ENSAYO SOBRE EL TERROR.pdf

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    Ensayo sobre el Terror.

    Carlos Javier Blanco

    Abordaremos este ensayo desde tres perspectivas, que en nuestra sociedadactual se entremezclan: desde el mito, desde la reflexin ms o menos sistemtica delmito, esto es, la religin y la filosofa, y finalmente desde la ciencia.

    Mito y Terror.

    Una de las misiones que el mito ha de cumplir en la historia es la de repetirse.La esencia del mito es revivir (revival). Lo hace, aunque parezca revestirse deesteticismo y de emblemas que parecen vacos. El neo-clasicismo ha podido serporque ya hubo previamente clasicismo. Y en ste lo mtico viva en la letra y en laplstica de un modo altamente formalizado, como convencin. La Medusa o laGorgona representadas plsticamente en el templo, ya hacan las veces derecordatorio y de emblema. Pero el contenido originario, preliterario y prehistrico, sedifuminaba en una terrible niebla que, para todo clsico ya resultaba difcil deentender. El poder inicial del mito consista en estremecer (mysterium tremendum) yla poesa (el canto, la msica) slo es el anverso necesario de este estremecimiento yla autoafirmacin de lo humano en una niebla, o en una noche, prehistricas que,radicalmente, son alteridad para lo humano.

    El tremendo misterio puede ser sentido de varias maneras. Puede penetrarcon suave flujo en el nimo, en la forma del sentimiento sosegado de la devocinabsorta. Puede pasar como una corriente fluida que dura algn tiempo y despus seahla y tiembla, y al fin se apaga, y deja desembocar de nuevo el espritu en loprofano. Puede estallar de sbito en el espritu, entre embates y convulsiones. Puedellevar a la embriaguez, al arrobo, al xtasis. Se presenta en formas feroces ydemonacas. Puede hundir al alma en horrores y espantos casi brujescos. Tienemanifestaciones y grados elementales, toscos y brbaros, y evoluciona hacia losestados ms refinados, ms puros y transfigurados. En fin, puede convertirse en elsuspenso y humilde temblor, en la mudez de la criatura ante... -s ante quin?-, anteaquello que en el indecible misterio se cierne sobre todas las criaturas.1

    El hombre clsico quiz tuvo conciencia indirecta de serlo, pero no ya ante unfuturo que lo reconociera como tal, escasamente representado en la antigedad salvopor smbolos no obstante presentes (nuestros hijos) o lgicamente predecibles sobrelo presente (los hijos de nuestros hijos). Un clsico se siente tal en cuanto seautoafirma como ser antropolgico racional y dominador de alteridades. Entre stas, 1 R. Otto, p. 23, en Lo santo. Lo racional y lo irracional en la idea de Dios, Alianza, Madrid, 2001

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    figura no slo la naturaleza animal no humana, la ferocidad de las bestias, losmeteoros y fenmenos terrestres, etc., sino tambin la barbarie humana circundante.

    La multiplicidad de las teoras histricas acumuladas en torno al origen de lareligin queda resumida, para una mirada retrospectiva en dos tipos fundamentales:uno est representado por Fueuerbach, para quien la divinidad no es otra cosa que laautoproyeccin del hombre en el cielo, su pasajera forma de expresarse en un medioextrao, mediante el cual se ve enriquecido su concepto de s mismo, que entonces sehace capaz de retirar su proyeccin de ser interino; el otro est representado porRudolf Otto, para quien el dios o los dioses surgen a partir de una sensacinprimigenia, apriorstica y homognea de lo santo, en donde va vinculados,secundariamente, el horror y el miedo, la fascinacin y la angustia csmica, loinquietante y lo extrao. No hay que contar con que ambas teoras tienen, cada unade ellas, sus propios fenmenos, no diferenciados en su descripcin nicamente porutilizarse el mismo nombre de religin?.2

    En la edad clsica, ya haban quedado muy atrs las atrocidades a las que elser humano se haba visto obligado a entregarse en virtud de su radical naturalidadinicial. Que un hombre caiga devorado por una bestia, o que exista el deseo o laposibilidad misma de acoplarse con ella, o bien la huella de los antiguos sacrificioshumanos, constituyen ejemplos de atrocidad recogida por los mitos, que devienen enclsicos precisamente cuando ya se ha cobrado conciencia de la codificacin de unatransicin hacia la vida civilizada. Los dioses vencedores, Zeus a la cabeza, hanlimpiado la realidad de todo gnero de monstruosidades prehumanas, ellas mismasdivinas en parte, pero no completamente por el carcter de eterno que contena todoaquello de primigenio, preternatural y vestigio de lejana bestialidad.

    La luminosidad del Olimpo inclina el nimo del hombre civilizado ms del ladode la fascinacin (mysterium fascinans) que del lado del estremecimiento (mysteriumtremendum). Son dioses que atraen, y que slo en la decadencia clsica, esteticista,necesitan ser esculpidos, pues antao les bastaba visualizarse como en luz lanaturaleza, o mejor, en la experiencia, y posesin en el poeta. Su representacinplstica sigue siendo fascinante para el occidental aorante de sus ya no del todo-esencias conscientes. Sabedor de que sus deidades atrayentes poseen un poder deidentificacin (el alma del hombre civilizado se queda prendada a ellas y quiere serellas) le simbolizan sin ruptura alguna con la naturaleza: esa belleza corporal de losdioses paganos, esa astucia amoral y ligera, el podero irresistible de sus actos...Todoesto son proyecciones de la ms vieja alma del europeo. Ellas poseen an en nuestrotiempo un poder neutralizador y apotropaico. Ser as, olmpicos y apolneos, nosinocula todas las tensiones necesarias para evitar la disolucin relajada, laorientalizacin. Detrs de la serenidad de las estatuas clsicas y de la amoral guerrade los hroes homricos (y clticos y germnicos) se esconde el riesgo de la relajacinabsoluta en el estadio anterior a la victoria de Zeus: el revival disgregador, entrpico,de la orientalizacin y del sustrato. Las deidades vencidas, mediterrneas y afro-semticas, regresan en toda fase decadente con sus rituales matriarcales. Ellas,soando conquistar un futuro, quieren volver a la civilizacin hacia un regazoprehistrico, neoltico, a una paz o dis-tensin de retorno a la vieja promiscuidad delhombre con lo ctnico y enterrado. Los neofeminismos metafsicos, tras la estelaromntica de Bachofen y la nueva religin maternal, unen su ansia disolutoria con lasnuevas utopas anti-olmpicas, ahora, enemigas de la tcnica, de la ascesis capitalistay del espritu de macho dominador. La vuelta a la tierra es parte de un (ya no tan)

    2 Hans Blumenberg, Trabajo sobre el mito, Paids Barcelona, 2003. P. 36

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    soterrado retorno del mito, que se autopresenta como verdaderamente civilizado:agricultor y pacfico, maternal y acogedor.

    Es evidente el poder de los mitos para codificar transiciones traumticas. HansBlumenberg repasa alguna de ellas. El bosque da paso a la sabana, y siempre hayprdidas de confort y seguridad en los pasos iniciales hacia lo nuevo.

    Transiciones dolorosas fueron tambin el paso de una naturaleza virginal yprdiga- a una dura agricultura cada vez ms basada en la explotacin de lanaturaleza y, agotada sta, en la explotacin del hombre. El paso de un igualitarismotribal o comunal a una dominacin a cargo de parsitos, vale decir, de seoresportadores de armas de metal que un da fueron brbaros y luego fueron erigidoscomo reyes conquistadores. Trasniciones dolorosas como el ltimo desgarro delhombre europeo al pasar sbita y recientemente en el caso de Espaa- de unamentalidad mgico-agraria a una proletarizacin suburbana y consumista.

    De todo ello toma nota la mitologa productiva y aprovecha para representar,siempre en nuevos entornos, y siempre feraz a resultas precisamente del nuevocontexto. El material mtico cobra vida con ese desplazamiento contextual. La figuracobra vida sobre el fondo y, al destacarse, el mito se hace perenne, luego existe. Lamitogona, desde un punto de vista psicolgico, es reconocible como proceso enaquellos momentos en que se asoman los contenidos, cada uno como verdadero dejv. El reconocimiento de un arquetipo se hace patente ante lo inesperado del contextoen que ha tenido lugar: una pelcula, un suelo, la conversacin ms trivial. Carl G.Jung equiparaba este proceso con la revelacin religiosa. Y es que en el ms prosaicodesierto de la vida urbana y cotidiana nos encontramos en presencia de la zarzaardiendo. Ella, por ejemplo, es manifestacin fsica sensible de algo que nos sale alpaso, una nimiedad natural. Pero el re-conocimiento de su carcter especial yprodigioso, hic et nunc inesperado y significativo, pero esperable, hace alusin aalgn viejo evento que no sabemos situar muy bien, y que es de por s inefable. Eltiempo deja de ser homogneo si hay acontecimientos significativos. Jung situ laexperiencia de esto inefable en las nieblas de la filognesis. Pero en sus ltimostramos cabra incluir el recorrido de la propia Historia humana teniendo en cuenta questa contiene algunos de los desgarros ms terribles del pasado humano.Psquicamente son ms importantes que muchas de las mutaciones somticasdecisivas por las que ha pasado el hombre.

    El mito gnstico y el mito clsico.

    El mito gnstico introduce nombres, personajes extraos que desean restarsoledad al Dios nico. Esa unicidad bblica de un dios resentido y mezquino quedadesdoblada por la preexistencia de un Dios creador (Marcin). Un Dios creador no esun dios salvador. Y el Demiurgo flota en una espesa niebla oscura, contaminado delpropio caos desde el que se destaca, paradjicamente, como negador de ese caos ode esa nada, como creador malvado.

    Los elementos fundamentamentales de la Gnosis los tomamos de Markschies3:

    ...entenderemos por Gnosis aquellos movimientos que fijan su especialinters en la captacin racional de realidades objetivas por medio de la inteleccin(conocimiento) depositada en sistemas teolgicos, que de ordinario estncaracterizados en los textos por un determinado conjunto de ideas o motivos:

    3 Christoph Markschies, La Gnosis, Editorial Herder, Barcelona, 2002

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    1. La experiencia de un Dios supremo, situado completamente en el ms all ylejano.

    2. La introduccin, determinada por ello, entre otras cosas, de ulteriores figurasdivinas o la escisin de las figuras. Existentes en figuras que estn msprximas al hombre que el Dios lejano y supremo.

    3. La estimacin del mundo y de la materia como creacin maligna y unaexperiencia, determinada por ello por la que el gnstico se siente como extraocon respecto al mundo.

    4. La introduccin de un propio Dios Creador o Asistente; es designado segn latradicin platnica como artesano en griego: demiourgos-, y en parte esdescrito simplemente como ignorante, pero en parte es descrito tambin comomalvado.

    5. La explicacin de este estado mediante un drama mitolgico, en el que unelemento divino, que desde su esfera cae en un mundo malvado, dormita comochispa divina en una clase de seres humanos y puede ser liberado de all.

    6. Un conocimiento (gnosis) sobre este estado, pero un conocimiento que slopuede lograrse mediante la figura de un redentor del ms all, que desciendede una esfera superior y vuelve a ascender a ella.

    7. La redencin mediante el conocimiento del hombre de que Dios (o la chispa)est en l (...), y finamente:

    8. Una tendencia (diferentemente marcada) al dualismo que puede manifestarseen el concepto acerca de Dios, en la oposicin entre el espritu y la materia yen la antropologa.

    Los nombres, las extraas potencias que el hombre desconoce o ha olvidado,forman linajes de ascendencia y ejrcitos que pretenden poblar el espacio de loinefable. Se puebla de nombres aquello que en la Biblia no se puede decir, ypermanece en una oscuridad que, o bien se exorciza, o bien queda ironizada. Lagnosis parece a veces una gran irona poitica contra el laconismo de los principalesmitos (por ende, no dogmas) del texto bblico, en especial del relato genesaco sobrela creacin del mundo, del hombre y su expulsin del paraso. Pero Dios, desdobladoo no, se vuelve an ms numinoso y terrible en la nueva produccin gnstica. Cargadode simbologa helenstica, maniquea, aunando mil retazos importados desde unLevante desconcertante, ese poder numinoso puede metamorfosearse en susopuestos, y es capaz de distribuirse en potencias subordinadas (ngeles o demonios)que, en jerarquas potencialmente infinitas, producen an ms terror a un almadesgarrada del mundo, en ebullicin de imgenes, que es el alma gnstica. Esasjerarquas de potencias, toda vez que son parcialmente ciegas (no como el Dios nico,sino como las ms furiosas bestias, como el hombre mismo) y siempre sonlimitaciones en s mismas, y negaciones al poder omnmodo del Dios del monotesmoestricto. Las potencias se tornan an menos acogedoras que l, y son la basenarrativa de toda la demonologa. Son los adversarios demonacos. Y es que ante unDios Malvado de infinita competencia, el hombre nada puede hacer para detener susproyectos. Pero ante las batallas csmicas entre luz y tinieblas que el hombre debe tan solo- sospechar y barruntar, los miedos se multiplican en relacin directa con elnmero y la difcil identidad de los adversarios. Que el propio diablo y la mismaserpiente fueran Dios metamorfoseado, otorga potencia plena al mito gnstico, y consus peculiaridades, le entronca de lleno con la gran corriente mitognica que cuenta,como recurso constante, con esta capacidad proteica de sus personajes, con esterecurso a los cambios de forma como regla de transformacin ineludible en el cursoepisdico de los mitos. De ah, la sempiterna presencia de la forma animal con que, ala par de los dioses griegos del clasicismo, los becerros y baales bblicos aparecen enesta otra corriente (presuntamente monotesta e iconoclasta) de la mtica de

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    Occidente, que es la bblica. Como nmenes, esos dioses y potencias tienen queaparecer, al menos, como estados transitorios de la teofana, como recursosrepresentativos capaces de imprimir su causalidad sui generis a la peculiar lgicanarrativa del mito.

    Religion, Filosofia y Terror.

    1. Muerte de Dios. La filosofa contempornea quisiera volver a ser cruel.Mas esto no puede hacerlo tras la resaca dejada por los ltimos pensadorescrudelsimos. Marx, Nietzsche y Freud desnudan a los santones y quitan la mscara alos fantoches. Quin pudiera hoy seguir en la misma estela? Un Dios muerto oasesinado ha dejado paso, bien se ve en la escena editorial y profesoral, al cuchicheode meros comentadores de la resaca. Los infinitos libros sobre estos tres antidiosesdevuelven a la filosofa a su vieja y desvirtuada labor: comentario de textos,divinizacin de figuras, ensayo hermenetico, psicobiografa. En verdad se pierdemucho tiempo leyendo a autores que escriben sobre autores, y bien poco se halladigno de valor sobre las cosas mismas. La cosa misma sigue viva, si bien Dios se hamuerto. Y un hombrecillo dando gritos, tras de su candil lo anunciaba. Dios fuera opiode las masas, la Ciencia y los Valores, la figura del Padre represor. Dios, que ya habamudado de su condicin de Idea (trascendente, fundamentadora de una Teologa) a lade mueco de paja para asestar golpes contra los Poderes Establecidos, el Capital, laTcnica, la Beatera de la Ciencia o de la Moral, la Familia Represora, El Estado. Lostres deicidas no quisieron reconocerse del todo en el espejo de la filosofa. Ultimosilustrados terribles, demolieron el pilar de la Cultura Occidental rompiendo en aicos elespejo en que tantos racionalistas queran ver su destruccin tras descubrir las cosasmismas: esencias. La sustitucin de la vieja Esencia fundamentadora de la Cultura,Dios, por otras escurridizas luchas de clases o de pulsiones, todas ellas dinmicas, yslo esenciales en el recortado y platnico sentido de estar agazapadas: este fue sumrito. Pero ya no queda pensamiento cruel. Es la realidad misma, ese plexo deluchas y treguas, la que vuelve densa toda crueldad, y los tres vaticinadoresdescifrando, todo esto, aquello que ya se torna innecesario. Los comentaristas siguencon lo mismo. Buscan y rebuscan en la trastienda de libros, entrelneas de los papeles.Pero el Horror est aqu para quedarse, y no por mentado es, por ello, objeto deanlisis ni mucho menos concepto comprendido en su completa profundidad.

    2. El Horror. La cultura occidental va hacindose cada vez menos griega.En el periodo clsico qu cosa ms horrible fuera imaginar lo irracional en el sentidomatemtico del trmino? Pensemos en la infinitud. Slo una nueva alquimia de ideaslo ha consentido hasta hacerlo central en la metafsica. De una parte, la raz romnticae idealista de este concepto de in-finito. La transposicin de la teologa a lametafsica del idealismo alemn se dio aqu como en tantos conceptos anticlsicos. Deotra parte, estaban las nuevas matemticas, las de Leibniz, dinmicas e infinitas hastaen sus perspectivas, matemticas que Spengler llam fasticas. La sed de infinito yun ansia por albergar en conceptos aquello que de por s los desborda y les haceestallar. Por ello la nueva teologa es, por va substitutiva, metafsica romntica y arte.Desde el Kant de la Crtica del Juicio, el horror debe ser tematizado, aunque al puntoparezca vano atraparlo en conceptos. Pinsese en lo muy grande e inabarcable en suaspecto cuantitativo. Qu otras cosas no podran equipararse con los viejos diosesde las religiones, sino los espectculos horribles de supernovas agitndose en el vacocsmico, o agujeros negros que un da atraparn a la realidad toda? Spengler hizobuena psicologa cuando comparaba los electrones, tomos y fuerzas fsicas con los

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    viejos dmones de la antigedad grecorromana. Entes muy grandes o muy pequeos,cuya existencia slo tangencialmente toca la vida de los hombres y que con ellosguardan relaciones no del todo racionales (proporcionadas) ni controlables, salvo pormedio de una tcnica, igualmente demonaca. Esta es la faz cientfica y tecnolgicadel horror que, cerrando un crculo, recubre de lleno la cara esttica del sentimiento delo sublime. Algo tan lejano, inabarcable, inmensurable, incontrolable, esa cosa-en-sque viola todo sano pragmatismo, es objeto de la nueva demonologa. Con ella trata laciencia puramente teortica de alto nivel (cosmologa, microfsica, matemticas no-clsicas), as como aquellas disciplinas artsticas que se inspiran o se enmaridanfcilmente con este tipo de ciencia (ciencia-ficcin, horror). Nada que ver, sin embargo,con la ciencia aplicada, el salchichn cotidiano de los laboratorios o el cretinismotecnolgico que tanto abunda, y que slo da horror en un sentido moralizante deltrmino.

    3. Una filosofa del Horror. Ha sido Rudolf Otto el sagaz autor que supotematizar el Horror como concepto central para una filosofa (psicologa?)fenomenolgica de la Religin. El Horror es aquello que fascina (atrae) y al mismotiempo repele. El Horror, sea un ente, un acontecimiento, un mero planteamientoimaginario, no puede enmarcarse en un concepto, y su aprehensin activa unasestructuras subjetuales a priori, que todo individuo hereda (nosotros diramos porherencia biolgica tanto como social). La verdadera esencia del ncleo fontal delHorror, si tal cosa la hay, no interesa salvo al seguidor de un determinado credo. Ellase buscar slo en el caminar de un sujeto adherente a un determinado sistema de fe.Su nica materialidad, ajena a la fuente de donde procede, estriba en el desarrolloimplicado desde su aparicin para un sujeto preparado a priori para captar su radicalinadecuacin con el objeto. En tal sentido, no es tanto un ente o un suceso lo quecausa el horror, sino ms bien la percepcin de la falta de toda adecuacin posible conel sujeto lo que verdaderamente desemboca en reacciones somticas y nerviosas delorganismo. Estas son previsibles, y forman parte del equipamiento de toda especie. Suinventario puede explicarse por la misma zoologa: sudoracin, palpitaciones,inhibicin o excitacin, angustia. Pero qu las causa? El prejuicio objetivista(racionalizador, ilustrado) puede dar resultados decepcionantes en este punto.Animales muy grandes o peligrosos son llamados monstruos. Tal palabra tambin seemplea en el caso de personas deshumanizadas, crueles o poco previsibles en sucomportamiento. La propia estructura racional de la vida cotidiana, si de repente seviera trastocada, entra en el captulo del horror. Lo mismo vale para las situacioneslmite en las cuales la capacidad operatoria de respuesta del individuo sobrepasa loslmites orgnicos o mentales, y entonces el abatimiento y la indefensin se apoderande l, como quien se ve de pronto- derrotado en el combate que se libra por la merasupervivencia. La mera incertidumbre sobre qu es, o quin se esconde tras el velohabitual de la vida cotidiana, el qu pasar a continuacin si nuestras expectativasacostumbradas fallan, etc., todo este tipo de

    situaciones se pueden esclarecer objetivamente, adoptando el punto de vistahiperrealista del narrador-dios, que sabe de los entresijos de un truco o trampa, eldeus ex machina que aparece al final, como para aliviar la angustia del lector de malasnovelas gticas del siglo XVIII y principios del XIX. Hay un algo explicable o narrable,que se haba mantenido oculto a los efectos psicolgicos de mantenimiento del intersy la ansiedad en una historia de terror con mecanismos. El horror verdadero destruyelos mecanismos, se torna verdadera fenomenologa. El algo es una fuente de la quenada sabe nadie y que, como el Dios de la vieja Teologa, se mantiene en unadistancia ontolgica, en una sublimidad, en una posicin infinita o inabarcable, y porello mismo resulta horrible. Se siente horror por esa posicin al margen de todaconsideracin sobre su sustancia. Horroroso no por el esquema que nos hacemos de

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    ello. No por las expectativas incumplidas, no por lo que ese Ello realmente sea, sinopor la imposible relacin que se establece con el sujeto que lo aprehende. Y susdescripciones, teidas estarn para siempre de su a priori. Los espritus religiososvern ngeles y vrgenes de luz en el cielo, pero el pblico demnico-paciente denuestros das tambin percibe naves del espacio exterior o emisarios del mundo delms all. El dmon, para ms seas y dicho de manera sencilla, puede incluso serinefable, ajeno a cualquier categora humana. Como a veces los describe H.P.Lovecraft en sus relatos, cuando ciertos seres y sucesos desbordan su plsticacorporeidad, resultan enloquecedores. Esto es, su mero ser provoca un efecto fatal ya veces irreversible sobre la mente humana. El efecto tan slo recae sobre personascuyo herosmo, su excepcionalidad, estriba en convertirse en espectadores msticosde unas entidades demonacas o numinosas a las que un humano slo le cabe enmuchos casos- la obligada unin de los msticos, que se consuma extticamente, nohaciendo ya nada o dejndose hacer (tras unas experiencias iniciticas y unas ciertaspredisposiciones de carcter o constitucin). La unin misma, entre humano y no-se-sabe-qu revienta desde dentro las categoras humanas, pues stas son vasijas defrgil barro que no pueden contener algo que, para colmo, no es superior, sino tansolo sobrehumano y desconocido.

    4. Beateras de la modernidad, y la nueva piedad del Horror. El beato de laciencia no cuestiona su fe, pues una entrega laboral-intelectual a esa Verdad, desvadel horror, esta vez, quiz para soportarse a s mismo. Los deicidas supieron decirnosqu monstruo se agazapa detrs de la tan buscada Verdad. Como violencia que fuedel gusto de tantos destructores ilustrados, la estatua del dolo cae, y los eruditos sonarrancados de sus mscaras. El sacerdote trueca su rosario y escolstica por elmatraz y el microscopio. El profesor da un servicio con su resentida voluntad depoder zaherida. Todos los intelectuales parecen enanos impotentes, pequeosburgueses que infunden narctico a las masas, insectos infrahumanos que escapan desu demonio interior parloteando en torno a la Verdad, seora muy falsa que suple aDios y que, como l, en verdad no existe. Las beateras de la modernidad fueroneliminadas por los tres grandes deicidas, Marx, Nietzsche, Freud. Pero a ellas lessiguen muy de cerca las beatas de la postmodernidad. Sus dmones post-metafsicosson, por un lado, una grosera energtica: fuerzas (espirituales, productivas,dionisacas). La beatera de la razn ahora es cinismo y su especialidad buscar golpede efecto, es decir, retrica. Ninguno de los postmodernos sabe, sin embargo, en qumundo vive.

    Los tres deicidas vieron el Horror cara a cara. Este demonio habita en lasmismas relaciones sociales entre los hombres que, cuando no son directamentecosificadoras (Marx) como en el esclavismo y la relacin asalariada, deviene enorganizacin del mundo tendencialmente destructora y oclusiva de las potencialidadeshumanas, hasta el punto de devenir en bestializacin del hombre, que siempre es msterrorfica en el extremo lmite del canibalismo organizado, la prostitucin generalizada,el autoconsumo y aprovechamiento industrial del hombre por el propio hombre(Auschwitz). El demonio interior, insufrible para quien lucha por una humanizacinsana de la especie (Freud), es bestia desconocida, slo concebible como fuerzanatural y necesaria, libido o Tnatos, que en cada uno mora y a la que cada uno sirve,o tambin sombra que acompaa y a veces crece dominando (Jung), un demoniosiempre dentro, en dialctica con lo noble que mora en nosotros. Finalmente, elabismo (Nietzsche), un pozo sin fondo, para quien verlo ya casi es dar un paso o tirndefinitivo y conocerlo en su recorrido. No hay siquiera suelo para estrellarse. Lo peorde nuestro abismo es su misma infinitud. Verlo es una gran crueldad para uno mismo.

    Ningn postmoderno, epgonos o cnicos, autores que escriben sobre autores,ninguno de stos cumple la ltima misin ilustrada, acaso deducir las ltimas

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    consecuencias de una racionalizacin de la vida y ponerlas sobre la mesa,contradictoriamente, de manera rebelde y en consecuencia- filosfica. Los tresdeicidas no han sido superados. Sus beatos ya no buscan emancipacin y juegan aser terribles. El fin de los grandes relatos y su anti-humanismo cnico, nihilista, post-metafsico, es todava oo, esto es, humanismo puesto del revs. Los tres grandesdeicidas superaron al mismo Prometeo. Su labor fue titnica, su meta siempre fue elhombre.

    5. Horror envuelto en mito. Si la razn no sigue linealmente al mito, y elmito exhibe una gran capacidad de acomodacin y resistencia a la muerte, se nosplantea el problema de su reconciliacin con la ciencia y, ms en general, con el logos.Puede ser terrible para el grueso de la humanidad, inculta o semi-culta, unasubstitucin de las viejas y bonitas historias, por los terribles y desalmados dmonesde la ciencia. Los genes son un ejemplo. Nos dicen que ellos son como virus, seapoderan de nuestros cuerpos y en su eternidad slo piensan en transmigrar(Dawkins). Nada malo habr en un humanismo tecnocrtico que domine ese materialno-humano y mejore a la humanidad misma. Esta posibilidad est ah, seamosrealistas y cnicos. El trabajo humano es mercanca, pero sus genes y suscaractersticas expresadas biolgica y mentalmente, tambin (Sloterdijk). Tras laciencia emancipadora, viene la ciencia dominadora (Escuela de Frankfurt; Heidegger),o sencillamente, la ciencia sin remedio (postmodernos). Nos cuentan relatos (mitos) y,esencialmente, se moldea la substancia plstica llamada hombre. El cielo estrelladoque hay encima de m, no despierta mi a priori de sublimidad, no llega mi xtasis anteun universo desmesurado. Dentro de m slo hay genes, dmones prosaicos que sereducen a informacin. La materia misma de que nos hacemos hombres y estrellasaparece como mitolgica construccin social de fuerzas demonacas, de las quenada sabe un postmoderno. Porque tener cultura para ellos sigue siendo leernovelas, y no saber ni palabra de matemticas, gentica o fsica atmica.

    Y se alzan las voces en pro de una nueva mitologa. Su encanto reside entransmutar lo trivial y cotidiano en intemporal y trascendente. En el pensamientomitolgico se declara la guerra a la nimiedad. Todo sentimiento de extraeza en lavida de los hombres puede obtener una interpretacin sacra, una densidad ontolgicainsuperable. El monotesmo, que slo es un tramo racionalizador del mito (por recortede dmones), llega engolfarse en s mismo y requerir una mitologa subalternasiempre subordinada a un nico ser transcendente. Pero el verdadero paganismotiende a confundir inmanencia y transcendencia, y los actos de los hombres, susmisiones y deberes, xitos o fracasos, terrores o anhelos se envuelven en madejas dedesignios y relatos que los sobrepasan y les confieren autntica entidad. No hay un ojonico, juez o planificador, sino juegos en gran medida incomprensibles de dmonesactores de su narracin csmica y copartcipes del hombre en su hacerse.

    Mirar cara a cara al horror es soportable sobre el trasfondo de un mito. H.P.Lovecraft cre una mitologa csmica, descaradamente irracional en s misma, perofenomnicamente aprehensible desde categoras de fsica relativista y otros elementosde ciencia-futura y ficcin. Los antiguos dioses se revelaron bajo mltiples mscarasen los respectivos a prioris de pueblos primitivos y antiguas civilizaciones. Losmltiples jirones del saber esotrico podran, en realidad, arremolinarse en torno a unainmensa cosmogona cuya ltima frase o prrafo inconcluso contiene la historia de laespecie humana, mayoritariamente empeada en vivir a las espaldas de esamonstruosidad. Lo divino, a la postre, se presenta sin corazn ni moralidad. Lo divinoes sublime en virtud de su lejana procedencia, distancia en trminos de espacio y detiempo. Y los viejos dioses transmigrados del ltimo rincn del universo, no son sinorecin llegados en comparacin con criaturas mucho ms antiguas e inescrutables,que tambin duermen o reposan en las interioridades de ste mismo planeta, que

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    ingenuamente creemos ya pequeo y domesticado. Los viejos dioses no son fuerzasde luz ni del Olimpo. Siempre hubo monstruos, gigantes y titanes en guerra recprocae indescifrable a los ojos humanos. Su sola visin nos resulta enloquecedora. Elcaos, dice el creador del terror csmico, es el sentido ltimo del Todo. El hroelovecraftiano supera su instruccin cientfica ordinaria por una ciencia esotrica y unosritos iniciticos que pasan, en un principio, por la mera educacin cientfica en soledad,convencional pero profunda. La percepcin de hechos numinosos inexplicables en elmundo entorno, sumada a la recopilacin detectivesca de noticias ms alejadas,otorga al sabio la base bruta de materiales a los que ste puede encontrar inesperaday oculta conexin. El principio de la conexin oculta entre todos los fenmenos en smismos inexplicables, fue objeto de intensa exploracin por Lovecraft. Aos despus,de forma barroca y exuberante, Umberto Eco desarrollara ese principio en El Pndulode Foucault. Tal principio es el fundamento mismo de las ciencias esotricas, y no estreido con unos inicios racionalistas y convencionales para el hroe sabedor. Este tipode hroe esotrico debe, a fin de cuentas, pasar por las fases de los ritos de pasodescritas por Van Gennep. Para ingresar en una nueva comunidad o status, debepasar al acto un alejamiento de las ciencias superficiales y de la educacinestandarizada. Un linaje familiar o unas dotes extraordinarias sealan al hroesabedor como idneo, mas desgraciado, para captar vnculos all donde a los ms senos escapan o nos resultan estrambticos de principio a fin. Es de notar que lasexcavaciones en los submundos que ante sus ojos se le abran, comienzan connoticias e indicios de religiones ominosas, cultos sangrientos y sectas pocorecomendables. En esta teora implcita de la religin, el globo entero gira cada dainfestado por abominaciones rituales de las que sera mejor no hablar, y cuyo frmacoms recomendable sera la represin pura y dura. Ciruga policial contra la pervivenciacancerosa de religiones de una edad incalculable. Mas el rito es sntoma de unasublimidad verdaderamente inconcebible: la verdad mtica. Religiones de Libro, ElNecronomicon y otros documentos terribles, informan de verdades que para quiensepa buscar- ah estn. Verdades insoportables incluso para quien ose penetrar enellas, sumidos en la locura de saber (fustica, demonaca). La ciencia fastica delhroe lovecraftiano posee todas las propiedades que sealaba Spengler en la culturaoccidental emanada en el ao 1000 germnico sobre ciertas pseudomorfosis (viejosmoldes del mundo antiguo ruinoso rellenos de contenidos ajenos). Sed de infinito,guerra hasta el fin contra las potencias csmicas con el afn de domearlas, enhacerlas suyas, mas. El alma, vendida al diablo para saber ms de la cuenta, sinrespetar lmites. Elevar la ciencia y la tcnica convencionales a una altura mayor depodero y profundidad, sublimar a la vieja sabidura mgica, esto es, controladora dedmones y dormidas potencias. Recordar los saberes ignorados por los hombresvulgares. Oscuridad en el universo, ciencia a la dbil luz de velas y candelas.Oscuridad de los seres que nos acechan, fros a su manera, radicalmenteheterogneos con respecto a nosotros. Veracidad del Mito en general, con su absurdarapsodia de hechos que se nos escapan, y que se remontan a realidades mucho mslejanas (en el espacio, en el tiempo), que se pierden ms an a toda humanacomprensin. Negrura profunda, abismo sin fondo, causa segura de demencia slo porese estar ah de nosotros, que no sabemos lo que somos (acaso monosevolucionados) suspendidos en un cosmos inmenso, pero muy fro, cuyos abismos,como a Pascal, a todos nos espantan. Ese hijo del mono mira hacia arriba en la noche,y las luces de las estrellas pinchan de inmediato en su carne. All, o bajo sus propiospies, en el fondo de los mares y encima de las lejanas cumbres siempre nevadas, allhabita quiz- una ominosa heterogeneidad. Nada que ver, esta es la expresinhorrible. Lovecraft supo ver como pocos la no comunidad nuestra con los viejos diosesque, en vez de resplandecer mayestticos, se revelan para nuestra repulsin tan sloen su intrnseca maldad. Maldad positiva, no privativa, entidad ominosa que no es otra

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    que una ntima participacin del caos primigenio, al que ellos dan forma corprea (oenergtica) slo elemental, siempre espantosamente primaria.

    Si el Horror es presencia y existencia de esos entes (no visibles paracualquiera, no soportables para nadie) la ciencia, en sus dos fases sucesivas ycomplementarias a la manera lovecraftiana (exotrica y esotricas) ceden paso alMito, pues slo en su dominio historiado sus hilos y madejas narrativas mantienen unminimum de racionalidad. Pues todo concurso de causas, sentido, o explicacin,entraa por s mismo un golpe de bruces con el absurdo, una cada en el abismo. Laculpa la tiene nuestra cristianizada y monotesta nocin de existencia. En La Nausea,de Jean Paul Sartre, la mera existencia de esa colilla en el suelo, de una hoja seca delparque, de la cualquier-cosa en cualquier-momento en este instante carece deexplicacin, en especial, si la buscamos en mitos genticos de largo alcance como lasemana demirgica del Dios del Gnesis, o el enfriamento y expansin del Cosmossegn la teora del Big-Bang. La colilla, la hoja, yo mismo, no responden a ningn plan,y entonces esa muerte del Dios monotesta y providente podra abrirnos la puerta noya a un infierno nihilista, sino a un enjambre de potencias larvarias que siglos deeducacin providencialista se han encargado de obnubilar.

    6. Quin podra soportar hoy el nuevo mito, el politesmo de potenciasoscuras?. Quizs el sujeto de razn enferma. Puede que el sujeto de raznexacerbada. La lectura febril de literatura cientfica, junto a una crtica despiadada delespiritualismo tontamente comprendido como materialismo del revs. He ah algunade las claves. Que el nuevo espiritualismo surgiera como un materialismoquintaesenciado donde se expulsara, como de un orden sistemtico exigente, todoresabio cristiano, teosfico, vaporoso y etreo, espiritista, fantasmal. El terror de lavieja historia de fantasmas no proviene de la identidad de quien se aparece unmuerto- ni de la imposible cualidad de esa vida en la no vida que es la del muertoaparecindose. La imposibilidad misma es la que llena las fibras ntimas delracionalista, nico ser capaz de sentir miedo slo con el pensamiento. Pues el crduloya recibe a diario su dosis de pensamientos insostenibles, pero qu se puede hacerde un lector que ha logrado edificar para s un slido edificio concorde a la razn, contodos los elementos bien trazados y un impecable sistema de contrapesos en lasargumentaciones? Un mero soplido de inexplicable aliento, un toque deincomprensibilidad absoluta y radical, bastaran para hacer trastabillar magnficasmansiones de la razn y de la inteligencia. Y esto es cuanto pasa al lector culto yracional ante la historia de fantasmas, en un mayor grado e intensidad que al simpleque escucha supersticiones junto al fuego, como nios rsticos rodeados de viejasparcas de aldea tejedoras de historias. La desorganizacin de un sistema racional deconstrucciones tiene que ser experiencia mucho ms terrible con la simple aparicinde una cosa que, bajo ningn concepto, debera estar ah. En ese sentido, el fantasmaterrible no habla, ni se sienta a tomar el t con sus espectadores vivientes. Imagen sinrostro, pura imposibilidad que no cae bajo categoras ni expectativas, ni nada dice. Essu acto de presencia lo que nos confunde y espanta. Si en lugar de luz o sombras,ecos o campos de energa, queda encarnado en mera objetualidad, esa presenciatoma ya rasgos numinosos difcilmente alcanzables por algn antropomorfismo delaparecido. La imagen del monolito en el film 2001, Una odisea Espacial, lo expresa:simple cosa totmica, numinosa e inexplicable, pero fuente de una posible explicacin.La estatua de la libertad enterrada en la arena, en El Planeta de los Simios, o, engeneral, todo tipo de moradas, castillos, cosas cuya enigmtica presencia cierra msque abre expectativas. Y esas conjeturas que pudieran deslizarse se le antojan alespectador mucho ms terribles. Pues cada una de ellas pone en el disparadero unsinfn de preguntas cuya posible respuesta podra enajenar definitivamente su razn.

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    7. Los objetos, los smbolos, las preguntas. Un ensayo sobre el horrordebe dar cuenta de los mensajes cuya interpretacin nos pondra ante el abismo. Delos smbolos cuya hermenetica significa la indagacin sin fin en el interior de simasinfinitas, de las que en ocasiones- ya no fuera dable volver. Para Jung el hombre esun animal envuelto en smbolos, dialcticamente crecido en un bosque de smbolos.Estos anteceden filogenticamente al individuo, y tras incontables generaciones,conforman el a priori de cada ser. Durante la ontognesis aprende el animal simblicoa reconocerse en ciertos de ellos, y tambin a olvidar esas seales que proceden dela propia especie. Dar la espalda a las revelaciones, pues como tales las presentaJung, significa en ocasiones un coste y una guerra, una ausencia de reconciliacin.Las revelaciones, pretendidas como originarias de un numen sobrenatural y existentepara el creyente, son ms bien presentaciones sbitas de contenidos reales de laespecie, que slo la mente cultural y el hbito del lenguaje nacional pueden revestircategorialmente, arropar en formatos y ofrecer mrgenes de inteligibilidad. Si de veraslas revelaciones de aquellos viejos poetas telogos (Homero y Hesodo, segn Vico)y de los profetas judos fueran revividas simblicamente por un sujeto de hoy, loshbitos del siglo, los marcos epocales y nacionales, etc. que hoy nos transmiten lahistoria de la religin y la filologa, no nos parecern otra cosa que un cascarn encuyo interior habita un centro de arquetipos. Por eso Arthur Machen supo ver queciertas regiones de la antigua Europa, regadas por la sangre celta, conservan en cadauna de sus formas (al margen de las ciudades y la epidermis moderna) un fondodesconcertante, una revelacin originaria que sus bardos y druidas supieron elaborarpara fundar su cultura, y que impregna los rincones, a los viejos y a los nios, losbosques y sierras poco transitadas, las aldeas perdidas, las leyendas olvidadas.Queremos ms terror que ese? Hay escritores que supieron captar como nadie quetodas esas revelaciones: fenmenos originantes de cada vieja cultura. Son losarquetipos actuantes en los ms diversos estratos de la mente. La mitologa soberbiade J.R.R. Tolkien est ayudando, nos atrevemos a decirlo, a reconciliar esos fondosanmicos, abisales, de varias naciones indoeuropeas con su desalmado presente. Lapica guerrera y los nobles ideales del herosmo, fidelidad, compromiso frente a unsustantivo e incuestionable Mal, etc., tan slo constituyen la ms humana y prxima,dada siempre en insondables marcos de lucha y genealoga csmica, quegnsticamente, se reproducen aqu abajo, y entre nosotros, pequeos seres idlatrasde la tcnica que poco a poco estamos perdiendo nuestra alma. Esa prdida es unaprdida cultural, un no saber ya entendernos, una crisis de identidad colectiva trashaber derramado esa alma (de manera aplastante, claro est) sobre cincocontinentes poblados todos por nativos que tampoco entendieron lo que les caaencima: la prdida de la suya. Spengler tena razn: una decadencia de Occidente, yesta empieza a revelarse por medio de una crisis de autocomprensin. La fabulacinsincretista de nuevas mitologas (la de Lovecraft, la de Tolkien) slo es el eco delrincn de la fuente originaria, la savia misma, de una cultura occidental que,imperialista y civilizada, vale decir senil, ya slo consta como imperio productivo ymaquinista, mercantilizador hasta el fin. Slo en esto nuestra civilizacin asesinaparece dispuesta a llegar hasta el fin. El ansia de ganancia, y la cada vez msmonoconcentrada Voluntad de Poder carecen de lmites y por ello reconocemostodava esa vertiente fastica de lo que Occidente un da fue. Pero otros infinitos,otros sin-lmites, herosmos picos y poesa enloquecedora ya nos resultan porcompleto extraos, y habitan fosilizados en los estudios clsicos, mitolgicos,estticos, arqueolgicos, folklricos, etc. Las malformaciones culturales ajenastambin son fsiles determinantes, monotesmo intolerante, mentalidad cueviformede msticos calcinados en el desierto por ese gran Ojo de ese nico Dios abrasador.Aqu sucede algo anlogo a las procesiones de flagelantes de semana santa, losnazarenos encapuchados y marciales, las trompetas y atabales de quienes ao tras

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    ao ejecutan a su Dios. Un occidente de idlatras, de muecos accionados por unmecanismo de cuerda, y que se disfrazan, slo capaces de ejecutar el ritual. Quien seha criado entre bosques y se angustia/se maravilla ante cualquier clase de ninfasilvana no puede dejar de sentir Terror maysculo (esttico y basado en la radicalinadecuacin con el espectador extranjero) ante fsiles culturales como ste de lasemana santa catlica, y su milenaria idolatra de muecos slidos y coloristas,sangrantes y dolientes. Cuerpos y efigies (des)vestidas de tela, y gusto por la torturadrmica, estos son muestra de unos arquetipos mediterrneos ampliamente difundidospor el mundo y que expresan ntidamente, a la luz del sol encendido en el techo de lacueva celeste, la anti-pica, la moral del derrotado, el sadomasoquismo de las culturasagrcolas des-pejadas. Occidente es el hbrido agotado del vetusto ritual mediterrneoy la pica y teogona nrdicas. El mayor peligro de Europa dijo Husserl- es elcansancio. Su verdadera gesta heroica, la filosofa, est a punto de verse sepultadapor una expansin infinita de la invencin de necesidades cargadas de explotacin delos hombres.

    Ciencia y Terror.

    Vivimos en un cosmos inmenso. A las orillas de un ocano de estrellas,galaxias y cmulos de galaxias, la especie humana ya es capaz de preguntarse siverdaderamente hay un cosmos, o slo es la parte nfima de una inmensidad mayoran. La potencia de nuestros instrumentos cognitivos, la fsica y la matemtica, laeficacia en definitiva- de nuestros cerebros, parecen confirmar las ms viejasintuiciones del pensamiento occidental desde los tiempos de los filsofospresocrticos. Universo. Todo deviene unidad. Los mismos elementos qumicos aqu yen los confines. El tomo de Carbono que forma mi cuerpo es idntico al tomo deCarbono de algn ignoto planeta al otro lado de la galaxia. Las mismas fuerzasfundamentales de la fsica gobiernan tozudamente en esa unidad inmensa, y no sabennada de particularidades regionales, nada de localismos. Esas fuerzas, da a daunificadas en las teoras sintticas de nuestra cosmologa, cierran con un broche deoro el inmenso tesoro de astros, cuerpos, seres, agrupaciones de materia variadsima.Pues unas reducidas formas aglutinan abigarradas y casi infinitas posibilidadescombinatorias de organizacin material.

    El panorama que nos ofrece la cosmologa moderna es altamente estimulante ycoincide en el tiempo con los primeros paseos humanos por las calles adyacentes anuestra casa, la Tierra. Fuera, nos aguarda toda la ciudad: el sistema solar, anexplorado incompletamente. Tenemos por delante, adems, el ancho ocano quesepara nuestra estrella de las ms prximas, salto que an parece lejano paranuestras posibilidades tcnicas. Pero la conciencia puede siempre adelantarse astas. La conciencia de tipo cosmolgico que contiene en s la irrefrenable ampliacindel concepto de mundo-entorno (Umwelt) siempre que dicha ampliacin seacompartida por todas las culturas humanas, y por todos los estratos de la sociedad,tarea que an parece lejana.

    Esta ampliacin subjetiva de nuestro entorno es una de las consecuencias mspalmarias de los avances en fsica y astronoma que dan pbulo a la cosmologacomo ciencia especulativa. La divulgacin de las consecuencias humanas de dichaapertura perceptiva tiene que sealar necesariamente un antes y un despus en lahistoria espiritual de la especie humana. El localismo de nuestros problemas humanos,demasiado humanos, debe ser re-dimensionado en orden a un mundo-entorno que,casi de golpe, se nos aparece ahora como inmenso, variado y posiblemente-habitado por otros no humanos. Nada sabemos sobre este punto (a la fecha en que

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    estoy escribiendo) Hay alguien ah fuera? De nuevo, la mera capacidad deformularse la pregunta con cierta seriedad y con instrumentos cognitivos adecuados,seala tambin una marca en la historia de nuestra evolucin mental como especieinterrogante. Lo decisivo es saber hacerse la pregunta. Ajenos a la impaciencia, laconciencia de una posible alteridad, de otro que vive y evoluciona all lejos, en otrosistema solar a aos luz del nuestro puede engendrar nuevos lazos morales de unidadhumana supra-cultural, y de vinculacin al medio terrestre (La naturaleza, hasta ayer,era exclusivamente pensada a escala planetaria). Muy lejos estamos de unificarpueblos, estados e ideas, unificar a los hombres en torno a una nueva y amplsimapercepcin: todo eso que hay fuera de casa; una inmensidad que debe ser tambinnuestra casa. La percepcin nunca se disocia de la accin. Cobrar conciencia delcosmos inmenso es tambin dar los pasos para explorarlo. Las posibilidades dehacerlo a gran escala, volcando en ello la mayor parte de nuestras energas, tcnicasy mentales, parece ahora un pensamiento utpico y distante. La NASA y las otrasagencias supranacionales de exploracin hacen sus propias campaas de propaganday popularizacin. Las obras televisivas y los libros divulgativos de ciencia no disimulanbien esa finalidad inmediata: captar adeptos entre el pblico, ganan eco social parauna necesaria ampliacin de los fondos inversores destinados a la exploracinespacial Slo propaganda, pues? No deberamos confundir los fines subjetivos conlos objetivos. Estos ltimos envuelven a los primeros. Que el hombre se lance alespacio en radios crecientes de distancia, y en periodos tambin crecientes derecorrido y permanencia es hecho imparable en trminos evolutivos, si bien puedendarse baches momentneos y crisis polticas, financieras y tcnicas en la pica de laexploracin.

    Sera algo as como pensar que, ya entrada Europa en el siglo XVI no surgieseningn Coln y que las carabelas, ni ninguna otra embarcacin mejorada sobre estabase, se atrevieran a cruzar el Atlntico, acaso por culpa de ciertos obstculospsicolgicos. Esos lmites, al final, siempre caen, y la tecnologa mejorada ayudamucho en su derrumbe. Las campaas divulgativas que emprenden ciertos cientficoscomprometidos con agencias y centros de investigacin espacial pueden alcanzar muydistinto valor pedaggico. El rigor cientfico de esa difusin no siempre va enconsonancia con la acreditacin acadmica ni con los logros objetivos del hombre quepone su firma en ellas. El elevado grado de calidad, esttica y cientfica a un tiempo,que en su da alcanz la serie televisiva (y despus, la obra en papel) Cosmos, de CarlSagan es un ejemplo a emular en este tipo de producciones. Hay proselitismo ennombre de una ciencia un tanto monoltica y omniabarcante que se autopresentacomo emancipadora de la especie humana y adversaria natural de la supersticinoprimente. Es cierto. Algo de eso encontramos en Sagan y en muchos otros buenosdivulgadores que son, sin duda la ensima generacin de los ilustrados. Estos sereshambrientos de buenas relaciones con el pueblo, buscan en la opinin pblica unnmero creciente de adeptos y, con ello, entre los polticos que han de seguir la ola delsentir comn, y por ende, incentivar medidas jurdicas e inversiones multimillonariasaceptadas por fin por todo el electorado. Con todo, la mera faz sobria, pero eleganteen su esttica de un proyecto eficazmente educativo, contrasta con la muy abundanteproduccin sensacionalista y neomstica que caracteriza a la gran masa dedivulgadores.

    En efecto: una nueva mstica ha nacido entre los ttulos de mejores ventas dela divulgacin. Asomarse a este inmenso ocano csmico exalta el sentimiento dedivinidad y profundidad en ms de uno. Y no pocos escritores venden religin con eldisfraz de ciencia. La lnea, al mismo tiempo sobria y atea, del Cosmos de Sagan noes seguida por todos. La visin didctica se pierde en el marasmo de la produccinperiodstica y amiga de lo sensacional. Las emociones fuertes que suscitan losmarcianos, la vida en el ms all y los poderes desconocidos de la mente se mezclan

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    con los datos reales, de por s sorprendentes, y las teoras serias, en s fascinantes,que a veces produce la ciencia de verdad.

    La comunidad cientfica no tiene por qu estar representada en un solobloque por este tipo de neomsticos y mercachifles que pugnan por mezclar ciencia yreligin. Esa comunidad, en rigor qu es? Cualquier coa menos un monolito. Comoocurre en la Iglesia Catlica o en la manzana de casas donde vivo, prefiero pensar queen esa comunidad hay una derecha, ateos y creyentes, y de entre stos, msticos ymil clases ms de individuos. La mayora deben estar comprometidos en una campaainternacional por la difusin de sus conocimientos, por la defensa del medio ambiente,la lucha con el hambre y a favor del reparto equitativo de bienes y servicios. Debenestar comprometidos y enfrentados contra la irracionalidad, el fanatismo y elembrutecimiento por obra de la supersticin. Que esta militancia no se puedacomprobar estadsticamente, en los hechos, reduce la cuestin sobre estacomunidad cientfica a la de puro ente ideal. Hablamos de lo que debera ser, aunqueen este planeta, salvo honrosas excepciones individuales y pocos grupos activistas,por casi ningn lado encontramos.

    Frente a la mejor divulgacin comprometida poltica y moralmente- losneomsticos hurgan entre los temas excitantes para el gran pblico aunque ellossupongan un extravo grosero de las preocupaciones acuciantes de la sociedad.

    Uno de ellos es el de la vida extraterrestre, a ser posible inteligente. El carctersustitutivo que esos seres hipotticos estn tomando en las vidas (cuasi-religiosas) demillones de individuos es cosa de sobra conocida por socilogos, antroplogos yexpertos en las ciencias de la religin. Los extraterrestres de la ciencia-ficcin, con susplatillos volantes, sus visitas supuestas y toda su morfologa humanoide (o en todocaso corprea), pueden ser entendidos cmodamente como una cierta vuelta alpaganismo. Los dmones antiguos de la cuenca mediterrnea tardo-antigua posean aveces este carcter corpreo y humanoide. Omnipresentes, a veces hostiles, o quizambiguos en cuanto a intencionalidad, servan de espejo al propio yo humano. Estepoda verse posedo, disociado y confrontado con personas no humanas peor anas vinculadas a su propia mente individual.

    As son vistos por P. Brown, como protagonistas del cambio cultural quesupuso la llegada del cristianismo:

    Los demonios eran las estrellas del drama religioso de la Antigedad tarda,pero necesitaban un empresario. Y lo encontraron en la iglesia cristiana. Fuera delcristianismo los demonios haban permanecido como seres ambivalentes (ms biencomo fantasmas). Se les invocaba para explicar desgracias repentinas e irracionales,o desviaciones del comportamiento normal, tales como revoluciones, epidemias oturbios asuntos amorosos; se apelaba a ellos tan ampliamente y por lo tantocausaban tan poca ansiedad- como los microbios de hoy en da. El cristianismo, sinembargo, hizo de los demonios un punto central de su cosmovisin. La iglesia cristianahaba heredado a travs del judasmo tardo el legado ms funesto del zoroastrismopersa al mundo occidental, a saber: una creencia en la absoluta divisin del mundoespiritual entre poderes buenos y malos, entre ngeles y demonios. Para hombrescada vez ms preocupados con el problema del mal la actitud cristiana hacia losdiablos proporcionaba una respuesta orientada a aliviar una angustia sin nombre:concentraba esta ansiedad sobre los demonios y al mismo tiempo ofreca un remediopara ella.4

    4 Peter Brown, El mundo en la antigedad tarda. De Marco Aurelio a Mahoma, Taurus, Madrid,1989.(pps. 68-69.

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    La pluralidad de cada ser humano, podra, de esta manera, verse gestionadaas (a falta de otros recursos, teraputicos, salvficos, etc.). La demonologa clsica complemento y ampliacin del politesmo- se ve fuertemente moralizada por el impactode lo oriental, y en especial, de lo maniqueo en este periodo terminal de la civilizacinclsica- dmones buenos y malos, la lucha csmica entre ejrcitos (de ngeles, o sea,demonios) en medio de la cual est envuelta la historia y la escatologa del hombre.

    El cristianismo habra necesitado del demonio, como el psiquiatra requiere deuna clientela con patologas suficientemente hipostticas. En referencia a la famacreciente de los monjes como clase de luchadores contra los demonios:

    Ellos mantuvieron la malevolencia satnica a raya, y fueron capaces comonunca lo haba sido el hombre corriente con todos los amuletos y remedios contra lamagia- de rerse del demonio en sus narices. Los poderes del hombre santo semanifestaban en sus relaciones con el reino animal, quien haba simbolizado siempreel salvajismo y el ansia destructiva de los malos espritus: ahuyentaba a las serpientesy a las aves de presa, y poda sentarse tranquilamente como pacfico seor dechacales y leones. 5

    Esa es la misma lucha en la que sigue envuelto hoy el hombre-masa,espectador del s mismo idealizado cuando ve a los hroes humanos comoprotagonistas de una Guerra de las Galaxias. Aliengenas proteicos y robotscombaten, los hay bueno y malos, pero t, hombre, ests en medio. A veces, como sedej ver en la primera ciencia-ficcin, el argumento de la historia es evidentementeracista: ellos, los extraos, frente a nosotros, los hroes bellamente humanos (en suscuerpos) y emocionalmente reconocibles. La demonologa clsica y oriental procedande estratos profundos y arcaicos de la religiosidad. Puede ser una operacin bsica denuestro cerebro la de atribuir intencionalidad o volicin a una clase de seres noclasificables ni en cuanto a humanidad ni en cuanto a animalidad: seres que habitanen una especie de limbo taxonmico, sin perjuicio de que su primitiva construccinmental no est tomada a partir de las ms variadas criaturas biolgicas reales. En elsiglo XX , y para largo, en el XXI, los estraterrestres estn aqu, fenomenolgicamente,como entes con los que se cuenta aunque su existencia rigurosa sea una materiahipottica. El cientfico divulgador sustituye a menudo el ojo de Dios por las antenas deunos seres as Qu pensaran de nuestra especie- se pregunta- al ver nuestrasseales de radio y TV? Disfrutaran con nuestra produccin cultural? Y qu acercade nuestro despilfarro de recursos naturales? Los observadores hipotticos de loscielos algn da nos juzgarn. Nos urge contactar cuanto antes, segn el proyectoSETI (Search for Extraterrestrial Intelligence). Y, de advertirse, ms bien el proyectoexige unos millones de dlares para estar atento a las revelaciones. El desiertobblico era un espacio gratuito de comunicaciones divinidad-hombre, pero los tiemposhan pasado y la ciencia habla de unos aos-luz que hacen de este Yahv espacial unser hipottico todava ms distante.

    Ludwig Feuerbach trat este punto de las otras inteligencias en una pocatemprana como la suya. Su tesis antropolgica al respecto puede leerse en el prrafoque sigue:

    El hombre no puede ir ms all de su verdadera esencia. Puede,perfectamente, imaginarse por medio de la fantasa otros individuos de una clasesupuestamente ms elevada, pero no podr jams prescindir de su gnero, de suesencia. Las determinaciones que atribuye a esos otros individuos estn siempresacadas de las determinaciones de su propia esencia; determinaciones por medio de 5 op. cit. p. 121.

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    las cuales se refleja y se objetiva a s mismo. En los cuerpos celestes pueden existir,ciertamente, seres pensantes adems del hombre; pero aunque admitamos laexistencia de tales seres, no por eso debemos cambiar nuestro punto de vista; loenriquecemos cuantitativa, no cualitativamente; pues as como son vlidas allnuestras leyes del movimiento, as tambin son vlidas las leyes de la sensacin y delpensamiento que nos rigen. En efecto, no suponemos que haya vida en los demscuerpos celestes con el objeto de encontrar all seres diferentes a nosotros, sino con elpropsito de encontrar seres iguales o semejantes6.

    Dmones, revelaciones, contactos csmicos. El nufrago humano piensa entodo ello cuando ve la noche estrellada ante s como la costa de un ocanoinalcanzable que desear cruzar alguna vez ese ocano de puntos de luz, soles dehogares habitados y millones de maravillas ocultas, levanta los nimos hacia lo mssublime. Ese sentimiento de sublime es el que se sobreexplota con justicia y fortuna,unas veces, con descaro irracional, otras, en la literatura cientfico-popular. Kantasociaba a este sentimiento la inefabilidad e inconmensurabilidad. Lo sublime no tienenada que ver con lo bello, y ms bien, con el efecto que provoca una magnitudincalculable o la multitud inabarcable. Este sentimiento, gran mstico primero, granromntico despus, es el verdadero motor de miles de vocaciones cientficas juvenilesque un da notaron en su interior cierta conexin, mezcla de curiosidad insaciable,maravilla y empequeecimiento, vinculacin por sobre todas las escalas de locsmico. Pronto se vern defraudadas esas jvenes mentes por planes de estudiosaberrantes, profesores incompetentes, jergas, rutinarias investigaciones al servicio deno se sabe qu espantosos intereses, y la indigestin de una pseudocienciaacadmica en lugar de un verdadero conocimiento. Nada de verdad, sino pura praxisy tcnica, y el sentimiento de lo sublime ya por siempre sepultado.

    Genuinamente considerado, y antes de echarse a perder por nuestra cienciadomesticada, ese sentimiento sublime no debera ser tomado en s mismo como algoque tuviera que ver con lo mstico ni lo confesional. Si en nuestros raptos msespeculativos al contemplar una noche de estrellas en verano, se nos va el corazndetrs de los ojos, y pensamos en la probable (o posible) vida que hay all, un all queen el ms amplio sentido ya forma parte de nuestro aqu, ese sentimiento que en smismo no es racional- no debera caer en el pozo sin fondo del misticismo teolgico.Cabe una teora digna a la ciencia futura: que emancipe al hombre de su perruna sedde Dios, que tambin es ansia de Amos y Collares. Esta tarea racional es conforme ala propia dignidad de la especie del hombre, animal racional. Precisamente por ello,por racional, pero paralelamente dotado para lo sublime. Llegar a imaginar (y si acasocontactar) con Otro comprensible, cuya eventual superioridad tcnica o intelectivanunca nos hiciera caer en la postracin abyecta ni en la tentacin de caer en dulcesservidumbres, como son todos los proyectos de colonizacin o mediatizacin por partedel Otro. Sabremos siempre vernos como fines en nosotros mismos, y el respeto desiempre es sabido- ha de ganrselo cada uno. Pero las perspectivas de futuro no sonnada buenas. La ciencia divulgada hoy no siempre es buena, seria, ni moralmenteedificante. El sujeto de conocimiento es, a lo sumo, una especie de nio boquiabiertosiempre hambriento de novedades que le fascinen. Y cuando el nio llega a mayor, lamediatizacin de nuestra economa mundial capitalista ha hecho de l carne de can:obrero ms o menos cualificado, apndice de una mquina ciega y programada pordistantes expertos que ya se han encargado de despojar al gnero humano de suciencia a cambio de rutinas esclavizadoras. El conocimiento, lo ve ya el hombremaduro, ha volado y nadie sabe cmo ha sido. Slo unos pocos le poseen, y estnmuy escondidos. Diramos que son tambin los nuevos dioses tras la tramoya. No 6 L. Feuerbach, La esencia del cristianismo, pps. 62-63, Trotta, Madrid, 2002

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    habitan tampoco en lejanas galaxias. Son invisible demiurgos que piensan pornosotros.

    A veces hay que pensar que este Saber Supremo los dioses, losextraterrestres- estn ocultos entre nosotros.