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¡Esos delicadísimos límites! Demandar excelentes resultados es correcto, exigirlos con irrespeto no lo es, y si ese límite se cruza surgen problemas. Ser líderes e inspirar ser seguidos es una cualidad, esperar que por ello los demás sean sumisos es traspasar la delgada línea existente entre el sano orgullo y la arrogancia. Este par de ejemplos y los que se agregan a continuación, son razones para comprender la paulatina pérdida de la mística en ciertas organizaciones. Está bien contar con personas experimentadas, imaginativas e innovadoras a cargo de un equipo, lo malo empieza cuando ellas acaparan las decisiones sin tomar en cuenta las de otras personas. Pero también hay que tener el cuidado de no confundir la función de buenos miembros con el recargar toda la responsabilidad en quienes dirigen, sin aportar trabajo fuerte ni ideas. Procurar la perfección es aceptable, lo inconveniente es cuando en nombre de ella se margina a quienes se equivocan una vez sin poder intentarlo de nuevo. Existe también un límite entre promover el compromiso y disponer del tiempo privado de los demás, entre pretender la pertenencia y creer que las personas le pertenecen a alguien. Es alentador que haya un espíritu de mejoramiento, lo imprudente es desprestigiar o descalificar a todo aquel que se atreva a actuar o pensar diferente. Exigir respeto no es sinónimo de ser obedientes a ciegas. Tampoco se debe confundir la pasión por la minuciosidad y la precisión con el hostigamiento agobiante y la impaciencia, lo cual debilita el liderazgo y la motivación. Procurar metas elevadas, tener pasión por lo que se hace y disfrutar retos profesionales o laborales es fabuloso, pero cuando se cruzan los límites de la salud o se arriesga la calidad de vida familiar, es obvio que las prioridades están confundidas. Horarios intensivos de trabajo a cambio de una pésima alimentación o de un cansancio acumulativo, también es señal de que se están rompiendo límites de alto riesgo.

Esos Delicadà Simos Là Mites

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Page 1: Esos Delicadà Simos Là Mites

¡Esos delicadísimos límites!

Demandar excelentes resultados es correcto, exigirlos con irrespeto no lo es, y si ese límite se cruza surgen problemas. Ser líderes e inspirar ser seguidos es una cualidad, esperar que por ello los demás sean sumisos es traspasar la delgada línea existente entre el sano orgullo y la arrogancia. Este par de ejemplos y los que se agregan a continuación, son razones para comprender la paulatina pérdida de la mística en ciertas organizaciones.

Está bien contar con personas experimentadas, imaginativas e innovadoras a cargo de un equipo, lo malo empieza cuando ellas acaparan las decisiones sin tomar en cuenta las de otras personas. Pero también hay que tener el cuidado de no confundir la función de buenos miembros con el recargar toda la responsabilidad en quienes dirigen, sin aportar trabajo fuerte ni ideas.

Procurar la perfección es aceptable, lo inconveniente es cuando en nombre de ella se margina a quienes se equivocan una vez sin poder intentarlo de nuevo. Existe también un límite entre promover el compromiso y disponer del tiempo privado de los demás, entre pretender la pertenencia y creer que las personas le pertenecen a alguien. Es alentador que haya un espíritu de mejoramiento, lo imprudente es desprestigiar o descalificar a todo aquel que se atreva a actuar o pensar diferente. Exigir respeto no es sinónimo de ser obedientes a ciegas. Tampoco se debe confundir la pasión por la minuciosidad y la precisión con el hostigamiento agobiante y la impaciencia, lo cual debilita el liderazgo y la motivación.

Procurar metas elevadas, tener pasión por lo que se hace y disfrutar retos profesionales o laborales es fabuloso, pero cuando se cruzan los límites de la salud o se arriesga la calidad de vida familiar, es obvio que las prioridades están confundidas. Horarios intensivos de trabajo a cambio de una pésima alimentación o de un cansancio acumulativo, también es señal de que se están rompiendo límites de alto riesgo.

Es loable tener vocación y estar intelectual o emocionalmente alineados con una organización; pero si el ambiente interno es desgastador, desmotivante, frustrante y disfuncional, a lo mejor se ha llegado al límite del respeto por uno mismo y es el momento de procurar nuevos horizontes.

En igual modo, hay relaciones interpersonales que se vuelven tóxicas porque uno de sus actores traspasa las fronteras de la consideración, la dignidad y la igualdad en el valor de cada cual. Infringir límites, de fondo y de forma, marca el destino fatal de empresas, proyectos y equipos.

Por donde sea que se miren, estos y otros límites marcan toda la diferencia entre situaciones correctas e incorrectas, entre equipos que alcanzan el éxito y los que se quedan en el camino, entre procesos humanos fluidos y complicados. Cuando se respetan los límites de los valores, de las reglas mutuamente aceptadas y hasta del sentido común, de inmediato la sana convivencia y la inspiración hacia el alto desempeño se convierten en una "ilimitada" posibilidad.