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La permanencia de lo lúdico en la continuidad del desarrollo humano Quiero ser poeta y me estoy esforzando en hacerme Vidente: ni va usted a comprender nada, ni apenas si yo sabré expresárselo. Ello consiste en alcanzar lo desconocido por el desarreglo de todos los sentidos (…). Nos equivocamos al decir: yo pienso: deberíamos decir me piensan. — Perdón por el juego de palabras. YO es otro. Tanto peor para la madera que se descubre violín, ¡y mofa contra los inconscientes, que pontifican sobre lo que ignoran por completo! Usted para mí no es Docente. Le regalo esto: ¿puede calificarse de sátira, como usted diría? ¿Puede calificarse de poesía? Es fantasía, siempre. — Pero, se lo suplico, no subraye ni con lápiz, ni demasiado con el pensamiento (…). Arthur Rimbaud. Cartas del vidente. 1871. Introducción.- La temática de lo lúdico es, muy a parte de sus muchas veces considerada sencillez y universalidad, la actividad más genuina y prometedora del desarrollo humano. Esta consta de tantas cualidades y atributos que constantemente tiende a llamar la atención de muchas disciplinas, haciéndola ser objeto, a su vez, de observaciones, estudios y teorizaciones por parte de los conocedores del ámbito tratado. La amplitud de esta y sus diferentes manifestaciones hacen que se le considere como una de las zonas más privilegiadas en las prácticas de las actividades cotidianas del ser humano. Sin embargo, la mayor cantidad de estudios de las diferentes especialidades de interés se encuentran avocados a tratar lo lúdico en base a una relación exclusiva entre el sujeto durante sus primeros años de vida y el juego que desarrolla este. Es entonces que podría inferirse que el juego se convierte en un aspecto de fácil abordaje si se sitúa y plasma

Ensayo Final Desarrollo

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El juego

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La permanencia de lo lúdico en la continuidad del desarrollo humano

Quiero ser poeta y me estoy esforzando en hacerme Vidente: ni va usted a comprender nada, ni apenas si yo sabré expresárselo. Ello consiste en alcanzar lo desconocido por el desarreglo de todos los sentidos (…). Nos equivocamos al decir: yo pienso: deberíamos decir me piensan. — Perdón por el juego de palabras. YO es otro. Tanto peor para la madera que se descubre violín, ¡y mofa contra los inconscientes, que pontifican sobre lo que ignoran por completo! Usted para mí no es Docente. Le regalo esto: ¿puede calificarse de sátira, como usted diría? ¿Puede calificarse de poesía? Es fantasía, siempre. — Pero, se lo suplico, no subraye ni con lápiz, ni demasiado con el pensamiento (…).

Arthur Rimbaud. Cartas del vidente. 1871.

Introducción.-

La temática de lo lúdico es, muy a parte de sus muchas veces considerada sencillez y

universalidad, la actividad más genuina y prometedora del desarrollo humano. Esta consta

de tantas cualidades y atributos que constantemente tiende a llamar la atención de

muchas disciplinas, haciéndola ser objeto, a su vez, de observaciones, estudios y

teorizaciones por parte de los conocedores del ámbito tratado. La amplitud de esta y sus

diferentes manifestaciones hacen que se le considere como una de las zonas más

privilegiadas en las prácticas de las actividades cotidianas del ser humano. Sin embargo,

la mayor cantidad de estudios de las diferentes especialidades de interés se encuentran

avocados a tratar lo lúdico en base a una relación exclusiva entre el sujeto durante sus

primeros años de vida y el juego que desarrolla este. Es entonces que podría inferirse que

el juego se convierte en un aspecto de fácil abordaje si se sitúa y plasma únicamente en

relación al desarrollo del infante. A pesar de esto, el campo del psicoanálisis ha venido

compartiendo con nosotros, desde hace ya un buen tiempo, que el juego no es un ámbito

exclusivo del niño sino que también se encuentra presente y se manifiesta de diferente

forma en los adultos. Los psicoanalistas manifiestan que, en tanto al adulto refiere, la

imposición de reglas sociales y el mismo hecho de tratar de adaptarse al contexto hace

que este mismo suprima parcialmente esta capacidad, transformándose o viéndose

manifestada, ya en esta edad, con asociaciones entre el individuo y sus fantasías o

pretensiones inconscientes. Es pues de esta forma que resulta inevitable y muy difícil el

querer explayarnos, en este ensayo, sin tener y tomar antes en cuenta las vinculaciones

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existentes en lo que refiere al niño, como iniciador o base fundamental del desarrollo

humano, y el juego. Es debido a esto que lo que se pretende a continuación es tratar de

establecer, en la medida de lo que fuese posible, la relación entre la permanencia de la

temática lúdica a través de la continuidad del desarrollo humano. De esta forma, en el

siguiente párrafo, se pretenderá dar inicio a este ensayo buscando la definición más

precisa del término juego o de lo lúdico, lo cual permitirá situarnos y encontrar tanto un

punto de partida como un enfoque compartido de este término.

Definiciones y concepciones generales desde otros campos.-

Como ya se ha mencionado anteriormente, la temática lúdica es de interés para

muchas especialidades. Es así como, por ejemplo, la filosofía, específicamente el filósofo

con una aproximación hacia una postura psicológica, Herbert Spencer, en los siglos XIX y

XX, concibe que el juego debiese ser considerado como un instinto que puede ser

explicado a partir de una energía biológica sobrante. Es así como refiere que el juego es

una actividad espontánea por el cual se pueden adquirir conocimientos y que permite la

transparencia de lo deseado por el sujeto manifestado a través, cuando se es niño, de

canciones infantiles, cuentos de hadas, recreaciones de personajes inanimados, etc

(Holmes, 1994). Sin embargo, quien lanza y sienta las primeras bases acerca de la teoría

del juego es el historiador Johan Huizinga, quien propone al juego como una función

creadora de la cultura que se manifiesta en distintos ámbitos como en el de la guerra, el

del saber, en el arte, en el derecho y en la filosofía (Huizinga, 1998). Podría inferirse

entonces, según lo propuesto por Huizinga, que debido a que lo lúdico puede

manifestarse de distintos aspectos y en diversos ámbitos se hace posible sostener la idea

de que el juego no es exclusivo de una sola etapa del desarrollo humano, sino que se

manifiesta a lo largo del trayecto de su historia, de su continuidad existencial. De esta

forma, es así como Huzinga propone una de las primeras definiciones acerca de lo

considerado como juego:

“El juego es una acción u ocupación libre, que se desarrolla dentro de unos

límites temporales y espaciales determinados, según reglas absolutamente

obligatorias, aunque libremente aceptadas, acción que tiene su fin en sí misma

y va acompañada de un sentimiento de tensión y alegría y de la conciencia de

ser de otro modo que en la vida corriente” (Huzinga, 1998, p. 45).

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Es aquí donde por primera vez se pone en manifiesto una concepción acerca de lo

lúdico, que se encarga de concebir al juego como algo que debe ser considerado por

excelencia como reglado. Así también pues, Heidegger, nos refiere que el juego nos

permite dejarnos al ser de la cosa, es decir, permite al sujeto convertirse en alguien que

juega el juego del mundo, dejando a un lado, por lo menos durante un instante, todos

aquellos planteamientos rigurosos y estrechos del pensamiento netamente racional,

dándole espacio, de esta forma, por un breve instante, a la creatividad. Heidegger le

atribuye algo particular al juego: un carácter misterioso (Grasset, 2009). Para este autor,

algo inevitablemente surgente y que presta compañía una vez que se empieza a hablar

sobre juego es el lenguaje, el cual relacionándolo con lo anterior se manifestaría, para

Heidegger, a través de poesía. Esta sin duda alguna es una forma de sublimación de

pulsiones encontradas que han podido ser canalizadas y manifestadas de forma creativa.

En tanto a esto refiere, en el siguiente párrafo abordaremos la temática del juego desde

un punto de vista psicoanalítico.

El juego: una mirada desde el psicoanálisis.-

Freud define al juego infantil como una de las prácticas normales primarias del aparato

anímico del sujeto. En el escrito, “Más allá del placer”, relata, en primera instancia, su

propia experiencia en relación al juego y con la intención de esclarecerlo, como propia

creación de un niño pequeño. Así Freud entiende por su propia experiencia con este

sujeto que el juego infantil se da como la expresión de una independencia activa de parte

del niño para tolerar el alejamiento de su madre sin protestar al respecto. Para esto, el

bebé en búsqueda de cubrir todas aquellas huellas dejadas por las anteriores

experiencias de satisfacción, ahora, trata, con sus propios recursos motores, aliviar aquel

estado catastrófico de angustia que empieza a invadir todo su ser. Así es como, por

ejemplo, Green consideraba, en base a la temática de las pulsiones, que, cuando el bebé

es confrontado con una experiencia extrema de ausencia, vivida como de muerte, la

estructura encuadrante se vuelve incapaz de crear representaciones complementarias o

sustitutas, solo sostendría el vacío. El juego, en este caso, se vería interferido por la

necesidad de la descarga impulsiva de la angustia producida por la entendida ausencia de

la madre para el niño. Esta interferencia causará la paralización de cualquier tipo de

construcción creativa para dar lugar más bien a reacciones destructivas que buscarían

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comunicar el dolor y la impotencia del desgarramiento interno. Es en este momento en el

que los juguetes son utilizados para expresar los sentimiento y pulsiones de odio, ira y

otros afectos en busca de se descargados. Los niños en esta etapa tenderían, entonces,

a arrojar los juguetes, a romper sus propias creaciones e incluso a atacar a golpes a quien

consideren causante de esta frustración (Zelaya, 2007). Es a partir de esto que en su

mismo tratado Freud expone que a medida que realizaba su observación encontraba que

empezaban a surgir cuestiones contradictorias como, por ejemplo, cómo es posible que

esté vinculado el principio del placer a repetir un juego tan penoso para él como el suceso

de “abandono”- en cuanto a que ya no satisface todas sus necesidades- de la madre. Es

pues el hecho de cómo enfoca el niño esta situación que resulta satisfactorio para él

permitiendo, de esta forma, la supervivencia de su estructura psíquica. Es así que el

arrojar un objeto de modo que desapareciese de su alcance podría prestarse a la

interpretación de que el primer juego del niño estaría constituido por una dinámica de “soy

yo mismo el que te echa, así que vete” (Freud, Más Allá del Principio del Placer, 1919).

Por eso, para Freud, el abordar la concepción de lo lúdico remite al tema de la ausencia

del objeto. Es para él que, en la medida de que el objeto desaparece de lo que compete a

lo sensorial, el bebé recurre a la alucinación, a la creación de fantasías para satisfacer

sus necesidades. Es en este sentido que para Freud tanto en el juego del niño como en la

construcción de fantasmas del adulto el sujeto se pone ante un enigma y la angustia de

separación evidente manifiesta el deseo del Otro (Freud, El malestar de la cultura,

1929[1930]). Es de esta forma como vemos que Freud nos plantea una nueva forma de

cómo podría tomar el niño lo lúdico, en relación a la expulsión de aquello angustiante

(abandono), concebido más bien como algo desagradable. Quizás sea en este sentido,

por la que en años posteriores del curso de su mismo desarrollo, el sujeto opte

inconscientemente por relacionar absolutamente todo lo lúdico con algo meramente

desagradable o que trae recuerdos de angustia, limitándose así a hacer empleo de este,

lo cual no significa que no exista en su esencia, sino que simplemente ha sido bloqueado

en vista de las sensaciones no agradables que este produce en el sujeto. Entonces se

verá que, personas que han sufrido algún desajuste en la pronta formación de su

estructura psíquica, no solo padecerán de alguna alteración en su desenvolvimiento de

las actividades lúdicas sino que también se observará que presentan dificultades en la

continuidad del desarrollo humano y, por ende, vincular.

Es así que puede inferirse que el juego para estos sujetos ha sido mal entendido

durante sus primeros años de vida debido a la ausencia de la madre, de una madre

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verdaderamente buena. Ante esto último, Winnicott propone algo que sin duda alguna

rompería con todos los parámetros antes instituidos sobre la temática lúdica. Es en su

libro Realidad y Juego en el cual hace referencia a la existencia de una zona intermedia,

la cual podría ser capaz de explicar los inicios de lo lúdico en la vida del ser humano en

un contexto “tangible”. Es entonces, que el autor, explica que es en esta zona intermedia

en donde se situarán los fenómenos transicionales, los cuales refieren a todas aquellas

vinculaciones entre el sujeto (niño) y los objetos externos (transicionales) que se encargan

de representar al pecho materno, el cual, ha de tenerse en cuenta, que en un primer

momento el niño lo concibe como parte de su yo, siendo este una extensión de sí mismo.

Por esto, Winnicott refiere que existe una tolerancia limitada en tanto a la separación en

términos de la madre objeto. Para este, la creación de un objeto transicional resulta

indispensable para la adquisición de la capacidad simbólica, la cual supondría la

tolerancia de la ausencia (Winnicott, 1994). Es entonces que la tercera zona se encargará

de contribuir y establecer el vínculo y a la vez distinción entre la realidad interior y la vida

exterior del sujeto. Es dentro de esta tercera zona en la que Winnicott propone que el

fenómeno transicional requiere de la vitalidad del objeto interno, el cual dependería a su

vez de las cualidades de existencia, conducta y vitalidad del objeto externo. En tanto a

esto, el estado de confianza brindado por la madre, que se forma cuando esta puede

realizar de forma adecuada la presentación e introducción del niño al mundo para su

posterior adaptación, permitirá que el niño empiece a gozar de cierta omnipotencia sobre

el dominio real elaborando así también confianza en sí mismo, en sus propias creaciones.

De esta forma, la confianza en la madre constituiría, entonces un campo de juego

intermedio, esta tercera zona, en la cual se origina la idea de lo mágico, de lo fantasioso,

creativo debido a que el niño experimenta cierta omnipotencia.

Por otro lado, Milner, reconocido psicoanalista, señala que lo que es el juego de los

niños vendría a ser la concentración de los adultos (Lewin, 2004). Esto refiere que toda

aquella creación ilimitada en los niños, toda aquella omnipotencia y poder sobre el juego,

se ha visto, en cierto sentido, restringida a una “concentración adulta” que permita, según

la sociedad, la adaptación al medio. Sin embargo, Winnicott manifiesta que, muy a parte

de las restricciones que puede haber, el juego no solo se encuentra presente en el niño

sino que también puede verse manifestado en el adulto, de forma más difícil, sí, debido a

que el material sobre el cual principalmente trabaja es el lenguaje, pero que esto no

conjetura a su no existencia. Es así como podemos ver que lo lúdico, para el adulto, se

manifiesta a través de palabras, inflexiones de la voz y, por supuesto, que en el sentido

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del humor (Winnicott, 1994). Freud refiere en sus escritos que cuando el niño ya se ha

hecho adulto, ha dejado de jugar debido a que ha puesto todo su esfuerzo psíquico en la

aprehensión de las realidades del contexto puede ser que algún día comprenda y pueda

llegar a suprimir la oposición entendida, al menos por él, entre juego y realidad (Freud, El

Poeta y los sueños, 1907 [1908]). Un individuo en crecimiento detiene su proceso creativo

lúdico, lo deja a un lado o decide renunciar a este, trayéndole complicaciones en su vida

anímica debido a que tendría que obviar este placer. Es evidente, entonces, la diferencia

entre el juego de un niño y las fantasías que a veces son manifestadas a través del juego

o que a veces son contenidas en el adulto. Y es que de cualquier forma el fantasear de un

adulto es mucho más difícil de observar que el jugar de un niño, ya que un niño juega sin

pensar en que lo está haciendo, juega solo o con otros, ya sea en presencia de quien ha

decidido entrar como no entrar en el juego, es decir, el niño no oculta su juego a

diferencia de un adulto que se atemoriza al pensar que expondrá sus fantasías y opta por

ocultarlas. Esto último podría relacionarse en tanto a las pulsiones sexuales que Freud

refiere y también en tanto a la idea de juego y masturbación de Winnicott. En ambos

casos, se alude a lo sexual, a las pulsiones sexuales como algo real no expuesto ni

tratado durante mucho tiempo debido a la misma supresión de la sociedad por referirse en

escritos a temas de este estilo. La sublimación de las pulsiones sexuales convergería en

algo complementario al juego.

Así pues, de cualquier forma, todos coinciden en considerarlo como una actividad

espontánea que responde a una necesidad de articulación psíquica, de elaboración e

integración afectiva, que conduce gradualmente al niño en desarrollo a establecer puentes

desde su realidad psíquica hacia la realidad externa, hacia el mundo real (Fonagy &

Target, 1996).

Creatividad y Lenguaje.-

El juego es la primera base del desarrollo de la creatividad del sujeto. Esta puede ser

definida como aquella manera en la que el sujeto encuentra la forma de realizar algo

nuevo, produciendo de esta forma cambios en las actitudes no solo de este mismo sujeto

sino de los seres humanos en general, del contexto en donde se encuentra ubicado, etc.

Resultaría difícil negar el hecho de que verdaderamente nacemos creativos, es nuestra

esencia, lo que permite nuestra subsistencia, lo que mantiene la continuidad y mantención

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de nuestra estructura psíquica. Sin duda alguna, lo lúdico es parte de nosotros; sin

embargo, las circunstancias y “normas” propuestas por la sociedad nos van imponiendo

una forma de actuar “normal, exigida”, que bloquea todo aquel espíritu lúdico, creativo

sumamente importante para el desarrollo humano. Y es que jugar es experimentar,

transformar, mover piezas, dar un nuevo orden, en el caso de una vez que se es

consciente de lo real, a lo estructuralmente ya establecido por el mundo.

Milner refiere que, para el adulto, una buena opción como forma evidente de la

existencia y permanencia de lo lúdico vinculado con la madurez del lenguaje

establecida por el mismo desarrollo del sujeto sería el de la manifestación poética.

Es así pues que el autor afirma:

“Los momentos en que el poeta primitivo que hay en cada uno de nosotros nos

creó el mundo exterior, al encontrar lo familiar en lo desconocido, son quizás

obviados por la mayoría de las personas, o bien se los guarda en algún lugar

secreto del recuerdo. Porque se parecen demasiado a visitas de los dioses

como para mezclarlos al pensamiento cotidiano” (Milner en Donald Winnicott.

Realidad y Juego, 1975, p.40)

Milner, en esta breve cita, anuncia a un poeta como aquel ser capaz de descubrir aquella

realidad de lo que acaece en el mundo. Es así pues que, sin duda alguna, encontramos

que, a través de este escrito, compartía con Winnicott muchas ideas. Por ejemplo, Milner

refiere que el mundo exterior llega a descubrirse verdaderamente cuando se halla lo

desconocido en lo familiar. Lo cual encajaría perfectamente con la idea de la tercera zona

y de lo que sucede dentro de esta, del descubrimiento del pecho materno como un no-yo,

etc.

Así también, es interesante observar el papel del juego en la filosofía de Martín

Heidegger, para el cual, el juego permite dejar ser la cosa como cosa y de este modo nos

posibilita acercarnos esta misma temática, a este encuentro con nosotros y con los otros.

Nos convierte, según Heidegger, en un ser que "juega el juego del mundo". Por medio del

juego, tal como con otros conceptos, lo que el autor propone es que el juego se sitúa más

allá de la metafísica, más allá del principio de la razón y de la no contradicción. El juego

es dejar libre espacio a la imaginación, es pensar, sí, pero no encuadrarse y situarse en lo

ya establecido. Sería referido en términos de Eysenck como una alta apertura a la

experiencia, a lo nuevo, es decir, un potencial hacia la creación y a no someterse a

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aquello que se encuentre regido por otros, por el contexto. Es por esto que Heidegger

afirma que el mejor camino para darle espacio al juego y que suscite así nuestra gran

capacidad de asociación libre, de ideas, de creatividad es apartar de nuestras mentes al

menos por un breve instante, la pregunta ¿por qué? y permitirnos pensar por fuera de los

rigurosos pero estrechos senderos del pensamiento racional. Es de esta forma como

grandes pensadores, escritores, poetas y científicos han surgido. Al adentrarse por

obligación biológica en el campo de la adultez, surge el remplazo del juego con juguetes,

típico de un niño, por el juego sobre y con el lenguaje. Así pues, poetas, escritores y

pensadores como Rimbaud, Pizarnik, Deleuze, Rilke, Cortázar, Freud, Green, Winnicott,

etc, no hacen más que darnos un claro ejemplo de que ir contra lo convencional (siempre

y cuando no llegue a lo patológico o locura, coloquialmente hablando) trae aportes a su

sistema, crecimiento a sus vidas e inspiración a unas cuantas otras. Clare Winnicott

cuenta que para su esposo la capacidad de jugar fue tan importante en su vida como su

obra. Ella manifiesta que cuando hablaba con Winnicott jugaba, no es algo que hubiera

elegido deliberadamente hacer. Jugaban con las cosas, las reordenaban, tomaban,

apartaban según el estado de ánimo que tuviesen; con las ideas haciendo malabarismo

con estas al azar sabiendo que no hacía falta estar de acuerdo para hacerlo. Ambos

podía extraer placer de este juego con el lenguaje, lo cual influía en las circunstancias

cotidianas llevándolos a realizar imprevisibles y auténticas hazañas (Larotonda)

Psicoterapia: una buena forma para desarrollar la capacidad lúdica.-

“Lo natural es el juego, y el fenómeno altamente refinado del siglo XX es el psicoanálisis”.

Donald Winnicott. Realidad y Juego. 1975

Para Winnicott, la psicoterapia se da con la superposición de dos zonas de juego: la

del paciente y la del terapeuta encontradas dentro de un encuadre determinado. Ésta,

entonces, está relacionada con dos personas que juegan juntas. Lo que también cabe

dentro de este espacio, es que en caso de que el juego no sea posible, la labor del

terapeuta se inclinaría más por guiar o llevar al paciente, de un estado en el que no puede

jugar o crear a un estado en el que sí pueda hacerlo. Lo que también sucede y quizás se

pasó por alto en los escritos de Klein es que resulta un tanto difícil hacer un uso del juego.

Este no siempre se puede. El terapeuta debe de saber, tal y como refiere Winnicott, que

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una vez llegado el niño a la consulta, buscará la comunicación de esto lúdico, sabiendo de

tal forma que su dominio del lenguaje para manifestarlo es limitado pero que se dará de

tal forma que le permita trasmitir todo aquel ingenio que se encuentre en el juego de quien

lo experimente. Es en este sentido que el mismo autor plantea que en lo que se debe fijar

un psicoanalista dentro de una sesión terapéutica es que el niño juega, más que el

contenido del juego, ya que esta perspectiva del tema en cuestión permitirá escribir sobre

el juego como una cosa misma (Winnicott, 1994). J. Lacan manifestaba la importancia del

juego como cura en los niños tomada a partir de una relación de transferencia entre el

psicoanalista y el sujeto en cuestión. Para este autor, es la actividad lúdica, de cualquier

forma, una emergencia real del lenguaje (Bajraj, 2006). Es cuando el paciente no puede

jugar, que el terapeuta tendrá que esperar la aparición de este síntoma para indicar e

interpretar una fragmentación en la conducta. Este uso del juego en el consultorio clínico,

surge allí cuando la palabra falta, adviene, el juego, como un modo de comunicación,

como un medio auténtico de expresión.

Finalmente, puede concluirse que lo fundamental en cualquier etapa de desarrollo es el

juego, ya que produce manifestaciones creativas en forma de sublimación de pulsiones

como la muerte, la ira, lo sexual, etc. Es este juego el que contribuye y corresponde a la

salud del ser humano, facilitando, de esta forma, un efectivo crecimiento y continuidad en

su mismo desarrollo. Es el juego el que también se encargará de conducir al mismo sujeto

a establecer relaciones grupales más constantes. La psicoterapia y especialmente el

psicoanálisis pueden tomarse como formas muy particulares de juego, ya que tal y como

este último, estas se encuentran al servicio de la comunicación y encuentro consigo

mismo y con los demás. Es entonces que el juego es universal y natural presente en

esencia en cada sujeto permitiendo creaciones constantes. Si bien puede verse interferido

ya sea por experiencias primarias en la vida del sujeto (como la ausencia de la madre,

tomada como abandono; el mal aprovechamiento de la tercera zona; la presencia de la

madre pero la ausencia de una madre suficientemente buena) como por la misma

sociedad, la cual censura muchas veces que el adulto manifieste sus fantasías

concebidas, quizás, como no apropiadas, causándole frustración y limitando su capacidad

creativa. Al fin y al cabo, podría llegarse al punto “atrevido”, quizás, si investigaciones lo

permitiesen, la esencia de lo lúdico como una pulsión, algo inevitable, ya que la supresión

de esta, como de cualquier otra pulsión, causa algún trauma durante el proceso de

desarrollo o la continuidad existencial del ser humano.

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Referencias Bibliográficas.-

Bajraj, Silvia. (2006). Juego y Fort-Da. Un niño en Ecolalia. Cuestiones de Infancia, 148-156.

Fonagy, Peter & Target, Mary. (1996). Playing with reality: I. International Journal of Psycho-Analysis , 217-232.

Freud, Sigmund (1907 [1908]). El Poeta y los sueños. Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, Sigmund (1919). Más Allá del Principio del Placer. Argentina: Paidos.

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Holmes, Brian (1994). Herbert Spencer. UNESCO, 543-565.

Huizinga, Johan (1998). Homo Ludens. Madrid: Alianza.

Lewin, Marta (2004). Juego, Fantadía: Del más allá al espacio transicional. Psicoanálisis APdeBa, 351-374.

Winnicott, Donald (1994). Realidad y Juego. Buenos Aires: Paidos.

Zelaya, C. (2007). La pulsión de muerte y el juego en el psicoanálisis de niños. En M. Hernández, Re-vuelta psicoanalítica (págs. 90-103). Lima: Fondo Editorial de la Pontífice Universidad Católica del Perú.