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ROUTE, hebdomadalre de La Cf.'Z.Q./l. en guatee Année Vil Prix 1 2 francs 21 ENERO 1951 Rédaction el Administrallon 4, me Belfort, 4 TOULOUSE (Haute-Garonne) §¿c<*¿ a G'aU» r Ben.a¿0e¿ C.C. Postal N- 1 3 2 8 - 7 9 Toulouse (H)e-Gne) ór¡¿cun& de \OL&*S¿\. J, i_.e<2 W % ól óéiada na ptetáiyue mciá que un fin: limilaz, encadénete, ¿ufietaz al individua, áubatdinatla a una KK g.enezalidad cualquieza. MAX STltN» ' ff La España fascista ha obtenido una tregua OVE LOS EXILADOS H0 PUEDEN ni deben teáptetat N O es una pasión sádica lo que nos induce a ahondar en nuestra propia herida. Es la necesidad de mantenerla viva, para evitar que el tiempo consuma nuestra voluntad de resistencia y nos aleje de la lucha que sin cesar venimos librando contra el fascismo hispano. Ya nos duele, incluso, tan- ta palabra gastada en torno a los factores que determinan la continuidad de las desdichas de nuestro Pueblo. Pero es nece- sario hablar, aun a nesgo de repetir conceptos, decir las mis- mas cosas desde todos los ángulos y a través de todos los pris- mas. V aun asi, habrá quien no nos comprenda, porque existen quienes no quieren comprendernos. Hablar de España debe ser, mientras Franco exista, mien- tras exista el régimen franquista, hablar del fascismo, y de lo que el fascismo significa para el pueblo que lo sufre y para los pueblos que lo toleran. Y aun en situaciones como la presente, cuando se definen \ con claridad las lineas de otro totalitarismo abyecto, de pro- yecciones mundiales, es necesario bregar para impedir que los hombres se olviden del significado del viejo totalitarismo toda- vía en pie. De ahí el que no cedamos terreno en nuestra posición <<vis- á-vis» de España. De ahí el que nos neguemos rotundamente a alejar del primer plano de nuestras preocupaciones el pro- blema español. No por un patriotismo estúpido, incapaz de hacer mella en mentalidades libertarias, sino por una concep- ción clara de nuestros deberes para con nuestro Pueblo y por un sentimiento de solidaridad hacia todos aquellos que sufren, en las ergástulas o fuera de ellas, el peso del odio del fas- cismo. De 1» España negra, negra como las sotanas, como las alas del cuervo, se elevan a diario alaridos de dolor. ¿Y cómo no hacerse eco de ellos? ¿Cómo no pensar en lo que significan? ¿Cómo hacer abstracción de esas llamadas angustiosas? Ni ello es posible, ni nosotros queremos que lo sea Nuestra linea de conducta es paralela a las ansias de liber- tad de nuestro Pueblo. Nuestras determinaciones son dimanan- tes de las necesidades del proletariado español. Nuestra con- ducta está orientada por nuestras ideas, y nuestras ideas—que son éticas por ser anarquistas—no permiten bifurcaciones ni desviaciones como las que conducen al abandono de problema tan singular como el creado en nuestra tierra. Existe un deber en el exilio, que está por encima de las propias amarguras de los exilados, de los hombres que goza- mos del privilegio de vivir fuera de las rejas que oprimen a España, y ese deber nos induce a no cejar en nuestro empeño de derruir el régimen fascista que impera en la Península. ¿Que las democracias piensan hacer de Franco un aliado? ¿Que los rusos han hecho de Franco un «slogan» político'.' ¿Que las Centrales sindicales del mundo entero no se acuer- dan de España? Todo ello era ya sabido. Todo ello era de suponer. Y los que no querían saberlo, y los que se negaban a suponerlo, pueden ahora maldecir su miopía mental, su desidia, sola responsable de que ciertas masas exiladas no vean solución de continuidad para el frágil espíritu de resistencia que las animaba. Pero los libertarios no formamos parte de esa colmena de sinsabores, no hemos manifestado nunca esperanza alguna en las determinaciones que pudieren tomar quienes gobiernan al mundo. Nuestros acuerdos orgánicos, nuestra Prensa, nuestras manifestaciones privadas y públicas anunciaban siempre nues- tra incredulidad ante las soluciones diplomáticas y los ((paste- leos» inverosímiles. Siempre manifestamos que sólo el Pueblo español podía ser el artífice de su liberación. Y hoy, hoy más que nunca, "volvemos a repetir aquellos conceptos. La torpeza de ciertos hombres públicos, el inverosímil des- pilfarro de ciertos organismos, el enrarecimiento de la atmós- fera política internacional, han ganado para el fascismo una tregua. Una tregua que podría ser triunfo si los enemigos del totalitarismo inclináramos la cabeza agobiados por un peso que, en realidad, jamás dejó de pesar sobre nosotros. Animo, pues, y multipliquemos nuestras actividades. Cada cual desde su órbita de actuación. Cada cual en la latitud que se encuentre. ¡Actualicemos el problema español negándonos a dejarlo aplastar en la mente de los hombres! La tregua que a Franco han concedido desde la O.N.U. no debe ser respetada, por los exilados españoles. ADELANTE P OCO, nada, vale un hombre. Pero, ¿sabemos el destino de la Humanidad? De que hasta hoy no hayamos resuelto el pro- blema de la vida, ¿se deduce que no lo resolveremos algún día? Viendo de qué lugar salimos y dónde nos encontramos, compa- rando lo que fuimos y lo que so7 mus. pnede calcularse a dónde lle- garemos y lo que seremos mañana. Habitábamos en la caverna, y ya vivimos en la palacio; rastreába- mos en las tinieblas de la bestia- lidad, y ya sentimos la sacudida vigorosa de alas interiores que nos levantan a regiones de serenidad y luz. El animal batallador y carnice- ro produce hoy abnegado* tipos que defienden al débil, se hacen paladines de la Justicia y se ino- culan enfermedades para encon- trar el medio de combatirlas. El salvaje, feliz antes con dor- mir, comer y procrear, escribe la irflíada», erige el Partenón y mide el curso de los astros. Ninguna luz sobrehumana nos alumbró en nuestra noche; ningu- na voz amiga nos animó en nues- tros desfallecimientos; ningún bra- zo Invisible combatió por nosotros en la guerra secular con los ele- mentos y las fieras: lo que fuimos, lo que somos, nos lo debemos a nosotros mismos. Lo que podamos ser nos lo deberemos también. ¡Para marchar no necesitamos ver arriba, sino adelanta! SARRACINA _ D í HOMBRES L AS guerras de donde se ha obte- nido la palabra GUERRA, ¿eran verdaderamente la guerra de hoy? «Guerra» y «botín», ¿no iban siempre juntos? El lansquenete, ¿no tenía ante si la perspectiva de una vida sin limi- tes, abundante en mujeres, ducados y corceles ardientes bajo sus arreos dora- dos? La relajación, bajo una disciplina de hierro; la obligación de erguir el cuello, esa manera pasiva de colocarse ante las fauces de los monstruos invisi- bles que vomitaban su metralla de in- fierno^ ¿es eso la guerra? La guerra era el choque de fuerzas excesivas de los combatientes del mundo. Aun cuando su población era demasiado reducida, y sus pespuntes demasiado estrechos, la juventud iba a guerrear, ebria por la sangre pesada de sus músculos. Cuando unos padres de familia son arrancados de su hogar y lanzados sobre el ene- migo, ¿no puede encontrarse otra pa- labra para expresar lo que hacen? ¿Está permitido desplegar la palabra GUERRA como se despliega un estan- darte, y hablar de valor y de fuerza, cuando el éxito no puede depender más que del a'cance de los cañones v del calibre de los obuses que las mu- jeres y los niños han hecho con sus ma- nos? ¿Podría compararse a los tiranos de la guerra, y la fundamentan en la es- leones hombres en vez de comida, con los que mueven las cuerdas del guiñol de la guerra, yla fundamentan en la es- peranza de que su stock de carne hu- mana dure un poco más que el stock de acero del adversario? No; todas las palabras admitidas an- tes de la carnicería son demasiado her- mosas, demasiado honradas. Odio ahora a la palabra «frente». ¿Acaso se hace frente a los cañones ocultos detrás de las montañas y que escupen la muerte en todo el espacio libre? ¿Acaso se hace frente a las minas invisibles que se inisinüan a diez metros bafo tierra? El frente es un punto, una casita des- mantelada tras de la cual están arran- cados los rieles para que los trenes no conduzcan más lejos a los hombres vi- gorosos y se lleven a los que están me- dio muertos. Cuando descendí, por la tarde, a aquel punto, vi sentado en el suelo, adosado a la reja del malecón, a un sol- dado barbudo, que llevaba el brazo derecho en cabestrillo. Me vio pasar só- lido y sano, y lanzándome una mirada sombría, acariciando su miembro lasti- mado con la mano izquierda, me dijo entre dientes: —Si, sí, mi teniente; aqui es donde se hace la sarracina de hombres. ¿Puedo olvidar la mueca de aquella boca? ¿Estoy enfermo porque no puedo oír la palabra «frente» sin que el eco croe a mi oído «sarracina de hombres»? ¿No están enfermos los demás, aquellos que, en lugar de «sarracina de hom- bres», perciben los estribillos ridículos de los escritores de la guerra...? ¡Ah...! Estos, haciendo el elogio de la marca «guerra mundial», hacen el articulo, como los viajantes de vinos, para obtener el derecho de pasearse en auto por el frente, como los jefes, en lugar de chapotear en el lodo de las trincheras, a las órdenes de un cabo, frente a la muerte. Todavía existen hombres de carne y hueso que pueden coger un periódico >•••< en sus manos sin que les conmueva ia indignación. Verdaderamente, ¿se puede llevar en el cerebro la visión de los ta- citurnos bípedos, inmóviles como blan- cos de tiro, que sangran con pasividad bajo el chubasco abrumador, sobre la tierra cenagosa, y al leer al mismo tiem- po con serenidad la descripción de 'os perfeccionamientos del servicio sanita- rio? ¿Se puede leer, linea por linea, lo que relatan acerca del 'ujo de los co- ches de ambulancia y del confort de las trincheras para aquellos que glorifican la guerra que hacen los otros? Hay hombres que vuelven a sus casas con unos ojos extraños en los que la muerte se refleja aún, y caminan como sonámbulos por las calles iluminadas. Los clamores bestiales que dirigían al huracán zumban en sus oídos; se ha- llan abrumados por el horror, como un mulo bajo el peso de su carga; van abrirse ante ellos las miradas de asom- bro de los enemigos a quienes traspa- saron, y apenas se atreven a abrir la boca, porque las mujeres y los niños, a su alrededor, hablan de las granadas, de los obuses y de los asaltos a la ba- ^•••••••^ yoneta con una curiosidad jovial. El jú- bilo del permiso parece resbalar por en- cima de ellos, y al volver hacia la muer- te se sienten aliviados de una vergüen- za: la de haber sido el cobarde que calla delante de gentes para quienes la muerte y la matanza se han convertido en lugares comunes. Como gusten ustedes, señores docto- res... Después de todo, es un honor el ser acusado de locura furiosa en pre- sencia de Tos miserables que, nara sal- var su pelleja, han lanzado a la guerra a la humanidad, despiadados y ha- ciéndose un pedestal con los cadáveres de los demás. Vosotros, los intermedia- rios del sufrimiento y de la fuerza, ¿por qué no despertáis la consciencia del mundo? ¿Por qué no vais por las pla- zas públicas, armados de un portavoz y gritando: «¡Sarracina de hombres!», has- ta que los cabellos se ericen en las ca- bezas de los seres cuyos hermanos, cu- yos esposos, cuyos hijos y cuyos padres trabajan en la fábrica de cadáveres; hasta que todas las gargantas, todas las gargantas repitan como un eco: «¡Sa- rra-ci-na de hombres!»? ¿amanaL LOS ^ ' ^ " ^ «• "• *- •- '- '-•- •-S.*.«******"W »SL..».~ ANARQUISTAS .^TAl^Vtlllll^V.t'.^TA^llV^lira^'.l^llllllliyi E L mundo es una gran orquesta. No todos somos iguales. Las vidas tie- nen estilos distintos. Hay gentes tan mansas que -parecen hechas de encargo para ser seguidoras y serviles, bloque de políticos audaces y de desvergonzados dictadores. Vero, para bien de la humanidad y servicio de la vida hay quienes tienen la dignidad a flor de piel y están can- tando con sus palabras y actos una sa- ludable rebeldía. Estos hombres, son los que interesan, significan y valen como animadores del adelanto social. De ellos queremos de- cir algo. Siendo las fuerzas vivas mas notorias en el seno del pueblo, propulsores de avance en la entraña del mundo que es cultura y trabajo, podemos calificarlos de anarquistas, aunque ellos no tengan denominación alguna, ni la necesiten mayormente. Individualmerde o en forma colectiva, estos hombres fon fermentos de rebelión y luz orientadora en cualquier ambiente social. Los vemos actuar en las avanzadas de todos los movimientos popu'ares de protesta y rebelión. Son los que enca- bezan en el lugar del trabajo los movi- mientos de acción social y la so'idari- dad forman la punta de lanza de lo insumiso. Si es en las aulas universitarias, esos hombres jóvenes, de rebeldía conscien- te, mantienen un c'ima permanente de insurrección. A ellos corresponde la pe- renne agitación revolucionaria de los centros estudiantiles en pro de -una cul- tura antiautoritaria y progresista. Unos y otros, obreros y estudiantes, luchan por el advenimiento de un vivir mejor para todos. Destácatise por sus ideas de apoyo mutuo y so'idaridad, su pasión por la libertad y su adversión para la violen- cia organizada y la autoridad. Poco im- porta que se denominen a mismos, que no tengan etiqueta o marca. Son J. TATO LORENZO antiautoritarios y rebeldes y tienen un estilo de vida anárquica, que es lo esen- cial, lo que caracteriza la virtud del ser humano. Para nuestro criterio está bien el no dar importancia a las denominaciones y hasta es mejor que no sean condiciona- dos ni mediatizados por «ismos», doc- trinas, sistemas, partidos o colectivida- des. Con su actuación de hombres libres, por sus ludias, por sus opiniones, tie- nen definida su personalidad de anár- quicos indiscutidos. Señalaremos algunas aristas de su conducta, que resalta plenamente. No dan importancia a las dificultades ni se lamentan por ellas. No tienen la preferencia de 'as gentes vulgares que se inclinan siempre al juego de las cir- cunstancias y del mal menor. Eni caso necesario, buscan el riesgo y voluntariamente eligen la ruta de' ma- yor esfuerzo. Como no son políticos, dan la espalda al oportunismo. No se detienen ante el obstáculo ni (Pasa a la página 3). ACTUALIDAD y actualísimos E L ritmo de los acontecimientos y sobre todo la atención preferente de la prensa por determinados problemas, operan una transtoca- ción de valores importantísima para la evolución de la opinión pública. En la época que vivimos, es corrientísimo oír hablar del hombre-masa; del concepto individualista de la libertad; de democracia colectiva; de la supremacía del Estado sobre el hombre, y contrariamente. Muy paco, o casi nada se dice del hombre-opinión. De esa moderna fuerza social, im- personal, de difícil definición, que obedece exclusivamente a las fluctua- ciones de la propaganda, de la prensa y de la radio. Los partidos políticos, los movimientos sociales, las entidadef; cultu- rales, las sociedades de recreo y de relación.e incluso las agrupaciones deportivas, sienten en la actualidad la necesidad de mantener un perió- dico, un boletín, una hoja impresa, una revista, que dentro de los límites de sus respectivas actividades y, la mayor parte de las veces, saliéndose ostentosamente de las mismas, les permita crear el ambiente de opinión necesario al mantenimiento de la ligazón espiritual entre todos los afi- liados. Resulta de todo ello, que la individualidad, salvo raras excepciones, se encuentra encerrada en el círculo limitado que representa la repetición del pensamiento ajeno, del ((Slogan» leído y releído, y por tanto, ante una determinación psicológica del juicio y el razonamiento propios. De ahi, que sea posible influenciar el pensamiento colectivo, hasta la formación de poderosísimos estados de opinión que caracterizan los momentos que vivimos y concentrar la atención popular en asuntos que, la mayor parte de las veces, no merecerían ni siquiera la consideración de unos minutos. El desplazamiento de un hombre de Estado, las declaraciones insulsas y la mayoría de las veces fastidiosas de un personajillo cualquiera, son puestos de relieve con tanta insistencia, con tanta abundancia de detalles, que automáticamente se centraliza a su alrededor la atenqión de ese monstruo a millares de cabezas, que es la opinión internacional, formado por todos los hombres que desde los diferentes países se interesan, más o menos intensamente, por la evolución de los acontecimientos. Mqdiante esa explotación intelectual, poir esc chantaje colectivo, se ha conseguido uno de los fenómenos característicos de los actuales mo- mentos: crear un actualismo de lo que no es más que la consecuencia de un problema permanente. De forma general, se habla de los antagonismos de los dos bloques; de la inminencia de una nueva guerra; de las respectivas posibilidades para afrontarla; de la capacidad de los ((genios» estratégicos de la des- trucción; de los avances y retrocesos de los ejércitos en presencia en las maniobras preliminares de la contienda que se está preparando; de las perspectivas horrorosas de la matanza colectiva que se avecina; de las responsabilidades en que cada uno de los contrincantes ha incurrido y con ello se crea un ambiente fatalista en torno a las posibilidades de salva- ción. Ni un comentario se dedica a lo que debería preocupar a los hombres y a los pueblos, es decir, a las medidas a adoptar por éstos para impedir definitivamente que la guerra sea una reacción humana. Se difiere en cuanto a la apreciación de la fecha y el lugar en que la guerra puede estallar; en cuanto al resultado parcial o definitivo de la misma, pero el ambiente general, la opinión, es unánime en considerarla como inevitable y con ello hállase cubierto el objetivo fundamental de '.os creadores de esos actualismos ficticios. Sin embargo la actualidad es muy otra. El problema de la guerra de hoy, es el mismo que el de la guerra de ayer. La verdadera actualidad reside en la falta de evolución de la inteligencia humana, que no sabe aún, como no supo ayer, superar las condiciones morales que imposibili- tarían para siempre la amenaza que se cierne sobre el mundo. Y de esa actualidad verdadera, que plantea un problema permanente que el hom- bre podría solucionar con sólo ocuparse de él libremente, sin influencias extrañas, nadie se ocupa, nadie divulga ni una sola verdad, cegados por la vista de unos árboles, que, plantados artificiosamente por los ediles de la propaganda moderna, impiden ver un bosque ancestral, bajo cuyas espesas sombras se debate una humanidad inconsciente e incapaz de dirigir sus propios destinos. frlCWEBC EL SOCIALISMO Y SUS LÍDERES CONFESIONES TARDÍAS dictadaá pete la yzandeza del Océana y aquí comienza otra historia: la de la reconciliación entre demócratas y fascistas. I Todo es cuestión de buena voluntad! T RAS haber leído y releído el ar- ticulo que Indalecio Prieto nos brinda en «El Socialista» del pa- sado 7 de diciembre, bajo el titulo «So- liloquios en el Océano», la pregunta que irremisiblemente viene a flor de labios pugnando por abrirse paso es, si después de todo lo en él expuesto, se puede seguir honradamente, siendo o ñamándose socialista de Estado. En sus soliloquios a través del Océa- no, Indalecio Prieto, traza con magis- tral estilo—en él peculiar—un cuadro verdaderamente edificante en cuanto a lo que es la acción socialista guberna- mental a través de sus líderes más ca- racterizados, haciendo una confesión íntima, en la que queda reflejado, lo que en sí es su propia situación moral, a consecuencia de haber abrazado una idea política, y de lo que, de no haber realizado tal acción, pudiera haber sido, de haberse dedicado a cultivar su in- cultivado espíritu. La confesión, aunque hecha en un momento de amargura y decepción, ante el desmoronamiento de una ilusión mal concebida—las equivocaciones son perdonables a veces en el hombre, por privilegiado que sea su .entendimien- to—, me ha parecido, como pocas en el mismo personaje, impregnada de sin- ceridad, y creo francamente que res- pondía al pensamiento momentánea de «Don Inda». Y bien; si esto es asi—y yo asi lo admito—no está del todo bien, que una mentalidad de la talla de la de Indale- cio Prieto, haya tenido que llegar a estas alturas para darse cuenta de lo que representa el hombre dentro de la poli- tica, y de lo que es la política para los hombres y para los pueblos. Uso el tér- mino genérico, al hacer alusión a la po- lítica, pues supongo que el Sr. Prieto, al hablar en los tonos que lo hace re- firiéndose a la influencia en él ejercida por la doctrina socialista, no juzgará ex- cepcionalmente, a la que en los demás hombres ejercen sus respectivas ideas. No está del todo bien—repito—, que después de haber hecho tantas expe- riencias políticas, todas ellas negativas, no haya visto o no haya querido ver lo que hoy de «motu propio» declara, a pesar de que en forma tan meridia- na lo hayan evidenciado, todo ello, des- de hace muchos años, ciertos sectores a los que Prieto combatió en lugar de profundizar en el estudio de su filoso- fía; estos sectores, no son otros que los que en línea recta, están emparentados con el acratismo. Todo eso, aun no estando muy bien, tiene sus explicaciones; pero lo que ya no las tiene, lo que no puede ser ad- misible, es que aun hoy, después de haber hecho la confesión a que antes me refiero y que creo responde al pen- samiento de Prieto, con la" que queda triturada la posición de los partidos so- cialistas del mundo, continúe aún, con- siderándose y siendo considerado líder (Pasa a la página 3). J. BCRLRAJÍ

España fascista í HOMBRES - ddd.uab.cat · hombres se olviden del significado del viejo totalitarismo toda vía en pie. De ahí el que no cedamos terreno en nuestra posición

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R O U T E , h e b d o m a d a l r e

de La Cf.'Z.Q./l. en guatee

Année V i l Prix 1 2 francs

21 E N E R O 1951

R é d a c t i o n e l A d m i n i s t r a l l o n 4, me Belfort, 4 — TOULOUSE (Haute-Garonne)

§¿c<*¿ a G'aU» rBen.a¿0e¿

C . C . P o s t a l N- 1 3 2 8 - 7 9 T o u l o u s e (H)e-Gne)

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%ól óéiada na ptetáiyue mciá que un fin: limilaz, encadénete, ¿ufietaz al

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La España fascista ha obtenido una tregua

OVE LOS EXILADOS H0 PUEDEN ni deben teáptetat NO e s u n a p a s i ó n s á d i c a lo que n o s induce a a h o n d a r e n

n u e s t r a propia her ida . Es l a n e c e s i d a d d e m a n t e n e r l a v iva , p a r a ev i tar que el t i e m p o c o n s u m a n u e s t r a v o l u n t a d

de r e s i s t e n c i a y n o s a leje de l a l u c h a que s i n ce sar v e n i m o s l ibrando c o n t r a el f a s c i s m o h i s p a n o . Y a n o s due le , inc luso , t a n ­ta p a l a b r a g a s t a d a e n t o r n o a los f a c t o r e s que d e t e r m i n a n l a c o n t i n u i d a d d e l a s d e s d i c h a s d e n u e s t r o Pueblo . Pero es n e c e ­sar io h a b l a r , a u n a n e s g o d e repet i r c o n c e p t o s , decir l a s m i s ­m a s c o s a s desde todos los á n g u l o s y a t r a v é s d e t o d o s los pris ­m a s . V a u n as i , h a b r á q u i e n n o n o s c o m p r e n d a , porque e x i s t e n quienes n o q u i e r e n c o m p r e n d e r n o s .

H a b l a r d e E s p a ñ a debe ser , m i e n t r a s F r a n c o ex i s ta , m i e n ­t r a s e x i s t a e l r é g i m e n franqui s ta , h a b l a r del f a s c i s m o , y d e lo que e l f a s c i s m o s ignif ica p a r a el pueb lo que lo sufre y p a r a los pueblos que lo t o l e r a n .

Y a u n e n s i t u a c i o n e s c o m o la presen te , c u a n d o se de f inen \ con c lar idad las l i n e a s d e o t r o t o t a l i t a r i s m o abyec to , d e pro­

y e c c i o n e s m u n d i a l e s , es n e c e s a r i o bregar p a r a i m p e d i r q u e los h o m b r e s se o l v i d e n de l s ign i f i cado de l viejo t o t a l i t a r i s m o toda­vía e n pie .

De a h í el que n o c e d a m o s terreno en n u e s t r a pos i c ión <<vis-á-vis» d e E s p a ñ a . De ah í el que n o s n e g u e m o s r o t u n d a m e n t e a a le jar de l pr imer p l a n o d e n u e s t r a s p r e o c u p a c i o n e s e l pro­b l e m a e spaño l . N o por un p a t r i o t i s m o es túpido , i n c a p a z de h a c e r m e l l a en m e n t a l i d a d e s l iber tar ia s , s ino por u n a c o n c e p ­c i ó n c l a r a d e n u e s t r o s d e b e r e s p a r a c o n n u e s t r o P u e b l o y por un s e n t i m i e n t o d e so l idar idad h a c i a t o d o s a q u e l l o s que sufren, e n l a s e r g á s t u l a s o fuera d e e l l a s , el p e s o de l o d i o d e l f a s ­c i smo .

D e 1» E s p a ñ a n e g r a , n e g r a c o m o l a s s o t a n a s , c o m o l a s a la s del cuervo , se e l e v a n a d iar io a l a r i d o s d e dolor . ¿ Y c ó m o n o h a c e r s e eco d e el los? ¿ C ó m o n o p e n s a r e n l o que s igni f ican? ¿ C ó m o h a c e r a b s t r a c c i ó n de e s a s l l a m a d a s a n g u s t i o s a s ? Ni e l lo es pos ib le , n i n o s o t r o s q u e r e m o s q u e lo s e a

N u e s t r a l i n e a d e c o n d u c t a es p a r a l e l a a l a s a n s i a s d e l iber­tad de n u e s t r o Pueblo . N u e s t r a s d e t e r m i n a c i o n e s s o n d i m a n a n ­tes d e l a s n e c e s i d a d e s d e l pro l e tar iado e spaño l . N u e s t r a con­d u c t a e s t á o r i e n t a d a por n u e s t r a s ideas , y n u e s t r a s ideas—que s o n é t i c a s por ser a n a r q u i s t a s — n o p e r m i t e n b i furcac iones ni d e s v i a c i o n e s c o m o l a s que c o n d u c e n a l a b a n d o n o d e p r o b l e m a t a n s i n g u l a r c o m o el creado en n u e s t r a t ierra .

E x i s t e un deber e n e l ex i l io , que e s t á por e n c i m a d e l a s prop ias a m a r g u r a s d e los e x i l a d o s , d e los h o m b r e s que goza­m o s de l pr iv i l eg io d e v iv ir f u e r a d e l a s re ja s que o p r i m e n a E s p a ñ a , y ese deber n o s induce a n o cejar e n n u e s t r o e m p e ñ o de derruir el r é g i m e n f a s c i s t a que i m p e r a e n la P e n í n s u l a .

¿ Q u e l a s d e m o c r a c i a s p i e n s a n h a c e r d e F r a n c o u n a l iado? ¿Que los r u s o s h a n h e c h o d e F r a n c o u n «s logan» político'.' ¿Que las C e n t r a l e s s i n d i c a l e s d e l m u n d o e n t e r o n o se acuer­

d a n d e E s p a ñ a ? Todo e l lo era y a sab ido . T o d o e l lo e r a d e suponer . Y los que

n o quer ían saber lo , y los que se n e g a b a n a suponer lo , p u e d e n a h o r a m a l d e c i r su m i o p í a m e n t a l , su des id ia , s o l a r e s p o n s a b l e de que c i er tas m a s a s e x i l a d a s n o v e a n so luc ión de c o n t i n u i d a d p a r a el frági l e sp ír i tu d e r e s i s t e n c i a que la s a n i m a b a .

Pero los l iber tar ios n o f o r m a m o s p a r t e de e sa c o l m e n a d e s insabores , no h e m o s m a n i f e s t a d o n u n c a e s p e r a n z a a l g u n a en la s d e t e r m i n a c i o n e s que pud ieren t o m a r q u i e n e s g o b i e r n a n al m u n d o . N u e s t r o s acuerdos o r g á n i c o s , n u e s t r a P r e n s a , n u e s t r a s m a n i f e s t a c i o n e s p r i v a d a s y púb l i cas a n u n c i a b a n s i e m p r e nues ­tra incredul idad a n t e l a s s o l u c i o n e s d i p l o m á t i c a s y los ((paste­leos» inveros ími l e s . S i e m p r e m a n i f e s t a m o s que só lo el Pueb lo e s p a ñ o l p o d í a ser el art í f ice d e s u l iberac ión . Y h o y , h o y m á s que n u n c a , "volvemos a repet ir aque l lo s c o n c e p t o s .

La t o r p e z a d e c i er tos h o m b r e s públ icos , el i n v e r o s í m i l des ­pi l farro d e c iertos o r g a n i s m o s , el e n r a r e c i m i e n t o de la a t m ó s ­fera po l í t i ca i n t e r n a c i o n a l , h a n g a n a d o p a r a e l f a s c i s m o u n a tregua . U n a t r e g u a que podr ía ser t r i u n f o si los e n e m i g o s de l t o t a l i t a r i s m o i n c l i n á r a m o s l a c a b e z a a g o b i a d o s por u n peso que, e n rea l idad , j a m á s d e j ó d e pesar sobre n o s o t r o s .

A n i m o , p u e s , y m u l t i p l i q u e m o s n u e s t r a s a c t i v i d a d e s . Cada cual d e s d e su ó r b i t a d e a c t u a c i ó n . Cada c u a l e n l a l a t i t u d que se e n c u e n t r e . ¡ A c t u a l i c e m o s el p r o b l e m a e s p a ñ o l n e g á n d o n o s a de jar lo a p l a s t a r e n l a m e n t e d e l o s h o m b r e s !

La t r e g u a que a F r a n c o h a n c o n c e d i d o d e s d e l a O.N.U. n o debe ser r e s p e t a d a , por los e x i l a d o s e s p a ñ o l e s .

ADELANTE P OCO, nada, vale un hombre.

Pero, ¿sabemos el destino de la Humanidad? De que hasta

hoy no hayamos resuelto el pro­blema de la vida, ¿se deduce que no lo resolveremos a l g ú n día? Viendo de qué lugar salimos y dónde nos encontramos, compa­rando lo que fuimos y lo que so7

mus. pnede calcularse a dónde lle­garemos y lo que seremos mañana.

Habitábamos en la caverna, y ya vivimos en la palacio; rastreába­mos en las tinieblas de la bestia­lidad, y ya sentimos la sacudida vigorosa de alas interiores que nos levantan a regiones de serenidad y luz.

El animal batallador y carnice­ro produce hoy abnegado* tipos

que defienden al débil, se hacen paladines de la Justicia y se ino­culan enfermedades para encon­trar el medio de combatirlas.

El salvaje, feliz antes con dor­mir, comer y procrear, escribe la irflíada», erige el Partenón y mide el curso de los astros.

Ninguna luz sobrehumana nos alumbró en nuestra noche; ningu­na voz amiga nos animó en nues­tros desfallecimientos; ningún bra­zo Invisible combatió por nosotros en la guerra secular con los ele­mentos y las fieras: lo que fuimos, lo que somos, nos lo debemos a nosotros mismos. Lo que podamos ser nos lo deberemos también.

¡Para marchar no necesitamos ver arriba, sino adelanta!

SARRACINA _Dí HOMBRES L AS guerras de donde se ha obte­

nido la palabra GUERRA, ¿eran verdaderamente la guerra de hoy?

«Guerra» y «botín», ¿no iban siempre juntos? El lansquenete, ¿no tenía ante si la perspectiva de una vida sin limi­tes, abundante en mujeres, ducados y corceles ardientes bajo sus arreos dora­dos? La relajación, bajo una disciplina de hierro; la obligación de erguir el cuello, esa manera pasiva de colocarse ante las fauces de los monstruos invisi­bles que vomitaban su metralla de in­fierno^ ¿es eso la guerra? La guerra era el choque de fuerzas excesivas de los combatientes del mundo. Aun cuando su población era demasiado reducida, y sus pespuntes demasiado estrechos, la juventud iba a guerrear, ebria por la sangre pesada de sus músculos. Cuando unos padres de familia son arrancados de su hogar y lanzados sobre el ene­migo, ¿no puede encontrarse otra pa­labra para expresar lo que hacen?

¿Está permitido desplegar la palabra GUERRA como se despliega un estan­darte, y hablar de valor y de fuerza, cuando el éxito no puede depender más que del a'cance de los cañones v del calibre de los obuses que las mu­jeres y los niños han hecho con sus ma­nos? ¿Podría compararse a los tiranos de la guerra, y la fundamentan en la es-leones hombres en vez de comida, con los que mueven las cuerdas del guiñol de la guerra, yla fundamentan en la es­peranza de que su stock de carne hu­mana dure un poco más que el stock de acero del adversario?

No; todas las palabras admitidas an­tes de la carnicería son demasiado her­mosas, demasiado honradas. Odio ahora a la palabra «frente». ¿Acaso se hace frente a los cañones ocultos detrás de las montañas y que escupen la muerte en todo el espacio libre? ¿Acaso se hace frente a las minas invisibles que se inisinüan a diez metros bafo tierra? El frente es un punto, una casita des­mantelada tras de la cual están arran­cados los rieles para que los trenes no conduzcan más lejos a los hombres vi­gorosos y se lleven a los que están me­dio muertos.

Cuando descendí, por la tarde, a aquel punto, vi sentado en el suelo, adosado a la reja del malecón, a un sol­dado barbudo, que llevaba el brazo derecho en cabestrillo. Me vio pasar só­lido y sano, y lanzándome una mirada sombría, acariciando su miembro lasti­mado con la mano izquierda, me dijo entre dientes:

—Si, sí, mi teniente; aqui es donde se hace la sarracina de hombres.

¿Puedo olvidar la mueca de aquella boca? ¿Estoy enfermo porque no puedo oír la palabra «frente» sin que el eco croe a mi oído «sarracina de hombres»? ¿No están enfermos los demás, aquellos que, en lugar de «sarracina de hom­bres», perciben los estribillos ridículos de los escritores de la guerra...?

¡Ah...! Estos, haciendo el elogio de la marca «guerra mundial», hacen el articulo, como los viajantes de vinos, para obtener el derecho de pasearse en auto por el frente, como los jefes, en lugar de chapotear en el lodo de las trincheras, a las órdenes de un cabo, frente a la muerte.

Todavía existen hombres de carne y hueso que pueden coger un periódico

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en sus manos sin que les conmueva ia indignación. Verdaderamente, ¿se puede llevar en el cerebro la visión de los ta­citurnos bípedos, inmóviles como blan­cos de tiro, que sangran con pasividad bajo el chubasco abrumador, sobre la tierra cenagosa, y al leer al mismo tiem­po con serenidad la descripción de 'os perfeccionamientos del servicio sanita­rio? ¿Se puede leer, linea por linea, lo que relatan acerca del 'ujo de los co­ches de ambulancia y del confort de las trincheras para aquellos que glorifican la guerra que hacen los otros?

Hay hombres que vuelven a sus casas con unos ojos extraños en los que la muerte se refleja aún, y caminan como sonámbulos por las calles iluminadas. Los clamores bestiales que dirigían al huracán zumban en sus oídos; se ha­llan abrumados por el horror, como un mulo bajo el peso de su carga; van abrirse ante ellos las miradas de asom­bro de los enemigos a quienes traspa­saron, y apenas se atreven a abrir la boca, porque las mujeres y los niños, a su alrededor, hablan de las granadas, de los obuses y de los asaltos a la ba-

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yoneta con una curiosidad jovial. El jú­bilo del permiso parece resbalar por en­cima de ellos, y al volver hacia la muer­te se sienten aliviados de una vergüen­za: la de haber sido el cobarde que calla delante de gentes para quienes la muerte y la matanza se han convertido en lugares comunes.

Como gusten ustedes, señores docto­res... Después de todo, es un honor el ser acusado de locura furiosa en pre­sencia de Tos miserables que, nara sal­var su pelleja, han lanzado a la guerra a la humanidad, despiadados y ha­ciéndose un pedestal con los cadáveres de los demás. Vosotros, los intermedia­rios del sufrimiento y de la fuerza, ¿por qué no despertáis la consciencia del mundo? ¿Por qué no vais por las pla­zas públicas, armados de un portavoz y gritando: «¡Sarracina de hombres!», has­ta que los cabellos se ericen en las ca­bezas de los seres cuyos hermanos, cu­yos esposos, cuyos hijos y cuyos padres trabajan en la fábrica de cadáveres; hasta que todas las gargantas, todas las gargantas repitan como un eco: «¡Sa-rra-ci-na de hombres!»?

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ANARQUISTAS . ^ T A l ^ V t l l l l l ^ V . t ' . ^ T A ^ l l V ^ l i r a ^ ' . l ^ l l l l l l l i y i

E L mundo es una gran orquesta. No todos somos iguales. Las vidas tie­nen estilos distintos.

Hay gentes tan mansas que -parecen hechas de encargo para ser seguidoras y serviles, bloque de políticos audaces y de desvergonzados dictadores.

Vero, para bien de la humanidad y servicio de la vida hay quienes tienen la dignidad a flor de piel y están can­tando con sus palabras y actos una sa­ludable rebeldía.

Estos hombres, son los que interesan, significan y valen como animadores del adelanto social. De ellos queremos de­cir algo.

Siendo las fuerzas vivas mas notorias en el seno del pueblo, propulsores de avance en la entraña del mundo que es cultura y trabajo, podemos calificarlos de anarquistas, aunque ellos no tengan denominación alguna, ni la necesiten mayormente.

Individualmerde o en forma colectiva, estos hombres fon fermentos de rebelión y luz orientadora en cualquier ambiente social.

Los vemos actuar en las avanzadas de todos los movimientos popu'ares de protesta y rebelión. Son los que enca­bezan en el lugar del trabajo los movi­mientos de acción social y la so'idari-dad forman la punta de lanza de lo insumiso.

Si es en las aulas universitarias, esos hombres jóvenes, de rebeldía conscien­te, mantienen un c'ima permanente de insurrección. A ellos corresponde la pe­renne agitación revolucionaria de los

centros estudiantiles en pro de -una cul­tura antiautoritaria y progresista.

Unos y otros, obreros y estudiantes, luchan por el advenimiento de un vivir mejor para todos.

Destácatise por sus ideas de apoyo mutuo y so'idaridad, su pasión por la libertad y su adversión para la violen­cia organizada y la autoridad. Poco im­porta que se denominen a sí mismos, que no tengan etiqueta o marca. Son

J. TATO LORENZO antiautoritarios y rebeldes y tienen un estilo de vida anárquica, que es lo esen­cial, lo que caracteriza la virtud del ser humano.

Para nuestro criterio está bien el no dar importancia a las denominaciones y hasta es mejor que no sean condiciona­dos ni mediatizados por «ismos», doc­trinas, sistemas, partidos o colectivida­des.

Con su actuación de hombres libres, por sus ludias, por sus opiniones, tie­nen definida su personalidad de anár­quicos indiscutidos.

Señalaremos algunas aristas de su conducta, que resalta plenamente.

No dan importancia a las dificultades ni se lamentan por ellas. No tienen la preferencia de 'as gentes vulgares que se inclinan siempre al juego de las cir­cunstancias y del mal menor.

Eni caso necesario, buscan el riesgo y voluntariamente eligen la ruta de' ma­yor esfuerzo. Como no son políticos, dan la espalda al oportunismo.

No se detienen ante el obstáculo ni (Pasa a la página 3).

ACTUALIDAD y actualísimos

E L ritmo de los acontecimientos y sobre todo la atención preferente de la prensa por determinados problemas, operan una transtoca­ción de valores importantísima para la evolución de la opinión

pública. En la época que vivimos, es corrientísimo oír hablar del hombre-masa;

del concepto individualista de la libertad; de democracia colectiva; de la supremacía del Estado sobre el hombre, y contrariamente. Muy paco, o casi nada se dice del hombre-opinión. De esa moderna fuerza social, im­personal, de difícil definición, que obedece exclusivamente a las fluctua­ciones de la propaganda, de la prensa y de la radio.

Los partidos políticos, los movimientos sociales, las entidadef; cultu­rales, las sociedades de recreo y de relación.e incluso las agrupaciones deportivas, sienten en la actualidad la necesidad de mantener un perió­dico, un boletín, una hoja impresa, una revista, que dentro de los límites de sus respectivas actividades y, la mayor parte de las veces, saliéndose ostentosamente de las mismas, les permita crear el ambiente de opinión necesario al mantenimiento de la ligazón espiritual entre todos los afi­liados.

Resulta de todo ello, que la individualidad, salvo raras excepciones, se encuentra encerrada en el círculo limitado que representa la repetición del pensamiento ajeno, del ((Slogan» leído y releído, y por tanto, ante una determinación psicológica del juicio y el razonamiento propios.

De ahi, que sea posible influenciar el pensamiento colectivo, hasta la formación de poderosísimos estados de opinión que caracterizan los momentos que vivimos y concentrar la atención popular en asuntos que, la mayor parte de las veces, no merecerían ni siquiera la consideración de unos minutos.

El desplazamiento de un hombre de Estado, las declaraciones insulsas y la mayoría de las veces fastidiosas de un personajillo cualquiera, son puestos de relieve con tanta insistencia, con tanta abundancia de detalles, que automáticamente se centraliza a su alrededor la atenqión de ese monstruo a millares de cabezas, que es la opinión internacional, formado por todos los hombres que desde los diferentes países se interesan, más o menos intensamente, por la evolución de los acontecimientos.

Mqdiante esa explotación intelectual, poir esc chantaje colectivo, se ha conseguido uno de los fenómenos característicos de los actuales mo­mentos: crear un actualismo de lo que no es más que la consecuencia de un problema permanente.

De forma general, se habla de los antagonismos de los dos bloques; de la inminencia de una nueva guerra; de las respectivas posibilidades para afrontarla; de la capacidad de los ((genios» estratégicos de la des­trucción; de los avances y retrocesos de los ejércitos en presencia en las maniobras preliminares de la contienda que se está preparando; de las perspectivas horrorosas de la matanza colectiva que se avecina; de las responsabilidades en que cada uno de los contrincantes ha incurrido y con ello se crea un ambiente fatalista en torno a las posibilidades de salva­ción. Ni un comentario se dedica a lo que debería preocupar a los hombres y a los pueblos, es decir, a las medidas a adoptar por éstos para impedir definitivamente que la guerra sea una reacción humana.

Se difiere en cuanto a la apreciación de la fecha y el lugar en que la guerra puede estallar; en cuanto al resultado parcial o definitivo de la misma, pero el ambiente general, la opinión, es unánime en considerarla como inevitable y con ello hállase cubierto el objetivo fundamental de '.os creadores de esos actualismos ficticios.

Sin embargo la actualidad es muy otra. El problema de la guerra de hoy, es el mismo que el de la guerra de ayer. La verdadera actualidad reside en la falta de evolución de la inteligencia humana, que no sabe aún, como no supo ayer, superar las condiciones morales que imposibili­tarían para siempre la amenaza que se cierne sobre el mundo. Y de esa actualidad verdadera, que plantea un problema permanente que el hom­bre podría solucionar con sólo ocuparse de él libremente, sin influencias extrañas, nadie se ocupa, nadie divulga ni una sola verdad, cegados por la vista de unos árboles, que, plantados artificiosamente por los ediles de la propaganda moderna, impiden ver un bosque ancestral, bajo cuyas espesas sombras se debate una humanidad inconsciente e incapaz de dirigir sus propios destinos.

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EL SOCIALISMO Y SUS LÍDERES

CONFESIONES TARDÍAS dictadaá pete

la yzandeza del Océana

y aquí comienza otra historia: la de la reconciliación entre demócratas y fascistas. I Todo es cuestión de buena voluntad!

TRAS haber leído y releído el ar­ticulo que Indalecio Prieto nos brinda en «El Socialista» del pa­

sado 7 de diciembre, bajo el titulo «So­liloquios en el Océano», la pregunta que irremisiblemente viene a flor de labios pugnando por abrirse paso es, si después de todo lo en él expuesto, se puede seguir honradamente, siendo o ñamándose socialista de Estado.

En sus soliloquios a través del Océa­no, Indalecio Prieto, traza con magis­tral estilo—en él peculiar—un cuadro verdaderamente edificante en cuanto a lo que es la acción socialista guberna­mental a través de sus líderes más ca­racterizados, haciendo una confesión íntima, en la que queda reflejado, lo que en sí es su propia situación moral, a consecuencia de haber abrazado una idea política, y de lo que, de no haber realizado tal acción, pudiera haber sido, de haberse dedicado a cultivar su in-cultivado espíritu.

La confesión, aunque hecha en un momento de amargura y decepción, ante el desmoronamiento de una ilusión mal concebida—las equivocaciones son perdonables a veces en el hombre, por privilegiado que sea su .entendimien­to—, me ha parecido, como pocas en el mismo personaje, impregnada de sin­ceridad, y creo francamente que res­pondía al pensamiento momentánea de «Don Inda».

Y bien; si esto es asi—y yo asi lo admito—no está del todo bien, que una mentalidad de la talla de la de Indale­

cio Prieto, haya tenido que llegar a estas alturas para darse cuenta de lo que representa el hombre dentro de la poli-tica, y de lo que es la política para los hombres y para los pueblos. Uso el tér­mino genérico, al hacer alusión a la po­lítica, pues supongo que el Sr. Prieto, al hablar en los tonos que lo hace re­firiéndose a la influencia en él ejercida por la doctrina socialista, no juzgará ex-cepcionalmente, a la que en los demás hombres ejercen sus respectivas ideas. No está del todo bien—repito—, que después de haber hecho tantas expe­riencias políticas, todas ellas negativas, no haya visto o no haya querido ver lo que hoy de «motu propio» declara, a pesar de que en forma tan meridia­na lo hayan evidenciado, todo ello, des­de hace muchos años, ciertos sectores a los que Prieto combatió en lugar de profundizar en el estudio de su filoso­fía; estos sectores, no son otros que los que en línea recta, están emparentados con el acratismo.

Todo eso, aun no estando muy bien, tiene sus explicaciones; pero lo que ya no las tiene, lo que no puede ser ad­misible, es que aun hoy, después de haber hecho la confesión a que antes me refiero y que creo responde al pen­samiento de Prieto, con la" que queda triturada la posición de los partidos so­cialistas del mundo, continúe aún, con­siderándose y siendo considerado líder

(Pasa a la página 3).

J . BCRLRAJÍ

R U T A P á g . 2

NOVELAS da ituaélza

u » de LIÍIM OfLdtltRTY

«... Yo me torturé por vanidad, porque quería ser como Dios... Odiaba el amor porque nadie me amaba; y por eso queria demostrar que era algo innoble y bestial. £1 dios de quienes se torturan, es la crueldad y la vanidad : tal es el dios de quienes oprimen a otros con sus dogmas. Yo he ayudado a oprimir a quienes se amaban...»

(CAPÍTULO XIV.) *

L IAM O'Flaherty ha escrito la novela de la pureza inhumana. Una pu­reza que ha entrado en el dominio de lo mórbido y lo enfermizo, irre­conciliablemente opuesta a todo principio vital. El puritanismo es, en

efecto, la negación categórica de la vida : comienza por rechazar un aspecto de ésta—en virtud de un imperativo de salvación que se deduce de su con­fianza en el más alia—y concluye por erigir tal negación en actividad total y exclusiva. Su prurito de divinizar la vida, llega a identificarse con la apología de la nada ; y la perfección del hombre, meta que guia sus actos, equivale asi a la muerte del hombre.' Esa es la lógica del puritanismo que el autor irlandés ha sabido desentrañar en forma magnifica: temor al pe­cado que, habiendo nacido de una primitiva devoción por la pureza, olvida luego e¡ más mínimo sentimiento de amor, para entregarse totalmente al odio sistemático. Ejemplo más, como tantos otros, del medio convertido en fin.

«El Puritano»—traducido al castellano, prefiero ignorar por qué causas, con el título de «El Alucinado»—es un libro de calidad. Se nota en él. sin embargo, la marcada influencia de Dostoiewski: como la obra de Julien Green, otro novelista actual de indudable talento, consagrado por su bella «Adriana Mesurat», la de O'Fiaherty se resiente de un acusado parentesco con las páginas del maestro ruso. Parentesco que, si bien no llega a mere­cer el calificativo de plagio, incita a considerar «El Puritano» como un libro concebido y .redactado bajo la influencia, más o menos consciente y aceptada sin mayor resistencia, de otro autor. El hecho no deja de tener importan­cia, mas sería error exagerar sus consecuencias: pese a la parcial abdica­ción de O'Flaherty, e» tanto que creador con individualidad y concepciones propias—función en verdad nada fácil—, es justo reconocerle una fuerza narrativa muy poco común, acompañada de hondura psicológica y amplia visión. Cualidades éstas que lo sitúan en un plano relevante—no digo extra­ordinario—dentro de la novela contemporánea.

Frank Ferriter, protagonista de la obra, es un joven de veinticuatro años que mantiene frente a la vida una posición de derrota. Hijo de la clase media, de familia arruinada, se ha sabido siempre impotente para incorpo­rarse a la pequeña burguesía—cerrada a todo aquel que carezca de una firme posición económica—, e incapaz de resignarse a volver a la humilde clase de que formaban parte sus antepasados. Esa inadaptación, típica en hombres y pequeños grupos que no logran definir su exacta función social, ha determinado en Ferriter un angustioso complejo de inferioridad; se siente dominado por la vergüenza de su origen y, al mismo tiempo, por la convicción de la imposibilidad para superarlo, dscila entre dos clases, mal­diciendo la propia—a la que 6e cree ajeno por cultura y sensibilidad—y con­templando el círculo burgués como un objetivo inalcanzable.

Pero ese es solamente un aspecto de su personalidad. Existe otro, mucho más significativo y relacionado en parte con el anterior. Ferriter es hombre de un catolicismo intransigente, implacable en su sinceridad y en su rigi­dez. Ha formado parte de varias Sociedades de Vigilancia—asociaciones irlandesas, compuestas por voluntarios fanáticamente religiosos, cuya mi­sión era hacer respetar severamente la moralidad preconizada por la Igle­sia—y ha vivido siempre obsesionado por la necesidad de combatir el pecado. Cabría aquí extenderse sobre lo que el pecado representa para é l : un do­minio infinito dentro de la órbita humana, que va desde la herejía implícita en toda satisfacción física hasta el supremo delito de una vida que aspire a la libertad creadora. Todo ello es pecaminoso para Ferriter ; por eso odia la felicidad, la alegría de existir, la creencia en el hombre como dueño y maestro de si mismo. Su resentimiento contra el mundo ha cobrado valor metaíísico.

Y he aquí que el puritano asesina a una mujer, a una prostituta. El cri­men, aparentemente, es obra de su cólera santa hacia una vida extraviada, inmoral, manchada por el continuo .pecado. El mismo, poco antes de come­terlo, afirma que su alma se rebela contra la impureza, símbolo de la de­gradación espiritual; y el asesinato parece entonces un acto concordante con la mística inquisitorial de Ferriter, quien no vacila en hacer el sacri­ficio de la sangre para purificar a la Humanidad de sus pecados: al matar, ha sido inflexiblemente lógico con su credo.

Sin embargo, su gesto no nació en la necesidad fanática de poner tér­mino a una existencia impura. Tal es, sí, su primera justificación ante sí mismo y ante su f e : justificación que le permite evitar al comienzo toda duda sobre la justicia de su acto, y que le ayuda también a rechazar los remordimientos de un vulgar asesino: «Eso sería demasiado horrible. Nada más que un asesinato común...», murmura refugiándose en los argumentos que dan al crimen un carácter sagrado. Pero pronto ha de empezar a vaci­lar en cuanto al verdadero motivo que ha impulsado el puñal; y entonces sabrá—como lo sabía desde antes, aunque se resistiera a aceptar la idea en su conciencia—que el asesino no ha sido el puritano, sino el hombre. Mejor dicho, que el puritano ha sido siempre un hombre.

Ferriter amaba a Teresa, y por eso la ha matado. La amaba con todo lo que ella representaba de impuro, de antagónico a la santidad ; la amaba contra todo, contra todos, contra si mismo. El asesinato ha sido el medio para igualarse a ella y para anular la distancia que los separaba; muerta ya, él ha borrado la frontera entre lo puro y lo impuro, entre el pecado y la divinidad. No sólo su amor por Teresa no ha desaparecido, sino que ha aumentado; porque ahora puede amarla sin descender, sin necesidad de mirarla desde un punto terriblemente lejano: ((Mucho se ha ganado, pues ahora, por este acto, yo soy igual a ella...» Y agrega: «Todavía la amo. Ahora es la única persona a quien quiero, más aún que antes...»

El amor ha sido la causa del crimen : Dios no ha estado presente en él, no ha bastado para explicar el gesto de Ferriter. Asi lo grita éste al sacerdote en la quietud del confesonario, proclamando la verdadera razón de su conducta. Ha perdido ya la confianza en el fanatismo de su viejo com­bate contra el pecado, y sabe que ha obrado en virtud de un sentimiento ajeno a la fría especulación religiosa. No fué Teresa la víctima del puri­tanismo, sino é l : ha alentado una fe que le ha sido fatal.

Ferriter no ha podido escapar a su obsesión salvadora. Pretendiendo ascender hacía Dios, ha descendido más bajo que los hombres. Y ello por no aceptar la vida en todas sus contradicciones, ilógicas pero no por eso menos reales. Por haber edificado el cielo a costa de la tierra, la inmorta­lidad a costa del alma. Su problema, tal vez, puede resumirse con palabras que él mismo pronuncia : ((Siempre he amado las cosas que bailan y tañ­ían, pero tenía miedo de deleitarme con los seres humanos que bailaban y cantaban...»

POSICIONES S IEMPRE que algún nuevo iznuier-

dista, esos monopolizadores de las cosas de avances sociales, se nos

gün ellos, pretendiendo hallar posición falsa en nuestras doctrinas y en las pré-enfrentan en discusiones aguerridas, se-dicas que de lustros forman la base de nuestro Ideal, se establecen las com­paraciones cómodas para los neorebel-des, atribuyéndonos convivencia con las llamadas democracias taradas y los con­servadurismos arcaicos.

Es en balde que establezcamos claras posiciones y limpia ejecutoria de teorías y realidades vividas, las que no pueden dar lugar a dudas en cuanto a la posi­ción de hombres, doctrinas y hechos.

Es por demás que situemos la estruc­turación y regímenes políticos, econó­micos y sociales que nos rigen, en su cabal estado y desenvolvimiento. Tercos ellos, no cejan en atribuirnos atrasos, misoneísmos y concordancias, validos de aquello tan retorcido de que «quien no está con nosotros, está en contra».

Y entonces se esgrime la comparación entre las denominaciones capitalistas y las democracias sociales, pero...

Bien. El dilema es claro hoy. Dos son los sistemas que se disputan

el mundo o su dominación, U.S.A. y sus afines, y U.R.S.S. y sus satélites forza­dos o voluntarios.

Dejemos constancia de que conside­ramos tan perniciosos para la humana grey tanto los incluidos en la primera sigla como lo que significa la segunda.

En el fondo, en la reaJidad ambiente, lo que importa considerar hoy como factores de entorpecimiento y de retro­ceso ético, social y humano, es el pre­dominio capitalista, Ja estructuración de fuerza de todo orden al servicio de ese capitalismo que todo Jo avasalla y mue­ve, se disfrace como se quiera.

Si el vuelco ruso pudo significar una esperanza para el proletariado mundial, para el que todo lo produce y sin el cual la vida económica de hoy no es posible, ni posible es la coordinación de todo lo que ella integra, bien pronto dejó de serlo, trepados a su regencia los ambiciosos, los pedantes, los tiranos de bina, Jos que, movidos por pasiones y neurosis tan características como los de cualquiera artificioso mandón, sintieron sus vanidades complacidas estructuran­do una tiranía de clase, una organizción servil, esclvizante, de casta so pretexto del falso dilema del predominio político proletario, resultando el coercimiento de todo con las características más bru­tales so capa de liberadoras.

Tanto nos importa el capitalismo del ente individual, como el de Ja anónima, el de la comandita como el del Estado, puesto que unos y otros tienden a un mismo fin, obedecen a iguales propósi­tos, se asignan la misma función de predominio absoluto sobre el individuo, sobre la sociedad, sobre la humana grey a dominar, organizar y regir su norma, su vida, su desarrollo de acuerdo a los complotados desde un régimen supuesto democrático, social, absoluto o totalita­rio multicolor.

La obra nefasta de la U.R.S.S., queda en evidencia si consideramos lo que pudo resultar para la hegemonía mun­dial del proletariado multante, a poco que hubiese puesto en vigor el sentido

de libertad, de cooperación, de solidari­dad entre su pueblo y en relación con las demás organizaciones obreras libres de los demás países, respetando sus re­gímenes, sus medios, sus costumbres, sus ideales, pero en concordancia siem­pre con el anhelo final de la dignifica­ción del productor y su lógica aspira-

—Pues sí, amigo mío, las demo­cracias han nombrado embajado­res en la España de Franco.

—¡Ah ! —Sí, sí, como se lo digo a usted. —¡Caramba ! —Le extraña, ¿eh? —Así así, nada más... —¡Ahora el sorprendido soy yo !

¿Pío va usted a decirme que eso es natural?

—¿Y por qué no? —¡Cómo que por qué no ! Pero

usted ignora que estos países son

l<aú-£<B-elfan&

demócratas, amigos de las liberta­des de los pueblos, enemigos de las tiranías...

— ¡ A h ! —¿Qué quiere decir esa excla­

mación? ¿Acaso lo ignoraba usted? —Sí, señor. —¡Pero, hombre !, desconoce us­

ted muchas cosas. Mire : si exami­namos el problema bolchevique, y nos damos cuenta del número de deportados que existen, y pensa­mos en los asesinatos que se co­meten, y tenemos en cuenta la cantidad de gentes que por pen­sar de forma distinta al gobierno están en los presidios, y nos pa­ramos s reflexionar acerca de la suerte que corre !•> infancia...

—Perdone usted : ¿de quién ha­bla ahora?

— ¡Pues de quién voy a hablar ! Hablo de Rusia.

—¡Ah! , bueno... es que creía que hablaba usted de España.

—No, no, en España hay ya embajadores. Además, ¿qué tiene que ver una cosa con la otra?

—Nada, nada; desde el punto de vista democrático, nada, por­que que asesinen a millares a los hombres libres, que se emprjslone a quienes no quieren vivir bajo el yugo del totalitarismo, que se haga de la infancia un engendro guerrero, todo eso tiene importan­cia según quien lo hace. Y Franco ahora va siendo un buen amigo de las democracias, hasta el punto que las democracias van tomando lecciones de moral de las que brin­da el célebre asesino. Y le aseguro a usted que en esa especialidad nada tiene que envidiar ? nadie. Ni siquiera ?. Stalin.

C.N.T. DE ESPAÑA EN EL EXILIO

ción a ser rector de sus destinos por su mismo valimento.

¿Qué diferencia hay entre el proleta­riado ruso y el de cualquier otro país no sujeto a ese predominio de los tra­bajadores «libres», según el dilema al uso?

Ahí está la piedra de toque, señores amos de la U.R.S.S.

Es preciso señalar bien, con claridad y sentido verdadero, cuál es el régimen que «disfruta» el proletariado ruso y sus satélites, para llegar a conclusiones categóricas al respecto y sin premisas ni capciosidades, señores amos rusos.

Nosotros creemos que, de haber exis­tido el propósito de fusionar libremente al proletariado del mundo, era posible lograr buenos resultados al apoyarse en una organización en funciones, viva y en progreso, como lo demostraron, con todas sus múltiples dificultades, las co­lectividades ejemplares — a pesar de la lucha cruel y villana de los usufructua-dores de un apoyo mi] veces pagado y no cumplido —, en Cataluña y comba­tidas por los propios representantes del país del «proletariado dirigente», pero el «proletariado ruso», trepado en el poder como dictadores obreros, sólo atinaron a dominar, sojuzgar, imponer por la fuerza y la retórica, sus lucu­braciones, estructurando una organiza­ción capitalista, burocrática, militarista, absorbente y de disciplina férrea , so pretexto de ser de todos, cuando su disfrute y usufructo, es sólo de unos pocos en detrimento del pueblo sufrien­te y esclavizado.

Miseria, privaciones, vasallaje vemos — como siempre y como seguirán en tanto el castigado no se levante de su resignación, abandonando los embruteci­mientos dorados con que se le engaña, y produzca el vuelco a que tiene de­recho — en las democracias regias, re­publicanas o socialistas, como lo vemos en la U.R.S.S., con la diferencia en con­tra de ésta, de que, en tanto de los regímenes burgueses sabemos lo que es dable esperar, los dilemas hechos circu­lar por los regímenes supuestos proleta­rios inciden a la comprensión, y disi­mulan, mediante el engaño y los ver­balismos, las fallas mucho peores en que incurren al predominar totalitariamente contra las masas que dicen haber libe­rado y que no son otra cosa que piezas de una, máquina agotadora, manejada por un guia absoluto y total.

Y eso que, en el fondo, sólo hay un enemigo, disfrácese como se quiera, el capitalismo, ese funesto y vil que todo lo arrolla y que tanto existe en unos regímenes como en otros, en forma in­dividual, comandita, anónima o de Es­tado.

Y en todos también, hállase en auge, los morbos seculares para la sociedad del burgués, del militarista, de las reli­giones, de las castas, de la burocracia, en fin, que se imponen y multiplican para subsistir.

El productor, pues, debe comprender que «le nom, ne fait pas la chose» y,

i por tanto, acabar con todos es lo que debe si quiere ser libre y fuerte.

i /¿auteanú ^'Oze

Gtieacda Oftle^Laá <3>eña

DE JEAN JAURES AL PRESIDENTE WILSON

IMÁGENES DE LA CIUDAD

(fíi&wiaá óeíéetieáiá Lí) MEMORIA, LEY DE

U NA de las principales avenidas de Toulouse, cuyo nombre evoca a un socialista (Jean Jaurés), asesi­

nado por un individuo que sustentaba el apropiado y significativo nombre de Viliin, se encuentra especialmente ani­mada durante las primeras horas de ia noche.

Pláceme, cuando el tiempo lo permi­te, pasear confundiéndome con el va y ven de los transeúntes. En la parte su­perior de esta avenida se encuentran, frente a frente, instalados establecimien­tos de bebidas, bares, cafés y cafeti­nes. En el centro, dispuesto como pista, un paseo que ofrece remoto parecido a las ramblas de Barcelona, salvo que ni las floristas ofrecen flores ni los alegres pajarillos depositan sus escrementos so­bre los hombros y cabeza de los pa­seantes.

Confundirse con los paseantes para mejor observar es una de mis distrac­ciones preferidas; siempre le retiene a uno la atención, no un hecho ni un ges­to, sino el conjunto de hechos, gestos y palabras.

Unos melodiosos acordes hiciéronme acercar la otra noche al «Bar de los

Americanos», plánteme, codeándome con una compacta multitud, frente al establecimiento. Cerca de mi una pare­ja de enamorados, o una ramera con un recién conquistado, se besaban y abrazaban con total ausencia del más mínimo pudor.

A cierta distancia, un hombre de

&. Gazotla avanzada edad se encaraba amenazante con una jovencita, por momentos eleva­ba su voz y, aun recuerdo, le prodigaba groseros adjetivos.

Una madre corre tras dos niños gri­tándoles y profiriendo amenazas.

Signos y murmullos de aprobación para la orquesta que ejecutaba. De pronto, aplausos, muchos aplausos, se­guidos de un murmullo y éste de un breve silencio...

Por encima de los hombros y a tras­vés de los cristales del establecimiento pude observar cómo el conjunto musi­cal preparaba nuevamente los instru­mentos. ¿Qué pasa? Unas notas desga­rradoras, agudas, graves, chirriantes, desagradables y penetrantes llegaron a

(Pasa a la tercera).

ccj

H E t o m a d o la p l u m a y l a s c u a r t i l l a s p a r a re­dac tar o tro t r a b a j o p a r a ((Temas ec léct icos» . He n o m b r a d o l a p l u m a y a c u d e a m i m e ­

mor ia el ú l t i m o c a p í t u l o del ((Quijote», e n cuyo final d e d i c a C e r v a n t e s l a m á s e l e v a d a y b e l l a i n v o c a c i ó n a la p l u m a con que escribió s u s l ibros i n m o r t a l e s . Es te h e c h o m e h a p e r m i t i d o g o z a r por un m o m e n t o de la g lor ia a j e n a , q u e es uno de los p laceres m á s puros , y h e quer ido c o n t i n u a r mi obra in ic iada , pero e n t o n c e s n o m e a c o r d a b a de la C, que es la in i c ia l d e h o y que n o s h a d e servir de base p a r a la s diez p a l a b r a s cons i ­g u i e n t e s .

Y a n t e los h e c h o s e x p r e s a d o s m e h e p r e g u n t a ­do a mi m i s m o : ¿Quién es e s a m e m o r i a que m e recuerda lo que e l la quiere y m e n i e g a el recuerdo de lo que yo quiero e n e s te m o m e n t o ? Y l a m e ­m o r i a e spera c a l l a d a que yo la def ina y ca l iñque . Y t e n g o e m p e ñ o en de f in ir la y ca l i f icar la por lo i m p o r t a n t e que veo que es, a pesar d e s u s s i s t e ­m á t i c o m u t i s m o .

Si, luego h e recordado la l e t r a que buscaba , y, c o m o si mi cerebro t i rase de u n a c a d e n a d e con­ceptos y d e h e c h o s m á s o m e n o s m e m o r a b l e s , m e he e n c o n t r a d o con la c a b e z a l l e n a d e c o n c e p t o s , todos d i g n o s de ser c o m e n t a d o s ; pero, t e n a z , re­pito y d i g o : ¿Qué es l a m e m o r i a ?

El p r i m e r p a s o que doy p a r a consegu ir u n a ex­p l i cac ión es ver el D icc ionar io , ese a l m a c é n d e d e ñ n i c i o n e s e scue tas . A cuyo propós i to d i c e : ((Me­mor ia : P o t e n c i a de l a l m a , que r e t i e n e y recuerda lo pasado .» Es to s e g u i d o d e o t r a s a c e p c i o n e s q u e no se ref ieren a la m e m o r i a en si, s i n o a m e d i o s de m a t e r i a l i z a r l a , c o m o s o n la s r e l a c i o n e s d e h e ­chos , los m o n u m e n t o s , etc. , etc.

M u c h o se h a h a b l a d o y e scr i to sobre l a me­moria , y h a s t a se h a n h e c h o d i v i s i o n e s y subd i ­v i s i ones e n e l la , s i e n d o l a m á s a c e p t a b l e l a que le a ñ a d e el (¡recuerdo)), el «recuerdo vago» y la « r e m i n i s c e n c i a » , que e n e l f o n d o n o s o n m á s que a s p e c t o s d e la m e m o r i a , p r o b a b l e m e n t e inf luen­c iada por el e s t a d o f í s ico del ind iv iduo .

La cosa m á s i m p o r t a n t e r e l a c i o n a d a c o n e s t e t e m a es , s in d u d a , el h e c h o d e que e x i s t e n var ias c lases d e m e m o r i a s p e r f e c t a m e n t e def in idas , pues g e n e r a l m e n t e c a d a p e r s o n a c o n s e r v a c o n prefe­

renc ia c ierto o r d e n d e h e c h o s o de s e n s a c i o n e s . E j e m p l o s : l a s c i f ras , l a s i m á g e n e s , los son idos , los o lores , los sabores , el t a c t o , la v i s ta , etc. Pero to ­d a v í a ex i s t e a l g o m á s n o t a b l e , y es l a ( (amnesia», o s e a la pérd ida d e la m e m o r i a , c o n l a par t i cu ­lar idad d e que la a m n e s i a to ta l , es decir, el o lvi ­do a b s o l u t o d e todo c o n o c i m i e n t o , es rar í s ima , pero s o n m u y f r e c u e n t e s l a s a m n e s i a s parc ia l e s , o s e a el o l v i d o d e u n o r d e n de c o s a s d e t e r m i n a ­d o ; o lores , son idos , pa labras , f o r m a s , c i fras , n o m ­bres , f e c h a s , e tc .

N o es m e n e s t e r a ñ a d i r que sobre la m e m o r i a d e s c a n s a cas i i n t e g r a m e n t e l a cu l tura , p u e s a u n ­que u n a p e r s o n a l e y e r a t o d o s los l ibros de c i e n c i a y d e a r t e e x i s t e n t e s , s i n o t u v i e r a m e m o r i a t o d o le ser ia a b s o l u t a m e n t e inút i l , por c u a n t o n o recor­d a r í a l o s t e x t o s n i el r e s u m e n que de e l los s e pue­de real izar .

H a y m á s t o d a v í a : p e n s e m o s que a n t e s d e l a i n v e n c i ó n d e la e scr i tura era a l a m e m o r i a ún ica­m e n t e a l a que e s t a b a n conf iadas t o d a s l a s tra­d i c i o n e s terr i tor ia les , i d e a l i s t a s , t o d a s l a s l eyes y c o s t u m b r e s , y h a s t a la poes ía y l a m ú s i c a . M o t i v o por el cual los a n t i g u o s d e s i g n a r o n d i o s a de la m e m o r i a a M n e m ó s i n e , h i ja de l Cielo y d e la Tierra y m a d r e de l a s n u e v e Musas , a d m i r a b l e creac ión c lás ica , pues l a s r e p e t i d a s M u s a s e r a n d e i d a d e s p r o t e c t o r a s d e l a s Cienc ias , d e l a s Ar te s y d e l a s Letras , que es c o m o dec ir de la Libertad y d e l Progreso .

P a r a conclu ir , d i r e m o s que la m e m o r i a t i ene su m e c a n i s m o , que puede re la jarse o mejorarse , des ­arro l larse o conservarse c o n ejerc ic ios a d e c u a d o s . L a i m p o r t a n c i a i n d i v i d u a l y soc ia l d e l a m e m o r i a es i m p o r t a n t í s i m a , y de e l l a se h a n o c u p a d o lo s m á s e m i n e n t e s a u t o r e s , e x i s t i e n d o u n a g r a n d i o s a a n t o l o g í a cuyo e s tud io conduce a l e x a c t o cono­c i m i e n t o d e l a m a t e r i a , que , por o t r a p a r t e , n o es t a n s enc i l l a c o m o parece , pues u n filósofo h a di­c h o que (da m e m o r i a es l a c o n s e c u e n c i a d e l a fa­cu l tad de conocer y la i m a g i n a c i ó n es la con­s e c u e n c i a d e l a m e m o r i a » .

Y, finalmente, la m e m o r i a e s la que n o s de-m a e s t r a que p e r d u r a m o s . El la es el d e s p e r t a r d e las i m p r e s i o n e s del a l m a . S i n m e m o r i a , el h o m ­bre t endr ía igua l c a t e g o r í a que u n a piedra.

AlBERIO CARSÍ

C I R C U L A R N." 17 Toulouse , 22 d e d i c i e m b r e d e 1950

A T O D O S L O S C O M I T É S Y A F I L I A D O S A LA C. N. T. D E E S P A Ñ A E N EL E X I L I O

E s t i m a d o s c o m p a ñ e r o s : E n la p r i m e r a q u i n c e n a d e e n e r o d a r á n c o m i e n z o lo s Cursos por

correspondenc ia , c o r r e s p o n d i e n t e s al ejercicio 1951. C o n el fin d e d a r a l o s m i s m o s u n a m a y o r e l e c t i v i d a d prác t i ca ,

t e n i e n d o e n c u e n t a las e x p e r i e n c i a s de los cursos a n t e r i o r e s , in tro­duc imos e n la o r g a n i z a c i ó n de los m i s m o s a l g u n a s m o d i f i c a c i o n e s . La p r i m e r a d e e l l a s a f e c t a la d u r a c i ó n d e los cursos . E x c e p c i o n a l -m e n t e , é s t o s t e n d r á n u n a d u r a c i ó n d e S E I S MESES, o s ea d e s d e el 15 d e e n e r o a fines d e jul io . A g o s t o y s e p t i e m b r e s e r á n d e reposo , y se a p r o v e c h a r á n para la o r g a n i z a c i ó n e inscr ipc ión a los n u e v o s cursos , y en oc tubre e m p e z a r á n é s t o s , c o n u n a d u r a c i ó n d e D I E Z MESES, es decir , h a s t a fines de ju l io d e l a ñ o 1952.

La a s i m i l a c i ó n de n u e s t r o s cursos a l per íodo de e s t u d i o s v i g e n t e en l a e n s e ñ a n z a oficial , se debe a l a c o n s t a t a c i ó n e f e c t u a d a por los c o m p a ñ e r o s profesores , y a s i m i s m o por a l g u n o s a l u m n o s , d e que d u r a n t e l o s m e s e s d e v e r a n o l a i n t e n s i f i c a c i ó n d e l t r a b a j o e n la agr icul tura , l a s v a c a c i o n e s , los v iajes , etc. , d i s m i n u y e n la in tens i ­dad del t rabajo d e l o s a l u m n o s , con la c o n s i g u i e n t e repercus ión en el r e s u l t a d o d e los m i s m o s .

La s e g u n d a modi f i cac ión cons i s t e e n u n a d i v i s i ó n de la m a y o r p a r t e d e l a s a s i g n a t u r a s e n dos g r a d o s : e l e m e n t a l y superior . El lo obedece a que m u c h o s a l u m n o s se inscr iben e n los cursos c r e y e n d o poder los seguir y a l rec ibo de l a s l e cc iones se d e s a n i m a n y aban­d o n a n l a m e n t a b l e m e n t e .

Los cursos e l e m e n t a l e s d e l a s r e s p e c t i v a s a s i g n a t u r a s permi t i rán , pues, a l o s c o m p a ñ e r o s a f e c t a d o s , in i c iarse e n lo s e s tud ios que de­seen, p r e p a r á n d o s e as i d e b i d a m e n t e p a r a c o n t i n u a r p o s t e r i o r m e n t e y c o n a p r o v e c h a m i e n t o los e s t u d i o s super iores .

La t ercera modi f i cac ión se refiere a l prec io de inscr ipc ión a l a s a s i g n a t u r a s : en la impos ib i l idad de m a n t e n e r l a t a r i f a de 300 f ran­cos por s e m e s t r e y por a s i g n a t u r a , n o s v e m o s e n l a i m p e r i o s a nece­s idad d e a u m e n t a r el cos te d e l a m i s m a a 500 f r a n c o s .

El ú l t i m o ejercic io , deb ido e n p a r t e a l reduc ido prec io d e l a ins­cr ipc ión y en p a r t e a la irregularidad" e n el p a g o por p a r t e d e mu­c h o s d e los a l u m n o s inscr i to s—sin c o n t a r l o s que se e x i m e n d e esa contr ibuc ión por def ic iente s i t u a c i ó n e c o n ó m i c a , previo- a v a l de su re spec t iva F. L.—, h a c r e a d o al f o n d o c o m ú n d e la O r g a n i z a c i ó n u n déficit que es n e c e s a r i o co lmar .

Por n u e s t r a par te , s e ñ a l a m o s t a m b i é n que e s propós i to del S. I. g a r a n t i z a r a los a l u m n o s i n s c r i t o s el e n v í o d e l a s l e cc iones s e ñ a l a ­das c o m o c o n j u n t o d e c a d a a s i g n a t u r a , a c o n d i c i ó n de que los a lum­nos c o r r e s p o n d a n r e g u l a r m e n t e a l env ío d e l a s l e cc iones por par te de los profesores . H e ahí el d e t a l l e de l a s a s i g n a t u r a s :

F R A N C É S . — E l e m e n t a l . I N G L E S . — E l e m e n t a l y Super ior . E s p e r a n t o . — E l e m e n t a l y Superior . ( R e c o m e n d a m o s a los c o m p a ñ e r o s que d e s e e n inscr ib irse e n los

cursos e l e m e n t a l e s de l e n g u a s , y c u y o s c o n o c i m i e n t o s de l e s p a ñ o l no s e a n lo s u f i c i e n t e m e n t e só l idos , se i n s c r i b a n t a m b i é n e n el curso de G r a m á t i c a , c o m o c o m p l e m e n t o d e e n s e ñ a n z a y p a r a m a y o r fac i ­l idad d e a p r o v e c h a m i e n t o d e l a s l e cc iones d e l i d i o m a que escojan.)

D I B U J O L I N E A L . — E l e m e n t a l y Super ior . D I B U J O A R T Í S T I C O . ( R e c o r d a m o s a los c o m p a ñ e r o s que i n t e r e s e seguir el curso d e

Dibujo l inea l en su g r a d o e l e m e n t a l la c o n v e n i e n c i a de seguir a l m i s m o t i e m p o e l d e G e o m e t r í a , con el fin d e c o m p l e m e n t a r y faci­l i t ar a m b o s estudios . )

C O N T A B I L I D A D . — E l e m e n t a l y Superior . M A T E M Á T I C A S Y CIENCIAS.—Inic iac ión e l e m e n t a l . (Se m a n ­

d a r á c u e s t i o n a r i o e x a m e n . ) A R I T M É T I C A . — P r i m e r o y s e g u n d o grado . (Se m a n d a r á cues t io ­

n a r i o e x a m e n p a r a fac i l i tar l a se l ecc ión de l grado.) G E O M E T R Í A . — P r i m e r o y s e g u n d o grado . ( ídem.) A L G E B R A . — P r i m e r o y s e g u n d o grado . ( ídem.) G R A M Á T I C A P r i m e r o , s e g u n d o y tercer grado . ( ídem.) G R A M Á T I C A E S P A Ñ O L A . — L a c lase d e e s p a ñ o l se d iv id irá e n

tres secc iones . Cada a l u m n o , a l inscr ibirse , i n d i c a r á la s ecc ión que le conv iene .

P r i m e r a s e c c i ó n : P a r a l o s a t r a s a d o s y p a r a lo s que, h a b i e n d o e n t r a d o e n F r a n c i a m u y j ó v e n e s , n o e n t i e n d e n o n o h a b l a n b i e n el e s p a ñ o l . Ejerc ic ios d e t r a d u c c i ó n y d e o r t o g r a f í a ; v o c a b u l a r i o ; reg las e l e m e n t a l e s d e g r a m á t i c a .

S e g u n d a s e c c i ó n : G r a m á t i c a e s p a ñ o l a . P a r t e s de l a oración; orto­g r a f í a ; s i n t a x i s ; e jerc ic ios g r a m a t i c a l e s .

Tercera s e c c i ó n : Compos i c ión . (Para lo s q u e h a n e s t u d i a d o y a la gramát i ca . ) L e c t u r a s c o m e n t a d a s ; a n á l i s i s ; e jerc ic ios d e r e d a c c i ó n y c o m p o s i c i ó n ; n o c i o n e s de p r e c e p t i v a ; et i fnologia .

M E C Á N I C A Y E L E C T R O T E C N I A . — C o m p r e n d e r á n e s t o s c u r s o s : M E C Á N I C A . — G e n e r a l i d a d e s ; g r a v e d a d ; f u e r z a s ; t rabajo y po­

t e n c i a ; m á q u i n a s s i m p l e s (pa lanca , po leas , t orno , etc.) . E L E C T R O T E C N I A . — E s t u d i o p r e p a r a t i v o : energ ía , n o c i o n e s d e

Química . Corr iente c o n t i n u a : e fec tos q u í m i c o s ; e lectró l i s i s . Efec tos c a l o r í f i c o s : l ey d e Jul io . R e s i s t e n c i a e l éc tr i ca . F u e r z a e l ec t romotr i z y d i f erenc ia d e po tenc ia l . Corr ientes d e r i v a d a s . P i l a s y a c u m u l a d o ­res. N o c i o n e s d e l e c t r o m a g n e t i s m o .

* * • Los a n t i g u o s a l u m n o s que n o t e r m i n a r o n e l curso que segu ían ,

lo c o n t i n u a r á n h a s t a t e r m i n a r l o . * $ *

Q u e d a n d o a n u l a d a s a p a r t i r d e l 1." d e e n e r o t o d a s l a s inscr ip­c iones anter iores , con , el fin de dar c o m i e n z o a la n u e v a organ iza ­ción r o g a m o s a todos los c o m p a ñ e r o s i n t e r e s a d o s n o s m a n d e n urgen­t e m e n t e su inscr ipc ión , a c o m p a ñ a d a d e l g iro correspond iente .

* * • R e c o r d a m o s que l a s p e t i c i o n e s d e b e n d ir ig irse a P A B L O B E N A I -

G E S , 4, rué Be l for t , T O U L O U S E (H.-G.), y los g i ros a R O Q U E SAN­TAMARÍA, 4, rué Be l for t , T O U L O U S E ((H.-G.), i n d i c a n d o a l d o r s o de los m i s m o s el n o m b r e del a l u m n o y la o l a s a s i g n a t u r a s a que se ref ieran.

F r a t e r n a l m e n t e os sa luda ,

V." B.° : El secre tar io genera l ,

J. P E I R A T S .

S E C R E T A R I A D E C U L T U R A Y P R O P A G A N D A :

P a b l o B E N A I G E S .

El_ TALCF del tiempte

E L tiempo es oro, se dice, querien­do cor,i este dicho valorizar el tiempo, que vale más que el oro,

siendo tan desperdiciado... Se compara al oro, por ser éste más codiciado que aquél. iY por qué? ¿Qué es el oro? Ut. metal i brillante, a la moda, por ser bri­llante, en estos tiempos que es moda brillar. Su valor reside más en la tonte­ría de los hombres que en la utilidad, que éste representa

Comprar el tiempo al oro es profanarlo. El tiempo es infinito y no tiene medida posible de compara­ción. El consejo es bueno, cuando con éste se nos aconseja acariciarlo y aprovecharlo como hacemos con el oro, en estos tiempos en que reina la tonte­ría, pero ni en estos tiempos se toma el consejo como debiera porque el tiem­po no puede lucirse como alfiler de cor­bata, ni es fácil detenerlo, ni acapa­rarlo. ¡Ay, si fuera fácil acapararlo, o siquiera detenerle! No obstante, la exis­tencia del tiempo está a nuestro cargo, como bien dice Marqués de Caracciola, y nos cubre un susto formidable el ver su fin. No pensamos que este tiempo, que es de un valor infinito, debe mere­

cer una dicha eterna. ¡Qué de cuidados,

atenciones, en. consecuencia practicamos para perderlo y profanarlo!

Las mil manifestaciones de la vida nos prueban suficientemente: hasta en la prisa. La velocidad con que se circu­la en las ciudades se burla del tiempo. Cuando parece que se va en su bús­queda se va hacia s>u pérdida. Se va de prisa siempre, se corre para no ir a ningún lado, porque ir a ningún lado es ir a matar el tiempo en un lugar cualquiera, en donde bien se dice voy a matar el tiempo, y, cuando nos parece haberlo matado, el tiempo se burla de nosotros escapándosenos de las manos; huyéndonos siempre delante, vivido y desaprovechado... El valor del tiempo reside en la medida de su utilidad.

El niño es más avaro del tiempo que el hombre. Corre tras del afanoso; cada minuto le trae algo nuevo: una sonrisa

(Pasa a la tercera).

Qciéé Qfll&lina

Journal sortí des presses de IB SOCIETE GENÉRALE D'IMPRESSION (Cooperativo Ouvriére de productlon) Siége social : 26, rué Buffon. Toulouse

AUliers : 61, rué des Amidonniers

RUTA P á g . 3

JUVENTUD DESORIENTADO C3MO consecuencia irremediable

de la horrorosa guerra europea que ha terminado poco ha, con

el lamentable y desordenado caos mo­ral y económique, después del inútil sacrificio de millares y millares de se­res humanos, después de haber pasado años de continua tensión nerviosa y de privaciones sin fin, ha quedado el mun­do postergado en el más amplio des­equilibrio moral y completamente des­orientado con relación a tomar deter­minaciones rápidas tendentes a obtener un equilibro económico-social que sal­ve a la humanidad del agobio moral en que nos hallamos, de la constante preocupación por un bienestar mejor que absorbe nuestra atención, de la continua intranquilidad en la cual vi­vimos y de la permanente inseguridad en el mañana durante nuestra tenaz lu­cha por la existencia.

Ante esta constante intranquilidad, continua preocupación y permanente inseguridad, en medio de ese flujo y reflujo de sentimientos hijos del instin­to de conservación, dentro de esa co­rriente opuesta que nos envuelve re­pleta de odios y malos quereres y de la más marcada acentuación de gran­dezas materiales, dentro de todo y al compás de ese vaivén desequilibrado que en medio de la más lamentable desorientación formamos como ola in­mensa encrespada la colmena huma­na; en medio de la ignorancia que tan­to abunda y de un ambiente impreg­nado de cruzadas corrientes religiosas a cuál más perniciosa a la mente hu­mana, en medio de todo, repito, se me­ce temerosa la juventud de ambos se­xos, completamente desorientada den­tro del reducidísimo recinto de su pro­pia inexperiencia, vagando insegura en­tre nosotros como buscando el apoyo moral del cual carece, de la sinceridad, de la sencillez y del desinterés que desconoce y del carino que no halla ni encontrará jamás dentro de los par­tidos políticos que la utilizan con fines partidistas hasta destrozarla moralmen-te, ni percibir en el seno de sindica­les de carácter político, que emplean a esa juventud indecisa y desconfiada como estandarte de una fuerza que no poseen.

Esa «Juventud desorientada», en su mayoría, semantiene a margen de to­

da preocupación social de carácter emancipativo. No cree en nada, ni quie­re saber nada de nadie dentro de su aburrimiento y desengaño, y tanto se abandona a si misma, dentro de su propia indolencia individual, que va anquilosando su importante y vigorosa personalidad tras diversiones y depor­tes de orden comercializado, mientras tanto va cayendo en la más lamenta­ble aberración sentimental siguiendo el curso de la revuelta marea ambiental en la que se halla sumergida debido a la ignorancia que la acompaña constan­temente y que la conduce a esa con­fusión nacida de la vacilación, que va transportándola a la adquisición de vicios diversos, a cuál más pernicioso a la salud y dañino a su personalidad moral.

Y es hacia esa desorientada juventud hacia la que debemos dirigir nuestra atención en tanto que organización ju­venil libertaria. R., hacia ella que de­bemos ir seguros de nosotros mismos, y tal cual somos de sentimentales, de des­interesados y de comprensivos. Es con esa juventud desengañada que vaga indolente por la turbia senda de la desorientación con la cual debemos convivir en nuestra condición de pro­ductores y de idealistas libertarios, para orientarla con ese desinterés que tan­to nos caracteriza. Haciéndonos com­prender a través de nuestra propia conducta y por vía de ejemplos que nos reflejen tal cual somos en tanto que organización juvenil, espiritual-mente guiada por las concepciones ideo­lógicas libertarias de orden emancipa­tivo social de todos los seres humanos que poblamos el planeta Tierra, sin distinción de razas o de color.

A. LÁMELA.

EL SOCIALISMO Y SUS LÍDERES

Coní onresiones tard ms

•A «. 1 1 ViX VYm\\WS.\Z>\Z.Vf< MOTAS AL MARGEN

L (Viene de la página 1)

pierden su tiempo en tácticas para elu­dirlo. Van a sn¡ encuentro, lo atacan y lo destruyen. Avanzan destruyendo y no eludiendo.

El vivir de estos hombres, es el de inconformes con TU medio y con su tiempo; adelantados, idealistas.

Su actividad revolucionaria es cons­ciente, ritmo acelerado de avance en un vibrar alto de fiebre fraternal.

Su orientación es, la sociedad huma­na igualitaria en lo económico, de vida mejor para todos y armoniosa conviven­cia con bienestar general.

En lo individual, la ascensión del hombre en un clima de libertad, cre­cimiento vertical de su espíritu, amor a si mismo y a los demás, que es la savia nutridora, madre de las virtudes de la flor y el fruto.

Importa poco las denominaciones. Lo que vale es el estilo de vida, la solida­ridad y la rebeldía.

J. TATO LORENZO.

pical, mezclándose con los ruidos pro­pios a la mecanización de las calles de la ciudad.

* 4¡ *

Me alejo del conglomerado estacio-

competición de vocerío, otro vendedor tratado de Versalles grita más fuerte: «¡«Paris-Soir», les américains abandonnent la Coree!»

En medio del paseo observo otro gru­po. Me paro. ¿Qué pasa? ¡Ah! son los de «l'armée du salut» que, evocando el cristo y su reino pasan la gorra en

v busca de unas monedas (mientras el reino llega).

Gente que va y que viene, unos de

Íirisa, otros en forma precipitada, otros enta y torpemente, tropezando y pi­

diendo «pardón».

Cerca ya de la plazaz Wilson — otro nombre célebre — me paro: un ciego acompañado por una. niña exhibiendo un letrerito que dice: «avMigle de guerre», toca un acordeón. Sus notas se precipitan, salen torpemente de su ins­trumento...

Oigo hablar español.

(Viene de la página 1) las resoluciones hasta aquí adoptadas de uno de esos partidos socialista, cuya por los políticos de toda laya, en cuan-idea política hubiera deeado no cono- to al problema español; cuando, en fin, cer, supongo, ya que quisiera encon- no solamente se desconfia, sino que trar fuerzas suficientes para arrancar se declara funesta la acción de los sela de si. Y no se crea que el partido iefes más caracterizados del socialismo español al que Prieto deja a salvo en estatal, creo que la permanencia—ya su critica es una excepción; pues de s e a P o r u n instante más—en el seno haberse invertido los términos, no de u n o de e s ° s partidos, se hace to-hubiera sido éste quien alzara la voz, talmente incompatible, no solamente á elevándose contra tal proceder. Ya exis- t I t u l ° de líder, sino de simple afi'iado ten pruebas que confirman esta aser- En estas condiciones, la situación ción, las cuales seria prolijo enumerar; ¿e\ c o n junto de estos últimos, que pero bastará decir que los mismos no generalmente han abrazado la idea, fas-pueden dar sino resultados análogos. cinados por el verbo o por la popula-

Porqué cuando se siente que la idea ridad del jefe, que a pesar de la prác-politica abrazada, imposibilita el en- tica democrática, que aún se ejerce en grandecimiento y la expansión del es- el seno de los partidos socialistas, han piritu; cuando se está herido por los creído sinceramente en las palabras del desengaños sufridos en una larga ca- mismo y secundado sus posiciones por rrera política; cuando uno se siente divergentes que fueran las unas de las invadido de vergüenza al seguir llaman- otras, es harto embarazosa, pues a te-dose socialista y al convivir con otros ñor de las palabras de Prieto, han de­que también se lo llaman; cuando se bido quedar con un palmo de narices, considera que el socialismo y el sindi- completamente desamparados y sin sa-calismo mundial, sometido éste en gran ber qué partido tomar; tan obtusa es parte a la obediencia del primero, nos la salida que de las palabras del jefe han desahuciado; cuando se siente son- se desprende, en cuanto a la situación rojo, por el proceder de los principales actual.

personales representativos, de la idea P e r 0 a u I 1 p a r e c i é n d o m e sincera la política que se profesa; cuando se per- c o n f e s i o n q u e P r i e t o hace en esta oca-tenece a un partido y a una Organiza- s i S n > n o d e j o d e r e c o nocer su grave de-cwn sindical, que tienen tendencia pro- ficjencia, p u e S ; s u m i ( 1 o e n el torbellino nunciada por el internacionalismo y no ¿e ] a amargura y de la decepción, se se cree en la solidaridad internacional , ¡ m i t a a n e g a r i y n a d a m a s q u e a n e g a r . de los mismos, incredulidad afincada Negación tardía, pues, todo lo que él di-en la experiencia diaria que ofrecen los c e y mucho más en cuanto a la negación hechos; cuando ya no se es tan candido y mucho más en cuanto a la negación como para creer en tantas medias tin- d e l a eficacia política, lo venimos di­tas traducidas en declaraciones insipi- ciendo desre hace mucho tiempo los das e ineficaces, que no otra cosa son anarquistas; pero nuestra acción no se

ha limitado a negar, sino que hemos apuntado en todo momento una solu­ción continua y progresiva al margen de la acción política, para todos los problemas, y aún están ahí dichas so'-luciones para todos cuantos las quieran ver.

Considero que los socialistas sinceros, los que aún tengan esperanzas de alcan­zar el bienestar de la humanidad, me­diante la acción política desarrollada a través de su partido, no pueden seguir honradamente teniéndolas ya después de las declaraciones de Prieto, ni, por consiguiente, tampoco pueden conti­nuar adheridos al mismo. Como en los otros partidos políticos no han de en­contrar tampoco tal solución—quizá menos aún que en el propio—, no ten­drán otro remedio que acogerse a la solución que siempre se brindó desde el campo ácrata. Y habrán de buscarla por si mismos y por propio esfuerzo, sin creer más en la acción de jefes que según Prieto (que es uno de éstos y no de los menos experimentados) resulta vergonzoso confundirse y convivir con los mismos.

E] estado llano del partido socialista que creyó en Prieto cuando éste le hizo participe de su desmesurado entusias­mo en cuanto a la «solución» de] pro­blema español, y que habrá creído hoy, al recibir el mensaje de su gran de­cepción, no puede contentarse como so­lución—so pena de anularse a sí mis­mo—con lo que se desprende de las declaraciones de su líder, en el articu­lo objeto de estas líneas; ellas le han de servir en todo caso de brújula, me­diante la que orientar su conclusión y buscar su propia vía, que existe, a pe­sar de lo que Prieto diga, y no está tan oculta como para no ser vista por quienes se precian de clarividentes.

J. BORRAZ.

^ t i y . ' . ' f c l l ' . ' m

W t m m « V . ' A ' A m ' . ' . W . f A . . t < . . . . . W W W t W W W <

D E la misma forma enigmática que el capohido «pére Noel» deja los juguetes para los niños durante la

noche de Navidad, han recibido este año ciertos amigos coincidiendo con la misma fecha, un papelote multicopiado el que, en lugar de ser portador de ale­gría para los receptores — cual ocurre en el caso de los niños — ha llevado el desencanto y la confusión, dada la cantidad de peste y liquido corrosivo que el mensaje lleva en si.

Si enigmático y fantasmagórico re­sulta ene «pére Noel» que pasa por to­das partes en una misma noche sin de­jar la menor huella de su persona, de-ambuaba por tejado, balcones y chime­neas sin contraer un accidente, sin pro­ducir el menor ruido y sin ser visto ni oído por nadie, enigmáticos resultan también los papeles a que me refiero, pues, pudiendo ser dicho cuanto en el'os se dice a la luz publica, dando la cara y enfrentándose con quienes acu­san, son enviados a diestro y siniestro a guisa de «cadeau de Noel» sin firma, sin aval, sin remitente; es decir, sin na­da que indique el menor concepto de responsabilidad por parte de sus au­tores.

IMÁGENES I DE LA CIUDAD (Viene de la página 2) La conversación se desarrolla en tor­

ráis oídos. Un gran murmullo de apro- n 0 de k> situación internacional; me lle-bación recorrió por el grupo estaciona- 8an> de v e z en cuando, martilleantes do. Vuelvo a observar por encima de frases: Rusia, América, los coreanos, ia los hombros y a través de los cristales; China... los músicos gesticulaban, chillaban, da- Continúan aún llegando a mis oídos ban alaridos cual si estuviesen imitando ' a s notas desagradables de la orquesta los misteriosos ruidos de la fauna tro- de los «Americanos».

¡Derniére édition, «La Dépéche »! Pasa un camión repleto de soldados,

gritan, cantan; gritos de inconsciencia, cantos de guerra.

Recuerdo el Congreso de la Paz de nado no sin haber antes observado que, Bruxelas, los discursos y las conferencias por lo general, van siguiendo el ritmo de Jean Jaurés, el acto de Vilain El o descompás de la música con el pie. ingenuo presidente Wilson y sus sueños ¡«La Dépéche!», grita un vendedor de de paz en un mundo de odios- los ca-periódicos. Como si se tratase de una torce puntos, las comisiones de paz el

Miro el reloj: las once de la noche. Pobre humanidad!

J . C A Z O R L A .

C.N. deS.I.A. Siendo que la edición del CA­

LENDARIO está en vías de- ago­tarse, invitamos a todas aquellas Secciones que tengan de sobrantes que los devuelvan, a la mayor brevedad, al C. N., con el fin de poder dar satisfacción al máximo posible de las úl t imas demandas .

VALOR DEL TIEMPO

(Viene de la página 2) desconocida, la palabra ignorada, un movimiento practicado en el que ad­quiere dominio... en el que se renueva sin cesar; el joven es menos ambicioso. Hay jóvenes que se pasan la vida ma-tar.do el tiempo, que es matarse: los naipes, el fú'bol, la moda... Las mil y una preocupaciones que nos creamos y las preocupaciones que arrastran esas preocupaciones nos acaparan por entero el día, y, nos minan por la noche. Un día de fútbol arrastra consigo emocio­nes, o disgustos; discusiones que como eco, y martil'azo se repiten en los días que éstas no hayan sido adulteradas.

Si con el amor que se consagra a to­das esas diversiones tuviéramos el tiem­po tasado, nuestro planeta seria todo un campo de batalla, siéndolo bastante en la medida en que nos lo tasamos.

4 Quién no ha presenciado entrada y sa'ida de un espectáculo cualquiera? En las puertas de entrada del campo de fútbol es donde empieza verdade­ramente el espectáculo. Son verdaderos encuentros, en donde todo es permit'do. (A veces por ganar unos minutos, como si diéramos, por unos gramos de oro). Aquí el consejo es tomado al dedillo. Es aquí en donde los deportistas apro­vechan el tiempo. Ya hemos dicho de qué modo. Y, es que del tiempo hemos hecho el vehículo que favorece nues­tras pasiones.

Que el tiempo es lo únicamente libre, fondo común, del que todos tomamos, y que cada cual lo aprovecha en su medida, se objeta; bien... Cierto, más no lo desnaturalicemos, como se cons­tata, o como aquel pobre hombre, que puso dos años de tiempo para habar el español al revés, que nade entendía... Bien podría haberlo empleado apren­diendo otro idioma, el esperanto, por ejemplo, con el que hubiera podido cambiar ideas con miles de personas, o criando terneros antes que perdiendo el tiempo en aquella suerte... Y, ¡cuán­tas personas no hay que de ésta o de otra manera, son parecidos a nuestro pobre hombre?

Pero la ficción «pére Noel» que ló­gicamente podría presentarse ante los beneficiarios de sus regalos para recibir sus plácemes, es mantenida sola y exclu­sivamente para con los niños, los cua'es actualmente, ya no creen en su gran mayoría en esta suerte de milagrerías; mientras que la otra ficción, la repre­sentada por el papel multicopiado que como aguinaldo de Navidad se ha re­partido a fin de año, ha sido dirigida a los grandes, y es propagada y man­tenida en cuanto a los mismos.

Y lo grave del caso es que, mientras los niños no creen ya actualmente, en su gran mayoría — como antes digo — en la acción bienhechora de su «fic­ción», los grandes, o algunos de éstos, han creído en esta ocasión en la. acción malhechora de la «suya», traducida ella en el papelucho multicopiado; o por lo menos, si no han creído después de madura reflexión, si de momento han dudado y han sufrido una turbación de espíritu.

i Qué significa esto? ¡Que los gran­des somos tan ingenuos, o tenemos más simplicidad de espíritu que los niños? Nada de eso; y con toda seguridad quien de buen principio haya prestado oídos a esos papeles, se tiene, y hasta quizá sea muy perspicaz. Y es en razón de ello que considero que nunca mejor que en esta ocasión podría ser aplicado aquel adagio que dice: «Cree el ladrón que todos son de su condición»; pues, a pe­sar de toda la perspicacia de que se hace gala, no se ha sabido comprender, que el papelucho en cuestión, solamerr te juzgado por el procedimiento usado para su envío, no puede ser sino una farsa canallesca, comparable, no en la intención que le guia pero si en él gra­do de FICCIÓN, a la que se usa con los niños mediante el «pére Noel».

Bien está que no se sea excesivamen­te ingenuo o crédulo en la bondad de los otros cuando no se conocen, pero no me parece una virtud el pasarse de ma­licioso, ya que lo uno y lo otro resul­tará siempre pernicioso.

Ante lo uno y ante lo otro, hemos de oponer el raciocinio y el discernimiento; y si asi obramos, no se dará el caso ilógico, lamentable, de que en una épo­ca en que los niños alcanzan cuerda­mente a no creer ya en ficciones repre­sentadas por el «pére Noel», los gran­des cometan el error grave, de creer, aunque sea por un momento en las «suyas», cuando de la maledicencia y de la difamación se trata.

CANTA-CLARO.

Nadie tiene derecho de repetir miserias y puerilidades; todos vi­vimos en la obligación de pronun­ciar frases que levanten los pen­samientos y fortalezcan los cora­zones.

El nivel de la especie h u m a n a sube muy lentamente , pero sube. If la ascensión se verifica no por­que la muchedumbre inicie el mo­vimiento, sino porque unos pocos individuos de buena voluntad sur­gen de cuando en cuando para •ondenar el egoísmo inhumano y so-tener que, sobre las convenien­cias materiales, deben colocarse los sentimientos magnánimos en­carrilados por las ideas levanta­das, lo que grácamente hablando quiere decir: que más arr iba del vientre se hal la el corazón, y más arriba del corazón, la cabeza.

• 0 * Estamos caldos, pero no clava­

dos cont ra u n a peña; mutilados, pero no impotentes; desangradas, pero no muertos. Unos cuantos años de cordura, un ahorro de fuerzas, y nos veremos en condi­ciones de ac tuar con eficacia.

Seamos una perenne amenaza, ya que todavía no podemos ser más. Con nuestro rencor siempre vivo, con nues t ra severa acti tud de hombres, mantengamos al ene­migo en continua zozobra.

• # * El gañán que abre surcos donde

ha de germinar el trigo, no se detiene a pisotear gusanos remo­vidos y sacados al sol con la pun­ta del a rado .

• # • Quien no alza la voz en el cer­

tamen del siglo, es porque nada tiene que decir.

• * • Abre los ojos, deja la horrorosa

pesadilla de sangre, porque el si­glo avanza con pasos gigantescos, y tienes mucho camino que reco­rrer, mucha herida que res tañar , mucha ru ina que reconstruir .

EN PAMIERS CONFERENCIA

DEL COMPAÑERO BENAIGES

Organizada por la Federación Local de la F . I . J .L . de Pamiers , tendrá lugar el domingo 21 de enero u n a conferencia a cargo del compañero Pablo BENAIGES, el cual d iser ta rá sobre el t ema

«REALISMO POLÍTICO E IDEALISMO MORAL»

El acto t endrá lugar en el do­micilio social de la C.N.T. de la citada localidad, y da rá comienzo a las nueve de la m a ñ a n a .

Todos los compañeros y simpa­tizantes son cordialmente invita­dos a asist ir a la misma.

S. I. A. COMITÉ NACIONAL

Las Secciones locales de S.I.A., cons­cientes de su deber siguen respondien­do a la llamada de su C. N., para el sostenimiento y ampliación de las obras de solidaridad que viene realizando.

He aquí una nueva y última lista de donativos, correspondiente al ejercicio 1949-1950.

Suma anterior: 253.374 francos; Bri-gonlles, 2.500; Gemenos, 500; África del Norte (2*), 4.950; Bram, 500; Limo-ge s (2«), 1.500; Marseillette (7e), 500; Champclauson (2e), 2.164; Clermont-Ferrand (2*), 2.000; Toury, de Reims, 250; Nevers (2'), 8.000; Musidan, 1.200; Longwy (17 donativos de a 100 frs.), 1.700; Blasco, de Cassaneuil, 1.000; Souillac, 949; Roanne (2*), 200; Agru­pación Colomb-Béchar, 2.900; Eauze, 976 francos.

/¿ea y, ptúpaya

•RUTA *S*V*V*VVVV*V»*VVVVVV*VV*V*NNV*NV»VVVVVVVVV^

(Conclusión.) Petrcnio quedó sumido en hondas meditaciones.

Pasa ron algunos días, y el recuerdo de aquella mu­jer se había cosido a su alma con hilo de acero. Su vida, consagrada por entero a la lucha, sentíala ahora t r ansmutada por un ex t raño efluvio de nue­vas inquietudes, de ardientes empeños, de bellas ilu­siones, que le brotaba de muy adentro.

Hallándose sentado al pie de una roca, presentóse ante él un muchacho cabrero, cuyo ganado pastaba de cont inuo por aquellos montes solitarios.

—¿Sabes dónde está Petronio?—le dijo. —Soy yo en persona. ¿Qué deseas? Y el pastor, hurgando nerviosamente en su zurrón,

extrajo al fin un sobre cerrado, que entregó al gue­rrillero.

—Me lo dio, allá abajo, en el camino corto de Almedrones, una señori ta (por cierto muy guapa), que t r a s mucho insistir, t r as yo negarme más y t ras no querer nunca, víla llorar como una Magdalena. . . Y, claro, al fin le cogí el sobre.

Petronio se sintió sacudido por una fuerte convul­sión nerviosa. Era una esquela breve, muy breve, apenas cua t ro renglones de una le t ra fina, p a r a él ininteligible. Se mesaba los cabellos de rabia. ¡Mira que no saber leer ! Has ta aquel momento de su vida no había reparado en la inicua orfandad del anal­fabetismo. ¿Qué hacer en t r ance parejo? El no podía dar a leer aquella ca r t a de una «señorita burguesa», quizá falangista, a nadie, absolutamente a nadie, y menos a ninguno de sus compañeros. La amenaza de una emboscada vibraba constantemente en el ánimo de aquellos hombres perseguidos a ul t ranza. ¡Oh, no; eso era un disparate!

De pronto se sintió fortalecido. Tenía una idea fe­liz. Recordó que uno de los guerrilleros llevaba siem­pre consigo una biblioteca. En alguna ocasión había hojeado él ciertos textos de imprenta y manuscri to donde los niños empiezan a deletrear.

Veinticuatro horas después Petronio había logrado, en el imás prodigioso fruto de la voluntad, descifrar el significado de aquellos cuatro renglones.

Ella le esperaba, en fecha y hora fija, en el kiló­metro 85 de la carre tera general. Tenía necesidad imperiosa de hablar le . No podía resistir a la tenta­ción de volver a conversar con el guerrillero. Miedo... no debía tener miedo alguno. Ella e ra leal, t a n no­ble y leal como aquella mirada que se cruzaron am­bos el día de su primer encuentro.

Petronio no lo pensó más. Pretextando una «acción personal» abandonó el «campamento», volando a lo­mos de su brioso caballo por aquellos parajes sem­brados de riscos, de altos majanos, de secas matujas, los cuales sal taba ga l la rdamente como liebre cam­pera de galgos perseguida.

Cuando venció -varios kilómetros, sus ojos, escru­tando ávidamente el horizonte, cap ta ron a lo lejos la figura grácil de una mujer. Allí estaba ella, espe-

LA JUSTICIA DE PETRONIO rándole. Su corazón sa l taba de júbilo. El vientre del caballo sudaba sangre. En son dé saludo fraterno, ella agitó al viento un pañuelo blanco.

Cuando se vieron frente a frente, no pudieron am­bos contener el impulso a la expansión integral de sus almas. Estaban enamorados. Había en t r ado el amor en ellos por l a ^ u e r t a grande de la casualidad; y cuando este sent imiento es sincero y robusto, se enseñorea del espíritu, como el r ío desbordado se enseñorea de la pradera, arrol lando a su Paso cuanto a su paso encuentra . El profundo abismo social que les separaba había sido colmado en un ins tan te .

Apenas se hablaron . Ella cayó en los brazos robus­tos del guerrillero como presa de un sincope supre­mo; el guerrillero cayó en los brazos de ella casi ma-quinalmente, inconscientemente, como empujado por una voluntad omnímoda, sobrepuesta a su voluntad misma.

El sol se acostaba ahora en el lecho obscuro de una colina lejana, poniendo corolas de luz y de miel sobre aquellos dos cuerpos pletóricos de anhelos, fun­didos ín t imamente a l fuego augusto de la Naturaleza y de la Vida.

Petronio se sint ió transfigurado. Su cuerpo, virgen has ta entonces de las tentaciones del deseo, se enros­caba ahora a su a lma en una resurrección prodigiosa de una vida que empieza, de un mundo inimaginado, abriéndole sus puer tas hacia extraños senderos de grandiosa ventura, de dicha intensa, de anhelos msentidos, profundamente melosos y ardientes. Ella, con menos candor, pero a l t amente poseída de un ideal incomprensible, vaciaba sus ansias férvidas, las ansias desatadas de. su natura leza púber, sobre aquel hombretón fornido, casto, a r rogan te y magnán imo, cuyas aventuras guerrilleras hab ían dejado en su imaginación febril un g ra to perfume de poesía y de leyenda. ¿Qué importa que fuera «rojo» si era hom­bre? Toda ¡a plaga empalagosa de señoritos que le asediaban en la capital , ¿qué e ran sino gentes cursis, afeminadas y medrosas, huecos por dentro , por fuera macizos de servilismo y mezquindad?

Su alma, ah i ta de este mundo banal , huía ahora hacia otros parajes ambientales más en consonancia con esos impulsos misteriosos que le aguijoneaban la ca rne y espoleaban su imaginación. Y en un nue­vo arrebato de lujuria se abrazó a Petronio, estre­chólo con t ra sí, como si temiera perderlo, como si aquel cuerpo de at le ta rendido se fuera a evaporar en la tr is te disolución de un sueño, muchas noches, t a n t a s y t an t a s noches gozado.

El guerrillero correspondía a estos arrebatos car­nales de la mujer madura y románt ica con meliflua

supeditación. Sentía dormir sus inst intos al arrul lo de un canto sent imental que lo poseía ahora ente­ramente . Petronio tenía más sent imiento que inst in­to, era más hombre, mucho más hombre que bestia-E iba a esconder de nuevo su rost ro color de t ierra ent re aquella deliciosa esponja de oro que coronaba el rostro de la amada . Pero de pron to sintió la come­zón de una inquietud suprema. Sus ojos se clavaron como un botón de fuego sobre el lado izquierdo de ella, donde en un bolsillo azul, diminuto y coqueto, se marcaban las iniciales R.L.P.

Petronio se levantó rápidamente , y adoptando un aire grave, solemne, implacable, como el Comendador de la famosa comedia, extrajo de su bolsillo un pe-

Por Conrado LIZCANO dazo de seda azul, que estuvo confrontándolo un ins­t an te . Después, dirigiéndose a la mujer, que no se explicaba todo aquello, le dijo:

—¿Quién eres, cómo te l lamas, c r ia tu ra? ¿Estuvis­te acaso una noche aciaga de marzo del año 1939 en el pueblo de La Solana?

Ella lo confirmó l lorosamente. Era hija de don Leo­poldo López Pedrálvez, rico industr ia l , ex goberna* dor civil de la T>rovincia y jefe provincial de Fa­lange. Ella se l lamaba Rosita, y desde muy joven sus padres le habían educado en el amor a Dios y en el odio al pueblo.

Por la imaginación de Petronio cruzó la es tampa macabra por él vista cuando niño: aquella noche te­rrible de marzo del año 1939. El abuelo, hombre ino­cente y bueno, ajeno en absoluto a las contiendas político-sociales de su tiempo, yacía allí, en t ierra, exánime y sangran te , como una acusación implacable contra los que habían hecho de la venganza ciega un ideal y del cr imen una táctica de dominación política. Después, la imagen dolorosa de su pobre madre , a la que ya no vio más, pero cuyo mart i r io , su espeluznante odisea a través de seis años de inter-namiento carcelario, has ta su muerte por tuberculo­sis, la supo al detalle, día por día, merced a la infor­mación de ot ra in te rnada que obtuvo su l iber tad a cambio de inconfesables y deshonrosas ent regas . To­dos aquellos recuerdos se agolpaban ahora a su men­te en un torbellino furioso de escepticismos y de cóleras. ,

Desde aquella noche imborrable jamás había vivi­do un momento de t an intenso dramat i smo como el presente. El se había t i rado al monte, aguijoneado

por un ins t in to primitivo de justicia. Allí compar­tió con otros compañeros no sólo ese inst into, no sólo la reparación de t a n t o vandal ismo y de t a n t a corrupción h u m a n a como había desatado sobre los campos de España la dominación falangista, sino ciertos anhelos, otros ideales que, aunque vagos e imprecisos, pululaban por su a lma como una aurora nueva de la fraternidad, de la razón y la justicia humanas . . .

Pero su juramento , el terrible Juramento que a sí mismo se hiciera cuando inició su vida de guerri­llero, es taba en pie... ¡Juró m a t a r en justicia a los que sin ella ma ta ron a su abuelo y a su madre!

Y estaba allí uno de los culpables, es taba en pre­sencia, al fin, del asesino inmundo.

Petronio había estado h a s t a entonces con los ojos en alto, insensible a cuanto le rodeaba, como abs­traído en un mundo de evocaciones lejanas y terr i­bles. Miró a la mujer que en el suelo arrodi l lada implorábale amor y perdón. ¿Era posible que este ángel adorable, que esta mujer hermosa y apasiona­da, cuyo contacto habíale descubierto un nuevo m u n ­do de dicha y amor inefables, m a n c h a r a su man.o nivea y pura con la sangre inocente de u n pobre viejo? ¿A qué grado de animal idad lleva el fana t i s ­mo religioso y el orgullo de clase a ciertos seres r a ­cionales de la especie? Pero él, ¿podia él ahora cum­plir el ju ramento que a sí mismo se hab ía hecho?

Su corazón le la t ía fuertemente; s int ió como un derrame sent imenta l que lo iba inundando todo, del corazón al cerebro, en abluciones de afecto y com­pasión.

—¡Petronio, Petronio mío!—exclamó la mujer, acer­cándose más a los pies del guerrillero.—¡Te amo , te amo con las fuerzas más puras de m i , a l m a ! Si ayer fui una hiena hambr ien ta , hoy quiero t rocarme, arre­pentida, en dulce paloma, ansiosa de hacer t u feli­cidad labrando la mía propia. He conocido, sí, o t ros amores; pero amores bastardos, vulgares, fríos como el mármol de una de esas es ta tuas que se yerguen sobre las tumbas del cementerio. Pero este amor nue- ' vo, tu amor, ¡oh, Petronio!, es algo ex t raño , subl ime, grandioso. ¡Es el verdadero amor humano!

La mujer ponía un tono t a n patét ico en sus pala­bras, un tal grado de vibración, que d e n o t a b a l a pro­funda sinceridad con que se expresaba.

Petronio se hal laba en un estado de turbación inde­finible. Dos fuerzas arrol ladoras de u n a ext raord i ­nar ia potencia sent imental se disputaban, conflicti-vamente, la hegemonía de su alma. Sint ió de pronto el impulso de inclinarse abriendo amorosamen te sus;

brazos; pero algo extraordinar io sucedió entonces: un fenómeno psíquico indescriptible conmovió de arr iba abajo todas las fibras sensitivas de su cuerpo, inun­dando de fuego el cerebro.

Sí, él hab ía escuchado hacía un ins tan te la evo­cación de una hiena sedienta de sangre. . . Y estaba allí, muy cerca, casi a sus pies. La veían sus ojos •(los ojos de su cerebro obseso). Es lo único que veía ;ahcra. Era u n animal feo, horr ip i lante , monstruoto, •que poco a poco se iba acercando más a él, cente­l leantes las pupilas, moviendo sus dientes afilados en t u s c a de la presa inmóvil; ya casi al alcance de su za rpa carnicera. Rápidamente echó mano a su pis­tola y, dando un salto hacía a t rás , descargóla sobre la fiera, que cayó ins tan táneamente a t ierra danáo alaridos y bañada en sangre.

Petronio echó a correr alocadamente, a campo t ra­viesa. No tenía conciencia a lguna de su situación. El caballo, olvidado por su dueño, pero dócil y de lino inst into, siguióle los pasos has ta la abrupta m o n t a ñ a que servia a la guerrilla como refugio y como cuartel .

Sus compañeros le acogieron con muestras de sin­g u l a r sorpresa. Llegó allí j adeante , con los cabellos revueltos, los ojos desorbitados, en desorden su ropa, cual si acabara de l ibrar una lucha descomunal con una fuerza enemiga superior que le persiguiera de cerca .

—¿Qué oceurre, Petronio?—le preguntaron a coro, con vivísima ansiedad.—¿Topa6te con los civiles?

—No—respondió, mient ras desinflaba su pecho atlé-tico con un desahogo profundo—. No alarmarse; no pasa nada . Nadie me persigue. Es que me salió al •camino una hiena hambr ien ta y feroz y la he ma­tado de un pistoletazo.

Aquella respuesta absurda dejó fríos a los guerri­lleros. ¿Una hiena por semejantes parajes?. . . Eso era imposible. Habríase confundido, quizás, con un lobo de los que, hambrientos , husmean por la noche la ca rne fresca y t ierna de los lechales mal guardados; pero esos animales no bajan nunca al l lano du ran t e el día, y sobre todo guárdanse muy bien de a taca r a l hombre .

E60 era una locura, ¡una verdadera locura!, y Pe-trorho—asent ían todos-»daba en ese momento mues­t r a s evidentes de haber perdido p a r a siempre sus fa­cultades mentales.

» * • Al d ía siguiente una noticia sensacional corrió

como reguero de pólvora por. toda aquella comarca. Era el tema de todos los comentarios en las «quin­terías», a la hora del almuerzo colectivo de los ga­ñanes , a l pie de la esteba, en la obscura barbería de las a'deas, en el ha to de los pastores. Según la versión de la Prensa, la hija, la bella hija de don Leopoldo López había sido «asesinada» por los «ro­jos» en un ribazo cercano al kilómetro 158 de la ca r re te ra general.

o g> Monln trabajaba en una ifiL droguería. Entra alli una j ' w señora y exclama: ^ ^ > - jMonlnt corre véndeme

una ratonera... que tengo que cojer el autobús.

Y Monin muy seriecito repuso: - Perdone señora, pero de ese tamaño no tenemos ratoneras.

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Kiko e s muy caprichoso, y el otro dia le preguntó a un conductor de taxis: - ¿Cuanto me costará dar un paseo en automóvil?

- Hombre -repuso el taxista,- se­gún el tiempo que esté.

Y Kiko añadió: - Estando el tiempo bueno.

* * *

LES n u i t s deviennent plus longues. C'est une émouvan-te promenade, quand le jour

est tombé, d'aller la oü l'horizon est largement découvert, contem-pler dans toute sa grandeur le ciel ¡Iluminé de milliers d'étoiles. Les constellations tracent sur la voüte celeste 1 e u r s mystérieux dessins.

Spectacle inoubliable, grandio-se. Pour l'áme la plus írivole, su-jet de méditation. L'univers, que nous oublions si souvent, est la, vertigineusement, autour de nous. On quitte notre petite terre et ses terrestres — terribles — sou-cis. « Le spectacle de ees espaces infinis m'effraie » criait Pascal. On ne dit que ees mémes étoiles, depuis que les hommes existent, ont été á la source de la poésie, de la philosophie, de la science, de la religión.

Depuis qu'il y a des hommes, ils ont regardé ees mémes étoi­les. l i s leur ont donné des noms, ils leur ont prété des histoires. Contemplons avec eux la voüte celeste.

L'ETOILE DU BERGER C'est la premiére au ciel et la

derniére, cette étoile qui n'a d'é-toile que le nom, puisque c'est une planéte comme la terre, en-chainée au systéme solaire, com­me nous, et qui n'est brillante que de refléter le soleil.

Mais qu'elle est brillante! Par-fois on peut la voir méme en plein jour.

Elle porte les noms les plus charmants : Venus, parce qu'elle est belle comme la déesse de la beauté, étoile du Berger parce qu'elle paraít á l'heure ou les troupeaux aux mille sonnailles rentrent á l'étable menés par leur pasteur.

C'est la planéte qui ressemble le plus á la terre. Son année est de 224 jours et son jour de 23 heures.

LES ETOILES ONT UNE HISTOIRE

Depuis toujours on a regardé et nommé les étoiles. Aujourd'hui le ciel est rempli de noms grecs et de noms árabes en souvenir des premiers astronomes qui les ont nommés. Puis il y a les as-tres anonymes, designes simple-ment par une lettre grecque : alpha, beta, gamma...

Imaginez la patience qu'il a fallu aux premiers observateurs pour dresser le catalogue des as-tres visibles a l'oeil nu : il y en a environ 3.000. Le premier qui ait osé compter les étoiles, ou du moins dont le catalogue nous soit parvenú, c'est Hipparque. II vivait á Nlcée, en Bithynie. II distingua 1.025 étoiles.

Depuis, gráce aux instruments d'optique perfectionnés, on en compte des millions, cent mil-lions, si nous comprenons les étoiles de quinziéme grandeur. Et ce n'est pas tout... Gráce á la photographie du ciel, on en a découvert bien d'autres,

LA « DISTANCE LUMIERE »

Aujourd'hui les savants savent sur elles des choses bouleversan-tes, ils connaissent leur age, leur composition, leur dlstance. Les mesures humaines faites pour les choses inflmes de notre petite terre sont impossibles Les sa­vants ont creé « l'année-lumié-re » (espace franchi par la lu-miére en un an). De l'étoile la plus proche il faut trois ans et demi pour que la lumiére nous parvienne. Certaines sont éloi-gnées de 200.000 ans. Existent-elles encoré, celles que nous con-

* * * « la légende • des étoiles?

templons en ce moment ? Elles sont peut-étre éteintes depuis des siécles...

LES CONSTELLATIONS Les étoiles du ciel forment des

groupes, des dessins dans les-quels les observateurs anciens, doués d'une merveilleuse imagi-nation, ont vu des étres ntythi-

ques, des animaux, des symboles. Regardez le ciel de septembre

vers le nord. La Polaire vous in­dique ce nord, á l'extrémité d'u­ne ligne qui part de la Grande Ourse pour rejoindre la Petite Ourse.

Ces « Ourses », les anciens les appelaient chariots, et ils les

voyaient conduits par un atte-lage de boeufs. Les boeufs de la-bour se disant en latin « trio-nes », les sept boeufs qui se voient au nord s'appelaient « sep-tem-triones » — d'oü vient no­tre mot « septentrión ».

NAISSANCE DES ETOILES Regardez-la c e t t e nébuleuse,

LAS AYENTUKAS DE NONO - » » » ^ » i

PRIMERAS AVENTURAS

á^ElAVION METÁLICO GLEN H. CURTIS, en mayo de 1914, hizo los primeros vuelos de prueba. Cuentan que en China hubo hombres que volaron con a'as mecánicas. La

idea de volar se remonta a ¡as primeras edades. El hombre siempre ha tratado de imitar el vuelo de los pájaros. ' 1. P. PAUCTON, tuvo la idea de que unos propulsores o hélices darían la solución del problema, y en 1768 describió un aparato de su invención llamado «pteróferos».

Sir George Cayley, tomó por su cuenta la idea en el año 1796 y_ fabricó un pequeño modelo, con dos hélices que giraban en sentido opuesto. Años después, er.~ 1859 un mecánico llamado Bright, de origen inglés, sacó la patente para un aparato sostenido por hélices verticales. Todos éstos no pasaron de ser juguetes interesantes.

Llegó el siglo XIX que fué portentoso para la aviación. En el año 1866. F. H. Wenham diseñó un aparato compuesto de dos planos superpuestos, al cual dio el nombre definitivo 'de Aeroplano. Este aparato fracasó por falta de un motor adecuado.

TOMAS MOY, en el año 1874 trató también de resolver el problema de la aviación. Usó igualmente planos largos y estrechos, a los cuales les añadió dos hélices y un pequeño*motor de vapor. Aquel aparato descansaba sobre tres rue­das, y la idea consistía en lanzarlo sobre nina pista. Todo parecía estar bien pero es el caso que aquel infeliz aparato nunca pudo levantarse un centímetro del suelo.

Tal parece que era preciso que fracasaran muchos hombres en el delicado problema de la aviaciór* hasta que llegase el predestinado para resolverlo, que fué Samuel Pierpont Langley, nacido el 22 de agosto de 1834. Langley había estudiado en su infancia el problema «Cómo vuelan los pájaros», y a los 62 años de edad, o sea, en 1896, fabricó un aparato comprimido; pero el vapor era el único con que funcionaba a satisfacción. Hizo dos pruebas y en las dos se clavó en las aguas del río Potomac. Pidió en vano que le dieran nueva oportunidad, pero el Congreso de Agricultores se negó a votar nuevas' sumas de dinero.

Langley murió en $06 agobiado por las burlas y criticas, pero en 1914 Glen H. Curtís, pudo volar a bordo del despreciado avión.

«La locura de Langley» se convirtió en cordura preciosa. Sería preciso escribir un libro entero para dar a conocer las diferentes in­

novaciones que se han dado al avión. Por ahora sólo nos vamos a referir al avión «Radar» inventado por Roberto' Watson Watt.

La historia del Radar empieza en 1922 en los Estados Unidos, cuando se descubrió que el paso de un automóvil entre un aparato transmisor y un receptor afectaba la recepción. Posteriores investigaciones encordraron que no era pre­ciso que el objeto o vehículo en cuestión pasara entre el transmisor y el recep­tor, sino que bajo determinadas condiciones, el paso del vehículo hacia que las ondas rebotaran hacia su lugar de origen.

En 1934, los aparatos no sólo indicaban la dirección, sino también la altura a que el avión volaba, y la marina norteamericana ya había instalado aparatos de los ahora conocidos por Radar en diferentes partes.

(Continuación.) —Di, mamá, i cuánto costará un li­

bro de cuentos, como el que me prestó Carlos, con hermosas estampas?

—Padre—dijo la mamá—, tu niño pregunta cuanto costará un libro de cuentos con estampas iluminadas.

—No sé—respondió el interpelado—. Lo menos tres o cuatro pesetas.

—Mamá—dijo Nono, echándole los brazos al cuello y atrayérAose su ros­tro para besarle—, yo tengo veinte pe­rritos en mi alcancía; se las daré a pa­pá para que me compre uno, y tú pon­drás lo que falte. ¡Lo harásl i Verdad que si?

—¡Qué bien sabes pedirl Pero, i se­rás bueno?

—¡Oh, sil Te lo prometo—dijo el picaruelo redoblando sus caricias.

—Si, si; tú prometes siempre; no eres escaso de promesas; pero pronto las ol­vidas.

—Ya verás, mamá, si seré bueno y con qué gusto haré tnts encargos y re­cados!

—Vamos, duerme; ya veremos maña­na. Hablaremos a papá.

Y terminó la escena con dos besos so­noros sobre las sonrosadas mejillas, con la recomendación de moverse poco para no desarroparse.

jaros entonaban la rica variedad de sus gorjeos.

Algunos, remontando su vuelo, atra­vesaban rápidamente el espacio, y se

ridad, en cuyo caso cantaba fuerte pa­ra animarse.

Hallábase, pues, en una situación que hubiera podido inquietarle, y no

perseguían hasta el suelo piando con hay duda que la separación inexplica-rabia, disputándose, por juego, un gra- Ve de sus padres, en cualquiera otra no; para defenderse abrían el pico, ten- circunstancia le hubiera alarmado en dian las alas y presentaban sus espolo- extremo; pero lo cierto es que gozaba nes para arrancarse el grano disputado, de una situación de ánimo que le ha-ocultando alternativamente su presa el c*° aceptar esta separación como una vencedor de un momento, hasta que cosa, ya que no natural, bastante plau-un tercero mas tuw, presentándose in- sible al menos. Asi. lejos de atemori-opinadamente de refresco, ponía fin a zarse y no encontrando respuesta a sus la dispwita, huyendo con el objeto de aprensiones, púsose a buscar algún ca­la misma, a la vez que reconciliaba mino que lo condujese a lugar habi-a los adversarios en una común decep- todo. don. Aunque niño, poseía'ya cierta dosis

La seguridad cor¿ que jugaban, el de razonamiento, y, por tanto, pertsaba vue'o tranquilo de los que buscaban que un sitio tan hermoso debía atraer su pasto, todo demostraba que vivían visitantes, por lo que no tardaría alli en perfecta tranquilidad, rin haber sido molestados nunca por el hombre ni por ningún otro ser malhechor.

Para darse mejor cuenta de donde estaba, Nono se sentó, y pronto, cuan­do le pareció hallarse bien despierto, se puso en pie, aspirando el aire con delicia; cierta tirantez del estómago le recordó aquella sopa tan rica que su madre le servía todas las mañanas, y esto le impulsó a mirar por todos la­

que no taraaria en encontrar una casa o pasearles al me­nos-

Una senda, en efecto, se ofreció a su vista y la siguió a la aventura, y ha­biendo llevado maquinalmente la ma­no al bolsillo, tacó un cortaplumas que le regaló su tío para afilar su lápiz en a escuela. Este descubrimiento le dio idea de cortarse una varita en unos ar­bustos que bordeaban el camino, y ape­nas formulado el propósito lo x>uso en

avec intérét, comme un monde en formation. Elle serait, disent les astronomes, un amas encoré informe de substance stellaire entrainée a une folie vitesse. Un jour, des soleils en naitront. La nébuleuse d'Androméde oceupe dans l'espace 555 milliards de lieues, soit trois cents fois plus de place que notre systéme so­laire.

DENEB, ALTAIR ET LA BELLE VEGA

Tournons - n o u s , maintenant, vers le sud. La se trouvent les plus bolles étoiles de ce ciel de septembre.

Au zénith le Cygne. Les astro­nomes árabes, plus prosai'ques, l'appelaient la Poule ou le Pi-geon. Deneb en est la plus belle étoile. C'est un enorme soleil qui s'approche de nous a une vitesse vertigineuse... Mais rassurez-vous; des millions d'années passeront avant qu'il ne vienne jouer le role peut-étre dangereux de se-cond soleil pour notre terre.

A droite, la brillante Vega de la Lyre est la plus belle étoile de ce soir. Blanche, elle apparait des le crépuscule, accompagnée comme une reine de ses suivan-tes, de deux étoiles de troisiéme et quatriéme grandeur. Un chif-fre pour taire rever : elle est á 42 trillions de lieues, c'est-á-dire qu'elle brille onze cent mille fois plus loin de nous que notre so­leil...

Desrendons en pleín sud. Voici l'Aigle. Son étoile la plus belle s'appelle Altair.

DES SYMBOLES ANTIQUES Le Dauphin, la Fleche, le Ca-

pricorne et le Sagitaire s'obser-vent au-dessus de l'horizon. La Fleche est la plus petite constel-lation du ciel. Avec ses cinq étoi­

les le Sagittaire dessine son are. On comprend que les pasteurs de I'antiquité aient vu la le des-sin d'un archer lancant sa fleche.

UNE CONSTELLATION DE POIDS

Au sud-ouest ce rectangle al-longé : Ophiucus et le Serpent. Les deux plus importantes étoi­les en sont doubles, mais il faut une bonne lorgnette pour les dé-doubler.

Le soleil d'Ophiucus es une étoile de poids. Songez que ce point lumineux que vos yeux dis-tinguent avec peine pese á peu prés autant que neuf cent mille terres.

Avec les heures, les constella­tions glissent lentement dans le ciel. La Grande Ourse descend aussi, avec la Petite Ourse. Seule la Polaire semble clouée, immo-bile.

C'est ainsi qu'il y a des mil­liers d'années, elle indiquait deja la direction du nord aux bergers de Babylonie et aux marins de Phénicie...

Aujourd'hui que navigateurs et voyageurs ont d'autres moyens de s'orienter, les étoiles conti-nuent cependant d'étre útiles. Quand ce ne serait que pour nous consoler!

Elles sont le merveilleux, le réve, la poésie. Quand la tache quotidienne vous parait lourde, et lancinants les soucis du len-demain, sortez done un momeni la nuit; mille lumiéres bienveil-lantes vous font signe du ciel, elles vous rappellent que l'uni­vers dont nous faisons partie est inñni et harmonieux. Songez que parmi elles il y a peut-étre lá-haut celle qui est votre « bonne étoile », celle qui guide votre des-tinée...

r ,_ . », , . esto le impulso a mirar por toaos la- '«** jormuiaao ei proposito w vuso en

todos los libros que había visto, y se preguntaba a cuál daría la preferencia, Tenía su idea fija: quería uno con gra­bados y además hermosas láminas ilu­minadas, y su imaginación ilimitada le presentaba un océano de vo'úmenes, en­tre los cuales no sabía dónde fijar la Nono se preguntaba cómo se encontró

menos los cochinillos que recordaba Wn que le servia para remover la tie haber tenido encargo de guardar du- rTa- hacer el molinete o decapitar las rante su sueño. altas hierbas de los bordes de la senda.

Pero ni su casa ni huella de seres Caminaba de este modo hacia ya al-humanos se veía en aquel lugar encan- gún tiempo sin tener la menor idea del tador, y pensando en descubrir alguno, punto donde podría terminar el sende-

preferencia. Poco a poco fué todo aquello adqui­

riendo vida y animación: «Piel de Bu­rro». «D. Quijote», «Ali-Babá», el «Ca­puchón Rojo», el «Pájaro Azul», y otros mil danzaban una zarabanda desenfre-rsada en derredor de Nono, y en medio

ba solo en un país deconocido. i Continuaba soñando? i Qué había

sido de sus padres? Sus ideas carecían de precisión: quizá, mal despierto aún, las brujas y los er>cantadores influían todavía vagamente en su imaginación, y poco le faltaba para creer que a'gún

ro que seguía; pensaba que debía de liaberse despertado muy tarde aquella mañana porque el sol comenzaba a ha­llarse muy alto en el cielo, y sus ra­yos, aunque tamizados por el follaje, no cesaban de calentar la atmósfera; sentía la mortificación de la sed y bus­caban con ansia aunque inútfmerde al-

de quel pueblo de hadas, genios, día- fe mai¿fico 0 alguna hada de maia gunas frutas con que apagar su sed y hlill"s, encantadores, gnomos, pájaros • fabulosos, flores fantásticas, perdiendo toda noción de lo real, quedó dormido.

Vio luego a su madre luchar con la liada Carabosa; la\ de los malos regalos, como v-eja. fea, regañona y hasta joro­bada que es; pero también la que tiene poder para liacer regalos inmejorables cuando su funesta influencia está neu­tralizada por el hada del amor mater­nal. Su padre tenia prisionero al encar*-tador Abracadabra y le obligaba a fa­bricar un libro cuyos personjes se mo­vieran y hablasen en las ilustraciones. Su hermana Cendrina y su hermano Titi habían sido cambiados en sonrosa­dos cochinillos por la hada Merlurina, y el mismo Nono tenía el encargo de guardados y llevarlos a pacer, cuidando '.obre todo de que no se escapasen, so-pena de quedar convertido él mismo en murciélago.

PRIMERAS AVENTURAS íí

C UANDO Nono se despertó era ya bien entrado el día; pero, cosa admirable, en lugar de en­

contrarse en su camita, se vio echado sobre un musgo espeso. Veno de flo-recitas que elevaban sus corolas sobre la hierba verde.

El sol iluminaba la escena arrancan­do chispas de luz de los colores flora­les y abrillantando las matizadas alas de innumerables insectos que revolo­teaban a través de sus rayos de oro, o corrían afanosos entre las briznas de menudas hierbezuelas. El cielo, de un azul profundo, se manifestaba bello y majestuosa sin la menor nubécula.

Simo apoyó su codo en tierra y la cabeza en su mano, y con ojos des-me liradamente abiertos por el asombro miraba a su alrededor, no recordando Iwl), r visto en su vida aquel sitio.

El aire era dulce y ligero; variadísi­mos perfumes se desprendían de los entreabiertos pétalos de las infinitas flores silvestres que tapizaban el mus­go. En los árboles, en los arbustos, bajo los bosqueciUos, una multitud de pá-

intendón le habían sustraído de su ca- engañar su hambre sa, llevándole lejos de sus padres des- No veía más que árboles frondosos, pues de haber hecho sufrir a éstos al- hasta que al llegar a un caro del bos-guna metamorfosisy aun a él mismo, 1ue fijó su atención una escena pal-y se tocó por todo el cuerpo para ase- pitante de interés: un pinzón que pia-gurarse de que no había sido cambiado ba con acento plañidero, permanecía en en mono ni en ningún otro animal feo. una rama tratando de ocultarse sin con-

Pero no; encontrábase el mismo de seguirlo bajo lae hojas; su cuerpecito siempre, con su vestido diario. temblaba convu'sivamente y su vista no

—Vamos—se decía—, estoy seguro de s& apartaba de un gavilán que. después haberme dormido ayer en mi casa. iCó- de haberse paralizado un instante en mo es que ahora me despierto en este país? i Será cierto que existan hadas que puedan traer y llevar a uno sin apercibirse? Si asi fuera, me parece que la mía no tardará en presentarse.

Miró en torno de sí, pero nadie se manifestaba.

Nono era un muchacho valeroso que únicamente sentía miedo en la obscu-

¿Qué es aquello Papá? La luna.

- Me engañas. Yo la he visto en Marsella y es redonda.

EL TELÉGRAFO SIN HILOS

L

las alturas, descendía en espirales cada vez más estrechas para caer brutalmen­te sobre la infeliz bestezuela.

Rápido como el pensamiento, Nono comprendió la situación, y en el ins­tante preciso en que el gavilán iba a clavar las uñas sobre su victnma, con un go'pe certero de su varita le cruzó el pecho, dejándole muerto en el acto.

Et atemorizado pinzón también cayó presa de temblorosos escalofríos. Nono le cogió, y teniéndole cuidadosamente tntre sus manos le besó con cariño.

Rehizose pronto el pajarilla, y con un gorjeo quejumbroso hizo compren­der a su salvador que deseaba obte­ner de nuevo la libertad.

Nono abrió las manos, el pájaro ex- . tendió sus alas antes de emprender su \ vuelo; después pareció dirigir a su sal­vador, a modo de despedida, un canto de a'egría.

Este incidente hizo olvidar a nuestro viajero la sed que le molestaba; pero cuando vio desaparecer al pájaro, vol­vió a sentirla don mayor) insistencia. Continuó, pues, su marcha buscando con inquieta mirada un árbol frutal, un arroyue'o entre el musgo que tapizaba el suelo, sin que nada le ofreciese la satisfacción de su necesidad.

En <vez del consuelo que bwcaha vio un insecto cogido por una pata en los enredos de las briznas de un espino, que tenia su negro vientre al sol y se revolvía desesperado sin conseguir vol­verse para adquirir su natural equili­brio ni menos desembarazarse para re­cobrar su libertad.

(Continuará.)

ORD Kelvin nació en Belfast, en 1824, y murió el 17 de diciembre de 1907. A este gran sabio se deben los múltiples beneficios que reportan esos maravillosos cables que cruzan el mar en diferentes direcciones

conectando el mundo entero. Kelvin empleó la mayor parte de su vida es­tudiando la acción y los efectos de las corrientes eléctricas en todas las con­diciones.

A medida que transcurre el tiempo, la rama de- la electricidad nos da nue­vas sorpresas. Asi vemos cómo en 1858 Hughes inventa el primer telégrafo de tipos. Hay que citar en este artículo a un gran hombre a quien no podría dejarse en el olvido: Marconi Guillermo (1895), ingeniero electricista, inventa el telégrafo sin hilos. En 1910 : inventa un nuevo receptor electrolítico. Por esas fechas desarrolló un doble sistema, con el cual los aparatos de emisión y re­cepción permanecían activos o inactivos 'alternativamente en Rápida sucesión evitando el sincronismo de las dos estaciones. En junio de 1915, Marconi tomó a su cargo, en Italia, el servicio del telégrafo sin hilos.

Para terminar lo dicho en relación con la telegrafía, citaremos el nombre de Arturo Korn, que inventa la telegrafía fotográfica.

Edison (Tomás Alba) nació en Milán (Ohio), en 1874. Fué un genio extra­ordinario, que legó a la humanidad los \siguientes inventos:

El admirable fonógrafo. El megáfono, cuya trompeta aumenta el sonido. La bombilla eléctrica. A Edison se debe el invento del tranvía eléctrico. Inventó las plumas eléc­

tricas, que son a manera de termómetro sensible al cambio de 'temperatura. La vida de este gran sabio es admirable; el primer empleo que tuvo,' lo

disfrutó en una estación de ferrocarril, donde vendía periódicos a los I pasajeros del tren, en que viajaba como empleado.

Anduvo errante en los i Estados Unidos, y trabajó como telegrafista en al­gunos lugares. Como consecuencia de su trabajo y de su amor al estudio, inventó el sistema cuádruple de telegrafía, es decir que en vez de enviar un solo despacho por cada alambre, pueden enviarse hasta cuatro al mismo tiem­po por el mismo alambre, i Posteriormente inventó un medio que permite enviar seis telegramas a la vez.

En 1844 H00KE, invento el telégrafo óptico A partir de esta fecha, muchos sabios se preocuparon hondamente de anu­

lar las distancias mediante la telegrafía, y así vemos cómo en 1809 Soemmer-ling inventa el primer telégrafo eléctrico; posteriormente, en 1837, Morse, en Nueva York, inventa el telégrafo escrito, y en 1844, Cook y Morse inventan el telégrafo práctico. Cook nació en 1806 y murió en 1879. Morse nació en Charleston, Massachusetts, en 1791.

El alfabeto de Morse es el que se usa hasta nuestros días en los telégrafos, y su método es el más generalizado para transmitir mensajes por medio de alambres.

Al principio el telégrafo contenia cinco alambres; un año más tarde se redujo a dos, y buscando la mayor economía en su costo, pudieron reducirlo a un solo alambre en el año 1845.

Muchos son los medios que se emplean para disfrutar de una comunicación a distancia. Tratándose de telegrafía, además de la óptica, hay la eléctrica y la acústica.

El teléfono es un sistema telegráfico acústico, a diferencia de los movi­mientos de una aguja que forma el sistema telegráfico.

Se llama telégrafo óptico, por el hecho de que los signos necesitan de !a visualidad, pero, unos y otros esencialmente son eléctricos.