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Habla sobre cómo con la tecnología de hoy en día se puede producir en abundancia.
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¿Escasez o Egoísmo?
El nivel del “valor” de un producto o servicio se deriva esencialmente de dos factores:
1) La escasez (disponibilidad) de los materiales utilizados.
2) El monto de trabajo humano requerido para producir un producto/servicio.
Por ejemplo:
Imagine el monto de tiempo y esfuerzo que tomaría crear una simple camisa antes de la
electricidad y la tecnología industrial avanzada. El proceso en general sería: preparar la
tierra – plantar la semilla de algodón – observar el periodo de crecimiento – recoger el algodón –
extraer la semilla – centrifugar el algodón en hilo – coserlo en la ropa – y darle la forma de camisa
a la ropa.
Dado el escenario de arriba, simplemente desde un punto de vista del trabajo humano, el valor de
esa camisa sería relativamente alto y probablemente vendido por un precio respectivo a esa
labor. El valor de la semilla de algodón (material componente) sería insignificante al ser
producida como un subproducto de la cosecha primaria, haciendo su valor de escasez muy bajo.
Por lo tanto, el valor real de esta camisa viene de la labor involucrada.
Ahora, hablando hipotéticamente, ¿Qué ocurre si este proceso de producción no requiriera ningún
trabajo humano, ya que la semilla de algodón, el agua, la luz del sol y la tierra mantuvieran su
abundancia natural? ¿Cuál sería el valor de esa camisa entonces? Obviamente, no tendría valor
en absoluto.
Con el comienzo del siglo 21, las máquinas industriales han tomado el rol de plantar y
cosechar productos de la agricultura, al punto en que un solo granjero ahora puede trabajar más
de 1000 acres de tierra por cuenta propia. La invención de equipos textiles, como la
desmotadora, redujo dramáticamente el esfuerzo humano, mientras con el moderno uso de
la computación industrial, estamos viendo una constante gravitación hacia la próxima
automatización completa de las industrias textiles y agricultoras, entre muchas otras. El
punto es que la posición del “valor económico”, como una noción económica aparentemente
estática, ahora está siendo revisada por su influencia económica (Aumentando la facilidad de
la producción y abundancia de material), la cual podría, teóricamente, eliminar completamente la
noción de “valor”.
Cuando el trabajo humano es reducido/desplazado por la tecnología y automatización, el
“valor” asumido, lo cual es equiparar ese “trabajo” al “precio”, cae respectivamente. El “valor” de la
producción se movería entonces hacia la creación y el mantenimiento de la maquinaria, la
cual ahora sirve al rol de trabajadora. Consecuentemente, mientras más eficientes,
duraderas y sustentables sean estas máquinas trabajadoras, más lejos cae el “valor” de la
producción.
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La comprensión es que el patrón de automatización de las máquinas, junto con las
modernas innovaciones que suponen encontrar sustitutos para los recursos “escasos”,
podría llevarnos a una posición donde ningún bien o servicio requiriera un “valor” o precio.
Eso simplemente no tendría ningún sentido, teóricamente. Para la mayoría, esto es algo muy
difícil de considerar, debido a lo que estamos acostumbrados a experimentar en nuestra
vida diaria. Sin importar su opinión, el hecho es que el patrón de constante desarrollo tecnológico
y la maquinaria automatizada podrían crear teóricamente un ambiente económico donde la
abundancia de materiales y medios de producción sería tanta y tan eficiente, que la
mayoría de los humanos tendría una necesidad mínima de “comprar” algo, y mucho menos
“trabajar para vivir”, en el sentido tradicional. Más específicamente, aún si las máquinas
desplazaran lentamente sólo a una minoría de personas en general, expandiendo el desempleo,
las ramificaciones serían sistémicas, y todo el sistema económico se volvería más y más inestable
e inoperante.
Año tras año, en los Estados Unidos, la automatización elimina cientos de miles de empleos.
Somos lo bastante ingeniosos como para construir fábricas que podrían producir enormes
cantidades de televisores, automóviles, refrigeradores, cepillos de dientes, alimentos
envasados, etc. pero no nos atreveríamos a dejar a estas fábricas operar a tiempo completo
porque producirían más mercancía de la que podríamos vender. De este modo, tenemos
fábricas que algunas veces están inactivas, aún cuando un gran número de personas
tienen necesidades todo el tiempo. Paradójicamente, parece ser que sólo cuando luchamos en
una guerra somos capaces de construir y mantener nuestras máquinas industriales funcionando a
su máxima capacidad.
Aunque la mayor parte de nuestra población puede usar la mejor ropa, tener la mejor
vivienda y los mejores alimentos, nuestras técnicas en la distribución de la abundante
producción en masa son permanentemente frenadas por enfermedades económicas a las que se
conoce con nombres como “sobrepoblación”, “desempleo” y “falta de poder adquisitivo”.