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 Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo Facultad de Filosofía “Samuel Ramos” Maestría en Filosofía de la Cultura La prohibición y los fármacos visionarios: un análisis discursivo. Por: Tláloc Humberto Mata Zamora Teoría del Lenguaje y la Cultura Dr. Carlos González Dipierro 14 de Julio de 2015

Ensayo Teoría del Lenguaje y la Cultura (Drogas)

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Reflexión desde la teoría del lenguaje del discurso prohibicionista

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  • Universidad Michoacana de San Nicols de

    Hidalgo

    Facultad de Filosofa Samuel Ramos

    Maestra en Filosofa de la Cultura

    La prohibicin y los frmacos visionarios: un anlisis

    discursivo.

    Por: Tlloc Humberto Mata Zamora

    Teora del Lenguaje y la Cultura

    Dr. Carlos Gonzlez Dipierro

    14 de Julio de 2015

  • 2La prohibicin y los frmacos visionarios: un anlisis discursivo.

    El presente texto tiene como objetivo hacer un anlisis discursivo de la inclusin

    de los frmacos visionarios en el discurso prohibicionista en el Convenio sobre

    sustancias sicotrpicas de 1971. Se tomar como base terica el concepto de

    acto perlocucionario en Austin y Searle y la construccin de objetos y conceptos,

    como la modalidad de exclusin discursiva de la Teora del Discurso de Michel

    Foucault.

    En un primer apartado se clarificarn los conceptos base de la investigacin,

    para pasar a la caracterizacin de los frmacos visionarios fuera de las

    construcciones del discurso prohibicionista. Finalmente en el tercer apartado se

    realizar el anlisis en forma, discutiendo previamente el contexto de la

    prohibicin de estas sustancias en Mxico y Estados Unidos aterrizando la

    cuestin con el anlisis de algunos puntos del Convenio de 1971.

    Teora: Discurso y actos de habla.

    Recuerda Gilles Deleuze, en una conversacin con Michel Foucault, que la

    teora funciona como una caja de herramientas, como unos lentes que sirven

    como aparatos de combate (Foucault, 1992, p. 58). En este sentido, el presente

    apartado clarifica las herramientas que servirn para analizar la inclusin de los

    frmacos visionarios en el discurso de prohibicin de ciertas sustancias

    alteradoras del nimo en la segunda mitad del siglo XX.

    Como se mencion en la introduccin, las ideas que fundamentarn el anlisis

    discursivo posterior estn relacionadas con la Teora del discurso de Michel

    Foucault y con la Teora de los actos de habla de Austin y Searle.

    Es menester definir los conceptos clave. Foucault entiende al discurso como el

    conjunto de enunciados que dependen de un mismo sistema de formacin

    (Foucault, 2010, p. 140). En cuanto al sistema de formacin se puede decir de

    manera general que hace referencia a la formacin de objetos, las posiciones de

    los sujetos, el uso de determinados conceptos y de la eleccin de estrategias

  • 3tericas (Foucault, 2010, p. 150). Cabe mencionar que el concepto de enunciado

    en Michel Foucault, tiene el mismo sentido que la nocin de acto de habla de

    Austin y Searle (Dreyfus & Rabinow, 2001, p. 73).

    Pero Qu es un acto de habla? De manera general es posible responder a

    dicha cuestin con la nocin del uso reglado de un lenguaje natural, poniendo el

    acento en el cambio en las relaciones entre los sujetos y los objetos. Los usos

    son diferentes, por lo que es posible distinguir diferentes modos de utilizar los

    actos de habla (Austin, 1998, p. 143). Surgen as tres categoras de actos de

    habla: 1) actos locucionarios, cuando se dice algo, 2) actos ilocucionarios,

    llevar acabo una accin diciendo algo y 3) perlocucionarios, cuando el decir algo

    tiene consecuencias ms all del efecto de comprensin (Austin, 1998, pp.

    144,150) (Searle, 1994, p. 34)

    Existe la dificultad de diferenciar entre los efectos de comprensin de un acto

    ilocucionario y las consecuencias que los convertiran en un acto

    perlocucionario. Austin (1998, p. 162) nos recuerda que es muy distinto tener

    efectos a generar consecuencias y Searle (1994, p. 55) complementa la idea

    estableciendo que la comprensin de lo dicho no es una consecuencia adicional,

    por lo que no puede ser considerada como perlocucionaria. En ese sentido, los

    actos perlocucionarios van ms all del querer decir algo para generar

    comprensin en el oyente (Searle, 1994, p. 51). Este ms all hace referencia a

    las consecuencias, queridas o no, puesto que el tramo de consecuencias de lo

    que se dice es indefinido, es decir, porque decimos algo, hacemos algo que no

    se agota en el fenmeno de la comprensin (Austin, 1998, pp. 150-153).

    Lo anterior conecta con la idea foucaultiana de que el discurso no es esa

    delgada superficie de contacto entre una realidad y una lengua (Foucault, 2010, p.

    68). Y esto a su vez con la idea de Searle (1994, p. 59) de que el lenguaje no

    puede adaptarse al modelo de conocimiento de las ciencias naturales, entendido

    como la representacin conceptual de hechos brutos, dado que en el lenguaje

    hay prcticas que no caben en esa representacin. Hablar es algo ms que

  • 4traducir hechos brutos en conceptos universales. Lo que se predica de los

    objetos, son expresiones y no universales.

    En relacin con la verdad, es tambin de las expresiones de las que se puede

    decir que son verdaderas o falsas de objetos. Incluso hay expresiones

    referenciales que identifican y separan un objeto (Searle, 1994, p. 35) con una

    carga que supera su condicin fctica. Adems las palabras no adquieren su

    significado porque tengan una relacin transparente con una verdad objetiva.

    Las palabras se explicitan de acuerdo al contexto en que son emitidas (Austin,

    1998, p. 144).

    Foucault lleva el anlisis al nivel histrico y establece las condiciones de la

    separacin entre verdad y falsedad, separacin que es arbitraria, modificable,

    institucional y violenta. Tambin establece principios de mtodo para el anlisis

    discursivo: a) principio de discontinuidad, que hace referencia a la discontinuidad

    de las prcticas discursivas y a la positividad de su contenido, es decir, que no

    esconden verdades fundamentales, b) principio de especificidad, no hay

    significaciones previas, el discurso es violencia contra las cosas, una prctica

    que le imponemos y c) principio de exterioridad, el anlisis discursivo no tiene

    por objeto ir al ncleo interior del discurso, sino a sus condiciones externas de

    posibilidad (Foucault, 1992, pp. 8,33).

    El problema surge porque desde Platn, el discurso verdadero es aquel que

    viene de la mano con el ejercicio del poder. Occidente ha establecido una

    voluntad de verdad, basada en un soporte y una distribucin institucional que

    funciona como sistema de exclusin. La exclusin se activa con aquellos

    discursos que buscan soslayar la voluntad de verdad. Como ejemplo utiliza el

    sistema penal, que primero se intent justificar con una teora del derecho y

    despus en discursos verdaderos de la psicologa, la sociologa, la medicina y

    la psiquiatra. (Foucault, 1992, pp. 9-12). Por lo tanto la sospecha de que hay

    ciertas funciones, peligros y poderes detrs de los discursos se justifica

    (Foucault, 1992, p. 4).

  • 5De acuerdo a lo expuesto en el prrafo anterior, es importante mencionar que

    mientras los anlisis de Austin y de Searle se centran en el uso cotidiano de la

    lengua, el trabajo de Foucault se centra en lo que se puede llamar anlisis de los

    actos de habla serios (Dreyfus & Rabinow, 2001). Sin duda salta a la vista el

    enfoque poltico de Foucault en comparacin con el enfoco puramente lingstico

    de Searle y Austin.

    Si bien las categoras foucaultianas se relacionan ms con un anlisis de un

    discurso hegemnico como el de la prohibicin de las drogas, tambin es

    necesaria la idea de los actos de habla perlocucionarios, para dar cuenta, como

    se ver ms adelante, de las consecuencias del discurso prohibicionista.

    Profundizando en las ideas de Foucault, es posible encontrar la categorizacin

    de las funciones discursivas. La primera tiene que ver con conjurar poderes y

    peligros en el discurso, la segunda con dominar el acontecimiento aleatorio y la

    tercera esquivar la materialidad discursiva. Para propsitos del ensayo se

    rescata el punto nmero uno. Foucault menciona que dentro de esta funcin

    discursiva, es el principio de exclusin el que ms se ha utilizado en occidente,

    como ya se mostr lneas atrs. El principio de exclusin se puede dar mediante

    una referencia a lo prohibido o por medio de la separacin y el rechazo (Foucault,

    1992, pp. 5-6). Hay tambin una restriccin para los que pueden hablar

    efectivamente, en otras palabras, no cualquiera puede emitir cualquier discurso

    (Foucault, 1992, p. 24)

    Lo anterior no significa que se pueda entender al discurso solamente desde una

    perspectiva represiva y sin salida, solo que dicha funcin es la que sirve para

    ejemplificar el discurso prohibicionista. Al respecto comenta el filsofo francs

    que tambin es el discurso por lo que y por medio de lo cul se lucha (Foucault,

    1992, p. 6). De esta manera toda resistencia tendr que ser discursiva.

    Los puntos anteriores se refieren a la parte que Foucault denomina crtica y que

    se enfocan en la cuestin de la exclusin discursiva. A continuacin se

  • 6caracterizarn los puntos tericos de la parte genealgica, relacionados con el

    poder del discurso para constituir dominios de objetos de los cules se podra

    afirmar o negar proposiciones verdaderas o falsas (Foucault, 1992, p. 43)

    El discurso adquiere su unidad porque los actos de habla que lo componen

    tienen un dominio asociado (Dreyfus & Rabinow, 2001, p. 79) o un transfondo

    institucional (Searle, 1994, p. 60). En otras palabras el discurso adquiere

    significacin por el entramado de prcticas discursivas que lo sustentan (Dreyfus

    & Rabinow, 2001, p. 85) cuyo trasfondo se encuentra institucionalizado por la

    gramtica y por las convenciones del uso de los actos de habla. As es posible

    distinguir una funcin enunciativa, donde el trasfondo no hace referencia a

    hechos realidades o seres, sino que hace referencia a la puesta en juego del

    enunciado y todo el campo adyacente que remite a otros enunciados (Foucault,

    2010, pp. 120,128-130)

    Retomando la idea de la historicidad del discurso y del entramado de prcticas

    discursivas es posible afirmar que las formaciones discursivas producen el

    objeto del cual hablan (Dreyfus & Rabinow, 2001, p. 88) Los objetos emergen de

    las formaciones discursivas, no hay una preexistencia de stos (Foucault, 2010,

    pp. 47,48, 62,63). Foucault establece que es necesario sustituir la idea del tesoro

    inagotable de sentido en las cosas previas al discurso, por la de la formacin

    regular de objetos que solo en l se dibujan (Foucault, 2010, p. 67).

    Para finalizar este apartado terico es conveniente remitir a la formacin de

    conceptos. Al igual que con los objetos, las prcticas discursivas generan

    conceptos. Al tener una formacin histrica, los conceptos no refieren ni a la

    idealidad, ni a la existencia emprica de las ideas (Foucault, 2010, p. 85).

    Teniendo presente el marco conceptual, el siguiente apartado conceptualizar a

    los frmacos visionarios antes de entrar de lleno al anlisis de la introduccin de

    stos al discurso prohibicionista.

    Frmacos visionarios: un discurso fuera de la prohibicin.

  • 7Buscando generar un mayor contraste con los enunciados que clasificaron como

    sustancias prohibidas a los frmacos de excursin psquica, el presente

    apartado rescatar un discurso muy distinto de estos frmacos que se apoya en

    el uso tradicional en sociedades no occidentales y en el potencial para integrar

    nuevos usos de forma positiva a la vida cultural de occidente.

    A nivel histrico, es innegable la relacin milenaria del ser humano con el mundo

    vegetal, particularmente con aquellas plantas que producen sustancias que

    pueden influir en las profundidades de la mente y el espritu del hombre. Son

    este tipo de plantas con efectos maravillosos, inexplicables y hasta pavorosos

    sobre las que se ha creado todo un entramado de relaciones culturales (Schultes

    & Hofmann, 2010, p. 7). Aunque existen derivados sintticos que pueden ser

    clasificados como frmacos visionarios, el uso tradicional se vincula con el

    consumo de ciertas plantas, hongos y ciertos brebajes1. Lo anterior es

    importante porque resalta la relacin inmemorial con sustancias de este tipo.

    El uso de plantas psicoactivas puede rastrearse en todas las sociedades y en

    todas las geografas (Schultes & Hofmann, 2010, p. 64; Escohotado, 2008, p. 107). El

    uso de ese tipo de plantas puede ser el origen de la cultura, el chamanismo y la

    religin en general, puesto que tienen una capacidad para generar en el usuario

    nuevas y diferentes imgenes del mundo (Schultes & Hofmann, 2010, pp. 64,188).

    El punto anterior genera mucho debate, incluso Mircea Eliade, un importante

    terico de la religin y el chamanismo, crtica la postura anterior con el

    argumento de que el uso de sustancias para alcanzar una experiencia espiritual

    innovadora es una salida fcil y vulgar . Escohotado sospecha que detrs de la

    crtica de Eliade, est jugando el discurso prohibicionista (Escohotado, 2008, p. 55)

    1 Los frmacos visionarios naturales ms conocidos son los hongos psilocibios, el cacto peyote, el hongo Amanita Muscaria, la ayahuasca, iboga y la cannabis. Mientras que en lo sintticos encontramos la LSD-25, la MDMA, DMT, 2-CB. Para mayores referencias Cfr: Apndice: fenomenologa de las drogas Frmacos visionarios en Escohotado, A. (2008). Historia general de las drogas. Madrid: Espasa Calpe. Pp. 1289-1366

  • 8Es cierto que estas sustancias se pueden categorizar a nivel general con todos

    los frmacos, es decir, pueden ser medicina o veneno, no una cosa ni la otra

    (Escohotado, 2008, p. 135) pero su particularidad recae en que poseen

    caractersticas muy distintas a los frmacos de la paz o los de la energa:

    caracterizndose por su potencial de alteracin de los procesos racionales y

    emocionales, mrgenes de seguridad muy amplios, carencia de tolerancia o con

    una tolerancia que se desarrolla muy rpido en algunos casos y con la

    imposibilidad de hablar de una dependencia fsica (Escohotado, 2008, p. 1289)

    Aun tomando en consideracin las caractersticas generales expuestas en el

    prrafo anterior, no hay consenso en la conceptualizacin de este tipo de

    frmacos. Ya Hofmann y Schultes (2010, pp. 12,13) en el clsico libro Plantas de

    los dioses discuten este asunto. Estos autores encuentran que de manera

    general es posible entender a estos frmacos como narcticos, pero dicha

    clasificacin es forzada, puesto que no se enfoca en la particularidad de los

    efectos. Se ha propuesto otros nombres como Psicodlicos, Eidticos,

    Phantstica y el ms comn Alucingenos. Si bien este ltimo tambin es un

    trmino impreciso, es el que deciden usar, reconociendo que no todos estas

    plantas producen alucinaciones en sentido estricto. Tambin se a propuesto el

    trmino entegenos2, aunque este contiene una carga religiosa.

    Escohotado (Escohotado, 2008) por su parte utiliza el trmino frmacos o drogas

    visionarias o de excursin psquica. Conceptos que tocan un punto esencial de

    los efectos de dichas drogas. Puesto que un efecto caracterstico es el producir

    fuertes cambios psquicos, sin que haya una perdida de la conciencia. El efecto

    puede incluir cambios en la percepcin de la propia subjetividad, que se

    traducen en una significacin profunda y diferente del mundo, incluso llegando a

    2 Dadas su caractersticas se propuso el uso del neologismo entegenos, que proviene del griego en theos genos, dando el sentido de generar lo divino. Vocablo propuesto por un grupo de especialistas en etnomicologa, quines consideraron que la palabra conservaba las resonancias culturales evocadas en la ingestin de ciertas sustancias vegetales. Cfr. Glockner, J. (2006). Drogas y entegenos. Reflexiones en torno a un problema cultural. In J. Glockner, & E. Soto, La realidad alterada. Drogas, entegenos y cultura (pp. 11-38). Mxico DF: Random House Mondadori.

  • 9la experiencia mstica (Schultes & Hofmann, 2010, pp. 14, 189). La experiencia

    exttica es como una muerte en vida que se traduce en una serenidad beatfica.

    Los frmacos visionarios pueden borrar la falta de contacto con nuestras

    realidades ms ntimas. (Escohotado, 2008, pp. 53,1295), aspecto que los hace

    atractivos para la terapia psicolgica, psiquitrica y para la investigacin en

    diferentes ciencias humanas.

    Otro aspecto resaltable de los frmacos visionarios es que stos no son

    sustancias muy familiares dentro de las manifestaciones culturales de occidente.

    Si bien hay un antecedente muy importante en el mundo grecolatino con los

    Misterios de Eleusis, donde se consuma cierta sustancia3 y cuya experiencia

    enseaba como vivir (Escohotado, 2008, pp. 158-160), no es sino hasta el

    contacto con el nuevo mundo y posteriormente hasta el siglo XIX y las primeras

    dcadas del XX cuando un grupo reducido de cientficos y artistas tuvieron

    relacin con estas sustancias.

    Las drogas visionarias han sido las menos atractivas por un lado y las ms

    sospechosas por el otro desde la visin cultural de Occidente. Al no tener una

    tradicin relacionada con stas, los primeros encuentros resultaron desastrosos.

    Bastan dos ejemplos, el primero es la condena de la Inquisicin espaola al

    consumo de peyote en 1638, por ser una prctica demonaca y la condena en

    Egipto por parte del ejrcito francs al uso de Hachs en 1800. En ambas

    situaciones se encuentra en juego el poder discursivo de la autoridad colonial

    que menosprecia las costumbres nativas, sin molestarse en intentar

    comprenderlas (Escohotado, 2008, pp. 112,113-469,470).

    Pero no todo el contacto ha sido negativo. A nivel terico en el siglo XIX el

    filsofo alemn Friedrich Nietzsche reconoca la importancia de la excursin

    psquica como contrapeso al imperio de la racionalidad superficial (Escohotado,

    3 Presumiblemente agua y harina contaminada con el hongo Claviceps purpurea, que contiene un compuesto precursor de la LSD-25, que tambin es psicoactivo. Cfr. Escohotado, A. (2008). Historia general de las drogas. Madrid: Espasa Calpe. Pp.158-170

  • 10

    2008, p. 492). Si bien no est documentado el uso de drogas visionarias por parte

    de Nietzsche, su idea rescata esa embriaguez que modifica nuestra significacin

    del mundo, para llevarla a profundidades inimaginables para la razn.

    Tambin en el siglo XIX, diversos personajes de la cultura europea recurrieron a

    la auto-experimentacin con drogas visionarias, donde descubrieron la

    potencialidad de dichos frmacos para generar otras formas de conciencia, otros

    estados anmicos. Dentro de ests experiencias resalta la del farmaclogo

    berlins L. Lewin que en su experiencia con peyote reconoce la utilidad de la

    experiencia visionaria y adems expresa la comprensin del sentido sagrado

    que tiene dicho cacto para los indgenas americanos. Cabe mencionar que

    Lewin estaba en contra del uso ms all de lo mdico de la cocana y la morfina

    (Escohotado, 2008, pp. 484,486-488).

    Para terminar este apartado resulta til rescatar la reflexin de Hofmann y

    Schultes (2010, p. 22) quienes aceptan que incluso cuando la ciencia puede dar

    cuenta de las sustancias qumicas que provocan los efectos de las drogas

    visionarias, no puede explicar porque existen sustancias con efectos tan

    marcados en las funciones mentales y emocionales del hombre.

    Teniendo una idea no mediada por el discurso prohibicionista de los frmacos de

    excursin mental, es momento de analizar los enunciados que identifican a estas

    drogas como sustancias sin utilidad mdica y propensas al abuso, junto con la

    herona y la cocana, sustancias muy diferentes desde la concepcin del

    farmaclogo Lewin, como ya se vio lneas atrs.

    Frmacos visionarios y el discurso de la prohibicin.

    Para dar cuenta de manera general de las condiciones de posibilidad (Foucault,

    1992) de la inclusin de las drogas visionarias en el discurso prohibicionista

    internacional es necesario revisar el contexto previo de estas sustancias en

    Estados Unidos y en Mxico. Ambos casos adquieren relevancia porque fueron

    las directrices norteamericanas las que se han impuesto histricamente en

  • 11

    materia de drogas, son las que se ratificaron en 1971 e incluyeron a los

    entegenos (Escohotado, 2008, p. 890) y el caso mexicano es importante debido a

    que varios pueblos indgenas consideran como parte vital de sus prcticas

    culturales la utilizacin de frmacos visionarios (Schultes & Hofmann, 2010).

    Antes de la normatividad internacional, en los Estados Unidos exista una

    preocupacin por el uso del peyote. Misma que se tradujo en varias

    legislaciones represivas en algunos estados y que conllevo a una situacin de

    irregularidad. Es en la dcada de los 60 y 70 que el congreso de ese pas

    establece que los indios americanos tienen derecho a utilizar el peyote con fines

    religiosos (Anderson, 2007, p. 181).

    El problema del peyote tuvo arreglos legales lo que motivo a Timothy Leary a

    buscar establecer una especie de iglesia de la LSD en la mitad de la dcada de

    1960. El problema fue que el consumo de LSD se relacionaba con ciertos grupos

    contraculturales que no comulgaban con los valores hegemnicos de la cultura

    estadounidense. Aun con eso la LSD-25 era utilizada para fines mdicos desde

    los aos 50 y su prestigio en la comunidad cientfica creca (Escohotado, 2008, pp.

    858,859)

    Retomando la idea foucaultiana (Foucault, 1992) de que el discurso verdadero

    siempre va de la mano del poder, surge en 1966 un tipo de discurso oficial que

    caracterizaba a la fiebre psicodlica como un peligro mayor que la Guerra de

    Vietnam (Escohotado, 2008, p. 863). La idea era comenzar a equiparar a los

    frmacos visionarios con otras sustancias que el pblico ya reconoca como

    peligrosas: herona, cocana y cannabis4. El problema surge porque el lenguaje

    no traduce hecho brutos de la realidad (Searle, 1994) y la categora lingstica de

    droga es muy vaga. As los intentos de querer aplicar una poltica de control

    para una sustancia como la LSD, como si fuera opio o cocana resultaron

    ilusorios (Escohotado, 2008, p. 864). Con la prohibicin de la LSD slo se logro que

    4 Aunque el cannabis puede ser clasificado como frmaco visionario, su desarrollo histrico y su relacin con las sociedades occidentales tiene una historia aparte.

  • 12

    aparecieran muestras adulteradas de esta droga en las calles y que de la noche

    a la maana, por medio de ciertos actos de habla serios (Dreyfus & Rabinow,

    2001) la LSD pas a ser la droga de la locura, concepto alimentado por leyendas

    urbanas y la exageracin de ciertos episodios muy espordicos relacionados con

    consumo de sta (Escohotado, 2008, pp. 865, 870, 871).

    En el mismo ao de 1966, cuando los funcionarios encargados de aplicar la

    poltica restrictiva del acido5 acudieron a testificar al senado estadounidense. El

    senador R. Kennedy los cuestion sobre el fundamento de la poltica

    prohibicionista, argumentando que su esposa, varios aos atrs haba asistido a

    terapia con LSD, con resultados fantsticos y que la informacin que se

    presentaba a la comisin pareca hacer referencia a otro objeto (Escohotado,

    2008, p. 866). Sus cuestionamientos no fueron respondidos y al final todo qued

    en una ancdota curiosa que da cuenta de la verdad arbitraria y construida en

    un contexto especfico de un frmaco visionario como la LSD.

    Teniendo como teln de fondo lo expuesto anteriormente, en 1971 Richard Nixon

    declara que las drogas son el enemigo pblico nmero uno de los Estados

    Unidos (Escohotado, 2008, p. 880). Acto de habla perlocucionario (Austin, 1998) por

    las consecuencias que tendr al internacionalizarse el discurso prohibicionista.

    Una de esas consecuencias es la poltica de seguridad mexicana que ha

    desembocado en violencia y falta de Estado de Derecho (Prez Domnguez, 2013)

    Antes de pasar al contexto mexicano es importa recalcar un dato sorprendente

    relacionado con el consumo de somnferos y tranquilizantes hechos y

    comercializados por grandes corporativos farmacuticos. En 1964 25% de las

    mujeres mayores de cuarenta aos manifestaban dependencia a este tipo de

    sustancias. El dato sorprende porque como se ver lneas ms adelante, la

    justificacin de la prohibicin tiene mucho que ver con la idea de evitar la

    dependencia (ONU, 1971, p. 9). Los enunciados del Convenio con respecto a los

    5 Nombre callejero de la LSD

  • 13

    frmacos de excursin psquica resaltan su propia arbitrariedad puesto que

    como se plante en el segundo apartado de este trabajo, estos frmacos no

    generan la dependencia que se pretende evitar.

    En Mxico la regulacin de las drogas comienza con la creacin del Consejo de

    Salubridad para atacar el vicio de la intoxicacin en 1915, pero no es hasta 1926

    cuando se crea un nuevo cdigo sanitario que prohbe todas las sustancias

    polmicas de la poca, pero no incluye a los frmacos visionarios mexicanos

    (Vargas, 2006).

    Es hasta 1973 con la firma del convenio del 71 que ingresan stas a la

    prohibicin nacional (Bunster, 2011). Es importante mencionar que en la redaccin

    de dicho convenio hay una reserva a su aplicacin que excluye a los pueblos

    indgenas de la adopcin de medidas de carcter represivo por el uso ancestral

    de plantas. La reserva tambin menciona que estos pueblos tiene grupos

    reducidos, claramente determinados y que su uso se garantiza ya que tiene un

    fin mgico-religioso (Camino, 2013).

    As la norma internacional garantiza el uso ancestral de algo que esta misma

    normatividad reconoce como intil y propenso al abuso. Dentro de esa salvedad

    a los grupos indgenas no existe una explicacin detallada y un argumento que

    vaya ms all del respeto por la tradicin en el sentido de clarificar como se

    permiten ciertos estados mentales considerados perniciosos, a ciertos grupos

    humanos, histricamente explotados, mientras que su uso queda totalmente

    prohibido a todo individuo que no pertenezca a dicho grupo cultural (Camino,

    2013). Indudablemente est operando un principio de exclusin.

    An con dicha reserva en 1977 en el encuentro sobre Derechos religiosos de los

    pueblos indgenas se denuncia el acoso por parte de las autoridades cuando

    estos pueblos utilizan sus plantas ancestrales (Glockner, 2006, p. 11). En la

    prctica todo uso es problemtico.

  • 14

    Hay dos puntos interesantes para el anlisis en el caso mexicano. El primero

    relacionado con la veracidad de los criterios de clasificacin, que remite

    nuevamente a la arbitrariedad conceptual y el segundo con las consecuencias

    de reproducir ciertos enunciados que contradicen el conocimiento y las prcticas

    culturales de sujetos cuya experiencia con los frmacos visionarios rebasa por

    mucho a los expertos que emiten esos actos de habla. Los usuarios ancestrales

    tiene una posicin secundaria como sujetos dentro de este discurso

    prohibicionista, discurso que en general no da voz a los usuarios de drogas: hay

    una exclusin discursiva a la manera de Foucault (1992)

    La Convencin de 1971 prohibi los frmacos visionarios siguiendo la poltica

    estadounidense que comenz en 1966 (Escohotado, 2008). De la noche a la

    maana, por medio de declaraciones arbitrarias y sin la plena conciencia de las

    consecuencias de dicho discurso pasan a la Lista I, es decir las lista de

    sustancias estrictamente prohibidas (Escohotado, 2008, p. 887). Como se vio en la

    parte terica, la unidad discursiva se da por el campo adyacente de enunciados

    que adquieren sentido en su misma relacin (Foucault, 2010). El problema surge

    porque desde inicios del siglo XX los Estados Unidos construyeron un discurso y

    un concepto de narcotics en el que los entegenos no tienen, no tenan cabida.

    Se introdujeron a una categora discursiva sin que se justificar esa accin. El

    concepto droga no es una abstraccin de un objeto o hecho bruto, por lo tanto

    la aceptabilidad de una sustancia alteradora del nimo solo puede ser

    establecida por informacin disponible con respecto a ella, la situacin se torna

    problemtica cuando la informacin es inadecuada o invlida (Anderson, 2007) y

    desconociendo esto se propone determinada poltica, como sucedi con estos

    frmacos en dicha Convencin.

    Retomando el punto de la construccin del concepto de narcotics o

    estupefacientes es resaltable que en la Convencin del 71 se da un cambio al

    concepto de sicotrpicos (para poder abarcar a los nuevos integrantes de la

    lista). El concepto es definido de manera circular estableciendo que las

  • 15

    sustancias bajo esa categora son las incluidas en las listas internacionales. La

    defensa de ese concepto radicaba en que a primera vista y desde su origen

    etimolgico remita a la idea neutral de modificacin de la psique. Pero se

    introdujeron los conceptos de uso indebido y efectos nocivos: uso indebido

    cuando el usuario no cuente con la autorizacin de la autoridad competente y

    efectos nocivos cuando la autoridad as lo estime (Escohotado, 2008, pp. 888,904;

    ONU, 1971). Tanto el concepto de sicotrpico, como el de efectos nocivos y uso

    indebido dan cuenta de la mediacin institucional en la construccin de

    conceptos.

    Despus de firmada la Convencin las antiguas plantas de los dioses y

    algunas molculas sintticas pasan a ser sicotrpicos y no solo eso, se

    convierten en sustancias estrictamente prohibidas, aun cuando carecen de

    potencial de adiccin, con toxicidad irrisoria y entendidas histricamente como

    ampliadoras de conciencia (Escohotado, 2008, p. 892).

    El absurdo de dicha clasificacin crece cuando al revisar el Convenio se da

    cuenta de que las anfetaminas y las metanfetaminas estn en la Lista II, son

    consideradas menos peligrosas y con un mayor potencial que los frmacos

    visionarios (ONU, 1971, p. 32).

    Finalmente se rescatan dos enunciados muy tiles para ejemplificar las

    consecuencias de stos en la construccin de ciertas expresiones referenciales

    muy populares hoy en da cundo se habla en general de las drogas,

    especficamente con el concepto popular de droga y de drogadicto. El primero

    es el objetivo que se plantea el Convenio, que establece la preocupacin de los

    Estados por la salud fsica y moral de la humanidad con miras a evitar

    problemas sociales y sanitarios (ONU, 1971, p. 7). El segundo es el objeto al que

    se dirige dicho objetivo, es decir los sicotrpicos que provocan trastornos de la

    funcin motora, del juicio, del comportamiento, de la percepcin o del estado de

    nimo (Escohotado, 2008, p. 893; ONU, 1971). Pero se pregunta junto con

    Escohotado (2008, pp. 893,907) acaso el alcohol, el caf o el Valium no entran

  • 16

    en esa categora? La respuesta oficial es que no, puesto que las drogas

    peligrosas, son las drogas prohibidas. Se completa la labor perlocucionaria

    (Austin, 1998; Searle, 1994) del discurso prohibicionista, puesto que todo uso de

    los frmacos visionarios ser significado como un uso indebido, problemtico

    puesto que se relacionara con las expresiones referenciales (Searle, 1994) de

    droga y de drogadicto, donde todo usuario es visto como alguien que no se

    respeta a si mismo, ni a su comunidad cuya salud fsica y mental est

    deteriorada, su moral es dudosa y representa un problema para la comunidad,

    es decir se da un proceso de exclusin con base en categora lingsticas de

    objetos que tambin fueron construidos en el discurso (Foucault, La arqueologa

    del saber, 2010). Existe tal confusin que el antroplogo Julio Glockner en un

    trabajo sobre entegenos tiene que caracterizar las diferencias entre una droga

    como la herona y un frmaco visionario como los hongos psilocibios con los

    relatos del uso de herona del poeta Allan Ginsberg y las experiencias msticas

    de Mara Sabina (Glockner, 2006). Al leer ese texto se comprueba la obvia

    distancia entre dos objetos que son entendidos bajo la misma categora de

    sustancias estrictamente prohibidas

    Conclusin.

    A nivel terico el anlisis lingstico no tiene porque remitir a una teora total del

    lenguaje, ya que el fenmeno de los usos del lenguaje es muy amplio y por lo

    tanto la utilidad de los conceptos debe medirse con respecto a los usos que se

    buscan analizar.

    En el presente anlisis las categora de actos perlocucionarios, la produccin de

    objetos y conceptos y la exclusin discursiva fueron las adecuadas debido a que

    se analizaban ideas materializadas en documentos de carcter jurdico y en

    enunciados arbitrarios que se presentaron como plenamente justificados. Esos

    enunciados generaron consecuencias visibles en la confusin general que

    identifica a los entegenos como sustancias muy parecidas a la cocana o al

  • 17

    opio, siendo que incluso esas dos sustancias tampoco se podran caracterizar

    de la misma manera. El discurso prohibicionista solo ha generado ignorancia y

    confusin.

    La inclusin de los frmacos visionarios en la Lista I en el Convenio de 1971 es

    solo una muestra de la violencia que se ha ejercido discursivamente para llegar

    a concepciones homogenizantes con respecto a pluralidad de frmacos y de

    usos. Los entegenos tienen al menos tres usos que se deben rescatar: las

    posibilidades mdicas, el respeto por el uso tradicional y la bsqueda de nuevos

    usos tanto a nivel recreativo como religioso. Mucho del problema se inici por la

    inclusin de las drogas visionarias a la categora de drogas de abuso, quiz es

    posible comenzar a generar nuevas concepciones de estas sustancias por

    medio de un cambio que puede comenzar a nivel lingstico, produciendo

    enunciados que ayuden a entender la pluralidad de las drogas, a distinguir entre

    las distintos tipos y aceptar que no todos los usos son problemticos como se

    piensa desde los documentos prohibicionistas. yendo ms all de la concepcin

    general de sustancias nocivas con propensin al abuso. Se debe buscar la

    posibilidad de recuperar y generar nuevos discursos y otras concepciones que

    permitan renovar la relacin con sustancias como los frmacos visionarios,

    sustancias con mucha potencialidad pero que debido a la sombra de nociones

    negativas que se han construido en torno stos no ha sido posible explotar.

    Finalmente son muy rescatables algunas ideas de Octavio Paz con respecto a

    estos frmacos, ideas que lanza justo despus de su condena nacional e

    internacional y que desde mi punto de vista pueden servir como base a una

    discusin ms profunda de la clasificacin y los usos potenciales de estas

    sustancias. Desde su punto de vista no se castiga un crimen, sino una hereja,

    ya que ests sustancias abren las puertas de nuestro mundo y nos enfrentan a

    nuestros fantasmas (Paz, Conocimiento, drogas, inspiracin, 2000, p. 82). La

    desconfianza que provocaron esta relacionada con la idea de que representan

    una experiencia ms all de la moral del bien y del mal tan arraigada en

    occidente y al desafo contra las nociones de actividad, utilidad, trabajo y

  • 18

    progreso (Paz, El banquete y el hermitao, 2000). La condena fue moral y se

    present como cientfica, con el noble objetivo de liberar a la humanidad del mal

    de las drogas. Mal que remite a una construccin discursiva histrica y que

    difcilmente puede estar encarnado en frmacos como los visionarios.

    Hoy con el fracaso del discurso prohibicionista visible en todos los frentes es

    necesario comenzar a generar discursos que soslayen la voluntad de verdad

    que est en juego detrs de los discursos de prohibicin de las drogas.

  • 19

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