Errores deseables y erratas cohonestadas

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El error ha estado ligado a la historia de la escritura y de la transmisióntextual desde sus comienzos. Indeseable y a la vez inevitable,resulta no obstante útil a los historiadores de la lengua paraaproximarse al habla real de un determinado período o a los filólogospara establecer la filiación de un manuscrito. A partir de laimprenta, el error adquirió una nueva dimensión: la errata. Comopuede comprobarse a través de la lectura de este artículo, errores yerratas siguen acompañando los avatares (y azares) del texto escrito,y no faltan ocasiones en las que los autores parecen convertirseen curiosos custodios de sus deslices.

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  • or ha estado ligado a la historia de la escritura y de la trans-

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    El error es concepto que conlleva un sentido negativo, como lo pruebanlas tres primeras acepciones con que el diccionario acadmico define eltrmino:

    error (del lat. error, erroris). m. Concepto equivocado o juiciofalso. || 2. Accin desacertada o equivocada. || 3. Cosa hecha erra-damente.1

    El verbo correspondiente errar es definido por el mismo repertoriocomo no acertar.

    El idioma cuenta adems con otros lexemas verbales que destacan sucarcter vitando y culpable: el error se comete, en l se cae o seincurre. Acaso por la esencial imperfeccin de la condicin humana,todas las actividades del hombre estn sujetas a la posibilidad de error,

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    /Jos Luis MoureErrores deseables y erratas cohonestadas__________

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    1. Real Academia Espaola (2001:s.v.).

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  • conciencia sociolingstica, a superar a los sociolectos altos en su ten-dencia a usar las formas apropiadas y, en consecuencia, a corregir locorrecto por pensar que no lo es. Si en el latn cotidiano se tenda a eli-minar la consonante /n/ seguida por /s/, lo que explica que MENSA, MENSEy SPONSU hayan evolucionado hacia mesa, mes y esposo, el Appendixcondenaba a quienes, queriendo curarse en salud, pretendan reponer lanasal cuando no corresponda (herculens por HERCULES, formunsus porFORMOSUS).3 De esta manera, para el historiador de la lengua la ultraco-rreccin viene a refrendar con un nuevo error la difusin de un fenme-no evolutivo (incorrecto para la norma vigente) que analgicamente haquerido evitarse.

    El mtodo de identificacin de yerros significativos, largamenteempleado y requerido por la filologa espaola (represe simplementeen la ingente labor de investigacin de la documentacin hispnicamedieval realizada por Ramn Menndez Pidal y sus seguidores inme-diatos y mediatos),4 continu rindiendo frutos estimables en la investi-gacin dialectolgica del espaol americano. La compleja y controverti-da cuestin de determinar el momento en el que surgieron las caracte-rsticas lingsticas de la variedad del Nuevo Continente prcticamenteencontr en las cacografas, es decir en las involuntarias contravencio-nes ortogrficas presentes en la documentacin colonial, los nicos tes-timonios tempranos que permitieron inducir, entre otros, rasgos como laprdida de sonoridad de las sibilantes, y contribuir a la datacin de fen-menos como el seseo, el yesmo o los grados de debilitamiento articula-torio de /s/ en posicin implosiva o final.5

    Ha de quedar claro, valga la insistencia, que el valor de los erroresrelevados con fines de conocimiento lingstico surge de su contraste conla correccin definida por la norma gramatical y ortogrfica vigentes,amparadas en el registro escrito de la variedad estandarizada de la len-gua, que es, por su misin especfica, unificadora y encubridora de lavariacin. De all que el documento til para el lingista disienta enesencia del modelo culto que la sociedad legitima, con el que entra nece-sariamente en conflicto, y de all tambin que los textos que el lingistabusca sean por fuerza distintos de los que son propios, por ejemplo, dela literatura; stos, de hecho, le son de escasa utilidad, y los criterios conque ha de trabajar posteriormente en el plano de la edicin son igual-mente diferentes.6 Va de suyo, entonces, que la edicin de textos nopuede soslayar la cuestin inicial de cul sea el lector al que se dirige,puesto que, por ejemplo, ante un conjunto de documentos americanoscoloniales no literarios, las perspectivas y necesidades de un lingista yde un historiador difieren. Se distanciarn desde la seleccin misma del

    sino igualitario sobre el que insisten paremias variadas y compasivas(errare humanum est, quien tiene boca se equivoca y tantas otras).

    La cultura, no obstante, se las ha ingeniado para obtener rdito delos errores. No nos referimos en este trabajo al ms difundido mtodode ensayo y error, caro a las ciencias experimentales, a la psicologa o ala etologa; pensamos, en cambio, en dos mbitos de las ciencias huma-nas, en los cuales el error se constituy en pieza metodolgica valiosa.En atencin a la especialidad de la revista que hoy recoge estas lneas,nos restringiremos a su aplicacin a manifestaciones escritas, es decir asu dimensin exclusivamente textual. Los mbitos a que nos referimoscorresponden al dominio de la filologa, latamente entendida como elestudio de los textos en el entramado que conforman su soporte mate-rial y su significado en la diacrona.

    El estudio de la evolucin de una lengua para aquellas etapas en lasque no existi posibilidad de registros en transcripcin fontica, magne-tofnica o electrnica, encontr en el error el camino para aproximarseal habla real y establecer cambios lingsticos en marcha. Las mettesis,las monoptongaciones, los incipientes procesos de palatalizacin, loserrores en el timbre voclico, en la atribucin de gnero y en las de-sinencias casuales identificables, por ejemplo, en los textos latinos deinscripciones y grafitos de diversa naturaleza e intencin aunque vin-culados por su comn desvo de la norma imperante, o las reconven-ciones normativas del APPENDIX PROBI (s. VI) al enumerar las formas queno deben emplearse, no hacen sino denunciar, sin saberlo, la verdad delhabla vulgar de su tiempo y se erigen en monumento precioso para lahistoria de la lengua. Cuando el Appendix condenaba las formas spe-clum (por SPECULUM), masclus (por MASCULUS), articlus (por ARTICULUS)o fricda (por FRIGIDA), ofreca un testimonio efectivo del fenmeno desncopa por prdida de la vocal postnica, sin el cual resultaran inex-plicables las formas castellanas espejo, macho, artejo y fra; as tambin,la rechazada forma vinia en lugar de la entonces inobjetable VINEA dabacuenta del fenmeno de diptongacin antihitica y consecuente palata-lizacin, que preanunciaban el nacimiento del caracterstico fonemanasal que el castellano represent con el grafema . Naturalmente, loserrores denunciados abarcaban tambin la morfologa, la sintaxis y ellxico, pero es forzoso restringir una ejemplificacin que podra hacersecaudalosa.2

    Curiosa contracara y fenmeno complementario, frecuente en todacomunidad lingstica, que es oportuno aducir aqu, es la ultracorrec-cin, es decir el error que se comete pretendiendo evitar otro, cuandouna suerte de pernicioso exceso de celo lleva al hablante, fundado en su

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    2. Cf. Vnnen (1971), Daz y Daz(1989:227-235), Iliescu y Slusanski(1991:103-108), etc.

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    3. Vnnen (1971:325). Parece pre-ferible emplear en este caso la deno-minacin de ultracorreccin a la dehipercorreccin, por las razones queaclara Suzanne Romaine (Romaine,1996:97). Cf. Trask (1996:112) yLpez Morales (2004:282).

    4. Cf. Snchez-Prieto Borja (1998:34-37).

    5. Tambin aqu la bibliografa es muynutrida, y buena parte de ella puedeencontrarse citada en Sol (1990).Para las ltimas dcadas, baste citarcomo modlicos los trabajos y mtodode Fontanella de Weinberg (1987:13-129) para la Argentina y para Amrica,los de Frago Gracia (1999), que amplay remite a su obra anterior.

    6. Cf. Company Company (2001).

  • puede concebirse dividida en dos etapas separadas por la aparicin de laimprenta. En lo que a la materialidad de la escritura concierne, la pri-mera est caracterizada por una inabarcable pluralidad de procesos indi-viduales de copiado manuscrito; la segunda, aunque esencialmente uni-ficadora al hacer posible la multiplicacin (casi) idntica y regularizadade los textos, gener a su vez sus propias tradiciones editoriales y susparticulares procesos de descendencia y dependencia textuales.

    Traigamos al presente la primera de las etapas mencionadas, la de latradicin manuscrita antigua o medieval. El fillogo-editor, enfrentadoa la evidencia material de una cantidad a veces abrumadora de copiasde una obra, necesita contar con un texto nico y confiable, para lo cualdebe resolver el inconveniente liminar que representa el acopio de alte-raciones sufridas por el original del autor desde que sali de sus manosy se fue reproduciendo contempornea y diacrnicamente por interven-cin de sucesivos copistas. Si la estadstica asegura que en el proceso decopiado se comete un error por pgina dato naturalmente sometido anumerosas variables, como el gnero de la obra y la actitud que ellodetermina en el copista, o sus propias condiciones ambientales (luz), psi-colgicas (ansiedad, fatiga) y culturales (versacin general, conocimien-to especfico), no es difcil advertir el quntum de yerros acumulablesen tradiciones a veces centenarias, y aun acrecentable en el caso de obrasde gran difusin, cuando la suma de errores puede llevar un texto hastala ininteligibilidad.9

    En todo proceso de copiado pueden identificarse cuatro etapas uoperaciones bsicas: la lectura de un fragmento (o pericopa) del mode-lo, su memorizacin, el dictado que de la pericopa el copista se hace as mismo, la transcripcin y el regreso al modelo. Cada una de ellaspuede albergar un traspi especfico de lectura, de memorizacin, dedictado interior, de ejecucin manual o de reinsercin visual en elmodelo y dar lugar a la comisin de errores que una tipologa de viejaraigambre clasific en errores por adicin, por omisin, por alteracindel orden y por sustitucin.10 Surgen as las ditografas (encadedenadopor encadenado), las adiciones por repeticin inadvertida de una pala-bra, la omisin de letras, las haplografas (intulado por intitulado), laomisin de palabras por errneo dictado interior, la omisin de seg-mentos textuales por salto de la vista del copista desde una palabra aotra idntica situada ms adelante (homoioteleuton), las mettesis(catredal por catedral) y otras alteraciones del orden de los componen-tes textuales. Fenmeno ms complejo es el error por sustitucin, degnesis variada, como puede ser el desconocimiento de una grafa o delsignificado mismo de una forma lxica, que lleva al copista a reempla-

    corpus que interese estudiar, el que para el lingista habr de integrarsecon documentacin que garantice un mximo de aproximacin a la len-gua hablada, por lo que buscar allegar aquellos textos suprstites en losque, en una opcin de mxima, haya quedado registrado un nivel de len-gua no oficial y espontneo. Sern de preferencia cartas, notculas, notasmarginales y deposiciones de testigos, si bien otros documentos decarcter oficial como las declaraciones de un juicio de residencia o comoun acta de fundacin, sometidas por lo general a informacin adminis-trativa y a formulismos fijados por la tradicin de escribana, puedeneventualmente brindar indicios importantes para detectar particularida-des lingsticas.7

    La normalizacin ortogrfica posteriormente provista por un edi-tor no afectar los intereses textuales del historiador que investiga;neutralizar o inutilizar, en cambio, la bsqueda del fillogo, parti-cularmente en el plano fontico-fonolgico. Al historiador le interesa-r, eventualmente, el error conceptual o fctico, pero no el gramaticalu ortogrfico, de gran valor para el lingista. Una modernizacin oregularizacin ortogrfica puede ocultar definitivamente la distribu-cin de las sibilantes (s, c ,, z) del original, cuestin de decisiva impor-tancia para la primera etapa del espaol de Amrica, en tanto las vaci-laciones o anomalas en su empleo los errores pueden ser indicioclaro de seseo. La reposicin regularizadora de la h inicial en unaforma como olgaria, hoy errnea, impide dejar constancia de lo queesa grafa acaso est probando: que el escribiente no aspiraba la con-sonante derivada de la /f/ latina, rasgo que, de haberse dado en la rea-lidad, podra caracterizar una variedad dialectal hispnica meridionalen territorio americano.8

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    En la perspectiva metodolgica que hemos ilustrado en los prrafosanteriores, el error, devenido instrumento de identificacin de fen-menos de habla, se define como un desvo de la norma lingstica pre-viamente plasmada en una gramtica prescriptiva y una ortografa.Pero ha sido la crtica textual o ecdtica, en cuanto disciplina consa-grada a los fines y medios de la edicin de textos, y particularmente lacultivada en el marco de la escuela fundada por el fillogo KarlLachmann (1793-1851), la que consagr el error como pieza insusti-tuible de su prctica.

    Es casi una obviedad sealar que la tradicin escrituraria sobre laque se ha basado y desarrollado parte considerable de nuestra cultura

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    7. Moure (2000).

    8. Cf. Rivarola (2001), Moure (2005).

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    9. Blecua (1983:19-20), Snchez-Prieto Borja (1998:17-18).

    10. Blecua (1983:20).

  • No es ste el lugar para examinar, con el cuidado que el tema reque-rira, los lmites exactos del concepto de error, no siempre difano, talcomo es aplicable por la disciplina que tratamos (un error puede ser unyerro especfico una fecha o un topnimo equivocados, por ejemplopero tambin una mera desviacin de una lectura del original que noconlleve un error intrnseco).13

    Lo que importa a la finalidad de estas pginas es el hecho de que el cri-terio de que Lachmann se sirvi en la recensio para establecer el stemmafue la consideracin de las variantes textuales con vistas a la identifica-cin de los errores comunes presentes en dos o ms manuscritos, loque haca posible agrupar a stos bajo la hiptesis de su derivacin deun mismo antgrafo u original de copia en los que esos errores ya seencontraban. La distribucin jerrquica de los manuscritos a partir delos errores compartidos era paso inexcusable, tanto para la eliminacinde los testimonios que fueran comprobada copia de otros presentes, yque por ello ya no deberan ser tenidos en cuenta en las dos etapassiguientes, como para la emendatio y definitiva seleccin de variantes delos pasos finales.

    Los errores comunes, reivindicados por el mtodo ecdtico comoinstrumento esencial con excepcin de los equipolentes, que carecende valor filiativo por su fcil comisin por dos o ms copistas sin vin-culacin entre s fueron diferenciados en dos clases: conjuntivos yseparativos. Los primeros son aquellos que permiten agrupar manus-critos como derivados de un mismo testimonio, por cuanto no pudie-ron ser cometidos independientemente; los segundos son los propios deun solo testimonio y de un solo copista, sin que se los haya sugeridoningn otro testimonio, y son stos los que hacen posible definir cadauna de las ramas del estema.14

    En cierta manera, la crtica textual lachmanniana y postlachmannia-na redimi parcialmente a los errores de su lastre negativo, en la medi-da en que hizo de ellos condicin necesaria para la filiacin de los testi-monios que integran las tradiciones que se propone editar.

    III

    Desde el punto de vista de los errores, las obras producidas por laimprenta, como lo hemos sealado lneas arriba, aportaron la novedadde su ms concentrada dispersin (valga el oxmoron) en multiplicidad decopias individuales. No obstante, tampoco los volmenes salidos de lasimprentas manuales quedaron exentos de incurrir en los deslices poligenticos que fatalmente persiguieron tambin a los operarios.

    zarla; a veces esta sustitucin se hace por otro vocablo de empleocorriente con el cual la confunde (es la denominada trivializacin o lec-tio facilior , como puede ser leer un viento levanta donde el original delque se copia deca un viento levante). Son estos los denominados erro-res poligenticos, pasibles de ser cometidos por cualquier copista entoda ocasin y reiteradamente.11

    As, los accidentes del proceso de copiado a lo largo del tiempo deter-minaron que la filologa hubiera de enfrentarse con textos reproducidosen manuscritos mayoritariamente discrepantes, portadores en distintogrado de los errores que la tradicin de cada uno haba ido incorporan-do. Particularmente a partir del humanismo de los siglos XV y XVI,admirador de la antigedad grecolatina, la disciplina se fij como metala elaboracin de textos desprovistos de esos errores, en la certeza deque la depuracin lograra aproximarlos a su forma originaria. Se admi-ti la conveniencia metodolgica de cotejar los manuscritos disponiblesy de corregir el texto tal como corra en su forma ms difundida (la vul-gata = divulgada), a partir de las lecciones de aquellos ms antiguosque pudieran allegarse (codices veteriores). La cultura y erudicin delestudioso, su buen sentido y las lecciones de los mejores manuscritosfueron los instrumentos para desechar las lecturas errneas y reempla-zarlas por las que se consideraban mejores. Los fillogos afianzaron deesta forma el mtodo de la emendatio ope codicum (enmienda segn loscdices) o, cuando los manuscritos no ofrecan lecturas aceptables y seimpona optar por una leccin ajena a ellos, el de la emendatio opeingenii (enmienda por discernimiento), basada en la conjetura.12

    Con las alternativas que los lmites de este trabajo impiden examinar,puede decirse que la metodologa editorial que hemos expuesto fuedominante hasta la propuesta del fillogo Karl Lachmann, cuyo nombrehemos anticipado lneas arriba, y que culmin con su edicin de la obrade Lucrecio, publicada en Berln en 1850. El mtodo lachmanniano, quecon matices, ajustes, impugnaciones y remozamientos no ha perdidovigencia en importantes crculos y figuras consagradas a editar crtica-mente, se fund desde su propuesta inicial en tres etapas para el trata-miento de una evidencia manuscrita plural: la recensio (recogida y exa-men de la totalidad de los testimonios, eliminacin de los que son copiade otros presentes, cotejo de los restantes y establecimiento de un stemma esquema de relacin y dependencia), la emendatio (correccinde los errores identificados en el cotejo previo) y la constitutio textus(fijacin del arquetipo, es decir del texto ms prximo al original vir-tual, que resulta de la enmienda de los errores y de la eleccin de lasvariantes que presentan los manuscritos integrantes del stemma).

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    11. Blecua (1983:21-24).

    12. Prez Priego (2001:17-18, 164).

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    13. Prez Priego (2001:54).

    14. Blecua (1983:51-56), Prez Priego(2001:165).

  • En todo caso, la imprenta dio lugar a dos caminos contradictorios:la multiplicacin y extensin de los errores en miles de copias emitidassimultneamente, pero tambin una presencia ms notable del autorcontemporneo, quien no solo en muchas ocasiones tuvo oportunidadde corregir los pliegos sino de visar las ediciones publicadas durante suvida. Naturalmente, esta ltima evidencia puede promover la idea como de hecho lo hizo de que las obras salidas de la imprenta mien-tras su autor vive son reflejo fiel de su voluntad. Aun sin considerar elcaso de las ediciones clandestinas o desconocidas por el escritor, muchasson las circunstancias, sin embargo, que podan contradecir esa expre-sin de aparente sentido comn, en un arco que iba desde el posible des-inters del autor mismo hasta el variable grado de autonoma que laimprenta se reservaba para la tarea de correccin, a veces en un afn deregularizacin ortogrfica de que el original careca. Los resultados delcotejo de los manuscritos autgrafos de la Crnica del Per de PedroCieza de Len, portadores de dialectalismos, y la ortografa que seoreaen su edicin prncipe, o la intervencin de correctores y cajistas en laobra cervantina son prueba de ello.19

    No creemos equivocarnos si advertimos que ese mundo de relacionesheterogneas, asimtricas y complejas, refractarias a cualquier generali-zacin, que vinculaban al autor vivo con los gazapos y erratas presentesen su obra, no se han alterado sustancialmente hasta el presente.

    Una obra puede sobrellevar muy variada suerte de erratas, muchasde ellas, como hemos sealado, asimilables en su origen y comisin a lasque presentaban las tradiciones manuscritas. Frecuentes y hasta ciertopunto razonables las ms, mayormente debidas a errores ortogrficos omecnicos en la manipulacin de tipos y lneas (mettesis, transposicio-nes, omisin de letras, de palabras o de lneas enteras, recomposicin dela caja por cada u otro accidente en el taller), de inesperadamente cmi-cos resultados otras (una conocida obra de Borges pudo ser citada comoHistoria universal de la infancia),20 no faltaron las que nos atrevemos adenominar criptoerratas, es decir aquellas que sobrevivieron en edi-ciones corregidas en vida de los autores, ya por haber logrado disimularsu carcter de tales o por haber recibido una desconcertante convalida-cin. En los prrafos que restan ilustraremos dos casos que ataen afiguras descollantes de la literatura hispanoamericana, que todava pue-den considerarse contemporneos. En ambos la errata se perpetu enms de una edicin coetnea y, en ambos, con importantes consecuen-cias en su versin a otros idiomas.

    Debiendo combinar los tipos mviles sobre la lnea de escritura de lacaja y conformar un texto a partir de un original, manuscrito o impre-so, los imprenteros, al igual que los copistas de poca precedente, deb-an recorrer idnticas etapas de lectura, memorizacin de la pericopa,dictado interior, escritura (composicin) y vuelta al ejemplar o antgra-fo. A ello se sumaban otras acechanzas propias del trabajo imprenteril,como la posibilidad de que algn accidente en el taller, o la simple insu-ficiencia o deterioro de tipos, obligase a recomponer pliegos.15 AlbertoBlecua ha resumido as los caminos que explican cmo en la imprenta sepodan gestar variantes de estado y diferentes emisiones de unamisma edicin:

    Frente al libro manuscrito, al que inicialmente imita, el libro impresoest compuesto con tipos mviles y por pliegos con los que se formanlos cuadernos. Ambas peculiaridades favorecen otros tipos de errores.El original pasa a los componedores o cajistas que son los personajesms importantes en el proceso de composicin del libro. De acuerdocon el tipo de plegado en folio, en cuarto, en octavo, en doceavo, endieciseisavo, etc., el componedor prepara las dos formas de cadapliego. La imprenta de tipos mviles obliga a que una vez compues-to el pliego se imprima el nmero de ejemplares acordados, en gene-ral, las tiradas de 1.000 o 2.000 ejemplares son las habituales. A con-tinuacin, estos mismos tipos se utilizan para la composicin del plie-go siguiente y as en lo sucesivo. El propio componedor tena la obli-gacin moral de corregir los errores, en particular, claro est, enaquellos libros de materia religiosa, moral o jurdica.La correccin tena lugar sobre una prueba del pliego. Ocurra confrecuencia que, una vez impresos varios ejemplares de un mismo plie-go, se adverta un error y se subsanaba en el molde, pero los pliegosya impresos, dado el valor del papel, no se destruan. [...]As, pues, es frecuente hallar ejemplares de una misma edicin condiferencias incluso muy notables.16

    Es posible que a esta nueva dimensin que el error adquiri desde laimprenta, merced a su novedosa capacidad de difusin extensa en elespacio e inmediata en el tiempo, se deba el empleo de la ms espec-fica voz errata:

    (Del pl. lat. errata, cosas erradas). Equivocacin materialcometida en lo impreso o manuscrito,17

    castellanizacin casi devenida tecnicismo en el lenguaje imprenteril, queempieza a generalizarse en el siglo XVII, cuando el invento de Gutenbergse encontraba bien asentado.18

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    15. Jerez (1987:129).

    16. Blecua (1983:172-173). Cf. Orduna(2000:113-163), Ferrario de Orduna(1998).

    17. Real Academia Espaola (2001:S.V.).

    18. Fuera de unos pocos empleos lati-nos de Fray Luis de Granada (1538-1589), los primeros registros del tr-mino corresponden al Suplemento alTesoro de la lengua castellana deSebastin de Covarrubias (1611). Nosbasamos en los registros del corpushistrico de la Real Academia Espao-la. Cf. Real Academia Espaola: Bancode datos (CORDE). Corominas (1976)atribua la ms temprana datacin aun texto de Caldern, es decir en unafecha anterior a 1681.

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    19. Rivarola (2001), Gutirrez Cuadrado(1993:819-820).

    20. Guitarte (1991:163). Un errorinformtico determin que el resulta-do de la rutinaria correccin de laserratas, entre las que figuraba la quecitamos, no quedara grabada en eldisquete que se envi a la imprenta.Por la importancia del trabajo y elprestigio del autor, el artculo volvi apublicarse, debidamente corregido, enIncipit 12 (1992:143-156).

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  • JO S LE Z A M A L I M A (1910-1976) CU A N D O L O M E J O R E S N O P R E G U N TA R. . .

    El lector de Paradiso (1966), opus magnum del gran escritor cubano,que estuviese siguiendo su segunda edicin, publicada en Mxico dosaos despus de su aparicin en La Habana y virtualmente insuperablesi se atiende a una aclaracin de portada (Revisada por el autor y alcuidado de Julio Cortzar y Carlos Monsivis), se encontrara con estefragmento:

    Baldovina, Violante y Cem pasaban las maanas; eran los reflejos,los tonos intermedios que hacen que se retengan ms semanas devacaciones, en la azotea o en la playa.26

    El estilo exornado de Lezama Lima, constante a lo largo de pginasdensas, de prrafos prietos y perodos extensos, acaso justifique la difi-cultad de comprensin que la oracin evidentemente ofrece; en verdad,no sera ilegtimo preguntarse a qu reflejos y tonos se refiere el autor,y por qu habran de provocar la retencin (alargamiento?) de lasvacaciones.

    La edicin madrilea de 1975 mantuvo el mismo texto.27 El frag-mento, sin embargo, parece haber desconcertado a Didier Coste, tra-ductor de la novela al francs, quien solicit una aclaracin al propioLezama Lima. La respuesta del novelista fue: Esos tonos intermedios,reflejos, prolongan las vacaciones, llevndonos a pasear por las playas opor las azoteas.28

    En verdad, la posibilidad de contar con la colaboracin directa delautor constituye para cualquier editor una posibilidad tan infrecuentecomo envidiable. As, con el aval que Lezama Lima le facilitaba, DidierCoste pudo ofrecer esta versin:

    Les matins de Baldovina, de Violante et de Cem: ctaient les reflets,les tons intermdiaires qui multiplient les semaines de vacances, surla terrasse ou sur la plage.29

    La traduccin alemana del pasaje fue igualmente respetuosa:

    Baldovina, Violante und Cem verbrachten die Vormittage gemein-sam; es lag am Widerspiel des Lichts und den Zwischentnen, dassmehr die Ferienwochen, sei es auf der Terrasse, sei es am Strand [...].30

    Fue Cintio Vitier, responsable de la cuidada edicin crtica de la novela(1993), quien ech luz sobre la historia de la transmisin de la obra leza-

    JO R G E LU I S BO R G E S (1899-1986) OJ O S Q U E N O V E N

    En el poema Al iniciar el estudio de la gramtica anglosajona, inclui-do en El Hacedor (1960), se incluyen estos dos versos:

    El sbado lemos que Julio el CsarFue el primero que vino de Romeburg para develar Inglaterra.21

    La edicin de sus Obras completas (1974) fue ocasin para introducirmodificaciones textuales, de suerte que el ltimo verso apenas cambi sufinal por: [...] para develar a Bretaa.22

    Una sospecha inicial, corroborada por un minucioso examen filo-lgico, nos permiti probar que el verbo develar (

  • lograron convertir el error en pieza clave para jerarquizar los testimo-nios manuscritos y proceder a la depuracin de la tradicin con el pro-psito de rehacer el original remoto que las sucesivas copias fueron des-virtuando.

    La imprenta introdujo ese tipo particular de error material que es laerrata, generalmente provocado por equivocadas operaciones de losoperarios. Inesperadamente, su correccin pudo verse impedida por cir-cunstancias que exceden una normal capacidad de previsin, como loprueban los dos casos con los que hemos querido ilustrar estas discretasconsideraciones sobre el yerro textual.

    J o s L u i s M o u r e es doctor en Filosofa y Letras (UBA), ProfesorAsociado Regular de Historia de la Lengua y de Dialectologa Hispanoamericana

    (UBA), Investigador Independiente del CONICET (Consejo Nacional de Investiga-

    ciones Cientficas y Tecnolgicas), miembro de nmero de la Academia Argentina

    de Letras. Es director del proyecto (PICT) La variacin lingstica y textual en el

    proceso interdiscursivo de las formas narrativas castellanas (siglos XIV-XVI) y del

    proyecto (UBACYT) El espaol de la Argentina: dialectos y lenguas en contacto.

    miana. La transcripcin del original, entregada por Lezama Lima a laUnin de Escritores y Artistas de Cuba para la primera edicin deParadiso, constituy la fuente inicial de los numerosos errores que pasa-ron a la primera edicin de La Habana, los que se vieron todava acre-centados en el taller mismo. La imprenta habanera, trabajando con esatranscripcin defectuosa, sum a su vez otros muchos errores, lo quellev el nmero total a una cifra prxima a 800. El examen practicadodespus por el propio autor, que nunca confront el impreso con su pro-pio original manuscrito, dej pasar el 70% de ellos. La edicin deMxico (1968) tambin se hizo sobre ese texto corregido por Lezamay no sobre el manuscrito. La manifiesta desatencin del autor hacia supropio original fue responsable de la preservacin de esa crecida cantidadde yerros hasta su depuracin por la cuidada edicin de Buenos Aires(1993), y tambin lo fue de la explicacin dada al traductor Didier Costesobre el pasaje que hemos citado. Que se trat de una respuesta impro-visada para salir del apuro pudo probarlo el editor Cintio Vitier, al adver-tir que en el fragmento de la edicin de Mxico (1968), las palabras [...]los reflejos, los tonos intermedios, que hacen que se retengan ms [...]en la lnea 12 no son sino una equivocada insercin del texto de la lnea30 de la misma pgina, que el cajista anticip errneamente ms arribasin haberlo advertido, lo que lo oblig a repetir la operacin cuando efec-tivamente corresponda,31 es decir en un fragmento posterior que dice:

    En Thomas, si nos fijamos con ms acuciosidad, observamos que lasmismas cualidades entreabren matices que le dan ms difciles cali-dades, por ejemplo, aquella miel de los cabellos de su hermana, pare-ce mostrar en l como unas manchas violetas, ms sensibilidad paralos reflejos, los tonos intermedios, que hacen que se retenga ms enel recuerdo la cabellera despus que ha desaparecido la figura.32

    Desprovisto el primer pasaje de ese aadido anmalo, recobra el senti-do y el texto original, tanto del manuscrito como de la princeps de LaHabana y de la edicin de Buenos Aires (1968):

    Baldovina, Violante y Cem pasaban las maanas, eran semanas devacaciones, en la azotea o en la playa.33

    Los errores acompaan toda actividad humana. La historia de la escri-tura y de la transmisin textual son inseparables del error como com-ponente indeseable pero inevitable. No obstante, la dialectologa suposacar partido de l para conocer la realidad del habla de pocas inacce-sibles al registro grabado y la disciplina (o el arte) de la crtica textual

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    31. Ibd.

    32. Lezama Lima (1968b:193-194).Las itlicas son nuestras.

    33. Lezama Lima (1968b:1939) yLezama Lima (1993:145-146).

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