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¿En qué consiste la limosna? Número 15 Octubre 2004 Número 15 Octubre 2004

¿En qué consiste la limosna? - salvadmereina.org · Tú eres el santo, Señor Dios único ... todo porque el cuerpo tiene necesidades más apremiantes que el alma. Por otro lado,

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¿En qué consiste la limosna?

Número 15Octubre 2004Número 15

Octubre 2004

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EL TESORO DE LA ORACIÓN

Octubre 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 3

Tú eres el santo, Señor Dios único, que haces maravillas.Tú eres el fuerte.Tú eres el grande.Tú eres el altísimo.Tú eres el rey omnipotente.Tú, Padre santo, rey del cielo y de la tierra.Tú eres trino y uno, Señor, Dios de los dioses.Tú eres el bien, todo bien, sumo bien.Señor Dios, vivo y verdadero.Tú eres el amor, la caridad. Tú eres la sabiduría.Tú eres la humildad. Tú eres la paciencia.Tú eres la hermosura. Tú eres la mansedumbre.Tú eres la seguridad.Tú eres el descanso.Tú eres el gozo.Tú eres nuestra esperanza y alegría.Tú eres la justicia. Tú eres la templanza.Tú eres toda nuestra riqueza hasta la saciedad.Tú eres la hermosura. Tú eres la mansedumbre.Tú eres el protector. Tú eres nuestro custodio y defensor.Tú eres la fortaleza. Tú eres el refrigerio.Tú eres nuestra esperanza.Tú eres nuestra fe.Tú eres nuestro amor.Tú eres toda nuestra dulzura.Tú eres nuestra vida eterna.Grande y admirable Señor.Dios omnipotente, misericordioso Salvador.

Cuando compuso este himno de alabanza, dos años antes de su muerte, San Francisco de Asís ya había recibido los estigmas de la Pasión de Cristo, y había sido agraciado también con la visión de un Serafín, con el que mantuvo un celestial coloquio. Lo escribió de su puño y letra para Fray León, su discípulo. El manuscrito se conserva en el Sacro Convento de Asís (Italia).

San Francisco de Asís

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Octubre 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 3

HERALDOS DEL EVANGELIO

Asociación privada internacional de fieles de derecho pontificio

Año II, nº 15, Octubre 2004

Revista de los

Sumario

Escriben los lectores ..................................................................................................................... 4Editorial .......................................................................................................................................... 5El Juez y la Viuda ........................................................................................................................... 6Viaje del Papa a Lourdes .......................................................................................................... 12¡Llegaron los hombres de Dios! ............................................................................................. 14El Rosario, medio fácil y seguro de salvación ................................................................... 18Imagen de Dios tallada en ébano .......................................................................................... 22Impresiones del último encuentro .......................................................................................... 25Heraldos en el Mundo ............................................................................................................... 26Quiero pasar mi Cielo hacendo el bien en la tierra ......................................................... 32Si quiero que éste se quede hasta que yo venga ................................................................. 36El Gran Predicador .................................................................................................................... 38Coreografía en Alabanza a la Virgen .................................................................................... 40Las Indulgencias ......................................................................................................................... 43Los santos de cada día ............................................................................................................... 46Sucedió en la Iglesia y en el Mundo ...................................................................................... 48Torta de chocolate y café ............................................................................................................ 49El Canto gregoriano y las Catedrales .................................................................................... 50

Director Responsable: Pablo Beorlegui V. · Edita: Editorial Apóstol Santiago S.A. Américo Vespucio Sur 268 D Las Condes, Santiago de Chile

Suscripciones Tel. (56 2) 207 54 53 Fax 207 55 78E-mail: [email protected]

ISSN:0717-7690 Imprime: QWCh

Argentina: Hualfin, 959 C1424BXECapital Federal Tel (011) 4433-1276

Bolivia: La Paz Av. H. Siles 5054 Tel. // Fax: (591-2) 278 60 62

Santa Cruz de la Sierra Mapajos 2300Tel. // Fax: (591-3) 34 80 088

Chile: Santiago Casilla 13188 Correo 21Tel. (2) 207 54 53 // Fax: 207 55 78Colombia: Bogotá Calle 75 N° 11-87

Tel. (57 1) 5948686 // 5948682Costa Rica: San José Barrio La Guaria de Moravia. De la entrada principal del Club La Guaria 200 oeste y 75 sur

Tel. (506) 235 54 10// Fax (506) 235 96 67Ecuador: Quito Urbanización Campo Alegre

Calle Picaflor 903 y PlateroTel. (593 2) 225 88 40 //Fax (593 2) 244 25 85

España:Madrid Calle Cinca, 17 CP 28002Tel: 91 563 7632Estados Unidos:

Houston: 12126 Attlee., Dr. TX 77077Tel. (281) 597 81 78 // Fax (281) 597 81 90

Miami: 10903 SW, 114 Street, Miami, FL 33176 Tel. (305) 378 45 99 // Fax: (305) 378 4076

Los Angeles: 805 Novelda RdAlhambra, CA, 91801 Tel. (626) 458 33 24El Salvador: San Salvador Calle 2 Casa 33

Lomas de S. Francisco Tel. 502 55 75Guatemala: Ciudad de Guatemala 15ª Av., nº 17-29

Zona 10 Tel. (502) 368 00 61 // 367 69 67 Honduras: Comayagua Apartado deCorreos 353 Tel. (504) 772 46 51

México: Bosques de Framboyanes 420, Bosques de Las Lomas México D. F. Tel. (52 55) 52 45 8411

Nicaragua: Managua Del restaurante La Maseillaise media cuadra al Este Reparto Los Robles Tel: 277-0110

Paraguay: Asunción Capitán Cañizá, 1123 Seminario Tel. (595 21) 21 34 87

Perú: Lima La Niña 272 Chacarilla del Estanque Surco - 33 Tel. (51 1) 372 25 40 // Fax (51 1) 372 71 04

Rep. Dominicana: Santo Domingo Lorenzo Despradel nº 59 La Castellana Tel. (1 809) 227 72 65

Uruguay: Montevideo, Javier de Viana, 2384 Tel. (598-2) 413-4134 Fax (598-2) 419-8256

Los artículos de esta revista podrán ser reproducidos, indicando su fuente y enviando una copia a la redacción. El contenido de los artículos es responsabilidad de los respectivos autores.

En la favela de Heliópolis, en São Paulo Brasil, la evangelización a través de la manifestación de lo bello artístico y religioso (pp. 14-17)

Los Heraldos llevan esperanza y alegría

a la favela de Chiclete, en São

Paulo Brasil. (Foto: Timothy Ring)

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4 HERALDOS DEL EVANGELIO · Octubre 2004

ESCRIBEN LOS LECTORESESCRIBEN LOS LECTORES

Octubre 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 5

SAN FELIPE BENICIO

Vuestra revista llega a nuestro monasterio, gracias a los Heraldos del Evangelio, aquí en España, que nos envian fielmente.

En el número 13 en Agosto del 2004 en la página 38-39 LOS SAN-TOS CADA DIA, hemos notado que el día 23 faltan el Santo, por eso, queremos dar a vuestra aten-ción que en este día el Santo es San Felipe Benicio, OSM.

Sí queriais daremos la siguiente nota biográfica para vustra publica-ción sí deseais aceptarlo.

San Felipe Benicio, OSMNació en Florencia Italia, a

principios del siglo XIII en el mismo tiempo en el que nacia la orden de los Siervos de María. En su juventud se dedicó al estudio de la medicina y a la vez de las ciencias sagradas.

Ingresó en la Orden de Los Sier-vos de María en el 29 de Abril de 1254, como hermano lego por su gran humildad. Poco después de des-cubrirse su sabiduria, fue ordenado sacerdote.

En 1267 fue elegido Prior Gene-ral, y ocupó este cargo casi hasta la muerte. Gobernó su Orden con suma prudencia y la fortaleció con sabias leyes que meritó ser considerado a su insigne Propagador. El se destacó en su fiel servicio en la caridad, pobreza y gran humildad.

Murió en Todi Italia el 22 de Agosto de 1285, el día de la octava de la Asunción, abrazando el cruci-fijo que en la vida le consideraba su libro viviente.

Fué canonizado por el Papa Cle-mente X en el año 1671. Su cuerpo actualmente se venera en la Iglesia

de Santa María de las Gracias de Todi.

Esperamos que esta data junto a la estampa pueda ser útil a vo-sotros. Un fraterno saludo a todos vustros colaboradores.

En unión de oración en Jesús, María y José

Religiosas de Clausura Siervas de María, Valencia - España

VOLVÍ AL CATOLICISMO

Tengo 32 años y soy suscriptor de la revista desde hace un buen tiempo.

Sepan que volví al catolicismo gracias a Uds., pues de caso contra-rio estaría sin religión y perdido… Felicitaciones por su lindo trabajo, continúen de la forma en que lo hacen.

Marcelo Augusto Teixeira por e-mail

NOS INDICA EL CAMINO AL CIELO

Son abundantes las gracias que recibimos por medio de la revista de los Heraldos.

El conjunto de las materias nos indica el camino del Cielo… por decirlo de alguna manera, nos lleva más cerca de Dios. Es bonito y muy emocionante ver el Inmaculado Corazón de María triunfando en Brasil, en el mundo y principalmente en el corazón de los hombres, siendo su imagen car-gada por calles y avenidas, como nos muestran las materias sobre las actividades de esta Asociación. ¡La Reina del Cielo está siendo Reina aquí en la tierra! ¡Salve Rei-

na! ¡Qué ella bendiga a todos los Heraldos!

José Agerlandio por e-mail

ESPERANDO LA PRÓXIMA EDICIÓN

Soy suscriptor de al revista desde hace pocos meses. Es muy buena la revista. Estoy esperando la próxima edición para saborear las nuevas informaciones religiosas.

Paulo Gómes Faleiro por e-mail

CONOCER MEJOR NUESTRA RELIGIÓN

Al recibir otro número de la revista, quedé emocionada, como siempre me sucede. Los artículos que en ella aparecen son siempre muy provechosos para conocer más profundamente nuestra religión. Sin embargo, esta vez, ella me tocó de una forma más profunda. En-tonces tomé la libertad de escribir para demostrar mi gratitud por re-cibir todos los meses tan importan-te publicación (regalo de mi hijo).

En ella encuentro unas horas de buena lectura –tan difícil en los días de hoy– haciéndome sentir más cerca de Dios.

María Helena CruzSalvador, Brasil

EN MI TRABAJO TODOS LA LEEN

Muy agradecido por tan maravi-llosa revista. En mi trabajo todos la leen y les gusta mucho. Continúen como están, felicitaciones.

Prof. Neusa SoaresCampo Grande, Brasil

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4 HERALDOS DEL EVANGELIO · Octubre 2004

ESCRIBEN LOS LECTORESESCRIBEN LOS LECTORES

Octubre 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 5

EditorialEditorial

CC

LA

LIMOSNA

Y LA

BELLEZA

on sabiduría afirma San Juan: “Si alguien vive en la abundancia, y viendo a su hermano en la necesidad le cierra su corazón, ¿cómo per-manecerá en él el amor de Dios?” (I Jn 3, 17). El Discípulo Amado se hace eco de las enseñanzas del Maestro. Sí, porque dar limosna es un precepto y no un mero consejo, como lo expone Jesús, con

claridad meridiana, en el Evangelio de San Mateo (Mt 25, 31-46). O sea, iremos al fuego eterno por negar lo superfluo al que realmente lo necesita. Cada uno debe atender las necesidades propias, así como las de quienes están bajo su responsa-bilidad, según las respectivas condiciones y categoría social. Hecho esto, deberá retirar parte de lo sobrante y dárselo a los pobres.

Si alguien padece una extrema necesidad y no hay ninguna otra manera de socorrerlo, ayudarlo es para nosotros un precepto obligatorio. En condiciones distintas, la limosna deja de ser un precepto y se vuelve un consejo.

A primera vista parecería que la limosna corporal supera a la espiritual. Ante todo porque el cuerpo tiene necesidades más apremiantes que el alma. Por otro lado, al pobre le agrada más recibir un auxilio material que espiritual; y para ma-yor mérito del propio donador, parece exigírsele más virtud en la concesión de bienes físicos.

Estos son precisamente los errores que Santo Tomás de Aquino refuta en la Suma Teológica: “Sobre aquello del Evangelio –Dale a quien te pide– dice Agustín: ‘Debes dar lo que no perjudique ni a ti ni a otro; y cuando le niegues al que te pide, debes revelar la justicia de tu acto para que no lo despidas vacío; y a veces darás mejor cuando corrijas al que te pide injustamente’. Ahora bien, la corrección es limosna espiritual, por ende, las limosnas espirituales deben ser preferidas a las corpóreas” (II-II, q 32, a 2).

El Doctor Angélico explica que, absolutamente hablando, “las limosnas espi-rituales tienen preeminencia por tres razones. Primero, por ser más noble su don, a saber, lo espiritual que tiene precedencia sobre lo corpóreo (…). Segundo, a causa de la naturaleza del ser al que socorremos, puesto que el espíritu es más noble que el cuerpo. Por donde, así como debemos cuidar más nuestro espíritu que nuestro cuerpo, lo mismo debemos hacer con el prójimo, al que debemos amar como a nosotros mis-mos. Tercero, en lo referente a los propios actos con los que socorremos al prójimo, por ser los actos espirituales más nobles que los corpóreos, que de cierto modo son serviles” (íbidem).

Por lo tanto, ofrecer la Verdad o la Bondad también es un precepto obligatorio, frente a las almas desamparadas y a punto de caer en agonía espiritual por ausen-cia del socorro de la Palabra y del ejemplo.

Ahora bien, la Escolástica nos enseña que la Belleza es esplendor de la Verdad y esplendor de la Bondad. Por lo cual, llevar la Belleza a los más desposeídos no solamente es una obra de superior misericordia, sino hasta un precepto para todos los que puedan hacerlo. ²

LA

LIMOSNA

Y LA

BELLEZA

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6 HERALDOS DEL EVANGELIO · Octubre 2004 Octubre 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 7

EE

João Scognamiglio Clá DiasPresidente General

a EVANGELIO A1Después Jesús les enseñó con

una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse: 2«En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; 3y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole:“Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario”. 4Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: “Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, 5pero como

esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme”».

6 Y el Señor dijo: «Oigan lo que dijo este juez injusto. 7 Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? 8Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?». (Lc 18, 1-8)

l alma humana tiene sed de infinito. Así nos creó Dios, y esa es la razón por la que vivimos en búsqueda continua de la felicidad

total, sin dolores ni obstáculos, en una relación social perfecta y armoniosa. El ansia de lo ilimitado marca pro-fundamente todas nuestras acciones. Dicho sea de paso, es ésta la principal

causa del sentimentalismo romántico y de tantos otros desequilibrios de la convivencia humana, en los que tratamos de satisfacer entre puras criaturas esa ansia de infinito saciable únicamente en Dios.

El querer obtener a costa de cual-quier precio o esfuerzo un bien nece-sario, o librarse de una insoportable molestia, no pocas veces está impreg-nado con esa sensación de plenitud.

Esos dos deseos –obtener y librarse– son la nota dominante de la parábola de la liturgia de hoy. La viuda implora sin cesar, el juez recurre a subterfugios y evasivas para desprenderse de ella. Por fin, la insistencia de la fragilidad derrota a un duro corazón amante del bienestar.

Analicemos la parábola en sus detalles para aprovechar, al final, las conclusiones que obtengamos.

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL XXIX DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

EL JUEZ Y LA VIUDACon divina didáctica, Jesús contrapone la iniquidad de un juez con la obstinada insistencia de la fragilidad femenina, para mostrarnos la necesidad de ser incesantes en la oración.

EL JUEZ Y LA VIUDA

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6 HERALDOS DEL EVANGELIO · Octubre 2004 Octubre 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 7

I – LA PARÁBOLA

El Juez inicuo

2En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres.

¿De qué juez se trata y en cuál ciudad vivía? No lo sabemos. La des-cripción comienza a la manera de un cuento para niños: “En una ciudad había…” El episodio es intencional-mente anónimo. Con ese procedi-miento, el Divino Maestro quiere lla-mar la atención de sus oyentes acerca de los aspectos morales y psicológicos de la parábola, y por eso la despoja de sus eventuales datos históricos.

El juez era indudablemente un judío de raza y religión, pues en caso contrario Jesús lo caracterizaría como un hombre que no creía en el Dios Verdadero. En realidad, su manera de actuar representa una clara personifi-cación del ateísmo práctico ya común en aquellos tiempos, si bien no tan difundido como en los días actuales. Probablemente practicaba la religión excluyendo el Primer Mandamiento de la Ley de Dios. Era, por lo tanto, un mal judío.

Puesto que Dios debe ser el centro de nuestros pensamientos, deseos y acciones, cuando lo ignoramos o nos alejamos de Él, las propias relaciones humanas se vuelven defectuosas y viciadas, es decir, se deterioran todos los principios del saludable respeto. En este juez se retrata uno de los grandes males de nuestro tiempo: la desaparición de la douceur de vivre, la estima y la admiración en el trato social, sea entre iguales o entre infe-riores y superiores. Al considerarse el único punto de referencia para atender a sus semejantes, poco le importan las virtudes de éstos, sean cuales sean. Se mueve de acuerdo a la volubilidad del soplo de sus caprichos y no presta oídos a los respectivos litigantes, pues le falta el estímulo ne-cesario para llevar a buen término sus causas. El egoísmo es su ley. Fo

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Nuestro Señor Jesucristo (Catedral del Barcelona)

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La viuda inoportuna

3Y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole:“Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario”

En la misma ciudad vivía una viuda. Como en todas las épocas, la esposa desamparada por la muerte de su ma-rido, se convierte en una figura digna de lástima. Recaerá sobre ella, la parte más frágil, el peso de la educación de los hijos, sobre todo de los más peque-ños, la administración de los bienes y de la casa. Si no cuenta con la protec-ción de amigos verdaderos, su soledad podrá hacerse dramática, y los inte-reses egoístas de estos o aquellos se concentrarán sobre la herencia de los menores. Le quedará el intransigente vigor de su instinto materno, acom-pañado por sus amargas lágrimas. Por nada de este mundo abandonará a los niños, alimentados y crecidos en sus brazos. En este punto particular, será un modelo insuperable de obstinación; y muy probablemente, es el caso de la presente parábola.

La viuda debe haber saturado al juez con sus innumerables visitas, im-plorándole cada vez justicia contra su

adversario. Este último quizá fuera un israelita constituido en el fraude y en la maldad que –valiéndose de la existen-cia de un árbitro nada temeroso de la cólera divina– había dado libre cauce a su ganancia, y así intentaba extorsio-nar los bienes, en todo o en parte, de la desamparada y afligida señora.

La apropiación indebida siempre existió a lo largo de los tiempos. Sobre todo en los casos donde predomina el

absolutismo del más fuerte, cuando se encienden las pasiones se establece la ley de la selva. ¿Y qué más podría hacer una pobre mujer en esa crítica situación, a no ser recurrir a los tribu-nales? Por otro lado, el mal israelita tendrá un gran interés en mantener el status quo, y si no hay otra solución, se empeñará tanto como pueda en retardar al máximo cualquier pro-nunciamiento legal. Ahora bien, las demoras solamente podrían agravar el drama de la triste señora. De ahí la gran insistencia: “Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario.”

La actitud del juez

4Durante mucho tiempo el juez se negó

No son desconocidas las demoras procesales en nuestro Occidente lati-no. Pero en los pueblos orientales de aquellos tiempos, las interminables esperas hacían la guerra a las más robustas paciencias. Por las propias Sagradas Escrituras tenemos conoci-miento de la existencia del soborno en la época, y por lo tanto se podría preguntar: ¿habrá recibido el juez propuestas u obsequios de la parte contraria? Lo cierto es que por alguna razón, hasta tal vez por pura dejadez,

capricho o pereza, el juez se rehusaba a escuchar los ruegos de la autora del proceso en curso.

Se podría presentar aún otra hi-pótesis para buscar explicación a tal actitud. Es de público conocimiento que muchas veces la demora resuelve intrincados problemas. ¿No habrá sido partidario, el magistrado en cuestión, de tomar al tiempo como su conseje-ro? Nada lleva a creerlo, porque “no temía a Dios ni le importaban los hom-bres”, y por ende la virtud no era la ley de su proceder habitual.

Pero después dijo: “Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, 5pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme”

La resonancia es un fenómeno físi-co que se ha mostrado poderoso hasta en relación con puentes sólidos y robustos. El golpe rítmico y continuo sobre una superficie rígida amenaza toda su constitución. En la psicología humana existe una reversibilidad de esa figura: la insistencia inoportuna. La viuda no le daba reposo al juez, obligándolo a salir de su inmovilidad

La viuda no dejaba tranquilo

al juez, obligándolo a saltar de dentro

de su inacción

El juez de la parábola se mueve al soplo de sus caprichos; el egoísmo es su ley

La esposa desprotegida por la muerte de su marido, se vuelve una figura digna de pena

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para elegir la menor de dos molestias: darle la causa por ganada, o encontrár-sela suplicante a toda hora. Se hartó de verla a cada momento y decidió acoger su pedido. El motivo que lo llevó a tomar tal deci-sión no fue nada noble ni elegante, pero la viuda no se rindió ni se dejó llevar por el respeto humano; su único empeño era obtener un justo pronunciamiento.

Esta parábola retrata, al pasar, algunos aspectos de aquella jurisprudencia consuetudinaria. Pese a las variaciones con respecto al Derecho Procesal vigente en los países occidentales, el caso imaginado por el Divino Maestro nos resulta completamente asimilable, sin necesitar adaptación de ninguna especie. En vista de su fácil entendimiento, Jesús lo aplica directa-mente.

El Supremo Juez y las almas elegidas

Oigan lo que dijo este juez injusto. 7Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, aunque los haga esperar?

El contraste es un excelente instru-mento didáctico. Jesús se sirve de las reacciones de un juez inicuo frente a la obstinada resistencia de la fragi-lidad femenina, para compararlas a las actitudes del Supremo Juez. Si un hombre malo practica una buena acción para dejar de ser inoportu-nado, ¿cuánto más no hará Dios, la Bondad en sustancia? Muy distinto a la parábola, en la aplicación se trata del Verdadero Juez, que es la Dadi-vosidad misma. Por otro lado, no es una inoportuna viuda quien pide, sino los elegidos de Dios, que no son in-

deseables. Al contrario, les caben los títulos de “privilegiados”, “amigos” y “fieles”.

Jesús enfoca de manera especial a los elegidos en este versículo. ¿Quié-nes son? Sus servidores, los que aman y temen a Dios, que viven en estado de gracia, se duelen de sus flaquezas y hacen penitencia por sus faltas, puri-ficándose en el divino perdón. Con el claro y firme avance de la Teología, se puede afirmar que todos los fieles son

elegidos, de acuerdo a lo dicho por San Pedro: “Ustedes, en cambio, son una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios” (1 Pe 2, 9).

Erróneamente se cree que un ele-gido jamás cometería una falta, y su espíritu no tendría nada en común con la miseria. ¡No es así! La debi-lidad es útil para realzar el poder de Dios: “Porque mi poder triunfa en la debilidad” le dice Nuestro Señor a San Pablo, el que a su vez comple-menta: “Gustosamente, pues, seguiré presumiendo de mis debilidades, para que habite en mí la fuerza de Cristo” (2 Cor 12, 9)

Esos elegidos muchas veces “sufren persecución por practicar la justicia” (Mt 5, 10), y sin tener a quién recurrir en esta tierra, se dirigen a Dios rogan-do socorro, amparo y protección. Y con frecuencia proceden así día y no-

Elegidos son aquellos que

aman y temen a Dios y se peniten-

cian de las faltas cometidas

Si Jesús viniese en la época actual, ¿Encontraría fe sobre la faz de la tierra?(Cristo Pantócrator, Casa Madre de los Heraldos del Evangelio)

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10 HERALDOS DEL EVANGELIO · Octubre 2004 Octubre 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 11

che. ¡Mal podría ser que el juez inicuo de la parábola atendiera el clamor de la viuda, y Dios, siendo Padre, no escuchara las súplicas de sus amigos elegidos!

Pero cabe la pregunta: ¿cuándo atenderá Dios esos ruegos? Sin demo-ra, conforme se dice en el versículo 8: “Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia”.

II – ¿ENCONTRARÁ FE SOBRE LA TIERRA?

Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?

Esta frase causó cierta dificultad de interpretación a numerosos exégetas. Afirman algunos que la parábola y su aplicación se refieren a los aconteci-mientos del fin del mundo, debido a esta consideración final. Por lo tanto, tratan que toda la lección anterior de-penda de la forma como termina este discurso del Divino Maestro.

Otros autores demuestran, a través de argumentos lógicos e irrefutables, que esta última frase es un apéndice, que guarda una vaga relación con la parábola precedente.

En concreto, esa venida del Hijo del hombre tanto puede significar la parusia (regreso glorioso de Nuestro Señor Jesucristo al final de los tiem-

pos), como una notable intervención suya en beneficio de sus elegidos.

¿Encontrará Él fe sobre la tierra?Jesús nos describe con detalles

acontecimientos inmediatamente próximos al fin del mundo (Mt 24, 3-51), y en este discurso encontramos

elementos al respecto de la escasez de la fe a lo largo de los últimos días: “Porque aparecerán falsos mesías y fal-sos profetas que harán milagros y pro-digios asombrosos, capaces de engañar, si fuera posible, a los mismo elegidos” (Mt 24, 24). Fácilmente se concluye que la fe perseverante de esos atribu-lados fieles está llena de confianza en la bondad de Dios, en su intervención y poder. Fe paciente en las adversida-des, desbordante de amor a Dios y, por eso, continua en la súplica, calu-rosa de esperanza en obtener cuanto antes lo que pide.

A la pregunta hecha por Él mis-mo: “¿Encontrará fe sobre la tierra?”, Jesús no nos dejó respuesta alguna. Sus oyentes deben haber salido pen-sativos a la busca de elementos para entender mejor su significado, y un tanto estimulados a hacer un examen de conciencia. Nos equivocaríamos al pensar que dicha pregunta era nada más que para los circundantes. También nos llega a nosotros cuando leemos el Evangelio de hoy. Si Jesús viniera a nuestro encuentro en la época actual, ¿encontraría fe sobre la tierra?

III – VIGILANCIA Y ORACIÓN

Todo judío soñaba con la implanta-ción sobre la tierra de un reino mesiá-nico, de carácter político. El constante anhelo de los israelitas era ver a su pueblo dominando a todos los demás. Los mismos Apóstoles quisieron con-sultar al Divino Maestro en ocasiones diversas, si acaso no había llegado la hora para la implantación de esa nueva era.

La parábola del juez y la viuda se inserta con exactitud en las conside-raciones a tal propósito. En los versí-culos anteriores (Lc 17, 20-37) Jesús discurre sobre el Reino de Dios exten-dido a todos los hombres gracias a la venida del Salvador, ya presente entre ellos. Les advierte a quienes lo rodean sobre la necesidad indispensable de estar prevenidos para el gran día del Juicio, dado que no se puede saber

Rezar siempre es un precepto,

una obligación, de la cual nadie

puede dispensarse

discurso del Divino Maestro. 3-51), y en este discurso encontramos

“Es necesario rezar siempre, sin desanimarse” (Lc 18,1)Adoración en la Casa Madre de los Heraldos

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10 HERALDOS DEL EVANGELIO · Octubre 2004 Octubre 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 11

Recordemos el maternal consejo de María: “Hagan todo lo que Él

les diga” (Jn 2,5)(Vitral de la Catedral de Notre

Dame, Paris)

su fecha. Imposible que haya mejores consejos sobre la vigilancia.

P e r o é s t a n o basta: “Vigilen y oren p a r a n o c a e r e n l a tentación” dijo Nues-tro Señor (Mt 26, 4 1 ) . F a l t a b a u n a p a l a b r a d e i n c e n t i v o a la oración. Por ello “les enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse”.

“Siempre” no significa que debamos rezar cada segundo de las veinticuatro horas del día, sino que es indis-pensable mantener una continui-dad moral, una incansable frecuencia en la oración. Este “siempre” puede ser sinónimo de “vida entera”. “Sin desanimar” pese a las demoras en ser atendido, enfrentando obstáculos o no, en salud o enfermedad, en el con-suelo o en la aridez.

Nadie puede eximirse de la oración

No creamos que se trata de un simple consejo de Jesús. ¡No! Es un precepto, una obligación, nadie pue-de eximirse de la oración. Y cuanto más se suba en la vida interior, mayor será el deber y la constancia de la plegaria.

“Vigilen y oren” nos dice el Divino Maestro, y San Pablo insistirá: “Perse-veren en la oración con espíritu vigilan-te y agradecido” (Col 4, 2) y “Oren en todo momento” (1 Tes 5, 17). Nuestra naturaleza misma, tiznada por el pe-cado, nos exige esta postura frente a la oración; y aún más, así nos manda proceder la Santa Iglesia, de acuerdo a lo determinado por el Concilio de Trento: “Dios no manda lo imposible; y cuando nos manda una cosa, deter-mina que hagamos lo que podemos y le pidamos lo que no podemos, así como la ayuda para poder”(1).

Por otro lado, la atención de parte de Dios será completa. Él no mira el tipo de necesidad, ni el origen o el tamaño de la misma, porque nada le es imposible. Acontecimientos, ame-nazas, riesgos, hombres, demonios,

etc., todo está en sus manos y bastará con un ínfimo acto de su voluntad para resolver cualquier problema. Sin embargo, no olvidemos que si nos arrojamos contra una dificultad usando exclusivamente nuestras dotes y fuerzas naturales, no estará empe-ñada en eso la palabra de Dios. ¡Es

necesario inoportunarlo! Él así lo exige. Aun más, es

preciso ser incesante y ejercer una especie de “presión moral”, sin cansarnos.

¡La oración conti-nua de los elegidos,

clamando a su Pa-dre en medio de las dificultades,

es infalible!Además, tomemos

en cuenta la absoluta necesidad de la ora-ción en lo que atañe a la salvación eterna, de

acuerdo a las calurosas palabras de un gran Doctor

de la Iglesia, San Alfonso María de Ligorio:

“Terminemos este punto concluyen-do de cuanto dijimos, que el que ora ciertamente se salva y el que no ora por cierto será condenado. Todos los bien-aventurados, salvo los niños pequeños, se salvaron por la oración. Todos los condenados se perdieron por no orar; si hubieran rezado no se habrían perdido. Y su mayor desesperación en el infierno será ésta, que podrían haber alcanzado la salvación con tanta facilidad, cuan-do bastaba pedir a Dios las gracias necesarias, y ahora esos miserables no tienen tiempo de pedir.” (2)

Recordemos el maternal consejo de María: “Hagan todo lo que Él les diga” (Jn 2, 5). Con tales palabras nos confirma, al terminar los comentarios al Evangelio de hoy, que rezar siem-pre es indispensable. Y si queremos ser atendidos en mayor profusión y prontamente, hagámoslo por medio de su poderosa intercesión. Así es-taremos agradando a Jesús, que se volverá aún más propicio a nuestras súplicas. ²

1) Decreto sobre la justificación Cap. XI.

2) La Oración, gran medio de salvación, cap. I

Dios, al atendernos, no mira el origen

o el tamaño de nuestro pedido

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12 HERALDOS DEL EVANGELIO · Octubre 2004 Octubre 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 13

Invitación a la adoración eucarística

Recorriendo con fe el itinerario del Redentor desde la pobreza del Pesebre hasta el abandono de la Cruz, comprendemos mejor el misterio de su amor que redime a la humanidad. El Niño, colocado suavemente en el pesebre por María, es el Hombre-Dios que veremos clavado en la Cruz.

El mismo Redentor está presente en el sacramento de la Eucaristía. En el establo de Belén se dejó adorar, bajo la pobre apariencia de un neo-nato, por María, José y los pastores; en la Hostia consagrada lo adoramos sacramentalmente presente en cuer-po, sangre, alma y divinidad, y Él se ofrece a nosotros como alimento de vida eterna.

La santa Misa se convierte ahora en un verdadero encuentro de amor con Aquel que se nos ha dado entera-mente. No dudéis, queridos jóvenes, en responderle cuando os invita “al banquete de bodas del Cordero” (cfr. Ap 19,9).

Escuchadlo, preparaos adecuada-mente y acercaos al Sacramento del Altar, especialmente en este Año de la Eucaristía (octubre 2004-2005) que he querido declarar para toda la Iglesia. (...)

Tened a Jesús en el centro de vuestra existencia

Queridos jóvenes, ofreced también vosotros al Señor el oro de vuestra

existencia, o sea la libertad de seguir-lo por amor respondiendo fielmente a su llamada; elevad hacia Él el in-cienso de vuestra oración ardiente, para alabanza de su gloria; ofrecedle la mirra, es decir el afecto lleno de gratitud hacia Él, verdadero Hombre, que nos ha amado hasta morir como un malhechor en el Gólgota.

¡Sed adoradores del único y verda-dero Dios, reconociéndole el primer puesto en vuestra existencia! La ido-latría es una tentación constante del hombre. Desgraciadamente hay gente que busca la solución de los proble-mas en prácticas religiosas incompa-tibles con la fe cristiana. Es fuerte el impulso de creer en los falsos mitos del éxito y del poder; es peligroso abrazar conceptos evanescentes de lo sagrado que presentan a Dios bajo la forma de energía cósmica, o de otras maneras no concordes con la doctrina católica.

¡Jóvenes, no creáis en falaces ilusiones y modas efímeras que no pocas veces dejan un trágico vacío espiritual! Rechazad las seducciones del dinero, del consumismo y de la violencia solapada que a veces ejer-cen los medios de comunicación.

La adoración del Dios verdadero constituye un auténtico acto de resis-tencia contra toda forma de idolatría. Adorad a Cristo: Él es la Roca sobre la que construir vuestro futuro y un mundo más justo y solidario. Jesús es el Príncipe de la paz, la fuente del

perdón y de la reconciliación, que puede hacer hermanos a todos los miembros de la familia humana.

Escuchar a Cristo y adorarlo lleva a hacer elecciones valerosas, a tomar decisiones a veces heroicas. Jesús es exigente porque quiere nuestra auténtica felicidad. Llama a algunos a dejar todo para que le sigan en la vida sacerdotal o consagrada. Quien advierte esta invitación no tenga miedo de responderle “sí” y le siga generosamente.

Pero más allá de las vocaciones de especial consagración, está la vocación propia de todo bautizado: también es esta una vocación a aquel “alto grado” de la vida cristiana ordi-naria que se expresa en la santidad.

Cuando se encuentra a Jesús y se acoge su Evangelio, la vida cambia y uno es empujado a comunicar a los demás la propia experiencia.

Seamos testigos de Cristo

Son tantos nuestros compañeros que todavía no conocen el amor de Dios, o buscan llenarse el corazón con sucedáneos insignificantes. Por lo tanto, es urgente ser testigos del amor contemplado en Cristo. La invitación a participar en la Jornada Mundial de la Juventud es también para vosotros, queridos amigos que no estáis bauti-zados o que no os identificáis con la Iglesia. ¿No será que también voso-tros tenéis sed del Absoluto y estáis en la búsqueda de “algo” que dé sig-

LA VOZ DEL PAPA

En su mensaje convocando a los jóvenes para la Jornada Mundial de la Juventud, el Papa Juan Pablo II invita a no caer en la tentación de la idolatría ni en conceptos evanescentes de lo sagrado. Invita, por el contrario, a atender la vocación universal que Jesús nos hace a la santidad.

Invitación a la SantidadInvitación a la Santidad

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12 HERALDOS DEL EVANGELIO · Octubre 2004 Octubre 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 13

Vic

tor

Toni

olo

nificado a vuestra existencia? Dirigíos a Cristo y no seréis defraudados.

La Iglesia necesita santos

Queridos jóvenes, la Iglesia nece-sita auténticos testigos para la nueva evangelización: hombres y mujeres cuya vida haya sido transformada por el encuentro con Jesús; hombres y mujeres capaces de comunicar esta experiencia a los demás.

La Iglesia necesita santos. Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la huma-nidad. Al encontraros en Colonia, aprenderéis a conocer mejor a algu-nos de ellos, como a san Bonifacio, el apóstol de Alemania, a los Santos de Colonia, en particular a Úrsula, Alberto Magno, Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) y al beato Adol-fo Kolping. Entre éstos quisiera citar en modo particular a san Alberto y a santa Teresa Benedicta de la Cruz que, con la misma actitud interior de los Reyes Magos, buscaron la verdad apasionadamente. No dudaron en poner sus capacidades intelectuales al servicio de la fe, testimoniando así

que la fe y la razón están ligadas y se atraen recíprocamente.

Que María os ayude a amar lo bueno, lo verdadero y lo bello

Queridísimos jóvenes encaminados idealmente hacia Colonia, el Papa os acompaña con su oración. Que María, “mujer eucarística” y Madre de la

Sabiduría, os ayude en vuestro cami-nar, ilumine vuestras decisiones y os enseñe a amar lo que es verdadero, bueno y bello. Que Ella os conduzca a su Hijo, el único que puede satisfacer las esperanzas más íntimas de la inte-ligencia y del corazón del hombre.

Desde Castel Gandolfo, 6 de agos-to de 2004. ²

La verdadera riqueza

En este domingo la liturgia nos pro-pone nuevamente la enseñanza de Je-sús sobre cuál es la verdadera riqueza: no la que constituyen los bienes mate-riales, sino la espiritual, que consiste en reconocer el primado de Dios sobre nuestra vida, dejándonos guiar, en cualquier elección diaria, por su Evan-gelio. A la multitud que lo sigue Jesús le explica que es necio “el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece ante Dios” (cf. Lc 12, 21).

Amadísimos hermanos y hermanas, testigo singular y ejemplo elocuente de esta “riqueza espiritual” es María, que se define “esclava” del Señor, y se abandona totalmente a la voluntad di-vina. Que la Virgen santísima nos guíe

por el sendero arduo, pero liberador, de la santidad cristiana, manantial de paz y de alegría interior.

Ángelus, Castel Gandolfo, 1/8/2004.

Sacramento de la ReconciliaciónAvanza en la sociedad moderna

un debilitamiento difuso de la noción del pecado y, como consecuencia, de la importancia del Sacramento de la Reconciliación. Esto interpela a la pastoral de la Iglesia y, de modo par-ticular, a la acción apostólica de esta Congregación, que adecuadamente encuentra en el anuncio de la Reden-ción de Cristo uno de sus elementos fundamentales. A imitación de su Santo Fundador, continúen, queridos Redentoristas, siempre solícitos con relación a los pecadores y listos para

acogerlos en el Sacramento de la Reconciliación con afecto de padre y desvelo de médico.

Mensaje al Superior General de los Redentoristas, 7/9/2004.

Respuesta a los desafíos de nuestro tiempo

Nuestra Iglesia necesita una reno-vación de la vida de fe y de la actividad apostólica. En este compromiso se encuentran unidos todos los movi-mientos espirituales y las comunida-des eclesiales que el Espíritu de Dios ha suscitado en el umbral del tercer milenio. Son una respuesta de la Pro-videncia a los numerosos desafíos de nuestro tiempo.

Discurso al movimiento Internacional de Schönstatt, 9/9/2004.

La Voz del Papa – Breves

Audiencia en Castel Gandolfo, 22/8/04

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Octubre 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 15

MMGiverage Alves do Amaral

añana fría, nublada, tímidos rayos de sol comienzan a ilumi-nar el panorama, despertando a la

naturaleza.Toca la campana en casa de los

Heraldos del Evangelio. Todos se le-vantan y empiezan a prepararse para cumplir un día más del mandato reci-

bido del Papa Juan Pablo II: “Anuncien valerosamente, por el mundo entero, a Cristo Nuestro Señor. Sean mensajeros del Evangelio por intercesión del Cora-zón Inmaculado de María”.

Sus jóvenes corazones laten más fuerte. Hoy no estarán animando la Eucaristía en alguna grandiosa cate-dral, ni presentándose en algún pala-cio presidencial o algún famoso teatro.

Una vez más, irán a las favelas para llevar un mensaje de Fe y Esperanza a los más pobres y necesitados.

Además del auxilio material y de la palabra amiga, quieren darle a esos hermanos suyos tantas veces olvidados por los hombres, una preciosa ayuda espiritual: la manifestación de Dios a través de la belleza, que es el esplen-dor de la verdad y del bien.

ALEGRÍA EN LA FAVELA:

Es conocida la labor de los Heraldos en la Nueva Evangelización a través de la música. Pero se sabe menos al respecto de un apostolado que desarrollan con especial cariño y dedicación: la visita a favelas, llevando aliento, alegría y esperanza a los que sufren.

“¡Llegaron los hombres de Dios!”ALEGRÍA EN LA FAVELA:

“¡Llegaron los hombres de Dios!”

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Octubre 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 15

Función social de la belleza

“La belleza salvará al mundo”, dijo el Papa Juan Pablo II en la Carta a los Artistas. Y al reconocido coro “Pueri Cantores” le dirigió el 31 de diciembre de 1999 estas palabras de incentivo: “El lenguaje de la belleza llega a los corazones y contribuye al encuentro con Dios. La alegría que ustedes transmiten al cantar debe irradiarse a su alrededor, y despertar un entusiasmo contagioso”.

La belleza posee también una función social. Todos, pobres y ricos, tienen derecho a este excelente medio para elevarse a Dios, que debe esparcir sus beneficios en todos los ambientes, desde los magníficos templos y lujosos salones hasta la más precaria barraca de un habitante de favela.

“Quiero bautizar a mis ocho hijos”

Del norte al sur de Brasil, los Heral-dos son siempre recibidos festivamente en esos reductos donde la falta de re-cursos materiales se suma a la privación de bienes espirituales. Muchos pobla-dores se emocionan cuando los ven entrar en su pobre residencia. Cuando llega la imagen peregrina se deshacen en conmovedoras manifestaciones de

sorpresa, deslumbramiento y gratitud: “¡Qué milagro! ¡Nunca pensé encontrar-me a los Ángeles aquí adentro!” exclamó un hombre ya entrado en años, en la Favela do Vintém, Recife.

Estos rostros marcados por el dolor y por la tragedia revelan a menudo la nobleza de alma del que sabe reconocer-se dependiente del auxilio divino para superar sus problemas en esta tierra y, sobre todo, para alcanzar la recompen-sa en la eternidad. “¡No se imagina la importancia de esta visita de la Virgen! Llegó justo en el momento en que lo nece-sitaba. Recibí mucha fuerza al mirarla. El desánimo fue sustituido por la presencia de María” – manifestó Maria Albina, en la Favela Heliópolis de São Paulo.

Son numerosos los que, en tales ocasiones, deciden regularizar su si-tuación religiosa: “Quiero casarme por la Iglesia”, dijo una señora en la Favela do Vintém, Recife. A lo que su vecina agregó: “Y yo quiero bautizar a mis ocho hijos”.

“¡Ustedes me cambiaron la vida!”

En una favela de Jundiaí, los He-raldos conocieron este hermoso testi-monio:

Diego, sin empleo y angustiado por no poder sostener a su familia, siguió la senda del crimen. Asaltaba de noche, pero la conciencia se lo reprochaba. De día buscaba trabajo. Hasta que encontró tirado en el piso un folleto ampliamente difundido por los Heraldos, en el que sobresalía esta frase: “¿Usted quiere paz? Rece el rosa-rio todos los días”. Encargó un rosario y se puso a rezar.

A partir de entonces todo le salía mal a su banda de asaltantes, de mo-do que decidió dejar aquella vida con el propósito de nunca más robar. Al día siguiente encontró empleo, y hoy está muy agradecido a la Virgen y a los Heraldos.

Un hecho semejante sucedió en la Favela do Jardim Ângela, una de las zonas más violentas de la capital paulista.

Valdiño era uno de los jefes crimi-nales del barrio. Un día decidió enco-mendar un rosario y se puso a rezar. Muy pronto tuvo fuerzas para dejar el pecado y consiguió un trabajo honesto. “¡Ustedes me cambiaron la vida!”, con-fidenció emocionado.

En la Favela Heliópolis, São Paulo, los pobladores agradecen: “¡No se imagina la importancia de esta visita de la Virgen!”

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Y en la Favela Heliópolis, São Paulo, Susiane dos Santos comentó: “Hoy uno necesita de verdad este apoyo espiritual, porque se ven tantas cosas aquí… La gente no siempre va a la iglesia, y el tra-bajo que ustedes hacen nos llama a una dedicación mayor a la Religión”.

Oratorio, una luz en la favela

En diversas favelas los Oratorios del Inmaculado Corazón de María peregrinan de casa en casa, llevando aliento a las familias y haciendo de cada hogar una verdadera “iglesia doméstica”. En la favela paulistana de Sapé, una señora no-católica muy afli-gida que pasaba frente a la casa de una vecina, notó una luz especial que salía de la pobre morada. Curiosa, llamó a la puerta. Se encontró con el Oratorio

del Inmaculado Corazón de María. Rezó. Hoy es católica fervorosa.

São Paulo – Sapé y Chiclete

Es día de fiesta en la Favela do Sapé, zona oeste de São Paulo: los niños reciben con entusiasmo a la imagen peregrina del Inmaculado Corazón de María, y se encargan de llevar a los Heraldos por las calles. Todos querían llevar la imagen a su casa.

“¡Llegaron los hombres de Dios!” exclamó una mujer cuando vio a los Heraldos a la entrada de la Favela do Chiclete. Y un señor suplicó: “¡Recen por mí, por favor! No necesito comida. ¡Quiero tener paz!”

Río de Janeiro

En Río de Janeiro, los Heraldos recorrieron varias veces las callejuelas

de las conocidas Favelas da Rocinha, do Vidigal, do Alemão, do Pavãozinho y do Cantagalo, siempre recibidos con alegría por los habitantes. En esta última, durante dos años fomentaron el Proyecto Sembrar –junto a la Parro-quia Nuestra Señora de Copacabana y la Fundación Cesgranrio–, dedicado a acoger a jóvenes de bajos recursos y en situación de riesgo. Dentro de po-co empezará un proyecto parecido en otra región de la ciudad.

Salvador

Es reconfortante constatar que a ve-ces la Madre de Dios prepara a las almas para recibir su visita. En Salvador de Ba-hía, en la Favela Novo Horizonte, la Sra. Lindomar despertó contenta, porque había soñado que coronaba una imagen de la Santísima Virgen. Y no pudo con-la puerta. Se encontró con el Oratorio recorrieron varias veces las callejuelas de la Santísima Virgen. Y no pudo con-

Recife – En las favelas do Vintém (izquierda) y do Bode (derecha) los misioneros han trabajado por evangelizar a los niños.

Favela do Sapé, São Paulo – Los niños se

encargan de guiar a los Heraldos por

las calles.

Maceió – Distribución de alimentos, ropas y otros

auxilios a los azotados por inundaciones en

Maribondo.

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16 HERALDOS DEL EVANGELIO · Octubre 2004 Octubre 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 17

tener la emoción cuando pocas horas después los Heraldos, que realizaban una misión mariana en la misma favela, la invitaron a coronar la imagen del In-maculado Corazón de María.

Recife

En el barrio de Casa Forte, Reci-fe, se ubica la Favela do Vintém, un

conjunto de palafitos en la ribera del Río Capibaribe. Los pobladores reci-bieron con entusiasmo a los Heraldos que venían para un intenso día de actividad evangelizadora. “Hace tres meses estaba desempleado, y le pedía a la Virgen que me ayudara. Acabo de re-cibir la noticia de que conseguí trabajo, ¡y la Virgen viene a hacerme esta visita!” – exclamó feliz Benedicto Silveira.

Maceió – Ayuda a las víctimas de las inundaciones

A comienzos de año, muchas fa-milias quedaron damnificadas y en situación dramática, víctimas de las inundaciones registradas en varias re-giones del Nordeste brasileño.

En tal emergencia, los Heraldos de Maceió –con el apoyo de Mons. José Carlos Melo, Arzobispo Metropoli-tano– promovieron la campaña de recolección de donaciones “Nuestra

Señora Consuelo de los Afligidos”. En pocas semanas se reunieron más de 1000 pares de zapatos, 15.000 prendas de vestir y 180 canastas familiares, además de muchos otros productos.

La distribución de estos bienes se rea-lizó en la ciudad de Marimbondo, estado de Alagoas, una de las más afectadas por las lluvias. En nombre de las víctimas, el párroco, P. Cícero, agradeció a todos los que colaboraron en la campaña.

* * *Escribo este reportaje con emoción,

regocijo y gratitud desbordantes, pues en mi ciudad de Maputo, Mozambi-que, yo mismo fui objeto de la caridad de esta asociación. Hoy recibo forma-ción en São Paulo, y cuando regrese a mi tierra, haré por mis compatriotas todo lo que esté a mi alcance, como lo aprendí en esta bendita escuela de amor a Dios y a los hombres que se llama Heraldos del Evangelio. ²

– exclamó feliz Benedicto Silveira.

Maceió – Ayuda a las víctimas de las inundaciones

milias quedaron damnificadas y en situación dramática, víctimas de las inundaciones registradas en varias re-giones del Nordeste brasileño.

Maceió –con el apoyo de Mons. José Carlos Melo, Arzobispo Metropoli-tano– promovieron la campaña de recolección de donaciones “Nuestra

uería hacer una decla-ración al respecto de los Heraldos. Yo los conocí mientras hacían visitas con la imagen de la Virgen a

las casas de la región, en estos días. Confieso que me parecían un poco artificiales y que detrás de esas vesti-mentas, todo era una farsa; que sólo les preocupaba el dinero.

Pero me equivoqué. Porque durante esta semana fui a rezar en una capillita

en la región más pobre de Granja Via-na, y mientras estaba allá, de repente entraron los Heraldos con la misma disciplina que aquí, pese a que sólo ha-bía dos personas en la capilla. Rezaron durante una hora, pidiendo gracias para la misión que iban a realizar en la misma favela, para que María de-rramara gracias sobre las personas que serían visitadas.

Yo mismo los acompañé choza por choza, algunas tan pobres que ni lugar

había para colocar la imagen de la Virgen. Pero ellos lo hicieron todo tal como lo hacen en los lugares más aco-modados. Ahí mi corazón se quebró, y me di cuenta que no andan detrás del dinero, sino que se preocupan con la salvación de las almas.

No les voy a preguntar a los presen-tes, pero tengo la impresión que Brasil sería distinto si tuviéramos nosotros la misma disciplina y devoción que los Heraldos tienen.

“Ellos se preocupan con la salvación de las almas”

El domingo 5 de septiembre de 2004, el Coro y la Orquesta Internacional de los Heraldos del Evangelio animaron la Eucaristía en la Parroquia San Antonio del Cotolengo, en Granja Viana (São Paulo). Durante la Misa, a invitación del celebrante, uno de los líderes parroquiales narró el siguiente testimonio:

“Ellos se preocupan con la salvación de las almas”

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18 HERALDOS DEL EVANGELIO · Octubre 2004 Octubre 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 19

PP or especial designio de la infinita miseri-cordia de Dios, María Santísima reveló al gran Santo Domingo de Guzmán, fundador

de la Orden de los Dominicos, un me-dio fácil y seguro de salvación: el santo Rosario.

Siempre que los hombres lo uti-lizan todo florece en la Iglesia: en la tierra empieza a reinar la paz, las familias viven en concordia y los cora-zones se encienden de amor a Dios y al prójimo.

Cuando lo olvidan las desgracias se multiplican, se implanta la discordia

en los hogares, el caos se establece en el mundo…

El Avemaría, base del Nuevo Testamento

Santo Domingo vivió en una época de grandes tribulaciones para la Iglesia. La terrible herejía de los albigenses se había esparcido por el sur de Francia y amenazaba a toda Europa. La profun-da corrupción moral que de ella prove-nía atentaba contra los fundamentos de la propia sociedad temporal.

Por medio de ardorosas predica-ciones, Santo Domingo intentó du-rante años traer de vuelta al seno de la Iglesia a aquellos infelices que se

habían desviado de la verdad. Pero sus elocuentes e inflamadas palabras no lograban llegar a esos corazones em-pedernidos y entregados a los vicios.

El Santo intensificó sus oraciones… Aumentó sus penitencias… Fundó un instituto religioso para acoger a los convertidos… Poco y nada le valieron sus esfuerzos. Las conversiones eran pocas y de efímera duración.

¿Qué hacer?Un día, decidido a arrancarle a

Dios las gracias superabundantes pa-ra mover esas almas a la conversión, Fray Domingo se internó en un bosque cercano a Toulouse y se entregó a la oración y la penitencia, dispuesto a no

EL ROSARIO,medio fácil y seguro de salvación

“Oh Rosario bendito de María, dulce cadena que nos prende a Dios (…) ¡No te dejaremos nunca más!” Esta exclamación del Papa Juan Pablo II fue el broche de oro de una esplendorosa ceremonia en homenaje al santo Rosario, realizada en la Basílica de Nuestra

Señora del Carmen, São Paulo, el último 15 de agosto, en conmemoración de la fiesta de la Asunción de María. El texto siguiente fue declamado a lo largo del acto, entremezclado con piezas musicales que ejecutaron el Coro y Banda Internacional de los Heraldos.

Inicio de la Ceremonia del Santo Rosario en la Basílica de la Virgen del Carmen en São Paulo, Brasil

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18 HERALDOS DEL EVANGELIO · Octubre 2004 Octubre 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 19

salir de ahí sin obtener del Cielo una respuesta favorable.

Luego de tres días y tres noches de incesantes súplicas, cuando las fuerzas físicas ya casi lo abandonaban, se le apareció la Virgen María diciendo con inefable suavidad:

–Mi querido Domingo, ¿sabes de qué medio se sirvió la Santísima Trini-dad para reformar el mundo?

–Señora, lo sabes mejor que yo, porque después de tu Hijo Jesucristo, fuiste tú misma el principal instrumen-to de nuestra salvación.

–Yo te digo, entonces, que el instru-mento más importante fue la Saluta-ción Angélica, el Avemaría, que es el fundamento del Nuevo Testamento. Y por lo tanto, si quieres ganar para Dios esos corazones endurecidos, reza mi Rosario.

Rayos y truenos para reforzar la predicación

Con ánimo renovado, el ferviente fundador de los Dominicos se dirigió de inmediato a la Catedral de Toulouse, para hacer una prédica. No bien cruzó el umbral del templo, las campanas empe-zaron a repicar por obra de los ángeles, para reunir a los habitantes de la ciudad.

Tan luego comenzó a hablar, nubes espesas cubrieron el cielo y se desató una terrible tempestad, con truenos y relámpagos, agravada por un pavoroso temblor de tierra.

El temor de los asistentes aumentó cuando una imagen de la Virgen, si-tuada en un vistoso lugar, levantó los brazos tres veces para pedir la venganza de Dios contra ellos, si no se convertían e imploraban su protección.

El santo Predicador rogó la mise-ricordia de Dios y la tempestad cesó, permitiéndole hablar con toda calma sobre las maravillas del Rosario.

Los habitantes de Toulouse se arre-pintieron de sus pecados, abandonaron el error y comenzaron a rezarlo. En consecuencia, grande fue el cambio en las costumbres de esa ciudad.

A partir de entonces, Santo Domingo se dedicó a predicar esta devoción, invi-

tando a sus oyentes a rezarlo con fervor todos los días. Así, obtuvo que la misericordia de la Santísima Virgen cubriera las almas y las transformara profundamente.

María fue así la verdadera vencedora de los errores de los albigenses.

Un sermón escrito por la Santísima Virgen

El Beato Alano describe una aparición de Santo Do-mingo, de la cual relata el siguiente episodio:

Él se encontraba rezando el Rosario en la Catedral de Notre Dame de París, preparándose para hacer un sermón sobre San Juan Evangelista. Entonces se le apareció la Santísima Virgen y le entregó un pergamino, diciéndole: “Domingo, por bueno que sea el sermón que decidiste predicar, aquí traigo otro mejor”.

Muy contento leyó el pergamino, agradeció de todo corazón a María y se dirigió al púlpito para comenzar la prédica. Tenía frente a sí a los profe-sores y alumnos de la Universidad de París, además de un gran número de personas de importancia.

Sobre el Apóstol San Juan afirmó únicamente que había merecido ser elegido como guardián de la Reina del Cielo. Enseguida añadió: “Señores y maestros ilustres, están ustedes acos-tumbrados a escuchar sermones elegan-tes y sabios, pero no quiero yo dirigirles las doctas palabras de la sabiduría hu-mana, sino mostrarles el Espíritu de Dios y su virtud”.

Y entonces Santo Domingo se puso a explicar el Avemaría, tal como le ha-bía enseñado la Virgen, conmoviendo profundamente aquel auditorio de hombres cultos.

El Beato Alano de la Roche

Las mismas gracias concedidas por Dios a través de la recitación del Ro-

sario se encargaron de propagarlo por todas partes, haciendo más querida es-ta devoción para los fieles cristianos.

Mientras fue practicada, la piedad florecía en las Órdenes religiosas y en el mundo católico.

Pero cien años después de haber sido divulgada por Santo Domingo, casi había caído ya en el olvido. Como consecuencia, se multiplicaron los ma-les sobre la Cristiandad: la peste negra devastó Europa, diezmando un tercio de la población, surgieron nuevas herejías, la Guerra de los Cien Años esparció desórdenes por todos lados, y el Gran Cisma de Occidente dividió a la Iglesia por un largo período.

Para contener el mal y, sobre todo, preparar a la Iglesia para enfrentar los embates futuros, suscitó Dios al Beato Alano de la Roche O.P., con la misión de restaurar el antiguo fervor por el Rosario.

Un día en que celebraba Misa, en 1460, le preguntó Nuestro Señor: “¿Por qué me crucificas de nuevo? Y no sólo me crucificas por tus culpas, sino también porque sabes cuán necesario es predicar el Rosario y así desviar a muchas almas

Virgen del Rosario, con Santo Domingo y Santa Catalina de SIena

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del pecado. Si no lo haces, eres el culpa-ble de las faltas que cometan.”

A partir de entonces, el Beato Ala-no se volvió un infatigable difusor de esta devoción, con la que convirtió a un gran número de almas.

Factor decisivo de grandes victorias

Sobre todo cuando llegaron mo-mentos de grandes peligros y pruebas para la Iglesia, el Rosario tuvo un pa-pel decisivo, propició la perseverancia de los católicos en la fe y levantó una barrera contra el mal.

Al ver a Europa amenazada por los ejércitos del imperio otomano, que avanzaban por mar y tierra, devastan-do todo y persiguiendo a los cristianos, el Papa San Pío V mandó rezar el Rosario en toda la Cristiandad, im-plorando la protección de la Santísima Virgen. Al mismo tiempo, con el auxi-lio de España y de Venecia, reunió una escuadra en el Mar Mediterráneo para defender a los países católicos.

El 7 de octubre de 1571, la flota ca-tólica encontró a la poderosa escuadra otomana en el golfo de Lepanto. Y a pesar de la superioridad numérica del adversario, los cristianos salieron triunfantes, apartando definitivamente el riesgo de una invasión.

Antes de trabar el combate, todos los soldados y marineros católicos rezaron el Rosario con gran devoción. La victo-ria, que parecía casi imposible, se debió a la protección de la Virgen Santísima, que según el testimonio de los propios musulmanes, se apareció durante la ba-talla infundiéndoles un gran terror.

Para conmemorar la victoria del Príncipe Eugenio de Saboya sobre el ejército otomano, debida también a la eficacia del Rosario, el Papa Clemente XI ordenó que la fiesta de Nuestra Señora del Rosario se celebrara uni-versalmente.

San Luis Grignion de Montfort

La Iglesia aún sería sacudida por grandes tempestades. Queriendo for-talecer a sus hijos y prepararlos para soportar las grandes pruebas futuras, Dios suscitó un alma de fuego con la misión de volver a encender la llama de la devoción al Rosario, que una vez más había caído en el olvido.

San Luis Grignion de Montfort, el gran doctor de la devoción a la Madre de Dios, ejerció su misión profética un siglo antes de la Revolución Fran-cesa. Las regiones que dieron oídos a su predicación fueron las que mejor resistieron los errores de su época y conservaron íntegra la fe.

Fátima, 1917: “Soy la Señora del Rosario”

Ya en el siglo XX, cuando la Pri-mera Guerra Mundial estaba en ple-no auge, la Santísima Virgen vino en persona para recordar a los hombres que la solución a sus males estaba al alcance de sus manos, en las cuentas del Rosario: “Recen el Rosario todos los días para alcanzar la paz y el fin de la guerra”, les repitió maternalmente a los tres pastorcitos en Fátima.

En la última aparición, octubre de 1917, la Virgen María dijo quién era: “Soy la Señora del Rosario”. Y para corroborar la autenticidad de las apa-riciones y la importancia del Rosario, obró un milagro de grandeza nunca vista, presenciado por la multitud de 70.000 personas que estaban en el lu-gar: al mediodía, el sol giró en el cielo pareciendo precipitarse sobre la tierra, retomando después su posición habi-tual en el firmamento.

Milagros de tamaña magnitud los encontramos sólo en el Antiguo Tes-tamento. Pero ni siquiera así el mundo prestó oídos a la Madre de Dios. Y nunca se abatieron sobre la Tierra tantas desgracias, nunca hubo tantas guerras, nunca la descomposición mo-ral llegó tan bajo.

No obstante, el medio de obtener la paz para el mundo, para las familias, para los corazones, sigue al alcance de nuestras manos en las cuentas bendi-tas del Rosario, que María Santísima llevaba pendiente de su brazo cuando se apareció en Fátima.

Se salvó porque llevaba el Rosario a la cintura

No es posible expresar cuánto es-tima la Virgen al Rosario por encima de todas las otras devociones, y cuán generosa es para recompensar a los que trabajan por difundirlo.

San Luis de Montfort cuenta el caso de Alfonso XI, Rey de León, al que la Virgen protegió particularmente, por el simple hecho de llevar ostensiva-mente el Rosario a la cintura, como forma de incentivar esta devoción en-tre sus cortesanos.

Algún tiempo después el rey estaba a las puertas de la muerte, acometido por una grave enfermedad. Fue trans-portado en espíritu al tribunal de Dios, donde los demonios lo acusaron de todos sus crímenes. Y cuando iba a ser condenado a las penas eternas, se presentó en su defensa la Santísima Virgen frente a Jesús.

En uno de los platillos de la balanza fueron puestos los pecados del Rey.

“Rezad el rosario todos los dias”, fue el pedido de la Virgen en

Fátima

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En el otro, Ella colocó el gran Rosa-rio que él llevaba en su honor, junto a los rosarios que, gracias a su ejemplo, habían rezado otras personas. Y juntos pesaban más que todos las faltas que había cometido.

Después, María mirando con mise-ricordia al Rey, le dijo: “Conseguí de mi Hijo, como recompensa al pequeño servicio que me hiciste llevando el Rosa-rio a la cintura, que tu vida se prolongue unos años más. Empléalos bien y haz penitencia”.

Volviendo en sí, el rey exclamó: “¡Oh, Bendito Rosario de la Santísima Virgen, gracias al cual me vi libre de la condenación eterna!” Y recobrando la salud, lo rezó todos los días hasta el fin de su vida.

La Palabra del Papa, portavoz de Jesús

“El Rosario nos transporta mística-mente al lado de María (…) para que Ella nos eduque y nos moldee hasta que Cristo esté plenamente formado en nosotros”– enseña el Papa Juan Pablo II. Y añade: “Nunca como en el Rosario, el camino de Cristo y el de María se muestran tan profundamente unidos. María sólo vive en Cristo y en función de Cristo”.

Recordemos sus inspiradas pala-bras en la Carta Apostólica “Rosarium Virginis Mariæ”:

“El Rosario me ha acompañado en los momentos de alegría y en los de tribulación. A él he confiado tantas preocupaciones y en él siempre he en-contrado consuelo.

“Hago mías con gusto las palabras conmovedoras del Beato Bartolomé Longo, apóstol del Rosario, con las que termina la célebre Súplica a la Reina del Santo Rosario: “Oh Rosario bendito de María, dulce cadena que nos une con Dios, vínculo de amor que nos une a los Ángeles, torre de salvación contra los asaltos del infierno, puerto seguro en el común naufragio, no te dejaremos ja-más. Tú serás nuestro consuelo en la ho-ra de la agonía. Para ti el último beso de la vida que se apaga. Y el último susurro de nuestros labios será tu suave nombre,

oh Reina del Rosario de Pompeya, oh Madre nuestra querida, oh Refugio de los pecadores, oh Soberana consoladora de los tristes. Que seas bendita por do-quier, hoy y siempre, en la tierra y en el cielo Amén.”

¡No deje nunca de rezarlo!Acatando fielmente esa exhortación

del Papa, nunca deje de rezar el Rosa-rio con el pretexto de tener muchas distracciones involuntarias, o falta de interés por rezarlo, o mucho cansan-cio, o falta de tiempo, o cualquier otro motivo. Para rezarlo bien no es nece-sario tener consolaciones ni lograr una aplicación continua de la imaginación, o un simple gusto. Bastan la fe pura y la buena intención.

¡Mire cuántos beneficios nos pro-porciona la recitación del Rosario!

•Nos eleva al conocimiento perfecto de Jesucristo.

•Purifica nuestras almas del pecado.•Nos lleva a la victoria sobre todos

nuestros enemigos.•Nos facilita la práctica de las virtu-

des.•Nos inflama el amor de Jesucristo.•Nos enriquece de gracias y méritos.•Nos proporciona los medios para pa-

gar todas nuestras deudas con Dios y con los hombres.

A todo lo cual agrega San Luis de Montfort: “Aunque te encuentres al borde del abismo o con un pie en el infierno, aunque estés endurecido y obstinado como un demonio, tarde o temprano te convertirás y te salvarás con tal que reces devotamente todos los días el santo Rosa-rio, para conocer la verdad y obtener la contrición y el perdón de tus pecados”. ²

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NNFelipe Ramos

o hay quien no haya oído hablar de San Fran-cisco de Asís, fundador de los franciscanos; de

Santa Teresa de Ávila, la reformado-ra del Carmelo; de San Antonio de Padua, hombre de milagros; de Santo Tomás de Aquino, el teólogo, o hasta de San Expedito, por mencionar a sólo unos cuantos.

Todos, además de grandes santos, estaban dotados de una extraordinaria personalidad. Eso puede inducir la conclusión que la santidad es privile-gio exclusivo de hombres o mujeres “fuera de serie” como ellos.

¿Es cierto tal concepto?No. Además de erróneo es perjudi-

cial, porque lleva a una actitud de falsa humildad: “Soy débil, no soy más que un hombre común y corriente, el cami-no de la perfección no es para mí.”

Ahora bien, todo cristiano debe llevar a la práctica el precepto del Di-vino Maestro: “Sean perfectos como su Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt 5 48). Y el Catecismo de la Iglesia Católica deja bien en claro que ningún bautizado puede considerarse ajeno al llamado de la santidad: “Todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad” (2013).

En el ejemplo que daremos a con-tinuación, puede verse que la santidad está al alcance de todos.

La vida del Venerable Pierre Toussaint es más emocionante que cualquier novela épica. No fundó ninguna Orden religiosa, nunca hizo un milagro, distaba de ser un teólogo y mucho más de ser un gran soberano. ¿Era, entonces, “un hombre común y corriente”? Ni siquiera eso: ¡era un esclavo!

Pero en su esclavitud aceptaba ale-gremente la voluntad de Dios, y llevó su dedicación al punto de permanecer desinteresadamente al servicio de su señora por largos años, aun con todas las legítimas posibilidades de ser un hombre libre a su alcance.

Ingenioso, alegre y gentil

En el costado occidental de La Es-pañola, isla donde Colón arribó por vez primera, los franceses fundaron Santo Domingo (actual Haití), que por mucho tiempo fue la más próspera de las colonias francesas. Atraídos por la riqueza de esas tierras, mucho miem-bros de la pequeña nobleza llegaron desde la metrópolis para hacer fortuna en las colonias. Entre ellos venía Jean Bérard, que obtuvo una rápida prospe-ridad gracias a sus plantaciones en la ciudad de Saint Marc.

En esa época, alrededor de 1766, nació Pierre Toussaint. Hacía mucho

tiempo que su abuela Zenobe y su madre Úrsula prestaban significativos servicios como esclavas a la familia Bé-rard; una, llevando los hijos de su ama a París, para que recibieran una mejor educación, y la otra sirviendo como camarera íntima de la familia.

Muy pronto Pierre se hizo muy estimado por su alegría y gentileza. Una amiga de la familia declara: “Me acuerdo de Toussaint entre los esclavos, vestido con una chaqueta roja, muy inge-nioso, entusiasta de la música y el baile, y dedicado a su joven y alegre señora.” El matrimonio de Jean y Marie Bérard le tenía tanto afecto, que escogieron a su propia hija como madrina suya.

Pero los vientos de la Revolución Francesa ya habían comenzado a soplar en Francia y en sus posesiones de ultra-mar. En Santo Domingo estaba a punto de estallar una rebelión. Anticipando el peligro, el 1787 la familia Bérard partió a la entonces pequeña pero próspera Nueva York. Llevaron consigo a cinco esclavos, entre los cuales estaban Pierre y su hermana Rosalie.

Dedicación llevada al extremo

Pasado un año, Jean Bérard regresó a la isla para supervisar sus tierras y ne-gocios. Pero Santo Domingo se hallaba en plena revuelta; no había nada que hacer, al menos por el momento.

Frente a tal clima de inestabilidad, condujo al dedicado Pierre al oficio de

VENERABLE PIERRE TOUSSAINT

Imagen de Dios tallada en ébano

Todos los santos, sin excepción alguna, tienen una personalidad extraordinaria. ¿Por eso alcanzan la santidad? La realidad es justo al revés: la búsqueda de la perfección los lleva a ser personas sobresalientes.

Imagen de Dios tallada en ébano

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peluquero. “En eso debe haber entrado la mano de la Providencia”– diría Tous-saint más tarde, al considerar cuán útil le fue esa profesión para dar cauce a su inmensa caridad.

En efecto, los infortunios comenza-ron a abatirse sobre la otrora rica y jovial Marie Bérard. De un solo golpe, por así decir, perdió a su marido, víctima de pleuresía, la inmensa fortuna represen-tada por sus tierras en Santo Domingo y, para colmo de males, sus bienes en Nueva York, con la quiebra de la firma en la que habían sido depositados.

Para ella, la “mano de la Providen-cia” sería en adelante la de Pierre Tous-saint… Convertido en el único hombre de la casa, asumió la tarea de amparar la familia.

Siempre alegre y de buen humor, recorría las calles de Nueva York, ofre-ciendo sus servicios de magnífico pelu-quero a las refugiadas francesas y a las damas de la sociedad norteamericana. Su singular habilidad profesional, su trato respetuoso y gentil junto a su fina capacidad de elegir para cada señora el peinado más apropiado, le granjearon una rápida fama.

Los resultados financieros eran bas-tante compensadores. ¿Cómo los gasta-ba el esclavo Pierre Toussaint?

Con esas ganancias, tenía la alegría de… ¡proporcionar a su ama, ahora viuda y desamparada, la misma vida confortable que había disfrutado hasta entonces! Llevó el cariño y entrega a su señora a un punto pocas veces al-canzado por los hijos en relación con sus propios padres. Cuando ella se casó nuevamente, Pierre comenzó a mante-ner a los recién casados, porque muy pronto el marido perdió su empleo de músico, con la clausura de los teatros neoyorquinos.

Toussaint podría conseguir fácilmen-te la emancipación y reunir un buen pa-trimonio, pero prefirió seguir al servicio de Marie Bérard.

Su ama murió poco tiempo después, a los 32 años de edad. Siervo bueno y fiel, fue él mismo quien buscó a un sacerdote para que le administrara los

últimos sacramentos. En su lecho de muerte, Marie le concedió la libertad, proclamando que no había recompen-sa terrena suficiente para retribuir los servicios que había prestado.

Ya en su condición de hombre libre, ese católico ejemplar siguió prestando servicios gratuitos al viudo de su fa-llecida señora, Gabriel Nicolas, hasta que éste se mudó al sur del país.

Solamente entonces Toussaint se sintió libre de impedimentos para con-traer nupcias él mismo. Y ya era tiem-po, porque había llegado a los 45 años. Así, en 1811 se casó con Juliette Noël, una esclava emancipada como él, que se mostró digna esposa y se convirtió en auxiliar y aliciente de sus obras de caridad.

Un consumado gentilhombre

Toussaint permaneció en su oficio de peluquero hasta el final de su lar-

ga vida. Era siempre muy amable y cortés con sus clientes. A veces, para alegrarlas tocaba algunas piezas en el violín, instrumento dócil en sus hábiles manos.

Y ellas lo consideraban “un consu-mado gentilhombre”. No a causa de ropas finas y bien cortadas, que no te-nía. Menos aún por una vasta cultura, maneras elegantes ni cuidada educa-ción mundana. No era más que un ex-esclavo negro en un país de acentuada discriminación racial.

Ejemplo de santidad al alcance de todos

¿Qué le merecía entonces una opi-nión tan elevada?

Un conjunto de diversos factores: su fe católica, puesta en práctica en la vida cotidiana; el deseo de agra-dar a Dios; el corazón desbordante de bondad cristiana, y las cualidades

Pierre Toussaint en los últimos años de su existencia

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24 HERALDOS DEL EVANGELIO · Octubre 2004

Jon

Levy

/AFP

morales cultivadas de modo excelente por quien seguía siendo un “hombre común”. Con perfecta modestia, Tous-saint conocía lo que le era propio y sabía dar a cada cual el trato debido.

Ese “conjunto de diversos factores” tiene nombre: ¡santidad!

–¡Pero no ha sido canonizado! – po-dría objetar alguien.

No lo fue, y quizá no lo sea. Es un asunto que le compete al Papa, que se pronuncia con el don de infalibilidad que le concedió el Espíritu Santo. Lo esencial es que todo cristiano está lla-mado a la santidad.

“¡Qué noble y excepcional era su carácter!” – declara una dama que lo conoció de cerca. Y añade: “Pero lo que me impresionaba era su ‘todo’; su perfecta benevolencia cristiana, su fe íntegra, su amor y caridad, su notable tacto y finura de sentimientos, y su justa apreciación de quienes lo circundaban. Su religiosidad era fervorosa y sincera, y nunca la dejó por razones mundanas.”

¡Esa es la descripción de una vida en la senda de la santidad!

Por lo tanto, ese grado de práctica de la virtud está al alacance de todos los hombres y mujeres sin excepción. Si un simple esclavo iluminó con su fe y con su caridad todos los lugares

por donde pasó, ¿por qué nosotros, “personas comunes y corrientes”, no podremos hacer lo mismo?

Pionero de las obras de caridad en Nueva York

Para su clientela, el bondadoso peluquero era un seguro confidente y buen consejero. Nunca revelaba los secretos que le confiaban. Cuando cierta vez una chismosa indagaba los asuntos particulares de otro, replicó: “Toussaint hace peinados, no es porta-dor de noticias”. A otras preguntas in-discretas respondía diplomáticamente: “No tengo buena memoria…”

El progreso en la vida espiritual aumentaba en su corazón generoso el deseo de hacer el bien a los necesi-tados, por lo que expandió su campo de acción benefactora. Reunió fondos para ayudar a niños abandonados, construir orfanatos e iglesias. Durante veinte años fue el sostenedor del Ho-gar de Niños de San Patricio. Cuando la fiebre amarilla arrebataba miles de vidas a la ciudad, el santo peluquero cuidaba a los enfermos para ayudarlos a recobrar la salud o, si no era posible, a morir con dignidad.

De esta forma, Pierre Toussaint terminó siendo uno de los pioneros

de las obras de caridad en la próspera Nueva York.

No obstante, no debe pensarse que todo aquello provenía de una mera filantropía. Principalmente era fruto de décadas de asistencia diaria a Misa en la Iglesia de San Pedro (la única católica en la ciudad) y de su ardorosa devoción a la Santísima Virgen, que defendía constantemente, a pesar de estar rodeado por no-católicos. Aun-que era laico –¡y ex-esclavo!– había gente que le pedía la bendición.

“Él irradiaba una fe serenísima y alegre”

El 30 de junio de 1853, con 87 años, este católico ejemplar entregó su be-lla alma a Dios, en olor de santidad. Estando ya en el lecho de muerte, alguien le preguntó:

–¿Quiere usted alguna cosa?–Nada en esta tierra – respondió.Su cuerpo venerable está sepultado

en la Catedral de San Patricio. Con motivo de su visita a dicha catedral en 1995, S.S. Juan Pablo II pronunció estas luminosas palabras: “¿Qué tan extraordinario hay en este hombre? Él irradió una fe serenísima y alegre, sostenida diariamente por la Eucaris-tía y visitas al Santísimo Sacramento. Frente a la constante y dolorosa discri-minación, comprendió como pocos el significado de las palabras de Nuestro Señor: ‘Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen’. Ningún tesoro es tan sublime y transformante como la luz de la fe”.

No cabe duda que el número de cristianos llamados a la importante misión de teólogo, de rey o de fun-dador de alguna Orden religiosa, es pequeño.

Sin embargo, todos pueden hacer lo mismo que el venerable Pierre Toussaint: irradiar a Cristo en sus pro-pios ambientes, y caminar rumbo a la santidad.

Por eso, todos tenemos mucho que aprender de este ex-esclavo, que fue definido apropiadamente como “la imagen de Dios tallada en ébano”. ²

Juan Pablo II durante su visita a la Catedral de Nueva York: Pierre Toussaint irradió una fe serene y alegre, sostenida diariamente en la Eucaristía

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Octubre 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 25

ratándose de una asociación reciente,

no me imaginaba que había alcanzado un grado de ex-pansión tan elevado en tan poco tiempo. Al constatar

el hecho, no pude menos que darle gracias al Señor por esta obra de los Heraldos del Evangelio, que viene a enriquecer la ya impresionante lista de nuevos Movimientos y Asociaciones Laicales existentes en la Iglesia. Como tuve ocasión de afirmar, estos son los grupos que están contribuyendo am-pliamente a la renovación de la Iglesia, preconizada por el Concilio. Frente al lastre del ateísmo y la indiferencia reli-giosa, los Movimientos y Asociaciones Laicales son una invento del Espíritu Santo destinado a invertir la tendencia descristianizadora que se verifica en nuestro continente.

Un inmenso poder de atracción

Me conmovió el clima de alegría y entusiasmo de este encuentro de prin-cipio a fin. Lo que vi y experimenté, confirmó una convicción arraigada en mí desde hace mucho, en el sentido que María posee un poder inmenso de atracción sobre los corazones. Me acuerdo de la visita de la Virgen Pe-regrina a Macao y de cómo la Señora, a través de ese instrumento que es la imagen, logró poner en movimiento a una multitud inmensa, deslumbrándo-la con el brillo de su fascinación. To-davía tengo en la retina la imponente

procesión de personas y automóviles que acompañaron la imagen de la Señora, rezando y cantando alternada-mente en las dos lenguas locales: chino y portugués.

Algo semejante sucedió en las [islas] Azores cuando nos visitó la re-ferida Imagen Peregrina. Pienso que la Virgen es el instrumento del que se sirve Dios para atraer a las multitudes hacia Cristo y hacia el Evangelio. Fátima es la prueba evidente de eso. Que yo sepa, hasta hoy nadie ha conseguido reunir en Portugal a tan grandes multitudes como la Señora de Fátima.

Camino de regreso a la vivencia de la fe

Pero lo más importante son las transformaciones que se obran en los corazones por mediación de María. ¡Cuántas almas han vuelvo a encon-trar, a través de Ella, el camino de regreso a la vivencia de la fe!

Venturosos sean los Heraldos del Evangelio, por la importancia que le dan al mensaje de Fátima y, nominal-mente, a la devoción al Inmaculado Corazón de María. ¡Son magníficas las promesas relacionadas a la vivencia de esta devoción! La Señora misma declaró a los pastorcitos: “Dios quie-re establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A quien la adopte, le prometo la salvación”. ¿Se podrá desear algo mejor y más grande por un precio tan accesible?

¿Podrá haber un instrumento más dulce, amable y tierno para atraer a las almas y los corazones a Cristo? Es cierto que el camino de María no es un mar de rosas, sino un sendero lleno de espinas. Basta recordar la vida heroica de los Bienaventurados pastorcitos de Fátima, Jacinta y Francisco. Pero esas espinas, una vez aceptadas y ofrecidas por amor, son dulcificadas por el bál-samo que se desprende del Corazón Inmaculado de María.

Refutando una gran equivocación

Según algunas personas, la im-portancia que se da a la Señora en la piedad cristiana redundaría en un perjuicio a la centralidad debida a Cristo. Nada más falso. La verdadera y auténtica devoción a María no es un sustituto destinado a ocupar en noso-tros el lugar de Cristo; es un medio poderosísimo para llevarnos a Él. Los Santos que más se destacaron por su amor a Jesús fueron grandes devotos de María. A fin de cuentas, éste fue el camino por el que los pastorcitos de Fátima, Jacinta y Francisco, subieron tan alto y en tan poco tiempo que la Santa Iglesia no dudó en proponerlos a nuestra imitación, inscribiéndolos en el canon de los Bienaventurados.

Estos fueron algunos de los pensa-mientos que se me ocurrieron en Fá-tima, cuando participaba en el último encuentro nacional de los miembros del Apostolado del Oratorio del Cora-zón Inmaculado de María. ²

IMPRESIONES DEL ÚLTIMO ENCUENTRO

Ardoroso devoto de María y atento observador, Mons. Arquiminio Costa nos cuenta los pensamientos que ocuparon su mente

durante el Encuentro del Apostolado del Oratorio, realizado el pasado 10 de julio en Fátima.

Mons. Arquiminio Rodrigues da CostaObispo Emérito de Macao

TT

IMPRESIONES DEL ÚLTIMO ENCUENTRO

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26 HERALDOS DEL EVANGELIO · Octubre 2004 Octubre 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 27

EEConmemoración del día de la Independencia

l 7 de septiembre, día del nacimiento de Brasil como nación, los Heraldos partici-paron en dos importantes actos conme-morativos en São Paulo.

En el primero, participaron en la Misa celebrada por Mons. Claudio Hummes,

Cardenal Arzobispo Metropolitano, y concelebrada por el Canónigo Severino Martins y el Padre Edmilson, pá-rroco y vicario de la catedral respectivamente.

Mons. Hummes resaltó en su homilía que la Iglesia estuvo siempre presente en la historia de Brasil, marcan-do su descubrimiento con la celebración de la misa por Fray Enrique de Coimbra. Para nuestros días destacó la necesidad de evangelización, dirigiendo estas palabras al gran número de Heraldos presentes: “Los convoco a ustedes para esta gloriosa meta”. Terminó animando a todos a rezar por el país, y para que la Iglesia Católica pueda cumplir la gran misión que le ha sido confiada.

En el segundo acto, en la Iglesia Nuestra Señora del Brasil, los Heraldos presentaron una agradable sorpresa: el estreno de un elegante uniforme para eventos cívicos, que causó admiración general. Realmente, la aproba-ción fue unánime.

Tras la Misa celebrada por Mons. Manuel Parrado Carral, Obispo Auxiliar de São Paulo, y concelebrada por el P. Nadir José Brun, párroco, y ocho sacerdotes más, la imagen de Nuestra Señora del Brasil fue corona-da y llevada en procesión por las calles del barrio.

Instantáneas de la misa en la Catedral de São Paulo celebrada por el Cardenal Claudio Hummes el 7 de septiembre.

HERALDOS EN EL MUNDO

Conmemoración del día de la Independencia

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26 HERALDOS DEL EVANGELIO · Octubre 2004 Octubre 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO

PRESIDENTE DE LOS HERALDOS, MIEMBRO HONORARIO DE LA FABCon motivo de los 59 años de la formación de la Subdirección de Abastecimiento

del Comando de Aeronáutica, cumplidos el pasado 27 de agosto, el Presidente Ge-neral de los Heraldos del Evangelio, João Clá Dias, fue condecorado con el título de Miembro Honorario de la Fuerza Aérea Brasileña.

HERALDOS DEL EVANGELIO 27

Con motivo de los 59 años de la formación de la Subdirección de Abastecimiento del Comando de Aeronáutica, cumplidos el pasado 27 de agosto, el Presidente Ge-neral de los Heraldos del Evangelio, João Clá Dias, fue condecorado con el título de

Conmemoración del día de la Independencia

En la iglesia de Nuestra Señora del Brasil, Misa celebrada por Mons. Manuel Parrado Carral, Obispo Auxiliar de São Paulo, y procesión con la imagen de la Patrona.

En la ocasión, los Heraldos estrenaron un hermoso uniforme rojo y blanco.

HERALDOS EN EL MUNDO

Conmemoración del día de la Independencia

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28 HERALDOS DEL EVANGELIO · Octubre 2004 Octubre 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 29

Uruguay – En Montevideo recibieron la ilustre visita de Mons. Francisco Pérez González, Arzobispo Castrense de España y

director de las Obras Misionales Pontificias en ese país.

CHILE: FIESTA DE LA VIRGEN DEL CARMEN

Durante la solemnidad externa de la Patrona de Chile, que se celebra el último domingo de septiembre, los Heraldos participaron en la procesión realizada en la ciudad de Quilpué (1), fue presidida por Mons. Santiago Silva, obispo auxiliar de Valparaíso (2). Y de la ya tradicional procesión en el centro de la ciudad de Santiago, junto a todos los movimientos laicos de la arquidiócesis (3).

12

3

Nicaragua: Por motivo de los 150 años del Dogma de la Inmaculada Concepción los Heraldos tuvieron participación activa en las celebraciones realizadas en el Santuario Nacional la Basílica de El Viejo, en Chinandega, Diócesis de León.Como también animaron la Eucaristía en la parroquia del Calvario de esta misma ciudad, que fue presidida por el Obispo de León y vicepresidente de la Conferencia Episcopal, Monseñor Bosco Vivas Robelo.

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28 HERALDOS DEL EVANGELIO · Octubre 2004 Octubre 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 29

Perú – En la Iglesia del Santísimo Nombre de Jesús, en el barrio de Chacarilla del Estanque fueron entregados nuevos Oratorios del Inmaculado Corazón en la Ciudad de Lima. La Eucaristía fue concelebrada por el P. Pedro Castro OFM, capellán de los Heraldos en Lima, y por el Rvdo. P. Francesco Martinelli SMM, Provincial de los Monfortianos para el Perú y Brasil.

Costa Rica – El Coro y la Banda de los Heraldos del Evangelio realizó una presentación musical en la Nunciatura Apostólica, invitados por Mons. José Leite, Secretario de la misma, como parte de un acto de homenaje y

despedida al Embajador del Japón y su esposa.

España: Mons. Juan Antonio Reig Pla, obispo de Segorbe-Castellón, visitó la Parroquia de Alfondeguilla para administrar el sacramento de la confirmación a un numeroso grupo de jóvenes. Al final de la Misa –cantada por el

Coro de los Heraldos del Evangelio– y después de la bendición y entronización de una piadosa imagen de la Virgen de Fátima en uno de los altares de la iglesia, hizo entrega de dos oratorios que peregrinarán en el municipio de

Alfondeguilla y en Vall d’Uixó.

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30 HERALDOS DEL EVANGELIO · Octubre 2004 Octubre 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 31

ALEMANIA

Preparada por los Heraldos, la Sra. Wilhelmine, que era musulmana, recibió el Bautismo, la Confirmación y la Primera Comunión en Weidenthal (a la izquierda). En la homilía, el P. Johann Wurtz incentivó el trabajo de evangelización

realizado por los Heraldos en Alemania. Jóvenes Heraldos portugueses (a la derecha), de paso en tierras germanas, cantaron en el Santuario de Miesberg, en el “Fatimatag” (Día de Fátima) celebrado el 13 de cada mes.

Sudáfrica – En la fiesta de la patrona del país, Nuestra Señora de la Asunción, los Heraldos participaron en las

Misas celebradas en la Catedral de Pretoria, por invitación del párroco, P. David Francis.

Bolivia – En Cochabamba, 60 estudiantes preparados por los Heraldos bolivianos hicieron su Primera

Comunión. Luego de la ceremonia, muchos padres manifestaron su deseo que los Heraldos también

preparen a sus hijos para la Confirmación.

EL SALVADORDe las aguas bautismales de la iglesia de la Transfiguración, en San Salvador, salió Dieguito el Heraldo más joven. Sus padres y abuelos son Cooperadores. La madre, en nombre del niño, mandó una carta al Presidente General, don João Clá Dias, solicitando su admisión en las filas de la Asociación. Cuál no fue la alegría de toda la familia, al recibir la respuesta afirmativa… ¡Así entonces, Dieguito fue bautizado llevando el símbolo de los Heraldos al pecho!

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Portugal – Los Heraldos rindieron homenaje al Nuncio Apostólico en Lisboa, Mons. Alfio Rapisarda, con motivo de su cumpleaños, ofreciendo una pequeña presentación

musical que contó además con la brillante participación de Mons. Jean François Lantheane, secretario de la Nunciatura,

el cual acompañó desde el órgano las piezas ejecutadas.

Filipinas – Con una Misa celebrada por Mons. Cristóbal García, se hizo entrega del 100° Oratorio en la región de Cebú y Mindanao.

ECUADOR

En Loja, participaron en la fiesta de la Virgen del Cisne, cuya imagen fue llevada en procesión solemne hasta la catedral recién restaurada (foto a la izquierda). Y en Guayaquil, el stand en la “Expolaico” fue muy visitado por los asistentes (foto superior).

PARAGUAY

La Capital de este país conmemoró pomposamente el día de su Patrona, Nuestra Señora de la Asunción. Luego de una festiva procesión (foto 1), hubo una solemne misa campal que celebró Mons.

Pastor Cuquejo, Arzobispo Metropolitano, junto al Nuncio

Apostólico, Mons. Antonio Lucibello.

El día de las Fuerzas Armadas, los Heraldos acompañaron nuevamente

a la imagen de Nuestra Señora de la Asunción, en procesión por las calles de la Capital (foto 2). A continuación el obispo castrense, Mons. Ricardo Valenzuela, celebró la misa ante las autoridades militares presentes.

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Juliane Campos

ra un 30 de septiembre de 1897. Cerca de las 16 horas, la comunidad del Carmelo de Lisieux, en Francia, se reunió en torno al lecho de una

religiosa que, con tan sólo 24 años de edad, parecía entrar en agonía. A la

hora del Ángelus, miró largamente a la Virgen de la Sonrisa, que siempre la había protegido en su breve existencia. Sujetaba con firmeza el crucifijo.

Notando que la enferma parecía tardar un poco más en esta tierra, la superiora dispensó a la comunidad. Pero enseguida sonó la campana de la

enfermería y las religiosas regresaron a toda prisa, a tiempo para presenciar una sublime escena.

Con los ojos puestos en el crucifijo, la agonizante pronunció esta breve frase: “Dios mío… yo… ¡Te amo!”. Su semblante se iluminó, parecía estar en éxtasis. Durante algunos instantes,

SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS

“Quiero pasar mi cielo

haciendo el bien en la tierra”En su corta existencia llegó a un elevado grado de santidad. Por sus inmensos deseos y su vida de sacrificios, fue misionera sin salir del convento y se convirtió en Patrona de las Misiones. Inauguró una nueva senda espiritual y fue proclamada Doctora de la Iglesia.

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“Quiero pasar mi cielo

haciendo el bien en la tierra”

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Una nueva vía: la “pequeña vía”,

la vía del abandono en las manos de Dios.

“Tengo vocación de ser Apóstol…

Quisiera recorrer la Tierra”

su mirada se posó un poco por debajo de la imagen de María que tenía en la cabecera. Después cerró los ojos y, con una sonrisa en los labios, entregó su alma al Creador.

Santidad fulgurante y… desapercibida

Era costumbre que durante las exequias la madre superiora hiciera un pequeño discurso sobre la religiosa fallecida, exaltando sus virtudes y las obras que había realizado dentro de las paredes benditas del Carmelo. Sin em-bargo, la gran santidad de la Hermana Teresita había pasado desapercibida a tal punto, que dos monjas comentaban entre sí: “¿Qué irá a decir nuestra Madre de esta hermanita que llevó una vida tan inexpresiva entre nosotras?”.

Eran incapaces de imaginar que es-taba por comenzar la prodigiosa obra póstuma de esta desconocida carmeli-ta, Santa Teresita del Niño Jesús y de la Sagrada Faz. Sin haber salido jamás del convento, fue declarada Patrona de las Misiones. Y hoy la maestra de la “pequeña vía” de santificación ha sido proclamada Doctora de la Iglesia.

Infancia impregnada de piedad

El 2 de enero de 1873 nació en Alençon, Francia, María Francisca Teresa Martin. De sus santos padres –Louis y Zélie Martin, que fueron pro-clamados venerables en 1994 y están a punto de ser beatificados– aprendió a amar a Jesús y a María. Quedó huérfa-na de madre a los 4 años. Pero en ese corto tiempo de convivencia recibió mucho cariño materno.

A los dos años escuchó decir que su hermana Paulina sería religiosa. A esa edad no sabía bien de lo que se trataba, pero decidió: “También seré religiosa”. Y añade en sus memorias: “Luego de esto, nunca más cambié de resolución”. Un poco más adelante, afirma: “Desde la edad de tres años, comencé a no recha-zar nada que el buen Dios me pidiese.”

Tras la muerte de la madre, tomó a su hermana Paulina como su “mami-ta”. Ésta –junto al padre y a las otras

tres hermanas– cuidó a la pequeñita con extremado desvelo, dándole una educación afectuosa y firme.

La familia se cambió a Lisieux, esta-bleciéndose en una casa denominada “Buissonnets” (matorrales). Cerca de ese lugar residía un tío de la santa, el Sr. Guérin, cuya virtuosa esposa se encargó de asistir a las sobrinas huér-fanas de madre.

Una cura milagrosa

Algunos años después Paulina en-tró al Carmelo, lo que significó una nueva pérdida para Teresita, entonces con nueve años de edad, pero forta-leció su convicción de ser también ella una carmelita. En esta época, la acometió una extraña enfermedad que, más allá de las molestias físicas, le causaba terribles sufrimientos psí-quicos. “Yo decía y hacía cosas que no pensaba. Casi siempre parecía delirar, diciendo palabras sin sentido”, cuenta ella. Según los diagnósticos médicos, esa enfermedad podría trastornarla, si acaso no la hacía morir.

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La Santísima Virgen la curó, como nos cuenta ella misma:

“Sin encontrar socorro alguno en la tierra, me volví hacia mi Madre del Cielo y le supliqué con todo ardor que tuviera por fin piedad de mí. De repen-te, la Santísima Virgen me pareció lin-da, tan linda que nunca había visto yo nada tan hermoso. Su rostro irradiaba una inefable bondad y ternura, pero lo que llegó a lo profundo de mi alma fue su sonrisa arrebatadora. Entonces se disiparon todos mis sufrimientos. (…) ¡Oh –pensé conmigo misma– la Santísima Virgen me sonrió! Qué feliz soy…” (Manuscritos, § 94).

Santa decidida y audaz

En lugar de jugar como las otras ni-ñas, Teresita prefería colocar su alma frente a los panoramas de la contem-plación. Le gustaba mucho la lectura, sobre todo ciertas historias de caballe-ría. Leyendo el relato de las heroicas hazañas de Santa Juana de Arco, sen-tía en sí el mismo ardor y la misma ins-piración celestial, con un fuerte deseo de imitarla. Con esas lecturas, recibió una gracia que consideró una de las más grandes de su vida: comprender que había nacido para la gloria de los Cielos, ¡había nacido para ser santa!

Decidió entrar enseguida al Carme-lo de Lisieux, donde ya se encontraban sus hermanas Paulina y María. Habló con su bondadoso padre, que consintió pese al sufrimiento de la separación, considerándose privilegiado con que Jesús tomara por esposa a una más de sus hijas.

Pero no era muy común recibir a una novicia de 15 años apenas… Teresita no se desanimó ante la negativa del padre superior del Carmelo. Se manifestó de-cidida a recurrir al obispo, e incluso al Papa si necesario fuese.

¡Y lo hizo! Luego de un infructuoso recurso al obispo, se fue a Roma don-de, arrodillada a los pies de León XIII, con los ojos inundados de lágrimas, expuso su deseo:

–¡Santísimo Padre, vengo a pediros una gran gracia!

Sorprendido, éste se inclinó para oír bien, sonrió al escuchar su pedido y le respondió que los superiores deci-dirían. Ella replicó que, a una palabra suya, todos consentirían.

–Vamos a ver… ¡Entrarás si el buen Dios así lo quiere! – dijo el Papa.

Luchas en la vida carmelita

Y el buen Dios así lo quiso. Tres me-ses después, la valiente joven traspuso los umbrales del Carmelo, adoptando el nombre de Teresita del Niño Jesús y de la Sagrada Faz, porque en su alma calaban hondo la infancia y la Pasión del Salvador.

En la confesión general que hizo antes de recibir el hábito de novicia, escuchó del confesor, Padre Pichon, esta consoladora afirmación: “En pre-sencia del buen Dios, de la Santísima Virgen y de todos los Santos, declaro que jamás cometiste un solo pecado mortal”.

Pero como tantas veces le ocurre a los Santos, las otras monjas no se daban cuenta de la grandeza de alma de aquella carmelita que se hacía tan pequeña. En toda su vida religiosa dio siempre buenos ejemplos y aceptó con agrado todas las humillaciones. Sin nunca desanimarse, procuraba cumplir la voluntad de Dios prestando servicio a los demás, y siempre tenía una sonri-sa para todas.

Trabó una lucha incesante para vencerse a sí misma, sobre todo en los problemas propios de la vida co-munitaria. Por ejemplo, en el recreo buscaba conversar con las de trato más difícil; soportaba pacientemente el irritante ruido que hacía una monja mientras estaban en el coro; no se que-jaba cuando una hermana de hábito le salpicaba agua sucia a la hora de lavar la ropa. Sin cesar, ofrecía a Dios esos innumerables pequeños sacrificios co-mo oración y oblación.

De esta manera dio inicio a una nueva vía espiritual: la “pequeña vía”, la vía del abandono en las manos de Dios, la vía de la infancia espiritual, que todas las almas, hasta las más

Reliquias de Santa Teresita Carmelo de Lisieux

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débiles, pueden recorrer para santifi-carse. Todo lo hacía por amor a Dios. Sabía que solamente con el auxilio de la gracia vencería las dificultades. Le gustaba decir: “¡Todo es gracia!”.

Patrona de las misiones

Enclaustrada en los muros del Car-melo, deseaba conquistar el mundo entero para Jesús:

“Tengo vocación de Apóstol… Qui-siera recorrer la tierra, pregonar tu nombre e implantar en tierra de infieles tu gloriosa Cruz. Pero, oh Bienamado mío, una única misión no me bastaría. Quisiera anunciar, al mismo tiempo, el Evangelio en las cinco partes del mun-do, hasta en las más remotas… Quisie-ra ser misionera no sólo unos años, sino hasta la consumación de los siglos… Pero por encima de todo quisiera, oh mi amado Salvador, derramar por Ti hasta la última gota de mi sangre…” (Manuscritos, § 251).

Por sus ardientes oraciones y conti-nuos sacrificios, convirtió en obras esos anhelos. Y fue proclamada por el Papa Pío XI, en 1927, patrona principal de todos los misioneros y de las misiones existentes en todo el mundo.

Víctima expiatoria

Comprendiendo que podría rea-lizar todos sus inmensos deseos de trabajar por la salvación de las almas y glorificación de la Santa Iglesia, y sobre todo de “vivir en un acto de per-fecto Amor”, hizo en 1895 el sublime “ofrecimiento como víctima expiatoria al amor misericordioso de Dios”.

Y la Divina Providencia aceptó el ofrecimiento.

En la noche de Viernes Santo de 1896, luego de permanecer ante el Santísimo Sacramento hasta la me-dianoche, Santa Teresita se recogió a su celda. No bien había puesto la ca-beza sobre la almohada, cuando sintió un borbotón de algo efervescente que le subía por la garganta y llegaba a los labios. No sabía lo que era, pero intu-yó que se trataba de una hemoptisis. ¿Sería tuberculosis? Por la mañana

verificó que su sospecha se confirma-ba: era tuberculosa.

¡La alegría invadió su alma, pues el ofrecimiento había sido aceptado!… Sentía que Jesús, el mismo día de su Pasión y muerte, le daba la primera señal de que pronto la llevaría con Él.

Pasó un año de muchas pruebas y sufrimientos, sobre todo la “noche oscura del alma”, de la que hablan los autores místicos, la prueba de la Fe. Su alma estaba en completa aridez. Pare-cía como si Dios la hubiera abandona-do. Pero nunca perdió la tranquilidad ni la alegría.

El 19 de agosto comulgó por últi-ma vez.

Un mes antes de su muerte, el sa-cerdote que la atendió en confesión comentó, muy conmovido, al salir de la enfermería: “¡Qué alma más her-mosa! Por lo que parece, está confir-mada en gracia.”

Desde el Cielo, Santa Teresita cum-plió su promesa de hacer el bien en la tierra.

Pocos santos tuvieron una irradia-ción tan grande en tan poco tiempo. Tal como Moisés abrió el Mar Rojo para el paso del pueblo elegido, así el Ángel del Carmelo abrió a las futuras generaciones, tan débiles y necesita-das, una esplendorosa senda hacia el Cielo.

La Iglesia celebra su fiesta el 1° de octubre. Por concesión de la Santa Sede, los Heraldos del Evangelio tie-nen el privilegio de recibir ese día una Indulgencia Plenaria, observando las condiciones de costumbre. ²

“SIENTO EN MÍ OTRAS VOCACIONES”

La víctima expiatoria en su lecho de muerte

Ser tu esposa, oh Jesús, ser car-melita, ser madre de las almas por la unión contigo, debería ser suficiente para mí… Pero no es lo que sucede… Sin duda que esas tres prerrogativas constituyen exac-tamente mi vocación: Carmelita, Esposa y Madre. Con todo, siento en mí otras vocaciones. Siento en mí la vocación de GUERRERO, de SACERDOTE, de APÓSTOL, de DOCTOR y de MÁRTIR. Siento, por fin, la necesidad, el deseo de realizar por Ti, Jesús, todas las obras, las más heroicas… Siento en el alma el valor de un Cruzado, de Suabo Pontificio. Desearía morir en el campo de batalla en defensa de la Iglesia… (Manuscritos, § 250)

En 1895 hizo el sublime “ofreci-

miento como víc-tima expiatoria al

amor misericordio-so de Dios”

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Víctor Toniolodesde Roma

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proximándome hace po-cos días a la antigua Puer-ta Latina –otrora uno de los principales accesos a la ciudad– me topé con un pequeño edificio octo-

gonal que, curiosamente, se levanta en medio de la calle, obstruyendo el paso a los vehículos. Aunque cosas de este género no son tan raras en Italia, se despertó mi curiosidad y quise cono-cerlo por dentro.

Un pequeño letrero indica que se trata de la capilla de San Giovanni in Óleo (San Juan en el Aceite), agre-gando el siguiente trecho del Evan-gelio de San Juan: “Cuando Pedro vio al discípulo, preguntó a Jesús: «Señor, ¿y este qué?» Jesús le respondió: «Si quiero que éste permaneciese hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme». Por esto corrió entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría” (Jn 21 21-23).

“Si quiero que éste permaneciese hasta que Yo venga…”

Una pequeña capilla de Roma señala el lugar donde San Juan Evangelista fue sumergido en un gran caldero lleno de aceite hirviendo, y del que salió no solamente ileso, sino rejuvenecido.

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Capilla de San Giovanni in Óleo junto a la Puerta

Latina (arriba, fresco pintado en su interior)

“Si quiero que éste permaneciese hasta que Yo venga…”

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¿Qué relación existe entre esta capilla y las misteriosas palabras de Nuestro Señor grabadas a su entrada?

El martirio de San Juan Evangelista

El año 94 se desencadenó la terrible persecución promovida por el Empe-rador Domiciano. Los cristianos eran apresados y martirizados uno tras otro.

Un día, llegó al conocimiento de la policía imperial que en Roma se en-contraba una gran personalidad cris-tiana, cierto hebreo de nombre Juan. Por lo que se decía, era uno de los líderes más respetados de la “secta”, pues había conocido al mismo Cristo. Enseguida procedieron a capturarlo. Tal como lo hiciera el Redentor años antes, San Juan Evangelista se dejó llevar sin oponer resistencia.

El Emperador lo condenó sumaria-mente a la muerte por envenenamiento.

Sin perder tiempo, los verdugos lo llevaron a la Puerta Latina y pusieron en sus manos un vaso rebosante de la más mortífera de las pociones. Habían oído que los cristianos consideraban inmortal a ese hombre y, llenos de presunción, le ordenaron vaciar todo su contenido.

Sereno, el Discípulo Amado llevó el vaso hasta su boca y lo bebió por com-pleto. Pasaron unos instantes… nada. Otros minutos más… ¡y nada!

Los enfurecidos verdugos prepa-raron ahí mismo un gran caldero de aceite hirviendo, seguros que sería más eficaz que el veneno.

Mientras se calentaba el aceite, cor-taron sus cabellos –en señal de ignomi-nia– e hirieron su cuerpo con objetos punzantes.

Cuando lo sumergieron en el calde-ro se llevaron una gran sorpresa, pues el Evangelista no daba muestra alguna de dolor. Sorpresa transformada luego en terror incontenible, al ver que el cuerpo del venerable anciano se revi-talizaba en el aceite hirviente.

Llenos de pavor, los verdugos lo sacaron del caldero y volvieron a toda prisa para contar lo sucedido al César,

que en vista de ello no consideró re-comendable seguir insistiendo en dar muerte a un hombre tan protegido por los Cielos, y lo condenó al exilio en la isla griega de Patmos.

“En este lugar Juan bebió el cáliz del martirio”

La capilla de San Giovanni in Óleo indica el sitio exacto donde, según la tradición, se dieron estos hechos. Al cruzar sus umbrales, el visitante se depara con una particular atmósfera sobrenatural rica en significados, una especie de silencio elocuente. Este ambiente impone un inmenso respeto, tanto como para inhibirme de hacer comentarios o hasta sacar de inmedia-to una fotografía.

Esas paredes, que se alzan como un monumento a la victoria del Evange-lista sobre la muerte, parecen querer atestiguar el prodigioso acontecimien-to que ahí ocurrió. En ellas hay repre-sentaciones del martirio del Apóstol, así como un sintético relato:

“En este lugar Juan bebió el cáliz del martirio, cuando el aceite hirviendo lo fortificó en lugar de corromperlo. Y en

este lugar permanecen hasta hoy el acei-te, el caldero, la sangre, las tijeras y los cabellos, que fueron conservados para ti, oh ínclita Roma”.

Una bruma de misterio inunda la ca-pilla de San Giovanni in Óleo y desafía la agudeza de los estudiosos: en aquel sitio Dios preservó a un hombre de la muerte, contrariando las leyes de la na-turaleza que Él mismo creó. ¿Por qué?

La solución de tal enigma ha si-do buscada durante siglos. Algunos sostienen que San Juan fue salvado para cumplir nada más las palabras del Señor. Otros afirman que fue pro-tegido de manera tan prodigiosa para que pudiera escribir el Evangelio y el Apocalipsis. Unos pocos van todavía más lejos, asegurando que no tan sólo en aquella ocasión fue salvado de la muerte , sino que sigue vivo, esperan-do la anunciada venida del Redentor.

En vano se ha querido escrutar en los arcanos divinos, a la busca de una aclaración definitiva e incontestable. El misterio que encierra la respuesta de Nuestro Señor a San Pedro, perma-nece de pie: “Si quiero que éste se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?”. ²

El altar señala el lugar exacto en que

fue atormentado San Juan Evangelista;

en su interior se conservan las

reliquias.

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AALucilia Haddad

HISTORIA PARA NIÑOS... O PARA ADULTOS LLENOS DE FE

nselmo y Mario, dos grandes amigos, no podían ser más dife-rentes uno del otro en lo que a dotes na-turales se refiere. El

primero era talentoso, elegante, rico y de buena familia. El segundo, pobre y apagado. Sin embargo, por encima de esas diferencias, algo los unía estrecha-mente: ambos eran grandes de alma.

Una mañana de domingo, Anselmo le comunicó a su amigo que estaba por partir al Convento de Santo Domingo, donde entraría de novicio.

–Quiero ser predicador, como buen hijo de Santo Domingo, para convertir mucha almas a Cristo y divulgar la de-voción del Santo Rosario.

Aunque entristecido por el inmi-nente fin de tantos años de convi-vencia, Mario felicitó a su amigo y lo incentivó a seguir adelante en aquella sublime vocación:

–Siempre estaremos unidos en oración. Rezaré mucho para que seas

un gran predicador santo – respondió, enfatizando el adjetivo santo.

Pocos meses después, Mario en-contró la manera de alojarse también en el Convento de Santo Domingo, en el que prestaba pequeños servicios a la comunidad. Y… de vez en cuando conversaba un poco con su estimado amigo, al que repetía siempre:

–Rezo para que seas un santo pre-dicador.

Al fin llegó el esperado día de la ordenación sacerdotal de Anselmo. Su primer sermón arrebató y estreme-ció a los fieles. Desviando de vez en cuando la mirada, el predicador veía que Mario, en un rincón de la iglesia, desgranaba discretamente las cuen-tas de su rosario. “¡Está rezando por mí!”– pensaba, agradecido.

Al cabo de pocos años, Fray An-selmo se hizo un predicador famoso. Llegaban solicitudes de todas partes

Además de ser inteligente y culto, preparaba con esmero sus prédicas, cuyos buenos efectos quedaban confir-mados en las numerosas conversiones

y los brotes de renovación espiritual en todos los lugares donde se dejaban oír sus ardorosas palabras.

Mario seguía en el convento, don-de los monjes lo llamaban “Hermano Mario”. Hombre habilidoso, encontró la manera de acompañar a Fray Ansel-mo en todos los viajes para “cuidar de sus cosas”. Y –¡curioso detalle!– no se perdía un sermón siquiera. Ahí estaba siempre, con su gran rosario en las ma-nos, rezando, rezando…

Pero, ¿qué hacía Fray Anselmo para arrebatar y convertir a las multitudes?

Un Viernes Santo, el obispo le encargó la homilía sobre la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Apiñados en la Catedral, todos los fieles escuchaban atentamente. Cuando hubo llegado al punto en que el Divino Redentor in-clinó la cabeza y expiró, el predicador hizo una pequeña pausa, para decir luego estas sencillas palabras:

–¡Y Dios murió! …El respetuoso silencio fue roto por

sollozos, y las lágrimas cayeron de muchos rostros. La divina tragedia del

EL GRAN

Fray Anselmo era inteligente y preparaba sus sermones con esmero. A su paso dejaba una estela de conversiones y renovado fervor. Pero un día sus palabras dejaron de surtir efecto en las almas. ¿Qué habría sucedido?

PREDICADOR

EL GRAN PREDICADOR

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Hijo de Dios muerto en la Cruz había tocado a fondo los corazones.

En otra oportunidad, siendo Noche Buena, y después de componer vívida y cuidadosamente en la imaginación del auditorio la escena de la Gruta de Belén, el gran predicador llamó la atención sobre el trascendental acontecimiento que iba a darse en ese momento. Y añadió:

–Entonces, el Hijo de Dios se hizo Niño y se posó sonriente en los brazos de María.

Hubo un estallido de alegría en la iglesia. La emoción tomó cuenta de hombres y mujeres, niños, adultos y ancianos. De esos corazones subía ha-cia el Niño Dios una ola de ternura, de afecto y adoración.

Pasaron los años, a lo largo de los cuales escenas como ésas se hicieron habituales en la vida de Fray Anselmo. A su paso, iba dejando una estela de conversiones, de radicales cambios de vida, de fervor renovado.

Hasta que un día…En la celebración de una gran so-

lemnidad, el famoso predicador subió al púlpito y pronunció las primeras palabras del sermón mientras miraba maquinalmente hacia el lugar donde solía colocarse el buen Hermano Ma-rio. No había nadie. “¿Dónde estará?” – se preguntó, preocupado.

Pero Fray Anselmo tenía que ocu-parse de la homilía, así que continuó. Las ideas se formaban en su mente con la acostumbrada claridad, mientras sus palabras límpidas y claras resonaban en la amplitud del inmenso templo. Pero –¡cosa extraña!– no encontraban eco en las almas. Esforzóse más el pre-dicador, poniendo en juego los innu-merables recursos de su oratoria para mover esos corazones a una actitud interior de fe y piedad. Fue en vano.

¿Qué habría ocurrido?Terminada la Misa, Fray Anselmo

regresó al Convento y le preguntó al portero:

–¿Dónde está el Hermano Mario?–Falleció hace casi media hora. Su

cuerpo está aún tibio en la celda.

Tras rezar junto al cuerpo sin vida de su viejo y fiel amigo, el predicador quiso saber el motivo de aquella muer-te tan inesperada. El Padre Rector le explicó:

–En los últimos meses el Hermano Mario daba indicios de estar grave-mente enfermo, pero se negaba a reposar, alegando siempre que debía “cuidar de las cosas de Fray Ansel-mo”.

–Pero, ¿qué es lo que hacía?–¡Muchas oraciones! Rezaba incan-

sablemente. Cuando alguien le pre-guntaba para quién eran tantas ora-ciones, solamente respondía: “Nuestra Madre sabe”.

–Era un santo – comentó Fray An-selmo, conmovido.

–Y mucho…El gran predicador siguió con su vi-

da de intenso apostolado, pero sentía que un cambio inexplicable se había producido. Preparaba sus sermones con el máximo esmero. Las palabras acudían a sus labios con abundancia y claridad. Los fieles lo escuchaban con agrado. Pero no daban muestra alguna de contrición ni de fervor.

Algo había desaparecido.En la Misa solemne de la fiesta de

Santo Domingo, Fray Anselmo ha-blaba… hablaba… para oídos atentos pero corazones cerrados. En cierto momento se calló, como alcanzado por una visión, y empezó a palidecer. Algunos de los presentes lo ayudaron, conduciéndolo a la sacristía, donde un médico le dio este diagnóstico:

–Fatiga grave, Padre. Usted necesi-ta cambiar de aires, reposar.

Esbozando una ligera sonrisa, Fray Anselmo respondió:

–¡No, no, nada de eso! Era él… con sus interminables oraciones. ¡La causa de todas aquellas conversiones era él, mi pobre amigo! Llévenme a la tumba del Hermano Mario.

Al llegar allá, el famoso predicador lloró largamente, humillado, sí, pero convertido. Al final, iluminado por la gracia, había comprendido que todo el éxito de sus sermones no se debía a

su brillante oratoria, sino a las fervo-rosas oraciones del humilde Hermano Mario.

Como un benéfico torrente de luz, acudieron a su mente los recuerdos de sus estudios sobre el indispensable papel de la gracia para mover a las almas a la conversión. Porque los dis-cursos más lógicos, más brillantes, son incapaces de suscitar cualquier buen movimiento de alma. Es Dios el que convierte, mediante la gracia. Y ésta se obtiene por la oración a través de la Virgen Santísima.

Ahora Fray Anselmo veía con claridad la importancia del Hermano Mario, el simple, el opaco… ¡el pode-roso Hermano Mario! Permaneció por varias horas ante su tumba, rezando serenamente. Acercándosele, el Padre Rector preguntó:

–¿Le pide al buen Hermano Mario la recuperación de la salud?

–No, Padre Rector, ¡le pido la virtud de la humildad! – respondió el gran predicador, con un rostro marca-do por las lágrimas. ²

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n medio del desierto más árido del mundo, un pequeño poblado de no más de mil habitan-tes recibe anualmente a unos 200 mil peregri-

nos, que acuden a una gran fiesta en veneración de la Virgen del Carmen.

Una historia con rasgos legendarios

La tradición que da origen La Ti-rana se remonta a 1535, en los albores de la conquista de Chile, cuando el capitán don Diego de Almagro, proce-dente del Cuzco, ingresó al norte del país con quinientos cincuenta españo-les y un séquito de 10 mil indios. Entre éstos, dos de gran relevancia: Paulino Tupac, príncipe de la familia imperial de los Incas, y Huillac Huma, último sumo sacerdote del desaparecido “cul-to al Sol”, junto a su hija, la princesa Ñusta Huillac.

En las filas habían también, sigi-losamente infiltrados, varios “wilcas” –capitanes de los antiguos ejércitos

imperiales incas– y un puñado de “ex-sacerdotes”, los que enmascaraban sus planes de venganza con sumisas actitu-des de obediencia.

Sorprendido mientras urdía una trama contra los españoles, el prín-cipe fue muerto. El sacerdote huyó poco después; y su hija Ñusta logró escapar también de la hueste de Al-magro, refugiándose junto a un grupo de guerreros en un tupido bosque de tamarugos, árboles del desierto muy abundantes entonces.

Transformando el tamarugal en un refugio inexpugnable, Ñusta se convir-tió en capitana de un grupo cada vez más numeroso de indígenas, con los que asolaba la región. Como princesa y sacerdotisa, revivió el culto proscrito e hizo renegar a muchos indígenas de la fe, ejecutando a todo español o in-dio cristiano que pudiera atrapar.

En una de sus expediciones guerre-ras, capturó a un portugués llamado Vasco de Almeyda, minero aventurero que buscaba la quimérica “Mina del Sol”. La princesa se dejó llevar por

una inclinación amorosa hacia el pri-sionero, y fue dilatando su ejecución, tiempo que éste aprovechó para en-señarle la doctrina católica y, por fin, bautizarla.

Pero sus guerreros, desconfiados, la espiaban desde hacía algún tiempo. Al ver que su capitana renegaba de la re-ligión inca, mataron a ambos a flecha-zos. No obstante, respetaron la última voluntad de la princesa, colocando una cruz en su sepultura.

Años más tarde, el misionero mer-cedario Fray Antonio de Rondón la encontró, y levantó en el mismo sitio una ermita a la Virgen del Carmen.

Ahí se encuentra el actual poblado de La Tirana.

El origen de la fiesta

Durante un par de siglos esta pequeña ermita se mantuvo como centro de peregrinación familiar para los habitantes de la zona, que mani-festaban con cantos y bailes populares su veneración por la imagen de la Virgen.

Tito Alarcón

RICA EXPRESIÓN DE PIEDAD POPULAR

Coreografía en alabanza a la

VirgenUn festival de colores, bailes y cantos para alabar a la Virgen de las Vírgenes: eso es la fiesta de Nuestra Señora del Carmen, en el pueblo chileno de La Tirana.

EE

Coreografía en alabanza a la

Virgen

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40 HERALDOS DEL EVANGELIO · Octubre 2004 Octubre 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 41

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En 1830 la región comenzó a ex-perimentar una gran transformación, debida al auge del salitre en el desierto de Atacama. Materia prima esencial en la preparación de la pólvora, el salitre era exportado en grandes cantidades a las potencias militares de la época. Es-to generó la fundación de varios cen-tros de explotación y procesamiento, conocidos como “oficinas salitreras”, que contrataban abundante mano de obra en el sur del país.

Muy pronto estos obreros se habi-tuaron a visitar la ermita de Nuestra Señora del Carmen. Con el tiempo resolvieron iniciar una campaña de re-colección de materiales para construir una iglesia, la que fue inaugurada el 16 de julio de 1886.

Hacia 1930 llegó el ocaso de la ex-plotación salitrera y las oficinas fueron cerradas. Pero, aunque obligados a emigrar a las grandes ciudades del norte y centro de Chile, los obreros mantuvieron la hermosa tradición de peregrinar una vez al año a La Tira-na. De esta forma, el santuario se fue haciendo más conocido y comenzó un flujo cada vez mayor de devotos.

Un rasgo característico de dichas peregrinaciones son los coloridos y animados bailes religiosos: Promese-ros, Cuyacas, Gitanos, Chunchos, Pie-les Rojas, Morenos, Indios… son sólo algunos nombres de los casi doscientos grupos que cada año rinden tributo a la imagen de la Virgen del Carmen de La Tirana.

Para quien los conoce por primera vez, los bailes pueden parecer algo extraño. Son el resultado de una fusión entre antiguas ceremonias incas, el carnaval chino –debido a los numero-sos inmigrantes de ese país llegados a comienzos del siglo XX– y las danzas populares en honra de la Virgen del Socavón, patrona de los mineros bo-livianos.

La “Fiesta Grande” se realiza en julio, el día de Nuestra Señora del Carmen, pero los preparativos em-piezan en marzo, con la confección de los vistosos trajes y los ensayos de la coreografía.

Con el pasar del tiempo, los grupos fueron organizándose en asociaciones de fieles, también llamadas “herman-dades”. Cada una debe recaudar los fondos para contratar la banda de mú-sica que tocará durante su baile frente a la Virgen.

Eucaristía, centro de las celebraciones

Este año los festejos se extendieron del 4 al 25 de julio. La recepción de los grupos de baile comenzó la noche del día 10, bajo el lema mariano “Peregri-na de la fe, Estrella de los caminos, llé-vanos tras la huella de Cristo, el Señor Jesús”. Actividad en la que colaboró el grupo de misioneros de los Heraldos del Evangelio.

La Eucaristía fue el centro de las celebraciones, razón por la que todas

las noches se realizó una adoración al Santísimo Sacramento en la plaza principal.

Mons. Juan Barros Madrid, obispo de Iquique, encabezó la procesión inaugural de la fiesta, tal como manda la tradición.

Todos los grupos de baile se diri-gieron en estricto orden a la Plaza del Calvario, en donde fueron recibidos y bendecidos por las autoridades ecle-siásticas, para luego ir a saludar a la Virgen en su Santuario. Poco después, tomaron ubicación en la plaza princi-pal para comenzar los bailes propia-mente dichos.

Mons. Juan Barros Madrid, Obispo de Iquique, encabeza la procesión

inaugural de la fiesta

Doscientos treinta y tres grupos o hermandades animaron la fiesta con sus vistosos y animados bailes

Luego de ser recibidos y bendecidos por las autoridades eclesiásticas, los participantes van a saludar a la imagen en su Santuario

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Apostolado del Oratorio María Reina del Tercer Milenio

Sea Ud. también un coordinador del Oratorio del Inmaculado Corazón de María

Argentina: (011) 4433 12 76Bolivia: (2) 278 60 62Chile: (2) 207 54 53Colombia: (1) 594 86 86Costa Rica: (506) 235 54 10Ecuador: (2) 225 88 40España: 902 11 54 65Estados Unidos: (305) 378 45 99El Salvador: 502 55 75

Guatemala: (502) 385 25 90Honduras: (504) 772 46 51México: (55) 5245 84 11Nicaragua: 277 01 10Paraguay: (21) 21 34 87Perú: (01) 372 25 40R. Dominicana: (809) 227 72 65Uruguay: (2) 413 41 34

Comuníquese con nosotros:

42 HERALDOS DEL EVANGELIO · Octubre 2004

Este año participaron 233 conjun-tos, con un total de 13.500 integrantes, muchos de los cuales viajan centenares de kilómetros, no sólo de todos los puntos de Chile, sino también de los países vecinos.

La piedad popular enriquece la Liturgia

El rector del Santuario, P. Marco Órdenes, explica que esa danza co-reográfica manifiesta una emoción profunda de sus participantes. Es una “expresión cultural, en la que el danzan-te encuentra la posibilidad de unirse con lo sagrado”.

Sin embargo, puntualiza que los fervorosos bailes no están necesaria-

mente unidos a la estructura litúrgica de la Iglesia. “El desafío del santua-rio –añade– es unir a las personas que poseen esta identi-dad popular con la Liturgia de la Igle-sia. En ese sentido, La Tirana es un lu-gar donde la liturgia

de la Iglesia y la identidad popular están en un permanente diálogo”.

Los movimientos multicolores de esos bailes religiosos y la devoción cre-ciente a la Virgen del Carmen configu-ran una de las mayores manifestacio-nes de piedad popular en Chile, tanto como llamar a La Tirana “la Capital de la Fe del Norte de Chile”. Una fe que para llegar al Corazón de Cristo, busca instintivamente la mediación de María. ²

Todas las noches se realizan adoraciones al Santísimo en la plaza principal del poblado

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Octubre 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 43

Severiano Antonio de Oliveira

ierto día, Santa Teresa la Grande vio, llena de júbilo, que el alma de una religiosa que aca-baba de fallecer subía radiante al Cielo. No

dejó de sorprenderse, puesto que era una monja de vida muy sencilla. Después, en uno de sus coloquios místicos, Nuestro Señor Jesucristo le explicó el motivo de semejante privilegio: “Ella tuvo siempre una gran confianza en las indulgencias concedidas por la Iglesia; y siem-pre se esforzó por ganar el mayor número posible.”

Aquella carmelita siempre se había esforzado por ganar el mayor número posible de indul-gencias… ¡por eso se fue al Cielo tan pronto murió, sin pasar por el terrible fuego del Purgatorio!

¿No es acaso lo que todos queremos? Entonces, imitemos el buen ejemplo de esa religiosa.

El Purgatorio, lugar de expiación

En esta vida terrenal todos los hombres cometen pecados. “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros”, dice el Apóstol San Juan (I Jn 1, 8).

Por lo tanto, todos tienen penas que pagar, ya sea en este mundo o en el otro.

El hombre, al pecar, contrae cul-pas y merece penas. Cuando el peca-do es grave (mortal), la pena debida es la condenación eterna al fuego del

infierno. Una buena confesión no so-lamente borra la ofensa hecha a Dios (la culpa), sino también libra al peca-dor de la pena eterna.

Sin embargo, el penitente aún tiene que purificar su alma de las secuelas del pecado, reparar la gloria de Dios ofendida y restaurar los daños a la sociedad y a la integridad del orden universal.

Esto se logra mediante una expia-ción1 llamada pena temporal (porque se limita a un tiempo, no es eterna), la que el pecador cumplirá ya sea voluntariamente en esta tierra, gracias a peni-tencias y buenas obras, o en los sufrimientos purificadores del Purgatorio, establecidos para cada alma según la justísima y santísima Sabiduría divina.

La existencia de un lugar de purificación luego de la muerte llamado Purgatorio, es un dog-ma de Fe definido en varios con-cilios, sobre todo en los de Flo-rencia y de Trento. El Catecismo de la Iglesia Católica ofrece una enseñanza clara y precisa sobre este punto: “Los que mueren en la gracia y en la amistad con Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria

para entrar en la alegría del cielo. (…) Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos

TESOROS DE LA SANTA IGLESIA

Las indulgenciasNo todos los católicos conocen a fondo esa obra maestra de cuidado maternal, que la Iglesia tiene con cada uno de sus hijos.

Santa Teresa de Ávila(convento de San José)

CC

Las indulgencias

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y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico, para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia a favor de los difuntos” (nos. 1030 y 1032).

Perdón de la pena temporal

Aquí surge la importancia de las indulgencias, que redi-men, es decir, borran la pena temporal debida por los peca-dos ya perdonados en la con-fesión, sean graves o leves.

La persona que muere en estado de gracia y gana una indulgencia plenaria, se va al Cielo sin pasar por el Purga-torio.

Las indulgencias constitu-yen, pues, un don de Dios en que se manifiesta la plenitud de su misericordia. Basta con hallarse en estado de gracia para que la Iglesia, nuestra Madre, nos confíe esta llave de su tesoro, llamada indul-gencia. Con ella, por así de-cir podemos “retirar” desde los depósitos de los méritos infinitos de Jesucristo –a los que se acrecientan los de la Santísima Virgen y de todos los Santos– para pagar no sólo nuestras propias deudas en relación con Dios, sino también las de las almas del Purgatorio.

Existen dos categorías de indulgencia: la plenaria, que redime la totalidad de las penas temporales debidas por un alma; y la parcial, que salda solamente una parte de esa deuda.

¿Cuál es el tamaño de esa parte? Depende de la piedad de cada alma en cuestión.

Cuando alguien realiza un acto piadoso o reza una oración, Dios le concede la remisión de una parte de sus penas temporales. Si la Iglesia enriquece ese acto o esa oración con una indulgencia parcial, Dios duplica el valor de la remisión ya concedida.

Así entonces, cuanto más fervor se tenga en la oración, tanto mayor será la porción de la pena redimida.

Cuidados maternales de la Iglesia

Colocando a disposición de los fieles el tesoro inagotable de las in-dulgencias, la Santa Iglesia tiene por objetivo facilitar a todos la entrada al Reino de los Cielos, donde puedan vivir eternamente felices en la intimi-dad con la Virgen María, los Ángeles y los Santos.

Lo hace con cuidado y sabiduría divina. Por un lado, ofrece innumera-bles recursos para disminuir el plazo de la pena temporal. Por otro, para obtener las indulgencias, hace que los fieles practiquen actos de Fe, Espe-ranza y Caridad, que recen, frecuen-ten los Sacramentos, socorran a los menesterosos y desposeídos de bienes materiales y espirituales.

Todas éstas son obras que hacen avanzar al hombre en la senda de la santificación personal, y le acumulan un tesoro en el Cielo. Por ello, las in-dulgencias son una obra maestra de la Iglesia hacia todos sus hijos.

¡Que cada uno sepa sacar el pro-vecho de este cariño de madre, tanto para su propia salvación como para la de sus seres queridos!

No olvidemos, portanto, a nuestros hermanos de la Iglesia Purgante2. Por la Comunión de los Santos, cualquier indulgencia puede aplicarse a benefi-cio de las ánimas del Purgatorio; y na-die como ellas sabe practicar la virtud del agradecimiento.

Si rezamos o hacemos sacrificios por esas almas, ellas intercederán después por nosotros, empeñosamen-te, ante el trono de Dios. ²

1 Expiar: purgar, sufrir el castigo corres-pondiente a un delito o una culpa.

2 La Iglesia Purgante está conformada por todos los católicos que salvaron su alma, pero aún deben purificarla en el Purgatorio para entrar al Cielo, donde harán parte de la Iglesia Triun-fante ó Celestial.

La Santísima Virgen rescata almas del Purgatorio (iglesia del Carmelo de Lisieux, Francia)

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Santo Tomás de Villanueva da limosma

a un pobre (Catedral de Málaga, España)

PP ara poder ganar cual-quier indulgencia –ple-

naria o parcial– es indis-pensable estar bautizado y

hallarse en estado de gracia.También es preciso: tener la

intención a lo menos genérica de ga-narla; excluir todo afecto al pecado, in-cluso venial, con el firme propósito de esforzarse por no cometerlos otra vez; y practicar el acto indulgenciado.

Madre extremadamente dadivosa, la Santa Iglesia pone a disposición de los fieles un gran número de actos en-riquecidos por indulgencias, tanto ple-narias como parciales. Más adelante hay una relación de los más comunes, los más fáciles de practicar en la vida diaria de cualquier persona. El lector interesado en una relación completa puede consultar el Manual de Indulgen-cias, disponible en librerías católicas.

Plenaria

Puede ganarse solamente una cada día, salvo en peligro de muerte (“in arti-culo mortis”), cuando es posible recibir más de una el mismo día.

Para recibir una indulgencia plenaria, además de las condiciones generales an-tes señaladas, es necesario confesarse, comulgar y rezar por las intenciones del Papa (un Padrenuestro y un Avemaría).

Una confesión vale para varias indul-gencias en diferentes días; en cambio, cada comunión vale para ganar una sola. La comunión y la oración pueden ser en días diferentes, tanto antes como después de cumplir con la obra pres-crita, pero conviene que sean el mismo día.

Las siguientes son las obras prescri-tas más comunes:

1 – Adoración al Santísimo Sacra-mento, a lo menos por media hora.

2 – Lectura espiritual de la Sagrada Escritura, a lo menos por media

hora.3 – Hacer piadosamen-

te el Vía Crucis, reco-rriendo las estaciones legítimamente erigidas.

4 – Rezar el Santo Rosario de la Virgen en una iglesia, un oratorio, en familia, en una co-munidad religiosa o una asociación pía.

5 – Recibir piadosa y devotamente la ben-dición impartida por el Sumo Pontífice a Roma y el mundo (“Urbi et orbi”); es válida la que se recibe por radio o televisión.

Junto a esos, hay más de veinte otros actos enriquecidos con indulgencia ple-naria cuando se los

realiza en deter-minados días

o circunstancias. Por ejemplo, el día de Difuntos, en la primera Misa de un sacerdote, etc.

Parcial

Dentro de las condiciones generales descritas arriba, el fiel ganará indulgen-cia parcial cada vez que rece la oración o lleve a cabo la obra prescrita, con co-razón contrito.

Por lo tanto, puede ganársela un indefinido número de veces al día, de-pendiendo solamente de su empeño.

Recibe indulgencia parcial:1 – Quien, en el cumplimiento de sus

deberes y en la tolerancia de las afliccio-nes de la vida, eleva su corazón a Dios con humilde confianza y añade una piadosa invocación, aun breve y men-talmente. Por ejemplo, “Creo” – “Dios mío” – “En Vos confío”. Cualquiera puede repetir una invocación como esa más de mil veces en un solo día…

2 – Quien, con espíritu de fe y cora-zón misericordioso, hace un sacrificio al servicio de los hermanos que sufren por la falta de lo necesario. Así, darle alimento o ropa a un pobre, visitar a un enfermo, consolar a los que sufren, enseñarle a rezar a alguien, llevar de vuelta a las actividades parroquiales a algún católico no-practicante, etc., son ejemplos de buenas obras al servicio de los hermanos necesitados.

3 – Quien se abstiene de algo lícito y agradable con espontáneo espíritu de penitencia. Pueden ser actos muy sencillos, como dejar de comer una fruta, etc.

4 – Hay también un gran número de oraciones y actos enriquecidos con indulgencia parcial: todas las letanías aprobadas por la autoridad competen-te, el Credo, el Magnificat, la Salve, el Acordaos, el Salmo 50 (Señor, ten piedad), la señal de la cruz, la comunión espiritual, etc.

Recibe también indulgencia parcial el fiel que usa objetos de piedad (rosario, crucifijo, escapulario, medalla) benditos por cualquier sacerdote o diácono.

Condiciones para ganar indulgenciasCondiciones para ganar indulgenciasFo

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1. Santa Teresa del Niño Jesús y la Sagrada Faz, virgen y doctora de la Iglesia.

2. Santos Ángeles Custodios. La vocación de los ángeles consiste en contemplar al Señor y alabarlo sin cesar. Pero de acuerdo con la Sagrada Escritura, Dios les encarga cuidar a los hombres de manera fraternal. Ese ministerio lo celebra esta fiesta, intro-ducida en el Calendario Romano por el Papa Paulo V.

3. 27° Domingo de Tiempo Ordi-nario.

San Gerardo, hermano redentorista italiano, s. XVIII. Su vida, desde la más tierna infancia, estuvo llena de prodigios sobrenaturales, pero no por ello exenta de sufrimientos. Ingresó a los redentoristas con 23 años, acogido por su fundador San Alfonso de Ligo-rio. Murió a los 29 años.

4. San Francisco de Asís, religioso y estigmatizado italiano. Hijo de un rico

mercader, lo dejó todo para “despo-sarse con la Dama Pobreza” y aceptar la invitación del Crucificado: “amparar a su Iglesia que estaba cayendo”. Fundó la Orden de los Frailes Menores (Fran-ciscanos). Falleció el 3 de octubre de 1226. Es el Patrono de Italia.

5. San Froilán.6. San Bruno, presbítero y monje

nacido en Alemania, fundador de la Orden de los Cartujos. Fue maestro de teología en Reims, donde tuvo por alumnos a San Hugo de Grenoble y al futuro Papa Urbano II, del que fue consejero. Falleció en 1101.

7. Nuestra Señora del Rosario. Fiesta instituida en 1571 por el Papa San Pío V tras la victoria de los cris-tianos en la batalla naval de Lepanto, atribuida al rezo del rosario.

8. Nuestra Señora de Begoña.9. San Dionisio, obispo, y compañe-

ros mártires, s. III. Primer obispo de París, se le asocian dos compañeros en el martirio, Eleuterio y Rústico.

San Juan Leonardi, presbítero ita-liano. Fundador de los Clérigos de la Madre de Dios en 1574, y de la Con-gregación de la Doctrina Cristiana, para catequizar a la juventud y prevenir a los adultos contra los errores de la Reforma. Amigo íntimo de San Felipe Neri. Fundó en Roma una escuela para la formación de misioneros. Falleció en 1609.

10. 28° Domingo de Tiempo Ordi-nario.

San Francisco de Borja, jesuita español, s. XVI. Duque de Gandía, primo del Emperador Carlos V y virrey de Cataluña, debía reconocer el cadáver de la hermosa reina de España antes que fuera sepultada. Verla ya corrompida lo estremeció, proponiéndose “nunca más servir a señor que se me pueda morir”. Llevó una santa vida como gobernador y al enviudar, luego de dejar a sus hijos en buenas posiciones, fue ordenado

SANTA MARGARITA MARÍA ALACOQUE

Nació el 25 de julio de 1647 en Janots, Borgoña (Francia).

Inspirada por la gracia, hizo voto de castidad perpetua a los 4 años de edad.

Al quedar huérfana de padre, fue llevada a la escuela de las Cla-risas, pero tuvo que regresar poco después por motivos de enferme-dad. Hizo entonces la promesa a la Santísima Virgen de hacerse religiosa si se curaba, y recuperó la salud.

Contemplando un cuadro de San Francisco de Sales, se sintió fuerte-

mente llamada a formar parte de sus hijas, las Visitandinas, e ingresó al Convento de Paray-le-Monial el 20 de junio de 1617.

En dicho monasterio vivía de gracias místicas y de la estrecha re-lación con Nuestro Señor Jesucris-to. Como esto causaba extrañeza a las superioras, Jesús “adaptó” sus gracias a la regla de la Congre-gación y le dio tres armas para la lucha diaria por la purificación y transformación de su alma: una conciencia delicada y un horror a la menor falta, la santa obediencia y su Santa Cruz.

Recibió las hermosísimas revela-ciones de la misericordia del Cora-zón de Jesús: “Este es el Corazón que tanto amó a los hombres y fue por ellos tan poco amado”.

Jesús permitió que sufriera mu-cho por la incomprensión de sus superioras y hermanas de hábito, pero le dio por confesor al gran San Claudio de la Colombière.

Falleció el 17 de octubre de 1690. Tan sólo tres años después de su muerte ya se empezó a divulgar la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, del que había sido tan gran entusiasta. Fue canonizada en 1920, por el Papa Benedicto XV.

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sacerdote jesuita, conmocionando a la sociedad europea. San Ignacio lo designó superior de la Compañía en España. Años más tarde, ya muerto el fundador y luego su sucesor, “el santo Duque” asumió como tercer Superior General, desarrollando una labor tan fructífera que fue llamado “segundo fundador de los jesuitas”. Murió el 30 de septiembre de 1572.

San Luis Beltrán, dominico espa-ñol, s. XVI. Misionó en las regiones selváticas del norte de Colombia. Su apostolado fue favorecido con nume-rosas señales milagrosas, como el don de lenguas o la protección ante los peligros, tanto de los salvajes como de ciertos colonizadores de oscura con-ciencia. Entre 1562 a 1569 convirtió a miles de indios desde Panamá hasta el Golfo de Urabá.

Santo Tomás de Villanueva, agustino español, ss. XV-XVI. Insigne predicador (Carlos V aseguraba que “este Monseñor conmueve hasta las piedras”). Como Pro-vincial de su comunidad, envió a Améri-ca los primeros Padres Agustinos. Sentía predilección por atender a los enfermos, y en sus misas o sermones le sobrevenían frecuentes éxtasis. Fue arzobispo de Va-lencia, donde se empeñó en santificar a sus sacerdotes valiéndose de oraciones, consejos y sacrificios. Nunca nadie que recurrió al santo arzobispo quedó sin recibir alguna ayuda, en especial los huérfanos. Murió en septiembre de 1555, a los 66 años.

11 Beato Juan XXIII, Papa, s. XX.12. Nuestra Señora del Pilar, Pa-

trona de España. Una tradición dice que cuando Santiago Apóstol evange-lizaba a España, un día vio que sobre una columna, o pilar, se le aparecía la Santísima Virgen (que vivía todavía en Israel) animándolo a seguir predican-do, pues más tarde toda la nación sería creyente. En aquel sitio se erigió una capilla, que hoy es la gran Basílica del Pilar de Zaragoza. Precisamente el día de su fiesta, un 12 de octubre de 1492, Colón descubrió América.

13. San Eduardo, rey de Inglaterra, s. XI. Piadoso, amable y amante de

la paz, se dice que conservó castidad perpetua. Su virtud lo convirtió en mo-delo legendario para los gobernantes. Erigió la gran Abadía de Westminster.

14. San Calixto I, Papa y mártir, s. III. Su nombre permanece unido a las catacumbas de Roma y al culto de los mártires.

15. Santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia. Nacida en Ávila (España), promovió la reforma del Carmelo junto a San Juan de la Cruz, y fundó varios conventos en España. Una de las grandes maestras de la mís-tica. Falleció en 1582.

16. Santa Eduviges, religiosa. Duquesa de Silesia y de Polonia, tía de Santa Isabel de Hungría. Nacida en Baviera, fue, junto a su marido, la abogada de los pobres y fundó el hospital de Wroclaw. Vio morir a seis de sus siete hijos. Tras la muerte de su esposo, se retiró a Breslau, monas-terio cisterciense, donde su única hija superviviente era la abadesa. Falleció en 1243.

Santa Margarita María Alacoque, virgen (ver recuadro).

17. 29° Domingo de Tiempo Ordi-nario.

San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, discípulo de San Juan Evange-lista, s. II.

18. San Lucas, evangelista. Oriundo de Antioquía de Siria, médico y artista, fue discípulo de San Pablo. Autor del tercer Evangelio y de los Hechos de los Apóstoles. Su evangelio –llamado “de la misericordia” y compuesto gracias a los testigos de Jesús, especialmente la Virgen María– resalta la mansedumbre del Señor y la orientación universal de su mensaje. Patrono de los médicos, cirujanos y pintores.

19. Santos Juan de Brébeuf e Isaac Jogues, presbíteros y compañeros már-tires, s. XVII. Son los abanderados de los ocho jesuitas sacrificados por Cristo en Norteamérica. El P. Jogues fue mar-tirizado por los indios iroqueses cerca de Auriesville, Estado de Nueva York, EE.UU., mientras el P. de Brébeuf mu-

rió a manos de los indios hurones, en territorio canadiense.

San Pablo de la Cruz, presbítero italiano nacido en 1694. Fundador de los Clérigos Descalzos de la Santa Cruz y Pasión de Nuestro Señor Jesu-cristo, conocidos como Pasionistas.

20. Santa Irene.21. Santa Úrsula, virgen y mártir,

hacia el s. IV. Hija de un rey inglés, fue martirizada junto a sus damas de compa-ñía por los bárbaros hunos en Colonia, Alemania, cuando peregrinaba a Roma. Patrona de las jóvenes y colegialas.

22. Santa Sara.23. San Remigio, obispo, s. VI.

Gran orador, hombre sabio y de cari-dad inmensa, es el gran apóstol de los franceses. Bautizó a Clodoveo, rey de los francos –convertido junto a los su-yos gracias al apostolado de su esposa, Santa Clotilde– dirigiéndole esta frase: “Orgulloso guerrero: ahora quema lo que adoraste, y adora lo que quemaste”.

24. 30° Domingo de Tiempo Ordi-nario.

San Antonio María Claret, obispo. Nacido en Cataluña, se dedicó a la predicación popular y luego fundó el Instituto de los Misioneros del Inmacu-lado Corazón de María (Claretianos). Se entregó al apostolado en Cuba, como arzobispo de Santiago. Volvió a España para ser confesor de la reina Isabel II, a quien acompañó en el destierro. Sufrió mucho en la corte por su intachable con-ducta. Murió en Francia en 1870.

25. Santos Crisanto y María, espo-sos.

26. San Darío.27. San Gustavo.28. Santos Simón y Judas Tadeo,

apóstoles.29. San Narciso de Jerusalén, obis-

po, s. III.30. San Alonso Rodríguez, religio-

so. Al quedar viudo, se hizo jesuita y fue enviado al Colegio de Monte Sión, en Palma de Mallorca, donde pasó 46 años como portero. Falleció en 1617.

31. 31° Domingo de Tiempo Ordi-nario.

San Quintín.

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48 HERALDOS DEL EVANGELIO · Octubre 2004

La Música aumenta la inteligencia

Los niños que reciben clases de música tienen un coeficiente intelectual su-perior al de los demás. Así concluye una investigación realizada por especialistas de la Universidad de Toron-to, Canadá.

El estudio fue realizado en 144 niños de 6 años, que fueron seleccionados al azar para recibir clases de piano, canto, teatro, o simplemente ninguna de ellas.

Según la investigación, los jóvenes aprendices de piano y de canto demostraron co-eficientes más desarrollados que los de clases de teatro. Estos últimos revelaban una mejor capacidad de adaptación en su conducta social, pero los que recibían clases de música obtenían calificaciones más altas en sus exámenes escolares.

Papa incentiva al Movimiento Schönstatt

El Santo Padre recibió en Castel Gandolfo a 2 mil integrantes del Movimien-to Schönstatt, llegados de diversas partes del mundo para la inauguración del santuario “Matri Ecclesiæ” y del Centro Schönstatt en la ciudad italiana de Bel-monte.

Su Santidad dio un par-ticular realce a la atención que el Movimiento brinda a la familia, célula básica de la sociedad, a la cultura y a la Iglesia. También resaltó sus esfuerzos por combatir las amenazas contra la vida en el mundo moderno, en especial el aborto. Final-mente, destacó que los miembros de Schönstatt veneran en sus hogares a la Virgen María, madre y edu-cadora, para que las casas sean “iglesias domésticas”.

Congreso sobre canto gregoriano

La Asociación Italiana Santa Cecilia promovió en Roma, del 3 al 5 de sep-tiembre, un encuentro de especialistas en canto gre-goriano.

Recibiendo en audiencia a 130 de sus participantes, Juan Pablo II les agradeció “el esfuerzo que hacen en el campo de la música sacra, siempre atentos a las ense-ñanzas del Magisterio”.

La inauguración estuvo presidida por Mons. Dome-nico Sorrentino, Secretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disci-plina de los Sacramentos. Y la misa de clausura fue celebrada en la Basílica de San Pedro por el Cardenal Attilio Nicora, Presidente de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica. ²

Con la participación de 220 mil peregrinos se realizó en-tre el 2 y 5 de septiembre, en la Provincia de Corrientes, el X Congreso Eucarístico Nacional de Argentina, cuyo tema fue: “La Eucaristía nos convoca, nos reconcilia y nos envía”.

Ante la multitud que participó en la misa inaugural, el Cardenal boliviano Julio Terrazas Sandoval, Legado del Papa, exhortó a los fieles a “no ceder en la fe para con la Eu-caristía frente al desconcierto de ciertos ritualismos vacíos, que privan a nuestra vida y compromiso de la fuerza que brota de esta fuente de vida eterna.”

El Purpurado destacó además que la misión “encuentra su vitalidad en la Eucaristía, formando con ella un insuperable binomio. Sin la Eucaristía, la misión se restringe a activismos estériles; y sin la misión, la Eucaristía se reduce a meras inte-rioridades”.

En mensaje al Congreso, S.S. Juan Pablo II pidió insis-tentemente que los participantes “buscaran hacer crecer a cada momento el amor y el culto al Sacramento del Altar”, como también que “se dirigieran con fe a la Madre de Dios, la cual, ofreciéndonos a su Hijo junto a la cruz para salvación

nuestra, sobresale como un modelo singular de vida eu-carística”.

La Misa de clausura –celebrada por el Cardenal Terrazas– tuvo como conce-lebrantes a Cardenal Jorge Bergoglio SJ, Arzobispo de Buenos Aires y Primado de Argentina; al Nuncio Apostólico, Mons. Adriano Bernardini; al Arzobispo de Corrientes, Mons. Domin-go Castagna; al Arzobispo de Rosario y Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Mons. Eduardo Miras, y cerca de 60 obispos más.

Jorge Martínez, enviado especial de los Heraldos, des-tacó que fueron días de vivencia eucarística intensa que redundará en gracias abundantes para toda la nación rio-platense.

Congreso Eucarístico Argentino

de Rosario y Presidente de Cardenal Julio Terrazas Sandoval, Legado

Papal para el Congreso Eucarístico Argentino

Jorge Martínez

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Octubre 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 49Octubre 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 49

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Marie-France Bandet

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¿Se imaginó alguna vez preparando un plato típico de un país muy lejano? Entonces le gustará probar estas recetas, enviadas desde Toronto por una dedicada Cooperadora de los Heraldos. Los aspics que proponemos aquí puede servirse como entrada, acompañamiento de carnes frías o como parte de un buffet.

ASPIC DE TOMATE

Ingredientes

2 cucharadas (postre) de gelatina sin sabor / 1⁄2 cucha-rada (té) de agua fría / 1 1⁄2 litro de jugo de tomate / 1⁄4 de cucharada (té) de azúcar / 2 cucharadas (postre) de vina-gre o jugo de limón / 1 1⁄2 cucharada (té) de zanahorias cortadas en cuadraditos / sal, pimienta, salsa de pimienta (tabasco) y salsa inglesa (del tipo Worchestershire).

Preparación

En media taza de agua fría ponga dos cucharadas de gelatina y deje reposar hasta que la mezcla cobre volu-men.

Ponga a calentar en una olla el jugo de tomate, el azú-car, la sal y la pimienta; agregue las dos cucharadas de vi-nagre o jugo de limón, algunas gotas de salsa de pimienta (tabasco) y de salsa inglesa. Cuando hierva, apague el fuego y agregue la gelatina.

Después de haberlo dejado en-friar un poco, y cuando haya alcanzado una consisten-cia cremosa, agregue la zanahoria. Vierta sobre un molde untado y deje que se enfríe.

Luego póngalo en el refrigerador por tres horas, hasta que adquiera consistencia.

Decore con mandarinas y perejil.

ASPIC DE LEGUMBRES Y FRUTAS

Ingredientes

2 cucharadas (postre) de gelatina sin sabor / 1 cucha-rada (té) de jugo de naranja / jugo de 2 limones / 1⁄4 de cucharada (té) de azúcar

/ 1 lata de piñas al jugo / 1 mandarina en gajos / 1 cucha-

rada (té) de zanahorias ralladas / 1⁄2 cucharada (té) de apio cortado en

rebanadas finas / sal.

Preparación

Vierta el jugo de naranja en una olla, espolvoree la gelatina y déjela crecer durante 5 minutos.

Derrita la mezcla a fuego lento en baño maría. Retíre-la del fuego y agregue el azúcar, la sal y el jugo de limón.

Agregue las rebanadas de piña sin el jugo. Deje en-friar por 15 minutos aproximadamente, hasta que tome una consistencia parecida al suspiro.

Agregue los gajos de mandarina, la zanahoria y el apio.

Viértalo todo en un molde untado con aceite y méta-lo al refrigerador por cerca de 3 horas, hasta que tome consistencia.

Decore con mandarinas y perejil.

Aspic a la canadienseLA RECETALA RECETA

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50 HERALDOS DEL EVANGELIO · Octubre 2004

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GGGuy de Ridder

eorges Huysmans descolló como escritor en la culta París de fines del siglo XIX. Su con-versión al Catolicismo, pasados los 40 años de edad, se debió en gran parte a su facilidad

para percibir y saborear el esplendor de la litur-gia católica.

Tenía una genial capacidad para describir lo que veía y sentía, así como para mostrar las corresponden-

cias entre la belleza de la liturgia y las de la arquitectura, la escultura, la pintura, etc. Y puso este precioso don natural completamente al servicio de la fe, como el mismo lector po-drá comprobar en el siguiente texto de su autoría.

* * *Lo que me parecía superior a las más celebradas piezas de

la música teatral o mundana era el viejo canto llano, esa me-lodía plana y desnuda, al mismo tiempo sublime y grave. Era ese grito solemne de las tristezas y ufano de las alegrías, eran esos himnos grandiosos de la fe humana, que parecen manar a borbotones en las catedrales, a los pies de las columnas ro-mánicas, como géiseres irresistibles.

¿Qué música –por más amplia, tierna o dolorosa que sea– vale un De Profundis cantado en fabordón, las solemnidades del Magnificat, la augusta inspiración del Lauda Sion, los entusiasmos de la Salve Regina, las omnipotentes majestades del Te Deum?

Foto superior: Catedral de Ávila (España)

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50 HERALDOS DEL EVANGELIO · Octubre 2004

Artistas geniales se han esforzado para expresar con mú-sica los textos sagrados: Victoria, Josquim des Près, Pales-trina, Orlando de Lassus, Händel, Bach, Haydn. Todos ellos compusieron páginas maravillosas. Con todo, sus obras contienen cierta ostentación, se muestran, pese a todo, orgullosas en comparación a la humilde magnificencia y el sobrio esplendor del canto gregoriano. (…)

El canto litúrgico, casi siempre compuesto anónimamen-te al fondo de los claustros, era una fuente extraterrena, sin marcas de pecado, sin pretensiones artísticas. Era un alto vuelo de almas ya liberadas de la servidumbre de la carne, una efusión de ternuras sobrenaturalizadas y de alegrías puras. Era el idioma de la Iglesia, el Evangelio musical, ac-cesible como el Evangelio mismo, escrito no sólo a los más refinados sino también a los más humildes.

¡Ah, la verdadera prueba del Catolicismo es este arte fundado por él, este arte que nada aún fue capaz de supe-rar! En la pintura y la escultura, los primitivos; los místicos, en la poesía y en la prosa; en música, el canto llano; en la ar-quitectura, el románico y el gótico. Todo se conciliaba en un único ramillete de pensamientos: reverenciar, adorar, servir al Divino Dispensador, mostrándole –reflejado en el alma de su creatura, como en un fiel espejo– el auxilio todavía inmaculado de sus dones.

En cuanto al gregoriano, es patente la consonancia de su melodía con la arquitectura. A veces se inclina como los sombríos arcos románicos; otras, surge tenebroso y pensa-tivo como el semicírculo de los arcos. El De Profundis, por ejemplo, se curva hacia adentro, semejante a esos grandes arcos que forman la osamenta oscurecida de las bóvedas. Lento y nocturno como ellas, sólo se despliega del mismo modo, no se mueve salvo en la penumbra entristecida de las criptas.

A veces, por el contrario, el canto gregoriano parece to-mar prestadas del gótico sus nervaduras floridas, sus flechas talladas, sus ruedas de gasa, sus triángulos de encajes ligeros y finos como voces infantiles. Y así pasa de un ex-tremo al otro, de la amplitud de las aflicciones a lo infinito de las alegrías.

Otras veces, como la escultura, se inclina hacia el júbilo del pueblo asociándose a las alegrías inocentes, a las risas esculpidas en los viejos frontispicios. Asume –tanto en el canto navideño Adeste Fideles como en el himno pascual O Filii et Filiæ– el ritmo popular de las multitudes se hace pequeño y familiar. Tal como los Evangelios, se somete a los humildes deseos de los pobres y les

proporciona una melodía de fiesta fácil de retener en la memoria, que los eleva a las puras regiones donde sus almas cándidas se postran a los pies indulgentes de Cristo.

Creado por la Iglesia, refinado por ella en los coros de la Edad Media, el canto gregoriano es la paráfrasis aérea y movediza de la inmóvil estructura de las catedrales; es la interpretación inmaterial y fluida de las telas de los pintores primitivos. Es la traducción alada de las prosas latinas com-puestas otrora por los monjes elevados, en sus claustros, fuera del tiempo. ²

El canto gregoriano parece tomar prestadas del gótico sus nervaduras

floridas, sus flechas talladas, sus ruedas de gasa, sus triángulos de encajes ligeros y finos como voces

infantiles.(A la derecha y arriba,

Catedral de León, España)

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“Reciba a María en su casa para que Ella lo reciba después en el Cielo”, es lo que han hecho cientos de miles de familias en el mundo entero.

¡Inscríbase hoy mismo y participe en esta bendecida campaña!

Apostolado del Oratorio “María, Reina del Tercer Milenio”