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  1 Congreso Latinoamericano y Caribeño de Ciencias Sociales FLACSO – SENPLADES - QUITO (Ecuador) Octubre 2007 Panel: Política Social en América Latina en el siglo XXI: tendencias y perspectivas en el contexto ¿post- neoliberal? La política social, las necesidades sociales y el principio de la igualdad: reflexiones para un debate “post- neoliberal ESTELA GRASSI  Presentación  Como ha sido ampliamente demostrado, las políticas orientadas por el pensamiento neoliberal se propusieron reformar y lograron socavar los sistemas clásicos de política social. Sus fundamentos remitieron, en el plano teórico-filosófico, a la noción de ciudadanía, y en términos empíricos, hicieron hincapié en la relativa poca eficiencia de las instituciones del Estado. Por su parte, la crítica a la política social neoliberal recurrió también a la noción de ciudadanía, como fundamento filosófico-político de políticas universales y, en términos empíricos, se concentró en las consecuencias sociales de las reformas a los sistemas de las políticas sociales clásicas. En esta presentación me voy a referir, en primer lugar, a los problemas de justificación de los derechos y políticas sociales, que se solapan tras la polémica “focalización” versus “universalismo”, propuestas ambas que han referido sus razones al status de ciudadanía, sea para “denunciar privilegios” o “exigir derechos”. Inscribo mi análisis en la particularidad de la reproducció n social en el capitalismo, porque allí se hallan las razones estructura les e históricas del desarrollo de las políticas sociales. Desde ese punto de vista, éstas corresponden al modo como la reproducción social se configuró estatalmente. Más –o antes- que los sectores, planes y programas sociales, la política social es la manera y expresa, el cómo y hasta donde una sociedad asegura la reproducción de sus miembros y, en definitiva, la forma como resuelve su propia reproducción. Mirando el problema en perspectiva histórica, las sociedades capitalistas son las que más lejos llevaron la posibilidad de asegurar la sobrevivencia y mejorar las condiciones de la misma, al haber permitido que la product ividad del trabajo y demás fuerzas productivas sobrepasara ampliamente las necesidades del mantenimiento de la vida. Sin embargo, dicha seguridad se mantiene como una cuestión sin solución definitiva, que no es económica estrictamente, razón por la que se disputa política y culturalmente, y por la que se explican los debates y desacuerdos en torno a las definiciones y soluciones de los problemas sociales derivados de esta cuestión; definiciones que pueden encerrar a los mismos (como ocurriera) en los estrechos márgenes de la economía 1 . Esas definiciones y soluciones de problemas derivados de la cuestión social, se hacen presentes en los sectores de la política social (y en los planes y programas sociales), sancionados por el Estado, quien -además- delimita los ámbitos de responsabil idad y atención de tales problemas, establece los alcances de su propia intervención y define al/los sujeto/ s que justifican o son la razón de tales intervenciones. Es decir, normatiza y normaliza el régimen de la reproducción social. Esta concepción de la política social se inscribe, a su vez, en una teoría que entiende al Estado y a la sociedad como una unidad compleja, en la que aquél es simultáneamente expresión y medio de constitución de la sociedad; o, dicho lo mismo de otro modo, la sociedad es, inmediatamente, un orden político 2  cuya expresión institucional es el Estado. Es decir, Estado y sociedad no son si no manifestaciones y ámbitos de una unidad que se expresa y constituye (o se  Doctora en Antropología Social. Investigadora en el Instituto de Investigaciones Gino Germani y Profesora Titular Regular en la Facultad de Ciencias Sociales- Universidad de Buenos Aires. [email protected]  Agradezco a Florencia Luci la lectura detallada d e la primera versión de este trabajo y sus lúcidas sugerenc ias. 1  Para los economistas se trata de la “puja distributiva”. 2  Orden político se entiende, a su vez, como una determinada configuración de relaciones de poder (delimitada y regulada), legitimada en algún sentido de pertenencia y en un régimen de deberes y derechos de los sujetos que se constituyen en el mismo proceso político de re-regulación y re-ordenamiento, como proceso inacabado, aunque no indeterminado. (Grassi, 2003 y 2004).

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Congreso Latinoamericano y Caribeño de Ciencias SocialesFLACSO – SENPLADES - QUITO (Ecuador) Octubre 2007Panel: Política Social en América Latina en el siglo XXI: tendencias y perspectivas en el contexto ¿postneoliberal?

La política social, las necesidades sociales y el principio de la igualdad: reflexiones para un debate “post-neoliberal

ESTELA GRASSI

Presentación ∗ 

Como ha sido ampliamente demostrado, las políticas orientadas por el pensamiento neoliberal se propusieron reformar lograron socavar los sistemas clásicos de política social. Sus fundamentos remitieron, en el plano teórico-filosófico, a lanoción de ciudadanía, y en términos empíricos, hicieron hincapié en la relativa poca eficiencia de las instituciones deEstado. Por su parte, la crítica a la política social neoliberal recurrió también a la noción de ciudadanía, comofundamento filosófico-político de políticas universales y, en términos empíricos, se concentró en las consecuenciasociales de las reformas a los sistemas de las políticas sociales clásicas.

En esta presentación me voy a referir, en primer lugar, a los problemas de justificación de los derechos y políticassociales, que se solapan tras la polémica “focalización” versus “universalismo”, propuestas ambas que han referido surazones al status de ciudadanía, sea para “denunciar privilegios” o “exigir derechos”. Inscribo mi análisis en lparticularidad de la reproducción social en el capitalismo, porque allí se hallan las razones estructurales e históricas dedesarrollo de las políticas sociales. Desde ese punto de vista, éstas corresponden al modo como la reproducción social sconfiguró estatalmente. Más –o antes- que los sectores, planes y programas sociales, la política social es la manera yexpresa, el cómo y hasta donde una sociedad asegura la reproducción de sus miembros y, en definitiva, la forma comoresuelve su propia reproducción.

Mirando el problema en perspectiva histórica, las sociedades capitalistas son las que más lejos llevaron la posibilidad deasegurar la sobrevivencia y mejorar las condiciones de la misma, al haber permitido que la productividad del trabajo demás fuerzas productivas sobrepasara ampliamente las necesidades del mantenimiento de la vida. Sin embargo, dichseguridad se mantiene como una cuestión sin solución definitiva, que no es económica estrictamente, razón por la que s

disputa política y culturalmente, y por la que se explican los debates y desacuerdos en torno a las definiciones soluciones de los problemas sociales derivados de esta cuestión; definiciones que pueden encerrar a los mismos (comoocurriera) en los estrechos márgenes de la economía1.

Esas definiciones y soluciones de problemas derivados de la cuestión social, se hacen presentes en los sectores de lpolítica social (y en los planes y programas sociales), sancionados por el Estado, quien -además- delimita los ámbitos deresponsabilidad y atención de tales problemas, establece los alcances de su propia intervención y define al/los sujeto/que justifican o son la razón de tales intervenciones. Es decir, normatiza y normaliza el régimen de la reproducciónsocial.

Esta concepción de la política social se inscribe, a su vez, en una teoría que entiende al Estado y a la sociedad como unaunidad compleja, en la que aquél es simultáneamente expresión y medio de constitución de la sociedad; o, dicho lo

mismo de otro modo, la sociedad es, inmediatamente, un orden político2

cuya expresión institucional es el Estado. Edecir, Estado y sociedad no son si no manifestaciones y ámbitos de una unidad que se expresa y constituye (o s

♦ Doctora en Antropología Social. Investigadora en el Instituto de Investigaciones Gino Germani y Profesora Titular Regular en laFacultad de Ciencias Sociales- Universidad de Buenos Aires. [email protected]

∗ Agradezco a Florencia Luci la lectura detallada de la primera versión de este trabajo y sus lúcidas sugerencias.

1 Para los economistas se trata de la “puja distributiva”.2 Orden político se entiende, a su vez, como una determinada configuración de relaciones de poder (delimitada y regulada)legitimada en algún sentido de pertenencia y en un régimen de deberes y derechos de los sujetos que se constituyen en el mismoproceso político de re-regulación y re-ordenamiento, como proceso inacabado, aunque no indeterminado. (Grassi, 2003 y 2004).

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constituye y expresa) por el primero (Lechner, 1981; Oszlak, 1997).

  Teniendo como referencia este marco, voy a proponer que es posible justificar una política de seguridad de lreproducción ampliada de la vida de los sujetos3 (instituciones y normas), que no recurra a la discriminación del sujetoderivada de las intervenciones focalizadas en y por problemas sociales aparentemente sin conexión, ni a su atomizaciónresultante de la sectorialización de las políticas. Los fundamentos pueden hallarse en una teoría de las necesidadeinscripta en la necesidad –valga la redundancia- de existencia de la sociedad misma.

 Acerca de la justificación. La igualdad de los ciudadanos y el sujeto de los derechos sociales 

1. Retomo lo dicho: las políticas sociales expresan el modo (o los modos) como los Estados capitalistas resolvieron (demanera contingente y según formas y fórmulas siempre transitorias) la tensión que es consustancial a estas sociedadesentre el principio de la igualdad de los individuos (de donde deriva la idea moderna de ciudadanía), y la dependenciaoperada por la relación salarial. Principio propio del espacio político –uno-, y relación económica –la otra-. Aunque lidea rectora de la “libertad” parecía poder conjugar ambas lógicas, su experiencia se halla limitada por la desposesión delos medios para producir y reproducirse, en los dos sentidos: (a) porque el acceso a los correspondientes bienes servicios de consumo depende de las oportunidades y condiciones del empleo de las capacidades de trabajo, y (btambién porque esas condiciones constriñen las posibilidades y alcances de la participación social y política.

En ese sentido más fundamental, los alcances, sentidos e intereses que la política social realiza se disputan y se expresan

en la determinación de quién es y cómo se define quien es nominado como “merecedor” de atención y de accione(específicas o generales) y en qué radica dicho merecimiento. Históricamente, el punto de referencia es la auto-valía. Edecir, la obligación de trabajar, normalizada como moral y disciplina4, supone e impone que “todo el que puede vive dsu trabajo”, lo que hace a la persona libre de protecciones patronales5, pero dependiente del mercado de trabajo. Laintervenciones sociales del Estado contribuyeron a ese proceso y por ese medio, a la conformación del mercado dtrabajo.

La auto-valía constituyó el parámetro de delimitación del sujeto de la asistencia clásica, restringida a quienes estabanprivados de esta auto-valía (niños, ancianos, enfermos)6; exceptuados de la obligación de trabajar por razones de ordenmoral, cultural o ideológico7; y, en algunos casos, involuntariamente desempleados porque, al menos transitoriamentesu trabajo no era necesario en la producción. Estas situaciones se representaron y clasificaron en las categoríaestadísticas normalizadas por las ciencias económicas y sociales: PEnoA, PEA ocupada, desocupada, etc.

 Tales clasificaciones, canonizadas como categorías socio-económicas “reales” expresan la normalidad de la distribuciónde la población y son un recurso para su gestión, al mismo tiempo que participan de la producción de identidad dsujetos que se reconocen (nos reconocemos) entre sí y como colectivo, por la relación mantenida con el trabajo. A la vezese ordenamiento permitió el desarrollo (y a la vez se afianzó) de las regulaciones laborales, los seguros por desempleo los seguros sociales en general, que son las formas institucionales por las que las sociedades capitalistas asumieron normaron las contingencias posibles en el mundo del trabajo, generando previsibilidad al capital y al trabajador -endistintas medidas y sentidos- al asumir que, quien solo tiene sus capacidades de trabajo para vivir, se halla en una relaciónde subordinación respecto de quien controla los puestos de trabajo (por lo que puede hallarse involuntariamentdesocupado), y de desventaja respecto de quien posee patrimonio.

En ese proceso –cultural y político- se disputaron, combinaron y materializaron ideologías diversas, desde la tesis de la

3 “ A nivel de una unidad doméstica, una situación de reproducción ampliada implica un proceso en que, por encima del nivel de reproducción simple, verifique durante un período prolongado (por ejemplo una generación) un desarrollo sostenido en la calidad de la vida de sus miembros” (Coraggio, 1999136).4 En la moral se pueden hallar las prevenciones y nula legitimidad social que tienen los planes que “asisten” a quienes sonautoválidos.5 El contrato colectivo vino a completar la despersonalización de la relación laboral moderna.6 El Registro de Pobres creado en Argentina a fines 1890 establecía que los “pobres de solemnidad” contarían con el socorro gratuitde la asistencia pública; no así los “pobres”. Eran clasificados así quienes no podían sostenerse por sus medios, pero contaban conayuda familiar. Estos debían pagar una tasa de 1 peso por día en los hospitales municipales (Zimmerman, 1994).7 La mujer viuda de familia trabajadora, típicamente fue el modelo de pobre con derecho a asistencia, más aún si demostrabcondiciones de honradez y responsabilidad como madre. Más tarde tuvo derecho a pensión. También los adultos estudiantes gozande esta excepcionalidad durante el período de su formación.

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utilidad de la pobreza de los pensadores del mercantilismo (Diez, 2001)8, hasta la idea del derecho al trabajo o a laasistencia, tempranamente concebida entre los revolucionarios franceses; y la crítica radical al capitalismo, de Rousseau Marx, pasando por los socialistas (Donzelot, 2007; Morell, 2002). Pero sería con la formación de los sistemas socio-laborales modernos de la ideología del bienestar y desde que fue establecido un “salario básico”, que perdería sentido lcategoría de “ocupados pobres” (quienes estando formalmente ocupados no podrían satisfacer sus necesidades –“vivide su trabajo”-). Bajo las condiciones socio-políticas ideales de pleno empleo y una vez instituidas las protecciones detrabajo, los seguros por desempleo y la seguridad social, los “pobres” constituyeron un remanente, al menos hasta questas instituciones fueron cuestionadas y la desocupación dejó de ser un problema marginal. Sin embargo, se sabe qu

estas categorías (ocupados protegidos por la seguridad social, desocupados asegurados, no autoválidos, no activos) nolograron dar cuenta de la totalidad de “relaciones reales” que se desplegaban y a las que daban (dan) lugar los procesoeconómico-sociales en las diversas regiones de capitalismo dependiente (por caso América Latina) 9. Más aún, fueronpuestas en jaque con las transformaciones generadas al impulso de la globalización del capital y de las políticaneoliberales: con la llamada “crisis del trabajo” de las últimas décadas (que arrastró aquellas protecciones, el derecho atrabajo y el propio salario básico), los “pobres” retornarían como sujeto legítimo y central de las intervenciones socialedel Estado y los “marginados” (aquel remanente del progreso y del desarrollo) volverían, ahora, como “excluidos”. 10 

2. En su momento, el desarrollo de políticas tendientes a asegurar la reproducción de quienes están privados de mediode trabajo y/o de patrimonio, se interpretó como la institución de la ciudadanía social (Marshall, 1967). Sin embargo, esujeto de los derechos sociales no ha sido mencionado siempre o en todos lados en esos términos. Típicamente, en Argentina y en su momento de expansión, estos derechos comprendieron al “trabajador” y contribuyeron a configurarlo

como provisto de una nueva dignidad, de la que emanaban prerrogativas específicas: desde entonces (mediados del sigloXX) hubo salud, vacaciones, consumo, viviendas, escuelas, etc., para los trabajadores, los obreros o el pueblo, segúnquien nombrara. En cualquier caso, tal nominación aludía a un colectivo (supuestamente) homogéneo, cuya unidad y valía estaba dada por el trabajo. Era éste (el trabajo, que aportaba a la riqueza de la Patria y a la dignidad de la persona) eque ofrecía los fundamentos y la justificación de la “justicia social”11. Simultáneamente, en la práctica, tanto por laestructuras organizativas como por la dinámica y el peso de los actores políticos, estos servicios fueron conformándose conformando diferencias por sectores de las clases trabajadoras.12 Precisamente, estas diferenciaciones dieron sustentoempírico a la crítica del reformismo neoliberal del último período, por la “inequidad, fragmentación y corrupción” de losistemas de seguridad social: en sus términos, la reforma debía orientarse a hacer intervenir al Estado únicamente paraproteger a los más débiles, frente a quienes tenían capacidad de presión (los sectores “privilegiados” estables, protegidoy organizados en sindicatos).

La referencia reiterada al status de ciudadanos de los con-nacionales, tanto en relación con las políticas sociales como enel discurso político en general, se dio justamente, en el contexto de esta crítica y de la crisis de aquellas institucioneconformadas por referencia al sujeto del trabajo. Esta referencia a la ciudadanía tuvo (tiene) al menos, dos sentidos quecorresponden a contextos de discursos contrapuestos. Por un lado, en el ya aludido de los reformistas, típicamentliberal-economicista, en el cual “los ciudadanos” son equiparados a los agentes del mercado en sus comportamientosiguales en tanto sujetos racionales dispuestos a actuar de acuerdo a sus intereses. O, en su versión políticcomplementaria, individuos solidarios de una comunidad civil pre-política. Desde ese punto de vista “economicista” 13

8 Esquemáticamente, la idea es que únicamente un estado de necesidad permanente puede obligar al hombre a trabajar. Entrnosotros, el fundador de los cursos de Higiene Social en la Facultad de Medicina de la UBA, a principio del siglo XX, Dr. GerminaRodríguez, decía lo siguiente: “La pobreza no puede ser considerada como un mal social, y si ella es un mal social, será un mal natural, porque está ela naturaleza de la vida social que el hombre debe trabajar para subvenir su necesidad cotidiana, y no puede ser considerado un mal, porque ella es condición de todo progreso humano, porque solo por necesidad, el hombre se esfuerza. En verdad, la falta de necesidad es un mal. En cambio sí la miseriauna plaga social" (citado en Alayón, 2007).9 Los conceptos de sector informal de la economía, ejército de reserva, masa marginal, producidos desde los años 70, dan cuenta deestas particularidades.10 Un buen ejemplo es la Argentina actual: casi la mitad de los asalariados privados no están registrados y no son alcanzados porninguna política social (no son objeto de ninguna denominación, salvo el general “trabajadores en negro”, por parte de estainstituciones) y los especialistas no aciertan y no acuerdan respecto de su perfil, su papel en la producción, sus condiciones en generapara ser definidos como sujetos de alguna política.11 Peronismo y justicialismo nombraban al mismo movimiento político con el que se conformaba la clase trabajadora en la Argentinaen oposición, incluso, a sus expresiones políticas clásicas (socialismo, comunismo, anarquismo).12 Estas diferenciaciones resultaban y expresaban la criticidad del sector económico al que pertenecían los gremios, tanto como epeso y poder político que lograban los sindicatos y dirigentes (Danani, 2005).13 Toda la vida social se subsume y asimila a la lógica del funcionamiento del mercado capitalista.

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las protecciones a algunos sectores de “autoválidos” serían inequitativas si los bienes y servicios están disponibles en elmercado para quienes estén dispuestos a procurárselos. Por lo tanto, las intervenciones del Estado debían limitarse aprocurar o complementar la provisión de aquellos en cuyo suministro el mercado no puede ser enteramente eficiente (eejemplo típico es la provisión de educación básica, para la igualdad de oportunidades iniciales), o para “compensar” quienes resultaban especialmente perjudicados por el relanzamiento de la autorregulación de los mercados, o parsubsidiar a los segmentos más lábiles de la población14. Para la versión “política de una sociedad pre-política”, se tratabde dejar emerger los sentimientos solidarios de la sociedad civil, autónomamente organizada para asistir a los miembrosdesfavorecidos de tal comunidad. Esta corriente daría lugar a la proliferación de las “organizaciones de la sociedad civil”

a la neo-filantropía y a la reactualización del mecenazgo15. Se constituiría, asimismo, en una decidida política de Estadoque hacía parte del sentido de la política social.

En cuanto en este contexto discursivo se supone al ciudadano como un sujeto capaz de aprovechar las oportunidades demercado (también de trabajo), se justificó la restricción de las prestaciones y servicios de alcance universal. En emercado, quien trabajara tendría la libertad de elegir entre distintas ofertas (de seguro y previsión, de educación y hastade salubridad ambiental). Por su parte, los desprovistos de los recursos para aprovechar estas oportunidades, podríanencontrar “ayuda” del Estado y solidaridad en la sociedad civil.

Con estos contenidos, la referencia a los “ciudadanos” (y a la sociedad civil), solapaba la dependencia en la producciónsubordinación que finalmente se hizo manifiesta en las extremas condiciones de reproducción de la poblacióntrabajadora, derivadas no solamente de la desocupación, sino también de las condiciones del empleo.

El otro contexto discursivo en el que la ciudadanía devino en referencia, fue el de la crítica al reformismo neoliberal y dresistencia a las reformas, para fundamentar y afirmar –en este caso- el principio de la universalidad de la política y loderechos sociales, su protección por el Estado y su exigibilidad por parte de todos los sectores y grupos socialesevitando la estigmatización a que daban lugar las ayudas focalizadas. Es decir, para reclamar la intervención directa deEstado en la provisión de bienes y servicios que aseguren la satisfacción de necesidades sin discriminación de grupos opoblaciones sindicadas como necesitadas. Los planes de asistencia alimentaria y, principalmente, los de asistencia labora(los famosos planes de empleo) ocuparon el centro de la crítica precisamente porque constituían un “sujeto incapaz”, lo sumo provisto de habilidades innecesarias. Fueron esos planes los que, en los planteos más radicales, debían sereemplazados por un ingreso universal (el ingreso ciudadano), sin discriminación de la condición socio-económica desujeto.

Es decir que, en su momento, la noción de ciudadanía sirvió tanto para justificar la política focalizadora y tercerizadorade las intervenciones sociales, como para su crítica y exigencia de universalidad sostenida por el Estado.

3. ¿Dónde radica el problema y cuáles son los límites de esta apelación? En primer lugar, el sujeto de los derechos deciudadanía (y también de los deberes), es el individuo. La libertad en general, la libertad de conciencia, el derecho a elegia los gobernantes y a ser elegido, a ser protegido por la ley, a no ser torturado, a decidir sobre la vida privada, a disponerdel propio cuerpo, etc., son derechos que radican en el individuo, cuyas libertades prevalecen (teóricamente) sobre otrointereses16. A su vez, la única instancia de referencia de los mismos es el Estado que, al instituirlos se obliga a sucumplimiento, por lo que, simultáneamente, tiene la capacidad de obligar a que se cumplan17. Es la idea liberal modernde igualdad y libertad de las personas individuales la que les otorga los fundamentos y permite que –potencialmenteninguna otra pertenencia (religiosa, de género, étnica, etc.) particular pueda ser legítimamente argüida en su limitación ocomo privilegio. Cuando estas diferentes pertenencias son constituidas y argumentadas como motivos de desigualdadsubordinación o discriminación de un grupo social, esas relaciones a que dan lugar contrarían aquellos principios d

igualdad y libertas (y así consta en las Constituciones liberales). Las diferencias son, así, un recurso ideológico ddominación que, como tal, se desbarata en la lucha y en la argumentación política, sin que ello contravenga un principioestructurante de las sociedades capitalistas. De igual modo, las opciones privadas no pueden ser fundamento dedesigualdades ante la ley. O, si se prefiere, éstas pueden ser denunciadas por ser contrarias a los derechos de las personasPor eso, reconocidos los derechos reclamados (por las mujeres, las comunidades sexuales, los grupos étnicos, etc.)

14 El ex Presidente Duhalde lo sintetizó así: “El mercado es para los ricos; el Estado es para los pobres ”.15 Los años 90 estuvieron plagados de campañas de solidaridad diversas (Grassi, 2004).16 Salvo el interés superior de la Nación, por lo que los ciudadanos pueden ser enrolados para su defensa.17 El voto obligatorio, por ejemplo.

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teóricamente queda eliminada la discriminación negativa construida sobre la diferencia18. Obviamente, se desestructuran(reestructuran) relaciones de poder, pero se trata de estructuras y principios estructurales no consustanciales acapitalismo, ni al individualismo liberal de la modernidad19. De hecho, son estas corrientes de ideas las que ofrecen loargumentos para la lucha por “derechos iguales”. Dicho de otro modo, la eliminación formal de ese tipo ddiscriminación viene a realizar “plenamente” (aunque sea en teoría) los principios de la igualdad y la libertad, ampliandola base de quienes son libres e iguales aunque en algunos casos se requieran de intervenciones normativas qu“discriminan positivamente” para hacer efectiva la igualdad de oportunidades (lo que no quiere decir que esaintervenciones sean necesariamente eficaces)20. La eliminación de obstáculos (o la ampliación de la base de ciudadanos

supone la transformación progresiva de estructuras y de la vida social, en dirección de mayor igualdad y mayor libertadpara las personas21.

4. Ahora bien ¿cuál es la particularidad de los derechos sociales? Como introduje antes, éstos se originan en (y suexistencia asume), la condición subordinada de grupos sociales constituidos por (o en) una relación estructurante decapitalismo moderno: la mercantilización del trabajo22. En esa relación, los trabajadores (productores de la riquezsocial), como colectivo, constituyen la razón de la institucionalización de esos derechos específicos, que smaterializarán, incluso, en los “consumos colectivos” (en un sistema público de mantenimiento de la fuerza de trabajo)2

o en sistemas socializados o colectivizados sin los cuales, como lo muestra la historia del capitalismo, la reproducciónampliada de la fuerza de trabajo no es posible24. La seguridad y los seguros sociales (cualquiera fueran sus tipos) y loderechos laborales, son límites políticos al desigual poder que impone aquella relación que es estructurante (si se quierecondición sine qua non   ) del capitalismo. Se trata de fórmulas de compromiso que permiten la reproducción; que, en

palabras de Castel (2004), “domesticaron al capital” , sin negar ni anular la relación misma. Por lo tanto, la seguridad relativde la reproducción para las clases trabajadoras (en sentido amplio, de todos los que dependen del empleo de sucapacidades), radica en la intromisión normativa en la relación estructurante del capitalismo, y en la institución drecursos para la reproducción que limiten la absoluta dependencia del empleo.

La constitución de los derechos sociales en derechos de ciudadanía conllevan aquella tensión: instituidos en nombre de lciudadanía la pretensión de igualdad co-existe con una relación desigual estructuralmente insuperable. Si se quiere, existtensión entre el status de ciudadanía y los derechos sociales, porque aquella presupone individuos iguales, y este tipo dderechos ponen de manifiesto ese núcleo de desigualdad estructural y se instauran en relación a un colectivo, cuyreproducción socializan parcialmente. Es que, sin intervenciones específicas, la auto-valía para “ganarse la vida” no esuficiente para asegurar la misma25, aunque ella sostiene la autovaloración del trabajador y es una referencia de lintegración de la sociedad en el capitalismo.

18 La unión legal de las parejas homosexuales, por ejemplo.19 Las interpretaciones que hallan una funcionalidad completa, principalmente con las necesidades del capital, no resultanconvincentes teóricamente, ni se demuestran empíricamente.20 Un ejemplo típico es el cupo femenino en las listas de candidatos de los partidos políticos. Para preservar el derecho de lamujeres, la norma limita el poder culturalmente construido de los varones.21 En el extremo, el riesgo es el individualismo negativo, cuando la solidaridad, la cooperación y la comunidad dejan de ser posibles la alternativa es el puro egoísmo. Asimismo, no se desconocen las tensiones irresolubles del universalismo, como las que plantea ldiversidad cultural. Está claro que los Derechos Humanos y los Derechos del Hombre son universales para la modernidad culturalPero esa es otra discusión; para el problema que se plantea en este trabajo, el contexto está dado por la modernidad capitalista y ederecho y el sujeto del derecho en ese universo socio-cultural.22 “El conjunto de estos derechos sociales formará lo que se había convenido en denominar su estatuto… el estatuto colocaba a su beneficiario en usituación de protegido de la sociedad, en proporción a los perjuicios que le infligía la división social del trabajo… La introducción de los derechos sociales  fines del siglo XIX permitía así cambiar una reivindicación general de justicia social por una protección local de la colectividad hacia aquellos de smiembros que corrían un riesgo particular” Dado que la irracionalidad en la producción encontraba su fuente en el espíritu del beneficio individual, racionalidad social se orientará a reducirla anteponiendo siempre el principio de lo colectivo… con “las convenciones colectivas (…) el obrero, en su contrat ya no negociaba personalmente su salario, sino que disponía desde el comienzo del salario reconocido a todos los obreros de su condición… (Donzelo2007: 101-104).23 Típicamente, la infraestructura urbana.24 Se trata de un factor de la producción que no puede consumirse hasta su agotamiento sin poner en riesgo la reproducción del cicldel capital. Según algunos diagnósticos recientes, en la actualidad las empresas se encuentran frente a la escasez de mano de obra colas competencias adecuadas, lo que indicaría que a cierto nivel existe pleno empleo de las capacidades disponibles. Visto desde otrperspectiva, la reproducción de trabajadores en condiciones de ofrecerlas es una necesidad del capital.25 Como dicen Boltanski y Chiapello (2002: 357) “cada vez son más frecuentemente excluidos de los salarios pagados los costes que se generan coanterioridad al empleo (educación, formación, mantenimiento durante los períodos de inactividad y reposo) o con posterioridad al mismo (reconstitución de l fuerzas, del desgaste y del envejecimiento), sin contar con que las consecuencias de la intensificación del trabajo sobre la salud física y mental no son positivas

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 Reproducción e integración de la sociedad 

El tema de la integración social es un viejo problema, sino el primer gran problema de la ciencia social y refiere, en últiminstancia, a la posibilidad de existencia de una comunidad social abstracta (la Nación), autoidentificada y simbólicamentrepresentada por el Estado.26 Desde los padres fundadores, lo que preocupó han sido los contextos y mecanismos dintegración en las sociedades capitalistas modernas, una vez que las formas tradicionales de cohesión (los mandatoreligiosos y morales, las jerarquías, etc.) resultaron sobrepasadas por las nuevas relaciones que producía el avance de

mercado, en cuyo seno los intercambios se sostenían en una lógica que adquiría la apariencia de un movimientoautonomizado. Y cuando los Estados nacionales subsumieron en una identidad abstracta (la nacionalidad) lapertenencias e identidades locales de comunidades diversas y dispersas, como es el caso de la Argentina.

Para quienes hallaban en estas transformaciones un resultado del movimiento o evolución natural de la sociedad humanaera el mercado el que operaría naturalmente una nueva integración producida por la interdependencia dada por losintercambios entre personas libres de mandatos morales. Para quienes como Durkheim descreían de tal a-moralidad dlos intercambios, el nuevo orden debía dar lugar a una nueva moralidad propia acorde a la interdependencia ycooperación que imponía la división social del trabajo. La “solidaridad orgánica” propia de ésta no se derivaba, en suconcepción, del intercambio entre individuos, sino del sistema de deberes y derechos a que daba lugar, que resultaba emodo de asegurar el concurso pacífico y regular de las funciones divididas . “La división del trabajo no coloca frente a frente a individuos  –dice Durkheim (1893) 1995: 477-78) - sino a funciones sociales... y es la sociedad la que se halla interesada, pues ... su existenci

depende de eso y tanto más estrechamente cuanto más divididas se encuentren aquellas.”  (Ibid)

La insistencia de Durkheim en la moral expresa su confrontación con “los economistas [que creían] que las sociedades humana podían y debían disolverse en asociaciones puramente económicas” (Ibid). Se advierte, sin embargo, que una parte de ellos (y depensamiento economicista en general) siguió sin descubrir a la sociedad más allá de los intercambios mercantiles, yreavivó en las últimas décadas, la expectativa en que esos intercambios serían los que operarían una integraciónespontánea, y no normativa. La insistencia en la desregulación y en la flexibilización de la legislación laboral primero, y e“ocupacionismo” o el empleo a cualquier precio y en cualquier condición, luego, son su expresión más reciente.

En cualquier caso, la teoría social moderna recoge el hecho de que en adelante, el mundo de la producción impondría loprincipios de estructuración del conjunto de la vida social, por lo que la integración social, entendida como coparticipación y como reciprocidad de prácticas y mutuo reconocimiento, tendría como principal referente al mundo de

trabajo, particularmente por vía y para los varones adultos27

.Para las corrientes funcionalistas el problema de la integración se planteó en dos niveles: el de los sistemas y el de lacultura, y los correspondientes ajustes (o desajustes) entre los imperativos del sistema y los patrones de orientación valorativa. Los conflictos entre estos órdenes (entre las exigencias de consistencia en la formación de los valores y loimperativos funcionales) hallarían diversos mecanismos de absorción, pero podrían también tornarse en hechoproblemáticos y derivar en patologías. Así, los comportamientos desajustados o las inconsistencias o la falta de normade marginales sociales, constituyen un problema social pues desafían la capacidad integradora de las instituciones yexigen medidas de control y/o represión más drásticas para asegurar la integridad del sistema y la integración social.

Si en esta versión organicista se desestimaba el conflicto como desajuste, tiene la obvia ventaja sobre el economicismo dintroducir a las instituciones sociales y la dimensión normativa, aunque aquellas vuelvan a naturalizarse al hacerse partede esa organicidad, y ésta resulte en un entorno, o por encima de las relaciones en el sistema.28 

En América Latina, en el marco de las tensiones producidas por la expansión del capitalismo y la modernización político

 26 No es este el lugar para extendernos, pero hay que dejar constancia de que tal autoidentificación reconoce una historia de sformación y de su reproducción; no existe “naturalmente” ni se mantiene inalterada, sino que es disputada en el marco de laexpresiones simbólicas de las relaciones de poder. Puede verse Lechner, 1981; Oszlak, 1997.27 Corresponde esta aclaración precisamente para advertir acerca de otros ámbitos de integración y para no desestimar como sujetodigno de consideración para este problema a las mujeres. Por mucho tiempo excluidas del mercado de trabajo, no por esconformaron algún tipo de marginalidad o desajuste.28 Esta condición de “entorno o mundo supra orgánico” se reitera en las corrientes que introducen la cultura en el estudio de loscomportamientos en ámbitos determinados: ejemplo son las nociones de “cultura política”, “cultura institucional”, etc.

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cultural en la mitad del siglo XX, el funcionalismo reprodujo esta representación frente a los problemas de disloque delas sociedades locales, en términos de capacidad adaptativa o de resistencia cultural al cambio29   por parte de las poblacionenativas. En este caso se trataba de la inadecuación entre los sistemas culturales tradicionales y los imperativos de lamodernización lo que dificultaba la adaptación. Mientras se entendió al Estado como un agente activo del desarrollo, sele atribuyó la función de generar las condiciones y movilizar a las poblaciones para su adaptación. Desde estos puntos d vista la marginalidad resultaba un problema de “retraso cultural” a superar, y suponía acciones y políticas dirigidas a laintegración social de los grupos que quedaban rezagados. El problema era, entonces, una cuestión de desajuste entreestos órdenes, que afectaba tanto la integración social, como la sistémica: marginalidad socio-cultural y subdesarroll

económico eran los términos que expresaban estos desajustes en las regiones “no desarrolladas” del mundo.

 Tal como reseñan los críticos del concepto (Nun, 196930; Bennholdt-Thomsen, 1981), el término “marginalidad” tuvoconnotaciones ecologistas, al referírselo a los conglomerados precarios propios de las grandes ciudades latinoamericana(las villas miseria en Argentina; las favelas, en Brasil); se hizo extensivo a las condiciones de vida y de trabajo de talepoblaciones, y se asoció a segregación (residencial) y exclusión (del mercado formal de trabajo, del consumo y dderechos políticos y sociales), y finalmente, se trató también como limitada participación social.

Las críticas a estos enfoques que, en última instancia suponen una sociedad integrada respecto de la cual los marginaleexisten como excrescencia o como rezago, pusieron el acento, precisamente, en el tipo de modernización y de desarrollocapitalista, del que era estructuralmente parte y no rezago, la marginalidad. Sin embargo, no había consenso respecto detipo de vinculación de estos sectores, particularmente con el sistema productivo. Las diferencias más significativas s

daban en relación con la participación y con el tipo participación de esos conjuntos en el sistema en general, y enparticular en el sistema económico. Mientras que Nun reconocía la formación de una masa marginal, a-funcional desdel punto de vista de las necesidades del sistema (fuerza de trabajo y consumo), otros autores encontraban que sueconomías se hallaban articuladas al sistema formal por distintos medios, entre ellos, aportando al mantenimiento defuerza de trabajo que participaba intermitentemente del mercado formal. El concepto de articulación de modos de produccióse confrontaba, así, al de masa marginal .

En cualquier caso, la marginalidad resultaba como una consecuencia estructural del tipo de modernización de las excolonias y de los países periféricos. El objetivo de la integración propuesto por los Estados y promovido por accionediversas, se leía como una estrategia de poder o un reformismo inaceptable. Para quienes estudiábamos en los 70, la solamención de los términos “integración”, “adaptación”, etc., tenía una connotación negativa, si no abiertamentreaccionaria. La crítica al Estado capitalista como “aparato de dominación” completaba esta concepción y, en

consecuencia, las políticas sociales no eran más que un medio en ese objetivo y, aún más, una forma de abaratamiento dla fuerza de trabajo para el capital. Un pensamiento funcionalista larvado no era ajeno a esta simplificación.

Este somero repaso es necesario para re-ubicar el debate actual sobre la exclusión social y particularmente, sobre laintención de inclusión como aparente movimiento de vuelta. Como sabemos, hace ya tiempo que los acontecimientotrajeron de nuevo estos temas a la palestra, tanto porque el tamaño de la población “marginal” no disminuyó (y enalgunos casos ocurrió a la inversa), sino también porque aquella función del Estado en la integración social por la vía dpolíticas sociales (que para la crítica de izquierda era una estrategia de dominación), fue puesta en cuestión desde lacorrientes de pensamiento que expresaban la opción por una más descarnada priorización de las necesidades de lacumulación. El problema social fue así desestimado por las políticas que bregaron por la adaptación del aparatoproductivo a las estrategias globalizadoras del capital, y el bienestar general que sería el producto de la integración fue polo menos subordinado en los objetivos de las políticas públicas.

Dicho en otros términos, las ideologías y políticas (y teorías) neoliberales retrotrajeron el problema de la integraciónsocial a la concepción primitiva de su realización por los intercambios en el mercado, libres de toda moralidad. O, en emejor de los casos, por la participación en el trabajo, cualquiera se la calidad y condición de la ocupación, dando porhecho que el trabajo por sí mismo portaría los valores que asegurarían la integración.

No es necesario insistir en las consecuencias sociales del olvido de las funciones políticas de integración social. Convien

29 Estos comportamientos abarcaban a las oligarquías locales, acostumbradas al consumo suntuario de sus rentas y poco dispuestas la inversión productiva.30 El artículo citado de 1969 está incluido en el libro  Marginalidad y exclusión social (2003), que incluye los escritos producidos por eautor en distintos momentos.

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sí revisar los usos del concepto en la producción teórica y práctica en el campo de las políticas sociales, dado que,como sabemos, la definición de un problema no recoge lo que está dado con anticipación a la definición, sino que loconstituye como tal. Las preocupaciones por “quienes están o quedaron afuera” volvieron en la medida que se amplió e  volumen de población cuyas posibilidades de ingresar o reingresar al mercado de trabajo se hicieron más remotacuando las restricciones en el acceso al consumo se hicieron más rígidas y alcanzaron a una población más numerosa, yen la medida también, que los contrastes sociales alcanzaban manifestaciones cada vez más evidentes: desde lamendicidad a la violencia en sus diversas manifestaciones. Fragmentación, heterogeneidad, nueva pobreza, exclusiónfueron los conceptos que simultánea o sucesivamente intentaban interpretar y expresar el disloque social que s

producía. Pero predominantemente, esas expresiones de preocupación parecen haberse vuelto sordos a las tensiones quse derivan de las necesidades en el nivel del sistema económico, y aquellas que son propias de la reproducción de la vidatensiones que el Estado (en tanto forma institucional de la sociedad) reguló con cierto equilibrio durante el período en eque se institucionalizaron políticas sociales que conllevaban alguna pretensión de integración social, en el sentido antedicho de “participación y mutuo reconocimiento”. El descuido de esta función, tras el supuesto de que la realiznaturalmente el mercado, debilitó los mecanismos políticamente instituidos que al menos en parte las realizaban, y obligóa expandir los mecanismos de control social, incluyendo la diversidad de planes sociales de asistencia y de asistencialaboral que, como mínimo, reforzaban la estigmatización.

 Ahora bien, precisamente este descuido y estas creencias dieron lugar a la noción de “exclusión social”, para expresar unmecanismo intrínseco a la pretensión de “natural autoajuste” del sistema económico. Esta noción tendió a diferenciarsedel concepto clásico de marginalidad, porque desde el punto de vista de la interpretación teórico-política dominante, e

problema ya no se planteaba propiamente en términos de desajustes funcionales, posibles de corregirse por vía de lapolíticas, sino a lo sumo como desarreglos “normales”, propios de los arreglos naturales en el mercado. Es decir, dadoque se trataba del predominio de éste como único ordenador, la “desadaptación” era algo parecido a un costo natural deun orden también natural. Por otra parte, la “exclusión” del mundo del trabajo puede entenderse también comoseparación, incluso, de la explotación, al tratarse de fuerza de trabajo que no se realiza; es decir, no produce ningún valor

Pero pronto el término pasó de referirse a las características de una concepción y de una política y de un estado de larelaciones sociales, cuyos efectos eran socialmente devastadores, a nombrar a la gente y/o grupos sociales expoliados yexpropiados de los derechos, como “excluidos” por lo que carecen como individuos o grupos. En estconceptualización se fue perdiendo de vista las propiedades estructurales, las relaciones y el proceso de constitución duna categoría social -los excluidos-, que pasó, así, a existir  per se. El ingreso, el trabajo y la educación básica resultaronestar entre sus carencias, lo que justifica y explica innumerables esfuerzos para su inclusión .

Dado que el término inclusión  perdió (o acaso nunca tuvo) densidad teórica, resulta útil recurrir al diccionario parempezar a comprender sus significados y efectos teóricos y políticos. En el de la Lengua Española31 se dice que incluir e“poner algo dentro de otra cosa o dentro de sus límites”. Por el gusto de comparar, se puede leer que integrar , por su parte, quierdecir “constituir un todo; completar un todo con las partes que faltaban; hacer que algo o alguien pase a formar parte de un todo”. Comose ve, ya en el lenguaje no teórico se expresan diferencias que guardan similitud con las que se plantean en los términodel funcionalismo de la modernización. Como señalé antes, la preocupación por la superación de la marginalidad, maque bien suponía un contexto de cambios sociales y de una sociedad que se estaba constituyendo, que evolucionaba hacisu modernización y que se esperaba integrada. La idea de inclusión parece más acorde con un contexto o red conceptuacon la que es afín la idea del fin de la historia, y la versión rifkiana 32  del fin del trabajo, como resultado ineluctable dedesarrollo tecnológico: no parece haber otra vida más allá de la que ofrece el neoliberalismo. Mientras los conceptos demarginalidad y de integración social (y por lo tanto, las políticas y las expectativas de cambio), se sostenían y sdisputaban en sus contenidos y significados en el marco de teorías sociales sustantivas, los términos corrientes a los qu

 velozmente se redujo el problema de la exclusión y la inclusión, operan básicamente a nivel del diagnóstico y con un altogrado de generalización e indefinición. Junto con el empobrecimiento de la sociedad, parece haber ocurrido unempobrecimiento de la teoría y carecemos de conceptos y redes conceptuales que aporten a una mejor comprensión dlos procesos sociales y de las propias prácticas. Y aún cuando hay aportes que iluminan un camino en esa dirección(Pucciarelli, 2002; Nun, 1999 (op. cit.), quedamos atrapados en las medidas de emergencia (cuya necesidad no discuto enabsoluto) o en los discursos de oposición.

31 Diccionario de la Lengua Española, 22° edición. http://buscon.rae.es32 El fin del trabajo. Nuevas tecnologías contra puestos de trabajo: el nacimiento de una nueva era, de  Jeremy Rifkin, publicado en Buenos Aires poPaidós (1997).

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 Es cierto que, como recuerda Nun (op. cit.), aquella perspectiva teórica de la marginalidad conformó un modo deinterpretar el problema que se detenía en un supuesto conjunto de rasgos culturales que se hacían resistentes a loscambios (del que fue tributario el concepto de “cultura de la pobreza”), mientras escamoteaba las relaciones económicay políticas a las que se articulaba el desarrollo en América Latina. También es cierto que la integración se simplificó etérminos de una “ingeniería social”, instalándose en el territorio del mito (Ibid: 21) de un sistema capaz de absorber a lomarginados. Precisamente por eso tenemos la impresión de que “parte de la película ya la vimos” y que esas críticapodrían trasladarse sin más al presente. Sin embargo, en las condiciones presentes es necesaria una vuelta más de tuerca

porque la idea corriente de inclusión social de los excluidos pareciera haber incorporado de manera a-crítica el supuesto de laimposibilidad de absorción alguna, por lo que una parte de los esfuerzos pasan por desarrollar estrategias de inclusión enespacios intersticiales del sistema, asegurando la supervivencia y algún grado de contención social, aunque nonecesariamente la reproducción en un sentido amplio y la integración social en el sentido dicho al inicio, comoparticipación y mutuo reconocimiento; es decir, de apuesta a una sociedad integrada.

Repasar las críticas a las teorías de la marginalidad de los años del optimismo modernizador, y más aún, los debateteórico-políticos que suscitaron esas críticas y elaboraciones como las de “masa marginal” (Nun, op.cit.) nos alerta acercde nuestra insuficiente reflexión teórica, porque en muchos sentidos se están planteando los problemas y las críticas enlos mismos términos que entonces, con el agregado de que éstos se vieron agudizados a lo largo de las últimas décadasdurante las cuales, además, el debate fue solapado y se reinstaló el principio de la integración por el mercado y, aún másde que la sociedad termina en los intercambios (también de trabajo). En este sentido, es oportuno parafrasear a Nun

(op.cit:19), para prevenir acerca del concepto de “inclusión”, pues es particularmente tramposo, aunque esté lleno debuenos sentimientos .

Necesidades sociales; necesidades de la reproducción 

Se entiende, entonces, por qué la política social es más que los planes y programas e intervenciones puntuales, pues porella se expresa (y se produce), un modo de realización de la reproducción que supone criterios de (a) mayor o menosocialización en lo relativo a la satisfacción de las necesidades; y (b) mayor o menor cantidad y calidad de losatisfactores. Además, como pretendo fundamentar a continuación, estas cuantías (c) expresan y producen distincionesociales (y por lo tanto por ellas se contribuye a constituir sujetos provistos de diferentes atributos. (a), (b) y (c) puedenser reconocidas como propiedades de diferentes regímenes33 de reproducción social y de participación en la sociedad. Ensíntesis, las políticas sociales conllevan un concepto de “necesidad” implícito, del que depende la determinación d

aquellas a cuya satisfacción se orientarán de manera explícita las intervenciones en política social, y a quienes les sonatribuidas y reconocidas.

Lo que voy a sostener en este punto es que el concepto de “necesidad” que implícitamente subyace en las políticassociales en general, así como en los debates clásicos es, en buena medida, deshistorizado y a-social. Lo primero smanifiesta en la consideración de las necesidades y satisfactores como conjuntos objetivos y objetivamente clasificables(1); a la vez, la radicalización del individuo como sujeto de las mismas las abstrae de la sociedad (2). Si se revisa econcepto desde el punto de vista de la reproducción social es posible advertir que es la vida social (cualquiera sea sucalidad y deseabilidad) la que se reproduce por tales satisfactores (3).

a.- Las necesidades como conjuntos objetivos y objetivamente clasificables. En general, hay acuerdo en que alimentaciónabrigo, salud y educación corresponden a necesidades básicas , lo que nos hace suponer que su no satisfacción einconcebible en y para condiciones normales del desarrollo de la vida social. En el transcurso de la formación de lo

derechos sociales y de las instituciones estatales respectivas, cada uno de estos grupos dio lugar al desarrollo de sectoreespecíficos de políticas: alimentarias, de vivienda, de salud y de educación, respectivamente. Cada una de ellas suponeademás, estándares mínimos de cuyo resguardo serían custodios los respectivos organismos encargados de estas políticasy, en última instancia, la propia Ley fundamental de la Nación. Más allá del incumplimiento de estas funciones y de lexistencia de población con necesidades básicas insatisfechas o con ingresos que no cubren los costos de una canastbásica alimentaria (es decir, del indicador de un estado de indigencia) nadie ignora que los básicos o estándares a partir d

33 Uso este término en el sentido de modo general de producirse la reproducción, que incluye las normas escritas y no escritas o quson de uso, pero que en conjunto pueden reconocerse y se realizan en las prácticas de las instituciones respectivas; y  propiedades comcaracterísticas articuladas, y relativamente institucionalizadas. Sin pretender ser precisa, me apoyo en la definición de propiedadeestructurales de Giddens (1995: 397).

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los cuales éstas se dan por satisfechas, son materia de debate técnico y disputa política34. Una vez acordados losbásicos, se admite menos (o nada) que en su discusión se expresa de manera paradigmática la disputa simbólica por ldiferenciación y distinción social, aunque ésta se lleve a cabo en términos estrictamente técnicos. Dicho en términobourdianos, estas definiciones son también formas de “enclasamiento”.

 Ahora bien, una vez reconocida la existencia de necesidades básicas (y fijados sus valores35 cualquiera sea la amplitud déstos), se debe suponer como consecuencia la existencia de otro conjunto de necesidades no básicas, sin cuysatisfacción “se puede vivir” y respecto de las cuales puede no haber responsabilidad social, entre otros fundamentos

porque procurarse su satisfacción es de interés y elección de las personas por su propio beneficio. Habría que derivatambién que éstas son las necesidades propiamente sociales o culturales , lo que lleva inmediatamente a considerar a laanteriores como naturales y universales (o a la inversa) 36. Por último, el conjunto anterior da lugar a otro, las consideradasuperfluas ( no propiamente necesarias), cuya definición porta una carga negativa: son las que se impondrían por la moda, por emercado, por el consumismo, etc., en cuyo caso el sujeto se hallaría en la situación pasiva de sentir una necesidad “quno es verdadera” (el televisor, la zapatilla de marca, al teléfono celular, a medida que el mercado incorpora nuevosproductos y avances tecnológicos). Estas necesidades corresponderían a un sujeto alienado y condicionado por emercado. No obstante, debe observarse que esta carga negativa no tiene alcance universal, pues como sabemos una partde la población las satisface sin mucho prurito (incluso quienes así las definen). En las mediciones, están asumidas en e“consumo suntuario” de las clases medias y altas. Dicho de otro modo, su negatividad y superficialidad son relativas37.

La clasificación y determinación de las necesidades como conjuntos objetivos desprovistos de efectos prácticos en l

constitución de las diferencias (y de las exigencias que plantean los diferentes grupos sociales), supone y requiere de unautoridad “legítima”, con capacidad para clasificar (es decir, para proporcionar los criterios y los datos acerca de lobásico para vivir, de las verdaderas necesidades y de lo que es superfluo y para quienes); y la disposición de los medios“legítimos” para sancionar estas clasificaciones como verdaderas38. Para el caso de las políticas sociales se trata de locriterios de objetividad técnico-científica: sociólogos, trabajadores sociales, médicos, antropólogos, economistas ocientistas políticos, participamos de sus definiciones e incluso podemos operar como recopiladores de las que, en algunaconcepciones más ingenuas, serían las “necesidades sentidas” de la gente, y por lo tanto, verdaderas (cuando se incluye epunto de vista de los beneficiarios). También se establece la autenticidad de las necesidades por la autoridad intelectuareligiosa o ideológico-política, lo que en general se expresa como sanción moral39.

b.- La radicalización del individuo como sujeto de las necesidades. Me refiero con esto al hecho de que en la clasificaciónde éstas como “sociales” y en el reconocimiento de su condición de “históricas”, las diferencias de orden social y cultura

34 No se ignoran tampoco las cuestiones de orden “cultural” para definir los satisfactores y ahí están los componentes de la canastabásica alimentaria como prueba de que “la cultura” es tenida en cuenta35 El consumo mínimo calórico para los alimentos, o la prestación mínima obligatoria (PMO) en materia de salud, por dar ejemplos.36  Quizás paradigmática manifestación de esta cuestión eran las manifestaciones públicas de un ex ministro de Economía d

  Argentina, el Dr. Domingo Cavallo, cuando fundamentaba su política de limitación del consumo para mantener controlada linflación, y sus propios ingresos. En este último caso, al principio de su gestión justificaba sus ingresos en la necesidad de educar sus hijos en uno de los colegios privados de más alto costo, mientras se negaba a disponer aumentos de salarios que habían sidoampliamente superados por la crisis inflacionaria; y más tarde, cuando el haber de las jubilaciones se hallaba en sus niveles más bajoy la mínima estaba por debajo, incluso, de la línea de pobreza, se oponía a pagar el aguinaldo a los beneficiarios antes de las fiestade fin de año para que “no se lo patinen en pan dulce y sidra”. La lista sería larga, pero basta recordar las diferencias en la calidad ediliciy equipamiento escolar, la práctica formalizada de enviar a los maestros con menor experiencia y capacitación a las escuelas rurales omás alejadas de los centros urbanos, el desinterés por la “hotelería” de los hospitales públicos, etc. son formas prácticas de hacer ldistinción y constituirla simbólicamente.37 Véase Diez (op. cit) acerca de la noción de “lujo” y su relación con la universalización del consumo y los hábitos respectivos de laclases trabajadoras.38 Raggio (2005: 45-47) recoge diversos esquemas de clasificación, y algunos esfuerzos dignos de mejor causa.39 Aún en las corrientes identificadas con el Desarrollo Humano se define como pseudos satisfactores a aquellos dirigidos a cubri“necesidades creadas por el capital” (Raggio, op. cit., 42). Una definición a-histórica de este tipo, olvida además, que las mercancíano son sólo bienes y las necesidades sólo “materiales”: el consumo y las necesidades portan significados, son inmediatamentsímbolos y signos de “distinción”. ¿Qué hizo o hace reprobable que la “clase media no ilustrada viajara a Miami durante la vigenciade la política monetaria que fijó la equivalencia del peso y el dólar en un valor de 1 a 1; o que “los pobres” tengan celular o antensatelital?. La distinción entre el reconocimiento de necesidades básicas (para unos) y la legitimidad de lo que llamamos “consumosuntuarios” (para otros) no encuentra fundamentos en una razón objetiva, sino en la “naturalidad” con la que vivimos nuestrapropias necesidades y, en última instancia, la “naturalización” de que el dinero hace la diferencia.

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(los hábitos de consumo, por ejemplo), y la evolución y condiciones de la capacidad productiva de la sociedad paracrear y dar satisfacción a más necesidades, juegan en la definición como simples variables de contexto de las necesidades d  personas y grupos . Dicho de otro modo, son las personas (o grupos) como unidades esenciales, las que tendríannecesidades cuya satisfacción, eventualmente, deberían garantizar las instituciones sociales y políticas (el Estado, pocaso), teniendo en cuenta la diversidad cultural y los hábitos de consumo, y las condiciones relativas del desarrollo. Estacepción de las necesidades como “necesidades de la gente y que tiene o siente la gente”, es lo que pretendo discutirtomando como punto de vista a la reproducción social.

c.- Las necesidades en la producción y reproducción social. En este punto me voy a referir en primer lugar, al trabajo y ala necesidad de reproducción de la fuerza de trabajo, ya que –vuelvo a reiterarlo- en su mercantilización se halla lexigencia de la intervención política en la reproducción. Luego, y para advertir acerca de la multidimensionalidad deproblema, voy a aludir a la formación del sentido de pertenencia al Estado nacional como comunidad política.

Como sabemos, convertido en mercancía, el trabajo es uno de los factores de la producción capitalista. Históricamentesto dio lugar a su conversión en fundamento ético y en fuente de solidaridad, participación social e, incluso, de latransformación radical de las estructuras sociales. Ahora bien, aunque como dice Marx, las mercancías sean trabajabstracto,  en el proceso continuo de la producción el trabajo “existe” únicamente como capacidades radicadas en ecuerpo y la mente de los agentes del trabajo y en sus prácticas. Capacidades inalienables de su portador, de donde se tratde mercancía   ficticia , en la conceptualización que hace Polanyi (op. cit) En consecuencia, para que el trabajo (mejor dichoesas capacidades existan) tiene que existir el cuerpo y la mente que lo sustentan (al menos mientras no sea verdadera la

utopía de la total automatización, y aún así parece difícil imaginar que la voluntad y la mente devendrían superfluas).

Luego, saberes y habilidades, y disposiciones y disciplina para trabajar regularmente, no se hallan en la naturaleza, n“nacen” con los individuos, sino que corresponden al habitus  incorporado en diferentes espacios institucionales dformación y aprendizaje (entre ellos, los del sistema educativo). Es decir, se producen socialmente y se reproducen en lpráctica de las diversas actividades en el ámbito de la producción. Lo que en términos más pragmáticos se llama lacapacitación y en otros menos inocuos, la “empleabilidad”, se trata de la creación de aquellos recursos que seráaplicados (necesarios) en la producción. La reproducción del agente provisto de tales condiciones es al mismo tiempo, lreproducción de la fuerza de trabajo necesaria para la continuidad del proceso de producción. Por esta razón, sudisponibilidad no depende de la suma de las voluntades de los individuos, sino de un complejo de decisiones y accionede políticas empresariales40 y públicas que darán continuidad (o no) a su formación y uso (o aplicación) en los diferentesectores de la economía, y en las respectivas unidades productivas. En otros términos, la llamada “empleabilidad” de l

mano de obra depende de la visión estratégica del capital que habrá de ocuparla, igualmente que las inversiones (públicay privadas) en desarrollo tecnológico son apuestas estratégicas de desarrollo socio-económico. En la formación(reproducción) de la fuerza de trabajo se satisface o se anticipa la satisfacción de las necesidades de reproducciónampliada del capital.

Sin embargo, debe considerarse lo siguiente: (a) los historiadores de los siglos de la “acumulación primitiva”, (Polanyiop. cit.; también Marx (1894), 1986), mostraron que sin intervenciones y limitaciones políticas, la tendencia del capital ea agotar sus propios recursos, lo mismo el trabajo que la naturaleza; (b) las necesidades de la reproducción de la fuerzde trabajo son extendidas en el tiempo (Topalov, 1979), lo que incluye la reposición generacional y la reconversión yadecuación a los cambios tecnológicos41; (c) el sujeto del trabajo no se reduce a la condición de fuerza de trabajo, pues strata de agentes sociales constituidos en campos de relaciones diversas. Dicho de otro modo, la vida social no termina enla producción (en realidad, ésa es una parte de aquella), y las personas no son sólo soportes de capacidades echadas

40 Numerosos agentes que actúan en el mercado tienen un papel cada vez más preponderante en estas estrategias, como son laagencias de Recursos Humanos. Al respecto, Florencia Luci desarrolla una novedosa investigación en Argentina.41 “El trabajo es, como sabemos, una ficción jurídica cuando es considerado como una mercancía separable de quien lo produce (Polanyi, 1983; Supio1997). El `recurso humano´ no puede ser consumido como los demás recursos, pues supone un coste de mantenimiento y de reproducción que debería sindisociable de su coste de utilización. Sin embargo (…) cada vez son más frecuentemente excluidos de los salarios pagados los costes que se generan coanterioridad al empleo (educación, formación, mantenimiento durante los períodos de inactividad y reposo) o con posterioridad al mismo (reconstitución de l fuerzas, del desgaste y del envejecimiento)… Esta situación es más problemática cuanto que el ´recurso humano´ requiere de una ´producción` larga… costos de mantenimiento y reproducción ha sido derivados en gran medida hacia las personas privadas y hacia los dispositivos públicos, reforzando entre l primeras las desigualdades de renta –los pobres no pueden mantenerse ni reproducirse sin ayuda- y acentuando en el segundo caso, la crisis de del Estado bienestar…” (Boltanki y Chiapello, op. Cit.: 357).

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andar.42 No existe un sujeto “en potencial” a la espera de ser constituido en un trabajador de tal o cual sector, campo,nivel, etc. sino agentes sociales en su integralidad socio-temporal, situados en un espacio de relaciones en el que sinscribe y comprende la lógica de sus prácticas (Bourdieu, 1995) y cuyas actividades reproducen la vida social tambiénmás allá de la producción43.

Si (a) y (b) están entre las razones que dan fundamento al desarrollo de sistemas públicos (de las políticas sociales) quedesmercantilizan parte de la reproducción, (c) permite arribar a otras consecuencias que sobrepasan el ámbito de lproducción. Si el sujeto que satisface sus necesidades es un agente constituido en sus múltiples relaciones (políticas

culturales, económicas, simbólicas, etc. -de poder, en suma-), entonces se reproduce como tal y también como tareproduce la vida social en sus prácticas. Su reproducción es, inmediatamente reproducción social. Es decir, de latotalidad que es, a su vez, condición de obrar y existir de los agentes particulares, sin perjuicio de su irreductibilidadcomo seres únicos, donde radica la combinación particularísima de sus necesidades.

La referencia a la formación de la sociedad nacional y el sentido pertenencia al estado nacional puede echar un poco máde claridad a este planteo. En este caso, el sujeto de los deberes y derechos civiles y políticos (el individuo en los quéstos recaen, el ciudadano de la nación), es un sujeto con ciertas cualidades que en el ideal sarmientino44 se resumía en sumáxima que indicaba la necesidad de “educar al soberano”. Las necesidades de creación de la nacionalidad, de laformación de los sentimientos de identidad nacional, de la legitimación del poder, de la imposición de una “culturanacional legítima”, dieron paso, entre otras cuestiones, a la institución de la escuela como ámbito especializado quereemplazó a la familia en su papel socializador, antes que la educación deviniera en un derecho de los ciudadanos y en

una de sus necesidades básicas. De otro modo, antes que un derecho, la incorporación a la escuela fue impuesta comouna obligación que el Estado nacional (un proyecto político de poder) impuso a las familias y a sí mismo, cuando senecesitó constituir una sociedad nacional en un territorio disperso, y con una población diversa (nativa y de inmigrantes)Sobre todo las familias populares fueron obligadas (incluso por la acción de la fuerza pública) 45 a mandar a sus hijos a lescuela (así como a documentarlos y alistarlos en el ejército). La formación del derecho (y lógicamente, de la necesidadque hoy se cuenta entre las básicas) es inseparable de la necesidad de constituirse la propia sociedad nacional, de limposición del deber a las familias de las clases populares; y del propio Estado como autoridad, garante y proveedor deducación, en un proceso complejo, contradictorio y no exento de tensiones y luchas, en el que se constituyeronciudadanos y patriotas, entre otras cosas, identificados con la Nación e identificados por el Estado.

En consecuencia, y volviendo a las necesidades básicas, no solamente por razones morales, éstas no puedencorresponder a la sola supervivencia de un sujeto natural que las portaría como tal. Aún cuando las condiciones sean

tales que la vida de algunos grupos se mantenga en el límite y en constante riesgo, y las políticas no proveen más que a susobrevivencia, quienes así se reproducen lo hacen en tanto agentes situados y partícipes de relaciones en las que cobrasentido sus existencias como indigentes (o excluidos), desprovistos de los recursos valiosos y necesarios para la sociedadEs esta desposesión de lo que la sociedad necesita y valora, y la desvalorización de sus propias posesiones, lo que habilitel lugar de dependencia y vulnerabilidad en el que grupos de personas quedan colocados.

Dije en otro trabajo sobre el tema de las necesidades sociales (Grassi, 1997) que la sobrevivencia no es reproducción ycitando a Heller, que las necesidades asociadas estrechamente a ella más que un conjunto de necesidades son el “límiteexistencial” para la satisfacción de necesidades. Así, los contenidos de la canasta alimentaria (y aún más, los subsidiomonetarios que son inferiores a su valor) no contribuirían a la reproducción más que al evitar la muerte por hambre. Mecorrijo en parte ahora, porque es necesario agregar que esto es válido desde el punto de vista del principio de igualdadpero no lo es desde el punto de vista fáctico (y, por lo tanto, para el análisis sociológico), porque efectivamente sereproduce un agente triplemente desposeído: de los medios para producir; de capacidades valoradas o necesarias en l

producción, y de los recursos para reproducirse más allá de la sobrevivencia. Inmediatamente: la condición de su existir

42  De la misma manera, no está inscripto en la naturaleza de las cosas que los hombres puedan desarrollar estas capacidades, porquson las relaciones sociales en las que participan las que harán esto posible o no. El trabajo no es, en este sentido, una esencia, sino uhecho histórico, cuya definición y valoración, incluso, son enteramente variables. Puede verse Luci, 2006.43 Dice Giddens: “el momento de la producción de la acción es también un momento de reproducción en los contextos donde se escenifica cotidianamentevida social... y en la reproducción de propiedades estructurales los agentes también reproducen las condiciones que hacen posible esa acción” (1995: 62)44 Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) es considerado el padre de la escuela pública argentina, por su actuación en estmateria. Fue Presidente durante el período 1868-1874.45 La Gendarmería controlaba su cumplimiento en zonas de frontera, donde se asentaba la población inmigrante ubicada parampliar el territorio agrícola. Además de conquistar territorios ocupados por nativos, era necesario conquistar patriotas.

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obrar es una sociedad que desperdicia potencialidades, desestima espacios de creación no productivos desde el puntode vista económico, y en la que el principio de igualdad carece de eficacia práctica, aunque permanezca en la retórica. Lamismas condiciones de existir de un sujeto desprovisto y constituido en una cadena de desigualdades que se eslabondesde aquella triple desposesión, se reproducen, a su vez, al reproducirse éste en su doble condición de agente particulary de historia hecha cuerpo (o en la doble existencia o ser dos veces de lo social).

Cuando se encara el problema de las necesidades como un problema que tienen las personas o algunos gruposproblema y grupos de los cuales “el Estado se hace cargo” (o debería hacerse, o no se hace, etc.), se pierde de vista est

núcleo de la cuestión: las necesidades son inmediatamente sociales, no por la banalidad de que son “socialmente oculturalmente creadas”, sino por esta doble existencia de lo social, por lo que se trata de la reproducción social mismaNo obstante, son vividas por sujetos particulares, de manera particular. La condición de “mercancía ficticia” de la fuerzade trabajo, y la interpretación de la individuación como mero individualismo, son las propiedades estructurales qudeterminan que las necesidades sean vistas como “problemas del orden de los particulares”.

La política social para un contexto post-neoliberal 

1. Condiciones actuales de la política socialDesde 2003 en Argentina, en materia de políticas sociales, los planes y los debates comprenden, a muy grandes rasgos, lbrega por “trabajo decente y protegido” (de la que el actual gobierno hizo una consigna), el impulso a unidades deproducción y reproducción autónomas (uno de los principales programas sociales se denomina Manos a la Obra y

comprende una línea de micro-créditos), los planes de transferencias de ingresos focalizados en familias en condicionede vulnerabilidad social (Plan Familias). A estos últimos, y al remanente de un plan de emergencia lanzado después de lacrisis de 200146 se dirigen las principales críticas por el uso clientelar de la asistencia, contra el que acometen quieneadhieren a un ingreso ciudadano (universal). También la política de regularización laboral es señalada comocontradictoria, en la medida en que en el propio Estado (y principalmente en sus áreas sociales), persiste un altoporcentaje de empleo precario. Si bien una presentación de la política social en Argentina debería incluir también a lodemás sectores, como educación, salud pública, seguridad social, etc., para los objetivos de este punto, basta señalar qua diferencia del período de los 90, cuando las instituciones de política social fueron un blanco privilegiado de lasreformas y el ajuste en la dirección ya señalada, el sentido y orientación de las políticas y planes sociales en la actualidadestán lejos de ser coincidentes y homogéneos, pues conviven tendencias progresivas (por ejemplo, en materia de saludreproductiva), con el más clásico asistencialismo peronista.47 

 Ahora bien, la distribución inequitativa y la segmentación (social y regional) caracterizó históricamente a la política sociadel Estado Argentino, aunque una parte del sistema público de reproducción se constituyó deslindado del ámbito directodel trabajo y sus servicios fueron, desde el inicio, de acceso colectivo y público; teóricamente universal, ya que cualquierasin discriminación, pudo hacer uso de ellos. Típicamente, la educación en todos sus niveles, y la salud pública (desdmediados del siglo XX)48. Sin embargo, tal carácter universal y público no ha sido suficiente condición de seguridad eigualación en el acceso. No hace falta abundar en detalles para afirmar que principalmente la salud (y menos linfraestructura sanitaria), no alcanzaron a todos ni lo hicieron en igualdad de condiciones, aunque la ley afirme ederecho a igual calidad de educación, salud, etc. Al mismo tiempo, esta es una consideración relativa, porque pocomparación, Argentina alcanzó uno de los más extendidos niveles de educación y una salud pública de calidad, sobretodo concentrada en los hospitales de las grandes ciudades (Buenos Aires, Córdoba, Rosario). Por eso mismo se hacemás evidente que desde la década del 90, la diferenciación de los servicios públicos expresa y realiza dramáticamente, aun mismo tiempo, la fragmentación del sujeto, la producción de más marcadas distinciones sociales y una mayordesigualación, producto de la distribución regresiva de la riqueza social. La política mercantilizadora del neoliberalismo

agravó las históricas deficiencias de los sistemas de política social, tanto porque restó los recursos financieros y humanonecesarios, favoreció la ampliación de los mercados (educación y salud, principalmente), como porque introdujo un

46 El Plan Jefes y Jefas de Hogar Desocupados, consiste en un ingreso básico de unos 50 dólares a cambio de trabajo o capacitaciónFue lanzado en 2002 por el gobierno de Eduardo Duhalde, alcanzó gran masividad, y una buena parte de ellos terminó siendogestionada por las organizaciones sociales de desocupados.47 Acerca de las diferentes modalidades y usos de la asistencia social, ver Grassi, 2003.48 Debería incluirse la infraestructura urbana (saneamiento, agua potable, etc.), pero merece otras precisiones que pueden hacerse enesta ocasión.

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ideología mercantil en los propios servicios públicos o colectivos49. Quedaron instituidos, así, sistemas complejos queexpresan y reproducen la desigualdad y/o distinción en la magnitud en que estas relaciones estructuran la totalidad de lsociedad argentina en este último período de transformaciones sociales.

Por su parte, las condiciones en el mundo del trabajo que se hicieron predominantes desde las últimas décadas del siglopasado, hicieron visibles los riesgos que implican para la vida social y de las personas, el descuido de las normas quponen condiciones al empleo libre de la fuerza de trabajo. No sólo la desocupación que a mediados de los 90 alcanzóniveles desconocidos en el país, sino también la baja en los niveles de salarios, la precariedad en el empleo, el aumento (

la falta de voluntad de control) del empleo irregular y por fuera de las normas legales, la proliferación de ocupacionesinformales de subsistencia, etc.50 muestra que son las regulaciones que organizan las condiciones de empleo y uso de lfuerza de trabajo (es decir, la relación asalariada) las que principalmente definen la orientación del conjunto de la políticsocial51. Sin atención a las condiciones de esta relación (condiciones del contrato de trabajo, fijación del salario, duraciónde la jornada), a las protecciones específicas (por despidos, accidentes laborales, invalidez), y a la seguridad más allá de l vida activa, la calidad de la vida y la participación social en general, necesariamente se deteriora. Sin estos resguardos, nohay políticas sociales autónomas que contrarresten esa decadencia, dado el carácter socialmente estructurante de larelación asalariada en la que se realiza el trabajo. En las condiciones de esa relación se define el tipo de integraciónposible en el capitalismo.

La sobre–explotación en el trabajo y la desprotección necesariamente arrojan a una vida de subsistencia a los grupomenos provistos para la competencia en el mercado de trabajo; aún más, producen y reproducen, en primer lugar, la

condiciones para tal incompetencia. En esta materia, actualmente en nuestro país se ha reeditado un debate entre loespecialistas acerca de los alcances y los efectos de la recuperación de espacios de negociación laboral por los sindicatosde las actualizaciones salariales y los aumentos establecidos para el salario mínimo, etc., teniendo en cuenta el altoporcentaje (casi la mitad) de la fuerza de trabajo en condiciones de informalidad52. Esto comporta –y ahí está centrado edebate- un aspecto técnico (¿tienen estas mejoras algún efecto positivo para los trabajadores informales o simplementeno los alcanza?)53 y corresponde a los especialistas resolverlo por medio de investigaciones. Pero tiene una dimensiónpolítico-instituyente que no se resuelve por la demostración de cómo están las cosas, sino que puede ser iluminada por lexperiencia histórica, incluso reciente: la informalidad laboral fue parte de las transformaciones activamente producidaen el régimen de acumulación ocurridas entre la dictadura de los 70 y el populismo neoliberal de los 90. Al mismotiempo, el empleo informal (interpretado como “autoajuste del mercado, por los excesos de rigidez de la legislaciónlaboral) sirvió de argumento empírico a las reformas en tal legislación, dirigidas flexibilizar el empleo (facilitar lodespidos, limitar los salarios, etc.). Esas reformas instituyeron, así, diversas modalidades de contratación precaria, en e

ámbito privado como público. Por lo tanto, la medidas a la inversa (aumentos en los salarios, regularización del empleoformalización del mismo), no son inocuas desde este punto de vista.

2. Una política social posibleRecapitulando lo dicho en los ítems anteriores, (a) si por la reproducción de los sujetos se realiza –inmediatamente- lreproducción de la sociedad; y (b) si lo que tenemos por tal son Estados que han hecho de la igualdad un principio de suConstitución, entonces (c) la integración social sólo puede entenderse como co-participación, reciprocidad de prácticas mutuo reconocimiento de sujetos que se identifican con y como semejantes en la construcción de la sociedad como

49 Escuelas, hospitales y obras sociales se asimilaban o convertían en mini-empresas que sus directores debían “gerenciar”. De estemodo, se puede “comprar calidad y distinción” en el mercado (sobre todo distinción), o transformar a la cooperadora escolar en unmedio de diferenciación institucional. Al respecto, algunas investigaciones mostraron tempranamente esta tendencia en educación(citar Carro, Neufeld, y otras, 1996). En los últimos años, aporta al tema la excelente tesis de Minteguiaga (op.cit.). En materia dobras sociales (forma del seguro de salud, en Argentina), son imprescindibles las investigaciones desarrolladas por Danani desde hac

 varios años. Por su parte, Fidalgo (2007) muestra el costado menos estudiado de las transformaciones en el sistema de salud: el de lmedicina prepaga.50 Poco menos de la mitad de la fuerza de trabajo activa está ocupada informalmente, por lo tanto, sin protecciones ni previsioneante riesgos de la existencia o del trabajo.51 Cuanto más “libre” es el empleo, mayor es la vulnerabilidad de los trabajadores. Como expresaba Marx refiriéndose a lo quenombraba como “los tiempos orgiásticos del capital”, es necesaria una ley del Estado que impida (a los trabajadores) vendersmediante un contrato libre con el capital (ver un desarrollo en: Grassi, 2003).52 Esto comprende desde el trabajo no registrado en el sector moderno de la economía, directa o por vía de las estrategias detercerización de una parte del proceso de producción a empresas informales, hasta la variada economía de subsistencia que satisfaceuna parte del consumo popular.53 La pregunta es parte de otro debate: ¿cuán marginal es la economía informal?

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comunidad política. Si ese es el caso, (d) la determinación técnico-política de mínimos de satisfacción contravienedicho principio y contraría la integración que remite al mismo como base del “mutuo reconocimiento”.

Se invierten los términos de la justificación de la política social, si se entiende que ésta participa de la posibilidad ycontinuidad de la sociedad, entendida como comunidad política expresada simbólicamente como totalidad en y por eEstado que iguala como ciudadanos de la Nación, a diversos y desiguales. La mercantilización del trabajo constituye lafuerza contraria y disgregadora en la que se arriesga la reproducción de una tal comunidad. No obstante, ese principio digualdad de los connacionales ha sido (es) constituido en herramienta de lucha por la limitación de la explotación, y e

donde radica el sentido de pertenencia, por lo que pone en juego la legitimidad del Estado. De este modo, la seguridadde tal continuidad y de la vida de sus miembros según estas condiciones de pertenencia (“la reproducción como espacioy tiempo sociales”, en palabras de Lechner, op.cit.) se puede convertir así –ya, en el presente y urgentemente- en el ejde una configuración diferente de las políticas sociales y alternativa a los sistemas tradicionales que fragmentan al sujetojunto con la sectorialización de las políticas. Esto exige una forma de debate político que desproblematice a los sujetos yproblematice las normas y condiciones de convivencia; y que en lugar de discutir los “quantum para compensar a sujetocarecientes”, ponga por delante cuáles son las condiciones de una “buena vida”54 y el cómo se asegura la misma. Lurgencia de reorientar la política social en este sentido inscribe los planes de emergencia en estas otras consideracionesya no pueden tratarse como “ayuda humanitaria ante alguna catástrofe inevitable”, sino como parte de la imperiosexigencia de existir de una sociedad que se puso en riesgo, al llevar y mantener en emergencia la reproducción de ampliacapas de población.

Si el eje es la seguridad que haga posible la continuidad de la reproducción, en primer lugar, no hay razones para que e“trabajo decente” y las resguardos frente a los riesgos del trabajo, se restrinjan a la relación asalariada. Condiciones dignay seguridad (en el trabajo y para la vida), deberían procurarse también para el sistema de la economía “no capitalista” engeneral (la autoproducción, la economía social y solidaria, el trabajo doméstico), si es que la alternativa no es unaeconomía de subsistencia. Por eso, precisamente, se han de requerir de las regulaciones y protecciones específicasinstituidas y custodiadas por el Estado. Si de lo que se trata es de la disposición de recursos institucionales que permitanla proyección de la vida más allá del mantenimiento cotidiano para todos los grupos sociales, cualquiera sea la modalidadde empleo, y de la integración como co-participación y mutuo reconocimiento, la seguridad se transforma en unconcepto central de la política social. Y en la principal institución de cuya autonomía del mercado depende lpreservación de la vida social de los avatares a la que es sometida por la lógica del capitalismo.

Luego, los fundamentos no se encuentran en la cantidad de personas (todos, unos pocos, grupos amplios) que reciben

simultáneamente una prestación cualquiera como “beneficio” mínimo o básico55

, sino en las garantías que uncomunidad política necesita darse para que la vida social sea posible en un sistema cuya ampliación permanente puedeconducir a la destrucción, incluso, de sus recursos. De esa necesaria garantía se derivan las obligaciones que han dformalizarse en instituciones que mantendrán disponibles y accesibles los recursos adecuados de acuerdo a los estándarede calidad que los avances técnicos-científicos y ético-morales permiten56, cuando sean necesitados y demandados poquienes la conforman.

La seguridad se entiende en un sentido amplio y como unidad de servicios que comprende las previsiones típica(prevención y atención de la salud, jubilaciones y pensiones, seguros por accidentes, etc.), hasta la asistencia encircunstancias de diverso tipo que dan lugar a necesidades extraordinarias (abandono, discapacidades, enfermedadeprolongadas, etc.), o que ponen en situación de no poder satisfacer necesidades corrientes por la pérdida de ingresos. Enel mismo sentido, una política social amplia debe comprender los servicios de atención y cuidado de personas (guarderíapara niños pequeños, servicios de atención de enfermos o adultos mayores con necesidades especiales), cuya provisión

54 Un ejemplo: más allá de la consideración que nos merezca el proyecto político que dio origen a la nación argentina, lo que estabaclaro era que las acciones que se encaraban (lo que el Estado hacía) era la utopía de una sociedad; eso explica las coincidenciaestratégicas de liberales y conservadores, y no pocas veces, socialistas de entonces –fines del siglo XIX. Un siglo después, liberales ypopulistas conservadores volverán a encontrarse, pero para deshacer la trama social que se estructurada desde entoncespresuponiendo que bastaban los intercambios en el mercado para reemplazarla.55 Que todos los jubilados que cobran la jubilación mínima reciban un “beneficio” extra o una canasta de alimentos, no lo hace máque un beneficio amplio. Una ayuda alimentaria para todas las familias pobres, no dice más que acerca de la amplitud de la ayudaporque siguen existiendo criterios de discriminación.56 En el campo de la salud esto adquiere un significado fundamental, no únicamente en términos de los recursos para el diagnóstico la cura, sino de los cuidados, que generalmente se desestiman para quienes no pueden pagar “hotelería”.

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pública es escasa, principalmente mercantilizada y de alto costo.

 Asimismo, una política social que contrarreste los intereses y la racionalidad productivista, teniendo como preocupaciónel futuro de las generaciones más jóvenes, puede proponerse activamente el rescate de capacidades creativas hasta ahorsubordinadas o sólo desarrolladas por individualidades talentosas socialmente ubicadas en condiciones de desplegar suaptitudes, lo que puede constituirse en una contraoferta a las redes delincuenciales que, en muchos casos, hoy son loúnicos espacios disponibles en los que, quienes “no estudian ni trabajan” son reconocidos como “alguien”. En linmediato, pero seguramente con efectos a largo plazo, la expansión de servicios educativos que vayan más allá de l

escolaridad formal, pueden contribuir a una formación multidisciplinar de los niños, adolescentes y jóvenes, como, poejemplo, las escuelas de artes, los talleres de pintura, música, actuación, idiomas, ciencias, expresión literaria, escuelas dedeportes y de todas aquellas disciplinas enriquecedoras del desarrollo de las personas, que abren espacios de expresiónde socialización y de experiencias compartidas valiosas, y contribuyen a crear expectativas de vida más fecundas .

Por fin, en esta enumeración desordenada, corresponde considerar como parte de la política social a la provisión de loservicios colectivos (infraestructura y el saneamiento urbano, las redes de luz, agua potable y cloacas, el transporturbano, las comunicaciones, la disponibilidad de servicios de salud y educación, etc.), y a ambientes protegidos, encondiciones de igualdad de acceso y calidad. En el contexto de la catástrofe social ocurrida en estos años, estanecesidades de la reproducción quedaron ocultas y subordinadas a las llamadas “necesidades básicas”

Esto supone inventar un sistema de política social (y una institucionalidad) diferente, en el que estén comprendidos l

garantía y la suficiencia de los ingresos (salario, seguros, haberes jubilatorios), la protección frente a imprevistos y lasistencia ante contingencias de la vida. Ingresos suficientes, condiciones de trabajo que no se contrapongan a la vida y la participación social, seguridad sanitaria, protecciones adecuadas en la infancia, la vejez y la enfermedad, asistencieventual, etc. deberían ser objeto de un sistema institucional integrado que reemplace la política social clásica, quedeslinda derechos sociales y asistencia (y, por lo tanto, sujetos de derechos y grupos vulnerables) e, incluso, da lugar a laasistencialización de los derechos. Se trata de considerar la disponibilidad permanente (políticamente instituida) demedios que impidan la total dependencia del salario, de la pura asistencia o, incluso del sólo trabajo, aun cuando éste sorganice en relaciones no capitalistas, tal como proponen quienes abogan por una economía social y/o solidaria.

Un sistema socializado de seguridad de la reproducción desplaza las tensiones típicas del capitalismo moderno entrigualdad de los individuos y libertad en el mercado, hacia la confrontación con los imperativos del capital a ampliarindefinidamente los espacios de su valorización; pone un límite (históricamente contingente) para garantizar la

continuidad de la vida social. Pero la socialización de la reproducción es sólo parcialmente contradictoria con laproducción capitalista, que necesita tanto de productores, como consumidores y recursos naturales; no obstante, haydemasiadas pruebas de que puede llevar al límite el agotamiento de estos factores. Las justificaciones de un sistema deseguridad socializado de la reproducción son de orden moral y normativo, pero también puede imponer racionalidad enel funcionamiento del sistema económico.

Los recursos disponibles en la sociedad que hacen al mejoramiento de la vida para el conjunto de los grupos socialescomo la previsión, la protección y la asistencia ante situaciones de necesidad o vulnerabilidad de cualquier naturaleza, leducación, el acceso a bienes y servicios culturales, a servicios de salud y públicos en general, a ambientes preservadosademás del consumo básico que depende del ingreso, deben ser salvaguardados normativamente, integrados en usistema único, y accesibles de manera despersonalizada y por medios burocráticos simplificados.

Requiere, por último, el rediseño del sistema presupuestario y de financiamiento. A grandes rasgos, exige autonomí

presupuestaria y garantía constitucional de intangibilidad de sus fondos, y necesita la creación de alguna forma deimposición universal, solidaria y progresiva, destinada con exclusividad al sostenimiento de un tal sistema.

No se desconoce tampoco que una proposición de este tipo supone transformaciones de orden cultural, y tambiéninstitucional y de prácticas, por lo cual la trama de relaciones en las que ocurre la interacción cotidiana en los efectores yservicios sociales, son también una dimensión del problema político, que no puede dejarse fuera de un juicio crítico ytransformador de la política social.

Conclusiones 

En síntesis, pretendí contextuar la referencia a las políticas sociales en la sociedad-estado en la que se desarrollan (lo

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estados capitalistas modernos) y precisar cuáles son las condiciones, el sujeto y los principios estructurales en las queestas políticas hallan fundamento y justificación.

Sostuve que existe una dificultad en la equiparación de los derechos sociales a derechos de ciudadanía, en la medida enque éstos se justifican por la condición del individuo que como tal y sólo por eso, es sujeto de los mismos. Por econtrario, los derechos sociales encuentran justificación y sustento empírico en las condiciones de un colectivo sociacuya subsistencia y reproducción depende de ámbitos y factores a los que no alcanza su capacidad de decisión por sucondición de pertenencia. Sostuve, asimismo, que son esas condiciones de dependencia en las que se realiza el trabajo,

el impulso del capitalismo a autoreproducirse y ampliar sus espacios de valorización aún a costa de la destrucción de suspropios recursos, los factores de riesgo para la vida social, que no se conjuran por las políticas sociales fragmentarias pretendidamente autónomas, sino por la intervención normativa en la relación salarial, y en la reproducción.

En esta dirección, demostré que las necesidades que los Estados han ido definiendo y asumiendo por la política socialcomo “necesidades que deben satisfacerse” (por medio de los sectores específicos que paulatinamente se desarrollaronhan sido aquellas necesarias de y para la conformación y la propia existencia del sistema económico y de sociedadesconstituidas como comunidades políticas abstractas (que por lo tanto requieren reconocimiento y autoreconocimientomás allá de la comunidad inmediata, sea étnica, de parentesco o local). No obstante, serían vividas por particulares, demanera particular, y devinieron en los derechos sociales que las políticas neoliberales de las últimas décadas tendieron adesarticular, configurando la sociedad presente, en las que no hay posibilidad de “participación valorada ni mutuoreconocimiento” de todos los connacionales.

Esto permite reconocer los límites de la política social en los Estados capitalistas pero, simultáneamente, brinda recursode apelación para llevar éstos lo más lejos posible en dirección de una mayor igualación de las personas y grupos socialesen términos de su reconocimiento y participación valorada por el conjunto de la sociedad. Esto me llevó a discutir eobjetivo de la inclusión sin más que proponen los planes sociales, teniendo como referencia una sociedad integrada.

Pretendí, además, contribuir a pensar más allá de la crítica. En esa dirección, propuse que es posible inventar y justificaun sistema único e integrado de política social, que asegure la reproducción social (y la reproducción ampliada de todolos grupos sociales). Parece fantasioso disputarle sentido y poder (hegemonía) a las diferentes formas que adopta laideología del neoliberalismo, que ve riesgos de crisis y hecatombes diversas (financieras, de producción, etc.) ante cadpaso social de los Estados, pero hay algo más grave para todos, cual es la hecatombe social que se produce cuando lagente queda librada a su suerte y las instituciones sociales se derrumban. Esto es algo que los técnicos y especialista

sociales de los organismos que orientan –y presionan- a los gobiernos deberían saberlo y actuar en consecuencia.

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