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Subtitulado: Los 25 mejoresagentes dobles de la historia

• Joaquín Madolell, un agentedoble español en Moscú.

• Kim Philby, bebedor, mujeriego yde clase alta.

• Una heroína y traidora llamadaMathilde Carré.

• Luis González-Mata, espía deFranco.

• Heinz Felfe, el exespía nazi quetrabajó para Stalin.

• Mata-Hari, el falso mito de unaprostituta de lujo.

¿Héroes o traidores a la patria?

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¿De qué forma engañaron y manipularona las maquinarias más preparadas delmundo, los servicios decontraespionaje? Dinero, patriotismo,chantaje, ideología, venganza o miedoson algunos de los motivos que impulsana los mejores agentes dobles de lahistoria. Fernando Rueda, autor de Lasalcantarillas del poder –publicado conmucho éxito en esta editorial–, nosacerca todos los detalles que puedenexplicar las razones de sucomportamiento: sus sueños y pesadillasde la infancia, sus amores, lasdecepciones que le marcaron… ¿Cómose sobrelleva día a día la tensión de queen cualquier momento un pequeño errorpuede acabar con un inconsistente

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castillo de naipes? Veinticinco casosapasionantes, entre los que se encuentrancinco españoles, conforman un libroapasionante y muy entretenido en el queel papel de los agentes dobles arroja luzsobre hechos históricos como la crisisde lo misiles de Cuba o las alianzas deEspaña con servicios secretosextranjeros.

FERNANDO RUEDA

Introducción1. «Operación Mari»: JoaquínMadolell, por primera vez un topoespañol en el corazón del espionajeruso

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2. La codicia de Aldrich Amesllevó a diez hombres a la muerte3. Dimitri Poliakov, «Sombrero deCopa», un patriota ruso que quisoponer freno a la corrupción de losdirigentes de su país4. Robert Hanssen, un hombreamargado y anticomunista quetrabajó para el kgb para demostrarlo listo que era5. Cómo Kim Philby, bebedor,mujeriego y de clase alta, pudotrabajar para Rusia treinta años sinque le pillaran6. Lo que el miedo obligó a hacer auna heroína llamada MathildeCarré7. Los tanques aplastaron la

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Primavera de Praga y el ruso OlegGordievski cambió de bando8. Luis González-Mata fue espía deFranco, del argelino Ben Bella, dela cia, del kgb y de quien pagarabien9. Seducida por un agente con finesocultos, Gabriele Gast se convirtiópor amor en espía de la stasi10. La cia utilizó para sus objetivosal espía ruso Nikolai Khokhlov ydejó tirados a su mujer y a su hijo11. Mentiras, erroresincomprensibles, ocultamientos: elotro lado del mito Juan Pujol12. Samir Mayed Ahmed, topo,traidor y asesino en Madrid13. Los problemas del homosexual

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Alfred Redl en tiempos deintolerancia14. George Blake, un espíaprisionero en Corea que cambió debando en mitad de las torturas15. El policía Silvestre Romerointentó doblar al espía del kgb quele había convertido en doble agente16. Oleg Penkovski alertó aKennedy de la llegada de misilesrusos a Cuba y fue ejecutado17. Se busca chica guapa, capaz dementir sin titubear y con granmemoria: el caso de IrmgardSchmidt18. Human Jalil al-Balawi, eldoble agente que Al-Qaeda metióen la cia

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19. Eddie Chapman, un delincuentedivertido, bebedor y mujeriego dedudosa lealtad20. La incomprensible torpeza deRoberto Flórez y el misterio decómo fue descubierto21. La falta de escrúpulos: HeinzFelfe, exespía nazi que trabajó paraStalin22. Elvira Chaudoir, una peruanaamante del juego, agente alemana einglesa para pagar sus deudas23. Víctor Ariza, la novedad deInternet, su obsesión por lasmujeres y las chapuzas gloriosas24. Nadie sabe a quién traicionómás Evno Azev, si al zar o a losrevolucionarios

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25. Mata Hari, el falso mito de unaprostituta de lujoBibliografía

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FERNANDO RUEDA

Espías y traidores

La Esfera de los Libros

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Autor: Rueda, Fernando©2012, La Esfera de los LibrosISBN: 9788499703404Generado con: QualityEbook v0.63

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Para Ladislao Rueda, mi padre;Carmela, Manuel y María Jesús,Carlos y Mari Carmen, Pilar, Feli,Jesús, Maribel, Merche, Manolo yEncarnita, y el resto de familia que seha ido; la generación que no hizo laGuerra Civil, sufrió sus consecuenciasy nos sacaron adelante.

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Introducción

La carrera para escribir las páginas queva a leer me ha supuesto una aventuramás parecida a un rally en el desiertoque a una vuelta ciclista. Indagar en lahistoria de veinticinco agentes dobles,con las vidas más complicadas que hepodido encontrar, ha sido un trabajoduro pero muy reconfortante. Durante unaño he cambiado de compañero/a cadados semanas. Un lunes rescataba lainformación que hacía tiempo habíabuscado sobre él o ella. Arrancaba unanueva investigación, por si se me habíaescapado algo. Me ponía en contactocon algún experto para que me aclarara

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detalles dudosos. Y, por último, leíaapasionadamente mis notas y losmejores textos publicados. Contrastabadatos, acudía a pedir consejo a mislibros antiguos y en última instancia a labiblioteca particular de mis amigosespías. Después convertía la carpeta conmis primeras reflexiones y los datos másimportantes en el acompañanteimprescindible a cualquier sitio dondeacudiera. Conduciendo el coche,viajando en el autobús o el metro,paseando por las calles de Madrid...dedicaba mis pensamientos a reflexionarsobre él o a ella.

La familia que le vio nacer, lossueños de su infancia, sus juvenilesamores, las decepciones que le

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marcaron, el trabajo por el que siempresuspiró... Si sus primeros contactos conel espionaje habían sido satisfactorios,si se movía con naturalidad ocultandosus pensamientos. Quizás soñaba conhacer carrera en el servicio secreto onunca pensó que el destino le llevara atener que trabajar en las alcantarillas delpoder. Con los datos íntimos asimilados,entraba a estudiar la operación concretaque le había hecho pasar de llevar unavida más o menos normal a situarseentre dos fuegos. ¿Qué es lo que leindujo —me preguntaba— a meterse enun berenjenal así? ¿Sabía que de allísolo se salía con los pies por delante,encerrado entre cuatro asquerosasparedes o viviendo escondido el resto

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de su vida? El mejor momento eracuando, después de una semana, mesentaba delante del ordenador y escribíasu historia con todos los datos y losángulos que había descubierto.

Cada personaje requería unplanteamiento distinto, un texto que pocoo nada tenía que ver con el anterior o elposterior. Pero es que la inmersión ensus peripecias me obligaba a fijarme encada uno a partir de aspectos distintosque marcaban y explican lo que habíanhecho. Para un periodista deinvestigación como yo, lasextraordinarias operaciones quedescribo en este libro han constituidouna parte destacable, pero vaya pordelante que es imposible entender el

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comportamiento de los agentes doblessin analizar sus vidas. Cómo engañaron,mintieron, manipularon a lasmaquinarias más preparadas del mundopara la búsqueda de traidores —losservicios de contraespionaje— esapasionante, pero mucho más cuandouno descubre esas miserias que leshacen débiles y expuestos a la vigilanciaexterna.

No me di cuenta cuando escribí unaa una la historia de cada doble agente,pero al repasarlas he observado que lasbajas pasiones están sobradamenterepresentadas entre ellos. Muchosbebían como cosacos, bastantes eranexageradamente promiscuos, un montóntenían una debilidad incontrolable por

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conseguir dinero como fuera. Y todosellos, pasados los primeros meses oaños, sufrían cambios hormonalesdebidos a la doble vida que estabanpadeciendo y a la tensión de que encualquier momento un pequeño errorpodía dar al traste con su inconsistentecastillo de naipes. De la debilidad de suestatus de doble agente sabían bastantepor experiencia propia. La mayor partede los veinticinco personajes delataronconscientemente a agentes querealizaban su mismo juego de engaños,pero en sentido contrario. Y se enteraronde que esas personas a las que elloshabían traicionado, algunas vecesincluso amigos, habían sido asesinadasde un tiro en la nuca. En contra de lo que

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pueda parecer, la mayor parte de ellosnunca perdió el conocimiento de lo queestaba bien y lo que estaba mal. Vendíana su país y a sus amigos por una bolsade monedas y no habrían parado dehacerlo si no les hubieran pillado, perosiempre supieron que lo que hacían noestaba bien. Se justificaban pensando enlo mal que les habían tratado a ellos, lanecesidad de actuar así para que sumujer no les abandonara o urgidos porevitar que en la guerra ganara el bandoequivocado.

No me ha quedado claro en muchosde los agentes dobles, en cuya vida heintentado meterme sin prejuicios, si lospodría calificar de héroes —patriotas—o traidores. Es un ejercicio que

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recomiendo. Una gran parte de lospersonajes son patriotas y traidoresdependiendo del bando desde el que seles juzgue. Uno de los casos en los queno tengo dudas es el del español JoaquínMadolell, que vivía plácidamente comomilitar del Ejército del Aire y se viometido en una película de espías. Actuóen todo momento como patriota a lasórdenes del servicio secreto español,cumpliendo órdenes y jugándosela deforma altruista. Pues bien, el espía rusoal que mandó a la cárcel, Rinaldi, nodudó en calificarle en sus memoriascomo un traidor. La investigación sobrelos agentes españoles ha sido unaaventura divertida y gratificante. Meencontré con que Madolell

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desgraciadamente acababa de morir,pero tuve la suerte de contar con elapoyo de su encantadora familia. Yaprovecho para hacer una pequeñadenuncia: cincuenta años después de lallamada «Operación Mari» el CNI(Centro Nacional de Inteligencia) no hadesclasificado el contenido delexpediente. Y lo que me entristeció aúnmás: el propio Joaquín se lo pidió porescrito al entonces director, JavierCalderón, que se acogió a la Ley deSecretos Oficiales para mantenerloescondido. Se murió sin conocerlo, peroestoy seguro de que sus hijos tienenderecho a tenerlo. ¡Han pasadocincuenta años, señores del CNI y delGobierno!

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Otra experiencia interesante fueconocer al comisario principal SilvestreRomero, que en su juventud tambiénactuó como doble agente con el serviciosecreto ruso. Su historia apasionanteinvita a que él personalmente la escribade forma mucho más amplia, si esposible, contando con el apoyo del CNI,que le debería evitar las molestias de lacensura.

Con quien no he habladopersonalmente, como bien sabe elservicio secreto español, que le tienesometido a un permanente control, escon Roberto Flórez. Ahí la investigaciónha sido más complicada y por eso másinteresante. Toda la verdad de lo quepasó solo la saben el exdirector del

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CNI, Alberto Saiz, y algunos de susaltos cargos y agentes. Pero ya no sesostiene que el doble agente fueradescubierto exclusivamente, como contóel propio Saiz, por una investigación deseguridad interna. Los datos de lainvestigación que he llevado a caboquedan reflejados en este libro.

Los otros dos españoles de los quehablo pertenecen a la Historia. Uno esmuy conocido, Juan Pujol, «Garbo», unode los hombres clave para engañar en laII Guerra Mundial a los alemanesdurante la invasión de Normandía. Elotro lo es menos, Luis González-Mata,«Cisne», pero su vida, si cabe, estodavía más apasionante y representa alprofesional de la información que vende

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su trabajo al mejor postor.Junto a ellos espero que disfruten

con los relatos de los otros veinteagentes dobles que más consiguierondespertar mi curiosidad. Sus vidas estánentrelazadas en algunos casos. Lo másnormal no es cazar a un traidor —opatriota— mientras entregadocumentación robada: lo habitual espillarle tras la denuncia de otro espíaque cambia de bando y le vende.

Hay espías que trabajaron paraHitler y luego para Stalin, como HeinzFelfe; algunos que se vieron obligados avenderse al enemigo para pagar losgastos de las tres mujeres a las quemantenían, como el peruano VíctorAriza; para detener al patriota Poliakov

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hizo falta la denuncia de dos doblesagentes de la CIA (Central IntelligenceAgency) y el FBI (Federal Bureau ofInvestigation), Ames y Hanssen;Gabriele Gast aceptó espiar para laStasi como única manera de que ladejaran ver a su novio, que era quienprecisamente le había tendido unatrampa; o Nicolai Khokhlov, que cambióde bando porque su mujer le dijo que noviviría con él si mataba al disidente rusoque le había encargado el KGB (Comitépara la Seguridad del Estado, por sussiglas en ruso).

Por distintos motivos me he sentidoconvulsionado con algunas historias queno necesariamente serán las que mástoquen el corazón de todos. Por ejemplo,

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la de Samir Mayed Ahmed, el jovenpalestino que mató en pleno centro deMadrid al jefe para Europa del Mossad,muestra la incomprensión y el engaño. Ola de Alfred Redl, un militar de Austria-Hungría que sufrió por ser homosexualpero que fue plenamente feliz en supapel de traidor (aquí sin dudas, pues depatriota no tuvo nada). O el caso deHuman Jalil al-Balawi, el miembro deAl-Qaeda que se autoinmoló llevándosepor delante en Afganistán a siete agentesde la CIA y a uno del espionaje jordano,a los que manipuló.

Este libro surge de una idea de misamigas de La Esfera de los Libros,Ymelda Navajo y Mónica Liberman, queme propusieron buscar veinticinco

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agentes dobles y contar su vida. Megustó tanto que aparqué de momento elproyecto que tenía entre manos y al queahora volveré.

Tengo que dar las gracias a ManuelRey y a algunos otros exespías que mepermitieron disfrutar de sus libros y susconocimientos históricos. Una ventajapoder disfrutar de amigos taninteresantes. También a Eva y Carlos,primero amigos y luego anticuarios, queempezaron hace tiempo a buscarmejoyas literarias que afianzaron mi pasiónpor el espionaje en su vertientehistórica. Doy también las gracias a LuisTogores, prestigioso historiador, que meregaló la Enciclopedia del espionaje. YAlicia, Elena y Sandra son el sueño que

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nunca se evapora y las compañeras deviaje con las que merece la pena vivir.

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1. «Operación Mari»:Joaquín Madolell, porprimera vez un topoespañol en el corazóndel espionaje ruso

Busco afanosamente el paradero deJoaquín Jesús Madolell Estévez. En1964, cuando era subteniente delEjército del Aire, aceptó convertirse enagente del GRU (Directorio Principal deInteligencia, por sus siglas en ruso), elservicio secreto militar soviético. Pocoantes había entrado a formar parte del

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Servicio de Información del Alto EstadoMayor, el más importante en España enaquellos momentos.

Nadie parece querer hablar de él.En el Cuartel General del Ejército delAire, me cuenta un buen amigo que mehace la gestión, aseguran que carecen deinformación. La respuesta procede de unmiembro de la inteligencia militar, loque me hace sospechar que prefieren nomojarse en la historia. No lo entiendo:todo ocurrió hace casi cincuenta años,los protagonistas deben de ser ancianosvenerables y los secretos de Estado hancaducado, como la Guerra Fría queazotaba el convulso mundo posterior ala II Guerra Mundial.

Unos meses antes tuve la inmensa

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fortuna de conocer en persona aSilvestre Romero (del que hablaremosen el capítulo 15), el comisarioprincipal de la policía que también hizoun fantástico doble juego tiempodespués, durante la transición española,para engañar a los soviéticos. Elsubteniente Madolell actuó años antes,en plena dictadura de Franco, cuando unagente ruso llamado Giorgio Rinaldi lecaptó para su causa a cambio de dinero.Una cantidad de pesetas alejada de lascuantiosas sumas que recibieron por sustraiciones Aldrich Ames y RobertHanssen, pero en aquel momento losespías españoles lo desconocían todosobre el KGB.

En el verano de 1963 Joaquín

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Madolell era un instructor muy popularen el aeródromo de Cuatro Vientos. Losmilitares perdían en los cuarteles elsegundo nombre, en este caso «Jesús», yterminaban arrinconándolo también ensu vida privada. Allí acudía los fines desemana y siempre que disponía de unrato libre en su trabajo en el Ministeriodel Aire, cuya sede central está enMoncloa, cerca de la salida de Madridcamino de la carretera de A Coruña.

Joaquín era un deportista nato —fue profesor de Educación Física en laAcademia de Infantería de Toledo— ysentía una pasión enloquecedora por elparacaidismo, algo que exigía unavalentía probada, especialmente enaquellos años. En Cuatro Vientos todos

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le respetaban: era un mito. Habíaformado parte del primer grupo quehabía saltado en España, en 1948, en labase aérea de Alcantarilla, en Murcia,dirigido por Ramón Salas Larrazábal,uno de los más prestigiosos generalesdel Ejército del Aire en toda su historia.Quince años después de ese primercurso, Madolell se había convertido eninstructor en Cuatro Vientos, base a laque acudían muchos militares y civilesaventureros, entre los que había algúnfamiliar del futuro rey.

Giorgio Rinaldi, por su parte, eraun italiano de cuarenta años, como elsubteniente de aviación. Había sidoelegido por el GRU para captar nuevosagentes y montar en el sur de Europa una

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red clandestina que robara informaciónsensible. Con la tapadera de un negociode antigüedades podía moverse concierta libertad, sin despertar la atenciónni levantar sospechas en Europaoccidental, especialmente en paísescomo España, gobernados pordictaduras. Rinaldi buscaba un militardel Ejército del Aire con acceso a lasactividades norteamericanas. Paracaptarlo sin llamar la atención acudió alos lugares civiles a los que iban losaviadores, y uno de ellos era elaeródromo de Cuatro Vientos. Allí fuedonde conoció a uno de los instructores,el subteniente Madolell. Rinaldi eraparacaidista, aunque no lo aparentaba,pues su cuerpo era lo más alejado al de

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un deportista. Madolell, por su parte,presentaba un aspecto físico curioso.Era fibroso y muy fuerte, pero decomplexión mediana, rubio con los ojosazules. «Algo tirillas», decían los que leconocían.

Compartir copas en el bar era lohabitual tras una sesión deparacaidismo. Rinaldi buscórelacionarse con Madolell y no le costómucho esfuerzo, porque el militar era untipo simpático y amable. El italiano notardó en reparar en que su nuevo amigo,con el que empezó a quedar por Madridpara tomar copas, era tan extravertidocomo reservado. Los meses corrieron ylos dos hombres intimaron. Cada vezque el supuesto anticuario venía a

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España por asuntos relacionados con susnegocios, se veían y estaban hasta altashoras de la madrugada tomando copas.Desde que se conocieron en el veranode 1963, Rinaldi examinócuidadosamente al militar, hasta que enmayo de 1964 decidió mostrar suscartas. Se había producido un hecho quehabía transformado la situación dedudosa a claramente favorable: elsubteniente había sido destinado a labase conjunta hispano-estadounidensede Torrejón.

Una noche, simulando ir pasado decopas (si la cosa salía mal, podía decirque todo era producto de la borrachera),le espetó directamente: «Tengo unnegocio que hacer contigo». Alguien

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como Joaquín, tan reservado para lostemas de su trabajo en el Ejército delAire, no pudo imaginar lo que se levenía encima. Seguramente le daría unsorbo a su copa de Licor 43, su bebidapreferida, y miraría tranquilamente alitaliano a la espera de comprobar si laoferta le podría suponer un dinero extra.No tardaría mucho tiempo en helárselela sangre. Rinaldi le preguntó si seríacapaz de sacar de su trabajo informaciónde los estadounidenses. A cambio, éltenía unos amigos dispuestos a pagárselabien. El airbag interior de Madolellsaltó al percibir el golpe, pero no dejóque su amigo italiano se enterara. Por elcontrario, mostró interés en su propuestay le animó a explicarla. Rinaldi le dijo

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que había conocido en Italia a unaspersonas que buscaban informaciónsobre las actividades de las tropasnorteamericanas en las bases deutilización conjunta. A esa gente no leinteresaban los datos sobre las fuerzasarmadas españolas, y él jamás le pediríaque traicionara a su país, pero losamericanos eran otra cosa.

Fue una larga noche para elsubteniente paracaidista. ¿Estaba suamigo loco? ¿Había bebido más de lacuenta? ¿Los dos habían bebido más dela cuenta? ¿Tenía sentido lo que le habíapedido? La moviola de la juerganocturna le presentó imágenes cada vezmás nítidas. Cuando amaneció no lequedó ninguna duda: su amigo Giorgio

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era un agente del servicio secretosoviético y le había hecho una oferta enfirme para trabajar para ellos. Y élhabía contestado afirmativamente. Noera un error. Giorgio no era su amigo,jamás lo había sido: se había acercado aél exclusivamente para captarle. Era untraidor y no había nadie a quienMadolell odiara más que a los traidores.

La búsqueda de Joaquín Madolell,cerca de cincuenta años después de quefuera captado por el GRU, me resultacomplicada, porque no quiero recurrir alCNI. Ellos siguen considerando secretointocable todo lo referente a susoperaciones pasadas, así que prefierohacer yo solo el camino. La única pistaque tengo es la narración de Bandario,

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Cernuda y Jáuregui en su libro Serviciossecretos, insuficiente para conocer suspropias vivencias. Sigo buscando y elcorazón me da un vuelco al leer enInternet una noticia perdida: JoaquínJesús Madolell Estévez murió el 1 deoctubre de 2011, a los ochenta y ochoaños de edad. Llego tarde paraconocerle, para que me explicara suhistoria y me hablara de las sensacionesque le despertó el juego sucio de suamigo Rinaldi, para que me contara porqué decidió embarcarse en un juego tanpeligroso como el de doble agente, enunos momentos en que si te pillaban, lossoviéticos no dudaban en pegarte dostiros. No me desanimé. Quizás él nopodía ya contarme los secretos que

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anidaron en su cabeza en aquellos años,pero quizás alguien cercano a él...

Tras la extraña noche de juergaJoaquín decidió presentarseinmediatamente ante su jefe directo ycontarle lo que le había pasado. Era unhombre de mundo que había aprendido avalerse por sí mismo, sin esperar laayuda de nadie, pero que respetabafervorosamente la autoridad, y en esemomento sabía que estaba metido en unasunto que excedía sus competencias.Unos días después, el subteniente teníacita con el teniente coronel Arozarena,jefe de Contrainteligencia del AltoEstado Mayor, que le hizo repetirpalabra por palabra toda la historia quele había contado previamente a su

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comandante. En aquellos años elservicio secreto tenía poca experienciasobre las actividades de potenciasenemigas en territorio español, pero laoperación sobre el paracaidista era demanual: acercamiento, análisis, amistady captación. Por suerte, el subtenientehabía respondido a la oferta de maneraafirmativa, transmitiendo la imagen deque por dinero estaba dispuesto a hacercualquier cosa. Arozarena, uno de losmejores especialistas españoles enespionaje de la época, le propuso que seconvirtiera en doble agente: quetrabajara para el servicio deinformación del Alto Estado Mayor y almismo tiempo para los soviéticos. Unaposibilidad que le ofreció tras haber

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estudiado minuciosamente lasorprendente vida del subteniente, queencajaba en el perfil que necesitaban.

Joaquín había nacido en 1923 enMelilla, con la desgracia de que sumadre murió al traerle al mundo. Supadre, un hombre sumido en la pobrezaextrema, se dio cuenta de que no podríacuidarle y lo entregó en adopción a unconvento de monjas. El pequeño Joaquínvivió siempre en el orfanato, sincompartir en toda su juventud el calordel hogar con una familia que leacogiera. De pequeño su gran pasióneran los deportes. Uno de los momentosen que más disfrutaba era cuando secolocaba entre los tres palos de unaportería y jugaba con su equipo al

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fútbol.Su dura infancia acabó cuando hizo

el servicio militar en el Ejército delAire, donde no dudó en reengancharse.Le gustaba la vida castrense; losmilitares eran los únicos que hasta esemomento le habían abierto una puerta alfuturo. De espíritu guerrero, dispuesto aafrontar cualquier reto, en 1942 seapuntó a la División Azul, dondepermaneció hasta 1943. Como soldadodel Ejército del Aire fue destinado a unabase aérea de la Luftwaffe ubicada enEsmolensko, relativamente cerca de losbosques de Katyn, donde durante laguerra mundial fueron cruelmenteejecutados miles de militares polacospor las fuerzas soviéticas. Sus méritos

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llevaron a Joaquín a conseguir losgalones de sargento con veintidós años ya empezar una carrera brillante yprometedora.

El teniente coronel Arozarenaseguro que también se quedó impactado,aunque en aquellos años esas cosas eranmás normales, cuando al investigarsobre Madolell se encontró con que secasó a los veintiséis años con DoloresHeredia, una chica de diecinueve, quehabía perdido a su madre seis mesesantes. Por este motivo la boda secelebró un 19 de enero a las siete de lamañana con los novios vestidos de luto.La boda tuvo lugar en Alcantarilla, lalocalidad murciana tan estrechamenteunida al Ejército del Aire, donde estaba

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situado el aeródromo militar. La parejahabía tenido tres hijos que vivían con lamadre en Alcantarilla, donde la familiase instaló cuando el padre fue destinadoprimero al Ministerio del Aire ydespués a la base de Torrejón de Ardoz.

Con todos esos datos, el perfil deMadolell era absolutamente de fiar yfavorable para engañar a los soviéticos.Desconocía las técnicas de espionaje,pero la solvencia con que habíaafrontado las numerosas situacionesconflictivas de su vida auguraba quepodría desenvolverse bien ensituaciones hostiles. Solo tenía que serél mismo: un tipo pendenciero, sociable,guasón, que siempre decía lo quepensaba, que no se arredraba ante nada

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y, por encima de todo, se sentía españoly muy militar.

Cuando Madolell recibió lallamada de Rinaldi unos días después yasabía que iba a introducirse todo lo quepudiera en el entramado del espionajeruso. Y lo haría más aceleradamente delo que podía pensar: el agente ruso leinvitó a Turín, donde vivía con su mujer.Comenzaba una etapa en la queMadolell iba a estar con su familiamucho menos de lo que le gustaría. Entresu trabajo en la base aérea de Torrejón ysus reuniones con Rinaldi, los añossiguientes iban a ser muy duros.

Rinaldi cerró el trato con Madolellen Italia. Le anunció que su trabajo seríapara el GRU y que debería conseguir

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información sobre las tropasnorteamericanas en la base de Torrejón.La que pasara por sus manos o pudieraconseguir y también la que le pidieranlos rusos a través del italiano. Le sugirióque abriera una cuenta corriente en laque le ingresarían su paga y los gastos.Debería alquilar un piso operativo,desde el que llevaría a cabo lastransmisiones y los envíos deinformación.

Joaquín regresó satisfecho aMadrid y empezó a hacer algo que seconvertiría en hábito: transcribir toda lainformación de su estancia, los nombresde las personas que le hubieranpresentado, direcciones, matrículas decoches, conversaciones que hubiera

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mantenido... Para ello tendría que hacerun verdadero esfuerzo, pues no era unapersona acostumbrada a recordardetalles ni a memorizar todo lo que veíay escuchaba.

Conseguir el teléfono de la familiade una persona que ha fallecido esrelativamente sencillo si la suerte teacompaña. Más fácil si es hombre quemujer, pues todavía en una gran parte delas familias españoles los teléfonos seregistran a nombre del progenitormasculino. Así que busqué el número deJoaquín Madolell, que había fallecidohacía escasos meses, y lo marqué. Unavoz amable, desconcertada, sin duda suviuda Dolores, me pasó con su hijoAlberto.

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—Sí, mi padre fue JoaquínMadolell y es la persona que engañó alos rusos en los años sesenta. No sé quévoy a poder contarle, porque mi padreera muy reservado.

—Ya tengo la información sobre la«Operación Rinaldi». Lo que quiero esque me hable de su padre, cómo era, quésentía cuando se enfrentaba al inmensopoder del espionaje ruso...

—No sé si podré ayudarle mucho,pero lo que sí le puedo decir es que mipadre me dijo que ellos no la llamabanasí. Ellos hablaban de «OperaciónMari», en referencia a «Madolell-Rinaldi».

Joaquín llevaba mucho tiempoviviendo solo en la capital, pero con

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motivo de su conversión en doble agenteperdió toda la intimidad, aunque él tardóen descubrirlo. Arozarena no le contóalgunos extremos sobre el control que elservicio iba a ejercer sobre él para queno se preocupara y para que siempreactuara con normalidad, sin estarpendiente de si le seguían o no.Imaginaba que los propios soviéticosserían los primeros en vigilarle, aunqueno le pusieron sobre la pista de quealgunos de los supuestamenteinofensivos amigos de Rinaldi en lacapital seguro que también eran agentesrusos.

Arozarena no tardó en presentarle alos dos militares que se iban a encargarde su caso, sus controladores. Los dos

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eran oficiales militares: Víctor Portilloy Francisco Ferrer. Ambosestablecieron con él una relación muyespecial que duraría toda la vida. Prontole explicaron a Joaquín que dada laenvergadura de la acción, cuyo campode actuación traspasaba las fronteras deEspaña, se habían puesto en contactocon la CIA y el servicio secreto italiano,los dos imprescindibles para poderllevar a cabo el operativo. La CIAincluso vio tantas posibilidades en elespañol que intentó participardirectamente en el dispositivo,manteniendo un control directo sobre éldesde agentes estacionados en su baseen Alemania. El suboficial español senegó en redondo: tenía mucho cariño a

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los norteamericanos, pero preferíaactuar solo.

Las reuniones entre los dosprotagonistas de la Operación Mari sefueron sucediendo. Rinaldi fue elencargado de darle el primer cursillo deconocimientos básicos para fotografiardocumentos en la base aérea. Madolellse convirtió en un alumno aventajado ycumplidor, entre otras cosas porque laalianza del Alto Estado Mayor con laCIA le permitió entregar documentosauténticos, aunque de escaso valor, einventar otros, llenos dedesinformaciones imposibles deconfirmar.

En abril de 1965 Joaquín habíademostrado a los soviéticos que era un

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agente leal, que obtenía buenainformación sin dar problemas. Su vidaaustera y las precauciones que adoptaba—recomendadas por sus controladores— de no gastar más de lo que suposición de suboficial haríarecomendable, llevó a los mandos delGRU a invitarle a Moscú para conocerley para que realizara un curso deperfeccionamiento. A Joaquín leencantaba la vida de aventura, lasensación de peligro, y no lo dudó. Suscontroladores españoles, sin embargo,no eran tan optimistas. Sabían el riesgoque corría y la soledad que le invadiríadurante el tiempo que permaneciera enMoscú. Joaquín deseaba viajar a todacosta, porque sabía que la información

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que trajera de regreso —si todo salíabien— sería de un valor incalculable,pero moralmente sus oficiales se vieronobligados a alertarle de los riesgos y adarle la posibilidad de que se volvieraatrás. Era el año 1965, España vivía unadictadura y Joaquín era uno de esosmilitares echados para adelante,decididos a defender su país pasara loque pasara.

El viaje a Rusia de los dosprotagonistas de la Operación Mari fuemuy discreto. Cuando Joaquín entró enMoscú su documentación decía que sellamaba Ramón González. El GRU seencargó de que las dos semanas quepermaneció allí no dejaran el másmínimo rastro. También se preocuparon

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los espías soviéticos que le recibieron yactuaron de anfitriones de ocultarle todala información posible, incluida algunaque parecía ridícula, como el nombre dela calle en la que estaba situada la casaen la que vivía. Joaquín nunca preguntónada relativo a su estancia, pero encuanto podía se preocupaba de obtenerpor sus propios medios esos datos.Luego hacía ejercicios memorísticospara intentar acordarse del mayornúmero de detalles —las matrículas delos coches que le llevaban de un sitio aotro, por ejemplo— y recordarlos a suregreso. No podía escribir nada enMoscú, pues seguro que sin que se dieracuenta registrarían continuamente suspertenencias.

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Las personas que conoció enMoscú le trataron estupendamente. Erala primera vez —y sería la última— queviajaba allí y se dedicaron a enseñarlela ciudad. Visitaron su espectacularmetro —a él se lo pareció— y lellevaron a un desfile en la Plaza Roja.Solo duró media hora, pero para unmilitar como él resultó un espectáculosobrecogedor. Tan bien se portaron conél que se sentía un poco culpable deengañarles. Lo que consiguió muchasveces fue arrancarles sonrisas con susbromas. Como cuando les contaba que«en España, cuando algo no funciona,decimos que es una cafetera rusa». Oque cuando no conseguía encender unacerilla les explicaba que «es de

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fabricación rusa».Además de diversión recibió

muchas clases teóricas y prácticas paraformarlo como agente en las técnicasmás avanzadas de fotografía, escriturainvisible, utilización de «buzones» parala entrega y recepción de mensajes y eluso de emisoras de radio. Todo fue muyintenso e instructivo. Con lo poco quehabía salido de España Joaquín, aquelfue un viaje plagado de detalles quenunca olvidaría. Como los continuosmimos de las dos cocineras que tenía asu servicio, que le preparaban platosrusos y le ofrecían exquisiteces como elcaviar, con las que nunca nadie lehabían agasajado.

También hubo algunos momentos

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malos, uno especialmente. Un día creyónotar que los del GRU le habíandescubierto. Estaba seguro de que encualquier momento le detendrían y lematarían sin que nadie del Alto EstadoMayor español se enterara y sin que sumujer y sus tres hijos volvieran a saberde él. Se equivocó. Tantos díassimulando ser quien no era le habíanllevado a interpretar de formaequivocada algunas señales. No lecazaron. En realidad no dejaron deconfiar en él ni un instante. Cada uno delos días que pasó en Moscú regresó porla noche, sano y salvo, al piso operativodel GRU en la avenida de Pekín. ¡Québien le sonaba aquel nombre! Y cuántole costó enterarse de ese pequeño

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detalle. Si algún día escribía susmemorias, las llamaría así: La avenidade Pekín. No lo pensó, pero alguien lehabría recomendado que las subtitulara«Memorias de un falso espía soviético».

El regreso a España le supuso casimás esfuerzo, por esa obligación devolcar todo lo que había vivido y vistoen folios en blanco. Sin contar las largasentrevistas en las que Portillo y Ferrerle preguntaron por numerosos detalles alos que no había prestado interés y queparecían ser muy importantes. Elespionaje español había metido a uno desus hombres en el corazón del GRU yhabía que exprimirlo para que no sedejara ni una gota de conocimiento en eltintero. Información que compartieron

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con la CIA y el servicio secreto italiano,que se dedicaban a controlar a todos losextranjeros que iban apareciendo ennumerosos países dentro de la extensared de Rinaldi.

En los meses siguientes, el trabajode Madolell consistió en simular querobaba información en la base y lapasaba siguiendo los trámitesaprendidos en Moscú. Después, aesperar órdenes. La CIA era laencargada de entregar la documentaciónal Alto Estado Mayor, Joaquín la recibíapara colocarla en buzones previamenteconvenidos con los rusos y adeterminadas horas pactadas encendía laradio por si los dirigentes del GRU enMoscú querían enviarle algún mensaje

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directo. La radio que se compró con eldinero que le ingresaron en su cuentacorriente era una Telefunken enorme,con una antena desproporcionada, que sequedó de recuerdo cuando acabó laoperación. Su familia la conserva máscomo reliquia de una época vivida porsu padre que como una antigüedad.

Lo que Joaquín llevaba peor eranlas visitas periódicas de Rinaldi, al quellamaba «el jeta». Sentía repulsión porél y tenía que hacer verdaderosesfuerzos para simular ser amigo suyo.Joaquín pensaba que Rinaldi no era unabuena persona, porque se había vendidoa los soviéticos, pero también por laslocuras que llevaba a cabo cuandoestaban juntos. Un día iban en el coche

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cuando Giorgio sacó de un bolsillo unagranada de mano. Madolell empezó agritarle y a preguntarle si estaba mal dela cabeza. La discusión acabó con losdos hombres en un descampado,explosionándola. En otra ocasión el malrollo del italiano molestó todavía más alsuboficial del Ejército del Aire. Estabanen un hotel cuando Rinaldi le pidió queacudiera a su cuarto. Al llegar seencontró con que el italiano habíacontratado a dos prostitutas, que yaestaban desnudas. Joaquín reaccionó conrapidez, se dio la vuelta y antes de darun portazo, le espetó: «Que teaproveche». Si hubiera podido, lehabría mandado a la mierda.

Mientras tanto, no se podía detener

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a Rinaldi, porque la operación de losservicios secretos estaba adquiriendo untamaño considerable y los mimbresestaban siendo unidos con muchapaciencia. Los tres servicios deinteligencia que conducían el operativohabían conseguido pruebas queimplicaban a ciudadanos italianos,austriacos, griegos y chipriotas, ademásde los correspondientes agentes delGRU en esos países y que actuaban bajola tapadera de miembros de susembajadas. Detenerles a todos yexpulsar a los que gozaran de estatusdiplomático implicaba esperar elmomento oportuno para asestarles elgran golpe, sin que nadie lo previera.

En marzo de 1967, más de tres

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años después de que Madolell hubieracomenzado a trabajar como agentesecreto, el Alto Estado Mayor, la CIA yel SID italiano decidieron no postergarmás las cosas y desmantelar la redmediterránea del GRU. Para que lasdetenciones se pudieran llevar a cabopillándoles a todos con las manos en lamasa, Madolell les entregó una perita endulce: información secreta de grancalidad sobre la base de Torrejón y labase de Aviano, en Italia, pertenecientea la OTAN. El despliegue de espías delos tres países, desde España hastaRoma, fue el mayor en el que habíanparticipado, hasta la fecha, losmiembros del Alto Estado Mayor. Elgolpe fue demoledor para los soviéticos,

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que no habían albergado la más mínimasospecha de lo que se les venía encima.Tan despistados estaban sobre elagujero practicado en su red que nopudieron hacer nada para evitar lasdetenciones de los colaboradores y lasexpulsiones de sus agentes.

No tardaron mucho en descubrir laidentidad del topo. Era fácil: el únicoque no había sido detenido, el único delque no hablaban los diarios italianos(que daban el éxito a su serviciosecreto) ni los norteamericanos (quedestacaban el papel de la CIA) eraJoaquín Madolell.

En previsión de las represalias quepudieran llegar, el Alto Estado Mayordotó de protección al doble agente

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español y le hizo desaparecer. Joaquínalertó a su familia para que no se fiarande nadie y avisaran si notaban quealguien les seguía. La venganza en estoscasos iba dirigida contra el topo, perono estaba de más tomar precaucionescon la familia.

Pude conocer en persona a su hijo,Alberto Madolell, en una cafeteríacercana a los madrileños juzgados de laplaza de Castilla. Simpático, bonachón,listo y familiar, acude a verme porquequería mucho a su padre y desea que lahistoria que cuente haga justicia con él.No intenta venderme nada, inclusoreconoce que desconoce algunosaspectos de lo que ocurrió:

—Cuando acabó la infiltración se

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escondió en Turín. Sentía que le podíanperseguir, como es lógico. Nos contóque «lo raro es que en ese momento notomaran represalias contra mí, porquetodo salió bien desde el principio hastael fin».

Alberto es la viva imagen de supadre —«aunque él era rubio y de ojosazules»— y mientras escucha el relatoque le hago de la operación meinterrumpe continuamente para aclarardetalles.

Joaquín Madolell vivía escondidocuando se celebró el juicio contraRinaldi y su gente en Italia. Antes de quele condenaran a quince años de prisión,el italiano se despachó a gusto contraMadolell, acusándole de haberle

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inducido al delito. Luego escribió unlibro en el que le tachaba de traidor ydecía haber sospechado en diversosmomentos de su doble juego. Al españolsiempre le hizo mucha gracia que lecalificara de traidor, cuando él era elúnico de todos que había servidosiempre a su propio país. Sobre lassospechas, estaba claro que en los tresaños que duró la Operación Mari habríacometido errores, pero los más gravesfueron de Rinaldi, que cobraba unabuena cantidad de dinero si Madolell lefacilitaba información, dinero quehabría dejado de ingresar si se acababala operación.

Madolell siguió con su vidaintentando mantener lo más protegida a

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su familia. Se los trajo de Alcantarilla aMadrid, y con el paso del tiempo, alascender, alquilaron una casa militar enla que todavía vive Dolores, su viuda.Este detalle es importante, porque elservicio secreto ha contado que leregalaron una casa modesta por susservicios, lo que no es cierto. Ledejaron que se quedara con el dineroprocedente de los rusos que no habíautilizado, una cantidad pequeña quesupone un reconocimiento bastante cutrea su labor y a los grandes riesgos quehabía corrido. Eso sí, le entregaron unamedalla. El 28 de marzo de 1968 undecreto concedió al subteniente delCuerpo de Aviación de OficinasMilitares del Aire la Cruz de la Orden

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del Mérito Aeronáutico de PrimeraClase con distintivo blanco, de carácterextraordinario, pensionada con un veintepor ciento del sueldo.

Joaquín continuó su carrera militaren el Cuartel General del Aire, en lasección de Enseñanza. Un día, Portillo,uno de los oficiales que se encargaronde su caso, le propuso escribir el relatode la operación, lo que no le parecióbien y provocó que Madolell sedisgustara, aunque no le duró muchotiempo el enfado.

Acabó su carrera de comandante ynunca, ni siquiera jubilado, desveló losdetalles secretos de la Operación Mari.Decía que no se acordaba, pero másparecía una excusa que falta de

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memoria. Un día, siendo director delCESID (Centro Superior de Informaciónde la Defensa) Javier Calderón, leescribió una carta en la que le solicitabauna copia de su expediente. Habíanpasado cuarenta años y quería leerlo. Eldirector del espionaje le contestó consuma amabilidad, pero se lo negóalegando la Ley de Secretos Oficiales.

Joaquín Madolell falleció el 1 deoctubre de 2011 sin haber publicado eselibro de memorias del que ya tenía eltítulo: La avenida de Pekín.

Alberto siente admiración por supadre. A veces consigue ponerme la pielde gallina cuando me habla de él:

—Uno de sus últimos destinos fueen la Junta de Educación Física. Era un

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gran amante del deporte. Cada añorevalidaba el título de paracaidista,hasta que a los cincuenta y ocho añostuvo un accidente, se destrozó la rodillay se le acabó. Los rusos se portaron biencon él y hablaba bien de ellos, pero alos traidores como Rinaldi no lossoportaba.

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2. La codicia deAldrich Ames llevó adiez hombres a lamuerte

El 28 de mayo de 1990, Markus Wolf, elque había sido hasta hacía unos años eljefe de la agresiva Stasi, el serviciosecreto de la Alemania oriental, recibióen su casa de campo la visita de dosnorteamericanos. Sin que se hubieranidentificado, cuando les invitó a entrarya sabía que eran dos miembros de laCIA.

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Su situación personal eracomplicada. La unificación de las dosAlemanias llevaba implícito ajustarcuentas contra las personas que nohabían respetado los derechos humanosen el lado este. Wolf había sido undirectivo del espionaje especialmenteeficaz y con muchos éxitos a susespaldas y, en ese momento, muchos selo querían hacer pagar. La visita de losdos espías podía traer el ofrecimientode Estados Unidos de una salida digna auna situación de ajuste de cuentas quepodía acabar con sus huesos en lacárcel. No se equivocó. El mayor de losdos hombres se identificó a secas comoHathaway, que resultó ser su nombreauténtico. Ese día, él y su compañero

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desconocido desplegaron todas lasartimañas típicas de quienes deseancaptar a un agente extranjero para sucausa, incluido un ramo de flores y unacaja de bombones para su mujer. Wolf,un experto en el arte de seducir ahombres y mujeres para que trabajaranpara la Alemania Democrática, dejó quesus visitantes actuaran en un primermomento con libertad. Tras unas horasde conversación intrascendente en elsalón de su casa (en uno de cuyosarmarios había instalado un sistema degrabación), les pidió que explicaran conclaridad el objetivo de su visita. Losagentes de la CIA le contaron quequerían evitarle la dura estancia enprisión que le esperaba si seguía en

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Alemania y llevarle a vivirplácidamente a Estados Unidos. Acambio, debía colaborar con ellos. Wolfles aclaró de inmediato que no pensabatraicionar ni a uno solo de los agentesque habían trabajado para él duranteaños. Se equivocaba: los de la CIA nohabían viajado miles de kilómetros paraeso.

Antes de jubilarse, hacía pocosmeses, Gus Hathaway había sido jefe dela contrainteligencia de la CIA. En 1985casi todos los dobles agentes ycolaboradores que tenían infiltrados enla URSS habían comenzado a seridentificados, detenidos y ejecutados. Lomás duro habían sido los asesinatos: trespertenecían al GRU, el servicio secreto

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militar, y seis al KGB, el espionajeexterior. Cuando en 1986, concretamenteel 24 de septiembre, Adolf G.Tolkachev, un investigador de defensasoviética en Moscú, perdió la vida, ladesesperación se apoderó de Gus. Enpoco más de un año habían sido diez lasfuentes soviéticas descubiertas yaniquiladas. El experto espía de la CIAllegó a la conclusión en ese momento deque la caótica situación no podíadeberse a la interceptación de lascomunicaciones ni a cualquier otracausa extraña. Era más que probable quetuvieran un topo dentro de la agencia.Reaccionó tarde, pero lo hizo tal y comomandaban los cánones del espionaje:montó un equipo, al que denominó con el

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vulgar e indeterminado nombre deFuerza Especial de Tareas, y puso a sufrente a una mujer, Jeanne Vertefeuille,una analista acreditada que ya habíatrabajado en la caza de topos. Junto aella colocó a unos pocos agentes, enprincipio tres, ninguno de los cualestenía la más mínima relación con eldepartamento encargado de espiar a lossoviéticos. Hathaway pretendía que elequipo, sin llamar la atención,descubriera quién era el doble agenteque estaba traicionando a los suyos.Para ellos, la clandestinidad era unelemento decisivo.

Sin embargo, las semanas, losmeses y los años pasaron sin que laFuerza Especial de Tareas llegara a

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conseguir la menor pista fiable de quiénhabía abierto el boquete que exponía losgrandes secretos de la CIA a susenemigos de la URSS. El tema seconvirtió en la pesadilla de Hathaway,especialmente cuando le llegó elmomento de la jubilación. Consiguió queel director de la CIA le permitieraseguir dirigiendo la caza, una obsesiónque le había hecho olvidarse decualquier otra cosa en su vida. Un día,saltándose su orgullo, decidió acometeren persona un intento desesperado poridentificar al traidor. Consiguió que sujefe le permitiera ofrecer refugio enEstados Unidos al gran enemigo del paísdurante la Guerra Fría a cambio de queidentificara a ese hombre o mujer que

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les había destrozado, durante años, todointento de penetración en el corazón deMoscú y que había sentenciado a muertea diez de sus colaboradores.

Gus Hathaway, sentado en uno delos sillones de la casa de veraneo deWolf, le expuso con nitidez cuál era sudeseo:

—Hemos venido porque sabemosque usted posee información operativaque puede sernos útil en un casoespecialmente grave. Estamos buscandoun topo que actúa en nuestraorganización. Nos ha perjudicadomucho. Nos ocurrieron cosas muynegativas alrededor de 1985. No solo enBonn, sino también en otros lugares, ensitios que usted conoce bien. Perdimos

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varios hombres, quizás entre treinta ytreinta y cinco, de los cuales cinco oseis del aparato central.

Era una bala lanzada al aire conescasas esperanzas. Hathaway sabía porla propia experiencia de la CIA y deotros servicios occidentales que laidentidad de los dobles agentes es unode los secretos mejor guardados. Es unainformación que no se comparte nisiquiera con los aliados e incluso semiente sobre ella para despistar, perohabía que intentar la carambola.Wolf noconocía la identidad del topo, y lo queno se sabe no puede venderse. El geniodel espionaje alemán fue consciente delo necesitado que estaba aquel hombrepara pedirle ayuda a él, su histórico

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enemigo. También sabía la indefensiónque provoca tener un traidor en laspropias filas, pero les recordó a susinvitados los casos de Gordievski yPenkovski (cuyas historias podremosleer en otros capítulos de este libro),que habían realizado la misma misión deagentes dobles, pero en beneficio deEstados Unidos. El antiguo espía alemánnotó el desasosiego de su viejo rival yentendió lo duro que debía de haber sidopara él viajar a Alemania para pedirlecolaboración. El espionaje tiene estascosas: no hay amigos o enemigos, sinomiembros de otros servicios. Ahora loscombates a muerte y al cabo de un ratote alías con ellos.

Wolf no pudo ni quiso llegar a un

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acuerdo. Unos años después, en 1994,leyó en la prensa que Aldrich Ameshabía sido detenido por el FBI. Siguió lahistoria con sumo interés y llegó a unatriste conclusión: los investigadores dela CIA debieron de ejecutar,inexplicablemente, un trabajo pésimopara tardar nada menos que nueve añosen detener al doble agente que más dañoles había causado en toda su historia. Elmaestro de espías Wolf no seequivocaba.

Aldrich Ames conoció a MaríaRosario en 1982, en México. Él estabafatalmente casado, ahogaba susdesdichas en el alcohol y se sentía unapiltrafa solitaria. Su mayor objetivo eraque su labor en la embajada de Estados

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Unidos no bajara de calidad y así podermantener su ascendente carrera en laCIA. Los servicios de inteligenciasiempre explican a quienes lo deseanescuchar que sus agentes deben seríntegros y de vida intachable, pero larealidad, como dejó escrito MarkusWolf, es que, al menos en la mayor partedel siglo xx, «mis compañeros deprofesión padecen problemas dealcoholismo, de comportamiento oconyugales, se sienten poco apreciadoso necesitan más dinero del que puedenganar de manera honesta».

Las complicaciones personales deAmes en México no resultaron extrañaspara sus compañeros, aunque quizáseran pequeños problemas momentáneos.

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Así lo hacía presumir su pasadocumplidor en la agencia de inteligenciadesde que había ingresado en 1962. Sustrabajos, sin excesiva trascendencia enlos primeros años, pero siempre bienhechos, le permitieron conseguir undestino en Ankara. Allí se dedicó a loque era el objetivo obsesivo de la CIAen aquellos años de la Guerra Fría:perseguir a los soviéticos. Hizo un buentrabajo reclutando oficiales deinteligencia a los que convirtió endobles agentes. Una misión complicadaen la que debía tener una especialsensibilidad humana para manipularsentimientos y debilidades de laspersonas con las que trataba.

Tras su éxito en Turquía regresó a

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Washington, a escasos kilómetros de lasede de Langley, donde pasó cuatroaños. Cambió a Nueva York por otroscuatro años, antesala de un nuevodestino en el extranjero, esta vezMéxico. Estuviera donde estuviera,siempre era la misma lucha contra lossoviéticos y cada vez más desagradablesu vida personal. Hasta que conoció a lacolombiana María Rosario Casas, unaintelectual de buena familia que habíaemprendido una carrera en ladiplomacia, aunque a bajo nivel. Seestableció entre ambos una relaciónpasional, intensa, un amor que lesarrastró a los dos a crear una vida enfamilia. Ames se divorció y al regresara Washington en 1983 se llevó a María

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Rosario con él. De nuevo destinado enLangley, sus buenos resultados lefacilitaron ser nombrado jefe de laOficina de Contrainteligencia Soviética,un éxito profesional que le llegó en unmomento complicado en lo personal: eldivorcio le ahogó económicamente y sunueva mujer quería llevar un estilo devida pudiente, sin renunciar a todos loslujos posibles. Aldrich la quería másque a su vida, y cada uno de suscaprichos despertaba en él un deseoprimario de llevarlo a cabo. Estiró elsueldo todo lo que pudo, pero llegó unmomento en que se sintió impotente. Yatenía un cargo de gran responsabilidaden la CIA y nunca conseguiría losingresos adicionales necesarios para

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llevar la vida que deseaba su mujer. Yademás esperaban un hijo. El únicocamino que se le pasó por la cabeza fuesacar rendimiento económico a lainformación reservada que manejabacada día. No era comunista, ni muchomenos. No sentía aprecio por lossoviéticos. Pero si conseguía llegar a unbuen acuerdo con ellos, cambiaría sunivel de vida. No era un temaideológico. Solo dinero.

Nadie como él conocía loscontroles a los que eran sometidos losdiplomáticos soviéticos y, por lo tanto,nadie como él era capaz de saltárselos.Un día de 1985 entró en la embajadasoviética en Washington y consiguióhablar con el residente del KGB,

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Stanislav Androsov. Nunca lossoviéticos pudieron imaginarse aquelofrecimiento y, por supuesto, accedierona las peticiones económicas y deseguridad de Ames. En aquella primeracita, como suele ser preceptivo parademostrar la buena fe, seguro queidentificó a alguno de los dobles agentesque trabajaban para la CIA en la URSS.

Los soviéticos no fueron nadadiscretos en el uso de la información. Lared de la CIA en la Unión Soviética fuecayendo rápidamente y por sorpresa.Hubo muchas detenciones, pero lo peorfue la saña mostrada por las autoridadessoviéticas contra una parte considerablede los traidores: tres agentes del GRU,seis del KGB y un analista de Defensa

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perdieron la vida. La alarma no tardó entronar en Langley. Ames contaba conello, pero estaba tranquilo porque todoslos movimientos iniciales para descubrirlas razones por las que los doblesagentes eran descubiertos no solopasaban por la mesa de su despacho,sino que él personalmente los ponía enmarcha. Esto le permitía desviar laatención hacia la posibilidad de quehubieran sido interceptadas lascomunicaciones que creían seguras oachacar el problema a fallos de losagentes destinados en Moscú.

Ames le contaba a su controladorsoviético todos los movimientos que seproducían en la agencia, al tiempo queseguía informando no solo de los

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intentos de captación de agentes en laUnión Soviética, sino de los planes deactuación que los Estados Unidosdisponían contra la URSS. Para no serdescubierto, habían ideado un sistemade claves que funcionó durante muchotiempo a la perfección. Habían elegidouna serie de buzones que a Ames lepillaban de camino en sus paseos odesplazamientos y en los que hacía unamarca con tiza para señalar que disponíade información y que debían encontrarsepara entregarla.

En 1986 las sospechas de laexistencia de un topo entre losfuncionarios que llevaban los asuntossoviéticos eran una realidad patentepara el personal de la agencia. Los

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agentes relacionados directa oindirectamente tuvieron que someterse alpolígrafo, y Ames no fue una excepción.Las preguntas sobre si manteníacontactos no declarados con soviéticos ysi les había pasado información fueronformuladas con rutina y contestadas confrialdad, sin alterarse, por Ames. Pasóla prueba sin ningún problema. Losrusos le habían enseñado a engañar a lamáquina.

El dinero había dejado de ser unproblema para la familia Ames. Elefectivo que recibía de lacontrainteligencia soviética lo escondíaadecuadamente, e iba dándole salidapoco a poco, intentando no levantarsospechas por un cambio de nivel de

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vida injustificable. Unas cortinas caras,ropa de marca para su mujer, una cenaen un restaurante de lujo... Todoasumible y pagado siempre en efectivo.

Nació su hijo y su nivel de vidasiguió creciendo. Rosario cada vezpedía más, y su Aldrich no le negabanada. A los pequeños detalles siguieroncompras más importantes, lógicas en unmatrimonio con mayores ingresos, peroilógicas en un agente de la CIA con elmismo sueldo de siempre, que nosuperaba los 70.000 dólares anuales.Compraron una casa de 540.000 dólaresen Arlington, Virginia, en la quetuvieron que invertir para mejoras otros100.000 dólares y unos 7.000 enmuebles. Se compraron dos coches, un

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Jaguar por valor de 25.000 y un Hondapor otros 19.500. Los amigos lesfelicitaban por sus adquisiciones, y elloshablaban de herencias, de buena suerte,de esfuerzos ahorrando. Todos se locreyeron. En la CIA nadie se mosqueó.

Ames asimiló su doble vida sinexcesivos problemas. Pronto seconvenció de que sus más importantespatronos eran los soviéticos y que lesdebía ofrecer la máxima fiabilidad. Noconsta que en algún momento seenfrentara con ellos por el hecho de quehubieran matado a diez de los agentesque delató o que no se anduvieran conchiquitas a la hora de detener a cada unade las personas que señalaba, lo quehacía más evidente cada año que pasaba

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que el agujero informativo en la CIA nosolo se mantenía, sino que era mayor.

La CIA no fue capaz de descubrirque Ames pasaba a los rusos informesmensuales sobre las operaciones quemontaban contra ellos, ni tampoco queincluso manipulaba informes queelaboraba para la Casa Blanca,introduciendo desinformación queinteresaba al Kremlin.

Cuando dudó —pocas veces—sobre si facilitar a su controladorsoviético información relevante, no fuepor patriotismo, sino por problemas deconciencia. Aunque al final, traspensárselo un poco, optaba siempre porel bando de los que le facilitaban elnivel de vida que quería. Uno de esos

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casos tuvo como protagonista a SergeiFedorenko, un experto en armasnucleares que trabajaba en la delegaciónsoviética en la ONU. En 1987 AldrichAmes intentó convencerle para quetraicionara a su país y entregarainformación a la CIA. Fedorenko yAmes se cayeron bien, intimaron y deesa buena relación resultó que elprimero entregó información clasificadaa quien creía que era un agente de laCIA. La relación entre los dos hombresera sincera, compartieron muy buenosmomentos y los dos se sintieronapenados cuando el ruso cumplió suestancia en Nueva York y tuvo queregresar a la URSS. Se despidieron conuna celebración sentida —chupito de

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vodka por aquí, chupito de vodka porallá— y se abrazaron como dos viejosamigos que van a estar un largo periodode tiempo sin verse.

Ames no había hablado de estarelación a su contacto del KGB, pues lacaptación de Fedorenko había sido unéxito en su trabajo con la CIA. En elmomento de la despedida puso en unabalanza los sentimientos por su amigo yfuente informativa y la necesidad de serfiel a quien sufragaba los caprichos desu mujer. Optó por lo segundo, a pesarde que sabía que los rusos no tenían porqué enterarse de este «pequeño olvido».Dio el nombre de Fedorenko a suscontactos, sin implicarse personalmenteen el caso, por lo que la denuncia fue un

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tanto suave, lo que permitió que suamigo esquivara en la URSS laejecución e incluso saliera libre desospechas. Años después los dos amigosvolvieron a encontrarse cuando Ames yano trabajaba en el contraespionaje ruso.Fedorenko, que nunca había descubiertopor qué el KGB sospechó de él, le contóa su confidente que seguía colaborandocon la CIA y que estaba pensando enirse a vivir a Estados Unidos. Amesnuevamente mostró su falta desentimientos y volvió a delatarle a sucontacto ruso. No se sabe muy biencómo, pero consiguió de nuevo evitarlas represalias, escapar de Rusia einstalarse definitivamente en EstadosUnidos.

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Durante los nueve años que Amesfue doble agente, primero para el KGBde la URSS y después para el SVR(Servicio de Inteligencia Extranjera, porsus siglas en ruso) de Rusia, recibió 2,5millones de dólares en efectivo y 2,1 enuna cuenta secreta en otro país. Tantodinero terminó haciéndole olvidar lasmedidas de precaución necesarias, a locual contribuyó que nadie parecía darsecuenta de que vivía muy por encima desus posibilidades. A la ropa cara, lasjoyas, los coches de lujo y la gran casasiguieron otros gastos, como 29.800dólares en cuentas de teléfono entre1990 y 1993, cuando Rosario dejó deponerse límites a la hora de llamar a sufamilia y amigos en Colombia. En pagos

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con tarjetas de crédito gastaron desde1985 hasta 1993 la friolera de 455.000dólares, y dedicaron 165.000 a compraracciones en bolsa.

Lo que Ames no pudo evitar con elpaso del tiempo fue la tremenda presiónpsicológica que implica llevar una vidaaislado entre dos fuegos. Laclandestinidad exige adoptar medidas deseguridad en cada situación, pensar queen cualquier momento pueden detenertesi no vas con precaución y dividir tucerebro entre la personalidad del agentede la CIA y el del KGB. Una vida defalsedades que le mantuvo cerca de lasbotellas de whisky y le provocó unainestabilidad personal que le hizoperder crédito entre sus jefes del

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espionaje norteamericano.Los rusos, como era lógico, estaban

entregados a él. Sus éxitos eran mayoresque los de cualquier otro agente dobleen toda la historia de enfrentamientoscon Estados Unidos. En su expedientesiempre quedaría resaltado en rojo quegracias a él pudieron destapar a DimitriPoliakov (cuyo caso veremos en elpróximo capítulo), el militar de mayorgraduación que les había traicionadonunca, o el caso Gordievski, uno de losque más daño les hizo.

Sin embargo, la inestabilidad en elcarácter de Ames le provocó problemasen el trabajo y acarreó su traslado en1989 a un puesto de funcionariooperativo en el Centro Antidroga de la

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CIA. Lo curioso del caso es que nadatuvo que ver esa decisión con sospechasque pudieran identificarle con el topoque canalizaba la información de la CIAa los soviéticos.

Al menos un año después de queAmes comenzara a trabajar para laURSS, el jefe de Contrainteligencia dela CIA, Gus Hathaway, llegó a laconclusión de que tenían un traidor ensus filas. Cuando a la desesperada fue avisitar a Markus Wolf, el equipo secretoque había montado para la caza ya habíademostrado su incapacidad. Todos losque tenían algo que ver con la secciónsoviética habían sido controladospormenorizadamente y habían pasadosin problema la prueba del polígrafo. A

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principios de la década de 1990 lossospechosos descartados inicialmentevolvieron a ser investigados. Ames tuvoque enfrentarse al polígrafo por segundavez en 1991 y de nuevo lo aprobó consobresaliente, sin dejar la más leve dudarespecto a su lealtad. Algunosinvestigadores del caso, como RhodriJeffreys-Jones, mantienen que el equipoFuerza Especial de Tareas recibiódurante años pocos recursos y escasacooperación. En etapas anteriores laCIA había sufrido la actitud de otro jefedel contraespionaje, James JesusAngleton, obsesionado con la presenciade topos en la agencia, lo quedesprestigió este tipo de acciones devigilancia interna. También fueron

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decisivas las palabras del entoncesdirector de la CIA, James Woolsey, alreferirse a que la Dirección deOperaciones que se encargaba delespionaje en el exterior funcionabacomo «una fraternidad de individuosblancos y de sexo masculino». Fueradesidia, incompetencia de la CIA oméritos de Ames y el KGB para ocultarsus acciones, la inquietante falta desoluciones llevó a la agenciaestadounidense a implicar en 1993 alFBI en la búsqueda. Era tarde: el cáncerllevaba extendiéndose ocho años, peroexternalizar la búsqueda —lo que nadieen la CIA quería hacer por prestigio— yponerla en manos de la agenciacompetidora fue la única solución.

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El FBI no tardó mucho tiempo encomenzar a sospechar de Aldrich Ames,como era lógico. Los datos de su nivelde vida apuntaban a su culpabilidad. Laexperiencia demuestra, como se verá alo largo de este libro, que una vezdescubierto un topo su traición aparececomo evidente. Sin embargo, el méritoestá en centrar las pesquisas sobre él ydespués conseguir las pruebasinculpatorias fuera de toda duda. Loprimero les pareció claro a losinvestigadores al poco tiempo; en losegundo tardaron casi un año. Colocaronescuchas telefónicas en todos susteléfonos, registraron su despacho en laCIA y en su casa, le colocaronmicrófonos hasta en los coches, le

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siguieron cada minuto de lasveinticuatro horas del día. Todo fueapareciendo negro sobre blanco. Esemismo año le fotografiaron acercándosea mirar en los buzones las señales quesu controlador le había puesto e inclusole siguieron a Bogotá, en el país de sumujer, para cobrar sus honorarios demano de un agente ruso. Y, lo que fuemás incriminatorio, porque tras muchosaños había relajado las medidas deprecaución, habló por teléfono con sumujer, que le preguntaba ansiosa sihabía recibido lo que había ido abuscar. No mencionaron la palabradinero, pero estaba más que claro.

El 22 de febrero de 1994 el FBIdetuvo a Ames y a su mujer, que en

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ningún momento habían descubierto elenorme despliegue de vigilancia al quellevaban sometidos desde hacía meses.El doble agente primero trató dejustificar sus actos mostrando sumalestar con la CIA, pero rápidamenteaceptó que fue el dinero el que le llevó atraicionar a su país.

La noticia saltó rápidamente a losmedios de comunicación. La reaccióndel presidente Clinton y de los altosdirigentes del país fue especialmentevirulenta y un tanto curiosa. «Es un casomuy grave —manifestó Clinton— yvamos a transmitir nuestra protesta deinmediato al gobierno de Rusia».¿Protesta por haber infiltrado un topo enla CIA cuando ellos ya habían tenido e

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intentarían tener en el futuro doblesagentes en el corazón del Kremlin? Solose entiende ese tremendo malestar por elhecho de que la URSS hubiera liquidadosin contemplaciones a diez de susagentes cuando Ames les facilitó susnombres. También era cierto que elMuro de Berlín había caído y EstadosUnidos estaba en un proceso deacercamiento con la nueva Rusia deBoris Yeltsin. No obstante, como era deesperar, fuera de la campaña demarketing todo quedó en palabraslanzadas al viento. Les habían colado untopo y tocaba aguantarse.

El descubrimiento dejó enevidencia a la CIA. ¿Cómo no habíansido capaces de descubrir durante nueve

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años a un bebedor habitual que habíavivido sumido en un lujo imposible dedisfrutar con su sueldo de espía? Comoconsecuencia de ello, el 28 dediciembre de ese año presentó sudimisión el director de la CIA, JamesWoolsey.

Ames supo casi desde el primermomento que su única alternativa eracolaborar, pues su delito le podíaconducir a la silla eléctrica. Lo que noestaba en sus cálculos era que losagentes del FBI estaban dispuestos ameter en la cárcel a su mujer, Rosario,hasta que se pudriera. Su actitud decolaboración cambió radicalmente antela perspectiva de que su hijo tuviera quecriarse en una casa de acogida, sin los

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cuidados de su madre. La defensa deRosario fue especialmente agresiva paraintentar marcar distancias con su esposoy demostrar que ella no sabía nada de loque él estaba haciendo. Vendieron laimagen de la esposa como una víctima yno como una cómplice en laconspiración. Rosario defendió que erauna mujer engañada por un maridodominante y manipulador que incluso laviolaba cuando deseaba. Su testimoniopudo hacer dudar en algún momento alos juzgadores, pero las pruebas enposesión del FBI eran tremendas: dosmil horas de grabación en las queRosario se mostraba cómplicevoluntaria en la traición del marido. Enalguna de las conversaciones, incluso,

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insultaba a su marido por la falta deprecauciones que adoptaba en su trabajode doble agente. Ames no debía de estarmuy seguro del resultado positivo de latáctica de los abogados de su mujer yllegó a un acuerdo con el FBI: lesfacilitaría con todo lujo de detalles ladocumentación que había entregado alKGB y al SVR a cambio de sercondenado a cadena perpetua y que sumujer pasara pocos años en prisión.

El preso federal número 40087-083 es seguramente uno de los más ricosde Estados Unidos. En algún bancodispone de más de 2 millones de dólaresque el servicio secreto ruso depositópara él como pago por sus servicios.Las autoridades de Rusia se han negado

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en todo momento a entregar ese dineroal gobierno de Estados Unidos, puesconsideran que Ames se lo ganójustamente con su trabajo. Será muydifícil que algún día pueda sacarlo, puesnadie querrá liberar al espía que másdinero ganó en la historia de EstadosUnidos a costa de hacer tanto daño a supaís y ser el responsable de diezasesinatos, de los que dijo no sentirningún remordimiento.

El FBI estuvo durante muchos añossintiéndose superior a la CIA. Lo detener un topo desprestigia mucho, y mássi el que lo descubre es otro serviciosecreto del país. Esa alegría les duraríasiete años, justo cuando descubrieronque el KGB no solo tenía un topo en la

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CIA, sino que habían colocado otro enel corazón del FBI. Lo que las dosagencias no descubrirían hasta queambos estuvieron entre rejas fue que aveces la información que ofrecían era lamisma, lo que permitió a los rusoscontrastarla antes de actuar. Este fue elcaso de Dimitri Poliakov, el mejordoble agente que ha tenido EstadosUnidos en el sistema nervioso de suhistórico enemigo y que fue traicionadopor los dos agentes dobles al serviciode la URSS.

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3. Dimitri Poliakov,«Sombrero de Copa»,un patriota ruso quequiso poner freno a lacorrupción de losdirigentes de su país

Nacido en Ucrania en 1921, DimitriPoliakov siempre soñó con ser militar,aunque nunca pudo imaginar que a losveinte años, tras licenciarse en laEscuela de Artillería, entraríarápidamente en combate en la II Guerra

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Mundial. Idealista convencido, si eranecesario entregar la vida por su país loharía sin pensárselo dos veces. No solono cayó en combate, sino que fuecondecorado con la Orden de la EstrellaRoja por la valentía demostrada cadauno de los días que duraron losenfrentamientos. Terminada la guerra,siguió con su carrera castrense y lepropusieron hacer el curso de agentesecreto en el GRU, el servicio deespionaje militar. Siendo un hombreosado, le pareció divertido moversesibilinamente por un frente distinto al delos cañones, más sinuoso pero igual depeligroso.

No tardó mucho en casarse, tenertres hijos y formar la familia de sus

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sueños. Era un hombre casero, trabajabamucho, pero siempre intentaba dejarlibres los fines de semana para hacerplanes con los suyos y encerrarse ahacer labores de carpintería, su hobbyfavorito. Sus vicios eran más bienescasos y limitados. Apenas fumaba ybebía, y nunca le fue infiel a su mujer.Servir a su patria y cuidar de su familiaera todo lo que necesitaba.

En 1951 fue destinado por primeravez al extranjero, a la Organización delas Naciones Unidas, teóricamente comomilitar, tapadamente como agente delGRU encargado de captar fuentes enEstados Unidos. Su trabajo duró cincoaños y debió de ser muy positivo, puesen 1959 repitió en el mismo puesto. Para

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esa fecha, sin embargo, algo habíacambiado en su interior: ya no era lamisma persona que aterrizó por primeravez en Nueva York. Dimitri Poliakovera un patriota, lo había sido siempre.Se había jugado la vida en defensa de supaís en la Gran Guerra Patria, pero sehabía ido hartando de sus dirigentes, dee s a nomenklatura de funcionarios quelo controlaban todo y parecían servirexclusivamente a sus intereses espurios.Había constatado personalmente que conNikita Kruschev en el poder el país ibacada vez peor. No era eso lo que éldeseaba y por lo que se había jugado yse jugaba la vida. Cada día seexasperaba más con los políticos, que sealejaban del pueblo desatendiendo sus

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necesidades y preocupándose solo porsu satisfacción personal y por exportaral mundo sus creencias e influencias.

Algo le ocurrió entre 1956 y 1959—la etapa que vivió en Moscú entre susdos destinos en Nueva York— queterminó de afianzar su distancia conrespecto a la forma de ejercer la políticade los líderes de su país. Uno de sushijos enfermó gravemente con unadolencia extraña de la que se teníanpocos datos en la URSS. Poliakov, unlaureado comandante del ejército conuna carrera prometedora en el GRU,pidió autorización para llevárselo a unhospital de Estados Unidos donde lehabían dicho que podrían tratar laenfermedad. Movió todas sus

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influencias, rogó en numerososdespachos, pero la negativa fue rotunda:si no se podía curar en la UniónSoviética, no lo haría en el país de susenemigos. Poliakov nunca entendió losargumentos de sus jefes, a pesar de quelos dos bloques estuvieran inmersos enla Guerra Fría. Y lo hizo aún menoscuando su hijo falleció. La herida en elcorazón nunca se le cerraría.

En 1959 regresó a Nueva York, almismo destino que había tenido en laONU. Trabajó con la misma perfeccióny dedicación que siempre, pero algo lereconcomía en su interior. Veía que laUnión Soviética estaba ganando labatalla al mundo occidental. Él era rusoy siempre lo sería, pero no podía

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permitir que Kruschev impusiera susideas al mundo entero, lo queconvertiría a su pueblo en un atajo dedesdichados. Le estuvo dando vueltas auna idea que le rondaba la cabeza losúltimos dos años: él era el único quepodía ayudar al mundo occidental aparar los pies a los dirigentes corruptosde su país. Podía dejar pasar el tiempo yseguir viviendo sin problemas ojugársela para que las cosas cambiaran.Hizo lo segundo.

En 1961, pocos meses antes deregresar a Moscú, entabló conversacióncon un agente del FBI a quien se ofreciópara convertirse en doble espía. Es deimaginar la grata sorpresa que sellevaron en la agencia estadounidense y

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en la CIA. No tanto porque un oficialsoviético de grado medio quisieratrabajar para ellos, sino porque lasoperaciones de infiltración en el bloquesoviético habían ofrecido escasosresultados durante los últimos años. Lostopos que enviaban o reclutaban tantolos norteamericanos como los ingleseseran descubiertos de forma sistemática,incluso antes de comenzar a trabajar.Una gran parte de ellos se sabía quehabían sido traicionados por el«Quinteto de Cambridge», la red deespías ingleses, con Kim Philby alfrente, que les había hecho un costuróndescomunal. Tras ellos, CIA y FBIsospechaban que otros topos estabanboicoteando sus intentos por descubrir

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lo que pasaba en la URSS y conocer susplanes militares y de espionaje. Vivíancon la sensación de que los soviéticos losabían todo de ellos.

Los primeros contactos del FBI conPoliakov fueron extraños. Los doblesagentes y los topos que había habidohasta entonces se movían por razonesideológicas o por dinero, pero elcomandante del ejército soviético lesdejó meridianamente claro desde elprimer momento que él era comunista yque estaba dispuesto a ayudarles porquelos dirigentes de su país estabanhaciendo un daño tremendo al pueblo.Nunca habló de cobrar por su trabajo, ycuando se lo comentaron, se negó enredondo. Sí aceptó que le entregaran

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bolígrafos y mecheros de propaganda,de un precio ínfimo, pues los utilizabapara regalarlos a sus compañeros ymantener buenas relaciones con ellos.

La primera entrega de informaciónque facilitó estaba vinculadadirectamente con su trabajo en EstadosUnidos: el nombre de cuatro militaresnorteamericanos que ejercían comoinformadores de la Unión Soviética. Conese dato demostró su buena fe, y en elFBI se frotaron las manos. No pensabanen ese momento que el caudal deinformación que Poliakov les pasaría alo largo de veinticinco años daría parallenar veinticinco cajas en el archivo dela CIA, que pasó a encargarse de élcuando el comandante tuvo que regresar

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ese mismo año a la URSS, pues el FBIno tiene competencias para actuar en elexterior de Estados Unidos.

Antes de partir, el perspicaz militardejó asentadas las bases de su relacióncon el servicio secreto norteamericano.Él mantendría en todo momento elcontrol, lo que le permitiría decidir losriesgos que podía correr para evitar ladetención. En su trabajo diario decidiríaqué información podía ser de utilidad aEstados Unidos en su lucha contra laUnión Soviética y recibiríainstrucciones de su controlador sobrelos datos concretos que en cadamomento podían interesarles. Suscontactos de la CIA le especificaron susprioridades y reconocieron su escasez

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de información sobre el KGB y el GRU,así como sobre la política militar de laURSS. Cualquier cosa que cazara seríabienvenida. Cuando regresó a su patria,el nombre de Poliakov desapareció delos archivos de la CIA y en su lugarescribieron «Sombrero de Copa». Comoregalo de despedida, en los mesesanteriores a su regreso a Moscú, la CIAy el FBI decidieron apoyar su carrera deuna forma discreta. Le buscaron dosestadounidenses que simularían trabajarpara los rusos y cuya captación seapuntó.

Cuando Poliakov regresó a sudestino en el GRU lo hizo con un exitosotrabajo a sus espaldas, reconocido porsus jefes, que le destinaron a la división

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encargada de las infiltraciones enEstados Unidos y otros paísesoccidentales. Inconscientemente habíancolocado al doble agente junto a unapila de información muy valiosa paralos enemigos de la URSS. Sabiendo queestaba fuera de toda sospecha, pero conese exceso de precaución que habíaimpuesto, Poliakov empezó a filtrar a sucontacto en Estados Unidos toda lainformación que iba robando en sutrabajo. La carrera de Poliakov siguiólos cauces que su prestigio respaldaba.Con el paso de los meses y los años fueascendiendo y asumiendo másresponsabilidades, con lo queaumentaba su acceso a datos deinteligencia de calidad y a una

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valiosísima información militar, uno delos talones de Aquiles de los paísesoccidentales.

El valor de los datos robados tuvouna importancia trascendental en esemomento y años después. Por ejemplo,filtró los planos del misil antitanquesoviético, lo que permitió a EstadosUnidos variar la configuración de suscarros de combate, algo que fue de unautilidad extrema muchos años después,durante la primera Guerra del Golfo, en1991, pues el ejército iraquí de SaddamHussein disponía de tanques soviéticos.

Entre 1965 y 1969, Poliakov estuvodestinado en Birmania como jefe deestación del GRU. Con el paso de losaños había evitado despertar sospechas

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y seguía pasando información a la CIAde una calidad incuestionable. Fue enesos años y en los que siguieron, ya otravez en Moscú, cuando prestó uno de susmayores servicios a la políticainternacional de Estados Unidos.Richard Nixon tomó posesión de lapresidencia el 20 de enero de 1969, yuno de sus principales problemasinternacionales, además de la GuerraFría con la URSS, pasaba por lasrelaciones diplomáticas con China.Nixon encargó a la CIA que le informarasobre las relaciones entre la URSS yChina para determinar qué tipo depolítica debía llevar a cabo. No eranmuchas las fuentes del servicio deinteligencia con acceso a esa

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información tan exclusiva, por lo querecurrieron a Poliakov. En los últimosaños había trabajado intensamente en laobtención de datos sobre Birmania,Vietnam, otros países de la zona yChina. De hecho, a su regreso a Moscú,en el GRU le habían nombrado jefe de lasección de China.

Poliakov fotografió una ingentecantidad de documentos sobre losproblemas que estaban atravesando lasrelaciones entre Moscú y Pekín y se losenvió a los norteamericanos. Trasconocerse esa valiosa información,guardada celosamente por las dospartes, la CIA informó a Nixon, que selanzó de cabeza para establecer plenasrelaciones con el país asiático, lo que

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consiguió en 1972. Fue una genialjugada estratégica que desarmó a lossoviéticos, que nunca llegaron asospechar que un topo había enseñadosu debilidad a Estados Unidos.

La tapadera de Poliakov para nodespertar sospechas en el servicio decontraespionaje soviético fue excelente.No gastaba más de lo que su sueldo lepermitía —al contrario que AldrichAmes—, porque la CIA no le pagaba.Sus entregas de documentación eranrelativamente sencillas gracias a lasradicales medidas de precaución queadoptaba y a que nadie sospechaba deun coronel de tanto prestigio que habíarealizado servicios tan importantes a laURSS. Además, no iba con otras

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mujeres ni bebía en exceso, como eracostumbre en muchos rusos. Si algunavez le investigaron, debieron deencontrarse con que llevaba una vidaexageradamente aburrida. Aunque no escierto del todo que los estadounidensesno pagaran nada al coronel. Poliakovhabía aceptado que año a año leregalaran diversas herramientas debuena calidad, cuyo coste nunca superólos 3.000 euros anuales, que le servíanpara realizar los fines de semana lastareas de carpintería que tanto lerelajaban.

En 1973 fue de nuevo destinado alextranjero, en esta ocasión a India. Allí,en 1974, fue informado de que habíasido ascendido a general. Nunca la CIA

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pudo imaginar que aquel comandanteque se les había ofrecido para colaboraren 1961 desarrollara una carrera tanvictoriosa. Era cierto que en diversosmomentos le habían facilitadoinformaciones que le permitíanapuntarse tantos, pero no se engañaban:los méritos correspondían casiexclusivamente a Poliakov.

El general había entregado a la CIAhasta ese momento una información, encantidad y calidad, que nunca habríansoñado. Sabían todo sobre el GRU ymucho sobre el KGB, el Ministerio deAsuntos Exteriores y el aparato delPartido Comunista. Respecto alMinisterio de Defensa, no solo habíaentregado los planos de muchas de sus

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armas, sino que llegó a filtrarles la listade las tecnologías militares quenecesitaban y que habían encargadorobar a sus espías en el extranjero. Conese documento, los diplomáticosestadounidenses de todo el mundoalertaron a sus aliados en Occidentepara que extremaran las medidas deprecaución respecto a los productos quesabían estaban buscando los soviéticos.

El general Poliakov regresó aMoscú en 1976, donde siguió llevandola misma vida sencilla de siempre consu mujer y sus hijos, sin dejar de pasarinformación a su controladornorteamericano. Un militar de alto rangodisponía de mayor acceso adocumentación económica, de

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inteligencia, militar o política. Todo lofotografiaba y lo sacaba con la másabsoluta impunidad. En 1979 fuedestinado otra vez a Nueva Delhi. Legustaba vivir en el extranjero, dondedisfrutaba de unas misiones que lepermitían aumentar sus ingresos parapoder llevar después una vida máscómoda en Moscú, aunque no ansiabagrandes caprichos.

Un día de junio de 1980, derepente, le ordenaron regresarurgentemente a Moscú. Cualquier otrohabría interpretado que deseabanofrecerle otro puesto, lejana ya la etapade limpieza salvaje de Stalin, peroPoliakov llevaba diecinueve añospasando información a la CIA y no era

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precisamente tonto. Antes de tomar elavión de regreso, se reunió por últimavez con el contacto que había tenido enIndia. Le comunicó con un gesto frío lasorpresiva decisión de las autoridadesde su país. El agente de la CIA,visiblemente preocupado, le informó deque si deseaba desertar sería muy bienrecibido en Estados Unidos. El general,sin mostrar un ademán de tensión, lecontestó que no le esperaran, que nuncase iría a vivir a Estados Unidos: «Noestoy haciendo esto por vosotros, loestoy haciendo por mi país. Nací ruso ymoriré ruso». El agente le escuchó yluego le preguntó cuál sería su destino sile habían descubierto. Su respuesta fuebreve y contundente: «Una fosa común

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sin identificar». Los dos desconocían enese momento lo que había pasado. Undoble agente del FBI, Robert Hanssen,había comenzado a colaborar con lainteligencia soviética unos meses antes yhabía identificado a Poliakov como untopo de la CIA en el GRU.

El general regresó a Moscú y fuelargamente interrogado. A su favorestaba que Hanssen todavía ocultaba suidentidad al KGB y que destituir sinpruebas concluyentes a un general de suprestigio era demasiado arriesgado.Para colmo, no encontraron motivosobjetivos para su traición. Vivía con susueldo, carecía de cuentas secretas,nunca se había manifestado en contra dela jerarquía y no había desertado cuando

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en India recibió la comunicación pararegresar urgentemente. Poliakov nególas acusaciones con incredulidad y nadieen su país presentó pruebas que lehicieran callar. Por si acaso, tuvo queabandonar las fuerzas armadas y elservicio de inteligencia militar y pasaral retiro. Lo mejor de todo es que salvóla vida.

En Estados Unidos cruzaron losdedos por el futuro del mejor topo quehabían tenido en toda su historia en laUnión Soviética. Sus últimas palabras(«Si me descubren mi destino será unafosa común sin identificar») habíandejado helados a los muchos hombres dela CIA y el FBI que habían mantenidocontacto con él en su largo periplo como

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doble agente. Las noticias tardaron enllegar y fueron muy aplaudidas, aunquecon cierta tristeza. Sombrero de Copa sehabía salvado, aunque lo habían alejadode la información valiosa. Sacaronvarias conclusiones. La primera era quese había producido un agujero en laseguridad. Información altamentereservada había llegado a conocimientode los soviéticos y no podía ser por otromotivo que por la existencia de un topoen la CIA o en el FBI. Ambas agenciasabrieron investigaciones secretas,aunque no conseguirían resultados acorto plazo. La segunda conclusión fueque les habían cerrado el grifo de lainformación de alta calidad procedentedel general. Poliakov había hecho

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mucho más que pasar kilos y kilos depapeles a los servicios secretosnorteamericanos: había aportado susvaloraciones sobre los temas, quesiempre eran escuchadas y leídasatentamente por su controlador en cadapaís en el que había estado destinado yen la sede central de la CIA. Retirado dela vida pública y sometido a un estrictocontrol, dejarían pasar un tiempo yvolverían a ponerse en contacto con élpara recuperar al menos sus análisis einterpretaciones sobre los temas rusos.Así lo hicieron durante seis años.Poliakov vivió tranquilamente en sucasa de Moscú conservando el prestigioy privilegios que se había ganadodurante su exitosa carrera militar y de

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espía. Amaba tanto a su país que se lahabía jugado para evitar que el sistemaburocrático, que tanto desprecio leproducía, se expandiera por el mundopermitiendo que sus líderes se asentaraneternamente en el poder. Había ayudadoa disminuir la debilidad de EstadosUnidos y prevenido el estallido de unaIII Guerra Mundial. Poliakov estuvodurante seis años dedicándose a lacarpintería, a practicar deporte para noperder la forma, a escribir artículos parauna revista de caza y a mandar susanálisis a la CIA cuando se lo requeríany podía burlar a sus vigilantes.

Un día de 1986 los agentes delespionaje norteamericano volvieron aperderle la pista. Había desaparecido de

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su casa y tardaron tiempo en descubrirlo que había pasado. Debieron pasarmuchos años para que las imágenesgrabadas por la propia KGB dieran lavuelta al mundo. Cuatro miembros delpersonal de seguridad del espionajesoviético, con una fortalezadesproporcionada frente al hombre queles habían ordenado detener, entraron ensu casa y se le abalanzaron. Mientrastres le sujetaban los brazos y el cuerpo,un cuarto le inmovilizaba la cabeza paraevitar que pudiera ingerir una píldora deveneno. Nada de suicidios, le queríanvivo. Poliakov acababa de cumplirsesenta y cinco años. Físicamente estabafuerte, con pelo cano y escaso y la cararedonda de buena salud. Los cuatro

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agentes del KGB iban perfectamentetrajeados y se esforzaban en desnudarleen una batalla desigual en la que elhombre no parecía sorprendido por loque pasaba y no ofrecía más resistenciaque la de la dignidad. En algún momentomiró a la cámara del agente que estabagrabando la escena, sintiendo lahumillación de su propia desnudez.

La CIA tardó en reconocer loshechos, pero era imposible que nosupiera que Sombrero de Copa habíasido detenido. Lo que ocurrió es que enestos casos el servicio a quien le cazanun topo guarda un silencio inocente,desentendiéndose completamente de suagente. En algunas ocasiones, duranteesa cruenta Guerra Fría que enfrentó a

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los dos bloques, las detenciones enambos lados terminaban con unintercambio de prisioneros en algúnpuente limítrofe entre las dosAlemanias. Entre esos casos no secontaban, ni se contemplan hoy en día,los de dobles agentes nacionales delpropio país que han producido un dañoincalculable a la seguridad nacional.

La desaparición del fielcolaborador detenido llevó a la CIA y alFBI a la desagradable constatación deque el topo que estaban buscando seguíaactivo, traicionando a sus mejoresinfiltrados en la Unión Soviética.

No se sabe cuándo, pero Poliakovfue juzgado por un tribunal militar sin lapresencia de ningún testigo que no

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llevara uniforme. Le condenaron amuerte con todos los deshonores queconlleva la traición. Quizás antes, quizásdespués, o bien antes y después deljuicio, los interrogadores del KGBdebieron dar buena cuenta de Dimitri. Sien el caso de Aldrich Ames losinterrogadores de la CIA utilizarontácticas de presión psicológica paraconseguir extraerle toda la informaciónque había pasado a los rusos, no cabeduda de que Poliakov debió de sufrir lapresión psicológica, pero también lafísica.

Tras ser detenido, estuvo dos añosencerrado, hasta que el 15 de marzo de1988 fue ejecutado con un tiro en la nucay enterrado, como él había pronosticado,

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en una fosa sin identificar. Lo másprobable es que la CIA tuvieraconocimiento de estos hechos, peroguardara silencio. En última instancia,fue el diario Pravda el que en enero de1990 oficializó que Dimitri FedorovichPoliakov había sido ejecutado dos añosantes por espionaje. Fue entoncescuando diversas personalidades deEstados Unidos rindieron un últimotributo a su doble agente. El director dela CIA, James Woolsey, le calificócomo «la joya de la corona» para losEstados Unidos y explicó que «lo que elgeneral Poliakov hizo por el Oeste nosayudó a ganar la Guerra Fría y luchóhasta el final en defensa de su propiopaís». Sandy Grimes, uno de los

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controladores que tuvo Poliakov durantesu carrera, lo calificó como «la mejorfuente que cualquier servicio deinteligencia ha tenido». Grimesdescribió al general como un hombresencillo, con gustos sencillos, que teníaunos principios muy arraigados y queamaba a su país. A quien no respetabaera a los líderes de la URSS y el sistemaque habían establecido. «Creía —contóGrimes— que en Estados Unidos noéramos lo suficientemente fuertes comopara luchar contra el sistema soviético yque no teníamos ninguna posibilidad deganar a menos que él participara en lacontienda poniéndose de nuestro lado».

Poliakov nunca corrió riesgosinnecesarios. Esa prudencia, unida a su

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astucia, fue una de las razones por lasque tardaron veinticinco años endescubrirle. El culpable fue el agente dela CIA Aldrich Ames, que le vendió poruna cantidad suculenta de dólares quedestinó a permitirse un nivel de vidamuy superior al de su sueldo mensual,como vimos en el capítulo anterior.Cuando Ames fue detenido, reconocióhaber traicionado a Sombrero de Copa,con lo que la CIA y el FBI cerraron lainvestigación sobre las causas quellevaron al descubrimiento de su mejoragente en la Unión Soviética.

Unos años después descubrieron aotro topo, esta vez en el FBI, y seencontraron con que Poliakov había sidodescubierto en 1980, por primera vez,

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por Robert Hanssen. Esto les hizocomprender que el general ruso fue tanbuen agente doble que nunca diomotivos a los suyos para sospechar deél. Hicieron falta dos agentes doblespara hacer dudar a las autoridadessoviéticas.

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4. Robert Hanssen, unhombre amargado yanticomunista quetrabajó para el kgbpara demostrar lo listoque era

A principios de la década de 1960 unbuen estudiante de Chicago llamadoRobert Hanssen dedicó todas susenergías a preparar el examen deconducir. Howard, su padre, unexperimentado agente de policía, era el

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profesor particular con el que salía cadadía a practicar por las avenidas menostransitadas. Desde el primer día y hastael último su padre no paró de repetirlelo mal que llevaba el coche y que asínunca conseguiría aprobar. Howard nose sentía satisfecho con la forma en queRobert se enfrentaba a la vida. No creíaque hubiera asimilado los valores defortaleza necesarios para el triunfo quele había intentado inculcar. Una y otravez le reprendía para que cambiara sucomportamiento, sin cortarse lo másmínimo si estaban delante los vecinos olos compañeros de colegio de su hijo:«Nunca harás nada en la vida».

El joven, nacido en 1944, se notabaseguro al volante. Estaba convencido de

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que su padre esta vez se equivocaba. Nopodría acusarle de ser poco hombre o deno luchar por destacar en un mundo tancompetitivo. Se presentó al examen, lohizo a las mil maravillas... perosuspendió. No tenía sentido, era unainjusticia. Su padre, nuevamente, quedópor encima de él, le humilló, en estaocasión, más que en el resto, sobre todocuando tiempo después se enteró de loque había ocurrido: había comprado alos profesores para que no le aprobaran.

Tras graduarse en la escuelasecundaria consiguió alejarse de lainfluencia paterna gracias a una plaza enla Universidad de Illinois, donde estudióQuímica. El maltrato psicológico, queen ocasiones también había sido físico,

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quedó lejos. Solo temía las escasasvisitas, que su padre aprovechaba pararecordarle, cuando estaba con suscompañeros, que nunca destacaría ennada si no se esforzaba. Nadie entendíaesos comentarios ácidos, porque todossabían que Robert sacaba buenas notas.El joven universitario era una personaretraída, con escasa confianza en símismo y un pánico al fracaso que leestresaba en cada reto que seencontraba. El odio que muchas vecessentía por su padre no le impedíaadmirarle y soñar con parecerse a él,para demostrarle que siempre se habíaequivocado al infravalorarle.Vocacionalmente quería ser policía —legustaba el mundo de la acción— y su

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mayor afición era leer sobre el trabajoque los soviéticos, a los que admiraba,realizaban en el campo del espionaje. LaURSS le parecía un país sorprendente einteresante y durante su etapauniversitaria en Illinois se aplicó enaprender ruso. Acabada su carrera,emprendió otra, posiblemente guiadopor su deseo de no volver a vivir con supadre. Se inclinó por Odontología,aunque se aburrió pronto, así que sematriculó en Administración y Direcciónde Empresas. Sacó muy buenas notas ycon su diploma en el brazo, en 1972,cumplió su sueño de ingresar en laAcademia de Policía de Chicago. Yasentía que había igualado a su padre.

En esos años su vida dio un giro

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radical. Se casó con Bernadette Wauck,perteneciente a una familia católica. Élera luterano, pero se convirtió sinproblemas al catolicismo. No tardaronen tener su primer hijo y en unos añoscrearían una familia numerosa con seisvástagos. Alejado todo lo que podía desu agrio padre, que no había cesado ensu deseo de humillarle siempre que leveía, sus relaciones personales no ibanmás allá de su mujer y de su viejo amigoJack Hoschouer, al que había conocidoen sus primeros años de escuela.Introvertido, avergonzado de su formade ser, la única persona con la querealmente se comportaba con absolutanaturalidad era Jack. Cuando estabanjuntos siempre aparecía la personalidad

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trasgresora, divertida, inmadura,provocadora, de Robert que nadie, ni supropia mujer, conocía.

Su experiencia en la policía no fuenada positiva. El trabajo le decepcionó,le pareció rutinario y poco estimulantepara sus altas capacidades. Tampococonectó con sus compañeros, a los queconsideraba de una valía muy inferior ala suya. Salir de allí fue una prioridad, ylo hizo cuando en 1976 consiguió plazaen el FBI como agente especial.Inicialmente se trasladó a Indiana, untrámite necesario para sacar a relucir sudominio del ruso y conseguir dos añosdespués una plaza en Nueva York, en elÁrea de Contrainteligencia, para reunirdatos sobre las actividades de los

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servicios secretos soviéticos.Las cualidades personales de

Hanssen —inteligente y perspicaz, concapacidad analítica para ver los temas ysacar conclusiones de suma utilidad—no tardaron en convertirle en un buenagente de mesa. Por el contrario, suintroversión y falta de dotes para lasrelaciones humanas le habían alejado delos puestos en la calle, que eranprecisamente los que otorgaban másprestigio dentro de la agencia. Robertpuso todo su empeño en demostrar quelos años que había pasado analizando laestrategia de la URSS y sus probadasdotes para la investigación le hacíanestar más que capacitado para perseguirlas actividades ilegales de los

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soviéticos en Estados Unidos. Variasveces intentó demostrarlo poniendo enmarcha operaciones contra la embajadarusa, pero nunca contaron con elrespaldo de sus compañeros.

En una ocasión descubrió que lossoviéticos que había en la ciudadllevaban a cabo la mayor parte de susacciones en domingo, coincidiendo conel día de vacaciones de los agentes delFBI. Intentó demostrarlo montando unaoperación en la calle, pero se estrellócon la abulia de sus compañeros. Losagentes operativos del FBI se tomabanel domingo como un día de descansosagrado. Robert, al igual que le habíapasado durante su estancia en la policía,llegó a la conclusión de que sus colegas

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no estaban a su altura. Su padre estaríaorgulloso de él, debió de pensar enalgún momento, antes de recordar quenunca se sentía feliz con él hiciera loque hiciera.

Hastiado de que no se le otorgarael reconocimiento que merecía,descubrió que por ese camino nuncaconseguiría ser el gran agente secretoque había soñado. Él no se considerabauno más del montón, sino el mejor, y sino podía demostrarlo con su trabajo enel FBI, buscaría un camino alternativo.Admirador de la labor de inteligencia delos soviéticos, a los que tenía por losmejores espías del mundo, decidió darun cambio radical de bando y cruzar a laotra acera. A muchos dobles agentes los

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habían descubierto, pero él habíaestudiado como nadie cada caso y sabíacómo evitar la persecución. Si a KimPhilby, el doble agente inglés quetrabajó casi treinta años para lossoviéticos, no pudieron pillarle, a éltampoco. Se convertiría en el nuevoPhilby.

En 1979 ofreció sus servicioscomo doble agente al GRU, el espionajemilitar soviético. Robert Hanssen notenía problemas graves de dinero,aunque su creciente familia —ya teníatres hijos— hacía que vivieran algoagobiados para llegar a final de mes.Esto le llevó a pedir dinero al GRU acambio de sus servicios, dejándolesbien claro que no pensaba desvelar su

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identidad —si no le conocían, nadiepodría delatarle— y que losintercambios de información y dinero seharían siempre según sus indicaciones.Durante ese año y el siguiente Hanssenentregó al espionaje militar enemigodocumentación secreta sobre escuchastelefónicas del FBI, sistemas deseguimiento de agentes extranjeros o unalista de espías soviéticos. También lesofreció la identidad de uno de losmejores topos que tenía la inteligencianorteamericana en la URSS, el generalDimitri Poliakov, aunque no fuedetenido y ejecutado hasta años después,cuando Aldrich Ames volvió a facilitarla misma información.

En 1981 la doble vida de Hanssen

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quedó en evidencia, pero no para el FBIni para la CIA, sino para su mujer. Elagente tenía la costumbre de encerrarseen el sótano de su casa para trabajar.Era un terreno vedado para el resto de lafamilia, que lo consideraba el espacioprivado del padre. Nadie sabía lo queallí hacía, pero no sospechaban nadamalo de un agente del FBI. El halo demisterio de sus actividades secretaspara el gobierno les hacía deducir quese llevaba a casa parte del trabajo. Sinembargo, un día su mujer traspasó lapuerta y le pilló escribiendo una carta alos soviéticos. Hanssen se sinceróparcialmente con su querida Bonnie:estaba pasando información a los rusoscon el fin de conseguir más dinero para

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los gastos de la familia. Su mujer semostró decepcionada porque habíatraicionado a su país, así que él se sintióobligado a mentir contándole que toda ladocumentación que les pasaba era falsa.Bonnie quedó muy afectada. Era muyreligiosa —como el propio Hanssen,que iba todos los días a misa— yconsideró gravísimo el comportamientode su marido. Solo empezó a calmarsecuando consiguió que le jurara queabandonaría inmediatamente el juego eiría a confesarse con un sacerdote.

Hanssen cumplió la promesa deromper su colaboración de dos años conlos soviéticos. Después fue a hablar conel cura, que le puso como penitenciaentregar el dinero sucio recibido a una

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obra de caridad. A los pocos días eldoble agente informó a su mujer de quelos 30.000 dólares que le habíanentregado —mucho menos de lo que enrealidad había ganado— se los habíadonado a las Hermanas de la Caridad,de la Madre Teresa de Calcuta. Si lohizo así, nunca se pudo comprobar. Rotosu contacto con el GRU de la forma mássimple, que consistió en no enviarlesmás mensajes, se benefició de ladecisión de no desvelar su identidadpara regresar a su vida normal.

En 1983, dos años después, fuedestinado a la Unidad de Análisis de laURSS, encargada de identificar ycapturar a los espías soviéticos queactuaban en territorio norteamericano.

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Hanssen también se ocupó de evaluar lacredibilidad de los espías soviéticosque ofrecían sus servicios como doblesagentes. El trabajó le encantó. No soloalmacenó en su memoria una cantidadingente de información, sino queaprendió las numerosas técnicas que seutilizaban para evitar que el enemigodescubriera ese tipo de actividades.Trabajaba mucho y bien, aunque el nivelde reconocimiento a su esfuerzo seguíasiendo muy inferior al que creíamerecer.

En 1985 regresó a Nueva York, enel mismo trabajo de contrainteligenciasoviética. Habían pasado cuatro añosdesde que su mujer le pillara con lasmanos en la masa. Había aprendido de

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aquel suceso, pero no pensaba renunciara cumplir su sueño de convertirse enalguien importante para personas quesupieran valorar su esfuerzo. Y esaspersonas solo podían pertenecer a laURSS. Esta vez no se limitaría a mandarinformación y a cobrar por ella: seconvertiría en un auténtico doble agente.Decidió elegir un controlador queestuviera a su nivel en la embajada de laURSS, al que impondría suscondiciones. El seleccionado fue elmítico coronel del KGB VíctorCherkashin, quien a primeros de octubrede 1985 recibió una carta firmada por«B»: «Querido señor Cherkashin, prontole enviaré una caja de documentos.Proceden de algunos de los proyectos

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más delicados de la inteligencianorteamericana [...]. Confío en que unoficial de su experiencia sepa sacarpartido de ellos. Creo que sonsuficientes para justificar un pago de100.000 dólares a mi nombre». Pararematar su envite y dejar claro su valor,Hanssen le soltó una muestra de lainformación a la que tenía acceso: «Susservicios han sufrido recientemente tresbajas. Le prevengo de que el señorBoris Yuzhin, el señor Sergei Motorin yel señor Valery Martinov han sidoreclutados por nuestros serviciosespeciales». Hanssen triunfósobradamente con el efecto sorpresa. Elexperto Cherkashin supo ver lapotencialidad de su desconocido nuevo

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agente. Tras analizar los documentosrecibidos, ordenó pagarle 50.000dólares, siguiendo las instruccionesrecibidas, en un viejo puente de maderasituado en un remoto parque delcondado de Fairfax. Tras colocar elsobre con el dinero, el enviado hizo unamarca horizontal blanca en una señal depaso de peatones que estaba en laentrada principal del parque Nottoway.Hanssen, tras detectarla, fue a descargarlo que en lenguaje del espionaje sellama «buzón muerto».

El ya oficialmente agente dobleesperó un par de semanas y volvió aescribir una carta a su apreciadoCherkashin: «Gracias por los 50.000dólares [...]. También aprecio su valor y

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su perseverancia frente a los obstáculosburocráticos. No habría entrado encontacto con usted de no ser por la altaestima que sé que tiene en suorganización, a la que yo he estudiadodurante largos años».

Al fin, superados por poco loscuarenta años, Robert Hanssen habíaencontrado una persona en sucomplicada existencia que reconocía suauténtico valor. Ni un solo hombre enEstados Unidos —para él apenascontaban las mujeres y nada loshomosexuales, a los que odiaba— habíasido capaz de captar suspotencialidades. Su nueva doble vidaiba a merecer la pena. Su satisfacción,una especie de liberación tras tantos

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sufrimientos desde la infancia, no leimpidió poner distancia en su relacióncon los soviéticos. Había estudiadotanto la vida de los dobles agentes queconocía todos sus defectos de actuacióny había aprendido cómo evitarlos. Y loprimero era garantizar que los rusosdesconocieran su auténtica identidad.

El coronel del KGB leyó loshalagos que le escribió su topo yrespondió dando un arriesgado pasoadelante, producto de su largaexperiencia: le propuso a B un encuentropersonal, dejándole que eligiera laciudad del mundo donde se sintiera másseguro. A Hanssen se le encendieron lasluces rojas. No contestó a la carta ycortó el débil cordón umbilical que les

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unía. En los meses posteriores se enteróde que los tres agentes que habíadelatado —dos de ellos trabajaban en laembajada en Washington— habíandesaparecido. Fue cuestión de tiempoque el FBI descubriera que Motorin yMartinov habían sido ejecutados y queYuzhin había sido deportado a Siberia(seis años después quedaría en libertady se iría a vivir a Estados Unidos).Hanssen participó desde el primermomento en la búsqueda del autor de lafiltración, conociendo desde el primermomento que él no estaba entre lossospechosos e ignorando que el KGBtenía otro topo en la CIA, el cual, añosantes, les había facilitado la mismaidentificación. La detención de Aldrich

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Ames años después le supondría unescudo protector, pues todas susfiltraciones se las achacaron también aél.

Pasado un tiempo prudencial parademostrar a los rusos quién era el quecontrolaba la situación, en junio de 1986volvió a llamar a su puerta. Establecióuna forma de contacto utilizando losanuncios por palabras del periódico TheWashington Times . Les explicó que elanuncio debía poner «Dodge Diplomat,1971, necesita reparación, 1.000dólares» y un número de teléfono. Élllamaría diciendo: «Hola, me llamoRamón. Llamo por el anuncio delcoche». Utilizando este tipo demensajes, nunca los encuentros

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personales, el doble agente pasó almáximo enemigo de su país toda lainformación que circuló por sudespacho. Curiosamente, tras serdestinado a Washington en 1987, se leencargó investigar todas lasinfiltraciones probadas o aquellas sobrelas que había sospechas que habíasufrido el FBI. La dirección sabía quetenían un topo, al que acusaban de ladelación que había costado la vida aMartinov y Motorin, y querían encontrarnuevas pistas para su localización. Sinsaberlo, habían puesto al zorro a cuidarde las gallinas. Esta labor no solo lesirvió para desviar cualquier pista, sinoque le facilitó información muy valiosasobre el mundo de los dobles agentes y

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los espías soviéticos que en algúnmomento habían intentado venderinformación por cualquier motivo a suscolegas estadounidenses.

Su vida personal a finales de ladécada de 1980 seguía siendo igual degris que en sus inicios profesionales enla policía de Chicago. Se manteníaalejado de su padre, a quien porrecomendación —casi obligación— desu mujer había escrito una carta en laque le anunciaba que si volvía ahumillarle delante de sus hijosromperían toda relación con él. Suscompañeros del FBI le seguíanconsiderando el típico burócrata incapazde jugársela en la calle. Su aburridoaspecto hablaba de su personalidad:

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gabardina beige, traje oscuro y zapatosde cordones. Nadie le apreciabaespecialmente, no había hecho amigos ysu trato con sus subordinados dejabamucho que desear. Ofrecía resultados,cumplía bien con su labor, pero era unomás. Para otros eso sería suficiente,pero para él era una injusticia que nadiesupiera ver que tenía una capacidad muypor encima del resto de los agentes.

Su único buen amigo seguía siendoel del colegio, Jack Hoschouer. Con élvivía una existencia aparte, más golfa,más transgresora. ¿Cómo encajaban lasjuergas con su amigo y la vida de misadiaria? Pues de una manera complicadade entender, para cualquiera y para élmismo. Todos los que le conocieron

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aseguran que Hanssen respetaba aBonnie, a la que amaba de formasincera. Algo que encaja poco con elhecho de que invitara a su amigo acontemplar, escondido, desde laventana, cómo hacía el amor con sumujer. Y cuando esa situación se hizoespecialmente arriesgada, instalócámaras de grabación en el dormitoriopara que Jack pudiera asistir a sussesiones de sexo desde el salón de sucasa.

Ser agente del FBI o de cualquierotra agencia de espionaje permiteretrasar las horas de regreso a casa sindar justificación. Hanssen aprovechabala presencia de su amigo para visitarclubes de striptease. En uno de ellos

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conoció a una bailarina, Priscilla SueGaley. Mantuvieron una relación sinllegar a acostarse. Consiguió queabandonara el sórdido mundo de lanoche y de la prostitución tras ponerleun piso, comprarle un coche de segundamano y regalarle dinero y joyas. Todo acambio de que se esforzara porconvertirse al catolicismo. Invirtió unaparte del dinero que recibió de lossoviéticos en este fin, pero cortó el grifocuando descubrió que no le erasuficiente con lo que él le daba y quehabía vuelto a sus antiguos trabajos.

Los vecinos y conocidos deHanssen le tenían por una personahuraña y distante, atribuyéndolo a sutrabajo en el FBI. Todos le veían como

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un conservador anticomunista queodiaba el alcohol y las drogas. Yrealmente era así, a excepción de susecreta admiración por la URSS. Vivíaen un mundo dominado por su deseo dedemostrar su superioridad intelectual enel arte del espionaje. Pero eso nadie losabía, claro. En 1990 alguien sospechóde él por primera vez: su cuñado, quetambién pertenecía al FBI. Una de sushermanas le contó que había encontradovarios fajos de billetes en el dormitoriode Hanssen, y como sabía que la agenciaestaba buscando un topo, le denunció.Aparentaba ser una rencilla familiar ynadie movió un dedo.

Seis años estuvo el topocolaborando con el KGB antes de

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decidir cortar otra vez la relación. Enesta ocasión fue una opción estratégica.En 1989 cayó el Muro de Berlín, a loque siguió el caos en la URSS. Hanssen,alias Ramón García, interpretó que ene s e maremagnun podía hundirse y endiciembre de 1991 regresó a lassombras. Los rusos desconocían suidentidad, por lo que no podíanpresionarle para que siguiera trabajandopara ellos. Durante ocho años semantuvo alejado del doble juego, peroen su cabeza se mantuvo vivo el deseode acumular información que algún díapudiera vender a los rusos. Al contrarioque Aldrich Ames, siempre fue muycauteloso a la hora de gastar el dineroque ganaba con su traición. Invirtió en su

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casa, pero sin exageraciones. Pagó losestudios de sus hijos, pero en escuelassin demasiadas pretensiones. Sepermitió tres coches, comprados envarios años, de marcas nada lujosas.

En 1994 se creó el Centro Nacionalde Contrainteligencia, y hablando un díacon un superior, le tanteó sobre lasposibilidades que podría tener paraconseguir un puesto allí. Le consideró uncandidato apto y mencionó que para seraceptado era obligatorio pasar unaprueba de polígrafo. Hanssen desistió deinmediato. Congelada su relación con elKGB, cometió una serie de pequeñoserrores en el FBI de los que salióvictorioso, pero que cercenaron susposibilidades de ascenso. Así que en

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1995 fue destinado como enlace a laOficina de Misiones Extranjeras en laSecretaría de Estado, lejos de losasuntos rusos.

La tranquilidad que le proporcionóen 1994 la detención de Ames, que sellevó todas las culpas de sus delaciones,fue sustituida por la tensión de descubrirtiempo después que el FBI habíareiniciado la búsqueda de otro topoentre sus agentes. Experto informático,que había pasado una cantidad ingentede información sobre los sistemas de laagencia a los rusos, decidió meterse enel ordenador central para chequear si ensu expediente había alguna anotaciónque reflejara sospechas sobre suactuación. Cuando no la encontró, se

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calmó, pero en los siguientes meses yaños repetiría más veces la arriesgadaoperación.

Tardó mucho en convencerse deque nadie le investigaba, y cuando en1999 se sintió limpio de sospechas,reinició la relación que tanto leentusiasmaba. Obsesionado por nollamar la atención, un día recibió unadenuncia de sus vecinos, que sequejaban de que cuando paseaba a superro por la noche despertaba alvecindario. Hanssen cambió lacostumbre.

La carta firmada con el aliasRamón García, dirigida en esta ocasiónal SVR (sustituto del KGB), fuerespondida con prontitud: «Querido

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amigo, es bueno saber que estás aquí».El doble agente ya no mostraba laseguridad de antaño. Les escribióhablando de la «poca lealtad» que habíamostrado con él el FBI y les contó que«he estado muy cerca de sacrificarme amí mismo por ayudaros». Empezó así sutercera etapa de colaboración, fructíferacomo las anteriores, pero mucho másdesesperante. Tantos años de vidacomplicada, engañando a todo el mundoy a sí mismo, teniendo comportamientosextremos y contradictorios, le llevaron aescribir una última carta a los rusos ennoviembre de 2000 en la que reconocíaque «hasta ahora mi barco hasobrevivido a los tiros y a las flechascon increíble fortuna. Os pido que me

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ayudéis a sobrevivir». Sus días enlibertad estaban contados. El FBI yaestaba sobre sus pasos.

Hanssen estaba nervioso por laposibilidad de que sospecharan de él,pero se equivocaba. Quizás por sucomportamiento gris, quizás por suscreencias públicas fervientementereligiosas, quizás porque había sabidocontactar con los rusos sin dejar huellas,quizás porque su identidad siemprehabía permanecido oculta, quizás porqueno había hecho ostentación del dineroganado (1,4 millones de dólares), quizásporque no ofrecía la imagen tradicionaldel doble agente, quizás por todas esasrazones a la vez, el hecho es que a pesarde los fallos inevitables que había

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cometido nunca la dirección del FBI lemetió en la lista de sospechosos. Esollevó a que la única posibilidad depillarle fuera la delación de algún dobleagente procedente de Rusia. Y así fue. Afinales del año 2000 se consiguió lainformación que los norteamericanosllevaban años buscando. Era imprecisa,pero suficiente para identificarle yhablaba de lo bien que el inestableHanssen había ejecutado su trabajo.

Comenzaron a seguirle con sumadiscreción y no tardaron en confirmarlos datos acusatorios. El 18 de febrerode 2001 salió de su casa y se subió a suFord Taurus. Sus controladores sefijaron en que llevaba un paquetesospechoso. Montaron un dispositivo

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amplio de seguimiento que les llevóhasta el parque Foxstone, donde levieron colocar el paquete debajo delpuente. Cuatro meses después decomenzar a vigilarle, le habían pilladocon las manos en la masa. Ya no volvióa subir al coche. Fue detenido.

La inteligencia y perspicacia deldoble agente apareció en el momento enque fue interrogado por sus compañeros.Guardó la información valiosa a laespera de conseguir algunos privilegios.Negó que hubiera actuado por motivosideológicos, pues no tenía nada que vercon los comunistas. Aceptó que habíasido un tema de dinero y tambiénmencionó otras causas. Apareció elhombre amargado, el ser acomplejado

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que se había considerado siempresuperior a los que le rodeaban. Nadieentendía ese argumento para traicionar ala patria o para entregar a agentes rusosque colaboraban con Estados Unidos ycuya delación les costó la vida o eldestierro. No hacía falta que lerecordaran, aunque lo hicieron, que eldelito que había cometido le podíacostar la vida. Esto le afectó, pero lapuntilla la recibió cuando le lanzaronque al haber cometido un delito tangrave ni su mujer ni sus hijos tendríanderecho a la pensión y que le quitaríantodo lo que había pagado con dinerosucio, incluidos la casa y los trescoches.

El doble agente jugó sus bazas y

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consiguió cerrar un acuerdo.Colaboraría plenamente a la hora derevelarles toda la información que habíapasado a los rusos, lo que permitiría a laagencia cerrar los boquetes abiertos. Acambio, sustituirían la pena de muertepor la de cadena perpetua y permitiríanque su familia cobrara la pensión y sequedara con sus propiedades.

El día del juicio, Robert Hanssenhizo unas manifestaciones que reflejabansus valores: «Siento mucho lo que hice yestoy avergonzado. He abierto la puertaa la calumnia contra mis hijos y miesposa, a los que he hecho tanto daño».Reconocimiento al dolor familiar, perosin una mención expresa a unarrepentimiento por todo el daño

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producido a Estados Unidos y a losagentes a quienes delató, cuya muertepesaba sobre sus hombros. Condenadopor quince cargos de espionaje yconspiración por entregar secretos a laURSS y posteriormente a Rusia duranteveinte años, no dejó de creer que elespionaje era un juego en el quetriunfaban los más inteligentes y él habíademostrado ser un maestro. Seguro queen el momento en que el juez leyó elacuerdo entre el espía y el gobierno, y lacondena que le tendría encerrado hastael día de su muerte, Hanssen pensó en supadre. Se pasó la vida diciéndole quenunca conseguiría nada y habíademostrado ser más listo que él.

Su vida siempre había sido un

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engaño. Detenido a los cincuenta y seisaños, ni él mismo llegó a saber quéhabía sido verdad y qué mentira en suscreencias y en sus sentimientos. Seguroque los investigadores del FBI que leinterrogaron descubrieron que se habíamontado una historia idílica parajustificar su traición. Hanssen lescomentó que había soñado con imitar aKim Philby cuando a los catorce añosleyó apasionadamente su biografía.Lástima que cuando tenía esa edadtodavía faltaba mucho tiempo para queel genial doble agente inglés publicarasus memorias.

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5. Cómo Kim Philby,bebedor, mujeriego yde clase alta, pudotrabajar para Rusiatreinta años sin que lepillaran

¿Por qué ha quedado el nombre de KimPhilby enlazado a la gloriosadenominación de mejor espía del sigloxx? ¿Qué tenía este inglés para quenunca pudieran pillarle en el doblejuego que duró treinta años? ¿Fueron sus

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destrezas o los errores de los serviciosoccidentales los que le facilitaron unatraición tan eterna frente a los mejoresservicios secretos del mundo? ¿FuePhilby un espía perfecto? El análisis deltrabajo del doble agente inglésevidencia la exquisita planificación delservicio secreto soviético y unadesastrosa labor de contraespionaje porparte del lado inglés. Todo aderezadopor la personalidad arrasadora de unespía capaz de vivir una doble vidadurante treinta años sin llamar laatención sobre sus debilidades,planificando cada uno de sus pasos condestreza y con una capacidad deimprovisación acorde con su cualificadonivel intelectual.

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El primer éxito hay que apuntárseloal NKVD (Comisariado del Pueblo paraAsuntos Internos, por sus siglas en ruso),el antecesor del KGB. En los añosveinte del pasado siglo idearon unaoperación para introducir topos en elservicio secreto inglés. Conocían elodio visceral al comunismo y elclasismo que imperaban en el MI5 —espionaje interior— y en el MI6 —espionaje exterior, llamado SIS (SecretIntelligence Service) en aquel momento—. Por eso decidieron buscar a susinfiltrados entre las universidades deélite inglesas, a las que acudían los hijosde la clase alta. De entre ellos lesinteresaban los jóvenes motivadospolíticamente que estaban en la corriente

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del antifascismo que se estabaimponiendo en una parte de Europa. Estavisión de futuro y la paciencia con quese tomaron la operación les llevó adescubrir un nido de jóvenes promesasen la Universidad de Cambridge quecumplían esos condicionantes. Aprincipios de la década de 1930 unprofesor comunista vinculado con elespionaje soviético había captado a ungrupo de chicos que asistían a reunionesclandestinas de una asociación llamadaLos Apóstoles. Philby, como los demás,no quería permanecer al margen de lasinjusticias asentadas en la sociedad, quepodrían verse acrecentadas con lallegada del fascismo. No había interéspersonal en los integrantes de Los

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Apóstoles, únicamente el sueño decambiar el mundo, de hacerlo másigualitario. En la asociación seconocieron algunos de los integrantesdel equipo conocido como «Quinteto deCambridge». El que luego resultaría serel más capaz de todos, Kim Philby, sehizo amigo de Anthony Blunt y GuyBurgess. Una relación natural, nadaextraña. Pertenecían a la clase dirigentedel país, lo que les permitía disponer dedinero y llevar una vida disipada, nadaque ver con la que se suponía quellevaban los comunistas. Después serelacionarían con Donald McLean, otroestudiante de su nivel de vida, y conJohn Cairncross, que a diferencia deellos debía recurrir a las becas para

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poder matricularse en una universidadelitista.

Kim Philby acabó sus estudios deeconomía en 1932 y decidió viajar porEuropa para ver mundo, unaexcentricidad típica de los jóvenespudientes de la época, que fueaprovechada por los soviéticos paraponerle a prueba en situaciones reales.Al año siguiente, se asentó en Viena conel pretexto de perfeccionar su alemán.Lejos de ojos escrutadores, se metió enuna red comunista revolucionaria queayudaba a huir a los perseguidos por elfascismo. Cosechó éxitos en susprimeras misiones clandestinas y notardó en enamorarse de Litzi Friedman.Todo comenzó, según él mismo contaría

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muchos años después, con unaenloquecida relación sexual sobre lanieve en el patio de la casa en la quevivían. Se volvió loco por Litzi, unajudía comunista a la que terminósacando del país para evitar que lamataran. Las mujeres y el sexomarcarían su vida. Era un enamoradizocrónico, incapaz de relacionarse con unamujer sin ansiar estar con otras. Lomismo le daba que fueran jóvenes omayores, casadas o solteras, ricas opobres. La seducción era una aventuraexcitante a la que nunca quiso renunciar.Litzi supo que su marido trabajaba parael NKVD, como lo supo Rufina, sucuarta y última esposa, una rusa quecompartió con él sus últimos años ya

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exiliado en la URSS. Pero para las dosdel medio su doble vida fue unaincógnita que nunca llegaron a descubrirgracias a la habilidad de Kim. Entre lascuatro hubo unas cuantas mujeres másque se prendaron de su encanto. Entreellas estuvo la aristócrata FrancesLindsay Hogg, a la que conoció durantela Guerra Civil española y con la quemantuvo una relación intermitente sincompromisos. Simpatizante delfascismo, le debió de dar un patatúscuando se enteró de que su viejo amanteno pensaba como ella y en realidad eraun comunista convencido. Si lo hubierasabido, nunca le habría ayudadofacilitándole contactos para moverseentre los militares y civiles que

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respaldaban al general Franco.Sus tres principales amigos tenían

una sexualidad todavía más complicadapara la época. Blunt y Burgess eranhomosexuales, el primero discreto y elsegundo notorio. MacLean se enredómás, pues tuvo una vida heterosexual yllegó a casarse con Melinda Marling,pero le atormentaban sus tendenciashomosexuales ocultas. Para colmo,cuando vivía ya huido en la URSSBelinda prefirió irse a vivir con suamigo Philby. El ligoteo permanente dePhilby no le supuso problemas, sino unestímulo en su enrevesada vida, mientrasque para sus compañeros su vida sexualfue una fuente de problemas. Esecarácter seductor, que le capacitaba

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para decir a las chicas lo que queríanescuchar, formaba parte del mismodespliegue de exitosa personalidad quele permitió granjearse la amistad demuchos hombres que le interesaban parasus fines de agente doble.

Constatadas sus habilidades innatasy su valentía para las accionesencubiertas, a su regreso a Inglaterra elagente del servicio secreto rusoblanqueó su pasado. Separarse de Litzi,militante reconocible del PartidoComunista austriaco, fue lo primero —no le importó, pues ya le aburría— y losegundo fue cambiar su imagen de jovende izquierdas. Su objetivo como espíaera entrar a trabajar en la funciónpública, para lo cual le vetarían si

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sospechaban que era comunista. Frío ycalculador, comenzó a acercarse agrupos fascistas, mucho mejor vistos enla sociedad pudiente inglesa. Comomiembro de una buena familia, se apuntóa la Sociedad Anglo-Alemana, detendencia nazi, en la que conoció alembajador alemán en Londres, Joachimvon Ribbentrop, futuro ministro deExteriores del III Reich. Simpático yextravertido, consiguió que le invitara auna reunión en Alemania con Goebbels.

Cuidadoso de cada detalle, seesforzó en convencer a su padre de quehabía dejado atrás sus veleidadescomunistas y, aunque tardó, también deque estaba madurando. Incluso buscótrabajo como periodista en una pequeña

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revista, lo que le aportó respetabilidad yle facilitó el cambio de imagenideológico. Sus controladores soviéticoscontribuyeron no buscando resultadosrápidos. No le apremiaban, preferíanque se fuera curtiendo poco a poco unaimagen favorable, aunque por elmomento fuera nula la información queconsiguiera. Alegre, jovial y pasota,tragó lo que hiciera falta cuando algunosde sus antiguos compañeros le retiraronel saludo al descubrir que habíaabandonado sus antiguos idealesizquierdistas y se había aproximado alos nazis. Esas actitudes camaleónicas lebeneficiaban y se sentía orgulloso de sucapacidad para convencer a los demás.

En 1937, amparándose en su nueva

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carrera como periodista, su controladorle encargó que intentara conseguir untrabajo en la España en guerra. Dondesembró, ahora recogía: su padre,satisfecho con lo que creía que era lanueva vida de su hijo, le consiguió unarecomendación del duque de Alba,embajador en Inglaterra. Con ella y losapoyos de los nazis, los hombres deFranco le acreditaron —algo muycomplicado— en el bando de lossublevados. Su misión consistirá enconseguir todo tipo de información y, siestaba en su mano, asesinar al propioFranco. Lo pudo hacer, porque estuvo deél a escasos centímetros, pero lascondiciones para escapar no fueron laspropicias.

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En la batalla de Teruel una bombarusa lanzada por el ejército republicanomató a varios periodistas quecompartían vehículo con él, pero Philbyapenas sufrió unos rasguños. Franco lecondecoró personalmente con la CruzRoja al Mérito Militar. El espía rusohabía conseguido el salvoconducto queen los años venideros le abriría laspuertas de la élite del franquismo. Sehabía convertido en el periodistacondecorado por Franco.

Philby consiguió mucho prestigioprofesional en España con su labor parael diario The Times, que posteriormentele envió a Francia, ya a punto decomenzar la II Guerra Mundial. Un añodespués regresó a Londres, donde los

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soviéticos le apremiaron para queencontrara un trabajo y evitara serenviado al frente. No fue muy optimista.Años atrás no le habían aceptado en elForeign Office, aunque su perfil habíamejorado mucho en los últimos tiempos.Su amigo Burgess, que trabajaba en elMI6, le recomendó para entrar en elservicio de inteligencia y consiguió unaplaza. Allí pasó un año de profesor endistintos destinos, donde su afabilidad ymano derecha le granjearon muchassimpatías. Eso y su tartamudez, queutilizaba a su antojo, siempre quenecesitaba parecer ingenuo paraconseguir la amistad de alguna persona.

En 1941 echó el ojo a AileenFurse, una empleada de los archivos del

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MI6. No sentía ningún remordimientocuando mezclaba seducción y espionaje:tenía que casarse con esa chica guapa yconseguir información sobre agentesbritánicos que trabajaban en elextranjero. Era un mentiroso patológicoque decía lo que más le convenía encada momento. El problema era quenadie lo supo durante años y años, y laspersonas que convivían con él creíanciegamente lo que les decía.

En 1942 comenzó su ascenso porlos complicados vericuetos del MI6. Suexperiencia en España le facilitó quefuera destinado a la Sección Ibérica,primero como adjunto al director y másadelante como máximo responsable. Elcaudal de información que manejaba y

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comenzó a filtrar a los soviéticos sedisparó. Su pericia y los éxitos queconsiguió para el espionaje ingléshacían impensable que alguiensospechara que era un doble agente:desenmascaró a muchos espías alemanesen Inglaterra, entre ellos variosespañoles que actuaban con cobertura dela embajada.

Era un hombre tranquilo, quefumaba, bebía whisky y tomaba ingentescantidades de café, como el resto de suscompañeros. Su vida familiar eranormal: su mujer estaba en casa dando aluz y cuidando a sus hijos —tuvo cinco— y él se mostraba como un hombrefeliz, sin que nadie se extrañara de suafición a tontear con chicas bonitas.

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Nada hacía sospechar que pudiera estarrobando información al MI6. Todos leadmiraban. Tenía a su favor que Españaera fascista y apoyaba discretamente alos nazis, por lo que se sentía muycómodo luchando contra esa ideologíaque tanto odiaba.

Sus éxitos laborales llevaron a susjefes a encomendarle el mando de unanueva sección que iban a crear,innovadora en los servicios deinteligencia de todo el mundo: laSección Anticomunista. En 1944 enInglaterra pensaron en el futuro ydedujeron que la URSS iba a ser el granenemigo tras la guerra, así queencargaron a su exitoso agente Philbyque la pusiera en marcha. Es de

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imaginar la satisfacción de sucontrolador soviético: los ingleseshabían abierto la caja fuerte al ladrón dejoyas. Y algo más: ese ascensoconfirmaba que valoraban tanto a Philbyque quizás algún día llegara a ser el jefedel servicio. El doble agente realizó untrabajo demoledor para el MI6 a favorde la URSS. Todos los documentos quepasaban por su mesa eran copiados yenviados a su controlador. Agentesdetenidos y misiones fracasadas serepitieron una y otra vez, aunquetambién cosechó aparentes éxitos para ellado británico que le permitieronmantener su nivel de prestigio en elpuesto.

Todo pudo acabar en 1945, pero la

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sangre fría de Philby resolvió la crisissatisfactoriamente. Un agente del NKVDdestinado en Estambul, KonstantinVolkov, se ofreció al servicio secretoinglés para cambiar de bando. Lesaseguró que conocía la identidad de lostopos que su servicio tenía en el MI6 yen el Foreign Office y que se losentregaría a cambio de una nueva vidaen Inglaterra. El informe fue a parar a lamesa de Philby, que alertóinmediatamente a su controlador yanunció que iría en persona a Estambulpara interrogar al presunto desertor. Lohizo con la suficiente parsimonia paraque los soviéticos tuvieran el tiemposuficiente de llevarse a Volkov aMoscú, interrogarle y ejecutarle.

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A pesar de los frecuentes fracasosen su cometido en la SecciónAnticomunista, le enviaron a Turquíapara espiar las acciones de la URSS.Antes del traslado, Philby llegó a pensarque era cuestión de horas o días que ledescubrieran. El servicio secreto habíallevado a cabo una depuración de todoslos agentes que en su pasado habíantenido veleidades con el comunismo.Tan mal lo hicieron, que nadie, enningún momento, pidió explicaciones aPhilby sobre las ideas que mantenía enCambridge, su pertenencia a LosApóstoles, sus actividades en Europaapoyando a los revolucionarios o sumatrimonio con una austriaca comunista.¿Cómo se les pudo pasar? La historia

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explica que fue una inoperancia delservicio, que no admitía sospechassobre los agentes de alta cuna y noblezareconocida. El resto de los miembrosdel Quinteto de Cambridge tampocofueron investigados.

Los fracasos y los supuestos éxitoscosechados en Turquía, colocados enuna balanza, ofrecieron nuevamente unabuena imagen de su trabajo. Lainformación confidencial fluyó a laURSS sin que nadie en Inglaterrasospechara de un agente al que todosadmiraban y por el que, para colmo,sentían una especial simpatía. Tanto eraasí que en 1949 Estados Unidos puso enmarcha la CIA e Inglaterra decidióenviar a su gran especialista en temas

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soviéticos para ayudarles como nuevoenlace del servicio. Philby no tardó enentablar amistad con los prebostes deespionaje norteamericano, aunque noconsiguió penetrar en el desconfiadoFBI de Hoover. Participó con losnorteamericanos en operacionestrascendentales, como los intentos porforzar una revolución en Albania, queresultaron un rotundo fracaso. Nadiesospechó de él. No podían imaginarseque el responsable del desaguisadohabía sido uno de los protagonistas de laacción. Allí estuvieron tambiéndestinados Burgess y MacLean. Adiferencia de Philby, los dos llevabanmuy mal el peso de la traición. Erancomunistas convencidos, y tener que

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simular cada minuto del día que eranprooccidentales les estaba afectandoanímicamente. Burgess estuvo destinadoen la embajada británica y vivió duranteun año en casa de Philby con su mujer ysus cinco hijos. Nunca se adaptó a lavida en Estados Unidos y se embarcó enel alcoholismo y en las juergas que lepermitían sacar a la luz suhomosexualidad.

MacLean había estado también enla embajada en Washington desde 1945hasta 1948, pero la abandonó antes dellegar Philby. Había cosechado grandeséxitos en el espionaje arriesgando loindecible —informó de los planes paracrear la OTAN y de asuntosrelacionados con la energía nuclear—,

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pero se descuidaba montando líosbarriobajeros por la tensión nodominada y su condición sexual. Estabacasado, vivía envuelto en una mentiraheterosexual sin ser capaz de enfrentarsea su tendencia homosexual. Eldescontrol privado de MacLean seconvirtió en público. Bebíadesaforadamente y se iba de la lengua enlos bares. El FBI empezó a mosquearse,el servicio secreto ruso se enteró yconsiguió que cambiara de destino.Terminó en Egipto, donde todoempeoró. Sus jefes se cansaron, lerepatriaron y se salvó del castigo alaceptar acudir a la consulta de unpsiquiatra.

En 1950 Philby aparentaba ser una

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roca sin sentimientos cuando sus jefesdel MI6 le informaron de que lasinterceptaciones de comunicacionesrealizadas por un proyecto secretollamado «Venona» habían probado quedesde la embajada británica enWashington se habían filtradodocumentos sobre secretos nuclearesestadounidenses a los soviéticos. Estoshechos habían tenido lugar entre 1945 y1946 y los protagonizó un agente dobleque se llamaba en clave «Homer». Lepidieron que identificara al topo y quecolaborara en todo lo que pudiera con laCIA y el FBI. Philby sabía que Homerera MacLean y se dedicó a tapar todo loque pudo las huellas que ibaencontrando. Con el paso de los meses

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fue consciente de que los americanoscada vez se acercaban más. En 1951,cuando ya no le cabían dudas de queiban a cazar a su amigo, alertó a lossoviéticos, que facilitaron la huida deMacLean a la URSS. En el últimomomento a Burgess le entró el pánico yconsiguió subirse a ese mismo carro.

En Estados Unidos, manteniendo suprestigio fuera de toda salpicadura desuciedad, Philby había estado enviandoinformación valiosísima sobre lossecretos de la CIA sin levantar la másmínima sospecha, pero la huida de susdos amigos le puso en el ojo delhuracán. No había ocultado en ningúnmomento esa buena relación, y el FBI yla CIA empezaron a desconfiar. Llevaba

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casi veinte años de doble agenteconservando la calma y haciendo unperfecto trabajo, pero su relación conlos dos traidores le golpeó de lleno. Losnorteamericanos no encontraron pruebascontra él, pero solicitaron al MI6 queles permitiera interrogarlo, a lo que senegaron en redondo y le hicieronregresar a Inglaterra. Allí ellos mismosle sometieron a intensos y continuosinterrogatorios. Un flemático Philbysuperó la presión y contestótranquilamente a todas las cuestiones,negando una vez tras otra que conocieraque sus amigos eran agentes rusos y, porsupuesto, que los hubiera ayudado ahuir.

Nadie pudo demostrar que Philby

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fuera agente del KGB y una gran partede sus compañeros le apoyaronabiertamente, considerándole unavíctima de la caza de brujas. Durante untiempo no mantuvo relaciones con losrusos y «Söhnchen», como le llamabanen la URSS, tuvo que navegar ensolitario por las turbulentas aguas de lasospecha. Sospechas que aterrizaron enlos medios de comunicación y ocuparonlas páginas destacadas de losprincipales diarios. Se levantó elmisterio de quién sería el «tercerhombre», el doble agente del MI6 quefacilitó la huida de Burgess y MacLean,pero nadie consiguió una pista contra él,ni una mera contradicción en susdeclaraciones. Admitió haber estado en

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contacto con personal ruso a lo largo desu carrera, pero su explicación eradifícilmente rebatible: durante muchosaños su trabajo fue espiarles.

Su vida personal había comenzadoa salirse del cauce establecido einconscientemente la cantidad de whiskyque ingería comenzó a desbocarse. Suestabilidad no era la de antaño, peromantuvo el control en esos años deacoso. Las dudas planteadas sobre susituación y las presiones procedentes deEstados Unidos hicieron que debieraabandonar el trabajo en 1951. Era unacuestión de imagen: el MI6 no podíatener en sus filas a un sospechoso de serun traidor. Durante un año Burgess habíaestado viviendo en su casa: o Philby era

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un doble agente o un mal agente que nosupo descubrir el juego sucio de suamigo.

Rehizo su vida retomando sutrabajo en el periodismo. Viajó por lospaíses que conocía, incluida España,donde llevó a cabo reportajes carentesde tensión y estímulo intelectual. Sesabía permanentemente controlado porlos servicios de contraespionaje,decididos a cazarle al mínimo error. El25 de octubre de 1955 volvió a lasportadas de los principales diariosingleses, que se preguntaron nuevamentesi Philby era el «tercer hombre».Apareció públicamente negándolo todocon su gesto frío y distante, como si esaguerra no fuera con él, y fue respaldado,

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nada más y nada menos, por el ministrode Exteriores, Harold MacMillan, quedeclaró que no había pruebas contra él.Sin embargo, ya era demasiado y optópor desaparecer. Consiguió en 1956 quelos diarios The Observer y TheEconomist le nombraran corresponsalen Beirut. Algunos afirmaron que enrealidad ese trabajo fue una tapaderaque le dio el propio MI6, que le contratóde nuevo a cambio de que se quitara deen medio. En cualquier caso, fue unadecisión inteligente, aunque a costa desu ya maltrecho equilibrio personal. Aello contribuyó al año siguiente lamuerte de su madre, a la que estaba muyunido. Menos trauma le produjo elfallecimiento de su esposa, pues ya tenía

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una amante, Eleanor Brewer, con la queterminó casándose en 1958, en Londres,siendo testigos, curiosamente, doscolegas del servicio secreto. El golpedefinitivo para su estabilidad se lopropinó en 1960 la muerte de su padre,al que tanto admiraba y con el que habíatenido tantas discrepancias. Comenzó adarse abiertamente a la bebida y apadecer insomnio.

Como le pasó a Dimitri Poliakov,el estar más o menos retirado de sutrabajo como doble agente no le eximíade que desertores que cambiaran debando pudieran señalarle como traidor.El MI6, ayudado por el FBI y la CIA,estaba empeñado en desenmascararle.Todos estos servicios tenían una fijación

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con él y nunca soltaron la pieza.En 1963, Nicholas Elliot, un

antiguo agente amigo de Philby, fue averle a Beirut. Por primera vez lemostró datos que le marcaban como el«tercer hombre», y Philby, que habíasalido victorioso de tantos azarososinterrogatorios, se sintió atrapado. Seespeculó con que el MI6 le ofreció lainmunidad a cambio de que lo contasetodo. Sea cierto o no, Philby supo que sularga carrera tocaba a su fin y debíadesaparecer. Así lo hizo.

¿Por qué el servicio secreto inglésno se lo impidió? Solo hay unaexplicación comprensible: no queríantrasladarlo a Inglaterra y afrontar unescándalo público, inmensamente mayor

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el que acarrearía su huida, que se habríaprolongado durante años. No habríajuicio en los tribunales y en la prensa.

El 23 de enero de 1963 huyó deBeirut y apareció en la URSS unosmeses después. Un Philby que habíaestado treinta años trabajando para elKGB y que el MI6 había sido incapaz dedetener se convirtió en héroe nacionalen un país que no era el suyo. Alcontrario que Burgess y MacLean, seadaptó muy bien a su nueva vida. Pasólos interrogatorios a los que fuesometido a su llegada y comenzó unaandadura en línea con la que siemprehabía llevado. Su mujer tardó un tiempoen decidirse a viajar a Moscú para vivircon él, pero regresó pronto a Inglaterra,

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cuando descubrió que su marido ya sehabía hecho amante de Melinda, lamujer de MacLean. Con ella vivió hasta1966, cuando la relación se rompióquizás por el amor de Philby por losvasos de whisky, quizás porque se habíahecho amante de Rufina Ivanovna, con laque se casaría en 1971.

Rodeado de todos los lujos de laclase dirigente soviética, pasó unos añosen los que el KGB congeló cualquiercolaboración con él. Era la etapa deBreznev, en la que la desconfianza regíala vida del país. Sospecharon que Philbyse había podido convertir en un tripleagente, recuperando su lealtad al MI6,por lo que le tenían muy vigilado,aunque con libertad de movimiento.

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Tras la Medalla al Mérito Militarque le impuso Franco, en Inglaterra lehabían concedido por sus valiososservicios la de Caballero de la Ordendel Imperio Británico. En la URSS leimpusieron la tercera: la Orden deLenin. Tres medallas que nadie sueletener, pues es difícil hacer méritos comopara ser destacado en tres países tandistintos: uno fascista, otro democráticoy otro comunista.

En Moscú, con el paso del tiempo,se convirtió en un burócrata del KGBque cada día iba a su trabajo como unaleyenda del espionaje. Se le permitiófinalmente hacer declaraciones a laprensa, en las que resumió lo que habíasido su vida de doble agente: «Unos

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viajes por Austria y Alemania meconvencieron de cuál era el lado de latrinchera en el que debía estar, y asícomencé a trabajar para los serviciossecretos soviéticos, para ser útil a lacausa del comunismo, porque asíconsideraba que también servía a mipueblo, el británico. Al principio eltrabajo de espía no cuadraba con la idearomántica que de él me había forjado,porque los trabajos que meencomendaban me parecíaninsignificantes. La Guerra Civilespañola fue mi verdadera universidad,donde aprendí el arte de ocultar mispensamientos».

Philby escribió el libro Mi guerrasecreta, que resultó decepcionante en

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Occidente porque se notaba el bolígraforojo del KGB en su censura. Uno de lospocos que le lanzó alabanzasinconmensurables fue su amigo GrahamGreene, con el que había coincidido enel MI6 y que le visitó en Moscú en1986. Lo contrario que sucedió con JohnLe Carré, un escritor que también habíatrabajado en el servicio secreto, peroque en un viaje a la URSS se negó porsentimientos patrióticos a reunirse conél.

El 13 de mayo de 1988 Kim Philbyfue enterrado con todos los honores enMoscú, tras haber sido expuesto el ataúddurante un día en la Lubianka, la sededel KGB. Sin duda había llevado unavida esquizofrénica, pero nunca nadie se

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atrevió a escribir o a decir que estedoble agente no fuera plenamentecoherente con ella. Según unos, una vidade fea traición; según otros, una vida deservicio fiel a sus ideas. Una fidelidaddifícil de mantener muchas veces y casiimposible en otras ocasiones.Precisamente la ausencia de lealtad fuelo que determinó la vida de otra agentedoble, Mathilde Carré, que empezó sutrabajo de espionaje en la misma épocaque Philby, como veremos en el capítulosiguiente.

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6. Lo que el miedoobligó a hacer a unaheroína llamadaMathilde Carré

En septiembre de 1939 el estallido de laII Guerra Mundial le pilló a MathildeBélard en Argel, a donde se habíadesplazado para acompañar a su marido,Maurice Carré, que había encontradoallí trabajo como profesor. Se habíancasado en 1933 y, como muchas mujeresde la época, decidió enterrar su apellidoy adoptar el de su marido. Mathilde, de

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veintinueve años, era una guapa ysensual mujer de cara sonriente yflequillo osado, que pronto sedesencantó del hombre del que se habíaenamorado sin haber tenido laoportunidad de exprimir su juventud.Para colmo, y esto sí que era grave paraella, no consiguió tener el hijo que tantoansiaba.

La guerra trastornó millones devidas en todo el mundo, pero la de Lily,como la llamaban, fue una evoluciónhacia un mundo desconocido quenecesariamente debía ser mejor. Sumarido marchó al frente a combatir yella decidió regresar a Francia. Viajaren soledad hacia el puerto de Marselladesde África no le alteró demasiado. Se

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abría la puerta para convertir enrealidad los sueños enterrados por untriste matrimonio. Mientras esperaba elbarco en Argel se le acercó unparacaidista francés que la confundiócon una mujer árabe. Divertida por lasituación, le siguió la corriente durantevarias horas, hasta que el soldadodescubrió la pantomima. Pasaron juntosel resto del día, la noche y el tiemporestante hasta embarcar. Fue un idiliosencillo y encantador, según palabras dela propia Mathilde escritas en su librode memorias.

Rotos psicológicamente los hilosque la unían con su marido, tras llegar aParís lo siguiente fue prepararse paratrabajar de enfermera, una ocupación

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que le permitiría vivir y ayudar a lagente que lo necesitaba. Concluyó susestudios en mayo de 1940 y empezó atrabajar en un hospital de guerra, dondedestacó por renunciar a sí misma parapasar cuantas horas fueran necesariasayudando a los demás. Médicos ypacientes se quedaron fascinados ymuchos intentaron seducir a una joventan encantadora, amable y servicial.

Los bombardeos de la Luftwaffeempezaron a sembrar el pánico en laciudad, a lo que siguió el avance de lastropas alemanas. Lily huyó con otrasmiles de personas y acabó en Toulouse.La situación era penosa, incluso en laszonas libres de Francia. Cada día sevivía como si fuera el último. Existía el

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convencimiento de que los invasoresnazis iban a ganar la guerra y que norespetarían nada de lo ajeno.

Lily conoció al teniente Mercuri,que, como ella, apenas rozaba latreintena. Fue una relación apasionada,intensa y desgarradora. El tiempo se lesacababa, y lo que no vivieran ya, seescaparía lejos de sus manos: «Fue aldía siguiente [el 19 de junio] cuandoJean se convirtió en mi amante. Uno yotro acabábamos de vivir días y nochesde tensión [...]. Hacia fines de julio de1940 supe que estaba encinta. Grande yprofunda fue mi alegría. ¡Por fin iba arealizar mi sueño! [...]. El 18 deseptiembre de 1940, por la mañana, seprodujo el accidente. Mis esperanzas de

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maternidad se hundieron. De repentetodo se cerraba y bloqueaba para mí.Todo quedaba exento de esperanza.Bastaba que quisiera aprovechar midicha para compartirla con alguien paraque un veneno se infiltrara y una fuerzadesconocida lo echara todo a perder. Yosoñaba verdaderamente en el suicidio,pero, dispuesta a perderlo todo, penséque sería mejor escoger un suicidio útil.Y un suicidio útil no podía ser sino laprosecución de la lucha en esta guerrainconclusa». Así lo cuenta la propiaMathilde en sus memorias, tituladas Onm’appelait la Chatte.

La moral de Mathilde quedóafectada. Siguió con su teniente, aunqueel dolor los terminó alejando. Un día, en

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un bar, conoció a un hombre que hablabaun pésimo francés y que le resultóencantador y atractivo a pesar de que noera especialmente guapo. Hablaron yhablaron. Él sabía escuchar y ellanecesitaba desfogarse. Se vieron variosdías seguidos, en los que poco a poco sesinceraron mutuamente. El tenienteMercuri, lejos del corazón de Mathilde,fue destinado al frente. Su lugar yaestaba ocupado por otro militar, en estecaso el capitán polaco RománCzerniawski. Con un apellido tan difícilde pronunciar y necesitando vivir entrefranceses, adoptó el alias de «Armand».Un día le contó toda su historia aMathilde: pertenecía a una unidad delservicio de información polaco que

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trabajaba para el MI6, entonces llamadoInteligence Service. Le habíanencargado la misión de levantar de lanada una organización de resistencia.Mathilde, sin duda, debió de observarlecon gesto de asombro: ¿cómo podríallevar a cabo esa complicada misión unhombre con un francés tan horrible?Justo por eso la necesitaba. Y además,porque había visto en ella cualidadesindudables para el trabajo del espionaje.Aceptó encantada. Era la oportunidad decambiar de vida, de luchar contra losinvasores nazis, combatiéndoles de laúnica forma posible dada su clarasuperioridad hasta ese momento.

Armand sería el jefe de laorganización, el que sabía de asuntos de

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espionaje. Mathilde sería su brazooperativo, la que buscaría hombres ymujeres que se integraran en laorganización, la que haría de enlace conla zona ocupada y la encargada deorganizar encuentros clandestinos. Antesde que los dos levantaran los cimientosde la primera organización resistentefrancesa, que llegaría a ser la másimportante del país y a la quedenominarán la Interaliada, Mathildesiguió el ejemplo de Armand y aceptó elmote que le puso, «la Gata», sin dudapensando en su belleza y sus cualidadesfelinas. Su vida dio un vuelco positivo:«Pensaba —relata en sus memorias—que cada vez que uno desea algo confervor, ese deseo se realiza. Y observo

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una vez más que las gentes con quienesuno se encuentra por azar son siemprelas mejores. Se diría que Dios las elegíay las ponía a mi lado, en mi camino».

La Gata pasó las siguientessemanas adquiriendo los conocimientosnecesarios para la labor sombría delespionaje. Todavía carecían deemisoras de radio para enviar susmensajes, así que se convirtió en unamaestra en el uso de la tinta simpática.En noviembre de 1940 los dos entraronen París para comenzar su misión deespionaje. «Solo Armand y yotendríamos conocimiento del código denuestras transmisiones —escribióMathilde—, y solo él y yo tendríamos elderecho a redactar y firmar los

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telegramas. En cada sector nosotrospondríamos a uno o dos responsablesayudados por subagentes reclutados enel lugar. En razón de las dificultades queArmand tenía todavía para expresarse enfrancés —y pensando que algunosfranceses quizás dudaran en operar conun polaco—, se convino que yoinstruiría a los agentes a medida que seintegraran. Además de ello, me incumbíael cifrado de los mensajes, así como lalectura de la prensa francesa, laredacción de los informes a máquina, lagerencia de nuestras finanzas, lasrelaciones exclusivas con mis amigos deVichy».

La Gata empezó a viajar pordiversas ciudades para captar miembros

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para la Interaliada —lo que hacía muybien gracias a su simpatía— y paraespiar las actividades de los alemanes yenviar el mayor número de datosposibles a Inglaterra. Los movimientosde las tropas nazis por carretera yferrocarril, la ubicación de aeropuertosy las baterías que los protegían, losmovimientos de sus barcos en losdistintos puertos, fueron algunas de lascuantiosas informaciones que facilitaronlos bombardeos de los aviones ingleses.Estos éxitos alertaron al servicio deinformación alemán de que alguiendesde Francia les estaba delatando.

Mathilde era una fría y eficazagente de la Resistencia. Diseñó unatécnica de actuación personal,

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innovadora en ese momento, que le diomuy buenos resultados. Se sentaba, porejemplo, en el Café de París, deBiarritz, y «un oficial boche se acercó amí y me dijo:

»—¿Puedo sentarme a su mesa,madame? Desearía preguntarle algunosdatos sobre la ciudad.

»—Sí —contesté—. Ademástambién yo quisiera hacerle unapregunta.

»—La que desee.»—Lleva usted el uniforme de la

Luftwaffe, pero no parece ser un piloto,no luce la insignia.

»—Soy lo que ustedes llamarían enFrancia un coronel de Intendencia ypresto mis servicios en la aviación. Me

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encargo del aprovisionamiento de laLuftwaffe en Burdeos.

»Bebimos champán en elrestaurante y después seguimosbebiendo en otros lugares. Tuve buencuidado en conservar toda la claridad demi mente. Aparte de esto, no me impuserestricción alguna».

La Interaliada fue ampliando elabanico de colaboradores, pero sin dudael mejor fichaje fue el coronel MarcelAchard, que, junto a Armand, eran losúnicos profesionales del espionaje.Agradable y muy profesional, enseñó aMathilde muchas técnicas para pasardesapercibida y moverse libremente porFrancia sin llamar la atención. Fue unode los pocos hombres que no intentaron

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seducirla, lo que unido a la lealtad quesiempre mostraba, fue uno de losmotivos por los que siempre sintió unaprecio sincero por él.

La red cosechó incontables éxitosdurante los primeros meses. La llegadade una emisora de radio, que fueinstalada en la casa de Armand, agilizóel envío de mensajes, tarea ejecutadapersonalmente por la Gata. Mathilde y elpolaco mantenían una relación perfecta.Se entendían bien, tenían distribuidossus papeles en la organización, cada unohacía lo que estaba en su mano paraconseguir información y la conexiónsentimental funcionaba, gracias sobretodo a Mathilde.

Un día la Gata captó a una mujer

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para ayudar a Armand en su parte deltrabajo. Consciente de la pasióndesenfrenada que despertaban en él lasfaldas, la escogió con todos los atributosfísicos a la inversa de como le atraían.La elegida fue Renée Borni y, para sudesgracia, su belleza tan opuestaenloqueció al polaco. Mathilde se sintiódespreciada y humillada. A Armand nole importó —grave error en unaorganización clandestina—, lo que abrióuna brecha clave entre los dos elementosprincipales de la Interaliada.

El servicio secreto alemán ya habíadado prioridad a su caza. Cada vez eranmayores los ataques de la Resistencia ymuchos de los fugitivos conseguían huira España y Suiza, algo que solo era

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posible gracias a una poderosaorganización que los ayudara a esquivarla presencia alemana.

El 16 de octubre de 1941 losmiembros más destacados de la redcelebraron una fiesta en casa de Armanden la que incluso descorcharon champánpara celebrar el primer año deactividades exitosas. Antes de irseenviaron un mensaje a Inglaterra, quemandó como contestación unafelicitación por su labor. Sería su últimacomunicación. En la madrugada del 17de noviembre los alemanes asaltaron lacasa de Armand y le detuvieron juntocon Renée Borni, cuyo alias era«Violette». El polaco actuó congallardía identificándose como militar

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polaco y miembro de la Interaliada. Enel registro de su casa los alemanes setoparon con un gran tesoro, fruto de ungravísimo error de Armand: una agendacon notas de sus actividades en el últimoaño. Un desliz imperdonable para unagente secreto.

La inteligencia alemana habíallegado a ellos tras estar varias semanastirando del hilo que les facilitó ladetención de un miembro menor de lared. Hasta ese momento poco o nadasabían de la Gata. Todo cambió en losinterrogatorios en la prisión, cuandoViolette no tuvo reparos en traicionar aesa mujer que tan mal la había tratadopor enamorarse de Armand. Mathilde,por su parte, no tardó en descubrir la

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redada, aunque le faltaban datos.Cualquier otro habría adoptado laprecaución de no volver a su casa, peroella contravino los consejos que recibióde otros compañeros. Al día siguientefue detenida por soldados alemanes quela esperaban en los alrededores. Fuetrasladada al hotel Eduardo VII, sede dela Abwehr, al servicio secreto alemán,donde se vio sometida a undesagradable interrogatorio.Encontraron en su poder una agendaincriminatoria en la que aparecíannombres y direcciones de algunos de losmiembros de su grupo de resistencia. Notardó mucho en perder la seguridad en símisma. Ella lo desconocía, pero cadauno de sus gestos era estudiado y

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analizado por uno de los responsablesde su detención, el sargento HugoBleicher, que tramitó su traslado a unasucia celda de la prisión de La Santé.Había visto algo en aquella mujer, sintióque podía dominarla.

Tenía razón. La Gata sedescompuso en cuanto fue detenida.Había llevado un año de gloria ysatisfacciones, jugándose la vida,engañando a cuantos enemigos se leponían en el camino. Se habíaconvertido en una heroína y el papel leencantaba. Había pasado de pensar en elsuicidio tras perder a su hijo a sentirseútil y a disfrutar de la tensión queacarreaba el espionaje. Pero ladetención había vuelto a llenar su vida

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de nubes amenazantes. Pensó enArmand, en cómo la había abandonadopor Violette. Los escalofríos de pánicole aferraron a la vida. No quería morir.Pensó —quizás se engañó— que sicolaboraba con los nazis, que erapatente que iban a ganar la guerra,podría salvarse y quizás en algúnmomento podría ayudar a los Aliados.La historia cuenta que en esas primerashoras de detención optó por traicionar asus compañeros y a su país a cambio deevitar la tortura y la muerte. Ella, por elcontrario, defendería que se puso enmanos de los alemanes para salvar lavida, pero también para engañarles. Loshechos que ocurrieron desde el momentode su ingreso en prisión hablan por sí

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solos.La celda en la que la encerraron

heló su cuerpo en unos minutos. Casivomitó al percibir el olor aexcrementos. El guardia malencarado,amenazante y chulo, la humillóobligándola a limpiar cada asquerosorincón. Se sentía despreciada, tratadacomo un animal al que en breve tiempose va a torturar y matar. Supo que estabadisfrutando sus últimos momentos devida. O al menos eso es lo que pensódurante las eternas horas siguientes. Alamanecer se abrió la puerta de su celda.Un sargento de unos cuarenta años,corpulento y alto, entró y se quedópegado a la pared, mirándola. No separólos labios. Solo la miraba. Ella se

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impacientó, se incorporó en la cama y sequedó sentada esperando sus órdenes,que no llegaban. Decidió hablar,preguntar qué hacía allí, por qué lahabían detenido... Dijo que todo era ungrave error. El sargento ni se inmutó.Pareció no escucharla. Un rato despuésrompió el silencio y le preguntó por suvida. Le habló de Argel, la ciudad enque vivió con su marido —ya fallecido—, y de la romántica París. Todo ello enun perfecto francés suave, sin una pizcade agresividad. Mathilde se quedódesconcertada: «Nada podía ser másatemorizador —escribió—. El hombreque entró en mi celda era humano». Elsargento Hugo Bleicher le habló comomuchos otros hombres que a lo largo de

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su juventud habían intentado seducirla.Sin prisas, siendo receptivo a lo que lecontaba. Pasado un rato, el alemán leaseguró que no tenía ninguna intenciónde hacerle el más mínimo daño y lainvitó a acompañarle a otro lugar másacogedor donde pudieran continuar sucharla. No podía creerse lo que estabaocurriendo. El mismo par de guardianesmalencarados que tan mal la habíantratado la noche anterior laacompañaron a través de toda la prisiónhacia la salida. No entendía nada, perosupo que estaba saliendo de aquel antrogracias a la mediación de ese sargentotan amable.

Se subió a un coche lujosoconducido por el sargento, que había

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cambiado el uniforme por un traje civilcon corbata y una boina típicamentefrancesa. Le sonrió y con el mismo tonoeducado que había utilizado en la celdale invitó a correr la cortina, para que enel trayecto nadie la reconociera. Podíahaberlo hecho él antes, pero habríaimpedido que fuera Mathilde la quehiciera el gesto de velar por suintimidad ahora que iba con un militarnazi. Atravesaron el París por el quetanto se había movido durante el últimoaño y fueron al hotel Eduardo VII.Acabaron en un dormitorio, los dossolos. Bleicher ordenó que le trajeran eldesayuno, servido con cubertería deplata: café, leche, azúcar, mantequilla ypastas recién hechas. Para aquella época

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de restricciones, un lujo al alcance depocos escogidos. Siguieron hablando detemas mundanos y el alemán pronuncióla frase que Mathilde nunca olvidaría:«Si es usted razonable, estará enlibertad esta noche». Decidió serrazonable. Nunca reconocióexplícitamente que se acostara con elhombre que la había sacado de laprisión, que le había hablado conamabilidad y hasta ternura y la habíallevado a una habitación tan lujosa.Tampoco hacía falta.

Bleicher llevó a cabo el siguientepaso del plan que había urdido trasdetectar el pánico que su prisionerasintió tras ser detenida y tras haberescuchado de labios de Violette, la

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amante de Armand, todos los secretos desu vida. Habló con Lily de laResistencia y de la agenda que tenía ensu poder cuando la detuvieron. Le contóque también le habían pillado a Armandel informe del último año de susactividades. No cambió el tono educadoen ningún momento, ni cuando le enseñóel escenario que había dibujado paraella. Su nuevo amante le recordó que esemismo día, 19 de noviembre, tenía uncontacto con un compañero de laResistencia, Rocchini. Le propuso unplan que deberían ejecutar de inmediato.La Gata no dudó en obedecer.

Los dos fueron a la casa delmiembro de la Interaliada. Mathilde lepresentó como un nuevo fichaje a

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Rocchini. Los tres charlaronanimadamente durante unos minutos yluego la mujer anunció que se iba aponer el coche en marcha. Cuando abrióla puerta, entraron varios agentesalemanes de paisano que detuvieron alresistente. No había hecho falta un grandespliegue de tropas y nadie se habíaenterado de la detención. Con el mismoprocedimiento cayeron decenas demiembros de la Interaliada, que abrieronsus puertas con confianza a Mathilde yfueron apresados sin disparar ni un tiro.

Esa primera noche, el elegante yromántico sargento Bleicher llevó a Lilya cenar a uno de los restaurantes máslujosos de París. De inmediato pidió unabotella de champán, a la que siguieron

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platos que la mujer no había probado ensu vida. Por la noche fueron a un hotel,donde pasaron la noche como dossinceros amantes.

Bleicher consiguió que la Gata leentregara a todos los miembros de laInteraliada que conocía. A todos, menosa uno. Le habló del coronel MarcelAchard, el elemento más importante delgrupo que quedaba en libertad, pero ellanegó una y otra vez conocer su paradero.El alemán intentó descubrir si le estabaprotegiendo, pero ella fue convincente:le había ayudado a detener a decenas decompañeros.

Pasadas las primeras semanas,Bleicher y sus jefes considerarondisuelta la Interaliada, dado que los que

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podían haber escapado carecían deorganización para seguir actuando.Entonces pensaron en explotar eldesconocimiento de los ingleses sobrela redada. Para ello decidieron que Lilyretomara los envíos de información porradio. A pesar del mes que había pasadosin transmitir, consiguió convencer alMI6 de que había escapado de laescabechina y empezó a transmitirlesinformación manipulada. Los alemanesestaban encantados con ella.

El 28 de diciembre de ese año laGata tuvo una reunión en un café de losCampos Elíseos con Pierre deVomécourt, alias «Lucas», enviado porel servicio secreto inglés para montaruna nueva red de resistencia. Bleicher

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presenció la reunión desde lejos,dejando que todo siguiera su cauce. Si lanueva red se montaba con su dobleagente dentro desde el primer momento,todo sería más fácil. Lucas sospechó deesa mujer que se había librado de lacaída de todo el grupo. Directo en suspreguntas sobre todo lo que habíapasado, notó que algo raro habíasucedido. Una versión de lo que ocurriótras ese encuentro habla de que Mathildereconoció parcialmente su participaciónen la caída de la Interaliada, sinmencionar su colaboración personal enla detención de muchos de suscompañeros y, por supuesto, que sehabía convertido en la amante de unsargento nazi. Otra versión narra que lo

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negó todo, pero que Lucas descubrió queno era trigo limpio.

El hecho fue que pasadas unassemanas Lily convenció a su amante deque Lucas tenía que acudir a Inglaterrapara recibir instrucciones y que ellapodía acompañarle para robarinformación y transmitírsela. A losalemanes les pareció una idea genialcolar un topo en las entrañas del MI6. Elúnico problema era permitir a Lucas yMathilde abandonar Francia sin quenadie les detuviera. Les llevó tiempo,pero en febrero de 1942, después devarias semanas de alerta de ojos que noven y oídos que no oyen, los dosresistentes pudieron embarcar rumbo aInglaterra. Allí Mathilde fue sometida a

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un discreto control durante varios mesesen los que anduvo en libertad por lascalles de Londres. Mandó información alos alemanes, pero nada que pudieraponer en riesgo la seguridad británica.Finalmente, el 30 de junio fue detenida yencarcelada. Las pruebas de su traiciónhabían quedado patentes. Seguro que lacárcel inglesa no le resultó tan tenebrosacomo la francesa, pero tuvo queacostumbrarse, pues no salió de ellahasta el final de la guerra.

El 1 de junio de 1945 fue entregadapor los ingleses a las nuevas autoridadesfrancesas. Siete años después de serhecha prisionera, el 3 de enero de 1949,comenzó el juicio contra la Gata, quehabía cumplido treinta y ocho años.

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«¿Cómo explicar todo lo que he tenidoque soportar? —escribió—. Jamáspodría hallar las palabras para expresarmi tristeza profunda, infinita, o paradescribir mis temores». En aquellosjuicios posteriores al conflicto lajusticia francesa fue extremadamentedura con los traidores y más, si eraposible, con las mujeres. Tenían unpasado de traición, de gente que habíacolaborado con los alemanes, y los queno lo hicieron y sufrieron penalidadesquerían ver a los colaboracionistaspagando su deuda. Por esta razón, no fueextraño que el fiscal pidiera paraMathilde la pena de muerte. Alegó quehabía sido una traidora a Francia conperseverancia en hacer el mal y no había

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castigo más justo que el mismo que ellahabía aplicado a sus compañeros deresistencia. Muchos testigos pasaron porla sala y el testimonio de uno de ellossembró la duda en el juez. Era elcoronel Marcel Achard, un héroe de laResistencia que había conocidoperfectamente a Mathilde. Con todo elrespeto que le mantuvo la sala, declaróque la acusada conocía perfectamente lacasa donde se escondía cuando fuedetenida por el servicio secreto alemány que nunca nadie fue a buscarle. Eldefensor aceptó la culpabilidad de sucliente, pero puso énfasis en que fuecolocada en una situación en la que solole cabía elegir entre la vida y la muerte:«Nadie puede olvidar que fue una

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heroína desde los primeros momentos dela Resistencia. ¿Condenaríais a muerte aaquellos que fueron los primeros enesparcir las semillas de la fe y que, mástarde, sobrevaloraron sus propiasfuerzas?» El abogado y algunos de lostestigos desgranaron los cuantiososplanes alemanes que los Aliadosconsiguieron gracias a Mathilde, entrelos que estaba la informacióndeterminante que les permitió tener lacerteza de que Alemania no pasaría porEspaña para invadir Gibraltar. Perotambién escucharon los testimonios quehablaban de las personas que murieroncuando ella se acercaba acompañada delos nazis y los señalaba con una especiede beso de judas. Sobre Mathilde recayó

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la pena de muerte, que no llegó aejecutarse porque su petición declemencia al presidente de la Repúblicafue atendida unos meses despuéssustituyéndola por la de cadenaperpetua. Finalmente, la distancia conlos acontecimientos permitió que en1954 fuera puesta en libertad.

El prestigioso espiólogo DomingoPastor Petit tuvo la suerte deentrevistarse con ella antes de quefalleciera en 1970: «Se ha dicho de míque soy una mujer cínica, perversa, sinescrúpulos y despiadada [...]. Todomentira. Soy un ser completamentenormal y nadie, al menos hasta ahora, hapenetrado en mi verdaderapersonalidad».

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7. Los tanquesaplastaron laPrimavera de Praga yel ruso OlegGordievski cambió debando

Sin duda el gran secreto de los agentesdobles, lo que les permite alcanzar eltriunfo en su arriesgada partida deajedrez y salir indemnes del acoso alque son sometidos cada día por fuegosque están a punto de quemarles, reside

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en las palabras de Mathilde Carré:«Nadie ha penetrado en mi verdaderapersonalidad». Esta frase sirve paratodos y cada uno de los protagonistas deeste libro, lo que varía son los detallestrascendentales que les llevan asobrevivir o a perder la vida.

Oleg Gordievski ascendió hastacoronel en el KGB sin que durante losonce años anteriores, en los que estuvotrabajando para el MI6, alguien pudierademostrar, aunque lo intentaran contodos sus medios, que era un traidor. Sucapacidad para ocultar sus pensamientosy especialmente su destreza para robarinformación y pasársela a los enemigosde su país sin levantar sospechas leequiparan a Kim Philby, que aguantó aún

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más años sin ser descubierto. Solo queel camino de Philby fue exactamente elcontrario de Gordievski: rechazo delnazismo y del pasotismo de lademocracia inglesa y ensalzamiento delcomunismo como defensa del pueblo.Gordievski, por el contrario, sedesengañó del comunismo cuando viocómo los tanques rusos aplastaban laPrimavera de Praga y se convirtió en undefensor de la democracia y en unenemigo de los dirigentes de su país.

El coronel del KGB tuvo ese ápicede suerte necesaria, supo elegir laopción más ventajosa o quizás fue que elamor por su país y su familia no le cegópara ver cuál era la mejor soluciónpersonal cuando supo que estaba

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cercado y había que actuar con rapidez.En circunstancias parecidas, comohemos visto, Dimitri Poliakov escogióun camino que desde la perspectivahistórica fue el equivocado, aunque nopara él: entre sus prioridades nuncaestuvo huir para evitar la muerte, ni seveía viviendo escondido en EstadosUnidos, porque no era un mercenario,sino un patriota. Por el contrario,Gordievski no lo dudó y puso pies enpolvorosa cuando confirmó que eracuestión de tiempo que le pegaran untiro en la nuca en cualquier sucia prisiónsoviética.

Hay otro punto en común entre losdos agentes dobles rusos y entre lainmensa mayoría de los que han pasado

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y pasarán por estas páginas. Más que suspropios fallos, lo que determina sudetención o la necesidad de huir es ladelación por otros agentes que hacen lomismo que ellos, pero en sentidocontrario. Aldrich Ames, que delató alos dos soviéticos y a muchos otros,reconoció en una entrevista desde laprisión en que cumple condena a cadenaperpetua que sospechaba el destino fatalque esperaba a las personas cuyosnombres entregaba a sus contactos delservicio secreto ruso, pero que nuncatrató de comerse el coco con el tema,pues estaban en una guerra y todos losagentes dobles hacen lo mismo. Sudiferencia con Gordievski es queninguno de las decenas de agentes rusos

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que entregó fue condenado a muerte.La vida de Oleg Gordievski —

nacido en Moscú en 1938— no estabadirigida al mundo del espionaje, y jamáspensó que podría convertirse en agentesecreto. En 1961 cumplió su sueño deestudiar en el Instituto de RelacionesInternacionales de Moscú. Más tarde leenviaron a Berlín en la época cumbre dela Guerra Fría, cuando se estabalevantando el odiado muro que rompióesa ciudad en dos mitades.

Gordievski era un librepensador.No le había engatusado la propagandaoficial y, como muchos rusos, criticabaen las cenas con vodka en casa de susamigos a los dirigentes de su país, máspreocupados por hacer la guerra y

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conseguir privilegios en sus vidasdiarias que en procurar el bienestar delpueblo. Tampoco era, ni mucho menos,un antisistema. Respetaba y quería a supaís, pero guardaba su propia forma depensar. Un día, reclutadores del KGB leofrecieron un puesto con ellos y no lodudó. Para un internacionalista esosuponía la posibilidad no solo de viajar,sino de conseguir un mayor estatus.Acudió encantado a la escuela deadiestramiento del servicio secreto y losprofesores vieron que disponía de lascualidades para ser un buen agente.

Al principio fue destinado a la sedecentral en Moscú. Su trabajoburocrático, alejado del riesgo de lasmisiones de campo, consistió en el

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análisis de los llamados «ilegales», losagentes del KGB que actuaban en elextranjero sin disponer de tapaderadiplomática. Ese puesto le enseñó lascomplicaciones para obtenerinformación esquivando a los sabuesosde los servicios de inteligenciaenemigos. Conoció, caso por caso, lapersonalidad de los hombres y mujeresque se movían en el extranjero, cómoactuaban, cuáles eran sus sentimientos yproblemas. Aprendió durante dos añosla teoría de un trabajo que no tardaría enprotagonizar.

En 1966 le dieron por fin esedestino fuera de la URSS por el quetanto había suspirado. Se fue aDinamarca con la misión de reclutar

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ilegales. Lo que había conocido en lospapeles, esa Guerra Fría en la que losfuncionarios de los países occidentalesestaban pendientes de ellos para darlescaza, se había convertido en su realidaddiaria. Estando en Copenhague,viviendo de cerca por primera vez lasventajas de la Europa democrática,asistió desde la distancia allevantamiento del pueblo checo contrasus gobernantes comunistas. Laesperanza de libertad se vio cercenadacuando los tanques soviéticosirrumpieron en sus calles y acabaron conla soñadora Primavera de Praga. Ladesazón se apoderó de los puebloseuropeos democráticos, incluido eldanés. Algo normal. Lo que no lo fue

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tanto es que Gordievski sintiera que laactuación de los gobernantes rusos habíasido una barbaridad. Sintió un choquetremendo al contemplar el aplastamientode los deseos de libertad y pensó que supaís se había equivocado. No teníanderecho a obligar a los checos a seguiren una alianza rechazada por la mayoría.Su vida y sus ideas cambiaron a partirde ese momento. Ahora bien, no podíahacer nada y no lo hizo. Estaba encontra, pero se guardó mucho deexpresarlo en público. En su interior sehabía sembrado la duda sobre laideología comunista y sobre el trabajoque realizaba cada día. Ya no veía tanclaro que fueran los países del Pacto deVarsovia los atacados por Occidente y

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los que necesitaran protección.En 1970 regresó a Moscú para un

obligado paréntesis de dos años. Olegestaba casado con Leila, y se desconocesi compartió en algún momento con ellasus inquietudes sobre el trabajo querealizaba. Es seguro que no comentónada a sus amigos y mucho menos a suscompañeros de trabajo. Mostrar enpúblico su disidencia era signo de pasaral ostracismo, desaparecer de la vidapública e, irremediablemente, el hambrey la mala vida. No era eso lo que queríapara su mujer y sus dos hijas, María yAnna. Mantuvo las apariencias comopudo hasta que en 1973 fue enviado denuevo a Copenhague, donde ya habíarealizado un gran trabajo en su etapa

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anterior. Serpenteaba perfectamente enel mundo oculto de las alcantarillas yera capaz de mover sus peones y obtenerla información que le pedían desde lasede central del KGB en Moscú. Suregreso a un país libre acrecentó sudisidencia interior, y decidió romper suinmovilismo y actuar. Alguien tancuidadoso como él escogió a laspersonas que consideró adecuadas paramostrar su descontento con lasautoridades soviéticas. Pertenecían a laembajada británica. El mensaje llególimpio a la sede del MI6 en Londres,que no dudó en enviar a Dinamarca auno de sus hombres para ponerse encontacto con el jefe de estación delKGB en Copenhague. Corría el año

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1974 cuando Oleg Gordievski seconvirtió en doble agente al servicio dela inteligencia militar británica, que nose podía creer su suerte. Era un pezgordo del KGB en Dinamarca y conocíacon mucho detalle las actividades delservicio ruso en el extranjero.

Gordievski, como Poliakov oPhilby, no actuó en ningún momento pordinero. Lo suyo no era una traición paraenriquecerse y luego vivir relajadamenteen alguna playa paradisíaca junto a sufamilia. Él quería frenar las ansias deexpansión soviéticas, y el mejor modoera que Occidente dispusiera de lainformación necesaria para hacerlesfrente. Durante los años que vivió enDinamarca es probable que pasara todo

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tipo de papeles sobre la estructura yfuncionamiento del KGB, además de unlistado de los ilegales en el extranjeroque tanto había estudiado.

En 1978 regresó a Moscú para laobligada escala entre destino y destinoen el extranjero. Fue una decisión quesatisfizo enormemente a suscontroladores del MI6, pues colocaba asu topo en las extrañas de su granenemigo. Gordievski empezó a contestaren secreto las preguntas que leplanteaban los ingleses, libre de todasospecha por parte del KGB. Siemprehabía consultado con frecuencia losarchivos y lo siguió haciendo, aunque demanera más selectiva. Robó informacióndel espionaje soviético en todo el

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mundo y también de políticos, militaresy científicos. Toda la documentaciónque pasaba por sus manos y la que podíabirlar sin llamar la atención eraentregada a su controlador en Moscú.

Ojo avizor de las sospechas quepudieran tener sus compañeros, con elpaso de los meses y los años fueconsciente de que sus actividades erancada día más arriesgadas y que antes odespués le terminarían descubriendo. Seequivocaba. Estuvo en Moscú desde1978 hasta 1982 sin que nadie levantaraninguna sospecha sobre él.

La vida personal de un dobleagente es complicada. Pendiente cadasegundo de miradas extrañas, terminancreyendo que van a ser descubiertos por

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pequeños errores o que suscomportamientos delictivos son fácilesde interpretar. En realida, escomplicado que les descubran. Pero esaconducta, a veces paranoica, es la queles lleva a extremar sus medidas deprecaución y dificulta su detención,aunque a ellos las precauciones lesparezcan siempre insuficientes. Laprueba de que no hubo la mínimasospecha sobre él es que en 1982 cantóbingo: la dirección del KGB decidióenviarle como residente a Inglaterra.Gordievski se convirtió ese año en lapersonalidad más importante delespionaje soviético en las islasBritánicas. Un gran ascenso y aplausosincontenibles en el MI6. Allí se fue feliz

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el agente ruso, con su mujer y sus hijas.Era un destino más tranquilo, sin lapresión de sentirse vigilado por suscompañeros, y en el que podía ser deenorme utilidad a los británicos.

En Londres se dedicó a todas lasactividades ilegales que le habíanencomendado y las realizó a plenasatisfacción. El MI6 tuvo el necesariocuidado de dejarle actuar, de facilitarleéxitos controlados de cara a sus jefessoviéticos. Nadie debía saber queinformaba detalladamente de cada unade sus misiones al enemigo.

Una de las grandes aportaciones deGordievski tuvo lugar en noviembre de1983. El día 2 tuvieron lugar en Bélgicaunos ejercicios de la OTAN que

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simulaban la reacción de la alianzafrente a un conflicto nuclear con el Pactode Varsovia. En plena Guerra Fría setrataba de prepararse para una escaladaen el conflicto entre las dossuperpotencias que concluyera con ellanzamiento de misiles nucleares. Elejercicio se llamó «Arquero Capaz» ycoincidió con la instalación en Europade los misiles nucleares Pershing II. Losrusos se mosquearon. Sus relaciones conEstados Unidos estaban en uno de suspeores momentos e interpretaron queestaban simulando unos ejercicioscuando en realidad estaban preparandoun ataque en toda regla. Tal fue laseguridad a la que llegó la URSS delataque de la OTAN que activaron sus

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fuerzas nucleares terrestres y aéreassituadas en Polonia y en la RepúblicaDemocrática Alemana, dispuestas aresponder a la agresión. Fue un momentoterrible, el más cercano a una guerranuclear desde 1962, cuando la crisis delos misiles de Cuba. El tema se fue delas manos de la OTAN. No esperabanesa reacción, pero no querían darmarcha atrás para no transmitir unaimagen de debilidad. El MI6 se puso encontacto con su doble agente y lepidieron que transmitiera con todaclaridad a sus mandos la verdad: laOTAN no pensaba atacarles. Gordievskimandó su informe, con todos los detallesconcretos que le facilitaron para darlecredibilidad, y los rusos se relajaron. El

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11 de noviembre acabó el ejercicio sinque ambas partes terminaran con elmundo a misilazos.

Otra de las grandes contribucionesde Gordievski fue bastante más sencilla,pero de una utilidad mucho mayor.Conocedor del mundo políticosoviético, informó a su controladoringlés de que la personalidad queapuntaba como futuro jefe máximo delEstado soviético era el reformadorMijail Gorbachov. Eso dio tiempo aOccidente para prepararse de cara a lasreformas que finalmente tuvieron lugaren la URSS. La importancia de lainformación residía en que el análisisdel doble agente llegó varios años antesde que Gorbachov alcanzara el poder en

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marzo de 1985.Once años después de haber

empezado a traicionar a su país,Gordievski sentía en 1985 que el cercosobre su doble juego estaba llegando asu fin. Acertaba en el resultado, pero seequivocaba en el motivo. Nadie en elKGB acumulaba pruebas contra él. Sutrabajo ofrecía buenos resultados ynadie le había visto nunca entregarpapeles a los ingleses. Sin embargo,algo pasó ese año que iba a acabar consu carrera. Muy lejos de allí, en EstadosUnidos, un agente de la CIA, AldrichAmes, acababa de ofrecerse a los rusoscomo doble agente a cambio decuantiosas cantidades de dólares. Losrusos aceptaron, y a cambio les entregó

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una lista con los rusos que lestraicionaban con los Estados Unidos eInglaterra. Uno de ellos era Gordievski.

El 17 de mayo recibió un telegramade sus jefes en Moscú pidiéndole quevolviera lo antes posible para un asuntode escasa relevancia. El doble agentesupo en cuanto lo leyó que le habíandescubierto. Habló con su controlador.Había dos posibilidades: desertarinmediatamente o regresar y hacerse eltonto. Los ingleses, como pretendenmuchos servicios en estos casos,deseaban que se quedara para evitar quefuera interrogado y les detallara todas ycada una de las informaciones que leshabía transmitido. Este es un tema vital,porque si canta, se descubre lo que el

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enemigo conoce y se pueden taponarinmediatamente los agujeros. El rusoactuó con suma frialdad. Estabadispuesto a quedarse a vivir enInglaterra, pero existía la posibilidad deque fuera una llamada de trámite. Dejó asu familia en Londres y dos días despuéstomó un avión hacia la URSS.

Al llegar a su casa en Moscú notóque había sido registrada. Lamentó elpaso que había dado, pero ya no habíavuelta atrás. Durante unos días nadie lecomunicó nada, con el objetivo deponerle nervioso y que cuando llegara alinterrogatorio estuviera más blando. Asíocurrió. Encerrado en una habitacióncon sus interrogadores, le conminaron aconfesar que había traicionado a la

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URSS vendiendo información alenemigo. Él lo negó una y otra vez. Losdías pasaron y eso jugó a favor deGordievski, que se dio cuenta de que enel KGB carecían de datos concretos queecharle a la cara. Alguien le habíadelatado, pero no había aportado laspruebas suficientes para incriminarle. Lapartida quedó en tablas, aunqueGordievski supo que su estilo de vida enla Unión Soviética había acabado tal ycomo le gustaba. Para más líos, alcomienzo de los interrogatorios leexigieron que su mujer y sus hijasregresaran de inmediato, a lo que nopudo negarse para evitar fracturas en elpapel de inocente que estabarepresentando. Concluidas varias

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semanas de interrogatorio sin éxito, fueenviado a un hospital del KGB quehacía las funciones de prisión. Era unmero trámite hasta que los jefesadoptaran una postura sobre él.

La decisión les debió de resultarcomplicada. Ames no había aportadodatos concluyentes sobre la traición deGordievski. Además, el doble agentenorteamericano acababa de empezar atrabajar para ellos y su nivel deconfianza no era todavía muy sólido.Otro denunciado era Poliakov, quetampoco parecía culpable. Sin embargo,en otros casos sí habían podidodemostrar la culpabilidad. ¿Erasuficiente la palabra de Ames contra lanegativa continua de Gordievski, que

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siempre había servido con lealtad alKGB? Les pareció que no y le dejaronregresar a su casa, con la permanentevigilancia de agentes. Nunca másregresaría al extranjero.

Gordievski había evitado lamuerte, pero ya no estaba seguro de queen el futuro no volvieran a interrogarlecon nuevas pruebas y le mataran. Comosi nada de lo que pasó le hubieraafectado, empezó a llevar en Moscú lavida de siempre. Al mismo tiempo queprocuraba que sus «cuidadores» seacostumbraran a su rutina diaria,consiguió ponerse en contacto conagentes del MI6. Al principio de sutrabajo habían establecido un plan defuga por si en algún momento era

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descubierto. En cuanto recibieron suSOS, activaron el plan. El 19 de julio selevantó como cualquier día. Desayunó,se despidió de su mujer y sus hijas, y sefue a correr. Era su rutina, así que nadaextrañó a su familia ni a los encargadosde su vigilancia, que procedieron acorrer detrás de él, a una distanciaprudencial, sin contacto visual.Hábilmente se los quitó de en medio yse dirigió a la estación de trenes, dondecogió el que salía hacia SanPetersburgo. Pillados desprevenidos,los vigilantes no reaccionaron a tiempo.Cuando dieron la alarma, el agentedoble ya se había esfumado. En SanPetersburgo tomó un coche hacia lafrontera con Finlandia, donde le

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esperaba un vehículo de la embajadainglesa que le pasó de tapadillo hasta elvecino país. Desde allí viajó hastaNoruega, donde subió a un avión que lellevó a Londres

Gordievski había desaparecidoante los propios ojos de la todopoderosaKGB. Nadie contó nada, pues en estoscasos se mantiene la discreción duranteunos meses. Interrogada su mujer, quedópatente que no tenía idea de los planesde su marido, que sabía que habíanpasado en la URSS los tiempos de lasrepresalias contra la familia de losdesertores. Sola y abandonada, Leilapensó que no volvería a ver a su maridoy que debería vivir el resto de sus díascon el estigma de haber estado casada

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con un traidor.Mientras tanto, el doble agente se

convirtió en el tesoro más protegido delReino Unido. Durante dos meses losbritánicos planearon cómo dar a conocersu deserción. La opción final fue la másllamativa que encontraron: ordenaron laexpulsión del país de veinticincoagentes que con uno u otro estatustrabajaban para el espionaje soviético.Los veinticinco habían trabajado paraGordievski y estaba claro quién loshabía denunciado. Miembros de laembajada con estatus diplomático, unode los chóferes, empleados de empresassoviéticas y periodistas, tuvieron quesalir del país acusados de realizaractividades ilegales. Inmediatamente

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después se publicó la deserción deGordievski, aunque en aquel momentono se dieron los detalles de su fuga nidel tiempo que llevaba colaborando conel servicio secreto inglés. En la URSSfue condenado a muerte por traidor. Yaera tarde, pues cuando le interrogaron nofueron capaces de hacerle cantar.

Desde la clandestinidad el agentesiguió colaborando con el MI6, aunquesu principal preocupación durante lossiguientes años fue conseguir que sumujer y sus dos hijas se reunieran conél, a lo que las autoridades soviéticas senegaban. En 1990 el presidente delKGB, Vladimir Kriuchov, propuso comogesto de buena voluntad que el traidormantuviera una reunión con su familia en

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Checoslovaquia. Aseguró que era ungesto de buena voluntad, sin interesesocultos. Quizás pretendía que tras lareunión Gordievski se viera impelido aregresar a Moscú para vivir con sufamilia. La maniobra fue un fracaso, alno aceptarla las autoridades inglesas. En1991, finalmente, Leila, María y Anna sereunieron con el hombre que había huidosin advertirles de su plan de fuga. Fue ungesto del presidente ruso MijailGorbachov frente a la primera ministraMargaret Thatcher, que taninsistentemente se lo había solicitado.

El KGB no le perdonó la traición.Es una organización que nunca olvida, ycon Gordievski no hicieron unaexcepción. Llegado el cambio de

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régimen en Rusia, se sintió a salvo desus viejos enemigos y se dedicó aescribir sus recuerdos sobre esainstitución. Sintiéndose fuera de todopeligro, en octubre de 2007 no se leocurrió otra cosa que pedir al extranjerounos sedantes llamados Xanax. El 31 deoctubre se tomó una pastilla y dos díasdespués se sintió fatal. Por suerte laambulancia acudió veloz y salió vivotras pasar treinta y cuatro horasinconsciente. Él mismo declaró quehabían intentado asesinarle sus viejoscompañeros del KGB. Una operaciónsimilar dio «mejores» resultados conAlexander Litvinenko, otro exagente delservicio secreto ruso que se había vueltomolesto. Gordievski declaró que «solo

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el KGB es capaz de hacer una cosa así:el veneno era demasiado sofisticado».

La vida que ha llevado enOccidente ha estado llena de gloria. Fuegalardonado con el doctorado honoriscausa en Letras por la Universidad deBuckingham y nombrado Compañero dela Orden de San Miguel y San Jorge porsus servicios a la seguridad del ReinoUnido. Oleg Gordievski salvó la vidagracias a su valentía y pericia tras pasaronce años siendo doble agente. Sunombre figura entre los héroes del ReinoUnido, pero nunca dejará de ser untraidor en Rusia. Así es la vida de losdobles agentes. Héroes o traidores, aveces las dos cosas a la vez, como es elcaso del español Luis González Mata,

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que simultaneó el trabajo para variosservicios ayudándoles y traicionándolescon una facilidad pasmosa.

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8. Luis González-Matafue espía de Franco,del argelino Ben Bella,de la cia, del kgb y dequien pagara bien

Igual que Gordievski y Philby, otrosagentes dobles consiguieron librarse deacabar sus días encerrados entre cuatroparedes de algún sucio penal o derecibir un tiro en la nuca. JoaquínMadolell evitó ambas situacionesporque la mayor parte del tiempotrabajó en suelo español protegido por

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los suyos —las semanas que vivió enMoscú sí que fueron peligrosas—,aunque durante los años posteriores tuvoque adoptar las precauciones necesariaspara evitar la venganza del KGB.

Hubo otro español que no pudoevitar el ingreso en varias prisiones nilas salvajes torturas. Su final fuesorprendente, distinto a todos los quehemos visto hasta el momento.Personajes como él, más cercanos alaventurero sin escrúpulos y escasos demoral, son frecuentes en el mundo delespionaje, antes y ahora. Los serviciosde inteligencia los necesitan para esasmisiones en las que no desean que sushuellas aparezcan, lo que convierte a losagentes en más vulnerables a las

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represalias. Se llamaba Luis González-Mata e incluirlo en un libro sobreagentes dobles es algo arriesgado,porque fue mucho más que eso. Trabajópara el servicio secreto de Franco, parala CIA, para el KGB, para el espionajede la República Dominicana y para elpresidente argelino Ben Bella. No lohizo para todos a la vez, pero sí parados y hasta tres en el mismo momento.Su historia es difusa, contradictoria yapasionante. Era un agente secreto quetrabajaba para sí mismo y que vendíasus servicios a quien más le interesaba.

Luis nació en Sama de Langreo, enla cuenca minera del Nalón, el 4 deseptiembre de 1930, en una familiamodesta en la que su padre era

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republicano convencido y su madreferviente católica. Emigraron antes decomenzar la Guerra Civil a Levante,donde el conflicto les azotó hastadesmembrar lo que había sido unafamilia unida. Su padre, con el quenunca se llevó bien por las críticasrepetidas a su comportamiento, acabó enla cárcel, mientras que su madre muriócuando todavía era demasiado jovenpara aceptarlo. En cuanto a sus doshermanos, se dedicaron a combatir ladictadura de Franco desde laclandestinidad. Se crió mal, y prontocometió algunos robos que le llevaron aun correccional, donde pasó porexperiencias muy negativas. Cuandosalió continuó desorientado por el mal

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camino, aunque se había convertido enun joven perspicaz, resuelto, mentiroso,golfo y dispuesto a cualquier cosa parasobrevivir. Despreocupado de lasobligaciones oficiales, con el paso delos años se dio cuenta de que habíacometido un grave error: se habíaolvidado del servicio militar y, paraesquivar el castigo, se apuntó a laLegión, donde sus cualidades personalesllamaron la atención de algunos mandos,que le enrolaron en el servicio deinformación.

Recibió por primera vez formaciónespecífica en las artes del espionaje y elsabotaje, y en unos años fue fichado porel Servicio de Documentación dePresidencia del Gobierno, que creó

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Arias Navarro en el año 1951. Allí semovió con destreza. Su simpatía ydisposición le ayudaron a saldar conbuena nota las primeras misiones deprueba. Era un civil con cualidadesinnatas para la manipulación y lamentira, y no tardó mucho en conseguirel aprecio del coronel Blanco, el jefedel servicio.

En 1959 González-Mata aparecióen Santo Domingo, enviado por deseoexpreso de Franco para ayudar a suamigo, el también dictador RafaelLeónidas Trujillo. La misión principalera asesorarle en materia de espionaje,pues su dictadura era bastante bananeray no obtenía los beneficios que unservicio de inteligencia militar puede

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ofrecer a cualquier gobierno, sobre todode ese carácter. Las primeras reformasque Luis propuso al dictador fueron unéxito, lo que animó a Trujillo adepositar su confianza en un extranjeroantes que en su propia gente. Después lemontó una Legión a la dominicana,integrada inicialmente por renegados deEspaña y otros países europeos, y lesalvó de un intento de invasiónchapucera de Fidel Castro. No habíacomenzado la década de 1960 y yadisponía en su haber de unacondecoración extranjera, el GranCordón de la Orden del Generalísimo.

Convertido en uno de losresponsables máximos del espionaje deTrujillo, un día el dictador le ordenó

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que se pusiera en contacto con unpersonaje al que llamaba «DonFederico». Resultó ser «Frank Bender»,cuya verdadero nombre era Fritz Swend,un antiguo nazi que colaboraba con laCIA y con el servicio secreto deAlemania. Sus antiguos pecadoscometidos al lado de Hitler se le habíanperdonado a cambio de colaborar en lassucias operaciones de la «Compañía».

González-Mata, que no habíadejado de trabajar para el espionaje deFranco, se convirtió en el hombre deTrujillo en la primera operación de laCIA para expulsar a Fidel Castro deCuba. Junto a Don Federico diseñó unplan para invadir la isla. Dado que laCIA no quería aparecer para evitar la

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imagen de injerencia en asuntosextranjeros, el español fue el sumohacedor del golpe. Habló con FulgencioBatista, el dictador cubano depuesto,que les entregó 22 millones de dólarespara sufragar los gastos y les anuncióque disponía de varios topos en Cubaque le informaban día a día delcrecimiento de las fuerzas de laresistencia contrarrevolucionaria. Viajóa Alemania para dar las explicacionesnecesarias a un conglomerado deempresarios y militares que debíansufragar y comprar las armas, y porúltimo, reclutó a los tres mil hombresque debían llevar a cabo la invasión,entre los que captó a cientos de presoselegidos por sus rasgos físicos

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parecidos a los de cubanos.El 17 de noviembre de 1959 un

avión despegó del aeródromo de SanIsidro, en la República Dominicana, condestino a Cuba. González-Mata, desdelas sombras, había puesto en marcha suprimera participación en un golpe deEstado. Su papel como espía españolera menor, mientras que como agente deTrujillo y colaborador de la CIA fuetrascendental. La misión de los primeroshombres que viajaban en ese avión eratomar contacto con los milicianosanticastristas y preparar la llegada delnúcleo de las fuerzas mercenarias. Unavez hecho esto, debían mandar unmensaje para que despegaran los treintaaviones que los debían transportar.

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Pasado un tiempo prudencial sinnoticias, el español decidió arriesgar ydar la orden de partida. Una decisiónequivocada que se pudo subsanar atiempo porque el propio Fidel Castrodenunció públicamente el ataque y quehabía hecho prisioneros a los primerosinvasores. Todo se paró.

La CIA se quedó chafada, pero nohabía nada que señalara que ellosestaban detrás de la acción. El sueño deBatista se esfumó, y no tardaría en serexpulsado también de la RepúblicaDominicana, pues se puso muy pesadopara recuperar sus millones, a lo que eldictador Trujillo, que hacía tiempo quelos había transferido a su cuentapersonal en Suiza, se negó en redondo.

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El dictador dominicano se quedótambién con los aviones y las armas ynadie se atrevió a pedirle el reembolso.

González-Mata no tardó endescubrir qué había fallado. Uno de losinformantes de Batista era EloyGutiérrez Menoyo, que resultó ser undoble agente que mintió cuando contóque había unas grandes fuerzasanticastristas. Además susurró a Castrotodos los detalles de la invasión.

Los siguientes meses y años fueronmuy convulsos. El presidente Bonellysustituyó a Trujillo, pero González-Matamantuvo su estatus, dedicándose amisiones que poco tenían que ver con elmotivo por el que el espionaje españolle había enviado a la República

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Dominicana. La CIA pasó con él delamor al odio —empezaron a defenderintereses contrapuestos— y malmetieroncon el servicio secreto español, que leenvió una advertencia: «No olvide suverdadero país: España». El asturianose había convertido en un problema, y laCIA hizo todo lo que estuvo en su manopara conseguir que saliera de la isla, loque ocurrió en 1962. González-Mata eraun agente demasiado independiente, delque la CIA siempre se estaba quejando.Y en Madrid eso no gustaba.

Nuevas aventuras le llevaron porEuropa para intentar recuperar para laRepública Dominicana el dinero queTrujillo había sacado del país cuandotodavía estaba vivo. Todo acabó mal, y

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decidió huir a Marruecos, desde dondepasó a España. En la frontera leesperaba una sorpresa: había una ordende detención contra él, pues el pasaportedominicano con el que viajaba habíasido anulado por las autoridades de esepaís, que ya no se fiaban de él. Fue unpretexto del coronel Blanco, su jefe enel servicio secreto español, paraencarcelarle en Carabanchel y tenerleuna temporada castigado por haberactuado por su cuenta. Cuando diomuestras de docilidad, le dejaron enlibertad, pero las suyas serían promesasque un agente secreto independiente notardaría en incumplir.

Otra misión, de nuevo al serviciode España, le tuvo un tiempo trabajando

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como infiltrado a la búsqueda derepublicanos dedicados a lafalsificación de billetes de mil pesetas.Una operación exitosa que le enfrentó enesta ocasión al espionaje francés, peroque acreditó su enorme valía comoagente.

En 1963 un nuevo trabajodesdoblaría los intereses de González-Mata. El coronel Eduardo Blanco, jefedel servicio secreto, le contó queAlberto Perea había trasladado elgobierno en el exilio de la Repúblicadesde México a Argelia. Era un temamuy peligroso para Franco y había quedesmantelar su estructura lo antesposible. Luis procedía de una familiarepublicana, lo que era una perfecta

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tapadera para el caso. Añadiendo unpequeño cursillo de formación, seríacapaz de hacerse pasar por republicanoy sacar a la luz los planes de laorganización. Desde que llegó a Argel,gracias a su afabilidad innata, no tardómucho en ponerse en contacto con losrepublicanos. Y tardó aún menos endarse cuenta de que el gran peligro quese intuía en España era algoabsolutamente infundado. Se trataba deun grupo de amigos que mantenían vivala idea de derrocar a Franco, perocarecían de medios materiales o deayudas para hacerlo. El asunto le resultófácil y le exigió poco tiempo, así que sededicó a cumplir otras misiones que lehabían encargado, de apoyo a la

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economía española. Se introdujo endiversos ambientes comercialesargelinos y consiguió llevar a caboalgunas interesantes operaciones deventa.

Con una suerte que no siempre leacompañaba, un día conoció porcasualidad a un hombre llamado Ahmed,que resultó ser el jefe de gabinete delpresidente Ben Bella, el mítico primerpresidente argelino tras laindependencia. Ahmed le facilitó decarambola una charla curiosa. Ben Bellaestaba preocupado por la corrupción desus altos cargos y le preguntó aGonzález-Mata si había tenido que pagarpara culminar sus operaciones decompra-venta. El asturiano dudó un

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momento, pero inteligentementearriesgó: se lo contó todo. Nada semovía en Argelia sin pagar previamentea funcionarios de cualquier nivel.

La naturalidad de González-Mata levalió para convertirse en el informanteprivado del presidente argelino, que lepedía datos y nombres cada vez que sereunían. De nuevo, sin abandonar sutrabajo con el servicio secreto español,pasó a trabajar para Ben Bella. Él loentendía como una lógica en su trabajode inteligencia, pero esos dobles juegossiempre permiten fantasear a las partessobre dónde reside su lealtad. Paracolmo, llegó un momento en el que nodisponía de informaciones de calidadpara darle a Ben Bella y decidió

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recurrir al teniente coronel Beeck, elagregado militar de la embajada deEstados Unidos y en realidad antena dela CIA. González-Mata necesitaba elcaudal de información de la agencianorteamericana, que mantenía perfectasrelaciones con el espionaje español.

Lanzado por la suerte que le habíaacompañado hasta ese momento, quizáspor propia iniciativa o guiado porBeeck, montó en su apartamento unsistema de escuchas cedido por la CIAque le permitió grabar a las altasautoridades argelinas mientras tomabancopas en las fiestas que organizaba. Esainformación la distribuía luego como sifuera una tarta: un trozo para el Serviciode Documentación de Presidencia del

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Gobierno, otro para la CIA y unoespecial para Ben Bella. Como todo lesalía bien, se emborrachó de éxito y enuna visita a Ben Bella le colocó unmicrófono en su despacho. ¿Lo hizo porpropia iniciativa o por el deseoinsaciable de la CIA? ¿Informó alcoronel Blanco? Al margen de lasrespuestas, en estos casos lo normal esque a todo el mundo le parezca bien alprincipio, aunque luego todos sedistancian si la operación esdescubierta.

Mientras todo eso ocurría,González-Mata no había dejado derelacionarse con los soñadoresrepublicanos y de enviar a Madrid susinformes hablando de una operación de

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intoxicación: sus movimientos nosuponían un riesgo para Franco, alguienhabía sobredimensionado la amenaza.Conocía perfectamente el nombre delintoxicador. Se trataba de José Turia,cabeza del espionaje español enArgelia, que había obtenido del serviciomucho dinero y medios gracias a esasinformaciones amenazadoras. En Madridtardaron en dar credibilidad a estosinformes y, cuando lo hicieron, Turia sedefendió tocando la tecla más favorable:acusó al asturiano de traicionar aEspaña trabajando para la CIA.

Sin duda, González-Mata era undoble agente —en realidad triple—,pero él siempre alegó que colaborabacon varios países salvaguardando

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siempre el interés primordial de España.Veía que de esa forma conseguía mejorinformación para el coronel Blanco. Sinembargo, era imposible saber si elasturiano decía la verdad o mentía. EnMadrid, les resultaba más fácil creer aun militar respetado como Turia que aun agente secreto casquivano y veletacomo González-Mata. Lo que pasóentonces, ¿fue iniciativa de Turia ycontó con el apoyo de Blanco? Un díaGonzález-Mata fue detenido. Losiguiente fue registrar su domicilio yencontrar los equipos de escucha.Probado que se dedicaba al espionaje,todos los amigos que tenía en las altasesferas le abandonaron a su suerte.

Internado en la villa de Al-Biar,

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sede de la seguridad militar argelina,comenzaron a golpearle y no pararondurante horas. Esa noche y los díassiguientes escuchó cómo todos loscomponentes de la red que habíamontado eran ingresados uno tras otro enla misma prisión. La tortura fuesistemática, humillante y tremendamentedolorosa. Dos veces al día era sometidoa los más atroces tratamientos que losargelinos habían aprendido de losmilitares y policías franceses, que en losaños previos los habían aplicado contralos independentistas argelinos. Todossus colaboradores fueron tratados deigual forma, excepto Turia, que gracias asu estatus diplomático fue expulsado delpaís sin que le tocaran un pelo de la

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cabeza. Las semanas de torturas llegarona su final gracias a que la informaciónsecreta de la detención llegó a su jefe, elcoronel Blanco, que hizo las gestionesoportunas para parar aquello y conseguirsu liberación.

Nada de lo que había pasado quedóen el olvido. Cuando, acompañado delos otros españoles expulsados deArgelia, llegó a Marsella, se encontrócon que todos podían viajar a Españamenos él. El coronel Blanco le anunciópor teléfono que su comportamiento nohabía sido olvidado y que por elmomento se fuera a Bruselas, donde yale buscarían algo que hacer.

La operación de Argelia fue la queconsagró a González-Mata con el alias

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de «Cisne». Tituló con ese apelativo sulibro de memorias, en el que mantuvofervorosamente que nunca fue deslealcon el servicio de espionaje español,aunque sus intereses con otras agenciasde espionaje fueran demasiado intensos.

En los años siguientes el agentesecreto seguiría por el camino de losdobles juegos en cada una de las nuevasmisiones. Ahora empezó a aceptarencargos directos de la CIA sin que elservicio español se inmiscuyera,excepto para recoger la información queles pasaba secretamente sobre lo queestaba haciendo. Se convirtió en undescreído tras ver cómo funcionaba elmundo del espionaje y cómo le dejabantirado sistemáticamente cuando los

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asuntos se complicaban. Tras una de susestancias en prisión, escribió: «Si mehubieran dado una explicación, si mehubieran expuesto las razones —inclusorazones falsas— de mi detención, sihubiese sido juzgado, condenado oliberado, no habría reaccionado así.Probablemente habría seguido siendo elmismo: amoral, pero en cierto sentidoingenuo y honrado. Aquellos meses deintrospección, aquel absurdo, metransformaban. Así fue como me volví,definitivamente, cínico, impulsado porel deseo de vengarme de aquel régimen,de sus hombres y de todos aquellosregímenes u hombres —fascistas,centristas o revolucionarios— que se lesparecieran».

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Dentro de este doble juego con elServicio de Documentación y la CIA,que ambas partes conocían, a mediadosde los años sesenta del pasado siglo laagencia estadounidense le encargómontar la «VanguardiaLatinoamericana», un movimiento queLuis levantó de la nada para poderinfiltrarse entre los revolucionarioscontrarios a Estados Unidos. Cisne seconvirtió en el «comandante Maedo».Fue un trabajo de engaño de nuevoexitoso, desarrollado principalmente enFrancia, donde los estadounidensesdeseaban desprestigiar todo lo quepudieran a su odiado presidente DeGaulle. El ejemplo más claro tuvo lugardurante el Mayo del 68. La CIA vio en

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las manifestaciones una oportunidad dedañar la imagen del presidente francés.Para ello, infiltraron a todos los agentesque pudieron entre los manifestantes yuno de ellos fue el comandante Maedo.Al mismo tiempo, el coronel Blanco lepidió que llevara a cabo la mismamisión, aunque meramente informativa,pues a Franco le preocupaba que elmovimiento revolucionario fueraexportado a España. Los dosempleadores principales de González-Mata querían lo mismo, aunque con dosperspectivas enfrentadas. La CIA lepedía que contribuyera a que los cochesquemados y los enfrentamientos con lapolicía fueran cada vez más frecuentes yvirulentos, mientras el servicio español

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buscaba simplemente información ydatos sobre los españoles participantes.

Satisfacer al espionaje de Francofue más fácil que hacerlo con la CIA.Los norteamericanos exigían unainfiltración más profunda, lo que lellevó a recuperar los tres años que habíaestudiado la carrera de Medicina antesde dedicarse de lleno al espionaje. Seofreció para ayudar a losrevolucionarios y, cubierto por latapadera de Maedo, consiguió seraceptado en la Sorbona y el Odeón,centros en los que se reunían losrevolucionarios y se concentraba a losheridos que no querían acudir a loshospitales para evitar ser detenidos. Fueuna más de las experiencias

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contradictorias de la vida de González-Mata. Era un manifestante que atendíacon sincera dedicación a los heridos yconfirmaba minuto a minuto, hora a hora,día a día, la pureza de sus ideales. LaCIA le presionaba para que se dejara detonterías y contribuyera a la guerra enlas calles, pero dijo «basta» y arrinconóno solo a la CIA, sino también alServicio de Documentación. Seconvirtió en el médico que no era y seganó el aprecio de sus compañeros nopor sus ideas, sino por su lucha. Tantofue el empeño que puso, que losrevolucionarios le convirtieron en unode sus representantes cuandoconsideraron que la batalla estabaperdida y había que pactar el fin de las

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hostilidades con las autoridadesfrancesas.

A mediados de junio fue detenido.Trasladado a la sede del servicio deinformación, fue llevado a la sección deextranjeros, pues su pasaporte estaba anombre de Arturo González, unaidentidad falsa, como las decenas queutilizó en toda su carrera. Tuvo la malasuerte de ser reconocido por agentes quehabían compartido con él misiones y quesabían que trabajaba para el coronelBlanco pero que también lo hacía parala CIA. Le pidieron primero y leexigieron después que delatara a otrosagentes que habían participado en lasrevueltas y que contara qué misionescontra Francia habían llevado a cabo. El

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interrogatorio versó más sobre susenemigos de la CIA que sobre elServicio de Documentación, pues losespañoles se llevaban bien con ellos.No respondió a ninguna de suspreguntas. Los franceses, que norepitieron el interrogatorio salvaje quehabía sufrido en Argel, le dieron porimposible. Tan pública fue la renuncia ahacerle hablar, que creyó que notardaría mucho en ser liberado. Seequivocaba. Los franceses se vengaron:le acusaron de usar pasaportes falsos yle encerraron en una prisión común. Seolvidaron de él durante cinco largosmeses. Cuando finalmente le presentaronante el juez —«Pero ¿con qué nombrevamos a juzgarle?»—, tuvo que aclarar

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que los tres pasaportes que le habíandescubierto eran falsos. Hubo de buscaruna tarjeta de identificación a nombre deLuis M. González-Mata y conseguir lapresencia de un familiar que residía enParís, quien bajo juramento autentificósu identidad.

En el juicio, su abogado, unreconocido activista en favor de losderechos humanos, dejó sobradamenteclaro lo injusta que había sido sudetención, y los jueces le condenaron acinco meses de prisión, el mismo tiempoque había cumplido. Se creyó en paz conel mundo, pero era un sentimientoequivocado para González-Mata. Alregresar a España fue nuevamentedetenido y encarcelado, alegando

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coletazos sin resolver de su antiguaestancia en la República Dominica. Erala bala que el coronel Blanco sacaba dela recámara cada vez que estaba molestocon él.

Un amigo policía, al que pudollamar desde la cárcel, le reconoció queen el Servicio de Documentaciónestaban muy enfadados con él por suactuación independiente en losaltercados de Francia y por su negativaa colaborar con el servicio secreto galo.Le anunció que Blanco no quería verleni en pintura y que el proceso judicialque habían puesto en marcha le podríasuponer doce años de prisión.

Cuando el coronel Blanco supusoque el espía ya había reflexionado sobre

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su comportamiento y lo que se le veníaencima, aceptó verle:

—¿Sabe usted lo que le espera,González?

—Sí, mi coronel, doce años deprisión.

—Exactamente. Ha querido usteddejarnos por la CIA o por quién sabequién, González.

—¡Vamos, mi coronel!—Cállese. No me gusta eso,

González. Escúcheme: o se queda usteden nuestros servicios y yo intervengo afavor suyo, o abandona los serviciossecretos españoles y se las arregla ustedcon el juez.

—¡Pero, mi coronel!—¿Qué prefiere usted? ¿Doce años

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en prisión, solo, o la aventura, connosotros?

—La aventura, mi coronel.Descreído, intentando salir a flote

tras cada aventura en la que sezambullía, cuando estaba en mitad deuna tormenta recurría al salvavidas máscercano. Aceptó seguir en el Servicio deDocumentación y cogió los billetes conlos que llegó de nuevo a Bruselas, sucentro de operaciones y ciudad que leproporcionaría nuevas emociones, unade ellas representativa de esta especiede doble o triple agente que encarna elasturiano mejor que nadie.

Todavía no se había podidoarrancar del cuerpo el olor a encierro,cuando tras una reunión de la renacida

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Vanguardia Latinoamericana, que contanta eficacia le servía de tapadera, uncolega le transmitió un mensaje: unamigo de los dos quería mantener unaconversación privada con él en laembajada soviética en París. A estasalturas de la película, Cisne, elcomandante Maedo o como quisieranllamarle, desconfiaba hasta de la formade su propia sombra. Telefoneó alcoronel Blanco para contárselo,inducido por la sospecha de que podríahaber sido él, o quizás la CIA, los que lehabrían podido tender una trampa.

Acudió a París y se encontró con unantiguo camarada de los buenos tiemposde Argel, de antes de que ledescubrieran y padeciera todo tipo de

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torturas en sus sucias prisiones. Sellamaba Ivan Ivanov, aunque no era fácilsaber si era su nombre real. Queríahacer una oferta al servicio secretoespañol para lo que llamó una«coexistencia pacífica» y caminar juntosen algunos trechos del camino quepodrían interesar a los dos países. Elasturiano creía que ya lo había vistotodo, pero todavía se llevaría mássorpresas. Mencionó al PartidoComunista Español, pero a Ivanov no lepareció un asunto que pudiera evitar lacolaboración entre los dos servicios.Incluso llegó a unos límitesinsospechables: autorizó al español atransmitirle su reflexión al coronelBlanco. A renglón seguido, añadió una

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segunda oferta, esta más personal: lepropuso colaborar en secreto con elKGB a cambio de una ingente cantidadde dinero que le ingresarían en unacuenta en Suiza, en las Bahamas o dondequisiera.

González-Mata se sintiódesubicado en ese escenario. La ofertasoviética era clara y la había recibidoen un despacho de su embajada en París,por lo que era imposible que intentarantenderle una trampa. Sin embargo, noentendía cómo el gran enemigo deFranco buscaba un acuerdo bilateral.Blanco no se mostró sorprendido, y leordenó que siguiera con el contacto y letuviera al corriente.

Unos días después se reunió

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nuevamente con Ivanov, que en estaocasión se presentó con el generalDinitiev, cuyo verdadero nombre eraSemenychev, responsable de la secciónlatina del KGB. Les confirmó el vistobueno del coronel Blanco, al que suinterlocutor aseguró admirar, y lespreguntó por lo que les podían ofrecer.Era la primera reunión, en la que seenseñan algunas cartas, promesas de loque podría venir. Esas cartasdescolocaron al ya experto agentesecreto español: eran tres fichaspersonales, con todos los datos deidentificación, direcciones incluidas, decomunistas españoles que actuaban en laclandestinidad. A cambio queríancontrolar la actividad de algunas

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organizaciones revolucionariaslatinoamericanas y sus relaciones congobiernos y partidos europeos y deAmérica del Sur.

—Esto es una cooperación entreservicios, pero también podemosconsiderar una cooperación máspersonal —le reiteró Ivanov.

—¿Y en ese caso? —preguntóGonzález-Mata.

—En ese caso, a cooperaciónpersonal, recompensa personal. Nosindicará usted el número de su cuentabancaria.

—¿Qué les interesa a ustedes?—Todo lo que concierne a Estados

Unidos.—¿Y más concretamente?

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—Informaciones sobre la presenciamilitar norteamericana en España:efectivos, armamentos e instalaciones enRota y Torrejón. Además de lasrelaciones entre Estados Unidos e Israel.

González-Mata reconoció en suautobiografía, Cisne, que aceptó y que apartir de ese momento sumó a sus aliasel de «Ikor», como figuraría en losarchivos del KGB.

El coronel Blanco quedó encantadocon las fichas de los tres comunistas y lebuscó información que interesara a losrusos: los planos de las bases deTorrejón y Rota. Le contó que seguroque los rusos ya los tenían, perodemostrarían su buena voluntad.Efectivamente, los dirigentes del KGB

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se quedaron encantados y le invitaron aMoscú, donde le dieron las fichas demás de trescientos militantescomunistas. Tuvo que ser Blanco el quearrojara luz sobre lo que estabapasando: los rusos entregaban a esosmilitantes comunistas al espionaje deFranco porque los considerabandisidentes de la línea oficial soviética yquerían quitárselos de en medio. Eransus enemigos, tanto como de Franco.

No hay datos fiables que expliquencómo acabó la aventura rusa de Ikor, eltiempo que duró su colaboración y si lespasó información obtenida con latapadera que le había facilitado la CIAen la Vanguardia Latinoamericana, loque le habría supuesto cuantiosos

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ingresos en su cuenta corrienteparticular. El hecho fue que Cisne siguióquemándose en un mundo que le gustabay al mismo tiempo le maltrataba. El 4 dejulio de 1971 envió una carta certificadaal almirante Carrero Blanco en la quepresentaba su dimisión. Fue una jugadaerrónea que le pudo costar la vida amano de cualquiera de los servicios deinteligencia con los que colaboraba. Lesalvó esconderse en Marruecos, dondehacía tiempo que había conocido algeneral Ufkir, el jefe del espionaje deese país, con el que mantenía muy buenarelación.

Ufkir hizo de intermediario con elcoronel Blanco y consiguió a finales de1971 que el servicio secreto español

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aceptara su baja a cambio de la promesade que guardaría silencio sobre lostrabajos que había realizado en susdieciocho años de espionaje. Parasobrevivir, aceptó encargos puntualestanto de la CIA como del Servicio deDocumentación.

Todo dio un giro inesperado el 6de noviembre de 1976, cuando aparecióen París el libro Cisne, la autobiografíade Luis M. González-Mata. El textorevolucionó los servicios secretos detodo el mundo. El asturiano habíafaltado a su promesa y contabanumerosos detalles de su trabajo comoagente secreto al servicio de variaspotencias. Muchos pensaron que susdías estaban contados, pero la certeza de

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que guardaba mucha información y quesi le pasaba algo esos secretos saldríana la luz, les disuadió de intervenir contraél. Prefirieron el silencio para noampliar con sus críticas el número delectores.

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9. Seducida por unagente con finesocultos, Gabriele Gastse convirtió por amoren espía de la stasi

Gabriele Gast apenas había cumplidoveinticinco años cuando viajó sola a laRepública Democrática de Alemaniapara llevar a cabo una investigaciónpara su tesis doctoral. Nacida en laRepública Federal Alemana durante la IIGuerra Mundial, había crecidoconviviendo con el sufrimiento de su

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pueblo por la cruel partición del país.En 1968, cuando comenzó sobre elterreno su investigación «El papelpolítico de las mujeres en la RepúblicaDemocrática de Alemania», el Muro deBerlín había materializado la separaciónfísica del país, cada una de cuyas dosmitades avanzaba hacia metas opuestas yenfrentadas.

Gabriele había nacido en el senode una familia de clase media. Suspadres se esforzaron en darle unaeducación tradicional que le llevó en sujuventud a afiliarse a movimientosdemocristianos, la misma apuesta demuchos de sus compañeros. Sus rasgosfísicos eran los inherentes a la raza ariaque tanto había defendido Hitler, nada

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que la diferenciara de los ciudadanos dela Alemania oriental en la que iba avivir durante unos cuantos meses. Sutrabajo allí habría sido simplemente unabonita experiencia más que sumar atantas otras si no hubiera sido porque undía conoció en un pequeño pueblo a unchico llamado Karl Heinz Schmidt. Elencuentro fue similar al de muchosjóvenes que se cruzan en el mismo local:el chico se acercó sin timidez, preguntóa la bonita chica a qué se dedicaba, ellano se mostró reacia a un rato de charla ylos dos terminaron intercambiando susteléfonos. Quedaron al día siguientepara tomar algo y pasear. Saltaría a lavista de cualquiera que los vieracaminar que ella era una chica fina con

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estudios, de ciudad, y él un reciotrabajador, tosco y algo bruto, depueblo.

La atracción fue total, al menos porparte de Gabriele, que se dejó llevar porsus fuertes sentimientos. «Karlizcek»,como le llamaba cariñosamente, era loopuesto a lo que sus padres habríandeseado para ella, pero la pasión inundósu corazón. La mayor parte del tiempo lodedicaba a buscar la documentación quenecesitaba para su tesis, pero sacabahoras para disfrutar de ese amor. Larelación dio un giro inesperado cuando,varios meses después, Karl se sincerócon ella. Posiblemente debió de elegiruna situación favorable, como la que seproduciría después de hacer el amor,

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cuando ella se sintiera muy unida a él.Lo que le dijo la dejó totalmentedescolocada: trabajaba para el serviciode información de la AlemaniaDemocrática. Sus jefes se habíanenterado de la relación que mantenían yle habían reprendido por relacionarsecon una alemana del otro lado del Telónde Acero. Inocente, falta de mundo,Gabriele no detectó la trampa. Estabaenamorada de Karlizcek y sintió que, dela noche a la mañana, iba a perder alhombre de su vida, por el que sentía unaatracción desenfrenada. Como únicomedio para evitar la ruptura aceptóencontrarse con el jefe de su novio aldía siguiente. Quizás había unaposibilidad de solucionarlo, de

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conseguir que su amor sobreviviera a lasituación.

El mando de la Stasi que se reuniócon ella y su novio supo utilizar la justamezcla de dureza y comprensión. Lehabló de que aquella relación no debíaseguir, pero había una solución: que ellatrabajara para la Stasi. Es fácil imaginarla sorpresa de Gabriele: una jovenconservadora de Alemania occidentalcolaborando con los comunistas de laAlemania oriental. Dudó, no entendíanada. Entonces vino el golpe maestro. Elmando de la Stasi le dijo que entendíasus problemas para aceptar, pero que, sino lo hacía, no podría volver a vernunca más a su novio. Sus dudas cesaronde inmediato. Su Karlizcek era lo mejor

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que le había pasado en toda la vida.La estrategia general montada por

el máximo responsable de la Stasi,Markus Wolf, había permitido pescar aotro inocente pez. El mejor agente delbloque del Este durante la Guerra Fríahabía puesto en marcha unos años antesun plan para acceder a la informaciónmás valiosa de sus enemigos de laAlemania Federal. El sexo había sidouna de las armas más poderosas paraconseguir información a lo largo de lahistoria. Lo que él hizo fue refinar esatáctica creando un cuerpo que llamó«Romeos», hombres preparados para laseducción que buscaran las debilidadesde mujeres solitarias para conseguir quetrabajaran para ellos. Informadores en la

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Alemania Federal detectaban a mujeresque trabajaban como secretarias de altoscargos o que desempeñaban puestosrelevantes con acceso a informaciónsecreta. Después, desde la AlemaniaDemocrática se enviaba a agentesespecialmente preparados para la tarea,que conocían los gustos y problemas deesas jóvenes, e intentaban ligar conellas. Más tarde, diversos pretextoshacían depender esa relación de que ellales consiguiera documentos oficiales.

Gabriele fue un caso más, aunqueespecial en sus orígenes. En 1968 nodesempeñaba ningún trabajo útil para lainteligencia de la Alemania oriental,pero tenía un potencial profesional quequizás pudiera dar buenos resultados en

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el futuro. Aceptar la colaboración teníasiempre algunos premios. En el caso deGabriele le abrió la posibilidad demantener su relación amorosa, facilitadapor la Stasi, que les buscaba sitiosapartados y bonitos donde poder verselejos de cualquier ojo escrutador. Sitiosrománticos que acrecentaran esa llamaque habían encendido.

La joven regresó a Alemaniaoccidental escondiendo en su corazón elsecreto de una relación prohibida.Olvidar no era fácil, pero debíaconcentrarse en escribir la tesis. Habíaviajado para investigar animada por elprestigioso profesor Klaus Mehnert,quien la tenía en una alta estima, y nopodía decepcionarle. Cuando defendió

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su trabajo, su protector universitario, aquien el BND (Servicio de InteligenciaFederal, por su siglas en alemán), elservicio secreto de Alemaniaoccidental, había pedido ayuda parareclutar jóvenes promesas, larecomendó para ser espía.

En 1973, como primer paso,Gabriele empezó a trabajar en elInstituto Pullach, vinculadoestrechamente al BND. En ese momentose confirmó la idea de que a losinfiltrados o dobles agentes espreferible captarlos cuando no sonnadie, porque nadie sospecha de ellos yson más fáciles de manejar. En los cincoaños que habían pasado desde sucaptación por la Stasi, Gabriele había

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seguido viajando para ver a su novio sinque le pidieran nada especialmentecomplicado. Muchos beneficios,inconvenientes escasos.

Reclutada por el BND, comouniversitaria especializada en Alemaniaoriental su primer trabajo fue de analistasobre el tema que mejor conocía. Notardó mucho en ejercer de agente doblegracias al curso de infiltración que habíarecibido de la Stasi. Colocaba susmensajes en los baños de un tren que ibade una Alemania a la otra o se losentregaba a una mujer que hacía deenlace en lugares donde coincidir nodespertaba ninguna atención —elgimnasio, la peluquería...—. A vecesutilizaba una microcámara y lo que

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entregaba era un rollo de película conlas imágenes de los documentosoriginales del BND.

La historia de Gabriele presentaalgunas cuestiones poco claras quenadie, ni siquiera ella misma, ha queridoresolver. Durante esos años de doblejuego, de traiciones y engaños, tuvo queextremar las medidas de seguridad parapoder verse con Karlizcek sin serdescubierta. Viajó a los Alpes y a lacosta Mediterránea, donde tuvo sus ratosde relax y pasión. Pero esa relación,inicialmente enloquecedora, entre dospersonas tan opuestas en todo, debió deevolucionar en un sentido que nofavorecería los intereses de la Stasi. Sinembargo, Gabriele nunca quiso romper

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con él, al menos que se sepa. Puede quela pasión se convirtiera en amor real,pero también que Gabriele fuera poco apoco enamorándose de su trabajo parala Stasi y que viera el vínculo con suamante como la justificación interior quele permitía salvar sus escrúpulos por loque estaba haciendo. Porque no es lomismo ser una joven estudiante que pisainocentemente un cepo que te obliga aespiar para la Stasi, que ser consciente,con la llegada de la madurez, de queestás traicionando a tu país entregandosus más vitales secretos. ¿Fue el amor loque la llevó a seguir colaborando con laAlemania oriental o fue la evolución desu pensamiento político lo que guió susdecididos pasos? La historia ha dejado

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sin contestar esta pregunta.La mezcla de estas incógnitas y de

la tensión que acarrea el paso deltiempo para cualquier agente doblellevó en 1975 a Gabriele a ponersenerviosa. Su carrera prometedora y suexcelente y discreto trabajorecomendaron la intervención del jefemáximo, Markus Wolf, para calmar lasituación. Wolf no era un director deservicio tradicional, que espera desdesu despacho la llegada de informes ydiseña estrategias operativas sinreunirse con los agentes de base que losllevan a cabo. Wolf era una persona deespecial actividad. Su fama en lospaíses occidentales era grande. Se sabíaque viajaba por todo el mundo, sin

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esquivar los puntos calientes, a pesar delo cual nadie conocía los rasgos de sucara. Así se creó un mito y empezaron allamarle «el hombre sin rostro». Mitoque recogería el escritor John Le Carré,antiguo agente del MI5, para crear elpersonaje de «Karla», un espía alemánlisto, activo y muy peligroso.Amparándose en esa leyenda, Wolfdecidió intervenir en el caso deGabriele. Sabía que si se reunía conella, la agente del BND comprendería laimportancia que la Stasi le otorgaba. Elgran psicólogo que era Karla creía queparte del éxito de sus agentes se basabaen que se consideraban parte de unengranaje en el que los jefes erancapaces de hacer cualquier cosa por

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protegerles.Wolf dio la cara en una reunión en

Yugoslavia. En su autobiografía, elhombre sin rostro cuenta que se sintiófascinado por ella y que «se establecióel vínculo más estrecho que tuve con unagente en toda mi vida». Conociendo lafama de playboy del jefe de la Stasi, esimposible no pensar que ambospudieron tener algo más que palabras.Esta reunión y otras que celebraron enlos años posteriores sirvieron paraavivar la llama del trabajo de Gabriele.La agente se encontraba periódicamentecon su amante Karlizcek y también conWolf. Otro factor determinante paraseguir con la colaboración fue lareconversión de su pensamiento, desde

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la democracia cristiana hasta elsocialismo. Si no se hubiera producidouna cierta identificación con laideología del Este, difícilmente habríaestado tanto tiempo traicionando aAlemania occidental.

Los servicios de contraespionajedel BND nunca sospecharon deGabriele, hasta el punto de que lacalidad de sus informes le permitieron irascendiendo por los peldaños delservicio de inteligencia. Tuvo dudas,pero tras los días que pasó con Wolf,acumuló la energía para superar losproblemas que fueron surgiendo. Elprincipal fue la reducción de sus viajespara ver a su novio y a su jefe. Unaagente del BND que viajaba mucho al

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Este levantaba sospechas.Sagaz y despierta, a finales de la

década de 1970 detectó con claridad laposibilidad de que los movimientoscríticos en Polonia pudieran suponer unlevantamiento contra el poderconstituido, como pasó años despuéscon la iniciativa de Lech Walesa y elsindicato Solidaridad.

En los años ochenta fue su acceso alos papeles de la OTAN lo que lapermitió mantener informada a la Staside la estrategia de los paísesoccidentales contra el bloque socialista.En 1987 sus impecables análisishicieron que los mandos del BNDdecidieran colocarla en el puesto desubjefa del Departamento del Bloque

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Oriental. Nunca una mujer había llegadotan alto en el servicio alemán ni encualquier otro de los paísesoccidentales. En esos años aumentó elcaudal y la calidad de la informaciónque robaba. Alemania occidental habíapuesto en marcha un secretísimo sistemade espionaje sobre sus aliados quesirvió a la Stasi para conocer mejor lasactuaciones de los países de la OTAN.Esa información procedía de unaestación de escucha que los alemaneshabían instalado en Conil de la Frontera,con la ayuda del servicio secretoespañol. El objetivo de la «OperaciónMar Polar» era interceptar lasinformaciones que llegaban a través decables submarinos de comunicaciones y

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que tocaban tierra en Conil de laFrontera. Supuestamente, los serviciosalemanes entregaban a la OTAN lainformación que interceptaban, pero laverdad es que escondían la que afectabaa sus aliados. Aquí se cumplía el antiguodicho del espionaje: «No hay serviciossecretos amigos o enemigos, solo hayotros servicios».

¿Cómo pudo Gabriele aguantar másde veinte años con el doble juego sin serdescubierta? La causa principal fue quetodo su trabajo de analista lo realizó conuna brillantez objetiva. Gabriele sededicó en cuerpo y alma al espionaje,sin maridos ni hijos que la distrajeran desu labor. Cada día acudía a su despacho,leía papeles sin parar y escribía unos

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informes que siempre apuntaban elcamino por el que iban a circular losgrandes problemas del este europeo.Durante años realizó personalmente elinforme que el BND debía entregar alcanciller Helmut Kohl. En su redacciónvolcaba todo lo que conocía e intuía,que siempre era de enorme validez parala política alemana. No mentía niengañaba. No ocultaba susdescubrimientos ni intentaba desviar laatención del gobierno hacia temascarentes de interés. Su sinceridad eraaplastante. Su traición estaba en otrolado: el mismo informe que enviaba aKohl se lo hacía llegar a Wolf. Así eramuy difícil que nadie sospechara deella.

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Gabriele Gast no entró en el juegode delatar a los agentes de Alemaniaoriental que trabajaban para el otrobando. Y si lo hizo inconscientemente almencionar informaciones procedentes detopos, Wolf fue lo suficientementeinteligente como para no actuar sobreellos hasta que pudiera quedar patenteque la detención se producía porinformaciones alejadas de Gabriele. Laagente no se movía por dinero, por loque pedirle ese tipo de delacionespodría haber roto la delicada relaciónque a veces la unía con el Este. Wolfprefirió no quemarla para garantizarseque su infiltrada en el BND durara en elpuesto el máximo tiempo posible.

Cuando el hombre sin rostro

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abandonó la Stasi en 1986, Gabrielellevaba dieciocho años colaborando.Los dos estaban convencidos de que lacrisis iba a llegar al bloque socialista encualquier momento, pero losgobernantes de las dos Alemanias noquerían enterarse. También es cierto queen ningún momento, desde el BND o laStasi, se facilitaron datos concretos,creíbles, de que el Muro iba a caer y laGuerra Fría iba a pasar a ser historia.

La reacción del pueblo y lasmanifestaciones de protesta fueronincontenibles. El 9 de noviembre de1989 cayó oficialmente el Muro deBerlín y cambió radicalmente la vida deGabriele. Llevaba veintiún años dedoble agente sin levantar la más mínima

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de las sospechas y el nuevo escenario leera absolutamente contrario. Losespecialistas sospechaban que iba apasar aquello de «a río revueltoganancia de pescadores». Si la ausenciade fronteras llevaba a una reunificaciónalemana, era probable que se produjerauna caza de agentes del espionaje de ladesaparecida Alemania Democráticaque tan duros habían sido con susciudadanos. Y su nombre podía terminarapareciendo.

A sus cuarenta y seis años, conunas gafas enormes que mostraban lasmuchas horas que había pasado leyendodocumentos, paseó su corta melena rubiapor los mismos despachos influyentes,mostrándose tan fría como en los años

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precedentes. Era una analista leal ysiguió haciendo su trabajo como si nadahubiera cambiado. Pero cuando salía dela sede del BND mostraba supreocupación a su controlador de laStasi, que seguramente estaría tannervioso como ella. No tardaríanmuchas semanas en llegarle mensajestranquilizadores.

A principios de 1990 el sustituto deWolf al frente de la Stasi, WernerGrossmann, se reunió con ella enAustria. Fue una reunión breve, en laque el espía de Alemania oriental tuvola deferencia de describirlepersonalmente la situación. Le comunicóque la Stasi no tardaría mucho endesaparecer. Ya habían procedido a

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destruir todos los papeles relacionadoscon ella, para que nunca nadie en elfuturo pudiera descubrir sucolaboración.

Fueron palabras agradables, perola metódica Gabriele sabíaperfectamente que esa acción podía noser suficiente. Bastaba que un soloagente quisiera salvar su pellejo paraque a cambio de la inmunidad ofrecieravender su identidad.

No se equivocó. Unos mesesdespués, el agente de la Stasi Karl-Christoph Grossmann ofreció datos paraevitar ir la cárcel. Aseguró haberescuchado años antes una conversaciónen la que sus jefes hablaban de quetenían una infiltrada en el BND que era

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una mujer con un alto puesto. Losinvestigadores no tardaron en unirpiezas y detener a Gabriele Gast. Suencarcelamiento conmovió lasestructuras del BND. No solo por unatraición de veintidós años, sino por lainexistencia de sospechas sobre lo quehabía estado haciendo. Alguien conacceso a información tan restringidadebió haber sido vigilada másestrechamente, pensaron, como siempre,cuando ya el daño estaba hecho y nadatenía solución.

En esos momentos la relación conKarlizcek era una historia intrascendenteen su vida y lo más importante fue queGabriele se sentía más unida a laAlemania oriental que a la occidental.

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De hecho, cuando el 30 de septiembrefue detenida, intentaba cruzar la fronteracon Austria. Como Wolf, que huyó en unprimer momento, Gabriele intentabadesaparecer tras recibir el chivatazo deque iban a por ella. Pero no loconsiguió, y en poco tiempo fue juzgaday condenada a siete años de prisión. Unacondena escasa en comparación con laque han sufrido la mayor parte de losagentes dobles tras ser descubiertos. Lomás normal es que sean asesinados,como hubo bastantes casos en la URSS,o que tengan que pasar el resto de susdías en la cárcel, como los agentes de laCIA y el FBI de los que ya hemoshablado. Su ventaja fue que nadie pudodemostrar que hubiera traicionado a

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agentes alemanes. Su pena fue por elrobo de papeles.

Markus Wolf, quien siempre hablóde ella con admiración y cariño,escribió: «Se ha reflexionado y se haescrito mucho acerca de las razones porlas cuales estas mujeres tuvieron esalínea de conducta. Todas eranciudadanas alemanas occidentalesempleadas al servicio de ese Estado[...]. Algunas llegaron a aceptar el idealsocialista por convicción. Pero lamayoría simplemente se enamoró, y elcompromiso con nosotros fue la secueladel compromiso con un hombre».Descreído, el hombre sin rostroconcluye: «Los fines no siemprejustificaban los medios que decidíamos

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utilizar. Pero me irrita que losoccidentales adopten un tono moral tanestridente contra mí en relación con estetema. Mientras haya espionaje, existiránlos Romeos que seducen a las incautasJulietas que poseen acceso a lossecretos. Después de todo, yo estabadirigiendo un servicio de inteligencia yno un club de corazones solitarios».

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10. La cia utilizó parasus objetivos al espíaruso Nikolai Khokhlovy dejó tirados a sumujer y a su hijo

Uno de los hombres que bajaron del trenen la estación de Frankfurt el 17 defebrero de 1954 era el comercianteJosef Hofbauer. Cualquiera que lehubiera seguido, lo que no sucedió, lehabría visto acercarse a un hotel denivel medio de donde salió sin sumaleta. Después, sin prisa,

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distraídamente, dio un paseo por laciudad, subiendo y bajando deautobuses. Quizás si esa persona quesupuestamente le seguía se hubierafijado, habría visto cómo el comerciantemiraba de vez en cuando para atrás,buscando que ninguno de los rostros quele rodeaban coincidiera con los quehabía visto a lo largo de la tarde.

Varias horas después de haberllegado a Frankfurt subió a una casaidéntica a otras tantas. Estabanesperándole dos hombres. Los dos,como él, tenían una tapadera para no seridentificados, pero en realidadpertenecían al MVD, el servicio deinteligencia ruso sustituto del NKVD yque en breve cambiaría sus siglas por

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las más conocidas KGB. Josef Hofbauerera en realidad el capitán NikolaiKhokhlov, uno de los mejoresespecialistas en asesinatos del espionajesoviético, que durante la II GuerraMundial había ejecutado con una sangrefría envidiable a muchos enemigos enoperaciones de alto riesgo.

Los dos hombres se sentaron juntoa su visitante y le entregaron un ampliodossier sobre George Okolovich, elhombre al que había ido a matar. En losúltimos días habían estado controlandosus movimientos, incluso habían entradoen su casa, para que el asesino tuvieratodos los datos necesarios para matarley poder regresar sin percances a laURSS. Okolovich era un emigrado ruso,

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máximo responsable de la organizaciónNTS (Unión de Solidaristas Rusos, porsus siglas en ruso), dedicada a combatircon todos sus medios a las autoridadessoviéticas en colaboración estrecha conla CIA estadounidense. Osado comopocos, su vida pendía siempre de unhilo, lo que no le había impedido entrarilegalmente en la URSS y conseguircolaboradores en diversas áreas que letransmitían información valiosísima. ElMVD sabía que su organización y él enpersona habían dado apoyo a losgrupúsculos resistentes en el interior delpaís y que en caso de necesidad, con laayuda de Estados Unidos, podríanasestarles duros golpes. Habían tenidomucha paciencia, pero ya era hora de

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acabar con él. Con Okolovich muerto,podrían desbaratar las redes enemigasde espionaje.

Khokhlov recogió toda ladocumentación, tras recibir unpormenorizado informe verbal de losdos agentes de campo, y se la llevó alhotel. Allí terminó de perfilar su plan.En cuanto estuviera listo pediría aMoscú que le enviaran la discreta armaletal que debería utilizar: un paquete detabaco. No se trataba de envenenarle. Elpaquete se convertía, gracias a la másmoderna tecnología del momento, quehabría hecho feliz a James Bond, en unapistola. Sin el menor ruido, cuando fueraactivado lanzaría una bala contra eldisidente ruso. Una bala que contenía en

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su interior una ampolla de cianuro. Sidecidía utilizarla en mitad de la callecuando se cruzara con él, nadie, ni elmismo objetivo, se enteraría deldisparo. Se derrumbaría al instante y losviandantes creerían que le había dado unataque al corazón. No tardaría en moriry hasta unas horas después nodescubrirían la verdadera causa de lamuerte. En ese momento el asesinoestaría a muchos kilómetros dedistancia.

Al día siguiente, convencido delplan que había diseñado, mandó unmensaje a sus jefes en Moscú para quele enviaran el paquete. Veinticuatrohoras después se dirigió a casa deOkolovich. Con la frialdad con la que

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años antes había asesinado a dirigentesnazis que intentaban adueñarse de supaís, subió las escaleras y llamó a lapuerta. Unos segundos después aparecióel dueño de la vivienda y los ojos de losdos rusos se cruzaron por unossegundos.

A finales de 1951 el capitán delejército Nikolai Khokhlov contrajomatrimonio con Yanina Timachkevich,una antigua compañera de clase de laque llevaba enamorado no recordabacuánto tiempo. Yanina no solo era guapay dulce, sino que había estudiadoIngeniería y tenía unas creenciasreligiosas muy arraigadas. Fue la mejordecisión que había tomado en su vida.Los hijos llegarían, como así fue, porque

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los dos querían crear una familia y serlo más felices posible. Entre ellos nohabía secretos. Cuando se casaron,Yanina conocía por su novio lasoperaciones en que había participadodurante la II Guerra Mundial. Nikolai sehabía jugado la vida en uno de losdestinos más complicados de lacontienda, donde había demostrado quelo suyo era la infiltración. Posiblementelos pelos de los brazos se le debieron deerizar a Yanina cuando le escuchó narrarlos detalles de sus aventuras. Él salióvivo, pero no sus enemigos.

En agosto de 1943 Khokhlov selanzó en paracaídas junto a uncompañero a unas decenas de kilómetrosde Minsk, en Bielorrusia, zona

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controlada desde hacía tiempo por losnazis. Era de noche, para dificultar quesu llegada fuera descubierta por elenemigo. Al tocar suelo, los que sí lesestaban esperando eran los resistentes,que debían acompañarlos hasta lasproximidades de la ciudad. Los dosvestían uniformes de oficiales delejército alemán, muy útiles para parar unvehículo de los nazis y obligar a susocupantes a que les llevaran hasta elinterior de la ciudad. Una vez allí,caminaron hasta una casa vulgar quehabía en un barrio de trabajadores.Llamaron a la puerta. La chica que lesabrió, Galina Mazanik, les franqueóinmediatamente la entrada: era la noviade un soldado que servía en el ejército

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ruso. Khokhlov no tardó mucho enexplicarle los detalles del trabajo queles había llevado hasta allí. La misióndel capitán consistía en acabar con lavida del general Wilhelm Kube, elgobernador de la provincia, que con unadureza sin límite reprimía a la poblaciónrusa, que le había bautizado como «elVerdugo». Galina trabajaba comosirvienta en la casa del general y era laúnica que se podía acercar por allí sinningún problema.

Khokhlov utilizó la psicología.Primero le habló de su novio, que lehabía dado recuerdos para ella cuandotuvo la ocasión de verle en la zona librede la URSS, algo que no está claro querealmente ocurriera. Después le aseguró

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que en cuanto pudieran la sacarían deBielorrusia para que pudiera reunirsecon su enamorado. Solo en ese momentoentró en los detalles de la operación: laúnica forma de evitar a la poblaciónrusa los tremendos sufrimientos quepadecía por culpa del Verdugo eramatarle. Y había que hacerlo de unaforma que nadie sospechara. Para ellohabían traído un pequeño dispositivoque contenía una bomba accionada conun temporizador. Cuando Galina hicierael cuarto del general nazi, debíaadosarlo bajo su cama, como si fuerauna lapa. La bomba explotaría en mitadde la noche, momento en el que eraseguro que estaría durmiendoplácidamente.

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La chica aceptó sin rechistar. Poderreunirse con su novio, un soldado quetenía amigos tan buenos como ellos, ysalir de ese infierno, eran suficientesincentivos. Su misión resultó más fácilde lo imaginado y dos días después elcuerpo del general Kube se desintegrabaen pequeños trozos. Cuando se produjoel atentado, el joven de veintidós años,Khokhlov, su compañero y Galinaabandonaron la zona sin que la batidanazi para encontrar a los culpables dieraresultados.

Nikolai había comentado su trabajodurante la guerra muchas veces conYanina. Le había explicado que paradefender el comunismo había tenido quejugarse la vida. Que los nazis eran unos

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enemigos que pretendían acabar con lasconquistas del régimen comunista y queno había otra posibilidad de combatirlesque con esas armas. Nikolai no sentíaremordimientos, y las creenciasreligiosas de su mujer no le impidieronentender que en una guerra había quellevar a cabo acciones violentas. Elmilitar ruso había matado enemigos,pero en cualquier momento podían haberacabado con él.

Era un héroe para el ejército ruso,un ejemplo de valentía. Durante elconflicto, en varias ocasiones fueinfiltrado en territorio enemigo parallevar a cabo misiones como la que lecostó la vida al Verdugo. A veces tuvoque matar con sus propias manos, sin

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que en ningún momento le temblara elpulso. Khokhlov había actuadoconvencido de que era la única forma dedefender su país. Pero la guerra terminó.Dadas sus cualidades naturales para elespionaje, fue destinado al NKVD. Leenviaron a Rumania, donde debíahacerse pasar por refugiado polaco. Sumisión fue infiltrarse en los movimientosnacionalistas y conseguir toda lainformación posible de cara a lasovietización del país. Nikolai viviócomo un trabajador más, hizo amigos,compartió ratos de charla, conoció amontones de rumanos y disfrutó enBucarest de una estancia tranquila muy asu aire. Listo y perspicaz, no le costó seruno más. Cada día escuchaba

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comentarios de gente sencilla y sinceraen contra de la política expansionista dela URSS, personas que solo deseabanllevar una vida tranquila y serindependientes. No fue capaz de aislarsus creencias de lo que vivía y se sintiótocado. Los argumentos de la gente leconvencieron. No se sintió a gustoengañándoles, ejerciendo el arte delespionaje. Así que a la vuelta de lamisión se colocó delante de sus jefes yles presentó su dimisión. No les contó elverdadero motivo. Les dijo que queríaacabar sus estudios, que una cosa era laguerra y otra la paz, y que preferíaseguir su camino por otro lado. Sus jefesse indignaron: que no se le pasara por lacabeza abandonarles, que era uno de sus

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mejores agentes, un héroe de la guerra.No se lo permitirían.

Nikolai pensó en las consecuenciasde enrocarse en su decisión. Lo mismole enviaban a Siberia castigado, algoque hacían con frecuencia y sinproblemas con mucha gente. Quizásincluso enviaran también a Yanina, queen cualquiera de los casos corría elriesgo de quedarse sola. Así que simulódejarse convencer y aceptó seguir en elservicio secreto. A partir de ese día,cada vez que se quedaba ensimismadoera por la misma razón: cómo conseguirque le echaran y dedicarse a terminarsus estudios en la universidad y serperiodista.

De momento aceptó la siguiente

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misión: recopilar toda la informaciónposible e imposible sobre la forma devida en diversos países europeos y lascondiciones que debían cumplir susciudadanos para llevar una existencianormal. El objetivo era facilitar lainfiltración de agentes soviéticos que sehicieran pasar por habitantes de otrospaíses. Un trabajo que tenía elinconveniente de dejarle poco tiempopara estar con su mujer, pero a cambiole permitía disfrutar de ver la vida enciudades fascinantes de Alemania,Francia y Suiza. Nikolai hacía muy biensu trabajo, aunque en cada momentoestuviera buscando la vía de escape. Undía creyó encontrarla.

Estando en Suiza se le ocurrió

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comprarse un acordeón. ¿Para qué lonecesitaba si nunca pensaba tocarlo?Pues para provocar un conflicto en laaduana y que sus jefes pensaran que eraun torpe, que había llamado la atencióninnecesariamente. Era un error de espíaprincipiante y esperaba que llevaraaparejado su expulsión. En la aduana lepararon y él puso todo lo que pudo de suparte para encender el conflicto. Inclusoinsultó a los aduaneros, olvidandoradicalmente su tradicional prudencia ydiscreción. Le detuvieron, claro, lemetieron unas horas en una mazmorra yfinalmente le liberaron. Al regresar aMoscú, y antes de presentarse ante susjefes del MVD, se pasó por casa paracontarle a su mujer la que había

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montado. Yanina se quedó preocupada,pero esperanzada de que no le regañaranmucho y simplemente le expulsaran.Nikolai se presentó entusiasmado al díasiguiente ante su jefe directo. Soportaríaestoicamente la bronca con la cabezabaja y aceptaría cualquier castigo que leimpusieran, siempre que llevaraaparejada su baja en el servicio. Su jefe—maldita suerte— no dio la másmínima importancia al suceso. Lo únicoque le preocupaba era la siguientemisión de Khokhlov.

El capitán debió de quedarse lívidocuando escuchó que debía asesinar enParís a un enemigo de la URSS. Su jefeno entendió los peros de Khokhlov. Erauna misión rutinaria para un hombre con

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su historial. Como en anterioresocasiones y como siempre pasaba en elpaís, el pequeño debate no sirvió paranada: debía limitarse a cumplir lasórdenes y marcharse a vivir a Alemaniaoriental, donde se pondría al día yaprovecharía para informar sobre lasactividades de algunos rusos queestaban en contra del régimen.

En Alemania pasó varios mesescon poca actividad en la calle y muchoanálisis en el despacho. Estudióprofundamente las ideas y losmovimientos de los revolucionariosantisoviéticos. No lo comentaba connadie, pero cada día se sentía másidentificado con las críticas que dirigíancontra el sistema comunista. Con

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destreza buscó la forma de retrasar eldía en que tuviera que asesinar alrevolucionario que vivía en París. Unacosa era matar en guerra y otra hacerlopor defender un régimen del que cadavez se sentía más alejado. Un díapercibió un rayito de luz. Su jefe lepropuso nominarle para hacerse cargode una red de espías que querían montaren Europa y cuya sede central estaría enSuiza. En agosto de 1953, durante unpermiso en Moscú, se lo contó a Yanina.Si le daban el puesto, desde Suiza erarelativamente fácil huir a Occidente yolvidar su pasado. Si no había forma desalir por las buenas del servicio deespionaje, lo harían a las bravas. Sumujer se quedó un poco asustada.

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A su regreso a Alemania se pusomanos a la obra para montar la red deespías en varios países europeos.Escogió a los hombres, les buscó nuevasidentidades, tapaderas y todo lo quepudieran necesitar para pasardesapercibidos. Él consiguió que dadasu excelente hoja de servicio se leautorizara a residir en Suiza con sufamilia, un privilegio que se otorgaba apocos. Pero su gozo en un pozo. Uno delos agentes se le adelantó en ladeserción y entregó a los occidentalestoda la información sobre la operaciónque tanto tiempo había tardado enmontar. La conclusión fue su regreso a laURSS y su consternación por una nuevaoportunidad en la que su sueño se había

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visto abortado. Obsesionado con dejarde ser espía, presentó nuevamente ladimisión, alegando su deseo de llevaruna vida tranquila en el mundo civil.Otra vez le contestaron que ni se lepasara esa idea por la cabeza. Pensaronque el fracaso de la última misión lehabía descolocado, por lo que leconcedieron un permiso para quepudiera obtener su título universitario.

Su dicha no duraría mucho. Aprincipios de 1954 le llamaron a la sededel MVD. Algo raro pasaba, algo que nole iba a gustar. Las autoridadessoviéticas estaban hartas del disidenteruso George Okolovich, cabeza de unmovimiento, el NTS. Nikolai le conocíabien, le había estudiado durante el

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tiempo que había estado destinado enAlemania oriental. Compartía sus ideasy críticas al sistema soviético,consideradas tan dañinas por lasautoridades del Kremlin, aunque seguardó mucho de comentarlo. Su jefeconsideró un honor para él que lasautoridades del MVD no hubierandudado de que era el hombre adecuadopara ejecutar una misión tan importantepara la patria. Al agente no se le ocurrióponer peros. Si lo hacía, esta vez sí quele mandarían a Siberia. Y Yanina y suhijo recién nacido también lo pagarían.Así que comenzó a preparar el que seríael primer asesinato que llevaría a cabotras la guerra mundial. Como hacíasiempre, se lo comentó a su mujer, que

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saltó de indignación. Eso no eradefender a su país, era un vulgarasesinato. Ella no pensaba vivir con unasesino, así que él tendría que decidir.

El 17 de febrero, Khokhlov llegó aFrankfurt para cumplir su misión. Elhéroe del ejército soviético habíatomado una decisión cuando llamó a lapuerta de Okolovich y ambos cruzaronsus miradas. No había esperado a que lellegara el paquete de cigarrillosmanipulado, porque no pensabautilizarlo. Evitando las presentaciones,le anunció fríamente que le habíaenviado el Comité Central desde Moscúcon la misión de matarle. Pero nopensaba hacerlo. El disidente, quellevaba tiempo caminando por esa

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delgada línea en la que en cualquiermomento podía caerse, le invitó a entrar.Los dos hombres hablaron. Nikolai leabrumó con todo tipo de datos sobre lasactividades de su movimiento en laURSS y en Europa, con acciones ynombres concretos, hasta conseguir quesu interlocutor se tomara en serio laamenaza. George le escuchó ycomprendió las objeciones deconciencia y la disidencia de aquelagente del MVD. Podía haberle matado,pero por suerte la Providencia le habíaelegido a él y no a otro que habríaejecutado las órdenes en cuanto hubieraabierto la puerta. No se anduvo conrodeos: le propuso desertar. Erainevitable que, si no le mataba, no

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pudiera regresar a Moscú. Un fracaso enuna misión tan trascendental leacarrearía como poco el destierro aSiberia, aunque lo más probable seríaque le mataran. Hablaron y hablaron,hasta que Khokhlov expuso su únicoreparo: tenía mujer e hijo en la URSS ysi él desertaba sin más la venganza iríadirigida contra ambos. Eso abrió aOkolovich el discurso que pretendíadesde el primer momento: manteníaperfectas relaciones con la CIA, y ellosse encargarían de proteger a su nuevoamigo y de poner a salvo a su familiaantes de que se conociera su deserción.Telefoneó a un contacto y en variashoras se montó un dispositivo parallevar a Nikolai a una casa clandestina

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sin que los del MVD se enteraran.Varios interrogadores

norteamericanos estuvieron horasformulándole todo tipo de preguntassobre los más variados temas: miembrosdel servicio secreto ruso, su misión enFrankfurt, datos personales de losdirigentes del Comité Central delPartido Comunista... Todos losinterrogantes iban dirigidos más aprobar la autenticidad de su deserciónque a obtener información valiosa. Noera la primera vez, ni sería la última, enla que intentaban colarles un dobleagente que nunca había tenido laintención de desertar. Nikolai contestó atodas las preguntas, hasta que llegó unmomento en que se dio cuenta de que

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habían quedado claros los intereses delos agentes de la CIA, pero no los suyos.Les reiteró que estaba dispuesto acolaborar plenamente, pero lo que leinteresaba era que se comprometieran aponer a salvo a su mujer y a su hijo. Lecontestaron que lo harían, pero antestenía que pagar el billete de la salvaciónayudándoles en lo que ellos necesitaban.

El interrogatorio se prolongódurante horas y se repitió al díasiguiente con la misma intensidad y conidénticas dudas de los interrogadoressobre la sinceridad de sus deseos. Eltercer día se repitió el escenario, peroapareció un nuevo interrogador que seencerró con Khokhlov a solas. Conademanes de cowboy, gestos chulescos y

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altaneros, buscó rápidamente elenfrentamiento abierto, le escupió queno le creía y le amenazó con partirle lacara si no reconocía su traición. Elinterrogador se equivocó. El héroe delejército ruso no se amedrentó, le mirófijamente a los ojos y le aseguró quehabía sido adiestrado en técnicas deagresión que le permitían deshacerse deél en menos de treinta segundos. Laestrategia no funcionó y Nikolai fueencerrado en un cuarto. Ahí se diocuenta de que por ese camino solo podíaperderlo todo. Pensó en la forma deconvencer a los americanos de susinceridad y encontró una vía. Lespersuadió para que le dejaran ponerseen contacto con uno de los agentes del

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MVD de la ciudad para que le diera elrecibo con el que recoger en la estaciónel paquete que le habían enviado desdeMoscú con el arma para matar aOkolovich. Cuando los agentes de laCIA lo abrieron, se carcajearon de él:había una batería de coche. Nikolaipidió unas herramientas y extrajo dospaquetes de tabaco con una bala cadauno. Los americanos se quedaronalucinados con esas pistolas que nuncahabían visto. Al fin, le creyeron.

Con la tranquilidad de que en elMVD desconocían lo que estabahaciendo su agente, a partir de esemomento mantuvo el contacto para nolevantar sospechas. Khokhlov ahora sífue interrogado para obtener toda la

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información que pudiera facilitar a laCIA, pero también a otros servicios deinteligencia occidentales.

A principios de abril, dos semanasdespués de conocer en persona aOkolovich, sus compañeros del MVDsecuestraron en Berlín occidental aOruchnovich, un dirigente destacado delNTS e importante colaborador de laCIA. Era la Guerra Fría y losestadounidenses sintieron el golpe comouna daga que penetra lenta yprofundamente. Necesitaban responderde inmediato a esa provocación. Su bazala tenían escondida en una baseclandestina.

Hablaron con Khokhlov y leexpusieron su plan. Debía intervenir en

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la radio para contar que había desertadopor estar en desacuerdo con las accionesdel MVD, que mataba en el extranjerosin piedad y no respetaba nada. Sería ungolpe propagandístico genial y unavictoria aplastante de la CIA. El capitánaceptó, siempre que antes de suintervención radiofónica su mujer y suhijo abandonaran Moscú. Si les dejabaen evidencia antes, sin duda seríanrepresaliados. Tuvieron un tira y aflojay al final le propusieron un plan: élintervendría en la radio y al mismotiempo la embajada de Estados Unidosen Moscú convocaría una rueda deprensa y llevaría a los periodistas hastala casa en que vivía su familia y losllevarían a la delegación diplomática.

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Posteriormente los dos gobiernosllegarían a un acuerdo para que sufamilia fuera enviada a Estados Unidosa cambio de la entrega de prisionerosrusos.

Nikolai aceptó. Sus palabras,pronunciadas el 21 de abril —un mesdespués de su deserción—, tuvieron unimpacto mediático increíble gracias aque quien las decía era un destacadoagente del servicio secreto ruso. Luegoesperó buenas noticias y le transmitieronotras deprimentes: nadie había movidoun dedo por su familia. La CIA le habíaengañado. Habían conseguido susobjetivos de información y propaganda,pero no se habían arriesgado a unconflicto diplomático.

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La venganza del MVD no tardó enproducirse. Un anuncio publicado en unperiódico de Europa oriental,reproducido por la prensa occidental,daba noticia de que su mujer había sidodetenida y trasladada a Siberia. De suhijo no se mencionaba nada. No hacíafalta: iría a una de esas escuelas dereeducación donde los inquilinosrecibían un trato inhumano. Además, suvida corría peligro. En aquellos años elservicio secreto soviético sentenciaba amuerte a todos los traidores, sinimportar los años que pasaran.Alemania no era un lugar seguro, así queviajó a Estados Unidos, dondedesapareció hasta 1957. Ese año acudióal congreso del NST, lo que no fue muy

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buena idea. El ya KGB consiguióenvenenarle con un producto radioactivoque no fue identificado, aunque, alcontrario de lo que pasaría muchos añosdespués con Alexander Litvinenko en elReino Unido, los médicos consiguieronsalvarle la vida. Tuvo la misma buenasuerte que correría Oleg Gordievski.

Con una nueva identidad, los añossiguientes fueron de clandestinidad, sinconocer el paradero de su familia. En1968 comenzó a dar clases en unauniversidad de California, primer pasopara integrarse en la vida americana.Años después se enteró de que su mujerhabía muerto. No había podido hablarcon ella y explicarle lo ocurrido. Losduros años que había pasado tras la

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deserción empezaron a evolucionarpositivamente cuando conoció a unachica con la que se casó, y con la quetuvo tres hijos.

En 1992 la administración deEstados Unidos presionó al gobiernoruso para olvidar el caso, y elpresidente Boris Yeltsin le perdonópúblicamente y le permitió regresar a supatria. Esa estancia y gestionesposteriores le permitieron acceder alcorreo electrónico de su hijo, con el queempezó a cruzarse correspondencia y alque cuarenta años después pudo volvera ver. En 1993 se jubiló como profesoremérito de la universidad y en 2007falleció de un ataque al corazón.

Nikolai cometió algunos errores

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antes de convertirse en doble agente.Uno de ellos fue motivado por la posturade Yanina, que le advirtió de que noviviría con un asesino, lo que le impelióa buscar desesperadamente una salidapara conservar su amor. Después, elengaño, una de las armas más poderosasde los servicios secretos, fue superior aél. La CIA le utilizó malsanamente parasus objetivos y dejó tirados a su mujer ya su hijo. Algo que un servicio deinteligencia no debe hacer nunca.

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11. Mentiras, erroresincomprensibles,ocultamientos: el otrolado del mito JuanPujol

Calificado como el mejor espía de la IIGuerra Mundial, la vida como dobleagente de Juan Pujol ha llenado páginasy páginas de periódicos, reportajes encine y televisión —uno de ellospremiado con el Goya de la Academiade Cine de España—, y son incontableslos libros en los que ha aparecido.

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Como era inevitable, por justicia, queestuviera en la lista de los veinticincomejores agentes dobles, buceé en todoslos aspectos extraños que rodearon suactuación y no le impidieronencumbrarse merecidamente al Olimpode los espías, donde ocupa un tronojunto a coetáneos como Kim Philby,quien por cierto fue uno de susdescubridores.

El primer misterio en la vida deeste catalán, importante para entender supersonalidad, reside en el papel, nuncasuficientemente explicado, quedesempeñó en la Guerra Civil española.Peleó activamente a favor de los dosbandos con una convicción que o bienera una patraña para sobrevivir, o bien

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era una muestra de inmadurez de quienhabía nacido en una familia que elespiólogo Domingo Pastor Petit definecomo «acomodada, con profundossentimientos liberales, religiosos y unafán de paz universal y tolerancia».

Juan nació en febrero de 1912, porlo que cuando empezaron los combatestenía veinticuatro años, una madurez queen lo ideológico aparece suficientementeasentada. Fue el desarrollo de la guerrael que le iba mostrando que no merecíala pena defender los extremismos porlos que pegaba tiros. Cogió tirria alfranquismo y a la Alemania nazi que leimpulsaba y apoyaba, aunque guardabael mismo sentimiento por el comunismoque deseaban implantar muchos de los

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republicanos y la URSS, que lesrespaldaba. Trampeando, mintiendo,echándole cara, consiguió sobrevivir alcaos de la guerra que dejó una Españadesolada en 1939. El matrimonio conAraceli González, que se enamoró de unhombre divertido, parlanchín y osado, lepermitió sumar al escaso sueldo decualquier trabajo que saliera —gerentede una granja de pollos, conserje dehotel— una estabilidad que él nuncabuscó.

Las películas en blanco y negro deespías capaces de conseguir cualquierobjetivo con métodos sorprendentes eincreíbles para la época acrecentaron laimaginación de un Juan Pujol que sehabía construido un mundo de fantasía

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en el que había conseguido incluir a suenamorada mujer. Un mundo en el que élsería el héroe que salvara a las nacionesdel peligro nazi. Pujol era como unferiante de esos que viajaban de puebloen pueblo vendiendo cualquier cosa agente sin educación ni dinero, pero queatraídos por sus palabras envolventes ysoñadoras entregaban lo poco queposeían a cambio de esa delgada mantacon la que nunca volverían a tener frío oese remedio casero, guardado en unfrasco, de un doctor con nombre eslavocapaz de curar cualquier dolencia queatacara a un miembro de la familia.

Tras acabar la guerra, Pujolempezó a creerse que si la Alemanianazi fracasaba los Aliados atacarían

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España, quitarían a Franco e impondríanla libertad y la democracia. Convenció asu mujer de que él podía convertirse enagente secreto al servicio del ReinoUnido, el único país no comunista enEuropa que él veía con capacidad paraacabar con Hitler. ¿Era Juan Pujol enaquel momento un loco? Sin duda, susideas y planteamientos carecían delógica. Era un soñador que creíaconocer las técnicas del espionajegracias a unas cuantas películas quehabía visto. De traición sí que sabía,puesto que había cambiado de bandodurante la guerra y había tenido laexperiencia de conseguir convencer desu honestidad a quien tenía motivos parano hacerlo. La ventaja era que tenía una

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mujer que le ponía ojitos cada vez quele contaba sus sueños de una vidaarriesgada haciéndose pasar por agentenazi y facilitando información a losAliados a través de los ingleses.

Influyó en su determinación la malavida que llevaba tras el final de laGuerra Civil, igual que la inmensamayoría de los españoles. Sus sueños lealejaban de la miseria y lasincomodidades, le permitían escapar desu cruda realidad y le transportaban akilómetros de distancia en un viaje deensueño. Sin el más mínimoconocimiento de espionaje, sin habertrabajado durante la Guerra Civil en undestino relacionado con la inteligencia,sin estar metido en el mundo nazi o tener

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amigos cercanos a esa ideología... Esdecir, sin tener capacidad paraintroducirse en el mundo de losdiplomáticos alemanes o de laadministración del general Franco erade locos ofrecerse a la embajada inglesaen Madrid para convertirse en dobleagente. Una lógica aplastante que JuanPujol no quiso ver.

A mediados de 1940 se presentó enla delegación que todavía hoy sigueinstalada en la calle de Fernando elSanto de la capital y ofreció susservicios. El diplomático que le recibió,imagino que de muy bajo rango, no leprestó la menor atención, mantuvo lasdistancias y se limitó a decirle, segúncuentan algunas historias, que ellos no

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se dedicaban a esos menesteres delespionaje. Es fácil deducir que cuandoJuan Pujol abandonó la sede diplomáticael hombre que le recibió escribiría enalgún trozo de papel que su visitanteestaba mal de la cabeza, que era uno deesos españoles capaz de cualquier cosapor ganar algo de dinero o, incluso, quepodría ser una trampa de la Abwehr, elservicio secreto alemán. Un neófito delespionaje, debió de pensar el súbditoinglés, quiere convertirse en agentealemán y pasarnos todo lo que robe.

El fracaso fue para Pujol como unjarro de agua helada que le arrojaransobre la cabeza. No había pensado nipor un momento que los ingleses fuerantan torpes como para no aceptar su plan

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genial. Se deprimió por el desprecio quesintió, aunque después se convenció deque ellos eran los que habían cometidoel error. Él se encargaría de mostrarlesde lo que era capaz.

Su siguiente paso fue presentarseen la embajada alemana. Siguió elmismo guión que en la británica:preguntó por un responsable de losservicios de información. En este casosu osadía obtuvo recompensa, quizásporque los nazis se movían en Españacon mucha mayor tranquilidad que losingleses debido a la afinidad ideológicay el apoyo de Franco. En unos minutosPujol se encontró en una pequeña salacon un militar alemán llamado«Federico» y cuyo verdadero nombre

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era Gustav Knittel. Allí, sin un asomo deduda, el español desplegó todas susdotes de seductor y mentirosocompulsivo. El agente de la Abwehr notardó mucho en darse cuenta de susnulos conocimientos sobre espionaje,pero se sintió atraído por suscapacidades humanas. Era unapasionado simpatizante nazi, de eso nole cabía duda, y si le daba la formaciónadecuada quizás tendría suerte en elReino Unido y podría surtirle de unainformación de la que escaseaba el altomando nazi.

Las reuniones se prolongaron, hastaque Federico decidió ofrecerle laformación adecuada y el dineronecesario para que llevara a cabo su

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desembarco informativo en el ReinoUnido. Le enseñaron el manejo de laradio para transmitir mensajes en zonaenemiga, el uso de la tinta simpática ycómo captar colaboradores que lefacilitaran información. Finalmente lebautizaron como «Arabel», el nombre enclave que debería utilizar en todas suscomunicaciones cifradas.

¿En qué se basó la apuesta deFederico por Pujol? ¿Cómo creía que unhombre que no hablaba inglés seríacapaz de montar una red decolaboradores en Londres? La respuestasolo puede estar basada en la fe ciega oel engaño. El oficial de la Abwehr pudocreerse las historias del vendedor deferia, pero lo del idioma parece difícil

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de ocultar. Sin duda, conseguir un agenteespañol con las cualidades humanas quevio en Pujol era para él suficiente paracorrer el riesgo, tampoco muy elevado.El dinero no era problema y el tiempodedicado a su formación tampoco. Si lepillaban, la pérdida sería escasa,incomparable con las ventajas de lainformación que podía conseguir. Eneste episodio cualquier especialista eninteligencia afirmaría que la actuaciónmás cercana a la lógica fue la de laembajada del Reino Unido y no la deAlemania.

En 1973 Sefton Delmer escribiópor primera vez sobre Pujol, sin dar sunombre auténtico y falseando el aliasque le había puesto la Abwehr («Cato»

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en lugar de Arabel) y cambiando elnombre de Federico. El conjunto de lahistoria, sin duda filtrada con laautorización y control del MI5 inglés,incluía una enorme falsedad: antes departir hacia Portugal para iniciar sumisión, Pujol se puso nuevamente encontacto con la embajada inglesa y estosaceptaron colaborar con él. Una mentiraque intentaba, años después, tapar elsupuesto gran fallo que supuso que losingleses no creyeran a Pujol. Un falloque, explicadas las circunstancias de suactuación, fue consecuencia de uncomportamiento bastante coherente concualquier manual de inteligencia.

Pujol partió a Portugal,acompañado de su mujer e hijos, con el

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dinero que le entregó Federico, paradesde allí intentar entrar en GranBretaña. El agente español de laAbwehr tenía como objetivo funcionardurante un tiempo para los alemanes yluego volver a acercarse a los ingleses,esta vez con las manos llenas. EnPortugal se asentó primero en Cascais ymás tarde en Estoril. Buscó una casadonde vivir escondido y desde la quepudiera hacer creer a los alemanes queresidía en el Reino Unido. Desde allí lesenviaba la correspondencia a un distritopostal pactado en Lisboa. Situacióncomplicada en apariencia, pero sencillapara él. Lo que más le costaba eramandarles información operativa sobrelo que pasaba en el Reino Unido con

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detalles y datos concretos verosímiles.Nada más llegar a Portugal se

había comprado toda la información quepudo encontrar sobre Gran Bretaña:guías de carretera, mapas... Acudía a labiblioteca de Lisboa en busca de librossobre las costumbres de los ciudadanosingleses e indagaba en los detalles de suhistoria. Con esa bibliografía no muyabundante apareció el espía genial, elgran embaucador: partiendo de lainformación genérica que Federico lehabía anunciado que podría interesarles,discurrió las fases de un plan paraconseguir entusiasmarles con su trabajo.Primero simuló llegar sin muchosproblemas a Inglaterra. Luego buscó untrabajo que le sirviera como tapadera en

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las afueras de Londres, y más tardecomenzó a enviar información y a buscarcolaboradores. Todo sin prisa, pero sinpausa. Para apoyar su supuestapresencia en las islas Británicas rodeósus informaciones de todo tipo dedetalles costumbristas que le hacían máshumano y creíble. No se equivocó en laestrategia, aunque su escaso bagaje en elespionaje no le permitió darse cuenta deque de esa forma se exponía más de lacuenta.

Si la Abwehr alemana hubieratenido en su sección británica pararecibir los mensajes de Arabel a unespecialista en el país, lo cual habríasido lo lógico, los mensajes de losprimeros meses habrían servido para

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detectar su engaño. Un controladoradecuado habría observado de entradaque sin saber inglés no era posiblellevar a cabo la mayor parte de susactuaciones. En sus escritos cometíafrecuentes fallos al hablar de libras ypeniques, algo inapropiado para unapersona que lleva tiempo caminando porlas calles de un país. En una ocasióndescribió a unos estibadores del puertode Londres bebiendo vino en unataberna, algo inaudito en esa época.Todavía más grave fue el error decomunicar que el rey iba a trasladarsefuera de Londres durante el veranoporque hacía un calor insoportable,como si el clima inglés tuviera algo quever con el español. Si el agente de la

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Abwehr en Alemania, a quien Federicoenviaba los correos de Arabel, hubierapasado anteriormente temporadas enLondres, habría notado la falsedad. Y sino él, otros especialistas se deberíanhaber mosqueado cuando Pujol selanzaba con absoluto desparpajo ainventarse concentraciones de barcos dela Navy en diversos puntos de la costasin tener acceso al potencial inglés.

Nadie del lado alemán notó nadaextraño en los mensajes, pero elservicio secreto inglés percibió que algoocurría. Los mensajes de Arabel ibanpor correo de Lisboa a Madrid y desdeallí Federico los reenviaba a la sede dela Abwehr en Alemania. Para transmitirutilizaban las máquinas de señales

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Enigma, la última tecnología enencriptación, a prueba de interceptación,de la que los nazis estabanespecialmente orgullosos. Lo quedesconocían es que los ingleses habíanviolado los códigos y descifraban lacorrespondencia de su embajada enEspaña. Gracias a ello el MI6 recibió elcontenido de varios mensajes firmadospor Arabel y, en coordinación con elMI5, empezaron a buscar un topo alemándentro de su territorio. Un topo quecontaba una larga sarta de imprecisaspero ordenadas mentiras.

El máximo responsable de lasprimeras investigaciones fue Kim Philby—que por entonces ya llevaba variosaños espiando a favor de la URSS—,

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quien a principios de 1941 era uno delos responsables de la Sección Ibéricadel servicio secreto exterior, en la quemás tarde mandaría. Inicialmente sesospechó de alguno de los diplomáticosespañoles en Londres cercanos a losnazis. Luego buscaron entre losmarineros de la marina mercanteespañola. Más tarde pensaron en algúnespañol residente en pueblos pesqueros.Pero nada. Lo más extraño fuecomprobar que la información queArabel facilitaba a los alemanes era nosolo inventada, sino disparatada. Cabíala posibilidad, y a ella se atuvieron enun primer momento por precaución, deque los alemanes les hubieran tendidouna trampa pensando que podían haber

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violentado las claves de Enigma.El engaño del español a los

cándidos alemanes y la alucinación delos ingleses duró varios meses. Todoacabó el 5 de febrero de 1941, cuandoel agregado naval inglés en Lisboa envióun mensaje al MI6. Un español llamadoJuan Pujol se había puesto en contactocon él utilizando como intermediario alagregado naval de Estados Unidos. Lehabía anunciado que era un espía de laAbwehr y que su intención era trabajarpara el Reino Unido. Por primera vezalguien del bando aliado le creía, y lohacía, como había previsto, porquepodía demostrar que ya habíacomenzado a engañar él solo a los nazis.

La vida de Pujol cambió a partir de

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ese momento. Le entrevistaron enPortugal, creyeron su historia —losmensajes interceptados le respaldaban— y fue enviado a Inglaterra. Su mujer ysus hijos regresaron a Madrid. Juan leexplicó a Araceli que allí estarían másseguros y que cuando acabara todoregresaría con ellos. Una promesa quenunca cumplió.

Juan Pujol llegó en un hidroaviónal puerto de Plymouth el 25 de abril y lellevaron a una casa del MI5 donde fuesometido a los interrogatorios previospara confirmar su historia. Como nohablaba inglés, el oficial inicialmenteencargado de su caso, Cyril Mills, fuesustituido por Tom Harris, de madreespañola, íntimo amigo de Kim Philby y

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sospechoso de haber pertenecido a sured soviética, aunque nunca se demostró.Pujol los dejó a todos descolocados.Era un hombre feliz, apreciaba cadadetalle de la comida y contestaba sinproblemas las preguntas aportando laspruebas necesarias de cómo habíaengañado a los alemanes. Tal fue elasombro que sus dotes de actordespertaron en sus interlocutores que lebautizaron como «Garbo», en honor a laactriz que todos admiraban en esos años.Pujol había creado, con la única ayudade su esposa, un personaje llamadoArabel al que había dotado de unapersonalidad, una organización ycometidos que habían impresionado alEstado Mayor alemán. No habían puesto

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en duda la información que lesfacilitaba, ni siquiera —y aquí vieneotro de los grandes errores alemanes—a los siete colaboradores que se inventó,estratégicamente situados en losaledaños del poder inglés. Entre elloshabía un oficial del Ministerio deInformación, simpatizante del nazismo, ouna secretaria del Gabinete de Guerraque se había enamorado de él y en laque se explayó en los detalles, paraaumentar su credibilidad, contando queno era muy guapa, pero cuyo ímpetusexual no era lo que él había oído decirde las mujeres inglesas.

Trabajo brillante el de la época desoledad de Arabel, al que siguió unalabor mucho más técnica y preparada

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por parte del MI5 gracias sobre todo aTom Harris. Su nombre no apareciómucho, pero puede afirmarse sin temor aequivocarse que Garbo es una mezcla dePujol y Harris, con el apoyo destacabledel Comité XX, los encargados de losdobles agentes durante la II GuerraMundial.

Los dos hispanohablantes teníanuna imaginación inigualable, pero elservicio de inteligencia disponía de esecomité secreto que aportaba los datosque consideraba oportunos para ladesinformación de los alemanes, ademásde convertir en reales los planes que seinventaban los Garbo. Por ejemplo,cuando hablaba a los alemanes de unaconcentración de barcos, antes

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indemostrable, ahora les pedía que lafotografiaran, pues días antes el ComitéXX había ordenado colocar modelos debarcos que desde el aire dabanperfectamente el pego.

Según cuenta en sus memoriasDesmond Bristow —uno de los agentesdel MI6 que trabajó con Pujol—, elcomité estaba integrado por «JohnMasterman, el jefe, perteneciente alMI5, graduado en Oxford; John Marriot,secretario, miembro del MI5, abogadode Londres; T. A. Robertson, tenientecoronel, del MI5; John Drew, altofuncionario del Ministerio del Interior;el coronel Bevan, del ejército; elteniente de la fuerza aérea Cholmondely,graduado en Cambridge; y yo». Todas

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estas personas, de un altísimo nivel, sereunían periódicamente e invitaban devez en cuando a especialistas en otrasmaterias, para discutir los contenidos delas informaciones manipuladas queArabel, o Garbo, debía enviar a losalemanes. Era un grupo de pensadorescreativos y con capacidad de convertiren creíble cualquier información querespaldara las acciones de Pujol yHarris. Gracias a ese empuje, en unosmeses Arabel comenzó a ampliar desiete a veintisiete el número decolaboradores, cada uno perfectamentediseñado, con una personalidad clara,problemas personales definidos y supropia relación con Pujol.

Arabel utilizaba con más

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frecuencia la radio para enviar susmensajes y fue consiguiendo su objetivode subir peldaños en su grado deconfianza y credibilidad ante el EstadoMayor alemán. Lo comprobaban graciasa que la interceptación de Enigma lespermitía conocer las opiniones deFederico desde España y la de los altosmandos de la Abwehr desde Alemania.Vista la buena marcha de su agente,decidieron arriesgar en la informaciónque facilitaba. Algunas veces los datosque le pedían a Arabel desde Madrideran más simples de lo que ellos podíanimaginarse: «Explíquenos —leescribieron en una ocasión— qué clasede comida se toma en los restaurantes ycantinas. Diga también la cantidad o

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número de porciones que se sirven.¿Cuáles son, por ejemplo, las racionesalimenticias que entregan por cadafamilia?». Otras veces las preguntaseran claras, directas y operativas: «¿Quépuede comunicarnos acerca de laposibilidad de que las tropasanglonorteamericanas en el norte deÁfrica procedan a una invasión delterritorio español?».

Siempre había una contestación atodas las preguntas, que se pretendíafuera ajustada lo máximo posible a larealidad, excepto cuando se les podíamentir abiertamente porque los alemanescarecían de los medios para confirmarla información.

El comportamiento de la Abwehr

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hacia su agente desbordó todos losniveles de precaución exigidos porcualquier servicio secreto. Lo normal eneste caso siempre es intentar confirmarque el enemigo no ha doblado al agente.Quizás un simple seguimiento del espíapor parte de otros agentes en el paíshabría sido suficiente, pero no se tieneconstancia de que el espionaje alemándudara en ningún momento de Pujol. Nolo hicieron en un primer momento, queya estaba mal, pero deberían haberlointentado como precauciónimprescindible cuando les llegabantorrentes de información producida porveintisiete agentes, a ninguno de loscuales conocían. También pudo influirde una manera especial que el propio

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Hitler llegara a tener bien identificado,aunque no le conociera personalmente,al agente Arabel. Las dudas sobre lacalidad de las informaciones muchasveces se solventaban aduciendo que elinformante era Arabel.

Hubo algunos momentos clave en eltrabajo de Garbo. Uno de los máscomplicados fue cuando no informó dela salida de un grupo de barcos decombate que pillaron desprevenida a laflota alemana. Ante el malestar deFederico, contó que el colaboradorencargado del asunto había caídoenfermo y posteriormente falleció. Esosí, el Comité XX hizo que el periódicolocal publicara la esquela del personajeinventado.

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A finales de 1943 comenzó aprepararse la gran operación en Europaque debía dar un vuelco absoluto aldominio alemán en la guerra. Lamaniobra de invasión se quería realizarpor Normandía, pero era muy importanteque Hitler pensara que el despliegue seproduciría por el paso de Calais. Elproblema estratégico era simple: losnazis tenían suficiente fuerza militarpara evitar el desembarco aliado si laconcentraban en el lugar exacto, pero sila dividían existían serias posibilidadesde que los Aliados pudieran conseguirsu objetivo.

La operación de intoxicación quese puso en marcha fue vital y contó conla participación de Arabel-Garbo.

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Había varios informantes de los nazisque en realidad servían al MI5, al MI6 ya otros servicios occidentales, pero nose engañaban: la Abwehr dispondría deconfidentes que podrían filtrar el destinoreal de la invasión. Arabel estuvoadelantando a los alemanes desde elinicio de 1944 los movimientos detropas —con lo que ganaba credibilidad—, conscientes los responsablesingleses de que esa era una informaciónque antes o después llegaría a poder delos nazis. La intoxicación se basó enexagerar el poder de disuasión de losAliados, una forma de preparar elterreno para la gran mentira.

El 6 de junio fue elegido como DíaD. Cinco horas antes de la llegada de

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los primeros barcos, Arabel envió unmensaje cifrado: «Numerosos barcosnavegan hacia las costas de Normandía.Es una mera maniobra de diversión parahacer salir a las tropas del Reich de lasfortificaciones que ocupan en Calais.Por favor, no las muevan de allí. Elverdadero desembarco será por Calais,no por Normandía». La trampa ideadapor Tom Harris y el Comité XX nodejaba demasiado tiempo para decidir aHitler. Arabel le desvelaba unainformación trascendental para que nomoviera sus unidades de Calais aNormandía. Algunos generales ya lehabían manifestado a Hitler suconsideración estratégica de que elataque aliado vendría por Normandía, lo

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que había sido corroborado por algunosinformes de inteligencia y por variosinformantes. Otros altos mandos habíansopesado todas las posibilidades y sehabían inclinado por el paso de Calais.

Hitler creyó a Arabel y no movió elgrueso de las tropas que estabansituadas en el paso de Calais. Pensó queel ataque sobre Normandía era unamaniobra de distracción y sedesentendió de lo que ocurriera enaquellas playas. Se equivocó, y cuandoquiso reaccionar las tropas aliadas ya sehabían asentado en suelo francés. Fue lagran derrota nazi, motivada por unadecisión estratégica impulsada por unaperfecta intoxicación protagonizada porlos servicios secretos aliados y

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especialmente por su agente Garbo.Arabel tenía tanta credibilidad con

sus jefes de la Abwehr que cuando lepidieron explicaciones por el erroradujo que la maniobra de distracción enNormandía había salido tan bien quesobre la marcha decidieron cambiar ellugar de invasión y no hacerlo porCalais. Parece increíble tanta candidez,pero los alemanes no solo creyeron aPujol, sino que el propio Hitler firmó laorden para concederle la Cruz deHierro, saltándose la norma de queestaba reservada para los alemanes porméritos de combate.

Según se acercaba el punto final,los jerarcas nazis comenzaron apreocuparse por cómo escapar de la

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justicia aliada y vivir lo más lejosposible de Alemania. Los mandos de laAbwehr no se olvidaron de Juan Pujol, aquien mandaron varios miles de libraspara que escapara y empezara una nuevavida en cualquier sitio. Cientos de nazisdesaparecieron en las semanas previas ala derrota final y Pujol también lo hizo,como uno más.

Acabada la guerra, Inglaterraagradeció su trabajo a Garbo con la muydistinguida medalla de la Orden delImperio Británico, que le entregaron conla más absoluta reserva. Después sevaloró que era mejor su desaparición.Los nazis habían creído hasta el últimomomento en Arabel, pero si descubríansu doble juego, posiblemente intentarían

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matarle. Con el dinero de los alemanesle buscaron un trabajo en Venezuela, enuna empresa inglesa, y partió hacia allíen mayo de 1945. No se llevó a sumujer, Araceli, ni a sus dos hijos, quepermanecieron en España en unacomplicada situación económica. Elmatrimonio no tardó en separarselegalmente.

En Venezuela, Pujol estuvo lejos dela acción durante unos años. Después, aprincipios de 1950, decidieron«matarle». No a tiros, sino utilizando unsistema más vulgar, creíble y que nodespertara la atención de nadie, peroque si fuera descubierto pusiera fin acualquier investigación sobre supersona. Inventaron que estaba

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residiendo en Angola y que le sobrevinoun ataque de malaria. Había muerto JuanPujol, y con él, Arabel. Pero Garboseguía oculto en Venezuela. La versiónoficial afirma que en aquella época sededicó a diversos negocios en Caracas,pero hay algunos datos que apuntan aque el doble agente retomó su trabajo alservicio de la inteligencia británica.Algo lógico, pues alguien que ha sidocapaz de engañar de aquella manera ycon tanto éxito es una pieza codiciadapara cualquier trabajo similar. EnEspaña pasó lo mismo con MikelLejarza, el «Lobo», que se infiltróvictoriosamente en la cúpula de ETA y,tras cosechar unos resultadosimpresionantes, cambió de rostro y se

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dedicó a hacer para el mismo serviciode inteligencia aquello que hacía comonadie: infiltrarse en grupos mafiosos yterroristas.

Desmond Bristow, delegado enEspaña del MI6 tras la guerra, cuenta ensus memorias que en los años cincuentatenía una misión frente al enemigosoviético y que se le ocurrió infiltrar aGarbo. Le propuso la misión al propioPujol, que aceptó encantado, aunquefinalmente el MI6 no lo vio bien. Cuentatambién que Tom Harris, el agente demadre española que compartió laaventura final con Garbo, tenía negocioscon él. Bristow no se corta de calificar aPujol como «un consumado mentiroso,con muy poca moral». Un perfil, por

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cierto, que deberían cumplir muchosespías para poder desarrollar con éxitosus misiones.

Con motivo del cuadragésimoaniversario de la victoria aliada en lasplayas de Normandía, en 1984, JuanPujol fue invitado a Inglaterra. Allírecibió los honores que merecía y quenunca le pudieron tributar públicamentepor motivos de seguridad. Unos mesesantes la prensa inglesa había dado conGarbo —«el mejor actor del siglo»—después de traspasar las barreras desilencio y mentiras que se habían tejidopara protegerle.

Pujol se había quedado a vivir enVenezuela, donde se había vuelto acasar y había tenido descendencia. Un

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genio del espionaje, con unaimaginación desbordante, que había sidocapaz de engañar al propio Hitler. TomHarris había muerto en un accidente detráfico en Mallorca muchos años antes.Como Garbo, había recibido tras laguerra el pago simbólico a suparticipación en el gran engaño, laOrden del Imperio Británico. En el actotuvo la posibilidad de charlar con elgeneral Eisenhower, pequeña reuniónque relató a su amigo Desmond Bristow,el cual escribió junto a su hijo Bill ellibro Juego de topos, en el que cuentasus memorias: «Al término de nuestraconversación el general se arrellanó ensu excesivamente grande y horribleescritorio y me dijo: “No sé si lo sabe,

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señor Harris, pero el trabajo que ustedrealizó con el señor Pujol equivaleprobablemente al de toda una división;usted salvó muchas vidas, señorHarris”. El general entonces se levantó,me tendió la mano y en el momento deestrechármela, me dijo: “Se loagradezco mucho, señor Harris”».

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12. Samir MayedAhmed, topo, traidor yasesino en Madrid

Es difícil encontrar en este caso puntosen común con la aventura de Juan Pujolo con la inmensa mayoría de los casosprotagonizados por agentes dobles.Nada de lo que le ocurrió a SamirMayed Ahmed parece tener sentido, nipara el propio palestino que se veimplicado, sin buscarlo, en un doblejuego, ni para el israelí que intentacaptarle, convencido de que ninguno delos pasos que está dando le puede salir

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mal. Las historias de agentes doblestienen con frecuencia variasperspectivas con escasos puntos encomún. Es como si los protagonistasinterpretasen en la misma películapapeles distintos y peculiares sin darsecuenta de que en el otro bando todo semira bajo un prisma diametralmenteopuesto. El presente caso requierecontar dos historias. Una presentará lavisión desde el lado judío, con BaruchCohen, y la otra reflejará los hechosdesde el punto de vista del palestinoSamir Mayed Ahmed.

Los atentados contra atletas judíosen Munich, el 5 de septiembre de 1972,durante la celebración de los JuegosOlímpicos, supusieron un golpe

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devastador contra los ciudadanos deIsrael. Retransmitido el suceso alinstante por las televisiones de todo elmundo, los terroristas del grupopalestino Septiembre Negro se hicierontristemente famosos. Como respuesta, laprimera ministra israelí Golda Meirpuso en marcha la «Operación Ira deDios», una venganza perfectamenteorganizada. Se trataba de eliminar atodos los organizadores de aquel ataquey a cualquiera que tuviera relación conSeptiembre Negro. El Mossad asumió latarea de brazo ejecutor. Todos susagentes, en cualquier lugar del mundo,debían buscar detalles sobre losresponsables y su paradero. Esainformación era enviada a unos

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comandos especiales encargados deejecutar los asesinatos. En estaoperación tuvo un protagonismoespecial la delegación en Bélgica,encargada de coordinar sus acciones entoda Europa occidental, donde susenemigos se movían con excesivalibertad.

Al frente de la estación en Bruselasestaba uno de los mejores agentes delMossad, Baruch Cohen. Debía conseguirinformación de calidad sobre los gruposterroristas y la única forma de hacerloera metiéndoles infiltrados. Paraconseguir la colaboración de lospalestinos no encontró otro método queno fuera la presión, puesvoluntariamente casi ninguno entraría en

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el doble juego de la traición.El Mossad disponía de una lista de

jóvenes palestinos que residían enEuropa y cuyas familias vivían en zonasde Palestina controladas por el ejércitoisraelí. Uno de ellos era Samir MayedAhmed. Su expediente decía que estabaestudiando la carrera de Medicina enEspaña, no Ciencias Políticas, comomuchos de sus compañeros. Su familiavivía en Cisjordania, lo cual haría másfácil su colaboración. No había sidodetenido nunca ni había militadoactivamente en grupos terroristas, lo queno quería decir que en la Universidad deSevilla, donde estudiaba, no se dedicaraa distribuir panfletos a favor del pueblopalestino y en contra de Israel.

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A principios de 1972 —unoscuantos meses antes del atentado enMunich—, Baruch Cohen dio el vistobueno para que sus compañeros enCisjordania activaran la operación paraconvertir a Samir en colaborador delMossad. Lo primero fue la visita de unoficial del Shin Bet —servicio secretointerior— a la casa de su familia, y allísometió a un chantaje explícito a lospadres y al hermano. El padre, que yahabía vivido mucho, detectó deinmediato las intenciones del agente. Elhermano soñaba con irse a estudiar alextranjero, para lo cual debían contarcon la imprescindible autorización delservicio de seguridad judío. Si queríanconseguirlo, tenían que colaborar. Según

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contó el agente, un amigo suyo enEspaña necesitaba un pequeño favor deSamir. Para ello solo les pedía que leescribieran una carta pidiéndole quecolaborara con la persona que leentregara la misiva. El padre accedió:carecía de otra alternativa.

La valija diplomática sirvió paraenviar desde Israel a la embajada enBélgica una carta a la atención deBaruch Cohen, quien tenía un pequeñocargo en la misma para disponer depasaporte diplomático por si era pilladoin fraganti en alguna misión. Con la cartaen su poder, el agente más importantedel Mossad en Europa envió untelegrama el 5 de julio de 1972 a Samirrogándole que le llamara. Cohen llevaba

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personalmente la captación depalestinos para infiltrarlos en gruposterroristas y viajaba por varios paísesde Europa para reunirse con loscandidatos. Esperaba poder encontrarsecon Samir unos días después, cuandopasara por Madrid. Así se lo comentócuando recibió la llamada al número deteléfono que le había especificado en eltelegrama, sin decirle quién era yaclarándole que tenía para él un mensajede su familia.

Samir acudió a la cita en el hotelLuz Palacio. Baruch lo analizó. Era unode los agentes más expertos del Mossaden interrogatorios de personas hostiles.En Israel había conseguido granprestigio por su efectividad para

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conseguir declaraciones de losdetenidos palestinos. De él se decía queera rápido, frío, capaz de obtener lainformación que buscaba en losinterrogatorios quebrando la voluntaddel detenido. Su actuación de ese día nodebió de variar mucho respecto a otroscasos. Lo primero, amabilidad con eljoven palestino, a quien preguntó por suestancia en España y por su familia enCisjordania. Le demostró que conocíacada detalle de la vida de todos ellos,sus deseos, sueños y problemas. Noparó de hablar hasta que Samir, comotodos sus objetivos, le preguntó quiénera y qué quería. Entonces Baruch sesinceró sin agresividad: era un agentedel Mossad y necesitaba su ayuda.

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Después venía la historia de «muchosjóvenes como tú están haciendo muchodaño al pueblo palestino con esosatentados. Yo quiero ayudaros, peronecesito contar con tu colaboración, quepor supuesto será pagada y permitirá atu hermano estudiar en el extranjero y atus padres seguir viviendo contranquilidad en Cisjordania. Estoyseguro de que ellos están tan interesadoscomo yo en que tú me ayudes». Acontinuación sacó la carta, con una letraque el joven identificó sin problemas. Elcontenido era frío, pero en lascircunstancias en que la escribió supadre no se podía esperar otra cosa.Baruch vio la duda en la mirada deSamir, pero su experiencia le aconsejó

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tranquilidad: el joven estaba en el bote,colaboraría, seguro. No había queprecipitarse: a la fruta verde hay quedarle un poco de tranquilidad para quemadure y caiga sola del árbol.

Samir le pidió tiempo parapensárselo y se marchó de allí. Caminóde un lado a otro buscando una respuestaa sus dudas. Su familia estaba en peligropor su culpa y algo debía hacer. Al díasiguiente llamó al teléfono que le habíadado aquel judío que hablaba árabe conel mismo acento que sus compañeros deescuela y que dijo llamarse Euri Molo.Se encontraron en la cafetería del hotelZurbano. Baruch acertó en supronóstico, como siempre, pues conocíamuy bien a los jóvenes palestinos. Samir

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le dejó claro que lo hacía por su familiay por él mismo, que estaba harto devivir pobremente, por lo que quería quele pagara bien los trabajos que tendríaque realizar. Además le dijo que noquería dejar su firma en ningún papelque luego pudiera incriminarle comocolaborador de los judíos, a lo que elagente se negó en redondo. El palestinoaceptó, pero a cambio exigió a Euri quele firmara un recibo similar al que teníaque rubricar cada vez que cobraradinero. El pacto estaba sellado.

En los días posteriores se vieron envarias ocasiones. Baruch era un hombreque buscaba sus objetivos sin muchosmiramientos. Una vez captada la pieza,procedía lo más rápido posible. Le

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habló de infiltrarse en grupos terroristaspalestinos, para lo que le facilitó unaformación escueta, pero imprescindible:escribir con tinta simpática (invisible enun primer vistazo), detectarseguimientos y cosas así.

A continuación llegaron lasprimeras pruebas. Baruch necesitabaconfirmar la valentía de su topo y sucapacidad para moverse en situacionescomplicadas. Le pidió que acudiera aembajadas como la de Iraq y que lehiciera croquis del edificio por dentro.Más tarde le hizo entregar cartas endelegaciones de países árabes ymarcharse con rapidez. Samir obedeció,aunque el contenido de las misivas erapeor de lo que se imaginaba: amenazas

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de muerte anónimas.La tranquilidad con la que Baruch

iba madurando al chico se vio truncadapor la matanza de atletas judíos en losJuegos Olímpicos de Munich el 5 deseptiembre. El Mossad necesitabaurgentemente información y había quepisar el acelerador. En una reuniónposterior el agente judío le informó deque deseaba que hiciera una pausa ensus estudios de Medicina y se trasladaraal Líbano. Samir se lo pensó y aceptó.Antes del viaje, no obstante, le esperabauna sorpresa aún mayor: Baruch leofreció una misión que debía cumplirantes de comenzar su infiltración. Setrataba de asesinar a un hombre, cuyaidentidad le desvelaría en su momento.

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El experto agente del Mossad creía veren su pupilo a alguien capaz de haceralgo así. Era 19 de noviembre y en losmeses que habían pasado había notadoel cambio favorable experimentado porel joven palestino.

El 24 de enero de 1973, en un hotelde los muchos que frecuentaba el israelí,un hombre que también debía depertenecer al servicio secreto judío leentregó a Samir una pistola y una caja debalas. Baruch le citó para el día 26 deenero en la cafetería Manila, de la callede José Antonio, para concretar losdetalles. Le recomendó que no llevara elarma y la dejara escondida en su hotel.

La cita tuvo lugar a la hora deldesayuno. Algo no iba bien y Baruch lo

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notó. Sentía presencias extrañas, ycuando llegó Samir se lo comentó. Eramejor irse, así que salieronprecipitadamente a la calle. Caminaronpor separado, hasta que Baruch pusocara de sorpresa: vio cómo Samirsacaba la pistola que le habíanentregado y descerrajaba tres tiroscontra él, dos de los cuales le dieron delleno. ¿Cómo había sido posible? ¿Enqué se había equivocado? ¿Por qué lehabía traicionado? El mejor agente delMossad en Europa nunca llegó adescubrir las respuestas a esas preguntasporque no tardó en morir, aunque lapuntería de Samir demostró ser pésima,pues la tercera bala impactó contra unviandante que pasaba por casualidad por

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allí. Nadie supo lo que había ocurridoen realidad. Oficialmente un empresarioisraelí —esa era la tapadera de Cohen— había sido asesinado en el centro deMadrid. En Israel, Baruch Cohen fueenterrado con todos los honores, inclusomencionando, lo que no suele serhabitual, su pertenencia al Mossad. ParaIsrael fue la historia de un topo traidor.Sin embargo, para Palestina fue la de undoble agente...

La historia que se vivió desde elotro lado, la de Samir Mayed Ahmed,fue bastante distinta. Las imágenesnecesarias para comprender lo que pasónos remontarían necesariamente a 1967,cinco años antes de que Baruch Cohenentrara a saco en su vida convencido de

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que no le iba a suponer mucho esfuerzometer al pájaro en la jaula. Ese añoSamir estaba estudiando CienciasPolíticas en Alemania. Como la mayorparte de los universitarios palestinos,llevaba una vida intensa en la que ladefensa de su causa ocupaba una granparte de su tiempo. Su deseo eraparticipar lo más activamente posible enla defensa de su pueblo. Unos mesesantes de acabar el curso le ofrecieron laposibilidad de acudir a un campo deentrenamiento de Al-Fatah en Argelia yno lo dudó. Fue un verano con muchoejercicio, prácticas de tiro y nuevasamistades. Al finalizar decidió encauzarsu vida por otro camino y trasladarse avivir a Sevilla, ciudad en la que

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comenzaría a estudiar la carrera quesiempre había soñado: Medicina. EnEspaña se encontró mucho mejor que enAlemania. Sevilla era mucho másparecida a su ambiente que cualquierade las ciudades alemanas donde habíavivido. Además, podía hacerproselitismo con más facilidad ydespertando muchas más simpatías.

A principios de 1969 su trabajo enel movimiento palestino habíadespertado la atención de sus máximosdirigentes. Un miembro del ComitéEjecutivo de los Estudiantes Palestinosque acudió de visita a España le ofrecióinvolucrarse más en las actividades.Samir aceptó encantado. Unos mesesdespués le enviaron unos billetes para

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que viajara a El Cairo. No sabía paraqué viajaba ni con quién iba a reunirse,pero había dado un paso adelante en sucompromiso personal y nada de eso lepreocupaba. Una vez allí, se reunió conAbu Iyad, uno de los miembros demayor confianza de Yasir Arafat en laOLP (Organización para la Liberaciónde Palestina), al que se acusaba denumerosos asesinatos. Samir sintió queestaba delante de una persona especialcon la que nunca habría soñado llegar areunirse. Abu Iyad estaba creando elservicio secreto palestino, unaorganización clandestina destinada ahacer frente a las amenazas,infiltraciones, agresiones y ataquesprocedentes de Israel y de algunos otros

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países. Necesitaban hombres fieles alcien por cien para tener garantías detriunfo, hombres que se movieran concierta libertad entre las comunidadespalestinas para detectar a los traidores,hombres capaces de obtener informacióncuando fuera preciso sobre cualquierenemigo que pusiera en peligro su causa.

Samir aceptó encantado. Era unhonor para él y más cuando la invitaciónprocedía del luchador por la causapalestina que tanto admiraba. Formadomilitarmente en un curso de guerrillas enArgelia, aprendió algunas técnicasimprescindibles para la guerra secreta.Le explicaron cómo actuaba el Mossad,le hicieron seguir los movimientos de unsupuesto sospechoso sin ser detectado y

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le enseñaron a ser precavido y adescubrir si alguien le estaba vigilandoa él. Cuando concluyó, pocas semanasdespués, Samir se había convertido enun agente del servicio de información yseguridad de la Organización para laLiberación de Palestina, algo que nadiedebía saber, ni sus más íntimos amigosen España.

El joven regresó a Sevilla, siguióacudiendo con normalidad a sus clasesde Medicina y retomó sus actividadeshabituales a favor de la causa palestina.Solo que ahora, además, recolectabainformación personal sobre losintegrantes del movimiento palestino yla depositaba en buzones tapadera delservicio secreto de Abu Iyad. Nada

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conocía de todo esto Baruch Cohen, elgran jefe del Mossad en Europa, cuandodio el visto bueno a la operación paracaptarlo y convertirle en un infiltrado enlos grupos terroristas palestinos.Tampoco sabían nada sus padres ni suhermano cuando recibieron en sumodesta casa de Cisjordania la visita deun prepotente agente del Shin Bet queles chantajeó para conseguir que leescribieran una carta.

El efecto que produjo en Samir lallegada del telegrama urgente consiguióel impacto pretendido, pero no por loque Baruch pensó. El joven palestinointerpretó que era una alerta del serviciosecreto de la OLP, por lo que en cuantocayó en sus manos lo primero que hizo

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fue llamar al número de teléfono que leponían. Al escuchar la voz de Baruch,que hablaba con un acento palestino quele era familiar, no intentó hacerpreguntas que no debía por teléfono yaceptó sin rechistar acudir a Madridpara reunirse con su interlocutor. Lo quepara Baruch era un signo de debilidad,en realidad era todo lo contrario.

El 6 de julio de 1972 Samir llegótranquilo a la reunión del hotel LuzPalacio y se encontró con Baruch.Educado en la discreción, no tomó lainiciativa en la conversación ni lepreguntó por ninguno de sus amigos delservicio secreto. Esperó pacientementea que le informara de lo que Abu Iyadrequería de él. Palabra tras palabra de

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su interlocutor empezó a darse cuenta deque esa reunión no era lo que seimaginaba y que el tal Euri Molo no erapalestino. Posiblemente entró en crisisinterna al escuchar de un hombre, queempezaba a sospechar perteneciente alMossad, cómo fueron a visitar a sufamilia y cómo sibilinamente le advirtióde que si no colaboraba sus seres másqueridos lo podían pasar mal. Un jovennormal habría sentido pánico, comoesperaba el agente israelí. Pánico por él,por sus padres, por su hermano... Laimpotencia le habría desbordado yquizás hasta se habría puesto agresivocon Baruch. Sin embargo, la preparaciónque había recibido en Egipto le sirviópara controlarse, seguirle el juego, pero

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no demasiado, y pedirle veinticuatrohoras antes de contestar. SeguramenteCohen sintió que la pieza era suya y queen unas horas podría marcar otra muescaen su revólver, pero se equivocaba:quería convertir en topo a un espíapalestino.

Samir empezó a caminar de un sitiopara otro. Necesitaba ponerse encontacto con su servicio, pero sin quelos agentes del Mossad, queprobablemente le estaban siguiendo —no era así—, descubrieran el contenidode la llamada. Tardó varias horas ensentirse alejado de miradasescrutadoras. Se acercó a una pensión enla que había vivido tiempo atrás, entrópara saludar a la dueña y le pidió

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utilizar el teléfono. Llamó al número decontacto del servicio secreto de la OLPpara asuntos urgentes. Con todas lasprecauciones exigibles en el contenidodel lenguaje, explicó genéricamente lasituación en que se había visto metido.La respuesta que obtuvo fue breve yclara, la de un consumado experto:«Acepta».

Así lo hizo al día siguiente, en lacéntrica cafetería Nebraska Puso esacara de aceptación forzada que esperabasu interlocutor y, para no decepcionarle,no tardó en pedirle dinero a cambio decualquier ayuda que le prestara. Era lamuestra de que carecía de ideales y sulealtad estaba a la venta. Para que lavictoria no fuera tan aplastante, se negó

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a firmar papeles que en el futuropudieran incriminarle y probar anteotros palestinos su traición. ComoBaruch no lo permitió, le echó unórdago: aceptaría si a cambio él lefirmaba otro documento en el quereconocía haberle pagado la cantidad depesetas que fuera. Para el agente delMossad fue un gesto feo de Samir, peroaceptó. No pensó en ningún momentoque ese documento pudiera incriminarleen nada, puesto que un joven palestinoen un país extranjero, sin patria, nopodía hacer nada contra él, el influyentejefe del Mossad en Europa. Un excesode confianza que terminaría pagandocaro.

Samir comenzó a superar las

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pruebas que Baruch le iba colocandopara comprobar si era capaz de afrontarla misión que tenía pensada para él. Elservicio secreto palestino le animó aseguirle la corriente. Por un lado,querían saber cuál era el objetivo queperseguía el Mossad con la captación deSamir. Y, por otro, deseaban identificaral agente israelí y, si era posible, aalgunos de sus colaboradores. Para todoello necesitaban tiempo y le pidieron aSamir que actuara exactamente como loque era: un doble agente. Era una formaespecial de estar entre dos fuegos, puesel captador, el Mossad, desconocía quetrabajaba para el servicio secreto deAbu Iyad. Si lo hubieran sabido, seguroque habrían intentado captarle también,

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aunque la técnica habría tenido que sermucho más depurada

Samir pasó los exámenes que lepuso Baruch con más soltura de laesperada. Había recibido entrenamientoal respecto tanto en Argelia como enEgipto. Sin duda debió de simular queestaba peor preparado, pero laresolución al dibujar planos deembajadas y entregar amenazas demuerte a delegaciones árabes fueron másexitosas de lo que nadie podría haberesperado.

Si se movía con tal soltura sinconocimientos técnicos, Baruch debióde pensar que con un pequeño curso seconvertiría en el perfecto infiltrado queandaba buscando. Le instruyó sobre

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cómo mandar cartas con tinta invisible,algunas técnicas de seguimiento o el usode buzones para intercambiar mensajescon su controlador cuando estuviera enzona hostil. Samir se había convertidoen uno de los pocos agentes de lahistoria que había recibido formación enespionaje por parte de la OLP y elMossad.

El paso de los meses permitiódescubrir al servicio secreto de la OLPla identidad del agente israelí que habíacaptado a Samir. Y también su misión:tras el secuestro de los atletas israelíesen los Juegos Olímpicos de Munich y laposterior refriega a tiros y granadas quese llevó la vida de los deportistas y delos terroristas, Israel había iniciado la

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venganza contra el movimientoSeptiembre Negro. El servicio secretode Abu Iyad ya había constatado que elMossad había comenzado su peculiarvenganza en Europa matando a algunosimplicados, hubieran colaboradodirectamente o no en el atentado.

En octubre de 1972, un mesdespués de los hechos en Alemania,Abdul Wael Zuwaiter, un artista quellevaba mucho tiempo en Europa,representante oficial de la OLP en Italia,fue tiroteado en el ascensor de su casaen Roma. En las siguientes semanascartas bomba llegaron a miembros de laOLP en Bonn, Copenhague, Estocolmo yotras ciudades en el norte de África,aunque no causaron víctimas mortales.

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El 8 de diciembre el atentado fue muchomás técnico y preparado. El delegado dela OLP en París, Mahmoud Hamchari,perdió la vida al explotarle una bombaescondida en su escritorio y activadapor control remoto.

Septiembre Negro había sido unacreación del servicio secreto palestinodentro de su estrategia de lucha contraIsrael. Sabían perfectamente que tras lamasacre de Munich el Mossad habíaconseguido la ayuda de los servicios deinteligencia europeos para proceder a suvenganza. Lo que no podían imaginarcuando Samir les contó que un espíaisraelí intentaba captarle es que fueraBaruch Cohen en persona, el jefemáximo para Europa y al que acusaban

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de conseguir la información para losasesinatos de su gente. El destino leshabía puesto en bandeja la posibilidadde golpear a uno de sus peoresenemigos. En noviembre, la direccióndel servicio pidió a Samir que sedesplazara a Beirut para reunirse conAbu Iyad. Algo importante pasaba paraque el lugarteniente de Yasir Arafatquisiera verle en persona.

El 15 de diciembre, una semanadespués de la muerte de Hamchari enParís, Abu Iyad habló con el jovenpalestino y, según recoge el tambiénespía palestino Samir Eissa en susmemorias, tituladas Mi guerra contra elMossad (escritas por el periodistaFrancisco Medina), le dijo: «Yo no te

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voy a mentir. No puedo proteger a tuspadres si toman represalias contra ellospor cualquier acción que tú hagas o quelos sionistas piensen que has hecho. Loúnico que puedo garantizarte es que lesmantendremos económicamente, porquequizás prohíban a tu padre trabajar o a tuhermano salir de Palestina o, lo quecomo sabes no es infrecuente, entrar entu casa y destruirla. No creo, sinembargo, que ni siquiera ellos seatrevan a hacerles daño físico, porque túeres mayor de edad y ellos no son yaresponsables de tu acción». Lo que nocuenta Eissa en su impresionante relatoes que en ese momento le debió deencargar el asesinato de Cohen, elhombre que consideraban estaba al

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frente de los ataques contra lospalestinos en Europa. Algo que lahistoria ha demostrado ser falso, pues elservicio secreto israelí había montadoun equipo de especialistas para ejecutarlos asesinatos, y su información lesllegaba directamente desde la sede delMossad, a partir de diversas fuentes,entre las que sin duda tenía unaimportancia especial Baruch Cohen,pero sin ser el responsable máximo.

A su regreso de Beirut a Samir leesperaba un telegrama de su controladordel Mossad. Si el espionaje israelíhubiera puesto más empeño en controlara los jóvenes palestinos a los quecaptaba quizás habrían descubierto elviaje al Líbano y habrían podido

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sospechar que Samir no era tan trigolimpio como sospechaban. Pero no lohicieron.

Antes de la Nochebuena, los dos sereunieron, y Baruch le felicitó por elbuen trabajo que había hecho en losanteriores encargos. Le entregó dinero,como en cada ocasión que se veían, y leanunció cuál era la misión que esperabaque cumpliera: irse al Líbano parainfiltrarse en Septiembre Negro. Comollegaban las Navidades, debíaencargarse de gestionar con rapidez ladocumentación necesaria para entrar enel país. En enero le llamaría para darlelos últimos detalles.

El 24 de enero de 1973 sereunieron otra vez y le fue entregada la

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pistola para que llevara a cabo unasesinato en España antes de emprenderel viaje. Querían tenerle lo más atadoposible, aunque también era probableque quisieran probarle para ver hastadónde era capaz de llegar.

El 26 de enero Samir disparó supistola contra Baruch, llevando a cabola venganza del servicio secretopalestino contra uno de sus grandesenemigos. Al día siguiente, SeptiembreNegro reivindicó el asesinato comovenganza por las muertes en Europa delos delegados de la OLP Abdul WaelZuwaiter y Mahmoud Hamchari,matizando que habían tomado «enconsideración la actitud de amistad deEspaña con la causa árabe, pero las

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repetidas acciones israelíes nos hanobligado a llevar a cabo la sentenciacontra el agente israelí en Madrid».

En Israel, saltándose la costumbrehabitual, reconocieron que el fallecidoera uno de sus mejores agentes ypusieron precio a la cabeza de Samir.No lo contaron, pero del estudio delexpediente abierto quedaba claro que lavaloración de su agente sobre Samirhabía sido, como mínimo, precipitada.Consideraron que lo más probable eraque presionado por la situación pidieraayuda y sus amigos le animaran a acabarcon la vida de Baruch. Tiempo despuésdescubrieron que en realidad Samir eraun espía palestino antes de que Baruchintentara captarle.

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Nunca se ha vuelto a saber nada deél. Samir Mayed Ahmed vive desdeentonces en la clandestinidad, intentandoque no le pille la bala que los agentesdel Mossad tienen guardada para él. Seragente doble y haber ganado la partidaal servicio secreto israelí tiene esosriesgos.

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13. Los problemas delhomosexual AlfredRedl en tiempos deintolerancia

Chantajear a Samir fue para el Mossaduna misión aparentemente sencilla: unchico que creían débil frente a unaorganización poderosa capaz decualquier acción para conseguir susobjetivos. Aunque, como hemos visto, loque parece fácil en espionaje muchasveces es lo más complicado.

Uno de los chantajes más famosos

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del espionaje, con inmensasrepercusiones en la historia de Europa,ocurrió a principios del siglo xx y tuvocomo protagonista a uno de los militaresmejor considerados del Imperio Austro-Húngaro, en la época en que eraemperador Francisco José, másrecordado con frecuencia por ser elesposo de la bella y enigmática Sissi.

Alfred Redl era un joven de familiahumilde, con un padre trabajadorempeñado en preparar a su numerosaprole para desempeñar puestos derelevancia a los que él no había tenidoacceso. Alfred quería ser militar y a losdiecisiete años entró en una academia,primer eslabón de una carrera dura yexitosa que le llevó a ir conquistando

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todos y cada uno de sus objetivos.Deseaba triunfar en el ámbito castrense,pero esa obsesión nunca le impidiódisfrutar de lleno de los placeres que leofrecía la vida fuera de los cuarteles.Estiraba su sueldo comedido paracompartir con frecuencia unas copas consus amigos y, como ellos, conseguir lacompañía de preciosas mujeres. Suscompañeros le considerabanprofesionalmente un buen oficial ypersonalmente un gran tipo, divertido yjovial. No era rico de familia, comootros, por lo que debía cuidar más susgastos. Este no parecía ser un problemagrave, excepto cuando daba riendasuelta a su pasión por los chicos. Nadielo sabía y, en aquellos años, nadie debía

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saberlo. Ser homosexual suponía unadeshonra y más si se era militar. Nodebía haber homosexuales en el ejército,y si se descubría a alguno con esatendencia, se le expulsaba despojándolede todos los honores. Por eso Redlmantenía viva la llama de que legustaban las mujeres, se acostaba conellas y hablaba de chicas como lo hacíanel resto de sus compañeros. Todo erauna pura pantomima.

Siguió una carrera impecable desdeque en 1883 obtuvo el título de cadete.Once años después se graduó con unamención especial en el curso de EstadoMayor. Nadie le reprochó en todos esosaños su tendencia sexual. Viajó paraocupar destinos de una ciudad a otra,

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siempre manteniendo la imagen desoltero de oro para las chicas queacudían a las fiestas y bailes de lalocalidad. Y así habría podidomantenerse durante años y años, quizástoda la vida, si no hubiera sido porqueentró en el mundo diabólico delespionaje.

En el año 1900 su vida dio un giroal ser aceptado en la Oficina deEvidencias, encargada delcontraespionaje, un servicio secretoencuadrado en las fuerzas armadas. Fuedestinado a la sección encargada deRusia tras haber realizado el añoanterior un curso de ruso. Alfredcomenzó a saber más que nadie sobreese país. Le llegaban informaciones

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procedentes de diversas fuentes sobretodo lo relacionado con sus fuerzasmilitares y él comprobaba, analizaba yescribía posteriormente informes queiban a parar no solo al jefe del ejército,sino al propio emperador FranciscoJosé. La confianza de los altos mandosmilitares en Redl fue creciendo segúniba realizando análisis en los quemostraba su perspicacia y alertaba delos peligros que acechaban. A esto habíaque sumar su simpatía, don de gentes einteligencia, por lo que se ganó elrespeto de sus jefes.

El problema del contraespionaje esque lucha contra los servicios secretosde otros países que utilizan las mismasarmas del todo vale para hacerles frente.

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El suceso determinante en la trayectoriade Redl en aquel tiempo fue unaoperación en Viena de la Okhrana, elservicio secreto zarista, con el objetivode infiltrarse en la Oficina deEvidencias, y en concreto en la secciónrusa. Para eso investigaron a todos losagentes que trabajaban allí, con el fin deencontrar debilidades que pudieranexplotar. Este es el motivo por el quedesde hace varias décadas los procesosde selección en los servicios deinteligencia son tan exigentes. Tratan debuscar cualquier tipo de problema en lavida de los candidatos, porque sabenque esa misma investigación antes odespués la realizarán otros serviciossecretos. Sin embargo, hace un siglo ese

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tema estaba más relajado, y en el casodel capitán Alfred Redl había existidouna voluntad de ocultamiento del únicopunto sensible que presentaba: suhomosexualidad.

La Okhrana pasó casi dos años sinencontrar un pequeño agujero por dondemeter sus narices en la Oficina deEvidencias, hasta que un vulgarseguimiento del ya prestigioso Redl lesofreció en 1903 el diamante en bruto queestaban buscando: mantenía una relacióncon un suboficial del Regimiento deDragones. El agente de la Okhrana sabíaperfectamente, y así se lo recordó aRedl, que si mandaba una carta, por muyanónima que fuera, a los altos mandosdel ejército delatando esa relación, no

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solo le expulsarían sin honores, sino queincluso podría acabar en la cárcel.Alfred se vio cazado, sin posibilidad dedefensa. Había estado muchos añosengañando a todos los que le rodeabansobre sus inclinaciones sexuales y se diocuenta de que había sido un inocente alpensar que nunca le descubrirían. Paracolmo, satisfacer sus necesidadessexuales le había endeudado. No lequedaba otra alternativa que ponerse enmanos de los rusos. Listo como un zorroy sin muchos escrúpulos, decidió sacarpartido de la situación. Aceptaríaentregarles los secretos militares quepasaran por sus manos, pero tendríanque pagarle, y muy bien. El acuerdo fuetotal y cada parte delimitó perfectamente

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sus intereses.En los siguientes años el ya

comandante Redl se dedicó a informardetalladamente de las unidades,fortificaciones y planes de actuación delejército austro-húngaro. Lo hizo con taldiscreción, facilitada por la plenaconfianza que tenían depositada susmandos en él, que la información fluyóen grandes cantidades y con ciertarapidez. También les filtró informaciónsobre el servicio secreto alemán, con elque mantenían muy buenas relacioneslos austriacos, precisamente al contrarioque los rusos.

Redl no sintió excesivosremordimientos de conciencia por sucambio de bando —lo que no suele ser

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corriente—, porque la nueva situación lepermitió, por primera vez en muchotiempo, saldar deudas acumuladas ydisfrutar con más frecuencia de lacompañía de jóvenes. Listo como era, seanticipó a las sospechas que podríalevantar su nuevo estado financiero ydejó caer en los lugares y a las personasadecuadas que había recibido unacuantiosa herencia. Su prestigio militarimpidió que nadie dudara de su palabra.

Los primeros problemas gravestardaron en llegar un año. En 1904 uninformante de Varsovia, que algunosidentificaron como un militar inglés dealta graduación, avisó a un delegado dela Oficina de Evidencias de que losrusos disponían de información de

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enorme valía sobre el ejército deFrancisco José y que todos esos datosestaban siendo filtrados por altosmandos militares traidores. No se diopábulo a lo que calificaron como rumor,pero el servicio secreto austro-húngarodecidió abrir una investigación. Paraobtener las mejores conclusionesencargaron la labor a su granespecialista en Rusia, el comandanteAlfred Redl. El homosexual chantajeadopor los rusos aseguró que cazaría a lostraidores para que pagaran por sufechoría y convirtió el éxito de laresolución del caso en un asuntopersonal. Utilizó un argumento habitualen investigaciones internas de losservicios de inteligencia cuando

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sospechan que el enemigo les ha metidoun topo: no hacer público el desarrollode la investigación y limitar al máximoel número de personas que participan.Redl llegó al extremo de personalizartanto la investigación que hasta lasgestiones las realizaba él mismo, comosi no se fiara de nadie. Los otros mandoslo consideraban una apuesta demasiadoarriesgada, pues si le salía mal pondríafin a su carrera. Ninguno sabía que eltopo era él.

Salía y entraba sin darexplicaciones a nadie. Pedía informesde agentes y se reunía con suscolaboradores sin dar ninguna pistasobre lo que se traía entre manos. Undía, cuando sus colaboradores

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empezaban a estar hartos de suproceder, desapareció y estuvo unosdías en paradero desconocido. Despuésregresó y no tardó mucho en presentarseen el despacho de su jefe y facilitarlelos nombres de los tres mandos militarestraidores. El primero, el coronel deIntendencia Sigmund Hekailo, consiguióescapar antes de ser detenido, aunqueconsiguieron hacerle regresar yreconoció su traición. Los otros dos, elcomandante Von Wienkowski y elcapitán Alexander Acht, negaronfervorosamente trabajar para Rusia. Ahífue cuando Redl dejó anonadados a susmandos y compañeros del serviciosecreto: presentó cartas manuscritas delos dos hombres en las que pasaban

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información al enemigo ruso.Obviamente, se negó a explicar cómolas había conseguido, pero todospensaron que tenía a su vez un topo en laOkhrana.

Lo que pasó en realidad fue que elservicio secreto ruso se había puesto atrabajar para el mejor agente que teníaninfiltrado en la Oficina de Evidencias.Redl apostó fuerte: el informante deVarsovia le había dejado en evidencia,así que si querían que siguierainformándoles y, aún más, si deseabanque esa información fuera cada vezmejor, era imprescindible evitar sudetención y que además adquiriera elmayor prestigio posible como cazadorde espías rusos, lo que contribuiría a

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futuros ascensos. Para conseguir elefecto deseado, era imprescindible darun gran golpe. Nada de entregar a uno delos topos que tenían en el ejércitoaustro-húngaro. Había que entregar trespeones. Él se encargaría en el futuro deque otros topos ocuparan el puesto delos detenidos. Redl salió ampliamentereforzado de esta maniobra traicionera.Nadie sabía cómo había descubierto alos traidores, pero todos estaban deacuerdo en que era el mejor cazador deespías del Imperio Austro-Húngaro y elpeor enemigo imaginable para los rusos.Desde ese momento la fama leprecedería y nunca abandonaría eltrabajo del espionaje, al margen de quela carrera militar le obligara a cambiar

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de destino para poder ascender, lo quedesde ese momento empezó a hacer deuna forma más rápida que cualquiera desus compañeros.

Libre de toda sospecha, siguióentregando los planes del ejércitoaustro-húngaro, sin intermediarios, alagregado militar de la embajada rusa. Lahistoria habla de Redl como un hombrelisto, aunque analizadas las medidaspara evitar que le descubrieran con laperspectiva del siglo xxi, no se entiendecómo no le cazaron en esos años. Unalto mando militar austro-húngaro que sereunía periódicamente con el agregadomilitar ruso para intercambiardocumentos no generaba precisamenteuna situación segura. Sobre todo porque

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esas reuniones duraron muchos años ylos dos primeros controladores quetuvo, el barón de Roop y el coronelMitrofan Martschenko, fueronexpulsados por ser descubiertosrealizando labores de espionaje.

Tras una primera fase en la queentregó todos los documentos secretosque pudo de su propio ejército, Redlpasó a manipular la información que laOficina de Evidencias almacenaba sobrelas fuerzas armadas rusas. Hizo quedesaparecieran papeles, no dabaimportancia a informaciones quehablaban de la creación de nuevasunidades y tachaba de manipulacionesque no se debían tener en cuenta losplanes de movilización de las fuerzas

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rusas. En resumen, hizo que lainformación almacenada sobre elejército ruso no tuviera nada que ver conla realidad. Todo gracias a que segúnpasaban los años había ido ascendiendoen el servicio secreto y su credibilidadseguía intacta. Además, se habíaconvertido en lo más parecido a unaristócrata gracias a que el abundantedinero que le entregaban los rusos ledaba para vivir en una gran casa de lujo,conducir dos coches, montar varioscaballos y disfrutar con frecuencia de lacompañía de jóvenes (los únicos con losque no se dejaba ver en los restaurantesde lujo que frecuentaba).

Una vez que consiguió que todos secreyeran que su riqueza procedía de una

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herencia y que sus galanteos con mujeresestupendas le convertían en un ligóneterno incapaz de vivir con una sola, nohabía cabos sueltos en su doble vida.Era cínico y suave, taciturno y consentido del deber. Nunca quiso vivir dela gloria pasada, por lo queperiódicamente actuaba sin piedadcontra todos aquellos que colaborabancon el enemigo ruso. Lo hacía gracias aque la Okhrana —para acrecentar elprestigio de su topo— le entregaba a losinfiltrados que les daban problemas ocuyas informaciones no eran muydestacadas. Cuando alguno de losagentes que enviaba a infiltrarse enRusia era descubierto, ponía cara desufrimiento para ocultar al espía sin

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escrúpulos en que se había convertido,cuya verdadera dimensión muy pocosconocían: enviaba a la muerte a muchosagentes a los que él mismo delataba. Unjuego brillante por lo difícil dedesenmascarar, aunque tremendamentesucio.

La situación política era cada añoque pasaba más complicada para elImperio Austro-Húngaro. La enemistadcon Rusia y también con Serbia hacíaque la perspectiva de una guerra fueracada vez más probable en 1910. Lospaíses comenzaban a prepararse y lomás urgente en esos momentos eraadquirir la mejor y mayor informaciónposible sobre el enemigo.

Alfred Redl llegó a ser el máximo

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responsable de la Oficina deEvidencias. Al mismo tiempo queocultaba el verdadero poder militar delos rusos había puesto en marchaagresivas operaciones tendentes adescubrir el espionaje enemigo en elpaís, como fue la orden de censurarcualquier carta sospechosa. Fue una desus últimas medidas al frente delservicio secreto, pues tenía queascender a coronel y necesariamentedebía ir destinado a una unidad militarpara cumplir un tiempo de mando entropa y, posteriormente, poder regresaral servicio secreto. En 1912 fuenombrado jefe de Estado Mayor del VIIICuerpo del Ejército, con sede en Praga.

Para sustituirle consiguió que se

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quedara su delfín, el militar de sumáxima confianza Max Ronge, que nadasabía de los tratos sucios que Redlmantenía con la Okhrana, y que nodejaría de pasar información a suantiguo jefe aunque estuviera en unaunidad combatiente.

En abril de 1913 el servicio deinformación alemán alertó a sus colegasdel espionaje austro-húngaro de quehabían abierto una carta, dirigida a untal Nikon Nizetas, que luego habíandejado continuar hacia su destino enViena. El sobre procedía de Eydtkuhnen,una ciudad alemana hoy perteneciente aRusia, y contenía siete mil coronasaustriacas, una cantidad desorbitadapara enviarla por correo. El asunto no

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tardó en llegar a la mesa del directorRonge. Existían muchas posibilidadesde que fuera el pago a un infiltrado delespionaje ruso en Austria. Variosagentes acudieron a la central deCorreos en Viena, donde para sudesgracia nadie conocía al tal Nizetas.Por lo tanto, decidieron esperar a que eltipo fuera a recoger la carta. Enviaron ados hombres cuya única misión eraesperar en la trastienda a que elfuncionario que entregaba lacorrespondencia les informara de queNikon Nizetas había ido a tomarposesión de su pequeña fortuna. Losdías pasaron sin que nadie acudiera. Yaempezaban a desesperarse, cuando aúltima hora del 25 de mayo, a punto de

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cerrar, un señor bien vestido se acercó ala ventanilla, pidió el sobre y saliócorriendo. Los dos agentes fueron en supersecución, pero no lograron nialcanzarle ni identificarle. Ladesesperación inicial les movió a buscarel taxi que le había llevado y notardaron en encontrarlo. El dueño no fuecapaz de dar detalles para localizar aNikon Nizetas, pero les informó de quele había llevado hasta el hotel Klomser.En un vistazo rutinario al asiento traseroencontraron la funda de un abrecartas. Eltaxista recordó que el cliente al quebuscaban había abierto el sobre mientrasle llevaba al hotel, por lo que sin dudase le habría caído.

Los agentes se dirigieron al hotel y

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hablaron con el director. Era imposibledeterminar quién era el huésped que sehabía bajado de ese taxi en concreto,pero quizás podría buscar al dueño deesa pequeña funda. Cruzaron los dedospara que no se les escapara. Los dosagentes que no habían sido capaces depillarle en Correos al recoger la carta sequedaron helados cuando vieron cómoel director le enseñaba la funda a unhombre que reconocía que era suya.Estaban sentados en la recepción delhotel y no fueron capaces de moverse.No podía ser cierto: el dueño de lafunda del abrecartas era alguien a quienconocían perfectamente, pues había sidosu director durante años. Se trataba delcoronel Alfred Redl. No hicieron nada e

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informaron al jefe de la operación, que asu vez le contó personalmente eldescubrimiento al jefe de la Oficina deEvidencias, Ronge. El asunto acababade superar la competencia del serviciosecreto y había adquirido unatrascendencia especial. Las pruebas eranclaras y las confirmaciones posterioresno dejaban lugar a dudas. Así queRonge, la mano derecha de Redl, tuvoque acudir a contárselo al generalConrad von Hoetzendorf, jefe supremodel ejército austriaco. Nikon Nizetasera, nada más y nada menos, que elhombre que había estado más de diezaños persiguiendo supuestamente a losrusos. Los nervios se apoderaron deHoetzendorf, quien debía tomar la

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decisión sobre los pasos a dar. No lecabía ninguna duda de que en realidadRedl había dedicado todos esos años detrabajo en la Oficina de Evidencias aproteger los intereses de los rusos y avaciar las arcas de los secretos delImperio Austro-Húngaro. Era imposibleimaginar un desastre similar. Siordenaba la detención, sería imposibleguardar el secreto sobre la traición delcoronel y el terrible daño, difícilmentereparable, que había producido a losintereses del imperio. Tendría que serllevado a prisión, interrogado durantedías y días por militares del serviciosecreto, entregado a un juez para quecon abogado y fiscal se determinara suculpabilidad y finalmente sería

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condenado a muerte. Todo ese procesosería un mero trámite, pues no existía lamenor duda de su culpabilidad. Almismo tiempo se celebraría un juiciopopular, inducido por las informacionesque publicara la prensa, en el que todoel servicio secreto, el ejército y hasta elemperador quedarían en cuestión antetan grave error: Redl había traicionadoal país impunemente sin que nadiesospechara de él. Eso, además, pondríaen evidencia al sector austriaco delimperio frente al grupo húngaro, queaprovecharía la circunstancia para pedirsu cabeza y la de otros altos mandos porla inutilidad que habían mostrado en elcaso.

El general Hoetzendorf tomó una

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decisión arriesgada, la que creyó queharía menos daño al país, dado que yaera imposible evitar el que había hechoRedl. El máximo mandatario del ejércitono llegaba a entender qué podía haberllevado al prestigioso coronel, quellevaba una vida digna y placentera, conacceso a todo lo que quería, a traicionara su patria convirtiéndose en un dobleagente. El jefe del ejército reunió acuatro altos mandos militares y lesmostró su visión del problema. Eranecesario que el coronel Redl pagarapor su traición inmediatamente, sin queinterviniera la policía ni los tribunales,que le llevarían a la misma condena,pero mucho tiempo después. A loscuatro, entre los que estaba el jefe del

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servicio secreto e íntimo amigo deltraidor, Max Ronge, les explicó quehabía que actuar con celeridad ennombre del emperador, de Austria y delejército para limitar al máximo el dañoque les habían infligido los rusos.

El comité se trasladóinmediatamente al hotel donde residíaRedl, que en ese momento estaba en suhabitación. Les abrió la puerta y notaronque ya sabía lo que pasaba. Juntandopiezas, se había dado cuenta de que lehabían descubierto. Tranquilo comoestaba de que nadie sospechaba su doblejuego, cuando identificó la funda delabrecartas que se había dejado en eltaxi, no pensó que era una trampa que leseñalaba como el hombre que había ido

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a recoger el sobre con el dinero, pero notardó mucho tiempo en darse cuenta,cuando detectó a los dos agentes de laOficina de Identificaciones. Podía haberhuido, pero no era eso lo que quería.Simplemente esperaría a que fueran adetenerle. Llegados a este punto, loscuatro altos mandos militares lepidieron una explicación para entendersu sucia actuación, y él, una vezdescubierto, no tuvo problemas enexplicárselo todo. Era homosexual, losrusos lo habían descubierto y tuvo queelegir entre convertirse en doble agentey llevar la vida que siempre habíasoñado, o ser expulsado del ejército contodos los deshonores y malvivir el restode sus días entre los más

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desfavorecidos. Contó sin entrar enmuchos detalles que había filtrado a losrusos toda la información que habíapasado por sus manos y la que habíapodido conseguir. Con el dolor que dareconocer la traición, les explicó quehabía entregado a numerososcompañeros que en los más de diez añosque había estado trabajando en elservicio secreto habían intentado robarinformación en Rusia.

Era de madrugada cuando loscuatro jefes que habían ido a verle a suhabitación le explicaron que erapreferible una muerte con honor que otracon humillaciones. Redl no puso pegas ypidió que le entregaran un arma, pues nollevaba la suya. Ronge y los otros tres

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militares abandonaron la habitación yesperaron un rato en recepción. Despuéshicieron subir a uno de sus hombres paraconfirmar el fallecimiento.

Dejaron el caso del suicidio enmanos de la policía y actuaron conrapidez para evitar que las pruebas de latraición cayeran en manos extrañas. Dosde ellos, acompañados de un tercermilitar, se desplazaron a la casa dePraga donde había vivido Redl. Cuandollegaron con las llaves del propiocoronel, entraron y se encontraron connumerosos cajones que estaban cerradosy era imposible abrir. Llamaron a uncerrajero, que jugaba en un equipo defútbol y ese día, domingo, tenía partido.Le apretaron las tuercas para que lo

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dejara y acudiera de urgencia. En su«limpieza» encontraron numerososdocumentos que no debían estar allí ymuchas pruebas de la traición. Dirigidospor el general Hoetzendorf, actuaron conrapidez para explicar el suicidio de unprestigioso coronel. Contaron a losmedios de comunicación que llevaba untiempo con problemas mentales, que lehabían descontrolado hasta el punto depegarse un tiro. Le estaban preparandounos funerales acordes con su brillantecarrera.

La cúpula militar respiró: habíanconseguido controlar el fuego de laopinión pública, los rusos nosospecharían que se habían enterado deldoble juego de Redl y ellos se podían

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dedicar a tapar el boquete que les habíaabierto el traidor. Orgullosos de lacortina de humo que habían corridosobre los acontecimientos, unacasualidad dio al traste con todo. Elcerrajero que abrió los cajones de lavivienda de Redl fue al día siguiente ajustificarse ante el capitán de su equipopor la ausencia. Habían perdido por suculpa, y su capitán, un periodista de undiario de Praga, estaba muy enfadado.Le contó que le habían obligado a acudira casa del coronel Redl, donde variosaltos mandos llegados de Viena y unmiembro destacado del regimientoencontraron numerosos documentos queprobaban que era un espía. El cerrajerolo sabía porque ninguno de los tres

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militares se cortó a la hora de hacercomentarios sobre los papeles. Elperiodista se dio cuenta de laimportancia de la noticia y, con lasdebidas precauciones para evitar que lacensura cayera sobre él, publicóprudentemente los datos necesarios paraque no le pasara nada y todo el mundodescubriera lo que había ocurrido.

El alto Estado Mayor austriacoparalizó los funerales de honor y tuvoque reconocer que Redl, el gran héroedel espionaje, era un agente doble alservicio de los rusos. Para desviar laatención lo máximo posible de suactuación intentando tapar el escándalo,sacaron todos los trapos sucios queencontraron sobre el coronel. En su

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carta de despedida explicando susuicidio pidió que no le hicieran unaautopsia, sin duda para que no sedescubriera el secreto que habíaintentado tapar toda su vida. Pero se lahicieron y entre las conclusionesapareció una: padecía una sífilis crónicaen estado muy avanzado.

El intento de encubrir la traiciónsupuso enormes problemas para elgobierno y los altos mandos militares.La investigación en la Oficina deEvidencias no pudo explicar con detalleen qué había consistido la traición, quédocumentos había entregado a los rusos,qué agentes habían sido traicionados...porque al incitarle al suicidio habíanrenunciado a un estudio detenido del

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daño que les había hecho, algo graveteniendo en cuenta que la I GuerraMundial comenzaría no mucho después.

El diputado Adalbert Sternbergdeclaró sobre el caso, cuando terminó laGran Guerra, algo que resumíaperfectamente los efectos devastadoresde la traición, una de las más graves dela historia: «Denunció a todos los espíasaustriacos en suelo ruso de los que tuvoconstancia. Redl entregó nuestrossecretos a los rusos y evitó que nosotrosconsiguiéramos los suyos medianteespías. Así, en 1914, austriacos yalemanes desconocíamos la existenciade hasta setenta y cinco divisiones rusas,lo que constituía más que el ejércitoaustro-húngaro al completo».

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Redl fue un gran agente doble.Empezó a actuar por chantaje aldescubrirse su homosexualidad, perosupo subirse al corcel que le ofrecían,poniendo por encima de la vida deamigos y compañeros su gusto pordisfrutar de buenos restaurantes, cochesde lujo y amantes jóvenes.

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14. George Blake, unespía prisionero enCorea que cambió debando en mitad de lastorturas

La década de 1950 estaba llegando a sufin. En la sede del MI6 tuvo lugar unaescena que no fue grabada por ningunacámara y que si lo hubiera sido habríasido borrada por carecer deimportancia. Solo con el paso de losaños, al situarla en un contextoadecuado, adquirió un significado

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sobrecogedor. En el primer piso, en unespacio recóndito al que no se llegabafácilmente por el intrincado pasillo,estaba situada la sección de Rusia. En laentrada, charlando con el encargado deseguridad, había un marino vestido deuniforme. Uno de los agentesresponsables de la lucha contra lossoviéticos, Desmond Bristow, pasó porallí y le preguntó qué hacía en esa zona,tal como cuenta él mismo en su libroJuego de topos:

«—Oh, solo me interesaba echarleun vistazo al departamento que tan bienlo está haciendo con nuestros amigosrusos —dijo, mientras trataba de entraren la oficina. Me puse frente a él.Entonces me dijo en la cara—: Acabo

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de regresar de Alemania y allí escuchénumerosos comentarios acerca deltrabajo que ustedes hacen aquí.

»—¿De veras? ¿Pero cuál es sunombre? —le pregunté una vez más.

»—Blake, George Blake —merespondió.

»—Bien, George, a menos queusted tenga una autorización, ya sabe adónde puede irse; estamos muyocupados y no apreciamos a losmerodeadores.

»Mientras giraba sobre sus talonespara marcharse, dijo:

»—Realmente ustedes no son muyamistosos.

»—No, no lo somos; ahoralárguese de aquí».

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Este pequeño enfrentamiento entreun hombre vestido de marino que sinduda colaboraba con el MI6 y el agenteBristow no habría pasado de un pequeñoencontronazo sin importancia entre unhombre curioso y otro celoso de laintimidad si no fuera porque treinta añosdespués, cuando Bristow escribió susmemorias, lo recordó para explicar quedobles agentes como George Blakellevaban a cabo agresivas acciones pararobar información que no les salíancomo esperaban. Nunca se escribió unanota corta de sospecha en su impolutoexpediente.

George Blake fue destinado aBerlín en 1955, donde permaneciócuatro años. Poco tiempo después de

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llegar se le encargó la relación con uncolaborador llamado «Mickey», que a élle conocía como «Max de Vries», denacionalidad holandesa. Mickey era unalemán que en realidad se llamaba HorstEitner. Trabajaba en las alcantarillas delEstado, de donde sacaba información ola fabricaba él mismo para vendérsela almejor postor. A veces era el KGB, otrasel MI6 e incluso los servicios secretosde cualquiera de las dos Alemanias. Eraun profesional de los trapicheos, delengaño... Mickey facilitaba informacióna Max de Vries sobre las actividades deespionaje en Alemania oriental y, almismo tiempo, atendía los encargos queinteresaban al MI6. Blake sabía queMickey era un profesional de la

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información, con una dilatadaexperiencia, que no se casaba con nadie.Él se limitaba a actuar como agente delMI6, sospechando que la mismainformación que le vendía se la pasabaal KGB, pero teniendo la certeza de quelos rusos nunca le delatarían ante gentecomo Mickey.

Eitner llevaba muchos añostratando con espías de todos los bandosy era muy complicado engañarle. Trasmuchos meses de contacto con Max deVries notó algo extraño y confirmó quejugaba en dos bandos. No dijo nada.Quienes se mueven por libre en eloscuro mundo del espionaje siempreguardan una bala en la recámara para lassituaciones más arriesgadas, cuando uno

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lo tiene todo perdido. Y eso hizo. En1960, cuando el doble agente GeorgeBlake había abandonado su destino enBerlín, Horst Eitner fue detenido por unaacusación de traición a los Aliadosvertida por su esposa. Fue la situacióntípica en la que acaban algunosvividores: una esposa celosa porque sumarido se pasa el día persiguiendo otrasfaldas; la esposa que sabe del doblejuego de su marido y le delata porvenganza para que pague lo que le hahecho; y el marido encarcelado que sacaa relucir la bala que lleva tiempoguardada en la recámara.

Eitner ofreció al servicio secretoinglés, que le había detenido conabsoluta discreción, una información a

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cambio de que le redujeran la pena:sabía a ciencia cierta que George Blakeles estaba traicionando. Era un dobleagente al servicio del KGB. Losinterrogadores ingleses anotaron ladenuncia. ¿Qué credibilidad podíanotorgar a un agente capaz de vender a sumadre para conseguir algo de dinero?¿Por qué acusaba a Blake de doblejuego con los rusos, cuando él era el queles había traicionado con el KGB? Laacusación se anotó en el expediente deBlake, pero nadie le vio un mínimo deseriedad como para abrir una pequeñainvestigación. ¿Qué les habría costadoenviar a unos cuantos agentes de ladivisión de contraespionaje paracontrastar esa lealtad? No lo hicieron.

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El doble agente siguió actuando sinbarreras.

En 1960, poco después de queMickey denunciara a George Blake, elservicio de contraespionaje inglésempezó a seguir el rastro a un grupo desospechosos en la base naval dePortland. Varias pistas señalaban quecinco personas al servicio del KGBestaban robando informacióntrascendental para la seguridadbritánica. Blake había sido destinado aBeirut y por aquellas cosas del destinole llegó el soplo de la investigación. Losservicios de inteligencia siemprepresumen de tener compartimentada lainformación para que los que trabajan enun despacho desconozcan lo que hacen

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los del más próximo. Como quedó aldescubierto en este caso y en otros yamencionados, esos compartimentos noeran tan estancos como deberían.

George Blake sospechó que susamigos soviéticos desconocían laredada que se estaba preparando yconsiguió urgentemente una cita con suenlace del KGB en la ciudad. Para sudesgracia, la celeridad del encuentrodisminuyó las medidas de precaución yun miembro del departamento deseguridad de la embajada británicadetectó la reunión. Los datos delencuentro llegaron a Londres. ¿Qué sehizo con ello? Nada. Blake era un agentesolvente, fuera de toda duda. Tampocose puso en marcha una investigación, a

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pesar de que recientemente había sidoacusado en Alemania de doble agente.El problema de seguridad que planeasobre un agente que lucha contra losrusos es que si le ven reunirse con unode ellos siempre puede alegar queintentaba captarle. Pero cuandoempiezan a producirse detalles que lehacen sospechoso y el servicio, en estecaso el MI6, no actúa, el error esmanifiesto, carece de justificaciónposible.

Unos meses después, a finales de1960, el jefe de la sección decontraespionaje del servicio secretopolaco, Michel Goleniewski, decidiódesertar a Alemania y ponerse en manosde la CIA. Como todos los que llevan a

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cabo esa complicada decisión, sabía quela calidad del tratamiento que recibieradependería de la cantidad deinformación que entregara. Goleniewskiiba preparado, con el zurrón lleno. Entrelos agentes que delató citó a un ingléscuyo nombre en clave era «Diamante».Aseguró que era un agente del MI6 quefacilitaba documentos de mucho nivel alKGB y que había estado destinado enBerlín. La CIA buscó en sus propiosarchivos y los datos apuntaban a GeorgeBlake, que en los años que estuvo en laciudad alemana hizo numerosos trabajospara ellos, dentro de la fraternidad CIA-MI6. Enviaron la información a susprimos ingleses, que contrastaron losdatos y llegaron a la conclusión de que

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Blake era un traidor. ¡Al fin! Después detantos indicios acusatorios decidieronque había que hacerle regresar deBeirut, donde llevaba destinado pocosmeses y a donde había ido en compañíade su mujer y de sus dos hijos.

El temor ahora era que sospecharaque le habían descubierto y huyera a laURSS. Nada sabía de la denuncia deMickey, desconocía que le habíanidentificado en un encuentro con sucontrolador soviético en Beirut eignoraba la deserción del jefe delespionaje polaco. Pero los soviéticospodrían haberle alertado. Blake recibióla notificación para que regresara aLondres, aunque especificándole que nocorría prisa y que se tomara el tiempo

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que sus asuntos requirieran. El dobleagente no se puso alerta, vio laoportunidad de tomarse unas vacacionesy regresó rápidamente. Fue detenidonada más pisar suelo inglés. La sorpresadel doble agente fue absoluta. Se vioencarcelado en aislamiento en abril de1961 y sometido a eternosinterrogatorios por Terence Lecky, unode los cazadores de traidores másprestigiosos en aquel momento. Laspreguntas de Lecky recorrieron toda lavida del topo, comenzando por suinfancia, una etapa de ella que abrió elcamino para que concluyerareconociendo su traición. Nacido enRotterdam, de madre holandesa y padrejudío de origen egipcio y nacionalizado

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inglés, vivió hasta los trece años en losPaíses Bajos. Después viajó a Egiptocon una hermana de su padre, que le hizoconocer la opulencia y el sibaritismoque no había catado por los problemaseconómicos de una familia en la que elpadre siempre estaba fuera en algunaguerra.

En 1939 regresó a Rotterdam consu madre y al año siguiente padeció lainvasión de Alemania. Fue detenido einternado en un campo de concentración,de donde se escapó. Ferviente antinazi,se unió a la Resistencia, con la quecombatió llevando correos de un lugar aotro en lo que sería su primer contactocon las tareas de inteligencia. En 1942su madre y su hermana consiguieron

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asentarse en Inglaterra y George decideunirse a ellas. Para poder llegar a lasislas tuvo que atravesar Europa y enEspaña fue apresado por la GuardiaCivil, que le llevó a un campo dedetención. Allí permaneció muchosmeses, hasta que amparado por lanacionalidad británica heredada de supadre, por intercesión inglesa pudollegar a las islas. Su peripecia durócerca de un año.

En el interrogatorio al que lesometió Terence Lecky el doble agentellegó a explicarle con plenoconvencimiento que él no era un traidor,pues nunca se había sentido inglés ni deningún otro país. Si había sustituido elapellido Behar de su padre por el Blake

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era simplemente porque su madre así lohabía decidido con anterioridad. Dehecho, por sus venas no corría ni unagota de sangre inglesa. Todo estoprovocó críticas al sistema dereclutamiento de los servicios secretos,que llevarían a exigir en muchos paísescomo requisito para entrar en ellos serdescendiente de naturales del país. Esesentimiento tan apátrida por vivir unainfancia desarraigada no encajaba con elhecho de que al llegar a Inglaterra sealistara en la Navy, donde por hablarflamenco y alemán le enviaron alDepartamento de OperacionesEspeciales del servicio de espionaje.Allí ayudó a preparar a numerosossoldados, especialmente holandeses, que

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eran lanzados detrás de las líneasalemanas. Un trabajo que hizo con tantadedicación y esfuerzo que le gratificaronen su país de nacimiento con la Ordende Nassau.

Una de las principalespreocupaciones de su interrogador eradescubrir en qué momento había sidocaptado por los soviéticos. Blake lecontó que tras concluir la II GuerraMundial fue lógico que quisiera seguiren tareas de espionaje y solicitara plazaen el MI6. Después vino el drama delque salió convertido en un héroe. Fue ensu primer destino en el extranjero. Se leordenó montar una red de espionaje enCorea, para lo que el Foreign Office ledesignó vicecónsul en la embajada. Allí

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se fue, estando todavía soltero, conmucha ilusión y ganas de trabajar. Eldinero que ganaba le daba para esostrajes y ese estilo de vida de gentlemandel que tanto había disfrutado durante suestancia en El Cairo. Estaba trabajandointensamente para montar su red deconfidentes cuando el 24 de junio de1950 el Vietcong tomó Seúl y losdiplomáticos ingleses fueron capturadosy trasladados a una prisión enPyongyang, la capital de Corea delNorte. Pasaron tres años terribles en losque fueron humillados, golpeados,torturados y presionados con la escasezde comida. Vivieron en unascondiciones infrahumanas, con unoscarceleros salvajes inventando

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continuamente formas para mantenerlosen el estado más deprimente posible. Elmaltrato podía acabar si decidíancambiar de bando y denunciar elcomportamiento de sus compatriotas.Como no lo conseguían, fueronsometidos a un proceso de lavado decerebro. Especialistas coreanos y rusosles adoctrinaban, o al menos lointentaban, en contra de las democraciasoccidentales y a favor de los regímenescomunistas. Ninguno cayó en la trampa.

En marzo de 1953, en un estadofísico penoso que no podían ocultar susropas nuevas y unos baños prolongados,los diplomáticos ingleses regresaron asu tierra ante la algarabía general de lapoblación. Blake fue sometido a un

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largo interrogatorio por los servicios deseguridad, el mismo que debieronsuperar el resto de diplomáticos yciudadanos ingleses que convivieron enel campo de detenidos. Losinterrogadores le pidieron después quese sentara tranquilamente en su casa yescribiera un relato con todos susrecuerdos. Tras hacerlo y contrastar lostextos de todos ellos, el caso quedóarchivado.

Ocho años después de aquellosinterrogatorios, nuevamente estabaGeorge Blake en una sala sometido atodo tipo de preguntas, aunque ahoraTerence Lecky tenía datos solventessobre su pertenencia al KGB. En algúnmomento el topo decidió que no merecía

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la pena seguir mintiendo y contó lo quehabía pasado en Seúl, qué fue lo que lehizo cambiar de bando. Un día denoviembre de 1951, casi año y mediodespués de su apresamiento,desapareció mientras sus compañeroseran obligados a realizar una de esasmarchas rompemúsculos a las que solíansometerles. Se presentó ante el jefe delcampo y le comunicó que había decididocambiar de bando. El motivo de sudecisión fue, según sus propias palabraspostreras al diario The Independent, «elimplacable bombardeo de las pequeñasaldeas norcoreanas por parte de lasenormes superfortalezas volantesestadounidenses. Los afectados ymuertos eran mujeres, niños y ancianos,

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porque los hombres jóvenes seencontraban en el ejército. Nosotrosmismos podríamos haber sido lasvíctimas. Me hizo sentir vergüenzapertenecer a países demasiado fuertes,técnicamente superiores, que luchabancontra lo que parecía ser un puebloindefenso. Sentí que estaba en el ladoequivocado, que sería mejor para lahumanidad si prevaleciese el sistemacomunista, que pondría fin a la guerra».Esta perspectiva introdujo un aspectoromántico a lo que el pueblo ingléscalificaba como una traición. Otros loveían de un color distinto: sufrió unaespecie de síndrome de Estocolmo. Seenamoró de la ideología que susenemigos querían imponerle.

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Inconscientemente, sabía que asísalvaría su vida de ese atroz campo detortura. Fue un amor que se tornó eterno.

Sus compañeros de cautiveriofueron sometidos a las mismas preguntasque Blake por los interrogadores delMI5 y escribieron sus propios relatos.Para ellos George era la persona quemejor soportaba la presión de loscarceleros, el que más ánimos les daba.El obispo anglicano Cecil Coopermanifestó que «era un hombre muyenérgico. Nos ha ayudado a mantenernosvivos gracias a su coraje y entusiasmo.Blake resistió ferozmente el lavado decerebro: argumentó sin pausa con losoficiales políticos que intentabanadoctrinarnos». Esta opinión la

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compartieron muchos de los presos, porlo cual fue absolutamente imposible quelos interrogadores sospecharan delholandés. Terence Lecky descubrió laclave que daría una pista de la traición:el día que cambió de bando losprisioneros fueron sometidos a unatortuosa marcha y al llegar encontraron asu amigo esperándoles. Les contó quehabía intentado huir, pero que le habíanpillado. Sin embargo, estaba encantadoporque no le habían torturado. ¿Cómofue posible eso? Ninguno se lo explicó ydurante muchos días comentaron en vozbaja sobre la extraña situación.

La ventaja para Blake fue queestuvieron en cautividad tres años, ycuando llegó la hora de resumir sus

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vivencias ninguno se acordó de esedetalle. Al contrario, sí recordaron lobien que se portó con todos ellos.Especialmente cuando a mitad decautiverio se convirtió en agente delKGB y para asentar su futura tapaderano dejó de convivir con el resto deprisioneros, comer su misma comida ydormir en el mismo suelo. Pero, desdeese momento, más servicial que nunca.La estrategia para convertir a George endoble agente fue perfecta. Antes decomenzar a actuar estaría un añosufriendo penalidades con suscompañeros. ¿Quién iba a pensar que lehabían captado? Terence Leckyconsideró imposible que nadie lohubiera descubierto a su regreso de

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Seúl. Tampoco entendió inicialmente larazón por la que el tiempo derecuperación tras su encarcelamiento enCorea fue de dos años, en los que nopasó ninguna información a los rusos.Como en otros casos anteriores,especialmente el de los integrantes delQuinteto de Cambridge, quedó patenteque los soviéticos se armaban depaciencia con sus infiltrados, preferíanno quemarlos presionándoles paraconseguir información rápida. Para ellosera una guerra a largo plazo. Losresultados estaban allí. Aprovechó esetiempo para contraer matrimonio yconvertirse en un inglés típico,perteneciente al sistema. Se casó conuna secretaria del Foreign Office, hija

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de un jefe retirado del ejército. Losamigos del novio escaseaban hasta talpunto de que el papel de padrino lorepresentó un hermano de la novia.

El siguiente paso del cazador deespías fue delimitar los daños causados.El primer destino de Blake tras sucaptación había sido Berlín. Allí acudiócon su esposa, quien quiso ser tanrespetuosa con el trabajo de su marido—como la mayor parte de las parejas delos agentes secretos—, que no le hacíapreguntas y aceptaba como normalcomportamientos que en otra situación lehabrían resultado, como poco, extraños.

Lecky ya conocía una parte delagujero. Durante los años que Blakehabía estado en la estación del MI6 una

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de sus misiones había sido recoger,analizar y enviar los informes de losagentes infiltrados en Alemania oriental.No dudaba de que había copiado esosinformes para los rusos. No estaba tanseguro de hasta dónde llegaba suresponsabilidad en las diversasdetenciones producidas entre 1955 y1959, el tiempo que estuvo destinado enAlemania. La conclusión inicial hablabade seis agentes traicionados, aunqueinvestigaciones posteriores citaban adecenas y se llegó a comentar quepodrían estar por encima de la centena.En cualquier caso, tuvo la certeza de quetodos los espías y colaboradores delMI6 habían sido delatados y, lo que erapeor, Blake había explicado

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previamente la vida y debilidades decada uno de ellos a los soviéticos.

Igual de doloroso le debió resultara Lecky descubrir, como a los altosdirigentes del servicio secreto exterioringlés que seguían los resultados de losinterrogatorios día a día, que tambiénhabía sido Blake el que había delatadoel paradero de unos cuantos desertoresque el MI6 había cogido bajo su manto yque habían sido localizados por lossoviéticos, secuestrados, llevados aAlemania oriental y en muchos casosasesinados.

La sorpresa, que gustó muy poco alos primos de la CIA, estuvo en unarevelación no esperada. La mayoroperación antisoviética que habían

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llevado a cabo la CIA y el MI6 enBerlín fue la construcción de un túnelsubterráneo que les permitía interceptarlas comunicaciones soviéticas en lazona. El proyecto fue de WilliamHarvey, uno de los mejores agentesamericanos y jefe de la estación enBerlín en la década de 1950. El túnelempezó a diseñarse en 1951 y no estuvoa pleno rendimiento hasta agosto de1955. Fue una obra faraónica, diseñadapara que en ningún momento soviéticoso alemanes orientales detectaran lasobras. Por eso, cuando empezaron agrabar tantas conversaciones, lasatisfacción fue enorme. La alegría duróalgo menos de un año, exactamente oncemeses y once días. Un día de fuertes

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lluvias el techo del túnel cayó empujadopor las aguas turbulentas y soldadossoviéticos y alemanes descubrieron lasexcavaciones y los equipos técnicosinstalados para interceptar lasconversaciones. En mitad de la GuerraFría la propaganda soviética se activópara denunciar la agresividad deOccidente, que había violado suterritorio, aunque fuera subterráneo. EnEstados Unidos la reacción fuesorprendentemente contraria a loesperado: el pueblo americano se sintiófascinado por la acción inteligente yoriginal de su servicio de inteligencia.Tras las palabras de Blake, habría quecambiar esa versión. El doble agentecontó que en cuanto llegó a Berlín tuvo

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conocimiento de la existencia del túnel yque informó a su controlador del KGB.Los soviéticos decidieron dejarlesconcluir las obras y que funcionara elsistema para transmitirles la informaciónque ellos consideraran oportuna.Además, no querían quemar a Blake, unagente con mucho potencial en esemomento. Los americanos hicieronoídos sordos a las revelaciones deBlake, que gozaban de una lógicaaplastante. Prefirieron que la historiasiguiera hablando de la brillantez de laque llamaron «Operación Oro» y no deque fue un absoluto fracaso incluso antesde ser activada.

La salida de Berlín de GeorgeBlake limitó considerablemente su

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capacidad de conseguir información dealta calidad. Como en una gran parte delos casos de dobles agentes, el regreso aun destino en el propio país conllevaenviar información burocrática:actualización de organigramas,funcionarios en activo y cualquier datode ese tipo que se pueda robar. Georgeestuvo año y medio en Inglaterra antesde partir hacia Beirut en septiembre de1960, acompañado de su mujer y sus doshijos. El principal objetivo era aprenderel idioma local en el Colegio deEstudios Árabes del Foreign Office.Poco más de seis meses después fueinvitado a regresar y le pusieron lasesposas en el mismo aeropuerto.

Terence Lecky debió de acabar su

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interrogatorio con la satisfacción dehaber puesto al descubierto a un traidor.George Blake firmó una declaracióndetallada de sus actuaciones, lo quesorprendió a los dirigentes del KGB,que no obstante interpretaron que elpragmatismo de su hombre le habíahecho contar muchas cosas para evitarseproblemas mayores. En ningún momentose disgustaron con él. Con esa confesiónGeorge fue llevado rápidamente —mayode 1961— ante el juez Parker, delTribunal de lo Penal, en un juicio, esosí, a puerta cerrada. Los servicios deinteligencia y el gobierno británico noquerían dar publicidad a una situaciónque les había producido tanto daño. Eljuicio se prolongó poco más allá de los

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quince minutos. Todas las partes estabande acuerdo en la sentencia. El juez soloquiso confirmar con Blake si estaba deacuerdo en todo lo que había declaradoen su escrito de autoinculpación.

«—¿Reconoce el acusado haberentregado documentos importantes a otranación?

»Blake quedó pensativo unossegundos. Luego, alzando la cabeza, muysereno, contestó:

»—Declaro ante este Tribunal quetodos los documentos importantes a losque he podido tener acceso han llegadoa poder de los soviéticos, fotografiadoso copiados debidamente.

»—¿Tenían relación algunos deesos documentos con planos o estudios

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militares, o muy particularmente con lorelativo a la energía atómica?

»—Reconozco que sí, y en miinforme por escrito constan los detallesconcretos que debe conocer estetribunal.

»El juez Parker leyó entonces susconclusiones:

»—Su confesión completa, yescrita, revela que durante nueve añosha actuado usted como agente y espía deuna potencia extranjera de una maneracontinuada, siendo su caso de traición,que es uno de los peores delitos quepueden cometerse. La gravedad de lasofensas de las que se ha declaradoculpable le llevaría en otros países a lapena de muerte. Sin embargo, en esta

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nación las leyes solo conceden margenpara la prisión. Por ello, y considerandolos cinco cargos relacionados condistintos periodos de su vida, estetribunal le impone la pena de cuarenta ydos años de presidio».

Así lo cuenta Helmuth von Sohel ensu libro Misterios del espionaje. La Leyde Secretos Oficiales británica de aquelmomento establecía como castigomáximo para ese delito catorce años deprisión, por lo que para que lecondenaran a cuarenta y dos tuvieronque sumar tres penas, sin duda uncastigo ejemplar por parte de lasautoridades británicas. En algunosperiódicos se llegó a hablar de que eseera el número de agentes que habían

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muerto por su causa. En el últimomomento, cuando vio la sentencia sobresu cabeza, se arrepintió e intentóinútilmente que el tribunal superior lainvalidara. Fue enviado a la cárcel deWormwood Scrubs, en la que debiócompartir años de aislamiento con losdelincuentes y terroristas máspeligrosos.

Cinco años después, el 22 deoctubre de 1966, fue el protagonista deuna espectacular fuga de la prisión. Sesabe, de eso no hay duda, que fueayudado por miembros del IRA. A partirde aquí todo son teorías. La más lógicaes que fuera el KGB el que hiciera lasgestiones para conseguir repatriar a suhombre. La más sorprendente —y

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hablando de espías, quizás la más lógica— es que el MI6 facilitara la operación:habrían cumplido un pacto con suexagente: toda la información sobre loque había hecho a cambio de limitar acinco años su estancia en la cárcel.

George Blake tardó en reaparecer.Lo hizo en 1970 en una rueda de prensaante medios de comunicación de todo elmundo. Ya había dejado atrás a sumujer, de la que se había divorciado,dando pábulo a la sospecha de que fueun matrimonio de conveniencia paraacrecentar su imagen de seriedad. Blakedejó claro que nunca en sus años deespionaje para la URSS había cobrado acambio de la información que habíarobado. Indicó que había sido doble

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agente por motivos ideológicos y que«lamentaba la muerte de los agentes alos que había traicionado».

Rehizo su vida en Moscútrabajando en el KGB y siempre contócon el aprecio de los dirigentes del país.Hasta tal punto que en 2007, al cumplirlos ochenta y cinco años, el presidenteVladimir Putin le impuso la medalla dela Orden de la Amistad. En esemomento, antes y después, recordó quenunca había sido un traidor al ReinoUnido: «Para traicionar, primero tienesque pertenecer. Yo nunca pertenecí».

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15. El policía SilvestreRomero intentódoblar al espía del kgbque le habíaconvertido en dobleagente

La secretaria del director del Centro dePromoción de la Policía nos invita aesperar a su jefe en una amplia sala deun edificio antiguo exquisitamenteconservado. Me acompaña un amigopolicía con el que he compartido

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batallas informativas y a quien apreciocon la sinceridad de un viejo colega. Lepedí que me consiguiera una cita conSilvestre Romero, un comisarioprincipal que ha cosechado una carrerabrillante en el cuerpo, una parte de cuyatrayectoria desconocen la mayor partede sus subordinados, incluso mi amigo.Al rato entramos en su despacho.Rápidamente entiendo que su simpatía,empaque, sencillez y amabilidad fueroncualidades que le ayudaron a conseguiruno de los éxitos más importantes delservicio secreto, silenciado por esaobsesión de los espías de esconder susgrandes y exitosas operaciones entre losmuros de su archivo subterráneo. Sesiente incómodo delante de un periodista

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recordando hechos que dice haberolvidado —«Tienes que entenderlo, hanpasado treinta años»—, pero ni siquieraél puede creerse que haya podidoenterrar los detalles de aquellaoperación brillante que le convirtió enun destacado colaborador del KGB, elservicio de inteligencia de la URSS.

La comisaría de Tetuán era enmayo de 1979 un destino de tránsitohacia cualquier otra parte en la carreradel inspector jefe Silvestre RomeroMedina. Pocos sabían que en los añosanteriores, este joven discreto yreservado de veintinueve años, quellevaba nueve en la policía, había estadodestinado en Barcelona en labores deinformación. Quizás su juventud, quizás

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su amabilidad, quizás ese preocuparsede la gente que iba a comisaría, le abrióel camino para caer simpático a unciudadano ruso que se pasó por allí paradenunciar un robo. Moreno fue atentocon Vladimir Efremenkov, que seidentificó como vicecónsul de laembajada de la URSS en Madrid. Lamentalidad abierta de los dos hombresles hizo congeniar y ese primer contactono lo echaron a la basura. En realidadfue el soviético el que se preocupó deencender la llama de la relación, algoque nunca se le habría ocurrido al jovenpolicía.

Como si aquel pequeño robo fuerauna cuestión de Estado, Efremenkovsiguió pasándose por la comisaría para

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preguntar por su caso. En una de esasocasiones invitó al policía a tomar algoy este confirmó sus sospechas de que elruso estaba intentando establecer unarelación. Sin pensárselo dos veces,notificó las maniobras de acercamientoa sus superiores y no tardó mucho en serllamado por el jefe de la Brigada deInformación, el comisario Agrela, quienle animó a darle carrete discretamente ydescubrir lo que pretendía. Laexperiencia de Romero no era grande enlos temas de información, pero ya habíapasado por situaciones conflictivas y noera ningún novato. A pesar de ello,desde el primer momento recibió lainstrucción necesaria para prepararseante lo que se le podía venir encima y

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presentar un perfil de personalidad quepudiera ser atrayente para el intento decaptación que, suponían, el ruso podíallevar a cabo.

Silvestre Romero, sentado en sumesa de despacho, está poco dispuesto adesvelar detalles sobre la misión querealizó hace más de treinta años.Hablamos en febrero de 2012, cuandosolo le quedan unos meses parajubilarse, pero mantiene firme sucompromiso con una vida llena desecretos que no piensa traicionar. Ni lasmenciones al paso del tiempo ni laevidencia de que los secretos de Estadohan caducado consiguen ablandarle. Sinperder en ningún momento una simpatíatensa, repite una y otra vez que su

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actuación cerca del soviético fue demanual, que cualquier otro lo habríahecho igual y que no tiene nada deespecial la labor que realizó. Le mirocon incredulidad.

El entonces inspector jefe empezó amantener encuentros con el diplomáticoen los que mencionaban asuntospersonales. En 1977 había comenzado aestudiar Periodismo en la Facultad deCiencias de la Información de laUniversidad Complutense. Era un jovencon inquietudes, que ocultaba suprofesión a los demás compañeros, entrelos que había otros policías y militares,todos cómplices en la «clandestinidad».Preguntado por Efremenkov, no lesuponía inconveniente reconocer que el

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sueldo de policía no le daba paramucho, que vivía ajustado, pero desde elprimer momento le dejó claro que no lemovía el dinero, que en su vida habíavalores más importantes. Lo que pasabaen el mundo, eso sí le preocupaba, comoa cualquier otro joven. Efremenkovhablaba de su vida para ayudar a crearel necesario clima de confianza e ibaescudriñando al milímetro al policía.Poco a poco se fue convenciendo de quepodría convertirle en un colaborador delKGB, el servicio secreto que le habíamandado a Madrid con la misión decaptar fuentes que le permitieran obtenerinformación sobre el funcionamiento delos servicios policiales y sobre elCESID, de la que en aquel momento

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carecían absolutamente. Con la lentitudque exigen estas operaciones decaptación, el ruso fue cebando la cañapara acercar al policía a sus dominios.Como no podía comprarle con dinero enefectivo, se ofreció a ayudarlecolaborando en el desarrollo culturalque tanto ansiaba. Romero le entregabalas facturas de los libros que comprabasobre política y periodismo yEfremenkov se los pagaba en efectivo,quedándose con el justificante.

Romero era una apuesta de futurodel diplomático. La información que lepodía facilitar estando destinado en unacomisaría de barrio como la de Tetuánera escasa, si no nula, por lo que leanimó a pedir un destino en los

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servicios de información. Habíanpasado seis meses cuando el comisarioAgrela consiguió para Romero undestino cerca de él. Fue algo fácil —teóricamente complicado— y aumentabael valor del policía para el KGB.Efremenkov se alegró enormemente. Nose había equivocado en su apuesta. Supez había comenzado a escalarposiciones y comenzaba a serle dealguna utilidad. Esta situación requeríaextremar las medidas de precaución queya habían adoptado hacía tiempo. Losencuentros, que ya eran discretos,pasaron a regirse por las reglas de loscontactos clandestinos entre un agentedel KGB, que podía ser seguido por losservicios de contraespionaje del CESID,

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y un policía de los servicios deinformación que traiciona a los suyosreuniéndose sin notificarlo con unenemigo del Estado. Establecieron unasclaves que les permitían reunirse sinmencionar el lugar del encuentro,esperando un tiempo acordado a lallegada de la otra parte y abortando lareunión si descubrían algunacircunstancia extraña. Esos contactos losrealizaban preferentemente en hoteles,donde existían dos salidas que lespermitían esfumarse si detectaban lapresencia de extraños controlándoles.También se vieron en restaurantes decierto nivel, con la misma característicade poder escapar si algo iba mal. Elruso nunca detectó la presencia de

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personas sospechosas, a pesar de quedesde el primer momento la policíahacía misiones de contravigilancia parafotografiar y garantizar la seguridad desu hombre. Igualmente, Efremenkovdebió de encargar a los suyos lasmismas tareas, aunque nunca detectaronla presencia de los compañeros deRomero.

El miembro del KGB fue llevandolas peticiones a su colaborador hacia elterreno que le interesaba. Queríaconocer el funcionamiento, la estructuradel CESID y, especialmente, el trabajoque llevaban a cabo los agentes delÁrea de Contrainteligencia soviética.Además estaba interesado en conseguirinformación sobre las actividades de

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Estados Unidos en España.Silvestre Romero resume su larga

historia de infiltración en el KGB enunos pocos minutos. Recuerdagratamente las relaciones que establecióen aquellos años en el CESID ymenciona a Ferrer, el jefe de la Divisiónde Contrainteligencia, y a Luis Bourgón,el director. No habla de Francisco Acín,precisamente el jefe del área delcontraespionaje soviético, por esaobsesión de no desvelar nada queimplique un secreto y por descubrir quées lo que sabe el periodista y quién se loha podido contar. El juego de los espías.

El comisario Agrela escuchó y leyódurante muchos meses los informes quele presentaba Romero de sus encuentros

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con el ruso. Le gustaba la operación quehabían montado, pero se dio cuenta deque el tema se les estaba yendo de lasmanos. Para mantener el trabajo que ibapor tan buen camino era imprescindibleque entrara en escena el CESID, elservicio secreto que en aquel momentoera predominantemente militar. Noobstante, no quiso perder el control einvitó a los espías a compartir eltrabajo. Romero les puso al día de todolo que había sucedido hasta esemomento y se redefinió la misión condos objetivos claros. El primero eraconseguir toda la información posiblesobre la forma de actuar de lossoviéticos para captar agentesextranjeros. El segundo, empezar a

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planificar lentamente la posibilidad deque el policía español fuera el quedoblara al soviético.

Moreno ya había comenzado acumplir con plena satisfacción elprimero de ellos. Para permitir queEfremenkov sintiera que le teníacontrolado por la parte económicaaceptó sus indicaciones para apuntarse auna academia de inglés que le sirvieraen el futuro para penetrar en las redes delos Estados Unidos en España. Elpolicía pagaba religiosamente el recibocada mes, que luego le entregaba aldiplomático, que se lo abonaba enpesetas. El segundo era una misión máscomplicada y lenta. Se trataba de quecon paciencia tratara de aprovechar los

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momentos de sinceridad, de debilidad,de su contacto, para exaltarle lasventajas de vivir en España.

La entrada del CESID en laoperación permitió que Romeroconsiguiera un nuevo triunfo de cara aEfremenkov. Un día le comunicó quehabía seguido su recomendación paraintentar trabajar en el servicio secreto.Había enviado una solicitud y le habíanadmitido en la Brigada de RelacionesInformativas, una unidad policial alservicio exclusivo de los espías. Laverdad era que había entrado a trabajaren el Área de Contrainteligencia Rusaque mandaba el prestigioso FranciscoAcín. Cuando el agente del KGB lodescubrió tiempo después, ya era tarde

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para él.Situados en un piso cercano al

parque del Retiro de Madrid, quecarecía de ventanas a la calle, lapequeña unidad estaba comenzando sucomplicada andadura y encontraron enRomero a la persona ideal para conoceren profundidad la forma de actuar de lossoviéticos en España. Tal era suimplicación en el CESID y la altura quefueron tomando los encargos que letransmitía Efremenkov, que la policía seterminó desentendiendo de la misión.Romero se había convertido, con todassus consecuencias, en un espía delCESID y del KGB, en un doble agente.

El policía, en ese momentoconvertido en espía, mantuvo sus

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encuentros clandestinos con el miembrodel KGB. Había pasado ya un año desdeque se conocieron en la comisaría deTetuán y Efremenkov valoraba de unaforma increíble los progresos de sucriatura. Consideraba que había llegadoa un nivel que exigía probarle paradetectar su capacidad de obtenerinformación. Por eso le puso misionescomo hacerse amigo de una profesoranorteamericana de la academia dondeestudiaba inglés, algo que no le costómucho a Moreno, muy suelto ya en esetipo de labores. Después le encargóotros trabajos para poner a prueba suscapacidades y comprobar si le podíapedir cualquier cosa, ante lo que el yaespía no puso el más mínimo

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impedimento. Nada le amedrentaba yhabía entrado con todas las ganas a jugaren el tablero que el ruso había diseñado.

Uno de los problemas más gravespor los que tiene que pasar un dobleagente es el de no caer en las trampasque le pone su controlador paracomprobar su actuación sincera. Romerose muestra seguro de que Efremenkovjamás dudó de su lealtad, que nuncasospechó que le estaba manipulando. Enlos años que duró su doble juego,recuerda que adoptó numerosasdecisiones sin consultar a sus jefes delCESID, porque no dispuso ni del tiemponi de la oportunidad. Mirando enlontananza, recordando quizás algúnmomento conflictivo de los que pasó,

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rememora sin detalles, en genérico,como si no estuviera hablando de símismo, que un infiltrado debe resolvermuchas situaciones críticas en solitarioy que, cuando se producen esosmomentos, responden como creenconveniente.

En una ocasión, el miembro delKGB destinado en Madrid le citó en lahabitación de un hotel. No le parecióextraño, era un lugar seguro y tranquilopara hablar. Lo que no encajó fue que alos pocos minutos de llegar le dijera quedebía marcharse pero que le esperara,pues regresaría en un rato. Romero sequedó extrañado e incómodamenteabandonado en la habitación. Lasantenas de su cerebro, siempre

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dispuestas a darle información, notardaron en dirigir su atención hacia elmaletín que el ruso había olvidado. Sele pasó por la cabeza abrirlo paradescubrir lo que había en su interior,pero se dio cuenta en medio segundo deque Efremenkov podía haber urdido unatrampa y ni se acercó. El agente delKGB regresó a la media hora, hablaronun rato de temas intrascendentes y sellevó el maletín... intacto.

Romero, cada vez más metido en sutrabajo como agente del KGB, empezó afiltrar información secreta de La Casa(el CESID) a su contacto soviético.Cada vez que Efremenkov le hacía unapetición concreta, hablaba con su jefe,Acín, y decidían si podían elaborar unos

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datos lo suficientemente creíbles, nadaperjudiciales para el CESID, paraentregárselos. Luego esperaban untiempo prudencial para que pensara quele costaba mucho esfuerzo robar lainformación y organizaba una cita.

Romero y Efremenkov noorganizaron un sistema de buzonessecretos. Estos se colocan en árboles deun parque, en la cisterna de un retretepúblico o en cualquier otro sitiodiscreto, para posteriormente guardar enellos la información y que la otra partela obtenga sin ser descubierto. Elsistema que utilizaban era más simple:celebraban una reunión e intercambiabanla información escrita explicándoseverbalmente los detalles. Estos

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encuentros los aprovechaban tambiénpara que el ruso desembolsara alespañol esos pequeños gastos culturalesque suponían el pago por los serviciosprestados.

Dos años después de habercomenzado la operación, los mandos delCESID percibieron que losrequerimientos de información delsoviético empezaban a ser difíciles decumplir. Había llegado la hora de ponerfin al caso del doble agente.

El ahora comisario principalSilvestre Romero es una personasimpática que no pierde la sonrisa nisiquiera cuando el periodista le comentaque han pasado treinta años y que no haynada de secreto en aquella misión.

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Responde que va a guardar silenciosobre lo que pasó y que es el CNI el quedebe explicar los detalles si loconsidera oportuno. Defiende que sumisión de engaño concluyó cuando elprimero de los objetivos que se habíanpropuesto estuvo cumplido. Habíarealizado un trabajo intenso que habíapermitido desvelar hasta los másmínimos detalles sobre cómo el KGBactuaba para captar espías en elextranjero. Lo único que le quedaba eraintentar doblar a Efremenkov.

La obsesión del diplomáticosoviético por mostrarse generoso conRomero era un arma de doble filo quepermitía al policía resaltar los placeresde la vida en España. Esos restaurantes

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elegantes en que comían rodeados por lomás granado de la sociedad, esoshoteles de muchas estrellas conhabitaciones llenas de detalles lujosos,sirvieron para mostrar a Efremenkovque en cualquier ciudad española podíatener acceso a lo que nunca conseguiría,ni en sueños, en la URSS. Resultó máscomplicado ahondar en las quejas que aveces mostraba el miembro del KGBcon respecto al funcionamiento de supaís. Eran sinceras, pero nunca parecíanestar suficientemente arraigadas comopara aprovecharse de ellas y procederinmediatamente a la oferta de doblaje.En otro tema, Efremenkov era tan celosode su intimidad como Romero. Sepreguntaban por sus mujeres y, en

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general, por la familia, pero eranterrenos en los que los dos entrabanpoco. A veces hacían comentariosgenéricos sobre algún miembro de lafamilia que estaba enfermo, peroninguno era excesivamente abierto enesos asuntos. Ni Romero, por la propiaestrategia del CESID, ni Efremenkovmostraron nunca un desapego de suspaíses ni el deseo de cambiar deresidencia. El agente españolcolaboraba oficialmente por motivosintelectuales y Efremenkov se limitaba acumplir con su trabajo.

El mes de febrero de 1981 iba a serinicialmente el decisivo. Sin embargo,el golpe de Estado del 23-F conmocionólas estructuras del CESID por la

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participación secreta de un grupo de susmiembros. Hubo un pequeño retraso enlas fechas, pero el Área deContraespionaje Ruso ya había decididoponer fin a la operación. Conseguido elobjetivo de acumular una ingentecantidad de información sobre lasactividades de los soviéticos en España,solo les quedaba el golpe definitivo:arriesgar e intentar captar a Efremenkov.Previamente, se pusieron en contactocon el Ministerio de Asuntos Exteriorespara solicitar la expulsión delvicecónsul por actividadesincompatibles con su estatusdiplomático. Elaboraron un dossierdemoledor con todas las informacionesque Romero les había pasado,

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acompañado de las fotos tomadas enmuchas de sus reuniones. Estabaampliamente probada su pertenencia alKGB y el intento de captar a un miembrodel CESID, que a su vez le habíaengañado. Dado que iban a intentarconvertirle en doble agente, lesanunciaron la operación que pensabandesarrollar y les conminaron a retrasarla orden de expulsión a que ellos se locomunicaran.

El 6 de marzo Romero le dio aEfremenkov las claves para una reuniónurgente en un bar. El soviético acudiósin pensarlo y el agente del CESID lesoltó de sopetón para quién trabajaba.Después le anunció que sería expulsadoinmediatamente del país si en ese mismo

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momento no aceptaba trabajar para elservicio secreto español. El espía delKGB ni siquiera contestó. Nervioso ytenso, dejó al español y salió a la callemirando en todas las direcciones, quizáspensando en la posibilidad de que lesecuestraran o le pegaran un tiro. Seencaminó a la embajada sin que nadie selo impidiera. Pocas horas después, elMinisterio de Asuntos Exteriorescomunicó a la embajada soviética laorden de expulsión, acompañada de laspruebas de su actuación en España.Nadie puso objeciones.

El 7 de marzo, a las nueve de lamañana, tomaba un avión de Aeroflotcon destino a Moscú. En el aeropuertoun fotógrafo le tomó una instantánea que

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fue publicada al día siguiente en laspáginas de huecograbado del diarioABC, que informaba de la expulsión«por tratar de conocer la estructura delos servicios de información militaresespañoles». El agente del KGB teníatreinta y nueve años, era ingeniero, teníamujer y un hijo y había estado actuandolibremente en España desde 1978. Su finhabía sido provocado por un agenteespañol que simuló dejarse convertir enagente doble, pero que durante dos añosestuvo sacándole toda la informaciónque pudo.

Han pasado treinta y un años deaquel día y Silvestre Romero sigue sindarse importancia. Pocos en España hanconseguido cumplir con éxito una misión

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tan complicada. Recuerda que el nuevodirector del CESID que llegó tras elintento de golpe de Estado del 23-F,Emilio Alonso Manglano, era unapersona muy interesada en el tema, peroen ningún momento habla deagradecimientos o actitudes similares.No es que no los hubiera, es que no estáen su vocabulario recordárselas alperiodista.

Inmediatamente después deconcluir la misión, el CESID hizodesaparecer a Romero durante unatemporada enviándole de vacacionesfuera de Madrid. Existía la posibilidadde que el KGB adoptara represaliascontra él, como había ejecutado en otrasocasiones, disgustado porque habían

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perdido una partida en el juego delespionaje. Tras su regreso, sereincorporó al trabajo de investigaciónde las actividades de los soviéticos enEspaña.

Silvestre Romero siguió en elCESID hasta el año 1984, en el queregresó a la policía. No es coincidenciaque en ese tiempo el Área deContrainteligencia Rusa consiguiera unaserie de expulsiones de ciudadanossoviéticos que, como Efremenkov, sepasaban la mayor parte del tiempo de sutrabajo dedicándose a espiar en España.El 25 de marzo de 1981 abandonóforzosamente España Yuri Butchkov,director general de Sovhispan; el 13 demayo, el agente del GRU, Vitaly Schkov;

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el 28 de abril de 1982, el director deAeroflot, Lutin Nikolaievich y elingeniero Vladimir Tirtishnikov; y el 22de febrero de 1983, el delegadocomercial de la embajada, SergeiOrlikovski.

El resto de su carrera la hadesempeñado en distintos puestos en lapolicía, sin que la mayor parte de suscompañeros y subordinados conocierannunca la historia de esta infiltración. Loúnico que le quedó de aquellos años fueuna condecoración que le prometieron yque por lo que yo sabía, no llegaron aimponerle.

Silvestre, vestido con su uniformede comisario principal de policía, sejubilará en unos meses, tras una carrera

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de éxito. Le pregunto por lacondecoración prometida y nuncaimpuesta. Me corrige: al final sí que sela otorgaron. En distintos momentosantiguos compañeros del CESID lepreguntaron por ella, y él, quitándoleimportancia, les respondía que nunca sela dieron. Alguno de ellos debió decomentarlo y en 2004 le llamaron del yaCNI para que acudiera a la sede de lacarretera de A Coruña. Allí, en un actoíntimo, el entonces director, AlbertoSainz, finalmente se la impuso. Ocultalas emociones, pero noto que estáorgulloso de aquella operación y delreconocimiento, aunque fuera tardío.

Al salir veo en su estantería unafoto en la que, acompañado de su mujer,

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recibe de manos de Saiz la placa.Veintitrés años después de dejar de seragente del KGB, se hizo justicia.[1]

[1] Los autores Joaquín Bardavío,Pilar Cernuda y Fernando Jáuregui lesacaron de la clandestinidad en su libroServicios secretos, editado por Plaza yJanés en 2000.

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16. Oleg Penkovskialertó a Kennedy de lallegada de misilesrusos a Cuba y fueejecutado

La suerte que acompañó en su etapa dedoble agente a Silvestre Romero no hasido frecuente entre los que como éldecidieron en un momento crucial de susvidas jugar la partida entre dos fuegos.El riesgo se disparó durante la GuerraFría, un periodo en el que los serviciossecretos de ambos lados jugaban al

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límite y no perdonaban a los traidores.Un espía español, Joaquín Madolell,siempre se sorprendió de que los rusosno se vengaran de él. El riesgo cierto deque le pegaran un tiro en la cabeza nosupuso ningún reparo para George Blakeantes de filtrar el nombre de OlegPenkovski, un doble agente como él,pero en sentido contrario.

La historia de Penkovski es tancomplicada como la de todos los quedeciden cambiar de bando simulando serfieles a los principios a los que juraronlealtad. A diferencia de Blake y enconsonancia con Madolell, actuó sinningún tipo de presión, con la creenciade que favorecía a los ciudadanos de supaís.

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La vida de Oleg no fue sencilla. Alos veintiún años se afilió al PartidoComunista, quizás por creenciaspropias, quizás por interés, comomuchos jóvenes de su edad hacían en1940. Lo que más le influyó fue lanecesidad de limpiar su imagen de unade las mayores manchas que podíanensuciar el perfil de cualquierciudadano soviético en aquellos años:Vladimir, su padre, había luchado comoteniente en el ejército blanco durante laguerra civil que siguió a la revolución.Eso le convertía en un sangre sucia, enhijo de un enemigo del Estado.

Oleg, que deseaba ser militar,consideró inteligente correr un tupidovelo sobre el bando perdedor de su

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padre y sobre el hecho de que nuncatuvo la certeza de que hubiera muerto. Asu familia le comunicaron su muerte,pero nunca pudieron enterrar su cadáver.Algunos pensaban que había huido yvivía en Occidente, lejos de su familia yde las hordas comunistas que tomaron laURSS. Todo eran suposiciones. Para él,simplemente, había muerto en combate.

En 1939 consiguió el grado deteniente en la Academia de Artillería deKiev mencionando que su padre habíafallecido en el conflicto civil y dando aentender que defendió al Ejército Rojo yque estaba enterrado en el Cáucaso.Como la mentira coló, la mantuvo cadavez que en un destino debía entregar unmodelo actualizado de currículum. No

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sintió remordimientos —¡qué más dabalo que hubiera hecho su padre, loimportante era su propio trabajo!—,aunque siempre vivía con lapreocupación de que le descubrieran, loque supondría el final de todo lo queestaba construyendo.

Desde 1940 hasta 1945 consiguiódemostrar su valor en combate —fueherido en Ucrania en 1944— durante laguerra contra los nazis, que asolaron supaís. En este conflicto obtuvo ascensosrápidos que le llevaron hasta el grado deteniente coronel. Una carrera brillanteque le presagiaba destinos en el futurocon los que cualquiera soñaba, incluidosalgunos en el extranjero.

Comenzó por estar varios años en

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la escuela de guerra soviética,convirtiéndose en oficial de EstadoMayor. Etapa previa al gran giro en sucarrera: en 1949 entró en la escuela delos servicios secretos militares, dondepasó cuatro años. Allí triunfó el Olegseductor, capaz de mantener buenasrelaciones hasta con los tipos másimpresentables; el Oleg queintelectualmente tenía unas capacidadessorprendentes y era capaz de resolverlos puzzles más complicados; el Olegdicharachero y simpático, sin miedo anada, dispuesto a comerse el mundo.Como muchos compatriotas suyos, enpúblico no se le ocurría hacer la menorde las críticas a los dirigentes políticos,pero en privado, con una copa de vodka

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en la mano, mostraba su desacuerdo conlas actuaciones de la clase dirigente.

Terminada la academia, fuedestinado a Turquía, donde su don degentes le facilitó muchísimo el trabajo,algo poco usual entre el personalsoviético de la embajada. Oleg hablabainglés y acudía a las recepcionesacompañado de su discreta esposa, deuna belleza llamativa, que hablabafrancés. Podía haber sido el primerdestino de otros con mayor empaque,pero Penkovski había sido un militaríntegro y se había formado con nota enla escuela de espionaje.

Su jefe en Turquía, el general delGRU Nicolai Rudenko, tenía ya más desesenta años y era un militar de gloriosa

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hoja de servicio, pero como espía erauna nulidad. Su forma de captarcolaboradores a las dos horas dehaberlos conocido era un fracaso, y aOleg no se le ocurrió otra cosa menosdiplomática que informar a su jefe enMoscú del comportamiento de Rudenko.Los militares rusos, como los de lamayor parte de los países, llevan a galael respeto por el conducto reglamentarioy más cuando la denuncia de falta deoperatividad va dirigida contra unprestigioso general. Así que la respuestadel alto mando del GRU fue cesar aOleg de su cargo y tratar de expulsarle,lo que no se consiguió gracias a lasamistades que había hecho y quesalieron en su apoyo. Finalmente, la

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cordura llegó, abrieron unainvestigación y expulsaron a Rudenko.Penkovski se había equivocado con lasformas, pero echaron tierra sobre elcaso. Le llegaron a comentar que fue elpropio Nikita Kruschev el que ordenóabrir la investigación que demostró laveracidad de su denuncia, pero no leimpresionó. El secretario de PartidoComunista de la Unión Soviética no lecaía bien, y según fue este ascendiendohasta acumular todo el poder del país,aumentó su pésima imagen de él. EnMoscú le buscaron un destino dondepasara una temporada escondido hastaque se olvidara el revuelo que habíamontado. Como él también queríaromper con el pasado, pidió participar

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en un curso sobre cohetes en laacademia de artillería.

En mayo de 1959 sus amigosinfluyentes en el GRU consiguieron queregresara a su trabajo en la división deespionaje de Asia, con la vista puesta enun destino como residente jefe en laIndia. Oleg estaba encantado de largarseal extranjero y comenzó a hacer planescon su mujer. En ese momento se pusoen marcha un trámite burocrático que seimponía a todos los agentes que iban aser destinados a un puesto de esaresponsabilidad: una investigaciónsobre su vida pasada y presente. Durantecinco meses el responsable de lainvestigación, el coronel del KGBGvozdilin, investigó cada detalle de su

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biografía. Penkovski tenía cuarenta añosy llevaba más de la mitad de su vidamintiendo en su currículum sin que nadiese molestara en comprobarlo, pero lacosa cambió de golpe. Gvozdilin seencontró con que no había tumba en elCáucaso del padre de Penkovski ydespués supo que no había servidonunca en el Ejército Rojo. Pero lo peorno era que el padre luchara con losrusos blancos, sino que un alto mandomilitar hubiera mentido reiteradamente.Ni sus amigos pudieron salvarle en estaocasión: alguien así no podía serenviado a un destino tan importante en elextranjero.

Oleg se quedó chafado, humillado ydeprimido. Consideró injusta la

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decisión, pero sabía que habíatraicionado la confianza del servicio.Consiguió que no le defenestraran deltodo del GRU y que a finales de 1960 ledieran una plaza en la seccióninternacional del Comité Soviético deInvestigación Científica, una tapaderadel espionaje militar volcada en elsueño soviético de obtener informaciónsobre todo lo relativo a los programasnucleares occidentales. No hacía muchoque había hecho un curso sobre el tema ycomo artillero había acreditadosuficientes conocimientos.

Los últimos agrios acontecimientospersonales se sumaron aldistanciamiento con respecto a lapolítica soviética y especialmente con

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su máximo dirigente, Nikita Kruschev.Durante los últimos años habíacomprobado cómo el hombre fuerte dela URSS pretendía conducir la GuerraFría hasta sus últimas consecuencias. Elenfrentamiento con Estados Unidos y susaliados europeos era el principalentretenimiento de Kruschev, yPenkovski cada vez se convencía más deque con él al mando la guerra seríainevitable. Había que hacer algo: «Elgobierno de Kruschev es una cuadrillade aventureros —escribió en su diario,reproducido parcialmente en el libroLos documentos de Penkovski—. Sonembusteros, demagogos, que se amparanen la bandera de la lucha por la paz.Kruschev no ha renunciado a la guerra.

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Está dispuesto a desencadenarla si lascircunstancias le son favorables. No hayque dejar que lo haga». En aquellosmomentos también era muy crítico con elsistema político: «Nuestro comunismo,que estamos tratando de construir, no esmás que una estafa. Un mal, unagangrena que roe y devora por dentro anuestro país, y hay que hacer lo que seapara impedirlo. El régimen comunista esnefasto para nuestro pueblo». Con estasideas, estaba claro que iba a buscar unasalida para la situación de su país, y elcamino era facilitar a los serviciossecretos occidentales la informaciónverdadera del poderío militar soviético.

No había acabado el año 1960,apenas llevaba un mes en su nuevo

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puesto, cuando se encargó de recibir yacompañar a una delegación deempresarios ingleses de visita a laURSS. Su trabajo público consistía encontrolarles e intentar conseguirinformadores entre ellos. Su misiónpersonal era dar con la persona deconfianza que le permitiera enlazar conel espionaje inglés o estadounidense.Uno de los miembros del grupo eraGreville Wynne, un experto empresarioque se dedicaba a los negociosrelacionados con el intercambio dematerial entre los países del Pacto deVarsovia y los occidentales. Los doshombres no tardaron en congeniar. Olegdetectó que podía ser la persona conquien sincerarse para que llevara su

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oferta de colaboración a los serviciosde inteligencia anglosajones. Laprudencia le recomendó esperar a dar elpaso. Tenía tiempo, pues le habíanencargado organizar una visita similarde empresarios soviéticos al ReinoUnido y su par en la otra parte seríaWynne. La preparación de la visita llevócasi cuatro meses, durante los cuales losdos hombres compartieron largas horasde conversación. El inglés acudió variasveces a Moscú para supervisar losdetalles de la visita, complicadateniendo en cuenta la situaciónconflictiva entre los dos bloques.

Penkovski y Wynne se convirtieronpronto en «Oleg» y «Grev». Al militarsoviético no le costó mucho esfuerzo

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sincerarse con su nuevo amigo sobre loque pensaba de las autoridades de supaís. Grev escuchaba, inicialmente concierta distancia, pues llevaba muchosaños viajando a Moscú y podía intuirque esas palabras de lejanía del poderpodían ser sinceras, pero tambiénpodían formar parte de una trampaurdida por los servicios secretos. Noera un bobo: sospechaba que Oleg eraun miembro del espionaje ruso. Algo ledecía, no obstante, que sus palabras eransinceras y brotaban del corazón, no de lacabeza.

El paso definitivo lo dio el rusocuando se produjo un conflicto difícil desalvar en la visita. Wynne tuvo queponerse serio como organizador inglés

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del viaje cuando en la lista de visitantesera escasa la presencia de científicos yempresarios acreditados. Penkovskipeleó por cada nombre, y cuando suspalabras perdieron peso, reaccionó:

—Por favor, Grev, no pongasreparo a esta lista. Tengo que ir aInglaterra. Si me creas dificultades nopodré ir. Como soy el designado paraacompañar a estas personas, si noaceptas la lista, pierdo para siempre laoportunidad de ir a Londres.

Wynne no era un miembro del MI6británico, pero era un valiosocolaborador. Mantenía suindependencia, aunque su información,sus contactos y su ayuda eran siempresolicitadas y bien recibidas. Esas

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palabras despejaron sus dudas y lehicieron entender que su amigo haríacualquier cosa por cambiar de bando.Sin duda era sincero al expresar susquejas del sistema ruso y supreocupación por el hecho de queKruschev pudiera llevar a cabo unalocura que arrastrara al mundo a unadestructiva tercera guerra mundial.

Cuando a principios de abril de1961 regresó a Londres, dedicó todossus esfuerzos a cerrar los últimosdetalles para el encuentro con el gruposoviético en el que había más espías quecientíficos, y a pasar largas horas conagentes del MI6 para preparardiscretamente una cita que permitieraque su amigo se reuniera con ellos sin

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que nadie lo descubriera. A eseencuentro se sumarían agentes de la CIAnorteamericana, que mantenían másdudas sobre la sinceridad de Penkovskique sus primos ingleses. El motivo eraque en julio de 1960 les había llegadoun paquete de Penkovski coninformación de cierto valor y con unacarta en la que les proponía manteneruna reunión. Ese paquete se lo habíaentregado el ruso en persona a unestudiante estadounidense que habíarealizado un viaje a Moscú con el ruegode que lo hiciera llegar a la sede de laCIA en Langley. El paquete llegó, perolos espías estadounidenses no movieronficha. Les pareció una trampa evidentede sus enemigo. En ese momento el

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mismo coronel del ejército soviéticobuscaba un acercamiento a través delMI6. Seguían pensando que podía seruna trampa, pero estando en territorioamigo merecía la pena estudiar si erasincero, como defendía una y otra vezWynne.

El 20 de abril Penkovski llegó aLondres dispuesto a convencer a lasagencias de espionaje anglosajonas dela lealtad de sus planteamientos, lo queconseguiría en pocas reuniones. De díaera la sombra que llevaba de un ladopara otro a la comitiva soviética y denoche, acompañado de Wynne, que ledaba cobertura, se reunía largas horascon dos agentes del MI6 y otros dos dela CIA. En la primera cita, el agente del

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GRU soltó un largo discurso sobre losmotivos que le llevaban a buscar latraición, todos basados en su deseo deayudar a Occidente a hacer frente a laURSS, pues desconocían completamentelo que había de cierto y falso en lascontinuas amenazas y en los planesnucleares secretos de Kruschev.

Las primeras noches —Oleg sequedó dieciséis días en Londres— laspreguntas se repitieron por parte de losagentes ingleses y estadounidenses,intentando determinar que aquello no erauna trampa. Los papeles que les entregóresultaron sumamente interesantes, sobretodo en lo referido a los misiles, peroera evidente que si querían engañarlesera imprescindible entregarles ese tipo

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de datos reales. Occidente carecía deinformación de calidad sobre losmovimientos militares soviéticos, yPenkovski estaba dispuesto a violartodos los secretos que hicieran falta.Tener a alguien como él trabajando aese lado del Muro era una baza siempresoñada. Los de la CIA se dieron golpesen la cabeza por su error de no haberseacercado al miembro del GRU laprimera vez que se puso en contacto conellos.

Antes de regresar a Moscúconvertido ya en doble agente, losespías le prepararon para sobrevivir enla clandestinidad. Le dotaron de todotipo de instrumentos para fotografiardocumentos y para ponerse en contacto

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con sus enlaces. Establecieron una seriede buzones donde dejarle mensajes ypara que él depositara material. Ledieron dos contactos para entregasdirectas. Se trataba de las esposas, enapariencia simples amas de casa ymadres de familia, de dos diplomáticosingleses acreditados en la embajada enMoscú: Janet Ann Chisholm y PamelaCowell. Por lo demás, su principalcontacto seguiría siendo su amigo Grev,cuya buena relación era bien conocida yaceptada en el GRU: creían que Olegestaba en proceso de convertirlo endoble agente, pues daban por sentadoque trabajaba para el espionaje inglés.

Los dos amigos también tuvierontiempo para salir juntos y solos por

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Londres. Penkovski era muy respetuosode su mujer y su familia, pero no podíaevitar que se le fueran los ojos detrás decualquier chica guapa. Era algoconnatural a él, aunque entre lascondiciones que puso para colaborarestaba que en caso de salir algo maldeberían sacarle a él y a toda su familiadel país. Consiguió que si esa situaciónllegaba, se comprometieran a buscarleun trabajo con la misma dignidad ysueldo que tenía en la URSS. ¿Dinero?No era lo importante para él, aunquegracias a un sobre con libras pudocomprar muchos más regalos de los quehubiera podido antes de regresar a supaís.

El éxito de su visita aumentó su

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prestigio y disminuyó aún más lasposibilidades de que alguien sospecharade él. Condiciones favorables queaprovechó para dedicarse en cuerpo yalma a su nuevo trabajo de conseguirdocumentación sobre los principalestemas en conflicto entre los dos bloques.Penkovski consiguió fotografiardocumentos valiosísimos sobre losplanes nucleares soviéticos y lascapacidades de sus misiles, que eran lasarmas que en esos momentos de tensaguerra fría decidirían quién ganaría unenfrentamiento. También tuvo acceso, yse lo facilitó a sus nuevos aliados, a otrotipo de información especialmente útil,como el listado de agentes y jefes delKGB y el GRU.

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El doble agente hizo sus entregaspoco a poco a sus contactos en Moscú ypreparó un gran paquete que se llevóconsigo cuando en julio regresó aLondres con una nueva delegaciónsoviética. En esa visita Penkovski sintióla preocupación de sus interlocutorespor el incremento de la tensión entreambos lados, que hacía presagiar a unsector de agoreros que las continuasamenazas de Kruschev de usar susmisiles contra Occidente podrían llegara cumplirse. Penkovski les contó quesegún los datos de que él disponía, supresidente jugaba de farol: la URSScarecía de unas armas tan mortíferas. Suopinión fue bien recibida, pero no erasuficiente para informar al presidente de

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Estados Unidos, John F. Kennedy.Necesitaban las pruebas. A eso se pusoen los meses siguientes, durante loscuales la tensión alcanzó unos nivelesaún mayores por la decisión de levantarel Muro de Berlín para evitar que losalemanes orientales huyeran haciaOccidente. El mundo estaba visualmentemás dividido en dos de lo que lo habíaestado nunca, con dos bloquesmirándose directamente a los ojos con eldedo colocado en el gatillo.

Penkovski se la jugó sin levantarsospechas. Consiguió las pruebasdocumentales y aplastantes quedemostraban lo que él ya sabía: elarsenal nuclear soviético era bastantemenor de lo que se creía y los misiles

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carecían de ojivas y sistemas deorientación. Consiguió incluso el manualoperativo de los misiles. Con todo elloconsiguió dar un vuelco a la situaciónmundial.

«Hoy día —escribió— la URSS noestá preparada para la guerra. Esta es laverdad exacta. Lo demás es agitación ypropaganda. Kennedy debe poner enpráctica respecto a Kruschev unapolítica firme y decidida. No hay nadaque temer. Kruschev no desea una guerramundial porque sabe que no puedeganarla, pero tratará de provocar, sincesar, conflictos locales».

El trabajo clandestino de Oleg afavor de Occidente no había hecho otracosa que comenzar. Durante el siguiente

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año llegó a pasar más de cinco mildocumentos con todo tipo deinformación. Era casi imposible que nodespertara la atención de los serviciosde contraespionaje, una tarea quellevaba a cabo el KGB. Periódicamentese ejercían seguimientos de cualquieragente, con especial énfasis en aquelloscasos, como el de Penkovski, en quefuncionarios soviéticos estaban encontacto con extranjeros. Cuando Olegtenía varios carretes de fotos coninformación, acudía a alguna de las citasfijas que tenía acordadas con suscontactos permanentes, las dos esposasde diplomáticos ingleses. Iba al parquea donde llevaban a jugar a sus hijospequeños o al bar donde se reunían con

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algunas amigas y les entregaba elmaterial escondido en una caja debombones o en cualquier otro tipo depaquete. Penkovski guardabaescrupulosamente las máximas medidasde seguridad. Como buen espía,fotografiaba mentalmente las caras queveía en cada uno de sus encuentrosbuscando agentes del KGB. Nunca habíasospechado de nadie hasta que aprincipios de 1962 empezó a creer quele seguían: dos hombres permanecían enun coche, y por su apariencia dedujo queeran del servicio secreto. Prudente,decidió suspender los contactospersonales con las dos mujeres yrecurrir a los buzones operativos.Siempre había formas alternativas de

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soltar material, como la asistencia a lasfiestas que periódicamente ofrecían enlas embajadas del Reino Unido yEstados Unidos, a las que siempre leinvitaban en virtud de su cargo en elComité de Estado para la Coordinaciónde la Investigación Científica.

Es difícil saber a ciencia cierta silas sospechas que despertó en laprimera mitad del año 1962 llevaron alos servicios de seguridad a algo másque a meras comprobaciones, teniendoen cuenta que en su expediente figurabaque ya había ocultado durante años quesu padre se había enfrentado al EjércitoRojo. Con una dosis mayor o menor detensión, Oleg fue convenciéndose de quele perseguían y estaban cerca de

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detenerle. Sin embargo, no escondió lacabeza bajo tierra y siguió robandopapeles. Era como si hubiera decididollevar hasta el extremo su misión contraKruschev, a sabiendas de que ledetendrían y acabarían con su vida. Elolor a muerte le tensaba, pero no leechaba para atrás. Su fiel amigoGreville Wynne lo notó y sufrió porello. Era su intermediario, y le habríagustado sacar a Oleg de allí y llevarlo alugar seguro, lo que no permitieron elMI6 y la CIA, que no pensaban en otracosa que en seguir ordeñando una vacatan productiva.

Después de tantos secretosdescubiertos, el más importante de todosellos estaba por llegar. A finales de

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septiembre de 1962 se enteró de queKruschev había ordenado un movimientoarriesgado en el tablero de ajedrez de laGuerra Fría: instalar misiles en Cuba, ados pasos de Estados Unidos, sin quenadie se enterase. El factor sorpresa eravital para culminar el golpe. Kennedy nodebía descubrirlo hasta que estuvieranconvenientemente colocados con elmorro apuntando a Washington. Sinembargo, los soviéticos no contaban conPenkovski. Ya no era el agente con losnervios templados de hacía un año ymedio cuando comenzó a fotografiarclandestinamente documentos con elsello de «secreto». Sospechaba quepodían detenerle en cualquier momentoy necesitaba llevarse a su familia fuera

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para evitar las represalias. Nada de ellole impidió seguir adelante con su doblejuego y avisar a sus contactos de lamaniobra malévola de Kruschev.

Este primer aviso encendió elpiloto de alerta en la CIA, que montó undespliegue con máxima prioridad paradetectar todos los movimientossoviéticos. Se trataba de obtenerinformación sobre la operación sin quela URSS detectara que lo sabían. Paraello resultaban imprescindibles lostrocitos de pan que su infiltrado enMoscú les fue lanzando indicando lospasos que iba dando el Kremlin. ParaKennedy era un asunto vital. Hacía pocodel fracaso de la invasión de Cuba conmercenarios por Bahía Cochinos,

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episodio que Fidel Castro había ganado.En ese momento Kennedy habíaencargado la «Operación Mangosta»para invadir, esta vez con tropasestadounidenses, la isla, inventándoseuna provocación de Castro. Si loscohetes soviéticos de alcance mediollegaban al Caribe, tendría un problema.

En esos días de máxima tensiónsufrieron un cortocircuito en el Kremlincuando sus infiltrados en EstadosUnidos e Inglaterra les alertaron de queel 15 de octubre un avión espía U-2,dotado con la más alta tecnología delmomento, había fotografiado los cohetessoviéticos en Cuba. Kennedy ya tenía laprueba definitiva y dio paso a ladiplomacia secreta entre los dos países

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para acabar con el conflicto. Kruschevse enojó como nunca al tener constanciade que sus planes habían salido mal porun traidor que se movía con libertad porsus filas. Había que cazarle como fuera.No se equivocaba: los U-2 jamáshabrían podido localizar los misiles demedio alcance sin los mapas quePenkovski pasó al enemigo.

El 20 de octubre agentes del KGBhicieron una penetración clandestina enla casa del coronel. No encontrarondocumentación que le incriminara, perosí material de espionaje, como lapequeña cámara que utilizaba parafotografiar documentos. Le podían haberdetenido inmediatamente, peroprefirieron seguirle para intentar pillarle

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con las manos en la masa. Dos díasdespués el presidente norteamericanoapareció en televisión y lanzó undurísimo mensaje de poco más dequince minutos contra la URSS y Cuba.Anunció un bloqueo de la isla y quecualquier ataque contra su paísprocedente de Cuba sería respondidocomo si procediera de la UniónSoviética.

La respuesta de Kruschev, quetardó años en conocerse, fue ladetención ese mismo día de OlegPenkovski. Así lanzaban el mensajeclaro de que sabían que ese hombre erael traidor que les había chafado laoperación. El MI6 y la CIA tardaronmucho en descubrir que habían sido

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agentes dobles que trabajaban en susfilas los que le habían delatado, entreellos George Blake.

Detenido Penkovski, el KGB selanzó a la caza del que sabían era suíntimo amigo, Greville Wynne. Lestuvieron durante meses encerrados,intentando descubrir la información quehabían filtrado. Tuvieron tiempo desobra, pues no fueron presentados anteun juez hasta mayo de 1963, más de seismeses después de su detención. El juiciofue una pantomima ridícula. El KGBsabía el tremendo daño que les habíahecho Penkovski, pero prefirieronintentar engañar a la opinión pública. Leiban a condenar a muerte igual, pero erapreferible que no acudiera al patíbulo

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como un tipo listo que había engañado alsistema y sí como un depravado quehabía optado por los peores vicios deOccidente. Apenas se mencionaron losrobos de documentos y mucho menos sutrascendencia —ni una palabra sobre suparticipación en el asunto del desplieguede los misiles en Cuba—. Por elcontrario, uno de los temas másdebatidos fue probar que habíaparticipado en juergas, presentadascomo orgías, en las que había bebidochampán en el zapato de una de susamiguitas.

La inevitable condena a muerte enel juicio militar sumarísimo fue menospor ser espía y más por ir conjovencitas, beber sin control, intentar

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aprovecharse del régimen y preferir lavida disoluta de Occidente. Wynne, susocio inglés en el mundo de perdición enel que había vivido, fue condenado aocho años de prisión. El 16 de mayo de1963 Penkovski fue ejecutado por unpelotón de fusilamiento, según algunasversiones. Otros creen más en el sistematradicional dedicado a los traidores: unúnico disparo en la nuca. Aunque hayuna tercera versión, sostenida añosdespués por un antiguo agente del KGB,que cuenta que le ataron a una tabla y lequemaron vivo mientras una cámara detelevisión lo grababa paraposteriormente enseñarlo en lasacademias rusas como aviso a futurosnavegantes que eligieran el camino

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equivocado. Wynne tuvo más suerte.Pasó un año en prisión y luego fue elprotagonista de uno de los intercambiosde prisioneros de la Guerra Fría quetenían lugar en un puente que unía losdos bloques.

Penkovski había facilitadoinformación de gran calidad durante uncorto periodo de tiempo. Los serviciosde inteligencia occidentales habíanperdido a un gran topo, pero por suerteseguía activo Dimitri Poliakov, captadocasi al mismo tiempo que el agenteasesinado. No hay constancia de queKennedy diera nunca las graciaspúblicamente a Penkovski.

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17. Se busca chicaguapa, capaz dementir sin titubear ycon gran memoria: elcaso de IrmgardSchmidt

Era de una belleza llamativa, estilofrancés, con falda por la rodillaajustada, fina camisa blanca cerrada enel cuello, pelo corto moreno, labioscarnosos y pómulos pronunciados. Susademanes sensuales, sin exageración, y

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su mirada acuosa, le daban un airemisterioso. Los soldados del puesto devigilancia que la vieron llegar aquel díade mayo de 1953 no estabanacostumbrados a recibir en el CuartelGeneral de Estados Unidos en Berlín amujeres solitarias tan llamativas. Concierta timidez y afectación les pidióreunirse con algún mando porque teníainformación que facilitarles. Se llamabaIrmgard Schmidt y venía del ladooriental de la ciudad. Los soldados sepusieron en contacto con el tenienteFrisby, uno de los responsables dellevar a cabo los interrogatorios.Cuando la vio, la invitó a entrar a unasala. Con una amabilidad desmedida,que nunca había dedicado a un visitante

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inesperado y desconocido —jamás selas había visto con una belleza tanimpresionante—, le pidió que leexplicara qué deseaba.

Irmgard estaba desconsolada einquieta. Le aseguró que la historia quetenía que contar era muy grave eimplicaba a gente muy vinculada a losnorteamericanos. Era tan trascendental,le dijo apesadumbrada, que preferíacontársela con la presencia de mandossuperiores. Ningún militar habríaatendido su demanda sin antes enterarsede una parte de la historia, pero elteniente Frisby estaba obnubilado conaquella veinteañera. Un rato después elteniente volvía a sentarse delante deIrmgard acompañado del capitán

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O’Rourke y del mayor Scarborough.Tres miembros de la CIA en Berlín paraescuchar el relato de una chicadesconocida.

Sin importarle el tiempo y sinintención de acortar el relato, comenzóexplicándoles su historia de amor,cuando no había cumplido veinte años,en una universidad de Alemania orientalcon un profesor mucho mayor que ella.Su cara no reflejaba felicidad, sinodolor, mientras los tres militares temíanestar delante de una desequilibrada. Elamor apasionado duró mucho tiempo.Estaba tan enloquecida por su profesor,Franz Lappe, que fue incapaz de negarsea cumplir su petición más extraña:mantener una relación con otro hombre,

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traidor al régimen comunista, paravigilarle y sacarle toda la informaciónque pudiera. La chica empezó a llorar,incluso descontroladamente, recordandoaquella amarga etapa de su vida en laque había considerado el comunismo lamejor opción del mundo porque era enla que creía el profesor del que estabaenamorada. Los tres militares se miraronun poco aburridos y el teniente Frisbyempezó a temer que se había precipitadoal invitar a la reunión a sus jefes.Entonces el relato dio un giroinesperado.

Irmgard mencionó la identidad delhombre con el que mantuvo esa relaciónpara informar al profesor y al serviciosecreto comunista: Werner Vronkov. El

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gesto de aburrimiento de los treshombres mudó en otro de interésdesmedido. Esa preciosa chica habíaseducido a Vronkov, que no se habíapodido resistir a sus encantos. Habríabajado la guardia y le habría contado enun momento de intimidad lo que nohabía desvelado a nadie más: era unagente de la CIA que dirigía una red muyactiva en Alemania oriental. A partir deahí debió de ser relativamente fácilcazar al resto del grupo. La chicamostraba arrepentimiento y dolor porsus actos. Los tres militares intentaroncalmarla y comprender bien los motivosque le habían llevado a comportarse deaquella forma detestable. Les habló delamor intenso que sentía por aquel

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profesor que los agentes de la CIAsabían que trabajaba para la Stasi y lesexplicó que, cuando dudó, el profesorabandonó las palabras tiernas ypatrióticas y le conminó a hacer lo quele pedía a cambio de un visado para quesu madre pudiera residir en Alemaniaoccidental. El chantaje era un armahabitual en aquellos años de la GuerraFría para doblegar la voluntad de laspersonas. Un arma utilizada sinescrúpulos por los dos bandos. Los tresespías entendieron perfectamente lasituación dramática que la joven habíavivido y que estuviera dispuesta aentregarse a otro hombre y engañarlecon tal de conseguir la libertad para sumadre. Lo del amor por un viejo era

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parte de las debilidades humanas quetambién veían con demasiadafrecuencia. Y la pasión del profesor porsu alumna era algo justificado con tansolo mirarla.

Irmgard relató después que lahistoria le había hundido profundamentey que desde la llegada de su madre alBerlín libre su única obsesión erareunirse con ella. Estaba arrepentida.Las lágrimas habían escapado de susojos en diversos momentos del relato,aunque solo era un detalle menor de losmuchos que ayudaron a convencer a lostres militares de que su relato no era unamentira urdida por el espionaje del Estepara colarles un topo. Desconfiar eraconnatural a los agentes del espionaje

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norteamericano que trabajaban en Berlíno en cualquier ciudad de Alemania. Losengaños y manipulaciones eran difícilesde detectar y había que estar muy atentosa los detalles y no dar nada por seguro.

Después de varias horasdesgranando el relato, el capitánO’Rourke tomó la voz cantante parallevar el tema hasta el momento en queestaba teniendo lugar la entrevista. Lamujer llorosa mostró que esperaba lapregunta y optó por abrirles el cofre consus intenciones. Quería quedarse a viviren la parte occidental de Berlín y queimpidieran que el profesor Franz Lappeo alguno de sus amigos de la Stasi laraptaran para hacerla regresar con elloso directamente la mataran en cualquier

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callejón escasamente iluminado.Después, como la chica lista quedemostró ser, enumeró los secretos queles facilitaría si la ayudaban. Paraempezar les podía entregar una lista devarios colaboradores de la Stasi quetrabajaban en el Berlín occidental en losambientes universitarios y cuyosnombres había escuchado mientrascompartía relación con Lappe. Tambiénles ofreció información sobre militaressoviéticos influyentes en Halle, laciudad de Sajonia en la que había estadoviviendo, famosa por sus manantiales deagua salada. Para concluir, les aseguróque había acumulado datos sobre eldespliegue militar soviético en variospuntos de Alemania oriental. No era una

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información extraordinaria, pero sísuficiente para pagar el peaje paraescapar de sus perseguidores. Y algomás: les permitiría comprobar lasinceridad de sus palabras. Hasta que nofuera interrogada largamente, durantevarios días, por distintos especialistas,no tendrían que darle el salvoconducto.

Irmgard volvió al día siguientepara contestar a más preguntas. Loscientos de soldados estadounidenses dela base eran incapaces de pasar por sulado sin volverse ante esa bellezadespampanante. Ella no los miraba ymantenía una actitud de recato, muyacorde con la situación dramática quehabía vivido y de la que todavía nohabía salido. Sus visitas al cuartel

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general de Estados Unidos en Berlín seprolongaron diariamente durante dossemanas. Le hicieron repetir su relatouna y otra vez, preguntándole fechasconcretas y nombres, muchas fechas ymuchos nombres. Su historia ofrecía laventaja a la CIA de que conteníanumerosos elementos que podíancontrastar sin esfuerzo. Conocían alprofesor Lappe, un famoso agentealemán que destacaba por la pasióndesenfrenada que le movía a poseer asus alumnas jovencitas. Werner Vronkovera uno de los colaboradores de la CIAque habían conseguido infiltrar con éxitoy que había encabezado una de susmejores redes. Nunca les contó queestuviera con Irmgard, pero la chica

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conocía datos concretos sobre él quesolo podía tener alguien con quienhubiera compartido cuerpo y alma. Losdatos que había ofrecido de su madretambién eran ciertos: era una entre losmuchos alemanes que conseguían elvisado para ir a zona occidental sinaparente justificación.

Además de intentar pillarlaabrumándola con detalles específicos,comenzaron a investigar la veracidad dela información que había ofrecido comopago para quedarse. Varias de laspersonas que denunció comocolaboradoras de la Stasi fueronseguidas y controladas hasta disponer dela certeza de que sus actividadespretendían favorecer a la Alemania

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oriental. Antes de quince días todosellos habían sido detenidas.

Irmgard era una seductora natural,aunque en ningún momento parecíaactuar intencionadamente. Respetuosacon las graduaciones, intentó mostrarsesincera en las respuestas a las preguntasque le planteaban. El veredicto fueunánime por parte de sus interrogadores,especialmente por el que disponía delvoto con más peso: el coronel al mando,Pritchard. El jefe fue construyendo,pieza a pieza, un puzle con lasdeclaraciones de la chica que ibaencajando perfectamente. Pritchard veíaa Irmgard como una joven desvalida quehabía sido utilizada suciamente por losdetestables miembros del espionaje

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oriental en su guerra contra Occidentesin tener en cuenta sus sentimientos. Lehabían obligado a acostarse con unhombre para sacarle información,aprovechándose de su juventud y de loabandonada que estaba. Sin dudamerecía su ayuda, y en virtud de lo quepudiera, personalmente se la iba a dar.

En el mes de abril de ese mismo1953, antes de presentarse en la puertadel cuartel general de Estados Unidos enBerlín, Irmgard Schmidt estuvo enLehnitz, una pequeña localidad deBrandemburgo, cerca de Berlín. Allítenía una villa discreta, muy protegidapor soldados de la Alemania oriental,Ernst Wollweber, el ministro deSeguridad del Estado, del que dependía

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directamente la Stasi. Wollweber habíasido un ferviente luchador comunistatoda su vida, siempre defendiendo a laURSS. Para sobrevivir en una Europacontrolada por los nazis había tenidoque agudizar el ingenio. Carecía deescrúpulos, era duro como una roca ycapaz de cualquier cosa. Hacía tiempoque el servicio de espionajenorteamericano le había tocado lasnarices tras acudir a su exmujer parasaber todo lo relativo a su personalidad,sus pasiones y debilidades. Le habíasentado especialmente mal y habíajurado vengarse utilizando el mismojuego. Si el coronel Pritchard habíaosado meterse en su intimidad, él leenseñaría que nadie jugaba tan bien

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como él las bazas del engaño. Laoperación debía ser sutil, pero atrevida,como todos los grandes engaños delespionaje. Ordenó buscar chicasexageradamente guapas, con aspecto deser muy normales, nada mojigatas,capaces de mentir sin titubear, congrandes dotes de actriz y una memoriacomo la que debía poseer cualquieragente. Eligió a Irmgard sin dudarlo. Sucomunismo estaba fuera de toda duda,algo importante para que no se dejaratentar por los lujos que le podían ofreceren el otro lado. No obstante, le dejóclaro que a él no se le traicionaba yluego se seguía viviendo como si nada.Aunque no habría hecho falta: la chicaestaba dispuesta a hacer lo que fuera a

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cambio de gozar de un estatus comonadie en su entorno disfrutaba.

El primer día que adiestrópersonalmente a su agente en laoperación de venganza personal contrasu enemigo estadounidense, la chica deveinticuatro años pasó la noche junto aél, que había cumplido los cincuenta ycinco. Sin duda era todo lo sensual ysexual que necesitaba. Aparte de esto,varios agentes de la Stasi fueronpreparando a la chica en aquella villa deLehnitz sin que nadie más en el serviciosecreto dispusiera de información sobrela operación. Le explicarondetalladamente la historia que habíanmontado para ella: la universidad en laque había estudiado, sus compañeros...

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Le mostraron numerosas fotos de lospersonajes con los que había mantenidoestrechas relaciones. Cada detallenecesario sobre sus vidas, las marcas ensus cuerpos, sus comportamientoscuando estaban felices o enfadados...Ensayaron una y otra vez losinterrogatorios eternos a los que seríasometida y cómo debería responder pararesultar creíble. Las lágrimas unasveces, las emociones que le bloqueabanla garganta otras, los ataques de ira opudor cuando hablara de determinadostemas. Todo lo practicaron una y otravez, hasta que Wollweber, uno de losdías que acudía a su residencia para versus progresos y acostarse con ella, seconsideró satisfecho.

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El jefe del espionaje de Alemaniaoriental le dejó claro desde el primermomento cuál era el objetivo: engañar alcoronel Pritchard. Tenía que creer cadauna de las palabras que ella pronunciarade la misma forma que había creído lassucias mentiras de su exesposa sobre él.Una vez hecho el engaño, el plan estaríacumplido y podría regresar a casa,donde él personalmente se encargaría deque gozara del nivel de vida que sehabía ganado.

Cuando Wollweber recibió elinforme del primer día de Irmgard entreagentes de la CIA sintió orgullo al verque la chica no se había conformado conrelatar su historia inventada ante unsimple teniente, sino que había pedido y

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conseguido la presencia de dos altosmandos. Por ese camino no le cabíandudas de que su enemigo Pritchardcaería en su trampa. Había seleccionadoa la Mata Hari más despampanante quehabía encontrado con una capacidadincreíble de simular desamparo. Losamericanos acabarían rendidos ante ella.

Tras los largos interrogatorios, lajoven alemana consiguió el respaldo dela CIA para quedarse en la AlemaniaFederal bajo su protección. Conseguidoslos papeles, se le presentó el problemade cómo vivir. No tardó en aparecer elcoronel Pritchard: estaba buscandosecretaria y le ofreció el puesto. Era lomenos que podía hacer por alguien quese había arriesgado tanto. La chica

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sonrió y aceptó. Durante las siguientessemanas la joven empezó a moverse porel cuartel general como una más entretanto uniforme. Sus curvas y contoneosdespertaron la atención de numerososmilitares, ansiosos por cuidar de ladesvalida chica de la que todo el mundohablaba y, si era posible, tambiénseducirla.

Irmgard pasó los primeros díasdedicada en cuerpo y alma a trabajarpara Pritchard. Se encontró con que elarchivo que utilizaba era un verdaderocaos, lo cual sirvió a la despierta jovenpara ofrecerse a ordenarlo y hacerlomás operativo. El coronel se quedóencantado por su espíritu servicial ydurante varias semanas le felicitó por el

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gran esfuerzo que estaba realizando yque le estaba facilitando el trabajo.Aquella mujer tan guapa como tímidaera una bendición en su vida.

La joven empezó a aceptar algunade las invitaciones que le hacíanmilitares, con los que salía a cenar, atomar copas y algo más, siempre queviera que le podían facilitar informaciónde utilidad. Un día percibió que elcoronel Pritchard, a sus cuarenta y seisaños, casado y hasta abuelo, se habíaenamorado de ella. Ese momentocambió su actitud hacia él. Le teníadonde quería una mujer como ella: conlos flancos desguarnecidos. Un día lecontó lo mal que se sentía, lo sola queestaba y se echó a llorar. El coronel la

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abrazó y no pudo reprimir el deseo debesarla, lo que provocó una supuestasorpresa en Irmgard, que abandonó eldespacho corriendo. Su actitud distanteen los días siguientes consiguió poner delos nervios a tan prestigioso yexperimentado coronel, que cada vezdisimulaba peor que estaba a sus pies,loco por abrazarla. Le tuvo así unoscuantos días, hasta que consideró que lamedicina había hecho todo su efecto.Entonces se entregó a él. En ese puntoera exactamente cuando Wollweber lehabía dicho que la misión estaríacumplida, con el coronel americanoengañado y humillado.

Wollweber sentía crecer su orgullosegún iban pasando las semanas.

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Irmgard era tan buena agente como habíasospechado. Los miembros de la Stasique seguían el día a día de la operaciónestaban también agradablementesorprendidos. Una novata estabaconsiguiendo en pocos meses másinformación de la que nadie podíaimaginar. Que el coronel Pritchard lahubiera nombrado su secretaria y que lehubiera permitido ordenarle el archivoera un fallo absolutamente increíble.Cada papel que pasaba por sus manos lofotografiaba y se lo entregaba a suscontactos. Tener que denunciar a varioscolaboradores en activo para darcredibilidad a la historia de la chicahabía resultado más provechoso de loimaginable: habían colocado a una de

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sus agentes en las entrañas de la CIA, enel puesto soñado, junto a los principalessecretos. Pocos agentes dobles podíanmeter sus manos en tesoro tan preciadocomo el que almacenaba Pritchard.

Pronto en la Stasi el éxito empezó acomentarse. Era tan ingente la cantidadde información procedente de repentedel corazón de la CIA en Berlín que enlas conversaciones los agentes sevanagloriaban de que era imposiblealmacenar tantos secretos en tan pocotiempo. Lo negativo fue que el serviciosecreto norteamericano también tenía undoble agente en el cuartel de la Stasi queescuchó esos comentarios. En cuantopudo, envió la alerta, que no tardó enencender el piloto rojo en la sede

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central de la agencia en Estados Unidos.El tiempo para reaccionar era

escaso. O habría sido escaso si Irmgardse hubiera atenido a las órdenesrecibidas y en cuanto se convirtió enamante de Pritchard hubieraaprovechado para regresar a laAlemania oriental. Había engañado a laCIA, les había robado numerosadocumentación y, para colmo, habíaconseguido seducir al coronel Pritchardsin que sospechara de ella. La jovendisfrutaba con el papel que estabarepresentando. Era consciente de sussorprendentes logros y se sentía capazde conseguir la luna si se lo pedían. Asíque anunció a sus jefes que todo iba tanbien que era una tontería abandonar.

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Cuando viera el más mínimo gesto desospecha hacia ella, se largaría. Se loestaba pasando genial y quería seguir elmáximo tiempo posible.

El informe sobre un agujero en elcuartel general en Berlín puso en marchatodas las alarmas. Desde EstadosUnidos enviaron al agente Baker, el cualllevó a cabo una investigación que no lepermitió averiguar quién podía ser eltraidor. Eso sí, desde que llegó a Berlíncentró su atención en una persona:Irmgard Schmidt. ¿Cómo era posible queni un solo agente de la CIA se hubieradado cuenta de que aquella jovencita lespodía haber engañado, que en ningúncaso debería estar trabajando en lapropia CIA y, para colmo, rodeada de

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informes secretos? Como no conseguíadatos que la incriminaran, tuvo quereaccionar rápidamente y de una formadiscreta eliminar el problema.Consiguió que desde la base aérea deTempelhof la reclamaran para una plazamejor que la que tenía, pero sumamentealejada de cualquier secreto que pudierainteresar a los alemanes orientales.Luego fue, uno a uno, trasladando atodos los agentes que habían podidotener acceso a la información secreta dela agencia, empezando por el propiocoronel Pritchard.

Baker no tardó mucho en recibirnoticias de que las filtraciones dedocumentos habían cesado. Era elprimer paso. El segundo era cazar a la

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joven alemana. Estaba seguro de queella era la responsable, aunque no lopudiera demostrar y nadie, fuera de él,hubiera esgrimido la menor sospecha. Elagente especial investigó la vidaprivada de la chica y descubrió que eranmuchos los militares que la habíanseducido. Incluso se decía que el propiocoronel al mando se había liado conella. Para cazarla, pensó, habrá queutilizar sus propias armas, con las quese sentía tan segura.

Poco tiempo después de que fueratrasladada a la base aérea, Irmgardcoincidió en un restaurante de lujo, deesos que le gustaba frecuentar, con unmilitar alemán llamado Alfred Mainz.Era un hombre exageradamente guapo,

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con unos buenos bíceps, apuesto,elegante y educado. Hablarondistendidamente sin que ella disimularaque le atraía. Quedaron para salir otrodía y acabaron liados. Entonces Alfred,en un momento de supuesta sinceridad,le contó que trabajaba para la CIA y queestaba un poco harto de ellos. Lafascinación de Irmgard aumentó poraquel hombre de cuerpo tan vigoroso.Ahora fue ella la que empezó aperseguirle, momento en el que élempezó a pasar de ella y a hablarle desu relación con otras chicas. Irmgard noestaba acostumbrada a que larechazaran, y menos un hombre comoaquel, que tenía acceso a informaciónque le podía ser de tanta utilidad.

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Tendría que dar el último golpe, pensó,antes de regresar definitivamente a laAlemania oriental y vivir a todo lujo,como el ministro Wollweber le habíaprometido.

Alfred no se lo puso fácil, pero, sinprisas, fue mostrando gestos deenamoramiento. Irmgard se sintió feliz,aunque pasó algo que se salió de suguión: ella se enamoró de él. Cuando larelación estaba en su efervescencia,Irmgard le propuso un plan. No lemencionó que había estado trabajandopara la CIA hasta hacía unos meses yque les había saqueado el archivo.Tampoco que trabajaba directamentepara la Stasi. Inventó una nueva historiacon elementos reales procedentes de su

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corazón. Le propuso a Alfred queconsiguiera una lista con los nuevosagentes de la CIA que habían llegadorecientemente a Berlín y otra con loscolaboradores alemanes. Le dijo quetenía amigos en la Stasi y que a cambiode esos datos les sacarían a los dos delpaís y les darían dinero para irse a vivirjuntos al país neutral que quisieran.Mainz simuló dudas y las mantuvo eltiempo prudencial para acreditar sutapadera, antes de declarar que haríacualquier cosa por ella. Irmgardtransmitió a su contacto de la Stasi larespuesta afirmativa y le prepararon lahuida, una vez que tuviera en su poderlos papeles con los nombres. Unos díasdespués, Alfred, del que nadie

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sospecharía, la seguiría.Era diciembre de 1953, poco antes

de Navidad, cuando los dos enamoradosquedaron y Alfred le entregó las hojascon el listado de nombres que le habíapedido la chica. Lo metió en unapequeña maleta y se dispuso aabandonar el lado oeste de Berlín por elcamino más normal: el del tren que uníalas dos mitades de una misma ciudadgobernada por regímenes tanantagónicos. Previamente hizo todo loposible para despistar a cualquiera quela estuviera siguiendo. Había estadocasi nueve meses haciendo el doblejuego y no había bajado la guardia enningún momento. Estaba nerviosaporque regresaba a su país con un

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documento muy importante en su poder,pero con la tranquilidad de haberdemostrado ser muy buena como agentesecreto. El ministro Wollweber estaríaencantado. Había conseguido mucho másde lo que él esperaba y sin ayuda denadie. Se subió al tren que la llevaría aser recibida como una triunfadora. Sesentó en un asiento y fue contando lasestaciones hasta llegar a la última dellado oeste: Lehrter Bahnhof. En unosminutos estaría en el Berlín oriental.

Era muy importante para Baker quela joven Schmidt recibiera de manos deAlfred una lista con las auténticasidentidades de los agentes de la CIA yde algunos colaboradores alemanes. Siera detenida con ella encima nadie

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podría librarla de la cárcel. No habíaotra forma de probar a qué se habíaestado dedicando en los últimos meses.Sabía gracias a Alfred por dónde huiría,pero contemplaron la posibilidad de queutilizara una vía alternativa. Lasiguieron y vieron cómo entraba en elmetro que debería trasladarla aconsumar la traición y a que en nomucho tiempo se anunciarapúblicamente que la Stasi había tenidouna doble agente en las filas de la CIAen Alemania.

Lo de esperar hasta el últimomomento tuvo un punto de crueldad, eltoque de venganza de Baker, que ladetuvo antes de que el tren abandonarala última estación camino del lado este

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de Berlín. Hecho esto, la interrogópersonalmente antes de ordenartrasladarla a una base aérea. Ellareconoció con impotencia lo que habíahecho. El documento que el agenteencontró en su maleta la incriminaba y lallevaba directamente a la cárcel.

La venganza de Wollweber seejecutó, aunque sin la limpieza que élhabía planeado. Habría querido queIrmgard volviera antes y así anunciar elengaño. Al menos consiguió demostrarsu astucia y que su enemigo, el coronelPritchard, fuera destituido. Creerse lahistoria de la espía alemana era unacosa, pero contratarla de secretaria conacceso a todos los secretos y haberseliado con ella eran motivos más que

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suficientes para expulsarle de la CIA ydel ejército.

En 1954 Irmgard Schmidt fuecondenada a cinco años de cárcel con ungran escándalo inicial que los serviciossecretos norteamericanos intentaronacallar. Anunciaron públicamente atodos los medios de comunicación quela joven no había conseguido averiguarnada importante. Era mentira. Reconocerque la belleza despampanante de unajovencita había obnubilado el criterio detantos militares era demasiado. MataHari, no obstante, había triunfado denuevo.

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18. Human Jalil al-Balawi, el doble agenteque Al-Qaeda metió enla cia

Human Jalil abu-Mulal al-Balawi nacióen diciembre de 1977 en Jordania, unpaís donde más de la mitad de lapoblación, como era su caso, teníaorígenes palestinos. El rey Husseinsabía caminar con destreza por ladelgada cuerda de la diplomacia comoun experimentado equilibrista. Supueblo era enemigo visceral de Israel y

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Estados Unidos, por lo cual ocultaba susestupendas relaciones con ellos. En lasalcantarillas se movían juntos sus espíasy los de la CIA, en una sólida alianzafraternal que con el paso de los añosmantendría el nuevo rey Abdullah II.

Al-Balawi no sabía nada de estostemas y tardaría más de treinta años ensumergirse en el mundo secreto. Sufamilia disponía de más mediosmateriales que la mayor parte de lapoblación, gracias a lo cual recibió unaeducación estricta en la fe religiosa yenriquecedora en lo cultural. Los nuevehermanos se regían por la disciplina quese inculca en las familias numerosas, acuyos hijos se forma en el esfuerzo parahacer frente a sus propias

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responsabilidades.A los pocos años de nacer, todos

se trasladaron a Kuwait, dondepermanecieron hasta la invasión iraquídel país. Al-Balawi quería ser médico,una vocación muy habitual entre losjóvenes palestinos, ansiosos por salvarvidas en un deseo altruista hacia laspersonas con las que conviven y a lasque han visto sufrir. Sus padres lemandaron en 1995 a Turquía, con unasociedad más avanzada y que ofrecíaposibilidades a los jóvenes quedeseaban triunfar. Allí vivió seisintensos años. En el último, su vidacambiaría más de lo que imaginaba.

Al-Balawi había comenzado aengancharse a Internet. Fuera de su

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horario de clases y estudios cada vezpasaba más tiempo pegado al ordenador,navegando por diferentes páginasreligiosas y chats en los que hablaba contodo tipo de personas desconocidas.Este mundo divertido le llevó a cruzarseun día con una chica, un año más jovenque él, llamada Dafne, de la que seenamoró perdidamente. A principios delaño 2001, cuando estaba a punto determinar la carrera, se casaron. El jovencasi médico deseaba regresar a Jordaniaen cuanto acabara sus estudios, encompañía de su chica. Los motivos deAl-Balawi para navegar en la red ibanmás allá de encontrar esposa. Con una femusulmana arraigada desde niño, sentíala inquietud de repeler los ataques

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contra su religión. Su novia, su carrera yla defensa de sus creencias se habíanconvertido en su razón de existir.

Era asiduo seguidor de la páginadel IBDA-C (sigla en turco de GreatEastern Islamic Raiders Front), unaorganización islámica turca que queríarestaurar el orden religioso en el país yque consideraba que el gobierno sehabía alejado de la verdadera líneareligiosa. IBDA-C, con la que Al-Balawi tuvo contactos, defendía el usode la violencia para conseguir susobjetivos, lo que había puesto en alertaal Milli Istihbarat Teskilati, laorganización nacional de inteligencia deTurquía. El control no llegó a ser muyestricto, ni el jordano tuvo una actividad

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agresiva. Actuaba como una personapreocupada por la religión y molestacon los que no la respetaban, pero nopresentaba actitudes preocupantes, almenos de momento. Su expediente pudoarchivarse cuando los servicios turcostuvieron la constancia de queabandonaba el país o quizás mandaronuna alerta a los colegas jordanos.

La pareja se desplazó a Jordania,donde llevaban pocos meses viviendocuando se produjeron los atentados del11 de septiembre de 2001 provocandoun desastre que conmovió al mundo. Lavida de Al-Balawi y su mujer,aparentemente, no cambió por aquellossucesos. El palestino se dedicó a cuidarpacientes en hospitales sin grandes

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medios, mientras Dafne dio a luz a lasdos hijas del matrimonio.

La vida del joven médico deveinticuatro años comenzó a cambiar deuna forma lenta e inconsciente. Seguíapreocupado por la religión y se manteníainformado sobre todos los movimientosque se promocionaban en Internet.Entendía que Al-Qaeda hubiera atacadoEstados Unidos, incluso compartía suacción: Dafne y él odiabanprofundamente al país de George Bush.Se merecían todo lo que les pasara.Nunca había sido extremista,conservador, sí, pero no defendía laviolencia. Sin embargo, el mundo estabacambiando e Internet le ofrecía unaperspectiva mucho más clara de lo que

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sucedía. La declaración de guerra contraAl-Qaeda, ese derecho a la venganzaque esgrimía Bush para atacarAfganistán, conmovió los cimientos delcorazón de Al-Balawi. Especialmenteporque día tras día veía en la televisióna las tropas norteamericanas lanzar susbombas contra el pueblo afgano. Todose justificaba por la presencia de BenLaden y Al-Qaeda, que iban despertandomás simpatías en el pueblo árabe segúnlos Estados Unidos los demonizabanmás y más. Al-Balawi fue limandoalgunas de las aristas que le alejaban dela yihad. Fueron varios años deexperiencias personales compartidascon amigos de Jordania y conocidos enInternet. Su mujer sabía que era un

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ferviente defensor de la religión, perono notó el cambio radical en su maridohasta que Estados Unidos invadió Iraqen 2003. A partir de ese momentoabandonó todas las precauciones y selanzó a defender abiertamente lanecesidad de utilizar la violencia contralos países que estaban ocupando tierrasmusulmanas. Experto en el manejo deInternet, se lanzó a colaboraractivamente en la difusión de sus ideas.

Su actividad preferida eran loschats, donde animaba a los participantesa tomar partido en contra de losinvasores occidentales y en defensa deAl-Qaeda y cualquier grupo dispuesto ahacerles frente. Su mujer le veía leerintensamente el Corán, buscando versos

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que se pudieran interpretar como unadefensa de la yihad, para luegoexponerlos en páginas y foros de debate.Usaba alias que le permitían ocultar suverdadera identidad, aunque es difícilcreer que no supiera en esos años —comienzos del siglo xxi— que para losservicios de inteligencia no llevabamucho tiempo identificar al propietariodel ordenador desde el que se escribíaen la red. Así, su nombre apareció en lalista de ciudadanos jordanos,indudablemente larga, que apoyaban laviolencia contra Occidente. Una listaque elaboró la Dirección General deInteligencia de Jordania, un serviciosecreto militar entre los másprestigiosos del mundo árabe.

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Al-Balawi no tenía por quésaberlo, pero el espionaje jordanollevaba años manteniendo una estrecha,a la par que secreta, relación con laCIA. Una relación que había aumentadotras los atentados del 11-S. EstadosUnidos había descubierto que los nuevosretos del espionaje impedían aciudadanos americanos blancos, rubiosy con ojos azules penetrar enorganizaciones terroristas en las quetodos eran de piel morena, pelo negro ycon el sufrimiento reflejado en lasarrugas de la cara.

El mundo de Internet que tantogustaba al médico jordano servía a laCIA y a todos sus aliados en la guerracontra Al-Qaeda. Elaboraban listas de

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sospechosos que intercambiaban por sillegado el caso podían serles de utilidadpara evitar nuevos atentados, descubrirredes durmientes o conseguir infiltradosque les pusieran en la pista de loscabecillas del terrorismo.

Los foros islamistas en la red enlos años 2005, 2006, 2007 y 2008fueron un hervidero de venganzas contraEstados Unidos y los paísesoccidentales y árabes que les apoyabanen los distintos frentes de combate. Esefue el terreno de juego donde el médicotranquilo se convirtió en un exaltado,convencido de que no servía a sureligión si se dedicaba solo a cuidarenfermos. Necesitaba hacer algo por elpueblo musulmán, pasar de las palabras

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a los hechos. Muchos entregaban la vidapor la causa mostrando su altruismo. Él,por el contrario, seguía disfrutando deuna vida acomodada.

Su actividad en los foros a favor dela violencia contra Occidente le habíallevado a difundir sus ideas en la páginaAl-Hesbah, uno de los foros más activosa favor de la violencia, muy peligrosopor su cercanía a Al-Qaeda. Peroinfiltrados hasta el tuétano por losservicios de inteligencia árabes,identificaron a Al-Balawi y comenzarona controlarle. Algo normal, pues estabatan desatado a favor de la yihad, singuardar las más mínimas precaucionesde seguridad, que hasta montó su propioblog para sostener su defensa religiosa

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de la violencia contra Estados Unidos.La Dirección General de

Inteligencia de Jordania llegó a laconclusión a finales de 2008 de que Al-Balawi se había convertido en unelemento peligroso. El médico estabaobsesionado con ir a Afganistán o Iraqpara combatir contra los invasores,aunque no lo pudo conseguir debido alintenso control ejercido por las tropasjordanas. Quizás pulsó las teclasequivocadas en su deseo de ir a luchar afavor de la yihad y el servicio secretodecidió detenerle. Le llevaron a prisiónpara interrogarle y le tuvieron encerradotres días. Lo que pasó allí durante esassetenta y dos horas pertenece al secretodel sumario. Solo se tiene constancia de

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que le entregaron un Corán para leer,pero no le permitieron hacerlo en vozalta. ¿Qué le pasó allí para aceptarcambiar de bando, cuando su mujerreconoció posteriormente que no habíasido torturado? ¿Por qué losexperimentados agentes jordanoscreyeron que un ferviente defensor de layihad había cambiado, abandonado susideas, en tan escaso periodo de tiempo?¿Hubo un chantaje que le forzó atrabajar para los jordanos o fue la ofertade una cantidad de dinero muy alta loque le hizo cambiar? ¿Engañóintencionadamente a sus captadoresprometiéndoles renunciar a sus ideas?

Al salir de prisión Al-Balawiregresó a su casa convertido en agente

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del servicio de inteligencia jordano, conla misión de no cambiar sus hábitos ymantener el mismo comportamiento quehabía tenido hasta ese momento con susamigos radicales. Pero tenía una misiónnueva: penetrar todo lo que pudiera enla estructura de las redes terroristas parapasar información sobre sus actividades.Si llegaron a un acuerdo fue, sin duda,porque el jordano les ofreció sucolaboración y la posibilidad deponerles en bandeja a algún alto cargode Al-Qaeda o de los talibanes. Todoscoinciden en señalar al también médicoegipcio Ayman al-Zawahiri, número dosde Osama ben Laden, como la persona ala que podía acceder para entregarles.Si fuera así, se entiende a la perfección

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que el espionaje jordano llegara a unacuerdo con él, le sacara de la prisión yle diera cierta libertad para moverse porsus ambientes extremistas.

En 2008 la caza de los integrantesde la cúpula de Al-Qaeda era prioritariapara la CIA y para los serviciossecretos árabes, que colaboraban conella, no solo por hacer un favor a losnorteamericanos, sino por interéspropio. Ben Laden ejerció una ciertaseducción en el pueblo árabe tras losatentados contra Estados Unidos y esoera lo último que necesitaban lasmonarquías conservadoras del mundoislámico.

La familia se trasladó a Turquía,según contó el propio médico a sus

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padres, a quienes no desveló que desdeallí cumpliría finalmente su sueño deacercarse a las zonas de conflicto dondelos musulmanes luchaban para expulsara los infieles. Si iba para ayudarles otraicionarles, era otra película. Su mujerse quedó con los niños en Estambul y élcomenzó a hacer viajes hacia Pakistán,Iraq y Afganistán.

Las versiones de lo que pasó nohan sido nunca explicadas. Según lainteligencia jordana, estaba contactandocon los talibanes y Al-Qaeda, de cara aconseguir información sobre elescondrijo de Al-Zawahiri. Según otraversión, buscaba contactos en laorganización terrorista para desvelarque le habían obligado a trabajar para el

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espionaje jordano. Pero todavía habíauna tercera posibilidad: su caso podríatener mucho que ver con uno similarprotagonizado por dos hermanospalestinos.

Yaqub y Ahmed Nasar eranmiembros del movimiento islamistaHamás y habían sido descubiertos por elespionaje israelí, que los detuvo.Siguiendo una de sus habituales tácticas,los judíos presionaron a los doshermanos para que les facilitaraninformación del grupo. La mezcla dechantaje y presión ofreció el resultadoque el Mossad esperaba y los dosjóvenes aceptaron llevar adelante sudoble juego. Durante un tiempoestuvieron informando al espionaje

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israelí, pero en algún momento suscompañeros de Hamás les descubrierono ellos no pudieron soportar la presiónque conlleva ser un doble agente y seautoinculparon. Las autoridades delgrupo terrorista podían haberles matadoen el momento, pero les ofrecieron laposibilidad de redimirse. Ellosaceptaron pensando en salvar su alma.

El 21 de febrero de 2009 Yaqub yAhmed se dirigieron a la frontera deGaza, donde se toparon con un controlde militares israelíes. Siguiendo lasinstrucciones que les habían dado, seacercaron a ellos intentándoles hacercreer que estaban escapando de Hamás.Los dos estaban muy pendientes de losdetonadores que debían activar los

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cinturones-bomba que llevabancolocados en la cintura. Les habíanexplicado que debían esperar a estarcerca de los militares. No tuvieronsuerte. Los soldados del puestofronterizo no se fiaron, ellos se pusieronnerviosos al notar que algo iba mal y lasráfagas de metralleta destrozaron suscuerpos. Un final trágico para dosjóvenes que no supieron, ni quisieron,ser agentes dobles.

El misterio de la lealtad de losdobles agentes es complicado dedescifrar. No tiene que ser algopermanente, sino que puede evolucionarde una forma lenta, como las manecillasdel reloj, o hacerlo precipitadamentecuando te descubren y para salvar la

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vida, la de tu familia o tu propio orgullo,y hacer que vuelvas al bando del que enese momento piensas que nunca deberíashaber salido.

Al-Balawi estuvo un año vagandopor los países árabes donde seescondían los terroristas que tanto habíaalabado hasta entrar en la cárceljordana. Informaba a la inteligenciajordana de sus considerables progresos,lo que fue convirtiéndole con el paso delos meses en uno de sus mejores agentes.Tener un espía así en 2009 era uno delos bienes más apreciados en la zona deconflicto. El inconveniente era que losmovimientos de Al-Balawi eranimposibles de controlar. La presencia deagentes jordanos vigilándole habría

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podido delatarle y poner en riesgo suvida. Es una situación que obliga alservicio que la ejecuta a tener unaconfianza ciega en su agente, aunqueluego existen mecanismos para intentarcontrastar la veracidad de lainformación que facilita. Hasta tal puntollegó su importancia que los espíasjordanos anunciaron a sus colegas de laCIA que disponían de un agente dobleque cada vez se acercaba más a lacúpula de Al-Qaeda. El controlador delmédico era el capitán Sharif Ali benZeid, agente de la Dirección General deInteligencia jordana. Él era el que sereunía con Al-Balawi para recoger lainformación de sus progresos con elobjetivo de localizar a Al-Zawahiri, el

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número dos de Al-Qaeda. En ese año2009 el capitán Ben Zeid presentó a suagente a una de las células másimportantes de la CIA, que tenía su sedeen la base Chapman, en la provinciaafgana de Khost, al este del país, zonade intensos combates entre fuerzasmilitares occidentales y grupos armadosrebeldes. Algunos agentesestadounidenses tuvieron la oportunidadde interrogar al que parecía ser el espíacon capacidad de señalar el escondrijode Al-Zawahiri. El capitán Ben-Zeidestaba convencido de la valía del agenteque había doblado y los encargados dela CIA percibieron las mismasvibraciones.

La jefa de la estación de la CIA en

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la base Chapman era una treintañeracasada, con tres hijos, y una experienciadifícil de igualar en la lucha operativacontra Al-Qaeda. Fue una de laspersonas de la agencia que primerotomó la iniciativa de bucear en elproceloso mundo del grupo terrorista,llegando a convertir su cabeza en unaenciclopedia viva de dirigentes,militantes y acciones. Nadie conocíacomo ella sus métodos, suscomportamientos, sus sueños, susmanipulaciones del Corán... Habíaaprendido a conocer al pueblo árabe ysabía distinguir la mentira a cien leguas.Conoció a Al-Balawi, charló con él, lemiró a los ojos para detectar la limpiezade su corazón y se convenció de que

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aquel hombre podría llevarles hasta lacúpula de Al-Qaeda. Lo mismopensaron otros agentes de la CIAdestinados en Afganistán, comoElizabeth Hanson, Harold Brown o ScottRoberson. Pocos le conocieronpersonalmente, pero todos habíandebatido sobre la validez de lainformación que conseguía y laposibilidad de que pudiera engañar a losniveles intermedios de Al-Qaeda paradar con el paradero de la cúpula.Hanson era una joven doctora enEconomía, en la treintena como casitodos, apasionada del mundo islamista,que realizó su tesis sobre las religionesy que consiguió entrar en la CIA paradedicarse a perseguir a los extremistas

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religiosos. Era uno de esos miles deciudadanos americanos que tras losatentados del 11-S se plantearon quépodían hacer para combatir a losenemigos de su país. Ella decidióapuntarse a la CIA. En las frecuentesconversaciones con su padre, que laseguía viendo como una niña a pesar desus treinta y un años, nunca le habló deAl-Balawi ni de la esperanza que todostenían puestas en que les llevara hasta elnúmero dos de Al-Qaeda. Por supuesto,nunca prestó atención a su padre cuandole rogó que no se metiera en esa guerra,que Afganistán era un sitio parasoldados. Harold Brown, padre de treshijos, vivía como el resto de suscompañeros la vida secreta que les

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imponía la CIA. Ni su madre sabía quetrabajaba para el servicio deinteligencia y creía que lo hacía para elDepartamento de Estado. No leentusiasmaba la dureza de la vida enAfganistán, pero la obsesión de cazar alos jefes de Al-Qaeda y de los grupostalibanes que les apoyaban le hacíaseguir para adelante. Como toda launidad de la CIA en la base Chapman,sabía que disponían de muchosinformantes, pero que el doble agenteque el servicio secreto jordano estabacompartiendo con ellos podía ser elescalón que les faltaba para ubicar en elmapa a Al-Zawahiri y que un avión notripulado Drone acabara con su vida.

El 30 de diciembre de 2009 había

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cierta algarabía en la base Chapman. Noen el sentido de gran juerga, sino en elde esperanza contenida. Al-Balawi iba air a la base a comunicarles unainformación que podría dar un giro muypositivo a la guerra contra el terror. Suobjetivo primordial desde que elespionaje jordano le convirtió en agentedoble fue la caza de Al-Zawahiri y enese momento parecía que tenía en supoder esa información. Al menos losdatos que había adelantado al capitánBen Zeid iban por ese camino. Le habíapedido una reunión en la base Chapmancon toda la cúpula de la CIA para darlesla gran noticia. El agente jordanotransmitió sus palabras a los colegas dela CIA y les convocó para el encuentro.

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No cuesta mucho imaginar lasatisfacción del capitán, que había idopuliendo a su infiltrado hasta transmitira sus superiores que aquel hombreobsesionado con el Corán y todo losagrado era ahora uno de los suyos. Unéxito al que ahora sumaría, si la suerteles acompañaba, el fin de uno de losdirigentes más temidos de Al-Qaeda.

Las expectativas sobre lainformación de Al-Balawi llevaron a lajefa de la base —su nombre nunca hasido revelado— a informar a sussuperiores de la posibilidad de que enunas horas tuvieran que poner en marchaun dispositivo para acabar con elsegundo mayor enemigo mundial deEstados Unidos. Cuando Al-Balawi

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llegó, la expectación se palpaba en elaire. Se había convertido en uno de losinvitados más esperado de los últimosmeses. Él... y la información que traía ensu cabeza. No tuvo que pasar loscontroles de seguridad, como tampocolos pasaban los agentes de la CIA o enese momento el capitán jordano que leacompañaba. Con cierta celeridad lellevaron a la sala de reuniones, dondepocos minutos después se encontró conElizabeth Hanson, Harold Brown, ScottRoberson, la jefa de la base, otros tresagentes de la CIA —dos de ellos eran enrealidad mercenarios de XE Services, laantigua Blackwater— y el capitán delservicio secreto jordano, Ben Zeid.

Cuando Al-Balawi comprobó que

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los agentes más importantes delespionaje norteamericano estaban a sualrededor pulsó un detonador quellevaba escondido y se activó elcinturón-bomba guardado bajo su túnica.Primero él y después todos y cada unode los espías que le rodeabanperecieron, hechos añicos. Muchosagentes dobles perdieron la vida, sobretodo en las décadas de 1950 y 1960,durante la Guerra Fría, al serdescubierto su juego sucio. Añosdespués era el propio agente doble elque se quitaba la vida con la intenciónde arrancar la de un puñado deenemigos.

Una semana después se oficializabalo que todos sospechaban. Una de las

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páginas oficiales de Al-Qaeda enInternet afirmaba que Al-Balawi sehabía inmolado en venganza por lamuerte de varios líderes de laorganización a manos de las tropasestadounidenses.

El 9 de enero de 2010 la cadena detelevisión Al-Yazira emitió un vídeograbado poco antes del atentado. Comolos servicios de inteligencia de Jordaniay Estados Unidos pensaban, Al-Balawise reunió con Hakimula Mehsud, elresponsable de los talibanes pakistaníes,pero el objetivo no era descubrir elparadero del número dos de Al-Qaeda,sino grabar un vídeo reivindicativo,para el que se vistió con un uniformemilitar, dirigido «a los enemigos de la

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nación musulmana, a la inteligenciajordana y a la CIA». El vídeo fuetambién emitido por una televisiónpakistaní, a la que los talibanesexplicaron que los servicios secretos delos dos países le habían ofrecido a Al-Balawi millones de dólares para espiara los muyahidines.

Un día antes de la aparición delvídeo del suicida la CIA lanzaba suvenganza en forma de avión no tripuladocontra los responsables del ataque a labase Chapman. En Waziristán del Norte,en la zona fronteriza pakistaní, lasbombas segaban la vida de Hussein al-Yemení, un destacado responsable deAl-Qaeda en las zonas tribales dePakistán. Una respuesta precipitada con

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la intención de causar un daño que fueinfinitamente menor al que sufrieron laCIA y el espionaje jordano.

El capitán Ben Zeid, según laprensa jordana, fue asesinado enAfganistán «mientras llevaba a cabolabores humanitarias junto al contingentejordano de las fuerzas de paz de laONU». A su entierro acudió el reyAbdullah, porque era familiar lejano.Los féretros de los siete agentes de laCIA regresaron a Estados Unidos enmedio de la depresión general y muyespecialmente de la propia agencia.Había sido un golpe bajo queevidenciaba fallos graves en laseguridad que nunca deberían haberseproducido. El primero era el engaño:

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¿cómo no pudieron darse cuenta de queel supuesto agente doble nunca habíacambiado de bando? O si inicialmentelo hizo, ¿cómo no detectaron que losterroristas le habían dado la vuelta otravez? Y, en cualquiera de los casos,¿cómo le permitieron entrar en la basede la CIA sin cachearle previamente?Este último fallo era el más garrafal: pormuy buenas que fueran las noticias queiba a traer Al-Balawi, nunca debieronreunirse siete agentes de la CIA y unodel espionaje jordano con un confidentesin tomar la menor precaución. Además,el manual era claro en ese aspecto:únicamente una o a lo sumo dospersonas podían encontrarse cada vezcon un informante, por muy alta que

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fuera la estima que se le dispensara.No hay datos solventes para

establecer en qué momento el agentedoble dejó de ser leal al espionajejordano y a la CIA. Quizás no lo fuenunca, lo pudo ser hasta unarrepentimiento espontáneo o, como enel caso de los dos hermanos de Hamás,fue descubierto y se le impuso laautoinmolación. Como explicó su mujer,Dafne, Al-Balawi siempre odió a losEstados Unidos. Solo alguien con elcorazón lleno de odio puede inmolarse yllevarse por delante otras ocho vidas.

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19. Eddie Chapman,un delincuentedivertido, bebedor ymujeriego de dudosalealtad

Eddie Chapman, el doble agente«Zigzag», trabajó en el MI5, el serviciosecreto inglés, de una maneraenloquecida, sin que su lealtad quedaraclara en varios momentos importantes.Las mismas dudas las mantuvieron losprebostes del III Reich, incluso añosdespués de finalizar la guerra. Una

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valoración diametralmente opuesta a laque ambos bandos contendientessostuvieron durante un montón de añoscon respecto a Juan Pujol, Garbo. En elcaso del español, su obsesión paraevitar que Hitler ganara la contiendanunca fue cuestionada por el espionajeinglés. Tardaron mucho en creer en él,pero cuando le aceptaron en sus filassabían que era uno más de ellos,integrado en un régimen de disciplinasin la cual no se entendía la lucha contralos nazis.

Chapman compartió escenario deactuación con Pujol, pero careció de suvoluntad e ideales. Los dos, como lainmensa mayoría de los agentes dobles,tenían una personalidad complicada que

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les servía de bálsamo para soportar elcaminar diario por el borde del abismo.Chapman ya era un especialista en elriesgo cuando comenzó su trabajo ysiguió siéndolo cuando acabó. Lollamativo es que en todos los años de sudoble juego los dos bandos dudaran desu lealtad. ¿A quién la entregó, si es quela depositó en alguno? Una historia depasiones humanas solo puede entendersepartiendo de algunos acontecimientosclave en su juventud.

Eddie nunca fue un hombre de bien.Desde joven se parecía a los personajeszarrapastrosos de Mark Twain, urgidospor solucionarse la vida utilizando elengaño y la manipulación. Como ellos,odiaba el monótono trabajo diario, con

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un jefe exigente. Solo por un estado delocura transitoria, propia de los tiposcon personalidad bohemia, se entiendeque a los diecisiete años decidieraapuntarse al ejército, la institución másdisciplinada que podía encontrarse enesos momentos. Como era de esperar, elentusiasmo le duró el tiempo que sucabeza se negó a aceptar el patinazo.Después de unos meses, con el dineroque había ahorrado —más del que nuncahabía guardado en el bolsillo—,aprovechó un permiso para desertar.Pero no de una forma planificada eintencionada, sino improvisada yapasionada. Conoció a una chica guapay desinhibida, a la que engatusó conademanes de joven rico. Durante dos

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meses vivieron una relación de sexo yjuerga, sin compromisos. Acabado eldinero, se acabó la relación. El ejércitole terminó pillando e ingresó porprimera vez en prisión. Su iniciacióncarcelaria —terminó convirtiéndose enun profesional de la vida entre rejas—duró tres meses.

Con apenas veinte años se buscó lavida en todo aquello que le parecíaestimulante, ayudado por una verborreadesbordante y divertida. Consiguiópapeles de extra en algunas películas,peleó en combates de lucha libre y, entremedias, trabajaba de camarero o encualquier otro oficio que le facilitaramonedas para sobrevivir. Juerguista,vago y ansioso por llevar una vida

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lujosa, no tardó mucho en buscar lamanera de conseguir dinero fácil.Estafas, robos, entradas ilegales endomicilios, empezaron a curtir su nuevapersonalidad, en la que se encontrabamuy a gusto. Era lo que quería ser, loque le facilitaba la vida acelerada y conacceso a los placeres mundanos. Pocoimportaba que cada varios meses lapolicía le pillara in fraganti y pasara unatemporada enchironado. Habíaencontrado su vocación y nada podíahacerle virar el rumbo.

El paso para dedicarse a delitos demás alta alcurnia lo dio gracias a una desus estancias en prisión. Conoció aJames Hunt, que había descubierto unsistema perfecto para abrir cajas fuertes.

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Se hicieron socios y la vida de Eddieevolucionó. Siguió ligando concualquier chica que pasara por delantede él, pero abandonó los delitosmenores para armarse con una pistolaque le acompañaba a la hora de robar entiendas de lujo, bancos y grandesmansiones. Su nivel de vida creció demanera fulminante, aunque la mismavelocidad con la que conseguía eldinero tras el reparto del botín era laque utilizaba para gastárselo. El placerde verse rodeado de guapas chicas, lanecesidad de beber el mejor champán,en el mejor hotel, con el servicio másdistinguido, vistiendo trajes hechos amedida, era una forma de vida, su formade vida.

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El original sistema de robo decajas fuertes les permitió dar treinta yocho golpes en Londres. A cambio,consiguieron movilizar a toda la policíade la ciudad para darles caza. Entregolpe y golpe, anunció una boda que nollegó a celebrarse y se enamoró de dosmujeres, una de las cuales se quedóembarazada. El 4 de febrero de 1939 sunovia era Betty Farmer. Le gustabaapasionadamente y la consideraba elamor de su vida, los mismossentimientos sinceros que había dirigidohacia unas cuantas mujeres en losúltimos años. El último atraco enLondres tuvo lugar ese día einmediatamente después decidieronabandonar las islas para evitar la

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detención. Su objetivo fue irse a lasIslas del Canal, que administrativamenteestán divididas en Jersey y Guernsey yse encuentran cerca de las costas deFrancia. Fue allí, unas semanas después,donde la policía local detuvo a Eddie yle invitaron a una larga estancia enprisión, paso previo a su envío aInglaterra para acabar en alguno de losestablecimientos penitenciarios yaconocidos por él sobradamente.

La vida de sopor y aburrimientodel delincuente bohemio cambió cuandohabía pasado el primero de los tres añosde condena. Los alemanes invadieronFrancia a mediados de 1940 y pocodespués tomaron la isla de Jersey,territorio inglés que no opuso ninguna

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resistencia a los invasores y que cambiópoco sus hábitos. De hecho, Eddiesiguió en la cárcel hasta octubre de1941. Jersey se convirtió para él en unreducto. Sabía que en Gran Bretaña suexpediente estaba marcado con tintaroja. Por otra parte, la libertad estababien, pero no tardó en aburrirse.Siempre le pasaba igual: o activabanuevos proyectos que le divirtieran o seponía de los nervios. En mitad de esesopor se le ocurrió ofrecerse a los naziscomo espía. En la cárcel había estadoestudiando alemán para aligerar el lentopasar de las horas y escribió una carta alalto mando en la isla.

No tardaron en llamarle para unaentrevista. Listo, hábil y parlanchín,

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trenzó un discurso perfecto: había sidoun delincuente toda su vida, la sociedadbritánica nunca le había dado nadaexcepto humillaciones, y había llegadoel momento de vengarse. No sentía nadapor ellos y le encantaría contribuir a suderrota. El informe fue enviado a laAbwehr, el servicio secreto alemán, quelo estudió detenidamente. Antes de quellegara la respuesta, la Gestapo la tomócontra él: se habían producido una seriede sabotajes y alguien recordó suhabilidad para el delito. Por una vez, ladetención fue injusta, pero acabó en laprisión de alta seguridad deRomainville, en París. No fue unaestancia cómoda, aunque por suerte suexpediente con la solicitud para

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convertirse en espía había seguido loscauces habituales. Le habían vistomuchas cualidades para el puesto.Faltaba someterle a todo tipo deinterrogatorios para confirmar que suintención no era un engaño para escapar.

Diversas personas pertenecientes ala Abwehr acudieron a entrevistarledurante el inicio de 1942. En la primeraocasión tuvieron que sacarle delcalabozo de castigo, en el que le habíanencerrado por esa costumbre suya depelearse con el primero que le llevara lacontraria. La última y decisiva fue conStephan von Gröning, un alto mandomilitar al servicio de la Abwehr, quesería su responsable directo. Con unaaltura intelectual destacable y con unos

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ademanes refinados que encantaron aEddie, le interrogó educadamente conpreguntas directas que el inglésrespondió con claridad. Una de las másmalintencionadas fue si traicionaba paravengarse del Reino Unido o por dinero.Eddie contestó con naturalidad que porambas cosas. Von Gröning y Chapmanse entendieron desde el primermomento. Aún no lo habían descubierto,pero eran almas gemelas.

El nuevo agente inglés de laAbwehr fue trasladado a una villa queestaba a una hora de camino de laprisión. Sería su cuartel general antes deser enviado a cumplir con su trabajo enLondres. Allí recibió un entrenamientode primer nivel. El servicio secreto

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alemán había decidido poner todo suempeño en colarles a los británicos unagente de su misma nacionalidad que nopudieran detectar. Aprendió todas lastécnicas de espionaje, con especialénfasis en el código Morse. Cuandoevolucionó adecuadamente, a mediadosde año, le enseñaron a tirarse enparacaídas, imprescindible para llegar aInglaterra sin ser descubierto. No legustó mucho la experiencia,especialmente cuando en uno de lossaltos se estampó contra el suelo yperdió cinco piezas dentales, que unespecialista le sustituyó llenándole laboca de dientes y muelas de oro.También le dieron un curso sobreexplosivos y la mejor forma de

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esconderlos en edificios o trenes.Chapman se fue ganando poco a

poco a los alemanes y mostrándoles sulealtad. Con personalidades tanespeciales, Von Gröning y el delincuenteinglés intimaron. El alemán era un sacosin fondo para la bebida, pasióncompartida con Chapman. Mientrashablaban de lo divino y lo humano, sehacían amigos de una formainconsciente.

Los alemanes estuvieron nuevemeses formando a su espía. Eran muchotiempo, medios y personal dedicados aconseguir que triunfara en Inglaterra.Cuando el verano estaba acabando,empezaron a concretar la operación. Lelanzarían en paracaídas con dinero

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suficiente para sobrevivir una largatemporada. Tendría que buscar a susantiguos socios en el robo de cajasfuertes, con los que llevaría a cabo unaoperación para hacer saltar por los airesla fábrica de bombarderos Mosquito.Además de esta misión principal,debería conseguir algunas otrasinformaciones.

Von Gröning llegó a conoceríntimamente a Chapman. Se fiaba de él,pero no olvidaba lo que le movía, por loque para evitarse problemas le hizofirmar un acuerdo en forma de contrato,por el que a cambio de espiar paraAlemania se le entregaría una cantidadexorbitada de dinero para los tiemposque corrían. Eso sí, se le imponían unas

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cláusulas que en caso de traición leharían perderlo todo. Eddie estuvo deacuerdo. Von Gröning telegrafióinmediatamente a sus jefes en Franciaanunciándoles que «Fritz», como lellamaban en clave, había aceptado lascondiciones.

La vida de lujo, con el únicoinconveniente de la ausencia de mujeres,se prolongó aún unos meses. Tododependía de disponer de un avión quepudiera llevarle hasta Inglaterra y queaprovechando un día de bombardeospasara desapercibido y le lanzara en unpunto relativamente cercano a Londres.Eso se produjo el 16 de diciembre de1942. Como era previsible en un héroetan especial, el aterrizaje no salió como

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era de esperar, pero consiguió quedarsin ningún rasguño exagerado. Fritzdisponía de dos días para buscar unprimer asentamiento y enviar un mensajede radio anunciando que todo iba bien,que no le habían detectado y se dirigía abuscar una casa donde establecerse.

Esos podían haber sido los planesde Fritz, pero en ningún momento los deEddie. Había estado un añopreparándose para ser un saboteador, uninfiltrado, quizás incluso un asesino alservicio del espionaje alemán, perosiempre había tenido claro que en cuantollegara a Gran Bretaña se pondría encontacto con el servicio secreto inglés yle contaría todo. Antes pasó unarocambolesca historia en la que

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participó la policía local, que leinterrogó hasta convencerse de que aaquel extraño hombre que asegurabadisponer de un pasaporte falso a nombrede George Clark y que se negaba adesvelar su auténtica identidad eramejor dejarlo en manos del MI5. Losagentes de la contrainteligencia fueron arecogerle, le detuvieron formalmente yle trasladaron al centro deinterrogatorios de espías enemigos.Chapman nunca llegó a saber, nisiquiera a sospechar, la realidad: el MI5le estaba esperando. Sabían de suexistencia desde hacía unos cuantosmeses e incluso conocían datosconcretos de su personalidad. Todo ellogracias al mayor secreto del bando

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aliado: habían descubierto las claves deencriptación de mensajes de la máquinaalemana Enigma. Eso les habíapermitido enterarse de la existencia deFritz y descubrir que era un inglés queiban a infiltrar en Inglaterra.

El interrogatorio lo llevó a cabo elteniente coronel Robin Stephens, elmáximo responsable del que llamabanCamp 020. Nadie ponía en duda sushabilidades para conseguir el testimoniode los detenidos, cualquiera que fuera eltiempo necesario. Con Fritz, un ingléspreparado durante muchos meses por losalemanes en Francia, estaba dispuesto aconseguirlo. Lo que no se esperaba erael discurso en cascada que soltó elpreso en cuanto se sentó delante de él a

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primera hora de la mañana del 17 dediciembre. Empezó narrándole susinicios delincuenciales en Inglaterra, supericia para entrar en cualquier edificioy robar sin que le pillaran. Tambiéncontó la huida a Jersey, su ingreso enprisión y la idea de ofrecerse a ser espíapara poder regresar a Gran Bretaña.Nunca se le había pasado por la cabeza,explicó en cuanto pudo para no darespacio a malentendidos, trabajarrealmente para el espionaje alemán.Pero luego, con la naturalidad de unniño, se explayaba en contar lo bien quele había tratado Von Gröning. Habíanpasado unos meses estupendos de copasy charlas, aprendiendo el oficio de espía

Stephens nunca había tenido entre

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manos un caso similar. Un delincuenteinglés que había convencido a losalemanes de estar dispuesto a trabajarpara ellos a cambio de mucho dinero yque no ocultaba la simpatía que sentíapor ellos, especialmente por el hombreque le controlaba. Los otroscolaboradores de Camp 020 estaban tanperplejos como él. Si era cierto quehabía engañado a los nazis con sudisposición a vengarse de los ingleses,que no habían cejado en su empeño deenchironarle, y por su voracidad con eldinero, tenían delante un diamante enbruto para convertirlo en doble agente.Pero la historia que contaba era tanestrambótica que podía serperfectamente un engaño montado por

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alguien especialmente diestro en laAbwehr.

El expediente policial de EddieChapman correspondía perfectamentecon su personalidad extravagante.Fanfarrón, mujeriego, falso, atrevido ytremendamente divertido. Habríanestado días y días debatiendo sobre sicreerle o no, pero sabían que Fritz teníaque mandar un mensaje antes de quepasaran cuarenta y ocho horas de sullegada. Decidieron entrar en la faena.Fue una decisión complicada para todos,también para Eddie. Sentía amistad yagradecimiento por Von Gröning. Sehabía portado fenomenal con él, le habíaconseguido una buena vida y le habíadefendido con pasión ante sus

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superiores cuando fue menester. Por otraparte, el Reino Unido era su país, y esode la traición no lo entendía muy bien.Cuando estaba en la cárcel francesa delos nazis, su perspectiva entre los dosbandos se inclinaba por apoyar a los quepodían liberarle y facilitarle la vida.¿Qué significaba traición? ¿Se refería atraicionar a su país o a Von Gröning?

El MI5 decidió apostar por él conla precaución obvia de mantener unestricto control sobre cada uno de susmovimientos y guiar todos sus pasos.Eddie Chapman, Fritz para losalemanes, se convirtió para los inglesesen el agente «Zigzag». Desde esemomento comenzó a enviar regularmentemensajes que tecleaba personalmente

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para que se notara su autenticidad. Lebuscaron una casa, donde le instalaroncon dos policías encargados devigilarle, pero también de hacerle lavida lo más agradable posible. Tardaronen descubrir que Eddie se aburríapronto. Para él, leer, fumar y charlar eracomo no hacer nada. Pasadas variassemanas la aparente felicidad se fuetruncando en nerviosismo. Pidió salir ala calle y reunirse con Freda, una de lasnovias que había tenido y a la que habíadejado embarazada. De repente era vitalpara él ejercer de esposo y padre. Listocomo el hambre, se empeñó hasta lapesadez en su demanda y al final loconsiguió. Freda y la hija de ambos sefueron a vivir a la casa con Eddie y sus

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dos escoltas, a los que ya habíaconvertido en sus amigos, una relaciónque era casi imposible no mantener conél. Los límites para salir sin problema ala calle no se relajaron en ningúnmomento. Scotland Yard seguíateniéndole en su lista de los másbuscados, y aunque Chapman habíapedido que se limpiara su expediente,nadie le había hecho el más mínimocaso.

La información que pasó sobre lasrepercusiones de la guerra en Londres yotros temas fue suficiente para VonGröning al principio, pero no tardómucho en presionarle para que sevolcara en el trabajo importante:destruir la fábrica de aviones Mosquito,

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que tanto daño les producían. El MI5 fueconsciente de que la intoxicación quehabían puesto en marcha con Zigzag sehundiría si no ejecutaba la peligrosamisión, por lo que pusieron en marchauna representación dirigida por uncolaborador del servicio, el magoJasper Maskelyne.[1] Con su consejo, enla madrugada del 30 de enero inventaronel sabotaje protagonizado por Chapman,preocupándose hasta del detalle de quelos aviones de observación alemanespudieran comprobar que se habíaproducido una explosión, que al díasiguiente recogían varios diariosingleses en una noticia breve yescondida, quitándole importancia,precisamente el tipo de manipulación

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informativa en una guerra que losalemanes interpretarían como un éxitode la operación.

Fritz ganó un montón de enteros esedía, y más cuando pasado el tiemposeguía transmitiendo con libertad,demostrando que los ingleses habíansido incapaces de detenerle a él o a susantiguos secuaces que le habíanacompañado en la operación. VonGröning se quedó encantado con suagente. Concluida esa misión, losdirectivos del MI5 empezaron a pensarque lo más conveniente era que Zigzagregresara a Francia con los nazis paraque les espiara a ellos. Tenían la certezade su lealtad —punto al que les habíacostado llegar— y ya no temían que le

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dieran la vuelta. Lo mismo pensaban losalemanes, pues le habían enviado paratres meses y pensaban que con suregreso les facilitaría gran cantidad deinformación de suma utilidad. Antes deregresar, llegó a un acuerdo para queFreda y su hijo vivieran en una casapagada por el servicio y recibieranmensualmente una pensión para susubsistencia. Eddie se iba, pero quedababien como marido —que no era— ypadre.

A mediados de marzo de 1943regresó vía Portugal a Francia. Suprimera sorpresa fue que en el comité derecepción no estaba Von Gröning. Nadiele supo explicar la razón, pero por algúnextraño enfrentamiento había sido

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enviado al frente. La sensación desoledad se apoderó de Fritz. Su apreciopor la Alemania de Hitler y el respetoque sentía por los nazis estabandirectamente relacionados con que sucontrolador era su amigo, los dos seentendían, conocían sus debilidades y seprotegían.

Eddie tuvo que someterse anumerosos interrogatorios para volcartodo lo que había hecho en Inglaterra, laforma en que había conseguidodinamitar la fábrica de aviones y lasituación del país. Antes de emprenderel regreso, los directivos del MI5 habíanestado ensayando con él lo que tenía quedecir y le habían pedido que almacenaraen su cabeza todos los datos que pudiera

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sobre el espionaje alemán y otrosmuchos asuntos. En las primerassemanas tuvo que limitarse a intentar sercoherente en la repetición de susvivencias, sobre todo porque se sentíahuérfano sin Von Gröning.

De París se fue a Berlín paracontinuar con los interrogatorios, aunqueallí ya detectó con claridad laadmiración que los militares alemanessentían por alguien capaz de haber sidolanzado en paracaídas, haber mandadoinformación de alta calidad y haberdestruido la fábrica de aviones que tantoles importunaba. Varios días después, leanunciaron que se iba a Noruega, lo quedejó de preocuparle cuando se enteró deque allí se reuniría de nuevo con Von

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Gröning. Con su amigo de la Abwehrestaba asegurada la diversión. Elreencuentro de los dos hombres reflejólo que se apreciaban, pero también loque se necesitaban. Eddie navegaba contranquilidad, sin remordimientos, por lasturbias aguas del engaño no solo con losalemanes, sino especialmente con VonGröning, quien siempre le habíarespaldado.

El mando de la Abwehr tampocotrabajaba de una manera altruista con suagente. La situación de privilegio quehabía disfrutado estaba en relación conFritz. Si no fuera por él, habría seguidomás tiempo pudriéndose en el frente.Mientras su compañero de borracherasfuera útil al Reich y siguiera cobrando

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grandes sumas de dinero —una parte delcual se quedaba—, le iría todofenomenal.

Los responsables del serviciosecreto alemán llegaron a la conclusiónde que su misión en el Reino Unidohabía sido un rotundo éxito y leentregaron la Cruz de Hierro, la máximacondecoración alemana, como unsincero reconocimiento. Después pasóunos meses de relax, lo que le guióinconscientemente al aburrimiento. Enesta ocasión nada pudieron hacer suscompañeros de estancia. Del pozo lesacó una noruega joven y espectacularllamada Dagmar. Eddie se enamorólocamente, hasta el punto de invertir unaparte del premio en metálico que había

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recibido a su vuelta en comprar unvelero para poder perderse con ella enel mar sin que nadie les importunara.Von Gröning no veía mal la relación,pues mantenía ocupada su cabeza a laespera de ser enviado nuevamente aInglaterra para otra misión.

Pasado el verano de 1943, VonGröning activó el envío de su amigo,que él creía totalmente leal, a las islasBritánicas. En principio su misiónconsistía en descubrir la razón por lacual en los últimos meses los alemaneshabían comenzado a perder la guerrasubmarina que siempre les había ido tanbien. Las hazañas de Fritz habíanrecorrido todas las unidades militaresalemanas, y cuando se enteraron de que

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el gran agente saboteador regresaba aterritorio hostil, muchos intentaronsumar nuevos objetivos.

No fue hasta junio de 1944 cuandofue lanzado otra vez sobre Inglaterra.Antes, con la eficacia de siempre, habíadejado ordenada la vida de los suyos enzona nazi. Por segunda vez habíafirmado un contrato con su amigo VonGröning en el que establecía larecompensa que cobraría cuandoregresara de cumplir su misión.Consiguió incluir una cláusula dedicadaa su adorada Dagmar: el serviciosecreto alemán le buscaría un piso paravivir y le asignaría un sueldo mensual.Chapman había logrado tener una amanteen cada bando viviendo a costa de los

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fondos reservados del correspondienteservicio secreto. La despedida másefusiva fue con su controlador, VonGröning. Le apreciaba de verdad, erauno de los mejores amigos que habíatenido nunca. Lo que no le impidió, alregresar a Londres y ser sometido a lospesados interrogatorios, vaciar sinescrúpulos todo lo que había hechodurante el año y medio de estancia conlos nazis. Tuvo que repetir la historiamuchas más veces de lo habitual, puesdurante el tiempo que pasó fuera no dioseñales de vida y en algún momento leimaginaron descubierto y asesinado.

Confirmada la veracidad de surelato y con la creencia de que no habíacambiado de bando, se dedicó a

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intoxicar a los alemanes. Él nunca losupo, pero la información que enviaba alos nazis era previamente coordinadacon la de otros agentes dobles, como elespañol Garbo. Durante varias semanasse dedicó disciplinadamente a transmitirinformación falsa sobre el efecto de losbombardeos sobre Londres. Cuando sehizo de nuevo con las riendas de lasituación, pidió ver a su novia Freda y asu hijo, a los cuales aseguró querer másque a su vida. Los agentes del MI5 sequedaron perplejos: solo hacía unassemanas que les había hablado de suhistoria de amor con Dagmar,diciéndoles que era la pasión más fuerteque había sentido en su vida.

El tiempo fue pasando y los

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ingleses no le dieron una medalla, comolos alemanes, pero le consiguieron elbien más ansiado: sin necesidad de unindulto, limpiaron su expediente penalde todos los delitos que había cometidohasta su ingreso en la prisión de Jersey.

En noviembre de 1944 la vida deZigzag dio un vuelco definitivo. Trashaber ayudado intensamente al ReinoUnido a ganar la guerra, elementoshostiles del MI5 que nunca confiaron enél consiguieron que se le despidiera concajas destempladas. Se basaron por unlado en que había reconocido que sabíaque de la asignación que le entregabanlos alemanes, Von Gröning se quedabacon una parte, lo que le convertía encómplice. Y, por otro, reconoció haber

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desvelado a Dagmar en Noruega que eraun espía inglés, lo que también habíahecho en los meses anteriores con susviejos amigos de correrías golfas.Descubierta su natural falta dediscreción, decidieron liberarle delcompromiso con el país sin especialesprebendas. Chapman no se lo tomó muymal y regresó tranquilamente a suantigua vida con sus negocios oscuros.Von Gröning dejó de recibir de la nochea la mañana mensajes de su agente y setemió lo peor. Mientras duró la guerra,esperó ansiosamente que diera señalesde vida. Años después de alcanzarse lapaz los colegas se reencontraron. Labuena marcha de los negocios deChapman le permitió ayudar a su

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arruinado amigo.Sus novias Freda y Dagmar no

volvieron a saber de él. El caso de lanoruega fue especialmente dramático:nunca llegó a casarse y llevó una vidamonacal pensando que su novio, suamado, había fallecido en la guerra.Jamás desveló el secreto de que era unespía inglés. El agente doble Fritz yZigzag nunca dejó de hacer lo que mejorse le daba: moverse por las aguasturbulentas. Uno de sus controladoresdel MI5 le retrató con palabras bastanteacertadas: «Chapman era el peor de loshombres, a quien la guerra habíaextraído lo mejor de él. Solo la guerrapudo investir de virtud a este hombre yeso, solamente, mientras duró».

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[1] De todo lo publicado sobreEddie Chapman, el mejor contenido estáen el libro de Ben Macintyre, El agenteZigzag, editado por Crítica en 2007.

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20. La incomprensibletorpeza de RobertoFlórez y el misterio decómo fue descubierto

Al fiscal le pudo jugar una mala pasadael subconsciente, quizás fue una formade mostrar su identificación con losespías españoles agredidosindiscriminadamente por el acusado o—existe la posibilidad— fue unacreencia personal. El hecho fue queÁngel Luis Perrino solicitó para elacusado, el exagente del CNI Roberto

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Flórez, un castigo ejemplar. Elembajador ruso en Madrid no entró enese tema, porque desde el primermomento negó oficialmente tenerrelación con Flórez y mucho menos quele hubieran comprado informaciónsecreta del CNI. ¡Qué iba a decir!Alexander Kutnetsov mostró su malestaral ministro de Asuntos Exterioresespañol, Miguel Ángel Moratinos, porlos comentarios contra su país, basadosen especulaciones, sin ninguna prueba.Unos cuentan que el ministro lerespondió como le había sugerido eldirector del CNI, Alberto Saiz. Otrosaseguran que por diplomacia prefirió nohacerlo. El argumento era que en Españael tema de los agentes dobles se

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resuelve en los tribunales, sin huir de lapublicidad generada, sea agradable onegativa. No como en Rusia, donde sesiguen aplicando los métodosexpeditivos del antiguo KGB.

María José Espinosa, una jovencanaria residente en la localidadtinerfeña de Puerto de la Cruz, contrajomatrimonio con Roberto Flórez en 2006.Sabía que su marido había sido guardiacivil y espía, algo difícil de ocultar,pues en el año 2001 apareció en Españauna foto suya en Perú cuando fuedescubierta su pertenencia al serviciosecreto durante una misión deinfiltración en un partido político. Unaño después, en julio de 2007, no podíaentender por qué la policía se llevaba

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detenido a su esposo. Alucinada, tuvoque soportar el registro de cada rincónde su casa, aunque percibió desde elprimer momento que los policías sabíanperfectamente dónde buscar los papelesy discos que se llevaron.

Manuel Ollé Sesé, prestigiosoabogado especializado en DerechoPenal y presidente de la Asociación ProDerechos Humanos de España, no se lopensó dos veces cuando le pidieron quedefendiera a Roberto Flórez, al queacusaban del delito de traición. Suvalentía en defensa de las causas justasy en contra de grandes países o poderesfácticos ya la había demostradoparticipando en casos como el dePinochet, los vuelos de la CIA,

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Guantánamo o Scilingo. En esemomento, tener que hacer frente a lamáquina especialmente poderosa ysinuosa del CNI no le preocupó lo másmínimo. Quizás por eso le eligió Flórez,que al haber estado trabajando en elservicio secreto trece años sabía de lasartes oscuras que utilizarían contra él ysu abogado para que los jueces lecondenaran a la máxima pena posible.En un momento del juicio, Ollé percibióque el tribunal le permitía actuar con unalibertad excesiva, nada habitual, y ledijo a Flórez, en voz baja: esto pintamuy mal. No se equivocó.

Habían pasado pocas semanasdesde la detención de Flórez. JuanAlberto Perote, un antiguo agente que

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había dirigido durante años la unidadoperativa del CESID, escribió unartículo titulado «Los otros agentesdobles», en el que hacía una reflexiónsorprendente por proceder de quienconoce las alcantarillas del espionaje:«El exmiembro del CNI causó baja hacemás de tres años. No es lógico quedesde entonces haya obtenidoinformación y es un hechoincuestionable que la información tieneun periodo de caducidad muy corto; sino se consume pronto, caduca y no sirvepara nada. Me huele que a Flórez le hanajustado las cuentas por deudaspendientes».

El cabo de la Guardia CivilRoberto Flórez García luchó contra

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ETA en la segunda mitad de los añosochenta del siglo pasado, una de laspeores épocas. La voracidad de labestia no tuvo límites, como reflejan tresde los atentados más indiscriminados. El14 de julio de 1986, doce guardiasciviles fueron asesinados en Madrid, enla plaza de la República Dominicana, alhacer explosión una furgoneta bomba. El19 de junio de 1987 veintiuna personasmurieron y cuarenta y cinco resultaronheridas en el atentado contra unHipercor de Barcelona, al explotar unFord Sierra robado en San Sebastián. El11 de diciembre del mismo año, sucrueldad se llevó la vida de cinco niños,dos mujeres y cuatro guardias civiles enel atentado contra una casa cuartel de

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Zaragoza.Ese era un bando, el de los

terroristas. Roberto Flórez estaba en elotro, el de los que se jugaron la vidapara pillarles y, siempre que fueraposible, evitar nuevos atentados. El bajosueldo de los guardias civiles sebeneficiaba de un plus por estardestinados en el cuartel de Intxaurrondo,en San Sebastián, la sede de laBenemérita en primera línea de la luchacontra ETA. Los guardias debían tenerun robusto aguante psicológico parasoportar cada día, en horas de trabajo ode asueto, la presión del mundoabertzale. Roberto, nacido el 22 demayo de 1965 en el pueblo de Grado(Asturias), soltero, apenas superaba en

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aquella época los veinte años, unajuventud que no le impidió enfrentarsecara a cara con los forajidos de labanda. Jóvenes como él eran losmilitantes de la izquierda abertzale queorganizaban la kale borroka y jóvenescomo él eran los cachorros de ETA quepara hacer méritos y ocupar un puesto enun comando antes debían realizarmisiones clandestinas desde lalegalidad.

El guardia civil nunca tuvo miedo.Sus compañeros a veces considerabanque pecaba de exceso de confianzacuando se hacía pasar por unsimpatizante de la banda y poteaba conradicales, para a renglón seguidoencaminarse tranquilamente al cuartel de

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Intxaurrondo. Eran tiempos duros, conun sector de la Guardia Civil implicadoen la guerra sucia. Un sector que residíaprecisamente en Intxaurrondo, lo queposteriormente se supo cuando uno delos guardias allí destinados, quecolaboraba con la unidad operativa delCESID mandada por Juan AlbertoPerote, desveló los pormenores delcaso. Y es que en aquella época, al igualque en la actualidad, una gran parte delos agentes operativos de los serviciosde inteligencia procedían de la GuardiaCivil y un mérito para entrar era haberestado destinado en el cuartel de SanSebastián.

Así es como dio un giro la vida delcabo Flórez. Un trabajo sobresaliente,

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valentía, decisión y osadía son algunasde las cualidades que se exigían a losguardias que deseaban convertirse en unJames Bond. Roberto las tenía ysobradamente. Nadie en toda su vidalaboral, ni siquiera sus más fierosenemigos, pronunciaron una frasedescalificando su labor. Con sus muchascualidades y sus defectos, el 20 demarzo de 1991 colgó el uniforme verdeoliva y se convirtió en agente operativodel CESID. Seguía viviendo solo y notenía prisa por casarse.

A finales de 1999 Roberto Flórezfue destinado a Lima como adjunto alagregado de Información de la embajadaespañola, Juan Coll. Ocupar un destinoen el extranjero es uno de los sueños

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deseados por cualquier funcionario delservicio de inteligencia. Nuevo país,trabajo más individual al ser dos losencargados de la labor y aumentoconsiderable del salario.

El guardia civil había maduradodurante los ocho años —muchas horasde día y de noche, incluyendo fines desemana y fiestas— que llevabadestinado en el CESID. Los agentes debase como él eran los que sobre elterreno cumplían las órdenes de unosjefes que casi nunca corrían los mismosriesgos, pero que al tener carrera militarasumían una responsabilidad para la quea veces no estaban preparados. Almenos así pensaban muchos agentesoperativos. Flórez había desarrollado

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una técnica y unos conocimientos para eltrabajo de calle que le hicieron acreedora ir destinado a Perú. Virtudes queestuvieron detrás del enfrentamientoabierto con su jefe, el agregado deInformación. Hecho que ocurre confrecuencia: dos agentes obligados aconvivir comparten los temas deinteligencia del país, aunque uno es eljefe y el otro un subordinado. El mandomilitar espera mantener una relación dedisciplina y se encuentra con unsubalterno especialmente preparado, porencima de él, que actúa según suscriterios, sin obedecerle a rajatabla.

Roberto Flórez tardó poco enllevar a cabo la misión típica de losespías: infiltrarse en el principal partido

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opositor para gozar de influencia cuandollegue al poder. Son incontables lasocasiones en que agentes muycualificados han llevado a cabo lamisma misión en muchos países. Losbuenos resultados han facilitado unainformación privilegiada al CESID y asu sucesor, el CNI. En febrero del año2000 Flórez comenzó a pasarse concierta asiduidad por la sede del partidoPerú Posible, encabezado por AlejandroToledo. Ese año había elecciones y eljoven candidato presentaba en lasencuestas unos datos que abrían laposibilidad a que quitara la presidenciaal corrupto Alberto Fujimori. Sutapadera fue la de periodista, la máshabitual de los agentes destinados en el

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extranjero. Siguiendo el guión, empezó arealizar preguntas para supuestosreportajes, lo que le permitióaproximarse al círculo más íntimo deToledo para luego mostrar simpatía porsus ideas y ofrecerse a ayudar. No sololo consiguió, sino que además ledesignaron asesor del candidato.

El problema se suscitó dos mesesdespués, cuando el jefe de prensa,Gustavo Gorriti, sospechó de él yconsiguió que le echaran del partido.Habían descubierto su doble juego, perodesconocían para quién lo hacía. ComoAlejandro Toledo era el gran enemigode Fujimori, pensaron que lainformación que conseguía sobre laestrategia de campaña era para

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pasársela a él. El escándalo adquiriótintes negros para el suboficial cuandoel diario La República publicó unahistoria acusándole, esta vezcorrectamente, de ser un espía delgobierno de José María Aznar. Losmiembros de la embajada españolarecibieron la noticia con malestar, dadoque estropeaba sus buenas relacionestanto con Fujimori como con Toledo. Unnuevo elemento contribuyó al desastre:el jefe de la estación del CESID, JuanColl, aprovechó para arremeter contrasu subordinado, demasiadoindependiente y arriesgado. Él ya se lohabía avisado, pero no le hicieron casoen la sede central. Era y es elcomportamiento de muchos delegados en

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el extranjero: no montar grandesfollones para evitar que los expulsen delpaís y perder antes de tiempo su estatusy sueldo.

La imagen responsable de Flóreztambién sufrió un duro revés cuandoGorriti, el jefe de prensa que ledescubrió, contó públicamente que trasdespedirle le amenazó dibujando en elaire la señal de la cruz. Un agente quehabía probado su alta calidad durante eltiempo que luchó contra ETA en el PaísVasco y durante los ocho años quellevaba en La Casa a plena satisfacciónde los mandos, se había desbocado. Eracierto que le habían descubierto porquesolo al que corre el riesgo de infiltrarsele pueden pillar. Pero había empezado a

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dar señales de un comportamientoinestable, quizás por llevar tantos añosinmerso en situaciones operativascríticas.

Roberto Flórez regresó obligado aEspaña cuando no llevaba ni un año enPerú. Estaba molesto, sentía que sehabía cometido una injusticia con él yconsideraba que Coll era un inepto quese la había jurado desde el primermomento. Su estado de ánimo no eramuy bueno cuando el avión que le traíade regreso a España aterrizó en elaeropuerto de Barajas. Todavía sesentiría peor unos meses después, enjunio, cuando se enteró de que eldiputado socialista Rafael Estrellapreguntó al Gobierno en el Parlamento

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si sabía que él había trabajado comovoluntario en la campaña de Toledo yque había sido despedido por«colaborar con el servicio deinteligencia militar peruano».

Solo el propio testimonio del espíapodría aclarar lo que pasó por su cabezadesde su regreso a España hastadiciembre de 2001. Cualquier cosa quese afirme es testimonio indirecto,suposiciones o deducciones. Con esaprecaución y conociendo casossimilares, es fácil comprender que suregreso fue un calvario, con corona deespinas incluida. Para alguien que habíabrillado tanto en primera línea decombate frente a los enemigos másimportantes del país, fue muy difícil

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entender que sus jefes le metieran en elcongelador y le aconsejaran desaparecerdurante una larga temporada, encerrarsees un despacho de segunda fila yolvidarse de su trabajo pasado.

Su foto había sido publicada por laprensa peruana y reproducida en algunosmedios españoles, pero no se sentíaquemado. Sus jefes, por el contrario,habían decidido que su carrera comoagente operativo en la calle habíacesado. No tenían la menor duda de queera un gran espía, lo había demostradosobradamente, pero puesta aldescubierto su identidad y su imagen,todos los servicios de inteligencia delmundo le identificarían en el extranjero,pero también en España, si volvía a

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llevar a cabo una misión clandestina.Podía reciclarse, hacer informes,enseñar a otros agentes lo que él habíaejecutado con tanta solvencia duranteocho años. Sin embargo, eso no lebastaba. Acostumbrado a vivirsituaciones límite, con la adrenalina enel cuerpo al máximo nivel, no le podíanpedir que se quedara quieto dandoclases o escribiendo aburridos informes.Eso sin contar con que su sueldo habíapegado un bajonazo increíble. Habíaperdido el plus por trabajar en elextranjero y el de agente operativo. Eracierto que un cabo ganaba bastante másen inteligencia que en cualquier cuartelde la Guardia Civil, pero no era justaesa rebaja de la noche a la mañana

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cuando había hecho siempre una labortan reconocida. ¿Se sintió traicionado?Sin duda. ¿Consideró que no se merecíaque le cercenaran la posibilidad deoptar a un destino acorde con susméritos? Sin duda. ¿Sabía que otroscompañeros, también de la GuardiaCivil, habían pasado por situacionespeores y les habían tratado mejor? Sinduda.

Los meses pasaron y en su cabezacomenzó a germinar una idea. Podíaentregar información del servicioespañol al FSB, el Servicio Federal deSeguridad sustituto del KGB, y sacarlesun montón de dinero. Los motivos quellevan a un agente de un servicio secretoa venderse al enemigo son siempre muy

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personales, relacionados directamentecon su vida privada, laboral o sus ideas,como lo demuestran los personajes quehan pasado por estas páginas. Flórezcoincidía con algunos de ellos en suánimo de venganza, la falta dereconocimiento y la injusticia cometidacontra él. Sin olvidar que el dinerodesempeña con frecuencia un papelimportante, sobre todo cuando no sedispone del suficiente para mantener elnivel de vida deseado.

La idea fue madurando, hasta quedecidió montar una operación por sucuenta. Iba a sacar mucho dinerovendiendo información a los rusos, paralo que previamente debía sacar ladocumentación que les interesara. En

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inteligencia tiene un valor lo que cuentesde palabra, pero no hay nada comodisponer de papeles secretos queprueben los planes del enemigo. Flórezno tenía acceso a documentaciónrelevante relativa a operacionesclandestinas o grandes secretos deEstado, pero como buen experto eninteligencia sabía que los serviciossecretos muchas veces lo que buscan esinformación de utilidad que les sirvapara el trabajo del día a día. Y a esa,con un poco de paciencia y perspicacia,podía acceder. El riesgo de que lepillaran era alto, pero era un gran agentey nunca había temido las situacioneslímite. Sabía que no se podía sacarningún documento de la sede central del

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CNI, en la avenida del Padre Huidobro.Había controles periódicos aleatorios ypodía tocarle el turno de ser registrado afondo por los del servicio de seguridad,pero si no le habían pillado los de ETA,tampoco lo iban a hacer otros guardiasciviles. Papel a papel fue llevándose dela sede información de la División deContrainteligencia sobre sus actuacionesfrente a los rusos, el listado completodel personal del servicio de inteligenciapor orden alfabético, el organigramacompleto del CNI o el informe sobreagentes dobles en las delegaciones delGRU y del SVR en España. No erainformación que afectara directamente ala seguridad del Estado, pero eran losdatos que más daño podían hacer al

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servicio de inteligencia español y a todosu personal. A él le habían sacado a laluz en Perú y si entregaba esadocumentación los miles de agentes delCNI serían igualmente conocidos por elenemigo.

En diciembre de 2001 escribió ensu ordenador de casa una carta para PetrMelnikov, consejero de la embajada dela Federación Rusa, acreditado ante elCNI como enviado del FSB. Entre otrascosas, le decía: «Soy un directivo delCESID que tiene interés de comunicarlesu disposición a colaborar con elservicio y el país al que usted representa[...]. Le manifiesto mi disposición a unacolaboración profesional con base a lossiguientes contenidos: identificarles y

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mantener actualizado “quién es quién”en el Centro (nombres, apellidos,elaboración de sus perfiles psicológicosy profesionales, documento nacional deidentidad, seudónimos, titulacionesobtenidas, empleos, organismos einstituciones de procedencia y destinosque ocupan), así como la estructura yorganización de las diferentes divisionesde Inteligencia [...]. Informarles sobrelos procedimientos de trabajo que utilizael Centro contra su país [...] y lasoperaciones contra el SVR-GRU enEspaña y otros países [...]. Señalarlescolaboradores potenciales, tanto en elservicio como en determinados órganosde la administración del Estado(especialmente en los ministerios de

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Presidencia, Defensa, Interior y AsuntosExteriores) [...]. Facilitarles lapenetración de agentes de su servicio enel Centro mediante el asesoramientosobre los procesos de selección que sesiguen, las pruebas selectivas yauditorías de seguridad [...]. En elsupuesto de que su servicio estéinteresado en esta colaboración, lecomunico que la condición previa paramaterializar formalmente dicha relaciónpasa por recibir, a cambio de estaprimera entrega de documentación, lacantidad de 200.000 dólares enefectivo». La carta iba acompañada deun informe sobre dos operaciones que elCNI estaba llevando a cabo contraintereses rusos y una primera entrega de

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documentación en la que se incluía ellistado de todos los miembros delCESID en activo. ¡Una hecatombe!

A principios de diciembre de 2002hubo un cierto malestar en elDepartamento de Acción Operativa. Lasdos principales misiones que estabanllevando a cabo sobre objetivos rusoshabían tenido que ser desmanteladas alser descubiertas. ¿Cómo era posible quede la noche a la mañana ocurriera eso?Nadie lo entendió y, de hecho, se hizo uninforme desde la dirección de la unidadseñalando que era excesiva lacasualidad. Podían haber sidodescubiertos en una de ellas, pero en lasdos, y en tan poco tiempo, era muysospechoso. Alguien podía haberse ido

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de la lengua. Ese mismo año, elgobierno expulsó a dos diplomáticosrusos sorprendidos en actividadesilegales. La respuesta de Rusia no sehizo esperar: invitó a salir del país a unsuboficial destinado en la embajadaespañola en Moscú que apenas habíacomenzado a actuar. ¿Cómo le habíandescubierto tan pronto? A lo largo de2002 y 2003 tuvieron lugar una serie dehechos con una relevancia reducida si seestudiaban aisladamente: funcionariosrusos que mantenían buenas relacionescon el CNI empezaron a regresar a supaís y otros fueron trasladados de suspuestos cuando hacía poco que agentesde la División de Rusia habíancomenzado a mantener relaciones con

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ellos.En esos años Roberto Flórez

intentó por todos los medios conseguirun destino con cierta actividad que lesacara del pozo del aburrimiento y delolvido. Su objetivo era que le destinarana la División de Contrainteligencia, aser posible en el control de lasactividades de los rusos en España. Sucarácter lanzado, a veces chulesco, lejugó algunas malas pasadas, de las quedos casos adquirieron especialrelevancia. En uno de ellos utilizó undocumento con identidad falsa sin quefuera una situación operativa. En otraocasión cometió un error consideradomuy grave en La Casa: tuvo un incidentede tráfico y para evitarse líos se

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identificó como agente del CNI. Laconsecuencia fue que le abrieron dosexpedientes para investigar sucomportamiento.

En 2004, finalmente, le dieron eldestino que tanto había deseado enContrainteligencia, perosorprendentemente no tardó en pedir labaja para regresar a la Guardia Civil.Era el 22 de abril de 2004. Los quetenían que investigar los dosexpedientes, como se había ido del CNI,los dejaron dormir hasta que fueronarchivados. Roberto sabía que esopasaría. Lo que menos necesitaba eraque los del Servicio de Seguridadvigilaran todas sus actividades. Se fuedel CNI, pero también de la Guardia

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Civil. Lo hizo lo más lejos que pudo, ala isla de Tenerife, en concreto alveraniego y relajado Puerto de la Cruz.Roberto Flórez había desaparecido. Élcreía que para siempre. Se equivocaba.

Los agentes rusos en Españasiguieron moviéndose con tanta libertadque el mosqueo en el servicio rebasó ellímite de lo tolerable. En julio de 2005el director Alberto Saiz vio tan claraslas evidencias que puso en marcha unainvestigación secreta que encargó a unreducido grupo de agentes de la máximaconfianza. Un año estuvieroninvestigando a cualquier agente quedirecta o indirectamente hubiera tenidouna mínima relación con el tema ruso.No descubrieron nada. La conclusión

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negativa no suponía un fracaso, sino lanecesidad de dejar de investigar a losagentes en activo y pasar a hacerlo contodos los que ya no estaban en La Casa yhubieran dispuesto de acceso a lainformación secreta. Entonces aparecióel nombre de Roberto Flórez, uno entretantos posibles traidores. Comprobaronque vivía alejado del mundo de laseguridad y había montado una ONGllamada «Centro de Tratamiento deConflictos». En 2006 se había casado, alos cuarenta y un años de edad, conMaría José Espinosa, una tinerfeña cuyopadre gozaba de gran prestigio en laisla. Los dos trabajaban codo con codoen la ONG y eran muy felices.

Si Flórez era su hombre, dado que

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llevaba varios años fuera del CNI,podía tener un enlace en el CNI que lesacara papeles o quizás hacía tiempoque había roto su relación con los rusos.El control de sus actividades —seguimientos, intervenciones telefónicas— demostró que no mantenía contactoscon personal de La Casa. Así que laúnica posibilidad que el equipo deinvestigación tenía para demostrar quehabía sido un agente doble era entrar ensu casa y en un local alquilado que teníaen Puerto de la Cruz. Si encontrabanalgo que le implicara, habría acabado labúsqueda. La experiencia indicaba queera difícil ser tan torpe como paraguardar pruebas de una traición, peropeores cosas habían visto.

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Los hechos pudieron ocurrir así,pero cabe la posibilidad de que en lasprimeras pesquisas los investigadoresno llegaran a ninguna parte yconsiguieran la información que lesllevó a Flórez por otros métodos.¿Cuáles? La respuesta está en laspalabras ya mencionadas de Perote:«Me huele que a Flórez le han ajustadolas cuentas por deudas pendientes». Ycontinúa: «No se puede obviar que untopo quemado puede ser moneda decambio. Y una cosa es cierta, el doblejuego casi siempre sale mal. Eso sí, eneste caso me gustaría saber quiénes hansido los ejecutores. El CNI puede serincluso un mero intermediario».¿Pudieron los propios rusos vender a su

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antiguo doble agente, que ya no lesservía de nada, a cambio de algo que lesinteresara mucho?

El 23 de julio agentes policialesdetuvieron a Roberto Flórez. Llevabanuna orden de la jueza del Juzgado deInstrucción número 3 de Puerto de laCruz, que les autorizaba a registrar sudomicilio, un local que tenía alquilado yla casa donde vivía su suegra, todasubicadas en la misma localidad. Habíatal cantidad de documentos, discoscompactos y cintas con informaciónsecreta que llenaron un gran número decajas. Por primera vez en la historia undirector del CNI ofreció una rueda deprensa en la sede oficial. Alberto Saizanunció los motivos de la detención,

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habló de traición a la patria, aseguró quela seguridad del Estado no había estadoen riesgo, no habló mal de Flórez comoagente, pero le acusó de haber vendido asus compañeros de trabajo a cambio dedinero. Se le veía un hombre feliz, quehabía acabado con una de suspesadillas. No se molestó en acusaroficialmente a los rusos, su gente se lofiltró a la prensa en cuanto acabó larueda de prensa.

Comenzó una pesadilla muy largapara Flórez, que no se lo esperaba. Eraun tema pasado y creía haberlo dejadoatrás, pero regresaba con toda sucrudeza. Los jefes del CNI iban a por él,decididos a hacerle pagar su traición. Elcaso fue trasladado de Canarias a

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Madrid, donde había tenido lugar eldelito. Ingresado en la prisión deAlcalá-Meco, le intervinieron todas lascomunicaciones orales y escritas. Todolo que hablaba por teléfono, lo quecharlaba en los locutorios y las cartasque enviaba y recibía era interceptado.Desde que contrató a su abogado,Manuel Ollé, un prestigioso penalistaespecializado en la defensa de losderechos humanos, cuando se reuníanescribían en hojas lo que se queríandecir, sin hablar, para que nadie loescuchara. Un año después de haberingresado en la cárcel, el juez devigilancia penitenciaria sentenció queera una barbaridad ese control de suscomunicaciones y ordenó el inmediato

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levantamiento de las medidas,acordadas sin duda por la presión de losmandos del CNI.

Pillado con los papeles secretos ensu casa —algo increíble de comprender—, supo desde el primer minuto quenadie podía evitar que le condenaran. Sulucha estaría en que la pena fuera lamenor posible. Con el apoyo de sumujer, que se trasladó desde Puerto dela Cruz a Madrid para estar cerca de él,dibujó una estrategia de defensa basadaen que durante sus últimos años deestancia en la sede del CNI le habíanencargado una monografía que le habíaexigido llevarse la documentaciónencontrada a su casa. Las dos cartasescritas a Melnikov, el delegado del

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servicio secreto ruso en España, una deellas recuperada del ordenador trashaber sido borrada, serían parte de eseejercicio.

El juicio tuvo lugar a puertacerrada entre el 25 de enero y el 1 defebrero de 2010, en la AudienciaProvincial de Madrid. Las maniobrassubterráneas llevadas a cabo por elservicio de inteligencia y el Gobiernoiban a garantizar la condena a la penamáxima. Manuel Ollé, el abogado,advirtió a Flórez al poco de comenzar eljuicio de las sensaciones negativas quepercibía. Tenía un as en la manga:cuando declararon el director Saiz yotros agentes pidió detalles sobre «lainvestigación interna de seguridad» que

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llevó a descubrir y a detener a sucliente. Todos se negaron a contestaracogiéndose a la Ley de SecretosOficiales. El abogado explicó que sehabían vulnerado los derechos de Flórezal haber existido antes de la detenciónuna «investigación de seguridad de laque no se habían aportado elementos quepermitieran conocer su alcance». Sinembargo, las conclusiones se habíanutilizado para detener al antiguo espía.

Tal y como funcionaba el CNI enesos momentos, debieron de pedir almagistrado del Supremo que seencargaba de sus asuntos una orden paraentrar en la casa y demás propiedadesde Flórez. Ese registro, realizado en lassemanas anteriores a su detención por un

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equipo de la unidad operativa, fue en elque encontraron los papeles que leincriminaban y convertían las merassospechas en pruebas.

El cabo de la Guardia Civil enexcedencia fue condenado a la penamáxima de doce años de cárcel, algoque no tardó en corregir el TribunalSupremo, que ratificó el delito detraición, pero dejó la condena en nueveaños. Penas en cualquier caso altasteniendo en cuenta que judicialmente sepudo probar el robo de documentos,pero sobre el delito de traición solo sedemostró que había habido intención.

Cualquier agente secreto lo sabeperfectamente y el procedimiento essimilar en los momentos previos a la

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detención de los dobles agentes:siempre intentan pillarlos en unintercambio de información, con agentesen la distancia grabando y fotografiandocómo papeles secretos pasan de unamano a otra. De esa forma, no hayninguna duda. El problema con el pasode documentación secreta al espionajeruso fue que llegaron al supuestoculpable años después de que se hubieraproducido la filtración, sin posibilidadde hacer una constatación fuera dedudas. ¿Qué habría pasado si Flórez,como habría sido normal, no hubieraguardado en su poder los papelessecretos? No le habrían podido detener.

Roberto está encerrado en laprisión de Estremera, a setenta y tres

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kilómetros de Madrid, donde haempezado a gozar de los beneficiospenitenciarios a los que tiene derechopor el tiempo de cumplimiento de lapena. Y también porque su abogado loha peleado mediante recursos ante elJuzgado de Vigilancia y la AudienciaProvincial de Madrid, pues la sombradel CNI sigue siendo alargada. En elmayor de los secretos, ha disfrutado devarios permisos penitenciarios en losque no ha levantado ningún revuelo. ElTribunal Constitucional tiene quedecidir sobre la constitucionalidad de laley del CNI que permite que unmagistrado del Supremo les autorice aentrar en un domicilio, pero queconsidera que esa información no se

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puede facilitar cuando el caso acabajudicializado. Sin duda, Roberto Flórezes un penado excepcional, al que elservicio secreto nunca le perdonará latraición. Él tampoco les perdonaráhaberles entregado los mejores años desu vida en la lucha contra ETA y contralos más peligrosos enemigos del Estadoy haberle pagado de la forma en que lohicieron cuando le descubrieron enPerú: trayéndole a España, encerrándoleen un despacho y poniendo fin a suactividad de agente de calle que tantollenaba su vida. Si le hubieran tratadobien...

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21. La falta deescrúpulos: HeinzFelfe, exespía nazi quetrabajó para Stalin

Sin ellos Hitler nunca habría podidoacometer la guerra con la esperanza deganarla. Eran los militares quetrabajaban en la obtención deinformación, sin tragar el polvo delfrente, en los diversos servicios deinteligencia del III Reich. Una parte deellos estaban impulsados por suscreencias patrióticas y nunca se

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imaginaron una posguerra en la quetuvieran que renunciar a sus ideas nazis.Otros, una gran mayoría, eranpragmáticos por encima de todo.Apoyaban al Führer, pero su lealtad seacabaría en el momento en que susintereses personales corrieran peligro.En plena guerra, bastantes encontraronen las labores de espionaje la coartadaperfecta para vivir con un nivel de vidadistinguido, con misiones en las que nodebían mancharse las manos.

El caso más destacado fue el deReinhard Gehlen, que en 1938 colaboróen la organización de los planesalemanes para invadir la URSS. Cuatroaños después emprendió la ingente tareade investigar todo lo relativo a los

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soviéticos, pues el servicio de espionajealemán carecía de la informaciónnecesaria sobre su industria, ejército,servicio secreto, cultura e, incluso, elancho de la vía ferroviaria. Cuandoacabó el impresionante informe sobre laURSS, Alemania ya tenía perdida laguerra y su utilidad era nula para Hitler,pero Gehlen, un tipo listo, vio que loscomunistas iban a ser el enemigo delfuturo y ocultó la enciclopedia enagujeros cavados bajo tierra. Alterminar la guerra se hizo detener porlos norteamericanos, a los que no tardóen ofrecer su basto trabajo sobre laURSS y sus conocimientos sin límite.Las autoridades de Estados Unidosdudaron lo justo hasta convencerse de

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que todo servía para ganar al nuevoenemigo comunista. «No somos boyscouts —indicó un día Richard Helms,exdirector de la CIA, al explicar susrelaciones con antiguos nazis ycriminales de guerra—. Si hubiéramosquerido serlo, nos habríamos apuntado».

El servicio secreto norteamericanoacogió en su seno a Gehlen, unpragmático oficial nazi decidido aluchar contra el enemigo rojo. No solosabía más que nadie sobre lossoviéticos, sino que prometió levantaruna estructura en la que ficharía aantiguos compañeros alemanes quedesde Berlín lucharían contra las ansiasexpansionistas de la URSS. La creaciónde esta Organización Gehlen, una

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decidida apuesta por integrar aelementos nazis en la lucha contra laURSS, era un tema que debía guardarsebajo siete llaves para evitar que laopinión pública internacionaldescubriera que los derrotadosseguidores de Hitler no solo eranprotegidos por las grandes potencias,sino que además se les daba trabajo eidentidades falsas. Estados Unidos losamparó, pero metiendo las narices lomenos posible en esos detalles. Si lesdescubrían, podrían negarlo todo.

En paralelo, la URSS habíaemprendido una política similar, peromejor direccionada. La NKDV,precursora del KGB, conocíaperfectamente las virtudes y los vicios

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de los antiguos agentes nazis. Poco lesimportaba saber que lo que másodiaban, junto a los judíos, era a loscomunistas. Los espías alemanes eranciudadanos marcados, mal vistos,amantes de la buena vida, de losprivilegios y de ser tratados condeferencia. Tras las fechorías cometidasdurante la guerra cualquiera de ellospodía acabar en prisión si no gozaba deuna protección de calidad como la quefacilitaba el servicio secreto ruso.

Junto a Gehlen, otro personajedestacado es Hans Clemens, quientambién había pertenecido al serviciosecreto nazi. La mayor parte de la guerrala pasó en Berlín. La suerte se le acabóal final, cuando le enviaron a Italia,

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donde fue capturado por los Aliados ycondenado a una pequeña pena que lepermitió quedar en libertad en 1949. Suestilo de vida placentero durante elrégimen nazi se había acabado y paracolmo era un lío encontrar trabajo. Enmedio del agobio, sintiéndosedesterrado en su propio país,almacenando tanto odio contra EstadosUnidos como contra la URSS, un antiguosubordinado, Erwin Tiebel, le prestó laayuda necesaria para sobrevivir y algomás. En unos meses le consiguió una citacon gente del servicio secreto ruso.

Clemens se sintió envuelto por latáctica seductora. El champán y elcaviar no faltaron nunca en losencuentros en restaurantes y hoteles

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distinguidos. El antiguo alto oficial delas SS se derritió al volver a vivir comotanto le gustaba. La ideología no era lodeterminante en su vida. El estatuspersonal, las posibilidades de futuro, elque la empresa para la que trabajes sepadescubrir tus cualidades, eso era lovital. Si le había entrado alguna duda, laaparcó tras convertirse en agente delservicio secreto que hasta hace escasosaños era su peor enemigo. A finales delos años cuarenta y principios de loscincuenta era grande el poder deldinero, los lujos, la protección y laexaltación del ego.

Heinz Felfe fue un mando de la SSdurante la guerra, pero sin ningunarelación con los brutales asesinatos

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ejecutados por los nazis bajo el impulsode Hitler. Terminada la contienda, fuedetenido por el ejército inglés, que lepuso en libertad cuando aceptó entrar aformar parte del MI6. Le encargaron eltípico trabajo para colaboradores congrado de confianza bajo. No podíanolvidar que había sido un nazi y porsobrevivir podía mentir hasta laevidencia. No obstante, como EstadosUnidos, la URSS y otros paísesoccidentales, los ingleses no hicieronascos a contar en sus filas con lo másgranado de los derrotados.

Heinz comenzó ejerciendo detraductor en los interrogatorios acompatriotas. Aburrido de un trabajo taninsultante para su inteligencia y

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habilidades, se matriculó en launiversidad con el objetivo deidentificar a los revolucionarios deizquierda. Aumentó el grado deconfianza de los ingleses, pero seguíasin sentirse a gusto. Si permanecía enese camino, tendría algo de dinero, peronadie alabaría su auténtica valíaprofesional. Su suerte cambió cuando aprincipios de 1950 se reencontró con unviejo camarada de las SS que no eraotro que Hans Clemens.

Clemens había sido fichado por elespionaje ruso con la intención deinfiltrarle en la Organización Gehlen dela República Federal de Alemania, quelos norteamericanos estaban apoyandopara hacer frente a la URSS. También le

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habían convertido en un captador deotros nazis que buscaran un hueco en lanueva sociedad, para convencerles deque siguieran su mismo camino y seconvirtieran primero en espíassoviéticos y luego en espías aliados.

Felfe y Clemens compartían losmismos sentimientos tras la derrota deHitler. Ambos se considerabanespecialmente capacitados para lastareas de espionaje, aunque al primerole importaba triunfar y alcanzar lagloria, mientras que al segundo lellamaba más disfrutar de las ventajasque ofrecía el poder adquisitivo. Paracolmo, Heinz Felfe no tardó mucho enser despedido del MI6 por la sospechade que no les estaba guardando lealtad,

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algo que, en efecto, nunca les habíatenido. Así que no se lo pensó dos vecescuando su viejo camarada de armas leofreció el reto de convertirse en dobleagente. Tenía treinta y dos años ycomenzaba su pelea por aprovechar lagran oportunidad de su vida.

Los encuentros entre militares nazisnunca eran una casualidad. No hacíanruido para evitar despertar las iras delos vencedores, pero discretamente ibansacando la cabeza del agua. Muchoshabían salido del ostracismo gracias aque Gehlen les había reclutado para suorganización y había blanqueado suspasados. Este era el caso de WillKrichbaum, un mando de las SS quehabía conseguido un buen trabajo como

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espía y que organizaba fiestas en su casaen las que rememoraba en tono bajo elpasado y en tono alto fichabacompañeros para la organización. Todoello regado con buen alcohol. A una deestas fiestas acudió un día su compañerode armas Clemens, que tardó variassemanas en ganarse su confianza paraque le ofreciera un puesto en elespionaje. No fue tarea complicada:había que odiar mucho a los soviéticos,no había que renegar del pasado nazi yhabía que sentirse cerca de losamericanos, que eran los que pagabanlos sueldos y los gastos.

Una vez dentro, Clemens se hizoacompañar a una de las fiestas deKrichbaum por Heinz Felfe, que tardó

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aún menos en convencer al alto cargo dela Organización Gehlen de que era lapersona adecuada para encargarse dehacer la guerra a los soviéticos. Heinztenía mucha labia, ansias por conseguirsus objetivos y unas cualidades muydestacables para el engaño. Felfe seconvirtió en ese momento en otro Philby.Captado primero por la inteligenciasoviética, entró en el servicio secretoaliado y llevó a cabo una carrerabrillante, dirigida por sus amos del otrolado del Muro, con el objetivo detriunfar cazando espías de la URSS. Eraun nazi, pero en Pullard, cerca deMunich, donde se instalaron los agentesde la Organización Gehlen, la mayorparte lo eran a principios de 1950. Se

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habló de cuatrocientos oficiales nazisexpertos en espionaje, aunque pudieronser más, que escondieron bajo tierra supasado gracias a su entrega a la nuevaAlemania occidental. Heinz Felfedestacó por encima de los demás. Nohabía pasado mucho tiempo de suentrada cuando comenzó a obtenerinformación de calidad sobre lossoviéticos. La documentación entregadapor el KGB tenía la dosis deautenticidad necesaria, porque en unprimer momento el objetivo erarecubrirle de prestigio. Si las medidasde seguridad hubieran funcionadoadecuadamente sobre el nuevo agente, oal menos si alguien hubiera controladodiscretamente sus primeros meses de

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trabajo, seguro que habría podido anotaralguna sospecha de las reuniones queHeinz mantenía periódicamente, endistintos puntos de la ciudad, con sucontrolador del KGB, al que llamaba«Alfred».

Inicialmente le entregó documentoscon el membrete del servicio secreto deAlemania oriental. Papeles de ciertautilidad, para que la fuente inventadapor Felfe, que contaría que se los habíaentregado, resultara de calidad.Siguieron otros, también de esa mismacentral de espionaje, que consiguieronhacer girar las miradas hacia su buentrabajo. Un año después de ingresar,todos los jefes de la OrganizaciónGehlen, con su director a la cabeza, se

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habían rendido ya a los méritos de Felfe,que había activado con una celeridadpoco común la red de colaboradoresmás potente y fructífera que nadiehubiera podido imaginar, todoperfectamente inventado y sustentadopor el espionaje soviético.

El golpe definitivo tardó en llegarunos meses. Esta vez no eran solopapeles confidenciales. El propio KGBle facilitó la detención de una pequeñared propia de colaboradores queoperaba en Bonn y Hamburgo. Fue unórdago de los soviéticos, queaprovecharon el escaso resultado de esegrupo, que quizás pensaban que podíaser cazado antes o después, paraquitárselos de encima y, al mismo

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tiempo, hacer una apuesta importantepor potenciar la carrera de Felfe.

Con esos éxitos era irremediableque fuera ascendiendo a ciertavelocidad hasta alcanzar su granobjetivo de ser jefe del contraespionajesoviético, el agente encargado deencabezar y guiar la lucha contra losespías del KGB. Su ascenso despertó elrecelo y la envidia de jefes de otrosdepartamentos, que sentían vivamente lacompetencia y la desconfianza haciaaquel hombre. Les costaba entender quedurante el mando de Hitler nuncahubiera destacado de una forma especialy en ese momento se hubiera convertido,casi de la noche a la mañana, en un asdel espionaje.

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Reinhard Gehlen no era nada tonto.Había montado una organización deespionaje con compañeros nazis paraapoyar a las democracias occidentales.Era consciente de que los soviéticosperseguían captar a los mismoshombres, por lo que generó un sistemade desconfianza —muy típico decualquier servicio de inteligencia en laactualidad— para evitar que metierantraidores en su organización. Los que lerodeaban sabían que le costabasincerarse y dar su apoyo, pero tambiénque una vez que se le conquistaba, eramuy leal. Pocas veces se equivocó ynunca cometió un error tan grave comocon Felfe. Un error personal, pues sequedó asombrado ante los continuos y

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destacados éxitos que cosechó al pocode ingresar. Eso era lo que élnecesitaba, agentes que le llevaranpapeles y desmantelaran cédulas delKGB. El trabajo exitoso de Felfe fueuno de los que más motivos le dio aGehlen para presumir delante de susjefes de la CIA. Especialmente en loreferido a la información obtenida sobrelo que ocurría en un barrio alemán delBerlín oriental llamado Karlshort. Allí,en unos edificios que habían pertenecidoa las fuerzas armadas nazis, seestableció tras la guerra laadministración militar soviética enAlemania, incluido su servicio secreto.Desde esa zona se desplegaba la guerrasubterránea contra Occidente y se

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dirigían los ataques sobre el espionajeoccidental de la CIA, el MI6 o elSDECE (Servicio de DocumentaciónExterior y Contraespionaje), el serviciosecreto francés, pero especialmentecontra los más próximos de la AlemaniaFederal. Todo lo que allí ocurría estabadoblemente blindado por las sombrasdel silencio y el temor.

Uno de los trabajos que más enserio se tomó Felfe fue destapar elfuncionamiento del KGB que actuaba aunos kilómetros de su sede en Pullach.Lo vendió como un complicado puzleresuelto tras un enorme esfuerzo,sabiendo que ninguno de los aliadosconocía exactamente lo que se tramabaen aquella sede que rivalizaba en éxitos

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con la Stasi.Cuando en abril de 1956 se creó

oficialmente el BND, integradomayoritariamente por los miembros dela Organización Gehlen, su presidente,Reinhard Gehlen, llevaba a todos susinvitados extranjeros de la máximaconfianza a una sala donde les explicabacon todo lujo de detalles elfuncionamiento del KGB en Karlshort.Lo hacía con orgullo, convencido de quenadie tenía acceso a esa información.Desconocía que cada vez que llegaba unalto mando de la CIA o el FBI, del MI6o de cualquier otro servicio secretoaliado, lo que estaba haciendo eraponerse al servicio de la tácticaintoxicadora del KGB ejecutada

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sibilinamente por Felfe. Todos creíansaber cómo actuaban los soviéticos enAlemania, pero ninguno tenía ni idea.Esta fue la acción de Felfe que más enevidencia dejó al presidente del BND alconocerse su traición, pero hubo otrasen esos años cuya repercusión fueinfinitamente mayor.

Por ejemplo, montó en el ladooriental de Berlín varias redes deespionaje que en su mayoría actuaronofreciendo escasos resultados, sin que elnúmero de expulsiones fueraespecialmente llamativo. El KGB,escoltado por la Stasi, prefería dejaractuar con cierta libertad a los agentesdel BND, controlarles mientrascomprobaban si eran capaces de captar

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informadores y luego actuar sobre losciudadanos de Alemania oriental. Paramantener la representación en el terrenode lo creíble, detenían o expulsabanperiódicamente a espías del BND sinolvidarse nunca de montar un drama.

Paralelamente, Felfe se movía deforma relajada en Alemania occidentalen la persecución de agentes del KGB ola Stasi. El objetivo era mantener elcontrol de las actividades de algunos deellos, dejando fuera de la persecución alos responsables de las misiones másimportantes. Todo en el departamento decontraespionaje soviético del BND erapuro teatro y Felfe era el director deescena más listo que nunca habíaexistido en el doble juego. Fracasaba lo

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justo, acertaba lo necesario y mostrabaun escenario irreal y fantasmagórico quetodos se creían a pies juntillas.

La realidad del doble agente fueimpresionante: fotografió o copió másde 15.500 documentos, envióinformación desde una radio y pasócintas de casete con grabacionesclandestinas. Con todo ello, hizofracasar una cantidad relevante deoperaciones —espionaje,contraespionaje, detenciones,vigilancias— no solo de laOrganización Gehlen y el BND, sinotambién de la CIA y el MI6. Se tieneconstancia de que por su intervenciónfueron detenidos más de cien agentes ycolaboradores del BND, y otro número

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no determinado de espías de losservicios secretos aliados que habíanalertado de su presencia a Felfe, al quecreían erróneamente fiel a ellos. No sedisponen de datos sobre cuántos fueronasesinados.

Uno de los daños aparentementemenores, pero gravísimo para laoperatividad —como sucedió en el casodel español Roberto Flórez—, fue lainformación de funcionamiento internoque les pasó a los soviéticos. Entre ella,el listado de los funcionarios del BND,incluyendo los que trabajaban en elextranjero. También les filtró ladocumentación que le llegaba de otrosdepartamentos, especialmente trasalcanzar uno de los puestos más

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importantes del servicio de inteligencia.Heinz era a principios de la década

de 1960 uno de los agentes másimportantes que tenía el KGB en elmundo, un nuevo Philby del que nadiesospechaba y que llevaba diez añosrindiendo a un nivel verdaderamenteincreíble. Un mérito sin duda del antiguonazi, pero también de la estructura delservicio secreto soviético, que seguía elcaso y había manipulado hasta laextenuación para que nadie sospecharade él.

En el KGB bastantes mandosconocían la existencia de un informadorde calidad en el BND, pero eran pocoslos que sabían su identidad. Era unblindaje que intentaba evitar que

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cualquier desertor pudiera entregarle.Heinz había sido muy cauteloso con suvida privada para no despertarsospechas en el servicio de seguridad.Le motivaba el juego y su papeltrascendental, sin olvidar que le podíanpillar en cualquier momento con lasmanos en la masa. En aquellos añoscobraba en torno a los 1.500 marcosmensuales. Se compró un chalet en laAlta Baviera que desbordabateóricamente su capacidad de comprasin solicitar un préstamo. Lo adquirióutilizando el dinero que mensualmente lepagaba el KGB —una cantidad similar asu sueldo en el BND—, lo que no pasódesapercibido para el servicio deseguridad. Lo apuntaron en su

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expediente y esperaron por si en elfuturo ocurría algo igual de extraño.

Nadie tenía constancia de esospagos, porque el sistema de cobro erarealmente original. Tiebel, el antiguocamarada nazi de Clemens, trabajadorde poca monta en el BND, ejercía demensajero entre el KGB y Felfe.También hacía esas funciones conClemens, que había escalado posicionesen el espionaje, aunque no habíaconseguido llegar tan alto como suamigo Heinz. Todo quedaba en casa.Los «tres mosqueteros», como losdescribió algún medio de comunicación,se lo guisaban y se lo comían solos, sinimplicar a nadie más que no fuera sucontacto del KGB.

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Uno de los graves inconvenientesde las operaciones con dobles agenteses el tiempo. Si la operación va bien,ningún servicio opta por sacar delavispero a su hombre o mujer, porquesupondría renunciar voluntariamente aun caudal de exquisita información. Peroel paso del tiempo agranda losproblemas y las sospechas y permite quelos temidos desertores acaben con lainfiltración, como hemos visto enmuchos de los casos narrados hasta elmomento. Esto mismo fue lo que le pasóa Heinz. No fue la única pista que leseñalaba, pero sí la que dio consistenciaa las sospechas previas. El delator fueBogdan Stachinsky, un agente ucranianoperteneciente al Smersh, una sección del

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KGB dedicada al asesinato deenemigos.

Stachinsky fue reclutado por elKGB en contra de su voluntad para quese infiltrara en los grupos nacionalistasde Ucrania, su país. Salvar la vida desus padres le motivó para tomarse enserio el trabajo, lo que despertó elinterés de sus controladores, que leenviaron a la academia del serviciosecreto para que recibiera formación deespía. Se convirtió en un asesinoprofesional. Viajaba a la ciudad donderesidía su objetivo, estudiaba susmovimientos y lo ejecutaba con losmétodos más modernos de los que elKGB disponía en aquella época. Elobjetivo era acabar con la vida de los

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enemigos de la URSS sin dejar rastroque llevara al autor o al serviciosecreto. Para ello, a Stachinsky se leentregaba una pistola de cianuro quehacía imposible detectar al causante dela muerte. Esto ocurrió cuando en 1959el asesino profesional liquidó con untubo que disparaba una ampolla de gascianhídrico a Stephan Bandera, enMunich. El líder de los separatistasucranianos era un salvaje enemigo de laURSS. Dos años después se conocierontodos los detalles del asesinato, porqueStachinsky se vio metido en unaconspiración del servicio secretosoviético que le hizo temer por su vida ydecidió desertar. Para que le hicieran unhueco en Alemania occidental tuvo que

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dar hasta el más mínimo detalle de sutrabajo. Entre ellos estaba la identidaddel hombre con el que se había reunidoen Munich, que le dio los datos sobre elescondite de Bandera y le entregó laextraña pistola para el asesinato.Stachinsky desconocía el nombre de sucontacto en Munich, aunque aseguró quetrabajaba en el BND. Lo que sírecordaba perfectamente era sufisonomía.

La caza de Felfe comenzó con lalentitud que exige probar una deslealtadpersiguiendo datos fuera de toda duda ointerpretación. Comenzaroncontrolándole cada segundo del día ysiguieron haciéndole llegar los mismosinformes que habitualmente pasaban por

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su despacho, pero manipulados. Loprimero les llevó a descubrir al resto delos mosqueteros, Clemens y Tiebel. Losegundo sirvió para confirmar que lospapeles llegaban a la sede del KGB enBerlín, que movilizó a sus agentes decampo en varias ocasiones paraoperaciones inexistentes, que el únicoque creía que se iban a llevar a cabo eraFelfe.

Pasados unos meses, la direccióndel KGB notó que los informes de suvaliosísimo agente llevabanincorporadas intoxicacionesperfectamente diseñadas. Cuandoocurren estos casos es muy complicadodescubrir si el agente ha sidodescubierto y le han obligado a cambiar

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de bando o si, habiendo sidodescubierto, le han dejado seguirtrabajando para que envíe informacionesfalsas. La conclusión —apuntada poralgunos especialistas— fue que el KGBdecidió facilitar que le descubrieran,pues ya nunca podrían confiar en suplena lealtad.

El hecho demostrado fue que el 6de diciembre de 1961, con pruebasincriminatorias rotundas, fue detenido.Gehlen, el presidente del BND, sufrió elimpacto. Había depositado toda suconfianza en aquel hombre en la luchacontra los soviéticos —el tema másimportante para Alemania— y habíapresumido de sus éxitos, que en realidaderan pura intoxicación. Felfe acabaría en

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la cárcel, pero había abierto la puertapara que los enemigos de Gehlen lequitaran del puesto. La leyenda cuentaque la noche de la detención, el jefe delBND recibió un sarcástico telegrama dela CIA: «Sabe usted elegir a sushombres».

Una vez descubierto, Felfe noocultó los detalles de su actuación.Relató los millones de francos que habíarecibido del KGB por sus servicios ydetalló todo lo que había robado y losagentes y colaboradores a los que habíatraicionado. Cuando en 1963 fue juzgadoy condenado a catorce años de prisión,Heinz no se atrevió a lucir la Medalla ala Lealtad que un año antes de serdetenido le había entregado Gehlen en

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un acto público de torpeza. La mismaque recibió Clemens, que fue condenadoa diez años. Y la que, por suerte para elBND, no le habían entregado a Tiebel,que solo debió cumplir tres años decárcel. Felfe solo estuvo encerrado ochoaños, los suficientes como para que elcaso se olvidara y quedara claro queAlemania aplicaba con dureza la justiciaa los traidores. En 1969 fue carne deintercambio. Tres estudiantes deAlemania occidental que habían sidocondenados en la URSS por espionajeregresaron a su país gracias a laliberación de Felfe.

El antiguo nazi, que había servido apersonajes de la catadura moral deHitler y Stalin, pasó a Berlín Este con la

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preocupación de si sería bien recibido.Los soviéticos le alejaron del mundo delespionaje desde el primer momento: sehabía quebrado la relación de confianzay, además, no era uno de los suyos.Durante varios meses estuvo sin darseñales de vida, posiblemente sometidoa todo tipo de interrogatorios para quevaciara información, y luego le pusieronal frente de una empresa para que sesustentara con su trabajo, no a costa delKGB.

Cuando Kim Philby huyó a laURSS pocos años antes fuecondecorado, le llenaron de todos losplaceres por los que suspiraba elciudadano soviético medio ypúblicamente le convirtieron en un

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héroe. Con Felfe no pasó nada de eso.Fue consciente de la desconfianza y lafalta de agradecimiento a su labor demás de diez años, además de los quehabía pasado en prisión. Dos añosdespués de haber cruzado la frontera enun intercambio de prisioneros, decidióregresar a la Alemania occidental, en laque había pasado la mayor parte de suvida. Su declaración, sin duda pactadacon las autoridades germano-occidentales para aceptar su regreso, fueque «el socialismo soviético está lejosde ser lo que yo había creído».

Como consecuencia de sudeserción y de otros asuntos, ReinhardGehlen, el gran espía alemán, tuvo quedimitir unos años después. Nunca

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perdonó la traición de su hombre clave ycompañero nazi, Heinz Felfe.

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22. Elvira Chaudoir,una peruana amantedel juego, agentealemana e inglesa parapagar sus deudas

Belleza morena y llamativa, elegante almáximo, aparentemente rica yarrasadoramente seductora. Así era, aprincipios de la década de 1940, laperuana Elvira Chaudoir, que se movíacon soltura por los ambiente de la jet setlondinense. Residía en el distinguidobarrio de Myfair, como no podía ser de

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otra manera, aunque el piso eraalquilado y pagaba su renta con escasapuntualidad. Hasta allí la acompañabanpor las noches, en coches de alta gama,distintos hombres que anhelaban serinvitados a subir a su piso. Una parteconsiderable lo conseguía. Esosrespetables y elegantes señores, en sumayoría, habían conocido a esaveinteañera irresistible en casinos tanconcurridos como el de Crockford`s.Elvira era una jugadora apasionada ycompulsiva. Se sentía viva sentada enuna mesa de juego, y arriesgaba eldinero que tenía y el que le habíanprestado. Muchas veces ganaba,ingrediente imprescindible para sentir lacompulsión por el juego, pero perdía

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con mucha más frecuencia. Cuando noestaba en una sala de juego, no podíadejar de pensar en el momento en el quepodría volver a jugárselo a todo o nada,convencida de que la suerte estaría de suparte.

A algunos de sus mejores amigoslos encontraba en las fiestas de laaristocracia, a las que acudíaregularmente. Su simpatía y estilo eranbuenas cualidades, pero lo que le abriólas puertas de ese mundo elitista fue serla hija del embajador de Perú en Vichy,la capital de la Francia ocupada. Enaquellos primeros años de la II GuerraMundial el pueblo inglés padecíamuchas limitaciones, pero laaristocracia no renunció a sus

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costumbres ni, especialmente, a susfiestas. Elvira era asidua de la casa delconde Carnarvon y del duque deMarlborough, con quienes compartía supasión por el juego, la vida placentera ylos caballos. Con una diferencia: elloseran inmensamente ricos y ella vivía conuna asignación enviada cada mes por supadre, que le daba para vivirdignamente, pero en ningún caso parallevar la vida de lujo y dispendio por laque había optado.

Elvira nació en una familia de laalta sociedad de Perú y se educó encolegios privados de Francia y Bélgica.En Lima su idioma había sido el españoly en Europa aprendió francés e inglés.La disciplina que se impartía en esas

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escuelas distinguidas no caló nunca en lajoven, que siempre se inclinó por lasideas liberales. Se crio con pocaatención de sus padres, lo que laacostumbró a valerse por sí misma y ano soñar con regresar a Lima, donde sufamilia habría intentado limitar susdeseos de libertad.

Elvira encajaba perfectamente en elpapel de chica Bond, con el importantematiz de que no era un personajesecundario, sino protagonista. La finurade sus movimientos, sus rasgosperfectos, la capacidad de llamar laatención y esa apariencia de fragilidadconvirtieron, a ella y a otras muchasmujeres de la primera mitad del sigloxx, en el prototipo de mujeres espía. Un

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prototipo del que huyen las generacionesactuales de mujeres que trabajan en losservicios de inteligencia.

La distinción, entendida comoelevación sobre lo vulgar,especialmente en lo referido a eleganciay buenas maneras, es una característicadel espía relacionada con la necesidadde moverse en un mundo repleto depersonas que tienden con facilidad asincerarse e intimar con los de su mismaclase. Esto ocurre también ahora, perotenía más trascendencia en la sociedadclasista de la II Guerra Mundial. Loscaptadores de los servicios secretosbuscaban agentes y colaboradorescapaces de actuar con desparpajo poresos ambientes. Y se interesaban

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particularmente por las mujeres, ya quenadie sospechaba de ellas, no habíatodavía leyendas como la de Mata Hari,y los hombres de cierta posición, endeterminados momentos, pensaban pococon la cabeza y más con sus instintosprimarios.

El teniente coronel Claude Danseyera uno de los muchos hombres ymujeres que Elvira conocía de lasfiestas elegantes en casa de sus amigosde la aristocracia. Le gustaban loscaballos, como a ella; practicaba el golf,algo que ella no hacía; jugaba en loscasinos, como ella; y, sobre todo, a losdos les encantaban las fiestas elegantes,con una copa en la mano y unainteresante conversación. Todos los

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hombres, aunque en ocasionesestuvieran acompañados de sus mujeres,se permitían un pequeño tonteo o uncomentario halagador para tan guapajoven. Seguro que el teniente coronel nofue una excepción. Pero, a diferencia dealgunos otros, su objetivo nunca fueseducirla para acompañarla a su casa alfinal de la fiesta, sino convencerla deque trabajara para él.

Claude Dansey era subdirector delMI6, el servicio secreto exterior inglés.Una de sus obsesiones en el año 1942era meter el mayor número de agentesposibles en la Europa ocupada por losnazis. Era mucho el trabajo deinteligencia que debían desarrollar ypoco el personal capacitado para

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llevarlo a cabo con la mínima garantía.No tardó mucho tiempo en fijarse enElvira. Que fuera bella, elegante ysimpática eran cualidades que estabanbien. Sin embargo, lo más importanteera que hablaba francés como si hubieranacido en Francia y que era la hija de undiplomático peruano destinado en esemomento en Vichy, por lo tanto, conbuenas relaciones con la Alemania nazi.Encargó a sus hombres un informe sobresu vida pasada y presente. No debieronde tardar mucho en entregárselo, porqueElvira era una mujer con pocas aristas.

El teniente coronel Dansey seencontró delante de un expediente en elque aparecían muchos de los datos queél ya sabía: educación refinada, persona

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amable, encantadora, se movía confacilidad en el mundo de la altasociedad y su padre le enviaba unaconsiderable cantidad de dinero cadames, pero insuficiente para cubrir supasión por el juego. El informe de susagentes hablaba de que sus deudas enaquel momento podían estar rondandolas mil libras, una cantidad complicadade pagar cuando no realizaba ningunaactividad remunerada y no era posibleampliar la pensión que recibía. El perfilera perfecto. Especialmente esa deuda,el punto débil de Elvira. El militarpodría ofrecerle un incentivo queayudara a disminuir la deuda, pero acambio, por supuesto, tendría que hacerunos trabajos. Se lo explicó en una

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reunión: necesitaba que fuera a Franciapara recoger información. No corría elmenor riesgo personal y a cambio leayudaría a solventar su deuda con lascasas de juego. El plan de viaje erasencillo, similar al que había realizadoen otras ocasiones guiadaexclusivamente por motivos personales:en julio de 1942 llegaría a Vichy paravisitar a sus padres, que como siemprela acogerían en su casa. Allí se veríacon...

La única imagen en blanco y negrode esos años que nos ha llegado deElvira carece de calidad e invita a laimaginación. El pelo, recogido conelegancia, libera una cara afilada decierto atractivo, pero sin exagerar —los

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cánones de belleza han cambiado con elpaso de las décadas—. El traje dechaqueta de tela escocesa, conhombreras que daban cuerpo a sudelgadez, mostraba a una mujerocupada, necesitada de buena presenciapara acudir a sus importantes citasdiarias. La camisa de un blanco virginalcerrada hasta el cuello, con esos ribetestípicos de las prendas recargadas de losbebés, rematada por un broche quejuraría de oro, le daban un aspectorecatado y prudente. Así era Elvira vistacon unos ojos del siglo xxi. Pero aprincipios de la década de 1940 la veíancomo una mujer de una bellezaenloquecedora. Los hombres se sentíanatraídos por ella, también, porque era

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una mujer que vivía con absolutalibertad, sin tapujos, sin limitaciones,buscando su propio placer, sin permitirque nada ni nadie se interpusiera. Suúnica pesadilla era el dinero. Motivoque la impulsó, junto a sus ansias deaventura, a aceptar el encargo de viajara Francia para hacer de correo para elMI6.

Cuando Elvira llegó a Vichy enjulio se encontró con que sus padreshabían salido de la ciudad. Era verano yhacía mucho calor. Como toda la genteelegante, aunque estuvieran en guerra, elembajador Alejandro de la Fuente —Elvira no utilizaba su apellido paterno— y su esposa se habían ido a pasar unatemporada a Cannes. La agente del MI6

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hizo el trabajo que le había encargado elteniente coronel Dansey y, para noestropear su perfecta coartada, viajó aCannes para pasar unos días dedescanso, donde acompañó a sus padresa algunas fiestas en las que se relacionócon franceses, pero también conalemanes. Antes de salir de Inglaterra,Dansey le notificó que a partir de esemomento su nombre en clave sería«Bronx» y que debería utilizarlo entodas sus comunicaciones. Sin duda noestaba pendiente de la misión que lahabía llevado a Francia cuando un jovenoficial alemán, conocido con el alias de«Biel», la invitó a bailar. No sintió,como otras heroínas de la II GuerraMundial, escozor en los brazos o

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náuseas por estar pegada a un nazi.Elvira estaba al margen de la política.Había viajado allí por dinero, habíacumplido su trabajo y ahora era elmomento de pasarlo bien con esehombre que tanto le atraía. Bailaron,charlaron, intimaron y terminaronconvertidos en amantes. Elvira le contócon suma naturalidad que vivía enLondres, que se lo pasaba muy bien allí,que trataba con diplomáticos y gente declase alta, que le encantaban los juegosde azar... Biel debió de quedarseanonadado escuchándola. Aquella mujerconsiguió despertar en él las mismassensaciones profesionales que unosmeses antes había despertado en otrooficial, pero inglés y del MI6. Porque el

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militar alemán era un agente de laAbwehr, el servicio secreto de Hitler.

Estaba claro que el perfil de ElviraChaudoir era el que necesitaban los dosbandos para tareas de espionaje. Bielapreció su facilidad para moverselibremente por Inglaterra gracias a serhija de un diplomático peruano. Susbuenos contactos en la isla le abrían lapuerta para acceder a informaciónprivilegiada sin levantar sospechas. Nola veía robando información en elMinisterio de Defensa, ni montandoredes de colaboradores, pero síaccediendo a información política yeconómica que solo manejaba la clasedirigente británica.

El espía alemán, amante de Elvira,

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le propuso convertirse en agente de laAbwehr a cambio de cobrar cien librasmensuales. Sabía, como su enemigo delMI6, de qué pie cojeaba la mujer, y jugófuerte. A cambio tendría que conseguirleinformación sobre Inglaterra. Le aseguróque no correría peligro, que nadiesospecharía de ella. Elvira aceptó por lamisma razón que no había puesto pegasa viajar a Francia a cargo del MI6:ganar dinero para pagar sus deudas dejuego y seguir manteniendo su nivel devida.

El espionaje alemán le montó uncursillo intensivo para manejarse comoespía en territorio hostil: tinta simpáticaque ella misma debía fabricar paraintercalar mensajes en cartas que

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enviaría a Vichy y algunas técnicassimples para conseguir información ydetectar si la seguían por la calle. Nadade manejo de aparatos de radio, porquehabría sido un gran riesgo. Lainformación podía llegar tarde, pero elretraso era preferible a que ladetuvieran. Biel había notado suscualidades para el espionaje, pero no laveía convertida en un agente secreto delos que se jugaban la vida. Convertidaen espía de Hitler, se despidió de suúltimo novio, que la había captado y sehabía convertido en su controlador.Sexo y espionaje juntos...

La vida personal de las mujeresque han ejercido de agentes dobles seasemeja bastante a la de Mata Hari. Es

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un mito que las espías ofrezcan sexopara conseguir información. Un mito quemolesta enormemente en el siglo xxi alas agentes, profesionales que entran enlos servicios de inteligencia trasaprobar una carrera, aprender uno ovarios idiomas y haberse destacado porposeer unas cualidades muydeterminadas. Hasta la II GuerraMundial el espionaje estaba dominadopor los hombres, que ocupaban lospuestos de relevancia. La inmensamayoría eran militares, en cuyosejércitos la presencia de las mujeres selimitaba a los cuerpos auxiliares, nuncacombatientes. Esta actitud no lesimpedía ver que las mujeres podíanllevar a cabo algunas misiones con

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muchas más garantías que los hombres,pensando en el machismo de losenemigos —el mismo que el de ellos—,poco tendentes a considerar que chicasatractivas podían ser agentes secretos.Las mujeres convertidas en agentessecretos en esa época no utilizabannecesariamente el sexo para trabajar, encontra de lo que se ha pensado. Unejemplo claro es el de Elvira Chaudoir.Era liberal en su comportamiento, perono mantenía relaciones con el tenientecoronel Dansey, que la reclutó para elMI6. Tampoco utilizó el sexo paraacercarse al espía alemán. No sospechóque Biel pudiera ser un agente de laAbwehr. Fue él quien la convirtió en suamante y luego —quizás durante—

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pensó que podía ser una buena infiltradaen Inglaterra. Cuando Elvira aceptó, lohizo por dinero, pero mantuvo lahonestidad consigo misma y una ciertalealtad con el país en el que residía.

Su regreso a Inglaterra tras elverano fue alegre. Había pasado mesessin ver a sus amigos, con los que tanbien se lo pasaba en bares, restaurantes,fiestas, salones de juego y en lascarreras de caballos. Una de susprimeras visitas fue al teniente coronelDansey. Sin tapujos, ni tensiones, sinocultar resquicios de su estancia enCannes, con toda la confianzadepositada en él, le reportó el éxito desu misión y le anunció que habíaaceptado trabajar para el servicio

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secreto alemán. El subdirector del MI6le pidió los detalles y ella se los dio: surelación apasionada con Biel, la ofertapara que trabajara con ellos a cambio deun sueldo mensual fijo y la posteriorformación técnica para desempeñar sulabor en la clandestinidad. ClaudeDansey vio el potencial que podía tenerpara Inglaterra que se convirtiera enagente doble. Había una secciónespecializada en el asunto a la quellamaban Comité XX, controlado por elMI5, para los que tendría que trabajar apartir de ese momento. Quedaron envolver a hablar.

Mientras tanto, Elvira regresó a suvida sin preocuparse por el momento debuscar la información política y

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económica que le habían requerido losalemanes para poder cobrar sus cienlibras. Volvió a las juergas y aldispendio, sin sospechar que durante elmes de octubre de 1942 un agente delservicio de seguridad del MI5 habíacomenzado a vigilarla para valorar lacalidad y certeza de su historia comodoble agente. Cada noche la seguíandiscretamente hasta su casa en el barriode Myfair, donde no les costó muchodescubrir que mantenía un lío con uno desus apuestos vecinos. Comprobaron lavida disoluta que llevaba y cómo enalguna ocasión perdía la discreción ycontaba a algunos de sus amigos quehabía mantenido una relación en laCosta Azul con un oficial alemán que le

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ofreció colaborar con los nazis. En elComité XX, que llevaba la gestión delos agentes dobles que actuaban enInglaterra y que Alemania creíaerróneamente que estaban a su servicio,hubo dudas sobre la peruana. Aprincipios de noviembre llegaron a laconclusión de que podría ser muyfrívola y floja de carácter, pero que nohabía mentido en nada de lo que habíacontado y que no parecía apoyar albando alemán. La reclutaron para el MI5con el objetivo de que enviara a losalemanes la información que le habíanpedido y cualquier otra que le pudierandemandar en el futuro.

Bronx quedó encantada: más dineroque sumar al que iban a mandarle los

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alemanes. A cambio, no debía hacernada, salvo seguir divirtiéndose con susamigos de siempre. No tendría queponer bombas ni esconderse, porque aella los nazis la querían rodeada deingleses influyentes. ¿Podía existir untrabajo más maravilloso? Elvira fue unade las destacadas espías de la historiaque menos se arriesgó para cumplir conéxito su trabajo. Nada que ver con elresto de mujeres que aparecen en estelibro ni con otras como JosephineBaker, la seductora bailarina, escasa deropa, que debutó en el Folies Bergère deParís en 1926. Baker era americana,pero se nacionalizó francesa yaprovechó su fama para trabajar para laResistencia. Si la hubieran pillado,

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habría sido fusilada. O el caso de«Cindy», la rubia agente del Mossadisraelí que tendió una trampa aMordechai Vanunu en 1986. Vanunu eraun científico que sintió remordimientosde conciencia y denunció públicamente,con fotos, el programa nuclear de Israel.Escondido en Inglaterra, Cindy lesedujo, le tendió una trampa y facilitó suregreso a la fuerza, sedado y esposado,a Israel.

La relajación en su tarea deespionaje no impidió que ElviraChaudoir cosechara importantes éxitossin ser consciente en ese momento delgran servicio que estaba prestando a losAliados. El primer año del trabajo deElvira como doble agente no fue de gran

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nivel de cara a los alemanes. Lesaportaba información puntual, con pocosdatos trascendentales. Con regularidadles enviaba de su puño y letra cartas quellevaban añadidos textos escritos continta invisible en los que les aportabainformación sobre la situacióneconómica y los enfrentamientospolíticos. Una información que habíasido previamente inventada por elComité XX del MI5. La informaciónmás relevante de esa primera etapa queElvira le envió a Biel fue la respuesta aun requerimiento: Inglaterra, le contóaportando datos de máximacredibilidad, estaba dispuesta pararesponder con armas químicas si losalemanes lanzaban un ataque de esas

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características. Informes posteriores delservicio secreto británico aseguraronque este comunicado fue determinante ala hora de que los alemanes renunciarana ese tipo de armas.

Poco antes de terminar el año 1943Chaudoir recibió un mensaje de suantiguo amante y controlador de laAbwehr. Alemania sabía que losAliados estaban preparando la invasiónde Europa. El servicio de inteligenciaalemán se había volcado en conseguir lafecha y el lugar por donde llegarían lasfuerzas enemigas, así que Biel le pidióque intentara conseguir de sus amigosmilitares y políticos esos datosconcretos, que podrían facilitar que eldesembarco fracasara.

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El Comité XX estaba muy volcadoen la operación de engaño más grandejamás diseñada. Se llamaba «OperaciónBodyguard» y su objetivo era que losalemanes no descubrieran los dos datosclaves que Biel le había pedido aElvira. Para ello había un montón deoperaciones distintas en marcha, entrelas que tuvo un éxito especial ladenominada «Fortitude», ejecutadagracias al genial agente doble JuanPujol, Garbo, que convenció a los nazisde que la invasión sería por el paso deCalais y no por Normandía. Entre esasoperaciones intoxicadoras tambiénestaba la «Ironside», cuyo objetivo eradesviar la atención de los alemaneshacia la costa del País Vasco francés.

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Los jefes de Chaudoir decidieronconvertirla en propagandista de esa vía,para lo que necesitaron demostrar a losalemanes que había conseguido acceso ainformación difícil. Con este objetivodecidieron que lo mejor era queregresara a Vichy y hablarapersonalmente con Biel. Es de suponerque Elvira hizo el viaje, desde elterritorio ocupado por los Aliados alocupado por los nazis, con latranquilidad de que ambas partesestaban muy interesadas en protegerla decualquier accidente.

Los mandos del MI5 le explicaronque tenía que utilizar todas sus artes deseducción para convencer a su amantealemán y a quien hiciera falta de que

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tenía a su alcance esa informacióncrucial para los intereses alemanessobre la invasión comandada poringleses y estadounidenses. Así lo hizo.Carecía de las cualidades de un agentepara moverse en ambientes hostiles,pero si le pedían que fuera convincentey seductora, eso lo hacía sobradamentebien. Biel se entusiasmó con la oferta ydiseñó un sistema de comunicaciónmucho más rápido que el habitual.Cuando consiguiera la información,debía enviar un telegrama a Madrid, a laatención de Antonio Almeida, el gerentegeneral del Banco Espirito Santo. Él selo pasaría inmediatamente al espionajealemán. Acordaron una clave paraocultar en el mensaje la información que

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debía pasar: el lugar por donde tendríalugar la invasión. Se sentaron delante deun plano de la costa francesa y Bieladjudicó una cantidad distinta de librasesterlinas a cada punto por donde sepodría producir la invasión. Elvira lomemorizó.

Durante el tiempo que estuvo enVichy procuró que no les vieran juntos yestuvo con sus padres, la coartadaperfecta que le permitía ir y venir concierta libertad. Eso y su pasaporteperuano, un país neutral en el conflicto.Con la misión cumplida, regresó aLondres, donde siguió haciendo su vidade juergas y fiestas elegantes. Todosestaban nerviosos en 1944, pero Elvirasolo se preocupaba de los bombardeos

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alemanes sobre la ciudad. Vivía laguerra con cierta distancia. Hacía supapel de doble agente, cobraba sudinero de ambas partes y cuando elComité XX le convocaba, allí acudíapara hacer sus tareas.

Fue a finales de mayo, cuandofaltaban menos de dos semanas para elDía D, cuando ordenaron a Elvira quemandara el telegrama a Biel. El texto fuesencillo: le pidió a su banquero, AntonioAlmeida, que le enviara cincuenta librasa Londres para pagar a su dentista. EnMadrid, el gerente del Banco EspiritoSanto pasó el texto a su contacto en laAbwehr y este a Biel, que informó a susjefes en Alemania de que Elvirainformaba de que la invasión sería por

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la zona de Burdeos.El trabajo de la agente doble Bronx

fue muy bueno, aunque su papel en laderrota alemana fue menos trascendentalque el de otros. El servicio secretoinglés tuvo la certeza de que sirvió paradesviar de Normandía tropas de las quehubieran podido enfrentarse a lossoldados que ejecutaron la invasión.

Elvira nunca quiso ser espía, noestaba en sus cálculos ni en sus anhelos.Solamente deseaba disfrutar de la vida,como tantos otros ciudadanos queolvidaban las penurias de la guerrasimulando que su día a día era normal ysaboreando los placeres que habíantenido antes de que Hitler desatara lacontienda en Europa.

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Terminada la guerra, no tuvosentido que siguiera trabajando para elservicio secreto. Ni ella quería, ni en elMI5 la veía realizando una labor querequería unas cualidades de las quecarecía. Había ejercido de doble agenteporque nadie habría podido hacer decorreo por Europa como ella y porqueun alemán vio en esta mujer unascualidades para el espionaje quepermitieron al MI5 utilizarla para latarea de desinformación.

Elvira estuvo un tiempo en Londresy terminó residiendo en el sur deFrancia, donde se perdió entre lamultitud. No desveló a nadie lo quehabía estado haciendo durante la guerray llevó una vida como la de cualquier

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otra persona. En 1995 el serviciosecreto inglés quiso dar realce a laconmemoración del quincuagésimoaniversario de la victoria aliada yfacilitó el trabajo de algunos periodistaspara que salieran a la luz públicaalgunas de las personas que habíanpermitido vencer a los nazis. Una de ellafue Elvira Chaudoir, que fue encontradapor el periodista Rupert Allason, quefirma como «Nigel West», donde más lepegaba vivir: en la Costa Azul, en la queconoció a Biel, el espía alemán quecreyó haberla conquistado para su causay que se encontró con una mujer muchomás inteligente de lo que él y otrosmuchos pensaron.

En 2006 el MI5 desclasificó su

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expediente cuando una persona anónima,acogiéndose a la Ley de Acceso a laInformación, lo solicitó oficialmente.Elvira ya había muerto. Pocas mujereshay en la historia del espionaje quehayan conseguido encandilar a losmandos de dos servicios de inteligencia.Una agente doble muy especial. Laantítesis de un peruano, como ella, quemuchos años después también actuó pordinero, pero de una forma más cruda einfinitamente menos elegante: VíctorAriza.

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23. Víctor Ariza, lanovedad de Internet,su obsesión por lasmujeres y las chapuzasgloriosas

El 8 de febrero de 2011 numerososmilitares de la Fuerza Aérea de Perú seacercaron hasta el batallón de la Escuelade Suboficiales. Ninguno habría acudidovoluntariamente a un acto tandesagradable y poco frecuente. Algunossolo conocían los detalles por ladescripción que había hecho en su libro

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La ciudad y los perros el escritor,también peruano, Mario Vargas Llosa.El papel de los asistentes al acto erarepresentar el máximo desprecio a unode sus compañeros, responsable delpeor de los delitos posibles para unmilitar: la traición a la patria. Unatraición que manchaba el prestigio de lainstitución, que reaccionaba expulsandode su seno a quien no había sido fiel a sujuramento.

Dos meses antes Víctor Ariza habíaescuchado la sentencia definitivaredactada por el presidente del TribunalSupremo Militar Policial, Carlos Mesa.Era la más alta posible por un delitoexecrable: treinta y cinco años. Almismo tiempo se establecía una multa

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como reparación por los daños causadosal Estado de 350.000 dólares y ladegradación y expulsión de la FuerzaAérea. Poco habitual en losordenamientos jurídicos del siglo xxi, enPerú este último castigo sematerializaba en un acto privado en labase aérea de Las Palmas, en Lima, enel que los propios compañeros delcondenado escenificaban esa expulsióncon todos sus ingredientes dehumillación. El último miembro delbatallón de la Escuela de Suboficialesse acercó hasta Ariza. El resto de losnumerosos militares estaban formadosdando la espalda al traidor, en un gestode desprecio. Ariza fue despojado porsu joven compañero de los galones de

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suboficial. A partir de ese momento yano podría volver a vestir nunca eluniforme de la Fuerza Aérea.

El KGB no dudó en su largahistoria en matar de la forma más cruel,alejada de juicios justos, a los agentesdobles que les traicionaban. Sin llegar aeso, la Dirección de Inteligencia de laFuerza Aérea Peruana consiguió que eltribunal incluyera este acto comomedida disciplinaria para avisar acualquier otro militar de lo que se levendría encima si se le pasaba por lacabeza vender secretos del país.

La peruana Elvira Chaudoir no fueuna Mata Hari devoradora de hombres,pero el motivo que había truncado lacarrera militar de su compatriota Víctor

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Ariza sí que tenía que ver con el sexo.Su obsesión con él le descolocó la viday le impulsó a hacer cualquier cosa porconseguir el dinero suficiente parallevar la vida que tanto le gustaba, peroque le tenía también atrapado. En losaños anteriores a su detención Víctorhabía llevado una intensa y apasionadarelación con las mujeres. Mientrasestaba volando en el globo de sussueños, todo fue bien. Todavía no eraconsciente de las pésimas consecuenciasque para su vida iba a tener relacionarsesentimentalmente con varias chicas a lavez.

Cuando estaba en la treintena —había nacido en 1964— empezó aejercer al mismo tiempo la infidelidad y

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la fidelidad de una manera compulsiva.A principios del siglo xxi mantuvorelaciones serias a la vez con tresmujeres. Estaba casado con MaríaFlores Castro, tenía una hija con sucompañera de la Fuerza Aérea DoraRuiz Paredes y mantenía una relaciónestable con Luz Tarrillo Gutiérrez. Unavida intensa que no saciaba sus instintosmás primarios. El ordenador de su casapodría haberse convertido en un vídeo-club virtual, pues tenía grabadasdoscientas películas de contenidosexual, entre las cuales parece ser quehabía algunas con presencia de menores.Esta obsesión desaforada le supuso unproblema complicado de resolver.Bajarse películas de Internet podía no

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suponerle coste alguno, pero mantener atres mujeres era complicado y más paraun suboficial de la fuerza aérea quecobraba cerca de 500 dólaresmensuales. En esta situación le resultódifícil negarse a aceptar los 3.000dólares al mes que le ofrecieron unostipos del servicio secreto chileno. Noobstante, le matizaron que si lainformación que les pasaba eraexcepcionalmente buena, esa cantidadpodría llegar en ocasiones a los 6.000dólares.

Atravesó un pequeño dilema éticopor su compromiso con la Fuerza AéreaPeruana, pero su situación personal erauna pesadilla y sus colegas chilenospodían ayudarle a salir a flote. Se lo

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ofrecieron en 2004 y no tardó mucho endecidirse. En esos momentos estabadestinado en la embajada peruana enChile.

En el año 2002 Víctor habíaconseguido el sueño de trabajar en elextranjero. Ser el pequeño de seishermanos, en una familia de clase mediabaja, no ofrecía muchas posibilidades aun joven para cumplir sueños como elde viajar. Como suboficial destinado enla Dirección de Inteligencia de la FuerzaAérea Peruana (DIFAP), habíaconseguido el puesto de adjunto alagregado aéreo de la embajada enSantiago de Chile. Su labor consistía enobtener el máximo de información sobreel ejército del aire chileno, para lo cual

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debía relacionarse con militares localesy buscar las fuentes necesarias paratener acceso a sus planes secretos.Además debía intimar con sus colegasdel espionaje de la Fuerza Aérea, algológico, pues su labor no era clandestina,sino que estaba acreditado ante elservicio de inteligencia chileno.

Simpático, alegre y divertido, calóhondo entre la gente que conoció en elpaís andino. Su labor de obtención deinformación, como ocurre siempre,llevaba implícita la que ejercía la otraparte sobre él. Cuando un agente decualquier servicio de inteligenciaaterriza en un país extraño, los serviciosde seguridad locales le someten a unaamplia investigación personal y a un

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seguimiento de sus actividades paradetectar actuaciones ilegales. No haydatos sobre si fue esa investigación olos datos obtenidos durante el primeraño de su estancia en Santiago —quizásambas cosas—, pero el hecho fue quelos problemas de la vida privada delespía peruano, su punto débil con eldinero y las mujeres, llevaron alservicio secreto chileno a intentardoblarlo.

Como suele ser habitual, el procesode captación debió de durar bastantesmeses. Se realizaría sin prisas,aprovechando en un primer momentoencuentros casuales de agregadosmilitares y posteriormente estableciendoreuniones clandestinas cuando existía la

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posibilidad de que cambiara de bando.Al final discutirían los detallesconcretos, como la paga mensual, laforma de cobrarla para no dejar pistas oel camino para enviar la informaciónrobada. Cerraron el acuerdo en unareunión que Ariza mantuvo con DanielMárquez, un militar de la aviaciónchilena, responsable de su captacióndesde el primer momento. Era el 24 dejulio de 2004. A cambio de secretos dela aviación peruana, como su fuerza realy sus planes de compra de material parael futuro, y otras informaciones secretasdel DIFAP, dejaría de tener problemaspara llegar a fin de mes y podríapermitirse un montón de lujos. Esemismo día, junto a sus instrucciones,

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recibió un sobre abarrotado de dólares.Cerca de tres años estuvo Víctor

Ariza filtrando información clasificada,primero a Daniel Márquez y más tarde aVíctor Vergara, sus contactos en elservicio secreto chileno, sin que nadiesospechara de él. Al menos una vez alaño viajaba a Santiago, en unasocasiones por el rápido avión y otraspor las discretas carreteras. En tresmomentos, durante el año 2007, sedesplazó a Argentina y de allí aUruguay, para despistar a posiblesperseguidores y reunirse con Vergara.En uno de estos últimos viajes, de unasemana de duración, Vergara le encargóque se hiciera con una copia delbautizado como «Plan Quiñones», el

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plan secreto de compras de las FuerzasArmadas peruanas para los siguientesquince años. Seguramente le recordóque si podía hacerse con una de ellas, susueldo el siguiente mes pasaría de 3.000dólares a 6.000. Pocas semanasdespués, amparándose en la plenaconfianza depositada en él por sus jefesdel Departamento de Planes yOperaciones del DIFAP, se hizo con eloriginal del plan, lo guardótranquilamente en su cartera, lo sacó delas instalaciones del servicio deinteligencia y se lo llevó a su casa.Pacientemente escaneó cada una de lastrescientas hojas del plan estratégico delas Fuerzas Armadas peruanas y se lasenvió a Víctor Vergara por correo

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electrónico, como hacía habitualmente.Nada de copiarlo en un pen-drive,fotografiarlo o cualquier otra técnicamás segura, para luego entregarlo en unareunión discreta en algún callejónoscuro. A lo largo de sus años de agentedoble dispuso de siete cuentas de correoelectrónico, cambiadas periódicamente,desde las que envió la informaciónsustraída y recibía las instruccionesoportunas. En varias ocasiones utilizó unmecanismo nada habitual en la forma detrabajar de los agentes dobles: llamabadesde su móvil al de su contacto enChile. Algo muy arriesgado, porquetambién deja huella. Al día siguientevolvió a meter el documento secreto ensu maletín y lo colocó en el mismo sitio

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de donde lo había cogido, sin que nadiedetectara la operación. Sin duda, laDIFAP padecía un grave problema deseguridad.

Antes y después de este gran robode información trascendental para elpaís, Víctor Ariza facilitó a suscontroladores toda la documentaciónque almacenaban sobre Chile y todos losdatos interesantes sobre su propioservicio secreto y las fuerzas militaresperuanas. Una traición en toda regla, quepodía haber sido denunciada muchoantes, pero que se retrasó por razonesincomprensibles.

En el año 2007 el Departamento deContrainteligencia de la Fuerza AéreaPeruana recibió un chivatazo contra el

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suboficial Víctor Ariza por sacar de supuesto de trabajo papeles clasificadoscomo secreto. Dos comandantes y uncapitán cuyo alias era «Damián»iniciaron una investigación sobre sussupuestas actividades irregulares. Losprimeros datos mostraron la posibilidadde que estuviera vendiendo informacióna terceras personas. Necesitabanpruebas y decidieron que uno de ellos seacercara a Ariza haciéndose pasar portraidor. El papel le tocó a Damián. Undía telefoneó al suboficial a su puesto detrabajo en el servicio de inteligencia,identificándose con su auténtico nombrey grado, y citándole en un parquecercano. Ariza acudió sin saber lo quepodía querer de él. Damián fue directo

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al meollo de la cuestión: alguien habíapresentado una denuncia contra él portener en su casa información clasificada.Esa denuncia había llegado hasta elDepartamento de Contrainteligencia,donde le habían investigado, habíandescubierto sus frecuentes viajes alextranjero y que vivía muy por encimadel nivel de vida que le permitía susueldo de la Fuerza Aérea. El gesto desorpresa de Ariza debió de ir creciendo,aunque nada le dejó tan descolocadocomo el colofón de la historia: elcapitán se había reunido con élextraoficialmente para avisarle. Podíaentregarle a las autoridades, pero no loharía si le dejaba participar en elnegocio vendiendo documentos que él

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había sustraído y por los que quería unacantidad de dinero que le ayudara asuperar sus problemas económicos.Ariza no se lo esperaba y no supo quéresponder. Le habían descubierto y leofrecían dejarle seguir a cambio derepartir un trozo del pastel. Le dijo alcapitán que lo debía consultar y le daríauna contestación al día siguiente.

Con un sentido de la precauciónfrancamente penoso, llevado por unestado de zozobra incontrolable, Arizallegó por la tarde a su casa y no se leocurrió otra cosa que enviar un correoelectrónico a Daniel Márquez. Se locontaba todo con pelos y señales. Lehabían descubierto, sabían lo de susviajes y lo del dinero, pero el capitán

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que le había investigado era un corruptoy quería dinero a cambio de su silencio.¿Cómo debía actuar? Necesitaba unarespuesta urgente. Cuando amaneció,tenía la contestación en la bandeja deentrada de los mensajes. Márquez decíaalguna cosa lógica —no debía trabajarjunto al capitán para evitar gravesriesgos— y metía la pata hasta el fondoen otras cuestiones. No consideraba quela situación exigiera ningún cambio deplanteamiento, interpretaba que elcapitán necesitaba dinero y que todoseguiría bien, como hasta el momento, side vez en cuando le sobornabaadecuadamente.

En todos los casos narrados hastael momento se ve con claridad que

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cuando el agente doble es descubierto loque hay que hacer es salir corriendo.Con orden, pero hay que desaparecer.En caso contrario, te detienen o tematan. Es lo que hizo Kim Philbycuando se dio cuenta de que ya no podíasostener el engaño cuando el enviadodel MI5 le demostró, en un cara a cara,que le habían pillado. El controladorchileno, por el contrario, insufló ánimosen Ariza, que le hizo caso sin plantearseel final cercano. Y se creyó la historiadel capitán Damián, que era una trampaurdida para que se autoimplicara en laventa de información y les llevara hastasus cómplices.

Unas horas después se vieron otravez en el mismo parque. El capitán de la

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contrainteligencia le requirió unacontestación y Ariza se ofreció aayudarle entregándole dinero de subolsillo. De hecho, ese día le dio milsoles. Era un pago a cambio delsilencio, que se repitió con cantidadesmenores en dos ocasiones más.

La investigación judicial yperiodística llevada a cabo en Perú noconsiguió explicar qué tipo de operaciónestaban llevando a cabo en ese momentoel capitán Damián y los doscomandantes sobre Ariza. ¿Alguienestaba controlando el correo de suordenador, tratando de identificar a laspersonas receptoras de la informaciónsustraída? ¿Alguien buscaba sus cuentascorrientes para encontrar aquella en la

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que el espionaje chileno transferíamensualmente sus pagos? ¿Equiposoperativos siguieron al suboficialcuando viajaba al extranjero paraconseguir pruebas y hacer grabacionesde las personas con que se reunía? Todohace sospechar que no, especialmenteuna certeza que demuestra que cuando undoble agente chapuza se encuentra conun servicio de contrainteligencia aúnmás chapucero, puede realizar su trabajodurante más tiempo del imaginable. Lacerteza es que tras varios meses desinvestigación el tema se paró en secopor más de un año. ¿La importanterazón? El capitán y uno de loscomandantes fueron destinados alextranjero para realizar cursos de

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capacitación, mientras el otrocomandante fue destinado a la EscuelaSuperior de Guerra Aérea. Teníanpruebas determinantes para pillar a untopo que estaba vendiendo información,pero abandonaron la investigaciónporque los tres encargados cambiabande destino. Es algo increíble.

Así pues, 2008 fue un buen añopara el traidor peruano. Con el capitánchantajista en el extranjero, pudo seguira lo suyo, ganándose los 3.000 dólaresmensuales que tan bien le venían paraquitarse de en medio las presiones delas tres mujeres con que se relacionabay para poder permitirse algunos lujos.Desaparecida la presión de Damián, sesentía nuevamente impune. Sin embargo,

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la suerte no es eterna y mucho menoscuando se cometen tantos errores. Suscontroladores chilenos deberían haberlehecho desaparecer o, como mal menor,haber roto las relaciones, para queinvestigaciones futuras en Perú no lespusieran en evidencia. Tuvieron más deun año para borrar todas las pistas de lainformación robada, hacer que seevaporaran del ordenador las huellas delos documentos enviados e incluso algomucho mejor y más seguro: haber roto agolpes memorias, discos compactos ytodo lo relacionado con los ordenadoresy haberse comprado un equipo virgen.

No lo hicieron. La sed deinformación lleva a arriesgar más alláde lo lógico, sin calcular las

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consecuencias. Y las ganas de vivir a unritmo de vida mucho más alto del que sehabía ganado condujeron a Víctor acreerse inmune a cualquierinvestigación. Sin embargo, en 2009 elcapitán Damián volvió a su puesto yretomó la historia. Las pruebas que lefaltaban para detener al traidor lasconsiguió en unos meses. El 30 deoctubre era viernes. Víctor se fue acomer con tres compañeros a unacevichería tradicional que estaba alsuroeste de Lima. Se sentaron en unamesa a la una y media y se pusieron amirar la carta para elegir el almuerzo.Hubo muchos momentos, durante loscinco años que llevaba ejerciendo comoagente doble al servicio de Chile, en los

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que se le pasó por la cabeza que lepodían detener, pero ese no era uno deellos. Cuando vio acercarse a cincohombres, uno de ellos con una pistola enla mano, supo que iban a por él. No lehizo falta escuchar el vozarrón de unomarcándolo con un «Es él». Habíallegado el fin. Le tocaba pagar por todolo que había hecho.

No tardó en hundirse en losinterrogatorios al saber que le teníancogido. Habían registrado su casa,habían abierto su ordenador.Almacenaban suficientes pruebas de sustrapicheos como para que negarlo no lellevara a ninguna parte. En estos casos,para «ayudarle a recapacitar», escorriente amenazar con implicar a los

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amigos o a las personas queridas. Todopara conseguir que el espía reconozcasus delitos y ayude a cerrar elexpediente con las máximas pruebasposibles. Víctor entró al trapo pronto.Los investigadores debieron de soltar unsuspiro. Trataban de ocultar algunasdeficiencias de la investigación ynecesitaban su colaboración de formaapremiante. Les faltaba lo principal, loque habría aconsejado no detenerlehasta haberlo conseguido: conocer laidentidad de las personas que recibíanla información. Cualquier servicio conun agente doble actuando habría debidoesperar, antes de detenerle, a disponerde unas fotografías y un vídeo de todosjuntos. Teniendo en cuenta que la

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investigación había comenzado, porparte del capitán Damián, dos años ymedio antes, era inexplicable quecarecieran de esos datos. Pero para eso,pensaban, estaba el testimonio de VíctorAriza. O eso creían.

El militar traidor les contó quehabía sido captado en Santiago de Chilepor Daniel Márquez, un militar de laFuerza Aérea, la misma a la quepertenecía Víctor Vergara, el hombreque pasó a ser su controlador cuandoregresó a Perú. Con los dos se habíarelacionado en los últimos cinco años,aunque su relación más personal, deconfianza e intensidad, la mantuvosiempre con Márquez. Le preguntaronpor la verdadera identidad de los dos

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hombres y aseguró desconocerla.¿Quizás se había creído que se llamabanasí realmente?

En el interrogatorio Víctor admitióque había recibido unos 140.000 dólarespor sus servicios, ingresados en unacuenta del banco canadiense Scotiabank,en una sucursal de Lima. Detalló lainformación que había robado, incluidoel Plan Estratégico Quiñones, y negó quealguna de las tres mujeres con las quehabía convivido en los últimos añossupiera algo de sus actividades ilícitas.Viendo la sinceridad de susdeclaraciones, los investigadores sellevaron un gran chasco. Víctordesconocía la identidad real de sus doscontroladores. No tuvo problemas en

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describir a Daniel Márquez como unhombre de un metro sesenta y nueve deestatura, unos cincuenta y cinco años,grueso, pelo lacio, ojos pardos y tezclara. Pero de su auténtico nombre,nada. De los labios del detenido solosalieron los alias de los dos hombres,sin pruebas que vincularan esos nombrescon dos caras. Tuvo que ser la prensa,tras una oportuna filtración, la quepusiera nombre y apellidos a los dosespías chilenos: Jaime López Ruiz yAdrián Bravo Carrasco. Pero eransuposiciones, deducciones. Víctor Arizaiba a pagar por los pecados cometidos,pero comenzaba una guerra jurídica paraimplicar a los espías chilenos en elcaso.

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Dos semanas después de ladetención de Víctor Ariza, un agente dela inteligencia militar acusado de espiarpara Chile, la prensa limeña empezó adesvelarla. El 13 de noviembre de 2009el ministro de Defensa peruano, RafaelRey, confirmó la noticia atacando a susrivales chilenos, lo que fueinmediatamente contestado por elministro de Exteriores de Chile,Mariano Fernández, que lo desmintiótodo. Las acusaciones fueron creciendo,hasta que el día 16 el presidente peruanoAlan García expresó su rechazo por el«acto repulsivo» y llamó a Chile«republiqueta». Michelle Bachelet, lapresidenta de Chile, intentó rebajar eltono, aunque consideró esas palabras

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«ofensivas y altisonantes». Tras elintercambio de frases agresivas, llegó elmomento de la intervención diplomáticay judicial. Perú intentando demostrarque su vecino les había espiado y Chilenegándolo en redondo. Perú peleó paraque le entregaran a los doscontroladores del suboficial, pero Chilese amparó en la falta de datos paraconsiderarlo imposible. Solo cuando unespía es pillado en otro país recogiendoinformación o pagando por ella,entonces su gobierno tiene que meter lacabeza debajo de la tierra y callar frentea las acusaciones que recibe delespiado. Este no era el caso. Si no haypruebas, aunque el espionaje sea cierto,siempre lo desmentirán con ardor.

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Nunca, sin excepción, un país haentregado a uno de sus agentes delservicio de inteligencia que haya estadocumpliendo con su trabajo de obtenertoda la información posible delenemigo. Perú lo sabía, Chile lo sabía,pero el gobierno de Alan García, metidoen un lío político contra Bachelet, quisoaprovechar la coyuntura para ganarpopularidad entre su pueblo. Peleas ypeleas, con los servicios secretos defondo, que nunca han conducido a nada.

Víctor Ariza se convirtió durantemeses en el enemigo público númerouno del país. Todo valía contra él. Cadadetalle negativo que se conocía erafiltrado a la prensa para intentarhundirle más en el fango. Tal fue el

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grado de humillación que tuvo quesoportar, que el 2 de julio de 2010 sedeclaró en huelga de hambre comorespuesta al juez militar, que ordenórequisarle en prisión sus pertenencias e,incluso, los documentos para su defensa.Aunque no se reconozca, como creo queha quedado claro en varios de los casosinvestigados en el presente libro, engeneral no hay excesivo respeto a losderechos civiles de los traidores.

El 16 de agosto comenzó el juiciooral en la base aérea de Las Palmas, sinpresencia de público —amparándose,tristemente, en la seguridad del Estado—, igual que en el caso contra elespañol Roberto Flórez. El 6 dediciembre Ariza recibió una condena de

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veinticinco años de cárcel que suabogado y la Fiscalía recurrieron ante laSala Revisora del Tribunal SupremoMilitar Policial. Allí no tuvieron la másmínima compasión y aumentaron la penahasta el máximo permitido, treinta ycinco años por vender informaciónclasificada a Chile.

El trabajo de periodismo deinvestigación de la prensa peruana fueencomiable en todo el caso y sacó a laluz una gran parte de la información quePerú y Chile trataron de ocultar. Por suparte, Víctor Ariza se vio arrastrado poruna vida complicada en la que él solo sehabía metido. Su compatriota ElviraChaudoir, durante la II Guerra Mundial,sentía la misma pasión que él por la

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vida fácil y placentera, pero supo jugarcon maestría sus cartas con los serviciosde espionaje para obtener beneficios yno verse manipulado por sus juegosdifíciles de controlar. Ariza reconociócompungido: «Necesitaba la plata».Elvira también, pero nunca pisó unacárcel. Ariza tardará años enabandonarla.

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24. Nadie sabe a quiéntraicionó más EvnoAzev, si al zar o a losrevolucionarios

El 19 de junio de 1904, Ratayev, unespía de la Okhrana, el servicio secretodel zar de Rusia, recibió un mensaje deuno de los agentes provocadores quehabía infiltrado en la Organización deCombate, la rama militar clandestina delPartido de los SocialistasRevolucionarios. Su nombre en claveera «Raskin» y su auténtica identidad

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Evno Azev, solo conocida por él yRachkovski, el jefe de la SecciónExtranjera. El texto era tranquilizador.Tras haber alertado de la intención delgrupo de asesinar al ministro del InteriorVyacheslav Plehve, matizaba que demomento se retrasaba la operación poruna cuestión operativa: no habíanconseguido las bombas. Mientrastuvieran a su doble agente metido en larama secreta de los revolucionarios, sesentían tranquilos. Unas semanasdespués, el 7 de julio, Ratayev recibióotro mensaje tranquilizándole. No habíavariaciones. Raskin no defraudaba laconfianza que habían depositado en susbuenas artes como espía.

El 15 de julio, a las nueve y media

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de la mañana, un coche de caballosllevaba al ministro Plehve a todavelocidad por las calles de SanPetersburgo. Los viandantes que secruzaban en su camino deducirían confacilidad la importancia del pasajero,pues varios coches más pequeños yágiles le precedían y seguían conguardaespaldas de la Okhrana. No erafácil descubrir que la persona protegidapor aquel despliegue tan llamativo eraPlehve, el ministro del Interior, que nodespertaba ninguna simpatía entre elpueblo. Antes había dirigido la policíadurante tres años y sus actuacionessiempre habían sido a favor del zar y encontra de cualquier ciudadano que noacatara estrictamente las normas

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impuestas. En los dos últimos años sehabía convertido en ministroplenipotenciario contra el terrorismo. Elzar había puesto en él toda su confianzapara frenar la ola de violencia queaquejaba al país. Iba fuertementeprotegido, aunque el servicio secreto noesperaba un atentado por el momento. Elúltimo mensaje del doble agente Raskinratificaba que la Organización deCombate seguía sin haber podidoencontrar las bombas para cometer elacto violento. Pero no olvidaban quecualquiera que consiguiera acabar conPlehve se apuntaría un tanto solo unescalón por debajo de matar al propiozar. El coche de caballos tuvo queralentizar su marcha cerca de la calle

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Ismailovski. Ningún agente de seguridadnotó el riesgo que se avecinaba. Enpocos metros, mezclados con viandantesajenos a otra cosa que no fueran suspropios asuntos, paseaban cuatrojóvenes separados por una cortadistancia y un quinto algo alejado, todoscon la atención puesta en el carro delministro. Los cuatro chicos llevabanencima una bomba, envuelta en papel deperiódico, prestos a lanzarla contraPlehve en cuanto tuvieran laoportunidad. El quinto hombre, el quedirigía el comando terrorista, era BorisSavinkov, el segundo jefe de laOrganización de Combate. Sazonov, unode los jóvenes terroristas, de pelo rojo,era el que estaba más cerca cuando el

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coche del ministro casi se paró. No lodudó. Se acercó, notó la mirada depánico de Plehve y le lanzó una bombaesférica, de fabricación casera, quepesaba más de cinco kilos. El cuerpodel alto cargo quedó destrozado y eljoven fue detenido mientras los demásse daban a la fuga aprovechando elmomento de caos.

La noticia del atentado recorrió elmundo entero. La Organización deCombate, el servicio secreto del Partidode los Socialistas Revolucionarios, sehabía convertido en un grupo terroristacapaz de cualquier cosa y coninteligencia para llegar donde nadiehabía pensado. Los revolucionarios queen aquellos años convivían en todos los

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países de Europa aplaudieron con ganasal jefe de la organización, cuyo nombreen ese momento nadie conocía. Hacíapoco que Grigory Gershuni, suresponsable durante un largo tiempo,había sido detenido por la Okhrana. Susustituto había demostrado que eramucho más osado, listo y capaz que suantecesor. Muchos descubrieron en lassiguientes semanas que su aliasrevolucionario era «Valentín», pero elservicio secreto del zar y laOrganización de Combate aún tardaríanun tiempo en descubrir que Valentín yRaskin eran la misma persona, el agentedoble que trabajaba activamente enambos bandos.

Evno Azev tenía veintitrés años y

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vivía en Bielorrusia cuando se quedócon un dinero que no era suyo. Su únicaopción fue salir corriendo de allí paraevitar pudrirse en la cárcel. Ni laeducación judía que había recibido, nihaber crecido en una familia numerosa ypobre, le sirvió para convertirse en unhombre de bien. En Alemania, lejos desu casa, ese año de 1892 estudió paraconvertirse en ingeniero eléctricomientras perseguía la vida fácil yconspirativa que siempre había deseadollevar. Ser ruso en Alemania no lepermitió desenchufar del pasado todo loque le hubiera gustado. Conoció a otrosjóvenes que vivían su odio al zar y lanecesidad de la revolución como elsigno que impulsaba sus vidas. Azev

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entró en esos grupos y comenzó aparticipar activamente en ellos.

La Sección Extranjera de laOkhrana tenía destinado allí a Zubatov,uno de sus agentes. Cuando conoció aAzev, no dudó. Lo vio como una apuestasegura, pues le facilitaría informaciónsobre las actividades de los disidentes ydelincuentes rusos en Alemania y enotros países de Europa. Además, con elpaso del tiempo ese chico tan despiertopodría desempeñar puestos importantesen alguno de los grupos revolucionarios.Azev había sido captado en el mejormomento para que un agente dobletuviera las máximas posibilidades detriunfar. Hacía poco que habíacomenzado a militar en los movimientos

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socialistas y revolucionarios rusos queintentaban crear un frente, lo más amplioposible, para cambiar el régimen. Erajoven, carecía de lazos familiares yestaba dispuesto a llevar a cabocualquier acción, legal o ilegal, a favordel movimiento.

Hasta el año 1899 Azev militó ycolaboró en varias organizaciones.Viajó llevando mensajes, convocandoreuniones y conociendo a los líderesmás importantes de la oposición rusa.Era un tipo grueso, feo y de granmostacho, que despertaba la simpatía delos dirigentes y compañeros de losdiversos partidos. Por eso, cuando sefundó el Partido de los SocialistasRevolucionarios, Azev fue designado

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para su Comité Central. No había dudassobre él. Ese año demostró un valor aprueba de todo cuando convenció a laplana mayor del partido de la necesidadde volver al interior de Rusia. Sabía quele estaban buscando por delitosanteriores. Imaginaba —les especificó— que la Okhrana daría cualquier cosapor detenerle, pero su misión estaba allíy deseaba regresar. Le dieron su apoyo yle desearon suerte. Ninguno de losdirigentes que le apoyaron supoentonces que Azev regresaba a Rusiaúnica y exclusivamente porque elservicio secreto del zar se lo habíaordenado.

En un cuarto blindado, en la sedede la Okhrana en San Petersburgo,

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estaba situada lo que sus funcionariosllamaban la agencia secreta. Pocaspersonas podían entrar y nadie jamáshablaba del material allí almacenado.Muchos imaginaban lo que allí seescondía. Una de las misiones másimportantes que en aquellos añosejecutaba el servicio secreto ruso, conamplias competencias policiales, era lalucha contra el terrorismo. Sus hombresbuscaban, controlaban e intentabandetener a los revolucionarios que sededicaban a cometer atentados parallevar a cabo sus objetivos políticos. Labaza oculta que ofrecía más resultadosera esa agencia secreta encargada dereclutar lo que llamaban «agentesprovocadores». Era una figura similar a

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los agentes dobles, pero con un caráctermasivo, menos selectivo. Los agentes dela Okhrana captaban al agenteprovocador, le ponían un sueldomensual por el que debía informar detodo lo que se enterara y se reuníanperiódicamente para hablar. Nadieexcepto el reclutador y el jefe de lasección conocían la verdadera identidaddel agente provocador, cuya ficha solorecogía un seudónimo. No obstante,había una excepción para evitar que losagentes de la Okhrana se inventaranfuentes y se quedaran con el dinero. Uninspector investigaba periódicamente alos colaboradores, se reunía con ellos,miraba la información que habíanfacilitado y decidía si el sueldo era justo

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o se merecían más o menos.Evno Azev era uno de esos agentes

provocadores, alguien que cobraba milrublos al mes de la Okhrana, que vivíapermanentemente en la clandestinidad yal que habían impulsado a meterse en laOrganización de Combate, la ramasecreta del Partido de los SocialistasRevolucionarios. Nadie molestó a Azevcuando regresó a Moscú tras variosaños dando tumbos por varios países deEuropa. Buscó trabajo en lo suyo, comoingeniero eléctrico, para disponer deuna pantalla creíble, y el resto de lashoras las pasaba dedicado a servir alpartido y a granjearse la confianza desus líderes. Fue designado número dosde la Organización de Combate, a las

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órdenes de Gershuni, un tipo vivo,luchador e ideológicamente convencidode la guerra contra el Estado. Los dostrabajaron bien juntos, aunque Azevestuvo preparando desde el minuto unola maniobra para convertirse en el líder.

Azev facilitó información a laOkhrana sobre una gran parte de losatentados que preparaban. Descubriórápidamente que no debía saciar elapetito sin límite de su controlador,Ratayev, pues supondría levantarsospechas sobre la existencia de untopo. Además, cada vez creía más en lanecesidad de una revolución que pusierafin a los excesos de la dictadura zarista.Vivía en una contradicción permanente,entre sus ideas revolucionarias y el

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apoyo al sistema establecido. Nosiempre le era sencillo compatibilizarideas y comportamientos. En algunoscasos no alertó de atentados, lo que lesirvió para mantener su prestigio en laorganización. En esas ocasiones contabaa Ratayev que su influencia todavía noera muy grande, pero que iría subiendo.

Quizás fue una idea de la Okhranao fue el propio agente doble el que lopropuso. El hecho es que corría el año1903 cuando Azev tendió una trampa aGershuni, facilitando la dirección dondese escondía para que el servicio secretolo detuviera. Fue un gran triunfo de laOkhrana y un duro golpe para laOrganización de Combate.

Los éxitos del grupo terrorista no

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habían sido muy reseñables hasta esemomento en su lucha contra el régimen,pero habían comenzado a hacerse notar.Azev fue inmediatamente ascendido a ladirección del grupo secreto, de lo queno informó a su controlador de laOkhrana. Tenía todo el poder del grupoterrorista y era el informador estrelladel servicio secreto. Se sentíatodopoderoso y pensaba jugar sus cartasen una mano especialmente complicada.Azev fue un niño de la calle. Su juventudgris cambió cuando conoció las ideasradicales y socialistas, que lepresentaron la posibilidad de queexistiera un mundo distinto, un mundo enel que personas de tercera clase como élpodrían jugar un papel destacado

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siempre y cuando se lo ganaran con suesfuerzo y sin ningún tipo de prejuicio.Este sueño no se vio interrumpidocuando un agente de la Okhrana le captóen Alemania. Seguro que el serviciosecreto ruso le presionó para queaceptara trabajar para ellos, pero leabrieron la puerta a un juego de traicióny patriotismo que le fascinó. Engañar atodos de forma permanente, en esasituación tan estresante, le daba energíapara vivir.

El complicado damero adquirió suauténtica relevancia cuando llegó alpuesto de jefe de la Organización deCombate, algo para lo que tanto le habíaapoyado la Okhrana. Supo que su papelen la vida no era el que todos intentaban

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que cumpliera, sino el que él decidiera.Quiso que el grupo secreto terroristaadquiriera el relieve que nunca habíatenido, para lo que organizó el asesinatodel ministro del Interior, Plehve,controlado en su ejecución por suprincipal colaborador, mientras élpermanecía en el extranjero, unacoartada perfecta para que la Okhranano sospechara de él. Sería el primero deuna serie de atentados dirigidos contralas cabezas visibles del sistema,miembros del gobierno del zar que lemolestaban personalmente. Ningúnagente doble ha llegado a jugar tan allímite y ha tenido que cuidar tanto susdos papeles. Con un atentado tanimpactante para la opinión pública y

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doloroso para el zar como el que segó lavida del ministro del Interior en 1904,sabía que tenía que ir más despacio. Sehabía convertido en un mito comoterrorista, pero debía acrecentar supapel protagonista como agenteprovocador del servicio secreto. Poreso decidió que en las siguientesjugadas apuntaría los puntos en el otromarcador.

Organizó un atentado contra el granduque Vladimir, del que avisó contiempo para evitarlo a su controlador dela Okhrana, que así pudo quedar bienante sus jefes. Unos meses después hizolo mismo con el gobernador NikolaiKleigels. Es de imaginar ladesvergüenza de Azev, que sin

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inmutarse pasaba semanas preparandominuciosamente un atentado y en elúltimo momento vendía a suscompañeros a la Okhrana sin ningúnremordimiento. Evitó dos atentados y denuevo consideró llegado el momento deasestar un nuevo golpe para mantener laconfianza de sus compañerosrevolucionarios. El objetivo fue el tíodel zar, el gran duque SergioAlexandrovich.

El 17 de febrero de 1905,Kaliayev, un joven miembro de laOrganización de Combate, entró en eldespacho del gobernador general deMoscú y le lanzó una bomba —enaquellos años no existían los controlesremotos, había que llevarla encima y

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tirarla— que acabó con su vida. Tresmeses después, con el orgullo demuchos revolucionarios por la misióncumplida, Kaliayev fue ahorcado. Másprestigio para la carrera de Azev,aunque en la Okhrana no estuvieran muycontentos. Era verdad que había evitadodos atentados, pero con este no habíahabido suerte. Le creyeron cuando seexcusó.

Los atentados continuaron ese añoy los siguientes. Sin la repercusión delos citados, pero de una intensidadpreocupante. En 1905 cometieron 58atentados, al año siguiente 93 y en 1907fueron 74. ¿Cómo es posible que hubieraun nivel tan alto de violencia y Azevsiguiera trabajando para la Okhrana?

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¿Por qué no los detuvieron a todos ypusieron fin a la infiltración, como se hahecho siempre en estos casos? Larespuesta no aparece en los libros dehistoria, cuyos investigadores parecenestar más impresionados por el papelsorprendente del doble agente que porlos motivos por los cuales el serviciosecreto ruso no lo utilizó adecuadamenteo puso fin a esa locura.

Durante esos años hubo un cambioen el mando de la Okhrana y fuedesignado para el puesto el generalGuerasimov. Su llegada supuso unmayor control no solo sobre losfuncionarios, sino sobre todos losagentes provocadores, intentandoaumentar la disciplina para obtener

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mejores resultados. Con el paso de losmeses el general se encontró con variosinformes en los que se mencionaba a unagente provocador llamado Raskin, quefacilitaba información sobre lasactividades de la Organización deCombate. Solicitó datos sobre el topo ysu sorpresa fue encontrarse con quenadie se los podía facilitar. No loentendió. Una cosa es que fueran muypocas personas las que controlaran elexpediente de un doble agente y otra queno lo siguiera nadie. Tal fue el revueloque la situación se convirtió en algosospechoso. Finalmente encontraron aRachkovski, el antiguo jefe de laSección Extranjera, que pudo ofrecer losdatos que necesitaban sobre la auténtica

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identidad del doble agente.Puede parecer increíble —y sin

duda lo es—, pero la Okhrana se habíaolvidado de uno de los mejores agentesprovocadores que tenía, precisamente elque estaba en el meollo del terrorismoque asolaba Rusia. Eso había permitidoque Azev viviera su experienciaterrorista con absoluta libertad, sin lapresión de poner freno de vez en cuandoa las acciones para mantener la tapaderacon sus financiadores del serviciosecreto. Cuando los espías rusosconsiguieron restablecer el contacto consu doble agente, este tuvo que inventarseuna buena historia para justificar sudesaparición. Listo como era, hábil eimaginativo, les espetó molesto que su

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antiguo jefe, Rachkovski, le habíaabandonado sin darle instrucciones nidinero y que había tenido que buscarsela vida para sobrevivir en aquelinfierno. Como claramente su lealtadestaba en cuestión, aunque era evidenteel fallo imperdonable del servicio, sesacó de la manga el as con el que lesconvenció de aquella. Azev sabía quellevaban un tiempo buscando alsacerdote ortodoxo Georgi Gapon, uncaso similar al suyo.

Captado hacía tiempo por laOkhrana como agente provocador, sehabía involucrado en las actividadesrevolucionarias hasta el extremo deconcitar grandes apoyos para solicitar laabolición de la dictadura zarista. Así fue

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ganando un papel destacado en elPartido Socialista Revolucionario,aunque no impidió que una investigaciónsobre su persona llevara a demostrarque trabajaba para el servicio secretoruso. Pillado, fue ahorcado en unacabaña finlandesa, en la que se le dejópendiendo de la cuerda. Azev les contódónde podían encontrar el cuerpo delpope. No les dijo que él había sido elorganizador de la ejecución. Azev,liberado durante una temporada delcontrol por parte del poder, había vueltoal redil. El doble juego le gustaba,llevaba al límite su capacidad paraimaginar e inventar. Era un doble agente—un caso casi único— que servía ytraicionaba con energía a los dos

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bandos.Sin embargo, su operación más

brillante estaba todavía por llegar. Lamás osada y sorprendente: el asesinatodel mismísimo zar Nicolás II. Era unapantomima, claro, organizada para sumayor gloria. Consiguió la informacióndel trayecto en tren que iba a seguirhacia Reval, la actual Tallín, en Estonia,y se lo facilitó a un grupo de sushombres. Listo como nadie, varió unospocos minutos el horario para que laimposibilidad de matarle pareciera cosade mala suerte. Los dos bandosnuevamente le felicitaron. Uno porimpedir el asesinato y otro por haberlodispuesto todo perfectamente, aunque elpequeño retraso hiciera imposible

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ejecutar al zar.Azev podría haber seguido así

muchos más años si no hubiera sido porotro revolucionario que, tras verseobligado a abandonar Rusia, habíalevantado una organización para buscartraidores en sus propias filas. Esteservicio de contraespionaje había sidomontado por Vladimir Burtsev. Sabíaque la Okhrana, a la que tanto odiaba,había infiltrado muchísimos agentesprovocadores. Él, como respuesta, habíacopiado sus métodos y había establecidouna red de informadores que lefacilitaban pistas sobre los sospechosos.Burtsev estuvo mucho tiempoconvencido de que Azev era un dobleagente, pero no disponía de pruebas

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irrefutables. Nunca dejó de someterle acontrol, hablando incluso con agentesque habían pertenecido a la Okhrana yhabían acabado discutiendo con susjefes. Así hasta que en 1909 creyóhaberle descubierto. Lo primero eradenunciarle públicamente. Disponía deun diario llamado Byloye, en el quedesvelaba sus investigaciones. Lainformación carecía de testimoniosdirectos que le implicaran, solo contabacon la declaración de un funcionario dela Okhrana, llamado «Bakay», quereconocía la existencia de un asalariadodel espionaje ruso en la cúpula delPartido Socialista Revolucionario.

Sabedor de lo que se le veníaencima, Azev arriesgó hasta el límite

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para salvar su pellejo. Habló con sucontrolador de la Okhrana y le dio elparadero de su máximo colaborador, elpeligroso Savinkov, con la esperanza deque su detención permitiera desviar laatención de él e, incluso, acusarle de serel doble agente. Esta vez la suerte no leacompañó y Savinkov pudo escapar.

La información publicada porBurtsev en su diario Byloye despertó laatención del Comité Central del PartidoSocialista Revolucionario. Invitaron aBurtsev a acudir a Alemania para darlestoda la información de que disponía.Convencido de que había trenzadoadecuadamente la historia, les expuso loque para él eran las pruebas de laincriminación de Azev. Los dirigentes

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del partido que le escucharon novariaron su gesto de desconfianza. Azevllevaba ocho años en la Organización deCombate, la mayor parte de ellos siendosu jefe. Había ideado, preparado y, enalgunos casos, hasta ejecutadopersonalmente a cientos de personas queservían al gobierno. ¿Cómo iba nadie arealizar una labor tan meritoriatrabajando para el propio gobierno?Frente a ese razonamiento tan simple,los argumentos de Burtsev pesaronbastante poco. Ya se iba a dar porconcluida la reunión, cuando no tuvomás remedio que poner sobre la mesa sucarta definitiva. Habría preferidohaberles convencido con el resto de losargumentos, pero si no había otra

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posibilidad de desenmascarar al traidor,seguiría adelante. Burtsev les contó quehabía tenido una conversación conLopujin, un antiguo jefe de departamentode la Okhrana, al que todos conocíanpor referencias. Al principio de laconversación el revolucionario leexplicó con detalle al antiguo espía queAzev había sido el máximo responsabledel asesinato del ministro del InteriorPlehve. Al convencerse de que los datosencajaban, Lopujin se quedó tristementesorprendido y le reconoció que tras elalias del agente doble «Raskin» seescondía Azev. Lo contó porque nuncapudo imaginarse que uno de suscolaboradores, en el que habían puestotantas esperanzas, pudiera hacer algo

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así.El Comité Central no terminó de

creerse la historia y algunos de susmiembros interpretaron que era unacampaña de difamación de la Okhranapara que ellos mismos acabaran con elbuen trabajo de Azev al frente del grupoterrorista. A pesar de ello, eraimprescindible llamarle a declarar.Azev acudió a Alemania temiéndose lopeor y no se equivocó. Escuchósimulando tranquilidad todo lo queBurtsev tenía contra él, incluido eltestimonio del jefe de la Okhrana.Después, sin inmutarse, les contestó quetodo era una burda patraña y que se lodemostraría al día siguiente con unospapeles que había dejado en el hotel. A

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los miembros del Comité Central lespareció aceptable y le emplazaron paraentonces. Esa noche utilizó con suscompañeros revolucionarios la mismatécnica para escapar que tantas veceshabía usado con la policía. El testimoniodel Lopujin le pareció determinante yfue lo primero que le dijo a sucontrolador cuando pudo reunirse conél. La respuesta de la Okhrana fuedetener a su antiguo agente y hacer quepasara cinco años en prisión.

El daño ya estaba hecho y erairreparable. Su infiltrado, que tanbuenos resultados les había dado —esoes lo que pensaban, sin ninguna duda—,había sido descubierto y debíadesaparecer. Para que no le encontraran

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en la caza al traidor que se iba a desataren toda Europa, le concedieron unanueva identidad con el apellidoNeumeyer. Después le entregaron dineropara que aguantara un tiempo y lesumaron un billete con destino a Berlín.Ya no volverían a relacionarse nuncamás. Su desaparición dejó patente quetodos esos años había engañado alPartido Socialista Revolucionario. Lescostó entenderlo, como a cualquiera queanalizara un caso tan sorprendente delealtades y traiciones. Intentaronmatarle, pero nunca le encontraron.Vivió tranquilamente su vida enAlemania hasta que al inicio de la IGuerra Mundial recuperó sus dotes paratrabajar como espía en la

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clandestinidad, aunque ya de una formamucho más sosegada. Falleció el 24 deabril de 1918 en la cama de un hospitalde Berlín. Como si su vida hubiera sidoun misterio que ni él mismo entendió, enla lápida de su tumba no aparece ningúnnombre, solo unos números.

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25. Mata Hari, el falsomito de una prostitutade lujo

«Bar Rafaeli sueña con ser Mata Hari»,rezaba un titular de Naiara Galarraga enla sección «Gente» del diario El País el11 de junio de 2012. Era más unainterpretación de la periodista que unacita textual de las palabras de lamodelo, pero del contenido de lainformación se desprendía con claridadla admiración de esta por las mujeresespías. La foto que ilustraba lainformación, tomada en la pasarela del

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Festival de Cannes en 2011, mostraba auna preciosa mujer rubia posando delado, con un vestido largo y ajustado quedelineaba su perfecta figura. El motivode la noticia era contar que a susveintisiete años estaba rodando unapelícula llamada Kidon —nombre de launidad de élite del Mossad encargada deejecutar asesinatos—, basada en lamuerte en 2010, en Dubai, de Mahmoudal-Mabhouh, un destacado dirigente deHamás. La escena no era fiel a larealidad de los hechos, pero en lapelícula Rafaeli «encarna a una atractivaagente de poderoso escote que seduce alpalestino en un bar». ¿Por qué losproductores de la película seleccionarona la antigua novia de Leonardo

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DiCaprio? Sus méritos más destacados,según apunta la noticia, fueron que «lamodelo-actriz es famosa por sus sexyssesiones de fotos, como las que hizo conRafa Nadal para Sports Illustrated o laúltima para Maxim, con la marca deropa interior que acaba de lanzar». Lamezcla de espionaje, seducción y mujersexy llevó a la periodista a la lógicaaplastante de buscar para el título laspalabras más breves posibles quereflejaran esos atributos. Le salió «MataHari». Lógico. Sin embargo, ya es horade acabar con ese mito auténticamentefalso de la doble agente holandesa.

Margaretha Geertruida Zellecarecía de la musicalidad necesaria enel nombre para convertirse en una gran

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estrella, en alguien que despertaraadmiración en las personas que laconocieran solo con oír cómo sellamaba, pero no hay nada que un buenmarketing no pueda conseguir. Si en vezde nacer en 1876 en el pueblo holandésde Leeuwarden, lo hubiera hecho afinales del siglo xx, sin duda habríapodido triunfar en el mundo de laimagen, donde habría podido aplicar suscualidades innatas a una profesióninnovadora. Lo que pasó fue que le tocóun padre sombrerero con ínfulas degrandeza, que empapó a su hija de sussueños inalcanzables. Todo fue bienmientras el dinero acompañó el delirio,y se truncó cuando llegó la ruina. Lafigura paterna marcó el carácter de la

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joven Margaretha Geertruida, mientrasque su madre le transmitió la bellezaexótica de las mujeres nacidas en la islade Java. Un bien heredado que ibaacompañado por un carácter cautivador.

Con inocencia, sin ser plenamenteconsciente de las consecuencias de sucomportamiento, como le ocurría a laLolita de Nabokov, recibió la llamadadel sexo antes y con más intensidad quesus compañeras de colegio. En laEscuela Normal de Lyden, dondeestudió, sufrió la persecución deldirector, un personaje apellidadoHaanstra, de quien nadie habría habladosi no fuera por su relación conMargaretha Geertruida. Este hombre setrastornó —seguro que algo ya lo estaba

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de antes— por una niña de quince años,a la que acosó sexualmente, la sometió acastigos físicos para intentar conseguirsus favores y, en medio de ladesesperación, llegó hasta a suplicarleque le hiciera caso. Con la madrefallecida, el padre descolocado por laruina económica y el colegio convertidoen una pesadilla, se fue a vivir untiempo con su tío. Su objetivo eraindependizarse, vivir sin amarres, hacerlo que le diera la gana sin control. No sele ocurrió otra cosa que buscar pareja enlos anuncios de los periódicos. Pero nocualquier pareja. Margaretha Geertruidatenía muy claro que a ella le gustaban untipo de hombres: los que llevabanuniforme. Ahí residía su fantasía más

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profunda: no había nada que le gustaramás que estar con militares.

Su espíritu rebelde y la búsquedade esa autonomía le guiaron a respondera una elegante carta de un tal HerNieuws van der Dag: «Oficial destinadoen las Indias Orientales Holandesasdesearía encontrar señorita de buencarácter con fines matrimoniales». Nosolo era militar —su verdadero nombreera Rudolf McLeod—, sino que tambiénestaba destinado en la tierra donde habíanacido su madre, de la que habíaheredado esos rasgos orientales que lahacían tan diferente al resto de laschicas. La cita a ciegas se celebró enmarzo de 1985. El oficial estaba cercade cumplir los cuarenta y Margaretha

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Geertruida apenas había llegado a losdieciocho años. Un hombre maduro, conuna larga experiencia de la vida, y unajoven deseosa de comerse el mundo. Esemismo día la pasión explotó entre losdos, algo a lo que un oficial holandésdifícilmente se habría arriesgado a noser que las señales procedentes de lajoven fueran claras y contundentes.

Es difícil pensar que MargarethaGeertruida no se entregara sinceramente.Sin duda se enamoró de Rudolf —y desu uniforme— y el militar se vioarrastrado por un torbellino desentimientos y ardores. Unos mesesdespués de conocerse se casaron conprisas, pues la chica, consciente oinconscientemente —un comportamiento

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difícil de determinar en ella— se habíaquedado embarazada. El hecho es que secasaron y en 1897 viajaron a Java,donde se instalaron en la aldea deBanjoe-Biroe. Tras el embarazo lajoven sintió rechazo a pasarse el díacuidando a su hijo Norman. Ese no erael futuro por el que ella había apostadoal casarse con Rudolf. Problema que seacrecentaba por el hecho de que altrasladarse a la tierra de su madre habíasentido una bocanada de aire fresco,como si su existencia contaminadamejorara al abrir un ventanal. Indonesiaera otro mundo. La vida de uncomandante holandés como Rudolf teníamuchos privilegios y más tentaciones.Margaretha Geertruida volvió, sin

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embargo, a quedarse embarazada, y dioa luz una hija, Louise, cuyo cuidado dejóen las manos atentas del servicio nativo.Con los niños a cierta distancia, empezóa dedicarse a recuperar su propia eindependiente vida.

Parte del impulso lo recibió por laexistencia disoluta que su maridollevaba en la isla. Bebía en abundanciay ligaba todo lo que podía, recurriendohabitualmente a los burdeles que muchosoccidentales frecuentaban. Se distancióde su mujer, que reaccionó buscándoseuna vida lo más distraída posible.Margaretha Geertruida hizo unainmersión en las raíces más profundasde la cultura javanesa, sobre todo en lasdanzas más tradicionales, perfumadas

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con un toque sensual y atrevido, en lasque el movimiento del cuerpo eracompletamente distinto al de los baileseuropeos. Un pensamiento sexual másliberal, en el que ella había militadoinconscientemente desde su juventud. LaLolita de Nabokov se transformó en laEmmanuelle de la escritora Arsan,popularizada en el cine por SylviaKristel.

En Java asentó en su cabeza que elamor era algo momentáneo, vinculado alplacer. Si no existe una buena relacióncarnal, es imposible enamorarse de unhombre. Aunque, por otro lado, esposible acostarse con cualquier hombresin necesidad de amarle. Estepensamiento determinará su forma de

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actuar. Y experimentará sus peoresconsecuencias inmediatamente, cuandosu marido sufra el comportamientolibertino de su mujer —igual que el suyopropio, por cierto— y se desespere. Nopodía soportar que se dedicara a bailardelante de otros hombres con trajessensuales y luego accediera a acostarsecon alguno de ellos. El comandanteRudolf McLeod perdió la compostura,se lanzó por la pendiente del alcohol yla golpeó, acusándola de vender sucuerpo y abandonar a sus hijos.Margaretha Geertruida no entendía porqué su marido le recriminaba por lomismo que él hacía. Necesitaba dineropara comprarse ropa, caprichos y otrascosas, y empezó a insinuar a los

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hombres ricos que compartían su camaque pagaran la compañía. Incluso sedice —algo no demostrado— que lapareja tendió trampas a hombres denegocios pudientes: cuando estabanretozando con ella, entraba su marido yles amenazaba con un escándalo si novaciaban su cartera. Quizás nosucediera, pero muestra con claridad eldeclinar de la pareja.

El paso de los meses convierte larelación en algo imposible. En 1902tuvieron la suerte de poder abandonar lajaula en que se había convertido Javapara los dos. Regresaron a los PaísesBajos y allí se separaron. Con un detallesignificativo: el padre se quedó con laniña —el hijo había muerto en extrañas

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circunstancias— con escasa oposiciónde la madre. Comenzaba una vida ensolitario, en la que sin ataduras deningún tipo se propuso triunfar y ser loque siempre había soñado: una granartista que se codeara con la clase alta.

Margaretha Geertruida deseabaexprimir la vida, colarla para apartar laspesadillas como las que ya había sufridoy beberse el zumo de la felicidad, quepasaba por disponer de un dinero delque en ese momento carecía. No leimportó. Tenía veintiséis años y lacerteza de que si llegaba a Parísconseguiría impresionarlos a todos ytriunfar. Tenía un plan, inteligentementediseñado, aunque difícil de creer poralguien que no estuviera embelesado por

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ella. Iba a cambiar de identidad. Novendía nada eso de «MargarethaGeertruida Zelle», nacida en un pequeñopueblo de los Países Bajos, hija de unsombrerero venido a menos ydivorciada de un comandante borracho.La historia que debía asumir su nuevapersonalidad era mucho másapasionante. Se llamaría Mata Hari —corto, directo, exótico y fácil derecordar—, descendiente de «unagloriosa bayadera —bailarina— deltemplo de Kanda Swany» que muriócuando ella tenía catorce años. Fueadoptada por los sacerdotes, quienes lepusieron ese nombre que significaba«Pupila de la Aurora». Después añadíaunas aventuras de raptos y abusos, hasta

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llegar finalmente a los Países Bajos.Con esa atrevida historia en la cabeza yescaso dinero en el bolsillo, partiórumbo a París convencida de su éxito.Su optimismo estaba basado en subelleza exagerada y la atracción sinlímite que era capaz de despertar entrelos hombres. En eso no se engañaba.Quizás no era solo su físico heredado deuna javanesa, con todo lo que tenía deracial. Sin duda estaba también su formade mirar, sus contoneos... Pero no, lanueva Mata Hari no erraba al sentirsesegura en ese terreno.

Su llegada a París fue un desastre.Sin dinero, tuvo que alojarse en losbarrios pobres, lejos de los hombresricos por los que suspiraba. Para

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sobrevivir vendió su cuerpo a clientescon escaso poder adquisitivo quedifícilmente podrían sacarla de aquelpozo sin fondo. Mata Hari acertó aldecidir salir de aquella podredumbre ycambiar de estrategia. Regresó a su paísnatal, pidió prestado dinero a susamigos —es fácil imaginar el método—y lo fue guardando hasta conseguir losuficiente como para regresar a París,pero esta vez comenzando desde arriba,alquilando una habitación en un hotel decinco estrellas. Corría el año 1905cuando accedió a los hombresadecuados para sus planes. Hombresenloquecidos por estar con ella, queapreciaban su belleza y sus artesamatorias. Hombres encantados de salir

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a cenar o bailar con una mujer tanelegante, distinguida, que producíaenvidia y admiración. Hombres como elmillonario y coleccionista de arte ÉmileGuimet, que sintieron cómo les azotabael viento de la fascinación y ponían sudinero y relaciones personales alservicio de la dama que tanto lesgustaba.

Así fue como Mata Hari consiguiósu primera actuación importante en elMuseo de Arte Oriental, unaambientación fabulosa para su mágicadanza de los siete velos. Lo que fue uns imple striptease cautivador de unamujer despampanante, algunos loconvirtieron en una obra de arte. Undiario francés explicaba: «Mata Hari es

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Absaras, hermana de las ninfas, de lasondinas, de las walkirias y de lasnáyades, creadas por Indra para laperdición de los hombres y de lossabios». Palabras poéticas que iniciaronla leyenda en la Belle Époque de unamujer indonesia de una belleza extremaque engatusaba en el escenariodesnudándose lentamente, velo a velo,mientras iba mostrando todo su cuerpo.Bueno, todo no, pues unas cúpulas debronce le cubrían siempre los pechos.Según unos porque eran muy feos, segúnotros porque se los había destrozado suexmarido en una de sus palizas. Estetipo de espectáculos no eran habitualesen la época y la innovación fue otrofactor a su favor.

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El éxito la alcanzó rápidamente trasesa primera representación. Actuó envarios locales de París, donde el llenofue a rebosar, con verdaderas peleas delos hombres por ocupar las primerasfilas de los teatros. En una época en laque las noticias se difundían por el bocaa boca, nadie quería perderse suactuación. Y luego muchos deseabanconocerla en persona y tener laoportunidad de compartir veladasrománticas con ella. Eso sí, todos sabíano intuían que previamente debíanllevarle algún presente especialmenteexquisito y cuanto más excepcionalmejor. Si además querían mantener unacierta relación con ella, el dinero de pormedio era imprescindible.

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Los teatros de toda Europa vieronrápidamente el negocio que les podíagenerar la artista javanesa a la quesupuestamente criaron unos sacerdotes,así que no tardó mucho en comenzar unagira. Viajaba desde París a Londres,donde pasaba una temporada, para luegoregresar a la capital francesa ydesplazarse a Roma. Así durante un parde años, en los que su cuenta bancariarecibió cuantiosos ingresos gracias a sutrabajo como bailarina. Un trabajo en elque no engañaba a los verdaderosprofesionales ni a muchos aficionadosque sabían que lo suyo no era la danza,pero que poco importaba: la gente iba aver su striptease. En Londres, Roma,Madrid, Berlín... se alojaba en los

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mejores hoteles, donde recibía a lo másgranado de cada sociedad, hombres alos que conocía en las fiestas a las quecontinuamente la invitaban. Puede quemuchas mujeres la despreciaran al saberque despertaba el interés de los hombrespor el sexo, pero era interesante contarcon ella en esas reuniones de la altasociedad.

Igual que en su primera elecciónamorosa a los dieciocho años, MataHari nunca dejó de sentir debilidad porlos militares. Le daba igual sunacionalidad, grado o idioma. Todos legustaban. En cada país no faltaba la colade generales, diplomáticos, miembrosde la realeza y del gobierno que seacercaban esperando gozar de los

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favores de tan famosa dama. Ella creía—erróneamente— que mientrasmantuviera buenas relaciones con esagente tan importante nunca le faltaríantrabajo, dinero y seguridad. Siemprehabría alguien que acudiría en su ayuda.Eran muchos los hombres que lacortejaban y de la mayor parte seseparaba sin dramáticas rupturas.Siempre les dejaba la puerta abierta.

Lo que pasó fue lo irremediable. Alcabo de unos años la novedad dejó deserlo y otras chicas más jóvenes yguapas, incluso más promiscuas, ladesbancaron. Sus apariciones en elteatro dejaron de interesar. Intentó dar elsalto a compañías de prestigio, perocomo era de esperar nadie serio la

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quería entre su personal. Se sintiódecepcionada y notó el impacto cuandosus ingresos cayeron. Mata Hari no erauna mujer ahorradora. Se gastaba enlujos y tonterías todo lo que ganaba.Cuando no cobraba lo suficiente en losteatros para mantener su tren de vida,respondía demandando más dinero a susamantes. El mito se apagaba y ella nopodía permitirlo. Todo el mundo lareconocía, la admiraba o, al menos, eslo que ella pensaba, pero carecía deldinero imprescindible y tenía quebuscarse la vida.

Residía por entonces en Alemaniay la I Guerra Mundial estaba cerca decomenzar. A pesar de haber dejado atrásla juventud, seguía fascinando a los

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hombres poderosos. Sin contar adiversos jóvenes oficiales, estaba liadacon un duque y su hermano, con elpríncipe heredero, con el jefe de policíade Berlín y con el jefe del espionajealemán. Preocupada por su falta de éxitoen el teatro, por la edad que menguabasu belleza y por el dinero que cada vezle costaba más esfuerzo conseguir, semetió en la boca del lobo guiada por unaopinión exageradamente positiva de símisma. Una prostituta de lujo iba aconvertirse en espía.

No existe certeza del momento enque fue captada por el servicio secretoalemán. En aquellos primeros años delsiglo xx el espionaje en todo el mundoera una cuestión de hombres, sin hueco

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para las mujeres. El sexo débil, como sele llamaba, debía ocuparse de aparecerbello y elegante, cuidar de la familia yno meterse en cuestiones profesionalesque solo competían a los varones.Utilizar a mujeres en las labores delespionaje del día a día no solía traermás que problemas. El inglés BasilThomson, que en aquellos años era eldirector de Scotland Yard, fueespecialmente claro y despectivo: «Lasmujeres no son buenas espías, crean loque crean los hombres casados». Mástaxativo aún fue el especialista francésHenry Maunoury: «Para el espionajesolo deben emplearse hombres. Salvoraras excepciones, las mujeres sonespías mediocres e incluso peligrosas».

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En este contexto tan machista, bastanteacorde con la época, se explica que losgrandes servicios de espionaje sumarandos y dos. La conclusión fue clara: MataHari era una artista famosa, aunqueestuviera en decadencia. Viajaba portoda Europa con cierta libertad y erainvitada por las personalidades másimportantes e influyentes de cada país.Esas personalidades, por supuestohombres, siempre buscaban intimar conese mito viviente que podía ser un pocoextravagante, pero que deslumbraba entodas las fiestas a las que asistía. Si enlugar de limitarse a hablar de asuntosfrívolos sacaba conversaciones deactualidad sobre diplomacia, guerras ypolítica, sin duda podría almacenar una

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información de gran valor. Nunca lacontratarían como espía profesional —era una mujer—, pero sí para engañar aotros hombres.

Kraemer, el jefe del espionajealemán, captó con claridad la operación.Tras convertirla en su amante —lo queno excluía que la chica siguieraacostándose con Grichel, el jefe depolicía de Berlín—, le ofreció formarparte de su servicio secreto. Su misiónsería sacar información a los militares yjerarcas franceses con los que seacostase a cambio de una sumaconsiderable de dinero. Mata Hari debióde sentirse alagada. Era un trabajocomplicado y difícil, para el que sinduda valía. Simplemente debía

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esforzarse en conseguir secretos de esosque los hombres le contaban antes ydespués de acostarse con ella. Deberíaseguir viajando por el mundo,priorizando sus relaciones con militaresde los países enemigos de Alemania. Nose lo pensó y aceptó. Desde esemomento, se convirtió en la agente H21.

Mata Hari no dispuso de laformación requerida por cualquieragente secreto que va a moverse porterritorio hostil. Sin duda le explicaroncómo transmitir la información queconseguía, con quién se debía reunir ycosas así, pero nada de técnicasespeciales como las que necesitanconocer los agentes que realizan lasmisiones más arriesgadas. Posiblemente

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fue así porque Kraemer consideraba quesi Mata Hari seguía actuando comohacía siempre, la información vendríasola. Tenía fe en ella.

El estallido de la I Guerra Mundialsorprendió a la bailarina actuando enuna sala de Berlín. Todos en la ciudad,especialmente los espías, conocían a losmilitares que la rodeaban. Tras ese díala información de cotilleos pasó aadquirir valor estratégico. En diversosministerios de Asuntos Exteriores yservicios secretos europeos serecibieron mensajes que hablaban deque la famosa bailarina era la amante ala vez del jefe de policía de Berlín y delresponsable del espionaje. Esainformación llegó a la mesa del capitán

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Ladoux, el jefe del contraespionajefrancés, un hombre convencido de quelas mujeres podían ser muy buenasagentes siempre que utilizaran susencantos para conseguir la información—la misma corriente machista—.Conocía, como todos los franceses, lafama de Mata Hari. Es imposible sabera ciencia cierta lo que pasó por lacabeza de Ladoux cuando se enteró deque al inicio de la guerra Mata Hariestaba pasándoselo bomba en Berlín,con sus enemigos. Sin duda la consideróenemiga, un dato a añadir a lainvestigación pasada que ya habíarealizado sobre ella. Sabía que era unamentirosa patológica. Todos los detallesde su vida en Java y demás habían

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resultado inventados. Nada de lo queella se adjudicaba era cierto. Solo eraverdad que ganaba mucho dinero graciasal teatro y sobre todo a los amantes quepeleaban por compartir su lecho. Notardó mucho en llegar a la conclusión deque podía haber sido captada por losalemanes

Convertida en espía, Mata Harisolo tardó unos meses en regresar aParís, donde volvió a recuperar a susamantes y a conseguir otros nuevos,entre los que estaba el capitán rusoVladimir Maslov, el primer hombre, trassu marido, del que se enamoróperdidamente. Lo integró en su vida sinrenunciar al resto de sus relaciones.

Ladoux tenía agentes vigilándola,

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pero no obtuvieron ninguna prueba deque trabajara para los alemanes. Un díase encontró con ella en su despacho,recomendada por uno de sus antiguosamantes. Quería un salvoconducto paradesplazarse a la localidad de Vittel,donde estaba el hospital en el quecuidaban a su «novio» Vladimir, heridoen el frente de batalla. El jefe delcontraespionaje aprovechó laoportunidad. La mujer con la quellevaba tanto tiempo obsesionado estabadelante de él, pidiéndole un favor. Se loharía, pero nada era gratis. Le pidió quetrabajara para él, por supuesto pordinero. Y también, por supuesto,aprovechándose de los altos cargosmilitares y del espionaje alemán con los

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que mantenía relaciones. Mata Hariaceptó sin dudarlo. Podría ir a pasar unatemporada con Vladimir y luegoregresaría a su alocada vida normal.Solo que en vez de acumularinformación sobre los militaresfranceses, ahora debería hacerlotambién sobre los alemanes. No eranada especialmente complicado, solonegocios. Era su forma de mantener eltren de vida por el que tanto habíaluchado. Cuando arreglaron todos losdetalles, Ladoux no se quedóconvencido. Había contratado a unaholandesa para servir a Francia, perosospechaba que su doble agentemantendría su lealtad a Alemania, paíspor el que siempre había sentido una

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especial atracción. No era una meraintuición. Informes de los colegas deotros servicios europeos le habíanalertado de las sospechosas compañíasde Mata Hari cuando había estado enHolanda, Alemania y otros países.

Esa alegría que había embargado ala bailarina al ser reclamada por losjefes de la inteligencia militar de los dosbandos para espiar a los distinguidoshombres con los que se encontraba no leduraría mucho. En noviembre de 1916cogió un barco desde el puerto de Vigocon destino a los Países Bajos, pero fueinterceptado por un buque inglés. MataHari acabó en Londres, inicialmenteconfundida con una espía alemana. Alfinal, con la falta de discreción típica en

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ella y que los espías que la captaronparecieron no tener en cuenta —¡quégrave error!—, cuando la interrogaronafirmó que era una agente del serviciosecreto francés y que si albergabandudas podían hablar con el capitánLedoux.

Basil Thomson, jefe de ScotlandYard, no podía creérselo, pero el espíafrancés se lo confirmó. Estos galos,debió de pensar el inglés, no hacen casode las advertencias. Hacía meses que lehabía comentado que Mata Hari no eratrigo limpio y en lugar de alejarse deella la había captado. Consciente de queaquella elegante dama, que con tantadestreza se movía en los ambientes de laalta sociedad europea, desconocía la

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mínima regla de supervivencia en elmundo del espionaje, la dejó regresar aVigo, pero antes le regaló unarecomendación personal: abandone latarea en la que está inmersa. No le hizocaso. Creyó que el mundo del espionajeera como una de esas fiestas elegantes alas que era tan asidua.

Regresó a España y se quedó unatemporada en Madrid, donde sedujo consus habilidades naturales a unos cuantosjerarcas y destacados miembros de laalta sociedad. Entre ellos, EnriqueGómez Carrillo, el marido de la vedetteRaquel Meller, a quien la leyenda acusade morirse de celos y echar su granitode arena para que fuera detenida.Verdadero o falso, el hecho es que Mata

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Hari intentó ganarse el sueldo que lepagaban los dos servicios secretos, porlo que se puso en contacto con elagregado militar alemán, Von Kalle, aquien contaba secretos carentes deinterés que escuchaba en las fiestas y asus compañeros de cama. Ademásintentó obtener información del alemán yalgunas de sus biografías aseguran quelo consiguió. Algo harto difícil, exceptoque ella no fuera la única indiscreta ytorpe.

Más bien los hechos debieron deocurrir de otra forma. Los alemanessospecharon, quizás confirmaron, enMadrid el doble juego de la chica.Alguna información debían de tenersobre lo que pasó en Londres con

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Scotland Yard, hecho que la quemó paracualquier labor de espionaje. Enconsecuencia empezaron a intentardeshacerse de ella. Un agente aldescubierto, con ese perfil tan frívolo,solo les podía acarrear problemas si ladespedían. Había que quitársela de enmedio de otro forma, así que lefacilitaron informes medio ciertos,medio falsos, y la enviaron de regreso aParís para conseguir más información.

Ella, encantada, volvió a la ciudadde sus amores. No supo que antes de sullegada Von Kalle envió un mensajecifrado a Alemania en el que explicabaque la agente H21 había partido a Parísy que había que enviarle 5.000 dólarespara que los recogiera en un banco,

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como pago a sus estupendos servicios.Teniendo en cuenta que no hacía faltanotificar su partida a Alemania y muchomenos dar el detalle del dinero, que sele podía haber pagado antes del viaje, yque nunca fue la buena agente queaparecía en el mensaje, se confirma lateoría de que los alemanes sabían quetenían una línea de mensajes que eransistemáticamente interceptados por elespionaje francés. El objetivo, pues, erahacerles creer que Mata Hari les habíaproporcionado información de altacalidad y que fueran ellos quienes laquitaran de la circulación.

El objetivo lo cumplióperfectamente Ladoux, aunque existenserias dudas de que no detectara la

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trampa de sus enemigos alemanes. Másbien, dado que había quedado enevidencia con los ingleses, este golpe lepermitiría apuntarse un tanto y justificarque cuando la había convertido en dobleagente le había tendido una trampa parasacar a la luz que trabajaba para losalemanes. Esperaron a que llegara aParís, que sacara el dinero del banco yel 13 de febrero de 1917 la detuvieron.Encarcelada en la prisión de Saint-Lazare, negó en todo momento quehubiera espiado para los alemanes y quetraicionara a Francia. Losinterrogadores notaron que mantenía lacalma de quien estaba convencida deque en cualquier momento apareceríaalguno de sus muchos influyentes amigos

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para sacarla de aquel horno.La guerra iba mal para los

franceses, había mucho descontentoentre la población y, lo que era peor,entre las fuerzas que combatían en elfrente. A alguien se le ocurrió quecondenar a un personaje público tanconocido podía servir para calmar lasituación y lanzar una advertencia antetanto descontento. En julio fue juzgadapor un tribunal que, como en todos loscasos en los que son acusados agentesdobles, pecó de una parcialidadmanifiesta. Ladoux no había hecho biensu trabajo y no existían pruebascontundentes contra Mata Hari, entreotras cosas porque no habíadesarrollado un trabajo activo y real de

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espía ni para los alemanes ni para losfranceses. A fin de cuentas, escucharcotilleos y contarlos es otra cosa biendistinta. Lo único de lo que el fiscaltenía pruebas era de su vida amorosa:«El 12 de julio habéis almorzado con elsubteniente Hallaure. Del 15 al 18 dejulio habéis vivido con el comandantebelga De Beaufort. El 30 de juliosalisteis con el comandante deMontenegro, Yovilchevich. El 3 deagosto con el subteniente Gasfield y elcapitán Masslov. El 4 de agosto oscitabais con el capitán italiano Mariani.El 16 almorzabais con los oficialesirlandeses Plankette y O’Brien; y el 24,con el general Baumgartem...». Sin dudaera una prostituta de lujo —la lista

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continuaba—, pero no hubo nada quedemostrara que era una espía y muchomenos una buena espía. Pero como enestos casos la justicia suele actuarsiguiendo las directrices del gobierno,la condenaron, pero no a unos años decárcel, sino a la pena de muerte.

Negándolo todo, con unatranquilidad que pocos se esperaban, el15 de octubre fue ejecutada. La leyendahabla de que lanzó besos a los soldadosdel pelotón de fusilamiento y otrasmemeces acordes para cerrar una vidaque se ha convertido en leyenda. Larealidad aparece en el testimonio de unacruel espía alemana de aquellos años,Elsbeth Schragmuller, que nos hallegado gracias a sus memorias: «H21

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no perjudicó a Francia. Ni una de lasnoticias que nos envió fue utilizable ysus informes no tuvieron para nosotrosinterés político o militar alguno. En esteaspecto su destino fue trágico, puesarriesgó su vida para nada». MargarethaGeertruida Zelle, alias Mata Hari, fueuna patriota consigo misma y unatraidora con todo aquello que laapartaba de sus objetivos. Se creyó quetoda la vida era fiesta y acabó en el peorde los destinos, aunque con un sitio en lahistoria. Un sitio inmerecido. Cada día,chicas jóvenes, más o menos guapas,entran en cualquier servicio secreto delmundo y tienen que demostrar que sontan buenas profesionales como suscompañeros varones. Y no tienen nada

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que ver con Mata Hari.

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