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n117-118 [31.10.07-30.11.07] elpoemaseminal 75 años de marco antonio montes de oca (III) atisbos M M MA A A R R R C C CO O O A A A N N NT T TO O O N N NI I I O O O M M MO O O N N N T T TE E ES S S D D D E E E O O O C C CA A A O O O E E E L L L I I I M M MP P P U U UL L L S S S O O O R R R O O O M M MÁ Á ÁN N NT T TI I I C C CO O O E E E v v v o o o d d d i i i o o o E E E s s s c c c a a a l l l a a a n n n t t t e e e En qué vulnerable madrugada hemos nacido M.A. MONTES DE OCA evolver sus poderes a la imaginación, predicar el retorno del hombre adánico, cantar a la consumación y a la belleza, protestar ante la usura y las fuerzas letales que impiden el nacimiento del hombre verdadero, transmitir el mensaje de un nuevo mesianismo social que puede decir, en su deseo de abrogar la servidumbre cronológica: “Yo sueño en derrumbar el señorío del tiempo”, éstos parecen ser algunos de los aspectos más notables de la poesía de Marco Antonio Montes de Oca. De los poetas que surgen en la década de los años cincuenta, ninguno predica con tanto desparpajo el retorno a una época en que los poderes del hombre no habían sido humillados por la historia. Ninguno de ellos, tampoco, asume la inmediatez positiva de su proyecto literario. En lo formal: el puro instinto obcecado en cultivar la espontaneidad de su nacencia, y que por esto mismo no aceptará, ni siquiera en plan propedéutico, la cárcel de los metros. Su versolibrismo contu maz, desmelenado, desdeña las restricciones. En el contenido: una creencia ciega, enteramente romántica, aunque apoyada en las convulsiones propias de la época, en la posibilidad de redimir al hombre y de insertarlo en una nueva Edad de Oro, que por primera vez en mucho tiempo se habría vuelto históricamente asequible. Afirmaba Mariátegui que, a diferencia del romanticismo del siglo XIX, que era esencia individualista, “el romanticismo del novecientos es, en cambio, espontánea y lógicamente socialista, unanimista”. (1) Si descartamos el aspecto lógico del asunto, que no es de ningún modo el fuerte de Montes de Oca, quien se niega a parapetarse en cualquier artificio de la razón académica, habría que decir que la definición se le aplica perfectamente. Su poesía expresa de manera espontánea, quizá con excesiva espontaneidad, la creencia en un orden social diferente que reconcilie al hombre con el hombre. La poesía quiere encarnar. La poesía quiere volverse historia. Hay en ella la nostalgia de un hipotético paraíso perdido y la invocación de un tiempo en el que habrían de resolverse las contradicciones sociales. No otra cosa sino el tiempo pasmado de la felicidad histórica, ese sueño acaso irrealizable que no por serlo deja de expresar las tensones de la época en que surge. Si es cierto que hay, por más que sea en extremo difícil documentarlo, un determinismo histórico de los sueños, habría que agregar que este sueño romántico se vuelve de varias maneras explícito en el que es quizás el mejor texto en prosa de Montes de Oca, me refiero a su Autobiografía, (2) testimonio documental insustituible si de lo que se trata es de hurgar en las condiciones que anteceden o que concurren al surgimiento de su poesía, así como en la visión que tiene el poeta acerca de su propio trabajo literario. Esta visión desde adentro, interesada, recorrida por un aliento poético que no acepta concesiones, hace las veces por momentos de un manifiesto literario. Aquí están lo mismo las preferencias que los rechazos del escritor; sus simpatías de clase, su valoración D D

elpoemaseminal 117-118

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n117-118 [31.10.07-30.11.07]

elpoemaseminal 75 años de marco antonio

montes de oca (III)

atisbos

MMMAAARRRCCCOOO AAANNNTTTOOONNNIIIOOO MMMOOONNNTTTEEESSS DDDEEE OOOCCCAAA OOO EEELLL IIIMMMPPPUUULLLSSSOOO RRROOOMMMÁÁÁNNNTTTIIICCCOOO

EEEvvvooodddiiiooo EEEssscccaaalllaaannnttteee

En qué vulnerable madrugada hemos nacido

M.A. MONTES DE OCA

evolver sus poderes a la imaginación, predicar el retorno del hombre

adánico, cantar a la consumación y a la belleza, protestar ante la usura

y las fuerzas letales que impiden el nacimiento del hombre verdadero,

transmitir el mensaje de un nuevo mesianismo social que puede decir, en su

deseo de abrogar la servidumbre cronológica: “Yo sueño en derrumbar el

señorío del tiempo”, éstos parecen ser algunos de los aspectos más notables

de la poesía de Marco Antonio Montes de Oca. De los poetas que surgen en la

década de los años cincuenta, ninguno predica con tanto desparpajo el retorno

a una época en que los poderes del hombre no habían sido humillados por la

historia. Ninguno de ellos, tampoco, asume la inmediatez positiva de su

proyecto literario. En lo formal: el puro instinto obcecado en cultivar la

espontaneidad de su nacencia, y que por esto mismo no aceptará, ni siquiera

en plan propedéutico, la cárcel de los metros. Su versolibrismo contumaz,

desmelenado, desdeña las restricciones. En el contenido: una creencia ciega, enteramente romántica,

aunque apoyada en las convulsiones propias de la época, en la posibilidad de redimir al hombre y de

insertarlo en una nueva Edad de Oro, que por primera vez en mucho tiempo se habría vuelto

históricamente asequible.

Afirmaba Mariátegui que, a diferencia del romanticismo del siglo XIX, que era esencia

individualista, “el romanticismo del novecientos es, en cambio, espontánea y lógicamente socialista,

unanimista”. (1) Si descartamos el aspecto lógico del asunto, que no es de ningún modo el fuerte de

Montes de Oca, quien se niega a parapetarse en cualquier artificio de la razón académica, habría que

decir que la definición se le aplica perfectamente. Su poesía expresa de manera espontánea, quizá con

excesiva espontaneidad, la creencia en un orden social diferente que reconcilie al hombre con el

hombre. La poesía quiere encarnar. La poesía quiere volverse historia. Hay en ella la nostalgia de un

hipotético paraíso perdido y la invocación de un tiempo en el que habrían de resolverse las

contradicciones sociales. No otra cosa sino el tiempo pasmado de la felicidad histórica, ese sueño

acaso irrealizable que no por serlo deja de expresar las tensones de la época en que surge.

Si es cierto que hay, por más que sea en extremo difícil documentarlo, un determinismo histórico

de los sueños, habría que agregar que este sueño romántico se vuelve de varias maneras explícito en

el que es quizás el mejor texto en prosa de Montes de Oca, me refiero a su Autobiografía, (2)

testimonio documental insustituible si de lo que se trata es de hurgar en las condiciones que

anteceden o que concurren al surgimiento de su poesía, así como en la visión que tiene el poeta

acerca de su propio trabajo literario. Esta visión desde adentro, interesada, recorrida por un aliento

poético que no acepta concesiones, hace las veces por momentos de un manifiesto literario. Aquí

están lo mismo las preferencias que los rechazos del escritor; sus simpatías de clase, su valoración

DD

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del lenguaje corriente y de los juegos verbales que designamos con la palabra albur; su desdén frente

a la literatura timorata que dominaba entonces en el medio; algunas de sus andanzas con sus

compañeros de la vanguardia poeticista y, por fin, aunque hay muchas cosas más, la defensa de su

estilo al que compara, por su primitivismo y autenticidad... ¡con el de la Coatlicue! [...]

El surrealismo y el culto por los poderes de una ritualidad primitiva, tan característico de ciertas

vanguardias del siglo, tienen algo que ver con las concepciones poéticas de Montes de Oca. [...] En

efecto, para justificar el desorden, o si se quiere, la energía de sus búsquedas, su “emperifollo”

verbal, su culto al dispendio por el dispendio, su vianda sobrecargada de metáforas, Montes de Oca no

tiene mejor recurso que evocar la figura aleccionadora de la Coatlicue. Laberinto de imágenes,

derroche de condensados signos que se aglomeran como los “retablos entretejidos en corolas

exuberantes”, a Montes de Oca no se le escapa que esta profusión encubre un horror vacui, un terror

del vacío, “un desesperado afán de alfombrar el abismo, de cubrir la boca que nada dice sobre el

origen o el fin de la vida”. (3) Su argumentación, como se ve, no hace sino refrendar la presencia de

un primitivismo que habrá de ser una de las constantes de su obra. (4) [...]

Imposible negar que hay una sustancia afirmativa en esta poesía. Una aventura del espíritu que

parece pegada con un broche de plata al colibrí del catolicismo [Contrapunto de la fe]. Transición

obligada de quien al romper el huevo del pesimismo existencialista, de quien habiendo salvado la vida

entre los estertores del Apocalipsis, necesita aferrarse a una estrella para no despeñarse en el

voladero. Porque esta poesía es aérea, se afirma en el vuelo, en el salto a las constelaciones. Esta

poesía quiere romper con las limitaciones de la materia, con la finitud circundante. [...]

Huidobro, creo, es la gran presencia no reconocida en la poesía de Montes de Oca. Sin los

extremos de arrogancia a los que llega Huidobro (“Señor Dios si tú existes es a mí a quien lo debes”),

gesto de autosuficiencia muy propio de las vanguardias) y sin el despeñadero glorioso en que culmina

la aventura del vuelo en Altazor, que, como se sabe, culmina en la glosolalia y la pura música verbal,

Montes de Oca también podría decir como Huidobro:

Basta señora arpa de las bellas imágenes

De los furtivos comos iluminados

Otra cosa otra cosa buscamos. (5)

Llámese adanismo, llámese salvación, llámese retorno a tiempo original, el tiempo de la poiesis y del

mito, siempre hay en la poesía de Montes de Oca esta otra cosa no reductible a la bella imagen o la

metáfora sutil. El temblor mesiánico que nos habrá de reinstalar en otro tiempo histórico, un tiempo

donde la belleza deje de ser una palabra para materializarse en hombres de carne y hueso, el tiempo

de la consumación, aquel en que se habrá abolido por fin el hiato que existe entre el deseo y el

cumplimiento, constituye a mi modo de ver la médula de esta poesía. [...]

Si los románticos intentaron, como quiere Octavio Paz en Los hijos del limo, “disolver la lógica

del discurso en la lógica de la imagen”, no cabe duda que Montes de Oca es uno de sus sorprendentes

continuadores en nuestro siglo. Si bien es cierto que el pulso hilozoísta de su obra parte de la

confusión y vuelve a ella, al grado de que en alguna parte llega a decir: “sufrid en mi nombre la cruel

pedacería del mundo”, no es menos cierto que el flujo de su verso, lejos de condenar esta dispersión,

o de tomarla como algo negativo, la asume como una característica de la materia. En Cada cosa es Babel, Eduardo Lizalde había criticado a Gorostiza por haber pretendido condensar en la metáfora del

vaso de agua la compleja problemática de la forma y del fondo, del Creador y sus creaturas. Ante el

equilibrio clásico de Gorostiza, Lizalde habrá de replicar: “El vaso y sus prejuicios de geómetra o

frontera/ se caen como la sopa en su trayecto,/ porque la cosa ilímite no es cosa terminada/ sino

chorro perpetuo sobre el vaso...”. (6) Lo mismo habría que decir de las imágenes de Montes de Oca.

Su poesía no es delimitable, no es circunscribible con un compás y una escuadra; imposible guardarla

dentro de la rígida cárcel de un cristal. El vaso sería burlado y tendría que aparecer como un

adminículo ridículo. La poesía de Montes de Oca se parece al géiser, al chorro de agua que nada puede

circunscribir. A menudo, como lector, uno echa de menos la espuela de la forma. Uno quisiera límites.

Presencia de los moldes. Tramado arquitectónico. Dominio del concepto, si se quiere, sobre ese

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dragón colorido y multiforme que siempre rebasa su nombre de dragón. Animal proteico que no se deja

guardar por ningún cercado. Monstruo de mil cabezas y mil colas que se confunden con las orejas y

las patas. Enseguida, uno comprende que tal cosa no es viable. La nostalgia es mala consejera. Hay

que dejarlo así, como es; tomarlo como se presenta. No escamotearle su riqueza ni su confusión. Es la

ceguera de un instinto lo que en él arrebata. [...]

¿Simplificación? ¿Impostura? Nada de esto. El bosque esta en todos lados, pero es un bosque

cristalino para el hombre que lo sabe mirar. Si el antropomorfismo en Baudelaire servía para delinear

las fuerzas de lo destructivo, de lo que es angustia y engendra angustia, el antropomorfismo de

Montes de Oca exorciza este oscurantismo y crea los espacios donde habrá de manifestarse un nuevo

sujeto afirmativo, que cree en sus poderes naturales y no los encuentra esencialmente diversos a los

poderes de la historia.

Notas 1) J.C. Mariátegui, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. México, Ediciones Quinto Sol., s.f., p.

290.

2) M.A. Montes de Oca, Autobiografía, en Poesía reunida. México, FCE, 1971. Este texto autobiográfico fue

publicado por primera vez en 1967. Por razones que desconozco, fue excluido de la recopilación totalizante

Delante de la luz cantan los pájaros (Poesía 1953-2000). 3) Ibid., p. 22.

4) La probable excepción: sus exploraciones en el terreno de la poesía concreta, de la que tenemos testimonio en

uno de sus textos más originales, Lugares donde el espacio cicatriza. México, Joaquín Mortiz, 1974.

5) V. Huidobro, Altazor. México, Premia, 1986, p. 56.

6) E. Lizalde, Nueva memoria del tigre, p. 89.

La vanguardia extraviada. El poeticismo en la obra de Enrique González Rojo, Eduardo Lizalde y Marco Antonio Montes de Oca. México, UNAM, 2003.

testimonios

MMEETTAAMMOORRFFOOSSIISS

HOY TENGO CONFIANZA, Hoy me hablo de tú a mí mismo,

Bailo gavitas en su tarimas de fresca lava

Y entre sílaba y sílaba, en vez de acentos,

Intercalo astillas de esperanza.

Y es que los muertos se desmayan

Y el maniquí se ruboriza

Cuando el armonioso oleaje

Exalta y deprime

La durísima curvatura de su pecho.

La hora de redención al fin resuena

Elevándose entre los ecos de alas palpitantes,

Mientras la carne múltiple se amarra a su destino

Con el acero azul de sus tañidas venas.

Y el cuidador de parques y jardines,

El empleado postal y su joroba de cuero,

La prostituta con su cuerpo aplastado bajo una

caravana

Incesante de caricias;

El marino, el soldador de estructuras metálicas,

El burócrata hervido en el fuego lento de los

números,

Meticulosamente han resucitado

Desde el nadir de su vida rígida,

Cual yelmos resonantes

Que una diosa de ocho brazos blande

Cegando al mar con su cardillo denodado.

Hoy tengo confianza,

Hoy me hablo de tú a mí mismo.

VVAALLLLEE DDEE JJOOSSAAFFAATT

BAJO LA COMBA DE MI LÁGRIMA, NADIE CALZA

botas de suela demasiado gruesa por cuanto

existe el fundado presentimiento de que no hay

mucho camino por delante.

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Bajo la comba de mi lágrima nacen instantes

grises que sacralizan el tedio, espectros capaces

de hacerme gemir con su apretón de manos,

ángeles de alas rayadas o marinos que cumplen

expertas navegaciones aéreas.

Bajo la comba de mi lágrima, escasamente

redonda, admito que nada se pudriría en

Dinamarca si no hubiera seres vivos o si ya no

existieran años jóvenes que derriban puertas de

sol a golpes de hombro, escuadrillas copiosas

imantando el brillante grano y aterrizando en el

centro de ningún punto cardinal.

SSOOYY TTOODDOO LLOO QQUUEE MMIIRROO

BAÑARSE BAJO LA LUZ DE UN ÁLAMO Ser todo cuanto miro

En el pozo del sol.

Sorpresa blanca

Que te acuclillas y saltas

Y me lames la mano con tu llama

Y mueves cabellos

Pegados al rostro con lágrimas:

Vete de aquí

Quema la selva de arpas

Y al viento que la hace gemir

Porque es su amante consumado.

Siempre no te vayas

Sorpresa

Déjame ser todo lo que miro

Tus pavos irreales me interesan mucho

Tus nubes que bajan sin convertirse en lluvia

Me interesan.

Entre la inmensidad y mi estupor

Tus flancos incandescen

Coro de las anticipaciones

Tupida amarillez:

El mundo que nos prohíbe volar

Nos debe su propio vuelo.

CCOOMMPPAARREECCEENNCCIIAA

ARAÑA DE TRISTEZA Ola conturbada

Entiérrame adentro del poema

Pero con un brazo afuera

Para que yo no olvide

Al viento que me olvida.

Quienes siempre estuvimos solos

Agradecemos al sueño su comparecencia

Lo que flagela no es el dolor sino el embeleso

Pues una fiera apenas rasga apenas mata:

El recuerdo asesina mejor

Cuando pregunta

Por qué seguimos vivos.

Enterradme oh aves misteriosas

Con un brazo fuera de la tierra:

No quiero olvidar al olvido que me olvida.

TTIIEERRRRAA AADDEENNTTRROO

CONO TRANSLÚCIDO Copa donde la luz invernal resbala

Mano de vidrio que enarbolas al agua:

Asienta el polen volátil de mi alma

Colorea el secreto follaje del perfume

Pues he aquí que envejezco hasta la

cintura

Y mis raíces no nacidas aran el vacío

En vano busco dónde plantarme

Soy el que va a ser

Capullos de supremo sosiego

Vendan mis flancos de glaciar en vilo

Y mi verdad que se deshiela

Deja en el centro del día

Su estrella resurrecta

Su estrella que es un hongo de cabeza blanca y

roja:

Ahí donde caiga será sembrada la progenie de

las hadas

Soy el que va a ser

Humo esbelto que sostiene drapeados

medievales

Vapor de ser nunca más agazapado

Inmanencia invasora

Adoquín sonámbulo en la plaza

Donde los pájaros desfilan a saltos

También yo soy un salto a la garganta del sol

Viaja el suelo y hace volar

La cohetería inmóvil del jardín

Mas ya no pico piedra en el espejo

Ni libero al surtidor de la condición humana

En cambio leo a cada flor

Bajo un candelabro de miradas

Están vivos mis recuerdos

Porque los arranco de la niebla

Y corro a ponerlos en agua

Soy el que va a ser

Carnada tránsfuga para peces instantáneos

Despeñamiento que excede

La medida del abismo

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Caída eterna en esta hora que hila tan delgado

Y zurce barrancas con la cauda blanca del velero

Mis huesos me visten despacio

Me enjabona la luna bajo mi ducha de fuegos

fatuos

Y esa misma luna me enaltece al

reducirme sólo a presencia

Soy el que va a ser

Y cuando sea ya no valdré la pena

Palabras como manzanas de lava

arden en mi boca

Pero nunca diré que de este cielo no

he de beber

No soy ni voy a ser otra cosa que un puente

entre el puente y su sombra

Aun si alzo en mi copa

La luz que se desliza entre unos párpados

Y se descalza y al sueño se incorpora

Mientras pisa la hojarasca

humedecida

La tierra sin ruido La tierra de adentro

El incendio anterior al bosque

EESSTTAAMMPPAA

NO ANDA NI VUELA, salta, piedra con fuelle,

el ave que busca

entre rescoldos del alba

un solo grano de vida inmortal.

Rebota en la yerba,

bebe cielo con agua,

un poco de noche

en el pozo del girasol.

Y como quien limpia una navaja,

su pico restriega

contra la roca negra:

así borra la sangre seca

de la pasada estación.

Su cuerpo quema

el velo de la transparencia.

Nada puede separarlo

de la repentina verdad

que lo hace eterno.

zonas

LLUUCCEENN PPOOEEMMAASS SSIINN RREECCAATTOO

VVÍÍCCTTOORR MMAAGGDDAALLEENNOO

Nuestra cama es de flores, antología de poesía erótica escrita por mujeres bajacalifornianas, se presenta este jueves como parte de los festejos por los 25 años del Cecut

Las mujeres no sólo

están en entera

posesión de sus

cuerpos, sino asumen

a plenitud la

capacidad de

procurarse placer y

de dar rienda a la

pulsión erótica de las

múltiples formas en

que es posible

hacerlo, según deja constancia Nuestra cama es de flores (Our bed is made of flowers), la

antología bilingüe de poesía erótica escrita por

autoras bajacalifornianas, que se presenta este

jueves en el Centro Cultural Tijuana.

Compilada por el escritor tecatense Roberto

Castillo Udiarte, esta antología de poesía erótica

reúne el trabajo de 42 escritoras de Baja

California y abarca en sus 120 páginas tres

generaciones de poetas.

“El libro abarca tres generaciones distintas

de mujeres escritoras: la de más edad andará por

los 70 años y la menor entre los 25 y los 28

años”, afirmó Castillo al explicar que para la

compilación de los poemas los únicos requisitos

que se propuso fueron, en primer lugar, que

abordaran, obviamente, el tema erótico o

amoroso, que no fueran inéditos, es decir, que ya

hubieran sido publicados (en libros,

compilaciones, revistas o suplementos), como

forma de acotar el terreno, y que cada poema

“transmitiera algo”.

Visto en conjunto, el libro es “muy variado”,

confiesa su compilador, quien anticipó que en sus

páginas el lector encontrará en la escritura de

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estas mujeres poetas el descubrimiento de su

cuerpo, un tema recurrente en la literatura

femenina, así como el redescubrimiento de la

capacidad de goce del cuerpo propio y la

exploración de otras formas de placer sexual.

“El libro recoge textos cuyos enfoques van

desde los cuasi románticos o decididamente

amorosos hasta las metáforas y descripciones

más atrevidas y directas, confesiones ninfómanas

y poemas lésbicos”, reveló Castillo, quien es

también el autor del texto introductorio que

aparece en la antología.

“Un rasgo singular del volumen”, precisó, “es

que los textos de erotismo más atrevido fueron

escritos por las poetas de mayor edad, en

relación con las más jóvenes, que en términos

generales escribieron poemas de algún modo

más recatados, y eso en verdad me sorprendió”.

Excepto por su compilador y otros detalles,

Nuestra cama es de flores (Our bed is made of flowers) es un volumen predominantemente

femenino, pues no sólo recoge puros textos

escritos por mujeres, sino su portada misma

aparece ilustrada con una obra de Carolina

Castañeda, joven artista plástica de la región,

cuyo tema es, desde luego, una figura femenina.

Castillo aclaró que la razón por la que se

decidió que la antología se lanzara en edición

bilingüe es por la conveniencia de abarcar el

mercado del otro lado de la frontera, donde hay

interés por la poesía bajacaliforniana, no de

ahora, sino desde hace tiempo, ni sólo por este

tema.

De acuerdo con el autor de El amoroso guaguaguá, la intención fue publicar un volumen

colectivo buscando ante todo fijar la atención en

los poemas y luego en sus autoras. En ese

sentido, dijo, buscó alejarse de las “antologías

curriculares”, esas que se confeccionan a partir

de los nombres de los poetas, de quienes luego

se selecciona sus poemas. “Aquí procedimos al

revés: primero fue el poema y luego su autora,

dado que el interés primordial es que se lean los

poemas. De hecho así se presentan los trabajos:

cada poema aparece, primero en español y en la

página de enfrente su traducción al inglés, y al

calce el nombre de su autora. Claro que al final

del volumen se consignan las fuentes de donde

se extrajo cada material, pero decidí dejar esa

parte curricular hasta el final para destacar, en

primer lugar, los poemas”.

La mayoría de los poemas se publicó entre

los años 80 y 90, excepcionalmente en los 70, y

ello refleja el dominio masculino que ha

prevalecido en la actividad editorial, puntualizó

Castillo Udiarte.

En la tarea de compilar los poemas que

recogió finalmente el libro, Roberto Castillo

recibió el auxilio de sus colegas Flora Calderón,

en Ensenada; Jorge Arturo Freyding, en Mexicali

(tal vez uno de los últimos trabajos en los que

colaboró antes de su inesperado deceso), y

Alfonso García Cortez, en Tijuana. En tanto, el

equipo de traductores estuvo compuesto por

Francisco Bustos, Tomás Di Bella, Alfonso

García Cortez, Dinorah Guadiana-Costa, Olga

Gutiérrez, Harry Polkinhorn, Luisa Elena Ruiz y

Daniel Charles Thomas.

Las traducciones se hicieron, además,

poniendo en contacto, en la medida en que eso

fue posible, a cada autora con el traductor de su

poema, explicó Castillo.

Y a juzgar por el tema que campea en sus

páginas, esta antología ratifica lo obvio: el placer

ha dejado de ser, desde hace mucho, terreno

vedado para el mundo femenino, según

demuestran a raudales los poemas reunidos en

este volumen. Y quien se atreva a dudarlo quede

emplazado a la lectura de Nuestra cama es de

flores/Our bed is made of flowers.

Publicada dentro de la colección editorial del

Cecut, el lanzamiento de esta antología de poesía

erótica femenina escrita en Baja California forma

parte de los festejos por el 25 aniversario de la

institución y su presentación se llevará cabo este

25 de febrero en punto de las 7 de la noche en la

Sala de Usos Múltiples.

www.bitacoracultural.com/arte.html, núm. 552,

24 de octubre de 2007

PPAARRTTIICCIIPPAANN PPOOEETTAASS LLAATTIINNOOAAMMEERRIICCAANNOOSS

EENN FFEESSTTIIVVAALL LLAATTIINNAALLEE EENN AALLEEMMAANNIIAA

Berlín, 24 de octubre. Una docena de poetas

latinoamericanos participará en el segundo

"festival rodante de poesía", Latinale, que tendrá

lugar en varias ciudades alemanas del 27 de

octubre al 7 de noviembre, informaron hoy

portavoces el Instituto Cervantes en Berlín.

Esa institución cultural organizó el "festival

rodante de poesía", que debe su nombre a que

los eventos tendrán lugar en varias ciudades

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alemanas, entre ellas Berlín, Leipzig, Colonia y

Hamburgo.

El director del Instituto Cervantes, Gaspar

Cano Peral, manifestó su satisfacción de poder

difundir poesía nueva de autores que no son

conocidos en Europa y que además estando aquí

pueden inspirarse.

"Mediante un festival como éste, el público

alemán descubre que en Latinoamérica aún

existe la vía oral como vehículo de transmisión

poético. Aquí un festival de poesía como los

grandes festivales de poesía latinoamericanos no

se comprende, porque existe el libro", precisó.

"En Latinoamérica aún existe la oralidad, el

acercarse a un festival de poesía para escuchar a

los poetas. Creo que ése es sobre todo el interés

que tiene para los alemanes", subrayó el director

del Instituto Cervantes en Berlín.

En la rueda de prensa de presentación del

evento, la directora artística, Rike Bolte, destacó

que la selección de los 12 poetas invitados no

tiene la finalidad de mostrar lo representativo de

la poesía latinoamericana.

Destacó que entre los jóvenes autores se

encuentran la mexicana Amaranta Caballero

Prado, la colombiana Andrea Cote Botero, el

brasileño Carlito Azevedo, el chileno Héctor

Hernández Montesinos y el ecuatoriano Paúl

Puma.

Agregó que sobre todo se trató de "abrir un

foro para las voces de poetas latinoamericanos

jóvenes", y resaltó que el apogeo social y político

que tiene lugar en Latinoamérica se refleja

asimismo en nuevas formas estéticas.

Rike Bolte destacó la especialidad del festival

como un evento en movimiento, donde se

aprovecha la posibilidad de presentar la obra

poética de los invitados ante públicos diferentes.

"Una lectura en Hamurgo es diferente a una

en Leipzig o Berlín. Esa movilidad significa

asimismo que los poetas declaman en alemán y

eso produce un carácter elástico y joven",

precisó.

El director artístico adjunto, Timo Berger,

subrayó que el festival se divide de dos áreas,

por una parte la obra de la región de los Andes,

y por otra la forma en que se expone la poesía

en Latinoamérica.

“Por razones económicas y dada la poca

promoción de poetas jóvenes, cada vez resulta

más difícil encontrar poesía latinoamericana en

grandes editoriales, y al mismo tiempo

observamos la importancia que cobra la oralidad

en la región", señaló.

"La oralidad incluye un valor más de la

poesía, escuchar una poesía declamada por el

propio autor. Es algo más bello que leer la poesía

en un libro", destacó Timo Berger en la rueda de

prensa.

Añadió que durante la Latinale se abordará

asimismo el tema de la frontera, como puede

observarse en la obra de la poetisa mexicana

Amaranta Caballero Prado, que trata temas

relacionados con las fronteras culturales, del

idioma y también políticas.

El ciclo de lecturas y presentaciones en el

marco de la Latinale se complementará con

talleres de traducción y de escritura, en los que

los autores trabajarán sobre sus textos junto con

los estudiantes de la Universidad Libre de Berlín

y del Instituto Alemán de Literatura.

El Financiero, 24 de octubre de 2007

EELL PPOOEETTAA JJAACCOOBBOO RRAAUUSSKKIINN GGAANNÓÓ EELL

NNAACCIIOONNAALL DDEE LLIITTEERRAATTUURRAA EENN

PPAARRAAGGUUAAYY

El poeta Jacobo Rauskin es el ganador de la presente edición del Premio Nacional de Literatura, fallado hace unos días por los miembros del jurado convocado por el Congreso de la nación. Fue por su último libro de poemas Espantadiablos.

El poeta Jacobo

Rauskin se acreditó la

presente edición del

Premio Nacional de

Literatura, que

recibirá en breve.

Según

informaciones dignas

de crédito, los otros

finalistas para la

presente edición

fueron la narradora

Raquel Saguier, con su novela El amor de mis amores, el escritor Carlos Villagra Marsal, con

su reciente libro Poesía congregada y otros afanes, Gloria Muñoz con Madejas de Clío, y

Tren de agua, de Elsa Wiesell.

Los miembros del jurado fueron Victorio

Suárez, Alejandro Gatti, Irina Rafols, doctor

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Antonio Moreno Rufinelli, y el senador doctor

Juan Manuel Marcos, quienes, tras largas

deliberaciones, llegaron a la conclusión que los

finalistas sean Jacobo Rauskin y Raquel Saguier,

lo que motivó otras arduas discusiones, para

finalmente decidir que el ganador sea el escritor

y poeta Jacobo Rauskin.

El jurado argumentó coincidentemente que el

libro posee la amplitud temática suficiente y que

el mismo tiene una dimensión estética

interesante. Mencionaron también el estilo

altamente poético en su literatura y que si bien

fue difícil decidir finalmente Espantadiablos fue

el ganador por decisión unánime.

Agregó nuestra fuente, que se consideró el

lenguaje poético renovador del texto, acorde a la

actual perspectiva de la poesía latinoamericana,

y que entra dentro del contexto de amplia

esencialidad poética, síntesis y profundidad

lírica.

Dijeron también: “Después de Hérib Campos

Cervera, Jacobo Rauskin es el gran innovador de

la poesía paraguaya contemporánea, que es

luminosa, irónica y social”.

Consultamos con el escritor y dramaturgo

Alcibiades González Delvalle sobre la concesión

del premio a Jacobo Rauskin y expresó: “Es muy

merecido, porque es un escritor que

permanentemente está trabajando por una voz

propia, por un estilo que ya le está dando

nombradía internacional”.

Por su parte, Delfina Acosta, dijo que estaba

feliz porque se premió nuevamente la poesía y

que él lo merece, por su obra y su coherencia

con la poesía. “El es un poeta auténtico y está

consustanciado con el verso”.

Según informaciones, se dará oficialmente el

resultado del concurso el próximo miércoles.

Abc.com, Asunción, Paraguay, 27 de octubre de

2007

GGOONNZZAALLOO RROOJJAASS VVUUEELLAA MMÁÁSS AALLTTOO

TToommááss EEllooyy MMaarrttíínneezz

e los grandes poetas que aún siguen de pie

en esta y otras latitudes, pocos son tan

verdaderamente grandes como el chileno

Gonzalo Rojas. A los 90 años, no ha dejado de

escribir con el mismo erotismo feroz y febril de

la adolescencia, y aún mantiene un apetito por la

vida y una curiosidad por la especie humana que

quizá sean su garantía de eternidad.

Viajé a Santiago de Chile para celebrar esos

90 años de Gonzalo, en ceremonias a las que

acudieron la presidenta Michelle Bachelet y en

las que hablaron escritores de todos los rincones

de la lengua castellana. El poeta, que estaba en

la habitación de al lado, en mi hotel, se

despertaba temprano y, con una cortesía que

jamás lo abandona, llegaba primero que nadie a

las mesas redondas en las que se discutía su

obra, antes de que le cayeran encima enjambres

de jóvenes armados con los libros que habían

escrito para rendirle homenaje.

Rojas está casi igual que cuando lo vi por

primera vez, con su gorra marinera negra, su

energía de fuego y la misma voz de barítono que

tanto seduce a las mujeres de todas las edades:

una voz que no ha sido castigada por el menor

quebranto. Cada vez que la oigo en los pasillos

del hotel de Santiago, advierto que aún queda

Gonzalo para rato. Ya ha atravesado todos los

premios con la humildad indemne: el Octavio Paz,

el Juan Rulfo, el Cervantes. Sus libros se editan

en ediciones muy baratas y otras de lujo, pero

más vale que él no se tropiece con nadie que

esté comprándolos, porque los paga con su

propio dinero y los regala con generosidad

instantánea, como si fueran hojas de hierba que

van a renacer la primavera que viene.

Lo conocí una tarde de febrero de 1977, en

las Colinas de Bello Monte, de Caracas. Acababa

de aparecer su libro Oscuro en la editorial Monte

Avila, y lo llamé por teléfono para preguntarle

por el sentido secreto de unos versos que había

publicado días antes, en el suplemento de letras

del diario El Nacional. Eran líneas que revelaban

una sabiduría próxima a la experiencia mística:

“Que el aire vuelva al aire del pensamiento y no

muramos de muerte....”. No morir de muerte era

una idea que bastaba, me parece, para rescatar

la vida.

En la poesía de Gonzalo los números expresan

símbolos, como en los

cabalistas y en los gnósticos

del Tao. Las cifras, las

verdades y los arcanos que

se ocultan en los pliegues de

los números y de las letras,

todo sigue respirando allí.

“Son las mariposas en las

DD

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que se refleja el mundo”, me dijo aquella tarde

remota.

Quien me presentó a Rojas fue el gran crítico

uruguayo Angel Rama. Hasta ahora, yo había

creído que Rama y Gonzalo vivían en el mismo

edificio de las Colinas de Bello Monte, separados

por un piso o dos. Los hijos de Rojas, que a fines

de octubre estuvieron en Santiago para las

celebraciones de los 90 años, me corrigieron la

memoria: “Nosotros heredamos el departamento

de Ángel”, dijeron. “Llegamos cuando él y su

esposa Marta Traba ya se habían ido a

Washington.”

Pero la historia para mí es la que recuerdo:

las paredes llenas de libros, cuadros de

Guayasamín y de Roberto Matta, y objetos que

Rojas había logrado salvar de su paso por China,

donde fue agregado cultural del gobierno de

Salvador Allende hasta el golpe de septiembre de

1973. En la desnuda y vocinglera realidad

caraqueña de aquellos tiempos de exilio, Rojas

se movía con un humor a toda prueba,

quitándoles gravedad a las cosas, a las

estrecheces económicas y a las dificultades que,

como toda persona del profundo sur americano,

tenía para adaptarse a las costumbres

imprevisibles del Caribe. De todo hablaba Rojas

con humor, salvo de las desdichas de su país y

de las felicidades del amor. En esos temas era

tan serio como San Juan de la Cruz, uno de sus

poetas de cabecera.

Junto a Hilda May, su compañera de entonces

y de tantos años, me llevó a ver la imponente

cama de laca negra con dosel que había

comprado en Pekín, y me acercó a la ventana del

cuarto donde escribía para que oyera cómo se

encarnizaban con su oído mártir las motocicletas

venezolanas. Imaginé cuánto debía de herirlo

aquel estrépito, justamente a él, que en uno de

sus poemas mayores había cantado la riqueza sin

término del silencio: “Oh voz, única voz: todo el

hueco del mar, / todo el hueco del mar no

bastaría, / toda la cavidad de la hermosura / no

bastaría para contenerte”. “¿Nunca más

silencio?”, le dije, pero él restó importancia al

oleaje de afuera. “Dejemos que la vida se mueva

con sus ruidos”, me respondió. “Que el silencio

espere.”

Rojas habla un lenguaje tan preciso, tan vivo,

que las palabras parecieran llegar a su encuentro

sin que él las buscara, como si su voz contuviera

un imán. O acaso su lenguaje está al otro lado de

las palabras, donde ellas todavía no han sido

nombradas. Su lenguaje escueto, parco, le viene

de la aldea de carbón donde nació, Lebu,

doscientos kilómetros más allá de Concepción, en

el sur de Chile. A la orilla del pueblo, medio

kilómetro por debajo del mar, se abre la boca de

una mina de carbón ya extinguida. El primer

recuerdo infantil de Gonzalo es una

peregrinación de su padre al vientre del

monstruo: el descenso entre piedras, el

espectáculo de la boca, la lámpara de carburo

que se encendió en la frente del padre, y luego,

el paseo a gatas, oyendo el lejano bramido de las

profundidades terrestres.

El poeta tenía cuatro años cuando una

explosión de gas grisú lo dejó huérfano. “Voy

corriendo en el viento de mi niñez en ese Lebu

tormentoso –refiere el ars poetica de su libro

Oscuro–, y oigo, tan claro, la palabra

«relámpago». Relámpago, relámpago. Y voy

volando en ella, y hasta me enciendo en ella

todavía.” Muerte y relámpago fueron las

primeras palabras de su vida.

Evocamos esas historias el último sábado de

octubre en un restaurante cercano al hotel de

Santiago, donde nos hospedábamos. Rojas siente

aún melancolía por aquel pasado en el que la

lectura era un hábito tanto de pobres como de

ricos. Me contó que en la niñez frecuentaba a

Dickens, a Verne, a Dumas. Le dije que ésos

eran también mis autores. “¿No incurriste

entonces en Salgari?” “No”, le contesté. “Salgari

me resultaba más interesante en el cine que en

los libros.” “Qué curioso”, comentó. “Yo tampoco

fui salgariento.” La conversación derivó entonces

de los piratas de la Malasia a la certeza de que

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cada ser humano es único, irrepetible, y se da

sólo una vez en el curso de las edades. No habrá

otro Proust, otro Neruda, otro Borges, otro

Melville, otro Cervantes, dijo. Quizás algunos se

les parezcan, pero no serán los mismos, ya nunca

más los mismos.

En los parques y en las plazas de Santiago de

Chile, en los bancos tendidos en la costanera del

río Mapocho, los jóvenes repiten los maravillosos

poemas de amor de Gonzalo Rojas como si

fueran plegarias. Uno de los que he oído más

veces, al pasar, es el que comienza con una

pregunta inolvidable: “¿Qué se ama cuando se

ama: la luz terrible de la vida / o la luz de la

muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué es eso:

amor?”

La misma noche del sábado 27 de octubre,

cuando él ya se marchaba de Santiago hacia su

casa de Chillán, lo encontré en el ascensor del

hotel y le repetí el verso: “¿Qué se ama cuando

se ama, Gonzalo? ¿Lo sabes?”. “No, nunca lo

supe”, me dijo. “Escribí la pregunta con la

esperanza de que alguien, alguna vez, me dijera

cuál es la respuesta. Y ya me ves en esta caja

ciega del ascensor, todavía sin saberlo.”

La Nación, Buenos Aires, 3 de noviembre de 2007

www.gonzalorojas.uchile.cl/antologia/index.html

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