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Educación y estética: Compartir cosas que gustan y que producen placer Entrevista a Marcelo Zanelli* Por Estanislao Antelo y Ana Abramowski * Marcelo Zanelli es licenciado en psi- cología (UBA) y se ha desempeñado en el campo de las artes (artes visuales, música, cine) así como en el ámbito de la educación. Ha obtenido la Beca de la Fundación PROA para artistas jóve- nes coordinada por Guillermo Kuitca, ha sido integrante de “Suárez” y ha participado en películas (Silvia Prie- to, Los Rubios). Actualmente cola- bora con Revista “La tía” (Cuader- nos de Pedagogía de Rosario); en radio como columnista para el programa “La mar en coche” de FM La Tribu y forma parte del equipo de coordinación del Pro- yecto de Orquestas Infantiles y Juveniles de la Ciudad de Bue- nos Aires. También integra el Área Educación de FLACSO, Argentina. 20 A4 - 00010969_por_escrito_7_interiores_web.pdf https://www.fundacionarcor.org/documentos/biblioteca/0001... 22 de 68 14/04/13 11:54

Entrevista a Marcelo Zanelli

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Educacióny estética:Compartircosas quegustan y queproducenplacerEntrevista aMarcelo Zanelli*

Por Estanislao Antelo y Ana Abramowski

* Marcelo Zanelli es licenciado en psi-cología (UBA) y se ha desempeñado enel campo de las artes (artes visuales,música, cine) así como en el ámbito dela educación. Ha obtenido la Beca dela Fundación PROA para artistas jóve-nes coordinada por Guillermo Kuitca,ha sido integrante de “Suárez” y haparticipado en películas (Silvia Prie-to, Los Rubios). Actualmente cola-bora con Revista “La tía” (Cuader-nos de Pedagogía de Rosario); enradio como columnista para elprograma “La mar en coche” deFM La Tribu y forma parte delequipo de coordinación del Pro-yecto de Orquestas Infantiles yJuveniles de la Ciudad de Bue-nos Aires. También integra el ÁreaEducación de FLACSO, Argentina.

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¿Encontrás relaciones entre estética e infancia? ¿En qué consistiríanestos puntos de contacto?

La estética tradicionalmente está vinculada al uso del placer y a laapreciación de la belleza, que no necesariamente es lo que se consi-dera “lindo” que es una bella palabra. Percibir una cosa y atribuirleuna cierta belleza produce placer, un placer, justamente, estético. Unaidea de armonía, algo agradable a la vista y al oído, pertenecería, pues,al campo de la estética. Por supuesto que esta afirmación no pretendecertificar nada, sólo señala uno de los muchos aspectos y aristas quese suponen pertenecientes al campo de la teoría. Creo, modestamen-te, que sí, que es posible establecer una especie de familiaridad entrela estética y la infancia, pero no como algo absolutamente conscientesino como las formas o los elementos propios de un estilo y las mane-ras de tematizar un momento del desarrollo humano. No voy a des-cubrir ahora lo ya descubierto, pero la infancia como la pensamos y lavemos en estos días, no existió siempre. En definitiva, lo que intentodecir es que la infancia es una estética para los que estudian y pien-san acerca de la infancia, no para la infancia. Y, por otro lado, que elconjunto de estilos y elementos con los que nos representamos lasinfancias, se ha modificado con el paso de los años.

¿Cómo se inscribe en tu trabajo esa relación?Mi trabajo, desde hace muchos años, está vinculado a eso que se

denomina estética, básicamente porque me muevo en el campo delas artes: artes visuales, música, literatura. En ese sentido, si bienexiste una relación, porque la filosofía se ha ocupado de pensar yescribir sobre el tema, no voy por la vida, ni por los trabajos, pensan-do qué relación existe entre lo que ofertamos y la estética. Es algomás terrenal, incluso simple y a la vez una posición existencial, pordecirlo de alguna manera. La cultura es vasta, y azarosos pueden serlos encuentros con las producciones humanas. En esa contingencia,en esa dictadura de la contingencia, como dice un escritor que megusta, me interesa compartir las cosas que me gustan y de las quedisfruto. Eso es lo que hago o lo que intento hacer.

Vos realizás gran parte de tu trabajo en el campo de la educación, ¿con-siderás que la estética se educa o se!forma?

Francamente no se si se educa, tal vez, en lugar de pensar en tér-minos estéticos, habría que pensarlo en términos de sensibilidad ycuriosidad. Ahí sí me atrevería a decir que la sensibilidad se educa yla curiosidad se despierta. Y en ese espacio es donde “entra a tallar”el lugar que ocupemos como “educadores” o simplemente como adul-tos. Como adultos somos responsables de distribuir ciertos bienes cul-turales y esos bienes forman parte de un acervo al que podemos adhe-rir o no, discutir o no, etc., pero dejar de distribuirlo, es otra cosa.

Una salvedad: no alcanza con decirle al “otro” esto es “bello”, por-que ¿qué quiere decir eso? No quiere decir nada. Sin embargo, hay unmomento en la vida de toda persona en que algo sucede por primeravez y no todo lo que es valorado, reconocido, aceptado o subvencio-nado por quien sea nos resulta “potable” en el primer intento. Haybebidas que no nos gustan de jóvenes y nos resultan agradables deadultos. De chico, si había una verdurita flotando en la sopa me tení-an que obligar a tomarla y ahora, de grande, me gusta la sopa de ver-duras. Ni hablar de las anchoas o del queso con pimienta en grano.

Lo que uno intenta es que el otrodescubra y, eventualmente, dis-frute con ese descubrimiento o se“enoje” y discuta con eso que se leestá ofreciendo a la vista, al oído,al pensamiento que es también ellenguaje. En otro tiempo, más ade-lante, tal vez participen del debatey la disputa desde otro lugar y conotros conocimientos. Eventual-mente, se quedarán con Tiziano,Goya o Collivadino, y no por esodespreciarán el arte pop y, quiénsabe, encontrarán algo gozoso enun cuadrado negro de Malevichsin pensar que es una “pavadita”.No tiene mucha importancia elqué, sino el cómo y el lenguajepara pensarse y pensar ciertasobras humanas. Hay quienes valo-ran la complejidad porque consi-deran que el “valor” está ahí y hayquienes “valoran” el gesto y laexpresión sin considerar lo com-plejo y de ahí en más todas lasvariantes que se nos ocurran. Entodo caso, hacer posible la partici-pación en el debate o en la luchapor otorgar significado a las cosasque hacemos parecería, por elmomento, una buena idea.

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La estética tradicionalmente

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placer y a la apreciación

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¿Qué diferencias estéticas existenentre las clases sociales?!

Yo no soy un especialista enencontrar diferencias, pero claroque existen. No obstante, no essencillamente un tema vinculadoa la “clase”, creo. En ese sentido, aigual sector social corresponden“gustos” y valoraciones diversas y,en ocasiones, opuestas. A dos per-sonas de sectores análogos, pordecirlo de alguna manera, no lespasa lo mismo frente a una mismaobra. Es difícil responder a estapregunta y sospecho que se puederesolver desde perspectivas dife-rentes. En primer lugar, yo pensa-ría en los cambios que produce lamasividad en contrapunto conaquello que llamábamos popular.Lo popular, por ejemplo, hoy no esnecesariamente masivo. AníbalTroilo no es masivo aún cuando sedifunda su música y, en el mismosentido, Salgán-De Lío, son de unrefinamiento que suele darse con-tra la pared del “gusto masiviza-do” que es el de los medios.

Me acuerdo de Petrona, un per-sonaje de un cuento, “Por los tiem-pos de Clemente Colling”, de Felis-berto Hernández. Escribe (este nota-ble escritor uruguayo) lo siguiente:

“Aunque Petrona no había cul-tivado su sentimiento estético enel arte, en cambio tenía desarrolla-do el sentido estético de la vida, enciertos aspectos del comporta-miento humano. (Claro que ella nole hubiera llamado sentido estéti-co. Tal vez nunca haya pronuncia-do la palabra ‘estético’.) Tenía elconcepto de lo que era lindo y delo que era feo, de lo que estababien y de lo que estaba mal. Y todoesto sintetizado en la palabra“papelón”: se trataba de hacerlo ode no hacerlo. Tenía una sensibili-dad especial para que ciertoshechos, le hicieran cosquillas”.

Pienso, de paso, una cosa bas-tante evidente: que uno no eligeuna cita al azar sino por algúnmotivo que puede, eventualmen-

te, emerger a la superficie y por eso la recordamos: Petrona es larepresentante literaria de casi todos aquellos que alguna vez, por pri-mera vez, pisamos una galería de arte, un teatro, un museo de lo quesea. A todos los que tuvimos que “aprender” observando cómo “veníala mano” para no hacer un “papelón” e intentamos esconder nuestraincomprensión.

Petrona se desternillaba de risa con desfachatez y sin pretensio-nes desde su aguda sensibilidad para detectar el gesto y la afectación,y, también en palabras de Hernández: “Desde su equilibrio, desdecierta frescura que le daba el no haber sido interferida por ningunateoría estética o de alguna otra clase, –que quizá hubiera tentando suespíritu a quedarse con algo que podía resultar una pequeña extra-vagancia o alguna rara predilección– y sobre todo desde su misterio,observaba a los demás y descubría con gran facilidad, precisamente,la menor extravagancia a la que una persona se hubiera entregado.Así que en una reunión de arte, entendía las actitudes que tomabanlos demás. Y entonces su gran posibilidad de burla”.

Estoy tentado de copiar hasta el límite del plagio, pero no lo haré.No obstante, sí voy a seguir algunas ideas de aquel relato maravillosoporque de algún modo, al leerlo, como sucede a veces, creí estarescuchando mis propios pensamientos, esos que uno sospecha ointuye poseer pero con palabras esquivas e imprecisas.

Personas que exageran “la pose” hay a “rolete”, de “afectados”,como dice un amigo, pero eso no tiene que ver exclusivamente conel sector social y que alguien que suspira al escuchar una melodía nole hace mal a nadie. Cada uno se abandona en el momento menospensado y, abandonado por su conciencia para dejar de pensar en símismo, se puede demorar hasta en la pose que menos imagina, aunen la más extravagante. Habría que hacer un trabajo fotográfico yregistrar las expresiones de los rostros frente a una obra de arte, fren-te a una buena paella, frente a una jugada magistral en algún depor-te, frente al último satélite lanzado al espacio o al último modelo delibro electrónico. El asombro tiene algo análogo al amor, simplemen-te nos vemos sorprendidos por él.

¿Cómo habría que formar a los profesores en relación con estos asuntos?Esta es otra pregunta difícil para mí y lo más probable es que diga

una serie de disparates, aun con buena fe. En primer lugar, podrían ser“formados” por entusiastas de sus disciplinas. Es decir, por unas espe-cies de saludables fanáticos de sus campos de trabajo. Eso, de algún

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Habría que hacer un trabajo

fotográfico y registrar las

expresiones de los rostros frente

a una obra de arte. El asombro

tiene algo análogo al amor,

simplemente nos vemos

sorprendidos por él.

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modo, garantizaría, si no una buena formación, al menos un sugerenteabanico de ofertas que amplíen el campo (o lo concentren) de los futu-ros profesores. Alguno podrá pensar, quién sabe, que si algo le gustatanto a alguien tendrá sus motivos, y despertarle la curiosidad.

El profesor es un distribuidor de bienes culturales, la índole deesos bienes, no viene al caso. Por supuesto, habrá que reconocer algoque creo haber mencionado antes que es la significación que esosbienes adquieren socialmente y, en ese sentido, para quienes estánalertas en que la formación desemboque en la construcción de unaciudadanía crítica –que, por supuesto, incluye tanto a profesorescomo a estudiantes–, para disputar, debatir, argumentar, adquirirseguridad, cierto lenguaje es imprescindible y cada campo tiene unlenguaje, una forma de pensamiento, en definitiva. La formación defuturos profesores podría, sobre esta base, estar orientada a formartambién consumidores culturales en un sentido amplio que puedanincluirse en esos lenguajes.

Ahora bien, no se trata de considerar el asunto en términos de uti-lidades, en términos de costo-beneficio. A mí me parece que una delas cosas que no deberíamos perder de vista es el disfrute, el goce, elplacer que se obtiene a veces frente a ciertos objetos de la cultura yeso no es algo que necesariamente haya que vivirlo a escondidas.

Creatividad es una palabra que se pronuncia mucho en el campo edu-cativo. ¿Qué es para vos la creatividad? ¿Cómo se logra ser creativo?

Esta es otra pregunta complicada porque hay legiones de espe-cialistas pensando y escribiendo y dando conferencias y seminariosy talleres sobre la cuestión. La verdad, no tengo idea de qué es lacreatividad, pero es fácil ver qué cosas no lo son. Hoy la vida ofreceuna amplísima gama de ofertas laborales, académicas, deportivas,etc., contrarias a la creatividad o a lo creativo. El marketing, porejemplo, es uno de los campos en los que la palabra ha prosperadocon mayor ímpetu y perseverancia y el efecto derrame de esa cons-tancia terminológica se ha difundido sobre los más diversos espa-cios. La apelación a la creatividad es algo extraña y suele confundír-sela con la inocencia, con la ingenuidad, con la naturalidad con laque se expresan los niños.

Yo diría más bien lo contrario: uno es creativo cuando tiene eldomino de un lenguaje, cuando puede dominar sus ideas y accionesrespecto de algo, encontrar las palabras o las formas para argumen-tar una posición o desarrollar un trabajo y eso, justamente, es lo que

no tienen los niños. Por supuestoque es asombroso el desparpajo, aveces genial, de muchos dibujoshechos por niños, asombrosasalgunas de sus opiniones y mara-villosas muchísimas de sus res-puestas e intervenciones. Ahora sieso es creatividad y eso es lo queno tenemos que perder, prefierofirmar un empate.

Para pensar acerca de la creati-vidad me atrevo a recomendar untexto más o menos breve de Nor-bert Elías, “Mozart: sociología deun genio” en el que se desarmaesa suerte de mito del genialMozart porque lo que se revela esque desde los tres años y hasta losdieciocho, tuvo que estudiar ypracticar el piano bajo la rigurosatutela y mirada de su papá. La pre-gunta que uno podría hacerse esqué hubiera sido de la fantástica einusual fantasía musical del jovenWolfgang Amadeus, sin ese arduoy fragoso trabajo.

Para terminar, vuelvo al textode Felisberto Hernández. Siendo élun niño, invitado por unas tíasescuchó tocar el piano a ClementeCollig y el niño, ya grande, recor-dó: “Para mí fue una impresiónextraordinaria. Por él tuve la ini-ciación a la música clásica. Tocabauna sonata de Mozart. Sentí porprimera vez lo serio de la música.Y el placer –tal vez bastante vani-dad de mi parte– de pensar queme vinculaba con algo de valorlegítimo. Además sentía el orgullode estar en una cosa de la vida queera de estética superior: sería unlujo para mí entender y estar enaquello que sólo correspondía apersonas inteligentes. Pero cuan-do después tocó una composiciónde él, un nocturno, lo sentí verda-deramente como un placer mío,me llenaba ampliamente de pla-cer; descubría la coincidencia deque otro hubiera hecho algo quetuviera una rareza o una ocurren-cia que sentía como mía, o que yola hubiera querido tener”.

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