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Por: Luz Victoria, Carrasco Guevara [email protected] La histeria nos puede bloquear y llevarnos a la exacerbación, la presión y el descon- trol, nos hace actuar diferente. Tener que llegar a tiempo al trabajo, colegio o univer- sidad se convirtió en tarea difícil de lograr. El tiempo perdido nadie lo recupera y el estrés generado nos mata lentamente. J UEVES POR LA MAÑANA. ME APRESURO DE SALIR DE CASA ESPERANDO QUE LA COMBI, QUE ME LLEVARÁ A MI DESTINO, HAGA SU APARICIÓN, EN CUANTO LA DIVISO ME DOY CUENTA QUE YA ESTÁ LLENA DE PASAJEROS Y QUE ES DIFÍCIL SUBIR AHÍ. TOMO LA DECISIÓN DE DEJARLA PASAR Y ESPERAR LA SIGUIENTE. SON APROXIMADAMENTE CINCO MINUTOS LOS QUE DEBO ESPERAR, MIENTRAS TANTO MIRO EL RELOJ. TENGO LA SENSACIÓN QUE EL TIEMPO PASA MUY RÁPIDO. NECESITO LLEGAR A TIEMPO HOY, ES EL CAMPEONATO DE LA ESCUELA DE COMUNICACIONES Y LLEVO CONMIGO LA BANDEROLA DE MI CLASE. Ya después de esperar aproximadamente diez minutos, más tiempo del que tenía previsto esperar, por n estiro la mano para parar la combi que ya esta próxima al parade- ro donde me encuentro. Subo rápidamente todos los asientos están ocupados, hay gente que está parada en el corredor del bus. Trato de encontrar un sitio donde pararme y poder sujetar- me. El carro empieza a avanzar recorriendo las primeras cua- dras próximas muy tranquila- mente. Las personas que esta- mos en el bus vamos siendo más conforme cada esquina para la combi, al parecer suben más pasajeros de los que bajan. A medida que el bus trascurre el camino empieza a hacerse más largo. La gente empieza a desesperarse, estamos atollados en el tráco. Los carros se detienen y empieza el desconcierto, desconocemos la razón por la cual nos encontramos detenidos en medio de todo el bullicio y la exacerbación. Una señora con sus dos pequeños hijos que deben llegar al colegio tratan de hacerse un lugar entre toda la gente que estamos en el bus. Se puede llegar a escuchar el llanto de un bebe, su mamá desesperada trata de arrullarlo para que no siga llorando, personas mayores empiezan a mirar sus relojes y celulares. El tiempo no se detiene y miro con descon- cierto mi reloj. De pronto un ligero tirón y el carro empie- za avanzar poco a poco, empieza a invadir una ligera tran- quilidad y es justo en ese momento en cuando se vuelve a detener. Miro mi celular y me doy cuenta que han pasado más de veinte minutos y yo aun no eh podido llegar a mi destino. No llevo ni la mitad del camino, mi celular empieza a sonar, contesto lo más rápido que puedo. Era Roberth preguntando dónde me encontraba, debí de reunirme con él hace más de veinte minutos. Le comento la situación que estoy en medio del tráco y no puedo llegar a tiempo. Pregunta donde me encuentro, le doy las referencias, decide esperar a que llegue. Cuando estoy guardando mi celular el ruido del motor del carro se deja oír, ya empieza avanzar. De un momento a otro nos vol- vemos a detener, miramos a los policías que detienen le tráco. Las personas que viajan conmigo en el bus empie- zan a molestarse con la actitud de los policías de tránsito, se hace sentir la incomodidad de las personas que por la ventana le gritan a los ociales para que apuren el tran- sito. Las personas están exacerbadas las bocinas de los carros se dejan oír cada vez más fuertes y continuas. Miro por la ventana y dos colaboradores de la municipalidad pasan entre los carros con un cartel el cual dice: “no tocar bocina por favor”. ¿Es acaso una burla? Llevamos más de veinticinco minutos esperando en medio del tráco sin poder avanzar. Al n todo parece trascurrir mejor y se da una uidez de carros, cuando pienso que ya estoy próxi- ma a mi destino, los policías paran al vehículo en el cual me encuentro para que el transito del sentido contrario tras- curra. Vuelve a sonar mi celular ya es suma- mente tarde, más tarde de lo que tenía que haber llegado, hace más de media hora, a mi destino. Aunque sé que no es mi culpa lo que está sucediendo y que cuando salí de mi casa tenía el tiempo justo para lle- gar como usualmente, no podía evitar sentirme mal de todo el tiempo que estaba perdiendo y de la incertidum- bre causada. Correr era la mejor opción Después de colgar la llamada por segunda vez, y al ver que si permanecía en el bus nunca llegaría, decidí pagar mi pasaje y bajarme del bus. Camine rápidamente dando pasos largos, sabía que estaba a unas cuantas cuadras de mi primer destino. Camine apresurada entre la gente que también caminaba en todas las direcciones. Era ine- vitable sentir el bullicio de las personas hablando, los motores de los autos queriendo arrancar, las bocinas de los autos que no cesaban de sonar parecían una compar- sa. A medida que caminaba empecé a correr, presurosa en llegar. Era la última que faltaba para dirigirnos al campo deportivo. Tenía la banderola en la mano y cada vez me acercaba más y más a mi destino. Cuando al n llegue sentí un alivio, pero aun tenía una ligera excarceración por haber corrido y por lo antes vivido. No atine más que a pedir disculpas por la demora, y por n partimos rumbo a nuestro destino el campo deportivo. Ya más tranquila y sin tanta tensión era momento de partir. Ya era algo tarde, más de lo planeado y el camino aún era largo. Decidimos ir en un taxi para llegar más rápido al campo deportivo. Esta vez el camino fue muy tranquilo sin tanta tensión mientras contaba, todo lo que había pasado para reunirme con mi grupo. El resto del día sería mejor. Ya habiendo dejado atrás esos momen- tos de tensión y descontrol colectivo, nos esperaba una mañana de con- fraternidad entre los compañeros. Al llegar no había empezado el cam- peonato lo cual nos hizo sentir más tranquilos, y a mí, pensar en prever estas posibles situaciones. El estado de histeria antes vivido me hizo pen- sar en cómo las personas nos pode- mos contagiar y fomentar el caos entre los demás, qué hubiera pasa- do si permanecía en el bus, quizás no hubiera llegado a alcanzar a mis compañeros, para lo cual tomé la decisión más acertada y salir del caos y la exacerbación de las perso- nas, por llegar rápido a sus diferen- tes destinos. Mientras me pregun- taba así como yo viví esa situación de presión, seguro que muchas de las personas que viajaban conmigo pasaron por la misma situación que yo.* ESTADO DE HISTERIA En horas de la mañana las combis, pasan llenas lo cual obligan a los pasajero a ir colgando. Son muchas las personas que se dirigen presurosas a sus actividades diarias. Son muchas las personas que se dirigen presurosas a sus actividades diarias.

Estado de histeria

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Page 1: Estado de histeria

Por: Luz Victoria, Carrasco [email protected]

La histeria nos puede bloquear y llevarnos a la exacerbación, la presión y el descon-trol, nos hace actuar diferente. Tener que llegar a tiempo al trabajo, colegio o univer-sidad se convirtió en tarea difícil de lograr. El tiempo perdido nadie lo recupera y el estrés generado nos mata lentamente.

JU E V E S P O R L A M A Ñ A N A . M E A P R E S U R O D E S A L I R D E C A S A ESPERANDO QUE LA COMBI, QUE ME

L L E V A R Á A M I D E S T I N O , H A G A S U APARICIÓN, EN CUANTO LA DIVISO ME DOY C U E N T A Q U E Y A E S T Á L L E N A D E PASAJEROS Y QUE ES DIFÍCIL SUBIR AHÍ. TOMO LA DECISIÓN DE DEJARLA PASAR Y E S P E R A R L A S I G U I E N T E . S O N APROXIMADAMENTE CINCO MINUTOS LOS QUE DEBO ESPERAR, MIENTRAS TANTO MIRO EL RELOJ. TENGO LA SENSACIÓN QUE EL TIEMPO PASA MUY RÁPIDO. NECESITO L L E G A R A T I E M P O H O Y , E S E L C A M P E O N A T O D E L A E S C U E L A D E COMUNICACIONES Y LLEVO CONMIGO LA BANDEROLA DE MI CLASE.

Ya después de esperar aproximadamente diez minutos, más tiempo del que tenía previsto esperar, por n estiro la mano para parar la combi que ya esta próxima al parade-ro donde me encuentro. Subo rápidamente todos los asientos están ocupados, hay gente que está parada en el corredor del bus. Trato de encontrar un sitio donde pararme y poder sujetar-me. El carro empieza a avanzar recorriendo las primeras cua-dras próximas muy tranquila-mente. Las personas que esta-mos en el bus vamos siendo más conforme cada esquina para la combi, al parecer suben más pasajeros de los que bajan.

A medida que el bus trascurre el camino empieza a hacerse más largo. La gente empieza a

desesperarse, estamos atollados en el tráco. Los carros se detienen y empieza el desconcierto, desconocemos la razón por la cual nos encontramos detenidos en medio de todo el bullicio y la exacerbación. Una señora con sus dos pequeños hijos que deben llegar al colegio tratan de hacerse un lugar entre toda la gente que estamos en el bus. Se puede llegar a escuchar el llanto de un bebe, su mamá desesperada trata de arrullarlo para que no siga llorando, personas mayores empiezan a mirar sus relojes y celulares. El tiempo no se detiene y miro con descon-cierto mi reloj. De pronto un ligero tirón y el carro empie-za avanzar poco a poco, empieza a invadir una ligera tran-

quilidad y es justo en ese momento en cuando se vuelve a detener. Miro mi celular y me doy cuenta que han pasado más de veinte minutos y yo aun no eh podido llegar a mi destino. No llevo ni la mitad del camino, mi celular empieza a sonar, contesto lo más rápido que puedo.

Era Roberth preguntando dónde me encontraba, debí de reunirme con él hace más de veinte minutos. Le comento la situación que estoy en medio del tráco y no puedo llegar a tiempo. Pregunta donde me encuentro, le doy las referencias, decide esperar a que llegue. Cuando estoy guardando mi celular el ruido del motor del carro se deja oír, ya empieza avanzar. De un momento a otro nos vol-vemos a detener, miramos a los policías que detienen le tráco. Las personas que viajan conmigo en el bus empie-zan a molestarse con la actitud de los policías de tránsito, se hace sentir la incomodidad de las personas que por la ventana le gritan a los ociales para que apuren el tran-sito.

Las personas están exacerbadas las bocinas de los carros se dejan oír cada vez más fuertes y continuas. Miro por la ventana y dos colaboradores de la municipalidad pasan

entre los carros con un cartel el cual dice: “no tocar bocina por favor”. ¿Es acaso una burla? Llevamos más de veinticinco minutos esperando en medio del tráco sin poder avanzar. Al n todo parece trascurrir mejor y se da una uidez de carros, cuando pienso que ya estoy próxi-ma a mi destino, los policías paran al vehículo en el cual me encuentro para que el transito del sentido contrario tras-curra.

Vuelve a sonar mi celular ya es suma-mente tarde, más tarde de lo que tenía que haber llegado, hace más de media hora, a mi destino. Aunque sé que no es mi culpa lo que está sucediendo y que cuando salí de mi casa tenía el tiempo justo para lle-gar como usualmente, no podía evitar sentirme mal de todo el tiempo que estaba perdiendo y de la incertidum-bre causada.

Correr era la mejor opción

Después de colgar la llamada por segunda vez, y al ver que si permanecía en el bus nunca llegaría, decidí pagar mi pasaje y bajarme del bus. Camine rápidamente dando pasos largos, sabía que estaba a unas cuantas cuadras de mi primer destino. Camine apresurada entre la gente que también caminaba en todas las direcciones. Era ine-vitable sentir el bullicio de las personas hablando, los

motores de los autos queriendo arrancar, las bocinas de los autos que no cesaban de sonar parecían una compar-sa.A medida que caminaba empecé a correr, presurosa en llegar. Era la última que faltaba para dirigirnos al campo deportivo. Tenía la banderola en la mano y cada vez me acercaba más y más a mi destino. Cuando al n llegue sentí un alivio, pero aun tenía una ligera excarceración por haber corrido y por lo antes vivido. No atine más que a pedir disculpas por la demora, y por n partimos rumbo a nuestro destino el campo deportivo.

Ya más tranquila y sin tanta tensión era momento de partir. Ya era algo tarde, más de lo planeado y el camino aún era largo. Decidimos ir en un taxi para llegar más rápido al campo deportivo. Esta vez el camino fue muy tranquilo sin tanta tensión mientras contaba, todo lo que había pasado para reunirme con mi grupo. El resto del día sería mejor. Ya habiendo dejado atrás esos momen-

tos de tensión y descontrol colectivo, nos esperaba una mañana de con-fraternidad entre los compañeros. Al llegar no había empezado el cam-peonato lo cual nos hizo sentir más tranquilos, y a mí, pensar en prever estas posibles situaciones. El estado de histeria antes vivido me hizo pen-sar en cómo las personas nos pode-mos contagiar y fomentar el caos entre los demás, qué hubiera pasa-do si permanecía en el bus, quizás no hubiera llegado a alcanzar a mis compañeros, para lo cual tomé la decisión más acertada y salir del caos y la exacerbación de las perso-nas, por llegar rápido a sus diferen-tes destinos. Mientras me pregun-taba así como yo viví esa situación de presión, seguro que muchas de las personas que viajaban conmigo pasaron por la misma situación que yo.*

ESTADO DE HISTERIA

En horas de la mañana las combis, pasan llenas lo cual obligan a los pasajero a ir colgando.

Son muchas las personas que se dirigen presurosas a sus actividades diarias.

Son muchas las personas que se dirigen presurosas a sus actividades diarias.