29
El sumidero en la ciudad Jorge Llop - 2009

El sumidero en la ciudad

  • Upload
    j-llop

  • View
    221

  • Download
    0

Embed Size (px)

DESCRIPTION

La ciudad oculta terribles secretos, seres demoníacos que usan el placer para sus malévolos planes y héroes olvidados que están a punto de descubrir que las cosas sí son como parecen. Y hasta peor.

Citation preview

Page 1: El sumidero en la ciudad

El sumidero en la ciudad

Jorge Llop - 2009

Page 2: El sumidero en la ciudad

Todas las calles parecen la misma cuando uno no tiene unlugar fijo al que dirigirse. Así como en el cuento de Aliciacuando la protagonista preguntaba al gato de Chessire quécamino debía seguir. También decidí llamarla Alicia. Cuandouno ha perdido completamente la capacidad de entrega tansólo puede esperar de la vida una soledad infinita. Pero noestoy solo. Quizás mi mente se negaba a aceptarlo y por esohabía aparecido ella.

Alicia no era una persona, tan sólo una voz. Una voz queoía a veces distante, a veces cercana en mi cabeza y que aveces susurraba canciones desconocidas. En cualquier caso mehacía compañía y a veces hasta opinaba con criterio propio.

A veces, cuando me venían a la cabeza pensamientossuicidas Alicia se reía con esa risa de niña bien educada y losespantaba. La vida se había descubierto como algo sin muchosentido, pero la muerte parecía tenerlo aún menos.

Quería por momentos pararlo todo, los coches, lasprostitutas de la Gran Vía que me silbaban descaradas, lossentimientos. Cada vez que parecía por un momento apresar lafelicidad, esta era invariablemente sustituida por unsentimiento de pérdida, como si la felicidad jugase conmigo aextraños juegos. Así pues me había hecho amigo de la tristezay digamos que hasta me había acostumbrado a ella, si tal cosaes posible.

Ya no anhelaba que sucediese nada, que nada cambiase.Ya no esperaba de la vida ninguna sorpresa que hicierarenacer en mí una chispa de ilusión. Miraba a la gentealrededor, miraba al mundo alrededor y me sentía cansado.Quizás no había encontrado mi camino o quizás es que alguiense había olvidado de dejarme uno que seguir, pero el caso esque todo lucía absurdo y carente de color.

- ¡Ja, ja! ¿No es maravilloso caminar por esta ciudad sinque nadie le espere a uno en ningún lugar? Cuando ya noqueda nada ni nadie a quien esperar es cuando cualquier cosaes posible. Hasta lo más inverosímil puede tornar creíble.

- Me preocupan tus desvaríos, Alicia. Yo no soy PeterPan y esto no es ningún cuento. Es la vida real y por lo quellego a saber nada en ella guarda ningún valor. ¿Qué me puede

Page 3: El sumidero en la ciudad

ofrecer? ¿Qué puedo conseguir o ansiar? ¿El amor? Ya no loquiero. Dejé de desearlo desde que descubrí que provoca mássufrimiento que placer. Y quizás es que estemos condenados asufrir o al menos a elegir la forma de sufrir. Quizás uno noelige precisamente la manera en que vive, si no la manera enque decide morir. La forma en que uno recorre esa preciosaespiral de autodestrucción que más rápido o más despacioenreda a todos los seres humanos de esta ciudad.

- Hablas tan raro. A veces no te entiendo. ¿Por qué nobuscamos un poquito de diversión y nos olvidamos del resto?

¿Diversión? ¿Tristeza? ¿Qué más daba? Acaso no eranlas dos caras de una misma cosa. Si finalmente lograsencontrar la manera de obtener el placer perdido, todoconfabula para que lo pierdas y lo recuerdes, para que lonecesites y revivas su memoria una y otra vez, en un juego sinsentido, en un camino sin final feliz. Nunca hay un final feliz,quizás sí si hubiese un verdadero final de algo.

Sentí una tensión sexual no satisfecha, no supe muy biendesde cuando estaba ahí escondida esperando, pero ahora sehabía hecho evidente y clamaba con premura ser completa. Lanoche acababa de aparecer en la ciudad y había luna llena.¿Qué más daba el futuro, cualquier clase de futuro, si nuncanada pensaba pararse?

Decidí ir a Chueca. Alicia se mostró de acuerdo.

Page 4: El sumidero en la ciudad

¿Existía algo más primario e irracional que el sexo?¿Algo codificado en lo más profundo de nuestras entrañas paraser buscado y perseguido por encima de todo lo demás? Decualquier otra cosa. La perpetuación era lo más importante.Evitar que la raza se extinguiera, seguir con este insensibleexperimento darwiniano. El placer era un señuelo nada más.Pero la evolución se había olvidado que los gays no íbamos aperpetuar nada.

Pero había algo más. Algo siniestro y oscuro. Un terribleengaño, una falsa sensación de confianza y compañía. Elhecho de estar tan lejos y al mismo tiempo tan cerca de lagente. La alternativa de engañar aunque fuese por un momentoa la soledad y hacerla creer que el amor es posible, o al menoslo sería si uno pudiese apretar un botón y parar el tiempodentro de un cuarto oscuro.

Era indistinguible. Así que tampoco importaba mucho siera real o no. La mente sólo entiende de aquello que limita suterritorio, el resto son divagaciones y presunciones ociosas defilósofos. Cualquier cosa es imaginable por el simple hecho deser realmente indemostrable para uno.

Podríamos perdernos en lo irrelevante. Decir que lamúsica acompañaba esa sensación de soledad compartida, queno había ni una sola sonrisa sincera en el local o que todo enfin respiraba un aire de decadencia y un deseo de vivirmuriendo. Pero no sería justo, porque cuando entré en el Hotaquel chaval lo iluminó todo.

El juego de miradas fue casi una violación. Aquel chavalno tendría más de venticinco años, pero era evidente que nohacía mucho que venía por aquí. Quizás todavía se encontrabaen esa fase en que es tan importante reforzar la autoestima porel simple hecho de que a uno le ha tocado vivir dentro de unaminoría social. Tenía la desgracia de ser guapo, terriblementeguapo, con una cara que aún trasmitía ingenuidad y un cuerpoque luchaba por salir de la ropa. Pero era descarado, casiinsolente. Su mirada lo examinaba todo, lo observaba todo, notenía miedo de descubrir, de investigar, de conocer. En ningúnmomento bajó la mirada.

- Déjalo. No querrás tenerlo eternamente en tuconciencia.

Page 5: El sumidero en la ciudad

Alicia era inoportuna, pero solía tener razón. Así quedesvié la mirada.

No así un hombre mayor trajeado que le observaba. Erael tipo de persona que había sido adiestrada para ser unperfecto y responsable productor de dinero, tan sólo paraconvertirse en un perfecto consumidor a cualquier precio. Unatrampa social en la que la mayoría de la gente quedabaatrapada y que le hacía perder cualquier principio.

Fue una danza macabra, un espectáculo terrible yprecioso al mismo tiempo. El hombre se acercó, amboshablaron un rato, luego se fueron al servicio, seguramente allíle invitase a algo de cocaína, el placer lo cubriría todo hastaser insoportable, incontenible, lo harían, de cualquier forma,no importaba. Luego se irían y no quedaría nada más que unpar de chorros de esperma contra la pared. El deseo saciado.

La segunda vez sería igual, como todas las que viniesendespués. El fracaso de la inocencia. La misma representaciónrepetida en el tiempo, convirtiendo a las víctimas en verdugos.

Decidí cambiar de local. Quizás tuviera más suerte.

Page 6: El sumidero en la ciudad

143 Un buen jugador sabe cuándo debe retirarse si la suerteha cambiado de bando. Yo nunca fui un buen jugador. Alicialo sabe. Pero ella siempre tuvo predilección por losperdedores.

El The Paso era la otra alternativa. A la suerte le gustajugar con las personas y siempre tiene un plan por el que hacelas cosas, un plan oculto que sólo desvelará en el últimomomento, cuando ya sea demasiado tarde para hacer nada.Mientras se ríe divertida. Pero allí la suerte volvió. Y volvióen la única forma en que puede volver para alguien que lo haperdido todo, en la forma de un amigo.

Le vi al fondo antes de que me reconociera. Javi eramedio sordo con una incapacidad de un 59% en el oídoizquierdo y un 100% en el derecho. Ni siquiera se le habíaconsiderado como minusválido por no haber nacido con ello,si no por haberlo desarrollado como una enfermedad. Sabía elidioma de signos y cuando hablaba era extrovertido y sincero.La sordera a veces hacía que tuvieras que acercarte a su oído,que tuviera que leerte los labios o que algunas cosas quedasenen el aire, lo que hacía en algunos momentos un poco máscómodas las conversaciones, pero para el caso que nos ocupaJavi sabía escuchar como un amigo, y en eso había poca gentetan capaz.

Era un amigo incondicional. Quizás el único que tenía.Aunque bien es cierto que la experiencia me había demostradoque no hay nadie realmente incondicional. Los amigos en losmalos momentos piden y en los buenos tratan de vender abuen precio. Aún recordaba la conversación con el últimoamigo incondicional que tuve. Le estaba contando misproblemas mientras sostenía un vaso de cubata y se miraba dereojo al espejo.

- Lo siento cariño. No puedo ayudarte. No sabría cómohacerlo. Por cierto, ¿me ves mayor?

Los seres humanos tenían una capacidad diabólica parajustificar su manera de actuar de tal forma que ellos quedasentransformados al hacerlo en el centro del universo mismo. Elproblema es que al hacerlo uno dejaba de sentir el dolor y laalegría ajena. Una capacidad envidiable en cualquier caso.

Page 7: El sumidero en la ciudad

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Javi cuando me vio.Traté de llegar hacia él entre la multitud de desconocidos.

- Cuidado, alguien nos observa.

- No seas paranoica, Alicia. Estamos en el The Paso.Aquí todo el mundo nos observa.

Page 8: El sumidero en la ciudad

- ¡Qué guapo estás! Se ve que te van bien las cosas.

- ¡Qué mal mientes, Javi!

- Ha, ha. Es que te veo con buenos ojos. ¿Para qué estánlos amigos si no para hacernos creer que las cosas pueden ir amejor a pesar de todo? Bueno, para eso y para que me invitesa una cerveza que me la debes.

- Sabes que no tengo un duro.

- Bueno, pues preséntate al concurso de Mr. Bear 2009que van a hacer en el The Angel. Seguro que los dejas a todosde piedra, aunque la competencia es dura. Me han dicho queJulián se va a presentar. Seguro que le conoces. Lo mismohasta ya te lo has tirao.

- No me gustan esos concursos. Y no, no sé quién esJulián.

- ¿Cómo que no le conoces? Si es conocidísimo. Tiene unfotolog en internet.

- Entonces estará enamoradísimo de sí mismo. Ha, ha. Sile veo ya te diré.

- Mira, ahí está. Es ese chico gordito que está entrando.

Cuando me giré para mirarle sus ojos ya estaban clavadosen mí. Era el mismo chico que antes había estado en el Hot.Pero ahora su mirada tenía un brillo frío y siniestro. Caminabapor entre la gente sin apartar la mirada y pasando como si susola presencia ya fuera una invitación a dejarle pasar. Recorríael pasillo del The Paso inadvertido, silente como un espectro.Un escalofrío me recorrió la espalda.

- Alicia, ¿qué piensas de todo esto? ¿Alicia? ¿Dónde tehas metido?

Ya no se escuchaba ninguna voz en mi conciencia. Aliciahabía desaparecido. Pero, ¿dónde y por qué? ¿Y quiéndemonios era ese tal Julián que amenazaba con irrumpir en mivida? ¿El joven inocente que había visto antes o un ser oscuroy siniestro? Averiguarlo iba a resultar un infierno, de eso

Page 9: El sumidero en la ciudad

estaba seguro.

A mi alrededor las paredes se ensancharon, los espejos sedistorsionaron, el suelo tembló y el techo pareció estar a puntode caer sobre todos nosotros. Pero la gente parecía contenta,febril, ajena a todo aquello. Sus vidas eran vidas alegres ycompletas, o al menos es lo que aparentaban. Aunque amenudo había abismos de distancia entre aparentar estar bieny estarlo realmente. Y algunas personas eran maestros deldisfraz con máscaras y máscaras de cordialidad y buenasmaneras.

- Me estoy mareando. Creo que voy al servicio -dijeacompañándolo del gesto que en idioma de signos venía adeletrear las siglas "WC".

Julián fijó sus ojos en mí. Brillaron con una luz deultratumba.

Page 10: El sumidero en la ciudad

Me sentía mal y no entendía por qué. Era una sensacióninterna como si algo dentro de mí quisiera desgarrarse ydividirse en dos, como si mi propio ser estuviera en unaterrible discusión consigo mismo. Me mordí la lengua para nogritar y me apoyé contra el retrete de una de las cabinas delbaño. Quise vomitar pero no pude. Afuera brillaba la lunallena, pero eso yo no lo sabía.

De pronto un dedo desconocido recorrió mi espalda. Eldolor desapareció completamente.

Diría que me extrañó verle al volverme, pero no seríacierto. Lo que sí me desconcertó es que no hizo ningún ruido.La puerta de la cabina estaba cerrada con el pestillo.Estábamos los dos solos.

- Así que tú eres el tal Julián. Y, ¿puedo saber si eres unchico bueno o un chico malo?

- ¿Bien? ¿Mal? Esos son conceptos ambiguos. Entiendomejor cosas como placer ó deseo. O como la reacción que enestos momentos está empezando a tener tu entrepierna.

Julián dió un paso más cerca. Apenas unos centímetrosnos separaban.

- ¿Y tampoco te enseñaron a respetar las distancias?

- Conmigo no existen las distancias, querido. Además, siestoy aquí es por ti. Tú hiciste que yo apareciera en el juego.Soy sólo una rueda más del engranaje. Pero, oh, no, veo queya no lo recuerdas. Hay cosas que es mejor olvidar.¿Demasiado dolor? ¿Demasiado sufrimiento? Mejorenterrarlo, olvidarlo, permitir que los nuevos placeres soslayenla crudeza de la realidad. No te preocupes, puedo hacerterecordar. Te prometo que no te dolerá. Muy al contrario.

Cuando Julián clavó sus ojos en mí, mi cuerpo se pusorígido y sus labios se acoplaron a los míos como en unperfecto rompecabezas. Una nueva sensación me recorrió deabajo a arriba como una ola al romper contra un acantilado. ElThe Paso desapareció, el servicio desapareció, hasta Juliándesapareció.

Page 11: El sumidero en la ciudad

Sólo se oía el rumor lejano del mar.

Page 12: El sumidero en la ciudad

El mar era un símbolo. El agua hacía referencia siempre alos sentimientos, a veces en calma, a veces tormentosos,siempre en movimiento, nunca quietos. El mar además venía arepresentar el fin de todo, la entropía última, el paso final en elque el río deja de ser para convertirse en algo más grande ycompleto, el momento en que el destino te ha alcanzado al finy puedes comprender desde la totalidad y no desde laparcialidad de tu existencia.

Aquí el mar era real, no era un símbolo.

Estaba sentado en una playa de arena negra mirando alhorizonte. El rumor de las olas lo cubría todo con una pazincontestable. No se oía hablar a nadie a pesar de que noestaba solo en aquel lugar. Las gaviotas volaban haciendorecorridos en espiral.

Miré a mi lado. Ahí estaba Alejandro. Miraba alhorizonte también, al mismo punto lejano en el cual las rectasparalelas parecían juntarse por fin. Su piel morena brillaba porel sol. Sus ojos tenían la acuosidad del mar. Alargó la mano yrozó la mía.

Ahora lo recordaba. Fue un verano. El último verano.Cuando aún era feliz y creía en el amor. La felicidad sólopuede ser completa si puedes tenerla y echarla de menos almismo tiempo. Yo quería a Alejandro y él me quería a mí y apesar de tenernos el uno al otro, al mismo tiempo nosperdíamos cada dos minutos y nos volvíamos a reencontrar.Nuestros ojos nos recordaban y nos aceptaban una vez más.

Alejandro volvió su mirada mientras una gran ola empezóa formarse a lo lejos en el mar. Ignorante del peligro siguióasí. La ola llegó, lo inundo todo, lo ahogó todo. El mundovolvió a su oscura realidad. Estaba en el servicio. Solo.

Page 13: El sumidero en la ciudad

Una voz se oyó al otro lado. Era Javi.

- Jorge, ¿estás bien?

No había ni rastro de Julián. La voz de Alicia regresó depronto.

- Jorge, ¿estás bien? Tenemos que hablar.

- ¿Estás bien?

- Sí, no te preocupes. Algo me ha debido sentar mal. Noes importante.

- Si quieres te puedo acompañar a casa.

- No, gracias. Creo que iré al Strong.

- De acuerdo. Voy contigo.

Salimos del The Paso a la calle. En el camino hacia elStrong fui absorto en mis pensamientos. Javi me miraba sininterrumpir mi silencio. Pero en realidad no estaba callado.Hablaba mentalmente con Alicia, aunque sólo en parte. Otraparte de mí tenía una conversación interna completamentedistinta. Los seres humanos somos complejos en nuestrospensamientos. No hay una univocidad de decisiones, si no quela mente funciona como una asamblea a veces, como unabatalla de dimensiones titánicas en ocasiones. Los mayorescombates a menudo no se encontraban en el exterior.

- He estado investigando. No me fio de ese chico. Juega ajuegos perversos y me temo que finalmente te va aproporcionar más dolor que placer pese a todo. No deberíamosir al Strong. Seguramente le encontremos allí. Debes evitarle.

- No, Alicia. Algo extraño está sucediendo y siento queyo formo parte de los acontecimientos, pero no entiendo mipapel, sólo sé que ese tal Julián tiene el hilo de Ariadna queme hará salir del laberinto. He de volver a verle para que meaclare todo esto. Sospecho que tan sólo he visto la punta deliceberg. Tengo que encontrarle como sea.

Page 14: El sumidero en la ciudad

- ¿Estás seguro de que ese es tu único interés por Julián?

- ¿Qué quieres decir?

- Quizás le usas como una excusa, como un sedante parano hacerte cargo de ti mismo y de tu realidad. Quizás tan sóloansías el señuelo del placer que te ofrece. Pero eso no es un finsi no un medio, un medio para conseguir algo de ti. Te estállevando hacia algún lugar, alguna trampa me temo. Y puedeque no estés preparado para afrontar todo lo que te quieredeparar.

Me quedé pensando. No podía negar el atractivo queJulián ejercía sobre mí. Iba a ser difícil separar su innegablemagnetismo del hecho de que el único camino que podíaseguir hacia mí mismo pasaba por él. Fuera como fuera lashebras de telaraña se estaban enredando alrededor y debía detener cuidado.

Llegamos al Strong. Las puertas del infierno no eran másdiabólicas que lo que aquel lugar iba a depararme.

Page 15: El sumidero en la ciudad

Supuestamente la naturaleza es sabia. Biológicamente elmacho está programado para esparcir la semilla por entre elmayor número de hembras posibles, de tal forma que asíexistan más posibilidades de perpetuar la especie. Así desimple. Es su papel y lo cumple con agrado. Todo estofuncionaría muy bien si nosotros fuésemos leones yviviésemos en la sabana. Pero los seres humanos dan unavuelta de tuerca más en la complejidad de los sentimientos yemociones. No basta sólo con la herencia genética que tanamablemente hemos adquirido de los animales, la presencia dela razón impone responsabilidades, angustias, esperanzas y unsin fin más de elegantes complejidades al asunto.

El Strong era como un experimento social en el que elúnico hilo que lo hilvanaba todo era la soledad. La soledadcompartida por todos y camuflada entre sexo y drogas, entreapariencias y falsas proposiciones. Era como una granguardería para gays, como un parque de atracciones en el queuno sólo tenía que dejarse llevar para disfrutar como en unagran montaña rusa decadente. Los gays no crecíamos, éramosel cuento de Peter Pan representado continuamente. Loseternos adolescentes, seres que habíamos aprendido a vivir pory para el placer y cuyo sentido había quedado soterrado poraños y años de esperar impacientemente por cumplir losdeseos prohibidos que una supuesta normalidad nos habíaquitado.

A veces tan sólo disfrutaba contemplando a la gente a mialrededor. El grupo de cachas que compensaba las horasperdidas en el gimnasio envanideciéndose con las miradas detodos aquellos que deseaban sus cuerpos, la pandilla dedrogadictos situada cerca de los servicios que se reían y seauto-engañaban mutuamente los unos a los otros, las miradasimpacientes de los obsesionados del sexo que vagaban comoalmas en pena por los cuartos oscuros tratando de saciar undeseo constantemente insatisfecho, los ingenuos adolescentesque empezaban a descubrir un mundo que les apasionaba yhorrorizaba a partes iguales, los hombres mayores incapacesde admitir su edad que se perdían en conversaciones ydivagaciones con todo aquel que se les cruzaba mientrassoñaban que el amor de sus vidas iba a aparecer en cualquiermomento, las almas torturadas solitarias y desesperanzadasque empezaban a descubrir el fatal engaño de todo ese mundo.Uno de ellos miraba al suelo alejado del estruendoso ruido

Page 16: El sumidero en la ciudad

electrónico. Me fijé en él. Sentí lástima.

De pronto, las sombras temblaron. No todas las sombras.Sólo las sombras alrededor de aquel último muchacho. Pareciódesprenderse, desgarrarse en sí. Perder la composición y launidad, dejar por fin el cuerpo del que procedía. La sombrahuyó sin que el muchacho se diese cuenta. Giró entre lamultitud. Erró perdida y por fin pareció encontrar un rumbo.

Se dirigió hacia mí y sentí por un momento que meatravesaba. La desesperación en estado puro, la falta total deilusión o de ganas por esperar nada. La sentencia última, eljuicio final. La voluntad engañada y aniquilada por la traicióny los errores que no van a ser remediados. Las heridas quenunca cicatrizarán. El tiempo que no va a perdonarte por másque te fustigues.

Me apoyé contra la pared. La sombra desapareció,pareció dirigirse a los recovecos del cuarto oscuro como sialgo ó alguien la estuviese esperando.

Page 17: El sumidero en la ciudad

Sentí el corazón acelerándose. Fui hacia el baño a ver sime lograba calmar un poco. Javi me paró por el camino.

- Oye, no sé lo que te pasa. Pero sabes que no tienes porqué pasarlo solo.

- Gracias, Javi. No es importante -mentí.

Pero lo cierto es que sentía todo acelerándose ycomprimiéndose a mi alrededor. Las caras de la gentetornaban difusas y sin sentido. El espacio se volvía opresor.Llegué al cuarto de baño y me lavé la cara con prisa. El espejome devolvió otro rostro. No el mío. El rostro de una especie delobo en forma humana con mirada desafiante. Un otro yo.

Más allá alguien sonrió. Julián me miraba nadasorprendido. Dio la vuelta y marchó.

- ¿Alicia? ¿Has vuelto a desaparecer?

Mi pequeña conciencia desaparecía cada vez que aqueldemonio del placer hacía acto de presencia y yo no sabía loque aquello significaba. Esta vez no era él el que me buscaba amí, era yo el que iba tras de él. Persiguiéndole por entre losrecovecos del Strong, por la pista de baile y finalmente por elcuarto oscuro. Le acorralé contra una esquina.

- ¿Tanto te gustó la otra vez? Sabes que puedo hacerlomucho mejor. El problema es que no sé si serás capaz desoportar tanto placer y no quiero convertirte en mi esclavo.Sería demasiado fácil. Además, mi misión contigo es otra muydistinta.

Me apreté contra él en una mezcla de rabia y deseo.Nuestros cuerpos se rozaban el uno contra el otro, parte porparte, nuestros labios formaban dos imanes perfectamentepolarizados destinados a juntarse. Julián se relamió poranticipado.

- Tus recuerdos no están tan enterrados como piensas. Elpasado a menudo conforma con demasiada exactitud el mapadel presente. Sobre todo cuando se dejan cuentas pendientes.Alguien hizo un pacto conmigo para que te llevara ante él,pero yo no podré hacerlo por mi cuenta. Sólo será posible si tú

Page 18: El sumidero en la ciudad

también lo deseas. El mecanismo es fácil. Sólo tienes quebesarme.

Esta vez el beso fue apasionado. Nuestras lenguas seenredaron, la saliva de uno se confundió con la del otro,nuestros cuerpos se estremecieron al compás. El mundoempezó a desaparecer en una vorágine de tonos grises. Nadiepareció darse cuenta.

Al regresar nuestros labios aún siguieron juntos por unmomento. Nos encontrábamos en una especie de cuevas, enalgo parecido a un laberinto por debajo de lo que era el cuartooscuro del Strong. Las sombras parecían moverse como porvoluntad propia.

- ¿Dónde estamos?

- Bueno, nunca nadie le puso un nombre. Pero podríamosllamarle "el sumidero".

Page 19: El sumidero en la ciudad

Las sombras se movían amenazantes, voraces, deseosasde cubrirlo todo con su oscura presencia. Había varioscaminos que se enredaban entre sí, pero finalmente lo queparecía ser un laberinto se descubrió como un camino de idasin retorno posible. Un viaje hacia mi propio destino, hacia elprincipio y origen de todo, hacia un desenlace que parecía noser muy esperanzador.

- Así que voy a encontrarme con aquel que te contrató,¿no?

Julián había desaparecido nuevamente. No me importó.Estaba acostumbrándome ya a su presencia y su ausencia, asus peticiones implorantes y a su fría indiferencia. Al placerno le gusta sentir que alguien lo controla. Al contrario.

Llegué hasta una gran cámara en el centro de aquelsumidero. Un gran agujero oscuro se hundía en todo aquello.Las sombras procedentes de más allá del Strong, del mundodel ambiente, de las desilusiones y frustraciones, de laimpotencia y la traición, llegaban raudas a prestar servicio amalignos fines. Los fracasos no desaparecen, tan sólo setransforman. Conservan sus oscuras intenciones transformadasen resentimiento y venganza esperando sólo el momentoadecuado para hacer un mayor daño posible.

En medio de aquel macabro espectáculo había una figuracon el rostro oculto tras la capucha de una negra túnica, negracomo la noche, oscura como las razones del corazón. Parecíadirigir a las sombras como un gran director de orquesta, comoun maligno hechicero que dejó de sentir compasión por elmundo hace mucho tiempo. Alzo la cabeza. Pareció fijarse enmí.

- Pasa. Llevo mucho tiempo esperándote.

- ¿Qué esperas? ¿Qué quieres de mí?

- Algo muy simple: Justicia.

- No te entiendo. ¿Qué te debo yo a ti?

- Tranquilo. Todo a su tiempo. Comprenderás.

Page 20: El sumidero en la ciudad

Las sombras se movían inquietas. Se acercabanamenazantes como alentadas por las palabras de aquel extraño.Su voluntad y ellas formaban un único ser, indistinguible. Surencor era el mismo. Gruñí movido por una extraña fuerza ylas sombras retrocedieron.

- ¿Y te parece justo ocultar tu rostro? Ni siquiera sé quiéneres. Deja de jugar a juegos conmigo y habla claro.

La figura sonrió bajo la capucha y se descubrió el rostro.Quedé sorprendido, horrorizado. Le reconocí al instante apesar del tiempo. Era Alejandro, pero su expresión estabadescompuesta por el odio.

- ¿Quieres claridad? Empecemos a hablar claro entonces.

Quedé sorprendido, horrorizado, paralizado.

- Tu me prometiste estar a mi lado y sin embargo tefuiste. Ni siquiera te despediste, no fuiste sincero. Aparecióese tal Claudio al que desconozco. Me mentiste, dijiste que nosignificaba nada, pero no era cierto, sabías que no lo era. Algocambió en ti entonces. Descubriste algo que no esperabasdescubrir en una persona. Bondad, valores, ética. Me da igual,me da lo mismo. Teníamos un pacto. No cabía una tercerapersona. ¿Y ahora dónde está? Dime. ¿Qué es de él?Desapareció, ¿verdad? Ni siquiera mereció la pena la traición.¿Qué eres? ¿En qué te has convertido? En la sombra de timismo, en un despojo sin voluntad. Ya ni siquiera tienesilusión por vivir. Has llegado a mí por deseo propio para poneral menos un poco de justicia en todo esto. Tu alma mepertenece.

Las sombras se enroscaron alrededor. La oscuridad sevolvió completa, no cabía imaginar nada fuera de ella. Lapersona a la que más había querido era al mismo tiempo lapersona a la que más daño había hecho. Caí postrado incapazde soportar aquella terrible ironía.

El mundo dejó de existir. Quizás fue sólo un momentopero aquel momento tenía la misma inmensidad que laeternidad. La muerte era algo esperanzador en comparación.Ni siquiera tenía fuerzas para desearla, porque habíadesaparecido en mí todo deseo. Sólo quedaba el tormento dedescubrir las propias contradicciones de las que estamos

Page 21: El sumidero en la ciudad

hechos, aquellas que hacen que todo pierda valor y sentido,aquellas que en su misma comprensión destruyen todo aquelloque hemos amado alguna vez.

Fue una luz a lo lejos. Me costó distinguirlo tirado contrael frío suelo de piedra. La figura de un león apareció tras ellaberinto. Un león formado por una esencia de pura luz,acercándose despacio, elegante, imponente. Las sombrasretrocedieron, desaparecieron. Un gran rugido cubrió la cueva.La consciencia me abandonó finalmente.

Page 22: El sumidero en la ciudad

Cuando desperté estaba sobre mi cama, en mi cuarto,dentro de mi casa. Una sensación lejana en el corazón, comola tristeza de los amores imposibles, quedaba tenue dándome aentender que todo lo que había sucedido no había sido unsueño, si no que había sido real. Quizás provocado poralucinaciones y paranoias, pero finalmente los pensamientos ylos sentimientos eran reales y auténticos y formaban un cuadroténebre. El cuadro en que se había convertido mi vida.

Había amanecido de nuevo. Siempre amanecía. Nisiquiera existía algo que pudiera frenarlo todo y ahogarlo detal forma que los sentimientos y los fracasos quedasenenterrados por siempre y no volvieron a aparecer una y otravez. Según los filósofos orientales la vida era sufrimiento. Nisiquiera la muerte era capaz de parar la rueda del Dharma. ElSamsara se repetía vez tras vez, día tras días, vida tras vida.No había forma de escapar al dolor, al sufrimiento. Pero debíade haberla.

Me quedé un buen rato solo, meditando. Acerca del amory sus fracasos, acerca de cómo usamos el placer parasobrellevar las frustraciones, acerca de cómo ese placer nosconvierte en meros autómatas esclavos de un sinsentido queno parece parar nunca. Acerca también de por qué uno nopuede escapar de todo aquello. O tal vez sí.

Tuve una idea. Me conecté a internet. Si alguien tenía larespuesta a mis preguntas era él: el mismo placer. Busqué aJulián por entre la web del "bearw" y recordé las palabras deJavi sobre el concurso del Mr. Bear. Él iba a ir allí. Podríaencontrarle, aunque sabía que en esta ocasión sería másesquivo, cada vez lo sería más inevitablemente. Quizás estafuera mi última oportunidad para saber.

Sonreí. Tenía un plan. El móvil sonó de pronto. Era Javi."Kdmos?".

Page 23: El sumidero en la ciudad

- Claro que te creo, ¿por qué no habría de creerte? Losmundos internos de cada uno son igual de reales que todo loque nos rodea, incluso más. Quizás nuestra percepción interiorsea lo único que tiene un verdadero valor en la experiencia. Lodemás son sólo conjeturas filosóficas. ¿Qué pasaría si...? Esonadie puede saberlo con certeza.

- Gracias, Javi.

- Es más, te diré que te atormentas sin razón. Sufres porun amor fallido, pero los sentimientos no pueden ser acertadosni fallidos. Los sentimientos son y uno no puede ser juzgadopor ellos. No puedes amar por siempre a una persona, o no dela misma manera al menos. Las emociones cambian, seadaptan, se modulan para ajustarse a la realidad que nunca seestá quieta. Cuando uno le promete amor eterno a alguienrealmente lo que está prometiendo es que le querrá y que si enalgún momento deja de hacerlo se lo dirá. Ese es el verdaderoamor, el respeto mutuo, la comprensión de que los demástambién tienen mundos interiores llenos de paraísos ytormentos y que a uno no le es ajeno todo ello.

A veces Javi tenía las palabras adecuadas para hacertesentir que el cielo realmente no era gris, si no que era unailusión óptica provocada por la contaminación. Sonreí deforma sincera, quizás por primera vez desde hace muchotiempo.

- Tienes razón, pero aún así tengo que seguir con mi plan.Quizás todo esto ya no tenga nada que ver con Alejandro, sino conmigo. Quiero obtener respuestas y sé dónde debobuscarlas. No podré seguir tranquilo si no.

- Bien, entonces te apoyaré en tu decisión aunque no lacomparta. No sería un buen amigo si tratase de imponer mispropias creencias a las tuyas. Lo que es bueno para mí no tienepor qué serlo para ti, pero es más, aunque te estuvierasequivocando tienes el derecho de errar y aprender de tuspropios errores por más que estos puedan dolerte, por más quepuedan dolerme. Si uno no yerra nunca en realidad nuncasabrá que ese camino que ha elegido es mejor o peor quecualquier otra cosa.

Sonreí. No hacían falta palabras.

Page 24: El sumidero en la ciudad

- Tengo que prepararme para esta noche. Hay que estar ala altura si quiero que las cosas salgan bien.

Page 25: El sumidero en la ciudad

El tiempo no es lineal. Se ovilla y se retuerce, se expandey se concentra para crear, en ocasiones como esta, un cúmulode acontecimientos en los que desenlazan todos los posiblesfinales a los que nos ha conducido la vida. El presente, pasadoy futuro se confunden en un mismo collage de emocionessiendo indistinguible cual fue la consecuencia o la causa decual. A veces ni siquiera guardan un sentido de coherencia.Simplemente se suceden imparables y arrasan con todos losjuegos que la mente intenta crear.

El The Angel estaba abarrotado de gente. Era la grannoche en la que se decidía quién sería nombrado Mr. Bear2009, un título que de una forma u otra hacía girar todas lasmiradas y los rumores de la gente que aquí se congregaba.Pero para mí esta noche significaba más que eso. Había venidocon el propósito de encontrar respuestas a mis preguntasfuesen cuales fuesen. Javi me acompañaba. Alicia habíadecidido aparecer también.

- No lo lograrás. El placer primero te busca, luego juegacontigo y finalmente huye de ti. Te será difícil lograr algo deJulián. Él ya no quiere verte. Ya no le interesas.- Lo sé. Forma parte del plan.

- ¿Y las respuestas? ¿Estás seguro de que quieresaveriguarlo? ¿Crees que estarás preparado para saberlo? Laignorancia a menudo es la que nos salva de los propioshorrores de nuestra existencia.

- Alicia, necesito saberlo. ¿Cuánto tiempo más duraráeste juego sin sentido? ¿Y para qué? ¿Para qué tantosufrimiento buscando el placer? Quiero saberlo.

- Esta bien, pero cuando aparezca ese tal Julián en escenasabes que desapareceré. Y el resto de la gente también. Tevolverás a encontrar solo. Espero que sepas lo que haces. Sonreí. Estaba convencido de ello.

De pronto las luces se encendieron y alguien salió alcentro de un escenario. La gente volvió su atención almicrófono que anunciaba los participantes del evento. Di unpaso al frente. Era el momento de probar las propiasconvicciones.

Page 26: El sumidero en la ciudad

El vello y el sobrepeso dejaron de estar peleados con labelleza. La vanidad dejó de ser considerada un pecado. O porlo menos así era en aquel lugar. Lo superficial empezó a seridolatrado mientras los concursantes de aquel concursodesfilaban por la pasarela haciendo gala de sus virtudes ybondades. El público rugía expectante ajeno a cualquier cosaque no fuera aquello. Esta noche iba a ser elegido el oso másguapo hasta el momento, un título que para algunos suponíatodo un reto. Para otros resultaba algo trivial.

Para mí era evidente que el ganador de aquello seríaJulián, pero tenía que acercarme lo suficiente a él como paraconseguir las respuestas que necesitaba.

Después de la pantomima a la que despreciaba conseguíacercarme a él justo antes de que dieran los tan esperadosresultados del concurso. Julián miraba hacia adelante, hacia elpúblico que pronto le veneraría como una especie de dios, unBaco tortuoso que los dominaba y al mismo tiempo losperdonaba por sus pecados. Fingía ignorar mi presencia.- Necesito un último beso.

- Oh, mírate. Pareces un yonqui suplicando por misbesos. Ya no me interesas. ¿Qué puedes ofrecer que yo ansíe?¿No ves que cada vez te queda menos por dar?

- Me enseñaste mi pasado y mi presente. Ahora quieroconocer el futuro. Me lo debes.

- ¿Te lo debo? He he. ¿Quién pollas te piensas que soy, elfantasma de las navidades de Dickens? Cállate ahora. Están apunto de dar los resultados.

Un presentador volvió a coger el micro para nombrar aJulián como ganador. Sin embargo, su rostro se distorsionó enuna mezcla de asombro y horror cuando escuchó que yo habíaquedado segundo. Tanto Julián como yo sabíamos que eracostumbre que los finalistas despidieran el concurso con unapasionado beso.

Page 27: El sumidero en la ciudad

Final 1

El resto de la gente había dejado de existir. Meencontraba frente a frente con Julián. Apenas unos centímetrosseparaban nuestros labios del tan ansiado beso. Sin embargo,no podía imaginar lo difícil que iba a resultar conseguirlo pesea mis argucias. El placer es caprichoso y su interés en ti esinversamente proporcional a tu interés en él.

- Buen intento. Pero no voy a besarte.

- Oh, te debes a tu público. Sabes que lo harás.

Me acerqué un poco más. Julián dió un paso atrás.

- Eres un soberbio. Pero tú mismo eres tu propiotormento. No me culpes a mí. Anhelas el amor y sin embargotú mismo lo desprecias. Vives huyendo de aquello que deseasy sólamente terminas por conseguirlo de forma ruin y artificialmediante falsos sustitutos. Tú mismo eres tu condena y tusalvación, yo no tengo nada que ver en este juego, sólo meutilizas para seguir engañándote a ti mismo. Déjame.

Traté de besar a Julián. Él se alejó. Yo insistí. Hubo unforcejeo. De pronto tropecé y caí fuera del escenario, entre elpúblico que miraba estupefacto el final del evento. Mi cabezagolpeó con algo. Empecé a perder la consciencia. Poco a poco,de manera gradual.

Junto a mí alguien se acercó a socorrerme. Oía su vozlejana como cuando va terminando una canción grabada. Lasluces danzaban haciendo recorridos en espiral. La muerteesperaba anhelante algo que nunca llegaba ni tenía por quéllegar. Lo peor de todo es que este no era el final de nada, nisiquiera el comienzo. Era tan sólo una línea gris difusa einsignificante que delimitaba algo sin sentido. Un recorrer yhuir de uno mismo al mismo tiempo. Un caminar sin avanzarun sólo paso.

El universo entero guiñó en un parpadeo infinito. Nadasucedió.

Page 28: El sumidero en la ciudad

Final 2

Julián sonrió divertido.

- Está bien. Me gusta la gente con ingenio. Acércate. Esteserá nuestro último beso.

Le bese y daba igual que fuese el último o el primero, losbesos de Julián eran como desaparecer del mundo ycontemplarlo todo desde arriba, como si una pieza saliera depronto del tablero de ajedrez y comprendiera su propia funciónen la existencia.

El The Angel desapareció junto con su gente. Estabajunto a Julián en una habitación en penumbra. Una luz en unaesquina dejaba ver a alguien escribiendo algo frente a unordenador. Julián me incitó a que me acercara paracomprender que aquella persona era yo, pero un yo un tantomás viejo, no demasiado, con arrugas en los ojos y en loslabios de haber vivido o haber sufrido. Era completamenteajeno a nosotros. Seguía incansable escribiendo.

- ¿Ves? ¿Lo comprendes ya? Este eres tú. Escribiendosobre lo que nunca has vivido ni vivirás. Jugando con lanostalgia y el arrepentimiento. El placer ha de evolucionar auna forma más sutil, más cierta si cabe. Cuando el placer noevoluciona muere, y uno vive y muere por él. Por él, pero sinél. Nunca vivirás ninguna de las vidas de tus cuentos y laspalabras al final desaparecen y no significan nada.

El personaje que era yo seguía escribiendo, insensible.

- Ven, volvamos.

Julián me devolvió el beso y pronto volvimos a estar enel The Angel. El público estalló en vítores con nuestro beso,aplaudían y gritaban aclamándonos, aclamando esta forma devida que finalmente te hacía sentir vacío. El estruendo se hizoensordecedor haciendo acallar hasta las voces de la propiaconciencia. Miré alrededor. La soledad lo cubrió todo.

Page 29: El sumidero en la ciudad

Final 3

Julián se acercó dispuesto a cumplir mis deseos, quizáspor última vez. En una esquina de mi campo de visión unamirada se cruzó con la mía.

- Espera, Julián. No necesito respuestas realmente. No meinteresa saber el futuro si sigo despreciando el presente.

Bajé del escenario. La gente me abucheó.

- Ven, Javi. Larguémonos de aquí.

Javi y yo salimos de la discoteca paseando por entre lascalles a la búsqueda de un autobús nocturno que nos llevase anuestra casa. Javi me pasó el brazo por el hombro.

- ¿Tú crees en los cuentos? Quiero decir, crees en todoeso de "vivieron felices y comieron perdices", en los finalesfelices en las que acaban siempre todas las historias. A vecesme cuesta creerlo.

- Oh, claro que sí. Los finales felices existen, pero hayque creer en ellos.

Nos miramos a los ojos dando las gracias sin necesidadde palabras.

La ciudad quedó atrás dejando en el remanso de laconciencia el conocimiento de todo aquello que un día nosfascinó y nos sedujo con las promesas de un placer prohibidoy completo. El placer, ah, el placer. Quizás estábamoscodificados para perseguirlo, quizás a cualquier precio. Oquizás no. ¿Qué más daba el placer si tan sólo era un juego sinfin?

Había un sumidero en la ciudad donde las almas sinconsuelo se perdían noche tras noche. Pero más allá de todoeso había mundos completos con historias aún sin escribir.

Volvimos a casa. Tras Javi la sombra de un león seperfiló bajo la luz de las farolas.