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El personaje de don Manuel y el lago, el cielo y la montaña en San Manuel Bueno, mártir de Miguel de Unamuno Alberto Rivera Mena En este ensayo trataré de plantear y replantear algunas de las cuestiones de la novela San Manuel Bueno, mártir (1933) del vasco Miguel de Unamuno (1864- 1936), la cual trata la historia de la inventada aldea española, Valverde de Lucerna en la cual el párroco, don Manuel, es el personaje principal que cuida de la gente de la aldea y los guía en las creencias de la Iglesia Católica, sin embargo, resulta que el párroco en realidad era ateo, lo que le causaba un profundo sufrimiento que deseaba evitar en sus feligreses, por lo cual nunca les confiesa su incredulidad más que a sus amigos más cercanos, los hermanos Lázaro y Ángela Carvallino. Tan buen trabajo hace en vida el párroco en predicar la religión, que tras su muerte, el obispo local promueve la beatificación de don Manuel, esta es la historia que plantea Unamuno en esta novela. En el análisis de la novela trabajaré aspectos de esta como son el personaje don Manuel, la visión religiosa de éste y la metáfora que aparece en esta novela sobre el lago, el cielo y la montaña. Algunos de los planteamientos que haré parten de la edición a trabajar de la novela a cargo de Mario J. Valdés (de Unamuno, Miguel, San Manuel Bueno, mártir, 2003, Ed. Cátedra, Madrid), me abstendré de hacer observaciones que remitan a las que hace Valdés en su edición e interpretación de esta novela, 1 como es la metáfora de la nieve, el martirio de san Manuel, los caracteres crísticos de éste, la metáfora del lago y la montaña, etc., salvo en los casos de refutar o replantear alguna de las ideas planteadas en estas observaciones. Empezaré analizando la presentación de la narradora, Ángela Carballino: […] el obispo de la diócesis de Renada, a la que pertenece esta mi querida aldea de Valverde de Lucerna, anda, a lo que se dice, promoviendo el proceso para la beatificación de nuestro don Manuel, o, mejor, san Manuel Bueno, que fue en esta párroco, quiero dejar aquí consignado, a modo de confesión y sólo Dios sabe, que no yo, con qué destino, todo lo que sé y recuerdo de aquel varón matriarcal que llenó toda la más entrañada vida de mi alma, que fue mi verdadero padre espiritual, el padre de mi espíritu, del mío, el de Ángela Carballino. 2 Aquí desde el inicio, vemos el cambio de voz que hace Ángela en el transcurso de la novela que va de la narración en primera persona de singular, a la primera persona de plural. Usa el singular para manifestar su sentir individual y el plural para identificarse con la gente de su aldea. De esta manera, Ángela emplea el adjetivo posesivo que corresponde a la primera persona de singular para referir “su aldea”, “su alma”, “su padre” “su espíritu”. Y emplea el adjetivo posesivo que concuerda con la primera persona de plural para expresar su 1 (Por desgracia extravié mi copia de esa edición, por lo cual, las citas de la novela las tomo de esta otra edición disponible en línea: http://saavedrafajardo.um.es/WEB/archivos/LIBROS/Libro0027.pdf) 2 De Unamuno, Miguel, San Manuel Bueno, mártir. http://saavedrafajardo.um.es/WEB/archivos/LIBROS/Libro0027.pdf p.1

Ensayo de San Manuel Bueno Mártir

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El personaje de don Manuel y el lago, el cielo y la montaña en San Manuel Bueno, mártir de Miguel de Unamuno

Alberto Rivera Mena

En este ensayo trataré de plantear y replantear algunas de las cuestiones de la novela San Manuel Bueno, mártir (1933) del vasco Miguel de Unamuno (1864- 1936), la cual trata la historia de la inventada aldea española, Valverde de Lucerna en la cual el párroco, don Manuel, es el personaje principal que cuida de la gente de la aldea y los guía en las creencias de la Iglesia Católica, sin embargo, resulta que el párroco en realidad era ateo, lo que le causaba un profundo sufrimiento que deseaba evitar en sus feligreses, por lo cual nunca les confiesa su incredulidad más que a sus amigos más cercanos, los hermanos Lázaro y Ángela Carvallino. Tan buen trabajo hace en vida el párroco en predicar la religión, que tras su muerte, el obispo local promueve la beatificación de don Manuel, esta es la historia que plantea Unamuno en esta novela. En el análisis de la novela trabajaré aspectos de esta como son el personaje don Manuel, la visión religiosa de éste y la metáfora que aparece en esta novela sobre el lago, el cielo y la montaña. Algunos de los planteamientos que haré parten de la edición a trabajar de la novela a cargo de Mario J. Valdés (de Unamuno, Miguel, San Manuel Bueno, mártir, 2003, Ed. Cátedra, Madrid), me abstendré de hacer observaciones que remitan a las que hace Valdés en su edición e interpretación de esta novela,1 como es la metáfora de la nieve, el martirio de san Manuel, los caracteres crísticos de éste, la metáfora del lago y la montaña, etc., salvo en los casos de refutar o replantear alguna de las ideas planteadas en estas observaciones. Empezaré analizando la presentación de la narradora, Ángela Carballino:

[…] el obispo de la diócesis de Renada, a la que pertenece esta mi querida aldea de Valverde de Lucerna, anda, a lo que se dice, promoviendo el proceso para la beatificación de nuestro don Manuel, o, mejor, san Manuel Bueno, que fue en esta párroco, quiero dejar aquí consignado, a modo de confesión y sólo Dios sabe, que no yo, con qué destino, todo lo que sé y recuerdo de aquel varón matriarcal que llenó toda la más entrañada vida de mi alma, que fue mi verdadero padre espiritual, el padre de mi espíritu, del mío, el de Ángela Carballino. 2

Aquí desde el inicio, vemos el cambio de voz que hace Ángela en el transcurso de la novela que va de la narración en primera persona de singular, a la primera persona de plural. Usa el singular para manifestar su sentir individual y el plural para identificarse con la gente de su aldea. De esta manera, Ángela emplea el adjetivo posesivo que corresponde a la primera persona de singular para referir “su aldea”, “su alma”, “su padre” “su espíritu”. Y emplea el adjetivo posesivo que concuerda con la primera persona de plural para expresar su

1 (Por desgracia extravié mi copia de esa edición, por lo cual, las citas de la novela las tomo de esta otra edición disponible en línea: http://saavedrafajardo.um.es/WEB/archivos/LIBROS/Libro0027.pdf) 2 De Unamuno, Miguel, San Manuel Bueno, mártir. http://saavedrafajardo.um.es/WEB/archivos/LIBROS/Libro0027.pdf p.1

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unidad con la aldea Valverde. Por lo tanto propongo que aquí Ángela hace por sinécdoque a la vez suya a la aldea de Valverde tanto como se identifica en la unidad comunal de la gente de la aldea a la que pertenece san Manuel Bueno, siendo este último sobre quien recae el adjetivo nuestro, con que se califica en este párrafo al párroco. Y es que Ángela expresa aquí su unidad con el pueblo al ser parte de este colectivo que se manifiesta como el pueblo al que pertenece san Manuel. Esta idea la iré retomando a medida que siga apareciendo en los fragmentos que analizaré.

Después Ángela da un salto al pasado en la narración hacia su infancia para contar sus experiencias con don Manuel

De nuestro don Manuel me acuerdo como si fuese de cosa de ayer, siendo yo niña, a mis diez años, […] Tendría él, nuestro santo, entonces unos treinta y siete años. Era alto, delgado, erguido, llevaba la cabeza como nuestra Peña del Buitre lleva su cresta y había en sus ojos toda la hondura azul de nuestro lago.[…] 3

Aquí vemos de nuevo el cambio de persona en Ángela, de singular a plural. Don Manuel sigue siendo calificado como “nuestro”, de Ángela y la aldea, pero Ángela aclara que su relato es de cuando ella era niña, “siendo yo niña” dice, por lo que yo infiero, hasta este punto, que la historia que Ángela narra, es su visión personal abstracta, sin embargo, en su visión trata de incorporar una visión comunal, que sería la del pueblo que vivía en la aldea Valderde de Lucerna. Ahora, sobre la descripción física de don Manuel, esta descripción es una descripción análoga del paisaje de Valverde… “Alto” y “erguido” son ambas cualidades que pueden ser tanto de un hombre como de una montaña, la analogía de la montaña y de don Manuel es coronada con la cabeza de éste como la cresta de aquella; respecto al nombre de la montaña, “Peña del Buitre”, el buitre es un ave que suele andar por los cielos vigilante en busca de carroña, del cual hay una especie que es el “buitre monje” 4 del cual se puede cotejar la palabra “monje” con “párroco” en el contexto religioso y ver a don Manuel como párroco similar a un buitre vigilante de los cielos; y la analogía continúa con los ojos a los que se les atribuye la misma “hondura” y color “azul” del lago. En esta analogía vemos a don Manuel como encarnación de la montaña y el lago, posteriormente, esta analogía a medida que sigue apareciendo en la novela, se irá tornando más compleja. Prosigue la descripción de don Manuel: “[…] Se llevaba las miradas de todos, y tras ellas, los corazones, y él al mirarnos parecía, traspasando la carne como un cristal, mirarnos al corazón.” 5Sigue aquí la descripción de la mirada del párroco, que como ya se mencionó, era de hondura, o sea profunda, término opuesto a superficial, como en la superficie se encuentra la carne y en el fondo el corazón.

3 Ibíd. p.23 4 http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=buitre 5 Op. cit. p.23

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[…] a los quince volvía a mi Valverde de Lucerna. Ya toda ella era don Manuel; don Manuel con el lago y con la montaña. Llegué ansiosa de conocerle, de ponerme bajo su protección, de que él me marcara el sendero de mi vida. 6

Se retoma aquí la idea de don Manuel, análogo al lago y la montaña, pero a esta analogía se le ha anexado, como dice Ángela: “toda ella era don Manuel”. También creo yo, al atribuirle Ángela la cualidad de su protector a don Manuel, retoma el concepto de él como su padre espiritual, pero a su vez, señalo que retoma la idea del concepto “vigilante” atribuido al buitre, pues si buscamos un sinónimo del verbo proteger encontramos preservar, éste a su vez, es sinónimo de resguardar, el cual, a su vez es sinónimo de cuidar, que finalmente es sinónimo de vigilar 7. En toda esta cadena semántica, creo yo, que don Manuel se asocia con todas estas características entre los términos proteger y vigilar. Ángela sigue relatando sobre don Manuel:

Decíase que había entrado en el Seminario para hacerse cura, con el fin de atender a los hijos de una su hermana recién viuda, de servirles de padre; que en el Seminario se había distinguido por su agudeza mental y su talento y que había rechazado ofertas de brillante carrera eclesiástica porque él no quería ser sino de su Valverde de Lucerna, de su aldea perdida como un broche entre el lago y la montaña que se mira en él.8

Don Manuel en estas descripciones, es un personaje con muchas similitudes al Quijote de la Mancha, de Cervantes. Si tomamos la acepción económica de “oferta” (Conjunto de bienes o mercancías que se presentan en el mercado con un precio concreto y en un momento determinado), vemos entonces que tanto don Manuel, como el Quijote rechazaron una vida más cómoda por perseguir su ideal, el Quijote por ir a la aventura; y don Manuel para entregarse a su aldea.

[…] este […] hidalgo […] se daba a leer libros de caballerías […] que olvidó […] la caza y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió mucha fanegas de tierra de sembradura […] 9

También, tanto don Manuel como el Quijote, atendían al mismo tipo de personas: de don Manuel, Ángela cuenta lo siguiente al seguir describiéndolo: “Su vida era arreglar matrimonios desavenidos, reducir a sus padres hijos indómitos o reducir los padres a sus hijos, y sobre todo consolar a los amargados y atediados, y ayudar a todos a bien morir”. En otra descripción sobre las actividades de don Manuel en las que describe cómo evitaba éste el ocio, cuenta Ángela lo siguiente: “[…] hacía de memorialista para los demás, y a las

6 Ibid. p.24 7 http://www.sinonimia.net/ 8 Op. cit. P.24 9 Cervantes Saavedra, Don Quijote de la Mancha, Primera parte, Cap. I. Ed. IV centenario, RAE, 2004

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madres, sobre todo, les redactaba las cartas para sus hijos ausentes.” 10. Y en la novela de Cervantes, el propio Quijote dice así de sí mismo: “[…] he cumplido gran parte de mi deseo, socorriendo viudas, amparando doncellas y favoreciendo casadas, huérfanos y pupilos, propio y natural oficio de caballeros andantes […]” 11 . Vemos entonces que don Manuel y el Quijote tenían un accionar extremadamente parecido.  En la parte donde Ángela narra la postura de don Manuel respecto a la muerte voluntaria, y a la prematura, cuenta esto: “Le conmovía profundamente la muerte de los niños. -Un niño que nace muerto o que se muere recién nacido y un suicidio -me dijo una vez- son para mí de los más terribles misterios: ¡un niño en cruz!”12

Y como una vez, por haberse quitado uno la vida, le preguntara el padre del suicida, un forastero, si le daría tierra sagrada, le contestó: -Seguramente, pues en el último momento, en el segundo de la agonía, se arrepintió sin duda alguna. 13

En estos fragmentos queda de manifiesto el vitalismo de don Manuel que además se opone a la doctrina católica que supuestamente profesaba el párroco al acceder a darle ritual mortuorio al suicida, pues según la Iglesia Católica:

[…] el suicidio es ilícito en la enseñanza de la Sagrada Escritura y de la Iglesia, la cual condena el acto como el crimen más atroz y, por el odio que le tiene y para suscitar el horror en sus hijos, le niega al suicida el sepelio cristiano. 14

Respecto a esta postura de don Manuel contra el suicidio, Ángela cita las propias palabras del párroco: “Lo primero -decía- es que el pueblo esté contento, que estén todos contentos de vivir. El contentamiento de vivir es lo primero de todo. Nadie debe querer morirse hasta que Dios quiera.”15 Este es el mayor de los imperativos que don Manuel proclama en la novela, por lo tanto, su máxima: “El contentamiento de vivir es lo primero de todo.” . Otra de las ideas que predicaba don Manuel, que se opone a las doctrinas católicas, es que él no creía en el infierno (tampoco en el Cielo, pero éste a diferencia del otro, sí lo predicaba) como vemos a continuación en esta conversación que sostiene con Ángela después de que ésta ya tenía la idea de que él no creía en el Demonio:

“Y otra vez que me encontré con Don Manuel, le pregunté, mirándole derechamente a los ojos: -¿Es que hay infierno, Don Manuel? Y él, sin inmutarse: -¿Para ti, hija? No. -¿Para los otros, lo hay? -¿Y a ti qué te importa, si no has de ir a él?

10 Op. cit. p.29 11 Op cit., Segunda parte, cap. XVI, 2004 12 Op. cit. p.30 13 Ibíd. P.30 14 http://ec.aciprensa.com/s/suicidio.htm 15 Op cit. p.31

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-Me importa por los otros. ¿Le hay? -Cree en el cielo, en el cielo que vemos. Míralo -y me lo mostraba sobre la montaña y abajo, reflejado en el lago. -Pero hay que creer en el infierno, como en el cielo -le repliqué. -Sí, hay que creer todo lo que cree y enseña a creer la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica, Romana. ¡Y basta! Leí no sé qué honda tristeza en sus ojos, azules como las aguas del lago.” 16

Al negarle a Ángela que para ella hubiera infierno, por metonimia de su comunión con el pueblo, interpreta ella que don Manuel niega el infierno para todos, por lo tanto lo niega por completo. Ésta es otra creencia opuesta a la Iglesia Católica, pues ésta sí predica la existencia del infierno. Como prueba cito el pasaje 1035 del Catecismo de la Iglesia Católica:

La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, "el fuego eterno" (cf. DS 76; 409; 411; 801; 858; 1002; 1351; 1575; Credo del Pueblo de Dios, 12). La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira.17

Aparte de la fe y la duda que simbolizan la montaña y el lago en el análisis que hace Valdés, yo propongo que, más que una duda, el lago representa la creencia de don Manuel no en el cielo que se encuentra en las alturas, sino en el cielo que es reflejo de éste en el lago. Para sostener esta propuesta, hago análisis de la oración que emplea don Manuel y la descripción que hace Ángela: “-Cree en el cielo, en el cielo que vemos. Míralo -y me lo mostraba sobre la montaña y abajo, reflejado en el lago.” Y “Leí no sé qué honda tristeza en sus ojos, azules como las aguas del lago”. Don Manuel le menciona a Ángela el cielo dos veces, y le señala el cielo en lo alto y también el que se refleja en el lago, además, don Manuel emplea dos veces el verbo ver, primero con el “cielo que miramos” y luego le ordena a Ángela “miralo”, finalmente de estos dos cielos en el diálogo, y de estos dos empleos de ver, sólo quedan los “ojos azules” de don Manuel, comparados con el lago, por lo que planteo que aquí se proyecta por fin una elección por el cielo que se refleja en el lago, el que está al alcance en la tierra y que Ángela compara con los ojos de don Manuel. Esta propuesta la seguiré documentando más adelante. Otra postura de don Manuel que entra en conflicto con las de la Iglesia Católica se manifiesta en la siguiente parte, donde la madre de Ángela y Lázaro agoniza y ella se cree ir al cielo en lo alto, donde está Dios y la salvación eterna. Esta es la idea de la Iglesia Católica, a la que supuestamente pertenecían tanto la madre de Ángela y Lázaro, como don Manuel, he aquí el fragmento:   […] todo su hipo era que Don Manuel convirtiese a Lázaro, a quien esperaba volver a ver un día en el cielo, en un rincón de las estrellas desde donde se viese el lago y la montaña de Valverde de Lucerna. Ella se iba ya, a ver a Dios. 

16 Ibíd. p.36 17 (http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p123a12_sp.html)

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-Usted no se va -le decía Don Manuel-, usted se queda. Su cuerpo aquí, en esta tierra, y su alma también aquí en esta casa, viendo y oyendo a sus hijos, aunque estos ni le vean ni le oigan. -Pero yo, padre -dijo-, voy a ver a Dios. -Dios, hija mía, está aquí como en todas partes, y le verá usted desde aquí, desde aquí. Y a todos nosotros en Él, y a Él en nosotros. -Dios se lo pague -le dije. -El contento con que tu madre se muera -me dijo- será su eterna vida Y volviéndose a mi hermano Lázaro: -Su cielo es seguir viéndote, y ahora es cuando hay que salvarla. Dile que rezarás por ella. -Pero… -¿Pero…? Dile que rezarás por ella, a quien debes la vida, y sé que una vez que se lo prometas rezarás y sé que luego que reces…18

El consuelo de morir contento. La oposición de don Manuel con las ideas de la Iglesia Católica, se manifiesta cuando él le dice a la agonizante madre “usted se queda. Su cuerpo aquí en esta tierra, y su alma también…”, ella insiste en que verá a Dios. Y en la respuesta de don Manuel, aparece la primera de dos oposiciones con la Iglesia Católica, esta es: “Dios, está aquí como en todas partes, le verá usted desde aquí, desde aquí. Y a todos nosotros en Él, y a Él en nosotros.”, don Manuel expresa aquí una postura panteísta (que Dios está en todo) que se opone a la católica, donde Dios no se encuentra en la vida terrenal. La segunda oposición, va subordinada a esta primera oposición al cielo y Dios después de la muerte, don Manuel le dice a Ángela “El contento con que tu madre se muera será su eterna vida” y a Lázaro le dice: “Su cielo es seguir viéndote, y ahora es cuando hay que salvarla.” Podemos cotejar aquí estos dos mensajes de don Manuel hacia los hermanos y homologar los contenidos de la expresiones “eterna vida” y “Su cielo” con el contexto de la salvación eterna y confrontarlos con “ahora [en vida] es cuando hay que salvarla” con lo cual deduzco que el contenido aquí, es la salvación en vida, siendo la salvación el propósito cumbre en la vida, lo primordial y, de acuerdo con don Manuel: “El contentamiento de vivir es lo primero de todo.” Por lo tanto propongo ahora que lo que connota don Manuel aquí es que el contentamiento de vivir es la única salvación. Cuando Lázaro ha vuelto a Valverde, se empeña en que Ángela lea, ella se lo comenta a don Manuel:

¿Conque tu hermano Lázaro -me decía Don Manuel- se empeña en que leas? Pues lee, hija mía, lee y dale así gusto. […] Pero lee sobre todo libros de piedad que te den contento de vivir, un contento apacible y silencioso. ¿Le tenía él? 19

Aquí aparece otro imperativo de don Manuel, primero“lee” , luego “lee y[así] dale gusto”, y la tercera vez que aparece este imperativo, “lee” aclara que “sobre todo libros de piedad que te den contento de vivir”. Semánticamente, al emplear la preposición “sobre” y el adjetivo “todo”, subordina los dos imperativos anteriores a éste, el complemento directo de esta oración es “libros de piedad”, y a esta oración se subordina la siguiente como complemento directo de la oración regente, “te den contento de vivir”. De esta manera, este imperativo, deriva de la premisa previa de don Manuel: “El contentamiento de vivir es lo primero de todo”.

18 Op. cit. pp. 39 y 40 19 Ibíd. P.39

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Yo encuentro otro argumento para sustentar la creencia de don Manuel, no en un cielo después de la muerte y la salvación que conlleva ésta, sino la creencia en un reflejo de este cielo en el lago que estaba al alcance en el plano terrenal, porque no es que don Manuel no tuviera religión, sino que simplemente era una religión distinta de la religión católica de la cual era cura. Las bases de este argumento las encuentro en la parte que Lázaro le cuenta a Ángela, cómo fue que don Manuel le contó su verdad:

«¿Pero es usted, usted, el sacerdote, el que me aconseja que finja?», él, balbuciente:«¿Fingir?, ¡fingir no!, ¡eso no es fingir! Toma agua bendita, que dijo alguien, y acabarás creyendo». Y como yo, mirándole a los ojos, le dijese: «¿Y usted celebrando misa ha acabado por creer?», él bajó la mirada al lago y se le llenaron los ojos de lágrimas. Y así es como le arranqué su secreto. 20

Por ahora, retomaré sólo lo que ya comenté más arriba de que aparte de la metáfora de la montaña y la fe, y el lago y la duda que plantea Valdés, el lago también era una metáfora del credo personal de don Manuel, credo que hasta aquí, digo, predicaba la salvación y el cielo en la vida terrenal en vez de después de la muerte, pero no abiertamente. Omito hablar sobre la santidad y martirio de don Manuel, pues Valdés ya lo trata en la edición mencionada de la novela. Continúa Lázaro contándole a Ángela como fue que don Manuel lo convirtió:

«Pero, Don Manuel, la verdad, la verdad ante todo», él, temblando, me susurró al oído -y eso que estábamos solos en medio del campo-: «¿La verdad? La verdad, Lázaro, es acaso algo terrible, algo intolerable, algo mortal; la gente sencilla no podría vivir con ella». «¿Y por qué me la deja entrever ahora aquí, como en confesión? », le dije. Y él: «Porque si no, me atormentaría tanto, tanto, que acabaría gritándola en medio de la plaza, y eso jamás, jamás, jamás. Yo estoy para hacer vivir a las almas de mis feligreses, para hacerles felices, para hacerles que se sueñen inmortales y no para matarles. Lo que aquí hace falta es que vivan sanamente, que vivan en unanimidad de sentido, y con la verdad, con mi verdad, no vivirían. Que vivan. Y esto hace la Iglesia, hacerles vivir. ¿Religión verdadera? Todas las religiones son verdaderas en cuanto hacen vivir espiritualmente a los pueblos que las profesan, en cuanto les consuelan de haber tenido que nacer para morir, […] ¿Y la mía? La mía es consolarme en consolar a los demás, aunque el consuelo que les doy no sea el mío». 21

¿Qué verdad es a la que ambos se refieren? Como señala José Mendívil Macías Valadez, es la del pensamiento del sentimiento trágico de Miguel de Unamuno:

De la contradicción y la oposición entre el corazón y la razón, un corazón que quiere vivir y exige eternidad, y una razón cientificista que no puede asegurárnosla, de aquí surge la esperanza como una necesidad intrínsecamente humana, unida a la lucha entre la duda y la convicción. (Macías Valadez , [falta año], p, 52)

Y Macías Valadez (ibíd.) cita de nuevo a Unamuno refieriendose a Spinoza:

Esta conciencia trágica de una verdad vital, sostenida por el filosofo vasco, pero ya constatada por Spinoza: que todos deseamos, en lo posible, perseverar en nuestro ser, pues un rasgo esencial

20 Ibíd. p. 43 21 Ibíd. p. 43 y 44

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del hombre, consiste en este esfuerzo por seguir siendo hombre, por no morir (Unamuno, 1966, Ensayos, Aguilar, Madrid)

Al no haber reconciliación posible entre razón y fe, sólo nos quedaría una fe agónica, en lucha con la razón “[…] centrada en un vitalismo heroico, en un cristianismo quijotesco cuya fe consiste no en creer en lo que no vemos, sino en crear lo que vemos.” (Unamuno, 1966: 261). Y es precisamente ésta la verdad de don Manuel y Lázaro, y el remedio o más bien, consuelo de don Manuel a esta situación, es como plantea Unamuno, “un cristianismo quijotesco”, un consuelo quijotesco sí, vitalista y heroico también, pero no necesariamente cristiano, sino con el cristianismo y las promesas de salvación de éste, como medio, más no como el fin en sí del credo de don Manuel. Con este consuelo don Manuel justifica los imperativos que he planteado hasta ahora y el propósito de la religión, así como se consuela a sí mismo en consolar a los demás, a falta de poderse confortar en la misma creencia en Dios que predica, siendo este consuelo el propósito de los imperativos que predica don Manuel. Posteriormente, en la novela, cuando Ángela confirma de voz propia, la incredulidad de don Manuel, retoma su narración en tiempo presente, y se hace a sí misma la misma pregunta que Lázaro le hizo a don Manuel.

¿Por qué no me engañó?, ¿por qué no me engañó entonces como engañaba a los demás? ¿Por qué se acongojó? ¿Porque no podía engañarse a sí mismo, o porque no podía engañarme? Y quiero creer que se acongojaba porque no podía engañarse para engañarme. 22

A estas preguntas, yo propongo por respuesta, la misma que don Manuel dio a Lázaro: “«Porque si no, me atormentaría tanto, tanto, que acabaría gritándola en medio de la plaza, y eso jamás, jamás, jamás.” 23 Yo pienso que don Manuel ya sentía una carga muy pesada con “su verdad” y encontró en Lázaro no sólo a una persona que podría consolarlo al hacerlo partícipe de su secreto, sino que podría además ayudarlo en su misión, y a sabiendas de que Ángela sabría después también su secreto no decide tampoco ocultársela, pero tampoco reniega de la virtud de fe genuina que albergaba ella porque ésta era para ella un consuelo genuino en la salvación después de la muerte. Después, volviendo a su relato, Ángela narra cuando Lázaro le cuenta otro de sus paseos con don Manuel, donde éste le dice:

¡Y cómo me llama esa agua que con su aparente quietud -la corriente va por dentro- espeja al cielo! ¡Mi vida, Lázaro, es una especie de suicidio continuo, un combate contra el suicidio, que es igual; pero que vivan ellos, que vivan los nuestros!». Y luego añadió: «Aquí se remansa el río en lago, para luego, bajando a la meseta, precipitarse en cascadas, saltos y torrenteras por las hoces y encañadas, junto a la ciudad, y así se remansa la vida, aquí, en la aldea. Pero la tentación del suicidio es mayor aquí, junto al remanso que espeja de noche las estrellas, que no junto a las cascadas que dan miedo. Mira, Lázaro, he asistido a bien morir a pobres aldeanos, ignorantes, analfabetos que apenas si habían salido de la aldea, y he podido saber de sus labios, y cuando no adivinarlo, la verdadera causa de su enfermedad de muerte, y he podido mirar, allí, a la cabecera de su lecho de muerte, toda la negrura de la sima del tedio de vivir. ¡Mil veces peor que el

22 Ibíd. pp. 46 y 47 23 Ibíd. p. 44

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hambre! Sigamos, pues, Lázaro, suicidándonos en nuestra obra y en nuestro pueblo, y que sueñe este su vida como el lago sueña el cielo».24

En este fragmento, aparece la referencia con la que culmino mi propuesta del lago como la metáfora de la religión de don Manuel en la que el cielo reflejado en el lago, es el cielo y salvación al alcance terrenal que él deseaba para su pueblo, dice, “nuestro pueblo, […] que sueñe este su vida como el lago sueña el cielo” sin embargo, como dice antes, el lago “espeja de noche las estrellas” frase que, si la comparamos con “negrura de la sima del tedio de vivir” podemos extraer de ambas frases, noche y negrura el sema en común oscuridad y al equiparar los contextos de la noche y el tedio de vivir con la oscuridad, podemos equiparar la oscuridad con día interpretado en dos de sus acepciones: “1. m. Tiempo que la Tierra emplea en dar una vuelta alrededor de su eje; equivale a 24 horas.”2. m. Tiempo en que el Sol está sobre el horizonte.” (RAE). La primera acepción en alusión al ciclo de veinticuatro horas, que contiene a su vez la segunda, así como la noche. Ahora, cotejando lo recién expuesto con la expresión de don Manuel: “Sigamos, pues, Lázaro, suicidándonos en nuestra obra y en nuestro pueblo, y que sueñe este su vida como el lago sueña el cielo”. Podemos encontrar la alusión que don Manuel hace a la vida como un ciclo análogo en el cual la vida es como cuando el Sol está puesto sobre el horizonte y la muerte es inevitable, igual que la noche al ponerse el Sol, pero a diferencia del Sol, que vuelve a salir todos los días, la vida se acaba definitivamente con la muerte y no vuelve a repetirse. Así, de esta manera como el lago sueña el cielo durante el día, don Manuel desea que el pueblo de Valverde de Lucerna crea que la vida es un ciclo igual que el día, en que al cumplirse el ciclo de la vida, este se repite, más no en un vivir y morir constante, sino después de la muerte, en una vida eterna, la cual es la premisa de la Iglesia Católica. De este modo, don Manuel hace creer a sus feligreses en la vida eterna como medio para que acepten lo efímero de la vida terrenal. Cierro esta propuesta con el inicio de las últimas palabras de don Manuel cuando este muere delante de su pueblo, y les dirige a ellos, a su gente, su máxima: “Vivid en paz y contentos” y habla de verlos, no en el cielo, sino en la Valverde de Lucerna, en lo alto sobre la montaña, pero, que se refleja sobre el lago:

Ya os lo dije todo. Vivid en paz y contentos y esperando que todos nos veamos un día en la Valverde de Lucerna que hay allí, entre las estrellas de la noche que se reflejan en el lago, sobre la montaña. 25

Cuando Lázaro empieza a ayudar don Manuel en sus labores, el párroco habla con él sobre predicar contra ciertas supersticiones populares:

-¡Déjalos! ¡Es tan difícil hacerles comprender dónde acaba la creencia ortodoxa y dónde empieza la superstición! Y más para nosotros. Déjalos, pues, mientras se consuelen. Vale más que lo crean todo, aun cosas contradictorias entre sí, a no que no crean nada. 26 

Aquí aparece otro imperativo que sintetizo como “Déjalos, mientras se consuelen, vale más que lo crean todo a no que no crean nada.” Y esto no tendría sentido sin el contexto en que don Manuel le explica la dificultad de discernir la creencia ortodoxa de la superstición, 24 Ibíd. pp. 48 y 49 25 Ibíd. p. 56 26 Ibíd. pp. 49 y 50

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sobre todo para ellos dos, ateos, y siendo que, como hemos visto, el ejercicio religioso de don Manuel no es muy ortodoxo comparado con el de la Iglesia Católica. Cuando la muerte de don Manuel se acerca, Lázaro le propone al párroco la fundación en la iglesia de una especie de sindicato católico agrario.  

- Yo no conozco más sindicato que la Iglesia, y ya sabes aquello de «mi reino no es de este mundo». Nuestro reino, Lázaro, no es de este mundo… -¿Y del otro? Don Manuel bajó la cabeza: -El otro, Lázaro, está aquí también, porque hay dos reinos en este mundo. 27

Ya ha quedado de manifiesto que don Manuel no creía en la vida después de la muerte, y para él no había más existencia que la terrenal. Y continúa: “Piensen los hombres y obren los hombres como pensaren y como obraren, que se consuelen de haber nacido, que vivan lo más contentos que puedan en la ilusión de que todo esto tiene una finalidad.” 28 . Esto guarda gran similitud con lo que señala Macías Valadez sobre el pensamiento de Unamuno: “La fe es una forma de dar sentido y finalidad a una vida azarosa, absurda e irracional, que va de la nada a la nada” (Macías Valadez, p. 53). Y termina don Manuel su argumento hacia Lázaro: “No, Lázaro; nada de sindicatos por nuestra parte. Si lo forman ellos me parecerá bien, pues que así se distraen. Que jueguen al sindicato, si eso les contenta.” 29 . Volvemos a lo mismo de que don Manuel piensa que está bien que el pueblo crea lo que quiera mientras esto les consuele y les de contento. Cuando don Manuel se encuentra ya a punto de morir, encontramos los imperativos de don Manuel hacia Ángela y Lázaro para que continúen la obra religiosa del párroco, así como también donde él mismo discrimina su credo del de la Iglesia Católica:  

Se murió predicando al pueblo, en el templo. Primero, […] nos llamó a su casa a Lázaro y a mí. Y allí, los tres a solas, nos dijo: -Oíd: cuidad de estas pobres ovejas, que se consuelen de vivir, que crean lo que yo no he podido creer. Y tú, Lázaro, cuando hayas de morir, muere como yo, como morirá nuestra Ángela, en el seno de la Santa Madre Católica Apostólica Romana, de la Santa Madre Iglesia de Valverde de Lucerna, bien entendido. 30

Un imperativo dirigido a ambos, Ángela y Lázaro, “cuidad de estas ovejas”, del que se desprenden otros dos: “que se consuelen de vivir”, donde se reproduce a estas ovejas de la oración previa, y “que crean lo que yo no he podido creer” en donde siguiendo la subordinación a la oración previa, queda implícito el sujeto ellos para referirse también a las ovejas. Y claro, con ovejas, don Manuel no se refiere al ganado, sino a la relación eclesiástica en donde el cura es el pastor y, por metonimia y metáfora del pastor que cuida del ganado ovejuno, a sus fieles, se les denomina también ovejas. Después, dirigiéndose a Lázaro, don Manuel lo invita a morir bajo la creencia católica, dentro de la cual, menciona a “la Santa […] Iglesía de Valverde de Lucerna”, aunque la menciona de manera subordinada, creo yo que también, dadas las diferencias de credo que

27 Ibíd. pp.50 y 51 28 Ibíd. p. 51 29 Ibíd. p. 51 30 Ibíd. p.54

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practicaba don Manuel, segrega ambas iglesias, la católica y la que llama la “de Valverde de Lucerna”. Después de compararse con Moisés, quien muere antes de llegar a la tierra prometida por haberle visto la cara a Dios, don Manuel finaliza diciendo a ambos: “Que no le vea, pues, la cara a Dios este nuestro pueblo mientras viva, que después de muerto ya no hay cuidado, pues no verá nada…” 31. Don Manuel muere firme en su incredulidad pero también firme en evitar la de los demás, afirmando que después de muerto, el pueblo ya no vera nada. Finalmente, don Manuel dirige sus últimas palabras a Ángela:

-Tú, Ángela, reza siempre, sigue rezando para que los pecadores todos sueñen hasta morir la resurrección de la carne y la vida perdurable… Yo esperaba un «¿y quién sabe… ?», cuando le dio otro ahogo a Don Manuel. 32

El “«¿y quién sabe… ?»” que esperaba Ángela, era una duda de don Manuel sobre su propia incredulidad. Ya después de muerto don Manuel, Ángela relata un diálogo con su hermano donde Lázaro asume uno de los imperativos del párroco: “De modo que hay que hacer que vivan de la ilusión.” 33 Tras la muerte de don Manuel, también narra Ángela la llegada del nuevo párroco al pueblo:

El pobre cura que llegó a sustituir a Don Manuel […] No quería sino seguir las huellas del santo. Y mi hermano le decía: «Poca teología, ¿eh?, poca teología; religión, religión». Y yo al oírselo me sonreía pensando si es que no era también teología lo nuestro. 34

Entiéndase aquí teología como ciencia que trata a Dios, y religión como:

1. f. Conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto. (RAE)

Lo que traduzco yo como poca ciencia y más veneración y creencia dentro del contexto de querer seguir a don Manuel. Ángela también narra cuando le llegó la muerte a su hermano y habla también de las dos Valverdes, siendo una la del reflejo del lago con el ideal de permanecer estática como la del fondo del lago: “Era otra laña más entre las dos Valverdes de Lucerna, la del fondo del lago y la que en su sobrehaz se mira; era ya uno de nuestros muertos de vida, uno también, a su modo, de nuestros santos.” 35 Y Lázaro y don Manuel eran con su muerte grapas para unir este ideal de las dos Valverdes. Concluyo este ensayo, haciendo sumario de lo que he propuesto. Que don Manuel es un personaje quijotesco, empeñado no en vivir él en la ilusión, pues él no la tenía, sino en lo que los demás vivieran de la ilusión, esta ilusión era la salvación y vida eterna, la cual

31 Ibíd. p. 55 32 Ibíd. pp.55 y 56 33 Ibíd. p. 58 34 Ibíd. p. 58 35 Ibíd. p. 64

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predicaba como medio para que la gente encontrara consuelo de la angustia de vivir una vida efímera e intrascendente. A diferencia de la Iglesia Católica, que predica la salvación y vida eterna como fin y propósito de la vida, la Iglesia de don Manuel en realidad usaba esta como medio, y no como fin, dándole así prioridad a la vida y no a la muerte. Y concluyo también que el lago de Valverde de Lucerna no sólo representaba la duda de la fe sino también era la metáfora del uso de la salvación y la vida eterna en el cielo, opuesta al contento que don Manuel deseaba para sus fieles aquí en la tierra.