Entrenamiento para ancianos, libro 07:Ser unánimes para el mover del Señor

CONTENIDO1. La unanimidad2. Las tres sustancias del poder en el recobro3. Uno en: enseñanza, práctica, pensamiento, hablar, esencia, apariencia, expresión4. La necesidad de que todas las iglesias sean idénticas5. El liderazgo de los apóstoles6. Al hacer sonar la trompeta en el ministerio del Señor, ella no debe dar un sonido

incierto7. Un sabio arquitecto y el edificio de Dios8. Ser unánimes en el mover del Señor

PRÓLOGO

En febrero de 1986 aproximadamente cuatrocientos veinticinco hermanos se reunieron con el hermano Witness Lee en Anaheim, California, a fin de participar de un entrenamiento para ancianos. El libro 7 de esta serie, titulado: “Ser unánimes para el mover del Señor”, y el libro 8, titulado: “El pulso vital del mover presente del Señor”, contienen la comunión que el hermano Lee nos brindó durante esos días. A medida que el Señor lleva a todas las iglesias locales a ser partícipes de Su mover actual, la comunión contenida en estos dos libros resulta cada vez más crucial. A fin de que la práctica presente que corresponde al recobro del Señor sea implementada, es crucial que todos los santos recibamos la carga expresada en los mensajes que se dieron en este entrenamiento.

Tenemos confianza en que la visión de todos los puntos presentados en estos dos libros podrá ser forjada en nuestro ser, y así, vivamos en conformidad con esta revelación. Nuestra oración es que todas las iglesias con todos los santos que las componen sean conducidos a la unanimidad para que se efectúe el mover del Señor y, además, que en todas las iglesias llegue a ser una realidad viviente el pulso vital del mover presente del Señor, el cual está constituido por las reuniones de hogar, las lecciones de la verdad, el encargo de producir servidores a tiempo completo —ya sean estos personas que dejan sus trabajos o que trabajan para ganar dinero— y la propagación del evangelio.

Junio de 1986Benson PhillipsIrving, Texas

CAPÍTULO UNO

LA UNANIMIDADGr. homothumadón de homo : igual, y thumos: mente, voluntad, propósito (alma, corazón)

Lectura bíblica: Hch. 1:14; 2:46; 4:24; 5:12; 15:25; Ro. 15:6; 12:16; 1 Co. 1:10; 2

Co. 13:11; Fil. 1:27; 2:2; 4:2

UN ENTRENAMIENTO EN TORNO A NUESTRA PRÁCTICA

La comunión que tendremos en este entrenamiento para ancianos en 1986 no girará en torno a la visión, la enseñanza ni la doctrina. La carga que tengo para este entrenamiento está por completo centrada en nuestra práctica. Desde octubre de 1984, el Señor dio inicio a algo nuevo en Taiwán. Algunos hermanos de los Estados Unidos viajaron a Taiwán y fueron contagiados del fuego del nuevo mover del Señor. Ellos retornaron a los Estados Unidos con este fuego. Debido a que jamás me atreví a controlar, restringir ni apagar este fuego que ha empezado a arder en los Estados Unidos, tengo la carga de compartir con ustedes algunos puntos prácticos de comunión conforme a la urgente necesidad. Repito, éste es un entrenamiento en cuanto a nuestra práctica y no nuestras doctrinas.

Los problemas que tradicionalmente han aquejado al cristianismo proceden de dos fuentes: la doctrina y la práctica. La mayoría de debates giran en torno a las doctrinas. Las doctrinas, por supuesto, traen consigo ciertas prácticas; y la práctica sigue a la doctrina. El Nuevo Testamento nos da la visión, la revelación, concerniente a la iglesia. Después de la revelación, vienen las prácticas. No es correcto afirmar que algunas prácticas del Nuevo Testamento no concuerdan con la revelación concerniente a la iglesia. De hecho, toda práctica en el Nuevo Testamento concuerda con la revelación divina, la visión celestial, de la iglesia. A lo largo de nuestra historia en el recobro del Señor, todas nuestras prácticas se han conformado a lo que hemos visto de la revelación dada por el Señor, la visión celestial.

Necesitamos recibir tal clase de entrenamiento, un entrenamiento concerniente a la manera en que debemos atender al aspecto práctico del recobro. Simplemente hablar sobre el recobro no es suficiente. Simplemente declarar que estamos en el recobro, que estamos a favor del recobro y que somos uno con el recobro, no significa mucho. Esto es

semejante a “una cometa en el viento”; no es algo sólido y estable como una roca inconmovible. Hemos estado en el recobro por más de medio siglo. Hemos sido inconmovibles y nada nos ha hecho cambiar debido a que no solamente vimos las doctrinas, las visiones y la revelación concerniente a la iglesia, sino que además hemos visto las prácticas correspondientes.

A partir de octubre de 1984, en Taiwán, hemos visto y descubierto algo más. Nuestra práctica ha cambiado radicalmente. Pero incluso ahora hay muchos que, si bien tienen una actitud muy positiva con respecto al recobro del Señor, aún no están claros con respecto a lo que estoy haciendo.

EL PROBLEMA DE LA AMBICIÓNENTRE LOS ANCIANOS Y LOS COLABORADORES

En el libro de Apocalipsis no vemos ancianos en las iglesias; más bien, vemos a los mensajeros que son las estrellas (Ap. 1:16, 20). En el tiempo en que dicho libro fue escrito, la iglesia se había degradado. Por tanto, en Apocalipsis, el Señor repudia todo formalismo. Ser un anciano puede ser, en cierto modo, algo legal o formal. No deben anhelar ser ancianos; deben anhelar ser estrellas resplandecientes. No sean personas que meramente tienen una posición: ¡sean estrellas resplandecientes!

El recobro del Señor ha estado con nosotros por más de sesenta años. Estuvo bajo el liderazgo del hermano Watchman Nee en China durante los primeros treinta años, de 1922 a 1952. Ya en aquel entonces había algo con respecto al cargo de anciano que nos causaba gran preocupación. En aquel tiempo, no era yo quien llevaba la delantera en el recobro, sino que siempre me mantuve bajo la cobertura que, como una especie de “paraguas”, nos brindaba el hermano Nee. Él me habló personalmente con respecto al problema relacionado con el cargo de anciano. Desde que salí de China y me establecí primero en Taiwán y luego en los Estados Unidos, en el curso de los últimos treinta y siete años este asunto relacionado con el cargo de anciano siempre ha sido para mí causa de gran preocupación, y llegó a ser una carga tan abrumadora para mí al grado en que, por momentos, simplemente no sabía qué hacer al respecto. ¿Cuál es el problema principal? La ambición. Cuando celebramos el entrenamiento sobre el Evangelio de Mateo en 1976 dije, a manera de ilustración, que la esposa de un anciano no ocupa una posición similar a la de una primera dama. Todas las esposas de los ancianos deberían considerarse a sí mismas como esposas de un esclavo. Debido a la situación tan deficiente en la que nos encontramos, casi todos manifiestan ambición en relación con el cargo de anciano. Esto me preocupa y molesta.

En 1973 esta clase de ambición se infiltró en el recobro. Desde 1973, la ambición fue introducida en medio nuestro y ha sido promovida y ensalzada, ya sea secreta o públicamente. La ambición ha crecido al punto de convertirse en un verdadero “roedor” dentro del recobro del Señor. Según he observado, desde 1973 hasta el día de hoy, en cierta medida, hemos errado el blanco y hemos sufrido gran pérdida en lo referido a nuestra tasa de crecimiento. La tasa de crecimiento en el recobro del Señor ha sido

grandemente reducida por la ambición de los ancianos y por la ambición de los colaboradores. Esta ambición nos ha causado gran perjuicio. Durante los últimos trece años yo he combatido contra esto mismo: la ambición de los ancianos y la ambición de los colaboradores. Verdaderamente aborrezco esta clase de ambición que se ha introducido entre nosotros. Incluso he considerado que podría ser mejor no tener formalmente el cargo de anciano. Debemos prestar debida atención a lo revelado en Apocalipsis, donde solamente vemos mensajeros o estrellas, mas no ancianos.

PREOCUPARSE POR LA UNANIMIDAD

La práctica en el recobro del Señor iniciada en octubre de 1984 en Taiwán fue algo absolutamente nuevo. No me gustaría ver que los amados santos de los Estados Unidos vayan a Taiwán para ver algo y luego retornen a los Estados Unidos para meramente imitar o copiar lo que vieron. Esto carece de eficacia alguna y hasta podría ser perjudicial, pues es probable que quienes así procedan no estén claros con respecto a lo que el Señor está haciendo. Al presente, estoy un tanto descontento con respecto a la práctica de las reuniones de hogar en los Estados Unidos y en Canadá. Esta práctica es una mera imitación y no algo realizado en virtud de haber visto la visión. Si ustedes han visto la visión y actúan conforme a ella, tal clase de práctica es valiosa y digna de todo empeño. Pero meramente copiar lo que otros hacen, no reviste mayor significado. No diré que no deben practicar las reuniones de hogar, pero no creo que meramente copiar o imitar habrá de ayudarles. En lugar de ello, esto haría de ustedes robots sin vida. Si ustedes están verdaderamente dedicados al recobro del Señor y a Su mover actual y presente, primero tienen que preocuparse por esta única cosa: la unanimidad.

En los cuatro Evangelios se nos relata la manera en que el Señor dedicó tres años y medio a enseñar a Sus discípulos. Gran parte de Sus enseñanzas están presentadas en los Evangelios; aun así, el Señor dijo en el Evangelio de Juan que Él todavía tenía muchas más cosas que decirles a los discípulos, las cuales ellos no podían sobrellevar en aquel entonces, pero que Él moriría, resucitaría y retornaría a ellos en otra forma, esto es, como el Espíritu de realidad. El Señor, en calidad de Espíritu de realidad, no solamente les recordaría a los discípulos todo cuanto les había dicho, sino que también les diría otras cosas más (Jn. 14:16-20, 25-26; 16:12-15). Durante los tres años y medio de Su ministerio terrenal, el Señor les impartió muchas enseñanzas a Sus discípulos. Después, Él se alejó mediante Su muerte para luego, en tres días, retornar a ellos a fin de permanecer en ellos como el Espíritu vivificante. Después de infundirse en Sus discípulos al soplar en ellos, Él permaneció con ellos durante cuarenta días para adiestrarlos a que experimentaran Su presencia invisible. Después, Él ascendió a los cielos, dejando a Sus discípulos en la tierra. ¿Qué hicieron los ciento veinte? No hicieron otra cosa que orar, y la clave para su oración fue la unanimidad (Hch. 1:14).

En Mateo 18:19 el Señor habló sobre dos o tres que se ponen de acuerdo acerca de algo que piden en oración. Aquí, el vocablo griego para “ponerse de acuerdo” no es tan enfático como la palabra griega que se tradujo como “unánimes”. La palabra griega traducida “unánimes” es homothumadón, una palabra que denota gran énfasis y que tiene una amplia gama de significados. El vocablo homo significa “igual” y thumos significa

“mente, voluntad, propósito (alma, corazón)”. En la versión china de la Biblia, esta palabra se tradujo usando un término chino que significa ser de una misma mente y una misma voluntad. De hecho, la versión King James, en el idioma inglés, en Romanos 15:6 traduce esta palabra, “unánimes”, como one mind, esto es, una misma mente.

En el libro de Hechos vemos que los ciento veinte oraron juntos con el mismo pensamiento, con una misma mente, una misma voluntad y un mismo propósito que embargaba y poseía su alma y corazón. Siempre que oremos, ciertamente debemos ejercitar nuestro espíritu, pero además, debemos ser de una misma mente y voluntad, teniendo un mismo propósito, lo cual debe embargar y poseer nuestra alma y corazón. Esto significa que la totalidad de nuestro ser participa en ello. Después de la ascensión del Señor, los ciento veinte llegaron a ser un grupo de personas que compartían una misma mente, una misma voluntad y un único propósito, lo cual embargaba y poseía su alma y corazón. La unanimidad de la que ellos disfrutaban implicaba que ellos habían llegado a ser uno en todas las áreas de su ser. Ningún otro libro de la Biblia usa la palabra unánimes tanto como el libro de Hechos.

En Hechos los tres factores principales para propagar el evangelio con un impacto significativo fueron la oración, el Espíritu y la Palabra. De acuerdo con la Biblia y según la historia, estos tres elementos conforman el único camino mediante el cual el evangelio llega a ser prevaleciente. Yo dediqué mucho tiempo a considerar si correspondía o no a la enseñanza contenida en las Escrituras que la iglesia usase un salón de reuniones y personal de la iglesia para establecer una escuela en lugar de dedicar el tiempo para salir a visitar personas con oración, con el Espíritu y con la Palabra, dedicando así cada pulgada de su salón de reuniones a la predicación del evangelio. He recalcado en el pasado que valerse de otros métodos además de la oración, la Palabra y el Espíritu para promover el evangelio, es un mero ardid.

La unanimidad es la clave y el pulso vital de la oración, el Espíritu y la Palabra. Es posible que ustedes oren mucho, procuren experimentar el bautismo del Espíritu Santo y adquieran mucho conocimiento bíblico, pero si carecen de la unanimidad no podrán ver la bendición del Señor. He conocido personas que se preocupaban mucho por orar, por obtener el bautismo del Espíritu Santo y por recibir la Palabra, pero que, aun así, fomentaban disensiones; no había entre ellos unanimidad.

NUESTRA EXPERIENCIA EN LA CHINA CONTINENTAL

El recobro del Señor en la China continental comenzó en 1922. Yo estuve con el hermano Nee hasta que salí para Taiwán en 1949. Durante todos esos veintisiete años el hermano Nee siempre padeció sufrimientos debido a que había santos, colaboradores y ancianos que, si bien recibían su ministerio, era muy difícil verlos ser uno. Existían opiniones diferentes entre aquellos que recibían su ministerio; ellos decían: “Sí, esto es así, pero...”. Las personas que recibían el recobro, que recibían la enseñanza del hermano Nee, llevaban a cabo lo que él les enseñaba, pero lo hacían a su manera. Es ridículo pensar que

esta clase de práctica podría ser exitosa. Si en un mismo automóvil se transportan cinco personas y todas ellas asumen la posición del conductor, ¿cómo podrá avanzar tal automóvil? Muchas veces, los que no están manejando el automóvil están llenos de opiniones; son los “conductores del asiento de atrás”. Cuando usted se sube a un automóvil y no es el conductor, es mejor no expresar su opinión al respecto; deje que aquel que conduce se sienta libre de manejar conforme a su propio juicio.

De 1922 a 1942 en la China continental había solamente “un automóvil”, el automóvil del recobro del Señor, pero habían varios conductores. Cuando vine al recobro del Señor en 1932, vi cómo el hermano Nee sufría a causa de esto, pero en 1942 y 1943 por la misericordia del Señor se produjo un gran avivamiento en Chifú gracias a la unanimidad que había entre los servidores allí. Después de la guerra, tuve la oportunidad de reunirme con el hermano Nee en Shanghái, y le relaté todo lo que sucedió durante aquellos años en que estuve en Chifú. Él confirmó todo cuanto practicábamos y me alentó a seguir adelante en lo mismo. Tenemos que darnos cuenta de que para llevar adelante lo mismo, es indispensable que seamos unánimes. Desde el otoño de 1946 a la primavera de 1949, por dos años y medio, llevé las riendas de lo que ocurría en Shanghái. Entonces se pudo percibir cierto impacto nuevamente. En cierta medida, durante aquel tiempo, había un solo automóvil con un solo conductor. El Señor avanzó durante aquellos dos años y medio y hubo un avivamiento que hizo que el hermano Nee pudiera volver a participar en el ministerio.

NUESTRA EXPERIENCIA EN TAIWÁN

Yo fui enviado a Taiwán en 1949 y, cuando comencé a laborar allí, dejé atrás todo aquello que había visto y aprendido que no resultaba práctico. En los primeros seis años experimentamos un crecimiento de ciento por uno, de unos cuatrocientos a más de cuarenta mil. El impacto estaba allí. Incluso hoy en día, todas las iglesias en Taiwán todavía viven sobre tales fundamentos. Ellas todavía permanecen fundadas en las riquezas traídas a la vida de iglesia a lo largo de esos seis primeros años. Poco después de esos seis años, los hermanos cedieron a ciertas influencias e invitaron al hermano T. Austin-Sparks, de Inglaterra, para que nos suministrara más espiritualidad, pero su venida trajo consigo un factor poderosísimo de disensión. Le invitamos por la primera vez en 1955 y nuevamente en 1957. Desde 1955 hasta hace poco no se volvió a percibir en Taiwán el mismo impacto que teníamos con anterioridad a aquellas visitas.

Al retornar a Taiwán en octubre de 1984, lo hice plenamente consciente de cómo la unanimidad, la moral, se había perdido en Taiwán y cómo también en los Estados Unidos, en cierta medida, estábamos desmoralizados. Así pues, tomé la decisión de retornar a Taiwán, puesto que fue allí donde el recobro del Señor comenzó a propagarse en el extranjero. Tenía que ir allí para tener un nuevo comienzo. Este nuevo comienzo es absolutamente diferente. Los hermanos de los Estados Unidos que se unieron a la predicación del evangelio allí pueden testificar que ello es cien por ciento diferente de nuestra actual manera de predicar el evangelio y que sí es eficaz. Recientemente, dieciséis equipos evangelizadores fueron enviados por la iglesia en Taipéi a las aldeas de alrededor. En el curso de apenas veintiún días, se bautizaron mil novecientas setenta y

cinco personas. Para ello, no se valieron de ningún ardid, sino que simplemente se valieron de la oración, del Espíritu y de la Palabra, y eran unánimes. Ellos tenían un mismo pensamiento y eran de una misma voluntad, compartiendo el mismo propósito con un mismo corazón y una misma alma. Sin duda alguna, tenían la moral muy en alto.

Hubo un policía que acudió para mantener el orden cuando vio que una multitud se reunía. Al poco tiempo, él también fue bautizado y se sentó para escuchar la primera lección de la serie sobre la nueva vida. Cierta persona fue salva en la calle, donde no había un lugar apropiado para bautizarla; los santos que le predicaron el evangelio golpearon a la puerta de una casa cercana, pensando que tal vez en esa casa encontrarían a alguien que escuchara el evangelio, y les pidieron prestado su baño. Esta persona les dio permiso para usar su baño, y mientras los ocupantes de aquella casa continuaban almorzando, los santos entraron al baño de la vivienda para bautizar a esa persona que recién había sido salva. Aquella familia preguntó a los santos qué era lo que hacían, y los santos le predicaron el evangelio a toda esa familia, después de lo cual toda la familia fue bautizada. Ahora entre las dieciséis aldeas hay algunas que están listas para que una iglesia sea establecida allí. Los diversos distritos o salones de Taipéi se encargarán de propagar la vida de iglesia a esas aldeas vecinas.

Cuando regresé a Taipéi en 1984, cincuenta y dos hermanos fueron nombrados como ancianos, y veintiocho más fueron añadidos después. Además, ahora se han añadido ciento treinta servidores a tiempo completo, la mayoría de los cuales son graduados universitarios. La iglesia en Taipéi está preparada para recibir otros doscientos cincuenta servidores a tiempo completo para junio de 1986.

DEJAR ATRÁS NUESTRA VIEJA MANERAA FIN DE MEJORAR NUESTRA PRÁCTICA

Es necesario que dejemos atrás nuestra propia manera de proceder y nuestra vieja manera de proceder. Antes, yo fui partícipe de esa vieja manera. Fui yo quien trajo tal manera de proceder a Taiwán y a los Estados Unidos, pero ahora, tal proceder es demasiado viejo. No me contradigo, sino que procuro mejorar. Los fabricantes de aviones produjeron el DC-4 entre 1947 y 1948. Yo viajé en un DC-4 cuando China apenas había comenzado a usarlo. La primera vez que vine a los Estados Unidos, procedente de Taiwán, tuve que volar por más de veinticuatro horas. Hoy en día, puedo hacer este viaje en menos de doce horas volando en un DC-10. Debemos dejar atrás todo lo relacionado con el DC-4, pues tenemos el DC-10. Este mejor avión es fabricado por el mismo fabricante que produjo el DC-4.

No podemos cambiar el planeta, pero podemos mejorar los medios de transporte que lo circundan. Tampoco podemos alterar la verdad, pero ciertamente podemos mejorar nuestra práctica. En el pasado, nuestra práctica con respecto a la manera de reunirse ha estado, en cierta medida, bajo la influencia de las tradiciones. Nacimos en las tradiciones y crecimos rodeados por tradiciones que nos son difíciles abandonar. El hecho de que durante nuestras reuniones alguien tenga que pedirnos que leamos los versículos escritos

en la pizarra, no es buen indicio. ¿Por qué alguno de nosotros no tomó la iniciativa de leer las Escrituras espontáneamente? Quizás estemos inmersos en nuestras tradiciones, esperando que un asistente del pastor nos guíe en la lectura de las Escrituras. En el nuevo mover, el cual es el mover actualizado del Señor, quisiéramos retornar cien por ciento a la lectura de la Biblia.

LA UNANIMIDAD EN ROMANOS,1 Y 2 CORINTIOS Y FILIPENSES

La unanimidad revelada en el Nuevo Testamento es un asunto de gran importancia. Por eso Pablo indicó a los santos en Roma que debían preocuparse por ser unánimes entre ellos (Ro. 15:5-6). Ocurrieron muchos problemas en la iglesia en Corinto, y el verdadero factor causante de todos esos problemas fue la disensión. Algunos decían ser de Pablo y sentían gran aprecio por él. Otros decían ser de Apolos y probablemente sentían gran aprecio por la manera en que Apolos enseñaba la Biblia. Incluso había otros que sentían gran aprecio por Pedro (1 Co. 1:12). Esto es discordia, disensión. La epístola de Pablo a los corintios nos presenta más problemas que cualquier otra epístola. Podemos identificar por lo menos diez problemas que se describen en 1 Corintios, todos los cuales tenían la misma fuente, a saber, la discordia, ya que los corintios tenían opiniones divergentes y no hablaban una misma cosa (1:10).

En estas epístolas dirigidas a los corintios, Pablo no usó el término unanimidad, pero sí recalcó la necesidad de hablar una misma cosa. El hecho de que una persona diga ser de Pablo y otra diga ser de Apolos, da a entender que ellas no hablan una misma cosa. Todos tenemos que decir “soy de Cristo”. Decir “soy de Pablo” o “soy de Apolos” es hacer lo mismo que hizo Pedro en el monte de la transfiguración al decir que edificaría tres tiendas: una para Moisés, otra para Elías y una tercera para Jesús. Ante ello, “apareció una nube que los cubrió, y vino de la nube una voz: ‘Este es Mi Hijo, el Amado; a Él oíd’. Y de pronto, al mirar alrededor, no vieron más a nadie consigo, sino a Jesús solo” (Mr. 9:7-8). Es necesario que todos nosotros hablemos una misma cosa. ¿Por qué habríamos de mencionar a Pablo, a Apolos o a Cefas? Por ello, Pablo le preguntó a los corintios: “¿Está dividido Cristo?” (1 Co. 1:13). En la segunda epístola que Pablo dirigió a la iglesia en Corinto, él también les encargó: “Tened el mismo pensamiento” (13:11). Asimismo, en su carta a los filipenses Pablo encargó a los santos que tuvieran el mismo pensamiento (2:2; 4:2).

NUESTRA NECESIDAD CRUCIAL HOY:RECOBRAR LA UNANIMIDAD

Si ustedes desean hacer algo para seguir aquello que el Señor ha estado obrando en Taiwán, lo primero que tienen que hacer es recobrar la unanimidad. Antes de recobrar esto, no procuren hacer ninguna otra cosa. Si carecen de la unanimidad, no son aptos para hacer nada como parte del nuevo comienzo iniciado por el Señor en Su nuevo mover. La iglesia del Señor, Su Cuerpo, Su testimonio, ha sido completamente despedazado por los

cristianos a lo largo de los siglos debido a que entre ellos no existía la unanimidad. Son muchos los que conocen al Señor y hasta cierto grado conocen la Biblia, pero que no están dispuestos a ser unánimes. ¿Dónde está la unanimidad? Difícilmente vemos tal cosa en la historia del cristianismo, y ello ha hecho que el Señor tenga que sufrir pérdida.

Hoy somos partícipes del recobro del Señor y especialmente de Su nuevo mover, Su mover actual. Tenemos que ver que nuestra necesidad crucial hoy es recobrar la unanimidad. Si entre nosotros no existe tal unanimidad, ello será nuestro fin. Tal vez ustedes digan que en tal caso el Señor tendrá que acudir a otras personas, pero es difícil para Él acudir a otros. Los ciudadanos chinos de antaño no sentían simpatía alguna por los soldados ni por los policías, así que entre ellos existía un proverbio que esencialmente decía: “Si en lugar de acudir a los soldados uno acude a la policía, ¿cuál es la diferencia?”. Ambos son casi lo mismo. Si en lugar de acudir a “los soldados” el Señor tiene que acudir a “la policía”, ambas cosas son casi lo mismo. Entonces, ¿a quién podría acudir el Señor? En cierto sentido, el Señor es contristado por causa nuestra. Él no tiene a quién acudir y ha acudido a nosotros. Él ha sido contristado por muchos años.

Antes había entre nosotros buena disposición de ánimo, teníamos la moral en alto, pero esto prácticamente se ha perdido. Tenemos muchas enseñanzas buenas, tenemos el terreno de la iglesia y tenemos todas las provisiones divinas, pero nuestra disposición de ánimo es un problema. ¿Cuál es el problema? El problema es que prácticamente hemos perdido la unanimidad. Entre las iglesias hace falta la unanimidad. Incluso entre los ancianos de una misma iglesia hace falta la unanimidad. Y entre los santos de una misma localidad también se carece de la unanimidad. Lo mismo sucede entre los colaboradores. En todo lugar se carece de unanimidad. Podemos decir que todos nosotros somos partícipes del recobro, estamos en pro del recobro y somos uno con el ministerio. Decimos esto, pero quizás esto sea solamente un eslogan entre nosotros. ¿Dónde está la unanimidad?

Lo que necesitamos es la unanimidad. Cuando piense acerca de este asunto, no piense en los demás; piense en usted mismo, en la parte que a usted le toca, en su porción con respecto a este asunto. Nuestro ánimo no está muy en alto debido a que carecemos de unanimidad y, aun así, queremos poner en práctica las cosas que el Señor nos ha mostrado en Su recobro. Quizás las pongamos en práctica, pero sin mayor impacto, sin mucha vida y, en otras palabras, sin mucho fruto.

Los santos emigraron a diversas ciudades durante los años comprendidos entre 1971 y 1972 y, al hacerlo, tuvieron impacto, pero no sucede lo mismo hoy en día. De hecho, las recientes migraciones a otras ciudades son motivo de preocupación para mí. ¿Tienen ellos la unanimidad en esos lugares? Si no tenemos la unanimidad, emigrar o no da lo mismo. Si carecemos de la debida disposición de ánimo, establecer un ejército o no da lo mismo. Lo que hace que un ejército tenga impacto es su moral, su disposición de ánimo. ¿Tenemos la disposición de ánimo apropiada en la iglesia en nuestra localidad? Aquellos de ustedes que emigraron a otras ciudades tienen que preguntarse si tienen dicha unanimidad. Si no la tienen, han destruido tal emigración. Pierden el tiempo estando allí. Celebrar reuniones de hogar sin tener la unanimidad carece de todo significado. Para salir

a visitar a otros y distribuir folletos, se requiere de la unanimidad. Si carecemos de unanimidad, todo cuanto hagamos será en vano.

Tenemos que comprender que lo que practicamos en el recobro del Señor no son prácticas que otros puedan copiar; al contrario, ello requiere de la vida divina. En cualquier cosa que hagamos necesitamos la vida divina. Es imprescindible que ustedes se percaten de cuál es la característica determinante de los ciento veinte discípulos que vemos al comienzo del libro de Hechos. La característica determinante que divide los cuatro Evangelios del libro de Hechos no fue el bautismo en el Espíritu Santo sino la unanimidad que imperaba entre los ciento veinte. Si ustedes anhelan experimentar el bautismo en el Espíritu, tienen que ser partícipes de la unanimidad. Si entre todos los miembros de una iglesia local impera la unanimidad, el bautismo en el Espíritu estará presente. Si ustedes realmente desean predicar el evangelio de la manera apropiada, tiene que haber unanimidad entre ustedes. Sin esta llave maestra, ninguna puerta se les abrirá. La unanimidad es “la llave maestra que abre todas las puertas”, es decir, es la llave maestra que nos da acceso a todas las bendiciones descritas en el Nuevo Testamento. Es por esto que Pablo le dijo a Evodia y a Síntique que ellas debían ser unánimes (Fil. 4:2). Él sabía que estas hermanas amaban al Señor, pero que habían perdido la unanimidad.

Lo que necesitamos es recuperar esta unanimidad. Si en verdad queremos ir adelante en el mover actual del Señor, necesitamos de esta unanimidad. Carece de todo significado determinar quién se halla en lo correcto y quién no; lo que verdaderamente se necesita es la unanimidad. Es necesario que seamos de una misma mente y una misma voluntad para llevar a cabo un mismo propósito con una misma alma y un mismo corazón. Filipenses nos dice que este asunto comienza a partir de nuestro espíritu (1:27); sin embargo, debemos comprender que no sólo somos personas que tienen espíritu, sino que además tenemos mente, voluntad, propósito, alma y corazón. Si compartimos un mismo espíritu, y somos de una misma alma, una misma mente y una misma voluntad, eso significa que hemos obtenido la unanimidad, la cual es la llave que nos da acceso a todas las bendiciones y legados contenidos en el Nuevo Testamento. De no ser así, simplemente repetiremos la lamentable historia del cristianismo al convertirnos en otro grupo de cristianos que cae en la misma clase de discordia.

CAPÍTULO DOS

LAS TRES SUSTANCIAS DEL PODEREN EL RECOBRO

Lectura bíblica: Hch. 1:14; 1:8; 4:31; 6:7; 12:24; 19:20

El libro de Hechos comienza con el tema de la unanimidad y recalca mucho la unanimidad. Sin embargo, los primeros discípulos no hubieran podido mantener o guardar esta unanimidad si ellos hubieran escogido diferentes métodos, medios, agentes o sustancias para llevar a cabo el mover del Señor en la tierra. Si leemos todo el libro de Hechos, veremos que el camino que los primeros discípulos tomaron al llevar a cabo el mover de Dios en la tierra a fin de cumplir Su economía neotestamentaria, estuvo compuesto exclusivamente por tres sustancias: la oración, el Espíritu y la Palabra. No solamente en Hechos sino también en todo el Nuevo Testamento, la oración, el Espíritu y la Palabra fueron usados para llevar a cabo la economía de Dios. Pero los diferentes grupos en el cristianismo de hoy recurren a muchos otros medios. Por esta razón, no me parece que sería de beneficio para el mover del Señor en el recobro establecer escuelas u otras cosas como éstas. Esto podría ser una distracción que genere ciertas diferencias entre las iglesias. Si adoptáramos diferentes maneras de hacer las cosas, sería difícil guardar la unanimidad. Para guardar la unanimidad, todos tenemos que aprender a hacer lo mismo de la misma manera. Las sustancias que constituyen el único camino en el mover del Señor son la oración y el Espíritu, lo cual tiene por resultado la Palabra.

LA PALABRA CRECE Y SE MULTIPLICA

Hechos no dice que el Espíritu crecía y se multiplicaba, sino que la Palabra crecía y se multiplicaba. El libro de Hechos consta de tres secciones en cuanto al mover del Señor mediante Su Palabra. El capítulo 6 finaliza la primera sección diciéndonos que la palabra de Dios crecía (v. 7). El capítulo 12 finaliza la segunda sección, y nos dice que “la palabra de Dios crecía y se multiplicaba” (v. 24). Luego, el ministerio de Pablo comienza en el capítulo 13. Finalmente, el capítulo 19 finaliza la tercera sección, y nos dice que “crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor” (v. 20). El mover del Señor no consiste en obtener algo que dé por resultado el Espíritu; en realidad, lo que hacemos es llevar la Palabra a las personas. La Palabra es el verdadero contenido, el verdadero elemento constituyente de la economía neotestamentaria de Dios. La Palabra de Dios es el elemento constitutivo tanto del Nuevo Testamento, como también de la economía neotestamentaria de Dios. Tenemos que orar pidiendo que se nos conceda el Espíritu, como poder, para propagar la Palabra.

SER CONSTITUIDOS DE LA PALABRA

Nosotros tenemos la obligación de asimilar la Palabra en un grado mayor al de Pedro. Probablemente Pedro no tuvo acceso a todas las catorce epístolas escritas por Pablo ni al libro de Apocalipsis escrito por Juan, pero nosotros sí hemos sido hechos partícipes de estos libros. Debido a ello, el propio apóstol Pedro, en la etapa postrera de su ministerio, exhortó a los santos a captar todo cuanto el apóstol Pablo escribió (2 P. 3:15-16). En Juan 16, el Señor le dijo a Pedro y a todos sus compañeros que Él tenía muchas cosas que decirles, las cuales ellos no podrían sobrellevar en ese tiempo. También les dijo en aquella ocasión que ellos tenían que esperar que viniera el Espíritu de realidad, y que este Espíritu les hablaría aún más cosas (vs. 12-13). Mayormente, el Espíritu Santo dio continuación al hablar del Señor Jesús por medio de Pablo con respecto a la economía neotestamentaria de Dios. Lo que el Señor Jesús le dijo directamente a Pedro está en su mayoría en los cuatro Evangelios. Después de Pentecostés, el Señor le habla a todos los Suyos principalmente mediante las epístolas del apóstol Pablo. Pedro con todos sus compañeros tenía la obligación de captar mayormente todo lo que encontramos en los Evangelios; pero hoy en día nosotros tenemos que captar muchas más cosas. Ahora nosotros tenemos que captar lo dicho por el Señor en los cuatro Evangelios y especialmente lo dicho por Él a través de las catorce epístolas del apóstol Pablo. Después de haber dado los mensajes del Estudio-vida en torno a los veintisiete libros del Nuevo Testamento, lo primero que publicamos como una colección fueron los mensajes del Estudio-vida correspondientes a las catorce epístolas de Pablo, pues considerábamos sus epístolas las más cruciales para poder conocer la economía de Dios.

Para conocer al Señor Jesús en Su ministerio terrenal, ciertamente necesitamos de los cuatro Evangelios. Para conocer Su nacimiento, Su juventud, la vida que Él llevó y el ministerio que Él ejerció aquí en la tierra, así como para conocer Su muerte, Su resurrección y Su ascensión, ciertamente tenemos que captar cabalmente lo relatado en los cuatro Evangelios. Pero para conocer la definición, la revelación completa, de la economía neotestamentaria de Dios concerniente al Cuerpo de Cristo, ciertamente tenemos que asimilar las catorce epístolas de Pablo. Los cuatro Evangelios nos muestran la Cabeza, mientras que las catorce epístolas de Pablo nos muestran el Cuerpo y nos revelan a la Cabeza con mayor profundidad. Debido a que ahora vivimos en el Cuerpo bajo la dirección de Cristo como nuestra Cabeza viviente, estas catorce epístolas revisten crucial importancia para nosotros.

Exhorté a los nuevos servidores de tiempo completo en Taiwán a que dediquen medio día todos los días al estudio de la Palabra. Esto es imprescindible. Incluso cuando ellos salieron a predicar el evangelio a las aldeas vecinas, tenían que dedicar la primera mitad del día a orar juntos en torno a la Palabra. Ellos incluso llevaron consigo sus ejemplares del Estudio-vida. Así pues, ellos siempre estudian la Palabra con la debida regularidad conforme a su horario de servicio. Si estos jóvenes no llegasen a ser debidamente constituidos de la Palabra, ellos no tendrían nada que ministrar a los demás independientemente de cuánto oren. Pero los que sirven a tiempo completo en Taiwán siempre tienen algo que impartir a otros debido a que han estado estudiando la Versión Recobro del Nuevo Testamento con sus notas así como los mensajes del Estudio-vida.

Ellos están llenos de la revelación divina. Ellos están llenos de la Palabra divina. Ellos tienen mucho que decir al respecto, y esto resulta bastante convincente cuando se reúnen con otros cristianos, pues les explican la Versión Recobro y les regalan algunos folletos e incluso algunos ejemplares del Estudio-vida; así pues, muchos de aquellos cristianos son atraídos e incluso procuran adquirir su propio ejemplar de la Versión Recobro.

PREDICAR EL EVANGELIO MÁS ELEVADO,LA PALABRA MÁS RICA

Al salir a las aldeas vecinas, ellos bautizaron mil novecientas setenta y cinco personas en tres semanas. Esto fue logrado principalmente debido a que ellos predicaron el evangelio haciendo uso de una palabra que es muy elevada y rica. La Palabra es verdaderamente eficaz. Si un labrador no siembra nada e incluso si siembra una semilla muy pobre, ¿qué clase de cosecha podría esperar? Tenemos que predicar el evangelio más elevado, la Palabra más rica, la cual es muy lógica y filosófica, y que, como tal, satisface la necesidad de los jóvenes modernos de esta era.

Actualmente, en términos generales, los jóvenes son muy dados a la filosofía y la ciencia. Cuanto más influencia reciben de la ciencia y la filosofía, más ellos quieren conocer el significado de la vida humana. La era ha cambiado y difiere mucho de hace unos cien años. Cuando los misioneros llegaron a China, encontraron personas muy conservadoras. Tales personas no poseían muchos conocimientos y únicamente se preocupaban de la ética y de aprender un oficio que les sustentara. Pero hoy en día, las personas del mundo entero tienen acceso a una gran medida de educación y, por ende, son personas muy lógicas y filosóficas. Si lo único que usted les predicara fuese que todos ellos son pecadores y que irán al infierno, esto no sería bien recibido por ellos; más aún, están hartos de escuchar esto. En su interior está el deseo por conocer las verdades de mayor profundidad, el verdadero significado del universo, el verdadero significado y sentido de la vida humana.

Cuando nuestros hermanos salieron a predicar el evangelio de este modo, ello convencía a las personas. Incluso los pobladores de aquellas aldeas vecinas ya habían escuchado antes la predicación del cristianismo; en su opinión, después de escuchar tal predicación, el cristianismo era apenas otra religión, como el budismo. Para muchos de ellos, las enseñanzas éticas y filosóficas de Confucio eran mucho mejores que las de quienes meramente predican sobre ir al cielo o al infierno. Cuando nuestros jóvenes visitaron a estos pobladores, todos ellos se mostraron favorablemente impresionados por el hecho de que estos jóvenes se habían graduado de la universidad. Ellos ciertamente estaban dispuestos a escuchar a alguien que se había graduado de la mejor universidad en Taiwán. Estos jóvenes servidores de tiempo completo realmente tuvieron el impacto adecuado al visitar aquellas aldeas.

Hoy en los Estados Unidos, la nación más sobresaliente, los jóvenes universitarios procuran saber más sobre la vida humana y sobre la realidad del universo, pero el conocimiento superficial que adquieren en la universidad no llenará el vacío que hay en

su interior. Ellos quisieran conocer la verdad del universo, el verdadero sentido y significado de sus vidas humanas. Nosotros tenemos lo que ellos necesitan. Poseemos una traducción apropiada del Nuevo Testamento con notas de pie de página que explican el texto; además, tenemos muchos folletos para distribuir y muchas verdades sobre las cuales hablar. Estas verdades tienen que formar parte de nuestra constitución intrínseca. Tenemos que estar saturados y empapados de todas estas realidades divinas. Luego, debemos salir a predicar con nuestra Versión Recobro y con nuestros bolsillos o bolsas llenos de folletos, folletos como los de la serie en inglés “arco iris”, que contienen una versión editada de los mensajes del Estudio-vida. Cuando ustedes le prediquen el evangelio elevado a alguien, después de haber abarcado cierto punto en particular, regálenle un folleto; esto será muy significativo. Damos gracias al Señor por habernos dado un rico depósito de Su palabra. Los primeros creyentes no solamente salieron impulsados por el Espíritu, sino más aún, salieron como portadores de la Palabra. El Espíritu por sí mismo es demasiado abstracto. Podemos ministrar el Espíritu a otros, pero no podemos presentar el Espíritu; lo que podemos presentarles de manera cabal es la Palabra.

Cierto hermano me hizo saber que recientemente había entrado en contacto con un grupo de jóvenes judíos que están en procura de la verdad. Le dije a este hermano que si él quiere convencer a estos jóvenes judíos, tiene que saber valerse del Antiguo Testamento, pues ellos sienten gran aprecio por el mismo. Ellos se glorían en el Antiguo Testamento, aun cuando lo conocen muy poco. Así pues, la manera de cautivarlos es valiéndose de lo que ellos valoran como tesoro. Podemos abrir primero Génesis 12 y leerles la promesa de Dios a Abraham, según la cual en su simiente serían benditas todas las naciones de la tierra (v. 3; cfr. 22:18). Entonces, podemos preguntarles quién es esta simiente en quien todas las naciones de la tierra serían bendecidas. Cuando usted les abra la Biblia de este modo, ellos se sentirán profundamente impresionados. Después, es necesario que ustedes les provean la debida interpretación explicándoles que esta simiente de Abraham es Cristo. Léanles el pasaje de Mateo 1 en el que se habla de los antepasados de Jesucristo: “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham. Abraham engendró a Isaac; e Isaac engendró a Jacob” (vs. 1-2a). Entonces, pueden mostrarles en Gálatas 3 que este Cristo es Aquel en quien el mundo entero es bendecido (vs. 14, 16). Si dicho hermano compartiera la verdad de este modo con estos jóvenes judíos una semana tras otra por cierto período de tiempo, ellos serían convencidos de la verdad. No es necesario discutir con nadie; simplemente abran a otros la Palabra santa. La manera más eficaz de convencer a las personas es valerse de la Palabra santa.

Casi todas las naciones sobre la faz de la tierra se esfuerzan por promover la educación entre su pueblo. Todo aquel que tiene alguna educación sabe que hay un libro famoso y singular llamado la Santa Biblia. A toda persona filosófica y lógica le gustaría conocer este libro. Ellos incluso quisieran conocer este libro desde una perspectiva literaria. Si una persona no sabe aunque sea un poco sobre la Biblia, podría ser considerada atrasada. Estoy persuadido de que toda persona que adquiere cierta educación abriga en su corazón el deseo de conocer la Biblia. Si usted conversa con una persona educada y reflexiva, y al hacerlo le explica algunos versículos cruciales a fin de mostrarle lo que este libro enseña, ella estará contenta de poder conversar con usted. Así pues, ustedes deben acercarse a

estas personas con la debida oración y con el Espíritu, a fin de presentarles la Palabra. Entonces, la Palabra será viviente para ellos. Puesto que vamos a ellos con oración, con el Espíritu y con la Palabra, ciertamente algo ocurrirá en sus vidas.

A muchas personas reflexivas les gustaría saber algo sobre el libro de Apocalipsis, simplemente por curiosidad intelectual. Si usted no sabe compartir con ellos sobre este libro, no podrá atraer su interés. Es posible que después de leer el primer versículo del Nuevo Testamento, una persona reflexiva quiera que usted le explique qué significa la afirmación de que este libro es el “libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham” (Mt. 1:1). Esta pregunta es una verdadera prueba para usted. Si ustedes dicen que no saben, no podrán cautivar a esta persona. Si usted sale a conversar con personas lógicas, ellas le plantearán muchas preguntas muy curiosas, así que usted debe estar preparado al tener un depósito en su ser de la rica Palabra de Dios. Entonces, al predicar el evangelio elevado, usted será muy convincente y merecerá el respeto, la consideración, de sus oyentes. No obstante, nuestro objetivo no es meramente merecer el respeto de las personas. Lo que queremos es sembrar la Palabra en las mentes y corazones de nuestros oyentes y que, a la postre, esta Palabra pueda ser usada por el Espíritu Santo para entrar en sus espíritus y regenerarlos. A esto se debe que verdaderamente valga la pena que estudiemos la Palabra.

MANTENER LA UNANIMIDADPOR MEDIO DE LA ORACIÓN,EL ESPÍRITU Y LA PALABRA

En lugar de valernos de nuestro salón de reuniones para establecer una escuela o una especie de guardería infantil, tenemos que dedicar nuestro tiempo a la Palabra y a visitar a las personas. Hay miles de familias de ascendencia china en muchas de las ciudades principales de los Estados Unidos, las cuales están dispuestas a ser visitadas por nosotros. Si bien muchos hermanos tienen un empleo, ellos tienen las noches libres así como los fines de semana, y pueden valerse de estos tiempos para visitar esas familias en sus hogares. Si ellos salen a visitarlos en oración, habiéndose preparado con la Palabra santa y llenos del Espíritu, sus visitas tendrán impacto y serán prevalecientes. En cambio, usar el salón de reuniones como escuela o guardería infantil simplemente traerá muchas complicaciones con respecto al uso de dicho salón. Los niños requerirán de cierto control, se deberá proveerles de un patio de juegos, y el salón permanecerá ocupado por ellos durante una parte significativa del día durante la cual dichas instalaciones no estarán al servicio de los propósitos que corresponden a la iglesia. Todas las iglesias deben usar cada pulgada del salón de reuniones para el estudio de la Palabra y la oración requerida para recibir el Espíritu y, así, poder traer más personas al salón de reuniones donde ellas podrán ser salvas.

Para mantener la unanimidad tenemos que conducir por un solo camino. Si conducimos por diversos caminos, ciertamente nuestra unanimidad será menoscabada. En el Nuevo Testamento solamente vemos un único camino, el cual está constituido de tres sustancias: la oración, el Espíritu y la Palabra. Aparentemente, valerse del salón de reuniones como

guardería infantil no puede ser considerado como algo que nos vaya a distraer ni tampoco algo que vaya a causar división. Pero después de cierto tiempo, algunos santos que hayanhecho ofrendas significativas no estarán de acuerdo con que se use el salón de reuniones para tal propósito. También podría ser que algunos de los ancianos sean del sentir que es necesario celebrar una reunión durante un tiempo que ya se había designado para servir a los niños. Todos tenemos que procurar hacer todo lo posible por no generar esta clase de discordia o pensamientos divisivos. Nadie podría estar en desacuerdo con cualquier cosa que ustedes hagan por medio de oración, ni con nada que realicen a fin de obtener del Espíritu, ni tampoco con cualquier cosa que hagan a fin de asimilar la Palabra.

Supongamos que un hermano nos propone hacer uso de cierta clase de música para predicar el evangelio. Puede ser que algunos estén de acuerdo con esto, y que otros no lo estén. No obstante, nadie disentiría si se emplea la oración, el Espíritu y la Palabra, y si se predica la Palabra. Éste es el camino único que todos conocen, puesto que es el camino que Dios ha ordenado que tomemos. No es un camino ideado o enseñado por mí, sino que es el camino que Dios ideó y ordenó, tal como es revelado en la Biblia. Debemos implementar este principio en todo lo que practiquemos. En lo que se refiere a nuestras prácticas, debemos esforzarnos siempre por dejarnos limitar y restringir por la Palabra. Si la Palabra no lo dice, es mejor no hacerlo. Si predicamos el evangelio valiéndonos de cualquier otro medio que no sea la oración, el Espíritu y la Palabra, esto podría dar lugar a opiniones divergentes.

Habrá personas que tomen un camino distinto debido a que no quieren dedicar mucho tiempo al estudio de la Palabra. Optar por otro camino que no sea el de la oración, la Palabra y el Espíritu equivale a tomar atajos que resultan más convenientes. Jamás podremos ser enteramente exitosos si tomamos un atajo. El camino genuino que debemos tomar, el camino apropiado, el camino más beneficioso, es el camino único. El único camino que podemos tomar para hacer cualquier cosa debe estar en conformidad con el principio prescrito por Dios. El universo entero está repleto de principios establecidos por Dios, el Creador. Si usted ha de casarse, tiene que tomar el camino dispuesto por Dios, es decir, deberá ceñirse al principio matrimonial de un esposo y una esposa (Mt. 19:3-9). Si usted toma algún atajo, se meterá en problemas. En el mundo en el que vivimos y en el universo hay muchos principios establecidos por Dios. En realidad, la ciencia se encarga de simplemente descubrir todos estos principios establecidos por Dios.

Valerse de otros medios para predicar el evangelio o llevar adelante la iglesia, podría reportar algunos beneficios, pero tal proceder representa un atajo. Todo atajo siempre traerá consigo algunos problemas. Únicamente optar por el camino apropiado estará libre de cualquier efecto negativo. Los mejores médicos son aquellos lo suficientemente cuidadosos como para no recetar medicina alguna que pudiera tener algún efecto negativo en el paciente. Por consiguiente, al predicar el evangelio o al practicar la vida de iglesia, no debemos valernos de ninguna otra cosa que no sea la oración, la Palabra y el Espíritu. De lo contrario, sólo nos esperarán problemas, tal como la disensión, lo cual dañará la unanimidad verdadera.

DEBEMOS TRABAJAR ARDUAMENTE EN LA PALABRA,

LABORAR EN LA ORACIÓN Y SER DILIGENTESEN COOPERAR CON EL ESPÍRITU SANTO

Tomar el camino genuino puede parecernos muy inconveniente, puesto que exige de nosotros mucho tiempo y paciencia; exige que laboremos, incluso hasta el cansancio. Trabajemos arduamente en la Palabra, laboremos en la oración y seamos diligentes en cooperar con el Espíritu Santo. Vale la pena que hagamos esto. Necesitamos dedicar mucho tiempo para profundizar en la Palabra; es preciso que la Palabra santa nos sature, llegue a ser nuestro elemento constitutivo e incluso nos empape completamente. También debemos experimentar un cambio en nuestra constitución intrínseca mediante nuestro contacto con el Señor. Tenemos que tener contacto con Él día tras día y hora tras hora; esto hará que seamos personas apropiadas.

En 1958 fui al auditorio conocido como el “Cow Palace” en San Francisco a fin de escuchar la predicación de Billy Graham. Ciertas personas me habían contado que el Dr. Graham pasaba mucho tiempo orando de rodillas. Ésta era la fuente del impacto que éltenía. Yo admiraba la manera en que él aplicaba la Palabra a la presente situación mundial en su predicación. Si él no poseyera el conocimiento adecuado de la Palabra y no dedicase el tiempo apropiado al estudio de la Palabra, jamás podría haber aplicado la Palabra de manera tan adecuada y sensata a la presente situación mundial. Todos nosotros tenemos que dedicar suficiente tiempo al estudio de la santa Palabra.

Si usted tiene la carga de predicar el evangelio, debe profundizar en la Palabra y ser alguien que conoce la Palabra. Aunque una persona sea gerente de un banco o profesor en una universidad, debe dedicar tiempo en la Palabra. Es posible que un profesor tenga conocimiento de muchas cosas, pero Dios no le pide que presente el fruto de sus estudios a la gente. Antes de comenzar a visitar a otros, necesitamos adquirir el conocimiento de la Palabra santa. Luego, debemos usar todo el tiempo que tengamos disponible para orar a fin de tener contacto con el Señor viviente.

PEDIR AL SEÑOR QUE TRAIGA TODO NUESTRO SER A LA LUZ Y QUE NOS DISCIPLINE

HASTA HACERNOS PERSONAS DE PODER,LLENAS DEL ESPÍRITU POR DENTRO Y POR

FUERA

No le pida a Dios meramente que le dé poder; el poder ya está disponible para usted. Usted necesita ser limpiado, disciplinado, purificado, aleccionado y reprendido por el Señor. Ningún anciano ni ningún otro hermano podrá disciplinar ni purificar el ser interior de usted. El Señor es el único que puede disciplinarlo a usted directamente. Debe

permitirle a Él operar en su ser cada día. Así como necesitamos lavarnos las manos frecuentemente, también necesitamos que el Señor nos limpie constantemente. El evangelio es una de las cosas más santas, y no podríamos predicarlo si no estamos limpios. Por tanto, necesitamos acudir al Señor y abrir todo nuestro ser a Él para que nos discipline, nos ilumine, nos ponga en evidencia, nos examine y nos humille. El poder procede de esta clase de oración.

No debemos orar simplemente pidiendo poder. El poder ya está disponible para que usted lo use, pero ¿quién es usted, qué es usted y dónde está usted? Es posible que usted esté sucio, no haya sido disciplinado, sea orgulloso, acostumbre criticar a los demás, haya ofendido a su esposa, menosprecie a los ancianos y se rebele constantemente contra la iglesia. Tal vez usted sea débil en estos aspectos, y aun así sea muy ferviente en cuanto al evangelio. Si ésta es su condición, usted no podrá ser una persona prevaleciente en la predicación del evangelio. Si usted quiere ser prevaleciente, necesita acudir al Señor todos los días a fin de ser corregido, limpiado, iluminado, llevado a la luz y reprendido, no por el hombre sino directamente por el Espíritu del Señor. El Señor no puede hacer esto a menos que usted ore.

Cuando usted ore, evite pensar en su trabajo o en otras cosas. Ni siquiera ocupe su mente en la predicación del evangelio. Usted debe permanecer totalmente disponible y abierto al Señor. Abra su ser al Señor. Permítale hablar con usted al menos por diez minutos; permítale que lo ilumine y le muestre todos sus defectos, toda su pecaminosidad, toda su maldad y todos sus pensamientos impuros. Pídale que traiga todo su ser a la luz para que usted pueda ser plenamente iluminado y vea su verdadera condición. Esta clase de oración hará de usted una persona prevaleciente. Usted no tendrá que fingir que es poderoso. Una vez que usted haya sido purificado y disciplinado, todas las palabras que salgan de su boca serán poderosas. Aun su voz será poderosa, porque su persona será el poder mismo. Esto sucederá porque mediante su oración usted llegará a estar saturado de Aquel que limpia.

Aquel que nos limpia es también Aquel que nos purifica y nos satura de Sí mismo. Una vez que el Señor nos haya saturado de Sí mismo, seremos revestidos de poder. Esto es lo que hace que las palabras que proceden de una persona sean poderosas, mientras que las mismas palabras dichas por otra persona carezcan de valor. La oración moldea nuestra persona, es decir, hace de nosotros personas diferentes, personas llenas de poder. Tales personas de oración serán personas llenas del Espíritu por dentro y por fuera.

Cuando vayamos a contactar a otros, puesto que estaremos llenos de poder y llenos de la revelación divina respecto de la economía neotestamentaria de Dios, todo lo que digamos tendrá impacto. Cuando salgamos a visitar a otros, debemos ir con el respaldo de la unanimidad. Debemos ser uno con la iglesia, uno con los colaboradores y uno con todos los hermanos y hermanas. Debemos tomar en serio al Señor. Si somos tales personas, y no estamos buscando hacer algo por nosotros mismos ni para nosotros mismos en el recobro del Señor, todo lo que hagamos tendrá impacto.

PRESENTAR ALGO ELEVADO A LAS PERSONAS

Cuando vine a los Estados Unidos, tenía casi sesenta años de edad y no sabía hablar bien el inglés. Pero desde el primer día que vine a este país, tengo la certeza de haber estado revestido de poder, pese al hecho de que mi inglés no era bueno y carecía de elocuencia. D.L. Moody no era una persona muy culta. Él era ayudante de su tío en una tienda de calzado cuando el Señor lo llamó a predicar el evangelio. En cierta ocasión, después de haber predicado a una congregación muy grande, una persona erudita le dijo que su gramática no era buena. Moody, en tono sincero, le contestó a esa persona que tratara depredicar usando buena gramática y luego viera qué resultado obtendría. El poder, el impacto, no radica en usar buena gramática, sino en la clase de persona que usted sea y en lo que usted presente a las personas. A las personas no les interesa escuchar sermones con buena gramática. Lo que les interesa es lo que suple su necesidad; lo que ellos desean es la vida divina, es Cristo mismo, y experimentar la realidad de la salvación.

El impacto que he tenido a través de los años se debe a la oración, al Espíritu y a la Palabra. Aunque no tengo la habilidad de cantar, por la misericordia del Señor he compuesto varios himnos que son bastante buenos. Uno de ellos, el himno 215 de nuestro himnario, dice: “Oh Cristo, mi buen Salvador”; en chino este himno es mucho mejor porque casi cada línea es poética. Recientemente estuve en una reunión de la mesa del Señor en cierta localidad, y todos los himnos que se cantaron en esa reunión, con excepción de uno, habían sido escritos por mí. El coro de ese himno que no había sido escrito por mi, dice: “Tú y yo, en unión, Tú y yo, en unión” (Himnos, #197). Dicho himno fue escrito por una hermana que estaba muy constituida de mi ministerio y, por tanto, se basaba en mi ministerio. Ésta fue otra razón por la que me convencí de la necesidad de producir un nuevo himnario, así como de excluir de nuestro himnario actual todos los himnos que no se conforman a la debida norma y que, por tanto, no cantamos. Hace cincuenta años apreciaba mucho el himno 101, escrito por la Asamblea de los Hermanos, que dice: “Gracias a Ti, Señor”. Pero lo que anteriormente era para mí un tesoro, ha perdido su color y su sabor. Aunque es un himno muy bueno, no es muy rico. Al menos no es tan rico como el himno 68, que dice: “¡Ved a Jesús sentado en el cielo! Cristo el Señor al trono ascendió”. La estrofa 6 de este himno es especialmente rica. Dice:

La iglesia está identificada Con el glorificado Jesús,

Siendo Sus miembros edificados Por Su glorioso Espíritu.

Lo que trato de recalcarles es que cuando salgamos a predicar el evangelio, necesitamos presentarles a las personas algo elevado. Ésta es la razón por la que la oposición no me molesta. Me considero a mí mismo como un vendedor de aceite (Mt. 25:9). Si usted quiere comprar aceite, venga a mí. Mi inglés tal vez no sea elocuente ni muy correcto desde el punto de vista gramatical, pero el aceite y las riquezas divinas están aquí en este ministerio. No me estoy jactando; antes bien, lo animo a que profundice en la Palabra. Tome el camino único de la oración, el Espíritu y la Palabra. No recurra a ninguna otra cosa ni intente valerse de ardid alguno. Haga que la Palabra llegue a formar parte de su constitución intrínseca, capacítese y equípese. Luego salga a presentar la Palabra con

mucha oración y con el respaldo del Espíritu. Sus palabras convencerán a muchos. Las personas que buscan más del Señor anhelan escuchar a alguien que les pueda decir en qué consiste realmente la vida humana. Esto es lo que ellas necesitan, y esto es lo que tenemos para darles. Necesitamos que muchos santos vayan a los necesitados y les presenten las verdades divinas que el Señor nos ha mostrado. No consideremos otro camino que no sea el de la oración, el Espíritu y la Palabra. Cualquier otro camino causará disensión y división.

CAPÍTULO TRES

UNO EN:

ENSEÑANZA — 1 Co. 4:17; 7:17; 16:1; Hch. 2:42; Ro. 16:17; 1 Ti. 1:3-4; 6:3; Ef. 4:13-14

PRÁCTICA — 1 Co. 11:16; 14:33b-34

PENSAMIENTO —HABLAR

Fil. 2:2; 4:2; 1 Co. 1:10;Ro. 15:6

ESENCIA —APARIENCIAEXPRESIÓN

Ap. 1:11-12

LA UNIDAD DOCTRINAL

Los versículos arriba enumerados nos muestran siete aspectos de la unidad: enseñanza, práctica, pensamiento, hablar, esencia, apariencia y expresión. Estos aspectos no se refieren a una unidad doctrinal, sino a la unidad en términos prácticos. Hay otros siete elementos relacionados con nuestra unidad desde una perspectiva doctrinal: un Dios, un Señor, un Espíritu, una iglesia, un recobro, un testimonio y una sola obra. Los primeros tres conforman el propio Dios Triuno. Casi todos nosotros estaríamos de acuerdo en los siete aspectos doctrinales de la unidad. Si alguno habría de tener un espíritu disidente, una mente disidente o incluso una actitud disidente, probablemente sería en relación con el último aspecto doctrinal de la unidad: una sola obra. Podríamos afirmar que la obra pertenece ya sea al aspecto doctrinal o al aspecto práctico de la unidad. He preferido clasificar la obra entre los aspectos doctrinales debido a que, después de haber observado continuamente nuestro entorno, he llegado a la conclusión que son muy pocos los que entre nosotros se atreverían a afirmar abiertamente que la obra que vienen realizando es algo aparte de la única obra que es propia del recobro del Señor. Todos nosotros concordamos doctrinalmente en esta unidad de siete aspectos, a saber: un Dios, un Señor, un Espíritu, una iglesia, un recobro, un testimonio y una obra.

Entre las muchas denominaciones y grupos en el cristianismo, ninguno de ellos se atrevería a afirmar que adora a dos Dioses, a dos Señores o a dos Espíritus. No obstante, ellos debatirían doctrinalmente en relación con la iglesia. Ellos probablemente dirían que si bien todos nosotros conformamos una sola iglesia, en la práctica es imposible tener una sola iglesia. Para ellos, es necesario que hayan muchas iglesias: la iglesia china en las Filipinas, en Malasia, en Indonesia, en Tailandia y en California, e incluso una iglesia anglicana en China. Cuando era muy joven, me preguntaba cómo era posible que la Iglesia de Inglaterra estuviese en China. Las diversas denominaciones así como los otros grupos en el cristianismo simplemente carecen de la base necesaria para proclamar la existencia de “una sola iglesia”. Ellos están obligados a reconocer que hay diferentes

iglesias. La Iglesia Ortodoxa, la Iglesia Católica Romana, la Iglesia Arminiana y la Iglesia Protestante conforman los cuatro grupos principales. Incluso algunas de las iglesias protestantes toman el nombre de sus líderes, como en el caso de las iglesias luteranas y las iglesias metodistas o de Wesley.

Toda denominación es portadora de su propio testimonio. La Iglesia Bautista testifica del bautismo por inmersión, y la Iglesia Presbiteriana es portadora del testimonio representado por su sistema de presbíteros, conforme al cual ellos administran sus iglesias. Las iglesias episcopales son portadoras de su propio testimonio, según el cual ejercen control sobre sus iglesias por medio de un sistema jerárquico conformado por obispos (que procede del latín: epíscopos). Este sistema jerárquico también fue adoptado por la Iglesia Católica Romana, la cual coloca al Papa en la cima de dicho sistema jerárquico. Debido a la existencia de todos estos testimonios diferentes, de manera espontánea se producen diferentes clases de obras. Así pues, hay diversidad de iglesias, con diversidad de testimonios sustentados por diversidad de obras. Nosotros no reconocemos la existencia de muchas iglesias; todas esas “iglesias” en realidad no son iglesias, sino denominaciones. Son sectas denominacionales. Ellas no constituyen el testimonio de Jesús, al cual se refiere Juan en Apocalipsis (1:2, 9; 12:17; 19:10; 20:4). Según la Biblia, nosotros únicamente podemos reconocer la existencia de una sola iglesia, la cual posee un único testimonio sustentado por un solo recobro. Tenemos que reconocer que solamente hay un Dios, un solo Señor, un solo Espíritu, una sola iglesia, un solo testimonio y un solo recobro. Además, es imposible para nosotros tener más de una sola obra. Es imprescindible que hoy en día, en esta tierra, tengamos una sola obra.

LA UNIDAD EN LA PRÁCTICA

Estoy plenamente consciente de que casi no hay problemas entre nosotros con respecto a estos siete aspectos de la unidad doctrinal, pero también me doy cuenta de que ciertamente tenemos problemas con respecto a los siete aspectos de la unidad en la práctica. Me preocupa sobremanera que no muchos de nosotros hayan reflexionado sobre los siete aspectos de la unidad en la práctica. Estoy convencido de que quienes son partícipes del recobro son personas que razonan. En el recobro ninguno debiera ser insensato, ilógico, irreflexivo o parcial. Por ser ustedes personas que razonan, que son lógicas, que gustan de reflexionar y que son imparciales, quisiera pedirles que consideren los siete aspectos enumerados al comienzo de este capítulo.

La Biblia dice que tenemos que ser unánimes con respecto a nuestra enseñanza, práctica, hablar e, incluso, con respecto a nuestra manera de pensar. A algunos tal vez les parezca que esto es una exageración y que equivale a controlar lo que las personas piensan. Probablemente tales personas opinen que esto no es factible en una era tan democrática, especialmente en un país como los Estados Unidos. Los estadounidenses practican la democracia y crecen en un ambiente en el que todos expresan su propio sentir. Ninguno de nosotros debe seguir el recobro ciegamente, neciamente o de manera ignorante. Es necesario que reflexionemos con cordura sobre la verdad contenida en la Biblia. Tal vez alguno considere que ser unánimes con respecto a nuestro hablar viola, de cierto modo, la primera enmienda a la constitución de este país, según la cual se consagró la libertad de

expresión. Si ustedes quieren aferrarse a su posición en calidad de ciudadanos estadounidenses, entonces no tienen cabida en el recobro, pues el recobro no practica la diversidad en el hablar. El recobro únicamente permite un solo hablar. Me pregunto si los que somos partícipes del recobro verdaderamente practicamos ser uno en el hablar.

Los últimos tres ítems respecto de los cuales tenemos que ser uno de manera práctica, guardan relación con los candeleros de oro descritos en Apocalipsis 1:11-12. Los siete candeleros no tienen más de una sola esencia ni más de una sola sustancia. El oro puro es la única sustancia de los candeleros. Toda sustancia puede poseer únicamente una sola esencia. Más aún, todos los candeleros tienen que ser iguales en cuanto a su apariencia. Dada la actual coyuntura en la que se encuentra el recobro del Señor, yo cuestionaría seriamente si hoy todas las iglesias en el recobro del Señor presentan la misma apariencia. Los candeleros tienen, todos ellos, una sola sustancia, que es el oro, y una sola forma. Los siete candeleros son idénticos en su apariencia. A menos que usted le asigne un número a cada uno de ellos, sería imposible distinguir uno del otro. Todos ellos se ven exactamente iguales.

Los de la Asamblea de los Hermanos insistían en tener asambleas locales separadas, e incluso enseñaron que las asambleas locales no debían ser iguales entre sí, con lo cual querían alentarlas a ser diferentes. Ellos se gloriaban de tal diversidad. A veces ponían ciertas cosas en práctica simplemente con la intención de mostrar a los demás que una asamblea difería de la otra. Ellos se esforzaban por mostrar a los demás que ellos no eran como los católicos. Ellos afirmaban que el hecho de que las iglesias tuvieran una apariencia uniforme era propio de la Iglesia Católica Romana. Ellos afirmaban que las iglesias debían ser diferentes entre sí con base en el hecho de que todas las epístolas escritas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 difieren entre sí. Esta premisa es absolutamente correcta. Todas estas siete epístolas difieren entre sí, pero difieren únicamente por causa de los elementos negativos presentes en cada iglesia. La característica particular de la iglesia en Éfeso es que ella perdió su primer amor (2:4). La iglesia en Pérgamo cayó en la mundanalidad; así pues, ser mundana era su característica particular (v. 13). Las características particulares de la iglesia apóstata en Tiatira eran Jezabel, la adoración de ídolos, la fornicación y el adulterio (vs. 20-22). La característica distintiva de la iglesia en Sardis era su condición de muerte (3:1), y la característica de la iglesia en Laodicea era su tibieza (v. 16).

Las iglesias difieren entre sí únicamente en sus características negativas, pero los candeleros presentados en Apocalipsis 1, entre los cuales anda Cristo como la Cabeza, son por completo idénticos entre sí. Todos ellos se ven iguales. Ellos son iguales en lo referido a su esencia, apariencia, forma y expresión. Cada uno de estos candeleros tiene siete lámparas que lo expresan, y todas las siete expresiones son idénticas entre sí. Así pues, ¿tomaremos como ejemplo los aspectos negativos de las iglesias o queremos reafirmarnos en lo que es positivo? Con base en la enseñanza errónea de la Asamblea de los Hermanos se propició entre sus asambleas la manifestación de diferencias en cuanto a su apariencia. Es posible que esta clase de veneno todavía siga presente, sin que nos percatemos de ello o de manera subconsciente, en las mentes de algunos de nosotros. Es posible que todavía algunos de nosotros abriguemos dudas o tengamos interrogantes con

respecto al hecho de que la apariencia de las iglesias debe ser una y la misma, pensando que vamos a terminar unificando a todas las iglesias locales a fin de conformar una especie de iglesia católica.

Siento la carga de examinar con detenimiento la verdadera situación en la que nos encontramos en el recobro del Señor hoy con respecto a nuestras prácticas. Tenemos que estudiar estos asuntos. Nuestro proceder al llevar adelante el recobro del Señor no consiste en velar los ojos de las personas; más bien, nos esforzamos al máximo por abrirles los ojos. Durante más de medio siglo he sido guardado en el recobro, y he podido reflexionar mucho sobre el mismo así como observarlo con gran detenimiento. Si ustedes creen en lo que la Biblia dice, tienen que reconocer que tenemos que ser uno en enseñanza, práctica, pensamiento, hablar, esencia, apariencia y expresión. No hay un solo versículo en la Biblia que nos dé el menor indicio de que se deba permitir a las iglesias manifestar diferentes apariencias. Algunos tal vez digan que a Dios no le importan las apariencias, pero Pablo dijo que debíamos abstenernos de todo aquello que tenga la apariencia de ser malo, es decir, de toda especie de mal (1 Ts. 5:22). Incluso con respecto a lo que es pecaminoso, a Dios le importa la apariencia. Si un hermano permanece a solas con una mujer en un cuarto oscuro por tres horas, él todavía podría afirmar que tiene la conciencia pura y que no ha caído en pecado. Dios conoce los corazones, pero los demás no. Debido a que a Dios le importan las apariencias, Él nos insta a abstenernos de toda especie de mal. Así pues, para Dios no solamente es importante la realidad esencial y sustancial del candelero, sino también su forma, su apariencia. El candelero tiene que tener la forma propia de una lámpara; de otro modo, no puede ser llamado candelero. El recobro tiene que manifestar la apariencia apropiada; de otro modo, no es el recobro.

El recobro no tiene un credo. Desde los inicios del recobro del Señor en China, el hermano Nee declaró que la Biblia con sus sesenta y seis libros es nuestro único credo. El recobro no tiene doctrinas singulares y diferentes; únicamente tiene la Biblia en su integridad. Nosotros hemos retornado a la Biblia. Hubieron dos lemas que fueron enarbolados y llevados a la práctica por la Asamblea de los Hermanos en sus inicios, a saber: retornemos al Cuerpo y retornemos a la Biblia. Ellos enarbolaron estos dos lemas pero no los pusieron plenamente en práctica. Después, ellos establecieron sus propias enseñanzas. Nosotros no queremos establecer nuestras propias enseñanzas, sino que simplemente queremos abrir la Palabra pura de Dios al pueblo del Señor.

Que las iglesias locales posean una sola apariencia el día de hoy es algo que podríamos poner en tela de juicio y cuestionar. Además, me pregunto si en verdad las iglesias comparten una misma expresión. ¿Qué clase de expresión ven los hermanos de Alemania, Inglaterra, Brasil y Taiwán cuando visitan las iglesias en los Estados Unidos? ¿Ven ellos una misma expresión? De no ser así, ello significaría que no estamos plena y debidamente reducidos a ser candeleros de oro, pues los siete candeleros tienen, todos ellos, la misma expresión, la cual es una sola y única. No existe diferencia alguna en las expresiones manifestadas por esos siete candeleros; sus expresiones son idénticas entre sí. Algunos me han dicho que en ciertos lugares de los Estados Unidos existen diferentes gustos y colores. Si tenemos diferentes gustos y colores, sin habérnoslo propuesto, ya anulamos aquello que proclamamos ser.

Quisiera tener una comunión cabal con ustedes con respecto a lo que he observado en el recobro. Muchos de ustedes pueden testificar que el recobro que traje a los Estados Unidos era por completo uno solo en cuanto a enseñanza, práctica, pensamiento, hablar, esencia, apariencia y expresión. Si bien no estoy promoviendo la formación de lo que se conoce como iglesia católica, la denotación, la connotación y el significado correcto de la palabra católico es por completo apropiado. Pero la palabra católico ha sido dañada y aplicada erróneamente. Lejos de promover nada parecido a la Iglesia Católica apóstata, estamos aquí para llevar a cabo el recobro del Señor, que consiste en recobrar la vida de iglesia apropiada. De acuerdo con nuestros más de sesenta años de estudio, la vida de iglesia apropiada tiene que ser una sola en cuanto a enseñanza, práctica, pensamiento, hablar, esencia, apariencia y expresión. Tal vez ustedes proclamen que lo que ustedes hacen y lo que ustedes representan y defienden es el recobro, pero su manera de pensar, su hablar, sus prácticas, la apariencia que manifiestan así como la expresión que tienen hace nula tal proclamación. El recobro no puede tener más de una sola expresión. ¿Qué es lo que las personas ven, prueban y huelen cuando visitan su localidad?

Cuando surgieron opositores al ministerio en 1959 en Taiwán, yo les dije que habiendo sacrificado mi vida entera para tomar el camino que corresponde al recobro del Señor, yo jamás optaría por un camino diferente. Les dije que si a ellos les parecía que éste no era el camino correcto, ellos debían tomar su propio camino. También les dije que no deberían permanecer en el recobro pretendiendo ser algo o alguien en dicho recobro. En aquella ocasión, estaba dando un mensaje sobre el capítulo 2 de Juan, en el cual el Señor le dijo a los judíos: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (v. 19). Le dije a los santos que si ésta era mi obra, tenía que ser destruida, pero que si era la obra del Señor, ella no podría ser destruida. Cuanto más ustedes se esfuercen por destruir esta obra, más ella será resucitada.

Han pasado más de veintisiete años desde que dije tales palabras, y la historia ha mostrado que aquellos que se opusieron al ministerio se han dividido una y otra vez. Yo les advertí que si ellos no recibían mis palabras, se dividirían incesantemente, y ésta ha sido su historia. Pero la obra que corresponde al recobro del Señor en la isla de Taiwán está fundada sobre sólidos cimientos y ha sido muy bendecida por el Señor. Yo no puedo proteger la gloria del Señor; únicamente Él puede hacerlo. Lo que yo puedo hacer es traerles el recobro a todos ustedes y decirles la verdad concerniente a los diferentes aspectos del recobro. Éstas son mis palabras de amor, mis palabras de advertencia. Por ser personas que velan por el bienestar de las iglesias y que son partícipes del recobro del Señor, ustedes tienen que estar plenamente apercibidos de que el recobro de la verdadera vida de iglesia es íntegra, absoluta y completamente uno solo en lo referido a enseñanza, práctica, pensamiento, hablar, esencia, apariencia y expresión.

UNO EN ENSEÑANZA

En 1 Corintios 4:17; 7:17 y 16:1 se nos da a entender que Pablo enseñaba a todas las iglesias una misma cosa. Todas las iglesias recibían una misma enseñanza, a saber, la enseñanza de los apóstoles (Hch. 2:42). Todo cuanto les he venido enseñando es la enseñanza de los apóstoles. Mi deseo no es impartirles nada que provenga de mí mismo,

sino que todo cuanto he ministrado se conforma por completo a la enseñanza de los apóstoles. Yo no tengo mi propia enseñanza. Mi enseñanza forma parte de la enseñanza de los apóstoles, la cual es la única enseñanza. Los tres mil que fueron añadidos a la iglesia el día de Pentecostés perseveraron en la enseñanza de los apóstoles. Pablo continuó impartiendo esta misma enseñanza. La palabra del Señor en Juan 16 nos dice que Él tenía más cosas que quería decirles a Sus discípulos cuando retornase a ellos como el Espíritu de realidad (vs. 12-13). La enseñanza de los apóstoles fue completada por la enseñanza impartida por Pablo. Pablo nos dijo claramente en Colosenses 1:25 que su ministerio consistía en completar la palabra de Dios, lo cual significa completar la enseñanza de los apóstoles, completar la revelación contenida en el Nuevo Testamento. Ciertamente yo no tuve parte alguna en dicha obra de compleción, así que no añadí nada a la enseñanza de los apóstoles.

Tengo que testificar que el Señor me ha dado muchas visiones (Ez. 1:1; Hch. 2:17), pero no son visiones como las recibidas por Joseph Smith, el fundador del mormonismo. Las visiones que he recibido proceden, todas ellas, del texto impreso en las páginas de la Biblia. Yo rechazo, condeno y hasta maldigo toda enseñanza que no proceda de dicho texto o que no se conforme al mismo. Yo solamente recibo aquello que está revelado en la Biblia; así pues, todo cuanto ministro no es mi enseñanza, sino la enseñanza de los apóstoles. Cuando hablo de los apóstoles no me incluyo, pues la enseñanza de los apóstoles, de aquellos que nos dieron la completa revelación de Dios, ya alcanzó su plena compleción.

Después de lo escrito finalmente por el apóstol Juan —el libro de Apocalipsis— la revelación divina ha sido completada en su integridad. Es en este último libro que el Señor, por medio de Juan, testifica con respecto a las palabras del mismo diciendo: “Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añade algo, Dios le añadirá a él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quita de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del árbol de la vida, y de la santa ciudad, de los cuales se ha escrito en este libro” (Ap. 22:18-19). Únicamente el libro de Apocalipsis declara esto, debido a que este libro constituye la declaración hecha por el Señor Jesús al final de Su revelación divina y santa. Después de completar Su revelación, el Señor Jesús, el único apto para abrir los rollos del nuevo pacto (5:4-5), declara que éstas son las palabras finales. Después del libro de Apocalipsis, nadie tiene fundamento para añadir o quitar nada, pues la revelación divina ha sido plenamente concluida y terminada.

Hoy en día, son muy pocos los que añaden algo a la revelación, pero hay muchos que le quitan algo. De hecho, ya se le han hecho demasiados recortes. Algunos acostumbran cercenar cualquier pasaje de la Palabra que no concuerde con su entendimiento de la misma. Sin duda alguna, los tales sufrirán pérdida (1 Co. 3:15). Ellos no podrán ser partícipes del árbol de la vida ni de la bendición de la ciudad santa y eterna. Así pues, yo no me atrevo a añadir nada a la revelación. Les ruego que jamás piensen que procuro impartirles mis propias enseñanzas. No osaría tener mis propias enseñanzas. Yo no enseño nada que proceda de mi propio pensamiento ni nada que haya sido inventado por mí. Yo enseño la Biblia, la enseñanza de los apóstoles. Pablo instruyó a la iglesia en

Corinto que hiciera lo mismo que él le había indicado a las iglesias en Galacia (1 Co. 16:1), de tal modo que todas las iglesias bajo el cuidado del ministerio de Pablo perseveraban unánimes en la enseñanza de los apóstoles (Hch. 2:42).

En Romanos 16:17 dice que algunos “causan divisiones y tropiezos en contra de la enseñanza que vosotros habéis aprendido”. La enseñanza que vosotros habéis aprendidoes la enseñanza de los apóstoles. Desde que vine a los Estados Unidos, todo cuanto les he ministrado provino de la enseñanza de los apóstoles, y ustedes tienen que aprender de ello. Deben ser cuidadosos con cualquiera que haga que ustedes pongan en práctica un proceder contrario al que corresponde a la enseñanza de los apóstoles.

En 1 Timoteo 1:3-4 hay dos puntos principales: 1) no enseñar cosas diferentes; 2) la economía de Dios que se funda en la fe. Pablo urgió a Timoteo a permanecer en Éfeso a fin de que mandase a algunos que no enseñen cosas diferentes; es decir, que no enseñen nada que difiera de la enseñanza de los apóstoles. La enseñanza de los apóstoles no es la enseñanza sobre una doctrina en particular, como el bautismo por inmersión. Esta enseñanza es apenas una pequeña parte de la enseñanza de los apóstoles, pero ella no representa el asunto principal, el carril central. El asunto principal, el carril central, de la enseñanza de los apóstoles es la economía de Dios, no la economía de la ley del Antiguo Testamento, sino la economía de Dios que se funda en la fe, Su economía neotestamentaria. Los constituyentes de la economía neotestamentaria son la propia persona de Cristo, la obra de redención efectuada por Cristo y la reproducción misma de Cristo y Su obra, es decir, la iglesia.

Yo no vine a enseñarles sobre el bautismo por inmersión, ni sobre la práctica de hablar en lenguas, o sobre la realización de sanidades milagrosas ni sobre la tipología o profecía bíblicas. Muchos de ustedes podrían dar testimonio de que toda vez que abordo asuntos relacionados con la tipología y profecía bíblicas, lo hago poniendo gran énfasis en Cristo, en Su obra de redención y en Su iglesia, la cual, por ser Su Cuerpo, es la entidad que reproduce Su propio Ser y obra. Éstas son las categorías a las que todas mis enseñanzas se han ceñido a lo largo de los años. Ésta es la enseñanza de los apóstoles. Cualquier énfasis en cualquier otra cosa que no corresponda a estas categorías principales propias del carril central, deberán ser consideradas como enseñanzas divergentes.

Si ustedes leen 1 Timoteo 1 con el debido detenimiento, podrán darse cuenta de que las enseñanzas que el apóstol condenó por ser enseñanzas divergentes no podrían ser consideradas en absoluto herejías. Los judaizantes enseñaban cosas procedentes del Antiguo Testamento, cosas tales como las genealogías (v. 4) y la ley que Dios comunicó a Moisés (vs. 7-8). La ley en sí misma no es herejía, pero enseñar la ley difería de impartir la enseñanza de los apóstoles. Las enseñanzas divergentes recalcan algo distinto a Cristo y la iglesia. Ser unánimes con relación a la enseñanza equivale a ser absolutamente uno en torno a la enseñanza de los apóstoles, y no en torno a asuntos subordinados tales como el presbiterio, los dones, el bautismo por inmersión, el lavamiento de pies, la práctica de cubrirse la cabeza o las ordenanzas correspondientes a la mesa del Señor. No debemos recalcar cosas que no son cruciales en relación con el carril central de la economía neotestamentaria de Dios. No debemos ignorar tales asuntos,

pero si hemos de darle la debida importancia a la enseñanza de los apóstoles, no debiéramos recalcar ninguna de esas cosas en nuestra enseñanza.

En 1 Timoteo 6:3 dice: “Si alguno enseña cosas diferentes, y no se conforma a las sanas palabras, las de nuestro Señor Jesucristo, y a la enseñanza que es conforme a la piedad”. Las sanas palabras son las de nuestro Señor Jesucristo. ¿Enfatizó el Señor Jesús alguna vez el bautismo por inmersión? ¿O acaso alguna vez enfatizó Él los milagros de sanidad? ¿Hizo Él alguna vez hincapié en el hablar en lenguas, los dones, el presbiterio, el lavarse mutuamente los pies o la práctica de cubrirse la cabeza? La respuesta a todas estas interrogantes es no. En Juan 14—17 y en Mateo 5—7 así como en 24—25 encontramos lo que el Señor recalcó en Su enseñanza. Éstas son las sanas palabras del Señor Jesús. Si alguno de nosotros recalcara algo bíblico pero que, aun así, no fuese lo que el Señor Jesús recalcó, ello sería enseñar cosas diferentes.

En 1 Timoteo 6:3 también se hace referencia a la enseñanza que es conforme a la piedad. Ésta es la enseñanza de los apóstoles posterior a la ascensión del Señor, la cual principalmente constituye la enseñanza de Pablo. En 1 Timoteo 3:16 dice que el gran misterio de la piedad es Dios manifestado en la carne, lo cual es primero Cristo y después la iglesia como continuación de Cristo en su condición de manifestación de Dios en la carne. La enseñanza que es conforme a la piedad, la enseñanza del apóstol Pablo, concierne completamente a la iglesia como gran misterio de la piedad. Así pues, en 1 Timoteo 6:3 se hace referencia a las palabras del Señor en los cuatro Evangelios además de todo cuanto Él habló desde Su ascensión por medio de Sus apóstoles, lo cual abarca desde Hechos hasta Apocalipsis. Si enseñamos cualquier otra cosa que no sea lo que el Nuevo Testamento recalca, enseñamos cosas diferentes, y será difícil para nosotros ser verdaderamente uno. Si tenemos muchas enseñanzas divergentes, también tendremos prácticas diferentes, lo cual resultará en división. Entonces, será imposible disfrutar de la unanimidad, de la unidad.

Efesios 4:13-14 habla de “los vientos de enseñanza” y de la “unidad de la fe”. La fe, aquí, hace referencia a los contenidos del evangelio completo según la economía neotestamentaria de Dios. Todo cuanto el Señor nos dijo en los cuatro Evangelios y todo cuanto Él continuó hablando en Hechos y en las Epístolas por medio de los apóstoles, constituye la fe. Así pues, el contenido mismo del Nuevo Testamento de la Biblia es el contenido de la economía neotestamentaria de Dios, la fe en la cual creemos. Todos tenemos que llegar a la unidad en torno a esta fe, así que no debemos recalcar nada que pueda ser considerado como vientos de enseñanzas que difieren de la economía de Dios. Si ustedes son arrastrados por tales vientos de enseñanza, ello indicaría que todavía son niños espirituales según Efesios 4:14.

No estamos a favor de ninguna enseñanza que pudiera ser considerada como vientos de enseñanza, sino que procuramos llegar a la unidad de la única fe, la fe que es el contenido mismo de la economía neotestamentaria de Dios. Tolerar enseñanzas divergentes en el recobro del Señor no corresponde en absoluto a lo que es auténtico. Tenemos que guardar el principio de que existe una sola enseñanza, no mi enseñanza ni la suya, sino la enseñanza de los apóstoles. Nuestra única enseñanza tiene que ser la enseñanza que

constituye nuestra fe, los contenidos mismos que conforman el Nuevo Testamento de la Biblia, todo aquello que constituye la economía neotestamentaria de Dios. Ésta es la enseñanza que debemos transmitir a otros, y ésta es la enseñanza que todas las iglesias deben adoptar y en la cual deben permanecer. De este modo, ciertamente podremos ser uno en lo referido a la enseñanza; no llevaremos a cabo nada que sea divergente, lo cual produciría diversas divisiones.

UNO EN PRÁCTICAS

Hay dos pasajes en 1 Corintios concernientes a la práctica de cubrirse la cabeza y concernientes al ministerio que ejercen las mujeres, y en estos dos pasajes se nos muestra la necesidad de que seamos uno en nuestra práctica. Han habido muchos y muy diversos pensamientos con respecto a la práctica de cubrirse la cabeza, pero Pablo le dijo a los santos en 1 Corintios 11:16 que no debían ser contenciosos al respecto: “Con todo eso, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios”. La costumbre mencionada aquí es la de ser contencioso, disputar y debatir. Ni los apóstoles ni las iglesias toleraban cualquier clase de disputa concerniente a la enseñanza de los apóstoles. Que las iglesias aquí sean mencionadas en el plural indica que todas las iglesias locales gozaban de independencia la una de la otra, pero que aun así, todas ellas adoptaban un mismo proceder en conformidad con la enseñanza de los apóstoles. Así pues, todas las iglesias deben adoptar las mismas prácticas.

En 1 Corintios 14:33b-34 dice: “Como en todas las iglesias de los santos, las mujeres callen en las iglesias; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice”. Esto indica que todas las iglesias locales deberían ser iguales en cuanto a sus prácticas. La prohibición hecha a las hermanas con respecto a tomar la palabra en las iglesias quiere decir que no se permite a las mujeres enseñar como autoridades calificadas para definir una doctrina (cfr. 1 Co. 11:5; Hch. 2:17-18; 21:9; 1 Ti. 2:12; véase la nota 2 de 1 Corintios 14:34 en la Versión Recobro). Ambas prácticas, la de cubrirse la cabeza y la del ministerio de las mujeres, confirman que todas las iglesias deberían ser unánimes al compartir una misma práctica.

UNO EN PENSAMIENTO Y HABLAR

Romanos 15:6 dice que debemos glorificar a Dios “unánimes, a una voz”. La palabra unánimes incluye la mente, la voluntad y el propósito presentes en el alma y el corazón. Es menester que tengamos una misma mente y hablemos a una sola voz. Esto significa que únicamente tenemos una sola Cabeza, pues únicamente la cabeza tiene una sola boca y una sola mente. Todos nosotros tomamos al Señor Jesús como la Cabeza. Únicamente Él es plenamente apto para ser la mente y la boca del cuerpo. Nosotros, por ser miembros del Cuerpo, no tenemos tal derecho. No somos nosotros los que tenemos la boca o la mente, así que tenemos que pensar con la mente de Cristo (Fil. 2:2, 5; 4:2). Entonces, tenemos que hablar con la boca de la Cabeza. La boca solamente tiene una cabeza.

Si reflexionáramos al respecto, no nos atreveríamos a hablar tan libremente ni a la ligera; no diríamos lo que se nos antoje. Quizás a usted le guste hablar cosas que a la Cabeza no le gusta hablar. Usted no es la boca. En este universo únicamente existe un solo y nuevo hombre, y el nuevo hombre únicamente tiene una Cabeza y un Cuerpo. La boca no está en el Cuerpo, sino en la Cabeza. Tenemos que aprender a no hablar con tanta ligereza. Si usted habla por su propia cuenta, ello interfiere con la boca de la Cabeza, esto es, la profana. Así pues, ninguno de nosotros tiene boca propia. Lo que la iglesia tiene como su boca es la boca de la Cabeza.

¿Qué quiere decir que todos tenemos una misma mente y una sola boca? Esto quiere decir que “ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gá. 2:20a). Ya no soy más yo, sino Cristo la Cabeza, quien vive en mí. Él posee una sola boca y una sola mente, y yo le tomo a Él como mi persona, así que jamás volveré a decir algo con mi propia boca. ¿Quién podría creer que tantos millones de cristianos que hablan diversos idiomas podrían hablar a una sola voz? La Biblia nos dice esto y tenemos que ponerlo en práctica a fin de ser uno en nuestro hablar.

UNO EN ESENCIA, APARIENCIA Y EXPRESIÓN

La señal de los candeleros en Apocalipsis 1:11-12 nos muestra que las iglesias tienen que ser uno en esencia, apariencia y expresión. En la figura del candelero podemos ver que el Padre, como el oro, es la sustancia del candelero con su respectiva esencia; el Hijo, como corporificación, es la forma definida, el estilo y la silueta del candelero; y los siete Espíritus, como siete lámparas, constituyen la expresión del candelero. El candelero es una consumación muy completa del Dios Triuno. Toda iglesia local debe constituir tal expresión. La esencia misma de la sustancia de toda iglesia debe ser Dios el Padre, y la forma, la apariencia, la silueta, el estilo que proyecte toda iglesia debe ser la que corresponde a la corporificación misma del Dios Triuno, la cual es nuestro amado Señor Jesucristo. Debemos tener únicamente una sola clase de apariencia. ¿Somos acaso un grupo de personas meramente dedicadas a enseñar la Biblia a otros? ¿Somos tal vez un grupo de personas empeñadas en ciertas actividades evangelizadoras? ¿Somos quizás un grupo de personas que enseñan a hablar en lenguas y a manifestar otros dones? ¿Somos acaso personas portadoras del testimonio del poder de sanidad? ¿Qué apariencia tiene su iglesia local? Tiene que ser la apariencia que corresponde al Cristo todo-inclusivo.

Toda iglesia local debe compartir la misma apariencia única, es decir, la misma forma, silueta y estilo que corresponde a aquella persona única que no solamente es el Hijo de Dios, sino también el Hijo del Hombre. Esta persona era el Hijo de Dios en cuanto a Su esencia aquí en la tierra y era el Hijo del Hombre en cuanto a Su apariencia. Mientras Él estuvo aquí en la tierra, Su esencia interior era el Hijo de Dios y Su apariencia externa era el Hijo del Hombre. Al andar en medio de los candeleros, Él se presenta como el Hijo del Hombre. Juan dijo que Él vio “a uno semejante al Hijo del Hombre” (Ap. 1:13). Nosotros debemos tener la misma apariencia. Debemos tener tal forma, tal estilo, tal silueta, esto es, la verdadera apariencia, la forma, de Jesucristo.

La apariencia de una iglesia local no debiera corresponder meramente a una serie de enseñanzas bíblicas. Ello ciertamente constituiría una muy buena apariencia, pero ello no es propio de una iglesia local. La apariencia que presente una iglesia local debe ser únicamente la forma, el estilo y la silueta que corresponde al Señor Jesús, el único Hijo del Hombre. Entonces, nuestra expresión tiene que ser la que corresponde al resplandor del Espíritu siete veces intensificado como máxima consumación del Dios Triuno. Ésta es nuestra expresión, la cual constituye el testimonio mismo de Jesucristo.

CAPÍTULO CUATRO

LA NECESIDAD DE QUE TODAS LAS IGLESIAS

SEAN IDÉNTICAS1. Las palabras del Señor dirigidas a una iglesia son también las palabras que el

Espíritu habla (en siete ocasiones) a todas las iglesias—Ap. 2:1, 7.2. La resolución a la que se llegó en Jerusalén constituyó un decreto que todas las

iglesias debían cumplir—Hch. 15:1-2, 13, 19-21, 22-23, 25-31; 16:4-5.3. La epístola del apóstol a los colosenses debía ser leída por los laodicenses, y la

epístola que él escribió a los laodicenses debía ser leída por los colosenses—Col. 4:16.

4. Las iglesias gentiles llegaron a ser imitadoras de las iglesias en Judea—1 Ts.2:14a.

Los puntos enumerados arriba no constituyen mi enseñanza, sino la enseñanza de la Biblia en el Nuevo Testamento, la enseñanza de la economía neotestamentaria de Dios. La comunión que les brindo a todos ustedes está constituida por cuatro cosas: 1) el estudio de la Biblia a lo largo de mi vida, durante más de sesenta y un años; 2) el estudio realizado durante mi vida sobre las biografías de los gigantes espirituales que el Señor hizo surgir a lo largo de los siglos; 3) la historia de la iglesia, incluyendo los que fundaron las diversas denominaciones y que abarca la Iglesia Ortodoxa, la Iglesia Católica y la Iglesia Protestante, conformada por las iglesias nacionales, las iglesias privadas y los grupos libres; 4) mi constante observación de la situación imperante en el recobro del Señor, del cual he sido partícipe por más de cincuenta y cuatro años.

Me gustaría poder tener comunión con ustedes con respecto a cuatro cosas que han estado en mi corazón por mucho tiempo: las reuniones en los hogares, los servidores a tiempo completo, las lecciones de la verdad y la propagación del evangelio conforme al camino único y armonioso (véase el libro 8 de esta serie). Sin embargo, no me gustaría que nadie recibiera mi comunión con respecto a estas cuatro cosas sin antes haber hecho suya la comunión contenida en este libro, la cual le servirá de fundamento. Mi comunión con respecto a estos cuatro asuntos tiene como fundamento la comunión contenida en este tomo. No quiero que ninguna persona que no concuerde con esta comunión me imite con respecto a estas cuatro cosas. Si usted no está de acuerdo con cualquiera de los puntos contenidos en la comunión que les brindo en este libro, le ruego que deje de copiar todo cuanto he hecho y haré en Taiwán.

Anhelo poder ver el auténtico recobro, el recobro apropiado, actualizado y más bíblico. He dedicado mi vida a ello y ahora siento que el Señor me exhorta a traer claridad a la situación en Su recobro. Durante los últimos quince años, el recobro actualizado del

Señor ha sido, en cierta medida, contaminado por opiniones y prácticas divergentes, cosas con las cuales, desde un comienzo, jamás estuvimos de acuerdo. Ante ello, lo único que hicimos fue ejercitar tolerancia y paciencia, pues teníamos mucha esperanza y abrigábamos la expectativa de que los que tenían prácticas divergentes podrían, tal vez, mejorar. Ciertamente no vamos a actuar como lo hicieron los de la Asamblea de los Hermanos y expulsar a las personas. Esto no corresponde con nuestra manera de proceder. No vamos a expulsar a nadie, pero tenemos pleno derecho y la debida posición para decir algo con respecto a nuestra práctica. Si usted no desea adoptar el cien por ciento de lo que yo practico, le ruego que tampoco intente copiarlo.

Cuando vine a formar parte del recobro y el hermano Nee, el líder en el recobro del Señor, me pidió que participara en la obra, yo dediqué tiempo considerable a reflexionar sobre si debía ser partícipe de dicha obra. A la postre, llegué a tener bien en claro que ello procedía del Señor, así que me uní al recobro y comencé a participar en dicha obra, la obra para el recobro. Desde aquel entonces y hasta el día de hoy, no he cambiado ni cambiaré en absoluto. Desde que salí de la China continental hace más de treinta y siete años, jamás he cambiado mi tono. No he alterado en ningún aspecto mi enseñanza, aun cuando tuve que pasar por muchas pruebas. Muchos de ustedes que han venido recibiendo mi ministerio por muchos años pueden testificar que nada ha podido hacer que yo cambie mi actitud, mi posición, mi práctica, mi proceder ni mi enseñanza.

Seamos fieles los unos con los otros. Por la misericordia del Señor y por Su gracia, estoy en posición de poder dejarles saber cuál es mi postura. Si a ustedes les parece que éste es el camino, por favor permanezcan con nosotros con toda honestidad. No quisiera ver que en el recobro del Señor se repita lo que vemos en el cristianismo degradado. Por todo ello, me siento cargado de que el Señor tenga un nuevo comienzo con nosotros. Al convocar los entrenamientos para ancianos en 1984 y 1985, lo hice con un sentido de urgencia y después de haber reflexionado mucho. Para serles sincero, convoqué tales reuniones no por causa de todos ustedes, sino por causa de algunos de ustedes. En esos dos entrenamientos para ancianos, todos los mensajes estuvieron particularmente dirigidos a algunos de ustedes. Asimismo, he convocado el presente entrenamiento para ancianos a causa de ciertos hermanos muy amados por los cuales siento una gran preocupación. Al disentir, es posible que ustedes causen perjuicio tanto a su futuro como al recobro del Señor. En 1959, en Taiwán, advertí a algunos que disentían que ellos tenían plena libertad para tomar su propio camino, pero que al hacerlo perjudicarían su futuro y experimentarían un sinfín de divisiones. Todo cuanto les dije en aquel entonces se ha convertido en su historia. Ellos causaron gran perjuicio a su propio futuro espiritual, dañaron a otros y han experimentado un sinfín de divisiones.

Estamos de acuerdo en que sólo hay un Dios, un Espíritu, un Señor, una iglesia, un recobro y un testimonio. Si éste es el recobro del Señor, entonces es uno solo y único. Independientemente de lo que somos, si no tomamos este camino, no tenemos otros caminos por los cuales optar. Después que aquellos que disentían dejaron el recobro, ellos estuvieron deambulando. Ustedes deben considerar de manera objetiva si hay otro camino por el cual ellos podrían seguir avanzando. ¿Acaso la iglesia no es una sola? ¿No es el testimonio del Señor uno solo? ¿Existe más de un solo Dios? ¿Existe más de un solo

Espíritu? ¿Existe más de un solo Señor? Hubo quienes dejaron el recobro como verdaderos caballeros debido a que no podían optar por este camino y dejaron bien en claro que deseaban tomar otro camino. Son verdaderos caballeros y los respeto, tanto a ellos como a la ética que los rige. Pero incluso estos hermanos amados que dejaron el recobro de manera caballerosa han sufrido grave perjuicio en lo que a su futuro espiritual se refiere. A lo largo de los años, esto es lo que ha ocurrido sin excepción alguna.

Una vez que una mujer se divorcia de su marido, toda su vida humana ha sido arruinada. Algunas personas en los Estados Unidos se casan cuatro o cinco veces, pero sabemos que a los ojos de Dios e incluso a ojos de las personas con ciertos principios, el divorcio no forma parte de una vida humana apropiada. Una vez que una mujer se casa, ha adquirido un compromiso de por vida. Si ella se divorcia de su marido, ha dañado su vida humana y no le queda otro camino por el cual avanzar. Asimismo, si ustedes dejan el recobro, nadie les maldecirá, pero ustedes mismos habrán perjudicado el camino de su vida espiritual. Si dejan el recobro, simplemente no podrán seguir avanzando en conformidad con la economía neotestamentaria de Dios. Según lo dispuesto por Dios, una mujer debe tener un solo marido. El Señor es nuestro marido, y el camino fijado por Él es el camino de nuestro marido. Si una mujer no adopta el camino fijado por su marido, ella trae serias complicaciones a su vida humana. Éstas son mis palabras de amor, consejo y advertencia.

En el capítulo anterior vimos con base en la Palabra santa que todas las iglesias deben ser uno en cuanto a enseñanza, práctica, pensamiento, hablar, esencia, apariencia y expresión. No existe vacío alguno que dé cabida a argumentos con respecto a estos asuntos, a menos que usted no crea en la Biblia. Todos los pasajes bíblicos referidos a estos asuntos dan a entender que ésta no es mi perspectiva personal, ni mi enseñanza u opinión particular, sino que simplemente estoy citando la Palabra divina. Quiero honrarlos a todos ustedes con mi honestidad al decirles la verdad que es según Dios, la cual procede de Su Santa Palabra. La Biblia es el terreno que tenemos en común, y mi carga es presentarles a ustedes lo que la Palabra divina nos revela.

LAS PALABRAS DEL SEÑOR DIRIGIDAS A UNA IGLESIA

SON TAMBIÉN LAS PALABRAS QUE EL ESPÍRITUHABLA A TODAS LAS IGLESIAS

Las palabras del Señor dirigidas a una iglesia son también las palabras que el Espíritu habla a todas las iglesias (Ap. 2:1, 7). Al referirnos a las palabras del Señor, nos referimos a las palabras dichas por Él en Apocalipsis 2 y 3. Al comienzo de cada una de Sus epístolas dirigida a cada una de las siete iglesias, el Señor se presenta en Su correspondiente condición o estatus. Después de declararnos lo que Él es, Él nos habla; pero al finalizar tal declaración, la Palabra dice: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22). Esta declaración se repite hasta siete veces. El hecho de que las palabras dirigidas por el Señor a una iglesia sean las palabras que el Espíritu dirige a las iglesias, no solamente indica que Él y el Espíritu son uno, sino

que además, que lo que Él dice a una iglesia es también lo que el Espíritu dice a todas las iglesias.

Supongamos que el Señor le dijera algo a la iglesia en Éfeso, pero que la iglesia en Laodicea tuviese el sentir de que su situación difiere de la de Éfeso. Supongamos que el sentir de la iglesia de Laodicea hubiese sido de que ellos debían orar y buscar la dirección del Señor para determinar si ellos debían recibir en su integridad la comunión dada a Éfeso o si solamente debían tomarla de manera parcial a fin de adaptarla a su situación particular. Por supuesto, no vemos que se haga tal cosa en Apocalipsis 2 y 3, pero sí he escuchado que se ha procurado hacer tal cosa entre nosotros en el recobro del Señor hoy. Esto no es otra cosa que disensión encubierta. Algunos dicen: “Nosotros recibimos el ministerio, pero vamos a reflexionar y orar para determinar cuál es la dirección del Señor con respecto al grado en el que debemos recibir lo dicho por el ministerio y cuánto de ello podremos adaptar a nuestra situación local”.

Una esposa podría decir a su marido: “Te amo y te tomo como esposo, pero todo cuanto me digas deberé traerlo delante del Señor para ver si ello verdaderamente constituye Su dirección para mí. Tengo que orar para determinar si debo acatar tus palabras en su integridad o sólo parcialmente, así como para determinar si ello es apropiado para mi situación”. Si una esposa adopta tal actitud, ¿cómo se sentirá su marido? La actitud de esta esposa refleja una especie de disensión sutil, y su esposo no podrá tolerarla para siempre. No obstante, yo he tolerado tal actitud de parte de algunos de ustedes durante los últimos quince años; pero mi paciencia se ha agotado.

Repito, tenemos que comprender que las palabras que el Señor dirige a una iglesia son las palabras que el Espíritu dirige a todas las iglesias. La mejor iglesia de todas era la iglesia en Filadelfia, pero incluso Filadelfia no consideró que ella debía orar para buscar la dirección del Señor a fin de determinar si ella debía recibir las palabras dirigidas por el Señor a las otras iglesias, ya sea íntegra o parcialmente, así como para determinar si ello era apropiado para su situación local. No había tales reparos. Todos tenemos que mirarnos en el espejo. Cuando lo hagamos, quizás veamos algo del cristianismo en nosotros. El recobro del Señor, ¿podría ser así? ¿Podría el recobro del Señor repetir la lamentable historia del cristianismo degradado? ¿No deberíamos todos nosotros arrojar piedras en contra de cualquier divorcio sutil?

LA RESOLUCIÓN A LA QUE SE LLEGÓEN JERUSALÉN CONSTITUYÓ UN DECRETO

QUE TODAS LAS IGLESIAS DEBÍAN CUMPLIR

La resolución a la que se llegó en Jerusalén constituyó un decreto que todas las iglesias debían cumplir (Hch. 15:1-2, 13, 19-21, 22-23, 25-31; 16:4-5). La palabra decreto es una palabra muy enfática y categórica. Esta misma palabra es la que se usa en Hechos 16:4, donde se mencionan los “decretos”. Un decreto es algo más que una resolución, incluso algo más que meras instrucciones, enseñanzas o pautas. Hechos 15:1-2 nos muestra que se había suscitado un gran problema, un gran conflicto, en torno a la práctica judía de la

circuncisión. Esto provocó muchos problemas entre las iglesias, especialmente entre las iglesias en el mundo gentil y las iglesias en Judea. Aun cuando el apóstol Pablo estaba absolutamente dedicado a defender la verdad con respecto a los gentiles, él consideraba que este problema no debía ser resuelto en Antioquía sino en la iglesia en Jerusalén. Él no se atrevió a decidir por sí mismo y desdeñar así a los de Jerusalén, ni tampoco osó determinar que las iglesias gentiles debían desechar todas las prácticas judías independientemente de cuál fuera el sentir de la iglesia en Jerusalén. Si Pablo hubiese adoptado este proceder, hubiera sido sectario. Esto hubiese significado que, según su práctica, había dos Cuerpos de Cristo en esta tierra: un Cuerpo en el mundo gentil y otro en Judea, al cual él no le daba mayor importancia. Sin embargo, Pablo se dio cuenta de que ésta no era la manera adecuada de proceder, así que él, Bernabé y otros hermanos fueron a Jerusalén. Ellos no fueron a Jerusalén porque allí se encontrara la sede central del mover de Dios, ni tampoco porque la iglesia en Jerusalén fuese la iglesia principal que controlaba a las otras iglesias. Ellos fueron a Jerusalén porque allí se habían originado las enseñanzas heréticas con respecto a la circuncisión.

La conferencia celebrada en Jerusalén no fue meramente una conferencia de los apóstoles y ancianos. Hechos 15:22 dice: “Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia...”. No solamente los apóstoles y ancianos estaban presentes, sino también toda la iglesia. Ello no fue una convención de los que eran considerados los hermanos más importantes, sino que fue una reunión celebrada “con toda la iglesia”. Pablo ponía en práctica el principio que es propio del Cuerpo. Él no consideraba que este problema atañía únicamente a cierta región, sino que afectaba a todo el Cuerpo de Cristo. Por tanto, Pablo fue a Jerusalén para reunirse con todas las partes involucradas: los apóstoles, los ancianos y la iglesia en Jerusalén. Pablo simplemente aplicó un principio que es propio del Cuerpo. Él no fue sectario, pues no dijo que las iglesias en el mundo gentil no tienen nada que ver con aquellos en Judea. Él jamás dijo: “Dejen que ellos tomen su propio camino y que nosotros tomemos el nuestro”. Él fue a Jerusalén a fin de ceñirse a los principios que son propios del Cuerpo de Cristo, y fue entonces que se llegó a una resolución.

En el Estudio-vida de Hechos hice notar que aquella resolución no fue del todosatisfactoria para Pablo, pero que a fin de ceñirse a los principios que son propios del Cuerpo, Pablo la aceptó. Hice tal afirmación con base en lo dicho por Jacobo en sus palabras de conclusión en Hechos 15:19-21: “Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, sino que se les escriba que se abstengan de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre. Porque Moisés desde antiguas generaciones tiene en cada ciudad quien lo proclame en las sinagogas, donde es leído cada día de sábado”. Al dar sus palabras de conclusión, Jacobo se preocupó por tres asuntos principales pertenecientes al judaísmo: la ley de Moisés, la sinagoga y el día de reposo. Estos versículos de Hechos 15 nos permiten entender por qué Jacobo en Hechos 21 transigió con el judaísmo (vs. 18-26). Pablo se dio cuenta de que en el nuevo hombre no hay cabida para judíos, ni griegos ni persona natural alguna; no obstante, Jacobo, en sus palabras de conclusión, dio cabida a un asunto que es absolutamente contrario al principio que corresponde al nuevo hombre (15:20). Pablo toleró tal decisión, y su actitud tolerante de alguna manera contribuyó a que se produjera

la situación descrita en Hechos 21. Para aquel entonces, el Señor ya no estaba dispuesto a tolerar tal situación por más tiempo. Así que, justo cuando Pablo y otros cuatro estaban a punto de concluir su voto nazareo, Dios permitió que una turba se amotinase en contra de Pablo, y lo que aquellos hermanos tenían planeado realizar se vio hecho añicos (21:27).

La decisión que se tomó en Hechos 15 fue puesta por escrito a la manera en que se ponen por escrito los decretos, exhortando a las iglesias a acatar tal resolución. Para ser imparciales, a mí me gustaría reunirme con todos los que manifiestan alguna disensión. Nosotros todos debiéramos celebrar una convención de la manera en que Pablo y Bernabé lo hicieron con los de Jerusalén. Después de lo cual debemos tomar una decisión y escribir algo dirigido a todas las iglesias en toda la tierra. Dejen que todas las iglesias acaten nuestro decreto. Este decreto dependerá del discernimiento de los santos en conformidad con lo que Dios dice. Alguien en cierto lugar dijo algo el año pasado que ha hecho que las personas se percaten de que en el recobro del Señor hoy existen dos líneas distintas, lo cual ha provocado gran preocupación al respecto.

Ya dije antes que a mí no me gusta expulsar a nadie. Mi ministerio consiste en servir a las personas, en ministrarles a Cristo, en ministrarles la Palabra. Muchos de ustedes saben cuánto amor y paciencia les he tenido a fin de ayudarlos, resguardarlos y dirigirlos por el camino correcto. Todas las cosas negativas que escuché hicieron que convocase los entrenamientos para ancianos celebrados en febrero de 1984 y en septiembre de 1985, así como el presente entrenamiento, el tercero de esta serie. Aun cuando mi sentir es que toda tolerancia ha llegado a su fin, quiero proceder según el principio que es propio del Cuerpo. Lleguemos a una solución y comuniquémosla a todas las iglesias en la tierra.

Es absolutamente incorrecto tolerar una práctica divergente en el recobro del Señor, estableciendo así dos líneas distintas para el avance de los santos. Si hubieran dos líneas en el recobro, ¿cuál de ellas deberán seguir los santos? Si usted casa a una de sus hijas con dos maridos distintos, le será muy difícil a su hija llevar adelante su vida humana. Es posible que ustedes consigan adiestrar a los santos de su localidad a tolerar dos líneas distintas, pero ¿tiene usted la seguridad de que ellos permanecerán en su localidad para siempre? Si ellos van a otros lugares, es probable que se conviertan en causa de conflicto en tales lugares. Las iglesias en los Estados Unidos y en Taiwán no gustan de adoptar dos líneas distintas y no pueden tomar dos líneas distintas a la vez.

Pablo y Bernabé fueron a Jerusalén y tuvieron una buena conferencia con los hermanos allí; después, Jacobo dio las palabras de conclusión. Jacobo estuvo de acuerdo en que no era correcto que los judaizantes promovieran entre los gentiles la práctica de circuncidarse; más bien, se debía poner fin a ello. Hasta aquí, Jacobo estaba en lo correcto, pero al tomar su decisión final él se preocupó por darle cabida a Moisés, a la sinagoga y al día de reposo. Esto equivalía a transigir, pero el principal factor que había causado el conflicto había sido eliminado. Después que este decreto fue comunicado a las iglesias, Hechos 16:5 dice: “Así que las iglesias eran fortalecidas en la fe, y aumentaban en número cada día”. Aquellas iglesias fueron fortalecidas en su fe. Debemos comprender y ver que la existencia de prácticas divergentes verdaderamente había debilitado a los santos; pero después de que se diera tal decreto, los creyentes fueron fortalecidos en la fe.

La práctica de la circuncisión hizo que la fe de los creyentes en Cristo fuese debilitada. Ellos probablemente abrigaban dudas y se preguntaban si la circuncisión o si la fe en Cristo eran lo correcto, o si ellos debían tener fe en dos cosas: la ley de Moisés y la salvación efectuada por Cristo. Después de este decreto, los santos fueron fortalecidos.

Hechos 15:31 dice que cuando el decreto fue leído a la iglesia en Antioquía, ellos “se regocijaron por la consolación”. Los santos en Antioquía habían sido perturbados por la existencia de estas prácticas divergentes en la iglesia del Señor. Ellos habían perdido el gozo y sufrían por tal motivo, por eso es que se usan estas dos expresiones para describir su reacción al decreto: “se regocijaron” y hubo “consolación”. Quisiera dejar saber a los hermanos que han estado involucrados en esta clase de conflicto con relación a optar por otra línea, otra práctica, que ello ha inquietado y turbado a algunos santos, los cuales están muy preocupados de que las personas se pregunten qué línea deberán seguir. Tenemos que tomar una decisión a manera de resolución, la cual pueda ser compartida con todas las iglesias. Debemos hacer que los santos sean fortalecidos, que se regocijen y que hallen consolación. Me resulta intolerable la enfermedad que se ha ido propagando a fin de debilitar el Cuerpo. Tenemos que resolver este problema.

Aquellos que están involucrados en estos problemas, a los cuales amo al máximo, saben de mis esfuerzos. El Señor habrá de tener un nuevo comienzo, y yo no quiero ver que se introduzcan prácticas divergentes en medio de ese nuevo comienzo. Por eso es que les digo enfáticamente que si ustedes no están de acuerdo con la comunión que les brindo en este libro, por favor, no copien nada de lo que hago.

LA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL A LOS COLOSENSES

DEBÍA SER LEÍDA POR LOS LAODICENSES,Y LA EPÍSTOLA QUE ÉL ESCRIBIÓ A LOS

LAODICENSESDEBÍA SER LEÍDA POR LOS COLOSENSES

El apóstol dejó encargado que su epístola dirigida originalmente a los colosenses fuese también leída por los laodicenses, y que la epístola que escribió a los laodicenses fuese también leída por los colosenses (Col. 4:16). Si bien las circunstancias y la condición de estas dos localidades podían haber diferido en algunos aspectos, el apóstol les dijo a los colosenses que debían enviarles a los laodicenses la epístola que él les había escrito y que, además, era necesario que los colosenses leyeran la epístola escrita a los laodicenses. Quizás los laodicenses hubieran podido decirle a Pablo que la epístola dirigida a los colosenses únicamente se aplicaba a las circunstancias y la condición que imperaba en Colosas, pero que dicha epístola no se aplicaba a la condición particular de ellos. Tal vez los laodicenses recibieran gozosos la carta que Pablo les dirigió, pero no mostraran interés en leer la carta que Pablo escribió a los colosenses. Los colosenses podrían haber sentido lo mismo; es decir, que si bien ellos tenían en muy alta estima las cartas que

Pablo les enviaba, no pensaban que lo que el apóstol escribió a los laodicenses pudiese ser aplicado a las circunstancias de su localidad ni a la condición en que se encontraban.

Afirmar que no es que rechacemos el ministerio pero que necesitamos orar para indagar cómo el Señor ha de guiarnos, parece ser una afirmación muy espiritual. Pero en realidad, ése es el mejor pretexto para encubrir la más sutil de las disensiones. No obstante, el encargo que Pablo les hizo a los santos de Colosas y de Laodicea no daba lugar a otras opciones. Así pues, todo lo que Pablo escribió no era solamente para cierta iglesia o para cierto grupo de iglesias, sino para todas las iglesias. Ya no debemos tolerar más nada que vaya en contra de este principio.

LAS IGLESIAS GENTILES LLEGARON A SERIMITADORAS DE LAS IGLESIAS EN JUDEA

Las iglesias gentiles llegaron a ser imitadoras de las iglesias en Judea (1 Ts. 2:14a). Afirmar que la iglesia donde usted está debe diferir de las otras iglesias es disentir. En términos neotestamentarios, no es nada glorioso imitar a una iglesia judía. No es glorioso ser judío, pero Pablo se sintió muy feliz y alentado por el hecho de que la iglesia en Tesalónica tomó la iniciativa de imitar a las iglesias en Judea. Supongamos que las iglesias en Brasil imitasen y siguieran a las iglesias en los Estados Unidos. Quizás a algunos pueda parecerles que esto es incorrecto. Tal vez ellos sean del sentir de que las iglesias en Brasil deben permanecer diferentes de las iglesias en los Estados Unidos. Debido a la situación de ceguera imperante en nuestros días, tales personas quizás piensen que ésta es una postura espiritual. Toda iglesia local tiene la libertad de ser dirigida por el Espíritu. Esto parece ser algo muy bueno, pero en realidad equivale a disentir sutilmente y es un verdadero veneno.

Tengo que declarar que en el recobro del Señor, yo sé lo que he venido haciendo y enseñando. No me lamento de nada de lo que hice y jamás he cambiado de tono. Lo único que he practicado es ser tolerante una y otra vez, y mostrarme paciente en reiteradas ocasiones. De todos los versículos que hemos abarcado en este capítulo, no encontramos indicio alguno en la Biblia que pudiese justificar la enseñanza errónea de que las iglesias locales pueden diferir entre sí. Esta enseñanza y esta práctica es algo sutil que carece de toda base en el Nuevo Testamento. Lo que se necesita en el recobro del Señor hoy es que todas las iglesias sean idénticas.

CAPÍTULO CINCO

EL LIDERAZGO DE LOS APÓSTOLES1. Conforme a la enseñanza de la economía neotestamentaria de Dios—Jn. 14:25-

26; 16:12-15; Hch. 2:42; 1 Ti. 1:3-4; 6:3; Col. 1:252. No practicar nada que sobrepase lo enseñado por las Escrituras—1 Co. 4:63. Enseñar lo que el apóstol enseña—2 Ti. 2:2, 154. Imitar al apóstol, el cual imita a Cristo—1 Co. 11:1

A los cuatro puntos mencionados en el capítulo 4 deberán seguirle los cuatro asuntos enumerados arriba. Hemos visto en el capítulo 4 que todas las iglesias deben ser idénticas entre sí. No hay excusa para que una iglesia difiera de otra en ninguna cosa positiva o en cuanto a alguna manera de proceder. Cualquier clase de diferencia debe ser condenada. He citado muchos versículos que les demuestran y confirman que la necesidad de que todas las iglesias sean idénticas es la verdad que se conforma a la economía neotestamentaria de Dios. Con base en los cuatro puntos abordados en el capítulo anterior, podemos concluir que no existe excusa alguna para que ninguna iglesia difiera de otra en nada que sea positivo. Todos somos iglesias locales, no obstante, seguimos siendo el único Cuerpo del Cristo único. Un cuerpo no podría tolerar que todos sus miembros difiriesen entre sí en vida, ni en naturaleza ni en cuanto a su color. No existe base alguna para que ninguno de nosotros, especialmente en el recobro del Señor, afirme que es justificable la existencia de alguna diferencia entre las iglesias en relación con alguna característica positiva.

Todas las iglesias deben ser idénticas entre sí, y todas las iglesias deben acatar el liderazgo de los apóstoles tal como nos lo indican los cuatro puntos arriba mencionados. En el Nuevo Testamento el Señor Jesús, por ser la Cabeza, ejerció el liderazgo mientras estuvo aquí en la tierra. A lo largo de los cuatro Evangelios, el Señor Jesús era el único Líder. Pedro no era el líder, ni tampoco lo eran Juan ni Jacobo. Todos ellos tenían al Señor como Líder. Él era su único Señor, y entre ellos eran todos hermanos. Ellos no llamaban Señor a ninguna otra persona; solamente había un solo Señor entre ellos. Incluso antes de la ascensión del Señor, ellos le llamaban “Señor”. El propio Señor Jesúsles dijo a Sus discípulos que ellos únicamente tenían un solo Señor, un único Amo, el cual era su único Líder (Mt. 23:8-10). La noche del día de Su resurrección, el Señor se infundió en Sus creyentes al soplar en ellos, y después de Su ascensión se derramó sobre todos Sus creyentes. Después que todo esto sucedió, ¿quién podría ejercer el liderazgo entre los discípulos? Éste es un asunto que reviste gran importancia y que merece nuestra consideración. Pedro declaró a los judíos el día de Pentecostés que “a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hch. 2:36). Aunque el Cristo ascendido es el Señor de los creyentes, en la práctica se hace necesario cierto liderazgo visible. Ahora que el Señor ha ascendido, este liderazgo visible ciertamente no es ejercido por el propio Señor en Su condición de individuo. Después de Su ascensión, este liderazgo reside ahora en algunos miembros de Su Cuerpo que verdaderamente puedan

representar al Señor. Estos miembros que le representan, de acuerdo con el Nuevo Testamento, son los apóstoles.

El término griego para apóstol es apóstolos, el cual simplemente significa “enviado”. Un apóstol es uno que ha sido enviado, pero no podemos tener un entendimiento apropiado de lo que es un apóstol mediante esta definición solamente, en especial cuando nos referimos al apóstol que todos los creyentes deberán reconocer como su líder. En Hechos vemos que la obra que el Señor realiza en esta tierra tiene dos secciones. Los primeros doce capítulos conforman la primera sección, y en esta sección el líder fue Pedro. En los últimos dieciséis capítulos de Hechos, del capítulo 13 al 28, encontramos la segunda sección de la obra del Señor. En esta sección del libro de Hechos, Pablo era el líder. No hubo dos líderes. Bernabé y Pablo viajaron juntos y, a la postre, Pablo llegó a ser quien ejerció el liderazgo. En sus Epístolas, Pablo fue lo suficientemente franco como para hablarnos de su postura en calidad de líder. El Nuevo Testamento nos muestra que el mover del Señor siempre tuvo uno de los dos siguientes líderes: el apóstol Pedro o el apóstol Pablo.

CONFORME A LA ENSEÑANZADE LA ECONOMÍA NEOTESTAMENTARIA DE

DIOS

Los apóstoles que todos los santos tienen que seguir no son meramente aquellos que fueron enviados. Hubo muchos que fueron enviados en el Nuevo Testamento. Además de Pablo y Pedro estaban Felipe el evangelista y Juan. Aunque Juan salió a visitar a los santos en Samaria junto con Pedro (Hch. 8:14), él ciertamente no era el líder. Bernabé, Silas, Timoteo y varios otros apóstoles estuvieron allí con Pablo. Pero entre estos apóstoles, únicamente Pablo ejercía el liderazgo. ¿Cuál es el factor que decide quién es el que lleva la delantera en un determinado periodo de tiempo y al cual todos los creyentes deben seguir? De acuerdo con la Biblia, únicamente hay un solo factor: el líder es aquel que dirige al pueblo del Señor conforme a la enseñanza de la economía neotestamentaria de Dios.

La enseñanza de la economía neotestamentaria de Dios es la enseñanza de los apóstoles. La enseñanza de los apóstoles denota la plena revelación de la economía neotestamentaria de Dios, y dicha revelación ha sido completamente ignorada por la mayoría de cristianos. Algunos creen que la “doctrina ortodoxa” está conformada únicamente por aquellas enseñanzas que Jesucristo impartió personalmente a los doce apóstoles mientras vivía con ellos aquí en la tierra. Éste es un grave error. Si éste fuera el caso, tendríamos que eliminar más de la mitad del Nuevo Testamento. De los veintisiete libros que componen el Nuevo Testamento, catorce epístolas fueron escritas por Pablo, el cual no fue uno de los doce apóstoles.

En Juan 16:12-15 el Señor le dijo a los discípulos que Él tenía muchas cosas que decirles pero que ellos no las podían sobrellevar. El Espíritu de realidad vendría a conducirlos a la plena comprensión de tales cosas, dándoles a conocer todo cuanto Él reciba del Señor.

Todo cuanto el Padre es y posee está corporificado en el Hijo (Col. 2:9), y todo cuanto el Hijo es y posee es recibido por el Espíritu. Luego, el Espíritu da a conocer a los creyentes todo lo que el Dios Triuno es y posee (Jn. 16:14-15). En esto consiste la transmisión divina de la Trinidad Divina a nuestro ser. En la tercera estrofa de Himnos, #215 se hace referencia a Juan 16:15:

El Padre Su todo te dio,En Espíritu te tomamos,

Por el Espíritu en mí,Yo te experimento así.

Lo que el Padre posee es heredado por el Hijo, lo que el Hijo posee es comunicado al Espíritu, y este mismo Espíritu es el que entra en nuestro espíritu para ser nuestra realidad al ser experimentado por nosotros. Pedro y Juan no pudieron captar lo dicho por el Señor en Juan 16:12-15, así que el Señor no les comunicó estas cosas en detalle. Sin embargo, estos pocos versículos han sido ampliamente desarrollados en las catorce epístolas de Pablo. “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros” (2 Co. 13:14) es una aplicación del cumplimiento de lo dicho por el Señor en Juan 16:14-15.

La enseñanza de la economía neotestamentaria de Dios incluye todas las enseñanzas que el Señor nos dio en los cuatro Evangelios. ¿Quién entiende Mateo 5—7? ¿Quién puede decirnos cuál es el verdadero significado de Juan 14—16 y de la oración que al final hizo el Señor en Juan 17? Es posible que hoy en día haya personas que dicen ser apóstoles, pero ¿conocen ellos estas cosas? Muchos de los misioneros que fueron a China únicamente predicaron a las personas que ellas eran pecadoras y que Jesús las amaba tanto que murió por sus pecados en la cruz. Los misioneros les dijeron a las personas que si ellas no creían en Jesús irían al infierno al morir, pero que si creían en Él, tendrían vidas felices e irían al cielo. ¿Es esto la economía neotestamentaria de Dios?

Supongamos que cierta persona viene a usted diciendo que él es un enviado, un apóstol. Es posible que esta persona predique el evangelio y tenga cierto conocimiento del Nuevo Testamento, ¿pero qué clase de Nuevo Testamento es el que esta persona conoce? Si ella no conoce la economía neotestamentaria de Dios, el liderazgo ejercido por esta persona rebosará de ignorancia. Una persona que ignora la economía neotestamentaria de Dios no puede brindar el liderazgo apropiado a los creyentes. Que una persona ejerza el liderazgo no depende de quién es ella, sino de que ella posea el pleno conocimiento de la verdad con respecto a la economía neotestamentaria de Dios. Pablo no podría haberle brindado a los creyentes el liderazgo apropiado si no hubiese adquirido el pleno conocimiento del misterio de la fe. En 1 Timoteo 3:9 Pablo incluso encargó a los diáconos que guardaran el misterio de la fe. Si usted ha de ser un apóstol, deberá superar a los diáconos en su conocimiento del misterio de la fe. Que usted sea un apóstol que ejerza el liderazgo en la obra del Señor no depende de quién es usted ni de si ha sido enviado. Miles de misioneros han sido enviados al campo misionero, pero ¿piensa usted que todos ellos eran apóstoles que ejercían el liderazgo en la obra del Señor? ¿Podrían ellos brindarles el liderazgo apropiado a los creyentes?

En cierta medida, incluso Pedro no se conformó al estándar representado por el pleno conocimiento de la economía neotestamentaria de Dios. Cuando el Señor hizo surgir a Pablo, en cierto modo Pedro se había estancado. Ésta fue la razón por la cual en su segunda epístola el propio Pedro admitió que aquel que había surgido después de él, Pablo, sabía mucho más que él (2 P. 3:16). Pedro no poseía una comprensión cabal de Juan 16:14-15 en relación con la transmisión de la Trinidad Divina, al menos no al mismo grado que Pablo. Efesios, Filipenses, Colosenses, 1 y 2 Timoteo, Tito y, en particular, Hebreos, contienen la más maravillosa y completa revelación de la economía neotestamentaria de Dios. Ni Pedro ni Juan utilizaron alguna vez el término el Cuerpo de Cristo. En el Evangelio de Juan se nos describe la vid en el capítulo 15, lo cual se asemeja mucho al Cuerpo de Cristo; pero Juan jamás usó el término el Cuerpo de Cristo.

Los apóstoles son aquellos que pueden impartir la enseñanza de la economía neotestamentaria de Dios. Después del día de Pentecostés, los creyentes perseveraban en la enseñanza de los apóstoles (Hch. 2:42). La enseñanza de los apóstoles no solamente implica las enseñanzas de Pedro y Juan en los tiempos que corresponden a Hechos 2, pues el Señor tuvo otros apóstoles que vinieron después. En Colosenses 1:25 Pablo nos dijo que él tuvo el ministerio particular de completar la palabra de Dios. Éste es un asunto que reviste gran importancia. Si yo les dijera a ustedes que mi comisión es completar la palabra de Dios, debería ser condenado drásticamente. La palabra de Dios ha sido completada por Pablo y por el libro de Apocalipsis escrito por Juan. Es al final de Apocalipsis que el Señor Jesús declara que nadie podía añadir ni quitar nada a lo que estaba escrito. Así pues, la enseñanza de los apóstoles quiere decir la enseñanza de la economía neotestamentaria de Dios, la cual incluye lo que el Señor Jesús enseñó en los cuatro Evangelios, lo que Pablo escribió en sus catorce Epístolas, lo que Juan escribió en Apocalipsis, y todos los demás libros que conforman el Nuevo Testamento.

¿Cuántos de los verdaderos maestros cristianos plenamente reconocidos como tales saben en qué consiste la realidad del reino de los cielos descrita en Mateo 5—7? ¿Quién conoce el significado de la impartición de la Trinidad Divina tal como es presentada en Juan 14—17? ¿Quién conoce la revelación concerniente a la economía neotestamentaria de Dios en Efesios, Filipenses, Colosenses, 1 y 2 Timoteo, Tito y Hebreos? Si ustedes no conocen estas cosas, les sugeriría estudiar los mensajes del Estudio-vida que tratan sobre tales asuntos.

Los apóstoles son las personas poseedoras del conocimiento adecuado de la economía neotestamentaria de Dios; de otro modo, ellos jamás podrían proveer el liderazgo apropiado y adecuado a los seguidores elegidos por Dios. En cierta ocasión, una hermana anciana les recordó a algunos jóvenes que si bien el hermano Nee era apenas dos años mayor que yo, yo siempre respeté al hermano Nee y le obedecí como un hijo obedece a su padre. Si yo pude ser una persona tan obediente con el hermano Watchman Nee, podría ser tal clase de persona con todos. Pero, ¿quién es usted para mí como para que yo sea con usted como un hijo es con su padre?

T. Austin-Sparks ejercía uno de los ministerios más importantes durante su época y, hace más de cincuenta años atrás, yo sentía inmenso respeto por él y leía sus libros. Yo le dije

personalmente cuánta ayuda había recibido de su libro The Release of the Lord [La liberación del Señor], el cual trata sobre Juan 12:24 y Lucas 12:49-50. Cuando él vino a visitarnos a Taiwán, él se asombró de que yo hubiese recibido tal ayuda de uno de sus libros. Aunque yo lo respetaba tanto, cuando él vino de visita a Taiwán por segunda vez, lo confronté de la misma manera en que Pablo confrontó a Pedro (Gá. 2:11-14). Él estaba socavando la verdad respecto al terreno de la iglesia y se estaba esforzando por eliminar nuestra práctica de la vida de iglesia. Yo le resistí porque lo que él hacía era contrario a la verdad. Les repito, lo que quiero recalcar con esto es lo siguiente: el apóstol es una persona que puede brindarles el liderazgo apropiado y adecuado en conformidad con el pleno conocimiento de la enseñanza de la economía neotestamentaria de Dios.

El día de Pentecostés, Pedro estaba calificado para impartir a su audiencia todas las enseñanzas que el Señor Jesús les había impartido mientras estuvo con ellos aquí en la tierra. Pedro era la persona apta para hacer esto, y su liderazgo fue prevaleciente por cierto período de tiempo. Pero después su liderazgo comenzó a desvanecerse (Gá. 2:11-14). Fue entonces que el Señor hizo surgir a Pablo como el líder prevaleciente en el mover del Señor. En las epístolas de Pablo podemos ver el gran misterio concerniente a Cristo y la iglesia (Ef. 5:32). No creo que Pedro entendiera la enseñanza de la economía neotestamentaria de Dios al mismo grado que Pablo. Pedro ni siquiera utilizó la expresión el Cuerpo de Cristo.

Debemos creer que nuestro Dios es un Dios vivo (1 Ti. 3:15). Ya que nuestro Dios es un Dios vivo, Él entonces debe de permanecer siempre activo. Él ciertamente está activo hoy. Pero, ¿dónde vemos que Dios está actuando? Dios siempre actúa mediante Su palabra. Si Él no hablara nada, eso indicaría que no está haciendo nada. Por tanto, debemos preguntarnos, ¿dónde habla Dios hoy? ¿Acaso está hablando Dios en la Iglesia Ortodoxa, en la Iglesia Católica, en las denominaciones protestantes, en las iglesias estatales, en las iglesias privadas o en los grupos libres? Nuestro Dios, quien es vivo y permanece activo, siempre actúa mediante Su palabra. Tenemos que reconocer que Su hablar hoy en día está entre nosotros. Hoy en día, Él no está hablando acerca del presbiterio, del bautismo por inmersión, del hablar en lenguas, de los dones, de las sanidades ni de los movimientos evangélicos. Lo que Él habla hoy tiene que ver con la economía neotestamentaria de Dios. Espero que todos seamos iluminados. Me veo obligado a ser osado y a recomendarme a mí mismo a todos ustedes. Me he visto obligado a ser un necio. Aquel que puede ejercer el liderazgo en el mover del Señor hoy es el que conoce la economía neotestamentaria de Dios, el que sabe lo que Dios habla hoy.

Pedro fue ciertamente el apóstol líder en el mover del Señor el día de Pentecostés, ya que era una persona que sabía lo que Dios estaba hablando. De hecho, él mismo fue la boca por medio de la cual Dios habló. Aquel que sea la boca por medio de la cual Dios pueda hablar en cierta época, es quien tiene el liderazgo. Aquellos a quienes Dios habla son los principales apóstoles; y lo que ellos ministren será la dirección apropiada que todos los santos deberán seguir. Considero que esta definición es bastante razonable.

No se requiere competir para ser la persona que pueda dar la dirección apropiada y adecuada a los creyentes según el pleno conocimiento de la economía neotestamentaria de Dios. Al respecto, nadie puede competir con otros. Todo depende de la misericordia de Dios y de Sus compasiones. Pablo reconoció esto en Romanos 9:16. Dios le asignó a Pablo una porción en el Cuerpo de Cristo y nadie podía competir con él.

Si creemos en la soberanía del Señor y en que Él es un Dios vivo, un Dios que permanece activo, un Dios que habla, tenemos que averiguar con toda sinceridad, humildad y fidelidad dónde está Dios hablando hoy. Aquellos por medio de los cuales Dios habla con respecto a la enseñanza completa de la economía neotestamentaria de Dios, son los que tienen el liderazgo en el mover de Dios.

No obstante, estas personas que ejercen el liderazgo no pueden añadir nada a la enseñanza de la economía neotestamentaria de Dios, tal como está revelado en las Escrituras. Esta enseñanza fue cabalmente completada a fines del siglo I por medio dedos personas: Pablo y Juan. La revelación divina de Dios, que es la palabra de Dios, ha sido completada plenamente y de manera cabal por medio de las catorce epístolas de Pablo y el último libro escrito por Juan: Apocalipsis. Fue en Apocalipsis que el Señor, como el único Escritor divino, declaró que nadie podía añadir ni quitar nada a lo que se había escrito. Como resultado de ello, la Biblia es la palabra de Dios en su versión completa. Nadie, como en el caso de Joseph Smith, puede venir a decirnos que ha recibido algo adicional a la Santa Biblia. Hoy en día, los apóstoles en el liderazgo deben ser personas que lo único que conocen es la totalidad de lo contenido en esta economía divina del Nuevo Testamento. Si usted ha de ser uno de ellos, tiene que ser lleno del pleno conocimiento de la economía neotestamentaria de Dios y también deberá estar limitado por la enseñanza de la economía neotestamentaria de Dios. No pueden tener nada más.

NO PRACTICAR NADA QUE SOBREPASELO ENSEÑADO POR LAS ESCRITURAS

Afirmar que existen dos líneas en el recobro del Señor es sobrepasar lo que enseña el Nuevo Testamento. La enseñanza de la economía neotestamentaria de Dios no da cabida a dos líneas. Si usted recalca la práctica de hablar en lenguas en desmedro de la línea central, la línea de la economía neotestamentaria de Dios, entonces usted ya se habrá desviado. Hacer hincapié en la práctica de hablar en lenguas no concuerda con la enseñanza de la economía neotestamentaria. En el Nuevo Testamento, Pablo, la persona por medio de la cual la Palabra fue completada, se esforzó al máximo por restringir la práctica de hablar en lenguas entre los creyentes (véase 1 Corintios 14), y él mismo jamás la promovió. En todo el Nuevo Testamento, no hay ningún versículo que aliente y promueva la práctica de hablar en lenguas. Si ustedes promueven tal práctica, al hacerlo sobrepasan la enseñanza de la economía neotestamentaria de Dios y, en tal caso, ocasionarán problemas. Tenemos que restringirnos, limitarnos, al ámbito de la única enseñanza: la enseñanza de la economía neotestamentaria de Dios. De otro modo, todo cuanto hagamos acarreará división. Poner restricciones a la práctica de hablar en lenguas,

como Pablo hizo, difiere de oponerse a dicha práctica o procurar impedirla. Nosotros seguimos el ejemplo del apóstol Pablo al restringir la práctica de hablar en lenguas, pero jamás nos opusimos a ella ni procuramos impedir que se practique el hablar en lenguas que es auténtico y apropiado. Si lo hubiéramos hecho, sobrepasaríamos lo enseñado por las Escrituras.

Al predicar el evangelio del Señor Jesús, tenemos que ser restringidos por cuatro cosas: la unanimidad, la oración, el Espíritu y la Palabra. Introducir cualquier ardid además de estas cuatro cosas, es algo que sobrepasa la enseñanza de la economía neotestamentaria de Dios. Es posible que lo que usted haga parezca, temporalmente, muy bueno y beneficioso, pero a largo plazo ocasionará problemas.

El bautismo por inmersión es una práctica bíblica, pero hacer de este punto doctrinal el fundamento con base en el cual uno edifica su iglesia es sobrepasar la enseñanza de la economía neotestamentaria de Dios. La práctica implementada por la Iglesia Bautista sobrepasó dicha enseñanza y produjo una gran denominación con muchas otras subdivisiones. Los bautistas mismos están divididos en diferentes grupos, tales como los Bautistas del Sur y los Bautistas Americanos. El presbiterio es también una práctica que concuerda con la Biblia, pero hacer de éste el terreno en el cual usted edifica su iglesia es sobrepasar la enseñanza de la economía neotestamentaria de Dios. Que una iglesia se dedique a establecer escuelas o seminarios es también una práctica que sobrepasa esta enseñanza. Sin embargo, es correcto que la iglesia se preocupe por adiestrar a los creyentes.

Lo que estoy diciendo es que, no debemos introducir de manera firme y definida práctica alguna en la vida de iglesia, si dicha práctica no está presente en la Biblia. Esto es algo que sobrepasa la enseñanza de la economía neotestamentaria de Dios, lo cual, tarde o temprano, causará problemas y acarreará divisiones. Enfatizar cualquier don espiritual es sobrepasar la enseñanza de la economía neotestamentaria. Los dones están en la Biblia, pero no debiéramos hacer de ellos el énfasis de nuestra enseñanza. Los santos que afirman que existen dos líneas en el recobro del Señor, no se dan cuenta de cuán riesgoso es afirmar tal cosa.

Pablo dijo que ellos no hicieron nada que sobrepasara aquello que está escrito en la Biblia (1 Co. 4:6). Los corintios se habían hinchado de orgullo al defender a un colaborador e ir en contra de otro. Ellos habían dicho, entre otras cosas, que ellos eran de Pablo, con lo cual daban a entender que se sentían orgullosos y que estaban hinchados de orgullo favoreciendo a Pablo en desmedro de Pedro y Apolos. Esto no se conforma a lo que enseña la Escritura. Todo cuanto sobrepase las enseñanzas del Nuevo Testamento perjudicará el liderazgo que tal persona ejerza y lo pondrá en peligro. El liderazgo que ejerza el apóstol siempre tiene que ser conforme a la Palabra de Dios y debe limitarse a la Palabra de Dios.

ENSEÑAR LO QUE EL APÓSTOL ENSEÑA

En 2 Timoteo 2:15 Pablo le dijo a Timoteo que debía aprender a trazar bien la palabra de verdad, es decir, a enseñar la Palabra apropiadamente. Trazar bien la Palabra significa exponer la palabra de Dios en sus diversos aspectos de manera recta y exacta, sin distorsión alguna. Pablo también le dijo a Timoteo, en 2 Timoteo 2:2, que encargase a hombres fieles aquello que él había escuchado de Pablo, de tal modo que estos hombres fieles fuesen aptos para enseñar también a otros lo mismo que Pablo había estado enseñando. Ésta es una exhortación a propagar la enseñanza del apóstol.

IMITAR AL APÓSTOL, EL CUAL IMITA A CRISTO

En 1 Corintios 11:1 Pablo dijo: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”. Si alguien no sigue a Cristo en conformidad con la enseñanza de la economía neotestamentaria, ninguno de nosotros debiera seguirlo. Un apóstol que ejerce el liderazgo debe ser una persona que posee adecuado conocimiento de la enseñanza de la economía neotestamentaria de Dios y que, conforme a tal enseñanza, sigue a Cristo. Cuando yo era joven y estaba en el cristianismo, se me enseñó que debía seguir a Jesús. Sin embargo, tenemos que saber quién es Jesús. Jesús es el Dios Triuno que se encarnó y que como hombre llevó una vida humana aquí en la tierra, después de lo cual, como una persona con siete diferentes estatus, murió por nosotros una muerte todo-inclusiva en la cruz. Él fue resucitado para llegar a ser el Hijo primogénito de Dios y el Espíritu vivificante a fin de que la vida divina fuese liberada y Él mismo se impartiera a nuestro ser. Habiendo ascendido a los cielos, ahora Él lleva a cabo Su ministerio celestial. Así pues, ser uno que imita a Cristo no es tan sencillo. Imitar a Cristo no consiste en recurrir a nuestros esfuerzos humanos para procurar ser humildes, amables y gentiles como Él. Esta manera de seguir a Cristo es errónea.

Todo aquel que conoce, enseña y sigue a Cristo en Su encarnación, Su vivir humano, Su muerte, Su resurrección, Su ascensión y Su ministerio celestial, es una persona a la que debemos seguir. Si yo sigo a esta Persona, entonces ustedes deben seguirme. Si no enseño ni sigo a tal Persona, olvídense de mí. No depende de quién yo sea, sino que únicamente depende de lo que enseño y a quién sigo.

Todas las iglesias deben ser idénticas, y aquellos que pueden proveer el liderazgo apropiado a todas las iglesias son aquellos que tienen el debido conocimiento de la enseñanza de la economía neotestamentaria de Dios y que pueden propagar estas enseñanzas a toda la tierra. Seguimos a aquel que enseña y sigue al Cristo todo-inclusivo, encarnado, crucificado, resucitado y ascendido, quien todavía ministra en los lugares celestiales para llevar a cabo la economía neotestamentaria de Dios. Debemos seguir a tales personas, y tenemos que acatar su liderazgo. El liderazgo que ellos ejercen es el liderazgo apropiado para todas las iglesias.

CAPÍTULO SEIS

AL HACER SONAR LA TROMPETAEN EL MINISTERIO DEL SEÑOR,ELLA NO DEBE DAR UN SONIDO

INCIERTO

Lectura bíblica: 1 Co. 14:8

EL MINISTERIO DEL SEÑOR:HACER SONAR LA TROMPETA

PARA QUE EL EJÉRCITO SALGA A COMBATIR

Al dirigirse a los corintios en 1 Corintios 14:8, Pablo hizo referencia a la necesidad de dar una interpretación definida al hablar en lenguas. Él declaró que si no se da una interpretación definida de lo que se dijo en lengua desconocida, ello sería como dar un sonido incierto al hacer sonar la trompeta. Podría parecernos que un asunto como el hablar en lenguas es algo que carece de relevancia y, por ende, no merece mayor consideración. Como vimos anteriormente, otro de los asuntos que han sido voceados es que hay dos líneas en el recobro del Señor. Tal vez pensemos que se trata de asuntos irrelevantes, ya que son temas que no están relacionados con la persona misma del Señor, con Su Deidad o Su divinidad. Hablar en lenguas con una interpretación definida o no, así como el sentir de que hay dos líneas en el recobro del Señor, puede ser considerado por algunos como un asunto menor que no guarda relación alguna con los principales asuntos pertenecientes a la revelación divina. Tales asuntos no guardan relación alguna con la autoridad del Señor como la Cabeza o con la obra de redención efectuada por Él; no se trata de un pensamiento modernista que rechaza la autoridad de la Biblia o que niega la existencia de Dios.

Algunos de los que se hacen llamar colaboradores, algunos líderes, gustan de pensar que pueden desarrollar otra línea, sin tener que optar por la única línea que hay en el ministerio. Quizás ellos consideren que tanto hacer esto como hablar en lenguas sin interpretación definida son asuntos irrelevantes a los que no debemos darle mayor importancia. Hasta cierto grado, incluso yo mismo he pensado de esta manera en el pasado. Aunque he afirmado con palabras muy severas que mi tolerancia ha llegado a su límite, quizá algunos hermanos tengan el sentir —no en un sentido negativo, sino más bien en un sentido bastante positivo con respecto a mi persona— de que ellos me aman mucho y no les parece que sea necesario que yo sea tan serio y severo con respecto a asuntos tan insignificantes como éstos. Yo también abrigaba tales conceptos en el pasado,

pero mediante mi estudio he llegado a darme cuenta de que, en el Nuevo Testamento, la ilustración de hacer sonar la trompeta a fin de que los demás se preparen para la batalla ha sido usada únicamente en 1 Corintios. Esta ilustración que hallamos en 1 Corintios no es usada en relación con la persona de Cristo en Su Deidad o con un asunto tan crucial como la redención eterna efectuada por Cristo; más bien, Pablo se vale de esta ilustración al hablar sobre un asunto menor: la interpretación del hablar en lenguas.

Leamos ahora 1 Corintios 14:6-9 para considerar el contexto en que esta ilustración se dio: “Ahora pues, hermanos, si yo voy a vosotros hablando en lenguas, ¿qué os aprovecharé yo, si no os hablo con revelación, o con conocimiento, o con profecía, o con enseñanza? Aun las cosas inanimadas que producen sonidos, como la flauta o la cítara, si no dan distinción de notas, ¿cómo se sabrá lo que se toca con la flauta o con la cítara? Y si la trompeta da sonido incierto, ¿quién se preparará para la batalla? Así también vosotros, si mediante la lengua no dais palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que se habla? Porque hablaréis al aire”. Fue, pues, con relación al hablar en lenguas, un asunto que consideramos carente de importancia, que el apóstol Pablo incluyó este versículo en el cual usa la palabra batalla. Ciertamente nadie consideraría una batalla como algo carente de importancia e irrelevante. Es imprescindible que el ejército que combate una batalla tenga la moral muy en alto y esté muy unido. Por ello, si se busca mantener esta moral, incluso la más insignificante disensión acerca del más pequeño de los asuntos tiene que ser eliminada. Si no se elimina esa pequeña disensión, la moral será anulada. No se podrá mantener la moral, y seguramente el ejército perderá la batalla. Esto representa una seria advertencia en relación con el ministerio del Señor. El ministerio del Señor consiste, pues, en hacer sonar la trompeta para que el ejército salga a combatir en orden de batalla (Nm. 10:9; Jue. 7:18). Así pues, todo lo relacionado con el ministerio del Señor, es parte de una guerra (véase 2 Timoteo 2:3 y la nota 1 en la Versión Recobro).

NO PRACTICAR NADA QUE SOBREPASELO ENSEÑADO POR LAS ESCRITURAS

Afirmar que existen dos líneas en el recobro del Señor es sobrepasar lo que enseña el Nuevo Testamento. La enseñanza de la economía neotestamentaria de Dios no da cabida a dos líneas. Si usted recalca la práctica de hablar en lenguas en desmedro de la línea central, la línea de la economía neotestamentaria de Dios, entonces usted ya se habrá desviado. Hacer hincapié en la práctica de hablar en lenguas no concuerda con la enseñanza de la economía neotestamentaria. En el Nuevo Testamento, Pablo, la persona por medio de la cual la Palabra fue completada, se esforzó al máximo por restringir la práctica de hablar en lenguas entre los creyentes (véase 1 Corintios 14), y él mismo jamás la promovió. En todo el Nuevo Testamento, no hay ningún versículo que aliente y promueva la práctica de hablar en lenguas. Si ustedes promueven tal práctica, al hacerlo sobrepasan la enseñanza de la economía neotestamentaria de Dios y, en tal caso, ocasionarán problemas. Tenemos que restringirnos, limitarnos, al ámbito de la única enseñanza: la enseñanza de la economía neotestamentaria de Dios. De otro modo, todo cuanto hagamos acarreará división. Poner restricciones a la práctica de hablar en lenguas, como Pablo hizo, difiere de oponerse a dicha práctica o procurar impedirla. Nosotros

seguimos el ejemplo del apóstol Pablo al restringir la práctica de hablar en lenguas, pero jamás nos opusimos a ella ni procuramos impedir que se practique el hablar en lenguas que es auténtico y apropiado. Si lo hubiéramos hecho, sobrepasaríamos lo enseñado por las Escrituras.

Al predicar el evangelio del Señor Jesús, tenemos que ser restringidos por cuatro cosas: la unanimidad, la oración, el Espíritu y la Palabra. Introducir cualquier ardid además de estas cuatro cosas, es algo que sobrepasa la enseñanza de la economía neotestamentaria de Dios. Es posible que lo que usted haga parezca, temporalmente, muy bueno y beneficioso, pero a largo plazo ocasionará problemas.

El bautismo por inmersión es una práctica bíblica, pero hacer de este punto doctrinal el fundamento con base en el cual uno edifica su iglesia es sobrepasar la enseñanza de la economía neotestamentaria de Dios. La práctica implementada por la Iglesia Bautista sobrepasó dicha enseñanza y produjo una gran denominación con muchas otras subdivisiones. Los bautistas mismos están divididos en diferentes grupos, tales como los Bautistas del Sur y los Bautistas Americanos. El presbiterio es también una práctica que concuerda con la Biblia, pero hacer de éste el terreno en el cual usted edifica su iglesia es sobrepasar la enseñanza de la economía neotestamentaria de Dios. Que una iglesia se dedique a establecer escuelas o seminarios es también una práctica que sobrepasa esta enseñanza. Sin embargo, es correcto que la iglesia se preocupe por adiestrar a los creyentes.

Lo que estoy diciendo es que, no debemos introducir de manera firme y definida práctica alguna en la vida de iglesia, si dicha práctica no está presente en la Biblia. Esto es algo que sobrepasa la enseñanza de la economía neotestamentaria de Dios, lo cual, tarde o temprano, causará problemas y acarreará divisiones. Enfatizar cualquier don espiritual es sobrepasar la enseñanza de la economía neotestamentaria. Los dones están en la Biblia, pero no debiéramos hacer de ellos el énfasis de nuestra enseñanza. Los santos que afirman que existen dos líneas en el recobro del Señor, no se dan cuenta de cuán riesgoso es afirmar tal cosa.

Pablo dijo que ellos no hicieron nada que sobrepasara aquello que está escrito en la Biblia (1 Co. 4:6). Los corintios se habían hinchado de orgullo al defender a un colaborador e ir en contra de otro. Ellos habían dicho, entre otras cosas, que ellos eran de Pablo, con lo cual daban a entender que se sentían orgullosos y que estaban hinchados de orgullo favoreciendo a Pablo en desmedro de Pedro y Apolos. Esto no se conforma a lo que enseña la Escritura. Todo cuanto sobrepase las enseñanzas del Nuevo Testamento perjudicará el liderazgo que tal persona ejerza y lo pondrá en peligro. El liderazgo que ejerza el apóstol siempre tiene que ser conforme a la Palabra de Dios y debe limitarse a la Palabra de Dios.

LA NECESIDAD DE RECOBRAR LA MORAL

Esto me ayudó a darme cuenta de que si bien estamos basados en el terreno apropiado, poseemos muchas verdades divinas y disfrutamos de todas las riquezas divinas, no

tenemos la moral en alto, o sea, carecemos de la debida disposición de ánimo. Nos hemos convertido en una persona débil acosada por los gérmenes. ¿Cómo podría alguien ser fuerte si algunos gérmenes afectan su cuerpo todo el tiempo? Nadie puede negar el hecho de que estamos débiles. Como resultado de todo ello, me embarga una gran preocupación. No solamente tengo que ser fiel al Señor y a las iglesias, sino que incluso tengo que ser fiel a mí mismo. He sacrificado mi vida entera por el recobro del Señor. Por esta razón, tengo que decir la verdad independientemente de quién se sienta ofendido. Tengo que hacer algo para matar estos gérmenes que nos acosan. Ésta es la razón por la cual convoqué, con carácter de urgencia, tres entrenamientos para ancianos desde 1984 hasta 1986.

Cuando fui a Taiwán en octubre de 1984, hice cambios revolucionarios en todas las áreas del recobro del Señor. Pude anular casi toda vejez. No me importan las amistades íntimas y naturales. En todo mi ser simplemente no hay cabida para tal clase de amistad. Yo tengo que ser fiel a mi Señor. Tengo que ser fiel a tantos santos que renunciaron a sus futuros y vinieron a este recobro. Ellos se unieron a este recobro por lo menos en un noventa por ciento debido a mi ministerio. Si el recobro permanece como está, mi sentir es que tengo una gran deuda para con todas estas personas tan amadas que renunciaron a su futuro para optar por este camino.

El Señor comenzó algo nuevo en Taipéi, y yo originalmente no tenía intención alguna de comenzar algo nuevo entre las iglesias en los Estados Unidos. En lugar de ello, mi intención era la de hacer esperar un poco a las iglesias en los Estados Unidos a fin de que ellas vieran algo a manera de modelo en Taiwán. No quisiera tener un nuevo comienzo donde todavía están presentes tantos viejos venenos. Debido a que me di cuenta de que tales venenos todavía estaban presentes en los Estados Unidos, me sentí urgido a convocar este entrenamiento con carácter de urgencia.

Todavía no puedo tener comunión con ustedes con respecto a estos cuatro puntos cruciales: las reuniones de hogar, las lecciones de la verdad, los obreros que sirven a tiempo completo y la propagación del evangelio. Estos asuntos constituyen el pulso vital del mover del Señor hoy. Antes de poder traer claridad a la situación que impera entre nosotros hoy, por la misericordia del Señor, no diré ni una sola palabra con respecto a estos cuatro asuntos. El ejército está aquí, pero la moral está por los suelos. Tenemos que recuperar la apropiada disposición de ánimo antes de poder hablar del ejército. Debido a la situación imperante hoy, es difícil combatir como un solo ejército. Jamás podríamos ganar la batalla si hacemos sonar la trompeta con sonido incierto.

EL MINISTERIO Y LAS IGLESIAS

La autenticidad de una iglesia local no está determinada por si recibe o no este ministerio. El título de este mensaje no es: “Al hacer sonar la trompeta en el recobro del Señor, ella no debe dar un sonido incierto”, sino que el título es: “Al hacer sonar la trompeta en el ministerio del Señor...”. Así pues, no estoy hablando del recobro del Señor, sino específicamente del ministerio del Señor. Los ciudadanos de los Estados Unidos tienen plena libertad para criticar al gobierno y al comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.

Pero cuando uno de ellos se enrola en el ejército y se convierte en un soldado, pierde el derecho a dar su opinión. Si estamos en el Senado, ciertamente allí es posible argüir, debatir e, incluso, pelear; pero si un senador se hace soldado, deberá callar sus propias opiniones. En el ejército, al hacer sonar la trompeta, ella no puede dar un sonido incierto. Asimismo, el ministerio no es un congreso en el que todos tienen libertad para expresar sus opiniones. No hay cabida para ello en el ministerio; más bien, el ministerio debe estar plenamente imbuido de un espíritu combativo. Yo no controlo iglesia alguna. Todos los santos que han dejado las denominaciones y toda otra secta divisiva, y han tomado como base el terreno apropiado, el de la localidad, constituyen la iglesia local en sus respectivas localidades; en tal condición, ellos ciertamente pueden expresar con toda libertad sus propias opiniones, pero es posible que no estén vinculados a este ministerio.

Pablo dijo que todos los que estaban en Asia le volvieron la espalda (2 Ti. 1:15). Los creyentes en Asia que anteriormente habían recibido el ministerio del apóstol, ahora lo habían abandonado. No dejaron de ser iglesias locales por el hecho de haber abandonado el ministerio de Pablo, pero para pelear la batalla, el ministerio de Pablo no podía depender de ellos. En cuanto a llevar adelante el ministerio de Pablo, no se podía contar con ellos. El hecho de decir que el ministerio no puede contar con cierta iglesia no significa que esa iglesia haya dejado de ser una iglesia local. Ella sigue siendo una iglesia local, pero tenemos que comprender que el ministerio es una entidad involucrada en una guerra y, como tal, no puede dar cabida a opiniones personales ni puede perder el tiempo con ellas.

Yo soy muy serio en lo referido a los intereses del Señor. He sacrificado mi vida entera por el ministerio del Señor y lo he dejado todo para tomar el camino del recobro del Señor. Ahora, tengo que ser fiel a mí mismo. Además, mediante mi ministerio alrededor del mundo, miles de santos se han integrado al recobro del Señor, así que debo ser fiel a ellos. Muchos de ellos han renunciado a tener profesiones prestigiosas a fin de seguir al Señor en Su recobro, pero tal parece que se sienten decepcionados con aquello a lo cual se han unido; esto me preocupa sobremanera. Algunos de los santos han llegado a ser lo que son en el Señor en un cien por ciento a causa de mi ministerio, y yo no quiero que mi ministerio haga que ellos desperdicien sus días. Yo tengo que hacer algo a fin de salvaguardar la inversión que ellos han hecho al entregar todo su ser al recobro del Señor. Ellos han renunciado a un futuro promisorio en el mundo, pero ahora no pueden sentirse muy alentados por lo que encuentran en el recobro del Señor. Tengo que ser fiel al Señor, fiel a tantos de ustedes que han sido grandemente influenciados por este ministerio e, incluso, tengo que ser fiel a mí mismo. Por esta razón, este ministerio no puede permitir que algunos pretendan estar en él y, aun así, enseñen algo diferente. No estoy pidiéndoles, en manera alguna, que abandonen su iglesia local, ni tampoco quiero decir que su iglesia local no sea más una iglesia local; más bien, estoy procurando tener comunión con ustedes sobre el impacto que ejerce este ministerio en la lucha que sostiene por los intereses del Señor en Su recobro.

Todo cuanto vaya a decir sobre las reuniones de hogar, sobre los que sirven a tiempo completo, sobre las lecciones de las verdades bíblicas y sobre la difusión del evangelio, no está dirigido a aquellos que tienen dudas con respecto a mi ministerio, a aquellos que

están en desacuerdo y disienten con mi ministerio, ni tampoco a quienes pretenden estar bajo el ministerio pero en realidad no se sujetan a él. Yo sigo amando a todos los queridos santos que pertenecen a esta categoría y ciertamente los considero como mis hermanos en Cristo, pero es menester que tengamos un ejército que cause pleno impacto, y este ejército no puede perder el tiempo tolerando que cualquiera exprese cualquier clase de opinión ni tampoco puede dar cabida a ello. Estamos enfrascados en una guerra. El ejército ya comenzó a combatir esta batalla en Taiwán. Ahora, queremos ver que este ejército sea incrementado a fin de combatir no solamente en los Estados Unidos, sino también en Canadá, en América Central, en América del Sur, en Europa, en Australasia y en todo el continente asiático. Esto es lo que anhelo ver. No estoy hablando sobre las iglesias; estoy hablando acerca del ministerio. El ministerio es una cosa, y las iglesias son otra. Podemos distinguir estas dos entidades si consideramos las epístolas escritas por Pablo. El ministerio de Pablo pertenece a una categoría, mientras que las iglesias pertenecen a otra. Pablo jamás procuró obligar a todas las iglesias a seguirlo a él en su ministerio, pero Pablo ciertamente tenía un ministerio para las iglesias.

SALIR A COMBATIR CON VEHEMENCIAY SIN DAR LUGAR A NUESTRAS PROPIAS

OPINIONES

Algunos santos acudieron a mí varias veces trayéndome informes con respecto a situaciones muy serias, incluso situaciones negativas y perjudiciales. Tal vez ellos hayan malinterpretado el hecho de que yo no respondiera a tales cosas con severidad. Tengo la certeza de que no respondí de manera severa, no solamente porque fuese paciente o tolerante, sino también por la sabiduría del Señor. Me parece que ser paciente es verdaderamente sabio. Cuando el fruto de un árbol en particular está creciendo, el fruto mismo mostrará de qué clase de árbol se trata. Cuando el fruto madure, caerá del árbol. Sin embargo, en la presente coyuntura, siento que no debo tolerar más ciertas situaciones, debido al gran perjuicio que ya se ha causado. Ya no puedo tolerar ver que se cause más daño al recobro del Señor. Queridos santos, ya no podemos pasar por alto este asunto. ¡Vayamos a combatir! ¿Quiénes son los que combatirán? Aquellos a quienes apremia un sentido de urgencia y no dan cabida a las opiniones.

En los dieciocho años que estuve involucrado en la obra en la China continental, hice mucho, pero jamás nadie escuchó que yo emitiera opinión personal alguna. Lo único que la gente escuchó de mí fueron mensajes dados en absoluta conformidad con el hermano Nee. Algunos hermanos pueden testificar que entre todos los colaboradores que tuvo el hermano Nee durante esos dieciocho años, yo fui el que más hice. Pero laboré sin emitir opinión alguna. En las conferencias para colaboradores, algunas veces el hermano Nee me preguntaba: “Witness, ¿qué dirías tú al respecto?”; pero yo no tenía nada que decir. La actitud que yo tenía era que todo cuanto el hermano Nee me pidiera hacer, lo haría. Era muy sencillo. Desde el año 1932 hasta el año 1950, nadie jamás me escuchó expresar opinión alguna con respecto a la obra en la China continental.

En realidad, mi entendimiento de las verdades bíblicas no difería en nada del entendimiento del hermano Nee, excepto por un único asunto. Jamás le dije a nadie cuál era ese asunto, ni aun a mi esposa o a mi propia familia, hasta que vine a este país y el hermano Nee partió para reposar en el Señor. El asunto doctrinal en el que yo difería del hermano Nee concierne a los dos testigos mencionados en Apocalipsis (11:3-12). Ésta era la única divergencia entre mi entendimiento y el del hermano Nee. Únicamente en este asunto no coincidía con el hermano Nee y todavía no coincido. Pero lo que les quiero decir y recalcar es esto: a pesar de esta divergencia, en el ejercicio del ministerio yo jamás dije nada que el hermano Nee no hubiese predicado, ni enseñé nada que él no hubiese enseñado.

UNA SOLA CORRIENTE

El Señor abrió los ojos de mi entendimiento para que yo me percatase de que, como les dije en el pasado, en la Biblia, y especialmente en el Nuevo Testamento, hay únicamente una corriente que fluye desde el trono (Ap. 22:1). En Pentecostés, esta corriente comenzó a fluir desde Jerusalén, fluyó por Judea, por Samaria y llegó hasta Antioquia. Desde allí, la corriente se dirigió hacia Asia Menor, a Europa Oriental, a Roma y, probablemente, también a España, región que, en aquel entonces, era considerada como lo último de la tierra. Había una sola corriente. No es posible distinguir dos corrientes en el libro de Hechos.

Bernabé era un hermano excelente, que incluso trajo a Saulo de Tarso a su ministerio (Hch. 11:25-26). Al inicio, Bernabé tomó la iniciativa. Sin embargo, el Espíritu nos relata que, durante el primer viaje, Pablo comenzó a tomar la iniciativa y el Espíritu comenzó a referirse a él como Pablo, ya no Saulo (13:9). Este cambio de nombre quizá indique un cambio de vida. A partir de entonces, Pablo, lleno del Espíritu Santo, llevó la delantera en el ministerio apostólico, y Bernabé aceptó esto. Bernabé era uno con Pablo respecto a ir a Jerusalén para esclarecer el problema suscitado en cuanto a la circuncisión. Inmediatamente después que se logró esclarecer tal situación mediante una declaración conjunta a todas las iglesias, se suscitó una disputa entre Bernabé y Saulo (15:35-39). Esta disputa no fue en torno a un asunto de gran importancia, sino en torno a un asunto menor. Ellos no se separaron debido a alguna diferencia de opinión con respecto a la fe o a la autoridad de Cristo. Su separación ocurrió debido a un asunto menor, un asunto personal e íntimo. Bernabé quería llevar consigo a su sobrino Marcos en el siguiente viaje, y Pablo se opuso a ello. Para nosotros, éste es un asunto menor, pero después que Bernabé, junto con Marcos, dejó a Pablo, ya no se vuelve a escuchar de él en el relato sobre el mover del Señor que encontramos en el libro de Hechos. La razón para esto fue que lo único que le importa al Señor es la corriente única.

Yo pude percibir claramente este asunto en 1933, cuando el hermano Nee me pidió que me uniera a él en la obra en Shanghái. En aquel tiempo, yo venía realizando una obra en el norte de China, la cual era muy prevaleciente y promisoria con respecto a la enseñanza de la Biblia. Pero, debido a que mis ojos fueron abiertos, yo le dije al Señor que iría a Shanghái a unirme al hermano Nee y a la obra. Me pude dar cuenta de que la corriente del Señor, Su único fluir, sobre esta tierra siempre ha sido uno solo. Si el norte de China

habría de ser conquistado por el Señor, Él ciertamente habría de hacerlo mediante esta única corriente. Yo tenía que zambullirme en esta corriente, a fin de ser uno con esta corriente para dejar que el Señor fluyera.

EL LIDERAZGO EN EL MOVER DEL SEÑOR

Ahora, consideremos a Apolos. No existe un relato muy largo en la Biblia con respecto a Apolos. Si bien él no disentía, en cierta medida se mantuvo en otra corriente (1 Co. 16:12). No encontramos indicio alguno de que Apolos se hubiera propuesto generar una corriente diferente, pero aquello que él era y todo cuanto él hacía causaba en las personas una impresión diferente. Es por esto que después que él laboró en Corinto, algunos podían decir que ellos eran de Apolos (3:4), y algunos de ellos se hinchaban de orgullo prefiriendo a Apolos en desmedro de Pablo (4:6). Apolos no era sabio. Si él hubiese sido sabio, jamás se hubiera comportado de esa manera.

Por la misericordia del Señor, puedo declarar que en esos dieciocho años en los que estuve involucrado en la obra en la China continental, fui sabio. Yo jamás di lugar a que cualquier persona se hinchara de orgullo prefiriéndome a mí en desmedro del hermano Nee. No había tal cosa. Todo cuanto los santos veían en mí —mi comportamiento, mi manera de vivir, mis acciones, la manera en que yo laboraba, mis mensajes y mis palabras—, todo daba a conocer que yo era absolutamente uno con el hermano Watchman Nee. Jamás di cabida a que alguien pensara que yo era diferente al hermano Nee. Estoy convencido de que ello fue manifestación de la sabiduría del Señor en virtud de la misericordia que me fue concedida por Él. Nuestra historia, que se remonta a aquellos años, es verdaderamente muy significativa y nos dice mucho. Entre tantos colaboradores del hermano Nee, ¿dónde encontramos el recobro? Yo jamás pensé llegar a ser aquella persona mediante la cual el Señor llevase adelante Su obra de recobro. Incluso cuando fui a Taiwán, yo fui enviado de una manera muy definida; ésta fue la propuesta hecha por el hermano Nee a los colaboradores. Yo jamás pensé en convertirme en líder ni tuve el sentir de que debía asumir tal postura. Incluso cuando vine a los Estados Unidos, no tuve el pensamiento de llegar a ser el líder del recobro del Señor en el mundo occidental. Pero, ¿dónde encontramos al recobro del Señor hoy y bajo qué clase de liderazgo? Algunos de los que se hacen llamar colaboradores aducen de que ellos eran muy cercanos a Watchman Nee, pero, sin embargo, prácticamente ninguna iglesia ha sido levantada por ellos.

No es sabio en lo más mínimo que, por un lado, usted quiera permanecer en el recobro beneficiándose de este ministerio y, por otro, usted quiera decir algo más. Esto no es sabio en absoluto. Esto no es beneficioso para usted mismo ni con respecto a su futuro. Quizá usted diga que tiene un ministerio, pero esto no es beneficioso para su ministerio, si es que usted tuviera uno. Al proceder de esta manera, usted jamás podrá lograr beneficio alguno con su ministerio en el futuro; más bien, usted habrá desperdiciado su futuro por bagatelas. La manera sabia de proceder consiste en permanecer, sin dar lugar a opiniones, en el recobro, el cual es uno solo y único.

Quiero ser fiel y franco con ustedes, y deseo que la situación que enfrentamos les sea plenamente esclarecida a todos. Yo no creo estar aquí por mí mismo; más bien, estoy convencido de que estoy aquí por causa del Señor. Mi deseo es ver surgir a muchos de ustedes y ver que ustedes puedan realizar lo mismo que yo estoy realizando. Yo jamás sentiría celos. ¡Esto es lo que quisiera ver y a lo cual estoy dedicado!

LA DIFERENCIA QUE EXISTEENTRE EL EJÉRCITO Y LOS CIUDADANOS

Ahora ustedes pueden entender cuál es mi postura, cuál es el anhelo de mi corazón y en qué situación estoy. Hermanos, tenemos que ser sabios. ¡Somos un ejército que, por la misericordia y gracia del Señor, ha sido formado para combatir por el reino de los cielos! La isla de Taiwán tiene que ser evangelizada, e incluso tiene que ser saturada de la verdad, por medio de esta clase de ejército durante los siguientes cuatro años. A fin de cumplir este propósito, no he de tolerar ninguna clase de pensamiento disidente. Una cosa es ser ciudadano de los Estados Unidos, y otra muy distinta combatir en el ejército de los Estados Unidos. Cuando Gedeón fue llamado a dirigir el ejército para combatir por Jehová, el Señor le dijo que el ejército era demasiado numeroso (Jue. 7:4). Finalmente el Señor escogió sólo trescientos hombres y le dijo a Gedeón que enviara a los demás a casa. Esto no quiere decir que los que regresaron a su casa habían dejado de ser israelitas. Tales personas seguían siendo israelitas, pero no estaban vinculadas al ejército que estaba en pie de guerra.

Es posible que usted sea miembro de una iglesia local y, aun así, no esté vinculado al ministerio a fin de combatir por los intereses del Señor aquí en la tierra. Todos ustedes son ancianos, colaboradores y aprendices de ancianos; son los líderes en el recobro del Señor. Les estoy hablando a todos ustedes como soldados en el recobro del Señor, no como ciudadanos. Les estoy hablando a los soldados del ejército. ¿Van a permanecer en el ejército? Ustedes tienen que comprender qué clase de ejército es éste y qué es lo que busca realizar. El ejército no puede dar cabida alguna a las opiniones personales de ustedes. No hay tiempo para divagaciones, no hay tiempo que perder, pues la situación que enfrentamos es de suma urgencia. Este ejército celestial se ha propuesto evangelizar Taiwán y saturarlo con la verdad, para después hacer lo mismo en los Estados Unidos.

Recientemente, un hermano me preguntó si yo podía ir a su parte del mundo para laborar con él en una conferencia. La comunión que él tuvo conmigo me dejó la impresión de que no está combatiendo a nuestro lado. La carga que tengo es la de conquistar Taiwán primero y después los Estados Unidos. En realidad, a mí no me importa de manera especial región alguna de esta tierra. Estoy enteramente dedicado al recobro del Señor, y la perspectiva que tengo me lleva a desarrollar esta estrategia. Con tal perspectiva, me parece que la mejor de las estrategias es conquistar Taiwán primero. Si a usted únicamente le importa su parte del mundo, quizás esto lo desanime; pero si usted está consagrado al recobro del Señor, dirá: “¡Amén!”. ¡Incluso es posible que usted se sienta urgido a enviar algunos soldados a unirse al ejército que ha de evangelizar Taiwán!

SER SABIOS EN RECONOCERAL LÍDER EN EL MOVER DEL SEÑOR

En el Nuevo Testamento se ve claramente que era Pablo quien, en aquel entonces, llevaba la delantera en el ministerio neotestamentario del Señor sobre toda la tierra habitada. Mientras laboré con el hermano Nee en la China continental, jamás me consideré a mí mismo como alguien importante. Únicamente me consideraba como un colaborador que ayudaba a llevar a cabo lo que le había sido encargado al hermano Nee. Procuré con todo mi ser no predicar ningún evangelio que no fuese predicado por él, ni dar mensaje alguno que no fuese dado por él. Me esforcé mucho por no usar otra terminología ni desarrollar cierta elocuencia que él no hubiese utilizado al predicar, al hablar o al enseñar. Tengo que declarar que me fue dada tal bendición y debo alabar al Señor por ello. Jamás me arrepentiré de lo que hice. Nadie jamás me escuchó decir algo negativo sobre el hermano Nee. Todavía estoy tan agradecido a él. Sin él, sin su ministerio, jamás podría ser lo que soy. Únicamente me dediqué a laborar, a trabajar, y jamás causé problema alguno al recobro del Señor.

Justo antes que el gobierno de China pasara a manos de los comunistas, el hermano Nee convocó con urgencia una conferencia en Shanghái para los colaboradores que llevaban el liderazgo. Él tuvo comunión con nosotros sobre cómo debíamos enfrentarnos a lo que iría a suceder. Él propuso que yo fuese enviado fuera de la China continental, mientras que él y los demás habrían de sacrificarse en la China continental por causa del propósito del Señor. Yo no me sentí muy bien al respecto; me sentí como un desertor que se alejaba de la zona de peligro mientras que todos los demás permanecían en China. Después de esa reunión, el hermano Nee y yo salimos a caminar; le pregunté por qué todos los hermanos iban a quedarse en China a fin de sacrificarse por la obra del Señor, pero a mí se me pedía salir del país. Jamás olvidaré la expresión y la mirada en el rostro del hermano Nee cuando se volvió para responderme. Él me dijo que debemos sentir apremio por que el mover del Señor sea llevado a cabo e, incluso, estar dispuestos a sacrificar nuestra propia vida por ello; además, él se daba cuenta de que era muy posible que un día el enemigo habría de eliminarnos completamente. Él me dijo que en caso de que el enemigo nos eliminara completamente, yo tenía que salir a fin de que todavía quedara algo. Entonces le dije que yo acataría sus palabras y saldría del país. De entre todos los colaboradores, yo fui el único que él designó para salir del país en caso de que fuésemos eliminados, de tal manera que algo todavía permaneciese. Todo cuanto el hermano Nee dijo se cumplió y es parte de la historia. ¡Alabado sea el Señor! ¡Todavía quedó algo!

Hermanos, tenemos que darnos cuenta de que no estamos laborando para nosotros mismos. Usted no está laborando para usted mismo ni yo tampoco realizo mi propia obra. Todos nosotros estamos realizando un trabajo único, la obra única para el recobro único del Señor. Hay más de seiscientas iglesias en la tierra y ninguna de ellas está “en mi bolsillo”. Los hermanos que llevan la delantera en Anaheim pueden dar testimonio de que yo ni siquiera conozco el horario de sus reuniones. Si deseo asistir a la mesa del Señor, necesito hacer una llamada telefónica para saber adónde ir. Toda iglesia que he edificado ha ido siempre “al bolsillo de otros”. Tenemos que darnos cuenta de que no estamos

realizando una obra para nosotros mismos, sino que la obra que realizamos es para el recobro del Señor. Pese a las muchas críticas que se le hicieron, el hermano Nee permaneció sumamente fiel a todo cuanto había visto. La obra que él realizó, ciertamente la realizó para el recobro del Señor, con lo cual estableció un buen fundamento, un fundamento apropiado y adecuado para el recobro del Señor. Yo continúo edificando el recobro del Señor y realizo la misma obra. Espero que todos ustedes estén claros al respecto. No abriguen el pensamiento de llegar a ser alguien. ¡Ninguno de nosotros es alguien! Únicamente Cristo tiene un Cuerpo.

Es mi sentir que estas palabras dichas con absoluta franqueza deberán servir para que todos ustedes estén absolutamente claros con respecto a la situación que enfrentamos y con respecto a cuál es nuestra necesidad hoy. Necesitamos un ejército que esté en pie de guerra, un ejército capaz de combatir; y en este ejército no solamente necesitamos un líder, ¡necesitamos un comandante en jefe para combatir en la guerra! No hay tiempo que perder. Muchos de ustedes han renunciado a profesiones de prestigio y a posiciones muy elevadas por causa del recobro del Señor; por eso mismo, ustedes deben ser fieles a tal sacrificio. Ustedes también tienen que ser fieles a tantas personas que han sido influenciadas por ustedes; de otro modo, estarían siendo deshonestos con ellas. Tenemos que ser fieles a nuestro Señor. Le servimos a Él y lo hacemos con toda seriedad. Nosotros no estamos cumpliendo con un trabajo para alimentarnos a nosotros mismos, para sostenernos a nosotros mismos. ¡Esto sería vergonzoso! Si ustedes quieren procurar su sustento, no permanezcan en la obra del Señor. Dedíquense a otra actividad, en otro campo, donde puedan ganarse la vida de mejor manera. Tenemos que ser muy serios con el Señor, con los santos y con nosotros mismos. Ésta es la única manera en que podemos seguir avanzando en el ministerio del Señor. Ahora ustedes saben qué postura he tomado y qué postura deben tomar ustedes. Además, ya saben lo que todos nosotros debemos hacer: ir a combatir como un ejército y plenamente integrados al mismo.

CAPÍTULO SIETE

UN SABIO ARQUITECTOY EL EDIFICIO DE DIOS

Lectura bíblica: 1 Co. 3:3-23

UN ASUNTO PROPIO DE LA VIDA DIVINAY DEL CRECIMIENTO EN VIDA

Después de haber tenido comunión en el capítulo anterior sobre la necesidad de que no se haga sonar la trompeta con un sonido incierto en el ministerio del Señor, con lo cual se hace referencia al ejército que está en pie de guerra, quisiera que en este capítulo tuviésemos comunión con respecto al sabio arquitecto y al edificio de Dios. La comunión que tendremos en este capítulo difiere en naturaleza de la comunión sostenida en el capítulo anterior. Cuando acudimos al frente de batalla, tenemos que hacerlo con toda valentía; así, podemos ganar la guerra. Pero cuando nos congregamos para edificar, tenemos que ser sabios. Tenemos que darnos cuenta de que el edificio que edificamos es algo realizado en la vida divina. Los veintiún versículos de la lectura bíblica nos muestran que el sabio arquitecto y el edificio de Dios son dos asuntos propios de la vida divina y que están en la esfera de dicha vida. En primer lugar, el ministerio de Pablo consistía en plantar. Pablo dijo: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios” (1 Co. 3:6). Así pues, estos asuntos no están relacionados con el acto de combatir, sino con el crecimiento en la vida divina. Después, Pablo dice que somos labranza de Dios, tierra cultivada (v. 9). Esta labranza no es un campo silvestre que no necesita ser cultivado, sino que es una labranza cultivada por Dios a fin de que Cristo crezca en ella. Una labranza también es un asunto de vida. Después, Pablo dice que no solamente somos labranza de Dios, sino también edificio de Dios (v. 9). Este edificio ciertamente es una edificación realizada en la vida divina.

CONSIDERAR LA MANERA EN QUE EDIFICAMOS

A continuación, Pablo le dice a los corintios que él, como sabio arquitecto, puso el fundamento, y que el resto de los creyentes —ya sean colaboradores como Apolos o creyentes en la iglesia— son obreros, constructores. Todos y cada uno de ellos son constructores, pero tienen que ser cuidadosos, deben considerar, con qué edifican y cómo lo hacen. Si edifican con materiales preciosos transformados (oro, plata y piedras preciosas) recibirán una recompensa; pero si edifican con otra clase de material (madera, hierba u hojarasca), lo que edifiquen será consumido por el fuego y los constructores perderán su recompensa. En este último caso, tales personas todavía serán salvas, pero salvas como pasadas por fuego (3:15). Ser salvos como pasados por el fuego indica

claramente que tales personas serán salvas a través de cierta medida de disciplina. Ser salvos como pasados por el fuego es ser salvos al experimentar una especie de fuego purificador, una especie de depuración. Esto es un sufrimiento, es ser disciplinados y es padecer una especie de castigo. Aquellos que edifican con el material erróneo son personas que experimentarán el castigo para poder ser salvas.

CUIDAR DEL TEMPLO DE DIOS

A continuación, Pablo dice que tenemos que darnos cuenta de que somos el templo de Dios (v. 16). Aparentemente, estos versículos no son una buena continuación. Aunque pudiera parecernos que cada uno de estos versículos debe ser considerado individualmente, según el pensamiento del apóstol al escribir este capítulo, todos estos asuntos estaban relacionados entre sí. Por una parte, nosotros somos obreros que laboran en el edificio de Dios; por otra, nosotros mismos somos el edifico, el templo. Así pues, no basta con sólo considerar la manera en que edificamos, sino que también es menester que nos demos cuenta de qué manera nos relacionamos con este templo. Si ustedes son cuidadosos en cuanto a la manera en que se relacionan con el templo de Dios, no lo destruirán. Si ustedes se relacionan con el templo de Dios sin el debido cuidado, Dios los destruirá. En 1 Corintios 3:17 dice: “Si alguno destruye el templo de Dios, Dios le destruirá a él”. Aquí, al hablar de destrucción, no se hace referencia a la perdición eterna, sino a experimentar la disciplina de Dios, Su castigo.

Conforme a mi entendimiento de la santa Palabra, ser salvos como por fuego ciertamente ocurrirá en el futuro, pero la destrucción que Dios efectúa de aquellos que destruyen Su templo ciertamente es algo que ocurre en esta era. En esta era, aquel que destruya el templo de Dios será destruido por Dios. Esto es parecido a aquello sobre lo cual nos habla Pablo en 1 Corintios 11. Si en la reunión de la mesa del Señor comemos el pan y bebemos la copa de una manera indigna de dicha mesa, juicio comemos y bebemos para nosotros. Pablo continúa diciendo que a ello se debe que “hay muchos debilitados y enfermos entre vosotros, y muchos duermen” (v. 30). El Señor primero disciplinó a los que participaron de Su mesa de manera indigna, de tal modo que ellos fueron debilitados físicamente. Después, puesto que ellos no se arrepentían de las ofensas que cometieron, tuvieron que ser disciplinados aún más y cayeron enfermos. Debido a que ellos aun así no se arrepintieron, el Señor los juzgó por medio de la muerte. Esta muerte no consiste en una maldición, sino que es su destrucción, la cual viene a causa de que una persona causó daño o trajo destrucción al templo de Dios. Ser partícipes de la mesa del Señor de una manera impropia equivale a destruir el templo, pues el Cuerpo del cual participamos en la mesa del Señor representa el edificio de Dios. El Cuerpo que nos es presentado en 1 Corintios 11 es el templo del cual se habla en el capítulo 3.

El capítulo 3 de 1 Corintios se caracteriza por su seriedad. La iglesia, el templo de Dios, es también la labranza de Dios y el edificio de Dios. La labranza de Dios, Su edificio, es un asunto de vida más transformación. Todos nosotros tenemos que ser muy serios con respecto a nosotros mismos. Tenemos que crecer en la vida divina. Tenemos que aprender la manera en que se debe edificar y con qué se debe edificar. La manera en que se debe edificar tiene que ser aquella que es según la vida divina, y los materiales con los

cuales se debe edificar tienen que ser las sustancias de la vida divina más la transformación. Nuestro destino por al menos mil años depende de la manera en que crecemos y de la manera en que cuidamos del único edificio de Dios en este universo, es decir, de Su templo. Así pues, deben tener sumo cuidado de no hacer nada que destruya este templo. Si ustedes destruyen este templo, la iglesia, Dios los disciplinará, los destruirá. Cuando ustedes asisten a la reunión de la mesa del Señor, ustedes entran en contacto con el Cuerpo del Señor, el Cuerpo místico de Cristo, que es el templo de Dios. Si ustedes no son cuidadosos en lo referido a su relación con el Cuerpo, le causarán daño; y dañar el Cuerpo es destruir el templo. Si ustedes destruyen el templo, Dios los destruirá a ustedes.

En 1 Corintios 11 vemos que la manera en que Dios nos disciplina consiste en primero hacernos una advertencia. Siempre que nos enfermamos, no debiéramos tratar de ignorar tal experiencia. No piensen que contraer una gripe es meramente un asunto físico debido a que todos a su alrededor se están enfermando. Algunos no contrajeron tal gripe, entonces ¿por qué usted es uno de los que la contrajeron? Debe haber una razón para ello. Tenemos que creer que todo cuanto nos sucede ha sido dispuesto soberanamente por el Señor. Incluso un pequeño caso de gripe que nos sobrevenga podría significar algo. Tenemos que reflexionar de este modo. Si usted tiene un pequeño caso de gripe, esto deberá hacer que acuda al Señor a fin de ser completamente examinado por Él. No solamente acudan al médico para que se les haga un análisis de sangre, se les tome la presión o se les examine el corazón, sino que harían bien en dedicar más tiempo a ser examinados por el Señor. Dejen que el Señor les hable. Tomen su enfermedad como una advertencia. Les aseguro que serán sanados. No pretendan excusar su enfermedad como un evento meramente natural. Todo cuanto nos sucede debe recordarnos que debemos acudir al Señor para ser iluminados, para ser puestos al descubierto, para ser probados y para ser examinados. Tenemos que recibir la advertencia del Señor; de otro modo, nos sobrevendrá la muerte. La muerte física ciertamente no es una maldición para nosotros, pues ya fuimos salvos de la maldición. Cristo nos redimió de la maldición de la ley (Gá. 3:13). Pero el Nuevo Testamento no nos garantiza que no seremos disciplinados.

DISCIPLINADOS EN LA ERA VENIDERA

La Asamblea de los Hermanos opuso resistencia a la verdad concerniente a la disciplina que será aplicada en la era venidera. Pero mientras estuve con ellos, siempre nos advirtieron que debíamos ser cuidadosos con respecto a nuestra conducta como cristianos; de lo contrario, Dios nos disciplinaría o castigaría. Ellos nos enseñaron enfáticamente sobre el castigo de Dios a los creyentes durante la era presente. Después, yo fui iluminado para ver que el castigo de Dios no solamente es aplicado en esta era, sino con mayor razón en la era venidera. El Señor Jesús nos dijo claramente en Mateo 24 y 25 que si los esclavos son perezosos, Él los castigará a Su retorno. Mateo 24:51 nos dice que cuando el Señor venga, Él separará al esclavo malo e infiel y pondrá su parte con los hipócritas. Aquí, separar no quiere decir ser “cercenado” definitivamente, sino ser “excluido” temporalmente. Debido a que los creyentes hemos sido adheridos a Cristo, el Ungido, somos uno con Él. Si no somos fieles, en el tribunal de Cristo el Señor tomará la decisión de que seamos separados de tal unión con Él. Así pues, separar al esclavo

malo es separarlo de Cristo y ponerlo en las tinieblas de afuera (25:30), donde será el llanto y el crujir de dientes. Esto sucederá después de la venida del Señor.

La era venidera, la era de los mil años, todavía es un período de la vieja creación. Aunque el milenio será un tiempo de restauración, todavía será un tiempo en el que exista la vieja creación, pues los cielos nuevos y la tierra nueva todavía no se habrán hecho realidad. Las medidas que Dios tome con respecto a Su pueblo y con relación a la humanidad en general, no habrán concluido completamente durante esta era, la era de la gracia. Las medidas que Él tome con respecto a Sus creyentes continuarán siendo aplicadas en la era venidera. Tanto la era presente como la venidera son eras de la vieja creación. Dios necesita de otra era, la era del reino, a fin de disciplinar a los creyentes inmaduros y preparar a los israelitas que serán salvos a la venida del Señor. Puesto que ellos serán salvos después de la era de la gracia, todavía necesitan de un período de tiempo para ser perfeccionados por Dios. Además, Dios deberá perfeccionar a algunas de las naciones a fin de que ellas puedan ser transferidas a la tierra nueva, donde serán el pueblo de la tierra nueva por la eternidad. Durante el tiempo del milenio, Dios preparará o perfeccionará a estas tres categorías de personas con miras a Su nuevo universo. Esto representa una clara visión concerniente al tema de las dispensaciones. La Asamblea de los Hermanos es conocida por sus maestros dispensacionalistas, pero incluso ellos no comprendieron con toda claridad los detalles concernientes a la era de la gracia y la era del reino.

UN SABIO ARQUITECTO

Por un lado, somos un ejército, y en todo ejército debe haber un comandante en jefe. En el Nuevo Testamento, ustedes no podrán encontrar el término comandante en jefe. Sin embargo, podemos comprender este asunto por inferencia con base en lo dicho por Pablo respecto al sonido incierto de la trompeta en la batalla (1 Co. 14:8). Ciertamente, una batalla implica la existencia de un ejército, y en un ejército existe la necesidad de un general que lo dirija en el combate. Por otro lado, en 1 Corintios 3:10 Pablo nos dice que él es un sabio arquitecto. En el idioma griego, la palabra para “sabio arquitecto” es architékton. La palabra arquitecto es la forma que dicha palabra adquirió en el español. Un arquitecto es una persona encargada de diseñar un edificio así como de supervisar su construcción. En el capítulo 5 vimos quiénes eran los apóstoles, pero no todos los apóstoles eran sabios arquitectos. En una edificación, no pueden haber dos sabios arquitectos, pues ello traería confusión. No obstante, un sabio arquitecto puede tener ayudantes. Asimismo, en un ejército no pueden haber dos comandantes en jefe. Es posible que un comandante en jefe cuente con alguien que sea su segundo en la línea de comando, pero él es el único que está a cargo de todas las tropas. No todos los apóstoles son sabios arquitectos. Pablo dijo que conforme a la gracia de Dios que le había sido dada, él era un sabio arquitecto (3:10).

Un sembrador

Por un lado, Pablo actuó con mucha valentía en relación con los corintios al confrontar las divisiones, tal como lo hizo en los primeros cuatro capítulos; por otro, él manifestó

gran humildad en su manera de hablarles. Él no mostró ni dio la impresión de ser superior a Cefas o Apolos; más bien, se presentó como uno de ellos. Pero independientemente de cuánta humildad manifestó en su manera de escribir este pasaje de la Palabra, al llegar al capítulo 3 él reconoció haber sido aquel que plantó (v. 6). El sembrador es mucho más crucial que aquel que riega (Apolos). Una planta podría prescindir de aquel que la riega por un periodo de tiempo, pero sin un sembrador, tal planta no podría existir. Pablo era humilde, pero ello no le permitía negar la verdad de los hechos y tuvo que referirse a ellos. Entre Pablo y Apolos ¿quién era más crucial? Se hubiera podido prescindir de Apolos. Ciertamente era muy bueno poder contar con Apolos, pero prescindir de él no hubiera significado una gran pérdida. Apolos no era un sembrador, sino uno que regaba. Él no tenía aquello que correspondía a la vida divina, la sustancia de la vida divina. Él poseía algún conocimiento de la Biblia con el cual podía regar a los santos, pero el sembrador era Pablo.

Un padre

Los corintios se mostraron como personas superficiales y hasta ciegas al mostrar excesivo aprecio por las enseñanzas bíblicas de Apolos, y se hinchaban de orgullo favoreciendo a Apolos en contra de Pablo (4:6). Esto muestra la necedad de los corintios. Ellos olvidaron por medio de quién habían nacido. Pablo les dijo: “Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tenéis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio” (v. 15). En este versículo se da a entender, de manera implícita, que Apolos era uno de esos diez mil ayos o maestros. Yo quisiera decirle lo mismo a todas las iglesias que han sido levantadas por este ministerio: tal vez tengan diez mil ayos o maestros, pero ninguno de ellos es su padre. Se puede prescindir de todos los maestros, pero no se puede prescindir del padre. Aunque Pablo era humilde, también era muy franco y osado. Él jamás pasaría por alto los hechos. Fue un hecho que él engendró a todos los creyentes corintios. Él era el padre y el sembrador, no Apolos, ni siquiera Pedro. Con base en estos hechos, Pablo declaró que por la misericordia del Señor él era un sabio arquitecto, un sabio constructor. Un arquitecto no ejerce control directo sobre los obreros ni tampoco administra la obra. Primero, él diseña, y después, supervisa la construcción. Esto fue exactamente lo que Pablo hizo.

CONOCERSE UNO MISMO Y CONOCER A LOS DEMÁS

Quisiera que profundicemos en todos los puntos contenidos en este libro a fin de que la verdad resplandezca en el recobro del Señor. En el recobro del Señor, los cielos no debieran estar cerrados. Los cielos tienen que estar plenamente abiertos para nosotros; el firmamento no debiera estar nublado, sino completamente despejado. No piensen que estoy empeñado en combatir contra alguien ni que deseo condenar a cierta persona. Mi carga es presentar claramente la economía neotestamentaria de Dios. Al igual que Pablo, jamás podría negar que el Señor me ha mostrado algo. Un sabio arquitecto es un arquitecto y constructor que ha diseñado el edificio y que, después de diseñarlo, supervisa la obra de construcción y vela por ella.

Tengo plena certeza que entre los ancianos y colaboradores ha habido la ambición de estar por encima de otros, de ejercer el liderazgo y de dar cabida a otra línea. Es muy bueno que ustedes puedan ejercer el liderazgo, pero tienen que preguntarse a sí mismos si poseen tal porción de gracia. Por años ustedes han venido realizando su propia labor con los materiales de este ministerio. Yo jamás dije nada negativo en contra de nadie, pero he venido observando lo que ustedes escriben. A mi me gustaría ver que el Señor verdaderamente haya hecho surgir más hermanos. Estaría feliz si ése fuera el caso. Pero la realidad es que en todo cuanto ustedes ministraron, en todo lo que escribieron, no hay nada nuevo con respecto a ninguno de los puntos que abordaron. Todos esos puntos son una especie de copia de un tema que ya había sido presentado en el ministerio. Pero ustedes simplemente no quieren decir que eso es algo citado de las publicaciones del ministerio. Con el pretexto de que la gente no puede entender lo dicho por el hermano Lee, ustedes quieren presentar ante las personas sus propios colores a fin de que ellas piensen que ello es una enseñanza procedente de ustedes. Tienen que reflexionar sobre la posición que tienen dentro del mover del Señor. Es probable que ustedes no tengan la porción requerida para hacer aquello que están haciendo.

Mientras estuve involucrado en la obra en la China continental por dieciocho años, yo reconocí y admití que mi porción no era la de ejercer el liderazgo allí. Yo reconocía, respetaba y estimaba al hermano Nee como el único sabio arquitecto. Yo no tenía la menor idea u opinión con respecto al camino que el recobro del Señor debía tomar. El diseño venía de manos del hermano Nee. Él era el superintendente, no yo; así que yo no tenía derecho alguno ni tampoco estaba en posición de expresar cualquier clase de opinión. Mi posición y mi derecho, gracias al Señor, era simplemente la de acatar las instrucciones del hermano Nee.

Durante esos dieciocho años en la China continental, el hermano Nee celebró un número de conferencias para los colaboradores. Algunas veces el hermano Nee decía: “Witness, ¿qué dirías al respecto?”. Yo no tenía nada que decir ni tampoco tenía opinión alguna al respecto, porque simplemente estaba a la espera de lo que diría el hermano Nee a fin de acatarlo. Yo estaba aprendiendo bajo su tutela, y simplemente observaba de qué manera los colaboradores le respondían. Así aprendí mucho. Jóvenes hermanos, esto es sabio. Si ustedes observan y prestan atención a la manera en que los demás responden a los que ejercen el liderazgo, son sabios. Ustedes no dirán una sola palabra, pues no están en posición de dar opinión alguna. El timón no está en sus manos. Que ustedes opinen sobre la dirección que debe tomar el automóvil causará problemas, molestará a los demás y hará que las personas estén descontentas.

NO SER AMBICIOSOS

Es una insensatez ser ambicioso. Todos aquellos que eran ambiciosos durante los pasados veintitrés años en el recobro del Señor en los Estados Unidos llegaron a su fin e, incluso, fueron aniquilados a causa de su ambición. Todos nosotros tenemos que condenar la ambición. Si ustedes pueden trazar el diseño apropiado, el único diseño, para el edificio de Dios y pueden además supervisar la construcción a fin de indicar cuáles son las necesidades de tal obra de edificación, entonces ustedes no necesitan autocalificarse ni

entronizarse. Lo que ustedes sean y lo que ustedes puedan hacer hará que ustedes sean entronizados. ¿Quienes son los apóstoles? ¿Quiénes son los líderes? Esto no depende de la ambición que tenga una persona, ni tampoco de las intenciones que tenga, ni de las proclamaciones que haga ni de lo que pueda argüir al respecto. Nada de eso sirve. Todo depende de los hechos. ¿Tienen ustedes la capacidad de diseñar el edificio de Dios en conformidad con Su economía neotestamentaria? Es posible que ustedes estén completamente equivocados. Gracias a Dios que tal vez ustedes sepan cómo predicar el evangelio. Gracias a Dios que quizás ustedes sepan cómo regar a los santos al enseñarles la Biblia. Debieran sentirse satisfechos con tal porción. Tienen que sentirse contentos con la porción que el Señor les ha dado y dar gracias por ello al comprender que eso es todo lo que pueden hacer.

Ustedes no tienen noción o visión alguna con respecto al diseño del edificio de Dios. ¿Tienen ustedes la capacidad requerida para supervisar, para velar por toda la obra que se realiza en el recobro del Señor, la cual concierne a Su economía neotestamentaria? Esto no es solamente cuestión de ejercer el liderazgo como un general que está a cargo de un ejército y da órdenes para salir a combatir, pues diseñar el único edificio de Dios en el universo es algo mucho mayor. El ministerio del Nuevo Testamento es algo llevado a cabo en la vida divina, y no solamente una batalla, un combate. La iglesia es labranza de Dios y en ella abunda el crecimiento de la vida divina que produce los materiales transformados, los cuales llegan a ser los constituyentes de la construcción del edificio de Dios.

Por la misericordia y la gracia del Señor, Él me ha mostrado estas cosas. Hasta cierto grado, me he visto obligado a hablarles de este modo. El recobro del Señor reviste gran importancia. Tanto el hermano Nee como yo mismo tenemos la confianza necesaria para compartir estas cosas con los demás debido a que no podemos negar que hemos visto algo. No solamente hemos estudiado la Biblia, sino también el cristianismo. Hemos estudiado la Asamblea de los Hermanos y sabemos quiénes son. Incluso ellos mismos no saben mucho sobre sí mismos. No tenemos título alguno, así que no nos atreveríamos a decir que somos doctores eruditos. Nosotros somos como Jesús el Nazareno. Le damos gracias a Él por habernos permitido ver algo que no podemos negar.

Me he visto obligado a presentarles la situación real en la que nos encontramos. Les amo y me esfuerzo al máximo por rescatarlos de una situación confusa y ambigua. En tal clase de situación, tal vez ustedes tengan la ambición de llegar a ser algo o alguien. Les ruego que no hagan tal cosa. Si verdaderamente han recibido el don de cierta capacidad, no es necesario que sean ambiciosos. No es necesario que reflexionen sobre si son tal clase de persona. Todo esto es vanidad. Todo depende de cuánto el Señor les haya medido; la porción suya será aquella que el Señor les habrá asignado. Sean fieles a tal porción y obtendrán un galardón.

CRECER EN VIDA, SER TRANSFORMADOSEN MATERIALES PRECIOSOS

APTOS PARA EL EDIFICIO DE DIOS

Y CUIDARSE DE NO DAÑAR NI DESTRUIREL CUERPO DE CRISTO, EL TEMPLO DE DIOS

En 1 Corintios 3 se nos muestra qué es la vida. En primer lugar tenemos que darnos cuenta de que somos plantas; usted es una planta, y yo soy una planta. Olvidémonos sobre cosas tales como el servicio, la obra, el cargo de anciano y el apostolado. Quiero recordar que simplemente soy una pequeña planta. Como pequeña planta que soy, en cuanto al aspecto de vida, necesito crecer; y para crecer, necesito agua. Ciertamente recibiré agua de cualquiera que pueda regarme. Entonces creceré. Más aún, anhelo poder ser transformado en material precioso apto para el edificio de Dios, a saber: oro, plata y piedras preciosas. La primera cosa básica que tenemos que aprender es la relacionada con el crecimiento en la vida divina. Por ser una planta, crezco en el suelo, el cual contiene todas las riquezas. Mi suelo es el Dios Triuno procesado y consumado. Quiero morar en Él y estar arraigado en Él a fin de absorber todas Sus riquezas al tener contacto con Él. Me agrada tener contacto con Él, absorberle, morar en Él, estar arraigado en Él y crecer en Él para disfrutar de todas Sus riquezas. Entonces creceré hasta ser transformado y llegar a ser material precioso apto para Su único edificio en este universo.

Mientras crezco, Él me guiará a participar en la obra divina. ¡Que gran privilegio poder participar en la obra divina de Dios! Entonces laboraré en esta edificación divina no en virtud de mi capacidad natural, ni valiéndome de la madera, la hierba o la hojarasca. Todo material de esta clase es natural y mundano, y no guarda relación alguna con el crecimiento, la vida y la transformación. Yo jamás trabajaría con esta clase de material. Tengo, pues, que negarme a mí mismo, desechar mi vida del alma y condenar mi capacidad natural. Edifico con aquello con lo cual crezco. Edifico con mi crecimiento, con mi disfrute del Dios Triuno. Esto es lo que quiere decir edificar con oro, plata y piedras preciosas.

También tengo mucho cuidado de no causar daño al Cuerpo de Cristo ni destruirlo; de otro modo, yo mismo seré destruido pues la iglesia, el Cuerpo de Cristo y el templo de Dios, es un tesoro muy querido para Dios y muy precioso para Él, el cual Él adquirió con Su propia sangre (Hch. 20:28). Si yo destruyo el templo, Dios me destruirá. No quiero ser un cristiano como los corintios. Ellos no se preocupaban por el crecimiento en la vida divina. Pablo dijo que ellos todavía eran niños, que se comportaban, se conducían y actuaban completamente en la carne al hacerse cargo de los asuntos de la iglesia (1 Co. 3:1-3). Debido a que ellos eran carnales e incluso eran carne, Pablo no podía darles alimento sólido. Él únicamente podía alimentarlos con leche.

Los corintios estaban hinchados de orgullo favoreciendo a Apolos en contra de Pablo y favoreciendo a Pablo en contra de Cefas (4:6). Todo esto es propio de la carne y equivale a edificar la iglesia con madera, hierba y hojarasca. Criticar y condenar a otros sin el debido cuidado equivale a destruir el templo, sin discernir el Cuerpo, y hará que uno mismo sufra pérdida. La mayoría de los cristianos hoy sufren pérdida; son muchos los que están bajo los efectos de cierta clase de destrucción. Hace años advertí a los santos, pero los opositores tergiversaron mis palabras diciendo que yo maldecía y amenazaba a

otros. En realidad, mis palabras de advertencia constituían una exhortación amorosa. Tenemos que darnos cuenta de que no es algo insignificante relacionarnos con la iglesia.

LAS CUALIDADES PROPIAS DE UN ARQUITECTO

El capítulo 3 de 1 Corintios no trata sobre el combate, sino sobre el crecimiento. Para ser un sembrador como el apóstol Pablo y para ser una planta, se requiere de la vida divina. Por ser plantas, necesitamos crecer, y mediante tal crecimiento experimentaremos la transformación en virtud de la cual llegamos a ser materiales preciosos aptos para el edificio de Dios. Entonces podremos realizar la clase correcta de obra con aquello que hemos cultivado y con aquello mediante lo cual fuimos transformados, edificando así con oro, plata y piedras preciosas a fin de obtener el edificio de Dios. Entonces, jamás tendremos que valernos de nada que provenga de nuestra vida natural o nuestra capacidad mundana —madera, hierba u hojarasca— para edificar la iglesia. Tampoco cometeremos el error de tocar descuidadamente asuntos relacionados con el Cuerpo, la iglesia de Cristo, que es el templo de Dios, acarreando así destrucción para nuestro espíritu, nuestra alma o nuestro cuerpo.

Si ustedes fueran tal clase de persona, el Señor probablemente les asignaría una porción a fin de que sean hechos aptos y capaces para trazar tal diseño, pues entonces conocerían Sus conceptos, el deseo de Su corazón, Su propósito eterno, Su plan eterno, Su beneplácito. Ustedes también conocerían Su economía, la economía del Antiguo Testamento y la del Nuevo Testamento, la economía eterna. Puesto que conocerían todas estas cosas, ello los haría aptos para ser aquellos que diseñan, arquitectos, sabios arquitectos y constructores. Debido a que conocen bien aquello que ustedes diseñan, también sabrían como supervisar la obra de construcción correspondiente.

Un arquitecto no ejerce control sobre los obreros. Si él los controlara, ello haría que los obreros se rehusaran a ir a trabajar. Nadie podría laborar bajo el control de otra persona; esto incluso podría provocar una huelga de parte de los obreros. Un arquitecto no ejerce control alguno, pero su visión de la construcción es lo que rige dicha obra. Con base en la visión que él tenga, podrá brindar a los obreros instrucciones que serán de mucha ayuda y serán muy positivas y constructivas. Él también les ayudará al calibrarlos y, a veces, al hacerles alguna advertencia. Así pues, el sabio arquitecto no es una persona que controla a los obreros, sino aquel que conoce el diseño y que vigila, supervisa, la obra de construcción en detalle.

Al escribir 1 Corintios Pablo tuvo que hacer uso de su capacidad para supervisar. En esta epístola Pablo tuvo que enfrentarse a once problemas que aquejaban a los creyentes en Corinto; algunos de estos problemas estaban relacionados con la división, la fornicación, litigios y el matrimonio. ¿Tendrían ustedes la visión todo-inclusiva que se requiere para escribir tal epístola a una iglesia tan complicada y que causaba tantas complicaciones? Es probable que todo lo que ustedes podrían decirles es que acudan al Señor y que oren constantemente. Incluso, es posible que usted llegue a decirles que ellos tienen que orar y ayunar así como amarse unos a otros. Puede ser que la comunión que ustedes les brinden en ese sentido parezca muy positiva. Es posible que ustedes sean muy espirituales,

amorosos, bondadosos y amables, pero no creo que “uno que se ha propuesto edificar una casa los contrate como arquitectos”. Tal vez ustedes sean aptos para ser pastores de una pequeña denominación.

SEGUIDORES ADIESTRADOS QUE CRECEN EN VIDA

A FIN DE SER TRANSFORMADOSEN MATERIALES PRECIOSOS

APTOS PARA EL EDIFICIO DE DIOS,LOS CUALES NO DIRÍAN NI HARÍAN NADAQUE DESTRUYERA EL TEMPLO DE DIOSY QUE VEN LA VISIÓN DE LA ECONOMÍA

NEOTESTAMENTARIA DE DIOS

Me estoy esforzando al máximo por presentarles lo que el Señor me ha mostrado. Al presentarles estas cosas de este modo, espero que ustedes puedan percatarse de la gran diferencia que existe entre el recobro del Señor y el cristianismo. No existe comparación alguna. Tal comunión concerniente a las verdades de mayor profundidad, las verdades respecto a la economía neotestamentaria de Dios, podría incluso causar que algunos se enojen conmigo. Esto me ha traído muchos sufrimientos.

Probablemente algunos de ustedes digan: “Hermano Lee, le seguiremos y saldremos con usted a combatir”. ¿Cómo saldrán a combatir? Incluso los soldados del ejército de los Estados Unidos tienen que ser adiestrados. Ustedes tienen que ser adiestrados en relación con su carácter. Deben desechar toda irresponsabilidad e imprecisión al hacer sus cosas. No pueden ser soldados que no han sido adiestrados. Tienen que ser finamente depurados por el Señor a fin de que crezcan en vida. Nuestra actitud debiera ser que no queremos llegar a ser alguien, sino que únicamente queremos crecer para ser transformados en materiales preciosos aptos para el edificio de Dios. Además, debemos ejercitar sumo cuidado para no hacer o decir nada que pudiera causar daño o destruir parte alguna del templo de Dios, que es el muy amado Cuerpo de la Cabeza, la cual es el propio Señor Jesucristo.

En esta obra de edificación debe haber un arquitecto que nos provea el diseño apropiado. Establecer el fundamento equivale a dar a conocer el diseño del edificio. Estas dos cosas son una y la misma. Entonces el arquitecto nos dirá, nos exhortará y nos advertirá que debemos mirar cómo sobreedificamos y con qué edificamos. Es de este modo que él vigila la obra de construcción, vela por ella. El arquitecto, el sabio constructor del edificio, nos da a conocer el diseño del mismo, lo cual equivale a poner el fundamento. Nadie podrá darles otro diseño, otro fundamento, el cual es el Cristo todo-inclusivo que llega a ser el Espíritu vivificante como corporificación misma del Dios Triuno procesado y consumado. Este fundamento es el contenido mismo de nuestra fe, los contenidos de la

economía neotestamentaria de Dios. El arquitecto puso tal fundamento obedeciendo a tal diseño. Después de darnos a conocer tal diseño, después de poner tales cimientos, ahora él supervisa para ver cómo progresa tal edificación. Es necesario que tengamos tal visión en el recobro del Señor. Tengo fe en que esta visión nos regirá, nos restringirá y nos librará de caer en el desenfreno. “Donde no hay visión, el pueblo se desenfrena” (Pr. 29:18).

Es posible que usted diga que es un seguidor del hermano Lee, que usted es uno con este ministerio. Esto aparentemente es muy bueno, pero me preocupa que no sepa lo que significa ser uno con el ministerio. Es posible que usted quiera tomarme como comandante en jefe y seguirme, pero yo no quiero tener muchos seguidores que desconocen por completo la economía neotestamentaria de Dios. Lo único a lo cual estamos dedicados es llevar a cabo la economía neotestamentaria de Dios. El cristianismo ha hecho demorar al Señor y durante siglos ha errado el blanco, pero en el recobro el Señor nos ha mostrado una sola cosa, y esta única cosa es la economía neotestamentaria de Dios. Detesto ver que ustedes no vean esta única cosa. Debido a que ustedes no ven esto, algunos de ustedes han caído en la ambición, ambicionando ser alguien e intentando establecer una línea distinta en el recobro del Señor. Ver esta visión los resguardará. Si ven esta visión, ello será como las líneas blancas de la carretera que dirigen cómo conducimos nuestros vehículos. Lo que les he presentado en este capítulo es el carril que nos salva y resguarda.

CAPÍTULO OCHO

SER UNÁNIMES EN EL MOVER DEL SEÑOR

Lectura bíblica: Hch. 1:14; 2:46; 4:32; Ro. 15:5-6; 1 Co. 1:10; Fil. 1:27; 2:2; 4:2;

1 Ti. 1:3-4; 6:3; 2 Ti. 1:15; Ap. 1:4-5aLa unanimidad es la base, el terreno, para nuestra práctica actual en el mover del Señor. Todo cuanto hagamos, enseñemos o practiquemos tiene que concordar completamente con la santa Palabra, que es la revelación completa de Dios. La característica particular más importante en el recobro del Señor es la de hacerlo todo en conformidad con la Biblia. En el Nuevo Testamento, la unanimidad ocupa un lugar de crucial importancia para el mover del Señor.

EL ESPÍRITU CONSUMADO Y LA UNANIMIDAD

Son muchos los cristianos que han percibido que en el mover del Señor el factor más importante es el Espíritu Santo. El Espíritu es el factor más importante en el mover actual del Señor —el cual corresponde a la era neotestamentaria posterior a la ascensión del Señor—, y este Espíritu es el Espíritu consumado, la consumación del Dios Triuno procesado y consumado. Así pues, el Espíritu que fue derramado desde los cielos sobre los creyentes, tal como se relata en Hechos, no era meramente el Espíritu de Dios mencionado en Génesis 1:2 ni el Espíritu Santo mencionado en Mateo 1:18 y 20. En Génesis 1:2 el Espíritu de Dios se cernía sobre la tierra que había sido condenada y juzgada; de esta manera, la creación en el plan de Dios fue dada a conocer. En el Antiguo Testamento, el Espíritu estuvo estrechamente vinculado con la vieja creación de Dios.

En el Nuevo Testamento está el Espíritu Santo. Según Mateo 1, este Espíritu Santo se involucró en algo de mayor profundidad. El Espíritu Santo estuvo involucrado no en la obra de creación, que es un evento externo y objetivo para nosotros, sino en la encarnación, que es una realización interna y subjetiva. Esta encarnación es el Dios Triuno concebido en un ser humano, y el elemento en virtud del cual se llevó a cabo esto fue el Espíritu Santo. El Espíritu Santo no solamente fue el medio por el cual se llevó a cabo la encarnación, sino también el elemento y la esencia de tal realización. Para que ocurra una concepción se requiere de dos elementos básicos con sus correspondientes esencias. Sin estas dos esencias, no puede realizarse concepción alguna. Para que ocurriera la divina concepción de Jesús, hubo necesidad de dos esencias: la esencia divina y la esencia humana. La esencia divina fue el propio Espíritu Santo.

El Señor Jesús, quien era Dios encarnado, vivió en esta tierra por treinta y tres años y medio, y murió en la cruz para efectuar una redención eterna y completa; Él experimentó esta muerte todo-inclusiva poseedor de siete diferentes estatus. Después, fue sepultado y descendió al Hades (Hch. 2:27). Él fue resucitado de la muerte y el Hades y, en resurrección, fue hecho el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). El mismo día de Su resurrección, al anochecer, se infundió en los discípulos al soplar en ellos a fin de que recibieran el Aliento Santo, el Espíritu Santo. Para entonces, el propio Dios Triuno se había forjado en Sus discípulos.

Después de Su resurrección, Él permaneció con los discípulos por cuarenta días; luego, se reunió con los discípulos en un monte, donde les declaró que toda autoridad le había sido dada en los cielos y en la tierra. Él les mandó ir y hacer discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu (Mt. 28:16-19). Para entonces, después de Su resurrección y después de haber infundido el Espíritu en los discípulos al soplar en ellos, Él podía decirles a los discípulos que bautizaran a las naciones en el nombre, es decir, en la Persona completa del Padre, el Hijo y el Espíritu.

El nombre del Dios Triuno —Padre, Hijo y Espíritu— implica muchísimo. No debiéramos conocer al Dios Triuno meramente como un término que aparece en Mateo 28:19. Tenemos que captar todo cuanto implica este nombre todo-inclusivo: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Dicho nombre implica la encarnación de Dios, la concepción y el nacimiento de Jesús. Implica, además, el vivir humano de Jesús en esta tierra y Su muerte todo-inclusiva en la cruz. También incluye Su paso por la sepultura, el Hades y la muerte, y Su retorno a la tierra mediante la resurrección para llegar a ser el Espíritu vivificante. Después de esto, Él ascendió a los cielos, dando pleno cumplimiento al proceso por medio del cual el Dios Triuno llegó a ser el Espíritu consumado. Él, entonces, derramó este Espíritu, y ahora este Espíritu derramado desde el mismo Dios Triuno en los cielos ha llegado a ser el factor más poderoso, por el lado que corresponde al Señor, para Su mover aquí en la tierra.

Por un lado, el mover de Dios depende de Él mismo como Espíritu consumado; por otro, Él necesita de nosotros para que sea posible realizar dicho mover en la tierra. Si nosotros no le brindamos ninguna cooperación ni le respondemos de alguna forma, nada sucederá, independientemente de cuán poderoso, dinámico y fuerte pueda ser el Espíritu Santo del Dios Triuno. Dios puede realizar la labor de creación por Sí mismo, pero no la obra de la nueva creación. La obra de la nueva creación tiene que ser llevada a cabo según el principio de la encarnación, el principio según el cual Dios es uno con el hombre, formando una sola entidad con dos elementos, sin que ello produzca un tercer elemento. El Espíritu Santo es el poder, el medio y el factor mediante el cual se produce el mover de Dios en la tierra, pero ello representa sólo uno de los dos aspectos que se requieren; el otro aspecto es el aspecto humano. Así pues, existe la necesidad de otro factor: la unanimidad.

Si no hubiese habido unanimidad en la tierra en Hechos 1, el Espíritu dinámico y poderoso jamás podría haber sido derramado; no habría habido vasos que lo recibieran, lo contuvieran y lo expresaran. Por tanto, la unanimidad es crucial. Tal unanimidad es una

respuesta a lo que Dios viene realizando, es brindarle a Dios la debida coordinación y cooperación con miras a Su mover. El mover del Señor, por parte de Dios, depende del Espíritu consumado y, por nuestra parte, depende de la unanimidad. Antes de que el Espíritu fuese derramado, hubo un grupo de personas que oraron unánimes (Hch. 1:14). Esa unanimidad fue la preparación requerida para que ellos pudieran recibir el derramamiento del Espíritu. Después de este derramamiento, ellos permanecieron en esta unanimidad y perseveraron en ella junto con los tres mil que fueron salvos el día de Pentecostés (2:46). Esa unanimidad fue el factor básico del mover del Señor en todo el libro de Hechos.

Romanos es un libro en el que se delinean los principios rectores de la vida cristiana y de la vida de iglesia; no obstante, en Romanos 15:6 nuevamente se nos insta a lo mismo: la unanimidad. Si no hay unanimidad, es difícil para la iglesia seguir avanzando, y es difícil practicar la vida de iglesia. En 1 Corintios Pablo habla nuevamente de la unanimidad, instando a los corintios a que hablen “todos una misma cosa” (1:10). Filipenses dice, de manera categórica y reiterada, que para tener la experiencia apropiada de Cristo y de la vida de iglesia es indispensable la unanimidad (1:27; 2:2; 4:2). Ser unánimes quiere decir compartir el mismo pensamiento, la misma voluntad y el mismo propósito, lo cual embarga nuestra alma y corazón.

El tema de la unanimidad controla toda la revelación concerniente al mover del Señor en uno de sus dos aspectos. Si por parte del Señor no existiera el Espíritu, sería imposible realizar el mover del Señor en la tierra; y bajo el mismo principio, si por nuestra parte no hubiera unanimidad, tampoco sería posible realizar el mover de Dios. Tenemos que estar a la par con Dios. Ahora Él es el Espíritu consumado, y nosotros tenemos que decir: “Señor, estamos listos, nosotros mismos somos la unanimidad. No solamente queremos brindarte tal unanimidad, sino que estamos preparados para ofrendarte esta unanimidad”. De inmediato se producirá una especie de matrimonio y surgirá una pareja. Entonces, todo podrá ser realizado.

EL FACTOR SOSTENEDOR DE LA UNANIMIDAD

Si uno abriga la expectativa de disfrutar de unanimidad en cualquier clase de sociedad, grupo o movimiento, será imprescindible compartir una misma manera de pensar, lo cual se origina en una misma clase de conocimiento. Por ejemplo, el partido socialista enfatiza el socialismo. Todo partido político tiene su propio “-ismo”, y sus miembros deberán enfatizar tal “-ismo” para que exista dicho partido, para tener lo que llamamos la unanimidad. Sin esta unanimidad, ningún grupo de personas podría lograr nada. Toda sociedad, grupo o movimiento requiere de esta unanimidad que nace de tener un mismo pensamiento, de compartir la misma clase de conocimiento. Por tanto, Hechos dice que, por un lado, había unanimidad entre los discípulos, y por otro, que todos los que eran partícipes de tal unanimidad perseveraban en la enseñanza de los apóstoles (2:42). Así pues, la enseñanza de los apóstoles era el factor sostenedor de la unanimidad. Si se hubiese tolerado más de una sola enseñanza, eso hubiese dañado este factor sostenedor.

EL LIDERAZGO EN EL MOVER DE DIOSPRESENTADO EN HECHOS

El liderazgo ejercido por Pedro en Hechos 1—12

Ahora, consideremos el libro de Hechos, el cual es un relato sobre el pueblo del Señor poco después de la ascensión del Señor. Desde el tiempo en que el Señor Jesús comenzó Su ministerio en los cielos, Su pueblo obraba en la tierra. En el libro de Hechos, hay dos secciones. La primera sección abarca del capítulo 1 al 12, y la segunda del capítulo 13 al 28. En los primeros doce capítulos vemos que el mover del Señor, caracterizado por la correspondiente unanimidad, concordaba con la enseñanza que Pedro impartía. En aquel entonces, Juan también estaba presente; no obstante, la enseñanza no era impartida por medio de dos personas distintas, sino que era impartida por Pedro. Aun cuando Juan salía junto con Pedro y le acompañó la mayor parte del tiempo, el portavoz era una sola persona. En el libro de Hechos no encontramos registrado ningún mensaje de Juan. Hechos 2:42 dice: “Y perseveraban en la enseñanza y en la comunión de los apóstoles, en el partimiento del pan y en las oraciones”. En este versículo se hace referencia a los apóstoles, en plural, pero tenemos que darnos cuenta de que el portavoz que impartía la enseñanza era una sola persona.

En la primera sección del libro de Hechos vemos que Pedro manifestó sus propias debilidades y que, incluso, cometió algunos errores. El capítulo 10 nos muestra que Pedro no estaba completamente claro en lo que se refiere a la economía neotestamentaria de Dios, sino que todavía permanecía, por lo menos parcialmente, en la economía del Antiguo Testamento. Por ello, cuando Dios le mostró los animales inmundos y le ordenó comer de ellos, Pedro respondió: “Señor, de ninguna manera; porque ninguna cosa profana o inmunda he comido jamás” (10:14). Esta respuesta era propia de la economía de Dios en el Antiguo Testamento. Aunque Pedro fue enseñado directa y personalmente por el Señor Jesús durante tres años y medio, recibió abundante adiestramiento y fue muy usado como orador principal de la economía neotestamentaria de Dios, él mismo todavía permanecía en la vieja dispensación. En esto consistió su deficiencia y debilidad. Si bien Pedro fue calibrado y corregido grandemente, no fue plenamente perfeccionado.

Para cuando se escribió Gálatas 2, Pablo era un aprendiz en comparación con Pedro. Pedro era un apóstol de la primera generación de apóstoles, mientras que Pablo pertenecía a la segunda generación. Durante el tiempo en que Pedro ya era el principalapóstol, Pablo era apenas Saulo de Tarso, un joven que perseguía a los apóstoles, se oponía a la iglesia y procuraba derrotar el mover del Señor. Pablo, un apóstol más joven, resistió cara a cara a Pedro, haciéndole notar su hipocresía por permanecer en la vieja dispensación (vs. 11-14). En Hechos 10 el problema de Pedro se relacionaba con la comida, y en Gálatas 2 vemos lo mismo. Cuando algunos creyentes judaizantes vinieron de parte de Jacobo, el cual era un hombre piadoso que siempre procuraba transigir con la vieja economía de Dios, Pedro tomó la iniciativa de retraerse y apartarse de los gentiles.

Antes de que vinieran las personas enviadas por Jacobo desde Jerusalén, Pedro, Bernabé y el resto de los judíos comían con los gentiles, pues el Señor mismo había corregido a Pedro con respecto a esto en Hechos 10. No obstante, Pedro tomó la iniciativa de actuar hipócritamente, y el resto de los judíos así como Bernabé le imitaron. En Hechos 10 Pedro puso de manifiesto sus deficiencias, pero en Gálatas 2 él puso de manifiesto su debilidad. Ser deficiente quiere decir que se carece de algo; sin embargo, ser débil significa que uno tiene algo, pero que no tiene la fuerza suficiente para defenderlo. Como resultado de ello, Pedro cometió un gran error, por lo cual estuvo a punto de hacer que toda la iglesia se desviara de la economía neotestamentaria de Dios. A fin de guardar la verdad del evangelio, Pablo no toleró tal situación ni por un momento. Aunque Pedro era mayor que él, Pablo le reprendió cara a cara. Pedro, pues, cometió un error tan grave pese a que era el portavoz durante el periodo correspondiente a los primeros doce capítulos de Hechos.

La enseñanza católica es que Pedro fue el sucesor de Cristo, y que como tal, él jamás podría haberse equivocado. La Iglesia Católica también sostiene que ella jamás se equivoca. La Iglesia Católica enseña a sus miembros a atender a lo que la iglesia enseña, pero al referirse a la iglesia quieren decir el papa. Todo cuanto el papa dice, ellos lo aceptan como verdad absoluta; creen en la infalibilidad del papa. Para ellos, todos los papas son sucesores de Pedro, el cual, a su vez, fue sucesor de Cristo. Pero la verdad es que los papas han cometido muchas equivocaciones. Por ejemplo, uno de sus grandes errores ha sido declarar, mediante un decreto, que María, a la que llaman “Santa Madre” o “Madre de Dios” ¡estaba exenta de pecado! ¡Qué error más grave! Lo que quiero recalcar es lo siguiente: no piense que líder alguno pueda estar libre de equivocarse. Únicamente el Señor Jesús, el único Líder, no ha cometido un error jamás. Es imposible que Él se equivoque. Sin embargo, todos nosotros, incluyendo a Pedro, hemos cometido muchos errores.

El liderazgo ejercido por Pablo en Hechos 13—28

El conflicto con Bernabé

En la última sección de Hechos, todas las iglesias obraban y accionaban en conformidad con la enseñanza de Pablo. Cuando Pablo dio inicio a su ministerio, él era el más joven entre los apóstoles. Bernabé fue el hermano que, en términos prácticos, trajo a Pablo a la comunión con los discípulos en Jerusalén (Hch. 9:26-27) y que introdujo a Pablo en el ministerio (11:22, 25-26). Pablo le debía mucho a Bernabé. Bernabé era el “mayor”, y Pablo era el “menor”. A la postre, ambos fueron enviados desde Antioquía (13:2-4), y al ser enviados llegaron a ser apóstoles, los enviados (14:4). Al inicio de su ministerio apostólico, el nombre de Bernabé se mencionaba primero (13:2, 7). Sin embargo, a partir de cierto momento, el nombre de Saulo fue cambiado por el de Pablo, y él comenzó a ser el que predicaba (v. 9). Desde entonces, Pablo ejerció el liderazgo en el ministerio apostólico hasta el final.

Pablo se sujetó al liderazgo ejercido por Bernabé, pero a partir de cierto momento, hubo necesidad de que alguien predicase. Probablemente mientras Bernabé meditaba sobre lo que podría decir, Pablo se levantó a predicar. Desde entonces, Pablo comenzó a predicar con mucha frecuencia y ejerció el liderazgo. La iglesia los envió de Antioquía a Jerusalén para resolver el problema en torno a la circuncisión (15:2). Después de regresar a Antioquía y alentar a los santos con la solución a la que se había llegado con respecto a aquel problema, ellos se aprestaron a salir nuevamente en su segundo viaje. Bernabé propuso que su primo Marcos los acompañara, pero Pablo no estuvo de acuerdo, y se suscitó una disputa entre ellos (v. 39). ¿Con quién concordarían ustedes? Bernabé era mayor que Pablo, había tenido más preparación y experiencia, y había sido el que introdujo a Pablo en la comunión y el ministerio. ¿La opinión de quién habrían acatado? Con certeza habríamos acatado la opinión de aquel que era el mayor, el más experimentado y que había traído al otro al ministerio.

Después que se suscitó este conflicto entre Bernabé y Pablo, ellos se separaron y, a partir de entonces, Bernabé no vuelve a aparecer en el relato divino contenido en Hechos con respecto al mover del Señor según la economía neotestamentaria de Dios. ¿Por qué Bernabé hizo de tal asunto algo tan importante como para disputar por ello? La razón para ello era que Bernabé había sido quien inició a Pablo en el ministerio, pero a partir de cierto momento, la revelación divina comenzó a ser recibida por Pablo. Bernabé no recibió la misma porción de la revelación divina que le había sido asignada a Pablo. No obstante, Bernabé, como aquel que era mayor y más experimentado, quiso proponer algo para el segundo viaje, no con base en la revelación, la visión, sino probablemente con base en cierta clase de relación natural. Bernabé decidió, entonces, separarse de Pablo. Fue Bernabé quien tomó la iniciativa, ejerciendo el liderazgo. Sin embargo, mientras viajaban, la revelación de Dios fue transmitida al más joven. Bernabé, el mayor, probablemente todavía pensaba que era él quien ejercía el liderazgo. Si no fuese él quien reclamaba el liderazgo, con toda certeza habría escuchado a Pablo. Bernabé reclamaba por lo menos parte del liderazgo, aunque no de forma completa.

La buena relación con Aquila y Priscila

Aquila y Priscila estaban consagrados al Señor, pero cuando vinieron, se hicieron partícipes del fluir del mover del Señor bajo un único liderazgo, el liderazgo de Pablo. Al comienzo de Hechos 18 podemos ver esto (vs. 1-4).

El conflicto con Apolos

Pero al final de ese mismo capítulo, vino otra persona llamada Apolos (vs. 24-28). Apolos fue un hombre que poseía mucho conocimiento de la Biblia y tenía el don de exponer la Biblia. Muchos fueron ayudados con su enseñanza de la Biblia. De acuerdo con mi estudio de la santa Palabra, esta persona jamás llegó a ser partícipe de aquella corriente que fluía mediante la enseñanza de Pablo, así que él jamás llegó a estar sujeto al único liderazgo, el liderazgo de Pablo. Ésta fue la razón por la cual algunos en Corinto pudieron decir: “Yo soy de Apolos” (1 Co. 3:4). Allí se produjo una especie de

competencia y rivalidad. Si Apolos hubiese participado de la corriente del mover del Señor bajo la enseñanza de Pablo y bajo el liderazgo de Pablo, no creo que nadie hubiera tenido motivos para colocarlo a él en una posición de rivalidad con respecto a Pablo. Pedro ejerció el liderazgo en la primera sección del libro de Hechos, y Pablo ejerció el liderazgo en la segunda sección de Hechos; pero la Biblia no da indicio alguno de que Apolos ejerciera liderazgo alguno.

En 1 Corintios Pablo fue muy humilde. Él dijo: “¿Qué, pues, es Apolos, y qué es Pablo? Ministros por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno de ellos concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios” (3:5-6). Sin embargo, tal ilustración todavía muestra que era él quien ejercía el liderazgo, pues declara ser un sembrador. Aquel que riega es mucho menos importante que aquel que planta. Si no existiera aquel que planta, no habría planta alguna. Además, Pablo también afirmó en 1 Corintios 3, que él era un sabio arquitecto que había puesto el único fundamento que nadie más podía colocar (vs. 10-11). Apolos podía regar, pero no podía colocar los cimientos. Así pues, él podía laborar mucho edificando sobre este fundamento. Mil “Apolos” podían hacer esto, pero el fundamento era uno solo, y este único fundamento había sido puesto por el único líder: Pablo, quien era un sabio arquitecto.

Hemos visto que la palabra griega que se tradujo como “sabio arquitecto” es architékton,de donde proviene la palabra arquitecto. El arquitecto es quien provee el diseño y quien supervisa la obra de construcción. Él es el verdadero líder. Ni el contratista ni el capataz es el verdadero líder. El arquitecto es el que dirige, y es su palabra la que cuenta. La Biblia asemeja el mover de Dios en este universo a una obra de edificación. Dios es el constructor, pero Él necesita de un arquitecto. Aquel que ejerza el liderazgo en el mover de Dios deberá ser uno que pueda proveer el diseño y que pueda supervisar dando las instrucciones apropiadas. Independientemente de cuánta humildad manifestara Pablo al escribir 1 Corintios, él no dejó de dar a conocer los hechos. Él era aquel que plantaba, no Apolos; y él era el único sabio arquitecto, quien proveyó el diseño y supervisó la obra de edificación.

El liderazgo depende de la enseñanza

El liderazgo de Pablo fue ejercido a lo largo de la segunda sección del libro de Hechos y abarca hasta el final del libro de Hebreos. Durante todo este tiempo el liderazgo de Pablo estuvo completamente basado en la revelación divina que él había recibido, pues en dicha revelación podemos ver el diseño. En otras palabras, la revelación divina recibida por Pablo es los planos, el diseño. Independientemente de cuánto pudiese hacer Bernabé o cuánto pudiese enseñar Apolos, ellos jamás presentaron el diseño, los planos. No podemos leer un solo capítulo de los escritos de Bernabé o Apolo en la Biblia, pero Pablo tiene catorce epístolas en las Escrituras. Sus planos son perfectos, completos y debidamente acabados en todo detalle. No tenemos otros planos. Si hubieran dos planos distintos así como dos diseñadores en la obra de edificación, esto ocasionaría problemas y suscitaría confusión. Algunos edificarían, mientras que otros derribarían. En plena obra de edificación, habrían pugnas internas.

El liderazgo ejercido por Pablo estaba basado en la revelación divina que él había recibido, revelación que constituye el verdadero diseño del edificio de Dios. Las instrucciones del diseñador con respecto al edificio concuerdan con sus planos. Así pues, desde Hechos hasta Hebreos vemos que en el mover del Señor aquí en la tierra, había una sola enseñanza y un solo liderazgo con base en esta única enseñanza. En los primeros doce capítulos de Hechos, la enseñanza era impartida por Pedro, y el liderazgo se basaba en su enseñanza. Por tanto, el liderazgo era ejercido por Pedro. En los últimos dieciséis capítulos de Hechos vemos la enseñanza impartida por Pablo y la revelación recibida por él; el liderazgo se basaba en su enseñanza. Por tanto, el liderazgo era ejercido por Pablo.

ACATAR LAS PALABRAS DEL LIDERAZGO

En el caso de ambos liderazgos, existía la práctica de acatar las palabras del liderazgo. Pablo le dijo a Timoteo que fuera a determinado lugar, y él fue (1 Co. 4:17). Pablo le pidió a otro que permaneciera en determinado lugar, y él lo hizo (Tit. 1:5). Pero la práctica hoy en día es que quien ejerce el liderazgo no se atrevería a decir: “Hermano fulano de tal, vaya a tal lugar”. Los líderes de hoy no harían esto. Todos pretenden ser muy espirituales.

Un hermano en el liderazgo podría decirle a otro hermano: “En estos días he pasado mucho tiempo delante del Señor considerando tu futuro. Mi sentir es que es necesario que vayas delante del Señor y veas si Él quiere enviarte a Grecia”. Entonces, aquel hermano probablemente responderá que él no está claro al respecto y que, por ende, irá delante del Señor a orar al respecto. Pero en realidad, este hermano ya ha decidido que jamás irá a Grecia. Grecia no es de su preferencia, pero él pretende ser muy espiritual. Él jamás diría que a él no le gusta Grecia; más bien, dirá: “Traeré esto delante del Señor. Oraré y buscaré la dirección del Señor”. Pero en lo profundo de su ser, este hermano ya decidió no ir. Él podría esperar por una semana entera antes de dejar saber su decisión al hermano que ejerce el liderazgo. Entonces tal vez le diga: “He orado fervientemente al Señor, un día tras otro, y ahora tengo en claro que el Señor no quiere que yo vaya a Grecia”. Esto parece ser muy “espiritual”. El líder es muy “espiritual”, y el que lo sigue es también muy “espiritual”; pero allí no hay espiritualidad. Entonces, ¿quién irá a Grecia? Quizás únicamente un hermano que no tiene capacidad alguna recibirá la carga de ir. Ésta es la situación tan pobre en la que nos encontramos hoy.

De 1932 a 1949, mientras estuve en la China continental, jamás pensé en ejercer el liderazgo y nunca quise ser un líder. Con respecto a este asunto de enviar a otros, no solamente hubo otros que pretendieron ser espirituales, sino que yo también lo hice. Es probable que hubiese estado tan seguro de que cierto hermano tenía que ir a Grecia y que, sin embargo, no hubiese querido ser considerado un dictador ni que se me tome como un papa que da directivas a otros. Tal vez le haya dicho a un hermano: “¿Se da cuenta de la necesidad que hay en Grecia? ¿Por qué no ora al respecto y acude al Señor para ver si usted es quien debe ir?”. Pero en realidad, en mi ser interior yo ya sabía que el hermano con el que estaba hablando era la persona que debía ir. Confieso que actué tímidamente debido a que me preocupaba que se me tachara de dictador o que se dijera que ejerzo control sobre los demás.

Yo puedo jactarme de que ninguna iglesia en los Estados Unidos recibió jamás una carta mía diciéndoles lo que debían hacer. Los que ejercen el liderazgo en las iglesias pueden dar testimonio de ello. Siempre que los hermanos acudían a mí, yo siempre les decía que volvieran a acudir al Señor y orasen al respecto. Algunos incluso han dicho que no hace falta acudir al hermano Lee, porque él siempre tiene la misma respuesta: “Acudan al Señor y oren al respecto”. Aparentemente, yo era muy “espiritual”; no obstante, había cierta pretensión en ello.

Tengo que confesar que ninguno de nosotros, incluyéndome a mí, se atrevió a practicar la verdad con toda autenticidad y de la manera apropiada. En Hechos y en las Epístolas, Pablo le dijo a Timoteo y a sus otros colaboradores que fueran a ciertos lugares, que permanecieran en ciertos lugares y que vinieran donde él estaba (Hch. 17:14-15; 19:22; Fil. 2:19, 25; Col. 4:7-8; 1 Ti. 1:3; 2 Ti. 4:9, 11-12, 21; Tit. 1:5; 3:12). Él dio órdenes. No hubo uno de sus colaboradores que hubiera recibido una orden suya y que hubiera dicho: “Déjeme orar por un par de días y le dejaré saber cuál es mi decisión”. Lo que ellos practicaban difería completamente de lo que practicamos en el presente, pues todos ellos honraban el mismo liderazgo con base en la misma revelación divina.

Nosotros no hemos practicado tal manera de hacer las cosas debido a nuestro pasado y a la influencia poderosa del cristianismo. En el cristianismo, por un lado, se practica el ejercer control por medio de un sistema jerárquico, en especial en el catolicismo donde el papa es la autoridad máxima. Por otro lado, existe lo que se hace llamar “libertad”, la cual no es otra cosa que la dispersión o disgregación de los cristianos, lo cual es peor que ejercer control porque causa aún más daño a la iglesia, el Cuerpo de Cristo. Hasta cierto grado, siempre se ha detestado ejercer control. Pero la dispersión o disgregación de los cristianos bajo el pretexto de la libertad es hasta cierto punto bien recibida. En el protestantismo podemos ver que se ejerce control y que también se produce la dispersión.Un ministro capaz, un maestro conocedor y con cierta autoridad, podría ejercer control; pero los demás no estarán de acuerdo con tal clase de control, sino que preferirán permanecer en una especie de libertad que es propia de quienes están dispersos.

EL SUFRIMIENTO INTRÍNSECO DEL HERMANO NEE

El Señor hizo surgir Su recobro en la China continental en 1922 por medio del hermano Nee, y yo me le uní en 1932. Los dos permanecimos juntos y laboramos unidos por cerca de dieciocho años, de 1932 a 1949. Él fue la protección bajo la cual, a modo de “paraguas”, yo fui resguardado. No me mojó la lluvia, ni hubo flechas o ataques dirigidos a mi persona. Pero vi la manera en que el hermano Nee fue atacado y cuánto él sufrió. También pude percibir cuál era su sufrimiento intrínseco. Muchos colaboradores, hermanos responsables y líderes, la mayoría de los cuales se habían designado a sí mismos como tales, declaraban aceptar el ministerio del hermano Nee. En realidad, si ellos no aceptaran el ministerio del hermano Nee, se habrían quedado sin nada que aceptar. El ministerio del hermano Nee era el único ministerio, el ministerio del Nuevo Testamento. Si ellos no hubieran aceptado tal ministerio, habrían tenido que recurrir a las

enseñanzas de las denominaciones, y ellos estaban cansados de esto. Así pues, ellos decían que acataban las enseñanzas del hermano Nee, que recibían el ministerio del hermano Nee; pero en realidad, o en la práctica, ninguno de ellos prestaba atención al hermano Nee. Todos ellos actuaban por sí mismos para el recobro, aun cuando recibían el único ministerio, el ministerio del hermano Nee. En ello radicaba el sufrimiento intrínseco del hermano Nee.

La carencia de unanimidad

El recobro en la China continental de 1922 a 1949 era prevaleciente en cuanto a la enseñanza, la revelación divina, pero no lo era en cuanto a la práctica. De hecho, en lo que a la práctica se refiere, el recobro era débil. Shanghái y Chifú fueron las dos únicas iglesias que contaban con más de doscientos miembros. ¿Cuál ha sido el factor que siempre ha causado perjuicio al recobro? La falta de unanimidad. Las iglesias en la China continental aceptaban el mismo ministerio y recibieron la misma clase de enseñanza, pero diferían entre sí en cuanto a la práctica. Incluso algunos de ellos, hasta cierto grado, se enorgullecían de las diferencias que manifestaban. Ellos recibieron la enseñanza de las Asambleas de los Hermanos, según la cual las iglesias locales deben ser diferentes entre sí. La Asamblea de los Hermanos enseñó esto con base en el hecho de que las siete epístolas a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 eran, todas ellas, diferentes entre sí. Ellos no habían sido iluminados para ver que las siete iglesias diferían entre sí no en cuanto a su testimonio, sino en cuanto a su degradación. La situación deficiente de las iglesias en degradación era muy diferente una de la otra, pero los candeleros eran idénticos entre sí.

El ministerio del hermano Nee es recobrado

El hermano Nee permaneció ausente de su ministerio hasta que se produjo el avivamiento que comenzó en Chifú en 1940, el cual fue traído a Shanghái en 1947. En 1948 se produjo un avivamiento en Shanghái, y ello puso los cimientos para que el hermano Nee pudiera retornar. Él retornó no por iniciativa propia, sino por medio de un cambio en la situación imperante. Muchos se arrepintieron. Durante aquellos seis años en que el hermano Nee estuvo ausente, no había nada en el recobro. Casi en todo lugar los santos morían de hambre, con excepción de Chifú donde hubo un avivamiento. El recobro entero padecía hambruna. Los disidentes se dieron cuenta de que ellos no tenían nada, que nada podían hacer y que no podían avanzar.

En 1948, visité la ciudad natal del hermano Nee debido a que fui invitado por la iglesia allí. Pasé tres semanas con la iglesia, y durante ese tiempo se produjo un avivamiento allí. Muchos fueron bautizados en este período de tiempo. El hogar del hermano Nee estaba en los suburbios de aquella ciudad; así que hice una cita con él, pidiéndole que me recibiera a mí y a mis dos colaboradores después que hubiéramos estado con la iglesia de aquel lugar por tres semanas. Él estuvo feliz de poder recibirme.

Aproximadamente unos treinta a cuarenta colaboradores y líderes de las ciudades vecinas habían asistido a las reuniones de aquel avivamiento. Después de la última reunión, yo pensé que todos ellos se irían. Pero cuando fui al salón de reunión me encontré con que muchos de ellos habían demorado su partida y que estaban allí, conversando. Les pregunté por qué todavía estaban allí. Ellos me dijeron sonriendo que se habían enterado que yo tenía una cita con el hermano Nee. Les dije que esa cita era únicamente conmigo y mis dos colaboradores, pero ellos insistieron en unírsenos a nosotros para nuestra comunión con el hermano Nee. Me dijeron que no habían podido conversar con el hermano Nee, así que estaban a la espera de que yo pudiera hacer algo por ellos al respecto. Ellos me tomaron como un mediador que les permitiera tener acceso al hermano Nee. Así pues, cuando fui donde el hermano Nee y le comuniqué el pedido de ellos, la respuesta del hermano Nee fue negativa. Pero ellos insistieron y me pidieron que volviera donde el hermano Nee para decirle que ellos no desistirían de su propósito y que le suplicaban la oportunidad de unírseme para nuestra comunión.

Finalmente, el hermano Nee aceptó que ellos asistieran a tal comunión. En el hogar del hermano Nee había una sala muy amplia que se comunicaba con el comedor. El hermano Nee dijo que él tendría comunión con nosotros tres y que además invitaría al hermano K. H. Weigh de Hong Kong. Nos explicó que él tendría comunión con nosotros cuatro en un rincón de su sala, y que yo debía pedir a los demás —quienes habían rogado se les permitiera asistir— que se sentaran en el comedor, donde estarían a cierta distancia de la sala parcialmente separados por una mampara. Él también me pidió encargarles que no salieran a difundir nada de lo que hubieran escuchado de parte de él, y me dijo que ellos debían prometer cumplir con este pedido. También me pidió que le asegurase que yo me haría responsable de que todos ellos cumplirían con esta promesa. Esto nos muestra que el hermano Nee detuvo el ejercicio de sus funciones debido a los que hablaban cosas diferentes, debido al hablar discrepante. Así que yo retorné a los hermanos con estos encargos, y ellos me aseguraron que no dirían nada a nadie; así que el hermano Nee les permitió asistir.

Después de nuestra primera reunión en la mañana, una hermana tomó la iniciativa de decir: “Hermano Nee, puesto que hemos escuchado todas estas cosas, ¿por qué no las practicamos?”. Después de lo cual yo pregunté: “Hermano Nee, ¿por qué no habríamos de practicar estas cosas?”. El hermano Nee me miró y me dijo que si estas personas tan queridas querían practicar esto, tendrían que abandonarse completamente, entregarse por completo al ministerio. Cuando escucharon esto, todos dijeron: “¡Amén!”. Esto fue una indicación de que el hermano Nee estaba grandemente turbado y molesto a causa de los que hablaban cosas diferentes. Todos tenían la libertad de hacer aquello que les pareciera mejor. El hermano Nee estaba harto de esto, así que le dijo a los colaboradores y líderes reunidos que si querían un nuevo comienzo, ellos tendrían que entregarse por completo al ministerio. De otro modo, él no ejercería el liderazgo ni les diría nada.

SE PIERDE LA UNANIMIDAD

En Taiwán

Tenemos que darnos cuenta de que si la unanimidad está ausente, todo se ha perdido. Hubo un tiempo en que había verdadera unanimidad entre los ochocientos santos que se reunían en mi ciudad natal de Chifú. Esto hizo que se produjera un avivamiento allí. Este avivamiento no fue llevado en toda su extensión a Shanghái, sino sólo parcialmente. Cuando fui a Taiwán, yo había aprendido por mis experiencias pasadas lo que era útil y lo que no era prevaleciente. Dejé atrás lo que no era útil ni prevaleciente, y en Taiwán tuvimos un nuevo comienzo maravilloso. Todo aquel que estuvo allí en esos primeros seis años puede testificar de la unanimidad y de la moral imperante entre nosotros, así como del impacto que teníamos en nuestro entorno. Durante ese período de tiempo crecimos en número de cuatrocientos a cuarenta mil, lo cual significó un crecimiento de ciento por uno. El noventa por ciento de los nuevos creyentes entre nosotros no procedía del cristianismo, sino que había sido un típico gentil. Ciertamente teníamos gran impacto en nuestro entorno.

Entonces, el pensamiento de lo que se dio en llamar “espiritualidad” se introdujo entre nosotros, así como la búsqueda por tal clase de “espiritualidad” entre los que ejercían el liderazgo. Como resultado de ello el hermano Austin-Sparks fue invitado, y esto significó el comienzo de cierta disensión. Desde entonces, la unanimidad no se volvió a ver en Taiwán. La razón intrínseca por la cual dejé Taiwán y vine a este país reside en este asunto. Unos diez de los colaboradores más jóvenes entre nosotros, algunos de los cuales habían sido traídos al Señor y adiestrados por mí, fueron influenciados por el concepto que trajo Austin-Sparks de que el terreno de la iglesia debía ser eliminado y menoscabado. Ellos comenzaron a discrepar con mi enseñanza, y esto hizo que la situación en Taiwán dejase de ser placentera para mí. Una vez que la esposa de uno comete fornicación, el matrimonio puede ser rescatado, pero el sentimiento de dulce solaz habrá desaparecido; ya no habrá tal dulzura en el matrimonio. Ese era mi sentir.

En los Estados Unidos

Después que vine a los Estados Unidos, durante los primeros diez años en Los Ángeles teníamos la moral muy en alto. Pero alrededor de 1970 algunos se introdujeron imbuidos de ambición. Esto trajo verdadero perjuicio. Debido a esto, perdimos la unanimidad entre nosotros en los Estados Unidos. Incluso hasta el día de hoy, la unanimidad no ha retornado por completo.

UN NUEVO COMIENZOAL SER RECOBRADA LA UNANIMIDAD

Para octubre de 1984 yo estaba claro con respecto a la situación del recobro del Señor en los Estados Unidos, e incluso estaba más claro con respecto a la situación en la isla de Taiwán. Me sentí guiado por el Señor a retornar a la fuente del recobro del Señor fuera de la China continental y purificar esa fuente sulfurosa. Cuando fui a Taiwán, dejé bien en claro que teníamos que abandonar todas nuestras viejas prácticas y tener un nuevo comienzo.

El Señor hizo algo en Taiwán y las noticias llegaron a los Estados Unidos. Mientras hacía algo en Taiwán para el recobro del Señor, no tenía la intención de propagarlo o promoverlo en los Estados Unidos. Mi pensamiento era levantar primero un modelo en Taiwán para que después tuviéramos algo que sirviera de base así como de modelo. Debido a que hoy en día el globo es tan pequeño, algunos hermanos fueron a Taiwán y las noticias llegaron a los Estados Unidos. Muchas de las iglesias, especialmente las iglesias en el condado de Orange, California, comenzaron a hacer lo mismo. Según lo que pude observar, ello fue meramente una especie de copia. Yo sabía que simplemente copiar algo no sería de ninguna utilidad, así que tales esfuerzos hicieron que me preocupase mucho. La fuente de la bendición del Señor en Su mover es la unanimidad.

LA NUEVA MANERA DE LLEVAR A CABOEL RECOBRO DEL SEÑOR

Espero que ustedes sepan darle la debida atención a la siguiente comunión, porque ella es en extremo crucial. Mi sentir es que el Señor nos quiere dirigir a practicar el mover actualizado del Señor dejando atrás todas nuestras prácticas del pasado. Tenemos que reconsiderar la manera en que debemos avanzar en el recobro del Señor, y debemos tener un nuevo comienzo. No podemos recibir ninguna visión nueva, ni nueva revelación ni una nueva enseñanza. La tierra fue hecha por Dios y nadie puede cambiarla; pero la manera en que el hombre se transporta alrededor del globo debe ser mejorada una y otra vez. El hombre ha ido mejorando sus medios de transporte, primero al inventar la rueda, luego al pasar de la carreta al automóvil y al tren, y finalmente al progresar de los aviones de una sola turbina a aviones como el 747. Asimismo, nosotros tenemos que mejorar la manera en que llevamos a cabo el recobro del Señor. La manera en que lo veníamos haciendo era en extremo antigua. Era como viajar de la costa este a la costa oeste en una carreta tirada por mulas. Esta vieja práctica ya no debiera estar entre nosotros hoy. Ahora, lo que se requiere en primer lugar al implementar esta nueva práctica es que la unanimidad sea recobrada entre nosotros.

Su decisión de adoptar o no esta nueva manera de proceder no será lo que determine si son una iglesia local o no. Éste no es un movimiento, y adoptar este camino no es un requisito ni una condición para que una iglesia local sea reconocida como tal. Sea que opten por este camino o no, siempre y cuando ustedes permanezcan firmes en el terreno de la iglesia, reconociendo como iglesia local no solamente su iglesia sino todas las otras iglesias en el recobro, entonces ustedes son una iglesia local. Si se diera el caso de que una iglesia local no optara por este camino y nosotros dejáramos de reconocerla como iglesia local debido a ello, seríamos sectarios. Ésta no es la práctica que es propia del recobro del Señor, donde tenemos la vida de iglesia que es todo-inclusiva. En el recobro del Señor, por ser la iglesia todo-inclusiva, nosotros no excluimos a nadie. Cuando yo estaba en la iglesia en Los Ángeles, jamás excluimos a nadie que hablara en lenguas. Al poner en práctica la vida de iglesia que es todo-inclusiva, nosotros no excluimos a ningún creyente.

Sin embargo, para que el mover del Señor tenga el impacto necesario, es menester que la unanimidad sea recobrada entre nosotros. Es una cosa ser ciudadanos de los Estados Unidos, pero es otra muy distinta que estos ciudadanos conformen un ejército a fin de combatir por los Estados Unidos. Esto no quiere decir que si usted no pertenece a tal ejército no sea más un ciudadano estadounidense. Ustedes siguen siendo ciudadanos, pero no combaten por el país. El Antiguo Testamento nos cuenta de un juez llamado Gedeón, el cual tomó consigo apenas trescientos hombres para conformar un ejército que saliera a librar una batalla. Incluso, el Señor le dijo específicamente que no tomara demasiados hombres consigo (Jue. 7:3-7). El encargo que hemos recibido no consiste en incitar a una especie de movimiento. El encargo que hemos recibido es el de hacer sonar la trompeta para dar a conocer a los hijos de Dios lo que el Señor viene realizando hoy. El Señor está llamando a Sus santos amados, a todos aquellos que están dispuestos a retornar a la unanimidad, a librar la batalla.

SERVIDORES A TIEMPO COMPLETOQUE DEJAN SUS TRABAJOS

O QUE TRABAJAN PARA GANAR DINERO

¿Qué debiéramos hacer? Todo aquel que vaya a optar por esta nueva manera deberá ser un servidor a tiempo completo. Existen dos clases de servidores a tiempo completo: los que dejan sus trabajos y los que trabajan para ganar dinero. Todos nosotros tenemos que servir a tiempo completo. Así pues, ustedes tienen dos opciones: dejar sus trabajos para dedicarse a predicar, a enseñar, a visitar a otros y a laborar para la iglesia a tiempo completo, o permanecer en sus trabajos a fin de ganar dinero para el mover del Señor. Aun si usted ganase dos millones de dólares al año, no debiera gastar más de lo necesario para cubrir sus necesidades diarias. Supongamos que usted y su familia solamente necesitan dos mil quinientos dólares al mes, o sea treinta mil dólares al año, para cubrir apropiadamente sus gastos cotidianos; entonces ustedes deberían gastar solamente esa cantidad y dar el resto para el mover del Señor. Éste no es un reglamento, y ninguno de nosotros intentará ejercer control sobre ustedes. Pero ustedes deben recurrir a una conciencia pura así como al Espíritu que mora en ustedes para ser regulados por ustedes mismos si deciden conservar su empleo a fin de ganar dinero. Incluso una madre de seis hijos tiene que ser una servidora a tiempo completo. Ella tiene que esforzarse por ayudar a su esposo, por cuidar de su familia, por ganar más dinero y por asegurarse que cada centavo que no haya gastado en las necesidades familiares contribuya al recobro del Señor.

LA UNANIMIDAD SE HACE REALIDADAL ESTAR SUJETOS AL ÚNICO LIDERAZGO,

EL CUAL SE BASA EN LA ÚNICA ENSEÑANZA,LA REVELACIÓN DIVINA

Todos aquellos que reciban este llamado a servir a tiempo completo tienen que aprender a ser unánimes. Esta unanimidad únicamente se hará realidad al estar sujetos al único liderazgo, y dicho liderazgo se basa completamente en la única enseñanza, la revelación divina. De acuerdo con la verdad bíblica, tenemos que admitir que Dios es uno, el Señor es uno, el Espíritu es uno y el Cuerpo de Cristo es uno solo, lo cual quiere decir que la iglesia es una sola universalmente y que el testimonio también es uno solo. Además, la obra del Señor es una sola, la enseñanza es una sola y el liderazgo es uno solo. Es con base en todos estos “uno” que experimentamos la unanimidad.

A todo aquel que tenga la carga así como la disposición para optar por esta nueva manera, quisiera decirle: avancemos juntos. Quiero animarme a mí mismo, y quiero animarlos a todos ustedes. ¡Despiértate, tú que duermes, y levántate (Ef. 5:14)! Tomemos el camino que corresponde a todos estos “uno”: un solo Dios, un solo Señor, un solo Espíritu, un solo Cuerpo, una sola iglesia, un solo testimonio, una sola obra, una sola enseñanza, un solo liderazgo y, finalmente, la unanimidad, que es una sola. No obliguen a otros a tomar este camino. Simplemente tomen este camino en conformidad con el encargo que ustedes mismos hayan recibido.

ALGUNAS PALABRAS DE AMOR,DE CONSEJO Y DE ADVERTENCIA

Estoy preparado a enfrentar una situación en la que algunos en el recobro del Señor no tomarán este camino. Esto no me sorprendería. Ninguno de nosotros debería considerar a los tales como extraños ni debería excluirlos del recobro. Debemos seguir amándolos, respetándolos y no menospreciarlos en ninguna medida. No debemos considerarlos como pertenecientes a una categoría distinta. Si bien ellos no se han unido al ejército, ellos siguen siendo ciudadanos.

A quienes no tomen este camino, quisiera decirles unas cuantas palabras de amor, de consejo y de advertencia. No critiquen, no ataquen ni se opongan. Si lo hacen, sufrirán pérdida. Esto significaría que ustedes han traicionado al recobro. Se convertirán en traidores. Algunos tal vez piensen que no son desleales ni traidores, sino protectores. Según su manera de pensar, ellos no quieren que yo sea el único líder que ejerza control sobre todo el recobro. Esto no es más que un buen pretexto. Yo he estado con el recobro por más de cincuenta y cinco años, desde 1932. En todos estos años, jamás ejercí control sobre nadie. No tengo, pues, la intención de ejercer control sobre nadie ni tampoco de ejercer control alguno en general. Pero es necesario que tengamos el liderazgo apropiado.

Si cualquiera de ustedes pudiera surgir como aquel que es capaz de brindar al recobro del Señor el liderazgo apropiado, yo sería el primero en seguirlo, sería el primero en acatar tal liderazgo. Pero, ¿qué clase de liderazgo podría ofrecernos? ¿Cuánto de la verdad conoce usted? ¿Podría usted abrirnos el Nuevo Testamento entero, de Mateo a Apocalipsis, de manera detallada a fin de conducir a las iglesias a las profundidades de la economía neotestamentaria de Dios? Si al decir esto me glorío, será porque me he visto obligado a actuar como necio tal como sucedió con el apóstol Pablo (2 Co. 12:11).

En el Nuevo Testamento no existe indicio alguno que nos diga que en el mover del Señor puede haber o debiera haber más de un solo liderazgo. Nadie podrá negar esta verdad. Incluso el demonio, Satanás, tendría que admitir que dos más dos es cuatro. Si ustedes han de expresar su opinión, tendrán que anular la verdad que yo proclamo. No expresen sus opiniones; más bien, expresen su conocimiento de la verdad. Todos tenemos que acatar la revelación contenida en la santa Palabra y recibirla en conformidad con la Palabra pura de Dios. No distorsionen la Palabra sino, más bien, tracen rectamente la palabra de verdad (2 Ti. 2:15). Pablo exhortó a Timoteo a trazar la palabra tal como un carpintero trabaja la madera en su oficio de carpintería. No tracen la palabra de manera torcida, según ciertos prejuicios. No combatan, ni se opongan, ataquen o critiquen nada que concuerde con la verdad divina. Primero tienen que acudir a la Palabra. Además, tienen que estudiar a las personas, considerando su historia, sus acciones y sus enseñanzas, para discernir qué cualidades reúnen a fin de ejercer el liderazgo. Lo que quisiera recalcar con todo esto es lo siguiente: puesto que la revelación está presente entre nosotros, y la enseñanza también lo está, entonces el liderazgo también tiene que estar aquí. Pero la tragedia que se vive entre los cristianos hoy es que ellos únicamente quieren recibir las enseñanzas sin acatar el liderazgo correspondiente; e incluso, a veces, ellos abandonan también las enseñanzas.

APARTARSE DEL MINISTERIOES CONTRARIO A GUARDAR LA PALABRA

En 2 Timoteo 1:15 Pablo dice: “...Me han vuelto la espalda todos los que están en Asia”. Asia era una provincia del Imperio Romano en Asia Menor, un lugar muy lejos de Roma; Pablo estaba encarcelado en Roma, desde donde escribió esta epístola a Timoteo. Cuando Pablo afirmó que todos los que estaban en Asia le habían vuelto la espalda, ello no significa que ellos lo hubieran abandonado como persona, pues él se encontraba muy lejos de ellos. Más bien, lo que este versículo quiere decir es que todos ellos se habían apartado del ministerio de Pablo. Entre las iglesias de Asia estaba la iglesia en Éfeso, la cual había sido establecida por el ministerio de Pablo, como se nos relata en Hechos 19. Ellos habían recibido el evangelio y la enseñanza que el ministerio de Pablo les había impartido, y habían sido edificados y establecidos por dicho ministerio. Pero, en la época en que Pablo se encontraba preso en Roma, ellos ya se habían apartado del ministerio de Pablo.

La Segunda Epístola de Pablo a Timoteo fue escrita alrededor del año 68 d. de C. Treinta años después, el Señor usó a Juan para dar continuación a Su revelación divina. El Señor, pues, retornó a todas las iglesias en Asia que le habían dado la espalda a Pablo. Por haberse apartado del ministerio de Pablo, las iglesias en Asia fueron declinando cada vez más, hasta caer en una situación de completa degradación. La degradación de las iglesias en Asia, tal como se nos relata en Apocalipsis 2 y 3, ocurrió debido a que ellas se habían apartado del ministerio apropiado. Esta degradación se inició al perder ellos su primer amor hacia el Señor, lo cual sucedió en Éfeso (2:4), y culminó en un estado de tibieza espiritual (3:16), es decir, en una situación en la que Cristo estaba ausente. El Señor,

quien es la Cabeza de la iglesia, se encontraba fuera de la iglesia degradada, llamando a su puerta (v. 20).

En las siete epístolas mencionadas en Apocalipsis 2 y 3, la característica sobresaliente en la degradación de las iglesias era el predominio de tres clases de enseñanzas: la enseñanza de Balaam, un profeta gentil (2:14), la enseñanza de los nicolaítas, que propugnaba el establecimiento de una jerarquía (v. 15), y la enseñanza de una mujer, una presunta profetiza, llamada Jezabel, la cual estaba llena de herejías y de fornicación (v. 20). Estas tres clases de enseñanzas se infiltraron en estas iglesias debido a que ellas habían abandonado la enseñanza del apóstol. ¿Por qué la cristiandad ha caído en tal degradación? Debido a que ellos se han apartado de la enseñanza del apóstol. Es por ello que las diferentes enseñanzas fueron introducidas en la iglesia.

En 1 Timoteo 1:3 y 6:3, Pablo advirtió en contra de enseñar cosas diferentes. Los santos debían enseñar en conformidad con la enseñanza de Pablo. Aquellos que estaban en Asia se apartaron completamente de la enseñanza de Pablo, y el resultado fue que ellos recibieron tres clases de enseñanzas heréticas, a saber: la enseñanza de Balaam, que los condujo a adorar ídolos; la enseñanza de los nicolaítas, que los condujo a establecer ciertas jerarquías, incluso el sistema papal; y la enseñanza de Jezabel, que añadió la levadura de cosas paganas, heréticas y malignas a la flor de harina, la cual representa a Cristo mismo (Mt. 13:33). Todo ello se introdujo en la iglesia debido a que se abandonó la enseñanza apropiada. Treinta años después de que Pablo escribiera su epístola a Timoteo, estas iglesias habían alcanzado tal punto de degradación. Vemos, pues, cuán peligroso es dejar o abandonar la enseñanza del apóstol, esto es, la revelación apropiada recibida por el apóstol.

En estas siete epístolas, vemos que el Señor interviene para juzgar a aquellas iglesias que habían caído en degradación. Sus ojos son como llama de fuego (Ap. 1:14) que observan, escudriñan e iluminan, y de Su boca sale una espada aguda de dos filos (v. 16), que representa Su palabra, la cual discierne, juzga y aniquila (He. 4:12; Ef. 6:17). Aquellas iglesias se habían apartado de la palabra apropiada, por lo cual el Señor vino a ellas con esta palabra a fin de juzgarlas. Los pies del Señor eran semejantes al bronce bruñido, fundido en un horno (Ap. 1:15). El bronce representa el juicio divino (Éx. 27:1-6). Así, pues, el hecho de que el Señor viniera a estas iglesias de este modo concuerda con el hecho de que ellas se hubieran apartado de la enseñanza del apóstol y hubieran adoptado otras enseñanzas que diferían de las del apóstol.

Una de estas iglesias era única, y fue grandemente elogiada por el Señor: la iglesia en Filadelfia. El Señor la elogió mucho e incluso mostró gran aprecio por ella debido a que ellos guardaron Su palabra (Ap. 3:8). Esto quiere decir que ellos no se habían apartado de la enseñanza del apóstol, la enseñanza apropiada. Aunque ellos eran débiles, el Señor los elogió mucho, diciéndoles que aunque tenían poco poder, ellos habían guardado Su palabra.

Apartarse de la enseñanza apropiada es desastroso, y ello redunda en degradación y en la adopción de otras enseñanzas. Digo esto a manera de advertencia para aquellos queridos

santos que se rehúsan a seguir el camino nuevo que les ha sido presentado. Rechazar la revelación apropiada, la enseñanza apropiada, que es impartida por aquellos que lideran entre ustedes, es algo muy peligroso. Ello equivale a abrir puertas a otras enseñanzas y a sufrir degradación. Espero que ninguno de los que forma parte de las iglesias en el recobro del Señor siga los pasos de las iglesias en Asia, que se apartaron del ministerio de Pablo. En lugar de ello, espero que sigamos el ejemplo de la iglesia en Filadelfia, es decir, que guardemos la palabra del Señor, aunque sólo tengamos poco poder. Guardemos, pues, la palabra del Señor; esto equivale a perseverar en la enseñanza de los apóstoles, a perseverar en las sanas palabras, a permanecer bajo la revelación única que procede del Señor y sujetos al liderazgo apropiado. Sólo entonces estaremos seguros.