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Entre El Estado Conquistador y El Estado Nacion

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Filosofia Politica

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  • Entre el Estado Conquistadory el Estado Nacin:

    Providencialismo, pensamiento polticoy estructuras de poder en el desarrollo

    histrico de Nicaragua

    Andrs Prez-BaltodanoInstituto de Historia de Nicaragua y Centroamrica

    Universidad Centroamericana

  • IHNCAFN972.85P438 Entre el Estado Conquistador y el Estado Nacin : providencialismo,

    pensamiento poltico y estructuras de poder en el desarrollo histrico deNicaragua / Andrs Prez-Baltodano. Managua : Instituto de Historia deNicaragua y Centroamrica - Universidad Centroamericana, 2003. FundacinFriedrich Ebert. 868 p. : fotos b y n.

    ISBN: 99924-834-5-8

    Prez-Baltodano, Andrs

    Andrs Prez-Baltodano, 2003

    IHNCA/UCA Instituto de Historia de Nicaragua yCentroamrica, Universidad Centroamericana, 2003

    Fundacin Friedrich Ebert en Nicaragua, 2003

    Edicin al cuidado de Antonio Esgueva Gmez

    Fotografas de portada y contraportada: Eduardo Herrera ScottLa Repblica, escultura ubicada en la Loma de Tiscapa.

    Fotografas internas: Claudia Gordillo, de la coleccin Memoriaoculta del mestizaje.

    Diseo y Diagramacin: Eduardo Herrera Scott

    ISBN: 99924-834-5-8Depsito Legal: 0100

    1. TEORIA DEL ESTADO 2. HISTORIA DE NICARAGUA 3. HISTORIAPOLITICA 4. HISTORIA SOCIAL 5. DESARROLLO DEL ESTADO6. NACION 7. ELITES POLITICAS 8. CULTURA POLITICA9. PENSAMIENTO POLITICO 10. DISCURSO POLITICO11. PENSAMIENTO RELIGIOSO 12. DISCURSO RELIGIOSO13. RELACIONES ESTADO-SOCIEDAD 14. RELACIONES IGLESIA-ESTADO15. RELACIONES ESTADOS UNIDOS-NICARAGUA 16. GLOBALIZACION

  • Indice

    Prefacio

    Introduccin

    Captulo 1. Teora y realidad social en Amrica Latina.

    Captulo 2. El Estado Conquistador y el Estado Nacional:Una caracterizacin histrica y conceptual comparada.

    Captulo 3. El Estado Conquistador y el pensamientopoltico en la postrimera del perodo colonial.

    Captulo 4. El pensamiento poltico nicaragense y la for-macin del Estado despus de la independencia: conside-raciones metodolgicas.

    Captulo 5. Nicaragua y el imperialismo territorialestadounidense: 1821-1857.

    Captulo 6. La constitucin del orden en Nicaragua y lainstitucionalizacin del poder internacional de los EstadosUnidos: 1857-1979.

    Captulo 7. El Estado nicaragense frente a laglobalizacin: 1979-2002.

    Captulo 8. Providencialismo, pensamiento poltico y elfuturo del Estado Conquistador.

    Notas

    Bibliografa

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  • A mi compaera Cristina, quien me acompa en cada unade las etapas de este libro.

    A la memoria del campesino Pablo Leal, asesinado el da 26de mayo del 2000 frente a sus hijos, e ignorado por la justicia delEstado Conquistador.

    La lgica de proclamar el respeto al Estado de Derecho nofunciona cuando el derecho que se reivindica es de una persona ogrupo social sin recursos econmicos o influencias polticas que re-clama a los grupos de poder dominantes. En Nicaragua estas situa-ciones tienen nombres y apellidos. El caso emblemtico es el asesina-to del campesino Pablo Leal Aguirre a manos de Alejandro Carrin,hermano del Jefe del Ejrcito de Nicaragua. Segn testigos presen-ciales de los hechos, Alejandro Carrin mat a Pablo Leal de cuatrobalazos con un fusil - AK, un arma de guerra, en su propia casa y enpresencia de sus tres menores hijos, molesto porque no le llegabaagua del pozo que la suministra al sector y que Leal era el encargadode vigilar. El Juez Walter Solis dict una sentencia a favor del proce-sado sin haber realizado ni una sola diligencia para probar los hechos,lo que constituy la ms clara expresin del sometimiento del sistemajudicial a las influencias de sectores de poder econmico (CentroNicaragense de Derechos Humanos).

  • Agradecimientos

    Las deudas intelectuales, que debo reconocer, son numero-sas. Mi inolvidable maestro, Alberto Guerreiro Ramos (q.e.p.d.), meintrodujo a la idea de la historia como el producto de una permanentetensin entre la libertad humana y las limitaciones estructurales dentrode las que ocurre el desarrollo social. Casi todos los das de mi vidatengo presente este pensamiento. Muito obrigado, maestro!.

    Mis alumnos en la universidad me han dado la oportunidadde explorar, en voz alta, muchas de las ideas aqu contenidas, antesde plasmarlas en algunos trabajos escritos y publicados a travs devarios aos de bsqueda de un objeto de estudio, que fuera algoms que una fra investigacin acadmica. Entre ellos, por sus exce-lentes colaboraciones, destaco a Paul Baxter y a Leena Grove.

    Tres de mis colegas de la Universidad de Western Ontariocontribuyeron a formar quiranlo o noel esquema tericoorganizativo de los argumentos y la informacin del presente libro. Mireconocimiento a Salim Mansur, Vernica Schild y Richard Vernon,por las estimulantes discusiones sostenidas sobre muchos de los te-mas aqu abordados.

    Un punto crucial en mi recorrido intelectual durante los lti-mos diez aos fue el encuentro con la obra de Alejandro SerranoCaldera, el ms importante terico poltico en la historia de Nicara-gua. Su pensamiento filosfico me ayud a enraizar mis preocupacio-

  • nes tericas en la Nicaragua Profunda. Escrib un libro sobre su obra,que es el fantasma que ronda cada captulo del presente trabajo.

    Las ideas aqu articuladas tambin se alimentaron de conver-saciones y encuentros con intelectuales nicaragenses, entre ellos:Emilio Alvarez Montalvn, Jorge Eduardo Arellano, Elvira CuadraLira, Antonio Esgueva Gmez, Hamlet Garca, Liliam Levy, FrancesKinloch, Sofa Montenegro, Ligia Mara Pea, Dora Mara Tllez,Mara Dolores G. Torres y Margarita Vannini. A todos y a todas, miagradecimiento y mi admiracin.

    Las obras de algunos autores me ayudaron a construir el mapa,que me permiti recorrer los quinientos aos de historia aqu resumi-da. Destaco mi deuda a las obras de Jorge Eduardo Arellano, Anto-nio Esgueva Gmez, Jaime Incer Barquero y Oscar Ren Vargas.

    Muchas de las ideas, aqu expuestas, alimentaron los artcu-los que he publicado en el semanario Confidencial durante los lti-mos siete aos. A su director, Carlos Fernando Chamorro, le agra-dezco sus serios y valiosos comentarios.

    El Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamrica(IHNCA- UCA), verdadero milagro institucional dentro del caos y ladepresin social de mi pas, me proporcion informacin, apoyologstico, estmulo intelectual y la oportunidad de publicar este librobajo su prestigioso sello editorial. A Margarita Vannini, su directora,mi gratitud por su solidaridad y por su inspirador compromiso inte-lectual con la Nicaragua Posible.

    Claudia Gordillo enriqueci este libro con sus dramticas yreveladoras fotografas. A Claudia, mi eterno agradecimiento.

    Gracias especiales a las encargadas del archivo del IHNCA-UCA: Marielos Chirino, Alejandra Alemn, Ruth Escobar Tenorio,Gisela Guevara y Eva Tatiana Torres, quienes, sin perder sus sonri-sas, me aplicaron, al pie de la letra, el reglamento de ese depsitoinvaluable de informacin. Agradezco tambin el apoyo de Aura MaraOlivares Rivas, Saulo Len Quesada y Eduardo Herrera en la ltimafase de la preparacin del libro.

  • Su publicacin fue facilitada por el apoyo y el financiamientode la Fundacin Friedrich Ebert. Su director, Kurt Peter Schtt, reci-bi mi propuesta inicial con entusiasmo y esper pacientemente suelaboracin. Kurt Peter, aunque se va de Nicaragua, ser siemprebien recordado.

    En 1888, Lorenzo Montfar escribi, en su libro Walker enCentroamrica, que el autor de un libro no puede hacerlo todo.Necesita cooperadores y especialmente para la correccin de prue-bas . . .. No puedo quejarme. Mi amigo, el historiador AntonioEsgueva, del IHNCA-UCA, revis este libro y comparti conmigosu profundo conocimiento de nuestra historia, as como su fino senti-do del humor en mis momentos de cansancio. En cada una de suscuidadosas y acertadas correcciones y sugerencias, confirm su amis-tad solidaria y su profesionalismo.

    Reconozco tambin la cooperacin entusiasta de la historia-dora Ligia Pea, mi vecina de la Colonia Maestro Gabriel, quien meayud a identificar una buena parte de la informacin utilizada. Ligia,estudiosa del papel de la Iglesia Catlica durante la Colonia, leyhace unos aos un artculo que escrib sobre el Estado en AmricaLatina. Su crtica fue corta y punzante: No decs nada sobre el papelde la Iglesia Catlica. No contest. Disimul mi vergenza y empeca escribir este libro.

    A mi esposa Cristina, a mi hija Patricia y a mis hijos Andrs yCarlos les agradezco todo el apoyo que me ofrecieron hasta comple-tar la obra. Llegaron a familiarizarse con el nombre del Estado Con-quistador y no permitieron que me convirtiera en una nueva encarna-cin de ste. Mi agradecimiento, tambin, a mi concuo Jos MiguelPaz, que me ha ayudado siempre a descifrar el sentido de nuestracompleja realidad nacional.

    Hay que registrarlo: ninguna de las personas o institucionessealadas son responsables de los errores del libro. Todos son mos.Mis agradecimientos tampoco significan que las personas menciona-das compartan necesariamente mis argumentos.

  • Detalle del mural Construyendo Esperanzas, Gabriela D`Aiuto, 2001.

  • Prefacio

    Este libro parte de la premisa de que el pasado no es slo unproducto; es tambin una manera de pensar ese producto (Zemelmanet al.,1994, 29). Esta perspectiva contruccionista del pasado hist-rico ha sido articulada en Nicaragua por Jos Coronel Urtecho, quiencompara la historia nacional con un rompecabezas de datos, nom-bres, fechas histricas, eventos y contra eventos. De este rompeca-bezas, seala, nos faltan todava la mayor parte de las piezas. Yagrega: Claro est que el diseo de este rompecabezas, si acasoexiste, solamente nos es conocido de una manera vaga y convencio-nal, cuando no meramente arbitraria. Ni siquiera tenemos idea delnmero de sus piezas, en realidad inagotable. Se trata de un diseoque en cierto modo es necesario adivinar o inventar por antici-pado, para poder armar el rompecabezas con las escasas piezasque tenemos a mano, en forma tal que reproduzca, y al mismotiempo nos revele, la realidad que desconocemos (CoronelUrtecho, 1967, 15-16. Enfasis aadido).

    Este planteamiento es complejo y controversial. Ms an,puede parecer contradictorio, si se asume que el sentido de la historiase puede esclarecer y reconstituir de la misma manera que se rehaceel esqueleto de un dinosaurio. Su argumento puede lucir ilgico, si seasume que la historia es tiempo muerto y que la funcin del pensa-miento es simplemente descubrir y reconstruir sus hechos y sucronologa.

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    Para Coronel Urtecho el sentido de la historia es el resultadode una tensin permanente entre las aspiraciones de una sociedad ysu pasado. Ese sentido de la historia no est simplemente determina-do por los hechos y las circunstancias ocurridas, sino tambin por lasangustias y las esperanzas del presente que contribuyen a visualizar yconceptualizar los escenarios del futuro. Estos escenarios son losposibles diseos del rompecabezas dentro del que el dato histricoy los hechos y circunstancias, que han marcado el paso del tiempo,deben ser deconstruidos y reconstruidos para domesticar el desarro-llo nacional sus estructuras y tendenciasen funcin de objetivossociales ubicados ms all de la realidad existente.

    En congruencia con esta perspectiva, este libro ordena algu-nas de las piezas de la retahla de nuestra historia nacional, a partirde una visin crtica del presente y de un deseo: contribuir a la cons-truccin de un Estado Nacin moderno y democrtico en Nicaragua.A partir de esta aspiracin, el libro estudia el desarrollo y la naturalezadel Estado Conquistador nicaragense, que reproduce la pobreza yla miseria de nuestro pas, tratando de encontrar las razones de supersistencia a travs de ms de un siglo y medio de vida independiente.

    El mural Construyendo Esperanzas, realizado por la pintoraGabriela DAiuto, en el saln de entrada del Instituto de Historia deNicaragua y Centroamrica (IHNCA-UCA), ilustra la perspectivacontruccionista de Coronel Urtecho. En el magnfico anlisis, quehace Mara Dolores G. Torres de esta hermosa pintura, se explicacmo la historia nicaragense, contenida en el mural de Gabriela, seorganiza y reconstruye para desembocar en la sonrisa de una mujer,que es la representacin de la esperanza a la que hace referencia elnombre de la obra: [U]na pared vaca se fue llenando paulatinamen-te de lneas a travs de las cuales comenzaron a surgir los contornosde paisajes, volcanes, rboles, actividades laborales y una gran varie-dad de personajes hasta establecer un conjunto visual lleno de ritmo ymovimiento al que nuestra artista le aplicara posteriormente el color.En el Instituto de Historia, todo el personal fue observador y partcipede este proceso creador, que involucr a cada uno de nosotros, comoespectadores activos. Veamos nacer da a da una nueva forma y unnuevo color y pudimos seguir la evolucin de esta pintura hasta su

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    conclusin. El ttulo del mural Construyendo Esperanzas surgi dentrode este contexto altamente humanista e integrador y fue sugerido porMiguel Ayerdis, uno de los investigadores del Instituto, cuando unavez finalizado se pudo desentraar su contenido y su mensaje.

    Y aade: Formado por dos grandes ejes, uno vertical y otrohorizontal, que a su vez definen el tiempo y el espacio, se construyetoda una lnea narrativa. El eje vertical representa la historia que esmovimiento; por eso, est lleno de dinamismo. Se inicia a partir delvolcn como centro de la tierra y como un icono de Nicaragua, elcual simboliza la fuerza y la pasin. Gabriela DAiuto, nacida enSorrento, ha sentido desde siempre la presencia del Vesubio y sabevalorar lo que el volcn significa como elemento telrico y como fuen-te de energa y vigor. No es ocioso, por lo tanto, que de l surja elejrcito de Sandino con el mpetu arrollador de la libertad y la libera-cin. Sigue la secuencia narrativa sin una cronologa exacta, a travsde un dilogo con la historia de Nicaragua, porque junto a los jinetesaborda el tema de la conquista y el mestizaje. Las mscaras delGegense son parte de la identidad cultural y rebelin del mestizajey se convierten en una afirmacin de lo nacional. Sigue el eje verticalcon el tema de la mujer y la maternidad. Como modelo visual, lamujer es un ser luminoso y la niez es la esperanza de un futuro mejor.Al pie de la mujer, dos palomas, smbolo de la paz, y el sacuanjoche,la flor nacional, cierran el eje vertical, completando el mensaje huma-nista (Torres, 2001, 1).

    Este libro comparte la visin contruccionista de la historiapropuesta por Coronel Urtecho y la aspiracin humanista expresadapor Gabriela DAiuto en su pintura; propone que nuestro presente esinmoral y que por lo tanto debe ser superado; y arguye que Nicara-gua debe desarrollar los mecanismos que le permitan condicionar suhistoria, de tal manera que algn da alcancemos la paz y la dignidadque expresa la figura de la mujer en donde desemboca la historiaconstruida por Gabriela en su pintura.

    Pero cabe preguntar: Es pertinente aspirar a la construccinde un Estado Nacin moderno en el marco del mundo globalizado ypost-moderno de hoy? Es acaso utpico aspirar a un modelo de

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    organizacin social que pareciera hoy estar en decadencia? Puedeun pas como Nicaragua desarrollar la capacidad de territorializar supropia historia y consolidar la soberana que defendi Sandino y quedefiende Gabriela en su pintura?

    La relacin entre tiempo histrico y espacio territorial, que seexpresa en el Muralismo, es congruente con el principio de la sobera-na que es consustancial al desarrollo de un Estado moderno y demo-crtico. El Muralismo expresa el deseo y la posibilidad de contener ycontrolar territorialmente los factores que condicionan y determinanel rumbo de las naciones. En los murales de Diego Rivera, por ejem-plo, el pasado y el presente coexisten dentro de espacios delimitadosque terminan por imponer una lgica al desarrollo histrico de la so-ciedad creando as visiones y representaciones de un futuro socialconstruido por y para el pueblo. Ms an, en el Muralismo, lotransnacional es absorbido y literalmente domesticado por lo nacio-nal. La pintura mural, de acuerdo con el mismo Diego Rivera, en-say de plasmar en una sola composicin homognea y dialctica latrayectoria en el tiempo de todo un pueblo, desde el pasado semimticohasta el futuro cientficamente previsible y real (Rivera, 1986, 13).

    Regresemos a la pintura de Gabriela, apoyados en la visincrtica de Mara Dolores, para apreciar la relacin entre tiempo hist-rico y espacio territorial que en ella se expresa: El eje horizontalabarca el espacio y delimita la geografa. Aqu, el mural se abre a losdos ocanos: el Atlntico, donde se inscribe tambin el Caribe nica-ragense del cual rescata su paisaje y entorno culturaly el Pacfi-co, que marca los lmites de la otra orilla. El azul ultramar define elAtlntico, as como el azul prusia define al Pacfico para configurar ladistancia entre dos mundos y entre dos regiones diferentes. Al ladoizquierdo, en la regin del Pacfico, aparece representada la viejacatedral de Managua, para referirse no slo a un smbolo de la IglesiaCatlica, sino a la religiosidad en general. Los hombres y mujeresintegrados al proceso de produccin como son los cortes de caf yalgodn marcan dos de las ms importantes actividades agrcolas deNicaragua y el frondoso rbol de chilamate, situado bajo la catedral,da cobijo a un puesto de salud como promesa de un futuro ms justoy equitativo. La referencia a la alfabetizacin conlleva una explcita

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    alusin hacia una cultural integral. Segn la propia artista, a travs delconocimiento se propicia la construccin de una nueva sociedad enla cual la universidad es forjadora de una conciencia social.

    De nuevo: Puede un pas como Nicaragua desarrollar la ca-pacidad de territorializar su propia historia entre el Atlntico y elPacfico y consolidar su soberana en medio de las tendenciastransnacionalizantes del mundo de hoy?

    En una ocasin yo seal que el reto de la globalizacin de-mandaba un pensamiento social que, en su esencia, se asemejara msa la realidad fragmentada, multidimensional y multicntrica expresadapor Pablo Picasso, y menos a las representaciones artsticas de lahistoria expresadas por el muralismo de Diego Rivera (PrezBaltodano, 1996, 28).

    En realidad, hay que aclarar, no se trata de escoger entrePicasso y Rivera. No podemos abandonar la idea de consolidar lasoberana territorial que expresa la pintura mural porque sin sta, ni laidentidad nacional ni la democracia son posibles para Nicaragua. Sinembargo, tenemos que tomar en consideracin la naturaleza del nue-vo contexto mundial dentro del que opera nuestro pas. Tenemos queconstruir el mural de nuestras esperanzas, dentro de la alucinante re-composicin de la realidad del mundo globalizado de hoy. Esta apa-rente contradiccin es, precisamente, el fundamento de la verdad es-ttica que expresa la pintura de Picasso, una verdad que, como biendice Carl Einstein, es el resultado de la tensin entre polos opuestos(Einstein, 1988,190-91). La aspiracin de la paz est presente en elhorror del Guernica, de la misma manera en que la aspiracin sobera-na est presente como necesidad histrica en el mundotransnacionalizado de hoy.

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    En Nicaragua . . . nuestro presente histrico puede calificarse comoun presente largo, casi un presente retardado en relacin al ritmo de nuestrapoca, puesto que abarca, por lo menos, desde la independencia hasta noso-tros sin modificaciones substanciales. Toda su actividad parece haberse re-ducido a violentas acciones y reacciones alrededor de un mismo punto . . . Nohan faltado, est claro, nuevos aportes y nuevas condiciones, casi todosdebidos al impacto del mundo moderno, especialmente de los Estados Uni-dos, en la vida nicaragense, pero an siguen vigentes, casi en la mismaforma, y desde luego sin resolver, la mayora de los problemas planteadospor la independencia . . . .

    Jos Coronel Urtecho

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    Introduccin

    Este libro ofrece una interpretacin del desarrollo poltico-cultural y poltico-institucional nicaragense. Tiene, como propsito,analizar el impacto que ha tenido el pensamiento poltico de las litesen la formacin del Estado de Nicaragua.

    El concepto de pensamiento poltico se utiliza para hacerreferencia a las visiones y conceptualizaciones del poder y del ordensocial que han orientado la prctica poltica de las lites nicaragen-ses. El concepto de Estado hace referencia a una organizacin po-ltica que ejerce el control de un espacio territorial determinado y quees capaz de movilizar los medios de coercin necesarios para mante-ner este control (Giddens, 1985, 20). Esta definicin genrica per-mite reconocer las mltiples especificidades histricas que han dadolugar a diferentes modelos de Estado alrededor del mundo.

    El principal modelo de Estado, que orient el proceso degestacin y desarrollo de las sociedades polticas post-coloniales deAmrica Latina, fue el Estado Nacional europeo. El Estado Nacionalfue adoptado por las lites que lideraron la fase inicial del proceso deformacin y desarrollo de los pases independientes de Amrica Lati-na, como un modelo normativo para la organizacin del desarrollohistrico de estos pases.

    El concepto de Estado Nacional expresa el modelo de or-ganizacin poltica surgido en Europa a partir del siglo XVI y que se

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    consolid entre finales del siglo XIX y comienzos del XX. La carac-terstica fundamental de este tipo de Estado es su tendencia a organi-zar las demandas y aspiraciones de la poblacin que habita su baseterritorial, dentro de un sentido de identidad colectiva fundamentadoen una estructura comn de derechos y obligaciones. En este sentido,el concepto de Estado-Nacin expresa el resultado de esta tenden-cia; es decir, expresa la consolidacin de una sociedad nacional quecomparte un conjunto de derechos y obligaciones ciudadanas; y deun Estado que, en su estructura y funcionamiento, responde a estosderechos y obligaciones1.

    Para hacer efectiva la aspiracin del Estado Nacional adop-tado por las lites latinoamericanas para organizar el desarrollo hist-rico de los pases de la regin, Amrica Latina tena que superar sucondicin social en los inicios del siglo XIX: una realidad condiciona-da por la historia pre-colombina, la conquista y la experiencia colo-nial. As pues, despus de la independencia, los diferentes pases dela regin iniciaron con diferentes grados de conviccin y capaci-dad poltica procesos de construccin y consolidacin de EstadosNacionales. Los avances logrados en esta direccin varan de pas apas. En trminos generales, la mayora de las sociedades polticas deAmrica Latina se encuentran en diferentes puntos de desarrollo en-tre el Estado Conquistador el modelo de organizacin social here-dado de la experiencia colonial, y el Estado Nacin la expresinms avanzada del Estado Nacional adoptado como modelo normati-vo por los lderes de la Amrica Latina independiente.

    El Estado Conquistador es una estructura de poder que fun-ciona dentro de un marco de valores patrimoniales heredados de lacolonia. La autoridad del Estado Colonial dependa del rey y se ejer-ca a travs de los representantes de la Corona, que contaban con ungran poder discrecional para interpretar la ley y para distribuir losbeneficios de la vida en sociedad. Despus de la independencia, elpatrimonialismo del Estado Colonial degener muchas veces ensultanismo: una estructura de dominacin caracterizada por lapersonalizacin del poder y por la arbitrariedad (ver Weber 1958;Morse 1964, 151-159).

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    El Estado Conquistador cuenta con una serie de caractersti-cas estructurales y objetivas que lo separan del Estado Nacional. Lasprincipales son: su baja capacidad de regulacin social, la fragmenta-cin social y territorial de su base espacial, su alta dependencia exter-na, y un gran nivel de autonoma con relacin a la sociedad. Hablar dela capacidad de regulacin social del estado es hablar de su capaci-dad para organizar e institucionalizar condiciones de orden social (verHintze, 1975; Oszlak, 1990; O Donnell, 1973).

    El Estado Nacional, por su parte, funciona dentro de unaracionalidad formal-legal, y de una estructura de valores que tras-cienden y superan el poder y la voluntad personal de los gobernantes.El Estado de Derecho la despersonalizacin del poder y el estable-cimiento de normas abstractas que regulan el funcionamiento de lavida en sociedad es el producto histrico ms importante de estaracionalidad.

    Las caractersticas estructurales y objetivas del Estado Na-cional son las siguientes: su alta capacidad de regulacin social, laintegracin social y territorial de su base espacial, su soberana exter-na, y su dependencia con relacin a una sociedad civil que funcionadentro de una estructura de derechos ciudadanos2.

    Al iniciar el siglo XXI, Nicaragua se encuentra ms cerca delEstado Conquistador, heredado de la Colonia, que del Estado Na-cin, como la representacin conceptual de una comunidad nacionalfundamentada en una estructura comn de derechos y obligacionesciudadanas. Muchas de las caractersticas del Estado nicaragense nisiquiera corresponden a la condicin de un Estado Nacional, a lacondicin de un Estado con la capacidad y el potencial para constituiruna Nacin.

    Cmo se explica esta situacin? Cmo se explica la per-sistencia del Estado Conquistador en Nicaragua? Cmo se explicael largo presente histrico que mantiene a los nicaragensesentrampados en muchos de los mismos problemas que enfrentaronsus antepasados de la primera mitad del siglo XIX?

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    Para responder estas preguntas es necesario tomar en consi-deracin la presencia de obstculos objetivos que han retardado laconstruccin de un verdadero Estado Nacional. Las divisiones socia-les, tnicas y raciales heredadas de la colonia, el marco econmicointernacional dentro del que surgi Nicaragua en el siglo XIX, y lasintervenciones extranjeras, son algunos de los obstculos ms obviosenfrentados en el desarrollo poltico-institucional nicaragense. No esaccidental que las interpretaciones articuladas sobre este desarrollo,en su mayora, enfaticen precisamente estos obstculos.

    La persistencia del Estado Conquistador en Nicaragua, sinembargo, no puede explicarse simplemente como el resultado de laexistencia de obstculos objetivos y estructurales que impiden su trans-formacin. Despus de todo, los procesos de construccin del Esta-do Nacional en Europa y en otras partes del mundo encontra-ron grandes resistencias objetivas y estructurales. La consolidacindel Estado Nacional en Europa enfrent el poder de la Iglesia Cat-lica, el surgimiento de proyectos polticos imperiales, la existencia depoderosos intereses locales opuestos a cualquier forma de integra-cin nacional, y las mltiples tensiones y contradicciones de clasegeneradas por el capitalismo.

    En Europa, la superacin de estos obstculos fue facilitadapor el desarrollo de una capacidad poltica reflexiva para enfrentar,organizar y orientar el sentido de la historia. Contradecir este argu-mento sera proponer que los xitos de la civilizacin occidental euro-pea han sido productos histricos inevitables o accidentales; seramanifestar que ni el pensamiento poltico ni la voluntad humana hanparticipado en la construccin de la democracia y los derechos ciu-dadanos.

    Destacar el papel del pensamiento poltico, como una fuerzaconstitutiva del desarrollo histrico europeo, no es proponer que laformacin del Estado en Europa haya sido determinada por las ideaspolticas de los actores de este proceso. En este libro se rechazan lasinterpretaciones histricas subjetivistas que ignoran loscondicionamientos y limitaciones que impone la realidad material so-bre el desarrollo histrico de las sociedades. Pero tambin se des-

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    echan las interpretaciones materialistas de la historia que minimizano ignoran la participacin del pensamiento y las ideas en el desarrollohistrico de la humanidad.

    Si aceptamos que el pensamiento poltico es una fuerza cons-titutiva de la historia, tambin debemos aceptar que una interpreta-cin de la persistencia del Estado Conquistador en Nicaragua debeincluir una explicacin del papel que han jugado la capacidad reflexi-va y el pensamiento poltico de las lites que han liderado el desarro-llo nacional. Es decir, tendramos que aceptar que no se puede expli-car el atraso poltico e institucional nicaragense simplemente como elresultado de las intervenciones extranjeras, la dependencia econmi-ca y las divisiones tnicas y sociales heredadas de la colonia.

    En este libro se argumenta que la persistencia del EstadoConquistador (y el fracaso del Estado Nacin) se debe, en gran me-dida, a la forma en que las lites nicaragenses han pensado el de-sarrollo histrico del pas. En otras palabras, se arguye que una expli-cacin de la persistencia del Estado Conquistador (y del fracaso delEstado Nacin) tiene que incluir una evaluacin del pensamiento po-ltico que ha informado la participacin de estas lites en el desarrollohistrico nacional.

    La prctica poltica nicaragense se ha orientado casi siem-pre dentro de una perspectiva cultural pragmtica-resignada. Concontadas excepciones, las lites gobernantes se han adaptado a larealidad domstica del pas y a los condicionamientos externos quehan operado sobre esta realidad. Ms an, la historia de Nicaraguaha sido percibida por las lites nacionales como un proceso determi-nado por fuerzas que los nicaragenses no controlan.

    El pragmatismo-resignado encuentra una de sus principalesraces en la cosmovisin providencialista reproducida por la IglesiaCatlica desde la conquista. El providencialismo expresa una visinde la historia como un proceso gobernado por Dios, en concordanciacon sus planes y propsitos ( ver McKim, 1996). Esta visin se en-cuentra presente en casi todas las expresiones institucionales religio-sas del mundo.

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    Con importantes variaciones, el providencialismo se ha man-tenido como uno de los principales ejes doctrinales del catolicismo,desde el perodo patrstico de la historia de la Iglesia Catlica hasta elpresente. A pesar de su persistencia, sin embargo, la teologa catlicase ha visto obligada por la misma modernizacin de las sociedadesms avanzadas del mundo a matizar y problematizar las articula-ciones discursivas de esta doctrina.

    As pues, algunas interpretaciones contemporneas delprovidencialismo hacen referencia a Dios como una influencia histri-ca general y no como la fuerza que regula y administra el sentido, laforma y la naturaleza de cada uno de los hechos y las circunstancias,que marcan el paso del tiempo. Para Peter C. Hodgson, Dios partici-pa en la historia estableciendo estructuras de prcticas tico-histri-cas dentro de las que participan individuos, comunidades e institucio-nes (Hodgson, 1992, 394-397).

    An en sus articulaciones ms problematizadas, sin embargo,la esencia del providencialismo se mantiene invariable: Dios es la fuerzay la inteligencia suprema que gobierna el destino de los individuos, delas naciones y del mundo. La persistencia de este principio funda-mental es comprensible, ya que una re-interpretacin sustancial delprovidencialismo podra fcilmente remover las bases que sostiene elpoder de la Iglesia Catlica.

    La Iglesia Catlica reproduce los elementos esenciales de sudoctrina providencialista a travs del lenguaje escrito y oral. Su dis-curso tambin incluye representaciones simblicas, que expresan unavisin del mundo como un espacio gobernado por Dios; y de la histo-ria de los individuos y de las naciones, como procesos determinadospor fuerzas sobrenaturales. Una de las ms importantes de estas re-presentaciones simblicas la constituye la figura de los santos y lassantas de la Iglesia.

    El proceso de canonizacin de los santos y de las santas seinicia con el reconocimiento de una persona que la Iglesia consideraespecialmente virtuosa y termina cuando, de acuerdo a las autorida-des eclesisticas, se ha confirmado que esta persona ha practicado

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    por lo menos dos milagros, es decir, que ha realizado dos actos so-brenaturales de origen divino. De esta manera, la elevacin de unapersona a la categora de santo o de santa supone una confirmacinde la presencia en el mundo de un Dios providencial, que ejerce sufuncin de administrador de la historia, a travs de personas santas,dotadas de poderes sobrenaturales por l conferidos. Una vez cano-nizadas, estas personas continan ejecutando milagros e intervinien-do en la historia para orientarla en concordancia con los objetivos deun plan determinado por Dios.

    La reproduccin del providencialismo, a travs de las repre-sentaciones simblicas del papel de Dios, actuando en la historia pormedio de los santos y las santas, se ha intensificado durante el papa-do de Juan Pablo II. Al cumplir su 83 aniversario de nacimiento, JuanPablo II haba canonizado 473 santos y santas, un nmero superior alde todos los santos y santas canonizados por la Iglesia Catlica du-rante los cinco siglos previos a su eleccin. Por otra parte, el Papahaba beatificado a ms de mil personas. La beatificacin, el pasoprevio a la santidad, se alcanza cuando la Iglesia Catlica reconoceque el candidato o la candidata ha practicado un milagro (Grossman,2002, 1).

    En Nicaragua, el culto a los santos forma parte del sentidomgico de la vida que, de acuerdo a Emilio Alvarez Montalvn, for-ma parte de la cultura poltica del pas. Para los nicaragenses, apuntael mismo autor, los fenmenos naturales y los hechos sociales y hu-manos tienen un origen misterioso, impenetrable, producto de fuerzasextraordinarias. Y, en la poltica, este rasgo cultural se expresa en latendencia de los nicaragenses a depositar su fe en los poderes delcaudillo de turno. Y agrega: Esa permanente expectacin de sujetarla vida a un ser providencial es, sin duda, de tipo religioso pues en ellael tipo de relacin es la fe ciega, la entrega total del devoto a su santopatrono sin poner ninguna condicin (Alvarez Montalvn, 2000, 48).

    En su libro, El Nicaragense, Pablo Antonio Cuadra confir-m y alab la visin providencialista de la historia que dominanuestra cultura: En Nicaragua no existe la blasfemia. Con Dios lalengua del nica est en constante referencia de respetuosa dependen-

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    cia. El Dios Mediante y el Si Dios quiere no faltan nunca en susfrases. El nicaragense tiene en su haber una de las expresionesprovidencialistas ms hermosas del castellano: Dios Primero! (Cua-dra, 1993, 48).

    Para Cuadra, la imagen de Cristo en el nicaragense es,fundamentalmente, la de un padre providencial. Con penetrante agu-deza, seala: De hecho nuestro lenguaje religioso ms familiar estmatizado de expresiones infantiles: la Mama-Virgen o el Papa-Chde toda la infancia nicaragense! Esta ha ido trabajando una nota filialmuy aguda en nuestra imagen de Cristo. Del Papa Ch infantil sepasa a mi Padre Jess que es el ms general y reverente nombre quenuestro pueblo da a Cristo . . . Debajo del tratamiento de Padre sehospeda un confiado providencialismo. Y agrega: En cierta ocasiny durante algn tiempo estuve recogiendo expresiones de nicaragen-ses pobres referentes a Dios. Tengo algunas recogidas en esos difci-les instantes en que la vida aprieta: Dios aprieta pero no ahoga, Nohay que oponerse a los designios de Dios, Dios proveer, A maltiempo, buena cara, Si El as lo dispuso...! El Dios del pobre estambin vengativo: Todo se paga, Dios tarda, pero no olvida,Dejalo estar...Dios todo lo ve!. Y siempre providente: El siemprees bueno, No hay como el de Arriba, nunca nos falla, !Dios Pri-mero!. . . (Cuadra, 1993, 220).

    Desde su profundo catolicismo tradicionalista, Pablo AntonioCuadra admira el providencialismo de las masas populares. En elpresente libro, por el contrario, se argumenta que el providencialismo,dominante en las visiones de la historia y del poder de las lites nica-ragenses, ha contribuido al desarrollo de un pensamiento y una cul-tura poltica pragmtica-resignada, que ha limitado la capacidad deaccin poltica requerida para identificar los obstculos objetivo-es-tructurales del desarrollo nacional, y para articular las visiones colec-tivas y las estrategias necesarias para superarlos. En tal sentido, elpragmatismo-resignado constituye la derivacin poltica de lacosmovisin religiosa expresada en el providencialismo.

    La consolidacin del pragmatismo-resignado y su reproduc-cin a travs de la historia nicaragense, como se ver ms adelante,

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    no ha dependido exclusivamente de los condicionamientos subjeti-vos impuestos por la doctrina providencialista difundida por la IglesiaCatlica y las iglesias protestantes, a travs de esta historia. Tambinlos condicionamientos materiales, impuestos por la influencia de losEstados Unidos, han contribuido a perpetuar la visin providencialistade la historia como un proceso determinado por fuerzas incontroladaspor los nicaragenses.

    La influencia del providencialismo y del pensamiento polticopragmtico-resignado se ha visto interrumpida en ms de una oportu-nidad por movimientos y gobiernos reformistas o revolucionarios quehan intentado ampliar los lmites de la realidad nicaragense. Estosmovimientos y gobiernos han adoptado posiciones fundamentalmen-te voluntaristas, incapaces de reconocer los obstculos estructuralesque condicionan la libertad humana.

    Ninguno de ellos logr desarrollar la capacidad poltico re-flexiva para identificar el marco de limitaciones y posibilidades hist-ricas dentro del que operaba la sociedad. En ausencia de esta capa-cidad, los impulsos reformistas y revolucionarios, surgidos a travsdel desarrollo histrico nacional, terminaron siendo aplastados por elpeso de una realidad que permanece pre-teorizada y, por lo tanto,ajena a la voluntad poltica de los nicaragenses.

    Advertencia a lectores y lectoras de este libro

    Al hacer su propia valoracin de todos estos argumentos, laslectoras y los lectores deben considerar que el autor de este libro esun cristiano catlico nicaragense y que, como tal, forma parte delmarco cultural que l mismo trata de analizar. Esto nos debe empujara preguntarnos: Puede un autor o una autora analizar, con algn gra-do aceptable de objetividad, el sistema de significaciones y subjeti-vidades que condiciona su propio pensamiento? Puede un autorevaluar objetivamente las visiones del poder y de la historia que for-man parte de su propio marco cultural?

    Estas preguntas han formado parte central del debate sobrela naturaleza del conocimiento a travs de la historia de la filosofa y

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    de las ciencias sociales. Las preocupaciones que ellas expresan estnincorporadas en el marco terico, en la metodologa y hasta en elestilo de redaccin utilizado en este trabajo.

    La objetividad como una condicin mental que nosimpermeabiliza contra la influencia de nuestra historia y de nuestraspreferencias, necesidades y aspiracioneses inalcanzable. Por otraparte, la responsabilidad como una disposicin a investigar y aescribir sobre nuestra realidad, evitando distorsionar o sobresimplificarla naturaleza de la historia para acomodarla a nuestras preferencias,necesidades y aspiraciones, es una obligacin que ningn autordebe ignorar.

    Este libro intenta ofrecer una relectura responsable del dis-curso poltico nicaragense. Esta relectura no es objetiva en el sen-tido antes anotadopor cuanto est guiada por una aspiracin per-sonal: contribuir a la consolidacin de un verdadero Estado Nacionaldemocrtico y moderno en Nicaragua. En este sentido, su elabora-cin se enmarca dentro del pensamiento articulado por MargaritaVannini, quien seala: Hoy el historiador no entiende su oficio comoel de un juez supremo de la sociedad. Lo que busca la ciencia his-trica es contribuir a una mejor comprensin de la sociedad del pasa-do, a fin de que podamos incrementar nuestro dominio de la sociedaddel presente. El primer paso para asimilar nuestras experiencias co-lectivas es profundizar los estudios sobre nuestra historia, a partir deuna relectura de las fuentes primarias (Vannini, 1997, 254).

    Como parte del esfuerzo por representar responsablementela historia poltica nacional, el presente libro contiene largas y fre-cuentes citas de los discursos polticos de las lites y, basado en ellas,el autor analiza y articula sus argumentos y conclusiones. El tamao yla frecuencia de estas citas constituyen un riesgo estilstico considera-ble y pueden cansar y aburrir a algunas personas. Este riesgo, sinembargo, est compensado por las oportunidades analticas, crticase interpretativas, que se generan del contacto entre el lector y el textoanalizado. La creacin de estas oportunidades se hace ms impor-tante en pases como Nicaragua, donde la informacin histrica es dedifcil obtencin.

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    Organizacin

    La informacin y los argumentos aqu contenidos estn desa-rrollados en ocho captulos. El primero, Teora y realidad social enAmrica Latina, ofrece una visin crtica del uso de la teora socialeuropea y de su vocabulario conceptual en las interpretaciones con-vencionales de los procesos de formacin del Estado en AmricaLatina. El segundo captulo, El Estado Conquistador y el EstadoNacional: una caracterizacin histrica y conceptual compara-da, contrasta la dinmica histrica que gener el Estado Nacionaleuropeo con la que facilit la formacin del Estado Conquistadorheredado por los pases de Amrica Latina despus de finalizado elperodo colonial3. El tercer captulo, El Estado Conquistador y elpensamiento poltico en la postrimera del perodo colonial, ofre-ce un anlisis de la situacin cultural de Amrica Latina en general, yde Centroamrica en particular, poco antes de la independencia. Elcuarto captulo, El pensamiento poltico nicaragense y la forma-cin del Estado despus de la independencia: consideracionesmetodolgicas, explica la manera en que este libro analiza la relacinentre el Estado y el pensamiento poltico que participa en su desarrollo.

    El quinto, sexto y sptimo captulos presentan una interpreta-cin cronolgica del papel jugado por la cultura religiosa y el pensa-miento poltico de las lites del pas en la formacin y desarrollo delEstado. Ms concretamente, interpreta la manera en que elprovidencialismo ha condicionado las visiones del poder, de la polti-ca y del orden social que han orientado la participacin de las litesen la construccin del Estado nicaragense.

    Una aclaracin sobre el ordenamiento cronolgico de la his-toria nicaragense aqu utilizado: Tradicionalmente, el estudio del de-sarrollo del Estado en Nicaragua ha tendido a privilegiar el significadode los acontecimientos domsticos especialmente los cambios dergimen como los factores que determinan el sentido y las etapasdel desarrollo poltico institucional. En este libro, lo domstico y loexterno se inter-relacionan para ofrecer una explicacin del desa-rrollo poltico como un proceso que forma parte integral de la confi-guracin de una estructura de poder global que, para Nicaragua, tie-ne su eje principal en los Estados Unidos.

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    El quinto captulo, Nicaragua y el imperialismo territorialestadounidense:1821-1857, analiza la relacin entre pensamientopoltico y desarrollo estatal desde la independencia de Centroamricaen 1821 hasta la Guerra Nacional. La historia poltica durante esteperodo fue condicionada por el desarrollo del poder transnacionalde los Estados Unidos y, particularmente, por la lgica espacial queorient este desarrollo. Operando dentro de esta lgica, las lites delpas y los gobiernos estadounidenses correlacionaban el poder na-cional y transnacional de los Estados Unidos con el tamao de subase territorial. La visin territorial del poder, que domin el desarro-llo estadounidense durante este tiempo, contribuye a explicar el fen-meno del filibusterismo.

    El sexto captulo, La constitucin del orden en Nicaraguay la institucionalizacin del poder internacional de los EstadosUnidos: 1857-1979, analiza el pensamiento poltico nicaragense yel papel que jug en el desarrollo del Estado desde la finalizacin dela Guerra Nacional hasta el triunfo de la Revolucin Sandinista en1979. Durante este perodo, la institucionalizacin del poder de losEstados Unidos se expres en la creacin de regmenes internaciona-les diseados para condicionar el funcionamiento y desarrollo de lospases de Amrica Latina: En Nicaragua, el nuevo imperialismo es-tadounidense no tuvo como objetivo la anexin fsica del territorionacional o de alguna de sus partes. A los gobiernos de Washington lesinteresaba ms la reorganizacin del Estado nicaragense para facili-tar su funcionamiento dentro de un sistema internacional panamericanodominado por sus intereses imperialistas.

    El sptimo captulo, El Estado nicaragense frente a laglobalizacin 1979-2002, abarca desde el surgimiento delneoconservatismo en los 1980s, hasta el ao 2002. El concepto de laglobalizacin hace referencia a la tendencia que muestran las estruc-turas polticas y econmicas nacionales a organizarse alrededor deejes de poder de carcter transnacional.

    Esta tendencia no representa la disolucin del poder hege-mnico mundial de los Estados Unidos sino, simplemente, la transfor-macin de este poder en una influencia indirecta y abstracta que se

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    manifiesta en la institucionalizacin de un espacio de poder y accineconmica y poltica no-territorializada. Este espacio transnacionaltiene como ejes operativos un conjunto de instituciones que incluye elBanco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la OrganizacinMundial de Comercio (Boli, Loya, y Loftin, 1999).

    La historia nicaragense, enmarcada dentro de esta tercerafase del desarrollo del poder transnacional de los Estados Unidos,abarca desde la Revolucin Sandinista en 1979 hasta nuestros das.La influencia de los Estados Unidos en el desarrollo poltico-institucional, durante este perodo, se expresa directamente en la de-pendencia poltica del Estado nicaragense con relacin a la polticaexterior de los Estados Unidos e, indirectamente, en la intensificacinde la dependencia econmica de los gobiernos de Nicaragua conrelacin a la racionalidad del mercado global y a las polticas de losorganismos financieros internacionales responsables de la articula-cin de esta racionalidad. En concordancia con los objetivos y lgicaorganizativa de este libro, este captulo pone en relieve el papel queha jugado el pensamiento poltico de las lites del pas en el desarrollodel Estado nicaragense dentro del contexto de la globalizacin.

    El captulo octavo, de conclusiones, Providencialismo, pen-samiento poltico y el futuro del Estado Conquistador, explora lastensiones y contradicciones que enfrenta el desarrollo y consolida-cin de un Estado Moderno dentro de una cultura poltica pragmti-ca-resignada y dentro de un marco histrico marcado por ladesterritorializacin de las historias nacionales contenidas por el Es-tado Moderno. Ms concretamente: este ltimo captulo intenta arti-cular algunos ejes de reflexin para responder a la pregunta: Quhacer?

  • Comedor en Granada,1982.

  • Todo operador de cmara no puede separarse de su contex-to histrico. Su temtica visual, instintivamente, se inscribe en la nece-sidad de encontrar explicaciones a una historia heredada que se quie-re asimilar; sobre todo, en un pas donde reinan grandes diferenciastnicas, sociales, de gnero y de distribucin de la riqueza. Es un retopara cualquier fotgrafo lograr una visin que rena estas contradic-ciones o plantee relaciones inesperadas entre objetos, smbolos y su-jetos. Nada ms deseable para las personas que practican la imagendirecta desde un mundo externo que ofrece infinitas posibilidades.

    El tema de los mestizajes culturales y tnicos contiene unagran riqueza de elementos por descubrir y poner de frente al especta-dor. El mbito religioso con sus figuras simblicas del barroco permi-te imaginarnos todava lo que pudo ser la ardua campaa de evange-lizacin y de insercin de la poblacin indgena en el nuevo sistemacolonial. La identificacin profunda a nivel popular con la imagineracatlica habla por s misma de este proceso que perdura casi intactohasta nuestros das. Para un fotgrafo estas manifestaciones significanuna oportunidad nica de encontrarse con su propia realidad.

    Claudia Gordillo

  • Vela de Jess Crucificado, Meseta de Los Pueblos, 1998.

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    Captulo 1. Teora y realidad social enAmrica Latina

    El Estado es uno de los conceptos que cuenta con mayorsignificado terico en las ciencias sociales. Como concepto, el Esta-do contiene la experiencia histrica que se asocia con el desarrolloy la organizacin de la vida territorial, social, poltica, cultural y eco-nmica de Europa occidental en los ltimos cuatrocientos aos (verSartori, 1984).

    As, el concepto Estado no solamente representa un produc-to institucional terminado, sino tambin la historia de este producto.Esta historia no est simplemente constituida por hechos, eventos ycircunstancias objetivas sino, tambin, por la accin reflexiva de losactores polticos y sociales participantes en el proceso de formacindel Estado para defender sus valores y sus intereses. En Europa,estos actores articularon o adoptaron visiones del poder y del ordensocial que sirvieron para organizar y orientar su prctica poltica y, atravs de sta, el desarrollo histrico de las sociedades de esecontinente.

    En este sentido, la historia del Estado europeo no es simple-mente una historia compuesta de procesos materiales, sino tambinmentales. En otras palabras, es una historia de acciones y tambin devisiones. Y, aunque no existe una correlacin perfecta entre ambas ninguna accin poltica histrica y colectiva corresponde perfecta-

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    mente a una visin pre-determinada de los objetivos que sta persi-guela accin poltica siempre tiene un punto de referencia mentalque puede ser articulado y analizado tericamente o que, simplemen-te, puede mantenerse a nivel de opinin, prejuicio, impulso o cual-quier otra percepcin pre-terica de la realidad.

    Ciertamente, los accidentes (o la fortuna) son elementosconstitutivos del desarrollo histrico de las sociedades. Muchas delas caractersticas del Estado Nacional europeo fueron el resultadode procesos y acontecimientos no-planificados. La historia europea,sin embargo, es en gran medida el resultado del pensamiento y de laaccin poltica reflexiva que ha enfrentado los accidentes de la histo-ria para acomodarlos a las aspiraciones e intereses sociales construi-dos a travs del pensamiento poltico y de la teora social.

    El pensamiento de Thomas Hobbes, para citar un ejemplo,surgi como reflexin y propuesta para enfrentar la crisis del ordensocial de Inglaterra a mediados del siglo XVII. Hobbes utiliz el con-cepto de soberana para justificar la necesidad de concentrar el po-der de regulacin y legislacin social de la sociedad inglesa en manosdel Rey. Una sntesis de la racionalidad, que utiliz para proponereste modelo autoritario de organizacin social, es la siguiente: La pre-servacin del orden y la seguridad requiere que los individuos, inte-grantes de una sociedad, acepten la autoridad del monarca soberano.La funcin principal de ste es servir de regulador de las tensiones ycontradicciones generadas en la vida comunitaria. Dentro de estastensiones y contradicciones, la ms importante y la ms peligro-sa es la que surge de la diferencia y confrontacin de los mltiplesintereses activos dentro de cualquier formacin social. Para evitar laguerra de todos contra todos, los miembros de una comunidad de-ben ceder su libertad al rey soberano para que ste organice el ordeny promueva el bien de la sociedad (Wolin, 1960, 239-285).

    El pensamiento de Hobbes, como el de Machiavelli, Bodin,Locke, Rousseau, Burke y Marx, por mencionar algunos de los pen-sadores modernos ms destacados, se expres en una filosofa, enun discurso y en una prctica poltica. En este sentido, como lo sealaMichael Clifford, las visiones del poder y del orden, articuladas por el

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    pensamiento poltico moderno, no deben verse simplemente comotratados filosficos sino, ms bien, como manuales de vida en losque se definen y legitiman las prcticas y los regmenes que transfor-man a los miembros de la sociedad en sujetos ticos socializados(Clifford, 2001, 11).

    As pues, el proceso de formacin del Estado europeo hasido condicionado por el pensamiento poltico y la teora social quecontribuy a hacer explcito el sentido de la historia poltica de Euro-pa. Al hacer explcita la realidad social pinsese en Hobbes o enMarx el pensamiento hace posible la organizacin, defensa o trans-formacin de esa realidad (ver Taylor, 1983).

    Las ciencias sociales, que estudian el desarrollo poltico deAmrica Latina, han adoptado acrtica y ahistricamente el conceptoEstado generado por la teora social europea. Ms concretamente,las ciencias sociales latinoamericanas han adoptado este concepto,como la representacin de una realidad institucional universal y nocomo la representacin de una realidad histrica especfica, condi-cionada por procesos materiales y mentales. De la misma maneraimitativa y descontextualizada, en que los prceres independentistasde Amrica Latina adoptaron el Estado europeo como un modelonormativo para orientar el desarrollo de los pases de la regin, lasciencias sociales latinoamericanas han adoptado el concepto Estado,surgido del desarrollo histrico de Europa, como el filtro terico quedetermina y organiza los temas, problemas y prioridades que orientanel estudio de la historia poltica de la regin. Asumimos, como bienlo sealaba Sofonas Salvatierra, la actitud subalterna de adoptarpara lo que empieza, las definiciones de una sociedad madura o quetermina; y esto, que es una copia, no puede estimarse como anticipa-cin de conceptos sociales estructurales, es simplemente copia(Salvatierra, 1951, 1)4.

    Al utilizar el concepto Estado, como la representacin de unproducto institucional terminado, las ciencias sociales latinoamerica-nas han ignorado la necesidad de estudiar y comparar la gnesis delEstado en Europa y Amrica Latina para establecer las especificidadesmateriales y culturales de estos procesos. De esta manera resulta sor-

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    prendente que, a pesar de la colosal influencia de Europa en la forma-cin y conceptualizacin del Estado en Amrica Latina, los estudioscomparativos de las historias poltico-institucionales europea y lati-noamericana sean sumamente escasos5. Al asumir que el conceptoEstado puede utilizarse como el filtro terico que determina y organi-za los temas, problemas y prioridades, que orientan el estudio de lahistoria poltica de la regin, las ciencias sociales de Amrica Latinahan asumido, casi siempre implcitamente, que la lgica histrica den-tro de la que se desenvolvi el proceso de formacin estatal europeoes, o puede ser, la misma que ha orientado el proceso de formacinestatal latinoamericano.

    Las ciencias sociales marxistas en Amrica Latina han orga-nizado el desarrollo de las sociedades de la regin dentro de unasecuencia pre-capitalista-capitalista. De acuerdo a esta orientacinterica, los actores, que participan dentro de este proceso histricoesquematizado, son similares a los que participaron en la construc-cin del Estado europeo. A partir de esta premisa, el pensamientosocial marxista latinoamericano ha identificado la existencia en la his-toria de la regin de proletariados, burguesas y hasta de bur-guesas campesinas (ver Arias, 1985).

    El uso acrtico y ahistrico de las representaciones tericas yconceptuales de la historia del Estado europeo en el estudio del desa-rrollo poltico latinoamericano ha tenido como consecuencia la dis-torsin y falsificacin de la especificidad histrica latinoamericana.As pues, las interpretaciones convencionales del Estado, prevale-cientes en Amrica Latina, tienden a ignorar o minimizar el impactoque ha tenido en la formacin de las sociedades polticas de la reginla lgica histrica generada por la conquista y la experiencia colonial.Tales interpretaciones han ignorado o minimizado el impacto polticode las tendencias estructurales objetivas y culturales que seinstitucionalizaron en la regin a partir de la conquista.

    Las ciencias sociales latinoamericanas generalmente asumen,implcita o explcitamente, que el punto de partida para el estudio delproceso de desarrollo del Estado en Amrica Latina es el momentode la independencia. De esta manera, las ciencias sociales aceptan

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    como una verdad sociolgica lo que en realidad fue una ficcin legal:la transformacin de las sociedades coloniales de Amrica Latina enEstados independientes y soberanos.

    La negacin de la etapa fundacional de los Estados latinoa-mericanos ha dejado en la oscuridad de la pre-teora toda la proble-mtica histrica de la conquista, de la Colonia y de la gestacin delos procesos independentistas. Ignorar esta etapa formativa de lassociedades polticas de Amrica Latina equivale a ignorar el impactode la Gran Crisis del siglo XVI en el estudio del Estado Moderno, oel del feudalismo en la constitucin del capitalismo y de la democraciaen Europa.

    Oscar Oszlak, para citar un ejemplo, ha intentado establecerla especificidad histrica de Amrica Latina y sus particularidadesnacionales o sub-regionales sin prestar suficiente atencin a la etapafundacional del Estado latinoamericano y sin hacer explcitos los fac-tores culturales y objetivos, que han condicionado el desarrollo pol-tico de la regin a partir de la conquista y del perodo colonial.

    Oszlak trata de explicar la naturaleza del desarrollo polticolatinoamericano evaluando la manera en que este desarrollo consi-derado a partir de la constitucin formal y legal del Estado a comien-zos del siglo XIX ha logrado reproducir las caractersticas bsicasdel modelo estatal europeo. Para este autor, la existencia del Estadoen Amrica Latina puede verificarse a partir del desarrollo de unconjunto de atributos que definen la estatidad, la condicin de serEstado (Oszlak, 1990, 11-13)6.

    De esta manera, el marco terico interpretativo, por l utiliza-do, slo permite establecer los grados de aproximacin que existenentre las caractersticas del Estado europeo entendido como un pro-ducto histrico terminado y no como una historia acumulada einstitucionalizada y las caractersticas cuasi-europeas del Estadoen Amrica Latina. Este enfoque terico se orienta dentro de unaperspectiva analtica negativa que es til para establecer lo que elEstado latinoamericano no es, pero que resulta inadecuada para elu-cidar lo que el Estado latinoamericano es como resultado de su pro-

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    pia formacin histrica. En otras palabras, el enfoque utilizado porOszlak nos permite conocer lo que no somos, pero no nos ayuda aestablecer lo que somos y, mucho menos, por qu somos comosomos.

    Al igual que en el resto de Amrica Latina, las principalesinterpretaciones del Estado en Amrica Central tambin han ignoradola lgica histrica generada por la conquista y la experiencia colonial.Estas interpretaciones asumen que el punto de partida para el estudiodel desarrollo poltico-institucional de la regin lo constituye la inde-pendencia. La ms influyente de stas ha sido la que ofrece el libro deEdelberto Torres Rivas, Interpretacin del Desarrollo Social Cen-troamericano, publicado a finales de los 1960s.

    En esta obra, las tendencias histricas de largo plazo de lassociedades centroamericanas, fueron identificadas, conceptualizadasy explicadas por Torres Rivas a partir del desarrollo formal-institucionalde los Estados centroamericanos despus de la independencia y, msconcretamente, a partir de la efectiva vinculacin de la economacentroamericana al mercado mundial, a travs de un producto agr-cola de exportacin (Torres Rivas, 1980, 32). La lgica histricagenerada durante la etapa fundacional, que precedi la constitucinformal de los Estados centroamericanos, y la brecha entre la identi-dad formal-institucional europea adoptada por los pases indepen-dientes de Amrica Central y, adems, la realidad histrica de esospases no fueron analizadas por este autor como problemas centralesdel desarrollo social centroamericano.

    Aos despus de la publicacin de Interpretacin del Desa-rrollo Social Centroamericano, el mismo Torres Rivas sugiri lanecesidad de incursionar en el pas profundo de Amrica Central,sealando que las ciencias sociales de esta regin no haban hechosino reiteradas . . . incursiones en la superficie de la realidad de lanacin, sumando importante informacin al conocimiento del pas ofi-cial, de la nacin epidrmica y hasta del orden constituido (Torres-Rivas, 1989, 2). En su ensayo, La nacin: problemas tericos ehistricos (1983), Torres adelanta la exploracin del pas profun-do, al abordar temas como la constitucin territorial de los pases de

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    la regin y las contradicciones entre el Estado y la Nacin en AmricaCentral.

    Recapitulando: La tendencia de las ciencias sociales de Am-rica Latina a utilizar, de una manera acrtica y ahistrica, el conceptoEstado generado por la historia europea, ha terminado imponiendo,sobre la realidad de la regin, la lgica que condicion el proceso deformacin estatal en Europa. Esto se expresa, como se seal ante-riormente, en la tendencia a organizar la historia poltica latinoameri-cana de acuerdo a las mismas etapas y a la misma secuencia dentrode las que se organiz la formacin del Estado Nacional europeo. Eluso acrtico y ahistrico del concepto Estado tambin se manifiestaen la tendencia que muestran las ciencias sociales de la regin a asu-mir que el punto de partida natural para el estudio del desarrolloestatal latinoamericano es el momento de la independencia, cuando elaparato institucional del sistema poltico de la regin se empieza aasemejar por lo menos a un nivel formal y organizativoal aparatoinstitucional del Estado europeo.

    De esta manera, las ciencias sociales de Amrica Latina hantendido a ignorar las especificidades objetivas y culturales estructura-les que separan a las experiencias histricas de Europa y AmricaLatina. La historia generadora del Estado en Europa, como se sealantes, es una historia compuesta por procesos materiales y mentales.De igual manera, la formacin del Estado en Amrica Latina es unproceso condicionado por factores objetivos, as como por las visio-nes del poder y del orden social que han informado la prctica polti-ca de los latinoamericanos.

  • Celebracin de la Pursima en Len, 1980.

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    Captulo 2.El Estado Conquistador y elEstado Nacional: una caracterizacin his-trica y conceptual comparada

    Para trascender la visin eurocntrica del Estado y destacarla especificidad histrica del desarrollo poltico de las sociedades la-tinoamericanas es necesario comparar los procesos y tendencias es-tructurales y culturales, que generaron el Estado europeo, con los queimpulsaron la formacin del Estado en Amrica Latina. Las lgicashistricas contenidas en estos procesos y tendencias son diferentes,por lo que sus resultados institucionales son esencialmente distintos.Por eso, el concepto de Estado, que debe utilizarse en Amrica Lati-na, tiene que diferenciarse del que se utiliza para hacer referencia almodelo de organizacin social estatal europeo.

    La diferenciacin conceptual, que aqu se propone, est ba-sada en la siguiente premisa: para alcanzar el nivel de especificidadconceptual, que se necesita para hacer explcita la naturaleza del de-sarrollo poltico-institucional de Amrica Latina, no es necesario niconveniente desechar el concepto Estado. Este concepto tiene valorcomo categora analtica que expresa y captura un fenmeno univer-sal: la tendencia de las sociedades del mundo a organizarseterritorialmente, bajo la dominacin de un poder poltico que cuentacon la capacidad y el derecho para movilizar los medios de coercinnecesarios para mantener el orden.

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    Los procesos de construccin poltica del orden y del poderen Europa y en Amrica Latina guardan profundas diferencias. As, elconcepto Estado, en el caso latinoamericano, tiene que ser redefinidopara que sea capaz de capturar tanto la dimensin universal, que en-cierra este concepto, como la lgica histrica especfica estructuraly cultural que ha orientado el desarrollo poltico-institucional deAmrica Latina a partir de la conquista y la experiencia colonial.

    El Estado Nacional: dimensiones estructurales yculturales de su constitucin y lgica histrica

    El Estado Nacional tiene sus races en las grandes transfor-maciones generadas por la Gran Crisis del siglo XVI europeo. Ellapuso fin al orden social medieval predominante en Europa desde queel desmantelamiento del Imperio Romano produjo la desintegracinterritorial europea y el nacimiento de la Iglesia Catlica como un po-der poltico universal.

    La Gran Crisis fue el resultado de un conjunto de profundoscambios sociales, tecnolgicos, econmicos y culturales que incluye-ron el descubrimiento de Amrica, la Reforma encabezada por Mar-tn Lutero, los descubrimientos astronmicos de Coprnico, la apari-cin de nuevas tecnologas de guerra, la formacin de ejrcitos pro-fesionales, la conformacin de nuevas clases sociales generadas porlas importantes transformaciones sufridas por las estructuras econ-micas del continente europeo y, finalmente, el resquebrajamiento delmarco cultural religioso y providencialista que la Iglesia Catlica arti-cul y reprodujo a travs de la Edad Media (ver Rabb, 1975).

    A partir del Renacimiento, el sentido pasivo y resignado antela historia y el universo, predominante en la sociedad europea medie-val, empez a ser reemplazado por una visin de la historia que im-puls a los europeos a asumir el derecho y la responsabilidad deconstruir su propio destino. Los europeos, desde entonces, dejan deverse a s mismos como receptores pasivos de una voluntad divina yse convierten en intrpretes de esa voluntad. De esta transformacinnaci el pensamiento poltico moderno capaz de articular visiones delpoder, del orden social y de la historia, como procesos y condiciones

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    determinados por la accin humana y no por una voluntad divina ca-prichosa e impredecible.

    Posiblemente la pintura es el rea de la actividad humanadonde mejor se puede apreciar el cambio sufrido en la relacin entreDios y la humanidad durante el Renacimiento. La pintura medievalrefleja con claridad la centralidad de un Dios omnipotente e inexpug-nable, as como la pasividad y resignacin de la humanidad ante supoder (ver Munford, 1963; y Venturi, 1964). Tambin refleja la es-trechez temporal y espacial que domin las visiones sociales duranteeste perodo histrico. La ausencia de perspectiva en la colocacinde las figuras de estas pinturas muestra, con enorme dramatismo, losbajos niveles de abstraccin mental derivados de una condicin his-trica limitada por los estrechos espacios territoriales dentro de losque se desarrollaba la vida social medieval, y por el sentido mtico ymisterioso del pasado y del futuro histrico de la humanidad que pre-valecieron durante este perodo.

    Dios mantiene una presencia importante en la pintura delRenacimiento. Pero el objeto central que celebra, expresa y repre-senta esta nueva pintura es la humanidad. El hombre aparece coloca-do en una posicin que lo acerca a Dios, no como rival sino comointrprete e, incluso, como copartcipe de la construccin del mundoy de su historia (ver Venturi, 1964; y Bourstin, 1992).

    En Europa Occidental el discurso providencialista empez aperder su poder de interpretacin y representacin social a partir delsiglo XVII (ver Hammond, 1996). El lenguaje del Estado y, ms tar-de, el de la democracia fueron imponindose gradualmente como losmedios discursivos adecuados para hacer sentido de una realidadque resultaba incongruente con el discurso religioso providencialistatradicional.

    De esta manera, el pensamiento poltico europeo se transfor-m en punto de referencia y en eje ordenador de la misma realidadque trataba de hacer explcita (ver Taylor, 1983). Tal pensamiento nopuede verse como una actividad mental sino, ms bien, como unafuerza material con capacidad transformativa (Laclau y Mouffe,1987, 105-166).

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    Poner en relevancia el papel del pensamiento, como fuerzaconstitutiva de la historia europea, no es argumentar o sugerir queesta historia haya sido un proceso y un producto mentalmente deter-minados. El desarrollo histrico de la sociedad europea, como la decualquier otra, estuvo condicionado por la accin poltica de las litesy de las masas. Esta prctica poltica tambin dependi del contextomaterial, dentro del que los hombres y mujeres articularon sus nece-sidades y aspiraciones. Pero la prctica poltica europea, adems,estuvo condicionada por las visiones tericas y filosficas del poder ydel orden social, que se articularon en el viejo continente despusque el humanismo reemplaz al providencialismo como el marco cul-tural interpretativo de la realidad.

    El concepto de virtu en la obra de Maquiavelo hace refe-rencia a la existencia de una capacidad poltica reflexiva para enfren-tar y superar los accidentes (fortuna) y las necesidades (necessita)de la historia (ver Hexter, 1973). As pues, hablar del pensamientopoltico no es hablar de ideas que flotan sobre la realidad, sino hacerreferencia a la existencia de una fuerza constitutiva de esa realidad.Es, en otras palabras, hablar de una capacidad transformadora surgi-da de la visualizacin, conceptualizacin y teorizacin de las posibili-dades histricas existentes ms all de la realidad y que desembocanen la realizacin de esas posibilidades (ver Serrano Caldera, 1984).

    En este contexto, el pensamiento poltico europeo no cre elEstado Moderno en la misma forma en la que un artista crea unapintura a partir de la nada. La capacidad creativa del pensamientoeuropeo oper sobre la base de procesos histricos en gestacin ydesarrollo. As, el lienzo sobre el que inici su obra el pensamientoeuropeo, que articul la idea del Estado, era un lienzo semi-terminado.

    La forma final, adquirida por la organizacin poltico-institucional de Europa, no estaba predeterminada y tuvo que ser cons-truida mental e histricamente. Es decir, la ruta histrica, que tuvocomo consecuencia la formacin del Estado Moderno, fue construi-da mediante la aplicacin de un pensamiento poltico que, al hacerexplcita la realidad europea, tambin elucid sus posibilidades hist-ricas. El pensamiento europeo, en otras palabras, hizo explcito el

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    sentido de las transformaciones econmicas y poltico-institucionalessufridas por la sociedad medieval especialmente a partir de la GranCrisis del siglo XVI y contribuy a definir el perfil, naturaleza ydireccin de estas transformaciones.

    El desarrollo del capitalismo, los avances tecnolgicos en elrea de las comunicaciones, el empuje hacia la centralizacin y acu-mulacin del poder poltico y econmico necesario para el manteni-miento de ejrcitos profesionales y el resquebrajamiento del poderuniversal de la Iglesia Catlica hicieron obsoletos los espacios territo-riales naturales dentro de los que se desarrollaba la vida social delmedioevo (Ortega y Gasset, 1946, 75). Estos cambios produjeron,literalmente, un desbordamiento de las relaciones socialesterritorialmente contenidas en los espacios feudales.

    Al mismo tiempo, las profundas transformaciones sufridas porla estructura econmica medieval y el surgimiento de la burguesa,como una nueva clase social, forzaron una redefinicin del balance defuerzas e intereses sobre el que se sostena el sistema de dominacinde la Europa medieval. El Estado absolutista fue la expresininstitucional inicial de esta redefinicin (ver Luhmann 1982; 1990; yGiddens, 1990).

    El Estado absolutista represent un balance entre los viejosintereses feudales y los nuevos intereses de la naciente clase capitalis-ta. En este balance, la vieja clase aristocrtica terrateniente logrmantener su posicin dominante, impregnando el nuevo Estado consu visin del poder; sta, como bien seala Perry Anderson, era es-pacial y, de acuerdo con ella, el poder se manifestaba y se ejercitabaa travs del control y dominacin de territorios, independientementede la voluntad de las comunidades existentes (Anderson, 1979, 15-43). Esta visin explica que, en las teorizaciones originales de la so-berana, el poder del Estado fuese conceptualizado como una capa-cidad de regulacin y control territorial.

    El Estado absolutista logr la consolidacin del orden en losnuevos y ms amplios espacios territoriales de Europa surgidos deldesbordamiento de la base espacial de las estructuras sociales de la

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    Edad Media, mediante el desarrollo de su capacidad para gobernara la distancia (Giddens, 1984 18-9). El principio de la soberana,mejor expresado por Jean Bodin y Thomas Hobbes, proporcion alEstado Absolutista la racionalidad necesaria para la institucionalizaciny legitimacin de esta capacidad, que se materializ a travs de laadministracin fiscal, la administracin de la justicia y el servicio mili-tar (ver Hintze, 1975; tambin Schulze, 1998).

    El desarrollo de la capacidad de regulacin social del Estadohizo posible el nacimiento y desarrollo de historias sociales poltica-mente determinadas, de historias sociales construidas a travs de laaccin y del clculo poltico (ver Luhmann, 1982). Esto, a su vez,promovi el desarrollo del pensamiento poltico moderno e impulsel desarrollo de la capacidad humana para articular mentalmente yconstituir materialmente la organizacin del poder y el orden social.

    Con el desarrollo del pensamiento poltico moderno, la filo-sofa desplaz a la teologa; la idea del Dios Omnipotente fue re-emplazada por la del Legislador Omnipotente (Schmitt, 1985, 36).Ms an, con la consolidacin del Gran Leviatn y el desarrollo delpensamiento poltico moderno, el orden social no slo fue poltica-mente determinado sino tambin planificado y reproducido por elEstado en un proceso guiado por la doctrina de la raison detat,mediante la subordinacin de la moralidad pblica al poder del Esta-do (Koselleck, 1988, 25). De esta manera, el pensamiento polticoempez a desplazar al pensamiento mtico y religioso dentro del quelas sociedades de la Edad Media conceban y explicaban su existencia.

    El desplazamiento del orden cosmolgico teocntrico delmedioevo signific la apertura de grandes preguntas existenciales, antesvedadas al anlisis y a la especulacin: Cul es la naturaleza y lafuente de la verdadera autoridad?; Cul es la naturaleza y la fuentede un adecuado orden social?; Qu es la verdad y cmo se iden-tifica?. Como ha sealado Theodore K. Rabb, con la desmitificacindel orden medieval estas preguntas tuvieron que ser respondidas dentrode una lgica poltica (Rabb, 1975, 33). En otras palabras, con ladesmitificacin del sistema de dominacin religioso medieval, la natu-raleza del orden social y la seguridad dejaron de ser percibidos como

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    productos de la voluntad de un Dios providencial y empezaron a serpensados y tratados como construcciones sociales.

    El largo trnsito entre el providencialismo religioso medievaly la consolidacin de la visin moderna de la historia, el poder y elorden social, ha sido conceptualizado de muchas formas. Max Weberhabla del desencantamiento del mundo, para hacer referencia a lagradual desmitificacin del mundo medieval dominado por la presen-cia de ngeles y de santos que intercedan ante Dios para obtenermilagros para la humanidad (ver Ward, 1987).

    Pero el concepto ms utilizado para capturar la esencia de lastransformaciones culturales, que culminaron con el desmoronamientode la cosmovisin providencialista y la consolidacin de la Era Mo-derna es, indudablemente, el de secularizacin. El proceso al quehace referencia este concepto tiene sus inicios en el Renacimiento, sedinamiza a partir de la Gran Crisis del siglo XVI y se cristaliza duranteel siglo XIX, despus de recibir el poderoso estmulo de la Ilustracindurante el siglo XVIII. Algunos autores son ms precisos al sealarque la consolidacin simblica del proceso de secularizacin de lasociedad europea tuvo lugar entre la publicacin de El Origen de lasEspecies de Charles Darwin en 1859 y la marcada cada en el uso delos templos religiosos en Europa a finales del siglo XIX (ver Chadwick,1990).

    La secularizacin de la mente europea no puso fin a la in-fluencia de la religin en el pensamiento y la conducta humana, perodelimit su espacio y cre lo que Richard Tarmas llama un universoconcebido y explicado por dos verdades: La verdad de la razn yla de la fe. San Agustn haba subordinado la verdad de este mundo ala verdad emanada de la Ciudad de Dios. Los esfuerzos del esco-lasticismo y en particular de Toms de Aquino, por establecer unarelacin armnica entre ambas verdades, seala Tarmas, no fueroncapaces de contrarrestar la bifurcacin entre el mundo de la fe, den-tro del que operaban el protestantismo y el catolicismo, y el mundode la razn promovido por Bacon, Descartes, Locke, Hume, elempirismo, la filosofa racional y el pensamiento de la Ilustracin.Tarmas ilustra la compleja coexistencia del mundo de la razn y el

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    mundo de la fe durante la secularizacin de la sociedad europea, cuan-do nos recuerda que tanto la religiosidad de Bach y Handel como larazn cientfica de Newton compartieron el mismo siglo XVIII (Tarnas,1991, 302-303; tambin Forrester, 1988).

    La bifurcacin del mundo de la fe y de la razn se expres enla constitucin del orden social, como una esfera de accin sujeta alpensamiento y a la voluntad humana; y se manifest tambin en laconstitucin del Estado como el principal mecanismo organizador delos intereses, las aspiraciones y las memorias colectivas de los gruposque habitaban su base territorial. A travs de esta funcin, el Estadofacilit el desarrollo de identidades e historias nacionales que culmi-n, eventualmente, en la consolidacin del Estado Nacional y la ra-cionalidad legal-formal dentro de la que ste opera.

    Hablar de una racionalidad legal-formal es hablar de un mar-co de valores que trascienden el poder y la voluntad de los gobernan-tes y que establecen normas abstractas reguladoras de la conductade los miembros de la sociedad. El parlamentarismo es una de lasexpresiones institucionales ms importantes de esta estructura de do-minacin limitante del poder del rey, al imponer sobre ste la autori-dad de un marco legal polticamente constituido.

    As pues, la base territorial del Estado europeo lleg a con-vertirse en el contenedor de una historia, un presente y,presumiblemente, un futuro. Los Estados soberanos se convirtieronen espacios polticos en donde los planes, ambiciones y accionesde los miembros de una comunidad nacional se contraponen y orga-nizan para alcanzar el orden (Wolin, 1960, 60).

    De esta manera, la soberana lleg a representar lo que DavidGross ha llamado la espacializacin del tiempo y la experiencia.Este concepto hace referencia a la tendencia que histricamente hanmostrado las sociedades europeas a condensar las relaciones tem-porales - ingrediente esencial para la significacin social y personal -en relaciones espaciales (Gross, 1981-82, 59). Dicho de otra ma-nera, el principio de la soberana lleg a expresar la capacidad de losespacios polticos europeos para territorializar el tiempo histrico delas comunidades que habitaban estos espacios (ver Poulantzas, 1978).

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    A partir del siglo XVII, y en la medida en que en Europa seestructuraban nuevas y ms complejas relaciones sociales, la lgicaespacial, que haba orientado la accin del Estado absolutista, diolugar al desarrollo de una lgica social (ver Foucault, 1991). Laaparicin de lo social es decir el reconocimiento de la fuerza pol-tica de sectores que operaban fuera del mbito de poder del Esta-do como el objeto primordial de la accin estatal, dio inicio a laestructuracin de un modelo de relaciones entre el Estado y la socie-dad, culminando en lo que hoy se conoce como democracia.

    As pues, el concepto de soberana que Hobbes articulpara legitimar la concentracin del poder absoluto y la autoridad enmanos de un rey soberano evolucion a partir del siglo XVII paracapturar y representar el desarrollo de una asociacin ms estrechaentre el Estado y la sociedad, cuando la sociedad desarroll su capa-cidad para condicionar el poder estatal (Hinsley, 1986, 222). Estaevolucin signific el abandono gradual de la idea del Estado, comoun poder poltico centralizado, y represent el inicio del desarrollo deun nuevo rgimen institucional para la creacin y reproduccin delorden social. Este nuevo rgimen institucional no dependi solamentedel poder estatal sino, tambin, del poder de la sociedad civil, comoun entarimado de relaciones sociales que operan dentro de un espa-cio pblico relativamente independiente del mbito de accin y con-trol del Estado (Rose, 1996, 46).

    La instrumentalizacin del poder de la sociedad civil por par-te del Estado tuvo lugar mediante el desarrollo e institucionalizacinde circuitos de reproduccin, de ciclos de actividades y conse-cuencias rutinizadas que se reproducen a travs del tiempo y la dis-tancia y que comunican y entrelazan al Estado con la sociedad (Cohen,1989, 124). Algunos de los ejemplos ms concretos de estos circui-tos de reproduccin son los procesos administrativos y el aparatoinstitucional organizados por el Estado para administrar la justicia, elfuncionamiento del mercado y la recoleccin de impuestos.

    El poder de regulacin social, alcanzado por el Estado euro-peo a travs del desarrollo e institucionalizacin de sus circuitos dereproduccin, facilit el desarrollo de la capacidad poltica de la

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    sociedad civil. Esta, una vez organizada, fue capaz de utilizar loscircuitos de reproduccin del Estado para articular, canalizar y pre-sentar sus propias demandas. Del desarrollo de la sociedad civil sur-gi el principio de la soberana popular como expresin de la consti-tucin de un poder poltico democrtico capaz de condicionar la ac-cin del Estado.

    Desde esta perspectiva, los sistemas polticos de las socieda-des democrticas liberales del occidente son fruto de una lucha hist-rica en torno a la definicin e interpretacin del principio de la sobe-rana. No es una casualidad que haya habido una estrecha vinculacinentre la evolucin de este principio y el desarrollo de la idea de lademocracia (ver Beloff, 1962; Niebuhr, 1959; Hinsley, 1986).

    En otras palabras, la consolidacin de la democracia en Eu-ropa puede verse como el resultado de dos procesos interdependientesy mutuamente constituidos: a) el desarrollo de la capacidad de regu-lacin y gestin social del Estado, y b) el desarrollo de la capacidadde la sociedad para condicionar la accin del Estado. Por medio deestos dos procesos paralelos y mutuamente condicionantes, el Esta-do europeo perdi su poder desptico y desarroll su poder es-tructural. El desarrollo de la capacidad de regulacin social del Esta-do europeo aument la capacidad de ste para penetrar y coordinarde manera centralizada y, a travs de su propia infraestructura, lasactividades de la sociedad civil (Mann, 1989, 114). Al mismo tiem-po, como resultado del desarrollo de los derechos ciudadanos, elEstado fue perdiendo la capacidad de imponer su voluntad sobre lasociedad civil en ausencia de prcticas institucionalizadas de nego-ciacin (Ibid., 113). Como resultado de este doble proceso se llega establecer lo que David Held llama una relacin de congruencia(Held, 1991, 198) entre los que hacen las polticas pblicas y los quereciben su efecto. Esta relacin constituye la premisa fundamental delsistema democrtico moderno.

    En consecuencia, el proceso de consolidacin de la demo-cracia puede visualizarse como una serie de crculos concntricos enexpansin a partir de un punto central que representa la soberana delEstado absolutista. Cada crculo representa la articulacin de un nue-

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    vo consenso social fundamentado en un nuevo balance de interesesentre los principales sectores y actores de la sociedad. En Inglaterra,la lucha histrica en torno a la definicin e interpretacin de la sobera-na puede representarse grficamente a travs de tres crculos queexpresan el afianzamiento de los derechos cvicos en el siglo XVIII,de los derechos polticos en el siglo XIX y de los derechos socialesen el siglo XX (ver Marshall, 1965).

    El desarrollo de los derechos ciudadanos y la consolidacinde una relacin democrtica entre el Estado y la sociedad fueronprocesos condicionados por el desarrollo y la confrontacin de visio-nes del poder y del orden social que permiti a las sociedades euro-peas elucidar, organizar y orientar el sentido de su realidad. Ms con-cretamente, la formacin del Estado Nacin democrtico europeofue condicionado por el desarrollo de una capacidad poltica reflexi-va, que sirvi para articular los consensos de intereses y aspiracionessustentadores del orden social en Europa. Bajo esta perspectiva, lafuncin del pensamiento poltico europeo no ha sido simplemente ex-plicar la realidad social, sino tambin definir los consensos sobre losque se sostiene esta realidad (Taylor, 1983, 20).

    Recapitulando: La formacin del Estado en Europa estuvodeterminada por a) el desbordamiento de las relaciones sociales delos espacios territoriales de la Edad Media; b) la necesidad de reor-ganizar y reterritorializar estas relaciones; c) el desarrollo de una ca-pacidad poltica-reflexiva para reconstruir el orden social; d) el desa-rrollo de una capacidad de gestin estatal para articular y reproducirel orden dentro de espacios territoriales soberanos; y e) el desarrollode una sociedad civil con la capacidad de condicionar la accin delEstado. A travs de estos procesos, la lgica histrica territorial,sobre la que se fundament el poder del Estado absolutista, fue re-emplazada por una lgica histrica social que desemboc en la con-solidacin del Estado-Nacional democrtico.

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    El Estado Conquistador: dimensiones estructuralesy culturales de su constitucin y lgica histrica

    El proceso de formacin del Estado Conquistador puede di-vidirse en tres grandes etapas. La primera abarca desde el descubri-miento de los nuevos territorios del continente americano hasta laemisin de las Leyes Nuevas en 1542. Este perodo constituye unaversin extendida de lo que Haring llama la era de los adelantadosque, de acuerdo a este autor, abarca hasta los 1520-1530 (Haring,1990, 104). La segunda etapa arranca con la emisin de las LeyesNuevas y termina con las Reformas Borbnicas de mediados del si-glo XVIII. Finalmente, la tercera etapa se extiende desde las Refor-mas Borbnicas hasta la independencia.

    La era de los adelantados

    La cultura poltica de Espaa en el siglo XVI estaba domina-da por visiones providencialistas del poder y de la historia. MarianoFazio Fernndez seala que la psicologa colectiva espaola en esesiglo se alimentaba de una cosmovisin cristiana del mundo y de laexistencia humana, que ve a un Dios Providente que gobierna lascambiantes situaciones histricas (Fazio Fernndez, 1992, 610). Elprovidencialismo puede definirse como una visin de la historia delos individuos y de las sociedades como procesos gobernados porDios, en concordancia con sus planes y propsitos (ver McKim, 1996).La Providencia, desde esta perspectiva, representa el trabajobeneficente de la soberana de Dios que dirige y dispone de todos loseventos [histricos y naturales] para realizar los propsitos del bien yla gloria para los cuales fue creado el universo (ver Fergunson yWright, 1988).

    Europa haba operado durante la Edad Media dentro de unmarco cultural religioso y providencialista. Fuera de la Pennsula Ib-rica, sin embargo, la c