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ENTREVISTA A GILLES LIPOVETSKY “Este no es el peor de los mundos” Uno de los más importantes filósofos de la posmodernidad estuvo el 25 de agosto en la Biblioteca Luis Ángel Arango, en Bogotá. El francés habló con 'Arcadia' de las Farc y la izquierda, la felicidad y la religión, el desencanto y el papel del intelectual hoy. 2015/08/21 POR RODRIGO RESTREPO* BOGOTÁ Gilles Lipovetsky es un desencantado feliz. O al menos un desencantado que lucha contra el desencanto e intenta alcanzar una frágil felicidad en tiempos del consumo. Fue uno de los primeros autores en hablar de la sociedad posmoderna en La era del vacío (1983), el ensayo que lo convirtió en una celebridad intelectual. En él exponía de una manera fría y cruda el consumismo, el narcisismo y el hedonismo de los individuos contemporáneos, así como la pérdida de sentido de las grandes instituciones sociales y políticas. "El conflicto colombiano pertenece al pasado", dijo Lipovetsky durante la conferencia en Bogotá. Desde entonces ha ejercido como un observador agudo de la sociedad ‘hipermoderna’, como prefiere llamarla. Ha escrito sobre la moda y el lujo (El imperio de lo efímero, El lujo eterno), sobre la relación del ser humano con las pantallas (La pantalla global), sobre la decepción y la felicidad (La sociedad de la decepción, La felicidad paradójica) y más recientemente sobre el arte y la estética en la sociedad del mercado

Este No Es El Peor de Los Mundos - GILLES LIPOVETSKY

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¿Pasamos por el peor o el mejor de los mundos de la historia?

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ENTREVISTA A GILLES LIPOVETSKY

“Este no es el peor de los mundos”

Uno de los más importantes filósofos de la posmodernidad estuvo el 25 de agosto en la Biblioteca Luis Ángel Arango, en Bogotá. El francés habló con 'Arcadia' de las Farc y la

izquierda, la felicidad y la religión, el desencanto y el papel del intelectual hoy.

2015/08/21

POR RODRIGO RESTREPO* BOGOTÁ

Gilles Lipovetsky es un desencantado feliz. O al menos un desencantado que lucha contra el desencanto e intenta alcanzar una frágil felicidad en tiempos del consumo. Fue uno de los primeros autores en hablar de la sociedad posmoderna en La era del vacío (1983), el ensayo que lo convirtió en una celebridad intelectual. En él exponía de una manera fría y cruda el consumismo, el narcisismo y el hedonismo de los individuos contemporáneos, así como la pérdida de sentido de las grandes instituciones sociales y políticas.

"El conflicto colombiano pertenece al pasado", dijo Lipovetsky durante la conferencia en Bogotá.

Desde entonces ha ejercido como un observador agudo de la sociedad ‘hipermoderna’, como

prefiere llamarla. Ha escrito sobre la moda y el lujo (El imperio de lo efímero, El lujo eterno),

sobre la relación del ser humano con las pantallas (La pantalla global), sobre la decepción y

la felicidad (La sociedad de la decepción, La felicidad paradójica) y más recientemente sobre

el arte y la estética en la sociedad del mercado (La estilización del mundo: vivir en la era del

capitalismo artístico), entre otros temas.

Profesor de la Universidad de Grenoble y Caballero de la Legión de Honor de Francia,

Lipovetsky es además doctor Honoris Causa de universidades como la Sherbrook en

Canadá, la Nouvelle Université Bulgare o la Universidad Veracruzana en México. A pesar de

ser un lúcido crítico de la cultura liberal y capitalista planetaria, este filósofo y sociólogo

francés no cree que vivamos en el peor de los mundos. Sin embargo, sostiene que el

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mercado no tiene todas las respuestas a nuestra profunda decepción posmoderna.

Parece que hoy estamos demasiado decepcionados con las ideologías como para una

auténtica acción o confrontación. Sin embargo, la violencia y la política se resisten a

salir de la escena. Con todos los problemas que los diálogos entre las Farc y el

gobierno puedan tener, implican una apuesta por un debate político e ideológico.

¿Tiene sentido apostarle a este debate y a pensar una izquierda contemporánea, o

están definitivamente muertas las ideologías?

Por supuesto que tiene sentido. Toda la pregunta reside, sin embargo, en asegurarse de la

factibilidad de estas cosas. Claramente la posición de las Farc es arcaica y privada de

cualquier futuro. Pero parece que tienen todo el interés en jugarse la carta de la

reconciliación. El asunto del sentido no es tan importante en el caso colombiano. Lo

importante es poder establecer una paz duradera, que no sea un artificio.

Permítame formularle de nuevo la pregunta: ¿es posible tener un debate político e

ideológico a estas alturas de la ‘hipermodernidad’, como la llama usted?

¿Con las Farc?

Claro.

No creo que con las Farc haya un debate ideológico posible. Puede haber un debate técnico

para saber de qué manera se organizará el tema de la justicia, del desarme, etc. Pero la

ideología de las Farc es absolutamente inaceptable. Es una guerrilla de bandidos, y no hay

debate ideológico con este tipo de posiciones. La ideología de las Farc parece reducirse a

asesinatos y acciones de guerrilla en pleno siglo xxi, y eso no es un modelo ni una propuesta

para la Colombia del mañana. Hay una multitud de debates ideológicos hoy, sobre el tema de

las energías renovables, de las cárceles, del medio ambiente. Pero no hay un modelo

ideológico que se pueda debatir cuando es sostenido por un grupo armado que precisamente

no entra en un debate, sino en prácticas violentas.

Es que precisamente las acciones de las Farc han perjudicado la existencia de una

izquierda inteligente en este país. Entonces, ¿es posible pensar una izquierda

contemporánea?

Sí, por supuesto, pero ¿qué izquierda? Mire el caso de la izquierda radical que llegó al poder

en Grecia, con un programa claro, pero con un resultado catastrófico. En Venezuela también

hay una izquierda radical, marxista, y el país, que es riquísimo, está en bancarrota. Los

ejemplos de izquierdas de este tipo dan resultados detestables por doquier: en Cuba, en

Corea, en Grecia o en Venezuela, porque son izquierdas ideológicas que no toman en

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cuenta la realidad. Las ideas, sí, son buenas y hacen falta. Pero no se puede cambiar la

realidad solo porque no nos gusta. Hay una ley de los mercados, que puede no gustarnos,

pero que es la que tenemos. Se necesita de una izquierda inteligente, creativa, que no

aplique medidas mágicas o piense que la redistribución es lo primero, o que bastaría con

eliminar a los ricos para salvar a un país. Una izquierda responsable debe, de manera muy

concreta, aceptar la realidad del mercado. Ya no estamos en la época de Marx ni de la

Guerra Fría. El mercado tiene muchos vicios, claro está, pero no los tiene todos. La

democracia, creo, exige una alternancia del poder, por lo cual la izquierda tiene su espacio,

pero una izquierda capaz de hacer evolucionar algunos puntos del capitalismo. Porque si

solo desea eliminarlo y diabolizar a Estados Unidos, no nos va a llevar a soluciones

constructivas para el futuro.