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2 Alejandro Martin Vasco, su sueño como el de muchos chicos era jugar a la pelota y vivir de eso, nada iba a hacer suponer que su vida en un año cambiaria para siempre, desde que volvió de Malvinas no es la misma persona. “El Vasco” como le dicen sus amigos, nació el 18 de octubre 1964 en San Miguel, Provincia de Buenos Aires. Su familia era de un nivel económico bueno, por así decirlo; su padre empleado metalúrgico y su madre ama de casa. Es el menor de tres hermanos y su infancia la pasó en San Miguel sin que le faltase nada. Al terminar la escuela es donde la mayoría de los chicos tienen que elegir entre estudiar o trabajar y a Alejandro no le pesó esa decisión porque gracias a su situación económica relativamente buena pudo estudiar y no trabajar obligatoriamente o por necesidad. Pero el estudio no era el fuerte del Vasco, el quería jugar a la pelota, por eso dejó de estudiar y se dedico completamente al futbol. Su adolescencia fue distinta a la de estos tiempos, no había internet, computadora, celular o simplemente un televisor color. Para él, todos estos artefactos electrónicos actuales se resumían en la radio AM. En 1981, a sus 17 años, había una ley que permitía reclutar a los jóvenes para realizar el servicio militar obligatorio. El modo de saber si estabas sorteado para hacer “la colimba”, como se decía, era a través de los últimos 3 números de la libreta. La mañana del lunes 2 de marzo, Alejandro se sentó frente a la radio a las 7 de la mañana y esperó hasta las 10 a que su número de libreta fuese dicho. 385, orden 817 dijo el locutor, Alejandro ya sabía que le tocaba hacer el servicio militar y por el número de orden sabia que lo iba a hacer en Aeronáutica. El Servicio Militar Obligatorio en la Argentina fue instituido en el año 1901 por el entonces Ministro de Guerra Pablo Riccheri, mediante el Estatuto Militar Orgánico de 1901 (Ley N° 4.301), durante la segunda y última presidencia de Julio Argentino Roca. La edad de los reclutas y el tiempo de su permanencia en el servicio variaron con el tiempo. En sus comienzos, se reclutaba a ciudadanos de entre 20 y 21 años, y su duración era de 18 a 24 meses. En las décadas previas a su suspensión, se reclutaba a hombres de 18 años por un sistema de cupo variable por sorteo que los distribuía entre las tres fuerzas

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Alejandro Martin Vasco, su sueño como el de muchos chicos era jugar a la pelota y

vivir de eso, nada iba a hacer suponer que su vida en un año cambiaria para siempre, desde

que volvió de Malvinas no es la misma persona.

“El Vasco” como le dicen sus amigos, nació el 18 de octubre 1964 en San Miguel,

Provincia de Buenos Aires. Su familia era de un nivel económico bueno, por así decirlo; su

padre empleado metalúrgico y su madre ama de casa. Es el menor de tres hermanos y su

infancia la pasó en San Miguel sin que le faltase nada.

Al terminar la escuela es donde la mayoría de los chicos tienen que elegir entre estudiar o

trabajar y a Alejandro no le pesó esa decisión porque gracias a su situación económica

relativamente buena pudo estudiar y no trabajar obligatoriamente o por necesidad. Pero el

estudio no era el fuerte del Vasco, el quería jugar a la pelota, por eso dejó de estudiar y se

dedico completamente al futbol.

Su adolescencia fue distinta a la de estos tiempos, no había internet, computadora,

celular o simplemente un televisor color. Para él, todos estos artefactos electrónicos

actuales se resumían en la radio AM. En 1981, a sus 17 años, había una ley que permitía

reclutar a los jóvenes para realizar el servicio militar obligatorio. El modo de saber si

estabas sorteado para hacer “la colimba”, como se decía, era a través de los últimos 3

números de la libreta.

La mañana del lunes 2 de marzo, Alejandro se sentó frente a la radio a las 7 de la

mañana y esperó hasta las 10 a que su número de libreta fuese dicho. 385, orden 817 dijo el

locutor, Alejandro ya sabía que le tocaba hacer el servicio militar y por el número de orden

sabia que lo iba a hacer en Aeronáutica.

El Servicio Militar Obligatorio en la Argentina fue instituido en el año 1901 por el

entonces Ministro de Guerra Pablo Riccheri, mediante el Estatuto Militar Orgánico de 1901

(Ley N° 4.301), durante la segunda y última presidencia de Julio Argentino Roca.

La edad de los reclutas y el tiempo de su permanencia en el servicio variaron con el

tiempo. En sus comienzos, se reclutaba a ciudadanos de entre 20 y 21 años, y su duración

era de 18 a 24 meses. En las décadas previas a su suspensión, se reclutaba a hombres de 18

años por un sistema de cupo variable por sorteo que los distribuía entre las tres fuerzas

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armadas. Era de hasta 14 meses de duración y se lo conocía popularmente como "Colimba",

palabra que se supone estaba formada por un acrónimo en alusión de tres actividades

frecuentes en los conscriptos (correr, limpiar y barrer).

“En esa época hacer la colimba era un año perdido, no podías trabajar ni estudiar”,

recordaba el Vasco algunos de los comentarios que se decían. También se escuchaba “El

que lo tiene que hacer no lo hace”. El padre de Alejandro, Don Joaquín, pasó su infancia, la

colimba y su adultez en Campo de Mayo, ya que su padre tenía la concesión de un bar ahí

dentro, sabía todo lo que pasaba en el servicio militar. Cuando el Vasco le dijo que se

pasaba de Aeronáutica a Ejercito para poder jugar a la pelota, él recuerda con una sonrisa

sus palabras “No, no sabés adonde te metiste, eso no es como la Aeronáutica, en el Ejercito

te van a hacer de todo, no tenés una idea de lo que es”. Pero al Vasco, como todo

adolescente, no le importaba nada, él quería jugar a la pelota y comerse el mundo.

En la colimba se juntaban las clases sociales, el pobre, el clase media y el de la alta

del barrio de Belgrano y ahí te enseñaban el respeto. “Ahora entiendo que cuando tus

padres te dicen no hagas esto porque te va a ir mal, es verdad todo eso, a medida que pasan

los años lo entendés. Ellos ya pasaron las cosas y por algo te las dicen” recordaba el Vasco.

Los días antes a la colimba se fue a hacer la revisación médica a Ramos Mejía, al

distrito militar San Martín. Al darle los estudios aprobados le toco hacer el servicio en

General Viamonte, Mercedes, Provincia de Buenos Aires, en el regimiento de infantería

mecanizado nº6. Tomó un tren a las 4 de la mañana, a las 8 tenía que estar en Mercedes, se

fue con la plata que tenía él más algo que su padre le había dado, pero lo más valioso que

llevó fueron los consejos del padre. Mi papá me decía, “vos agarrá una media, cortala en la

punta, pone la plata ahí adentro y con un alfiler de gancho ponetela dentro del calzoncillo,

ahí no te la van a robar”. Ese primer día se presentó con sus otros compañeros en la plaza

de armas del regimiento y procedían a preguntarles qué sabían hacer: cocinar, manejar,

trabajo de albañilería, jardinería, computación, medicina, electricidad? A medida que

preguntaban estas cosas los iban acomodando en las distintas compañías que eran: servicio,

comando, destino e infantería. Luego de este paso lo vacunaron para prevenir

enfermedades, “La mata caballo le decían, te la ponían en la espalda después del mediodía

y te decían, si se levantan de la siesta se van de franco, vos estabas contento porque te

dejaban libre un día. Pero lo que realmente pasaba es que esa inyección te mataba, te dejaba

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de cama hasta el otro día, y si te levantabas era para comer algo nada más”, recordaba

riéndose y negando con la cabeza.

Al segundo día los mandaban al campo a hacer la instrucción, dormían de a dos en

la carpa, cada uno tenía una mitad y partes para armarla. “Si te tocaba un gordo te querías

morir porque te quedaba un espacio re chico para dormir”. Se dice que cuando uno está

afuera de su casa lo que mas extraña es su baño, en la colimba se cavaban 2 fosas, se le

colocaban 2 maderas largas de 6 metros y ahí dentro debían hacer sus necesidades. “Ibas al

baño y podías hablar con el que estaba al lado tuyo, en frente y atrás, a veces me iba de

madrugada cuando sabia que no había nadie”.

En la instrucción con armas jamás les daban el arma con las balas, solo cuando iban

al campo de tiro o estaban de guardia tenían el arma completa. A él le toco un fusible fal.

En el Ejercito aprendió a robar, si a él le robaban algo lo castigaban, entonces debía robarle

a otro para recuperar las cosas que le sacaban. También aprendió lo que es pasar frío y

hambre, a comer lo que fuera, se acostumbró a no poder salir cuando quería y a despertase

a cualquier hora y dormir poco.

Después de los cambios de poder de la junta militar a finales de marzo de

1981, Leopoldo Galtieri llegó al poder, en diciembre de ese año, con el Brigadier Basilio

Lami Dozo y el almirante Jorge Anaya reemplazando a Roberto Viola luego de que éste

reemplazara a Jorge Rafael Videla. Anaya propuso la recuperación por vía de la acción

militar de las Malvinas como solución al largo conflicto por la soberanía de las islas. Entre

otras varias razones, tanto por el efecto que podría conseguirse a la hora de desviar la

atención social de esos problemas, como por las posibilidades de recuperar el crédito

perdido entre determinados sectores sociales sensibles a una acción de interés patriótico

como ésa.

Oficialmente el 5 de marzo de 1982 termina su servicio militar, pero se produce el

conflicto de Malvinas. El Vasco estaba en la casa de la novia cuando explota este conflicto

y le dice a ella “Ahí voy a estar yo”, al otro día le llego el telegrama para presentarse en

Mercedes el 8 de abril. A él le enseñaron desde chico, sus maestros y padres, que las

Malvinas eran argentinas. Los jóvenes estaban eufóricos, querían pelear, “Que vengan que

los comemos crudos” dijo el Vasco ese día.

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La tensión entre los dos países se incrementó el 19 de marzo de 1982 cuando un

grupo de comerciantes de chatarra argentinos levantaron la bandera de Argentina en la Isla

de Georgia del Sur, este acto fue más tarde visto por los Ingleses como el primer acto de

guerra. La nave HMS HMS Endurance fue enviada desde el puerto de Stanley hacia la isla,

hecho que llevó a la invasión argentina de la isla. La junta comenzó a estudiar la

posibilidad de ocupar las Islas Malvinas y Georgias antes de que los británicos pudieran

reforzarlas.

Ya el 2 de abril a primeras horas se dio el desembarco de un grupo de comandos

anfibios, y de buzos tácticos con botes neumáticos para despejar posibles obstáculos o

minas que hubieran en la playas para el arribo de los vehículos anfibios, a la 1:30, los

hombres de Sánchez-Sabarots se dividieron en dos grupos: el primero, comandado por él

mismo, se dirigió a los barracones de la infantería de marina británica en Moody Brook

para atacarlos; el segundo, bajo el mando del Capitán de Corbeta Pedro Edgardo Giachino,

avanzó hacia Puerto Stanley con objeto de tomar las oficinas del Gobernador y capturarlo.

El 13 de abril a la madrugada parte en avión hacia Río Gallegos. Al llegar, sin

desayunar para agarrar mejores lugares subio en el otro avión y partió a Malvinas sin saber

con lo que se iba a encontrar. Llega al aeropuerto de Malvinas a las 7 de la mañana, “Lo

primero que hice fue tocar el suelo del aeropuerto, me sentía bien, sabia que había

aprovechado al máximo mi instrucción y estaba listo para lo que sea”.

En Malvinas el Vasco veía a sus compañeros de distintos regimientos y veía que

muchos tenían miedo, frío, hambre. “Había soldados que tenían sus armas en el suelo,

tiradas, sucias con barro, yo ni loco tenía así mi fusible porque no sabías cuándo podían

llegar los ingleses”. El clima de Malvinas es arrollador llovizna constante, granizo, nubes, y

mucho viento. El campamento se estableció en Puerto Argentino, su orden era defender la

posición, ya que se pensaba que los ingleses podían desembarcar por ahí. Lo cierto es que

ellos desembarcaron en el otro lado de la isla, en San Carlos y Darwin, desde esa posición

venían avanzando hacia las tropas argentinas. Alejandro dormía en su trinchera con su

compañero Juan, tenía dos palas por una, aguantaban los bombardeos y el fuego enemigo

ahí adentro. “No teníamos dónde correr, al frente los ingleses, atrás el atlántico sur con sus

aguas heladas, era pelear hasta donde se podía”. Eran nueve mil argentinos contra doce mil

ingleses. “Ellos no estaban combatiendo día y noche como nosotros en el piso frío, con

hambre y sueño, sino que combatían 4, 6 horas, los reemplazaban y se iban a los barcos a

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bañarse, comer y dormir. Era un trabajo para ellos”. El Vasco y sus compañeros bajaban a

una estancia en la costa a buscar algo de comida que les daban los kelpers, hacia el final de

la guerra la falta de comida que no llegaba por los bloqueos de los buques ingleses llevaron

a los soldados a cazar patos o robar ovejas para comer. “Psicológicamente el bombardeo te

desgastaba, querías que vengan, que nos maten, que se termine, no nos importaba nada.

ellos si querían nos pasaban por arriba, nos mataban”.

Pasado el 10 de junio se veía venir el fin de la guerra, pero el Vasco no sabía qué

iba a pasar, estaban incomunicados, sin noticias. El 14 de junio a las cinco de la tarde se

firma la rendición y las tropas argentinas entregan sus armas en el aeropuerto.

Aunque se decreta el cese de fuego el 14 de Junio, todavía se siguen produciendo

focos de resistencia. La batalla por Puerto Argentino deja a más de 360 británicos sin vida.

Entre los Generales Jeremy Moore y Mario Benjamín Menéndez (a las 23:59 horas del 14

de junio), respectivamente comandante de las fuerzas británicas y Gobernador militar de las

Islas Malvinas, queda parlamentado el alto al fuego y el retiro de tropas. En Buenos Aires,

se realiza una manifestación en rechazo al cese de fuego, en la que se produjeron desmanes

y actúo la policía.

Aquí no existe la palabra "rendición", si cese de fuego, y retiro de tropas, la guerra

por las Islas Malvinas todavía no ha finalizado.

Las cifras finales del conflicto arrojan la pérdida de 255 británicos (al menos 1.000 no

oficial) y 649 argentinos. De los 40 buques de guerra de la "Real Armada Británica", solo 3

buques regresan a Portsmouth en óptimas condiciones.

Al regresar al continente nos prohibieron hablar de Malvinas. “Si cuentan lo que paso

allá, no van a tener tiempo de contar nada más, porque ahí se le termina todo a ustedes,

¿entendieron muchachos?” palabras mas atroces jamás escucho en su vida.

Los primeros diez años fueron muy duros para él, no conseguía trabajo, era tratado

como si hubiera estado preso. “¿Estuviste en Malvinas? Bueno, te llamamos cuando

tengamos un lugar disponible” eran las excusas que los empleadores ponían. El abandono

de persona era común, muchos compañeros se ahorcaron porque no se podían reincorporar

a la sociedad.

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Al volver, las autoridades y la sociedad se comportaban como si los soldados fueran

los responsables de la derrota. Hubo un acuerdo tácito para olvidar la guerra, escondernos y

borrar de nuestras mentes lo vivido. Para obtener la baja militar, los oficiales hicieron

firmar a los soldados una declaración jurada, en la que nos comprometíamos a callar y por

ende a olvidar. Hablar de lo ocurrido durante la guerra, fue lo primero que nos prohibieron.

Así, el dolor, las humillaciones, la frustración, el desengaño, la furia, quedaron dentro de

cada uno de nosotros hasta tornarse insoportables en muchos casos. Es que hablar, contar,

era el primer paso para exorcizar nuestro infierno interior y empezar a curar las heridas. De

modo que el regreso fue cruel, en silencio y a escondidas. La bienvenida quedó para la

familia.

Alejandro hasta el día de hoy duerme mal, se despierta a la noche traspirado, tiene

que salir a tomar aire. “A mi me tirás un fuego artificial en frente mío y no pasa nada, pero

me lo tiras a mi espalda y soy capaz de matarte”. Actualmente como otros excombatientes

vive a la defensiva, atento. Y por sobre todas las cosas vive luchando por lo que la historia,

el país, le debe. Nadie le da nada, él con sus compañeros, que actualmente conforman el

Centro de Veteranos de Malvinas de Tigre, luchan día a día para hacer valer sus derechos, a

causa de esto le es muy difícil conseguir una pareja estable, que soporte estos trastornos que

le quedaron tras la guerra y pueda acompañarlo todos los días en esta lucha en la que busca

un reconocimiento. El Vasco después de la guerra tuvo la oportunidad de volver a

Malvinas, recorrer ese suelo que pisó cuando tenia apenas 18 años y recordar todo lo que

vivió. “Uno por ahí escucha en la calle comentarios de gente ignorante que dice: Uy menos

mal que estos veteranos no ganaron la guerra, porque sino… A uno le duelen estos dichos

porque perdí compañeros, fue duro estar ahí. Y yo digo por lo menos lo intentamos y por

eso tenemos los que quedaron allá, dimos todo, no nos guardamos nada, mi último suspiro

lo deje en Malvinas, que no te quepa ninguna duda” dijo el Vasco en un tono bajo, con una

voz ronca y los ojos llorosos.