden de los poemas en el libro En las orillas del Sar responde al criterio individual de alguien a quien la crtica, por el momento, no consigue dar nombre (Rosala, Manuel Murgua), si bien fue su marido quien corrigi (o adulter) muchos de sus versos antes de su publicacin. No se sabe quin dispuso los poemas en este orden, pero debi de hacerlo de forma muy consciente, porque de l se puede extraer una lectura muy interesante que propongo al final de este captulo dedicado a Rosala.

Aclaradas estas premisas, que considero necesarias, proceder a analizar la forma en que es empleada y caracterizada la imagen del camino a travs del poemario En las orillas del Sar[footnoteRef:21]. [21: En Rosala de Castro, Obra potica, Madrid, Diario EL PAS, 2005. En adelante, la pgina de los versos citados ir entre parntesis.]

Ya en el poema II se presenta la figura de un viajero, con quien se identifica la autora, evocando indirectamente la imagen del camino:

Otra vez, tras la lucha que rindey la incertidumbre amargadel viajero que errante no sabednde dormir maana,[] (167).

La simbologa senderil de Rosala en este libro se abre con un caminante incierto, que yerra sin saber hacia dnde se dirige, cul es su destino, pero que sabe cierta la necesidad de partir (Oigo el toque sonoro que entonces / a mi lecho a llamarme vena, 168), incitado por visiones con alas de oro / que llevaban la venda celeste / de la fe sobre sus ojos (168). Alas de oro, celeste, fe Referencias cristianas que aderezan la motivacin de la partida del viajero y evidencian el carcter de su travesa. Rosala establece un paralelismo entre la dimensin artstica y la dimensin vital (emprica) que, por el modo espiritual en que la poeta trabaja y experimenta ambas, tienen su nexo de unin en la religin. De tal forma, el acto de escritura potica (acto emprico) encuentra su correlato en la travesa del viajero (acto figurado), un viajero al que dota la autora, no olvidando lo dicho anteriormente, con la inquietud que siente de forma emprica, fuera del texto potico. Pero para emprender esta marcha hace falta una buena motivacin, aunque en apariencia incierta, no ausente: la promesa de la religin. Poesa y experiencia, pues, unidas en la religin.Seguidamente, a lo largo de los primeros poemas, se ir caracterizando esa senda por la que va la solitaria errante:

Cual si en suelo extranjero me hallase,tmida y hosca contemplodesde lejos los bosques y alturasy los floridos senderosdonde en cada rincn me aguardala esperanza sonriendo (168).

Blanca y desierta la vaentre los frondosos setosy los bosques y arroyos que bordansus orillas, con grato misterioatraerme parece y brindarmea que siga su lnea sin trmino (169).

Senderos frondosos, acompaados de la vida de los arroyos, vacos de ms viandantes, atractivos en un principio a los sentidos y secretamente listos para ser recorridos, que llaman y prometen alegremente lo que a la viajera le falta: una meta. Sin embargo, el aspecto de la va que evoca y toma ir cambiando poco a poco:

Bajemos, pues, que el caminoantiguo nos saldr al paso,aunque triste, escabroso y desierto,y cual nosotros cambiado,lleno an de las blancas fantasmasque en otro tiempo adoramos (169).

El calificativo antiguo denota lo ancestral del mismo. Manteniendo la hiptesis por la que el camino rosaliano representa la bsqueda del equilibrio existencial perdido, se trata pues de un camino existente desde milenios y recorrido ya por muchos. Esa redencin a travs de la poesa que reconocieron y abanderaron los romnticos. Pero un camino ahora triste, escabroso y desierto, que comienza a revelar su andadura como un atisbo de sacrificio. Y en estos tres calificativos, intuitivamente, se puede reconocer una localizacin: el interior de la poeta. Un viaje hacia dentro de s misma, triste y escabroso por lo que habr de enfrentar (recuerdos, miedos, remordimientos), y desierto por la escala individual que lo delimita, aunque no tan desierto cuando an lo llenan los blancos fantasmas[footnoteRef:22]. [22: Marina Mayoral, en su libro, dedica todo un captulo a la figura potica rosaliana de los fantasmas. Bebiendo de un folklore popular gallego por el que la poeta siente un gran cario y un ansia de conservacin y transmisin, estos fantasmas son un elemento de relevante presencia en las creencias supersticiosas y ultraterrenas de la regin, a menudo llamado sombras cuando encarnan temores inconscientes, pero que siendo blanqueadas podran simbolizar las almas de los seres queridos. ]

Tras de intil fatiga, que mis fuerzas agota,caigo en la senda amiga, donde una fuente brotasiempre serena y pura,y con mirada incierta busco por la llanurano s qu sombra vana o qu esperanza muerta,no s qu flor tarda de virginal frescuraque no crece en la va arenosa y desierta (169).

Aun contando con la intuitiva presencia de almas amigas, por blancas, Rosala admite haber emprendido la marcha de la va desde la incertidumbre, pero logrando nombrar una esperanza, aunque muerta, y una flor tarda de virginal frescura con traslcidas reminiscencias juveniles e infantiles que, anhelada desde el presente de la madurez implicada en plena vida, ya no crece. No es tanto un lamento de la juventud perdida, como la ingenuidad y felicidad que la dota de gracia y belleza, como la virginidad psicolgica, se podra decir, irrecuperable. Ms adelante, la marcha comenzar a endurecerse y a oscurecer el sendero:

El viajero, rendido y cansado,que ve del camino la lnea escabrosaque an le resta que andar, anhelara,detenindose al pie de la loma[] (173)

El camino ya resulta escabroso en lo que queda por recorrer, el viajero ya siente cansancio y piensa en rendirse y, en contraste con la motivacin que acompaaba a la idea de emprenderlo al principio del poema, anhela detenerse. Pero qu sucedera si realmente dejase de andar, si abandonase el camino que ya ha tomado? Quedara inmovilizado, una inmovilidad que se antoja placentera comparada con la angustiosa marcha, pero que Rosala condena en una elocuente gradacin que parece contener una sentencia: de repente quedar convertido / en pjaro o fuente, / en rbol o en roca[footnoteRef:23] (173). Detenerse no es una opcin, y puesto que seguir en lo que parece una huda hacia delante comienza a asustar, el viajero habr de sacar fuerzas de flaqueza y no perder el norte, buscando mayores motivaciones que compensen el sufrimiento. Entre las que encuentra, por ejemplo, estar el reencuentro con los seres queridos que ya no estn (mi nio, tierna rosa): [23: Aunque a lo largo del trabajo no me detenga en los pormenores de las licencias poticas y las figuras retricas de que se vale Rosala de Castro, lo que podra ser tema para otro monogrfico, invito al lector a que trate de identificarlas y analizarlas, ya que el magistral manejo que de ellos demuestra tener la poeta devienen en ocasiones interpretaciones nuevas de las composiciones. Sin embargo no alteran la lectura que propongo en este trabajo. Encabalgamientos, aliteraciones, saltos de versos no son en absoluto empleados arbitrariamente. Rosala de Castro es una escritora que sabe trabajar muy bien el lenguaje. Vase, por ejemplo, el artculo de Isabel Paraso, La audacia mtrica de Rosala de Castro (En las orillas del Sar), en Actas (II), 285 293. ]

T te fuiste por siempre; mas mi almate espera an con amoroso afn,y vendrs o ir yo, bien de mi vida,all donde nos hemos de encontrar.[]En el cielo, en la tierra, en lo insondableyo te hallar y me hallars (174).

En el nombrar Rosala a su hijo, las fronteras que habra levantado a travs de la palabra potica entre lo lrico y lo emprico, se difuminan para identificar con mayor claridad la figura del viajero con la poeta. Pero, sinceramente, no sabra reconocer en el recuerdo del pequeo, hasta qu punto su imagen es una motivacin o un fantasma doloroso en su travesa. Tambin se difuminan estas delimitaciones, siendo ambas cosas al mismo tiempo. En cualquier caso, lo que s parece es que recordar a su hijo ha trado consigo un gran dolor, y este terrible golpe resulta lo suficientemente duro como para sacudir a la poeta que, por primera vez, se detiene y se arrodilla ante la tosca imagen[footnoteRef:24] para interrogar y clamar al cielo: [24: imagen en su sentido religioso, se ha de entender, por lo que sigue.]

Qu somos? Qu es la muerte?[]Qu horrible sufrimiento! T tan slolo puedes ver y comprender, Dios mo! (175)

Si en versos anteriores Rosala reconoce al fantasma de su hijo que algo ha quedado tuyo en mis entraas (174), cuando dice que slo Dios puede ver y comprender ese horrible sufrimiento, aventurndonos en una profunda interpretacin cristiana, podra estar equiparando la unin con su hijo a la unidad del Dios Padre y el Dios Hijo. La poeta recurrir a Dios para pedir un consuelo al dolor de este fantasma aparecido en el camino:

[] Seor, entonces,piadoso y compasivovuelve a mis ojos la celeste vendade la fe bienhechora que he perdido,y no consientas, no, que cruce errante,hurfano[footnoteRef:25] y sin arrimo, [25: Llama la atencin en este reclamo el masculino hurfano. Derribada ya la frontera entre la realidad y la ficcin, y consumada la identificacin entre el viajero y Rosala (arrodillada en femenino, por ejemplo), ese masculino no puede hacer referencia a la figura potica del errante. As que la segunda parte de este reclamo bien podra hacer referencia al fantasma del hijo muerto, deseando que no quede atrapado aqu abajo, en un vagar perdido, y sin encontrar la luz de la paz eterna y, si trascendiese, que no cayese en el vaco. Considerando las supersticiones y creencias folklricas gallegas, de raz espiritista, es lgico.]

ac abajo los yermos de la vida,ms all las llanadas del vaco (175).

Pero Rosala no halla respuesta ([] siempre mudo / e impasible el divino rostro []. Silencio siempre, 176), y termina perdiendo la fe a que antes apelaba para poder seguir caminando, expresado en una de las mejores estrofas del poemario:

Desierto el mundo, despoblado el cielo,enferma el alma y en el polvo hundidoel sacro altar en dondese exhalaron fervientes mis suspiros,en mil pedazos rotosmi Dios cay al abismo,y al buscarle anhelante slo encuentrola soledad inmensa del vaco (176).

La potencia de estos versos explota en una nigredo lrica, nihilista y fatalista, que inaugura una autntica noche oscura del alma, muy difcilmente no asociable a la experiencia vital de Rosala de Castro, quien sin duda ya conoce con certeza el camino que ha tomado y que no podr abandonar si no es concluyndolo. El camino, a partir de esta estrofa, se explicita tambin como senda en el interior de la autora. Cmo seguir entonces por ella sin fe? Oyendo las palabras de unos ngeles que la miraron con tristeza:

Pobre alma, espera y lloraa los pies del Altsimo;mas no olvides que al cielonunca ha llegado el insolente gritode un corazn que de la vil materiay del barro de Adn form sus dolos (176).

Desde el fondo del abismo de su alma, Rosala hasta admite la materia de que est hecha su corazn que llora: barro. Y de esa materia no est hecha lo que ha de llegar a lo alto, como tampoco el suelo que pisar cuando concluya el camino, an, de barro. Rosala, como digo, se reconoce en el abismo, y no por nada las estrofas que siguen lo confirman con simbolismos: anuncian la llegada de la noche y la cada de las hojas con el otoo. La poeta no pierde la esperanza, sin embargo:

Y quin sabe tambin si tras de tantossiglos de ansias y anhelos imposibles,saciar al fin su sed el alma ardientedonde beben su amor los serafines! (178)

Y cuenta en siglos este anhelo imposible de paz y unidad. Siglos que pueden medir la edad de un alma o, tambin, la de un proyecto conjunto emprendido por la humanidad desde el origen de su escisin y fragmentacin internas. No importa. Apostando por la inmortalidad de su alma o incluyndose en el proyecto colectivo de la humanidad, Rosala de Castro no pierde la esperanza. Y llegando a poner en duda su fe, habla sin embargo de serafines al final del camino.Una vez reconocida en el abismo de su alma, la poeta ver puesta sobre sus ojos otra venda que viene a sustituir la de la fe bienhechora, ms oscura y pesimista, que la har fijarse en cosas en que podra no haber reparado antes con tanto detenimiento. As, el poemario abre una serie de versos titulado Los tristes. Marina Mayoral dedica tambin a esta figura un captulo entero[footnoteRef:26]: [26: op. cit., captulo 3, 61 69.]

Una idea que en Rosala adquiere la categora de creencia es que existen seres predestinados al dolor, seres que viven en el sufrimiento y a quienes estn negados los placeres de la vida. []: son los tristes.Esta creencia la encontramos desde su primera obra; pero all el triste no ha adquirido todava sus perfiles definitivos.

Un perfil que s parece definirse en este poema. Dice Mayoral sobre los tristes que su existencia es la evidencia de que el destino humano es inapelable: nada puede hacerse para cambiarlo. Resalta la sustantivacin del adjetivo, categorizndolo como una comunidad humana en la que, adems, Rosala se siente formando parte, y eliminando su carcter de transitoriedad para establecerlo como estado de nimo permanente. Seres [] en quienes la tristeza se ha hecho naturaleza. Mayoral tambin comenta en el mismo captulo el poema Los tristes, en el que

[] Rosala se rebela contra la incomprensin: a los que en el reparto de la vida les han correspondido sufrimientos y goces, fracasos y triunfos, los que son capaces de olvidar el mal pasado, nada pueden saber de los seres condenados a un perenne sufrimiento.[] Rosala desarrolla ampliamente notas que hemos visto desperdigadas a lo largo de su obra: la no participacin del triste en los dones de la naturaleza, el carcter desesperanzado e inmutable de su tristeza; en suma, su predestinacin inapelable al dolor.

Aunque la figura del triste constituya en la simbologa potica de Rosala una condicin innata de algunos seres humanos (al menos as lo interpreta Mayoral), no me voy a detener mucho en ella. S considero, en cambio, para el tema que me ocupa (el smbolo del camino), que esa permanencia de la tristeza como estado de nimo en estos seres llamados tristes, perfectamente podra simbolizar una parada indefinida en el camino por el que transita Rosala de Castro, y en concreto en el tramo ms oscuro, el abismo del alma adonde no llega la fe. Es decir, a riesgo de fallar en un acusado masoquismo potico-depresivo sin solucin, se puede interpretar la figura del triste como un estadio de suspensin en el camino rosaliano, cuya duracin depender de la resistencia de cada caminante. Esto no quita que Rosala, habiendo experimentado esta tenebrosidad psicolgica, haya reconocido a los tristes, y hasta se haya alineado y empatizado con ellos para aprovechar y denunciar la figura que encarna el extremo opuesto: los dichosos[footnoteRef:27]. [27: Con respecto a esta figura, Mayoral dice: El dichoso no es [] un ser que desconozca el dolor; pero es un mimado de la fortuna; sus dolores son pasajeros, ligeros, no dejan rastro.]

A lo largo del poema Los tristes, Rosala caracterizar esta figura con particular fatalismo, profundo pesimismo y la irreversible anulacin de todo posible rebrote de esperanza, legitimando slo el aspecto o la consecuencia negativa de todo cuanto le rodea:

Cuando de un alma ateaen la profunda oscuridad medrosabrilla un rayo de fe, viene la duday sobre l tiende su gigante sombra (180).

Cada vez huye ms de los vivos,cada vez habla ms con los muertos,ya es que cuando nos rinde el cansanciopropicio a la paz y al sueo,el cuerpo tiende al reposo,el alma tiende a lo eterno (181).

Detenerse en el camino, como auguraba antes, equivale a morir. Recriminar, por otro lado, al dichoso por no compadecer al triste, despreciando el favoritismo de la fortuna para con aquel e increpndole que digne a guardar silencio cuando vea a uno de estos, en lugar de reprenderle y acusarle de impertinente:

Dichosos mortales a quien la fortunafue propicia Silencio, silencio![] (182).

Ese odio con que Rosala se dirige a los dichosos, odio del que no se distingue con claridad si es la empata o la envidia que lo incita, confirma la identificacin de la poeta con los tristes. Tristes y dichosos contrastan en este poema, pero aparecern ms veces a lo largo de En las orillas del Sar. En otras ocasiones denunciar la ausencia de trascendencia en el dichoso:

[], todos los dichososcuyo reino es de este mundo,y dudando o creyendo en el otrode la tierra se llevan sus frutos; (222)

Sin embargo, Los tristes no es el ltimo poema de En las orillas del Sar, no es este el final del camino, no se detiene como ellos, y Rosala contina escribiendo versos. En Los robles, rememora la hermosura de su Galicia natal en tiempos pasados, de donde cabe rescatar esta estrofa:

Del antiguo camino a lo largo,ya un pinar, ya una fuente apareceque, brotando en la pea musgosacon estrpito al valle desciende,y brillando del sol a los rayosentre un mar de verdura se pierde,dividindose en limpios arroyosque dan vida a las flores silvestresy en el Sar se confunden, el roque cual nio que plcido duerme,reflejando el azul de los cielos,lento corre en la sombra a esconderse (188).

Y considerando el pozo que supone el tramo del camino en que Rosala se encuentra, desde donde, no hay que olvidar, ve el mundo con una venda an oscura, rescata del recuerdo un paraso perdido localizado en el pasado de la regin nortea. Julia Manzano[footnoteRef:28], que tambin traza una breve lnea analtica por el itinerario de la figura del viajero a lo largo de En las orillas del Sar, considera que la poeta recurre al paisajismo de su regin porque cree poder encontrar en sus lares primitivos un nido para refugio de su alma. Tambin habla Manzano, sobre el conjunto de poemas Los robles, en trminos de celebracin pantesta de la naturaleza. Se lamenta la poeta de lo que ve ahora: [28: Rosala de Castro (1837 1885). Entre la nostalgia y la celebracin, en Mujeres en sus voces poticas, rescatado de ]

[] pero al fin, cuandola amarga realidad, desnuda y triste,ante ella se abri paso, en luto envuelta,presenci silenciosa la catstrofe,cual contempl Jerusaln sus murospara siempre entre el polvo sepultados.

Profanacin sin nombre![]

[] nunca!, nunca!con su acerado filo osado pudoel hacha penetrar, ni con certeroy rudo golpe derribar en tierra,cual en campo enemigo, el rbol fuertede larga historia y de nudosas ramas,que es orgullo del suelo que le cra[]

Y sin embargonada all qued en pie.[] (190)

Todo por tierra y asolado todo!Ya ni abrigo, ni sombra, ni frescura;[] (191)

Y hace gemir con ella a todo el paisaje. Han huido los pjaros al no tener ya morada y el viento alla. Rosala pena por ese bello / lugar en donde con afn las almas / buscaban un refugio (192), y termina reclamando el retorno del paraso que su tierra fue: Torna, roble, rbol patrio (186). Porque en la Galicia que ahora reconoce no cabe el camino favorable; el camino que ella anda es triste y escarpado, tambin, y en su versin ms fsica, porque la tala ha mancillado su tierra. Y cuando el hogar se vuelve hostil e insuficiente, la mirada se vuelve hacia otros lugares: Mas no importa! A lo lejos otro arroyo murmura (196):

El sediento viajero que el camino atraviesahumedece los labios en la linfa serenadel arroyo que el rbol con sus ramas sombrea,y dichoso se olvida de fuente ya seca (196).

As, Rosala enmarca su regin, desde su dolor y la indignacin, en el tpico del paraso perdido. Un dolor, por otra parte, que la dota de visin y determinacin para denunciar lo que ahora ve, y ante lo que levanta su voz, como sin tener nada que perder ya desde la negrura del fondo en que se encuentra. Llevado a sus ltimas consecuencias, el hogar degradado es condenado al abandono de quienes lo habitan:

cunto en ti pueden padecer, oh patria,si ya tus hijos sin dolor te dejan! (198)

Y en el poema que sigue, Volved!, insta a los que un da se marcharon a regresar a su tierra, prometindoles un futuro de esplendor (poema II), que parece aadir a las causas que alientan su travesa por este largo camino.

Una de las races de la tristeza [de Rosala] es la vividura [sic] de un mal entre los ms antiguos y devastadores de esta tierra: la emigracin. La poetisa lo sufri en carne propia []. Comprendi y cant, como nadie, la tragedia del que se va y la desdicha del que se queda.[footnoteRef:29] [29: Xos Luis Couso Cadahya, Las dos miradas en la poesa de Rosala de Castro, en Actas (II), 109.]

Es en este poema donde se incluye uno de los ms populares de Rosala de Castro:

Camino blanco, viejo camino,desigual, pedregoso y estrecho,donde el eco apacible resuenadel arroyo que pasa bullendo,y en donde detiene su vuelo inconstante,o el paso ligero,de la fruta que brota en las zarzasbuscando el sabroso y agreste alimento,el gorrin adusto,los nios hambrientoslas cabras montesesy el perro sin dueoBlanca senda, camino olvidado,bullicioso y alegre en otro tiempo!,del que, solo y a pie, de la vidava andando su larga jornada, ms belloy agradable a los ojos parecescuanto ms solitario y ms yermo.Que al cruzar por la ruta espaciosadonde lucen sus trenes soberbioslos dichosos del mundo, descalzo,sudoroso y de polvo cubierto,qu extraeza y profundo desvoinfunde en las almas el pobre viajero! (200 201)

De esta pieza se pueden extraer varias conclusiones. En primer lugar, los trenes de los dichosos de que habla Rosala, bien podran representar la modernizacin de la regin en la poca (segunda mitad del xix) en detrimento del medio rural. De la comparacin de semejante adelanto tcnico, como fue el ferrocarril, con el arcaico carro o el pobre andante, se derivan los dos ltimos versos. El naturalismo exaltado que rodea al camino, desigual, pedregoso y estrecho frente a la ingeniera artificial y matemtica de las vas ferroviarias, refuerzan el valor positivo que confiere la poeta a un estadio ms arcaico y ureo, ms en contacto con la naturaleza, que desea para su regin patria. Al menos un estadio anterior a la emigracin. El exilio de los hijos del hogar podra situarse en el comienzo del xodo rural, el abandono de los campos y la marcha hacia las fbricas. En cualquier caso, y considerando lo dicho hasta ahora, hay que subrayar que Rosala, en el trnsito de su camino, y ms all de su propio dolor, aprovecha para denunciar injusticias (violacin de su tierra), sealar males (emigracin) y defender a seres desgraciados (los tristes) ante los que parece haber desarrollado una percepcin que su sensibilidad anticipaba en obras anteriores.

[]cmo contener, cmo, en el labio la queja?Cmo no desbordarse la clera en el alma? (202)

Pero son estos males externos a la propia Rosala. An le quedar por enfrentar los propios. Como el fantasma del hijo muerto que le arrebat antes la venda de la fe de sus ojos, ms adelante surgirn los demonios del amor pasado. Entre el poema Los robles y el de Santa Escolstica, tiene cabida una larga serie de poemas que, en su conjunto, abordan el tema del amor. No profundizar mucho en esta seccin, pero sealar una serie de puntos que considero importantes en cuanto constituyen un estadio en el camino que es el poemario En las orillas del Sar. Aqu Rosala medita un amor que podramos aventurar de tiempos pasados, imaginado al menos, y pronuncia unas conclusiones contundentes y reveladoras. El amor tampoco escapa al funesto destino porque est sometido, despus de todo, al flaco y dbil corazn humano (206), que resulta ser inconstante y liviano. Y, sin embargo, resuena a lo largo de estas composiciones la promesa alegre e ingenua del amor primero: t slo, y para siempre, una y otra vez, junto a la imagen del amante que ya no est, por abandono, infidelidad o muerte, como una sombra, remordimiento o pesadilla (209). En otras ocasiones chocan los amores de dos amantes distintos (el pasado y el presente), con la tormenta emocional que conllevan los sentimientos encontrados del amor, el remordimiento, el autoengao y la traicin, tan bien expresados en estrofas como estas:

[]Quin lo recuerda en la mudable vida,ni puede asegurar si es que la heridadel viejo amor con otro se ha curado? (207)

Ms t, engaada recordando al muerto,pero tambin del vivo enamorada,te olvidaste del cielo y de la tierray condenaste al alma (209).

Emponzoada ests, odios y penaste acosan y persiguen,[] (209).

Mas, vengativo, al cabo yo te amabaardientemente, yo te amo todava!Vuelvo para dejartever otra vez mi incrdula sonrisa (210).

Demonios personales, en fin, que deba enfrentar tambin en este itinerario de alquimia y depuracin espiritual hacia la trascendencia. Pero Rosala sabe tomar perspectiva de ellos y, para no perder su objetivo entre las sombras del recuerdo del amor trgico, los convierte en meditaciones de la protagonista del siguiente poema, el comprendido entre A la sombra te sientas y la pena de saberlo (211). En esta composicin se alternan las voces masculina y femenina de una pareja que entabla un dilogo, en el que l, curiosidad maldita!, se empea en saber en qu est pensando ella. Ella se resiste por lo amargo de sus pensamientos, y concluyen que a veces lo que se piensa es tan doloroso que es mejor no saberlo. Baste decir que esta composicin podra representar, dentro de las facetas ms oscuras de la realidad que ahora Rosala est desentraando, confesando y expurgando, una realidad muy cierta: que a veces pensamos, o descubrimos, cosas tan dolorosas, tristes y devastadoras que, por mucha confianza que tengamos con nuestro ser amado, no podemos pronunciar en voz alta. Las consecuencias de hacerlo las graba Rosala en los dos ltimos versos: Y cuenta que lo supo, y que la mat entonces / la pena de saberlo[footnoteRef:30]. [30: Llama la atencin el femenino en la mat, as como el corte de verso primero, como si fuese el hombre de la pareja quien asesinase a la mujer al descubrir lo que esta pensaba. Sin embargo, el segundo verso invierte la lectura, y entra en juego la confusin ambigua del lenguaje. Quin muere realmente, l o ella? Quiz ambos.]

Cinco poemas ms adelante, y como si se detuviese a recapitular despus de tanto viaje interior, reitera su meta:

Yo no s lo que busco eternamenteen la tierra, en el aire y en el cielo,yo no s lo que busco, pero es algoque perd no s cundo y que no encuentro,aun cuando suee que invisible habitaen todo cuanto toco y cuanto veo.

Felicidad, no he de volver a hallarteen la tierra, en el aire, ni en el cielo,aun cuando s que existesy no eres vano sueo! (213 214)

Felicidad. Por primera vez en todo el poemario, Rosala nombra directamente, y comenzando un verso, lo que tanto anhela: Felicidad. A partir de este momento, la actitud del poemario, el rumbo del camino, cambiar por completo.Santa Escolstica abre la (pen)ltima etapa de En las orillas del Sar, y ya el ttulo, como si fuera un alarido de salvacin, da una idea al lector de lo que va a encontrar. Rosala narra el ltimo tramo de su camino. Su deambular la ha llevado hasta la urbe, Compostela, que se le descubre un cementerio de vivos, triste, desierta y soolienta bajo la lluvia. Pero un edificio le llama la atencin: la catedral. Meta, destino de su larga travesa, entra en el templo y sucumbe sin remedio a la grandiosidad de una revelacin religiosa, transcrita en el que merece considerarse uno de los mejores poemas en lengua castellana, el IV, comprendiendo el conjunto de la obra potica en que se inserta. No es necesario reproducir aqu la composicin en su totalidad, de muy recomendable lectura por otra parte, pero s algunos fragmentos destacados para dar una idea de a lo que el sacrificio de emprender este duro camino ha conducido a Rosala de Castro:

[] conmovime aquel silencio msticoque llenaba el espacio de indefinidas notas,tan slo perceptibles al conturbado espritu.

[], despert en mis sentidosde tiempos ms dichosos reminiscencias largas.

Y No fue vano empeo ni ilusin engaosa!...Suave, tibia, plida la luz rasg la brumay penetr en el templo, cual entra la alegrade sbito en el pecho que las penas anublan.

Ya yo no estaba sola!... En armonioso grupo,como visin soada, se dibuj en el airede un ngel y una santa el contorno divino,[]

aquel grupo que deja absorto el pensamiento,que impresiona el espritu y asombra la mirada,me hiri calladamente, como hiere los ojoscegados por la noche la luz blanca del alba.

Sent otra vez el fuego que ilumina y que crealos secretos anhelos, los amores sin nombre,[]

Y orando y bendiciendo al que es todo hermosura,se dobl mi rodilla, mi frente se inclinante l, y conturbada exclam de repente:Hay arte! Hay poesa!... Debe haber cielo. Hay Dios! (218 219)

Poco se puede aadir a estos versos que expresan un xtasis religioso en toda regla, y el que muy probablemente, entre otras cosas, le valiese a Rosala el sobrenombre de la santa. No podemos saber si este xtasis tuvo lugar ms all de los lmites del papel en blanco, pero en cualquier caso da trmino a un viaje de sacrificio que se revela peregrinacin, ya que concluye en Santiago de Compostela. Una peregrinacin en busca de la recuperacin de una fe cuya prdida motiv la misma peregrinacin.

El camino, nombrado y sin nombrar, no es slo un mero smbolo para Rosala de Castro, es el eje central que vertebra el libro En las orillas del Sar. A poco que se medite el mismo ttulo del poemario, puede uno caer en la cuenta de que el ro Sar, naciendo en Santiago de Compostela (donde termina su viaje Rosala) y desembocando en Padrn (el hogar de la poeta, donde al menos pas los ltimos aos de su vida) da nombre al libro porque es el camino de Santiago que realiza Rosala de Castro. Un camino de Santiago personal, hecho desde el otro lado de la capital gallega.En las orillas del Sar se convierte as en el testimonio potico de ese camino de Santiago emprendido por Rosala de Castro. Y si bien es verdad que se desconoce quin orden las composiciones de este libro, el sentido que propongo para l no mengua por esto en validez. El camino como smbolo potico queda trascendido por este libro en una de sus ms completas sublimaciones conceptuales, estableciendo multitud de correlaciones y paralelismos que Rosala ha sabido mantener y configurar. Desde su prdida de la fe, provocada por el dolor inherente a la existencia humana, llena de contradicciones perceptibles por sensibilidades como la de la autora, Rosala siente la necesidad de emprender un viaje, sin saber muy bien hacia dnde, en un principio, pero trascendente en todo momento. En su anhelo de superar la escisin y la fragmentacin emocional que provoca la actividad vital, Rosala, en los ltimos aos de su vida, se repliega hacia su interior, dispuesta a realizar ese trayecto no en los exteriores paisajes de su querida Galicia, sino en los pliegues ms oscuros del paisaje de su alma. El sufrimiento siempre proviene del interior de cada uno, y para superarlo es necesario encarar las sombras subconscientes que lo generan. San Juan de la Cruz lo llam la noche oscura del alma, por ejemplo, los alquimistas nigredo. Distintos nombres para lo que no deja de ser un camino hacia lo ms profundo de uno mismo.All, Rosala de Castro tuvo que encarar fantasmas de episodios horribles de su pasado (el fallecimiento de un hijo, tormentos amorosos) y frente a los cuales no pudo estar en condicin de recuperar esa fe perdida. Pero este camino al abismo no la exili totalmente del mundo ya que la dot, en cambio, de una nueva forma de ver las cosas. Una nueva perspectiva y sensibilidad frente a lo que, como demuestra en obras anteriores, ya era capaz de percibir, pero que en En las orillas del Sar se arma de la valenta suficiente para nombrarlas y denunciarlas ms alto (la defensa y compasin de los tristes, la destruccin del idlico medio rural, el exilio de los gallegos). Finalmente, cuando parece que la desesperanza no puede ser mayor, y se llegan a pensar cosas cuya confesin es capaz de matar de pena a quien se las revele (ejemplificado en el dilogo de la pareja), la autora llega al fondo del abismo, al final del camino (Santiago, donde nace el ro Sar). Y es en ese escenario, donde ya no puede uno hundirse ms, cuando milagrosamente la autora tom el impulso y ascendi de nuevo y de vuelta al mundo. Y digo milagrosamente por tratarse de una revelacin religiosa, segn el poema, pero la explicacin puede hallarse en una estrofa clave de Santa Escolstica:

Oh, majestad sagrada! En nuestra hmeda tierrams grande eres y augusta que en donde el sol ardienteinquieta con sus rayos vivsimos las sombrasque al pie de los altares oran, velan o duermen.

Estrofa de la que puede destilarse la idea de que lo divino brilla ms visto desde la tiniebla que desde la luz del da.Rosala fue protagonista en este punto de un xtasis divino, y supo transferirlo al que considero el ms hermoso y exaltado de los poemas en todo el libro. As termina la obra. Un camino, ciertamente, de Santiago. Y un camino adems que no podemos saber si lo realiz Rosala fsicamente, pero que, por lo pronto, s realiz a travs del acto de creacin potica, como parece sealar en el ltimo verso del poema IV de Santa Escolstica:

Hay arte! Hay poesa!... Debe haber cielo. Hay Dios!

La unidad que anhela el hombre fragmentado se resuelve al fin en la comunin revelada de la poesa, la vida y Dios. Por ltimo, unos apuntes con respecto a los poemas que concluyen En las orillas del Sar. Los caminos son finalizados por sus caminantes, pero estos ltimos no terminan con el camino. El libro podra haber terminado con el ltimo verso citado, pero no es as. En las orillas del Sar termina con la visin del mundo que tiene Rosala a la vuelta del camino ya hecho. La autora cobra conciencia de la nueva forma de ver que trae consigo, incluso valora la posibilidad de que otros digan al verla ah va la loca soando / con la eterna primavera de la vida y de los campos. Una de las estrofas ms esclarecedoras es la siguiente:

Recuerdo lo que halaga hasta el delirioo da dolor hasta causar la muerte!...No, no es slo recuerdo,sino que es juntamenteel pasado, el presente, el infinito,lo que fue, lo que es y ha de ser siempre. (220)

Y a partir de aqu, Rosala entra en un plano discretamente metapotico, por el que restablece su posicin, ahora, de nuevo en el plano de la creacin potica, y desde el cual medita una serie de pensamientos sobre su propia actividad de escritura potica.

[]todo halla un eco en las cuerdasdel arpa que pulsa el genio. (221)

Seguidamente, se regresa a la confrontacin de las figuras del triste y el dichoso, que bien pudiera haberse incluido en el poemario Los tristes, de no ser por la entrada ahora de la figura del poeta. Ya con una fuerza renovada, Rosala ahora se identifica con este ltimo personaje, en quien reconoce una labor muy importante:

Poeta!, en fciles versos,y con estro que alienta los nimosven a hablarnos de esperanzas,pero no de desengaos (222).

Con la voz reforzada tras una larga noche de autosacrificio, el poeta regresa ahora para traer esperanza al mundo y levantar el nimo de los tristes y, al mismo tiempo, condenar con mayor contundencia una verdad que se acepta con resignacin: que en el mundo triunfan los dichosos, caracterizados tambin como brutos. Y manteniendo ese odio hacia ellos, Rosala demuestra encarar la pena y el tormento que han aquejado siempre su alma con mayor integridad, positivismo y fortaleza:

Atrs pues, mi dolor vano []Atrs!, y que el denso velo de los intiles lutos,rasgndose, libre paso deje al triunfo de los Brutos []

Huye, pues, del alma enferma! Y t, nueva y blanca auroratoda de promesas harta, sobre m tus rayos tiende.

Pensamientos de alas negras!, huid, huid azarosos[]

Pensamientos de alas blancas!, ni gimamos ni roguemoscomo un tiempo, y en los mundos luminosos penetremos,[] (223).

Y mi voz []se alz robusta y sonora []hace creer al que espera, y hace esperar al que ama,que hay un cielo en donde vive el amor eternamente (224)[footnoteRef:31]. [31: La exaltacin y exagerada autoestima que a veces parecen caracterizar los versos de esta seccin, probablemente animaron a algunos a hablar de ese orgullo que ostentaba la poeta gallega.]

La voz potica de Rosala ha vuelto ahora como la voz de la esperanza, pronunciada para el triste, no el dichoso, y acercarles a ellos la promesa que les falta, como a la poeta le faltara en otro tiempo.Los poemas que siguen, hasta terminar el libro, sirven a Rosala para recapitular su viaje. Baste decir que, a modo de resumen y conclusin, la poeta narra su aventura, habla a veces de la actividad potica, manifestando la renovada integridad, la paz recuperada que ha alcanzado:

Con qu pura y serena transparenciabrilla esta noche la luna! (228)

Y la configuracin de una percepcin de la vida, sin embargo, que ya no la engaa cuando acepta con resignacin el dolor inherente a la existencia que, por otro lado, constituye parte de su hermosura:

No hizo Dios, cual mi patria, otra tan bellaen luz, perfume y frescura,slo que le dio en cambio mala estrella,dote de toda su hermosura (230).

En verano o en invierno, no lo dudes,adulto, anciano o nio,y hierba y flor, son vctimas eternasde las amargas burlas del destino (231).

[] el amor y el odio han lastimadosu corazn de una manera igual (235).

Rosala acepta las cosas como son, acepta la vida con todas sus verdades, el dolor y la alegra y el engao tambin. Pero entre todas reconoce la mayor de las certezas:

Morir! Esto es lo cierto,y todo lo dems mentira y humo (237)

Y remata su obra con unos versos que no resuelven nada, como tampoco nada resuelven las meditaciones que podamos hacer en vida. En cualquier caso, consuela adoptar expectativas positivas:

Lo que encontr despus posible y ciertoel suicida infeliz, quin lo adivina?Dichoso aquel que esperatras de esta vida hallarse en mejor vida! (237)

EL CAMINO DE ANTONIO MACHADO

El camino que emprende Antonio Machado (1875 1939), aunque bastante distinto al de Rosala de Castro, presenta notoria semejanza. El estudio que realizar en este captulo no ser tan extenso como el de Rosala, bsicamente porque si el camino es trascendido como smbolo en el caso de la poeta gallega a estructura organizadora de todo un libro de poemas, no ocurre lo mismo con Antonio Machado. ste se limitar a un uso ms sencillo, para nada desdeable sin embargo, propio de un smbolo tradicional de la lrica.

[] en la poesa de Rosala encarna la figura del viajero el fracaso ante la vida. Machado ofrece una abstraccin ms radical, con lo que su figura alcanza un carcter de general validez simblica, pues Rosala ejemplifica sin escrpulo alguno en su viajero una problemtica muy personal.[footnoteRef:32] [32: Javier Gmez-Montero, El paisaje, el viajero, el camino blanco y otros motivos poticos recurrentes en Rosala de Castro y en Antonio Machado, en Actas (II), 118.]

Para el anlisis de la obra de este autor me valdr de sus Poesas Completas[footnoteRef:33]. Partir trayendo a colacin un grupo de autores cuya sensibilidad bien puede valer como gozne entre ambos poetas. La actividad potica de Rosala fue practicada a lo largo de la segunda mitad del siglo xix hasta su muerte, en 1885, a quince aos de concluir el siglo. Por su parte, la obra de Antonio Machado comienza a publicarse recin inaugurado el siglo xx. Entre ambos, la historia de la literatura dio cabida a la generacin del 98[footnoteRef:34], un grupo de autores entre cuyos antecedentes algunos incluyen a Rosala de Castro[footnoteRef:35]. Uno de los rasgos con que Guillermo Daz-Plaja[footnoteRef:36] caracteriza la retrica noventayochista es la percepcin que se tiene del paisaje a partir de una revalorizacin de la naturaleza, mediante una interpretacin suprasensorial, por la que la tierra cobra una significacin trascendente[footnoteRef:37]. Para este grupo de autores, la tierra se valora en funcin de un mensaje extraesttico. Se la advierte cargada de historia, rica de valores morales []. La emocin que levanta tiene un carcter suprasensorial, lo que no quita, como tambin advierte Daz-Plaja, que en otras ocasiones se incluya el paisaje con la mera funcin de un escenario naturalista en que enmarcar la accin de sus novelas. Los noventayochistas se lamentaban de la situacin de decadencia en que se encontraba Espaa, y glorificaban su pasado para alentar el alma que atribuan a sus paisajes. Por esto mismo, a modo de herencia literaria, se pueden encontrar en varios poemas de Antonio Machado referencias a un pasado histrico glorioso no vigente en el presente del autor, sobre todo en lo que concierne a Castilla la Vieja: [33: Edicin de Manuel Alvar, Madrid, Espasa-Calpe, 1988.] [34: No voy a entrar en la problemtica de la etiqueta generacional. Aqu lo pertinente es que estos autores desarrollaron su quehacer literario entre la muerte de Rosala y la entrada al mundo potico de Machado, y manifestaron una sensibilidad potica que bebe en parte de la primera y que deja huella en el segundo.] [35: Vase J. A. Ros Carratala, Por qu razn Azorn am a Rosala?, en Actas (II), 245 250; y tambin Pilar Suelto de Saenz Rosala de Castro, anticipacin del 98, en Actas (II), 453 460. Otros autores defienden tambin la influencia que la poeta gallega ha ejercido incluso en la promocin de los poetas modernos, vase R. A. Cardwell, Rosala de Castro, precursora de los modernos?, en Actas (II), 439 452; y tambin A. Snchez Romeralo, Rosala de Castro en Juan Ramn Jimnez, en Actas (II), 213 222.] [36: Vase el apartado II (Concepciones espaciales) de la tercera parte de Modernismo frente a noventa y ocho, Madrid, Espasa-Calpe, 1979, 218 240.] [37: Daz-Plaja, op. cit., 218.]

Castilla miserable, ayer dominadora,envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora.Espera, duerme o suea? La sangre derramadarecuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada?[]La madre en otro tiempo fecunda en capitanes,madrastra es hoy apenas de humildes ganapanes.Castilla no es aquella tan generosa un dacuando Myo Cid Rodrigo el de Vivar volva,[] (152).

Una buena representacin machadiana, sin ir ms lejos, de la degradacin nacional finisecular es la leyenda, luego poetizada, de La tierra de Alvargonzlez (174). Daz-Plaja, adems, comenta que las races inmediatas del sentimiento del paisaje [] se hallan en el Romanticismo, apuntando que heredan nicamente el inters, pero no las maneras paisajsticas del Romanticismo[footnoteRef:38]. Eso podra explicar que estos autores, as como Antonio Machado, contemplen el paisaje, lo incluyan en sus textos literarios, pero sin trascenderlo tanto (aspecto este que tambin caracteriza a los noventayochistas, sin embargo) como los romnticos. As, descubriendo el alma del paisaje espaol y estableciendo una relacin del mismo con su historia, lo emplean para reflejar tambin su descontento con la situacin en la que entonces se hallaba sumido el pas. Por extensin, el paisaje se convertira en el reflejo del estado de nimo del poeta, correspondencia simblica que deben por completo a los presupuestos artsticos romnticos, claro est. Es en el Romanticismo donde se comenz a dar personalidad y carcter a la naturaleza, trasladando las exaltaciones y cadas del espritu del poeta a fenmenos atmosfricos como el crepsculo o la tormenta, o a escenarios como ruinas invadidas por la maleza, campos yermos, jardines sombros, cumbres vertiginosas o mares embravecidos. Todo esto alimentar la imaginera de Antonio Machado, cuya poesa est plagada de campos solitarios y horizontes brumosos, situados muchas veces en la melancola de un atardecer impresionista[footnoteRef:39]. No faltan tampoco estudios que confirman la herencia romntica en la poesa machadiana[footnoteRef:40]. [38: Ibd., 227.] [39: La influencia de la pintura impresionista se revela en muchas composiciones de Antonio Machado, llegando a emplear el trmino lienzo en ms de una ocasin para conferir a los paisajes el carcter de un cuadro. Vase la introduccin de Manuel Alvar, op., cit., 33 35.] [40: Vanse Jos Mara Valverde, Antonio Machado, Madrid, Siglo XXI, 1975; y tambin Mohamed Abrighach, La teora potica de Antonio Machado y la tradicin romntica, en Abel Martn. Revista de estudios sobre Antonio Machado, 2010, rescatado de http://www.abelmartin.com/critica/abrighach.htm.]

Miguel Martinn[footnoteRef:41] sealar tambin que Antonio Machado, junto a Juan Ramn Jimnez, tuvieron siempre consciencia de su comn raz becqueriana, correspondiendo a ambos el mrito histrico de haber cultivado una lrica cada vez ms simbolista que parnasiana en el contexto de la poesa modernista de la poca. Por otra parte, tambin los hay que defienden la base modernista que impulsa la poesa machadiana[footnoteRef:42]. [41: El pensamiento potico de Antonio Machado (primera poca: hasta 1907), en Revista de Filologa de la Universidad de La Laguna, 17 (1999), 211.] [42: Amelina Correa Ramn, Antonio Machado en el mbito del modernismo andaluz, en Hoy es siempre todava: Curso Internacional sobre Antonio Machado, Crdoba, 2005, 87 138.]

De la misma forma que con Rosala de Castro me detuve a puntualizar una serie de rasgos a tener en consideracin para apoyar la lectura y la comprensin de sus versos, Antonio Machado merece tambin, si quiera, un apunte:

Machado debe su formacin y aprecio al paisaje a varios factores: su instruccin en la Institucin Libre de Enseanza[footnoteRef:43], su conocimiento de las descripciones paisajsticas de otros escritores, principalmente de Unamuno y Azorn, y sus aos en Soria [].[footnoteRef:44] [43: Esta institucin se caracteriz, entre otras muchas cosas, por un empeo en restaurar el contacto directo entre el alumno y la naturaleza en las clases prcticas de las materias cientficas.] [44: Dean Simpson, Algunos vnculos de la simbologa paisajista de Castilla en Unamuno y Antonio Machado, en Abel Martn. Revista de estudios sobre Antonio Machado, 2010, p. 3, extrado de http://www.abelmartin.com/critica/simpson.html]

No hay que olvidar tampoco los traslados realizados en vida por el poeta (Soria, Baeza), y su conocida costumbre de pasear por los aledaos campestres de las ciudades. Pero partir, para no extenderme ms, de una base desde la que tendr en cuenta una mezcla de influencias conscientes del Romanticismo (espaol y francs) y del modernismo, una reconocida admiracin por la poesa popular, junto a un marcado empeo por cultivar una lrica de vertiente claramente simbolista.

Con lo dicho hasta ahora, se induce un empleo doble de la imagen del camino. Por influencia de la tradicin popular, reflejada en las formas y en los temas de muchas de sus composiciones, Machado recurre a la imagen como alegora de la vida. Por influencia postromntica y noventayochista, al camino se le suma, adems, la carga de ornamento naturalista impregnado de emocin: se inserta en los escenarios paisajsticos que el poeta contempla y recorre, en los que se sita y tie a partir de su estado de nimo. Ambas formas de poetizar la imagen del camino, sin embargo, estarn en la mayora de las ocasiones estrechamente entrelazadas.El punto de partida del camino machadiano no podra ser ms elocuente: un poema fundacional titulado el viajero.

Est en la sala familiar, sombra,y entre nosotros, el querido hermanoque en el sueo infantil de un claro davimos partir hacia un pas lejano.Hoy tiene ya las sienes plateadas,un gris mechn sobre la angosta frente;y la fra inquietud de sus miradasrevela un alma casi toda ausente (87).Machado habla de un viajero que vuelve a casa y que resulta familiar a la voz potica, quien le viera partir un da. Sin embargo no es el mismo: canas, frente angosta, mirada fra y alma ausente. Una figura caracterizada de forma inquietante como alguien que un da se march lejos y que hoy no vuelve entero. A travs de este augurio, Machado abre su obra con un personaje cuyas travesas lo han curtido en experiencias. Ms adelante, los presentes en el poema guardan silencio para orle hablar:

He andado muchos caminos,he abierto muchas veredas;he navegado en cien maresy atracado en cien riberas.En todas partes he vistocaravanas de tristeza,soberbios y melanclicosborrachos de sombra negray pedantones al paoque miran, callan, y piensanque saben, porque no bebenel vino de las tabernas.Mala gente que caminay va apestndola tierra (88)

En la despersonalizacin de este individuo, aunque parezca familiar, se generaliza ese viaje, y el camino se convierte en la vida, en su ms amplia concepcin. La perspectiva que adopta la voz potica mediante ese infantil que remonta a tiempos pasados, con esa expectacin con que escucha al que ha regresado, rejuvenece frente al viajero, aunque resulte ser su hermano. Las sienes plateadas parecen convertir al viajero en un anciano, y la voz potica, como convertida en nieto, guarda silencio (reproducindola a la vez) para escuchar la voz de la experiencia. Se anticipan muchas cosas, y entre estas, el itinerario potico de Machado a lo largo de sus libros. Quien regresa, o termina su trayecto, ha envejecido. Adems, el camino es lo suficientemente largo como para poder toparse con mala gente, pedantes, soberbios y melanclicos, pero tambin gentes que danzan o juegan, / cuando pueden, y laboran / sus cuatro palmos de tierra (88). El bullicio del gento variado puebla la vida, pero en otras ocasiones puede resultar solitario, y esta soledad melanclica dominar la obra.La autonoma en el emprendimiento del camino rosaliano es reconocible, sobre todo cuando sus causas son descubiertas. Pero el camino machadiano es una implicacin inherente al mero acto de vivir. En el camino de Machado estamos todos implicados, porque es un camino-smbolo abstrado, a un nivel universal, de la misma vida. La realidad que supone no haber otra alternativa ms que recorrer esta senda, Machado la asume con mucha resignacin. En cuanto a la partida, lo ms cercano que el poeta conserva es el recuerdo de la infancia y la juventud. La juventud, que en las ms de las veces viene caracterizada como una primavera[footnoteRef:45], es una etapa de la vida que ha quedado atrs, y por cuya recuperacin Machado suspira muchas veces. Un suspirar, en primer lugar, porque su recuerdo viene teido de quimeras, sueos, alegras e ilusiones que el poeta ya no experimenta en su edad presente. La juventud es una edad dorada de felicidad, en la que se ve el mundo bajo otra luz, la buena luz del mundo en flor, que he visto / desde los brazos de mi madre un da (LXVII). [45: Analoga muy enraizada tambin en la literatura popular.]

Un suspirar, en segundo lugar, porque slo hay una, y una vez vivida es irrecuperable, quedando slo el recuerdo de esa edad dorada:

Pregunt a la tarde de abril que mora:al fin la alegra se acerca a mi casa?La tarde de abril sonri: La alegrapas por tu puerta y, luego sombraPas por tu puerta, dos veces no pasa. (XLIII)

Sin placer y sin fortunapas como una quimerami juventud, la primerala sola, no hay ms que una []. (XCV)

Pero un suspirar, tambin, porque no la vivi por completo, porque no la supo aprovechar:

Me dijo un alba de la primavera:Yo florec en tu corazn sombroha muchos aos, caminante viejoque no cortas las flores del camino. (XXXIV)

Juventud nunca vivida,quin te volviera a soar! (LXXXV)

Se trata de una juventud en la que Machado no cogi flores[footnoteRef:46], no experiment el amor, y por eso desea con tanta fuerza volverla a vivir, enmendando sus errores: [46: Imagen tambin muy popular en la lrica, tipificada desde antiguo en la frmula cogito, virgo, rosas.]

Ah, volver a nacer, y andar camino,ya recobrada la perdida senda!Y volver a sentir en nuestra manoaquel latido de la mano buenade nuestra madre Y caminar en sueospor amor de la mano que nos lleva. (LXXXVII)

[], yo he maldecidomi juventud sin amor. (LXXXV)

Pero sin embargo, no termina de perder la esperanza cuando, ante la visin de otras primaveras, se siente insuflado de fuerzas y motivacin:

Tras de tanto camino es la primeravez que miro brotar la primaveras,dije, y despus, declamatoriamente:-Cun tarde ya para la dicha ma!-Y luego, al caminar, como quien sientealas de otra ilusin: -Y todavayo alcanzar mi juventud un da! (L)

El lamento por una juventud pasada que ansa recuperar y vivir de nuevo lleva inherentemente asociado el tema del paso del tiempo, muy presente en Machado tambin[footnoteRef:47], pero no el nico. En numerosos poemas se reconoce que la marcha por el camino la matiza el carcter depresivo del poeta con una angustia vaga, indeterminada, pero presente: [47: Vanse, por ejemplo, Richard L. Predmore, El tiempo en la poesa de Antonio Machado, en PMLA, vol. 63, n 2 (junio 1948), 696 711; Vctor Cantero Garca, Antonio Machado o la representacin simblica del tiempo en Soledades, Galeras y otros poemas (1907), en Dicenda. Cuadernos de Filologa Hispnica, vol. 29 (2011), 43 67; Armando Lpez Castro, La vivencia del tiempo en Antonio Machado, en Estudios Humansticos. Filologa, n 26 (2004), 287 300.]

[] es esta vieja angustiaque habita mi usual hipocondra.La causa de esta angustia no consigoni vagamente comprender siquiera;pero recuerdo y, recordando, digo:-S, yo era nio, y t, mi compaera. (LXXVII)Una angustia a la que se le suma el hasto del vivir montono, que hace que un da [sea] lo mismo que otro da, y que hoy [sea] lo mismo que ayer (LV). Machado se horroriza con este aburrimiento que, adems, domina lo cotidiano: Y yo sent el estupordel alma cuando bostezael corazn, la cabeza,y morirse es lo mejor. (LVI)

As, la suma de estas realidades dolorosas, hacen de la marcha por la senda de la vida un itinerario cansino (Yo caminaba cansado, XIII), cuya amargura llega a pesar en el corazn (Amargo caminar, porque el camino / pesa en el corazn!, LXXIX). Pero en todo caso, detenerse, como pensara Rosala de Castro tambin, no puede ser una opcin. Detenerse en el camino implicara decantarse por una materialidad que resuelve an menos el sinsentido de la vida y, lo que es peor, se apartara a un lado el dolor que hace de la voz doliente voz de poeta (Guitarra del mesn de los caminos, / no fuiste nunca, ni sers, poeta, LXXXIII). Machado alaba el desdeo de la comodidad material, la promesa de la parada confortable, porque suspende la progresiva cercana al destino del caminante:

Muy cerca est, romero,la tierra verde y santa y florecidade tus sueos; muy cerca, peregrinoque desdeas la sombra del senderoy el agua del mesn en tu camino. (XXVII)

Adems, el reposo de la parada puede llegar a atormentar al homo viator, invadiendo sus meditaciones con paroxismos sobre la vida, y el horror que conlleva, aun con todo, la llegada al final del camino:

Al borde del sendero un da nos sentamos.Ya nuestra vida es tiempo, y nuestra sola cuitason las desesperantes posturas que tomamospara aguardar Mas Ella no faltar a la cita. (XXXV)

Ay del noble peregrinoque se para a meditar,despus de largo caminoen el horror de llegar! (XXXIX).

Por eso hay que seguir en una huda hacia adelante, una huda desde la que se siente el nico placer posible, Este placer de alejarse!, aunque tampoco consuele concluirla (lo molesto es la llegada, CX).Definitivamente, en Machado es muy vago, ambiguo, indeterminado el dolor que siente al caminar, al vivir. Nada resuelve su amargura. Echando la vista atrs, el recuerdo de una juventud pasada, mal vivida y, para ms inri, sin posibilidad de recuperacin y de enmienda, lo apena. Meditando sobre la marcha de la travesa, siente el pesar y el cansancio de caminar indefinidamente, aunque reconoce el placer de alejarse de all donde se proceda, y se alienta con quimeras, sueos de primaveras e ilusiones que se obliga a creer, y que parecen esperar al final del camino:

[]imgenes amigas,a la vuelta florida del sendero,y quimeras rosadasque hacen camino lejos (XXII)

Primavera soriana, primaverahumilde, como el sueo de un bendito,de un pobre caminante que durmierade cansancio en un pramo infinito! (CII)

Detener la marcha, por otra parte, no vale como alternativa. Parar, acomodarse? No slo no resuelve lo que espera, sino que adems anula la legitimidad de la voz del poeta que canta el dolor de vivir. Pero echando, ms tarde, la vista hacia delante, le horroriza la llegada, porque la sabe mortal. Por tanto, al poeta no le queda ms remedio que la resignacin. Machado se regocija en el dolor, porque lo comprende consustancial al camino, inherente a la vida. Vivir es sufrir, y Machado termina amando el dolor y aferrndose a l como la prueba irrefutable de que sigue con vida. El dolor, por otra parte, lo reconoce implcito en el amor, y por tanto preferira vivir en amor por mucho dolor que conllevase, a no contar con l. Esto lo demuestra muy al comienzo de su obra, sin embargo, cantando esta conviccin mientras camina:

En el corazn tenala espina de una pasin;logr arrancrmela un da:ya no siento el corazn.[]La tarde ms se oscurece;y el camino que serpeay dbilmente blanquea,se enturbia y desaparece.Mi cantar vuelve a plair:Aguda espina dorada,quin te pudiera sentiren el corazn clavada. (XI).

Por tanto, amar y vivir implican sufrir; el dolor forma parte de esto. Y aunque se sufra, es preferible a vivir como un fantasma sin corazn. Antonio Machado no desea el dolor, pero no aceptarlo lleva consigo el sacrificio de no aceptar tampoco el amor y la vida, y los caminos de esta ltima se terminan disolviendo. Y es esa reconciliacin con lo doloroso de la existencia lo que le empuja al camino, en su bsqueda. El sueo de la juventud le advierte, en un poema que conviene ser reproducido al completo:

Me dijo una tardede la primavera:Si buscas caminosen flor en la tierra,mata tus palabrasy oye tu alma vieja.Que el mismo albo linoque te vista, seatu traje de duelo,tu traje de fiesta.Ama tu alegray ama tu tristeza,si buscas caminosen flor en la tierra.Respond a la tardede la primavera:T has dicho el secretoque en mi alma reza:yo odio la alegrapor odio a la pena.Mas antes que pisetu florida senda,quisiera traertemuerta mi alma vieja. (XLI)

La felicidad indica abiertamente al poeta que para vivir en paz ha de aceptar todas las caras de la existencia, as su cara amable como su cara ms dolorosa. Y Machado responde que por repudiar el dolor, repudia la otra cara de la moneda vital: la alegra. No es posible entonces, y el hombre que as se condena no vive. Hay que olvidarse de retricas melodramticas, de palabras, y acudir al interior de uno mismo para rescatar la esencia de un corazn que por mucho dolor y por mucho sin vivir, persiste en su latido. Buscar en el alma vieja[footnoteRef:48] para encontrar el secreto que la mantiene viva. Machado parece asegurar que as lo har, prometiendo traer muerta su alma vieja. Est dispuesto al sacrificio, y este sacrificio guardar relacin con el que emprendiera Rosala en sus poemas de En las orillas del Sar. Si la poeta gallega inici un descenso a lo ms hondo de su alma, el poeta sevillano lo har tambin. En este marco de introspeccin cobra sentido un smbolo que, en analoga con el camino exterior de la vida, representa el camino interior del alma: las galeras, que dan nombre a todo un poemario, incluido en un libro cuyo ttulo da algn indicio, Soledades. Ya en la introduccin de la seccin de las galeras, Machado descubre, en su autoconciencia de poeta, lo que esta condicin de autor lrico implica: [48: Alma vieja, atvica? Recordando el fuerte influjo de la poesa popular en Antonio Machado, lrica que el poeta admira, esta alma vieja podra asociarse tambin al alma de la misma humanidad, con la que el hombre lleva existiendo en el mundo desde sus orgenes, alimentndola de experiencia y sabidura colectivas.]

Leyendo un claro damis bien amados versos,he visto en el profundoespejo de mis sueosque una verdad divinatemblando est de miedo,[].El alma del poetase orienta hacia el misterio.Slo el poeta puedemirar lo que est lejosdentro del alma, en turbioy mago sol envuelto. (LXI)

Machado cuenta con un don, el del poeta, que le permite trascender hacia lo lejos, ahondar en lo profundo y despertar frente al misterio. En este misterio cabe aceptar una significacin espiritual, desde el momento en que los dos poemas inmediatamente anteriores a la introduccin de Galeras (LXI), dan muestra de una esperanza inusitada en Antonio Machado, despertada por un elemento religioso:

[]Anoche cuando dormaso, bendita ilusin!,que era Dios lo que tenadentro de mi corazn. (LIX)

No, mi corazn no duerme.Est despierto, despierto.Ni duerme ni suea, mira,los claros ojos abiertos,seas lejanas y escuchaa orillas del gran silencio. (LX)

Abre as Machado su particular introspeccin por las galeras de su alma. Pero siguiendo con el poema introductorio, coloca al poeta con respecto a este duro trabajo, en una posicin privilegiada:En esas galeras,sin fondo, del recuerdo,[]all el poeta sabeel laborar eternomirar de las doradasabejas de los sueos.Poetas, con el almaatenta al hondo cielo,en la cruel batallao en el tranquilo huerto,la nueva miel labramoscon los dolores viejos,la veste blanca y purapacientemente hacemos,y bajo el sol bruimosel fuerte arns de hierro. (LXI)

Es decir, los poetas llevan a cabo una labor importante, que es sublimar los sufrimientos de la existencia en el canto de la voz lrica, comparando esta labor con la de las abejas, ya sea meditando o luchando, para revestir al hombre de los valores que lo hacen hombre. Y por qu los poetas? Porque son almas inquietas, soadoras, que tienden a la trascendencia, como no todas. Sin embargo, todas necesitan de la labor del poeta:El alma que no suea,el enemigo espejo,proyecta nuestra imagencon un perfil grotesco.Sentimos una olade sangre, en nuestro pecho,que pasa y sonremos,y a laborar volvemos. (LXI)

Pero en esa bajada a los abismos internos, como en Rosala de Castro, hay sombras que el poeta tendr que enfrentar. En esto Machado no se explaya: da un ligero testimonio de los horrores que el alma tambin alberga en sus rincones ms oscuros, arrastrado de la mano por un demonio del sueo (Y en la cripta sent sonar cadenas / y rebullir de fieras enjauladas, LXIII), para reencontrar inmediatamente el camino que le lleve al alma:

Desde el umbral de un sueo me llamaronEra la buena voz, la voz querida-Dime: vendrs conmigo a ver el alma?...Lleg a mi corazn una caricia.-Contigo siempre Y avanc en mi sueopor una larga, escueta galera,sintiendo el roce de la veste puray el palpitar suave de la mano amiga. (LXIV)

Es curioso, no obstante, que Machado caracterice toda esta experiencia espiritual como un sueo, confiriendo un aura vaga y efmera a estas composiciones. No supone un trayecto extenso esta seccin, y no tarda el poeta en expresar hallazgos y revelaciones. Es consciente de la bsqueda en vano de un consuelo a su dolor, y aunque hoy slo qued[en] lgrimas para llorar (LXIX), se resiste a perder la compostura y a caer en plantos lacrimgenos. Encarar al dolor y adoptar una postura ms sincera consigo mismo, en uno de los poemas ms reveladores de su obra:Y no es verdad, dolor, yo te conozco,t eres nostalgia de la vida buenay soledad de corazn sombro,de barco sin naufragio y sin estrella.Como perro olvidado que no tienehuella ni olfato y yerrapor los caminos, sin camino []as voy yo, borracho melanclico,[]siempre buscando a Dios entre la niebla. (LXXVII)

Un Dios que se tiene tambin por un camino sobre el mar (El Dios ibero, CI) al que van a dar los ros de la vida (imagen manriquea homenajeada en su Glosa, LVIII), y al que ms tarde apelar reiteradamente desde el dolor de la amada fallecida:

Seor, ya me arrancaste lo que yo ms quera.Oye otra vez, Dios mo, mi corazn clamar.Tu voluntad se hizo, Seor, contra lama.Seor, ya estamos solos mi corazn y el mar. (CXIX)

Parece Machado terminar recurriendo tambin a una fe cristiana, como Rosala, pero disolvindose este aspecto espiritual en una vaguedad que no termina de resolverse o alcanzar una cumbre de revelacin, sino que se limita a establecerse como una vaporosa sospecha de respuestas, o apenas entelequia, en el final del camino.

Ayer so que veaa Dios y que a Dios hablaba;y so que Dios me oaDespus so que soaba. (XXI de Proverbios y Cantares, de Campos de Castilla)

Es por eso, que todas las apelaciones del poeta a una respuesta divina buscada, terminen en suspiros de frustracin.

O t y yo jugando estamosal escondite, Seor,o la voz con que te llamo es tu voz.

Por todas partes te buscosin encontrarte jams,y en todas partes te encuentroslo por irte a buscar. (Tres cantares enviados a Unamuno, XXVIII S)

Yo amo a Jess, que nos dijo:Cielo y tierra pasarn.Cuando cielo y tierra pasenmi palabra quedar.Cul fue, Jess, tu palabra?Amor? Perdn? Caridad?Todas tus palabras fueronuna palabra: Velad. (XXXIV en Proverbios y Cantares, de Campos de Castilla)

Aun con todo, no se convencer de la posibilidad de la nada al trmino del trayecto:

[]Y ha de morir contigo el mundo tuyo,la vieja vida en orden tuyo y nuevo?Los yunques y crisoles de tu almatrabajan para el polvo y para el viento? (LXXVIII)

O dicho en otras palabras, tanto camino se habr hecho para nada? El poeta lo pone en duda, y termina descubriendo que a falta de respuestas mayores, la certeza del caminar, la certeza de hacer la vida, es lo nico de lo que puede dar testimonio verdadero el hombre: el caminante es suma del camino (Esto so, en Nuevas Canciones). En definitiva, la poesa de Antonio Machado es una poesa de resignacin y de frustracin. La frustracin de no hallar respuestas certeras a las que asirse en el transcurso de una vida dolorosa y de aparente sin sentido. La resignacin en el sufrimiento de la vaguedad existencial, porque mientras se sufra se vive, y mientras se vive se lucha en una batalla a dos bandas, cuya tensin resulta ser lo ms parecido a un sentido que se le pueda dar a la vida:

Todo hombre tienedos batallas que pelear:en sueos lucha con Dios;y despierto, con el mar. (XXVIII de Proverbios y Cantares, en Campos de Castilla)

Y frente a esto, la nica realidad que tiene el hombre entre sus manos: a s mismo. El hombre que, viviendo, sufriendo, luchando, se constituye sentido y fin de la experiencia vital. Lo que se traduce, por analoga de la vida con el camino machadiano, en sus versos ms populares:

Caminante, son tus huellasel camino, y nada ms;caminante, no hay camino,se hace camino al andar. (XXIX de Proverbios y Cantares, en Campos de Castilla)

CONCLUSIONES AL FINAL DEL CAMINO

El camino es un smbolo lrico tradicional que une a dos grandes poetas de la talla de Rosala de Castro y de Antonio Machado, pero del uso que ambos hacen del mismo se derivan dos itinerarios distintos. Ambos comienzan su marcha desde un mismo punto de partida: un malestar existencial. Pero por qu el camino? Javier Gmez-Montero piensa lo siguiente:

La problemtica existencial adquiere su plena perspectiva dramtica cuando el hombre aparece en su status viatoris. La prdida de la unidad metafsica de su mundo, debida a la cada de Dios y a la emancipacin de la conciencia, origina el movimiento interior de bsqueda de un destino adecuado. La trgica inseguridad del hombre que busca y no encuentra es expresada mediante una perfecta metfora: los caminos que Rosala y Machado divisan y recorren incesantemente en los libros que nos ocupan.[footnoteRef:49] [49: El paisaje, el viajero, el camino blanco y otros motivos poticos recurrentes en Rosala de Castro y en Antonio Machado, en Actas (II), 119.]

El malestar de Rosala tiene su fundamento en la fragmentacin interna del individuo que genera el modelo de representacin cristiana, en el que coexisten de forma excluyente el sentimiento y el cuerpo del hombre. Esta visin establece una jerarqua de valores que da primaca a la esfera espiritual frente a la material, lo que endurece la transitoriedad de la vida en el mundo con el peso del pecado, el dolor y el pesimismo. Adems, legitimando en el ms all una voluntad superior, divina, el hombre se descubre encadenado al fatalismo de un destino prefijado e inmutable. De esta forma, Rosala pierde la fe a fuerza de los duros golpes que le asesta el destino, y conviene en emprender un viaje interior, pero en el que la religiosidad, la espiritualidad, juegan un papel protagonista.Por su parte, el malestar machadiano es menos trascendente, sin dejar de serlo, y ms terrenal, ms fsico. No deja de tener vagos ecos religiosos, en este caso ms en consonancia con esa emancipacin de la conciencia de la que habla Gmez-Montero, y propia de un tiempo en que el mal du sicle que pudiese haber afectado a Rosala se supera en el comienzo de la resignacin nihilista. Esta emancipacin de la conciencia del hombre que empieza a dudar y comienza a tender ms hacia la inmanencia que hacia la trascendencia, se traduce en la soledad del hombre sin Dios en el mundo. Pero, sea como fuere, el dolor del poeta viene de los mismos golpes del destino que recibiera Rosala: la muerte del ser amado y una melancola irresoluble inherente a la existencia. Sin embargo, Machado no trasciende su sufrimiento a un nivel tan personalizado como el alcanzado por Rosala, y en lugar de rematar en la exaltacin, se admite en una melanclica conformidad que en parte da sentido a la existencia.Javier Gmez-Montero es tambin consciente de esto:

El motivo del dolor es idntico en ambos casos: la soledad, la falta de amor, la lucha vital. Sin embargo, la actitud ante esta vivencia es distinta: Rosala se queja apasionadamente y resigna sabindose compaera eterna de la tristeza; Machado, en cambio, se complace en esos movimientos interiores que sin duda le causan dolor pero no le atormentan.[footnoteRef:50] [50: Art. cit., 122.]

Rosala y Machado comparten la naturaleza de sus caracteres: sensibles (hipersensibles incluso), meditabundos, introspectivos y melanclicos. Pero es la trascendencia, caracterstica en ambos tambin ya slo por el mero hecho de haber sentido la llamada del verbo potico, la piedra angular de sus divergencias.El ejercicio que practica Rosala es una nigredo personal de proporciones picas, que deviene y configura todo un libro de poemas (En las orillas del Sar). Comprende que el descenso al abismo de su alma atormentada es en s, y de forma figurada, un camino, pero lo refuerza cimentndolo en otro camino ms material, un camino que se revela (descifrando el repertorio de imgenes que lo acompaan) de Santiago, y que probablemente haya sido encriptado en el propio ttulo del libro. Por ltimo,