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Reflexión desde la teoría del lenguaje del discurso prohibicionista
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Universidad Michoacana de San Nicols de
Hidalgo
Facultad de Filosofa Samuel Ramos
Maestra en Filosofa de la Cultura
La prohibicin y los frmacos visionarios: un anlisis
discursivo.
Por: Tlloc Humberto Mata Zamora
Teora del Lenguaje y la Cultura
Dr. Carlos Gonzlez Dipierro
14 de Julio de 2015
2La prohibicin y los frmacos visionarios: un anlisis discursivo.
El presente texto tiene como objetivo hacer un anlisis discursivo de la inclusin
de los frmacos visionarios en el discurso prohibicionista en el Convenio sobre
sustancias sicotrpicas de 1971. Se tomar como base terica el concepto de
acto perlocucionario en Austin y Searle y la construccin de objetos y conceptos,
como la modalidad de exclusin discursiva de la Teora del Discurso de Michel
Foucault.
En un primer apartado se clarificarn los conceptos base de la investigacin,
para pasar a la caracterizacin de los frmacos visionarios fuera de las
construcciones del discurso prohibicionista. Finalmente en el tercer apartado se
realizar el anlisis en forma, discutiendo previamente el contexto de la
prohibicin de estas sustancias en Mxico y Estados Unidos aterrizando la
cuestin con el anlisis de algunos puntos del Convenio de 1971.
Teora: Discurso y actos de habla.
Recuerda Gilles Deleuze, en una conversacin con Michel Foucault, que la
teora funciona como una caja de herramientas, como unos lentes que sirven
como aparatos de combate (Foucault, 1992, p. 58). En este sentido, el presente
apartado clarifica las herramientas que servirn para analizar la inclusin de los
frmacos visionarios en el discurso de prohibicin de ciertas sustancias
alteradoras del nimo en la segunda mitad del siglo XX.
Como se mencion en la introduccin, las ideas que fundamentarn el anlisis
discursivo posterior estn relacionadas con la Teora del discurso de Michel
Foucault y con la Teora de los actos de habla de Austin y Searle.
Es menester definir los conceptos clave. Foucault entiende al discurso como el
conjunto de enunciados que dependen de un mismo sistema de formacin
(Foucault, 2010, p. 140). En cuanto al sistema de formacin se puede decir de
manera general que hace referencia a la formacin de objetos, las posiciones de
los sujetos, el uso de determinados conceptos y de la eleccin de estrategias
3tericas (Foucault, 2010, p. 150). Cabe mencionar que el concepto de enunciado
en Michel Foucault, tiene el mismo sentido que la nocin de acto de habla de
Austin y Searle (Dreyfus & Rabinow, 2001, p. 73).
Pero Qu es un acto de habla? De manera general es posible responder a
dicha cuestin con la nocin del uso reglado de un lenguaje natural, poniendo el
acento en el cambio en las relaciones entre los sujetos y los objetos. Los usos
son diferentes, por lo que es posible distinguir diferentes modos de utilizar los
actos de habla (Austin, 1998, p. 143). Surgen as tres categoras de actos de
habla: 1) actos locucionarios, cuando se dice algo, 2) actos ilocucionarios,
llevar acabo una accin diciendo algo y 3) perlocucionarios, cuando el decir algo
tiene consecuencias ms all del efecto de comprensin (Austin, 1998, pp.
144,150) (Searle, 1994, p. 34)
Existe la dificultad de diferenciar entre los efectos de comprensin de un acto
ilocucionario y las consecuencias que los convertiran en un acto
perlocucionario. Austin (1998, p. 162) nos recuerda que es muy distinto tener
efectos a generar consecuencias y Searle (1994, p. 55) complementa la idea
estableciendo que la comprensin de lo dicho no es una consecuencia adicional,
por lo que no puede ser considerada como perlocucionaria. En ese sentido, los
actos perlocucionarios van ms all del querer decir algo para generar
comprensin en el oyente (Searle, 1994, p. 51). Este ms all hace referencia a
las consecuencias, queridas o no, puesto que el tramo de consecuencias de lo
que se dice es indefinido, es decir, porque decimos algo, hacemos algo que no
se agota en el fenmeno de la comprensin (Austin, 1998, pp. 150-153).
Lo anterior conecta con la idea foucaultiana de que el discurso no es esa
delgada superficie de contacto entre una realidad y una lengua (Foucault, 2010, p.
68). Y esto a su vez con la idea de Searle (1994, p. 59) de que el lenguaje no
puede adaptarse al modelo de conocimiento de las ciencias naturales, entendido
como la representacin conceptual de hechos brutos, dado que en el lenguaje
hay prcticas que no caben en esa representacin. Hablar es algo ms que
4traducir hechos brutos en conceptos universales. Lo que se predica de los
objetos, son expresiones y no universales.
En relacin con la verdad, es tambin de las expresiones de las que se puede
decir que son verdaderas o falsas de objetos. Incluso hay expresiones
referenciales que identifican y separan un objeto (Searle, 1994, p. 35) con una
carga que supera su condicin fctica. Adems las palabras no adquieren su
significado porque tengan una relacin transparente con una verdad objetiva.
Las palabras se explicitan de acuerdo al contexto en que son emitidas (Austin,
1998, p. 144).
Foucault lleva el anlisis al nivel histrico y establece las condiciones de la
separacin entre verdad y falsedad, separacin que es arbitraria, modificable,
institucional y violenta. Tambin establece principios de mtodo para el anlisis
discursivo: a) principio de discontinuidad, que hace referencia a la discontinuidad
de las prcticas discursivas y a la positividad de su contenido, es decir, que no
esconden verdades fundamentales, b) principio de especificidad, no hay
significaciones previas, el discurso es violencia contra las cosas, una prctica
que le imponemos y c) principio de exterioridad, el anlisis discursivo no tiene
por objeto ir al ncleo interior del discurso, sino a sus condiciones externas de
posibilidad (Foucault, 1992, pp. 8,33).
El problema surge porque desde Platn, el discurso verdadero es aquel que
viene de la mano con el ejercicio del poder. Occidente ha establecido una
voluntad de verdad, basada en un soporte y una distribucin institucional que
funciona como sistema de exclusin. La exclusin se activa con aquellos
discursos que buscan soslayar la voluntad de verdad. Como ejemplo utiliza el
sistema penal, que primero se intent justificar con una teora del derecho y
despus en discursos verdaderos de la psicologa, la sociologa, la medicina y
la psiquiatra. (Foucault, 1992, pp. 9-12). Por lo tanto la sospecha de que hay
ciertas funciones, peligros y poderes detrs de los discursos se justifica
(Foucault, 1992, p. 4).
5De acuerdo a lo expuesto en el prrafo anterior, es importante mencionar que
mientras los anlisis de Austin y de Searle se centran en el uso cotidiano de la
lengua, el trabajo de Foucault se centra en lo que se puede llamar anlisis de los
actos de habla serios (Dreyfus & Rabinow, 2001). Sin duda salta a la vista el
enfoque poltico de Foucault en comparacin con el enfoco puramente lingstico
de Searle y Austin.
Si bien las categoras foucaultianas se relacionan ms con un anlisis de un
discurso hegemnico como el de la prohibicin de las drogas, tambin es
necesaria la idea de los actos de habla perlocucionarios, para dar cuenta, como
se ver ms adelante, de las consecuencias del discurso prohibicionista.
Profundizando en las ideas de Foucault, es posible encontrar la categorizacin
de las funciones discursivas. La primera tiene que ver con conjurar poderes y
peligros en el discurso, la segunda con dominar el acontecimiento aleatorio y la
tercera esquivar la materialidad discursiva. Para propsitos del ensayo se
rescata el punto nmero uno. Foucault menciona que dentro de esta funcin
discursiva, es el principio de exclusin el que ms se ha utilizado en occidente,
como ya se mostr lneas atrs. El principio de exclusin se puede dar mediante
una referencia a lo prohibido o por medio de la separacin y el rechazo (Foucault,
1992, pp. 5-6). Hay tambin una restriccin para los que pueden hablar
efectivamente, en otras palabras, no cualquiera puede emitir cualquier discurso
(Foucault, 1992, p. 24)
Lo anterior no significa que se pueda entender al discurso solamente desde una
perspectiva represiva y sin salida, solo que dicha funcin es la que sirve para
ejemplificar el discurso prohibicionista. Al respecto comenta el filsofo francs
que tambin es el discurso por lo que y por medio de lo cul se lucha (Foucault,
1992, p. 6). De esta manera toda resistencia tendr que ser discursiva.
Los puntos anteriores se refieren a la parte que Foucault denomina crtica y que
se enfocan en la cuestin de la exclusin discursiva. A continuacin se
6caracterizarn los puntos tericos de la parte genealgica, relacionados con el
poder del discurso para constituir dominios de objetos de los cules se podra
afirmar o negar proposiciones verdaderas o falsas (Foucault, 1992, p. 43)
El discurso adquiere su unidad porque los actos de habla que lo componen
tienen un dominio asociado (Dreyfus & Rabinow, 2001, p. 79) o un transfondo
institucional (Searle, 1994, p. 60). En otras palabras el discurso adquiere
significacin por el entramado de prcticas discursivas que lo sustentan (Dreyfus
& Rabinow, 2001, p. 85) cuyo trasfondo se encuentra institucionalizado por la
gramtica y por las convenciones del uso de los actos de habla. As es posible
distinguir una funcin enunciativa, donde el trasfondo no hace referencia a
hechos realidades o seres, sino que hace referencia a la puesta en juego del
enunciado y todo el campo adyacente que remite a otros enunciados (Foucault,
2010, pp. 120,128-130)
Retomando la idea de la historicidad del discurso y del entramado de prcticas
discursivas es posible afirmar que las formaciones discursivas producen el
objeto del cual hablan (Dreyfus & Rabinow, 2001, p. 88) Los objetos emergen de
las formaciones discursivas, no hay una preexistencia de stos (Foucault, 2010,
pp. 47,48, 62,63). Foucault establece que es necesario sustituir la idea del tesoro
inagotable de sentido en las cosas previas al discurso, por la de la formacin
regular de objetos que solo en l se dibujan (Foucault, 2010, p. 67).
Para finalizar este apartado terico es conveniente remitir a la formacin de
conceptos. Al igual que con los objetos, las prcticas discursivas generan
conceptos. Al tener una formacin histrica, los conceptos no refieren ni a la
idealidad, ni a la existencia emprica de las ideas (Foucault, 2010, p. 85).
Teniendo presente el marco conceptual, el siguiente apartado conceptualizar a
los frmacos visionarios antes de entrar de lleno al anlisis de la introduccin de
stos al discurso prohibicionista.
Frmacos visionarios: un discurso fuera de la prohibicin.
7Buscando generar un mayor contraste con los enunciados que clasificaron como
sustancias prohibidas a los frmacos de excursin psquica, el presente
apartado rescatar un discurso muy distinto de estos frmacos que se apoya en
el uso tradicional en sociedades no occidentales y en el potencial para integrar
nuevos usos de forma positiva a la vida cultural de occidente.
A nivel histrico, es innegable la relacin milenaria del ser humano con el mundo
vegetal, particularmente con aquellas plantas que producen sustancias que
pueden influir en las profundidades de la mente y el espritu del hombre. Son
este tipo de plantas con efectos maravillosos, inexplicables y hasta pavorosos
sobre las que se ha creado todo un entramado de relaciones culturales (Schultes
& Hofmann, 2010, p. 7). Aunque existen derivados sintticos que pueden ser
clasificados como frmacos visionarios, el uso tradicional se vincula con el
consumo de ciertas plantas, hongos y ciertos brebajes1. Lo anterior es
importante porque resalta la relacin inmemorial con sustancias de este tipo.
El uso de plantas psicoactivas puede rastrearse en todas las sociedades y en
todas las geografas (Schultes & Hofmann, 2010, p. 64; Escohotado, 2008, p. 107). El
uso de ese tipo de plantas puede ser el origen de la cultura, el chamanismo y la
religin en general, puesto que tienen una capacidad para generar en el usuario
nuevas y diferentes imgenes del mundo (Schultes & Hofmann, 2010, pp. 64,188).
El punto anterior genera mucho debate, incluso Mircea Eliade, un importante
terico de la religin y el chamanismo, crtica la postura anterior con el
argumento de que el uso de sustancias para alcanzar una experiencia espiritual
innovadora es una salida fcil y vulgar . Escohotado sospecha que detrs de la
crtica de Eliade, est jugando el discurso prohibicionista (Escohotado, 2008, p. 55)
1 Los frmacos visionarios naturales ms conocidos son los hongos psilocibios, el cacto peyote, el hongo Amanita Muscaria, la ayahuasca, iboga y la cannabis. Mientras que en lo sintticos encontramos la LSD-25, la MDMA, DMT, 2-CB. Para mayores referencias Cfr: Apndice: fenomenologa de las drogas Frmacos visionarios en Escohotado, A. (2008). Historia general de las drogas. Madrid: Espasa Calpe. Pp. 1289-1366
8Es cierto que estas sustancias se pueden categorizar a nivel general con todos
los frmacos, es decir, pueden ser medicina o veneno, no una cosa ni la otra
(Escohotado, 2008, p. 135) pero su particularidad recae en que poseen
caractersticas muy distintas a los frmacos de la paz o los de la energa:
caracterizndose por su potencial de alteracin de los procesos racionales y
emocionales, mrgenes de seguridad muy amplios, carencia de tolerancia o con
una tolerancia que se desarrolla muy rpido en algunos casos y con la
imposibilidad de hablar de una dependencia fsica (Escohotado, 2008, p. 1289)
Aun tomando en consideracin las caractersticas generales expuestas en el
prrafo anterior, no hay consenso en la conceptualizacin de este tipo de
frmacos. Ya Hofmann y Schultes (2010, pp. 12,13) en el clsico libro Plantas de
los dioses discuten este asunto. Estos autores encuentran que de manera
general es posible entender a estos frmacos como narcticos, pero dicha
clasificacin es forzada, puesto que no se enfoca en la particularidad de los
efectos. Se ha propuesto otros nombres como Psicodlicos, Eidticos,
Phantstica y el ms comn Alucingenos. Si bien este ltimo tambin es un
trmino impreciso, es el que deciden usar, reconociendo que no todos estas
plantas producen alucinaciones en sentido estricto. Tambin se a propuesto el
trmino entegenos2, aunque este contiene una carga religiosa.
Escohotado (Escohotado, 2008) por su parte utiliza el trmino frmacos o drogas
visionarias o de excursin psquica. Conceptos que tocan un punto esencial de
los efectos de dichas drogas. Puesto que un efecto caracterstico es el producir
fuertes cambios psquicos, sin que haya una perdida de la conciencia. El efecto
puede incluir cambios en la percepcin de la propia subjetividad, que se
traducen en una significacin profunda y diferente del mundo, incluso llegando a
2 Dadas su caractersticas se propuso el uso del neologismo entegenos, que proviene del griego en theos genos, dando el sentido de generar lo divino. Vocablo propuesto por un grupo de especialistas en etnomicologa, quines consideraron que la palabra conservaba las resonancias culturales evocadas en la ingestin de ciertas sustancias vegetales. Cfr. Glockner, J. (2006). Drogas y entegenos. Reflexiones en torno a un problema cultural. In J. Glockner, & E. Soto, La realidad alterada. Drogas, entegenos y cultura (pp. 11-38). Mxico DF: Random House Mondadori.
9la experiencia mstica (Schultes & Hofmann, 2010, pp. 14, 189). La experiencia
exttica es como una muerte en vida que se traduce en una serenidad beatfica.
Los frmacos visionarios pueden borrar la falta de contacto con nuestras
realidades ms ntimas. (Escohotado, 2008, pp. 53,1295), aspecto que los hace
atractivos para la terapia psicolgica, psiquitrica y para la investigacin en
diferentes ciencias humanas.
Otro aspecto resaltable de los frmacos visionarios es que stos no son
sustancias muy familiares dentro de las manifestaciones culturales de occidente.
Si bien hay un antecedente muy importante en el mundo grecolatino con los
Misterios de Eleusis, donde se consuma cierta sustancia3 y cuya experiencia
enseaba como vivir (Escohotado, 2008, pp. 158-160), no es sino hasta el
contacto con el nuevo mundo y posteriormente hasta el siglo XIX y las primeras
dcadas del XX cuando un grupo reducido de cientficos y artistas tuvieron
relacin con estas sustancias.
Las drogas visionarias han sido las menos atractivas por un lado y las ms
sospechosas por el otro desde la visin cultural de Occidente. Al no tener una
tradicin relacionada con stas, los primeros encuentros resultaron desastrosos.
Bastan dos ejemplos, el primero es la condena de la Inquisicin espaola al
consumo de peyote en 1638, por ser una prctica demonaca y la condena en
Egipto por parte del ejrcito francs al uso de Hachs en 1800. En ambas
situaciones se encuentra en juego el poder discursivo de la autoridad colonial
que menosprecia las costumbres nativas, sin molestarse en intentar
comprenderlas (Escohotado, 2008, pp. 112,113-469,470).
Pero no todo el contacto ha sido negativo. A nivel terico en el siglo XIX el
filsofo alemn Friedrich Nietzsche reconoca la importancia de la excursin
psquica como contrapeso al imperio de la racionalidad superficial (Escohotado,
3 Presumiblemente agua y harina contaminada con el hongo Claviceps purpurea, que contiene un compuesto precursor de la LSD-25, que tambin es psicoactivo. Cfr. Escohotado, A. (2008). Historia general de las drogas. Madrid: Espasa Calpe. Pp.158-170
10
2008, p. 492). Si bien no est documentado el uso de drogas visionarias por parte
de Nietzsche, su idea rescata esa embriaguez que modifica nuestra significacin
del mundo, para llevarla a profundidades inimaginables para la razn.
Tambin en el siglo XIX, diversos personajes de la cultura europea recurrieron a
la auto-experimentacin con drogas visionarias, donde descubrieron la
potencialidad de dichos frmacos para generar otras formas de conciencia, otros
estados anmicos. Dentro de ests experiencias resalta la del farmaclogo
berlins L. Lewin que en su experiencia con peyote reconoce la utilidad de la
experiencia visionaria y adems expresa la comprensin del sentido sagrado
que tiene dicho cacto para los indgenas americanos. Cabe mencionar que
Lewin estaba en contra del uso ms all de lo mdico de la cocana y la morfina
(Escohotado, 2008, pp. 484,486-488).
Para terminar este apartado resulta til rescatar la reflexin de Hofmann y
Schultes (2010, p. 22) quienes aceptan que incluso cuando la ciencia puede dar
cuenta de las sustancias qumicas que provocan los efectos de las drogas
visionarias, no puede explicar porque existen sustancias con efectos tan
marcados en las funciones mentales y emocionales del hombre.
Teniendo una idea no mediada por el discurso prohibicionista de los frmacos de
excursin mental, es momento de analizar los enunciados que identifican a estas
drogas como sustancias sin utilidad mdica y propensas al abuso, junto con la
herona y la cocana, sustancias muy diferentes desde la concepcin del
farmaclogo Lewin, como ya se vio lneas atrs.
Frmacos visionarios y el discurso de la prohibicin.
Para dar cuenta de manera general de las condiciones de posibilidad (Foucault,
1992) de la inclusin de las drogas visionarias en el discurso prohibicionista
internacional es necesario revisar el contexto previo de estas sustancias en
Estados Unidos y en Mxico. Ambos casos adquieren relevancia porque fueron
las directrices norteamericanas las que se han impuesto histricamente en
11
materia de drogas, son las que se ratificaron en 1971 e incluyeron a los
entegenos (Escohotado, 2008, p. 890) y el caso mexicano es importante debido a
que varios pueblos indgenas consideran como parte vital de sus prcticas
culturales la utilizacin de frmacos visionarios (Schultes & Hofmann, 2010).
Antes de la normatividad internacional, en los Estados Unidos exista una
preocupacin por el uso del peyote. Misma que se tradujo en varias
legislaciones represivas en algunos estados y que conllevo a una situacin de
irregularidad. Es en la dcada de los 60 y 70 que el congreso de ese pas
establece que los indios americanos tienen derecho a utilizar el peyote con fines
religiosos (Anderson, 2007, p. 181).
El problema del peyote tuvo arreglos legales lo que motivo a Timothy Leary a
buscar establecer una especie de iglesia de la LSD en la mitad de la dcada de
1960. El problema fue que el consumo de LSD se relacionaba con ciertos grupos
contraculturales que no comulgaban con los valores hegemnicos de la cultura
estadounidense. Aun con eso la LSD-25 era utilizada para fines mdicos desde
los aos 50 y su prestigio en la comunidad cientfica creca (Escohotado, 2008, pp.
858,859)
Retomando la idea foucaultiana (Foucault, 1992) de que el discurso verdadero
siempre va de la mano del poder, surge en 1966 un tipo de discurso oficial que
caracterizaba a la fiebre psicodlica como un peligro mayor que la Guerra de
Vietnam (Escohotado, 2008, p. 863). La idea era comenzar a equiparar a los
frmacos visionarios con otras sustancias que el pblico ya reconoca como
peligrosas: herona, cocana y cannabis4. El problema surge porque el lenguaje
no traduce hecho brutos de la realidad (Searle, 1994) y la categora lingstica de
droga es muy vaga. As los intentos de querer aplicar una poltica de control
para una sustancia como la LSD, como si fuera opio o cocana resultaron
ilusorios (Escohotado, 2008, p. 864). Con la prohibicin de la LSD slo se logro que
4 Aunque el cannabis puede ser clasificado como frmaco visionario, su desarrollo histrico y su relacin con las sociedades occidentales tiene una historia aparte.
12
aparecieran muestras adulteradas de esta droga en las calles y que de la noche
a la maana, por medio de ciertos actos de habla serios (Dreyfus & Rabinow,
2001) la LSD pas a ser la droga de la locura, concepto alimentado por leyendas
urbanas y la exageracin de ciertos episodios muy espordicos relacionados con
consumo de sta (Escohotado, 2008, pp. 865, 870, 871).
En el mismo ao de 1966, cuando los funcionarios encargados de aplicar la
poltica restrictiva del acido5 acudieron a testificar al senado estadounidense. El
senador R. Kennedy los cuestion sobre el fundamento de la poltica
prohibicionista, argumentando que su esposa, varios aos atrs haba asistido a
terapia con LSD, con resultados fantsticos y que la informacin que se
presentaba a la comisin pareca hacer referencia a otro objeto (Escohotado,
2008, p. 866). Sus cuestionamientos no fueron respondidos y al final todo qued
en una ancdota curiosa que da cuenta de la verdad arbitraria y construida en
un contexto especfico de un frmaco visionario como la LSD.
Teniendo como teln de fondo lo expuesto anteriormente, en 1971 Richard Nixon
declara que las drogas son el enemigo pblico nmero uno de los Estados
Unidos (Escohotado, 2008, p. 880). Acto de habla perlocucionario (Austin, 1998) por
las consecuencias que tendr al internacionalizarse el discurso prohibicionista.
Una de esas consecuencias es la poltica de seguridad mexicana que ha
desembocado en violencia y falta de Estado de Derecho (Prez Domnguez, 2013)
Antes de pasar al contexto mexicano es importa recalcar un dato sorprendente
relacionado con el consumo de somnferos y tranquilizantes hechos y
comercializados por grandes corporativos farmacuticos. En 1964 25% de las
mujeres mayores de cuarenta aos manifestaban dependencia a este tipo de
sustancias. El dato sorprende porque como se ver lneas ms adelante, la
justificacin de la prohibicin tiene mucho que ver con la idea de evitar la
dependencia (ONU, 1971, p. 9). Los enunciados del Convenio con respecto a los
5 Nombre callejero de la LSD
13
frmacos de excursin psquica resaltan su propia arbitrariedad puesto que
como se plante en el segundo apartado de este trabajo, estos frmacos no
generan la dependencia que se pretende evitar.
En Mxico la regulacin de las drogas comienza con la creacin del Consejo de
Salubridad para atacar el vicio de la intoxicacin en 1915, pero no es hasta 1926
cuando se crea un nuevo cdigo sanitario que prohbe todas las sustancias
polmicas de la poca, pero no incluye a los frmacos visionarios mexicanos
(Vargas, 2006).
Es hasta 1973 con la firma del convenio del 71 que ingresan stas a la
prohibicin nacional (Bunster, 2011). Es importante mencionar que en la redaccin
de dicho convenio hay una reserva a su aplicacin que excluye a los pueblos
indgenas de la adopcin de medidas de carcter represivo por el uso ancestral
de plantas. La reserva tambin menciona que estos pueblos tiene grupos
reducidos, claramente determinados y que su uso se garantiza ya que tiene un
fin mgico-religioso (Camino, 2013).
As la norma internacional garantiza el uso ancestral de algo que esta misma
normatividad reconoce como intil y propenso al abuso. Dentro de esa salvedad
a los grupos indgenas no existe una explicacin detallada y un argumento que
vaya ms all del respeto por la tradicin en el sentido de clarificar como se
permiten ciertos estados mentales considerados perniciosos, a ciertos grupos
humanos, histricamente explotados, mientras que su uso queda totalmente
prohibido a todo individuo que no pertenezca a dicho grupo cultural (Camino,
2013). Indudablemente est operando un principio de exclusin.
An con dicha reserva en 1977 en el encuentro sobre Derechos religiosos de los
pueblos indgenas se denuncia el acoso por parte de las autoridades cuando
estos pueblos utilizan sus plantas ancestrales (Glockner, 2006, p. 11). En la
prctica todo uso es problemtico.
14
Hay dos puntos interesantes para el anlisis en el caso mexicano. El primero
relacionado con la veracidad de los criterios de clasificacin, que remite
nuevamente a la arbitrariedad conceptual y el segundo con las consecuencias
de reproducir ciertos enunciados que contradicen el conocimiento y las prcticas
culturales de sujetos cuya experiencia con los frmacos visionarios rebasa por
mucho a los expertos que emiten esos actos de habla. Los usuarios ancestrales
tiene una posicin secundaria como sujetos dentro de este discurso
prohibicionista, discurso que en general no da voz a los usuarios de drogas: hay
una exclusin discursiva a la manera de Foucault (1992)
La Convencin de 1971 prohibi los frmacos visionarios siguiendo la poltica
estadounidense que comenz en 1966 (Escohotado, 2008). De la noche a la
maana, por medio de declaraciones arbitrarias y sin la plena conciencia de las
consecuencias de dicho discurso pasan a la Lista I, es decir las lista de
sustancias estrictamente prohibidas (Escohotado, 2008, p. 887). Como se vio en la
parte terica, la unidad discursiva se da por el campo adyacente de enunciados
que adquieren sentido en su misma relacin (Foucault, 2010). El problema surge
porque desde inicios del siglo XX los Estados Unidos construyeron un discurso y
un concepto de narcotics en el que los entegenos no tienen, no tenan cabida.
Se introdujeron a una categora discursiva sin que se justificar esa accin. El
concepto droga no es una abstraccin de un objeto o hecho bruto, por lo tanto
la aceptabilidad de una sustancia alteradora del nimo solo puede ser
establecida por informacin disponible con respecto a ella, la situacin se torna
problemtica cuando la informacin es inadecuada o invlida (Anderson, 2007) y
desconociendo esto se propone determinada poltica, como sucedi con estos
frmacos en dicha Convencin.
Retomando el punto de la construccin del concepto de narcotics o
estupefacientes es resaltable que en la Convencin del 71 se da un cambio al
concepto de sicotrpicos (para poder abarcar a los nuevos integrantes de la
lista). El concepto es definido de manera circular estableciendo que las
15
sustancias bajo esa categora son las incluidas en las listas internacionales. La
defensa de ese concepto radicaba en que a primera vista y desde su origen
etimolgico remita a la idea neutral de modificacin de la psique. Pero se
introdujeron los conceptos de uso indebido y efectos nocivos: uso indebido
cuando el usuario no cuente con la autorizacin de la autoridad competente y
efectos nocivos cuando la autoridad as lo estime (Escohotado, 2008, pp. 888,904;
ONU, 1971). Tanto el concepto de sicotrpico, como el de efectos nocivos y uso
indebido dan cuenta de la mediacin institucional en la construccin de
conceptos.
Despus de firmada la Convencin las antiguas plantas de los dioses y
algunas molculas sintticas pasan a ser sicotrpicos y no solo eso, se
convierten en sustancias estrictamente prohibidas, aun cuando carecen de
potencial de adiccin, con toxicidad irrisoria y entendidas histricamente como
ampliadoras de conciencia (Escohotado, 2008, p. 892).
El absurdo de dicha clasificacin crece cuando al revisar el Convenio se da
cuenta de que las anfetaminas y las metanfetaminas estn en la Lista II, son
consideradas menos peligrosas y con un mayor potencial que los frmacos
visionarios (ONU, 1971, p. 32).
Finalmente se rescatan dos enunciados muy tiles para ejemplificar las
consecuencias de stos en la construccin de ciertas expresiones referenciales
muy populares hoy en da cundo se habla en general de las drogas,
especficamente con el concepto popular de droga y de drogadicto. El primero
es el objetivo que se plantea el Convenio, que establece la preocupacin de los
Estados por la salud fsica y moral de la humanidad con miras a evitar
problemas sociales y sanitarios (ONU, 1971, p. 7). El segundo es el objeto al que
se dirige dicho objetivo, es decir los sicotrpicos que provocan trastornos de la
funcin motora, del juicio, del comportamiento, de la percepcin o del estado de
nimo (Escohotado, 2008, p. 893; ONU, 1971). Pero se pregunta junto con
Escohotado (2008, pp. 893,907) acaso el alcohol, el caf o el Valium no entran
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en esa categora? La respuesta oficial es que no, puesto que las drogas
peligrosas, son las drogas prohibidas. Se completa la labor perlocucionaria
(Austin, 1998; Searle, 1994) del discurso prohibicionista, puesto que todo uso de
los frmacos visionarios ser significado como un uso indebido, problemtico
puesto que se relacionara con las expresiones referenciales (Searle, 1994) de
droga y de drogadicto, donde todo usuario es visto como alguien que no se
respeta a si mismo, ni a su comunidad cuya salud fsica y mental est
deteriorada, su moral es dudosa y representa un problema para la comunidad,
es decir se da un proceso de exclusin con base en categora lingsticas de
objetos que tambin fueron construidos en el discurso (Foucault, La arqueologa
del saber, 2010). Existe tal confusin que el antroplogo Julio Glockner en un
trabajo sobre entegenos tiene que caracterizar las diferencias entre una droga
como la herona y un frmaco visionario como los hongos psilocibios con los
relatos del uso de herona del poeta Allan Ginsberg y las experiencias msticas
de Mara Sabina (Glockner, 2006). Al leer ese texto se comprueba la obvia
distancia entre dos objetos que son entendidos bajo la misma categora de
sustancias estrictamente prohibidas
Conclusin.
A nivel terico el anlisis lingstico no tiene porque remitir a una teora total del
lenguaje, ya que el fenmeno de los usos del lenguaje es muy amplio y por lo
tanto la utilidad de los conceptos debe medirse con respecto a los usos que se
buscan analizar.
En el presente anlisis las categora de actos perlocucionarios, la produccin de
objetos y conceptos y la exclusin discursiva fueron las adecuadas debido a que
se analizaban ideas materializadas en documentos de carcter jurdico y en
enunciados arbitrarios que se presentaron como plenamente justificados. Esos
enunciados generaron consecuencias visibles en la confusin general que
identifica a los entegenos como sustancias muy parecidas a la cocana o al
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opio, siendo que incluso esas dos sustancias tampoco se podran caracterizar
de la misma manera. El discurso prohibicionista solo ha generado ignorancia y
confusin.
La inclusin de los frmacos visionarios en la Lista I en el Convenio de 1971 es
solo una muestra de la violencia que se ha ejercido discursivamente para llegar
a concepciones homogenizantes con respecto a pluralidad de frmacos y de
usos. Los entegenos tienen al menos tres usos que se deben rescatar: las
posibilidades mdicas, el respeto por el uso tradicional y la bsqueda de nuevos
usos tanto a nivel recreativo como religioso. Mucho del problema se inici por la
inclusin de las drogas visionarias a la categora de drogas de abuso, quiz es
posible comenzar a generar nuevas concepciones de estas sustancias por
medio de un cambio que puede comenzar a nivel lingstico, produciendo
enunciados que ayuden a entender la pluralidad de las drogas, a distinguir entre
las distintos tipos y aceptar que no todos los usos son problemticos como se
piensa desde los documentos prohibicionistas. yendo ms all de la concepcin
general de sustancias nocivas con propensin al abuso. Se debe buscar la
posibilidad de recuperar y generar nuevos discursos y otras concepciones que
permitan renovar la relacin con sustancias como los frmacos visionarios,
sustancias con mucha potencialidad pero que debido a la sombra de nociones
negativas que se han construido en torno stos no ha sido posible explotar.
Finalmente son muy rescatables algunas ideas de Octavio Paz con respecto a
estos frmacos, ideas que lanza justo despus de su condena nacional e
internacional y que desde mi punto de vista pueden servir como base a una
discusin ms profunda de la clasificacin y los usos potenciales de estas
sustancias. Desde su punto de vista no se castiga un crimen, sino una hereja,
ya que ests sustancias abren las puertas de nuestro mundo y nos enfrentan a
nuestros fantasmas (Paz, Conocimiento, drogas, inspiracin, 2000, p. 82). La
desconfianza que provocaron esta relacionada con la idea de que representan
una experiencia ms all de la moral del bien y del mal tan arraigada en
occidente y al desafo contra las nociones de actividad, utilidad, trabajo y
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progreso (Paz, El banquete y el hermitao, 2000). La condena fue moral y se
present como cientfica, con el noble objetivo de liberar a la humanidad del mal
de las drogas. Mal que remite a una construccin discursiva histrica y que
difcilmente puede estar encarnado en frmacos como los visionarios.
Hoy con el fracaso del discurso prohibicionista visible en todos los frentes es
necesario comenzar a generar discursos que soslayen la voluntad de verdad
que est en juego detrs de los discursos de prohibicin de las drogas.
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