El sonido del silencio: Villa y Dos veces junio

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Ensayo sobre las novelas "Villa" de Luis Guzmán y "Dos veces junio" de Martín Kohan. En el mismo se analiza el tratamiento de la memoria histórica de la Argentina (1970-2010), a través de la narrativa ficcional de dos destacados autores del país.

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NARRAR LA MISMA OTRA HISTORIAVilla y dos veces junio

Francisco Gonzalo Vanrell

Universidad Nacional del Litoral

Facultad de Humanidades y Ciencias

Seminario de literatura hispanoamericana y argentina

Equipo de ctedra:Mara del Rosario Keba

Profesorado en Letras

Ao 2015

El sonido del silencio

En el seno de un discurso que se pretende unvoco y sin lugar para las disensiones, no es casual que sea la literatura una alternativa para narrar los intersticios en silencio (o silenciados) que, a pesar de todo, permanecen en la trama discursiva que se pretende cerrada e impermeable. En la Argentina, el relato sobre la ltima dictadura no es ajena a esta polarizacin de discursos que, sabemos, no es simplemente bipolar y es as que la literatura (entre otras manifestaciones artsticas) oper como un espacio de resistencia al silencio, un espacio que dio voz a aquellos que se pretenda callar, un espacio alternativo de produccin del discurso que permiti expandir el relato sobre hechos trascendentales de la historia reciente en nuestro pas. No obstante, podra pensarse la relacin de la literatura con la dictadura argentina como un proceso marcado por instancias diferentes en cuanto al modo de darse. Por un lado, la literatura producida en tiempos an dominados por el discurso oficial del rgimen militar se ocup de hacer del silencio un lugar productivo por su opacidad. Ante la imposibilidad de decir ciertas cosas, la alternativa estaba en decirlas no expresndolas, o ms concretamente, aludiendo a ellas indirectamente. Por otro lado, la narrativa de la postdictadura argentina considerando especialmente no a la que se produce inmediatamente despus de la cada del rgimen, sino la que se desarrolla desde los aos 90 en adelante comporta no slo una relectura/reescritura del discurso oficial elaborado por el rgimen, sino tambin una reelaboracin de la historia oficial producida posteriormente, revisando las representaciones circulantes que dieron lugar a una primera reconstruccin de esa historia.[footnoteRef:1] Esta narrativa, entre las que se incluyen las novelas de nuestro inters (Villa y Dos veces junio) dialogan, discuten, cuestionan y releen la serie anterior, para dar lugar a un espacio alternativo del discurso sobre los acontecimientos. Una de las caractersticas fundamentales en este momento es el traslado del punto de vista de la narracin hacia sujetos que ya no necesariamente son los protagonistas de lo ocurrido sino figuras marginales que parecieran sufrir la historia y no producirla (aunque reconozcamos la falsedad de esta creencia). [1: La ficcionalizacin de la memoria comprende algunas tcticas. En primer lugar, estas ficciones [Bajo el mismo cielo, Memorias del ro inmvil, Dos veces junio] reconocen una lnea genealgica y se incluyen en la cadena de ficciones que podemos denominar contraestatales, relatos de ficcin que confrontan y polemizan con las ficciones estatales, con los relatos producidos por el Estado con una finalidad centralmente encubridora. Aunque responden crticamente al relato monocorde y homogeneizante mediante el cual la dictadura pretendi no slo encubrir sus crmenes, sino tambin silenciar las voces adversas, establecen, sin embargo, diferencias cruciales con la mayora de los textos escritos y publicados a partir de la segunda mitad de los 80, diferencias que se justifican en alguna medida a partir de razones contextuales (el aflojamiento de la censura sera una de ellas). As, prescinden de los mecanismos de alusin y de elipsis que caracterizaron a varias novelas de la poca: si la cuestin clave contina siendo la de "cmo narrar los hechos reales?", la respuesta evita ahora los circunloquios, los rodeos y las demoras autorreferenciales. (Di Marco, 2003:5)]

Casi una dcada separa la aparicin de ambas novelas: Villa se public en 1995 y Dos veces junio en 2002, y es este perodo que ambas representan en el cual la narrativa que construye memoria histrica va afianzndose como una potica de gran importancia en la literatura argentina (y tambin de otros pases) con una proliferacin de obras que se suman al conjunto: Los Planetas, de Sergio Chejfec, En otro orden de cosas, de Fogwill, Bajo el mismo cielo, de Silvia Silberstein, Ni muerto has perdido tu nombre, de Luis Gusmn, El fin de la historia, de Liliana Heker, por nombrar algunos de los textos ms representativos. En cierto modo, ambas novelas representan en el tiempo de la ficcin el ciclo completo del perodo que importa al relato: el gobierno del rgimen militar que se desarroll en el pas desde marzo de 1976 hasta diciembre de 1983. El relato de Villa no comienza en aquel marzo, sino que se extiende desde los ltimos meses del gobierno precedente al golpe de estado hasta algunas semanas posteriores a aquel acontecimiento histrico. Villa, el protagonista homnimo de la novela, es mdico del Ministerio de Salud Pblica, el cual en poco tiempo pasar a llevar el nombre de Bienestar Social, en cuya rbita se ir gestando una agrupacin paraestatal conocida como Triple A (por su nombre: Alianza Anticomunista Argentina), a la cual prestar sus servicios profesionales no por conviccin, sino por falta de oposicin en sesiones de torturas a secuestrados por dos agentes de esta organizacin.[footnoteRef:2] Luego de ocurrido el golpe, cuando cree haber eludido la tarea y haber evitado la responsabilidad por lo que ha hecho, un llamado de telfono provocar su regreso a las tareas clandestinas. Esta vicisitud del personaje pone en evidencia, sin decirlo explcitamente, una posicin respecto a la transicin entre ambos perodos, la cual no est signada por la ruptura que supone un golpe de estado, sino por una continuidad que en ocasiones se pretende olvidar. Es as que un perodo (el tercer gobierno peronista) que podra interpretarse desde cierta lgica como interrumpido, funciona, en realidad, como prlogo de lo que estar por ocurrir. [2: Esos dos hombres haban cambiado mi vida. Era as? O era una serie de acontecimientos que se haban acumulado uno tras otro con una lgica implacable? La muerte de Firpo haba sido decisiva, me haba dejado sin opciones. Despus, cmo hacer para retroceder? No tena valor para quitarme la vida. S, haba pensado en escapar. Pero, quin puede escapar de los acontecimientos que lo envuelven? Pensar eso me tranquiliz: yo era una hoja en la tormenta, una hoja arrastrada por el viento.Slo me caba esperar y esper. Y la llamada lleg. (Gusmn, 1995:83)]

Por su parte, Dos veces junio recurrir a la utilizacin de hitos histricos, hechos puntuales en el continuum temporal que condensan en s mismos el perodo que los incluye. El ttulo mismo adelanta esta estrategia que ubica al junio de 1978 como punto inicial de un proceso que desembocar en el junio de 1982, momento que marcar el inicio del fin de todo el ciclo. Nuevamente, el protagonista se encuentra en un punto oscilante entre el primer plano del relato, y su calidad de testigo de lo que ocurre a su alrededor, en su rol de alterno de un funcionario represor, tambin de profesin mdica. La coincidencia entre ambas novelas, claro est, no es casual, sino que se trata de un vnculo notorio y explcito, en tanto la novela de Kohan se enlaza sin ocultarlo con la narrativa de Gusmn, incluso desde sus paratextos: la referencia del ttulo de la novela de Kohan est en una obra de Gusmn de 1983, llamada En el corazn de junio; completada por el epgrafe de Gusmn que encabeza el texto: En junio muri Gardel, en junio bombardearon la Plaza de Mayo. Junio es un mes trgico para los que vivimos en este pas.La eleccin de un narrador subalterno del sistema, es decir, la eleccin de un espacio excntrico de enunciacin es el elemento ms importante que vincula ambas novelas a nivel de estrategia narrativa.[footnoteRef:3] De hecho, en una entrevista, Kohan asegura que fue en la novela de Gusmn donde encontr el modelo para su narrador.[footnoteRef:4] Ambos protagonistas, por su condicin ambigua (en el afuera del adentro de las redes de la organizacin de la cual forman parte), ms por no oponerse que por voluntad de pertenecer, le otorgan a la narracin un punto de vista aparentemente neutro, ocultando en sus figuras el monopolio discursivo dentro de los textos. Sin embargo, lo que ambos relatos permiten reconocer son las grietas que habilitan el ingreso de voces que quiebran este dominio, voces que afloran en los intersticios del relato pretendido como verdad, representando de esta manera la situacin del discurso pretendido por quienes detentaban el poder en aquella poca: mientras el gobierno buscaba monopolizarlo y controlarlo, existan estas otras voces que se filtraban por sus intersticios. (Di Marco, 2003:9) [3: La eleccin de la narracin en primera persona y la construccin de la figura de los mdicos encargados de controlar la tortura heredera de una figura demonaca que posee una larga tradicin literaria, pero aqu desdichadamente bien respaldada por numerosos testimonios, sumadas al tpico del deseo mediado, el de ser como el superior, que lleva a los protagonistas de las dos novelas a ser, como esos superiores, mdicos, estn entre los motivos ms visibles de esa filiacin. A partir de ella, Kohan sigue su propio camino. (Gramuglio, 2002:12)] [4: Uno de los tantos factores que estuvieron dando vueltas, pero uno privilegiado, dira casi determinante, fue justamente Villa () esa indagacin del personaje mediocre, del personaje gris La idea del mosca S, el que est alrededor del importante, pero no lo es, pero que a la vez tiene la importancia de la mosquitud, digamos. Porque a la vez el figurn necesita de ese que lo ronda. A m me result un enfoque absolutamente iluminador. Adems hay all un registro literario para contar esa mediana que es un tipo de registro muy distinto al que podra ser la intensidad de un relato de una vctima o incluso la intensidad de la impugnacin de lo que podra ser un relato sobre el victimario pleno (me refiero al que es ideolgicamente orgnico, un ejecutor directo con niveles de responsabilidad ms alto). (Vannuchi, 2010)]

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Historia o ficcin? Si la historiografa clsica ha pretendido siempre constituirse como el discurso capaz de representar cabalmente una realidad pasada, en las ltimas dcadas del siglo XX y en las primeras del XXI, estamos vivenciando un cambio de paradigma: el relato histrico y el ficcional ya no se ven tan distantes y la realidad histrica comienza a perder su pretendida estabilidad y credibilidad.[footnoteRef:5] Es decir, la historia se acerca a la ficcin en tanto tambin encuentra en s la discusin respecto a los alcances y limitaciones de la representacin mediante el lenguaje, problema ya conocido y brindado al debate literario desde hace tiempo. La realidad lingstica de la Historia (o mejor, de su discurso) pone en evidencia la existencia de un hiato entre relato y experiencia. La relacin que se pretenda directa entre sucesos ocurridos y sucesos representados ya no se observa como tal y esto conlleva un cambio radical en la consideracin de un punto extremadamente sensible a quienes pretenden evitar las disensiones: el relato pierde su aparente objetividad. El lenguaje, entonces, ya no goza de neutralidad. Est claro: nunca lo hizo (aunque se lo haya pretendido). Los hechos no solamente suceden, sino que tienen una ocurrencia intencionada. Por su parte, la literatura tambin experimenta con la despersonalizacin, con la indeterminacin del agente, se instala en la pretendida inexistencia de sujetos pero lo hace no para validarlo, sino para hacer notar los silencios, remarcar las omisiones y tambin para habitar con la palabra los espacios que se pensaban en blanco. [5: Cf. White, Hayden (2003). El texto histrico como artefacto literario y otros escritos. Barcelona: Paids. [Trad. Vernica Tozzi].]

Tanto Villa como el colimba se presentan como sujetos, hasta cierto punto, amorales. A pesar de ser testigos de hechos aberrantes ninguno de los dos emite un juicio condenatorio sobre aquello que presencian. Su forma de actuar no puede menos que pensarse como representativa de individuos o grupos sociales que en diferentes grados y niveles mantuvieron una actitud de negacin de los hechos en tanto ellos mismos no aceptaban percibirlos. Pero esta actitud no se limita al tiempo de la ficcin, sino tambin al tiempo de la produccin de las novelas: gobiernos democrticos en plena vigencia, definidos por un carcter conciliador sobre el tema y que, incluso, pretendieron dar por concluido el ciclo desde el silenciamiento sobre el pasado reciente. Esta desaprensin de parte de sectores oficiales encarna en la ficcin en personajes victimarios que toman distancia de los hechos que observan aun formando parte de ellos. En el caso de Dos veces junio, esta distancia del lugar de enunciacin est incluso redoblada por la condicin de colaborador de un colaborador del narrador, mientras que Villa es l mismo el que se encuentra en la posicin de colaborador directo, en su posicin de mdico bajo la rbita estatal.Decamos anteriormente que los personajes narradores de la historia adoptan una posicin negativa frente al saber. De este modo, la configuracin lingstica de los textos deber estar en consonancia con ella: el lenguaje utilizado ser alusivo, tender al rodeo, y evitar el decir de manera directa. La informacin est presente, pero no se presentar de forma directa, se construye un verosmil que pretende la no implicancia, una distancia objetiva con la materia narrada. De todos modos, existe una resistencia de sentido, un resto que permanece implcito, un significado secundario que no se puede ocultar del todo. En este sentido, ocurre una mimetizacin con el discurso castrense, el cual oscil entre los polos extremos de la referencia: entre la mxima indireccionalidad posible y la ms directa presentacin de lo explcito. Durante los primeros aos, momento de mayor efectividad del ocultamiento, los gobernantes recurrieron a un doble discurso: por un lado, anunciaban que exterminaran al enemigo, mientras que por otro atribuan a grupos de ultra derecha todo acto ilegal de represin. El contraste entre lo dicho y lo omitido, en Villa, adopta la forma de recursos como el eufemismo y la alusin, es decir, dos maneras de presentar el sentido que se pretende opacar. Tambin las comparaciones siguen ese mismo camino, mediante analogas en el que el significado literal esconde un significado figurado, realidad aludida slo mediante rodeos. De igual manera, el lxico se va organizando en torno a un ncleo semntico relacionado tanto con el accionar del sistema represivo como con la atmsfera de terror y muerte que cubre al pas. La ambigedad asume una doble significacin en este texto. Por un lado es un efecto propio de la indefinicin y los diferentes grados que adopta lo explcito en lo enunciado. Por otro lado, el recurso se tematiza en la novela, se convierte en objeto de reflexin del mismo narrador: es l quien realiza una apreciacin sobre el miedo que experimenta la sociedad en general, y el conjunto social del cual forma parte particularmente: los integrantes del Ministerio en el que trabaja. En ese lugar [el Ministerio] todos estbamos investigados, o al menos, lo creamos, o al menos, queran que lo creyramos. Esa ambigedad era lo que me infunda miedo (Gusmn, 1995:15). El temor generado por el rumor era una estrategia conocida y utilizada por los que detentaban el poder en su afn de controlar la informacin. De igual manera, ante la voluntad de esconder responsabilidades poda adoptarse la estrategia opuesta: el ocultamiento.Es cierto que yo inventaba los rumores, pero los rumores tambin existan. Los rumores eran como la firma: parte del Ministerio.(Gusmn, 52)El lenguaje indirecto y lo explcito, por lo tanto, pueden convivir en el mismo discurso, provocando una tensin entre lo revelado y lo callado. La contradiccin es una manera de decir y no decir a la vez, de revelar y ocultar, de esconder la verdad por no poder discriminar dnde comienza. Por ejemplo, Villa narra que aparecen cuerpos cerca de su pueblo, pero nunca menciona las causas ni arriesga una hiptesis por la cual esos cuerpos estn ah. De hecho, se mencionan estos sucesos como acontecimientos aislados, sin necesidad de explicarlos.El Robustiano ya no era una tierra de misterio sino de miedo. Haban aparecido algunos cuerpos muertos en la extensin que iba desde el Policlnico hasta los corrales. Los dejaban entre el Matadero y el hospital. Debe ser para que si alguien los encuentra los lleve al hospital, decan en los Olmpicos. () Como mdico debera denunciarlo, pero nunca me haba querido meter en poltica.(Gusmn, 1995:28)Otro ejemplo de esta simultaneidad de lo explcito y lo ocultado podemos encontrarlo en la narracin de las percepciones sensoriales: Haba un olor insoportable, una mezcla de carne quemada y excrementos. El mismo olor que sent la primera vez que fui al Sur con Firpo y trajimos a los quemados de un barco petrolero que se haba incendiado. El olor a bordo tambin era insoportable, fui dos veces a vomitar. La segunda, Firpo me dijo: Ya se va a acostumbrar, Villa. Mientras, yo me acercaba a esos despojos envueltos en vendas que parecan momias vivientes hasta que uno susurr: Tirme del avin, pibe, tirme, no aguanto ms este dolor. Matme, pibe, no me dejes sufrir as.(Gusmn, 1995:84-85)Seguro, doctor, lo de ustedes es duro. En su profesin uno se tiene que volver como un robot. En algo se parece a lo mo. Pero, dgame, entre nosotros, no hay alguna clase de enfermo que le desagrade ms que otro.S, coronel, los quemados. No soporto el olor de la carne quemada. Me descompone le contest a Matienzo dndome cuenta de que no me haba podido controlar y el impulso a la confidencia me haba traicionado otra vez.Esperemos que en estos das no haya ningn incendio, doctor me contest risueo, mientras yo trataba de sacarme de encima el olor a la calle Ugarte que haba entrado como de golpe en el recuerdo, y me qued tan ensimismado que el coronel volvi a hacerme un chiste.(Gusmn, 1995:111)En la novela de Kohan, el narrador tiene una postura acrtica al igual que el mdico de Gusmn. Ya desde el mismo momento en que se inicia la narracin se plantea esta situacin: la pregunta que da comienzo al relato anticipa un recurso que se convierte en una constante a lo largo del texto: el colimba lee la pregunta no en su sentido, sino solamente en su forma. Frente a la interrogacin A partir de qu edad se puede empesar a torturar a un nio? (Kohan 2002: 7), lo que llama la atencin es que no ocurre la esperada reaccin frente a lo que dice eso que est escrito sino que el colimba se detiene en el error de ortografa cometido. El detalle provoca un desvo en la atencin, al igual que el discurso autoritario del poder: se pone en primer plano lo superfluo, ocultando tras esto la discusin de fondo.Al igual que en Villa, la analoga es un recurso potente en la narracin de Kohan: lo explcito no ocurre jams. La novela se va tejiendo en una sucesin de fragmentos descriptivos que se reiteran e interrumpen unos a otros, fragmentos que recin podrn comprenderse mejor y rearmarse a medida que la lectura avanza hacia el final del texto, cuando se tenga conocimiento de todas las piezas y estas adquieran un sentido ms claro para los lectores y puedan, de esta manera, asociar lo ledo con el contexto social y poltico que permanece como trasfondo del relato. Un claro ejemplo del doble sentido que se juega en estos fragmentos lo constituyen aquellos que van presentando informaciones futbolsticas. La celebracin del Mundial en Argentina durante el ao 1978 ocurre simultneamente con el momento de mayor afianzamiento de los actos represivos y el combate con grupos de resistencia armada. Ledos en consonancia con el relato del narrador, la analoga del campo de deportes con el campo de batalla se vuelve ms evidente:VIIEn una esquina oscura vi pasar a una chica que lloraba. Apenas si vi su cara, porque pas corriendo. Me pareci que corra al lmite de sus fuerzas, pero ni siquiera eso le bastaba, y estiraba los brazos hacia adelante, volcaba todo su cuerpo hacia adelante. Ella a m no me vio, porque nada vea. Los ojos los tena perdidos, tambin hacia adelante.Se me cruz inesperadamente, en medio de la calle vaca, cuando yo caminaba hacia el lugar donde haba dejado el auto. La vi otra vez un poco ms all, en otro claro de luz; despus la vi tropezar y caerse al suelo, la vi casi rebotar en el suelo para volver a pararse y volver a correr, como si caerse no formara parte de las cosas que podan sucederle.Dos veces ms reapareci en los claros de luz de la calle, siempre corriendo, cada vez ms distante. Yo me qued parado, sin dejar de mirarla. No se vea a nadie ms en ninguna parte. Hacia el final de la calle, la chica desapareci, en un pasaje abandonado que llevaba a la estacin del tren.Yo calculo que tena, como mucho, quince aos.VIIICuando se va en persecucin de un contrario, no es conveniente ponerse justo detrs de l. Su propio cuerpo se convierte as en un obstculo que dificulta la visin y nos impide darle alcance. Lo ms adecuado, si se cuenta con la fuerza suficiente, es abrirse de la lnea de carrera y sobrepasarlo por un costado, adelantar un buen tramo y ganarle metros, y recin entonces girar para ofrecerle un punto de choque desde una posicin frontal.(Kohan, 2002:48)

La ingenuidad con la que est relatada la escena de la chica corriendo sin razn aparente adquiere otro sentido en la inmediata sucesin del fragmento que, si bien forma parte de la serie de descripciones de tcticas de juego, completa aquello que el colimba no alcanza a notar del todo. Cuando se va en persecucin de un contrario, no es conveniente ponerse justo detrs de l. // Yo me qued parado, sin dejar de mirarla. No se vea a nadie ms en ninguna parte. // Lo ms adecuado, es abrirse de la lnea de carrera y sobrepasarlo por un costado, adelantar un buen tramo y ganarle metros.En otro momento el conscripto tiene un breve y casi fortuito contacto con una secuestrada en un centro clandestino. La actitud que toma l es la de desentenderse del tema: escucha (porque no puede dejar de hacerlo) pero no se mueve de su lugar. Sistemticamente niega lo que est oyendo, replicando el modelo discursivo al cual pertenece. El narrador informa que la mujer le relata todo lo que ha sucedido, lo que ha vivido, lo que le han hecho, pero en el relato de l no se explicita en ningn momento lo ocurrido. Nuevamente, hay un doble movimiento de mostrar y esconder, una verdad a medias, una palabra que pretende aflorar a pesar de la resistencia a dejarla expuesta. La manifestacin de estos otros discursos evidencia la existencia de una postura alternativa, luchando por socavar el orden instituido por el discurso oficial, remarcando las debilidades de un intento por imponer la voz nica.En definitiva, aunque algo parece decirse, no se concreta nunca la palabra con contundencia ante los ojos de un lector que, sin embargo, tiene pistas para sospechar que hay algo ms que lo dicho: que la Escuela es la ESMA (Kohan, 2002:103) o que Malvinas (el centro Malvinas) es el Pozo de Quilmes (Kohan, 2002:29). Los ahora conocidos centros de detencin ilegal son ubicados geogrficamente en el mapa de la ciudad pero nunca se los menciona explcitamente. Tambin se recurre a la jerga propia de los represores, en la cual tortura equivale a ciencia[footnoteRef:6], las marcas dejadas por ella se identifica con problemas mdicos[footnoteRef:7], los asesinatos se convierten en traslados[footnoteRef:8] como si realmente fueran tales y no la eliminacin fsica. En este baile de mscaras lingstico la frase del Doctor Mesiano adquiere el carcter de definicin del procedimiento: jams hay que olvidarse de cuidar bien el lenguaje (Kohan, 2002:78). El discurso del poder no se practica slo mediante la enunciacin (el cmo), sino tambin al nivel de lo enunciado (el qu): la sustitucin lxica oculta lo que no se quiere decir explcitamente.[footnoteRef:9] Es particularmente significativa la analoga mdica, la comparacin del cuerpo enfermo de la persona, con la enfermedad del cuerpo social. [6: Esta ciencia consista en llevar a cada persona hasta el lmite de su capacidad de resistencia, fuera cual fuese esa capacidad de resistencia. (Kohan, 2002:21)] [7: Era una de esas personas que saban resolver problemas mdicos, en tiempos en que sobraban los problemas mdicos. (Kohan, 2002:58)] [8: De all la importancia de quienes, como el doctor Mesiano, estaban facultados para moverse de un lado al otro, porque podan desplazarse y hacer traslados. (Kohan, 2002:72)] [9: Es significativo el uso del lenguaje, que evitaba ciertas palabras reemplazndolas por otras: en los campos no se tortura, se interroga, luego los torturadores son simples interrogadores. No se mata, se manda para arriba o se hace la boleta. No se secuestra, se chupa. No hay picanas, hay mquinas; no hay asfixia, hay submarino. No hay masacres colectivas, hay traslados, cochecitos, ventiladores. El uso de palabras sustitutas resulta significativo porque denota intenciones bastante obvias, como la deshumanizacin de las vctimas, pero cumple tambin un objetivo tranquilizador que inocentiza las acciones ms penadas por el cdigo moral de la sociedad, como matar y torturar. (Calveiro, 2004:24).]

Ya habamos adelantado que en algunas ocasiones los narradores de las novelas realizan (aunque no de manera explcita, claro est) reflexiones que bien pueden leerse como metaficcionales, revisando los mecanismos de construccin del propio discurso y por extensin, los de todo discurso: histrico, poltico, oficial. En el caso de Villa, podemos observar esta tendencia metareflexiva en la secuencia en que el narrador relata cmo termina escribiendo unas memorias de todo aquello que haba vivenciado y no poda decir abiertamente, aunque previendo la intolerancia y la posible condena y censura por parte del rgimen. Por este motivo, decide adoptar una estrategia que refleja en parte lo que venimos revisando: el manuscrito se escribe en clave, un cdigo secreto que slo Villa conoce (aplica las mismas reglas mnemotcnicas que cuando estudiaba medicina). Comenc a escribir en un cdigo secreto. Saba que tambin los otros hablaban en cdigo. En un momento por la radio dejaron de hablar del Ministro y todos los mensajes los cursaban para el Hermano Daniel. Me acord del pacto de sangre entre Villalba y Salinas, me pregunt si Villalba tambin era un hermano, y si Mujica y Cummins querran que yo entrara en esa hermandad.Confiaba en mi memoria y en la carpeta que guardaba en el cofre de Arsenal. Ah estaba la historia de Cummins, de Mujica, de Villalba, tambin mi propia historia, todas armadas como esos esqueletos bamboleantes que mi memoria una. Slo yo tena la clave porque la haba hecho con las mismas reglas mnemotcnicas que haba usado para estudiar anatoma.(Gusmn, 1995:88)No es difcil imaginar que la escritura de este informe es tambin la escritura de la novela que subyace a la que estamos leyendo. Al mismo tiempo, podemos pensar en el carcter cifrado del informe como metfora de la narrativa opositora al rgimen escrita durante la dictadura misma, que recurri a mecanismos literarios capaces de sortear la censura. De todos modos, la utilizacin de estos procedimientos que opacan el significado del texto no es consecuencia exclusiva del intento de evadir la censura oficial sino que tambin se reconoce como una caracterstica epocal de experimentacin con la escritura. Como seala Mara Teresa Gramuglio, las novelas de la dictadura en sintona con las tendencias literarias y tericas ms reconocidas de la segunda mitad del siglo XX, elaboraron narrativas oblicuas, alusivas, fragmentarias, que transformaban o directamente eludan las convenciones de la mimesis tradicional (2002: 10).

Historia y ficcin

Frente a la concepcin objetiva del relato histrico (el superior de Villa, Matienzo, descarta el informe de su subalterno por la carencia de este valor) se opone la subjetividad alegrica del relato ficcional. Oposicin que no es tan categrica como se pretenda. Es el mismo Villa el que comienza a reconocer las caractersticas que hacen de la historia tan huidiza como la literatura, al admitir que no puede en sus memorias incluir puntos de vista que le son incognoscibles, hechos que escapan a su aprehensin, un todo que no le es posible de asir. En definitiva reconocer la parcialidad de todo relato, aun bajo la pretensin de objetividad. Historizar es construir un relato, condicionado por la perspectiva desde la cual se construya, una hilacin de fragmentos, con mayor o menor grado de elaboracin para evitar que se noten las suturas que los unen. Se descarta la visin de la historia como un relato abarcador y completo. Ser tarea [del lector] insertar las historias en el marco de un relato maestro y leerlas como voces impugnadoras de esa narracin mayor cuya temtica central es el olvido activo; suya habr de ser la labor consistente en urdirlas como hilos de una trama ms amplia, conectar la vivencia individual con la experiencia colectiva, hacer de la(s) memoria(s) una historia. (Di Marco, 2003:9)No es que la censura, el silencio, la omisin o la elipsis sean exclusivas de un rgimen autoritario, pero durante su desarrollo estas se llevan a un extremo en la bsqueda de la manipulacin de la informacin para resguardar los intereses de un grupo. En este sentido, Villa procede a limpiar su informe, borrando nombres y episodios: la historia es silenciada, amputada, obturada. De all que la literatura emprenda la labor de remendarla, de reconstruir versiones y visiones, perspectivas, de dar lugar a voces y discursos silenciados, todo por medio de su ficcionalizacin y de las especificidades que fundan sus posibilidades frente a otras disciplinas. Para finalizar este recorrido por la ambivalencia de concepciones contrapuestas y complementarias que de la historia se delinean, debemos destacar la proliferacin de pequeas historias en la narrativa de Villa. Ncleos narrativos que cumplen diferentes funciones dentro de la trama mayor. Por un lado, configuran un sistema de indicios que permitir reconstruir una historia mayor retroactivamente, cuando adquirirn pleno sentido. Por otro lado, representan la importancia del recuerdo, el rescate del pasado y su reconstruccin por medio de la narrativizacin. Por ltimo, presentan la imbricacin de las microhistorias en la Historia (con mayscula).Por su parte, Dos veces junio tambin cuenta en su base con la idea de que la historia no puede abarcarse por completo. Mientras Gusmn recurre, en su novela, a las metforas y a la connotacin para desarrollar su relato, Kohan explotar tambin el recurso de la estructura misma del texto. El carcter fragmentario de la novela representa el fragmentarismo propio de la Historia. El texto literario, el discurso historiogrfico, el recuerdo, la memoria se parecen en esta caracterstica. Se pone en evidencia, as, la naturaleza ilusoria del orden y cohesin de todo discurso. En efecto, har falta reunir todas las piezas para conformar el sentido de la novela. Lo mismo sucede con la historia.

Bibliografa Calveiro, Pilar (2004). Poder y desaparicin: los campos de concentracin en Argentina. Buenos Aires: Colihue.

Di Marco, Jos (2003). Ficcin y memoria en la narrativa argentina actual: la escritura como tctica en V Congreso internacional Orbis Tertius de teora y crtica literaria. La Plata: UNLP [Disponible en: http://www.fuentesmemoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.11/ev.11.pdf] Gramuglio, Mara Teresa (2002). Polticas del decir y formas de la ficcin. Novelas de la dictadura militar en Punto de vista. n 74: diciembre. [Disponible en: http://www.bazaramericano.com/media/punto/coleccion/revistasPDF/74.pdf] Gusmn, Luis (1995). Villa. Buenos Aires: Edhasa. Kohan, Martn (2002). Dos veces junio. Buenos Aires: Debolsillo. [E-book, 2011] Vannucchi, Edgardo (2010). Entrevista a: Martn Kohan. Narrar los tiempos del horror en tesis 11. n 91: 26 de enero. [Disponible en: http://www.tesis11.org.ar/entrevista-a-martin-kohan-narrar-los-tiempos-del-horror-2/]