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Después de leer La grandeza mexicana me quedé pensando en lo que tenía de “mexicana” esa ciudad presentada como bullente de actividad que hoy es la ciudad de México y que antes fuera conocida con el nombre de Tenochtitlán. El retrato que esboza Bernardo de Balbuena, a grandes rasgos, es el de una ciudad rica y grande de principios del siglo XVII –el poema es publicado en México en 1604-, ciudad cosmopolita, con gran movimiento comercial, redes de transporte, vida intelectual... Esa ciudad cosmopolita, “la ciudad más rica, / que el mundo goza en cuanto el sol rodea” (Balbuena 61), no me parecía ser la México que conozco –claro, hay que salvar la distancia temporal de nada menos que cuatro siglos-, no me parecía ser la México que yo quería encontrar en las páginas del poema. Sí, claro, admito que mi lectura del poema de don Bernardo está plagada de mis expectativas, de mis prejuicios. Es así que me encontré, para decirlo de una, con la casi absoluta ausencia del indio, del amerindio, en un poema que elabora y diseña un discurso sobre una ciudad que fuera edificada y que estuviera habitada por él. ¿Cómo es que el indio, de quién procede el adjetivo “mexicana”, queda prácticamente fuera de este relato poético? Este trabajo quiere aventurar una hipótesis para responder a esta interrogante: al negar la presencia activa del indio en una representación de una ciudad donde la mayoría de habitantes son indios, Balbuena realiza gestos discursivos típicos del colonizador que quiere afirmarse y ganar, no únicamente en el mundo material sino en el imaginario, el lugar que antes ocupaba el indio ahora colonizado.
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Tenorio
María Tenorio
Profesora Maureen Ahern
Español 855
9 de octubre del 2001
“ Y así en ventura mía será si en el gusto tuyo estos mis borrones ...”
De borraduras y afirmaciones en La grandeza mexicana de Bernardo de Balbuena.
“negation acts as a kind of provisional erasure,
clearing a space for the expansion of the colonial imagination
and for the pursuit of desire.”
David Spurr 93
Después de leer La grandeza mexicana me quedé pensando en lo que tenía de
“mexicana” esa ciudad presentada como bullente de actividad que hoy es la ciudad de
México y que antes fuera conocida con el nombre de Tenochtitlán. El retrato que esboza
Bernardo de Balbuena, a grandes rasgos, es el de una ciudad rica y grande de principios
del siglo XVII –el poema es publicado en México en 1604-, ciudad cosmopolita, con gran
movimiento comercial, redes de transporte, vida intelectual... Esa ciudad cosmopolita, “la
ciudad más rica, / que el mundo goza en cuanto el sol rodea” (Balbuena 61), no me
parecía ser la México que conozco –claro, hay que salvar la distancia temporal de nada
menos que cuatro siglos-, no me parecía ser la México que yo quería encontrar en las
páginas del poema. Sí, claro, admito que mi lectura del poema de don Bernardo está
plagada de mis expectativas, de mis prejuicios. Es así que me encontré, para decirlo de
una, con la casi absoluta ausencia del indio, del amerindio, en un poema que elabora y
diseña un discurso sobre una ciudad que fuera edificada y que estuviera habitada por él.
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¿Cómo es que el indio, de quién procede el adjetivo “mexicana”, queda prácticamente
fuera de este relato poético? Este trabajo quiere aventurar una hipótesis para responder a
esta interrogante: al negar la presencia activa del indio en una representación de una
ciudad donde la mayoría de habitantes son indios, Balbuena realiza gestos discursivos
típicos del colonizador que quiere afirmarse y ganar, no únicamente en el mundo material
sino en el imaginario, el lugar que antes ocupaba el indio ahora colonizado. Lo que
subyace en mi hipótesis son las categorías retóricas binarias de negación, negation, y
afirmación, afirmation, propuestas por David Spurr como rasgos del discurso colonial
británico, francés y estadounidense de los siglos XIX y XX, así como el concepto de
negación de coetaneidad, dennial of coevalness, elaborado por el antropólogo holandés
Johaness Fabian para dar cuenta de la colonización discursiva que ejerce el antropólogo
sobre las comunidades humanas que convierte en su objeto de estudio. A su tiempo
entraré en detalle sobre estas categorías meta-discursivas. Antes, un breve examen de
algunas lecturas críticas de La grandeza mexicana.
Observaciones de algunos críticos.
El borramiento del indio –sus mínimas apariciones- en el poema ha sido notado y
hasta cierto punto elaborado por algunos críticos en cuyos ensayos reconozco los
gérmenes del presente trabajo.
En su artículo “Poetic and Prosaic Descriptions of Colonial Mexico City”,
Christian Chester preocupado por la fidelidad histórica de la descripción de Balbuena
aporta interesantes datos al contraste entre la ciudad “real” (tal como aparece en otros
documentos considerados “históricos”) y la ciudad de La grandeza mexicana. Indica que
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tras la conquista de Tenochtitlán, ocurrida ochenta años antes de ser escrito el poema, los
españoles establecieron clara separación entre las áreas de residencia para la población
española y las que debería ocupar la población indígena: “the Spaniards occupied the
center of the city and the Indians the outliying areas, where they were seemingly invisible
to Balbuena, even though Icazbalceta estimates that there where fifty thousand
inhabitants in 1572, of which no more than five or six thousand were Spaniards.” (18)
Invisible también para Balbuena, hace notar Chester, es la mano de obra indígena que
construyó la ciudad de México. “A part of the story which Balbuena does not tell is of the
Indian labor which went into the building of the new city.” (Chester 8, énfasis mío)
Georgina Sabat-Rivers, en una lectura bastante encomiosa del poema, señala
como “el novomundista nos da, quizás a pesar suyo, pero reconociéndola, la imagen del
hombre doblado, sometido, que un día, en mezcla fecunda con el español se alzará fiero”
(“Balbuena” 65) y no termino de citar la frase completa porque me parece que la autora
proyecta su propia percepción sobre la resistencia mestiza, cosa que el poeta
novomundista no atisba en su penúltimo terceto, al que alude la estudiosa, y que dice así:
“entre el menudo aljófar de su arena / y a tu gusto entresaca el indio feo, / y por tributo
dél tus flotas llena” (124). En un ensayo posterior Sabat-Rivers desmenuza los versos
anteriores y concluye que “El indio de Balbuena tiene calidad de persona por encima de
lo genérico y no es el hombre primitivo e inocente de la Edad de Oro.” (“El barroco”73)
Osvaldo F. Pardo anota en su análisis la carencia de explicaciones históricas en el
poema. “At first glance, there does not seem to be room for history or narration of things
past in the Grandeza mexicana. The antiquity of the city, its original dwellers, and its
history previous to the Spanish presence has either been ignored or transformed into an
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emblematic visual artefact.” (105) El pasado indígena, el pasado de conquista, cede ante
un presente y un porvenir movidos por el comercio y la productividad, apunta Pardo
(113). José Pascual Buxó encuentra una explicación a esta ausencia de la historia en los
principios que animan el quehacer artístico de Balbuena:
Y fue por apegarse a estos ideales estéticos de abundancia en la brevedad
tanto como por ceñirse al propuesto elogio de la ciudad contemporánea, y
no por desconocimiento o menosprecio del pasado indígena, la causa por
la cual Balbuena no se ocupó allí de lo relativo al período prehispánico ni
de la conquista española de la antigua ciudad (199).
“Se trata de que deliberadamente falta algo –señala Daniel Torres-. Hay ‘una
supresión u ocultación teatral de un término en beneficio de otro.’” (87) La elipsis,
recurso barroco por excelencia, consiste aquí en la supresión o borramiento de la ciudad
“real”, del México virreinal, a favor de la aparición discursiva de una ciudad ideal, un
México utópico, de acuerdo con Torres. Sin embargo, el “México silenciado”, como este
crítico llama al elemento suprimido, queda atisbado en el poema en diferentes alusiones a
esa “otra cara de la moneda”. (91)
El tema de la ciudad utópica en La grandeza mexicana, no libre de carga
imperialista a mi parecer, ha sido recurrente en la crítica. Juan Durán Luzio, en su libro
Creación y utopía en las letras de Hispanoamérica, establece un paralelo entre el México
de Balbuena y la Amaurota (capital de Utopía) de Tomás Moro. Cuando Durán Luzio
explica cómo el poeta construye su ciudad utópica dice:
el autor ha puesto en ejercicio un riguroso proceso selectivo de rasgos
óptimos, luego recreación y exaltación de lo escogido. ¿Por qué, entonces,
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su olvido premeditado de la basura amontonada, de los ‘barrios atestados’,
‘perenne amenaza para la salud pública’? Ciertamente no era de esa cara
del Nuevo Mundo de la que se deseaba consagrar testimonio; queríase
mostrar la mejor (Durán Luzio 56).
“otro descubre el mundo, otro conquista”
El correlato obligado de la negación del indígena, del colonizado, es la afirmación
del español, del colonizador, que el poema de Balbuena rabiosamente emprende. Aquí es
donde las categorías hermanadas de negación y afirmación de Spurr esclarecen el
movimiento retórico de La grandeza mexicana.
Matías Barchino, en su estudio introductorio sobre la poesía lírica de Balbuena,
aventura esta frase que puede servirnos ahora para ir entrando en la cuestión de la retórica
colonial bipolar: “La grandeza mexicana, poema con que se funda literariamente la
ciudad de México” (32). Ese gesto fundador de la ciudad en el discurso literario
occidental manifiesta ambiciones colonialistas de ocupación de un espacio que se percibe
como “vacío” de sentido antes de ser invadido y colmado por el imaginario occidental: no
hubo antes “letra” en este espacio, todo era vacuidad, desierto, pura naturaleza. Se puede
realizar el ejercicio de sustituir, en las siguientes palabras de Spurr, la palabra “Africa”
por México: “Western colonial power means more than simply the expansion of Western
interests into the empty space of Africa; it also represents Africa’s own coming into
being, its emergence from an original nulity into the openness of the world.” (Spurr 97)
Lo que antes era la nada, ahora cobra total sentido.
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Nótese en la siguiente extensa cita de la Introducción que escribe Balbuena para
su poema la abundancia de vocablos que hacen referencia al vacío en medio del que
surge “esta ciudad famosa, / centro de perfección, del mundo el quicio” (62):
Ahí, en los más remotos confines destas Indias occidentales, a la
parte de su Poniente, casi en aquellos mismos linderos que siendo límite y
raya al trato y comercio humano parece que la naturaleza, cansada de
dilatarse en tierras tan fragosas y destempladas, no quiso hacer más
mundo, sino que alzándose con aquel pedazo de suelo lo dejó ocioso y
vacío de gente, dispuesto a todas las inclemencias del cielo y a la
jurisdicción de unas yermas y espantosas soledades, en cuyas desiertas
costas y abrasados arenales a sus solas resurta y quiebre con melancólicas
intercadencias la resaca y los tumbos de mar, que sin oírse otro aliento y
voz humana por aquellas sordas playas y carcomidas rocas suena: o
cuando mucho se ve coronar el peinado risco de un monte con la temerosa
imagen y espantosa figura de algún indio salvaje, que en suelta y negra
cabellera con presto arco y ligeras flechas, a quien él en velocidad excede,
sale a la caza de alguna fiera menos intratable y feroz que el ánimo que la
sigue: al fin en estos acabos de mundo, remates de lo descubierto y últimas
extremidades deste gran cuerpo de la tierra, lo que la naturaleza no pudo,
que fue hacerlos dispuestos y apetecibles al trato y comodidades de la vida
humana, el hambre del oro y golosina del interés tuvo maña y presunción
de hacer, plantando en aquellos baldíos y ociosos campos una famosa
población de españoles, (55)
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Difícil me resulta ponér énfasis con cursivas, en el párrafo anterior, a las
expresiones que denotan vacío, ausencia de sentido, supresión de vida humana y de
lenguaje, pues las palabras introductorias de Balbuena repiten la idea varias veces en una
progresión hasta llegar al contraste entre la figura del indio y la de la población de
españoles. Nótese como el indio aparece descrito apenas como en una silueta, remoto,
salvaje, intratable, feroz y mudo. Dice Spurr: “colonized peoples are systematically
represented in terms of negation and absence –absence of order, of limits, of light, of
spirit. Their zero-degree of existence provides both a justification for the colonizing
enterprise and an imaginary empty space for the projection of a modernist angst.” (Spurr
96) El párrafo introductorio de Balbuena va preparando el ánimo del lector –y aquí he de
anticipar un lector contemporáneo europeo- para que aparezca “algo” en ese espacio
sordo al cual la naturaleza no pudo dar sentido: la ambición de los españoles lo pobló de
significado, lo hizo surgir a la vida. La Introducción prepara el terreno para el despliegue
que tendrá lugar en el poema: muestra el vacío que ni la misma naturaleza ha logrado
dominar, donde apenas se asoma casi borrada la figura del “salvaje”, uno y solo, en
contraste con el colectivo que ha dado forma y figura a la realidad que pondrá antes los
ojos del lector, la población de españoles que ahora ostenta el nombre de ciudad de
México.
La letra del poema, eso que Balbuena llama “mis borrones”, irá repitiendo el
tópico del contraste entre el vacío del espacio salvaje y la plenitud de vida que se observa
en el presente hispano de México.
La mención de la empresa de conquista y colonización en el Capítulo II, “heroica
historia”que Balbuena se dispone tratar otro momento, le da pie al autor para marcar el
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momento de ruptura entre el pasado de “tinieblas en que estaban tantos” (68) y el
presente luminoso: “De cuyo noble parto sin segundo / nació esta gran ciudad como de
nuevo / en ascendiente próspero y fecundo.” (69 énfasis mío) El momento fundacional
del nacimiento reconoce y afirma el artificio de los españoles, que con su ambición e
interés, hicieron surgir la vida en donde apenas la había en forma muy disminuida. El
borramiento del colonizado y la plenitud del colonizador se hace obvia en este momento
clave. Dio vida a la ciudad el español, no el indio forzado a trabajar en la construcción de
“las portadas cubiertas de escultura”, “los anchos frisos de relieves de oro”, “las
columnas pérsicas”, “los bellos mexicanos edificios” (72). Construyó la ciudad quién la
pensó, quién la planeó como un perfecto tablero de ajedrez: “De sus soberbias calles la
realeza, / a las del ajedrez bien comparadas, / cuadra a cuadra, y aun cuadra pieza a
pieza;” (70). Es así como la contraparte lógica de la negación del indígena, del
colonizado, es la afirmación de la superioridad moral del español, del colonizador. David
Spurr explica sobre la “afirmación”:
colonial discourse (…) continually returns to an idealization of the
colonialist enterprise against the setting of emptiness and disorder by
which it has defined the other. Colonialism must always reaffirm its value
in the face of an engulfing nothingness. This perpetual need for self-
affirmation (…) is essential to all language as a symbolic activity which
validates the presence, that is, the symbolizing power, of a speaking or
writing subject. (109)
El poema en su totalidad puede leerse como afirmación repetitiva y narcisista del
poder español, de la inteligencia española, de la ambición española, de la capacidad
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española para dar generar vida en toda su plenitud, para satisfacer todos los deseos.
Escritura “hipérbólica”, como la llama Ángel Rama (16), es la que se lee en los versos
siguientes:
Ríndase el mundo, ofrézcale la palma,
confiese que es la flor de las ciudades,
golfo de bienes y de males calma.
Pida el deseo, forme variedades
de antojo al gusto, el apetito humano
sueñe goloso y pinte novedades,
que aunque pida el invierno en el verano,
y el verano y sus flores en invierno,
hallará aquí quien se las dé a la mano. (85)
Negación y afirmación, México silenciado y México afirmado, vencidos y
vencedores, colonizado y colonizador. La bipolaridad negación / afirmación propia del
discurso colonial según Spurr puede leerse también desde el concepto de negación de
coetaneidad que el antropólogo Johaness Fabian define como “a persistent and
systematic tendency to place the referent(s) of anthropology in a Time other than the
present of the producer of anthropological discourse.” (31, énfasis en el original). Siendo
esta una noción meta-antropológica, intentaré explicar como veo su aplicación al caso del
discurso de Balbuena. La negación de coetaneidad es un instrumento teórico que desvela
las implicaciones políticas –de poder- que tiene el discurso antropológico: el que tiene la
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palabra, la emplea para alejar temporalmente al Otro con categorías como salvaje,
primitivo y, por ende, susceptible de ser dominado, necesitado de ser civilizado o, al fin
de cuentas, sustituible por el más apto.
El alejamiento del indígena en el tiempo –es un ser de un pasado, perteneciente a
“las quimeras / del principio del águila y la tuna” (69)- y en el espacio –ya se vio como
en la Introducción el indio aparece en el risco de un monte- justifica la labor colonizadora
del español, que se construye discursivamente a sí mismo afirmándose como más apto,
como ser moral, tecnológica, política y, en una palabra, humanamente superior. El ámbito
del discurso, por etéreo que pueda parecer, es un campo donde se dirimen batallas por
alcanzar el poder, el acceso a las cosas y a los espacios; luchas de poder por ocupar un
tiempo y un espacio que no quieren ser compartidos. Eso es lo que puedo responder, en
defensa de mi lectura poscolonial, a Georgina Sabat-Rivers quien asegura que: “No le
pedimos a Balbuena lo que no nos podía entregar; él es anterior a la crítica del
colonialismo.” (61) Será anterior a la crítica, pero uno de los muchos que habla la retórica
imperial.Y me atrevo además a contrastar la siguiente afirmación de Daniel Torres: “A la
alabanza laudatoria, el sobrepujamiento, el apóstrofe o panegírico que es Grandeza
mexicana sería absurdo acusarlo como texto poético por lo que no es: carta de relación de
la ciudad e Indias, sino una epístola poema, una utopía poética ideal de la belleza colonial
citadina ante los ojos del europeo admirado” (91). De acuerdo estoy con Torres en no
pedir veracidad y apego a “la realidad” a un poema, sin embargo creo valioso señalar la
dimensión política del juego discursivo del poeta que, al afirmar hasta el cansancio ese
prodigio citadino, niega la coetaneidad a la mayoría de sus habitantes, los indios,
relegándolos a ocupar las áreas menos favorecidas. Johannes Fabian lo dice así: “After
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all, it is not difficult to transpose from physics to politics one of the most ancient rules
which states that it is impossible for two bodies to occupy the same space at the same
time.” (29)
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Bibliografía
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Torres, Daniel “De la utopia poetica en Grandeza mexicana de Bernardo de Balbuena”
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