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1 REVISTA DIXITAL DE ARTE E CULTURA The Muros Times ESPECIAL DECEMBRO—2014 ADICADO A DON RICARDO TOBIO RAMA -Revista Dixital Muradana de Arte e Cultura-

Especial TMT adicado a Don Ricardo Tobío Rama

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Especial TMT adicado a Don Ricardo Tobío Rama

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REVISTA DIXITAL DE ARTE E CULTURA

The Muros Times

ESPECIAL DECEMBRO—2014

ADICADO A

DON RICARDO TOBIO RAMA

-Revista Dixital Muradana de Arte e Cultura-

Page 2: Especial TMT adicado a Don Ricardo Tobío Rama

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The Muros Times ESPECIAL DECEMBRO—2014

Director: Jorge Lago Rama - Editor: Manuel Lago Álvarez

Difusión da Cultura—

Depósito legal : C2437-2013

Carta do director.

Edición especial adicada a Don Ricardo Tobío.

Por primeira vez e grazas á colaboración de Amador Martín Armesto, presentamos

en TMT a este ilustre muradano Dr. Ricardo Tobío médico, de profesión e de devoción.

Personaxe case lendario dos que Muros pode presumir e nos fan sentir orgullosos por

asociación.

Se a vida deste galeno esteirán estivese documentada noutro país, estou seguro de

que xa tivese sido un "Best Seller" ou unha exitosa serial televisiva ao estilo

daquel anglo-escocés e veterinario de provincia James Herriot.

Nós, dende The Muros Times, temos a obriga de non poder desaproveitar a ocasión de

deixar para a posteridade a unha persoa de tal humanidade e sentímonos obrigados a

recoller no posible a esencia e traxectoria deste médico rural que en tempos de suma

dificultade soubo salvar innumerables obstáculos exercendo a arte da medicina tal e

como foi concebida por Hipócrates: "En calquera casa onde entre, non levarei outro

obxectivo que o ben dos enfermos"

The Muros Times segue reiterando o convite a todos os seus lectores de continuar cola-

borando con todo o relacionado á nosa arte e cultura sen outro afán que o de enrique-

cer o noso pobo cos dons intelectuais que posuímos.

Jorge Lago.

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Presentación: No he sido un niño de aldea más que de vez en cuando. Pero he pisado

mucho barro en mi vida. Luego, un día, eché a correr y no he parado hasta

hoy, y ha querido la fortuna arrojarme sobre la playa de este hermoso pueblo de

Esteiro, con el primer temporal de mi otoño particular. Aquí he venido a com-

prender que por mucho que un hombre corra, no dará más pasos de los que le

correspondan... ni uno más.

Me atreví a escribir esta pequeña historia sobre Don Ricar-

do Tobío, un hombre que decidió, en toda la capacidad de un jóven de ventipocos años, dar sus pasos

firmes y seguros; que eligió su destino, o su destino lo eligió a él, como se quiera, pero con acierto di-

vino. Y me la he encontrado aquí, entre las palabras de los viejos, con categoría de leyenda clásica y

esperando, con todo merecimiento, que alguien le haga, no un monumento: una ópera. Yo, humilde-

mente, no soy quién, pero no me he podido resistir de poner mi granito de arena para evitar que, como

dice el tango, "el olvido, que todo lo destruye", borre para siempre de la memoria de este pueblo el re-

cuerdo de esta gran persona. Con la ayuda de las gentes que le conocieron, aquellos niños que el trajo

a este mundo; de sus familiares, recogiendo y contrastando relatos de aquí y de allá, he ido compo-

niendo lo que a continuación leeréis, si tenéis a bien . Perdonad si en algo no he acertado; aunque lo

he hecho con la mejor intención, esto es posible. En cuanto a la corrección literaria, ahí ya, a mis años,

poco puedo hacer. Si me estás dedicando hoy tu tiempo, si el tema del médico suscita tu curiosidad por

el motivo que sea, te lo agradezco y espero no defraudarte.

Hoy llueve. El viento frío escupe agua a ráfagas sobre la carretera. Como para salir

ahora mismo a caballo, cuerpo a cuerpo contra el temporal, por caminos embarrados en busca de una

aldea perdida en el quinto pino, para asistir un parto, o una indigestión, o lo que sea; a cambio de la

satisfacción del deber cumplido y poco más. Don Ricardo los tenía bien puestos, la verdad. Y nuestros

hijos no se merecen perderse su historia, porque es una historia auténtica y verdadera; y por lo didácti-

co de su ejemplo: Don Ricardo también fue padre, cosa nada sencilla, os lo puedo asegurar. Su propio

ejemplo fue la mejor educación que pudo transmitir a su prole. Quizá por eso el colegio de Esteiro lleva

su nombre, no se, pienso yo. El nombre de un hombre sencillo, siempre esquivo con cualquier muestra

de reconocimiento. .

Ante la lápida que señala el lugar donde reposan sus restos, no he podido evitar el re-

cuerdo de otra, dedicada con gran pompa a un gran general del S.XIX. Don Ricardo era un alma blanca

que creía en los milagros, en el milagro de cada día, de levantarse contra el cansancio, contra la enfer-

medad, contra la pobreza y la falta de medios, y darles batalla. Muchas habrá perdido, pero las guerras

dan el triunfo a los que luchan hasta el final. Que descanse en paz, pero nunca en el olvido.

Dedicado a tantos médicos rurales que, como D. Ricardo, han ofrecido su vida profe-

sional plenamente y sin cortapisas para aliviar los dolores del prójimo, y que a lo largo de los años han

recorrido nuestra tierra llevando un poco de esperanza allí donde poco más había.

Si se me permite, y puesto que va de padres, un recuerdo para el mío, que desgrane

los pasos que le queden, que Dios quiera que sean muchos y muy felices, disfrutando en paz y tranqui-

lidad de la compañía de los suyos, que nunca le falte. Don Amador, un abrazo y gracias por todo.

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p/ Amador Martín Armesto.

Permítanme comenzar esta reseña biográfi-

ca sobre la persona de D. Ricardo Tobío, médico

rural, entrañable y siempre recordado, porque no

en vano varias generaciones completas de veci-

nos de la comarca, muchos de ellos aún vivos,

pasaron por sus manos desde el mismo momento

de su nacimiento. Comenzar, como digo, por un

relato que ilustra y nos introduce en la vida de es-

ta ilustre persona, que, a caballo y seguido por

su fiel perro, galopa ya por los campos del recuer-

do imperecedero.

"La familia espera en silencio. Han ido a buscar

al médico, en medio de la noche, pero no estaba

en casa. “Saleu a filla polo balcón, que vai en

Torea. En canto volva, xa ven pra eiquí”. El en-

fermo descansaba velado por los atribulados fami-

liares, pasando la noche a la luz del hogar, en

silencio. Una hora… dos… A las cuatro de la ma-

ñana resuenan los cascos de un caballo. “Ehí

ven”. Recortándose en la penumbra, cubierto por

“O encerado” para protegerse de una lluvia inde-

cisa, aparece una figura a caballo. Salen a ocu-

parse de la montura. Retorna la confianza, la

gente se siente a salvo en la presencia de aquel

hombre, alto y seco; entradito en años, pero re-

cio. La familia escucha y observa aquella suerte

de hechicero eterno y espera el veredicto. El des-

tino, vida o muerte."

Origen familiar.

Esta es una larga historia, una dilatada vida pro-

fesional dedicada a velar por la salud de sus con-

vecinos y, a la vez, paisanos. Ricardo Tobío Ra-

ma nació en Riomaior, lugar de la parroquia de

Esteiro, en el municipio de Muros, el 13 de Junio

de 1.888. Era el segundo hijo de una familia de

labradores. Su padre, Joaquín, venía de la casa

de Outeiro, en Solleiros; como su tío Antonio,

sacerdote: “Os do Molete” era el apelativo de su

familia. Su tío, que ejercía su ministerio en Ma-

drid, en un convento de religiosas, tenía el empe-

DON RICARDO TOBÍO RAMA

-Unha vida de dedicación plena a su pueblo-

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ño de dar estudios a sus sobrinos. Y así se ocupó

del joven Ricardo, que después de terminar su

bachillerato en Noia, se traslada a Madrid con su

tío, para estudiar medicina. Allí reside en el con-

vento de San Pascual Bailón, donde coincidió con

varios primos suyos dedicados a similares menes-

teres. Y cosas del destino... conoce también en el

mismo lugar a la que sería su compañera y espo-

sa: Mercedes. Acogida bajo la tutela del sacerdo-

te desde que su padre (un médico de origen vasco

muy amigo de don Antonio) enviuda y se traslada

a La Alcarria, en ejercicio de su profesión. Su fu-

turo suegro tiene tres hijas, las dos mayores le

acompañarán en su nuevo destino, dejando a la

menor, Mercedes, en el convento, a cargo de D.

Antonio.

Licenciatura. Matrimonio. Dos primeros hijos.

En sus planes estaba volver a su tierra y traerse a

su amor. Sin conocerlo podríamos pensar que

esto fue casual, pero gallego y esteirán, le tuvo

que poder la morriña. Contrae matrimonio con

Mercedes Sanchez Sexman en Madrid, en 1911, y

con apenas 23 años, se trasladan a Santiago de

Compostela, donde termina sus estudios.

Allí nace María, la primera de sus 14 hijos. Como

consta en el diploma de licenciatura que todavía

cuelga en su despacho, obtiene la misma en 1914.

En esas fechas, surge la vacante de Médico Titular

en Esteiro, a la que se presenta. Por aquel enton-

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ces este puesto lo otorgaba el ayuntamiento, y el

padre de Ricardo ejerció toda su influencia y la de

sus vecinos. Su padre se dedicaba a labores agrí-

colas para terceros: Él, y posteriormente su hijo

Manuel "O Latán", poseían una malladora con la

que recorrían la zona prestando sus servicios.

Aquel verano hizo doble campaña: La agrícola y la

de la promoción de su hijo Ricardo. Ricardo consi-

gue el nombramiento. La plaza obtenida tiene el

condicionante de residir en la zona; por esta razón,

se trasladan a Riomaior, a la casa de su padre, en

cuanto no se establecen.

Destino Esteiro. Zona geográfica. Modus.

A.P.D. La medicina en el siglo XX.

Alquilan una casa en Solleiros, (que ellos estre-

nan), donde montan inicialmente la consulta.

Cuando se trasladan aquí, ya el matrimonio tiene

dos hijos, María y Joaquín. En este domicilio na-

cerán los siguientes cuatro hijos: Luis, Cándida,

Ricardo y Mercedes. D. Ricardo compra un terreno

en Creo y a partir de 1918, poco a poco, se cons-

truye la casa que será su hogar durante el resto de

su vida. Allí nacen sus restantes hijos, hasta el

número de catorce. La última, fue Pilar, que nace

en 1.930. El empleo de Médico Titular, luego re-

convertida en A.P.D., (Asistencia pública domicilia-

ria), o médico rural, para entendernos, le respon-

sabiliza de una zona geográfica bastante extensa:

Desde las últimas casas de Abelleira, hacia el inte-

rior, casi hasta Paxareiras, Pando, Torea, Marse-

lle… A Silvosa, Riomaior, Esteiro, Maio, Penseira,

Arestiño… Magor, las primeras casas do Freixo…,

Pues unas treinta aldeas repartidas en aproximada-

mente 50 Km2.. El transporte era por cuenta del

médico, como todas las demás responsabilidades

incluidas en el puesto: consultorio, vivienda, me-

dios técnicos, sueldo, pagas... Los ingresos en

metálico eran casuales. Aparte del derecho a per-

cibir "Os Arrendos" (La Iguala) de "Tres pesos ao

ano" que no todas las familias se podían permitir,

y hasta la aparición del sistema del "18 de Julio" ya

en los años cuarenta, no tenía ningún otro emolu-

mento fijo. El médico tenía que salir adelante man-

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teniendo una casa de labor agrícola, con sus cose-

chas, sus animales... (Eso le permitía a su vez

"Cobrar" en ayudas o especie: Colaborar en las

labores agrícolas o en las tareas de su casa, inclu-

so en su construcción, permitía a los pacientes de

su jurisdicción, pasados, presentes o futuros, abo-

nar al médico sus servicios). Recordemos que to-

caba a hijo por año; como buen cristiano, lo que

Dios mande. Y que la asistencia era domiciliaria,

necesitando por ello disponer de un medio de

transporte acorde a las vías existentes al uso: Nor-

malmente obligaban a desplazarse a caballo, en la

mayor parte de destinos no se podía acceder ni en

bicicleta. Hasta los años sesenta, en que don Ri-

cardo todavía presta sus servicios ya con una edad

avanzada, era preciso combinar parte de los tra-

yectos a caballo. No digamos el alumbrado públi-

co... Toda una aventura, como un deporte de ries-

go pero con mucho riesgo y poco deporte.

Estamos hablando de una vida profesional que

transcurre a lo largo de casi un siglo; y un siglo de

grandes avances en aplicaciones médicas: por las

guerras. El siglo XX es también un siglo de gue-

rras, de guerras modernas, de creciente nivel de

desarrollo armamentístico. Y la medicina de guerra

progresa a su vez, aprovechando la inversión eco-

nómica generalizada en defensa que realizan los

países implicados, y la necesidad de asistencia

médica derivada de los enfrentamientos. Siguien-

do la vida de D. Ricardo y los conflictos cercanos a

su vida, comenzando por las guerras coloniales en

las que se vio España, Cuba, Filipinas, Marrue-

cos... la Gran Guerra, que introdujo

"modernidades" en el frente de batalla como lo fue

la guerra química, (Adelanto que pretendía acabar

con la crueldad en los campos de batalla, razón

por la que se le otorgó el premio Nobel al inventor

de la bomba de gas cloro, dicho sea de paso (1),

la Guerra Civil española, la Segunda Guerra Mun-

dial, Indochina, Corea, Viet-Nam ... Los avances

en medicina civil propiciados por éstos no dejan de

ser un fruto de la guerra del que todos nos pode-

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mos beneficiar, dicho sin ánimo de la mas mínima

justificación. Pero está claro que los mejores ciruja-

nos y los mejores traumatólogos salieron de aque-

llos médicos que sirvieron en países o zonas invo-

lucrados. El caso es que D. Ricardo tuvo en qué

entretenerse: De empezar el desarrollo de su ca-

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rrera con apenas recursos técnicos, sangrías y

lavativas y poco más, apoyado por un fonendos-

copio, sus dotes de palpación y la encomendación

al Altísimo; a conocer el desarrollo de la aplica-

ción de los nuevos descubrimientos a la medicina

civil: Las vacunas, la asepsia, la penicilina (años

cuarenta), la radiografía, la ecografía, los análi-

sis clínicos...

D. Ricardo, como tantos profesionales de su tiem-

po en sus mismas circunstancias, comienza su

tarea en Esteiro con su carrera, sus manos y poco

más. En las mismas circunstancias, un licencia-

do de hoy día se moriría de angustia al carecer de

los mínimos recursos diagnósticos o paliativos:

¿Cómo te enfrentas, por ejemplo, a un cólico ne-

frítico? Pués... unas friegas, era lo que había.

Encima, un médico rural lo hacía todo: un hueso

roto, atender un parto a domicilio, sacar una

muela, coser una herida... (sin anestesia, a pelo

y sin otros medios que su instrumental) . Los ca-

sos que le sobrepasaban, más por tema de me-

dios que por conocimientos, se remitían al hospi-

tal, a Santiago, con una "Cartiña" para sus cole-

gas en aquella institución, donde se daba extensa

cuenta del historial del paciente para que allí lo

"Trincharan" a gusto y conveniencia. En aquel

entonces un médico tenía muchas preguntas y

pocas respuestas: Se veía en la necesidad de pro-

fundizar, de inmiscuirse, de buscar signos de la

enfermedad que no encontraba en otros métodos

objetivos de observación, porque simplemente no

existían. Pero estaba preparado para ello, la me-

dicina era así; y a pesar de los avances, en cierta

manera así sigue y seguirá siendo, nunca acaba-

rán todas las preguntas para un buen médico. En

los años 20 ya se conocían la práctica totalidad de

las enfermedades que se conocen hoy día. Se

sabía lo que era un tumor, incluso estaban defini-

das muchas patologías neurológicas raras. Lo

que ha mejorado es el conocimiento de la enfer-

medad y su tratamiento, por la aplicación de nue-

vos sistemas de exploración y el desarrollo de la

industria farmacéutica. La generalización en Es-

paña estos avances, por diversas circunstancias,

no se produce hasta los años sesenta. En años

posteriores el crecimiento se multiplica en calidad

y cantidad, haciendo imposible establecer cual-

quier parecido con la asistencia médica a disposi-

ción en aquellas fechas, años treinta y cuarenta;

incluso cincuenta y sesenta, en los que D. Ricar-

do tiene ya mas de 60 años de edad y cuarenta de

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profesión, con un conocimiento minucioso de la

historia clínica y familiar de cada paciente; lo que

sin duda le facilita sus diagnósticos por asociación

de antecedentes hereditarios. Aunque en principio

no fuera especialista en el tema, la necesidad y la

práctica le llevaron a dominar muchos temas, como

la obstetricia y ginecología. Todas estas circuns-

tancias hicieron de D. Ricardo un profesional en

constante puesta al día, obligado al estudio y vol-

cado totalmente en su oficio. "Foi un esclaviño",

como lo recuerdan vecinos suyos ya centenarios.

Perfil personal.-

Cuando hablas del médico con aquellos que le co-

nocieron, la idea que te transmiten es siempre la

misma: Volcado en su profesión, era, primero mé-

dico: Perpetuo y permanente, siempre a disposi-

ción, 365 días al año. Desde 1914 hasta que se

retiró en 1969, con ochenta años, (Aunque en los

años postreros su actividad no era la misma, evi-

dentemente, siguió atendiendo a sus pacientes

que así se lo solicitaron hasta esas fechas ; en

1968 atendió sus últimos partos, ya prácticamente

ciego.) son 55 años, que resultan 481.800 horas

de servicio, pues incluso atendía a sus enfermos

estando él mismo enfermo y encamado: Nadie se

iba a su casa sin la atención solicitada. Humilde,

sereno, serio... Muy hogareño, muy atento y cari-

ñoso con los suyos (que eran todos, porque para

todos sus pacientes era como de la familia.) Gene-

roso y caritativo: Siempre adaptando su minuta al

nivel de las posibilidades de sus pacientes, que la

mayor parte de las veces sufrían sus padecimientos

por cuestiones de pobreza. Y si apenas se podía

hacer frente en muchas ocasiones al sustento dia-

rio, ni que decir a las condiciones de vida o higiene

y ni mucho menos a comprar medicinas: Todo ha-

bía que pagarlo, y dinero no había; nada de rece-

tas de la Seguridad Social. (Me refiero hasta los

años sesenta, en que se fue introduciendo el tema

para el mundo agrícola y marinero) Era religioso,

si faltaba a su misa diaria en su parroquia de San-

tiago de Tal era porque estaba atendiendo a un en-

fermo urgente o esperando a una nueva criatura

que traer a este mundo. (Sta Mariña de Esteiro, la

iglesia nueva celebra este año el 60 aniversario de

su consagración, y no fue parroquia hasta el verano

de 1965. Obligado citar a D. José Rodriguez Ro-

mero, el párroco que promovió su construcción a

base de limosnas y colaboraciones de los esteira-

nos. Posteriormente le sucedería en el puesto su

sobrino Don Jaime ) Porque ayudó a nacer, a

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vivir y a morir a tantos, porque padeció con ellos y

se alegraba con ellos en sus recuperaciones, se

recuerda a D. Ricardo Tobío con cariño y admira-

ción.

Integro y buen cristiano. No existían palabras vanas

o malsonantes en su vocabulario. Para un rapaz de

aldea nacido en casa grande, aunque de trabajado-

res; al que se orienta para superar su destino, para

ser "una persona de bien". Y él respondió con cre-

ces a estas expectativas de su familia, a la constan-

cia y las preocupaciones de su tío Antonio, que fue,

sin duda, el padre del milagro de D. Ricardo: Él im-

pulsó con su interés por su sobrino la carrera de

este hombre singular. Con este "Padrino" resultaba

predecible lo que luego fue una constante en la vida

del médico. Además, en los inicios de su profesión,

las incertidumbres profesionales eran una constan-

te y prescribir unas misas como parte del tratamien-

to, un recurso habitual. El médico era un poco, un

mediador de la Providencia.

A pesar de estas actitudes, o gracias a ellas precisa-

mente, y a pesar de lo influyente que pudiera llegar

a ser la personalidad de un médico, un referente de

cultura en el mundo rural, no se le conocieron nunca

a D. Ricardo otras aspiraciones sociales o políticas:

Su mundo era exclusivamente su profesión y su

“familia”, incluyendo en este término su “Otra fami-

lia”, la de las respectivas de sus pacientes: D. Ricar-

do nunca escatimó un consejo, incluso fuera del es-

tricto desarrollo del ejercicio de la medicina, que era

acogido con estimación y respeto. Y porque redun-

daba indirectamente en la salud de sus pacientes,

sin ninguna duda, aportando serenidad (hoy diría-

mos que resolvía situaciones nocivas de estrés).

(Nota 1.- El premio Nobel de la paz no se otorgó durante el

periodo de la 1ª Guerra Mundial. Pero en 1.918 se concedió

en la categoría de química al alemán Fritz Haber, conocido

como el padre de la guerra química. Inventor, entre otras,

de la bomba de cloro, que fué el primer arma conocida de

este tipo, recibió el galardón junto a Carl Bosch por sintetizar

el amoníaco. Este descubrimiento fué importantísimo para el

desarrollo de la industria de los fertilizantes y de los explosi-

vos modernos. Judío polaco de origen, paradojas de la vida,

una bomba de gas similar a las diseñadas por él afectó a un

cabo austríaco en el frente de Yprés, en Belgica, el 13 de

octubre de 1.918, al que dejó ciego temporalmente. Su

nombre: Adolf Hitler. Si el mundo es un pañuelo... )

Historias de la historia.

Se cuentan muchas historias sobre la persona de D.

Ricardo. Pero aunque tantos años dan para mucho,

y que su personalidad era capaz de agrandar su

leyenda por sí sola, tristemente se empieza a per-

der su memoria por simple ley de vida. Sus coetá-

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neos ya no existen, para reverdecer recuerdos de

transmisión oral; las personas de más edad todavía

vivas hoy día fueron, seguramente, las nacidas en

los primeros partos atendidos por él. Y, aunque

algunas de ellas son todavía lúcidas, las memorias

se van borrando. Pues por falta de memoria o por

exceso de repetir unos cuentos y otros, los sucedi-

dos atribuidos a D. Ricardo se escuchan en diferen-

tes versiones, a veces en nada parecidas a lo acon-

tecido realmente, aunque en todas salga a relucir la

admiración por sus virtudes. Es por esto que no me

puedo responsabilizar de la exactitud histórica de

hechos o personas en lo que paso a relatar a conti-

nuación.

La caída en el río.

Una noche de tormenta, de vuelta de acudir a un

enfermo en Pando, Don Ricardo intenta vadear el

río Rateira por unos pasales. El río va crecido y su-

pera las piedras unos palmos. El caballo, probable-

mente asustado por un rayo aunque tampoco hacía

mucha falta, pisa mal y cae al río. Don Ricardo,

que ya tiene en torno a los sesenta años de edad,

trata de desprenderse de su capote y consigue al-

canzar la orilla con la ayuda de un tronco caído so-

bre el cauce. Acierta a pasar en ese momento D.

Ángel, el cura de Abelleira, que va a misar a Torea.

El sacerdote cede su montura al médico y le ofrece

su casa para secarse de la mojadura, que ya se

ocuparán los vecinos de localizar el caballo huido.

Don Ricardo se va directamente para Esteiro. Esta

mojadura le cuesta una pulmonía que le tiene pos-

trado 15 días, durante los que atiende su consulta

desde el mismo lecho. Las versiones: "Lassie"; su

fiel perro "Ton" se lanza al río en pos de su amo y lo

rescata arrastrándolo a la orilla, sujetándolo por el

cuello de la chaqueta. Pero hay otra mejor, la ver-

sión "Rin tintín": El perro, tras rescatar a su amo,

sujeta al caballo por la brida y a todo galope lo lleva

a casa, donde llega exhausto, y a ladridos y gestos

hace comprender a la familia que algo grave ha ocu-

rrido al doctor, y de ese modo les convence para

que lo sigan; conduciéndolos hasta el lugar donde

había dejado a buen recaudo a su querido patrón.

Porque no le dieron papel y lápiz, que les hace un

croquis. Estas versiones tan románticas y creativas

eran consecuencia de la cultura al uso, donde no-

velas y películas se infiltraban en los coloquios po-

pulares, que era (Y en gran parte sigue siendo en

estos pequeños núcleos) el sistema habitual de

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transmisión de las noticias; y donde de este modo,

se pretendía ensalzar la figura del médico, y por

extensión de sus animales, muestra espontánea

de admiración y agradecimiento. Lo que no quita

que "Ton" fuese un buen perro, siempre en pos del

doctor a caballo.

El sistema de asistencia domiciliaria en un área tan

extensa para los medios de transporte de que se

disponía, donde no existían la mayor parte de las

carreteras que hoy conocemos. Los trazados ac-

tuales en su mayoría son posteriores a los años

cuarenta, y se asfaltaron anteayer, como quien

dice. Hasta entonces, todo eran "corredoiras" y

caminos de monte, donde el alumbrado público

era prácticamente inexistente. Y sin teléfono, avi-

sando en persona, teniendo a menudo que reco-

rrer a pié 8 ó 10 Km. hasta la casa del médico;

conllevaba con cierta frecuencia un peregrinar del

médico de casa en casa, de aldea en aldea, acu-

diendo a sucesivos avisos sobre la marcha. Allí

donde le pillaba la hora de comer, comía de lo que

le ofrecieran. Incluso se le tiene perdido la pista

más de 24 horas sin aparecer por casa, por que-

dar a la espera de un parto inminente o por cierta

medicina, encargada a algún mozo del lugar, y la

recuperación del enfermo. En estos casos, el

mensajero daba cuenta de la ubicación del médico

y, boca a boca, las noticias sobre su paradero lle-

gaban a su casa.

En cierta ocasión, acudiendo en moto a

una urgencia, tuvo un accidente a la altura de Tal,

cayendo de la moto y quedando ésta averiada en la

cuneta. Al parecer, el viento había tirado unos ca-

bles sobre la calzada que se enredaron en el

vehículo. También era de noche. A las tantas,

llaman a la puerta del taxista del pueblo, "O Caro-

lero", que por aquellas fechas, año 62, estrenaba

Seat 1500. Se presenta la hija del médico. Su pa-

dre, lesionado y sin moto, había regresado a casa

por su pié y la mandó a buscar al taxista. Pero la

urgencia no era para llevar al médico al médico,

que sería lo esperado. Era para llevarlo a casa del

paciente y poder resolver la asistencia interrumpida

por la caída de la moto. Por cierto, al final la ur-

gencia quedó en nada, una simple indigestión que

se resolvió sola. Don Ricardo tenía entonces 74

años.

Bueno, trabajo para "Quilindolo", Joa-

quín Rama, que era el mecánico oficial del doctor.

Era normal, como hoy sería cambiar una rueda

pinchada, saber poner una herradura. Encontrar-

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se con una visita del médico que no viene a ver a

ningún paciente, que se presenta con una herradu-

ra en la mano y el caballo del diestro pidiendo que

le saquen un martillo y que le sujeten al animal

mientras lo calza, era normal. Pero con las motos

confiaba en los mecánicos habituales. Se compró

una BSA, que tuvo que cambiar por una bicicleta

durante la guerra por falta de recambios. Mejoró

esta última acoplándole un motorcito, que nunca

rindió lo suficiente, teniendo que tirar de pedales a

menudo. Luego se hizo con una Guzzi, relegando

la BSA al desván. Aquellas todavía se las arregla-

ba "Dentones", Moncho de "Raperto", que era un

figura. Vendidas éstas, compró una Peugeot 125

cc., y poco más tarde, una Derlan 75, para tener

así recurso de transporte en caso de avería de una

de las dos motos, y porque la Peugeot se le hacía

demasiado pesada para andar por los caminos. Las

motos nuevas se las encomienda a Joaquín Rama

"Rañoa" en lo respectivo a su mantenimiento mecá-

nico. "Quilindolo" estaba al quite y le solucionaba

las averías por complicadas que se presentaran.

Estando en la mili, fue llamado por el doctor, que le

consiguió un permiso a través de un colega coman-

dante médico, Don Luis, para venir a Esteiro a

arreglarle la moto. Y es que Joaquín es caso apar-

te, toda su vida fue mecánico-inventor, de profe-

sión y vocación. Aún hoy en día su casa está llena

de engendros y componendas artesanas que fun-

cionan perfectamente. Según el informante,

"Quilindolo" puede ser también "Quirindolo" o

"Quilindoli"; en la partida de bautismo no se especi-

fica.

Senectud.-

Don Ricardo ejerce su profesión y su destino hasta

una edad muy avanzada. Aunque se "retira" con

ochenta años, vencido por un glaucoma que nunca

se ha tratado por falta de tiempo (En casa de herre-

ro...). Prácticamente ciego, todavía atiende cual-

quier consulta para la que se le solicite. A tientas,

con ese tacto tan virtuoso que poseía. A sus veci-

nos le daba igual su ceguera, por la fe que tenían

en el médico, y lo iban a buscar para conducir su

caballo hasta casa del paciente. Con ochenta años,

(Fallece a los 85) atiende todavía sus últimos par-

tos; teniendo que habilitar para ello a una costure-

ra, todavía viva hoy día, como ATS improvisada y

dar los correspondientes puntos para cerrar desga-

rros perineales. Estos últimos casos se trataba de

pacientes que pertenecían a su círculo de parientes

y amistades cercanas. Este es el verdadero milagro

de su historia, su longevidad profesional y su luci-

dez mental hasta última hora. Como consta en su

lápida, viudo de Mercedes desde 1970, fallece el

20 de Diciembre de 1973, aprovechando esta excu-

sa para dejar definitivamente su trabajo en este

mundo y reunirse con su querida esposa.

Su memoria.-

El objetivo de este artículo no es cerrar este capítulo

de la historia de Esteiro, un pueblo de la Ría de

Muros, vinculado desde siempre al mar y a la agri-

cultura. Es tratar, humildemente, de mantener

abierta la puerta de su memoria, de una vida tan

unida a la de las gentes de este trocito de tierra que

nos tocó compartir, en nuestro paso por el universo

Page 15: Especial TMT adicado a Don Ricardo Tobío Rama

15

infinito, y dar así consistencia a las raíces de nues-

tra juventud y de las generaciones futuras. Que no

se olviden aquellos tiempos de necesidad, cuando

la solidaridad entre vecinos era indispensable y

necesaria para poder, entre todos, salir adelante;

y que D. Ricardo estuvo ahí como un vecino mas:

No fue un médico de reyes ni se codeó con figuras

ilustres, se le recuerda por sus méritos propios.

En este sentido, muy adecuado el dedicar a su per-

sona el colegio de nuestra localidad. Pero hace

falta algo más. Todos los que le conocieron coinci-

den en esto. Que no se apague, que no se olvide

quien fue y cómo fué: Un luchador por la salud de

sus paisanos. Su casa, la casa del médico; su

despacho, su biblioteca... vestigios de su presen-

cia que languidecen destinados al polvo y al des-

guace. Ni siquiera una placa en la fachada recuer-

da la identidad de ese edificio que fue la sede del

alivio y la esperanza durante tantos años y tantas

generaciones. En vida, siempre se opuso D. Ri-

cardo a recibir ningún homenaje de agradecimiento:

"Lo que tengáis pensado gastar, lo dais de limosna

por mi." Pues aprovechemos el momento, ahora

que tendrá difícil oponerse. Algo habrá que hacer,

me apunto a lo que sea.

Agradecido a todos los que me habéis echado

una mano en la elaboración de este reportaje, por

la ayuda y por la paciencia, especialmente la de los

Page 16: Especial TMT adicado a Don Ricardo Tobío Rama

16

familiares del doctor.

El sistema sanitario desde principios del siglo

XX.

El 9 de Octubre de 1940, una orden de la Delega-

ción Nacional de Sindicatos pone el punto y aparte

en la cultura de la sanidad pública española, moder-

nizando el sistema y centralizando en el estado la

prestación social. En dicha orden se absorbe la an-

tigua Mutualidad Obrera. Articulada mas tarde en la

Orden General de Delegación nº 32, de 9 de Marzo

de 1.946, agrupa y asume la asistencia prestada

hasta entonces por montepios, cajas laborales y

mutualidades de empresa existentes. Hasta enton-

ces, el concepto de medicina social ha tenido que

evolucionar de "Caridad cristiana" a "Derecho admi-

nistrado por el estado", pasando por el "Yo me lo

guiso, yo me lo como" de las mutuas . Aunque

otros países hayan ido algo por delante en estas

teorías (Inglaterra en 1911), lo cierto es que la

preocupación por hacer de la sanidad pública una

Page 17: Especial TMT adicado a Don Ricardo Tobío Rama

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cuestión de estado surge en España en los años 17

- 18 del pasado siglo. El reconocido higienista Mar-

tín Salazar publica "La Sanidad y los Seguros Socia-

les" en 1.918. Estas ideas se toman como fruto del

pensamiento anarquista y son combatidas con

vehemencia o ignoradas con desprecio por políticos

y colegios médicos. Estos últimos consideran en

sus congresos (1.921 en Barcelona) que "no se pue-

de consentir la intervención del estado en la organi-

zación de la sanidad pública, sería una injerencia

en la profesión que llevaría el sistema de beneficen-

cia a su destrucción, y a la medicina al caos y al

atraso, provocando una crisis social." (Entonces,

los avances sociales eran sinónimo de caos para

mucha gente) Durante la Segunda República, Don

Marcelino Pascua, ministro de sanidad en 1932, tu-

vo que dimitir a causa del rechazo total de la clase

médica hacia su reforma de la sanidad pública, que

fué, posiblemente, la base de la de 1940. La medi-

cina social era socorrer al desvalido: Las acciones

relacionadas con la infancia y la vejez, por ejemplo

los centros "Gota de leche", donde se atendían las

necesidades pediátricas y la malnutrición infantil,

por iniciativas solidarias urbanas, las "Casas de

Socorro", las "Casas Cuna".... La iglesia tuvo algo

que ver en esta forma de pensar. Con su necesidad

de campos donde ejercer su labor pastoral y su ayu-

da cristiana, venía reclamando desde siempre la

exclusiva de la organización de la asistencia social

integral en España y otras labores que consideraba

propias y de las que paulatinamente iban siendo

despojadas por las legislaciones liberales. Porque

siempre estuvo al pié del cañón en el tema, con su

innegable influencia (A saber cuantos sobrinos-

médicos se contarían en el mundo), su manera de

"socializar" era considerada mas benigna que otras,

predicadas desde púlpitos mas terrenales.

En los primeros años de D. Ricardo como médico

de Esteiro, la minuta media de un médico por con-

sulta en España era de 5 pesetas. El que no podía

pagar, se apuntaba a la asistencia pública, o sea,

a la caridad. Y si no, más fácil, se moría y punto. Ir

al médico "de pago" era distintivo de clase. Datos

de 1.927: El estado gasta 10.352.310 de pesetas

en abonar a 7.585 médicos la asistencia de benefi-

cencia prestada a 595.132 familias, y paga también

5.847.298 pts. del gasto farmacéutico correspon-

diente. Las ciudades atraían la migración forzada

del mundo rural hacia cinturones industriales en

franco desarrollo, formándose guetos de necesidad

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en torno a ellas, donde se incubaba una potencial-

mente peligrosa reacción social; lo que aconsejaba

derivar hacia las grandes urbes la mayor parte del

presupuesto disponible; y porque en las ciudades

era donde las existencias de capital circulante ase-

guraban la inversión estatal. Por otro lado, la

"sanidad pública" era un concepto relacionado con

la prevención y tratamiento de las infecciones colec-

tivas, y las migraciones y la pobreza eran su

vehículo habitual; había que proteger las ciudades.

Pero si casi 15 millones de pesetas de dicho gasto

se iban a capitales de provincia y otras grandes po-

blaciones, ¿Que quedaba para la zona rural?

¿Quien pagaba al médico de Esteiro? Pues por la

ley del embudo, los respectivos ayuntamientos. La

Ley Orgánica de Sanidad de 1.855, en vigor hasta

los años 40, establecía la obligación del municipio

de crear los puestos de asistencia sanitaria, pro-

veerlos y mantenerlos. Este principio tan sencillo

de "buscaros la vida" se mantiene en la Instrucción

General de Sanidad de 12 de Enero de 1.904, por

el que se crea el Cuerpo de Médicos Titulares, y se

ratifica en los Reglamentos de Sanidad Municipal

de 1.925, donde se matiza que el cupo de familias

pobres por médico ha de ser de trescientas. Esto

hace que sea mucho mas saludable económica-

mente ejercer la medicina en una capital que en un

pueblo pequeño. El consistorio vive de las tasas e

impuestos locales que le permite la ley, y el de un

ayuntamiento pobre, de una zona de economía de

subsistencia sin liquidez en metálico, acostumbrada

al trueque, tiene que articular métodos alternativos

con qué alimentar sus arcas. Las Igualas, antigua

forma de pagar servicios "A escote", regulada ya

por Carlos III, establecía una tarifación "oficial" pa-

ra productos del sector primario y era un recurso

habitual que permitía abonar servicios profesionales

y otras tasas locales, derechos eclesiásticos y de-

más. Y aunque el párrafo parezca extraído de una

descripción medieval, estamos hablando del siglo

XX. El sistema de las Igualas, un contrato de pres-

tación de servicios médicos que ligaba al médico

titular con las familias no comprendidas en el rango

de beneficencia, que impedía al médico acudir a

clientela libre, aún sigue vigente en algunos luga-

res de España, cohabitando con sus más y sus

menos con el sistema de la sanidad pública actual.

(Lo encontramos habitualmente en muchos paises

de América Latina). Este sistema, o sus pretendi-

das actualizaciones modernizantes, no pudo pro-

gresar en Galicia, en el mundo rural, carente de

liquidez; los médicos se mantenían en su plaza por

pura vocación. En 1934 se crea la figura del médi-

co APD, asistencia pública domiciliaria, centrali-

zando el sistema en Madrid y pasando a cubrirse

las plazas por oposición; los hasta entonces llama-

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dos Médicos Titulares pasan directamente a esta

nueva clasificación.

Don Ricardo, como tantos otros profesionales ru-

rales, seguirá dependiendo del mismo sistema eco-

nómico medieval, incluso hasta mucho después de

la puesta en funcionamiento de la Seguridad Social

moderna.

Algunas fechas de referencia en cuanto a los

seguros sociales:

1855.- Primera ley española sobre sanidad, orienta-

da a la prevención de las epidemias. De carácter

policial, persigue la salubridad y la higiene pública.

1858.- Establecimiento de las Casas de Socorro,

consultorio-hospital de caridad.

1868.- Se establecen los médicos titulares para po-

blaciones de más de 4.000 vecinos, con la obliga-

ción de asistir gratuitamente a los pobres.

1883.- Creación de la Comisión de Reformas Socia-

les.

1900.- Ley de accidentes del trabajo.

1891.- Primer congreso de Médicos Titulares de Es-

paña.

1904.- Se crea el Cuerpo de Médicos Titulares y se

establecen sus retribuciones.

1904.- Conferencia sobre Previsión Popular.

1908.- Se funda el Instituto Nacional de Previsión.

1919.- Se establece la obligatoriedad del seguro de

Retiro Obrero.

1923.- Se crea el subsidio de maternidad.

1929.- Se establece la obligatoriedad del seguro de

maternidad.

1932.- Se amplía a los trabajos agrícolas la cobertu-

ra de la ley de accidentes de trabajo de 1900.

1942.- Se crea el Seguro Obligatorio de Enferme-

dad, implantado el 1 de Septiembre de 1944 y vi-

gente hasta 1978 en que se plublica la vigente Ley

de General de Sanidad.

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Perfil del médico rural en tiempos de Don

Ricardo.-

A pesar de que la estrecha relación con sus pa-

cientes y vecinos desarrolla un sentimiento de amis-

tad y familiaridad mutuo, y de la admiración que

pueda disfrutar por parte de su clientela, el oficio

de médico rural era tenido a menos entre la profe-

sión: Su proyección profesional era nula, sus ven-

tajas económicas inexistentes y las dificultades para

ejercer, innumerables. El perfil típico de estos titu-

lares era, en la primera mitad de siglo, el de un

hombre, de extracción rural; hijo de terratenientes,

comerciantes prósperos o profesionales farmacéuti-

cos de la zona. En Galicia había una media de dos

médicos por ayuntamiento, a mediados de siglo se

contaban 700 profesionales rurales en toda la re-

gión. El médico rural era (Y sigue siendo) un cruce

entre detective, sicólogo y bombero: La información

sobre sus pacientes le llega a menudo en forma

indirecta y se ve involucrado en temas de tipo social

y familiar. "Ay, dotor, a ver si lle mete medo ao

meu Xosé pra que non beba tanto..."

El papel de la Iglesia en la sociedad.-

En cierto modo, y como lo son también la práctica

totalidad de las asociaciones humanas, la iglesia

es como una empresa. Con sus objetivos, sus pre-

supuestos, sus planes de implantación y desarrollo,

su estrategia de imágen... Necesita definir y buscar

su lugar en la sociedad y el estado, mas o menos

directamente y según las épocas a lo largo de la

historia. Para su supervivencia, protección divina

aparte, depende de sus ingresos como cada hijo

de vecino. Y esta es su segunda preocupación

después del asunto celestial; "Ora et labora", o en

castellano "A Dios rogando y con el mazo dando".

Para repartir caridad necesita recaudar de la cari-

dad de los demás, apelando a la solidaridad de

todos y de la administración del estado en particu-

lar. Es la aplicación activa del sentido de vida cris-

tiana. A principios de siglo, esta constante se ha-

cía mucho mas evidente que hoy día. El contacto

con el pueblo tenía que ser directo y en persona,

no había otra forma, para mantener el clima de fe y

el ascendente sobre sus conciencias. No juzgue-

mos midiendo con varas actuales, entonces la gen-

te vivia una religiosidad integrada en su cultura co-

mo algo normal y natural, encontrando en la fe mu-

cho más apoyo que sufrimiento, aunque hubo de

todo. Ya en la posguerra, en el campo que hoy

ocupa parte del actual cementerio de Esteiro, tras

la iglesia vieja, se reunía la gente los domingos pa-

ra "La Misión". Allí acudían a pasar la tarde condu-

cidos por los respectivos párrocos los vecinos de

Esteiro, Tal y Abelleira. Como cantaba D. José,

párroco de Santiago y de Santa Mariña cuando se

aproximaban los de San Esteban: "Ehí veñen os de

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Abelleira cruzando polo barranco, dirixidos por Don

Ángel no seu cabaliño blanco". Los curas solían

tener a su vez sobrinos curas, con lo que "se pre-

servaba la especie". Pero también sobrinos médi-

cos, o maestros... Profesiones que reportaban una

serie de beneficios a la sociedad, cubriendo sus

carencias en educación, sanidad etc. Digamos que

así se devolvía al pueblo la inversión realizada en

limosnas para los santos. En el caso de D. Ricardo

esta inversión fué amortizada con creces.

Otros personajes de la historia de D. Ricardo.

Don Antonio. Fue el padrino y mentor de Don

Ricardo. Aunque fue bautizado con el nombre de

Perfecto, al ordenarse sacerdote consideró la con-

veniencia de cambiárselo por el de Antonio. Desti-

nado a Pontevedra, a la parroquia de Nuestra Se-

ñora de Los Placeres en Lourizán, conoce a D. Eu-

genio Montero Rios, que coincide entre los asisten-

tes a sus homilías y simpatiza con el sacerdote. De

ahí surge una amistad que sin duda influye en la

progresión social de D. Antonio, brindándole una

serie de importantes relaciones sociales. La influen-

cia de D. Antonio, canónigo, era públicamente co-

nocida. Don Ricardo libra de la mili: En aquellos

tiempos se compraba la exención del servicio y los

buenos "enchufes" lo facilitaban. Cuando se produ-

ce la vacante del médico de Esteiro por jubilación

del marido de Doña Delfina, se presentan dos can-

didatos al puesto. La promoción que realiza el pa-

dre de D. Ricardo entre los vecinos fué importante.

Pero si consideramos que el otro candidato era un

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Romaní, la influencia de D. Antonio tuvo que ser

decisiva. Don Eugenio Montero Rios, santiagués,

(13/11/1832-12/5/1914) fue un célebre jurista del

XIX. Catedrático de derecho en Oviedo y Santiago,

político liberal, ocupó las carteras de justicia y fo-

mento en varias legislaturas; en 1905 fue nombra-

do Presidente del Gobierno con Alfonso XIII. Co-

fundador de la Institución Libre de Enseñanza en

1877, fue su primer rector. Presidió la delegación

española que firmó el tratado de París, con el que

se ponía fin a la guerra con los Estados Unidos por

Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Consejero privado

de la reina Maria Cristina, por el Pazo de Lourizán,

su casa familiar, solía pasar lo más granado de la

alta burguesía liberal gallega. Todo un personaje;

me permito apuntar el dato para recalcar que Don

Ricardo pudo haber optado por otros destinos mas

aparentes, apoyos no le habían de faltar y cualida-

des humanas o técnicas tampoco. Sin embargo,

se ve que consideraba a sus paisanos mas merece-

dores de sus servicios.

Doña Mercedes, esposa de D. Ricardo, fué

siempre llamada "Señorita" por todos los vecinos de

Esteiro. También lo fué su hija María, en menor

medida. Es de destacar su adaptación al medio

rural, extraño para ella; criada en la capital de Es-

paña y de clase "Pudiente", tuvo que acostumbrar-

se a un medio completamente distinto y desconoci-

do. Acompañada por una criada con una sombrilla,

acudía a supervisar las labores del campo en sus

propiedades y repartir "La parva". Dio a luz 14 hi-

jos, uno muerto apenas nacido: María, Joaquín,

Luís, Ricardo, Cándida, Mercedes... Ya en la casa

nueva de Creo , Concha, Pepita, Margarita, Paco,

Abelardo, Pepe y Pilar. Vivos actualmente, Mar-

garita, Abelardo y Pilar. Aunque ninguno se dedicó

a la profesión de D. Ricardo, un hijo de Luís, Ri-

cardo Tobío Calo, ejerce como médico en Madrid.

Barro es un pueblo cercano a Noia de donde

era natural Don José Rodriguez Romero, conocido

por esto como Don José de Barro. Como comercial

no tendría precio hoy día, su gestión económico-

fiscal entre sus feligreses para obtener fondos para

la construcción de la nueva iglesia es digna del me-

jor ministro de hacienda: La prueba física de sus

esfuerzos seguirá presente por muchas generacio-

nes: La iglesia nueva. Hombre agraciado y de bue-

na presencia, que por ello despertaba ciertas envi-

dias infundadas entre mozos y maridos, Don José

atraía a sus fieles por su magnetismo personal, o

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mas bien por su insistencia. Era omnipresente y

pesado, nunca le valía un "No". Está claro que la

"propiedad" de la iglesia nueva pertenece a todos

los vecinos, pues se construyó gracias a su esfuerzo

y solidaridad; pero la iniciativa del sacerdote bien

merece la mención que de él se hace en la placa

recuerdo colgada en las paredes del templo. En

Solleiros, barrio cercano a la iglesia, se concentra-

ba la gente pía de la parroquia. Por eso se ganó el

mote de "O Car.. Santo.", que actualmente ostenta

un equipo de fútbol de la liga de barrios.

"La farmacéutica".

María, hija mayor de D. Ricardo, contrae matrimo-

nio con el titular de la farmacia del pueblo, Don Ro-

mán Romaní Ferrer. Sus apellidos nos aclaran per-

fectamente su pertenencia a la élite de origen cata-

lán establecida en la zona y vinculada con activida-

des comerciales derivadas de la pesca. Una hija del

matrimonio, Marina, llegará a licenciarse farmacéu-

tica y a continuar en el pueblo con la actividad de su

padre. María "La farmacéutica" enviuda jóven; por

esto sus hijos, muy niños todavía en ese momento,

se acostumbraron a llamar "Papá" a Don Ricardo y a

considerarlo como tal.

"El Estanco" era un bar regentado por Belar-

mino, cuya esposa, Cándida, era pariente de Don

Ricardo. A este local, sito en el mismo lugar que

ocupa hoy el actual "Bar Estanco", y que casual-

mente regenta un sobrino nieto del médico, acudía

D. Ricardo las tardes de los días de fiesta a partici-

par de la tertulia entre amigos y a jugar una partidita

a las cartas, tantas veces interrumpida por alguna

urgencia médica que requería su presencia. Esta

actividad de ocio era la única que se conoce que

practicara D. Ricardo, aparte de las que disfrutase

en su casa, con su familia. Su afición era la lectura,

y cuando la ceguera se lo llegó a impedir, requería

a alguno de sus nietos para que le leyesen.

"Os Moletes". De la casa matriz de Outeiro,

en Solleiros, salió más de un cura. Aparte de D.

Antonio y D. Serafín, sobrino de D. Ricardo, parece

ser que existía un precedente en la familia. Herma-

nos de Joaquín, padre de D. Ricardo, eran Enrique,

Pepe y Perfecto (D. Antonio). Joaquín casó para

Riomaior, con María "Do Rateiro", su padre tuvo

este mote por proceder de Rateira, cerca de Abe-

lleira. La casa de "Os Moletes" fué casa pudiente de

antiguo, de labradores propietarios.

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