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Ella era interesante Cuento carabajo

Ella era interesante

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Cuento

carabajo

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Ella era interesante

Es difícil decidir qué es lo que puede hacer decir esto de una mujer. Acaso las vivencias o sus proyectos o lo aprendido o lo que sabe o puede hacer. O la madurez de sus arrugas en la comisura de los labios y bajo los ojos y en los párpados. Para no engañarse lo que la hace interesante es que algo de ella nos interesa. Que escarbamos entre sus años y encontramos algo preciado para nuestra interrogante mirada que nos atrae a ella. O es el uso de esa fuerza que pone de ser en ser una finalidad. O el ver lo que hace falta en el momento en que en el exacto lugar en donde lo encontramos está ella. O acaso sea ella una prueba o un último examen o acertijo para llegar a eso que pensamos querer. O lo que obstruye nuestro alcanzar la gloria sin antes tener que establecerla junto a ella. La otra cara de la moneda de lo que buscamos. O la moneda misma. La asociación lícita que nos da permiso para acceder al tiempo en que el plazo se hace notar. El poseer la información que baja de sus formas y se interrumpe íntimamente. La fatalidad del amor y del tener al otro que cede y magnetiza con la energía de un desenlace. La vulnerable e indefensa variedad de debilidades que se complementan en un rompecabezas que converge con su fotografía. La incipiente ayuda de un ser que se sostiene gracias a la nuestra. Porque solo lo que es necesario nos importa y nos interesa y hace que lo demás se haga interesante. Todo aquello que no tiene explicación alguna y que en la ignorante verdad nos adhiere a un deseo. Un tajo en el vacío nos incrustó el cuchillo de la reacción. Ella quería la herida. Quería verla y lamer de ella. No quería a un ser fuerte, poderoso y autosuficiente. Quería escuchar el dolor de su corazón y no ser más que la flor que él regase. -La herida sangra a borbotones. -Sí, el descenso del auto ha sido un infierno.-¿Se salvará?, preguntaba un rostro cuyo cabello caía del cielo hacia el piso donde él yacía tendido y todo lo que veía era ello. Ella tocó su sangre. Tocó el líquido de la vida de ese ser casi muerto. Fue como una transfusión inmediata. De mirada a mirada. Estaban en un café tomando cada uno el suyo en sendas mesas y se notaron. Ella lo veía sangrar por dentro y se conmovió. Su mirada fue amorosa y dulce. Casi de piedad. Casi beatífica. Como la ilusión que él sintió al notarla. E inmediatamente reaccionó a tratar de ver si en verdad era bella. Si era atractiva. La escrutó con la mirada de un examen final. No detectó lo que era necesario. Solo lo que ella no tenía. Ambos partieron. Del café. -¿Se salvará?, preguntaba un rostro cuyo cabello caía del cielo hacia el piso donde él yacía tendido y todo lo que veía era ello.Sí, era la mujer del café. El se salvó cuando ella se levantó de su silla y se sentó junto a él y le dijo ¨ no te preocupes, no te tenés que ir de acá sin mí. Para que aquello no suceda. ¨