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ESPAÑA PEREGRINA JUNTA DE CULTURA E S P A Ñ O L A 1 SUMARIO España Peregrina Federico García Lorca.. Grito hacia Roma (poema inédito) ............ José Manuel Gallegos.. La Mentira de la Civilización Cristiana. . Antonio Machado............. Carta inédita..................................................... José Bergamin.................. Españoles Infra-rojos y Ultra-violetas. .. . Eugenio Imaz.................... Discurso In Partibus....................................... César Vallejo.................... España, aparta de mí este Cáliz ................. Juan Larrea...................... Introducción a un Mundo Nuevo ................. Walt Withman.................. España 1873-74. Trad. de León-Felipe. .. Jay Alien ........................... La Cruda Verdad........................................ 7 9 12 13 15 19 21 26 27 Crítica y Polémica 'Hordas Revolucionarias.......................................................................... Contestando a Don José Ortega y Gasset, por José Bergamin.............. Picasso en Nueva York, por Juan Larrea.............................................. Alfonso Reyes y España, por José Camer.............................................. Dos libros de María Zambrano, por Eugenio Imaz ..................................... El español del éxodo y del llanto de León Felipe, por F. G. de los Ríos .............................................................................. Actividades de la Junta de Cultura Española Biblioteca Memorias de Ultratumba 30 32 35 37 33

España Peregrina Año i num 1 febrero de 1940

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E S P A Ñ AP E R E G R I N A

JUNTA DE CULTURA E S P A Ñ O L A

1

S U M A R I O

España PeregrinaFederico García Lorca.. Grito hacia Roma (poema inédito)............José Manuel Gallegos.. La Mentira de la Civilización Cristiana. .Antonio Machado............. Carta inédita.....................................................José Bergamin.................. Españoles Infra-rojos y Ultra-violetas. . . .Eugenio Imaz.................... Discurso In Partibus.......................................César Vallejo.................... España, aparta de mí este Cáliz.................Juan Larrea...................... Introducción a un Mundo Nuevo.................Walt Withman.................. España 1873-74. Trad. de León-Felipe. . .Jay Alien........................... La Cruda Verdad........................................

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12131519212627

Crítica y Polémica

'Hordas Revolucionarias”..........................................................................Contestando a Don José Ortega y Gasset, por José Bergamin..............Picasso en Nueva York, por Juan Larrea..............................................Alfonso Reyes y España, por José Camer..............................................Dos libros de María Zambrano, por Eugenio Imaz.....................................El español del éxodo y del llanto de León Felipe, por F. G. de los

Ríos..............................................................................

Actividades de la Junta de Cultura Española Biblioteca

Memorias de Ultratumba

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J U N T A DE C U L T U R A E S P A Ñ O L AD I N A M A R C A 8 0 -----M E X I C O , D . F .

PR ESID E N C IA :

José BergaminEscritor.

José CarnerEscritor, Ministro Plenipotenciario.

Juan LarreaArchivero, Bibliotecario y Arqueólogo.

VOCALES:Juan M. Aguilar

Catedrático de la Universidad de Sevilla. Roberto F. Balbuena

Pintor y Arquitecto.Corpus Barga

Periodista.Pedro Carrasco Garrorena

Director del Observatorio Astronómico de Madrid. Decano de la. Facultad de Ciencias.

José Gallegos RocafullProfesor de la Universidad de Madrid.

Rodolfo HalffterCompositor.

Emilio HerreraIngeniero Aeronáutico.

Manuel MárquezDecano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Madrid.

Agustín MillaresCatedrático de Paleografía de la Universidad de Madrid.

Tomás Navarro TomásDirector de la Biblioteca Nacional de .Madrid. Prof. de la Universidad de Colúmbia, U. S. A

Isabel O. de PalènciaEscritora, Ministro Plenipotenciario.

Pablo PicassoPintor.

Augusto Pi y SuñerDirector del Instituto de Fisiología de la Universidad de Barcelona.

Enrique RiojaProf. de Biología de la Facultad de Madrid.

Luis A. SantullanoDe la Junta para ampliación de estudios.

Ricardo VinosDirector de la Escuela de Orientación Profesional1 de Madrid.

Joaquín XirauDecano de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Barcelona.

SECRETARIO:Eugenio lm a\

Escritor.

E S T A T U T O S DE LA JUNTA

L a J u n ta de C u ltu ra E sp añ o la r e p re s e n ta la vo lun­ta d de a s e g u ra r la p ro p ia fiso n o m ía e s p ir i tu a l de la e u l tu ra e sp añ o la , favo rec iendo su n a tu r a l desa rro llo y. consecuen tem en te , la de u n ir y a y u d a r en sus tra b a jo s a los in te lec tu a les españo les ex p a triad o s .

nEs m isió n de la J u n ta su p lir con su p resen c ia a c ­

tiv a y v ig i la n te y con u n e s p ír i tu co lectivo de s a c r if i­cio la ac c ió n de los o rg an ism o s o fic ia les, d e las in s­titu c io n es de todo g én e ro y de los estím u los y ex igencias del am b ien te , que en la in te g rid a d de la v ida esp añ o la p ro m o v ían y a seg u rab a n el desenvo lv im ien to de n u e s tra c u ltu ra .

niE s p ro p ó s ito de la J u n ta e v i ta r la d isg reg a c ió n de

los in te le c tu a les e x p a triad o s , estab leciendo e n tre ellos re lac ió n c o n s ta n te , su sc ita n d o y, apoyando c ie r ta s in i­c ia tiv as . coord inando otrfcs. y p ro cu ran d o , p o r todos los m edios a su a lcance , que se estab lezcan en el des tie rro los ó rg an o s d e c rea c ió n , e x p re s ió n y conserv ac ió n de la c u l tu ra e sp añ o la que se ju z g u en necesarios.

IV

C om pete a la J u n ta estab lece r co laboración e in ­te rcam b io con la s en tidades e in s titu c io n es c u ltu ra le s del e x tra n je ro y con sus ce n tro s de in v e stig ac ió n y en señ an z a p a r a c o n seg u ir que. p o r su in te rm ed io , s e m a n te n g a n y am p líe n aque llas re lac iones cu ltu ra le s que son ind is­pensab les p a r a su p ro p io desarro llo .

VE s asim ism o m isión de la J u n ta p rom ove r y h ac e r

efec tiv a s am is tad e s y apoyos a la c u l tu ra españo la en el e x t ra n je ro p o r aquellos m edios que en c a d a p a ís y en c a d a m om en to p a re z c a n m ás indicados p a r a conse-

DE CULT URA ESP A ÑO L A

t H i'’:- .‘~ ygu irlo . Con este ob je to . la¡ J u n ta p rom ove rá l a creación de ag rupac iones de “ A m igos de la C u ltu ra E sp añ o la” en su sede c e n tra l, en las localidades donde funcione u n a delegación de la J u n ta , y en aquellos o tro s lugares que se es tim e conven ien te .

vi ,/v .L a J u n ta de C u ltu ra E sp añ o la se considera in te g ra ­

d a p o r aquellos españoles en los que co n c u rra la doble c a lid a d : de e s ta r des te rrados y de se r creadores o m a n ­tenedores de la c u l tu ra españo la . De todos ellos h a rá u n a re lac ió n n om inal. L a J u n ta de C u ltu ra E sp añ o la se co n sid e ra ig ua lm en te in te g ra d a p o r aque llas entidades que, d esarro llando u n a o b rà cu ltu ra l , m a n ifie s ten su adhesión a la J u n ta y se p re s te n , s i a ello se les re ­q u ir ie ra , a co lab o ra r a s i e f in e s en la fo rm a que en cada caso se determ ine.

vnL a J u n ta de C u ltu ra E sp añ o la se r ig e p o r u n di­

rec to rio , in teg rad o p o r sus fu n d ad o res y p o r las personas que estos v ay a n designando . E s te d irec to rio p o d rá dele­g a r todas o a lg u n o s de sus funciones en u n S ecre ta riado o C om isión E jecu tiv a .

vmL a sede c e n tra l de la J u n ta de C u ltu ra E sp añ o la

e s tá ac tu a lm en te en M éxico, D . F . S e e s ta b lece rán dele­gaciones de la J u n ta e n los pa íses donde se considere o p o rtuno . Sus m odalidades de constitu c ió n y fu n c io n a ­m ien to se d e te rm in a rá n en cada caso.

IX

L a J u n ta de C u ltu ra E sp añ o la , a s í como la s D elega­ciones que se v ay a n estab lec iendo , se so m ete rán a las disposiciones legales v igen tes en los pa íse s respective» , .lúe les p e rm ita n a d q u ir ir u n a perso n a lid ad ju r íd ic a coa la que puedart h ac er adqu isiciones, c e le b ra r c o n tra to s , etc.

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E S P A Ñ A P E R E G R I N Aj i :1 .4cjxi«i jo r.iü i- ii. "i £ ’*' *• >« r i ' ; . : -,:- H» a .mi ’ r ~ *-■« : . • • *

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CONSUMADA la tragedia que ha padecido el pueblo español, aventados por el mundo en buena parte sus defensores, perseguidos, encarcelados, con­denados a muerte muchos otros, ultrajados todos por haber defendido hasta el fin la sagrada voluntad de España, cumple a quienes podemos levantar la voz libremente dar expresión al contenido profundo de la causa por la

• que libremente se inmolaron tantos miles de compatriotas, manifestar nues­tra actitud en este angustioso trance en que los fundamentos de la civili­zación conocen las más graves conmociones.

No era España, madre de naciones, una entidad política o territorial inacida de las conveniencias circunstanciales de un tratado de paz en que |se legaliza un estado de fuerza, y sujeta, por tanto, a las vicisitudes histó­ricas inherentes a tales tratados. Era España un pequeño universo aparte, clave y semilla de universalidad, dentro del cual se contenían en potencia des­de muy antiguo los elementos necesarios para construir sobre un plano de civilización verdadera, un mundo adecuado a las mejores aspiraciones de sus

j hijos. Era un pueblo seguro de sí y de su ideal de evolución pacífica, según i “í0 testimonio nacionalmente al proclamar sin sangre ni violencia el ré­gimen republicano e internacionalmente al renunciar a la guerra, prime­ro y único país que así lo expresó en su Constitución. Era, por último.

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y sobre todo después del advenimiento de la República, la razón de esperar de cuantos hijos suyos cifraban en su virtud colectiva el anhelo de lograr acceso para su propio bien y para bien de todos a la nueva época de bie­nestar y de cultura superior anunciada por las conquistas modernas. Cas­tellanos, catalanes, vascos, gallegos, andaluces, componentes variados de su pequeño universo, coincidían en este punto.

Bajo pretextos falaces todo ello ha sido ferozmente devastado. Mas a diferencia de otras naciones europeas, el pueblo español no ha sido en rea­lidad víctima de una colisión de sistemas internacionales en que él hubiera tomado origen, parte o beneficio. Ha sido víctima de su creencia pacífica en la Libertad, en la Justicia, en la Verdad, en el Progreso. Por estos bienes sumos ha expuesto verdaderamente su vida frente a un mundo de doblez, de alevosía, de iniquidad y de barbarie, cuya suprema razón es la criminal de exterminio. Cuanto dentro de España misma significaba resistencia o incapacidad de evolución, cuanto en el interior de su pequeño universo anteponía el bien particular al bien de todos, contó al empuñar el arma fratricida y aun antes, puesto que la premeditación es manifiesta, con el apoyo decidido, directo o indirecto, descarado o hipócrita, de aquellos que en el mundo posponen a su bien particular el bien genérico y de aquellos otros que no vieron en la contienda sino ocasión para imponer a los demás la brutalidad de sus apetitos. El invencible heroísmo que infundió al pue­blo español su confianza en la justicia, hizo necesario, para llegar a sub­yugarlo, que hubieran de transgredirse durante todo el tiempo de la guerra despiadada que le fué impuesta, no sólo el Derecho natural sino hasta las leyes positivas que la sabiduría de las naciones había laboriosamente dictado.

Así la voluntad popular de España, personificando en este trance cru­cial de la historia en que lo nacional y lo universal entran en pugna, las más elevadas aspiraciones del hombre, dando con su sangre testimonio de la Justicia y después de haberla defendido inerme y sobrehumanamente durante dos años y medio de cruelísima lucha, rindió por fin su espíritu. Espíritu que hoy, al descomponerse y desaparecer con sus imperfecciones y naturales miserias la estructura política en que tuvo forma, nos ilumina vivamente, nos arrebata.

Son éstas realidades demasiado clamorosas para que los hombres dig­nos de su nombre puedan permanecer en silencio. Y así, dándonos cuenta de nuestra personal limitación, más conscientes también de la virtud crea­dora que irradia la voluntad del pueblo español plantada más allá de la muerte, nosotros, escritores, artistas, hombres de ciencia y de letras, dise­minados por la tierra cuando las fronteras materiales y morales del viejo mundo amenazan ruina, hacemos un llamamiento a la conciencia universal y ante ella apelamos del crimen perpetrado contra nuestro pueblo.

Mas al mismo tiempo proclamamos a la faz del orbe que si la volun­tad política de España, encarnada en su régimen republicano, ha perecido,

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su verdadera causa humana sigue con más vigor que nunca en pie. Al ser bárbaramente inmolada en el plano nacional, no ha hecho sino unlversa­lizarse, confundirse con la causa tradicional del hombre, adquirir su entera dimensión, ingresar por la muerte en la vastedad sin límites de una nueva vida. Y hoy que el viejo Continente, como consecuencia de su tremenda injusticia, vuelve a ser presa de las fuerzas destructoras que para vencer a España desencadenó el bestial egoísmo de estos tiempos, más que nunca, con más flagrante e imperiosa evidencia que nunca, aparece ante nosotros la necesidad de levantar umversalmente la misma bandera que levantó España y que allí, por atentar contra la deificación de la fuerza, no pudo salir vencedora.

Por eso nosotros, intelectuales españoles, herederos en el espíritu de los afanes de nuestro pueblo, participantes de la voluntad española de alzarse hasta un mundo en que luzca en todo su esplendor la dignidad del ser humano, proclamamos públicamente nuestra decisión de no perdonar esfuerzo ni sacrificio que pueda conducir al triunfo de la causa unlversa­lizada de España en su territorio y en el orbe. Pregonamos nuestra inca­pacidad de vivir en un mundo en que reine la injusticia o que no aspire resueltamente a suprimirla en todos sus aspectos. Confesamos públicamente nuestra fe en la existencia posible de un orden universal de Verdad más allá de la fuerza. Pronunciamos la subordinación de nuestra vida indivi­dual al desarrollo de los valores superiores del espíritu, a la soberanía de una moral suprema, personal y colectiva, sin subterfugios ni formulismos claudicantes, a la conquista de la conciencia universal con sus tesoros co­municativos, a la libertad creadora de la imaginación y de la inteligencia, aspectos todos de una vida superior, sólo factibles dentro de un organismo social que en vez de impedirla verifique funcionalmente la presencia de aquel orden. Pretendemos, en suma, que nuestra alma sea la voz de la san­gre de nuestro pueblo, que por nosotros se condene cuanto el clamor de esa sangre condena y que por nuestras palabras y por nuestros actos se vivique cuanto la transcendente fecundidad de esa sangre vivifica.

En torno a esa bandera ensangrentada que representa la voluntad in­victa del pueblo español, llamamos a todos los hombres de buena voluntad del mundo. A cuantos han sufrido compasivamente con el martirio de nues­tro puetyo, a cuantos inconscientes durante el desarrollo del conflicto ven hoy, por la fuerza de las cosas, abrirse sus ojos a la realidad verdadera, a cuantos son víctimas de las iniquidades de estos malhadados tiempos, a cuantos sin distinción de clases ni de razas sienten la necesidad de que sobre los intereses particulares impere una razón de Justicia que es de todos, brindamos hoy nuestra luminosa bandera. Aquí está España, descu­bridora de nuevos mundos, fuera de sí, en busca de la verdad material y espiritual del Hombre. Aquí está sola, en su esencia colectiva, dispuesta a comunicarse con lo que de universal existe en la entraña recóndita de

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cada ser humano. Aquí está quebrantada como la simiente al nacer de los tallos que han de otorgar con el tiempo maravillosos frutos.

Muy en particular nos dirigimos a vosotros, pueblos de América, in­corporados materialmente a la universalidad por el esfuerzo creador de España. Bajo el signo de un Nuevo Mundo a ella nacisteis y en ella habéis ido cieciendo desprendidos de Europa. La época universal que abre en la historia el holocausto de la Madre España, señala sin duda el tiempo de vuestra madurez en que habéis de desarrollar lo que os es peculiar y defi­nitivo, la esencia de Nuevo Mundo que continentalmente os diferencia y caracteriza. Entre vosotros nos hallamos movidos por un mismo designio histórico, consagrados a una empresa similar de mundo nuevo.. Aquí está nuestra voz, nuestra verdad, nuestro horizonte. Llevamos un mismo camino. ¡Ojalá nos hermanemos en una sola marcha!

F E D E R I C O G A R C I A L O R C AIn Memoriam

El poeta Federico García Lorca murió asesinado en Granada a mediados de sep­tiembre de 1936. Al amanecer de la Fa­lange. Es inútil, y antiespañol, tratar de Ocultar o disimular esta muerte y el hondo sentido de su significado, verdaderamente español por popular y universal: humano. A Federico García Lorca lo asesinaron quie­nes han asesinado a España en sus pueblos vivos. Quienes por la traición cainita la entregaron a bárbaros que, sin ellos, no hu­biesen podido invadirla, y destruirla, desan­grándola. El poeta Federico García Lorca, víctima inocente de este crimen, es el más puro y claro ejemplo español del martirio de un pueblo entero. Y esta es también su gloria. Y nuestra gloria. A la que ningún español auténtico podrá renunciar nunca. Y no por venganza, sino por justicia y por verdad. Por la justicia que es la verdad, co­mo decía Sófocles y repetía nuestro Una- muno. La verdad es que a Federico García Lorca lo asesinó en Granada un puñado de malos españoles a las órdenes del movi­miento militar y clerical que entonces se le­vantaba contra el Estado, contra el pueblo y su Lev. Y lo asesinaron cobardemente. Sa­

cándolo a la madrugada de la casa en que estaba y fusilándolo en la carretera, deján­dolo allí muerto én la cuneta. Pero la or­den de muerte fué firmada por la autoridad de Granada que en aquellos instantes repre­sentaba formalmente a la Junta de Burgos, al Gobierno de Franco. Que conste así. Los instigadores del crimen fueron los jóvenes pertenecientes a “Acción Popular”, o sea las llamadas juventudes católicas, instiga­das a su vez por sus, autoridades eclesiás­ticas. Que esto conste también. En la san­grienta paparrucha dé la militarada cleri­cal que ha traicionado y destrozado a Es­paña, el nombre dél poeta Federico García Lorca grita con sü Sangre inocente la ver­dad y la justicia de su pueblo español, y es, para sus verdugos, la acusación más clara y más terrible.

Oigasele tal como clamaba por antici­pado en su importantísimo poema inédito Grito hacia Roma (del libro Poeta en Nue~ va York) cuyas primicias ESPAÑA PERE­GRINA se complace en ofrecer a sus lecto­res, llamándoles la atención sobre el extra­ordinario aliento profético que le anima.

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IUHTA DE CULTORA 1

G R I T O H A C I A R O M A

(Desde la torre del Chrysler Building)

Por Federico GARCIA LORCA

Manganas levemente heridas por finos espadines de plata, nubes rasgadas por una mano de coral que lleva en el dorso una almendra de fuego, peces de arsénico como tiburones,tiburones como gotas de llanto para cegar una multitud, rosas que hiereny agujas instaladas en los caños de la sangre,mundos enemigos y amores cubiertos de gusanoscaerán sobre tí. Caerán sobre la gran cúpulaque untan de aceite las lenguas militares,donde un hombre se orina en una deslumbrante palomay escupe carbón machacadorodeado de miles de campanillas.

*• * % í ¡Tí -V i-A i fcr; . • .'C \ ' A — i

Porque ya no hay quien reparta el pan ni el vino, ni quien cultive hierbas en la boca del muerto, ni quien abra los linos del reposo, ni quien llore por las heridas de los elefantes.No hay mas que un millón de herreros forjando cadenas para los niños que han de venir.No hay mas que un millón de carpinteros que hacen ataúdes sin cruz.No hay más que un gentío de lamentos que se abren las ropas en espera de la bala.El hombre que desprecia la paloma debía hablar, debía gritar desnudo entre las columnas y ponerse una inyección para adquirir la lepra y llorar un llanto tan terribleque disolviera sus anillos y sus teléfonos de diamante.Pero el hombre vestido de blancoignora el misterio de la espiga,ignora el gemido de la parturienta,ignora que Cristo puede dar agua todavía,ignora que la moneda quema el beso de prodigioy da la sangre del cordero al pico idiota del faisán.

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Los maestros enseñan a bs niños una luí maravillosa que viene del monte; pero b que llega es una reunión de cloacas donde gritan las oscuras ninfas del cólera.Los maestros señalan con devoción las enormes cúpulas sahumadas; pero debajo de las estatuas no bay amor, no bay amor bajo bs ojos de cristal definitivo.El amor está en las carnes desgarradas por la sed, en la choza diminuta que lucha con la inundación; el amor está en bs fosos donde luchan las sierpes del hambre, en el triste mar que mece bs cadáveres de las gaviotas y en el oscurísimo beso punzante debajo de las almohadas.Pero el viejo de las manos traslúcidasdirá: Amor, amor, amor,aclamado por millones de moribundos;dirá: Amor, amor, amor,entre el tisú estremecido de ternura;dirá: Paz, paz, paz,entre el tirite de cuchillos y melones de dinamita;dirá: Amor, amor, amor,basta que se le pongan de plata los labios.

Mientras tanto, mientras tanto, ¡ay!, mientras tanto, bs negros que sacan las escupideras,bs muchachos que tiemblan bajo el terror pálido de bs directores, las mujeres ahogadas en aceites minerales, la muchedumbre de martillo, de violin o de nube ha de gritar aunque le estrellen bs sesos en el muro, ba de gritar frente a las cúpulas, ha de gritar loca de fuego, ha de gritar loca de nieve, ba de gritar con la cabeza llena de excremento, ha de gritar como todas las noches juntas, ha de gritar con voz tan desgarrada hasta que las ciudades tiemblen como niñas y rompan las prisiones del aceite y la música, porque queremos el pan nuestro de cada día, flor de aliso y perenne ternura desgranada, porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra que da sus frutos para todos.

(New York 1929-30)

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LA MENTIRA DE LA CIVILIZACION CRISTIANA

Por José Manuel GALLEGOS

¿Existe una civilización cristiana? ¿Se­rá verdad que lo que en Europa está en trance de muerte es precisamente la civili­zación cristiana? Más concretamente, por­que no se puede tratar a Europa como si fuera una unidad. Cuando se habla de civi­lización cristiana, nadie pie'nsa en la U. R. S. S., que oficialmente se ha propuesto segar en su país hasta la última brizna de cristianismo; ni en Alemania, cuyo neo- paganismo racista se ha declarado incom­patible con judíos, protestantes y católicos; ni en los pueblos en que prevalece el cris­tianismo ortodoxo, estéril y fosilizado desde antes de la caída de Bizancio. La cuestión queda circunscrita a la Europa occidental, hasta el punto de que, como calificativos de civilización, se quieren dar casi como sinónimas las palabras occidental y cris­tiana.

Por lo pronto, ya es muy sospechoso que se hable de civilización y no de cultura. Porque, dejando ambos términos en toda su imprecisión y tomándolos en su sentido más obvio, es evidente que el de civilización plantea el problema primaria y fundamen­talmente en torno al civis y a la civitas, esto es, en la vertiente externa y pública de la vida colectiva, en la ordenación temporal de la ciudad. La civilización alude ante todo a la serie de normas, leyes, usos y medios de que los pueblos y los individuos se valen para ordenar su vida de relación. Claro es que. inspirándolos y sosteniéndolos, hay unos principios, una concepción del mundo y de la vida, que pueden proceder de las fuentes más diversas y tener una influencia aún actual y viva o pasada ya del todo. En este terreno de los principios, evidentemente hay que admitir una influencia decisiva del cristianismo, sin el cual es completamente imposible explicar ni la evolución, ni el es­tado actual de la cultura europea. Pero en Europa la civilización está ya tan consoli­dada, que parece que se mantiene en pie

por sí misma y una de las tareas más apre­miantes de esta hora es justamente la de poner al descubierto los principios en que efectivamente se sustenta.

¿Serán los cristianos? Pero, ¿puede exis­tir una civilización auténticamente cristiar na? Porque la civilización es cosa de este mundo, que se realiza en el tiempo, y el cris­tianismo no actúa, ni puede actuar en este mundo, sino afirmando su fe en el otro. Es decir, negándolo como auténtica realidad y tratando en todo momento de sustituir sú ficción por la realidad trascendente de que es camino. Una civilización totalmente cris­tiana sería nada menos que el reino de Dios en la tierra, la superación definitiva de las fuerzas del mal por la caridad, la parousia del Hijo de Dios. Por esto no es nada extra­ño que el intento más serio de construir tina civilización verdaderamente cristiana coincidiera con el terror del año mil, con la convicción de que el mundo se hundía del todo para que en unos cielos y tierras, completamente renovados, Cristo en perso­na estableciera su reino. En lo episódico y circunstancial, el error era manifiesto; en lo profundo y sustancial, la verdad era pal­maria. Ni el reino de Dios es de este mundo, ni este mundo, que no es, es de Dios.

La actitud cristiana es la de expectación, la de esperar, contra todo y por encima de todo, la venida de Cristo, que siempre es el fin: del individuo, con su muerte; del mun­do, con su desaparición. Total y plenamente, ni en este mundo, ni en este siglo, puede definitivamente reinar Cristo. Mientras exista este mundo y en él corra el tiempo, ha de haber pecado, mal, intervención de! demonio. Toda la razón de ser de mundo y tiempo es que el misterio de la redención se cumpla, que el pecado sea absorbido por la redención, que la intervención diabó­lica se integre en el plan providencial de salvación. Por eso, en todo momento de la historia, es lucha y milicia la vida del cris-

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tiano y para él no puede haber reposo sino más allá de la muerte.

En este mundo, que le niega y le odia, el cristiano ha de dar testimonio de su fe. Con su vida o con su muerte. Cuando esa fe, que es luz del mundo y sal de la tierra, logra disipar las tinieblas y crea una cultura, la germinación de las verdades cris­tianas se hace visible por todas partes. La vida colectiva trasparenta las creencias y los valores que los individuos llevan en su alma. Puede, incluso, hablarse de una civi­lización cristiana y en este sentido se llama cristiana a la civilización medieval. Pero nunca estuvo edificada más que a medias. Quería ser cristiana y, efectivamente, lo era en su inspiración y en su propósito. Pero en sus realizaciones tenía que luchar, no siem­pre con éxito, con la resistencia enorme de las fuerzas del mal y del pecado. Lo más específicamente cristiano que había en ella era el deseo de superación, el ansia de no detenerse en lo realizado, sino llegar a un más allá, siempre remoto y, en definitiva, inasequible.

Esa perfección sobrehumana, francamen­te divina, a que aspira el cristiano, hace de él, frente a cualquier orden, un inadap­tado. Lleva en su carne el virus de la con­cupiscencia, tropieza con el pecado, ve la injusticia y la abominación triunfar en el mundo y “gime y sufre dolores como de parto”, para alumbrar otro nuevo. Un cristiano bien avenido con este mundo, con­tento y satisfecho del orden —mejor, des­orden— en él existente, opuesto o simple­mente reacio a las exigencias de la justicia y a las todavía más fuertes de la caridad, es un contrasentido. Aun el cristiano medieval tenía que seguir luchando, recoger el cla­mor de la justicia aún no hecha, reali­zar más intensamente el orden sobrenatural de la caridad, seguir metiendo en las entra­ñas de la sociedad la levadura cristiana... Y es curioso que cuando está más empeñado en esta empresa, surgen, como una limita- tión o una rectificación, las grandes órde­nes religiosas, que son, dentro del mundo, otro mundo, en el que pretenden conseguir lo que en la vastedad del mundo de ver­dad no había sido posible.

Lo que entonces no fué más que una as­piración, ¿será ahora una realidad? ¿Es

que todo el proceso de desintegración de la cultura medieval no se ha reflejado en la civilización europea? ¿La historia de los tiempos modernos no es también, en líneas generales, la apostasía de Europa de la fe cristiana? Y sin una auténtica vida cristiana en los individuos, ¿cómo puede haber una verdadera influencia del cristianismo en la vida colectiva? Y subrayo lo de verdadera porque, al lado o en sustitución de ésta, es posible otra, subrepticia y falsa. Maritain ha dicho con frase lapidaria que el cristia­nismo ha de rehacerse con medios cristianos o no se rehará. Se intenta, sin embargo, y entre esas tentativas de hacer —aparentar— cristianismo por medios no cristianos, la más tenaz ha sido la de utilizarlo como ins­trumento político. El hecho es característico de la actual civilización europea y es, tal vez, la acusación más formidable contra su pretendido espíritu cristiano. Como que es nada menos que el intento de servirse de Dios y de las cosas santas, como del dinero o de la policía, para mantener un régimen o un orden sin fuerzas para sostenerse por sí mismo. En una situación desesperada, en la que han fallado los recursos propios: la subordinación al bien común, el impe­rio de la justicia, la adhesión del pueblo... se acude a un confusionismo sacrilego para aue la bandera de la religión cubra o encu­bra la mercancía más averiada.

Este es el momento que estamos viviendo. Un mundo que públicamente se jacta de ignorar a Dios, se mofa de la fe, reniega de la caridad, no espera más que en la fuerza y adora abiertamente al becerro de oro, quiere aparecer como creación y hechu­ra del cristianismo. Ya sé que el espíritu de Dios sopla dondequiera y aun en medio de esta repugnante ficción puede florecer la santidad. Sé también, por lo que se refiere a la Iglesia católica, que sus enseñanzas y sus sacramentos conservan su valor divino en el ambiente más corrompido. Pero digo que servirse de todo esto, que es la obra de Dios, para cohonestar y justificar una obra miserablemente humana, es cometer un sacri­legio, al que a veces contribuyen hasta los mismos cristianos. Porque corren el graví­simo riesgo de dar por buena la situación y entonces sustituyen la fe en Dios por el clericalismo, la Confianza en los medios espi­

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rituales por el apoyo oficial o la coacción policíaca, el apostolado por la burocracia, el ansia de perfección por la beatitud con­servadora . . . Callan ellos, que debían en­carnar el desinterés más perfecto, la justicia más pura, la caridad más noble, y "si la sal de la tierra se desvaneciere, ¿con qué será salada? no vale más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hom­bres”.

A los pies del mundo, pisoteados por él, los cristianos han presenciado impotentes o resignados, cómo se iban vaciando de su ver­dadero contenido espiritual instituciones, normas y costumbres, que o fueron de origen cristiano o podían fácilmente ser imbuidas de espíritu cristiano. Huecas por dentro, ya no son más que bambalinas de la gran farsa. La civilización occidental es el predominio absoluto de las formas, de las buenas for­mas, si se quiere. El fondo de justicia o in­justicia, de verdad o mentira, de servicio o abuso del bien común que encubran, im­porta poco. Lo verdaderamente imperdona­ble es quebrantar las buenas formas, salirse de esa ficción, en la que nadie cree, pero todos sostienen. Y el cristiano, que sabe por el Evangelio todo el valor de la senci­llez, de la rectitud, de la veracidad, no puede respirar, se asfixia literalmente en esa atmós­fera de doblez y de mentira.

Una civilización que pretendiera ser cris­tiana respetaría en todos los hombres la dignidad de hijos de Dios y procuraría dar a todos, los medios necesarios para que cada vez acentuaran más su parecido con el Padre que está en los cielos. De hacer entre ellos alguna distinción, sería siempre en favor de los pobres, de los que lloran, de los pacíficos, de todos los que las bienaventu­ranzas han declarado hijos predilectos de Dios, ciudadanos de honor del reino de los cielos. ¿No es exactamente lo contrario de lo que hace nuestra civilización? La única gran verdad, la que desborda la ficción con su realidad abrumadora, es que única y exclusivamente su posición económica sepa­ra y distingue a unos hombres de otros. Y cuando una voz sincera se alza pidiendo jus­ticia —simplemente justicia, porque nadie se atreve a pedir amor—-, se la hace callar con todas esas mentiras de la democracia,

de la libertad, de la igualdad ante la ley. ¡Desgraciado del que rearguya que no pue­de haber democracia, donde nadie se preo­cupa de la suerte del pueblo, ni libertad, si no hay medios de utilizarla, ni igualdad donde el dinero ha creado una desigualdad más profunda que la de las castas indias! Todo el aparato estatal, toda la coacción policíaca caerá sobre él, porque en el fondo lo que ocurre es, se confiese o no, que esa civilización está cimentada en el temor y no en el amor, en el interés propio y no en la caridad.

Esa ficción constante, esa ausencia de to­da mira universal, esa preterición conti­nua de la justicia en provecho de clases o naciones privilegiadas, aparece aún más claramente en el orden internacional. Dos ejemplos tan sólo. ¿No nació la Sociedad de Naciones bajo los'mejores auspicios? ¿No pretendía establecer una colaboración entre todas las naciones en la paz y la justicia, dotar al mundo de un estatuto supranacio- nal, que asegurara el derecho de los débiles y alejara para siempre el espectro fatídico de la guerra? ¿Cuál ha sido su obra? ¿Qué causa justa ha podido prevalecer en su seno? ¿Cuándo brindó protección y apoyo al dé­bil? ¿En qué momento dejó de ser instru­mento de las políticas imperialistas de los fuertes? ¿Cuántas veces se lavó las manos, como Pilatos, o consintió que al pie de la cruz se repartieran los despojos de pueblos crucificados? Pues ¿y el Comité de no in­tervención de Londres durante la guerra de España? ¿Puede darse una farsa más repugnante, un desprecio más completo de la verdad, un atropello más pérfido de la justicia?

¿Cómo puede haber cristianos que llamen cristiana a esta civilización? “Hijo obedien­te de la Iglesia —escribía León Bloy— yo estoy, sin embargo, en comunión de impa­ciencia con todos los rebeldes, todos los decepcionados, todos los postergados, todos los condenados de este mundo. Cuando me acuerdo de esta multitud, una mano me agarra de los cabellos y me lleva más allá de las relativas exigencias de un orden social, a lo absoluto de una visión de injusticia como para hacer sollozar hasta al orgullo de las filosofías... San Pablo no se conso­

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laba, él que recomendaba esperar, gimiendo con todas las criaturas, la adopción y la re­dención, afirmando que no estábamos resca­tados más que “en esperanza" y que así nada estaba realizado”.

Esa sí que es tarea cristiana. Realizar por completo la redención. Recoger ese gemido,

P A L A B R A S D E A N

Recogemos con veneración unas frases de la carta particular que Antonio Machado dirigió desde Barcelona el 19 de noviembre de 1938 a su amiga M. L. C , de Buenos Aires.

Ellas solas, por ser de quien son, se bastan para responder a los oficiosos calum­niadores que, al dictado de intereses viles y serviles o simplemente de la estupidez, si­guen todavía tratando de enturbiar la con­ducta de los verdaderos intelectuales espa­ñoles. Porque no pueden dudar de su pro­pia vileza y están moralmente vencidos —según afirma el poeta— vuelven, como el asesino al lugar del crimen, a reincidir en sus propias mentiras enmáscaradoras del re­mordimiento.

"En el trance trágico y decisivo que vi­vimos, no hay, para ningún español bien nacido, opción posible, no le es dado elegir bando o bandería, ha de estar necesariamen­te con España, contra sus invasores extran­jeros y contra los traidores de casa. Carezco de filiación de partido, no la he tenido nun­ca, aspiro a no tenerla jamás. Mi ideario político se ha limitado siempre a aceptar como legítimo solamente el gobierno que representa la voluntad libre del pueblo. Por eso estuve siempre al lado de la Repiiblica española, cuyo advenimiento trabajé en la modesta medida de mis fuerzas, y siempre dentro de los cauces que yo estimaba legí­timos. Cuando la República se implantó en España como una inequívica expresión de la voluntad popular, la saludé con alboroto y me apresté a servirla, sin aguardar de ella ninguna ventaja material. Si hubiera ve­nido como consecuencia de un golpe de ma­no, como una imposición de la fuerza, yo hubiera estado siempre enfrente de ella.

que del hombre pasa a la creación entera, pidiendo que se le libere del pecado, que se le ponga al servicio del bien y del amor. Y cuando sobre la justicia y la caridad se creen nuevas estructuras, que las sirvan en vez de traicionarlas, se podrá hablar tal vez de la civilización cristiana.

T O N I O M A C H A D O

Cuándo un grupo de militares volvió contra el legítimo Gobierno de la República las ar­mas que éste había depositado en su ejér­cito, yo estuve, incondicionalmente, al lado del Gobierno, sin miedo a la potencia de aquellas armas que traidoramente se le ha­bían arrebatado. Al lado del Gobierno y, por decontado, al lado del pueblo, del pue­blo casi inerme que era, no obstante su ca­rencia de máquinas guerreras, el legítimo ejército de España. Cuando se produjo el hecho monstruoso de la invasión extranjera, tuve el profundo consuelo de sentirme más español que nunca: de saberme absoluta­mente irresponsable de la traición. Por des­gracia se habían confirmado mis más tris­tes augurios: quienes traicionan a su pueblo dentro de casa, trabajan siempre para co­brar su traición en moneda extranjera, están vendiendo al par su propio territorio. Y en verdad, no es mucho vender el propio te­rritorio cuando antes se ba vendido al hom­bre que lo labra. Lo uno es consecuencia inevitable de lo otro.

Por fortuna, hoy sabemos que nuestros adversarios no son tan fuertes como ellos creen, porque entre todos ellos no hay un átomo de energía moral. Porque ellos no pueden dudar de su propia vileza, están mo­ralmente VENCIDOS; y lo estarán en todos los sentidos de la palabra cuando refluya la ola de cinismo que hoy invade la vieja Europa.

Y no quiero seguir. De españolismo, que­rida amiga, nada tiene usted que aprender de mí. Usted sabe muy bien que los ene­migos de España son enemigos de todas las Españas’’.

i De todas las Españas! . . .

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I R I S D E P A Z

ESPAÑOLES INFRA-ROJOS Y ULTRA-VIO LETASPor fosé BERGAMIN

Ha llovido mucho desde enero y febrero de 1939 hasta hoy, hasta este año que em­pieza. Y hemos visto aparecer muchas ve­ces, y bajo muy diversos cielos, el colorea­do arco simbólico de la paz que al descom­ponernos la luz dicen que ofrece a nuestros ojos la matizada irisación espectral de los siete colores.

Pues también al descomponerse aquella luminosa idea de lo que fué en España, al menos de nombre, el “Frente Popular”, vi­mos, como en su espectro, reflejarse la iri­sada coloración, prometedora de pacificas voluntades, en muchos españoles separados de España por la invasión bárbara de nues­tro suelo. Y los españoles más rojos, por­que así nos pusieron —rojos de vergüenza y de sangre— vimos que algunos otros, espectralmente fugitivos, quisieron desmen­tirse, desdecirse —desangrados y desver­gonzados al parecer— rectificándose a sí mismos en su coloración padecida; retrotra­yéndose a una placentaria si no placentera infrarojez; como si por miedo de morir, sintiéndose tan vivos, tan sobre vivos o supervivientes —y aún coleadores o colean­tes— el volver de ese modo a morderse la cola o el rabo de su invertido desnacer les adelantara alguna esperanza contra la des­ilusión o disolución sufrida. Son estos in­fra-rojos como larvas o fetos de sí mismos que buscan más acá de la vida, no la muer­te de que lograron escapar, sino una vida desvivida, desnacida, y tan pacífica que, hasta para nutrirse de ella, no tengan ya que hacer ni siquiera el esfuerzo pueril de amamantarse, pudiendo recibir de una ma­ternidad imposible la recuperación umbili­cal de ese sistema de nutrición que por pre­natal y por oscuro les oculta, aún hasta para sí mismos, lo que son, y, sobre todo, lo que fueron; o lo que parecieron, por lo que nos dijeron ser.

Al lado de estas larvas, y como finas sombras espectrales, andan también otros españoles descoloridos, con nostalgia de ha­ber nacido finlandeses que se desviven, ma­terialmente, por pasarse, si no de listos, de violados, o morados, o violetas. Estos son más modestos y quieren ocultarnos su vida más allá de aquella coloración maldita, pa­sándose de lado a lado, sin importarles el amarillear o verdear, el que les pongan ver­des. Quieren ganarles a su desengaño en­gañándose más, nuevamente. Y encienden su verde esperanza en un indefinido afán ultravioleta, extraterrestre, y, diríamos, que trascendental y ultratúmbico.

Y entre estos dos extremos, que se tocan invisibles en las tinieblas infernales de lo inexistente, vemos también aparecer aque­llos otros españoles de variado matiz ama­rillento, verdoso, anaranjado y azulado, como huéspedes nebulosos de lo indeciso. Estos son los que no saben todavía, ni an­tes supieron, ni sabrán jamás, a qué carta quedarse. Porque lo que quisieron, y quie­ren, y quisieran, es quedarse; quedarse, dónse sea, y no volver atrás, con tal de no pasar por la rojez padecida; con tal de no acogerse más a su reflejo; ni retroceder ni seguir adelante, ni avanzar o saltar por en­cima de todo, pasando por todo, a ese más allá metafísico e inefable.

Infra-rojos y ultra-violetas definen invi­siblemente, como términos fronterizos y polarizadores, aquél iris de paz que, tras la tormenta española, aparece y desaparece en los turbios horizontes malhumorados de la vieja Europa. Arco tendido como puente a plateados fugitivos, a más o menos ene­migos.

Pero el episodio trágico español sigue siendo rojo, como la sangre viva. Y a esta luz, a esta sangre, vemos encenderse de ra­zón y sentido la guerra que prepara el pre-

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sente. Los españoles que no hemos podido, ni querido, quitarnos la sangre que nos echaron encima, la sangre inocente, la san­gre de pueblos enteros asesinados —en su infancia y en su vejez, en sus juventudes más puras— los que no pudimos, ni quisi­mos, . apagar este rojo fuego doloroso en nuestro corazón que nos teñía el rostro de vergüenza desenmascarándolo de palideces espectrales, no huimos de la quema, la lle­vamos dentro. Y esta es nuestra luz ver­dadera. A esta luz encendida en nosotros mismos pueden trasparentarse ensangrenta­dos nuestros sentidos y consentidos pensa­mientos; que no escondemos, ni queremos callan por lo que nos duelen. Son prendas que por dolorosas no ocultamos. Nosotros no estamos fuera de España sino enfureci­dos por esta sola razón que nos mueve por ella y para ella. Y seguimos y seguiremos, como sea, como podamos, solos, separados o juntos, luchando por lo que luchamos. Defendiendo lo que defendimos en Espa­ña; y a España misma.

Por eso no ofendemos —como diría mi innolvidable maestro— : nos defendemos. Seguimos defendiéndonos. Por eso la ca­lumnia, la injuria y la mentira se ceba en nuestros nombres. (Si algo puede enorgu- llecerme a mí del mío es esta honda, pen­sada y sentida resonancia que le presta el

color, y el calor todavía, de la sangre ino­cente popular vertida, del martirio de un pueblo vivo.)

Los que no queremos ser espectros por mucho que llueva, no pasamos por el arco de coloreada irisación ilusoria, prometedora de una paz de muerte. La engañosa más­cara de una paz, cobijo de la peor guerra, la de los terrores suicidas, no es ya para nosotros un engaño, pues está en nuestros muertos el grito desenmascarador de tal mentira. La luz que nosotros traemos no la apagan las lluvias lentas, ni se extin­gue, infra-roja o ultra-violeta, más allá o más acá de la sangre. Nosotros quere­mos tener todavía sangre, sangre encendida de pasión esclarecedora de la mente, san­gre de verdad y de vida.

¿Iris de paz? ¿Arco abierto y compás de espera?

La paz no tiene más que una victoria.Nosotros seguiremos siendo españoles ver­

daderamente —sin espectrales irisaciones mentirosas— en la medida que sepamos lu­char por ella. Y todo lo demás se nos dará, o se nos quitará, por añadidura.

Porque lo demás, todo lo demás —¡oh hamléticos españoles espectrales!— es silen­cio. O como decía nuestro Don Miguel: disfraz de silencio.

ESPAÑA PEREGRINAsaluda cordialmente a cuantos se interesaron por la

suerte del pueblo español en les días de su desigual batalla;saluda con agradecimiento a todos los países que, con­

sumada la tragedia, se han abierto a los luchadores republicanos;y saluda de manera especial, con especial afecto y gra­

titud, a México, cuya actitud justa, consecuente y sin abdicaciones desde el principio al fin de la guerra acaba de ser verificada una vez más al facilitar la nacionalidad mexicana a los defensores de la libertad. ESPAÑA PERE­GRINA se precia de ver en los aspectos de esa ejemplar conducta los signos de una altísima predestinación histórica por cuya inmediata realización hace fervientes votos.

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D I S C U R S O I

En la época en que estallaban re­vueltas políticas, el legislador atenien­se decretó !a pena de muerte contra el “apragmosyne" político; el “ap^ag- mosyne” filosófico —el que no toma partido y está dispuesto de antemano a someterse al triunfo que imponga el destino— está castigado con la muerte de la razón especulativa.

Hegel: Escepticismo y filosofia.

No vengo en representación de nada ni de nadie. No puedo representar, ya lo veréis, a los intelectuales españoles que cuentan con cuarenta voces más expresivas y graves que la mía. No puedo representar a ningún grupo político de los que sostuvieron la Re­pública española, pues que no he pertene­cido ni pertenezco a ningún partido. Vengo en representación de mi mismo. Quiero de­cir: que vengo a decir la verdad que llevo dentro, la verdad que nuestra guerra me metió en las entrañas. Ya veis: un intelec­tual que lleva la verdad en las entrañas, y no en la cabeza, y una verdad que le me­tieron, no que él se haya fabricado. ¿Puede haber algo más absurdo, con pretensiones de intelectual?

Pues este absurdo es el que vengo a de­fender. No sé si acertaré a exponer aquella idea que el estallido de la guerra civil me fulguró con una claridad pasmosa: que la verdad no está en el cielo, poblado de intui­ciones, sino en la tierra, en esta tierra que piso, junto a mí, y que esta verdad hay gen­tes que me la quieren arrebatar. Y que, en­tonces, no es contemplando como gano la verdad sino combatiendo. Y desde ese mo­mento me puse a combatir, a conquistar la verdad. El combate se ha perdido y ¿la verdad?

Hay un momento, uno por lo menos, en que al intelectual le es imposible estar au dessus de la mélée. Este es el de la guerra civil. Quien dijese lo contrario miente, aun­que no sea a sabiendas. La espada divide en dos el mundo humano, moral, nacio­nal en que vivimos: tajantemente en dos. El intelectual que se pone en medio, no es

N P A R T I B U S

Por Eugenio JMAZ

intelectual ni hombre, es el pajarito en la máquina neumática que hinca el pico por falta de aire. No hay subterfugio que valga, porque no hay aire. No hay un “si me hu­bieran hecho caso a mí, si hubieran ido a la escuela, si no hubieran sido tan desastrados demagogos”, etc., etc. Porque tanto valdría, cuando estalla un volcán, echarle la culpa a la fábrica de luz.

Yo no sé si el hombre es un microcosmos, lo que sí sé, porque la he vivido, es que la guerra civil es una microhistoria, y por eso en ella el hombre vjve y comprende la his­toria entera con una intensidad y una con­centración únicas. ¿Y ha de ser el intelec­tual quien huya de esta experiencia huma­na medular? Porque lejos de ser, como se dice, la Historia la maestra de la vida, es la vida maestra de la Historia. Pregun­tad a los intelectuales españoles que han hecho la guerra si la historia que saben ahora la supieron antes. Dadles un libro cualquiera de historia, de los consagrados por el refrendo de las academias, y la reco­mendación de los eruditos, de Historia de España o de Historia Universal, de histo­ria eclesiástica o profana, económica, cul­tural, y veréis cómo no se les cae de las manos sino de la boca, como un vómito.

Yo pienso en algunos maestros míos, cok mo muchos, compañeros piensan en maestros suyos. Maestros que han vivido espiritual­mente de la revolución francesa, que la han puesto en el pináculo de la historia y del progreso humanos, con o sin reservas. Unos creyendo que esa revolución fué un bloque, según la famosa frase de Clemenceau, otros, a lo Guizot, que sólo vale en ella lo que tuvo de racional y razonable. Vedlos ante la guerra de España: no han hecho ni reser­vas, se han metido corriendo en la campana neumática de la tercera España. Pero, ¿ep que la verdad pide distancia de siglos? ¿Nt> es, precisamente, cuando la verdad está tan cerca que nos salpica sangrientamente la

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cara, no es entonces cuando tenemos la ver­dadera distancia, la que ella nos ahonda en la conciencia? ¿Entonces qué? Entonces y ahora recuerdo una vieja canción de mi país, de mi dulce país vasco:

¿qué creías que era enamorarse, sentarse en la silla y tocar la guitarraf Yo a nadie le achaco el miedo físico, y

menos, pobre de mí, a un intelectual. Tam­poco le pido que dé testimonio, con su cuerpo, de la verdad, que esto es cosa de mártires. Lo que le pido es consecuen­cia, y cuando no me la ofrece le achacó su miedo intelectual, su miedo profesional, su miedo ¡a la verdad!, su huida de la rea­lidad, única fuente conocida de verdad.

Hablemos, pues, de los intelectuales que han cumplido con su deber, de los que, en cumplimiento del mismo, han salido al cam­po a defender la verdad. Y hablemos claro, pues que tenemos la hermandad de la hom­bría de nuestro oficio. Yo sé que muchos han creído defender una verdad ya adqui­rida, conseguida, y la han defendido como se defiende un patrimonio sagrado, con los dientes y con las uñas. Han defendido la República, lo que era y lo que podía ser. Todos hemos defendido la República, lo que era y lo que podía ser. Pero algunos, no sé si pocos o muchos, hemos visto... ¿qué hemos visto? Hemos visto que defendíamos una democracia que ha sido traicionada por las democracias más representativas y trai­cionada desde un principio, porque la no- intervención es el nombre que le dieron a su intervención esas democracias represen­tativas. Y traicionada no de cualquier ma­nera, sino de la manera más absoluta: ha­ciendo traición a sus propios principios. Por­que no hay que olvidar que la no-inter­vención se estableció, según dijeron ellas, para salvaguardar el derecho, eminentemen­te democrático, de los pueblos a disponer de si mismos. Y nosotros, que habíamos dis­puesto de nuestras voluntades en unas elec­ciones, que habíamos dispuesto de nuestras vidas haciendo frente a una rebelión militar, no pudimos disponer de nuestras armas. Con la no-intervención, con su abuso de con­fianza, hace crisis la democracia europea, ideológicamente se suicida. Y contra ella hemos venido defendiendo la nuestra, la que el levantamiento popular había creado.

¿La que el levantamiento popular había creado? Sí; la que el levantamiento popu­lar estaba creando: una democracia en vivo, en carne viva, en busca de su piel. Porque la piel que tenía, la republicana del 31, se la habían desgarrado brutalmente, al suble­varse, los militares y demás fuerzas vivas sostenedoras del Estado. Porque esta ha sido la fatalidad histórica desencadenada por ellos: para defender su bienaventurada Re­pública de trabajadores de todas clases el pueblo tuvo que improvisar una república de trabajadores que trabajan, y en las cir­cunstancias más dramáticamente inverosí­miles, cón el mundo entero encima, de la nada de su vida pura, tuvo genio y energía bastantes para, mientras se defendía deses­peradamente, ir creando una nueva socie­dad, un nuevo ejército, un nuevo Estado.

El pueblo había tomado en sus manos, mejor dicho, le habían puesto en ellas por­que no había quién, los destinos de la na­ción. Y de un salto, de un sobresalto, puso a la nación moribunda a la cabeza de los hombres. Y esto es lo que yo quiero sub­rayar: por un lado el pueblo, con su profun­da ignorancia, instruido sangrienta y eficaz­mente por la vida, por la política, busca certeramente para su país la única salida libre en la historia: la de delante. Por otro, los intelectuales, a quienes la cultura se les dormía en la cabeza por falta de sangre, ven en una experiencia terrible y conmove­dora, enfrente, el suicidio de todos los valo­res, junto a ellos, la resurrección de todos los valores en una nueva vida. Se daban los cruces fecundos: pueblo e historia, intelecto y vida, moral y tarea. El hombre español se encuentra a sí mismo y se hace univer­sal, se hace histórico.

Porque el mundo del hombre es la histo­ria. Mundo, como el otro, que no se para, y, más que el otro, en perpetua creación. Decía Vico que el hombre conoce mejor aquello que hace y por eso puede conocer mejor la historia que no el mundo físico. Pero para conocerla es menester que la haga. Ya sé que los de la guitarra me traerán cuarenta ejemplos ilustres de grandes hom­bres que lo fueron aunque se desentendie­ron de los acontecimientos turbulentos de su época. Por ejemplo, el cíclope Hegel en­frascado en sus abstrusas meditaciones sobre

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la Fenomenología del Espíritu mientras re­tumbaba el cañón en Jena. Que paren un poco la guitarra: el pensamiento, tan abs- truso, de Hegel, tiene como punto de arran­que la revolución francesa. La dialéctica es la primera sistematización de la revo­lución francesa. Es, sencillamente, y a base de ella, el descubrimiento newtoniano del mundo histórico y de sus leyes peculiares. Hasta entonces se había querido explicar la historia con las luces del progreso. En nombre de las luces, al parecer en busca de luz, se hace la revolución: y, como siempre en las revoluciones, que son creadoras, y que no tanto se tragan a los hombres como a las realidades, lo que empezó con una cosa terminó en otra, lo que empezó en luces ter­minó en dialéctica, por lo menos en los hom­bres que tomaron plena conciencia de ella.

Yo no quiero meterme en libros de caba­llería, quiero decir, en filosofías, que sería tanto como meterme en camisa de once varas. Lo que quiero es explicarme, buena­mente. Nosotros los intelectuales, por lo me­nos los que llevamos dentro la experiencia vivida de la guerra de España, no creemos que el mundo está ahí, como una bola mirí­fica, para que lo vayamos contemplando con delectación o con asco. El mundo, el mundo nuestro, el histórico, no es una bola telescópica ni una micela microscópica. El mundo es algo que se está haciendo, que nos hace o nos deshace, que hacemos o desha­cernos. No hay escape. Esta es la tragedia y la grandeza de nuestro destino. Cuando el mundo está revuelto, como ahora, no vale decir no me gusta o esto tiene muy mala cara, y retirarse con desgana a la clásica torre para entonar los ayes lastimeros con su consabido acompañamiento de guitarra. No, Cuando el mundo está revuelto, alboro­tado, con sobresaltos de parto, hay que me­terse en él para conocerlo, para, conocién­dolo, hacerlo. Hay que tomar una postura y hay que tomar posiciones: o con las fuer­zas creadoras, con el conocimiento, o contra las fuerzas creadoras, contra el conocimien­to. Si para alguien no hay opción, es para el intelectual.

El combate se ha perdido, decía al prin­cipio. ¿Y la verdad? Aquí está, españoles que me escucháis, todo el secreto de nues­tra suerte. La pérdida de la guerra ha sido

una conmoción para nosotros y, como en las conmociones, hemos tenido unos momentos, de pérdida• total de memoria, no sainamos cómo ni por qué nos encontrábamos donde nos encontrábamos, convertidos en irrisión- de la gente. El hombre sano se recobra y restablece los contactos. El español sano que ha perdido la guerra recobra la verdad, su verdad. Esa verdad que el mundo nos hace y nosotros hacemos en el mundo. Si no re­cobramos el hilo de la verdad que teníamos,- estamos perdidos, muertos, más que muer­tos : para que nos coman en vida los gusanos. ¿Para qué bueno, decidme, el que revuelve morosamente sus llagas, hasta ulcerarlas en perpetua memoria, sino para hacerse gusa­nera? ¿Para qué bueno el que, desengaña­do, se aparta al cultivo solepsista de su obra? Su obra está también agusanada y por eso la aparta. No pensemos, compañe­ros. en que ya hemos hecho bastante; nun­ca se ha hecho bastante, por mucho que se.. haya hecho, cuando hay todavía bastante por hacer. No creamos, compañeros, que ya hicimos nosotros lo nuestro y que ahora les toca el turno a tos demás. No hay tur­nos en la fábrica del hombre. Recojamos el hilo de nuestra verdad, una verdad que nos hace si la hacemos, que nos deshace si no la hacemos. No podemos sintonizar con el mundo revuelto de ahora si no recobra­mos o mantenemos el nervio que tuvimos en el mundo revuelto de nuestra guerra., Entonces comprendimos muy bien que Ia;i verdad no nace sino que se hace. Y ahora,’ ¿volveremos a las andadas? ¿Persistiremos en nuestra manía de sacarnos el mundo de la cabeza? Ya he dicho que no quería me­terme en filosofías, pero no puedo menos de llamar la atención sobre un peligro. Estamos en la época de la técnica. La téc-, nica es hija de la ciencia. Como dice Aris­tóteles en su Metafísica, para poder estudiar la naturaleza, que es un puro devenir, se tu­vieron que inventar las ideas; lás quietas' ideas para aquietar a la naturaleza. Nbs es muy difícil, por tan inveterada costum­bre. no querer aquietar también, con ideas. - la historia, el mundo humano en gestación. La idea de progreso, primera que se aplicó a la historia, nació también de la técnica Queramos que no, tenemos todos, en más a en menos, cabezas progresistas. Sin im- .

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bargo, río*es lo mismo ser progresista que creer en eL progreso.- Ser progresista- es cfreer que el progreso es obra de la quieta razón, del alcance.de sus luces. Y nos lla­mamos a engaño cuando, después de una época de relativas luces, el mundo aparece Heno de sombras. No lo comprendemos y nos apartamos de él. ¿No lo comprende­mos? ¿Es que no comprendíamos las som­bras que nos envolvieron en nuestra guerra? Y ¿no llevábamos dentro de nosotros una

lucecilla nueva, capaz de encender de nuevo el mundo? ¿Es que se acabó el mundo por­que se acabó nuestra guerra? Por el contra­rio, ¿no empezó este mundo de ahora con nuestra guerra? ¿Es que nuestra luz no la lleva ya nadie en el mundo? ¿Ni siquiera nosotros? Recobraos, recobrad el hilo de vuestra verdad, verdadero hilo de Ariadna para el laberinto de ahora.

Recobrad el hilo de vuestra verdad y no perdáis el hilo de los acontecimientos.

LA V E R D A D E R A V O L U N T A D DE E S P A Ñ A

IRRECUSABLES TESTIMONIOS

Este mes de febrero sé cumple el cuarto •aniversario de las elecciones en que pacífica- ñnente se expresó por última vez la voluntad popular espaíjola: Contra malos vientos y

‘mareas triunfaron ese día en las urnas de- - Te ráticas las aspiraciones del pueblo ha­cia una franca evolución económico-social que permitiera, para bien de todos, un me­jor aprovechamiento de los medios de ins­trucción y de trabajo. Todos los daños árrancan de ese triunfal 16 de febrero. De perdidos al rio, dijeron desordenados los torpes intereses, al río de sangre y cieno que premeditada y alevosamente, abriendo las compuertas extranjeras, desataron sobre Es­paña. En aras de ese cieno, señor actual de la península, hasta se ha pretendido, con el habitual escarnio de la verdad, que la vic­toria del Frente Popular no fué tal sino un amañado embuste. Miseria... He aquí en este vivo aniversario tres testimonios de excepción, inéditos o prácticamente ignora­dos, que, por los personajes de que emanan, parece difícil que nadie se atreva a recusar y que, a.la.luz de los acontecimientos pos­teriores, establecen, sin lugar a dudas, có­mo esa voluntad emitida libremente es. la única que permanece y permanecerá en vi­gor por haber sido violentada pero no ven­cida.

"Los mayores desastres tienen una faceta útil, si sirven de lección, y como tal es apro­vechada por sus autores y sus víctimas. Es­

te es el caso actual. Porque nadie puede des­de nuestro campo negar este hecho eviden­te: la jornada del 16 de febrero ha consti­tuido una hecatombe para la Derecha es­pacióla”.

JOSE CALVO SOTELO.(El Diario Vasco, de San Sebas­

tián, 11 marzo 1936.)

"La discrepancia entre el resultado de las elecciones generales últimas celebradas en España y los favorables augurios que sobre ellas se habían hecho por parte de todos (?), y especialmente la gravedad de la si­tuación creada por unos comicios que han resultado adversos a la política conserva­dora, me obliga a comunicarme otra ve\ con Vuestra Eminencia para trasmitirle mis im­presiones personales sobre hecho de tal mag­nitud -en orden a la vida religiosa y política de nuestra nación”.

ISIDRO GOMA.(Carta del Cardenal, Arzobispo de

Toledo y Primado de la Iglesia Es­pañola a su Eminencia Reverendísi­ma el Sr. Cardenal EUGENIO PA- CELLI, Secretario de Estado en el Vaticano, hoy Papa. Toledo, 26 de febrero de 1936.)

"La inesperada y formidable victoria del Frente Popular (16 febrero 1936) entrepó una vei más las riendas del poder a A la­ña”.

FRANCISCO FRANCO.(Revue Universelie, 15 de marzo

de 1937.)

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ESPAÑA, APARTA DE MI ESTE CALIZ .

Por César VALLEJO

Niños del mundo, si cae España —digo, es un decir— si caedel cielo abajo su antebrazo que asen, en cabestro, dos láminas terrestres; niños ¡qué edad la de las sienes cóncavas!¡qué temprano en el sol lo que os decía!¡qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano!¡qué viejo vuestro 2 en el cuaderno!

¡Niños del mundo, estála madre España con su vientre a cuestas;está nuestra maestra con sus férulas,está madre y maestra,cruz y madera, porque os dió la altura,vértigo y división y suma, niños;está con ella, padres procesales!

. > 'Si cae —digo, es un decir— si cae

España, de la tierra para abajo,niños ¡cómo vais a cesar de crecer!¡Cómo va a castigar el año al mes!¡Cómo van a quedarse en diez los dientes,en palote el diptongo, la medalla en llanto!¡Cómo va el corderillo a continuaratado por la pata al gran tintero!¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto

s ’ hasta la letra en que nació la pena!

Niños,hijos de los guerreros, entre tanto,bajad la voz, Que España está ahora mismo repartiendo la energía entre el reino animal,

■ las florecillas, los cometas y los hombres.¡Bajad la voz, <Lue está con su rigor, que es grande, sin saber

. qué hacer, y está en su mano la calavera hablando, y habla y habla,

.¿- la calavera, aquella de la trenza, la calavera, aquella de la vida!

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¡Bajad la vo;, os digo; bajad la vo;, el canto de las sílabas, el llanto de la materia y el rumor menor de las pirámides, y aún el de las sienes que andan con dos piedras!¡Bajad el aliento, y si el antebrazo baja, si las férulas suenan, si es la noche, si el cielo cabe en dos limbos terrestres, si hay ruido en el sonido de las puertas, si tardo,si no véis a nadie, si os asustan los lápices sin punta, si la madre España cae —digo, es un decir— salid, niños del mundo; id a buscarla! . . .

Poeta en el alto sentido de la palabra, Vallejo ha muerto de su muerte natural que en realidad no es muerte sino voluntad de vida. Como el fruto que madura al llegar su estación justa, Vallejo, en íntima correspondencia con e! clima humano que pauta y distribuye la actualidad del mun­do, había ido almacenando en su cuarto de hotel y llevado a sazón los amargos azúcares de su vida de símbolo. El, que es voz de un pueblo y de una raza victima, de un com­plejo vital relacionado con el destino hispánico, él, cuya obra, tras una aparente impiedad, atesora no sólo la esencia sino innumerables alusiones al drama cristiano —realidad profunda que fuera vano desconocer—■, él, que pedía a Es­paña el alejamiento de su cáliz, dejó de existir el día de Viernes Santo, el día en que se conmemora la trascendencia mortal de la víctima que ha de resucitar y el mismo dia en que las legiones italianas, siguiendo el curso del rio es­pañol que va a dar en la mar que es el morir, llegan, como una lanzada en el costado, a las orillas mediterráneas. ¡Cuán coherente y llena de significaciones se manifiesta esa coin­cidencia múltiple! ¡Cómo adquiere sentido y se transfigura así su España, aparta de mí este cali;! Por eso, si la ciencia médica ignora la causa material de su muerte, el pensamiento poético sabe que Vallejo ha muerto de España —figura his­tórica de universalidad— o sea, que ha muerto de universo, como él mismo dice, y que en las manos de España ha en­tregado su espíritu.

(Del prólogo Profecía de América al libro España, aparta de mi este cali;, que efi breve pondrá a la venta la EditorialSeneca).

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I N T R O D U C C I O N A U N M U N D O N U E V O

Por Juan LARREA

La serie de artículos a que éste da co­mienzo, se propone enfrentar al lector con un cuerpo de realidades heterogéneas del que se desprende un sentido susceptible de autorizar importantes convicciones. Entre ellas se cuentan las siguientes:

1“ Existe en el orden humano, espiritual y materialmente hablando, un más allá co­rrespondiente en su esencia a la secular as­piración de las generaciones que nos prece­dieron.

29 La Historia se encuentra en las inme­diaciones de la era universal a que alude ese más allá, en el umbral de un nuevo mundo. Por esta razón, se nos descubren boy ciertos aspectos esenciales del fenóme­no vital cuya percepción posee la virtud de transformar la conciencia que el ser huma­no tiene de la realidad, objetiva y subje­tiva, en que vive envuelto.

31? El acento creador del mundo nuevo que se anuncia, gravita geográficamente sobre el continente americano o continente del espíritu, llamado a equilibrar a los otros dos grandes bloques continentales del mun­do antiguo: Asia-Oceanía y Europa-Africa.

49 Corresponde a España, al pueblo es­pañol inmolado, facilitar, rindiendo su Ver­dad, el acceso a ese mundo de civilización verdadera, ser su precursor efectivo e indis­pensable.

Véase cómo puede ser esto así:

Las Dos Columnas.

Al afirmarse, la Historia afirma la exis­tencia de un mundo antiguo, cuyo campo de actividad es el viejo continente. La pe­nínsula ibérica constituye su extremidad más avanzada. Así lo proclamó Hércules al plantar en ella sus dos columnas fabulo­sas con el mote: Non plus ultra. No hay más allá.

En el orden espiritual, España fué incor­porada más tarde a la fe de Cristo, cuya fi­gura preside el desarrollo de la era a que dió su nombre. Siempre ha sustentado, por consiguiente, la existencia de un reino pací­fico de Dios, de un más allá del mundo en que vivía, de una vida superior, aunque en la práctica, no existiendo solución de continuidad sólo pueda llegarse a ella por la -muerte.

En el orden físico, España descubrió si­glos después, bajo la designación de Nuevo Mundo, un continente más allá del viejo continente. Según el común sentir fueron entonces vencidas las columnas de Hércules, hasta el punto de que, gloriándose de su ha­zaña de haber vencido por su inteligencia a Hércules, España tomó ese emblema por blasón después de cambiar su antigua divisa por esta nueva: Plus ultra. Más allá.

Resulta, pues, que en esa nueva divisa que constituye el exponente de la íntima reali­dad española durante la edad moderna, se dan cita los dos elementos material y espi­ritual correspondientes a la dualidad admi­tida por el pensamiento religioso al recono­cer la independencia entre lo temporal y lo eterno, entre los planos de Dios y del Cé­sar. En el lenguaje civil de este último se anuncia algo de parecido género a lo que en el suyo anuncia la profecía cristiana, re­solviéndose teóricamente la naturaleza dual del mundo antiguo en un enunciado unitario. más allá, de acuerdo con la del nuevo. Co­mo consecuencia, España personifica desde entonces y, de un modo completo, la aspi­ración humana a una realidad universal, mejor, adquiere místicamente una persona universal (universus = hacia la unidad). Para ella existe algo más allá del mundo an­tiguo, algo más allá del mundo de Hércules, por consiguiente, más allá de la fuerza ma­terial simbolizada por este héroe pagano; existe la razón del espíritu que es razón unitaria, o sea el mundo de lo universal.

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de la unidad, aquello mismo que en len­guaje religioso se denomina "reino de Dios”. Los dos términos en apariencia irreducti­bles de la antinomia secular tienden a re­solverla modificándose, haciéndose comple­mentarios.

El descubrimiento de América constitu­yó, pues —aunque contemporáneamente no se sintiera sino de modo muy vago—, el primer paso efectivo hacia la verificación del más allá integral tan sumamente ape­tecido. La idea de esa región ulterior que hasta entonces pertenecía al reino absoluto de lo abstracto, empieza a dibujarse concre­ta aunque apenas perceptiblemente en el horizonte. El mundo nuevo posee ya, como resultado de la integración de las dos ten­dencias, un campo propio y mensurable den­tro de la superficie terrestre. Confirmando materialmente el sentido profundo de los acontecimientos, la universalidad del plane­ta, tan substancialmente relacionada con la ambición contenida en su catolicismo, fuá por obra de España un hecho verificado.

Puede decirse, por consiguiente, que en aquel momento de fuerte exaltación históri­ca. se lleva a efecto una suerte de fecunda­ción espiritual. Las dos esencias biológicas completariamente polarizadas, la material y la espiritual, los mundos de Dios y del Cé­sar, entran en contacto, se compenetran, dan­do lugar, bajo el signo de un mundo nuevo, a'un tercer germen independiente en el que la esencia de les dos anteriores se resume. Iníciase entonces una gestación histórica im­perceptible o poco menos como todas las géstaciones y de duración prácticamente in­determinable.

*Después de mil incidencias y vicisitudes,

la Historia nos conduce al siglo XX. Ger­minan en el mundo nuevos ideales polí­ticos, sociales, económicos, abriendo ventanas y entreabriendo puertas hacia nuevos y muy vastos horizontes. España acaba de perder la última de sus posesiones de ultramar, el último eslabón de la cadena que hasta en­tonces la sujetaba materialmente al nuevo mundo. Han ocurrido la Revolución Fran­cesa, la Revolución Soviética. El clima eu­ropeo no es favorable para la conservación de las viejas instituciones, proyección de

añejas relatividades materiales y espiritua­les. Los sistemas vigentes empiezan a cubrir­se de animales dañinos y de grietas. Surgen teorías que agitan peligrosamente'él medio en que se desenvuelve la vida humana. Los descubrimientos científicos y sus aplicacio­nes técnicas han revolucionado las condi­ciones materiales y morales que determinan la modalidad tradicional de esa vida, pro­duciendo consecuencias que no está al alcan­ce de nadie hacer abortar. Se afirma la es­peranza de muchos en un organismo social nuevo, más perfecto que el heredado por variados conceptos. Abundan los síntomas para suponer que un mundo correspondien­te en cierto modo a aquel que fecundado en nombre de Europa por obra de España se hallaba ‘ sigilosamente en gestación, ha en­trado en inminencia.

Puesto que se trata de un mundo funda­mentalmente nuevo, con posibilidades nue­vas, no puede dudarse de que si el más allá de España responde a una efectiva vocación histórica, ha llegado para ella la hora de entrar en escena.

Y en efecto, en 1931, la institución políti­ca en que había tomado cuerpo la España antigua, la monarquía afirmadora de la uni­dad nacional en oposición a la unidad uni­versal, se derrumba sin violencia, por su propio peso, como se desprenden los frutos maduros. No se ha vertido una sola gota de sangre, es decir, la operación se ha reali­zado en profundo acuerdo con la esencia pacífica del más allá de Hércules. Este acon­tecimiento y la instauración del régimen re­publicano resonó tan profundamente en la entraña del pueblo español, tocó en él tan esenciales fibras, que la explosión de júbilo general a que dió motivó no admite compa­ración con ninguna otra memorada en la pe­nínsula. Un mundo nuevo, de carácter emi­nentemente popular, abría para la masa ciudadana y para cuantos individuos des­amparados por el sistema encarnaban la ne­cesidad transformatoria de la vida, mil obs­curas e inconmensurables promesas.

Una de las primeras determinaciones que toma la República es renunciar a la guerra, a la razón de fuerza, es decir, afirmar su fe en los valores del espíritu, verificando, esta vez voluntariamente, aunque sin saber­lo. aquel enunciado enigmático que estam-

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pó en su escudo. El nuevo régimen echa a andar con decisión por las regiones que se extienden más allá de Hércules, en un pro­ceso que debe conducir a la humanización del César. Confirmando con obras que son amores su actitud y aceptando los riesgos que ésta implica, el nuevo régimen, con áni­mo de llegar a suprimirlo, reduce conside­rablemente el ejército, la fuerza armada, aun a trueque de provocar su enemistad y de echarla en brazos de cualquier intentona reaccionaria.

A toda persona civilizada, esta actitud prometedora debía parecer admirable y dig­na tanto de alabanza como de respeto. Mas el mundo que rodea a España, la entidad cultural de Occidente, no lo entiende así. Gobierna en ella la fuerza esencial del viejo mundo para la cual la afirmación del pueblo español, al mismo tiempo que un atentado contra su principios fundamentales, cons­tituye un intolerable desafío. Y, en efecto, después de un provocador y malintencio­nado forcejeo que dura breves años y tan pronto como las elecciones de 1936, en que pacíficamente se ha expresado la voluntad del pueblo, aportan la prueba definitiva de que, por los medios legales, la reacción no podrá nunca ganar el terreno perdido, se desencadena en España, y fuera de España, una tempestad de ciegos egoísmos cuya con­secuencia ha sido el indescriptible martirio del pueblo español, el aplastamiento del ré­gimen que personificaba su inocente tenden­cia hacia un más allá beneficioso para to­dos. En la lucha entre la fuerza y la tendencia, ingenua hacia su más allá triun­fa materialmente la primera en todo su bestial egoísmo, triunfa la saña, la impie­dad, el ejército con sus infernales máqui­nas de destrucción, el “muera la inteli­gencia”, la mentalidad hercúlea para la cual el asesinato colectivo es inherente a lo que ella entiende por naturaleza huma­na puesto que, suprimida la guerra, su ra­zón de ser perdería toda vigencia entre ¡os hombres. Esa empresa gozó de la compli­cidad más o menos activa y declarada, pero no menos efectiva, de cuantas naciones vi­ven dentro de ese círculo cultural y en la medida exacta de franqueza o hipocresía que dentro de él corresponde a la posición relativa de cada una.

Mas de este modo, el mar de sangre po­pular que en defensa de la Justicia y de ¡os valores supremos del espíritu, ha derra­mado el pueblo español triunfando de la muerte, traza entre la llamada civilización occidental y el mundo nuevo en que ha de reinar Ja razón universal del espíritu, una decisiva frontera divisoria.

*Más adelante habrá de verse cómo todas

estas posiciones se ajustan exactamente a las exigencias de un proceso creador, cuya primera determinante es la necesidad de di­ferenciación dej mundo nuevo. Contem­plando el panorama que ofrece el subje­tivo nacional puede constatarse por el momento cómo nada de lo sucedido es ca­prichoso. Muy al contrario, de este modo las concordancias y profecías esenciales han tenido pleno Cumplimiento. Más allá de la civilización occidental, de tipo par­ticular, cuyo nombre mismo corresponde a una época en que por conocerse sólo una parte del planeta, la tierra, señoreada: por la fuerza, era concebida como una super­ficie plana que en occidente tenía fin, -apa­rece ante nuestra conciencia una civiliza­ción universal de tres dimensiones, sin principio ni fin, como las figuras esféricas y como todo cuando toca verdaderamente al Espíritu. Triunfando de la muerte, la voluntad del pueblo español ha establecido un acceso a ese mundo nuevo. Por la muer­te, verificando así el enunciado cristiano y verificándose en él la predestinación que pesa sobre los precursores. Las figuras dfe¡ ciclo religioso a que pertenecen sus creen­cias tradicionales lo anunciaban precisa­mente así. Por ejemplo: a Santiago, que dentro del Apostolado representa a Españai apareció en carne viva, es decir, real y pi>- sitivamente según • la tradición lo admite,, la Madre de la víctima predestinando a uno y a otra. Ocurrió este suceso- espiritual de carácter único en Zaragoza, César Au­gusta, la ciudad del César, es decir, en el reino de lo temporal y cesáreo y-en una fecha que por coincidir con - la posterior del descubrimiento de América alude al Mundo Nuevo Más tarde, dentro de las creencias católicas, aparecerán otras- p ro ­fecías, como la del Sagrado Corazón a! P:

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Hoyos, anunciando que-reinará en España, antes que en el resto del mundo, y por lo cual la nación le fue oficial y solemnemen­te consagrada. Esto es, el corazón traspa­sado de la victima pacífica, la esencia uni­versal del Amor, al modo espiritual como, íontra lo que esperaban sus discípulos, rei­nó sobre Jerusalem, traspasado por una lanzada, el de Jesús, rey de los judíos, y no al modo literal como se lo imagina la atrofiada mentalidad capitalista y la de sus tristes y violentos sacerdotes. La con­dición de víctima está realzada triplemente en el caso de España por la presencia de vascos -y catalanes junto a la de los caste­llanos. En los vascos, esa condición ad­quiere aspectos particularmente visibles y eri ellos y en los catalanes se muestra en relación directa con el lenguaje, con lo uni­versal: el Verbo.

*¿Nos causará extrañeza tener que acudir

para determinar con exactitud el verdade­ro sentido de lo acaecido en España a los más encumbrados momentos de la religión, ■de la historia y de la leyenda? ¿No han in­tervenido hipócrita o descaradamente en esa lucha los más elevados poderes y jerar­quías, no se ha sostenido con el beneplácito de la suma autoridad constituida en el or­den del Espíritu, que se trataba de una guerra de religión y de una guerra santa? ¿No se ha dichanue estaban en juego las tradiciones nacionales más arraigadas y pro­fundas? Todo ello contribuye, en rigor, a definir la verdadera trascendencia de los sucesos españoles y a exigir que se analicen en relación con aquellas otras experiencias con las que pueda guardar alguna razón de semejanza. Menos que ningún otro es posible descartar, pues, aquel conjunto de realidades que constituyen el fenómeno cristiano dentro de cuya era la Historia, en su fase actual, se desenvuelve.

Según los documentos fehacientes de esa doctrina, el mundo o ciclo a que tal enti­dad pertenece tiene un fin. Sólo después de ese fin podrán alcanzar realidad las pro­mesas expresadas por la figura de Cristo, intermediario, como participante de la do­ble naturaleza, entre Oios y el hombre, el reine pacífico de Dios en la tierra por el

que se clama en la oración que él mismo enseñó a sus discípulos. Los textos que se refieren a la naturaleza de ese fin se hallan contenidos casi por entero en la revelación del Apocalipsis, tratado consagrado a tan temibles postrimerías.

A grandes rasgos establee eel Apocalipsis que, después de una larga época de gesta­ción, que en rigor puede ser asimilada a la era cristiana, durante la cual el Cordero, la víctima, va abriendo los sellos, los secre­tos de la realidad con su cortejo de catás­trofes, es decir, siendo el instrumento por medio del cual dentro del mecanismo crea­dor va el ser en el hombre adquiriendo conciencia y dominio del medio que le ro­dea, a la orilla del mar, es decir, de la uni­versalidad, puesto que según la misma re­velación las muchas aguas “son pueblos y muchedumbres y naciones y lenguas’’, apa­recen los monstruos terribles en los que se materializa la expresión irracional de la tuerca, los dragones, bestias y profetas falsos, belicosos y terroríficos. Ese fin se sitúa, pues, en el extremo límite de la fuerza, en sus días de exasperación exterminante, o sea al final del mundo de Hércules, o sea en España. “Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin”, dice la víctima. Y pues­to que. en efecto, la víctima se halla al co­mienzo de la Era Cristiana, lógico es que asimismo deba encontrarse en sus postrime­rías. Esos dragones y falsos profetas que los sostienen declaran la guerra y dan muerte a los dos testigos del Verbo, “las dos oli­vas”, árboles de paz. No se olvide que el prendimiento de Cristo, Príncipe de la Paz, se realizó en el monte pacífico de los oli­vos, y que allí fué precisamente donde Pe­dro desenvainó la espada.

La concordancia no puede ser, en tér­minos generales, más exacta. Però aún hay más. A poco de consumar su agresión, los actuales dueños de España decidieron ins­cribir el escudo nacional a que se ha venido haciendo referencia, dentro del águila de San Juan, símbolo particularísimo del Apo­calipsis. Otras fueron las razones, natural­mente. que determinaron la selección de es­te emblema. Mas no es menos cierto que así. por otras razones, es como se manifies­tan en la vida v en los sueños aquellas rea­lidades esenciales que la conciencia repri­

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me. Y que no existe otro procedimiento para que salgan a superficie ciertas verda­des profundas.

El hecho es que si se quisiera traducir a lenguaje vulgar el emblema heráldico de que hoy blasona España, habría que decir que ésta se encuentra actualmente en pleno Apocalipsis. Ocasiones no faltarán más adelante para ir viendo hasta qué extraor­dinario punto, por más absurdo que a pri­mera vista parezca, es esto exacto. Admí­rese ahora el modo asombroso como lo espiritual viene a dar testimonio del sen­tido cesáreo pagando la deferencia que lo cesáreo tuvo antaño al confirmar el sentido del proceso espiritual. Y quede anotado también que, según el Apocalipsis, el Ver­bo de Verdad, o de Universalidad, personi­ficación de la fuerza del espíritu, “vestido de una ropa teñida en sangre”, es el llamado a derrotar al monstruo y a sus secuaces, acusadores de sus hermanos, no con la vio­lencia material, sino con aquello que cons­tituye la esencia universal, comunicativa, del ser humano, el lenguaje; con la espada de su boca. Estas realidades significativa­mente organizadas a que nos estamos refi­riendo y que son esencialmente imperso­nales, ¿no podrían ser un comienzo de la manifestación de ese Espíritu Universal de Verdad, cuya “voz es como ruido de mu­chas aguas”? Quizá sea posible más tarde, con mayor conocimiento de causa, formarse una idea menos confusa sobre tán apasio­nante extremo.

*

Conviene señalar, antes de terminar este capítulo, algunas otras coincidencias com­plementarias que perfeccionan de manera notable los indicados núcleos significativos.

El descubrimiento de América, como se ha indicado, y lo demuestran sus figuras, se relaciona con la esencia profunda de Es­paña y con el más allá cristiano, aunando los dos aspectos, material y espiritual, ce­sáreo y divino de la existencia. En efecto, América fue descubierta el 12 de octubre en que se conmemora la aparición de la -Madre a Santiago. Ahora bien, ese día en que se quebrantan efectivamente las co­lumnas de Hércules se llama de Nuestra

Señora del Pilar, esto es, de la Columna. La imagen misma, al aparecer tallada real­mente sobre una columna, no consiente du­das a este respecto. Una vez más coinciden, y de qué exactísima manera, lo divino y lo cesáreo como coincidieron antaño en César Augusta.

Tomando a la letra esta circunstancia se puede llegar a concluir que de los dos sus­tentáculos del mundo agonista de. la duali­dad que tiende a fundirse en la universali­dad, sólo uno, el físico, había sido dominado en la primera etapa de la operación crea­dora del mundo nuevo, quedando ¡ay! el otro soporte en pie. Esta segunda columna, espíritu del mundo antiguo, exaltación de la fuerza, es la que ha entrado en acción últimamente. Faltaba que a esa columna, a la columna desgarradora de la Madre, fue­ra atado el pueblo español en su calidad de víctima, como lo fué el Cordero. Mas des­pués de que el espíritu de esa Madre hu­biera sido pervertido, profanado, sometido al capricho de la fuerza, al servicio de Hér­cules, hasta el extremo de que, para ser en ella adorado, fuera nombrada Capitana Ge­neral del Ejército español, de ese mismo ejército parricida que con maligna saña ha vuelto las armas contra el pueblo que le dió existencia. Delante de esa columna, san­grientísima caricatura de la Madre en su metáfora más sublime, se alzan hoy monto­nes ingentes de cadáveres sacrificados al ídolo espantoso de la fuerza bajo lás ben­diciones de la Iglesia de Pedro que no sólo ha negado una vez más a la víctima, sino que, siendo el pastor, figura a la cabeza de los lobos que se han ensañado en ía destruc­ción del rebaño. ¿Cómo no acordarse de la "abominación de la desolación” a que se re­fiere Daniel al ocuparse de los últimos tiempos? He aquí el llamado Templo de la Raza convertido en templo de la raza de Caín, prevaricadora y asesina. En estos días se celebra el 19 centenario, el centenario que cierra el ciclo áureo de esa aparición. En Zaragoza se conceden a la estatua ex­traordinarios honores militares. ¿Será ca­sual que en América, precisamente en Amé­rica, y entre los materialmente vencidos, se revele el sentido espiritual que inspira todos estos acontecimientos?

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De este modo, por su propia muerte, esa entidad vitalmente pura que se llama el pueblo español, ha herido de verdadera muerte, para siempre, la definitiva colum­na, ha vuelto a descubrir un Mundo Nuevo. Como lo indica heráldicamente su blasón, se ha encontrado lo mismo que aquel otro héroe místico de estirpe religiosa emparen­

tado en cierto modo con Hércules, Sansón, entre las dos columnas que sostenían el templo antiguo de la fuerza en que se glo­riaban los filisteos.

Así la fábrica del viejo mundo se dislo­ca y derrumba sobre todos. Basta para no dudarlo volver los ojos al espectáculo que en este instante nos ofrece Europa. -

E S P A Ñ A 1 8 7 3 - 7 4

Por Walt W HIT MAN

De las grávidas sombras de las nubes, de los esqueletos feudales, de los huesos amontonados de los reyes, de los escombros de la vieja Europa, de las momias pulverizadas, de las ruinas de las catedrales,

. de los palacios derruidos,de las tumbas de los prelados.. .¡Mirad!

1 ■ el rostro de la Libertad, -el rostro fresco, íntegro... el mismo rostro eterno de la Libertad avanza hacia nosotros y nos mira.El rostro de tu madre, ¡América! que se vuelve hacia ticomo el destello elocuente de una espada.

No te olvidamos, Madre.¿Por qué te rezagaste? j Volverán a cerrarse las nubes sobre ti?Pero ahora te nos has aparecido. . . te conocemos bien.Nos has dado una prueba segura de tu ser:¡Tu mirada! ¡El resplandor de ti misma!Sabemos que estás ahí.. . y en todas partes.. . esperando tu hora.

Traducción de León-Felipe México, enero de 1940.

(De la nueva tradvxción al castellano, de "Leaves of Grass” que prepara la Casa de Es­paña en México.)

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L A C R U D A V E R D A D

Por jay ALLEN

Nuestro amigo Jay Alien, el famoso corres­ponsal norteamericano, ha dirigido al The New World, de Nueva York, la siguiente carta que re­producimos por su importancia documenta]:

“Seguramente ustedes conocen mi interés por las cosas de España. Les escribo para llamar su atención sobre un hecho impor­tante de la actualidad española que no ha sido recogido por la prensa, sobrecargada, sin duda, por el sensacionalismo del momen­to. Se trata de la prohibición por el Go­bierno de Franco de la publicación de una Pastoral de Su Eminencia el Cardenal Ar­zobispo de Toledo y Primado de las Espa- ñas, don Isidro Gomá y Tomás.

En vista del gran interés suscitado, es­pecialmente entre los católicos norteamerica­nos, por los aspectos religiosos de la guerra española, no puedo menos de suporter que la prohibición recaída sobre la declaración más importante hecha por la Iglesia espa­ñola después dé la victoria de Franco —qué se ha supuesto siempre sería una gran vic­toria para la religión católica—̂ merecía cuando menos una referencia. Me doy per­fecta cuenta de las dificultades de los corres­ponsales en Madrid, pero no puedo com­prender cómo se ha ignorado un aconteci­miento como éste que la revista Tablet, de Londres, considerada por los católicos como su principal revista de lengua inglesa, ha podido publicar con profusión de detalles.

Lo sucedido, según la versión londinense, es lo siguiente: El Boletín eclesiástico de la Archidiócesis de Toledo, sede del Primado, publicó en su número del 8 de agosto de 1939 una Carta Pastoral del Primado con

el título Lecciones de la guerra y obligaciones de la paz. Era una exposición precisa de la posición de la Iglesia.

En uno de sus párrafos decía la Pasto­ral : "¡Por qué no hemos de decir que en la España nacionalista no se ha operado la reac­ción moral y religiosa que esperábamos da­da la naturaleza del movimiento y la prueba

tan dura a que hemos sido sometidos por la Justicia de Dios?

“Es doloroso comprobar que el cumpli­miento de los mandamientos de la Ley de Dios y de la Iglesia no ha sido el que espe­rábamos después de recibir una lección tan tremenda. Hay parroquias en las que ape­nas un cinco por ciento de los hombres y un veinte por ciento de las mujeres asisten a misa; y no es mayor el porcentaje de los que se confiesan o reciben la Comunión Pas­cual”.

Como es costumbre, se enviaron a la prensa algunas copias de la Pastoral. Fueron devueltas por la Censura a las órdenes del cuñado de Franco. Ramón Serrano Suñer, y se prohibió a la prensa que publicase nada de aquélla. También se prohibió que fuese leída en las iglesias. Cuando el Boletín ecle­siástico de Toledo del 15 de octubre pro­testó contra la prohibición recaída. las au­toridades gubernativas confiscaron la edi­ción. La protesta, según el texto publicado por el Tablet de Londres, dice así:

“Ha ocurrido un nuevo incidente con la prohibición “rigurosa y completa" de la Pas­toral de un Prelado de la Iglesia ordenada por el Gobierno. Se trata de la Pastoral. Las lecciones de la guerra y las obligaciones de la paz de su Eminencia el Cardenal Prima­do. Nos resistimos a creerlo hasta que vi­mos el texto de un telegrama enviado por el f efe de servicio de Prensa en el que se prohibía la publicación del documento y hasta que examinamos las galeradas de la Pastoral ya listas para sil publicación en un periódico de Madrid y marcadas con lá­piz azul.

Lo que podemos decir es que la opinión del Censor difiere de la de varios Obis­pos que son autoridad en doctrina cristiana, y que nos han pedido cientos de ejemplares para distribuirlos entre los fieles porque, co­mo dijo uno de ellos, se deberían imprimir los ejemplares necesarios para que llegasen

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a las manos de todos y cada uno de los es­pañoles. Uno de los Boletines eclesiásticos lo califica de documento-guía de primer orden.

“Por respeto a las autoridades nos abs­tendremos de hacer comentarios que, necesa­riam ente , no habrían de ser edificantes. Sin embargo, podemos recordar con relación a este punto la trayectoria eminentemente patriótica de nuestro Cardenal, los numero­sos servicios que ha prestado al Estado en estos últimos años, su lealtad, su abnega­ción y sus esfuerzos incansables. Este inci­dente lamentable no disminuirá, de ningún modo, sus actividades y amor a España. En cuanto a la Iglesia de España, Su Eminen­cia nos autoriza a recordar cómo en una en­trevista con el gran Papa Pío XI, Su Santi­dad le dió las gracias por su información cosí chiara, cosí plena, cosí giusta, y añadió al comparar nuestra situación con la de otro país: ‘‘La Iglesia de España ha encontrado su hombre en estas circunstancias difíciles”.

“Ignoramos los motivos o las circunstan­cias del decreto del Gobierno puesto que no hemos recibido información alguna. Perso­nalmente Su Eminencia prefiere pasar por alto el asunto y perdonarlo todo. Lo que podemos afirmar, ya que se trata de un de­recho sacrosanto de la Sede de Toledo, es que los derechos y la autoridad de un Pre­lado de esta Iglesia permanecen indefensos y, por así decirlo, quedan desacreditados ante los ojos de toda la diócesis. Por esto recor­damos los siguientes puntos doctrinales, de­jando a Su Eminencia la tarea de tratar el asunto canónicamente: Bajo la autoridad del Pontífice Romano, los Obispos son ver­daderos doctores y maestros (Canon 1326). Es obligación del Obispo de la localidad pu­blicar en su diócesis todo aquello que inte­rese a la instrucción del pueblo en la doctrina cristiana (Canon 1326). Por estas rabones, y ante el ruego expreso del autor venerable de la Pastoral publicada el 8 de agosto en el Boletín Eclesiástico, declaramos que Su Eminencia confirma todos y cada uno de los puntos de esa Carta y desea que los fie­les la aprovechan espiritualmente de acuer­do con las intenciones y deseos de su autor".

El primero de noviembre el Boletín ofi­cial de la Diócesis de Pamplona volvió a publicar la Pastoral íntegramente y el Go­

bierno confiscó toda la edición. Así ha que­dado el asunto hasta la fecha.

Otra noticia de importancia referente a España y que ha dejado de publicar la prensa, es el balancé hecho en Madrid sobre el monto de las deudas de guerra de Franco con Italia y Alemania. Según este informe, preparado por el financiero catalán Fran­cisco Cambó para un grupo internacional presidido por el estadista belga Paul Van Zeeland, el Gobierno de Franco debe a Ale­mania 1,600.000,000 RM, lo que al tipo de cambio 2.80 de antes de la guerra, hace 4,480 millones de pesetas, y la deuda con Italia sobrepasa los 7,000 millones de liras. Recordarán ustedes que durante la guerra, los apologistas de Franco nos aseguraban constantemente que el Caudillo no había incurrido ni incurriría en obligaciones con Hitler o Mussolini. Ellery Sedgwick escribió (New York Times, febrero 13, 1938): “ . . . las finanias españolas se hallan en un estado extraordinariamente sano. Ni un cen­tavo —oíd, americanos, esta cosa extraordi­naria— se ha añadido a la deuda nacional. No se ha contraído ninguna deuda flotante. Las finanzas tienen a veces victorias tan so­nadas como las de la guerra misma".

Gault Mac Govvan, del New York Sun, ahora corresponsal del Sun en Inglaterra, escribía en España (15 de marzo, 1938), órgano oficial de la propaganda franquista en los Estados Unidos: La verdad en este asunto es que la gente de la España nacio­nalista está financiándose la guerra con su propia labor y su voluntad de ganar. Repe­tía, con autorización, las palabras de Fran­co : No hemos aceptado empréstitos de otros países a pesar de que hemos tenido ofertas de ambos lados del Atlántico. Las hemos re- rechazado invariablemente. La España na­cionalista va pagando esta guerra con el dinero ahorrado por el sacrificio de los ver­daderos españoles y lo hace sin necesidad de recurrir a gravámenes que serían dema­siado onerosos para el pueblo.

Todavía el 21 de octubre de 1939 el Re­verendo Doctor José F. Thorning, escribía para el noticiero de N. C. 14'. C que " . . .el Generalísimo Franco y su gabinete se niegan a aceptar ningún crédito o empréstito que puedan acarrear vínculos políticos. Este

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concepto se aplica lo mismo a Italia y a Alemania que a Francia y la Gran Bretaña”.

Robert Davis, del Departamento de His­toria de la Universidad de Middlebury, escribía en el Tbe New York Herald Tri- bune del 10 de marzo de 1939 que “la ma­nipulación que hace Franco de las finanzas y de la moneda nacionales exentas de cober­tura metálica, de los impuestos sobre el ca­pital y de las contribuciones extraordinarias, adquiere proporciones mágicas”

Ahora parece que no se trataba de magia sino de préstamos italianos y alemanes, co­mo sospechábamos todos los que conocíamos la capacidad exportadora de la España na­cionalista. No es necesario señalar que la Comisión presidida por Cambó es una re­presentación oficial del Gobierno de Franco.

Muy cordialmente.jay ALLEN.

La embriaguez de la sangre se disipa . .. Adiós Cruzada, adiós delirios imperiales, adiós verba­lismo mentiroso. Queda el crimen descamado, la bancarrota material y moral. Queda la muerte en el alma y su nauseabunda fetidez en la boca donde la Palabra se corrompe. La cruda... La cruda verdad.

Se inician las dolorosas confesiones.¿Mas cómo el Cardenal Gomá, propugnador

de la guerra santa en nombre de la falseada vo­luntad del pueblo, puede llamarse a engaño? Porque uno de los testimonios reveladores de la naturaleza exacta de la Cruzada se lo debemos a él mismo. Sin más licencia por nuestra parte que subrayar una frase que especialmente lo merece, lo transcribimos del informe que el propio Car­denal Gomá entregó al Eminentísimo señor Se­cretario de Estado en el Vaticano, Cardenal Pa- celli, hoy Papa el 20 de abril de 1936, donde bajo el epígrafe La situación religiosa se lee:

“Los acontecimientos de estos últimos años han puesto de manifiesto lo artificioso de una situación sobre la cual no cabe enga­ñarse. Mientras la Iglesia gozó de cierta protección oficial, eran bien, contados los españoles que no hubieran considerado como un agravio el poner en duda su catolicismo. Lo cierto es, sin embargo, que nuestros tem­plos, en muchas regiones, iban quedando desiertos y que la Religión dejaba de ser guía y norma de vida para los más. Queda así explicado que, al proclamarse la Repú­blica, fueron muchos, particularmente entre los obreros, los que, rompiendo los últimos viñados que los unían con la Iglesia¡ bus­caran fácil acomodo en el campo contrario.

No es, pues, de extrañar, que las leyes persecutorias de la Iglesia en el período de 1931-1933 no suscitasen la reacción que era de esperar. Quizá en los más sinceramente cristianos hubo cierta renovación del fervor religioso; pero el alma española no vibró ya con el entusiasmo de otros tiem pono leja­nos aún. Sólo cuando se vió amenaza­do el orden social y peligraron los intereses temporales se produjo un fuerte movimiento que, aunque llevó por bandera le defensa de la Iglesia, más era, en el fondo, un movimiento patriótico social, en el que participa­ron muchos cuyas simpatías hacia la Iglesia no descendían del terreno del sentimiento hasta la práctica sincera de la vida religiosa. Y así se ha dado el caso de que elijan diputados cató­licos regiones de vida católica muy poco intensa”.

En los campos de concentración de Francia en guerra, o bien diseminados en sus albergues y ciudades, sufren indeciblemente desde hace ya un año numerosos compañeros y amigos nuestros, cuyo mayor deseo sería incorporarse a nuestras actividades honradas. No nos contentemos con dedicarles de cuando en cuando un recuerdo conmovido. Que todos, y en particular los ya colocados, bagan lo posible y lo imposible para facilitar el viaje y acomodo de alguno de los que lucha­ron en nuestras filas con tanto desinterés como demudo. Es esta una inexcusable obbçoción moral que sobre t-odos pesa. Que nuestros amigos americanos nos ayu­den, por su parte, en este empeño justo, provechoso y verdaderamente huma- . ñitario. , ...

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“ H O R D A S R E V O L U C I O N A R I A S ”

La "Real Academia Española” ha lanzado al mercado la XVI edición de su Diccionario de la Lengua Acabóse de imprimir en el año 1936. Mas con fines de propaganda apenas disimulados se ha substituido ia portada auténtica por otra, fechada en el año de ignominia de 1939, por mal. nombre “Año Triunfal”. Adviértese en su prefa­cio que si, contra la costumbre, no figura al comienzo del volumen la lista de señores acadé­micos, es porque muchos de éstos no han pres­tado aún el juramento de rigor. Porque en casa del perjuro todo se vuelve, naturalmente, jura­mentos. No bay villano que guarde palabra que diere, si él ve que no le está bien guardada. decía, como es sabido, Don Quijote.

He aquí cómo se expresa la corporación ilustre: “La presente edición del Diccionario es­taba en vísperas de salir a la venta cuando las hordas revolucionarias que al servicio de poderes exóticos pretendían sumir a España para siempre en la ruina y la abyección, se enfrentaron en julio de 1936 con el Glorioso Movimiento Na­cional”.

¿Ruina?... ¿Abyección?... ¿Cabe ruina ma­yor que esa en que el “Glorioso Movimiento” ha sumido a España? Un millón y pico de muer­tos, campos y ciudades destrozados, deshechas las familias, generalizados los odios, el patrimonio económico nacional desvanecido, muchos miles de millones de pesetas en el haber de Alemania e Italia ... La realidad, la dura realidad es ésta, por muchas libertades que la Academia se tome con el sentido de las palabras, abusando de su situación, como un botarate cualquiera.

En cuanto a la abyección ¿cabe acaso ma­yor, para un ser racional, que la esclavitud de la mentira, la imposibilidad absoluta de decir y de percibir la verdad, de llamar a las cosas por su nombre, en que hoy una gran parte del pue­blo español se halla hundido y de que es prueba fehaciente este mismo texto académico? Antaño los españoles se preciaban ante todo de llamar al pan, pan y al vino, vino. Cierto es que, según Quevçdp, en España se deja de ser español en cuanto se deja de ser leal. Y de este modo, inver­tidos los términos, nada resulta más exótico que lo profunda, lo específicamente español.

¡Pobre Real Academia, llena la Lengua de pelos con que mejor limpiar, fijar y dar esplen­dor a las botas de montar de un cabecilla infame! ¡Tristísimos inmortales afligidos de la forma más infausta y lamentable de inmortalidad, la tan acreditada como regresiva del cangrejo! Allá se las compongan con el veredicto implacable de la historia. A nosotros nos basta llamar a cada cosa por su nombre.

En cuanto a las "hordas revolucionarias al servicio de poderes exóticos" hay que recordar

que en este momento, formando parte de ellas, se encuentran fuera de España ciento y pico cate­dráticos de universidad, número que, aunque im­portante, seria mezquino comparado con el de universitarios que se congregarían si se abriesen las fronteras de la península. En parecida propor­ción se encuentran esparcidos por el mundo in­numerables catedráticos de instituto y maestros.

En las "hordas revolucionarias” figuran per­sonas como don Cándido Bolívar, de ilustre ape­llido, decano indiscutible de ¡a ciencia española; don José Sánchez Covisa, Presidente de la Aca­demia de Ciencias; don Manuel Márquez, decano de la Facultad de Medicina de Madrid; don Pedro Carrasco Garrorena, decano de la Facultad de Ciencias y Director del Observatorio Astronómico de Madrid; don Pío del Río Hortega, Director del Instituto contra el cáncer y quizá el más emi­nente de nuestros investigadores, hoy en la Uni­versidad de Oxford; don Odón de Buen, Director del Instituto de Oceanografía, don Tomás Nava­rro Tomás, filólogo ilustre, hoy en la Universi­dad de Colúmbia, en Nueva York; don Agustín Millares, suma autoridad entre latinistas y paleó­grafos; don Pedro Bosch Gimpera, rector de la Universidad de Barcelona; don Augusto Pi y Su- ñer, director del Instituto de Fisiología, de fama internacional, y así, sucesivamente. Fuera de Es­paña se encuentra el 80 por ciento de los fisiólo­gos y de los biólogos españoles.

Forman parte de esas ‘‘bordas’' los artistas de renombre universal, Picasso, Pablo Casals. Halffter. Rebul!, Miró. 'Macho, Hernández... y el 90 por ciento de los poetas, comenzando por Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez.

Por lo que se refiere al americanismo, para tomar un ejemplo de particular interés en esta oportunidad, tenemos que en esas ‘‘bordas" fi­gura la plana mayor del ramo: don Rafael Alta- mira, el venerable maestro y Juez del Tribunal de Justicia Internacional; don losé M. Qts y Cap- deqüí. Director del Instituto Hispano-Cubano de Sevilla; don Federico de Onís, Director de la Casa de las Españas de la Universidad de Co­lúmbia; don Américo Castro, Director de la sec­ción hispanoamericana de! Centro de Estudios Históricos de Madrid; don Enrique Diez Cañedo, Director de la revista hispanoamericana "Tierra Firme"; don Ramón Iglesias Parga, especialista en textos americanos y secretario de esa misma revista; don Juan Larrea, promotor y secreta­rio de la Asociación de Amigos de la Arqueo­logía Americana de que don Rafael Altamira era Presidente, primer español que hasta la fecha se ha ocupado seriamente de estas materias; don Laudelino Moreno, especialista en cuestiones de América Central, de que es gran autoridad, etc

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Esto por lo que se refiere a la península. ¿ Y en el extranjero?

El 75 por ciento, cuando menos, de los pre­m ios N o b e l de Francia se hallaban de un modo activo al lado de las "bordas revo lucionarias" , y con ellos un número crecidísimo de prem io s N o b e l . del resto del mundo. Algo habría en la causa del pueblo republicano para que junto a los campesinos y obreros no instruidos, junto a los desheredados de todas clases, que defendían su concepto natural de la Justicia, se encon­traran personalidades tan eminentes como Eins- tein, Gandhi, Tagore, Chaplin, Romain Rolland, André Gide, Jean Perrin. H. Wallon, Jean Cocteau. Bernanos, Maritain, Mauriac, Martín du Gard, Wells, líemingway, Selma Lagerelof, Andersen NexO, Lord Cedí, Thomas Mann, Dreisser. G. Ferrero, Dos Pasos, etc., etc. Para muestra del tono de su adhesión, bastarán unos ejemplos:

" E l so lo hecho que , fre n te a los acon tec im ien ­tos actuóles, p uede m a n te n er v iv a en n o so tros la esperança en tiem p o s m ejores es la lucha heroica que sostiene el p ueb lo español p o r la lib er ta d y la d ig n id a d hum a n a s" '

ALBERT EINSTEIN." N o o lv id o m i origen h u m ild e ; he sido de

los q u e m ás han su frid o . P o r eso so y enem igo del fasc ism o y gran am igo de E spaña . L o ún ico que m e in teresa es el arte , la c u ltu ra y e l progreso".—

CHARLES CHAPLIN."T o d o s los pueb los del fu tu r o enviadarán los

su fr im ien to s y la gloria de la E spaña repub li­cana"

ROMAIN ROLLANDN u n ca hubiera soñado co m o posib le el he­

ro ísm o incom parab le que la E sp a ñ a leal ba m o s­trado a l m u n d o desde el 36. M i p ro fec ía d e la

enorm e obra creadora q u e hab ía que esperar del genio español se ha c u m p lid o co n exceso. S i el hom bre ob tiene la v ic to r ia co n tra la am enaça de degeneración u n iversa l, la v ic to r ia será de E s p a ñ a . . . de esa E sp a ñ a que ba v en id o a ser s in ó n im o de esperança”

WALDO FRANK.

Recuérdese, para terminar, el resultado de los referendum que se hicieron entre los escritores de algunos países y que dieron resultados aplas-

• tantes. En Estados Unidos, puede decirse que se consiguió la unanimidad completa entre los cua­trocientos cincuenta escritores consultados; en In­glaterra se obtuvieron cifras proporcionalmente idénticas; en Noruega, veinticuatro de los veinti­siete escritores que contestaron a la encuesta, se declararon fervientes partidarios de la causa repu­blicana. ..

Todo ello, pese a su abrumadora realidad, no es desde luego obstáculo para que los aliados na­turales de las fuerzas regresivas que han aniqui­lado a España, emprendan su defensa, cuando llega el caso, con los mismos argumentos-inju­rias que ha empleado la propaganda franquista. Otras se utilizan trasnochados testimonios de gen­tes timoratas en los que para encubrir las propias debilidades y salvar las apariencias se tergiver­saron convenientemente los hechos. Así, reciente­mente, Alfonso Junco en "El Universal" de Mé­xico.

Allá él y allá ellos. Por nuestra parte, y con el fin de salir al paso de ciertas afirmaciones y esclarecer algunos puntos esenciales de la actua­ción de ciertos intelectuales en los primeros días del conflicto, reproducimos a continuación, por su oportunidad de réplica, el artículo U n caso con­cre to , de José Bergamín, publicado en el semana­rio parisién V endredi. de 21 de octubre de 1938, y en La V oç de M a d rid , de la misma ciudad, con fecha 29 del mismo mes y año.

Según el A. B. C. de Madrid del 17 de diciembre último, una de las faculta­des del Instituto de España consiste en recibir de los miembros de las Reales Academias, ante una mesa en que se hallarán abiertos los Santos Evangelios y una edición (?) del Quijote, un juramento ajustado a la siguiente fórmula:.

‘—¿Juráis eti Dios y en vuestro ángel custodio servir perpetua y lealmente al de España, bajo Imperio y norma de su tradición viva; en su catolicidad que encarna el Pontífice de Roma; en su continuidad representada por el Caudillo salvador de nuestro pueblo?

—Sí, juro.—Si así lo hiciérais. Dios os lo premie, y si no, os lo demande”.¡Válganos Rubén Darío!

De las epidemias de horribles blasfemias de las Academias, líbranos, señor.

(Letanía de nuestro señor Don Quijote.)

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CONT ESTAN DO A DON JOSE ORTEGA Y GASSET

U N C A S O C O N C R E T OPor ¡osé BERGAMIN

Hace dos meses la revista inglesa " T b e N in e- teenth Century a n d a f te r ” publicaba un artículo de don José Ortega y Gasset ([Concerning Paci- fism,^ ¿0-34); lo encuentro ahora, al venir de España, "parcialmente” reproducido en francés por el ''quincenario" de propaganda fascista ' Oc­cident”.

Siempre leimos los españoles con interés al pro­fesor Ortega y Gasset, Más ahora, en que tanto nos regatea su palabra, acentuada y ensombrecida su voz por más de dos anos de casi total silencio.

El profesor Ortega- y Gasset reprocha en ese artículo a ciertos intelectuales ingleses, franceses, alemanes; americanos..., su frivolidad. Y esto con motivo de la opinión de muchos de ellos sobre nuestra lucha española. Por ejemplo: la muy conocida, y agradecida por los españoles, del sa­bio Einstein. Al profesor Ortega, exquisitamente preocupado de técnicas históricas, parece escapar el alcance y sentido moral de tales opiniones y juicios. Para el insigne profesor la destrucción de las ciudades y pueblos españoles, sistemática­mente ejecutada por la intervención de potencias extranjeras en nuestro suelo, con el beneplácito y colaboración, —complicidad sin encubrimiento— de una parte de los españoles, culpables, al pare­cer, nada frívolo, de tales intelectuales, de tan criminal y traicionero empeño, no merecía la pro­testa enérgica y decidida de ningún intelectual, extranjero a las complicadas causalidades his­tóricas de nuestra España. El ilustre profesor opina que deben callarse: hasta tal extremo, que en trance de suprema ejemplaridad, él, que es español, se ha callado; apenas si, de cuando en cuando, escapa, como ahora, a la delicada vigi­lancia de su silencio, alguna opinión o juicio que levante el velo de su enigmático pensamiento. En vano pasaron ante sus ojos de español, intelectual y nada frívolo, las espantosas carnicerías de Ba­dajoz, Málaga, Bilbao, Santander, A sturias...: las destrucciones de Madrid, Almería, Valencia, Guemtba; Durango. Barcelona..., sus millares de victimas inocentes: las del terror policiaco-je­suítico- ejercido metódicamente en las zonas de invasión fascista, en Galicia, Andalucía, Extre­madura, Castilla. Aragón. N avarra...; la ocupa­ción de gran parte de nuestro suelo por fuerzas militares invasoras; nuestra nación vendida al terrible predo de nuestra sangre. Tanto y tan espantoso suceder no alteró lo más mínimo la ejemplar seriedad intelectual del ilustre profesor universitario, quien, sin perder su serenidad de "es­pectador” de España, rompe, tan solo momentá­neamente, la autocrítica disciplina de su inalte­rable silencipl- ñti por gritar de horror o angustia.

no para decirnos en fuertes palabras españolas su emoción enjuiciadora y condenatoria, sino para dar leve palmetazo de dómine profesoral a ciertos ilustrísimos intelectuales, desmandados de su "es­piritualidad profesional”, que cometen, siendo extranjeros, la imperdonable culpa de conmoverse ante los sucesos de España. Del caso concreto de España. Porque, puestos a concretar casos, espe­rábamos del profesor Ortega una precisión, una exactitud más honesta y clara.

"Citemos un caso concreto —escribe el señor Ortega y Gasset en el citado artículo, y expone—: mientras que en Madrid los comunistas y sus aliados obligaban, con graves amenazas, a los hombres de letras y a los profesores de Univer­sidad, a autentificar con su nombre manifiestos redactados por los mismos comunistas; y también a que hablasen por radio, etc., había en Ingla­terra escritores muy conocidos que firmaban otro manifiesto certificando que los comunistas y sus amigos representaban el partido de la libertad democrática”.

Concretemos, señor Ortega. Y poco a poco, co­mo decimos en España. Los comunistas y sus alia dos —afirma usted y debe hacerlo con datos ciertos si no quiere pasar por embustero— "obli­gaban con graves amenazas” a los intelectuales, escritores, profesores universitarios, a firmar o "autentificar con sus nombres", dice usted, textos redactados por ellos; a que hablasen por radio... Su acusación, señor Ortega, incluso por exactitud histórica, ¿no le parece que merecería concretar­se? Es en lo que yo quisiera ayudarle ahora, ce­loso, puede usted creerme, de su prestigio intelec­tual de hombre verídico, de hombre de veras, capaz, por consiguiente, de rectificar sus errores si los comete; incapaz de cometerlos malévola­mente. Por tal le tuve siempre y aun le tengo. Pues bien, en su “caso concreto" no aparece, a mi parecer, concretamente planteado et hecho o los hechos a que se hace tan imprecisa referencia. Precisémoslo. Concretémoslo. Tengo buena me­moria. Estuve en Madrid desde el comienzo de los acontecimientos, en el mes de julio, hasta los primeros días de noviembre del mismo año. Me ausenté sólo quince días durante ese tiempo, para asistir a un Congreso de las Juventudes en Gine­bra. Durante los primeros días de la sublevación milito-clerical se hizo en Madrid un manifiesto entusiasta de adhesión al pueblo español y a su Gobierno legítimo: se hizo este manifiesto por escritores pertenecientes a la “Alianza de inte­lectuales antifascistas", a cuya entidad yo perte­necía desde su fundación y que en aquellos días me nombraba su presidente: le advierto, entre

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paréntesis, que no he dejado nunca de ser cató­lico, como es mi derecho; fui yo mismo redactor de ese manifiesto, aprobado por unanimidad en asamblea en la que figuraban escritores, investi­gadores, artistas... de todos los partidos y ten­dencias políticas —la mayor parte sin partido—. Aquel manifiesto entusiasta, no fué ni siquiera leído a ninguno de aquellos profesores o escri­tores, más o menos universitarios, que prefirie­ron manifestar espontáneamente su adhesión al pueblo español y a su Gobierno en forma más es­cueta y lacónica; el texto de esta manifestación fué voluntariamente autentificado por los nom­bres siguientes: don Ignacio Bolívar, don Antonio Machado, don Pío del Río Hortega, don Juan Ramón Jiménez, "Juan de la Encina", don Teó­filo Hernando, don Gonzalo Lafora, don Gustavo Pittaluga, don Ramón Menéndez Pidal, don Gre­gorio Marañón, don Ramón Pérez, de Ayala, don Antonio Marichalar y por el mismo don José Ortega y Gasset. Concretemos el caso exactamen­te. ¿Fueron estos señores coaccionados con “gra­ves amenazas" por los comunistas y sus amigos para autentificar lo que entonces creíamos todos expresión espontánea de su más auténtico senti­miento? ¿Lo fué Ortega y Gasset cuando nos envió su nombre por conducto de su particular amiga y colaboradora en la universidad y en su revista, nuestra amiga la señora María Zambra- no? Todos los demás firmantes pueden decir bajo qué graves amenazas me dieron a mí mismo —y por teléfono— la autenticidad de su nombre como expresión de lo que yo no tenía por qué suponer honestamente otra cosa que sentimiento español auténtico. Todos menos dos: el señor don Antonio Marichalar, mi ex-fraternal amigo, que nos pidió, suplicó, personalmente e insistentemente que su nombre autentificara el manifiesto de adhesión a que aludo; y el señor don Ramón Pérez de Ayala, quien también “pidió" que se le incluyese en tal autentificadón, haciéndolo por intermedio del doctor Marañón, que me lo comunicó por teléfono. Si no era este el "caso concreto” a que Ortega se refería, ¿a cuál, entonces? Porque tengo entendido que Ortega salió de España pocos días después. Pocos días después de haberle visitado yo mismo en la Residencia de Estudiantes, donde estaba enfermo en cama, y donde pude hablar con él largo y tendido (tendido él, yo sentado a su cabecera). Pues yo recuerdo aquella conver­sación muy claramente; y las muy cariñosas pala­bras que entonces me dedicara por mi actuación en aquellos momentos históricos. Y recuerdo, per­fectamente, que habiendo Ortega recibido, por aquellos días, una invitación para hablar por radio para América, sin duda por el estado de ánimo deprimido en que su enfermedad entonces le tenía postrado, no le pareció que aquella invitación se le había hecho con bastante solemnidad. Algunos amigos y familiares suyos agradecieron que fuese yo mismo a explicarle cómo aquella invitación no debía obligarle lo más mínimo, pues bastaba con la cortesía para negarla; no serán tampoco las de este “caso concreto”, supongo, las razones que le hayan inspirado su afirmación de las "graves

amenazas"' coaccionadoras de intelectuales y pro­fesores universitarios. Y si éstas no lo son, enton­ces, ¿cuáles? Porque no quisiéramos olender al señor Ortega y Gasset suponiéndole de tal frivo­lidad intelectual que acepte referencias indirectas, más o menos imaginadas o fantaseadas por el tes­timonio de aquellos mismos que, sin haber sido coaccionados nunca, se sienten indinados a creerlo con una especie de miedo retrospectivo favorable a un cambio de conducta reciente. Le creemos lo suficientemente digno para no alentar con inter­pretaciones equívocas sobre los casos más con­cretos el ventajoso interés personal de ninguno. Y, mucho menos, el suyo mismo.

Mas, continuemos concretando. Otro "caso con­creto", ¡y tan concreto!, referente a las conferen­cias por radio. El doctor Marañón ha podido también informar al señor Ortega exactamente de su propio “caso concreto”. Cuando el insigne doctor fué invitado a hablar por radio para Amé­rica, debió sentirse tan coaccionado por la amabi­lidad de sus invitantes que, habiendo enviado unas cuartillas, quiso él, espontáneamente, acudir a leerlas ante el micrófono; y como me hubiera llamado por teléfono para advertírmelo, y yo estuviera ausente, lo hizo a mi amigo el terrible y amenazador poeta Rafael Alberti. El texto espontáneamente entusiasta de esta conferencia es públicamente conocido.

En los "casos concretos” de tantos firmantes a tantos manifiestos que después, en circunstan­cias diferentes, se han sucedido, también pudie­ran citarse conductas que convencerían al señor Ortega de su error, evidentemente involuntario. Ortega sabe, o debe saber, que es una injuria para todos aquellos dignísimos españoles, intelectuales, firmantes voluntarios y entusiastas de muchos documentos en que “se autentifica” su adhesión a la causa justa de nuestro pueblo, suponerles, y más, ambiguamente, coaccionados por nadie. A su responsabilidad moral debe alcanzarte él grave riesgo en que se coloca con citas de "casos con­cretos" que no precisa ni concreta exactamente; riesgo de ser interpretado por tales palabras y conducta en forma que acaso agrave, con su apa­riencia, la verdadera figura de la culpabilidad moral que le corresponde. Sin contar con que la invocación poco moral —y menos viril— de "coac­cionados", no es argumento convincente de con­ductas dignas, ni sencillamente honradas. Pues, ¿ignora Ortega que suelen coincidir tales invoca­ciones con la inexactitud más evidente? ¿No cono­ce Ortega los “casos concretos” de sus amigos Ramón Pérez de Ayala y Antonio Marichalar, asustados propagadores españolistas en Francia de estos ridículos cuentos de miedo, entre puñales y pistolas y otras zarandajas de pandereta? ¡Los suplicantes, los peticionarios! El "caso concreto" del doctor Marañón, en todas sus dimensiones morales y políticas, ¿no le dice al señor Ortega lo bastante para valorar su testimonio?

Pues aún hay otro "caso concreto” de induda­ble valor para todos, por la categoría intelectual que en lengua española representa: me refiero al de, por Ortega admirado y querido español

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maestro, don Ramón Menéndez Pidal; de quien se dice, ahora, que también incrementa con su testimonio estas falsificaciones de la verdad, tan poco honradas como poco honrosas para sus auto­res, cómplices y hasta encubridores, más o menos encubiertos. Yo no podré creer que en tales enga­ños y mentiras haya tomado parte con sus pala­bras el insigne profesor Menéndez Pidal. Y no puedo creerlo porque yo mismo fui invitado por él, en agosto del 36, a tomar parte activa en unas conferencias de popularización de nuestros poetas clásicos y modernos, estableciendo en ellas la con­tinuidad popular, y, en cierto modo, revolucio­naría, de nuestra cultura; y me habló entonces el insigne profesor en términos de tal entusiasmo y convicción por la causa del pueblo nuestro, representado en su Gobierno de la República, que no me dejó la menor duda sobre la "autentici­dad” de sus sentimientos políticos. Recuerdo tam­bién que. hacia el otoño de ese mismo año, encon­tré a don Ramón Menéndez Pidal en la antesala del Ministro de Instrucción Pública, un repre­sentante del nartido comunista español; encontré al sabio profesor visiblemente emocionado, v no exagero si añado que pude ver cómo asomaban lágrimas a sus ojos, oue también los grandes filólogos, las gentes filológicas tienen su corazon- cito popular. Los momentos eran graves para Madrid. El Ministro de Instrucción, en nombre del Gobierno, venía de ofrecer al profesor ilustre toda clase de facilidades para que él. sus familia­res, y aquellos elementos de su trabajo que nece­sitase. midiesen trasladarse de la ciudad amena­zada: el profesor me declaró cómo le emocionaba aquella conducta oue con él mismo se tenía, y cómo la agradecería eternamente. Luego, s p des­hizo. casi, en Iacrimeantes elogios del Gobierno y, sobre todo, del Ministerio de Instrucción Pú­blica. regido ñor representantes del partido co­munista español.

¿Más "casos concretos”? Al contrario, como idéntica demostración de la falsedad del aserto de aquellas coacciones señaladas por el señor Ortega y Gasset podría citar algunos. Es decir, el de escritores y profesores que entendieron que no debían autentificar con sus firmas ningún documento. Y ello por razones no siempre respe­tables. lamas fue molestado nadie en tal "caso concreto”. Citaré, como ejemplo, el resp“tabilí- simo del erudito profesor señor Gómez Moreno que. republicano y católico, prefirió no dar nunca su firma en tales casos, siendo su criterio respe­

tado, como su conducta, y enteramente estimado por todos. Los nombres de Rodríguez Marín, el difunto Palacio Valdés, Sánchez Cantón, Vázquez Díaz, y muchos otros, menos conocidos, pudieran añadirse como ejemplo.

¿Y qué decir de aquellos voluntarios de la autentificación coaccionada que nos ofrecieron espontáneamente sus nombres para añadirlos a los antes señalados? Entre ellos cito el voluntaria­mente coaccionado, cuando nadie se acordaba de él, señor Fernando Vela, publicista conocido por su servicial adhesión al señor Ortega; y también el señor García Morente, que hoy purga su arrepen­timiento, hamléticamente ofelizado, según dicen, en un retiro conventual, a la sombra de las bayo­netas facciosas, bajo el triple signo, nada frívolo, de la media luna, la mal llamada cruz gammada y la infamada por sus sacrilegos impostores ecle­siásticos. cruz de Cristo. "Todo bella cosecha”, que diría el poeta, para ofrecérsela, autumnal, al ilustre profesor Ortega y Gasset; para que entre tales frutos de "casos concretos” nos seña­lase en cuáles apoyaba sus afirmaciones... acu­satorias. ¿No sería evidentemente más digno de un español entendimiento precisar, concretándo­los verdaderamente, verídicamente, aquellos casos que originaron en la delicada conciencia moral del silencioso, intelectualísimo y nada frívolo profe­sor Ortega y Gasset. acusaciones tan . . . gratuitas? Entretanto, los intelectuales ingleses, franceses, alemanes, americanos; los escritores, investigado­res científicos de todas partes, seguirán prefi­riendo su propio juicio moral sobre hechos fácil­mente conocidos de todos, por su mismo escán­dalo sangriento, al del ilustre profesor español que tan misteriosamente lo cela con el menos frívolo de los silencios parecido por su seriedad al fabuloso del asno casi mítico.

Que ya en trance de mito no quisiéramos ver convertirse al insigne profesor español en un men­tido o mentiroso, también, "caso concreto”.

P. S.—Quiero añadir como aclaración al hecho de que don Antonio Machado firmara la adhe­sión lacónica y no el manifiesto entusiasta, que fui yo quien, contrariando su voluntad, le rogué que lo hiciera así por consideración a su inquie­tud en aquellos instantes, por la vida de su her­mano Manuel, que se hallaba en Burgos. También añado oue mi admirado y querido Ramón Gómez de la Serna, nos dió espontáneamente su firma para el manifiesto.

/. B.

Enumerados por orden de su importancia, de mayor a menor, los enemigos de la República son: la política franco-inglesa; la intervención armada de Italia y Alemania; los desmanes, la indisciplina y los fines subalternos que han menos­cabado la reputación de la República y la autoridad del Gobierno; por último, las fuerzas propias de los rebeldes. ¿ Dónde estarían ahora los sublevados de julio, st las otras tres causas, singularmente la primera, no hubiesen obrado a su favor?

Manuel AZAÑA, La Velada en Benicarló.

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E X P O S I C I O N E S Y L I B R O S

P I C A S S O E N

La gran exposición de Picasso, que se celebra actualmente en el Museo de Modern Art, de Nueva York, sigue conociendo al cabo de mes y medio de su inauguración el mismo clamorosísi­mo éxito del primer día. La excesiva afluencia de público ha hecho necesario fijar un límite al número diario de visitantes, y es frecuente que muchos de éstos se vean obligados a regresar tres o cuatro veces al museo para poder, al fin, trasponer sus umbrales. Para tal pintor tal ciu­dad y tal entusiasmo.

Raramente se habrá dado en la historia com­parable potencia creadora. Ni es fácil imaginarse marco para ella más apropiado que ese prodigioso Manhattan en que se hacen cemento y hierro las ansias de elevación de nuestra época. El di­namismo proverbial e inexorable de Picasso es, ante todo, un dinamismo de altura informado por la afanosa necesidad de superarse. Con viva perseverancia ha ido añadiendo pisos y nuevos pisos a su obra hasta convertirla sin discusión —y en este punto como en muchos otros se muestra' unánime la prensa de los Estados Uni­dos— en el más gigantesco fenómeno artístico de los tiempos modernos. A ello se debe que en el aire neoyorkino, henchido de libertad, donde la guitarra se emparenta naturalmente con el ras­cacielos, sea donde los cuadros de Picasso mues­tren de par en par su contenido. Es preciso haberlos visto desplegar en los escaparates de la quinta avenida, frente al vaivén precipitado y servil que (es rodea, su aire concentrado y seño­rial de maravillosos relojes parados cada uno en una hora inolvidable, para desentrañar su ver­dad profunda y para comprender la naturaleza de los móviles que en su autor prevalecían. Sin la necesidad de conquistar diariamente la libertad no existiría Picasso. Su obra es la exaltación mística de esa libertad, su proyección al mundo de los colores y las formas. No deja de ser no­table que el más famoso de los artistas modernos sea precisamente aquel en quien se manifiesta de modo más perentorio la necesidad de ir rompien­do sin cesar grilletes y cadenas. Y que ese ar­tista sea español, es decir, que haya nacido en la patria donde se ha manifestado la urgencia histórica de dar hechura a verdaderos hombres.

Ser hombre, he aquí a mi parecer el secreto de ba personalidad de Picasso. Nunca se ha propuesto, frente a la tela resolver problemas estéticos de salón bien visto con derroche de elocuencia y sonrisas seleccionadas. Picasso es simplemente un hombre que pinta. Un hombre que por el hecho de serlo y de pintar presenta en cada una de sus obras resueltos problemas que

N U E V A Y O R K

por la vía estética no habían sido siquiera pre­sentidos. Su arte, en vez de atrofiar en él su condición humana encasillándole en una especie de clase social intelectualizante, ha servido para exaltar aquella condición y favorecer su libre desarrollo estableciendo entre su obra y su per­sonalidad un intercambio alternativo cuyo resul­tado ha sido el constante crecimiento de ambas. ¿Pruebas? No hay mejor que la que nos sumi­nistran sus fulgurantes poemas tan densos como ricos, donde se manifiesta al vivo su movimiento interior, el flujo de la savia imaginativa que riega orgánicamente los centros espirituales de su persona.

Sí, Picasso es un hombre apasionado que pinta y que cuanto más pinta más hombre se siente. El genio de la pintura se expresa cuando él —extraordinario mecanismo transformador de impresiones— expresa cromáticamente las inci­dencias de su vida interna, sus reacciones ante el espectáculo del mundo. Entre los vuelos de un lenguaje previamente despojado de toda falsa retórica y en el que adquieren personalidad los mismos elementos plásticos, las formas y los co­lores, que se organizan dramáticamente según sus complejas afinidades o repulsiones, encuen­tran expresión una ilimitada serie de estados de espíritu totalmente inéditos. Compárese su obra con la de cualquier pintor clásico para darse cuenta de la diferencia definitiva de mundo in­terior que revelan.

Claramente aparecen estas perspectivas en la Exposición de Nueva York, la más importante por el número de cuadros (350) y por su selec­ción de cuantas se han realizado hasta la fecha, exposición capital por presentar una vista pano­rámica de la obra completa de Picasso. En un caso tan particular como el suyo esa vista pa­norámica es absolutamente indispensable. ¿Cómo darse cuenta, sin ella, del exacto sentido que corresponde a su personalidad artística, de su ra­zón de conjunto, razón esencialmente humana, la cual presta coherencia a la evolución de su obra determinando la formación sucesiva de sus imágenes? No es posible comprender a Picasso contemplando al azar una, diez o cincuenta de sus pinturas, como es imposible comprender uno de esos inmensos rascacielos asomándose a al­gunas de sus ventanas. Es preciso encontrarse con él de frente, viéndole caer de cielo a tierra con su mole, su ambiente y el juego de infinitas relatividades que hacen de su obra un efectivo todo orgánico. Tal como aparece en la actual exposición de Nueva York, fácilmente se percibe un algo esencial que bajo distintas especies se

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halla presente en todos los cuadros unificando su conjunto. Desde las primeras telas de la épo­ca azul en que el adolescente que era entonces Picasso se inclina con celeste simpatía sobre la miseria de sus personajes hasta aquellas otras que expresan su estridentísima indignación pa­sando por las intermedias en que exhibe toda la gama de discrepancias que le enemistan con el mundo que le rodea, Picasso es directa o in­directamente, según las ocasiones, pero de un modo incesante, el espejo desenmascarador del medio humano en que vive. Colocado frente al mundo actual, Picasso se ha consagrado con alma y vida a destrozarlo en imagen reflejando así, por una parte, el estado de descomposición de ese mundo, su monstruosidad profunda y hacien­do, por otra, evidente la necesidad de su trans­formación radicalísima. Su compasión primera ha­cia la desgracia del hombre ha ido derivando hacia una expresión cada vez más franca y viru­lenta de agresividad contra la causa de esa des­gracia, contra aquello que impide el esplendor de la humana naturaleza. Es el modo como en él esa naturaleza ama al individuo hombre, su perfección y desarrollo. Para llegar a ese resul­tado, Picasso se niega sistemáticamente a sí mis­mo, niega sus portentosas cualidades pictóricas, su facilidad, de la que es imposible hacerse una idea cabal sin haberle visto manejar el lápiz’o los pinceles, la gracia innata de ejecución que sublima aladamente cuanto toca. Contra esas para éi tan fáciles complacencias, Picasso se alza deliberada, heroica, revolucionariamente, negán­dose en ellas a sí mismo para tomar el camino más espinoso y difícil. No hay posición más peligrosa que la suya, la posición de equilibrio inestable que para evitar el siempre amenazador descalabro impone un movimiento acelerado per­petuo. Mas la presencia de ese peligro confiere a su obra las supremas calorías a que debe ese deslumbre de materia en desintegración tan pe­culiarmente suyo. Nadie como él ha tomado

le cbemin le plus court, celui des monstressegún el verso de Eluard. Y asi ha de ser, sin duda, siempre.

Fácilmente se explica de este modo la actitud humana de Picasso durante estos últimos años. ¡Con qué punzante desasosiego tomó parte acti­va desde ei primer día en la guerra de España! Nada podía ir personalmente en el conflicto a quien, como él, vivía en el extranjero, indepen­diente. célebre y acaudalado. Pero le iba su

concepto humano, impersonal, de la Justicia, esa profunda realidad que ha agrupado solidaria­mente junto al pueblo español, confirmando ei dicho de Edgar Poe para quien el poeta se dis­tingue de los demás hombres por su superior sentido de la justicia, a todos los poetas, a todos los creadores españoles y americanos. Fruto del insoportable aguijón de angustia fué ese extra­ordinario Guernica que hoy en la Esposición de Nueva York ocupa el testero de honor que le corresponde como al cuadro moderno más fa­moso del mundo, y en el que los personajes fa­miliares, el toro, el caballo, las mujeres, el héroe roto, se expresan en un torbellino delirante que arrebata al espectador como una ola enfurecida para sacudirle y dejarle en cualquier rincón con el alma para siempre amoratada.

¿Se sabe que desde el primer momento de la guerra, diferenciándose de esa lamentable caterva de mediocridades pretenciosas en las que lo huma­no se halla tan ausente que no supieron o no quisieron asumir los riesgos de tomar partido al partirse España, estuvo Picasso facilitando, a cuantos se lo pidieron, lo necesario para que no faltaran al pueblo español armas con que de­fender su vida contra la agresión injusta? ¿Se sabe que cuando penetraron las tropas facciosas en Madrid hallaron funcionando en la capital invicta, como > antes los habían encontrado en Barcelona, cuatro comedores infantiles subven­cionados con centenares de miles de francos por Picasso, que ostentaban abiertamente su nombre? ¿No es conmovedor verle asi inclinado sobre el manantial puro de la vida sosteniendo amorosa­mente la llama que amenaza extinguirse, tra­tando de cerrar con sus manos las pobres e igno­miniosas llagas, dando su nombre y su celebri­dad, dándose a sí mismo como se da el pan, como se dan las madres, como se da en la creación cuanto participa de la substancia generosa de verdad y de amor característica de la Vida?

Por estas y aquellas inolvidables cosas será siempre Picasso para nosotros un símbolo pri­mordial en este filo en que estamos. Su triunfo actual es considerado por nosotros como nuestro. Al felicitarnos por él nos felicitamos también de que una gran parte de su obra se encuentre en América. Y no perdemos la esperanza de verle el mejor día desembarcar con sus mágicos pin­celes en cualesquiera de las admirables playas de este Nuevo Mundo al que por su calidad hu­mana se halla tan profundamente vinculado,

Juan LARREA.

ESP A Ñ A PEREGRINA, publicación mensual de la Junta de Cultura Espa­ñola, pretende ser el órgano de expresión de cuantos estiman que la lucha por los altos principios que animaron a la República ha entrado en una fase no por discreta y laboriosa menos importante que la que con tanto heroísmo se libró en la península. Las cartas de aliento y adhesión, las iniciativas e indicaciones de toda especie, las colaboraciones de calidad, así como las suscripciones, serán reci­bidas con verdadero agradecimiento.

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A L F O N S O R E Y E S Y ESPAÑAEn su prólogo a sus C A P IT U L O S D E L I ­

T E R A T U R A E S P A Ñ O L A (E d . L a Casa de E s­paña en M é x ic o ), Alfonso Reyes excusa haberse referido en parajes de este reciente libro a otros suyos anteriores. P ero esta referencia —añade— pudiera m u y b ien alargarse a to d o s m is libros, en los q u e co n sta n te m e n te se a d v ie rte la a ten ­ción por las trad iciones hispánicas. Estas sencillas palabras, dichas al pasar, traducen una magnífica ley de unidad en la obra de Reyes. Su posición es ejemplar; y acaso valga la pena detenerse, en este rápido y circunstancial escrito, a apreciarla con nuestros lectores.

Para quien cree, y muy rectamente, que el nacionalismo, sacrilego en el orden de la cul­tura, es en el político indicio seguro de debili­dad orgánica, es natural que los países ame­ricanos de habla española incurriesen en esta paradoja: desprendidos de la cruel y ridicula España de Femando Vil, por infinitamente más fieles a la tradición española que aquel rey, sus ministros y buena parte de su pueblo, parecieron a veces, en su ansia de gozarse en la certeza de su independencia, necesitados de acurrucarse en alguna suerte de provincianismo de una nación de habla diferente. Asi fueron reemplazados en Lima los cubiertos de plata por los muy feos de hierro que en aquellas fechas usaban los bar­cos ingleses, y hubo ciertos calcos singulares o prematuros de instituciones políticas exóticas, y algunos argentinos creyeron en un momento dado que la famosa capital del Plata se había deses­pañolizado tan eficazmente que acabaría resul­tando parisina.

Tras esta paradoja, que floreció en el siglo pasado, vino a principios del presente una ma­yor sistematización y dureza programática del humor nacionalista; pero, dejando aparte las ca­racterísticas políticas por él asumidas —en que subsistía mucho del temperamento colonial, ay, heredado—, es lo cierto que también en el or­den cultural al hablarse de genio, de literatura, de arte, se puso notable énfasis en el epíteto expresivo de la nacionalidad política: nueva ser­vidumbre hacia una moda europea, acaso un tanto más anómala, en países que, en su sorpren­dente vitalidad nueva, iban todavía tanteándose en busca de sí mismos, con ese empleo de influen­cias consentidas y sucesivas adaptaciones, inevi­table en las mocedades bien administradas.

También, por otra parte, es necesario seña­lar que España, la España peninsular o sea el solar antiguo, se anemiaba en tanto por falta de grandes ámbitos, incomunicada, por propia tor­peza y angostura imaginativa, con el área mag­nífica en que se espaciaba la lengua a que diera el ser. Felizmente, entre los mayores servidores del único reino que importa y que a todos tras­ciende, cundió al cabo la inteligencia de que en

este mundo nuestro, compartimentado por nece­sarias autonomías políticas, pero obligado a su­periores coherencias, dos fuerzas entraban en lu­cha: el genio resplandeciente de las unidades de cultura (a una lengua una cultura), y la abe­rración tosca y primitiva del racismo, regreso, con cuanto acorazado y altavoz se quiera, al prin­cipio totémico de las tribus más remansadas. Cantó Unamuno que era patria suya cualquier lugar en que su lengua resonara, e intuyeron mu­chos hijos del Nuevo Continente que la América española había heredado con la sangre la gran tendencia de esas dos sumas civilizaciones medi­terráneas: la antigüedad griega y el renacimiento italiano, esto es, la disposición al más alto valor humano, no mediante la irradiación deferente de un centro determinado por la geometría polí­tica, sino por la libre emulación entre numerosos centros espontáneos, políticamente laxos o inde­pendientes. Es cosa nuestra muy íntima, en po­tencia o en acto, la unidad que nace de la diver­sidad: no es nuestro modo la aceptación del asimilismo y el uniformismo que empobrecen e invalidan nuestros peculiares resortes de labor civilizadora.

Alfonso Reyes es uno de los más eximios pro­tagonistas del adueñamiento verdadero de nues­tros destinos comunes. Dadivoso a lo gran señor, numerosos e inestimables beneficios ha conferido a una literatura que es triplemente suya: por férvido amor solidario, por admirable cooperación creadora y por sutil aquilatamiento crítico. Y no es ocioso añadir que, para ser más español o serlo mejor, tiene todavía Alfonso Reyes esta calidad: para él como para Garcilaso, León o Larra, la españolidad no es un reducto sino un otero. Su obra poética se nutre de los más regalados zumos del jardín de las Hespérides como de los dones de las pomaredas hiperbóreas de más filtrada luz. Y si toda crítica debe ser, bajo pena de ina­nidad, crítica comparada, abierta a los cuatro vientos, dicho se está que Reyes, ubicuo en el reino del espíritu, pondera y califica como muy pocos las letras españolas, y generosamente las vincula a sus hermanas, como sacudiéndolas, cuando le hubiese, el olorcillo a encierro, o con­quistando con aguadas artes el residuo, que en ellas se da a veces, de esquividad.

Y todo ello se articula magistralmente y de­liciosamente, porque, además, Alfonso Reyes es un perfecto hombre de mundo y del mundo, acos­tumbrado a todos los sabores v dueño de todas las cadencias, que todo lo estiliza y matiza, el dulce juego de Anacreonte, el post-festum del Eclesiastès, el sorprendente acervo erudito y el pósito de los viajes, el hermético secreto del poder y hasta la diáfana exoresión paladina en la mañana más insofisticada. Sólo a varón de tan raro y diverso caudal es dado penetrar indistin-

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lamente, como se advierte en estos C apítu los, en la más íntima identidad de Lope y de Que- vedo, del Arcipreste y de Gracián, del curioso aventurero Rosas de Oquendo y del normático, pulido y muy interior Alarcón. Por cierto que al inspeccionar curiosamente los textos del primero como en la cumplida defensa del autor de la V erdad sospechosa, combina Alfonso Reyes dis- cretísimamente su amor a México con el inteli­gente amor a España, a quien él, aristócrata de espíritu, tan maravillosamente define en sus acier­tos más unanimistas que jerárquicos.

. . .n in g u n a nación , sea en su h isto ria p o lí­tica , sea en su obra civ ilizadora , en sus le tras c o m o en sus arm as, d e ja sen tir al igual de E s­paña el a lien to d e l e sp ír itu popu lar, d e l g rito m u ltá n im e que sale de to d a s las bocas y parece un ificarse en el a ire , en rá fagas d e clara epopeya . E l S o ldado D esconocido es el m á s a lto héroe español. Las m a yo res sorpresas que nos da aque­lla h isto ria — la reconquista , la lucha c o n tra la francesada , e l d escu b rim ien to de A m érica— son obra de la in ic ia tiva p o pu lar, abriéndose paso m uchas veces c o n tra la inercia de sus d irec to ­res. N in g u n a lite ra tu ra h a y m ás in va d id a de F olk lore . D e n tro d e ella, la grande fig u ra del F é n ix d e los Ing en io s adqu iere proporciones fa ­bulosas, c o n fu n d ie n d o sus co n to rn o s con los d e ese in m en so fa n ta sm a q u e se lla m a Ju a n E spañol, y al que no p u d o bastarle u n m u n d o para derra­m a r y hacer correr la p lé to ra de su v ita lid a d generosa.

Estas bellas palabras, que no figuraban en el texto primitivo de la semblanza de Lope, ha­llan muy honda repercusión en el ánimo de estos españoles venidos al regazo hospitalario de Mé­xico, y que en modo alguno hubieran podido desear más delicado saludo.

José C A R N E R .

DOS L I B R O S D E M A R I A Z A M B R A N O

( P en sa m ien to y poesía en la v id a española. F i­lo so fia y P oesía .) Empezamos a leer estos dos libros, un poco apresurados, de María Zambrano, con la íntima satisfacción de ir tropezando, por vez primera después del acabóse de nuestra guerra, con letras que pretenden pulsar radicalmente la vida, como no hay otro remedio después de lo que nos ha pasado a nosotros, españoles que defen­dimos la fuerza de nuestra patria y la libertad de nuestro pensamiento, y, con nosotros, a todos los hombres que se desvelaron espiando angus­tiosamente nuestra suerte.

Y esto es lo que hay que destacar primera­mente en el esfuerzo de María Zambrano: su valor total, sin miedo al desgarramiento, su vo­luntad decidida de inaugurar, no sólo para sí, como en una conversión, sino para todos los que quieran comprender, una vida y un pensamiento nuevos, devolviendo a Europa lo que es de Eu­ropa y a Dios lo que es de Dios.

El hombre nuevo brota bajo la piel del viejo y se entabla entre los dos un forcejeo mortal sin que la victoria libre al reciente de cargar con el cadáver de su enemigo. Este es el cuento vulgar del tránsito doloroso y paulatino de las conversiones. Pero a nosotros se nos ha cerce­nado todo lo viejo y lo que se creería desemba­razo y privilegio se convierte en la ausencia brutalmente presente del miembro amputado. Y una de dos: o asistimos en nuestra propia carne al reclamado milagro de la pierna recrecida o ya tenemos de por vida un molde doloroso para nuestra nostalgia.

María ha hecho un descubrimiento liberador que aparece en la escritura de su libro con una punzante reiteración de dolor: el conocimiento no es desinteresado; el pensamiento no es des­interesado; la filosofía no es desinteresada. Por­que el conocimiento nace de la sorpresa y de la v io lencia : del deseo imperativo de orden y de seguridad en este mundo tan desordenado, in­quieto e inquietante. (Por algo coinciden la inven­ción de la filosofía moral y del concepto.) Este descubrimiento le ha hecho a María la historia, la historia de nuestro pueblo en nuestros días; la historia inmediata.

Nuestro pueblo, que ha estado durante siglos como al borde del orden sistemático europeo, que ha fracasado sangrientamente por la marginal presión de ese orden, patentiza, sin embargo, en su fracaso el de Europa y, al mismo tiempo, anuncia interrogante la posibilidad de un cono­cimiento futuro en el que pensamiento, poesía e historia encuentren acomodo vivo y fecundo.

Quiere huir María del racionalismo europeo, de la soberbia europea racionalista, que culmi­naría, según ella, en Hegel con su devenir histó­rico, y nos propone un estudio nuevo de la his­toria basado en la irracionalidad de cada vida nacional, determinando previamente las catego­rías fundamentales de cada pueblo por los ca­racteres que asumen sus expresiones o manifes­taciones más hondas: el pensamiento y la poesía. Y así se estremece en el estudio del pensar es­pañol asistemático: el realismo, el materialismo españoles, el estoicismo a la española, la poesía y la novela españolas. Con lo que, queriendo romper o creyendo haber roto con el pasado, con un pasado que nos ha sido amputado, nos en­contramos inmediatamente con él: con la gene­ración o degeneración del 98. Después de otra gran derrota recalamos en la querencia materna que nos retiene amorosamente adoloridos.

Gran prevención es menester con los dualis­mos verbales de nuestra vieja cultura y parejas de palabras como racionalismo e irracionalismo, etcétera, etcétera, no pasan de ser expedientes va­cíos aunque no inocuos. Tomemos, por ejemplo, los campeones indiscutidos del racionalismo euro­peo. ¿Dónde está, en fin de cuentas, el raciona­lismo de Descartes cuando pone por encima de todo la voluntad de Dios? ¿Y el de Espinosa que reconoce, además de la materia y el espíritu, in­

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finitos atributos? ¿De Malebranche, con su m a y o r gloria de D ios, corno razón suprema y de Leib- nitz con el m e jo r d e los m u n d o s posib les? ¿Qué importa el racionalismo histórico de Hegel si de él se sirve para engarzar ordenadamente dentro del transcurso histórico las revoluciones? Las re­voluciones: obra del pueblo, ese otro apeiron , según declaración de Guizot, racionalista también, pero a su manera, es decir, a la manera del b o u tiq u ie r de Paris.

No podemos despedirnos de un pasado dema­siado presente consignándolo con una etiqueta. Racionalista o no, el pensar histórico de Hegel es el que nos trae a mal traer, o nos lleva a buen venir, según el punto de mira, a todos los huma­nos en los momentos de ahora, el que nos ha traído también a los españoles, bien que sin el apercibimiento de muchos doctos republicanos. No se trata de hipótesis: es un hecho tan cuantioso como la existencia de millones de parados que el soplo de ese cíclope, si no empuja anima pode­rosamente los acontecimientos universales de más de medio siglo. No es posible liquidar mental­mente este tenómeno inaudito invistiéndole con un sambenito.

¿Y qué solución es esa de la v id a como clave de la historia y de las historias? Desde Fichte hasta Spengler aparece en toda actitud milenaris- ta. ¿Qué es eso de la vida? ¿Acaso la razón v ita l? Cuando oigas hablar de la razón vitalsopla, a ver si se animan los rescoldos. ¿Trata­remos de- buscar la explicación de nuestro fra­caso en nuestra singularidad, en nuestro casti­cismo, y nos consolaremos de ese fracaso con las promesas ultraístas de esa singularidad? ¿Y si buscáramos la razón de nuestro fracaso en el Comité de No-Intervención, por ejemplo? ¡Insig­ne superficialidad! Pues la razón está en lasuperficie. Y el fracaso, por lo tanto, también. Como que constituye, este fracaso, una de las manifestaciones más espléndidas que nunca un pueblo hizo de sí mismo. Y con esta experiencia vivida nos sobran ahora los deliquios ensimisma­dos. No es hora de recogerse porque, como dice el cantar, "el arte de recogerse es sencillamente un modo de hacer que no se ve nada viéndosetodo . Y este todo que se ve es la huida de larealidad. No es María la que huye porque ella oye "la voz que nos llama más allá del mero soportar este derrumbamiento para participar en la creación de lo que siga" y ha sido asaltada

ya en el prólogo— por el temor de que ‘‘se vaya a convertir España para los españoles en tema de hispanismo”. Pero podrían huir los lec­tores embelesados.

E. I.

E L ESPAÑOL DEL EXODO Y DEL LLANTO DE LEON F ELIPE

El “Español del éxodo y del llanto”, que aca­ba de darnos León Felipe, ha sembrado el aire de apretada angustia. Para volver a clavarse en la frente con dolorosas presencias, se desata desde el fondo del pecho lo que guardábamos hondo. Ante este libro no puede quedarse quieto ningún español. La voz herida que lleva dentro, es para todos, alcanza todas y cada una de nuestras lla­gas. Nadie se salva. Ni quiera nadie salvarse. Quien pueda, que se levante luego, pero antes es necesario quemarse aquí.

¡Cuánto y qué hondo remueve este poema de León Felipe! ¡Y cuántas pequeñas cosas que son montes para algunos, cuántas tontas vanidades y vanidosas tonterías derriba! León Felipe va a la llaga de todos desde la propia llaga que, como buen español, es la que más le hace gritar y la que más le escuece. Pocos poemas tan sinceros, tan llenos de verdadero llanto como este que nos nubla la mirada con su angustia tremenda, doble­mente tremenda por española. Si hay algo recio en León Felipe es primeramente su españolidad. León Felipe está dentro de la muerte oe su Es­paña. Y desde ella cree en el hombre y en su salvación como hombre aunque no pueda salvarse como español. Pero esta esperanza y este llanto de León Felipe están llenos de una voz tan con­movida y vigorosamente española, que en él mis­mo, pese a sus palabras, empieza a salvarse como español el hombre.

Ante esta desesperación de León Felipe, que se vierte caudalosamente en su poema, no caben más que dos posiciones: o se entrega uno al llanto, encerrándose en él, quedándose en él, o por el mismo llanto se marcha uno de nuev_Q ha­cia la fe y la esperanza. Muy pocos han sabido ver esta ultima en el poema de León Felipe, y, sin embargo, bien clara y hermosamente nos la lanza él en sus palabras:

‘‘Toda la luz de la tierrala verá un día el hombrepor la ventana de una lágrim a...”

Y la viva luz de España también, añadire­mos. Si hay alguna luz alta en este mundo de traición, es la luz de España, por encima de todo y a pesar de todo. Buscándola siempre, vamos a llorar con León Felipe, recogidos sobre el cons­tante aguijón de la conciencia:

“Yo no fui más que una mueca, una máscarahecha de retórica y de miedo.Aquí está mi frente. ¡Miradla!

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Porque yo fui el que dijo:"Preparad los cuchillos,aguzad las navajas,calentad al rojo vivo los hierros,id a las fraguas,que os pongan en la frente

el sello de la justicia ...” Y aquí está mi frente sin una gota de sangre. ¡Miradla!”

Este inmenso llanto, que limpia y corre toda nuestra angustia, nos salvará, nos colocará otra vez frente a España. Porque frente a las pala­bras del poeta, no creemos en su muerte. No lloramos lo inevitable. Las sienes de España no están ya quietas para siempre. En sus heridas nos muestra lo firme de su sangre, el decidido sino de muerte y nacimiento que le ronda las venas más hondas. Este llanto español nos limpia como hombres, pero, sobre todo, nos limpia co­mo españoles, y a! limoiarnos como españoles nos levanta de nuevo. Todas sus lágrimas caen sobre las llagas sucias que nos han quedado, que nos mueven aún bajamente a unos contra otros. Los que no sepan resistir este llanto se morirán como españoles y también morirán los que in­tenten huirlo, salvarse de él. porque la conciencia se Ies llapará sin fin en su obscuro y turbio egoísmo. Por lo pronto, estamos todos solos, ca­da uno consigo mismo, sin más cielo que esta agonía constante que nos auema el alma. Nadie es buen castellano en Castilla hasta que ha sa­bido quemarse en ella.

León Felipe nos llena de llamadas a la espera, al aguardar:

"planta un árbol, riégalo con tus lágrimas y aguarda".

Esta espera la vuelve él luego hacia empresas diferentes de la de España. Nosotros la volvemos hacia ella, como luz primera y última de nuestra vida. Aguardemos llorando sobre nuestro propio árbol, el árbol de la fe renovada que plantaremos a la puerta del exilio. Con la conciencia abierta y sangrando esperemos. España, no ha muerto, porque lo que le ha hecho vivir siempre no puede morir. Sigue en pie, delante de nosotros, espe­rando también. Esperando nuestra palabra y nuestro brazo. La Justicia, que España no ha poseído ni gozado nunca, es algo inseparable y esencial de España. Es su misma sangre la que le hace vivir y morir, unas veces fecunda y otras deshecha bajo el cielo. Siempre ha sido la eterna promesa que se ofrecía y se ganaba en lucha. La

promesa que le hace vivir para luchar. Por algo es firme su sangre y por algo hay en su angustia y en su alegría, en su renacido poder o en su agonía renovada, una eterna primavera. La Jus­ticia empuja en nuestro destino una clara misión. Y esa clara misión, que hace claro también af destino, nos lleva, vivos por encima de muchas muertes cotidianas, con España en las venas, hacia una vida suya que buscamos y buscaremos con lo más alto de la nuestra. Podremos morir todos, podrá España no ser más que el polvo y el desierto sobre la turbia charca en que ha termi­nado por no estar nadie a la altura de su des­tino, pero si hay algo que aliente con verdadera fuerza en nuestra alma y nos mantenga aún en pie sobre el camino, es este afán de ser dignos de la nueva lucha o de la paz guerrera que algún día espera. No es posible creer en la muerte de España. Basta con seguir creyendo y con seguir buscando la Justicia. Y más hoy. Precisamente hoy que la Justicia vale menos, según las pala­bras del poeta, mucho menos que el orín de los perros,

"ahora que la Justicia tiene menos infinitamente menos categoría que el estiércol;”

¡Qué venero más hondo de fe, esta Justicia y esta memoria de un pueblo levantado y firme buscándola por tierra, mar y cielo de España, con los oios abiertos y la más honda razón abierta y florecida en su pecho! Aquí no valen para nada literaturas, ni esas lindas y elaboradas nostalgias de “España, la tierra de mi España", que pretenden cubrir la nostalgia de la arena del prooio circo. Hace falta haberse perdido en la lucha y haber lanzado el alma con la honda de un verdadero entusiasmo sobre aquel mismo sitio, nada más que allí. Por eso. sólo con esta memoria viva, no literaria ni pensada, clavada en la sangre más herida, se superan todas las charcas y todos los resentimientos. Y no hay muerte bastante en el mundo para enterrar una voluntad tan sencilla y tan noble.

Con esta luz hondísima en el pecho, seguimos viviendo, y sabremos morir —entonces sí— se­guros de nosotros, fieles a este duro destino que se nos ha impuesto. No hay más razón de ser y volveremos. La luz de España, vivísima en su agonia, nos llama a todos. Y León Felipe estará con nosotros, con su limpia palabra, de siempre y su sangre, que ahora se abre en el llanto.

F. G. DE LOS RIOS.

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D O N L I N D O

En el Teatro Fàbregas de México, D. F., tuvo lugar el 9 de enero la presentación del grupo de danzas mexicano que prepara Ana Sokolow con el ballet “Don Lindo de Almería" de Bergantín y Halffter. Fue, en final de fiesta, un éxito de público, que agradeció calurosamente todos los concursos reunidos en la feliz realización como otras tantas dádivas gratuitas.

En esta breve nota tratamos únicamente de subrayar el carácter de acontecimiento artístico que la realización del ballet “Don Lindo” re­viste. No acontecimiento triunfal, ruidoso, como la traca final en las fiestas de pueblo, sino un “suceso” que se desliza silencioso y ágil sobre las puntas de los pies para trazar graciosa y claramente un camino. Cuando México cuente con una escuela de baile original, que nada tenga que envidiar a otras escuelas nacionales ya fa­mosas, se hablará de este ballet “Don Lindo de Almería” y de sus cuatro reforzados realizadores, la bailarina norteamericana Ana Sokolow, el pin­tor mexicano Antonio Ruiz, el músico español Rodolfo Flalffter y el escritor, español también, José Bergamín, como de los héroes fundadores de leyenda.

No es menester presentar el ballet de Halffter que el día de su estreno concertado en París, en septiembre de 1937, hizo descubrir al crítico mu­sical de “Le Temps” a u n m u sic ien d e race

EXPOS I CI ON R O

Bajo el patronato de la Casa de España, y con la cooperación del Instituto Nacional de Antropología e Historia, se ha celebrado en el Palacio de Bellas Artes de México la exposición de los estudios de reconstrucción arqueológica realizados en Teotihuacán por nuestro compa­ñero Mariano Rodríguez Orgaz.

Conocíamos su maestría en esta clase de em­peños por haber tenido ocasión de admirar en Madrid otra exposición de estudios similares de­dicados a la pirámide mexicana de Xochicalco. Hoy como ayer Rodríguez Orgaz —uno de los salvadores en el ínterim de nuestro patrimonio artístico nacional— se nos muestra perito de verdad en la materia.

Las plantas, los alzados y diferentes perspec­tivas de sus reconstrucciones y del estado actual de los monumentos, tanto las ejecutadas al óleo

DE A L M E R I A

d o n t il sera a tta c h a n t d e su ivre le d é ve lo p p m cn t progressif. Tampoco hay que descubrir a Ana Sokolow ni a Antonio Ruiz, pero conviene dete­nerse un punto en la calidad especial de su apor­tación en esta ocasión simpática. Habíamos pre­senciado los ejercicios escolares del cuerpo de baile de muchachas mexicanas que prepara la Sokolow y, complacidos en conjunto, salíamos un poco preocupados por las dificultades de asi­milación que el tipo de danza expresionista, tan genialmente cultivado por ella, ofrecería a las aptitudes raciales mexicanas. En la realización de la santera se logra un milagro de concilia­ción de contrarios de efecto definitivo. Y en el resto de la interpretación coreográfica que de la mojiganga andaluza ha impuesto a sus discípulos la Sokolow, tenemos que admirar sencillamente todo su talento adivinatorio y todas las posibi­lidades de gracia ritmada de las figurantes me­xicanas. De aquí nuestra esperanza en un futuro sazonado y rico.

Antonio Ruiz había preparado los cartones pa­ra el decorado y los trajes con una penetración, entusiasmo y finura que hacían presagiar toda la gloria traslúcida del espectáculo. Recreo de los ojos sin excitación, puro recreo, gloria pura, Arte exigente y suave, gracioso, que rebosa y no desborda por la gracia transparente del menisco.

D R I G U E Z O R G A Z

como a la acuarela y al gouache, son dignas por su exquisito gusto, exacta comprensión y esme­rada fidelidad con que sé han realizado, de la primorosísima joya arquitectónica que constituye el motivo central de su trabajo, el templo de Quetzalcóatl. Estamos seguros de coincidir en nuestra opinión con las más autorizadas esferas mexicanas.

La doble calidad de arquitecto y pintor, que asiste a Rodríguez Orgaz, su dominio absoluto del dibujo, y la ejemplar laboriosidad de que acaba de darnos prueba, permiten augurarle, pa­ra satisfacción de todos, una larga serie de éxitos en este campo tan fecundo como asombroso de la arqueología precortesiána.

L. A.

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ACTIVIDADES DE LA JUNTA DE CULTURA ESPAÑOLALa Junta de Cultura Española se constituyó

en París el 13 de marzo de 1939, casi en la vís­pera de la caída de Madrid, cuando ya los campos de concentración del mediodía de Fran­cia estaban llenos de refugiados españoles. Sur­gió por iniciativa de la Delegación de la Junta de Relaciones culturales que venía funcionando en París, con el decidido propósito de salvar del desastre la propia fisonomia espiritual de nuestra cultura y de mantener entre los intelec­tuales españoles emigrados la unión, el sentido de responsabilidad y la continuidad de su obra, que el destierro ponía en grave riesgo de alterar o suspender. Dentro de una visión de conjunto que repetidas veces expuso a quien debia ha­cerlo, fué, desde un principio, preocupación fun­damental de la Junta atender a la propia exis­tencia individual de los intelectuales, creadores y mantenedores de nuestra cultura, ayudándoles a que encontraran los medios de sobrevivir de­corosa y fructuosamente a la tragedia española. Esto exigía libertar de los campos de concentra­ción a todos los que se pudiera, proporcionar ayuda económica a los que no estaban en ellos y buscar, para todos, países amigos en los que ■pudieran establecerse y reanudar sus trabajos.

La Junta arbitró los primeros recursos que se repartieron en París a la primera ola de refu­giados. Mas como el número de éstos era cada vez más crecido, y atender a todos sobrepasaba sus posibilidades, promovió la creación de varios comités de ayuda, consagrados exclusivamente a esta obra, de los cuales es preciso destacar con gratitud la generosa actuación del C o m ité d ’A c- cueil a u x in te llec tu e les espagnols de París y el C o m ité d 'A id e a u x in te llec tu e les de Toulouse.

Mientras tanto, la Junta trataba de determi­nar las facilidades que para sus trabajos encon­trarían los intelectuales españoles en los distintos países de América y emprendía una serie de ges­tiones en México, Chile, Colombia, Venezuela, Estados Unidos, Santo Domingo, Cuba y Argen­tina, consiguiendo bien directamente, bien por iniciativa particular, que en todos estos países se establecieran núcleos de intelectuales espa­ñoles.

Es justo consignar la generosa actitud de Mé­xico, cuyas autoridades, en el propio país y en Francia, dispensaron la más generosa acogida a las demandas de ja Junta, que encontró en la Legación de México en París una valiosísima ayuda para realizar su obra. También le ayudó la Legación de Chile y, en otro plano, individual y no colectivo, las de Venezuela, Cuba y Santo Domingo.

Independientemente de estas gestiones de tipo oficial, la junta realizaba otras encaminadas a recabar para nuestros intelectuales la ayuda popu­lar, que había prestado tantos servicios a la causa española durante la guerra. Fruto, en gran parte, de esta labor fué que se establecieron Comités de ayuda a los intelectuales españoles en Suecia, Cuba, Estados Unidos, Canadá y Argentina, y que diversas instituciones, como la American Uni- versity Union, el Comité Nacional Magisterial de Montevideo, la Hispano-Cubana de Cultura y otras promovieran o recogiesen las diversas pro­puestas que había elaborado la Junta para dar colocación a los intelectuales españoles en sus países respectivos.

Para facilitarles el viaje, la Junta se había puesto, desde un principio, en relación con el Servicio de evacuación de republicanos españo­les (S. E. R. E.) y, aunque no siempre prevaleció su criterio, consiguió que particularmente, o en viajes colectivos, se trasladaran a América buen número de compañeros nuestros.

Con los que quedaban en Francia, la Junta mantenía una copiosísima correspondencia, reco­gía sus nombres y características profesionales en un fichero, que llegó a tener cinco mil fichas, Ies daba cuenta de sus trabajos en un pequeño boletín que publicaba periódicamente, les pro­porcionaba los datos e informaciones que cons­tantemente le solicitaban y, a la vez, apremiaba a los que ya estaban colocados en América a que ayudaran a los que aún seguían en los cam­pos de concentración.

Superada esta primera etapa, puramente pre­liminar, en la . que ante todo hubo que preocu­parse de la suerte de todos y cada uno de los elementos personales de nuestra cultura, la Jun­ta creyó llegado el momento de ocuparse de lleno de la cultura misma, que es su propia y especí­fica misión. Abrió este segundo periodo con su acuerdo de trasladar su sede central a México y empezar a realizar allí y en todo el continente americano la obra de que es prueba y, a la vez, reseña esta Revista.

La Delegación en París de la Junta de Cul­tura Española ha tomado a su cargo la ayuda material a los intelectuales que se encuentran en Francia. Ella es la que, obtenidos los fondos del Servicio de Evacuación de los Republicanos Es­pañoles, sostiene los refugios que aún axisten en aquella república y pasa un subsidio a los que lo necesitan. Entre ellos figuran persona­lidades muy destacadas en artes, ciencias y le­tras.

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CASA DE LA CULTURA ESPAÑOLADentro de breves días la Junta de Cultura Es­

pañola inaugurará solemnemente su Casa de la Cultura, local amplio que aspira a servir de centro de reunión habitual a los intelectuales españoles residentes en México y a todos sus amigos. En él se propone emprender durante el curso del año 40 una serie de actividades que abarquen diversos aspectos de la vida literaria, científica y artística.

Celebrará en los salones especialmente arregla­dos con este objeto, exposiciones temporales de pintura, escultura, grabado, etc., en las que inter­vendrán indistintamente artistas españoles y me­xicanos. Además, si sus proyectos en esta materia se realizan conforme a sus deseos, no tardará en disponer de un fondo permanente de obras artís­ticas que constituirán el Museo del Pueblo Espa­ñol en el destierro, para el que cuenta ya con algunas obras importantes.

Prestará especial atención a la organización de conciertos musicales a base de una orquesta de cámara escogida y dirigida por el maestro com­positor Rodolfo íJalffter, y en fechas que se irán anunciando oportunamente se ejecutarán diver­sas obras selectas y habrá charlas musicales a cargo de los señores Revueltas, Halffter, Mayer Serra, Bacarisse, etc.

El patio de la casa, con las modificaciones que en él están introduciendo, servirá de marco a representaciones de teatro dásico y moderno que

DINAM ARCA, 80

Número suelto Suscripción anual:

MéxicoPaíses de América Otros países

Edición en papel de lujo (100 ejs.):México, anualmente ............Países de A m érica...............Otros países .... ....................

dirigirá Eduardo ligarte quien, en unión de nues­tro glorioso Federico García Lorca, creó las inolvidables representaciones de La Barraca en España. También se pondrán en escena diversos ballets populares mexicanos y españoles y posi­blemente se proyectarán algunos films intere­santes.

Se propone la Junta celebrar, con arreglo a un programa próximo a publicarse, una serie de con­ferencias en las que se abordarán temas de alta cultura y otros de las realizaciones culturales españolas, para las que se cuenta con la partici­pación de destacadas personalidades del mundo intelectual mexicano, español y del extranjero.

Solicitud especial se dedicará a celebraciones menos solemnes pero que constituirán de seguro el centro animado de la convivencia espiritual que la Junta persigue con su Casa de la Cultura. Se harán lecturas comentadas por sus autores de capítulos de obras en preparación, se discutirán amigablemente temas de actualidad y los artistas, escritores y profesionales de las diversas especia­lidades, se reunirán en sus grupos para cambiar impresiones, etc.

Se proyecta finalmente la organización de se­minarios de diversas disciplinas en los que, con la menor apariencia académica, los aficionados a las letras y a las ciencias puedan seguir en un ambiente de compañerismo los trabajos e inves­tigaciones de su preferencia.

ESPA Ñ A PEREGRINAPUBLICACION MENSUAL DE LA JUNTA DE CULTURA ESPAÑOLA

MEXICO, D. F. T E L . l-5358 y 18-69-96.

Un peso.

Diez pesos.Dos dólares.Dos y medio dólares.

Veinte pesos.Cuatro dólares.Cinco dólares.

Para la mejor defensa de nuestra causa, para que ESPAÑA PEREGRINA, hoy tan modesta, alcance el desarrollo que merece y conviene, necesitamos su subscripción, así como la de sus allegados y amigos. Bien reclama un esfuerzo la memoria de los que tanto dieron.

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B I B L I O T E C APreocupación primordial de la Junta de Cul­

tura Española ha sido la formación de una bi­blioteca que esté a la disposición de los nume­rosos compañeros domiciliados en México. A este fin ha hecho un llamamiento que aquí rei­tera a cuantas personas o instituciones mexicanas y de otros países pueden facilitar libros tanto científicos como literarios y artísticos, indispen­sables para quienes los perdieron todos.

En el nuevo local dispuesto a inaugurarse existe una gran sala destinada a biblioteca, en la que se contienen ya un buen número de volú­menes de interés. Se hallan completas las colec­ciones de clásicos españoles de Rivadeneyra y de La Lectura, así como la de los griegos de Didot. La importante editorial Les C ahiers d ’A r t , de París, ha hecho donación a la Junta de las magníficas publicaciones de su casa, incluso una colección de su revista. Libros tan importantes como L ’H is to ire de l 'A r t C o n tem p o ra in se co­dean con los admirables L ’A r t en M eso p o tà m ic y L 'A r t en G rice .

Joya de la naciente biblioteca es un ejemplar de la extraordinaria edición de Skira (Lausanne, 1931) de Les M e ta m o rp b o se s d 'O v id e , valiosísima obra de sumo lujo y rareza, ilustrada con treinta aguafuertes de Picasso y dedicada por éste a la Junta.

Se cuenta también con la E ncicloped ia B ritá ­nica y unos cientos de libros españoles de interés y se espera la llegada inminente de algunas re­mesas anunciadas, entre las que sobresale una de 500 volúmenes expedida por la S p a n isb R e lie f C am paing , de Nueva York.

Con objeto de prestarse mutua ayuda los miembros de la Junta han tomado el acuerdo de entregar en calidad de depósito a la biblio­teca común aquellos pocos libros de su propie­dad particular que no les sean de necesidad cons­tante y de aportar los títulos de todos los otros, de manera que en el fichero que ¡ así se forme obren los libros de cada especialidad con que se puede contar en México y las personas a quien hay que dirigirse para consultarlos. Interesante ensayo de organización cultural.-del que la Junta espera obtener no pocos beneficios para sus miembros.

Atribuimos tan gran importancia a'esta cues­tión de la biblioteca que aun a riesgo de parecer impertinentes nos permitimos rogar a todos nues­tros amigos y valedores de los distintos países de América que no vacilen en remitimos cuan­tas publicaciones puedan, a su juicio, sernos de alguna utilidad. Como es notorio, la República

Española había puesto una gran parte de su esperanza en el desarrollo de los valores cul­turales. Durante la guerra se han hecho esfuer­zos inauditos para su defensa y difusión. A costa de verdaderos sacrificios las bibliotecas se salva­ron (milagro, claman ahora los que fueron y si­guen siendo ciegos). En cambio, los intelectuales republicanos han perdido por completo las su­yas. Ahora que necesitan el instrumento cultural con que seguir laborando intensamente y con el fervor que en ellos ha aereado la experiencia de la guerra se atreven, por tanto, a acudir a los que pueden, como ellos lo hicieron, seguir defendiendo la causa de la cultura. Se trata de formar una buena biblioteca con libros de medi­cina, arquitectura, ingeniería, filosofía, derecho, antropología, ciencias físico-químicas, naturales, económicas sociológicas, arte y arqueología, lite­ratura, etc. Sólo los donativos particulares, bien en libros bien en moneda para adquirirlos, po­drán ayudarnos eficazmente a crear el instru­mento bibliográfico que para resolver sus pro­blemas materiales y espirituales el millar de inte­lectuales españoles, refugiados en México, ne­cesita.'

El 12 de octubre de 1937, en plena lucha, la República Española creó solemnemente una Bi­blioteca de América con el propósito de reunir en ella todos los más libros posibles sobre el pasado y sobre el presente americano. La am­bición a que respondía tal medida no ha podido realizarse. Mas sí es posible, en cambio, formar en el destierro un fondo bibliográfico que co­rresponda en cierta manera a las aspiraciones de entonces, y que, en espera de más perfecto des­tino, pueda ponerse a la disposición de todos los estudiosos.

Hacemos un llamamiento especial en este sen­tido a los españoles establecidos en América. Han pasado en España terribles cosas. Las fuer­zas destructoras se han desencadenado con furia raramente vista. Frente al despliegue formidable, frente a la organización militarista de la nación y a la movilización bélica de los espíritus, sólo la cultura, la verdadera cultura, desinteresada y profunda, podrá salvarnos. Necesitamos la ayu­da de todos para llevar a buen término esta empresa de gran aliento en busca de la verdad. Organícense los violentos, en formaciones milita­res. Ayúdesenos a oponer a ese desastroso, juego la defensa natural del espíritu. ¿Podrá ningún verdadero español permanecer insensible a esta llamada? A-, . . v.v . - : .

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MEMORI AS DEH ISPA N ISM O M IL IT A N T E ^

CAD IZ, d ic ie m b re 3. (A P ). — L a A cad em ia h isp a n o a m e ric a n a d e C ien c ia s y A r te s de C á­d iz ap ro b ó la r e o rg a n iz a c ió n de u n a se cc ió n de la A cad em ia en M éxico, q u e se e s p e ra d a r á im ­p u lso a l m o v im ie n to h is p a n is ta e n d ich o pafs.

Con ta l de c iv i l iz a r a l n u ev o c o n tin e n te h a s ta en C ádiz se h a l la n d isp u e s to s a m e te r s e en c a ­m isa de once v a r a s . . .

M as ¿q u é p o d rá e n te n d e rse p o r “m o v im ie n ­to h is p a n is ta ” ?

A v erig ü em o s.E n M éxico se p u b lic a u n D IA R IO ESPA Ñ O L

que, a u n q u e no v e la luz sin o t r e s v e c e s p o r se m a n a , c u e n ta y a c in co a ñ o s de e x is te n c ia . So­b re si es m á s o m enos e sp a ñ o l q u e d ia r io , c a d a cu a l p u ed e fo rm a r s e fá c ilm e n te u n ju ic io h o ­je a n d o a l a z a r u n o c u a lq u ie ra de s u s n ú m ero s . V éase cóm o m u e s tr a el c o n te n id o d e l de 28 dé d icem b re a d o rn a d o con los s ig u ie n te s a r t í c u ­los, em pezan d o p o r lo s dos de fo n d o :

I n g la te r r a se ñ o re ó los m a re s (c o sa q u e p a - só a la h is to r ia ) .

B a jo el y u g o in g lé s (m é to d o s in h u m a n o s de la co lo n izac ió n b r i tá n ic a ) .

C a r ta de B e r l ín ( to d o v a a p e d ir de b o ca ).L as m u je re s en lia. v id a de H i t le r (e n v a r ia s

e s té r i le s c o lu m n a s ) .F u é d e sc u b ie rto u n n u ev o e n g a ñ o de C h u r ­

ch ill.L a L ig a de la s n a c io n e s de G in e b ra h a sido

un in s tru m e n to de lo s h o s tig a d o re s f r a n c o - in g le ­se s a la g u e r ra .

L os sa m o a n o s so n to d a v ía p a r t id a r io s dé A lem an ia .

L a e f ic a c ia d e la g u e r r a m a r í t im a a le m a n a .In fo rm a c ió n de g u e r r a ( s u m in is t r a d a p o r

la L eg ac ió n A le m a n a ) . T re in ta te le g ra m a s t o ­dos s e c ta r io s de A lem an ia , em p ezan d o p o r u n o e n que se d e c la r a o f ic ia lm e n te q u e e l I n te l - l ig en ce S e rv ice b r i tá n ic o o rg a n iz ó e s to s p o s t r e ­ros añ o s n u m e ro so s a c to s de s a b o ta je a b o rdo de b a rc o s a le m a n e s , i ta l ia n o s y ja p o n e s e s y ú l­tim a m e n te en e l p ro p io t r a s a t l á n t i c o in g lé s A th en ia , e tc ., e tc .

Lo e sp a ñ o l se r e d u c e a u n v a g o d e sa tin o l í ­rico so b re N av id ad , a u n lla m a d o C o rreo Se­m a n a l de E sp a ñ a , con m e d ia d o c e n a de v a c ie ­dad es de p ro v in c ia de ú ltim o o rd e n y a p e n a s a c u a tro re fe re n c ia s so b re la c o lo n ia en M éxi­co-.. . la c u a l p re f ie re p u b lic a r s u s in fo rm a c io ­n es en E l U n iv e rsa l u o tro de lo s d ia r io s que p adecen l a e x t r a v a g a n c ia de v e r l a lu z to d o s lo s d ías .

Y e s to es to d o .S uponem os q u e en la s d e m á s c a p i ta le s h i s ­

p a n o a m e r ic a n a s p u lu la n id é n tic o s p o r ta v o c e s del g en io h isp á n ic o .

S u b lim e k u l tu r a e sp a ñ o la m a d e in G erm an y ,s in té t ic a com o l a s e d a a r t i f ic ia l o e l cau ch o , s in é tic a y s in e s c rú p u lo s com o ta n a fo n d o lo sa b e la c a rn e v iv a e sp a ñ o la .

¿T en em o s d e re c h o a s o rp re n d e rn o s cu a n d o desde A le m a n ia se h a n c a n sa d o d e re p e tirn o s oue la v ic to r ia de F ra n c o e r a u n a v ic to r ia g e r ­mania, c u y a c o n se c u e n c ia en A m é ric a s e r ía e l tr iu n fo del n az ism o so b re l a d e m o c ra c ia ? P u e s ­to que en E s p a ñ a s irv ió F ra n c o p a r a esos f in e s ¿por q u é no h a b r ía de s e rv ir lo s en A m érica?

R e cu é rd e se e l d isc u rso q u e e l G e n e ra l von R aupel, p re s id e n te d e l I n s t i tu to Ib e ro -A m e r ic a ­n o de B e r lín y ex e m b a ja d o r de A le m a n ia ce rc a

UL T RA T UMB Ade F ra n c o p ro n u n c ió e l 9 de m a rz o d e 1939 y en e l que se d e c ía e n t r e o tr a s c o sa s , s e g ú n la A g e n c ia H a vas :

“A le m a n ia deb e e n v ia r a A m é r ic a l a t in a p ro fe s o re s y sa b io s p a r a c o m b a tir con e fic a c ia la p ro p a g a n d a de los E s ta d o s U n idos. L o s p a í­ses de A m é ric a del S u r y d e l C e n tro se h a lla n m u ch o m ás c e rc a de E s p a ñ a q u e de lo s E s t a ­d o s U nidos. L a v ic to r ia de F ra n c o e s t r e c h a rá lo s lazo s e n tr e E u ro p a y A m é ric a l a t i n a y a y u ­d a r á a e s ta a c o m b a tir p o r la l ib e r ta d c o n tra lo s E s ta d o s U n id o s”.

A c o m b a tir , r e p e tid a m e n te . H e a q u í, s in d u ­da, el ‘m o v im ien to h is p a n is ta ’', e l g lo r io so mo-* v im ie n to h is p a n is ta d e e f ic a c ia co m p ro b a d a , con s u s F a la n g e s e x te r io re s , d isp u e s to a s a lv a r a l m u n d o e n te ro a fu e rz a de a g re s io n e s y o p o r­tu n a s g u e r r a s c iv ile s , t a l com o p ie n s a im p u ls a r su d e s a r ro l lo la A c a d e m ia h isp a n o a m e r ic a n a de C ádiz. N ov ísim o co n c e p to e u ro p e o d e la cul* tu r a .

P o r a lg o fu é a le m á n y ducho en la m a te r ia el a u to r de l a fa m o sa f ra s e : cu a n d o o ig o la p a la ­b r a c u l tu r a sa c o la p is to la .

H ISPA N O A M ER IC A N O S Y MOROS

E L ESC O RIA L, e n e ro 4. (A P ). — E l se c re i ta r io g e n e ra l de la F a la n g e in a u g u ró e l C on­g re so N ac io n a l E x tr a o rd in a r io d e E s tu d ia n te s F a la n g is ta s en la S a la de la C o ro n a d e l P a la c io donde fu e ro n e n te r ra d o s e l 30 de n o v ie m b re lo s r e s to s de lo s fu n d a d o re s d e l a F a la n g e . ’

E l se ñ o r M uñoz G ra n d e ab o g ó o f ic ia lm e n t^ p o r la id e a de c o n s t ru i r v a r io s e d if ic io s p a r a a lo ja r a lo s e s tu d ia n te s h isp a n o a m e ric a n o s y de p o n e r a la d isp o s ic ió n de lo s e s tu d ia n te s á r a b e s y m o ro s lo s m e jo re s e d if ic io s m o risc o s de S ev illa , p a r a a u m e n ta r la o b ra c u l tu r a l de E s p a ñ a e n t r e lo s m a rro q u íe s .

Se a v is a q u e lo s e s tu d ia n te s u n iv e r s i ta r io s r e c ib irá n in s tru c c ió n p r e m i l i ta r a f in d e a u ra e n r t a r la p o te n c ia m i l i ta r d e E sp a ñ a . Se a b o g a p o r c r£ a r u n a m ilic ia u n iv e r s i ta r ia .

LOS 30 D IN ER O S

M A D RID , n o v ie m b re 15. (A P ).— L a G a c e taO fic ia l h a p u b lic a d o el d e c re to d e l g e n e ra l F ra n c o re s ta u ra n d o a l c le ro el p a g o d e la s u b ­v e n c ió n d e l T e so ro N ac io n a l, q u e r ig e d esd e eï ló d e l m es en cu rso .

A dem ás, de lo s 62.000,000 de p e s e ta s f i ja d o s p o r el C oncordiato d e 1851 com o la su b v e n c ió n a n u a l d e l E s ta d o a l c le ro e sp a ñ o l, e l d e c re to p u b lic a d o h o y d isp o n e fo n d o s a d ic io n a le s p a r a r e p a r a r e l d añ o h ech o a la I g le s ia d u r a n te la g u e r r a c iv il.

E l g e n e ra l F ra n c o d ijo n u e e l o b je to del de¿ c re to de h o y e ra r e p a r a r “ el d a ñ o h ech o a lá Ig le s ia p o r Jos G o b ie rn o s l ib e r a le s ” y re c o n o c e r “lo s s a c r if ic io s d e l c le ro q u e c o la b o ró ta n e f i­c a z m e n te en la c ru z a d a n a c io n a l is ta ” .

FR A N C O T O TA L IT A R ISM O

A in s ta n c ia s de l a F a la n g e E s p a ñ o la e l gof b ie rn o de F ra n c o h a p ed id o a l V a tic a n o e l d e1- rech o de c o n t r o la r la se lecc ió n de p ro feso re b en los s e m in a r io s , a f in de q u e la ju v e n tu d e&i- p a ñ o la se a e d u c a d a de a c u e rd o con la s doctrij- n a s p o lí t ic a s n a c io n a lis ta s .

(T e le g ra m a a l T h e N ew Y o rk T im es fe c h a ­do en M adrid a 3Q de d ic iem b re de 1939),

Page 46: España Peregrina Año i num 1 febrero de 1940

LA V IR G E N D E L P IL A R

M A D R ID , d ic ie m b re 30. (A P ).— E n co n m e­m o rac ió n d e l X IX c e n te n a r io de la a p a r ic ió n de la V irg en , en fo rm a h u m a n a , a n te S a n tia g o a la s o r i lla s de l E b ro , el G ob ie rn o h a dado a l tem p lo efe N u e s tra S e ñ o ra d e l P ila r , de Z a ra g o ­za, e l t í tu lo de “te m p lo n a c io n a l y s a n tu a r io de la r a z a ”;

ESPAÑADIA A DIA

CUADERNOS MENSUALES DE

IN F O R M A C IO N ESPAÑOLA

BALDERAS 37 MEXICO, D. F.

A M I G AR ev ista del M undo Fem enino

Im p resc in d ib le e n todos los ho g ares .P o rq u e A m ig a in s e r ta en sus p á g in a s todo c u a n to

a la m u je r le puede s e r ú t i l y g ra to .Y, adem ás, tie n e u n a so lución s e n s a ta p a r a cada

p ro b lem a fem en ino .

A M I G AS trá siem pre su mefor /m ig a 3» centavos ejem plar

IOS OIAS t (15 DE CADA IES EN KI0SI0S ( IIHEIIAS

A M I G AL a R ev istá m ás original v p rác tica del m undo fem enino

R O M P E T A C O N E SR ev ista in fan til de loe Jueves S ana-Felíz-L iteraria

L le n a de h u m o r y de e n tre ten im ie n to s .L a que de v erd ad se hace pen san d o en loa n iños. L a que ay u d a a l m a es tro s in in v a d ir su cam po.L a que q u ie ren los p ad re s p a r a c o m p añ ía de

sus h ijo s.

Director: ANTONIO ROBLES.Tafos los i aeres; ROMPETACONES 15 Ceatavas f ¡espiar

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