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Iraida Casique Prof. Carlos Raúl Narváez Poesía Latinoamericana Contemporánea 8 Dic 1999 ”Yo pongo estrellas entre tu piel y la mía/ y te recorro entero,/ sendero tras sendero,/ descalzando mi amor, desnudando mi miedo “(Yo, la que te quiere, 89) Escritura del cuerpo femenino: apuntes para una lectura de la poesía de Gioconda Belli El acercamiento crítico a la producción literaria de Gioconda Belli pareciera haber privilegiado su obra narrativa por sobre su creación poética, aún siendo ésta anterior y más extensa (hasta ahora) al trabajo novelístico y ensayístico de la autora. Por otra parte, los estudios que han abordado la revisión de sus primeras publicaciones poéticas, -que es el corpus que intentaremos revisar en este trabajo- parecieran poner el énfasis en la inserción de ese trabajo dentro de la llamada literatura de “compromiso”. Sin embargo, el tono militante no existe en su 1

Escritura Desde El Cuerpo. Gioconda Belli

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Iraida Casique

Prof. Carlos Raúl Narváez

Poesía Latinoamericana Contemporánea

8 Dic 1999

”Yo pongo estrellas entre tu piel y la mía/ y te recorro entero,/ sendero tras sendero,/ descalzando mi amor, desnudando mi miedo “(Yo, la que te quiere, 89)

Escritura del cuerpo femenino: apuntes para una lectura de la poesía de Gioconda Belli

El acercamiento crítico a la producción literaria de Gioconda Belli pareciera

haber privilegiado su obra narrativa por sobre su creación poética, aún siendo ésta

anterior y más extensa (hasta ahora) al trabajo novelístico y ensayístico de la autora.

Por otra parte, los estudios que han abordado la revisión de sus primeras publicaciones

poéticas, -que es el corpus que intentaremos revisar en este trabajo- parecieran poner

el énfasis en la inserción de ese trabajo dentro de la llamada literatura de

“compromiso”. Sin embargo, el tono militante no existe en su primer poemario, Sobre la

grama (1970-1974), sino que surge en los poemas de su segundo libro: Línea de fuego

(1974-1978), para luego atenuarse en su tercer poemario, Truenos y arco iris (1979-

1982), buena parte de cuyos textos se producen después del triunfo de la Revolución

Sandinista.

Estas variaciones ilustran cómo el contexto histórico condiciona la producción

literaria y, sin embargo, no es suficiente para explicar los rasgos que hacen de cada

poética un proyecto particular. Obviamente el peso de un acontecimiento tan cercano

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como el de ese peculiar proceso político nicaragüense, -y conocida la posición

ideológica de la escritora-, no podía menos que invadir la interioridad de una creación

poética, que es además, particularmente difícil de separar de la biografía de la autora:

imágenes, nombres, hechos ...se reconocen como referentes de su propia vida. Y esto,

sumado a la permanente enunciación de la voz poética en primera persona y a la

frecuente nominalización de ella misma, “Gioconda”, no puede menos que crear en el

lector el efecto de una poesía intimista, personal, en ocasiones confesional.

Si hay un aspecto que creemos marca toda la creación poética de esta autora

es, justamente, la presencia de ese “yo“ que además tiene la particularidad de

pronunciarse orgánicamente, constituido su cuerpo como centro en el cual convergen

todas las experiencias y desde el cual se organiza la visión de mundo: la escritura

como expresión transita siempre ese cuerpo : “definir el misterio, el momento preciso/

del descubrimiento, el amor, esta sensación/ de aire comprimido dentro del cuerpo

curvo,/la explosiva felicidad que me saca las lágrimas / y me colorea los ojos, la piel,

los dientes,/ mientras voy volviéndome flor, enredadera, castillo, poema (Escribirte, 47)

Creemos que la escritura de Belli se inscribiría en ese modelo que, apunta Nelly

Richard, habrían formulado Cixous e Irigaray de asociación metafórica entre escritura y

genitalidad femenina: “(...) relación autoerótica que el cuerpo y la palabra de la mujer

establecen entre sí: los roces y frotaciones del sexo-labios se trasladarían al

significante verbal, mediante el “cuerpo-a-cuerpo” de un decir que se acaricia a sí

mismo.” (29)

Esta “corporización” abraza y define toda la producción poética y probablemente

literaria de Gioconda Belli y es el aspecto que queremos destacar en estas páginas, en

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tanto creemos registra un momento de cambios importantes en el imaginario femenino:

al interior de la poesia de Belli, el cuerpo se erige como símbolo de una “revolución”

inicialmente personal, en tanto sujeto marcado en primera instancia por la

particularidad de su género, y que luego de su re-conocimiento, podrá incorporar la

reflexión sobre la condición y el complicado panorama social desde el que escribe. El

cuerpo se proyecta como el espacio primario que configura la identidad y, en tanto son

sus pulsiones e instintos los que diseñan los rasgo de esa identidad, podríamos pensar

que en el proyecto poético de Belli el erotismo se propone como la experiencia

genésica. En este sentido, se estaría produciendo una inversión de valores

consagrados, una ruptura frente a la norma impuesta: consideremos que, si como

señala Octavio Paz , el erotismo es “la canalización” o “dominación social” del instinto,

Belli logra subvertir normas cuando pretende transgredir las mismas: dando rienda

suelta a los instintos femeninos y configurandose precisamente a partir de ellos (por el

erotismo) como sujeto:

El erotismo (...) es un disparo de la imaginación frente al mundo exterior.

El disparado es el hombre mismo, al alcance de su imagen, al alcance de

sí. Creación, invención: nada más real que este cuerpo que imagino; nada

menos real que este cuerpo que toco y se desmorona en un montón de

sal o se desvanece en una columna de humo. Con ese humo mi deseo

inventará otro cuerpo. (Paz, 189)

En la poesía de Gioconda Belli el reconocimiento y asunción del cuerpo son

condiciones que hacen posible la existencia de ese nuevo sujeto femenino que la

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nueva sociedad requiere. El cuerpo entendido como plataforma indispensable y no en

el sentido carcelario que señala Terry Eagleton:

(...)si sólo pudiera sacar mi cabeza podría comprobar si hay algo allá

afuera. Si sólo pudiera escapar de tras de los muros de mi cuerpo podría

encontrar directamente el mundo. (...) Pero un cuerpo, por supuesto, es

apenas una manera de actuar sobre el mundo, un modo de acceder sobre

él, un punto desde el cual el mundo resulta coherentemente organizado.

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Trataremos de establecer las principales variaciones de ese proceso que

creemos registran los poemas de Gioconda Belli, rastreando algunas imágenes claves

que den cuenta de ciertas mutaciones de la perspectiva “orgánica” que se va re-

formulando en su obra. Para este trabajo, nos limitamos a un revisión de conjunto de

sus primeros tres poemarios que hemos manejado en la edición del volumen que los

compendia bajo el título Amor insurrecto.

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La organización de los poemas que conforman Sobre la grama (primer

poemario) presenta lineas de continuidad, ejes temáticos que encadenan cada texto a

la totalidad del poemario, al tiempo que dibujan una linea secuencial progresiva en la

que la significación de esos temas recurrentes se va modificando. Inicialmente se

revela una voz que en tono optimista predica la armonía con el cuerpo, la naturaleza,

el hombre y Dios, y se asume una caracterizacion del sujeto femenino aparentemente

apegada a las convenciones sociales y religiosas, destacando repetidamente su

función reproductora: “Y Dios me hizo mujer,/ de pelo largo,/ ojos,/ nariz y boca de

mujer./ Con curvas/ y pliegues/ y suaves hondonadas/ y me cavó por dentro,/ me hizo

un taller de seres humanos”. (Y Dios me hizo mujer, 39)

Pareciera que la voz poética, que se identificará siempre desde la especificidad

genérica, se muestra en la parte inicial de este poemario fuertemente apegada a esa

visión idealizada de la femineidad como don divino: “Todo lo que creó suavemente/ a

martillazos de soplidos/ y taladrazos de amor/ las mil y una cosas que me hacen mujer

todos los días/ por las que me levanto orgullosa/ todas las mañanas/ y bendigo mi

sexo”. (Y Dios.., 39)

A lo largo del poemario, otras imágenes dibujarán lo que también parece una

perspectiva muy apegada a la tradición cultural que subordina la posición de la mujer

en la relación de pareja: “Dios te hizo hombre para mí.// Te admiro desde lo más

profundo de mi subconsciente,/ con una admiración extraña y desbordada/ que tiene un

dobladillo de ternura./ (...) Mi mente está covada para recibirte,/ para pensar tus ideas”

(De la mujer al hombre, 46); “(...) y luego voy a esperarte/ a que vengas de noche,/ a

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que vengas a posarte en mí como un pájaro/ y ondees tu cuerpo/ como bandera/ sobre

mi cuerpo.”(Esperándolo, 59)

En este mismo sentido “conservador” podría leerse la reiterada metáfora del

cuerpo femenino como instrumento, como vasija o contenedor utilitario del hombre, de

los hijos: “Mi vientre es un comal cálido para tu hombría” (Biblia, 50); “Yo soy tu cama,/

tu suelo./ soy tu guacal/ en el que te derramás sin perderte/ porque yo amo tu semilla/ y

la guardo”(Yo soy, 51); “Ya las planicies de mi vientre/ van cogiendo la forma/ de una

redonda colina palpitante,/ mientras por dentro,/ en quién sabe qué misterio/ de agua,

sangre y silencio/ va creciendo como un puño que se abre/ el hijo que sembraste/ en el

centro de mi fertilidad.”(Maternidad II, 61). Pero la convencionalidad de la imagen se

fractura por la relevancia que adquiere el cuerpo, destacado como sujeto del acontecer,

como eje central de una identidad femenina que se erige desde la corporeidad y desde

su condición animal y coloca a las propias necesidades sexuales en el centro de esa

naturaleza: “(...)cargada de energías/ como un animal joven y contento./ Imantada mi

sangre con la naturaleza/ sintiendo el llamado del monte.” (Soy llena de gozo, 40).

El deseo y el placer se empiezan a vislumbrar como ejes fundamentales de una

manera distinta de asumir y proyectar la femineidad: el cuerpo es el mapa desde donde

se trazan las nuevas coordenadas; el reconocimiento y estímulo personal –la

posibilidad de asumir naturalmente la masturbación- es un significativo paso: “Me

repasan mis dedos/ y su contacto es abono/ para mis ramitas que crecen/ y ya por fin, /

después de mucho resistir, / se han rendido las manos/ y están saliendo las puyitas/ de

las uñas (...) y estoy enredadera,/ metamorfoseada, / espinosa, / sola, / hecha

naturaleza.”(Metamorfosis, 43)

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El poemario desborda en metáforas que ilustran esta asunción del cuerpo en

integración a diferentes estadios, ciclos o expresiones de la naturaleza: de este modo

el yo-corporal puede ser gacela, tierra, río, mañana, noche. Pero probablemente la

imagen más recurrente y elaborada es la del árbol: naturaleza, fertilidad, vida, quedan

resumidas en él: “Mis ramas estorban en el cuarto (...) y mis piernas están rompiendo/

los ladrillos,/ buscando la tierra,/ enredándome. (...) Con mis dedos / me toco toda/ re-

conociéndome/ entre las hojas / y las ramitas/ y las flores que llenan mi boca/ y han

teñido mis dientes.”(Metamorfosis, 42-41)

Sin embargo, en tanto la admisión de los instintos sexuales va respaldada

siempre por el énfasis en la maternidad y el gozo se asocia con la procreación : “Estoy

deseando explotar/ como vaina de malinche/ para darle mis semillas al viento(...)

haciendo nacer árboles/ vida” (Estoy deseando, 41), lo que parece prevalecer en el

imaginario al que apela y reproduce este poemario, es un movimiento constante de

oscilación entre la imagen convencional de mujer, de una condición que históricamente

la coloca como derivación-complemento del hombre, asignándole la función de

preservar la especie, y la conciencia que esta voz femenina va asumiendo de sus

instintos y necesidades naturales: “(...) que Dios y el hombre me permitieran volver/ a

mi estado primitivo,/ al salvajismo delicioso y puro,/ sin malicia,/ al barro a la costilla,/ al

amor de la hoja de parra, del cuero,/ del cordero a tuto,/al instinto. (Soy llena de gozo,

40).

La dependencia se pone de manifiesto también en el rol que cumple el “otro”

para el descubrimiento del “yo”: es exclusivamente en la interrelación con el otro que el

yo descubre la propia identidad:”Yo soy tu cama,/ tu suelo, soy tu guacal”(Yo soy, 51);

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“(...) la explosiva felicidad que me saca las lágrimas/ y me colorea los ojos, la piel, los

dientes,/ mientras voy volviéndome flor, enredadera, castillo,/ poema, entre tus manos

que me acarician/ y me van deshojando, sacándome las palabras,/ volteándome de

adentro para afuera”(Escribirte, 47). En este sentido, en la teoría de Emmanuel

Levinas, el deseo sexual que expresa este yo poético , habría de ser considerado no

como deseo sino como necesidad:

Need opens upon a world that is for-me; it returns to the self. Even when

sublime, as the need for salvation, it is still nostalgia, homesickness. Need

is the return itself, the anxiety of an ego for itself, the original form of

identification which we have called egoism. It is an assimilation of the

world in view of coincidence with oneself, or happiness. (350)

Precisamente por las oscilaciones, pareciera obvio que este poemario

comprende un tiempo de cambios, de búsquedas y re-definiciones. Un primer estadio

en la construcción de una identidad:

“Siempre esta sensación de inquietud. De esperar más./ Hoy son las

mariposas y mañana será la tristeza/ inexplicable, el aburrimiento a la

actividad/ desenfrenada por arreglar este o aquel cuarto, por coser/ (...)

buscando absurdamente conformarme mientras mi cuerpo/ y mi mente se

abren, se extienden como poros infinitos/ donde anida una mujer que

hubiera deseado ser pájaro,/ mar, estrella (Siempre, 45)

Momento que se descubre e inscribe en un cuerpo de mujer. Tiempo en que se

elabora una doctrina religiosa del cuerpo: el poema titulado “Biblia” es una especie

de ,canto de alabanza en el que cada parte del cuerpo se asocia con un referente

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natural o elemento constitutivo del hogar: “Sean mis manos como ríos/ entre tus

cabellos/ Mis pechos como naranjas maduras/ (...) mis piernas y mis brazos sea como

puertas/(...) Todo mi cuerpo sea hamaca para el tuyo”(50). En este mismo tono

“sacramental” el segundo poema remeda con su título el modelo de mujer que impone

la religión católica y sustituye la gracia con que se apela a la Virgen (llena eres de

gracia) por el gozo, la “virtud” por el placer: “Soy llena de gozo, / llena de vida,/(...) que

Dios y el Hombre me permitieran volver/ a mi estado primitivo, / al salvajismo delicioso

y puro”(Soy llena de gozo, 40).

El penúltimo poema de este primer poemario plantea una interesantísma

correlación entre las páginas blancas, que esperan ser escritas y la mujer virgen que

desea dejar de serlo: con un lenguaje que sorprende por la violencia de alguna de sus

palabras, pareciera que la escritura permite a la mujer ejercer ahora el rol activo y

decisivo del hombre:

“Vamos./ Nos esperan las vírgenes blancas/ con sus caras desafiantes y

planas sobre las mesas./(...) Desenvainemos la imaginación,/ los sueños,/

los recuerdos/ las pestañas sombrías de la naturaleza,/ los que no existe

más que en ninguna parte/ y caminemos sobre estas vírgenes blancas,/

mudamente desafiantes,/ angustiosamente frustradas,/ con temor al

desperdicio./(...) no dejar de poner lo que pueda lastimarlas,/ porque estas

vírgenes/ están esperando que las desfloren (Poema a las hojas de papel,

67).

En este poema Belli aborda por primera vez desde la poesía la reflexión sobre

la escritura; espacio de acciones, de transformaciones: la hoja ansiosa por el

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desvirgamiento, el escritor como gestor del cambio. La idea de mujer pasiva,

expectante, frustrada, representada en la hoja virgen, es la posibilidad de cambio, de

un escribirse de nuevo empezando desde el blanco por llenar de la hoja, simplemente

el primer estadio de la insatisfacción que se desborda en otros poemas de este primer

libro: “Siento que me voy alejando, que voy saliéndome/ poco a poco de esta realidad

de las mañanas y las tardes/ y voy entrando a un mundo que estoy construyéndome/

con mis deseos y mis ansiedades y todas las cosas/ reprimidas que empiezan a querer

salírseme/ y que me empujan , casi sin darme cuenta,/ en la incertidumbre, alli donde

deberé quedarme sola,/donde me da miedo porque sé que tendré que asumir/ toda la

responsabilidad del haberme dado cuenta”. (Siento que voy alejándome, 44)

El segundo poemario de Belli, Línea de fuego, incorpora el conflicto de la lucha

armada y la Revolución, sin que el cuerpo deje de funcionar como el soporte

fundamental sobre el que se erige la voz poética: se incorporan una serie de términos

con marcada connotación política y/o bélica que se incorporan al abordaje de lo

corporal, sexual y erótico. De este modo, el encuentro sexual luce como una “batalla”

entre cuerpos, y las acciones revolucionarias constituyen otra expresión del “deseo” ,

del “amor” que lucha por imponerse: “Amarte en esta guerra que peleamos, amor,/ con

piernas y con brazos./ Amarte con el miedo colgado a la garganta./ amarte sin saber el

día del adiós o del encuentro”(La orquídea de acero, 88)

Los títulos de los poemas parecieran anunciar un universo temático muy distinto

al del primer poemario: huelgas, alzamientos, combates, manifiestos. Sin embargo, y

sin pretender disminuir la importancia de estos nuevos referentes en este segundo

momento de la poesía de Belli, no constituye una labor complicada el re-conocimiento

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también de las “obsesiones” que configuran desde el primer momento la columna

vertebral del universo que construyen los poemas de Belli: el cuerpo y sus pulsiones,

necesidades y productos, como el espacio que hace posible la identidad y el encuentro

de la mujer consigo misma, con el hombre y el mundo. La relación con el entorno se

realiza desde el cuerpo, reconociendo los otros cuerpos, reales o figurados.

Para dar cuenta de las emociones y conexiones que genera la patria, la voz

poética dibuja una relacion amorosa de tono erótico en que la que el país y ella se

relacionan cuerpo a cuerpo: “¡Ah, Nicaragua/ vos sos mi hombre/con nombre de mujer!/

(...)me gusta tu enorme pecho verde y erizado/ donde oigo tronar magma y

volcanes./(...) me gusta esa manera en que me has poseído,/ llenándome de grama, de

dolor y de risa/ de los pies hasta el pelo.”(Ah, Nicaragua, 78)

Cualquier acción personal o colectiva, inicia o remite al cuerpo:”Quiero una

huelga donde vayamos todos./ Una huelga de brazos, de piernas, de cabellos,/ una

huelga naciendo en cada cuerpo (...)una huelga donde nazca el silencio/ para oír los

pasos/ del tirano que se marcha”.(Huelga, 73)

El canto “revolucionario” a los trabajadores de ese pueblo, es así mismo un

canto que se proyecta desde una perspectiva de mujer hacia desempeños donde

siempre el cuerpo y la acción destacados posibilitan una lectura de tono erótico: “Amo

a los carpinteros/ que conocen a la madera como a su mujer/ y saben hacerla a su

modo/. Amo a los campesinos/ que no tienen más tractor que su brazo/ que rompen el

vientre de la tierra y la poseen”. ( Amo a los hombres y les canto, 84).

Pareciera que la incorporación en Línea de fuego de referentes, como el

conflicto nicaragüense, que señalan una obvia ampliación del mundo temático del que

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se nutren los poemas de Belli y un agigantado crecimiento del marco de aconteceres

sobre el que se posa su atención, en lugar de debilitar el peso que lo sensorial-corporal

cumple en la configuración de la perspectiva tan marcadamente orgánical que

observáramos en Sobre la grama, la redimensiona, la potencializa: así encontramos en

este segundo poemario imágenes que elaboran y explicitan mucho más el erotismo,

expresiones que abiertamente destacan el placer y el deseo como fuerzas vitales de

este sujeto femenino, ahora nada convencional y muy arriesgado, que no necesita

justificar sus impulsos con valoraciones religiosas o sociales y que ahora ejerce la

posión del cuerpo masculino:

“Quedarme allí un rato largo/ enredando mis manos / en ese bosquecito

de arbustos que te crece/ suave y negro bajo mi piel desnuda,/ seguir

después hacia tu ombligo/ hacia ese centro donde te empieza el

cosquilleo./ irte besando, mordiendo/ hasta llegar allí/ a ese lugarcito/ -

apretado y secreto-/ que se alegra ante mi presencia/ que se adelanta a

recibirme/ y viene a mí/ en toda su dureza de macho enardecido”.

(Recorriéndote, 93)

Las imágenes que van dando cuenta de esta “nueva” mujer que anuncia la voz

poética apelan ahora a un continuo movimiento, a una mutación permanente: la mujer

tinaja-receptora de los primeros poemas da paso en la mayoría de los casos a la mujer-

río caudoloso, guitarra, yegua...”Mi cuerpo, con todos/ sus resquicios impredecibles,

rasga la noche/ con su cantar de guitarra del monte y enciende/ la oscuridad con su

brillo de luciérnaga.” (Manuscrito, 104)

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La relación con la palabra escrita, también se formaliza en este poemario con

apelaciones al encuentro sexual libre y vivificador: “(...)los libros que tengo

desparramados en mi/ cama como hombres con los que me voy acostando, en/ una

orgía de piernas y de brazos que me levantan el / desgano de vivir y me arañan los

pezones , el sexo y me/ llenan de un semen especial hecho de letras que me/

fecundan”. (Vestidos de dinamita, 79) . En este poema en particular, el dinamismo de

las imágenes va respaldado por el ritmo sin pausas de lo que pareciera un único verso,

que se corta solo por razones de espacio en la página pero que a todas luces

representa un aliento sostenido, un movimiento que no se detiene.

El tercer poemario Truenos y arco iris, nos presenta un momento de crisis, de

dolor, de un sujeto femenino abandonado por su pareja, que empieza a temer el

fracaso de su revolución personal y a vislumbrar las insuficiencias del proyecto social

previsto por el sandinismo. En este sentido, y tal como lo sugiere el título, se recogen

en este libro poemas de tono muy variable: algunas veces optimistas, aferrados a los

sueños de libertad y amor. En otros momentos, la desilusión, la amargura, impregnan

la mirada de un yo, que quizás de manera hiperbólica, se muestra en esta etapa muy

enmarcada por lo autobiográfico.

El poema que abre es, a manera de dedicatoria, una consagración del yo

masculino, pareja, amante, como el destinatario básico-representado, de estas

producciones: “Pienso que juntaré mis poemas,/ agarrados como una fila de

huracanes/ y haré un libro desafiante y bello para vos./ (...) un libro que flote en el

tiempo de tu tiempo/ y que podrás enseñar a tus nietos/ y decirles:// “Miren como me

amo esta mujer”/ con orgullo de macho idolatrado”( Del qué hacer con estos poemas,

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109). Parecieran reaparecer las imágenes del hombre-macho y de la mujer satélite, que

veíamos en los primeros poemas. Y este “convencionalidad ” puede rastrearse no sólo

en el primer poema: “Te quiero como gata arriba,/ panza arriba te quiero, maullando a

través de tu mirada (..)te busco desperezándome en la alfombra,/ poniéndome los

anteojos para leer/ libros de educación del hogar/ y no andar chiflada y saber manejar

la casa/ poner la comida”(Como gata boca arriba, 110).

Sin embargo, se produce un nuevo cambio en los siguientes poemas, cuando la

voz poética empieza a dar cuenta de una ruptura, cuando el yo-femenino transita

desde la desolación a la esperanza, una nueva vía de configuración para un sujeto que

ahora surge de la soledad, del abandono, que se ve obligado a descubrir otros medios

de nutrirse diferentes al amor, cuando el otro que se creía fuente de energía para el yo,

desaparece :”Me veo y no me estoy viendo,/ es un espejo de vos el que se extiende

doliente/ sobre esta soledad de domingo,/ un espejo rosado,/ un molde hueco

buscando su otro hemisferio” .(En la doliente soledad del domingo,143)

El cuerpo luce ahora como un territorio debilitado, un instrumento abandonado..y

sin embargo desde el que se sigue pronunciado la voz. En él se concentra el dolor de

un deseo que no se puede aplacar: empleando una vez más las imágenes de la guerra,

se describe el campo de lo que ahora luce como una batalla perdida.

Momentáneamente el yo también se pierde: “Veo mis piernas,/ largas y lentas

conocedoras de tus caricias,/ que giraban rápidas y nerviosas sobre sus goznes/ para

abrirte el sendero de la perdición/ hacia mi mismo centro,/ y la suave vegetación del

monte/ donde urdistes sordos combates/ coronados de gozo,/ anunciados por

descargas de fusilería/ y truenos primitivos/ Me veo y no me estoy viendo “.(En la

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doliente soledad del domingo,142-143) Ante la desintegración del otro, el yo pareciera

también anularse.

Es desde el cuerpo que surgen los reclamos, donde la ausencia castiga. Y en

este sentido no deja de ejercerse la perspectiva orgánica, pero se ve forzada a una re-

asignación de su funcionalidad. Creo que este poemario marca así el momento en que,

sin renunciar a la comprensión corporal de la realidad circundante, se produce una

importante modificación en el imaginario femenino que reproduce: el cuerpo deja de ser

sólo instrumento –noción en la que probablemente radican la persistencia de ciertas

convenciones que colocan a la mujer en posición complementaria respecto al hombre-

para presentarse como la objetivación del yo:

“Objetivamos nuestros propios cuerpos y los de los demás todo el tiempo,

como una dimensión necesaria de nuestro cuerpo; y el postmodernismo

está bastante equivocado al creer (...) que toda objetivación equivale a

alienación. (...) queda en pie el hecho de que los cuerpos humanos son

realmente obejtos materiales, y si no lo fueran, no podría haber relación

entre ellos. Que el cuerpo humano sea un objeto no es de ninguna

manera una de sus cualidades más distintivas, pero es la condición para

cualquier cosa más creativa que pueda llegar a alcanzar. A menos que

me puedas objetivar, no puede hablarse de reciprocidad entre nosotros.”

(Terry Eagleton, 116)

Esta objetivación permite asumir una posición no desprovista del dolor, pero si

de culpas; un reconocer que las necesidades sexuales persisten en el centro de la

identidad pero no la resumen, un proclamar que aún cuando el otro no lo mire, el yo

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sigue existiendo: “(...)pero , ay amor, cómo me duele/ que estando yo en tu espacio/

como estrella errabunda/ fieramente colgada por vos en tu universo, no me hayás

descubierto el resplandor,/ no me hayás habitado,/ tomado posesión de mi luz/ y sólo te

hayás atrevido/ a palparme/ -como un ciego-/ en la oscuridad. (Todo sea por el

amor,145)

Podríamos reconocer a este nivel, retomando la diferenciación que

mencionáramos en la primera parte de este trabajo establece Levinas en “The trace of

the other” entre necesidad y deseo, que el modo como formula ahora el hablante lírico

esas pulsiones sexuales, permite reconocer en ellas la expresión de un auténtico

deseo:

We oppose the desire for the other wich proceeds from a being already

replenished to overflowing and independent, and who does not desire for

himself. Desire is the need of him who has no more needs. We can

recognize it in the desire for an other who is another, neither my enemy

(...) not my complement. (350)

Al asumir el deseo, al rescatarlo como parte valiosa del sí, el yo asume también

su cuerpo y todas las pulsiones que el produce, se reconcilia y rescata así misma: “me

harán fertilizar con todo el llanto/ evaporado desde mis ojos/ y también con mi sudor,

mis heces,/ todo lo que segrego porque vivo y funciono/ y lo que mi cuerpo hace o

destruye,/ tiene razón de ser y es hermoso.”(Soñar para despertar soñando, 136-137)

En este sentido, el diálogo con el otro puede producirse de una manera

equilibrada, en términos de igualdad y no ya de dependencia: “Tantas cosas he hecho

por vos/ que tengo que cuidar/ que su recuento no te suene a reclamo/ (...)porque todo

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ha sido hecho en virtud del amor/ y los relámpagos y ciclones que solté/ (..) han sido mi

propia, soberana decisión/ mi perdición, mi gozo,/ por los que me he conocido más

mujer/(...) No quiero pues , equivocarme con reclamos;/ me hago responsable del sol y

de la sombra/’(Todo sea por el amor, 144)

Este poemario de Belli desborda en reflexiones, cuestionamientos, expresiones

de dudas, de búsquedas, que ilustran cómo el proceso de redefinición del sujeto

femenino continúa, al tiempo que modifica el imaginario donde se habita:

“Me veo en el espejo, desleída figura,/ incierta mujer desaliñada.// Estoy

en el filo de la construcción de mí misma,/ ansiosa de cimientos,

estructuras, sólidas paredes/ para proteger el bagaje de sueños que ando

a acuestas (...) He acumulado tiempos como infantiles cubos de colores/

y ya los días piden estructurar el ritmo/ (...) todos los días nacen nuevos

retos exigiendo respuestas,/ ruidos de edificios/ de trochas que abren

brecha en tierra de pájaros.(Nueva construcción del presente, 139)

La escritura luce como el espacio privilegiado para dar cuenta de ese proceso,

de esa búsqueda, lugar para colocar las incertidumbres y temores:”Sé que estoy

escribiendo/ para exorcisarme/ y sacarme de adentro/ la andanada de angustias/

persiguiéndome./Aún no sé muy bien/ quién es esta nueva mujer que soy/- como no se

conoce la ciudad después del cataclismo,/ perdidos los puntos de referencia de tal o

cual edificio-.”(Exorcismo, 151)

El destinatario de ese proceso–el de las palabras y el del sujeto- es ahora el

propio yo: las preguntas y cuestionamientos qué se formulan en este tercer poemario

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contrastan con el estado de idílica felicidad del sujeto enunciativo del primero;en tanto

auto-crítico,el yo luce ahora obviamente más maduro.

Apenas hemos intentado poner en evidencia algunas de los movimientos que, en

los tres primeros poemarios de Gioconda Belli, traza el yo poético en relación a la

definición de sí mismo y a sus posibles insercciones con el mundo que le rodea, en

las que el cuerpo es siempre clave sigificativa. Creemos que estos cambios señalan un

interesantímo periplo del sujeto femenino proyectado en estos trabajos por la voz

poética. Estamos conscientes que estos “apuntes” necesitan madurarse y calibrarse en

un necesario diálogo con el resto de la producción poética y literaria de la autora.

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Page 19: Escritura Desde El Cuerpo. Gioconda Belli

Trabajos citados

Belli, Gioconda. Amor insurrecto. Managua: Editorial Nueva Nicaragua, 1984.

Eagleton, Terry. Las ilusiones del Posmodernismo. Buenos Aires: Editorial Paidós, 1997.

Levinas, Emmanuel. “The trace of the other”. Deconstruction in Context: Literature and Philosophy. Ed. Mark C. Taylor. Chicago and London: The University of Chicago, 1986.

Paz, Octavio. Los signos en rotación y otros ensayos. Madrid: Alianza Editorial, 1986.

Richard, Nelly. “De la literatura de mujeres a la textualidad femenina”. Escribir en losbordes. Congreso Internacional de Literatura Femenina Latinoamericana 1987.Editorial Cuarto Propio: Santiago de Chile, 1990.

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