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340 Principios de Filosofia del Lenguaje bién para dar un mandato, el cual será a su vez válido o inválido. Es claro que el imperativo « i Súmate a la huelga!» está contenido en la oración reali- zativa «Te mando que te sumes a la huelga», pero ell o no es diferente de lo que ocurre en el discurso declarativo indirecto. Cuando digo «Está ll oviendo» expreso un hecho y la oración puede se r verdadera o falsaj cuando digo « In formo de que está lloviendo» expreso mi propio acto verbal y no tiene sentido decir de esta oración que sea verdadera o falsa, aunque esto pueda decirse de la oración declarativa subordinada que con- tiene. Por lo demás, y siempre que nos limitemos a oraciones que no sean explícitamente realizativas, existe una clara correspondencia entre algunos de l os tipos de d,scurso recogidos y algunos de los tipos de actos ilocucio- narios distinguidos por Searle. Así, es patente la correspondencia entre l os actos represemativos y el discurso declarativo, entre los ac tos directivos y el discurso prescriptivo, entre los actos expresivos y el discurso del mismo nombre. Como re sumen y recordatorio, recojo en la tabla que sigue la clasificación de las funciones del lenguaje de Jakobson, la de l os actos ilocucionarios de Searle y la de los tipos de discurso que he propuesto. Fun ciones del lenguaie Referencial Conativ3 Emotiva Metalingüística Poética Fática Actos ilocucionarios Representativos Directivos Expresivos Compromisarios Declaraciones Tipos de discurso Declarativo Prescriptivo Expresivo Realizativo La clasificación de los actos ilocucionarios clasifica los actos que rea- li za mos al usar la palabra; la clasificación de los tipos de discurso clasifica los tipos de oraciones por Jos que realizamos esos actos. La clasificación ' de l as funciones del lenguaje, a su vez, está más cercana de la primera, pero toma en consideración crirerios más variados y resulta, por ello, más con- fusa (es obvio que las tres segundas funciones no pertenecen al mismo ni- vel taxonómico que las tres primeras). Los tipos de discurso, tal y como ah í los hemos entendido, corresponden a los mo dos más generales de sig- nificar gramaticalmente, y pertenecen, por consiguiente, al nivel del aná- lisis 10cucionario. 7.9 Una teoría pragmática del significado Hemos visto en l as secciones anteriores diversas maneras de desarrollar la teoría del· lenguaje sobre la base de atender al uso que hacemos de él.

el y la - URLbiblio3.url.edu.gt/Libros/gran_ver/10.9.pdfGrice ha consíderado dos casos básicos, el de las expresiones declarad· vas y el de las imperativas, sugiriendo que, en el

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340 Principios de Filosofia del Lenguaje

bién para dar un mandato, el cual será a su vez válido o inválido. Es claro que el imperativo « i Súmate a la huelga!» está contenido en la oración reali­zativa «Te mando que te sumes a la huelga», pero ello no es diferente de lo que ocurre en el discurso declarativo indirecto. Cuando digo «Está lloviendo» expreso un hecho y la oración puede ser verdadera o falsaj cuando digo «Informo de que está lloviendo» expreso mi propio acto verbal y no tiene sentido decir de es ta oración que sea verdadera o falsa, aunque esto pueda decirse de la oración declarativa subordinada que con­tiene.

Por lo demás, y siempre que nos limi temos a oraciones que no sean explícitamente realizativas, existe una clara correspondencia entre algunos de los tipos de d,scurso recogidos y algunos de los tipos de actos ilocucio­narios distinguidos por Searle. Así, es patente la correspondencia entre los actos represemativos y el discurso declarativo, entre los actos directivos y el discurso prescriptivo, entre los actos expresivos y el discurso del mismo nombre. Como resumen y recordatorio, recojo en la tabla que sigue la clasificación de las funciones del lenguaje de Jakobson, la de los actos ilocucionarios de Searle y la de los tipos de discurso que he propuesto.

Funciones del lenguaie

Referencial

Conativ3

Emotiva

Metalingüística

Poética

Fática

Actos ilocucionarios

Representativos

Directivos

Expresivos

Compromisarios

Declaraciones

Tipos de discurso

Declarativo

Prescriptivo

Expresivo

Realizativo

La clasificación de los actos ilocucionarios clasifica los actos que rea­lizamos al usar la palabra; la clasificación de los tipos de discurso clasifica los tipos de oraciones por Jos que realizamos esos actos. La clasificación ' de las funciones del lenguaje, a su vez, está más cercana de la primera, pero toma en consideración crirerios más variados y resulta, por ello, más con­fusa (es obvio que las tres segundas funciones no pertenecen al mismo ni­vel taxonómico que las tres primeras). Los tipos de discurso, tal y como ahí los hemos entendido, corresponden a los modos más generales de sig­nificar gramaticalmente, y pertenecen, por consiguiente, al nivel del aná­lisis 10cucionario.

7.9 Una teoría pragmática del significado

Hemos visto en las secciones anteriores diversas maneras de desarrollar la teoría del· lenguaje sobre la base de atender al uso que hacemos de él.

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De aquellas, la elaboración más completa es la del concepto de acto ilocu­don ario y de sus clases, que inicia Auslin y perfecciona $earle, y que su­ministra una interpretación parcial, pero más precisa y rigurosa, para las vagas declaraciones de Wittgenstein acerca de los usos lingüísticos. Aunque en tales desarrollos no están del todo ausentes las consideraciones semán­ticas, y ni aun las sintácticas, es patente que dan c:I mayor peso a la perspectiva pragmática, de acuerdo con el giro que toma la fi losofía dd lenguaje en el segundo Wittgens tein . Pues bien, una teoría propiamente pragmática del significado es la elaborada por Grice durante los años en que se desarrolla la teoría de los actos de habla., aunque de modo indepen­diente. Si bien su primera presentación data de mediados los años cincuen­ta , tan sólo en los úl timos tiempos ha empezado a tener influencia y ha sido objeto de discusión frecuente.

El programa de Grice consiste en explicar, recurriendo a las intencio­nes del hablante, lo que éste quiere decir en una ocasión determinada por medio de sus palabras, para explicar, sobre esta base, tanto el significado permanente de las expresiones como el signi ficado aplicado que éstas po­seen al ser usadas. De esta manera , la intención comunicativa del hablante queda colocada como piedra angular en la teoría del significado.

La definición general y primaria de Grice es la siguiente (<<Meaning», 1957, p. 46): afirmar de un hablante que quiso decir algo por medio de sus palabras equivale a decir que el hablante pretendió que la pronuncia­ción de sus palabras produjera cierto efecto en su auditorio precisamente por medio del reconocimiento de su intención. Formulado de modo más técnico (<<Utterer 's Meaning and Intenrions)), 1969, p. 15 1): «Un ha­blante, H, quiso decir algo al proferir una expresión, X», es verdad si y sólo si, para un auditorio, A, H profirió x con la intención de que:

(1) A produ jera una respuesta particular r (2) A reconociera dicha intención de H, y (3) A produjera su respuesta r sobre la base de dicho reconocimiento.

De esta formulación, todavía simple y elemental, hay varias cosas que decir. La primera, que Grice no la limita a la comunicación lingüística, sino que la extiende a todos los casos de lo que llama «significado no natural», concepto que corresponde muy aproximadamente al de los signos culturales o convencionales, de los que hablamos en la sección 2.3, aunque Grice niega que la correspondencia sea total. Ciertamente los ejemplos que da de significado natural son casos de esos signos que hemos llamado «vestigios» o «síntomas»; así es significado natural el que tienen ciertas manchas cutáneas cuando decimos de ellas que significan sarampión, o también el que se da cuando decimos que el presupuesto nacional de este año significa que tendremos un año duro. Como se ve, en el primer caso el efecto significa la causa, mientras que en el segundo, la causa significa el efecto. Como ejemplos de significado no natural, y aparte de las expre­siones lingüísticas , Grice menciona el caso en el que tres timbrazos en el

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autobús significan que va lleno. Las razones de Grice pata negar que su distinción entre significado natural y no natural corresponda con exactitud a Ja distinción entre signos na tu rales y conven~ionales son oscuras, t: incIu. yen consideraciones muy peculiarc5, tales como que las palabras no Son signos o que, en el ejemplo citado, el presupuesto no es signo de 10 que significa, esto es, que no es signo de que tendremos un año duro (<< Mea. niog», p. 41 ). Puesto que nosotros hemos aceptado por definición, en el capítulo 2, que todo cuanto tiene significado es signo , todos los ejemplos de Grice han de ser, para nosotros, ejemplos de signos, y ya que Grice no justifica este punto con más detalle, podemos desentendernos de otras formas de significado no natural y limitarnos al propio de las expresiones lingüísticas.

En segundo lugar, hay que decir que al hablar de que el auditorio produzca su respuesta sobre la base del reconocimiento de la intención del hablante, lo que Grice. quiere decir es que tal reconocimiento sea, al menos, parte de su razón para producir su respuesta, y no que constituya mera-mente la callsa de la misma. .

Tenemos, pues, que querer decir algo por medio de una expresión consiste en proferir la expresión con una triple intención: (1) con la ioten· ción de que el oyente produzca una respuesta; (2) con la intención de que el oyente se dé cuenta de la intención (1 ); y (3) con la intención de que el oyente produzca su respues ta por razón (al menos, en parte) de haberse dado cuenta de la intención (1). ¿ En qué consiste esa respuesta del oyente que el hablante tiene intención de originar con sus palabras?

Grice ha consíderado dos casos básicos, el de las expresiones declarad· vas y el de las imperativas , sugiriendo que, en el primero, la intención del hablante es inducir una creencia en el oyente, mientras que, en el segundo, consistiría en que el oyente haga algo (<<Meaning», p. 45). Esto, por 10 pronto, es~á abierto a dos objeciones, la primera importante, la segunda, no tan t..). Por un lado, es claro que, en muchas ocasiones, Jo que pretende el hablante no es convencer al oyente de que crea algo, sino simplemente comunicarle lo que cree él. Por otro, la diferencia entre in­ducir una creenda y conseguir que el oyente haga algo es una diferencia cualitativa que obliga a un tratamiento distinto para cada un.o de estos dos tipos de efecto. De aquí que, en trahajos posteriores, Grice haya reformu­lado t::ste punto del siguiente modo . La respuesta o efecto que el hablante pretende conseguir con sus palabras consiste, si se trata de una oración declarativa , en que el oyente piense que el hablante cree algo, y si se trata de una oración imperativa, en que el oyente tenga la intención de hacer algo. De esta forma, la respuesta del oyente será primariamente, en ambos casos, una actitud proposicional: o bien atribuir al hablante una creencia, o bien tener la intención de hacer algo (<< Utterer's Meaning Sentence­Meaning and Word-Meaningl>, 1968, p. 59; y en forma algo distinta, con­siderablemente más complicada, y examinando diversos contraejemplos, :< Utterer's Meaning and Intentions), 1969, secc. IV). Tenemos, en defini­tiva, como respuesta, dos estados psicológico3 de carácter intencional. Pero

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n el casO de qlle se trate de oraciones de otro de los tipos que hemos ¿y etad0 al final de la sección anterior, por ejemplo, expresivas o realiza ti­ac~) No creo que resulte difícil extender el análisis de Grice a esto casos. Sr se trata de oraciones expresivas de las actitudes o estados del hablante~ u intención comunicativa primaria será conseguir que el oyente le atribuya

la actitud o estado en cuestión; si es una oración realizativa, su intención será que el oyente reconozca el acto realizado con la proferencia de tal oración.

Hasta ahora hemos hablado de lo que el hablante quiere decir al pro-ferir un~ expresión en una ocasión determinada, y al reproducir la defi­nición de Grice más arriba he añadido que era todavía simple. En efecto, con ocasión de discutir diferentes objeciones y críticas, Grice ha ido refi­nando su definición hasta llegar a notables extremos de complejidad (<< Ut­terer's Meaning and Intentions», secc. III). Sin entrar en detalles que no son de este lugar, y tan sólo a modo de ilustración, reproduciré una de las definiciones más elaboradas, simplificándola levemente a fin de que se entienda mejor.

Un hablante, H) quiso decir algo al proferir una expresión, x) si y sólo si, para un auditorio A) H profirió x con la intención de que:

(1) A reconociera que x tenía ciertas características e (2) A reconociera la in tención (1) de H (3) A reconociera cierta correlación w entre las características e de la

expresión x y cierto tipo de respuesta r (4) A reconociera la intención (3) de H (5) A reconociera, sobre la base del cumplimiento de las intenciones

(1) v (3) de H, la ulterior intención de H de conseguir que A produjera la respuesta r

(6) A produjera la respuesta r sobre la base del cumplimiento de la intención (5) de H, y

(7) A reconociera la intención (6) de H.

¿De dónde procede la complejidad de esta nueva definición frente a la que ya conocíamos? De que aquí se ha introducido un nuevo e importante elemento: las características de la expresión utilizada y la relación que po­seen con cierto tipo de respuestas. Dicho de otra forma: la nueva definición reconoce que, para explicar lo que el hablante quiere decir por medi0 de sus palabras: hay que tener en cuenta ciertas características de estas últimas así como la forma en que tales características están correlacionadas con ciertos tipos de respuesta~ y que todo ello debe caer bajo la intención comu­nicativa del hablante y ser reconocido como tal intención por el oyente.

Esto por lo que se refiere a lo que un hablante quiere decir al usar una expresión en una ocasión determinada. Ahora hay que explicar sobre este fundamento, otros problemas relativos al significado de las expresio­nes. En primer lugar, el significado permanente o intemporal de las expre­siones tipo, esto es, aquello de lo que hablamos cuando decimos «La ex-

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presión x significa ... ». Aparentemente, lo que aquí está en cuestión es lo que significa la expresión como tal, -y no lo que el hablante y'uiera decir por medio de ella. Pero para Grice se trata, claro está, de explicar lo pri­mero en función de esto último . ¿De qué manera? Tal y como se recoge en la siguiente definición:

Para un hablante H) la expresión-tipo x significa algo, si'y sólo si H tiene en su repertorio el procedimiento siguiente: proferir un ejemplar de la expresión x cuando tiene la intención de que el oyente produzca deter­minada respuesta «<Utterer's Meaning, Sentence-Meaning and Word-Mean­ing», p. 61, dd. 2; he simplificado la formulación a fin de que se en­tienda mejor).

Lo que esta definición quiere decir es lo siguiente. La expresión-tipo de «Está. lloviendo» significa algo para mí en la medida en que yo cuento con el procedimiento siguiente: pronunciarla siempre que tengo la inten­ción de que mi auditorio produzca la respuesta que consiste en atribuirme la creencia de que está lloviendo. Naturalmente que al proferír o pronun­ciar una expresión 10 que hago es producir un ejemplar de dicha expre­sión, puesto que la expresión tipo no es más que una abstracción (recuér­dese la distinción entre signo tipo y signo acontecimiento en la sección 2.2).

La definición está pensada, en principio, para lo que Grice llama «ex­presiones tipo no estructuradas» (unstructured utterance-types). Grice considera el ejemplo de un gesto. Puesto que antes hemos decidido limi­tarnos a las expresiones lingüísticas, no consideraremos otros casos, pero hav que hacer constar que la expresión que he dado como ejemplo: «Está lloviendo», requiere én rigor una definición más compleja, pues se trata de una expresión estructurada y completa. Por supesto que Grice no tiene ninguna dificultad en complicar su definición 10 suficiente para que cubra tanto el caso de las expresiones estructuradas y completas (oracio­nes) como el de aquéllas que poseen estructura pero son incompletas (fra­ses o sintagmas) . Unas y otras se caracterizan porque su significado deriva del significado de los elementos léxicos que las componen; por ello, Grice recurre aqur a la noción de procedimiento resultante, que define así: un procedimierlto para una expresión tipo x es resultante si está determinado por el conocimiento de procedimientos para las expresiones tipo que son elementos de x y tales que esos procedimientos lo son también para cual­quier secuencia de expresiones tipo que ejemplifique una ordenación sin­táctica particular (op. cit .) pp. 63-64) . La definición de significado de una expresión tipo sin estructura puede, ahora, extenderse a las expresiones tipo estructuradas, sean oraciones o frases, sin más que especificar que el procedimiento de proferir la expresión para conseguir la oportuna res­puesta del oyente sea un procedimiento resultante.

Lo anterior se refiere exclusivamente a lo que significan las expresio­nes tipo , con estructura o sin estructura, para un hablante determinado, o, dicho de modo más técnico, en un idiolecto. Es patente que resta por explicar 10 que podríamos considerár más importante: el siginificado de una .expresión tipo en un lenguaje, esto es, para una comunidad de ha-

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blantes. Por 10 que toca a las expresiones sin estructura, Grice sUrrUnistra la definición siguiente.

Para una comunidad e, la expresión-tipo x significa algo si y sólo si algunos (¿ muchos ?) miembros de e tienen en su repertorio el procedi­miento de proferir un ej~mpl ar de x cuando tienen la intención de que el oyente produzca determinada respuesta, estando condicionada la conser­vación de tal procedimiento por el supuesto de que, por lo menos, algunos otrOS miembros de e tengan o hayan tenido dicho procedimiento en su repertorio (op. cit., p. 62, del . 3).

La definición es, sin duda, imprecisa. La duda entre si han de ser algunos o muchos quienes coincidan en sus procedimientos comunicativos resulta ilamativa, porque hace pensar que la identificación de una comu­nidad lingüística sea cuestión de número o de proporción. Da, además, la impresión de que poseer un lenguaje común fuera cosa de ponerse de acuerdo en la utilización de procedimientos comunicativos, lo que, si bien puede admitirse para lenguajes artificiales, no tiene sentido en el caso de las lenguas naturales. Con su definición, Grice pretende -según de­clara- captar la idea de conformidad, así como la de uso correcto o incorrecto de las expresiones, pero su definición me parece quedarse toda­vía muy lejos de una mínima claridad. El punto central es la noción de procedimiento, pero su intento de definir en qué consiste tener un pro ... cedimienro en el repertorio propio acaba también en el fracaso, según él mismo reconoce. Como aproximación avanza la idea de que ello equivale a estar d.ispuesto a hacer algo, pero advierte en seguida la insuficiencia de esta explicación, pues uno puede no estar de ningún modo dispuesto a usar una expresión aun cuando dicha expresión signifiq ue algo para él. En vista de lo cual sugiere Grice que lo que necesitamos es más bien la idea de estar equipado para usar una expresión, pero renuncia a precisar más esta idea (op. cit., p. 62). Uno no puede por menos de pensar que, formu­lado el prublema en estos términos, se ha llegado, por otro camino, al debatido problema de la adquisición de! lenguaje (que discutimos en el capítulo 5), y que el problema ha pasado al ámbito de la psicolingüística.

nemas visto, pues, lo que hace relación al significado permanente o in temporal de las expresiones tipo tanto para un hablante individual corno para un grupo. Resta por examinar lo que Grice llama el significado intem­poral aplicado de esas expresiones. Es a 10 que nos referimos cuando de­cimos «La expresión x significa en este caso ... ». La definición de Grice, un tanto complicada, se deriva en realidad fácilmente de las anteriores. Es como sigue:

Cuando el hablante H profirió la expresión x, és ta significaba algo si y sólo si H tenía la intención de que su auditorio reconociera lo que H quería decir por medio de x, sobre la base del conocimiento (o presun­ción) que el auditorio tiene de que al repertorio de H pertenece e! pro­cedimiento de proferir x cuando H tiene la intención de que su auditorio produzca determinada respuesta (op. cit. , p. 63 j he refundido en mi for­mulación las definiciones 4 y 4' de Grice).

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De esta manera, el significado permanente aplicado se sitúa como es­labón intermedio entre el significado permanente y el significado ocasional de las expresiones. Ni que decir tiene que, como Grice reconoce (p. 57). el significado aplicado y el significado ocasional pueden coincidir. La defi­nición de significado aplicado que acabamos de ver está pensada para expresiones sin estructura. Su extensión a expresiones estructuradas, com­pletas e incompletas, requiere simplemente, como en el caso de! significado intemporal o permanente, la introducción de la idea de procedimiento resultante, de la manera que ya conocemos.

Por complejo que lo anterior pueda parecer, deja fuera multi tud de detalles y aspectos técnicos de la teoría de Grice, así como de aplicaciones y desarrollos marginales. De éstos, y aun sin entrar en una exposición detallada, no quiero dejar de mencionar el esbozo ofrecido por Grice para un tratamiento del significado de las palabras, al menos para dos catego­rías sintácticas fundamentales, el sintagma nominal y el sintagma adjetival. La teoría de Grice consiste en asignar a cada uno de estos dos tipos de frases o palabras un tipo de correlación; la correlación que llama referen­cial, al sintagma nominal, siendo lo correlacionado con la frase un objeto particular; y la correlación que llama denotacional, al sintagma adjetival, siendo aquí lo correlacionado cualquiera de los miembros de una cIase de objetos. Así , en la oración «El perro de Rodríguez es peludo», el sintagma nominal está correlacionado con un objeto particular que es, a saber: cierto perro, y el sintagma verbal (en este caso, predicativo o adjetival) está correlacionado con uno de los miembros del conjunto de los objems peludos. Sobre es ta base, y para explicar el significado completo de la ora­dón, bastará recurrir a la noci6n de procedimiento resultante que ya cono­cemos. La cuestión es: ¿en qué consiste la correlación mencionada? Lo más destacable es que Grice no encuentra modo de ddinirla si no es recu­rriendo a la ¡ntendón por parte del hablante de establecerla. De aquí que pueda afirmar, en contra de gran parte de la filosofía actual del lenguaje, que la imencionalidad parece estar incrusmda en los fundamentos de la teoría del lenguaje.

A pesar de su técnica enunciación , la teoría de Grice constituye clara­mente una última consecuencia del nuevo giro que la obra del segundo Wittgenstein imprimió a la teoría del lenguaje. Si lo que importa es nues­tro uso del lenguaje, resulta obvio que haya que pregunrarse por la inten­ción con la que 10 usamos. El problema es: ¿basta esto para explicar incluso el significado intemporal (o gramatical) de las expresiones? Searle, por ejemplo, ha criticado que Grice no complete su teoría con una conside­ración de las convenciones que regulan el uso del lenguaje. Sin embargo, hemos podido apreciar que, en una definición elaborada, G rice acepta que la expresión ha de estar correlacionada, en virtud de sus características, con el tipo de respuesta que el hablante pretende obtener del oyente, y que el hablante ha de tener la intención de que e! oyente reconozca dicha correlación. En este aspecto, la crítica de Searle (Actos de habla, 2.6) no es del todo válida, aunque hay que decir en descargo de este último que,

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debido a la fecha de su libro, SearJe tal vez sólo pudo tener en cuenta el primero de los arrículos de Grice. pero no los trabajos posteriores.

Pero incluso sühre la definición refinada podemos todavía preguntar· nos; ¿en qué consiste la correlación entre ciertas características de las expresiones lingüísrkas y cienos cipos de respuesta? O dicho con un ejem­plo: ¿por qué cuando digo «Está lloviendo» el oyente me atribuye la creen­Ó¡l J e que está lloviendo ? ¿Cuáles son las características de esa oración que están correlacionadas con dicha actitud del oyente? En un fragmento Je las J 'lVestigat.:iones filosóficas que Searle recuerda (foc. cit ., p. 45), Wittgenstein escribe: «Haz el siguiente experimento: di 'Hace frío aquí', quericndo decir 'Hace calor aquí'. ¿Puedes hacerlo?» (secc. 510). En mi opinión, la respuesta es que podemos hacerlo si cambiamos el significado de la palabra «frío»; pero para ello no basta la intención del hablante. H<lce faha algo más. ¿Qué? Esto es 10 que la doctrina de Grice deja su­mido en la oscuridad: lo que se requiere para que las palabras rengan tal o cual significado en un lenguaje determinado . Ya vimos que su definición de significado permanente para una comunidad es particularmente insa­tisfaccoría .

Searlc h2 acusado también a Grice de que confunde el aspecto ilocucio­nario y el pcrlocucionario por definir el significado en términos de los efec­toS que e.l hablante persigue (loe. cit.). Tal crítica, sin embargo, no parece justificada, pues no se adviene en ninguna afirmación de Grice semejante confusión. Además. en rigor, Grice no define el significado en términos de efectos, sino en términos de ia intención (del hablante) de producir esos efectos. Esto significa que, si el efecto pretendido no se produce, si, por ejemplo, mi auditorio no me atribuye la creencia en que está lloviendo, no por eso mi afirmación «Está lloviendo» carecerá de significado, con ta l que haya sido proferida con la serie de intenciones que Grice exige.

Lo que sí resulta llamativo es esta compleja serie de intenciones entre· lazadas entre sí que la doctrina de Grice invoca. Teniendo en cuenta que la adición de sucesivas intenciones obedece, en principio, al propósito de dar cuenta de sucesivos contraejemplos, se ha sugerido que podría darse un regreso infinito que permitiera siempre una nueva clase de intención cuando recurrir a ella convenga para salvar la teoría (Platts, Ways of Mean­ing, III.3 , p. 87). Aunque Grice se ha mostrado sensible a es ta crítica (<<Utterer's Meaning and Intendons», pp. 156 y ss.), la adición de nuevas intenciones, más allá de las que aparecen recogidas en la definición elabo­rada que conocemos, solamente estaría exigida por ejemplos tan complejos y rebuscados que no resu ltan verosímiles, y menos aún interesantes. En tal medida, parece justificado desentenderse de la posibilidad de un regreso infinito.

Las definiciones de Grice, corno toda teoría del lenguaje que se centre en el uso, atienden primordialmente a lo que el hablante quiere decir por medio de sus palabras, y derivadamente -según hemos visto-- y en fun­ción de ello, al significado de las oraciones como tales. Pero vimos en la sección 3.4 que las oraciones de una lengua son potencialmente infini tas ,

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y esto implica que la mayoría de ellas nunca s rán usadas. e ha dicho por esta razón, que tal teoría no sÍl'v para dar cuenta del significado d~ las oraciones en los lenguajes naturales (Platt ·, WaYJ 01 Meaning, Il1.3 p. 89). La objeción, sin embargo, creo que p dría s r contestada desd~ el punto de vista de las definici nes más elaboradas. Hemos visto, en defi­nlUva, que rice di tingue ntre las Xl re iones no estructuradas y las expre iones con estructura, y que a.1 hilo de "stas últimas llega a ofreccr una definición para el significado de expresiones simple ' , tomando como ejemplos los casos de sintagma nominales y adjetivales. Teniendo en cuen­ta que el conjunto d los lexemas de una lengua es siel11} re finito, no parece que Grice pueda en prin ipio, ten r dificultad para explicar, sobrc la base an terior, el significado de cualquier or.lCi ')11, usada o no de una lengua. Las nociones de procedimiento en el repertorio de un hablante, y de procedimiento resultante, están pensadas justamente para resolver este problema. Téngase en cuenta que Grice no sólo ha explicado lo que el hablante quiere decir, ino también lo que, intemporalmente, significan sus palabras. Lo que caracteriza su posición es que ha explicado esto último en función de lo primero, y no, corno era sóli t en la teoría lingüística y en buena parte de la filosofía del lenguaje, lo primero en función de lo último. Si la explicación de Grice funciona, funciona también para las oraciones no usadas, y la crítica nunca podrá prosperar por esta vía.

Pero aquí, como ya sabemos, la noción central es la noción de procedi­miento. Hasta donde llega mi conocimiento, no hay en los escritos de Grice precisión mayor que la, ya mencionada, de que tener un procedi­miento es hallarse equipado para usar la expresión de que se trate . . El lector habrá notado aquí una curiosa y sospechosa semejanza con el con­cepto chomskiano de competencia. El hablante usa el lenguaje como lo usa porque está equipado para usarlo aSÍ, porque en eso consiste su com­petencia de hablante. Resulta difícil evitar la impresión de que la teoría de Grice conduce directamente a un mentalismo tan oscuro como el de Chomsky. y no podía ser menos habiendo puesto como piedra angular de la teoría del significado el concepto de intención, concepto oscuro si los hay. Porque, en última instancia, ¿ cómo reconoce el oyen te las com­plejas y entrelazadas intenciones comunicativas del hablante? Grice nunca nos ha ilustrado al respecto. En realidad, la re puesta más obvia parece ésta: por lo que significan sus palabras. Más arriba nos hemos preguntado: ¿por qué cuando digo «Está lloviendo» mi auditorio me atribuye la creen­cia de que está lloviendo? No se ve qué otra respuesta pueda haber si no es ésta: por lo que significa esa oración, esto es, por lo que significan juntas las palabras «está» y «lloviendo». Y en esto · justamente consiste la correlación existente entre las características de la oración y la actitud que por medio de ella el hablante pretende inducir en el oyente. Esas características, sobre las que Grice nos había dejado ignorantes, no pueden ser otra cosa que eso que llamamos el significado gramatical de la oración.

Pero, como hemos estudiado en las secciones anteriores, hay algo que no es el significado gramatical, y que es también parte de la intención

Page 10: el y la - URLbiblio3.url.edu.gt/Libros/gran_ver/10.9.pdfGrice ha consíderado dos casos básicos, el de las expresiones declarad· vas y el de las imperativas, sugiriendo que, en el

7. Los abusos del uso 349

comunicativa del hablante: la fuerza ilocucionaria. Es cierto que la fuerza depende, al me.nos en parte, de.l ~ignificado de la ora~ión: no pue?~ ordenar a alguien que CIerre la puerta dlclendo «La puerta esta cerrada», nI mformar­le de que la puerta está cerrada diciéndole «Cierra la puerta». Pero es claro que para la determinación de la fuerza específica de una oración es funda­mental, aparte de otras características del contexto extralingüistico, la intención del hablante, pues es ésta la que hace que sus palabras consti­tuyen una advertencia o una simple información, un consejo o un ruego. (No hace falta advertir que la fuerza se confunde con el significado gra­matical cuando se trata de una oración explícitamente realizativa.) De aquí que se haya separado, dentro de la teoría del significado, la teoría del sentido y la teoría de la fuerza, para matizar que, mientras que la teoría de Grice no es en absoluto aplicable a la primera, en cambio resulta fecunda aplicada a la segunda (Platts, op. cit., p. 93). Searle mismo, que como he­mos comprobado tiene sus objeciones a la doctrina de Grice, ha llegado incluso a reformularla de manera que resulte particularmente apta para una teoría del lenguaje basada en la fuerza ilocucionaria (Actos de habla, 2.6, ad finem).

Lo que mantengo es, pues, que no basta el uso que hacemos de las palabras, la intención con la que las pronunciamos, para explicar' su sig­nificado. Más bien, las usamos como las usamos, y podemos poner en su utilización las intenciones que ponemos porque ignifican lo que signjfi­can. Esto no implica negar que el significado de lo que decimos depende en parte de nuestra intención ; en un sentido amplio, el término «signifi­cado» aplicado a una expresión lingüística en cuanto usada por alguien en una o asión determinada, incluye tanto el ignificado gramatical de la expresión como lo que añade el contexto extralingüístico y la intención del hablante. Pero lo primero y primario es el ionificado gramatical. En la sección siguiente e tudiaremos ciertos aspectos en lo que el contexto coopera al significado total de la oración, y consideraremos otros requi­sitos de la comunicación lingüística que son parte importante e una teoría pragmática del lenguaje.

7.10 La. implicación pragmática y la implicación con textual

La atención concedida por Grice a la intenciones comunicativa del hablante es asimismo responsable de una categoría introducida por él en el análisis de las relaciones entre oraciones: la categoría de implicatura conversacional. Para entender mejor el hueco que esta noción viene a llenar conviene que recordemos cuáles son las formas usuales de relacio­narse entre sí ias proposiciones a efectos de su tratamiento lógico y se­mántico.

Cuando tenemos dos oraciones p y q, tales que la oración compleja compuesta de ambas en ese orden es falsa solamente en el caso de que p sea verdadera y q falsa, la composición de p y q constituye una función