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¿En qué fallé?

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Libro infantil ilustrado

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Título: ¿En que fallé?1.ª edición: Mayo 20132012 por Rabí Hernández

Ilustaciones por Damiana IzaguirreDiseño editorial por Elizabeth López

Impreso en México

Impreso por Kitov, S. A.Nuevo León

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Rabí Hernández

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1¡No se en que fallé!, ¿qué fue lo que hice mal?, todo parecía indicar que tenía razón, que mordaz fue a mi corazón al saberme engañado, tendré que repasar los hechos una vez más… - decía Martín mientras caminaba histérico de un lado a otro en su desordenada recámara de color durazno. Fue algo mágico aquel día, que por cierto pienso que ahora es una pesadilla. Tranquilamente el viento soplaba aquella tarde de verano, puedo aun escuchar el revoloteo de las hojas del árbol que estaba atrás de la banca donde regularmente con mis amigos nos sentábamos a contar las bromas que jugábamos en clase. Esperaba sin afanes bajo la sombra frondosa a mis fieles “camaradas”, saludando a quienes recién comenzaban clases o en el caso de los que habíamos terminado despidiéndolos. Era rutinario ver pasar a parejas de novios, en esos casos me hacia el disimulado, y entre dientes los despedía. No es que sin-

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tiera envidia, más bien era empatía, pues la verdad sabía que las pobres “muchachillas”, aunque pareciera sonar a verso, muy pronto sufrirían, eso era claro, pues por quien suspiraban e incluso babeaban, de seguro que cual “ju-niors” darían unas vueltas con el coche, les aburriría, se lo regresarían a “papi” y buscarían otro modelo nuevo y más confortable. Pero en medio de esto estoy, me con-sidero una buena opción y siendo honesto no estoy tan feo, estos ojos redondos color café, esta nariz de perfil de “rey azteca” me dan un toque especial, estas son mis ar-mas seductoras, pero no se lo digas a nadie mucho me-nos a ellas. Pero en fin, mientras esperaba algo ocurrió, un haz de luz traspasó una de las ventanas y el viento conspirador, sopló un poco más fuerte, estos elementos se combinaron en el movimiento ondulante de su cabello mientras trataba de sobreponer su peinado al viento, y en eso volteó, -¡ahhh ya se!, aquí estuvo el error, ese haz de luz me estorbó, pues me pareció que en la eternidad de un par de segundos fijó sus cálidos ojos en mi, tan sólo sentí cómo se detuvo el tiempo en su mirada, en medio de esa escena atípica miré a ambos lados para contemplar si yo percibía mal, pero al parecer era el único en su per-spectiva, inmediatamente me lo confirmó al regresar su mirada y caminar rumbo a su morada, la respuesta fueron

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sus labios, me delinearon una sonrisa que atrapó lo más dulce de mi corazón.

Esmeralda era una de las chicas más lindas de la escuela y para mí la más hermosa. He de confesarles que me encan-ta su cabello café, tan largo como un arcoíris y ondulado como la mar, su dulce y apacible perfume, además de su característica selección de vestuario, siempre sus prendas tienen estampada alguna flor tan bella como lo es ella. Al contarle a mis amigos lo que había pasado no me creyeron absolutamente nada, me dijeron que todo me lo inventa-ba, que no podría engañarlos a ellos como lo hacían mis pretextos a los maestros. Les juré hasta por mis zapatos, siendo está una costumbre de nuestro grupo, ni aun así me creyeron y al ver en mis ojos la sinceridad de mis palabras, dijeron entre ellos -¡Este delira!-. Ahora que lo pienso, creo que ese fue mi error, posiblemente deliré con su mirada, me hechizó el viento que paso por sus cabellos, seguro que es una bruja, pero una hermosa.

Aunque esto no fue todo lo que ocurrió, un día me encon-traba en las mesas del comedor de la universidad degustando un delicioso platillo tradicional, frijoles con arroz, a lo único

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que podía aspirar. Esa tarde era como cualquier otra, a excepción de lo que pensaba, claramente me imaginaba a “Superman” y “spiderman“ enfrentando junto a los “X-men” a los clones malignos de los teletubbies y el malévo-lo Barney, cuando en un momento se interrumpió mi fan-tasía, Esmeralda acaba de recibir su charola de comida, se dispuso a tomar asiento en la mesa frente a la que me en-contraba, -¡increíble!- grité en silencio, el único sonido que comencé a escuchar era el que mi corazón generaba, la voz de mi conciencia que en está ocasión fue mi verdugo decía que era el momento de salir y comprobar que no deliraba. Cual robot que se le ha implantado un comando, mis pier-nas se prepararon para estar de pie, mis manos tomaron la charola gris, donde se encontraba mi casi terminado pla-tillo y mi cuerpo comenzó a caminar en dirección hacía a ella. Al llegar, mi lengua y mi boca me traicionaron, de tal manera que preguntaron si podía acompañarla, con una sonrisa y un: -Si- me acepto. En reuniones con mis ami-gos, los más expertos, nos enseñaban a notar cuando una “lady” mostraba interés por uno, así que comencé a apli-carlo. Si al platicar con alguna chica no te podía mantener la mirada era porque te estaba mintiendo, debido a que no se sentía cómoda o era que se moría por ti. Si estaba recargada en cierta medida hacia el frente es porque te le

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haces interesante, si estaba hacia atrás, le parecías abur-rido o simplemente no le caíste en gracia. Decían que si logras hacerla reír ya la tenías en la mano.

Estaba listo, para darme cuenta si verdaderamente ella se moría por mí, cuando percibí que tristemente ya no esta-ba, inmediatamente mire a mi alrededor y no la ví. Así sin poder dar crédito a lo que acababa de suceder me apuré a terminar la comida que se encontraba fría.

Un día venía ella caminando en dirección hacía mi en uno de los pasillos de la universidad, con un rostro de felici-dad intensa, de manera que para no dejarla a ella sola con esa cara de emoción comencé a sonreír también, abrí mis brazos a los suyos, y sorpresa paso de largo donde me en-contraba para estrecharse en un fuerte abrazo con alguien más.

Creo que al final de todo mis amigos tenían razón, deliré son su amor…

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