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¿QUÉ ES EDUCACIÓN PARA EL TRABAJO? La educación para el trabajo consiste en aprender a prestar el mejor servicio personal mediante el propio que hacer profesional, presente y futuro. Como es obvio, ello supone entender que en la educación –y, por tanto en la educación familiar- el éxito no es un fin sino un medio: el fin es el servicio, el mejor servicio. También supone entender el trabajo como un servicio. En efecto, todo trabajo lícito, todo trabajo humano es un servicio. Es un servicio personal, doblemente personal, en cuanto que su autor y destinatarios son personas, y un servicio social, puesto que, bien hecho contribuye a la mejora de la sociedad. Dicho de otro modo, la educación para el trabajo consiste en aprender a realizar un trabajo humano. Y ello requiere saber que es un trabajo humano, como se aprende a trabajar así y en donde se puede aprender. 1.- Qué es un trabajo humano La expresión trabajo humano recuerda, por contraste, la existencia de trabajos humanos. Y sirve, en primer lugar, para distinguir el trabajo del hombre del trabajo del animal o de la máquina. El segundo lugar, permite distinguir entre lo que puede y debe hacer el hombre en su ámbito profesional. Trabajo humano, lo mismo que acto humano, es algo realizado con libertad y, por consiguiente, con responsabilidad personal. Por todo ello, no es propio del ser humano realizar un trabajo al nivel de la máquina o del animal. No es propio del ser personal realizar su trabajo de espaldas al desarrollo de su propia libertad. El trabajo es algo que, habitualmente, referimos no a las máquinas ni a los animales, sino a los hombres –y a las mujeres-. Es, en éste sentido, una actividad tansformadora realizada de modo personal, por seres humanos. Es una actividad humana –con cierta dosis de originalidad, de iniciativa, de creatividad- y su resultado o producto –material o inmaterial- es la modificación de algo.

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¿QUÉ ES EDUCACIÓN PARA EL TRABAJO?

La educación para el trabajo consiste en aprender a prestar el mejor servicio personal mediante el propio que hacer profesional, presente y futuro.

Como es obvio, ello supone entender que en la educación –y, por tanto en la educación familiar- el éxito no es un fin sino un medio: el fin es el servicio, el mejor servicio.

También supone entender el trabajo como un servicio. En efecto, todo trabajo lícito, todo trabajo humano es un servicio. Es un servicio personal, doblemente personal, en cuanto que su autor y destinatarios son personas, y un servicio social, puesto que, bien hecho contribuye a la mejora de la sociedad.

Dicho de otro modo, la educación para el trabajo consiste en aprender a realizar un trabajo humano. Y ello requiere saber que es un trabajo humano, como se aprende a trabajar así y en donde se puede aprender.

1.- Qué es un trabajo humanoLa expresión trabajo humano recuerda, por contraste, la existencia de trabajos humanos. Y sirve, en primer lugar, para distinguir el trabajo del hombre del trabajo del animal o de la máquina.

El segundo lugar, permite distinguir entre lo que puede y debe hacer el hombre en su ámbito profesional. Trabajo humano, lo mismo que acto humano, es algo realizado con libertad y, por consiguiente, con responsabilidad personal.

Por todo ello, no es propio del ser humano realizar un trabajo al nivel de la máquina o del animal. No es propio del ser personal realizar su trabajo de espaldas al desarrollo de su propia libertad.

El trabajo es algo que, habitualmente, referimos no a las máquinas ni a los animales, sino a los hombres –y a las mujeres-. Es, en éste sentido, una actividad tansformadora realizada de modo personal, por seres humanos. Es una actividad humana –con cierta dosis de originalidad, de iniciativa, de creatividad- y su resultado o producto –material o inmaterial- es la modificación de algo.

Recibe el nombre de trabajo humano en cuanto es un trabajo bien acabado, con competencia técnica, con perfección humana y con espíritu de servicio. Quizá deba hacerse notar que no es el trabajo el que da la dignidad al hombre, sino que el trabajo es testimonio de la dignidad de la persona humana. Por consiguiente, “no tiene ningún sentido dividir a los hombres en diversas categorías según los tipos de trabajo, considerando unas tareas más nobles que otras. El trabajo, todo trabajo, es testimonio de la dignidad del hombre, de su dominio sobre la creación. Es ocasión de desarrollo de la propia personalidad. Es vínculo de unión con los demás seres, fuente de recursos para sostener a la propia familia; medio de contribuir a la mejora de la sociedad, en la que se vive, y al progreso de toda la humanidad… conviene no olvidar, por tanto, que esta dignidad del trabajo está fundada en el amor. El gran privilegio del hombre es poder amar, trascendiendo así lo efímero y lo transitorio. Puede amar a las otras criaturas, decir un tu y uno llenos de sentido: por eso el hombre no debe limitarse a hacer cosas, a construir objetos. El trabajo nace del amor, manifiesta el amor, se ordena al amor”. 1

Luego, mi trabajo será tanto más digno cuanto con más amor lo realice. Y ¿Cómo se yo que mi trabajo está mas o menos saturado de amor? Puedo realizar mi actividad profesional con un gran aprecio a sus destinatarios, pensando ante todo en lo que ellos necesitan, en lo que ellos esperan. En caso de conflicto entre lo que a ellos les sirve y lo que a mí me prestigia –por ejemplo, en mi mundo profesional de colegas-, debo

1 Mons. J. ESRIVÁ DE BALAGUER: Es Cristo que pasa. Ed. Rialp. Madrid, 1981 No 47-48, pp. 110-111. (18 edición).

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dar prioridad a lo que les sirve. Puedo tratar de a cada persona con la que me relaciono por razón de mi trabajo no sólo con amabilidad, sino con la máxima atención a lo que consulta, reclama, opina, etc. Pero ¿es esto, todo?

“El amor, en lo más profundo de su naturaleza, implica el darse, es salir de sí mismo…, dice es suyo alteridad, relación interpersonal” 2. Por lo tanto, pondré amor en mi trabajo en cuanto sepa darme en ese hacer que me pone en relación con otras personas. Ello quiere decir que no me limito a hacer cosas, a construir objetos. Eso que estoy haciendo esta hecho con la intención de darlo a otros –a sus mediatos o inmediatos destinatarios-, dándome. Eso que realizo no es ocasión de encerrarme en mi egocentrismo, en mis gustos, en mis aspiraciones profesionales al servicio de los demás.

Pero el dar va orientado al recibir De algún modo sólo puede dar, con ocasión de mi trabajo, si hay quien reciba. Por eso muchas personas dejan de realizar un buen trabajo cuando su dar no se aprecia, es decir, nadie lo recibe o cuando falta clientela o cuando la clientela no está en condiciones de aceptar o de estimar lo que se le da y ella necesita. Por otra parte, cuanto más recibo en mi trabajo mis tendré que dar. Una privilegiada cualificación profesional estará reclamando, cara al futuro, un mayor y más cualificado servicio a la sociedad. Una mayor atención, en mi organización de trabajo, a mis necesidades, a mis posibilidades, a mis aspiraciones, a mis gustos, supondrá en mí una mayor correspondencia, un mejor dar –y darme- en mi quehacer profesional, siempre en función del bien de otras personas, puesto que querer a los demás es quererles mejores.

Luego en esta relación interpersonal que es el amor –y en este conjunto de relaciones interpersonales a que da ocasión el trabajo- entran en juego dos capacidades humanas: la capacidad de dar –dándose- y la capacidad de recibir. El desarrollo del amor humano, en cualquiera de sus modalidades, consiste en el desarrollo del binomio dar-recibir.

¿Cómo se yo que mi trabajo esta mas o menos saturado de amor? En la medida en que mi capacidad de dar y mi capacidad de recibir se desarrollen, alcancen cada día, en la realización de mi trabajo, un mayor nivel. Y, además, en este mismo orden: dar y recibir.

Puede ocurrir, en quien trabaja, que quiera recibir antes de dar. “No que no se quiera dar, sino que se espera primero recibir. La voluntad de dar, aunque aplazada y propuesta, hace que todavía podamos hablar de amor. Pero el querer recibir primero invierte la dinámica del amor y lo degenera hacia posiciones egoístas” 3.

Trabajar con amor -para crecer en amor, para aprender a querer- , supone esta primacía del dar, con entrega, con riesgo, sin utilizar a los otros, sin rebajar la persona a cosa. Ello implica una constante lucha personal.

Mi trabajo estará dignificado por el amor si cada día mejoran mis capacidades de: dar, y de recibir . Dar no consiste en saberse desprender de cosas materiales a favor de los otros, en atención de sus necesidades, sino también en dar tiempo, comprender, perdonar, saber ceder a veces –y saber no ceder otras-, hacer mas agradable la vida a los demás…dar, en el trabajo, es poner a disposición de los demás lo mejor –dentro de nuestras limitaciones profesionales-: los mejores productos, los mejores servicios. Recibir es aceptar algo, material o inmaterial, como regalo, como muestra de aprecio, como ayuda necesaria como correspondencia, etc.

¿Qué es, pues, mi trabajo? Una acción esforzada, cuya eficacia radica en el amor.

2 Pedro RODRIGUEZ: “Sobre el amor y la correspondencia al amor” en Padres y adolescentes, EUNSA, Pamplona, 1973, p.91. 3 Ibidem, Pp 96, 97.

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Hoy sin embargo, resulta muy difícil para muchos seres humanos entender así el trabajo: como un servicio a los demás, dignificado por el amor, concretado en una continua mejora del binomio dar- recibir.

2.- Cómo y dónde se aprende Nada se resolvería, seguramente, con incluir en el currículo, como asignatura mas de BUP, por ejemplo el trabajo humano.

En cambio, puede ser objeto de muchas conversaciones entre padres e hijos, entre profesores y alumnos, en momentos mas o menos informales.

Se habla poco acerca del trabajo: Qué es; a quien beneficia; que valores están relacionados con el trabajo; qué motivos hay para trabajar bien, etc.

Sin duda, las tertulias familiares ofrecen grandes oportunidades a este respecto. Con motivo del propio trabajo, los padres pueden esclarecer la noción de trabajo humano y su relación con otros sectores de la vida humana.

Hay padres que tienen la costumbre de invitar a algún amigo, una o dos veces al mes, a una tertulia con toda la familia, después de la comida o de la cena. Por ejemplo, un día cualquiera de la semana, de diez a once de la noche en éstas tertulias pueden tratarse, de distintas formas, cuestiones relacionadas con el valor, el sentido o la significación del trabajo humano para el hombre y par ala mujer, en cualquier edad.

Por ejemplo, como se prepara uno para su trabajo. No me refiero solamente a la preparación remota sino también, a la de todos los días, como profesional honrado dispuesto a prestar su mejor servicio.

Cómo debo tener a punto las herramientas de mi trabajo, los instrumentos que utilizo; cómo debo estar yo mismo en condiciones de realizar un buen trabajo. Es la preparación de los materiales y del recurso humano. Los recursos materiales son muy diferentes en cada trabajo. Su cuidado requiere unas ciertas dotes de observador, porque va más allá de lo que estrictamente pudieran llamarse herramientas de mi trabajo. A veces, va más allá de lo material: la información puede ser una herramienta de trabajo. El recurso humano soy yo mismo, el protagonista precario de mi trabajo: mi estado de ánimo, mi agotamiento recuperado o no, mi mayor o menor soltura en la relación humana y en el uso de técnicas, mis actitudes positivas de confianza, respeto, comprensión y exigencia. Sobre todo, mi autoexigencia de no presentarme de cualquier modo, improvisadamente, en mi trabajo y ante los destinatarios directos de mi actividad profesional.

Por ejemplo, ¿en qué consiste el estilo de trabajo? Y ¿cuál es mi estilo? Cada ser humano tiene un estilo propio o personal, si trabaja como persona.

Es posible trabajar como persona por ser el trabajo, de modo esencial, una actividad libre. Por ello, “el trabajo se puede vivir con el mismo temple que la práctica deportiva, se puede vivir con actitud amorosa o festiva, e incluso con la actitud de quien se entrega al goce estético. En éste sentido es altamente revelador el testimonio de Juan Ramón Jiménez en su conferencia “El trabajo gustoso” 4 el poeta no se refiere al trabajo del artista, pues los ejemplos que pone son de un jardinero, un hortelano y hasta un mecánico. Se refiere “A una cierta actitud interior” según el cual el trabajo se vive como una actividad íntimamente personal, en la que el sujeto no es “recambiable”, que si bien se da en especial relieve y frecuencia entre los andaluces, pertenece a la

4 J.R. JIMÉNEZ: El trabajo gustoso. Et. Aguilar, México, 1961, pp.21-28 Esta conferencia por su cadencia poética es imposible de resumir sin que pierda su significado. El tiempo que se dedique a leerla y a meditarla será una de las mejores inversiones que pueda hacer un lector.

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esencia universal del hombre”5 es, pues, una cuestión de actitud vivir el trabajo como una actividad íntimamente personal. Ello es compatible con el carácter de necesidad que comporta. “Como un medio preciso para poder subsistir, el trabajo se hace por una necesidad, no por un puro capricho, aún cuando fuere grato el realizarlo: y por si un trabajo se hace por el gusto de llevarlo a la práctica, no por eso se está exento de toda necesidad ya que resulta el medio indispensable para alcanzar un gusto apetecido” 6

Tengo necesidad de trabajar, pero puedo elegir entre uno u otro trabajo, dentro de las limitaciones personales y de mercado. Incluso mis circunstancias profesionales, familiares, etc., me pueden desaconsejar un cambio de trabajo o, por el contrario, me pueden obligar a aceptar un puesto que no corresponde a mis aspiraciones. En todo caso, mi trabajo es actividad íntimamente personal en cuanto que., en la manera de realizarlo, mi comportamiento no es exclusivamente reactivo – es decir, determinado por la necesidad, sino también efusivo y expansivo. Este último es el que corresponde a la persona.

La conducta efusiva consiste en dar algo a lo que no estoy obligado. Es, de algún modo, excederme en el cumplimiento de mis obligaciones profesionales. Consiste en rebasar ampliamente los mínimos exigidos por la organización en mi trabajo. Se caracteriza por suscitar algo nuevo, por que aporta novedades en la actividad profesional. Implica liberalidad, creatividad. Esta relacionada con el carácter creador del trabajo. En efecto, “ninguna creación es resultado de un comportamiento reactivo; la creación es una efusión del espíritu humano, de la persona. Es la manifestación de esa capacidad para poder dar de sí mismo , sin ninguna determinación previa de necesidades, que se designa con el término libertad” 7 .

Esta mejora social queda incluida en la definición que, siguiendo en la encíclica Laborem Exercens de Juan Pablo II, ofrezco al lector: el trabajo humano es un proceso de actividad esforzada, y en muchos casos fatigosa, mediante la cual el hombre domina la tierra –es decir, descubre, perfecciona y usa oportunamente recursos que la tierra encierra en sí- para su propia realización personal, que implica la prestación de un mejor servicio a la sociedad, especialmente a los seres humanos que son destinatarios en ese servicio.

5 Jacinto CHOZA: Ob. Cit. P.52 (El subrayado es mío). 6 Antonio MILLAN PUELLES: Economía y libertad. Confederación Española de cajas de ahorro. Madrid , 1974, P. 204.7 A. MILLAN PUELLES: Ob. Cit.p.206