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Comentario de la obra de Knorr Cetina: La Fabricación del Conocimiento.
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Centro de Estudios Avanzados Abordajes Epistemológicos
Laura Segura
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EL CARÁCTER CONSTRUCTIVISTA Y CONTEXTUAL DE LA
CIENCIA1
Un comentario sobre el libro de Karin Knorr Cetina “La Fabricación del
Conocimiento”.
Introducción.
La preocupación esencial del constructivismo social como teoría sociológica del
conocimiento consiste en descubrir las formas en que los grupos e individuos participan en
la creación de la realidad social que perciben.
Para el constructivismo, la realidad se construye socialmente en un proceso dinámico que se
reproduce al actuar e interpretar el mundo. El constructivismo considera que “la realidad se
construye socialmente y que la sociología del conocimiento debe analizar los procesos por
los cuales esto se produce” (Berger y Luckmann, 1967: p. 13).
Las perspectivas constructivistas han logrado en las últimas décadas una gran presencia en
el campo científico, en particular en el ámbito de las Ciencias Sociales, planteando nuevas
problemáticas para el pensamiento social fomentando discusiones teóricas, epistemológicas
y metodológicas. Un campo con posturas heterogéneas y plurales que invita a hablar no de
un solo constructivismo, sino de un campo del constructivismo habitado por diferentes
posiciones constructivistas y con una diversidad compleja que recupera y replantea
problemas que son clásicos en la reflexión sobre los medios de producir conocimiento.
Se pueden reconocer ciertos ejes en torno a los cuales los constructivismos toman posiciones
y que los definen en la discusión epistemológica como alternativa al positivismo:
a) El lugar del sujeto epistémico, donde se le reconoce un papel activo, tanto individual
como colectivo –en el caso de las comunidades científicas-;
b) El problema del status de la realidad que es referencia del conocimiento;
c) El proceso de producción de conocimiento, un nivel gnoseológico y un nivel
epistemológico.
1 Título extraído del subtítulo del libro que aquí se comenta.
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En este sentido, el constructivismo replantea preguntas y produce teorizaciones sobre el
sujeto, la realidad social y el conocimiento.
La Fabricación del Conocimiento es un texto que excede el mero espacio de trabajo de los
científicos para interrogarse sobre la naturaleza del conocimiento, su relación con la cultura,
las relaciones entre epistemología y cultura y, sobre todo, del conocimiento como una
producción de la sociedad y el aporte de la sociología.
¿Por qué la sociología?
Antes, la sociología nada tenía para investigar sobre la producción de conocimiento. Sólo
podía intervenir cuando se obtenía “conocimiento falso”, ya que éste era concebido como la
consecuencia de una “interferencia social” en el normal desarrollo de la ciencia.
En contraposición a estos postulados, a inicios de la década del ´70 se produjo una reacción
que fue rompiendo paulatinamente con la visión idílica de la ciencia como espacio
armonioso. Las fuentes de legitimidad ya no podían ser ajenas a un análisis sociológico.
Según Kuhn, la legitimidad de un paradigma no se fundaba en su carácter de verdad
intrínseca, sino que estaba dada por la creencia de una comunidad científica en su validez, en
contra del carácter acumulativo y bajo la necesidad de que el conocimiento debía ser
explicado a partir de sus causas sociales.
Así, el conocimiento es concebido como el resultado de relaciones sociales que deben ser
explicadas y los productos de la ciencia son construcciones contextualmente específicas que
llevan las marcas de la contingencia situacional y de la estructura de intereses del proceso
por el cual son generados, y que no pueden ser comprendidos adecuadamente sin un análisis
de su construcción.
La idea central, entonces, es la de una construcción social del conocimiento. En palabras de
Knorr Cetina:
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La interpretación constructivista rechaza la concepción descriptiva de la investigación
científica, porque esta concepción aborda el carácter fáctico de la ciencia en la
relación entre sus productos y una naturaleza extrema. Por el contrario, la
interpretación constructivista toma los productos, ante todo y particularmente, como
el resultado de un proceso de fabricación (reflexiva). En consecuencia, el interés
principal en el estudio del conocimiento científico está dirigido hacia cómo se
producen objetos cognitivos en el laboratorio en lugar de estudiar cómo los hechos
son preservados por las afirmaciones científicas sobre la naturaleza (Knorr Cetina,
1983: p. 190).
La perspectiva constructivista implicó un proceso de “deconstrucción” de la ciencia
considerando que el conocimiento es resultado de un proceso de construcción –construcción
social-.
Los procesos de fabricación involucran cadenas de decisiones y negociaciones mediante las
cuales se generan sus resultados.
Todo se vuelve socio cognitivo: los argumentos, las pruebas, los problemas de investigación
no podrían ser separados del juego social del cual son una parte sustantiva. No sirve de nada
distinguir las dos dimensiones: la ciencia es heterogénea. Observar la ciencia mientras se
hace nos muestra su carácter efectivamente constructivo.
En el proceso de construcción de la ciencia se recurre a las Ciencias Sociales y en particular
a los actores, quienes imponen su perspectiva a los otros actores y buscan conformar alianzas.
Una vez resuelta la controversia, el hecho adquiere la fuerza de un enunciado indiscutible
que permite penetrar en los espacios donde la ciencia efectivamente se produce:
El producto científico puede ser estructurado en términos de varios órdenes o niveles
de selectividad. Esa complejidad de las construcciones científicas respecto de las
selecciones que llevan incorporadas es interesante por sí sola, dado que parece sugerir
que es improbable que los procesos científicos puedan ser reproducidos de la misma
manera en circunstancias diferentes (Knorr Cetina, 2005: p. 62).
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El laboratorio como lugar de observación.
En la segunda mitad de la década del ́ 70, investigadores de las Ciencias Sociales (sociólogos,
antropólogos) se introdujeron en laboratorios de investigación científica como síntoma de un
“giro constructivista”. Ingresar al laboratorio era abrir la “caja negra de la ciencia”: mostrar
los procesos que ponen en relación las dimensiones sociales con los contenidos específicos
de los conocimientos (aspectos técnicos y cognitivos) para dejar de considerarlos como
universos separados, como lo había hecho la sociología funcionalista.
El laboratorio pasa a ser el lugar donde se observan las dimensiones del orden social y del
orden cognitivo, bajo las siguientes premisas:
El laboratorio como un lugar “ordinario” (y no “extraordinario”), desacralizando la
ciencia;
Una nueva perspectiva metodológica, para estudiar la ciencia “mientras se hace”;
El concepto de negociación de sentidos y objetos;
El carácter localmente situado de las prácticas.
Abrir esa caja negra implicaba mostrar su contenido y ponerlo en relación con el contexto
(social, institucional, político, cultural) en el cual está inserta, y el laboratorio constituía el
lugar ideal para abrirla. Por esto, los investigadores se sumergieron en ellos para captar la
vida cotidiana y para desacralizar el mundo de la ciencia y a los científicos como sujetos
sociales plenos de dudas, conflictos e intereses.
En palabras de Knorr Cetina:
(…) el estudio de los laboratorios hizo evidente el espectro completo de actividades
implicadas en la producción de conocimiento. Mostró que los objetos científicos no son
sólo fabricados “técnicamente” en los laboratorios, sino que están inextricablemente
construidos simbólica y políticamente (Knorr Cetina, 1995; p. 143).
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El laboratorio, como espacio social de reconstrucción (y de producción) de sentido, ofrece
un sitio de observación privilegiado para dar cuenta de estas complejas dinámicas sociales.
La contextualidad de la construcción en el laboratorio.
Para reestablecer la contextualidad de la ciencia fue necesario que los investigadores se
introduzcan en el laboratorio para observar el proceso de la producción de conocimiento.
Estudiar el proceso de la producción de investigación en el laboratorio es en realidad estudiar
parte del contexto de justificación o aceptación. La incorporación de un resultado previo en
el actual proceso de investigación es vista como un potencial paso hacia la solidificación. La
selección de un método o interpretación disponibles extiende su presencia y prolonga su
duración. Aumenta así sus posibilidades de nueva selección e incorporación.
Es el contexto el que, a través de las selecciones que auspicia, orienta el proceso de
reconstrucción y desarrollo. Aquí la noción de contexto hace referencia al tejido de variables
situadas, en las cuales los científicos basan sus decisiones.
Los contextos concretos y sus fronteras fijan la escena de la cual surgen los significados del
laboratorio, e imponen los límites dentro de los cuales operan los científicos. Pero, en el
modo de actuar de la ciencia también constituyen un recurso.
La contextualidad observada en el laboratorio es permanentemente atravesada y sostenida
por relaciones sociales que trascienden el sitio de la investigación.
La localización contextual de la acción científica revela que los productos de la investigación
científica son fabricados y negociados por determinados agentes en un determinado tiempo
y espacio. Se trata de intereses particulares y por interpelaciones locales y no universalmente
válidas. Los productos de la ciencia son híbridos.
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¿Cómo y qué observar dentro de los laboratorios?, ¿Con qué herramientas?, ¿Cómo
dar cuenta de esas observaciones?
El método científico puede ser visto como una forma de práctica localmente situada,
localmente proliferante, más que como un paradigma de una universalidad no local. Está
impregnado de contexto, y no libre de contexto. Y se lo puede ver como enraizado en un sitio
de acción social, de la misma manera que otras formas de la vida social.
Es hora de reconocer al método científico como una versión más de la vida social.
Para Knorr Cetina, los hechos científicos son construidos. La construcción del conocimiento
tiene lugar como consecuencia de diversas series de decisiones. Los científicos se confrontan
con diferentes decisiones posibles, y deben aplicar diferentes criterios prácticos para decidir
entre diversas opiniones. Cada selección está basada en un conjunto de selecciones
anteriores.
El carácter artificial del laboratorio –que es la herramienta más importante del científico-
descansa en el hecho de que en todos los casos se trata de materializaciones de selecciones
anteriores; selecciones generadas por el trabajo científico y sus equivalentes materiales son
ellas mismas el contenido y el capital del trabajo.
Para dar cuenta de lo que ocurre en el laboratorio, se debe poner en práctica una metodología
sensible a los procesos de fabricación del conocimiento, opuesta a otras incapaces de percibir
la dinámica de los actores que trabajaban.
La autora define tres elementos principales de ese abordaje metodológico:
1) El compromiso del investigador (sociólogo), en vez de presentarse de un modo
neutral o descomprimido: una intersubjetividad metodológica.
2) Se formula la cuestión de dar la voz a los procesos tal como éstos se desarrollan (dejar
que ellos hablen), más que intentar comprenderlos: Relativismo metodológico.
3) Se destaca el énfasis en la práctica, por sobre los llamados procesos de cognición:
Interaccionismo metodológico.
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La autora además utiliza el concepto de negociación. Su objeto no es lo que va a definir
socialmente como verdadero, sino que es una forma de leer la puesta en práctica de las
relaciones de poder para mostrar el carácter socialmente construido de las reglas de
experimentación. Las reglas son el producto de relaciones de fuerza, de negociaciones, de
sumisiones y de imposiciones.
El poder es una relación simétrica, aunque desbalanceada. Esa simetría sugiere que el poder
debe ser analizado concretamente y específicamente en la acción social, como una función
compleja cuyo efecto ni es negativo ni parte de una regulación definida impuesta sobre la
respectiva relación.
Dado que los contextos y las situaciones cambian constantemente, el poder no puede asegurar
un resultado favorable de una vez y para siempre obligando a la acción social a entrar en una
reproducción automática. Más bien, el poder debe ser ejercido en un juego constantemente
cambiante y, una vez más, esto significa que la indeterminación y la contingencia situacional
de la acción social no han sido eliminadas.
Knorr Cetina rompe con la idea de que los científicos tienen –quo científicos- un solo modo
de racionamiento, sustentado en algunas de las variantes del método científico, donde prima
la racionalidad por sobre cualquier otra modalidad, tanto en sus prácticas como en sus
discursos. El científico como razonador práctico, indicial, analógico, socialmente situado,
literario y simbólico. El científico es un sujeto social cuyos razonamientos y prácticas no se
diferencian de un modo sustantivo de otros razonamientos y prácticas sociales. La distinción
entre los aspectos sociales y cognitivos es artificial. Los aspectos técnicos del conocimiento
no están desvinculados de los aspectos sociales, políticos, económicos, culturales:
Las distinciones entre lo cognitivo y lo social, lo técnico y lo referido a la carrera, lo
científico y lo no científico, constantemente se desdibujan en el laboratorio. Además, el
tráfico entre las áreas sociales y las técnicas o científicas es en sí mismo un tema de
negociación científica: el conocimiento socialmente producido de hoy puede ser el
hallazgo técnico científico de mañana y viceversa. Materias no científicas se
“cientifizan”, no solamente en áreas de políticas, sino también dentro del laboratorio.
Con el fin de llevar a la práctica nuestro interés en las preocupaciones “cognitivas”
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(más que en sus relaciones sociales) debemos ver las actividades reales del laboratorio
indiscriminadamente (Knorr Cetina, 1981: p. 20).
Crítica a la noción de “comunidad científica”.
Esta crítica que realiza la autora a la noción de comunidad científica, se encuentra anclada
en el sentido común de los análisis de la ciencia y sobre todo, en el de los propios científicos.
Aparentemente se considera, en general, que la ciencia de organiza por medio de
comunidades científicas, que pueden ser vistas como sistemas sociales con fronteras y
mecanismos internos de integración inherentes y que por lo general se circunscriben a un
área de especialidad representada en la literatura científica.
Pero, algunos estudios de la ciencia han reemplazado la noción de comunidad científica por
otras concepciones menos “cooperativas”.
Knorr Cetina postula la necesidad de romper con dos principios: el de la autonomía y el del
reduccionismo económico.
El reduccionismo económico surge de una visión externa de la actividad científica, que
“supone” que los científicos se limitan a hacer aportes que les permitan acumular prestigio e
intercambio, ya sea incrementarlo o para acrecentar la dominación dentro del campo.
Los investigadores deben negociar con la agencia la obtención de los recursos que necesitan
para sus proyectos.
Las relaciones de recursos exceden largamente el sentido técnico de los conocimientos, para
internarse en vínculos con otros actores, conformando verdaderas arenas que son
estrictamente transepistémicas, ya que están más allá de lo puramente epistémico o
cognitivo pero que, al mismo tiempo, resultan indispensables para comprender el
conocimiento efectivamente producido.
Campos transcientíficos variables atravesados y sostenidos por relaciones de recursos, y no
grupos de pertenencia profesional como las comunidades científicas, constituyen las redes
de las relaciones en las cuales los científicos sitúan su acción de laboratorio.
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Se trata de redes de relaciones simbólicas que en principio van más allá de los límites de una
comunidad científica o campo científico, aún en sus definiciones amplias (Knorr Cetina,
1981: p. 89).
El marco de referencia bosquejado por los propios científicos constantemente traspasa las
fronteras organizaciones, y es al mismo tiempo mayor y menor que la unidad circunscripta
por esas fronteras.
Conclusión.
El abordaje de la construcción social de la realidad ya no puede prescindir de la capacidad
de los sujetos ni de los condicionamientos estructurales en que los hombres hacen su historia.
Tanto la totalidad y el sujeto epistémico, como el objeto, entonces, son producto de
construcciones pero de diferente índole: de la realidad social, la epistemología y la
metodología. De este modo podemos hablar de una ontología construccionista, una
epistemología constructivista y una metodología dela reconstrucción, y una integración de
estas dimensiones en la configuración teórica (re)constructivista.
En esta perspectiva adquiere centralidad la definición de problemas de investigación y,
fundamentalmente, la construcción de objetos inclusivos en esta corriente conlleva desafíos
metodológicos: la incorporación de la historicidad y sus múltiples temporalidades; la
cuestión de la indeterminación y la contingencia; la inclusión del futuro; el desafío de asumir
el movimiento y las múltiples dimensiones de lo social que intervienen en el proceso que
hacemos eje de nuestra construcción.
El constructivismo nos ofrece importantes aportes para la proyección de una ciencia social
crítica capaz de superar el obstruccionismo epistémico proveniente tanto de las visiones
positivistas obsoletas en epistemología pero con vida en investigaciones empíricas como de
posiciones relativistas algunas que también habitan en el propio campo del constructivismo.
En La Fábrica del Conocimiento se asume que las operaciones “cognitivas” de la
investigación científica se muestran ante una epistemología empírica como constructivas
antes que descriptivas; una “constructividad” cargada de decisiones para la producción del
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conocimiento y una selectividad como parte de un proceso de negociación situado en el
tiempo y en el espacio.
Es un libro que intenta representar verdaderamente el orden social de la vida en los
laboratorios y en los institutos de investigación, tal como es en donde se revela al científico
como un razonador práctico que se resiste a ser escindido en dos personalidades, la social y
la técnica.
Ver de cerca de escena de la investigación obliga a volver a traer el tiempo y el espacio a las
operaciones científicas y a concebirlas como operaciones localmente situadas.
Se postula así una imagen de la ciencia que resulta propicia no sólo para ofrecer una imagen
de la ciencia más colectiva, flexible y abierta. Es una imagen de la ciencia que puede ofrecer
herramientas para afrontar nuevos retos sociales como los problemas o riesgos globales en
una sociedad cambiante.
Referencias Bibliográficas
Berger, Peter y Luckmann, Thomas (1968).The Social Construction of Reality. New
York, Anchor.
Knorr Cetina, K. y Cicourel, A. (1981). Advances in social theory and methodology.
Toward an integration of micro and macro-sociologies, Boston, Londres y Hanley,
Routledge y Keagan Paul.
Knorr Cetina, K. (1982). Scientific communities or transepistemic arenas of research? A
critique of quasi-economic models of science, Social studies of Science, vol. 12, pp. 101-
133 (publicado en castellano en REDES. Revista de Estudios Sociales de la Ciencia, vol. 3,
N° 7).
Knorr Cetina, K. (1995). “Laboratory Studies: The Cultural Approach to the Study Of
Science” en Jassanoff, Sheila et. Al. (eds.). Handbook of Science and Technology Studies,
Londres, Thous y Oaks y New Delhi, Sage.
Knorr Cetina, K. (2005). La Fabricación del Conocimiento. Un ensayo sobre el carácter
constructivista y contextual de la ciencia. 1° Ed. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes.