Entrevista Mayo Zambada

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    ISMAEL 'EL MAYO' ZAMBADA

    'Si me atrapan o me matan... nada cambia': El Mayo ZambadaEn el mayor de los sigilos, bajo la exigencia de reserva absoluta que l respet y

    respeta, el fundador de Proceso fue convocado a encontrarse con Ismael El MayoZambada. "

    Julio Scherer Garca

    Tena inters en conocerlo", le dijo el capo del crtel de Sinaloa, colega ycompadre de "El Chapo" Guzmn. En el encuentro, que termin en puntossuspensivos, El Mayo Zambada dej un reto: "Me pueden agarrar encualquier momento o nunca"

    Un da de febrero recib en Proceso un mensaje que ofreca datos clarosacerca de su veracidad. Anunciaba que Ismael Zambada deseaba conversarconmigo.La nota daba cuenta del sitio, la hora y el da en que una persona meconducira al refugio del capo. No agregaba una palabra.A partir de ese da ya no me solt el desasosiego. Sin embargo, en momentoalguno pens en un atentado contra mi persona. Me s vulnerable y as hevivido. No tengo chofer, rechazo la proteccin y generalmente viajo solo, lasuerte siempre de mi lado.La persistente inquietud tena que ver con el trabajo periodstico.Inevitablemente debera contar las circunstancias y pormenores del viaje,pero no podra dejar indicios que llevaran a los persecutores del capo hastasu guarida. Recreara tanto como me fuera posible la atmsfera del suceso ysu verdad esencial, pero evitara los datos que pudieran convertirme en undelator.Me hizo bien recordar a Octavio Paz, a quien alguna vez le o decir, enfticocomo era:"Hasta el ltimo latido del corazn, una vida puede rodar para siempre".Una maana de sol absoluto, mi acompaante y yo abordamos un taxi del

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    que no tuve ni la menor idea del sitio al que nos conducira. Tras un recorridobreve, subimos a un segundo automvil, luego a un tercero y finalmente a uncuarto. Caminamos en seguida un rato largo hasta detenernos ante unafachada color claro. Una seora nos abri la puerta y no tuve manera de

    mirarla. Tan pronto corri el cerrojo, desapareci.La casa era de dos pisos, slida. Por ah haba cinco cuadros, pjarosdeformes en un cielo azuloso. En contraste, las paredes de las tres recmarasmostraban un fro abandono. En la sala haban sido acomodados sillones ysofs para unas diez personas y la mesa del comedor prevea seiscomensales.Me asom a la cocina y abr el refrigerador, refulgente y vaco. La curiosidadme llev a buscar algn telfono y slo advert aparatos fijos para lacomunicacin interna. La recmara que me fue asignada tena al centro una

    cama estrecha y un bur de tres cajones polvosos. El colchn, sin sbana quelo cubriera, exhiba la pobreza de un cobertor viejo. Prob el agua de laregadera, fra y en el lavamanos vi cuatro botellas de Bonafont y un jabnusado.Hambrientos, el mensajero y yo salimos a la calle para comer, beber lo quefuera y estirar las piernas. Caminamos sin rumbo hasta una fonda grata, lamsica a un razonable volumen. Hablamos sin conversar, las frases cortadassin alusin alguna a Zambada, al narco, la inseguridad, el ejrcito quepatrullaba las zonas perifricas de la ciudad.

    Volvimos a la casa desolada ya noche. Nos levantaramos a las siete de lamaana. A las ocho del da siguiente desayunamos en un restaurante comohay muchos. Yo evitaba cualquier expresin que pudiera interpretarse comoun signo de impaciencia o inquietud, incluso la mirada insistente a los ojos,una forma de la interrogacin profunda. El tiempo se estiraba, indolente ycomamos con lentitud.Las horas siguientes transcurrieron entre las cuatro paredes ya conocidas. Yollevaba conmigo un libro y me sumerg en la lectura, a medias. Miacompaante pareca haber nacido para el aislamiento. Como si nada

    existiera a su alrededor, llegu a pensar que l mismo pudiera haberdesaparecido sin darse cuenta, sin advertirlo. Me duele escribir que no tena

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    ms vida que la servidumbre, la existencia sin otro horizonte que el minutoque viene."Ya nos avisarn", me dijo sorpresivamente, "la llamada vendr por elcelular".

    Pas un tiempo informe, sin manecillas. 'Paciencia', me deca.Salimos al fin a la oscuridad de la noche. En unas horas se cruzaran el o casoy el amanecer sin luz ni sombra, quieto el mundo.Viajamos en una camioneta, seguidos de otra. La segunda desapareci depronto y ocup su lugar una tercera. Nos segua, constante, a cien metros dedistancia. Yo senta la soledad y el silencio en un paisaje de planicies ymontaas.Por veredas y caminos sinuosos ascendimos una cuesta y de un instante aotro el universo entero dio un vuelco. Sobre una superficie de tierra

    apisonada y bajo un techo de troncos y bejucos, habamos llegado al refugiodel capo, cotizada su cabeza en millones de dlares, famoso como "ElChapo" y poderoso como el colombiano Escobar, en sus das de auge zar dela droga.Ismael Zambada me recibi con la mano dispuesta al saludo y unas palabrasde bienvenida:

    Tena mucho inters en conocerlo.Muchas gracias, respond con naturalidad.

    Me encontraba en una construccin rstica de dos recmaras y dos baos,segn pude comprobar en los minutos que me pude apartar del capo paralavarme. Al exterior haba una mesa de madera tosca para seis comensales ybajo un rbol que pareca un bosque, tres sillas mecedoras con una pequeamesa al centro. Me qued claro que el cobertizo haba sido levantado con elpropsito de que el capo y su gente pudieran abandonarlo al primer signo dealarma. Percib un pequeo grupo de hombres juramentados.A corta distancia del narco, los guardaespaldas iban y venan, a veces los ojos

    en el jefe y a ratos en el panorama inmenso que se extenda a su alrededor.Todos cargaban su pistola y algunos, adems, armas largas. Dueo de m

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    mismo, pero nervioso, vi en el suelo un arma negra que brillabaintensamente bajo un sol vertical. Me dije, deliberadamente forzada laimagen: podra tratarse de un animal sanguinario que dormita.Lo esperaba para que almorzramos juntos, me dijo Zambada y seal la

    silla que ocupara, ambos de frente.Observ de reojo a su emisario, las mandbulas apretadas. Me peda que nofuera a decir que ya habamos desayunado.Al instante fuimos servidos con vasos de jugo de naranja y vasos de leche,carne, frijoles, tostadas, quesos que se desmoronaban entre los dedos oderretan en el paladar, caf azucarado.Traigo conmigo una grabadora electrnica con juego para muchas horas,aventur con el propsito de ir creando un ambiente para la entrevista.Platiquemos primero.

    Le pregunt al capo por Vicente, Vicentillo.Es mi primognito, el primero de cinco. Le digo "Mijo". Tambin es micompadre.Zambada sigui en la resea personal:Tengo a mi esposa, cinco mujeres, quince nietos y un bisnieto. Ellas, lasseis, estn aqu, en los ranchos, hijas del monte, como yo. El monte es micasa, mi familia, mi proteccin, mi tierra, el agua que bebo. La tierra siemprees buena, el cielo no.

    No le entiendo.A veces el cielo niega la lluvia.Hubo un silencio que aprovech de la nica manera que me fue posible:Y Vicente?Por ahora no quiero hablar de l. No s si est en Chicago o Nueva York. Sque estuvo en Matamoros.He de preguntarle, soy lo que soy. A propsito de su hijo, vive usted suextradicin con remordimientos que lo destrocen en su amor de padre?Hoy no voy a hablar de "Mijo". Lo lloro.

    Grabamos?Silencio.

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    Tengo muchas preguntas, insist ya debilitado.Otro da. Tiene mi palabra.Lo observaba. Sobrepasa el 1.80 de estatura y posee un cuerpo como unafortaleza, ms all de una barriga apenas pronunciada. Viste una camisa

    verde cerrada al cuello y sus pantalones de mezclilla azul mantienen la lnearecta de la ropa bien planchada. Se cubre con una gorra y el bigote recortadoes de los que sugieren una sutil y permanente irona.He ledo sus libros y usted no miente, me dice.Detengo la mirada en el capo, los labios cerrados.Todos mienten, hasta Proceso. Su revista es la primera, informa ms quetodos, pero tambin miente.Seleme un caso.Rese un matrimonio que no existi.

    El del Chapo Guzmn?Dio hasta pormenores de la boda.Sandra vila cuenta de una fiesta a la que ella concurri y en la que estuvopresente "El Chapo".Supe de la fiesta, pero fue una excepcin en la vida del "Chapo". Si l seexhibiera o yo lo hiciera, ya nos habran agarrado.Algunas veces ha sentido cerca al Ejrcito?Cuatro veces. "El Chapo" ms.Qu tan cerca?

    Arriba, sobre mi cabeza. Hu por el monte, del que conozco los ramajes, losarroyos, las piedras, todo. A m me agarran si me estoy quieto o medescuido, como al Chapo. Para que hoy pudiramos reunirnos, vine de lejos.Y en cuanto terminemos, me voy.Teme que lo agarren?Tengo pnico de que me encierren.Si lo agarraran, terminara con su vida?No s si tuviera los arrestos para matarme. Quiero pensar que s, que mematara.

    Advierto que el capo cuida las palabras. Emple el trmino arrestos, no elvocablo clsico que naturalmente habra esperado.

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    Zambada lleva el monte en el cuerpo, pero posee su propio encierro. Sushijos, sus familias, sus nietos, los amigos de los hijos y los nietos, a todos lesgustan las fiestas. Se renen con frecuencia en discos, en lugares pblicos yel capo no puede acompaarlos. Me dice que para l no son los cumpleaos,

    las celebraciones en los santos, pasteles para los nios, la alegra de losquince aos, la msica, el baile.Hay en usted espacio para la tranquilidad?Cargo miedo.Todo el tiempo?Todo.Lo atraparn, finalmente?En cualquier momento o nunca.Zambada tiene sesenta aos y se inici en el narco a los diecisis. Han

    transcurrido cuarenta y cuatro aos que le dan una gran ventaja sobre suspersecutores de hoy. Sabe esconderse, sabe huir y se tiene por muy queridoentre los hombres y las mujeres donde medio vive y medio muere a salto demata.Hasta hoy no ha aparecido por ah un traidor, expresa de pronto para s. Loimagino insondable.Cmo se inici en el narco?Su respuesta me hace sonrer.Noms.

    Noms?Vuelvo a preguntar:Noms?Vuelve a responder:Noms.Por ah no sigue el dilogo y me atengo a mis propias ideas: el narcotrficocomo un imn irresistible y despiadado que persigue el dinero, el poder, losyates, los aviones, las mujeres propias y ajenas con las residencias y losedificios, las joyas como cuentas de colores para jugar, el impulso brutal que

    lleve a la cspide. En la capacidad del narcotrfico existe, ya sin horizonte yaterradora, la capacidad para triturar.

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    Zambada no objeta la persecucin que el gobierno emprende paracapturarlo. Est en su derecho y es su deber. Sin embargo, rechaza lasacciones brbaras del ejrcito.Los soldados, dice, rompen puertas y ventanas, penetran en la intimidad de

    las casas, siembran y esparcen el terror. En la guerra desatada encuentraninmediata respuesta a sus acometidas. El resultado es el nmero de vctimasque crece incesante. Los capos estn en la mira, aunque ya no son las figurasnicas de otros tiempos.Qu son entonces?, pregunto.Responde Zambada con un ejemplo fantasioso:Un da decido entregarme al gobierno para que me fusile. Mi caso debe serejemplar, un escarmiento para todos. Me fusilan y estalla la euforia. Pero alcabo de los das vamos sabiendo que nada cambi.

    Nada, cado el capo?El problema del narco envuelve a millones. Cmo dominarlos? En cuanto alos capos, encerrados, muertos o extraditados, sus reemplazos ya andan porah.A juicio de Zambada, el gobierno lleg tarde a esta lucha y no hay quienpueda resolver en das problemas generados por aos. Infiltrado el gobiernodesde abajo, el tiempo hizo su "trabajo" en el corazn del sistema y lacorrupcin se arraig en el pas. Al Presidente, adems, lo engaan suscolaboradores. Son embusteros y le informan de avances, que no se dan, en

    esta guerra perdida.Por qu perdida?El narco est en la sociedad, arraigado como la corrupcin.Y usted, qu hace ahora?Yo me dedico a la agricultura y a la ganadera, pero si puedo hacer unnegocio en los Estados Unidos, lo hago.Yo pretenda indagar acerca de la fortuna del capo y opt por valerme de larevista "Forbes" para introducir el tema en la conversacin.Lo vi a los ojos, disimulado un nimo ansioso:

    Saba usted que "Forbes" incluye al Chapo entre los grandes millonariosdel mundo?

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    Son tonteras.Tena en los labios la pregunta que seguira, ahora superflua, pero ya no pudecontenerla.Podra usted figurar en la lista de la revista?

    Ya le dije. Son tonteras.Es conocida su amistad con "El Chapo" Guzmn y no podra llamar laatencin que usted lo esperara fuera de la crcel de Puente Grande el da dela evasin. Podra contarme de qu manera vivi esa historia?"El Chapo" Guzmn y yo somos amigos, compadres y nos hablamos portelfono con frecuencia. Pero esa historia no existi. Es una mentira ms queme cuelgan. Como la invencin de que yo planeaba un atentado contra elPresidente de la Repblica. No se me ocurrira.Zulema Hernndez, mujer d "El Chapo", me habl de la corrupcin que

    imperaba en Puente Grande y de qu manera esa corrupcin facilit la fugade su amante. Tiene usted noticia acerca de los acontecimientos de ese day cmo se fueron desarrollando?Yo s que no hubo sangre, un solo muerto. Lo dems, lo desconozco.Inesperada su pregunta, Zambada me sorprende:Usted se interesa por el Chapo?S, claro.Querra verlo?Yo lo vine a ver a usted.

    Le gustara?Por supuesto.Voy a llamarlo y a lo mejor lo ve.La conversacin llega a su fin. Zambada, de pie, camina bajo la plenitud delsol y nuevamente me sorprende:Nos tomamos una foto?Sent un calor interno, absolutamente explicable. La foto probaba laveracidad del encuentro con el capo.Zambada llam a uno de sus guardaespaldas y le pidi un sombrero. Se lo

    puso, blanco, finsimo.Cmo ve?

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    El sombrero es tan llamativo que le resta personalidad.Entonces con la gorra?Me parece.El guardaespaldas apunt con la cmara y dispar.