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Entrevista Fernando Picó (editada para Revista)

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EL COMPROMISO DE LA CONSCIENCIA HISTÓRICA

Por: ELOY A. RUIZ-RIVERA

Fernando Picó: el hombre, el universitario, el historiador…

Fernando Picó1 es un hombre de pensamiento singular. Sacerdote jesuita y profesor universitario, ha labrado con sus trabajos un camino árido en la historiografía puertorriqueña que lo han convertido en uno de nuestros historiadores principales. Versátil, ha flexionado en el tiempo sus formas de hacer historia y ha pasado, de la historia socio-económica de la década de los setenta y los ochenta a la historia municipal, sin dejar de lado sus cuentos infantiles y libros de texto.

Un Fernando Picó ecuánime, pausado, con sus ademanes de siempre, nos habló de su temprano interés por la historia; de su incursión en la docencia universitaria en medio de los desafíos de la Nueva Historia en Puerto Rico: la lucha de los viejos y los nuevos historiadores; de sus recuerdos veraniegos en la finca de la abuela en Cayey donde “podía pasar cualquier cosa y pasaba…”. 1 Fernando Picó Bauermeister se doctoró de The John Hopkins University en 1970, especializándose en historia medieval. Desde 1972 enseña en el Departamento de Historia de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Su vasta producción historiográfica la encabezan: Libertad y servidumbre en el Puerto Rico del siglo XIX y Amargo café. Se encuentran, además, Los gallos peleados; El día menos pensado; Vivir en Caimito; 1898: la guerra después de la guerra; De la mano dura a la cordura; Historia general de Puerto Rico y San Fernando de la Carolina: identidades y representaciones. Ha servido durante varios términos como Senador Académico en dicha institución y su labor ha sido reconocida, habiéndosele nombrado Humanista del Año, en el año 2004, y Catedrático de Honor de la Cátedra Especial Eugenio María de Hostos en 2007. Es, además, sacerdote jesuita.

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El doctor Fernando Picó en la presen-tación de su libro recién editado Luis Muñoz Marín: imágenes de la memoria. 30 de abril de 2008, fecha en que se conmemoró el 28º aniversario del fallecimiento de Muñoz Marín.

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Tenemos, ante todo, a un conversador ameno y jovial; un hombre entusiasta, pausado, de verbo reflexionado, de vasto conocimiento, pero de humildad sin par. Discreto y modesto, Fernando Picó se distingue por ser un universitario probo, un hombre de comprometida memoria histórica –la cual ha utilizado como herramienta de trabajo por los últimos tres decenios–. En esta entrevista, tan clara y profunda como él, el historiador reflexiona con franqueza sobre el oficio de hacer historia y cómo, ante el embate de los tiempos, reflexionamos sobre la disciplina –para aprenderla, enseñarla y aprehenderla– de modo tal que nos sirva como instrumento comparativo.

1. Precisamente en la finca en la que estuvimos, de la cual usted habla, específicamente en el libro Amargo café, usted evoca a doña Alvilda Sureda de Bauermeister, su abuela, de quien narra particularmente una anécdota sobre sus jardines de margaritas y gladiolas. Pensando en su abuela, ¿qué significó su abuela para usted?

Mi abuela era una persona mágica. Quiero decir, ella había quedado viuda muy joven y durante la depresión tuvo que atender la finca con todas las dificultades y amarguras que eso conllevaba y, pues, fue una mujer muy fuerte; fuerte de carácter, fuerte de voluntad y fuerte de ánimo. Pero claro era, también, una abuela maravillosa y desde muy chiquito todos nosotros la admirábamos tremendamente. Tú ibas a pasar los veranos allá (…) y veías que se levantaba a las cuatro de la mañana hasta las ocho de la noche, cuando se acostaba, y eso era como reloj. Era una persona extremadamente alegre y, también, luchadora, porque de verdad la vida no fue fácil con ella. La finca quedó hipotecada después del huracán San Felipe por el resto de su vida. La hipoteca se acaba de pagar unos meses antes que ella muriera.

Así que fue una mujer que estuvo luchando de mil maneras y, pues, claro, con ella aprendía muchísimas cosas (…) El mundo donde yo me críe era el de la calle Loíza, en Santurce, era un mundo muy ordenado, muy apacible, todo pasaba como tenía que ser, en absoluto orden. Era un mundo cuadriculado. Entonces, íbamos el verano a donde la abuela en Cayey y allí podía pasar cualquier cosa y pasaba… cualquier cosa podía pasar en la montaña, y pasaba, y, entonces, era la abuela quien tenía que lidiar con todas estas situaciones y era la abuela quien asentaba el orden. Entonces, era un contraste tan grande con el mundo, el de la casa de mis padres, un mundo muy armonioso, muy ordenado y no ocurría ninguna situación fuera de lo común y el mundo de Cayey, una vez te montabas en la montaña, allá arriba, pues cualquier cosa pasaba, y pasaba. Y la abuela manejaba todas estas situaciones.

ER – Paquita Vivó editó unas conferencias hace unos años atrás, donde algunas personas, entre ellos usted, acudieron a Washington. En la conferencia suya, usted evoca a su abuela Alvilda y dice: “no hemos salido de la casa de la abuela”

FP – Sí, yo creo que en Puerto Rico, además de cambio y continuidad, yo creo que esas continuidades, para bien y para mal configuran la vida puertorriqueña. Y sí, yo veo continuidades en Puerto Rico, como la violencia, está ahí la conferencia que dí para la Fundación (Puertorriqueña) de las Humanidades2, pero también las solidaridades… esa sociabilidad puertorriqueña extraordinaria y ambas cosas yo se las adscribo a que el

2 El doctor Fernando Picó se refiere a la Conferencia Magistral que dictó ante la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades titulada Raíces históricas de la violencia en Puerto Rico.

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Estado en Puerto Rico siempre ha sido muy débil y que por lo tanto la gente ha tenido que improvisar. Y para mí, contrapuesto, por eso esa idea de que fuera de las murallas de San Juan el Estado estaba ausente (ríe), pues, realmente es un eco de que fuera de ese orden apacible de la calle Loíza, en la década de los cincuenta, pues mira, más allá era caótico y esas anécdotas que cuento en esas conferencias de Washington fueron bien vivas en mi memoria, porque eran la abuela en acción.

2. Y en parte, las conversaciones que tuvo con usted, a usted le llaman la atención y lo mueven a hacer trabajos historiográficos sobre los jornaleros…

Acuérdate Eloy que yo estuve fuera de Puerto Rico muchos años, en Estados Unidos, y no volví hasta haber acabado los estudios. Claro volvía de vacaciones o de visita, pero de volver estable fue en diciembre del 71. Yo me fui en el verano del 59, estuve 12 años fuera. Y claro en esos 12 años uno pierde contacto con muchísimas cosas. Cuando llego de vuelta, pues, llego obviamente para enseñar historia europea en la Universidad de Puerto Rico, que es mi especialidad, y esos años coinciden, también, con los últimos años de la abuela. Y la abuela, hubo un momento, en que se queda sola, porque ella no quiso dejar la casa y no quiso irse a vivir con ninguno de los hijos, sola allá en el tope de la montaña, y yo voy a pasar los fines de semana con ella. Esto es en el año 74. Y es ahí donde ella me hace muchísimos cuentos (…) y ahí es donde me entero yo de un reguerete de cosas (…) y recuerdo siempre esa recurrente nostalgia de ella por Utuado, ella estaba ausente desde el año 11. Y recordaba ella un Utuado muy feliz. Y recuerdo que me decía “en cuanto me ponga buena, fletamos un carro y vamos para Utuado”. Se estaba muriendo, bendito, el corazón estaba ya que no daba para más, pero era su aspiración volver a Utuado. El Utuado de su niñez, el Utuado de su juventud. De tal manera que cuando empecé yo en el Archivo a hacer investigación (…) yo estaba dando cursos de Teoría y Metodología y, entonces, el problema era que mi experiencia era en archivos europeos. No tenía experiencia en el archivo de aquí (…) Cuando fui, la primera vez que fui al Archivo para investigar, le dije a Eduardo Negrón, que era el archivero, mira, yo quiero ver un protocolo notarial, que era lo que estaba de moda entonces. Eduardo me dice: “de dónde”. Y, entonces, me trajo la lista y escogí el primero que estaba, Osvaldo Aponte, el notario 1862, y me senté a leer el protocolo (…) y empecé a fichar todo lo que veía, todas las transacciones, las abreviaba y las ponía todas. Y ahí empecé con Utuado, con ese protocolo.

3. Esa producción historiográfica, específicamente, de la que usted me está hablando se inicia cuando la Nueva Historia estaba en apogeo en Puerto Rico, ¿cómo usted cree que estas visiones que traen los novohistoriadores con sus trabajos, chocaron con las de la Generación del Cuarenta, particularmente Morales Carrión, Lidio Cruz Monclova, Luis Manuel Díaz Soler?

Fue un choque extremadamente severo, extremadamente fuerte. Fíjate, yo vuelvo para enseñar historia de Europa, ya en cierta manera la lucha está montada porque la gente de CEREP, Ángel Quintero Rivera y la gente de la Nueva Historia, Gervasio García, Andrés Ramos Mattei, más tarde, Blanca Silvestrini, están empezando a plantear cosas y yo llego a un departamento donde hay una tensión grande.

ER - ¿usted estaba ajeno a la discusión cuando llega?

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FP – Cuando llego, yo estaba ajeno a la discusión, porque yo estoy para enseñar tres cursos de historia de Europa, pero, precisamente, porque hay toda esta batalla, el director del departamento (de Historia, Arturo Santana), me dijo: “cógete una sección de teoría y una de metodología” para que los estudiantes puedan escoger y no tengan una sola opción, que era Gervasio3 quien enseñaba esos cursos de Teoría y Metodología. Pues ya te digo, mi enfoque era, básicamente, el enfoque que yo traía de mi propia experiencia, que era la Escuela de Annales francesa, que me era familiar, y las cosas que se estaban haciendo, básicamente, en Francia y Estados Unidos, que era lo que conocía, y había una tremenda afinidad entre eso y la nueva historia. Gervasio mismo había estudiado en París; Chucho Quintero había estudiado en Londres; Ramos Mattei, también, fue a Londres a hacer su doctorado; Blanca traía toda su experiencia de Nueva York y otra gente con sus respectivas historias. Y por lo tanto yo sentí gran afinidad porque eso era lo que yo básicamente había aprendido en mi propia formación. Es decir, yo tuve a Robert Forser de Revolución Francesa, después cogí con él un seminario del Antiguo Régimen, que fue maravilloso, porque me introdujo a todos estos autores franceses. Pues para mí había cierta afinidad, claro, cuando empiezo a dar los cursos de Teoría y Metodología, sale una convocatoria del Decanato que se llamaba antes Decanato de Estudios, el Decanato de Asuntos Académicos, para proyectos para incentivar el desarrollo de cursos y yo le digo a Gervasio, “mira Gervasio, ¿porque no solicitamos para una revista en mimeógrafo con los trabajos de los estudiantes?”. Y Gervasio me dijo: “eso no lo van a aprobar ni por ná”. Pero nada se pierde con tratar. Y, efectivamente, era una suma modestísima de dinero la que estábamos pidiendo, $400 semestrales. Pues la idea fue, con eso, empezar a publicar los trabajos de los estudiantes, los mejores trabajos de cada semestre de los estudiantes de los cursos de seminario de Historia. Y el primer semestre hubo trabajos maravillosos. Salimos por primera vez en el 74. Resulta que, yo pensé, qué maravilla, estamos publicando trabajos de los estudiantes, son trabajos novedosos, trabajos de cosas que nunca se han hecho, chacho, pa’ que fue aquello, la tormenta que eso suscita, fue terrible…

Todos eran trabajos de estudiantes, es decir, Annales de Investigación Histórica, eran trabajos de estudiantes. Pero eran novedosos, eran frescos, estaban basados en temas que se habían usado poco, para mí la sorpresa fue que fuera un asalto para alguien, pues mira, en Francia este tipo de cosas, en Inglaterra, en Estados , en México, en cualquier lugar esto no es problema. Pero al parecer lo fue y ahí fue donde yo quedé un poco marcado, y yo estoy ahora en los rangos de la rebelión, pero para mí fue sorpresa, porque yo estaba acostumbrado, en otras partes eran cosas eran normales. Yo siempre digo que la Nueva Historia, es lo nuevo en términos relativos, en sentido que era nueva en Puerto Rico.

Eventualmente de los trabajos en el Archivo escribí Libertad y servidumbre y, entonces, me invitaron unirme a CEREP, el grupo que Chuco Quintero tenía, que era un grupo interdisciplinario para discutir trabajos de distintos colegas. Yo estuve en la segunda generación de CEREP, ya era el tiempo de Baldrich (Juan José), de Rubén Dávila, de Jorge Rodríguez Beruff, de Lydia Milagros González (…) Yo recuerdo todavía el día en que me

3 El doctor Gervasio Luis García, profesor de historia en el Departamento de Historia de la UPR-RRP y uno de los connotados historiadores que inició el movimiento de la Nueva Historia en Puerto Rico en la década de 1960.

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encuentro con Ramos Mattei y, entonces, me dice: “te das cuenta, ahora nosotros somos los viejos”. Y es verdad, era verdad. Es decir, la vieja generación, finalmente, se había retirado, y, entonces, pues, nosotros estábamos, la nueva generación… Ya en los noventa, básicamente, entra toda la cuestión posmoderna y cuando empieza a agitarse la cuestión posmoderna, obviamente, la historia nueva no era tan nueva y yo le dije a Gervasio: “mira Gerva, toda esa pelea con los viejos historiadores, no vayamos a hacer nosotros lo mismo otra vez”. Yo le dije: “mira Gervasio, no vamos a hacer lo mismo con la generación que viene”, es decir, pues mira, cada cual va a seguir con su onda, pero no tenemos que hacer de esto una historia terrible, pero no tiene que ser otra vez la guerra de las galaxias. Yo creo que la ola posmoderna ha pasado y, pues, básicamente que sobrevivimos, cada cual ha seguido moldeándose. Pero no fue la batalla aquella de los setenta, aquello fue terrible.

4. En la década del setenta sus trabajos sobre los jornaleros de Utuado crearon los fundamentos para una historiografía que habría de impartir un rumbo diferente a la investigación histórica en Puerto Rico. ¿Cómo ve hoy ese esfuerzo? ¿Cuál cree que es su principal aportación con este tipo de trabajo?

Eso se medirá en el largo plazo. Los estudiantes estaban haciendo esas cosas en Annales de investigación histórica, también. Y las tesis de Astrid Cubano4 fue muy novedosa, la de maestría de ella, estaban abriendo campo. Quizás es que yo sigo dando en el mismo clavo por tanto tiempo, otra gente, pues, quizás, siguió otras trayectorias. Fíjate que yo en cierta manera tengo un momento un poco difícil cuando saco Los gallos peleados, porque Los gallos peleados rompía esquemas y no era lo que la gente de CEREP o la gente como Andrés y como Gervasio estaban empujando, y, entonces, ¿qué estás haciendo? ¿hacia dónde vas? Yo creo es que cada uno siguió una trayectoria. Por ejemplo, Guillermo Baralt, con Esclavos rebeldes rompió terreno también. Esclavos rebeldes fue novedoso en su momento. Entonces, de Esclavos rebeldes, Guillermo Baralt pasa a la historia del Banco Popular, la historia de la Corte Federal, la historia de Ferré, quiere decir, una historia más establishment, pero que también es novedosa, pero, obviamente, es otra cosa a la que la Nueva Historia estaba planteando. Baralt ha seguido su propia trayectoria.

Blanca Silvestrini, que trabajó un poco la cuestión de los trabajadores y la violencia, tuvo dos libros muy interesantes, después se metió en historia de la salud, y por ahí siguió, pero también siguió una trayectoria. Gervasio siempre ha planteado la necesidad de una nueva historia política en Puerto Rico. Y es lo que él ha tratado, un poco, de esbozar. Y las cosas que Gervasio ha publicado, pues, apuntan hacia una visión de una nueva historia política, que es una necesidad grande, pues, la vieja historia de la política está tan gastada y la Nueva Historia produjo mucha historia social y económica, pero no realmente política.

La Nueva Historia no logró todas sus metas a la vez. Logró unas y otras no y yo, pues, siempre creo que hay una agenda inconclusa, como había una agenda inconclusa en los viejos historiadores también, y como, estoy seguro, que hay una agenda inconclusa de los

4 La doctora Astrid Cubano Iguina es, también, profesora en el Departamento de Historia de la UPR-RRP. Fue alumna del doctor Picó y se destaca actualmente como la Decana Asociada de Asuntos Académicos de dicha institución.

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que no quieren ser llamados posmodernos, pero, bueno, es la etiqueta que más útil ha aparecido.

5. A finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI se debate en Puerto Rico sobre la naturaleza y la finalidad del oficio de hacer historia. Algunos planteamientos cuestionan las formas típicas de concebir la historia en los círculos académicos. En ese sentido, se han librado debates entre los historiadores que fueron parte de la Nueva Historia –los que abogaron por una “renovación de la historia: el cambio inevitable”, como la llamó Gervasio García, y los historiadores más jóvenes, algunos de ellos provenientes de la corriente posmoderna. ¿Cree usted que éstos reaccionaron en el presente como reaccionaron Morales Carrión y los otros en su tiempo? ¿Cómo observa el desarrollo de los planteamientos del paradigma posmoderno en el contexto historiográfico puertorriqueño?

Yo creo que la reacción ha sido mucho más variada y mucho más ágil que la reacción de la otra generación. Yo creo que ha habido distintas apropiaciones o distintos acomodos con los retos de los posmodernos, dependiendo de las personas. Toma, por ejemplo, a Chuco Quintero, que fue el gran historiador del movimiento obrero, sin embargo, sale con Salsa, sabor y control, que es un libro, esencialmente, de corte posmoderno. Él hizo la transición sin demasiada dificultad. Otra gente, simplemente, no los ha tomado en consideración. Yo creo que Baralt ha seguido escribiendo, como ha venido escribiendo desde los noventa para acá, sin, básicamente, alteración mayor. Otros son más reflexivos, como Gervasio García, sí ha retado, sí ha discutido y ha analizado los planteamientos posmodernos y, obviamente, en muchos de ellos está en desacuerdo.

Yo, quizás, es que tengo el oído demasiado pegado en Francia y yo veo que allá, sí se hizo la transición sin tanta dificultad. Obviamente es Michel Foucault quien inicia el reto, que lleva eventualmente a gente, que es el equivalente a la gente de la Nueva Historia acá, como George Duby, por ejemplo, que era portaestandarte de Annales, y sin embargo, ellos asumen el reto de Foucault y compañía y transformaron un poco su historiografía a partir de eso. Para la mi pista misma fue como la revista Annales con esta mutación y cómo personas como Le Goff, se sienten muy cómodos trabajando en esta nueva vertiente.

Personalmente creo que el acierto grande de los posmodernos ha sido cuestionar la redacción historiográfica. Quiere decir, mi generación se formó siendo muy críticos sobre la investigación. El cuidado era que la investigación fuera lo más rigurosa posible para asegurarnos de que, efectivamente, no estábamos fabulando. El problema es que tú puedes tener la investigación más clara y, sin embargo, la redacción no lo es. Porque no le enseñábamos a los estudiantes a escribir historia, le enseñábamos a investigar y no le enseñábamos a redactar. Para mí el posmoderno lo que te dice es mira, tú podrás haber hecho la investigación que tú quieras, pero cuando tú estás redactando, tú estás fabulando, tú estás construyendo, tú estás llenando las lagunas y los puntos suspensivos, tú estás personificando, tú estás creando una voz narrativa, tú estás dando énfasis en unas partes y no en otras. Estás usando todos los recursos literarios que, usualmente, un creador de ficción usa. Entonces, el reto posmoderno es en qué sentido tú redacción no

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es, también, otra fabulación análoga a la del escritor de ficción. Bueno, yo creo que ese es un cuestionamiento legítimo, yo sí creo que debemos darle mucho mayor cuidado a la formación de la historiografía, es decir, a la redacción de los historiadores. Precisamente por eso, porque lo que Foucault y compañía demostró, es que ahí es donde se deslizan muchas cosas. Tú puedes haber tenido la investigación más sólida posible, y, entonces, empiezas a usar metáforas y empiezas a usar figuras literarias, cuando estás redactando, y claro, no es que sea malo usar figuras literarias, pero es estar consciente que las estás usando. Porque si no, está (…) deslizándose esa área ficticia. Frases tan simples como: “Utuado siempre se sintió orgulloso de sus hijos destacados”. Y Utuado como persona, fíjate. ¿Quién es? ¿Es la corporación municipal, son los habitantes del municipio? ¿Quién es Utuado? “Utuado siempre se sintió orgulloso de sus hijos destacados”: eso es una figura literaria. Y, sin embargo, ese tipo de cosas los historiadores la redactamos sin pensarlo dos veces. El posmoderno te dice, “tú estás fabulando”… Utuado, es una creación literaria. No solamente la creas, le atribuyes sentimientos.

6. Su producción historiográfica se caracteriza por la variedad de temas, así como por la diversidad de métodos y de estrategias de investigación utilizados. ¿Qué le tiene que decir el historiador experimentado al que se inicia en la tarea de investigar la historia de Puerto Rico?

FP – La historia de Puerto Rico está por hacerse. Es decir, no empece, a que hayan excelentes libros sobre la historia de Puerto Rico, como el de Francisco Scarano5, el cual yo considero que es excelente, el hecho es que hay muchísimas cosas que no se han investigado, que se conocen mal, te di el ejemplo de historia política, te doy el ejemplo de historia de la mujer… por ejemplo la historia del sentimiento religioso, aquí hay historia de obispos, pero ¿ hay historia del sentimiento religioso? ¿qué se ha hecho? Está el libro de Chuco Quintero “Vírgenes, magos y escapularios”6… pero, es decir, no historia del sentimiento religioso. Y como eso te digo mil cosas más, es decir, la lista es larguísima, una historia del clima, la ecología, bueno, muchísimas cosas por ahí. Entonces, cualquiera que yo le hablo, yo le digo: “mira, hay un mundo por ahí pa’ lante”. Si te metes a leer, y te das cuenta, está el reguerete de la luna, porque hay muchísimas cosas que no se conocen. Historias que se siguen repitiendo.

Una vez yo escribí un ensayo De Ramón Power a Ramón Power, la construcción de un personaje y, básicamente lo que demostré es que lo que decimos de Ramón Power, se sigue diciendo desde Alejandro Tapia para acá, se repite el mismo cuento, se le añaden dos o tres matices más, se le hace un poquito de embeleco más a la cosa, entonces, no se ha investigado… se sigue exagerando, se sigue difundiendo. Y es que ¡no se ha investigado a Ramón Power! Se han editado cosas sobre él, ¡no se ha estudiado! El Padre del liberalismo puertorriqueño, yo no estoy tan seguro, fíjate, que se el “Padre del liberalismo

5 La referencia es: Francisco A. Scarano. Puerto Rico: cinco siglos de historia. 2ª ed. México: McGraw Hill, 2000.6 Ángel G. Quintero Rivera (editor). Vírgenes, magos y escapularios: imaginería, etnicidad y religiosidad popular en Puerto Rico. San Juan, Puerto Rico: Centro de Investigaciones Sociales, UPR y Centro de Investigaciones Académicas, Universidad del Sagrado Corazón, 2003.

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puertorriqueño”, pero (son) personajes sagrados que se hacen intocables que no se pueden sostener. Y ese es un ejemplo de tantos otros (…) que yo creo que no han sido estudiados. Muñoz Rivera no ha sido estudiado. Barbosa yo creo que no ha sido estudiado. Santiago Iglesias sólo ha sido estudiado por sus devotos, es decir, por eso yo te digo que una nueva historia política se tiene que hacer (…) Fíjate Albizu. Albizu ha sido mal estudiado, realmente. Coge el libro de Luis Ferrao y Luis Ferrao prendió candela con su libro. Albizu ha sido mal estudiado; ha sido mal antologizado. ¿Por qué? Porque siempre se juega con las mismos ocho consignas de él…

Fíjate lo que ha hecho en la Fundación (Luis) Muñoz Marín con Muñoz ha sido distinto. Los que hemos participado en estos afanes hemos querido que no se vuelva otra vez otro modelito más. La riqueza enorme del pensamiento, la diversidad (…). Eso, se han sacado tres tomos y no creas que eso ha estado exento de crítica. Hay gente que piensa que estamos atentando. Y no es verdad, al revés. Pero veo la necesidad de estudiarlo a fondo. Y con Muñoz se ha roto, un poco, esa tendencia que de los muertos sólo se escribe para exaltarlos, pero no para analizarlos (…) perspectivas muy distintas, perspectivas, inclusive, muy críticas. Yo creo que eso abre cancha, abre discusión, abre intercambios. Mira, esta persona que tuvo que decirle tanto al país, todavía tiene vigencia.

7. ¿Qué cosas cree que faltan por explorar en la historia puertorriqueña?

Yo creo que la historia política no debe ser sobre próceres, la historia política debe ser sobre comportamientos políticos, prácticas políticas, sobre representaciones, todas estas cosas. Y, en cierto sentido, la historia está por hacerse. Yo no creo que haya una buena historia política. Yo no la veo.

8. Mucho se debate sobre los instrumentos y herramientas del historiador, pero no se hace con la misma intensidad sobre los instrumentos y herramientas para enseñar historia. ¿Qué nos tiene que señalar sobre este tema?

A nivel de anécdota. Cuando yo escribí el libro Tierra adentro, mar afuera, pues se le envío al Departamento el borrador para ver si era exactamente lo que ellos habían contratado. Vino de vuelta y estaban encantados con el asunto, pero tenían una inquietud. ¿Dónde está Salcedo y Urayoán? Mandé a decirle de vuelta: “mire, eso es un mito” (ríe). Simplemente es un incidente que está sobre memoralizado en Puerto Rico y evidentemente debe ser críticamente estudiado, obviamente, como fenómenos interesantes, el hecho de que se reitere esta cosa no tiene base histórica y por eso mismo yo no voy a ponerlo en el libro, porque yo no creo que un libro que tenga un relato de esa naturaleza es como poner una historia de Guillermo Tell en un libro de historia de Suiza, (donde) hay una mitología envuelta.

Pues fíjate, curiosamente, hubo gente que pensó que eso era una desacralización. El omitir a Salcedo era un pecado. Gente buena, gente a quien yo quiero mucho, pero que de vez en cuando quieren convencer de que Salcedo existió. ¡Búscamelo en el Tratado de

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Pasajeros de Indias! Búscamelo en los documentos contemporáneos a la conquista de Puerto Rico, que hay muchos. ¡Búscalo a ver si lo encuentras! ¡No está!

ER - ¿Sabe usted cómo Diego Salcedo se metió en la memoria…?

Bueno, Fernández de Oviedo que tantos mitos hilvanó en sus Historias y relaciones de las Indias. Fernández de Oviedo está lleno de cuentos. En sus Relaciones de las Indias lo metió y, entonces, Juan de Castellanos lo cogió de ahí y lo puso en la Elegía de Claros Varones y de ahí, entonces, no sé si lo cogió Íñigo Abbad y, de ahí, obviamente, los historiadores del XIX y de ahí los historiadores nacionales del 20 y de ahí pa’ lante siguieron construyendo.

Sí hay un grabado del siglo XVI, de finales del siglo XVI de un italiano que hizo un libro basado en el libro de Fernández de Oviedo y el grabado es de fines del XVI, pero no hay manera de probar que Salcedo existió. Todas esas cosas que parecen tan sencillas, otra vez, forman unas algarabías terribles, porque la gente siempre piensa que uno está tratando de quitarles algo. ¿Qué importa si Salcedo existió o no existió? Lo importante es que dice mucho sobre la gente que lo enarbola.

9. ¿Qué implicaciones tiene para la enseñanza de historia los planteamientos que nos presentan los nuevos paradigmas historiográficos? ¿Qué le recomienda a los maestros de Estudios Sociales y de Historia?

Que lean lo más posible. Y sobre todo que se den cuenta que la historia está siempre por hacerse, que, por lo tanto, sean críticos y formen estudiantes críticos. Tú sabes, porque antes la idea era que tú tenías que darle a los estudiantes un sentido de identidad nacional, tú le hacías todos estos cuentitos, que de una manera u otra eran derivados de la leyendas de Coll y Toste o de esto o de lo otro, pues tú sabes, de qué te sirve forjar una identidad nacional basada en cuentos y casi todos son fábulas, mentiras. ¿Qué tipo de gesta tú quieres forjar de esa manera? Nada, porque esto es importante, no se puede perder, hay que mostrar que los puertorriqueños somos valientes. Y si se están matando todos los días en las calles de San Juan, ¿qué más queremos decir aquí que la gente es valiente? ¿cuántas más muertes necesitas para probar que no somos mansos?

10. Sabemos que como historiador le ha dedicado esfuerzos y empeños a la producción historiográfica con fines didácticos –ahí está el cuento La peineta colorada- especialmente para los niños de Puerto Rico (La peineta colorada). ¿Cómo ve a las universidades contribuyendo a incrementar este esfuerzo dirigido a mejorar la educación del pueblo de Puerto Rico?

Yo creo que las universidades tienen la misión de formar mentes críticas. Yo siempre le digo a la gente, la Universidad es para enseñarle a la gente a dudar, que dudar es como una herramienta (y) si no la sabes usar es desastrosa. Entonces, tienes que aprenderla a usar, tienes que aprender a dudar críticamente, responsablemente, para poder, entonces aprender a cuestionar las cosas de manera más analítica. Y hay gente que cree que la

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universidad es para transmitir información. El internet hace eso, ya no se necesitan universidades, porque la gente aprende qué pasó. Piensa, reflexiona, pregunta lo que pasó. Y a veces resulta que no pasó. Pero, ¿cómo tú induces a la gente a pensar? Pero para eso es la historia: para aprender a pensar históricamente, a pensar en perspectivas, a pensar en el largo plazo, a pensar comparativamente. No es para transmitir información, para esos están los libros y el internet también.

11. ¿Qué implica enseñar historia en el Puerto Rico del reggaetón?

Eso es todavía más interesante. Fíjate que el reggaetón es una forma musical que es muy moralizante. Claro, es la moralidad de la calle, no la moralidad de los sectores dirigentes. Es extremadamente sentenciosa, está siempre sentenciando cosas, siempre está diciendo cómo las cosas deben ser. En cierta manera, está normatizando cómo son las cosas, cómo son las relaciones entre hombres y mujeres, cómo son las relaciones de pandillas, está tratando siempre de establecer un orden, alterno, distinto y cuestionable. Y a mí me llama la atención que esa manera de sermonear, que mucho de los cantantes tienen, tenga tanta aceptación. Es como si estuvieran diciendo: el mundo es así, el mundo es así, el mundo es así. Esa es la visión que se debe examinar, que se debe discutir, que se debe comparar, que se debe ver qué realmente estás diciendo y, en parte, para mí, la importancia de ese género musical es que está afirmando el valor de la gente y yo muchas veces cuando he visto estas cosas en videos o en cortos, siempre me llama la atención del afán de autoafirmación, de autoafirmarse y eso para mí siempre sugiere pobre imagen de uno mismo… es básicamente un reflejo de debilidad, una teatralización de la debilidad.

12. Qué mensaje –para cerrar esta entrevista- le daría a los maestros de estudios sociales y de historia de la escuela puertorriqueña?

Que tienen que leer, que leer mucho, mucho más y leer de todo, no leer sólo las cosas que concuerdan con su visión de mundo. Leer cosas críticas y sobre todo leer cosas en que puedan comparar cosas de Puerto Rico con lo de afuera. Leer comparativamente. Eso es importante. A veces creemos que las cosas nos pasan a nosotros y no nos damos cuenta de que, por ejemplo, el Caribe está en situaciones análogas a las nuestras. Situaciones análogas. Todo el Caribe joven está emigrando y con distintos destinos: Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, México. Pero todo el Caribe joven está emigrando.

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