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El sueño de mi desvelo. Historias nocturnas e imborrables de la NBA de Antoni Daimiel

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Anécdotas y testimonios de un testigo de lujo de los últimos quince años de la NBA en España

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El sueño de mi desvelo

Historias nocturnas e imborrablesde la NBA

Antoni Daimiel

Prólogo de Marc Gasol

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EL SUEÑO DE MI DESVELOHistorias nocturnas e imborrables de la NBAAntoni Daimiel

Esta es una mirada muy personal y nocturna de una competición fantásticacomo la NBA. Al autor le llegó hace más de quince años la oportunidad tele-visiva de trasladar, contar y explicar un mundo extraordinario teniendo quesacrificar para ello sus patrones fisiológicos y relaciones sociales. Junto alrecordado Andrés Montes, Antoni Daimiel cambió de rutina, enloqueció hor-monas y buscó refugio en la madrugada para administrar la cercanía progre-siva de la mejor liga de baloncesto del mundo y de sus protagonistas. Viajesa Estados Unidos repletos de anécdotas y recuerdos con los Chicago Bullsde Michael Jordan, los San Antonio Spurs de Tim Duncan y el regreso a lagloria de Los Angeles Lakers con Phil Jackson. Una ensoñación galáctica ylejana que se ha convertido, con el tiempo, en una competición con un papelprotagonista de jugadores españoles, desde la contundente irrupción de PauGasol hasta la consolidación de su hermano Marc y el reciente impactomediático de Ricky Rubio. Historias del periodismo deportivo, de la televisión,del baloncesto. Relatos de viajes, perfiles deportivos, sociales y personalesde las estrellas de la NBA, antecedentes penales y crónicas rosa y negra delos mejores jugadores del mundo completan este universo recopilado porAntoni Daimiel.

ACERCA DEL AUTORAntoni Daimiel nació en Ciudad Real en 1970, es periodista y está vincula-do a Canal+ desde el comienzo de sus emisiones en 1990. En esta cadenacomenta partidos de la NBA desde 1995. Ha cubierto en Estados Unidos die-ciséis finales de la NBA y trece All Star, además de los Juegos Olímpicos deAtlanta 96. Fue narrador de baloncesto universitario americano (NCAA),reportero y editor del programa televisivo El día después, reportero deInforme Robinson y ha colaborado en otros medios como El Norte de

Castilla, El País, El Periódico de Catalunya, el desaparecido ADN, OndaCero, Veo Tv, Marca Tv, Cadena Ser y As.

ACERCA DE LA OBRA«Abrochaos el cinturón y preparaos para entrar en el universo de los sueñosque lleva tantos años causando el desvelo de la persona que me acercó aun mundo donde, menos dormir, todo es posible.»MARC GASOL, EN EL PRÓLOGO

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«No sé si lo que yo hago es volar. Solo sé que cuando estoy en el aire

hay veces que siento que no voy a caer nunca.»

MICHAEL JORDAN

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PRÓLOGO

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Colgué el teléfono para decirle a Antoni que sería un placerhacer el prólogo de su libro y sin tiempo para ordenar ningunaidea. Al primer pestañeo, volví a la habitación de mi infancia.Esa habitación que durante años fui empapelando con pósteresde la NBA y en la que dentro de un cajón, como si se tratase deun preciado tesoro, guardaba revistas y camisetas que yo ibacoleccionando. Apoyada en una de las paredes presidía la es-tancia una estantería repleta de cintas VHS con los partidos deCanal+, partidos que solía poner a grabar muchas noches antesde acostarme y que tenían que esperar al fin de semana para elvisionado.

Recuerdo que cuando el tan añorado como admirado An-drés Montes y Antoni Daimiel empezaron a hacerme soñardespierto vivía su trayectoria final uno de los pívots con el quemás he disfrutado y aprendido: Hakeem Olajuwon. Toda esaépoca inolvidable de transiciones de figuras, con Michael Jor-dan en el segundo trienio de su reinado, la de los Lakers deShaq y Kobe y el dominio del gran Tim Duncan. Noches de ba-loncesto apasionante en las que siempre esperaba el comenta-rio de Antoni sobre la trastienda de la competición, el «inside»de una liga que un joven que se enamoraba de este deporte es-taba ávido de conocer. Apenas podía imaginar en aquel mo-mento todo lo que vendría después.

En febrero del 2002, en Philadelphia, mi hermano Pau dis-putó su primer All-Star como rookie. Allí conocí a Antoni y alinolvidable Andrés. Tuve la suerte de tener un pase de Canal+España, con el que pude circular libremente por los vestuarios.Aquel fin de semana me llevaron al partido de baloncesto quese organizaba para la prensa acreditada y allí compartí un buen

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rato con las dos personas que me habían abierto la ventana alintrigante mundo que rodea la NBA. Recuerdo cómo Antoni semovía por los pasillos del pabellón como pez en el agua y elrespeto que, por el contrario, provocaba en mí moverme portoda aquella instalación, repleta de estrellas y referencias de laNBA cuyas fotos permanecían colgadas en las paredes de mihabitación en Sant Boi de Llobregat. Años después he podidocompartir vestuario con jugadores dueños de algunas de esascamisetas guardadas en aquel cajón de mi habitación, cons-ciente de que entonces Antoni se lo estaría contando a otros ni-ños que como yo sueñan despiertos delante de su televisor.

Abrochaos el cinturón y preparaos para entrar en el uni-verso de los sueños que llevan tantos años causando el desvelode la persona que me acercó a un mundo donde, menos dormir,todo es posible.

MARC GASOL

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INTRODUCCIÓN

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El comienzo

Mi primer contacto profesional importante con el mundo delbaloncesto me llegó a través de la noticia de la compra de los de-rechos de televisión, por parte de Canal+, del torneo final de laprimera división del baloncesto universitario norteamericano dela NCAA en las primeras semanas de 1993. Yo llevaba dos añosy medio trabajando en Canal+ como reportero para programasde fútbol pioneros y referenciales como El Día Después y El Ter-cer Tiempo. También cubría necesidades de locuciones varias yhabitualmente ejercía de redactor de noticias deportivas. Llegófebrero de 1993 y esa nueva adquisición de Canal+ se tenía queresolver en una época del año en la que los programas y cober-turas habituales del fútbol no podían sufrir paréntesis ni menos-cabo por reflejo de un producto considerado inferior y coyuntu-ral. Por este motivo, Alfredo Relaño, director de deportes enaquel momento en Canal+, no contempló otras opciones prefe-renciales en la estructura de la redacción y me consideró aspi-rante a narrador de aquellas retransmisiones de baloncesto.

Relaño pensó además en Santiago Segurola, entonces re-dactor de deportes en el diario El País, como comentarista, de-bido a su bagaje y conocimiento de los deportes estadouniden-ses. Nos puso a prueba antes de los partidos de marzo con dosencuentros grabados para consumo propio; recuerdo que unoera de Louisiana State University, con Chris Jackson (posterior-mente Mamhoud Abdul Rauf). Después de aquello, logramos elplácet junto con algún que otro matiz o recomendación del pro-pio Relaño con el que limar el estilo que habíamos empezado aponer en práctica. Retransmití desde aquella primavera del 93tres final four de la NCAA consecutivas en directo y unoscuantos partidos en diferido de esta competición universitaria.

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Hay que aclarar a los más jóvenes que eran tiempos sin Inter-net y con fuentes de información y documentación limitadas.Segurola era un devoto seguidor del Sports Illustrated y delUSA Today y me transmitió ese fervor. Por supuesto, los doshicimos del anual del baloncesto universitario Blue Ribbon unrecurso sagrado y adorado. Debo añadir, para mayor compren-sión de la situación y para reforzar mi planteamiento inicial,que en aquellos tiempos Canal+ organizaba un desafío polide-portivo entre el Real Madrid y el Barcelona que incluía unduelo baloncestístico entre estos dos grandes clubes. Nuncaparticipé en la retransmisión de aquellos partidos en ningunafunción. Compañeros como Carlos Martínez, Esteban Cuesta,Juan Carlos Nieto y Chus del Río estuvieron antes relacionadosde alguna manera u otra con aquellas esporádicas retransmisio-nes de baloncesto. Recuerdo que el por entonces experto balon-cestístico de la Cadena Ser, Miguel Ángel Paniagua, tambiéncomentó algún Barça-Madrid de aquellos desafíos.

Cumplí con aquella ilusionante costumbre anual y vernaljunto a Segurola durante años. Era mi único vínculo profesio-nal con el baloncesto. Hasta que, en noviembre de 1995, el ba-loncesto acudió a la llamada de Canal+, o mejor dicho, Canal+acudió a la llamada del baloncesto. Según me contó Relaño, enaquellos tiempos la cadena encuestaba a los abonados sobre losproductos televisivos que más echaban en falta dentro de laoferta que recibían. En el capítulo de los deportes, la opción másdeseada era el baloncesto, muy por encima del resto. Y entre elbaloncesto, la NBA. El caso es que Canal+ se lanzó a la comprade los derechos de la ACB como segunda opción tras TVE y lo-gró hacerse con los derechos de la NBA, que llevaba ya algúntiempo de desencuentros con TVE debido a que el trato y laatención recibidos no respondían a lo atractivo del producto, se-gún el criterio de los responsables estadounidenses.

Nico Abad le había hecho un reportaje a Andrés Montespara el programa El Día Después.Montes trabajaba por enton-ces en Radio Voz narrando partidos del Real Madrid y del Atlé-tico de Madrid y sus retransmisiones se habían convertido enun objeto de culto para los oyentes. Ya llamaban la atención susimprovisaciones, motes y todo tipo de irreverencias a la ortodo-xia de la profesión («el paseo marítimo de la Castellana», «algo

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se mueve al sur de la ciudad», «buenas tardes, me llamo Mi-linko Pantic», etc…). Después de su larga etapa en Antena 3,Andrés estaba viviendo en esa emisora una nueva relación conla radio, con sueldo modesto y poco protagonismo tras habersuperado una grave enfermedad. El reportaje despertó la ideade Relaño, que consultó con Manolo Lama el fichaje de Montes.Sixto Miguel Serrano también fue contratado en aquel mo-mento para narrar la ACB y dar su apoyo a la NBA. Una vezque Relaño ultimó el acuerdo con Andrés Montes y con SixtoMiguel Serrano, con ellos presentes en su despacho, nos hizopasar a César Nanclares y a mí. Nos comunicó los nuevos ficha-jes, nos los presentó y nos instó a abrazar con ilusión esa nuevaetapa en el baloncesto desde nuestro papel de gregarios. Cuestaolvidar la anécdota porque, unas semanas después y con motivode los cambios que se avecinaban en el departamento de depor-tes, llegó otra conversación con otro superior de alto rango en eldepartamento. En tono trascendente, en una cafetería del Cen-tro Comercial Moda Shopping, junto a Torre Picasso, me ela-boró un discurso de inspiración (muy en el fondo) motivacionalque dejó como titular una frase contundente:

—Nico Abad y tú sois y vais a ser muy importantes en estaempresa durante muchos años. Hombre, pantalla no vais a ha-cer mucha, porque una gente destaca más en una cosa y otrosen otra. Pero en este departamento, la gente que no sale en latele es tan importante como los que salen…

En aquel momento, Relaño había confiado la gestión de ElDía Después al dúo Abad-Daimiel, pero el director no comple-taría la temporada en el departamento. Con los cambios en lasección y la llegada del baloncesto se desvió aquella trayectoriaprofesional. Tres o cuatro años después, Nico Abad saldría dedeportes con destino a Disney Channel, para posteriormenteregresar a Lo + Plus y a La Hora Wiki.

Las emisiones de la NBA en Canal+ comenzaron el viernesdía 1 de diciembre de 1995 con la retransmisión de un Hous-ton Rockets-Utah Jazz. En las primeras semanas se ofrecía unpartido en Canal+ los viernes por la tarde, en diferido, editadopara que durara dos horas exactas pero locutado en directo.Además se programaron tres partidos semanales, también endiferido, en el canal Sportmanía. Montes y Segurola se encar-

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garon del partido de Canal+, mientras que a mí me fue adjudi-cada la labor de comentar los tres de Sportmanía, dos conMontes y uno con Sixto. El programa NBA en Acción se leasignó como locutor a Juanjo Vispe. Cuando Vispe ya no pudoo quiso hacerlo me lo dieron a mí. Yo lo estuve haciendo du-rante dos años y, en cuanto tuve que dejar su traducción y lo-cución, se empezó a pagar aparte la traducción, como ocurríacon otros programas similares.

Mis métodos habituales de información y preparación enaquel momento volvieron a ser medios de papel como USA To-day o Sports Illustrated y el teletexto de la CNN. Además pudehacerme en las dos primeras temporadas de retransmisionesde NBA con unos libros pequeños y gruesos fantásticos, envia-dos desde Estados Unidos, en formato de anuarios, llamadosalgo así como «Manual completo de baloncesto profesional» yeditados por Zander Hollander. La NBA también nos propor-cionaba un método de documentación realmente curioso y quetantos años después parece de los tiempos de Graham Bell, elNBA Fax Back: a cada equipo de la NBA le correspondía un có-digo numérico. Sabido este código, podías llamar a un númerode teléfono de Estados Unidos al que, por orden de la voz gra-bada de operadora, transmitías un número de fax del que pu-dieras disponer y a continuación el código numérico asociadoal equipo del que quisieras recibir la información prepartido.Un minuto después comenzabas a recibir en tu fax las ya vi-gentes game notes del equipo.

Como ya he dicho, las retransmisiones de la NBA en Ca-nal+ comenzaron el 1 de diciembre de 1995 con la emisión, enviernes por la tarde, de un partido Houston Rockets-Utah Jazz,comentado por Andrés Montes y Santiago Segurola. Dos ho-ras después de narrar, ya a su estilo, aquel Houston-Utah quepuso en escena y color en las pantallas de Canal+ a Stockton,Malone, Olajuwon y Drexler, Montes recibió una llamada deteléfono de Relaño. Era una llamada de felicitación y de agradopor aquella primera retransmisión:

—Todo perfecto, magnífica retransmisión; ese es el camino,Andrés. La única pega es que me ha llamado el director gene-ral y me ha dicho que no le ha gustado nada, pero no te preo-cupes por eso.

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CAPÍTULO 1

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1995-98. La apoteosis de Jordan y los Bulls

Siempre que he tenido que escribir sobre Michael Jordan heintentado distinguir y sumar, alejarme de lo obvio. Resultabastante complicado crear una idea original de un personajeque ha estado en boca de cientos de millones de personas du-rante tantos años. Hablar de Jordan significa tratar el caso delprimer deportista global de la historia. Antes que él hubo otrosgrandiosos iconos en el intento, como Jesse Owen, Carl Lewis,Pelé, Borg o Muhammad Ali, pero ninguno encontró campopara irrumpir y expandir su legado como lo hizo Jordan en unaépoca en la que las comunicaciones encontraron un atajo por elque colarse en la vida cotidiana de la mayor parte del planeta.De aquellos héroes hemos tenido referencias por legados aposteriori, casi literarios y siempre con un barniz legendarioque difumina en cierta medida la verdadera imagen que pro-yectaron y el impacto que tuvieron en su momento de máximoapogeo. Con Jordan no. Es el primer héroe inmediato del quehemos tenido constancia casi al minuto, desde el primer se-gundo de su sonrisa. Por eso es tan difícil añadir ni siquierauna nota a pie de página a su extensa hagiografía. Para nues-tros hijos y los hijos de nuestros hijos será innecesaria la tareade un Homero que ponga por escrito una tradición oral cuyoresultado tendría muy poco que ver con lo que sucedió real-mente. Con Jordan no ocurrirá como con Ulises o Aquiles. Te-nemos fuentes de sobra para descubrir bajo una superficie cris-talina una historia muy parecida a la original.

De todo ello empecé a ser consciente cuando en la redacciónde deportes de Canal+ surgió la idea de elaborar un documen-tal de una hora de duración con motivo de su segunda retirada,en 1998. Con el magnífico archivo documental con el que con-

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taba la casa y la inmensa catarata de información con la quenos encontramos en un recién arrancado Internet fuimos capa-ces de elaborar una historia casi tan detallada como la que po-día haber hecho su vecino de la mansión de al lado. La vida deuna leyenda del deporte estaba a disposición del que quisierazurcir su propio guión. Repasando ahora aquel documental deproducción propia, una primera conclusión es que el MichaelJordan jugador ha quedado muy por encima del Jordan ejecu-tivo, ojeador y propietario. Incluso el Jordan orador, el que re-flexiona delante de un micrófono, con el paso de los años haquedado en ocasiones como un mentiroso, o al menos un ve-leta. Esta es una declaración de Jordan en 1992:

«Cuando deje el baloncesto lo dejaré en la cúspide. Noquiero irme cuando mis pies estén lentos, cuando mis manosno sean rápidas o mi puntería ya no esté fina. No quiero que lagente me recuerde así. Quiero que me recuerden jugandocomo lo hago ahora. Me daré cuenta cuando me llegue el mo-mento. Será cuando me levante una mañana y no quiera hacernada de esto nunca más. Y cuando lo deje no volveré, mi orgu-llo me lo impedirá. Cuando me vaya, diré “adiós” y “gracias”.Nadie me verá metido en este deporte, como hizo mi amigoMagic Johnson, ni comentando baloncesto en la televisión. Noentrenaré ni querré comprar un equipo. Me iré del todo. Séque me presionarán para que siga jugando pero esa será mioportunidad para explicar a la gente por qué el baloncesto hasido mi vida. No jugué por dinero ni por los aplausos. Si no mecreen, esperen y vean. Disfruten, porque en un momento yoestaré ahí jugando y al minuto siguiente ya me habré ido.»

Por motivos como este me quiero remitir al Jordan jugador,con el uniforme de short largo y camiseta holgada de los Bulls.Cada vez que he rebuscado en su historia, he curioseado en losrincones de las estanterías que quedan más al resguardo delplumero, aquello más inaccesible pero que en la cuenta finalresulta igual de valioso a la hora de encontrar la clave del arco.No deben quedar nunca detalles considerados insignificantes,especialmente con Jordan, con sus pequeñas causas, sus gran-des efectos y viceversa. La historia de Michael Jordan está re-pleta de pequeñas piezas sin las que es imposible explicar elmural completo.

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Fue en febrero de 1996, en el Fin de Semana de las Estrellasde San Antonio, donde tuve la oportunidad de sentirme cercade Jordan por primera vez, de proporcionarlo, de deslum-brarme con el brillo de los focos sobre su cabeza afeitada y con-tarle las gotas de sudor. En vivo y en directo por primera vez.Qué lástima no haber vivido su carrera con televisiones de FullHD. Ese fue un error de cálculo de Jordan, sin duda, no hacercoincidir sus vuelos y su estética de juego con la imagen de laalta definición televisiva. Ese fue el jugador que debería haberservido para patentar el invento de los 1080 píxeles.

Aquél fue el primer viaje de enviados especiales de Canal+a Estados Unidos para cubrir un evento de NBA. La direcciónde deportes del canal no veía el suficiente reclamo en aquellasretransmisiones para justificar ese desplazamiento. Además,Santiago Segurola, el comentarista titular, confirmó con ante-lación su baja, condicionado por sus compromisos laboralescon el diario El País y por su entonces cierta fobia a los viajesen avión. Melcior Soler, responsable de compras y gestión dederechos, recomendó el viaje de comentaristas a San Antonioporque la NBA, como nuevo socio comercial de Canal+, podíaentender como un gesto de desprecio o falta de cariño al nuevoproducto el hecho de que el canal que había adquirido los dere-chos de emisión en España dos meses antes no enviara a nadiea cubrir esa fiesta anual del baloncesto profesional norteame-ricano. Corrió el turno y decidieron emitirme los billetes devuelo con Delta Airlines para acompañar a Andrés Montes y ala productora Ana Valverde rumbo a San Antonio.

Aunque llevábamos dos meses y medio trabajando juntos,Andrés y yo nunca habíamos hablado más de diez minutos se-guidos fuera de micrófono y aquel viaje sirvió para que, conesa hipocondría fundamentada y tan bien llevada, Andrés mepusiera al día de todos sus problemas de salud con una de susfrases más repetidas:

—Yo tengo las tres enfermedades que son las principalescausas principales de muerte en España: me ha dado un infarto,soy diabético y tuve cáncer en una glándula suprarrenal.

En el trayecto Madrid-Atlanta, Andrés le compró a Ana unosito de peluche de los artículos de venta a bordo. En las ven-tanillas de inmigración, ellos dos pasaron sin mayor pro-

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blema, pero a mí me trasladaron a otra sala por mi torpe sin-ceridad al explicar que viajábamos para trabajar en la retrans-misión del All Star de la NBA cuando estábamos en realidadtratando de entrar en Estados Unidos con el estatus de turista.Después de aleccionarme con la necesidad de expedir un vi-sado pudimos, gracias al diálogo y a las credenciales de perio-distas y de Canal+, resolver la situación. Pero a continuacióntuvimos que ponernos a correr por el aeropuerto internacio-nal Hartsfield-Jackson de Atlanta, uno de los más grandes ytransitados del mundo. No sé si por la responsabilidad laboralque nos atenazaba o porque aún no había una estrecha rela-ción personal entre nosotros cada uno corrió a la velocidadque su condición física y su equipaje de mano le permitieron,sin jefe de filas ni gregarios. Entramos al avión con los moto-res ya encendidos para el trayecto Atlanta-Houston y Ana sinel osito, que habría caído por la prisa en cualquier pasarela orincón del aeropuerto. Aún nos quedaba el trayecto Houston-San Antonio. Llegamos de noche cerrada a la ciudad del sur deTexas y con la única posibilidad de cenar a través del room-service del Hotel Marriott Riverwalk.

Nunca he ingerido tal cantidad de comida en cuatro díascomo en aquel viaje a San Antonio. Andrés no se quedó atráspese a que se medía el azúcar en sangre cinco o seis veces al díacon un aparato electrónico de última generación. No era gula;era una ansiedad sin precedentes que nos atrapó y que porsuerte pudimos en parte compensar quemando calorías conlargos paseos por el Riverwalk, por La Villita y sus tiendas deartesanía y por los interminables pasillos del Alamodome, unproducto megalomaníaco de la personalidad texana, una cons-trucción mastodóntica donde se jugaba también al fútbol ame-ricano y que acogió aquel domingo a más de treinta y cinco milespectadores para asistir al Partido de las Estrellas. Al compro-bar Andrés que desde nuestro hotel, muy cercano a El Álamo,podíamos ir andando hasta el Alamodome, pasando por debajode un scalextric de circunvalación, ideó y patentó aquella frasecon la que luego definiría a San Antonio durante años: «Dai-miel, desde la plaza Mayor se ve la M-30».

De aquellos días recuerdo lo que me impresionaron en ladistancia corta el físico de Scottie Pippen (por fibroso, parecía

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un maniquí de laboratorio de medicina) y el tamaño y la coor-dinación de Shaquille O’Neal, incluso andando por los pasillos,vestido de calle. Los triples de Legler, los mates de Brent Barrysin quitarse la chaqueta del chándal y Sabonis. El lituano jugóel Partido de los Novatos junto a otros como Kevin Garnett oRasheed Wallace. Solo jugaban rookies, repartidos en dos equi-pos, por conferencias. Me hice una foto con el pívot lituano se-gún pasaba por el puesto de comentaristas, la aceptó con sim-patía pero con prisas. El mismo día, por la mañana, le habíapedido una foto a Isiah Thomas. Aceptó la petición con una mi-rada asesina que me atravesó. Justo en el momento del click enla cámara Thomas sacó al instante una sonrisa de felicidadplena. En un simple detalle nos había ratificado su fama de de-monio vestido de ángel.

En ese primer viaje conocimos a otros muchos enviados es-peciales procedentes de diferentes países. Fue el primer con-tacto con muchos colegas a los que veríamos dos veces al añodurante una década. Recuerdo con especial cariño al ya desapa-recido Pepe Espinosa y a Enrique Garay, de la televisión Aztecade México. Y por supuesto a un clásico como Miguel Candeias,de A Bola. La NBA organizó un megaconcierto increíble de finde fiesta, el domingo por la noche, en el Centro de Convencio-nes Henry B. González, con actuaciones entre otros de The Is-ley Brothers. Barra libre, barbacoa opípara y miles de personasinvitadas a la fiesta. Entre copas, camareros y bandejas con pin-chos nos encontramos con algunos representantes del balon-cesto español. Muy amables nos saludaron el presidente de laACB, Eduardo Portela, y su esposa, María Planas, selecciona-dora nacional de baloncesto. En medio de la conversación, Ma-ría le preguntó a Andrés Montes (y debían ser las 00.00 horasen San Antonio, 07.00 de la mañana del lunes en España) cómohabían quedado las chicas.

—¿Qué chicas? —contestó Andrés.—Los partidos de la liga femenina —dijo la señora Planas.—Y yo qué sé, María. Qué preguntas me haces, estoy aquí

con una alita de pollo y escuchando a los Isley Brothers. María,qué cosas tienes…

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EL FÚTBOL TIENE MÚSICAde José Antonio Martín Otín, Petón

Cincuenta historias de fútbol. Este deporte tiene una belleza yuna armonía muy difícil de igualar porque va servida con pasión.Petón extrae la música que el fútbol lleva dentro. Desde la des-graciada historia del Torino hasta la desmedida vida de GeorgeBest, aquí están Kubala y Serrat, Gardel y Samitier. Están BobMarley, Ben Barek, Luis Aragonés, Puskás, Di Stéfano, el granQuini, el fenómeno Ronaldo, o los amores futboleros de LolaFlores. Historias sagradas, antiguas y actuales, para amantes delfútbol y no tanto, con su punto de magia o de sinfonía trágica, al-gunas poéticas, otras divertidas. Todas, una detrás de otra, las cin-cuenta, con su ritmo, con la música de Petón.

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UVES & RÁFAGAS DESDE MOTOGPde Mela Chércoles

Mela Chércoles se mueve desde 1999 por el paddock delMundial de Motociclismo como por su propia casa. Uves &Ráfagas desde MotoGP es una mezcla de sus experiencias perso-nales y de la historia reciente de este apasionante deporte. Desdela corta distancia de quien lo ha vivido entre bastidores, Mela nosenseña el entorno del gran circo, con pequeñas y grandes histo-rias, curiosidades y secretos de una gran familia. Un libro paralos aficionados de siempre y para los que se incorporan cada díaal rebufo de unos extraordinarios éxitos solo comparables con laselección española de fútbol. Desde el gran Valentino Rossi hastala nueva sensación Marc Márquez, Mela Chércoles recorre elpresente y el pasado más cercano del motociclismo de alta com-petición. El autor recuerda al combativo Sete Gibernau, elMundial de Crivillé o la guerra y la paz entre Lorenzo y Pedrosa.Nos habla del gran mito Ángel Nieto y todo su clan, con un capí-tulo dedicado a la vuelta a la vida de su sobrino Fonsi, tras estarun minuto clínicamente muerto en un hospital de Indianápolis.Y no olvida a los periodistas y compañeros de viaje, esa otrafamilia que sigue a motos y pilotos por todo el mundo.

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Índice

Prólogo por MARC GASOL ....................................................... 11

Introducción. El comienzo ...................................................... 151995-98. La apoteosis de Jordan y los Bulls ........................... 211998-99. Lockout y temporada del asterisco .......................... 432000-02. Lakers: regresa la fiebre amarilla ........................... 572001-02. El fenómeno Gasol ................................................. 692003-06. Defensa, control, hastío y relación rota ................. 812006-08. Las nuevas generaciones ....................................... 1012008-10. Los anillos de Gasol .............................................. 1112010-12. LeBron: anillo al segundo intento ......................... 125Españoles en la NBA ............................................................ 137Crónica negra ...................................................................... 151Crónica rosa .......................................................................... 167Epílogo. La pareja impar ....................................................... 179

Agradecimientos .................................................................. 183

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© Antoni Daimiel, 2013

Primera edición en este formato: mayo de 2013

© de las fotos: Archivo Efe.

© de esta edición: Roca Editorial de Libros, S.L.Av. Marquès de l’Argentera 17, pral.08003 [email protected]

ISBN: 978-84-15242-22-2

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