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Revista Internacional del Trabajo, vol. 129 (2010), núm. 4 Derechos reservados © Instituto de Investigaciones de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social (UNRISD), 2010 Compilación de la revista y traducción del artículo al español © Organización Internacional del Trabajo, 2010 Trabajadores del cuidado en la Argentina. En el cruce entre el orden laboral y los servicios de cuidado Valeria ESQUIVEL* Resumen.  Una tercera parte de las mujeres ocupadas de la Argentina y sólo un 3 por ciento de los hombres ocupados son trabajadores del cuidado. Su remuneración re- lativa y sus condiciones de trabajo en general dependen de las normas laborales y de su cumplimiento efectivo. Pero también dependen, en gran medida, de cómo está or- ganizada la prestación de los servicios de cuidado. Entre los factores que determinan esta prestación se encuentran la propia participación del Estado y de otros actores en la provisión de servicios, y el ámbito en que se prestan (sea institucional o de otro ti- po, por ejemplo, el hogar). Tras comparar dos ocupaciones dedicadas al cuidado de niños (la educación inicial y el servicio doméstico), la autora sostiene que las diferen- cias que hay entre las mismas radican en el cruce del orden laboral con la organiza- ción de los servicios de cuidado. lo largo de los quince años últimos ha aparecido en la bibliografía en eco- A nomía feminista un concepto nuevo, la «economía del cuidado», como resultado del pasaje «del trabajo al cuidado» (Himmelweit, 2000). Mientras que con anterioridad se hacía hincapié en el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, provisto mayoritariamente por las mujeres en los hogares 1 , este nuevo planteamiento se caracteriza por «estar centrado más expresamente en el proceso de trabajo que en la relación con el lugar de producción (hogares frente a mercado) o los límites de la producción (dentro del Sistema de Cuentas 1 *   Universidad Nacional de General Sarmiento, Buenos Aires; dirección electrónica: vesquive @ungs.edu.ar. La autora expresa su agradecimiento a Rosalía Cortés, Marcela Cerrutti, Shahra Ra- zavi, Silke Staab y dos especialistas anónimos por sus comentarios y sugerencias a una versión ante- rior del presente artículo. La responsabilidad de las opiniones expresadas en los artículos sólo incumbe a sus autores, y su publicación en la Revista Internacional del Trabajo no significa que la OIT las suscriba. 1 El trabajo doméstico y de cuidados no remunerado es una de las actividades que se contem- plan en la versión ampliada del Sistema de Cuentas Nacionales (SCN), a saber, el cuidado de perso- nas, las labores domésticas y el trabajo voluntario.

Esquivel, Valeria. Trabajadores del cuidado en la Argentina

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Artículo publicado en la Revista Internacional del trabajo sobre trabajadores del cuidado en argentina. Empleo doméstico.

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Revista Internacional del Trabajo, vol. 129 (2010), núm. 4

Trabajadores del cuidado en la Argentina.En el cruce entre el orden laboral

y los servicios de cuidado

Valeria ESQUIVEL*

Resumen.  Una tercera parte de las mujeres ocupadas de la Argentina y sólo un 3 porciento de los hombres ocupados son trabajadores del cuidado. Su remuneración re-lativa y sus condiciones de trabajo en general dependen de las normas laborales y desu cumplimiento efectivo. Pero también dependen, en gran medida, de cómo está or-ganizada la prestación de los servicios de cuidado. Entre los factores que determinanesta prestación se encuentran la propia participación del Estado y de otros actores enla provisión de servicios, y el ámbito en que se prestan (sea institucional o de otro ti-po, por ejemplo, el hogar). Tras comparar dos ocupaciones dedicadas al cuidado deniños (la educación inicial y el servicio doméstico), la autora sostiene que las diferen-cias que hay entre las mismas radican en el cruce del orden laboral con la organiza-ción de los servicios de cuidado.

lo largo de los quince años últimos ha aparecido en la bibliografía en eco-A nomía feminista un concepto nuevo, la «economía del cuidado», comoresultado del pasaje «del trabajo al cuidado» (Himmelweit, 2000). Mientrasque con anterioridad se hacía hincapié en el trabajo doméstico y de cuidados noremunerado, provisto mayoritariamente por las mujeres en los hogares 1, estenuevo planteamiento se caracteriza por «estar centrado más expresamente enel proceso de trabajo que en la relación con el lugar de producción (hogaresfrente a mercado) o los límites de la producción (dentro del Sistema de Cuentas

1 *  Universidad Nacional de General Sarmiento, Buenos Aires; dirección electrónica: [email protected]. La autora expresa su agradecimiento a Rosalía Cortés, Marcela Cerrutti, Shahra Ra-zavi, Silke Staab y dos especialistas anónimos por sus comentarios y sugerencias a una versión ante-rior del presente artículo.

La responsabilidad de las opiniones expresadas en los artículos sólo incumbe a sus autores, ysu publicación en la Revista Internacional del Trabajo no significa que la OIT las suscriba.

1 El trabajo doméstico y de cuidados no remunerado es una de las actividades que se contem-plan en la versión ampliada del Sistema de Cuentas Nacionales (SCN), a saber, el cuidado de perso-nas, las labores domésticas y el trabajo voluntario.

Derechos reservados © Instituto de Investigaciones de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social (UNRISD), 2010Compilación de la revista y traducción del artículo al español © Organización Internacional del Trabajo, 2010

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Nacionales o fuera de él)» (Folbre, 2006a, pág. 186)2. En este pasaje conceptual,se ha ampliado el ámbito de análisis de la economía del cuidado para abarcar,junto con el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, a las actividadesde este tipo que se realizan en la economía remunerada, es decir, al trabajo delos «trabajadores del cuidado».

Siguiendo a England, Budig y Folbre, en el presente artículo entendemospor trabajadores del cuidado a las asalariadas y los asalariados cuya ocupaciónconlleva la prestación de un «servicio de contacto personal que mejora las capa-cidades humanas de quien lo recibe» (2002, pág. 455). Entre las ocupaciones delcuidado se encuentran las de la medicina, la enfermería, la docencia en educa-ción inicial (preescolar), primaria, secundaria y universitaria, las terapeutas y las«niñeras». Las ocupaciones del cuidado incluyen también al servicio doméstico.Aunque el contenido de trabajo de esta ocupación se encuentra definido de ma-nera amplia, pudiendo incluir o no actividades de «contacto personal», el servi-cio doméstico no puede, por ello, excluirse del análisis de las ocupaciones delcuidado en la Argentina. Lo más habitual es que las empleadas domésticas coci-nen, limpien y laven y planchen ropa, aunque, de ser necesario, también cuidana niños y atienden a los miembros del hogar ancianos o enfermos, ajustando sustareas a las necesidades del hogar empleador.

La tipificación por sexo del trabajo doméstico y de cuidados no remunera-do —que, al menos en la ciudad de Buenos Aires, sigue siendo muy mayoritaria-mente femenino (Esquivel, 2010)— es extensible al servicio doméstico, cuyastrabajadoras son casi siempre mujeres. La asociación del trabajo doméstico y decuidados no remunerado con las características atribuidas a las mujeres —y nocon unas calificaciones adquiridas mediante la educación o una capacitación for-mal— implica también que la mayoría de estas trabajadoras tiene un nivel bajode instrucción. Desde el punto de vista conceptual, la inclusión de las empleadasdomésticas en el análisis de las ocupaciones del cuidado se basa en la idea de quelos cuidados —en particular los que se prestan en los hogares— abarcan tanto elcuidado directo a las personas como el indirecto, es decir, el trabajo domésticoque es un requisito previo para que el cuidado directo pueda prestarse (Folbre,2006a, pág. 188, y Razavi, 2007, pág. 6).

En estudios anteriores sobre los trabajadores del cuidado se ha compro-bado que, en determinadas circunstancias, tienen un nivel salarial bajo y unascondiciones laborales mediocres en comparación con otros estratos de traba-jadores 3. Ello se ha atribuido en algunas ocasiones al propio contenido de estasocupaciones, asociado a las mujeres y a la maternidad y, por tanto, socialmen-te infravalorado, lo cual tal vez influya en «la idea que tiene la gente de cuánto

2 Al menos en gran parte de la bibliografía producida en el «Norte», este planteamiento hacíaque el análisis se centrara más en el componente «directo» del trabajo de cuidado no remunerado,es decir, en el cuidado de personas, excluyéndose tareas domésticas más instrumentales como las delimpiar o cocinar. Véase en Razavi (2007) otro enfoque distinto en el contexto del desarrollo.

3 Sobre la remuneración de los trabajadores del cuidado, véase el artículo de Michelle Budigy Joya Misra en este número monográfico de la Revista Internacional del Trabajo; sobre sus condi-ciones de trabajo, véase Folbre (2006b).

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deben ganar quienes trabajan en este sector» (England, Budig y Folbre, 2002,pág. 457). Otra explicación conexa es la que justifica su remuneración inferiorcon el argumento de que «el cuidado tiene ya su propia recompensa», es decir,que quienes son propensos a «cuidar a los demás» aceptan salarios más bajosporque «les gusta» su trabajo y obtienen de él una satisfacción intrínseca (véaseuna crítica de este planteamiento en Folbre y Nelson, 2000). Se han propuesto,asimismo, explicaciones basadas en las características particulares de los servi-cios de cuidado, según las cuales su productividad sería menor que la de otrossectores. Esta menor productividad laboral podría traducirse en el atraso rela-tivo de los salarios, la pérdida de calidad del cuidado (sobre todo, en el sectorpúblico) o en el encarecimiento relativo de los servicios (Himmelweit, 2007, yFolbre, 2006b) 4. Por último, otras teorías se han fijado en determinados aspec-tos del mercado laboral y en las características del empleo de los trabajadoresdel cuidado. Por ejemplo, la creciente oferta de fuerza de trabajo migrante (yfemenina en su mayor parte) en estas ocupaciones quizás impida que las remu-neraciones salgan de ese nivel relativamente bajo (Pérez Orozco, 2009). Enmercados laborales con una fuerte desigualdad salarial y/o elevado desempleoes posible que estos trabajadores del cuidado ocupen los puestos más bajos dela escala salarial, concentrándose en las ocupaciones peor pagadas y depri-miendo, con ello, sus salarios (Folbre, 2006b).

En el presente artículo se analizan los salarios relativos y demás condicio-nes laborales de los trabajadores del cuidado de la Argentina. Se sostiene que,más allá de las similitudes en el contenido de trabajo que cabe encontrar entrelas diversas ocupaciones, las diferentes situaciones en que se encuentran estostrabajadores radican en el cruce de dos dimensiones, que posiblemente se re-fuerzan entre sí. La primera es la normativa laboral y su grado de cumplimientoreal (es decir, si los trabajadores están efectivamente protegidos por la legisla-ción), que condiciona en gran medida la situación laboral de los trabajadores delcuidado (aunque en ello no se diferencian de otras ocupaciones). La segunda di-mensión es el modo en que está organizada la prestación de estos servicios en laArgentina. Habida cuenta de la multiplicidad de proveedores de servicios decuidado, de precios (incluida la prestación gratuita en algunos casos) y de nive-les de calidad, en este artículo se sostiene también que la remuneración relativay demás condiciones laborales del trabajo del cuidado en la Argentina depen-den decisivamente del grado de intervención del Estado en cada actividad, delas reglas del juego fijadas para otros proveedores (distintos del Estado) y delámbito en que se prestan los servicios (instituciones u hogares).

A fin de contextualizar el análisis, en la primera parte del artículo se exami-na la situación de los servicios de cuidado en la Argentina, especialmente en laeducación y en el sector salud. En la segunda parte se analizan la remuneración y

4 Conviene señalar que el argumento de la llamada «enfermedad de los costos» (la menorproductividad de los servicios de cuidado) es estrictamente válido sólo en condiciones de pleno em-pleo. Antes de llegar al pleno empleo hay sin duda margen para la expansión de los servicios de cui-dado sin que ello suponga una presión sobre los salarios de los trabajadores que los prestan, pues laproductividad de los servicios no es necesariamente más baja.

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demás condiciones laborales del trabajo de cuidado en el mercado laboral argen-tino. En la tercera se compara con cierto detalle la situación de las dos ocupacio-nes elegidas para el estudio, que son las maestras de educación inicial y lastrabajadoras domésticas. Cerrarán el artículo las conclusiones.

Los servicios de cuidado en la ArgentinaEn la Argentina, el Estado tiene un papel decisivo en su doble condición de re-gulador y proveedor de servicios de cuidado (por lo general, sin costo algunopara los usuarios) en los niveles nacional, provincial y municipal. Es así uno delos principales empleadores en el sector salud, y el principal en la educación 5.

El sector de la atención de la salud argentino se encuentra estratificado entres niveles: junto a la salud pública están el «sector de la seguridad social» (ad-ministrado por las organizaciones sindicales y, por tanto, dirigido a los asala-riados registrados afiliados a ellas) y el sector privado, cuyos servicios estánlimitados a quienes tienen ingresos relativamente elevados. En este sistema, lasalud pública atendería a los estratos más pobres de la población, en especial a losque no tienen un empleo regular (Anlló y Cetrángolo, 2007). A lo largo de la dé-cada de 1980, los hospitales públicos —el pilar de la salud pública— fueron per-diendo cada vez más recursos financieros debido a las dificultades que sufrió elerario nacional. La descentralización —heredada de la dictadura— agravó aúnmás las desigualdades locales y regionales que ya existían. En aquellas circuns-tancias, las reformas liberalizadoras de la década de 1990 impusieron la desregu-lación del sector de la seguridad social (de modo que los trabajadores podíanelegir entre diversos tipos de atención médica de base sindical) y una oleada decambios en la gestión de los hospitales públicos. Con la nueva gestión hospitala-ria se aspiraba a disminuir los costos y generar ingresos, por lo que se autorizó acobrar tasas por los servicios a quienes pudieran pagarlas. Estas tendencias, quese mantuvieron durante la década siguiente, han tenido profundas consecuenciassobre los salarios y demás condiciones de trabajo de las y los trabajadores de lasalud. Así, los empleos se han vuelto más precarios y «flexibles», más variableslos ingresos, y cada vez más profesionalizada y feminizada la fuerza de trabajodel sector (Pautassi, 2006).

La educación, en cambio, sigue siendo gratuita en los establecimientos pú-blicos, en donde trabajan las tres cuartas partes del personal docente total. Lasescuelas privadas existen, pero la mayoría están muy subvencionadas por el Es-tado, que suele pagar los salarios docentes mientras que los demás gastos se cu-bren con la matrícula de los alumnos. La educación primaria es un derechoconstitucional y, por tanto, casi universal. Y en 2006 la Ley Nacional de Educa-ción (Ley 26206, del 28 de diciembre de 2006) extendió la escolarización obliga-toria hasta el fin del nivel secundario.

Durante los años noventa, cuando se descentralizó la educación inicial,primaria y secundaria, las disparidades en la calidad del servicio ya existentes se

5 Esta parte se basa en gran medida en Faur (2008).

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agravaron aún más, debido a que la descentralización no fue acompañada de latransferencia de recursos desde la administración central. De hecho, la respon-sabilidad sobre el desarrollo de la infraestructura educativa, la gestión y la admi-nistración, y los salarios docentes se transfirió al nivel provincial, lo que causóproblemas adicionales en los presupuestos de los territorios más pobres. Las re-formas supusieron un profundo cambio en el modelo educativo. Las mismas im-plicaron el abandono de antiguas aspiraciones de igualdad, desencadenandouna aguda fragmentación por estrato socioeconómico y una ruptura de la coor-dinación entre los diversos niveles educativos, en un contexto en que se intensi-ficaban también otras desigualdades sociales, sobre todo en los ingresos. Enestas circunstancias, las remuneraciones y demás condiciones de trabajo de losdocentes se fueron deteriorando, a la vez que se ahondaban las desigualdades encuanto a la calidad de los establecimientos a los que podían acceder los niños se-gún su nivel socioeconómico respectivo (Dirié y Oiberman, 2001).

En suma, las reformas liberalizadoras de los años noventa redujeron la co-bertura de los sistemas de educación y salud públicos y agravaron las disparida-des en la calidad de los servicios, dejando a las familias la búsqueda de soluciones«privadas» para paliar los déficits existentes. Aunque algunas familias en efectoencontraron estas soluciones, las mismas tendieron a reproducir las desigualda-des de ingresos y de género. El acceso de los hogares pobres a los servicios de sa-lud y educación depende de la capacidad de prestación de las administracioneslocales (capacidad que es inversamente proporcional al tamaño de la poblaciónvulnerable que hay en el territorio) y de sus propias posibilidades de suplir la fal-ta de servicios de cuidado con trabajo doméstico y de cuidados no remuneradode algunos de sus miembros, en general de las mujeres (Esquivel, 2010). Las «so-luciones mercantiles» por las que pueden optar los hogares de clase media y alta,en cambio, incluyen múltiples servicios de salud y educación privatizados, asícomo la posibilidad de contratar empleadas domésticas. Aunque no todas lasempleadas domésticas prestan servicios de cuidado o están al servicio de hogarescon personas dependientes, es obvio que aligeran la carga de trabajo doméstico,lo cual facilita que los miembros del hogar no dependientes provean cuidados yque las mujeres del mismo «concilien» su trabajo doméstico y de cuidados no re-munerado con un empleo asalariado 6.

Trabajadores del cuidado en el mercadolaboral argentinoEl mercado de trabajo argentino está muy segmentado en términos de géneroe ingresos (Cortés, 2000). La tasa de actividad económica de las mujeres y susingresos del trabajo mensuales promedio son más bajos que los de los hombres ysu tasa de desempleo más alta, pese a que por término medio sus credenciales

6 Es en sí mismo significativo el hecho de que la «conciliación» se haya incorporado al léxicocomún como una cuestión de mujeres (de clase media): los varones trabajan remuneradamente peronormalmente no tienen que «conciliar» las dos esferas (Faur, 2006).

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educativas son algo mejores que las de ellos (cuadro 1). Las mujeres de los hoga-res situados en el quintil inferior de ingresos tienen una tasa de actividad eco-nómica inferior que el promedio femenino, una tendencia tradicional que seintensificó al mejorarse las perspectivas de empleo de los varones durante la rá-pida recuperación económica del período 2003-2007. Al mismo tiempo, la tasa dedesempleo de las mujeres de dicho quintil inferior es 10 puntos porcentuales másalta que el promedio femenino. Las situadas en el quintil de ingresos más alto,por el contrario, mostraban las tasas más altas de actividad y tenían mejores pers-pectivas laborales, lo que se traducía en una tasa de desempleo 10 puntos porcen-tuales más baja que el promedio femenino (Cortés, 2009).

La proporción de trabajo asalariado es mayor entre las mujeres, casi del80 por ciento, que entre los hombres. Ahora bien, el rasgo más importantedel mercado laboral argentino es que la mitad de las asalariadas (y el 40 porciento de los asalariados) tiene un régimen de empleo «informal» o no registra-do (Beccaria, Esquivel y Maurizio, 2005) 7.

El mercado de trabajo acusa también la segregación por sexos: las mujeresestán sobrerrepresentadas en las ocupaciones menos calificadas y en los servi-cios sociales y a la comunidad (incluidos los programas de empleo público), perosiguen estando subrepresentadas en la industria manufacturera, la construccióny el comercio. Están también sobrerrepresentadas en el sector público, que tra-dicionalmente ofrece empleos registrados y estables, pero con niveles salarialesrelativamente bajos (cuadro 1). Los datos cuantitativos y cualitativos de que sedispone parecen indicar que, a igualdad de los demás factores, las mujeres nece-sitan mayores credenciales educativas que los varones para acceder a puestos detrabajo registrados (Esquivel, 2007). Además, suelen padecer sutiles o abiertasprácticas discriminatorias (Novick, Rojo y Castillo, 2008).

El foco en los trabajadores del cuidado permite una nueva lectura de estascaracterísticas ya clásicas del mercado laboral argentino y también contribuye aesclarecer los procesos subyacentes a las mismas. Sin embargo, debe recordarseque los valores medios que presenta el cuadro 2 son promedios que abarcan si-tuaciones muy diferentes, pues las ocupaciones del cuidado que desempeñan lasmujeres son muy diversas.

Una tercera parte de las mujeres argentinas ocupadas lo hace en ocupacio-nes del cuidado8. Más o menos la mitad de ellas son maestras, profesoras, mé-dicas y enfermeras, ocupaciones que exigen un nivel relativamente alto deinstrucción y calificación (véase el gráfico). El hecho de que esos puestos de tra-bajo se encuentren mayoritariamente en establecimientos de salud y educacióngestionados por el Estado quizás explique en parte la leve sobrerrepresentaciónde las mujeres en el sector público. La otra mitad de las trabajadoras del cuidadose dedica al servicio doméstico. Poseen un nivel de instrucción bajo y son, por lo

7 Se considera que un trabajador no está «registrado» cuando su empleador no cotiza por éla la seguridad social. En este caso, el trabajador suele estar privado de sus derechos laborales básicos(subsidio de desempleo, asistencia médica, bonificaciones anuales, ayudas familiares, etcétera).

8 Tal y como las hemos definido siguiendo a England, Budig y Folbre (2002), las ocupacionesdel cuidado no incluyen los puestos de gestión y administración.

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general, «no calificadas», además de desempeñar su actividad en el ámbito «ce-rrado» del hogar empleador. Prácticamente todas estas trabajadoras domésticasno están registradas, y representan casi el 40 por ciento del total de empleo asa-lariado femenino no registrado (véase infra). De hecho, no es posible entender elempleo femenino no registrado sin un análisis particular del servicio doméstico.

En cambio, las ocupaciones del cuidado representan sólo algo más del3 por ciento de la ocupación masculina total, y el 5 por ciento de la ocupaciónmasculina asalariada. Los varones que desempeñan ocupaciones del cuidadoson, sobre todo, maestros, profesores y médicos. No es de extrañar, por consi-guiente, que más del 80 por ciento de ellos tenga estudios terciarios, completoso parciales; que el 29 por ciento sean profesionales, y que el 56 por ciento poseancalificaciones técnicas. El predominio del empleo público en las esferas de laeducación y la salud es la razón de que la mitad de los trabajadores del cuidadovarones estén empleados en establecimientos gestionados por el Estado, dondelos grados de protección del empleo son superiores al promedio. Todos estosfactores contribuyen a que la remuneración por hora media de los varones seaun 50 por ciento más alta que la de las mujeres que trabajan en ocupaciones delcuidado (cuadro 2).

Cuadro 1. Indicadores del mercado de trabajo, por sexo, en porcentajede la población urbana (segundo trimestre de 2006)

Mujeres Hombres

Tasa de actividad económica   38,8      55,3

Tasa de ocupación (de empleo)   33,7      50,7

Tasa de desempleo   13,0        8,4

Empleadores     2,3        5,4

Trabajadores por cuenta propia   16,0      21,7

Asalariados del sector público   18,2      12,1

Asalariados del sector privado registrados   23,1      32,3

Asalariados del sector privado no registrados   16,1      26,3

Trabajadores domésticos   17,0        0,2

Programas de empleo     5,6        1,3

Trabajadores familiares     1,8        0,7

Total 100    100

Tasa de empleo asalariado   79,9      72,2

Asalariados registrados (en porcentaje del trabajo asalariado)   50,8      59,9

Promedio de años de escolarización   11,4      10,5

Promedio de horas trabajadas   26      38

Ingresos salariales por mes (pesos, 2006) 709 1.066

Remuneración por hora (pesos, 2006)     5,65        5,95

Nota: En 2006, 100 pesos argentinos equivalían a unos 32 dólares estadounidenses.Fuente: Elaboración propia con datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Instituto Nacional deEstadística y Censos (INDEC).

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La presencia mínima de hombres en las ocupaciones del cuidado indica queéstas se hallan sumamente feminizadas: en efecto, el 86 por ciento de los trabaja-dores del cuidado son mujeres. Ya se ha mencionado el caso de las trabajadorasdomésticas, una ocupación casi completamente feminizada. Son mujeres el77 por ciento del personal docente (maestras y profesoras) y el 69 por ciento delpersonal de la salud (médicas, enfermeras y auxiliares de enfermería). El hechode que las ocupaciones del cuidado sean femeninas podría de por sí influir en laremuneración relativa y demás condiciones de trabajo vigentes en ellas. Sinembargo, los resultados de algunos estudios anteriores en la Argentina parecenindicar que, a diferencia de lo que predice la teoría sobre la segregación ocupa-cional por razón de sexo, las ocupaciones con elevada proporción de mujeres nonecesariamente presentan menores remuneraciones horarias (Esquivel, 2007).

Así pues, en la Argentina los trabajadores del cuidado componen un estra-to heterogéneo, con diferencias en los niveles de educación, la condición de regis-tración, el tipo de empleador, el tipo de ocupación del cuidado, y el grado defeminización de la misma. Es posible, sin embargo, que, aun efectuando el con-trol estadístico de estas diferencias, los trabajadores del cuidado constituyan ungrupo ocupacional particular, cuyo elemento común sea la existencia de una «pe-nalidad» en sus remuneraciones, tal como apuntan England, Budig y Folbre(2002) refiriéndose a los Estados Unidos. Para comprobar la validez de esta hipó-tesis en la Argentina se realizaron una serie de regresiones de mínimos cua-drados ordinarios sobre el logaritmo natural de las remuneraciones por hora delos trabajadores de ambos sexos. En algunas de esas regresiones se incluyó como

Cuadro 2. Características de los trabajadores del cuidado, por sexo, en porcentaje de la población urbana (segundo trimestre de 2006)

Mujeres Hombres

Registrados   43      70

Trabajadores de organismos públicos   27      56

Sin estudios primarios, o incompletos     8        1

Estudios primarios terminados   23        4

Estudios secundarios incompletos   14        4

Estudios secundarios terminados   13      10

Estudios terciarios parciales o terminados   42      81

Profesionales     6      29

Técnicos   34      56

Semicualificados     7      11

No cualificados   53        4

Ingresos salariales por mes (pesos, 2006) 554 1.057

Remuneración por hora (pesos, 2006)     6        9

Horas por semana   26      32

Fuente: Elaboración propia con datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Instituto Nacional deEstadística y Censos (INDEC).

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variable la pertenencia a una ocupación del cuidado, mientras que, en otras, sedesagregaron las ocupaciones del cuidado en grandes grupos (véase el cuadro 3).Aunque no exento de cierta artificialidad —ni de tecnicismos9—, este ejercicioes provechoso porque puede apuntar algunas vías para el cambio.

Los resultados indican que las mujeres que se desempeñan en ocupacionesdel cuidado no sufren necesariamente desventajas por pertenecer a este grupoocupacional: el coeficiente de esta variable toma signo positivo, pero es estadís-ticamente no significativo cuando se incluye en la regresión; su valor se hace ne-gativo (–6 por ciento) y significativo al incorporar la composición por sexo de lasocupaciones (la variable FEM). En el caso de los varones, el coeficiente de la va-riable asociada a las ocupaciones del cuidado es estadísticamente significativo(aunque en pequeña medida) y negativo (–5 por ciento) con independencia dela especificación elegida. No obstante, estos resultados corresponden a unas si-tuaciones muy heterogéneas. Cuando se desagregan las ocupaciones del cuida-do, se aprecia con notable claridad, tanto en las mujeres como en los varones,una penalización salarial de aproximadamente –10 por ciento en las ocupacio-nes de la salud. Este resultado es coherente con el deterioro de las condiciones

9 Como algunas subcategorías de trabajadores del cuidado son muy homogéneas (la mayoríade las trabajadoras domésticas, por ejemplo, no están registradas, tienen un nivel de instrucción bajoy trabajan para hogares en una ocupación casi completamente feminizada), al tener en cuenta estascaracterísticas pueden plantearse problemas de colinealidad. Por ello, en las regresiones con míni-mos cuadrados ordinarios se utilizó la comprobación de los factores de inflación de la varianza (FIV).Todos los valores FIV son razonables (siempre menores de 10 y en su mayoría menores de 5), lo queindica la validez de las variables elegidas y de las regresiones en su conjunto (cuadro 3).

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de trabajo que han sufrido las y los trabajadores de la salud a lo largo de los úl-timos quince años.

En otras ocupaciones del cuidado los diferenciales salariales no son esta-dísticamente significativos y, por tanto, se explican por otros factores que no tie-nen que ver con el contenido de cuidados de las ocupaciones 10. De hecho, trasincluir en el análisis el capital humano, las características demográficas y otrascaracterísticas de los puestos, el factor que más influye en la remuneración porhora de una trabajadora o trabajador asalariado es si está o no registrado (cua-dro 3). Así, las mujeres asalariadas que están registradas ganan un 60 por cientomás que las que no lo están; entre los hombres, la ventaja de los registrados esdel 49 por ciento. Mientras que los varones sufren una penalidad salarial cuandotrabajan para el sector público (–6 por ciento), las mujeres que lo hacen se venbeneficiadas en +4 por ciento (modelo 4 del cuadro 3).

Estos resultados demuestran que, dejando al margen las ocupaciones de lasalud, la remuneración y demás condiciones de trabajo de las ocupaciones delcuidado no pueden separarse de la dinámica general del mercado laboral a laque se aludió previamente. En la Argentina, por tanto, para mejorar los salariosrelativos de los trabajadores del cuidado habrá que aumentar sustancialmente laproporción de registrados para ponerla al mismo nivel que la de los demás asa-lariados. Los datos obtenidos parecen indicar, asimismo, una ventaja salarial re-lativa de las mujeres que trabajan en el sector público con respecto a las queejercen otro empleo asalariado, lo cual tal vez explique el que tengan una pre-sencia superior a la media en los organismos públicos. Es importante señalarque estos resultados no indican que las trabajadoras domésticas estén perjudica-das per se, y es posible que la única razón de su desventaja resida en que tienenbaja calificación (lo que acarrea una penalidad de –50 por ciento) y en la ausenciade registración (–60 por ciento).

Comparación de dos ocupaciones del cuidado «opuestas»: la educación inicialy el servicio domésticoLa comprobación de que los salarios de los trabajadores del cuidado dependende la normativa y de la estructura general del mercado de trabajo —junto con elcarácter agregado del ejercicio estadístico presentado en la sección anterior—mostró la necesidad de analizar a fondo dos ocupaciones del cuidado en particu-lar: las maestras de educación inicial y las trabajadoras domésticas 11. Ambasocupaciones presentan un casi completo nivel de feminización, y se relacionan

10 El trabajo doméstico obtiene un valor positivo y significativo en las especificaciones que notienen en cuenta la composición por sexo de las ocupaciones (la variable FEM).

11 El estudio de las trabajadoras domésticas se basa en Cortés (2009), que analizó datos de laEncuesta Permanente de Hogares. El estudio de las maestras de educación inicial se basa en Cerrutti(2008), quien utilizó datos del Censo Nacional Docente 2004 (Ministerio de Educación, Ciencia yTecnología).

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con la atención a un grupo particular de personas dependientes (los niños), porlo que sus contenidos de trabajo se superponen. Al mismo tiempo, son dos ocu-paciones suficientemente distintas (casi opuestas) en sus características labora-les —el marco de regulación y protección efectiva, las condiciones de trabajo—como para que dependan en sí mismas del modo en que se organiza la provisiónde servicios de cuidado y del lugar en el que éstos se prestan. A diferencia del an-terior, en este análisis más detallado no se introducen «correcciones» por facto-res como el capital humano y las características demográficas o de los puestos detrabajo 12, sino que se estudian ambas ocupaciones con miras a hallar elementosque puedan servir para mejorar la situación de sus trabajadoras.

Características demográficas y laboralesTanto la educación inicial como el trabajo doméstico son ocupaciones muy fe-minizadas y muy cargadas de determinadas connotaciones de género (véase in-fra). Pero aquí se terminan las similitudes entre ambas ocupaciones, pues lasmujeres que trabajan en una y otra tienen un origen social distinto, su experien-cia laboral y sus perspectivas de empleo son muy diferentes y presentan enor-mes disparidades en cuanto a nivel de instrucción.

La educación inicial es una ocupación muy profesionalizada y regulada.Para trabajar en ella se necesita un título de nivel terciario, que posee el 97 porciento del personal13. La educación se imparte en jardines maternales para losniños menores de tres años y en jardines de infantes para los de entre tres y cincoaños, todos ellos regulados, y muchos gestionados, por el Estado.

La organización diaria del trabajo de las maestras está fijada claramenteen función del número de horas de asistencia de los alumnos a los jardines, el ta-maño máximo de las salas de acuerdo a la edad, las responsabilidades de padresy docentes, etcétera. Además, y sobre todo en el sector público, la docencia deeducación inicial funciona como un mercado de trabajo «interno y cerrado», alque sólo se puede entrar por la base de la pirámide y en el que las oportunidadesde promoción profesional y ascenso están ligadas a la antigüedad y, en menormedida, a la formación continua.

Las maestras de educación inicial 14 —que constituyen el 95 por ciento delpersonal docente de este nivel y el 99 por ciento del total de las que efectivamen-te imparten clases— son más jóvenes que el promedio de mujeres ocupadas, loque parece lógico por la reciente expansión de este tramo educativo (Faur,2008). Su juventud relativa podría guardar relación también con el hecho de que

12 No se analizan, por tanto, los ingresos del trabajo relativos, que están muy influidos por es-tas características. A efectos de comparación, las maestras de educación primaria ganaban 826 pesosal mes y 9,4 pesos por hora en el segundo trimestre de 2006 (estas cifras son la mejor aproximacióna los ingresos de las maestras de educación inicial de la que se dispone). Las empleadas domésticasganaban 304 y 3,3 pesos, respectivamente.

13 Estos títulos de nivel terciario son concedidos por instituciones educativas especializadas(profesorados).

14 El 11 por ciento de los maestros de educación inicial son directivos o administradores, el76 por ciento imparte clases y el 13 por ciento son maestros ayudantes.

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su formación es de tres años (o en la actualidad cuatro), lo que les permite obte-ner el título y empezar a trabajar a los 21 años. Las maestras de educación inicialson, asimismo, más instruidas y están mejor remuneradas, en salario por hora,que el promedio de las asalariadas; sus salarios mensuales son también más altospor término medio que los del promedio de trabajadoras del cuidado.

En el otro extremo, el trabajo doméstico es una ocupación del cuidado queno presenta «barreras a la entrada», y es una de las pocas opciones laborales al al-cance de las mujeres de hogares pobres, quienes alternan entre el trabajo domés-tico, los programas de empleo público, el trabajo informal en el comercio, y eldesempleo. Así, el 30 por ciento de las mujeres ocupadas que pertenecen a hoga-res situados en el primer quintil de ingresos son empleadas domésticas, mientrasque el porcentaje se acerca al cero en los hogares situados en el quinto quintil. Lademanda de servicios domésticos es, asimismo, muy sensible a las fluctuacionesde los ingresos de los hogares de clase media y alta: se contrajo mucho inmedia-tamente después de la crisis macroeconómica de 2002, y luego no se recuperóhasta 2006, año en el que empezaron a reducirse los programas de empleo públi-co (Cortés, 2009).

Aunque muchas trabajadoras domésticas son jóvenes, también hay buennúmero de mujeres maduras que son en su mayoría jefes de hogar (35 por cien-to) o cónyuges (39 por ciento). Es elevada la proporción de migrantes internas(37 por ciento) o de países vecinos y del Perú (20 por ciento). Sus niveles de ins-trucción son los más bajos del conjunto de las trabajadoras (si bien el promediose está elevando a medida que crece la proporción de migrantes de los países ve-cinos que llegan con más estudios); el 16 por ciento de las empleadas domésticasno ha terminado los estudios primarios, y el 61 por ciento, los secundarios. Sussalarios medios mensuales son inferiores al promedio del conjunto de las asala-riadas y, peor aún, no llegan al salario mínimo obligatorio.

Marco legal y protección laboral efectivaLa normativa laboral es un factor esencial para explicar las diferentes propor-ciones de trabajadoras registradas en las dos ocupaciones bajo estudio.

Las maestras de educación inicial que trabajan en jardines públicos tienenlos derechos y obligaciones fijados en el Estatuto del Docente15, el cual distin-gue entre el personal titular (de su puesto) y el personal interino y suplente. Lostitulares gozan de toda la gama de derechos laborales, incluida la estabilidad delempleo. Los interinos y suplentes tienen derechos más limitados: aunque esténregistrados, los puestos que ocupan no les pertenecen 16 y, por consiguiente, noestán amparados por todas las disposiciones del Estatuto del Docente. Lasmaestras de educación inicial que trabajan en jardines privados están sujetas al

15 Ley núm. 14473, de 12 de septiembre de 1958, aprobatoria del Estatuto del Docente del Mi-nisterio de Educación y Justicia (Boletín Oficinal, 27 de noviembre de 1958).

16 En el sector público, el derecho a un puesto («titularización») no es automático ni decididopor el establecimiento educativo, sino que depende de decisiones políticas.

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Régimen del Contrato de Trabajo17, que les concede los mismos derechos yobligaciones que a los demás asalariados registrados (si bien éstos son inferioresa los que garantiza el Estatuto del Docente 18). Prácticamente todas las maestrasde educación inicial están registradas.

Como sucede en los demás niveles educativos, las maestras de educacióninicial del sector público están muy sindicalizadas (lo que no ocurre en el sectorprivado). Los sindicatos de la educación participan en la negociación colectiva,que está centralizada, con las autoridades educativas 19.

Mientras que el Estatuto del Docente concede a los maestros de las escue-las de educación inicial más derechos que los fijados en la Ley de Contrato deTrabajo, ésta excluye expresamente a las trabajadoras domésticas. Su actividadse rige por el Decreto Ley núm. 326/56 sobre el Servicio Doméstico, de 1956,que cubre a las empleadas que trabajen un mes o más, cuatro horas al día comomínimo, y no menos de cuatro días a la semana, para el mismo empleador. A lasque no superan este umbral de dedicación no se las considera asalariadas, sinotrabajadoras por cuenta propia (autónomas), y sus empleadores no están obli-gados a registrarlas 20. Los derechos laborales que este marco legal concede a lastrabajadoras domésticas no son equiparables a los de otros asalariados. En elmejor de los casos reproducen parcialmente los que poseen los demás trabaja-dores en materia de indemnización por despido, licencia por enfermedad y va-caciones anuales. Ello no obstante, las empleadas domésticas carecen porcompleto de otros derechos importantes como el de licencia de maternidad fi-nanciada por el Estado y el de prestaciones familiares21, lo que coloca en una si-tuación muy vulnerable a las trabajadoras que se quedan embarazadas o tienenhijos (ELA, 2009).

Más allá de las lagunas de este marco legal, el trabajo doméstico se ha ca-racterizado tradicionalmente —y todavía hoy— por los elevados niveles de em-pleo no registrado. En la segunda mitad de 2006 sólo estaban registradas —esdecir, los empleadores pagaban sus cotizaciones a la seguridad social— el 8,6 porciento de las trabajadoras domésticas y otro 2,2 por ciento cotizaban como autó-nomas. Estas cifras no reflejan, sin embargo, el efecto positivo de la iniciativa so-bre el registro de las empleadas domésticas que se puso en marcha a principios de2006. Entre otras medidas, se permitió a los empleadores que desgravaran en sudeclaración fiscal los salarios de las trabajadoras domésticas y sus aportes a la se-

17 Ley núm. 20744, de 11 de septiembre de 1974 (Boletín Oficial, 27 de septiembre de 1974,núm. 23003, pág. 2).

18 La remuneración constituye una excepción a esta regla, pues los salarios que se percibenen los establecimientos públicos pasan a convertirse en los salarios mínimos de las escuelas privadas.

19 Los salarios de los docentes de educación inicial se negocian juntamente con los de los do-centes de escuela primaria.

20 Esta distinción ha contribuido en la práctica a desalentar su registro, pues sería muy difícildemostrar ante un tribunal si una trabajadora doméstica ha superado o no ese umbral.

21 Las asalariadas registradas tienen derecho a una licencia de maternidad de tres meses. Lasprestaciones se pagan periódicamente o de una sola vez para ayudar a los trabajadores a sufragar losgastos derivados del parto o la adopción, los hijos y su escolarización, los matrimonios, etcétera.

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guridad social, se simplificaron los procedimientos para registrarlas y pagar di-chos aportes y se llevó a cabo una intensa campaña publicitaria. Según los datosoficiales, a finales de 2008 estaban ya registradas un tercio de las trabajadoras do-mésticas, lo que suponía un enorme avance con respecto a la situación de 2006(Estévez y Esper, 2009)22.

A diferencia de lo que sucede en una empresa, en el servicio doméstico larelación laboral se establece entre una empleada y un hogar empleador. Estemarco tan personalizado explica la débil posición negociadora de estas trabaja-doras, problema que se ve agravado por los bajísimos niveles de registro, la au-sencia de afiliación sindical y negociación colectiva y las altas tasas de rotación,pues a una trabajadora doméstica no registrada se la puede despedir sin avisoprevio y sin indemnización (Cortés, 2009).

Condiciones de trabajoLas condiciones de trabajo (tareas, horarios, carga de trabajo, estabilidad delempleo) están relacionadas también con las características de la relación labo-ral, con el tipo de servicio de cuidado y con el ámbito en el que se presta el ser-vicio. Mientras que la mayoría de las maestras de educación inicial trabaja enestablecimientos públicos (66 por ciento) o privados sujetos a la supervisión delas autoridades educativas, las trabajadoras domésticas lo hacen en los hogares.En otras palabras, entre ambos grupos hay una gran diferencia en la visibilidadde los empleadores y en el grado en que éstos cumplen la normativa laboral (opuede obligárseles a que la cumplan).

La elevada proporción de maestras de educación inicial titulares (78 porciento) y su consiguiente estabilidad laboral se plasman en su antigüedad pro-medio: el 55 por ciento de las docentes de educación inicial lleva como mínimodiez años trabajando en la misma institución, proporción que llega al 87 porciento en las directoras y subdirectoras de jardines. Los porcentajes son aún másaltos si el análisis se limita a las que trabajan en establecimientos públicos, conun 72 por ciento de las maestras y un 89 por ciento de las directoras y subdirec-toras en este rango de antigüedad, lo cual demuestra que las que trabajan en laeducación pública tienen más estabilidad laboral (menos rotación) y mejoresoportunidades para el desarrollo de sus carreras profesionales. En la educación,además, la antigüedad va acompañada de más posibilidades de promoción y deun salario superior23.

En cuanto a la jornada de trabajo, el 61 por ciento de las maestras im-parte de 13 a 24 «horas de clase» (de 45 minutos de duración) por semana, lo que

22 Aunque este avance conlleve seguramente ciertos egresos para los presupuestos públicos,la desgravación fiscal tiene un límite máximo que equivale más o menos a entre seis y nueve salariosmínimos mensuales, lo cual significa que las trabajadoras domésticas registradas están subvenciona-das sólo en parte por el Estado. A corto plazo, sin embargo, el empleo registrado eleva la recauda-ción fiscal en comparación con el empleo no registrado.

23 Las maestras de educación inicial con diez años de antigüedad ganan un 50 por ciento másque sus homólogas más jóvenes, y las que acumulan veinte años, un 100 por ciento más.

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equivale más o menos a media jornada. Por su parte, el 40 por ciento de las em-pleadas domésticas trabaja hasta 15 horas por semana (es decir, no llegan a la de-dicación mínima exigible para estar cubiertas por el Decreto Ley núm. 326/56), el33 por ciento, entre 16 y 34 horas y el 27 por ciento, 36 horas o más. De estas úl-timas, la mitad trabaja 45 horas o más (es decir, están «sobreempleadas»). Es-tas jornadas tan prolongadas no se deben exclusivamente al hecho de vivir encasa de su empleador, pues en esta circunstancia se halla sólo el 4 por ciento deellas.

Más de un tercio (36 por ciento) de las empleadas domésticas lleva más deun año en su empleo actual y el 26 por ciento de ellas, entre uno y cinco años. Lagran mayoría (78 por ciento) sirve en una sola casa (es decir, para un solo em-pleador), y el 13 por ciento trabaja en dos. Así, la posibilidad de incrementar lashoras de trabajo (y, con ellas, los ingresos mensuales) depende más de las nece-sidades de un solo hogar que de la eventualidad de trabajar para varios hogares.De hecho, el 36 por ciento de las empleadas domésticas están subempleadas,pues tratan de trabajar más horas; y el 23 por ciento tiene alguna otra actividadlaboral aun cuando afirma que el servicio doméstico es su «ocupación princi-pal». Ello pone de manifiesto las graves estrecheces que padece el trabajo do-méstico en materia salarial.

Connotaciones de géneroEl análisis precedente sobre la educación inicial y el trabajo doméstico no expli-ca el hecho de que ambas ocupaciones estén feminizadas casi por completo. Esposible que para hallar las razones sea útil indagar las complejas y cambiantesconnotaciones que tienen esas ocupaciones para quienes las desempeñan, ytambién para la sociedad en su conjunto.

Cabría sostener, como hipótesis de trabajo, que en ambos casos el conte-nido de la ocupación se percibe como una extensión de dos idealizaciones: el dela «buena madre» en el caso de las maestras de educación inicial, y el de la«buena esposa» en el de las empleadas domésticas. Ninguna de estas idealiza-ciones es inocente, pues ambas privan simbólicamente a estas mujeres de sucondición laboral, ya que su ocupación no se considera un trabajo «propiamen-te dicho». Como señala Fischman sobre las docentes: «la falta de reconocimien-to de las características específicas de las mujeres que trabajan en las escuelas(tales como condiciones profesionales, estado civil, edad, sexualidad, y su re-emplazo por denominaciones románticamente estereotipadas) asociadas alámbito de lo hogareño-doméstico, estimula una suerte de ‘domesticación’ e in-fantilización social de las maestras» (2005, pág. 8). En cuanto al trabajo do-méstico, estas connotaciones sociales se ponen de relieve en la definición delcontenido de trabajo de esta ocupación, que se reduce a las tareas que «formanparte de la vida doméstica» (Decreto Ley núm. 326/56) y, por consiguiente, al«trabajo de mujeres».

Las connotaciones de género de la educación inicial son vigorosamentecontestadas por las propias maestras y pueden entrar en conflicto con las deman-

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das de las familias. Como explicaba Patricia Redondo, exdirectora de la Direc-ción de Educación Inicial de la Provincia de Buenos Aires: «no recibimos bebés,no somos abuelas, [los jardines] somos instituciones públicas»24. Las maestras deeducación inicial exigen, con razón, que se les reconozca su papel de educadoras—no «meras» cuidadoras— debido a sus calificaciones profesionales (por oposi-ción a los supuestos conocimientos «naturales») y a su carácter institucional, esdecir, a que trabajan en la esfera pública, no en el hogar y la familia.

En cuanto a las opiniones que tienen los hogares que emplean trabajado-ras domésticas, la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) llegó ala conclusión de que los dueños de casa se consideraban a sí mismos como pro-veedores de oportunidades laborales, lo cual subrayaba la función de refugio deesta ocupación en tiempos de crisis25. Además, el empleador «no se siente res-ponsable por sus necesidades en el corto plazo (como la salud) ni en el largo pla-zo (como la jubilación) de las trabajadoras domésticas. Esto surge también porla idea de que la relación se limita al ámbito doméstico»26, al que a las autorida-des públicas les resulta difícil llegar y controlar. Algunas de estas ideas se poníanen tela de juicio en la campaña publicitaria que realizó la AFIP en apoyo de lainiciativa para fomentar el registro (la formalización) en este sector, en la que sehacía hincapié en las «responsabilidades» de los empleadores para con las traba-jadoras domésticas, si bien no se cuestionaban otras connotaciones de género(por ejemplo, el empleador era en realidad la empleadora, como si las tareas do-mésticas fueran exclusivamente un asunto femenino). No obstante, la campañaayudó a que empezara a considerarse que el trabajo doméstico debía enmarcar-se en una relación laboral formal.

ConclusionesA partir de la definición amplia del trabajo de cuidado que proponen England,Budig y Folbre (2002), en este artículo hemos demostrado que los trabajadoresdel cuidado de la Argentina no constituyen un grupo homogéneo, a pesar deque la mayoría de ellos son mujeres y de que hay ciertas similitudes en el conte-nido de trabajo de sus ocupaciones. A esa heterogeneidad contribuyen las dife-rencias de características socioeconómicas y calificaciones, así como los diversostipos de trabajo de cuidado a que se dedican. Sin embargo, hay dos factores queresultan cruciales para explicar el salario y las demás condiciones laborales deltrabajo de cuidado: la organización concreta de la prestación de los servicios decuidado y su grado de protección laboral.

24 Véase la entrevista a Patricia Redondo realizada por María Rosa Mayer y publicada en Re-dacción y Editorial – Entrevistas, núm. 86 (1.º de agosto de 2008), en: <http://redaccionyeditorial-entrevistas.blogspot.com/2008/08/educacin-patricia-redondo.html> [consultada el 12 de octubre de2010].

25 Esta opinión impregna también la redacción del Decreto Ley núm. 326/56, que se inspiraen un modelo patriarcal de la familia con fuertes prerrogativas para los varones que son «dueños decasa».

26 Respuesta literal de un funcionario de la AFIP, citada en Estévez y Esper (2009, pág. 19).

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De nuestro análisis se deducen algunas maneras de mejorar la situación delos trabajadores del cuidado en la Argentina. El caso de las maestras de educa-ción inicial pone de manifiesto que incluso en una ocupación del cuidado que,como ésta, se halla claramente identificada con la condición de madre, los sala-rios y demás condiciones de trabajo pueden mejorarse profesionalizando y re-gistrando a las empleadas (lo cual está garantizado por la prestación pública delos servicios y por un fuerte marco legal). A la inversa, en las ocupaciones rela-cionadas con la atención de la salud se ha producido tal vez una presión a la bajasobre los salarios como resultado de la expansión y desregulación del mercadode los servicios de cuidado en este ámbito.

La magnitud del empleo doméstico femenino, y también sus salarios y de-más condiciones de trabajo, guardan una estrecha relación con las ampliasdesigualdades de ingresos existentes en la sociedad argentina, y con el hecho deque las trabajadoras domésticas se encuentran en el nivel más bajo en la escalade remuneraciones. La elevación de su remuneración relativa puede lograrsesosteniendo «salarios indicativos», como se está haciendo actualmente. Con to-do, deben mantenerse los esfuerzos con el propósito de que se registre a estastrabajadoras, a la vez que se sigue mejorando el marco normativo de esta ocupa-ción. Es evidente que su situación no mejorará del todo hasta que no reciban elmismo trato que las demás asalariadas registradas.

PosdataEl 8 de marzo de 2010 el Gobierno envió al Congreso de la Nación un nuevomarco legal para las trabajadoras domésticas que todavía no ha recibido trata-miento legislativo. Si se aprobara sin enmiendas, equiparará la mayoría de losderechos de estas trabajadoras con los de los demás asalariados.

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