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¿De qué manera se relaciona Un asunto de familia con algunas de sus películas previas, en las que ya exploraba modelos de familia alternativos? En concreto he querido ahondar en la pregunta que ya me hice en De tal padre, tal hijo (2013): ¿es la familia una cuestión meramente sanguínea? ¿Es que no puedes considerarte padre si no has creado vida biológicamente? En Japón imperan ideas muy rígidas sobre lo que una familia debería ser. Se da mucha importancia a la consangui- nidad pero, curiosamente, en los núcleos familiares hay un déficit alarmante de intimidad y hasta de amor. Yo he querido retratar a una familia cuyos miembros no están unidos por la genética sino por el crimen, y que aun así son capaces de ofrecerse mucho amor mutuo. ¿En qué medida están las relaciones familiares que la película retrata inspiradas en las de usted? ¡Mi padre nunca me enseñó a robar en supermercados, si es eso lo que me está preguntando! Hablando en serio, hay una parte de lo que cuento en la película que me toca muy de cerca. En ella hay un niño que empieza a ha- cerse mayor cuando descubre que el hombre a quien considera su padre es alguien completamente imperfecto. Y creo que el tránsito a la adultez consiste precisamente en eso. Así fue para mí, al menos. A mi padre el trabajo lo obligaba a desaparecer de casa durante largos periodos, y tuve que acostumbrarme a no saber cuándo estaría en casa. Sin duda eso afectó a la opinión que llegué a tener de él. Y, por supuesto, tuve que crecer de forma prematura. Los protagonistas de Un asunto de familia son ladronzuelos pero, al mismo tiempo, usted los retrata como víctimas del sistema. ¿Definiría la película, al menos en parte, como cine social? Inevitablemente. En las últimas dos décadas Japón ha sufrido un descenso constante de su capacidad económica. Eso ha hecho que aumenten las divisiones de clase y que haya más gente que vive en situación de pobreza. Y el sistema no solo no ha establecido mecanismos para asistir a esas personas sino que ha fomentado políticas que los estigmatizan aún más y los dejan abandonados a su suerte. De esas personas habla mi película. ¿En qué medida ha cambiado el sistema de valores a causa de ese proceso? Desde Occidente, por ejemplo, asu- mimos que la japonesa es una sociedad con un sentido del honor muy arraigado. Ha cambiado drásticamente. La crisis económica ha hecho que las familias y las comunidades se rompieran, y que cada vez más japoneses busquen el amparo del estado. El auge del nacionalismo y el totalitarismo en mi país me tiene muy preocupado. Se están perdiendo valores de democracia y tolerancia, y eso se nota en la calle. Japón es un país perdido, y lleno de odio. Y, sin embargo, su cine sigue siendo eminentemente optimista. En mi país la palabra optimismo tiene connotaciones peyorativas. Llamamos optimista a aquel que es iluso y huye de la realidad. Pero sí es cierto que trato de huir del pesimismo. No entiendo a los directores que intentan deprimir al público. Cuando yo era más joven me obsesionaba la idea de la muerte. Ahora que ya soy un hombre maduro, y que mi padre y mi madre y mucha gente a la que me sentía muy cercano han muerto, tengo una relación con ella más normalizada. Todavía me fascina la pérdida, pero desde una óptica más pragmática: perder algo abre la puerta al cambio. ENTREVISTA AL DIRECTOR HIOKAZU KORE-EDA

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¿De qué manera se relaciona Un asunto de familia con algunas de sus películas previas, en las que ya exploraba modelos de familia alternativos?En concreto he querido ahondar en la pregunta que ya me hice en De tal padre, tal hijo (2013): ¿es la familia una cuestión meramente sanguínea? ¿Es que no puedes considerarte padre si no has creado vida biológicamente? En Japón imperan ideas muy rígidas sobre lo que una familia debería ser. Se da mucha importancia a la consangui-nidad pero, curiosamente, en los núcleos familiares hay un déficit alarmante de intimidad y hasta de amor. Yo he querido retratar a una familia cuyos miembros no están unidos por la genética sino por el crimen, y que aun así son capaces de ofrecerse mucho amor mutuo.

¿En qué medida están las relaciones familiares que la película retrata inspiradas en las de usted?¡Mi padre nunca me enseñó a robar en supermercados, si es eso lo que me está preguntando! Hablando en serio, hay una parte de lo que cuento en la película que me toca muy de cerca. En ella hay un niño que empieza a ha-cerse mayor cuando descubre que el hombre a quien considera su padre es alguien completamente imperfecto. Y creo que el tránsito a la adultez consiste precisamente en eso. Así fue para mí, al menos. A mi padre el trabajo lo obligaba a desaparecer de casa durante largos periodos, y tuve que acostumbrarme a no saber cuándo estaría en casa. Sin duda eso afectó a la opinión que llegué a tener de él. Y, por supuesto, tuve que crecer de forma prematura.

Los protagonistas de Un asunto de familia son ladronzuelos pero, al mismo tiempo, usted los retrata como víctimas del sistema. ¿Definiría la película, al menos en parte, como cine social?Inevitablemente. En las últimas dos décadas Japón ha sufrido un descenso constante de su capacidad económica. Eso ha hecho que aumenten las divisiones de clase y que haya más gente que vive en situación de pobreza. Y el sistema no solo no ha establecido mecanismos para asistir a esas personas sino que ha fomentado políticas que los estigmatizan aún más y los dejan abandonados a su suerte. De esas personas habla mi película.

¿En qué medida ha cambiado el sistema de valores a causa de ese proceso? Desde Occidente, por ejemplo, asu-mimos que la japonesa es una sociedad con un sentido del honor muy arraigado.Ha cambiado drásticamente. La crisis económica ha hecho que las familias y las comunidades se rompieran, y que cada vez más japoneses busquen el amparo del estado. El auge del nacionalismo y el totalitarismo en mi país me tiene muy preocupado. Se están perdiendo valores de democracia y tolerancia, y eso se nota en la calle. Japón es un país perdido, y lleno de odio.

Y, sin embargo, su cine sigue siendo eminentemente optimista.En mi país la palabra optimismo tiene connotaciones peyorativas. Llamamos optimista a aquel que es iluso y huye de la realidad. Pero sí es cierto que trato de huir del pesimismo. No entiendo a los directores que intentan deprimir al público. Cuando yo era más joven me obsesionaba la idea de la muerte. Ahora que ya soy un hombre maduro, y que mi padre y mi madre y mucha gente a la que me sentía muy cercano han muerto, tengo una relación con ella más normalizada. Todavía me fascina la pérdida, pero desde una óptica más pragmática: perder algo abre la puerta al cambio.

ENTREVISTA AL DIRECTOR HIOKAZU KORE-EDA

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¡HAZTE

SOCIO

!

DOCUMENTACIÓN

FICHA TÉCNICA

FICHA ARTÍSTICA

SINOPSISOsamu y su hijo se encuentran con una niña en mitad de un frío glacial. Al principio, y después de ser reacia a albergar a la niña, la esposa de Osamu aceptará cuidarla cuando se entere de las dificultades que afronta. Aunque la familia es pobre y apenas gana suficiente dinero para sobrevivir a través de pequeños delitos, pare-cen vivir felices juntos, hasta que un accidente imprevisto revela secretos ocultos, poniendo a prueba los lazos

Kirin KikiSôsuke IkematsuLily FrankyMoemi KatayamaSakura AndoMayu Matsuoka

Género:Duración:País: Año:

NO RECOMENDADA PARA MENORES DE 12 AÑOS

DRAMA121’JAPÓN2018

Dirección:Guión:Música:

Hirokazu KoreedaHirokazu KoreedaHaruomi Hosono

UN ASUNTO DE FAMILIA