300
See discussions, stats, and author profiles for this publication at: https://www.researchgate.net/publication/261452295 Enigmas de la ciencia: el calamar gigante Book · June 2006 CITATIONS 10 READS 1,368 5 authors, including: Some of the authors of this publication are also working on these related projects: CEFAPARQUES View project CAIBEX View project Angel Guerra Spanish National Research Council 382 PUBLICATIONS 5,749 CITATIONS SEE PROFILE Ángel F. González Spanish National Research Council 242 PUBLICATIONS 3,155 CITATIONS SEE PROFILE Francisco Rocha University of Vigo 83 PUBLICATIONS 1,797 CITATIONS SEE PROFILE All content following this page was uploaded by Angel Guerra on 18 January 2016. The user has requested enhancement of the downloaded file.

Enigmas de la Ciencia: El Calamar Gigante - … · Ejemplar de calamar gigante de 148 Kg. de peso disecado en enero de 2000 en Luarca (Asturias). ... leguas de viaje submarino”

  • Upload
    ngomien

  • View
    217

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

See discussions, stats, and author profiles for this publication at: https://www.researchgate.net/publication/261452295

Enigmas de la ciencia: el calamar gigante

Book · June 2006

CITATIONS

10READS

1,368

5 authors, including:

Some of the authors of this publication are also working on these related projects:

CEFAPARQUES View project

CAIBEX View project

Angel Guerra

Spanish National Research Council

382 PUBLICATIONS   5,749 CITATIONS   

SEE PROFILE

Ángel F. González

Spanish National Research Council

242 PUBLICATIONS   3,155 CITATIONS   

SEE PROFILE

Francisco Rocha

University of Vigo

83 PUBLICATIONS   1,797 CITATIONS   

SEE PROFILE

All content following this page was uploaded by Angel Guerra on 18 January 2016.

The user has requested enhancement of the downloaded file.

Nota importante: la paginación es incorrecta.

Enigmas de la Ciencia:

El Calamar Gigante

Enigmas de la Ciencia:

El Calamar Gigante

Ángel Guerra, Ángel F. González, Francisco Rocha,

Joaquín Gracia y Luis Laria

Vigo, 2006

Queda rigurosamente prohibido, sin la autorización escrita de

los titulares del Copyright, bajo las sanciones establecidas en

las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por

cualquier medio o procedimiento, comprendidos la

reprografía y el tratamiento informático, y su distribución.

A efectos bibliográficos esta obra debe ser catalogada y

citada como sigue:

Guerra, A., González, A. F., Rocha, F., Gracia, J. y Laria, L.

2006. Enigmas de la Ciencia: El calamar gigante. Guerra et

al., (eds.). Instituto de Investigaciones Marinas (CSIC, Vigo),

España, 313 pp.

Distribuido por: CEPESMA, Aula del Mar, Luarca, España y

por el Instituto de Investiagaciones Marinas (CSIC, Vigo).

[email protected]

Este libro se ha realizado con el patrocinio de la Fundación

CAJA RURAL DE ASTURIAS.

© 2006 respecto a la primera edición.

ISBN: 84-609-999-8

Depósito Legal: C-752-2006

Diseño de cubierta y composición: Francisco Rocha

Impreso por Agencia Gráfica. Santiago de Compostela.

Impreso en España. Printed in Spai

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN ………………………………………………………………. 9

Capítulo 1. El KRAKEN: DE LEYENDA A REALIDAD ……….. 19

La leyenda del KRAKEN …………………………………………….. 19

Un calamar gigante real e irrefutable ………………………. 38

La consolidación de los estudios científicos …………….. 44

Capítulo 2. LAS ESPECIES DE ARCHITEUTHIS QUE

EXISTEN EN EL MUNDO ………………………………………… 57

Nombres comunes y científicos ……………………………….. 57

El concepto de especie …………………………………………….. 61

El género Architeuthis ………………………………………………. 63

Johan Jappetus Steentrup ……………………………………….. 66

La historia de los nombres del calamar gigante ……… 69

Capítulo 3. LA DISTRIBUCIÓN GEOGRÁFICA DE

ARCHITEUTHIS …………………………………………………...... 77

El Atlántico y el Mediterráneo …………………………………… 77

El Pacífico …………………………………………………………………… 90

El Índico …………………………………………………………………….. 98

Comentarios sobre su distribución mundial …………….. 101

Distribución vertical en la columna de agua ……………. 103

Capítulo 4. PRIVILEGIOS EN LAS AGUAS ASTURIANAS .. 107

El Jurásico terrestre y marítimo asturiano ………………. 107

El árbol genealógico de los cefalópodos ………………….. 109

Algunos compañeros de los cefalópodos en su

escenario evolutivo ……………………………………………….. 111

Rasgos principales en la evolución de los

cefalópodos ……………………………………………………………. 114

Montañas en tierra y fosas en el mar ………………………. 117

Exploraciones acústicas ………...................…………….. 120

¿Por qué aparecen tantos calamares gigantes

en Asturias? …………………………………………………………… 127

Capítulo 5. LO QUE ACTUALMENTE CONOCEMOS SOBRE

LA VIDA DE LOS CALAMARES GIGANTES ……………. 133

Algunas características generales de los

Cefalópodos ………………..…………………………………………. 133

Forma y función ………………………………………………………… 135

Anatomía interna ………………………………………………………. 141

Estrategia reproductiva …………………………………………….. 162

Edad y crecimiento ……………………………………………………. 164

Estrategia trófica: depredadores y presas de

los cefalópodos ………………………………………………………. 174

Comportamiento ……………………………………………………….. 190

Capítulo 6. OTROS CEFALÓPODOS GIGANTES ………………. 201

No todos los cefalopodos gigantes son Architeuthis … 201

El calamar gato o pulpopota de profundidad,

Taningia danae …………………….……………………………….. 204

El calamar de Humbolt, Dosidicus gigas ………………….. 208

La cranquiluria antártica, Mesonychoteuthis

hamilton …………………………………………………………………. 216

Capítulo 7. EL CALAMAR GIGANTE Y EL GRAN PÚBLICO . 219

Museos y exposiciones ……………………………………………… 219

Literatura ………………………………………………………………….. 226

Películas, documentales y otros ………………………………. 233

Expediciones …………………………………………………………….. 242

Los peludines de Asturias ………….............………………. 252

El peludín del Canea ........................................... 256

Y el mudo habló ................................................ 258

Los peludines y los niños asturianos ..................... 259

Capítulo 8. ASPIRACIONES Y PERSPECTIVAS DE

FUTURO ……………………………………………………………………….. 265

Aumentar el conocimiento sobre las

profundidades submarinas ............................... 265

Equipar a España con instrumentos modernos

de exploración submarina ................................ 268

Los calamares gigantes: organismos

emblemáticos para inspirar la conservación

de los océanos ................................................ 272

BIBLIOGRAFÍA ………………………………………………………………… 275

LOS AUTORES …………………………………………………………………. 303

ÍNDICE SUBJETIVO …………………………………………………………. 309

INTRODUCCIÓN

Hace ahora unos veinte años que el primer autor de

este libro tuvo su primer encuentro con un calamar gigante.

Por aquel entonces, el ejemplar que se pudo estudiar fue un

Architeuthis de 38 Kg. capturado por el buque vigués

Farpesca IV en aguas de Namibia. Este animal quedó

apresado en las redes del pesquero en su última campaña de

merluza, fue congelado y trasladado posteriormente al

Instituto de Investigaciones Marinas de Vigo. Cinco años más

tarde llegaron otros tres ejemplares de la misma

procedencia, aunque pescados por distintos barcos: dos

hembras inmaduras de 55 y 40 Kg. y un macho de 41 Kg.

Los datos aportados por estos ejemplares contribuyeron a

incrementar los conocimientos sobre estos intrigantes

cefalópodos, describiéndose por vez primera su alimentación.

Pero además, esos hallazgos marcaron profundamente al

grupo de investigación sobre Ecología y Biodiversidad Marina

(ECOBIOMAR), de manera que los calamares gigantes

constituyeron un tema de estudio continuo, aunque

esporádico, debido, principalmente, a lo fortuito de las

muestras.

La colaboración entre ECOBIOMAR y la Coordinadora

para el Estudio y Protección de las Especies Marinas

(CEPESMA), con sede en Luarca, había comenzado a

mediados de los noventa con motivo de nuestro mutuo

interés por la investigación y protección de los mamíferos

marinos. ¿Quién iba a pensar entonces que esa relación

pondría al descubierto uno de los filones más importantes a

nivel mundial para el estudio de los calamares gigantes?

Pues así fue. El 9 de diciembre de 1999 un ejemplar de 148

Kg. fue capturado accidentalmente por una pareja de

arrastreros lucenses mientras pescaba bacaladilla entre 270

y 550 m de profundidad. El calamar lo compró un pescadero

en la lonja de Avilés y lo expuso en su puesto en el mercado.

De allí lo rescató Luis Laria, presidente de CEPESMA, quien lo

congeló y nos avisó del acontecimiento. El 25 de enero de

Fig. 1. Ejemplar de calamar gigante de 148 Kg. de peso disecado en enero de 2000 en Luarca (Asturias).

2000 íbamos bastante excitados camino de Luarca en el

vehículo todo terreno de nuestro Instituto. Desafiando al frío

reinante, disecamos el animal al aire libre en el patio del

colegio del Padre Galo, rodeados de los alumnos del colegio,

curiosos y periodistas.

Gracias al interés de Luis y de otros miembros de

CEPESMA, y con la colaboración económica de CAJASTUR, el

ejemplar quedó reconstruido, fijado y depositado en una

urna en el Aula del Mar de Luarca. Se iniciaba de esta forma

una colección de calamares gigantes que, con el tiempo, ha

llegado a ser la más importante del mundo. Esa fue la veta

que nos condujo a descubrir que esos enormes cefalópodos

eran bien conocidos en Asturias, donde los pescadores y

otras gentes del mar les habían dado el nombre vernáculo de

“peludines”, debido a su tendencia a pelarse después de ser

capturados. En la búsqueda histórica que iniciamos entonces

se encontraron registros de muchos años atrás en Asturias y

Galicia, remontándose hasta vivos recuerdos de pescadores

en los años cincuenta. Algunos de los encuentros entre

asturianos y Architeuthis quedaron registrados por escrito;

así, en el número 140 de la Hoja del Mar se encuentra la cita

de un ejemplar de 140 Kg. recogido en Figueras en

noviembre de 1979, y en el libro Asturias desde el Mar

(1986), escrito por el ovetense Jesús Ángel Ortea, aparece la

fotografía de un calamar gigante, de buen tamaño a juzgar

por la comparación con sus hijos que aparecen en la

ilustración, descargado en la lonja de Avilés en septiembre

de 1982. Luego se hallaron citas consecutivas procedentes

de la región occidental asturiana y la nororiental gallega,

cerrándose con ellas el arco de tiempo comprendido entre

mediados y finales del siglo XX.

A partir de aquella hembra, bautizada por los niños

del colegio Padre Galo como “Archi”, las llamadas de Laria y

nuestras visitas a Luarca para disecar y estudiar los

ejemplares se han sucedido ininterrumpidamente hasta

ahora. Además de especimenes de Architeuthis, tanto

machos como hembras, hemos podido estudiar cuatro

Taningia danae, otro calamar que alcanza grandes

dimensiones, y que mora también en el caladero de pesca de

Carrandi.

Cuando en ECOBIOMAR comenzamos las

investigaciones sobre el calamar gigante, su ciclo vital era

uno de los enigmas oceánicos por resolver y, pese a los

avances realizados, todavía quedan numerosos aspectos por

desentrañar.

La leyenda del calamar gigante que atrapa y hunde

barcos es muy antigua. Hasta Julio Verne se vio seducido por

estos animales en un inolvidable pasaje de su novela “20.000

leguas de viaje submarino”. Pero Verne, como buen escritor

de ciencia ficción, se había basado en el hallazgo realizado

hace un siglo y medio por el zoólogo danés Johan Japetus

Steenstrup, quien aportó un pico de calamar de 11,5 cm de

longitud como prueba irrefutable de la existencia de estos

gigantes marinos.

Estos cefalópodos constituyen el alimento básico de

numerosos depredadores de gran tamaño,

fundamentalmente cachalotes, en cuyos cuerpos dejan las

huellas de sus ventosas provistas de anillos córneos

dentados, como muestra de su lucha por intentar escapar de

las potentes mandíbulas de estos imponentes mamíferos

marinos. Los cachalotes son capaces de sumergirse a más de

mil doscientos metros de profundidad para capturar los

calamares gigantes usando técnicas de ecolocación. La

impresión de sus ventosas en la piel de los cachalotes ha

llevado a decir que los calamares gigantes pueden alcanzar

hasta cerca de una tonelada de peso, lo cual parece

exagerado aunque se trate sin duda de los mayores

invertebrados vivientes.

Estos auténticos Kraken o monstruos marinos nunca

han sido observados vivos, y todo lo que se conoce sobre

ellos es fruto del estudio de restos encontrados en los

estómagos de sus depredadores, de aquellos ejemplares que

fueron capturados ocasionalmente o de los hallados varados

en la costa. En este sentido, su estudio ha sido como un

juego detectivesco en el cual se han deducido aspectos de su

biología y ecología a partir de los datos obtenidos de

fragmentos de su cuerpo o de ejemplares moribundos o

muertos. Sin embargo, todavía son muchas las incógnitas

que precisan una contestación: ¿Cómo utilizan sus enormes

ojos, tan grandes como un balón de balonmano y los

mayores del reino animal? ¿Cómo capturan a sus presas?

¿Cómo encuentran a sus congéneres ya que no forman

cardúmenes o bancos? ¿Cuándo es su época de

reproducción? ¿Cómo es el apareamiento? ¿Dónde desovan?

¿Cómo usan los enormes anillos córneos dentados que tienen

en las ventosas de sus brazos y tentáculos? ¿Cambian de

color? ¿Pueden producir algún tipo de luz? Actualmente, ni

siquiera sabemos cuantas especies hay o si son agresivos,

pero de lo que tenemos certeza es que no son comestibles

por el hombre porque acumulan amoniaco en sus músculos

para poder permanecer flotando entre aguas sin apenas

gastar energía. Una adaptación metabólica que ha hecho,

entre otras cosas, que tengan unas aletas muy reducidas,

incapaces de actuar como herramienta para desplazarse y

sólo útiles para actuar como estabilizadores cuando el animal

se desplaza a reacción, pero ¿lo hace muy a menudo?, y si lo

hace: ¿cuál es la distancia máxima que puede alcanzar

desplazándose de esta forma? De nuevo aparecen numerosas

incógnitas.

Pese a que estos calamares no son comestibles y que

por lo tanto carecen de interés pesquero, su estudio, además

de interés científico y divulgativo, tiene importancia por su

potencial aplicación en numerosos campos de la Biomedicina

y Farmacología. No sólo los especialistas sienten una

creciente fascinación por estos gigantes marinos, sino

también el gran público. De esta forma, las páginas “web”

sobre este tema son muy visitadas y los museos ofrecen

elevadas cantidades de dinero por la adquisición de

ejemplares para sus exposiciones. Desde 1996 se viene

realizando un esfuerzo plurinacional en el que han colaborado

científicos, tecnólogos, expertos en filmación, barcos y

submarinos con objeto de obtener las primeras imágenes de

un calamar gigante vivo en su medio natural.

En la disección de la hembra capturada en Asturias en

enero de 2000, junto a los miembros de ECOBIOMAR y

CEPESMA, se encontraba tomando fotografías y filmando el

biólogo Fernando González-Sitges, director de cine y socio

fundador de la Productora de documentales TRANGLOBE

FILMS, que dirige Javier Linares. Pronto Fernando y Javier

comprendieron la importancia de estos hallazgos; el Kraken

estaba a nuestras puertas constituyendo un auténtico reto

tanto para la ciencia como para la industria de documentales

sobre Naturaleza. De ahí nació un proyecto enteramente

español cuyo objetivo era obtener, por primera vez,

imágenes de un calamar gigante en su entorno natural.

El Proyecto KRAKEN se planteó como una serie de

expediciones semejantes a los grandes viajes de

descubrimiento del siglo XIX. Viajes de revelación destinados

a abrir una brecha en los inexplorados ambientes marinos,

que nos proporcionasen una información nueva, capaz de

explicarnos viejos mitos marinos. Nuestro proyecto nacía

como una iniciativa en amistosa competencia con los

esfuerzos efectuados por las expediciones norteamericanas

realizadas desde 1996 en Nueva Zelanda y las Azores con el

mismo objetivo. La ventaja que teníamos sobre ellos era que

la zona donde se encuentra Architeuthis en el Cantábrico

queda a pocas millas de la costa asturiana, donde Gijón

ofrecía magníficas prestaciones como puerto base. La

desventaja estribaba en los tres años de adelanto que nos

llevaban y en la relativa facilidad con que ellos podían

obtener fondos para sufragar sus expediciones. España, en

cuestiones de patrocinio, no es como los Estados Unidos. En

nuestro país se necesita una ley de mecenazgo más efectiva,

ya que una buena legislación en ese sentido favorece el

desarrollo de las ideas y la aplicación de los resultados. Sin

embargo, todos nos pusimos a buscar financiación con

entusiasmo. En esa tarea nos llevamos bastantes

decepciones y algunas alegrías. Pensábamos, quizá

ingenuamente, que la idea sería entendida con prontitud,

especialmente por las autoridades e instancias sociales

asturianas, pero, pese a los esfuerzos, no fue así en todos los

casos. A excepción de CEPESMA, de las autoridades del

puerto de Gijón, de la Armada española y del actual Director

General de Pesca del Principado, Alberto Vizcaino Fernández,

que estuvieron a nuestro lado desde el primer momento,

encontramos poco eco y demasiadas puertas cerradas. A la

postre, el proyecto salió adelante y se realizaron dos

campañas en busca del Kraken, ambas a comienzos de los

otoños de 2001 y 2002. Con los equipos diseñados

específicamente para estas expediciones se organizó una

exitosa exposición en el Museo Nacional de Ciencias

Naturales (CSIC, Madrid). El material examinado en los

últimos cinco años sirvió para publicar varios trabajos

científicos en revistas internacionales. El 1 de marzo de

2004, la segunda cadena de Televisión Española, proyectó el

documental “Proyecto KRAKEN, en busca del calamar

gigante”, dirigido por Fernando, y que se está actualmente

distribuyendo entre varias cadenas de televisión nacionales y

extranjeras. Cuando se escribe esta introducción, a mediados

de junio de 2004, estamos a la espera de realizar la tercera

expedición del proyecto, sólo nos falta una parte de la

financiación, que tratará de cubrir la Consejería de Cultura

del Principado de Asturias. Confiamos en poder continuar la

sana competencia con nuestros colegas norteamericanos y

australianos, quienes estarán en septiembre en Kaikoura

(Nueva Zelanda) para tratar nuevamente de obtener

imágenes del elusivo calamar gigante. Esta historia está viva

y ahora, cuando se realizó la revisión de este capítulo en

noviembre de 2004, ya conocemos el resultado negativo de

nuestras gestiones para conseguir financiación, y el resultado

infructuoso de las expediciones de Kaikoura.

Aunque parte de lo aprendido sobre el calamar gigante se

ha publicado en revistas científicas, pronto comprendimos la

necesidad de recoger en un libro todo lo que habíamos

estudiado y aprendido sobre estos cefalópodos,

principalmente para intentar difundir el conocimiento

adquirido sobre estos organismos entre el público en general.

Muchas veces hablamos de este proyecto entre nosotros,

hasta que Luis Laria nos puso en relación con D. Román

Suárez Blanco, Presidente de la Caja Rural de Asturias. No

hicieron falta muchas explicaciones para que D. Román

apoyase la idea y nos proporcionase el soporte financiero

para realizarla. Después de una larga y amena conversación

en su casa de Luarca, a finales de 2003, el contenido del

trabajo estaba ya esbozado.

Este libro, escrito con rigor científico, pretende tener

un marcado carácter divulgativo con objeto de ofrecer a los

lectores un texto en el que se recojan los conocimientos

actuales sobre la biología y ecología de los calamares

gigantes, así como una relación de todos los registros

mundiales conocidos hasta la fecha y su distribución por

mares y océanos, analizándose, además, la influencia de los

fenómenos atmosférico-oceánicos sobre su distribución. Se

recoge también en este libro la secuencia histórica

transcurrida entre la aparición de los mitos sobre estas

enigmáticas criaturas y el afianzamiento de la realidad a

partir de los conocimientos científicos; los problemas que

encierran su sistemática y taxonomía y las técnicas

modernas que se están aplicando para solucionarlos; la

historia sobre las exposiciones y modelos realizadas y

diseñados para museos de todo el mundo; las principales

expediciones para filmarlo; los datos más relevantes sobre

otros calamares gigantes; las manifestaciones artísticas y

culturales, en forma de pinturas, grabados, libros,

documentales, películas y novelas, inspiradas por el Kraken;

y una extensa y cuidada bibliografía. Por último, aunque no

menos importante, hemos querido también recoger todas las

manifestaciones que relacionan a los calamares gigantes con

Asturias. Todo ello con una cuádruple esperanzada

pretensión: que este trabajo contribuya a que las autoridades

y la sociedad asturiana se aperciban de la importancia

científica, cultural y turística de lo que tienen en sus mismas

puertas y actúen en consecuencia; que se profundice en la

protección del medio y las especies marinas; que la

investigación marina se tome más en serio en España; y por

último, que la Ciencia penetre más profundamente en el

tejido social de nuestro país.

En una obra de esta índole, que supone la culminación

de una larga tarea, son muchas las personas que han

colaborado, por ello resulta prácticamente imposible referirse

a todas ellas, algunas de las cuales ya han sido citadas en

esta introducción. Sin embargo, aun conscientes que

podemos incurrir en omisiones, es obligado mostrar nuestro

agradecimiento a María Teresa Fernández Álvarez, entre

otras cosas por su colaboración técnica en la elaboración de

los ficheros informáticos bibliográficos, a D. Román Suárez

Blanco por su decisivo apoyo, a todos los participantes en las

expediciones del Proyecto KRAKEN, especialmente a José

Castro, Fernando González-Sitges, Javier Linares, José

Manuel Novoa, Jaime Otero, Gerardo Olivares y Oscar

Soriano, así como a Cándido Correa, armador de los buques

“Investigador” y “Científico”, a sus capitanes, Fernando

Santiáñez y Ramón Arguibay, y a los demás miembros de sus

tripulaciones. Estamos también en deuda con Alberto

Rodríguez Costa, cirujano pediátrico del Hospital Xeral de

Vigo, quien nos ayudó a preparar varios ejemplares de

Architeuthis y nos enseñó técnicas de reconstrucción de

órganos y de suturación. Estamos también agradecidos a

Alfredo López, Josep Mª Alonso Farré y a otros miembros de

la Coordinadora para el Estudio de los Mamíferos Marinos

(CEMMA), que nos acompañaron en la atención a varios

varamientos ofreciendo su apoyo técnico y colaboración, así

como a las tripulaciones de los barcos Elena María, Bautista

Pino, Minchos V y VI, Boer, Pino Ladra, Peña de Deva,

Luscinda, Travasía y Valdés Vega quienes nos allegaron los

calamares gigantes. Hay que sumar a estos reconocimientos

a varios establecimientos asturianos, como Pescaderías

Jiménez y Pescados Milagro, Paco y Somio, que tuvieron en

sus manos ejemplares, que luego nos fueron ofrecidos. Son

también muchos los particulares que merecerían aparecer en

este elenco de gratitudes, entre otros Celso Martínez Villar y

García Ramos. Por otra parte, ha sido esencial en numerosas

ocasiones la colaboración de la Guardia Civil, los Bomberos

de Asturias y Protección Civil 112, con quienes hemos

quedado en deuda, la cual debe hacerse extensible a la

Cofradía de pescadores de Avilés y a las lonjas Musel-Gijón y

Luarca. Por último, aunque no por ello menos importante,

vaya nuestro agradecimiento más sincero para todos los

voluntarios de CEPESMA, que tan útil y desinteresado apoyo

han prestado en las tareas de recolección, transporte,

disección y preparación de los calamares gigantes hallados

en Asturias.

Capítulo 1

EL KRAKEN: DE LEYENDA A REALIDAD

La leyenda del Kraken

La leyenda es una narración que deforma la historia, o

prescinde de ella, referida a personas, animales o cosas que

han existido realmente, o bien a figuras imaginarias ligadas a

un hecho y lugar concretos y reales, que acontecieron en un

determinado momento. En el origen de toda leyenda hay un

individuo que la crea, aunque aparezca anónima y se

atribuya a una colectividad. Es consustancial a toda leyenda

el carácter de cosa admirable y casi increíble, no

necesariamente fantástica, que produce asombro, y

veneración en algunos casos. Si en el origen de la leyenda

hubo un acontecimiento histórico, su evolución viene

conformada por factores que la amplían o simplifican, que la

fragmentan, o que la trasladan de lugar y época; en

definitiva, que la contaminan de alguna manera. Hasta

nuestros días han llegado leyendas de todo tipo,

generalmente originadas en la antigüedad, cuando los

métodos históricos no estaban todavía bien fijados, y

preponderaba la transmisión oral.

Leyenda y mito no son cosas equivalentes. Un mito es

una explicación sobrenatural de fenómenos naturales, donde

generalmente los personajes son dioses o semi-dioses y el

tiempo una ficción. Se trata de relatos transmitidos por una

tradición de antigüedad remota, donde se refieren y hacen

presente, en estrecha relación con el culto y el lenguaje

imaginativo, las acciones de dioses o personajes

sobrenaturales. El motivo de los mitos difiere con las

civilizaciones, pero en el caso de los griegos los temas

derivados de la Naturaleza son poco frecuentes, mientras

que en los escandinavos están bastante más ligados a su

culto, interviniendo frecuentemente animales.

Es bastante plausible que el calamar gigante

Architeuthis sea el responsable del mayor número de

leyendas, mitos e historias de ficción que cualquier otro

animal marino, y casi nos inclinamos por pensar que más

que todos ellos juntos. Las leyendas y el folklore de muchas

tierras mencionan monstruos que podrían estar relacionados

con los calamares gigantes, que podrían haber engendrado el

mito griego de Scylla.

En la mitología griega Scylla era un monstruo marino

que vivía debajo de una roca peligrosa en uno de las

márgenes del estrecho de Mesina, frente del torbellino

Caribdis. Scylla amenazaba el paso de las naves y en la

Odisea se relata como se comió a seis compañeros de Ulises.

Scylla era una ninfa, hija de Phorcys. El dios-pescador

Glaucus se enamoró de ella, pero Scylla huyó de él hasta

donde no podría seguirle. Glaucus acudió entonces a la bruja

Circe para pedirle una poción de amor que derritiese el

corazón de Scylla. Glaucus contó su historia de amor a Circe

y ésta se enamoró de él, cortejándole con palabras dulces y

miradas lascivas, pero Glaucus no atendió a su cortejo. Circe

se enfureció por ello y preparó un frasco con una poción

mágica de gran efecto, que vertió en la piscina donde Scylla

se bañaba. Tan pronto como la ninfa entró en el agua se

transformó en un monstruo espantoso. Sus doce patas eran

como grandes tentáculos parecidos a serpientes, sobre ellas

tenía seis cabezas con bocas provistas de tres filas de

dientes. Scylla quedó sumida en la más completa miseria,

incapaz de moverse del sitio, detestando y destruyendo todo

cuanto quedaba a su alcance con gran ferocidad. Se

alimentaba de delfines, tiburones y otras presas de gran

tamaño que se ponían a su alcance, y era un peligro para

todas las embarcaciones que pasaban cerca. Es muy

probable que la figura de serpiente en que se transformó la

ninfa fuese tomada de algún gran calamar o pulpo (polypus),

conocidos por los griegos desde la antigüedad. Entre los

libros que escribió el romano Cayo Plinio Segundo “El Viejo”

(79 al 23 antes de Cristo) únicamente nos ha llegado su

Naturalis Historia (Historia Natural) donde habla de un

“pólipo” que se apoderó de peces marinos en las pozas de

Carteia (en la costa Atlántica española), y “que se atrajo la

furia de los cuidadores, quienes, debido a la persistencia del

robo, lo consideraban lejos de todo límite admisible”. Los

guardas que rodearon a aquella bestia estaban: “atónitos

por su rareza; en primer lugar, porque su tamaño era

increíble, así como lo era su color; además, estaba

embadurnada de salmuera y exhalaba un olor nauseabundo

¿Quién habría esperado encontrar allí una criatura

semejante, o quien la habría reconocido en tales

circunstancias? Los guardas sintieron que se enfrentaban a

algo extraño, porque su horrible respiración también

atormentaba a los perros, que fueron azotados con la punta

de sus tentáculos y golpeados con sus largos brazos, que usó

como mazas. No sin gran dificultad consiguieron reducirla

usando varios tridentes”. Según la crónica de Plinio, la

cabeza de aquella criatura consistía en una gran bolsa con

capacidad para 400 litros; sus brazos (anudados como

mazas) median cerca de 9 metros de longitud y estaban

provistas de ventosas de más de un litro de capacidad, y sus

dientes correspondían a su tamaño. Sus restos pesaron cerca

de 320 Kg. Sus largos tentáculos identifican a aquella bestia

o pólipo como un calamar, más que como un pulpo. Pero

fuese lo que fuese, esa criatura debería constar como el

mayor de los cefalópodos que se haya acercado a la costa

por cualquier razón. Plinio comenta que: “estaba dentro de

los tanques descubiertos y que procedía del mar abierto, ello

quizás porque los tanques eran accesibles a ese habitante de

las profundidades”. Plinio dependió de relatos previos para

redactar esta crónica, pero, asumiendo que algo semejante a

lo relatado ocurrió realmente en la antigüedad e incluso

admitiendo exageraciones, este es el único hecho de tal

naturaleza recogido en toda la literatura antigua, donde,

junto con rasgos muy reales, se encuentran ya varios

aspectos de la leyenda del Kraken.

Habrá que esperar varios siglos para que la bestia

marina provista de varios brazos vuelva a aparecer en los

relatos. Una criatura semejante vuelve a citarse en el libro

Historia de gentibus septentrionalibus (Historia de los

pueblos del Norte) escrito por Olaus Magnus (1490-1557)

obispo católico de Upsala. Este tratado es una auténtica

fuente para el estudio de los monstruos marinos. En uno de

los pasajes del libro el obispo escandinavo se expresa de la

siguiente forma: "Aquellos que, para comerciar o pescar,

navegan por las costas de Noruega, coinciden en el relato de

una historia realmente admirable, la de una enorme

serpiente (Soe Orm) de una longitud de más de 200 pies, y

20 pies de diámetro que vive en las rocas y agujeros cerca

de la costa de Bergen; sólo sale de su caverna en las noches

de verano y con buen tiempo, para devorar terneros,

corderos y cerdos, o se sumerge en el mar para comer

pulpos, langostas y todo tipo de cangrejos. Tiene una hilera

de pelos de dos pies de largo que le cuelgan del cuello,

escamas afiladas de color oscuro, y ojos brillantes y

llameantes. Ataca a los barcos, se levanta fuera del agua, se

lleva a los hombres y los devora; y normalmente esto no

sucede sin que algo terrible acontezca en el reino, sin un

cambio próximo: o los príncipes van a morir o serán

exiliados, o una guerra va a estallar pronto."

Las descripciones y los dibujos que aparecen en este

libro establecieron con firmeza la existencia de muchas

criaturas fabulosas, y fueron reproducidos, en original o

retocadas, durante varios siglos, lo que aseguró al autor un

puesto preeminente en el campo de las leyendas zoológicas.

Fig. 2. La serpiente marina (Soe Orm) de Olaus Magnus, 1555.

La mayoría de las descripciones de Olaus Magnus

corresponden a animales marinos reales, aunque con claras

exageraciones, lo que puede explicarse porque escribía

basándose en testimonios directos de los hechos pero

distorsionados por los avatares de la transmisión oral. Sin

embargo, ¿cuál de esas descripciones correspondía a un

calamar gigante?

Los monstruos marinos son la parte principal de la

obra De Piscium et Aquatilium Animatum Natura (Sobre los

Peces y Animales Acuáticos de la Naturaleza) de Conrad

Gesner publicada en 1558. Uno de los dibujos más

interesantes de Gesner es una criatura con siete cabezas, un

largo cuerpo con escamas, dos pies con garras y una cola

curva. Quizás influido por las descripciones de la mitológica

hidra griega, ya que debía ilustrar un animal que no le era

familiar en absoluto, y tratando de mostrar a sus lectores

algo semejante a lo ya conocido, Gesner dibujó unas cabezas

con crestas como las de los pavos al final de cada cuello.

Algunos criptozoólogos consideran que pueda estar

refiriéndose a un calamar gigante, si se ve a los cuellos y las

cabezas de este monstruo como sus brazos y al cuerpo como

el de un cefalópodo de gran tamaño. Lo que no parece tener

una explicación adecuada son los pies con garras que ilustró

Gesner, que pudieran ser añadidos de su propia imaginación

o de la de sus confidentes.

Fig. 3. Monstruo marino dibujado por Gesner (1558)

Posteriormente, en Histoire of Foure-Footed Beastes

(Historia de las Bestias de Cuatro Patas) de Edward Topsell

(1607) se reproduce este, y otros dibujos, de Gesner. Con

relación al monstruo marino que se ilustra, y al que se

relaciona con la hidra matada por Hércules en sus trabajos,

Topsell reproduce la historia contada por Gesner sobre un

cadáver enorme de un organismo marino que fue

transportado desde Turquía hasta Venecia, y que, presentado

a las autoridades de la República, quisieron ver en el

monstruo una “mutación de las cosas del mundo que

señalaban la inminente llegada de un cataclismo”.

Introducidos de lleno en el siglo XVII, además de los

dibujos de Olaus Magnus, que aparecen en las obras de De

piscibus (Sobre los peces) de Ulisses Aldrovandi (1613) y en

la Historia naturalis de Joannes Jonstonus (1649), pueden

hallarse historias fantásticas incluyendo monstruos marinos

con características de calamares gigantes en las obras de

varios enciclopedistas del Renacimiento.

Cincuenta años más tarde, y gracias a la aparición y

conservación de algunas mandíbulas y tentáculos de

enormes dimensiones, Francesco Negri realizó los primeros

intentos de descripción de los calamares gigantes que fueron

registrados en su obra Viaggio settentrionale (1700).

Una historia llena de interés humano y científico es la

del clérigo protestante danés Hans Egede, quien llegó a ser

obispo de Groenlandia y vivió en esa isla durante muchos

años con el ánimo de convertir al cristianismo a los nativos.

Allí estableció dos asentamientos, en 1721 y 1723

respectivamente. Además de sus poco exitosas experiencias

misioneras y de maravillosas descripciones de la tierra y las

gentes de Groenlandia, en la obra “Der gamle Grøelands nye

perlustratio, éller natural-histoire” publicada en Copenhague

en 1741, el reverendo Egede cuenta un episodio bastante

ilustrativo sobre el tema que nos ocupa. Se trata de un

monstruo que se vio en la superficie del mar en el 6 de julio

de 1734 cerca de una de las colonias fundadas por él hacia

los 64º de latitud Norte. Según cuenta el obispo, se trataba

de un enorme animal cuya cabeza era tan alta como el palo

mayor del barco en que viajaba, su cuerpo tan corpulento

como el casco, y entre tres y cuatro veces más largo. Ese

monstruo presentaba un hocico puntiagudo y resoplaba como

una ballena, tenía aletas muy amplias, y todo él parecía estar

cubierto con pequeñas conchas, siendo su piel muy rugosa e

irregular. La parte inferior de su cuerpo se asemejaba a una

enorme serpiente, y cuando se sumergía lo hacía con la cola

hacia arriba, saliendo fuera del agua.

La personalidad del narrador, hombre de prestigio,

honesto y nada dado a exageraciones, nos inclina a aceptar

su declaración, incluso aunque no podamos explicar o

entender lo que vieron él y los demás tripulantes del barco,

que observaron algo previamente desconocido.

Afortunadamente, sin embargo, el dibujo realizado por el

señor Bing, otro de los misioneros en tierras groenlandesas,

nos ha permitido tener una idea de lo que observó el

reverendo Egede. Debemos recordar que se trata de un

esfuerzo por retratar el incidente, que debió acontecer en un

tiempo muy breve. Podemos reconocer de un vistazo el

dibujo de un viejo conocido, y afirmar casi sin vacilación que

el monstruo marino de Egede era un calamar gigante. Así lo

interpretó Henry Lee quien en su libro Sea Monster

Unmasked (Monstruos Marinos Desenmascarados), publicado

en Londres en 1883, sugirió una explicación bastante

plausible de lo que pudieron observar el reverendo Egede y

sus compañeros, y, desde luego, todo indica que pudieron

avistar un calamar gigante.

Fig. 4. Dibujo del Sr. Bing del monstruo observado por el reverendo Egede

Fig. 5. El animal que probablemente observó el reverendo Egede según sugerencia de Henry Lee (1883)

De las aproximadamente 570 citas de calamares

gigantes bien referenciadas en todo el mundo desde el siglo

XVI, 27 se produjeron en las costas de Noruega. La más

antigua en esas aguas aconteció en el siglo XVII.

Posteriormente, entre 1874 y 1950, hay referenciados 25

avistamientos, pero luego el número decayó abruptamente.

Es muy posible que en aquellas aguas hubiese en el pasado

abundantes calamares gigantes, alguno de cuyos cadáveres

vararon en sus costas y fueron vistos por bastante gente. Por

ello no es de extrañar que sea otro noruego, el obispo de

Bergen Erik Ludvigsen Pontoppidan quien, en su libro La

Historia Natural de Noruega publicado en 1752, haga

referencia a monstruos marinos, que en el lenguaje popular

de aquellas tierras se denominaban Kraken. Un árbol

arrancado de raíz pudiera ser una descripción bastante

adecuada para un calamar gigante, no obstante, un

monstruo de hasta 22 metros de longitud total es un pigmeo

en comparación con el Kraken tal como lo describe el obispo

Pontoppidan “el más grande y sorprendente de todos los

animales de la creación” e “indudablemente el monstruo

marino más grande del mundo”, ya que afirma que los

pescadores le contaron que vendría a medir hasta dos

kilómetros y medio de circunferencia. Esta enorme bestia

insular no parece poder conjugarse bien con un calamar

gigante, y muy posiblemente el buen obispo se creyó a pies

juntillas lo que en realidad podría ser una agrupación de

ballenas solazándose en la superficie del mar, mezclando ese

dato con las informaciones recibidas a partir de dos

cadáveres, posiblemente de calamares gigantes,

encontrados con la marea alta en Amunds Vaagen

(Nordfjord) y en la isla de Kramen, respectivamente. La

descripción de Pontoppidan contiene algunas características

sugerentes: “la criatura no se parece a una anguila o a una

serpiente, se agudiza gradualmente hacia un extremo, y su

cuerpo, que es tan grande como dos cabezas de cerdo, se

estrecha progresivamente justo donde comienza la cola. La

cabeza en todos los tipos tiene una frente alta y ancha, pero

en algunos hay un hocico puntiagudo, mientras que en otros

es chata, como la de un buey o un caballo, con amplios

orificios nasales, y varios pelos rígidos extendidos a cada

lado como bigotes”. Richard Ellis (1998) comenta que,

excepto los orificios nasales y los bigotes, que son

problemáticos, el resto de la descripción se ajusta con

bastante precisión a un Architeuthis, sobre todo si se

considera que lo está describiendo una persona que no tiene

ni idea de con que tipo de criatura está tratando. La cola que

se describe pueden ser los largos brazos del calamar

extendidos, a partir de los cuales sale el cuerpo, que el

obispo confunde con la cabeza, en cuya parte anterior se

sitúa la verdadera cabeza del calamar, y cuyo manto se

agudiza hacia el ápice dando lugar a la auténtica cola.

Pontoppidan también describe los ojos de la criatura que son

“muy grandes y de color azul, y se parecen a un par de

brillantes bandejas de peltre”, así como su color general

“castaño oscuro, pero moteado y abigarrado con franjas

luminosas y lunares que brillan como el caparazón de una

tortuga”. Desde luego que el buen obispo parece estar

describiendo los ojos y la piel de un calamar gigante fresco.

En la bibliografía sobre las serpientes marinas, que

durante siglos estuvieron ligadas a los calamares gigantes,

hay unanimidad en que Pontoppidan fue el primero en

describir “científicamente” una de estas criaturas. El obispo

había hecho leer ante el Tribunal de Justicia de Bergen una

carta del capitán Lorenz von Ferry en la que se describía con

todo lujo de detalles una serpiente marina que él y su

tripulación habían avistado mientras se dirigían a tierra en un

bote de remos, junto a la localidad de Molde (Noruega) en

1746. El capitán describía así a la serpiente: “tenía una

cabeza gris semejante a la de un caballo, grandes ojos

negros, boca negra y larga melena blanca. Detrás de la

cabeza del monstruo, pudieron apreciar hasta siete u ocho

promontorios que salían del agua, y el cuerpo de la bestia se

retorcía formando espirales”. Cuando el capitán von Ferry

ordenó hacer fuego contra la serpiente, ésta se sumergió en

el agua y no volvió a aparecer.

En el transcurso del siglo XVIII hubo otros

avistamientos de serpientes marinas, como el que describió

Charles Douglas, quien, a bordo del velero HMS Emerald en

1769, en una de las primeras campañas oceanográficas,

avistó uno de estos seres en las proximidades de las costa

finlandesa, dando cuenta del hallazgo y describiendo la

serpiente marina en la Royal Society de Londres en 1770. Sin

embargo, el peso cada vez mayor de la crítica racionalista y

del análisis científico determinó que los informes de los

marinos y pescadores que habían divisado monstruosas

bestias marinas fueran considerados exagerados y ridículos.

Por ejemplo, el científico noruego Peter Ascanius afirmó que

la hilera de jorobas, que generalmente divisaban los

hombres de la mar, no pertenecía a ningún descomunal

monstruo marino, sino a una comitiva de delfines haciendo

cabriolas. Y esta explicación tan endeble se convirtió desde

entonces en el recurso favorito de quienes pretendían

desacreditar los testimonios sobre la existencia de estos

monstruos marinos.

El 6 de agosto de 1848, el capitán M'Quhae y seis

miembros de la tripulación del Daedalus divisaron lo que

pensaran era una serpiente marina de 18 metros de largo en

aguas del Atlántico meridional, cerca del cabo de Buena

Esperanza. Un informe de prensa ilustrado sobre el suceso

desencadenó una cruda polémica, en la que el renombrado

naturalista Sir Richard Owen defendió que esos monstruos

marinos no existían y que lo observado probablemente se

trataba de un león marino, pero el capitán M'Quhae se

mantuvo firme en su convicción de que lo que había visto era

una serpiente marina, que ilustró en su informe a la Real

Sociedad de Londres.

En su libro sobre los calamares gigantes, Richard Ellis

presenta algunos argumentos y una ilustración bastante

ingeniosos con objeto de demostrar que lo que M’Quhae y su

tripulación observaron era un calamar gigante nadando en

superficie, pero a nuestro juicio esa es sólo una de las

posibilidades, ya que, existen bastantes organismos marinos

que podrían ser tomados como una serpiente.

Durante la primera mitad del siglo XIX se registraron

numerosas observaciones de “serpientes marinas” a lo largo

de la costa nororiental de América, sobre todo en torno al

puerto pesquero de Gloucester, en Massachusetts.

Constantin S. Rafinesque, profesor de Ciencias Naturales de

la Universidad de Transylvania, en Lexington, Kentucky,

examinó los informes, les concedió credibilidad y decidió

dividirlos en cuatro grupos, uno de los cuales denominó

Megophias, es decir, serpientes gigantescas. Pero los

investigadores de fenómenos inexplicados sobre las

apariciones de bestias marinas siguieron encontrando una

fuerte oposición entre los científicos. Esa controversia fue

recogida en varias publicaciones del siglo XIX entre las que

cabe destacar The Romance of Natural History del naturalista

británico Philip Henry Gosse publicada en 1861, y Mythical

Monsters de Charles Gould, miembro de la Real Sociedad de

Tasmania.

Una de las críticas más aceradas de Owen respecto a

la existencia de estos monstruos marinos era que nunca

habían sido observados por científicos. Sin embargo, esta

objeción iba a desaparecer en 1905 cuando dos naturalistas,

E. G. B. Meade-Waldo y M. J. Nicoll, vieron un extraño animal

frente a las costas de Brasil en el transcurso de una campaña

científica a bordo del yate Valhalla. Meade-Waldo publicó sus

observaciones bajo el título Description of an Unknown

Animal Seen at Sea off the Coast of Brazil en 1906 y Nicoll lo

hizo en su libro Three Voyages of a Naturalist aparecido en

1908. Aunque Ellis se empeña nuevamente, en su ya citado

libro sobre los calamares gigantes, en considerar que la

ilustración que aportó Nicoll, parecida a la M’Quhae, podría

considerarse como un calamar gigante nadando en

superficie, mostrando un brazo y una parte de su manto con

media aleta al aire, tampoco vemos aquí razones para

desechar que pudiera tratarse de cualquier otra criatura

marina de grandes dimensiones. De hecho, Bernard

Heuvelmans en su libro "Le grand serpent-de-mer: le

problème zoologique et sa solution", publicado en 1965,

realiza un estudio comparativo de varios centenares de

testimonios recogidos entre 1639 y 1965, concluyendo que la

serpiente de mar es en realidad un compendio de múltiples

animales, algunos ya conocidos en la actualidad, como el

calamar gigante (Architeuthis), el tiburón-ballena (Rhincodon

typus), el regaleco (Regalecus glesne), el gusano nemertino

gigante Lineus longissimus, y otros animales desconocidos,

que catalogó como varias especies de vertebrados.

La “serpiente marina” de 7 metros de longitud que

muestra la figura 6 es realmente un regaleco (Regalecus

glesne) capturado en Coronado Beach (San Diego, California)

en noviembre de 1996. Aparentemente murió tras haber sido

atrapado por las hélices de un buque, ya que muestra

múltiples cuchilladas en la mitad del cuerpo y pequeños

cortes en la cabeza. El animal fue disecado en el Centro

Especial de Guerra Naval por M. J. Walker, encargado de la

colección de peces del Instituto Oceanográfico de San Diego.

La cabeza y un metro del cuerpo se conservaron para ser

exhibidos en el Acuario Stephen Birch, mientras la Armada

enterró el resto del cuerpo en la playa.

Los avistamientos de Regalecus glesne documentados

pueden contarse con los dedos de ambas manos. El más

antiguo del que se tiene constancia es un pez serpentiforme

de 17 metros de longitud que fue hallado en las playas

escocesas en 1808, y que muy probablemente perteneciese a

esta especie. Cuatro regalecos se avistaron en los últimos

años en Baja California pero todos, excepto uno, estaban

muertos. A pesar de su feroz apariencia, por su cuerpo en

forma de cuchillo y sus grandes ojos, se trata de criaturas

inofensivas que se alimentan de pequeños crustáceos

planctónicos. Se cree que esta especie pasa la mayor parte

de su tiempo a profundidades que fluctúan entre los 300 y

900 metros y sólo por alguna razón desconocida asciende a

la superficie, donde generalmente se encuentran individuos

moribundos.

Roy P. Mackal propuso en 1980 otras dos nuevas

especies o formas gigantes de invertebrados como posible

identidad de algunos de los casos de “serpientes marinas”: el

pirosoma (Pyrosoma), una colonia tubular de tunicados con

un extremo abierto y el otro cerrado en forma de cono,

fosforescente, y que puede medir varios metros de longitud,

y el cinturón de Venus (Cestus veneris), que puede alcanzar

hasta un metro y medio de longitud.

Algunos de los casos de avistamientos de enormes

animales marinos parecen corresponder a calamares

gigantes, descritos o no como serpientes marinas, otros

consisten en distintos tipos de organismos como el regaleco,

pero hay bastantes que se podrían explicar sin necesidad de

recurrir a gigantescos animales o colonias de miles de

individuos. A veces se toma por una serpiente de mar lo que

sólo es una ballena, o enormes cocodrilos, o una gran

serpiente terrestre arrastrada por el mar. Un grupo de

marsopas nadando en hilera puede parecer también una gran

serpiente, ya que el movimiento encadenado de cada

individuo puede confundirse con la ondulación de un largo

cuerpo serpentiforme.

Fig. 6. Ejemplar de Regalecus glesne de 7 metros de longitud (Coronado Beach, California). Noticia publicada en el San Diego-

Union Tribune en diciembre de 1996

Un reciente ejemplo de este tipo de confusiones es el

caso del pulpo gigante (Octopus giganteus). El 23 de junio de

2003 apareció en los medios de comunicación la noticia de

que había varado en la Playa Pinuno cercana a la localidad de

los Muermos, a 1044 kilómetros al sur de Santiago de Chile,

una masa gelatinosa de más de 15 m de longitud y unas 13

toneladas de peso. Esta masa fue considerada desde el

primer momento como los restos de un pulpo de grandes

dimensiones por pescadores y gentes de la zona. Una

semana después la noticia era conocida por todo el mundo y

se realizaban las primeras conjeturas sobre si se trataba de

restos de una ballena, pulpo gigante o incluso un

monumental calamar. La confusión generada sobre la

naturaleza de estos restos se debió principalmente a que las

primeras personas que lo observaron carecían de

conocimientos biológicos. Por otra parte, las fotografías

tomadas buscaban más el sensacionalismo que la objetividad

y la zona era muy poco accesible y alejada, siendo difícil para

los especialistas llegar hasta el lugar.

Fig. 7. Restos hallados en la playa de Pinuno cercana a Muermos (Chile) el 23 de junio de 2003

Afortunadamente, un grupo de biólogos del Museo de

Historia Natural de Santiago, al frente del cual estaba Sergio

Letelier, pudo examinar los restos, realizar precisas

mediciones y tomar muestras. Sus análisis revelaron que no

se trataba de ningún cefalópodo, sino de un gran cetáceo,

probablemente de un cachalote, que debió morir en alta mar

donde flotó en superficie durante algún tiempo, por lo que su

cadáver se fue pudriendo paulatinamente, llenándose sus

tejidos del gas generado por la descomposición. Cuando ésta

alcanzó un determinado umbral, los tejidos comenzaron a

soltarse del esqueleto formando una gran masa gelatinosa,

que los vientos y las corrientes arrastraron hacia la playa

donde se depositó con la apariencia de un pulpo gigante.

En algunas de esas noticias aparecidas por entonces

se comentaba que se trataba sin duda de un pulpo

gigantesco, parecido al encontrado en un varamiento similar

ocurrido en Florida en 1896. Efectivamente, el 30 de

noviembre de 1896 se hallaron los restos de un cadáver, que

medían 5,4 m de largo, 2,1 m de ancho y 1 m de altura,

varados en los arenales de la isla Anastasia, a 18 Km. al sur

de la playa de San Agustín en la costa oriental de Florida. Los

dos jóvenes que lo encontraron pensaron que se trataba de

los restos de una ballena. Posteriormente, varios miembros

de la Sociedad Agustiniana de Ciencia, Literatura e Historia lo

examinaron, dibujaron y fotografiaron, concluyendo que se

trataba de un pulpo gigante. Ninguna de esas personas era

especialista en cefalópodos, y se pusieron en contacto con

A.E. Verrill, eminente especialista norteamericano de la

Universidad de Yale que había descrito varios calamares

gigantes, quien, a partir de esa información y de algunos

dibujos hechos por su propio hijo, lo identificó como un pulpo

al que dio el nombre de Octopus giganteus, información que

publicó en un artículo del American Journal of Science

aparecido en febrero de 1897, donde estimó que esa

gigantesca criatura tendría un peso de 20 toneladas y unos

50 m de longitud total. Verrill y W. Healey Dall, entonces

conservador de moluscos del Museo Nacional en Washington

DC, trataron de volver a examinar esos restos, e incluso

conservarlos, pero no fue posible por falta de financiación y

tiempo. El señor Webb, presidente de la Sociedad

Agustiniana, ayudado por algunos ciudadanos, movió

aquellos restos del lugar donde habían varado para evitar

que fuesen arrastrados por la marea, pero antes tomó varias

muestras de su probable manto, que conservó en formol.

Desgraciadamente, el cadáver se perdió y solo quedaron

esas muestras como prueba, las cuales recibió Verrill el 23 de

febrero. Al examinarlas con detenimiento se dio cuenta que

realmente no correspondían a un pulpo ni a ningún

cefalópodo sino que más parecía un tipo de grasa que

poseen algunos crustáceos, lo cual expuso en un articulo

aparecido en Science el 5 de marzo de 1897. Posteriormente,

el examen del profesor F.A. Lucas, del Museo Nacional,

corroboró que: “la sustancia parece grasa, huele como grasa

y es grasa, nada más y nada menos”. A partir de aquí se

abrió un intenso debate, en el que la mayoría defendía que

aquellos restos correspondían a un pulpo gigante y una

minoría que eran restos de una ballena. Entre esta minoría

se encontraba Verrill, quien se desdijo de su primer

diagnóstico aceptando que se trataba de restos de un

cetáceo. Pero incluso a finales del siglo XX y principios del

XXI el debate continúa. Aquellas muestras conservadas

fueron analizadas mediante mejores técnicas histológicas y

bioquímicas por Wood y Gennaro en 1971 y por Mackal en

1986, concluyéndose en ambos casos que se trataba de un

octópodo, o incluso de un calamar, pero nunca de un

vertebrado. Sus resultados se publicaron en las revistas

Natural History y Crytozoology, respectivamente.

Así permanecieron las cosas hasta que en mayo de

1988 apareció en Bahamas una masa similar a la recogida en

Florida casi un siglo antes, de la que pudieron recogerse

algunas muestras antes de que desapareciese por completo

arrastrada por el mar. El Biological Bulletin de la prestigiosa

institución oceanográfica norteamericana Woods Hole publicó

en abril de 1995 un artículo de S. K. Pierce, G. N. Smith Jr,

T. K. Maugel y E. Clark titulado “El pulpo gigante (Octopus

giganteus) y el “grumo gelatinoso” de Bermudas: Un

homenaje a A.E. Verrill”, donde, después de realizar

rigurosos análisis histológicos y bioquímicos de los tejidos de

los restos aparecidos en Florida y Bermudas, concluyeron

que el primero era el cadáver de un vertebrado de sangre

caliente, y el segundo correspondía a un vertebrado

poiquilotermo, pero ciertamente no a un molusco. Esos

investigadores indicaron también que no existían evidencias

de la existencia de un pulpo gigante en Florida o en

Bermudas. Este artículo produjo en los Estados Unidos una

reacción en otoño de 1995. En el número de primavera de

1996 de la revista Of Sea and Shore apareció publicado un

artículo de G. S. Mangiacopra, D. G. Smith, D. F. Avery, M.

Raynal, R. Ellis, J. R. Greenwell y B. Heuvelans quienes, en

colaboración con el Dr. Mackal, catedrático retirado de

Química de la Universidad de Chicago, defendieron que se

trataba de una especie desconocida de una forma gigante de

octópodo. En su artículo, además de exponer los principales

comentarios sobre este largo debate, muchos de ellos

procedentes de criptozoólogos, señalaban algunos defectos

en la metodología utilizada en los análisis químicos de Pierce

y sus colaboradores: en primer lugar la antigüedad de las

muestras, que podrían haberse desnaturalizado por su

conservación en formol durante cien años, pero también las

inadecuadas comparaciones con otros organismos marinos

de grandes dimensiones. Esto, unido a las observaciones,

fotos y dibujos existentes relativas al cadáver de Florida, a

varias historias de los pescadores nativos de Bahamas, y al

incidente del patrón de pesca, Sean Ingham, quien pescando

langosta con nasas a 1000 metros de profundidad en

Bahamas, observó en la sonda una criatura de forma

piramidal de 15 metros de longitud, que posteriormente se

enganchó en sus trampas y desplazó varios metros su

embarcación, parecen a Mangiacopra y colaboradores

evidencias suficientes para certificar que esos restos

pertenecen a un cefalópodo gigante.

La principal conclusión de todo este largo debate es

que actualmente se carece de datos fidedignos para afirmar

que los restos hallados en Florida y Bermudas corresponden

a un pulpo gigante. El reciente hallazgo en el sur de Chile,

identificado como restos de carne y grasa en descomposición

de un gran mamífero marino, decanta la cuestión hacia

considerar que la mayoría de esos restos no pertenecen a un

cefalópodo, sino a restos de piel y grasa de un gran cetáceo.

Sin embargo, la existencia de pulpos gigantes está

convenientemente comprobada. El mayor de todos ellos es

Enteroctopus dofleini del Pacífico Norte cuyo cuerpo de

consistencia musculosa alcanza más de 80 Kg. de peso y

hasta 3 m de longitud. Junto a este, también se puede citar

al pulpo pelágico Haliphron atlanticus, cuyo cuerpo es

totalmente gelatinoso, y que por lo que hasta ahora se

conoce, puede llegar a pesar hasta 60 Kg. y medir cerca de

tres metros de longitud total.

Las historias de Olaus Magnus, del obispo Pontoppidan

y de otros autores, dieron lugar a la leyenda del Kraken, que

en sus orígenes era una figura de la mitología escandinava.

Un animal de tamaño fabuloso que se dejaba ver raras veces

en la superficie del mar, armado de gruesos tentáculos,

voraz y agresivo. Temido por los marineros escandinavos, el

Kraken fue representado en algunas ocasiones como un

calamar y como un pulpo en otras. En su “Histoire naturelle

des mollusques”, el naturalista francés Pierre Denis de

Montfort basándose en un incidente ocurrido en la costa de

Angola y representado en un exvoto en la iglesia de Saint-

Malo (Francia), describió e ilustró un pulpo colosal, al que

llamó pulpo Kraken. Calamar o pulpo, el Kraken aparece

siempre en actitud beligerante, agarrando a los navíos en

busca de sus desesperadas tripulaciones.

Existen varias interpretaciones sobre el significado de

la palabra noruega Kraken. La versión más aceptada sostiene

que significa "árbol desraizado" por la similitud entre un

calamar gigante y un árbol con las raíces al aire. Para otros,

como para el lingüista y biólogo noruego Jan Haugum, se

trata de una palabra que apareció por primera vez en la

Historia Natural de Noruega de Pontoppidan en la que

significaba monstruo marino. Sea cual sea su origen, al paso

de los siglos, la palabra ha terminado por significar ni más ni

menos que calamar gigante.

La leyenda del Kraken, nacida en tiempos pretéritos

cuando eran insondables las oscuridades de nuestro

conocimiento sobre la naturaleza, no murió con el

racionalismo científico, sino que está viva todavía y

fecundando la imaginación de escritores y cineastas. Ese

gigante de las profundidades de cuerpo gelatinoso, enormes

ojos, poderosas mandíbulas en forma de pico de loro, lengua

rasposa, y largos tentáculos provistos de ventosas nos

produce terror. Y si ya horrorizan su tamaño y su figura,

mucho más lo logran las terribles cualidades que se le

atribuyen: una fuerza poderosa capaz de atrapar barcos

enteros, una tremenda agresividad y una voracidad sin

límites.

Fig. 8. El exvoto de Saint-Malo, reproducido por Pierre Denis de Montfort, 1801

Un calamar gigante real e irrefutable

La transformación del monstruo legendario llamado

Kraken en el muy real, aunque también fabuloso calamar

gigante Architeuthis, probablemente representa la secuencia

de anécdotas más instructiva de toda la historia de la cacería

de monstruos.

El registro más antiguo de un calamar gigante real

con el que se cuenta es el de un cadáver encontrado en

Øresund (entre Malmö y Copenhague) en 1545, que fue

llevado ante el rey de Dinamarca. Este hallazgo fue relatado

por el historiador danés Sørensen Vedel, quien describió al

animal como un curioso pez de unos dos metros y medio de

longitud con forma de monje.

Extraña, sin duda, que se compare la forma de un

calamar con la de un monje, pero así parece que fue pintada

para el rey, quien envió copias a diferentes cortes europeas,

haciendo del “monje marino” una figura famosa en toda

Europa. Ese dibujo fue recogido por el naturalista francés

Pierre Belon, quien, en su obra Nature et diversité des

poissons avec leurs pourtraicts représentez au plus près du

natural, publicada en 1551, describió un monstruo marino

ilustrado como un monje calvo revestido con ornamentos

sagrados (alba y casulla) y con los brazos extendidos, que

son postura y gesto frecuentes en la celebración de la Misa.

Posteriormente, en su obra Libri de piscibus marinis in quibus

verae piscium effigies expressae sunt (El libro de los peces

marinos), publicada en 1554-55, Guillaume Rondelet bautizó

a ese animal con el nombre de Monachus marinus,

incorporando también una ilustración del famoso clérigo

marino. También el naturalista suizo Gesner recibió un dibujo

y una descripción “del monje marino” en Zurich hacia 1558,

la cual incorporó a su libro De Piscium et Aquatilium

Animatum Natura, donde se describe al monje marino como

un hombre con el pelo arreglado como el de un monje de la

época, estando sus vestimentas hechas de escamas, provisto

de dos largas aletas en lugar de brazos y con la parte inferior

finalizando en una cola ancha.

J.J. Steenstrup demostró que el “monje marino” era

un calamar, y que, debido a su gran tamaño, debía tratarse

de un calamar gigante.

De acuerdo con los trabajos de Steenstrup, el

siguiente registro de calamar gigante del que se tiene

constancia ocurrió hacia finales del verano de 1639, cuando

se encontró un ejemplar de ente 7,5 y 9,4 metros de

longitud varado muerto en una playa de Islandia. El siguiente

registro corresponde a un animal de unos 5,70 metros de

longitud, que se encontró varado en la playa de la bahía de

Dingle, comarca de Kerry (Irlanda) en 1673. Este animal fue

expuesto al público, realizándose un tabloide que se imprimió

en Dublín. Desde entonces, y a intervalos irregulares, se

tienen registros de cadáveres de calamares gigantes varados

en playas de todo el mundo en diferente estado de

descomposición. Estos hallazgos fueron de alguna manera

conocidos por el naturalista sueco Linnaeus, quien los incluyó

bajo el nombre se Sepia microcosmus en la primera edición

de su Sistema Naturae publicada en 1735, aunque esa

especie no está recogida en la décima edición del libro, que

es la definitiva, ya que el autor dudó de su existencia y la

eliminó del registro.

Fig. 9. Dibujo realizado por Steenstrup para tratar de explicar el parangón entre el “monje marino” y un calamar.

A la par que acontecían estos primeros balbuceos

científicos en torno al calamar gigante entre los siglos XVI y

XVIII, y que, como ya vimos, crecía la leyenda del Kraken,

entre los balleneros europeos y norteamericanos existía un

conocimiento empírico de que los cachalotes regurgitaban

grandes trozos, e incluso calamares gigantes enteros. Sin

embargo, hubo de esperarse hasta el 30 de noviembre de

1861 para que se produjese el primer encuentro entre un

calamar gigante, entonces ya conocido como Architeuthis y el

hombre. Navegando cerca de las costas de Tenerife, el buque

de guerra francés Alecton avistó un calamar de unos 7,50

metros de longitud flotando en el mar. El comandante

Bouyer, capitán del barco, y su tripulación intentaron

recogerlo, pero sólo lo lograron a medias, rescatando la

sección posterior del manto, que fue trasladada a Tenerife.

La descripción del evento, realizada por Bouyer, es muy

significativa y demuestra que se trataba de un Architeuthis

moribundo. Ese informe fue presentado por Sabine Berthelot,

cónsul francés en las Canarias y naturalista aficionado, ante

la Academia Francesa de las Ciencias un mes más tarde.

Además, los naturalistas Henri Crosse y Paul Fischer

publicaron en 1862 el trabajo Nouveaux documents sur les

céphalopodes gigantesques basado en el informe de Bouyer.

Parece bastante seguro que estos trabajos fueron conocidos

por Julio Verne, quien los incorporó en 1869 a su novela

20.000 leguas de viaje submarino. Con Verne, y poco antes

con Victor Hugo quien trató el tema en su novela Les

travailleurs de la mer de 1866, el calamar gigante penetró

más amplia y profundamente en la imaginación de la gente

de la calle como un animal agresivo, peligroso y repulsivo.

En los años comprendidos entre 1871 y 1881 se

registraron cerca de 60 varamientos o avistamientos de

calamares gigantes en las costas atlánticas de América del

Norte, especialmente en Terranova (Canadá). El más

afamado de estos hallazgos fue el que ocurrió a finales de

octubre de 1873, cuando dos pescadores a bordo de un bote

hallaron un calamar gigante moribundo en Portugal Cove,

una pequeña cala situada en la bahía de Concepción. Desde

un punto de vista científico, lo más interesante de este

acontecimiento es que uno de los tentáculos del calamar fue

entregado por los pescadores al reverendo presbiteriano

Moses Harvey, quien, además de conservarlo en el museo de

San John y de publicar la historia en varios periódicos locales

y en dos revistas científicas, contactó con el zoólogo Addison

E. Verrill de la Universidad de Yale para que lo estudiase.

Fig. 10. Los tripulantes del Alecton tratando de capturar un calamar

gigante al NW de Tenerife en 1861

Fue así como Verrill inició una serie de trabajos sobre

los calamares gigantes, que le llevarían a publicar una

quincena de trabajos científicos sobre Architeuthis. Pero con

el suceso de Portugal Cove asistimos al comienzo de una

nueva leyenda. Existen varias canciones del folklore

canadiense que recogen la lucha que sostuvo un valiente

pescador, Tom Piccot, con un calamar gigante en una

pequeña cala de Terranova. La batalla contra el gigante, una

deformación del hecho histórico, se encuentra también

narrada por N. Duncan y recogida en la Antología de

literatura infantil (1940). Casi cincuenta y cinco años

después, la escritora Annie Prouxl cuenta ese

acontecimiento, ya legendario, en su novela Shipping News

(1993), por la que obtuvo el premio Pulitzer. Y dos años más

tarde, en la novela The Kraken, escrita por D. Reed para un

público juvenil, aparece nuevamente Piccot, un personaje

probablemente inventado por Harvey, como protagonista de

una heroica batalla que nunca existió.

En diciembre de 1873, mientras izaban las redes que

habían calado para pescar arenques, varios pescadores de la

bahía de Log (Terranova), hallaron un calamar gigante

enredado en ellas. Todavía estaba con vida cuando lo izaron

y tuvieron que matarlo con sus cuchillos. En la operación de

meterlo a bordo de la embarcación perdieron el cuerpo, pero

pudieron hacerse con la cabeza y los brazos, que llevaron al

reverendo Harvey, quien obtuvo la primera fotografía de un

calamar gigante casi completo, y permitió a Verrill hacer un

meticuloso examen.

Se debe sin duda a los trabajos sobre los calamares

gigantes publicados por este biólogo norteamericano entre

1874 y 1882, el notable incremento que experimentaron los

conocimientos científicos sobre Architeuthis a finales del siglo

XIX.

Se desconocen con exactitud las razones que podrían

explicar la gran cantidad de apariciones de calamares

gigantes en las proximidades de las costas atlánticas de

Canadá y del norte de los Estados Unidos durante esas

décadas del siglo XIX, pero a mediados XX el biólogo

canadiense Frederick Aldrich lo atribuyó al resultado de

fluctuaciones en la corriente de agua fría procedente del

Labrador. Sin embargo, esa hipotética causa no explicaría

adecuadamente los varamientos y avistamientos de

Architeuthis que se produjeron en las costas de Nueva

Zelanda entre 1879 y 1887. Los ejemplares allí encontrados

fueron estudiados por varios biólogos, entre los que destacan

los neozelandeses T. W. Krik, y C.W. Robson.

En el capítulo tercero de este libro, al tratar de la

distribución mundial de Architeuthis, se pasa revista a las

capturas, varamientos y avistamientos registrados en todo el

mundo desde el siglo XVI hasta nuestros días. En esa sección

queda bastante claro que hubo otros lugares, como las

costas noruegas, donde se registraron calamares gigantes a

finales del siglo XIX, y, además, que a partir de comienzos

del siglo XX se incrementaron notablemente sus registros y

que los núcleos geográficos de mayor frecuencia de aparición

se desplazaron de un lugar a otro. Es bastante probable que

ese incremento general de los registros se deba más a un

mayor esfuerzo de muestreo que a un aumento real de la

aparición de estos animales. Ese incremento del esfuerzo

vendría provocado por un mayor interés general por los

calamares gigantes, por una mayor frecuencia y atención del

rastreo de sus cadáveres en playas y roquedales costeros,

así como al aumento de las zonas visitadas por los

pescadores y por el también creciente tráfico marino

mundial. Tanto en las zonas costeras de Terranova como en

las de Nueva Zelanda debieron quedar varados durante

décadas numerosos calamares gigantes en zonas

deshabitadas o en áreas marinas muy poco frecuentadas por

pescadores y marinos mercantes, siendo muy probable que

fuesen mucho más frecuentes de lo que indican los registros

con los que contamos.

Los resultados obtenidos por aquellos científicos

pioneros contribuyeron notablemente a un mejor

conocimiento de Architeuthis, sobre todo en lo referente a su

morfología y anatomía, pero, debido fundamentalmente al

tipo y condición de las muestras (fragmentos o animales

muertos, muchas veces en avanzado estado de

descomposición), poco pudieron decir sobre otros aspectos

básicos de la biología de estos gigantes. Además,

introdujeron en la nomenclatura científica de ese género

numerosos nombres de especies cuya validez es bastante

discutible, aunque contribuyeron notablemente a que las

leyendas fuesen quedando bien acotadas, y a que la realidad

se fuese imponiendo.

La consolidación de los estudios científicos

Desde comienzos del siglo XX numerosos científicos

de varias nacionalidades han ido realizando una labor

detectivesca para comprender mejor al mayor invertebrado

existente. No obstante, el conocimiento que actualmente se

tiene de su ciclo vital, fisiología, ecología y comportamiento

es muy fragmentario y siempre condicionados por los

hallazgos esporádicos de Architeuthis, bien varados o

flotando cerca de la costas, en capturas accidentales o a

partir de restos encontrados en los estómagos de sus

principales depredadores. De hecho, todavía nadie ha visto o

filmado un solo ejemplar vivo en su elemento.

El primer ejemplar del que se tiene constancia en los

albores del siglo XX apareció en marzo de 1909 flotando en

superficie en las proximidades del cabo Cod (Massachusset,

EE.UU.). Sin embargo, es Noruega la zona con mayor

número de registros. Tal como se documentó en 1916,

cuando August Brinkman publicó un listado de todos los

registros existentes hasta entonces en ese país, junto con

varias observaciones sobre un calamar gigante hallado

flotando en superficie al norte de Bergen en noviembre de

1915. Esta información fue completada años después, en

1954, por Erling Sirvertsen, quien proporcionó un mapa con

los lugares donde se hallaron los 18 registros que

acontecieron en Noruega desde 1874 hasta entonces.

La publicación de J. Kjennerud de 1958 es muy

interesante porque en ella se cita uno de los primeros y

escasos ejemplares de macho de Architeuthis encontrados en

todo el mundo. Pero todavía lo es más la del dinamarqués J.

Knudsen, quien en 1957 publicó las primeras observaciones

de un macho maduro que apareció con esperma incrustado

en varios de sus brazos.

Otro de los ejemplares estudiados en Noruega iba a

proporcionar también una información sorprendente. El 23 de

agosto de 1982 se capturó en un anzuelo un Architeuthis

vivo de 10 metros de longitud y unos 220 Kg. de peso en

aguas someras (5 m) de la bahía de Radöy. El animal fue

transportado cuidadosamente a tierra por el pescador Rune

Ystebö, y Ole Brix, biólogo de la Universidad de Bergen, pudo

extraer una muestra de sangre de sus arterias branquiales.

Brix demostró, y publicó en la prestigiosa revista

Nature (1983), que la capacidad de transporte de oxígeno de

la hemocianina, que es el pigmento respiratorio de los

calamares, disminuía a un cuarto de lo normal cuando la

temperatura aumentaba de 6,4 a 15º C, lo cual sugería con

fuerza que los calamares gigantes pueden asfixiarse por

desaturación de la sangre arterial cuando la temperatura

ambiental aumenta.

Anton Bruun resumió en 1945 la situación de los

registros de Architeuthis en aguas de Islandia, donde se

habían producido seis varamientos. En su trabajo indicaba

que, a juzgar por la distribución de las localidades donde

aparecían en el Atlántico Norte, los calamares gigantes

debían ser especies propias de aguas subtropicales frías.

Para la consecución de muestras de calamares

gigantes ha sido siempre importante la aportación de los

naturalistas aficionados, y este es el caso de W.J. Clarke,

residente en Scarborough del condado de Cork en Inglaterra,

quien dedicó mucho tiempo a observar los cefalópodos de

Mar del Norte. Clarke estuvo en estrecho contacto con el

investigador del Museo Británico G.C. Robson, con quien

publicó en 1929 unas notas sobre un Architeuthis varado al

nordeste de las costas de Inglaterra, y suministró las

muestras de otro varado en enero de 1933, con las que

Robson describió una nueva especie, A. clarkei, dedicada al

celoso observador. Entre 1937 y 1957 ocurrieron algunos

varamientos en Escocia, que sirvieron a A. Stephen para

publicar varios artículos científicos, algunos de ellos

previamente presentados en las sesiones de la Real Sociedad

de Edimburgo. Semejantes tareas fueron realizadas

posteriormente por Peter R. Boyle, catedrático de Zoología

en la Universidad de Aberdeen.

Los biólogos marinos irlandeses Martin A. Collins y

Colm Lordan tuvieron la ocasión de examinar varios

calamares gigantes varados a mediados de los noventa en

las costas de Irlanda, todos ellos eran hembras excepto dos

que eran machos maduros. En sus estudios, además de

corroborar el dimorfismo sexual existente en los calamares

gigantes, de estudiar su dieta a partir de los contenidos

estomacales, y de estimar su edad en base a los incrementos

de deposición que se pueden leer en los estatolitos,

encontraron diferencias morfológicas tan significativas como

para sugerir que en el Atlántico Norte habría más de una

especie de Architeuthis.

Los registros y estudios franceses de calamares

gigantes se limitan a un trabajo de Jean Cadenat realizado

sobre un calamar cogido por el buque de arrastre Palombe de

La Rochelle (Francia) el 8 de junio de 1935 a unos 200

metros de profundidad en el Golfo de Vizcaya.

El interés de los científicos españoles por los

calamares gigantes es relativamente antiguo. Entre 1978 y

1990 llegaron congelados al puerto de Vigo cinco ejemplares,

cuatro hembras entre 220 y 38 Kg. de peso, y un macho

maduro de 41,5 Kg. provenientes de capturas accidentales

realizadas por barcos arrastreros españoles que faenaban

intensamente en aguas de Namibia en una pesquería dirigida

a la merluza,. Germán Pérez-Gándaras, Ángel Guerra y María

Teresa Fernández utilizaron este material para publicar la

primera cita sobre de la dieta de estos gigantes,

comparaciones anatómicas y morfológicas y varias

consideraciones biológicas y ecológicas de interés.

Con la desaparición de los arrastreros españoles de

esos caladeros, después de la independencia de Namibia,

desapareció también esa fuente de información. Sin

embargo, desde hace aproximadamente ocho años se abrió

la colaboración entre los miembros de CEPESMA y de

ECOBIOMAR, gracias a la cual ya se han examinado y

estudiado 18 ejemplares de Architeuthis procedentes de las

costas asturianas. Estos estudios, que han dado lugar a

varias publicaciones, han contribuido notablemente a

profundizar en el conocimiento de la biología y ecología de

los calamares gigantes. Entre otras cosas, los dos machos

hallados son los primeros capturados en la península Ibérica,

de los cuales uno mostraba esperma en sus brazos, tal como

había encontrado Kjennerud en el ejemplar varado en

Dinamarca en 1958. Estos hechos abren un interesante

debate sobre el comportamiento reproductor del calamar

gigante, en el sentido de si pueden autofecundarse

accidentalmente al copular con una hembra, o incluso si

existe o no homosexualismo entre los cefalópodos.

Por otra parte, como fruto de la colaboración entre la

productora Transglobe Films y ECOBIOMAR nació la idea de

realizar el primer documental español sobre los Architeuthis,

que se tradujo en el proyecto KRAKEN.

La disponibilidad de un material tan cuantioso y de

tanta calidad ha convertido la colección de calamares

gigantes depositada en el Aula del Mar que CEPESMA tiene

en Luarca, en la mejor dotada del mundo. De esta forma,

Asturias, junto con Nueva Zelanda, se ha convertido en un

polo de atracción para los científicos y en un lugar de

atractivo mundial en esta materia, que tanto interés

despierta entre los especialistas y el gran público.

Fig. 11. M. T. Fernández y A. Guerra. Vigo, 1987

Fig. 12. Algunos miembros del equipo de ECOBIOMAR (Vigo, 2001). De izquierda a derecha: Jaime Otero, Francisco Rocha, Ángel

Guerra, Joaquín Gracia, Ángel F. González y José Castro

Desde Luarca y Vigo se está irradiando el interés por

los calamares gigantes a toda Europa occidental. El 23 de

octubre de 2001, Ángel Guerra y Luis Laria realizaron la

primera disección de un Architeuthis en Francia. El ejemplar

disecado según una técnica desarrollada por ellos en

colaboración con el cirujano gallego Alberto Rodríguez Costa

está actualmente expuesto en el Museo del Mar de Biarritz.

En el Aula del Mar de Málaga hay conservado un

ejemplar hembra de calamar gigante que varó en una playa

de las proximidades de Fuengirola. Se trata de la primera

cita del Architeuthis para el mar Mediterráneo, que debió

ocurrir en primavera o verano de 2001. Otra hembra de 126

cm de longitud del manto apareció varada el 26 de junio de

2001, también en una playa de Fuengirola (Málaga). Ese

ejemplar fue recogido por miembros del Instituto Español de

Oceanografía y estudiado por María González y otros colegas

de esa institución. Fue disecado por miembros de

ECOBIOMAR y Oscar Soriano, el 21 del junio de 2002, en el

Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, donde está

conservado y expuesto. Precisamente fue uno de los

investigadores de ese museo (José Templado) quien nos

proporcionó información sobre un calamar gigante hallado

varado en la playa de Matalacañas (Huelva) el 2 de

septiembre de 1995. Se trataba de una hembra de 120 cm

de manto y cerca de 180 Kg de peso. Se encontró en

avanzado estado de descomposición echándose a un

vertedero de basuras cercano. Actualmente, miembros de

ECOBIOMAR y del Museo de Madrid, están desarrollando una

investigación para dilucidar el número de especies de

Architeuthis presentes en el Atlántico Norte utilizando

secuencias de ADN.

Hay dos registros más para la península Ibérica. El

primero se produjo el 24 de agosto de 2002, cuando se

encontró un ejemplar flotando entre la playa de Galé y la

laguna de Melides (38º 11’N-08º 48’W), a unos ochenta

kilómetros al sur de Lisboa. Se trataba de un macho maduro

de 60 Kg. de peso y 111 cm. de longitud del manto. El

ejemplar fue examinado por varios investigadores

portugueses. El segundo se halló varado en la playa del

Tejar, cerca de Tarifa (Cádiz), el 3 de julio de 2003. Se

trataba de una hembra inmadura, que actualmente está

depositada en el centro que el Instituto Español de

Oceanografía tiene en Málaga.

Fig. 13. Detalle de la disección de un calamar gigante en Biarritz. Luis Laria y Ángel Guerra. 2001.

Los avistamientos de calamares gigantes en aguas de

las islas Canarias, sobre todo de animales flotando en

superficie, son también frecuentes. Actualmente, un grupo

de veterinarios y biólogos canarios, encabezado por Antonio

Fernández y Luis Felipe Lópz Jurado se ha interesado por el

estudio de estos animales. Por el momento, tienen tres

cadáveres congelados para analizar y están intentando

conseguir información sobre registros históricos y lugares

donde son avistados con mayor frecuencia.

La presencia de Architeuthis en Madeira está

acreditada desde los estudios de W.J. Ress y G.E. Maul en

1956, así como por los trabajos de Malcolm R. Clarke sobre

contenidos estomacales de diferentes depredadores. Clarke

también señaló su presencia en las proximidades del

archipiélago de las Azores, desde cuyas aguas un pesquero

vigués trajo un ejemplar hembra de 80 Kg. en 2001, que

había capturado en un anzuelo de su palangre, y que midió el

biólogo marino Mario Rasero.

Las actividades de la flota pesquera de la antigua

Unión Soviética se extendieron por todo el mundo, y con

ellas la investigación relacionada con la pesca. Los

investigadores tuvieron así acceso a un gran número de

muestras de los mares de todo el globo, obteniendo una

visión muy amplia sobre los calamares gigantes. Entre los

biólogos marinos rusos dedicados a la teutología cabe

destacar a Kir N. Nesis, fallecido el 8 de enero de 2003, y a

su colega y amigo Chingis Nigmatullin, quien registró el

primer Architeuthis en aguas ecuatoriales de Atlántico.

Los calamares gigantes continuaron apareciendo en

Terranova a principios del siglo XX aunque con menor

frecuencia que en décadas anteriores. N. Frost estudió los

dos únicos Architeuthis de que se tiene constancia hasta

mediados del siglo. Por el contrario, entre 1952 y 1983 se

contabilizaron unos 17 registros, que en su mayoría fueron

estudiados por el biólogo marino canadiense Frederick Allen

Aldrich, quien realizó una extensa labor sobre la sistemática,

biología y ecología de estos grandes calamares en el

Atlántico Norte, en la que fue ayudado por su mujer

Margueritte. Ambos sugirieron que Architeuthis podría

regenerar sus brazos.

Hasta que Gilbert L. Voss, catedrático de Biología

Marina de la Universidad de Miami, examinó y describió en su

tesis doctoral dos calamares gigantes de este género

hallados en el golfo de México entre 1950 y 1956, siempre se

había pensado que Architeuthis era propio de aguas frías. El

primer registro de un juvenil de calamar gigante se debe a

dos discípulos de Voss, Clyde F. E. Roper y Richard E. Young.

Ambos ejemplares, de 57 y 45 mm de longitud de manto

respectivamente, estaban depositados en la colección de

cefalópodos de Instituto de Ciencias Marinas de la

Universidad de Miami. El primero procedía del estómago de

un ejemplar de pez sable (Alepisaurus ferox) capturado en la

Cámara de Lobos (Madeira), y el otro también era

procedente del estómago de un pez sable, pero esta vez

capturado en el Pacífico oriental cerca de las costas de Chile,

lo que constituyó el primer registro para el océano Pacífico

sudoriental.

Parece que fue por entonces cuando nació en Roper la

afición por el calamar gigante, al que dedicó un extenso

artículo, que se publicó en 1982 en la revista Scientific

American. En esa recopilación se recoge la información

proporcionada por R.B. Toll y S.C. Hess, según la cual los

machos de las especies de este género maduran muy

tempranamente, basada en la observación de un ejemplar de

menos de un metro de manto en el que se habían hallado

espermatóforos funcionales. Son numerosas las

contribuciones de Roper a la sistemática de los cefalópodos

desde su puesto de conservador de la colección de moluscos

del museo de la Smithsonian Institution en Washington D.C.

La más reciente, realizada cuando ya estaba a punto de

retirarse, en colaboración con su ayudante y amigo Michael J.

Sweeney. Entre ambos produjeron un listado de los registros

mundiales de Architeuthis.

Roper ha contribuido notablemente a la divulgación de

los conocimientos sobre Architeuthis a través de exposiciones

y conferencias en el Museo Nacional de Historia Natural de

los Estados Unidos y otros lugares del mundo. Desde

mediados de los noventa, Roper ha sido el líder e impulsor de

proyecto plurinacional en el que han colaborado científicos,

tecnólogos, expertos en filmación, barcos y submarinos con

objeto de obtener las primeras imágenes de un calamar

gigante vivo en su medio natural. Este esfuerzo ha

aglutinado científicos y técnicos de los EEUU, Canadá, Gran

Bretaña y Nueva Zelanda donde 10 instituciones, incluyendo

la Smithsonian Institution de Washington D.C, la National

Geographic Society y la National Geographic Television, han

realizado hasta la fecha cuatro expediciones en busca del

calamar gigante. Una de estas expediciones se realizó en las

Islas Azores y las restantes en el cañón de Kaikoura en

Nueva Zelanda. Sin embargo, todo este esfuerzo fue en vano

porque hasta la fecha no se han obtenido las imágenes

deseadas.

Las investigaciones sobre Architeuthis iniciadas por

Guerra y Pérez-Gándaras desde España fueron continuadas,

ya desde Sudáfrica, por Martina C. Roeleveld y Marek R.

Lipinski, quienes trabajaron fundamentalmente en aspectos

sistemáticos, morfológicos y biogeográficos, extendiendo

actualmente sus investigaciones hacia aspectos anatómicos.

Fig. 14. C.F. M. Roper, A.F. González y F. Rocha. Bayona, 1998

En las costas occidentales del Atlántico Sur los

registros de Architeuthis son escasos y recientes, habiéndo

sido estudiados principalmente por investigadores argentinos

dirigidos por Norma Brunetti y María Edith Ré.

Tampoco son frecuentes los registros en aguas

japonesas, donde, después de los estudios de comienzos de

siglo realizados por M. Sasaki, destacan los llevados a cabo

por M. Hamabe, T. Okutani, K. Tsuchiya y T. Kubodera.

Cuando R. K. Dell en 1952, resumió la situación de los

calamares gigantes en aguas de Nueva Zelanda, siguió las

observaciones que había hecho Bruun para aguas del

Atlántico Norte, e indicó que Architeuthis debería

concentrarse en dos zonas: los estrechos de Cook y Foveaux,

que se encuentran próximas a zonas oceánicas de gran

profundidad. En el trabajo de R.W Gauldie, I.F. West y E.C.

Forch se indica que los calamares gigantes recuperados en

aguas neozelandesas entre 1983 y 1994 fueron veinticuatro,

de los cuales, cinco fueron recogidos cerca del estrecho de

Foveaux y uno en las proximidades del estrecho de Cook,

mientras que el resto se repartió entre otras regiones de las

islas norte y sur así como en las islas Auckland, pero sobre

todo en el cañón submarino de Kaikoura. Esos ejemplares y

otros parecidos en aguas de Australia y Tasmania fueron

capturados principalmente de forma accidental por redes de

arrastre en pesquerías comerciales que faenaban

relativamente a gran profundidad. Gauldie y colaboradores

retomaron los estudios de George D. Jackson, C.C. Lu y

Malcolm Dunning de 1991, donde se estimaba la edad de los

Architeuthis a partir de la lectura de incrementos en sus

estatolitos, llegando a una parecida conclusión: que si los

incrementos se depositan diariamente, esos cefalópodos

alcanzan elevados pesos en muy breve tiempo, siendo muy

probablemente los animales marinos con la mayor tasa de

crecimiento de la naturaleza. Entre los calamares gigantes

hallados en Nueva Zelanda se encuentra una hembra de 21

metros de longitud total, con un peso aproximado de 275

Kg., que es el mayor registro mundial hasta la fecha. Por

otra parte, también en Nueva Zelanda, se ha cogido el único

ejemplar hembra fecundado que se conoce hasta ahora. Este

acontecimiento fue publicado por M. D. Norman y C.C Lu en

1997 en la prestigiosa revista Nature. Las paralarvas de

Architeuthis han sido también objeto de estudio en aguas de

Nueva Zelanda y Australia. Según parece, aunque su

identificación no está confirmada, C. C. Lu fue el primero en

registrar una paralarva de estos animales, que fue capturada

incidentalmente en 1986 en pescas de plancton realizadas en

aguas de Australia.

Hace apenas unos años comenzaron a aparecer,

principalmente en páginas de Internet, noticias de Steve

O´Shea sobre los calamares gigantes. Este investigador del

Instituto Nacional de Investigaciones del Agua y de la

Atmósfera de Wellington es quien más recientemente ha

tenido la oportunidad de estudiar los ejemplares de

Architeuthis capturados en aguas de Nueva Zelanda, así

como los ejemplares de la especie gigante Mesonychoteuthis

hamiltoni que aparecen con frecuencia en las redes de los

pescadores que faenan en las pesquerías desarrolladas en la

región subantártica, y cuyos mayores ejemplares alcanzan

hasta 150 Kg. de peso. O’Shea informó también de la

captura de varias paralarvas vivas, al parecer de

Architeuthis, en aguas superficiales de Nueva Zelanda hacia

finales del verano y comienzos de la primavera de 2002, las

cuales pudo mantener en cautividad durante 75 días. Bajo la

dirección de este científico neozelandés se han organizado

dos campañas internacionales de prospección en 2004 para

tratar de capturar nuevas paralarvas, así como filmar al

Kraken en su medio natural, pero parece que sin éxito.

Una de las figuras más emblemáticas en el campo de

la teutología es sin duda el inglés Malcolm R. Clarke,

miembro de la Royal Society. A él se debe la creación del

Cephalopod Internacional Advisory Council (CIAC), que desde

principios de los ochenta ha servido de marco para la

organización de numerosos congresos, simposios y reuniones

sobre diferentes aspectos de la sistemática, biología, ecología

y explotación de los cefalópodos.

Fig. 15. Banyuls sur Mer (Francia), 1985. Primer Comité de

Dirección del Cephalopod International Advisory Council

(CIAC). De pié y de izquierda a derecha: R. Toll, N.A. Voss,

G.L. Voss, J.B. Messenger, M. Nixon, E. Hochberg, R. Young

y M. R. Clarke. Sentados: S.v. Bolezky, K. Mangold, C.F.E.

Roper, A. Guerra, C.C. Lu y J. Wormuth

Su extensa revisión de la ecología de los cefalópodos

oceánicos publicada en 1966 es un punto de partida para el

estudio de numerosas familias, incluyendo la de los

Architeuthis. Sin embargo, fueron sus profundos estudios

sobre la dieta de los cachalotes y otros depredadores de los

cefalópodos en aguas de todo el mundo los que

contribuyeron notablemente a conocer la posición de los

cefalópodos, y entre ellos los calamares gigantes, en las

cadenas tróficas de los ecosistemas marinos. Para identificar

los restos de calamares, pulpos y sepias en los contenidos

estomacales de sus depredadores, Clarke estudió e impulsó

los trabajos sobre sus picos y estatolitos.

La cooperación internacional y la aplicación de

técnicas modernas van incrementando los conocimientos

sobre los calamares gigantes, como lo demuestra el reciente

trabajo de N.H. Landman y colaboradores, en el que se han

tratado de dilucidar varios aspectos referentes al hábitat y la

edad de Architeuthis sanctipali a partir de análisis de isótopos

en los estatolitos. Sus resultados corroboran que estos

cefalópodos viven preferentemente en aguas de entre 10,5 y

12,9ºC de temperatura, correspondiendo a profundidades

comprendidas entre 125 y 500 metros de profundidad. Sin

embargo, otros de sus datos son contradictorios con los

previamente conocidos, ya que sus estimaciones a partir de

los isótopos sugieren que la edad de ejemplares de

Architeuthis con 150 Kg. de peso promedio sería de unos 14

años aproximadamente, lo cual contradice todo lo publicado

hasta la fecha. Un nuevo e interesante tema de debate se

abre, por tanto, en el estudio de un aspecto básico de la

historia natural de los todavía tan ignotos calamares

gigantes.

Capítulo 2

LAS ESPECIES DE ARCHITEUTHIS QUE EXISTEN EN EL MUNDO

Nombres comunes y científicos

Una visita a diferentes puertos pesqueros cuando en

sus lonjas están expuestos los productos que los pescadores

extraen del mar, nos proporcionaría, al menos, dos

observaciones: una, que muchas especies se repiten, o que

hay muchas especies parecidas, y otra, que los habitantes de

diferentes localidades dan nombres distintos a la misma

especie, o bien, que un mismo nombre sirve para denominar

a especies diferentes. Esto último se debe a que los

habitantes de una región dan un “nombre común” a una

determinada especie asociándola con alguna característica

propia. Pero ese nombre común puede cambiar entre puertos

o de una zona a otra, ya que esa especie se asocia con

características que son allí más importantes o llamativas.

Esta confusión con los nombres comunes aumenta si

comparamos las denominaciones que recibe una misma

especie en varios países. Por ejemplo, hay una especie de

cefalópodo de gran tamaño que habita en el océano Pacífico

frente a la costa de América, entre México y Chile, que se

captura con frecuencia y recibe principalmente dos nombres

vernáculos: jibia y calamar humbolt. Pero esta especie se

parece muy poco a la sepia que habita en la costa española

del Mediterráneo y que en la zona meridional recibe el

nombre de jibia. La jibia del Pacífico pertenece a la misma

familia que las denominadas comúnmente voladores, potas y

potarros en la costa atlántica de la península Ibérica,

mientras que lo que en el Mediterráneo sur y golfo de Cádiz

se llama jibia, en Galicia se denomina choco y en otras

partes de España sepia.

A la gran cantidad y variedad de nombres comunes

que puede recibir una especie en un mismo idioma, se añade

que en cada idioma una misma especie puede recibir varios

nombres comunes, lo que aumenta todavía más la confusión

a la hora de tratar sobre una misma especie. De esta forma,

los científicos siempre encontraron difícil utilizar los nombres

comunes para designar una especie de manera unívoca. Así,

surge la necesidad de que cada especie estudiada o descrita

por la ciencia tenga un nombre científico, el cual debe ser

único, característico y universal, en el sentido de quesea cual

sea la nacionalidad del investigador o el idioma en que se

hable el nombre no cambie.

Al principio el nombre científico consistió en una

descripción abreviada que resaltara las características más

conspicuas de cada especie. Por ello, los nombres científicos

utilizados hasta mediados del siglo XVIII tendían a ser

largos, incómodos, inestables y, a veces, contradictorios. A

medida que se fueron identificando nuevas especies, los

nombres se fueron alargando y resultaban cada vez más

complejos e inmanejables. Aunque existieron varios intentos

por encontrar un sistema de nomenclatura adecuado para

denominar a las especies, el que finalmente fue aceptado por

la comunidad científica fue el sistema binomial de Linneo,

establecido en su obra Systema Naturae (1758). Este

sistema asigna a cada especie un nombre compuesto de dos

palabras, ambas escritas en cursiva o subrayadas. El nombre

científico se escribe en latín, lo cual es lógico ya que ese era

el idioma científico de la época; además, de esta forma, y

por ser el latín una lengua muerta, sea cual sea el idioma el

nombre científico no varía pudiendo utilizarse

universalmente. La primera palabra del binomio, cuya

primera letra siempre se escribe con mayúscula, corresponde

al nombre del género, es decir, al grupo o taxón de

características similares y bien definidas dentro del cual se

pueden diferenciar subgrupos, también claramente diferentes

entre sí, que están formados por individuos similares que

pueden cruzarse entre sí y producir descendencia fértil. El

segundo término, siempre escrito en minúsculas, es el

nombre específico que, normalmente, indica alguna

característica propia de la especie, aunque también se usan

patronímicos, gentilicios y otros tipos de denominaciones,

pero siempre latinizados. Este sistema, además de evitar la

confusión producida por los nombres vulgares que recibe una

determinada especie, permite el fácil y cómodo

entendimiento entre científicos de todo el mundo.

El nombre científico no se da al azar, sino que se

construye de tal forma que describe alguna característica

propia de la especie o, en menor medida, se dedica a una

persona o se refiere a un lugar determinado. También hay

nombres relacionados con la literatura, historia o mitologías

romana y griega, aunque éstos, generalmente, se pueden

asociar también a alguna característica propia del personaje

a que se refiere el nombre. Así, el nombre del grupo a que

pertenecen los calamares gigantes, Cephalopoda, indica la

principal característica del grupo (del griego “kephale”:

cabeza y “pous”: pies; es decir, con pies en la cabeza). Por

otra parte, Architeuthis significa “calamar antiguo” o

“calamar primigenio” (del griego “Archi”: ser el primero y

“teuthis”: calamar).

Por otra parte, los calamares comunes pertenecen al

género Loligo, dentro del cual hay cerca de cien especies,

como por ejemplo el calamar común europeo Loligo vulgaris

y el calamar de California Loligo opalescens. Sin embargo, no

muchos años después de comenzar a usarse este sistema, se

empezaron a encontrar problemas de diferente índole. El más

importante era que dos expertos diferentes hubiesen

denominado de manera diversa a la misma especie. Esta

dualidad se resolvió incorporando al nombre específico el del

autor y también el año de su publicación. Así, Loligo vulgaris

Lamarck, 1798 indica que esa especie fue nombrada por

primera vez por ese autor y en ese año. ¿Qué hacer cuando

se advertía que dos autores habían nombrado a una misma

especie con nombre diferente? Pues se adoptaba como válido

aquel con mayor antigüedad, siempre que se hubiese

publicado en un medio que ofreciese suficientes garantías de

haber podido ser conocido ampliamente, es decir, en una

revista conocida y de publicación periódica, desechándose

aquellos publicados en medios prácticamente inaccesibles.

Otra de las condiciones para la validez del nombre de una

especie es que ésta hubiese sido definida con claridad.

Entonces, el nombre más moderno pasaba a ser un sinónimo

del más antiguo. Así por ejemplo, Ommastrephes bartramii

(LeSueur, 1821) corresponde a la pota cárdena, y un

sinónimo de éste es Ommastrephes caroli Furtado, 1887.

¿Por qué está entre paréntesis el nombre y el año del autor

de esta especie? Esto se debe a que LeSueur la denominó

originalmente Loligo bartramii, siendo colocada

correctamente dentro del orden Ommastrephes por

d’Orbigny en 1885. Estos son sólo unos ejemplos de la

enorme casuística que genera la nomenclatura biológica, tan

compleja que ha precisado de la creación de un Código

Internacional de Nomenclatura Zoológica, como existen otros

para los demás reinos, y de un Comité Internacional de

expertos que resuelven los casos conflictivos y mantienen al

día dicho código.

Otro de los problemas con que se encuentran los

taxónomos es que muchas veces hallan diferencias

morfológicas, o de otro tipo, entre individuos muy parecidos

pero que no pueden ser considerados especies diferentes.

Entonces se suele optar por definir un subgrupo dentro de la

especie que se denomina subespecie. Así, el calamar común

Loligo vulgaris Lamarck, 1798 se divide en dos subespecies:

el propio de las costas europeas y del norte de África Loligo

vulgaris vulgaris Lamarck, 1798 y el correspondiente a las

costas sudafricanas Loligo vulgaris reynaudii d’Orbigny,

1845.

Algunas de las precauciones que se deben tomar para

que cualquier especie quede bien fijada y correctamente

definida, es que en su descripción se incluya un ejemplar que

se considere su tipo (holotipo), además de otros a los que se

denomina paratipos. También que se defina con claridad la

localidad donde se obtuvo el holotipo (localidad tipo). Por

último, que todo el material tipo quede almacenado en un

lugar adecuado donde pueda consultarse. Por desgracia, y

sobre todo en especies muy antiguas, estos requisitos no se

observan siempre, y a veces hay que considerar una especie

inválida por incumplir alguna o varias de estas condiciones.

En el trabajo Historical review of the genus

Architeuthis, que el zoólogo alemán George Pfeffer publicó en

1912, dentro de la magna obra donde se relatan los

descubrimientos de The Plankton-Expedition, se trató por

primera vez de clarificar la nomenclatura hasta entonces

existente referente a los calamares gigantes. En ese trabajo,

Pffefer señala que Architeuthis monachus de Steenstrup es

un nomen nudum, es decir un nombre vacío, y por lo tanto

que esa denominación específica es inválida y no merece

mantenerse en la nomenclatura zoológica. Pfeffer llegó a esa

conclusión luego de percatarse de que la denominación dada

por Steenstrup carece de una diagnosis o descripción

suficiente de la especie y que no hay material tipo de la

misma depositado en alguna parte.

Nuestro planeta está habitado por varios millones de

formas de vida y poder nombrarlas de una forma precisa,

utilizable por todo el mundo, es algo muy importante. Sin

embargo, dar un nombre científico a una especie no lo es

todo, sino que éste debe permitir clasificarla junto con otras

especies, agrupando aquellas que estén emparentadas. Así,

especies muy parecidas pueden tener el mismo nombre

genérico y un nombre específico distinto. Por ejemplo, las

especies de calamares gigantes propiamente dichas

pertenecen todas al género Architeuthis, pero hay descritas

varias especies: Architeuthis dux, Architeuthis martensi,

Architeuthis sanctipauli, etc. Es más, una buena clasificación

permite proporcionar una idea sobre las relaciones entre los

organismos y las características del grupo al que pertenecen,

así como reconstruir sus relaciones filogenéticas y, en cierta

medida, la historia evolutiva del grupo y la especie. En la

clasificación científica, cada organismo está asignado a una

categoría superior, que le agrupa con organismos

semejantes, y estas a su vez a otras de superior rango. La

mayor categoría es el Reino y dentro de ella se incluyen las

categorías inferiores. De esta manera, los calamares gigantes

tendrían la siguiente clasificación:

Reino: Animalia

Filo: Mollusca

Clase: Cephalopoda

Subclase: Coleoidea

Superorden: Decabrachia

Orden: Teuthida

Suborden: Oegopsina

Familia: Architeuthidae

Genero: Architeuthis

El concepto de especie

A uno le podría parecer que, ya que a todos los

organismos se les puede clasificar dentro de una especie, el

propio concepto de especie debería ser algo muy claro y

preciso. Sin embargo, la realidad dista mucho de ser así. A lo

largo de la historia se han ido dando diferentes criterios para

definir lo que es una especie, criterios que se han ido

perfilando a medida que el progreso científico ha facilitado

nuevos conceptos o posibilidades que era imposible

considerar con anterioridad.

El primer concepto de especie fue el morfológico. Este

concepto postula que los ejemplares de una misma especie

tienen la misma forma; por ello las especies se pueden

definir en base a caracteres formales, que representarían la

esencia de cada especie. De esta manera, todo ser vivo que

concuerde con la descripción original pertenecería a la misma

especie, siendo de distintas especies aquellos que difieran. La

aplicación estricta de este concepto implica que la variación

entre ejemplares de una misma especie es mínima, por lo

que la existencia de variaciones morfológicas entre

ejemplares de una misma especie es difícilmente explicable a

menos que sean especies diferentes. Este concepto

morfológico se ha enriquecido con el concepto biológico de

especie, que la define como el “conjunto de poblaciones que,

real y potencialmente, pueden reproducirse entre sí, pero

que están aisladas de otros grupos similares”. Para ello,

posteriormente, se desarrolló el concepto de reconocimiento

de especie, en el cual se la define como el “conjunto de

individuos y poblaciones que comparten un mismo sistema

de fertilización”. Finalmente, también ha aparecido el

concepto evolutivo de especie, donde se la define como el

conjunto de poblaciones que comparten un destino evolutivo

común a lo largo del tiempo.

En fin, para no complicarnos diremos que una especie

es un conjunto de individuos con características similares

entre sí, que poseen una serie de caracteres propios que les

diferencian de otras especies y pueden entrecruzarse

generando individuos fértiles semejantes a sus progenitores.

¿Cuales son los caracteres que nos permiten distinguir

una especie de otra? En general son características

morfológicas muy determinadas, que pueden ser observadas

en todas las especies de una misma familia, género o grupo

de especies, pero que son diferentes entre si. Estas

diferencias y similitudes permiten agrupar no sólo especies

sino grandes grupos de especies dentro de clases, órdenes y

familias. Por ejemplo, todos los cefalópodos del orden

Teuthida poseen, entre otras características, diez apéndices

alrededor de su boca, ocho brazos y dos tentáculos. Pero a

su vez se les puede subdividir en subórdenes Myopsina y

Oegopsina según tengan o no sus ojos cubiertos por una

membrana cornea. A su vez, dos especies pertenecientes a

un mismo género pueden diferir en unos pocos caracteres,

ya sean morfológicos (forma) o merísticos (número). Por

ejemplo, una de las diferencias entre los calamares Loligo

vulgaris y L. forbesi, que habitan las aguas de la península

Ibérica, es que en el primero las dos filas internas de las 4

que posee en la maza tentacular tienen ventosas de tamaño

mucho mayor, mientras que en la segunda especie, las 4

filas de ventosas son todas de tamaño semejante.

El género Architeuthis

Como veremos más adelante, no todos los

cefalópodos de gran tamaño son calamares gigantes. Los

cefalópodos pertenecientes al género Architeuthis poseen

una serie de caracteres que los diferencian de otras especies

de gran tamaño. Son animales con tentáculos muy largos

(2,5 a 6 veces la longitud de su manto), cuyas mazas

tentaculares tienen cuatro filas de ventosas, de las cuales las

dos filas centrales poseen ventosas de mayor tamaño que las

marginales. Una característica propia del género es que a lo

largo de todo el tentáculo se aprecian, espaciadas entre si,

dos filas longitudinales de ventosas y almohadillas dispuestas

alternativamente. Aparte de esto, los Architeuthis se

caracterizan por poseer un cartílago de cierre del sifón con el

manto sencillo y recto. Esta estructura es como un broche

que une el manto con el sifón del animal, que se abre cuando

el agua penetra al interior del manto para irrigar las

branquias y se cierra cuando es expulsada por la contracción

del manto, obligándola a salir por la abertura sifonal y, así,

impulsando al animal.

Otros caracteres que permiten identificar un calamar

gigante son el carecer de órganos luminosos o fotóforos y la

forma característica de sus pequeñas aletas que ocupan

menos del 40% de la longitud del manto. En el caso de los

machos, sus dos brazos ventrales (IV) están hectocotilizados,

es decir, modificados para la cópula con la hembra.

Fig. 16. Architeuthis dux hembra capturado en el caladero de Carrandi, frente a Asturias, en 2001. Detalle del tentáculo donde se

aprecian las dos filas de ventosas y almohadillas alternadas entre si.

Fig. 17. Los cartílagos de cierre del manto con el sifón. En Architeuthis se caracteriza por ser simple y recto, a diferencia de lo

observado en otras especies.

No es un sólo carácter morfológico el que nos

permitirá diferenciar un Architeuthis de otros cefalópodos de

gran tamaño, sino el conjunto de estos caracteres.

Los Architeuthis son raramente capturados y cuando

aparecen suelen encontrarse en muy mal estado, por lo que

pocos ejemplares han logrado conservarse enteros en el

mundo. Además, muchos de los caracteres de valor

taxonómico que poseen se deterioran rápidamente o no se

conservan lo suficiente como para ser estudiados. Por

ejemplo, la coloración rojiza y las características de su

epidermis raras veces se aprecian debido a que la piel se

rompe con el roce con la arena o piedras de la costa o las

redes. Esto explica en gran parte las carencias que existen

en el estudio del calamar gigante. Así, actualmente hay

registradas unas 20 especies nominales, que están descritas

de forma inadecuada o insuficiente, por lo cual se desconoce

su número real. Al carecerse del suficiente número de

ejemplares para estudiar, o de descripciones adecuadas que

comparar, la situación es confusa. De todas formas, lo más

probable es que el número real de especies existente sea

menor, como se verá en el apartado dedicado a los nombres

del calamar gigante. Como la situación todavía es muy

confusa, la mayoría de los registros de calamares gigantes

figuran como Architeuthis sp., lo que significa que se

desconoce a que especie pertenece el ejemplar o los

individuos examinados.

Mucho queda por hacer en el caso de los calamares

gigantes. En primer lugar, clarificar cuantas especies existen

realmente, aspecto en el que las nuevas tecnologías como

técnicas de taxonomía numérica y los análisis genéticos

tendrán bastante que decir, pero ninguna de ellas estaban ni

tan siquiera esbozada cuando Steenstrup erigió el género

que engloba al más famoso de los calamares gigantes. Pero

¿quién era Steenstrup?

Johan Jappetus Steentrup

El naturalista Johan Jappetus Steenstrup nació en

1813 en la provincia de Thy, al noroeste de Dinamarca. Ya

desde pequeño, e influido por uno de sus tíos que era un

botánico aficionado, se interesó por las plantas, además de

complementar esta inquietud con el interés por la diversidad

faunística de la región. A los trece años se trasladó a

Aalborg, donde se incorporó a la escuela de gramática.

Durante su estancia en esta cuidad, Steenstrup convivió con

la familia Kaarsberg cuya hija Ida sería posteriormente su

esposa en 1841. En Aalborg colaboró con algunos amigos

naturalistas, familiarizándose con la bibliografía de la época,

entre la que se podrían citar el Sistema Naturae o la Flora

Danica. En 1832 comenzó sus estudios médicos en

Copenhague y entabló una fructífera relación con profesores

de Historia Natural, especialmente con el zoólogo J.H.

Reinhardt, e incluso con el famoso geólogo J.G.

Forchhammer. Un año más tarde tuvo que retornar a su

casa, fundamentalmente por motivos económicos,

permaneciendo allí durante dieciocho meses para volver a la

universidad en 1835. Durante los diez años siguientes

escribió numerosos artículos entre los que se encuentra su

interesante estudio sobre los pantanos daneses. En 1841

ejerció como conferenciante en mineralogía y botánica en la

Universidad de Soro para, posteriormente, llegar a ser

profesor de Zoología en la Universidad de Copenhague. J.J.

Steenstrup ejerció como profesor de Zoología durante casi

cuarenta años y se le puede considerar como un naturalista

en toda la extensión de la palabra, abarcando casi todos los

campos de la historia natural. De carácter extrovertido,

Steenstrup era una persona impulsiva e inquieta, lo que ha

quedado reflejado en algunos de sus artículos donde

arremetía contra aquellos investigadores que no apreciaban

los conceptos que para él eran evidentes. En Copenhague

trabajó hasta su retiro en 1885, muriendo en esta misma

cuidad en 1897.

Fig. 18. Retrato de J.J. Steenstrup. Litografía de 1855. Biblioteca Real. Copenhague.

Su labor científica sobre los calamares gigantes no

comenzó hasta 1847, cuando abordó el tema buscando las

referencias escritas que se poseían hasta esa época. Ese

mismo año impartió una conferencia en la Sociedad

Escandinava de Naturalistas, que pasó inadvertida. En ese

estudio se analizaban los varamientos de calamares gigantes,

acontecidos en Ørensud en 1545, en una playa de Islandia en

1639 y el hallazgo de un ejemplar de 12 metros flotando en

las proximidades de Aalbaekstrand (Islandia) en 1790. En

1853, después que un pescador capturase y trocease un

calamar gigante al noroeste de Dinamarca, Steenstrup

recuperó y estudió el pico, publicando sus conclusiones en

1855. A partir de esas mandíbulas y de algunas

características descritas referentes a los ejemplares

anteriores analizados en la bibliografía, Steenstrup denominó

a los calamares gigantes como Architeuthis en 1857,

erigiendo así un nuevo género dentro de la clase de los

cefalópodos.

A pesar de que los cefalópodos sólo constituyeron uno

de los numerosos campos de interés que cultivó Steenstrup

en sus trabajos zoológicos, se pueda afirmar que fue en este

grupo en el cual profundizó más y mejor. Este naturalista fue

pionero en el estudio de estos fascinantes moluscos durante

los años críticos, cuando muchas de las especies oceánicas

estaban siendo descubiertas y descritas por extraordinarios

investigadores, entre los que cabe resaltar a Vérany y Verrill.

Los teutólogos de esta época habían sido estimulados por la

anterior aparición del ingente trabajo de Férussac y

d’Orbigny “Histoire naturelle générale et particulaire des

Céphalopodes acétabuliferes vivant et fossiles”. A excepción

de Steenstrup, que publicó en danés, los demás

investigadores publicaron sus artículos en idiomas

comprensibles para un número elevado de lectores,

especialmente en inglés y alemán. Sin embargo, nadie duda

que Steenstrup realizó estudios muy importantes sobre

taxonomía y anatomía de cefalópodos, quizá más completos

que sus contemporáneos. Su artículo sobre la formación del

hectocotilo en Argonauta y Tremoctopus es un ejemplo de la

extraordinaria habilidad que desplegaba cuando lograba

centrarse en este tipo de trabajos. Algunos artículos sobre

especies de calamares oceánicos, especialmente sobre las

potas de la familia Ommastrephidae y los calamares gigantes

(Architeuthidae) reflejan fielmente el sello de un genio, quien

asimiló y utilizó con total precisión el concepto de especie

tipo, que es clave en la taxonomía moderna. Por otra parte,

aunque este danés conoció las obras de Darwin nunca aceptó

el concepto darwiniano de evolución.

Afortunadamente para aquellos que no son capaces de

comprender el danés, las obras de Steenstrup referidas a los

cefalópodos fueron traducidas al inglés por Volsoe, Knudsen

y Rees y publicadas en 1962. Existe también una traducción

muy cuidada de los artículos de Steenstrup relativos al

“monje marino” realizada por Roeleveld y Knudsen en 1980.

La historia de los nombres del calamar gigante

La historia del descubrimiento de diferentes especies

pertenecientes a un mismo género se puede seguir a través

de los nombres que se han ido dando a los ejemplares

estudiados. A continuación se expone la correspondiente a

los calamares del género Architeuthis.

En la reunión de la Sociedad Escandinava de

Naturalistas celebrada en Cristiana en 1856, Steenstrup

presentó una comunicación sobre un gran cefalópodo que

había varado en las costas danesas en 1853, y basándose en

sus mandíbulas, erigió la especie Architeuthis monachus. En

esa misma reunión se refirió a otro ejemplar capturado por el

capitán Hygom al norte de Bahamas, en el Atlántico

occidental (31ºN – 76ºW), que denominó Architeuthis dux. El

material tipo de ambas especies está depositado en el Museo

de Zoología de la Universidad de Copenhague. Sin embargo,

como posteriormente señaló Pfeffer (1912), Steenstrup

únicamente presentó en aquella ocasión un dibujo de las

mandíbulas de la primera especie, no ofreciendo una

auténtica descripción y diagnosis de la misma, por lo que A.

monachus, o monacus, que de las dos formas está escrito, es

un nombre vacío, como ya se indicó. Aparentemente,

Steenstrup tenía un texto y unos dibujos preparados para ser

publicados, junto con las ideas surgidas en la discusión que

se planteó en la sesión de la Sociedad, pero este trabajo no

se publicó en vida de Steenstrup sino en 1898, cuando ya

había fallecido. Lo que ocurrió entre ambas fechas, es que, al

menos desde 1860, una parte del texto y las láminas con las

figuras estuvo en manos de varios teutólogos como Karting,

Gervais y Verrill, que lo utilizaron y lo mencionaron en sus

propios estudios sobre calamares gigantes. Incluso dos de

ellos (Gervais y Verrill) pudieron discutirlo personalmente con

Steenstrup a través de la correspondencia que mantuvieron

entre sí. Por este motivo, los comentarios no publicados del

autor danés ocuparon un lugar permanente en la bibliografía

sobre Architeuthis, de parecida forma a como si hubiesen

sido publicados. Desde un punto de vista nomenclatural, por

lo tanto, ambas especies no eran válidas antes de ser

publicadas en 1860. Sin embargo, ignorar que ya desde 1857

eran conocidas porque únicamente estaban citadas en una

comunicación oral y en correspondencia privada, era faltar a

la verdad histórica, también a la justicia con Steenstrup y al

principio de la regla de prioridad, por ello se ha convenido en

considerar que A. dux es una especie válida y la especie tipo

del género Architeuthis, descrita por Steenstrup en 1857 en

la publicación Forhandlinger ved de Skandineviske

Naturforskeres, y de la que existe material tipo en el Museo

de Copenhague. Sin embargo, A. monachus fue considerada

inválida por la razón apuntada anteriormente. Por motivos

parecidos, se aceptó que el género Architeuthis había sido

erigido por Steenstrup también en 1857 y en la misma

publicación. La familia Architeuthidae fue, sin embargo,

creada por Pffefer en 1900.

Por otra parte, según señala Verrill en una nota a pie

de la página 238 de su publicación de 1881 en las actas de la

Academia de Ciencias de Conneticut, la especie Architeuthis

titan, tercera de las descritas por Steenstrup, debe

considerarse un nombre vacio.

Los naturalistas Crosse y Fischer dieron el nombre de

Loligo bouyeri en 1862 a un ejemplar hallado en las

proximidades de Tenerife en las islas Canarias, examinado

por Gervais en 1875, quien indicó que posiblemente se

trataba de un Architeuthis en la página 93 del cuarto

volumen del Journal de Zoologie. Sin embargo, como ni la

descripción es completa, ni hay material de este ejemplar

depositado en ningún sitio, esta especie debe considerarse

inválida.

Megaloteuthis harveyi fue la especie erigida por Kent

en 1874 a partir de un ejemplar hallado en la bahía de

Concepción de Terranova en 1873. El autor indica que hay

material tipo depositado en el Peabody Museum de la

Universidad de Yale con el número de registro 12600Y, pero

no se ha encontrado. Desde luego, si se tratase de un

calamar gigante, el género sería incorrecto y debería

cambiarse por Architeuthis, pero al no existir material de

referencia esta especie debe considerarse inválida por ser un

nombre vacío. El género Megaloteuthis debe ser por tanto

considerado como una sinonimia de Architeuthis.

Loligo hartingii es otro de los nombres específicos

dado por Verrill en 1875 a un probable calamar gigante. Este

mismo autor lo cambió por el de Architeuthis hartingii en

1880. Sin embargo, la erección de esa especie no lleva

aparejada la designación de una localidad tipo y tampoco hay

material tipo depositado, aunque el autor señala que lo dejó

en la Universidad de Utrecht, donde no se ha encontrado.

Estamos, pues, en presencia de otro nombre vacio, como lo

es también, por razones similares, Architeuthis mouchezi,

erigida por Vélain en 1875 a partir de un ejemplar

procedente de la isla de Saint Paul (Océano Índico).

Architeuthis princeps se debe también a Verrill, quien

la erigió en 1875 a partir de los restos hallados en el

contenido estomacal de un cachalote. El autor define como

localidad tipo los Grand Banks y el Atlántico Norte, lo cual es

muy vago. Por otra parte, el posible material depositado en

el Museo Nacional de Historia Natural de los Estados Unidos

no se ha encontrado hasta ahora. Por todo ello, esta especie

debe también considerarse inválida.

A partir de un ejemplar hallado en el condado de

Kerry en Irlanda, More erigió la especie Dinoteuthis

proboscideus en 1875 (el nombre significa calamar gigante

con una larga probóscide o nariz). Sin embargo, y aún

cambiando la especie de género, como no se depositó

material tipo en ningún lugar, esa especie debe considerarse

asimismo inválida. Dinoteuthis deviene por lo tanto en

sinónimo de Architeuthis.

De nuevo se debe a Vélain otra especie de calamar

gigante, que denominó en 1877 Mouchezis sanctipauli. El

material tipo, un ejemplar capturado en 1875, está

depositado en el Museo Nacional de Nueva Zelanda con el

número de registro MNHN 3-2-658+9, siendo la localidad

tipo de esta especie Saint Paul Island (Océano Índico).

Modificando el nombre genérico no exite motivo alguno para

considerar que Architeuthis sanctipauli (Vélain, 1877) sea

una especie inválida. El género Mouchezis debe ser

considerado, sin embargo, sinónimo de Architeuthis.

La última aportación de Verrill a este elenco de

especies válidas y nominales es Architeuthis megaptera, que

fue descrita en 1878 a partir de un ejemplar de la localidad

tipo de Nova Scotia, Canada, depositado en el Museo

Nacional de Ciencias de Canadá y registrado como NSMC

1870–Z-2.

Architeuthis verrilli fue erigida por Kirk en 1882 en

honor a Verrill. La localidad tipo de este ejemplar es el

estrecho de Cook en Nueva Zelanda, y el autor indica que el

material está depositado en el Museo Nacional de ese país,

aunque no proporciona número de registro. Steenstrupia

stockii Kirk, 1882 (un Architeuthis según Pfeffer en 1912) es

otra denominación para un ejemplar también del estrecho de

Cook, depositado con el registro NMNZ M.125405 +

M.125403 en el citado Museo.

Architeuthis longimanus se debe también a Kirk, quien

la erigió en 1888 a partir de material recolectado en la bahía

de Lyall en Nueva Zelanda en 1887. Parece ser que el autor

depositó ese material en el Museo Nacional de aquel país,

material que se ha perdido según comunicó Marshall en

1996.

El primer ejemplar procedente de Yedo, una lonja de

pescados japonesa, fue descrito por Hilgendorf en 1880 como

Megateuthis martensii. Ese material está depositado en las

colecciones del Museo de Zoología de la Universidad de

Hamburgo con el registro ZMB Moll. 34716 + 38980. Se trata

de un calamar gigante, por ello Architeuthis martensii

(Hilgendorf, 1880) debe mantenerse como una especie

válida.

La actividad de los naturalistas ingleses en relación

con los calamares gigantes se inicia con Owen, quien erigió la

especie Plectoteuthis grandis en 1881, sin señalar localidad

tipo. Owen encontró un brazo de más de dos metros y medio

de longitud en el Museo Británico de Historia Natural y,

después de describirlo, dejó ese material depositado allí,

pero sin número de registro, ni indicación sobre su

procedencia, quizás porque originalmente ya carecía de ella.

El nombre del género deriva del griego plectos y hace

referencia a las laminillas carnosas conspicuas que hay entre

las filas de ventosas, lo cual es bastante típico de un brazo

de Architeuthis. Posteriormente, Robson erigió Architeuthis

kirkii en 1887 a partir de un ejemplar capturado en Cape

Campbell (Nueva Zelanda), que está depositado en el Museo

Nacional de Nueva Zelanda con el número de registro NMNZ

M.125404. Esta especie se considera válida. Robson

describió y dió nombre a un ejemplar de calamar gigante

encontrado varado en Yorkshire (Inglaterra). La rádula y el

pico de Architeuthis clarkei Robson, 1933 están depositado

en el Museo Británico de Historia Natural con el registro

BMNH 1933.1.30.5 + 1926.3.31.24.

En el Museo Oceanográfico de Mónaco hay

depositados, sin número de registro, unos restos de un gran

calamar hallados en el estómago de un cachalote capturado

en las islas Azores. Estos restos sirvieron a Joubin para erigir

la especie Dubioteuthis physeteris en 1900. Tanto la

descripción como el material tipo son muy pobres y esta

especie, sobre cuya ubicación en un género nuevo planteó

dudas al propio autor, debe considerarse inválida.

Architeuthis japonica Pfeffer, 1912 es el nombre dado

a un ejemplar procedente de la bahía de Tokio, pero del cual

parece no existir material tipo en ningún museo del mundo.

La última de las especies de este género de la que se

tiene constancia es Architeuthis nawaji, que fue erigida por

Cadenat en 1935 a partir del único ejemplar encontrado

antes de la Segunda Guerra Mundial en la zona francesa el

Golfo de Vizcaya. No consta que se dejase material tipo

depositado en alguna colección de un museo, y por otra

parte, la descripción es bastante mediocre, lo que invalida

esta especie.

La historia hasta aquí descrita a partir de los nombres

que recibieron varios ejemplares y restos de calamares

gigantes, bien varados o hallados en colecciones de museos,

ofrece varias enseñanzas útiles y algunas incógnitas.

La primera de las enseñanzas es que no se debe a

proceder a erigir una nueva especie zoológica si no se cuenta

con suficiente y adecuado material tipo. Luego, que las

descripciones deben ser todo lo más completas y claras

posible, procurando cerciorarse, a partir de la comparación

del material que se está examinando con otros depositados

en las colecciones de los museos, de que lo hallado no

coincida con algo ya descrito anteriormente. De ahí la

importancia de depositar y conservar adecuadamente el

material tipo. También, que en la erección de una nueva

especie la localidad tipo debe ser indicada con la mayor

precisión posible. Por último, que la taxonomía de

Architeuthis es muy confusa.

Las incógnitas que se platean se refieren, en primer

término, a cuantos géneros de calamares gigantes existen.

Actualmente, parece existir un consenso general sobre la

existencia de un único género: Architeuthis. Este género

engloba adecuadamente las características propias más

relevantes de cuanto ejemplar o resto de calamar gigante se

ha encontrado. Asimismo, es claramente diferente de otros

géneros de la clase Cephalopoda con especies que alcanzan

también grandes dimensiones, tal y como se verá en el

capítulo sexto de este libro. Según esto, los géneros

Megaloteuthis, Dinoteuthis, Mouchezis, Steenstrupia,

Megateuthis, Plectoteuthis y Dubioteuthis deben considerarse

sinónimos de Architeuthis.

La siguiente incógnita se refiere a cual es el número

real de especies de Architeuthis que existen en el mundo.

Hasta la fecha, hay 20 especies nominales descritas, algunas

de las cuales son claramente inválidas, pero entre las

validamente erigidas ¿cuántas son verdaderas especies?

Sobre este particular no existe un consenso general entre los

especialistas, y la pregunta estará sin una respuesta clara

hasta que se consiga realizar un extenso y profundo estudio

con material y técnicas apropiadas, probablemente

genéticas. Sin embargo, la opinión más generalizada es que

parece existir una única especie, que por prioridad sería

Architeuthis dux Steenstrup, 1857, compuesta por diferentes

subespecies según su localidad geográfica: Architeuthis dux

dux Steenstrup, 1857 en el Atlántico, A. dux martensii

(Hilgendrof, 1880) en el Pacífico Norte y A. dux sanctipauli

(Vélain, 1877) en el hemisferio Sur. Otros especialistas, sin

embargo, consideran que estas tres subespecies deben

elevarse al rango de auténticas especies. Y por último, otros

expertos opinan que habría al menos cinco o seis especies

diferentes: A. dux en el Atlántico Norte; A. sanctipauli propia

de una extensa área que comprende la región subantártica y

antártica de los océanos Atlántico, Índico y Pacífico; A. kirkii

Robson, 1887 en aguas de Nueva Zelanda; A. martensii o A.

japonica Pfeffer, 1912 (aquí habría que definir cual de ellas

es la especie válida y cual la sinonimia) propia del Pacífico

Norte; y probablemente otras dos, todavía sin erigir, que

serían propias del Atlántico Sur e Índico y del Pacífico

meridional, respectivamente.

Hasta aquí lo que se refiere a la historia del nombre

científico de los calamares gigantes. En cuanto a los nombres

comunes o vernáculos que se les han dado desde muy

antiguo, en general, casi todos ellos hacen referencia al

enorme tamaño del animal. Así, en español se denominan

comúnmente calamares gigantes, aunque Guerra y Pérez-

Gándaras les dieron el nombre de megalurias para los

propósitos comerciales de FAO en la guía de especies

realizada por Roper, Sweeney y Nauen en 1984, que ahora

está en revisión. En francés, el calamar gigante recibe el

nombre de calmar géant o encornet monstre. En portugués

el de lula gigante, siendo en italiano calamaro gigante. Los

noruegos le denominan Kjemplblekksput, que literalmente

significa “calamar gigante que expulsa tinta”; nombre

parecido al de Kaemeblaeksprutt, que reciben en Dinamarca,

cuya etimología es similar a la que reciben en alemán, idioma

en que se denominan Riesentintenfish o Riesenkalmar. Los

rusos han acuñado el término de gigantskiy kalmar. Por

último, en Japón, el calamar gigante recibe el nombre común

de dai-oo-ika, que significa “gran rey de los calamares”,

mientras que en Nueva Zelanda las antiguas tradiciones

indígenas lo llaman Taninha, nombre que significa “serpiente

marina” en la mitología neozelandesa.

Capítulo 3

LA DISTRIBUCIÓN GEOGRÁFICA DE ARCHITEUTHIS

El Atlántico y el Mediterráneo

Los datos que se precisan para definir adecuadamente

el área de distribución geográfica de cualquier especie se

refieren a la distribución geográfica de sus individuos. La

Biogeografía es la parte de la Ecología que trata de encontrar

explicaciones a esa distribución, una vez que la información

proporcionada por aquellos datos ha sido sistematizada. Las

áreas de distribución de organismos sésiles, fácilmente

asequibles por alguna razón, o simplemente muy vistosos

(por ejemplo mariposas, moluscos gasterópodos y aves), o

de importancia comercial (especies de valor cinegético por

ejemplo), suelen estar bien respaldadas por una abundante

documentación y pueden aceptarse como base para los

estudios biogeográficos. Sin embargo, para numerosos

grupos de organismos, menos vistosos, menos asequibles, o

de menor interés, los conocimientos son muy incompletos,

hasta el punto que, para algunos de ellos, de amplia

distribución, las localidades en que han sido registrados

coinciden prácticamente con la distribución geográfica de sus

investigadores o de las regiones exploradas. Esto último es lo

que ocurre con Architeuthis, un organismo marino, oceánico,

meso-batipelágico y prácticamente cosmopolita, que cuenta

con el agravante de que el concepto de especie, basado en

características más o menos uniformes de los individuos,

presenta muchas dificultades de aplicación en este género

politípico, que podría estar compuesto por varias subespecies

o razas, o bien por varias especies diferentes que los

especialistas no han sido todavía capaces de definir.

Hasta ahora, el esfuerzo de muestreo aplicado a los

calamares gigantes ha sido muy pequeño y siempre

indirecto. Únicamente se cuenta con registros de capturas

accidentales en diferentes pesquerías, avistamientos

esporádicos de animales flotando en superficie, varamientos

en las costas, normalmente hallados por casualidad, y restos

encontrados en los estómagos de sus principales

depredadores. Estos datos, además de fraccionarios, son de

poca fiabilidad para definir con precisión la verdadera área de

distribución de los calamares gigantes. No obstante, son los

únicos con que contamos y con ellos hay que trabajar.

Aunque existen discrepancias, el número total de

registros de Architeuthis de los que se tiene constancia hasta

finales de 2004 en todo el Atlántico se puede evaluar en unos

306. Éstos se reparten muy desigualmente según regiones:

126 en el Atlántico Noroeste, 148 en el Atlántico nororiental,

tan sólo 6 en el Atlántico sudoeste, y 26 en la región

sudoriental de este océano.

Por razones desconocidas, pero que probablemente

estén relacionadas con cambios climáticos y oceanográficos,

aunque no se puede descartar una epidemia, docenas de

calamares gigantes aparecieron varados o flotando en

superficie en aguas de Terranova durante los años setenta

del siglo XIX (Tabla 1). Entre 50 y 60 de esos ejemplares,

según información de los pescadores, fueron recolectados por

buques pesqueros que faenaban en el Grand Bank y usados

como cebo para el bacalao. Fue posible recoger de las rocas

y playas otros 23 ejemplares, que fueron examinados por el

Verrill. Los varados y flotando en superficie aparecieron

principalmente en otoño e invierno. Aunque no se pudo

conocer el sexo de la mayoría de ellos, en aquellos en los que

si se supo este dato la desproporción a favor de las hembras

con relación a los machos es muy significativa. Estas

capturas y avistamientos desaparecieron bruscamente a

partir de finales del siglo XIX, volviendo a ser de nuevo

relativamente frecuentes en el periodo comprendido entre

1952 y 1977. Con todos estos datos históricos, el

investigador canadiense Frederick Aldrich había sugerido la

hipótesis de que el principal factor responsable de estos

acontecimientos eran las fluctuaciones que cada noventa

años experimentaba periódicamente la corriente fría de El

Labrador. Cuando una rama de agua de esa corriente,

conocida como Avalon Branch, chocaba con las tierras

septentrionales de Terranova, Tabla 1. Registros de Architeuthis en el Atlántico Noroeste. TN: Terranova. GL: Groenlandia. Mass: Massachusset (USA). Flor: Florida (USA). Bah: Bahamas. GM: Golfo de México. P: primavera. V: verano. O: otoño. I: invierno. M: macho. H: hembra. Va: varamiento. C: captura. FS: flotando en superficie. D:

depredadores. NC: no consta.

1785 a 1847

1848 a 1873

1874 a 1899

1900 a 1925

1926 a 1951

1952 a 1977

1978 a 2003

NC Total

Localidad TN 3 7 87 2 14 3 3 119 GL 1 1 Mass 1 1 2 Flor 2 2 Bah 1 1 GM 1 1 Periodo P 1 1 1 3 V 3 3 O 1 4 45 1 11 2 64 I 1 3 37 1 3 1 46 NC 2 2 6 10 Sexo M 1 1 2 3 7 H 23 1 8 2 34 NC 3 7 65 1 5 1 3 85 Registro Va 2 29 1 6 3 1 42 C 1 1 1 3 FS 1 4 54 2 1 4 66 D 1 1 2 NC 2 4 1 1 5 13 Total 3 7 88 1 2 14 5 6 126

los calamares se acercaban a las proximidades de la costa

siguiendo está masa de agua fría. Aldrich predijo que el

siguiente periodo en que los varamientos de Architeuthis

volverían a ser frecuentes ocurriría alrededor de los años

sesenta. Los hechos probaron que tenía razón, ya que entre

1961 y 1968 se hallaron nueve ejemplares de hembras

inmaduras varadas de nuevo en las costas del Labrador. Si

las predicciones de Aldrich son correctas, la próxima

aparición de calamares gigantes en estas costas debería

ocurrir alrededor del 2050. Sin embargo, y aun existiendo

esa coincidencia, la hipótesis de este investigador no está

probada. Por otra parte, mucho ha cambiado la situación en

los ecosistemas presentes en esas latitudes, principalmente

en lo referente a la abundancia de las poblaciones de peces

que podrían servir de alimento de los calamares gigantes,

drásticamente reducidas actualmente por múltiples efectos.

Los registros en el Atlántico nororiental se elevan a un

total de 148 (Tabla 2) abarcando un área muy extensa

comprendida entre Islandia y el estrecho de Gibraltar. La

mayoría (92,5%) de los animales registrados en Noruega

corresponden al periodo comprendido entre 1874 y 1977,

siendo casi nulos los avistamientos posteriores. Esta drástica

reducción no puede explicarse por una disminución en el

esfuerzo de observación ya que los calamares gigantes han

recibido mayor atención durante los años recientes y además

la pesca no ha disminuido en aquellas aguas. Este descenso

podría estar relacionado con acontecimientos oceanográficos.

Como demostraron Brix y sus colaboradores en 1989, la

capacidad de transporte de oxígeno de la hemocianina,

pigmento respiratorio de la sangre de los cefalópodos, que ya

es relativamente baja en este grupo, es muy inferior en los

calamares del tipo Architeuthis comparada con otros

cefalópodos pelágicos muy activos, como las potas de

diferentes especies. Por otra parte, a partir de las muestras

de sangre obtenidas en un calamar gigante que varó

prácticamente vivo en las proximidades de Bergen, Brix

demostró que la afinidad por el oxígeno era cuatro veces

inferior cuando la temperatura aumentaba de 6,4 a 15ºC, lo

cual sugiere con bastante fuerza que estos animales pueden

asfixiarse por desaturación de la sangre arterial cuando la

temperatura ambiente aumenta unos pocos grados. Este

hecho parece una explicación bastante plausible de la

aparición de calamares gigantes flotando moribundos en la

superficie del océano o varados en las costas de varios países

europeos, donde pueden interactuar con masas de aguas

tropicales. Podría ser que tales interacciones ocurriesen con

mayor frecuencia en el Atlántico Norte durante

aquellos Tabla 2. Registros de Architeuthis en el Atlántico Nordeste. Is: Islandia. Ir: Irlanda. N: Noruega. Di: Dinamarca. E: Escocia. C: Canarias. A: Azores. Ing: Inglaterra. F: Francia (Golfo de Vizcaya).

Mad: Madeira. G: Galicia (España). As: Asturias (España). AO:

Andalucía Occidental (España). Por: Portugal peninsular. Al: Alemania. P: primavera. V: verano. O: otoño. I: invierno. M: macho. H: hembra. Va: varamiento. C: captura. FS: flotando en superficie. D: depredadores. NC: no consta.

1545 a 1638

1639 a 1680

1790 a 1800

1848 a 1873

1874 a 1899

1900 a 1925

1926 a 1951

1952 a 1977

1978 a 2003

NC Total

Localidad Is 1 1 1 2 1 6 Ir 1 2 3 3 1 10 N 1 7 8 5 5 1 27 Di 1 1 1 2 1 2 8 E 1 5 5 3 4 18 C 1 6 7 A 3 3 2 3 11 Ing 1 1 2 F 1 1 Mad 3 3 G 1 1 2 As 19 30 49 AO 2 2 Por 1 1 Al 1 1 Periodo P 2 1 1 1 2 7 V 3 5 1 10 16 35 O 2 1 2 5 5 4 3 15 37 I 1 2 2 2 5 4 4 20 NC 1 1 1 5 2 20 14 5 49 Sexo M 2 1 1 2 6 12 H 2 2 2 27 33 NC 1 4 2 4 8 17 10 34 18 5 103 Registro Va 1 1 1 3 6 9 8 1 14 1 45 C 2 2 4 10 18 FS 1 1 1 1 6 10 D 2 6 10 4 1 23 NC 2 1 2 2 3 22 17 3 52

Total 1 4 2 4 12 18 13 38 51 5 148

periodos en que, como resultado de una intensificación del

flujo de agua tropical procedente de la corriente del Golfo, se

incrementase la intensidad y la zona de influencia de las

corrientes cálidas de Irminger, de Noruega y de Canarias.

El gran número de registros correspondientes a

Asturias tiene una cuádruple explicación: por una parte, la

presencia de tres cañones submarinos que cortan la

plataforma continental aproximándose bastante a la línea de

costa; luego, el gran esfuerzo realizado por los

investigadores para recoger el mayor número de citas

posible; en tercer término, el aumento del esfuerzo de pesca

en los últimos años donde se supone que vive habitualmente

Architeuthis, de tal forma que la mayoría de los animales

aparecidos varados o flotando en superficie pueden atribuirse

a capturas accidentales; y, por último, las muertes

producidas por ondas acústicas en las prospecciones

geofísicas, realizadas al menos en los otoños de 2001 y

2003.

De nuevo se observa en esta área una desproporción

significativa entre el número de machos y de hembras. Es

difícil encontrar una explicación aceptable que permita

comprender la predominancia de hembras porque

prácticamente se desconoce casi todo sobre su ciclo vital y su

demografía. Este desequilibrio en la proporción sexual podría

también interpretarse como una real predominancia de las

hembras sobre los machos en las poblaciones naturales, lo

cual no es demasiado corriente en la naturaleza. Podría

también reflejar una mayor vulnerabilidad de las hembras

para la captura o el varamiento. Tal mayor vulnerabilidad

podría estar relacionada con una segregación espacial entre

ambos sexos. Por otra parte, la mayor frecuencia de

registros en otoño sugiere la existencia de algún

acontecimiento estacional que podría estar relacionado con

una mayor preponderancia de las hembras. Es posible, por

ejemplo, que su maduración sexual requiera mucha más

demanda de recursos somáticos y energéticos que la de los

machos, resultando ello en unos índices de condición (que

miden la “salud” del animal) más pobres en éstas que en

aquellos y, en consecuencia, de una mayor susceptibilidad a

las situaciones de estrés en las hembras que los machos. Sin

embargo, esta última hipótesis no parece resolver el

problema ya que la mayoría de las hembras registradas en el

Atlántico estaban sexualmente inmaduras o en maduración,

mientras que los machos estaban maduros.

Resulta evidente que el reducido número de registros

en el Atlántico Sudoeste (Tabla 3) bien podría deberse a un

sesgo de muestreo debido, entre otras cosas, a que muchos

animales varados o flotando en superficie no hayan sido

avistados por ocurrir en zonas prácticamente deshabitadas, o

bien, que aún habiendo sido vistos nadie los haya declarado.

Sin embargo, resulta algo sorprendente que siendo intensa

la actividad pesquera en varias zonas, sobre todo en la

plataforma Patagónica y alrededor de las islas Malvinas, haya

tan escasos registros. Esta carencia podría deberse a la

inexistencia de cañones submarinos en la extensa y

relativamente poco profunda plataforma Patagónica, lo que

parece ser, por lo observado en otras regiones, un factor

importante para asegurar la presencia de calamares

gigantes.

De los 26 registros procedentes del Atlántico

Sudoriental, 20 corresponden a las aguas de Namibia y

Sudáfrica (Tabla 4). Sin embargo, el número de registros

certificados de ambos países es una infravaloración de la

realidad ya que, como nos han comunicado los expertos

sudafricanos Martina Roeleveld y Marek Lipinski, son

numerosos los avisos que se reciben y que no pueden ser

atendidos por falta de medios, y es todavía mayor el número

de casos en que las capturas, los varamientos o los

avistamientos no se declaran. En esta zona, que comprende

toda la costa africana, hay dos áreas de afloramiento muy

características. Una de ellas está situada al norte y tiene

como centro geográfico cabo Blanco, la otra se halla al sur y

está estrechamente relacionada con la corriente de Benguela.

En ambas zonas hay importantes pesquerías que se explotan

intensamente desde hace muchos años.

El área comprendida entre cabo Bojador (26º10’N) y

el sur de cabo Verde (14ºN) puede dividirse en dos zonas

desde un punto de vista hidrográfico. La primera

comprendida entre cabo Bojador y punta Durnford (23º30’N),

y la segunda desde

157

Fig. 19. Principales corrientes oceánicas

84

91

esa latitud hasta 14ºN aproximadamente. Ambas zonas

tienen dos mecanismos de fertilización que se complementan

en distinto grado según la época del año, produciéndose el

afloramiento en la zona norte en verano, y en la sur

preferentemente en invierno, aunque persista con mayor o

menor intensidad durante todo el año, dando lugar a una

elevada producción primaria. La concentración de oxígeno

durante el afloramiento, cuyo ojo se sitúa entre 24 y 25ºN,

es siempre superior a 4 ml por litro a 100m de profundidad,

es decir el agua está saturada de ese gas. Otra de las

características de esta zona es la presencia de la corriente de

Canarias, que fluye hacia el sur a lo largo de la costa.

Entre 23º30’N y 14ºN también se pueden diferenciar

dos zonas: una comprendida entre cabo Barbas y cabo

Blanco, donde el afloramiento es constante durante todo el

año, y otra que abarca desde cabo Blanco hasta el sur de

cabo Verde, donde éste se produce en primavera y,

fundamentalmente, en invierno. Las aguas superficiales de

ambas zonas están prácticamente saturadas de oxígeno y

agotadas en nutrientes. Cuando las aguas profundas afloran

en superficie favorecen una elevada producción primaria.

Lo sorprendente de toda esta amplia región del

Atlántico Centro-Oriental, donde hay importantes pesquerías

de arrastre de varias especies de cefalópodos y peces desde

hace muchos años, es que nunca se han producido registros

de calamares gigantes. Quizá esto se deba a la inexistencia

de importantes cañones submarinos que se adentren en la

plataforma continental, o a que las características de las

masas de agua, especialmente su relativa elevada

temperatura, no constituyen un hábitat adecuado para estos

cefalópodos.

Desde la desembocadura del río Cunene (18º38’S)

hasta el cabo de Agulhas (34º50’S), la característica más

destacada es la presencia de la corriente de Benguela. Esta

corriente de aguas frías (8-10ºC) discurre hacia el norte con

cierta desviación hacia el oeste, y al remontar el talud y la

plataforma provoca un afloramiento. Se ha demostrado que

entre los paralelos 20 y 29ºS la intensidad del

afloramiento

91

Tabla 3. Registros de Architeuthis en el Atlántico sudoeste. Or: Orkney. SS: Shetland del sur. Br: Brasil. Arg: Argentina. P: primavera. V: verano. O: otoño. H: hembra. Va: varamiento. C: captura. FS: flotando en superficie. D: depredadores. NC: no consta.

1952 a 1977 1978 a 2003 Total

Localidad Or 1 1 SS 1 1 Brl 1 1 Arg 3 3 Periodo P 2 2 V 1 3 O 1 1 Sexo H 4 4 NC 2 2 Tipo registro Va 1 1 C 1 1 FS 2 2 D 2 2 NC 2 Total 2 4 6

es máxima entre septiembre y octubre, aunque este no

ocurre uniformemente a lo largo de toda la costa, sino que se

restringe a ciertos lugares, hallándose valores máximos entre

25 y 28ºS, existiendo núcleos de afloramiento entre 19º30’S

y 23ºS a los cuales están vinculadas áreas de estabilidad y

posible hundimiento.

Se han obtenido varios registros de calamares

gigantes en aguas de Namibia y de Sudáfrica (entre 17ºS y

35ºS aproximadamente) y aun más al sur, incluso hasta

cerca de la Antártica, aunque esos hallazgos proceden

principalmente de depredadores, siendo muy difícil concretar

el área donde fueron capturada sus presas. Estos registros

85

86

91

coinciden principalmente con áreas donde es o fue

más

Tabla 4. Registros de Architeuthis en el Atlántico sudeste. SyN: Sudáfrica y Namibia. OSE: Océano Atlántico Sudoeste. AN: Antártica. AEE: Atlántico Ecuatorial Este. P: primavera. V: verano.

O: otoño. I: invierno. M: macho. H: hembra. Va: varamiento. C:

captura. FS: flotando en superficie. D: depredadores. NC: no consta.

1952 a 1977 1978 a 2003 NC Total

Localidad SyN 5 14 1 20 OSE 2 2 4 AN 1 1 AEE 1 1 Periodo P 1 6 7 V 1 5 6 O 1 1 2 I 1 4 5 NC 5 1 6 Sexo M 4 4 H 2 7 9 NC 7 5 1 13 Tipo registro C 2 11 13 FS 1 1 D 6 1 7 NC 5 5 Total 9 16 1 26

intensa la explotación de los recursos mediante el

procedimiento de arrastre, sobre todo en aguas

relativamente frías (5-9ºC) entre 250 y 800 m de

profundidad. La interrupción hacía el norte de estos registros

puede estar ligada a varios factores hidrográficos, pero,

como han observado Guerra y Sánchez para otras especies

de cefalópodos, el factor principal que impide la expansión de

87

91

numerosas especies es la depleción de oxígeno y la

acumulación de materia orgánica en muchos fondos de áreas

de la plataforma continental. Lo cual sugiere, en el caso de

Architeuthis, que estos organismos están más relacionados

con el fondo de lo que piensan algunos investigadores. Por

otra parte, la llanura abisal del Cabo, comprendida entre la

costa y la dorsal de Walbis, está comunicada con el talud y la

plataforma continental por cañones submarinos en al

menos cinco zonas, lo que parece ser una constante en

todas las áreas donde son abundantes los registros de

calamares gigantes.

Dentro del sistema mundial de los océanos existen

masas de agua rodeadas por tierra que forman mares

periféricos, los cuales son particularmente interesantes para

la investigación biogeográfica. Entre ellos, el mar

Mediterráneo es la unidad más claramente diferenciada. El

Mediterráneo comprende una serie de fosas profundas

separadas por terrazas y rodeadas por áreas de plataforma

continental de extensión variable. En su extremo occidental,

el estrecho de Gibraltar constituye su conexión con el océano

Atlántico. El estrecho tiene un máximo de 14 Km. de anchura

y su mayor profundidad es de 260 m. Además de las fuertes

corrientes de marea generadas en el Atlántico, los

movimientos del agua a través de este cuello de botella que

significa el estrecho están gobernados por una masiva

entrada de agua oceánica por la superficie, y una

contracorriente, más débil y profunda, que discurre en

sentido contrario. Esta corriente transporta agua de elevada

salinidad hacia el Atlántico.

91

Fig. 20. Circulación oceánica superficial en el Mediterráneo. Tabla 5. Registros de Architeuthis en el Mar Mediterráneo. Ma: Málaga. I: invierno. H: hembra. Va: varamiento.

1978 a 2003 Total

Localidad Ma 2 2 Periodo I 2 2 Sexo H 2 2 Tipo registro V 2 2 Total 2 2

En su revisión de la fauna teutológica del

Mediterráneo realizada en 1988, Mangold y Boletzky

señalaban que a excepción de unas pocas especies

endémicas de sepiólidos, todos los cefalópodos que se

encuentran actualmente en el Mediterráneo se hallan

también en el Atlántico oriental. De alguna forma, parece que

el modelo de distribución seguido habría sido una invasión de

especies desde el océano hacia el mar, mas que un

movimiento en sentido opuesto. En 1988 no había todavía

citas de Architeuthis en el Mediterráneo. Sin embargo, como

se muestra en la Tabla 5, actualmente hay dos registros. El

primero de ellos, que tuvimos ocasión de examinar

conservado en formol en el Aula del Mar de CREMA en

Málaga, se trata de una hembra inmadura, cuyo manto mide

aproximadamente 125 cm. de longitud. Este ejemplar

apareció muerto, relativamente fresco y varado en una playa

próxima a Fuengirola (Málaga) a mediados de 1998. El

segundo ejemplar fue hallado muerto, relativamente freso y

varado en una playa de Fuengirola el 27 de junio de 2001. Se

trata de una hembra inmadura de 65 Kg., 125 cm. de manto

88

91

y 750 cm. de longitud total. Este ejemplar está conservado

en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC, Madrid).

La hipótesis más plausible para explicar la presencia

de ambos cadáveres a unos cien kilómetros del estrecho de

Gibraltar es que, procedentes del Atlántico, fueron

arrastrados por la corriente superficial oceánica que penetra

en el Mediterráneo. Sin embargo, la captura de un macho

maduro de 47 Kg. por una arrastrero con base en Gandía el

19 de julio de 2005 entre 420 y 450 metros de profundidad

cuestiona esta hipótesis. Según recientes informaciones, las

grandes barcos de arrastre del Levante español están

pescando cada vez a mayor profundidad en busca,

principalmente, de recursos de gamba. Algunos de ellos

largan sus redes en fondos de hasta 1.000 metros de

profundidad, caladeros que nunca antes habían sido

explotados comercialmente. Cabe plantearse, por lo tanto,

que Architeuthis habitase en el Mediterráneo occidental, pero

que no hubiese sido detectado anteriormente,

consiguiéndose registros sólo cuando, recientemente, los

pesqueros han incrementado su rango batimétrico de

actuación, abarcando zonas que comprenden el hábitat

natural de estos gigantes.

El Pacífico

El Pacífico es el mayor y más profundo de los océanos

del globo con una superficie casi equivalente al Índico y

Atlántico juntos (Figura 19). En esta extensa área se han

encontrado, e identificado como tales, 264 Architeuthis.

Como ocurre en el océano Atlántico, los registros de la

especie se reparten de forma muy desigual: 28 en el Pacífico

noroeste, 43 en el Pacífico nordeste, 183 en el Pacífico

suroeste, y, finalmente, 10 en el Pacífico sudeste.

Es curioso que en un océano tan grande como es el

Pacífico no se registren más capturas de Architeuthis, sobre

todo considerando que allí se desarrollan importantes

pesquerías y habitan, como mínimo, dos subespecies de

calamar gigante: Architeuthis dux martensii en el Pacífico

norte y A. dux sanctipauli en el Pacífico sur, esto

90

89

91

considerando el último trabajo de Nesis sobre la distribución

de los cefalópodos. Sin embargo, y como se verá más

adelante, esta relativa escasez puede explicarse por la propia

extensión del océano y, en muchos casos, por la falta de

registros fiables. Salvo en las aguas de Nueva Zelanda,

Australia, Japón y Estados Unidos, dónde la correcta

identificación de los ejemplares es posible gracias a la

presencia de especialistas, en la mayoría de las zonas del

océano Pacífico su aparición pasa desapercibida o, en el caso

de ejemplares de pequeño tamaño, puede confundirse con

otras especies por lo que no existirían registros de su

presencia. Además, hay extensas zonas costeras en el

Pacífico muy poco habitadas, donde la aparición de un

calamar gigante puede pasar fácilmente inadvertida.

Las apariciones de Architeuthis en el Pacífico noroeste

(Tabla 6) están centradas principalmente entre invierno Tabla 6. Registros de Architeuthis en el Pacífico Noroeste. J: Japón. Chi: China. OP: Océano Pacífico. P: primavera. V: verano. I: invierno. M: macho. H: hembra. Va: varamiento. C: captura. FS:

flotando en superficie. D: depredadores. NC: no consta.

1850 a 1900

1900 a 1925

1925 a 1950

1950 a 1975

1975 a 2000

2000 - NC Total

Localidad J 2 1 3 6 7 1 2 22 Chi 1 1 OP 5 5 Periodo P 1 2 3 6 V 3 1 4 I 1 1 1 5 8 NC 1 1 1 5 2 10 Sexo M 1 1 H 1 1 2 NC 1 3 11 8 2 25 Registro Va 1 4 2 1 8 C 1 1 1 3

91

FS 1 1 D 4 5 9 NC 1 1 2 2 1 7 Total 2 1 3 11 8 1 2 28

y verano en aguas de Japón. Los registros de esta especie

han aumentado a partir de 1950, probablemente debido a la

existencia de mejores datos y a la presencia de especialistas.

De los 28 registros conocidos en toda el área, la mayoría

(60,7%) corresponden a varazones en la costa (28,6%) o a

la identificación de restos en estómagos de depredadores

(32,1%).

Esta región del Pacífico está controlada por el sistema

de corrientes del Japón, donde la corriente de Kuroshio, una

corriente cálida, estrecha y rápida que fluye hacia el

Noroeste a todo lo largo de la costa oriental japonesa, es la

más importante. Contraria a ésta, fluye la corriente fría de

Oyashio.

En esta zona del Pacífico existen una serie de fosas

como las Filipinas, Kuriles, Aleutianas y Challenger, la

mayoría con cerca de 10.000 m de profundidad. En estas

fosas el agua es fría, no superando normalmente los 2º C,

pero existe una elevada producción biológica, por lo que

constituye un hábitat adecuado para algunas especies

marinas. Como ya se ha mencionado, Architeuthis parece

habitar aguas frías, dónde su sangre puede transportar el

oxígeno suficiente para vivir. Es probable que la aparición de

estos ejemplares en aguas de Japón se produzca asociada a

estos cañones dónde las masas de agua fría y el abundante

alimento les facilitarían un hábitat adecuado.

En el Pacífico nordeste se han registrado 43

ejemplares de calamar gigante (Tabla 7), la mayoría

repartidos frente a las costas de California (44,2%) y en la

zona oceánica del Pacífico (44,2%). Existen registros a partir

de 1900, pero es después de 1950 cuando estos aumentan

sustancialmente. Architeuthis ha sido registrado en todas las

estaciones del año, con una mayor incidencia durante la

primavera (48,8%). En esta zona, las apariciones de la

especie corresponden principalmente a capturas con artes de

91

pesca (55,8%) y a registros de presencia en la dieta de sus

depredadores (32,6%).

Aparte de las Aleutianas, no existen grandes fosas

oceánicas en esta zona y el área está dominada en la parte

septentrional por la corriente Subantártica, y algo más al Sur

por la corriente del Pacífico Norte, que se desplaza en

dirección oeste a partir del meridiano 170º E. Una rama de

esta corriente se separa de la costa hacia oriente alcanzando

las islas Hawai, y otra, desplazándose en dirección Sur, se

Tabla 7. Registros de Architeuthis en el Pacífico Nordeste. Cal: California. VyO: Vancouver y Oregón. Ha: Hawai. OP: Océano Pacífico. P: primavera. V: verano. O: otoño. I: invierno. M: macho. H: hembra. Va: varamiento. C: captura. FS: flotando en superficie. D: depredadores. NC: no consta.

1900 a

1925

1925 a

1950

1950 a

1975

1975 a

2000

NC Total

Localidad Cal 2 11 3 3 19 VyO 2 1 3 Ha 2 2 OP 19 19 Periodo P 3 18 21 V 1 2 5 8 O 1 3 1 5 I 3 2 5 NC 4 4 Sexo M 4 4 H 8 8 NC 2 11 14 4 31 Registro Va 1 1 C 1 23 24 FS 1 1 D 11 3 14 NC 3 3

92

91

Total 2 0 11 26 4 43

Fig. 21. Relieve del fondo marino. (Tomado de B.C.Heezen y M, Tharp, 1977)

169

aproxima a la costa originando la corriente de California. La

tercera rama, que se desplaza hacia el Norte dando lugar a

las corrientes de Alaska y Behring.

La mayoría de los Architeuthis registrados en aguas

de California se hallaron en los contenidos gástricos de varios

tipos de depredadores, que perfectamente pudieron haber

ingerido esas presas lejos de la zona dónde fueron

capturados. Por el contrario, la mayoría de los ejemplares

capturados con redes, lo fueron en océano abierto y apenas

uno ha sido encontrado varado. Una explicación plausible de

esta situación es que Architeuthis se mantenga alejado de la

costa en esta zona, acercándose sólo ocasionalmente a ella

cuando las condiciones así lo permiten y las aguas

relativamente cálidas de la corriente de California no les

impiden el paso.

En el hemisferio sur, la zona suroeste del Pacífico es la

que presenta el mayor número de apariciones de

Architeuthis, con 183 ejemplares y registros que se

remontan a la segunda mitad del siglo XIX (Tabla 8). Pese a

ello, la mayoría de los registros corresponden al periodo

comprendido desde la década de 1950 hasta la fecha

(50,8%). Ya desde los primeros momentos son las costas de

Nueva Zelanda las que poseen la mayoría de las apariciones

de la especie (57,4%), seguidas por Tasmania (34,4%) y,

finalmente, las costas de Australia (8,2%). Aunque se

encuentran ejemplares durante todo el año, la mayor

incidencia parece ocurrir en otoño (39,3%), siendo las

capturas con redes (41,0%) y la presencia en la dieta de sus

depredadores (42,1%), las principales fuentes de registros

en la zona. Especial mención merecen, en este caso, las

fosas de Tonga y Kermadec al nordeste de Nueva Zelanda.

La fosa de las islas Tonga es el segundo punto más profundo

del planeta, con más de 10 kilómetros de profundidad.

Comienza en las proximidades de las islas Samoa y se

extiende hacia el Sur hasta unirse a la fosa de las Kermadec,

que continúa hasta Nueva Zelanda. Allí forma un sistema de

depresiones y cañones submarinos que conectan al cañón

submarino de Kaikoura con la fosa de Kermadec a través de

la depresión de Hikurangi. A esta zona con aguas y cañones

170

profundos se suma la presencia de masas de aguas frías y

altamente productivas que, provienen en parte, de la

corriente Circumantártica que en esta zona tiene gran

importancia. Nueva Zelanda es, junto con Carrandi en

Asturias, uno de los dos puntos con mayor frecuencia de

apariciones de Architeuthis del mundo. Justamente es en el

cañón de Kaikoura donde se están realizando los intentos

.

Tabla 8. Registros de Architeuthis en el Pacífico Suroeste. NZ: Nueva Zelanda. Aus: Australia. Tas: Tasmania. P: primavera. V: verano. O: otoño. I: invierno. M: macho. H: hembra. Va: varamiento. C: captura. FS: flotando en superficie. D: depredadores. NC: no consta.

1850 a 1900

1900 a 1925

1925 a 1950

1950 a 1975

1975 a 2000

2000 - NC Total

Localidad NZ 6 1 3 14 64 15 2 105 Aus 2 4 7 1 1 15 Tas 59 2 2 63 Periodo P 2 1 1 1 11 16 V 1 4 1 6 O 1 56 15 72 I 2 1 2 16 17 38 NC 1 3 17 27 3 51 Sexo M 4 4 H 1 1 17 2 1 22 NC 5 1 5 76 52 16 2 157 Registro Va 6 3 1 4 3 17 C 1 59 15 75 FS 1 3 1 5 D 74 3 77 NC 1 2 4 2 9 Total 6 1 5 77 73 18 3 183

171

más serios, aparte de los realizados en Asturias, para

localizar y filmar vivos a los calamares gigantes.

La zona del océano Pacífico sudeste es la que menos

registros presenta, con apenas 10 ejemplares entre 1950 y

2004 (Tabla 9). Esta cantidad se reparte entre dos

ejemplares aparecidos en la costa de Chile y ocho capturados

en aguas oceánicas

Esta zona presenta una larga fosa submarina, la fosa

Perú-Chile, con profundidades de más de 8000 m, que

bordea toda la costa de Sudamérica. El rasgo más

característico de esta zona corresponde a la corriente del

Perú, también llamada corriente de Humboldt. Se trata de

una corriente oceánica fría que fluye hacia el Norte a lo largo

de la costa occidental de sudamericana. Ocasionalmente, la

corriente de Humboldt es reemplazada por una masa de

agua cálida procedente del Pacífico central dando lugar al

evento conocido como El Niño. Resulta bastante

sorprendente que no se registren más ejemplares de

Architeuthis en la zona. Una explicación a este fenómeno

podría ser la falta de estudios profundos sobre los

cefalópodos del área y la carencia de información suficiente

para identificar estos ejemplares. Además, hay que

mencionar que a lo largo de casi toda la costa americana

habita una especie de pota o jibia de gran tamaño, Dosidicus

gigas. Esta especie puede alcanzar hasta 2 metros de

longitud y ha recibido también la denominación de “calamar

gigante”. Aparte de que D. gigas sustenta una importante

pesquería, es frecuente encontrar ejemplares varados en la

costa, por lo que distinguir entre las apariciones de éstos y

los Architeuthis, sobre todo si se trata de ejemplares

juveniles, es difícil para los lugareños. Como Architeuthis

habita aguas frías, parece más probable que pudiese

aparecer asociado a la corriente de Humboldt, sobre todo en

las costas de Chile, pero su aparición podría haber pasado

172

Fig. 22. Hembra de Architeuthis de 12 m de longitud total

capturada frente a Tasmania. (Foto de David Paul)

Tabla 9. Registros de Architeuthis en el Pacífico Sudeste. Ch: Chile. OP: Océano Pacífico. V: verano. I: invierno. M: macho. H: hembra. C: captura. D: depredadores. NC: no consta.

1950 a 1975

1975 a 2000

2000 - Total

Localidad Ch 1 1 2 OP 8 8 Periodo V 1 1 I 8 1 9 Sexo M 1 1 H 1 1 NC 8 8 Registro C 8 1 9 D 1 1 Total 1 8 1 10

totalmente desapercibida debido a que ese litoral posee

muchas zonas muy poco habitadas y a que los naturales del

lugar prestan escasa atención a la aparición de cefalópodos

en sus costas.

173

El Índico

El océano Índico es el menor en extensión de los tres

grandes océanos, con una superficie de 74.900.000 Km2,

extendidos mayormente al sur del Ecuador. Está limitado por

Australia al este, el continente asiático al norte, el africano al

oeste, y el océano Antártico por el sur. Su profundidad

promedio es de 3.900 metros, y la máxima de 7.450 metros,

situada en la llamada Fosa de la Sonda al suroeste de Java.

Cabe destacar que la región del Índico es relativamente

pobre en fosas y grandes profundidades, aunque si posee

importantes cordilleras submarinas, como la de Carlsberg

que divide el océano Índico desde el Mar Arábigo hasta los

20°S (latitud del Madagascar central). En este sistema, la

corriente marina más importante es la de Agulhas, que

transcurre frente a Mozambique, limitada al norte y sur por

las respectivas corrientes ecuatoriales, que discurren ambas

en dirección contraria a las agujas del reloj (Fig. 19).

Este océano, en el cual son famosos los monzones,

posee una zona norte dominada principalmente por masas de

aguas cálidas y tropicales, lo que no excluye la aparición de

sistemas de afloramientos en la costa africana, mientras que

en el sur se pueden observar masas de agua fría

provenientes de las corrientes antárticas.

El número conocido de citas de calamar gigante en el

océano Índico es escaso (Tabla 10), limitándose solamente a

20 registros. La mayoría proviene de datos de restos

encontrados en la dieta de grandes depredadores. Aunque la

escasez de registros podría indicar que la población de

calamar gigante en el Índico es reducida, no se puede

descartar que la falta de registros se deba más bien a que las

condiciones hidrográficas reinantes en la región son

desfavorables para el desplazamiento de los especimenes

hacia la costa. Tampoco puede ignorarse que las costas del

Índico poseen zonas poco pobladas y que existen escasos

medios para localizar y estudiar ejemplares varados en la

costa, lo que podría ser una explicación alternativa a la falta

de registros en la región. Pese a los pocos registros

174

existentes, su análisis detallado señala varios aspectos muy

interesantes que deben ser mencionados. Tabla 10. Registros de Architeuthis en el océano Índico. IKe: Isla Kerguelen. Du: Durban (Sudáfrica). IRe: Isla Reunión. IMa: Isla Mauricio. IAm: Isla Amsterdam. OI: Océano Índico. P: primavera. V: verano. O: otoño. I: invierno. M: macho. H: hembra. Va:

varamiento. FS: flotando en superficie. D: depredadores. NC: no consta.

1870 a 1950

1951 a 1975

1976 a 2000

2001 a 2003

NC Total

Localidad IKe 5 3 8 Du 6 6 IRe 1 1 2 IMa 1 1 IAm 2 2 OÍ 1 1 Periodo P 1 1 2 4 V 3 1 4 O 1 4 1 6 I 3 3 NC 2 1 3 Sexo M 1 1 H 1 1 NC 1 4 8 4 1 18 Registro Va 1 1 2 FS 2 1 3 D 6 5 3 1 15 Total 1 6 8 4 1 20

En primer lugar, todos ellos se han producido en la

zona sur del océano Índico, no existiendo registros de tales

apariciones o varamientos en el norte. Esto podría ser

explicado por las características de las aguas en el norte,

175

mucho más cálidas, además de la escasa existencia de

cañones submarinos en la zona. Por otra parte,

prácticamente no hay especialistas en cefalópodos en los

países del área, las pesquerías de la zona son costeras y

escasamente explotan los recursos más pelágicos y,

finalmente, parece existir escaso interés local por publicar

este tipo de hallazgos.

En segundo lugar, muchos de los especimenes de

calamar gigante han sido encontrados en aguas más

asociadas al océano Antártico que al Índico. Los registros

correspondientes a ejemplares en contenidos gástricos de

depredadores (un 75,0% del total) se encontraron en

estómagos de cachalotes recolectados en Durban, Sudáfrica,

o en los del tiburón dormilón, una especie de profundidad, en

las aguas de las Islas Kerguelen en el Frente Polar. En ambos

casos, al tratarse de restos en el estómago y estar cerca del

límite del océano Índico, no se puede descartar que los

ejemplares fueran realmente ingeridos en zonas adyacentes

a este océano.

Al menos cinco ejemplares de Architeuthis han sido

hallados varados o flotando alrededor de las islas Reunión,

Mauricio y Amsterdam, cuyas aguas se consideran tropicales

o subtropicales. Estos registros son muy interesantes ya que

el calamar gigante parece más asociado a las aguas frías que

a las cálidas. Sin embargo, hay que recordar que esta

especie habita aguas profundas y la circulación de agua

profunda es diferente a la observada en la superficie.

Justamente por la zona donde se localizan estas islas circula

agua profunda fría procedente de la Antártica, dónde podría

habitar el calamar gigante.

Comentarios sobre su distribución mundial

Como se muestra en el mapa de la figura 23,

Architeuthis es un género prácticamente cosmopolita,

aunque parece estar ausente en las aguas polares y en el

área comprendida entre los trópicos de Cáncer (23º27’N) y

de Capricornio (23º27’S).

176

La práctica ausencia de registros de calamares

gigantes en las áreas ecuatorial y tropical no es indicio

suficiente para sugerir la total ausencia de Architeuthis en

estas zonas geográficas. Lo más probable es que en ellas

haya también calamares gigantes aunque en escasa

abundancia y más dispersos que en las zonas adyacentes. A

las profundidades en que suelen morar estos gigantes

marinos no hay realmente fronteras entre el hemisferio norte

y el sur. Como se ha demostrado en otras especies, como los

atunes, el cachalote y la pota cárdena (Stenoteuthis

pteropus), bien podría ser ésta una extensa área de

solapamiento entre dos poblaciones diferentes de

Architeuthis, una norteña y otra sureña, o bien una zona de

confluencia de dos ecotipos, subespecies o especies

Fig. 23. Registros mundiales de Architeuthis.

107

diferentes. Esta suposición viene apoyada por algunos datos

procedentes de investigadores rusos (Nigmatullin,

comunicación personal) quienes encontraron tentáculos de

Architeuthis flotando en superficie mientras realizaban

trabajos de investigación a bordo de atuneros, que

habitualmente faenan en las proximidades del Golfo de

Guinea y el archipiélago de Cabo Verde. Por otra parte,

Nigmatullin tiene constancia de la presencia de 5 ó 6

ejemplares de Architeuthis poco digeridos en estómagos de

tiburón azul y de cachalotes capturados en las proximidades

de Cabo Verde. Si a esto sumamos los ejemplares

encontrados varados o flotando en aguas tropicales y

subtropicales del Índico, parece claro que la especie estaría

presente, pero dispersa, en los trópicos. Es muy posible que

en este caso, la presencia de agua fría profunda que circula

por todos los fondos oceánicos sea la que permite a estos

ejemplares sobrevivir en zonas donde las aguas superficiales

son exclusivamente cálidas y quizás no posean suficiente

oxígeno disuelto para permitir la vida de estos gigantes

marinos.

Muchas veces la distribución geográfica de una

especie o de un género con una amplia dispersión, como es

el caso del calamar gigante, pone de manifiesto

fundamentalmente la distribución geográfica de los

investigadores que trabajan en ella o indica las regiones más

explotadas, en lugar de mostrar su verdadera distribución.

Lamentablemente, esto es lo que ocurre con Architeuthis

donde no existen auténticos censos.

Distribución vertical

Aunque bastantes especies de cefalópodos llevan una

vida más o menos sedentaria viviendo durante todo su ciclo

vital en el mismo biotopo, hay muchas otras que efectúan

migraciones, ya sean estacionales o diarias, o, más

raramente, de ambos tipos. Las migraciones estacionales son

quizá los únicos desplazamientos horizontales que se realizan

de forma más generalizada durante la vida del cefalópodo, y

pueden abarcar distancias considerables. Sin embargo,

108

existen también numerosas especies que se desplazan

estacionalmente desde aguas costeras hacia más profundas y

viceversa por motivos ligados a la reproducción o a la

alimentación. En este caso, se trata de desplazamientos que

tienen una doble componente espacial: horizontal y vertical.

Desafortunadamente, en el caso de Architeuthis no existen

todavía suficientes datos que permitan inferir si realizan o no

este tipo de migraciones.

Se ha comprobado que hay muchas especies que se

desplazan de aguas superficiales a otras más profundas y

viceversa (desplazamiento batimétrico) a medida que

avanzan en su desarrollo y crecimiento. Cuando estos

desplazamientos están relacionados con la edad y el

crecimiento del animal se llaman migraciones ontogénicas, y

consisten en que generalmente las primeras fases del

desarrollo llamadas paralarvas en los cefalópodos y los

juveniles viven en zonas relativamente someras

(epipelágicas), mientras que los subadultos y adultos habitan

a mayor profundidad, ya sea entre aguas (meso y

batipelágicos) o en el fondo (bentónicos).

Fig. 24. Esquema que ilustra la migración ontogénica de un

cefalópodo. Las paralarvas nacen cerca de la costa y a medida que crecen, los juveniles migran a aguas más profundas donde crecen y

maduran para regresar a reproducirse, ya adultos, a la costa.

105

109

Quizás puede sorprender al lector que se utilice el

término paralarva para referirse a las etapas tempranas del

desarrollo y crecimiento de algunas especies de cefalópodos

en lugar de utilizar el término más clásico de larva. En

realidad el tema surge de un debate sobre la utilidad y

validez de emplear el término larva en los cefalópodos.

Young y Harman examinaron la cuestión en profundidad y

publicaron en 1988 un trabajo en el que concluyeron que el

término larva, tal y como se emplea en otros organismos,

necesitaría una ampliación tan grande para ser aplicado a los

cefalópodos, que se volvería operacionalmente inútil. Ello

debido principalmente a que el proceso por el que un

cefalópodo recién nacido se transforma en un subadulto no

requiere destrucción de tejidos ni cambios en la expresión

génica, es decir, una metamorfosis, sino meras

trasformaciones morfológicas. Así, ambos investigadores

propusieron el término paralarva para identificar a los

juveniles planctónicos que cumplen ciertos criterios

ecológicos y, en algunos casos, morfológicos. Por lo tanto,

una paralarva corresponde a aquel individuo de una especie

de cefalópodo que después de su eclosión y durante las

primeras etapas de su crecimiento es pelágico y propio de

aguas superficiales durante el día, llevando un tipo de vida

diferente al de los individuos más viejos de su propia

especie, y que carece de una metamorfosis verdadera.

Es muy poco lo que se conoce sobre las paralarvas y

los juveniles de Architeuthis. La información prácticamente

se reduce a una paralarva aparecida en muestras de

plancton, identificada por C.C. Lu como perteneciente a un

calamar gigante, pero cuya identificación no ha sido

refrendada, y a otras 14 paralarvas obtenidas en aguas de

Nueva Zelanda por S. O’Shea, empleando redes de plancton

cerca de superficie en los primeros meses de 2003, cuya

identificación tampoco ha sido refrendada por otros

especialistas.

Desde hace más de doscientos años se sabe que

bastantes especies de cefalópodos se acercan a la superficie

durante la noche desapareciendo de ella durante el día. Estos

desplazamientos verticales, a veces de varios cientos de

110

metros, han servido para agrupar a las especies según su

rango de distribución. De acuerdo con esa clasificación, que

se debe a Gilbert L. Voss (1968), los calamares gigantes del

género Architeuthis en sus fases tempranas (paralarvas y

juveniles) podrían considerarse epi y mesopelágicos; es

decir, vivirían en plenas aguas y entre la superficie y unos

700 m de profundidad, mientras que los adultos lo harían

generalmente a mayor profundidad, alcanzado cotas de hasta

1.500 metros (batipelágicos), aunque en las proximidades

del fondo y preferentemente en la cercanía de cañones

submarinos. Esto significaría que tienen una migración

ontogénica, lo que todavía está por probar.

Por otra parte, los datos proporcionados por los

registros actualmente disponibles parecen indicar que los

calamares gigantes adultos y subadultos ascienden desde

zonas relativamente profundas a capas entre 200 y 450 m de

profundidad para comer entre bancos de peces, que siguen a

su vez los movimientos diarios de sus presas planctónicas,

regidas por la luz solar. Sin embargo, este punto también es

otra incógnita.

Fig. 25. Paralarva de Architeuthis capturada en aguas superficiales de Nueva Zelanda. (S. O’Shea, 2002)

111

Capítulo 4

PRIVILEGIOS EN LAS AGUAS ASTURIANAS

El Jurásico terrestre y marítimo asturiano

El 31 de marzo de 2004 se inauguró el Museo Jurásico

de Asturias (MUJA), que está ubicado en la Rasa de San

Telmo del concejo de Colunga, a medio camino de la capital

del concejo y la localidad de Lastres. El MUJA se levanta en

un terreno alto desde el que se descubren unas vistas

magníficas del litoral oriental de la región. Desde esta

posición, en el exterior, contemplando la panorámica

marítima que se abre a nuestros ojos, pocos conocen lo que

encierran los fondos submarinos que hay tan próximos.

Los contenidos del MUJA abarcan la secuencia

temporal que transcurre por los tres periodos mayores del

Mesozoico: Triásico (250-205 millones de años antes de

nuestra era), Jurásico (205-140 millones de años) y

Cretácico (140-65 millones de años). Hay una especial

dedicación a las distintas faunas de dinosaurios durante el

Mesozoico y a las transformaciones de la geografía europea a

lo largo de esta era, con un módulo dedicado a explicar la

historia geológica de Asturias. Un periodo, el asturiano, que

contiene porciones de los 600 últimos millones de años de la

Fig. 26. Museo Jurásico de Asturias en Colunga

109

112

vida en la Tierra. Se hace hincapié en el Jurásico litoral,

desde los niveles marinos de la formación Gijón hasta los

canales representados en la formación Lastres. Entre otras

cosas, también tienen cabida los acontecimientos posteriores

al Mesozoico o los últimos 65 millones de años. Además, en

la colección fundacional del MUJA hay unos 8.000 ejemplares

de fósiles procedentes exclusivamente del Jurásico asturiano:

icnitas de dinosaurio (unas 150 huellas extraídas del litoral

de la región); restos de vertebrados (200 restos de

dinosaurios, cocodrilos, tortugas y peces); fósiles vegetales

(103 muestras de restos vegetales y 11 fragmentos de

troncos de gran tamaño); y, lo que es más interesante para

nuestra historia, elementos de invertebrados (más de 6.000

ejemplares de cefalópodos ammonoideos, y braquiópodos).

La costa jurásica asturiana venía reclamando desde

hace varios años una institución museística de este tipo. Los

investigadores también venían demandando más medios y

planificación para este tipo de estudios sobre el mejor

yacimiento Jurásico de Europa. De momento, la Costa

Jurásica está a la espera del distintivo de Patrimonio de la

Humanidad que concede la UNESCO. Sin embargo, esta

iniciativa quizá se quede corta porque cerca, entre los

cañones submarinos de Avilés, Lastres y Llanes, existen

poblaciones estables de calamares gigantes prácticamente

únicas en el mundo.

Según cuenta José Luis Sánchez Guillén, profesor de

Biología y Geología del Instituto de Enseñanza Media Pando

de Oviedo, la excavación realizada en el tramo de la autovía

del Cantábrico que une Colunga y Ribadesella bajo el Sueve

sacó a la luz un tesoro de alto valor geológico y

paleontológico. El hallazgo es de tal nivel que la Subcomisión

Internacional de Estratigrafía del Ordovícico, a propuesta de

su presidente Stan Finney, ha declarado el lugar de interés

geológico mundial. Incluso el túnel ha pasado ha llamarse

oficialmente Ordovícico del Fabar. El Ordovícico comenzó

hace 500 millones de años y finalizó hace unos 430 millones

de años. Juan Carlos Gutiérrez Marco, director del Instituto

113

de Geología Económica (CSIC-UCM) y descubridor del

yacimiento, lo califica como “el más importante del

Ordovícico del noroeste peninsular”. Fósiles invertebrados

marinos como trilobites, microfósiles y otros organismos hoy

desconocidos conforman, junto con la presencia de caolín y

del petróleo más antiguo de España, un valioso botín que ya

ha sido declarado de interés geológico internacional. Hace

460 millones de años Asturias estaba sumergida y formaba

parte de una plataforma continental de dimensiones

gigantescas que tenía una anchura de unos seiscientos

kilómetros. Aquel mundo perdido se extinguió casi en su

totalidad, desapareciendo el 90% de todas las especies que

lo habitaban, después de la glaciación de finales del

Ordovícico y de “la madre de todas las extinciones”, como

denominan los científicos a la acontecida en la tierra hace

250 millones de años, la cual dio paso a la vida tal como la

conocemos en la actualidad.

El árbol genealógico de los cefalópodos

¿Cómo eran los cefalópodos durante esas eras

geológicas? Los cefalópodos son un grupo de moluscos

bastante antiguo. Los Paleontólogos han situado su origen

hace unos 535 millones de años en el Cámbrico Medio o

Superior. Uno de los primeros grandes grupos en aparecer,

provistos de concha externa, fueron los nautiloideos, que

pudieron surgir muy tempranamente a partir de un

arqueogasterópodo de concha recta. El rasgo adaptativo

emergente más importante fue la formación de cámaras

llenas de gas dentro de la concha externa. Este desarrollo

evolutivo implicó el precintado hermético de la parte

posterior de la concha con cámaras calcáreas, que se

comunicaban con el resto del animal a través de un ramal

carnoso. Este ramal, el incipiente sifúnculo, fue fundamental

para permitir el llenado de las cámaras con un líquido. Los

restos fósiles han mostrado que los nautiloideos tuvieron una

gran radiación adaptativa en el Ordovícico (450 millones de

años), habiéndose identificado más de doscientos géneros.

114

Uno de los linajes exitosos fue el de los Bactrítidos, que

según la mayoría de los paleontólogos, fueron los

antecesores de los coleoideos y ammonoideos y cuyo primer

representante apareció hace unos 380 millones de años en el

Devónico. Los nautiloideos y ammonoideos tuvieron una

diversidad parecida durante aproximadamente 175 millones

de años en el Paleozoico, pero estos últimos fueron

superiores en riqueza de formas y abundancia durante el

Mesozoico (225-65 millones de años)

Los ammonoideos se extinguieron a finales del

Cretácico, hace unos 65 millones de años, mientras que los

nautiloideos, cuya diversidad decreció notablemente durante

el Terciario, tienen todavía un género (Nautilus) viviente que

cuenta con varias especies.

Se desconoce el origen de los grupos actuales de

coleoideos, taxón al que pertenecen todos los cefalópodos

actuales menos Nautilus, pero parece que surgieron entre el

Triásico superior y el Jurásico inferior (195-180 millones de

años). Aunque no se sabe cuando aparecieron las formas de

calamares gigantes del género Architeuthis o del género

Taningia, que habitan las fosas submarinas de Asturias, éstas

o sus predecesores directos son muy probablemente seres

del Jurásico que merecían ser considerados como auténticos

“dinosaurios marinos”.

Hay algunos zoólogos que consideran que la amplia

variación estructural de los cefalópodos vivientes, comparada

con la relativamente pequeña variación de las conchas fósiles

115

Fig. 27. Nautiloideo, (Cenoceras sp) de 11,5 cm y Ammonites

(Cruasiceras sp) de 39 cm de diámetro, ambos fósiles.

Fig. 28. Ejemplar viviente de Nautilus pompilius.

y combinado con la gran biomasa de los cefalópodos

actuales, son indicios que sugieren que actualmente nos

hallamos ante un máximo de su desarrollo evolutivo. No

obstante, esto es bastante especulativo si se considera que

hay identificadas a partir de los registros fósiles unas 10.500

especies de cefalópodos con concha externa y que se han

116

descrito al menos 28 órdenes fósiles, lo cual es mucho más

que las 700 especies y 4 órdenes de lo cefalópodos actuales.

Algunos compañeros de los cefalópodos en su

escenario evolutivo

Además de llamar la atención sobre una gran cantidad

de similitudes existentes entre los cefalópodos y los peces de

esqueletos óseos o teleósteos, Andrew Packard arguyó

persuasivamente en 1972 que su evolución ha estado

poderosamente influida por las presiones de competencia y

depredación ejercida por peces y reptiles marinos desde el

Mesozoico en adelante. Particularmente, Packard sugirió que

la radiación adaptativa de los peces y reptiles en las aguas

costeras forzó a los cefalópodos con concha, propios también

de esas áreas, a tratar de conquistar aguas más profundas y

lejanas del litoral. Una consecuencia de ello fue la pérdida de

la cocha externa con cámaras, debido a que la presión

hidrostática limitaba su desplazamiento pues la baja presión

en el interior de las conchas las hacía implosionar con la

profundidad. Subsecuentemente, algunos de los nuevos

coleoideos sin concha retornaron a aguas someras para

competir de nuevo con los teleósteos. Ciertamente, una

característica sobresaliente de la evolución de los cefalópodos

con concha externa, excepto Nautilus, es que todos se han

extinguido por lo que esta hipótesis había sido aceptada

ampliamente. Sin embargo, el descubrimiento de que los

coleoideos comenzaron a existir en el Devónico Inferior

mostró que cualquier presión por depredación sobre ellos

debió de ser ejercida por vertebrados muy primitivos, como

los peces acorazados o placodermos.

Basándose en esta y otras evidencias, en 1991

Aronson modificó el escenario descrito por Packard,

proponiendo que tanto los cefalópodos con concha externa

como los coleoideos primitivos vivieron en zonas someras

pero también en aguas profundas durante el Paleozoico y el

Mesozoico, y que posteriormente los cefalópodos con concha

externa fueron eliminados de las aguas poco profundas.

Incluso aunque el tiempo de la influencia de la depredación

117

en el escenario propuesto por Packard fuese erróneo, hay

evidencias bastante convincentes en las formas modernas de

Fig. 30. Los calamares gigantes (derecha) pueden considerarse

auténticos dinosaurios marinos, tal como los de tierra (izquierda).

los cefalópodos que la depredación puede ser un factor crítico

en la distribución de varias especies. La cuestión es que

cuando se trata de comprender las interrelaciones y

coevolución entre los depredadores y sus presas no sólo se

deben considerar características morfológicas sino también

etológicas. Tomando un ejemplo, la piel de los pulpos no sólo

implica elaborados mecanismos para el mimetismo y la

adopción de coloraciones de emergencia, sino que esos

instrumentos deben estar diseñados de manera que se

acoplen perfectamente al sistema visual de los vertebrados,

que han sido sus principales depredadores en el mar y con

los cuales han estado interactuando durante millones de

años.

La presión por competencia y depredación ejercida

por los saurios marinos desapareció prácticamente a finales

del Mesozoico, es decir hace unos 65 millones de años. Sin

embargo, los mamíferos marinos, cuyos primeros

representantes, derivaron de mamíferos terrestres parecidos

a mustélidos y úrsidos, durante el Eoceno (hace unos 55

millones de años), ocuparon paulatinamente su lugar. Las

reconstrucciones realizadas a partir de los restos fósiles

sugieren que estos animales vivían cerca de la costa y

nadaban de forma parecida a las focas actuales.

118

Fig. 30. Plesiousaurio capturando peces y cefalópodos

Rasgos principales en la evolución de los cefalópodos

El rasgo clave que aparece en la evolución de los

cefalópodos es el desarrollo de mecanismos de flotación de

baja presión. Es la inclusión de un espacio con aire dentro de

una concha lo que diferencia a los cefalópodos primitivos del

resto de los moluscos. Las consecuencias de esto fueron,

primariamente, la capacidad de regular su flotabilidad,

seguida por la interiorización y reducción de la concha, y el

desarrollo de la musculatura del manto para la locomoción

por propulsión a chorro, lo que les permitió desplazarse con

mayor rapidez y a mayores distancias que sus antecesores.

Asociado a ello aconteció el desarrollo de órganos de los

sentidos más eficaces, un aumento del tamaño y de la

complejidad del cerebro, cambios en la piel que permitieron

el mimetismo y la comunicación, todo lo que dio lugar a la

aparición de comportamientos complejos, que permitieron,

entre otras cosas, aumentar su supervivencia individual.

Los cefalópodos actuales han desarrollado un ciclo

vital con un amplio abanico de características, como sus

estrategias reproductivas, que muestran una flexibilidad

adaptativa muy importante. Todas ellas, excepto las de

Nautilus, pasan por un gradiente que va desde una freza o

desove simultáneo y masivo al final de su vida a una freza

continua durante una larga porción de su ciclo vital, pero

nunca hay ciclos múltiples de reposo y regeneración gonadal,

es decir, se reproducen una única vez en su vida, después de

la cual entran en un breve periodo de senectud y mueren,

ello debido a causas todavía no muy bien conocidas. Estas

estrategias reproductivas están adaptadas a un grado

determinado de estabilidad en el ecosistema, y representan

119

adaptaciones exitosas de cada especie a las características

de diferentes medios y presiones demográficas enfrentadas

durante los procesos evolutivos. Así, en ambientes

extremadamente inestables predominan las especies en las

que el desove es terminal y simultáneo, mientras que en los

ambientes extremadamente estables las especies presentes

tienen una freza prácticamente continua (Fig. 51).

La fecundidad de los cefalópodos, aunque muy

variable, es mucho más elevada en la mayoría de las

especies que en Nautilus, y su desarrollo embrionario y

larvario es mucho más breve. Por otra parte, las paralarvas o

estadios tempranos de los cefalópodos son bastante

diferentes de las larvas especializadas del resto de los

moluscos, que se denominan trocófora y veliger. De hecho,

los cefalópodos recién nacidos son, en esencia, adultos en

miniatura aunque sus proporciones corporales sean

diferentes. Esta ausencia de metamorfosis es otro rasgo

característico de los cefalópodos, que incrementa la

posibilidad de supervivencia individual y generacional.

Además, los cefalópodos actuales presentan unas

elevadas tasas de crecimiento y unas tasas de ingestión y de

eficiencia nutricional muy altas. Una tasa de crecimiento

elevada disminuye teóricamente la tasa de mortalidad

natural en las fases tempranas debidas a la depredación

porque los individuos son de tamaño pequeño durante menos

tiempo, reduciendo su vulnerabilidad. Por otra parte, la

supervivencia de los recién nacidos se beneficia por el

cuidado de la puesta hasta su eclosión, estrategia que han

desarrollado varias especies de octópodos. Finalmente, la

esperanza de vida de los cefalópodos actuales, excepto

Nautilus, es muy corta, no sobrepasando los dos años en la

mayoría de las especies, y nunca, aún en aquellas más

longevas, los cinco, aunque hay un trabajo reciente que

indica hasta 15 años de edad en Architeuthis sanctipauli de

unos 150 Kg. de peso corporal.

En definitiva, el estilo de vida que han adoptado la

mayoría de los cefalópodos vivientes es “vivir rápidamente y

morir jóvenes”, al contrario que la mayor parte de los peces

que crecen más lentamente y se reproducen varias veces a lo

120

largo de su vida. Es decir, mientras que los cefalópodos y la

mayoría de los peces actuales tienen estilos de vida

semejantes, poseen profundas diferencias en cuanto a su

ritmo vital.

Fig. 31. Evolución de los cefalópodos

122

Montañas en tierra y fosas en el mar

El macizo central asturiano es la región occidental de

lo que normalmente se denomina cordillera Cantábrica, que

surgió en vísperas de los fenómenos geológicos que

originaron los Pirineos. Es el sector de mayor variedad

litológica, en donde se encuentran materiales blandos, como

las calizas, y materiales cristalinos, como los granitos, las

cuarcitas y las pizarras. Esta variedad se debe a la mezcla de

elementos que se produjo en la zona de contacto entre el

zócalo y la fosa sedimentaria. La presión sufrida aquí por los

materiales fue máxima y provino del oriente. De esta manera

se formó la “rodilla asturiana”, más doblada cuanto más

hacia el este. Pero esa intensa presión no sólo dobló los

materiales, sino que los fracturó, formándose entonces un

sector de bloques elevados y hundidos que complican aún

más el relieve. Los ríos son cortos y de gran poder erosivo,

tendiendo a cortar perpendicularmente las estructuras,

aunque terminan por seguirlas. En el occidente encontramos

las sierras de Gamoniteiro, Aramo, Rañadoiro y la Bobia. En

el oriente podemos distinguir la cordillera, con sierras como

las de Pontón, Somiedo, Vegarada o Cebolledo, la fosa

prelitoral del Nalón y las sierras prelitorales de Naranco,

Suevo y Fito, y en el extremo oriental los Picos de Europa,

que son un gran bloque elevado de caliza, que ha sido

intensamente afectado por los procesos de glaciación. El

conjunto también presenta importantes formaciones

cársticas, no sólo en las cumbres sino también en las zonas

costeras. En el litoral se pueden observar hasta cuatro

superficies de abrasión. La rasa es el único elemento de

continuidad con el sector occidental. Si hacia el norte el

macizo central asturiano es escarpado, hacia el sur es

tendido, y se comunica con la meseta a través de las rañas

del norte de la cuenca sedimentaria. Los ríos más

importantes son cinco: Navia, Narcea, Nalón, Cares y Sella. Y

las mayores alturas se alcanzan en los picos de Torre

Cerredo (2.648 m) y Peña Vieja (2.618 m).

Los materiales más antiguos de Asturias se localizan

en la zona occidental. En el macropliegue con alabeamientos

123

del Narcea existen formaciones del Precámbrico, cuya

antigüedad varía entre 570-2.500 millones de años. También

se observan materiales más modernos, entre 400 y 570

millones de años, del Paleozoico inferior, que describen el

arco o rodilla astúrica, donde se encuentran los afloramientos

graníticos de Salave, Boal y El Pato.

Desde el macizo central asturiano hasta el mar el

territorio es muy estrecho y cae desde más de 2.000 metros

hasta la línea costera cuya longitud es de 334 Km. A

continuación, y ya sumergida, se extiende una estrecha y

reducida plataforma continental. Su máxima extensión es a

la altura de Tapia de Casariego, donde llega a los 50 Km. En

otros lugares es más estrecha, como en Ribadesella, San

Esteban de Pravia y Avilés, donde apenas se alcanza los 16

Km. A partir de los 200 m termina la plataforma y empieza el

talud continental, que se extiende hacia zonas abisales de

hasta 4.200 metros de profundidad.

Una innegable peculiaridad del fondo oceánico que se

extiende frente a Asturias es la existencia de tres cañones

submarinos: Avilés, Lastres y Llanes. Estas formaciones

cortan no sólo el talud continental sino que su cabecera

incide claramente en la parte externa de la plataforma,

aproximadamente para profundidades comprendidas entre

150 y 4.000 metros. El perfil transversal de esos cañones

varía desde formas en V en la parte superior hasta formas en

U en la parte inferior.

Por lo tanto, considerando los relieves terrestre y

submarino de Asturias, en un espacio de aproximadamente

50 Km. existe un desnivel de más de 6.500 metros. Los

materiales que forman las paredes de los cañones

submarinos proceden de diferentes períodos geológicos, y

tienen parangón con los que conforman el relieve emergido:

esquistos blandos, cuarcitas y granitos. Se trata de una

amplia zona donde es posible que existan bolsas de gas y de

petróleo. Al extenderse desde el borde de la plataforma

existen cambios en los fenómenos que controlan su

morfología, pasando a dominar los procesos sedimentarios

frente a los erosivos con el aumento de profundidad.

Fig. 32. Mapa donde se indican los tres cañones que se adentran en la plataforma de la costa asturiana y

el centro geográfico del caladero de pesca de Carrandi.

133

Entre el cañón de Avilés, que discurre en dirección

NO-SE, y el de Lastres, que lo hace en dirección opuesta, se

extiende una playa de pesca conocida por los pescadores

como “caladero de Carrandi”, cuyo centro geográfico queda

prácticamente en la vertical de Colunga. Este caladero

discurre durante unos 45 Km. a profundidades comprendidas

entre los 400 y 1.100 metros, sorteando pozos como el de la

Vaca. En ese caladero faenan arrastreros asturianos y

gallegos, muchos de ellos a la modalidad de pareja, en una

pesquería dirigida principalmente a la bacaladilla, que

constituye uno de los alimentos más importantes en la dieta

de Architeuthis. Son precisamente esos barcos los que

habitualmente capturan calamares gigantes, como aconteció,

por ejemplo, en septiembre de 2002, cuando la pareja de

arrastreros gallega formada por los barcos “Helena María” y

“Bautista Pino” capturó accidentalmente un macho maduro

de 42 Kg. y 98 cm de manto en las proximidades del Pozo de

la Vaca (43º54.26’N-5º28.38’W) a una profundidad

comprendida entre 450 y 475 metros.

Exploraciones acústicas

Desde 1962 se han observado 47 registros de

calamares gigantes en la costa occidental de Asturias. De

éstos, casi el 75% corresponden a animales vivos capturados

por arrastreros que faenan entre 400 y 800 m de

profundidad en el extenso caladero de Carrandi.

El ritmo natural de apariciones de calamares gigantes

en aguas de Asturias es de un registro por año. Sin embargo,

esto ha cambiado significativamente en dos ocasiones en los

últimos años. El primero de estos fenómenos aconteció entre

el 13 de septiembre y el 23 de octubre de 2001, cuando

cinco calamares gigantes se hallaron varados cerca de la

zona donde los barcos Barracuda y Nina Hay 502, trabajaron

desde principios de septiembre hasta finales de octubre,

realizando prospecciones geofísicas en busca de bolsas de

gas natural o de petróleo mediante el uso de dispositivos de

cañones de aire comprimido. Dos años más tarde, entre el 13

y 17 de septiembre de 2003, otros cuatro calamares gigantes

134

vararon o fueron recolectados moribundos flotando en

superficie en las proximidades de la costa. En esta ocasión

los cadáveres se recogieron en las cercanías de los lugares

donde se desarrolló una campaña del proyecto internacional

Marconi. Esta campaña de investigaciones geofísicas discurrió

entre el 30 de agosto y el 18 de septiembre de 2003, y en

ella se utilizaron también dispositivos con 10 cañones de aire

comprimido para producir ondas acústicas de baja frecuencia

(<100 hertzios) y de alta intensidad (200 decibelios por

cañón). En ambos casos, el objetivo de esos cañones de aire

comprimido era generar ondas sónicas capaces de atravesar

la columna de agua y varios kilómetros de subsuelo marino,

para luego recoger las ondas reflejas en los sismógrafos del

barco, y así conocer las naturaleza de los materiales de la

corteza terrestre, y la presencia o no de bolsas de gas

natural o petróleo.

Todos los ejemplares aparecidos en ambas ocasiones

pudieron ser estudiados y conservados; seis se congelaron a

-20º C inmediatamente después de su recolección y el resto

fueron fijados en formol al 10% en agua de mar. Se

realizaron las necropsias de estos nueve ejemplares de A.

dux, encontrándose que ocho de ellos eran hembras

inmaduras o en maduración de entre 67 y 140 Kg. de peso,

mientras el noveno era un macho maduro de 66 Kg. Siete de

estos ejemplares están conservados en el Aula del Mar de

CEPESMA en Luarca, otro se conserva en la sede de la

Sociedad Gallega de Historia Natural en Ferrol, y el restante

en el Museo del Mar que la Dirección General de Pesca del

Principado de Asturias tiene en Gijón.

La hembra más grande entre las estudiadas (140

Kg.), varó en la playa de Colunga el 13 de septiembre de

2003. Este ejemplar tenía un manto cuyo grosor era de 35

mm y mostraba una banda de 43 cm de ancho en la zona

central del manto con graves lesiones tisulares visibles a

simple vista. Las túnicas externa e interna de colágeno que

envuelven la musculatura del manto estaban intactas,

mientras que, por el contrario, las fibras musculares y

radiales que hay entre ambas túnicas estaban destrozadas y

convertidas en pequeños trozos. El grosor de la zona

135

afectada era de 20 mm y mostraba intacto el reticulado

romboidal de fibras de colágeno que hay entre las capas

musculares del manto.

Fig. 33. a) Lesiones en las paredes del manto y en los órganos internos de la hembra de mayor tamaño; b) Las capas de fibras musculares circulares y radiales de la pared del manto entre las túnicas externa e interna de colágeno de este ejemplar estaban

destrozadas y convertidas en pequeñas trozos.

136

Fig. 34. Fotografía mostrando una visión lateral del estatocisto de

un Architeuthis dux de 157 cm de longitud total; mac: mácula; cr:

crista y anticristas (numerados de 1 a 7); h: hámulos numerados de

1 a 5 (J.Z. Young, 1989)

Por otra parte, se observó que todos los trozos de

fibras musculares estaban embebidos en un líquido cuya

concentración de amonio era elevada. Además de la

destrucción diferencial de las paredes del manto, este animal

mostraba la mayoría de los órganos internos prácticamente

deshechos y formando un amasijo de tejidos dentro de la

cavidad paleal: los órganos del tracto digestivo tenían varias

largas y profundas llagas en distintas zonas, especialmente

en el ciego; la glándula digestiva estaba reventada, y su

contenido, un fluido parduzco de consistencia oleosa, estaba

esparcido sobre el resto de la masa informe de tejidos; la

capa externa del epitelio en columna de ambos corazones

branquiales estaba desgarrada en varias zonas, dando la

impresión de haber explosionado; las branquias estaban muy

magulladas y mostraban varios capilares rotos; el ovario

estaba roto en varios pedazos y numerosos ovocitos

desprendidos se habían esparcido por toda la cavidad del

manto. Aunque se buscaron, no se observaron signos de

congestión vascular o microhemorragias. Ello podría deberse

al relativamente pequeño volumen sanguíneo

(aproximadamente un 5% del peso corporal) y a la dificultad

de observar hemorragias en animales cuya sangre carece de

células y donde el pigmento respiratorio-la hemocianina-es

de color azul claro. Además, se observó que este animal

mostraba daños importantes en su sistema receptor del

equilibrio o estatocistos. En los receptores de gravedad había

algunas células foliculares receptoras de la mácula

gravemente dañadas, y también estaban dañadas algunas

células foliculares secundarias de las cristas del sistema de la

recepción angular de ambos estatocistos.

125

137

Las lesiones halladas en las cinco de las seis hembras

restantes y en el macho consistían principalmente en daños

severos en sus estatocistos y en el sistema microvascular de

sus branquias. Las concentraciones de Cd, Zn, Co, Cr y Ni en

el músculo del manto, glándula digestiva, corazón y

branquias de tres de estos ejemplares estuvieron dentro de

los rangos encontrados en otros cefalópodos pelágicos de

zonas poco contaminadas. En ninguno de los ejemplares

estudiados se observó una carga parasitaria de metazoos

excesiva. Finalmente, ninguno de los ejemplares mostró

signos o lesiones atribuibles a microorganismos, ni se

aislaron bacterias patogénicas en los cultivos de tejidos

obtenidos de los tres cadáveres frescos.

Fig. 35. Macho de Architeuthis dux de 66 Kg. varado en la costa

occidental de Asturias

138

Considerando el estado de madurez de los

ejemplares, la mayoría inmaduros o madurando, quedó

patente que su muerte no se produjo debido a una

mortalidad natural posterior a su único ciclo reproductivo y

tampoco se observaron indicios de otras posibles causas de

muerte natural o de captura accidental. Por el contrario,

tanto las lesiones observadas en los clamares gigantes como

la concurrencia entre el sustancial incremento de los

varamientos y la presencia de barcos realizando

prospecciones geofísicas con cañones de aire comprimido,

sugieren que la muerte de estos animales pudo estar

relacionada con el daño subletal o letal producido por el

impacto de ondas acústicas.

El impacto de la tecnología acústica marina sobre el

medio ambiente y los organismos marinos es un tema

candente, sobre todo en lo referente al efecto letal que las

ondas de presión de diferente origen y naturaleza pueden

causar en los oídos y en la activación del gas sobresaturado

presente en la sangre de los mamíferos marinos y en sus

células de diferentes tejidos, al formar microburbujas que

pueden causar embolismos en los órganos vitales. Este

asunto ha dado lugar, entre otros, al trabajo de P.D. Jepson

y colaboradores, publicado en Nature a finales de 2003, con

réplica y contrarreplica muy recientes. No obstante, como se

ha constatado en numerosas reuniones internacionales de

expertos, se conoce muy poco sobre el impacto de la

tecnología acústica marina tanto sobre los ecosistemas como

los organismos marinos, y mucho menos en el caso de los

cefalópodos.

Hasta la fecha, además de los nueve ejemplares

anteriormente citados, hemos examinado otros diecisiete

varados en diferentes partes de la costa española, además

de otros seis procedentes de Namibia, y esta es la primera

vez que se han observado el tipo de lesiones encontradas en

la mayor de las hembras. Lesiones que, por su impacto

diferencial en tejidos de distinta composición química y

microestructura, así como por la ausencia de llagas o heridas

externas en el manto, no pueden explicarse como

consecuencia de varazones o capturas accidentales.

127

139

Por otra parte, la presencia de daños en los receptores

de ondas del sistema del equilibrio nos permite plantear el

siguiente mecanismo para explicar su muerte: esas lesiones

podrían haber provocado fácilmente la desorientación en los

animales, así como una disfunción en la información sensorial

que les permite regular su posición general y la de algunas

partes de su cuerpo, en particular ante los giros. Además de

esa desorientación, las ondas acústicas podrían también

haberlos aturdido, debido a que son bastante sensibles a

vibraciones de baja frecuencia. Desorientados y aturdidos,

estos cefalópodos, moderadamente activos y con flotabilidad

neutra, podrían haber ascendido hacia la superficie, pasando

desde aguas profundas, cuya temperatura varia entre 10 y

12,5ºC, a capas de aguas más superficiales, donde la

temperatura puede superar los 15º C en la época del año en

que se produjeron los acontecimientos. Como la capacidad de

transporte de la hemocianina disuelta en la sangre de los

calamares gigantes disminuye cuatro veces cuando la

temperatura pasa de 6,4 a 15ºC, parece plausible pensar que

nuestros calamares podrían haber muerto asfixiados.

Como los calamares gigantes flotan después de

muertos y son suficientemente grandes como para que sus

cadáveres tarden en ser devorados por los carroñeros, su

presencia podría ser un indicador del impacto que ejercen las

ondas de presión acústica sobre el ambiente y la fauna

marina de profundidad. Por otra parte, los cadáveres

hallados en Asturias quizá sólo sean la punta de un iceberg

que esté señalando efectos importantes sobre otras especies

marinas, algunas de ellas de importancia comercial.

Es indudable que para conocer a fondo los efectos de

los pulsos acústicos de diferente intensidad y frecuencia en

los organismos marinos, es necesario incrementar los

estudios físicos, fisiológicos y etológicos. Sin embargo, ante

la ausencia de suficientes conocimientos y la presencia de

muchas incertidumbres, es recomendable adoptar una

actitud precautoria. No se trata tanto de prohibir este tipo de

técnicas, cuya utilidad es grande, sino que todos los agentes

implicados acepten y afronten el problema. Consideramos

que se debería ser muy cauto a la hora de utilizar tecnología

140

acústica hasta que su impacto en los ecosistemas y

organismos se conozca suficientemente. También se debería

abrir un debate transparente y profundo, concienciando lo

más posible a la sociedad, con el mejor lenguaje posible, y

principalmente dirigido a que se cree la capacidad necesaria

para que se produzca el desarrollo científico apropiado en el

uso de estas técnicas. Todo ello orientado a que se

establezcan los mecanismos adecuados para que los

gobiernos correspondientes presten la debida atención a este

asunto.

¿Por qué aparecen tantos calamares gigantes en

Asturias?

Es difícil hallar explicaciones precisas a esta pregunta.

Una respuesta obvia es porque Architeuthis dux habita en

las proximidades de las costas asturianas. Lo que todavía se

desconoce es si efectúa allí todo su ciclo vital, o, por el

contrario, únicamente pasa una fase de su vida. Hasta ahora

no se han encontrado puestas, ni recién nacidos, ni juveniles

sino hembras inmaduras o en maduración (nunca

completamente maduras) y dos machos maduros. El motivo

de que no se hayan capturado paralarvas o ejemplares de

menor tamaño puede ser triple: por una parte que no se han

buscado, por otra que los aparejos de pesca de los

arrastreros son excesivamente grandes, y finalmente que los

pesqueros no faenan en los lugares donde moran esos

individuos. Otros tres factores a considerar son que la

mayoría de las capturas y subsiguientes varamientos se

produjeron principalmente en otoño, que se capturaron en

copos con abundante bacaladilla juvenil, y que los animales

presentaban estómagos vacíos o con muy escasos restos de

contenidos, siendo estos fundamentalmente de peces

teleósteos.

La proximidad de los cañones submarinos parece ser

un factor importante para explicar la presencia de

Architeuthis en aguas asturianas. Esto mismo es lo que

acontece en Nueva Zelanda, donde la mayoría de los

141

Fig. 36. Hembra inmadura de 70 Kg. de A. dux capturada por un

pesquero en la zona más occidental del caladero de Carrandi en

octubre de 2002. (Foto de Eloy Alonso)

calamares gigantes son capturados en las proximidades del

cañón de Kaikoura. Por otra parte, hay que considerar que el

hábitat debe ser idóneo para Architeuthis en lo referente a

las condiciones oceanográficas reinantes así como en la

abundante presencia de las presas potenciales con

aceptables niveles de capturabilidad.

Conocer algo de la biología de la que parece ser la

presa principal de los calamares gigantes en las aguas

asturianas nos puede llevar a una mejor comprensión de los

motivos por los que están allí estos cefalópodos. La

bacaladilla o lirio (Micromesistius poutassou) es un pez

marino de la misma familia que la merluza y el bacalao, es

decir, un gádido.

Esta especie alcanza hasta 50 cm de longitud total y

un peso máximo de 850 g. pudiendo llegar a vivir hasta 20

años. Es un pez pelágico cuyo rango de profundidad varía

entre 150 y 3000 m, siendo sobre todo frecuente entre 300 y

400 metros de profundidad. Su dieta se compone

fundamentalmente de pequeños crustáceos, pero los

individuos grandes también comen peces y cefalópodos.

142

Efectúa migraciones diarias verticales, apareciendo cerca de

la superficie durante la noche y más próxima al fondo

durante el día. Esta especie es propia de zonas templadas y

su área de distribución es muy amplia extendiéndose desde

79°N hasta 26°N en latitud y desde 67°W a 40°E de

longitud, o lo que es lo mismo: en el Atlántico nororiental

desde la parte sur del mar de Barents y las costas Noruegas

hasta alrededor de Islandia por el norte, y por el sur hasta el

cabo Bojador en las costa africana; en el Atlántico

noroccidental abarca desde el sur de Groenlandia hasta la

costa noreste de los Estados Unidos de América; es también

común en el Mediterráneo y el mar Negro.

El área de desove más importante en el Atlántico

noreste se localiza al noroeste de Irlanda, y la freza acontece

en primavera. Las larvas y los juveniles se dispersan por una

gran área, siendo la zona meridional del golfo de Vizcaya una

zona de alimentación y crecimiento, donde abundan los

juveniles de entre 18 y 22 cm de longitud, que forman

cardúmenes de varios kilómetros de extensión, distribuidos

en agregados discretos a lo largo de toda la costa. Tiene

importancia comercial ya que sólo en las aguas europeas se

Fig. 37. La bacaladilla, Micromesistius poutassou.

131

143

pescan más de un millón y medio de toneladas anuales. Se

captura al arrastre con artes de pesca cuya apertura de boca

puede alcanzar hasta unos 4.000 metros cuadrados. Esas

artes trabajan próximas al fondo o entre aguas, y la

operación puede hacerse con una o dos embarcaciones,

como en el caso de las parejas en Asturias. Suele darse un

lance de pesca diario de entre 8 y 10 horas de duración a 2,5

nudos de velocidad. El volumen de agua que pasa a través

de la red en cada lance es enorme, variando entre 120 y 160

millones de metros cúbicos.

La presencia de juveniles de bacaladilla frente a las

costas asturianas está relacionada con, al menos, dos

fenómenos: en primer término, con la existencia de

corrientes de agua templada que transportan las larvas y

juveniles desde el área de puesta hasta estas costas, y en

segundo lugar a la presencia de abundante alimento, lo que

está ligado a la existencia de un afloramiento de aguas

profundas y ricas en nutrientes que se produce en

primavera-verano. Este enriquecimiento de las aguas

favorece la producción, primero de fitoplancton, y luego, de

presas abundantes y asequibles para la bacaladilla juvenil,

Fig. 38. Esquema de una red de pesca de arrastre tirada por un

solo barco.

144

fundamentalmente crustáceos pelágicos. Esto acontece hacia

el otoño, que es la época del año en que más intensa es la

explotación de la especie y cuando se producen el mayor

número de capturas de Architeuthis.

Un escenario plausible de lo que ocurre con los

calamares gigantes, independientemente de que tengan o no

un área de desove en aguas asturianas, es que estos

animales pueden vivir ocultos y protegidos en zonas

profundas de los cañones submarinos (1.000-1.500 m) y

ascender por ellos hasta la plataforma (250-600 m) para

alimentarse. Aunque todavía no existen imágenes de cómo

se nutren, en razón de sus características anatómicas y de lo

observado en otros calamares, se supone que éstos gigantes

deben situarse próximos o dentro de un banco de bacaladilla

alargando sus tentáculos para capturar a sus presas una por

una. Luego de apresado, el pez es llevado hacia la boca,

donde es matado de una fuerte y certera dentellada en las

proximidades de su bulbo raquídeo, y después, engullido en

pequeños trozos, nunca entero, con la ayuda de la rádula.

Esta operación debe llevarles algún tiempo al que además

hay que agregarle que deben comer aproximadamente entre

un 5 y un 10% de su peso diariamente. La consecuencia es

que deben gastar bastante tiempo en alimentarse. Los

calamares gigantes deben ser bastante certeros a la hora de

capturar a sus presas, ya que cualquier demora o deficiencia

en su captura representa un gasto energético inaceptable,

por lo que estos cazadores deben valerse muy

probablemente, de su gran agudeza visual, muy necesaria en

aguas de luz tenue y difusa, y de su capacidad de detectar la

luz polarizada, que les proporciona una imagen muy precisa

de sus potenciales presas.

145

Capítulo 5

LO QUE ACTUALMENTE CONOCEMOS SOBRE LA VIDA DE LOS CALAMARES GIGANTES

Algunas características generales de los cefalópodos

Los cefalópodos se sitúan entre los animales más

hermosos de la naturaleza y su comportamiento es complejo

y fascinante. Actualmente existen unas 700 especies

vivientes, muy pocas si se las compara con las miles de

especies de otros grupos zoológicos. Sin embargo, su bajo

número es compensado por su gran abundancia en los

océanos. Los cefalópodos poseen una enorme capacidad de

adaptación y elasticidad para ajustarse a todo tipo de

ambientes y ecosistemas marinos, por lo cual su forma

corporal y sus estilos de vida son muy variados. El

cefalópodo adulto más pequeño (Idiosepius) mide

aproximadamente 8 mm de longitud, mientras que el más

grande (Architeuthis) alcanza hasta cerca de dos y medio

metros de longitud corporal, hasta 22 de longitud total,

siendo el mayor invertebrado que existe actualmente. Por

otra parte, hay un pulpo pigmeo, Octopus micropyrsus, que

escasamente alcanza los 50 gramos de peso, mientras que el

pulpo gigante del Pacífico septentrional, Octopus dofleini,

crece hasta alcanzar cerca de los 100 Kg. El típico pulpo que

uno acostumbra ver, y en muchas ocasiones comer,

corresponde a especies que viven en hábitat intermareales y

submareales, pero existen otras especies como los

denominados pulpos cirrados (Opisthoteuthis y Cirrothauma,

por ejemplo), así como Vampyroteuthis, que viven en las

aguas profundas de los océanos, generalmente por debajo de

los 3.000 m de profundidad, adaptados completamente a

dichos ambientes. También hay cefalópodos, como el pulpo

Vulcanoctopus hydrothermalis, que moran en ambientes

extremos como lo son las fuentes hidrotermales oceánicas

146

que se encuentran a más de 2.000 m de profundidad y

donde la actividad volcánica genera un ecosistema único con

temperaturas que oscilan entre los 2ºC y los 300ºC y aguas

tan llenas de metales pesados y elementos volcánicos que

otras especies peor adaptadas morirían rápidamente.

Fig. 39. Cuadro esquemático mostrando la clasificación de los cefalópodos actuales (Clase Cephalopoda).

147

Aunque los cefalópodos habitan desde el Ecuador

hasta ambas regiones polares, no se ha encontrado ninguno

en el mar Báltico, el mar Negro, ni en aguas dulces. Esto se

debe a que los cefalópodos no están capacitados a vivir en

aguas de baja salinidad. Sin embargo, gracias a su enorme

adaptabilidad, algunas especies como el calamar Lolliguncula

brevis han colonizado aguas salobres, soportando salinidades

de hasta 17 partes por mil. En cuanto a su forma de vida,

muchos cefalópodos, como por ejemplo los omastréfidos o

potas, viven en las capas superiores de los océanos, donde

compiten con los peces por el alimento y son presa de aves y

mamíferos marinos. Estos cefalópodos, tienen el cuerpo en

forma de torpedo, son rápidos nadadores y activos

depredadores a diferencia de las especies que viven a

profundidades intermedias, cuya naturaleza es delicada y

poco activa al grado de tener que retener cloruro amónico en

algunas cavidades o en los tejidos de su cuerpo para poder

flotar sin esfuerzo. Esto ocurre en gran cantidad de especies

de la región subantártica, donde son tan abundantes que

constituyen el alimento básico de los cachalotes. En otras

regiones, los cefalópodos constituyen pesquerías de gran

importancia económica.

Los calamares gigantes del género Architeuthis son

cefalópodos pertenecientes al filo Mollusca, es decir,

invertebrados parientes de organismos tan conocidos como el

mejillón, las ostras, las almejas o el caracol. A su vez, entre

los cefalópodos pertenecen a la subclase que agrupa a

aquellos que tienen concha interna (Coleoidea), y dentro de

ella se ubican en el orden de los verdaderos calamares

(Teuthida) y del suborden que engloba a los que carecen de

córnea en sus ojos (Oegopsida), que es un suborden

extremadamente polimórfico y compuesto de numerosas

familias que ocupan una gran variedad de hábitats.

Forma y función

El cuerpo de todos los cefalópodos puede dividirse en

dos partes principales: la anterior, que se denomina

cefalopáleo y está formada por la cabeza, una corona de

148

apéndices móviles (los brazos y tentáculos) y el sifón, y la

posterior o visceropáleo, que consiste en un saco muscular o

manto, en cuyo interior se alojan las branquias y las

vísceras; el espacio vacío que existe entre ellas recibe el

nombre de cavidad paleal.

La cabeza está bien separada del manto por una

constricción nucal y en su base, por el lado ventral, se

localiza el sifón, que es un embudo cónico, estrecho por la

parte anterior y ancho en la posterior, que corre paralelo al

eje longitudinal del cuerpo. En Architeuthis, los márgenes

laterales inferiores del sifón están conectados al manto

mediante un cartílago de cierre del sifón con el manto recto y

sencillo, que funciona como un broche.

Fig. 40. Esquema de un Architeuthis (A), el brazo modificado

para la reproducción en machos, llamado hectocotilo (B) y la

maza tentacular (C).

149

En la cabeza, y rodeando a la boca, el calamar gigante

tiene diez extremidades: ocho brazos y dos tentáculos. Los

brazos se numeran desde el par dorsal al ventral: el primer

par es el dorsal, el segundo el dorsolateral, el tercero el

ventrolateral y el cuarto el ventral. En ellos se pueden

observar dos filas de ventosas pedunculadas que poseen

anillos de dientes córneos para lograr un mejor agarre de su

presa. Los brazos derecho e izquierdo del mismo par suelen

ser semejantes en longitud.

Los tentáculos se localizan entre los brazos

ventrolateral y ventral y consisten en un largo pedúnculo o

funículo que termina en una expansión apical, la maza

tentacular, que posee cuatro filas de ventosas, las dos de en

medio de mayor tamaño que las laterales. En esta última se

distinguen tres partes: la anterior o dáctilo, la media o mano

y la posterior o carpo. En el carpo hay numerosas ventosas y

almohadillas. A lo largo del funículo se alternan almohadillas

y ventosas en dos filas, lo que representa una de las

principales características de este género.

Fig. 41. Maza tentacular de Architeuthis.

150

Fig. 42. Tentáculo de Architeuthis donde se aprecian las dos filas de ventosas y almohadillas alternadas entre si que hay a lo largo del funículo.

El manto es un saco muscular fusiforme que contiene

los órganos internos. Está constituido por tres capas

musculares y la piel, todas bajo control nervioso. La

musculatura del manto es la responsable de los movimientos

respiratorios y del sistema de propulsión a chorro de los

cefalópodos. La piel tiene numerosas bolsas y células con

pigmentos responsables de la coloración y de los cambios de

color del animal.

Los calamares gigantes poseen un par de aletas en el

extremo del manto, de pequeño tamaño con los márgenes

posteriores cóncavos. Probablemente estas aletas cumplan

una función más bien de estabilización que de propulsión.

Como en todos los cefalópodos, los sexos en el

calamar gigante están separados: siempre hay machos y

hembras. Aunque en larvas y juveniles es difícil diferenciar

entre ambos sexos, a medida que el animal crece y va

madurando aparecen diferencias morfológicas claras entre

machos y hembras. Estas diferencias, que permiten

distinguirles externamente, se denominan dimorfismo sexual

y se deben al desarrollo de los caracteres sexuales

151

secundarios. Las hembras de Architeuthis alcanzan tamaños

más grandes que los machos, y, por otra parte, ambos

brazos ventrales de éstos experimentan modificaciones

morfológicas con la maduración, convirtiéndose en

estructuras especializadas para el traspaso de los

espermatóforos (paquetes de esperma que produce el

macho) durante la cópula. Cada una de las porciones

modificadas de estos brazos se denomina hectocotilo. En

Architeuthis, sin embargo, la hectocotilización característica

de los machos es muy leve, consistiendo en que algunas

ventosas apicales se transforman en laminillas casi cubiertas

por los márgenes del brazo que se ensanchan y se engrosan.

Esto se debe muy posiblemente a que en Architeuthis el pene

está muy desarrollado, sobresaliendo varios centímetros por

fuera del manto en los machos adultos, por lo cual parece

probable que lo utilicen para traspasar directamente los

espermatóforos a la hembra, función realizada por el

hectocotilo en numerosas especies.

Algo que llama la atención inmediatamente es que

Architeuthis posee unos tentáculos extremadamente largos y

que estos no son retráctiles, es decir que no pueden meterse

en el interior de una bolsa, como ocurre por ejemplo en las

sepias. Considerando que una hembra adulta puede llegar a

tener un cuerpo que mide unos dos metros y medio de

manto, más una cabeza de 50-80 cm. de largo, pero que su

longitud total puede alcanzar de 18 a 20 metros, esto

significa que el animal poseería unos tentáculos de entre 14

y 16 m. de longitud.

¿Por qué el calamar gigante posee unos tentáculos tan

largos? Como todos los cefalópodos, Architeuthis es un

depredador y lo poco que se conoce sobre su dieta indica que

consume peces y otros cefalópodos. Como todos sus demás

congéneres, Architeuthis utiliza sus tentáculos como

extensiones con las que atrapan a sus presas. Una vez que

las tienen sujetas con los tentáculos, las atraen y las

envuelven con los brazos para comenzar a comerlas. Debido

a su gran tamaño y al enorme gasto energético que debe

representar desplazar un cuerpo tan grande como el suyo, lo

más probable es que Architeuthis no sea un buen nadador. Si

152

esto es así, los tentáculos serían utilizados para capturar a

sus presas a distancia, evitando así el tener que moverse

rápido para acercarse a ellas. Esta sería una razón de

economía energética, pero se pueden aducir también razones

de estrategia cazadora, según la cual el cuerpo del cazador

permanece relativamente lejos de la presa, que no sospecha

ser alcanzada por tan largas extremidades. Pero todo esto

son solo suposiciones, ya que nadie todavía ha visto a un

calamar gigante cazando.

La forma de los cefalópodos está relacionada con su

hábitat y su conducta. De ella se deduce que los Architeuthis

son organismos que, pese a ser relativamente poco activos,

se desplazan por la columna de agua. En este sentido, la

forma hidrodinámica del calamar gigante le permite

desplazarse por el agua con la mínima resistencia. El manto

del calamar gigante es fusiforme, y se estabiliza por las

aletas durante el desplazamiento. Además, cuando nadan,

los cefalópodos juntan sus brazos y tentáculos

extendiéndolos a lo largo del eje del cuerpo para reducir la

resistencia al agua. Una vez conseguida la forma

hidrodinámica, ¿cómo se impulsa el Architeuthis? Sus aletas

son demasiado pequeñas como para ser eficientes

propulsores, por lo que el impulso principal para la natación

lo proporciona la expulsión de agua a presión por el sifón.

Architeuhis, como la mayoría de los cefalópodos utilizan la

propulsión a chorro como medio de propulsión desde

millones de años antes que el hombre siquiera existiera. El

agua penetra en la cavidad paleal por el hueco que hay entre

la cabeza y el manto, siendo luego expulsada a través del

sifón, cuya función durante la natación es la de concentrar y

dirigir el chorro de agua, logrando un impulso efectivo en

sentido contrario al que el agua es expulsada. Para ello, la

musculatura del manto se contrae y, junto con comprimir el

agua que hay dentro de la cavidad paleal, cierra los bordes

de manto mediante dos broches que se denominan cartílagos

de cierre del sifón, lo que impide que el agua salga por donde

había entrado obligándola a salir por el sifón, cuya forma de

embudo flexible y la gran lengüeta interna que hay en

Architeuthis regulan tanto la presión como la dirección del

153

chorro permitiendo al animal desplazarse en la dirección

deseada.

Anatomía interna

Las descripciones de los órganos internos de

Architeuthis existentes en la bibliografía son muy escasas. El

sistema digestivo de Architeuthis se abre en la boca, situada

en el bulbo bucal, en la base de los brazos. La boca se halla

provista de dos mandíbulas semejantes al pico de los loros y

de una rádula. Las mandíbulas, o pico, son dos, una inferior

y otra superior, y están constituidas por un material fibroso

muy duro (queratina). Sus bordes libres son afilados y

cortantes, mientras que los demás están insertados a

poderosos músculos. Pueden cortar fácilmente carne e

incluso romper caparazones de crustáceos, conchas y huesos

de los animales que constituyen sus presas.

La rádula es una larga cinta sobre la que están fijados

dientes minúsculos dispuestos en hileras transversales de

siete dientes cada una. Su función es parecida a la de una

lengua rasposa: arrancar partes carnosas de estructuras

duras y arrastrarlas hasta la entrada del esófago.

En el bulbo bucal desembocan tres tipos de glándulas

salivales: sublingual, anteriores y posteriores. La función de

la glándula salival sublingual se desconoce todavía con

precisión. El par de glándulas salivales anteriores secretan

principalmente mucosidad, mientras que las glándulas

salivales posteriores, que aquí son muy pequeñas, secretan

enzimas digestivos además de sustancias tóxicas con las que

paralizan, o matan, a sus presas.

La boca se continúa en el esófago, cuya luz es

estrecha y no se puede dilatar porque pasa a través del

cerebro y del cartílago craneal. Por esa razón, estos gigantes

no pueden tragar grandes presas sino que deben trocearlas

previamente, como ocurre en el resto de los cefalópodos. A

continuación del esófago se abre el estómago, que es muy

largo, extendiéndose hasta el final de la cavidad paleal, y

cuyo color externo es blanco. Sus paredes son musculosas

y

154

Fig. 43. Anatomía general interna de una hembra de Architeuthis según Roper y Voss, 1982

219

Fig. 44. Mandíbula superior (a) e inferior (b) de un Architeuthis.

está tapizado internamente por una cutícula plisada, igual

que acontece en el esófago. Después del estómago existe un

ciego que es un saco arrollado en espiral, cuyas paredes

carecen de cutícula y son un epitelio mucoso y ciliado. Entre

el estómago y el ciego desembocan dos conductos provistos

de apéndices -los conductos digestivos- provenientes de la

glándula digestiva. A continuación del ciego viene el

intestino, que se abre en el ano, situado en la parte ventral

anterior de la cavidad del manto, próximo al sifón.

En conjunto, el digestivo está dispuesto en forma de

U. En el ano hay dos lóbulos grandes o dos conspicuas

papilas anales. Forma parte también de este sistema la bolsa

de la tinta. Esta estructura es una especialización de la

glándula rectal que se ha transformado en una glándula y

bolsa de tinta, que se abre cerca del ano. En Architeuthis la

bolsa de la tinta es relativamente pequeña. La tinta está

formada por melanina, pero también contiene otras

sustancias, como tirosina, que irrita los ojos y paraliza

temporalmente los órganos olfatorios de los depredadores.

Apenas se sabe nada de cómo es y cuanto dura la

digestión en los calamares gigantes. Sin embargo, como

ocurre en otros cefalópodos oceánicos, se conoce que son

carnívoros y muy voraces, pudiendo comer al día hasta un

10% de su peso corporal. Las enzimas digestivas son

220

Fig. 45. Fotografía electrónica de la rádula de un

Architeuthis formada por 7 filas de dientes y dos filas de

placas marginales.

elaboradas principalmente en la glándula digestiva, y la

digestión se realiza en el estómago, aunque puede

completarse de forma intracelular en dicha glándula, que

representa entre el 3 y 5% de peso total del animal. La

duración de la gestión a temperaturas entre 10º y 12ºC, que

son las reinantes en el hábitat propio de estos animales,

debe durar más de doce horas. La absorción se realiza sobre

todo en el ciego y en la glándula digestiva. En el intestino

apenas hay absorción y su función principal consiste en la

formación de los excrementos; como ocurre en otras

especies, los restos deben ser envueltos en abundante

mucosidad.

Como todos los cefalópodos, Architeuthis debe tener

un catabolismo proteico, es decir, queman principal y

primariamente proteínas, en lugar de usar lípidos, que dan

más energía por masa consumida. Este sistema es pues

antieconómico y también peligroso ya que las proteínas son

el componente somático más importante, pero tiene una

ventaja que es aprovechada por estos, y otros calamares,

que consiste en producir amoniaco como producto final de la

combustión. El amoniaco unido a otros iones, como los de

cloro, da lugar a sustancias menos densas que el agua de

mar. La acumulación de esas substancias ricas en amonio en

determinadas cavidades del cuerpo o en el músculo

proporciona una flotabilidad neutra a los cefalópodos que las

poseen. Y eso es lo que acontece en Architeuthis, donde el

músculo del manto y de los brazos presenta un sistema

vacuolar lleno de productos de esa naturaleza,

proporcionándoles un sistema de flotación económico. Por

otra parte, la glándula digestiva exuda una sustancia líquida

de color parduzco con una elevada concentración de lípidos.

El amonio, los lípidos y que el cartílago de la cabeza sea

reticulado en lugar de compacto, como ocurre en otras

especies de cefalópodos, sugieren con relativa contundencia

221

que estas grandes criaturas pueden flotar durante largo

tiempo entre aguas sin apenas esfuerzo muscular. Sin

embargo, la alta concentración de amonio en los tejidos

musculares hace que su carne sea incomestible, y también

que su putrefacción sea muy rápida y con un olor

característico.

Esta condición de animales con flotabilidad neutra

conduce a pensar que se trata de criaturas con poca

capacidad para la natación. Lo que parece corroborar el

pequeño tamaño de sus aletas, así como la relativa debilidad

del aparato cartilaginoso de cierre del sifón con el manto,

que es indispensable para la natación a reacción, cuando el

animal expulsa el agua contenida en la cavidad del manto a

través del sifón.

Architeuthis tiene, al igual que la mayoría de los

cefalópodos, un sistema circulatorio evolucionado y con una

organización compleja, que difiere del sistema circulatorio de

otros moluscos (como caracoles, ostras, babosas, almejas,

etc.) por la existencia de una extensa red de arterias y de

venas y por presentar un gran número de capilares, en lugar

de lagunas abiertas donde se mezcla la sangre arterial con la

venosa produciendo un intercambio poco eficaz,

característico de la mayoría de los moluscos. Este sistema

circulatorio consta de un corazón principal o sistémico con

dos aurículas y un ventrículo. En las aurículas desembocan

las venas branquiales eferentes, mientras que del ventrículo

parte la vena aorta, con ramificaciones a las vísceras,

órganos de la cabeza y brazos. El corazón sistémico, muy

musculoso, impulsa la sangre oxigenada en las branquias a

través de las arterias. La sangre vuelve de los capilares por

un sistema venoso complejo: las venas abdominales llevan la

sangre procedente de las vísceras; las venas paleales, la del

manto; y la vena cava anterior, la de la cabeza. Todas estas

venas desembocan en los vasos branquiales eferentes, que

confluyen a su vez en un par de corazones branquiales, que

impulsan la sangre a las branquias, donde es oxigenada por

un mecanismo de contra-corriente entre la sangre y el agua

inhalada en la cavidad paleal. Las branquias de Architeuthis

son muy largas, alcanzando un tercio de la longitud del

222

manto del animal. Cada branquia está formada por entre 50

y 70 laminillas branquiales por hemibranquia. Estas

corresponden a finas láminas altamente capilarizadas donde

se produce el intercambio gaseoso. La sangre vuelve a las

aurículas a través de las venas branquiales eferentes. Dado

que la sangre circula por venas, arterias y corazones, se

trata de un sistema circulatorio cerrado, que es característico

de los cefalópodos y, a la vez único, pues no existe en

ningún otro grupo de moluscos.

El oxígeno es transportado por la hemocianina, una

proteína con cobre que circula en la sangre en forma de

agregados moleculares (no hay hematíes) y se origina en las

glándulas branquiales, que están adheridas al par de

corazones branquiales. Aunque la capacidad de absorción del

oxígeno es alta (superior al 50%), la de transporte en la

sangre es baja (inferior al 4,5%), por lo que Architeuthis,

como los demás cefalópodos, precisa bombear un gran

volumen de sangre por unidad de tiempo. En comparación

con un pez de su tamaño, necesita bombear ocho veces más

sangre para moverse la mitad de rápido. Aun así, y pese a

que debe tener unas tasas metabólicas muy altas, el oxígeno

no suele ser un factor limitante de la actividad. Sin embargo,

como ya se dijo, la capacidad de transporte de la

hemocianina, que disminuye cuatro veces de lo normal

cuando la temperatura aumentaba de 6,4 a 15º C, si lo

puede ser.

En Architeuthis no hay verdaderos riñones ya que

como en todos los cefalópodos, su sistema excretor está

compuesto de varias estructuras relacionadas con los

sistemas respiratorio y circulatorio: los apéndices de los

sacos renales, las glándulas pericárdicas anejas a los

corazones branquiales, los apéndices renopericárdicos, los

apéndices renales de la vena cava, las branquias, y, en

alguna medida, la glándula digestiva. El producto principal de

la excreción es el amoníaco y las superficies branquiales

constituyen una vía importante para la eliminación de los

desechos nitrogenados. La orina se origina por un proceso de

filtrado, y parte de sus componentes son reabsorbidos en los

apéndices renales de la vena cava y en las branquias. El

223

líquido renal de Architeuthis, como el de otros cefalópodos,

es un medio idóneo para la proliferación de diferentes tipos

de parásitos.

Todos los órganos internos de Architeuthis están

cubiertos por una membrana gruesa de color rojizo que está

unida a la cara interna del manto. Además de encerrar y

proteger los órganos, esa membrana encierra una cavidad

muy peculiar, que se denomina celoma, cuya función es

proteger al corazón, almacenar tanto los productos de

desecho como los genitales.

El celoma se divide en dos secciones: la pericárdica y

la genital, unidas ambas por el conducto gonopericárdico. En

la primera sección se alojan básicamente el corazón

sistémico, los branquiales y las glándulas pericárdicas,

mientras que la segunda contiene el estómago, el ciego,

parte del intestino y las gónadas.

El sistema reproductor de las hembras de Architeuthis

consta de un ovario, dos oviductos y dos glándulas

nidamentarias. El ovario se sitúa en la parte posterior de la

cavidad del manto y en el se forman los ovocitos. Se han

observado ejemplares de Architeuthis de Asturias

(probablemente A. dux) en los que el ovario representaba el

0,4% del peso total de la hembra cuando ésta era todavía

inmadura, mientras que éste se incrementó hasta un 2,1%

en tres hembras en maduración y en hembras maduras de

otras regiones el ovario alcanza entre el 5 y 8% de su peso.

La función principal de las glándulas nidamentarias es la

formación de las envolturas que rodean a los huevos tras la

cópula.

La fecundidad potencial de la hembra en maduración

de 81 Kg capturada en Asturias se estimó en nueve millones

doscientos mil ovocitos. Esta estima concuerda con las

realizadas en una hembra casi madura de 168 Kg hallada en

las costas de Escocia, cuyo ovario pesaba 7676 g donde se

calcularon diez millones de ovocitos. El tamaño de los

ovocitos en las hembras de Asturias todavía en proceso de

maduración varió entre 0,2 y 0,4 mm, valores inferiores a los

observados en una hembra de 200 Kg capturada en

Sudáfrica, donde la dimensión de los ovocitos varió entre 0,5

224

y 1,4 mm. Por otra parte, en una hembra madura de 180 Kg

varada en Argentina, cuyo ovario pesaba 14.024 g, los

ovocitos medían entre 0,65 y 2,52 mm.

Fig. 46. Anatomía interna de una hembra de Architeuthis. (Foto de S. O’Shea).

225

Se desconoce cómo es el desarrollo ovárico y también

si la hembra realiza una o varias puestas. Sin embargo, dada

su alta fecundidad potencial y las limitaciones de capacidad

del oviducto, es de suponer que se realicen varias puestas en

vez de una sola. Los ovocitos maduros migran del ovario a

los oviductos y durante su desplazamiento desde el extremo

próximal al distal pasan por las glándulas oviductales. Es

muy probable que las glándulas secreten substancias

químicas que induzcan la activación y atracción de la

esperma a los ovocitos. Al llegar al extremo distal del

oviducto los ovocitos son, probablemente, expulsados a la

cavidad paleal donde las secreciones de las glándulas

nidamentarias los recubren con una gelatina, formando la

puesta. Teóricamente, debería ser en este momento cuando

se produce la fecundación de los ovocitos. Una vez formada

la puesta, es expulsada de la cavidad paleal por la

contracción del manto.

La forma de la puesta de Architeuthis es totalmente

desconocida hasta la fecha, pero se supone que será una

masa flotante de huevos, semejante a una gran esfera o a un

cilindro transparente. Como la gelatina absorbe agua, la

puesta podría dilatarse y llegar a tener un diámetro cercano

a uno o dos metros. Esta puesta flotaría a media agua

arrastrada por las corrientes marinas hasta la eclosión de las

paralarvas. Aunque hay limitada información sobre la

especie, es muy probable que la puesta tenga estas

características ya que se han observado puestas similares

pertenecientes a otras especies de cefalópodos oceánicos.

Las especies asociadas a la plataforma y talud continental,

como los pulpos y los calamares, realizan puestas que son

fijadas al fondo, pero parece poco probable que Architeuthis,

aunque habite ambientes asociados al talud y cañones

submarinos, tenga esta estrategia en particular. Sea como

sea, es muy poco lo que se conoce sobre este aspecto de la

biología del calamar gigante y hablar más al respecto es pura

especulación.

150

226

En la figura 25 se ilustró un ejemplar de tres

centímetros que parece ser un juvenil de Architeuthis. Sin

embargo, los recién eclosionados de esta especie, a juzgar

por el tamaño de los ovocitos maduros no superaría los 2,5

mm de longitud. Estas paralarvas, parecidas al adulto

aunque diferentes en sus proporciones corporales, deben

formar parte del zooplancton durante algún tiempo, siendo

arrastradas pasivamente por las corrientes. A medida que el

animal crece, aumenta su capacidad para migrar en la

columna de agua y para nadar activamente contra las

corrientes, pasando a ser un juvenil y adoptando

paulatinamente el hábitat de los adultos. Aunque se

sospecha que la mortalidad natural en los estadios

tempranos del desarrollo de Architeuthis debe ser muy

elevada, este es otro aspecto que se desconoce por

completo.

Un último punto interesante es que parece existir una

notoria desproporción entre el número de machos y de

hembras que se han encontrado en todos los océanos:

generalmente hay tres veces más hembras que machos. Ello

puede indicar que, o hay efectivamente una mayor

proporción de hembras que de machos, o que ambos sexos

viven en hábitat diferentes durante una parte de su ciclo

vital, siendo el hábitat de las hembras más expuesto a las

capturas que el de los machos, pero aquí también nos

adentramos en terrenos especulativos.

227

Fig. 47. Macho maduro Architeuthis de 60 Kg. de peso capturado

en Asturias. (Foto Eloy Alonso).

En los machos, los espermatozoides producidos por el

testículo son empaquetados y rodeados por membranas,

dando lugar a los espermatóforos. La longitud de los

espermatóforos depende del tamaño del macho, pero está

comprendida entre 110 y 150 mm. Las glándulas

espermatofóricas y accesorias son las responsables de las

secreciones que sirven de cemento para aglutinar los

espermatozoides así como de la formación de sus

membranas. Estas glándulas se unen al testículo a través

del conducto seminal deferente. Los espermatóforos

completamente formados se almacenan en el saco

espermatofórico o bolsa de Needham, de la cual salen a

través del conducto seminal aferente y del pene. Cuando

desaparece la cápsula del espermatóforo, su órgano

eyaculador se evagina y se liberan los espermatozoides para

fecundar a los ovocitos.

Los machos maduran a tamaños muy inferiores que

las hembras; se han registrado machos completamente

maduros entre 61 y 110 cm de LM. Las hembras alcanzan la

madurez en un amplio rango de tamaño.

En el Atlántico nordeste únicamente se han registrado

ocho machos desde 1952 hasta la fecha, todos ellos

funcionalmente maduros, y tres de ellos (Dinamarca, 1957,

Asturias, 2002 y Portugal, 2002) con espermatóforos

embebidos en la piel en varios de sus brazos y en el manto.

Actualmente se desconoce cual es el origen de estos

espermatóforos. Podría tratarse de una inyección de esperma

de otro macho, que en las obscuras aguas donde moran

estos animales, se confundió de sexo. Podría deberse

también, a una auto-inseminación accidental producida

cuando el macho copulaba con una hembra. Esta última es la

explicación más plausible porque los machos de esta especie,

mucho más pequeños que las hembras, poseen un verdadero

y conspicuo pene, que utilizan para colocar los paquetes de

228

esperma en las hembras durante la cópula que

probablemente (nunca se ha visto) sea cabeza contra

cabeza. La longitud y flexibilidad de ese órgano sexual, que

mide entre un 85 y 97 % de la longitud del manto, les

permite alcanzar diferentes partes de su propio cuerpo. Por

otra parte, la morfología del pene de

Fig. 48. Esperma embebido en la región basal de un brazo de

Architeuthis. (Foto Eloy Alonso).

Architeuthis es tal que les permite expulsar los

espermatóforos con gran fuerza, inyectándolos a tal presión

que son capaces de producir una herida en la epidermis, por

la cual penetran. Las dos únicas hembras fecundadas de

Architeuthis (probablemente A. sanctipauli) fueron

observadas por Norman y Lu en 1997 y se trataba de

ejemplares capturados en las costas del sur de Australia por

un arrastrero entre 500 y 1000 m de profundidad. Ambas

hembras maduras presentaban espermatóforos embebidos

dentro de la piel de los dos brazos ventrales, de forma

semejante a lo observado en los machos.

Desde hace tiempo se conoce que las hembras de

muchas especies de cefalópodos almacenan el esperma en

receptáculos seminales bastante especializados, donde se

preservan durante meses hasta que fertilizan los óvulos

maduros. Estos receptáculos pueden estar situados alrededor

de la boca, en la cabeza, en la cavidad paleal o dentro del

229

tracto reproductor. Por otra parte, hay otras especies en las

que los machos producen en el manto de la hembra heridas

externas y depositan allí sus espermatóforos. Esas heridas

pueden ser producidas por las mandíbulas o por los garfios

en que se transforman algunas ventosas de los brazos o de

las mazas tentaculares. Cuando esto ocurre, los machos de

estas especies tienen normalmente penes largos y

musculosos, cuya morfología sugiere que pueden usarse para

insertar los espermatóforos a presión en esas heridas. Sin

embargo, en Architeuthis no se han observado este tipo de

heridas externas en el cuerpo o brazos. De tal forma que el

mecanismo de inserción del esperma en las especies de

Architeuthis resulta bastante particular.

Otro aspecto importante de la reproducción de estos

calamares es cómo se realiza la fecundación de los ovocitos.

En la mayoría de los cefalópodos éstos son fecundados

cuando salen del oviducto (o de los oviductos, que a veces

son pares). En estos casos el esperma se encuentra

almacenado en receptáculos especiales próximos a la boca o

los espermatóforos están insertados, no embebidos, en la

cara interna del manto de la cavidad paleal. En esos lugares,

la hembra manipula el esperma y lo aproxima a los ovocitos,

y es entonces cuando el sistema eyaculador del

espermatóforo expulsa los espermatozoides de la cápsula

que conforma el espermatóforo, penetrando uno de ellos en

cada ovocito antes de que las sustancias secretadas por las

glándulas nidamentarias que lo rodean se vuelvan

impermeables al contacto con el agua. En Architeuthis el

problema es cómo llega el esperma embebido en los

tegumentos de los brazos o del manto de la hembra a entrar

en contacto con los ovocitos. En 1997, Norman y Lu

propusieron varias hipótesis para explicar este

mecanismo:

230

Fig. 49. Esquema de un espermatóforo. a: aparato eyaculador. ft:

filamento terminal. glc: glándula de cimentación. me: masa espermática. te: tubo eyaculador.

primero que la propia hembra usa sus mandíbulas, o las

ventosas, para desgarrar la piel sobre los espermatóforos y

liberarlos; en segundo lugar, que la piel de la hembra podría

experimentar algún proceso degenerativo en los lugares de la

implantación justo antes de la puesta, lo suficientemente

intenso como para que los espermatóforos queden al

descubierto; en tercer lugar, que los espermatóforos tengan

capacidad de migrar hacia la superficie de la piel, e incluso

desplazarse hasta el interior de la cavidad paleal cerca de la

salida del oviducto para encontrarse allí disponibles cuando

salen los ovocitos y fecundarlos.

El sistema nervioso de los cefalópodos es el más

desarrollado de todos los invertebrados y, en consecuencia,

origina unos patrones de comportamiento bastante

complejos, aunque variables según el hábitat al que cada

especie está adaptada. Se pueden reconocer masas

comparables a los ganglios cerebral, pedial, pleural y visceral

del resto de los moluscos, pero éstos han perdido su

integridad como ganglios individuales, se han subdividido y

se han reunido en un centro nervioso que rodea al esófago,

el cual funciona como un cerebro o sistema nervioso central

relativamente complejo. Comparado con su tamaño, el

cerebro de Architeuthis es relativamente pequeño; en un

ejemplar de 96 cm de longitud del manto y unos 90 Kg. su

cerebro apenas representó el 0,01% de su peso, presentando

además dos lóbulos ópticos de peso similar (0,01%). En otro

ejemplar (157 cm de longitud y unos 110 Kg. de peso) el

volumen del cerebro apenas representó el 0,008 % del

volumen del cuerpo, mientras que el volumen de los lóbulos

ópticos fue también del 0,008%.

En el cerebro existe una verdadera capa de neuronas

corticales que recubren un complejo neuronal más profundo.

Se pueden distinguir varias vías y conductos organizados,

231

también hay centros o lóbulos definidos que ejercen control

sobre determinadas actividades. Las respuestas a los

estímulos externos son parcialmente determinadas gracias a

las asociaciones neuronales específicas, pero los centros de

asociación de la corteza cerebral son capaces de

realizar

Fig. 50. Esquema del sistema nervioso central de Octopus vulgaris

en visión dorsal (A) y lateral (B). bm: lóbulo basal medio. bi: ganglio bucal inferior. bs: lóbulo bucal superior. cs: lóbulo

cromatofórico posterior. fim: lóbulo frontal inferior medio. fi: lóbulo frontal inferior. fs: lóbulo frontal superior. ma: masa subesofágica

anterior. mag: lóbulo magnocelular. nb: nervios braquiales. nia: nervio infundibular (sifonal) anterior. noc: nervio ocular. nof: nervio

olfatorio. np: nervio paleal. ns: nervio del estatocisto. nv: nervio visual. olf: lóbulo olfatorio. op: glándula óptica. ped: lóbulo

pedunculado. to: tracto óptico. vas: lóbulo vasomotor. vert: lóbulo vertical. (Young, 1971).

discriminación y aprendizaje. El cerebro consta de cuatro

partes principales: supraesofágica, subesofágica, lóbulos

ópticos y ganglio de la boca y de los brazos, todas ellas

interconectadas por numerosas comisuras. En Architeuthis la

parte que se sitúa por encima del esófago representa un 35,5

% del volumen total del cerebro y consta principalmente de

232

los ganglios cerebrales y de sus subdivisiones (lóbulo frontal

inferior, superior y vertical); no obstante, un par de nervios

pasan hacia el complejo bucal, que consta de un anillo

nervioso que rodea ganglios bucales superiores e inferiores

unidos entre sí. La región del cerebro que se halla por debajo

del esófago consta de ganglios (o lóbulos) pedios, pleurales

magnocelular y viscerales pares y de sus correspondientes

subdivisiones. Los lados derecho e izquierdo se han soldado

parcialmente formado una masa simétrica lobulada. Los

ganglios de los brazos y del sifón derivan de los pedios,

mientras que los pleurales y viscerales se han fusionado

formado una masa simple, generalmente denominada

ganglio visceral. Los nervios de los brazos, sifón, manto y

vísceras parten de la región subesofágica, donde también se

encuentran los centros de control de los músculos del ojo, el

iris, la pupila, de la actividad de los cromatóforos (lóbulo

cromatofórico), de los movimientos respiratorios inhalantes y

expelentes, de los movimientos de los brazos, manto y aletas

y de la actividad de distintos órganos viscerales.

Mientras que la región subesofágica es sobre todo un

centro motor, la supraesofágica está compuesta

predominantemente por centros de retención y transmisión

de estímulos sensoriales. Los nervios olfatorios y ópticos

entran en este nivel y los centros sensoriales que provocan

respuestas específicas a los estímulos sensoriales también se

hallan implantados en esta región del cerebro. La porción

cerebral supraesofágica contiene, además, una zona de

asociación. En Architeuthis, los lóbulos de los brazos

(braquiales) constituyen el 29,4 % del volumen total

cerebral, el lóbulo pedio el 14,1% y los lóbulos

paleoviscerales el 18,4%. El lóbulo magnocelular contiene

neuronas gigantes y recibe los estímulos sensoriales que las

activan. Cada una de estas neuronas se entrecruza con la del

otro lado y establece uniones con las neuronas gigantes de

segundo orden del ganglio visceral. Estas a su vez pasan a lo

largo de los nervios paleales hasta los ganglios estrellados

del manto, donde forman una unión sináptica con las

neuronas gigantes de tercer orden, cuyos axones inervan los

músculos del manto. En Architeuthis estos axones, o fibras

233

nerviosas, son ocho troncos que se dividen en nervios

menores inervando la parte anterior del manto, mientras la

musculatura paleal central y la posterior está inervada por

unas 18 ramificaciones del nervio mediano, que llega hasta

las aletas.

Las fibras gigantes de esos nervios no son

especialmente largas, pero existen fibras nerviosas gigantes

que proceden directamente del cerebro. En las fibras

gigantes el impulso nervioso se transmite a una velocidad

cinco veces mayor que las fibras nerviosas normales. La

conexión nerviosa entre cabeza y manto se produce a través

de los ganglios estrellados que están ubicados a unos 150

mm del borde anterior del manto y a 65 mm de su línea

media. Estos tienen forma de riñones alargados y en un

ejemplar adulto miden 22 x 12 mm, lo que es un tamaño

relativamente pequeño en comparación con el animal.

Al cerebro se conectan distintos órganos sensoriales.

Los ojos, que por su similitud con los de los vertebrados son

un claro ejemplo de convergencia adaptativa, son los

órganos de los sentidos más patentes y los mayores de

cualquier animal conocido. En los ejemplares de mayor

tamaño pueden alcanzar hasta 25 cm de diámetro. En el

caso de Architeuthis carecen de córnea (ojo oegópsido),

disponiendo de un cristalino, una pupila ajustable en el

centro de un iris pigmentado y de células pigmentadas

retinianas.

Los ojos del calamar gigante están adaptados a un

hábitat donde la luz es muy tenue o inexistente. Por

experimentos realizados en el laboratorio se ha determinado

que los calamares comunes son ciegos a los colores, pero se

desconoce si esto rige o no para los calamares gigantes. Los

lóbulos ópticos junto con sus correspondientes cuerpos

blancos, cuya función está relacionada con el sistema

inmunológico de estos animales, están embebidos en una

masa grande de tejido situada detrás de los ojos.

El hábitat donde mora el Architeuthis es un mundo

acuático submarino situado a gran profundidad donde apenas

llega luz solar. Es un mundo oscuro donde la supervivencia

de muchas especies depende de su capacidad de detectar o

234

generar luz y de permanecer camuflado en la escasa luz

ambiental. En este hábitat, el calamar gigante ha

desarrollado uno de los más completos y eficientes sensores

visuales del reino animal.

La luz penetra muy poco en los océanos, ya sea

porque es reflejada o absorbida. Cuando la luz del sol incide

sobre la superficie del mar, un 5% es reflejada y el resto se

transmite siendo rápidamente absorbida por el agua y por los

componentes químicos y orgánicos en suspensión. El agua

absorbe todas las ondas luminosas, excepto de las

correspondientes al color azul y verde, que corresponden a la

escasa luz que llega a las profundidades.

Los ojos del calamar gigante representan un

sofisticado sistema óptico para localizar a sus presas. Este

ojo, además, es el de mayor tamaño entre los animales del

planeta, hecho que podría explicarse en parte por el hábitat

del calamar gigante. Así, el tamaño de los ojos en

animales

235

Fig. 51. Fibras nerviosas gigantes del manto de Architeuthis (Nixon y Young, 2003)

Fig. 52. Estructura del ojo de un Architeuthis.

con actividad diurna, que viven en lugares iluminados, es

pequeño aunque el animal sea de grandes dimensiones.

Sencillamente, no es necesario un tamaño mayor para

satisfacer las necesidades de estos animales ya que la

densidad de elementos sensores en la retina es suficiente en

un ojo de unos pocos centímetros de diámetro para obtener

resoluciones altísimas. Por otra parte, en animales de

actividad nocturna o hábitat con muy poca luz, se han

desarrollado ojos un poco más grandes que en los animales

diurnos para desenvolverse perfectamente en la oscuridad.

En las grandes profundidades marinas apenas llega la

luz solar existiendo la débil luz generada por la

bioluminiscencia. Estos niveles de luz pueden haber

favorecido el desarrollo del ojo de Architeuthis, el cual es un

extraordinario órgano receptor fotomultiplicador. Su retina,

236

que tiene unos 25 cm. de diámetro, sirve para detectar la

escasa luz existente, pues la energía captada por varias

células se suma para obtener una respuesta significativa que

permite al animal ver con niveles de luz que representan una

total oscuridad para la mayoría de las especies que se

encuentren en el mismo nivel oceánico.

La retina del Architeuthis contiene aproximadamente

mil millones de unidades receptoras, frente a los ciento

treinta y dos millones de la retina humana. Esto le

permite

Fig. 53. La luz es absorbida al pasar por entre las capas de agua y

sólo las longitudes de onda azules llegan a las profundidades.

multiplicar su sensibilidad, respecto a nuestra retina, en casi

ocho veces manteniendo la misma resolución, lo cual le

resulta muy útil para cazar a las profundidades en que

habita.

Otros órganos sensoriales muy importantes en los

cefalópodos, que se localizan en la región occipital del

cráneo, son los estatocistos, los cuales corresponden a un

par de estructuras complejas en cuyo interior se alojan los

estatolitos, dos estructuras calcáreas duras de cristales de

237

aragonito además de materia orgánica. Los estatolitos tienen

unos 2 mm de longitud y su interior muestra anillos de

deposición rítmica, gracias a los que se puede determinar la

edad de estos organismos. Los estatocistos de Architeuthis

son de un tamaño relativamente pequeño en relación con el

animal. En los estatocistos (Fig. 35) hay dos sistemas

mecanorreceptores: mácula-estatolito y crista-cúpula. El

receptor de aceleraciones lineales o de la gravedad del

estatocisto -el sistema mácula-estatolito- es bastante amplio

debido a lo alargado de la mácula, pero también estrecho.

Este sistema utiliza información sobre la dirección de la

gravedad y la aceleración lineal para regular la orientación de

la cabeza, ojos y cuerpo, así como para controlar los reflejos

de la coloración de contra-sombreado producida por los

cromatóforos ventrales que tienen muchas especies de vida

pelágica. El sistema crista-cúpula proporciona al cerebro

información sobre la aceleración rotacional necesaria para

regular la posición de la cabeza, el sifón y los ojos del

animal. El sistema crista-cúpula de Architeuthis está

constituido por siete crestas protuberantes y cinco

oquedades. La estructura peculiar de este estatocisto es

parecida a la de otros cefalópodos con flotabilidad neutra, y

también sugiere que Architeuthis realiza los giros

lentamente. Nada se sabe sobre si los calamares gigantes

pueden oír o no, aunque esa capacidad parece demostrada

en otros cefalópodos y se realiza en los estatocistos, capaces

de detectar sonidos de baja frecuencia.

Se conoce muy poco sobre otros órganos sensoriales

de estas especies, aunque deben existir numerosos

receptores de presión, quimiorreceptores, receptores de la

posición de sus órganos internos y también fotorreceptores

distribuidos en diferentes partes del cuerpo.

Otra estructura rígida y dura presente en los

calamares gigantes es el gladio o pluma. Se ubica en la

región central más interna de la cavidad del manto, estando

adosada por el interior a los músculos de su pared dorsal y

envuelta en una membrana traslúcida delgada.

El grosor de las paredes del manto hacen que el

gladio no se note dorsalmente, pero confiere cierta rigidez a

238

todo el cuerpo en sentido longitudinal. Se extiende desde una

pequeña expansión triangular presente en el margen dorsal

del manto hasta la punta de la pequeña prolongación en

forma de cola que hay en su parte posterior. Su naturaleza

es quitinosa, con una zona central o raquis no muy

pronunciado ni robusto. La pluma posee dos anchas

expansiones laterales o palas en la zona media, que se

aguzan hacia los dos extremos, con el posterior terminado en

un endocono poco conspicuo. Esta concha residual interna es

bastante frágil sobre todo cuando se deshidrata, y aparece

con mucha frecuencia rota en los animales varados.

Estrategia reproductiva

Los cefalópodos son un grupo con una gran diversidad

de estrategias y comportamientos reproductivos. En muchas

especies, sobre todo costeras, el macho y la hembra adoptan

aptitudes exhibicionistas con importantes cambios en los

componentes cromáticos, texturales y posturales que

determinan la elección y la formación de la pareja para la

cópula. Aunque en la mayoría de las especies se forman

parejas para la reproducción esto no es óbice para que, en

muchos casos, las parejas cambien y una misma hembra

copule con varios machos. En varias especies, además de las

típicas disputas entre dos machos por una misma hembra, se

ha observado que durante el cortejo nupcial hay machos

intrusos o furtivos, que están a la espera que el macho

dominante abandone a su pareja para copular con la hembra,

eliminando previamente el semen del macho anterior. Este

comportamiento, que asegura que sea ese macho el que

realmente fecunde a la hembra, se denomina competencia

espermática.

Para ser un grupo con un número relativamente

pequeño de especies, los cefalópodos presentan una gran

diversidad de estrategias reproductivas que, en el fondo, son

un indicativo de su plasticidad a la hora de adaptarse a sus

diferentes hábitats. Así, cada especie posee adaptaciones

propias en su reproducción las que, atendiendo a factores

239

como la maduración de los ovocitos, el tipo de puesta y si

hay o no crecimiento entre las diferentes tandas de huevos,

se pueden agrupar dentro de cinco tipos de estrategias

reproductoras: 1) Cefalópodos que ponen una única vez en

su vida con una puesta terminal y simultánea, donde la

maduración de los ovocitos es sincrónica, la puesta

monocíclica, y los huevos son frezados en una sola tanda. En

este caso, todos los individuos frezantes morirían casi al

mismo tiempo después de una auténtica orgía sexual de toda

la población. Esto se ha observado, entre otras especies, en

el calamar de California Loligo opalescens. 2) Cefalópodos

que ponen varias veces durante su vida: a) Puesta policíclica,

donde hay varios ciclos de maduración de los ovocitos a lo

largo de la vida del animal. Esta estrategia reproductora se

ha observado únicamente en las especies de Nautilus; b)

Puesta múltiple, en la cual los ovocitos maduran por tandas y

la puesta es monocíclica, pero los huevos son puestos en

varias tandas distribuidas a lo largo de un periodo que

representa sólo una fracción de la vida del cefalópodo,

durante el cual se produce crecimiento somático entre cada

tanda de huevos. Esta estrategia reproductora es típica de

varios omastréfidos como la pota Sthenoteuthis oualaniensis;

c) Puesta terminal intermitente, la cual es muy semejante al

caso anterior pero sin que se produzca crecimiento somático

entre las tandas de huevos. Esta estrategia es típica de la

pota voladora Illex coindetii y de los calamares Loligo

vulgaris y L. forbesi, entre otras especies; d) Puesta

continua, en la cual se produce la maduración asincrónica de

los ovocitos, por lo cual la hembra,

240

Fig. 54. Estrategias reproductivas en cefalópodos y su relación con

el ambiente. (Rocha et al., 2001)

una vez que ha madurado, realiza una puesta monocíclica en

la cual va poniendo continuamente huevos a lo largo de un

extenso periodo de tiempo, que representa una importante

fracción de su ciclo de vida, y durante el cual hay crecimiento

somático. Esta estrategia se produce en especies que habitan

ambientes muy estables y es típica en pulpos de profundidad

como Opisthoteuthis agassizii.

En el caso del calamar gigante, hay una escasa

evidencia que indique el tipo de estrategia reproductiva que

este posee. La elevada fecundidad de las hembras y el

hábitat relativamente estable en que viven podrían indicar un

tipo de estrategia de desove múltiple o terminal fraccionada.

Sin embargo, careciendo de mayores datos sobre su biología

y ecología, intentar definir mejor su tipo de estrategia

reproductiva es hipotetizar.

Edad y crecimiento

Entre las cuestiones que más intrigan de los

calamares gigantes están las relacionadas con su edad y su

crecimiento. ¿Cuánto tiempo tarda un calamar gigante en

241

alcanzar longitudes de 20 metros y pesos de hasta media

tonelada? La cronobiología, o rama de la biología que estudia

la edad y el crecimiento de los seres vivos, tiene como uno

de sus principales retos el desarrollar técnicas y métodos que

permitan determinar la edad de organismos que son, en

muchos casos, difíciles de mantener en cautividad debido a

su particular ciclo de vida, como es el caso de los

cefalópodos. Estos estudios han sido motivo de infinidad de

investigaciones en los cefalópodos, no solamente en los

denominados gigantes, sino en muchas de las

aproximadamente 700 especies vivientes que habitan

nuestros mares en la actualidad. La determinación de la edad

y del tipo de crecimiento de cualquier organismo permite,

entre otras cosas, comparar las diferentes estrategias

reproductivas, alimenticias y ecológicas de una especie en las

diferentes fases de su ciclo biológico. Además, ambos

parámetros son necesarios para evaluar los cambios que se

producen en la biomasa de las poblaciones, ya sea por

causas naturales o por efecto de la pesca, es decir, son

necesarios para conocer la estructura demográfica de las

poblaciones.

En todos los organismos se observan cambios

morfológicos y fisiológicos a lo largo de su ciclo vital, que

suelen ser más bruscos en las etapas iniciales de su

desarrollo, y los cefalópodos se rigen por esas mismas

pautas. Después de la fecundación, el huevo que se forma

tiene abundante vitelo o alimento y el embrión ocupa un

pequeño disco en su polo animal. El tipo de segmentación

embriogénica de los cefalópodos es espiral, a diferencia de la

que se produce en los demás moluscos, lo que constituye un

caso único de desarrollo dentro de este grupo zoológico.

Después de un período más o menos extenso, dependiente

de la temperatura, el embrión del cefalópodo se ha

desarrollado por completo, siendo capaz de romper la capa o

capas externas del huevo y eclosionar. El recién nacido suele

ser como un adulto en miniatura, aunque difiere de él en sus

proporciones corporales, es decir, en los cefalópodos el

desarrollo embrionario es directo, no existiendo estadíos

larvarios que requieran una verdadera metamorfosis para

242

llegar a ser adultos, sino únicamente un crecimiento

diferencial de sus partes corporales o crecimiento alométrico.

Por ello, el término clásico de larva no es aplicable a este

grupo de moluscos, habiéndose acuñado, como ya se dijo, el

de paralarva para denominar a los estadíos postembrionarios

de numerosas especies, entre ellas las de Architeuthis.

Los cefalópodos son moluscos de crecimiento rápido,

regulado por factores bióticos y abióticos. Dichos factores

influyen notablemente en su crecimiento, dando lugar a

distintas tasas de crecimiento individual. Las diferentes

condiciones ambientales, sobre todo la temperatura, varían

el ritmo de crecimiento entre individuos de la misma edad,

acentuándose esta influencia en zonas en las que existen

marcadas diferencias estacionales, dependiendo de la época

del año en la que se realice la puesta.

El cálculo de la edad a partir de estudios detallados en

los cefalópodos puede decirse que comenzaron a

desarrollarse a finales de los años sesenta. Actualmente, a

pesar de que se ha avanzado en gran medida en las

estimaciones directas e indirectas de la edad en estos

moluscos, es mucho todavía lo que queda por conocer, sobre

todo en relación a los métodos a emplear y en cuanto a las

conclusiones generales sobre el crecimiento que se extrae de

las diferentes técnicas empleadas.

Para determinar la edad y el crecimiento de los

cefalópodos se han utilizado dos tipos de metodologías

diferentes: En primer lugar los métodos indirectos, que son

aquellos que se basan en el desplazamiento de los valores

modales de las distribuciones de tallas en el tiempo (método

de Petersen). Este método fue el único empleado

sistemáticamente en cefalópodos durante casi 90 años. Sin

embargo, la técnica sólo es útil cuando la especie tiene uno ó

varios períodos de desove cortos, bien definidos y cuando

además no acontecen cambios poblacionales debidos a

migraciones, por lo que dadas las peculiares características

biológicas de los cefalópodos, este método indirecto no

resulta de gran utilidad en el estudio de sus poblaciones

cuando se trata de estimar su edad y crecimiento. En

segundo término están los métodos directos, donde se

243

distinguen tres tipos diferentes según la técnica utilizada: a)

aquellos que se basan en observaciones directas de

individuos mantenidos en cautividad bajo condiciones

controladas. Aquí se suman otras técnicas que se están

utilizando actualmente como métodos para estimar la tasa

instantánea de crecimiento en un organismo, mediante el

cálculo de la razón ARN/ADN en tejidos, técnica que hasta

ahora únicamente se ha realizado con animales en

cautividad; b) los que se basan en datos de captura-

recaptura empleando técnicas de marcado en la naturaleza;

y c) los que se realizan a partir del análisis de estructuras

que presentan marcas de crecimiento. Estos últimos se basan

en la asunción de que estas estructuras se forman

rítmicamente, y que la distancia entre las marcas de

deposición o incrementos, es proporcional al crecimiento del

animal. En peces estos métodos se han aplicado en

vértebras, escamas, huesos, espinas y, sobre todo, en

otolitos. Para la determinación de la edad a partir de

estructuras duras con incrementos de crecimiento periódico

se requiere que dichas estructuras constituyan un registro

permanente de los diferentes acontecimientos de la vida del

animal, manifestados por la deposición diferencial rítmica de

materia orgánica e inorgánica.

Las estructuras duras disponibles en los cefalópodos

coleoideos actuales son escasas, y no todas son útiles, como

es el caso de la rádula que es una estructura donde la

determinación de la edad no es posible porque se desgasta

continuamente en un extremo, reemplazándose por el otro.

Otras estructuras son las mandíbulas ó picos, las cuales han

recabado notable atención al observarse y contarse en ellas

ciclos regulares de incrementos en varias especies, como los

de la enoploluria Moroteuthis ingens, aunque todavía no se

ha encontrado ninguna periodicidad en su formación.

Estudios recientes han indicado que se podía calcular en el

pulpo común Octopus vulgaris, una edad aproximada a partir

de la longitud de la cresta de su mandíbula superior, ya que

se descubrieron en ella marcas depositadas con cierta

periodicidad acompasadas con el crecimiento. Sin embargo,

la utilización de estas estructuras como un parámetro fiable

244

que estime la edad se encuentra todavía en un estado

bastante incipiente. En tercer lugar está la pluma o gladio,

que es una estructura quitinosa de soporte con una

morfología variable según la especie, situada en el músculo a

lo largo de la línea dorsal del manto en los calamares. Varios

investigadores, principalmente rusos, desarrollaron una

técnica basada en diferentes cortes del gladio, mediante la

cual se evidenció la existencia de líneas periódicas de

crecimiento en varias especies, entre ellas en Kondakovia

longimana e Illex argentinus. A partir de estas líneas de

crecimiento pudieron estimarse el número de incrementos,

que, relacionados con la longitud dorsal del manto,

proporcionaron altas y positivas correlaciones.

El problema remanente era conocer la periodicidad

con que se formaban las líneas de crecimiento observadas en

las plumas. Fue a principios de los años noventa cuando se

comenzó a pensar que esos incrementos tenían una

periodicidad diaria, pero la validación no se realizó en el

gladio sino en otra estructura dura, el estatolito, como

más

Fig. 55. Incrementos de crecimiento en la pluma de Sthenoteuthis

oualaniensis. (Bizikov, 1991)

adelante se verá. Posteriormente, se realizó un estudio

comparativo de la edad, analizando los estatolitos y el gladio

de diferentes especies de calamares (Loligo y Sepioteuthis)

245

observándose que había una significativa concomitancia, por

lo que el estudio de los incrementos de deposición en el

gladio pasó a considerarse un método útil y adecuado para la

determinación de la edad en los cefalópodos. El gladio está

considerablemente modificado en algunas especies, así en la

familia Sepiidae (sepias o chocos) es de naturaleza calcárea

y recibe el nombre de sepión. Este se trata de una concha

calcárea interna que sirve, entre otras cosas, para regular la

flotabilidad del animal. En un estudio realizado en 1960 se

encontró un período de nueve días en la formación de dos

lamelas sucesivas en el sepión de Sepia esculenta. Otros

estudios posteriores postularon la existencia de una

periodicidad diaria de deposición en diferentes especies de

choco (Sepia officinalis, S. subaculeata y Sepiella maindroni).

Sin embargo, un reciente y cuidadoso trabajo realizado con

Sepia officinalis mantenidas en cultivo a diferentes

temperaturas demostró que el número de lamelas del sepión

no se corresponde con la edad de los individuos y que la

periodicidad de la deposición varía con la temperatura de

cultivo, lo que invalida esta estructura para estimar la edad.

Los ojos de la mayoría de los cefalópodos están provistos de

cristalinos. Aunque estas estructuras crecen por añadido de

capas concéntricas, y se observó que el peso del cristalino

del calamar Loligo pealei se incrementaba linealmente con

respecto al peso corporal y a la edad del animal, todavía no

se ha desarrollado una técnica adecuada que permita usar

los cristalinos en la estimación de la edad.

La última estructura dura que tienen los cefalópodos

son los estatolitos, que consisten en un par de concreciones

calcáreas formadas por cristales de aragonito alojadas en dos

cavidades adyacentes llamadas estatocistos, las cuales se

encuentran situadas ventro-posteriormente en el interior del

cartílago cefálico y contienen un complicado sistema de

receptores. Estas cavidades se pueden definir como órganos

de situación espacial o equilibrio en invertebrados, aunque en

los cefalópodos sirven además para detectar aceleraciones

lineales y angulares. La primera ilustración publicada sobre la

forma de un estatolito de cefalópodo pertenecía

246

precisamente a la de un calamar gigante del género

Architeuthis.

Fig. 56. Estatolitos dentro de sus estatocistos. (Clarke, 1998)

La microestructura y composición química de los

estatolitos se conocen relativamente bien y son las

estructuras más utilizadas para la determinación de la edad y

del crecimiento en los cefalópodos. Los cristales que

componen la mayoría de los estatolitos de los cefalópodos se

depositan de dos formas diferentes: el primer patrón de

deposición se localiza en el ala, en la porción ventral de la

cresta dorsal y en la porción media del rostro. El segundo

patrón tiene una orientación casi paralela al eje longitudinal

de los cristales que tienen el núcleo como origen, y se

encuentran en la cúpula, en el lóbulo lateral, la mayor parte

del rostro y la región central. El primer tipo de cristalización,

altamente desordenado, dificulta la observación de bandas

de crecimiento, mientras que en el segundo es posible

observar marcas que corresponden a incrementos de

247

deposición periódica, donde se alternan materia orgánica y

carbonato cálcico.

Los estatolitos son las estructuras más utilizadas para

la determinación de la edad y crecimiento en los cefalópodos.

El primer intento que determinó satisfactoriamente la edad a

partir de los estatolitos fue realizado en el calamar Loligo

opalescens de California, encontrándose unos incrementos

que se consideraron de periodicidad diaria, y otros más

espaciados y próximos al rostro de los estatolitos que se

consideraron de periodicidad mensual. Desde esta primera

aproximación, realizada hace ya casi treinta años, la técnica

de preparación y lectura de los incrementos de crecimiento

en los estatolitos se ha perfeccionado notablemente y, por

otra parte, se han efectuado validaciones utilizando como

marcadores el estroncio y la tetraciclina en varias especies

mantenidas en cautividad, comprobándose que la

periodicidad de las bandas de los estatolitos es diaria.

Se definen como bandas de deposición ó incrementos

a los depósitos periódicos de carbonato cálcico y materia

orgánica presentes en los estatolitos, cada uno de los cuales

se distingue como una banda clara rodeada por una banda

oscura al observarse al microscopio óptico. Se ha

comprobado que los cefalópodos pelágicos tienen estatolitos

con incrementos periódicos más fácilmente visibles que los

demersales y éstos que los bentónicos.

Es mucho lo que todavía queda por conocer sobre los

mecanismos fisiológicos específicos que provocan la

deposición diferencial de carbonato cálcico y de proteínas,

pero un trabajo reciente ha evidenciado que la variación del

pH de la endolinfa del estatocisto, relacionado con el ciclo

día-noche, podría ser el desencadenante de este fenómeno.

Lo cual parece ser una explicación bastante plausible.

De lo expuesto se deduce que las estructuras más

fiables para estimar la edad de la mayoría de los

cefalópodos, y en este caso la de los calamares gigantes, son

los estatolitos.

248

Fig. 57. Una de las formas de validar la determinación de la edad en un cefalópodo es mantenerlo en cautividad y marcarlo en dos

momentos diferentes con una sustancia fluorescente no nociva. En

la figura se muestra el estatolito de un Todarodes pacificus con dos marcas de tetraciclina inyectadas con un intervalo de 30 días, que

son los incrementos o marcas que se visualizan entre las dos bandas fluorescentes.

Actualmente, sólo se ha podido estimar la edad y las

tasas de crecimiento en seis ejemplares de Architeuthis: tres

machos maduros con tallas comprendidas entre 97,5 y 108

cm de longitud del manto, capturados en Irlanda en 1998, y

tres hembras inmaduras con tallas de 42, 103 y 161 cm de

longitud del manto, capturados en Australia, Asturias y

Nueva Zelanda, respectivamente. Estos estudios se

realizaron a partir del análisis de las bandas de deposición de

sus estatolitos, y lo primero que se advirtió es que las

secciones de estas estructuras tienen una apariencia similar

a las de otros calamares de menor tamaño, tanto en lo que

concierne a la anchura de los incrementos como a su

orientación. El número de incrementos en los estatolitos

varió entre los 153 de una hembra inmadura de 43 cm de

longitud del manto y los 435 de un macho maduro de 108

249

cm de longitud del manto. Si, tal como acontece en otros

cefalópodos, la deposición de estos incrementos es diaria,

entonces uno de

Fig. 58. Foto donde se muestran las bandas de crecimiento en un estatolito de Architeuthis.

los aspectos más relevante de estos trabajos sería el

evidenciar la elevada tasa de crecimiento de los calamares

gigantes y su breve esperanza de vida. La tasa de

crecimiento variaría entre 2,60 y 4,68 mm de manto al día

para un macho y para una hembra respectivamente. Esto

implicaría que los calamares gigantes tienen la mayor tasa de

crecimiento conocida hasta la fecha de todos los organismos

marinos vivientes. Por otra parte, clarificaría la incógnita de

su edad ya que, por extrapolación de lo que ocurre con los

peces, se había supuesto que los calamares gigantes

necesitarían varias décadas para completar su ciclo biológico.

Una vez conocida la edad de los animales y por cálculo

retrospectivo, se estimó la fecha de nacimiento de los seis

ejemplares estudiados, la cual se extendería desde marzo

250

hasta junio para los Architeuthis del Atlántico, y desde abril

hasta agosto en los ejemplares del Pacífico.

En un trabajo muy reciente publicado por Landman y

colaboradores en 2004, se ha utilizado por primera vez para

el estudio de la edad y el hábitat del calamar gigante

Architeuthis sanctipauli el análisis de isótopos de carbono y

oxígeno. En este estudio se utilizaron los estatolitos de tres

hembras, dos en incipiente estado de madurez y una

madura, cuyas longitudes del manto estaban comprendidas

entre 159 y 240 cm. Estos ejemplares fueron capturados en

Tasmania y Australia durante el verano austral de 1996. Uno

de los estatolitos de una hembra de 191 cm de longitud del

manto fue utilizado para la lectura de bandas de deposición,

evidenciándose unos resultados similares a los encontrados

en los otros estudios anteriores, pues en este estatolito se

observaron 351 bandas, lo que implicaría una edad estimada

de 1 año. Sin embargo, los resultados derivados del análisis

de isótopos sugerirían una edad próxima a los 14 años, lo

cual trastoca todo lo que anteriormente se pensaba del ciclo

biológico de estos gigantes. No obstante, tal y como indican

los propios autores, estos resultados deben ser tomados con

precaución, ya que entre otras razones, para efectuar los

cálculos de edad es preciso adoptar demasiadas asunciones

sobre el cambio isotópico en la columna de agua, el rango de

profundidades en el que viven estos calamares y el patrón de

crecimiento de los estatolitos, como para que las

estimaciones con isótopos sean aceptadas sin condiciones.

Los datos presentados, aunque incompletos, sugieren que los

machos maduran a menor edad que las hembras y que las

paralarvas del calamar gigante eclosionan durante un período

prolongado, probablemente durante todo el año, aunque con

un pico de eclosión cercano a la primavera y el verano, tal y

como sucede con otras especies de cefalópodos. En cuanto a

la duración de su vida y crecimiento, parece que existiría un

marcado dimorfismo sexual ya que los machos tendrían un

ciclo de vida de alrededor de un año y que además no

alcanzarían las tallas de las hembras. Por su parte, las

hembras poseerían un tamaño mayor y madurarían a una

edad más tardía, por lo que se presupone que su ciclo de

251

vida excedería el año de vida, probablemente dos o tres

años, pero parece improbable que alcancen edades

superiores a las mencionadas. Estos datos solo representan

los resultados de los escasos estudios existentes, que deben

ser completados y contrastados en el futuro, cuando se

pueda contar con más ejemplares de esta especie o con la

posibilidad de estudiarles en vivo mediante cámaras o

submarinos. Se podría decir que los mimbres están puestos,

pero que es necesario terminar el cesto para tener un

conocimiento más preciso de la edad y el crecimiento de este

kraken que habita todos los océanos de nuestro planeta.

Estrategia trófica: depredadores y presas de los

cefalópodos

Todos los cefalópodos, tanto los fósiles como los

vivientes, son activos depredadores. En lo referente a los

cefalópodos fósiles, los contenidos estomacales de los

ammonites son bien conocidos y están representados

principalmente por pequeños fragmentos de invertebrados.

Así, los restos de crustáceos, equinodermos y foraminíferos

encontrados en sus tractos digestivos fosilizados sugieren

que los ammonites tendían a depredar sobre animales

pequeños con poca capacidad natatoria. Estos estudios

también indican que los ammonites pelágicos solían depredar

sobre el zooplancton más frecuente en aquella época. Por

otra parte, los garfios que tamizaban los brazos de los

belemnites y otras especies de cefalópodos fósiles sugieren

un comportamiento depredador más activo, probablemente

basado en la captura de pequeños peces y otros cefalópodos.

Trasladándonos a la época actual, el papel de los

cefalópodos como depredadores en los ecosistemas marinos

les ha llevado a competir activamente con los vertebrados.

Así, el debate sobre la evolución convergente de los

cefalópodos y los peces ha sido un tema que ha generado

discusiones interesantes durante las últimas décadas. A

principios de los setenta se argumentó que los cefalópodos

eran un equivalente funcional a los peces. Esta observación

se hizo en base a la competencia que existe entre ambos

252

grupos por el mismo nicho ecológico. Por otra parte, aunque

los cefalópodos están limitados por su herencia de moluscos

en lo que concierne a anatomía, fisiología y bioquímica, estos

animales han tenido que adaptar su forma, sistema nervioso

y características biológicas para poder sobrevivir en el medio

marino. Los posteriores estudios sobre el ciclo vital de los

cefalópodos sugieren la existencia de factores que les

permiten competir exitosamente con los peces. Así, los peces

carecen del sistema de propulsión de los cefalópodos y de la

capacidad de cambiar de dirección rápidamente, que requiere

adaptaciones fisiológicas, bioquímicas y bioenergéticas que

optimicen las tasas metabólicas. No obstante, esta

adaptación no ha sido la única desarrollada por los

cefalópodos, los cuales poseen unos ojos muy especializados

y, además, muchas especies poseen cromatóforos que les

permiten cambiar de color y un sistema defensivo que

consiste en la expulsión de tinta cuando se ven amenazados.

Para capturar a sus presas, sus brazos y sus ventosas

(garfios en algunas especies) les permiten asirlas de tal

forma que difícilmente pueden escapar, lo que acentúa su

ventaja adaptativa respecto a otros depredadores que tienen

limitada la captura de sus presas a la capacidad de sus

mandíbulas. Por éstos y por otros motivos (entre otros las

interacciones depredador-presa y la competencia) es

importante estudiar las relaciones

253

Fig. 59. Esquema que muestra la red trófica dentro de la cual se

encuentran las potas Illex coindetii y Todaropsis eblanae en el ecosistema de las aguas de Galicia.

de los cefalópodos con otros componentes del ecosistema

marino, además de con los peces, con objeto de obtener una

comprensión más profunda de cuales son sus interrelaciones.

Es indispensable destacar que los cefalópodos juegan

un papel importantísimo en las redes tróficas de los

ecosistemas marinos. Para subrayar su papel bastaría con

señalar las estimaciones que sugieren que la población

mundial de cachalotes consumió alrededor de 100 millones

de toneladas de cefalópodos en 1972. A menudo, los

vertebrados oceánicos son mejores recolectores de

cefalópodos que las artes utilizadas por los biólogos para

254

llevar a cabo los muestreos biológicos, por ello el estudio de

los restos de cefalópodos encontrados en sus contenidos

estomacales, a menudo aporta más información que derivada

de los muestreos con redes.

La mayoría de los cefalópodos actuales son

depredadores activos y rápidos, que se alimentan de presas

vivas y tienen un ciclo de vida corto, cuya esperanza de vida,

generalmente, no sobrepasa el año. Para soportar esta

estrategia vital, los cefalópodos poseen tasas de crecimiento

elevadas y un metabolismo proteico muy alto, por lo cual

depredan vorazmente sobre un amplio rango de presas,

convirtiéndose así en depredadores oportunistas de

diferentes ecosistemas.

En los ecosistemas marinos, las poblaciones de

cefalópodos responden rápidamente a cambios

medioambientales de origen natural y antropogénico. Por

este motivo, los cefalópodos experimentan fluctuaciones

anuales de su abundancia, relacionadas tanto con su

explotación pesquera como con cambios en las condiciones

atmosférico-oceánicas que acontecen a escala global y

regional. Las apariciones repentinas de cefalópodos en

grandes abundancias están bien documentadas, existiendo

evidencias que algunas poblaciones de peces que han sido

sobreexplotadas son rápidamente reemplazadas por otras de

cefalópodos que ocupan su lugar en el nicho ecológico de

esos ecosistemas marinos. Un ejemplo cercano se puede

encontrar en las aguas de Marruecos y Mauritania donde los

cefalópodos ocuparon el nicho ecológico de diferentes

poblaciones de peces teleósteos que se explotaron

intensivamente a mediados del siglo XX.

En cefalópodos con ciclo anual, muchos de los cuales

son altamente migratorios, el impacto sobre las poblaciones

de sus presas es muy variable y altamente estacional. Un

ciclo anual breve implica que el impacto de los cefalópodos

en los ecosistemas marinos experimente importantes

variaciones interanuales. Así, cuando una cohorte poderosa

pasa a través de un sistema se producen elevadas tasas de

depredación que, en el caso de afectar a los primeros

estadíos de desarrollo de una especie de teleósteo

255

comercialmente importante, afectarán al reclutamiento y

abundancia de dicha población.

Los cefalópodos son únicos en el reino animal por

poseer unas modificaciones adaptativas que les facilitan la

captura de las presas y les permiten depredar sobre un rango

amplísimo de ellas. Los cefalópodos poseen una corona

braquial formada, en el caso de Architeuthis, por ocho brazos

y dos tentáculos que rodean su boca. Los pulpos carecen de

tentáculos y algunos calamares los pierden durante la

ontogénesis, como en el caso del calamar gato Taningia

danae. En Architeuthis, los tentáculos son extremadamente

largos y parecen desempeñar un papel muy importante en la

captura de sus presas. La corona braquial rodea la boca de

los cefalópodos, y les sirve para capturar, asir e inmovilizar

presas de un tamaño relativamente grande. Comparado con

la boca de los peces, la corona braquial de los cefalópodos es

considerablemente más versátil como mecanismo de captura

y manejo de las presas.

Los brazos y tentáculos de los cefalópodos están

armados con ventosas, suaves y musculares en los

octópodos, y provistas de un anillo quitinoso con pequeños

dientes en los calamares y sepias. En varias especies de

calamares y potas, aunque no en Architeuthis, algunas

ventosas se han modificado formando ganchos que facilitan

el agarre de presas como peces u otros cefalópodos. Un

ejemplo cercano lo constituye Taningia danae, que habita en

aguas de la vertiente noroccidental española, especie que

potentes garfios a lo largo de sus brazos.

La boca, que es relativamente pequeña, contiene un

par de picos o mandíbulas quitinosas que trocean la comida

antes de ser ingerida. Las diferencias mandibulares entre

especies no han sido relacionadas con la dieta, pero su forma

dicta el área disponible para la inserción de los músculos

mandibulares y, por lo tanto, la fuerza que puedan hacer

para morder y trocear la presa. El aparato bucal posee una

rádula adaptada para raspar el alimento, a modo de lija. Las

glándulas salivares posteriores de algunas especies

producen

256

Fig. 60. Gracias a la corona braquial, los cefalópodos son capaces

de capturar presas de gran tamaño debido a que ésta, unida a la boca, es un mecanismo de captura y manejo de las presas

tremendamente efectivo.

cefalotoxinas, que paralizan las presas al morderlas y son

responsables de una previa digestión externa de la misma.

Su tracto digestivo está adaptado para digerir rápidamente y

con una eficiente tasa de absorción. Las presas son

localizadas primariamente mediante la vista ya que los

cefalópodos poseen unos ojos bastante desarrollados, cuya

máxima expresión está representada por el calamar gigante.

Además, recientemente se ha descubierto que los

cefalópodos poseen un sistema de “línea lateral” compuesto

por mecanorreceptores que les permite captar las ondas de

presión provocadas por el movimiento de sus presas, y que

les ayuda en la localización de las mismas durante la noche o

cuando la visibilidad es baja.

Los escasos registros de calamares gigantes del

género Architeuthis a lo largo de su distribución mundial y su

carácter aparentemente solitario impiden un conocimiento

profundo de su comportamiento migratorio. Sin embargo, de

ocurrir este tipo de desplazamientos, las rutas migratorias

deben facilitar el encuentro de suficiente alimento capaz de

satisfacer las elevadas tasas de alimentación que requieren

estos gigantes.

257

Los ejemplos más elocuentes de cefalópodos con un

comportamiento migratorio relevante se encuentran entre los

omastréfidos. Un caso típico se halla en el género Illex, cuyas

especies realizan migraciones de alimentación y reproducción

de miles de kilómetros, y cuyo desove tiene lugar en zonas

tropicales o subtropicales de elevada productividad. Sus

paralarvas, denominadas Rhynchoteution, crecen en zonas

de retención o en las corrientes que fluyen de regreso hacia

los polos. Una vez que los juveniles se acercan a la fase de

maduración y están preparados para reproducirse existe una

migración contraria hacia las áreas de puesta. De este modo,

la tasa de migración de especies como Illex illlecebrosus es

de unos 20 Km. diarios. Los cálculos realizados demuestran

que la alimentación debe continuar durante la migración, ya

que sus reservas metabólicas son insuficientes para

mantener el gasto energético durante las distancias que

recorren. Por ello, los circuitos de estas especies deben

discurrir por áreas de alta producción. Por otra parte, se ha

observado que tanto I. illecebrosus como otras especies

altamente migratorias son caníbales si las condiciones de

alimentación son insuficientes durante esos desplazamientos.

Este comportamiento puede significar un mecanismo de

supervivencia para, al menos, una fracción de la población,

que se mueve formando bancos numerosos. La existencia de

canibalismo en Architeuthis es todavía materia de debate

entre los expertos. Hasta la fecha únicamente se han

encontrado restos de calamar gigante en los estómagos de

dos Architeuthis, uno capturado en aguas australianas y otro

en las neozelandesas. Los despojos estaban constituidos por

una maza tentacular completa y restos de ventosas; ello

parece evidenciar que Architeuthis es caníbal. No se descarta

que existan luchas entre los calamares gigantes, ya que se

han encontrado cicatrices producidas por los anillos córneos

de las ventosas en el cuerpo y los brazos de calamares

gigantes examinados en Terranova, y que en esas batallas

un contendiente ingiera restos del otro, pero podría tratarse

también de autofagia. Lo que sí parece probado es que,

como acontece en la mayoría de los cefalópodos, Architeuthis

258

sufre mutilaciones en sus extremidades que pueden

regenerarse.

En cuanto a la dieta de los calamares gigantes, pese a

la escasa información disponible, parece muy probable que

sus paralarvas sean planctónicas y, por ello, su alimentación

estaría basada en organismos del zooplancton,

principalmente crustáceos planctónicos. Por otra parte, la

más que probable ausencia de gregarismo en los juveniles y

adultos de Architeuthis afectaría su eficacia para capturar

presas, lo que haría que su comportamiento alimentario

fuese diferente de aquellas especies que forman bancos. Este

comportamiento solitario se infiere, en primer lugar, por la

escasez de registros, los cuales nunca han supuesto más de

tres capturas o avistamientos simultáneos en una misma

zona. Debido a su corpulencia y al reducido tamaño de sus

aletas, parece inviable que los calamares gigantes realicen

grandes migraciones en busca de alimento.

Un cefalópodo gasta aproximadamente ocho veces

más energía que un pez teleósteo para realizar un mismo

desplazamiento. La energía necesaria procede de quemar

proteínas y carbohidratos, lo que es propio de todos

moluscos. Por el contrario, el combustible básico de los peces

son los lípidos. Quemar un gramo de grasa significa obtener

6 kilocalorías, mientras que un gramo de proteínas o

carbohidratos produce 4 kilocalorías. El sistema metabólico

de los cefalópodos está bien adaptado a este tipo de

combustibles, cuyos principales productos finales son

compuestos nitrogenados. Parte de estas sustancias de

desecho son eliminadas por la orina, pero otras se acumulan

en diferentes formas amoniacales en distintas partes del

cuerpo de algunos cefalópodos. En el calamar gigante lo

hacen en su masa muscular y en forma de cloruro amónico,

lo que les proporciona una flotabilidad neutra.

Atendiendo al principio de optimización del gasto

energético, según el cual un depredador debe gastar menos

energía para localizar y capturar una presa que la que vaya a

obtener de la misma, junto al hecho de que la natación a

chorro es muy costosa desde el punto de vista energético, no

parece que los calamares gigantes realicen importantes

259

migraciones horizontales. Sin embargo, como la gran

mayoría de los cefalópodos oceánicos, Architeuthis, parece

realizar migraciones verticales diarias de cierta magnitud, lo

que le permitiría maximizar la amplitud de sus nichos

ecológicos mientras minimiza el riesgo de depredación en las

zonas superficiales de la columna de agua.

Los patrones de migración difieren entre especies y

cambian con la edad y la madurez sexual. Por ejemplo, en el

Atlántico sur, los inmaduros y maduros de Illex argentinus se

alimentan cerca del fondo en la plataforma patagónica

durante el día y migran hacia la superficie durante la noche.

A medida que se aproxima la madurez, se desplazan hacia

aguas más profundas en el talud continental, donde

permanecen cerca del fondo durante el día y se mueven

hacia profundidades comprendidas entre los 200-300 m

durante la noche, para alimentarse de mictófidos. Estos

aspectos son prácticamente desconocidos en Architeuthis,

por lo que cualquier aseveración sería mera especulación. Sin

embargo, los ejemplares capturados en las costas asturianas

lo han sido en redes que faenan para pescar bacaladilla entre

unos 250 y 800 metros de profundidad durante el día. Hasta

ahora sólo han aparecido hembras inmaduras o madurando y

un par de machos maduros, nunca hembras maduras, lo cual

podría estar más relacionado con una posible segregación

espacial que con la migración diaria de una fracción de la

población a zonas más accesibles a los arrastreros.

Existen varios problemas específicos en los análisis de

la dieta de los cefalópodos. Como ya se ha comentado, el

diámetro del esófago apenas puede ampliarse debido a que

se encuentra rodeado por el cerebro, que está envuelto por

un cráneo cartilaginoso. Por ello, aunque los cefalópodos son

capaces de capturar grandes presas, las mandíbulas deben

trocear la carne en pequeños trozos para que puedan ser

ingeridas, y sus partes duras, primordiales para la

identificación de las presas, tales como las vértebras,

otolitos, tegumentos de crustáceos, etc, son frecuentemente

rechazadas. Este rechazo selectivo además de dificultar la

identificación, sesga los datos sobre sus presas y sus

tamaños. Además, su voracidad no disminuye cuando son

260

capturados, habiéndose observado que pueden comer dentro

de las redes de pesca, por lo que sus contenidos estomacales

pueden no reflejar su dieta natural.

Por otra parte, los cefalópodos pelágicos, como los

calamares gigantes, son difíciles de observar directamente en

la naturaleza y más aún bajo condiciones de confinamiento

debido a la necesidad de enormes infraestructuras como

acuarios de gran tamaño. Incluso las especies de aguas

litorales, que son frecuentemente observadas por los

buceadores, son también bastante crípticas, lo que dificulta

la observación de su comportamiento depredador en su

hábitat natural. Por último, las altas tasas de digestión

provocan que muchos ejemplares carezcan de contenidos

estomacales, o que el material hallado en sus estómagos sea

virtualmente inidentificable.

Aunque existen numerosos problemas para estudiar la

alimentación de un cefalópodo, gracias al paciente trabajo de

los investigadores se ha llegado a tener un gran

conocimiento de la dieta de algunas especies. Una revisión

de las presas de los cefalópodos basada en los contenidos

estomacales y observaciones directas, cubriendo un gran

número de especies que representaban varias familias,

demostró que son animales oportunistas, habiéndose

encontrado en sus tractos digestivos representantes de la

mayoría de los grupos de animales marinos, incluyendo

formas inesperadas de cnidarios. No puede obviarse, sin

embargo, que algunos despojos hallados en los estómagos

de estos animales correspondan a presas de sus presas, en

lo que gráficamente se ha denominado “efecto de las

muñecas rusas”, donde las más pequeñas están encerradas

en otras progresivamente mayores.

En general los cefalópodos pelágicos y demersales

neríticos depredan principalmente sobre crustáceos,

poliquetos, peces y cefalópodos. Los juveniles y subadultos

se alimentan principalmente de crustáceos, cambiando sus

hábitos alimentarios hacia peces y cefalópodos con la edad.

Los adultos de especies pelágicas oceánicas comen

principalmente peces, crustáceos y cefalópodos, en orden

decreciente de importancia, mientras los recién eclosionados

261

y juveniles se alimentan en su mayoría de crustáceos

planctónicos, especialmente de copépodos.

Los calamares gigantes pueden considerarse como

cefalópodos oceánicos, ya que, pese a que pueden acercarse

hacia la plataforma continental, su hábitat natural reside en

la columna de agua sobre el talud y los cañones submarinos.

Se conocen muy pocos casos de ejemplares de Architeuthis

que hayan sido capturados o hallados con un estómago

repleto de comida recién ingerida. En varios de los individuos

examinados en Asturias se encontraron restos digeridos

(escamas y otolitos) de bacaladilla en sus contendidos

estomacales, junto con restos de crustáceos y otros de

cefalópodos.

En el caso de las paralarvas y juveniles de

Architeuthis, apenas hay datos sobre su dieta pues hasta

ahora se han obtenido sólo tres ejemplares de pequeño

tamaño (18, 45 y 57 mm de longitud de manto) y, sólo en el

juvenil de mayor talla se encontraron restos de comida en el

estómago, correspondientes a carne digerida y restos de un

teleósteo de pequeño tamaño. Este hallazgo se puede

considerar un hecho que diferencia a los primeros estadíos

del calamar gigante con los de otros cefalópodos oceánicos,

ya que, estas especies se alimentan principalmente de

crustáceos y son muy pocas las citas de restos de peces en

su régimen alimentario durante los primeros estadíos del

desarrollo.

En los calamares gigantes adultos de otras áreas,

como Irlanda, Namibia y Nueva Zelanda, la dieta observada

es parecida aunque, lógicamente, las especies no coinciden.

Los ejemplares capturados en Irlanda se alimentaron

principalmente de jurel (Trachurus trachurus), anchoa de

fondo (Maurolicus muelleri) y bacaladilla (Micromesistius

poutassou) entre los peces; pulpo cabezón (Eledone cirrhosa)

y potarro (Todarodes sagittatus) entre los cefalópodos, y

también de cigala (Nephrops norvegicus), moluscos bivalvos

(Modiolus phaseolinus) y ascidias; estos tres últimos tipos de

presa resultan algo sorprendente para un calamar de este

tamaño que parece tener su hábitat natural en la columna de

agua. Los contenidos estomacales de los ejemplares de

262

Namibia mostraban fundamentalmente restos de

cefalópodos, como joyelurias (Histioteuthis spp) y potas

(Ommastrephes bartramii), especie que es una excelente

nadadora, como lo son las potas neozelandesas (Nototodarus

spp), cuyos despojos se hallaron en los estómagos de

Architeuthis capturados en Nueva Zelanda, junto con restos

de al menos ocho especies de peces, muchos de ellos

macrúridos y peces hacha (Hoplostetus atlanticus). Estos

datos sobre la dieta del calamar gigante corroboran dos

cosas y sugieren una pregunta. En primer lugar, su carácter

oportunista; en segundo término, que, además de depredar

sobre peces y cefalópodos pelágicos y demersales, también

se nutre de especies que se fijan o se entierran en el fondo.

Por último, ¿cómo actúa Architeuthis para capturan especies

de cefalópodos que son notables nadadoras?

Para comprender la ecología trófica de los cefalópodos

resulta indispensable analizar no sólo su comportamiento

depredador y su régimen alimenticio sino también sus

potenciales depredadores. Estos no se encuentran solamente

en los niveles tróficos superiores sino que también pueden

estar en niveles tróficos similares, alimentándose de las

paralarvas y juveniles. Así, los potenciales depredadores de

los cefalópodos se pueden catalogar en tres categorías:

mamíferos marinos, peces y aves marinas. Por supuesto, la

importancia de cada uno de ellos es diferente, ya que su

rango de presas está determinado por su hábitat.

Circunscribiéndonos a los calmares gigantes, es obvio que no

existe un amplio elenco de posibles depredadores, al menos

si nos referimos a los animales de mayor tamaño. Sin

embargo, sus paralarvas y juveniles deben constituir parte

de la dieta de peces y otros organismos de tamaños

inferiores. Tal y como acontece en otros aspectos de la

bioecología de Architeuthis, su aparición en la dieta de la

mayoría de sus depredadores potenciales es relativamente

escasa. Sin embargo, señalar cuales son los potenciales

depredadores de los calamares gigantes es necesario, ya que

esto nos permitirá una mejor comprensión de su posición en

la trama trófica del ecosistema.

263

Fig. 61. Los mamíferos marinos son los principales

depredadores de los cefalópodos. En la foto, un delfín trata

de capturar un pulpo.

Entre los mamíferos marinos, los principales

depredadores de cefalópodos son los cetáceos. El término

cetáceo se utiliza para nombrar, en forma general, a las 78

especies vivientes de ballenas, delfines y marsopas. El orden

de los cetáceos se divide en dos subórdenes: misticetos o

cetáceos con barbas y odontocetos o cetáceos con dientes y

sin barbas. Los estudios realizados hasta la fecha no revelan

que los cefalópodos sean una parte constitutiva importante

del régimen alimentario de las ballenas o misticetos y

únicamente se han citado en los contenidos estomacales de

algunos rorcuales. Pero ninguno de estos es considerado un

depredador de calamares gigantes. Por el contrario, la dieta

del 80% de los odontocetos, entre los que se encuentran

cachalotes, calderones, zífidos y delfines, incluye

regularmente a los cefalópodos como presa. Aquí, el calamar

gigante desempeña un papel fundamental en la dieta de uno

de los depredadores de cefalópodos más voraces, el

264

cachalote (Physeter macrocephalus). La relación entre estos

dos colosos marinos se hace evidente no solamente por la

presencia de picos y restos de Architeuthis en los estómagos

de los cachalotes, sino también por las marcas de ventosas

que aparecen frecuentemente cerca de la boca de estos

cetáceos. Estas marcas o cicatrices pueden llegar a ser de

gran tamaño, lo que ha llevado en el pasado a

extrapolaciones que apuntan hacia la idea de que los

calamares gigantes podrían llegar a pesar varias toneladas.

Sin embargo, actualmente se considera que estas cicatrices

han podido ser producidas años antes de la captura del

cachalote, cuando este tenía un tamaño menor y así, con el

paso del tiempo y el crecimiento del animal, las marcas

también habrían crecido de tamaño. Lo que nadie duda es

que los calamares gigantes se resisten a ser capturados

pero, a pesar de la mitología y las leyendas sobre una lucha

encarnizada, parece obvio que ésta es a todas luces desigual,

y tiene con un claro favorito: los cachalotes.

Fig. 62. Marcas de ventosas en la piel de un cachalote (A);

fotografía de un ataque de un cachalote a un Architeuthis

(B); anillos quitinosos de calamar gigante (C y D).

265

En todos los océanos del mundo los estudios sobre el

régimen alimentario de los cachalotes muestran que

depredan sobre 19 familias de cefalópodos incluyendo los

Architeuthis. Además. Parece ser que estos animales son la

presa más frecuente de los ejemplares que habitan las aguas

del Atlántico norte y de Hawaii. Se ha estimado que los

cachalotes consumen entre 200 y 300 millones de toneladas

anuales de cefalópodos. Centrándonos por ejemplo en las

Azores, las estimaciones realizadas indican que los

cachalotes que habitan esta zona del Atlántico consumirían

unas 373.000 toneladas anuales de cefalópodos, de la cuales

45.000 toneladas pertenecerían a Architeuthis.

Entre los odontocetos de menor tamaño, se han

encontrado restos de calamares gigantes en algunas especies

de delfines de los géneros Stenella y Ziphius.

Los peces constituyen alrededor de la mitad de las

especies de vertebrados existentes, totalizando

aproximadamente 21.700 especies vivientes, de las que el

58% son marinas. Muchas de estas especies se alimentan de

cefalópodos en mayor o menor medida, pero su escasa

importancia relativa en relación con otros componentes de la

dieta hace que estos moluscos marinos no sean citados

frecuentemente como una fracción importante de su régimen

alimentario. Desafortunadamente, el estudio de la dieta de

los peces no representa un importante avance para la

comprensión de la ecología de los calamares gigantes, ya

que raramente se han encontrado restos de estos

cefalópodos en sus contenidos estomacales. Residuos de

Architeuthis se han encontrado en los estómagos de varias

especies de tiburones, entre los que destacan el tiburón

portugués (Centroscymnus coelolepis), el alicorto (Isurus

oxyrinchus), el tiburón azul (Prionace glauca), el tiburón

dormilón antártico (Somniosus antarcticus) y el pez martillo

(Sphyrna zygaena).

En el caso de los atunes, depredadores oportunistas

que ingieren cualquier presa abundante presente en el área

donde viven, se han observado despojos de Architeuthis en

la albacora (Thunnus alalunga) y el patudo (Thunnus

266

obesus). El pez sable, Alepisaurus ferox, prefiere

cefalópodos gelatinosos bastante pasivos, como

histiotéutidos, batitéutidos y cránchidos, habiéndose

encontrado también restos de calamar gigante en sus

contenidos estomacales. Otro importante depredador de

cefalópodos es el pez espada (Xiphias gladius), que depreda

sobre peces y cefalópodos, siendo los primeros el

componente principal de su dieta. Entre los cefalópodos, los

omastréfidos constituyen la fracción más importante en peso

de su dieta, pero también se han hallado restos de individuos

de otras diez familias, incluidos los Architeuthidae.

Es bastante probable que cuando se profundice en el

estudio de la dieta de peces demersales de profundidad se

encuentren restos de Architeuthis de pequeño tamaño, ya

que suelen capturar presas pelágicas que realizan

migraciones verticales diarias en la columna de agua y se

acercan al fondo. Por otra parte, las paralarvas y juveniles de

los calamares gigantes deben ser presa de numerosas

especies pelágicas de peces, siendo su ausencia explicable

por la escasez de estudios, la relativa poca abundancia de

estas, su gran dispersión y la errónea identificación de sus

restos.

Existe muy pocas evidencias que indiquen que las

aves marinas consuman selectivamente cefalópodos. Por ello,

aunque muchas especies son frecuentes en sus contenidos

estomacales, ello probablemente refleja una cuestión de

accesibilidad por tamaño o distribución más que una

preferencia específica. Existen muy pocos registros de

calamares gigantes en la dieta de las aves marinas, lo que no

representa una sorpresa debida a que el hábitat de los

calamares gigantes no es alcanzable por ningún ave marina.

267

Fig. 63. Pez espada Xiphias gladius

Hay que considerar el tamaño, naturaleza y

características de los cefalópodos depredados por las aves.

Es difícil creer que las aves son capaces de capturar sin

ayuda grandes cefalópodos, algunos mucho mayores que el

ave misma. Por todo ello, lo más probable es que, al menos

en el caso de los cefalópodos de gran tamaño, las aves

consuman restos flotantes dejados por otros depredadores,

como peces y cetáceos, o bien que sean carroñeras,

alimentándose de individuos gastados y moribundos que

flotan en la superficie después de haber efectuado la puesta.

Sobre este último punto, hay observaciones realizadas en el

área de Benguela, que evidencian que algunas aves marinas

consumieron cefalópodos que se encontraban flotando o se

habían hundido después de su muerte.

Las frecuentes asociaciones entre aves marinas y

cetáceos en aguas tropicales y templadas indican la clara

posibilidad de la existencia de una alimentación carroñera

donde las aves se beneficien de la actividad de los mamíferos

marinos y de los grandes teleósteos, que puedan desplazar a

los cefalópodos hacia la superficie. Por ello, no se puede

descartar que algunas especies, sobre todo albatros, petreles

y fragatas, se alimenten de individuos moribundos o

cadáveres que flotan ocasionalmente a la deriva.

268

Fig. 64. Las aves marinas son probablemente depredadores

oportunistas y carroñeros de los cefalópodos.

Actualmente, se está aplicando al estudio de la

ecología trófica de los cefalópodos una nueva técnica. Esta

técnica consiste en el estudio de la variación de la cantidad

de ciertos isótopos (principalmente Carbono 13 y Nitrógeno

15) en determinados tejidos. Como los picos son los restos

más frecuentes, y más resistentes, en los estómagos de los

depredadores de los cefalópodos, éstos se han usado para

conocer las relaciones tróficas y las pautas migratorias de

varias especies. En el caso de los calamares gigantes

Architeuthis dux y Mesonychoteuthis hamiltoni de las islas

Kerguelen, se ha demostrado que viven en ecosistemas

diferentes a lo largo de su vida. A. dux migra a las aguas de

esas islas desde zonas subtropicales, mientras que M.

hamiltoni lo hace desde la Antártica. Las variaciones del N15

sugieren, además, la existencia de un cambio en la dieta de

A. dux desde niveles tróficos inferiores a superiores a medida

que el animal se desarrolla. Los registros cíclicos de este

isótopo en el pico de esta especie, probablemente asociados

a la estacionalidad de la producción de plancton, sugieren

que la esperanza de vida del calamar gigante es de dos años.

Por otra parte, la composición isotópica del carbono indica un

comportamiento sedentario al menos en la fase de adulto,

mientras que los perfiles de fósforo y selenio en los picos

sugieren un descenso gradual hacia aguas más profundas a

lo largo de su ciclo de vida.

El conocimiento de la concentración de determinados

metales pesados, como plata, cadmio y mercurio, en

diferentes tejidos de Architeuthis dux está aportando nueva

información sobre su ecología.

269

Comportamiento

El comportamiento de cualquier animal depende,

entre otras cosas, del tipo de información que recibe a través

de sus órganos sensoriales, de la naturaleza de su efectores

(fundamentalmente los músculos) y de la organización de su

cerebro. Los cefalópodos pertenecen al filo de los moluscos,

un grupo de organismos muy antiguos al que también

pertenecen los mejillones, las ostras, los caracoles y las

babosas. Tienen en común con ellos la organización general

de su cuerpo en tres partes: cabeza, pie y masa visceral. Sin

embargo, en la mayoría de los cefalópodos el proceso

evolutivo ha llevado a la internalización o pérdida total de la

típica concha externa de los demás moluscos, al desarrollo

de unos excelentes órganos de los sentidos, a la agrupación

de varios ganglios nerviosos en un auténtico cerebro

protegido por un cráneo cartilaginoso, a la aparición de

neuronas gigantes, a la modificación del pie en un sifón por

donde, entre otras cosas, proyectan el agua que les permite

nadar a reacción, a la aparición de apéndices (brazos y

tentáculos) alrededor de la boca, al desarrollo de una

circulación sanguínea cerrada con auténticas venas, arterias

y capilares, y a la construcción de elaborados sistemas

excretores, digestivos y reproductores. Todos estos órganos

y sistemas son el soporte somático de un comportamiento

tan complejo, diverso y versátil, que no tiene parangón entre

los demás invertebrados marinos. Ello hace que muchos

investigadores consideren que los cefalópodos son peces

funcionales. Teniendo en cuenta únicamente el cerebro, el

índice de cefalización de los cefalópodos es parecido al de los

peces más avanzados, aunque su complejidad varía según

sea el hábitat que ocupan: mayor número de neuronas y de

conexiones neuronales en animales que viven en ambientes

abigarrados y complejos, como los arrecifes de coral, y

menor en los que viven en hábitats más sencillos, como los

ambientes pelágicos. De cualquier forma, la mayoría de los

cefalópodos son capaces de adoptar numerosos cambios

cromáticos y posturales y también de aprender.

270

En un cefalópodo como el calamar gigante se

distinguen cinco tipos de centros o lóbulos en el sistema

nervioso central: 1) Los centros nerviosos inferiores, situados

en los ganglios acetabularios y braquiales de la región

subesofágica del cerebro, cuya estimulación sólo genera

respuestas motoras de un efector concreto. 2) Los centros

motores intermedios, ubicados en diferentes zonas de la

región subesofágica, cuya estimulación provoca el

movimiento de numerosas partes del cuerpo, como por

ejemplo la eyección de los tentáculos para capturar una

presa, pero los movimientos que controlan no se organizan

en secuencias de comportamiento. 3) Los centros nerviosos

superiores, situados en la región subesofágica, compuestos

por diferentes lóbulos cuya estimulación provoca la actividad

de numerosos órganos efectores. Así por ejemplo, el lóbulo

pedunculado recibe información de las fibras ópticas y de los

estatocistos y manda señales que se relacionan con el control

motor visual y estático del animal. Su ablación impide

cualquier tipo de movimiento. 4) Los centros de análisis de

los órganos receptores o centros sensoriales primarios,

situados en la región supraesofágica del cerebro, están

compuestos por lóbulos que analizan la información recibida

por los órganos de los sentidos y elaboran las respuestas en

función de los cambios de situación que se presenten. 5) Los

centros auxiliares de la memoria, situados en los lóbulos

superiores, verticales y subfrontales de la región

supraesofágica, pueden considerarse como el equivalente de

las regiones asociativas del cerebro de los vertebrados.

La conducta de los cefalópodos implica una gran

cantidad de partes corporales cuyos constituyentes básicos

son tres: elementos, constituidos por los cromatóforos, las

células reflectantes (iridóforos y leucóforos), los fotóforos, los

músculos y los órganos internos. Unidades o suma de

distintos elementos. Y componentes, que son la unión de

diferentes unidades. Los componentes pueden ser cromáticos

(bandas, ocelos, etc.), texturales (piel lisa o rugosa),

posturales (brazos extendidos o cabeza y brazos

sobresalientes) y locomotores (en reposo, enterrándose en la

arena, nadando a propulsión a chorro o por impulso de las

271

aletas, etc.). De esta forma, cualquier pauta corporal puede

definirse por la adición de componentes cromáticos,

texturales, posturales y locomotores. Estas pautas pueden

ser crónicas (constantes) o agudas (pasajeras). Todas estas

pautas corporales son, en sí mismas, componentes de las

secuencias de conducta que presentan los cefalópodos. Así

por ejemplo, la secuencia que conforma el ataque visual de

un choco a una presa, está constituida primero por una pauta

o etapa de atención, después por un posicionamiento del

depredador respecto a la presa y, por último, del ataque con

apresamiento, y cada una de esas pautas tiene sus

componentes cromáticos, posturales, texturales y

locomotores específicos.

Otro aspecto fundamental de la conducta de los

cefalópodos es su comportamiento defensivo ante un

depredador. Lo primero que se manifiesta cuando se

produce

Fig. 65. El comportamiento de un cefalópodo implica, cambios posturales y de coloración. Un ejemplo es el comportamiento durante la caza, donde el cefalópodo no sólo se mueve de una

forma determinada (1 y 2), sino que cambia de color (1).

272

el ataque es una cripsis (camuflaje u ocultación), que

consiste en la adopción de una coloración protectora que

imita el ambiente circundante. Los tipos de cripsis son muy

variados, dos de ellos son el contrasombreado u ocultación

de la sombra que proyecta el animal hacia abajo cuando

nada de día entre aguas, y la coloración disruptiva o parecido

engañoso, que rompe la unidad corporal, lo que provoca que

el depredador se decepcione y no ataque. Si la cripsis falla,

entonces el cefalópodo puede desaparecer del escenario bien

sea escapando (nadando a reacción, enterrándose o

"volando" fuera del agua) o mediante un comportamiento

deimático, es decir, bravucón y amenazante. Este tipo de

conducta intenta espantar al depredador. Las actitudes

deimáticas más comunes son la flamígera o llamativa, la

formación de bandas de diferentes colores, la presentación

de ocelos, y los cambios súbitos de coloración que recorren

todo el cuerpo del animal modo de ondas. Este tipo de

actitudes son tan impredecibles y erráticas que se denominan

proteúsicas, nombre que deriva del dios griego Proteus, que

variaba constantemente de forma y color. Al producirse un

polimorfismo tan cambiante el depredador se confunde y su

potencial ataque queda inhibido. Un cefalópodo amenazado

puede también escapar de un depredador formando falsas

imágenes o fantasmas por expulsión de su tinta, o bien

puede dejar al depredador una parte de su cuerpo

(normalmente un brazo), que se autotomiza, para

entretenerlo. Cuando el cefalópodo es social, puede formar

un cardumen, con lo que el depredador pierde la noción de

individualidad y duda al atacar. Las defensas agresivas son,

sin embargo, raras en los cefalópodos.

En la reproducción los comportamientos son también

muy diversos como se vio en la sección dedicada a ello

dentro de este capítulo.

Un aspecto muy interesante de los cefalópodos es que

pueden comunicarse entre sí mediante señales posturales,

locomotoras, texturales y cromáticas. Las primeras pueden

ser del cuerpo entero (aplanamiento, extensión o despliegue

del cuerpo, orientación hacia el receptor, etc.) o únicamente

273

de los brazos (de uno sólo, de un par, de todos juntos,

bajados, extendidos, separados, juntos, presentando las

ventosas, o el hectocotilo, etc.). Las señales locomotoras

varían desde un posicionamiento determinado (por ejemplo

nadando en paralelo) hasta la persecución. Las texturales

consisten básicamente en mostrar el cuerpo liso o rugoso.

Por el contrario, las señales cromáticas son muy variadas:

palidecimiento y obscurecimiento general, destellos, oleada

de nubes obscuras, moteado, franjas, barras o bandas claras

y obscuras, lunares, manchas brillantes, anillos iridiscentes,

bordes de las ventosas obscuros, mitad del cuerpo de un

color y la otra de un color distinto, gónadas de color blanco

acentuado, glándulas accesorias rojas, emisión de luz por los

fotóforos internos o externos, etc.

Los cefalópodos además de ver excepcionalmente no

son sordos, habiéndose observado que son capaces de

detectar sonidos de baja frecuencia. Esto, ligado con la

existencia de receptores de presión (análogos a los

existentes en la línea lateral de los peces teleósteos), hace

que nos hallemos en presencia de unos animales que reciben

numerosísimas y complejas señales del exterior, cuyo

cerebro analiza y asocia, y del que parten órdenes hacia los

efectores, de todo lo cual se guarda memoria, más o menos

persistente según sea la importancia de la situación para la

supervivencia del individuo y su reiteración.

Realmente es muy poco lo que se conoce de la

etología de los calamares gigantes del género Architeuthis.

La principal razón de esta carencia de conocimientos es que

nunca se les ha podido observar vivos, sino, todo lo más,

moribundos. Sin embargo, a partir de los datos que

proporcionan sus registros se ha podido realizar una

actuación detectivesca que permite ofrecer algunas

suposiciones y sugerencias. La estructura y organización de

las criaturas pertenecientes a este género muestran ciertas

características paradójicas. Son sin duda los invertebrados de

mayor tamaño, pudiendo alcanzar hasta media tonelada de

peso o incluso más, pero la musculatura de su manto y

brazos no está particularmente bien desarrollada. Por otra

parte, hay muchos espacios rellenos de cloruro amónico que

274

les confiere flotabilidad neutra. Este hecho lo conocen desde

hace mucho tiempo los pescadores de muchos lugares, que

los recogían flotando y los utilizaban como un buen cebo. Las

aletas no son especialmente anchas ni fuertes y las fibras

nerviosas gigantes son mucho menores que las encontradas

en el calamar común (250 micras de diámetro frente a cerca

de 1000). Por otra parte, la morfología y el tamaño de los

estatocistos tienen las características propias de cefalópodos

poco activos y que flotan, con el cuerpo probablemente

inclinado y con la cabeza hacia abajo cuando están entre

aguas. Este cuadro nos presenta a una criatura que se debe

mover lentamente y no a un cazador agresivo. Sin embargo,

en sus estómagos se han hallado restos de peces que son

relativamente buenos nadadores, así como crustáceos y

otros cefalópodos, que no son precisamente nadadores

lentos. Por otra parte, el calamar gigante tiene un pico bien

desarrollado y una musculatura bucal poderosa, junto a

ventosas grandes con anillos córneos denticulados tanto en

brazos como tentáculos, los cuales son muy largos.

Finalmente, el cerebro posee un lóbulo braquial bien

desarrollado, el cual controla el movimiento de los apéndices.

Estas características, propias de cazadores muy activos,

introducen numerosas incógnitas sobre la forma como el

Kraken captura a sus presas. Por una lado, existen algunas

opiniones que los equiparan a carroñeros inactivos, que

estarían flotando a la espera de sus presas cerca del fondo,

más que a activos depredadores. Pudiera ser que

Architeuthis acechase verdaderamente, en solitario y

flotando pasivamente a media agua, el paso de un banco de

peces o de un grupo de cefalópodos o crustáceos. El ataque

se desencadenaría cuando estuviese a la distancia adecuada,

cálculo para el que precisaría distinguir perfectamente cada

presa dentro del cardumen y sobre el fondo marino. Si

Architeuthis es capaz, como hacen otros cefalópodos

pelágicos, de discriminar la luz polarizada, tendría resuelto

ese problema. Luego de situarse a cierta distancia, por

economía energética, debiera capturar sus presas una a una

y con gran precisión, para lo que utilizaría sus largos

tentáculos, mientras su enorme cuerpo quedaba a prudente

275

distancia y dentro de una envolvente y segura penumbra.

Pero nada de esto se ha visto todavía y todo son

suposiciones.

En términos absolutos, los ojos de Architeuthis son los

mayores del reino animal, pero esto no es así en términos

relativos ya que otros cefalópodos que viven en ambientes

abigarrados, como fondos coralígenos o en áreas de roca,

arenales cubiertos por vegetación y otras zonas fangosas,

poseen ojos que en proporción con su cuerpo o su sistema

nerviosos, son mayores. Ello es consecuencia de que la

capacidad y complejidad cerebral está relacionada con la

complejidad del hábitat. Esto implica también una elevada

variedad y riqueza de patrones de comportamiento, debida

principalmente, pero no sólo, al número y variedad de

componentes cromáticos que despliega el cefalópodo. Las

funciones de las pautas corporales incluyen, entre otras, el

camuflaje o coloración críptica y la comunicación.

Las especies activas durante las horas diurnas y que

moran en ambientes complejos han desarrollado ricos

repertorios de pautas corporales. Por el contrario, aquellas

que viven en ambientes simples o monótonos, como las

aguas pelágicas profundas donde moran los calamares

gigantes y son preferentemente nocturnas, tienen repertorios

más pobres. En el caso que nos ocupa, y como se deduce a

partir de los cadáveres estudiados de Architeuthis, su cuerpo

parece poseer pocos elementos cromáticos ya que no se han

observado fotóforos y los cromatóforos de las capas

tegumentarias que envuelven el cuerpo, la cabeza y los

brazos, así como los internos son básicamente de un único

tipo. Por otra parte, parecen carecer de iridóforos o

leucóforos y los músculos no son apropiados para

proporcionar a los individuos importantes cambios texturales

(piel lisa o rugosa). Además, el repertorio de pautas

posturales y locomotoras parece también limitado en

Architeuthis. En este limitado rango de información en que

nos movemos algo pueden ayudarnos las observaciones de

personas que tuvieron ocasión de estar junto a un calamar

gigante moribundo o recién muerto. Estas personas

describen su color variando entre el rojizo oscuro al castaño

276

púrpura en el dorso y más blanquecino en la región ventral.

Muchos observaron la existencia de cambios de color vívidos

que iban desde un rojo carmín al blanco. No sería pues de

extrañar que en perfectas condiciones y en su hábitat

natural, Architeuthis pudiese manifestar varias pautas

cromáticas y, desde luego, está en disposición de tener cierto

repertorio de pautas corporales. Hay que volver a insistir, sin

embargo, que todo esto son suposiciones inferidas a partir

del examen de individuos moribundos.

Por otra parte, los lóbulos ópticos del calamar gigante

son relativamente más pequeños que los de otras especies

de cefalópodos. Comparando la relación entre la complejidad

del hábitat de los cefalópodos clasificándola según

parámetros como luz, actividad y profundidad, se pueden

definir seis categorías: 1) formas con comportamiento diurno

que moran en hábitats claros; 2) comportamiento nocturno

en hábitat turbios; 3) formas activas de entre aguas; 4)

formas pasivas de entre aguas; 5) formas sublitorales y

batiales; y 6) formas abisales. Si, junto a estas categorías se

incluye un índice relativo al tamaño del Lóbulo Optico (ILO),

definido como el

Fig. 66. Clasificación de los cefalópodos según su tipo de hábitat

(ver texto) y el índice del tamaño del lóbulo óptico (ILO). El calamar

0

100

200

300

400

0 1 2 3 4 5 6 7

OL

I

Luz, actividad y profundidad

277

gigante estaría entre las especies pasivas que habitan entre aguas de escasa luminosidad.

porcentaje entre el volumen de los lóbulos ópticos y el

volumen total cerebral, se observa (Fig. 66) que las especies

de cefalópodos que son activas y viven entre aguas, junto a

las las sublitorales y batiales tienen mayores valores del ILO

que las nocturnas, pasivas de entre aguas y abisales, hábitat

donde se integraría Architeuthis. Si a esto añadimos que el

calamar gigante carece de fotóforos, sus vesículas

fotosensibles están moderadamente desarrolladas y que su

lóbulo basal lateral y sus lóbulos cromatofóricos son muy

pequeños, todo parece indicar que estas criaturas pasan

mucho tiempo en zonas de penumbra o de total oscuridad.

Sin embargo, estas consideraciones surgidas a partir

de datos morfológicos están sujetas a debate, sobre todo por

los nuevos datos que se van obteniendo respecto al rango de

distribución vertical de Architeuthis, la posible existencia de

migraciones verticales, y la carencia de conocimientos sobre

sus diferentes fases del desarrollo. Se desconoce si realiza

migraciones de origen ontogénico, es decir, si las larvas y

juveniles viven próximas a la superficie mientras que los

individuos en maduración y los adultos descienden a medida

que crecen. Tantas incógnitas y conjeturas están reclamando

a gritos poder obtener imágenes de estos gigantes vivos y

desenvolviéndose en su medio natural.

278

Capítulo 6

OTROS CEFALÓPODOS GIGANTES

No todos los cefalópodos gigantes son Architeuthis

Este libro versa sobre el calamar gigante, un

cefalópodo perteneciente al género Architeuthis; el monstruo

mitológico de los mares que, como ya hemos visto, aparece

en muchas leyendas, la literatura e, incluso, en las películas.

Pero, ¿realmente todos los calamares gigantes son

Architeuthis? La respuesta es negativa, puesto que existen

varias especies de cefalópodos cuyo tamaño puede alcanzar

varios metros de longitud total, aunque, por lo que sabemos

hasta ahora, no parece que puedan alcanzar los 22 metros a

los que puede llegar Architeuthis.

En la clase de los cefalópodos hay varias familias que

poseen especies de gran tamaño, dos de ellas son

Ommastrephidae y Onychoteuthidae, que además

corresponden a grupos con especies explotadas

comercialmente. Los primeros son conocidos como las

grandes potas oceánicas, entre las cuales cabe destacar

Dosidicus gigas con sus casi 4 metros de longitud total

máxima; Ommastrephes bartramii, que alcanza los 2 metros,

y Todarodes sagittatus, que puede llegar a medir 1,5 metros

de tamaño total. Los Onychoteuthidae, o potas ganchudas ya

que tienen ganchos en sus tentáculos, también poseen

ejemplares de gran tamaño, como Moroteuthis robusta que

puede alcanzar una longitud total cercana a los 5 metros,

Moroteuthis ingens, Kondakowia longimana y Onykia sp, que

pueden llegar a tener algo más de 2 metros de longitud total

máxima.

Entre los Cranchiidae existe un verdadero gigante que

es Mesonychoteuthis hamiltoni, capaz de superar fácilmente

los 4 metros de longitud. Sobre este verdadero coloso de las

aguas antárticas se tratará con mayor detalle

posteriormente.

279

Fig. 67. Ejemplar de la cranquiluria Onykia sp.

Otro cefalópodo de gran tamaño perteneciente a la

familia Octopoteuthidae es Taningia danae, que también

recibirá una particular atención más adelante. También

podría considerarse como un gigante al calamar losange,

Thysanoteuthis rhombus, una especie cosmopolita de la

Fig. 68. Ejemplares de Thysanoteuthis rhombus capturados en

Asturias en 2002. (Foto de Eloy Alonso)

280

familia Thysanoteuthidae, que posee grandes aletas

romboidales y que alcanza tamaños de hasta 2 metros de

longitud total.

Sin embargo, no todos los cefalópodos gigantes son

calamares o potas, sino que también existen pulpos

gigantescos, como Enteroctopus dofleini y Haliphron

atlanticus. El primero se considera el pulpo gigante por

antonomasia. Se trata de una especie relativamente común,

que habita las aguas del Pacífico Norte que bañan América

del Norte y el continente asiático hasta Japón, alcanzando

hasta 3 metros de longitud total y unos 80 Kg de peso,

aunque hay citas no refrendadas de hasta 200 Kg y cerca de

9 metros de longitud total.

Recientemente se ha capturado un gran ejemplar de

pulpo pelágico de profundidad, cuya longitud total era de casi

3 metros y pesaba 61 Kg. Este ejemplar corresponde a la

especie Haliphron atlanticus, un pulpo gelatinoso de

considerables dimensiones que, hasta esa fecha, se pensaba

sólo podía alcanzar los 2 metros de longitud total. Debido a

la escasez de material se desconoce cual puede ser el

tamaño máximo que alcanza esta especie, así como

numerosos aspectos de su historia natural.

Fig. 69. Enteroctopus dofleini, el pulpo gigante del Pacífico.

281

Por lo tanto, junto al Architeuthis existen otras

especies de calamares gigantes que podrían ser objeto de

confusión para el neófito. A continuación se presenta una

breve visión sobre la biología y ecología de las especies más

relevantes, así como los principales caracteres que las

diferencia del genuino calamar gigante.

El calamar gato o pulpopota de profundidad, Taningia

danae

Entre los calamares de gran tamaño que habitan las

aguas de la mayoría de los océanos de nuestro planeta y que

no deben ser confundidos con Architeuthis, destaca Taningia

danae, vulgarmente denominado en castellano como calamar

gato, debido a la presencia de dos filas de garfios a lo largo

de sus brazos. También se le llama pulpopota debido a que

los adultos únicamente tienen ocho brazos. Esta especie fue

erigida por el naturalista francés Joubin en 1931. Taningia

danae pertenece a la familia Octopoteuthidae que, a

diferencia de Architeuthis, el cual posee largos tentáculos,

comprende aquellos cefalópodos que los pierden cuando

alcanzan los estadíos de paralarva o juvenil. Los juveniles de

esta especie presentan características peculiares, por

ejemplo: las aletas de estos animales son extremadamente

anchas en estos primeros estadíos de su desarrollo y sus

paralarvas poseen unas ventosas agrandadas características

situadas sobre brazos más gruesos y los ápices de los brazos

dorso-laterales (II), que están engrosados debido al

desarrollo de un fotóforo de gran tamaño. Los adultos poseen

un manto grueso y muscular y los fotóforos compuestos del

segundo par de brazos se hacen más patentes y están

recubiertos por un pliegue cutáneo que les permite mostrar u

ocultar el órgano luminoso. Aunque Taningia carece de

fotóforos en los ápices de los restantes brazos, si posee un

fotóforo redondeado interior, ubicado cerca de la bolsa de la

tinta. Las aletas de los adultos no son tan anchas como en

las paralarvas y juveniles, pero en ellos su longitud alcanza

alrededor del 85% de la del manto, siendo su anchura de

282

Fig. 70. A la izquierda (A) se muestra un momento de la disección

del ejemplar de Taningia danae de mayor tamaño capturado en el mundo (124 Kg. de peso), que fue pescado en el caladero de

Carrandi (Asturias) el 30 de octubre de 2000. A continuación se representa el rango de distribución de la especie (B), y el fotóforo

compuesto que hay en el ápice de cada segundo par de brazos de un adulto: cerrado (C) y abierto (D)

hasta el 135% del ancho del mismo. La longitud máxima del

manto de esta especie se aproxima a 170 cm.

Del mismo modo que ocurre con otros calamares de

gran tamaño, como Architeuthis, las capturas de paralarvas,

juveniles o adultos, o los estudios en laboratorio de Taningia

danae son ocasionales y, por lo tanto, su bioecología es

desconocida en gran medida. Sin embargo, esto no ha

impedido se hayan podido inferir algunos aspectos

interesantes sobre su ciclo vital.

Se trata de una especie cosmopolita, oceánica y

mesopelágica, es decir, que habita en la mayoría de los

océanos. En la columna de agua parece encontrarse desde la

283

superficie, sobre todo en el caso de los juveniles, hasta más

de 1000 m de profundidad (adultos). No obstante, estos

animales también parecen desplazarse hasta cerca del fondo

marino, tal y como sugiere la captura de la mayoría de los

ejemplares de Asturias, realizada por barcos que operan con

artes de arrastre demersal y bentónico. Los adultos de esta

especie poseen una coloración entre rojo burdeos y pardo

castaña distribuida homogéneamente a lo largo de todo el

animal. Se alimentan de peces pelágicos, crustáceos

decápodos y cefalópodos. Entre sus principales depredadores

se pueden citar grandes peces, como varias especies de

atunes, el pez sable (Alepisaurus ferox), y el tiburón

portugúes (Centroscimnus coelopis). También es parte de la

dieta de varios mamíferos marinos, como los elefantes

marinos (Mirounga angustirostris), el delfín de frente plana

(Hyperoodon planifrons) o el cachalote (Physeter

macrocephalus), constituyendo además alimento de de

varias aves marinas como el albatros errante (Diomedea

exulans). Estos depredadores capturan ejemplares de

Taningia danae en diferentes estadíos de su ciclo vital, desde

juveniles a adultos, y en océanos tan distantes como el

Índico, el Pacífico tropical, el Atlántico noreste y sudoeste o

el Antártico.

Externamente, el dimorfismo sexual se manifiesta

únicamente en que las hembras adultas son mucho mayores

que los machos, y en que éstos poseen un pene que

sobresale del manto. La fecundidad potencial de una hembra

madura es cercana a los cinco millones de ovocitos, lo que no

quiere decir que todos ellos se conviertan en huevos o

paralarvas viables, por lo que su fecundidad real es

desconocida aunque podría acercarse al millón de huevos. El

tamaño de los ovocitos de una hembra madura se

desconoce, sin embargo los de una hembra en avanzado

estado de madurez midieron entre 0,4 y 1,0 mm, lo que

sugiere que los recién eclosionados deben tener tallas

comprendidas entre 2 y 3 mm. Además, los estudios

reproductivos realizados indican que las hembras de esta

especie tienen una estrategia reproductiva de tipo desove

múltiple, lo cual implica que los huevos de la hembra son

284

puestos en diferentes episodios de desove, es decir, se

realizaría por tandas y en etapas durante un periodo que

puede llegar a durar uno o varios meses, y que durante este

tiempo la hembra sigue creciendo. Este tipo de estrategia

reproductiva es característica de ecosistemas relativamente

estables que presentan alteraciones periódicas. La captura de

la mayoría de los ejemplares en la columna de agua, pero

próximos al fondo, sugiere que el desove se realice cerca del

mismo, aunque se desconoce si la puesta se fija a algún

sustrato, o por el contrario las masas de huevos son

pelágicas y flotan libremente en la columna de agua.

La primera referencia de T. danae en aguas españolas

data del año 1966, cuando se encontraron 10 picos de varios

ejemplares en el contenido estomacal de un cachalote

capturado frente a la costa de Vigo. Posteriormente, se

encontraron restos de otros ejemplares en el estómago de un

cachalote capturado frente a la costa de Galicia en 1974. Sin

embargo, tuvieron que transcurrir más de 25 años para

obtenerse el primer ejemplar capturado aguas gallegas, que

se trasladó posteriormente a la lonja de Vigo. De este

animal, que pesaba unos 45 Kg, desafortunadamente, sólo

se pudo recuperar algunas vísceras (incluido el estómago, el

ovario y los oviductos), junto a la cabeza y los brazos, pero

el resto del cuerpo se perdió. Los registros recientes de la

especie en España vienen de aguas asturianas donde cuatro

ejemplares se capturaron en el año 2000, y otros tres más

entre 2002 y 2004.

Los ejemplares capturados en el año 2000 en aguas

asturianas eran un macho de 19 Kg. y dos hembras de 124 y

66 Kg. capturados en el caladero de Carrandi, a

profundidades comprendidas entre 400 y 600 m durante el

otoño de ese año. Los otros animales obtenidos

posteriormente se capturaron entre Carrandi y las aguas

situadas frente a Ribadesella a una profundidad similar a los

anteriores, variando sus pesos entre 12 y 104 Kg. Seis de los

siete ejemplares estudiados, todos ellos en excelente estado,

eran hembras inmaduras y no fecundadas, siendo una de

ellas el ejemplar más grande capturado hasta la fecha (124

Kg.). El espécimen macho capturado estaba completamente

285

maduro y pesaba tan solo 19 Kg. Los rasgos más

sobresalientes de este macho fueron la presencia de un pene

de 73 cm, que sobresalía 17 cm por fuera de la apertura del

manto, y cuya longitud corresponde al 102% de la longitud

de su manto, y la presencia de varios espermatóforos con

una longitud promedio de 170 mm. Considerando la carencia

de hecocotilización y la presencia de un pene de gran tamaño

en los machos maduros de Taningia danae, parece que la

reproducción de esta especie podría asemejarse a lo

observado en la familia Architeuthidae, donde el macho

inyecta a presión los espermatóforos en el cuerpo de la

hembra.

La edad de los ejemplares capturados en Asturias se

estudió a partir de los estatolitos de dos hembras de 66 y

124 Kg. de peso fresco. Estas estructuras duras se pulieron

por ambas caras y se estudiaron utilizando un microscopio

óptico con la ayuda de un sistema de análisis de imagen con

objeto de poder visualizar las bandas o anillos de deposición.

Es importante destacar que la deposición diaria no está

validada en esta especie, aunque sí lo está en otros

cefalópodos. Sin embargo, si se asume que los anillos se

depositan diariamente, la edad estimada para estos

ejemplares sería de 21 y 33 meses, respectivamente. Esta

estimación es importante si se compara con las realizadas

para ejemplares de Architeuthis utilizando la misma

metodología, pues los calamares gigantes, que eran también

hembras inmaduras de gran tamaño (más de 100 Kg.),

tenían una edad máxima estimada de un año. Según esto, la

edad del calamar gigante es sensiblemente inferior a los tres

años observados en Taningia danae, lo que indica que el

calamar gato crece a un ritmo inferior y es más longevo que

el calamar gigante.

El calamar de Humbolt, Dosidicus gigas

El calamar gigante de la corriente de Humboldt,

Dosidicus gigas, conocido en la bibliografía anglosajona como

Jumbo Flying Squid y en la española como calamar de

Humbolt, es el mayor y uno de los más abundantes

286

cefalópodos nectónicos de la familia Ommastrephidae que,

además, corresponde a una especie intensamente explotada

por flotas pesqueras especializadas en las costas de México y

Perú. Los omastréfidos son uno de los grandes nadadores del

océano pues poseen una poderosa musculatura y una forma

hidrodinámica tal que les permite nadar a gran velocidad y

ser activos depredadores, realizando migraciones de miles de

kilómetros. Su forma es la de un gran calamar con grandes

aletas, que se caracteriza por poseer un cartílago de cierre

del sifón con el manto con forma de T invertida y el que sus

ojos están expuestos al agua de mar, es decir, no recubiertos

por una membrana cornea. Una particularidad de estos

animales es que todos ellos poseen un tipo de paralarva muy

característica denominada Rhynchoteuthion, que se distingue

por tener los tentáculos fusionados en una probóscide, que

se van separando durante el crecimiento.

Fig. 71. A la izquierda, dibujo de un ejemplar adulto de Dosidicus gigas; y a la derecha un ejemplar capturado en aguas de Chile.

(Foto Pablo Reyes & Mathias Hüne)

287

Dosidicus gigas se caracteriza además por tener un

manto muy robusto, unas anchas y musculosas aletas

romboidales, que ocupan entre el 45 y 56% de la longitud

del manto, y poseer los extremos de sus brazos de forma

aguzada con entre 100 y 200 diminutas ventosas. Su

coloración es rojo-violeta y carece de grandes fotóforos en la

piel, si bien pueden existir algunos de pequeño tamaño

durante algún periodo de su ciclo de vida. Aunque pueden

alcanzar entre 1,2 y 1,5 m de longitud del manto, unos 4

metros de longitud total y hasta 150 Kg. de peso,

generalmente su tamaño oscila entre los 20 y 50 cm. de

longitud del manto, lo que corresponde a 1 ó 2 metros

totales, con pesos que varían entre 10 y 35 Kg.

La especie fue descrita por d’Orbigny en 1835 sobre

ejemplares capturados en las costas de Chile y es el “calamar

gigante” más conocido de toda la costa americana del

Pacífico. Dosidicus gigas habita el Pacífico oriental y se

considera una especie nerítico oceánica de aguas tropicales y

subtropicales que se puede encontrar frente a la costa de

América entre el norte de California (40-45ºN) y el sur de

Chile (47-47ºS), aunque es más abundante entre los 30º N y

los 25ºS. Su distribución longitudinal es máxima en el

ecuador, abarcando desde la costa americana hasta los 125-

140ºW, desde donde se va estrechando hacia el norte y el

sur, y siempre hacia la costa. En general, parece habitar

zonas de alta productividad marina dominadas por los giros

oceánicos y bajo la influencia de las corrientes de California y

de Humboldt.

Dosidicus gigas habita un rango de profundidades que

varía entre la superficie y los 1200 metros. Recientes

estudios realizados colocando transmisores en ejemplares

vivos y monitorizando sus desplazamientos, indican que los

adultos suelen desplazarse en la capa de agua de 0 a 200

metros de profundidad durante la noche y entre los 800 y

más de 1000 metros de profundidad durante el día. A

diferencia de Architeuthis, que parece ser una especie de

aguas frías, el calamar gigante de Humboldt habita

principalmente aguas cálidas entre 15 y 28ºC, aunque

288

Fig. 72. Distribución geográfica de Dosidicus gigas

también se le puede encontrar en zonas con aguas de baja

temperatura, hasta los 4,0-4,5ºC.

Esta especie es conocida por sus amplias migraciones,

que realiza de norte a sur y viceversa. Las puestas,

paralarvas y juveniles migran pasivamente arrastrados por

las corrientes, pero los adultos se desplazan activamente

desde sus zonas de alimentación a las de puesta a

velocidades que varían entre 5 y 25 Km. por hora. Estas

migraciones son masivas ya que se puede observar el

desplazamiento de las poblaciones de Dosidicus gigas

migrando hacia el norte y noreste desde zonas oceánicas al

golfo de California durante invierno y primavera, para luego

regresar en sentido opuesto durante el verano y otoño del

hemisferio norte. Desplazamientos similares se observan

desde el Pacífico ecuatorial hacia las costas de Perú durante

primavera y verano del hemisferio sur. Ocasionalmente y

asociados con fenómenos oceanográficos como El Niño,

cuando aguas tropicales irrumpen por la costa americana, se

producen verdaderas invasiones de este calamar que arriban

a las costas de Norteamérica (norte de los Estados Unidos) y

Sudamérica (centro y sur de Chile) en áreas periféricas de su

distribución. Estos fenómenos generalmente causan serios

problemas en las pesquerías locales ya que la especie es un

depredador muy agresivo que, aparte de experimentar

289

grandes varazones en las playas, colapsa las pesquerías

locales constituidas por sus presas. Las últimas veces que se

han producido estas invasiones en la costa chilena, durante

la década de 1990 y en los primeros años del 2000, su efecto

sobre los ecosistemas y en las pesquerías locales de Chile, ha

sido importante.

Las varazones de Dosidicus gigas son periódicas,

aunque su intensidad es muy variable. En Chile se tienen

registros históricos sobre este fenómeno, que indican que en

marzo de 1930 tuvo tal magnitud que bloqueó parte del

puerto de Talcahuano (centro-sur de Chile). Por el contrario,

durante la década de 1970 la especie prácticamente

desapareció de las costas chilenas. Posteriormente, ya por la

década de 1990 y 2000, se han observado grandes

concentraciones de D. gigas frente a las costas de Chile y se

han repetido, aunque no a gran escala, las varazones en sus

costas. Debido a que casi cualquier calamar grande que

aparece en las costas pacíficas de América a priori es

catalogado como perteneciente a esta especie a menos que

un experto tenga la oportunidad de estudiarlo, no es de

extrañar que existan muy pocos registros de Architeuthis,

sobre todo en Centro y Sudamérica, donde hay pocos

teutólogos.

Fig. 73. La aparición de un enorme cardumen de Dosidicus gigas bloqueó el puerto chileno de Talcahuano en marzo de 1930. Estas enormes varazones de la especie eran muy comunes en las costas

de Chile a principios del siglo XX. (Wilhelm, 1930)

290

Como se trata una especie explotada comercialmente,

gran parte del conocimiento sobre su biología y ecología

proviene del estudio de sus pesquerías. Al parecer, la especie

está dividida en dos poblaciones separadas, una asociada a

la corriente de Humboldt y otra al Golfo de California. A su

vez, en cada población se reconocen tres grupos de talla:

uno de ejemplares de pequeño tamaño (130-340 mm de

manto), otro de ejemplares medianos (240-600 mm de

manto) y un tercer grupo de ejemplares gigantes (400-1500

mm de manto). La presencia de varios grupos de talla es una

característica ya observada en otras especies de

omastréfidos, como en el caso de Sthenoteuthis oualaniensis,

y podría corresponder a la existencia de subpoblaciones

dentro de la propia población. Los tres grupos habitarían las

mismas zonas, aunque los gigantes parecen ser más

comunes en los extremos norte y sur de la distribución de la

especie.

Dosidicus gigas está entre los omastréfidos con

mayores tasas de crecimiento observadas, ya que diversos

estudios realizados utilizando seguimiento de tallas en la

población, incrementos en los estatolitos y marcas de

crecimiento en el gladio indican que este animal crece muy

rápidamente y vive generalmente un año. El crecimiento de

las paralarvas y juveniles es extremadamente rápido ya que

desde su eclosión, con 1,1 mm de manto, alcanzan entre 100

y 270 mm de manto en 45 a 55 días. Parece que el

crecimiento se reduce en los adultos cuando comienza la

maduración, pero no se detiene, ya que pasa de 0,8-1,5% en

juveniles a 0,2-0,4% al día en adultos.

El calamar gigante de la corriente de Humboldt es uno

de los cefalópodos con mayor fecundidad potencial que se

conoce, ya que el ovario de una hembra puede llegar a tener

hasta 32 millones de ovocitos, aunque esta cantidad

generalmente oscila entre 0,3 y 13 millones. Por su parte, los

machos pueden acumular entre 300 y 1200 espermatóforos

de entre 25 y 35 cm de longitud para la cópula. Como la

hembra no puede evacuar por los oviductos más del 10% de

los ovocitos maduros que posee el ovario a la vez, lo más

probable es que esta especie tenga una puesta múltiple

291

dentro de un ciclo reproductivo único. Aunque hay

ejemplares maduros con capacidad para reproducirse todo el

año, el principal periodo de reproducción parece acontecer

durante la primavera y principios del verano. Las zonas de

reproducción de Dosidicus gigas están situadas sobre el talud

continental o en aguas oceánicas adyacentes, asociadas a

áreas de alta productividad primaria y localizadas entre los

25ºN y 20-25ºS y a una distancia de entre 50-150 a 200-250

millas náuticas de la costa.

La cópula parece ocurrir cerca de la superficie y ha

sido observada en una ocasión por el investigador A.V.

Parfenjuk, quien vio a dos ejemplares nadando en la

superficie durante la noche: en un momento determinado el

macho se puso a nadar lentamente cerca de la hembra por

alrededor de unos 20 segundos para luego aproximarse y

copular con ella enlazando los tentáculos cabeza contra

cabeza durante unos 50 segundos y manteniéndose a flote

mediante el movimiento suave de sus grandes aletas. Una

vez completada la cópula ambos ejemplares se separaron.

Se desconoce cómo es la puesta de esta especie,

aunque se supone que es pelágica y flota a media agua

llevada por las corrientes. Varios experimentos en laboratorio

indican que el desarrollo embrionario es muy rápido,

pudiéndose completar en 6 a 9 días a 18º C, después de lo

cual nace una paralarva Rhynchoteution característica.

Durante su crecimiento, los ejemplares pasan por las etapas

de paralarva (1-10 mm de manto), juvenil (10-100 mm),

subadulto (100-350 mm) y adulto (más de 350 mm), que

implican cambios en su morfología, dieta y hábitat. Por

ejemplo, los juveniles y subadultos desarrollan varios

fotóforos oculares y dos intestinales, que producen luz

azulada-verdosa, los cuales están ausentes en las paralarvas

y los adultos.

Los juveniles de la especie son más activos que los

adultos y se desplazan generalmente en cardúmenes de 20 a

50 ejemplares nadando muy rápido y pudiendo incluso llegar

a saltar fuera del agua. Los subadultos se agrupan en

cardúmenes de 20 a 1200 ejemplares, pero son menos

292

activos. Finalmente, los adultos se mueven solos o en grupos

pequeños de entre 2 y 12 ejemplares.

Dosidicus gigas es un activo y muy agresivo

depredador cuyas presas son copepodos, amfipodos,

eufausidos, crustáceos pelágicos, el cangrejo rojo

(Pleuroncodes planipes), cefalópodos, otros moluscos y

peces. Este amplio espectro y la importancia de cada tipo de

presa va cambiando según Dosidicus crece. Así, en

ejemplares juveniles los invertebrados macroplanctónicos

son muy importantes mientras que en los adultos los peces y

los cefalópodos son el principal componente de su dieta. En

los adultos se ha observado que casi un 30% de la dieta

corresponde a cefalópodos y que, de estos, la mayoría son

casos de canibalismo. Tal es el grado a agresividad de esta

especie que se ha observado que muchos ejemplares son

atacados por otros de la misma especie al ser pescados e

izados a bordo y, en más de un caso, sólo a llegado la cabeza

al barco ya que el cuerpo se lo habían comido durante la

maniobra de izarlo a bordo. Incluso se han documentado de

ataques de estos calamares a buzos, aunque se trata de

casos relativamente aislados y bajo circunstancias especiales.

Los principales depredadores de Dosidicus gigas son

peces como los atunes, tiburones, pez espada, etc, aunque

también es consumido por otros cefalópodos, ya sea de su

misma especie u otros omastréfidos (Sthenoteuthis

oualaniensis por ejemplo), aves marinas como las gaviotas y,

finalmente, por mamíferos marinos.

El calamar de Humbolt es uno de los recursos con

mayor biomasa estimada, ya que se calcula que ésta alcanza

unas 7 a 10 millones de toneladas. Este es el motivo por el

cual la especie es fuertemente explotada en pesquerías

especializadas de aguas de México y, sobre todo, Perú, que

llegan a extraer hasta 200 mil toneladas anuales. Como la

especie experimenta importantes migraciones entre el norte

y sur, estas pesquerías fluctúan dependiendo de la

abundancia del recurso en cada zona, situación que se

agrava cuando ocurren fenómenos como El Niño, que alteran

completamente las distribuciones y abundancias de la

especie en toda su área de distribución.

293

La cranquiluria antártica Mesonychoteuthis hamiltoni.

Dentro de los cefalópodos existe una familia con

rasgos muy particulares, se trata de los Cranchiidae. Los

cránchidos o cranquilurias abarcan una gran diversidad de

especies, siendo su característica más relevante que todos

sus miembros tienen el manto fusionado a la cabeza por la

región nucal y por ambas esquinas posteriores y laterales del

sifón. Entre estos cefalópodos, hay una especie que puede

considerarse gigante, ya que alcanza dos metros y medio de

longitud del manto, unos cuatro metros de longitud total y

hasta ciento cincuenta kilos de peso. Se trata de la

cranquiluria antártica Mesonychoteuthis hamiltoni que fue

descrita por Robson en 1925 a partir de los restos de dos

individuos encontrados en el estómago de cachalotes

capturados al sur de las islas Shetland.

Los tentáculos de Mesonychoteuthis son mucho más

cortos que los de Architeuthis y sus mazas carecen de

garfios, los cuales si están presentes en los brazos desde que

el animal alcanza unos 45 mm de longitud de manto. En los

Fig. 74. Adulto, detalle de los brazos, paralarva y juvenil de 45 mm

de longitud del manto. (según N. A. Voss)

294

dos tercios distales del funículo de los tentáculos hay varias

series de ventosas y almohadillas. Dentro de las

características más llamativas de esta especie están la

presencia de un órgano luminoso o fotóforo sobre cada ojo

en forma de media luna, dentro de cuya concavidad hay otro

más pequeño y oblongo; y el que sus aletas sean terminales

y ovaladas, careciendo de lóbulos anteriores y extendiéndose

a lo largo de toda la región posterior del manto, que es

bastante acuminado. Esta especie posee un manto cuyas

paredes son muy gruesas (6 cm) y de consistencia algo

gelatinosa.

Muy poco se conoce sobre la biología y ecología de

este calamar gigante antártico, que tampoco nunca ha sido

observado vivo en su ambiente natural. La distribución de la

cranquiluria antártica es circumpolar, ubicándose al sur de la

convergencia Antártica. Se alimenta de peces y cefalópodos,

siendo sus principales depredadores los cachalotes, elefantes

marinos, varias especies de focas, albatros, pingüinos y el

Fig. 75. Steven O’Shea con un gran ejemplar de M. hamiltoni capturado en el mar de Ross (Antártica).

295

bacalao de profundidad Dissostichus eleginoides. Los

juveniles viven preferentemente entre 20 y 600 m de

profundidad, mientras que los adultos lo hacen a mayores

profundidades, llegando hasta los 2.200 m. Se captura al

arrastre y también aparece en los palangres de profundidad,

pero siempre como captura incidental ya que, aunque es

comestible y parece tener una biomasa de cerca de 90

millones de toneladas, todavía no se ha desarrollado una

pesquería dirigida a esta especie.

296

Capítulo 7

EL CALAMAR GIGANTE Y EL GRAN PÚBLICO

Museos y exposiciones

Desde hace siglos, los calamares gigantes han sido

objeto de innumerables historias que han servido para

alentar nuestra imaginación, creando aventuras que incluyen

a estos colosos marinos o seres basados en ellos en las que

cualquiera de nosotros podría tener cabida. Por eso, es

frecuente que los niños que acaban de visitar una exposición

sobre los calamares gigantes hagan comentarios exagerados

sobre su apariencia o voracidad y comiencen a relatar

historias que les gustaría protagonizar, o que ellos creen

haber vivido, en sueños, claro está. Pero estas fantasías no

sólo las tienen los niños, sino también los adultos. Así, y a

modo de anécdota, solemos comentar lo que nos ocurrió en

una de las disecciones de un calamar gigante en Asturias, la

del más grande que se puede observar el la exposición que

CEPESMA tiene en Luarca, una hembra de 148 Kg. Durante

su disección se acercó una señora de mediana edad que, al

ver el ejemplar que estábamos analizando, nos dijo que no

era tan grande como ella se imaginaba. Discernir si ella creía

que se encontraría un monstruo marino de al menos 500 Kg.

debido a su desbordante imaginación, o si su experiencia le

había permitido ver un ejemplar más grande hace décadas,

fue algo imposible a la luz de la conversación que

mantuvimos. Lo que parece claro es que, a veces, nuestra

mente nos hace ver más allá de la realidad.

Desde un punto de vista objetivo, el calamar gigante

Architeuthis es el mayor invertebrado que habita el planeta

tierra. Por ello, tiene un gran poder evocador que se traduce

en numerosos símbolos, los cuales están representados de

múltiples formas, tales como tatuajes, collares, pinturas, etc.

297

Sinceramente, la pasión que mueve a los teutólogos en el

estudio de estos colosos es superada a veces por la que

sienten algunas personas anónimas por estos moluscos

marinos, como las que deciden representar obras de un valor

artístico innegable tatuadas en su cuerpo.

Las conversaciones mantenidas con personas

relacionadas o no con el campo de las ciencias marinas

revelan el creciente interés por conocer la realidad sobre los

calamares gigantes. Este interés se incrementa con cada

noticia sobre la aparición de alguno de estos extraordinarios

animales en algún lugar. Si el hallazgo se produce cerca de

nuestras costas, lo primero que se plantea el público en

general es que los calamares gigantes no son un tema tan

lejano como pensaban. En este sentido, las exposiciones en

las que se pueden observar calamares gigantes son

importantes por múltiples razones, tanto para los que

piensan que estos grandes invertebrados no existen, como

para los que imaginan que su tamaño podría superar límites

inimaginables. Desafortunadamente, existen muy pocos

ejemplares de Architeuthis en las colecciones de los museos

de ciencias naturales de todo el mundo. Las razones de esta

mínima representación se deben, principalmente, al escaso

número de animales registrados a nivel mundial, así como al

mal estado en que se encontraron. Por otra parte, la

preparación y conservación de animales de gran tamaño no

resulta sencilla y los materiales de preservación y recipientes

especiales para mantenerlos necesitan de presupuestos, que,

aunque no inalcanzables, representan un desembolso

importante.

La primera vez que nos enfrentamos a la preparación

de un ejemplar de estas características para un museo, una

hembra de 148 Kg. de peso, nos planteamos numerosos

interrogantes. Nuestro primer objetivo se centró en buscar

un impacto visual para que el público pudiera hacerse una

idea lo más real posible de cómo son estos animales en la

naturaleza. Para ello, teníamos que huir de una mera

introducción del calamar eviscerado en una urna, que con el

paso del tiempo convirtiese al animal en un ser plano,

deforme y poco atractivo. Por ello, lo primero que debíamos

298

solucionar era como proporcionar una sensación de volumen

al animal. Esto se resolvió con dos procedimientos: en primer

lugar, sustituyendo la pluma del calamar, generalmente rota

por varias partes, por una estructura rígida de madera o de

plástico; en segundo término, mediante la introducción de

material de relleno plástico dentro del manto eviscerado, que

fue luego cuidadosamente suturado; y en tercero, por la

introducción de un cilindro de plástico dentro del sifón, que le

proporcionaba la apariencia de estar expeliendo agua. La

naturaleza de los materiales utilizados, además de dar el

volumen deseado a la pieza, le proporcionaban cierta

flotabilidad dentro del líquido conservante, separando al

espécimen del fondo de la urna. Lo que mayor complicación

planteó fue la reconstrucción de los ojos, que en el calamar

gigante son de grandes dimensiones, y que en la mayoría de

los ejemplares aparecen totalmente reventados debido al

brusco cambio de presión entre la profundidad a las que se

capturan estos animales y la superficie, así como al daño

producido por las redes. La mejor solución fue introducir

focos del tamaño semejante al ojo y con una superficie

convexa de color grisáceo que simulase el cristalino. El

resultado fue satisfactorio y después de suturar los tejidos

oculares, parecía que el gran calamar estuviese

observándote. También se suturaron los trozos de brazos y

tentáculos rotos con objeto de reconstruirlos en su mayor

extensión posible.

En lo que referente a la fijación y conservación del

animal, después de ser introducido en la urna diseñada y

construida ex profeso para su conservación, se llenó esta con

una solución de formaldehído al 10% en agua de mar

destinada a fijar los tejidos, que al cabo de 15 días, fue

reemplazada por otra de alcohol al 70% en agua dulce, que

es el líquido en el cual se conservan actualmente todos lo

calamares gigantes que se pueden observar en el Museo Aula

del Mar de CEPESMA.

Resulta innegable afirmar que la colección que se

encuentra en este pequeño museo de Luarca es la más

importante del mundo en lo que respecta a calamares

gigantes, ya que, además de varias hembras de Architeuthis,

299

se encuentran dos de los ocho machos hallados hasta la

fecha en aguas del Atlántico nororiental, uno de los cuales

presenta espermatóforos en la base de sus brazos. También

se encuentran allí expuestos cuatro ejemplares del calamar

gato Taningia danae recolectados en aguas asturianas, uno

de los cuales es el de mayor peso nunca antes observado.

Por ello, es realmente inaudito que esta exposición

permanente no tenga la difusión que se merece, máxime

cuando se compara con los escasos ejemplares que se

conservan a lo largo y ancho de los museos más importantes

del mundo.

Una de las colecciones más importantes de calamares

gigantes de allende nuestros mares se encuentran en la

sección de moluscos de la Smithsonian Institution de

Washington D.C. Esta institución, que posee más de 142

millones de muestras en su colección, es también un centro

puntero dedicado a la investigación pública y a subvencionar

becarios en los campos del arte, la ciencia y la historia. La

visita a cualquiera de sus instalaciones impresiona por el

amplísimo elenco de material disponible para el estudio y

observación en sus decenas de exposiciones. Esta institución

Fig. 76. Primer ejemplar de Architeuthis que se expuso en el Aula

del Mar de Luarca.

300

se estableció en 1846 con fondos legados por el científico

británico James Smithson, y tiene como objeto el aumento y

la difusión del conocimiento. Es en el Museo Nacional de

Ciencias Naturales de los EE.UU. anejo a la Smithsonian

Institution, donde se conserva uno de los primeros

ejemplares de Architeuthis expuestos al público. Comparar

los miles de organismos marinos expuestos en este museo

con el material de Luarca no tiene sentido debido a la

abismal desproporción en casi todos los aspectos favorable a

la Smithsonian. Sin embargo, hay un punto en el que Luarca

es muy superior, y este es la cantidad y calidad de los

ejemplares de calamar gigante que se pueden ver en este

pequeño pueblo asturiano.

Además del Architeuthis que se puede observar en la

Smithsonian, existen otros ejemplares expuestos

permanentemente en diferentes museos de todo el mundo,

como por ejemplo dos que se conservan en el Museo

Americano de Historia Natural de Nueva York y en el Museo

Nacional de Escocia, respectivamente. Es tanta la

importancia que se le concede a estos calamares que, en

numerosas ocasiones, se les dan arbitrariamente apelativos

tan pomposos como: “el ejemplar mejor conservado del

mundo”. Así se afirma, por ejemplo, del ejemplar de 114 Kg.

expuesto en el museo de Nueva York, el cual llegó a su sala

de biodiversidad el 12 de octubre de 1999 procedente del

Instituto de Investigación Atmosférica y Marina de Nueva

Zelanda. Este animal fue capturado accidentalmente a finales

de 1997, congelado inmediatamente y transportado a Nueva

York en avión, pagándose por él cerca de diez mil dólares.

Además de este ejemplar, también se exponen en

este museo dos maquetas de calamar gigante, teniendo una

de ellas 110 años de antigüedad, ya que fue comprada en

1895. El otro modelo representa la lucha de un cachalote con

un calamar gigante en las profundidades del océano.

Desafortunadamente, en Europa no existen muchos

ejemplares de Architeuthis expuestos en museos. Así, hasta

donde alcanza nuestro conocimiento, además de los

calamares gigantes exhibidos en Luarca, solamente se puede

observar otro ejemplar en el Museo de Biarritz, con una

301

longitud total superior a los siete metros, que fue cedido por

CEPESMA. Por otra parte, en el Museo de Historia Natural de

Viena se conserva un brazo de largas proporciones, así como

otros tentáculos intactos en Noruega y Dinamarca.

Aunque Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica son tres

de los lugares del mundo donde han aparecido más

Architeuthis, no existen hasta ahora en esos países

exposiciones que muestren alguno de los muchos ejemplares

que han aparecido flotando o han sido capturados en sus

aguas.

Lo que se puede encontrar en otros museos, además

del material conservado en colecciones para el estudio de

especialistas, son maquetas, que en algunos casos no

guardan siquiera las proporciones adecuadas. Sin embargo,

no es nuestra intención analizar la adecuación a la realidad

de esas reproducciones, sino constatar donde se pueden

observar, si es que tenemos la suerte de viajar a lugares tan

distantes como Sudáfrica, EE.UU. o Canadá. Así, tal y como

se muestra en la fotografía, una bonita reproducción de un

calamar gigante se puede observar en una bahía de

Terranova.

Fig. 77. Maqueta de un Architeuthis expuesta en una bahía de Terranova (Canadá).

302

La historia de las maquetas de calamares gigantes se

remonta al siglo XIX. La primera que se expuso al público fue

la realizada por J.H. Emerson, bajo la dirección científica de

A. E. Verrill, en 1883, que se expuso en el Museo Peadbody

de la Universidad de Yale (EE.UU.). Luego vinieron otras

como la que existía en la universidad de Harvard, o la que se

mostró en el Museo de Historia Natural de Londres en 1906,

que fue destruida en 1940 por los bombardeos alemanes

durante la Segunda Guerra Mundial. También hubo otras dos

en el Museo de la Naturaleza de Salzburgo (Austria) y en el

Museo de Zoología de la Universidad de Copenhague. Una de

las más modernas, realizada en 1997 por el artista R. Ellis,

se encuentra expuesta en el Museo Nacional de Escocia en

Edimburgo. Los materiales con los que se confeccionaron

estas maquetas han variado con el transcurso del tiempo,

realizándose actualmente con plásticos de diferentes tipos.

Actualmente, se puede encontrar maquetas de

calamar gigante en las exposiciones de los Museos de

Historia Natural de Londres y Chicago. Otra maqueta

espectacular es la que se exhibe en el Museo de Historia

Natural de Ciudad el Cabo que representa a un calamar

gigante hembra de 1,84 m de longitud del manto varado en

Soetwater (Sudáfrica) después de una fuerte tormenta en

1991. El modelo tiene una longitud total de 9.3 m.

Finalmente, cabe destacar varias maquetas que se pueden

contemplar en Luarca, que reflejan fielmente la forma del

Architeuthis.

La leyenda del Kraken se difundió en inglés gracias al

popular poema The Kraken de Lord Alfred, Tennyson,

publicado en 1830. Además de pánico, el Kraken produce

una abyección ligada a la posibilidad de ser absorbido a

través de sus ventosas. En su novela Les travailleurs de la

mer, publicada en 1866, Víctor Hugo nos hace experimentar

el horror que se puede sentir cuando un cefalópodo gigante

nos aprisiona entre sus tentáculos “Una dentellada es

horroroso; pero menos temible que una succión. [...] la

ventosa, eres tú mismo que penetra en la bestia, tus fibras

se retuercen, tu piel revienta bajo un peso inmundo, tu

303

Fig. 78. Maquetas de Architeuthis en el Aula del Mar de Luarca.

sangre brota y se mezcla horrorosamente con la linfa del

molusco. La bestia se superpone a ti por miles de bocas

infames; la hidra se incorpora al hombre; el hombre se

amalgama con la hidra. [...] el pulpo, ¡que horror!, te

absorbe incorporándote a sí mismo, y te engulle, impotente,

y te sientes lentamente vacío en ese espantoso saco, que es

el monstruo. Aún más terrible que es ser comido vivo está lo

indescriptible de ser bebido vivo”.

Literatura

En la ciencia ficción los calamares, o entes fantásticos

basados en ellos, han sido protagonistas de un amplio

número de relatos, novelas y películas, debido

probablemente a que se trata de un depredador con cierta

304

inteligencia y a las leyendas del Kraken. Uno de los episodios

de la literatura clásica mejor conocidos es el relato del

encuentro del submarino Nautilus del capitán Nemo con

cefalópodos gigantes, que incorpora Julio Verne en su libro

Veinte mil leguas de viaje submarino (1870). Verne

demuestra tener bastantes conocimientos de la leyenda del

Kraken, citando los exvotos de Saint-Malo, las descripciones

de Olas Magnus y del obispo Pontoppidan, así como el

encuentro de la tripulación del Alécton con un calamar de

enormes dimensiones al nordeste de Tenerife en 1861. Verne

imagina a esos cefalópodos como animales notablemente

repulsivos, malévolos y perversos. A través de uno de los

ventanales del submarino los protagonistas de la novela

observan un calamar gigante, que el profesor Aronnax

describe de la forma siguiente: “era un calamar de

dimensiones colosales, y de ocho metros de longitud, que

nadaba en la dirección del Nautilus. Estaba mirando con sus

enormes ojos fijos de matices verdosos. Sus ocho brazos, o

por mejor decir sus ocho pies, implantados en la cabeza, lo

cual ha hecho dar a estos animales el nombre de

cefalópodos, tenían un desarrollo de su cuerpo y se retorcían

como la cabellera de las furias. Se veía con toda claridad las

doscientas cincuenta ventosas dispuestas en la cara interna

de los tentáculos en forma de cápsulas semiesféricas.

Algunas veces las ventosas se aplicaban sobre los cristales

del salón, adhiriéndose a él por medio del vacío que

practicaban. La boca de este monstruo, pico córneo

semejante al del papagayo, se abría y cerraba verticalmente.

Su lengua, sustancia córnea también, y armada con varias

hileras de agudos dientes, salía estremecida de aquella

verdadera cizalla ¿Qué capricho de la Naturaleza!¡Un pico de

ave para un molusco! Su cuerpo fusiforme y abultado en su

parte media, formaba una masa carnosa, que debía pesar de

veinte a veinticinco mil kilos. Su color inconstante,

cambiando con extraordinaria rapidez, según la irisación del

animal, pasaba del gris lívido al pardo rojizo”. Más adelante,

siete de esos “pulpos” (ahora los llama así Verne) atacan al

submarino, deteniendo su marcha porque uno de ellos agarra

una de las aletas de la hélice con sus mandíbulas. Como esos

305

monstruos, cuya descripción contiene tanto elementos

extraños a los auténticos calamares gigantes como otros

bastante ajustados a la realidad, no son afectados por los

campos eléctricos que defienden al submarino, su tripulación

y los tres invitados por Nemo, el profesor Aronnax, su criado

Conseil y el pescador de ballenas canadiense Ned Land,

luchan contra ellos con hachas y arpones, hasta que los

ahuyentan no sin antes haber sufrido la pérdida de un

tripulante y haber estado seriamente en peligro la vida de

Aronnax.

La novela de Verne se hizo todavía más famosa a raíz

de la proyección en todo el mundo de la película Veinte mil

leguas de viaje submarino producida por los estudios de Walt

Disney en 1954, donde James Mason interpretó el papel de

capitán Nemo, y Paul Lukas, Peter Lorre y Kirk Douglas los

de sus tres invitados.

La tradición literaria se continúa en obras como Deep-

Sea Plunderings (Los saqueadores de las profundidades)

donde, junto con relatos reales, su autor, Frank Bullen

(1902), mezcla algunos de ciencia ficción, como el titulado La

última etapa de los Decápodos. Sorprendentemente, ese

relato no trata sobre personas asesinadas por los calamares

gigantes o embarcaciones engullidas por estas aviesas

criaturas, sino sobre la rivalidad entre el Kraken y los

cachalotes.

En The Sea Raiders (Los invasores marinos),

publicada por H. G. Wells en 1905, el autor parece estar

relativamente familiarizado con alguno de los varamientos de

calamares gigantes acontecidos en Terranova unos años

antes de la publicación de su novela, pero sitúa la acción en

la comarca de Devon al sur de Inglaterra. El autor inventa la

especie Haploteuthis ferox, que puede traducirse como

calamar feroz, animal que llega a atacar al Sr. Fison

persiguiéndole incluso por tierra, y que es considerado

responsable de la muerte de numerosas personas.

Ian Fleming, en su novela Doctor No de 1958, coloca

a James Bond en la tesitura de tener que escapar de un

tanque trampa donde el malévolo doctor ha encerrado un

agresivo calamar gigante que intenta matarlo. El sagaz y

306

temerario agente 007 logra, por supuesto, escapar con éxito

de los tentáculos y mandíbulas del monstruo.

Uno de los más famosos escritores de ciencia ficción

del siglo XX, Arthur C. Clarke, estuvo desde niño cautivado

por el Architeuthis, tratándolo e incorporándolo en

numerosos de sus relatos. En Childhood’s End (El final de la

infancia) publicada en 1953, los calamares gigantes son

traídos a colación, aunque la historia, trata sobre el fin del

mundo y poco tiene que ver con ellos. En The Shining Ones

(1962), traducido como Criaturas abisales, se juega con la

idea de la posible inteligencia de los calamares gigantes, que

serían capaces, entre otras cosas, de comunicarse entre sí

por medio de señales luminosas. En el corto relato Big Game

Hunt (El gran juego de la caza) aparecido en 1957, Clarke

cuenta la historia de un biólogo que intenta, fallidamente,

aplicar la pesca eléctrica a los calamares gigantes. Ese

mismo año, se publicó el relato de ficción The Deep Range

(En las profundidades) donde el autor, pese a conocer bien el

nombre científico correcto del calamar gigante, le nombra

como Bathyteuthis maximus, que traducido significa el

calamar más grande de las profundidades abisales. En esta

novela, que transcurre en el sugerente ambiente de ficción

de una granja submarina de ballenas y cachalotes, varios

científicos y granjeros tratarán de capturar a un monstruo -

Percy- que deja enormes marcas de sus ventosas en los

lomos y cabezas de los cetáceos y que puede ahogarlos al

mantenerlos en las profundidades marinas sujetándolos con

sus largos brazos. Un famoso centro donde se exhiben

animales marinos ofrece bastante dinero por un calamar

gigante vivo para sus exposiciones. Con objeto de capturarlo

se realizan inmersiones con un submarino que desciende

hasta cerca de 1200 metros de profundidad. En el primer

encuentro con el gigante, además de filmarlo, los tripulantes

del submarino logran clavarle un dardo con un narcótico,

“que no le resultará dañino”. Luego se narra la aventura para

localizar y tratar de llevar a la superficie al anestesiado Percy

hasta que es encerrado en un gran tanque. Aquí, como

posteriormente en el artículo publicado en 1992 en la revista

Omni cuyo título es: ¡Los Calamares! En defensa de una

307

noble criatura, Clarke trata de mostrar a los lectores que

Percy no es un ser malévolo sino un animal inteligente y

tímido que huye de los cachalotes y mora en las

profundidades marinas. Lejos de ser un peligro para el

hombre, se trata de una criatura que debe protegerse, igual

que debe hacerse con su hábitat natural. Clarke quiere así

salir al paso de la influencia negativa de la novela The Beast,

luego convertida en película, escrita por Peter Benchley,

donde un calamar de más de treinta metros es un cazador

inteligente, poderoso, vengativo y antropófago que provoca

el pánico, horror y odio entre los humanos. Se trata de una

historia de ficción del mismo autor que se hizo famoso con

las novelas y películas Jaws, que es anterior a The Beast, y

The White Shark (Tiburón Blanco) publicada en 1994. La

temática del Kraken volverá a aparecer en otros relatos de

Clarke como Challenge of the Deep (El reto de las

profundidades) de 1966, o en The Ghost from the Grand

Bank (El fantasma del Gran Banco) publicada en 1990.

La batalla entre el hombre y el calamar gigante, una

deformación de los hechos históricos ocurridos en la cala de

Portugal (Terranova) de 1871, y recogidos por el reverendo

Harvey, es narrada por N. Duncan en la Antología de

literatura infantil publicada en Canadá en 1940. Casi

cincuenta y cinco años después, la escritora estadounidense

Annie Prouxl cuenta ese acontecimiento, ya legendario, en su

novela Shipping News (1993), por la que obtuvo el premio

Pulitzer. Y dos años más tarde, en la novela The Kraken,

escrita por D. Reed para un público juvenil, aparece

nuevamente Tom Piccot, un personaje probablemente

inventado por Harvey, como protagonista de una heroica

batalla que nunca existió.

Architeuthis ha sido usado en varias novelas de

ciencia ficción relativas al espacio, tanto interior como

exterior, y a los viajes interestelares. Así ocurre en la novela

Kraken acecha de John Wyndham, publicada en inglés en

1957 y traducida al español en 1965, donde aparecen

criaturas interestelares semejantes a calamares gigantes,

que son capaces de devorar de un bocado enormes naves

espaciales. Charles Sheffield en La Teleraña entre los

308

mundos (1979) crea un mundo futuro donde un millonario

posee un calamar gigante inteligente en el interior de una

estación espacial. Este ser responde al nombre de Calibán,

famoso en la literatura de ficción. Y en la novela de ficción

Esfera de Michael Crichton, autor de Parque Jurásico,

publicada en 1987, un científico transformado por efecto de

una esfera extraterrestre, exterioriza sus miedos en forma de

calamar gigante. En El final de la tierra, de Frederik Pohl y

Jack Williamson (1979), aparecen calamares adiestrados

para actuar como obreros de los humanos. Por otra parte, el

carácter depredador del calamar gigante es fuente de

inspiración para Dan Simmons, autor contemporáneo de

terror y ficción, para quien los centinelas de Matrix y a las

naves éxter del Hyperion son calamares. Como ejemplo de

traducción curiosa, cabe mencionar al calamar que porta el

delfín militar cibernético de Johnny Mnemónic, relato de

ficción escrito por William Gibson en 1981. Este calamar no

es otra cosa que un cefalópodo que permite al delfín tanto

detectar submarinos a larga distancia como leer y manipular

las señales de delicados equipos electrónicos.

No se acaban aquí los relatos que tratan de los

calamares gigantes y si usted se decide a buscar en Internet

encontrará, entre otros, títulos como: Tentacles de S.R.

Redmon, Giant squid de J. Dussling y P. Johson, Outside and

Inside Giant Squid de S. Markle, The incredible hunt for the

giant squid de B. Matsen, y el libro Giant squid: mystery of

the Deep de J. Dussling y P. Johson.

En Caneliñas, un lugar de la costa norte de Galicia

donde hasta hace pocos años existió una factoría de

ballenas, todavía quedan marineros que recuerdan la caza de

esos magníficos animales a su paso por el Finisterre europeo.

No es infrecuente oír contar a esas personas que muchos de

los cachalotes que eran cazados regurgitaban grandes trozos

de calamares, que, a juzgar por su tamaño, debían ser de

grandes dimensiones. Parecidas historias podían escucharse

no hace demasiados años en otros puertos con tradición

ballenera. Esos relatos, transmitidos oralmente, han sido

recogidos en algunas publicaciones. Quizás las dos más

antiguas se deben a Herman Neville en su famosa novela

309

Moby Dick (1851) y a Charles Nordhoff en su libro Whaling

and Fishing de 1856, pero que se encuentran también en The

Whale and his Captors de Henry Cheever, escrita en 1859, y

en The Cruise of the Cachalot y Denizens of the Deep de Fran

Bullen, escritas en 1989 y 1904, respectivamente.

La relación entre una presa de grandes dimensiones

(Architeuthis) y su principal depredador (el cachalote,

Physter macrocephalus) ha excitado la imaginación de

numerosos escritores. Las grandes marcas de ventosas que

aparecían en la piel del cuerpo de los cachalotes, de hasta 37

mm de diámetro, provocaron las exageraciones sobre el

tamaño de los calamares gigantes, ya que la extrapolación

de esas marcas, exageradas por la deformación,

proporcionaba calamares de varias toneladas.

Esas marcas también contribuyeron a acrecentar la

supuesta ferocidad de Architeuthis, que, para la imaginación

de los novelistas, podría entablar colosales luchas con los

cachalotes, y salir victorioso en algunas ocasiones. Esa

potencial batalla en las profundidades, e incluso en la

superficie del mar, donde los tentáculos del calamar gigante

actuarían a modo de grandes serpientes que se enroscarían

en el cuerpo de los cachalotes, también ha desatado la

imaginación de algunos científicos, como es el caso del

biólogo marino Victor Scheffer, quien, después de relatar

muchos aspectos bien documentados científicamente sobre

los grandes cetáceos en su libro The Year of the Whale

(1996), desata sus dotes creativas y se imagina una gran

lucha entre ambos colosos, que seguramente poco debe

tener que ver con la realidad.

El encuentro de un Architeuthis con un cachalote

aparece también, entre otras, en la novela Soundings escrita

por Henk Searls y publicada en 1982. Por otra parte, además

de narraciones, esta batalla entre gigantes ha sido tema de

numerosas e ingeniosas ilustraciones, todas ellas imaginadas

porque nadie todavía ha podido presenciar lo que acontece

en el encuentro entre un cachalote, que se sumerge a varios

cientos de metros de profundidad, y su presa el Architeuthis.

El término criptozoología fue acuñado por el zoólogo

belga Bernard Heuvelmans a mediados del siglo XX. La

310

criptozoología es, etimológicamente, el tratado de los

animales ocultos. Es el estudio objetivo de los animales que

únicamente son conocidos por indicios considerados

insuficientes por la mayoría (testimonios, fotografías, rastros

o piezas anatómicas), y que por consiguiente no han sido catalogados oficialmente. En el libro de Heuvelmans Dans le sillage

des monstres marins: le Kraken et le Poulpe Colossal publicado en

francés en 1958, y traducido al español en 1975 como Tras la

estela de los monstruos marinos, se encuentra la historia completa

del descubrimiento de los calamares gigantes Architeuthis,

que resulta muy ilustrativa desde el punto de vista histórico y

legendario, y que se trató en el capítulo segundo de este

libro.

Las obras de Heuvelmans, así como su intenso trabajo

realizado desde el centro de criptozoología que fundó en

1975 y cuya sede esta cerca de Le Bugue en el sur de

Francia, han influido notablemente en todos los estudiosos de

esta materia, la mayoría enmarcados dentro de la Sociedad

Internacional de Criptozoología. Estos relatos han influido

también notablemente a un amplio espectro del gran público,

cada vez más receptivo a este tipo de misterios, que llenan

de alguna manera la insatisfacción que produce en el espíritu

humano la crudeza y racionalidad de la ciencia experimental.

Sin lugar a dudas, el libro más completo sobre

Architeuthis escrito hasta la fecha es el del explorador,

artista y biólogo marino Richard Ellis, titulado The Search for

the Giant Squid, que se publicó en 1998. En este libro, con

un estilo divulgativo pero a la vez preciso, se proporcionan

un texto y unas ilustraciones que constituyen una síntesis de

la historia de las primeras investigaciones sobre los

calamares gigantes y el impacto que estas criaturas marinas

han tenido en la cultura y la historia.

Películas, documentales y otros

Los calamares y pulpos gigantes han aparecido en

infinidad de ocasiones en la historia del séptimo arte. Aparte

de las películas basadas en novelas dónde ya aparecían estos

fabulosos animales, como las ya mencionadas Veinte mil

311

leguas de viaje submarino de Julio Verne y Esfera de Michael

Crichton, se recurrió a estos “monstruos” de muchas formas.

Es curioso observar como la aparición de los calamares y

pulpos gigantes en el cine presenta un desarrollo

directamente relacionado con la evolución de la ciencia

ficción y los temores de la sociedad en relación con los

avances tecnológicos. En las películas de la primera mitad del

siglo XX se asumía la existencia de estos monstruos

gigantescos en las profundidades aún inexploradas del

océano, dónde eran perturbados por uno u otro

acontecimiento, ya fuera natural o causado por los avances

científicos. Luego, durante la segunda mitad del siglo XX, se

empezaron a buscar “explicaciones” a su aparición dirigidas

hacia mutaciones causadas por la radiación, la contaminación

o cambios genéticos.

En The Mysterious Island, producida en 1929, los

tripulantes de dos submarinos enemigos se persiguen a

través del océano hasta llegar a un extraño lugar lleno de

dragones y calamares gigantes. Acercándose a la mitad del

siglo XX, en la película Wake of the Red Witch, producida por

Cecil B. De Mille en 1942, un terrible calamar gigante da

muerte al personaje interpretado por John Wayne, siendo

esta una de las pocas películas en que este actor “muere”.

Algunos ejemplos de películas de mediados del siglo

XX en las que los “calamares gigantes” participaron son:

Killers of the Sea donde un guardia de Florida se dedica a

eliminar a criaturas marinas dañinas para el negocio de los

pescadores del lugar, entre ellos un enorme pulpo. En

Monster from the Ocean Floor un muy joven Robert Wagner

interpreta a un buzo contratado por un biólogo marino para

capturar a una especie de pulpo gigante.

Incluso en los dibujos animados, como la serie de

Beany y Cecil, dónde un niño vive aventuras junto a una

serpiente marina, conocen a un calamar en el episodio Beany

and Cecil meet Billy the Squid de 1959.

La radiación es la principal causa de la aparición de los

calamares y pulpos gigantes en las películas y series de la

segunda mitad del siglo XX. Para ello sólo un par de

ejemplos: En It Came from Beneath the Sea aparece un

312

pulpo gigante producido por la radiación. En Tentacles, John

Huston y Henry Fonda tienen que luchar también contra un

pulpo gigante producido por la contaminación. También por

esta época aparecen películas de serie B, como Octaman,

dónde un pulpo gigante muy parecido a un hombre con

tentáculos protege a otros cefalópodos sometidos a

experimentos por “malvados científicos”.

Hay que mencionar películas como Viaje al fondo del

mar de 1961, en la que aparecen un par de calamares

durante el viaje del submarino. Además, en la serie de

televisión que generó dicha película, producida durante los

años 60, más de un calamar, pulpo gigante o ser parecido

figuraron en capítulos de la serie.

El cine y las series de televisión japonesas han

aportado generosamente argumentos, calamares gigantes,

Fig. 79. Carteles de dos películas de mediados del siglo XX donde intervienen cefalópodos gigantes: Reap the Wild Wind con John

Wayne y Monster from the Ocean Floor con Robert Wagner.

313

pulpos gigantes y “tentáculos” a nuestra vida. El mítico

Godzilla, un devastador monstruo generado por las

radiaciones de desastres como los de Hiroshima y Nagasaki,

luchará con una serie de monstruos como Mosura (Motha),

Gamera, Polillas, galápagos gigantes y dinosaurios

antediluvianos también generados por los ensayos atómicos.

Entre ellos, Godzilla se enfrentará a Viras, un calamar del

espacio de 96 metros de largo y 120 toneladas y a Daidako,

un poderoso pulpo gigante. El mismo Viras se enfrentará en

otras películas con Gamera, otro ser de la “mitología”

monstruosa del Japón.

Y, junto a Godzilla, nacieron una gran cantidad de

series japonesas de ciencia ficción, como Ultraman y Ultra

Seven, donde abundaban los monstruos llenos de tentáculos

de calamar que luchaban contra el superhéroe de turno, ya

sea un extraterrestre bueno que protege la tierra, un súper

robot, un equipo de humanos provisto de la última tecnología

o la combinación de éstos. Un ejemplo reciente de este tipo

de series, llevado a la televisión norteamericana, son los

Power Rangers.

Una especial mención merece el cine y las series de

Anime, un tipo de dibujo animado generado en Japón y

heredero directo de series como Godzilla. Muchas series y

películas de animación tienen seres y monstruos con

tentáculos, e incluso calamares, contra los cuales los

protagonistas deben luchar y donde la destrucción, ya sea

universal o no, está a la vuelta de la esquina.

Tampoco se puede olvidar al mejor de todos los espías

del mundo, James Bond el agente 007, que en el Doctor No

(1962) tiene que escapar, al igual que en la novela, de la

fiereza de un calamar gigante. Otro encuentro, esta vez con

los pulpos, tiene el agente 007 en Octopusi (1983), aunque

esta vez recibe una pequeña ayuda de ellos.

En The Abyss (1989) dirigida por James Cameron, un

grupo de buzos prospectores de petróleo, que participan en

una misión de rescate de un submarino nuclear accidentado

cerca de una profunda fosa submarina, entablan contacto

con alienígenas que tienen un ligero parecido a calamares y

314

usan tentáculos de agua para explorar la base submarina de

los humanos.

En 1996 la película para televisión The Beast, basada

en una novela de Peter Benchley, muestra la lucha de un

pueblo contra un calamar gigante que asesina a varios de sus

habitantes y arruina el turismo. Tampoco podemos olvidar

Men in Black (1997), donde podemos ver extraterrestres con

tentáculos tipo calamar.

En el clásico de la ciencia ficción Dark City (1998)

podemos ver a un grupo de humanos que viven en una

ciudad donde siempre es de noche, la cual realmente es una

nave espacial controlada por extraterrestres parecidos a

calamares con poderes mentales. Incidentalmente, esta

película se considera precursora de Matrix (1999), donde los

robots que persiguen a los humanos son muy parecidos a

calamares gigantes, aunque hay que indicar que los

argumentos de ambas películas son diferentes.

En el comienzo del siglo XXI varias películas,

conocidas o no, tienen entre sus personajes a los calamares

gigantes. En primer lugar, los calamares y pulpos gigantes

están presentes, aunque brevemente, en El Señor de los

Anillos: La comunidad del Anillo (2001), basada en la novela

de R.R. Tolkien, donde un monstruo con tentáculos y

mandíbula típicos de calamar gigante ataca a los personajes

justo antes de entrar a las minas de Morya. Sin embargo,

hay otras películas en las que los calamares y pulpos

gigantes son realmente los protagonistas. Una de ellas es la

película de terror, dirigida por John Eyres en el 2000,

Octopus, donde la tripulación de un submarino nuclear que

investiga las desapariciones de barcos en el triangulo de las

Bermudas en busca de actos terroristas, se encuentra con un

terrorífico pulpo gigante.

Incluso en España se pueden encontrar películas

donde figuran los calamares gigantes. Un ejemplo reciente es

Kárate a Muerte en Torremolinos (2001) de Pedro Temboury.

Se trata de una delirante sátira de las series tipo B en la que

el malévolo doctor Malvedades llega a Torremolinos con la

intención despertar al monstruo Jocántaro, un ser mitad

centollo mitad calamar gigante.

315

Pero los calamares gigantes también son utilizados en

películas de animación como The Hungry Squid (2001),

producida en Canadá, que trata los problemas de una

adolescente con unos padres que apenas están con ella, y

cuyo pueblo es invadido por una serie de criaturas gigantes,

incluido un gigantesco calamar hambriento. Otras películas

de animación donde aparecen los calamares de una u otra

forma, son La Sirenita (1989) donde la malvada bruja tiene

tentáculos de pulpo en vez de piernas, y Simbad: La leyenda

de los siete mares (2003) en la cual los protagonistas son

perseguidos por un enorme calamar gigante.

En la actualidad, podemos encontrar dos películas

donde figuran los cefalópodos de una u otra forma. En la

película japonesa The Calamari Wrestler (2004), que

recuerda mucho a las series de ciencia ficción como

Ultraman, los Power Rangers u otras series juveniles de este

tipo, un “calamar gigante” se convierte en un campeón de

lucha enfrentándose a varios contrincantes. Regresando al

cine americano, aunque con origen en los comics de

mediados del siglo XX, en la recién estrenada Spiderman 2

(2004), se cuenta el enfrentamiento del superhéroe con uno

de sus más conocidos archienemigos, el Dr. Octopus.

Así, ya sea considerándolos en toda su realidad, es

decir, como criaturas de las profundidades, o como

monstruos que amenazan con destruir al mundo, o bien

aportando alguna de sus características, sobre todo

tentáculos, a diversas criaturas y robots, los calamares

gigantes están muy presentes en el cine y la televisión

fantástica y de ciencia ficción, aunque también se han

utilizado en los géneros de terror y comedia. Sin embargo,

los cefalópodos no se pueden considerar como simples

recursos a utilizar por el cine para sus películas ya que por si

mismos son organismos muy interesantes y difíciles de filmar

en los océanos. Y es en este sentido que desde hace tiempo

estos maravillosos pobladores de los mares son objeto, cada

vez mayor, de la realización de documentales.

Existe un gran número de documentales sobre los

organismos marinos en los cuales podemos encontrar

cefalópodos, como pueden ser la serie de 2002 Planeta Azul

316

producida por la BBC. También en la serie El mundo

submarino producida por Jacques Cousteau entre1970 y

1980 con los capítulos La Noche del Calamar y El Gran Pulpo,

o el documental de la BBC Aliens From Inner Space de 1997,

donde se aprecia la belleza y las características de estos

organismos. Sin embargo, en estos documentales, así como

en otros que aquí no se mencionan, no aparecen calamares

gigantes.

En los años recientes la idea de filmar “vivo” un

calamar gigante ha cobrado cada vez más fuerza entre los

productores de documentales, deseosos de ofrecer

novedades. Y, esta es la razón por la que han nacido los

documentales sobre calamares gigantes. El primero de ellos

fue Sea Monsters: Search for the Giant Squid producido por

la National Geographic en 1998, donde los expertos tratan de

filmar un Architeuthis utilizando cámaras submarinas sujetas

al lomo de cachalotes. El documental muestra filmaciones

anteriores de ejemplares varados y unas extraordinarias

imágenes de las profundidades realizadas por las cámaras

mientras los cachalotes bajan a comer, pero ninguna del

calamar gigante.

En 2001 Discovery Channel produjo el documental

Quest for the Giant Squid, en el cual la búsqueda del calamar

gigante se centró en las profundidades del mar de Cortez en

el golfo de México, y donde se utilizan excelente imágenes

del calamar de la corriente de Humboldt, Dosidicus gigas.

Aunque el documental no llega a presentar filmaciones de un

Architeuthis, ya que de hecho no consiguen siquiera

acercarse a uno, los científicos del Instituto Oceanográfico de

Woods Hole muestran muy buenas escenas submarinas de

otras especies. Siguiendo con la idea de los calamares

gigantes, pero esta vez centrados en Dosidicus gigas,

National Geographic produjo el documental Giant Squids

(2003), donde se muestra espectaculares imágenes de estos

cefalópodos en las profundas aguas azules del mar de

Cortez. Estas filmaciones no están exentas de peligro ya que

estos Dosidicus gigas es un depredador muy voraz y

agresivo, los pescadores locales llaman diablo rojo. Estos

animales se congregan en cardúmenes que pueden llegar a

317

contar con cientos de individuos siendo más temidos que los

propios tiburones.

A primeros de 2004 apareció el primer documental

sobre calamares gigantes producido íntegramente en

España: Proyecto Kraken: en busca del Calamar Gigante. En

esta película, de 53 minutos de duración, se relatan los

intentos realizados por ECOBIOMAR, en asociación con la

productora de documentales Transglobe Films, por filmar

vivo un Architeuthis en las profundidades de Carrandi, frente

a las costas de Asturias. Aunque la expedición no logró filmar

un calamar gigante, el documental tiene gran valor por ser el

primero producido en nuestro país sobre este tema en

directa competencia con Discovery Channel y National

Geographic. Instituciones que, a pesar de haber invertido

mucho más en recursos y fondos que la producción española,

aún no han obtenido resultados.

En agosto de 2004 salió el último documental

producido sobre los calamares gigantes, Chasing Giants: On

the Trail of the Giant Squid producido por el Discovery

Channel. En este documental se muestran las investigaciones

Fig. 80. El primer documental sobre los calamares gigantes

producido en España: Proyecto Kraken: en busca del Calamar Gigante. A la izquierda, algunos de los miembros que participaron

en el documental y, a la derecha portada del documental en su versión en Inglés.

318

de Steve O’Shea sobre los calamares gigantes en el cañón de

Kaikoura en Nueva Zelanda y su búsqueda para filmar uno

de ellos en su hábitat natural. Un gran aporte de este

documental es la observación y filmación, por primera vez,

de lo que el investigador identificó como paralarvas vivas de

Architeuthis.

A finales del mes de septiembre de 2005 saltó a los

medios de comunicación la noticia de que unos

investigadores japoneses habían conseguido, por primera

vez, fotografías de un calamar gigante vivo en su medio

natural. Efectivamente así ha sido. Después de tres años de

intentos (2002-2004), a las 09.15 del 30 de septiembre de

2004, Tsunemi Kubodera y Kyoichi Mori consiguieron

fotografiar un Architeuthis atrapado por uno de sus

tentáculos en una potera cebada, ubicada a 900 m de

profundidad en las proximidades de las islas japonesas de

Ogasawara en el Pacífico norte (26º57.3’ N, 142º 16.8’E), en

un área donde los registros de cachalotes son bastante

frecuentes. En su publicación (2005), estos autores explican

que se obtuvieron 550 imágenes con una cámara digital,

durante las cuatro horas que el animal estuvo enganchado en

la potera. Después de lo cual, el tentáculo se rompió siendo

recuperado por los investigadores. La morfología de las

estructuras del tentáculo permitió identificar sin ninguna

duda al calamar, y su longitud (5,5 m) estimar un tamaño

total del animal algo superior a los 8 metros, presuponiendo

que el tentáculo se corto por su base.

Sin restar mérito a estos investigadores, que han sido

los primeros en fotografiar un calamar gigante vivo y en su

medio natural, cabe, no obstante, realizar algunas

observaciones, que restan importancia a los resultados, no

sólo desde un punto de vista científico sino, sobre todo,

filmográfico. En primer lugar, las imágenes obtenidas son de

un animal apresado por un arte de pesca y no totalmente

libre. Ello significa que el comportamiento observado es el de

una situación de máximo estrés. En segundo término, la

ubicación de la cámara, por encima de la potera y de los

cebos, así como el ángulo de visón del objetivo, únicamente

permitieron obtener imágenes de la corona braquial y la

319

cabeza del calamar. En tercer lugar, que se trata de

fotografías, cuando, tanto para estudios etológicos como

para fines documentales, hubiese sido muy preferible

grabación en video. Y por último, que, a juicio de varios

expertos en fotografía submarina, el color del agua que

muestran las fotos publicadas cuestiona que fuesen

obtenidas a 900 m de profundidad, aún considerando el uso

de dispositivos luminosos. Quizá estas, y otras

consideraciones que aquí se nos escapan, sean el motivo por

el que los autores han tardado un año, a nuestro juicio

demasiado tiempo, en dar a conocer su hallazgo, y , además,

no lo hayan hecho en alguna de las dos revistas científicas

multidisciplinares de mayor impacto.

Por lo tanto, todavía está pendiente el filmar un

Architeuthis vivo y libre en su medio natural.

Para finalizar, y ya como curiosidad, los calamares

gigantes no sólo están presentes en las películas y en los

documentales, sino que también en la música y el la filatelia.

En 2003 el compositor japonés de música experimental Koji

Asano presentó una colección de 4 CD con 14 piezas de

música experimental, compuesta por él mismo, a la que puso

como título The Giant Squid.

El calamar gigante ha resultado ser un tema atractivo

para la filatelia, existiendo numerosos países que han editado

sellos de correos dedicados a este cefalópodo desde hace

más de 30 años.

320

Fig. 81. Sellos relativos a los calamares gigantes emitidos en Australia, Canadá, Francia, Nueva Zelanda y Togo. (http://www.pibburns.com/cryptost/kraken.htm).

En resumen, los calamares y los pulpos gigantes han

pasado de ser leyendas mitológicas de siglos pasados a

monstruo protagonista en muchos libros, películas y series de

televisión. En su aventura cinematográfica han sido desde

misteriosos seres de las profundidades a mutantes causados,

primero por las radiaciones atómicas y luego por alteraciones

genéticas, para terminar incluso como calamares espaciales.

Por otra parte, han prestado sus tentáculos a muchas otras

criaturas en infinidad de películas, y ha sido sólo durante la

segunda mitad del siglo XX, cuando los calamares gigantes

han pasado del cine de ciencia ficción, fantástico o de terror

a los documentales, dónde han reasumido su real posición en

el medio marino, transformándose en uno de los principales

objetivos de las actuales expediciones teutológicas y grandes

productoras de documentales.

Expediciones

El ecosistema existente en el cañón submarino de

Kaikoura en Nueva Zelanda es uno de los pocos lugares del

mundo donde aparece frecuentemente el calamar gigante.

Con objeto de observarlo en su medio natural, lo que nadie

ha logrado todavía, la ya mencionada Smithsonian Institution

y la mundialmente conocida Nacional Geographic Society, en

colaboración con científicos y técnicos de todo el mundo,

organizaron la expedición Kaikoura. Después de una

operación preparatoria en las Azores que tuvo lugar en julio

321

de 1996, donde se probaron algunos equipos y metodologías,

se desarrolló la expedición Kaikoura 1997.

Con un presupuesto de cinco millones de dólares, esa

expedición internacional se puso en marcha con Clyde F. E.

Roper como jefe de los científicos, tarea en la que estuvo

apoyado, entre otros, por su mujer Ingrid, por el

investigador inglés Malcolm R. Clarke, por el ingeniero James

Bellingham del Massachusetts Institute of Technology, y

Emory Kristof, un veterano fotógrafo de la Nacional

Geographic Society. Bellingham diseñó un vehículo

submarino autónomo no tripulado, llamado Odyssey, con el

apoyo de la Marina de los Estados Unidos de América. Este

aparato fue el encargado de sumergirse en las profundidades

para obtener las imágenes del Kraken. Kristof había

desarrollado una cámara de video digital preparada para

filmar a profundidades de hasta 1.830 metros llamada

Ropecam, que fue muy valiosa durante la expedición. La

filosofía básica de campaña era utilizar a los cachalotes,

principales depredadores de Architeuthis y muy abundantes

en Kaikoura, para filmar al evasivo calamar gigante. Dos

equipos embarcados a bordo de dos barcos estuvieron

trabajando en la zona entre el 25 de febrero y el 13 de

marzo de 1997. Desde el Taneka, un pesquero neozelandés

de 14 metros de eslora, Roper coordinó las operaciones que

se desarrollaban en esa embarcación, así como las que lo

hicieron desde el Mystique, un yate de 25 metros de eslora,

que estaba comandado por Kristof. El Odyssey y la cámara

Ropecam hicieron sus tareas filmando numerosos organismos

de profundidad atraídos por los cebos químicos preparados a

bordo. Además se utilizó una cámara de video llamada

Crittercam, cuya principal peculiaridad es llevar una ventosa

en su parte inferior, gracias a la cual puede adherirse a la

cabeza de un cachalote. Esa difícil operación se logró con

éxito, pero la cámara, después de filmar interesantes

escenas de una manada de esos enormes cetáceos durante

unos minutos, se soltó y ya no hubo forma de poder volver a

ser utilizada. Esas imagines submarinas, junto con las que la

Crittercam había obtenido en las Azores, fueron utilizadas por

National Geographic Television para producir un documental

322

sobre los cachalotes y su relación con Architeuthis, que, pese

a todos los esfuerzos, no había podido filmarse.

Search of the giant squid New Zealand 1999, fue la

segunda expedición en busca de poder filmar a los calamares

gigantes en su ambiente natural. Esta expedición se

desarrolló entre el 19 de febrero y el 26 de marzo de 1999,

también en el cañón submarino de Kaikoura. En esta ocasión

Roper contó con el apoyo del investigador neozelandés

Steven O’Shea, entonces en Auckland, buen conocedor de la

zona y también experto en calamares gigantes.

Fig. 82. Localización y perfil orográfico del cañón de Kaikoura en aguas de Nueva Zelanda.

324

Esta expedición se llevó a cabo a bordo del Kaharoa,

buque de investigación del National Institute of Water and

Atmospheric Research (NIWA), utlizándose el Deep Rover, un

vehículo submarino autónomo tripulado, capaz de sumergirse

hasta 900 metros de profundidad y desarrollado con

tecnología canadiense. El esfuerzo multinacional comprendía

científicos, tecnólogos, cámaras y tripulantes del submarino y

del barco de investigación pertenecientes a cuatro países: los

Estados Unidos de Norteamérica, Nueva Zelanda, Gran

Bretaña y Canadá. El proyecto fue patrocinado por diez

instituciones encabezadas por la Smithsonian Institution. La

expedición estuvo afectada negativamente por las adversas

condiciones atmosféricas reinantes, así como por varios

problemas técnicos, y no se consiguió el principal objetivo,

aunque se obtuvieron interesantes imágenes de la fauna

abisal del cañón así como de los cachalotes y otros

mamíferos marinos abundantes en Kaikoura, que se han

utilizado en numerosos proyectos culturales y exposiciones

realizados en los diversos países participantes. Roper, en la

carta que dirigió a todos los miembros de la expedición,

mantiene el optimismo de que en próximas expediciones se

pueda lograr filmar al huidizo Kraken.

Desgraciadamente, la salud le jugó una mala pasada a

Clyde Roper y tuvo que ser intervenido quirúrgicamente para

corregir graves lesiones cardiacas. Actualmente, ya retirado

y recuperado, conserva intacta todavía su ilusión por el

proyecto, pero el relevo parece haberlo tomado Steve

O’Shea, quien a principios del 2003 comunicó en su página

web la captura de paralarvas de Architeuthis, de menos de 1

cm cada una, mediante una red RMT50, y el fallido intento de

mantenerlas vivas en condiciones experimentales. Este fue el

principal resultado de una expedición en la que también

colaboraron C.C. Lu y M.R. Clarke, realizada bajo el

patrocinio de Dicovery Channel. O’Shea también ha

comunicado la organización de dos nuevas expediciones para

2004, una basada en pescas de zooplancton para tratar de

conseguir nuevas paralarvas de estas criaturas e intentar de

mantenerlas vivas, y otra cuyo objetivo será tratar de

filmarlo.

325

En las antípodas de Nueva Zelanda, concretamente

frente a las costas de Asturias, y desde hace muchos años,

los ejemplares de Architeuthis son tema de conversación

para las gentes del mar. Ellos los llaman peludines, debido al

aspecto pelado que muestran cuando son izados a bordo

después de un arrastre de varias horas, avistados flotando

sobre la superficie del mar o varados en la costa. Poca

atención habían recibido estos gigantes por parte de los

científicos asturianos, y españoles, hasta que Luis Laria,

presidente de la Coordinadora para la Protección de las

Especies Marinas (CEPESMA) llamó la atención sobre ellos,

contactando con el grupo de investigación de Ecología y

Biodiversidad (ECOBIOMAR) del Instituto de Investigaciones

Marinas que el Consejo Superior de Investigaciones

Científicas tiene en Vigo. Allí, el jefe del equipo, Ángel

Guerra, y sus colaboradores Ángel F. González, Francisco

Rocha y Jaime Otero, llevaban años estudiando los

cefalópodos y ya habían tenido en sus manos varios

ejemplares de calamar gigante, procedentes de Namibia y

Sudáfrica. En el invierno de 1999 se efectuó en Luarca la

disecación del primer ejemplar, una hembra inmadura de

104 Kg de peso, y desde entonces las operaciones de esta

índole se han sucedido ininterrumpidamente, con lo que se

han podido examinar 17 ejemplares hasta la fecha. La

frecuencia de aparición de los calamares gigantes en los

caladeros de Carrandi, próximos a los cañones submarinos

de Llanes, Lastre y Avilés, la proximidad de esta zona, que se

localiza a menos de 30 millas al norte de la costa, y la

existencia de un puerto base (Gijón) con todas las facilidades

para operaciones logísticas de gran envergadura, llevó a los

miembros de este grupo a sopesar la posibilidad de organizar

expediciones científicas para tratar de filmar, por primera

vez, esas extraordinarias y huidizas criaturas. Así nació el

Proyecto KRAKEN, que se concretó gracias a la colaboración

con la productora de documentales TRANSGLOBE FILMS, con

objeto de tener éxito donde las expediciones internacionales

que se habían realizado en Kaikoura habían fracasado.

Ese proyecto se concibió estructurado en cinco fases:

en primer lugar, una precampaña en 2001 para conocer el

326

fondo la batimetría, topografía y el ecosistema donde moran

esas criaturas en Asturias; en segundo término, varias

expediciones, la segunda realizada en el verano de 2002; en

tercer lugar, la producción de un documental que fue emitido

por primera vez en 2004; en cuarto, la presentación de los

resultados en exposiciones realizadas por toda España, que

Fig. 83. Parte de la campaña del proyecto KRAKEN, tal como fue

presentada en un cuadro explicativo para la prensa (modificado de infografía de EL MUNDO).

327

comenzaron en 2003 y aún siguen; y por último, en la

edición de un libro que resumiera, entre otras cosas, todas

las operaciones, resultados y descubrimientos del proyecto.

La expedición preliminar o precampaña zarpó del

puerto de Gijón el 5 de octubre de 2001 a bordo de los

buques Científico e Investigador, de 52 y 44 metros de

eslora, respectivamente. Veintidós miembros de la

expedición, entre científicos y técnicos, bajo la dirección de

Ángel Guerra, y dieciocho tripulantes se involucraron en el

proyecto durante una intensa semana. La enorme

profundidad en la que viven estos animales, requirió el

empleo de material técnico muy sofisticado, capaz de

soportar presiones de hasta 100 atmósferas a temperaturas

cercanas a los 2 grados centígrados. Los aparatos empleados

para filmar en completa oscuridad al Kraken fueron tres

sistemas de cámaras sujetas a boyas en superficie, dentro de

las cuales había un sofisticado sistema de grabación para

más de quince días de trabajo ininterrumpido, cuyo diseño

original fue obra de Joaquín Gracia, una cámara móvil, y un

vehículo submarino operado por control remoto (ROV) capaz

de descender hasta 300 m de profundidad, y así mismo

equipado con otra cámara.

Fig. 84. Durante el proyecto KRAKEN se tuvieron que realizar ajustes y arreglos en las boyas de las cámaras.

328

Todos estos sistemas eran controlados y estaban

comunicados con la cabina de recepción - Calipso - mediante

cable de fibra óptica o radio señal. Parte importante en esta

expedición fueron los sistemas de atracción utilizados,

compuestos por cebos acústicos, luminosos y orgánicos. Tras

levantar un plano topográfico detallado del fondo mediante

ecosondas, se delimitó la zona de trabajo, consistente en un

triángulo equilátero de dos millas de lado, en cuyos vértices

se logró colocar una de las tres boyas mencionadas, con su

cámara fija. Durante esta campaña se planeó la realización

de perfiles de temperatura, salinidad y profundidad mediante

un CTD, así como pescas de plancton mediante redes de

Bongo. Todo ello con objeto de precisar las condiciones

hidrográficas del hábitat donde viven los calamares gigantes

en el caladero de Carrandi, y tratar de capturar larvas y

juveniles de los mismos, que son desconocidas. Pese al mal

tiempo atmosférico, siempre presente, y a que no todos los

aparatos y planes funcionaron correctamente, en esa

precampaña se puso a punto la metodología de trabajo, se

conjuntaron los equipos humanos, a la par que se

adquirieron importantes datos que proporcionaron una visión

bastante precisa, y novedosa, de las características del

ecosistema donde moran estos gigantes marinos.

La segunda campaña se desarrolló del 10 al 27 de

septiembre de 2002. Está vez la meteorología acompañó y se

pudieron situar con facilidad las tres cámaras fijas en los

vértices del triángulo, que filmarían a 550, 660 y 780 metros

de profundidad, grabando durante 24 horas seguidas los

quince días de la campaña.

Desafortunadamente, y por causas desconocidas, la

primera boya desapareció al sexto día llevándose con ella

toda la grabación efectuada. Esa boya estaba ubicada a poco

más de doscientos metros de donde una pareja de

arrastreros capturó un Architeuthis macho de 43 Kg, durante

la realización de la expedición. El ejemplar fue trasladado a

bordo del Investigador y examinado por los sorprendidos

científicos. Se trataba del primer macho capturado al sur del

paralelo 55ºN, estaba funcionalmente maduro, y mostraba

esperma en varios de sus brazos.

329

Fig. 85. Ejemplar de Architeuthis macho capturado por una pareja de arrastreros junto a la zona donde se instaló una de las cámaras

de la segunda campaña.

Durante esta campaña también se trabajó con la

cámara móvil y con el vehículo submarino autónomo,

obteniéndose cientos de horas de filmación que guardaban

imágenes originales y novedosas de organismos marinos de

diferentes ecosistemas, pero ninguna del calamar gigante. En

la primavera de 2003 se inauguró en el Museo Nacional de

Ciencias Naturales, en Madrid, una exposición sobre el

proyecto donde se mostraron los materiales utilizados.

Durante seis meses, los visitantes pudieron contemplar el

interior de las boyas donde se instaló el sofisticado sistema

de grabación en discos duros, las cámaras y los cebos

utilizados, el buque Investigador y los sistemas de

posicionamiento con los que se instalaron las cámaras, las

imágenes del abismo y las criaturas que lo pueblan. En

definitiva, toda la información de lo que ha sido la campaña

y de lo que es el abismo cantábrico donde se llevaron a cabo

los rodajes. Por supuesto, también pudieron conocer de

primera mano todo lo que se sabe hasta la fecha sobre los

calamares gigantes y, en concreto, sobre las dos especies

“estrella” del caladero de Carrandi: el Architeuthis y el

330

Taningia danae con dos espectaculares maquetas a tamaño

real, con las que el público, que acudió en gran número al

Museo, pudo sentir la sensación de estar cara a cara frente a

un auténtico Kraken. El éxito de esa exposición ha llevado a

que el Museo del Mar de Galicia, en Vigo, se interesara por

ella, allí se inaugurará en el transcurso de 2005. Por otra

parte, el 1 de marzo de 2004, la segunda cadena de

Televisión Española, emitió el documental de 53 minutos El

proyecto Kraken: en busca del calamar gigante. Dirigido por

Fernando González Sitges y producido por Javier Linares, ese

documental de Transglobe Films muestra en imágenes las

vivencias de este proyecto, así como la biología del calamar

gigante, su historia y la aventura que supone intentar

capturarlo en imágenes. Ya se ha traducido a varios idiomas

y será proyectado en otras cadenas de televisión de todo el

mundo.

Fig. 86. Una escena durante el rodaje del documental: El Proyecto

Kraken, en busca del calamar gigante.

331

La ilusión de ese equipo por ser los primeros en

obtener las imágenes de un Kraken vivo frente a las costas

de Asturias está intacta, y ya se planea realizar una nueva

expedición en septiembre de 2005, con técnicas y

metodologías de última generación. Aunque no se puede

olvidar que quizás sea en Nueva Zelanda donde caiga la

suerte, y se defina así la incertidumbre abierta por la

competición deportiva que existe entre los investigadores

que indagan en el cañón submarino de Kaikoura y los que lo

hacen en las fosas de Asturias oriental en busca del

enigmático Kraken.

Los Peludines de Asturias

Muy posiblemente sea la costa Asturiana la única zona

de Europa en la que los calamares gigantes del género

Architeuthis tienen un nombre común, ya que son conocidos

desde tiempos remotos por los lugareños con el nombre de

peludines. Esta denominación vernácula también se da a

otros cefalópodos de tamaño considerable como a la pota

saltadora (Ommastrephes bartramii), especie que puede

considerarse más habitual en estas aguas, y cuyos

especimenes pueden encontrarse con relativa frecuencia

varados en pedreros o arenales, sobre todo en los meses de

otoño. Sin embargo, a estos animales se les puede distinguir

fácilmente por mantener una epidermis mucho más

consistente que los calamares gigantes.

Este nombre común tiene su origen en el estado en el

que se encuentran los ejemplares que aparecen ya sea

varados o son capturados por los arrastreros. En ambos

casos, debido al contacto del cuerpo con el sustrato o con la

red, la epidermis queda fragmentada y pelada en su mayor

parte, eliminando su característico color vinoso y dejando al

descubierto la coloración más pálida y marfil de la

musculatura. Curiosamente, sin embargo, al calamar gigante

se le llama Peludín sólo en la zona central y occidental de la

costa asturiana, cuando la mayoría de los registros más

importantes de su presencia se producen en la oriental.

332

Desde el año 1962, un 80% de los registros de

Peludines en Asturias (Tabla 11) pueden considerarse

provenientes de capturas accidentales, con excepción de 5

ejemplares en el año 2001 y otros 4 en el 2003, que

aparecieron coincidiendo con la presencia de barcos que

realizaban trabajos de investigaciones geofísicas, muy

probablemente relacionadas con la búsqueda de bolsas de

gas y de petróleo en la región meridional del Golfo de

Vizcaya. Como ya se ha expuesto, las actividades de dichos

barcos fueron coincidentes en espacio y tiempo con los

varamientos, y puede que influyeran decisivamente en sus

muertes.

Según las informaciones recabadas a los patrones de

barcos que faenan con artes de arrastre en la zona era

habitual tirar por la borda ejemplares de calamar gigante

capturados por la red para evitar trabajo innecesario,

aunque, esporádicamente, alguno de ellos era descargado en

lonja como las de Gijón y Avilés. Aunque la aparición de esos

ejemplares tenía algún interés publicitario que era

aprovechado por alguna pescadería local que compraba el

ejemplar, éste terminaba posteriormente en la basura.

Descartados por carecer de valor económico, y,

desafortunadamente, desatendidos por los investigadores,

quienes no supieron ver su interés científico, no debe llamar

la atención que esos eventos fueran tan poco conocidos o,

tan siquiera registrados correctamente.

En varias ocasiones hemos escuchado con sorpresa

comentar que varios de los Peludines mantenían todavía

signos vitales al ser encontrados flotando o varados,

moviendo sus brazos con pequeñas contracciones o incluso

realizando expulsiones de agua a través del sifón. En ese

sentido, Laria recuerda perfectamente el relato de un turista

granadino que a las siete de la mañana recorría en solitario

un pedrero de la playa de la Griega en el municipio de

Colunga, precisamente en la zona donde ignitas y fósiles de

dinosaurios son la atención de múltiples visitantes. A esa

temprana hora, mientras saltaba de piedra en piedra,

escuchó un chapoteo entre unas grandes rocas a unos

Tabla 11. Registros de Architeuthis dux en las costas asturianas desde 1960

AÑO FECHA LUGAR OBSERVACIONES

1960 ¿Enero? Lonja de Aviles Ejemplar de 100 Kg. devuelto al mar. 1962 ---- Las Tiberas Dos tentáculos de 6 m. 1968 ---- Puerto de Vega Calamar de más de 7 m. Informa la embarcación Matías Bengoechea. Recogen el pico 1969 ---- Las Tiberas Tentáculo de más de 6m. Capturado por la embarcación Saturno Juan 1969 10-Julio Luanco (Gozón) Calamar gigante recogido por unos pescadores deportivos de Oviedo. Peso 250 Kg. Es el

más grande de cuantos se registraron en Asturias. 1969 ---- Puerto de Figueras Calamar de 7,90 m. y 120 Kg. recogido muerto por José Manuel Méndez, Bote Carducha 1971 Marzo Carrandi Un ejemplar de 80 Kg. recogido por el bardo Divino San Antonio. 1972 Febrero Puerto de El Musel Flotando y en descomposición (Martino Andres). Unos tres metros. 1980 ---- Vertical de Cudillero Se intenta meter a bordo un tentáculo de más de 100 Kg., pero se descarta al observar su

mal estado. Embarcación Oñaegea 1981 -------- Calamar de 10m. Se expone en una pescadería de Gijón y es vendido en la lonja de Avilés. 1981 Navidades Playa de Luarca Ejemplar varado en mal estado. Recogido por Secundino González y Manuel Pico. 1983 ---- Las Tiberas Calamar muerto de 150Kg. Recogido por “El Dioni” de Avilés 1984 ---- Cal. Sierra d Oviedo Tentáculo seccionado encontrado en el estomago de un tiburón (más de 10cm. de

perímetro) 1984 Abril 3 millas de Tazones Ejemplar capturado en arrastre por Antonio Coro (3-4 metros con brazos) 1992 ¿? Playa de Xagó Restos de manto y cabeza, enredados en un paño de volanta. Guardia Civil 1992 El Musel Calamar de 5 m. 1995 27- Sept. Playa de los Pozos Calamar de 160 Kg. Embarcaciones Nuevo Juanito y Hermanos de Avilés (pareja) con arte

de modalidad bou. 1996 Febrero Perlora Ejemplar seccionado por el primer tercio del manto y sin brazos ni tentáculos 1999 Noviemb. Carrandi Calamar muerto de 107 Kg. Recogido por el arrastrero Minchos VI 1999 Diciemb. Carrandi Calamar de 147 Kg. y unos 13 m. de largo capturado vivo por la pareja de arrastre Minchos

V y Minchos VI con base en Cillero (Lugo). Subastado en la lonja de Avilés y adquirido por Pescaderías Jiménez de Avilés. En la actualidad expuesto en el Aula del Mar (CEPESMA)

2000 2-Abril ------ Tentáculo de 2 m en el estomago de un marrajo. Embarcación Teresa José (Luarca)

Tabla 11. Continuación

AÑO FECHA LUGAR OBSERVACIONES 2001 12-Enero Agudo de Tierra Hembra de 9,67 m. de longitud y 92 Kg. 2001 Mayo Caladero Lastres Ejemplar 9 m. y más de 90 Kg. 2001 2-Julio Oeste de Carrandi Ejemplar de 60 Kg. y 7,10 m. Capturado por la pareja Elena María y Bautista Pino (Cillero) 2001 12-Sept. Playa de Rodiles (Villaviciosa) Ejemplar de 60 Kg. y longitud sin determinar debido a que le faltan los tentáculos. Apareció

varado 2001 20-Sept. Playa de Torimbia (Llanes) Ejemplar varado de 104 Kg. y 10 m. Expuesto en el Museo del Mar de Biarritz 2001 23-Sept. Caladero de El Corbiro Hembra inmadura de 73,5 Kg. capturada en arte de arrastre 2001 23-Oct. Playa de S. Cosme de

Barreiros (Lugo) Ejemplar de 90 Kg. y 9,5 m.

2002 11-Marzo Playa del Gayo (Luanco, Gozón)

Hembra inmadura de 70 Kg. que apareció varada

2002 13-Sept. Carrandi Ejemplar macho de 6 m. y 50 Kg. (Proyecto Kraken) 2002 10-Oct. El Agudo Ejemplar de 87 Kg. Embarcaciones Luscinda y Peña la Deva 2003 13-Sept. La Griega (Colunga) Ejemplar de 11 m. y 140 Kg. 2003 15-Sept. La Isla (Colunga) Ejemplar hembra de 10 m. y 80 Kg. 2003 16-Sept. Gozón Ejemplar agonizante (Hespérides) 2003 23-Sept. Bañugues (Gozón) Ejemplar macho en maduración de 60 Kg. Varado. 2003 10-Oct. Pozos- Carrandi Ejemplar de 10 m. y 67,50 Kg. Embarcaciones Travesía y Valdés Vega de Avilés 2003 18-Oct. La Griega (Colunga) Ejemplar hembra de 70 Kg. Tentáculos rotos AÑO FECHA LUGAR OBSERVACIONES

*Existe constancia de unos diez registros más en este periodo que están todavía por confirmar.

cuantos metros de distancia. Despacio se fue

acercando hacia la zona pensando que se trataba

de algún pez que habría quedado atrapado al

bajar la marea. Sin embargo, cuando se aproximó

lo suficiente el susto fue mayúsculo al observar

que un ser realmente desconocido para él se

movía, emitiendo lo que parecían respiraciones

forzadas. Sobresaltado por el acontecimiento se

alejo unos metros para, de nuevo y más sereno,

volver a observarlo, dándose cuenta entonces de

que aquello no era fruto de su imaginación, sino

que se trataba de algo real y que, a pesar de la

leyenda, cerca, muy cerca de él se encontraba un

calamar gigante. Corriendo, él dice que no sabe

como, por el abrupto pedrero llegó hasta el

camping donde sus compañeros de viaje

descansaban, a quienes explicó el sorprendente

encuentro.

En nuestro caso, sin mayores pruebas que

relatos exaltados, nos parecía poco probable que

los calamares gigantes pudiesen sobrevivir lo

suficiente como para ser observados moribundos.

Sin embargo, los hechos nos han probado lo

contrario gracias a uno de los ejemplares recogido

por Laria con la colaboración de la Guardia Civil

del Mar en las cercanías del Cabo de Peñas, el

cual nos demostró que, en muchos casos, las

personas que dicen haberlos observado todavía

con vida estaban en lo cierto y no era fruto de los

nervios que en ese momento podrían estar

sufriendo. Laria comenta que él también siempre

fue bastante escéptico hasta que pudo observar

directamente signos de vida en el ejemplar

recuperado por la Benemérita.

El peludin del Canea

Las siete menos cuarto de la mañana. Nubes

oscuras se ciernen en lontananza y la mar, como

a ellos les gusta llamarla, pica por el arrecio de la

brisa fresca del nordeste.

De pronto, tres relámpagos iluminan la

penumbra del amanecer seguidos de los truenos

que hacen retemblar el viejo cascaron de la

Siempre Carmela, aquella agotada lancha de popa

de gallo en la que tantos años el Canea veía

amanecer.

Mario, el Canea, estremecido por aquel

estruendo tasca los ojos dormitantes y alerta a los

demás. Todavía en camiseta de tirantes abre el

pestillo de la caseta intentando sujetar el

esquileiro y los rixones que, ante el zarandeo de

la marejada golpean los trastes de cubierta. De

repente, otro relámpago ilumina como nunca la

cubierta y la inquieta mar, dejando ver una

sombra en la superficie cercana a la borda de

estribor. Después, entre las luces del alba, ve

como eso se acerca más… cada vez más. El Canea

se frota la cara intentando quitarse el agua del

fuerte chubasco para cerciorarse de lo que estaba

presintiendo. No puede ser, no puede ser, piensa,

pero casi simultáneamente grita con fuerza:

- ¡Mon, Mon, coged los ganchos, coged los

ganchos!

A tumbos y soñoliento, Mon sale del traste

y, mientras avanza por la pequeña cubierta hasta

el pincho de proa para coger un gancho, pregunta

a voces:

- ¿Que pasa Canea?

- ¡Ven con el gancho, rápido!, contesta

Canea.

Que duda cabe que aquello extraño, aquello

inusual que flota en la penumbra, nunca nos

debería pasar desapercibido, más si no tiene, o no

se le otorga valor, puede caer en la más sombría

inexistencia. De alguna manera, este ser que ha

nacido leyenda, recorrió la historia

contemporánea sin apenas mérito, interesando

poco a esta sociedad ávida de monstruos a los

que aplacar o ensalzar míticamente para

desahogar nuestros temores y sueños. Cuantas

veces los marinos han contado historias a la luz

del candil después de la caída de la tarde en

aquellas largas noches de invierno con el lar

chispeando y, colgada sobre él, una sopa de ajo

caldeando. Un cálido ágape servido con esmero a

los vecinos que, después de escudriñar el

horizonte, auspiciaban el descanso forzado por la

rugidora bajamar. Mario el Canea sabía como

poner los ojos como platos, no solo a sus

pequeños, sino también a los no tanto. Los unos y

los otros pagarían después consecuencias del

insomnio que años, bastantes años después,

siguen recordando.

- Yo no le doy gancho, está vivo- decía Mon

a voces mientras se separaba como un resorte del

carel de la lancha.

Efectivamente, ante ellos y a escasos dos metros

en la superficie del agua, un enorme peludín

agitaba sus gruesos brazos, algunos de los cuales

se aferraban fuertemente a las maderas del

costado, a la vez que emitía resoplidos roncos que

salpicaban con agua la propia cubierta.

Los doce metros de eslora de la Siempre

Carmela se quedaban ridículos ante tan enorme

calamar. Ninguno de sus tripulantes habría jamás

imaginado tal tamaño aunque conocían bien esos

animales, ya que era fácil que en los meses de

primavera y otoño, en las playas de Otur, La

Segunda o la Tercera de Luarca, vieran

descomponerse alguno de ellos pasto de la pulga

y con un característico olor a amoniaco.

El Canea, por el simple motivo de que no le

tomaran por loco al llegar a tierra cuando contase

lo que habían visto, ávido y de forma certera,

logró hincar el gancho en el manto de tan

descomunal animal, que, al sentirse clavado, con

solo dos quites arrebató de aquellas férreas

manos el utensilio, como si de un mondadientes

se tratase alejándose luego del barco.

El Canea y Mon, mirándose mutuamente con

asombro, no daban crédito a lo sucedido y

acordaron no contarlo hasta bastante tiempo

después para evitar las seguras guasas en los

corrillos del puerto.

Y el mudo habló

En el mes de septiembre de 1969, desde el

pequeño puerto de Figueras en la orilla Asturiana

de la ría del Eo, José Manuel Méndez, en su

pequeño bote La Carducha, de apenas cinco

metros, salió como siempre bien entrada la tarde

en busca de calamares.

Lo que nunca podría haber imaginado el

bueno de Pepe el mudo es que aquella tarde no

regresaría como de costumbre con alguno de los

preciados calamares comunes, sino con uno muy

especial de nada menos que 120 kilos.

En la desembocadura de la propia ría

encontró flotando un peludín y, a toda prisa y

después de lograr atarlo para remolcarlo, lo

acercó al puerto. Dicen las muchas personas que

recuerdan verlo llegar lleno de júbilo y

extremadamente nervioso que aquel día “el mudo

habló”. Pensándolo bien, no seria para menos ya

que parece ser que el gran calamar todavía se

encontraba vivo en el momento que logro pasarle

una soga por el cuerpo.

Los peludines y los niños asturianos

CEPESMA se creó en 1996 y en 1998 abrió

en Luarca el “Aula del Mar”, museo que cuenta

con una amplia exposición de animales marinos

con sus correspondientes paneles explicativos:

más de 400 ejemplares de especies distintas,

entre los que se puede observar ocho de los

calamares gigantes más grandes y mejor

conservados del mundo. A través de esta

exposición, así como de documentales y

conferencias, se pretende dar a conocer el

ecosistema marino y sensibilizar a la población de

la necesidad de conservarlo, mostrando las

agresiones más habituales que conducen a su

paulatino deterioro. Uno de los objetivos

fundamentales de CEPESMA es concienciar a la

población, especialmente a los niños, de la gran

importancia que tiene el preservar los

ecosistemas marinos. Durante los pasados años,

más de 10.000 niños y adolescentes participaron

en las actividades organizadas en el Aula.

Entre las numerosas actividades formativas

permanentes que se organizan en el Aula del Mar,

está la convocatoria anual de un concurso de

redacción entre los escolares de Luarca. Es

increíble el derroche de entusiasmo y de

imaginación que se detecta a partir de los

trabajos de los niños. Sería muy largo, aunque

muy instructivo recoger aquí los escritos

archivados en los ficheros de esta institución. No

obstante, como muestra se expone íntegramente

a continuación la redacción que consiguió el

primer premio en el certamen celebrado en

Noviembre de 2002 bajo el título “Calamares

Gigantes en Asturias”. Su autora es la niña de

nueve años Merce López Martínez del Colegio

Público Padre Galo de Luarca.

“El calamar que nun se queria ir del colexu”

Soi una neña de 9 años qu’e estudia 5º de

Primaria, nun colexu que se llama Padre Galo, al

que voi dende que yera pequeña y al que tengo

muchísimo cariño.

El colexu tien dos plantes, na d’abaxo tan

los neños de preescolar hasta 2º; dende 3º hasta

6º tamos nel piso d’arriba, neste piso del colexu

tá l’Aula del Mar. Polos pasillos del colexu hái

vitrinas de cristal que tienen muchas especies

marinas y tamién munchos utensilios del mar,

colos que aprendemos muchísimas cousas y en

una parte di esi pasillu, tá metiu nuna vitrina, un

calamar xigante del que voi a cuntar la hestoria

d’esti cuento...

Tolos dies, cuando voi al colexu y subo al

pisu d’arriba quédome mirando il calamar que tá

nel pasillu, al lláu delau mio clas. Siempre me

prestó muncho mirarlo ¡veslu tan quietu! como si

nun sénterase de nada y ensin embargo velo

too...

Estos dies tan recoyendo munchas de las

cousas que tán polos pasillos porque l’Aula vase

pá otru llugar y a mi dame muncha pena, porque

l’colexu quedase como un poco triste..., tamién

sin toas esas cousas que nos rodeaban y noté que

il calamar tamien taba mui triste...

Taba mirando fixamente cuando escuché

que me decian: Y nel cole qué tal ¿bien? Miré a un

lláu y otru, pero nun había nadie, nadie, ... ensin

embargo alguien falaba...

Di un respigo...! nun pue ser, pensé, pero el

calamar repitióme: neña ¿pasate dalguna cousa?

Taba asustada, nun sabia que decir, las

palabras nun me salian... y era como si me

quedase muda...!

Tovia asustada, contesté: ¡taba mirando como

llevan algunas cousas del colexu!

Ay neniña, si supieres que triste toi

pensando si me llevan a mi tamen desti colexu...

Tolos dias pola mañana escuchó la sirena

sonar y veo como subis alborotaos y felices

pa’clas, veu pasar los mayestros ¡fixate si los

conozco a toos!

Pa sa ‘l d’ inglés y digo: ¡Hellow! Dicese

asina ¿verdá?

Faigo una flexión colos tentáculos cuando

pasa il mayestro de gimnasia y quédome quietu

cuando pasa a “direutora” del colexu ¡por si

acasu...!

Tovía tengo deprender munchísimas cousas

más: tocar a flauta, dibuxar, y sobre tolo ir a clas

de matemáticas, conocimiento, llengua...

¡Tovia toi mui floxo nestas asignaturas! Por

eso prestariame quedarme nel colexu.

Mais tarde, baxando les escaleres, de cuatro

en cuatro, con mucha por baxar al patiu a xugar

¡como me presta veros nel recréu! xugando tan

contentos: las neñas a la comba, los neños

cambiando cromos...

¡Como me prestaría tar xugando con

vosotros ...!

Y hasta los pequeños, que veo poco, porque

tan nel pisu d’abaxo, como me presta velos subir

cuando van al video o a música con esos

mandiloninos de cuadrinos marielos, azules y

hasta esti añu son de colorines, como me presta

oílos cantar cuando entran del recréu:

Yo conozco un tren

que se llama Cilipin

y va por la ría

haciendo pi, pi ...

¡Cuánto vos voi a echar de menos ...!

Emocionada y con ganas de llorar, polo que

me cuntara del colexu dixe-y que nun se

preocupara, que la so nueva casa yera mos

guapa, toa de madera y nosotros siempre vamos

a querete aunque te vayas del colexu.

Además ¡tengo una idea! pá que t’allegres

un poco voi ponete un nome, porque los

calamares teneis nomes moi raros, a ver ...

Deixame pensar ... ya tá: ¡el calamar

Graduado! porque esti colexu cuando mio pa’ yera

pequeñu, llamaban “las Escuelas Graduadas”,

pero ¡meyor tovia! de Graduado ponemus “Gradu”

y de Padre Galo – “Galo” ¡ya tá!

¡El calamar GraduGalo! - ¡Que te paez?

Suena mui bien, préstame il nome, neniña.

¡Ya toi más contento! Yeres una neña muy

simpática y amable. ¡Gracias neniña por

escuitame!

Queriu calamar: quiero que sepas los neños

del colexu Padre Galo, siempre te querremus,

porque como diz mio ma’ ¡lo importante ye querer

a la xente! O nesti casu a los animales.

¡Si te vas diremos a verte de vez en cuando

a la to nova casa prometido!

Termino diciendote:

¡Adiós calamar queriu, nunca te

olvidaremos, onque te hayas ido!

Merce

Es una experiencia pedagógica contrastada

que los niños desarrollan más fácilmente su

sensibilidad con las clases y cursos de pintura y,

por lo tanto, tienen una mayor capacidad para

poder expresar y recrear sus vivencias, sus

sentimientos y sus anhelos. Desde este punto de

vista, el dibujo es un material muy considerado

por los pedagogos ya que permite conocer mejor

al niño y lo que piensa. La incorporación del gusto

por la estética en los niños debe hacerse como

toda iniciación, a edad temprana, ya que así les

resulta más fácil asimilar los conocimientos

iniciales que constituirán la base cultural que

podrán aumentar y consolidar a lo largo de su

vida.

Son numerosas las ciudades que tienen

muestras artísticas como un refuerzo visual capaz

de generar un sentimiento de aprecio a la belleza

por parte de la infancia y que anima a los niños a

la creatividad. También hay en las ciudades y los

pueblos, por pequeños que sean, edificios

susceptibles de ser contemplados bajo un prisma

artístico, y su contemplación y análisis pueden ser

un punto de partida magnífico para la información

y la formación artística desde muy tempranas

edades. En Luarca, además de nobles y bellos

edificios, hay un museo con numerosos objetos y

seres relacionados con el mar, que también

pueden ser útiles instrumentos para la iniciación

artística de los niños. Así se entendió desde un

principio y son ya numerosos los certámenes de

dibujo basados en sus colecciones, donde uno de

los elementos más llamativos y sugerentes del

museo para la imaginación infantil son los

peludines.

Figura 87. Cuatro dibujos del calamar gigante. Niños

de tres años del colegio Padre Galo.

La ingenuidad creativa que destila la

redacción reproducida unas líneas más arriba sólo

es comparable a la de la colección de dibujos

sobre los peludines realizados por los niños de

Luarca, de la que se expone una muestra

representativa de los niños de tres años.

Capítulo 8

ASPIRACIONES Y PERSPECTIVAS DE

FUTURO

Aumentar el conocimiento sobre las

profundidades submarinas

Todo lo que se ha dicho sobre los calamares

gigantes hasta ahora nos conduce a la conclusión

de que se conoce muy poco sobre su historia

natural. Pero la cuestión es todavía más honda:

apenas conocemos las profundidades de los

mares y océanos que nos circundan, ello en un

planeta que debería haberse llamado “AGUA” en

vez de “TIERRA”, porque más de sus dos terceras

partes están cubiertas por el líquido elemento.

En su conjunto, los dominios bati y

abisopelágico de los océanos representan más del

90% de la biosfera localizada sobre la corteza

terrestre. Por otra parte, los fondos marinos de

las zonas batial, abisal y hadal constituyen un

dominio profundo que se extiende desde la base

del talud continental hasta las mayores

profundidades abarcando cerca de 307 millones

de kilómetros cuadrados, lo que representa el

80% de la superficie de los fondos marinos y

cerca de 65% de la superficie de la Tierra.

Tanto los dominios pelágicos como

bentónicos profundos constituyen el ambiente

menos favorable para el desarrollo de la vida,

debido a las extremas condiciones que lo

caracterizan: elevadas presiones hidrostáticas;

temperatura constante e inferior a 4ºC; oscuridad

casi total o total, impidiendo todo tipo de

producción fotosintética; y aporte limitado de

nutrientes. Tales condiciones deberían limitar, a

priori, considerablemente el desarrollo de los

seres vivos, sin embargo, las evaluaciones más

recientes han mostrado que la biodiversidad en

los sedimentos oceánicos profundos es una de las

más elevadas del planeta. Por otra parte, el

paradigma de “la uniformidad en las condiciones

de la vida en la Tierra” ha variado

considerablemente después del descubrimiento de

nuevos ecosistemas basados en la quimiosíntesis,

asociados a las surgencias hidrotermales ubicadas

en los ejes de las grandes dorsales oceánicas, y a

las fuentes de fluidos fríos - ricos en metano - en

las zonas marginales activas y pasivas de las

placas continentales.

Entre los seres vivos que moran a grandes

profundidades, los cefalópodos son uno de los

grupos que están proporcionando mayores

sorpresas y novedades. Un ejemplo de ello lo

proporciona el reciente hallazgo de un cefalópodo

abisal cosmopolita aún no identificado, que fue

publicado en 2001 en la prestigiosa revista

Science.

En septiembre de 1988, el submarino

tripulado francés Nautile filmó por primera vez un

extraño calamar en aguas del Atlántico occidental,

frente a las costas de Brasil y a una profundidad

de 4.735 m. En julio de 1992 un nuevo ejemplar

fue filmado desde ese mismo submarino en la

región oriental del Atlántico, cerca de las costas

de África, entre 2.950 y 3.010 m. En noviembre

de 1998, el submarino japonés Shinkai 6500

encontró otro en el Índico a 2.340 m. En enero de

2000 fue filmado nuevamente por un ROV

comercial a 2.195 m en el golfo de México,

estimándose su longitud total en 1,5 m. En mayo

de 2000, otra vez el Nautile lo filmó en el océano

Índico a 2.576 m de profundidad. En octubre de

2000 lo hizo el submarino tripulado

norteamericano Alvin, a 1.940 m, en el golfo de

México. Por último, en mayo de 2001 lo filmó el

submarino Tiburón, a 3.380 m, en el Pacífico

central, estimándose su longitud total entre 4 y 5

metros.

En la mayoría de los casos este cefalópodo,

que se identificó como un tipo de calamar

(Teuthida), fue encontrado cerca del fondo, con

sus enormes aletas terminales ondulando

lentamente y con los diez apéndices alrededor de

la boca- sin diferencia entre brazos y tentáculos-

extendidos a lo largo del eje corporal y doblados

abruptamente en su parte anterior, formando un

codo del que partían filamentos muy largos. Estos

larguísimos filamentos (hasta 20 veces la longitud

del manto del animal) parecen estar desprovistos

de ventosas, son contráctiles y son los más largos

conocidos hasta ahora en cualquier otro

cefalópodo.

Fig. 88. Foto de un cefalópodo abisal desconocido

que ha sido fotografiado en varios océanos del

mundo.

La morfología de estos ejemplares es muy

diferente a la de cualquier otra familia conocida.

No obstante, podría tratarse de adultos de la

familia Magnapinnidae, descrita en 1998 por

Vecchione y Young a partir de dos juveniles y una

paralarva, capturados en aguas epipelágicas del

Pacífico central y oriental.

Probablemente, la inferencia más

importante que se pueda extraer a partir de estas

ocho observaciones sobre una especie

desconocida de cefalópodo; todas realizadas con

pocos años de diferencia y a profundidades

similares, que al mismo tiempo fueron realizadas

en sitios tan lejanos como el golfo de México, y

los océanos Atlántico, Índico y Pacífico, es que se

trata de un animal batipelágico relativamente

frecuente y de distribución cosmopolita. Gracias a

estas observaciones se puede decir que esta

especie es un cefalópodo de tamaño conspicuo

que puede considerarse común en el mayor

ecosistema existente en el mundo, el océano

abisal, pero que todavía no ha sido capturado, y

que nunca antes había sido observado. Esto pone

en evidencia lo poco que conocemos aún del

ecosistema más vasto de la tierra y de la vida en

las grandes profundidades, y ¿por qué

conformarnos con conocer mejor Marte que las

profundidades submarinas?

Equipar a España con instrumentos

modernos de exploración submarina

A partir del final de la Segunda Guerra

Mundial se ha producido un creciente interés por

el estudio de la biodiversidad y el funcionamiento

de los ecosistemas profundos de los océanos. Este

estudio es necesario actualmente, entre otras

razones, porque muchos de esos ecosistemas son

lugares de actividad industrial, donde se produce

un impacto antropogénico; también porque en

ellos la actividad biológica es responsable de la

transformación y de los intercambios

biogeoquímicos en la interfase agua-sedimento,

que juegan un importante papel en el equilibrio

químico del océano. Este intercambio no puede

ser estimado de forma global sin considerar la

variación espacial y temporal de las comunidades

bentónicas y de los diferentes procesos biológicos

que reinan en ellas. Por último, pero no menos

importante, en muchos de esos ecosistemas se

han producido adaptaciones muy peculiares en los

organismos, que nos pueden ayudar a

comprender los procesos evolutivos. En este

sentido, algunos ecosistemas profundos, sobre

todo los de las fuentes hidrotermales, son

verdaderos laboratorios naturales protegidos de la

agresiva radiación solar ultravioleta, donde poder

estudiar la vida en las condiciones de un océano

primitivo.

Si estos ambientes contienen los

ecosistemas más vastos todavía inexplorados de

nuestro planeta su estudio debiera ser prioritario.

Sin embargo esto no es así, ¿por qué existe tanto

retraso en su estudio? El principal motivo de esta

demora reside en el lento desarrollo que han

tenido los equipos técnicos indispensables para

trabajar en las extremas condiciones reinantes en

dichos lugares. Un aspecto trascendental que

explica esta lentitud es, a diferencia de lo ocurrido

en la investigación espacial o militar, por ejemplo,

la escasez de presupuestos destinados al

desarrollo de nuevas tecnologías para el estudio

del ecosistema marino. En la actualidad, los

científicos disponen de medios para realizar

muestreos bastante precisos, como los corer de

gravedad con testificador de caja de gran

superficie, o los corer multitubulares para

muestreo del sedimento superficial con un mínimo

de perturbación. Pero, sólo recientemente se ha

podido abordar el estudio directo de los

organismos marinos en su medio gracias al

desarrollo y puesta en funcionamiento de

vehículos manejados por control remoto (ROVs) y

de submarinos tripulados. Ambos tipos de

vehículos submarinos están provistos de sensores

para medir diferentes parámetros ambientales,

analizadores químicos, cámaras de

experimentación, cámaras de fotos y videos, así

como pinzas y trampas para la obtención de

muestras. De esta forma, y por primera vez, los

científicos han poseído herramientas eficaces para

abordar estudios de biodiversidad,

comportamiento y funcionamiento in situ de

importantes procesos biológicos.

Desgraciadamente, ese tipo de investigación es

tan cara que únicamente se la pueden permitir de

forma rutinaria los Estado Unidos de América y

Francia, y, en menor medida, Japón, Canadá y

Reino Unido. La antigua Unión Soviética realizaba

importantes estudios con estos vehículos pero

ahora, ya como Rusia, y debido a la falta de

medios, ha dejado de contar en el concierto

mundial. En cuanto a España este tipo de

investigación es prácticamente inexistente,

careciéndose en la práctica de los medios propios

necesarios para siquiera intentar realizar este tipo

de estudios.

Un buen ejemplo de un planteamiento

eficiente para la investigación de los abismos

submarinos puede ser el del Acuario de

Monterrey. El cañón submarino de Monterrey, en

California, es el más profundo que hay en la costa

del Pacífico de los Estados Unidos de América del

Norte. Su profundidad sobrepasa los 4.000

metros, pero además está muy cerca de la costa;

de tal manera, que los investigadores del Acuario

de Monterrey pueden salir del puerto a las siete

de la mañana y estar sobre 2.000 metros de

profundidad una hora y media más tarde, con un

barco que navegue a diez u once nudos. Ese

cañón representa un auténtico laboratorio

submarino donde estudiar los ecosistemas

profundos. El Acuario, cuyo objetivo es inspirar e

impulsar la conservación de los océanos, cuenta

con un vehículo submarino operado por control

remoto (ROV) capaz de descender hasta 4.000

metros de profundidad. Su barco nodriza es el

Western Flyers. Este instrumento de

investigación, exploración y enseñanza submarina

ha dado ya magníficos resultados en esos tres

campos. El Tiburón, como se llama el ROV, es un

vehículo no tripulado que manejan operarios

desde la cubierta del barco, cuya operatividad es

de seis días. Se trata de un vehículo submarino

no tripulado, de estructura abierta con sistema de

flotabilidad y estabilización vertical automática,

muy maniobrable y versátil, que recibe las

órdenes y ofrece la información desde y a una

cabina de control, recepción y almacenamiento de

datos.

El Tiburón está conectado al barco nodriza

por un cable con doble armadura exterior de

acero inoxidable, dentro de la cual discurren los

cables eléctricos y de fibra óptica. Su propulsión

es eléctrica y lleva un navegador acústico. Este

ROV lleva también un brazo pinza manipulador de

4 ejes y está provisto de una cámara de fotos

digital con objetivo gran angular y posibilidad de

macro, así como de una cámara de video, y

sistemas de iluminación. Diseñado para que se

puedan instalar en él sistemas modulares

fácilmente acoplables con diferentes tipos de

sensores, carruseles para recogida de muestras

biológicas, sedimentos, agua, sonares de distinto

tipo, hidrófonos, etc., este vehículo submarino

permite, además de la observación y la obtención

de muestras de muy diferente naturaleza, la

realización de trabajos de investigación en muy

diferentes campos científicos como la

oceanografía, la ecología y la geología.

Disponer de instrumentos como el descrito

en varios puntos de la geografía española, donde

Asturias sería un candidato ideal por tener cerca

cañones submarinos parecidos a los de

Monterrey, no sólo permitiría elevar las

posibilidades para observar y filmar a los

calamares gigantes en su medio ambiente natural

sino que, además, ampliaría la precisión de toda

la gama de sensores que se utilizan

habitualmente en oceanografía, biogeoquímica,

biología marina, contaminación, impacto

medioambiental, etc. Gracias a estos equipos

submarinos España podría aumentar su capacidad

para estudiar los ambientes abisales, así como se

posibilitaría la fotografía y filmación de fenómenos

indetectables con los equipos habituales. Además,

este tipo de tecnología se podría utilizar para el

posicionamiento y recuperación de equipos fijos,

así como para realizar reparaciones submarinas,

tal y como se hace ya en otros países.

Recientemente, aquí en España y con

ocasión del desastre del petrolero Prestige, hemos

tenido la posibilidad de comprobar lo útiles que

son los submarinos tripulados tipo Nautile, y los

ROVs. Quizá este desgraciado acontecimiento

haga que en España se abra una puerta a la

investigación en aguas profundas. Es de esperar

que todos tengamos ahora más claro que

nuestras conexiones con las profundidades

marinas son muy estrechas, puesto que

dependemos de los fondos como fuentes de

recursos de muy diferente tipo, incluso

alimenticios. Por otra parte, lo que ocurre en las

aguas profundas influye en aguas más someras

donde los intereses humanos son, por ahora,

mayores. Además, los científicos están usando

animales de aguas profundas como fuente de

nuevas medicinas, y quedan todavía numerosas

especies por descubrir. Teniendo en cuenta los

posibles beneficios, tanto materiales como

intelectuales, que podamos conseguir en el

futuro, parece evidente hoy en día que

necesitamos conocer mejor, proteger y conservar

esas aguas profundas. Y para ello necesitamos los

instrumentos científicos adecuados.

Los calamares gigantes: organismos

emblemáticos para inspirar la conservación

de los océanos

Resulta tópico afirmar que “una imagen vale

más que mil palabras”, pero no por ello deja de

ser bastante cierto. En cuantas reuniones

internacionales, publicaciones, conferencias y

otros foros se ha hablado ya, bien y

convincentemente, sobre la necesidad de cuidar el

ambiente, y que esa protección y conservación

debe extenderse a los océanos.

Desafortunadamente, la realidad muestra que esa

idea no ha calado lo suficiente en la sociedad y

todavía se maltrata de muy diferentes maneras

nuestra hidrosfera. Quizá ello se deba a que gran

parte de los océanos son propiedad de nadie, o

también a que los efectos nocivos de la

contaminación se perciben menos en el mar que

en la tierra. Sin embargo, un delfín muerto al ser

atrapado por una red, o un solitario alejado de su

manada que se acerca a nuestras costas,

despierta y seguirá despertando, sentimientos

misericordes, a través de los cuales se hace más

cercana, plástica y comprensible la necesidad de

conservar los océanos. De esta manera, se puede

considerar a los delfines como animales

emblemáticos para inspirar la conservación de los

océanos.

Salvando las distancias, ya que no en vano

aquellos son mamíferos y éstos son fríos

invertebrados, los calamares gigantes han

demostrado tener una notable capacidad de

atracción para el gran público. A través de

aquellos ejemplares que vararon hace un par de

años en Asturias coincidiendo con exploraciones

acústicas realizadas durante prospecciones

geofísicas en el golfo de Vizcaya se ha levantado

una marea popular de protesta. Desde numerosas

instancias se pide más información sobre las

posibles repercusiones de ese tipo de

exploraciones en los organismos y ecosistemas

profundos marinos. Los calamares gigantes, se

dijo entonces, pueden ser la punta de un iceberg

que oculta graves lesiones a los ecosistemas y

animales marinos, cuyas repercusiones

ambientales, económicas y culturales son

impredecibles. Si esto es así, hemos hallado un

nuevo animal emblemático a través del cual,

Asturias, o cualquier otro lugar, puede inspirar la

conservación de los océanos de la que tan

necesitados estamos.

Bibliografía

Akimushkin, I.I. 1963. Cephalopods of the Seas of the

U.S.S.R. Academy of Sciences of the U.S.S.R.,

Institute of Oceanology, Moscow, 235 pages, 60

figures (Translation, Israel Program for Scientific

Translations, Jerusalem, 223 pages)

Aldrich, F.A. 1968. The distribution of giant squids

(Cephalopoda, Architeuthidae) in the north

Atlantic and particularly about the shores of

Newfoundland. Sarsia, 34: 393-398.

Aldrich, F.A. 1991. Some aspects of the systematic and

biology of squid of the genus Architeuthis based

on a study of specimens from Newfoundland

waters. Bulletin of Marine Science, 49(1-2): 457-

481.

Aldrich, F.A. y M.M. Aldrich. 1968. On regeneration of

the tentacular arm of the giant squid Architeuthis

dux Steenstrup (Decapoda, Architeuthidae).

Canadian Journal of Zoology, 46(5): 845-847.

Aldrich, F.A. y E.L. Brown. 1967. The giant squid in

Newfoundland. Newfoundland Quarterly, 65(3): 4-

8.

Alexeyev, D.O. 1994. New data on the distribution and

biology of squids from the southern Pacific.

Ruthenica, 4(2):151-166.

Allan, J.K.1948. A rare giant squid. Australian Museum

Magazine, 9(9): 306-308.

Anonymous. 1978. Big squid is largest on record. Curry

Coastal Pilot, July 6, 1978: 11.

Anonymous. 1996. Out of its depth. Age, Melbourne

Australia, 12 June 1996.

Anonymous. 1999. Giant squid found dead in Bahamian

waters. Soundings, University of Miami Rosenstiel

School of Marine & Atmospheric Science, May 15,

1999.

Antonelis, G.A., M.S. Lowry, C.H. Fiscus, B.S. Stewart y

R.L. DeLong. 1994. Diet of the northern elephant

seal. En: B.J. LeBoeuf and R.M. Laws (Eds.)

Elephant Seals: Population Ecology, Behavior, and

Physiology: 211-223, University of California

Press.

Arfelli, C.A., A.F. de Amorim y A.R.G. Tomas. 1991.

First record of a giant squid Architeuthis sp.

Steenstrup, 1857 (Cephalopoda, Architeuthidae)

in Brazilian waters. Boletín do Instituto da Pesca,

18: 83-88.

Aronson, R.B. 1991. Ecology, paleobiology and

evolutionary constraint in the Octopus. Bulletin of

Marine Science, 49(1-2): 245-255.

Atkinson D. y R.M. Sibly. 1997. Why are organisms

usually bigger in colder environments? Making

sense of a life history puzzle. Trends Ecology and

Evolution, 12: 235-239.

Bandel, K. y S.v. Boletzky. 1988. Features of

development and functional morphology required

in the reconstructuion of early coleoid

cephalopods. En: Wiedmann, J. and J. Kullmann

(Eds.) Cephalopod –Present ad past: 229-246.

Schweizerbart’sche Werlagsbuchhandlung.

Stuttgart.

Bardarson, G. 1920. Om den marine molluskfauna ved

vestkysten af Island. Kongelige Danske

Videnskabernes Selskab Biologiske Meddelelser,

2(3): 1-139.

Belloc, G. 1950. Catalogue des types de Céphalopodes

du Musee Océanographique de Mónaco. Bulletin

de l'Institut Océanographique, 970: 1-10.

Belyayev, G.M. 1964. Rostra of cephalopods in oceanic

bottom sediments. Deep-Sea Research, 11(1):

113-126.

Berry, S.S. 1912. Note on the occurrence of a giant

squid off the California coast. Nautilus, 25(10):

117-118.

Berry, S.S. 1914. Another giant squid in Monterey Bay.

Nautilus, 28(2): 22-23.

Berzin, A.A. 1971. The sperm whale. Pacific Scientific

Research Institute of Fisheries and Oceanography,

Moscow, 1971. [English translation from Russian

by E. Hoz and Z. Blake, Israel Program for

Scientific Translations, 1972, 393 pp.]

Bettencourt, V. y A. Guerra. 2000. Growth increments

and biomineralization process in cephalopod

statoliths. Journal of Experimental Marine Biology

and Ecology, 248: 191-205.

Bizikov, V.A. 1991. A new method of squid age

determination using the gladius. N.T.R. - I.T.P.P.

Special Publication, 1: 39-51.

Blake, J.H. 1909. A giant squid. Nautilus, 23(3): 43-44.

Boletzky, S.v. 1989. Recent studies on spawning,

embryonic development, and hatching in the

Cephalopoda. Advances in Marine Biology, 25: 85-

115.

Bolstad, K.S. y S. O’Shea. 2004. Gut contents of the

giant squid Architeuthis dux (Cephalopoda:

Oegopsida) from New Zealand waters. New

Zealand Journal of Zoology, 31:15-21.

Botas, J.A., A. Bode, E. Fernández, y R. Anadón. 1988.

Descripción de una intrusión de agua de elevada

salinidad en el Cantábrico central: distribución de

los nutrientes inorgánicos y su relación con el

fitoplancton. Investigación Pesquera, 52: 561-

574.

Bower, J.R. y Y. Sakurai. 1996. Laboratory observations

on Todarodes pacificus (Cephalopoda:

Ommastrephidae) egg masses. American

Malacological Bulletin, 13(1/2): 65-71.

Boyle, P.R. (Ed.). 1983. Cephalopod Life Cycles. Vol.1.

Species Account. Academic Press. London, 475

pp.

Boyle, P.R. 1984. Giant squid stranded at Aberdeen.

Porcupine Newsletter, 3(1): 12.

Boyle, P.R. 1986. Report on a specimen of Architeuthis

stranded near Aberdeen, Scotland. Journal of

Molluscan Studies, 52(1): 81-82.

Boyle, P.R. (Ed.). 1987. Cephalopod Life Cycles. vol. 2.

Comparative Reviews. Academic Press. London,

441 pp.

Brinkmann, A. 1916. Kjaempeblaekspruten

(Architeuthis dux Stp.) i Bergens Museum.

Naturen. Illustrert Maanedsskrift for Populaer

Naturvidenskap, Bergen, 40(6): 175-182.

Brix, O. 1983. Giant squids may die when exposed to

warm water currents. Nature, 303(5916): 422-

423.

Brix, O., A. Bardgard, A. Cau, A. Colosimo, S. G. Condo

y B. Giardina. 1989. Oxygen-binding properties of

cephalopod blood with special reference to

environmental temperatures and ecological

distribution. Journal of Experimental Zoology,

252(1): 34-42.

Brunetti, N.E., B. Elena, G.R. Rossi, M. Sakai, S.E.

Pineda y M.L. Ivanovic, 1998. Description of an

Architeuthis from Argentine waters. South African

Journal of Marine Science, 20: 355-361.

Brunetti, N.E., M.L. Ivanovic, M. Sakai y L.N. Pascual.

2005. Two new records of giant squid

(Architeuthis sp) from Patagonian region. Revista

de Investigación y Desarrollo Pesquero (en

prensa).

Budelman, B.U., R. Shipp y S.v. Boletzky. 1997.

Cephalopoda. En: Microscopic Anatomy of

Invertebrates. Vol. 6A, Mollusca II (Harrison, F.W.

and A.J. Kohn, Eds.): 119-414. Wiley-Liss, New

York.

Bustamante, P., K. Das, A. Guerra, V. Lahaye, F.

Rocha, A.F. González and L. Laria. 2006. The

giant squid (Architeuthis): a very high level

predator? Cephalopod Life Cycles, Cephalopod

International Advisory Council Symposium,

Abstract book: 72. Hobart, Tasmania.

Cadenat, J. 1935. Note sur la première capture dans le

Golfe de Gascogne du céphalopode géant,

Architeuthis nawaji. Compte-rendu de

l'Association Française pour l'Avancement des

Sciences, 59: 513.

Cadenat, J. 1936. Note sur une céphalopode géant

(Architeuthis harveyi Verrill) capturé dans le golfe

de Gascogne. Bulletin de Muséum d'Histoire

Naturelle, Paris, (2)8(3): 277-285.

Calow, P. 1987. Fact and theory -an overview. En:

Boyle, P.R. (Ed.). Cephalopod Life Cycles. vol. 2,

Comparative Reviews: 351-365. Academic Press.

London.

Cherel, Y. 2003. New records of the giant squid

Architeuthis dux in the Southern Indian ocean.

Journal of the Marine Biological Association of the

United Kingdom, 83: 1295-1296.

Cherel, Y and Hobson, K. A. 2005. Stable isotopes,

beaks and predators: a new tool to study the

trophic ecology of cephalopods, including giant

and colossal squids. Proceedings of the Royal

Society B, 272: 1601-1607.

Clarke, M.R. 1962. Stomach contents of a sperm whale

caught off Madeira in 1959. Norsk Hvalfangsttid,

51(5): 173-191.

Clarke, M.R. 1966. A review of the systematics and

ecology of oceanic squids. Advances in Marine

Biology, 4: 91-300.

Clarke, M.R. 1967. A deep-sea squid, Taningia danae

Joubin, 1931. Symposium Zoological Society,

London 19: 127-143.

Clarke, M.R. 1980. Cephalopoda in the diet of sperm

whales of the southern hemisphere and their

bearing on sperm whale biology. Discovery

Report, 37: 1-324.

Clarke, M.R. 1986. A Handbook for the Identification of

Cephalopod Beaks. Clarendon Press, Oxford, 273

pp.

Clarke, M.R. 1988. Evolution of buoyancy and

locomotion in recent cephalopods. En: Wilbur,

K.M. (Ed.) The Mollusca, vol. 12. Clarke, M.R. y

E.R. Trueman (Eds.) Paleontology and Neontology

of Cephalopods: 203-213. Academic Press Inc.

Clarke, M.R. (Ed.). 1996. The role of cephalopods on

the world’s oceans. Philosophical Transactions of

the Royal Society of London, Series B, 351

(1343): 977-1112.

Clarke, M.R. 1998. The value of statolith shape for

systematics, taxonomy, and identification. En:

Voss, N.A., M. Vecchione, R.B. Toll & M.J.

Sweeney (Eds.) Systematics and Biogeography of

Cephalopods, Vol. I. Smithsonian Contributions to

Zoology, 586: 69-76.

Clarke, M.R. y N. MacLeod 1974. Cephalopod remains

from a sperm whale caught off Vigo, Spain.

Journal of the Marine Biological Association of the

United Kingdom, 54: 959-968.

Clarke, M.R. y N. MacLeod 1976. Cephalopod remains

from sperm whales caught off Iceland. Journal of

the Marine Biological Association of the United

Kingdom, 56: 733-749.

Clarke, M.R. y N. MacLeod 1982. Cephalopod remains

from the stomachs of sperm whales caught in the

Tasman Sea. Memoirs of the National Museum

Victoria, 43: 25-42.

Clarke, M.R., H.R. Martins y P. Pascoe. 1993. The diet

of sperm whales (Physeter macrocephalus

Linnaeus, 1758) off the Azores. Philosophical

Transactions of the Royal Society of London, ser.

B, 339: 67-82.

Clarke, M.R. y N. Merrett 1972. The significance of

squid, whale and other remains from the

stomachs of bottom-living deep-sea fish. Journal

of the Marine Biological Association of the United

Kingdom, 52: 599-603.

Clarke, M.R. y E.R. Trueman (Editores). 1988. The

Mollusca. Volume 12. Paleontology and

Neontology of Cephalopods. Academic Press. San

Diego, 355 pp.

Clarke, M.R. y P.L. Pascoe 1997. Cephalopod species in

the diet of a sperm whale (Physeter catodon)

stranded at Penzance, Cornwall. Journal of the

Marine Biological Association of the United

Kingdom, 77: 1255-1258.

Clarke, M.R. y R.E. Young 1998. Description and

analysis of cephalopod beaks from stomachs of

six species of odontocete cetaceans stranded on

Hawaiian shores. Journal of the Marine Biological

Association of the United Kingdom, 78: 623-641.

Clarke, R. 1955. A giant squid swallowed by a sperm

whale. Norwegian Whaling Gazette, 1955(10):

589-593.

Clarke, R. 1956. Sperm whales of the Azores. Discovery

Report, 28: 237-298.

Clarke, R. y O. Paliza. 2000. The Humboldt Current

squid Dosidicus gigas (Orbigny, 1835). Revista de

Biología Marina y Oceanografía, 35(1): 1-39.

Clarke, W.J. y G.C. Robson 1929. Notes on the

stranding of giant squids on the North-East coast

of England. Proceedings of the Malacological

Society, 18(4): 154-158.

Coelho, M.L. 1985. Review of the influence of

oceanographic factors on cephalopod distribution

and life cycles. Northwest Atlantic Fisheries

Organisation (NAFO) Scientific Council Studies, 9:

47-57.

Collet, R. 1911-1912. Norges Pattedyr. H. Aschehoug &

Co., Kristiania, 744 pp.

Collins, M.A.1998. A female giant squid (Architeuthis)

stranded on the Aberdeenshire coast. Journal of

Molluscan Studies, 64(4): 489-492.

Collins, M.A., C. Lordan, K. Flannery, D.T.G. Quigley y

F.G. Howard 1997. New records of cephalopods

caught in Irish and Scottish waters. Journal of the

Marine Biological Association of the United

Kingdom, 77: 561-564.

Crosse, H. y P. Fischer. 1862. Nouveau documents sur

les céphalopodes gigantesques. Journal de

Conchyliologie, 10: 124-140.

Dawe E.G. y J.K.T. Brodziak. 1998. Trophic relations,

ecosystem variability and recritment. In:

Rodhouse P.G., E.G. Dawe, R. O’Dor, (Eds.).

Squid recruitment dynamics. FAO Fisheries

Technical Papers, 376: 125-150.

Dell, R.K. 1952. The Recent Cephalopoda of New

Zealand. Dominion Museum Bulletin Wellington,

16: 1-157.

Dell, R.K. 1970. A specimen of the giant squid

Architeuthis from New Zealand. Records of the

Dominion Museum, 7(4): 25-36.

Dunning, M.C., M.R. Clarke y C.C. Lu. 1993.

Cephalopods in the diet of oceanic sharks caught

off eastern Australia, pages 119-131. En: T.

Okutani, R.K. O'Dor y T. Kubodera (eds.) Recent

Advances in Fisheries Biology, Tokai University

Press, Tokyo, 752 pp.

Ehrhardt, N.M., P. Jacquemin, F. García, G. González,

J.M. López, J. Ortiz. y A. Solís. 1983. On the

fishery and biology of the giant squid Dosidicus

gigas in the Gulf of California, Mexico. FAO

Fisheries Technical Paper, 231: 306-340.

Ellis, R. 1998. The search for the giant squid. Penguin

Books, 322 pp.

Engeser, Th. y K. Bandel. 1988. Phylogenetic

classification of coleoid cephalopods. En:

Wiedmann, J. and J. Kullmann (Eds.) Cephalopods

– Present and Past: 105-115. Schweizerbart’sche

Verlagsbuchhandlung (Nägele u. Obermiller)

Stuttgart.

Fernández, E., J. Cabal, J.L. Acuña, A. Bode, A. Botas y

C. García-Soto. 1993. Plankton distribution across

a slope current-induced front in the southern Bay

of Biscay. Journal of Plankton Research. 15: 619-

641.

Fernández-Núñez, M.M. y C.L. Hernández-González.

1995. Report of a specimen of Architeuthis

Steenstrup caught in Canarian waters. En:

Guerra, A. (Ed.) Abstracts of the 12th

International Malacological Congress, Vigo, Spain:

343.

Fiscus, C.W. y D.W. Rice. 1974. Giant squids,

Architeuthis sp., from stomachs of sperm whales

captured off California. California Fish and Game,

60(2): 91-93.

Fiscus, C.W., D.W. Rice y A.A. Wolman. 1989.

Cephalopods from the stomachs of sperm whales

taken off California. NOAA Technical Report, NMFS

83: 1-12.

Fisher, W. y J.C. Hureau (eds.). 1985. FAO species

identification sheets for fishery purposes.

Southern Ocean (Fishing areas 48, 58 y 88)

(CCAMLR Convention Area). Vol. 1. Rome, FAO,

232 pp.

Förch, E.C. 1983. New Plymouth's giant squid. Catch

'83. Ministry of Agriculture and Fisheries,

Wellington, 10(10): 6-7.

Förch, E.C. 1984. Giant squid still a mystery. Catch '84.

Ministry of Agriculture and Fisheries, Wellington,

11(11): 19.

Förch, E.C. 1998. The marine fauna of New Zealand:

Cephalopoda; Oegopsida; Architeuthidae (Giant

squid). NIWA Biodiversity Memoir, 110: 113 pp.

Frost, N. 1934. Notes on a giant squid (Architeuthis

sp.) captured at Dildo, Newfoundland, in

December, 1933. Annual Report of the

Newfoundland Fishery Research Commission for

1933, 2(2): 100-113.

Frost, N. 1936. A further species of giant squid

(Architeuthis sp.) from Newfoundland waters.

Annual Report of the Newfoundland Fishery

Research Commission for 1935, 2(5): 89-95.

Gannon, E. 1996. Monster catch from the depths.

Herald-Sun Newspaper, Melbourne Australia, 11

June 1996.

Gaskin, D.E. y M.W. Cawthorn. 1967. Diet and feeding

habits of the sperm whale (Physeter catodon L.)

in the Cook Strait region of New Zealand. New

Zealand Journal of Marine and Freshwater

Research, 1(2): 156-179.

Gauldie, R.W., I.F. West y E.C. Förch. 1994. Statocyst,

statolith, and age estimation of the giant squid,

Architeuthis kirki. Veliger, 37(1): 93-109.

Gervais, P. 1875. Remarques au sujet des grands

céphalopodes decabrachides constituant le genre

Architeuthis. Journal de Zoologie, 4(2): 88-97.

Girard, A. A. 1892. Les céphalopodes des Iles Acores et

de l'Ile de Madère. Jornal de Ciencias

Matemáticas, Physicas e Naturaes, Lisboa, (ser.

2), 2(7): 210-220.

González, A.F. y A. Guerra. 1993. Composición química,

aspectos nutritivos y ecotoxicología de los

cefalópodos. En: Simal X. y Xose A. Fidalgo

(Eds.). Contaminación Ambiental e Alimentaria.

Cadernos do Laboratorio Ourensán de

Antropoloxía Social. Nº 5, Serie de Cursos e

Congresos, 3 (Bromatoloxía): 121-139.

González, A.F. y A. Guerra. 1996. Reproductive biology

of the short-finned squid Illex coindetii

(Cephalopoda, Ommastrephidae) of the

northeastern Atlantic. Sarsia 81: 107-118.

González, A.F., A. Guerra, S. Pascual y P. Briand. 1998.

Vulcanoctopus hydrothermalis gen. et sp. nov.

(Mollusca, Cephalopoda): an octopod from a

deep-sea hydrothermal vent site. Cahiers de

Biologie Marine, 39: 169-184.

González, A.F., A. Guerra, F. Rocha y J. Gracia. 2002.

Recent findings of the giant squid Architeuthis in

the northern Spanish waters. Journal of the

Marine Biological Association of the United

Kingdom, 82: 859-861.

González, A.F., A. Guerra y F. Rocha. 2003. New data

on the life history of the hooked squid Taningia

danae. Sarsia, 88: 297-301.

González A.F., P.N. Trathan, C. Yau, P.G. Rodhouse.

1997. Interactions between oceanography,

ecology and fishery biology of the ommastrephid

squid Martialia hyadesi in the south Atlantic.

Marine Ecology Progress Series, 152: 205-215.

González, M., M. Fernández-Casado, M.P. Rodriguez, A.

Segura y J.J. Martín. 2000. First record of the

giand squid Architeuthis sp (Architeuthidae) in the

Mediterranean Sea. Journal of the Marine

Biological Association of the United Kingdom, 80:

745-746.

Grieg, J.A. 1933. Cephalopods from the west coast of

Norway. Bergens Museum Aarbog,

Naturvidenskapelig rekke, 1933(4): 1-25.

Gronningsaeter, A. 1946. Sjormen-blekksprutten.

Naturen, 70(12): 379-380.

Guerra, A. 1992. Mollusca, Cephalopoda. En: Fauna

Ibérica, vol. 1. Ramos, M.A. et al., (Eds.). Museo

Nacional de Ciencias Naturales. CSIC. Madrid. 327

pp.

Guerra, A. 1996. Algunas consideraciones sobre el

envejecimiento de los cefalópodos. Iberus, 14 (2):

125-130.

Guerra, A. 2003. Los cefalópodos. Tomo III, cap.10,

part.VI: 366-374. Serie Naturaleza. Proyecto

Galicia. Hércules ediciones S.A. Santiago de

Compostela.

Guerra, A. y P. Sánchez. 1985. Comparación de las

pesquerías de cefalópodos de dos áreas de

afloramiento de la costa occidental africana.

Simposio. Internacional sobre el. Aforamiento del.

Oeste de África. Instituto de Investigaciones

Pespesqueras, Barcelona, vol II: 749-760.

Guerra, A., A.F. González, E.G. Dawe, y F. Rocha.

2004. Records of giant squid in the north-eastern

Atlantic, and two records of male Architeuthis sp.

off the Iberian Peninsula. Journal of Marine

Biological Association of the United Kingdom, 84:

427-431.

Guerra, A., A.F. González, F. Rocha, J. Gracia y M.

Vecchione. 2004. Calamares gigantes varados.

Víctimas de exploraciones acústicas. Investigación

y Ciencia, nº 334: 35-37.

Hall, H. 1990. Mugged by a squid. Ocean Realm, 6: 8.

Hamabe, M. 1957. A giant squid collected at Kuniga,

Oki Islands. Nihonkai Suisan Shiken Kenyu

Rebrajy Btysym, 82:3. [En japonés]

Hamilton, J.E. 1915. Belmullet Whaling Station. Report

to the Committee. Report of the British

Association for the Advancement of Science,

1914: 125-161.

Hanlon, R.T. y J.B. Messenger. 1996. Cephalopod

Behaviour. Cambridge University Press, 232 pp.

Harting, P. 1860. Description de quelques fragments de

deux céphalopodes gigantesques. Verhandelingen

der Koninklijke Akademie van Wetenschappen,

Amsterdam, 9(1)[1861]: 16 pages, 3 plates.

[Published separately, 1860; Publiées par

l'Académie Royale des Sciences a Amsterdam]

Harvey, M. 1874. Gigantic cuttlefishes of

Newfoundland. Annals and Magazine of Natural

History, (ser. 4)13(73): 67-69.

Hatanaka, H., S. Kawahara, Y. Uozumi y S. Kasahara.

1985. Comparison of life cycles of five

ommastrephid squid fished by Japan. Todarodes

pacificus, Illex illecebrosus, Illex argentinus,

Nototodarus sloani sloani and Nototodarus gouldi.

Northwest Atlantic Fisheries Organisation (NAFO)

Scientific Council Studies, 9: 59-68.

Heppell, D. 1978. Giant squid stranded at North

Berwick. Conchologists' Newsletter, 65: 89.

Heppell, D. y S.M. Smith. 1983. Recent Cephalopoda in

the collections of the Royal Scottish Museum,

Edinburgh. Royal Scottish Museum Information

Series, Natural History, 10: 1-81.

Herring, P.J., P.N. Dilly y C. Cope. 1992. Different types

of photophore in the oceanic squids Octopoteuthis

and Taningia (Cephalopoda: Octopoteuthidae).

Journal of Zoology, 227: 479-491.

Hess, S.C. y R.B. Toll. 1981. Methodology for specific

diagnosis of cephalopod remains in stomach

contents of predators with reference to the

broadbill swordfish, Xiphiasgladius. Journal of

Shellfish Research, 1(2): 161-170.

Heuvelmans, B. 1997. The kraken and the colosal

octopus. Kegan Paul.

Higa, L.1981. Recent finds. Hawaiian Shell News,

29(6): 9.

Hilgendorf, F.1880. Einen riesigen Dintenfisch aus

Japan, Megateuthis martensii g.n., sp.n. Sitzungs-

Bericht der Gesellschaft naturforschender Freude

zu Berlin, 4: 65-67.

Hochberg, F.G. y W.G. Fields. 1980. Cephalopoda: The

squids and octopuses: 429-444. En: R.H. Morris

et al. Intertidal Invertebrates of California.

Stanford University Press, 690 pp.

Holthe, T.1975. A new record of a giant squid from

Trondheimsfjorden Fauna, 28(3): 174.

Honma, Y., T. Kitami y R. Mizusawa. 1983. Record of

Cephalopoda in the waters adjacent to Niigata

and Sado Island in the Japan Sea, based partially

on the pelagic squids stranded ashore. Bulletin of

the Biogeographical Society of Japan, 38(3): 23-

29.

Hoving, H.-J.T., M.A.C. Roeleveld, M.R. Lipinski y Y.

Melo. 2004. Reproductive system of the giant

squid Architeuthis in Southern African waters.

Journal of Zoology, London, 264: 153-169.

Iwai, E.1956. Descriptions on unidentified species of

dibranchiate cephalopods. I. An oegopsiden squid

belonging to the genus Architeuthis. Scientific

Reports of the Whales Research Institute, Tokyo,

11: 139-151.

Jackson, G.D., C.C. Lu y M. Dunning 1991. Growth

rings within the statolith microstructure of the

giant squid Architeuthis. Veliger, 34(3): 331-334.

Jeffreys, J.G. 1869. British Conchology, volume 5. John

van Voorst, London.

Jepson, P.D. et alia. 2003. Gass-bubble lesions in

stranded cetaceans. Nature, 425 : 575-576.

Joubin, L. 1895. Contribution a l'étude des

Céphalopodes de l'Atlantique Nord. Résultats des

campagnes scientifiques accomplies sur yacht par

Albert I Prince souverain de Monaco, 9: 1-63.

Joubin, L.1900. Céphalopodes provenant des

campagnes de la Princesse Alice (1891-1897).

Résultats des campagnes scientifiques accomplies

sur son yacht par Albert I Prince souverain de

Monaco, 17: 1-135.

Joubin L. 1931. Notes preliminaries sur les

céphalopodes de croisiéres du Dana (1921-1922)

3e Partie. Institut Oceanographique. Monaco, 10:

169-211.

Kamita, T.1962. Visits by unusual aquatic animals to

the sea coasts of San-in District, Japan Sea. San-

in Bunka Kenkyu Kiyo, 2: 1-35. [En japonés]

Keil, A.1963. Riesentintenfische aus dem Pottwal-

Magen. Natur und Museum. Frankfurt, 93(8):

319-323.

Kent, W.S. 1874. Note on a gigantic cephalopod from

Conception Bay, Newfoundland. Proceedings of

the Scientific Meetings of the Zoological Society of

London, 1874(12): 178-182.

Kent, W.S. 1875. A further communication upon certain

gigantic cephalopods recently encountered off the

coast of Newfoundland. Proceedings of the

Scientific Meetings of the Zoological Society of

London, 1874(32): 489-494.

Kirk, T.W. 1880. On the occurrence of giant cuttlefish

on the New Zealand coast. Transactions and

Proceedings of the New Zealand Institute 1879,

12(2): 310-313.

Kirk, T.W. 1882. Descriptions of new Cephalopods.

Transactions and Proceedings of the New Zealand

Institute, 14(2): 283-286, 1 plate.

Kirk, T.W. 1888. Brief description of a new species of

large decapod (Architeuthis longimanus).

Transactions and Proceedings of the New Zealand

Institute 1887, 20(1): 34-39.

Kjennerud, J. 1958. Description of a giant squid,

Architeuthis, stranded on the West Coast of

Norway. Universitetet I Bergen. Årbok 1958,

Naturvitenkapelig Rekke, 9: 1-14.

Knudsen, J.1957. Some observations on a mature male

specimen of Architeuthis from Danish waters.

Proceedings of the Malacological Society of

London, 32(5): 189-198.

Kodolov, L.S.1972. Squids of the Bering Sea: 157-160.

En: P.A. Moiseev (ed.), Soviet fisheries

investigations in the northeastern Pacific, Part V.

Proceedings of All-Union Scientific Research

Institute of Marine Fisheries and Oceanography,

70. [Translated from Russian by N. Kaner, Israel

Program for Scientific Translations, 1972, 462

pp].

Kristensen, T.K. y J. Knudsen. 1983. A catalogue of the

type specimens of Cephalopoda (Mollusca) in the

Zoological Museum, University of Copenhagen.

Steenstrupia, 9(10): 217-227.

Kubodera, T. 2003. Architeuthis in Japanese waters.

Book of Abstracts of the CIAC meeting, Phuket,

Thailand: 50.

Kubodera, T. y K. Mori. 2005. First-ever observations of

a live giant squid in the wild. Proceedings of the

Royal Society B, 272: 2583-2586.

Kuroiwa, M. 1998. Exploration of the Jumbo Squid,

Dosidicus gigas, resources in the Southeastern

Pacific Ocean with notes on the history of jigging

surveys by the Japan Marine Fisheries Research

Center. En: Contributed Papers to International

Symposium on Large Pelagic Squids (T. Okutani,

ed.). Japan Marine Fishery Resources Research

Center, Tokyo, pp. 89-105.

Ladman, N.H., J.K. Cochram, C. Cerrato, J. Mark, C.F.E.

Roper y C.C. Lu. 2004. Habitat and age of the

giant squid (Architeuthis sanctipauli) inferred from

isotopic analyses. Marine Biology, 144: 685-691.

Leviton, A.E. y F.H. Gibbs Jr. 1988. Standards in

herpetology and ichthyology. Standard symbolic

codes for institutional resource collections in

herpetology and ichthyology. Supplement No. 1:

Additions and corrections. Copeia, 1988 (1): 28-

228.

Leviton, A.E., F.H. Gibbs Jr., E. Heal, y C.D.

Dawson.1985. Standards in herpetology and

ichthyology: Part I. Standard symbolic codes for

institutional resource collections in herpetology

and ichthyology. Copeia, 1985(3): 802-832.

Lipinski, M.R. 1993. The deposition of statoliths: a

working hypothesis, pages 241-262. In: T.

Okutani, R.K. O'Dor and T. Kubodera (eds.)

Recent Advances in Fisheries Biology, Tokai

University Press, Tokyo, 752 pp.

Lipinski, M.R. 1997. Morphology of giant squid

Architeuthis statoliths. South African Journal of

Marine Science, 18: 299-303.

Loates, G. 1989. A portfolio of drawings of Architeuthis

dux. Journal of Cephalopod Biology, 1(1): 86-94.

Lonnberg, E. 1891. Ofversigt ofver Sveriges

Cephalopoder. Kongliga Svenska Vetenskaps-

Akademiens Handlingar, 17(6): 1-41.

Lordan, C., M.A. Collins y C. Perales-Raya. 1998.

Observations on morphology, age and diet of

three Architeuthis caught off the west coast of

Ireland in 1995. Journal of the Marine Biological

Association of the United Kingdom, 78: 903-917.

Lu, C.C. 1986. Smallest of the largest - first record of

giant squid larval specimen. Australian Shell

News, 53: 9.

Lu, C.C., R. Boucher-Rodoni y A. Tillier. 1995.

Catalogue of types of recent Cephalopoda in the

Museum National d'Histoire Naturelle (France).

Bulletin du Muséum national d'Histoire naturelle,

Paris, (series 4) 17(3-4): 307-343.

Lu C.C. y M.R. Clarke. 1975. Vertical distribution of

cephalopods at 40oN, 53 oN and 60 oN at 20 oW

in the north Atlantic. Journal of the Marine

Biological Association of the United Kigdom, 55:

143-163.

MacAlaster, E. 1977. Cephalopods in the Nova Scotia

Museum collection. Curatorial Report, Nova Scotia

Museum, 33: 1-26.

MacPherson, J.H. y C.J. Gabriel. 1962. Marine Molluscs

of Victoria. Melbourne University Press, 475 pp.

Maddock, L. y J.Z. Young. 1987. Quantitative

differences among the brains of cephalopods.

Journal of Zoology. London., 212: 739-767.

Mangold, K. 1989. Céphalopodes. En: Traité de

Zoologie (Grassé, P.P.) Tome V, fascicule 4.

Masson, Paris, 804 pp.

Marshall, B.A. 1996. Molluscan name-bearing types in

the Museum of New Zealand Te Papa Tongarewa.

Tuhinga: Records of the Museum of New Zealand,

9: 1-85.

Martin, A.R. y M.R. Clarke. 1986. The diet of sperm

whales (Physeter macrocephalus) captured

between Iceland and Greenland. Journal of the

Marine Biological Association of the United

Kingdom, 66: 779-790.

Massy, A.L. 1909. The Cephalopoda Dibranchiata of the

coasts of Ireland. Fisheries, Ireland, Scientific

Investigations 1907, 1: 1-39.

Massy, A.L. 1913. Further records of the Cephalopoda

Dibranchiata of the coasts of Ireland. Fisheries,

Ireland, Scientific Investigations 1912, 5: 1-12.

Massy, A.L. 1928. The Cephalopoda of the Irish Coast.

Proceedings of the Royal Irish Academy, 38(B2):

25-37.

Masuda, S., K. Yokawa, A. Yatsu y S. Kawahara. 1998.

Growth and Population Structure of Dosidicus

gigas in the Southeastern Pacific Ocean. En:

Contributed Papers to International Symposium

on Large Pelagic Squids (T. Okutani, Ed.): 107-

118. Japan Marine Fishery Resources Research

Center, Tokyo.

McSweeny, E.S. 1970. Description of the juvenile form

of the Antarctic squid Mesonychoteuthis hamiltoni

Robson. Malacologia, 10: 323-332.

Mitsukari, K. y S. Ikeda. 1895. Notes on a gigantic

cephalopod. Zoological Magazine, Tokyo, 7(77):

39-50.

More, A.G. 1875a. Notice of a gigantic cephalopod

(Dinoteuthis proboscideus) which was stranded at

Dingle, in Kerry, two hundred years ago. The

Zoologist, London, (series 2)118: 4526-4532.

More, A.G. 1875b. Gigantic squid on the west coast of

Ireland. Annals and Magazine of Natural History,

(ser. 4)16(92): 123-124.

Murray, A. 1874a. Letter to the Secretary....

Proceedings of the Boston Society of Natural

History, 16: 161-163.

Murray, A. 1874b. Capture of a gigantic squid at

Newfoundland. American Naturalist, 8(2): 120-

123. [See also, Correction..., American Naturalist,

8(4): 226-227.]

Muus, B.J. 1959. Skallus, Sotaender, Blaeksprutter.

G.E.C. Gads Forlag, Kobenhaven, 239 pp.

Myklebust, B. 1946. Et nytt funn av

kjempebleblekksprut i Romsdal. Naturen, 70(12):

377-379.

Nesis, K.N. 1974. Giant squids. Priroda, 6: 55-60.

Nesis, K.N. 1982/87. Abridged key to the cephalopod

mollusks of the world's ocean. 385+ii pp. Light

and Food Industry Publishing House, Moscow. (In

Russian.). Translated into English by B. S.

Levitov, ed. by L. A. Burgess (1987), Cephalopods

of the world. T. F. H. Publications, Neptune City,

NJ, 351pp.

Nesis, K.N. 1983. Dosidicus gigas. En: Cephalopod Life

Cycles, Vol. 1. Species Accounts (P.R. Boyle, Ed.):

216-231. Academic Press, London.

Nesis, K.N. 1985. Oceanic cephalopods: Distribution,

life forms and evolution. Nauka, Moskow pp 1-

287.

Nesis, K.N. 1987. Cephalopods of the world; squids,

cuttlefishes and allies (English Translation). TFH

Publications, Neptune New Jersey pp 1-351.

Nesis, K.N. 1996. Mating, spawning and death in

oceanic cephalopods: a review. Ruthenica, 6: 23-

64.

Nesis, K.N. 2003. Distribution of recent Cephalopoda

and implications for Plio-Pleistocene events.

Berliner Palaobiologische Abhandlungen, 3: 199-

224.

Nesis, K.N., A.M. Amelekhina, A.R. Boltachev y G.A.

Shevtsov. 1985. Records of giant squids of the

genus Architeuthis in the north Pacific and south

Atlantic. Zoologicheskii Zhurnal, 64(4): 518-528.

Nigmatullin, C.M. 1976. Discovery of the giant squid

Architeuthis in equatorial waters of the Atlantic

Ocean. Biologiya Morya, Vladivostok, 2(4): 29-31.

Nigmatullin, Ch.M., K.N. Nesis y A.I. Arkhipkin. 2001. A

review of the biology of the jumbo squid Dosidicus

gigas (Cephalopoda: Ommastrephidae). Fisheries

Research, 54: 9-19.

Nishimura, S. 1960. Visits by unusual aquatic animals

to the sea coasts of Niigata prefecture, Japan Sea,

in the winter of 1959-1960. Saishu to Shiiku, 22:

213-216. [En japonés]

Nishimura, S. 1968. A preliminary list of the pelagic

Cephalopoda from the Japan Sea. Publications of

the Seto Marine Biological Laboratory, 16(1): 71-

83.

Nixon, M. 1984. Stranding of giant squid on Scottish

coast. Cephalopod Newsletter, (8): 4.

Nixon, M. y J.Z. Young. 2003. Brains and lives of

cephalopods. Oxford Academic Press, 406 pp.

Nordgard, O. 1923. The Cephalopoda Dibranchiata

observed outside and in the Trondhjemsfjord.

Meddelelse Fra Trondhjems Biologiske Station,

16: 1-14.

Nordgard, O. 1928. Faunistic notes on marine

evertebrates III. Det Kongelige Norske

Videnskabers Selskab. Forhandlinger, 1(26): 70-

72.

Norman, M. 2000. Cephalopods. A world guide.

ConchBooks. Germany, 320 pp.

Norman, M.D. y C.C. Lu. 1997. Sex in giant squid.

Nature, 389: 683-684.

O'Dor, R.K. y N. Balch. 1985. Properties of Illex

illecebrosus egg masses potentially influencing

larval oceanographic distribution. Northwest

Atlantic Fisheries Organisation Scientific Council

Studies, 9: 69-76.

O’Dor, R.K y D.M. Webber. 1986. The constraints on

cephalopods: why squid aren’t fish. Canadian

Journal of Zoology, 64: 1591-1605.

Ohsumi, S. y Y. Satake. 1976. Provisional report on

investigations of sperm whales off the coast of

Japan under a special permit. International

Whaling Commission Meeting (La Jolla, 1976),

Document IWC/SC SP76/16.

Okiyama, M. 1965. Some information on the eggs and

larvae of the common squid, Todarodes pacificus

Steenstrup. Bulletin of the Japanese Regional

Fisheries Research Laboratory, 15: 39-53.

Okiyama, M. 1993. Kinds, abundance and distribution

of the oceanic squids in the Sea of Japan. En: T.

Okutani, R.K. O'Dor y T. Kubodera (Eds.): 403-

415. Recent Advances in Fisheries Biology, Tokai

University Press, Tokyo.

Okiyama, M. y S. Kasahara. 1975. Identification of the

so-called "common squid eggs" collected in the

Japan Sea and adjacent waters. Bulletin of the

Japanese Regional Fisheries Research Laboratory,

26: 35-40.

Okutani T. 1974. Epipelagic decapod cephalopods

collected by micronekton tows during the

EASTROPCA Expeditions, 1967-1968. Bulletin

Tokai Regional Fisheries Research Laboratory, 80:

29-118.

Okutani, T. (ed.). 1998. Contributed papers to

International Symposium on Large Pelagic Squids.

Japan Marine Fishery Resources Research Center.

Tokyo, Japan. 269 pp.

Okutani T. y M.R. Clarke. 1985. Identification key and

species description for Antarctic squids. BIOMASS

Handbook, 21: 1-57.

Okutani, T., Y. Satake, S. Ohsumi y T. Kawakami.

1976. Squids eaten by sperm whales caught off

Joban District, Japan, during January-February,

1976. Bulletin of Tokai Regional Fisheries

Research Laboratory, 87: 67-113.

Okutani T. y Y. Satake. 1978. Squids in the diet of 38

sperm whales caught in the Pacific off northern

Honshu, Japan, February 1977. Bulletin Tokai

Regional Fisheries Research Laboratory, 93: 13-

27.

Ortea, J.A. y G. Flor. 1986. Asturias desde el mar.

Ayalga. Salinas. Asturias, 218 pp.

O’Shea, S. 2004. The giant octopus Haliphron atlanticus

(Mollusca: octopoda) in New Zealand waters. New

Zealand Journal of Zoology, 31: 7-13.

Owen, R. 1881. Descriptions of some new and rare

Cephalopoda (Part II). Transactions of the

Zoological Society of London, 11(5): 131-170.

Packard, A. 1972. Cephalopod and fish: The limits of

convergence. Biological Reviews of the Cambridge

Philosophical Society, 47: 241-307.

Packard, A. 1988. The skin of Cephalopods (Coleoids):

General and special adaptations. En: Wilbur,

K.M.(Ed.), vol. 11. Form and Function. Trueman,

E.R. y M.R. Clarke (Eds.): 37-67. Academic Press

Inc.

Packard, A.S. Jr. 1873. Colossal cuttlefishes. American

Naturalist, 7(2): 87-94.

Pereira, J., R. Rosa, A. Moreno, M. Henriques, J.

Sendao y T.C. Borges. 2005. First recorded

specimen of the giant squid Architeuthis sp in

Portugal. Journal of the Marine Biological

Association of the United Kingdom, 85: 175-176.

Pérez-Gándaras, G. y A. Guerra. 1978. Nueva cita de

Architeuthis (Cephalopoda: Teuthoidea):

descripción y alimentación. Investigación

Pesquera, 42(2): 401-414.

Pérez-Gandaras, G. y A. Guerra 1989. Architeuthis de

Sudáfrica: nuevas citas y consideraciones

biológicas. Scientia Marina, 53(1): 113-116.

Pfeffer, G. 1912. Die Cephalopoden der Plankton-

Expedition. Zugleich eine monographische

ubersicht der Oegopsiden Cephalopoden.

Ergebnisse der Plankton-Expedition der Humboldt-

stiftung, 2: 1-815.

Pinkas, L., M.S. Oliphant y I.L.K. Iverson. 1971. Food

habits of albacore, bluefin tuna, and bonito in

California waters. California Department of Fish

and Game, Fish Bulletin, 152: 1-105.

Pippy, J. y F.A. Aldrich. 1969. Hapatoxylon trichiuri

(Holden, 1802) (Cestoda, Trypanorhyncha) from

the giant squid Architeuthis dux Steenstrup, 1857

in Newfoundland. Canadian Journal of Zoology,

47: 263-264.

Pontoppidan, E. 1752. Det forste forsog paa Norges

naturlige Historie. Ludolph Henrich Lillie, 1752-

1753, Kobenhavn.

Pörtner, H.O., R.K. O' Dor y D.L. Macmillan. 1994.

Physiology of Cephalopod Molluscs: Lifestyle and

Peformance Adaptations. Gordon and Breach

Publishers, 214 pp.

Posselt, H.J. 1890. Cephalopoda, volume 2: 135-145.

En: C.G.J. Petersen (ed.) Det videnskabelige

Udbytte af Kanonbaaden "Hauchs" Togter i de

Danske Have indenfor skagen i Aarene 1883-

1886, 5 volumes and atlas, Kjobenhavn, 1889-

1893.

Posselt, H.J. 1898. Gronlands Brachiopoder og Bloddyr.

[Conspectus Faunae Groenlandicae. Brachiopoda

et Mollusca.] Meddelelser om Gronland, udgivne

af Commissionen for Ledelsen af de geologiske og

geographiske Undersogelser i Gronland, 23(1): 1-

298.

Puente, M. 1996. Testing waters to learn more about

giant squid. USA Today Newspaper, 1 February

1996.

Rae, B.B. 1950. Description of a giant squid stranded

near Aberdeen. Proceedings of the Malacological

Society of London, 28: 163-167.

Rasero, M., A.F. González, B.G. Castro y A. Guerra.

1996. Predatory relationships of two symaptric

squid, Todaropsis eblanae and Illex coindetii

(Cephalopoda: Ommastrephidae) in Galician

waters. Journal of the marine biological

Association of the United Kigdom, 76: 73-87.

Rathjen, W.F. 1973. Northwest Atlantic squids. Marine

Fisheries Review, 35(12): 20-26.

Ré, M.E., P.J. Barón, J.C. Berón, A.E. Gosztonyi, L.

Kuba, M.A. Monsalve y N.H. Sardella. 1998. A

giant squid Architeuthis sp. (Mollusca,

Cephalopoda) stranded on the Patagonian shore

of Argentina. South African Journal of Marine

Biology, 20: 109-122.

Rees, W.J. y G.E. Maul. 1956. The Cephalopoda of

Madeira, records and distribution. Bulletin of the

British Museum (Natural History), Zoology, 3(6):

259-281.

Rey, I., O. Soriano, B.A. Dorda, A.F. González, F. Rocha

and A. Guerra. 2006. First Cytochrome C Oxidase

I and 16S RNA genes partial sequences and

phylogenetic relationships in the hooked giant

squid Taningia danae. Cephalopod Life Cycles,

Cephalopod International Advisory Council

Symposium. Abstract book: 95. Hobart,

Tasmania.

Ríos, A.F., F. Fraga, F.G. Figueiras, R. Prego y F.F.

Pérez. 1987. Campañas oceanográficas "Asturias

I, II, III y IV". Datos Informativos del Instituto

Investigaciones Marinas, Vigo 22: 1-140

Ritchie, J. 1918. Occurrence of a giant squid

(Architeuthis) on the Scottish coast. Scottish

Naturalist, 73: 133-139.

Ritchie, J. 1920. Giant squid cast ashore on N. Uist,

Outer Hebrides. Scottish Naturalist, 99: 57.

Ritchie, J. 1922. Giant squids on the Scottish coast.

Report of the British Association for the

Advancement of Science, 1921: 423.

Robison, B.H. 1989. Depth of occurrence and partial

chemical composition of a giant squid,

Architeuthis, off Southern California. Veliger,

32(1): 39-42.

Robson, C.W. 1887. On a new species of giant cuttlefish

stranded at Cape Campbell, June 30th 1886

(Architeuthis kirkii). Transactions and Proceedings

of the New Zealand Institute, 19(1): 155-157.

Robson, G.C. 1933. On Architeuthis clarkei, a new

species of giant squid, with observations on the

genus. Proceedings of the Zoological Society of

London, 1933(3): 681-697.

Rocha, F., A. Guerra y A.F. González. 2001. A review of

the reproductive strategies in cephalopods.

Biological Reviews, 76: 291-304.

Rodhouse, P. 1991. Population structure of Martialia

hyadesi (Cephalopoda: Ommastrephidae) at the

Antarctic Polar Front and the Patagonian shelf,

South Atlantic. Bulletin of Marine Science, 49(1-

2): 404-418.

Rodhouse P.G. y M.R. Clarke. 1985. Growth and

distribution of young Mesonychoteuthis hamiltoni

Robson (Mollusca: Cephalopoda): an Antarctic

squid. Vie Milieu,34: 223-230.

Rodhouse P.G. y U. Piatkowski. 1995. Fine-scale

distribution of juvenile cephalopods in the Scotia

Sea and adaptive allometry of the brachial crown.

Marine Biology, 124 : 111-117.

Rodríguez-Navarro, A., A. Guerra, Ch. S. Romanek, F.

Rocha and A. F. González. 2006. Life history of

the giant squid Architeuthis as revealed from

stable isotope and trace elements signatures

recorded in its beak. Cephalopod Life Cycles,

Cephalopod International Advisory Council

Symposium, Abstract book: 97. Hobart,

Tasmania.

Roe, H.S.J. 1969. The food and feeding habits of the

sperm whales (Physeter catodon L.) Taken off the

west coast of Iceland. Journal du Conseil, 33(1):

93-102.

Roeleveld, M.A.C. 2000. Giant squid beaks: implications

for systematics. Journal of the Marine Biological

Association of the United Kingdom, 80(1): 185-

187.

Roeleveld, M.A.C. 2002. Tentacle morphology of the

giant squid Architeuthis from the North Atlantic

and Pacific oceans. Bulletin of Marine Science, 71:

725-737.

Roeleveld, M.A. y J. Knudsen. 1980. Japetus

Steenstrup: On the Merman (called the Sea Monk)

caugth in the Øresund in the time of King

Christian III. Steenstrupia, 6(17): 293-332.

Roeleveld, M.A. y M.R. Lipinski. 1991. The giant squid

Architeuthis in southern African waters. Journal of

Zoology, London, 224 (3): 431-477.

Roper, C.F. y K.J. Boss. 1982. The giant squid.

Scientific American, 246(4): 82-89.

Roper, C.F.E. y R.E. Young. 1972. First record of

juvenile giant squid, Architeuthis (Cephalopoda:

Oegopsida). Proceedings of the Biological Society

of Washington, 85(16): 205-222.

Roper, C.F.E. y G.L. Voss. 1983. Guidelines for

taxonomic descriptions of cephalopod species.

Memoirs National Museum Victoria, 44: 49-63.

Roper, C.F.E., M.J. Sweeney y C. Nauen. 1984. FAO

species catalogue. Cephalopods of the world. An

annotated and illustrate catalogue of species of

interest to fisheries FAO Fisheries Synopsis, 3

(125), 277 pp.

Roper, C.F.E., y M. Vecchione. 1993. A geographic and

taxonomic review of Taningia danae Joubin, 1931

(Cephalopoda: Octopoteuthidae), with new

records and observations on bioluminescence. En:

Okutani, T., R.K. O’Dor y T. Kubodera (Eds.).

Recent Advances in Fisheries Biology: 441-456

Tokai University Press, Tokyo.

Ruiz, A. y R. Fondacaro. 1996. Un calamar gigante en

aguas de al plataforma patagónica. Jornadas

patagónicas de Medio Ambiente, Universidad

Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, 9-11

October 1996, Esquel – Chubut. Patagonia

Argentina. Abstracts: 95.

Santos, M.B., G.J. Pierce, A.F. González, F. Santos,

M.A. Vázquez, y M.A. Collins. 2001. First records

of Taningia danae (Cephalopoda, Octopodidae) in

Galician waters (NW Spain) and in Scottish waters

(United Kingdom). Journal of the Marine Biological

Association of the United Kigdom, 81: 355-356.

Sasaki, M. 1929. A monograph of the dibranchiate

cephalopods of the Japanese and adjacent waters.

Journal of the College of Agriculture, Hokkaido

Imperial University, 20(supplement): 1-357, 159.

Satomi, N. 1979. Hokurikuno-shizenshi, Umi-hen

[Natural History of Kokuriku district -Marine].

Kougen-sha Press, Toyama Japan, 159 pp.

Saunders, W.B. y N.H. Landman. 1987. Nautilus. The

biology and paleobiology of a living fossil. Plenum

Press: 632 pp.

Sivertsen, E. 1955. Blekksprut. Kongelige Norske

Videnskabers Selskab (Museet) Arbok, 1954: 5-

15.

Sleptsov, M.M. 1955. Biology of cephalopod mollusks

from the Far Eastern Seas and the northwestern

Pacific. Trudy Instituta Okeanologii Im P.P.

Shirshova, Akademiya Nauk SSSR, 18: 69-77. [En

ruso]

Staub, F. 1993. Requin bleu, calmar géant et cachalot.

Proceedings of the Royal Society of Arts and

Sciences of Mauritius, 5(3): 141-145.

Steenstrup, J. 1849. Meddelelse om tvende

kiaemlpestore blaeksprutter, opdrevne 1639 og

1790 ved Islands Kyst, og om nogle andre

nordiske dyr. Forhandlinger ved de Skandinaviske

Naturforskeres Syvende Mode 5, (1849):950-957.

[Traducción inglesa: Note on two giant

cephalopods drifted ashore in 1639 and 1790 on

the coast of Iceland, and on some other northern

animals. En: Volsoe, A., J. Kundsen and W. Rees,

The cephalopod papers of Japetus Steenstrup.

Danish Sciende Press Ltd. Copenhagen, 1962: 9-

13].

Steenstrup, J. 1855. Kjaeber af en kolossal

blaeksprutte. Oversigt over det Kongelige Danske

Videnskabernes Selskabs Forhandlinger,

1855(5/6):199-200.Traducción inglesa: On the

jaws of a giant cuttle-fish. En Volsoe, et al., 1962:

14-15.

Steenstrup, J. 1857. Oplysninger om Atlanterhavets

colossale blaeksprutter. Forhandlinger ved de

Skandinaviske Naturforskeres Syvende Mode 7,

(1856):182-185. Traducción inglesa: Prof.

Steenstrup presented several particulars about

the giant cuttle-fishes of the Atlantic Ocean. En

Volsoe, et al., 1962: 17-19.

Steenstrup, J. 1882. Notae teuthologicae, 1-4. Oversigt

over det Kongelige Danske Videnskabernes

Selskabs Forhandlinger, 1882:143-168. En:

Volsoe, et al., 1962: 145-162.

Steenstrup, J. 1898. Sepolia atlantica. Kolossale

Blaeksprutter fra det nordlige Atlanterhav. Danske

Videnskabernes Selskabs Skrifter, 5 Raekke,

Naturvidenskabelig og Mathematisk, 4(3)

(1898):409-456, figures A-G, 4 plates. En Volsoe,

et al., 1962: 258-308.

Stephen, A. 1937. Notes on Scottish cephalopods.

Scottish Naturalist, 227: 131-132.

Stephen, A. 1944. The Cephalopoda of Scottish and

adjacent waters. Transactions of the Royal Society

of Edinburgh, 61(1): 247-270.

Stephen, A. 1950. Giant squid, Architeuthis, in

Shetland. Scottish Naturalist, 62(1): 52-53.

Stephen, A. 1953. Rare invertebrates recently found in

the Scottish area. Scottish Naturalist, 65(2): 120-

121.

Stephen, A. 1962. The species of Architeuthis inhabiting

the North Atlantic. Proceedings of the Royal

Society of Edinburgh, 68(2): 147-161.

Stephen, A., B.B. Rae y E. Wilson. 1957. Rare marine

invertebrates recently found in the Scottish area.

Scottish Naturalist, 69(3): 178-181.

Stevenson, J.A. 1935. The cephalopods of the Yorkshire

coast. The Journal of Conchology, 20(4): 102-

116, 7 plates.

Stommel, H. 1975. La circulación abisal. Selecciones de

Scientific American. Oceanografía: 75-80.

Storm, V. 1897. Om 2 udenfor Trondhjemsfjorden

fundne kjaempeblaekspruter. Naturen. Illustreret

Maanedskrift for Populaer Naturvidenskab,

Bergen, 21(4): 97-102.

Sweeney, M.J. 2001. Records of Architeuthis specimens

from published reports. National Museum of

Natural History. Smithsonian Institution, 132 pp.

Tanaka, I. 1950. Glory of rare fishes. Hagi Bunka

Sosho, no. 2. [En japonés]

Tarasevich, M.N. 1968. Food composition of sperm

whales in the northern Pacific. Zoologicheskii

Zhurnal, 47(4): 595-601. [En ruso]

Toll, R.B. y S.C. Hess. 1981a. Cephalopods in the diet

of the swordfish, Xiphias gladius, from the Florida

Straits. Fishery Bulletin, U.S., 79(4): 765-774.

Toll, R.B. y S.C. Hess. 1981b. A small, mature, male

Architeuthis (Cephalopoda: Oegopsida) with

remarks on maturation in the family. Proceedings

of the Biological Society of Washington, 94(3):

753-760.

Tsuchiya, K. y K. Mori. 1998. A note on an early

juvenile specimen of Architeuthis sp. collected

from the south off Central Honshu, Japan

(Cephalopoda: Architeuthidae). Venus, 57(3):

225-230.

Van Heukelem, W.F. 1983. Octopus maya. En: Boyle,

P.R. editor. Cephalopod life cycles: species

accounts. Vol.1. Academic Press, London, pp.

311-324.

Vecchione, M. y R.E. Young. 1998. The Magnapinnidae,

a newly discovered family of oceanic squid

(Cephalopoda: Oegopsida). En: Payne, A.I.L.,

M.R. Lipinski, M.R. Clarke y M.A.C. Roeleveld

(Eds.). Cephalopod Biodiversity, Ecology and

Evolution. South African Journal of Marine

Science, 20: 429-437.

Vecchione, M., R.E. Young, A. Guerra, D.J. Lindsay,

D.A. Clague, J.M. Bernhard, W.W. Sager, A.F.

González, F.J. Rocha, y M. Segonzac. 2001.

Worlwide observations of remarkable deep-sea

squids. Science, 294(5551): 2505-2506.

Vélain, C. 1875. Observations effectuées a l'Ile Saint-

Paul. Comptes Rendus Hebdomadaires des

Séances de l'Académie des Sciences, 80(15):

998-1003.

Vélain, C. 1877. Passage de Venus sur le Soleil (9

December 1874). Expédition Française aux Iles

Saint-Paul et Amsterdam. Zoologie. Observations

générales sur la faune des deux îles suivies d'une

description des Mollusques. Archives de Zoologie

Expérimentale et Générale, 6: 1-144.

Vélain, C. 1878. Passage de Venus sur le Soleil (9

December 1874) Expédition Française aux Iles

Saint-Paul et Amsterdam sous le commandement

de M. Mouchez, Capitaine de Vaisseau.

Remarques générales au sujet de la faune des

Iles Saint-Paul et Amsterdam suivies d'une

description de la faune malacologique des deux

îles. Thèse présentée a la Faculté des Sciences de

Paris, A. Hennuyer, Paris, 143 pages, 9 figures, 5

plates.

Verrill, A.E. 1874a. Occurrence of gigantic cuttle-fishes

on the coast of Newfoundland. American Journal

of Arts and Sciences, 7(38): 158-161.

Verrill, A.E. 1874b. The giant cuttle-fishes of

Newfoundland and the common squids of the New

England coast. American Naturalist, 8(3): 167-

174.

Verrill, A.E. 1875a. The colossal cephalopods of the

North Atlantic. American Naturalist, 9(1): 21-36.

Verrill, A.E. 1875b. The colossal cephalopods of the

North Atlantic, II. American Naturalist, 9(2): 78-

86.

Verrill, A.E. 1875c. Brief contributions to zoology from

the Museum of Yale College. No. XXXV. Notice of

the occurrence of another gigantic cephalopod

(Architeuthis) on the coast of Newfoundland, in

December, 1874. American Journal of Science and

Arts, (ser. 3), 10(57): 213-214.

Verrill, A.E. 1876. Note on gigantic cephalopods,-- a

correction. American Journal of Science and Arts,

(ser. 3), 12(69): 236-237.

Verrill, A.E. 1877. Occurrence of another gigantic

cephalopod on the coast of Newfoundland.

American Journal of Science and Arts, (ser. 3),

14(83): 425-426.

Verrill, A.E. 1878. Notice of recent additions to the

marine fauna of the eastern coast of North

America. American Journal of Science and Arts,

(series 3), 16(93)[Sep.]: 207-215.

Verrill, A.E. 1880a. The cephalopods of the north-

eastern coast of America. Part I. The gigantic

squids (Architeuthis) and their allies; with

observations on similar large species from foreign

localities. Transactions of the Connecticut

Academy of Sciences, 5(5): 177-257.

Verrill, A.E. 1880b. Synopsis of the Cephalopoda of the

North-eastern coast of America. American Journal

of Science, (ser. 3), 19(112): 284-295.

Verrill, A.E. 1881. The cephalopods of the north-eastern

coast of America. Part II. The smaller

cephalopods, including the "squids: and the

octopi, with other allied forms. Transactions of the

Connecticut Academy of Sciences, 5(5): 259-446.

Verrill, A.E. 1882a. Occurrence of an additional

specimen of Architeuthis at Newfoundland.

American Journal of Science, (ser. 3), 23(133):

71-72.

Verrill, A.E. 1882b. [Review of] Descriptions of some

new and rare Cephalopoda; by R. Owen.

American Journal of Science, (ser. 3), 23(133):

72-75.

Verrill, A.E. 1882c. [Review of] Description of new

Cephalopoda; by T.W. Kirk. American Journal of

Science, (ser. 3), 24(144): 477.

Villanueva, R. y P. Sánchez. 1993. Cephalopods of the

Benguela Current off Namibia: new additions and

considerations on the genus Lycoteuthis. Journal

of Natural History, 27: 15- 46.

Voss, G.L. 1956. A review of the cephalopods of the

Gulf of Mexico. Bulletin of Marine Science, 6(2):

85-178.

Voss, G.L. 1967. Squids; jet-powered torpedos of the

deep. National Geographic Magazine, 131(3):

386-411.

Voss, G.L. 1968. The Biology and bathymetric

distribution of deep sea cephalopods. Studies in

Tropical Oceanography, 5: 511-535.

Voss, N. A. 1980. A generic revision of the Cranchiidae

(Cephalopoda; Oegopsida). Bulletin of Marine

Science, 30: 365-412.

Voss, N.A., M. Vecchione, R.B. Toll y M. Sweeney

(Eds.). 1998. Systematics and Biogeography of

Cephalopods. Smithsonian Institution,

Smithsonian Contributions to Zoology, nº 586.

Washington D.C., vol.2, 599 pp.

Vovk, A.N., K.N. Nesis y B.G. Panfilov. 1975.

Distribution and deep sea cephalopods in the

South Atlantic and adjacent waters (mainly

analyses of sperm whales feeding), pp. 162-164.

(Abstract.) V th Meeting on the Investigation of

Molluscs, 11-14 February 1975, Leningrad.

Academy of Sciences USSR, Institute of Zoology.

[Traducción: Malacological Review, 11(1978):

131.].

Ward, P. y K. Bandel. 1987. Life history strategies in

fossil cephalopods. En: Boyle, P.R. (Ed.).

Cephalopod Life Cycles. vol. 2. Comparative

Reviews: 329-350. Academic Press. London.

Watt, J, G.J. Pierce y P.R. Boyle. 1997. A guide to the

premaxillae and vertebrae of North Sea fishes.

ICES (Co-operative Research Repport), no. 220:

1-231.

Wells, M.J. 1978. Octopus. Physiology and Behaviour of

an Advanced Invertebrate. Chapman and Hall,

London: 417 pp.

Wells, M.J. 1990. The dilemma of the jet set. New

Scientist, Febrero, 1990: 44-47.

Wilhelm, O. 1930. Las mortandades de jibias

(Omastrephes gigas) en la Bahía de Talcahuano.

Boletín de la Sociedad de Biología de Concepción

(Chile), 3: 23-37.

Wirz, K. 1959. Étude biométrique du système nerveux

des Céphalopodes. Bulletin Biologique de la

France et de la Belgique, 93: 78-117.

Wood, J.B. y R.K. O’Dor. 2000. Do larger cephalopods

live longer? Effects of temperature and phylogeny

on interspecific comparisons of age and size at

maturity. Marine Biology 136: 91-99.

Xampeny, J. y S. Filella. 1976. Datos sobre tres

cachalotes Physeter marcocephalus L. capturados

frente las costas atlánticas de Galicia, España

(Cetacea, Physeteridae). Miscellánea Zoológica, 3:

235-242.

Yamashiro, C., L. Mariátegui, J. Rubio, J. Arguelles, R.

Tafur, A. Taipe, y M. Rabí. 1998. Jumbo Flying

Squid fishery in Peru. En: Contributed Papers to

International Symposium on Large Pelagic Squids

(T. Okutani, Ed.): 119-125. Japan Marine Fishery

Resources Research Center, Tokyo.

Yatsu, A., K. Katto, F. Kakizoe, K. Yamanaka y K.

Mizuno. 1999. Distribution and biology of

Sthenoteuthis oualaniensis in the Indian Ocean -

Preliminary results from the research cruise of the

R/V Shoyo-Mary in 1995. En: Contributed Papers

to International Symposium on Large Pelagic

Squids (T. Okutani, Ed.): 145-153. Japan Marine

Fishery Resources Research Center, Tokyo.

Yatsu, A., R. Tafur y C. Maravi. 1999. Embryos and

Rhynchoteuthion paralarvae of the Jumbo Flying

Squid Dosidicus gigas (Cephalopoda) obtained

through artificial fertilization from Peruvian

Waters. Fisheries Science, 65(6): 904-908.

Yatsu, A., K. Yamanaka y C. Yamashiro. 1999. Tracking

experiments of the Jumbo Flying Squid, Dosidicus

gigas, with an ultrasonic telemetry system in the

Eastern Pacific Ocean. Bulletin of the National

Research Institute of far Seas Fisheries, 36: 55-

60.

Young, J.Z. 1964. A model of brain. Clarendon Press.

Oxford.

Young, J.Z. 1971. The anatomy of the nervous system

of Octopus vulgaris. Clarendon Press. Oxford.

Young, J.Z. 1977. Brain behaviour and evolution in

cephalopods. Symposium of the Zoological

Society of London, 38: 377-434. Academic Press.

London and New York.

Young, R.E. y R.F. Harman. 1988. "Larva", "Paralarva"

and "subadult" in cephalopod terminology.

Malacologia, 29 (1): 201-207.

Yukhov, V.L. 1974. The discovery of giant squids.

Priroda, Moscow, (6): 60-63, 3 figures. [En ruso]

Zeidler W. 1981. A giant deep-sea squid, Taningia sp.,

from South Australian waters. Transactions Royal

Society South Australia, 105: 218.

Zeidler, W. 1996. Forget the calamari! Australia Nature,

25(2): 7-8.

Zeidler, W. y K.L. Gowlett-Holmes. 1996. A specimen of

giant squid, Architeuthis sp., from South

Australian waters. Records of the South Australian

Museum, 29(1): 85-91.

Zuev, G.V. y K.N. Nesis. 1971. Volume II. Squid

(Biology and Fishing). En: Selected English

Translations of Publications on Cephalopods by Kir

N. Nesis (M.J. Sweeney, Ed.). Smithsonian

Institution Libraries (2003), 291 pp.

LOS AUTORES

Ángel Guerra Sierra (Madrid, España,

1947) se incorporó al Instituto de

Investigaciones Pesqueras en 1973. Doctor

en Biología por la Universidad de Barcelona

(1977). Desde 1976 trabaja en el Instituto

de Investigaciones Marinas de Vigo.

Profesor de Investigación del Consejo

Superior de Investigaciones Científicas

(CSIC), director del Departamento de Recursos

Marinos y Ecología Marina y jefe del grupo de

investigación Ecología y Biodiversidad Marina

(ECOBIOMAR). Ha dirigido veinticinco proyectos

de investigación y dirigido o participado en treinta

y ocho contratos de investigación con empresas y

administraciones. Hasta la fecha, ha publicado o

editado ocho libros, contribuyendo con capítulos

específicos en nueve volúmenes colectivos y es

autor de un centenar y medio de trabajos

científicos en revistas nacionales e

internacionales, así como de más de un centenar

de comunicaciones presentadas a congresos,

simposios y reuniones. Ha dirigido doce campañas

oceanográficas en el Atlántico, Pacífico y

Mediterráneo. Fue presidente del Centro Nacional

de Investigaciones Marinas (CSIC), Vicedirector

del Instituto de Investigaciones Marinas,

presidente de la sociedad internacional Unitas

Malacológica entre 1992 y 1995, periodo en el

cual organizó el XII Internacional Malacological

Congress. Fundador y miembro del primer y

quinto comité ejecutivo del Cephalopod

Internacional Advisory Council, es también

miembro de numerosas asociaciones nacionales e

internacionales de Biología Marina, perteneciendo

al consejo editorial de cuatro revistas científicas

de carácter internacional y al comité consultor de

veinte revistas de investigación, habiendo sido

editor jefe de las revistas científicas de la

Sociedad Española de Malacología. Es consultor

de varias comisiones de la Unión Europea y

asesor científico de varias comisiones nacionales e

internacionales. Su labor investigadora y docente,

realizada fundamentalmente a través diecisiete

tesis doctorales, cinco tesis de licenciatura y de

los cursos del ciclo de doctorado impartidos en las

tres universidades gallegas, son pioneras en

España en el campo de la Biología y Ecología de

los Cefalópodos. Ha impartido cursos y

conferencias en varias universidades europeas y

americanas. Su tarea de divulgación de la Ciencia

se concreta, además, en la publicación de una

treintena de artículos. Ha recibido varios premios

y distinciones por su labor científica.

Ángel F. González González (Vigo,

España, 1966) estudió Ciencias Biológicas

en la Universidad de Navarra,

incorporándose en 1991 al grupo de

investigación ECOBIOMAR del Instituto de

Investigaciones Marinas de Vigo (CSIC),

donde desarrolló su Tesis Doctoral

(Universidad de Vigo, 1994). En 1995

disfrutó de una beca post-doctoral en la Graduate

School of Oceanography (Universidad de Rhode

Island, USA), estudiando la dinámica trófica y

ordenación pesquera de los cefalópodos en

Georges Bank (Noreste USA). En 1996 realizó

trabajos de investigación en el British Antarctic

Survey, NERC (Cambridge, Reino Unido), siendo

investigador principal de un proyecto que

abordaba las relaciones entre la oceanografía y

las pesquerías de cefalópodos en el Atlántico Sur.

Posteriormente, fue el representante del Comité

para la Conservación de los Recursos Marinos

Antárticos (CCAMLR) y del NERC, y jefe de la

primera campaña de investigación realizada

durante el invierno austral en la Antártica, con

objeto del establecimiento de una nueva

pesquería en aguas de South Georgia y South

Sándwich (área 48.3 CCAMLR). Desde entonces

ha continuado su actividad investigadora en el

IIM-CSIC, realizando estancias cortas en Francia,

Alemania e Inglaterra. Ha participado en 17

proyectos de investigación, publicado sesenta

artículos en revistas científicas, varios capítulos

de libros, presentado más de medio centenar de

ponencias en congresos nacionales e

internacionales, es miembro del comité editorial

de la revista Fisheries Research y revisor de otras

doce revistas científicas. Ha dictado cursos de

doctorado en varias Universidades y es profesor

de dos Master para licenciados. Actualmente, es

Científico Titular de CSIC.

Francisco J. Rocha Valdés (Santiago, Chile,

1967) estudió Licenciatura en Ciencias con

Mención en Biología en la Universidad de Chile

(1986-1990), después de lo cual se radicó en

España, donde se doctoró en Biología por la

Universidad de Oviedo (1994). En Chile, su

actividad científica se desarrolló en la Universidad

de Chile (1988 a 1991) y el Instituto de Fomento

Pesquero (entre 1990 y 1991). Una vez en

España, el Dr. Rocha se incorporó en 1992 al

grupo de investigación ECOBIOMAR del Instituto

de Investigaciones Marinas de Vigo (CSIC).

Sus líneas de investigación se han orientado

hacia la biología, ecología y pesquerías de

organismos marinos, especialmente cefalópodos,

en Europa y Pacífico sureste. Como miembro de

ECOBIOMAR, ha participado en la disección y

estudio de los ejemplares de calamar gigante

encontrados en Asturias desde el inicio,

participando como investigador en el proyecto

Kraken y siendo coautor de varios trabajos

científicos sobre los resultados obtenidos. Como

investigador ha participado en 16 proyectos

internacionales y convenios de investigación. Sus

publicaciones suman un total de 44 artículos

científicos, 18 informes técnicos y tres volúmenes

colectivos, junto a 49 presentaciones a congresos.

Entre 1996 y 2000 fue editor adjunto de la

Revista científica Iberus, de la Sociedad Española

de Malacología, publicando un total de siete

volúmenes. En cuanto a su actividad docente, ha

dirigido tres tesis de Licenciatura y una de

doctorado. Finalmente, ha dictado clases en

diversos cursos, tanto de carrera, como

internacionales y de ciclo de doctorado, en las

Universidades de Chile (1988-1991 y 1999),

Pontificia Universidad Católica de Chile (1990-

1991), Nacional Andrés Bello (1991), Austral de

Chile (2003) y de Vigo (España, 1997-2005).

Joaquín Gracia Salvador (Valencia,

España, 1964) es experto en

programación y técnico especialista en

electrónica, además de ser buzo

profesional y diseñador de equipos

submarinos para investigación científica.

Ha trabajado como técnico y analista de

sistemas en diversos centros de todo el

mundo, como la central hidráulica y nuclear de

Cortes de Payas - Cofrentes (Valencia), y en

investigación y desarrollo de sistemas electrónicos

para Breakthrough Computers, PTY, LTD

(Towsville - Queensland (Australia). En 1998 fue

contratado dentro del grupo ECOBIOMAR del

Instituto de Investigaciones Marinas de Vigo

(CSIC) cómo especialista en informática y

desarrollo de sistemas electrónicos, donde

permaneció hasta 2001. Entre 2001 y 2004 ha

participado activamente en la realización del

proyecto Kraken, contratado por Transglobe Films

como Director de Producción. Joaquín Gracia ha

participado en los estudios del calamar gigante de

Asturias desde el inicio, primero como miembro

de ECOBIOMAR y luego desde Transglobe Films. A

él se debe la creación y desarrollo de la mayoría

de los equipos informáticos y submarinos

utilizados durante las campañas del proyecto

Kraken. Actualmente es director gerente de su

propia empresa de I+D: Marexi, Tecnología

Marina Ximo, S.L., destinada al diseño y

construcción de equipos submarinos de alta

tecnología. Ha impartido clases en la Universidad

James Cook y en el centro de formación de

Breakthrough Computers en Australia (1995-

1996). Tanto en Australia como en España a

participado en numerosos proyectos de

investigación y desarrollo relacionados con el

estudio de la fauna marina y los ecosistemas.

Gracias a ello tiene una amplia experiencia en

investigación marina y desarrollo de instrumental

científico y es coautor de varios trabajos de

investigación y ponencias a congresos.

Luis José Laria De La Maza (Arriendas,

España, 1959) es naturalista y buzo

profesional con amplia experiencia en

fotografía y filmación subacuática. A

realizado numerosos reportajes submarinos

en los mares de Cuba, Santo Domingo,

Bahamas, México, Panamá, Costa Rica,

California, Baja California, Egipto, Arabia

Saudita, Malasia, Borneo, Maldivas, Indonesia,

Tailandia, Sulawesi, Argentina, Antártica, etc.

Radicado en Luarca, su interés por la

conservación de la naturaleza le llevó a fundar, en

1996, la Coordinadora para el Estudio y

Protección de las Especies Marinas (CEPESMA) y,

posteriormente, el Museo Aula del Mar donde se

encuentra una de las mejores y mayores

colecciones de calamares gigantes del mundo.

Presidente de CEPESMA desde 1996, es

responsable de la Red de Varamientos de

Mamíferos Marinos del Principado de Asturias y

del Centro de Recuperación de Especies Marinas

en Luarca. Luis Laria ha publicado trabajos de

divulgación y notas de prensa relativas a la

conservación de especies y sus estudios sobre

mamíferos marinos y el calamar gigante. Al

mismo tiempo, ha colaborado con la Universidad

de Oviedo en cursos de extensión universitaria

sobre oceanografía y recursos marinos. Encargado

de las colecciones del Aula del Mar, no sólo ha

participado activamente en el estudio del calamar

gigante, sino que fue miembro del Proyecto

Kraken y ha ayudado en la organización y puesta

a punto de varias exposiciones museísticas sobre

organismos marinos, especialmente cefalópodos y

mamíferos marinos, en diversos puntos de España

y Francia.

View publication statsView publication stats