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1 En torno al problema del sentido Decir que el ser humano es persona significa afirmar que es una unidad integral de mente y cuerpo (visión científica), espíritu y materia (visión religiosa). Que el ser humano sea unidad integral significa que es una unidad de múltiples componentes, unidad que no se agota en la sola suma de las partes sino que es un organismo vivo complejo, un ser personal capaz de aspirar a una finalidad coherente y trascendente para su existir. Los componentes del ser humano son, en general, un conjunto de dimensiones y funciones; cada una de sus dimensiones fundamentales contiene diferentes facultades: Dimensión intelectiva: - Entendimiento-razón: Facultad cuya operación es el conocer y saber y cuyo objeto/fin es el conocimiento de la verdad o sentido profundo de la realidad. - Voluntad: Facultad cuya operación es el querer, deliberar, decidir y elegir y cuyo objeto/fin es la libertad. Dimensión afectiva: Sentimientos (afectos o disposiciones anímicas espirituales: amor, sufrimiento etc.) y emociones (afectos materiales o biológicos: placer, dolor, goce sensitivo, etc.) Dimensión sensitiva: Sentidos internos: - Estimativa: facultad de estimar o intuir lo positivo y negativo respecto a la propia vida (a la seguridad y subsistencia personal). - Memoria: Facultad cuya operación es el recordar, memorizar, etc., y cuyo objeto y fin son los recuerdos (contenidos mentales de la memoria). - Sentido común: percepción general sensorial y cognitiva de la realidad. - Imaginación: Facultad productiva de la mente cuya operación es el imaginar, a través de la cual el ser humano puede crear contenidos mentales (imágenes, pensamientos, sentimientos) que no tienen necesariamente existencia real. Sentidos externos: gusto, tacto, olfato, audición y vista. Dimensión vegetativa: Funciones básicas del organismo biológico: reproducción, crecimiento y nutrición. Las facultades o potencialidades del ser humano responden a un sistema de necesidades (y sus respectivos satisfactores), a determinadas necesidades que el ser humano tiene como organismo y sistema vivo. P. e., frente a la necesidad de nutrición existe la potencia nutritiva, la capacidad de alimentarnos –sistema digestivo-; frente a la capacidad de razonar y conocer, está la necesidad de entender nuestro medio para conducirnos eficientemente en él; frente a la capacidad de decidir, está la necesidad de guiar nuestras acciones de buen modo en la medida que somos seres vivos activos, que pueden tener acciones productivas o bien autodestructivas. La persona humana posee ciertas características que señalan su complejidad y belleza constitutiva. La intimidad expresa un mundo interior vasto de pensamientos, sentimientos, etc., que cada uno de nosotros posee. La singularidad indica que cada persona humana es un quien, un ser único, irrepetible, valioso de por sí, irreemplazable; de ahí que cada persona posea dignidad, en particular por la idea cristiana de la creación: cada ser humano es creado único e infinitamente valioso por Dios. La apertura expresa la capacidad de abrirnos al mundo, a los que nos rodean; no somos células clausuradas o encerradas en sí mismas sino que poseemos la capacidad de abrir nuestra intimidad, nuestro mundo interior valioso a los demás –así como de no hacerlo... El ser humano posee una personalidad con expresión propia, única, entendiendo la personalidad como el conjunto de formas más o menos consistentes que cada uno de nosotros tiene de relacionarnos con la gente y las situaciones que ponen

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En torno al problema del sentido Decir que el ser humano es persona significa afirmar que es una unidad integral de

mente y cuerpo (visión científica), espíritu y materia (visión religiosa). Que el ser humano sea unidad integral significa que es una unidad de múltiples componentes, unidad que no se agota en la sola suma de las partes sino que es un organismo vivo complejo, un ser personal capaz de aspirar a una finalidad coherente y trascendente para su existir. Los componentes del ser humano son, en general, un conjunto de dimensiones y funciones; cada una de sus dimensiones fundamentales contiene diferentes facultades:

Dimensión intelectiva: - Entendimiento-razón: Facultad cuya operación es el conocer y saber y cuyo

objeto/fin es el conocimiento de la verdad o sentido profundo de la realidad. - Voluntad: Facultad cuya operación es el querer, deliberar, decidir y elegir y cuyo

objeto/fin es la libertad.

Dimensión afectiva: Sentimientos (afectos o disposiciones anímicas espirituales: amor, sufrimiento etc.) y emociones (afectos materiales o biológicos: placer, dolor, goce sensitivo, etc.)

Dimensión sensitiva: Sentidos internos:

- Estimativa: facultad de estimar o intuir lo positivo y negativo respecto a la propia vida (a la seguridad y subsistencia personal).

- Memoria: Facultad cuya operación es el recordar, memorizar, etc., y cuyo objeto y fin son los recuerdos (contenidos mentales de la memoria).

- Sentido común: percepción general sensorial y cognitiva de la realidad. - Imaginación: Facultad productiva de la mente cuya operación es el imaginar, a

través de la cual el ser humano puede crear contenidos mentales (imágenes, pensamientos, sentimientos) que no tienen necesariamente existencia real. Sentidos externos: gusto, tacto, olfato, audición y vista.

Dimensión vegetativa: Funciones básicas del organismo biológico: reproducción, crecimiento y nutrición. Las facultades o potencialidades del ser humano responden a un sistema de

necesidades (y sus respectivos satisfactores), a determinadas necesidades que el ser humano tiene como organismo y sistema vivo. P. e., frente a la necesidad de nutrición existe la potencia nutritiva, la capacidad de alimentarnos –sistema digestivo-; frente a la capacidad de razonar y conocer, está la necesidad de entender nuestro medio para conducirnos eficientemente en él; frente a la capacidad de decidir, está la necesidad de guiar nuestras acciones de buen modo en la medida que somos seres vivos activos, que pueden tener acciones productivas o bien autodestructivas.

La persona humana posee ciertas características que señalan su complejidad y belleza constitutiva. La intimidad expresa un mundo interior vasto de pensamientos, sentimientos, etc., que cada uno de nosotros posee. La singularidad indica que cada persona humana es un quien, un ser único, irrepetible, valioso de por sí, irreemplazable; de ahí que cada persona posea dignidad, en particular por la idea cristiana de la creación: cada ser humano es creado único e infinitamente valioso por Dios. La apertura expresa la capacidad de abrirnos al mundo, a los que nos rodean; no somos células clausuradas o encerradas en sí mismas sino que poseemos la capacidad de abrir nuestra intimidad, nuestro mundo interior valioso a los demás –así como de no hacerlo... El ser humano posee una personalidad con expresión propia, única, entendiendo la personalidad como el conjunto de formas más o menos consistentes que cada uno de nosotros tiene de relacionarnos con la gente y las situaciones que ponen

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un sello de individualidad en cada quien, las actitudes, valores, opiniones y emociones que nos distinguen.

El ser humano es un ser que tiene una organización ontológica (ontos: ser, existencia particular), una determinada forma de ser. En virtud de esa forma de ser, el ser humano posee un determinado funcionamiento biológico y cognitivo (sentimental y espiritual). A grandes rasgos, vivimos como seres humanos en el mundo de acuerdo a la lógica ontológica que nos corresponde como humanos, a la forma de existir de nuestra especie (no existimos como existe la mesa o el elefante…). La vida humana tiene un determinado curso de existencia, está orientada a cierta finalidad (más o menos similar en cada uno de nosotros). En la medida que el ser humano posee dimensión intelectiva, a través de su inteligencia o entendimiento puede comprender y predecir los fenómenos o sucesos que se dan en la realidad y por medio de su voluntad puede evaluar, decidir y llevar a cabo sus acciones de una u otra forma (lo ideal es que nuestras acciones propendan a nuestro desarrollo propio…).

En conexión con lo anterior, la filosofía propone que el ser humano, de acuerdo a su naturaleza o modo de ser, busca un “sentido” para su existir. La experiencia filosófica de la búsqueda del sentido debe ser desarrollada por cada sujeto –eventualmente en diálogo con sus pares– como una reflexión racional que posea profundidad y validez argumentativa, a través de la cual se puedan reconocer conclusiones generales o universales respecto a las grandes interrogantes del sentido: ¿qué somos?, ¿quiénes somos?, ¿en qué consiste la realidad en que existimos?, ¿cuáles son las causas esenciales de esta realidad?, ¿cuál es el propósito o finalidad de nuestro existir?, etc.). Si la reflexión filosófica que desarrollemos no consigue satisfacer esas exigencias, es posible catalogarla como una reflexión poco fructífera, incompleta o deficiente.

En relación a la búsqueda del sentido personal, la vida no es un simple durar, pasar o vagar errático, contradictorio o inútil, un avance irracional por la realidad y el tiempo... sino que cada ser humano debe proponerse para sí –y construir– un proyecto de vida significativo. El contenido de este proyecto de vida variará de acuerdo a los intereses particulares de las personas, pero los diferentes proyectos de vida personales deberían tener ciertos rasgos esenciales comunes entre sí, los cuales muestren, por así decirlo, un mapa general del sentido humano, estando entonces unidos los proyectos de vida en torno a un sentido general del vivir: el ser humano aspira a la realización personal, a una cierta plenitud de vida, no a la autodestrucción. El ser humano aspira a amar a los seres que componen su núcleo familiar y social más cercano, aspira a desarrollarse laboral y profesionalmente para ser autónomo y construir su espacio vital, quizás también a cierto reconocimiento social que respalde el sentido de su modo de vivir, etc.

La vida tiene un propósito: la felicidad, la autorrealización personal, la vida bien vivida o vida plena. Para los ateos o agnósticos, vivir bien la vida y aspirar a ser plenos tiene sentido en la medida que la naturaleza y sociedad mostrarían que el ser humano

tiene fines ligados a la virtud y belleza (aunque muchos seres humanos, falibles tanto como capaces de grandeza, no logren eventualmente tal finalidad). Para los creyentes (cristianos), vivir bien la vida y aspirar a la realización personal tiene sentido porque los guía el fin religioso de la comunión con Dios en la vida eterna (felicidad eterna). Para Aristóteles (Ética a Nicómaco), no hay un solo camino que conduzca a la vida bien vivida, sino que eventualmente pueden ser varios (p. e., un artista no ve ni vive la vida de forma idéntica a un agricultor, un pequeño comerciante a un abogado, etc.), pero lo que sí debe unir a esos caminos es el bien, la virtud (hábito perfectivo, disposición permanente por la que tendemos a actuar bien en los diferentes casos o situaciones que vivimos). No da lo mismo vivir la vida bien o mal, siendo éticos o antiéticos. La idea de que da lo mismo vivir la vida como se nos ocurra no resiste análisis: si fuera cierta, entonces un asesino o un violador serían tan virtuosos como una persona honrada,

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bondadosa; y tal cosa no es verdad: no nos engañemos. Parece mucho más coherente pensar que la vida debe ser vivida comprendiendo que es necesario seguir ciertas orientaciones éticas: la vida bien vivida es vida virtuosa pues la práctica de la virtud, en toda su amplitud, conlleva al desarrollo personal en todas sus facetas, desarrollo integral. El comportamiento ético redunda positivamente en nuestro vivir en todo sentido, en particular creamos una imagen positiva de nosotros (honestidad), lo cual influye también positivamente en nuestro desarrollo laboral y profesional, área importante de la vida (relacionada con el logro de la autonomía personal, con la subsistencia y crecimiento integral).

Toda sociedad está organizada por medio de usos, costumbres, hábitos de conducta, por valores. Los valores son las valoraciones que las personas y sociedades construyen a lo largo del tiempo respecto a las acciones, situaciones, hechos, etc., que describen de algún modo un buen curso para orientar su desarrollo. Los valores de una sociedad pueden ser religiosos, estéticos, intelectuales, morales, científicos, de ornato,

etc., y pueden entenderse como los elementos o contenidos socioculturales que regulan y guían la vida en sociedad de una comunidad humana. La ética es la reflexión e indagación –personal o social– en torno a la naturaleza o significado esencial del bien y el mal; la moral es la organización sociocultural de contenidos éticos plasmada en cada sociedad. Los valores se dan en la realidad moral de un pueblo, nación, cultura, etc. A menos que una persona adulta tenga un trastorno psicológico o psiquiátrico severo, socialmente se espera de ella que sea capaz de orientar su conducta de acuerdo a determinados valores morales que guían el comportamiento ético de la ciudadanía. Guiar la vida en valores morales positivos es bien visto socialmente porque tales valores son descriptores de proyectos de vida saludables y coherentes en sentido general. Hay valores relevantes para la vida personal: autocuidado, honestidad consigo mismo; valores importantes en las relaciones interpersonales: respeto, lealtad y tolerancia; valores para la vida social: justicia, solidaridad, responsabilidad, participación; y valores importantes para que el ser humano logre tener una buena relación con la naturaleza: preservación y cuidado del medio ambiente.

El ser humano además es libre, dentro de ciertos márgenes. En la medida que tenemos la posibilidad de conducir nuestra vida en términos generales, de tomar las decisiones más importantes que guiarán el curso de nuestra existencia, tenemos la capacidad de ser libres. La libertad no es la capacidad de decidir lo que se nos antoje pues podemos decidir poner fin a nuestra vida o tratar de agredir o violentar a nuestros semejantes y eso no es ejercer de verdad la libertad sino ser esclavos de nuestra propia ignorancia y falta de juicio, creyendo en apariencia que estamos siendo libres... Ejercer la libertad es razonar con buen juicio, deliberar, decidir y actuar con sabiduría, conduciendo nuestro existir hacia una finalidad con sentido; lo cual se llama también autonomía.

Cada quien entonces está llamado a descifrar el enigma del sentido construyendo

su propio proyecto de vida, a conducir su vida sabiamente hacia el logro de la plenitud personal y, eventualmente, a contribuir desde sus posibilidades al perfeccionamiento continuo de sus pares y de la sociedad, para el logro cada vez mayor de una mejor calidad de vida para todos.

Por otro lado, es importante acotar que nuestra comprensión de la realidad en la que vivimos la logramos principalmente a través de nuestras facultades –y procesos psicológicos– de la inteligencia y percepción. La percepción es la capacidad de lograr una representación unitaria de la realidad material; la construimos a través del funcionamiento de nuestro sistema cognitivo o de conocimiento. Nuestro organismo capta e incorpora la información del medio y la procesa a través del sistema nervioso, hasta que se logra una construcción mental del objeto exterior percibido y conocido. La inteligencia o entendimiento contiene entonces esta representación, esta construcción

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de conocimiento. Ahora, es sabido (Maturana, Papalia, Piaget, etc.) que la afectividad humana (universo o ámbito de los sentimientos y emociones, donde los sentimientos son afectos espirituales –amor, sufrimiento, gratitud…– y las emociones serían afectos corporales o más biológicos –placer, dolor físicos, cansancio…–) interviene significativamente en los procesos de la percepción e inteligencia: muchas veces nuestras percepciones y pensamientos están influenciados por nuestros procesos afectivos. P. e., una persona pone más atención en un aspecto de la pintura expuesta en un museo, construyendo así su interpretación personal de la obra; por contra, otra persona pone más atención en otro aspecto del cuadro, por lo que llega a construir otra interpretación del mismo. ¿Una interpretación es falsa y la otra verdadera? ¿Ambas son igualmente legítimas si vienen respectivamente de un pintor experimentado y de una persona lejana a la práctica de la pintura? La postura política anticomunista de un refugiado polaco responde a experiencias traumáticas que este vivió tratando de escapar de la cortina de hierro. La postura antifascista de un socialista latinoamericano

detenido bajo el tiempo de las dictaduras militares responde no sólo a su pensamiento político sino también, seguramente, a experiencias traumáticas que vivió en cautiverio.

No somos dueños de percibir o entender la realidad de un modo absolutamente objetivo, totalmente verdadero, sino que construimos nuestra visión e interpretación de las cosas y la realidad de acuerdo a como ejercemos nuestras facultades y al modo como valoramos lo que experimentamos.

En principio, todos los puntos de vista tienen validez, todos tenemos derecho a plantear nuestras diferentes opiniones, aunque es cierto que la experticia también pone sus límites. Un abogado sabe más de leyes que un filósofo o un adulto tiene más experiencia de la vida que un niño, pero los filósofos pueden ofrecer perspectivas interesantes de las leyes a los abogados y los niños muchas veces nos sorprenden, enseñándonos formas interesantes y divertidas de entender las cosas. Para vivir mejor a nivel personal y social debemos aprender a respetarnos unos a otros, valorando lo bueno, lo que nos hace crecer, entendiendo que somos seres complejos y muchas veces impredecibles a nivel afectivo… somos tanto racionales como emocionales.

Debemos aprender a comunicarnos de buen modo siendo asertivos (asertividad: habilidad de comprender, realizar y expresar lo más adecuado correspondiente a cada acción, situación o contexto que vivimos). Debemos aprender a comunicarnos con respeto y asertividad, poniendo muchas veces atención a nuestro lenguaje no verbal (gestos, actitudes), pues a veces expresamos más a través de él que a través de lo dicho verbalmente. Es importante consignar lo necesario que se vuelve en nuestra sociedad actual el respeto a la diversidad cultural: Debemos respetar a nuestros semejantes por su raza, orientación sexual, creencias religiosas, opiniones políticas, etc. En la medida que nuestras concepciones de vida no pongan en entredicho los derechos humanos elementales que nos permiten vivir en paz y no representemos una real amenaza para los demás, merecemos respeto y un lugar justo de participación y dignidad dentro de la

sociedad. Es importante también mencionar la gran influencia que tienen los medios de

comunicación en nuestra vida. Dentro del proyecto de construcción de una vida bien vivida es importante quizás tener presente que las grandes decisiones de nuestro vivir sólo pueden ser bien tomadas sobre la base de la formación de un criterio bien informado: sólo puedo tomar buenas decisiones si tengo buen conocimiento de la realidad en la que pretendo conducirme adecuadamente, y ese conocimiento lo construyo a partir de mi capacidad de informarme con profundidad y verdad. Debemos saber seleccionar con rigor la información, aprender a construirnos visiones y opiniones bien documentadas y respaldadas.

Nuestro crecimiento personal acontece de buen modo en la medida que logramos ser cada vez más sabios: más reflexivos, críticos, respetuosos, pacientes, humildes,

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maduros. Crecemos también aprendiendo a relacionarnos mejor con nuestros semejantes, con mayor justicia (comprensión de lo adecuado y equilibrado a cada situación), prudencia (habilidad de saber conducirse sabiamente en el vivir) y asertividad. El sentimiento del amor es importante en las relaciones sociales: amar es desear el bien del ser amado: la madre ama a su hijo porque busca procurar su bien, su crecimiento y felicidad. En relación al amor sexual o amor de pareja: la sexualidad es una dimensión compleja y bella del vivir humano, que no se agota en el sexo (práctica sexual corporal); en ella interviene decisivamente el sentimiento del amor: sentir amor por la pareja es amar a un quien, a una persona valiosa, con dignidad, es buscar su felicidad (amor benevolente), no simplemente utilizar a otro/a para satisfacer impulsos o deseos egoístas (amor meramente pasional).

La relación de pareja debiera ser entendida como proyecto de amor perdurable, como un camino de cariño y deseo profundo recíproco a lo largo del vivir, donde se van cumpliendo fases a través de las cuales el amor se hace más grande y verdadero

(enamoramiento, decisión libre de amar, matrimonio, esfuerzo permanente de amar). Pero quien ama debe primero saber amarse a sí mismo/a; valorar su propia persona en la justa medida de forma que tenga una buena autoestima (tener respeto de sí mismo, de su propia dignidad y belleza personal). Para la construcción y logro de una vida bien vivida parece ser importante también la virtud y habilidad de la resiliencia, entendida como el ser capaces de sobreponerse a la adversidad y transformar los eventos negativos que vivimos en oportunidades de aprendizaje y desarrollo personal. Ser resilientes significa tener la suficiente templanza para abordar las experiencias negativas con dominio de nuestro carácter y temperamento personal; tener la capacidad de meditar, de reflexionar con paciencia y claridad mental las posibles formas de solucionar los problemas que enfrentamos. En este sentido, es importante también para el buen vivir que logremos tener una buena salud mental y tener la capacidad de controlar el estrés en nuestra vida cotidiana, provocado por los factores de vida propios de la sociedad actual: ritmo acelerado de la vida, múltiples y continuas demandas en el trabajo, individualismo, poco respeto entre las personas en la vida urbana, etc.).

Respecto a la buena socialización, es relevante valorar las formas de comprender el mundo que nos ofrecen las culturas antiguas, los pueblos ancestrales, originarios. El mito es una forma alegórica –a momentos fantástica– de comprender la realidad (p. e. pensar que el sol y la tierra son dioses naturales como Viracocha o Pachamama o que la vía láctea es el rastro de la leche derramada por los pechos de la diosa griega Hera).

El pensamiento mítico tiene como características el hecho de que el ser humano se identifica mucho más con la naturaleza que el hombre civilizado, vive en equilibrio con la naturaleza, la respeta más, quizás la ama más… La visión mítica realza los poderes de la naturaleza, les da un contenido de grandeza y misterio, no los reduce a simples procesos físicos materiales como lo hacen la ciencias naturales. El pensamiento mítico considera a los seres vivos como seres valiosos, importantes, tan integrantes y

partícipes de la naturaleza como el ser humano. La visión mítica considera valioso el mundo natural, no ve los elementos de la naturaleza como meros “recursos naturales”, como fuentes de consumo al servicio de la satisfacción de necesidades humanas.

El pensamiento científico es producto sobre todo de lo que se ha llamado la conformación y progreso de la sociedad occidental, proceso lento dado a lo largo de siglos. Dentro de este decurso, es posible citar hitos claves, procesos históricos relevantes al respecto, tales como el renacimiento, la ilustración, la revolución industrial, la sociedad globalizada, entre otros. Actualmente, la sociedad humana ya no tiene una mirada mítica de la naturaleza; a lo largo de los siglos la visión mítica fue siendo reemplazada por la visión del pensamiento filosófico, científico y técnico: la naturaleza fue siendo vista como una fuente de recursos, de explotación para el crecimiento de la sociedad; los mitos fueron siendo reemplazados por fórmulas

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químicas y biológicas, por teorías científicas… El pensamiento científico, propio de la cultura global contemporánea, ya no tiene una mirada equilibrada de la naturaleza. La industria humana está devastando el medio ambiente, el equilibrio natural, bajo un avance vertiginoso y violento, avanzando quizás hacia un callejón sin salida, dirigiéndose a un colapso de la sociedad como la conocemos.

El ser humano actual ha olvidado que su sociedad civilizada es una ilusión… pues la sociedad humana sigue dependiendo de la naturaleza, pero la está desestabilizando y diezmando a un ritmo que ésta no puede soportar ni mantener su equilibrio dentro de él. Las posibles consecuencias devastadoras de este proceso son discutidas dentro del mundo científico, habiendo una especial atención hacia los procesos del calentamiento global y el efecto invernadero, pues estos evidenciarían el peligroso e inexorable desequilibrio que la industria mundial provoca en el medio ambiente, amenazando la existencia del sistema planetario y de la propia especie humana.

Por otro lado –y para finalizar–, en relación al tema de la búsqueda del sentido, es

útil comentar algunos elementos de la filosofía de Viktor Frankl (El hombre en busca de sentido), importante pensador del siglo XX. La filosofía de Frankl es profundamente optimista, llena de esperanza y búsqueda de trascendencia religiosa para el ser humano, pero también muy marcada por la tragedia de las guerras mundiales (siglo XX, horrores del nazismo, comunismo, capitalismo, etc.). Frankl destaca la consideración de que los seres humanos estamos en este mundo con una misión; para Frankl “la vida es un préstamos dado por Dios” y nuestra misión es lograr averiguar el sentido más profundo de ese préstamo; para qué estamos aquí, con qué fin, cuál es la meta grandiosa que debemos lograr. La muerte está siempre en el horizonte de nuestro vivir y por eso debemos aprender a ser responsables, dejar de vivir dormidos y saber conducir nuestra vida hacia el gran propósito signado por nuestro destino, a dar plena respuesta a lo que se espera de nosotros mismos. Debemos ser optimistas y aspirar a ser virtuosos, solidarios, benévolos, aprender a construir cada día una existencia plena y trascendente: la tarea es indelegable, nadie la cumplirá por ti…