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Psicología.
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UNIVERSIDAD PRIVADA DE TACNAFACULTAD DE EDUCACIÓN, CIENCIAS DE LA COMUNICACIÓN Y HUMANIDADESESCUELA PROFESIONAL DE PSICOLOGÍA
AFRONTAMIENTO
El afrontamiento, variable objeto de estudio en el campo de la psicología durante más
de cincuenta años, constituye un tema de gran actualidad con un volumen creciente de
investigaciones en el marco de los estudios del estrés. La bibliografía revela la gran diversidad
de áreas de la vida humana en la que se ha estudiado el afrontamiento, constituyendo un
concepto central en el área de la salud (Pelechano, Matad y De Miguel, 1994).
ASPECTOS CONCEPTUALES DEL APRONTAMIENTO
El término afrontamiento se introduce como categoría separada en los Psychological
abstracts en 1967 y el Oxford English Dictionary no incluye una definición del afrontamiento en
los términos actuales hasta 1980. Una revisión de la literatura sobre el tema muestra cómo el
afrontamiento, constructo de claras raíces psicodinámicas, surgió cercano a planteamientos
estructuralistas y explicativos del yo para evolucionar en su desarrollo teórico vinculándose
cada vez más a procesos adaptativos del ser humano y del manejo del estrés. Así, como
señalan Lazarus y Folkman (1986), durante los años cuarenta y cincuenta, el afrontamiento fue
concebido como un concepto organizativo en la descripción y la evaluación clínica para
posteriormente, sobre todo a partir de los años ochenta, constituir el centro de toda una serie
de psicoterapias y de programas educativos que tienen como objetivo desarrollar recursos
adaptativos. En general, podemos afirmar que el afrontamiento ha evolucionado al amparo de
las teorías del estrés y sus diferentes intentos de acercamiento a las teorías de la personalidad.
Así, desde la defensa común de la existencia de diferencias individuales en la reacción ante el
estrés, son muchos los enfoques teóricos desde los que se ha estudiado esta variable.
LAS ESTRATEGIAS DE APRONTAMIENTO: funciones, clasificación y eficacia
Dentro de las áreas de investigación del afrontamiento, un amplio número de
investigaciones se ha centrado en el estudio concreto de las estrategias utilizadas para manejar
el estrés en diferentes situaciones, sus funciones y el análisis de su mayor o menor eficacia,
dando lugar a numerosos intentos de clasificación.
Las funciones del afrontamiento
Si consideramos el afrontamiento como una respuesta humana para manejar el estrés,
desde el modelo cognitivo del estrés se defiende que las estrategias de afrontamiento tienen
dos funciones principales en las situaciones estresantes: por un lado, la resolución de
problemas y, por otro, el control emocional (Lazarus y Folkman, 1986).
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La función de resolución de problemas implica el manejo de las demandas internas
o ambientales que suponen una amenaza y descompensan la relación entre la persona
y su entorno, ya sea mediante la modificación de las circunstancias problemáticas, o
mediante la aportación de nuevos recursos que contrarresten el efecto aversivo de las
condiciones ambientales.
La función de regulación emocional incluye los esfuerzos por modificar el malestar y
manejar los estados emocionales evocados por el acontecimiento estresante. En
términos generales, estos objetivos se pueden conseguir evitando la situación
estresante, reevaluando cognitivamente el suceso perturbador o atendiendo
selectivamente a aspectos positivos de uno mismo o del entorno.
Estas dos funciones no son excluyentes, ya que una misma conducta puede servir para
varias funciones. Así, una estrategia puede centrarse en la solución del problema y contribuir a
la vez al manejo de las emociones. De hecho, existe evidencia de que la mayoría de la gente
utiliza estrategias de afrontamiento que cumplen las dos funciones simultáneamente (Folkman
y Lazarus, 1980).
Clasificación de las estrategias de afrontamiento
Aunque existe bastante consenso al hablar de las funciones de las estrategias de
afrontamiento, la situación varía al concretar dichas estrategias y establecer criterios para su
clasificación. De hecho, una de las cuestiones no resueltas en las investigaciones sobre el
afrontamiento es la falta de acuerdo sobre el número, la naturaleza y la clasificación de las
estrategias, problema que se evidencia en la multiplicidad de escalas construidas para su
evaluación y la diversidad de las estrategias que las componen. Se han realizado numerosos
intentos por describir, enumerar y clasificar las diferentes conductas que se incluyen en la
concepción del afrontamiento, sin que se haya llegado a una clasificación consensuada
unánimemente, tal como veremos a continuación.
A menudo se ha argumentado la escasez de desarrollo teórico sobre la materia frente a la
proliferación de estudios empíricos que ha dado lugar a una gran diversidad de estrategias de
afrontamiento (Pelechano, 1992). En general, observamos que frente a las concepciones
unidimensionales, propias de los teóricos del rasgo, actualmente predominan los modelos que
intentan explorar la multidimensionalidad del afrontamiento. Los intentos de clasificar la
diversidad de las estrategias de afrontamiento no han encontrado consenso teórico ni respaldo
empírico en las investigaciones, por lo que existe una falta de acuerdo sobre el número y el tipo
de estrategias descritas. En la práctica, los autores habitualmente recurren a las clasificaciones
que reflejan dos o tres dimensiones generales, en búsqueda de un mayor poder predictívo. La
clasificación más frecuente es la agrupación de las estrategias de afrontamiento centradas en
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el problema y en la emoción propuesta por Folkman y Lazarus (1980). Sin embargo, el binomio
emoción-resolución de problemas no es un criterio válido para clasificar las estrategias de
afrontamiento, ya que sus dos categorías generales se superponen y no discriminan las
estrategias que podrían estar incluidas en cada categoría, son insuficientes para describir las
formas concretas de afrontamiento y no han encontrado respaldo empírico. En una revisión
reciente sobre el tema, Augusto y Martínez (1998) señalan la diversidad de criterios alrededor
de los que se han agrupado las estrategias de afrontamiento en función de una característica
principal: los procesos psicológicos internos, la búsqueda de ayuda, los criterios motores o
emocionales. Como señalábamos anteriormente, esta multiplicidad de clasificaciones de las
estrategias de afrontamiento está directamente relacionada con la diversidad de instrumentos
existentes para su evaluación, que varían en la forma en la que evalúan las estrategias, en el
número y en las estrategias que evalúan.
La eficacia del afrontamiento
La cuestión de la eficacia ha sido una preocupación constante en los estudios sobre el
afrontamiento, en un intento por identificar las estrategias más útiles para el manejo del estrés y
las variables que influyen en dicha eficacia. Una revisión de la literatura disponible muestra
cómo, en general, se suelen presentar algunas formas de afrontamiento como más eficaces
que otras: el afrontamiento centrado en el problema versus emoción, el afrontamiento activo
frente al pasivo y el afrontamiento de aproximación frente a la evitación o la huida (Lazarus y
Folkman, 1986). Sin embargo, estas afirmaciones genéricas no han encontrado consenso
teórico ni apoyo empírico entre los autores, ya que la eficacia del afrontamiento no es una
característica intrínseca del propio afrontamiento o de sus estrategias, sino que se construye en
la interacción de la persona con el ambiente, presentando gran variabilidad en función de las
diferencias individuales, la situación y el momento (Lazarus y Folkman, 1986; Pelechano,
Matad y De Miguel. 1994). Es decir, lo que es eficaz para una persona puede no serlo para
otra; lo que es eficaz para afrontar una situación concreta no es generalizare a otras
situaciones, y lo que resultó eficaz en un momento dado, puede no serlo ahora.
Se suele aceptar que las estrategias de afrontamiento son eficaces si contribuyen al bienestar
fisiológico, psicológico y social de la persona. La eficacia de las estrategias de afrontamiento
descansa en su habilidad para manejar y reducir el malestar inmediato, así como en sus
efectos a largo plazo, en términos de bienestar psicológico y en el estado de salud. Para
entender la eficacia del afrontamiento, hay que considerar un elemento importante en su
delimitación conceptual, como es su multidimensionalidad. Las estrategias de afrontamiento
pueden tener efectos fisiológicos, psicológicos y sociales. El área de la salud, hay evidencia
que sugiere la importancia de las estrategias favorecedoras del control. De igual forma, las
estrategias centradas en la resolución de problemas y las estrategias cognitivas con alto
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componente de acción parecen ser de especial relevancia en el entorno rehabilitador, en la
línea de los resultados encontrados en el afrontamiento de las enfermedades crónicas. Por el
contrario, el fatalismo, el escape y la evitación se relacionan con una mayor depresión y estrés
percibido en las personas con discapacidad. Pelechano et al. (1993) encontraron que la
búsqueda de información y el apego a la vida se relacionan con una mayor adaptación a la
enfermedad crónica, mientras que la desesperación y el inconformismo van unidos a una
mayor ansiedad.
AFRONTAMIENTO Y SALUD
El afrontamiento es un factor relevante y muy estudiado en el ámbito de la salud, tanto
por su importancia en los procesos de tratamiento y recuperación, como por su papel mediador
en la relación entre el estrés y los resultados de la enfermedad y el manejo de sus secuelas.
Hay evidencia que sugiere que el afrontamiento es un claro mediador de la relación entre la
situación estresante y el estado de salud, influyéndolo a través de las respuestas emocionales,
conductuales, fisiológicas, hormonales e inmunológicas (Folkman y Lazarus, 1988b).
La psicología de la salud muestra un interés creciente por su estudio, especialmente por
analizar la forma de enfrentarse a los procesos patológicos específicos, su desarrollo y sus
síntomas. Comenzaremos por ver cómo ha sido la introducción del afrontamiento en el estudio
de las enfermedades crónicas: Desde la perspectiva psicosomática los trabajos giran en torno a
dos presupuestos básicos del afrontamiento:
La manera innata de manejar el estrés puede originar y conducir el curso de la
enfermedad (enfoque que defiende la naturaleza etiológica y causa del afrontamiento
sobre la enfermedad).
La enfermedad puede producir formas específicas de afrontamiento que influyen
sobre la personalidad (enfoque patologicista que defiende la relación unívoca entre la
enfermedad y el afrontamiento y su influencia en la aparición de problemas
psicológicos).
Sin embargo, los autores de esta corriente psicosomática se centraron en el estudio de los
aspectos causales de algunas enfermedades, descuidando la atención prestada a las
estrategias de afrontamiento específicas que la persona emplea para manejar el estrés
asociado a ellas.
Posteriormente la medicina conductual, que integra los principios de la modificación de
conducta con el enfoque biomédico, enfatiza el papel activo de la persona tanto en la etiología
como en el manejo de la enfermedad.
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Así, las aplicaciones iniciales del conductismo en el ámbito de la salud y el estrés se centraron
en los aspectos conductuales de la resolución de problemas y en los componentes cognitivos
de las estrategias de afrontamiento. Algunos autores enfatizan el rol de la persona en la
autorregulación, mientras que Gal y Lazarus (1975) defienden la autoeficacia como recurso de
afrontamiento, y creen que la valoración subjetiva de la crisis que supone la aparición de una
enfermedad puede ser tanto o más importante que sus características objetivas. En estas
afirmaciones podemos observar la incorporación de los presupuestos defendidos por el modelo
cognitivo del estrés para entender los procesos psicológicos ante la aparición de problemas de
salud.
Por su parte, la orientación biopsicosocial de la salud proporciona un marco integrador de las
tendencias anteriores, con un enfoque multicausal que considera los aspectos biológicos,
psicológicos y contextúales. Este marco teórico permite conocer los determinantes y las
consecuencias de las estrategias de afrontamiento y sus procesos, así como los factores
psicosociales que pueden influir en el curso de la enfermedad y en su respuesta al tratamiento.
También afirma la naturaleza multidimensional del afrontamiento, entendiendo la utilización de
las estrategias concretas como el resultado final de la interacción de los aspectos médicos de
la enfermedad, los factores personales y los ambientales.
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