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6 de marzo de 2020 24 EQUIDAD DE GÉNERO Historias de mujeres rurales Historias de mujeres rurales EQUIDAD DE GÉNERO EQUIDAD DE GÉNERO EQUIDAD DE GÉNERO Si bien el país desarrolla varias políticas y estrategias para avanzar en la igualdad, aún quedan muchas brechas para el empoderamiento femenino. Sobre las vulnerabilidades y buenas experiencias vinculadas a este asunto en el ámbito rural, BOHEMIA indagó en los territorios de Cienfuegos, Pinar del Río y Las Tunas Por LILIAN KNIGHT, JESSICA CASTRO y PASTOR BATISTA E L Paraíso se encuentra no muy lejos de la ciudad de Cienfuegos. Allí mujeres y hombres participan de conjun- to en la toma de decisiones de la comunidad. Y si bien en este edén cienfueguero las cosas no son perfectas, las mujeres pare- cen tener el mando; contrario a lo que pasa en la mayoría de los lugares. Entre jaranas y rodeado de presidentas, creadoras, produc- toras, así lo afirma Jorge Luis González, presidente de la Coo- perativa de Créditos y Servicios (CCS) Jorge Alfonso Delgado. “La CCS es el centro de la vida de la comunidad y, a su vez, el epicentro de esta es la Briga- da FMC-ANAP . Sus integrantes organizan las asambleas de afi- liados, los trabajos voluntarios, la atención a los necesitados en el consejo popular, a las escue- las, a los médicos y enfermeras de los consultorios, explica Oda- lis Pérez Suárez, quien conduce la organización base. Por LILIAN KNIGHT, JESSICA CASTRO y PASTOR BATISTA También el trabajo de estas mujeres ha incidido en que es- tén asociadas a la cooperativa 97 mujeres, de las que casi la mitad son propietarias o usu- fructuarias. Una de ellas es Xiomara Guerra Cabeza. Con sus más de 60 años solicitó tierras en arrendamiento para ampliar la siembra y cría de animales que lleva junto a su esposo. Cada día madruga en Venta de Río para recibir la leche aporta- da por 27 campesinos, y luego monta en su yegua para seguir con las labores de alimenta- ción y cuidado de las vacas, o la siembra de viandas. “Hacemos lo que haga falta, citaciones o informaciones a campesinos, venta o distribución de accesorios asignados, activida- des, comercialización de productos a la población y se ofrecen nues- tras producciones a sectores prio- rizados como los hospitales materno pediátrico y oncológico y los hoga- res de ancianos”, agrega Xiomara. Entre tanto, Berta y Cuquita muestran las artesanías de las mujeres creadoras, una inicia- tiva que no solo les reporta un ingreso económico al vender- las en la feria, sino también un modo de estimularse entre ellas e incentivar a los actores destacados de la comunidad. Con este mecanismo logra- ron atraer a jóvenes y niños a los círculos de interés de plantas medicinales y manualidades, así como a otras mujeres, fami- liares de productores, con el fin de asociarlas. Y cada ocasión fue propicia para llevar un mensaje educativo, para reafirmar las buenas tradiciones y costum- bres, promover la agroecología y la equidad de género. Para Odalis Quero Rodríguez, presidenta del consejo popular, el secreto está en la integración de las organizaciones y las res- ponsabilidades compartidas. Sin embargo, existen aspectos que escapan de sus manos. “Una de las principales demandas son los YASSET LLERENA ALFONSO

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EQUIDAD DE GÉNERO

Historias de mujeres ruralesHistorias de mujeres ruralesEQUIDAD DE GÉNEROEQUIDAD DE GÉNEROEQUIDAD DE GÉNERO

Si bien el país desarrolla varias políticas y estrategias para avanzar en la igualdad, aún quedan muchas brechas para el empoderamiento femenino. Sobre las vulnerabilidades y buenas experiencias vinculadas a este asunto en el ámbito rural, BOHEMIA indagó en los territorios de Cienfuegos, Pinar del Río y Las Tunas

Por LILIAN KNIGHT, JESSICA CASTRO y PASTOR BATISTA

EL Paraíso se encuentra no muy lejos de la ciudad de Cienfuegos. Allí mujeres y

hombres participan de conjun-to en la toma de decisiones de la comunidad. Y si bien en este edén cienfueguero las cosas no son perfectas, las mujeres pare-cen tener el mando; contrario a lo que pasa en la mayoría de los lugares.

Entre jaranas y rodeado de presidentas, creadoras, produc-toras, así lo afi rma Jorge Luis González, presidente de la Coo-perativa de Créditos y Servicios (CCS) Jorge Alfonso Delgado.

“La CCS es el centro de la vida de la comunidad y, a su vez, el epicentro de esta es la Briga-da FMC-ANAP. Sus integrantes organizan las asambleas de afi -liados, los trabajos voluntarios, la atención a los necesitados en el consejo popular, a las escue-las, a los médicos y enfermeras de los consultorios, explica Oda-lis Pérez Suárez, quien conduce la organización base.

Por LILIAN KNIGHT, JESSICA CASTRO y PASTOR BATISTA

También el trabajo de estas mujeres ha incidido en que es-tén asociadas a la cooperativa 97 mujeres, de las que casi la mitad son propietarias o usu-fructuarias.

Una de ellas es Xiomara Guerra Cabeza. Con sus más de 60 años solicitó tierras en arrendamiento para ampliar la siembra y cría de animales que lleva junto a su esposo. Cada día madruga en Venta de Río para recibir la leche aporta-da por 27 campesinos, y luego monta en su yegua para seguir con las labores de alimenta-ción y cuidado de las vacas, o la siembra de viandas.

“Hacemos lo que haga falta, citaciones o informaciones a campesinos, venta o distribución de accesorios asignados, activida-des, comercialización de productos a la población y se ofrecen nues-tras producciones a sectores prio-rizados como los hospitales materno pediátrico y oncológico y los hoga-res de ancianos”, agrega Xiomara.

Entre tanto, Berta y Cuquita muestran las artesanías de las mujeres creadoras, una inicia-tiva que no solo les reporta un ingreso económico al vender-las en la feria, sino también un modo de estimularse entre ellas e incentivar a los actores destacados de la comunidad.

Con este mecanismo logra-ron atraer a jóvenes y niños a los círculos de interés de plantas medicinales y manualidades, así como a otras mujeres, fami-liares de productores, con el fi n de asociarlas. Y cada ocasión fue propicia para llevar un mensaje educativo, para reafi rmar las buenas tradiciones y costum-bres, promover la agroecología y la equidad de género.

Para Odalis Quero Rodríguez, presidenta del consejo popular, el secreto está en la integración de las organizaciones y las res-ponsabilidades compartidas. Sin embargo, existen aspectos que escapan de sus manos. “Una de las principales demandas son los

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En Paraíso las mujeres llevan las riendas, su poder de convocatoria y participación evidencia un fuerte apego al camino de la equidad.

servicios de cuidado a enfermos, niños y ancianos, cuya ausencia limita la incorporación plena de las mujeres al trabajo, y aunque existen cuentapropistas que reali-zan la actividad, no todos pueden pagar los altos precios”, añade la representante popular.

Ante esta disyuntiva la Fe-deración de Mujeres Cubanas (FMC) en el territorio planteó la alternativa de crear lavatines. “El objetivo es favorecer a las mujeres que por tener niños, ancianos o enfermos a su cargo no pueden salir de casa”, expone Anaivis Gómez Hernández, ideo-lógica del buró provincial.

“Hemos comprado las lavado-ras, el detergente, solo falta iden-tifi car a las mujeres que tengan buen abasto de agua en casa. Paralelamente se trabaja en la creación de casitas infantiles, asociadas a cooperativas u otros centros de trabajo que cuenten con espacio y disponibilidad de alimentación”, precisa.

Cerrando brechasAhondando en las limitantes para el pleno desarrollo de la mujer rural, Tamara Colum-bié Matos, funcionaria de la FMC nacional agrega que son comunes las difi cultades en el acceso a productos de primera necesidad, responsabilidad que generalmente es asignada a las mujeres. Además, está la sobre-carga de las labores domésticas incluidas en sus rutinas.

Las mujeres creadoras se han convertido en grupo de apoyo que posibilita la obtención de ingresos a mujeres sin vínculo laboral y la estimulación de actores sociales destacados.

“Por otra parte, los estereoti-pos respecto a profesiones ade-cuadas o no para la mujer; el embarazo adolescente y el ma-trimonio precoz; y la importa-ción de patrones culturales que retoman la fi gura de la mujer como mantenida, objeto sexual o a la espera de ‘un príncipe o la gran fortuna’, son tendencias no exclusivas de las zonas rura-les”, apunta.

También se debe señalar que son los territorios no urba-nos los que presentan mayor incidencia de estos casos. Con el fi n de mitigar tales preceptos la FMC, de conjunto con el Mi-nisterio de la Agricultura (Mi-nag) y las asociaciones agríco-las, diseñaron una Estrategia de Género acorde a la “Agenda

del Estado Cubano para la Pro-moción de la Mujer”.

“Esta política incluye la con-fección de materiales educativos para la concientización y sensibi-lización respecto a esos fenóme-nos, la creación de empleos, la capacitación, entre otras accio-nes, refi ere Columbié.

Entretanto, para solventar el hecho de que las mujeres tengan menos ofertas de empleo que los hombres, en Cienfuegos está prevista para este año la aper-tura de plazas como operario de vectores, de áreas verdes, de minindustria, además de iniciar-se un proyecto de campo de golf con unas 12 000 ofertas laborales, que benefi ciarán principalmente a las féminas, explica Jorge An-tonio Rodríguez Peña, director de Trabajo y Seguridad Social en la provincia.

“Respecto al cuidado, aún no alcanzan las asistentes a domi-cilio, ni las capacidades de los círculos infantiles, ni las cuida-doras particulares –ubicadas principalmente en los centros poblacionales– tampoco las ca-sas de abuelos, pese a que estas últimas en la provincia constitu-yen la red más grande del país”, agrega el directivo.

Dirigiendo con riendas cortas

Geisy Urquiza Álvarez tiene solo 24 años y administra su propia fi nca y un organopónico del Ministerio del Interior en Paraíso. Las tierras las heredó

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Mujeres en cifras. (Elaborada con datos de la Onei y la Encuesta Nacional sobre Igualdad de Género).

de su padre, y aunque tiene hermanos varones, por la de-dicación que muestra a los ani-males, la familia puso las rien-das de las labores productivas en sus manos.

“Me gradué de técnica veteri-naria, siempre me gustó el cam-po y el trabajo con el ganado ma-yor. Entré al organopónico como

técnica y luego de cinco años empecé a dirigirlo. Al principio, a los hombres no les gustaba que una mujer los mandara, pero supe darles la vuelta y les dije que si no les gustaba, entonces no tenía que repetir dos veces lo que había que hacer”, relata Geisy, quien es madre de un niño de dos años y se las arregla para

asumir ambas responsabilida-des; incluso para mantener el cuidado de sus uñas y el pelo.

En las alturas del Escambray, en pleno Cumanayagua, otra lí-der campesina se consolida. La labor de Érida Quintero Torres, presidenta de la junta directiva de la Cooperativa de Producción Agropecuaria (CPA) Pedro Cruz

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Mujeres como Carmen Estévez, de Palmira, logran resultados de referencia en la cría de animales y frutales.

A cielo abiertoEn Minas de Matahambre, municipio de Pinar del Río, el cultivo del tabaco y la explotación minera son las principales actividades económicas de los asentamientos rurales donde las mujeres intentan redefi nir los roles tradicionalmente asignados

La escogida de tabaco localizada en el mismo centro de Sumidero emplea a 114 mujeres, de un total de 182 trabajadores.

EL suelo arenoso abarca casi todo el territorio del extremo más occidental

de Cuba, hecho que lo hace propicio para el cultivo del ta-baco, su renglón distintivo. En Minas, aunque antaño predo-minó la agreste explotación de cobre, poco a poco emergió una agricultura fl oreciente y más concentrada hacia el sur. Hoy la siembra de la hoja dispone en este municipio de unas 757 hectáreas, para acopiar unas 600 toneladas por los coopera-tivistas.

En todo el territorio, solo el 61 por ciento de las mujeres en edad laboral están económica-mente activas. Ocupadas en el sector no estatal, donde se ubi-can las cooperativas de crédito y servicio, hay unas 564 frente a 3 031 hombres.

Sumidero es uno de los prin-cipales polos productivos de Minas. Allí vive Yunaisi Rilova Borges, de 38 años y con tres hijos. Aunque nació en la Isla de la Juventud, desde adolescente vino a El Lazo, una comunidad rural perteneciente a este con-sejo popular.

Rodríguez, ha alcanzado un re-conocimiento tal que fue elegida delegada directa al congreso de la Asociación de Agricultores Pequeños (ANAP).

“Me gusta estar en el campo con mis trabajadores. Dirigir ha sido fácil, el campesino es

llega tarde a la casa, pero aun así se empeña en cocinar ella porque es bastante exigente en ese sentido. Por lo demás, afi r-ma, su hija y esposo la ayudan muchísimo.

“La mayoría de las mujeres están integradas a la producción, sobre todo en tiempo de cosecha de café. Además, ahora también existe la ventaja de que las aso-ciadas que realizan labores de ayuda familiar se les remunera”, añade. Sin embargo, en muchos asentamientos, pese al empeño por incrementar la asociación de féminas, todavía muchas de ellas y sus familiares desconocen los benefi cios.

En la identifi cación de vul-nerabilidades, la disposición de garantías y oportunidades y el trabajo conjunto entre organis-mos e instituciones está el ca-mino para encausar la equidad para las mujeres rurales, quie-nes en su mayoría sufren la do-ble carga asignada: por género y por ubicación.

una gente noble, dócil, siem-pre que se le hable directo, con la verdad y se predique con el ejemplo”, refl exiona Érida, quien comenzó en la CPA como económica hace casi 40 años. Asimismo, confi esa que por su responsabilidad muchas veces

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Lux Kenia y Marla Yenima rompen estereotipos de género al insertarse como operadoras de equipos de perforación minera en Santa Lucía.

“Me levanto a las 5 y 30 de la mañana todos los días porque el varón tiene que recorrer ocho kilómetros hasta la secundaria en Sumidero, después preparo a la más chiquita que está en segundo grado. La grande cursa el tercer año de Gestión Socio-cultural para el Desarrollo en la Universidad de Pinar del Río, una carrera nueva que adjunta-ron”, comenta meciéndose en el sillón del portal.

“Conocí a mi esposo a los 12 años y tuve mi primera hija a los 16, dos meses después de hacernos novios. Mi trabajo siempre ha sido en casa o en la fi nca, nunca en la calle, al igual que mi suegra”; explica Yunaisi, quien en la actualidad es socia de la cooperativa don-de trabaja su esposo, y apoya en la recogida de tomates, la preparación del almuerzo de los trabajadores y demás menesteres.

“A la niña mayor le gusta salir. Según ella, si estudió no es para estar aquí metida, por lo que prefi ere el pueblo. Hace solo un par de fi nes de semana están poniendo música aquí. Antes no había nada de diversión para los muchachos, solo trabajo”, comenta.

Según Yunaisi pocas jóve-nes son las que estudian y la mayoría ni culmina la secun-daria. “Las que se quedan aquí, sí les llama la atención la agricultura, aunque tam-

bién es la necesidad”, explica. En tiempo de zafra de tabaco trabajan ensartando hasta las 5 o 6 de la tarde. Ganan en de-pendencia de lo que hagan: si hacen 20 cujes, son 40 pesos diarios. No es mucho, pero son 40 pesos de ellas.

“Muchas son amas de casa y dependen del dinero del espo-so. Las otras que trabajan en la escogida, sí tienen contra-tos, pero son mujeres mayores generalmente”, concluye reve-lando una de las grandes vul-nerabilidades en los territorios rurales.

La Cooperativa de Crédi-tos y Servicios (CCS) Nicolás Torres de esta misma loca-lidad cuenta con 108 socios, de ellos 25 mujeres. Ninguna es dueña de tierra. Hubo pro-pietarias, pero, al fallecer, los terrenos pasaron a sus hijos varones. Sin embargo, sí con-tribuyen mucho a las tareas del campo, a ensartar el tabaco o recolectar los cultivos, dice Ivania Barrios Deu, técnica y presidenta de la organización de base.

La Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) estipula que puede asociarse toda persona hasta el cuarto grado de consanguinidad con el propietario de las tierras. “El dinero de la cosecha lo cobra el dueño de la tierra, pero el bien-estar es para la familia”, esclare-ce Barrios.

Otras 72 mujeres de El Lazo están incorporadas a las bri-gadas FMC-ANAP, por lo que pueden ser contratadas en tiempo de zafra o comerciali-zar sus manualidades en fe-rias. Las menos son las “amas de casa”, y “yo no las llamaría así, porque tienen que cocinar y ayudar al esposo que está trabajando”, considera Ba-rrios.

Lo cierto es que las labores domésticas y de apoyo a la pro-ducción son un importante es-labón de la cadena productiva y para la economía doméstica y comunitaria; un trabajo ma-yormente invisibilizado y no remunerado.

La incorporación de muje-res como socias de las coope-rativas se empieza a fortale-cer en 2010, como parte de los acuerdos del X Congreso de la ANAP, explica Yuleidys Menén-dez Seijo, directora general de la Empresa de Acopio y Bene-fi cio de Tabaco Minas, antes presidenta de la CCS Francis-co Pérez, por seis años.

“Al principio hubo hombres que no entendieron que sus esposas e hijas podían vincu-larse. En ese momento mi coo-perativa tenía solo tres asocia-das, hoy son 97 de un total de 236 socios, y ocupan diversos cargos allí”, comenta.

Para esta directiva, aun cuando no perciban un salario, ya la posibilidad de participar en la asamblea es un paso po-sitivo que les permite tener un mayor poder. “Algunos usu-fructuarios también tienen a sus esposas declaradas como fuer-za de trabajo, lo que les permi-te cobrar un salario, aportar a la seguridad social y en un futuro tener jubilación”, aclara Menéndez.

Profesiones entrecruzadasAunque Sumidero es uno de los principales asentamientos de Minas de Matahambre, el transporte es escaso, lo cual hace difícil considerar opcio-nes de empleo o recreación fuera de la localidad. Para la escogida de tabaco, localizada en el mismo centro, se emplea

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El vivero tecnifi cado de la empresa agroforestal es otra de las opciones de empleo para las mujeres de Sumidero.

casi un 63 por ciento de fuerza de trabajo femenina.

Entre ellas está Yusimí Per-domo Pérez, la más joven de las clasifi cadoras: “Estudié en el pedagógico, pero me fui en el último año y vine para aquí. No había más ningún trabajo. Los fi nes de semana también pinto uñas y doy tintes de pelo”.

Por su parte, Yudelis Cala Castro está casada en El Lazo hace más de una década, y tie-ne dos hijos de nueve y tres años. “Era maestra de una es-cuela primaria. Cuando nació el más pequeño tuve que dejar el trabajo porque no tenía quien me los cuidara. Aquí no hay círculos infantiles y no conozco de ninguna casa de cuido”.

Su esposo era policía, pero al envejecer su padre, tuvo que escoger entre lo que le gustaba y lo que le tocaba –según cuen-ta él mismo–. Desde entonces ella lo ayuda a ensartar tabaco y en la atención de los trabaja-dores.

Yudelis se ha tenido que acos-tumbrar a este trabajo aunque sigue amando su antigua profe-sión, confi esa. Y aunque ya les comunicaron que se construiría un círculo infantil en Sumidero, la joven aclara que no sería una opción para ella, por la distancia, se necesita uno en El Lazo para que las mujeres de allí puedan trabajar.

En Santa Lucía el sustento económico de la mayoría sigue

siendo la minería, aunque algu-nos pobladores aseguran que también son las remesas familia-res de los emigrados. La Empre-sa Minera del Caribe (Emincar), mixta, con un salario medio de 1 300 pesos cubanos y benefi cios laborales, es la mejor opción de los alrededores. No hay muchas otras ofertas.

Pese a las facilidades de comunicación, transporte,lser-vicios y recreación que ha generado esta entidad mixta, Santa Lucía parece tener una mayor tasa de migración que Sumidero, legado del período especial y de la paralización de su actividad fundamental.

Emincar vuelve a atraer tra-bajadores, entre ellos 10 muje-res, quienes sin prejuicio supe-

raron el curso de operadoras de equipos de minería y ahora ostentan licencia F para operar maquinarias pesadas de per-foración. Dos de ellas son Lux Kenia Barrios Martínez y Marla Yenima Ferrer Rivera; madres de 24 años, antiguas educadoras de primaria que habían abando-nado el sector en busca de otras oportunidades.

“Hace cinco meses que estoy aquí. Es algo nuevo, nunca me imaginé que iba a estar en una mina con tanta responsabilidad, además es bonito, bien intenso. Y sí, es una mejor opción econó-mica”, dice Barrios.

Las otras opciones eran re-gresar a educación o volver como cuentapropista. “Estuve un tiempo arreglando uñas, tam-bién en una paladar, pero no se compara ese trabajo con este, porque aquello era incierto, ines-table”, asegura.

Ambas parecen bastante sa-tisfechas con el paso que dieron, aunque nunca lo habían conside-rado. “Hasta ahora me encanta, es algo diferente que las mujeres no estamos acostumbradas a hacer. Lo más difícil fue cuando hice el examen práctico para la licencia, nunca había manejado ni bicicleta, me costó un poco de trabajo y tuve que esforzarme”, confi esa Ferrer.

El trabajo lleva esfuerzo, preparación y turnos noctur-nos que pueden realizar gra-cias al apoyo de la familia en el cuidado de los hijos.

Yunaisi Rilova Borges ha pasado la mayor parte de su vida en El Lazo, entre labores domésticas y de apoyo a la producción.

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TAN absorta está que tal vez ni se percate de la leve son-risa que esboza su rostro,

o del suspiro que se le escapa mientras mira su rebaño de re-ses, ya muy distintas de aquellas cuatro vaquitas fl acas que a puro ruego logró que le vendieran casi una década atrás.

En aquel momento a la tune-ra Midaisy Escriba Concepción se le metió entre ceja y ceja la idea de fomentar la ganadería. A su pedido de tierras le hicieron todo tipo de resistencia, hasta que le dieron seis hectáreas por el simple hecho de ser mujer, y no la caballería que por enton-ces les estaban entregando a los hombres.

Para muchos, incluida su propia familia, no podía andar bien de la cabeza. Estaba renun-ciando a las comodidades de su hogar, a 23 años de éxito en el equipo Cuba de rodeo y hasta a los caballos de equitación que vendió para iniciar aquella lo-cura, en un terreno poblado de marabú.

Agro con manos de mujerLa zona oriental del país alberga la mayor población en áreas rurales. Desde Las Tunas emergen testimonios e historias de vida que evidencian el aporte y la entrega de las féminas, pese a las adversidades

Modesta Villa, tan dura como el marabú que ella convierte en carbón.

“Seis meses después, gra-cias a la ayuda de mi hijo y de un joven llamado Reinier Arias Cutiño, el panorama era otro, mi fi nca se transformaba y a mí me tomaban como ejemplo para

otros miembros de la base pro-ductiva”, explica Midaisy.

Entre las innovaciones y re-sultados de esta mujer sobresa-len la ceba de toros gracias a un crédito bancario obtenido, alter-nativas de alimentación animal, la cría de caballos de raza y de aves de corral escasas o en pe-ligro de extinción; logros que le valieron la participación en even-tos nacionales e internacionales y el premio a la excelencia por su condición de mejor productora.

Todos estos empeños, por de-más, los ha alcanzado con muy pocos recursos, en instalaciones semirrústicas y sintiéndose mu-chas veces más atendida desde la capital que desde el propio territorio.

Aunque en el país unas 17 000 mujeres son dueñas de fi ncas y de tierras, la cifra no siempre revela las aristas que subyacen dentro del fenómeno. Lo ha de-mostrado el actual proceso de balance de la Asociación Nacio-nal de Agricultores Pequeños (ANAP), al poner sobre tapete la apreciable cantidad de mujeres campesinas que todavía no es-tán asociadas, pese a su trabajo en labores agrícolas, domésticas y la crianza de animales.

Sin embargo, Roberto Me-drano, máximo dirigente cam-pesino de Las Tunas, habla con cierta satisfacción de las más

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No hay labor agrícola en la que esté ausente la mujer cubana.

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de 1 200 mujeres que se han incorporado en el último quin-quenio, aunque aún quedan muchas reservas para fortale-cer las 160 organizaciones de base del territorio y para que las brigadas FMC-ANAP con-tribuyan a solucionar en mayor medida problemas que atañen a la mujer rural, afi rma.

Quienes viven en el campo muchas veces deben lidiar con el difícil acceso a productos bá-sicos de aseo, para la cocción de alimentos y otros comúnmente asociados a la mujer. A esto se añade, como sostiene Yaneidys Pérez Cruz, secretaria general de la Federación de Mujeres Cubanas en Las Tunas, el bajo número de círculos infantiles y de casitas de cuidado para ni-ños asociadas a centros labora-les (apenas dos en la provincia), servicios de gran importancia si se busca una mayor incorpo-ración de las madres al trabajo o una mejoría sustancial de sus ingresos.

Quizás estas carencias inci-dan en que, en territorios como Las Tunas, solo el 16 por ciento de la fuerza laboral de la agri-cultura lleve sello de mujer. Esa desproporción es válida para funciones de dirección si se tiene en cuenta que solo 13 tuneras fungen como presiden-tas de cooperativas entre más de 200 estructuras de este tipo en la provincia, según comen-ta Rosaura Despaigne, jefa del departamento de desarrollo cooperativo en la Delegación Provincial de la Agricultura.

Mujeres de armas tomarSi mochas, machetes, hachas y azadones son (y nadie lo ponga en duda) legendarias armas del combate a favor de la producción de alimentos en Cuba, entonces tenga usted la certeza de que en cualquier parte de este archi-piélago germinan “mujeres de armas tomar”. ¿O acaso alguien olvida que la portopadrense Pe-tra Almaguer y la jobabense Ca-ridad Borges se convirtieron en Heroínas del Trabajo de la Re-pública de Cuba picando caña a la par de hombres, merecedores de idéntica condición?

Increíble pero cierto, con poco más de 100 libras de peso, Petra llegó a cortar 105 000 arrobas de la gramínea en la zafra de 1975. Años después, la mocha de Caridad enviaría para el central un volumen casi igual de caña, durante fae-nas que no por extenuantes le impedirían, como dijo orgullo-sa más de una vez, “atender a mis hijos al llegar a mi casa, hacer varias cosas en la noche, lavar ropa los domingos, cum-plir con la Federación y con los CDR...”.

Por similar senda transita-ría luego la joven Yamila Pérez Rodríguez, conocida como “La machetera del Junco”, en el municipio de Jesús Menéndez, quien un día le pidió a su esposo una mocha para acompañarlo a cortar caña y terminó emplanti-llada durante varias zafras, para sorpresa de quienes luego apre-ciarían su impecable delicadeza en el Comité Nacional de la FMC y en espacios como el Palacio de Convenciones.

Nadie podría anular el apor-te de mujeres como Milagros Téllez del Río, presidenta de la CPA Sabino Pupo; la camione-ra Magaly Chacón, la carbone-ra Modesta Villa o la joven Iraís Jiménez Almaguer, hoy con ex-celentes resultados como inse-minadora, pese a que sus mis-mos familiares y amigos ayer la tildaban de loca por haber deja-do la carrera de Derecho en su cuarto año de estudios.

Claro que ha habido irre-gularidades e incomprensiones con la mujer campesina aso-ciadas a la edad, a su supuesta fragilidad, a la doble carga que casi siempre lleva encima, es-tereotipos todos que evidencian desigualdades de género, y que aunque no constituyen regla, pueden asomar cabeza como la mala yerba en terrenos donde el machismo arranca de cuajo a la sensibilidad.

Uno de estos casos fue el de Zoíma Labrada Alarcón hace unos años atrás. Esta obrera durante más de tres décadas mantuvo tijera en mano para realizar las labores de poda e injerto; y cuando no tuvo las

mismas capacidades que los cinco hombres saludables in-corporados mucho después que ella a aquel huerto la “solución” fue disminuirle el salario.

Pese a haber tenido a su favor la decisión del Órgano de Justicia Laboral de Base y el contenido de la Resolución 9-2008 del Ministerio de Tra-bajo y Seguridad Social, el des-gaste sistemático terminó por conducirla a la jubilación.

Aun así, del ejemplo de aque-lla pequeña mujer, siempre con pañuelo, sombrero de guano y azadón al hombro, que monta-ba encima de un buldócer allá en Majibacoa o trabajaba en las áreas cañeras de Chambas, y de todas las otras que abun-dan en la campiña, queda la afi rmación que un día me hizo la ganadera Midaisy:

“Se puede ser mujer capaz, a la par de un hombre, campe-sina y productora sin perder la ternura, se puede trabajar en las labores más duras sin re-nunciar a la delicadeza o a la preocupación constante por el cuidado de la piel, del pelo, de las manos. Se puede andar a caballo o cultivar la tierra de sol a sol sin dejar de ser femenina. Se puede ser más dura que el marabú y tan suave como los pétalos de una rosa”.

Reforestación con sello de mujer.

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Page 9: EQUIDAD DE GÉNERO Historias de mujeres ruralesbohemia.cu/wp-content/uploads/2020/03/Pag-24-32-En-Cuba.pdf · de 60 años solicitó tierras en arrendamiento para ampliar la siembra

6 de marzo de 202032

LAS inequidades de género y los retos que tienen las mujeres para su empode-

ramiento son grandes en cual-quier escenario. Sobre las vul-nerabilidades de la mujer rural, argumenta la especialista de género Kenia Lorenzo Chávez, quien pertenece a la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales (Actaf) Nacional y colabora con proyectos de desa-rrollo agrícola.

–¿Cuáles son las tendencias de movilidad social de las mu-jeres rurales?

–En las cooperativas hay dos estructuras: una más política, li-derada mayormente por mujeres, y otra asociada directamente a la toma de decisiones, en la que son mayoría los hombres. Es decir, que aunque las vemos en puestos de dirección, por lo regular, estos son intermedios, organizativos o de gestión, en los que no hay un ac-ceso tan marcado a los recursos.

“En cuanto a la movilidad asociada a la migración, por mi experiencia, en las zonas de se-quía de la región oriental la ten-dencia es que sean los hombres quienes emigren a otras áreas más productivas y las mujeres se queden sosteniendo el hogar. Aquellas mujeres que migran del oriente hacia el occidente para realizar labores agrícolas, como hemos constatado en el proyecto Producción Sostenible de Alimentos en Municipios (Prosam), presentan otra serie de vulnerabilidades:

“Por una parte, enfrentan el desarraigo y el hecho de empe-zar una vida nueva. Algunas tie-nen contratos de menor o mayor duración que les permite seguir aportando a la seguridad social, pero otras tantas no. Nunca he visto una situación de explota-ción, incluso algunos propieta-rios de tierra contribuyen a que tengan su casa dentro de las fi n-cas, pero imagina el nivel de su-bordinación con esa persona.

“Aun cuando esos movimien-tos impliquen una forma de em-

Brechas invisibles BOHEMIA conversa con Kenia Lorenzo Chávez, psicóloga y especialista de género, quien formó parte del equipo que elaboró la estrategia de género del sistema de la Agricultura

poderamiento, siempre tienen más costos para la mujer que para el hombre, el cual presen-ta la misma vulnerabilidad con-tractual, pero por lo general lo hace sin su familia. Por otra par-te, muchas de estas mujeres mi-gran para huir de una situación de dependencia o violencia en el territorio de origen.

“Algo que hemos visto y consi-deramos positivo es que se están contratando mujeres para las la-bores de apoyo a la producción, con un salario, lo que antes hacía la esposa o la hija gratuitamente; y aunque reproduce un rol deter-minado, al menos ya ese trabajo tiene un valor.

“También hay un mayor nú-mero de mujeres que solicitan usufructos, gestionan la fi nca familiar y están liderando la producción con éxito. En esto in-fl uyen mucho las redes de apoyo familiar y comunitario.

“Hay directores de minindus-trias, por ejemplo, que tienen contratada una mayoría femeni-na, e incluso diseñan los proce-sos productivos en base a esto: cajas más pequeñas para que las pueda cargar una mujer, ven-tanillas a la altura media de las féminas, además de una serie de mecanismos de fl exibilización de horarios y días, por las difi culta-des con el cuidado. Lo ideal sería que la comunidad o los centros de trabajo resolvieran el tema de los cuidados, que existiera una corresponsabilidad”.

Estrategia de Género del Sistema de la Agricultura

“Esta es una muestra de una toma de conciencia al más alto nivel en el Ministerio de la Agri-cultura (Minag). El organismo decidió agrupar las estrategias de género que existían en el sec-tor bajo una política sombrilla que fomenta acciones concre-tas de cultura organizacional, de presupuesto.

“Para su conformación se desarrolló todo un proceso par-ticipativo en 2015, con talleres

nacionales y regionales y acom-pañamiento metodológico de algunos organismos no guber-namentales foráneos. Ahora mismo el ministerio está con-cluyendo una guía metodológica que da más pistas sobre cómo implementarla, porque a veces las personas tienen compromiso pero no herramientas para con-vertir esa política en acciones estratégicas.

“Se trata de ir más allá del re-conocimiento en fechas conme-morativas, es ofrecer atención diferenciada a sus necesidades y riesgos por roles profesionales, es crear empleos para mujeres, dar acceso a recursos para que el empoderamiento sea real.

“A nivel de estructura se man-tienen los comités de género como espacio para concertar este tipo de cuestiones. Esos grupos multiactorales, consti-tuidos por representantes de la delegación de la agricultura en el territorio, de la FMC y las aso-ciaciones campesinas, son una fortaleza. Ahí se decide cómo hacer el diagnóstico de género y el plan de acción, que no debe estandarizar soluciones, sino ajustarse a las necesidades es-pecífi cas de cada territorio.

“En todas estas direcciones ha habido avances, pero to-davía quedan desafíos para la sostenibilidad. Entretanto exis-ta una parte excluida, que no participa con todo su potencial, la sostenibilidad del sistema está comprometida. Pero sobre todo se trata de una cuestión de justicia social”.

Kenia Lorenzo asegura que hay directores, por ejemplo de minindustrias, que tienen contratada una mayoría femenina y diseñan los procesos productivos en función de sus necesidades.

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