El equipaje del rey José Benito Pérez Galdós [Portada] [5] - I - El 17 de Marzo de 1813 salieron de palacio algunos coches, seguidos de numerosa escolta, y bajando por Caballerizas a la puerta de San Vicente, tomaron el camino de la puerta de Hierro. -Su Majestad intrusa va al Pardo -dijo don Lino Paniagua en uno de los corrillos que se formaron al pasar los carruajes y la tropa. -Todavía no es el tiempo de la bellota, señores -repuso otro, que se preciaba de no abrir la boca sin regalar al mundo alguna frutecilla picante y sabrosa del árbol de su ingenio.
1. El equipaje del rey Jos Benito Prez Galds [Portada][5] -I-
El 17 de Marzo de 1813 salieron de palacio algunos coches, seguidos
de numerosaescolta, y bajando por Caballerizas a la puerta de San
Vicente, tomaron el camino de lapuerta de Hierro. -Su Majestad
intrusa va al Pardo -dijo don Lino Paniagua en uno de los corrillos
quese formaron al pasar los carruajes y la tropa. -Todava no es el
tiempo de la bellota, seores -repuso otro, que se preciaba de
noabrir la boca sin regalar al mundo alguna frutecilla picante y
sabrosa del rbol de suingenio.
2. -Su Majestad se ha convencido de que no engordar en Espaa, y
por ese caminoadelante no parar hasta Francia -indic un tercero,
hombre forzudo y ordinario queresponda al nombre de Mauro Requejo.
[6] -A Francia! Todas las maanas nos saluda la gente con el
estribillo de que semarchan los franceses aburridos y cansados, y
por las noches nos acostamos con lacertidumbre de que los franceses
no se aburren, ni se cansan, ni tampoco se van. -Tiene razn el Sr.
D. Lino Paniagua! -exclam otro personaje que se distingua delos
dems individuos del grupo por el deslumbrante verdor de sus
anteojos y un extraomodo de rer, ms propiamente comparable a
visajes de cuadrumano que a muecas deracional-. Tiene razn! Hace
cinco aos no se oye ms que esto: Se van sin remedio:ya no pueden
sostenerse un da ms: el lord dar buena cuenta de todos ellos dentro
delmes que viene.... Y as corren los meses y los aos: la gente
muere, el pan sube, lospleitos merman, el dinero se acaba y los
franceses no se van sino para volver. Cuatroveces hemos visto salir
al Sr. Pepe y cuatro veces le hemos visto entrar con ms bros.Se
acuerdan Vds. de la batalla de Bailn? Pues todos decan: Gracias a
Dios que seacab esto. No ha quedado un francs para simiente de
rbanos. Ay! no pasaronmuchos meses, sin que les viramos otra vez
mandados por el Emperador en persona.Al cabo de cinco aos se ha
repetido la fiesta. Diose una batalla [7] en Salamanca y aqude mis
bocas de oro: Ya se acab todo!... Gracias a Dios!... Viva el
lord.... Losfranceses salen por un lado y los ingleses entran por
otro. Pero esto parece escenario deun teatro: el lord se va por la
derecha y Jos se nos cuela por la izquierda... Seores, nopuedo
olvidar las acotaciones de las comedias, que dicen hace que se va y
se queda... Am que soy perro viejo y tengo sobre mi alma cristiana
cuatro dedos de enjundia demarrullera, no se me emboba con estas
entradas y salidas. -El Sr. licenciado Lobo -dijo D. Narciso Pluma
que a la sazn se encontraba tambinall-, se halla tan bien en su
escribana de cmara, que no quisiera le molestase el ruidode las
tropas, ni el estrpito de la guerra. Al fin y al cabo, los destinos
dados por Muratno han de ser eternos. -Ya os veo venir,
embrollones; os entiendo farsantes; os conozco,
trapisondistas-repuso Lobo disimulando su enojo-. Quieren hacerme
pasar por afrancesado?... Pareceque corren vientos anglicanos y
wellingtonianos... -Puede ser. -Seores, demos una vuelta por los
Pozos de Nieve a ver si clarean las casacas rojasdel lado de
Fuencarral y Alcobendas. [8] -Por qu no? El ejrcito aliado parece
que viene hacia ac. Pero en suma, seores adnde va esta gente? Qu
tinajas atraen con su olorcillo a nuestro intruso mosquito? -Yo
digo que no pasa del Pardo. -Y yo que antes dejar de catarlo que
quitarse el polvo de los zapatos mientras nollegue a la raya de
Francia.
3. -Por all viene el reverendo Salmn que nos dir la verdad,
pues este fraile de laMerced gusta de cucharetear con todo el
mundo, y aqu cojo un vocablo, all pesco unaslaba, ello es que todo
lo sabe. -Bien venido sea el padre Salmn -dijo Requejo adelantndose
a saludar al venerablemercenario que en la noble compaa del marqus
de Porreo tomaba de la Virgen delPuerto. -Y qu nuevas tienen Vds.,
seores mos? -pregunt el buen fraile limpiando elsudor de su rostro,
pues segn se fatigaba al subir la empinada cuesta de San
Vicente,pareca que se dejaba la mitad de sus rollizas carnes en el
camino. -Como vuestra Paternidad no nos diga algo... -El aparato de
fuerza que lleva el Rey, y la muchedumbre de coches en que
leacompaa [9] toda su servidumbre francesa y espaola -dijo con
gravedad el marqusde Porreo- prueban que el viaje ser largo.
-Estamos a 17 de Marzo... pasado maana son los das de D. Pepito
-indic el frailefrotndose las manos-. Quiere celebrarlo en el
Escorial. -En Marzo? Eso es hablar en mojigato -dijo Pluma sealando
con picarescamalignidad a un anciano astroso y taciturno que hasta
entonces no haba desplegado sussibilticos labios-. El Sr. Canencia
que est presente le ensear a Vd. a hablar enjacobino. No se dice
Marzo, sino Ventoso, vspera de Germinal y antevspera deFloreal.
Todos se rieron a costa del abatido D. Bartolom Canencia, que habl
de estamanera: -En mi escuela se atiende a los hechos no a las
palabras, factis non verbis. -Estamos en Marzo -afirm Lobo-, pero
ahora nos ocupamos de nuestro Rey postizo,y ya se sabe que est
siempre en Vendimiario. -Veo que ser preciso buscar las noticias en
otra parte -dijo con impacienciaPaniagua-. El padre Salmn no est
hoy de vena para contar, y D. Bartolom Canencia,que conoce todos
los pasos de los franceses como los saltos de las pulgas dentro de
sucamisa, no nos quiere [10] decir nada, sin duda por no vender a
sus amigos. -Mis amigos, los franceses! -exclam Canencia turbndose
como jovenzuelo tmido,a quien se descubre un secreto amoroso-. Soy
acaso hombre que se entusiasma con lasvictorias militares de Juan y
de Pedro? Batallas! Ejrcitos! Napolen! LordWellington! Qu basura!
Soy partidario del gnero humano, seores. Odio las
guerras,destructoras de la convencin social, y aguardo el da de la
emancipacin de lospueblos. S que me calumnian; s que algunos se
atreven a sostener que estuve enSalamanca en una sociedad
masnica... Por ventura estas mis venerables canas y estaentereza
filosfica que debo a mis estudios son a propsito para degradarse en
logias yaquelarres...? Pero basta que me hayan dado ese miserable
destinillo en la contadura delNoveno para que se me crea ligado en
cuerpo y alma a los Bonapartes, seores, a los
4. hijos de doa Leticia, que hoy dominan el mundo con la
espada... Como si la espadafuera otra cosa que un pedazo de acero,
una herramienta brutal, una lanceta inerte ypunzante que slo sirve
para sangrar a los pueblos!... Y entre tanto las ideas... Volvedlos
ojos a todos lados y decidme, dnde estn las ideas? [11] Las risas
impidieron a Canencia seguir adelante en su comenzado discurso.
Salmnle quit la palabra de la boca, para decir: -Mala pascua me d
Dios y sea la primera que viniere, si a este D. Bartolom no
lecambian pronto su plaza de la contadura del Noveno por una
jaulita en el Nuncio deToledo... En suma nada nos ha dicho del
viaje del rey. Lo que yo aseguro es que ayernada se saba en palacio
de tal viaje... -Por all viene quien nos ha de sacar de dudas -dijo
Pluma sealando haciaCaballerizas. Todos los del corrillo fijaron la
atencin en un joven bien parecido, de rostro alegre yfranco que
precipitadamente bajaba en direccin a San Gil. Vesta el uniforme de
laguardia espaola creada por Jos en Enero de 1809, y a la cual
pertenecan buen nmerode compatriotas nuestros con todos o casi
todos los suizos y valones de los antiguoscuerpos extranjeros. -Eh,
Salvadorcillo Monsalud, Salvadorcillo Monsalud! -grit el licenciado
Lobo,llamando al mozo del uniforme. -Es sobrino de Andrs Monsalud,
el que apalearon en Salamanca -indic con maliciaRequejo-. El Sr.
Canencia puede dar noticia [12] de la batalla de los Arapiles y de
lospalos de Babilafuente. -Seores patriotas, buenos das -dijo el
joven guardia acercndose al corrillo ysaludando a todos con festivo
semblante. -Qu ocurre, discreto amigo, aunque jurado? -le pregunt
Salmn posando sumanto en el hombro del mancebo-. A dnde va por esos
caminos el Emperador de lasTinajas? -A Valladolid -repuso el
militar. -A Valladolid! -exclamaron todos-. Ya lo presuma yo! -Por
all estn la Nava, Rueda, la Seca, Mojados y dems cepas... -Con que
a Valladolid? -No faltarn batallas... -indic el joven con nfasis-.
Napolen ha mandado un recadoa su hermano, dicindole que salga a
campaa. -Un recadito?
5. -Y nosotros salimos tambin... Y con nosotros los ministros,
y con los ministros losempleados, y con los empleados... -Con los
empleados los empleos -aadi Lobo-. Eso ser bueno. -En palacio estn
empaquetando a toda prisa cuadros y alhajas -prosigui Salvadorcon
alborozo y orgullo, propios de la juventud [13] al verse portadora
de nuevasestupendas-. Ayer embaulamos juntamente con la batera de
cocina una tablapintorreada que llaman el Pasmo de Sicilia... Nos
llevamos hasta los clavos... Dentro depocos das se van a embargar
todos los coches y carros de la villa, y an no bastar. -Todos los
carros! Pero esta gente nos va a dejar sin un alfiler para
atrabarnos laschorreras. -Acaso vinieron a otra cosa? Pues qu
-afirm Salmn-, cree Vd. que esa gente hasabido lo que es pan antes
de venir a Espaa? -Y ahora, seores -dijo el militarejo-, harn Vds.
bien en marcharse cada uno a sucasa de dos en dos, porque la polica
no gusta de ver grupos en los alrededores depalacio. Esta
advertencia produjo rpidos efectos: deshzose el grupo, y por
parejas sealejaron en direcciones diversas los esclarecidos
varones, marchando cul a su oficina,cul a su tienda, este a la
escribana, aquel al convento, quin a la tertulia de la botica,quin
a los estrados de las damas y a las reuniones de la gente tnica,
afanosos todos detransmitir las noticias recibidas, que de calle en
calle, de sala en sala, y de boca en bocaiban desfigurndose y
abultndose hasta el punto de que [14] no las conocera el mismoque
las lanz a los vaivenes y agitaciones del mundo. Y entonces no haba
peridicos! Jos Bonaparte haba salido en efecto para Valladolid,
obedeciendo a su amo yhermano que le mandaba ponerse al frente del
ejrcito, mientras l, no escarmentadocon la desastrosa campaa de la
Moscowa, se dispona a emprender otra nueva enAlemania contra la
sexta coalicin. Cuando el coche, pasado el arco de San Vicente,
torci a la derecha en direccin a laPuerta de Hierro, Su Majestad,
que hablaba con el general Jourdan, dej a este con lapalabra en
suspenso, y se asom por la portezuela para contemplar el real
palacio quequedaba detrs, sentado en los bordes de la villa, con un
pie arriba y otro abajo,destacando su enorme cuerpo blanco sobre
las rampas de ladrillo que le sirven de tronoy sobre la verdura de
los rboles que le sirven de alfombra. Jos Bonaparte dirigi
aledificio una mirada en la cual difcilmente podran conocerse los
sentimientos de sucorazn. Aquel abandonado albergue que vea Su
Majestad tras s, era una mansinrisuea, de la cual no poda alejarse
sin pena, o por el contrario, cueva horrorosa encuyo [15] recinto
no haba sino cautiverio y tristeza? Era grata al intruso la idea
delregreso, o se complaca su nimo con el pensamiento de perder de
vista para siempre la
6. enorme casa blanca y las rojas murallas y el jardn rastrero
entre cuyo follaje levanta elabollado sombrerete de su techo, la
ermita de la Virgen del Puerto?... Napolen el Chico, despus del
triste mirar, recostose taciturno en el fondo delcoche, mas no
oyeron sus cortesanos ningn suspiro como el que en parecido
casoregal a la historia Boabdil el de Granada. Reanudose la
conversacin entre Jos y elmariscal Jourdan. Madrid y su palacio y
su polvo y su claro cielo y su aire sutil nofueron ya para el
hermano de Bonaparte ms que un recuerdo. - II - Salvadorcillo
Monsalud era un joven de veintin aos, de estatura mediana y
cuerpoairoso y flexible. Su rostro moreno asemejbase un poco al
semblante convencional conque los pintores representan la
interesante persona de [16] San Juan Evangelista,barbilampio y un
poco calenturiento, con singular expresin de ansiedad inmensa o
deaspiracin insaciable en los grandes ojos negros. Grave seriedad
sentimental sedesprenda de su persona, de su voz y de su porte;
cautivaba a todos por su bondad, y alas muchachas por sus modales
corteses y su agraciada delicadeza no adquirida con laeducacin,
pues haba nacido en cuna muy humilde. Era como el Evangelista,
algotmido y muy circunspecto, lo cual no resultaba til en este
siglo, ni aun cuandoprincipiaba. Con su traje de guardia espaola,
Monsalud estaba muy gallardo; pero sinaquel espantable continente
marcial que caracteriza a los militares de aficin: era sufigura la
de un soldado en yema o campen verde que an no se haba endurecido
al solde los combates, ni acorazado con la provocativa soberbia y
fanfarronera de una largavida de cuarteles. Este joven tena por to
a Andrs Monsalud, que viva en la Cava Baja, y por amigontimo y
confidente a un compatriota llamado Juan Bragas, que con l viniera
pocoantes de la Puebla de Arganzn a buscar fortuna. Haba emigrado
Salvador por razonesque se conocern en el transcurso de esta
historia, y [17] que no eran ciertamentealegres. Indeciso primero
sobre la carrera a que deba dedicarse, y no sintindose convocacin
para el comercio ni para la curia ni para la Iglesia, entrose de
rondn por lapuerta del militarismo, ancha y abierta siempre, y que
tiene la ventaja sobre las demspuertas, incluso la Otomana, de
llevar rpidamente a todas partes. Dirale su buenamadre al partir
una cantidad que poda parecer considerable en el condado de
Trevio,pero que en Madrid era de esas que se disuelven pronto en la
inmensidad de la vida,como grano de sal en tinaja de agua. Vindose
pues, el joven sin nada blanco niamarillo en sus arcas, y no
teniendo ms tesoro que los sabios consejos de su insigne toD. Andrs
Monsalud, resolvi aprovecharse de este caudal, que a todas horas se
leverta en los odos, ya en forma de reprimenda, ya con color de
amonestacin. No porentusiasmo, no por falta de patriotismo, no por
blico ardor, sino por necesidad, entrSalvador en uno de los
regimientos espaoles que servan malamente a Jos, y a loscuales
llambamos entonces jurados. Bien pronto le dieron las charreteras
de sargento. Eran los individuos de estos cuerpos muy aborrecidos y
escarnecidos en Madrid, porservir [18] al enemigo intruso, tirano y
ladrn de la patria; pero Monsalud no se
7. preocupaba de esta falta de estimacin, que al recaer sobre
la infame bandera, alcanzabatambin a su humilde persona. Aunque el
joven tena ideas y no pocas, si bien revueltasy confusas y
desordenadas, an no posea las que comnmente se llaman ideas
polticas,es decir, no haba llegado, a pesar del vehemente ardor de
la generacin de entonces, alconvencimiento profundo de que la
solucin nacional fuese mejor o peor que laextranjera. No faltaba
ciertamente en su corazn el sentimiento de la patria; pero
estabaahogado por el precoz desarrollo de otro sentimiento ms
concreto, ms individual, mspropio de su edad y de su temple, el
amor. Est escrito, que en ciertos casos, tal vezsiempre, el rostro
de una mujer tenga mayores dimensiones y ocupe dentro del
universoms grande espacio que las inmensidades materiales y morales
de la patria. Por estacausa, por este aparente absurdo, Fernando el
Deseado y Jos Bonaparte eran a los ojosde Monsalud dos figuras
lejanas y pequeitas, que apenas se parecan en las nieblas
delcerrado horizonte. Quin era la persona que as llenaba la fantasa
y ocupaba las potencias todas delalma de [19] este joven, sabralo
el lector ms adelante, cuando con sus propios ojos lavea y oiga su
vocecita y conozca su historia. Monsalud estaba solo en Madrid,
porquerealmente, para l los cien mil habitantes de la capital, no
eran nadie, ni su amigo y suto eran tampoco gran cosa. La soledad y
la distancia haban ahondado el hoyo de supensamiento, dentro del
cual tristemente se revolva, escarbando con ardor por todoslados
sin hallar salida, ni respiro, ni luz. Hemos dicho que tena un
amigo, s, Juan Bragas, joven nacido como Monsalud enel lugar de
Pipan, y que poseedor de mayores recursos y valimiento haba
resistido alas primeras escaseces de la vida cortesana, pescando al
fin por lo muy pedigeo ysumiso, una pluma de ganso en las
covachuelas. Juan Bragas era, pues, covachuelista, esdecir, palote
rido y enteco en el cual deba injertarse despus la vigorosa rama
delfuncionario pblico. Su carcter difera mucho del de Monsalud, y,
sin embargo sejuntaban ambos jvenes con sumo gusto para charlar y
referirse sus respectivasdesventuradas aventuras. Juan Bragas
careca por completo de imaginacin y de sensibilidad fina: pero
sabaponer las cosas en su sitio, y tena el mejor ojo [20] del mundo
para ver todos losobjetos en su tamao real: posea, en suma, aquel
poderoso instinto aritmtico que aciertas organizaciones, quizs las
ms influyentes hoy, les sirve para reducir a cantidado a tamao,
mejor dicho, a una forma visible y fcilmente apreciable todos los
hechosde la vida en lo moral y en lo fsico. Bragas no se equivocaba
nunca: tena en sus juiciosla infalibilidad de las matemticas.
Monsalud era una equivocacin perpetua: llevabainfiltrado en su
naturaleza el error constante y todas las deslumbradoras mentiras
de lapoesa. A pesar de esto, no rean nunca y se queran de veras.
Quizs ha dispuesto Dios queel mundo se componga de un Monsalud y de
un Bragas. Oh admirable armona yconcordia sublime! Las cuerdas del
arpa no exhalaran, no, su armoniosa voz, si noexistiera una caja
vaca y seca, una especie de atad oscuro que retumbase bajo ellas,
yvibrase agrandando los sones en su desnuda concavidad que podra
servir de despensa. Cuando Monsalud estaba libre del servicio iba a
buscar a Bragas, el cual limpiabauna tras otra las amarillentas
plumas, guardndolas en el cajn con tanto cuidado comoguarda un
cirujano sus instrumentos, se quitaba despus los [21] manguitos
negros, se
8. desperezaba, y tomando con la diestra mano el sombrero, y
despidindose con la zurdade D. Gil Carrascosa, jefe de la oficina,
sala a la calle. Ambos jvenes dirigan suspasos por lugares no muy
concurridos, bajando frecuentemente al campo del Moro, a laVirgen
del Puerto, o bien se lanzaban intrpidos a las ondas de polvo del
cerrillo de SanBlas o de la vuelta exterior del Retiro. Un da, que
debi de ser all por los ltimos de Mayo de 1813, Bragas y
Monsaludhablaron de esta manera. -Amigo Juan Bragas, estoy de
enhorabuena porque al fin voy a dejar este malditopueblo que
aborrezco. Los franceses se retiran maana y yo con ellos. -A
Francia? -O por el camino de Francia, al menos -aadi Monsalud-, con
lo cual dicho se estque pasar por la Puebla de Arganzn, nuestra
querida villa. Anmate, Juan... Ya meparece que estoy entrando por
la calle real; que me acerco a mi casa sin que mi madre losospeche;
ya me parece que llego, empujo la puerta, y me presento dando
gritos yporrazos. A mi madre se le cae la calceta de la mano, corre
a echarse en mis brazos, y laaguja de media que lleva sobre la
oreja, se me clava en la frente... El [22] corazn mebaila en el
pecho, amigo Bragas, cuando tales cosas pienso. -De veras te digo
que pareces cmico -dijo Bragas riendo-. Qu bien sabes fingir
yrepresentar una cosa que no es verdad! -Y luego -aadi Monsalud-
saldr de mi casa, y paso a paso ir junto a NuestraSeora de la
Asuncin, a cuya plazoleta caen las ventanas de Generosa, y arrojar
unachinita a los vidrios... -Para que se asome Genara con su pauelo
encarnado sobre los hombros... La pcaraqu guapa es! -afirm Bragas-.
Me parece que la estoy mirando, cuando bailaba contigoen casa del
maestro Rondaa. Salvador, te acuerdas de aquel lunarcito que tiene
sobreel rincn derecho de la boca? Santa Virgen, que rinconcito!
-Para retirarse a l y decir: ya no quiero ms mundo. -Pues y aquel
modo de mirar, y aquel reconcomio de ngeles divinos, cuando
semenea, o alza los hombros, o le da a uno las buenas tardes?
Parceme que la oigo:Buenas tardes, Braguitas, has visto en las eras
a Salvador Monsalud?. -Ay, amigo! -exclam el joven soldado dando un
suspiro-. Cuando uno piensa queha tenido todo eso y todo eso ha
perdido!... [23] -Miren el Juan Lanas! Valiente hombre tenemos aqu
-dijo el de la covachuelamofndose de la sensibilidad un tanto
exagerada de su amigo-. chate a llorar y ponteflaco y amarillo y
echa suspiritos al aire, por una mujer, por un lunar bien
puestoencima de una boquirrita. Mira, Monsalud, si t eres necio, yo
no lo soy. Ya te lo hedicho varias veces: las mujeres para un rato
y nada ms. Mucho de que te quiero y teadoro; pero despus...
puntapi. Eso de llorar y entristecerse y decir palabrotas yquererse
morir por una de tantas es propio de bobos.
9. -T no sabes lo que es el amor, Juan Bragas -dijo el
soldado-; o mejor dicho, creesque viene a ser algo semejante a un
plato de estofado. -Ni ms ni menos. Un plato de estofado repugna
despus de haber comido... Porconsiguiente, no te acuerdes ms de la
Generosa, que a buen seguro ella se acuerda de ticomo de las nubes
de antao. Los paisanos que llegaron el otro da me dijeron que seiba
a casar con el hijo de D. Fernando Garrote, el cual tiene ms dinero
que pesis t yGenerosa juntos. -Con el hijo de D. Fernando Garrote,
con Carlitos Garrote! -murmur Monsaludpalideciendo-. Juan Bragas,
si vuelves a decir eso [24] delante de m, te cojo y... vamos,te
cojo y te ahorco de un rbol. -Piedad, seor mo! -dijo Bragas
detenindose ante su amigo y haciendo grotescosgestos-. Est Vd.
enamorado o lo que es lo mismo, imbcil, y los imbciles suelen
sergraciosos. -Bragas, eres una bestia -dijo el soldado-. Para ti
no hay ms vida que el forraje quete echan todos los das en casa de
tu patrn D. Mauro Requejo. Siento tener por amigouna bestia; pero
en fin eres un buen muchacho: tu solo defecto es que coceas de vez
encuando. -Pero jams he llevado sobre m la albarda del
enamoramiento. Ven ac, hombre sinseso, de quin ests enamorado? De
Generosa. La ves acaso? No est a cien leguasde donde t ests? No te
dijo su abuelo que jams casaras con ella por ser t un tristepeln y
tener tus arcas rasas, lisas y mondas como fondo de mortero de
piedra? Demodo que ests queriendo a una sombra, a un imposible, a
una ilusin, a una telaraa;justo, esa es la palabra, a una telaraa.
-Juan -repuso Monsalud-, al orte me confirmo en que eres un saco de
carne, con dosagujeros que llaman ojos, para ver lo que se le [25]
pone delante, y boca y barriga paracomer y llenarse de bazofia
todos los das. Cada hombre tiene su destino en el mundo:el tuyo ya
sabemos cul es. -Y el tuyo lo veo yo clarito tambin: holgazanear,
mirar a las estrellas cuando lashay, taconear por las calles para
llamar la atencin de las costureras que pasan, no tenerqu comer y
ser toda la vida un seoritico caihueco y hambrn. -Pues mira, a
veces se me ha ocurrido, amigo Bragas, que yo sera mucho ms felizsi
fuese como t, es decir, un saco con sentidos. Pienso muchas veces
en mi porvenir ydigo: Quin sabe, vive Dios! si esto que pienso ser
una mentira, una cosa vana ydisparatada. Todos los jvenes hacemos
nuestros clculos para lo porvenir, Juan, y losmos son un poco
extraos y fuera de lo comn. A m se me ha puesto en la cabeza
quepara levantarse todos los das, comer, dormir la siesta, pasear,
cenar y meterse en lacama, no vala la pena de que hubisemos nacido.
Ms vale ser un puado de polvo quelos vientos se llevan y
desparraman por todas partes. O yo no he de valer nada o he devivir
de otra manera. Soy un ignorante; s poco de las cosas del mundo;
mas por lo pocoque s, comprendo que hay muchos trabajos [26]
admirables en que el hombre se puedeemplear. Digan lo que quieran,
el mundo no marcha bien.
10. -Pues yo creo que marcha admirablemente - dijo Bragas
riendo -. Tambin quieresenmendar la obra de Dios? -No digo tal:
quiero decir que esto no va bien; no s si me explico. Si t
tuvierassiquiera un pedazo de alma, tendras las inquietudes y los
deseos que yo tengo, yestaras enamorado como yo lo estoy. Es un
padecimiento; pero no puedes formarte ideade que se te quita este
padecimiento, sino hacindote cargo de que ests muerto. Vivircurado
del mal de amores es cosa que la mente no puede concebir,
Braguitas. -Dime, Salvador -indic el covachuelo con ademn festivo-,
piensas seguir as?...Te juro que vas a hacer bonitsima carrera. Por
ese camino de los amorosos sufrimientosy del suspirar y escupir
sangre se va a general en poco tiempo. -Y quin te ha dicho que yo
quiero ser general en dos palotadas?... Lo que digo esque yo ser
alguna cosa que meta ruido. -Siendo militar y tambor, en efecto
puedes meter mucho ruido. -All lo veremos... Y t qu piensas ser?
-Yo? Dificilillo es anunciarlo desde ahora, [27] Sr. Monsalud; pero
no me quedarde monago. Sepa usa que en el fondo de mi bal tengo
siete duros. -Y qu haces que no pones un buen comercio o un segundo
Banco de San Carlos? -Por poco se empieza. Yo sacar el pie del
lodo, Sr. Monsalud. Y no me pidasprestados los siete duros, porque
ms fcil ser que saques un alma del Infierno quesacar mis soles del
fondo del arca donde los guardo. Como no me he de enamorar,
nisiento comezn de echarme vinagrillo de los Siete Ladrones en el
pauelo, all seestarn hasta que vayan otros tantos a hacerles
compaa. Conque perdone por Dios,hermano, que no tenemos suelto.
-Bien sabes que nunca te he pedido nada. -Pero pudiera ocurrrsete
cualquier da, Salvador. T vas sacando malas maas...Ahora que te vas
al Norte, asistirs a alguna batalla... Como no faltar algn pueblo
queentrar a saco, mucho ojo, amiguito, y mete mano. -Descuida, soy
buen amigo: si despus de una batalla, se reparte botn y me
tocaalgo, te lo mandar. -Hombre, no es mala idea... Pero si te
tocase alguna herida o descalabradura, puedesquedarte con ella.
-Oye, Juanillo - replic vivamente Monsalud-, [28] no dices que tu
mayor gustoconsistira en ser ministro del Rey para tener mucho
dinero y hacer mucho bien yllenarte de gloria y morir honrado y
bendecido? -S.
11. -Pues te guardas el dinero, eh?... y la gloria, la honra y
las bendiciones me lasmandas. - III - As pensando y discutiendo, a
veces riendo y regalndose el uno al otro palabras unpoco fuertes;
haciendo luego las paces para prometerse amistad invariable,
dieronnuestros dos amigos la vuelta del Retiro, y cuando tornaban a
Madrid por la calle deAlcal, vieron que discurra de arriba abajo
mucha gente, y que contraviniendo lasdisposiciones de la polica
francesa, en todas partes se formaban grupos. Pedanse laspersonas
unas a otras las noticias arrebatndoselas de la boca y comentndolas
parasoltarlas luego desfiguradas. Cul aseguraba saber mucho, cul
ignorndolo todo sehaca repetir hasta tres veces la misma noticia.
Todos los madrileos parecansorprendidos, y los ms, alegres. [29] Al
punto pararon mientes Monsalud y Bragas en aquella estupenda
novedad de loscorrillos y de la animacin que se repeta, a pesar del
gobierno, siempre que llegabannoticias de alguna batalla. Deseosos
de conocer la verdad de lo que ocurra, husmearonen varios grupos,
mas no viendo caras conocidas en ninguno de ellos, no se atrevieron
ameter su cucharada y se contentaron con algunas palabras sueltas.
Pero hacia lasBaronesas, crey Bragas or la voz de D. Gil
Carrascosa, abate antao, y por entoncescovachuelista en la misma
covachuela del covachuelo mancebo. Acercronse y vieronque el
licenciado Lobo vena a su encuentro, juntamente con D. Mauro
Requejo y el Sr.D. Bartolom Canencia. Fundironse todos en el grupo,
a punto que Carrascosa deca: -Maana salen de Madrid los franceses.
Parece que ahora va de veras, seorespatriotas, y que no volvern ms.
El Rey Jos est muy apretado y no puede pasar,segn dicen, de la lnea
del Ebro. Aqu no quedar un solo francs, ni un solo jurado, niun
solo polizonte, ni un solo jacobino. Respira, oh patria! -La verdad
-dijo D. Lino Paniagua, que tambin era de los presentes- es
queWellington se ha movido. [30] -Y como tambin se ha movido el
cuarto ejrcito que manda Castaos... Parece quequieren cerrar a los
franceses el paso de Burgos y Vitoria. -Admirable plan! -exclam
Lobo-. Cerrar el paso! nada ms claro. El cuartoejrcito estaba en
todas partes como perejil mal sembrado. Castaos en Extremaduracon
una divisin, Porlier y Losada en Galicia con otra, Morillo en
Asturias, Mina enVizcaya. Lord Wellington que desde Fregeneda pona
su lente en todo, les ha mandadoadelantarse. Uno viene por aqu,
otro por all, con tan admirable concierto y arte comolas piezas de
un reloj que ordenadamente van caminando sin estorbarse una a otra.
Elfrancs que con la cholla cargada de vapores vinferos, se duerme
en Valladolid, enSegovia, en Madrid y en Zaragoza, no ve el
nublado, hasta que le cae encima. Se asusta,llama a Farfulla I en
su ayuda, pero Farfulla I despus de la campaa de Rusia no estpara
fiestas, y hteme al rey Jos en campaa. l haba dicho como los
castellanos:
12. Vino puro y ajo crudo, hacen al hombre agudo... pero en
buena se ha metido...Grandes batallas se preparan! Todo esto,
amigos mos, lo barruntaba yo; se necesita notener un solo grano de
sal en [31] la mollera para comprender que hallndose el lord
enFregeneda, Longa y Mina en el Norte, Morillo en Asturias, y
Carlos Espaa en elBierzo, pues... yo lo veo claro como el agua. -Y
yo turbio como el cieno -dijo Canencia, con filosfico desdn-. Una
batalla ms!Rousseau ha dicho que las verdaderas batallas son las
que ganan la sabidura contra laignorancia de la corrompida
humanidad. No tard en pasar el padre Salmn, que con el padre Ximnez
de Azofra y elmarqus de Porreo, regresaba a su convento, y pegndose
al grupo hizo variaspreguntas. -Eso ya lo sabamos... que se va toda
la canalla maana temprano... Pero y de losejrcitos, qu se dice? -A
m se me figura -dijo con gravedad el marqus de Porreo- se me
figura... es ideama... puede que me equivoque, pero jurara... -Qu?
-Que el lord se ha movido. -Eso no tiene duda -repuso Lobo
dignndose repetir el plan de campaa con quepoco antes haba
demostrado su perspicacia estratgica. Y al poco rato partieron en
distintas direcciones. Acompaaron al seor marqus los[32] dos
reverendos, y recibidos por la interesante familia de este, Salmn
exclam: -Gran bomba, seores! El lord se ha movido. -Y maana salen
de aqu todos los franceses! -Benditos sean los designios de la
divina Providencia! -dijo la hermana del marqus. -Wellington se ha
movido! -repiti el mercenario, mirando a diestra y siniestra porver
si se vislumbraban en el horizonte lejanos signos de soconusco-, y
juntamente conMina y Morillo viene sobre Madrid. -Jess! Sobre
Madrid! -As lo han dicho. Parece que da la vuelta por el Duero, que
est como Vd. sabe enTordesillas. Y como Castaos pasa de Extremadura
a Asturias, con el stimo cuerpo,digo, con el octavo o con el
duodcimo... en junto unos cuatrocientos mil hombres. Poco despus la
hija del marqus de Porreo iba a casa de Sanahja, donde ya sabanla
noticia, gracias a don Lino Paniagua, y deca: -Lo menos setecientos
mil hombres dicen que trae Vellinton.
13. Conviene advertir que casi todos los espaoles pronunciaban
el nombre del generalingls [33] como acabamos de escribirlo.
Algunos lo modificaban diciendo Velliztn,acentuando la ltima slaba,
lo mismo que decan Stapletn Cotn; pero esto no hace alcaso, y siga
nuestro cuento. El conde de Rumblar, que a la sazn hallbase en casa
deSanahja, parti como un rayo, y en la Puerta del Sol top con Jos
Marchena, a quiendijo que Jos iba sobre Fregeneda y que el duque de
Ciudad Rodrigo estaba enValladolid... Poco despus D. Narciso Pluma,
que esto oyera y otras muchas estupendascosas que haba odo poco
antes, las revolvi todas, haciendo la ms chistosa ensaladaque puede
imaginarse, y entr en casa de Porreo, donde sostuvo que se estaba
dandouna batalla junto al Duero entre D. Pablo Morillo con doce mil
hombres, y el rey Joscon setecientos mil... Repitmoslo, s. Entonces
no haba peridicos! - IV - Cuando se disolvi el grupo los dos jvenes
siguieron su camino. -Vamos a casa de mi to -dijo Monsalud-, a ver
qu piensa de estas cosas. Yaanochece; [34] apretemos el paso... No
te parece que los habitantes de la villa estn unpoco alborotados?
-Salen los franceses!... Un cambio de gobierno! -murmur Bragas
intranquilo-.Ahora todos los que han sido empleados durante el
gobierno intruso... -A la calle, amigo. Pues no es poca afrenta la
que tienen encima. Haber servido alintruso!... Oh, vilipendio!
-Pero yo soy espaol, muy espaol. Detesto a los franceses. -Ahora
que se van es muy cmodo decir eso. Yo, Sr. Juan, no les tengo
rencor. Conellos he servido, con ellos voy. -Entonces dirs: Viva
Napolen!. -No dir ni que viva ni que muera, porque yo no he de
matar ni he de resucitar anadie. Me alegrar de que sea rey de Espaa
Fernando VII... Ya sabes por qu heservido a Jos: me mora de hambre
y acept sus banderas. Tal vez hice mal, pero lasjur y tras ellas
voy a donde me lleven. Eso de gritar hoy Bonaparte y maanaFernando,
como hacen muchos, no entra en mi sistema. Sirvo a Jos sin
entusiasmo;pero con lealtad. -Jos, Jos -exclam Bragas alzando la
voz-, es un borracho! No se tiene lealtad conlos borrachos.
[35]
14. -A ti y a m nos ha dado de comer. Los dos nos encontrbamos
en Madrid bastanteperdidos y derrotados. Mi to me coloc en el
regimiento de jurados, lo que fue muyfcil, porque nadie quera
entrar en l. Tu colocacin pareca ms difcil; pero tantolloraste y
gimoteaste ante el conde de Cabarrs, que el buen seor, considerando
queeres hijo de su criado, diote a roer ese hueso de la covachuela.
Para conseguirlo, tefingiste entusiasmado con el fraternal gobierno
de Bonaparte, y qu memoriales leechabas!... cuntas resmas
embadurnaste con lamentos y suspiros!... Para que todo nofuera
msica y palabrillas vanas, te aplicaste el oficio de dar vtores y
palmadas en lacalle siempre que el Rey pasaba, y gritar Mueran los
madripparos!. -Mentira, mentira! -exclam Juan Bragas, cuyo rubor no
poda distinguirse a causade la oscuridad de la noche-. De dnde has
sacado tales invenciones? -Verdad, verdad pura, digo yo -continu
Monsalud-, como tambin lo es que tedaban obra de tres reales por
funcin, quiero decir por cada carrera detrs del coche dePepe
Botellas, gritando y vitorendole. Ello es que si te desgaitaste,
ganando aquellaronquera que te puso en peligro de callar para
siempre en la [36] sepultura, en cambiorecibiste el destino que
tienes, el cual verdaderamente no es mucho premio para tantobatir
palmas y asordar a la gente con los vivas. -Salvador, Salvador,
mira que me incomodo -dijo Bragas con voz balbuciente, sealde que
le pona colrico el verdico retrato que su amigo diestramente
trazaba-.Cualquiera que te oiga qu pensar de m? -Ahora quieres
pasar por hombre formal. Vas muy serio y finchado por la
calle,entras en la covachuela dando taconazos, y cualquiera
supondra que dentro de esecasacn que compraste en el Rastro, va un
Consejero de Indias. -Si no va todava, ir con el tiempo, seor mo.
-Y como parece que el Rey Jos y los franceses y los jurados se
marchan parasiempre, quieres hacer olvidar que te coloc el conde
Cabarrs... Ahora es precisoempecinarse, seor Juan Bragas, como se
empecin su merced durante el tiempo en queevacuaron la villa los
franceses y la ocuparon los aliados despus de la batalla de
losArapiles. -Amigo Monsalud -gru el otro-, yo soy dueo de hacer mi
santa voluntad ahora ysiempre. S donde me aprieta el zapato, y cada
uno tiene su alma en su almario. Tmismo que [37] ahora te la echas
de hombre recto y puntilloso ests esperando a que losfranceses
salgan de aqu para desertar de sus filas y pasarte a los espaoles,
lo cual esmuy meritorio y por extremo patritico; que no hay gloria
ms envidiable que servir a lapatria, ni deshonra que se compare a
la de ayudar al enemigo contra nuestros hermanos.Y ahora que los
franceses van de capa cada y parece que huyen vencidos, el
herosmoconsiste en volverles la espalda. -Eso no lo har yo -dijo
con energa Monsalud-, que cuando entr a servirles lo hicepor mi
voluntad.
15. -Pues no te podrs quitar de encima la nota de traidor
-indic con energa Bragas-,que traidores son los que sirven al
enemigo de la patria. No te da vergenza de vestirese uniforme?
Cuando esto deca, haban entrado en la calle de Toledo y tomaban por
la derecha laembocadura de la Cava-Baja, donde tena su residencia
el Sr. Monsalud senior, to denuestro hroe. Por las noches Salvador
sola hacer parada en casa de su to, antes deencerrarse en el
cuartel, y acompabale generalmente Bragas, atrado por un
olorcillode una regular cena que all se aderezaba y el reclamo de
una animada tertulia. [38] -Veremos qu piensa mi to de estas cosas
-dijo Monsalud-. l es un afrancesadorabioso, y desde que el conde
de Espaa le mand dar de palos en Salamanca, no cesade decir que
ahorcara a todos los empecinados si estuviere en su mano. No haba
concluido Monsalud de decir lo antecedente, atravesando la
plazoleta quellaman Puerta Cerrada, aunque no hay all puerta alguna
abierta ni entornada, como nosean las de las casas, cuando muchas
de las gentes reunidas junto a las tiendas, y el grannmero de
majos, chulillos y muchachos desvergonzados que por all discurran,
fijaronsu atencin en los dos jvenes, y principalmente en el
sargento de la guardia, cuyouniforme a cien leguas le denunciara
como servidor del rey entrometido. -Parece que nos miran -dijo
Monsalud-, y nos sealan. Llevamos algo de particular? -Es que la
gente est alborotada... -balbuci Bragas, temblando de miedo-.
Llevasuniforme de la guardia jurada... Ese traje es muy aborrecido
en Madrid, y con razn,con muchsima razn... No creas que te van a
defender tus amigos. Ocupados de suviaje, no se cuidan de nieras, y
lo mismo les importar que te insulten o que no. Losfranceses [39]
desprecian a los traidores que les sirven, como los despreciamos
losespaoles. Iba a contestar Monsalud, cuando de un grupo de
holgazanes que sostena la esquinade la Cava-Baja salieron voces de
a ese, a ese, y luego un murmullo de risas insolentes.Monsalud se
par en medio de la calle, y volvindose a los del grupo les mir cara
acara, esperando que alguno pasase de las palabras a las obras. En
el mismo instante,varias pelotas de lodo, arrojadas por los
chiquillos, se aplastaron en su pecho,salpicndole la cara. El
populacho es algunas veces sublime, no puede negarse. Tiene horas
de herosmo,en virtud de extraordinaria y sbita inspiracin que de lo
alto recibe; pero fuera de estashoras, muy raras en la historia, el
populacho es bajo, soez, envidioso, cruel y sobre todocobarde.
Todos los vencidos sufren ms o menos la clera de esta deidad
harapienta quepor lo comn no sale de sus madrigueras sino cuando el
tirano ha cado. Si no le supoexterminar con su iniciativa y su
fuerza, casi siempre se da el gustazo de rociarle con sufango; y a
todas las instituciones o personas que caen por el esfuerzo de
campeones deotra esfera ms alta, el populacho les pone su
ignominioso sello de inmundicia. Lalibertad y las caenas, a quienes
[40] alternativamente adul, han visto sobre s en elmomento terrible
a la furia inmunda que les escupa. Como la hiena, es intrpida con
losmuertos.
16. Casi desguarnecida Madrid de tropas francesas, pues muchas
haban ido saliendodesde mediados de Mayo; dispuesto todo para
marchar las ltimas en la madrugada delsiguiente da 27, el enemigo,
puesto un pie en el estribo, no se cuidaba ya de hacercumplir las
reglas de polica. El estado de la guerra y la comprometida situacin
de Josjunto al Ebro, confirmaban a aquel en su idea de que la
ocupacin de Espaa iba a tenerfin; mas si estaban indiferentes y aun
alegres los franceses, los espaolescomprometidos con ellos, no
caban en su pellejo de puro azorados y medrosos. Amuchos de estos
insult la plebe en diversos puntos, y algunos aterrados algunos al
verel desamparo en que quedaban, desertaron para acogerse de nuevo
a las banderas de lapatria. Se comprender, pues, que la situacin de
Monsalud frente a los respetables varonesdel populacho matritense,
no era muy lisonjera. Ciego de enojo, con el rostro encendidoy la
voz balbuciente, ech mano a la empuadura del sable gritando: -Al
que se me acerque, lo atravieso. [41] Y capaz era de hacerlo como
lo deca, lo cual fue sin duda conocido por el egregioconcurso de la
esquina, no habiendo entre todos ellos uno solo que se destacase
delgrupo para hacer frente al irritado mancebo. Viendo este que con
ser tantos, no pasabana vas de hecho, sigui su camino; pero los
disparos de lodo se repitieron de tal modopor la cohorte infantil,
que Monsalud sin hacer uso del arma, corri tras uno de
aquellosangelitos de arroyo para castigar su desvergenza. Antes que
llegara a atraparle, lo queno osaron tantos hombres, atreviose a
hacerlo una mujer, la cual cuadrndosemarcialmente ante Salvador y
desafindolo del modo ms varonil con ojos, gestos,manos y la
cortante y ponzoosa lengua, le dijo: -Eh! so estandarte, si toca
Vd. al muchacho no tendr tiempo de encomendarse aDios. Si el
angelito le roci, es porque puede hacerlo, y para eso y mucho ms le
heparido... Conque siga adelante; y punto en boca y manos quietas.
Dada la seal por la matrona, acercronse valerosos algunos de los
chulos ytomadores que antes dispararan sobre el soldado burlas y
palabrotas; enracimronse loschiquillos y mujeres en derredor suyo,
y una tempestad de [42] insultos tron en susodos. Aturdido al
principio el mozo, defendiose con empellones y golpes muy
biendirigidos. -Matarle! -grit una arpa, al sentirse abofeteada por
la mano vigorosa de la vctima. Y tambin a su compaero el del
casacn. -A m, seores pues qu he hecho yo? -dijo Bragas, procurando
echarse fuera delvolcn-. Yo no conozco a ese hombre. -Mueran los
jurados! -Acaso visto yo ese vergonzoso uniforme? -repiti casi
llorando Braguitas-. Soy unjoven honrado, espaol puro y neto, y
jams he servido a la basura.
17. Monsalud, a quien no hostigaba ningn hombre de buenos puos,
sino tan slomujerzuelas, chicos y algn cobarde zarrampln, de esos
que van a todas las pendenciasa meter ruido, pudo echar mano al
sable y apartar un poco de su persona al indignoenjambre. Reparti
de plano con seguro puo algunos golpes, y sin ser Papa cre
grannmero de cardenales en menos que canta un gallo. Algunas
personas graves y variosmajos decentes intervinieron en el asunto,
aplacando la furia de todos, y propusieronque se dejase en libertad
al guardia, con tal que all mismo se quitase el uniforme.Enfurecido
y fuera de s Monsalud, iba [43] a arremeter contra los
amigablescomponedores, cuando apareci su to D. Andrs saliendo de la
casa cercana que eradonde viva, y con razones y tal cual empelln, l
y otros que le acompaaban cortaronla pendencia, obligando al joven
a meterse en el portal que cerraron al instante. Puesto en salvo su
sobrino, a quien acabaron de aplacar las personas de ambos sexosque
haba en la casa, el Sr. Monsalud crey oportuno dirigir la palabra a
los del pueblo,un tanto mohno por no haber podido vengar en el
renegado las contusiones recibidas. -No hagan Vds. caso, seores
-les dijo con voz oratoria, que en su vana sonoridadgustaba de orse
a s misma-. Ese joven es mi sobrino, un mala cabeza, un insensato
quese afili en el cuerpo de guardias jurados, sin saber lo que se
haca. Pero en el fondo desu alma, seores, mi sobrino es espaol por
los cuatro costados y aborrece a los prfidosenemigos de la patria.
Comprendo, seores, que el pueblo se ensae contra losafrancesados:
esos viles merecen pronto y ejemplar castigo. (Seales de
aprobacin).Pero respetemos la desgracia, seores y seoras; que
demasiado castigo tienen esosviles en su propio remordimiento y
vergenza. Esta noche es noche de gran regocijopara [44] los buenos
espaoles, porque maana se marchan los pocos borrachos quequedan en
Madrid. Espaa es libre, seoras, caballeros y nios. Viva
Espaa!(Ruidosos aplausos, y tal cual rebuzno y no pocas patadas,
berridos y coces). Yorespondo de que mi sobrino dejar las traidoras
banderas en que ha servido; l es buenpatriota, tan buen patriota
como yo, que estoy dispuesto a derramar la ltima gota de misangre,
s, la ltima y postrera gota en defensa del Rey y de la Constitucin.
Viva laConstitucin! (Ibdem)... Y si alguna vez he vivido entre
franceses, no lo hice poramistad hacia ellos, como dicen mis
enemigos, sino que les segu y me metindustriosamente entre sus
filas para averiguar sus planes y espiar sus acciones einformar de
todo a nuestros queridos, a nuestros queridsimos generales... Ah!
Querisms pruebas? Pues all van las pruebas. Os ruego que contestis
a mis preguntas.Quin soy yo, seores? Yo soy un mrtir del
patriotismo. Consagr mi vida al serviciode la patria, y hallndome
cerca de Salamanca, en un pueblo de cuyo nombre no quieroacordarme,
los franceses me apalearon (1). Y por qu, seores? Porque con mi
espionajepuse todos sus secretos [45] estratgicos al servicio de
lord Wellington. Pues qu,creis que sin m se hubiera ganado la
batalla de los Arapiles? (Estupor). An tengosobre mi cuerpo cien
cardenales que con su noble prpura manifiestan mi herosmo.Luego
vine a Madrid a gozar del espectculo de este gran pueblo, ebrio de
gozo por sulibertad, y en Agosto del ao pasado juramos la
Constitucin en presencia del generalingls. Oh da solemne! Oh poca
feliz! Si se empa tan difana claridad con elregreso de los
franceses, maana se desgarrar el velo tenebroso de la invasin,
maanase marcharn otra vez para siempre, para siempre, seores, con
su squito inmundo detraidores y jurados y afrancesados. Ved cmo
tiemblan, cmo se esconden de vuestraspatriticas miradas, cmo su
vergenza les hace bajar la cabeza ante la majestad denuestro puro
espaolismo sin mancha. Enorgullezcmonos, seores, de no haber
servidojams a los franceses, de no habernos contaminado jams con
viles masones y
18. filosofastros, y digamos con el ngel: Ave Mara... Cada cual
a su casa que es hora deacostarse. Viva la Constitucin y el lord y
Fernando VII! (Tumulto y extraordinariasensacin, acompaada de
sonoros bramidos y vocablos que no lleva en sus blancaspginas el
Diccionario por miedo a ruborizarse). [46] -V- Salvador subi
tristemente la escalera de la casa acompaado de varias personas
queatradas del ruido y del temor bajaron, y en la meseta donde se
abra la puerta deldomicilio de su seor to, recibiole, candil en
mano, la esposa de este, que le dijo as: -No poda ser otra cosa que
una barrabasada del sobrino de mi marido. Todo sea porDios! Este
chico tiene la cabeza a las once y est podrido de ella. Te han
herido? -El pueblo de Madrid aborrece este uniforme -grit Bragas
que detrs a pocadistancia suba- y no le falta razn. -Slo a este
loco se le ocurre sacar el sable porque le echaron un poco de fango
-dijola seora de Monsalud alumbrando para que pasasen todos a la
sala. Componan aquella noche la tertulia, doa Ambrosia de los Linos
y sus dos hijas,una de las cuales, casada poco antes, viva en el
piso tercero del mismo edificio. Ambaseran bastante lindas,
principalmente la soltera, que cautivaba [47] por su frescura,
porsus vivarachos ojos, por sus rosados carrillos, marcados aqu y
all con vagabundoslunares, y por su gracia en el mirar y la
flexible ligereza de su cuerpo, tanto msadmirable, cuanto que la
muchacha era algo ms que medianamente gordita,prometiendo en
diversos parajes de su persona, que igualara con los aos a su
enormemam. Tambin estaba all D. Mauro Requejo que sola ir todas las
noches, por serpariente de la seora de Monsalud, y no tard en
presentarse don Gil Carrascosa. La seora de Monsalud era una mujer
de presencia no vulgar ni desagradable, peromuy gastada y decada
por causas que ignoramos. Durante un matrimonio estril, que
yacontaba trece aos, marido y mujer no haban ofrecido al mundo un
modelo perfecto deconcordia. Repetidas veces se separaron para
volverse a juntar; repetidas veces crujieronlos palos de las
invlidas sillas, y volaron por el aire los platos
desportillados,instrumentos unas y otros de la ciega clera homicida
de ambos consortes. AndrsMonsalud era hombre de mala conducta,
fatuo, desarreglado, trapisondista, embrolln,aventurero. Serafinita
pecaba de caprichosa, holgazana, embustera, y tena ms vanidadque
una princesa, gustando mucho de emperifollarse, [48] y sobre todo
de aparentarposicin y suponer posibles muy superiores a lo que en
realidad tenan ella y su marido,pues reunida la fortuna inmueble de
entrambos, all se iba con la nada. Por ltimo, despus de la tragedia
de Babilafuente, Serafinita logr atraer a sumarido y poner casa en
Madrid, y de la noche a la maana por mediacin generosa deun
caballero francs dieron a Andrs un regular destino en la Visita de
Propios, con locual uno y otro estaban tan huecos, que de all, a
tratar a Dios de t, apenas haba el
19. canto de una peseta. Su morada, no obstante, era
humildsima, porque el sueldo norayaba, ciertamente, en Potos; mas
Serafinita se esmeraba en aumentar con milartificiosas
combinaciones el lustre y aparato de su casa. -Puedes respirar
tranquilo, sobrino -dijo la seora con bondad-. Descansa y se te
darun vaso de agua para matar el susto. -No quiero agua -repuso
bruscamente el joven, pasendose de largo a largo por lasala-. Tengo
que marcharme. -Marcharse! -exclamaron a do y con desconsuelo las
dos nias de doa Ambrosia. -Este joven gusta de pendencias y de
derramar sangre -aadi esta-. Cmo seconoce que los franceses le cran
a sus pechos! [49] -Pero al menos -dijo Serafinita-, te quitars el
uniforme? -S, hablad de eso a este babieca -indic Juan Bragas, que
haba ido a fondear junto ala ms pequea de las fragatitas de doa
Ambrosia-. Es muy gabacho este caballero.Los pocos espaoles
extraviados que sirven en las banderas de Jos, estn a estas
horascon los ojos y el corazn vueltos hacia la madre patria
afligida; pero este mi D. Quijotebotellesco, dice que su honor le
obliga a no abandonar a la canalla. -Hace cosa de seis meses -afirm
Serafinita- habra sido gran locura mostrar siquieraun adarme de
espaolismo; pero hoy es distinto. Los franceses van de capa cada y
buentonto ser quien se embarque con ellos. -Oh, s, ser un idiota!
-dijo doa Ambrosia-, aunque lo mejor habra sido noservirles nunca.
-Las circunstancias -aadi Serafinita- obligan a los hombres a
sofocar algunas vecessu natural impulso y fogosidad patritica. Ah
est mi marido, que no le hay msespaol en toda la tierra del
garbanzo, y sin embargo viose arrastrado a ciertocompadrazgo con
los franceses, y aun anduvo con masones y revoltosos, malquisto
detodo el mundo. Pero de [50] algo valen los consejos de una mujer
prudente. Yo le trajeal buen camino, y como mi familia, que no es
ninguna familia de tres por un cuarto, hatenido siempre relaciones
con altos personajes, fcil me fue amarrar a mi esposo alpesebre de
la Visita de Propios. Diole la plaza un ministro francs; pero
tenemos laculpa de que haya sido francs quien primero ech de ver
nuestros mritos, o si sequiere, los de mi marido, para todo lo que
sea cosa de aritmtica en cualquiera oficina? -Si recibimos un
pequeo favor de esa canalla -grit con vehemencia Bragas-,dironnos
lo nuestro y nada tenemos que agradecerles. Espaoles somos, y
ahoravyanse con dos mil demonios. -Lo que hay en esto -dijo D.
Mauro Requejo, que sombramente haba permanecidoen un rincn de la
sala, sin hablar hasta entonces-, es que para dar sus destinos a
losseores Monsalud y Bragas, fue preciso quitrselos a otros, que
pecando deempecinados, mortificaban con cuchufletas y versitos a
los franceses.
20. -Nadie hay ms empecinado que yo! -exclam con furioso
arranque de entusiasmoJuan Bragas, saltando en medio de la sala,
con gran regocijo de las nias de doaAmbrosia-. Viva D. Juan Martn
Dez! [51] -Viva, viva mil aos! -repiti Andrs Monsalud, presentndose
en la sala, consemblante reposado y satisfecho, sin duda por la
vanagloria que el reciente discursocallejero haba dejado en su
nimo-. De buena has escapado, sobrinillo! Exponerse alas iras del
pueblo espaol!... Vamos, te perdono; yo tambin he sido calavera,
yotambin he sido revoltoso y provocativo y... -Afrancesado -indic
con malicia doa Ambrosia-. No hay que echrsela ahora deapstol
Santiago. -Un poquillo -repuso Monsalud con turbacin-. Pero de
arrepentidos se hacen lossantos. La prueba de mi sinceridad la
tengo hoy en la confianza de mis amigos. Hanmecomisionado esta
tarde para preparar los festejos... -Para cuando entre D. Carlos
Espaa? -pregunt la de los Linos. -Para cuando entre D. Juan Martn o
lord Wellington... Un arco de triunfo, qu lesparece a Vds.? En mi
oficina hemos resuelto componer unos versos, y ver si se hace
uncarrito. -Ya nos cay que hacer, amigas mas -dijo con jbilo
Serafinita-. Desde maanapondremos manos a la obra, porque las
guirnaldas [52] de rabo de cometa no son cosaque se despache en
tres das. -Y luego mucho de banderitas y escarapelas -dijo una de
las muchachas. -Y ser preciso que doce o catorce doncellas tiernas
se vistan de ninfas para irdelante del carro cantando el Velintn.
-Y como haya alegora vestiremos a mi sobrino de dios Marte -indic
Monsalud. El joven soldado dirigi a su to una mirada de desprecio.
-Estar saladsimo -dijo doa Ambrosia-. Mi esposo y padre de estas
dos nias hizode Marte cuando la jura del otro Rey, y era una gloria
el verle con todo su hermosocuerpo medio desnudo y un chafarote en
la mano... Oh! ustedes no alcanzaron a vertanta preciosidad. D. Gil
Carrascosa, entrando apresurado en la estancia, salud a todos con
amablecortesana, especialmente a las nias. -Pues qu -dijo- todava
est nuestro mozalbete metido dentro de la indigna libreafrancesa? A
estas horas casi todos los espaoles que servan a Jos han
desertado.Acabo de ver a dos que se escondieron esta maana. -Han
desertado! -repiti el coro de mujeres.
21. -Fuera esa casaca, sobrino -grit Monsalud [53] dirigiendo
al hijo de su hermanaimperiosa mirada-. Ay! acurdate de tu madre, a
quien no nos atrevimos a dar parte detu afrancesamiento... Si lo
llega a saber, se morir de pena. -Te esconderemos aqu -dijo
Serafinita- aunque no habr peligro, pues ellos tienenbastante que
hacer para ocuparse de ti. -En esta casa no -afirm con aplomo el
to-. Los vndalos conocen el rabiosoespaolismo mo, y de seguro
vendran a buscarle aqu, acusndome de haberleimpulsado a la
desercin. -Pues se puede esconder en mi casa -dijo la mayor de las
Linas, que era la casada ytena su nido en el tercer piso. -Eso es,
que se esconda arriba -repiti con extraordinaria vehemencia la
soltera,contemplando al joven Monsalud de tal modo que pareca
envolverle con su miradacomo en amorosa y blanda nube protectora.
-S, en el tercero. -Yo le ceder mi cuarto y mi cama, y dormir con
mi hermana -aadi la doncella enun segundo arranque de generosidad.
-Francamente, Dominguita, tu esposo est fuera y no me gusta ver a
dos muchachassolas en la casa con el dios Marte -objet doa
Ambrosia. [54] -Pues al sotabanco. Hablaremos al Sr. Pujitos para
que le ceda un rincn. -Conque, sobrino, vete despojando de tu
uniforme. El soldado, a quien tal proposicin ofenda en lo ms
delicado de su alma, y queestaba a la sazn irritado por la escena
de la calle, y adems por el impertinente charlarde su ta, contest
con ardor: -Antes me quitar el pellejo que el uniforme. Me lo puse
por mi voluntad, lo tendrmientras exista el ejrcito a que
pertenezco y la bandera que juramos. -Eres francs? -No s lo que soy
-repuso con desdn. -Hars armas contra tus paisanos? -No; pero
tampoco abandonar cobardemente a los que me han dado de comer.
Monsalud to rompi en estrepitosas risas, acompaado por Bragas,
Requejo yCarrascosa. -Pero, sobrino de todos los demonios, no
tienes en m la norma de tu conducta?
22. -Si yo le imitara a Vd. en esto -dijo el joven temblando de
indignacin- no tendraidea del honor, ni una chispa de vergenza en
mi alma, ni en mi corazn el sentimientodel deber, ni sera digno de
que me mirasen los hombres. Adis. Me voy para siemprede esta casa y
de Madrid. [55] El soldado sali resueltamente. Un poco atontado el
to, bastante aturdida su esposa,no pronunciaron una sola palabra
para detenerle. -Ese muchacho es un insolente -dijo al fin la seora
de la casa. -Pobrecito! -murmur el oficial de la Visita de Propios.
-l se lo pierde! -indic majestuosamente Serafinita-. Ahora que
mandan losespaoles he de conseguir para ti una buena vara,
Andresito. Sers corregidor de Alcal,de Ocaa o de Tarancn. Yo haba
calculado que Salvadorcillo nos acompaara con unbuen momio. -No se
puede sacar partido de ese muchacho. La nia soltera de doa Ambrosia
haba llevado el pauelo a sus picarescos ojos, desbito humedecidos
por ignorada causa. -Pobrecito! -exclam con zozobra-. Se ha
marchado solo. Est expuesto a que leinsulten otra vez en la calle.
Le darn golpes, le arrojarn lodo, manchndole la frente,el cabello,
la boca, los ojos, ay! los ojos, el uniforme... -Esto parte el
corazn. Pobre muchacho! -exclam la casada-. Alguien deba salircon
l. -Qu falta de caridad dejarle salir solito! Si yo fuera hombre...
[56] -La verdad es que puede sucederle alguna cosa mala -dijo
Serafinita dando unsuspiro. -Usted que es su amigo -exclam con ira
la doncella volvindose a Juan Bragas quea su lado estaba- por qu no
sali con l para ampararle en caso de un atropello? -Amigo? -dijo
con desdn el covachuelo-. No tanto. Conocido y nada ms...
Noshablamos alguna vez, paseamos juntos, pero... -Es Vd. un mal
amigo -grit la muchacha con voz temblorosa-. Dejarle partir
sincompaa!... Esto se llama deslealtad, cobarda. Juan Bragas se ech
a rer. -Pero... -Haga Vd. el favor de no volver a dirigirme la
palabra en toda la noche, ni volver amirarme en su vida, ni estar
donde yo est, ni respirar donde yo respiro, ni ponersedonde yo le
vea, ni...
23. La tertulia fue triste, tristsima. Los hombres viendo que
no podan alegrar el nimode las dos muchachas, ni el de la seora de
la casa, ni sacarles palabras que no fuesenlgubres como un funeral,
pegaron la hebra con doa Ambrosia, y dndole a la lenguasin descanso
por espacio de dos horas, azotaron a medio mundo con la piel
arrancada alotro medio. [57] - VI - En la maana del da que sigui a
estos sucesos salieron los pocos franceses quequedaban en Madrid.
Les mandaba el general Hugo y llevaban consigo convoy taninmenso,
que al verlo creerase que en la capital de la monarqua no quedaba
un alfiler.Desde muchos das antes haban sido embargados cuantos
coches y carros y calesasrodaban por las calles de la villa, y casi
toda la servidumbre se ocupaba en el embalajede las diversas
riquezas que Jos y los suyos se haban apropiado. Estos seores
hacanbuena presa donde quiera que ponan la mano y no eran nada
melindrosos ni encogidospara esto del incautarse. Murat despoj la
casa de Godoy y el real palacio, y Jos mandtraer de Toledo, de
Valladolid y del Escorial cuanto pudiese ser transportado;
estaltima circunstancia salv las piedras del edificio. Luego que
estuvo reunida cantidad fabulosa de cuadros, estatuas, joyas de
camarn ysacrista, dejando a las Vrgenes y Santas sin un anillo que
ponerse, establecieron cuatrodepsitos [58] en Madrid, los cuales
fueron el Rosario, San Felipe, doa Mara deAragn y San Francisco.
Una comisin separ lo sublime de lo bueno, y no siendo fcilllevarlo
todo, dispusieron atropelladamente lo primero en cajas, mezclando
lo sagradocon lo profano, es decir, las bellas artes con los
enseres de la casa y cocina del Rey Josy diversos adminculos que
este para diferentes fines usaba. Muebles, porcelanas,vajillas,
armas, aadironse al botn. Considerando que aun despus de tanto
despojoquedaba en Espaa alguna cosa de todo punto intil, segn
ellos, a la ignoranciacastellana, echaron mano a las colecciones
mineralgicas del gabinete de HistoriaNatural y embaularon tambin
los depsitos de ingenieros y de artillera y elhidrogrfico. De
Simancas cargaron con lo ms curioso que all haba. Aquella
gente,hasta la historia nos quiso quitar. Una caja en que holgaba
un poco el tocador de Jos (as lo cuenta un testigo ocular)fue
rellena con los pedruscos y los minerales de la Historia Natural.
Entre una masaenorme de cartas geogrficas iba Nuestra Seora del
Pez; y la Perla anid con unamontura fina recamada de plata y oro.
Se gast un monte de claros, y por algunos daslas iglesias que [59]
servan de depsitos y las galeras del real palacio resonaban cual
sien ellas trabajase un regimiento de cclopes. La tabla del Pasmo,
que ya se hallaba enpsimo estado, acabose de rajar, y la pintura
con las sacudidas y golpes se cuarteaba queera una bendicin. Oh
divino Jess! No padeciste ms en el Glgota! Completaban el convoy
las cajas de guerra llenas de dinero en buen oro y buenaplata
antigua, de aquello que ya no se ve, y seduca entonces con su
brillo los ojos de losextranjeros y con su noble son los odos de
todos. No se haban descuidado losfranceses en reunir dinero, como
gente allegadora y econmica, ni menos en llevrselo;
24. que si para limpiar de vicios a la capital hubieran usado
de tanta diligencia como paralimpiarla de onzas, fuera esta villa
un paraso en la tierra. Con el ejrcito iban losmuchos particulares
comprometidos que quisieron seguirles, y entre los carros de
oficio,gran nmero de vehculos con equipajes de empleados altos y
bajos. Ofrecan estosdesgraciados individuos espectculo lastimoso.
Si algunos llevaban consigo buenacopio de vveres y ropa, otros no
cargaban ms que lo puesto, y todos lloraban el hogarabandonado, la
paz perdida, el honor en duda, lamentndose del gran compromiso
enque se vean. Algunos hacan de tripas [60] corazn, prometindoselas
muy felices enlas prximas batallas; pero los ms miraban sin
engaarse la realidad del molesto viajey despus la emigracin, el
general desprecio y la prdida de la hacienda. Desfilaron los carros
por el camino de Segovia, pues Hugo quera pasar la sierra
porGuadarrama, y aquella culebra rastrera formada por interminable
fila de vehculos, quede lejos parecan vrtebras articuladas,
desapareci en la noche del 27 de Mayo, dejandoa Madrid en poder de
los guerrilleros que al instante lo ocuparon y tras ellos
lasautoridades espaolas. De esta manera y con este despojo la
capital de Espaa dej parasiempre de ser francesa. No seguiremos al
general Hugo y su convoy en todo su viaje hasta que en loscampos de
Vitoria perdieron los franceses gran parte de lo mucho que haban
cogido.Bastantes apurillos pas en Cullar y en Tudela de Duero; pero
al fin logr unirse algrueso del ejrcito francs en Valladolid.
Reunidos todos, la continua amenaza de las divisiones aliadas les
hizo muy penoso elcamino desde Valladolid a Burgos. Aqu no pudieron
resistir mucho tiempo, y sin granprisa se dirigieron a Vitoria por
Miranda confiados en que Wellington no les molestara[61] del lado
all del Ebro; pero tan admirable combinacin de movimientos
habahecho el ingls que cuando los franceses pasaron el gran ro, lo
pasaban tambin losaliados por diferentes puntos, y ambos enemigos
se encontraban frente a frente en lasmontaas de lava y Vizcaya.
Apret Bonaparte el paso juntando a los suyos para quedesperdigados
aqu y all no fueran batidos al pormenor, y el 19 de Junio lleg a
laPuebla de Arganzn, donde es fuerza que quitemos la vista del Rey
y de su ejrcito parafijarla en una sola persona, que por ahora y
mientras vengan sucesos estupendos en laesfera de la historia, ha
de llevar en estas lneas la preferencia. Y por qu no! Por qu hemos
de ver la historia en los brbaros fusilazos de algunosmillares de
hombres que se mueven como mquinas a impulsos de una
ambicinsuperior, y no hemos de verla en las ideas y en los
sentimientos de ese joven oscuro! Sien la historia no hubiera ms
que batallas; si sus nicos actores fueran las
celebridadespersonales, cun pequea sera! Est en el vivir lento y
casi siempre doloroso de lasociedad, en lo que hacen todos y en lo
que hace cada uno. En ella nada es indigno de lanarracin, as como
en la naturaleza no es menos digno de estudio el [62]
olvidadoinsecto que la inconmensurable arquitectura de los mundos.
Los libros que forman la capa papircea de este siglo, como dijo un
sabio, nosvuelven locos con su mucho hablar de los grandes hombres,
de si hicieron esto o lo otro,o dijeron tal o cual cosa. Sabemos
por ellos las acciones culminantes, que siempre sonbatallas,
carniceras horrendas, o empalagosos cuentos de reyes y dinastas,
quepreocupan al mundo con sus rias o con sus casamientos; y
entretanto la vida internapermanece oscura, olvidada, sepultada.
Reposa la sociedad en el inmenso osario sin
25. letreros ni cruces ni signo alguno: de las personas no hay
memoria, y slo tienenestatuas y cenotafios los vanos personajes...
Pero la posteridad quiere registrarlo todo;excava, revuelve,
escudria, interroga los olvidados huesos sin nombre; no se
contentacon saber de memoria todas las picardas de los inmortales
desde Csar hasta Napolen;y deseando ahondar lo pasado quiere hacer
revivir ante s a otros grandes actores deldrama de la vida, a
aquellos para quienes todas las lenguas tienen un vago nombre, y
lanuestra llama Fulano y Mengano. [63] - VII - Olvdese la importuna
digresin, y sepan los que en ello tuvieren inters, que antesque el
ejrcito de Jos pasase el Ebro, llegaron a la Puebla de Arganzn las
tropas deuna divisin que custodiaba parte del convoy. Fue esto, si
no mienten las noticias quecon pretensiones de verdicas se me han
dado, hacia el 16 18 de Junio. El gran convoyvena detrs. Los carros
del pequeo detuvironse en el camino a las inmediaciones delpueblo,
y las tropas repartironse por las casas y caseros para allegar
vveres. En lasinmediaciones de la villa veanse grandes masas de
soldados: aqu artillera, allcolumnas que iban de un lado para otro;
en lo ms apartado la impedimenta, y largasfilas de vehculos, que
despus de breve descanso deban seguir adelante. La Puebla de
Arganzn, como lugar campestre, haba dejado las ociosas plumas,
yaunque de por s no fuese aquella villa madrugadora, despertola el
rumor de tanta tropay de los tambores sin cesar batidos,
confundiendo [64] su ronco son con el cantar de losgallos que en
todos los corrales entonaban su alegre grito de alerta. Vease a
loshonrados habitantes salir de sus casas y juntarse en corrillos.
Los ancianos preguntabansi se haba ganado ya la batalla y
advertidos de que no, quejbanse de la mucha tardanzaen arremeter,
propia de los tiempos nuevos, asegurando que en otra ocasin ya
estaratodo despachado y el asunto resuelto. Las mujeres corran de
casa en casa pidindoseprovisiones para esconderlas, pues los
franceses que en nmero tan considerablerodeaban el pueblo
reclamaran pronto lo que no se haban llevado los guerrilleros el
daanterior. En las tabernas los taberneros no tenan manos para
tanto despacho y muyalborozados escanciaban a los franceses, pues
en esto del vender y ganar dinero no haynaciones: ellos quisieran
tener un Ocano de aguardiente y vino, que junto con algunaspipas de
linfa del Zadorra les hubiera hecho millonarios en un par de aos de
guerra. Un joven sargento avanzaba solo por las calles de la
Puebla, evitando al parecer lacompaa de sus camaradas franceses, y
ms an la vista de los habitantes de la villa.As es que cuando vea
un grupo en la puerta de una casa se apartaba tomando
distintocamino. [65] -No es aquella la cara de Salvadorcillo
Monsalud, el hijo de la seora Fermina la dePipan? -deca una mujer
vindole pasar.
26. -Parece que es aqulla su cara; pero no su cuerpo; que es
cuerpo y uniforme defrancs el que ha pasado. -Adelantadas estis
-deca un tercero-. Pero no sabis que Salvadorcillo
Monsalud,engaifado por su to, ha sentado plaza en la guardia del
rey Jos? -Cierto es, aunque no lo particip a su madre por vergenza;
y cuando la seoraFermina lo supo, estuvo llorando tres das, y an no
lo quera creer, siendo tal supesadumbre por esta traicin de
Salvador, que la buena mujer dice que ms quera verlomuerto que
sirviendo a los franceses. -Y tiene razn. Mas para qu dej que el
muchacho fuese a Madrid donde todo escorruptela y picarda? -dijo un
personaje a quien todos oan con respeto, y que era, sinuestras
noticias no son falsas, el boticario del lugar-. Pero esto pasa a
todos losmuchachos que no tienen padre, o mejor, a aquellos que han
nacido del pecado y deunin nefanda, como ese diablillo de Salvador
Monsalud, que no se sabe de qu troncovino, ni de cul cepa sac doa
Fermina este mal sarmiento. [66] El jurado se detuvo ante una casa
de aspecto humilde, en cuya puerta no se veapersona alguna. Mir a
las ventanas, y las vio cerradas. Un gallo cantaba dentro, y dos
otres gallinas salieron a la calle sacudiendo sus plumas y
picoteando el suelo, no tardandoen aparecer tras ellas el gallardo
esposo. Poco despus un gato asom por la puertaentreabierta y se
detuvo sobre el umbral, relamindose con placentera satisfaccin
loslargos bigotes. El joven contempl un instante con inters
profundo a aquellos seres, yse acerc para entrar, desalojando al
gato, que asustado corri hacia dentro. Las gallinasy el gallo,
sobresaltndose tambin y cambiando algunas cacareadas frases,
huyeron porla calle adelante. Monsalud se asom por el hueco de la
entornada puerta. La emocin de su alma eratan viva que le temblaban
las manos al ponerlas sobre las viejas tablas y los mohososclavos;
apenas poda sostenerse en pie a causa del desmayo de su cuerpo y de
laflojedad nerviosa que experimentaba. Mir hacia dentro: vease un
patio pequeo y enel fondo una habitacin oscura dentro de la cual se
distinguan los maderos de un telar.Monsalud contempl durante un
rato aquel humilde interior, y copiosas lgrimas seagolparon a sus
ojos. [67] De repente una mujer de edad madura apareci en la
habitacin del telar, moviendolos trastos de un lado para otro y
barriendo despus. Volvase de vez en cuando hacia unsitio donde deba
de estar otra persona con quien hablaba, a juzgar por sus
gestosexpresivos. Junto a la mujer apareci luego un perro, que
saltando y enredando entre suspies la estorbaba en su faena,
recibiendo un ligero escobazo que lo decidi a salir alpatio.
Salvador, que se haba detenido en la puerta para gozar en silencio
y a solas por uninstante del inefable sentimiento que llenaba su
alma y para regocijar su imaginacincon la idea del contento que su
madre recibira al verle, no pudo por ms tiemporefrenar su
impaciencia y empuj suavemente la puerta.
27. -No me espera -dijo para s oprimindose el corazn que pareca
querer saltrsele delpecho-. La pobrecita se sorprender y se alegrar
tanto...! Este momento vale por todaslas pesadumbres que ha
padecido durante mi ausencia. La puerta rechin, y el perro fue
saltando y gruendo amorosamente al encuentro deSalvador. Este se
precipit en el interior de la casa. Doa Fermina mirando hacia
elpatio muy sobresaltada, vio al joven que hacia ella corra con los
brazos abiertos,diciendo: Madre, [68] madre, aqu estoy!. La buena
mujer abalanzose a recibirle conexpresin de frentico contento; mas
al tocarle con sus manos y al verle casi en susbrazos, su semblante
se alter de sbito, lanz una exclamacin de espanto, y cerrandolos
ojos y echando la cabeza atrs, cual si descargase sobre ella el
rayo de instantneamuerte, cay sin sentido al suelo. Sus labios
contrados apenas pronunciaron esta frase,empezada con ardiente
cario y concluida con terror: -Hijo mo!... francs!! - VIII - El
militar, aturdido por tan inesperado como funesto accidente y no
comprendiendobien lo que haba odo, crey que la excesiva alegra la
haba desconcertado; mas antesde acudir a los remedios que el
paroxismo reclamaba, hincose en tierra, y besando yabrazando a su
madre, la llam con los nombres ms tiernos y afectuosos, seguro de
quesu voz la despertara. Salvador no haba visto an a otra mujer que
en la estancia estaba:era una vieja flaca y amarillenta, de ojos
ardientes y vivos como ascuas, [69]descarnadas y picudas manos, una
de las cuales oprima el puo de un bastn negro,mientras la otra se
alzaba acompasadamente a la altura de la cara, para servir de
signovisible y movible a su extrao lenguaje. No la vio Monsalud
hasta que se acerc a l, yponindole los cinco amarillos palitroques
de su mano sobre la pechera del uniforme, ledijo con terrible
irona: -Acbala de matar, verdugo, acaba de matar a tu santa y buena
madre. Salvador mir a la vieja, y aunque de antiguo la conoca, su
triste aspecto y la speray desapacible voz produjronle impresin muy
extraa, especie de fro intenso ydoloroso en el corazn, cual si con
una aguja se lo atravesasen, erizamiento nervioso yacritud en los
dientes, como lo que se siente al contacto de las cosas agrias y
heladas. -Por Dios, doa Perpetua, dgame Vd. qu tiene mi madre?
-exclam el joven-.Est mala? -Eres t la causa y lo preguntas? -aadi
la vieja, poniendo su mano sobre la frentede la desmayada. Luego
paseando sus dedos por la pechera del levitn de Salvador, y
tentando labotonadura adornada con guilas, y metindolos despus [70]
entre la lana del sombreroy deslizndolos por las carrilleras de
cobre, dijo:
28. -Traes sobre ti esta infernal vestimenta francesa, y
preguntas lo que tiene tu madre!Pobre Ferminita! Se resista a creer
tan grande infamia en el hijo que llev en susentraas y cri a sus
pechos! Peda a Dios fervorosamente que no fuese verdad lo quele
haban dicho; su alma se consuma en hondas tristezas, y sin consuelo
pasaba lasnoches llorando tanta afrenta! La muerte del hijo que
perece en los campos de batalladestroza el corazn, pero no afrenta;
la traicin del hijo desvergonzado que comete lainfamia de pasarse
al enemigo, es el ms vivo de los dolores de una madre espaola.
-Usted est loca, madre Perpetua -dijo Monsalud rechazando a la
vieja con desdn-.Mi madre es una mujer sencilla: ya comprendo todo.
Vd. y el cura le han trastornado eljuicio con eso de traiciones y
afrentas. Honrado soy. Mi buena madre no me aborrecerpor lo que he
hecho. -Monstruo! -grit la vieja agitando el palo-. Huye de aqu.
Vete con esos herejes quete han catequizado: vete con Satans que es
tu amo; vete al negro infierno que es tucasa. Deja a esta santa
mrtir que ya te ha llorado como perdido para siempre. No eressu
hijo: t [71] no puedes haber nacido en esta casa, ni en este
honrado pas... Vete,vete, hereje, judo; mas qu digo? francs! El
apostrofado mir a la vieja; mas sin acobardarse sigui esta
vituperndole con lafirmeza y el aplomo de quien tiene la seguridad
de ser respetada. Vesta doa Perpetuael traje de las antiguas dueas,
con toca blanca rizada y limpia, manto y saya negros,pendiente de
la cintura un luengo rosario y del pecho cruz de madera sencilla. A
pesarde los muchos aos, su talle era derecho y apenas se encorvaba
un poco al andar.Indudablemente haba en el aquilino perfil de la
vieja cierta energa majestuosa quehaca recordar, a quien las
hubiese visto, las rigurosas y ceudas sibilas creadas por
lainspiracin artstica. Acartonada y seca no tena la repugnante
escualidez con que nospintan a las brujas. Expresbase con vigor y
hasta con elocuencia, y su voz retumbabaen los odos como una
campana de mucho uso, mas no rota todava. Para que nuestros
lectores no carezcan de todas las noticias necesarias respecto a
tansingular tipo, les diremos que la madre doa Perpetua tena cien
aos cabales, nohallndose ciertamente en proporcin su acabamiento
con su mucha edad, que a la vistano pareca exceder [72] de los
setenta. Era una doncella secular nacida en la Puebla deArganzn a
poco de establecerse en Espaa Felipe V, y que nunca haba salido de
aquelpueblo. Dedicose desde su juventud a obras piadosas, mas sin
aficionarse al claustro:gustaba de la independencia y de andar de
casa en casa comadreando, y trayendo yllevando noticias, dichos e
ideas, libando aqu y melificando all cual las abejas. Ascreci y fue
echando das y aos como el siglo, y pasaron ante ella tres
generaciones depueblos y tres generaciones de reyes y veinte
guerras, y ella pas de un siglo a otrocomo quien atraviesa una
puerta para pasar de la sala a la alcoba. Su vida austera y los
buenos consejos que daba para reconciliar matrimonios ydirimir
contiendas y transigir desavenencias y acomodar caracteres,
juntamente con subuena manderecha para establecer la concordia en
todas partes, dironle gran reputacinen la villa. Respetbanla mucho,
y cuando abra la boca, conticuere omnes. Como eratan larga su vida
y haba visto tanto bueno y tanto malo y tena mucha experiencia de
lascosas fsicas y morales, tombanla todos por consejera. Saba curar
males de variasclases, y conoca mil salutferas hierbas y untos,
adems de [73] toda la farmacopeacasera, mezclando en hrrido caos la
medicina y la religin, lo teraputico y lo
29. supersticioso. Enciclopedia del alma y del cuerpo, reuna
todo el saber y todo el sentirde su pas en aquella poca. Rezaba por
todos los muertos y rea por todos los nacidos. No haba bautizo,
niduelo, ni boda a que no asistiese, disfrutando de lo mejor del
festn, cuando lo haba.Saba contar especies diversas de cuentos
interesantes, algunos heroicos, muchos depcaros tahres y guapos, y
los ms de devocin o de brujeras, males de ojo, miedos yotras cosas
divertidas que embobaban a los chicos y a las mujeres. Ningn
asuntodomstico o social o religioso tena para ella secretos, y era
la ciencia suma en teologade aldea, en economa al pormenor, en
culinaria y en filosofa burda. Doa Fermina a los pocos minutos,
comenz a querer volver de su sncope. La viejahaba trado agua en una
escudilla y le rociaba el rostro diciendo: -Ya vuelve en s; aunque
para ver lo que tiene delante, ms valiera que sus ojos no
seabrieran jams a la luz. Vete, te digo, tu madre te llora muerto;
no turbes la paz de sualma ponindotele delante en esa forma
aborrecible. Monsalud sin escuchar a doa Perpetua, [74] alzaba a su
madre del suelo ycuidadosamente la sent en su silln. Sosteniendo
con sus manos la cabeza de la infelizmujer, le deca: -Madre, soy
yo, soy Salvador, el mismo de siempre, el hijo querido. Por qu se
haasustado Vd. al verme? El vestido no hace al hombre. Doa Fermina,
viendo el rostro de su hijo cerca de s, le dio mil besos amorosos;
masdespus apart la cara y extendi los brazos para rechazar al
joven. -Mi hijo... francs!... -repiti con el mismo tono de angustia
y terror...- Ese traje!...Era verdad! -Y el muy bribn se empea en
seguir aqu atormentndote, Ferminita! -exclamcon desabrimiento la
vieja-. Hase visto desvergenza semejante? -Qu delito he cometido?
-dijo Monsalud con viva congoja estrechando entre lassuyas las
heladas manos de su madre, y de rodillas ante ella-. Qu habr yo
hecho paraque Vd. se desmaye, madre, cuando me ve, y esta buena
mujer me manda huir? -Qu has hecho? -repiti la madre con estupor-.
Te has pasado a los franceses,ests maldito de Dios y de los
hombres, tocado de hereja y perdida para siempre tualma y
contaminada [75] yo tambin por haberte parido y criado! -Qu
horribles palabras y qu espantosa idea! -exclam el joven procurando
rer,pero con el alma destrozada de vergenza y dolor-. Tantos males
ocasiona este capoteque llevo? Oh! madre querida, yo conoc que haca
mal, yo resist, conociendo que erauna falta servir a los enemigos
de mi patria; pero me mora de hambre, y adems mi totena mucho empeo
en que yo sirviera a los franceses. Una vez dado este paso, ya
nopuedo volver atrs, porque el honor me prohbe vender a los que me
han dado unpedazo de pan para vivir y una espada para que los
defienda. Si por esto he perdido elamor de mi madre, de la nica
persona que en el mundo me ha querido, de la que me
30. dio la vida, de aquella a quien he consagrado siempre la
ma, ser porque algunosmalintencionados habrn emponzoado su alma con
bajos sentimientos. -No, yo te amo siempre -dijo doa Fermina, no
pudiendo resistir el ansia vivsima debesar a su hijo y regar con
ardientes lgrimas sus mejillas, aunque doa Perpetuaextenda a menudo
entre los dos sus manos de cartn-; yo siempre te quiero, pero
hehecho juramento ante Dios de no admitirte bajo este techo ni
darte mi bendicin, nillamarte hijo, si no abjuras [76] tus errores
y maldices tus banderas infernales y reniegasde ese vil Rey y
tornas a la patria y al deber... Mi conciencia me exigi este
juramento ylo he prestado por consejo de respetables personas a
quienes debo consuelos tiernsimosen esta ltima y tan amarga
desventura que ha cado sobre m. El joven, cubriendo con ambas manos
su rostro, llor; mas de sbito estall unaviolenta indignacin en su
alma, y apartndose de las dos mujeres, psose en el centrode la
pieza. -Mi honor -grit con voz alterada y resuelta- me impide
desertar; pero si pierdo elamor de mi madre, y se me arroja de mi
casa porque no quiero ser desleal y perjuro, noquiero vivir. Aqu
tengo una espada -aadi desenvainndola-, y no me falta valor
paraatravesarme con ella el corazn. Doa Fermina se arroj llorando
en brazos de su hijo. La mujer secular permanecasilenciosa, fra,
clavada en su silla, contemplando la pattica escena como una
estatua decartn que dentro de su pasta encolada tuviera un alma
observadora. Sus ojos negrosclavbanse en el joven con fijeza
aterradora. En aquel instante entr un nuevo personaje. Era un
anciano fornido y alto, de rostrosanguneo, duro y tosco, mas no
desagradable [77] por cierto, mirar franco ycampechano que le
animaba y hasta le embelleca. Su cabeza calva, apenas se
exornabaeconmicamente con un cerquillo de blancos pelos espordicos
sobre las sienes y en eloccipucio y en cuanto a su cuerpo era
bravo, imponente, recio, como de varn hecho alas intemperies, a las
luchas con hombres y elementos. Vesta negro traje talar, llevadocon
desenvoltura y abierto por delante para poder introducir fcilmente
las manos en elbolsillo o cuadrarlas en la cintura, como
frecuentemente lo haca aquel hombre, dueode dos manos enormes,
velludas, que saban llevar el arado, la espada y la hostia. Era
D.Aparicio Respaldiza, cura de la Puebla de Arganzn. Mirando al
mancebo, ms bien con lstima que con rencor, le dijo: -Ya saba que
estabas aqu, desgraciado. Te hacamos muerto, muerto con la muertede
la deshonra que deja el cuerpo vivo. El alma se va y queda la
vergenza. Luego acercndose a doa Fermina, que deshecha en lgrimas,
reciba consuelos ycaricias de la beata, le dijo: -Seora Fermina,
valor!... El sentimiento materno es el ms fuerte de todos. No
trateusted de vencerlo: al contrario, desahogue su [78] pecho,
llore hasta maana. Este hijomuerto no es quizs perdido para
siempre, y puede resucitar, si se abraza a la cruz de lapatria. Yo
ser el primero que le reciba en mis brazos.
31. -Y yo -repiti la beata sin que se mostrase en la engrudada
mscara de su rostro,compasin, ni alegra, ni sentimiento alguno-. Yo
tambin le abrir mis brazos. -Hijo mo -dijo doa Fermina ponindose de
rodillas ante Salvador y cruzando lasmanos-, vuelve en ti; deja
esos hbitos infernales, abandona a los que te han seducido,torna a
la patria y recibirs la bendicin de tu madre y el amor que siempre
te he tenidoy te tengo a pesar de tu horrible pecado. Hazlo por
Jesucristo crucificado, por la religinque te ense, por el agua que
en el bautismo recibiste, por el pan eucarstico que hasrecibido en
tu cuerpo; hazlo, por m, por mi honor y buen nombre, que para
siempre heperdido en este pueblo, por mi tranquilidad que no
recobrar sin ti; hazlo por el seorcura de nuestra aldea que te ense
los mandamientos y la doctrina y la lectura y laescritura y el
latn, con lo poco que sabes; hazlo por la santa doa Perpetua que
nos datan buenos consejos y ms de una vez te ha entretenido
contndote tan bellas historias;hazlo, en fin, por todos los que
[79] te aman en esta villa y en el lugar de Pipan, dondeno s si por
ventura o eterna desdicha ma naciste. Monsalud, enternecido por voz
tan elocuente que agitaba hasta lo ms hondo sualma, como la
tempestad el Ocano, se haba sentado en un escabel y con los codos
enlas rodillas y la cabeza encajada entre las palmas de las manos,
lloraba en silencio. Eltmpano colosal y endurecido de su entereza
se deslea poco a poco. -Y lo que es ahora -dijo el cura para
favorecer el deshielo- los franceses van a serdestrozados.
Pobrecitos de los que se unan a ellos! -Bueno -dijo Salvador
alzando de repente la cabeza-; djenme que lo piense. Eso nose puede
decidir en un momento: los que estamos acostumbrados a cumplir con
nuestrodeber, y a obedecer a nuestros superiores... -No hay ningn
superior que tenga sobre ti ms autoridad que tu madre -dijo el
curapasendose por la habitacin, con las manos a la espalda-; tu
madre, personificacinviva de la patria, que a todos sus hijos
gobierna y dirige. Doa Fermina corri a abrazar a su hijo, besndole
cariosamente en la frente y enlas mejillas. [80] -Querido nio mo
-le dijo-, veo que estos dos excelentes amigos te vanconvenciendo.
Dejars a esos perros franceses, devolvindome la tranquilidad
yponindome en paz con mi conciencia y con Dios. Sintate, descansa;
te esconderemospara que no puedan verte los vecinos con ese
endiablado uniforme... -Es una imprudencia que le tengas en tu casa
mientras de todo en todo no seconvierta -dijo la santa con
severidad. -Y qu importa? -repuso doa Fermina ofendida de la
intolerancia de su consejera-.Mi hijo est arrepentido. El pobrecito
estar hambriento y fatigado. Lo primero es quetenga salud. -Puede
quedarse -afirm el cura, menos celoso que la beata-. Salvador es un
buenmuchacho... ha dicho que lo pensara... Tiene buen natural y
mucha inteligencia... ysobre todo, el deber le ordena servir a la
patria. Aqu donde me ves -aadi