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INTRODUCCION Me llamo Kai y soy actor del Odin Teatret de Dinamarca. En realidad soy carpintero de las riberas, constructor de barcos de madera, pero en 1990 entré al Odin Teatret con mis herramien- tas: la voz, el acordeón y la carpintería. Con el OdinTeatret viajamos por todo el mundo. Hacemos espectáculos, seminarios, conferencias, películas, libros y trueques. En mis veinticuatro años como actor en el Odin, una de mis respon- sabilidades han sido los trueques. Päivi Raninen y Tania Mortensen en City Arabesk, 2011 RECIPRO pintando lentamente un arabesque, como esos de henna que se pintan en las manos cuando se van a casar. Una orquesta de rock está tocando una melo- día de amor. La orquesta está en una plataforma entre los árboles pegado a la plaza. Una joven chica acróbata entra haciendo maro- metas. Se para, hace un puente hacia atrás y con su pie comienza a coger las flores. Un caballo blanco entra y la chica le da las flo- res al caballo. El caballo come las flores y sale. Durante estas acciones, un viejo barrendero está limpiando la plaza y recoge las últimas flores. Suenan las campanas. La puerta de la iglesia se abre y aparece una novia en zancos, embarazada. La música para y el cantante baja de su plata- forma y camina hacia la novia acompañado de un pequeño coro de cuatro viejas mujeres de Pakis- tán sentadas sobre un tapete oriental y vestidas en sus sarís más elegantes. Ellas ríen y caen lágrimas por sus mejillas mientras cantan para la novia muy muy alto y la novia y el novio cantan muy chiquitito. PRÓLOGO En una pequeña plaza con una iglesia en Copenhague, en Dinamarca, salen flores directa- mente del asfalto. Una viejita está dando agua a las flores. Ella habla con las flores mientras quita las hojas secas. En la escalera de la iglesia está sentado un chico. Uno de sus brazos es mucho más corto que el otro. A su lado está sentada una chica. Ellos tiran pequeñas piedras a una torre hecha de latas de cerveza vacías. En una pantalla blanca, una joven chica de pakistán vestida con un velo musulmán está EL TEATRO DE LA Kai Bredholt

eL TeaTRO De La R Päivi Raninen y Tania Mortensen …casadelasamericas.org/publicaciones/revistaconjunto/182/Kai.pdf · La puerta de la iglesia se abre y aparece una novia en zancos,

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INTRODUCCIONMe llamo Kai y soy actor del Odin Teatret de

Dinamarca. En realidad soy carpintero de las riberas, constructor de barcos de madera, pero en 1990 entré al Odin Teatret con mis herramien-tas: la voz, el acordeón y la carpintería.

Con el OdinTeatret viajamos por todo el mundo. Hacemos espectáculos, seminarios, conferencias, películas, libros y trueques. En mis veinticuatro años como actor en el Odin, una de mis respon-sabilidades han sido los trueques.

Päivi Raninen y Tania Mortensen en City Arabesk, 2011

ReCIpROCiDaD

pintando lentamente un arabesque, como esos de henna que se pintan en las manos cuando se van a casar.

Una orquesta de rock está tocando una melo-día de amor. La orquesta está en una plataforma entre los árboles pegado a la plaza.

Una joven chica acróbata entra haciendo maro-metas. Se para, hace un puente hacia atrás y con su pie comienza a coger las flores.

Un caballo blanco entra y la chica le da las flo-res al caballo. El caballo come las flores y sale.

Durante estas acciones, un viejo barrendero está limpiando la plaza y recoge las últimas flores.

Suenan las campanas. La puerta de la iglesia se abre y aparece una novia en zancos, embarazada.

La música para y el cantante baja de su plata-forma y camina hacia la novia acompañado de un pequeño coro de cuatro viejas mujeres de Pakis-tán sentadas sobre un tapete oriental y vestidas en sus sarís más elegantes.

Ellas ríen y caen lágrimas por sus mejillas mientras cantan para la novia muy muy alto y la novia y el novio cantan muy chiquitito.

pRÓLOGOEn una pequeña plaza con una iglesia en

Copenhague, en Dinamarca, salen flores directa-mente del asfalto.

Una viejita está dando agua a las flores. Ella habla con las flores mientras quita las hojas secas.

En la escalera de la iglesia está sentado un chico. Uno de sus brazos es mucho más corto que el otro. A su lado está sentada una chica. Ellos tiran pequeñas piedras a una torre hecha de latas de cerveza vacías.

En una pantalla blanca, una joven chica de pakistán vestida con un velo musulmán está

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Kai Bredholt

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Signe Gravlund y Rene Zimakoff en City Arabesk, 2011

Todos ellos forman parte del espectáculo City Arabesk, basado en el sistema del trueque del Odin Teatret: Si yo canto para ti, tú tienes que cantar para mí o mostrarme alguna otra cosa en lo que seas bueno. Hacer un pastel, tal vez

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Fotos cortesía del autor

tu abuela canta bien y la puedes traer, o puedes traer tu caballo, hacer un truco con tu tractor o hacer una marometa.

Todos hacen aquello para lo que son buenos. El caballo hace el papel de caballo y no de vaca, el barrendero barre y no hace marometas, pero él es muy bueno para barrer, él usa movimientos bonitos, ha barrido muchas veces.

LOS TRUeQUeSEn los trueques que yo hice con el Odin Tea-

tret, yo buscaba los diferentes grupos en cada pueblo, en cada barrio que visitábamos: un club de karate, una banda, un grupo de viejos haciendo gimnasia, un rapero o un coro de una iglesia.

Cada número por separado, tal vez no era muy interesante o teatral, pero si yo mezclaba los números: si el club de karate hacía su serie al compás de la banda y el rapero su rap con la música de la banda, y los viejos hacían su gimna-sia acompañados del coro de la iglesia, y si tan solo los números eran cortos, entonces funcio-naba como teatro. Se creaban imágenes poéticas y diferentes, reconocibles, pero otra cosa.

Los trueques siempre han sido una herra-mienta fuerte para el Odin Teatret para acercar a un público que nunca llegaba al teatro. Tal vez porque eran trabajadores pobres o gente que vivía lejos en las montañas, donde el teatro nunca llegaba, o tal vez vivían al lado del teatro, solo que nunca iban.

Ahora llegaban porque ellos tenían que cantar una canción, manejar un tractor o tenían un hijo en el club de karate.

Tenían una razón para ir, el trueque ha dado una posibilidad para que ellos buscaran en si mis-mos lo que ellos podían dar.

Si hubiéramos actuado gratis para ellos, tal vez se hubieran sentido más pobres a nuestra partida. Con el trueque les hemos dado la oportunidad de darnos algo a nosotros y dejamos un pueblo o barrio que ahora se conoce un poco más y que tal vez está un poco más orgulloso de sí mismo y de las cosas que ahí se encuentran.

Al final de cada trueque siempre notaba en los participantes el deseo de trabajar más juntos, pero justo en ese momento todo se había termi-nado. Es por eso que me surgió la idea de hacer algo que profundizara y durara un poco más. Y llamé a este nuevo proyecto: “Fiesta de cosecha, Caos organizado”.

La fiesta de cosecha se reprentaba en bailes y el caos organizado se representaba en paja.

FIeSTa De COSeCHa, CaOS ORGaNIZaDOUsamos la fiesta de cosecha como marco por-

que era una tradición en cada pequeño pueblo en nuestra región que con el tiempo había perdido varios de sus elementos originales: el baile folcló-rico y las coronas de paja.

Queríamos hacer una fiesta de cosecha que incluyera todos los elementos del trueque. Y al mismo tiempo poner las cosas que una vez exis-teron en la fiesta de cosecha: Baile folclórico, paja, graneros, coronas de paja. Y nuevas cosas: muñecos de paja, rap de cosecha, baile flamenco y chachachá.

Yo contacté cuatro pueblos, cuatro municipios, y con un grupo de actores, bailarines y músicos profesionales de España y Dinamarca nos instala-mos durante una semana cada uno en un camper en el centro del patio de la escuela. Para ser lo más visible en el pueblo.

Durante el día con cien niños construimos coronas y muñecos de paja.

El momento más fantástico fue cuando, por la mañana, corté la cuerda de la paca de paja y en menos de dos minutos todo el patio de la escuela se llenó de paja: CAOS.

Dos horas más tarde teníamos cuatro gran-des muñecos y cien coronas de paja: CAOS ORGANIZADO.

Headlong Harvest Feast en Hvidbjerg, 2003

Por la tarde y por la noche enseñamos bailes folclóricos daneses y españoles y palmas de fla-menco para los jóvenes y los padres de los niños y practicamos música con las orquestas locales.

Todos los elementos se juntaron en una fiesta de cosecha en el granero.

En una procesión como las de Sevilla, llevamos los muñecos de paja al granero y los honramos con poesías y canciones. La fiesta comenzó con polka y sevillanas.

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Joaquin Galán y María Martínez, Headlong Harvest Feast en Idom, 2005

Durante el café, el cuentacuentos del lugar se puso de pie sobre la mesa y contó sus historias. El baile terminó con un chachachá en colectivo, y el día terminó con un fragmento de baile flamenco iluminado por antorchas en el jardín de la casa del cura.

Las tradiciones no se crean en un día, pero la gente de los pueblos estaba conmovida y sabía un poco más de sí misma y un poco más de lo que el teatro puede hacer.

Nosotros los conocemos a ellos, y ellos nos conocen a nosotros mejor que antes.

SeMaNa De FIeSTa: CaMpIDOGLIO, eL MURO De paJaCon el mismo concepto de la fiesta de cose-

cha, teníamos la tarea de organizar la apertura de una semana de fiesta en el municipio de la región donde vive el Odin. Queríamos invitar a los cua-tro pueblos con todos sus muñecos de paja y cuatrocientas coronas y con ellos convertir la plaza municipal en un granero, pero la plaza era muy abierta y muy grande para parecer un gra-nero. Por eso decicimos construir un muro de treintidós metros de largo y tres de alto con pacas de paja para crear un espacio más íntimo.

Eran dieciséis mil kilogramos de paja, dema-siada para pedírsela a un solo granjero. Por eso fui al encuentro de la organización principal de los granjeros para pedirles la paja.

Al principio dijeron que no, “demasiada paja”. Pero cuando yo les explicaba que íbamos a traer todos los muñecos de paja y a ponerlos encima del muro para que así pareciera “Campi d´oglio”, la plaza municipal en Roma, diseñada por Miguel Angel, y que el último muñeco de paja entraría caminando solo porque era el presidente munici-pal vestido como muñeco de paja, entonces acep-taron. Vendrían con la paja el sábado a las 8 de la mañana y la recogerían a las 2 de la tarde.

Yo creo que aceptaron porque finalmente pudieron ver por ellos mismos cómo todo tenía sentido: el alcalde, el muro de paja, la música, los pueblos: Teatro de la reciprocidad. Cuando llegó el día de la gran apertura de la fiesta, a las 8 de la mañana llegaron dos tractores con las dieciséis toneladas de paja y en una hora constru-yeron los treintidós metros de muro.

A las 3 la tarde la paja ya no estaba. Junto con dos granjeros y sus tractores creamos un momento de magia: CAOS ORGANIZADO.

La pLaZa De paJaEstaba muy emocionado con la paja. Así que

cuando tres años después tuve que organizar otra fiesta, llamé a un arquitecto y a la misma orga-nización de campesinos. Me fascinó lo veloz que un tractor puede construir y deconstruir. Por eso, entre el arquitecto y yo decidimos que en cinco días construiríamos distintos monumentos hechos con sesenticuatro pacas de paja en la plaza central del municipio. Cada monumento estaría inspirado en un famoso monumento en el mundo: el Coli-seo, una pirámide azteca, un templo griego. Cada mañana un tractor tenía que venir, deconstruir el monumento que estaba y construir uno nuevo.

Durante cada día usamos los monumentos para espectáculos hechos bajos los principios del trueque.

Un gran sector de las asociaciones del pueblo: el club deportivo, los centros de día, la escuela de agricultura, la escuela pública se juntaron con un pequeño equipo de músicos y actores profesiona-les que había reunido para la ocasión.

Las figuras encima del muro de paja eran el club de Tae Kwan Do. La niña en la paca de paja flotante era de la escuela de ballet, y los animales salvajes del Coliseo eran del club local de motocicletas que acompañaban a los bailarines de baile folklórico tocando polka con el acelerador de su motocicleta.

La plaza de paja en el Holstebro Festive Week: Light and darkness, 2008

Nosotros, o mejor dicho, Per, el campesino, construyó con su tractor cinco teatros en cinco días. No era un teatro dramático con un alto nivel literario, pero pudimos contar historias y crear imágenes raras y poéticas a partir de cosas que la gente reconoce de su vida cotidiana puestas de una manera completamente diferente. Una vez más tuvimos a un público que de otra manera nunca hubiera ido al teatro.

Experimenté que no existen límites en qué tan abstractas pueden ser nuestras escenas o nuestra manera de contar historias.

El público estaba cautivado porque recono-cía los elementos que utilizábamos para contar las historias, y entre más trabajábamos con las escenas, más raras eran las ideas que los mismos participantes habían propuesto.

Juntos movimos los límites de lo posible, y Holstebro, nuestro pueblo, se conviritió en un lugar más divertido para vivir: TEATRO DE LA RECIPROCIDAD.

LUZ eN La OSCURIDaDEse mismo invierno, nos llegó una propuesta

desde Noruega. Ellos preguntaron si podíamos hacer algo parecido en su pequeño pueblo de Røros.

Røros, Noruega, 2007

Nosotros solo teníamos tiempo para hacerlo en enero y, dado que Røros es el lugar más frío de Noruega, con una temperatura promedio de 18 grados bajo cero durante enero, era imposi-ble usar paja para el proyecto, en cambio tenían muchísima nieve.

Viajé con Anton, el arquitecto, junto con una bailaora de flamenco y dos actores italia-nos. La primera noche hicimos una lámpara usando bolas de nieve hecho a mano. Nos llevó dos horas. Nuestras manos estaban totalmente heladas y la lámpara era muy chiquita y no muy

impresionante, especialmente porque habíamos prometido transformar toda la ciudad. Entonces a Anton se le ocurrió la idea de usar los montones de nieve que estaban por toda la ciudad.

El recogedor de nieve del municipio quitaba la nieve de las calles cada mañana y formaba gran-des montones. Acordamos tener un encuentro con el jefe técnico del municipio.

Arnfin y su tractor, Røros, Noruega, 2007

Otra vez dibujamos nuestra pequeña idea en un papel y preguntamos si podíamos usar la recogedora de nieve con su chofer durante tres horas para andar por el pueblo y hacer un corte afilado en todos los montones de nieve y también colocar montones nuevos en lugares que nosotros escogimos.

Con cuchillos de cocina queríamos hacer pequeños hoyos para velas y durante la noche usando la nieve suave como molde queríamos hacer doscientos pedazos de vidrio de hielo y ponerlos frente a las velas, para que no se apaga-ran con el viento.

Nos miraban con incredulidad, pero al final lla-maron a Arnfin, el chofer de la recogedora. Le pre-sentamos la idea a Arnfin quien cansado negaba con la cabeza y decía que durante treinta años él había quitado la nieve del pueblo, ahora llegaban dos daneses que querían que pusiera la nieve de regreso. Pero él aceptó la idea y después de media hora estaba de mucho mejor humor.

Cuando a la mañana siguiente se vio en la pri-mera página del periódico local con una gran foto, se sintió muy orgulloso. Todo el pueblo estaba lleno de grandes catedrales de nieve.

Como con la paja, encontramos algo reconoci-ble, algo cotidiano.

Nos hubiera tomado muchísimo tiempo si hubié-ramos hecho las catedrales con nuestras manos, pero con Arnfin y su tractor, en veinticuatro horas

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cambiamos todo el espacio del pueblo: TEATRO DE LA RECIPROCIDAD.

Catedral de nieve, Røros, Noruega, 2007.

Junto con músicos locales y coros, debíamos ahora hacer un baile de invierno que terminara con una sopa caliente.

En Italia habíamos experimentado el año ante-rior una idea que llamamos “minestrone”, como la sopa italiana. La idea era caminar de casa en casa y recoger verduras para una sopa, e intercambiar las verduras por una canción o un baile. Una can-ción por una papa.

Las verduras las limpiamos en la escuela a la mañana siguiente con un equipo de mujeres del club de pensionados e hicimos la sopa. Había funcionado muy bien en un barrio con edificios altos en Italia donde, como los bomberos, había-mos traído sábanas blancas para poder capturar las verduras cuando la gente las lanzaba desde el tercer. piso. Funcionó también en Rørøs bajo una tempestad de nieve. En cada lugar nos invitaron a pasar e hicimos un pequeño e íntimo concierto y regresamos con un grande trineo lleno de ver-duras. Surgió un encuentro y pudimos mostrarles una parte de lo que nosotros sabemos hacer.

Tal vez ellos no vendrían a nuestro baile de invierno, pero habían contribuido con un puerro o una zanahoria, o tal vez llegarían para ver lo que había sucedido con su zanahoria.

Era una fiesta que creamos juntos.

el FaRO Y eL CIRCO aL LÍMITeHabíamos aprendido muchas cosas trabajando

en situaciones diferentes y con mucha gente diferente. Era fantástico ver a Per y Arnfin con sus tractores. Ellos conocían sus máquinas a la perfección y podían, como el actor físico con su cuerpo como instrumento, trabajar y crear con rapidez y precisión.

Con todas estas experiencias, yo tenía ganas de hacer un espectáculo que se pudiera presentar durante varios días, de tal manera que nos per-mitiera trabajar más con detalles e ideas y cada noche repetir lo que habíamos encontrado.

Así, cuando el año siguiente una casa de cul-tura local me pidió hacer un espectáculo al pie de un faro junto al mar en nuestra región, yo res-pondí que sí.

El faro de Bovbjerg.

Era una zona con muchos campesinos y la casa de cultura local me prometió ayudarme a encon-trar paja, participantes locales, y a hacer las solici-tudes para buscar fondos para pagar mi salario y el de dos actores profesionales.

Al mismo tiempo yo quería hacer un seminario de teatro con entrenamiento físico y vocal para actores. Cada alumno tenía que traer un pequeño material actoral de su propia creación: un baile, una canción, un pedazo de acrobacia, etc. Enton-ces yo trabajaría con sus números y con los de los locales, juntaría los materiales para hacer un espectáculo que se presentaría diez veces.

Junto con un campesino local construimos un teatro hecho de 96 pacas de paja. Yo usé la construcción del Coliseo, que es la que funcio-naba mejor y nos daba las mayores posibilidades. Al mismo tiempo cabían doscientos cincuenta espectadores que podían ver y escuchar extre-madamente bien, incluso siendo un espectáculo al aire libre, debido a que estaban sentados muy inclinados, muy cerca del escenario, exactamente como en el coliseo original.

Tuvimos muchísimo público sentado cada noche en la paja y fueron espectáculos bonitos. No solo porque era un hermoso lugar, sino también porque las escenas entre los actores, los animales locales –la vaca, el caballo, el asno, y los tracto-res– funcionaban muy bien.

The ship on the edge. CIRCUS ON THE EDGE 2010

Una chica trajo su conejo, el mismo que usamos en una escena con una actriz japonesa que bailaba Kyogen, un humorístico y muy viejo estilo de teatro de Japón. El Kyogen se baila tradicionalmente con un abanico muy bonito, pero en nuestra versión lo cambiamos por una zanahoria. El conejo impro-visaba cada noche, pero la bailarina era capaz de adaptar su danza de tal manera que cada noche era un número tanto cómico como dramático.

Un club local de jóvenes con especialidad en rapel hizo posible que pudiéramos usar el propio faro como escenario.

Hicimos una escena de una boda vertical donde el faro era el pasillo de la iglesia sobre el cual la novia subía caminando mientras el novio y el cura estaban de pie horizontalmente a veintitrés metros de altura.

Otro número consistía en un tractor y una chica de la escuela de ballet. La bailarina no era fantás-tica pero como ella entraba montada en una vaca y se ponía de pie sobre una paca de paja que era levantada en el aire, el número se convertía en otra cosa. Me gustaba especialmente el contraste

entre la concentrada baila-rina y el joven campesino que con una tímida son-risa y una precisión mili-métrica noche tras noche cuidadosamente levantaba y bajaba a la bailarina. Él no actuaba, él hacía lo que mejor sabía hacer: manejar el tractor y hacer su sonrisa tímida a manera de una actuación de bajo perfil.

Cirkus on the Edge, 2009

SAETAEl espectáculo más reciente que hemos hecho

es un espectáculo sobre caballos y flamenco. Mi esposa es mexicana y bailaora de flamenco. Ella ha sido muy valiente para residir en Jutlandia del Oeste, donde para nada hay un medio de fla-menco. Uno debe ser inventivo, tener buenas ideas y trabajar duro para poder vivir de su danza ahí.

En los tres años que hicimos los espectáculos del faro, trabajamos con un caballo negro muy grande y muy bonito. Lo montaba una joven campesina local y él siempre tenía un papel muy visible en el espectáculo; su capacidad de estar presente y de solo ser caballo era fantástica.

Así, cuando nos mudamos al pequeño pueblo Idom, al lado de Holstebro, donde hay muchos caballos y una pequeña sala para montar, decidi-mos hacer un espectáculo con tres caballos, una bailaora de flamenco, dos músicos, tres jinetes y un actor: yo.

Yo quise ver si era posible trabajar con los caballos de la misma manera que en los otros espectáculos, que ellos tuvieran la posibilidad de hacer lo que mejor sabían y solo ser ellos mismos. Al mismo tiempo, los hicimos seguir a la bailaora de flamenco en su baile usando pequeños peda-zos de zanahoria que ella escondía en su mano.

Erika Sánchez Bredholt y Stigandi, Saeta, 2013

El público estaba sentado en pequeñas pacas de paja, cuarenta de cada lado. Todos en primera fila con una paca de paja frente a sus piernas, de tal manera que los caballos podían correr muy cerca sin tocar al público. Estábamos dentro, era invierno y muy oscuro afuera. Esto me daba la posibilidad de trabajar también con la luz como efecto dramático. Además en la sala había doce grados bajo cero cuando actuamos, lo que solo hacía las cosas aun más dramáticas.

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Era fantástico trabajar con los caballos que, como el campesino, tampoco habían hecho teatro antes. Obviamente disfrutaban hacer el espec-táculo y lo recordaban al detalle cada noche. También la mezcla del flamenco y los caballos funcionaba bien. La capacidad del caballo de hacer explosivos cambios de energía quedaba muy bien con el baile flamenco y la música. El frío y el vapor de la nariz del caballo, el olor a paja y la tierra eran de verdad.

Otra vez teníamos mucho público. Yo nunca hubiera podido llenar una sala ocho

noches seguidas en un pueblo en Jutlandia para ver un espectáculo de flamenco, pero esta vez participaban caballos, las personas se sentaban sobre pacas de paja en una sala para caballos sin calefacción.

Yo también había puesto textos daneses a la música flamenca. Eran textos de canciones que toda la gente conocía. Era importante para mí que el flamenco no solo fuera algo exótico, sino que tuviera algo con lo que el público pudiera relacionarse. Otra vez hicimos algo reconocible para mover las fronteras.

epÍLOGOMostré una vieja que riega las plantas al prin-

cipio de esta conferencia. Ella ha regado plantas toda su vida. Ella es buena para regar.

Las viejas mujeres de Pakistán que cantaban para la pareja de recién casados no cantaban muy bien y siempre empezaban un poco más tarde, pero crearon una imagen muy viva. Ellas vivían en ese barrio, ahí han vivido toda su vida y eran parte de la imagen de la calle.

El joven con el brazo corto trabajaba en un café del barrio.

Se había apuntado como actor para nuestro espectáculo y obtuvo un papel como vendedor de fruta que trataba de vender a una mujer vieja durante el espectáculo.

Él me dijo que no era muy bueno para usar su brazo corto.

Yo podía verlo y darme cuenta de que preci-samente por eso debía vender frutas y recolectar latas vacías para poder sobrevivir. No era muy bueno dándole a las latas, pero era una imagen muy viva y fascinante, le diera o no a las latas.

Todos ellos tenían la hermosa habilidad de no actuar, y justo como la chica del caballo o la acró-bata con las flores, hacían justo para lo que eran mejor y por eso es que todo funcionaba. No eran

amateurs, eran profesionales dentro de su propio campo.

Antes de conocer al teatro Odin, fui educado como carpintero de barcos y aprendí a construir barcos de madera. Esto no tiene mucho que ver con el teatro, pero me dio una profesion y la habi-lidad de organizar. Todo esto ha sido muy impor-tante en mi papel de actor en el Odin Teatret.

Cada sociedad tiene círculos que nunca se encuentran. Yo uso el teatro de la reciprocidad como ocasión y motivación para encontrarse a través de hábitos, cultura, lenguaje e intereses. Es a través de este encuentro que surgen la curiosi-dad, el entendimiento y la aceptación del otro.

Reúno a la gente y me concentro el lo que los participantes pueden hacer, y esto hace a la gente en todas las culturas y todas las edades brillar con dignidad.

Utilizo el teatro como una herramienta para hacer el encuentro posible. Y al mismo tiempo para mostrar otra parte de nuestro trabajo: la habilidad de organizar, teatralizar y orquestar. Si tiene éxito, nosotros como actores nos podemos aproximar a mucha gente que de otra manera no hubiéramos encontrado.

Es en el encuentro que surge el teatro. Y sin público el teatro no existe. m

Carritos de comida en Saeta