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Epístolas Pseudo-Heracliteas, UNL, Buenos Aires, 1960. Trad. Ángel J. Capelleti. II. Todos los que nacen mortales se apartan de la verdad y de la recta conducta. Aplícanse, en cambio, a sus insaciables apetitos y a su ambición, debido a una perversa demencia. Mas yo, que he olvidado toda maldad y huyo del lujo no he de ir al país pérsico pues con poco estoy satisfecho conforme a mi propia doctrina. Adiós. [Rechazo de la invitación del Rey Darío]. (p. 23) IV. Cesa ya de incriminar a tus compatriotas, Hermodoro. Euticles, hijo de Nicofonte, el asalt{o hace dos años el templo de la diosa, me ha acusado de impiedad (…) por el hecho de haber grabado yo mi nombre sobre el altar que servía, gaciéndome dios cuando era solo un hombre… Pero oh, hombre ignaros enseñadnos primero qué es dios para que cuando nos acuséis de impiedad podáis ser creídos. (27-29) A Herácles de Efeso, no a Heráclito inscribí yo sobre el altar, inscribiendo así a un Dios en el número de vuestros conciudadanos. Pero si vosotros no conocéis las letras, no se me puede imputar como impiedad vuestra ignorancia…. ¿Pues yo, hombres, no soy también virtuoso? Hago mal en preguntaros pues aunque respondáis lo contrario igualmente lo soy. Tmbién yo triunfé en muchas y muy difíciles luchas, vencí a los placeres, vencí las riquezas, vencí al deseo de los honores, rechacé la ignorancia, rechacé a la adulación, no me conmueve el miedo, no me conmueve la soberbia, la tristeza me teme, me teme la ira. (29) Por mis ojos verterá lágrimas la virtud relegada a la perversidad. (43) [No hay nada en absoluto que autorice la risa].

Epístolas Pseudo Heracliteas

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Epístolas Pseudo-Heracliteas, UNL, Buenos Aires, 1960. Trad. Ángel J. Capelleti.

II.

Todos los que nacen mortales se apartan de la verdad y de la recta conducta. Aplícanse, en cambio, a sus insaciables apetitos y a su ambición, debido a una perversa demencia.

Mas yo, que he olvidado toda maldad y huyo del lujo no he de ir al país pérsico pues con poco estoy satisfecho conforme a mi propia doctrina. Adiós. [Rechazo de la invitación del Rey Darío]. (p. 23)

IV.

Cesa ya de incriminar a tus compatriotas, Hermodoro.

Euticles, hijo de Nicofonte, el asalt{o hace dos años el templo de la diosa, me ha acusado de impiedad (…) por el hecho de haber grabado yo mi nombre sobre el altar que servía, gaciéndome dios cuando era solo un hombre… Pero oh, hombre ignaros enseñadnos primero qué es dios para que cuando nos acuséis de impiedad podáis ser creídos. (27-29) A Herácles de Efeso, no a Heráclito inscribí yo sobre el altar, inscribiendo así a un Dios en el número de vuestros conciudadanos. Pero si vosotros no conocéis las letras, no se me puede imputar como impiedad vuestra ignorancia…. ¿Pues yo, hombres, no soy también virtuoso? Hago mal en preguntaros pues aunque respondáis lo contrario igualmente lo soy. Tmbién yo triunfé en muchas y muy difíciles luchas, vencí a los placeres, vencí las riquezas, vencí al deseo de los honores, rechacé la ignorancia, rechacé a la adulación, no me conmueve el miedo, no me conmueve la soberbia, la tristeza me teme, me teme la ira. (29)

Por mis ojos verterá lágrimas la virtud relegada a la perversidad. (43) [No hay nada en absoluto que autorice la risa].

VIII.

Muchos hombres no se diferencian de las vasijas cascadas de tal modo que nada pueden retener sino que por su charlatanería se derraman. (49)

Pero no creo que exista alguno que sea efesio sino a la manera como puede ser efesio un perro o un buey pues un varón efesio al ser virtuoso sería el ciudadano del Mundo ya que éste es el país común de todos en el cual no es la ley la letra de Dios y que incurre en falta

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es considerado como impío aun más, ni siquiera huye, pues al huir no podría ocultarse. (51)

¿Cómo pensáis pues, hombres, que Dios que no hizo esclavos a los perros ni a las ovejas ni a los asnos ni a los caballos ni a las mulas, pudo hacer tales a los hombres? (53)

Que no se siente conmigo un esclavo ni coma conmigo, dicen los efesios mas yo diré una más justa palabra: siéntese conmigo y conmigo coma si es bueno; mas aún siéntese delante de mi y reciba mayores honras que yo, pues no es la fortuna la que iguala, sino la virtud. (53)

Ni Dios, por cierto, se negó a encender los ojos de todos por igual y a abrirles los oídos y el gusto y el olfato y la memoria y la esperanza ni ocultó a los esclavos la luz del sol, pues constituyó a todos los hombres como ciudadanos del mundo. (55)