Entre Pròlogos

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    Mara del Pilar Puig MaresUniversidad Central de VenezuelaEscuela de Letras

    ENTRE PRLOGOS*

    Retrteme el que quisiere, pero no me maltrate.Miguel de Cervantes.Don Quijote de la Mancha. II. LIX

    Quin te mete a ti en mis cosasy en averiguar si soy discreto o majadero?

    Miguel de Cervantes.Don Quijote de la Mancha. II. LVIII

    Lector moen topando a aquel mi maldiciente autor,

    dile que se enmiende, pues yo no ofendo a nadie.Miguel de Cervantes. Prlogo al lector.

    Ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados

    En sus Investigaciones retricas I. La antigua retrica, Roland Barthes escribe: La

    funcin del proema es, pues, en cierto modo, exorcizar lo arbitrario de todo comienzo 1

    (67). En el prlogo a la Primera parte de su Quijote, Cervantes se ha quejado al lector de la

    obligacin de ofrecerle su obra con el ornamento de prlogos, adems de sonetos

    laudatorios, epigramas y todos cuantos liminares2 al principio de los libros suelen

    ponerse. Cervantes muestra, por una parte, el cansancio de las obligaciones retricas a las

    que compromete la escritura3; por otra, la constatacin de que para la clase de libro que

    entrega no son necesarios los inventarios de tpicos ni el reclamo a la autoridad de los

    *Las pginas que siguen conforman el prlogo a la Segunda Parte de El Quijote editado por Monte vilaEditores Latinoamericana en 2010, nica edicin crtica publicada en Venezuela hasta la fecha, cuyos

    prlogos, aparato crtico y notas estuvieron a cargo de Mara Pilar Puig. La autora y los editores agradecemosa Monte vila Editores Latinoamericana su gentileza al permitir su inclusin en este volumen.1

    Barthes habla tambin del miedo a tomar la palabra, a romper el silencio: hay una solemnidad aterradoraante el hecho de romper el silencio (o el otro lenguaje) salvo ciertos charlatanes que se lanzan a lapalabra y la toman por la fuerza, en cualquier lugar (67).2La retrica contempornea da a los liminares el nombre de paratextos, los cuales, como apunta Genett,siempre comprometen al autor.3Un autor tan poco contestatario como el Infante don Juan Manuel, en el Conde Lucanormuestra tambin sufastidio al cumplir con la obligacin retrica. Tras cuatro prrafos donde ha empleado los tpicos requeridos:falsa modestia, escritura con fines didcticos y morales, consideracin acerca de la calidad intelectual de las

    personas y la necesidad de parbolas y ejemplos sencillos para que los menos dotados comprendan, comentaEt, pues el prlogo es ya acabado, de aqu adelante comenzar la materia del libro.

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    antiguos ni escribir a imitacin de los maestros clsicos, tampoco justificarse o escudarse

    tras el tpico moral. No hace l un libro pedaggico al estilo medieval. Sin embargo, hay en

    Cervantes un propsito tico y didctico, pero presentado, como requiere la poca y el

    nuevo lector que se est formando, de manera agradable y no como sermn moral; se trata

    del estilo adoptado por los libros de caballeras, a los cualesElQuijoteimita y parodia, me

    refiero al proceso inicitico y de formacin de la personalidad del joven (personaje o

    lector), quien trabaja para alcanzar las virtudes del caballero. Por otra parte, Cervantes,

    como los mejores y ms originales de sus predecesores, se vale de la retrica y de la

    variadsima tpica al uso, emplendolas con genial irona, haciendo buena esa funcin del

    proema con que iniciamos, nosotros tambin, estas pginas. Adems es funcin del

    prlogo, en especial, de los prlogos de autor, facilitar a ste su labor de domesticacindel

    lector. Pero igualmente crear la atmsfera necesaria y precisa para que ese lector d alescrito la clase de lectura que el autor exige y el texto precisa . El exordio es siempre la

    inauguracin reglada del discurso(67), aunque en este caso quien impone las reglas no es

    la preceptiva sino el autor (trasgresor) de acuerdo con sus intenciones.

    As el autor en oficio de prologuista se vale de esa retrica cuya funcin pareciera ser la de

    sistematizar y reprimir la escritura, apartando de ella toda espontaneidad. La paradoja

    consiste en que valindose de la retrica el autor de ingenio construye una obra original, y

    aun, originalsima; basta con recordarLa Celestina. Cervantes, como otros geniales autores,

    sabe muy bien qu hacer con la preceptiva. Por eso la emplea tan profusamente pero (y

    tambin porque asimismo la propia retrica lo concede, pues en su abundancia formal

    ofrece libertad) la infringe una y otra vez, haciendo de ella una prctica ldica.

    La precedencia de exordios, proemios o introducciones a toda clase de obras est vigente

    desde la Grecia antigua y fue uso extendido entre los latinos. En poca clsica se adscriba

    casi privativamente al teatro, y en l los autores presentaban su obra y personajes, e

    indicaban propsito y acciones; hasta aportaban datos sobre su propia valoracin de asuntos

    de ndole poltica, religiosa, moral o social o artstica; poco o nada se cuidaban de no

    adelantar las ancdotas o la culminacin de las acciones, pues no interesaba la historia, y

    muchas veces tampoco su fin, sino la manera, las peripecias por las cuales atravesaban los

    personajes hasta caer en las acciones morales y trgicas que al autor importaban. A nadie

    interesaba el suspenso, tan acreditado en nuestros das, sino que la expectacin se

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    sustentaba en el desconocimiento de la manera cmo tratara el autor determinado asunto o

    mito, en la solucin que aportara. Luego de su decadencia alto medieval, reaparece el

    proemio con todo vigor en la etapa bajo medieval y renacentista. Pero mantiene tanto su

    obligacin de incluir sentencias y ejemplos morales como la inclinacin a convertirse en

    dilogo cmplice entre autor y lector, pues es aqu donde se sella el pacto ficcional entre

    ellos; el Renacimiento potencia adems la funcin artstica y de ornato, de ah su

    configuracin como ejercicio de lenguaje lleno de paradojas, filigranas verbales, extraezas

    discursivas, todo lo cual tiende a convertirlo en un subgnero literario, que puede aislarse

    del texto al cual antecede:

    () las centurias XVI y XVII fueron en efecto, no solamente lo que se conocecomo el Siglo de Oro de la literatura espaola, sino tambin la edad dorada denuestros mejores prefacistas: Lope de Vega, Quevedo, y, desde luego, Cervantes,

    uno de los mximos prologuistas de todos los tiempos () el autor del Quijote, ensu afn de presentarnos el glorioso nacimiento de un gnero me doy a entender,y es as, que yo soy el primero que he novelado en lengua castellana, modela, depaso, otro a su medida: es el surgimiento del prlogo novelstico como entidadliteraria en su propio derecho4(Martn: 77).

    La clara aficin de Cervantes por los prlogos, por una parte; por otra su manera de valerse

    de ellos, como quien conoce muy bien la retrica al uso y el arte de subvertirla empleando

    sus mismos cdigos culturales, han convertido estas piezas en inestimables canteras para

    conocer su pensamiento, su sentir y emociones, sus ms caras inclinaciones personales, su

    irona y bondad, sus afectos y desafectos; su opinin acerca del oficio de la escritura, su

    juicio sobre sus contemporneos y sus obras. Y su estimacin del arte creativo.

    Los prlogos del Quijote, lejos de constituir simplemente un par de advertencias onotas propagandsticas; en otras palabras, lejos de ser dos prlogos convencionales,se revelan, cada uno en su propsito, como dos autnticas mini-novelasintroductorias, un mini-gnero a su vez, en el que el autor se vale, como sucede enla obra principal, de los ms diversos elementos que la tradicin prologustica detodos los tiempos pone al alcance de su pluma, para consolidar esta entidad literaria

    y consagrarla. (Martn: p. 80).

    Tambin el proemio suele insistir en el provecho (y a partir del Renacimiento, cada vez

    ms, tambin en el contento) que regalar la lectura ofrecida. Se recurre aqu al tpico

    4La cita corresponde al Prlogo al lector de las Novelas Ejemplares, las cuales, a pesar de las protestas irnicas- contrarias del autor, se adornan de versos laudatorios de poetas famosos y nobles insignes, a quienestambin Cervantes haba dado cabida en su Viaje del Parnaso.

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    ofrezco cosas nunca antes vistas ni odas. El prlogo o exordio cumple, pues, una primera

    funcin presentativa, introductoria y de exposicin de los motivos determinantes de la

    creacin de la obra, insistiendo en el provecho y deleite inmanentes al texto; se trata, por

    supuesto, del nuevotpico del deleitar aprovechando. Pero igualmente conserva la muy

    importante tarea de captar la benevolencia del lector o escucha (captatio benevolentiae)

    para hacerlo favorable a las propuestas del autor. Aqu el tpico de la falsa modestia se

    constituye en el mejor aliado5. En el prlogo a la Primera parte del Quijote, Cervantes da

    cuenta del tpico de dos diversas maneras; la primera, apegado al uso:

    () quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el ms hermoso, elms gallardo y ms discreto que pudiera imaginarse [pero] qu poda engendrar elestril y mal cultivado ingenio mo, sino la historia de un hijo seco, avellanado,antojadizo.

    La segunda manera no puede imaginarse ms irnica, porque al confesar su propia

    incapacidad intelectual y erudita, hace crtica de todos aquellos que (como Lope de Vega,

    aunque no lo nombra) son diestros al consultar los florilegios, compendios y antologas de

    frases y autores clebres con el propsito de incluir en sus escritos referencias de alta

    cultura, y, sin embargo, pasan por doctos:

    Porque cmo queris vos que no me tenga confuso el qu dir el antiguolegislador que llaman vulgo cuando vea que, al cabo de tantos aos como ha queduermo en el silencio del olvido, salgo ahora, con todos mis aos a cuestas, con unaleyenda seca como un esparto, ajena de invencin, menguada de estilo, pobre deconceptos y falta de toda erudicin y doctrina, sin acotaciones en las mrgenes y sinanotaciones en el fin del libro, como veo que estn otros libros, aunque seanfabulosos y profanos, tan llenos de sentencias de Aristteles, de Platn y de toda lacaterva de filsofos, que admiran a los leyentes y tienen a sus autores por hombresledos, eruditos y elocuentes?

    Cervantes construye as su prlogo a la Primera parte del Quijotehaciendo crtica y parodia

    de la tradicin retrica prologal de la cual se vale y emitiendo, a la vez, su juicio sobre las

    costumbres literarias de sus contemporneos. Por ello le incluye burlonamente todas lassentencias y ejemplos morales consagrados por la tradicin antigua, pero con su particular

    uso, ironiza. Carlos Fuentes, en suElogio de la incertidumbre constata cmo Cervantes se

    5Por entero retrico es el Infante don Juan Manuel en su obra citada en nota anterior, igual que sus palabraspara expresar el tpico: Et lo que y fallaren que non es bien dicho, non pongan la culpa a la ma entencin,mas pnganla a la mengua del mi entendimiento. Et si alguna cosa y fallaren bien dicha et aprovechosa,gradzcanlo a Dios, ca l es por quien todos los buenos dichos se facen et se dicen.

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    vale de las certezas dogmticas de su tiempo para humanizarlas, relativizarlas y someterlas

    a laprueba de la incertidumbre (160). Acaso los juegos retricos prologales de todas sus

    obras, pero en especial de las dos partes del Quijote, muestren con absoluta claridad esta

    intencin y verifiquen la funcin que al proema asigna Barthes de domesticaral lector e ir

    acostumbrndolo a las novedades ticas y estticas con que topar luego. No es la menor de

    ellas deshacer la autoridad del autor, como tan intensamente hace Cervantes mediante el

    recurso de los muchos copistas y traductores de los anales manchegos, con Cide Hamete

    como principal historiador. En el Quijote, desde su mismo inicio toda verdad, como toda

    razn, est aqu en tela de juicio (Fuentes: 170).

    Otra innovacin de este prlogo es la creacin de un nuevo lector (del cual la literatura

    moderna har tan buen uso) cuyo pacto ficcional con el autor va mucho ms all de los ya

    anchos lmites impuestos por los tpicos de la falsa modestia y la captatio benevolientae6

    .Se trata aqu de un lector desocupado a quien el autor no desea morigerar con su obra

    sino simplemente entretener, pues Cervantes se inmiscuye en la discusin de su tiempo

    acerca de la licitud de la literatura de ficcin para defenderla con el mejor argumento: la

    novela misma y su pluralidad de funciones, niveles, lenguajes. Es decir, Cervantes hace

    crtica literaria mientras expone su propia teora acerca de la escritura y su funcin. Esto se

    centra en el tpico del deleitar aprovechando que desde al menos un siglo atrs viene

    hacindose tradicional. Lo propiamente cervantino de la nueva relacin con un lector, al

    que se pretende desocupado ms no indiferente ni alma de cntaro, es la demanda de

    cordura y discrecin, es decir, buen criterio, disposicin para el pensamiento crtico y

    amplitud de entendimiento, esto para razonar y juzgar las propuestas del autor: irona sobre

    irona, as es el estilo ldico de Cervantes. Pero sobre todo, el nuevo lector posee libertad

    en su lectura: lee con tu alma en tu cuerpo y tu libre albedro, le exigir Cervantes.

    El pacto con el lector que Cervantes establece en la Primera parte, contiene la clusula de

    adherencia al bando de los detractores ms o menos molestos y enconados- de Lope de

    6 Es ste un tema sobre el cual Cervantes medit mucho. Recordemos las escenas finales de la novelaejemplarEl casamiento engaoso, cuando el licenciado Peralta conviene con el autor Campuzano, quien traesu escrito metido en el seno, en que leer para su deleite esos sueos o disparates, pues no puede ser menosuna historia, no una fbula, donde los perros hablan con sentido. Mientras Peralta lee, conjuntamente con ellector de cualquier tiempo, la novelaEl coloquio de los perros, Campuzano duerme; despierta justo cuando elotro concluye la lectura y da su veredicto: Aunque este coloquio sea fingido y nunca haya pasado, parcemeque est tan bien compuesto que puede el seor Alfrez pasar adelante con el segundo [] Yo alcanzo elartificio del Coloquio y la invencin.

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    Vega, rival vencedor de Cervantes en las contiendas teatrales, jams en la prosa; a pesar de

    lo cual Cervantes, en su obra, revela el malestar que tal superioridad le causa; incluso Lope

    de Vega, su teatro, su nuevo arte de componer comedias,constituyen referentes perennes

    e importantes a lo largo de la creacin cervantina. La amistad entre ambos escritores se

    haba quebrado hacia 1604, pues poco antes de esta fecha se haban valido mutuamente

    como testigos de descargo en querellas judiciales. Incluso Cervantes otorg a Lope un

    soneto laudatorio para la tercera edicin de La Dragontea, editada en el mismo volumen

    que el poema narrativo La hermosura de Anglica (impresa en 1602), y puesta a

    continuacin de sta. Tambin Lope elogia a su futuro rival al hacer de su imagen de poeta

    adorno en uno de esos retratos que para tiempos futuros estaban puestos (La Arcadia:

    1340). As pues, las razones del distanciamiento no resultan claras: envidias, piques

    literarios, oposicin generacional etc. El caso es que en los tres prlogos objeto de nuestraconsideracin (Cervantes, Primera y Segunda partes del Quijote y Avellaneda), el

    monstruo de naturaleza como lo llam Cervantes, se convierte en clave y motivo

    relevante de su composicin.

    En el Prlogo a la Primera parte, con inmensa irona, indica el autor que a punto estuvo de

    dejar al Quijoteguardado para siempre en una gaveta. Carece l de la erudicin y fantasa

    necesarias para componer un prlogo retrico, altisonante y tan provedo de citas de

    grandes autores como de versos laudatorios enviados por grandes poetas y cortesanos

    famosos: yo determino que el seor don Quijote se quede en sus archivos, dice, porque

    no quiere solicitar a amigos poetas famosos algn soneto laudatorio para su obra. La

    alusin a Lope de Vega es clarsima porque ya sus contemporneos daban cuenta de que

    buena parte de los poemas laudatorios de La Arcadia (1598) o El Peregrino en su patria

    (1604), fueron compuestos por el propio Lope. Por otra parte, tambin hay abundantes

    evidencias sobre la costumbre lopesca de citar a travs de la consulta a los compendios.

    El caso es que Cervantes, criticando el exceso de florituras y demostraciones eruditas

    empleadas tan profusamente por Lope, tanto en el poemaLa hermosura de Anglicacomo

    en El peregrino en su patria, no slo va componiendo su propio prlogo sino que critica

    igualmente la falsa erudicin y cultura, esa que con tanta velocidad se obtiene de los

    catlogos retricos y florilegios y se demuestra en la excesiva anotacin marginal de las

    obras. Se ha dicho respecto a este asunto que Cervantes lo critica por carecer l mismo de

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    erudicin suficiente para adornar su obra con sentencias y ejemplos clsicos. Que lo mueve

    la envidia. Todo puede ser, dira Sancho. Pero lo cierto es que a Cervantes sus

    contemporneos no lo acusan de tal prctica, menos an manifiesta inters por pasar por

    docto, ni afecto por los manuales de fcil consulta, mientras Lope se puede presentar -en

    esos aos al menos- como prototipo de autor obsesionado por demostrar erudicin, fue un

    gran fatigador de los que l calificara aos despus en La Dorotea(1632) como librotes

    de lugares comunes. (Conde y Garca).

    Apreciemos, entonces, el estilo de irona propuesto por Cervantes en su prlogo, al tiempo

    de ofrecer su propia consideracin acerca de ciertos aspectos de la literatura de ficcin, de

    la tradicin retrica y del uso que a sta dan algunos escritores de su tiempo. En principio

    Cervantes considera que la obra de ficcin debe entregarse monda y desnuda, es decir,

    sin comentarios autoriales de pretensiones moralistas o didcticas: es el lector quien debeentendrselas con la obra y sacar las conclusiones a las que lo lleve su peculiar

    inclinacin (carcter, edad, bagaje cultural, etc.). La retrica tradicional obligaba a las

    obras de fines pedaggicos, as como a los ejercicios realizados por los jvenes estudiantes,

    a presentarse con acopio de

    [] fragmentos, sentencias, frases hechas, giros y modismos de las produccionesliterarias de la antigedad [] nombres de autoridades hasta en la denominacin delos personajes [] explicar quines eran talesautores, explicar las finezas del estilo,ofrecer interpretaciones sutiles, proporcionar noticias y crticas tiles [] Esteaprendizaje constitua un rite de passagepara los jvenes, que los capacitaba, con elmanejo brillante de la palabra, para el ejercicio de la futura profesin: cortesano,escribano-letrado, magistrado. (Alonso Asenjo)

    Pero Cervantes no est en trance de maestro ni su obra es un manual didctico. Mediante la

    irona sobre la retrica y sus funciones, puede, entonces, denunciar el abuso de tratarla

    como simple almacn de provisiones donde sacar ideas y frases a propsito para ser citadas

    en cualquier discurso o escrito. Pero rescata, tambin irnicamente, la bondad de la

    retrica, pues no es slo una concepcin del lenguaje y de la literatura, sino una filosofa,una cultura y un ideal intelectual (Guiraud: 7). Sabe bien Cervantes como la retrica se

    constituye en un metalenguaje que sufre a travs del tiempo las necesarias variaciones, pero

    siempre se vale de la maravillosa ambigedad de la palabra.

    Cervantes tiene plena conciencia de la clase de obra que ha escrito y de la clase de literatura

    ms de su inters. No hace l libros pedaggicos ni manuales universitarios para jvenes

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    estudiantes ni es su propsito contarse entre esos autores que admiran a los leyentes y

    pasar por ledos, eruditos y elocuentes;ha compuesto una obra de ficcin, la cual debe

    estimular la imaginacin y el pensamiento crtico del lector a la vez de proporcionarle

    placer esttico; y aunque est al tanto de que toda obra literaria posee su propia tica, no

    puede erigirse en catecismo, mucho menos su autor trocarse en censor o autoridad

    poseedora de la verdad. No quiere esto decir que nuestro autor careciera de un ideal

    artstico o de una teora poltico-didctica acerca de la escritura, los cuales pretendiera

    difundir. Resulta curioso que siendo verdadero paladn de la libertad humana y literaria y

    luchador avezado contra la censura, la cual evade con tanta maestra, sea tambin capaz de

    abogar, desde el lado rgido y censorio de su personalidad, guiado acaso por un antiguo

    rancor hacia las comedias que agora se usan, porque se eviten ciertos rasgos perniciosos

    ticos y estticos- en ellas, pues las comedias que ahora se representan son espejos dedisparates, ejemplos de necedades e imgenes de lascivia; no obstante,

    [] todos estos inconvenientes cesaran, y aun otros muchos ms que no digo, conque hubiese en la Corte una persona inteligente y discreta que examinase todas lascomedias antes que se representasen; no slo aquellas que se hiciesen en la Corte,sino todas las que se quisiesen representar en Espaa, sin la cual aprobacin, sello yfirma ninguna justicia en su lugar dejase representar comedia alguna (Quijote, I.48).

    Este juicio, de seguro dictado por la inquina contra Lope y el rechazo a su obra teatral,

    afortunadamente lo pronuncia el cura, con lo cual se revela antes la irona del autor y no un

    supuesto afn represor.

    Respecto, pues, a los adornos retricos en cuanto atae a su obra, y por ende a toda obra de

    ficcin, dice Cervantes:

    Slo quisiera drtela monda y desnuda, sin el ornato de prlogos, ni de lainnumerabilidad y catlogo de los acostumbrados sonetos, epigramas y elogios queal principio de los libros suelen ponerse [y] sin acotaciones en los mrgenes y sinanotaciones en el fin del libro, como veo que estn otros libros, aunque seanfabulosos y profanos.

    De tal modo, y siguiendo tambin la tradicin retrica, se retrata como autor perplejo ante

    su obra ya concluida, pero ms estupefacto frente a la hoja en blanco donde comenzar a

    escribir el prefacio. Tiene razn Barthes, la escritura del proema suscita miedo, como si

    empezar a hablar, encontrar el lenguaje, fuera correr el riesgo de despertar lo desconocido,

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    el escndalo, el monstruo (67). Aparece entonces la figura tpica del amigo gracioso y

    bien entendido7, cuya funcin es la de convertirse en un otro del autor, con posibilidades

    de decir algo que ste debiera callar por prudencia o conveniencia. A este amigo se queja

    el autor sobre la imposicin de decir a travs de los nombres de autoridad cuanto l mismo

    podra decir sin ningn aparato, porque ni siquiera tiene ganas de consultar los manuales

    retricos dispuestos para el saqueo, como hacen todos, citando abusivamente de ellos

    por las letras del abec, comenzando en Aristteles y acabando en Xenofonte. El amigo

    desenmascara la prctica abusiva: los sonetos y epigramas otorgados por famosos poetas

    y nobles personas, puede escribirlos, con muy poco esfuerzo, l mismo, como ya vimos que

    hace Lope, o encargarlos. Por otra parte, insiste el amigo, una breve consulta a los

    compendios y emplear imaginativamente los datos conseguidos, es fcil tarea , basta que

    procuris nombrar estos nombres. Y dando oportuno ejemplo de las tcnicas, menciona alarchiconocido ro Tajo, respecto del cual le dice:

    () mostraros hombre erudito en letras humanas y cosmgrafo, haced de modocomo en vuestra historia se nombre el ro Tajo, y vereisos luego con otra famosaanotacin, poniendo: , etc.

    Irona tal vez dictada al recuerdo de algunas octavas reales de La hermosura de Anglica:

    ()Tiempo vendr que ms delgada primalevante el plectro y armona del canto;y entonces vos veris mejor que en Cumas,cisnes en Tajo de doradas plumas.()Ya desde Guadalete al claro Duero,y desde el Ebro a lo que Tajo baa,ro espaol no corre al mar ligerocon agua pura, o nieve de montaa;que el ms pequeo, por tributo fiero,

    ofrece roja sangre al mar de Espaa,quedando en vez del oro sus arenasde rotas mallas y de huesos llenas.(Canto I, pg. 562)()

    7Incluso el viejo personaje latino Prologus, podemos aventurar, se encuentra presente en la figura delamigo que visita el meditabundo y cabizbajo escritor del Prlogo I (Martn:80)

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    De Tubal a Ataulfo, primer godo,Rein Ibero, Jubalga, Brigo, Tago,A quien el Tajo agradecido en todo,Dio arenas de oro por el nombre en pago,()

    (Canto X, pg. 614)O deLa Arcadia, novela pastoril en prosa y verso tan retrica como plagada de referencias

    eruditas, cuyo libro V comienza: Hasta ahora, pastores amigos del dorado y cristalino

    Tajo (1324)

    La puya cervantina se afila al insistir en la pretensin de no mencionar nombres famosos

    como hacen todos, por las letras del abec, comenzando en Aristteles y acabando en

    Xenofonte y en Zolo o Zeuxis, aunque fue maldiciente el uno y pintor el otro. Tambin

    Lope de Vega, en el mencionado libro V de La Arcadia, nombra a Zoilo entre los poetas

    famosos (p. 1339), relacionado con la Envidia. Con relacin a la importancia de esta cita,

    en apariencia impensada, nos informan Pedro Conde P. y Javier Garca Rodrguez en su

    serio y documentado estudio Ravisio Txtor entre Cervantes y Lope de Vega: una

    hiptesis de interpretacin y una coda retrica. Acicatea la curiosidad de estos

    investigadores la caprichosa enumeracin de nombres, la cual no consideran, como acaso

    pretendi Cervantes, casual ni azarosa, sino muy estudiada; pero especialmente reparan en

    la coletilla; maldiciente el uno y pintor el otro. Las tabulae alfabticas de autores y

    personajes con cuyas nminas se engalanaba la mayora de las obras, incluan nombres tan

    axiomticos como Aristteles, Platn Jenofonte; unidos a otros elegidos por razones

    particulares del autor. A Zoilo, a quien correspondera el calificativo de maldiciente,se le

    reconoca como:

    [] implicado en un asunto de emulacin literaria ocurrido dos mil aos antes [y]necio y temerario opositor a uno de los auctores por excelencia de la cultura deOccidente8, lo que hara de l, ms bien, un anti-auctor(Conde y Garca)

    Mientras que Xeuxis fue conocido por las noticias que de su arte y sus obras ofrecieronauctores como Plinio el Viejo [] pues nada se ha conservado de su produccin

    pictrica. Se conservan, eso s, numerosas ancdotas, que hablan, por una parte, de un

    8Se refieren los autores a Homero.

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    artista que se sirve de varios y diferentes modelos para ejecutar una obra; por otra de su

    vanagloria. Xeuxis mantuvo un pulso artstico

    [] con otro pintor, Parrasio9: como Zeuxis haba pintado un racimo de uvas contan gran realismo que acudan las aves a picotearlo, Parrasio pint un cuadro que

    consista en una simple tela que pareca cubrir una pintura; Zeuxis, ensoberbecido(tumens en el original latino) por el engao de las aves, quiso ver dicha pintura,creyendo que la tela era real y no pintada; ante la habilidad de Parrasio, quien habaconseguido engaar a una persona, no a unos animales, Zeuxis se vio obligado areconocer su derrota. Represe en las implicaciones esttico-literarias que en lapoca de Lope y Cervantes posea una ancdota de esta ndole: un artista que superaa otro en la imitacin de la naturaleza o, lo que entonces era lo mismo, de larealidad (Conde y Garca)

    De este modo, el retrato psicolgico que uno se forma de Zeuxis es el de un artista de

    grandes dotes, probablemente genial, pero con un concepto tan vanidoso de s mismo que

    raya en la soberbia y que lo hace sentirse superior al resto de los mortales (Conde y

    Garca). Cualquier lector del tiempo reconoca en todo esto una crtica satrica a Lope de

    Vega, cuya genialidad y buen uso de la tradicin literaria nadie puede cuestionar (ni

    entonces ni hoy), pero todos resentan sus envidias, vanagloria, malquerencias y soberbia.

    Por esto, y otros detalles que el lector interesado puede conocer en el estudio de Conde y

    Garca, el pasaje cervantino, segn los estudiosos, debe entenderse, en primer lugar, como

    irnico y satrico, escrito con el propsito de desenmascarar a quien fatigaba sin descanso

    la Officinade Txtor; y Lope de Vega tena bastantes motivos para acusar tal golpe. Sin

    embargo, y Cervantes tambin est en ese conocimiento, no poda nuestro autor darse a

    entender tan propiamente de no ser l mismo, Cervantes, si no fatigador, al menos

    conocedor, discreto investigador y prudentecitador, de tales librotes. Son los giros

    de la irona.

    Los autores que venimos comentando concluyen con la afirmacin de que ms all de la

    situacin anecdtica de una rivalidad personal, ambos autores [Lope y Cervantes] estn

    9 Cervantes nombra a este pintor en el captulo XXXII de la Segunda parte, con relacin a la bellezainigualable de Dulcinea, la cual don Quijote no puede describir por ser empresa en quien se deban ocuparlos pinceles de Parrasio, de Timantes y de Apeles, y los buriles de Lisipo. Cervantes conoce, pues, losnombres retricos y el arte de citarlos. (Este captulo seguramente fue escrito antes de que el Quijote deAvellaneda saliera de imprenta. El captulo XXXVI incluye la famosa carta de Sancho a su mujer fechada en

    julio de 1614, y de ese mismo mes y ao son las licencias concedidas a Avellaneda, por tanto, su impresin ydifusin son posteriores).

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    representando dos formas de entender la literatura y, tambin, dos maneras de entender el

    mundo.

    En 1614 sali de las prensas tarraconenses, segn dice el propio libro, aunque en verdad se

    imprimi en Barcelona10, el Segvndo / tomo del / ingenioso hidalgo / Don Qvixote de la

    Mancha, / que contiene su tercera salida: y es la / quinta parte de sus auenturas. /

    Compuesto por el Licenciado Alonso Fernndez de / Auellaneda, natural de la Villa de /

    Tordesillas. /Al Alcalde, Regidores e hidalgos de la noble / villa de Argamasilla, patria feliz

    del hidal- / go Cauallero don Quixote / de la Mancha. [imagen] 11 Con licencia, en

    Tarragona, en casa de Felipe / Roberto, Ao 1614.

    El libro lleva aprobaciones y licencias tanto del Arzobispado de Tarragona como del

    representante del Consejo de Su Majestad, es decir, de lo espiritual y temporal, y es

    10En la coda que sigue al Prlogo de Menndez Pelayo a la edicin de Avellaneda que empleamos, se lee:Un avance notable en las investigaciones sobre el tema suponen los trabajos del librero Francisco Vindel,

    comprobadores de que el falso Quijote sali de las prensas del taller barcelons de Sebastin de Comellas. Ellector interesado puede consultar el estudio La verdad sobre el Falso Quijote, de Francisco Vindel.Barcelona. Antigua Librera Babra. 1937, donde tambin el estudioso otorga la autora a Alonso de Ledesma.11Los editores del libro de Avellaneda toman esta imagen de portada de la primera edicin valenciana de laPrimera parte del Quijote cervantino, 1605, hecha en la imprenta de Pedro Patricio Mey. El libro deAvellaneda, como su autor hace ver antes de iniciar el primer captulo, constituye la quinta parte delingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha y de su andantesca caballera. Cervantes, como se recordar,haba entregado la Primera parte de su novela en cuatro partes, vendidas por separado. El libro de Avellaneda,a su vez, siguiendo la pauta trazada por Cervantes, se subdivide en tres partes, Quinta, caps. I a XII, Sexta,caps. XIII a XXIV, Sptima, caps, XXV a XXXVI. Cervantes en su Segunda parte olvidar esta prctica.

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    sabido que slo a los libros de autor conocido se les otorgaban, no a los annimos ni

    escritos bajo seudnimos no identificables con personas reales12. Este falso Quijote,

    asegura don Marcelino Menndez Pelayo, fue mirado con la mayor indiferencia por sus

    contemporneos, hasta el punto de no citarle ningn escritor del siglo XVII (ix). Don

    Toms Tamayo de Vargas, en su Junta de libros, la mayor que Espaa ha visto en su

    lengua hasta el ao 1624, lo catalogaapenas diez aos despus- como de autor real que

    (Menndez

    Pelayo: ix, n. 1); mientras que el bibligrafo Nicols Antonio le da cabida en el catlogo de

    suBiblioteca hispana(1672). El caso es que el libro de Avellaneda no volvi a editarse en

    Espaa sino en 1732: Hzola el erudito y extravagante don Blas Antonio Nasarre, movido

    por los elogios que de la traduccin, o ms bien arreglo francs de Le Sage, haba ledo en

    elJournal des Savants de 31 de marzo de 1704 (Ibidem: ix).A pesar de su poco xito de pblico, en 1805 se realiz otra edicin (desdichadsima, al

    parecer de Menndez Pelayo), sta expurgada de cinco captulos donde se injiere, a la

    manera cervantina, dos breves novelas sin ninguna relacin con la narracin central, se trata

    del cuento del rico desesperado y del de los felices amantes, segn Menndez Pelayo

    escandalosas, sin duda, pero que literariamente consideradas no son de lo peor que el libro

    contiene, especialmente la segunda (x). La edicin de Barcelona de 1884 tuvo ms suerte

    con los censores y apenas fue expurgada; sin embargo, para este estudioso slo merece

    crdito la edicin de 1851 de Cayetano Rosell preparada para el tomo primero de

    Novelistas posteriores a Cervantes, de la Biblioteca de Rivadeneyra, aunque considera el

    estudioso- peca de sustitucin de la grafa antigua por la moderna. El propio Menndez

    Pelayo realiz una edicin en 1905, para la Librera Cientfico Literaria, seguida, como

    referencia al menos, hasta hoy.

    El ingenioso caballero don Quijote de la Mancharesiente la aparicin de este falso Quijote

    de autor desconocido, no slo por la imitacin de que ha sido objeto, asunto mucho menos

    vilipendiado entonces que hoy, ni porque el libro sea de muy inferior calidad literaria y

    maltrate sin piedad a sus hroes, sino en especial por el tratamiento recibido por Miguel de

    Cervantes en el prlogo. Copio a continuacin dicho prlogo, pues su escasa extensin,

    12 El anonimato literario intencional es delito de hereja desde el ndice de Valds de 1551. En 1612 seconvierte en una de las tres clases permanente de obras y autores prohibidos. (Mrquez: 160).

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    junto al buen nmero de citas que har de l y la comodidad del lector, hacen de la

    inclusin por entero, lo ms razonable:

    Como casi es comedia toda la historia de don Quijote de la Mancha, no puede nidebe ir sin prlogo; y as, sale al principio desta segunda parte de sus hazaas ste,

    menos cacareado y agresor de sus lectores que el que a su primera parte pusoMiguel de Cervantes Saavedra, y ms humilde que el que segund en sus Novelas,ms satricas que ejemplares, si bien no poco ingeniosas. No le parecern a l lo sonlas razones desta historia, que se prosigue con la autoridad que l la comenz y conla copia de fieles relaciones que a su mano llegaron; y digo mano, pues confiesa des que tiene sola una; y hablando tanto de todos, hemos de decir dl que, comosoldado tan viejo en aos cuanto mozo en bros, tiene ms lengua que manos. Peroqujese de mi trabajo por la ganancia que le quito de su Segunda parte, pues nopodr, por lo menos, dejar de confesar tenemos ambos un fin, que es desterrar laperniciosa licin de los vanos libros de caballeras, tan ordinaria en gente rstica yociosa; si bien en los medios diferenciamos, pues l tom por tales el ofender a m,y particularmente a quien tan justamente celebran las naciones ms estranjeras y lanuestra debe tanto, por haber entretenido honestsima y fecundamente tantos aoslos teatros de Espaa con estupendas e inumerables comedias, con el rigor del arteque pide el mundo y con la seguridad y limpieza que de un ministro del SantoOficio se debe esperar.No slo he tomado por medio entremesar la presente comedia con las simplicidadesde Sancho Panza, huyendo de ofender a nadie ni de hacer ostentacin de sinnomosvoluntarios, si bien supiera hacer lo segundo y mal lo primero. Slo digo que nadiese espante de que salga de diferente autor esta Segunda parte, pues no es nuevo elproseguir una historia diferentes sujetos. Cuntos han hablado de los amores deAnglica y de sus sucesos? Las Arcadias, diferentes las han escrito; la Diana no estoda de una mano. Y, pues Miguel de Cervantes es ya de viejo como el castillo deSan Cervantes, y por los aos tan mal contentadizo, que todo y todos le enfadan, ypor ello est tan falto de amigos, que cuando quisiera adornar sus libros con sonetoscampanudos, haba de ahijarlos como l dice al Preste Juan de las Indias o alEmperador de Trapisonda, por no hallar ttulo quizs en Espaa que no se ofendierade que tomara su nombre en la boca, con permitir tantos vayan los suyos en losprincipios de los libros del autor de quien murmura; y plegue a Dios aun deje,ahora que se ha acogido a la iglesia y sagrado! Contntese con su Galatea ycomedias en prosa, que eso son las ms de sus novelas: no nos canse.Santo Toms, en la 2, 2, q. 36, ensea que la envidia es tristeza del bien y aumentoajeno, dotrina que la tom de san Juan Damasceno. A este vicio da por hijos sanGregorio, en el libr. 31, capt. 31, de la exposicin moral que hizo a la historia delsanto Job, al odio, susurracin, detraccin del prjimo, gozo de sus pesares y pesarde sus buenas dicha; y bien se llama este pecado invidia a non videndo, quia invidusnon potest videre bona aliorum; efectos todos tan infernales como su causa, tancontrarios a los de la caridad cristiana, de quien dijo san Pablo, I Corintios, 13:Charitas patiens est, benigna est, non aemulatur, non agit perperam, non inflatur,non est ambitiosa... congaudet veritati, etc. Pero disculpan los yerros de su primeraparte, en esta materia, el haberse escrito entre los de una crcel; y as, no pudo dejarde salir tiznada dellos, ni salir menos que quejosa, mormuradora, impaciente y

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    colrica, cual lo estn los encarcelados. En algo diferencia esta parte de la primerasuya, porque tengo opuesto humor tambin al suyo; y en materia de opiniones encosas de historia, y tan autntica como sta, cada cual puede echar por donde lepareciere; y ms dando para ello tan dilatado campo la cfila de los papeles que paracomponerla he ledo, que son tantos como los que he dejado de leer.

    No me murmure nadie de que se permitan impresiones de semejantes libros, puesste no ensea a ser deshonesto, sino a no ser loco; y, permitindose tantasCelestinas, que ya andan madre y hija por las plazas, bien se puede permitir por loscampos un don Quijote y un Sancho Panza, a quienes jams se les conoci vicio,antes bien, buenos deseos de desagraviar hurfanas y deshacer tuertos, etc.

    De Pero FernndezSoneto

    Maguer que las ms altas fechorashomes requieren doctos e sesudos,e yo soy el menguado entre los rudos,de buen talante escribo a ms porfas.

    Puesto que haba una sin fin de dasque la fama esconda en libros mudoslos fechos ms sin tino y cabezudosque se han visto de Illescas hasta Olas,

    ya vos endono, nobres leyenderoslas segundas sandeces sin medidadel manchego fidalgo don Quijote,

    para que escarmentis en sus aceros;que el que correr quisiere tan al trote,non puede haber mejor solaz de vida.

    De este nuevo Quijotey sus circunstancias es importante tener en cuenta un asunto de casi

    imposible resolucin, al menos hasta hoy, el cual, sin embargo, ha ocupado largusimas

    horas de estudio y dado las hiptesis ms peregrinas; me refiero al tema de su autora, ya

    que Avellaneda se reconoce como un pseudnimo. Asociado a este primer tema est el de

    porqu esper nueve aos para dar contestacin a las que considera injurias contra s y

    contra Lope de Vega, a quien admira. La nmina de posibles autores, siempre extensa, va

    cambiando a lo largo de los aos, bien porque se descubre algn documento donde consta

    la muerte de un candidato varios aos antes de escrito el prlogo, como ocurre con el caso

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    del jurista valenciano Juan Mart13, miembro de la Academia de los Nocturnos14, muy

    afecta a Lope de Vega, fallecido en 1604; bien porque la enormidad de las evidencias

    contrarias estimulan su olvido. En todo este asunto de la identidad de Avellaneda, y por

    ende de la autora del libro, no queremos hacer nuestras las razonadas palabras de don

    Quijote respecto a que hay cosas que despus de sabidas y averiguadas, no importan un

    ardite al entendimiento ni a la memoria (II. 22), porque ya nos hemos ocupado bastante

    del tema de la autora de La Celestina, sin duda mucho ms substancioso y de mayores

    repercusiones, y hemos comprobado cmo esta suerte de investigacin resulta un acicate

    para la imaginacin y suele cristalizar en fructferos trabajos acerca de temas nacidos de

    aqul considerado trivial o irresoluble. Por ello y, sobre todo, por carecer de una opinin

    sustentada en nuestros propios estudios, nos limitaremos a resear la nmina de los

    candidatos con mejores cualidades para el prohijamiento. No obstante, asomaremos algunaacotacin cuando la consideremos pertinente. Comenzando por no olvidar que para

    Cervantes su obra es, a pesar de sus mejores deseos, un libro seco, avellanado,

    antojadizo. Tal vez el annimo autor tom para definirse el calificativo avellanado ms

    verosmil que antojadizo, ms biensonante que seco y con mayores ecos que sequera.

    Se incide en la burla.

    As pues, los supuestos padres del libro de Avellaneda van desde el propio Lope de Vega,

    paternidad hoy no apadrinada por ningn crtico, hasta el autor de la novela picaresca

    Marcos de Obregn, Vicente Espinel; a cuya atribucin da base un Vicente de la Rosa,

    soldado tramposo y fatuo presentado por Cervantes en el captulo LI de la Primera parte.

    Mientras que el detalle en contra consiste en que si bien algunas ediciones copian el

    nombre de Vicente de la Rosa, la edicin prncipe lo nombra como Vicente de la Roca.

    13Este candidato que goz de beneplcito a principios del siglo XX, es continuador falsario de la gran novelapicaresca Guzmn de Alfarache(1599) de Mateo Alemn, aunque fue publicada no con el nombre de Martsino bajo el pseudnimo de Mateo Lujn de Sayavedra en 1602. El propio Alemn, al inicio de su Segunda

    parte del Guzmn (1604), a travs del elogio del Alfrez Luis de Valds, indica que la continuacin

    pertenece a un valenciano, que negando su nombre, se fingi Mateo Lujn, por asimilarse a Mateo Alemn(p. 387). Es, segn Alemn, autor tan docto aunque su obra fue abortar un embrin (p. 383); por esto y

    por verse si decirse puede, robado y defraudado, fue necesario volver de nuevo al trabajo (p. 385). Suhistoria fue plagiada y continuada por haber sido prdigo comunicando mis papeles y pensamientos me loscogieron al vuelo (Idem.), pero el imitador slo tuvo talento para hacer segunda de su primera. Ya seevidencia cada vez ms el celo de los autores por las creaciones de su ingenio, tanto que Mateo Alemn en suSegunda parte anota por Mateo Alemn. Su verdadero autor . Ya la imitacin va dejando de tener el valorque antes tuvo, y al convertirse en plagio se le va considerando trampa, luego ser delito14. Joan Mart hace su inscripcin en la Academia de los Nocturnos con el apelativo de Atrevimiento.

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    Tendencia seguida por las ediciones ms serias. Igualmente se debe contar aqu con el

    aprecio que se mantuvieron Espinel y Cervantes.

    Una palabra muy presente en estas pginas nuestras con relacin al temperamento y la

    escritura cervantina es irona. S, Cervantes es irnico, y de la misma manera no es

    sarcstico ni sardnico, un asunto que el lector del Quijoteno debe perder de vista nunca.

    El mejor ejemplo que encontramos aqu lo da la mencin al poeta amado Gracilaso de la

    Vega, cuya admiracin por parte de Cervantes es continua y agradecida; sin embargo su

    carcter, su inclinacin lo lleva a elogiarlo con el punto justo de irona necesaria para el

    sano distanciamiento: habla por s solo el recuerdo del verso oh dulces prendas por m mal

    halladas recitado a la vista de muchas tinajas a la redonda, que, por ser del Toboso, le

    renovaron las memorias de su encantada y transformada Dulcinea (II. XVIII). Acaso no

    todo cuanto algunos puntillosos de su tiempo o distantes crticos del nuestro entiendencomo burla deshonrosa, lo fue para Cervantes. Mientras que Avellaneda no muestra ese

    temple. Cuando se burla lo hace sin humor ni irona, los cuales cambia por iracundia y

    crueldad.

    Otros candidatos son los autores de novelas picarescas Francisco Lpez de beda (La

    pcara Justina), Alonso (Jernimo de segundo nombre) de Salas Barbadillo, continuador de

    La Celestina(La hija de Celestina); Alonso de Castillo Solrzano, famoso autor de La nia

    de los Embustes, Teresa de Manzanares, natural de Madrid y de las Aventuras del

    Bachiller Trapaza, quinta esencia de embusteros y maestro de embelecadoresy de la muy

    conocida Gardua de Sevilla y Anzuelo de las Bolsas. Tambin se cuentan como candidatos

    los hermanos Bartolom y Lupercio Leonardo de Argensola, especialmente el primero. Y el

    oscursimo versificador Alfonso Lamberto, apodado, como muchos otros, Sancho

    Panza,prcticamente por cumplir con el requisito de ser aragons15y pertenecer al crculo

    de los Argensola, de quienes Cervantes para estas fechas se haba distanciado. El afn

    prohijador alcanza al propio Cervantes, quien segn esta tesis fue autor del texto novelesco,

    mas no del prlogo. E incluso se podra hablar de una autora tallerstica, al menos as lo

    15Recurdese que Avellaneda dice haber nacido en Tordesillas, poblacin cercana a Valladolid, muy distantede Aragn, aunque ya Cervantes en el Prlogo a la Segunda parte indica que encubre su nombre y finge su

    patria. Pero como en II. LIX, cuando don Quijote toma por primera vez el libro apcrifo en sus manos, y,apenas lo hojea, dice el lenguaje es aragons, porque tal vez escribe sin artculos, esto, unido a la certeza deque Cervantes conoca la verdadera identidad de Avellaneda, ha dado como resultado considerar al apcrifo

    persona nacida o criada en la regin de Aragn.

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    sustentara la hiptesis que hace del apcrifo un escrito ordenado por la Inquisicin. En

    verdad el libro de Avellaneda nunca apareci en los ndices inquisitoriales de su tiempo y s

    el de Cervantes, expurgado segn el ndice de Zapata de 1632.

    En fin, en cuestiones de autora siguen siendo buenas las palabras del Bachiller Rojas

    respecto aLa Celestina: cada uno sentencia sobre ella a sabor de su voluntad.

    Mencin aparte haremos de las atribuciones a Jernimo de Pasamonte y a Cristbal Surez

    de Figueroa. El primero, prcticamente homnimo de aqul Gins de Pasamonte, carne

    de galeras, a quien don Quijote dio libertad junto a otros forzados, slo para ser apaleado y

    robado por el desagradecido autor de su verdadera historia, la novela picaresca La vida de

    Gins de Pasamonte, la cual no est acabada porque no est acabada la vida del autor, pero

    trata, segn apunta Gins, desde mi nacimiento hasta el punto que esta ltima vez me han

    echado en galeras (I. XXII). Defiende esta autora la opinin siempre autorizada de Martnde Riquer en su Cervantes, Pasamonte y Avellaneday ms recientemente Alfonso Martn

    Jimnez, tanto en El Quijote de Cervantes y el Quijote de Pasamonte. Una imitacin

    recproca (2001) y Cervantes y Pasamonte: la rplica cervantina al `Quijote` de

    Avellaneda (2005), como en varios artculos (Cervantes saba que Pasamonte era

    Avellaneda: la Vida de Pasamonte, el Quijote apcrifo y El coloquio de los perros;

    Cervantes versus Pasamonte (): crnica de una venganza literaria); El

    lugar de origen de Pasamonte en el Quijote de Avellaneda, entre otros.

    Los principales argumentos de esta teora se basan en que Jernimo de Pasamonte naci en

    Aragn y aparece ridiculizado en el Quijotecon el nombre de Gins de Pasamonte, forzado

    a galeras, ladrn, tramposo, desagradecido. Tambin a que posiblemente Cervantes tomara

    ancdotas de la Vida y trabajos de Jernimo de Pasamonte, obra publicada con dedicatoria

    en Capua, en enero de 1605, pero que corra en manuscritos inconclusos desde mucho

    antes. Sobre la cuestin seala Martn Jimnez:

    Jernimo de Pasamonte, nacido en la zaragozana villa de Ibdes en 1553, fue en su

    juventud compaero de milicias de Cervantes, y form parte de su mismo terciocuando ambos participaron en la batalla de Lepanto (1571). Posteriormente,Jernimo de Pasamonte fue apresado por los turcos al defender la tunecina plazade la Goleta (1574), sufriendo un penoso cautiverio de dieciocho aos, parte delcual pas remando como galeote. Tambin Cervantes fue apresado por corsariosberberiscos ()pero no coincidi con Pasamonte durante su cautiverio. Tras serliberado, Jernimo de Pasamonte regres a Espaa, y en 1593, valindose de unprocedimiento de transmisin literaria habitual en la poca, hizo correr por

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    Madrid un manuscrito de carcter autobiogrfico que se conoce como Vida ytrabajos de Jernimo de Pasamonte, en el que narraba su voto juvenil de ingresaren un convento, sus experiencias militares de juventud y las penalidades de sulargo cautiverio hasta el momento de su liberacin y vuelta a Espaa. Riquersupuso que Cervantes habra tenido alguna noticia de dicho manuscrito antes de

    realizar un despiadado retrato de su autor en la Primera parte del Quijote a travsde la figura del denostado galeote Gins de Pasamonte, autor de una autobiografatitulada Vida de Gins de Pasamonte, al cual don Quijote, tras favorecer suliberacin y comprobar que se portaba como un desagradecido, insultabagravemente, y que, al leer la Primera parte delQuijote de Cervantes y verse enella tan cruelmente vilipendiado, Jernimo de Pasamonte debi de sentirsesumamente avergonzado y tentado a tomar venganza16.Por ello, cuando Jernimo de Pasamonte ley la Primera parte del Quijote, no solose vio en ella satirizado bajo la apariencia de Gins de Pasamonte, sino que pudocomprobar, adems, que Cervantes, sin indicar su fuente, haba realizado unaimitacin de los acontecimientos descritos en su Vida. De ah que Avellaneda, enel prlogo de su obra, no solo se queje de que Cervantes le haya ofendido pormedio de sinnimos voluntarios, en alusin al galeote Gins de Pasamonte, sinoque haga ver adems que se siente autorizado a imitar a su imitador, ya queCervantes compuso su obra, como afirma literalmente, con la copia de fielesrelaciones que a su mano llegaron (), en clara referencia a la relacin de losepisodios militares descritos en su autobiografa y transmitidos de mano en manoen forma de manuscrito. Por lo tanto, no fue Avellaneda el primer imitador en estadisputa, sino que decidi imitar a Cervantes porque ste previamente le habaimitado a l (2004)

    Resulta curiosa sin embargo la menor atencin que suele ofrecerse a la reaparicin de

    Pasamonte en la Segunda parte del Quijote cervantino. Recordemos cmo ahora se hacambiado el nombre y es Maese Pedro, quien lleva, para no ser reconocido del todo?,

    media cara tapada. La lectura del episodio de Maese Pedro y el mono adivino bajo el signo

    de la identidad comn de Avellaneda-Pasamonte es atractiva. La irona cervantina se hace

    presente cuando don Quijote manda al joven trujumn a relatar la historia de Melisendra

    en lnea recta, sin meterse en las curvas o transversales, opinin compartida por Maese

    Pedro al ordenar al muchacho que haga caso al caballero y no se meta en dibujos.

    Tambin coincide don Quijote con la aseveracin de Maese Pedro, al denostar ste de las

    comedias que se representan por ah casi de ordinario () llenas demil impropiedades y

    disparates, y, con todo eso, corren felicsimamente su carrera y se escuchan no slo con

    aplauso, sino con admiracin y todo (II: XXVI). A tal crtica contra la comedia de Lope, el

    caballero responde con un lacnico As es la verdad.Recordemos cmo el episodio de

    16Una venganza que tarda nueve aos en publicar? Al menos resulta cosa extraa.

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    Maese Pedro culmina con la destruccin por don Quijote del retablo de su desconocido y

    disfrazado enemigo, a quien se paga la destruccin de su patrimonio, no sin cierta

    displicencia, en moneda de curso corriente. Acaso esto da respuesta a la pretensin de

    Avellaneda en su prlogo de restar a Cervantes la ganancia ambicionada por su Segunda

    parte del Quijote?

    Aunque, como dijimos, esta teora resulta muy interesante, no obstante, la contradicen

    sencillos argumentos: Lope no tuvo ninguna relacin con Pasamonte, por lo tanto, no tiene

    ste ltimo obligacin de desagraviarlo, claro, puede nombrar a Lope para despistar o

    zaherir a Cervantes recordndole la justa fama de sus comedias, de la cual el otro carece.

    Tambin Avellaneda rememora como afrentosa la vejez de su rival, y a Cervantes su vejez

    le duele mucho. En su prlogo-respuesta tan slo opondr lo evidente: nadie puede detener

    el tiempo; nadie puede mantenerse joven. Pero sobre todo, no se escribe con las canas,sino con el entendimiento. De ah se deduce que el autor apcrifo es ms joven que

    Cervantes, pero ignoramos cunto. Ahora bien, Jernimo de Pasamonte naci en 1553 y

    Cervantes en 1547, es decir, se llevaban slo 6 aos de diferencia, poca cosa cuando uno

    cuenta con 61 y el otro con 67. Los contemporneos no hicieron relacin entre Pasamonte

    y el segundo Quijote. Incluso, ya se dijo, Tamayo de Vargas, perteneciente al crculo de

    Lope de Vega y por tanto seguro conocedor de la identidad de Avellaneda, en 1624

    reconoce al libro apcrifo como de autor real. Se trata de otro truco para despistar? Ya

    Cervantes est muerto, no habra, pues, motivo para esta nueva torcedura. Desconocemos

    referencias biogrficas de Pasamonte despus de enero de 1605, con lo cual tambin

    tocamos el tema irresuelto de porqu esper Avellaneda nueve aos para publicar su

    desagravio.

    Enrique Surez Figaredo, reciente editor de la Vida y trabajos de Jernimo de Pasamonte17,

    defiende a su vez la autora de Cristbal Surez de Figueroa, jurista de profesin, poeta,

    prosista y traductor nacido en Valladolid, en 1571, y muerto hacia 1644, porque sus

    estudios, en especial su anlisis de algunos giros tics- lingsticos, le indican que No

    va a ser fcil encontrar otro candidato a Avellaneda con mejores credenciales que []

    Figueroa, todo y que no le localicemos en DQ1 con un sinnomo voluntario [Quiz por]

    17Barcelona. 2006. El texto en su totalidad se encuentra disponible enhttp://users.ipfw.edu/jehle/CERVANTE/othertxts/Suarez_Figaredo_VidaPasamonte.pdf

    http://users.ipfw.edu/jehle/CERVANTE/othertxts/Suarez_Figaredo_VidaPasamonte.pdfhttp://users.ipfw.edu/jehle/CERVANTE/othertxts/Suarez_Figaredo_VidaPasamonte.pdfhttp://users.ipfw.edu/jehle/CERVANTE/othertxts/Suarez_Figaredo_VidaPasamonte.pdf
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    buscar entre aragoneses, quiz por dar por sentado que Avellaneda fue clrigo, quiz por

    haber prestado excesiva atencin a sinnomos voluntarios y pequeos detalles, quizpor

    perder el tiempo con anagramas, Figueroa ha podido dormir en plcido incgnito el sueo

    eterno. (2006a. Citando de su obra Cervantes, Figueroa y el crimen de Avellaneda). Se

    basa el crtico, adems, en la animadversin de Surez de Figueroa contra Cervantes.

    El caso es que Surez de Figueroa no puede defender a Lope porque era su enemigo, y

    perteneci a un crculo literario antagonista al comediante. Mal entonces, podra salir en su

    defensa. Se tratara, tambin, de un despiste, ahora de Surez de Figueroa? En fin, la

    argumentacin de Surez Figaredo a favor de Surez de Figueroa, puede resumirse as:

    El Quijote de Avellaneda lleg a manos de Cervantes en el segundo semestre de1614, y en algn momento de la redaccin de su continuacin lleg a sospechar deFigueroa y de los medios de que se haba valido: en consecuencia, le satiriz en

    algn pasaje (el escritor humanista que acompaa a don Quijote a la cueva deMontesinos, de cuyas obras se burla incluso Sancho Panza, las alusiones aRoncesvalles y Bernardo del Carpio [] pero en el episodio de la imprenta deBarcelona (que est imprimiendo el Quijote apcrifo), despus de burlarse de l(como traductor y como autor-editor), de insinuar las artimaas de impresores, leofrece con aquella reticente y calculada media-alabanza del Pastor Fido un Nohaya ms! aceptado por Figueroa: no habr ms Quijotes, y Cervantes, por suparte, no dar a luz la comedia El engao a los ojos que prometa en susComedias y entremeses(aunque, quiz, el final del conflicto se debi a la muertede Cervantes, pocos meses despus). (2006b).

    Gmez Canseco, en su desmontaje de esta teora, informa acerca de los tics lingsticos

    tan importantes para Surez Figaredo, que fueron comunes a muchos autores del Siglo de

    Oro, comenzando por el propio Cervantes, pues se advierten en Don Quijote, Persiles y

    Sigismunda y las Novelas ejemplares de Cervantes, Marcos de Obregn de Vicente

    Espinel, La pcara Justina de Lpez de beda, Los cigarrales de Toledo de Tirso de

    Molina, La peregrinacin sabia y El sagaz Estacio de Salas Barbadillo, El buscn de

    Quevedo y El bachiller Trapazade Castillo Solrzano (227). Esto sin considerar que en

    todo el Quijote no hay un sinnimo voluntario para nombrar a Surez de Figueroa, aquien slo se le recuerda por su mismo nombre en el captulo LXII de la Segunda parte,

    cuando don Quijote visita la imprenta donde halla el apcrifo en proceso de edicin. Surez

    Figueredo interpreta la mencin de Surez de Figueroa como un desagravio y un pacto

    propuesto por Cervantes. En verdad el texto lo reconoce como traductor famoso delPastor

    Fido, de Battista Guarini. Pero lo hace, ironas mediante, unido al nombre de Juan de

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    Juregui, traductor a su vez de laAmintade Torcuato Tasso, y enemigo de casi todos los

    poetas de su generacin18. Nos preguntamos por qu debera sentirse halagado Surez de

    Figueroa al ser mencionado junto a un rival en el oficio y reconocido por su antipata. Pero

    no slo esto. Porque la mencin ocurre en conversacin con un traductor de oficio,

    dedicado a poner en castellano una obra, a la cual Cervantes da el claro ttulo de Le

    bagatele, escrita en toscano. Esto presta ocasin para que don Quijote, que tambin sabe

    toscano y puede cantar algunas estancias del Ariosto, dsu opinin acerca del traducir,

    pues cuando es bueno y viene de

    [] las reinas de las lenguas, griega y latina, es como quien mira los tapicesflamencos por el revs, que aunque se ven las figuras, son llenas de hilos que lasescurecen y no se ven con la lisura y tez de la haz; y el traducir de lenguas fcilesni arguye ingenio ni elocucin, como no le arguye el que traslada ni el que copiaen papel de otro papel. Y no por esto quiero inferir que no sea loable esteejercicio del traducir, porque en otras cosas peores se podra ocupar el hombre yque menos provecho le trajesen19(II.LXII).

    Cerremos el asunto de la identidad de Avellaneda advirtiendo las palabras de don Quijote a

    Maese Pedro: para sacar una verdad en limpio menester son muchas pruebas y repruebas.

    Avellaneda, sea quien sea, compone su prlogo, junto con los dems liminares del libro,

    acopiando burlas y agravios contra el primer autor y su obra entera. Veamos.

    Como las dedicatorias de las obras era costumbre dirigirlas a personajes de ilustre linaje y

    muy abundante riqueza, Avellaneda la otorga burlonamente a los principales hombres,Alcalde, regidores e hidalgos de la noble villa del Argamesilla de la Mancha, es decir a

    gente labradora y rstica e hidalgos pueblerinos muchos de ellos de origen mosico. Esto en

    seguimiento de Cervantes cuando cierra su Primera parte con cmicos epitafios y sonetos

    escritos por Los acadmicos de la Argamasilla, lugar de La Mancha, pero Cervan tes no

    indica si este pueblo es el lugar de don Quijote, como infiere Avellaneda.

    Tampoco dejan de ser llamativas las ltimas lneas de la dedicatoria de Avellaneda, pues

    indica que trabaj el libro contra mil detracciones, como si durante su composi cin ya

    recibiera alguna crtica, con lo cual entenderamos este proceso de escritura como del

    dominio pblico. Por otra parte, el autor solicita ser protegido de los ilustres manchegos

    18Ver nota 9 de Harry Sieber al prlogo de Cervantes a lasNovelas Ejemplareseditadas por Ctedra (2000).19 Subrayado nuestro. Podr encontrarse en la frase subrayada una alusin a la copia de Avellaneda delQuijote I? Entonces Avellaneda es, sin lugar a dudas, Cristbal Surez de Figueroa. No. Este nombre slo

    busca oscurecer la pista sobre Juan de Juregui. Sorprende ver cuntas teoras se tejen de esta manera.

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    porque al sacar a luz la obra se ha puesto en gran peligro (cmo, si Avellaneda no existe,

    si es un seudnimo, si nadie lo conoce?). Entonces, o el Licenciado Avellaneda fue persona

    real, como lo consider Tamayo de Vargas en su Junta de libros de 1624. O el

    seudnimo es apenas una transparente mscara. Todo esto recuerda en algo la bsqueda

    desesperada del primer autor de La Celestina: Cota, Mena o quienquier que fuere, pero

    tan digno de recordable memoria. Camuflajes y desviaciones de los ingeniosos

    segundos autores, sean quienes sean.

    El propsito revelado de Avellaneda al escribir su continuacin es vengarse de quien lo ha

    ofendido a l tanto como a quien tan justamente celebran las naciones por ser autor de

    estupendas e innumerables comedias. Mas no declara ni la ofensa suya ni el nombre de su

    defendido; aunque el sobreentiende en ste a Lope, siempre ignorar la ofensa al escritor.

    Cervantes s debi conocer todos los datos, que el propio Avellaneda se ocupara de darle aconocer, porque no existe venganza en el anonimato; para que la venganza se cumpla el

    ofensor debe saber muy ciertamente de quin viene el desagravio: Una injuria queda sin

    reparar cuando su justo castigo perjudica al vengador. Igualmente queda sin reparacin

    cuando sta deja de dar a entender a quien le ha agraviado que es l quien se venga, ha

    escrito Poe. Entonces, por qu Cervantes no revela en su propio prlogo la identidad de

    Avellaneda o da al menos claros indicios, como s los da respecto a Lope. Creemos

    encontrar respuesta precisamente en eso, en mantener el anonimato para que la venganza no

    se consume en tu totalidad, o al menos para resguardar la ilusin, y en los juegos retricos a

    los cuales se presta, unidos al derecho de negar alguna fama a su contendor. De este modo

    Cervantes se muestra legtimamente agraviado por alguien vil y cobarde, capaz de esconder

    su identidad. Ese alguien, pues, vale muy poco.

    El prlogo de Avellaneda comienza alegando que el Quijote de Cervantes casi es

    comedia; apelativo que en este sitio no parece empleado como sola a todo gnero de

    representacin, sino slo referir cosa jocosa y divertida, es decir, de poca monta, pues viene

    en compaa de la palabra entremesar. Avellaneda expresa su intencin de entremsar la

    presente comedia con las simplicidades de Sancho Panza, acaso aludiendo al Entrems de

    los romances, pieza annima de fecha incierta, aunque si se comprobara su preeminencia

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    en el tiempo, resultara la ms clara fuente del Quijote20. De cualquier modo, este intento de

    entremesar una comedia que en verdad y sin posible equivoco no lo es, sino que es

    novela, representa el deseo de rebajar la condicin del texto criticado porque entremesar,

    hacer entrems, es meter una cosa de menos valor dentro de otra mejor. En las

    representaciones de comedias y dramas se inclua entre los actos, escenas de cantos y

    bailes y la representacin de pequeas piezas o entremeses. Pero el entrems constituye una

    bufonada muy satrica, una mojiganga. En definitiva, Avellaneda est consciente de hacer

    con su obra una burla llena de todos los excesos propios de este estilo de composicin.

    Pero sabe Avellaneda de los recursos retricos, pues el prlogo, como se dijo, se asocia

    desde la antigedad al teatro. Y as comienza su prlogo: Como casi es comedia la historia

    de Don Quijote de la Mancha, no puede ni debe ir sin prlogo. Aunque en este tiempo ya

    se componen prlogos para todas las obras sin importar el gnero. Todo esto y la mencinde las Novelas Ejemplarescomo comedias en prosa, permite acaso reconocer nuevas e

    hirientes alusiones al fracaso teatral de Cervantes. Incluso podramos especular en que

    nuestro autor, visto su escaso xito en las tablas, decidiera dar a viejas comedias nueva

    traza como novelas21, porque s, las novelas ejemplares son absolutamente plsticas,

    teatrales, lo cual no es un defecto. Hasta podramos considerar que esta conversin estaba

    en conocimiento de Avellaneda. Si adems contemplamos la tardanza de casi nueve aos

    para contestar a su ofensa, lo cual hace solo despus de la aparicin de las Novelas

    Ejemplares en 1613, cuyo prlogo tanto lo molesta, todo hace pensar en un Avellaneda

    muy ligado a los crculos teatrales. Si defiende o no a Lope, si emplea su nombre slo para

    molestar a Cervantes, es otra cuestin.

    20Todos los autores, y los crticos y estudiosos tambin, cosechan en sus tradiciones folklricas y culturales,en la memoria colectiva, de ah las influencias, de ah la reactualizacin de los mitos sociales, de ah el avancede los estudios y el progreso tcnico.21Esta idea no parece descabellada si se analiza a la luz de la publicacin en 1615 de Ocho comedias y ocho

    entremeses, cuyo prlogo-respuesta a las acusaciones de Avellaneda respecto a la incompetencia teatral deCervantes, se organiza como una historia del teatro inmediatamente anterior y contemporneo. En lCervantes, al emitir opinin sobre autores y estilos, se preocupa de recordar cmo, por ejemplo, la divisin dela comedia en tres actos no es original de Lope de Vega, muchos otros ya la ensayaron, incluso l mismo.Entonces, Lope, es grande, s, llen el mundo de comedias proprias, felices y bien razonadas, pero no esnico; la mencin de tantos nombres lo confirma. Adems, debe recordarse que todos estos y otros algunoshan ayudado a lleuar esta gran mquina al gran Lope, es decir, Lope recoge y actualiza su tradicin y hacenuevo y original uso de los aportes de sus antecesores y contemporneos. Por otra parte, ocho comedias yocho entremeses resulta un nmero muy escaso de obras para quien tanto se ocup del teatro.

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    El apcrifo halla justificacin para proseguir el Quijote en el propsito moral del libro

    enunciado por el primer autor, lo cual har con la autoridad que l la comenz: la pa

    misin de acabar con las disparatadas novelas de caballeras. Indica, por otra parte, cunto

    la perniciosa licin de los vanos libros de caballeras, se ha extendido entre la gente

    rstica y ociosa. Lo cual no es cierto, ya el Quijote revela a todos los personajes, sin

    exclusin debida a su condicin social, como receptores de novelas de caballeras con la

    nica excepcin, que recuerde, del Caballero del Verde Gabn-; y si no lectores, odores,

    como el ventero y su gente. Por otra parte, este asunto de la difusin de las novelas de

    caballeras entre todas las clases sociales est muy bien documentado y estudiado. Las

    mujeres constituan un grupo lector tan amplio como el de los hombres. As, pues, la

    pretensin de rebajar la categora del libro rebajando la de sus lectores, no le sale bien a

    Avellaneda. La fama genuina del libro original y de su autor, debi escocer a ms de uno.Tambin encuentra excusa Avellaneda en la tradicin retrica y en el mismo Cervantes

    cuando concluye su Primera parte con la cita tpica de Ariosto: Forse altro canter con

    miglior plectro (Quiz otro cantar con mejor plectro). De este modo el autor se

    entiende a s mismo como legtimo continuador de una costumbre de larga data, pero que

    en su tiempo se extiende a muchsimas obras y en especial a las sagas de las novelas de

    caballeras. La imitacin no es per seun defecto ni un pecado (aunque Cervantes pide

    que al imitador lo castigue su pecado). Da Avellaneda ejemplos de las muchas obras que

    reciben continuaciones, las Arcadias, las Dianas, las Anglicas, escritas a imitacin de los

    clsicos y cada una con un propsito y unos niveles de calidad conformes con la

    competencia en el oficio de su autor. La imitacin puede constituirse as en homenaje a un

    poeta amado o reconocimiento a quien con su arte, estimado como superior, ha influido,

    para bien, en el imitador. La Cancin desesperada de Grisstomo es un homenaje a

    Gracilaso. El propio Cervantes ha escrito a imitacin de las novelas de caballeras,

    parodindolas cuanto reconociendo en el espritu que las alienta esa capacidad inicitica

    suya para educarel alma joven. Incluso ha llamado a sus propias novelas ejemplares, en

    atencin a su calidad y ofrecindolas como modelo, ejemplo a imitar. Pero en la

    continuacin de su Quijoteno observa Cervantes este estilo de imitacin, sino un remedo

    vulgar, una falsificacin y una burla. El Quijote apcrifo se resuelve en anecdotario sin

    sombras ni relieves. Es cscara vaca.

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    Hiriente es la mencin contra su manquedad, sealada por Avellaneda con propsito de

    injuria. Mas no puede haberla porque no la gan Cervantes en una taberna sino en la

    gloriosa batalla de Lepanto, luchando heroicamente22. Este prrafo del apcrifo trae feas

    vejaciones sobre el carcter descontentadizo de Cervantes, su falta de ingenio y de amigos,

    pues, asegura, nadie quiere ser por l aludido. Es esta la razn de que ponga en su obra

    sonetos del emperador de Trapisonda. Recordemos cmo en el prlogo a la Primera parte el

    autor se niega a recurrir, como otros, a amigos que le ofreceran gustosos sus prlogos y

    epigramas, tampoco quiere hacerlos l mismo ni mucho menos mandarlos a componer por

    una paga. Es clara, como vimos, la alusin a Lope, cuya fama pregonaba que muchas veces

    escriba l mismo los tales epigramas. Avellaneda se hace el que no entiende la burla

    retrica con la intencin de transformarla en una ofensa y un desenmascaramiento:

    Cervantes no posee amigos ni es bien visto en los crculos literario ni mucho menos entre laaristocracia; le ocurre, segn el falsario, lo contrario que a Lope, hombre de tantos y tan

    principales amigos, todos ansiosos de poder incluir versos en sus obras. La contestacin

    trae los nombres del gran conde de Lemos y del ilustrsimo de Toledo, don Bernardo de

    Sandoval y Rojas, quienes sin que lo solicite adulacin ma ni otro gnero de aplauso, por

    su sola bondad, han tomado a su cargo el hacerme merced y favorecerme. Cuntas veces

    al leer esto y la dedicatoria de la segunda parte al conde de Lemos, hemos sentido la

    pobreza de Cervantes, su necesidad y su vergenza, sus artificios para pedir, como criado, a

    sus seores, pero guardando el decoro tanto como le sea posible.

    Luego el prlogo espurio apunta que su defendido Lope- acaba de acogerse a la Iglesia y

    sagrado, es decir, ha hecho votos religiosos. A esto contestar Cervantes que respeta la

    vida virtuosa de este varn tan dedicado a las buenas y honestas obras. Gran irona porque

    Lope continuaba con su vida licenciosa e incluso, luego de tomar los hbitos, se amanceb,

    en flagrante y escandaloso adulterio, con Blanca de Nevares, acaso su ms grande amor.

    Resiente Avellaneda la irona contra tantos autores enviciados a las citas grandilocuentes,

    siempre pedantes y en muchas ocasiones contradictorias e inexactas o improcedentes para

    la leccin ejemplar que se pretende dar: Pues qu, cuando citan la Divina Escritura! No

    dirn sino que son unos santos tomases y otros doctores de la Iglesia. Y contina: En un

    22En esta batalla igualmente se encontr Jernimo de Pasamonte, y por las referencias de Cervantes, algunosdeducen que no demostr gran valenta.

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    rengln han pintado un enamorado distrado y en otro un sermoncico cristiano23. Como

    rplica Avellaneda habla de Santo Toms y sus elucubraciones sobre la envidia, dando

    leccin de varia teologa al mencionar una cantidad de santos y doctores de la iglesia como

    quien bien los conoce24. Pero la mencin es hiriente pues revela un Cervantes tan envidioso

    como inculto. Se defender en su prlogo recurriendo tambin al bagaje cultural comn y

    propone que de las dos envidias que hay, l slo conoce la santa, la buena, la promotora de

    la emulacin del bien. Luego menciona Avellaneda la crcel, con muy poca caridad

    cristiana, cuando l mismo ha tildado a su adversario de carecer de ella, aunque con

    relacin a la envidia. A la mencin de la crcel Cervantes, seguramente afrentado, no da

    respuesta. Las ofensas de estas lneas y las siguientes echan por tierra todo intento de

    achacar la obra al propio Cervantes, aunque hay quien dice que el prlogo es de una mano y

    la obra de otro. Cervantes de ninguna manera se humillara a s mismo de ese modo, creoque tampoco lo hara con otro. Una cosa es la irona hacia todos, empezando por s mismo,

    otra es la humillacin. Y Cervantes, como l mismo dice, a nadie ofende.

    Pero s tiene razn Avellaneda cuando afirma que en materia de historia caballeresca, y

    tan autntica como sta, cada cual puede echar por donde le pareciere. Nadie le quita el

    derecho a componer sus obras con libertad y a su gusto, tampoco el de imitar obras

    anteriores, hecho consagrado por la tradicin. Ni siquiera el primer autor lo desestima por

    ello. Se evala, s, el desprecio y la mordacidad, ya no solo la calidad literaria. Y vuelve el

    falsario al recurso pardico empleado por Cervantes de los documentos encontrados en

    rancios anales manchegos, de los cuales el nuevo autor asegura haber ledo tantos como ha

    dejado de leer. Esa cierta vileza del continuador le ha impedido desplegar su humor y

    entregarse a un juego intertextual con la Primera parte del Quijote y su primer autor.

    Lstima grande!

    23 Distrado se aplicaba a quien se sumerga en un estado de divagacin hacia pensamientos lujuriosos.Cervantes tambin es hbil en este asunto, pues valindose del tpico moral entreteje infinidad dedistracciones. Pinsese en algunas novelas ejemplares o en el Curioso impertinente24Por esto algunos crticos han considerado a este autor hombre de iglesia o, como Pasamonte, muy inclinadoal estado clerical; aunque otros aprecian sus acotaciones como integrantes del patrimonio comn de las clasescultas. El libro de Avellaneda culmina con un loco clrigo recluido en el manicomio y su recitacin de unasarta de frases latinas de variadsimos autores, Ovidio, Horacio, Santas Escrituras, etc., como dicindole aCervantes, ves que no hago caso a tus teoras sobre la citacin o ves cunto s, mucho ms que t. Sonsin duda alguna frases tomadas de los repertorios y tabulae. Contra quin puede ir la irona expresada en esteclrigo demente y su alucinada recitacin de latinajos?

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    Cervantes, sin embargo, no desaprovecha la ocasin, y aunque ofendido hasta la

    humillacin, y triste en demasa, no puede ni quiere reprimir su inclinacin ldica y

    promueve un dilogo inteligente entre su obra y la del copiador. Por eso el prlogo

    cervantino est configurado de la manera que lo est. Alentado por el de Avellaneda y sus

    ofensas, no les da respuesta sino por vas indirectas, empleando la herencia tpica de

    manera magistral; as el tpico de la captatio benevolentiae, al cual se otorga plenamente la

    caracterstica que lo distinguir en la Modernidad: la exposicin de las circunstancias del

    autor y los mritos de la obra: en este caso, ambos asuntos en oposicin a los del

    enmascarado autor. Igualmente se vale de su conocimiento de la realidad humana y de la

    particular sociedad suya: el chisme, la murmuracin y la curiosidad malsana de los lectores

    a quienes supone, con seguridad, esperando este prlogo, tanto ms que la propia obra, para

    enterarse del estado de nimo del ofendido y de su respuesta a las venganzas, rias yvituperios recibidos. El lector que esto aguarda, quedar defraudado, pues bien sabe cmo

    su pecho no esconde clera para cobrar a traicin sino nobleza; por eso da la cara, en

    oposicin a quien su propia vileza obliga a esconderse tras el anonimato. De ninguna

    manera se le ocurrir llamarlo, como el lector cree, del asno, del mentecato y del

    atrevido. No. Aunque, Si por ventura llegares a conocerlo, dile de mi parte que no me

    tengo por agraviado; que bien s lo que son tentaciones del demonio, y que una de las

    mayores es ponerle a un hombre en el entendimiento que puede componer e imprimir un

    libro con que gane tanta fama como dineros y tantos dineros cuanta fama. Con qu poco

    trabajo Cervantes revela, primero, que conoce a su rival, de otro modo no estara en cuenta

    de que encubre su nombre y finge su patria como si hubiera hecho alguna traicin. Pero

    como el otro miente, l no se ve comprometido a reconocerlo, aunque ruega a su lector, a

    quien ha hecho, no slo amigo, sino partcipe de su justo desagravio, que cuando se lo

    encuentre, as por casualidad, lo reconocer porque la aflicin que debe de tener este seor

    sin duda es grande, entonces el lector le contar dos cuentos de perros y locos, a ese autor

    cuya insensatez impuls a componer un Quijote con pretensiones de ensear a no ser

    loco.

    Con sus historias de locos, Cervantes agrede muy fuertemente al continuador delQuijote(como lo deseabasegn lel pblico). Veamos qu es lo que dice elprologuista, mediante un lenguaje cifrado. [] Cervantes, a travs de sulector-cmplice, le ha dicho a Avellaneda as como al pblico que lee suprlogo que piensa que el segundo Quijote es un libro escrito por un ser

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    enloquecido que decidi aadir ridculos y malos captulos a su creacin. Elcontinuador del Quijotedebe saber que fue un loco, y ahora comprender que no esfcil escribir una novela de ah la pregunta retrica (interrogatio) que cierra lahistoria del orate sevillano. (von der Walde:87-88).

    Pero si Avellaneda no reconoce su demencia ni la falta de calidad de su obra, la segundahistoria habr de convencerlo, pues trata sobre lo que la locura de uno hizo con el material

    del otro [] el autor del Quijote apcrifo maltrat, con su obra, el fino material de la

    Primera parte(Ibidem.).

    Concluye el autor del prlogo del apcrifo en que a su libro se le debe dar licencia de

    impresin porque no ensea a ser deshonesto, apuntando a que el libro de Cervantes s lo

    ensea, sino a no ser loco. Quien conozca a don Quijote apreciar de inmediato su

    honestidad, su bondad y buen juicio, ste en tanto no se le toque el tema de la verdad

    encerrada en los libros de caballeras. Aunque tambin sabemos que esa verdadle dio el

    ser, lo hizo mejor. Avellaneda sentencia: bien se puede permitir por los campos un don

    Quijote y un Sancho Panza, a quienes jams se les conoci vicio; antes bien, buenos

    deseos. El contrasentido ocurre porque en los nuevos personajes no destaca su bondad o

    justicia; traigo esta frase pancil donde no se revela la jocunda cobarda del escudero sino

    esa nueva condicin con que Avellaneda deturpa el carcter de los personajes. Dice

    Sancho:

    []a fe que tiene jurado mi seor que, en topndolos otra vez, como los cojamossolos y dormidos, atados de pies y manos, que les hemos de quitar los pellejos yhacer dellos una adarga muy linda para mi amo (VIII)

    O los irracionales y desconsiderados reclamos de un don Quijote no ya malhumorado sino

    desesperado por su frustracin, a todos los ciudadanos de Zaragoza: desdichado aquel

    que yo encontrare con mi lanza o arrebataren los filos de mi espada! Que en l, por ellos,

    pienso quebrar la clera y enojo con que a esta ciudad vengo(Ibidem).

    Decida quien esto lee si el disgusto, no ya del autor, sino de los personajes originales, se

    justifica o no.

    En los primeros captulos de la Segunda parte cervantina, Don Quijote y Sancho se

    sorprenden gratamente cuando Sansn Carrasco les hace saber que se han convertido en

    personajes novelescos, por eso en cada sito adonde llegan y todas las personas a quienes

    tratan, los reconocen como los famosos y singulares don Quijote y Sancho. Pues bien, este

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    dilogo entre la Primera y la Segunda parte cervantinas se acrecienta con el nuevo dilogo

    establecido a partir del captulo LIX (II) con el libro de Avelaneda 25. Se trata del momento

    cuando los personajes caen en cuenta de que no slo son hroes de la verdadera historia

    contada por Cide Hamete sino tambin personajes de otra historia diferente: si en el primer

    captulo de la Segunda parte, Sansn Carrasco les da a conocer su historia hecha libro con

    regocijo de todos, en este captulo LIX, de seguro redactado inmediatamente de conocer

    Cervantes la publicacin de Avellaneda, lo que menos se halla es alegra. La revelacin

    ocurre cuando van los personajes rumbo a Zaragoza, lugar donde don Quijote piensa justar

    como el mejor. De camino paran en un mesn abundante de escasez; pero desde el

    aposento contiguo les llegan las voces de los amigos Jernimo26y Juan. Este ltimo invita a

    leer otro captulo de la Segunda parte deDon Quijote de la Mancha. Se comprender el

    estupor de don Quijote al orse nombrar como personaje de una Segunda parte, muchoms cuando don Jernimo responde con este juicio: Para qu quiere vuestra merced,

    seor don Juan, que leamos estos disparates, si el que hubiere ledo la Primera parte de la

    historia de don Quijote de la Mancha no es posible que pueda tener gusto en leer esta

    segunda?. Don Quijote lleno de ira justsima porque, adems, escucha que lo califica el tal

    libro como desenamorado de Dulcinea, irrumpe tronante para desmentir tamao desatino:

    Dulcinea del Toboso ni puede ser olvidada, ni en don Quijote puede caber olv ido: su

    blasn es la firmeza y su profesin el guardarla con suavidad y sin hacerse fuerza alguna.

    Ahora los estupefactos son los caballeros lectores, los cuales, claro, los reconocen como

    verdaderos y emprenden entre todos la crtica del apcrifo y sus personajes. Al verdadero

    don Quijote, norte y lucero de la andante caballera, lo tienen delante, a despecho y

    pesar del que ha pretendido vanamente- usurpar vuestro nombre y aniquilar vuestras

    hazaas, como lo ha hecho el autor de este libro que aqu os entrego. No lo leer don

    Quijote, lo ojear lo preciso para decretar que lo daba por ledo y lo confirmaba por todo

    25El dilogo continuo entre las obras parece sugerir que Avellaneda conociera secciones importantes de laSegunda parte cervantina. Por ejemplo, Sancho dice a su mujer que no le gusta estar en casa de hidalgotes,lo que recuerda la conversacin entre ellos cuando Sancho pretende casar a Mari Sancha con condazo ocaballerote. Igualmente en ambas obras Sancho se reconoce como hombre cabal para gobernar la nsula accomo all.Y todo el episodio del Archipmpano avellanadesco recuerda el de los duques, quienes desean elservicio de Sancho, y en el apcrifo tambin el de su mujer, para su solaz y burla. Si Cervantes hizo elcaptulo de los duques por esto, lo super con crecidas creces, y si Avellaneda lo compuso a imitacin, fueimitacin vil y desgraciada.26En Cervantes la eleccin de los nombres nunca es ociosa sino significativa. Por eso muchos han visto aquuna alusin a Jernimo de Pasamonte

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    necio. Don Juan y don Jernimo desagravian a Sancho al verlo aseado, gracioso y en

    absoluto ebrio, al contrario del rival sucio, borracho y ms sandio que gracioso. As fue

    pasando la noche mientras los personajes, tan cervantinamente, se admiraban de la pareja

    cierta y reciban contento de los extraos sucesos de su historia, y as quedaron admirados

    de sus disparates como del elegante modo con que los contaba. Aqu le tenan por discreto

    y all se les deslizaba por mentecato, sin saber determinarse qu grado le daran entre la

    discrecin y la locura. La llaneza sin matices de Avellaneda ofrece, nada ms, un texto

    simple y llano, por todo necio.

    Tambin cuentan los personajes viajeros acerca de las torpes aventuras ocurridas en

    Zaragoza, adonde se dirige la pareja, por lo cual don Quijote rechazar el camino previsto

    para tomar rumbo a Barcelona; desmiente as al apcrifo, pues don Quijote, el de verdad,

    nunca pis la ciudad del Ebro.En Barcelona la pareja andante se aloja en casa de don Antonio Moreno, donde se les hace

    gran variedad de bromas, aunque no al estilo tortuoso de los duques ni tampoco viles ni

    feroces como las sufridas por los personajes apcrifos. Una tarde, paseando por la ciudad,

    don Quijote se topa con una casa sobre cuya puerta se lee Aqu se imprimen libros, de lo

    que se content mucho, porque hasta entonces no haba visto imprenta alguna (II.LXII) 27.

    Y all, en una imprenta de Barcelona, no en Tarragona como indica el pie de imprenta del

    libro de Avellaneda, vio que estaban corrigiendo un libro llamado Segunda parte del

    ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha , compuesta por un tal, vecino de Tordesillas,

    sobre el cual, como ya tena noticias de su impertinencia, comenta: su San Martn se le

    llegar como a cada puerco, que las historias fingidas tanto tienen de buenas y de

    deleitables cuanto se llegan a la verdad o la semejanza de ella, y las verdaderas tanto son

    mejores cuanto son ms verdaderas, pues las hazaas de Avellaneda pecan tambin de

    inverosimilitud. Con esas palabras y algn despecho, dice el narrador, se desentendi del

    libro y se sali de la imprenta

    Despus de su vencimiento final en el singular torneo donde es vencido mas no derrotado, y

    justo antes de volver a su aldea, en una de esas ventas donde ocurren los sucesos ms

    maravillosos, conoce don Quijote a don lvaro Tarfe28, compaero inseparable de las

    27Ver nuestro comentario anterior al captulo en pginas XX-XX.28Lope de Vega compuso entre 1597 y 1583 una comedia en cuatro autos tituladaLos hechos de Gracilaso dela Vega y moro Tarfe. La figura del moro Tarfe en ese repertorio romancstico, que fue muy difundido,

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    andanzas del libro de Avellaneda. Indiscutiblemente, con la inclusin de este personaje

    los juegos retricos cervantinos alcanzan su cumbre, mientras se acrecientan y exploran

    nuevamente las muchas posibilidades del gnero novelstico y el retorcimiento de la

    intertextualidad marca ejemplo. El reconocimiento de los personajes entre s no puede ser

    ms natural. Don Quijote al orlo llamar recuerda haber ledo el nombre cuando oje en la

    imprenta su fal