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TRES PRÓLOGOS Secreto a voces (al poemario Corre, corre, niño de arena ) Por Antonio Orihuela En el siglo de Kafka los niños de Iraq son de arena, pero también son de arena todos los niños que no han teni- do la fortuna de nacer dentro del ghetto amurallado del primer mundo, donde las cuotas del horros están limi- tadas a los juegos de la Playstation y a no poder calzar unas Nike de 300 €. Del horror que transcurre más allá de nuestras alambradas está hecho este niño de arena. Un libro escrito por uno de ellos, un lejano niño de España de 1936. Así es, cuando uno daba por enterrada a toda esa generación del hambre grande de la posguerra, cuando una pensaba que poco podría ya surgir de entre esas sombras, cuando se han borrado todos esos nombres que habían sido dados a la Utopía, resulta que uno aún puede encontrar en ella a un poeta que se coloca en mitad del camino de la vida, el al que casi todo lo arrolló en el camino de la vida, para alzar la voz y ponerse a disipar las sombras del fascismo ordinario y cotidiano. Un poeta que es capaz de acunar el dolor de los que lloran y a señalar los demonios de estas tierras y de este inmundo más hoy que nunca de todos los demonios. Conocí a Antonio Martínez Ferrer a través de su extraordinario primer libro El rumor del patio, y unos meses después al hombre y a la mujer, compañera incansable Antoñita, que se aventu- raron por media España para compartir unos días de calor en Moguer con otros poetas arrumbados de mil batallas. Tras aquellos días febriles de compartir el pan y la poesía, me dejó Antonio con el aire de una pregunta que yo no llegué a formularle y que, probablemente, quizás él tampoco sepa cómo contestar. ¿De dónde salen los hombres como Antonio Martínez Ferrer?¿Cómo es posible que habiendo existido hombres como él perdiéra- mos nuestro viejo afán de clase y nos creyéra- mos las estúpidas predicciones de los podero- sos? Pienso entonces en la inmensa soledad que ha debido ir creciendo en compañeros como él, al ver lo poco que iba quedando de una práctica de lucha y un discurso de denuncia sobre este artificio de los días al que el Capital nos han condenado. Me quedará, también como una incógnita, saber de dónde saca este hombre la potencia de su escritura, la con- tundencia de sus versos, la firmeza de su recitar en vivo, su limpia y clara mirada entre los ojos vidriosos de las lágrimas. Creo que son las preguntas de siempre, las preguntas del asombro cuando, más allá del hombre concreto, es la voz del pueblo la que oyes ponerse en pie y negarse a que sean otros los que hablen por ella. Así de atenta y generosa con los nuestros es la voz de Antonio Martínez Ferrer, voz del pueblo, grito del pueblo, vigilia del pue- YOUKALI, 6 página 163 Elementos de producción crítica ISSN: 1885-477X www.tierradenadieediciones.com www.youkali.net Antoñita

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TRES PRÓLOGOS

Secreto a voces (al poemario Corre, corre, niño de arena)

Por Antonio Orihuela

En el siglo de Kafka los niños de Iraq son de arena, pero también son de arena todos los niños que no han teni-do la fortuna de nacer dentro del ghetto amurallado del primer mundo, donde las cuotas del horros están limi-tadas a los juegos de la Playstation y a no poder calzar unas Nike de 300 €.

Del horror que transcurre más allá de nuestras alambradas está hecho este niño de arena. Un libro escrito poruno de ellos, un lejano niño de España de 1936. Así es, cuando uno daba por enterrada a toda esa generacióndel hambre grande de la posguerra, cuando una pensaba que poco podría ya surgir de entre esas sombras,cuando se han borrado todos esos nombres que habían sido dados a la Utopía, resulta que uno aún puedeencontrar en ella a un poeta que se coloca en mitad del camino de la vida, el al que casi todo lo arrolló en elcamino de la vida, para alzar la voz y ponerse a disipar las sombras del fascismo ordinario y cotidiano. Un poetaque es capaz de acunar el dolor de los que lloran y a señalar los demonios de estas tierras y de este inmundomás hoy que nunca de todos los demonios.

Conocí a Antonio Martínez Ferrer a través de suextraordinario primer libro El rumor del patio,y unos meses después al hombre y a la mujer,compañera incansable Antoñita, que se aventu-raron por media España para compartir unosdías de calor en Moguer con otros poetasarrumbados de mil batallas.

Tras aquellos días febriles de compartir el pan yla poesía, me dejó Antonio con el aire de unapregunta que yo no llegué a formularle y que,probablemente, quizás él tampoco sepa cómocontestar. ¿De dónde salen los hombres comoAntonio Martínez Ferrer?¿Cómo es posible quehabiendo existido hombres como él perdiéra-mos nuestro viejo afán de clase y nos creyéra-mos las estúpidas predicciones de los podero-sos? Pienso entonces en la inmensa soledad que

ha debido ir creciendo en compañeros como él, al ver lo poco que iba quedando de una práctica de lucha y undiscurso de denuncia sobre este artificio de los días al que el Capital nos han condenado.

Me quedará, también como una incógnita, saber de dónde saca este hombre la potencia de su escritura, la con-tundencia de sus versos, la firmeza de su recitar en vivo, su limpia y clara mirada entre los ojos vidriosos de laslágrimas.

Creo que son las preguntas de siempre, las preguntas del asombro cuando, más allá del hombre concreto, esla voz del pueblo la que oyes ponerse en pie y negarse a que sean otros los que hablen por ella. Así de atenta ygenerosa con los nuestros es la voz de Antonio Martínez Ferrer, voz del pueblo, grito del pueblo, vigilia del pue-

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Antoñita

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blo que no duerme cuando sabe que están masacrando al pueblo, pisoteando al pueblo aplastando una y otravez a ese gigante patoso que, de momento, es incapaz de encontrar su destino.

Yo he visto en los pasos cansados de Antonio la poesía de los desposeídos. Yo he visto en la tenacidad poéticade Antonio la voz de todos los humillados. Yo lo he oído recitar levantando la mano y haciendo del temblor desu voz un refugio cálido para los aterrados. Yo quisiera, compañeros, que pudiéramos merecer a este poeta,porque los tiempos, desde luego, nos vienen contrarios y otros son los que imponen su impostura y creen conello llevarse las llaves del futuro.

Por eso, porque si el presente no nos pertenece, al menos no nos dejemos expropiar el futuro, levantó Antonioeste libro. En el tiempo inacabable de las lágrimas, el hambre y la muerte cotidiana pensó Antonio estos poe-mas que aquí tienes, lector, compañero, generosamente te están entregados. Un íntimo y fiero homenaje a losniños de Iraq, los niños de arena y, por extensión, permíteme maestro, a todos los niños de esos mundos dondees tan fácil deshacerse como arena, como se deshace una risa a golpe de bala allá en las afuera del imperio delseñor de los fríos. Un libro a los niños de los misiles y las plazas, a los que nadie pone nombre porque, frentea nuestros rubios y rollizos niños de occidente, estos están destinados no a hacerse hombres sino a deshacer-se niños. En el Tercer Mundo no hay otra forma de crecer.

El poeta Antonio Martínez Ferrer, que usa bastón desde hace años, le pide una y otra vez al niño de arena quecorra. Qué hermosa metáfora para quién nunca se cansó de correr, para quien tendrá que seguir corriendo dellobo, de las alambradas, de los cuellos almidonados, de la Guardia Civil, de los grises, de la policía de la pata-da en la puerta, del sueño, de la metralla , de los misiles balísticos, de las explosiones, corriendo siempre enpos de una verdad fugitiva y resbaladiza, una verdad que ya estaba escrita en los huesos cansados del padre delAntonio niño, envuelta en su piel adolescente formando extrañas pinceladas rojas en el ocre del horizonte. Unaverdad que estaba en los andamios, en las puertas abiertas, en las aceras, en las palomas. Una verdad que usabastón y quisiera tirar de todos los niños de arena del mundo hacia un futuro donde no nos encontremos connuestros sueños saqueados.

Tampoco se engaña Antonio sobre los límites de su trabajo en poesía. A pesar de él, por encima de él, las bom-bas siguen su trabajo y el hambre anda a dentelladas con un tercio del mundo. Hay poco que aplaudir, nues-tros días son Gernika cotidiano. Los versos del poeta no apagarán las llamas, pero seguirán cavando un hondopozo fresco en mitad del desierto de la memoria.No es tiempo de olvidar estas dunas, están hechas con los niños de arena, con la sangre del abuelo con los hue-sos del padre de Antonio Martínez Ferrer, con los sueños de quienes creyeron en el mundo mejor comunistay libertario. No pierde el viento la voz en la huída, suena por ella que vuelve.

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Jerome Rothenberg sucompañera Diane yAntonio Martínez

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Contra el cerco del silencio(al poemario Angustia)

Por Enrique Falcón

El lector que quiera abismarse en los poemas que Angustia –este nuevo libro de Antonio Martínez– recoge,ha de enfrentarse abiertamente con dos cuestiones de peso que habrán de desbordarle más allá del ejerciciode la mera lectura. La primera, si es posible la esperanza en los escenarios del desastre. La segunda, si es posi-ble vencer los silencios con los que se ha poblado este tiempo –el nuestro–, marcado por los signos de unaterrible invisibilización de las víctimas.

La llegada a nuestra casa del mecanuscrito de An gus -tia coincidió con la presentación pública del útimopoemario de Marc Granell, un poeta que siento parti-cularmente unido a la pasta insorbonable de la queestá hecho Antonio Martínez, y no sólo por las coinci-dencias de una misma geografía y por el uso de lamisma lengua, sino sobre todo por esa voluntad–presente en ambos– de dar relevancia en sus res-pectivas obras poéticas, y de un modo crítico, al mar-tilleante estado de nuestro mundo, acuciado por unalamentable pérdida de la memoria histórica y por laconsignación de un sistemático ninguneamiento delos perdedores –aquí, especialmente, de las mujeres–en las cunetas de la Historia. En aquella presentación,alguien le preguntaba a Marc Granell sobre si eraposible esperar de su propia poesía (tan cercana a laverdad de los hechos de nuestro tiempo) un solo guiño para la esperanza. Y Granell respondía –y traduzcoaquí, al castellano, lo que recuerdo de aquella respuesta– que “sólo ella, la esperanza de transformar la reali-dad, fue la que me condujo a escribir este tipo de poemas”.

Bien: creo sinceramente que esta terca voluntad por nombrar el mundo desde el lado de una indignación queanhela –por encima de todo– un acto definitivo de justicia, es ampliamente compartida por Antonio MartínezFerrer, e incluso en su dicción más trágica. Como en otros libros suyos, los poemas de Angustia enarbolan esaproclama que, a pie de mundo (como casi siguiendo los titulares de una masacre diaria), acoge sin remedio lasvoces del miedo y las tripas del terror. Contra el cerco de silencios y de olvidos con que se nos va acorralando,hablar –y hablar sin mentir– se convierte así en la urgencia del poeta y en la terquedad de la esperanza.Antonio Martínez moviliza su saber literario –y su vida entera– en este doble, necesario, frente.

Las tensiones que desata toda poesía política son de índole estrictamente espiritual (siempre sobre la base delas condiciones materiales de la vida) y se cifran en tres direcciones: si es posible la esperanza en un mundorepleto de víctimas; si tienen nuestros muertos un futuro (y si es factible llamarlos nuestros muertos) y; si cabeentre nosotros (moradores de una vida cómplice con el sistema que los produce) la posibilidad de una vidaplena y resistente que podamos, finalmente, celebrar. Por todo ello, bien se puede decir que lo que despliegaeste libro –necesario– de Antonio es, en su estallido de rabia encarnada, una poesía de combate.

Así, los poemas de Antonio Martínez han querido enfrentarse, de manera radical, a otro libro que el propiopoeta consigna como “libro del silencio”. En sus páginas de infamia, nuestro tiempo parece estar escribiéndo-se desde la amnesia histórica (que deja huérfanos y sin futuro a quienes son arrollados por los perros del Amoy a quienes murieron por causa de la justicia) y desde ese proyecto de “invisibilización total” del que hace galael capitalismo avanzado (que escamotea del orden del día a un buen número de personas y pueblos acribilla-

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Antonio Martínez

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dos por la mentira y la intolerancia más flagrantes). Con silencios, con borrados continuos en las puertas de lavida, con enterramientos terribles –lo denuncia este poeta que no ha cerrado los ojos– se teje la trama de lospoderes de nuestro tiempo y basta esta pérdida en la voz para mantener en el silencio la posibilidad de unaesperanza, la posibilidad de una rebelión.

Antonio Martínez, como ya hiciera en El rumor del patio y en Corre, corre, niño de arena, es un poeta (comolos hay pocos en nuestras latitudes) que ha querido romper con esa trama cómplice de silencios bastardos. Essuficiente la voz de este poeta valenciano para decir NO, para decir BASTA, para decir AHÍ, las tres palabrascon las que empieza el libro de la resistencia, el libro de la indignación, así como toda poesía que se niegue aescamotear el espesor de lo verdaderamente humano. No trate el lector de buscar en estas páginas un “progra-ma para salir del atolladero”. Arriésguese más bien a sentir –junto con su autor– cómo “el amo / escupe nudosde silencio / para trenzar oscuridades” y cómo se nos vuelve inaplazable, ante este estado de cosas, proclamarcon rabia la palabra capaz de romper los consensos. De una vez por todas, la palabra capaz de negarse a sercómplice en las mentiras del mundo.

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Las plazas del futuro (al poemario El grito del oasis)

Por Antonio Méndez Rubio

En su sobrecogedora novela Galíndez, nos recordaba un personaje secreto de Manuel Vázquez Montalbán queel fascismo de hoy es más difícil de combatir porque está en el fondo de nuestros corazones. Y es comprensi-ble, si se mira con una frialdad imposible, hablar así: demasiado intenso, demasiado inminente, demasiadoextendido el imperio de los fascismos contemporáneos como para que se haya tratado sólo de una especie defugaz desgracia o coyuntura accidental. Hasta autores tan respetados y razonables como Zygmunt Bauman (enModernidad y Holocausto) han puesto hoy las bases para seguir haciéndonos estas preguntas, como mínimointempestivas.

En este sentido, Bauman cita a Feingold para recordar sin ir más lejos que “la ideología y el sistema que die-ron origen a Auschwitz permanecen intactos”. Sedice pronto. Se lee deprisa. Se vive a ciegas.Mientras tanto, no obstante, seguimos en la órbitade lo que podría llamarse de forma casi tranquilaun fascismo de baja intensidad: un fascismo cuyopivote no es ya tanto el estado de masas como elmercado global, cuya incidencia criminal no esexplosiva y acelerada, sino tan lenta como constan-te, y que mantiene sin embargo firmes las pautasoperativas el fascismo clásico en lo tocante a lahegemonía de la propaganda, la espectaculariza-ción de la política, el racismo y, quizá antes quenada, el mantenimiento insidioso del aislamientocomo precondición para el totalitarismo cotidiano.

Ante esta agresión ya interiorizada, ya naturalizadapor el transcurso inercial de la historia del siglo XX,

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no es extraño que el lenguaje experimente una doble afección, una doble infección: de un lado se repliega sobresí en un movimiento como de defensa desesperada, como ante un daño irreparable, o como ante un golpe vio-lento se encoge el cuerpo, se ovilla, se protege de una forma improbable; de otro lado, ese mismo cuerpo sequeda al desnudo, expuesto a la intemperie del (sin)sentido, disponible para cualquier abrazo, entregado a unencuentro no menos imposible que necesario. Puede que en ningún sitio se vea la marca de este doble gestocomo en el lenguaje poético. De hecho, no es extraño que fuera Paul Celan, el acusado de un habla herméticao supuestamente cerrada sobre sí misma, quien defendiera en voz alta y contracorriente la raíz dialógica delpoema.

En ese cruce tenso entre el abrir y el cerrar, en esa relación callada con la violencia del mundo, arraiga la poe-sía de Antonio Martínez i Ferrer. Una poesía que, al menos en una de sus posibles lecturas, se concibe comouna exploración y extremación de la crisis del mundo, del mundo como vivencia de la catástrofe. Dice JohnHolloway en Cambiar el mundo sin tomar el poder que “si la crisis expresa la des-articulación extrema de lasrelaciones sociales, entonces la revolución debe entenderse, en primer lugar, como la intensificación de la cri-sis”. Esto es, que un lenguaje desarticulado, precario, insuficiente, no es sin más una muestra de impericia ode técnica incompleta -como querrían pensar algunos para quitarlo cuanto antes del medio. Un lenguaje des-articulado, rozado por la abstracción y por los dolorosos hallazgos de las vanguardias, es ante todo el síntomade un mundo roto, de una sociedad en crisis, y a la vez un esfuerzo por intensificar esa crisis para volverla revo-lucionaria.

No tiene por qué ser tan difícil entender esto. Ojalá no lo sea. Antonio Martínez i Ferrer se ha empeñado enesta pelea, y está dispuesto a jugarse la vida con cada palabra, con cada verso, con cada pausa. Por esta vía,puede interpretarse entonces que una “poesía social”, si es que este rótulo sirve hoy todavía para clarificar algo,no depende sólo de la voluntad comunicativa y de una pluralidad coral de voces, aunque quizá también, sinoque está, sin remedio, atravesada por el límite de la falta de voz, de la afonía. Respira en las fisuras de un silen-cio que ha dado un paso más, después de la agonía, dentro de ella. Como queda la garganta después del grito.Como tiembla la lengua cuando llega hasta el miedo. Como ha sido y sigue siendo tantas veces realmente así.

En esa voz sin voz, tal vez, de pronto, oigamos undía hablar de cómo pasa el tiempo en las plazasdel futuro.

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