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1er trimestre 2021 · N.o 103 · 6,90 € · investigacionyciencia.es
TEMASLos monográficos de
Por José Manuel Sánchez Ron
La historia de la ciencia a través del intercambio epistolar
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Cartascientíficas
Newton • Halley • Franklin • Linneo • Mutis • Lavoisier Volta • Ørsted • Ampère • Laplace • Virchow • Pasteur
Darwin • Huxley • Maxwell • Lodge • Cajal • Hertz • Planck Einstein • Hahn • Meitner • Fisher • Pauling • Gödel • Hilbert
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2 TEMAS 103
La ciencia necesita, probablemente más que cualquier otra disciplina, el intercambio de conocimientos e ideas. Es una empresa comunal que se desarrolla a lo largo del tiempo, afinando siempre sus contenidos.
Esos intercambios se pueden dar, se han dado, de formas dife-rentes. Antes de la invención de la imprenta de tipos móviles a mediados del siglo xv (Gutenberg), la difusión de la ciencia se llevaba a cabo bien mediante manuscritos que recogían obras concretas y que podían pasar por diversas manos, copiándose también, o por intercambios directos por vía oral o epistolar. Cuando se dispuso de la imprenta, la circulación de esas obras, en principio en forma de libros, aumentó radicalmente, pero los intercambios personales no perdieron su importancia, y de hecho la han conservado.
Para esos intercambios, la vía oral planteaba problemas, ya que requería la coincidencia espacial de los interlocutores; tal dificultad no se aplicaba, en cambio, a las cartas enviadas, a la correspondencia. Ofrecía esta, además (al igual, por supuesto, que las conversaciones), varias ventajas. La primera, que era más rápida que la publicación de un libro, o de un artículo cuando nacieron las revistas científicas (las primeras fueron las Philosophical Transactions de la Real Sociedad inglesa, cuyo primer número apareció en marzo de 1665; le siguieron Acta Eruditorium, que comenzó a editarse en 1682, y, a partir de 1698, el Nouvel Journal des Sçavans). La segunda ventaja era, es, que las cartas podían permitir a sus autores ser más espontáneos, más arriesgados en sus planteamientos. Es precisamente por
esa espontaneidad y libertad —a la que obviamente no todos los corresponsales deseaban ajustarse— que las correspondencias de científicos constituyen un instrumento precioso para recons-truir lo más fielmente posible el pasado de la ciencia. Y no solo de la historia de la ciencia, sino también de la historia general, pues los científicos —constituye una obviedad decirlo— no son ajenos al mundo en el que viven. También, evidentemente, esas cartas personales, a veces íntimas, nos enseñan mucho acerca de la psicología humana.
Todo esto ha sido bien entendido, pues existe un importante número de ediciones de correspondencias, la mayor parte de grandes científicos, de algunas de las cuales se han beneficiado —han hecho posible— los capítulos incluidos aquí.
Abundan, como digo, los ejemplos de correspondencias edi-tadas. La preparación de algunas de ellas ha ocupado extensos períodos de tiempo, y un considerable trabajo para localizar el mayor número posible de cartas, antes de que llegasen a ver la luz de la imprenta (ahora ya, cada vez en mayor número de los repositorios digitales). Los siete volúmenes que componen la correspondencia de Isaac Newton se publicaron (Cambridge University Press para la Real Sociedad inglesa) entre 1959 y 1977, mientras que, por poner otro ejemplo notorio, la magna empresa de la edición de la correspondencia de Charles Darwin, iniciada en 1985 cubriendo los años de 1821 a 1836 (Cambridge University Press) aún no ha concluido, después de veintisiete gruesos tomos (el último, de 2019, reproduce las cartas enviadas o recibidas en 1879). También se halla en curso de publicación,
Presentación
por José Manuel Sánchez Ron
Elogio de la correspondencia
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como parte del conjunto de sus escritos, científicos y generales, la correspondencia de Albert Einstein: hasta el momento se han publicado (Princeton University Press) quince volúmenes, el primero en 1987 y el último en 2018, de los cuales nueve contienen cartas de o a el creador de la teoría de la relatividad.
La mayor parte de los protagonistas de la Revolución Cien-tífica (el período comprendido entre los siglos xvi y xvii, en el que se sentaron las bases de la ciencia moderna) han sido objeto de ediciones de sus correspondencias, habitualmente dentro de sus Opera omnia: Brahe, Kepler, Galileo, Descartes, Huygens… Particularmente valiosa de este transcendental período de la historia de la ciencia es la correspondencia de Henry Oldenburg (13 volúmenes, de 1965 a 1986), secretario de la Real Sociedad inglesa desde 1662 hasta su muerte en 1667. Una de las funciones de Oldenburg era ocuparse de la correspondencia de la Sociedad, tarea que, además de representar una especie de notaría para certificar descubrimientos, significaba hacer circular noticias entre la comunidad científica europea, algo en lo que, de hecho, Oldenburg llevaba empeñado desde antes. Una auténtica plé-yade de científicos aparece en este invaluable repositorio, entre ellos Boyle, Huygens, Leeuwenhoek, Hooke, Newton, Leibniz, Flamsteed, Malpighi, Wallis o Hevelius.
Si los siglos xvi y xvii fueron capitales, no menos lo fue el siguiente, el de la Ilustración o Siglo de las Luces, en el que la ciencia newtoniana se consolidó y se produjo una nueva re-volución científica, esta vez en la química, de cuya génesis y desarrollo podemos adquirir informaciones preciosas a través de la correspondencia de su impulsor, Antoine-Laurent de La-voisier, lo mismo que permiten en otras disciplinas las edicio-nes de misivas de gigantes como Euler, D’Alembert, Laplace o Lagrange. Y ya inmersos en la ciencia de los siglos xix y xx contamos, afortunadamente, con ediciones de las corresponden-cias de luminarias como Michele Faraday (6 volúmenes, de 1991 a 2012), James Clerk Maxwell (3 volúmenes, de 1990 a 2002), Louis Pasteur (4 volúmenes, de 1946 a 1951) o Wolfgang Pauli (6 volúmenes, de 1979 a 2001). He seleccionado estos últimos ejemplos porque esas ediciones han aspirado a incluir todas las cartas conocidas, lo que nunca significará, desgraciadamente, «completitud»; más frecuente es disponer de muestras de cartas que aparecen en obras en las que se estudian aspectos de los científicos en cuestión, o que únicamente pretenden ser seleccio-nes; es el caso, entre muchos otros, de las de Thomas H. Huxley, William Thomson (lord Kelvin), Rudolf Virchow, Heinrich Hertz, Santiago Ramón y Cajal, Niels Bohr o Werner Heisenberg.
Este volumen, que recoge buena parte de los artículos pu-blicados en la sección «Correspondencias» de Investigación y Ciencia, pretende ofrecer algunos ejemplos de las inmensas posibilidades que ofrece la correspondencia de científicos, y los muchos aspectos de su vida y obra a los que nos permiten acce-der. Atisbamos de esta manera un océano que alberga todo tipo de sorpresas, no pocas todavía por descubrir.
INVESTIGACIÓN Y CIENCIA
DIRECTORA EDITORIAL Laia Torres Casas
EDICIONES
Anna Ferran Cabeza, Ernesto Lozano Tellechea,
Yvonne Buchholz
DIRECTOR DE MÁRQUETIN Y VENTAS Antoni Jiménez Arnay
DESARROLLO DIGITAL Marta Pulido Salgado
PRODUCCIÓN
M.a Cruz Iglesias Capón, Albert Marín Garau
SECRETARÍA
Eva Rodríguez Veiga
SUSCRIPCIONES
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EDITA
Prensa Científica, S. A. Valencia, 307 3.o 2.a 08009 Barcelona (España) Teléfono 934 143 344 [email protected] www.investigacionyciencia.es
SCIENTIFIC AMERICAN
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PRESIDENT Stephen Pincock
EXECUTIVE VICE PRESIDENT Michael Florek
Portada: Joven escribiendo, de Jean Louis Ernest Meissonier (1852), Alamy / Artepics
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ISSN edición impresa: 1135-5662 ISSN edición digital: 2385-5673
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Imprime Rotimpres - Pla de l’Estany s/n - Pol. Ind. Casa Nova
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Printed in Spain - Impreso en España
José Manuel Sánchez Ron , miembro de la Real Academia Española y catedrático emérito de historia de la ciencia en el Departamento de Física Teórica de la Universidad Autónoma de Madrid, es el autor de la sección «Correspondencias» de Investigación y Ciencia.
4 TEMAS 103
Cartas científicasPor José Manuel Sánchez Ron
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1.er trimestre 2021 · N.o 103
TEMAS
2 Presentación: Elogio de la correspondencia
6 Newton, Halley y los PrincipiaSobre los obstáculos que debió superar la publicación de una de las obras maestras de la ciencia.
12 La ciencia de Benjamin FranklinPolifacético, observador e imaginativo, cosechó numerosos inventos y hallazgos en campos diversos.
18 Linneo y MutisUnidos por la naturaleza.
22 Las revoluciones de LavoisierDel Traité élémentaire de chimie a la guillotina.
27 Volta, Ørsted y AmpèreUn recorrido por los instrumentos y los experimentos que llevaron al nacimiento del electromagnetismo.
32 Laplace, la Revolución y NapoleónCiencia y política en tiempos difíciles.
38 Rudolf Virchow, activista médico y socialEl padre de la teoría celular fue también un gran reformador de la salud pública.
42 Pasteur, el científico prudenteEl nacimiento de la vacunación moderna vino marcado por los temores y las precauciones de su inventor.
46 Entre Darwin y HuxleySobre cómo fue recibida la teoría de la evolución de las especies.
50 El camino hacia la electrodinámica de MaxwellEl valor (científico) de la amistad.
54 Oliver Lodge y la relatividadO los problemas que tuvo la «vieja guardia» para entender la revolucionaria teoría de Einstein.
58 La difusión de la obra de CajalUna red de fieles colegas se esforzaron por hacer llegar a la comunidad internacional los resultados del histólogo hispano.
64 Las cartas familiares de Heinrich HertzEl camino a las ondas hertzianas.
68 Max Planck y los «caballeros del continuo»Reacciones ante la discontinuidad cuántica.
72 Einstein y la filosofíaLa influencia del pensamiento filosófico en la construcción de las teorías de la relatividad.
76 Hahn y Meitner en la Alemania naziRelaciones personales y políticas tras el descubrimiento de la fisión del uranio.
80 Ronald Fisher: genética y matemáticasEl renacimiento de la teoría de la evolución.
84 Linus Pauling: compromiso con la ciencia y la pazSu visión transdisciplinar iluminó la química y la biología molecular con las ideas de la mecánica cuántica.
90 Gödel, Hilbert y el teorema de incompletitudCuando se arruinaron las esperanzas de hacer de la matemática una disciplina segura y reducible a pilares básicos.
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6 TEMAS 103
Newton, Halley y los PrincipiaSobre los obstáculos que debió superar la publicación
de una de las obras maestras de la ciencia
Seguramente no existe libro más importante en la historia de la ciencia que Philoso phiae naturalis principia mathematica («Principios matemáticos de la filosofía na-tural», 1687), de Isaac Newton (1642-1727). En esta obra, escrita en latín, se introdu-cían las tres leyes del movimiento: la de la inercia; la que dice que fuerza es igual a masa por aceleración, y la de acción y reacción. Además, en el Libro Tercero, el del
«Sistema del mundo», se explicaba, a través de la gravitación universal (representada en la ley del inverso del cuadrado de la distancia), cómo caen los cuerpos en la Tierra y se mueven los cuerpos celestes. Estos contenidos, así como la transcendencia de la obra, son bien conocidos; en cambio, lo es menos el curso que llevó a su publicación. Sobre este proceso arrojan luz las cartas que Newton intercambió con Edmund Halley (1665-1742), quien actuó como lo que hoy podríamos denominar «editor»; un editor sabio y generoso.
Halley y De motu
Recordado hoy sobre todo por dar nombre a un célebre cometa (fue en uno de sus libros, Astronomiae cometicae sinopsis, pu-blicado en 1705, donde predijo, a partir de la teoría gravitacional de Newton, que el cometa que había sido visto en 1682 volvería a hacerse visible en la Navidad de 1758), en la época que ahora nos interesa Halley dirigía la publicación de las Philosophical Transactions, la revista de la Real Sociedad londinense. Hasta 1704 no consiguió un puesto más distinguido (y remunerado): profesor saviliano de geometría en la Universidad de Oxford. En 1713 se convirtió en Secretario de la Real Sociedad y en 1721, tras la muerte de John Flamsteed, en Astrónomo Real.
La historia a la que me voy a referir comenzó con una reu-nión que tuvo lugar en enero de 1684 en la sede londinense de la Real Sociedad. Allí se encontraron Halley, Robert Hooke y
Christopher Wren, arquitecto, filósofo de la naturaleza y emi-nente científico (además de miembro de la Real Sociedad y su presidente de 1680 a 1682, fue catedrático de astronomía en el Colegio Gresham de Londres de 1657 a 1661 y profesor savilia-no de astronomía en Oxford de 1661 a 1673). En un momento determinado, la conversación giró en torno al problema del movimiento planetario. Wren terminó ofreciendo un premio de un libro valorado en 40 chelines a quien pudiese deducir la forma de las órbitas planetarias, suponiendo que la fuerza de atracción ejercida por el Sol fuese inversa al cuadrado de la distancia y proporcional al producto de las masas.
Esa fue la pregunta que Halley planteó a Newton cuando le visitó en Cambridge en agosto. La respuesta del profesor luca-siano fue inmediata: una elipse (como había sostenido Kepler). Preguntado como lo sabía, contestó que lo había calculado hacía G
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