7
En el puente sobre el río Es la primera tarde después del colegio que Raquel se deja escoltar por un compañero camino de su casa. La muchacha no tiene desperdicio y pertenece a una familia con muchos recursos; tal vez por ello se muestra muy suya, bastante desconfiada y autosuficiente. Sabe muy bien guardar las distancias frente a sus compañeros de clase, con los amigos del club y más aún ante los advenedizos de su entorno. Pero Richard es un muchacho amable, buen compañero de estudios y se ha ofrecido con toda naturalidad, la primera vez que lo hace: - Raquel, si quieres te acompaño de vuelta a casa: la mía no queda tan lejos de la tuya… ¿Te gusta o te disgusta mi propuesta? Se le quedó mirando unos segundos: Richard es más alto que ella, fuerte de complexión, entre tímido y observador, excelente estudiante y poco amigo de bromas escolares; con él ha conversado en las habituales consultas académicas y poco más. Pero esta tarde se ha desbordado su osadía:

En El Puente Sobre El Río 14jun

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Pequeño relato sobre una pareja de estudiantes que comparte una curiosa experiencia en el centro de un puente sobre el río de su ciudad...

Citation preview

En el puente sobre el río

Es la primera tarde después del colegio que Raquel se deja escoltar por un compañero camino de su casa. La muchacha no tiene desperdicio y pertenece a una familia con muchos recursos; tal vez por ello se muestra muy suya, bastante desconfiada y autosuficiente. Sabe muy bien guardar las distancias frente a sus compañeros de clase, con los amigos del club y más aún ante los advenedizos de su entorno.

Pero Richard es un muchacho amable, buen compañero de estudios y se ha ofrecido con toda naturalidad, la primera vez que lo hace:

- Raquel, si quieres te acompaño de vuelta a casa: la mía no queda tan lejos de la tuya… ¿Te gusta o te disgusta mi propuesta?

Se le quedó mirando unos segundos: Richard es más alto que ella, fuerte de complexión, entre tímido y observador, excelente estudiante y poco amigo de bromas escolares; con él ha conversado en las habituales consultas académicas y poco más. Pero esta tarde se ha desbordado su osadía:

- Raquel, ¿qué respondes a mi invitación? ¿Te acompaño o caminas por tu cuenta?

- Me parece una buena idea –le responde ella con un inusual gesto de coquetería-. Más vale bien acompañada que sola.

- Entonces, nos vamos.

Al atravesar las puertas del colegio, los dos juntos, calle abajo, muchos de sus compañeros y compañeras no pueden creer lo que están viendo: Raquel y Richard caminando juntos, de lo más natural. Raquel y Richard, la reina con el plebeyo; Richard y Raquel, hombre por libre pero ahora a su lado.

- Bueno, si van juntos, algún pacto existe entre los dos –sentencia el más serio-. ¿No os parece?

- Pacto, no sé, pero la química ya funciona –el más experto.

- Algo es algo, y Richard nos lleva la delantera –responde el más chistoso.

Entre chismes y chistes los ven perderse al doblar la primera esquina…

Caminan por las aceras, atraviesan calles, se detienen junto algún kiosco de revistas, libros y periódicos, pero solo intercambian palabras de rigor y educación. No se les nota tensos, sí algo expectantes: él de ella y ella de él; cada uno se mira a sí mismo buscando alguna estrategia para ser complaciente con el otro. Resulta un paseo demasiado novedoso para ambos estudiantes de regreso a sus casas.

Ninguno de los dos encuentra temas o detalles que comentar; sólo caminan a la par, y parecen conformarse con ello.

Pobres en palabras entrelazadas y ricos en monosílabos, de repente se encuentran con un gran puente que atraviesa el río de aquella ciudad; al llegar a la mitad de su recorrido, algo indecisa, el cabello al viento, Raquel se detiene dubitativa, contempla a Richard unos segundos, le sonríe a medias, se da media vuelta y apoya sus brazos sobre la baranda de hierro en dirección del agua camino de muy lejos.

- Casi todas las tardes, cuando vuelvo del colegio, me detengo en la mitad de este puente, aquí mismo, y me quedo ensimismada, pensando, pensando…

- ¿En qué piensas? –le pregunta Richard.

- En muchas cosas, pero sobre todas, una obsesión: si dejo caer mi mochila con los libros y los útiles escolares, ¿a dónde iría a parar?

- Hasta el mar, seguro: hasta el mar como dice el poeta.

- ¿De verdad lo crees así?

- No. Es mentira. Poco a poco se iría empapando de agua, hasta aterrizar en el fondo del lecho entre limo, basuras y algas verdes.

- Pues a veces he tenido la intención de arrojarla al río: que se la lleve bien lejos; así puedo quedarme libre de tantos compromisos académicos y objetivos incumplidos, de noches sin dormir y ardores estomacales.

- Pero tú eres una estudiante capaz: sacas buenas calificaciones.

- Pura apariencia. Las consigo a base de mucho esfuerzo y sacrificio, con ayudas como las que tú me ofreces; a veces me deprimo. No me sucede como a ti: estudias normal y, sin embargo, resultas el más brillante del curso.

- Ni tanto. Estudio mucho y me va bastante bien, pero aún podría irme mucho mejor. Yo también tengo mis defectos y debilidades.

- Los que pueden mucho aún quieren más y a los que nos alcanza poco nos desesperamos con ese poco y sentimos deseos de renunciar para no ser un fracaso anticipado.

- Raquel, si quieres te ayudo en todo lo que necesites; no te preocupes, cuenta conmigo: ya verás cómo mejoras tu autoestima académica.

- No sé qué decirte; tus palabras alientan mi ánimo decaído, pero me daría muchísima vergüenza si se enteran los compañeros; por nada del mundo quiero humillarme ante ellos –Raquel bastante excitada y gesticulante.

- Nadie se va a enterar.

- Verás que sí. Son todos muy chismosos, sobre todo las compañeras.

- Pero Raquel…

- De verdad, Richard –toda acalorada-, me cuesta confiar en los hombres y en las mujeres, aunque sean de mi edad; sólo confío en papá y mamá.

Entre melancolías, tristezas y desconfianzas, de repente el móvil se le zafa a la joven de entre los dedos de su mano derecha: parece un planeador camino del agua del río.

- ¡Dios mío, el iPhone regalo de papá! ¡Mi iphone! –Un grito desesperado de Raquel -¿Qué va a ser de mí?

Siguiendo en su caída libre la trayectoria del hermoso celular, ni ella se da cuanta cómo su compañero de paseo se ha desembarazado de su mochila, zapatos…, y de un brinco salta por encima de la baranda de hierro camino de la corriente. Entonces lo ve cómo desciende en vertical:

- ¡Richard!... ¿qué haceeees? ¿Te has vuelto loco?

El muchacho no ha perdido de vista el punto de inmersión del electrónico, y se sumerge muy cerca de él, recto, directo hasta el fondo del cauce; los rayos oblicuos del sol vespertino hacen más clara la visión bajo las aguas y la buena suerte lo conduce hasta el lugar donde está aterrizando el regalo futurista para Raquel: ni siquiera ha tocado fondo y sus manos lo atrapan con una ansiedad acariciada por lecho fluvial.

Encima del puente está congregándose un gran número de paseantes, espectadores, niños preguntones y curiosos de toda especie: algunos de ellos han contemplado el improvisado salto de trampolín, otros escuchan la historia loca y todos contemplan ávidos el burbujeo de las aguas, justo bajos sus ojos.

Primero emerge un objeto oscuro y brillante entre los dedos de una mano; luego un brazo fuerte y juvenil; detrás surge una cabeza chorreante de agua y burbujas; al final sale como un resorte el juvenil tórax de Richard refrendado con un grito de triunfo. Un aplauso cerrado y entusiasta se escucha a lo largo de todo el pretil del puente: aquello parece un programa de rescate en toda regla.

Más que emocionada, avergonzada y culpable de todo aquel tumulto, Raquel no sabe dónde esconderse al cuidado de las dos mochilas y el par de zapatos talla 44.

- Raquel, ¿qué sucede aquí? –La voz preocupada de su madre estremece su espalda- Dime, ¿Qué haces aquí en medio de este escándalo?

Colorada como un tomate, la pobre muchacha se siente incapaz de articular palabra alguna. Entonces, en medio de la multitud que se abre a su paso, ven aproximarse a Richard; aún chorrea agua por todas las líneas de su cuerpo con el uniforme del colegio. Sano y salvo, el iPhone procura ocultarlo entre las dos manos: no desea explicar el espectáculo completo. De regreso a sus casas en el automóvil de mamá, Raquel explota en la risa más fresca y feliz de sus diecisiete años llenos de juventud.

- Pero, mi hija, ¿por qué te ríes de esa manera tan alocada?

- ¡Ja, ja, ja!... ¡Ay, Richard, Richard!... ¡Jaaaa!... –Raquel sin hacer mucho caso a su madre- Tú estás loco, pero loco, loco…, rematadamente loco… Nunca he conocido cosa igual… Eso no se hace ni por el mejor regalo de mi padre. ¿Verdad, mamá?

- ¡Tú qué sabes de hombres, hija mía!

¡De hombres, de hombres! ¡Ja! Con todo y su experiencia, mamá no ha paseado por todos sus callejones e interrogantes; ni siquiera Richard conocerá nunca el secreto mejor guardado de Raquel. ¡Su enigma principal!...

“… A ella el iPhone no se le escapó de las manos, nada de eso: lo dejó caer empujada por su mejor intuición femenina. Buscaba un milagro, y el milagro se ha producido…”

Ése será el secreto mejor guardado para el hombre de su vida.

“En el puente sobre el río no hace frío, no hace frío…”

“Por el agua bajo el puente se lo lleva la corriente, se lo lleva la corriente...”

“En el puente sobre el río, ¡amor mío, amor mío!...”

26 – ekaina – 2014Almirante (Bocas del Toro)Osteguna

xabierpatxigoikoetxeavillanueva