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[Escena 01] VISHOUS: —¿Tanta ropa sólo para taparte el culo? Joder, poli. Miro el gran y extenso puto armario de la habitación de Butch en el Pit mientras murmuro, mareado de tanto trapo. Después de pasar varias camisas, termino escogiendo una de las tantas negras que tiene en el fondo del armario. El idiota prácticamente tiene una armería, pero de seda. Por suerte, el maldito irlandés saldrá de la clínica de Harvers después de estar casi un mes entero en esa sala de cuarentena. Lanzo la camisa sobre la cama mientras abro la otra parte del armario para sacar algún traje de los que tanto le gusta usar. Necesitará sentirse él mismo después de toda la mierda que ha pasado durante tanto tiempo encerrado en ese cuarto. Cierro los ojos al recordar cómo encontré al pobre bastardo, golpeado, torturado, desnudo, con sangre en todo su cuerpo y el rostro amoratado y casi a punto de ser comido por los coyotes. Aprieto uno de los trajes grises -que le he visto usar- cuando recuerdo la maldad que sentí en cuanto llegué al lugar, que provenía nada menos que de su cuerpo maltratado. Acaricio, sin darme puta cuenta, uno de los trajes negros que le había visto usar la última cena de la noche anterior antes de esa maldita y condenada noche de mierda. El rostro del poli me viene a la mente cuando le dije, “Butch soy yo. ¿Butch?”. Él se agito con algo de esperanza en su rostro hinchado, pero tal como vino se desvaneció. Sus ojos se

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[Escena 01]

VISHOUS:

—¿Tanta ropa sólo para taparte el culo? Joder, poli.

Miro el gran y extenso puto armario de la habitación de Butch en el Pit mientras murmuro, mareado de tanto trapo. Después de pasar varias camisas, termino

escogiendo una de las tantas negras que tiene en el fondo del armario. El idiota prácticamente tiene una armería, pero de seda. Por suerte, el maldito irlandés saldrá de la clínica de Harvers después de estar casi un mes entero en esa sala de cuarentena.

Lanzo la camisa sobre la cama mientras abro la otra parte del armario para sacar algún traje de los que tanto le gusta usar. Necesitará sentirse él mismo después de toda la mierda que ha pasado durante tanto tiempo encerrado en ese cuarto. Cierro los ojos al recordar cómo encontré al pobre bastardo, golpeado, torturado, desnudo, con sangre en todo su cuerpo y el rostro amoratado y casi a punto de ser comido por los coyotes.

Aprieto uno de los trajes grises -que le he visto usar- cuando recuerdo la maldad que sentí en cuanto llegué al lugar, que provenía nada menos que de su cuerpo maltratado. Acaricio, sin darme puta cuenta, uno de los trajes negros que le había visto usar la última cena de la noche anterior antes de esa maldita y condenada noche de mierda. El rostro del poli me viene a la mente cuando le dije, “Butch soy yo. ¿Butch?”. Él se agito con algo de esperanza en su rostro hinchado, pero tal como vino se desvaneció. Sus ojos se habían congelado cerrados, debido a las lágrimas y por la culpa del maldito frio. No mucho después comenzó a arrastrarse lejos de mí, sin fuerzas, negando con la cabeza y murmurando “Infectado… no sé cómo… infectado… no puedes… llevarme”. La desesperanza de su voz voz aún me revuelve el jodido estómago, enviando bilis hacia mi garganta.

Tomo el pantalón del mismo traje que estaba acariciando con el ceño fruncido y lo lanzo a la cama junto con la camisa negra. El maldito agujero negro que tenía el poli en el estómago fue lo que acabó de

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explicarme por qué se estaba alejando de mí como malditamente podía. Los condenados hijos de perras le habían metido algo dentro antes de tirarlo en el bosque a morir. La voz quebrada del poli pidiendo que le matara porque estaba infectado, con algo creciendo dentro de él, sigue girando en mi cabeza como un puñetero torbellino.

Voy hacia uno de los cajones y saco un par de calcetines, con la mente puesta en el momento en que apareció la jodida madre de la raza. Acababa de sacar la daga, dispuesto a extraer cualquier cosa que hubieran dejado en el cuerpo del poli y, justo cuando tenía la punta sobre el agujero negro en el vientre del irlandés, una luz apareció ante nosotros. En ese momento entendí que la maldita cosa que tengo por mano servía para algo más que para mantenerme apartado del mundo para evitar matar a cualquiera que se acerque a mí. Tuvo que explicarlo a su manera, la maldita, más rebuscada imposible. “Sería sabio revelar la maldición que aborreces”, me dijo. “Manipular lo que está dentro de él te llevará más cerca de la muerte de lo que nunca has estado. Y nadie puede extraerlo aparte de ti”. Joder si en ese momento no estuve a punto de estrangular a la poderosa hembra para que me dijera exactamente qué hacer y se dejara de estupideces.

Abro otro cajón con fuerza para sacar unos bóxers negros para que el poli no ande con la polla suelta dentro de sus pantalones caros, mientras me viene otro flash de esa puta noche. Cuando abrí su estómago descubrí una mierda negra que se movía y se extendía con rapidez por sus tripas. Haciendo lo que me decía la Virgen, desnudé mi mano y la puse sobre la mierda negra visualizando una luz brillante expandiéndose. La jodida cosa estalló con un siseo, pero oh, maldición, me sentí como la zorra misma. Casi no pude aguantar las tripas en su lugar, vomité hasta las cenas de dos semanas antes sobre la nieve. Sentí que la Virgen me sostenía, porque apenas me aguantaba en posición vertical e incluso creo que me acarició el pelo.

Poco después, no sé cómo, me encontré con el móvil en la mano y la hembra diciéndome, “Ve ahora, llévate al humano y confía en que el asiento del mal está en el alma, no en el cuerpo. Y, guerrero, mantén el escudo de luz en su lugar alrededor de este humano. Mas adelante, usa tu mano para curarle. Aun puede morir a no ser que penetre suficiente luz en su cuerpo y su corazón”.

También me dio otras instrucciones, pero esas palabras se han revuelto con los recuerdos del momento en que pensé que perdería a Butch. Mierda, todavía no puedo creer que estuviera al borde de quedarme sin el único verdadero y mejor amigo que he tenido.

Pongo el traje, la camisa, los calcetines y los bóxers en una de esas bolsas pijas para la ropa y me dispongo a buscar un par de zapatos. Me agacho para examinar esas otras armas metrosexuales que le

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gustan tanto al poli mientras peleo con otros recuerdos. No mucho después de haberle dejado en la clínica de Harvers no me sentía como yo mismo. Definitivamente, no era yo. Era como si una parte de mí estuviera muriendo, sintiéndome como un puto zombie come cerebros. Ver al poli apaleado a un paso de estar seis pies bajo tierra me había ocasionado algún jodido daño interno.

Durante días no pude permanecer en el Pit, solo, porque faltaba algo esencial en ese lugar, como el cuerpo de Butch espatarrado en el sofá con el vaso de whisky en equilibrio sobre su estómago y sonriendo al verme llegar, con su típico saludo burlesco de “Cariño, has llegado”. Maldito cabrón bastardo. Sonrío al pensar en el idiota. ¿Qué demonios podría hacer sin el hijo de puta, sabiondo y mal hablado, bebedor de whisky?

Reviso de nuevo los zapatos hasta que encuentro un par que se ven bastante cómodos; espero que combinen con el estilo del traje porque si no el cabrón me los tirará a la cabeza. Los dejo al lado de la bolsa y voy en busca de uno de los abrigos. Estos días ha estado nevando y lloviendo, con un frío que te cala los huesos, como si alguien allá arriba quisiera vernos con las pelotas azules.

Tras escoger un abrigo de paño grueso, frunzo el ceño otra vez al recordar la llamada que me hizo Harvers mientras yo estaba en mi piso del Commodore. Al sentir vibrar el móvil no pude evitar pensar que el poli se había muerto, sucumbiendo a las graves heridas. Al final resultó que aún vivía, pero pendiendo de un hilo. Su cuerpo se había colapsado porque él mismo había intentado matarse quitándose las vías, provocando que sus signos vitales se fueran a la mierda. El tozudo irlandés cabezota como él solo se estaba muriendo y yo no podía hacer nada. Ninguna mierda de la que yo fuera capaz servía, pero en ese momento tuve algo de lucidez al ver la llama de una de las velas negras que tengo por todo el ático. La llama era amarilla como el cabello de una hembra y eso me hizo recordar un rostro bello y limpio de cualquier maldad. Marissa. La hembra de Butch. Ella es la única que podría darle las ganas de vivir que la mente del poli necesitaba.

Saqué el móvil y llamé a la única que el poli querría tener dentro de su habitación. Lo hice con un dolor fuerte en el pecho, que aún no comprendo,incluso después de haber intentando analizarlo como un jodido idiota. La voz de la hembra denotaba preocupación y eso me hizo sentir bien en parte, ya que ella podría salvarlo. Tenía que salvarlo. Debía salvarlo.

Me quedo en mitad de la habitación con el abrigo en la mano, mirando la cama del poli. Ella lo había logrado. Butch había sobrevivido, después de todo. Seguiría respirando y absorbiendo whisky como una puta esponja. Tal vez hasta podría conseguir lo que tanto había anhelado, a Marissa, y eso seria algo bueno… ¿no?

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Me cuelgo la bolsa al hombro, después de haber metido los zapatos dentro. Camino hacia la puerta del Pit y digitalizo la clave para dejar todo cerrado. En el patio de la mansión, miro hacia el cielo estrellado. Está tan despejado que hace un frío de puta madre. Camino derecho hacia el Escalade a grandes zancadas, inmerso en el recuerdo de cuando por fin vi al poli despierto.

Estaba en el suelo del baño con la IV al lado de él, junto a Marissa. Algo había pasado allí, pero en ese momento me importó tres huevos. Al verlo respirando sentí algo parecido a la felicidad. Su rostro estaba amoratado, con algunas heridas cicatrizando –maldita lentitud humana para sanar-, se le veía dolorido… pero era él. Condenado cabronazo hijo de perra. No pude evitar sonreír al verle. El capullo me había hecho pasar semanas de preocupación, viviendo con la cabeza metida en las Crónicas –dieciochos malditos volúmenes de la historia de los vampiros en la Lengua Antigua, tan divertidos como leer la guía telefónica- para averiguar qué mierda pudieron haberle hecho. Claramente, el Omega había metido parte de él dentro del cuerpo del irlandés, no había otra explicación para el mal que había sentido provenir de Butch. Mierda.

Al ayudarle a levantarse y percibir el calor del cuerpo del poli en mis brazos, muy cerca, me hizo sentir por primera vez que la maldita cosa que bombea sangre podía doler y hasta latir con fuerza. ¿Quién mierda hubiera dicho que servía para algo mas? Entonces no tenía las respuestas que Butch necesitaba para estar tranquilo y sé que debía estar pensando que se podría transformar en lesser. Y sí, eso era una preocupación, pero dentro de mí sabía que esa mierda no iba a suceder. No podía suceder.

Abro la puerta del Escalade lanzando la bolsa al asiento del copiloto. Todavía tengo que averiguar qué fue lo que le hizo el Omega y, sobretodo, por qué el brillo de mi mano no le chamusca las pelotas. Esa luz que emano es lo que me ha ayudado a limpiarle… y también a Marissa. Me siento poniendo ambas manos en el volante, apretándolo con fuerza. La conversación con ella después de que limpié al poli fue algo… reveladora. La hembra realmente se preocupaba por él. ¿De verdad le amaba? Eso es algo que no sabría decir. Después de todo, ¿qué mierda entiendo yo sobre el amor, aparte de que se constituye de dos consonantes, de dos vocales y de dos idiotas?

Ruedo los ojos con un pequeño amago de sonrisa sarcástica. Pero, bueno, por la manera en que lo miraba y por lo que me dijo podría pensar que sí, de verdad siente algo fuerte por Butch. Aunque su manera tan cobarde de ser, de ver las cosas, de reaccionar, siempre me da ganas de cruzarla con las dagas para ver si la hermosa hembra tiene instinto de supervivencia… Pero es lo que ama Butch, esa inocencia y su delicada manera de ser. Sus suaves y sensibles forma.

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Un pequeño amago de sonrisa maliciosa se me forma en los labios al recordar el rostro de la hembra cuando estaba pasando mi mano cerca de ella y le dije: “No pienses que soy la única razón de su curación. Tú eres su luz, Marissa. No lo olvides nunca. Pero debes tener algo presente. Si alguna vez le haces daño a propósito, te consideraré mi enemiga.” Pongo la llave en el contacto y doy marcha atrás antes de salir del garaje de la mansión con la mente en toda la información que he conseguido durante el tiempo que el poli ha estado encerrado en esa habitación.

Mientras conduzco por el centro de la ciudad de Caldwell, observo a los humanos caminando por la calles. Muchos vienen de sus trabajos, otros van hacia ellos. Algunos son unos delincuentes y unos asesinos a sangre fría que, si son los bastante “buenos”, terminaran muertos por las putas dagas de la Hermandad. Esos son los malditos bastardos mamones que la Sociedad Lessening toma en sus filas para intentar exterminar a nuestra raza. Y Butch… el irlandés definitivamente no es uno de ellos.

El poli puede ser un jodido hijo de perra, bruto como él solo, que ha vivido al borde de la ley a pesar de que era un Detective del DPC, pero el cabronazo no dañaba a inocentes, sino a mamones que se lo merecían. Era un especie de héroe sin ley tipo Robinhood, solo que le faltaba el traje verde. Él y sus puñeteros complejos de Superman mezclado con Batman. Nunca va a entender que lo que hace es suficiente. Que no necesita ser un maldito héroe de la III Guerra Mundial. Idiota. Y que no digan que la familia no puede cagarte la mente, son la razón numero uno de por qué estamos todos jodidos. No lo sabré yo… Niego con la cabeza mirando enfrente. Doblo un par de calles hasta llegar a la mansión donde Harvers tiene su famosa clínica. Estaciono en las afueras y bajo del jeep, sacando la bolsa con la ropa del poli y deseando como la mierda que el bastardo se encuentre lo bastante fuerte para largarse.

Camino hacia por el pasillo que me lleva hacia donde está el poli, sin prestar atención a las enfermeras que me observan con temor y algo de respeto. Pero principalmente es terror. Sip, definitivamente hay terror en sus ojos gracias a los tatuajes en mi sien. Varias tropiezan con sus propios pies apartándose de mi camino. Jodidamente mejor, ya que ando armado hasta los dientes y casi psicótico por la falta de sueño, por andar investigando lo del poli sin encontrar respuestas, por no haber recuperado mis visiones -no porque sean un puto parque de diversiones, sino porque me hacen sentir normal, según mi definición del término-. Además de que, desde hace tiempo, tampoco escucho los pensamientos de los demás por mucho que me abra a ello. La jodida mierda genial del año. Yeap. Una de las enfermeras tiene el valor de mirarme cuando paso por su lado. La observo de reojo mientras mis botas resuenan en el pasillo y entonces agacha rápidamente la cabeza hacia los archivos. Se ve que ya están todos

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acostumbrados a que irrumpa en el lugar sin que me jodan las pelotas. Felicidades, son los empleados del año.

Camino entre el silencio del personal hasta cerca del laboratorio del hermano de Marissa, que es donde está el poli en una habitación especial. Hablando de Harvers, el idiota se notaba tenso al llamarme y decirme: “Llévese al humano rápidamente de mi clínica, ya está sano y salvo, como lo prometí. Ahora, por favor, no vuelva jamás con él aquí”.

Seguramente algo debe saber el buen doctor, se habrá dado cuenta de lo que pasa entre Marissa y el poli, después de todo no es un completo imbécil. Entrecierro los ojos mientras empujo la puerta de la sala de cuarentena. Al entrar en la antesala, los ojos se me van hacia los monitores, que ahora muestran a Butch con el culo aparcado en la cama, con los brazos sobre sus muslos y la cabeza gacha. Mi memoria no puede evitar superponer otra imagen. Una que me hizo sentir mierdas que no había sentido nunca jamás y que me puso duro como una jodida roca. Marissa tumbada en la cama con el poli bajo ella. Los brazos de Butch la rodeaban mientras que las piernas de la hembra estaban a los lados de las caderas del poli, a horcajadas. El irlandés le subía un poco su maldito vestido vaporoso color melocotón mientras se movían ondulantes el uno contra el otro, los labios pegados y con las lenguas enredadas. A pesar lo caliente perdido que estaba el poli, era tierno con ella.

Como entonces, vuelvo a sentirme con la piel caliente y la polla a punto de hacer explotar la bragueta. ¿Cuándo ha sido la última vez que tuve algo así? Fácil. Nunca has tenido algo así, hijoputa pervertido. Lo tuyo son las cadenas, las fustas, la cera caliente… El dolor. Me hago crujir el cuello cerrando los ojos, intentando relajarme, pero otra imagen vuelve a llenarme el cerebro. Estamos en la puta noche de cine. Butch cambiando de posición, rodando sobre Marissa hasta quedar encima de ella. Los movimientos de su pelvis, soltando y contrayéndose en los típicos vaivenes de penetración, rozándose la polla, seguramente erecta, contra los húmedos pliegues de la hembra. Y, cuando Marissa enterró sus elegantes manos en el culo del poli, la cabeza de Butch se elevó con un gemido que todavía oigo. Joder, si antes había estado duro ahora la maldita cosa llegaba a doler. Ese extraño sentimiento de anhelo que tuve al verles sigue latiendo en mi cabeza, jodiéndome por no saber qué es lo que quería de esa imagen. Sé que no debería haber mirado pero, sobretodo, no debería… querer.

Me froto la cara con la mano desnuda, agarrando la bolsa con más fuerza con la otra e intentando sacarme esas imágenes de la cabeza y recuperar el autocontrol ahora que voy a tenerle delante. Respiro varias veces y me acomodo la polla dura dentro de los pantalones antes de caminar hacia la puerta de la habitación donde está Butch. Abro la puerta quedando frente a frente con el poli, sentado cabizbajo

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en la camilla, con las piernas colgando y una sábana sobre el regazo, desnudo de cintura hacia arriba. Joder, el Bob Esponja de whisky definitivamente está vivito y coleando. La maldita cosa que bombea en el centro de mi pecho vuelve a apretarse y a latir fuertemente, igual que cuando le vi despierto por primera vez después de que casi se fuera al patio de los callados. Me pego varias patadas mentales por estar sintiendo mierdas que no debería hacia el poli. Me aclaro la garganta y aprieto la bolsa nuevamente.

—Butch, colega.

Levanta la cabeza de golpe y sus ojos avellanas se centran en los míos con una fuerza desesperada que antes no le había visto.

[Escena 02]

BUTCH:

Llevo media hora mirando la puerta cerrada de la maldita habitación de cuarentena de la clínica de Havers. Media jodida hora ¿Lo peor? Que así va a ser el resto de mi vida: Butch, el poli humano, plantado delante de una puerta que nunca va a poder abrir. Ni hacia el mundo de los colmillos, ni de vuelta al de los humanos -¿para qué?, buena pregunta- ni hacia la mujer de su vida. Estoy pillado en la jodida tierra de

nadie a solas con la semilla del diablo en mis tripas. Suspiro y agacho la cabeza, sentado en la camilla sólo con la sábana alrededor de las caderas, porque hace 30 minutos Marissa me estaba llevando al cielo antes de volver a caer de morros en la tierra. Joder, no puedo creer que le haya dicho “no me esperes”.

Dios, mi vida ha sido un baile estos meses. De detective de Homicidios con impulsos autodestructivos a admitido en el círculo interior de una raza desconocida, donde he hecho los únicos amigos de verdad que he tenido jamás, uno en especial. Por primera vez sentí que conectaba con alguien, que tenía un grupo y un buen amigo, como parece que tiene todo dios en este mundo pero que a mí me ha esquivado siempre. Y en este nuevo mundo conocí a la que quería que fuera la mujer... hembra de mi vida. Precioso. El puto cuento de Papá Noel hecho realidad. Mierda, debí aceptar desde el principio que era inalcanzable pero luego... Luego parece que el

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Omega me secuestró... me hizo algo que no puedo recordar... me metió algo... y casi espicho de no ser por Vishous... y por Marissa. Estos días encerrados en la misma habitación casi me hicieron albergar esperanzas. El pobre humano arrastrado quizás podía alcanzar el sol. Meneo la cabeza y me paso las palmas por la cara. Hay que ser imbécil, O’Neal. He tocado de pies a tierra de la peor forma posible, con ella recordándome que no estoy a su altura, así que, claro, tenía que decirle “no me esperes”.

¿Y qué cojones podía hacer sino? Me he corrido en sus manos y la mierda era negra. Negra. Me ciño más la sábana alrededor de la cintura porque, si veo la cicatriz gris... por donde me metieron... Joder, vomitaré. Tengo que saber qué me han hecho, dónde me deja eso, en el apartado de humano neutral o en el de monstruo a cazar ¿Cómo iba a acercarme a Marissa así? Pero, claro, ella no va a esperar a que acabe de hacer de detective Holmes. Ha esperado 300 años por un macho que no la quería. No puede esperar por otro que le daría... ¿40, 50 años de compañía, a lo sumo, y parte de ellos meándose en unos pañales de viejo? Suelto una risotada y meneo la cabeza. Jugueteo con la sábana entre los dedos y me doy cuenta de que tiene un roto. Yup, Havers no me iba a poner las de lino bordadas, a mí, a la cucaracha evolutiva que babea detrás de su perfecta y noble e inhumana hermanita.

Esa es la cosa. Da igual que sepa qué coño me han metido dentro, o que me limpien con lejía ¿Qué dijo Vishous cuando me dio a beber su mojito de vampiro hace un tiempo? “Sigues siendo sólo un humano”. El cabrón nunca se equivoca. “Sólo” un humano arrastrado y medio alcohólico de 38 años. Me tiro el pelo hacia atrás con una mano, fijándome en las uñas todavía algo destrozadas por un día entero de tortura que no recuerdo.

Y aún cuando pudiera darle esos años a Marissa, ¿qué podría hacer por ella? Es una vampira que parece delicada como una muñeca pero que a mi lado es la maldita Superwoman. ¿Qué tío con los huevos en su sitio es capaz de sentirse macho al lado de una mujer que te puede ganar en un pulso? “Mira, te presento a Marissa, mi guardaespaldas”. Joder. Me lo ha dejado bien claro: que no intente protegerla porque, cualquier cosa que yo pueda hacer físicamente, ella lo puede hacer mejor. Si me cortaran los huevos no me sentiría menos hombre que con esa frase ¿Lo que más duele? Que tiene razón.

Mierda, así se debe sentir una rata frente a un león: abajo del todo de la cadena alimenticia. Una rata cabreada, acojonada y rabiosa. Eso sí. Voy a averiguar qué me han hecho, aunque sea lo último que haga en esta perra vida. Pienso decirle a Wrath que voy a ir a por los lessers y a saltarles los dientes hasta que me digan por qué. O hasta que me lleven a su jefe y se lo pueda preguntar yo mismo. Con un cuchillo en la garganta. En el fondo sé que no va a servir de una mierda, que

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esto –lo que coño sea- es de por vida y no hay botón de rebobinado. Pero al menos sabré si, cuando me muera, voy a ir al infierno con el Omega o puedo esperar que Cristo me acoja en su seno. Tuerzo la boca en media sonrisa. Si Vishous me oyera hablando como una monjita piadosa...

Vishous... el capullo me ha salvado la vida. El maldito vampiro encabronado con el mundo-chupador de Goose-boca cerrada... No sé por qué, pero sonrío. V es el jodido único mejor amigo que he tenido en mi puta vida. A veces parece que estuviéramos, yo que sé, como esperándonos ahí en el mundo, a pesar de lo distintos que somos... Frunzo el ceño, arrugando la sábana entre las manos. Tiene que saber algo. El mamón es como la Enciclopedia Británica, Google y el Código da Vinci todo en uno. Él tiene que saber qué me han hecho. Si no...

Suspiro fuerte y paseo la vista por las cuatro paredes del cuarto. Butch, tiempo de confesiones en solitario: estás jodidamente muerto de miedo. Porque no sabes si vas a empezar a oler a carroña lesser, si la mierda de dentro te va lavar el cerebro y vas a acabar traicionando a los únicos amigos que tienes. Si te vas a morir y vas a volver a las venas del puto horror del Omega. Porque sólo te vas a sentir hombre de verdad si el rey de los vampiros te deja pelear, porque tienes la sensación de que acabas de perder a Marissa para siempre y porque, en el fondo, estás solo. Cabreado dentro tu piel y en tu vida y necesitas sacar lo que te está comiendo con peleas o con whisky. Pero estás solo.

Ni siquiera oigo que la puerta de la habitación se abre y levanto la cabeza con un respingo cuando oigo el “¿Butch?”. Vishous. Más de dos metros de vampiro vestido de cuero que parecería igual de jodido asesino si estuviera en pelotas con una pluma en el pelo, porque lo suyo, su fuerza, le viene de dentro. Joder, le admiro. Siempre controlado, siempre controlando. Dueño de su vida. Nunca deja que la mierda le salpique. El maldito Megamind en carne y hueso que, a pesar de todo, comparte piso conmigo, que estoy a universos evolutivos de distancia. Nunca entenderé por qué lo hace, por qué es mi garantía de que yo siga en el mundo de los vampiros. V lleva una bolsa Valentino en la mano que tiene que ser mía, porque a él no le van esas mariconadas. Mía... pero pagada con el dinero de la Hermandad. Al contrario que él, yo no me gano la pasta que me gasto. Parpadeo sin decir nada un momento, sólo mirándolo. Intentando abarcar que no podría jugar a “Busca las 7 diferencias” entre él y yo. Me faltarían como doscientas. El hijoputa es todo lo hombre... macho que yo no me siento.

[Escena 03]

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VISHOUS: —¿Butch?— Levanta la cabeza de golpe y sus ojos avellanas se centran en los míos con una fuerza que antes no le había visto. Frunzo el ceño apretando la bolsa que cuelga de mi mano enguantada—. Butch, colega.

Vuelvo a decir su nombre a ver si me deja de mirar como si fuera un jodido demonio venido a su habitación para joderle más la vida… O es que tal vez piense que para eso vengo. Entro en la habitación de cuarentena de Havers mirando hacia el sillón donde solía sentarse Marissa cada vez que mi culo llegaba aquí. Vacío. Vuelvo a fruncir el ceño, centrándome en el poli. Sus ojos están llenos de una emoción que,

malditos sean todos, no me gusta ni una jodida mierda. Algo habrá pasado aquí… Algo que ver con la hembra que tanto desea el humano.

Me fijo bien en el rostro del poli. Aun está un poco amoratado, con el ojo izquierdo levemente más hinchado que el derecho. Los dedos hechos mierda, con algunas uñas que todavía están en crecimiento. Ese maldito agujero negro de su estomago es más pequeño que hace unos días, pero aún esta hay, condenando al irlandés. Las ojeras bajo los ojos y la palidez siguen de la misma manera, haciéndolo ver como un puto cadáver. Pero son sus ojos los que me preocupan. No sólo hay preocupación por lo que le pudo haber pasado y no saber que es exactamente, sino también tristeza a paletadas, rabia, dolor… pero también hay algo mas. Bueno, si sus ojos no son suficiente, parece que al ambientador le han echado algo llamado “Tengo la mierda hasta el cuello”, de Butch Herrera. Sip, el poli esta hecho trizas, en todo el sentido de la palabra.

—Joder, Havers tiene que estar loco para dejarte ir. Pareces una mierda. De verdad.

Me acerco hacia la cama en donde esta sentado con la sábana cubriéndole el culo y tan pensativo que me podría estar acercando con una guadaña para cortarle la cabeza sin que él dijera ni pío. Suspiro frustrado, lanzándole la bolsa, pero sigue con el mismo gesto de no tocar de pies al suelo. Toma aire y me responde con el ceño fruncido, mirando hacia el suelo como si en cualquier momento le fueran a aparecer respuestas de entre las baldosas.

—Mal día, eso es todo.

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Ajá, y no sé por qué puñetas creo que lo del “Mal dia” tiene que ver con que la hembra que estuvo aquí durante mucho tiempo cuidándole se haya esfumado. Miro hacia el baño para ver si estoy equivocado o no. La puerta está abierta del todo y no hay ni rastro de ella. Nope, una vez más, el cabezota hijoputa, tiene razón. Diez puntos para mí, felicitaciones. Vuelvo la vista hacia el irlandés haciendo la pregunta obvia.

—¿Dónde está Marissa?

Le pregunto solo para confirmar mis sospechas de la boca de él. Butch me responde mirando de la pared blanca al suelo.

—Se fue.

¿Así que la hembra lo terminó por dejar solo porque no soportó que el poli la quisiera follar o alguna mierda así? Aunque Marissa no sea de mi agrado en absoluto, la conversación que tuvimos me dejo entrever que le importaba mucho el poli, aún siendo humano. Me cruzo de brazos sobre el pecho, sin entender la fascinación del poli por la muñequita de cristal sensible.

—¿Se fue?

Sus ojos se levantan para quedarse fijos en los míos unos momentos antes de volver a bajarlos con una maldición.

—No me hagas decirlo otra vez.

Tomo aire con fuerza. Demonios. Así que la hembra lo mandó a la mierda, no sólo lo dejo aquí como si nada. Ahora si que el poli pasó de mierda-hasta-el-cuello a con-la-mierda-sobre-mi-cabeza. G.E.N.I.A.L. Para restarle importancia al asunto, le apunto con la barbilla, la bolsa con ropa, que esta sobre la cama.

—Bueno, te traigo algunas ropas y un nuevo teléfono móvil.

Mis ojos se van a las sábanas arrugadas, donde no hace mucho vi a Butch con la hembra, tocándose con esa necesidad primitiva y que ahora está grabado a fuego en el lóbulo frontal de mi maldito cerebro. No puedo evitar mirar al poli, nuevamente, con esa sabana cubriendo su cuerpo, e imaginando unas manos recorrerle, sus músculos moviéndose bajo esos dedos. Aparto la mirada de inmediato al darme cuenta de lo que diablos estaba haciendo. ¿Qué estás haciendo, maldito pervertido de los cojones? Es tu mejor amigo y el hetero confesado del siglo, no un rarito frikis como tú, hijoputa.

Me aprieto el puente de la nariz unos segundos, intentando retomar el control que debo mostrar ante todos, antes de girarme para

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enfrentarlo y… darme con la cabeza contra la pared hasta que quede cubierta de mis súper sesos. Joder, el poli dejó caer la sábana.

BUTCH:

Vishous tiene el puto don, entre otros muchos a cual más jodido, de hacer la maldita pregunta que no quieres escuchar. Marissa. La soga hecha de rabia y frustración me aprieta tanto que me limito a decirle lo que cualquier idiota con dos ojos vería, que se fue. No puedo soportar dar más detalles, como que me dejó bien claro lo débil que soy, justamente delante de la encarnación del Macho VampiriMan que es mi colega. A él nunca le dejaría una hembra por considerar que es débil, mierda puta. Y el aspecto que sé que tengo no mejora mi consideración. Foco. Tengo que recuperar mi foco: salir de aquí, que V me cuente qué puñetas ha averiguado sobre lo mío -porque TIENE que saber algo- y, sino, rastrear putos lessers como un sabueso y sacarles la verdad a hostias.

Salgo de mi laberinto interior cuando V me tira la bolsa con ropa encima de la cama. Sin mucho pensar, aparto la sábana, que es lo único que me cubre, y me levanto para rebuscar en la bolsa. El cabrón se ha esmerado. Teniendo en cuenta que sólo sabe combinar negro con negro, ha conseguido componerme un par de trajes. Con ropa interior y camisas incluidas. En pelotas de pie al lado de la camilla, paso una mano por el traje negro. Otra cosa que uso sin haberla pagado. La mierda es que no me puedo pasear por Caldie meneando las bolas, así que el traje negro va a ser. Cojo unos bóxers y me los subo por las piernas. Me meto la camisa por los brazos y me giro hacia V mientras me abotono... ¿pero qué coño?

El tío me está mirando como si pudiera hacerme una jodida trepanación de parte a parte del cerebro, rígido como una puta estatua a la que han insertado pilas en los ojos. Parpadeo un momento, con la sensación de que hay culebrillas eléctricas entre nosotros. Es una sensación que he tenido a veces con V, que no sé definir y que me pone los pelos de punta... sin que pueda decir si es agradable o incómoda. Hasta que caigo en la cuenta: Vishous nunca se pasea por casa en pelotas. Ni siquiera al salir de la ducha o en el gimnasio. Así que le debe estar resultando tan desagradable como beber un vaso de leche caducada haberme visto en bolas. A un humano. Yup, claro. Él es una puta mole llena de músculos, sin imperfecciones y al que no le hacen falta bandas de depilación. Acabo de abotonarme la camisa y le miro con el ceño fruncido.

—Perdona, debí haberme tapado mi feo culo humano. Debe haber sido como ver el puto "Planeta de los simios".

Le oigo coger aire pero paso de seguir con el tema del humanito lanudo. Con el de humanito arrastrado y maldito ya voy servido. Me

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pongo los pantalones, meto los faldones de la camisa y me enfrento a su mirada. Por alguna razón, echa chispas y sigue muy quieto. A veces me pregunto si... Muevo la cabeza. Deja de pensar chorradas, Butch.

—Eh, V, deja de hacerte el jodido tipo misterioso y suelta qué mierda has averiguado sobre... sobre lo mío. —a pesar del cabreo, me sale el patetismo miserable en la voz—. Sabes algo, ¿no?— me paso las manos por el pelo, a medio vestir—. Mierda, V, dime que tienes alguna maldita pista de qué cojones me han hecho.

VISHOUS:

No puedo evitar mirar el cuerpo desnudo del poli, de la punta de los pies hasta la punta del cabello levantado que tiene, cuando deja caer la sábana que le cubría. Jodida puta mierda. Sus pectorales están bien trabajados y tiene un estómago prieto, marcado con una línea de vello que baja hasta llegar a la polla, grande y ancha incluso flácida, descansando sobre unos testículos potentes. Joder. Mis ojos permanecen pegados a su cuerpo mientras el irlandés se gira para darme otro plano de su cuerpo. Los músculos de su espalda bien formada, -que no hace mucho las manos de Marissa estuvieron acariciando con avidez- el culo musculoso -que se contraía cada vez que presionaba el cuerpo de la hembra- y las piernas largas y marcadas. Todo eso cubierto por una piel algo tostada y con vello en sectores estratégicos, como el de cualquier humano. Pero hay algo en este cuerpo de humano que hace que el mío se tense al instante y mi polla pase a decir “hey, aquí estoy”, como si necesitara que Butch se diera cuenta que soy un maldito hijo de perra depravado.

Intento controlar el calor que se esta extendiendo por mi sangre mientras veo al irlandés vestirse, pero parece que la maldita cosa no quiere cooperar hoy. El poli se gira hacia mí cuando se está abrochando la camisa y… sip, algo pasa. Por la manera en que me mira, estoy seguro como la mierda que mis ojos están brillando como dos bombas nucleares. Demonios. Cojo la mayor cantidad de aire, pero es como si los jodidos pulmones no quisieran hacer su puto trabajo. Sus ojos se desvían al suelo antes de volver a concentrarse en ponerse los pantalones cuando me dice lo de "Perdona, debí haberme tapado mi feo culo humano. Debe haber sido como ver el puto "Planeta de los simios".

En absoluto.

¿Qué diablos estás pensando, puñetero degenerado? Vuelvo a coger aire con fuerza y comienzo a controlarme como debí haber hecho desde el momento uno para evitar pensar estupideces. Meto la mano en el bolsillo del pantalón para buscar un liado cuando reparo en la bombona de oxígeno. Simplemente genial. Lo saco y me lo pongo

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entre los labios solo para sentirlo allí mientras juego con el encendedor sin prenderlo. Si exploto, que explote yo solo, ¿no? Vuelvo a centrarme en el humano, ya vestido gracias a quien mierda sea, cuando escucho en su voz ese pánico post secuestro, preguntándome si sé algo. Mierda y recontra mierda. Aún no he encontrado nada en todos los artículos que he leído, ni siquiera en las Crónicas u otras investigaciones. Sip, este sería un jodido buen momento para encender un liado. Niego con la cabeza para responderle.

—Quizás sepa algo, pero todavía no he encontrado nada en concreto, por lo menos no en las Crónicas, aunque eso no significa que no vayamos a resolver esta mierda que te ha sucedido…— Le echo un vistazo al informe médico de Havers para comprobar que todo anda bien, por lo menos por fuera—. Tus resultados están bien. Todo parece haber vuelto a la normalidad.

BUTCH:

Me quedo plantado como un miserable panoli, con el culo apoyado en la camilla y los calcetines de seda a medio poner. Oh, joder. M-I-E-R-D-A. Conozco esa expresión de V. Es la de "infundamos tranquilidad al personal mientras pienso qué coño hago". Se la he visto poner ante Wrath cuando el Rey le pregunta sobre algo que V aún no ha averiguado y el cabrón disimula con su fachada de Iceman controlado. Luego empieza a buscar un cigarrillo y esa es la maldita señal definitiva. No sabe lo que me han hecho. No tiene jodida, puta idea. Me entra el pánico cuando recuerdo las arcadas, el dolor, la agonía, la sensación de gusanos paseándose por mis intestinos que he sufrido durante semanas.... y junto todo eso con la cara de quien era mi esperanza de saber qué coño pasa, V y su cerebro superdotado... más el horror cuando vi lo que salió de mí hace un rato.

—¿Bien? ¿Mis resultados están... bien?— la voz me sale ronca mientras me incorporo, quedando veinte odiados centímetros más bajo que V. Aprieto los puños hasta que me duelen las uñas a medio curar— ¿Cómo COÑO dices que todo está bien? ¿Sabes lo que ha pasado antes de que llegaras, tienes jodida idea?— sé que estoy gritando pero a la puta mierda con todo—. Me corrí. Y la mierda era negra. Negra, V ¿Alguna vez has sacado mierda negra por la polla? ¡Pues yo sí! ¿Te parece que eso es normal para un humano? Deja que te conteste: ¡NO!

Inspiro para intentar controlarme pero joder si puedo. No con todo este marrón ahogándome, peor que en los días más miserables en Homicidios. Esto no va sólo de lo enfermo que está el mundo, de lo que los criminales son capaces de hacer con otro ser humano. Va de mí, del mal que siento en las tripas, de que me han condenado -lo sé

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de alguna manera-, de que no tengo salida, de que estoy atrapado y de que, tal como sabía, estoy solo. Vishous se me queda mirando como si yo fuera un Alien -quizás lo tenga dentro-. Parece cómo si le acabara de dar una patada en los huevos y le hubiera vaciado el cerebro de palabras. No puede ayudarme. Muy en el fondo, lo sabía.

Esto sólo puedo solucionarlo yo, no tenía sentido que cargara a V con el marrón de intentar averiguarlo. Será lo último que haga yo antes de irme a la tumba. Respiro tan hondo que la camisa cruje. Me pongo los zapatos con rabia, metiendo los pies sin deshacer ni los cordones. De un manotazo, cojo el Motorola nuevo que me ha traído y me pongo la americana del traje de dos sacudidas antes de girarme hacia él.

—Necesito largarme de aquí. Ahora.— me froto la cara con las manos, sintiéndome un pellejo lleno de parásitos—. No tendría que haberte pedido que me ayudaras a saber qué coño me hicieron, no puedes saberlo todo. Le diré a Wrath que pienso salir a las putas calles, coger por las pelotas a todo lesser que vea y sacarles la verdad a cuchilladas. Alguno conocerá al jefe, o alguno sabrá algo. No pienso quedarme con el culo en el sillón del Pit mientras me pudro por dentro. Tampoco necesito que ninguno de vosotros me acompañe a hacer de Sweeney Todd, no es justo. Le diré a Wrath que lo haré solo.

Me quito las manos de la cara y levanto los ojos a tiempo de oír lo que ha sonado como la madre de todas las maldiciones en la lengua rara que habla V.

VISHOUS:

Maldigo al poli en todos los idiomas que conozco. Maldito irlandés de los cojones, además de plantarme en las retinas una imagen bastante clara de cómo se habrá corrido en lo que supongo fue las manos de la hembra, lo que confiesa es una real mierda. ¿Que se corrió negro? ¿Cómo demonios pasó? Aprieto las mandíbulas hasta casi encajármelas. ¿Ahora qué diablos se supone que tengo que hacer? ¿Cómo infiernos ayudaré al poli? Inspiro con fuerza para mantener la calma… pero claaaaaro, el jodido humano no me lo permite cuando me dice, "No tendría que haberte pedido que me ayudaras a saber qué coño me hicieron, no puedes saberlo todo".

El imbécil cree que necesita pedirme las jodidas cosas para que le ayude y encima se atreve a decir, en otras palabras, que no sirvo de una mierda para hacerlo. Estoy a punto de darle un buen puñetazo en ese hocico de animal que tiene cuando suelta la otra bomba de ir a decirle a Wrath que va a hacer de Sherlock Holmes él solito. Si antes pensaba que era un idiota del tamaño de África ahora definitivamente lo ha sobrepasado. ¿Cómo coño cree que Wrath le dejará salir como si nada a buscar venganza con unos enemigos que lo acaban de dejar

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como carne molida para los coyotes? Me acerco dos pasos a él con el cabreo justo en el punto de ebullición cuando otra vez se le ocurre abrir su puñetera boca con otra de sus brillantes ideas. "Tampoco necesito que ninguno de vosotros me acompañe a hacer de Sweeney Todd, no es justo. Le diré a Wrath que lo haré solo", me dice.

OK, si no lo maté en cuanto apareció en la mansión, lo haré en este puto momento. Quedo nariz con nariz con Butch, los colmillos explotan en mi boca como un puto jabalí y brillando como un jodido gusiluz. Él se lo ha buscado.

—Escúchame muy bien lo que te diré, hijoputa. Si te digo que encontraré que mierda te hicieron, es porque lo haré y punto.— Gruño, a punto de agarrarlo de la camisa pero reteniéndome con la fuerza de voluntad que he trabajado por los siglos de los siglos, amén—. En cuanto a lo de Wrath, te jodes, no le dirás una puñetera cosa porque él no lo va a permitir. La Sociedad Lessening es nuestro puto asunto, no el de un humano. Se que lo que te hicieron no es una maldita fiesta. ¿Quieres vengarte? Muy bien.— le siseo apuntándole el rostro, con el dedo índice de la mano enguantada, con todos los recuerdos concentrados desde el momento en que escuché el mensaje sabiendo que alguna mierda le había sucedido pasando por el instante en que lo encontré tirado en el bosque apunto de morir hasta estos jodidos días pensando que iba a perderlo—. Pero que sepas que no eres el único, ¿me entendiste ahora, hijo de perra, o te lo tengo que explicar a golpes?

Me enderezo, evitando abalanzarme sobre él, y viendo cómo aprieta la mandíbula. Entendió que no es el único al que le importa lo que sucedió. No es sólo por mí, también es por mis Hermanos, sea como sea somos una familia.

—Así que te aguantas.— zanjo la discusión y zamino tenso, a zancadas duras, hacia la puerta de la habitación cuando le vuelvo a gruñir—. Y mejor apura tu jodido culo si no quieres que te saque arrastrando de este puto lugar.— le digo sin girarme.

BUTCH:

Condenado, maldito, hijo de mil zorras. Resulta que lo de “se me ha puesto la vista en rojo” de furia no es una manera de hablar. Nop. Es justo lo que me pasa cuando el mamonazo que creí que era mi mejor amigo se me pone como un puto gorila con colmillos para decirme, más o menos, que lamenta lo que me ocurrió pero que me la envaine y plante mi culo en un sofá mientras él soluciona mi caso. Joder. Del ramalazo de furia que me recorre soy incapaz de abrir la puta boca durante un rato, hasta que el mamonazo, encima, me larga lo de “Y mejor apura tu jodido culo si no quieres que te saque arrastrando de

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este puto lugar” antes de salir por la puerta de la habitación de cuarentena.

Hasta aquí hemos llegado. Así que mi colega, mi hermano, mi... mi no sé qué pero seguro como la mierda que el tipo más importante que se ha cruzado en mi camino me acaba de aparcar en el banquillo con algo que es mi vida. Aprieto tanto los dientes que parece que me van a salir grietas, me pongo el abrigo largo con dos tirones, me cuelgo la puta bolsa Valentino del hombro y salgo de la habitación empujando la puerta contra los goznes. El cabrón ya ha salido de la clínica. Recorro los pasillos como si estuviera arando el suelo con los zapatos, deseando patear su puto cerebro superdotado, su mirada de superioridad, las toneladas de testosterona de machito que debe creer que yo no tengo, deseando... mierda puta, deseando matar a alguien a golpes.

Cuando salgo por las dobles puertas de la clínica, el aire helado me da dos bofetadas en la cara pero no baja ni una chispa el cabreo del milenio que llevo. Vishous está caminando hacia el Escalade, de espaldas a mí, y por la pose de sus hombros sé que se está encendiendo un liado. La sangre me hace “plop plop” en las venas y Butch Racional se va a comer mierda.

—¡Eh! ¡Tú! ¡Sí, tú, pedazo mamón de los cojones!— le grito con voz ronca mientras me acerco a zancadas a él.

El tío sólo me mira por encima del hombro, con el cigarro en la boca y la ceja enarcada y me cago en la puta pero nadie me mira como si fuera un perrito que debe obedecer a su amo. Le agarro del brazo derecho, duro como el maldito acero pretensado, y de un tirón le obligo a girarse del todo hacia mí. Antes de que se dé cuenta, tengo la cara muy cerca de la suya.

—No se te ocurra, ¡¡joder!! No se te ocurra decirme que no tengo el maldito derecho a averiguar qué mierda me han hecho. Es MI. PUTA. VIDA —le grito— ¡¡MI vida!! Ni Wrath, ni tú ni la madre que os parió a todos tiene derecho a decirme que me siente a mirar el techo porque creéis que no valgo para estar en las calles.

Los ojos de V lanzan chispas, literalmente, y es ese jodido aspecto de dios lo que más me saca de quicio. A veces quisiera que tuviera algún defecto, algún maldito punto débil para que entendiera lo que mierda es ser humano. A veces desearía no admirarle tanto porque luego jode más que te dé por culo. Tomo aire para hablarle muy despacio y tan cerca de su cara que puedo oler el aroma de su tabaco.

—Si no quieres que salga a la calle, entonces mátame.— los ojos se le abren como platos—. No pienso quedarme en el Pit como una zorra mantenida, dime qué coño harías tú si estuvieras en mi maldito pellejo, joder.

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Vishous entrecierra los ojos y sé que algo de lo que le he dicho le ha dolido, o a lo mejor me ha entendido, yo qué sé. Menea la cabeza y me dice un “Butch...” en un murmullo. Me quedo como estoy un momento, agarrándole del brazo, notando cómo se contraen sus músculos, y mirándolo muy fijo a los ojos. Tiene un círculo azul marino alrededor del iris blanco. Joder, es como de otro puto mundo, y, a pesar de eso, me gusta pensar que es –o era, no sé- mi amigo por mí mismo. Hay algo roto en él y juro que ahora mismo una parte de mí quiere abrazarle porque odio pensar en V dolido, pero otra parte me grita que salga de aquí cagando leches, que me llene de alcohol, que intente bajar la ira hasta un nivel con el que sea capaz de vivir.

Aprovecho para cogerle el mando del Escalade que lleva en una mano y doy un paso atrás. No sé por qué pero soltarle el brazo me duele. Es como si me fuera a ir lejos de la única persona en el jodido universo que... que yo qué sé. Levanto las manos mientras sacudo la cabeza.

—Necesito dar una vuelta, ¿sí? No haré el gilipollas, prometido, pero... mierda, tengo que estar solo un rato.

Me doy la vuelta dejándole plantado bajo una farola en el aparcamiento de la clínica y arranco el Escalade con un chirriar de las ruedas.

VISHOUS:

Salgo de la clínica con la mierda hirviendo con ganas de golpear algo, o mucho mejor, matar algo. Sip, eso es justo lo que necesito. El golpe de frío probablemente podría bajar el cabreo pero no es únicamente contra el poli, también es ...contra mí, por no poder encontrar respuestas. Y eso es jodidamente lo que necesita.

Camino a zancadas largas y duras hacia el Escalade, apretando la mano hasta que el guante cruje por el cabreo que llevo dentro. Respiro varias veces intentando retomar el control que, nuevamente, el hijo de perra del irlandés ha logrado socavar. Saco el encendedor negro Zippo mirando hacia el frente, jugando con él. Mierda… sólo mierda. Rebusco entre los bolsillos un liado hasta que doy con uno, me lo pongo entre los labios, dándole la primera calada cuando escucho al poli llamarme con lindezas. Oh, sí, no sólo yo estoy a punto de explotar.

Me giro, mirándolo por sobre el hombro con una ceja enarcada y el liado recién prendido aún en los labios. Me agarra del brazo con fuerza, me gira y no puedo evitar que los colmillos se me vuelvan a alargar con los ojos brillando cuando me dice, “No se te ocurra, ¡¡joder!! No se te ocurra decirme que no tengo el maldito derecho a averiguar qué mierda me han hecho. Es MI. PUTA. VIDA. ¡¡MI vida!! Ni

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Wrath, ni tú ni la madre que os parió a todos tiene derecho a decirme que me siente a mirar el techo porque creéis que no valgo para estar en las calles”.

Ahora sí que lo golpeo hasta hacerle volver a la clínica por ser un idiota de los mil cojones. ¿Acaso no tiene tres putos dedos en la frente? ¿No entiende que sólo lo quiero… queremos proteger? Aprieto la mandíbula con un gruñido a punto de escaparse cuando al Sr. Bocaza se le ocurre decir, “Si no quieres que salga a la calle, entonces mátame”.

Los ojos se me abren a punto de salir de las orbitas. Respira, Vishous, respira. Piensa en control. Control. Control. Lord Imbécil vuelve a abrir su jodida bocaza: “No pienso quedarme en el Pit como una zorra mantenida, dime qué coño harías tú si estuvieras en mi maldito pellejo, joder”. Meneo la cabeza, murmurando.

—Butch…

Joder. ¿Qué haría yo? Mataría uno a uno a esos hijos de perra como hice con los malditos que me intentaron hacer daño en el campamento… Olvida eso ahora. Aprieto ambos puños respirando profundo y mirándolo fijamente a los ojos avellanas cuando me quita el mando del Escalade y dando un paso atrás me dice que se va a dar una vuelta, bajo promesa de no hacer el gilipollas. Dejo irse a Butch sin decir una jodida palabra más… Bueno, era eso o definitivamente patearle el culo al poli… y, por mucho que desee hacerlo, no es lo que necesita después de todas las malditas cosas por las que ha pasado.

Una parte de mí no puede evitar pensar, ¿ya te está comenzando a joder el cerebro, idiota? ¿Desde cuándo te has puesto tan mamonazo como para no patearle el culo como se lo merece? Y la otra, la idiota, piensa que, desde que estuve a punto de perderlo, desde que pensé que volvería a estar como siempre he estado, solo contra el jodido mundo... Oh, cállate, hijoputa. Gruño, golpeando con el puño la farola que tengo al lado.

—Por la puta madre. — Saco el móvil y marco el número nuevo de Butch. Contesta a los dos pitidos y, sin esperar a que diga algo, hablo yo primero—. Es mejor que te cuides y de verdad no hagas el gilipollas, poli. Porque, si logras hacer que te maten, te prometo que iré a buscarte al Fade degollando a todo lo que se me cruce hasta encontrarte. Y, una vez lo haga, te patearé el culo hasta que no puedas sentarte ni siquiera para cagar.

Sin esperar a que me responda, corto la llamada antes de sentirme tentado de preguntarle a dónde piensa ir para poder materializarme allí y cuidar su culo por miedo a que haga alguna mierda. Joder, eres un verdadero estúpido.

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Niego con la cabeza mientras marco el numero de Rhage. A los tres pitidos contesta.

—Hey, ¿cómo está el poli? ¿Dónde nos juntamos?

Aprieto el móvil mientras le respondo.

—Voy a patrullar solo. Tú ve con Z y Phury.

Le corto antes de que empiece con sus brillantes preguntas al estilo “Ley y El Orden”. Guardo el móvil y tiro el liado que no me he llegado a fumar antes de desmaterializarme. Si hoy el poli necesitaba unos tragos, bueno, yo necesito perforar un par de corazones muertos.

[Escena 04]

SEÑOR X:

Ciertamente, el orden es agradable, incluso para los muertos que aún caminamos sobre dos pies. Apostado junto a la puerta de entrada del gimnasio que compré hace meses, contemplo las filas de mis reclutas, que imitan con precisión los movimientos que les enseña Van Dean. Esta noche es el turno de

dos de los escuadrones Beta, los novicios de la Sociedad Restrictora. Muchos de ellos aún carecen de la despigmentación cutánea y capilar que nos identifica a los veteranos. Especialmente a mí. Van Dean mira en mi dirección de vez en cuando, a mitad de sus movimientos ¿Qué debo parecerle? ¿Un monstruo educado? ¿Una estatua inanimada acechando en un rincón, de piel marmórea, pelo níveo y ojos descoloridos, rodeado del leve –para un humano- hedor de la tumba? No es que pueda evitarlo, es el producto de 63 años como lesser. Parte de ellos, como Forelesser. Demasiados. Es hora de poner el broche final a mi existencia, siempre que consiga hacerlo lejos del Omega.

La vida es irónica, reflexiono mientras camino hasta detenerme detrás de la enorme mole de Van Dean, que grita instrucciones a mis silenciosos hombres. Cuando el idiota

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soñador de mi padre se quitó la vida tras perderlo todo en los tiempos de la Gran Depresión, le desprecié por ello. Suicidarse es de cobardes. Curiosamente, es lo que planeo hacer yo ahora: buscar mi propia manera de morir, que me evite la cadena perpetua de volver a la esencia del Omega.

Entrecierro los ojos mientras Van Dean grita el fin del entrenamiento. El humano tiene la tez roja del esfuerzo, mis hombres no. Habla con ellos, aleccionando a unos y elogiando a otros. Es un buen entrenador, le escogí bien cuando le encontré en el circuito de peleas callejeras. Le sobra agresividad, carece de escrúpulos y tiene un talento natural para la violencia. Lástima que tenga la elegancia de un bulldog gruñón.

Claro que todo ello es colateral del auténtico motivo por el que le escogí, pero igualmente él entrenará a los hombres para que cumplan con el programa de objetivos he trazado. Con suerte, caerán suficientes vampiros lo bastante rápido como para que el Omega esté satisfecho un tiempo. Además, Van Dean podrá localizar posibles reclutas en el mundo de los combates ilegales, ése es el asunto que tengo que tratar hoy con él. Con todo ello, el Omega no se fijará en mis auténticos planes. Podríamos llamarlo cebo de distracción para un dios. Conservaré a Van Dean vivo como humano el tiempo suficiente como para que me traiga candidatos para que el Omega los induzca... luego será su corazón el que arranque del pecho para despertarle como uno de los nuestros, uno muy especial.

Porque, si mis años de estudio y de búsqueda entre la escoria humana han dado los frutos correctos, él está destinado a ser el Destructor, aquel con el poder para aniquilar lessers sin que nuestra esencia vuelva a las venas del Omega. Aquel que me matará y me hará libre. He estudiado los pasajes más oscuros de nuestras Crónicas y los signos son los correctos: nacido en Caldwell, también conocida como “Well”, tal como reza la profecía; con cuatro dedos íntegros en la mano derecha; con un ojo negro tatuado entre sus omoplatos; dos marcas en la parte delantera de su cuerpo –el ombligo y una cicatriz de apéndice- y, obviamente, con un sexto sentido especial en la lucha. Sí, él es el Destructor. Observo a mis hombres romper filas y Van Dean se dirige hacia mí, mirándome con el recelo habitual. Hace bien, incluso sin saber lo que le reservo. Ahora, seamos prácticos: la misión inmediata. Espero a que se seque el sudor de la cara y escucho su cháchara sobre los progresos de los reclutas sin mucho interés. Cuando acaba, voy directo al grano, sin desviar la mirada de él.

—Aprecio tus esfuerzos con mis hombres, pero he de encargarte un trabajo adicional.— veo que frunce el ceño y elevo una comisura. Tan predecidble...— Será recompensado con el pago adecuado, hijo, y no es nada que no hagas ya.— camino en círculos a su alrededor, con mis manos enlazadas a la espalda—. Sigues moviéndote en el

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ambiente de las peleas callejeras, eso lo sé. Bien. Necesito que estudies a los combatientes, que busques hombres que puedan encajar con mi... pequeña milicia.— me detengo ante él y le miro con las cejas enarcadas— ¿Crees que serás capaz de esa ligera tarea?

VAN DEAN:

Toco el silbato una vez más, golpeando con el puño derecho hacia adelante.

—Vamos, señoritas… que no tengo todo el jodido día.

Intercalamos los puñetazos. Derecho. Izquierdo. Derecho. Izquierdo. Hacen varias repeticiones mientras yo los observo, caminando a su alrededor. Al examinar a todos los supuestos reclutas de Xavier no puedo parar de preguntarme: ¿Por qué mierda me escogió a mí para entrenarlos? No es que los idiotas sean buenos en las técnicas de lucha callejera y, mucho menos en boxeo, como yo. Podría patearles el culo cuantas veces me diera la gana. Pero sí que son más fuertes y más resistentes, admito para mí mismo. Los años luchando en las calles cuando niño, después de adolescente en las pandillas y, siendo adulto, en el Ejército y después en los rings semiprofesionales, han hecho de mí una maquina de golpes duros y certeros.

Aunque, después de tantos años, todos esos golpes que he recibido están empezando a pasarme factura y mi jodido hombro me ha estado doliendo como una puta zorra. Y eso sólo significa una cosa: adiós al dinero que recibo de las peleas ilegales. Mierda, definitivamente tendré que juntar un buen dineral para poder mantenerme durante mi vejez. Sueno patético, hasta yo lo sé. Volviendo a la realidad de golpe, vuelvo a pitar el silbato.

—Ahora haréis esto, si no queréis que vuestros lindos rostros de niñas se vayan a la mierda.— flexiono una pierna y lanzo un puñetazo mientras me protejo la cara con el otro puño. Lo hago una vez más, pero esta vez a la izquierda.— Os toca.

Pito una vez mas y todos comienzan. Me detengo para observar la técnica de varios tíos y retocar los gestos de algunos. No están mal, aunque parece un grupo de niños malcriados. Cada vez que estoy con estos tipos no puedo dejar de pensar que hay algo que no va bien en ellos. No sudan como puercos, como yo; tampoco se cansan, a pesar de que llevamos más de dos horas entrenando, y ese olor como a talco de bebé que exudan es una asquerosidad. Cualquiera pensaría

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que todos llevan el mismo perfume, Eau de Hediondez, por Xavier & Gabbana.

Hablando del demonio, miro de reojo hacia atrás y yeap, ahí está, de pie en la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho como un general, viendo cómo entreno a su milicia… o lo que sean estos compadres. En cada entrenamiento supervisa lo que hago, sea donde sea que esté dando las clases. Eso es una mierda extraña. Cada día me llegaba un mensaje a mi móvil, solo una hora antes de la convenida, con la ubicación del lugar. Hasta ahora, las cinco últimas clases las he dado aquí. Podría pensar que estos tipos que entreno pueden estar involucrados con los del gobierno, porque todos usan la misma ropa y los jodidos son muy poco sociables y comunicativos…. Pero hay algo en ellos que me dice que no son del gobierno, que tal vez ni siquiera sea legal. Bueno, al demonio, mientras me paguen, yo seguiré aquí haciendo el intento por hacerles sudar las pelotas. Pito el silbato por ultima vez.

—Esto es todo por hoy, señoras. Nos estaremos viendo.— con esas palabras, el grupo se dispersa. Me acerco a uno que no debe tener mas de 20 años—. Eh, tú, necesitas practicar más, tus movimientos son lentos y débiles…

Él tan sólo asiente antes de agarrar su chaqueta e irse. Yeap, los bastardos son sociables a cagar. Me giro hacia el cara pálida o como a él le gusta que le llame, Señor Xavier, mientras me seco el sudor de la cara. Nah, señor mis pelotas, sólo lo llamo así porque el dinero que ingresa en mis bolsillos es justo lo que necesito. Le informo de que el nivel del grupo ha ido mejorando con cada entrenamiento. Podría transformar a alguno de ellos en máquinas decentes, porque tienen un buen potencial, pero su cara apacible me dice que le importa tres huevos lo que estoy diciendo, así que cierro la boca y él aprovecha a abrir la suya. Me dispara todo el discursito mientras se mueve a mi alrededor, con una autosuficiencia que me saca de quicio, como si se creyera superior a mí. Pero bueno, nombra la palabra clave, “pago adecuado”.

—No lo creo.— le contesto. Cuando el palidito enarca ambas cejas aún mas, sonrío como el cabrón que puedo llegar a ser—. Lo sé. No hay problema, sé por dónde se mueven. Y también cómo y qué buscar en un luchador. Ese trabajo es pan comido.— Tiro la toalla al suelo, ya que no hay un puto mueble en el lugar— ¿De cuántos verdes estamos hablando? Ya que una cosa es entrenar a tu… —muevo la mano como definiendo a su grupo— milicia y otra buscarte luchadores calificados para lo que necesites.— Enarco una ceja, esperando su respuesta.

SEÑOR X:

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Ah, sí, hay otra cosa que viene de serie con este hombre, el futuro Destructor: el engreimiento. Escucho su bravata sin enarcar ni una ceja, sonriendo por dentro al pensar si estará tan seguro de sí mismo el día que le abra el pecho con una sierra mecánica y, aún vivo, le arranque su corazón palpitante. Pero no nos distraigamos con pensamientos agrdables... Asiento.

—Como tú mismo has dicho, ese trabajo es pan comido para ti. A fin de cuentas, sólo necesitas fijarte un poco cuando acudas a las peleas, así que no esperes que iguale la oferta que te hice por entrenar a mis hombres.— reanudo mi paseo a su alrededor, golpeándome los labios con los dedos entrelazados. De reojo, veo cómo se masajea un hombro, como suele hacer cada vez que entrena durante más de una hora.— Pongamos 500 dólares por cada candidato aceptable que traigas ante mí. Pero —alzo una mano— asegúrate bien de que cumple mis estándares de calidad antes, detesto perder el tiempo.

Veo en su expresión cómo calcula los beneficios y sé en lo que está pensando. Van Dean hace tiempo que dejó atrás el esplendor de la juventud y eso, para un luchador, significa empezar a mirar la decrepitud a los ojos.

—Ganarás una buena suma trabajando para mí, si demuestras tu valía, hijo. Pero no será suficiente para sostenerte en la vejez. Ya no puedes pelear al mismo nivel que antes, ¿verdad?— sonrío de lado al ver cómo frunce aún más el ceño.— Cuando creas que estás preparado para aceptar lo que sea necesario, tendré una oferta para ti que podrá resolver los inconvenientes del paso del tiempo.—susurro lo bastante cerca de él como para que perciba el olor que emano y aprecie los signos de mi condición no humana.

Van Dean no es una gran inteligencia, pero es astuto y perceptivo. Sé que tiene la impresión de que algo no es correcto con mis hombres, cualquier imbécil que haya peleado y sudado apreciaría la diferencia con nuestros cuerpos no muertos. Pero la aceptación del paso final, para que sea exitoso a largo plazo, debe ser voluntaria. Quizás aún no es el momento para él, pero debo ir plantando las semillas.

—Bien, hijo, ¿qué me dices del pago? Si estás de acuerdo, podrías empezar esta misma noche.

Tengo que darme las gracias a mi mismo por haber hecho una pequeña fortuna los años que trabajé para una de las familias de la mafia neoyorquina. Eso me permitió invertir bien mis ganancias: acciones en bufetes de abogados, en empresas de ingeniería, luego en bolsa... Otra ironía del destino es que acabé siendo más rico que mi padre, sólo para tener que invertirlo todo en la Sociedad Restrictora. Aquí, todo está al servicio del Amo. Pero el dinero me permitió comprar este gimnasio tras su clausura por falta de permisos

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y también hacerme con todas las armas que iban a subastar. Y me permite pagar a Van Dean para mantenerle cerca de mí hasta que esté listo para convertirse en uno de nosotros. Espero su respuesta sin parpadear.

VAN DEAN:

¿500 verdes por recluta? No está nada mal. Nope, nada mal. Sonrío internamente mientras me masajeo el maldito hombro, que me está matando. A ver, mil por cada clase a su “milicia”, y son hasta cuatro veces por semana, más quinientos por cada recluta que pueda encontrar. Esto es justo lo que necesito para poder largarme de aquí de una buena vez. Dinero, dinero, dinero. Sus palabras me sacan de mis sumas mentales al recordarme que cada vez estoy más viejo para poder pelear durante un tiempo más. El maldito tiene razón. Definitivamente, ya no puedo pelear como antes, me canso mas, mi fuerza disminuye y lo peor de todo es que mi cuerpo se está atrofiando, por mucho que aún mantenga la fuerza mental.

Demonios. Frunzo el ceño, cabreado al pensar que la edad se me está viniendo encima, pero más por sus palabras. ¿Qué mierda es eso de “una oferta para ti que podrá resolver los inconvenientes del paso del tiempo”? ¿Acaso tiene la fuente de la juventud o qué? Mejor dejo de pensar en este raro de los cojones y me concentro en los verdes que le puedo sacar haciendo lo que mejor sé hacer. Asiento, sonriendo de medio lado.

—Empiezo ahora mismo, no hay ningún jodido problema.— Camino hacia unas de las esquinas y me agacho para agarrar el bolso que traje conmigo.— Tú solo encárgate de tener mi dinero… señor Xavier.

Me despido con dos dedos en la frente y chasqueando la lengua antes de caminar hacia mi camioneta. Bueno, es hora de hacer algo más de dinero. Camino hacia mi súper camioneta Chevrolet Luv del ’90 color rojo oxidado. Yeap, toda una chatarra con ruedas. Tiro la bolsa en el asiento del copiloto mientras me ubico frente al volante sin poder entender por qué mis instintos han estado pitando desde que comencé a trabajar para el raro pálido. Sé que el cabrón no tiene nada de normal, que sus ojos son extraños de cojones y que el aroma que exuda es como de un animal muerto lleno de fruta podrida por dentro. Odio no entender qué mierda pasa a mi alrededor, pero bueno, yo quería dinero fácil, y el tipo me pasa ese dinero fácil que tanto me gusta.

Niego con la cabeza pensando seriamente que necesito unas buenas cervezas antes de ir a los almacenes abandonados cerca de la calle Hattaway, donde normalmente se realizan las peleas. Yeap, unas cervezas serían la mejor mierda que podría tener por ahora. Pongo la llave en el contacto y, apenas la camioneta comienza a toser como

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una vieja con neumonía, doy marcha atrás para salir hacia las calles. Conduzco durante unos veinte minutos por el centro de Caldwell hasta que decido que lo mejor es que salga de esta zona de pijos y me vaya donde está el bar de uno de los cuantos apostadores de Robert -mi supuesto mánager en las peleas- y fanático mío.

Estaciono a unos metros de Death & Company, el club de moda entre los motoristas vestidos de cuero, los luchadores ilegales, muchos traficantes de drogas del sector y no me sorprendería si también hubieran varios asesinos a sueldo. Sip, el local es una verdadera joyita. Me dirigo hacia la puerta mirando la lata oxidada que cubre algunas paredes del lugar y también al segurata, que parece un gorila salido de alguna guerra de África. Frank es unos de los vigilantes del local y también uno de los luchadores dentro del circuito. Con su tez oscura, una altura de por lo menos unos dos metros, el cuerpo de un culturista, con una cicatriz en la mejilla oscura y una cara de no-me-jodas, hace que quien entre a este local sepa que sus pelotas están siempre en constante peligro. Me acerco y lo saludo con la cabeza.

—Hey, compañero, ¿qué tal andas?

Me responde saludándome de la misma manera.

—Todo tranquilo. Esperando para ver cuándo tenemos la revancha, Dean.

Sonrío algo divertido. La primera y última vez que peleamos terminamos los dos hechos mierda y sacando sangre hasta por los ojos… aunque fui yo el vencedor.

—Ya habrá una próxima vez, Frank. Nos volveremos a ver las caras y me volveré a llevar los tres mil dólares.— El cabrón estrecha los ojos antes de sonreír mirándome el hombro que me ha estado jodiendo. Nadie debe enterarse de ese punto débil que me puede costar alguna pelea. Niego con la cabeza pasando por su lado.— Ni lo sueñes, cabrón.— Digo chocando su hombro con el mío, antes de entrar al lugar abarrotado de sujetos como yo.

Me dirijo directo hacia la barra con la intención de conseguir unas buenas Coronas. Miro el lugar, tasando a todos los tíos que pude haber visto en alguna que otra pelea. Claramente, este es el lugar para poder dar el primer monitoreo y después los almacenes.

SEÑOR X:

Permanezco un momento contemplando la ancha espalda de Van Dean hasta que abandona el gimnasio y luego me permito una pequeña sonrisa. Parte B del plan: en marcha. Despido a los reclutas

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que se entrenaban hoy asignándoles cuadrantes de patrulla y recordándoles el plan: si entran en contacto visual con un vampiro, deben seguirlo sin alertarle. Así es como, a lo largo de estos meses pasados, he conseguido encontrar lo que buscaba: los negocios de los vampiros.

A diferencia de nosotros, los chupasangres están vivos, lo que implica que han de pagar hipotecas, comprar en los supermercados, en definitiva, trabajar... por la noche. Seguirles es complicado, teniendo en cuenta su habilidad para desmaterializarse, pero es posible si se sienten confiados. Los últimos meses, la actividad de la Sociedad ha sido nula y los vampiros se han relajado; ahora encontrar a algunos que se desplacen en coche o caminando es una labor de paciencia pero no imposible. Destiné a los novatos de los escuadrones Beta a seguir a los pocos vampiros que encontrábamos hacia sus puestos de trabajo.

En cuestión de semanas habíamos identificado a un número creciente, mientras que mis veteranos investigaban lo obvio: qué negocios de Caldwell siguen abiertos a altas horas de la noche. La mayoría pertenecen a humanos -fábricas con turno de noche, comercios 24horas-, pero no es habitual encontrar bancos abiertos a las 4 de la madrugada, o empresas de servicios que cojan el teléfono a medianoche y cierren un poco antes del amanecer. Tal com pensaba, la mayoría de los vampiros trabajan juntos en unos pocos negocios. Juegan a esconderse de los humanos, así que hay pocos que trabajen infiltrados con los homo sapiens; como las ratas, prefieren la seguridad del grupo.

El vampiro que secuestramos hace meses fue toda una mina de información, aplicando las técnicas adecuadas: Jonathan Harpers, según su carnet de identidad humano, en realidad Jonahg, trabajaba como contable en Caldwell's Local Investments, un banco de accionariado vampírico. De él extrajimos los detalles del número de trabajadores y las direcciones de un par de compañeros antes de... despacharle. Hace un mes, estuvimos a punto de hacernos con otro trabajador de este banco pero apareció el dichoso humano con el que se encaprichó el Omega, el tal Brian O'Neal. Ni el humano nos sirvió de nada ni pudimos hacernos con el vampiro pero la paciencia tiene su recompensa.

Salgo al exterior del gimnasio, apreciando el helor de la noche en mis pulmones marchitos mientras pulso un número en mi móvil. La voz reseca de T responde al segundo. Es un buen soldado y un decente torturador. Ya es hora de saber qué nos ha dicho el buen gerente de Local Investments, Marc Mills, en realidad Marahk.

—¿Qué le has sacado? —no me ando con rodeos y T tampoco.

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—Algo curioso: el banco tiene una parte menos... oficial. Falsifican carnets de identidad para los vampiros, partidas de nacimiento, licencias de matrimonio... esas cosas.

Sonrío sosteniendo el teléfono. Bien, bien, bien... si les desmontamos eso, les dejamos sin red de cobertura humana.

—¿Algo más, T? ¿Direcciones?

Oigo el chirrido de una puerta al otro lado de la línea y gemidos ahogados mezclados con gorgoteos. El vampiro está en las últimas.

—Sí, el tipo conocía otra empresa de chupasangres, Domestic Services, dice que se encargan de proporcionar a los chupasangres ricos personal de limpieza, mantenimiento, profesores privados... mierdas así. Tenemos la dirección.

Magnífico. Un gran cesto lleno de manzanas para escoger...

—Buen trabajo, T.— incluso los no muertos funcionan mejor con una palmadita en la espalda de vez en cuando.

—¿Qué hago con la sanguijuela?

Pregunta fácil.

—Acaba con él. Luego dejadle cerca de la calle Trade.

T chasquea la lengua al otro lado del teléfono.

—Los guerreros chupasangres le encontrarán. Suelen moverse por allí.

Sonrío de oreja a oreja mientras cierro el gimnasio ya vacío.

—Esa es la idea...

Cierro el móvil y lo guardo en mi abrigo mientras echo a andar por las calles desiertas barridas por la ventisca helada. En breve tendré muchos vampiros que morirán para apaciguar la sed de sangre del Omega; quizás logremos hacer salir de su agujero a los guerreros de la Hermandad y nos cobremos algún premio que asegure la felicidad del Amo, y Van Dean me traerá candidatos a futuras inducciones que satisfagan su ansia de procreación. Sí, el Omega estará lo bastante distraído como para que yo pueda planear la huida de entre sus garras. Meto las manos en los bolsillos y camino con una sonrisa contra la ventisca.