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    ESPAC IO P BLICO Y ESPAC IO PO LTICO 1

    1. Miedos urbanos y dem andas de seguridadEn la ciudad no se teme a la naturaleza sino a los otros. La posibilidad de

    vivir, o la llegada sbita de la muerte, el sentimiento de seguridad o la angustia

    engendrada por la precariedad que nos rodea son hechos sociales, colectivos,

    urbanos. Se teme a la agresin personal o al robo, a los accidentes o a las catstrofes

    (incluso las de origen natural, que son excepcionales, se agravan considerablemente

    por razones sociales: tomen como ejemplo los recientes terremotos). La soledad,

    el anonimato, generan frustraciones y miedos, pero tambin la prdida de la

    intimidad, la multiplicacin de los controles sociales. Las grandes concentraciones

    humanas pueden llegar a dar miedo, pero tambin lo dan las ciudades vacas en

    los fines de semana o durante las vacaciones. La excesiva homogeneidad es inspida,

    pero la diferencia inquieta. La gran ciudad multiplica las libertades, puede que slo

    para una minora, pero crea r iesgos para todos.

    Siempre se han practicado dos discursos sobre la ciudad. El cielo y el

    infierno. El aire que nos hace libres y el peligro que nos acecha. En todas las pocas

    encontraremos titulares de peridicos que exaltan la ciudad como lugar deinnovacin o de progreso o que la satanizan como medio natural del miedo y del

    vicio.

    Algo parecido ocurre con los habitantes de la ciudad. El ciudadano, el

    representante por excelencia del tipo ideal de sujeto socializado y responsable,

    es el habitante de la ciudad, el portador de la cultura cvica. El ciudadano comparte

    valores, establecen relaciones contractuales y acta segn unas pautas o normas

    tcitas que hacen posible una convivencia segura y pacfica tanto en las relaciones

    econmicas y profesionales, como en la cotidianidad.

    La gran ciudad es un complejo proceso en trasformacin permanente queexige a los ciudadanos que cambien, se adapten, tomen decisiones, sean competitivos,

    generen oportunidades y no pierdan posiciones sino que las ganen. La vida del

    ciudadano de la gran urbe es una fuente de ansiedades. La gran ciudad combina

    el vrtigo de una libertad que muchas veces puede ser percibida como ficticia por

    Jor di Bor ja

    El presente artculo es una versin abreviada del captulo 6 del libro La Ciudad Conquistada (2003). Alianza,Madrid.

    Gegrafo y urbanista, Director del Mster Gestin de la Ciudad, de la Universidad Abierta de Catalunya.

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    la falta de medios para utilizarla segn las necesidades o aspiraciones del ciudadano,

    con el temor por las posibles agresiones que destruyen, de hecho, las libertades

    ciudadanas, o la frustracin por no poder ver realizadas las expectativas que la

    ciudad genera.

    El miedo en la ciudad no es un fenmeno exclusivo de nuestra poca, sino

    en cada momento histrico los miedos ciudadanos reflejan la especificidad de la

    situacin social y urbana.

    La ciudad preindustrial nos ha llegado muchas veces mitificada. Nos la

    imaginamos como una ciudad integrada, gobernada por instituciones fuertes,

    cohesionada por gremios y por todo tipo de corporaciones. Pero los peligros

    reales y los miedos posiblemente eran ms intensos y variados que los actuales:zonas suburbanas, incluso urbanas, inaccesibles al control social, cuerpos armados

    diversos que a menudo eran ms agresores que protectores, peligros constantes,

    epidemias, infecciones, incendios, asaltos del exterior, etc. Las fortalezas de los

    privilegiados, los guetos y la exclusin social, constituan ms la regla que la

    excepcin.

    La ciudad de la revolucin industrial, la ciudad de nuestro pasado inmediato,

    creci y se suburbaniz aceleradamente. En su alrededor y en zonas degradadas

    de su interior, aparecieron ncleos permanentes de inseguridad. Los burgueses

    vieron en los trabajadores (recuerden la citada descripcin que hace Flaubert dela revolucin de 1848 en Educacin Sentimental) un colectivo inmenso y muy

    peligroso. Blasco Ibez anunciaba la llegada de La Horda. La industria y el trfico

    moderno multiplican los peligros, la vida econmica genera nuevas inseguridades

    a causa de la precariedad de los bienes y servicios que proporciona (trabajo,

    vivienda, vejez, enfermedad) inaccesibles a fracciones importantes de la poblacin.

    Acaso no vive con miedo Jean Valjean, hroe proletario de los Miserables,

    amenazado a la vez por la polica y por el hambre?

    En la ciudad actual, el proceso de metropolizacin difusa fragmenta la

    ciudad en zonas in y zonas out, se especializan o se degradan las reas centrales

    y se acenta la zonificacin funcional y la segregacin social. La ciudad se disuelve,

    pierde su capacidad integradora y la ciudad como sistema de espacios pblicos se

    debilita, tiende a privatizarse. Los centros comerciales substituyen a las calles y a

    las plazas. Las reas residenciales socialmente homogneas se convierten en cotos

    cerrados, los sectores medios y altos se protegen mediante policas privados. Los

    flujos predominan sobre los lugares. Y los servicios privados sobre los pblicos.

    La sociedad urbana de la era de la globalizacin se caracteriza por una

    desigualdad con una movilidad ascendente, reducida a una minora, por una vidasocial en la que prevalece la inestabilidad y la inseguridad. El mercado de trabajo

    es ms reducido que la poblacin activa, los jvenes son los principales afectados

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    y los acecha la exclusin, a menos que no acepten labores mal pagados y status

    precario, en competicin con los inmigrados de pases ms pobres. La paradoja

    es que hoy la poblacin joven, ms formada que sus padres, debe aceptar tareas

    poco calificadas, por debajo de sus estudios y aspiraciones.

    La violencia difusa que hoy se identifica con la vida cotidiana de muchas

    ciudades es ms producto de la desigualdad social y de la anomia que de la pobreza

    o de la conflictividad organizada. Y si bien es cierto que la desigualdad y la anomia

    sociales han provocado el aumento de ciertos delitos (robos y en algunos casos

    agresiones a las personas) tambin es cierto que en muchos casos la reaccin

    social no est a nivel de la delincuencia real. La novedad de algunos hechos

    delictivos, o que se produzcan en zonas que antes se consideraban seguras, osimplemente la presencia de colectivos con imagen de peligrosidad, especialmente

    los inmigrados de pases no comunitarios, son suficientes para que una parte

    importante de la opinin pblica sobrevalore el grado de inseguridad real. Las

    polticas de seguridad multiplican la informacin, facilitan las demandas, se hacen

    campaas. Se conocen ms los hechos, se producen ms demandas, aumenta la

    inseguridad subjetiva. En cualquier caso no hay duda que actualmente en las grandes

    ciudades hay muchos ciudadanos que se sienten inseguros y reclaman ms control

    y ms autoridad, es decir orden y seguridad.

    La internacionalizacin de la delincuencia y el hecho que entre la

    inmigracin reciente se encuentren colectivos que estn vinculados a la misma ha

    provocado la expresin de manifestaciones de xenofobia y racismo que aun

    teniendo una base real han llevado a una criminalizacin tan inexacta como

    injusta de colectivos humanos y de territorios. En especial si llevan la extranjera

    en la cara " o si residen en barrios criminalizados.

    No es solamente nuestro nombre, o el color de nuestra piel. Aunque se nos

    haya dicho que tenemos el perfil adecuado para un lugar trabajo, cuando hemos de dar

    la direccin, si el barrio es considerado indeseable, lo ms normal es que se acabe laentrevista .

    Importantes sectores populares permanecen en zonas centrales de la

    ciudad, de alta visibilidad. Tambin se dan fenmenos de apropiacin de reas

    Snchez, S. y Biagini, S. (1993). Mujer y Extranjeria. La migracin femenina en Catalua. Institut de la Dona,Barcelona.

    De un programa de la Televisin francesa (Sagacites) sobre los barrios difciles y los jvenes de origen inmigranteen las ciudades europeas.

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    histricas y barrios tradicionales por parte de poblaciones inmigradas. En algunos

    casos estos barrios continan siendo ocupados por ciudadanos que gozan de sus

    derechos y se ven favorecidos por polticas municipales que tienden a utilizar la

    ciudad cada vez ms colectivamente (fiestas, actos cvicos, manifestaciones, calles

    peatonales, plazas y avenidas acogedoras). En ellos se dan procesos de gentrificacin,

    y tienden a convertirse en barrios residenciales de sectores medios, incluso altos,

    en todo caso de nivel cultural superior, aunque se mantengan enclaves populares

    tradicionales o de inmigrados recientes. En otros casos es la ocupacin por sectores

    pobres, marginales, inmigrados o no, por gente que intenta sobrevivir en la ciudad

    como puede, sin papeles o sin trabajo, o precario y mal pagado. Y entonces la

    poblacin autctona, si puede, abandona el barrio a los recin llegados.Estos barrios, a veces muy visibles, otras escondidos o perifricos, son la

    expresin fsica del peligro en la percepcin de las clases altas y medias, los

    ciudadanos de toda la vida. Unas presencias percibidas con miedo, en parte de

    base estrictamente cultural, y en parte que se explica por la coexistencia en la

    misma zona de poblaciones pobres y/o distintas y de actividades delictivas (pequea

    delincuencia urbana estimulada por el turismo, trfico de drogas, etc.).

    Una ciudad compartimentada, segregada, de guetos de ricos y pobres, de

    zonas industriales y de campus universitarios, de centros abandonados y de

    suburbios chaletizados es producto de la agorafobia urbana, del temor al espacio

    pblico, que se intenta combatir con el automvil y con el hbitat protegido por

    las fuerzas del orden.

    Esta opcin no es monopolio de clases altas ni medias. Los sectores pobres

    tambin necesitan protegerse y generar su autodefensa, sus propios policas

    muchas veces lo son las mismas organizaciones armadas que fuera de su zona, son

    bandas de delincuentes o que dentro de ella gestionan actividades consideradas

    ilegales. Esta compartimentacin es potencialmente explosiva pero no se considera

    hoy en s misma fuente de inseguridad urbana cotidiana.Es socialmente injusta, polticamente antidemocrtica, culturalmente

    miserable. A corto plazo puede ser vlida. Pero significa una ruptura del tejido

    social, una perdida de pautas comunes. Por esta razn que ms pronto o ms

    tarde conduce a la guerra de todos contra todos.

    Los procesos de cambio en nuestra sociedad, inevitablemente, tienen

    aspectos no previstos, momentos desordenados (no reglamentados), provocan

    modificaciones de estados individuales y colectivos, de normas y procedimientos,

    que generan inseguridad. Las crisis econmicas cclicas o estructurales, causan

    prdidas, generan incertidumbres (de trabajo, de riqueza, de expectativas) ymultiplican marginaciones y gremialismos. Los lazos solidarios se debilitan, se tiene

    miedo individual y se teme a las reacciones de los otros. Al mismo tiempo en las

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    ultimas dos dcadas, asistimos a grandes cambios de valores y a las reacciones

    sociales que estos han provocado, hasta el punto en que para cuestiones importantes

    para la vida individual y colectiva existen legitimidades opuestas (familia, aborto,

    propiedad, organizacin del Estado, etc.). Es un periodo de construccin de nuevas

    estructuras y por lo tanto un momento histrico caracterizado por la debilidad

    de las certezas, de las previsiones y de las seguridades.

    La inseguridad urbana puede considerarse tambin como una seal de

    alerta social. Expresa la contradiccin entre una socializacin relativa pero

    considerable del espacio urbano (usable por la gran mayora de la poblacin) y la

    exclusin o poca integracin econmica y cultural de numerosos colectivos sociales

    que ocupan la ciudad pero no pueden usar sus ofertas (mayoritariamente comerciales)ni tienen a su alcance las libertades potenciales que de hecho son negadas a muchos.

    Por ello hay que considerar la violencia urbana tambin en su dimensin de

    indicador democrtico, en la medida que nos enva un conjunto de seales sobre

    colectivos sociales que pugnan por sobrevivir, por ser reconocidos, por expresar

    (aunque agresivamente) que no aceptan su exclusin.

    La demanda de orden formal, visible, estable, expresa la bsqueda de

    seguridad y es un fenmeno colectivo tan grave (puede generar movimientos de

    agresividad, de intolerancia, el fascismo cotidiano) como un principio legtimo. Esdecir hay que aceptarla como demanda compatible con la democracia; o mejor

    dicho como fenmeno que slo la democracia puede pretender solucionar. Como

    una condicin de la democracia.

    No es preciso enfatizar algo tan comnmente admitido: el derecho a la

    seguridad es un derecho democrtico fundamental. Las instituciones polticas, las

    administraciones pblicas, la justicia y la polica, deben garantizarlo, por lo tanto

    prevenir o reprimir las conductas que amenacen o violen este derecho. Quienes

    ms necesitan de la proteccin pblica del derecho a la seguridad son los sectores

    ms dbiles o vulnerables de la sociedad. El derecho a la seguridad es sobretodo

    un derecho a la justicia que demandan los sectores populares.

    La desigualdad social y la debilidad de pautas culturales comunes genera

    tensin entre seguridad y libertad: la mxima seguridad eliminara la libertad (cosa

    que despus producira an ms inseguridad) y la mxima libertad podra aumentar

    la sensacin de inseguridad (la cual a su vez destruye la libertad). La construccin

    del orden ciudadano se mueve entre dos polos: garantizar seguridades en todas

    las dimensiones (legales, econmicas, urbanas.) y potenciar las libertades de todos

    en todos los campos. Por esta razn el orden ciudadano democrtico es un ordenbasado en la diversidad (descentralizacin, reglamentacin flexible, participacin)

    y en la concertacin, en la iniciativa pblica y en la autoorganizacin social en lo

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    que es de inters colectivo, en la potenciacin de la vida ciudadana colectiva y de

    las solidariedades sociales y en la preservacin de las autonomas individuales (de

    empresa, en la cultura, en los valores) y de la privacidad.

    Hay que evaluar los miedos y las demandas de orden con el mximo rigor

    para explicarlas sin mitificarlas pero tampoco sin caer en la tentacin supuestamente

    progresista de satanizarlas. Slo si se saben explicar los miedos sociales podrn

    implementarse polticas y acciones colectivas destinadas a satisfacer lo que tienen

    de legtimo y a destruir todo lo que ah pueda haber de autoritarismo e intolerancia.

    Hay que reducir los miedos a sus mnimas expresiones, o a lo ms misterioso y

    profundo. Ya que sino es as los miedos demasiado explcitos o las demandas de

    orden muy urgentes, harn desaparecer las libertades.

    2. La c r is is d e l e s p a c io p b l ic o y la s e g u r id a d c i u d a d a n a .

    Asistimos a diversos procesos de privatizacin de la ciudad: grandes centros

    comerciales que tienden a acumular diferentes funciones urbanas, barrios residenciales

    cerrados a uso pblico, servicios de carcter pblico privatizados, incluso la

    privatizacin cada da ms grande de la polica. Esta tendencia privatista tiende a

    sustituir en ciertos campos la relacin objetiva entre el Estado y los ciudadanos

    (relacin segurizante en un contexto burocrtico) por la confrontacin subjetiva

    entre grupos sociales (relacin opaca, imprevisible, angustiante).

    En las grandes ciudades se imponen los shopping centers con un cartel

    que dice se reserva el derecho de admisin y en los guetos residenciales las

    calles han perdido el carcter pblico en manos de policas privados. En gran

    medida, el nivel de aceptacin de los clubs de campo y barrios cerrados obedece

    al problema de la inseguridad que tienen las grandes ciudades. Sin duda, este tipo

    de urbanismo encuentra su sustrato conceptual en razones de mayor peso y que

    a largo plazo se profundizarn beneficiando este esquema, el cambio en los hbitoslaborales y una creciente conciencia ambiental impulsa a los consumidores a situar

    su residencia en armona con la naturaleza.

    La privatizacin del espacio pblico puede significar una negacin de la

    ciudadana y convertirse en un factor de ruptura del entramado social. Es que el

    espacio pblico es un mecanismo fundamental para la socializacin de la vida

    urbana. Los proyectos y la gestin de los espacios pblicos y equipamientos

    colectivos son a la vez una oportunidad de producir ciudadana y una prueba del

    desarrollo de la misma. Su distribucin ms o menos desigual, su concepcinarticuladora o fragmentadora del tejido urbano, su accesibilidad y su potencial de

    centralidad, su valor simblico, su polivalencia, la intensidad de su uso social, su

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    capacidad para crear ocupacin, su capacidad para fomentar nuevos pblicos,

    la autoestima y el reconocimiento social, su contribucin para dar sentido a la

    vida urbana, son siempre oportunidades que nunca habran de desaprovecharse

    para promover los derechos y obligaciones polticas, sociales y cvicas constitutivas

    de la ciudadana.

    La negacin de la ciudad es precisamente el aislamiento, la exclusin de

    la vida colectiva, la segregacin. Quienes ms necesitan el espacio pblico, su

    calidad, accesibilidad, seguridad son generalmente los que tienen ms dificultades

    para acceder o estar: los nios, las mujeres, los pobres, los inmigrantes recientes.

    En los espacios pblicos se expresa la diversidad, se produce el intercambio y se

    aprende la tolerancia. La calidad, la multiplicacin y la accesibilidad de los espaciospblicos definirn en gran medida la ciudadana. Su polivalencia, su centralidad,

    su calidad generan ciertamente usos diversos que entran en conflicto (de tiempo

    y espacios, de respeto o no del mobiliario pblico, de pautas culturales distintas,

    etc.) pero tambin pueden ser una escuela de civismo.

    La crisis del espacio pblico como otras es la crnica de una crisis

    anunciada. Frente a un cierto desentendimiento e incapacidad por parte de algunas

    ciudades para resolver sus problemas socioeconmicos y del bombardeo meditico

    sobre los peligros que suponen los espacios pblicos, que se hallan ocupados por

    los otros que all viven, venden o deambulan, la solucin ms rpida es decidir

    que es necesario practicar un cierto higienismo social para sanear la ciudad. Se

    ha considerado previamente a la ciudad como una realidad patolgica, y hasta

    satanizada. La solucin consiste en limpiar la ciudad de los otros, sustituyendo

    los espacios pblicos por reas privatizadas, consideradas como zonas protegidas

    para unos y excluyentes para los otros. Se nos propone un sucedneo de realidad,

    lugares hipercontrolados, donde todo parece real, pero no lo es .

    Una parte del aprendizaje de la vida que hacemos en la ciudad implica

    aceptar al otro que es diferente, reconocer y saber que el riesgo existe. Ahorabien parecera que esta ciudad del aprendizaje se va esfumando en los confines

    de estos lugares controlados, donde la apariencia prevalece sobre la realidad y

    donde parecera que se busca aquel que es igual a uno mismo.

    El sentimiento agobiante del nosotros mortalmente amenazado, tan

    desproporcionado, [...] esta incapacidad para contender con el desorden sin elevarla a

    la escalada del combate mortal, es inevitable cuando los hombres moldean sus vidas

    Virilio, P. (1989) Esthtique de la disparition. Galile, Pars.5

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    comunes de tal modo que su nico sentido de afinidad es el sentido de creerse

    parecidos o semejantes

    Esta manera de comportarse supone el gran riesgo de que se forme toda

    una ciudadana incapaz de relacionarse con el otro, incapaz de reaccionar ante

    un imprevisto de la vida, incapaz de decidir por ella misma. Si todo es enseado

    ya domesticado, con opciones nicas perdemos gran parte de las riquezas urbanas

    que se basan en la diversidad. Diversidad de opciones culturales, sociales, sexuales

    y laborales. El riesgo, la aventura, son tan necesarios como la proteccin y la

    seguridad.

    Existe una bsqueda de seguridad que lleva a cerrar el espacio pblico,como si esta fuese la causa de la inseguridad y del miedo urbano. Esta bsqueda

    tiene unos reflejos formales, imgenes que quieren recuperar un paraso perdido.

    Basada en la recuperacin de una comunidad mtica donde todos se conocen,

    donde todos son iguales; y esto es slo una idea, un mito, de una realidad que

    nunca ha existido. Sus referentes formales son un collage fragmentado y aleatorio

    de imgenes de una arquitectura del pasado. El mito de las relaciones personales

    e ntimas con los vecinos que solo son posibles si se restablece un medio urbano

    controlado, seguro y sobretodo ficticio.

    Desde las Edge City (Estados Unidos) y la exposicin Les entres de la

    ville (Pars) hasta las interpretaciones sobre el futuro de la ciudad desmaterializada

    que realiza William Mitchell en sus dos libros City of Bytes y E-topia y el auge

    de las teoras del caos urbano se expresa la tendencia a la mitificacin negativa o

    positiva de la ciudad desurbanizada o de la urbanizacin sin ciudad.

    En esta nueva ciudad las infraestructuras de comunicacin no crean

    centralidades ni lugares fuertes, ms bien segmentan o fracturan el territorio y

    atomizan las relaciones sociales. Los nuevos parques temticos ldico-comerciales

    excluyentes crean caricaturas de centro urbano para clases medias consumistas.Una manifestacin ms de agorafobia urbana.

    El planeamiento urbano es destruido por la fuerza de las propuestas de

    los promotores para realizar centros comerciales gigantes, complejos de oficinas

    y parcelamientos residenciales de cientos de miles de acres. No existen precedentes

    de la medida y de la rapidez de estas construcciones. Debido a que cada componente

    es propuesto de forma separada, por promotores que compiten, el perfil de la

    ciudad no emerge hasta que se haya convertido en un hecho. Deviene ms fragmentada,

    Garreau, J. (1991). Edge City, Life on the New Urban Fronteir. Ed, Doubleday, N.Y.

    Mitchell, W. (2001) E-topa: vida urbana, Jim pero no la que nosotros conocemos. Ed. Gustavo Gilli, Barcelona.

    Sennett, R. (1975). Vida Urbana e identidad personal. Ed. Peninsula, Barcelona.6

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    La agorafobia urbana es el resultado de la imposicin de un modeloeconmico y social que se traduce en una forma esterilizada de hacer la ciudadvisible donde sea rentable e ignorando u olvidando el resto. La agorafobia es unaenfermedad de clase, ya que slo se pueden refugiar en el espacio privado lasclases altas. Los que viven la ciudad como una oportunidad de supervivencia noles queda opcin. Los pobres muchas veces son las principales vctimas de laviolencia urbana, pero no pueden permitirse prescindir del espacio pblico. Aunquese refugien en sus propios ghetos necesitan salir de l para sobrevivir. Deben vivir

    tambin en el espacio pblico y hasta cierto punto de l, pero la pobreza delespacio pblico los hace an ms pobres. Por el contrario, la calidad de este espaciocontribuye a la justicia urbana.

    Asmismo, el espacio pblico es una conquista democrtica. La conquistaimplica iniciativa, conflicto y riesgo, pero tambin legitimidad, fuerza acumulada,alianzas y negociacin. La iniciativa puede surgir de la institucin poltica local ode un movimiento cvico, hasta de un colectivo social o profesional.

    Es necesario conquistar espacios, infraestructuras y edificios susceptibles

    de tener un uso pblico, que se hallan en manos tanto de entes pblicos comoprivados que los tienen infrautilizados o congelados. Esta conquista no llegarnicamente por medio de demandas respetuosas, dentro de los marcos yprocedimientos legales. Es necesario tener iniciativas que permitan crear movimientosde opinin favorable a las demandas; situaciones de hecho por medio de ocupacionessimblicas o continuadas y recursos legales ante tribunales superiores (p.ej.:tribunales europeos frente a los estatales).

    El crculo vicioso entre abandono de los espacios pblicos y la multiplicacinde los miedos y de la inseguridad ciudadana se tiene que romper no solamente

    mediante las polticas de seguridadpreventivas, disuasorias, represivas -o laspolticas estructuralessociales, econmicas, culturales- sino tambin con unapoltica de espacios pblicos ambiciosa que tenga en cuenta la seguridad ciudadana.

    Las polticas pblicas y especialmente la concepcin urbanstica tienen unaespecial relevancia a la hora de crear un ambiente de seguridad. Estas polticaspblicas tienen dos dimensiones en su relacin con la seguridad.

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    desagradable e ineficiente que si se hubiese planeado con anterioridad, ya sea por el

    gobierno o por un promotor.

    Barnett, J. (1996). The fractures Metropolis. Improving the New City, Restoring the Old City, Reshaping

    the Region. Icon Ed. Nueva York.

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    La primera se refiere a polticas que actan frente a las problemticassociales, econmicas y culturales que tienen una incidencia ms o menos directasobre la violencia urbana. Por ejemplo: promocin del empleo, la educacin y lacultura, programas cont ra la pobreza, apoyo a la integracin socio-cultural deminoras tnicas, etc.

    En la segunda dimensin se encuentran las polticas urbansticas destinadasa crear o regenerar hbitats, espacios pblicos y equipamientos, entornos fsicosy sociales que tenga efectos preventivos o integradores respecto a los gruposviolentos o de alto riesgo.

    En referencia a esta segunda dimensin cabe sealar que una poltica de

    seguridad urbana supone tambin una poltica de revalorizacin de la ciudad.La ciudad debe entenderse como un conjunto de espacios pblicos, de

    equipamientos, de servicios colectivos y de lugares simblicos. Queremos enfatizarespecialmente la importancia de los espacios pblicos en la poltica de construccinde la ciudad segurizante e integradora. El espacio pblico calificado es un mecanismoesencial para que la ciudad cumpla su funcin inicitica de socializacin de nios,adolescentes y jvenes, de colectivos marginados o considerados de riesgo.

    Hoy tiende a predominar en muchas ciudades una dialctica negativa entre

    espacio pblico ciudadano (decreciente) y sensacin de inseguridad difusa yexclusin social juvenil (crecientes). Pero es posible una poltica urbana activa queinvierta este crculo vicioso, que lo convierta en virtuoso. Es una de las bazasprincipales de cualquier ciudad exitosa, incluso en el terreno de la competitividad.Para una ciudad importa tanto su cohesin social como su diseo, ambos condicionansu funcionalidad.

    Aunque parezca una paradoja creemos que a la agorafobia seguritaria queteme a los espacios pblicos abiertos hay que oponer ms espacios pblicos, mslugares abiertos de intercambio entre diferentes.

    Algunos de los requisitos de estos espacios para facilitar su funcinsegurizante son: La intensidad de su uso por su entorno comercial y residencial,por sus equipamientos o por ser contiguos o de paso con relacin a puntosintermodales de transporte. La calidad formal, la monumentalidad, el uso demateriales nobles, el prestigio social atribuido a la obra. La ordenacin de espaciosde transicin entre las reas comerciales y residenciales formales, entre losequipamientos culturales y sociales y las zonas conflictivas. La participacin dela comunidad, vecinos y usuarios en la gestin de los espacios y equipamientos y

    en la realizacin de actividades en estos espacios y equipamientos. La ofertaespecfica dirigida a grupos en situacin de riesgo que puede referirse tanto a laoferta educativa o cultural (p.ej. escuela de circo para jvenes predelincuentes)

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    como a espacios disponibles para iniciativas propias (msica, deportes) o escuelas-talleres vinculadas a posibles demandas del entorno (que pueden completarse conmicro empresas o asociaciones que aseguren luego la gestin de servicios y porlo tanto generen empleo).

    El urbanismo no puede renunciar a contribuir a hacer efectivo el derechoa la seguridad en la ciudad, es decir, el derecho a los espacios pblicos protectores.Pero para todos. Sin exclusiones.

    La mejor manera de garantizar la seguridad del espacio pblico es lacontinuidad de su uso social, es decir, la presencia de la gente, lo que quiere decirque correspondan a trayectos, que sean agradables, que se permita su utilizacin

    a todo tipo de personas y grupos, asumiendo que hay veces que es necesarioreconciliar o regular intereses o actividades contradictorias.Pero, qu hacer con las formas de violencia que a pesar de todo se

    manifiestan en el espacio pblico?. Hay una violencia urbana aparentemente gratuita,que si bien es inaceptable, conviene entender para desarrollar polticas adecuadas.

    Nos referimos a violencias de baja (o no tanto) intensidad como los ruidosmolestos, el abandono de residuos, los desperfectos voluntarios del mobiliariourbano, la intimidacin a los usuarios, etc. La violencia puede expresar unareivindicacin inconsciente de ciudadana. La rebelin del no ciudadano, su

    contradiccin entre el hecho de estar y el no derecho de usar la ciudad formal yostentosa. Pero entender esta contradiccin no impedir reprimir o prevenir lasconductas violentas que excluyen a los ciudadanos ms o menos integrados a lavida y culturas urbanas. Y hacer lo necesario para garantizar la concentracin deusos colectivos diferentes, es decir hacer de los espacios pblicos lugares deinclusin para los excluidos.

    El hecho ms relevante para garantizar el uso del espacio pblico por partede todos es la diversidad, diversidad de funciones y de usuarios. La misma seguridad

    queda as de una manera o de otra garantizada, a pesar de las contradicciones quegenere el multiuso. Si solamente un grupo se apropia del espacio pblico el restode la poblacin vive en el temor al mismo.

    La diversidad favorece la multifuncionalidad y se vuelve un elemento depotencialidad evolutiva. El espacio cotidiano es el de los juegos, de las relacionescasuales o habituales con los otros, del recorrido diario entre las diversas actividadesy del encuentro. Este espacio coincide con el espacio pblico de la ciudad. Poreso brindar cualidades estticas, espaciales y formales al espacio pblico permitesu uso por parte de todos sin excluir a nadie. Sin olvidar que hay grupos que

    10

    Forum Europen Segurit Urbaine, La Villette (1996)10

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    necesitan espacios propios (p.ej. los jvenes por la noche). Y que la ciudadrequiere espacios refugios para minoras vctimas del racismo o de un legalismorepresivo.

    La apropiacin de reas del espacio pblico por parte de colectivosespecficos, especialmente si son aquellos que por razones tnicas, culturales, degnero o de edad sufren alguna discriminacin, es parte del derecho a la ciudad.

    3. Segur idad c iudada na : un desa fo pa r a la s po l t icas loca les .

    La de sigualdad social y la diver sidad cult ur al.

    La causa principal de la violencia urbana no es la pobreza sino la desigualdadsocial (Gilberto Gil, en la toma de posesin como Ministro de Cultura de Brasil).La desigualdad con pobreza genera por una parte grupos vulnerables y por otragrupos amenazados. Entre los primeros (pobres y marginales, desocupados yprecarios, desestructurados y anmicos) nacen comportamientos de violenciaexpresiva (por ejemplo jvenes frustrados al contemplar lo que la ciudad ofrecey que les resulta inaccesible) y emergen colectivos de riesgo, predelincuentes.Las mafias de la economa delictiva (droga y trficos diversos, robo y secuestros,sicarios de la violencia organizada) encuentra en estos medios un caldo de cultivo

    favorable. El que estos comportamientos correspondan nicamente a una minorade la poblacin ms pobre y marginal no obsta para que la percepcin socialcriminalice injustamente colectivos sociales y barrios enteros. Un desafo paralas polticas urbansticas y socio-culturales, pero cuya respuesta depende en granparte de polticas que van ms all de las competencias y capacidades de losgobiernos locales. Sin embargo, ya hemos visto como una activa poltica de espaciospblicos de calidad, de favorecer la mixtura social y funcional (vivienda concomercio, oficinas y equipamientos), de animacin cultural y accin preventivasobre nios y adolescente en la calle, de formacin continuada y atraccin de

    actividades que creen empleo y en general de accin positiva hacia grupos vulnerablesy de riesgo, contribuyen eficazmente a crear un ambiente de seguridad.

    Los colectivos peligrosos, es decir percibidos como tales, son en muchoscasos los sin, los sin papeles especialmente, condicin frecuentemente asociadaa sin trabajo (por lo menos formal), sin domicilio legal, sin acceso a determinadosequipamientos y servicios colectivos. La desigualdad social sumada a la desigualdadpoltico-jurdica parece condenar a delinquir a esta poblacin que en su granmayora alimenta la economa informal o trabajos poco calificados y mal pagados,

    lo cual no es precisamente una amenaza para la convivencia social. Pero en cuyoseno es inevitable que se recluten grupos que sobreviven de la pequea delincuenciaurbana.

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    La poblacin inmigrada reciente es percibida hoy en muchos casos comola principal fuente de inseguridad lo cual las estadsticas no confirman, por lo menossi nos referimos a robos y agresiones, sin incluir las faltas o delitos inherentes alno tener papeles (venta ambulante, falta de contrato de trabajo, permanenciasin permiso de residencia, etc). Los poderes locales pueden y deben prestarservicios de carcter social, sanitario y educativo a esta poblacin pero no tienencompetencia para modificar su status legal. Sin una poltica clara y generosa decuotas, de combate a las mafias que trafican con las personas, de reagrupamientofamiliar y de acogida de refugiados y asilados, de reclutamiento de funcionarios yagentes pblicos de origen inmigrado y de regulacin flexible de los residentes de

    hecho el problema de los sin papeles no se resuelve.La diversidad cultural, sin que ello suponga necesariamente conductas

    delictivas aparece muchas veces como factor de tensin y, en ciertos momentosde violencia urbana. El discurso sobre el derecho a la diferencia y el valor de latolerancia es poco eficaz cuando la convivencia cotidiana en el territorio (el barrio,la calle, la entrada de la escalera) deviene una confrontacin de intereses ycomportamientos que aparecen como incompatibles. Por una parte la poblacinautctona, arraigada, que se considera con derechos adquiridos que corresponden

    a su status ciudadano (nacionalidad del pas), partcipe de la cultura tradicional ymayoritaria (lengua, religin, color de la piel) y con intereses patrimoniales en ellugar, acepta difcilmente otros comportamientos que le generan miedo difuso oincomodidad y que pueden afectar a sus intereses (p.ej. la oposicin a la construccinde una mezquita o simplemente de un locutorio de telfonos y correo electrnicoque puede ser concurrrido por poblacin inmigrada se rechaza por temor a quese devale la propiedad). En unos casos parece necesario que el poder local hagavaler la fuerza de la ley y no acepte la coaccin, como ha ocurrido a veces cuandosin base legal algn gobierno municipal ha impedido la construccin de la mezquita

    por presin vecinal. En otros casos en los que el uso del espacio pblico seconvierte en fuente permanente de conflictos puede ser conveniente separar usosy poblaciones. Por ejemplo, en un conjunto de viviendas en el que convive poblacingitana y no gitana es factible reservar un bloque y un patio o parcela no centralespara aquella poblacin gitana que hace del espacio pblico su cocina y comedor.La gestin de la convivencia entre personas y colectivos de base cultural muydiversa supone por parte de los gobiernos locales un gran esfuerzo de creacinde redes y mecanismos participativos.

    Los colectivos marcados o criminalizados no son nicamente losinmigrados y otros colectivos de carcter tnico y/o religioso, casi siempre marcadospor la extranjera y el aspecto fsico. Ciertos barrios o zonas marcan tambin

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    a sus habitantes y ya hemos citado casos en los que indicar que vives en tal lugar(una favela o villa miseria, un grand ensemble o polgono de vivienda publicadeteriorada, una zona roja en trminos latinoamericanos vinculada a la delincuenciay/o la prostitucin) es suficiente para suscitar rechazo social.

    Otro caso a citar es el desplazamiento de la criminalizacin de los barrioso colectivos inmigrados hacia los jvenes procedentes de los mismos, y porextensin hacia los jvenes en general, a los que se vincula con la droga, lamarginacin, la violencia escolar o en el espacio pblico, la conduccin peligrosa,la delincuencia urbana. Se ha llegado a hablar de racismo antijoven que en lassociedades europeas envejecidas y conservadoras reaparece regularmente. La

    generalizacin abusiva de situaciones y comportamientos muy distintos entre scomo los citados lleva al extremo de criminalizar los jvenes simplemente por suforma de vestir, de ocupar el espacio pblico, de llenar la noche de sonidos. Laexistencia de estos colectivos marcados requiere una respuesta inclusivapuesto que la marca los excluye de facto de ser aceptados como ciudadanos depleno derecho, estn bajo sospecha permanente.

    Po lt icas cont ra la e xclusin

    Las polticas inclusivas estn hoy a la orden del da. Tanto es as que enel marco, o siguiendo la estela del Foro de Porto Alegre se ha creado un movimientode Autoridades locales por la inclusin social. Las distintas formas de exclusin,(territorial, social, cultural, de gnero o de edad, de orientacin sexual o religiosa,de drogodependientes) favorecen tanto la injusta criminalizacin colectiva comoel miedo difuso del conjunto, es decir generan violencia o crispacin en ambasdirecciones.

    Las polticas inclusivas se enfrentan a problemticas complejas y por lo

    tanto se trata de poltica transversales o multidimensionales de:-Urbanismo . Desenclavar los ghetos, legalizar y regenerar el habitat

    marginal, hacer llegar los servicios pblicos bsicos (red viaria y transportes, aguay saneamiento, etc) a las reas excludas, promover la cooperacin de loshabitantes en la cualificacion de los espacios pblicos y la mejora de la vivienda,introducir la mixtura social, localizar equipamientos y elementos monumentalesque proporcionen visibilidad y dignidad a la zona.

    -Cultura . Los equipamientos y la monumentalizacin, la creacion de un

    ambiente de seguridad y la celebracin de actividades atractivas para la poblacinexterna, tienen una evidente dimensin cultural, tanto por que favorecen laintegracin ciudadana como por que pueden remarcar positivamente la identidad

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    diferenciada de la zona, que idealmente debera obtener un nivel de reconocimientosocial positivo. Hay que apostar por la calidad y la belleza de la nueva oferta urbana,y dotarla de un potencial simblico que cumpla una funcin cohesionadora ydefinitoria ante el conjunto de la poblacin urbana.

    -Accin socio-econ m ica y ed ucat iva. La atraccin de actividades,la generacin de empleo in situ, los programas de apoyo a microempresarios yde formacin continuada, la accin contra el absentismo escolar, programas deformacin especficos para jvenes y para mujeres, etc. Se trata de accionespreventivas que sern ms efectivas si consiguen por una parte la conquista deinversores y de clientes "exteriores" y tambin que una cuota significativa de la

    poblacin excluida y en situacin de riesgo salga del territorio enclavado pormedio de su formacin o actividad. La Asociacin de Amigos de La Villete, enParis, ha conseguido promover la formacin de jvenes y de empresas de unentorno social deteriorado que luego se han incorporado a la diversidad de empleosque ofrece el gran centro cultural.

    -La innovacin polt ica y legal. La relacin con los colectivos excluidosy de riesgo requiere tambin por parte de los gobiernos y las administracionespblicas tener capacidad de cambios tanto normativos como en las formas deorganizacin y gestin. La existencia de una poblacin indocumentada o en situacinde residencia ilegal, pero residente de facto, requiere frmulas giles de regulacinhasta el reconocimiento de plenos derechos a todos los habitantes de un territorio,puesto que las expulsiones son siempre soluciones excepcionales o injustas. Lanecesidad de tratar con poblaciones multiculturales precisa que los cuerpos delEstado y los servicios pblicos se doten de funcionarios y empleados que reflejenesta multiculturalidad. Las situaciones de violencia que se crean en territorios deexclusin o por el contacto entre poblaciones culturalmente diversas no puedenser prevenidas ni reprimidas con los medios usuales, sean de carcter social o

    policial. Por una parte los colectivos excluidos y de riesgo requieren seguramentepolticas y formas de gestin nuevas y especficas: por ejemplo los drogadictos olos jvenes que integran bandas violentas precisan respuestas distintas a la crcel.Por otra parte la impunidad de la violencia urbana solo sirve a agravar y generalizarestas situaciones: en estos casos las respuestas de reparacin y de sancin debenser rpidas y efectivas.

    El der echo a la seguridad

    El derecho a la seguridad es un derecho humano bsico al que hoy sonespecialmente sensibles en las sociedades urbanas no solamente los sectoresmedios (los altos estn ms protegidos) si no tambin, y en bastantes casos con

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    ms motivo, los sectores populares, que en muchos casos conviven o ocupanespacios que se solapan con los territorios y poblaciones que se perciben comoviolentos o peligrosos.

    La demanda social de seguridad a dado lugar a dos tipos de respuestaspor parte de los gobiernos de las ciudades. Un tipo de respuesta que se atribuyeprincipalmente a las ciudades europeas, pero que tambin est presente en lasciudades americanas, es la de la prevencin. Las polticas preventivas apuestan porla accin positiva hacia los grupos vulnerables y de riesgo y tambin por losprocesos de inclusin y reinsercin. Estas polticas suponen as mismo reformasimportantes de la polica (comunitaria) y de la justicia (de barrio o municipal, jueces

    de paz). La proximidad y la diversidad de las frmulas sancionadoras son caractersticasprincipales de esta concepcin de la polica y la justicia. Estas polticas intentancubrir un campo mucho ms amplio que la simple respuesta a los hechos violentoso delictivos, sea para evitarlos o reprimirlos. Son polticas locales que atribuyengran importancia a la participacin social, de los colectivos vecinales, educadores,entidades culturales y de ocio, organizaciones juveniles. Se trata de comprometera la sociedad local organizada en la gestin de los programas de carcter preventivoy eventualmente reparador (de daos al espacio pblico, de atencin a las vctimas).

    Pero su aplicacin en ningn caso puede llevar a la impunidad de los actos deviolencia o intimidacin que atenten a las personas, a bienes pblicos o privados,o a la calidad del entorno.

    El otro tipo de respuesta es el de la tolerancia cero. El xito, o mejor lamoda de esta poltica, no se debe tanto a sus resultados (los estudios comparativosdemuestran que en los casos ms exitosos no son mejores que los obtenidos porpolticas bien llevadas del tipo preventivo e incluyente) si no a su efectismo simplistay a que beneficia de inmediata a grupos sociales y reas y servicios pblicos de laciudad con mayor visibilidad. Si por "tolerancia cero" se entiende no dejar ningn

    atentado o agresin, a personas o bienes, sin reparacin y sancin inmediatas,entonces esta poltica es un componente del primer tipo descrito, no solo escompatible si no es parte necesaria de la poltica preventiva incluyente. Pero por"tolerancia cero" se entiende en muchos casos (desde New York hasta Espaa)una accin represiva mayor hacia los grupos y los territorios considerados deriesgo, marcados en su totalidad por la sospecha. La seguridad en el metro deNewYork es deseable para todos (se ha dicho que es el "lugar ms democrticode Manhattan") y la reparacin inmediato de los daos materiales tambin. Pero

    la persecucin sistemtica de afroamericanos e hispnicos, de jvenes por suaspecto o de personas sin techo, es abrir un frente de inseguridad mayor que elque se quiere suprimir. Una poltica que enfatiza la represin sobre colectivos y

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    barrios oficialmente "criminalizados" a la larga adems de injusta socialmente esmuy peligrosa: excita la agresividad de los tericamente "protegidos" (a los quese pide adems la colaboracin activa, confundiendo la participacin con la denunciasistemtica) respecto de los "sospechosos", lo cual provocar reacciones violentasen el seno de stos, que en algunos casos actuarn siguiendo la lgica de la profecade autocumplimiento.

    En las polticas de seguridad ciudadana conviene distinguir entre los miedos,la inseguridad subjetiva, el sentimiento de vulnerabilidad por una parte y la existenciaobjetiva de focos de violencia, de coaccin, de delincuencia sobre personas ybienes en el espacio pblico y en la cotidianidad urbana. En el primer caso se

    requieren polticas sociales y culturales de apoyo al conjunto de esta poblacin,actuaciones sobre el espacio pblico, de mantenimiento y mejora, fomentar lapart icipacin y la cooperacin ciudadana, programas especficos tanto dirigidos alos grupos ms vulnerables (personas mayores, nios, mujeres solas, etc) comoa los percibidos como peligrosos (drogodependientes, bandas juveniles, etc). Enel segundo caso la accin pblica debe caracterizarse por la proximidad, lainmediatez, la eficacia, la cooperacin ciudadana y la reparacin y sancin visiblesy garantizadas. Pero estas respuestas deben modularse en cada caso, segn el tipode comportamiento generador de inseguridad y el perfil de las personas implicadas.

    El derecho a la seguridad es un derecho fundamental, para todos. Perola aceptacin de la cualidad de la ciudad como refugio, como mbito protector,de supervivencia, para colectivos vulnerables, para allegados procedentes de lugaresms inseguros, tambin es un elemento constitutivo de nuestras ciudades. El finde las polticas de seguridad no es la proteccin de una parte a costa de lamarginacin y criminalizacin de otras, aunque sean minoras (aunque sumadasquizs ya no lo son) sino la integracin o inclusin de la totalidad o de la inmensamayora, la construccin permanente de pautas de convivencia compartidas y la

    primaca de la prevencin, la reparacin y la sancin con vocacin reinsertadorasobre la represin vengativa tan simple como poco eficaz para crear un ambienteciudadano protector.

    4. Relacin social, int egra cin e ident idad

    El viernes, el sbado y el domingo, la avenida de Champs Elysees se llenade jvenes africanos, rabes, asiticos. Ocupan la avenida ms simblica de Paris,se apropian de la ciudad, se pueden sentir plenamente franceses. Sin embargo,alguien nos dijo No son franceses como los otros (un diputado socialista!).

    Aunque en la mayora de los casos hayan nacido en Paris y tengan nacionalidadfrancesa.

    La exclusin es un concepto que est de moda, que expresa una realidad

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    con los que se pueda identificar. Reforzar la identidad de grupo (de edad o degnero, barrial o social, de orientacin cultural o sexual, tnico o religioso) nose contrapone a la integracin global en la ciudad, sino que generalmente la facilita.

    La produccin de sentido mediante la identificacin con los elementosmateriales y simblicos del entorno supone contribuir a la cohesin interna delos colectivos sociales, pero tambin a su visibilidad en el magma urbano.

    En segundo lugar, si la ciudad debe contribuir a la expresin de lasidentidades diferenciadas, tambin debe generar el encuentro y el intercambio,estimulando la innovacin y la tolerancia. Para esto el reconocimiento de lasdiferencias en el territorio y el derecho al encuentro se tornan condiciones

    fundamentales.El diseo de los espacios pblicos y de los equipamientos, la concepcinde las reas residenciales y de las centralidades debe garantizar la accesibilidad alos distintos grupos de ciudadanos y favorecer su presencia y su mezcla (sinperjuicio de que se diferencien funciones). El contacto y el intercambio suponentambin que se internalicen unas prcticas administrativas y unas pautas culturalesque vean en la mezcla un valor positivo y no una molestia o un peligro. La agorafobia,la obsesin por la seguridad, el racismo machista, xenfobo o antijoven, queson muchas veces comunes a aparatos del Estado y a sectores importantes de la

    poblacin son negadores de uno de los valores ms importantes de la ciudad: elderecho al encuentro.

    En cuanto al tercer punto, la ciudad debe constituirse como lugar deuniversalidad, pero qu significa esto realmente?. El discurso sobre globalizaciny ciudad global se ha banalizado. En todas las pocas las ciudades han sido lugarescentrales del intercambio de productos y de ideas. La intensidad del intercambiodepender obviamente del grado de desarrollo econmico y tecnolgico, de losmedios de transporte y comunicacin y del orden poltico mundial. Hoy esteintercambio se produce en tiempo real en algunos aspectos (medios de comunicacin,finanzas y negocios) y son ms numerosos los actores implicados. Pero esto hacambiado sustancialmente la vida de la gente? Podemos hablar de un cosmopolitismoextendido a todos? No, slo una pequea parte de la ciudadana vive globalizada.No todos estn en Internet, no todos estn conectados con el resto del mundo.Incluso la difusin del turismo internacional en los pases ms desarrollados supone,casi siempre, visitar nicamente enclaves en los que se reproduce el entornoconocido.

    La ciudad como lugar de la universalidad es otra cosa. Es el mbito de

    construccin y expresin de valores con vocacin ms o menos universal. El lugardonde, como deca Salvador Allende, mucho ms temprano que tarde abrirn lasgrandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

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    Estas grandes alamedas deben existir, debe haber un espacio cvico paralas grandes concentraciones, culturales o polticas, donde se expresan los movimientoscolectivos ms amplios. A veces estos movimientos sociales pueden tenermotivaciones y objetivos corporativos o localistas, pero encuentran tambin sulegitimidad en su referencia a valores ms universales: derechos humanos, libertades,solidaridad. Su expresin en lugares centrales y significantes es necesaria para laintegracin ciudadana, para que funcione la tolerancia y la apertura al mundo.

    Esta referencia a la universalidad nos lleva a una ltima reflexin: laintegracin socio-cultural qu tipo de identidad constituye?. De dnde es ciudadanoel urbanita actual? En este magma de elementos territoriales y funcionales,

    histricos y relativamente estables unos, y que se hacen y rehacen continuamenteotros; en esta mezcla de gran ciudad y de regin urbana, de barrios refugio de laidentidad y de ciudades pequeas y medianas que radicalizan su afirmacin parano disolverse en el aire. En estos territor ios fragmentados y difusos, en estaciudad genrica compuesta de elementos dispersos y de espacios privatizados.

    De dnde son y dnde ejercen los ciudadanos la ciudadana? En lasciudades actuales parece evidente que no se puede hablar de un nico territoriode proximidad, sino de diversos territorios, diversas identidades y pertenencias

    territoriales.La ciudad es en si misma un conjunto de identidades que se suman, seconfrontan o viven en forma ms o menos aislada unas de otras. Hay identidadesbarriales, otras de carcter tnico (debido a las inmigraciones), de gnero y deedad (mujeres, jvenes), de carcter socio-poltico, etc. Algunas veces se apoyanen el territorio, otras veces no. La cuestin es si estas identidades se oponen ofacilitan la integracin ciudadana global y definitivamente la facilitan por la va dela suma o de la confrontacin, es decir, si hay algn tipo de relacin con la sociedady el espacio urbano ms global. Cuando, por el contrario, expresan aislamiento

    (o contribuyen a l) es ms discutible, aunque en la medida que permiten superarla anomia y refuerzan al grupo tambin facilitan su relacin colectiva o individualcon el resto. Un ejemplo de ellos lo constituyen las asociaciones de minorastnicas.

    Por otra parte, existe una identidad socio-cultural ciudadana distinta delas descritas. Es un triple producto de la historia de la ciudad, de los grupos y delos valores hegemnicos en el presente (que pueden expresarse a travs de unliderazgo poltico) y de los proyectos y colectivos emergentes, es decir, de futuro.

    Cuando alguno de estos elementos es dbil, la integracin socio-culturales ms difcil. Esta identidad socio-cultural ciudadana a su vez puede articularse alas identidades nacionales, estatales o ms globales (europea, por ejemplo).

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    Sin embargo, esta relacin es compleja y dificulta la generalizacin. Enalgunos casos la articulacin parece relativamente fcil: como por ejemplo, Barcelona-Catalua o Paris-Francia, lo que no excluye dimensiones conflictivas. En otras enla relacin predomina la confrontacin, cuando no el espritu secesionista: porejemplo ciudades del norte de Italia respecto al Estado italiano. Estos casos tambinpueden expresar un dficit de valores universalistas ciudadanos o una incapacidadpara asumir la hegemona respecto a entornos considerados como antagonistaspor su poder, que genera dependencia o porque la relacin represente unos cortesque no se quieren asumir.

    La ciudad es el lugar por excelencia donde se construye la relacin social,

    le lien social. Si la relacin social se debilita, si resurgen o se desarrollan fenmenosde anomia, si la falta de cohesin social y de cultura cvica se convierten enlamentaciones permanentes, si vuelve el miedo a la ciudad y prevalece una visinapocalptica de la misma, entonces algo muy grave est ocurriendo. La ciudad noprovoca necesariamente esta ruptura, pero la expresa con escndalo. Por dondese rompe la relacin social? Los mecanismos de la exclusin son diversos yanteriormente ya citamos los ms especficamente urbanos: las reas donde seproduce el crculo vicioso de la exclusin, donde se acumulan los efectos deldesempleo, de la marginalidad territorial y cultural (minoras tnicas), de la pobreza,

    de la anomia interna, de la falta de reconocimiento social, de la dbil presenciade las Instituciones y de los servicios pblicos y de la dificultad para hacerse ory escuchar por las Administraciones .

    Asimismo hay un elemento bsico que est en la raz de la exclusin yen la ruptura de la relacin social: la prdida (o el no haber tenido nunca) de losmedios para comunicarse con los otros. La ciudad, hemos dicho, es comercio ycultura, es decir intercambio y comunicacin. Las dinmicas urbanas ms perversasque disuelven la urbe-ciudad, agravan la ruptura de la relacin social. Un urbanismo

    ms integrador y significante puede contribuir a restablecerla. Pero hay otrosmecanismos incluyentes-excluyentes ms all del urbanismo que deben ser asumidospor las polticas urbanas. Tres binomios nos parecen especialmente relevantes:

    -empleo remunerado / desempleo-comunicacin y nuevas tecnologas-relacin de los ciudadanos con las Administraciones pblicas

    Em pleo r em unerado / desem pleo.

    La relacin social se establece principalmente por medio del trabajo que

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    Delarue, J. (1991). Pero tambin se ha constatado que estas reas marginadas pueden desarrollar una interesante

    cohesin interna (Le Monde 8-10-98, Coeur des cits).

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    brinda ingresos, insercin en la sociedad activa y el reconocimiento de los otros.Actualmente el desempleo es con toda seguridad una la causa ms importantede quiebre de la relacin social. No slo afecta a los que pierden el empleo sinotambin deja sin esperanza de insercin a una parte importante de la poblacin

    joven.Es posible hacer algo desde la poltica urbana? Es necesario. Cmo?. Los

    proyectos urbanos deben incorporar entre sus objetivos la generacin de empleo.Desde las polticas pblicas se pueden promover importantes yacimientos deempleos adecuados a los sectores ms vulnerables como en el mantenimientourbano y la ecologa de la ciudad y en los llamados servicios de proximidad. La

    educacin, la cultura y el esparcimiento, la seguridad ciudadana y los serviciossociales, son sectores susceptibles de ofrecer binomios de formacinempleo paralos jvenes . As como las tecnologas de comunicacin y las relacionesAdministracin-ciudadanos (informacin-asistencia).

    stos y otros medios no parecen, sin embargo, suficientes para volver auna situacin prxima al pleno empleo formal en las reas urbanas. Por ello hayque plantearse seriamente el debate y experimentar la aplicacin de alguna de lasdiversas modalidades de salario ciudadano que diferentes colectivos y expertosproponen en Europa.

    T e c n o l o g a s d e in fo r m a c i n y c o m u n i ca c i n y c iu d a d a n a

    Estas tecnologas ya no es preciso continuar denominndolas nuevas,la cuestin es si son incluyentes o excluyentes. Actualmente se ha impuesto laconcepcin economicista (technological push) sobre otra ms orientada a suutilidad para cubrir las necesidades colectivas (social pull).

    Para generar un uso incluyente de las TIC el sector pblico debe partirde las necesidades ya identificadas en equipamientos y servicios para regular la

    oferta y no dejar que sta se oriente nicamente hacia los sectores consumidoresms solventes.

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    Ver los cahiers VECAM (Paris 1996-98); Borja, J; Dourthe,G.; Kleck, V.; Peugeot, V. (2001); box sobre TICS

    y red ciudadana en el cap. 7. y Borja, J. et al. Informe sobre la ciudadana Europea, participacin social y derechos

    civicos - (1998).

    Ver la experiencia de la Asociacin de Jvenes de la Villette de Paris o del Ateneo Popular y su Escuela de

    Circo de Barcelona (Nou Barris).

    Ver Aznar, Guy et al.(1997) y el debate sobre la cuestin del salario ciudadano en la Revista Transversales

    (Paris), a partir de 1996.

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    De la misma forma conviene priorizar las redes descentralizadas de carcterpblico o social (en educacin, sanidad, cultura, medios de comunicacin socialde mbito local, etc.) y no como ahora la oferta industrial concentrada. Tambinla legislacin (europea, nacional) debe garantizar el acceso gratuito de toda lapoblacin a la informacin de origen pblico.

    Los poderes locales podrn utilizar las TIC para transformar las relacionesAdministracin-ciudadanos con programas como los de ventanilla nica y parapromover la capacidad de expresin ciudadana, especialmente de los sectores quesufren algn tipo de discriminacin o de exclusin.

    Finalmente las TIC deben ser consideradas servicios de inters general y

    los poderes pblicos deben garantizar la igualdad de acceso mediante polticasactivas a favor de los usuarios y de observatorios de seguimiento de sus usos.Actualmente las experiencias locales interesantes son muy numerosas:

    venta a precio simblico de computadores a las familias y equipamiento de lasescuelas, monitores de barrio para poblacin e-analfabeta, etc.

    Relacin ciudadan os-Adm inist ra ciones pb licas

    Aunque el discurso pblico en los ltimos tiempos parece muy preocupadopor la exclusin es an ms preocupante como su prctica muchas veces contribuye

    a reforzar los mecanismos excluyentes.Las polticas urbanas, especialmente a la hora de efectuar grandes proyectos

    de infraestructuras, raramente tienen en cuenta objetivos de redistribucin socialy de integracin de sectores excluidos. Otras veces se realizan proyectos destinadosa sectores vulnerables (operaciones de vivienda, espacios pblicos, etc.) sin teneren cuenta, ni tan solo escuchar, las demandas de esta poblacin, y menos an,intentar primero entender sus aspiraciones. El funcionamiento poltico (partidocrtico)y administrativo (burocrtico) es ya en s mismo excluyente para una gran parte

    de la poblacin.Frente a estas situaciones el discurso crtico cae fcilmente en la retricapopulista. Lo que est al orden del da es la transformacin de las relaciones entreInstituciones polticas y ciudadana. La descentralizacin de los gobiernos locales,el planeamiento estratgico con participacin ciudadana, la gestin mixta deequipamientos y servicios, la democratizacin de las TIC que hemos citadoanteriormente y en general todas las actuaciones de accin positiva para darvoz a los que no la tienen o no se hacen escuchar, son caminos indicativos de quese reducen los mrgenes de la exclusin.

    5. El desafo y la aventur a

    La ciudad es la aventura inicitica a la que todos tenemos derecho. Las

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    libertades urbanas son, sin embargo, ms tericas que reales. Una primeraaproximacin a la ciudad es analizar su oferta compleja en trminos de inclusin exclusin.

    A quin incluye? A quin excluye? Quienes pueden utilizar susoportunidades de formacin y de informacin, de trabajo y de cultura?Cmo se accede a una vivienda?, Vivir en un barrio u otro ofrece posibilidadessimilares?, Las centralidades son accesibles por igual?, Las nuevas tecnologas decomunicacin (NTC) acaso no integran (globalizan) a unos, pero excluyen(marginalizan) a otros? El mbito urbano ofrece posibilidades mltiples deintercomunicacin democrtica?

    Las preguntas son casi infinitas. La cuestin interesante es ver los procesosurbanos (polticas incluidas) desde un punto de vista que tenga en cuenta la dialcticainclusin-exclusin, as como se tienen en cuenta otras (crecimiento econmicosostenibilidad, gobernabilidadmovilizacin social, universalismolocalismo, etc.).

    La ciudad como aventura inicitica es una manera, no la nica, por cierto,de aprehender el mbito urbano y sus dinmicas fsicas, econmicas y culturalesdesde estos puntos de vista.

    La ciudad como oportunidad inicitica sufre hoy una crisis que se expresamediante dos contradicciones.

    Una. Nunca probablemente en la historia las libertades urbanas habansido tericamente tan diversas y tan extensas como ahora: heterogeneidad delmercado de trabajo, movilidad en un espacio regional metropolitano, ofertasmltiples de formacin, cultura y esparcimiento, mayores posibilidades de elegirlas reas y el tipo de residencia, etc. Y sin embargo, la realidad cotidiana de la vidaurbana niega a muchos, y a veces a todos, estas libertades: segmentacin delmercado de trabajo y desocupacin estructural para ciertos grupos de edad (p.ej.

    jvenes poco cualificados ), congestin viaria y insuficiencia o mala calidad deltransporte pblico, no acceso prctico a las ofertas culturales y ldicas por falta

    de informacin, de medios de transporte o econmicos, inadecuacin de las ofertasde vivienda a las demandas sociales, pobreza y/o privatizacin de los espaciospblicos, etc.

    Dos. La ciudad actual ofrece, o as lo parece, un arsenal enorme de sistemasque deberan proporcionar proteccin y seguridad. Nunca haba habido tantoscentros asistenciales (sanitarios y sociales) y educativos, tantas policas pblicasy privadas, tantas Administraciones pblicas actuantes en el territorio, tantasorganizaciones cvicas, profesionales o sindicales, etc. Y sin embargo, la inseguridad,la incertidumbre, el miedo incluso, caracterizan la cotidianidad urbana. No se sabeya qu es ciudad o no (la ciudad difusa), la jungla administrativa es incomprensibleo inaccesible para muchos ciudadanos (vase p.ej. la justicia), la educacin noconduce al trabajo remunerado, los sistemas de proteccin social cuando no se

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    reducen se anuncia su quiebra para futuros prximos, la inseguridad urbana subjetivaconduce a la agorafobia, la mayora de los jvenes no parece sentirse interesadoso representados por partidos y asociaciones, etc.

    Vivir la ciudad como aventura inicitica supone asumir el riesgo de sudescubrimiento y de su conquista. Descubrir el territorio y a la diversidad de susgentes, conquistar las posibilidades que ofrece la ciudad, construirse como ciudadano,he aqu el desafo urbano para chicos y jvenes. La aventura inicitica es adentrarseen terrenos desconocidos, a veces prohibidos o excluidos.

    La aventura inicitica es un desafo. Pero, la respuesta requiere tener losmedios para juntar el coraje de la conquista. Nos parece que una buena pregunta

    a hacerse hoy es la siguiente: la ciudad ofrece los medios a los que deberan vivirlacomo una aventura inicitica?Aventura inicitica lo es siempre. Pero hacia dnde?, Integra en una

    sociedad global, en una cultura ciudadana, en una clase social, en un barrio?La aventura inicitica que la ciudad ofrece a los jvenes es siempre una

    combinacin entre la trasgresin y la integracin. La aculturacin se entiendecomo el proceso a travs del cual la integracin (que no es necesariamente sumisinal orden establecido: puede ser integracin en un movimiento poltico o culturalopositor o alternativo) predomina sobre la trasgresin. La aventura empieza cuando

    el nio sale de casa, va a la escuela, conquista el espacio pblico. Es a la vezintegracin y trasgresin. El proceso integrado en las ciudades europeas hafuncionado ms o menos correctamente sobre tres bases:a) Grupo familiar relativamente estable, reproduccin intergeneracional, ritos

    de pasaje en nios y jvenes que cumplen funciones socioculturalesintegradoras.

    b) Escuela que permita acceder al mercado de trabajo, pautas bsicas decomportamiento cvico, transmisin de valores religiosos, patriticos o

    polticos (lo cual explica el conflicto histrico entre la educacin religiosay la laica o republicana).

    c) Pleno empleo en circunstancias normales y expectativas de movilidadsocial ascendente.

    A estas bases se aadan la existencia de un conjunto de instituciones yorganizaciones (religiosas, polticas, sindicales, culturales, ldicas, etc.,) de composicinintergeneracional. As como la posibilidad de manejarse con cierta facilidad porel conjunto de la ciudad (por su tamao, seguridad, etc.). Actualmente estos

    factores integradores aun existiendo estn debilitados, con lo cual la trasgresininicial (salir de casa a la calle, no ir a la escuela, aventurarse en las zonas prohibidas,etc.) corre el riesgo de conducir a conductas anmicas. O si la inevitable trasgresin

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    inicial es reprimida, lo cual conlleva una integracin dbil.Hay que encontrar respuestas urbanas que refuercen el potencial integrador

    de la ciudad a partir de enfrentarse a los procesos disolutorios que se dan en ella:urbanizacin perifrica sin lugares fuertes, desocupacin estructural, pobreza oinexistencia de espacios pblicos, etc.

    Unas respuestas que deben tener en cuenta de que hay una parte de losjvenes que acumulan todos los efectos perversos de la disolucin urbana y delas dinmicas desestructuradoras de la familia, la escuela y el empleo, a lo que seaade muchas veces la marginacin cultural y la victimizacin por la xenofobia yel racismo.

    Somos conscientes que el urbanismo es necesario pero no es suficientepara construir el civismo. La ciudad como polis debe ser algo ms que la ciudadcomo urbe. Algunas lneas de actuaciones para reconstruir la polis como lugar deconquista de la ciudadana pueden ser:- Legitimar culturalmente y apoyar mediante las polticas sociales adecuadaslos diferentes tipos de familia o de ncleos de vida cotidiana en comn (p.ej.programas de vivienda joven).- Revalorizar la escuela como institucin de cualidad claramente diferenciadade su entorno, condicin necesaria para establecer una relacin fructfera con el

    mismo (p.ej. diferenciacin arquitectnica, lo cual no excluye espacios detransicin).- Promover programas de formacin-empleo en todos los servicios decarcter pblico o para-pblico.- Ligar las ventajas sociales que disfrutan nios y jvenes a la participacinen programas o actividades de carcter cvico o social que permitan adquirirhbitos de disciplina y de responsabilidad.- Estimular o facilitar las formas de vida colectiva o asociativa de nios y

    jvenes no slo mediante programas o equipamientos sociales o colectivos, sinotambin faci l i tando medios para su desarrol lo independiente.Una relacin perversa se produce entre los diferentes procesos excluyentes

    que afectan directamente a los jvenes y la debilidad de la oferta urbana all dondela ciudad se disuelve como en las periferias modernas (parece un sarcasmo llamarlasla ciudad emergente). Los grupos de zonards, las bandas de jvenes de labanlieu de Paris, que se enfrentan con violencia a la vez a la polica y a lasmanifestaciones de estudiantes de enseanza media, que asaltan comercios y

    personas, pero tambin destruyen mobiliario urbano gratuitamente, expresan unaforma extrema de exclusin y un fracaso de la ciudad como aventura iniciticaintegradora. Las urbes del mundo desarrollado, por medio de esta fractura tremenda

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    que se da en la juventud, manifiestan una dualidad que pareca propia de los pasesmenos desarrollados. La ciudad y la poltica urbana deben plantearse hoy quoferta integradora, que incluye el reconocimiento del conflicto y de la diferencia,pueden hacer a los jvenes de sus periferias. Lo cual nos lleva al principio: elderecho a la ciudad y el deber poltico de hacer ciudad sobre la ciudad para todos.

    La ciudad con quistad a

    Un da, dice Daro, la misma ciudad que hemos levantado y que nosrechaza, ser nuestra..

    La ciudad que se vive es la que resulta de los recorridos cotidianos, de

    las perspectivas que se ven desde sus ventanas y miradores, de los ambientes delos das de fiesta. Pero tambin es la ciudad descubierta en las primeras emocionescallejeras, o cuando el chico o la chica se adentran en la aventura de lo desconocido.

    La ciudad creada por los recuerdos y las imgenes que se transmiten enel marco familiar. La ciudad imaginada desde la oscuridad de la noche, las sugerenciasde las primeras lecturas y los deseos insatisfechos. Hoy, sin embargo, antes debajar a la calle, chicos y chicas construyen un mundo de paisajes y ciudades, dehistorias y de viajes, un mundo donde pasados mticos, presentes imaginarios yfuturos improbables se confunden y crean realidades ms reales que las prximas:

    la televisin y el vdeo sustituyen la aventura de descubrir progresivamente laciudad, de conquistar la ciudad.

    That is the question. El camino que lleva a construirse como hombre omujer libres requiere un esfuerzo, una accin que ha de tener sus momentos demiedo, de riesgo y de frustracin. La ciudad debe conquistarse contra el miedoa salir del marco protector del entorno familiar conocido, venciendo el riesgo demeterse en el ruido y la furia urbanos, superando las frustraciones que comportano obtener inmediatamente todo lo que las luces de la ciudad parecen ofrecer.

    La ciudad slo es plenamente educadora si se puede vivir como una aventura,como una iniciacin. La persona libre es aquella que siente que, a su manera, haconquistado la ciudad. Entonces puede ejercer las libertades urbanas.

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    6. Escuela y ciudadana

    La crisis de expectativas para el futuro post-escolar revierte en el presenteescolar. La escuela hoy no garantiza el acceso al mercado de trabajo. El esfuerzoeducativo no se transmuta en promocin y reconocimiento sociales. En cambioproliferan los mecanismos selectivos que reproducen y amplan las desigualdades

    Daro es el Noi del Sucre, y la novela El nacimiento de nuestra fuerza de Serge,V. (1931) es un documento

    sobre la Barcelona obrera de 1917. La siguiente novela de Serge, precisamente, se titula La Ciudad Conquistada:

    se trata de Petrogrado, hoy Leningrado, unos meses despus.

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    sociales, econmicas y culturales. Y las especficamente urbanas: los estudiosrecientes confirman que en un entorno marginal el fracaso escolar, dentro delmismo grupo socio-econmico, es mucho mayor. Es decir los adolescentes y los

    jvenes se encuentran orientados y seleccionados, con puertas educacionales quese cierran progresivamente, contra su voluntad. Y cada vez con menos expectativasde obtener trabajo, remuneracin y status social satisfactorios.

    En estas circunstancias es lgico que la escuela fracase, en muchos casos,como escuela de civismo, de ciudadana. Cmo se asumirn como ciudadanos sial final del ciclo educativo saben que no tendrn trabajo estable ni remuneracinsuficiente para independizarse y tener vivienda y familia propias? Desaparece

    entonces la motivacin para aprender y para respetar las normas sociales y legales.Aumenta el absentismo escolar y la violencia y la delincuencia dentro y fuera dela escuela. (Por cierto no confundir la violencia en la escuela con la delincuencia

    juvenil. Los delincuentes, si van a la escuela, no son precisamente los ms violentos,les interesa mantener un perfil bajo).

    La respuesta simplemente educacional no es suficiente. Slo ser eficazsi se vincula a la posibilidad real del acceso posterior al trabajo, a la remuneraciny a la proteccin social.

    - Relacin con las normas legales y las Instituciones Polticas. Conocimientos

    de las mismas con la colaboracin de representantes de los distintos poderes delEstado; Jueces, Diputados, Concejales, Directores de Servicios de las

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    b) Partenariado y espacios pblicos. La ciudadana no se aprende nicamentedentro de las paredes de la escuela. Mejor dicho: slo as no funciona. Adolescentes

    y jvenes, como maestros y responsables de la escuela, pueden y deben salir a la

    calle. No solo individual o informalmente, que por descontado lo hacen. Sino

    tambin como escuela, "institucionalmente", organizadamente. Y mediante acuerdos

    de colaboracin y participacin con Instituciones (especialmente locales o regionales)

    y asociaciones.

    Como por ejemplo:

    - Participacin en la gest in social y cultural de servicios y actividades

    barriales: circulacin, mantenimiento y mejora de espacios pblicos, control

    ambiental, animacin cultural, apoyo a grupos con problemas o discapacidades,

    difusin y gestin de nuevas tecnologas de comunicacin, etc.

    - Participacin en los Consejos de Seguridad y en los Programas de prevencin

    y de insercin social.

    - Participacin en los Comits o Agencias de desarrollo local y en los

    programas de generacin de empleo.- Partenariado con organismo pblicos y ONG's para la accin humanitaria

    hacia el exterior.

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    Escuela abier t a o cer rada?

    Las dificultades de relacin con el entorno y la importancia social adquiridapor la violencia dentro y fuera del recinto escolar han replanteado la discusinsobre la escuela-fortaleza o escuela-plaza pblica. En los aos 70 y 80 predominprogresivamente la concepcin de la escuela "ciudadana", integrada al barr io,abierta a los agentes sociales, tanto para darles la posibilidad de intervenir en el

    - La desmotivacin respecto a la escuela y la descualificacin en bastantescasos de la enseanza, parece justificar la recuperacin de un marco ms autocentradoque pueda disciplinar y estimular la adquisicin de conocimientos.- El deterioro social y la violencia cotidiana de los entornos lleva a considerardeseable que la escuela sea un espacio protector y protegido, capaz de defendersede la violencia exterior y de controlar mejor la violencia interior.- La multiplicacin de intervenciones de agentes externos, en un momentode confusin sobre el rol de la escuela, aumenta esta confusin y aade unadificultad suplementaria en las relaciones maestros-alumnos.- La relacin con las familias, la participacin de las asociaciones de padresy la responsabilizacin de los delegados de los alumnos es ms fcil de implementarsi no se multiplican las conexiones con el exterior.- Una escuela autocentrada puede establecer ms eficazmente relacionesinstitucionalizadas con los agentes externos a la escuela, tanto del barrio comode la ciudad.

    Sin embargo, este retorno relativo a la escuela cerrada y protectora no

    debiera generar falsas ilusiones sobre que as se suprimir la violencia interna, seeliminar el absentismo, se motivar para el estudio y se recuperar un proyectoeducativo que d sentido al periodo escolar.- La violencia interna a la escuela, cuya gravedad a veces se exagera, sereduce a la larga mediante al aprendizaje de la democracia. Pero atencin: laexperiencia demuestra que en una primera fase la tolerancia y el dilogo puedenpropiciar momentos de explosin o multiplicacin de conflictos, que brote laviolencia contenida (sobre todo si hay ms intolerancia o represin en el espaciopblico del entorno). Por lo dems los estudios europeos muestran la persistencia

    de un "ncleo duro" de un 5% de alumnos difcilmente integrables a la disciplinaescolar y a la convivencia pacfica. Sin embargo, la gran mayora acepta comolegtimas las normas bsicas del funcionamiento escolar.

    proceso educativo como para facilitarles el uso del equipamiento escolar y larelacin cvica con los alumnos.

    Actualmente tiende a volverse a la escuela que afirma su especificidad, quemarca su recinto y que distingue claramente a los de dentro de los de fuera. Hay

    razones slidas para ello:

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    - El proyecto educativo no lo puede generar la escuela sino el conjunto dela sociedad. Porque finalmente de lo que se trata es de hacer posible que cadauno construya un proyecto de vida con sentido. Y el sentido no lo puedeproporcionar la escuela aislada del resto. El proyecto educativo es un desafopoltico.

    La ciudad e ducado ra

    En resumen: la ciudad es el lugar de la persona civil . La ciudad haceciudadanos. O, quiz, la ciudad, hoy todava lejana, sera aquella en la que todos

    los que viven o trabajan en ella fuesen plenamente ciudadanos.No es el caso. La ciudad integra y margina. Y educa para la ciudadana y tambinpara la exclusin.

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    para la adquisicin de conocimientos mediante mejoras en las instalaciones, y elequipamiento tcnico, (p. ej. computadores), y con iniciativas innovadoras respectoa los contenidos, las actividades para escolares y las relaciones pedaggicas. Peroestos resultados sern precarios si no mejoran las expectativas econmicas yprofesionales.

    En nuestras ciudades hay chicos y chicas que nacen en ella o llegan de muynios, que aprenden rpidamente que ni ellos ni sus padres pueden votar, quenecesitan permisos especiales para todo, condenados a menudo a una perpetuaprecariedad, incluso a una obligatoria ilegalidad. La cuestin de los derechospolticos de los inmigrantes extranjeros est ya hoy a la orden del da. Una categora

    de poblacin cada da ms numerosa. La ciudad tambin puede educar para elracismo, para ejercerlo o para temerlo. Pero tambin para combatirlo.

    Otros, muchos ms, son inmigrantes nacionales, que viven en la ciudadsu dualidad de cultura: la de los orgenes y marco familiar y la del entorno socialy poltico. Se enfrentan las dinmicas de la integracin (escuela, recreo y culturaen la ciudad) y de la marginacin (barrios segregados, no insercin de la familiaen la vida ciudadana).

    Otros muchos grupos viven la dialctica de la integracin y la marginacin;hijos de funcionarios del estado (especialmente fuerzas de orden pblico), nios

    - El absentismo escolar, en parte facilitado por la negligencia o la crisis delncleo familiar y a veces por el mal funcionamiento o las deficientes instalacionesde la escuela, tiene como causas principales factores externos a la escuela (comoya se dijo al principio).- Se pueden obtener resultados positivos en cuanto a una mayor motivacin

    Park, Burguess, y MacKenzie, R.D. (1925 -1967). The City. University Press, Chicago.16

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    tendra que juzgar la ciudad por su capacidad de hacer prevalecer la dinmicaintegradora sobre la marginadora.

    La ciudad no nos permite ser plenamente ciudadanos si una parte de susresidentes no puede adquirir esta cualidad.

    El acceso desigual a la cualidad ciudadana no es solamente un problemade minoras, aunque la lista de minoras que hemos enumerado puede hacer una

    mayora. En la ciudad se produce una dinmica integradora o socializadora quepuede llegar a todo el mundo: actos y espectculos pblicos, asociacionismo ogrupos informales de base, elementos simblicos de identidad colectiva, fiestas,utilizacin de equipamientos y de espacios pblicos centrales, organizacin polticademocrtica y participativa, etc., adems de la integracin por la escuela, el trabajoy el consumo. Pero tambin actan dinmicas contrarias, exclusivistas y excluyentes:privatizacin de espacios pblicos (equipamientos, centros comerciales, gruposresidenciales), proliferacin de modas, de actividades y de locales dirigidos a gruposelitistas, dominacin oligrquica de las grandes instituciones pblicas o privadas,

    teorticamente de carcter social (cajas, clubs depor tivos), etc., que se aaden alas de carcter ms estructural (segregacin especial, jerarqua social, grandesdesigualdades de renta, etc.).

    La ciudad ms positivamente educadora ser aquella que multiplique lasposibilidades de integracin y de socializacin y que reduzca al mnimo los procesosmarginadores.

    en ncleos familiares anmalos o afectados por patologas sociales (desempleopermanente, drogodependencia), minoras sexuales, tnicas, culturales o religiosas,residentes en ncleos residenciales marginados ecolgicamente o socio-culturalmente(p.ej., viviendas perifricas de urgencia o de autoconstruccin). En cada caso se

    La ciudadana consiste, casi siempre, en construirse una doble identidad:de grupo (o de barrio, clase, etc.) y ciudadana global, ms universalista.

    La ciudadana, sin embargo, no es un status que, en un cierto momentoofrece o atribuye una autoridad. Es una conquista. Cada da, la ciudad es el marcode un proceso individual y colectivo para acceder a la civilidad, a la ciudadana. Elurbanita tal vez sea algo parecido a la planta que slo crece en medio de lacontaminacin, cerca de las autovas ms transitadas y de las fbricas mscontaminantes. El ciudadano es aquel que ha part icipado en la conquista de laciudad. El que se la ha apropiado individualmente desde su infancia. Como decamosal principio, la ciudad es la aventura inicitica, llena de posibilidades, que se ofreceal chico y a la chica y que forma su razn y su sentimentalidad. Es tambin, participar,

    ms o menos conscientemente en un proceso colectivo: en la gesta conjunta desu construccin reiniciada cada da, y en la lucha permanente contra las tendenciasdisgregadoras y en favor de las identidades, con sus momentos fuertes, de afirmacin

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    o confrontacin. En fin, nuestro hroe es Gavroche, excepcionalmente, y GuillermoBrown cada da.

    Gavroche, el adolescente de las calles de Pars: Los miserables. Victor Hugo. Guillem Brown: el personaje

    de Richmal Crompton.

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    Algunas co nclusione s finales sob re ciudad, exclusin y juvent ud

    a) No hay Crisis de Ciudad, ni la ciudad es la generadora de graves problemassociales, como la exclusin o la violencia. En todo caso si la ciudad no cumple, hayuna funcin ms integradora, es porque hay urbanizacin sin ciudad. El problemaes la no-ciudad, no la ciudad. Es decir, debilitamiento de la centralidades, insuficientecomunicacin y visibilidad de las distintas zonas urbanas, segregacin social yespecializacin funcional contrarias a la cohesin ciudadana y degradacin de losservicios y de los espacios pblicos.

    b) Es posible mediante un conjunto de polticas pblicas activas "hacer ciudaden la ciudad", por medio de proyectos urbanos complejos, multifuncionales. Laexperiencia de los grandes equipamientos culturales, vinculados a otras actuacionesparalelas, en la medida que incorporan una diversidad de usos y de pblicos, serevela especialmente eficaz por sus efectos de centralidad y sus impactos sobreel entorno social y fsico.c) Estas actuaciones por su naturaleza misma tienen efectos limitados. Si biengeneran elementos de centralidad integradora no pueden articular el conjunto de

    la ciudad metropolitana ni cohesionar globalmente a una poblacin que sufreprocesos excluyentes. Los jvenes son los principales afectados por la exclusinsocial, econmica y poltica.

    d) No se trata de una crisis de la juventud. No nos enfrentamos a un problema

    de inadaptacin de un colectivo social particular. Se trata de una crisis de sociedad,

    que excluye a una parte de los que representan su futuro. La cuestin es cmo

    hacer de esta poblacin excluida una fuerza transformadora?.

    e) En tanto que predomine la exclusin no es posible que un colectivo

    adquiera la capacidad para plantear una relacin conflictual, de negociacin y detransformacin , con los otros grupos y con las instituciones. Es esta capacidad

    de conflicto que convierte a un colectivo en fuerza social. Hoy los jvenes son

    ms vctimas de las causas excluyentes que rebeldes para terminar con ellas. Las

    expresiones de protesta no tienen fuerza transformadora. Si bien hay un problema

    de violencia hay tambin un dficit de conflicto social.

    f) Para que los sectores juveniles amenazados por la exclusin puedan

    desarrollar esta capacidad conflictual, es decir, actuar como fuerza social, deben

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