Encuentros, fracasos y celebraciones. Especial número 2.000

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    Encuentros, fracaso ycelebraciones

    ealmente no recuerdo cuando conoc, le,

    oje por primera vez Cambio16. Supongo

    que sera en 1974 1975. Era alumno de ba-

    chiller del Colegio Azorn de Madrid. Un ao antes hab-

    amos protagonizado la pri-

    mera huelga de estudiantes

    de enseanza media en un

    colegio privado. Un acto que

    tena mucho de aventura,

    pero era la primera vez que

    compaeros, compaeras,

    amigas y amigos iniciba-

    mos una accin que se de-

    sarrollaba con la presencia

    de la guardia civil en las au-

    las. Nuevo Diario fue el ni-

    co peridico que nos men-

    cion, durante aos guard

    aquel recorte con orgullo. En

    alguna de mis mudanzas se

    extravi, fue mi primer con-

    tacto de proximidad con la

    prensa.

    Sufrimos amenazas de retiradas de becas no era

    mi caso y expulsiones s lo era por parte de la direc-

    cin, y slo el apoyo de algunos padres, que despus

    descubrimos sus implicaciones en luchas de ms cala-

    do, nos permiti sacar ade-

    lante la reivindicacin consi-

    guiendo la readmisin del

    profesor expulsado que, por

    cierto, a nosotros no nos da-

    ba clase.

    Podra calificar el ao co-

    mo el que crecimos vertigi-

    nosamente. Aquello nos

    uni. Compartimos ilusio-

    nes, aventuras, amores y

    desde all surgi una buena

    base del movimiento juvenil

    en nuestro distrito que luego

    se trasladara a la organiza-

    cin de secciones locales de

    los diferentes partidos de iz-

    quierdas.

    Conseguimos el respeto

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    de nuestros hermanos mayores y que nuestros padres

    nos previnieran con regularidad de los los en los que

    nos estbamos metiendo con el comentario habitual de

    no est el horno para bollos. Con catorce, quince aos

    no ramos conscientes de lo que estaba pasando en el

    pas. La falta de informacin y un futuro incierto haca

    que lo nuestro tuviera una buena parte de inconscien-

    cia, otra de incertidumbre y otra ms, quizs la ms im-

    portante, de actitud vital.

    Aquellos lances cambiaron de manera radical cuan-

    do acudimos a una manifestacin ilegal, como todas,

    contra las ltimas penas de muerte del general Franco.

    Una de las mejores amigas acab en los calabozos de la

    Puerta del Sol, seguramente cerca del actual despacho

    de Esperanza Aguirre, donde sufri un trato vejatorio

    improcedente para cualquier persona, pero mucho ms

    para una de tan corta edad.

    De la aventura pasamos a la accin activa y de esta

    a la militancia. La detencin nos marc y, quizs, nos

    cambi la vida. Comenzamos a acudir a todo tipo de

    manifestaciones, concentraciones, recitales, jornadas y

    actos, sin importarnos quin los convocaba. No saba-

    mos lo que queramos pero s lo que no desebamos.

    Aquel reducido grupo de estudiantes acab enrolado en

    cinco organizaciones juveniles diferentes, lo que nos

    trajo fuertes discusiones con debates muy ideologiza-

    dos, que con el tiempo nos dimos cuenta que poco ten-

    an que ver con la realidad, y algn amor frustrado al no

    procesar los implicados la misma militancia juvenil.

    Amigos y familiares mayores intentaban hacernos

    cmplices de su quehacer. Libros y revistas pasaban de

    casa en casa. El intercambio de material nos permiti

    acceder y conocer otras fuentes y realidades. Las copias

    musicales pasaban del vinilo al casete en un afn real

    de acceder a aquello que no nos estaba permitido por la

    escasez de libertad y de recursos. Aprendimos que hay

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    realidades silenciadas, que la diversidad es un bien pre-

    ciado. Aquella gratificante experiencia hoy no podra rea-

    lizarse dada la cantidad de leyes que regulan y encorse-

    tan la pluralidad. La poltica al servicio de la economa es-

    t limitando muchos de los derechos por los que nos ilu-

    sionamos, impidindonos acceder al conocimiento real y

    no slo al superficial. La democracia por la que peleamos

    con ilusin juvenil se ha convertido en algo formal, un ri-

    tual convencional, comercial, que cada vez tiene menos

    que ver con aquello que

    anhelbamos. Los sueos

    juveniles poco a poco fue-

    ron desapareciendo, en

    parte por nuestra propia

    comodidad por dejar la

    accin pblica a los profe-

    sionales de la misma.

    No es de extraar que

    muchas publicaciones

    como Triunfo, Posible, El

    Papus, Ciudadano, Desti-

    no desaparecieran en

    la transicin. En vez de

    ayudar a su consolida-

    cin en pro de una mayor

    calidad democrtica, sucumbieron a la lgica de los

    mercados. Slo se salv Cambio16.

    Como deca, no recuerdo cul fue la primera vez que

    la le. S memorizo alguno de sus secuestros, por infrac-

    ciones muy graves a la Ley de Principios Fundamentales

    del Movimiento y a las Leyes Fundamentales, procesos

    como los de Manuel Velasco y Pedro Costa. Amenazas

    contra la redaccin por comentar arrestos militares o

    contra la distribuidora de la revista. Tambin la demanda

    de la publicacin contra el diario ABCpor injurias, solici-

    tando una indemnizacin de cien millones de pesetas que

    se utilizaran a actividades de la Asociacin de la Prensa

    de Madrid. Cmo no recordar aquella encuesta sobre la

    accin de gobierno de Arias Navarro que mostraba que el

    49% estaban satisfechos o muy satisfechos con su ges-

    tin, considerado por un 30% como muy aperturista. Su-

    pongo que los millones y millones que despus de la

    muerte del dictador manifestaron haber estado activos en

    contra del rgimen, o no

    fueron encuestados o tu-

    vieron capacidad cama-

    lenica para estar en re-

    alidades tan dispares en

    tan poco tiempo y lugar.

    De aquella poca s-

    lo guardo un ejemplar de

    la revista con un solo ti-

    tular: La muerte. Se

    trata de un nmero mo-

    nogrfico de noviembre

    de 1975 donde escribie-

    ron Hugh Thomas y Tu-

    n de Lara, con una

    portada totalmente lgu-

    bre. Un ejemplar de una tirada que pasaba de los dos-

    cientos mil ejemplares, algo inaudito en la prensa poltica

    y cultural en la actualidad, lo que pone de manifiesto

    nuestro dficit democrtico.

    Para aquellos jvenes que empezbamos a deambu-

    lar por la vida, que tenamos pasin por lo pblico, la re-

    vista fue un referente continuo. Sigue contando con

    nuestro seguimiento y transcurridos los aos colabora-

    mos en la misma con orgullo de contribuir, a pequea

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    escala, de que todo aquello que creamos no se ha de-

    rrumbado por completo.

    Algunos formamos parte de los grandes perdedores

    de aquellos aos, sintiendo la satisfaccin de continuar

    manteniendo y defendiendo casi lo mismo con la expe-

    riencia de los aos, el aprendizaje transcurrido y el cami-

    no recorrido. Nos sentimos orgullosos de las decepciones

    y fracasos que nos permiten vivir y participar en el deseo

    de un mundo diverso, plural y esperemos que mejor, ale-

    jado del que nos quieren imponer.

    Nos prometen un mundo feliz

    a base de billetes de bajo coste,

    diseo de Ikea, compras semana-

    les en el Carrefour y ventas a pla-

    zos en El Corte Ingls. El arte ca-

    pitalista encumbra a un Warhol

    cuyo nico mrito fue hacer bue-

    nas copias. Valerie Solanas quiso

    acabar con ese mercadeo usando

    la violencia extrema. Los Sex Pis-

    tols cambiaron el mundo y nunca

    recibieron una subvencin, siendo

    denostados por las clases diri-

    gentes que hoy compran sus ca-

    misetas mientras distribuyen

    nuestras vidas en funcin de sus intereses econmicos,

    donde cultura y medios de comunicacin son parte fun-

    damental para el dominio ideolgico. Todos se acuerdan

    del Chelsea Hotel con la maravillosa historia de amor de

    Leonard Cohen y Janis Joplin, pero nadie lo recuerda co-

    mo el lugar donde mora acuchillada Nancy, la compae-

    ra sentimental de Sid Vicious. Indgenas, nmadas y tras-

    humantes no reciben ninguna ayuda por conservar sus

    culturas y tradiciones mientras se acepta la expoliacin

    de sus patrimonios culturales, comercindose con los

    mismos, dictndose leyes que apoyan a los que fomentan

    el delito y comercian con lo ajeno, incluso denunciando y

    enjuiciando a los que han mantenido su patrimonio du-

    rante siglos. Todos somos responsables del asesinato de

    la cultura.

    Hace dos siglos Nietzsche anunciaba la muerte de

    dios, mientras aqu seguimos permitiendo desmanes y

    abusos de los responsables de una iglesia continuamen-

    te subvencionada que est al mar-

    gen de las leyes y que desde los

    pulpitos hace apologa de la vio-

    lencia de gnero, abusa de los

    menores en la intimidad, y cuyo

    mximo responsable se fotografa

    con orgullo con alguno de los diri-

    gentes que estn ayudando a

    construir una sociedad cada da

    ms injusta. Un modelo que nada

    tiene que ver con el cristianismo

    primitivo, ni con lo defendido por

    sus primeros seguidores.

    Cuando una revista cumple

    2.000 nmeros no queda ms que

    felicitarnos. Debemos hacerlo

    porque en la misma hemos podido leer, escribir, escu-

    char las opiniones ms dispares, diversas, plurales e in-

    cluso contradictorias. Porque la libertad de expresin ha

    primado. Por no haber sucumbido a autoridad, gobiernos,

    justicia, presiones econmicas y mediticos, y haber per-

    mitido expresarnos, en un medio generalista, con la mis-

    ma naturalidad, crtica y libertad que cuando lo hacemos

    en uno alternativo o en la Red. Esperemos que vuestro

    ejemplo y proceder perduren.

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