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Estudio-vida de 1 y 2 Tesalonicenses CONTENIDO 1. MENSAJE UNO: INTRODUCCIÓN A UNA VIDA SANTA PARA LA VIDA DE IGLESIA 2. MENSAJE DOS: CARACTERÍSTICAS DE UNA VIDA SANTA PARA LA VIDA DE IGLESIA 3. MENSAJE TRES: EL DIOS VIVO Y LA OBRA DE FE 4. MENSAJE CUATRO: ALGUNOS ASUNTOS BÁSICOS 5. MENSAJE CINCO: EL DIOS TRIUNO CORPORIFICADO EN LA PALABRA PARA PRODUCIR UNA VIDA SANTA PARA LA VIDA DE IGLESIA (1) 6. MENSAJE SEIS: EL DIOS TRIUNO CORPORIFICADO EN LA PALABRA PARA PRODUCIR UNA VIDA SANTA PARA LA VIDA DE IGLESIA (2) 7. MENSAJE SIETE: LA IGLESIA ESTÁ EN EL DIOS TRIUNO (1) 8. MENSAJE OCHO: LA IGLESIA ESTÁ EN EL DIOS TRIUNO (2) 9. MENSAJE NUEVE: LA IGLESIA LLEGA A SER LA CORPORIFICACIÓN DEL DIOS TRIUNO (1) 10. MENSAJE DIEZ: LA IGLESIA LLEGA A SER LA CORPORIFICACIÓN DEL DIOS TRIUNO (2) 11. MENSAJE ONCE: LA IGLESIA LLEGA A SER LA CORPORIFICACIÓN DEL DIOS TRIUNO (3) 12. MENSAJE DOCE: EL CUIDADO DE UNA MADRE QUE AMAMANTA Y DE UN PADRE QUE EXHORTA 13. MENSAJE TRECE: EL FOMENTO DEL CRECIMIENTO TRAE RECOMPENSA 14. MENSAJE CATORCE: ALIENTO PARA LA FE, EL AMOR Y LA ESPERANZA 15. MENSAJE QUINCE: UNA EXHORTACIÓN CON RESPECTO A LLEVAR UNA VIDA SANTA PARA LA VIDA DE IGLESIA 16. MENSAJE DIECISÉIS: LA ESPERANZA DE LA VIDA CRISTIANA 17. MENSAJE DIECISIETE: VELAR Y SER SOBRIOS 18. MENSAJE DIECIOCHO: COOPERAR CON LA OPERACIÓN DIVINA (1) 19. MENSAJE DIECINUEVE: COOPERAR CON LA OPERACIÓN DIVINA (2) 20. MENSAJE VEINTE: LA NECESIDAD DE QUE NUESTRO CORAZÓN SEA AFIRMADO IRREPRENSIBLE EN SANTIDAD (1) 21. MENSAJE VEINTIUNO: LA NECESIDAD DE QUE NUESTRO CORAZÓN SEA AFIRMADO IRREPRENSIBLE EN SANTIDAD (2) 22. MENSAJE VEINTIDÓS: LA NECESIDAD DE QUE NUESTRO CORAZÓN SEA AFIRMADO IRREPRENSIBLE EN SANTIDAD Y NUESTRO CUERPO SEA GUARDADO LIMPIO EN SANTIFICACIÓN

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Estudio-vida de 1 y 2 Tesalonicenses

CONTENIDO

1. MENSAJE UNO: INTRODUCCIÓN A UNA VIDA SANTA PARA LA VIDA DE IGLESIA

2. MENSAJE DOS: CARACTERÍSTICAS DE UNA VIDA SANTA PARA LA VIDA DE IGLESIA

3. MENSAJE TRES: EL DIOS VIVO Y LA OBRA DE FE 4. MENSAJE CUATRO: ALGUNOS ASUNTOS BÁSICOS 5. MENSAJE CINCO: EL DIOS TRIUNO CORPORIFICADO EN LA PALABRA

PARA PRODUCIR UNA VIDA SANTA PARA LA VIDA DE IGLESIA (1) 6. MENSAJE SEIS: EL DIOS TRIUNO CORPORIFICADO EN LA PALABRA

PARA PRODUCIR UNA VIDA SANTA PARA LA VIDA DE IGLESIA (2) 7. MENSAJE SIETE: LA IGLESIA ESTÁ EN EL DIOS TRIUNO (1) 8. MENSAJE OCHO: LA IGLESIA ESTÁ EN EL DIOS TRIUNO (2) 9. MENSAJE NUEVE: LA IGLESIA LLEGA A SER LA CORPORIFICACIÓN DEL

DIOS TRIUNO (1) 10. MENSAJE DIEZ: LA IGLESIA LLEGA A SER LA CORPORIFICACIÓN DEL

DIOS TRIUNO (2) 11. MENSAJE ONCE: LA IGLESIA LLEGA A SER LA CORPORIFICACIÓN DEL

DIOS TRIUNO (3) 12. MENSAJE DOCE: EL CUIDADO DE UNA MADRE QUE AMAMANTA Y DE

UN PADRE QUE EXHORTA 13. MENSAJE TRECE: EL FOMENTO DEL CRECIMIENTO TRAE

RECOMPENSA 14. MENSAJE CATORCE: ALIENTO PARA LA FE, EL AMOR Y LA ESPERANZA 15. MENSAJE QUINCE: UNA EXHORTACIÓN CON RESPECTO A LLEVAR UNA

VIDA SANTA PARA LA VIDA DE IGLESIA 16. MENSAJE DIECISÉIS: LA ESPERANZA DE LA VIDA CRISTIANA 17. MENSAJE DIECISIETE: VELAR Y SER SOBRIOS 18. MENSAJE DIECIOCHO: COOPERAR CON LA OPERACIÓN DIVINA (1) 19. MENSAJE DIECINUEVE: COOPERAR CON LA OPERACIÓN DIVINA (2) 20. MENSAJE VEINTE: LA NECESIDAD DE QUE NUESTRO CORAZÓN SEA

AFIRMADO IRREPRENSIBLE EN SANTIDAD (1) 21. MENSAJE VEINTIUNO: LA NECESIDAD DE QUE NUESTRO CORAZÓN

SEA AFIRMADO IRREPRENSIBLE EN SANTIDAD (2) 22. MENSAJE VEINTIDÓS: LA NECESIDAD DE QUE NUESTRO CORAZÓN

SEA AFIRMADO IRREPRENSIBLE EN SANTIDAD Y NUESTRO CUERPO SEA GUARDADO LIMPIO EN SANTIFICACIÓN

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23. MENSAJE VEINTITRÉS: LA NECESIDAD DE SER SANTIFICADOS POR COMPLETO Y DE QUE NUESTRO ESPIRITU, ALMA Y CUERPO SEAN GUARDADOS PERFECTOS (1)

24. MENSAJE VEINTICUATRO: LA NECESIDAD DE SER SANTIFICADOS POR COMPLETO Y DE QUE NUESTRO ESPÍRITU, ALMA Y CUERPO SEAN GUARDADOS PERFECTOS (2)

25. MENSAJE UNO: PALABRAS DE ALIENTO 26. MENSAJE DOS: PALABRAS DE CORRECCIÓN EN CUANTO AL CONCEPTO

EQUÍVOCO QUE TENÍAN LOS CREYENTES ACERCA DEL DÍA DE LA VENIDA DEL SEÑOR (1)

27. MENSAJE TRES: PALABRAS DE CORRECCIÓN EN CUANTO AL CONCEPTO EQUÍVOCO QUE TENÍAN LOS CREYENTES ACERCA DEL DÍA DE LA VENIDA DEL SEÑOR (2)

28. MENSAJE CUATRO: MÁS PALABRAS DE ALIENTO 29. MENSAJE CINCO: ESCOGIDOS POR DIOS PARA SALVACIÓN EN

SANTIFICACIÓN POR EL ESPÍRITU (1) 30. MENSAJE SEIS: ESCOGIDOS POR DIOS PARA SALVACIÓN EN

SANTIFICACIÓN POR EL ESPÍRITU (2) 31. MENSAJE SIETE: PALABRAS DE CONCLUSIÓN

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ESTUDIO-VIDA DE 1 TESALONICENSES

MENSAJE UNO

INTRODUCCIÓN A UNA VIDA SANTA PARA LA VIDA DE IGLESIA

Lectura bíblica: 1 Ts. 1:1-3

Las dos epístolas que Pablo escribió a los tesalonicenses pueden ser consideradas los primeros escritos de Pablo. Tesalónica era una ciudad del Imperio Romano, ubicada en la provincia de Macedonia, al norte de la provincia de Acaya. El apóstol Pablo y su colaborador Silvano visitaron esta ciudad después de Filipos, después del llamamiento de Macedonia, el cual Pablo recibió en su segundo viaje ministerial (Hch. 16:9-12; 17:1-4). El apóstol permaneció y trabajó en Tesalónica solamente por un corto período, probablemente menos de un mes (Hch. 17:2).

ESCRITAS A NUEVOS CREYENTES

Las dos epístolas a los tesalonicenses fueron escritas en los primeros días del ministerio de Pablo, mientras él se encontraba en su segundo viaje ministerial. En el curso de este viaje, Pablo estuvo en Tesalónica menos de un mes. Según el libro de Hechos, Pablo trabajó allí por tres días de sábado, es decir, durante aproximadamente tres semanas, no mucho después de su visita a Filipos. La Epístola a los Filipenses, un libro maravilloso, fue escrita mucho más tarde, durante el encarcelamiento de Pablo.

Sin duda alguna, cuando Pablo escribió a los tesalonicenses, la iglesia en Tesalónica era aún muy joven. Dudo que los creyentes de allí llevaran tan siquiera un año completo en la vida de iglesia cuando estas dos epístolas fueron escritas. Así, pues, en 1 y 2 Tesalonicenses vemos ciertos asuntos que no se abarcan en las otras epístolas de Pablo. Debido a que la iglesia en Tesalónica era tan joven, las epístolas de Pablo a los tesalonicenses estaban dirigidas a creyentes que se hallaban en la etapa de la niñez, más o menos. Algunas de las cosas que Pablo dice a los tesalonicenses son diferentes de lo que les dice a otras iglesias que tenían más experiencia. Vale la pena que estudiemos 1 y 2 Tesalonicenses para que conozcamos la situación y condición de esta iglesia joven. Al leer estos dos libros podemos conocer la etapa inicial de la vida cristiana y de la vida de iglesia. Si tenemos presente este contexto, recibiremos mucha ayuda mientras leemos estas epístolas.

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Los libros de 1 y 2 Tesalonicenses no fueron escritos a cristianos de gran experiencia en la vida cristiana; más bien, fueron dirigidos a nuevos creyentes, quienes llevaban menos de un año de haber sido salvos. La mayoría de ellos habían sido gentiles típicos. Por consiguiente, Pablo, al escribirles, ciertamente los consideraba nuevos creyentes. Estas epístolas son muy valiosas, porque nos proporcionan una ayuda muy concreta en relación con la etapa inicial de la vida cristiana y de la vida de iglesia.

LA UNIÓN ORGÁNICA

En 1 Tesalonicenses 1:1 dice: “Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo: Gracia y paz sean a vosotros”. Esta epístola y 2 Tesalonicenses fueron dirigidas a la iglesia local en Tesalónica, compuesta de todos los creyentes de Cristo que vivían en esa ciudad. Una iglesia local, como la que vemos aquí, pertenece a los creyentes y está en Dios el Padre y en el Señor Jesucristo. Esto indica que ella nace de Dios el Padre al recibir Su vida y naturaleza, y que está unida al Señor Jesucristo orgánicamente en todo lo que Él es y ha hecho. Por lo tanto, pertenece a los hombres (a los tesalonicenses en este caso); sin embargo, está en Dios y en el Señor orgánicamente. Esta unión orgánica en la vida y la naturaleza divinas es la base vital sobre la cual los creyentes pueden llevar una vida santa para la vida de iglesia. Esta vida es el tema de las dos epístolas.

Pablo, en sus palabras de introducción a los tesalonicenses, les habla de una manera sencilla. Él no dice, como en Romanos 1:1, que él es un “esclavo de Cristo Jesús, apóstol llamado, apartado para el evangelio de Dios”, ni tampoco dice, como en Efesios 1:1, que él es un “apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios”. La introducción de Romanos y de Efesios es más compleja que la de 1 Tesalonicenses. Debido a que esta epístola fue escrita a nuevos creyentes, en 1:1 Pablo simplemente dice: “Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses”.

Una característica particular de los escritos de Pablo es que recalcan la unión orgánica que los creyentes tienen con el Dios Triuno. De hecho, el énfasis con respecto a la unión orgánica entre los creyentes y Cristo es la característica que más resalta en los escritos de Pablo. En sus epístolas, Pablo habla repetidas veces de estar en Cristo, en el Dios Triuno. Aunque 1:1 está escrito de una manera sencilla, en efecto vemos esta característica de Pablo en la que se refiere a la unión orgánica. En este versículo Pablo habla de “la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo”. La preposición “en” es muy importante, ya que indica que la iglesia está en el Dios Triuno. La iglesia está compuesta de seres humanos, esto es, creyentes, que están en el Dios Triuno. Por una parte, la iglesia en Tesalónica era de los tesalonicenses; por otra, esta iglesia estaba en Dios el Padre.

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UNA RELACIÓN DE VIDA CON DIOS EL PADRE

Pablo no dice simplemente que la iglesia está en Dios, sino que está en Dios el Padre. Si Dios no es nuestro Padre, no podemos estar en Él. Nosotros no fuimos creados en Dios; sin embargo, sí fuimos regenerados, esto es, nacimos de nuevo, en Él. El hecho de que no hayamos sido creados en Dios, significa que en la creación no tuvimos ninguna unión orgánica con Dios, ninguna relación de vida con Él. En lugar de ello, la única relación que hubo fue la relación entre la criatura y su Creador. En virtud de la creación, somos criaturas de Dios, y Él es nuestro Creador. Así que, sólo hubo una relación basada en la creación, más no una relación en vida. La vida de Dios no fue forjada en nuestro ser natural en la creación. Como meras criaturas de Dios, no poseíamos la vida de Dios; sólo teníamos nuestra vida creada, nuestra vida humana natural.

Cuando fuimos regenerados, cuando nacimos de Dios, empezamos a tener una relación con Dios, la cual se basaba en la vida. Este nuevo nacimiento nos introdujo en una unión orgánica con el Dios Triuno. Fue en el momento en que fuimos regenerados y nacimos de nuevo que obtuvimos la vida de Dios. Ahora, Dios no es meramente nuestro Creador, nuestro Dios, sino que además es nuestro Padre, Aquel que nos ha engendrado. Dios ya no es solamente nuestro Creador; Él es también nuestro Engendrador, pues nos ha engendrado con Su vida. Por consiguiente, Él es Dios nuestro Padre.

Los creyentes tesalonicenses, por medio de la regeneración, habían llegado a ser hijos de Dios. Según el libro de Romanos, la iglesia es una entidad compuesta de los hijos de Dios. Es imposible que los pecadores sean quienes componen la iglesia. Los pecadores podrán ser miembros de una organización secular, pero no componentes de la iglesia del Dios vivo. Tal iglesia se compone exclusivamente de los hijos de Dios.

Fuimos predestinados por el Padre para ser hijos Suyos. Como dice Efesios 1:5, fuimos predestinados para filiación. Hubo un momento en el que Dios nos llamó y nos conmovió en nuestro interior. Fue entonces que nos arrepentimos, creímos en el Hijo de Dios, Jesucristo, y le recibimos. Al recibir a Cristo, nacimos de nuevo y llegamos a ser hijos de Dios. Ahora que somos hijos de Dios, somos aquellos que componen la iglesia, el Cuerpo de Cristo. Puesto que nosotros, como hijos de Dios, somos miembros de Cristo, 1 Tesalonicenses 1:1 no sólo dice que la iglesia está en Dios el Padre, sino también en el Señor Jesucristo.

INVOCAR AL SEÑOR JESÚS

Es muy significativo que en 1:1 Pablo añada el título “Padre” después de “Dios” y el título “Señor” antes de “Jesucristo”. No es suficiente decir “Dios” ni “Jesucristo”; más bien,

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debemos decir que Dios es nuestro Padre y que Jesucristo es nuestro Señor. Si Jesucristo no es nuestro Señor, entonces no tenemos nada que ver con Él de una manera práctica. Pero cuando Jesucristo llega a ser nuestro Señor, eso significa que estamos en Él, unidos a Él orgánicamente.

Cuando invocamos el nombre del Señor Jesús, no sólo debemos decir: “Jesús”, sino: “Señor Jesús”. Clamar a Él diciendo únicamente: “Jesús”, demuestra cierta ignorancia. El Señor, sin embargo, es misericordioso y se compadece de nosotros. Él aun nos responde cuando invocamos: “Jesús”, en vez de: “Señor Jesús”, porque comprende que en efecto estamos invocándole a Él como Señor. Sin embargo, necesitamos tener el debido conocimiento para invocar al Señor. Así que, en vez de decir: “Jesús, te amo”, es mejor decir: “Señor Jesús, te amo”. ¡Cuán agradable es invocar al Señor de esta manera!

A algunos cristianos les gusta decir: “¡Alabado sea Dios!”. Pero el énfasis en el Nuevo Testamento es alabar a Dios el Padre. Debemos darnos cuenta de que para nosotros hoy en día Dios es nuestro Padre y Jesús es nuestro Señor. Según 1 Corintios 12:3, cuando decimos: “Señor Jesús”, estamos en el Espíritu. Esto indica que el Espíritu honra el hecho de que se invoque debidamente al Señor Jesús. Muchos podemos testificar que cuando invocamos: “Señor Jesús”, percibimos internamente la unción del Espíritu. Lo mismo sucede cuando decimos: “Abba, Padre”. Cuando solamente invocamos a Dios, a Elohim, no sentimos mucha unción. En cambio cuando clamamos: “Abba Padre”, experimentamos la unción. Esto no es mera terminología, sino una realidad en nuestra experiencia.

LA IGLESIA EN DIOS PADRE Y EN EL SEÑOR JESUCRISTO

Espero que quede grabado en nosotros el hecho de que la iglesia está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. La frase “el Señor Jesucristo” tiene muchas implicaciones. Primeramente implica que Jesucristo es nuestro Señor. En segundo lugar, implica que Él es nuestro Salvador, ya que el nombre Jesús significa Jehová el Salvador. Tercero, implica que Cristo, el Ungido de Dios, nos conduce a las riquezas de Dios y lleva a cabo todo lo que concierne a nosotros para Dios. Por ello, cuando decimos “el Señor Jesucristo” estamos profiriendo algo que tiene muchas implicaciones.

Cuando Pablo dice que la iglesia está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo, él alude al hecho de que hemos nacido de Dios y hemos sido introducidos en una unión orgánica con Cristo. ¿Qué es la iglesia? La iglesia es un grupo de seres humanos que han nacido de Dios y que han sido introducidos en una unión orgánica con Cristo.

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LA OBRA DE FE

En los versículos 2 y 3 Pablo además dice: “Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros, haciendo mención de vosotros en nuestras oraciones, acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de vuestra obra de fe, de vuestro trabajo de amor y de vuestra perseverancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo”. Aquí vemos que cuando Pablo oraba por la iglesia, daba gracias a Dios por tres cosas: por la obra de fe, el trabajo de amor y por la perseverancia en la esperanza. Aquí la fe indica la naturaleza y la fuerza de la obra. Nuestra obra es nuestra fe. Esto significa que la naturaleza y la fuerza de nuestra obra cristiana es la fe. Tanto la fuerza con la que trabajamos como la naturaleza de nuestra obra, deben ser la fe. La naturaleza de nuestra obra cristiana debe ser la fe, y no el conocimiento, habilidad o poder humanos.

EL TRABAJO DE AMOR

Debemos conocer la diferencia que existe la obra y el trabajo. La obra puede ser algo más bien superficial ni muy difícil. El trabajo, en cambio, es más complejo y más arduo que la obra. Cuando hacemos una obra que es difícil de realizar, eso es un trabajo. Este trabajo debe ser un trabajo de amor. El amor debe ser la motivación y la característica de nuestra labor cristiana. Esto significa que el amor es la expresión. La obra cristiana con el tiempo llega a ser un trabajo, algo que es más complejo y más difícil de realizar. Para esta labor, la fe sola no basta; también necesitamos amor, un amor perdurable.

La crianza de los hijos es un buen ejemplo de lo que es un trabajo de amor. Las madres saben que cuidar de sus hijos es un trabajo, y no meramente una obra. Después de dar a luz, una madre sentirá un tierno amor por su bebé. Por algún tiempo, ella cuidará del niño con alegría. Sin embargo, poco a poco esa tarea se convertirá en un trabajo que la abrumará y agotará. ¡Cuán bueno es que el Señor haya puesto en esta madre amor maternal para con su hijo! Sin ese amor, ella no podría sobrellevar la carga de cuidar de su hijo a medida que pasan los años. Este amor la motiva a cuidar de su hijo. Este amor es también la característica del trabajo que la envuelve y de la forma en que éste se expresa. Esto muestra que en la vida cristiana, primero tenemos una obra de fe, y luego, esta obra llega a ser un trabajo de amor.

LA PERSEVERANCIA EN LA ESPERANZA

De la obra de fe y del trabajo de amor avanzamos a la perseverancia en la esperanza. La esperanza es la fuente de la perseverancia. Todas las madres saben que para cuidar a sus hijos necesitan perseverancia. Se requiere perseverancia para que una madre pueda soportar todos los problemas que conlleva la crianza de sus hijos.

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En la vida de iglesia, como también en la vida familiar, todos necesitamos perseverancia. Por lo tanto, debemos ser adiestrados, educados, primero para realizar la obra, luego, para trabajar y, finalmente, para perseverar. Un apóstol es uno que persevera. Mientras tenga perseverancia, esto lo capacitará para ser apóstol. En 2 Corintios podemos ver la perseverancia del apóstol Pablo. Tal perseverancia es la piedra cimera de nuestra obra. Ancianos, la perseverancia es la característica culminante de un anciano. Asimismo, en la labor de pastorear a otros, la perseverancia es crucial. Si hemos de tener éxito al pastorear a los santos, debemos ejercitarnos en la perseverancia. La perseverancia conlleva sufrimientos, no disfrute. El pastoreo siempre va acompañado de cierta cantidad de sufrimientos.

En 1:3 Pablo habla de la perseverancia en la esperanza de nuestro Señor Jesucristo. Esta perseverancia proviene de la esperanza en la venida del Señor, o de la esperanza en el Señor que está por venir. La esperanza es la fuente de la perseverancia.

LA ESTRUCTURA DE LA VIDA CRISTIANA

La fe, el amor y la esperanza que se mencionan en 1:3 describen la estructura de la vida cristiana genuina, una vida construida con estos elementos. La fe recibe las cosas divinas (Jn. 1:12) y da sustantividad a las cosas espirituales e invisibles (He. 11:1). La esperanza cosecha las cosas a las cuales la fe ha dado sustantividad y participa de ellas (Ro. 8:24-25). El amor disfruta de las cosas que han sido recibidas y hechas reales por la fe y de las cuales se participa por la esperanza, para que nos alimentemos a nosotros mismos, edifiquemos a otros y expresemos a Dios. Tal vida tiene su origen no en la habilidad del ser natural de los creyentes, sino en la infusión en ellos de todo lo que es Dios, Aquel en quien creen. Esta vida se lleva a cabo por medio de su sacrificio de amor hacia su Señor amoroso, quien los amó y se dio a Sí mismo por ellos, y hacia Sus miembros, a quienes Él redimió en amor por medio de Su muerte. Esta vida perdura y permanece inmutable por el poder sostenedor de la esperanza con la cual los creyentes esperan a su amado Señor, quien prometió que regresaría a tomarlos a Sí mismo. Tal vida es el contenido de esta epístola.

Espero que todos veamos algo en 1 y 2 Tesalonicenses que sea de ayuda para los nuevos creyentes. Debemos ayudar a los nuevos creyentes a crecer en la fe, en el amor y en la esperanza, y en particular, en la obra de fe, en el trabajo de amor y en la perseverancia en la esperanza.

Es maravilloso ver que los creyentes tesalonicenses hayan podido llevar tal vida mediante lo que les ministró el apóstol en tan corto tiempo, ¡menos de un mes! Esto nos anima a predicar con plena certidumbre de fe el evangelio completo a los incrédulos

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típicos, y a ministrar a los recién convertidos las verdades profundas de la vida cristiana. No debemos pensar que si predicamos el evangelio completo, los demás no entenderán lo que les decimos. Primero, debemos tener fe en que ellos creerán, y entonces ellos mismos creerán. Si nosotros no creemos lo que predicamos, otros nunca creerán en ello. Por lo tanto, debemos creer que quienes nos escuchan, tendrán la capacidad de entender, recibir y aceptar el evangelio completo. De igual manera, debemos avanzar y ministrar a los nuevos creyentes las verdades profundas de la vida cristiana. Espero que todos aprendamos a predicar algo más profundo de lo que pensamos que otros pueden entender.

En las dos epístolas a la joven iglesia en Tesalónica, se revela de una manera breve y simple la vida cristiana genuina para la vida de iglesia apropiada. Es una vida de tres dimensiones a la luz del regreso del Señor, que tiene la fe como el comienzo, el fundamento; el amor como el proceso, la construcción; y la esperanza como la consumación, la piedra cimera. La fe se dirige a Dios (1:8); el amor se dirige a los santos (3:12; 4:9-10); y la esperanza reposa sobre la venida del Señor (2:19). La primera epístola tiene como fin animar y consolar; la segunda, corregir y equilibrar. Los creyentes deben vivir, andar y obrar por fe y amor en la esperanza que se basa en la venida del Señor; pero no deben tener el concepto erróneo de que el Señor vendrá inmediatamente y que, por tanto, no necesitan hacer ningún plan a largo plazo.

LA CONSUMACIÓN DE LA VIDA CRISTIANA CON MIRAS A LA VIDA DE IGLESIA

Estas dos epístolas pueden considerarse como la consumación de la vida cristiana con miras a la vida de iglesia. Ellas concluyen la sección de los escritos del apóstol Pablo que comienza con el libro de Romanos. Aunque estas dos epístolas corresponden a la etapa inicial de la vida cristiana y de la vida de iglesia, también pueden ser consideradas como la consumación de la vida cristiana con miras a la vida de iglesia.

De acuerdo con la secuencia de los escritos del Nuevo Testamento, tenemos Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses y 1 y 2 Tesalonicenses. Podemos decir que estas nueve epístolas forman un grupo. La consumación y conclusión de este grupo de nueve epístolas son 1 y 2 Tesalonicenses.

En este mensaje hemos abarcado dos asuntos básicos. El primero es que la iglesia está compuesta de seres humanos que están en Dios Padre y en el Señor Jesucristo, es decir, de personas que poseen la vida de Dios y tienen una unión orgánica con Cristo. El segundo asunto es que la vida de iglesia es la vida cristiana construida con la obra de fe, el trabajo de amor y la perseverancia en la esperanza en el Señor que está por venir.

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Esperamos que estos dos asuntos queden profundamente grabados en nosotros. Debemos ver que la iglesia se compone de seres humanos que están en Dios Padre y poseen Su vida, y que están orgánicamente en el Señor Jesucristo. Asimismo debemos ver que la vida cristiana que se lleva con miras a la vida de iglesia está construida con la obra de fe, el trabajo de amor y la perseverancia en la esperanza. En los mensajes siguientes veremos más acerca de la obra de fe, el trabajo de amor y la perseverancia en la esperanza.

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ESTUDIO-VIDA DE 1 TESALONICENSES

MENSAJE DOS

CARACTERÍSTICAS DE UNA VIDA SANTA PARA LA VIDA DE IGLESIA

Lectura bíblica: 1 Ts. 1:4-10

Cuanto más leemos el libro de 1 Tesalonicenses, más nos damos cuenta de que fue escrito para creyentes recién convertidos. En esta epístola Pablo se dirige a nuevos creyentes.

ELEGIDOS POR DIOS

En 1 Tesalonicenses 1:4 él dice: “Porque conocemos, hermanos amados por Dios, vuestra elección”. La elección se refiere a la elección que Dios hizo antes de la fundación del mundo con miras a Su propósito eterno (Ef. 1:4). Los apóstoles sabían que los hermanos, amados por Dios, habían sido escogidos por Dios de esta manera para el cumplimiento del deseo de Su corazón. Los apóstoles sabían que los tesalonicenses formaban parte del pueblo elegido por Dios, de Sus escogidos. La elección de ellos se había hecho manifiesta de tal manera que los apóstoles tenían la certeza de que los creyentes tesalonicenses habían sido escogidos por Dios.

El hecho de que los tesalonicenses habían sido elegidos por Dios se hizo evidente en la manera en que respondieron al evangelio. ¿Cómo sabemos que fuimos elegidos? Lo sabemos por la manera en que respondimos al evangelio. Si una persona rechaza el evangelio, eso es una señal de que ella no ha sido elegida por Dios. Pero si acepta el evangelio de buena gana y de manera positiva, eso es una señal, un indicio, de que ciertamente había sido elegida por Dios.

Dios nos eligió en la eternidad, antes de la fundación del mundo, y luego, en el tiempo, Él viene a nosotros cuando el evangelio nos es predicado. En ese momento todo depende de nuestra respuesta. Si nuestra respuesta es positiva, eso constituye una señal positiva, una señal de que fuimos elegidos. Pero si nuestra respuesta es negativa, eso es una señal negativa, una señal de que no fuimos elegidos. Los apóstoles supieron que los tesalonicenses habían sido elegidos por Dios por la manera presta, ávida y positiva en que ellos recibieron el evangelio.

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Sin duda lo que Pablo dice en 1:4 con respecto a la elección, está dirigido a nuevos creyentes. Los nuevos cristianos necesitan que los ayudemos a saber que Dios los eligió. El fundamento para nuestra salvación no fue puesto en esta era; antes bien, fue puesto en la eternidad pasada. Dios nos salva sobre la base de Su elección. Aun más, el Espíritu, teniendo como fundamento la elección de Dios, nos lleva a creer en Cristo. Esta acción del Espíritu está basada en la elección que fue puesta como un fundamento en la eternidad. Debemos hacer lo posible por ayudar a los nuevos creyentes a que comprendan que la elección de Dios es el fundamento eterno de su salvación. Es crucial que todos veamos que en la eternidad pasada Dios nos eligió, y que el hecho de que estemos en la iglesia hoy es una señal de dicha elección eterna. Ésta fue la razón por la cual Pablo dijo en 1:4: “Porque conocemos, hermanos amados por Dios, vuestra elección”.

PREDICAR CON PODER, EN EL ESPÍRITU SANTO Y CON PLENA CERTIDUMBRE

En el versículo 5 Pablo dice además: “Pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre, como bien sabéis qué clase de personas fuimos entre vosotros por amor de vosotros”. Los apóstoles no sólo predicaban el evangelio, sino que también lo vivían. Ministraban el evangelio no sólo en palabras, sino también con una vida que exhibía el poder de Dios, una vida en el Espíritu Santo y en la certidumbre de su fe. Ellos eran el modelo de las buenas noticias que divulgaban.

Todos debemos aprender que el evangelio debe ser predicado en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre. Cuando predicamos el evangelio, debemos tener la certeza de que es un evangelio que salva. El evangelio que predicamos es poderoso para salvar a otros. Antes de que los pecadores lleguen a creer en el evangelio, es preciso que primero nosotros mismos creamos que es eficaz. Debemos creer que el evangelio es poderoso para salvar a los pecadores. Al predicar el evangelio, no debemos fijarnos en aquellos que se oponen a nuestro mensaje. Si los miramos es posible que nuestra fe mengue. Por lo tanto, en lugar de mirar los rostros de los que se oponen, debemos mirar el evangelio. En realidad, la expresión del rostro de los que se oponen es una mentira. Debemos tener la certeza de que el evangelio que predicamos puede salvar incluso a dichos opositores.

En el versículo 5, las expresiones “poder”, “Espíritu Santo” y “plena certidumbre” están relacionadas con la frase “qué clase de personas fuimos entre vosotros por amor de vosotros”. Quizás nos parezca que lo que Pablo escribe aquí no tenga lógica, y tal vez nos preguntemos qué relación hay entre ambas partes de este versículo. En realidad este

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versículo revela que si deseamos predicar el evangelio con poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre, tenemos que llevar una vida que corresponda a esta clase de predicación del evangelio. Nuestro modo de vivir debe corresponder al poder, al Espíritu Santo y a la certidumbre.

Una persona que vive descuidadamente, es decir, alguien que no vive a Cristo, no puede predicar el evangelio en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre. Para predicar el evangelio de esta manera se requiere que primero vivamos a Cristo y que llevemos una vida que sea acorde con el poder, el Espíritu Santo y la certidumbre. En otras palabras, para tener el poder, el Espíritu Santo y la certidumbre se requiere que vivamos de cierta manera. Si nuestro vivir no es apropiado, no tendremos el poder, el Espíritu Santo, ni certidumbre alguna cuando prediquemos el evangelio, ya que nuestro modo de vivir no corresponde a estas características.

IMITADORES DE LOS APÓSTOLES Y DEL SEÑOR

En el versículo 6 Pablo añade: “Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor, habiendo recibido la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo”. Ya que los predicadores eran el modelo del evangelio, los creyentes llegaron a ser sus imitadores. Esto a su vez hizo que los creyentes siguieran al Señor al tomarle como su modelo (Mt. 11:29).

Primero, los tesalonicenses, quienes eran nuevos creyentes, llegaron a ser imitadores de los apóstoles, y después, vinieron a ser imitadores del Señor. Esto indica que debemos ser un ejemplo, un modelo, para otros. En primera instancia los creyentes no ven al Señor, sino a nosotros. Por tanto, si no somos un ejemplo o modelo apropiado para ellos, les será difícil ver al Señor. Como representantes del Señor, nosotros debemos ser ejemplos idóneos. Entonces los demás podrán imitar al Señor al imitarnos a nosotros. Esto significa que lo imitan a Él por medio de nosotros.

En los versículos 7 y 8 Pablo declara: “De tal manera que habéis sido modelo a todos los de Macedonia y de Acaya que han creído. Porque partiendo de vosotros ha resonado la palabra del Señor, no sólo en Macedonia y Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe para con Dios se ha extendido, de modo que nosotros no tenemos necesidad de decir nada”. Aquí vemos que los imitadores de los apóstoles llegaron a ser un modelo para todos los demás creyentes. Ellos imitaron este modelo, y luego ellos mismos llegaron a ser un modelo para los creyentes de las provincias romanas de Macedonia y Acaya.

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EL ORIGEN DE UNA VIDA SANTA PARA LA VIDA DE IGLESIA

El tema del libro de 1 Tesalonicenses es una vida santa para la vida de iglesia. En 1:1-3, se nos describe la estructura de esta vida. Esta estructura se compone de la obra de fe, el trabajo de amor y la perseverancia en la esperanza. Eso significa que la vida santa para la vida de iglesia se construye con la obra de fe, el trabajo de amor y la perseverancia en la esperanza. Luego, vemos en 1:4-10 la manera en que se origina esta vida santa para la vida de iglesia. Se origina por la predicación de la palabra y por la aceptación de la palabra predicada. Por consiguiente, debemos ayudar a los nuevos creyentes, presentándoles la palabra de Dios en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre, y teniendo un modo de vivir que corresponda a nuestra predicación. Entonces los nuevos creyentes aceptarán esta palabra y seguirán al Señor al seguirnos a nosotros y, de este modo, se convertirán en un modelo para otros creyentes. Es así como tiene su origen la vida santa que se lleva con miras a la vida de iglesia.

TRES CARACTERÍSTICAS DE LA VIDA CRISTIANA

En los versículos 9 y 10 encontramos las características de esa vida: “Porque ellos mismos cuentan de vosotros cómo fue nuestra entrada entre vosotros, y cómo os volvisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a Su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera”. En estos versículos encontramos tres detalles que son el propio contenido de una vida santa para la vida de iglesia: volverse de los ídolos a Dios, servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a Su Hijo. Volverse de los ídolos a Dios, servir al Dios vivo y verdadero y esperar de los cielos a Su Hijo, son las tres substancias básicas de la vida cristiana, vistas desde otra perspectiva. Volverse de los ídolos a Dios es volverse no sólo de los dioses falsos, que incluyen al diablo y los demonios que se esconden tras ellos, sino también de todas las cosas que no sean Dios. Esto es logrado mediante la fe que se infunde en los recién convertidos cuando oyen la palabra del evangelio. Servir al Dios vivo y verdadero es servir al mismo Dios que es triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— quien ha sido procesado para ser la vida de los creyentes y el suministro de vida que ellos pueden disfrutar. Ellos deben experimentarle no sólo como el objeto de su adoración, sino también como el Suministrador todo-inclusivo que vive en ellos. Esta experiencia es producida por medio del amor, el cual es producido en los creyentes por medio del dulce sabor del rico suministro del Padre que viene a nosotros a través del Hijo y en el Espíritu. Esperar de los cielos al Hijo de Dios es buscar a Aquel que pasó por la encarnación, el vivir humano y la crucifixión, y que entró en resurrección y ascendió a los cielos, y que regresará para recibir a Sus creyentes en la gloria. Ésta es la esperanza que fortalece a los creyentes para que permanezcan firmes en su fe.

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Volverse de los ídolos a Dios

La primera característica de la vida cristiana consiste en volverse de los ídolos a Dios. Algunas personas profesan ser ateas. Declaran que no creen en Dios ni lo adoran. Pero en realidad, todo ser humano adora algo. Todos tienen un espíritu, es decir, un “estómago espiritual”. Nuestro estómago físico apetece el alimento, mientras que nuestro estómago espiritual apetece a Dios. Si no necesitáramos comer para sobrevivir, no tendríamos un estómago físico. Nuestro espíritu, nuestro “estómago espiritual”, tiene la función de adorar a Dios, de tener contacto con Él, de recibirle y de contenerle. Tanto nuestro estómago físico como nuestro estomago espiritual fueron creados por Dios. Durante el día, todos necesitamos comer varias veces para saciar el hambre de nuestro estómago físico. Del mismo modo, todos adoran algo para satisfacer el hambre de su “estómago espiritual”, es decir, de su espíritu. Ésta es la razón por la cual todo el mundo adora algo. No estamos hablando de que si lo que adoramos es un dios falso o el Dios verdadero. Lo que estamos diciendo es que todos, incluyendo a los ateos, adoramos algo. Ya sea que comamos alimentos saludables o no, el hecho es que todos comemos algún tipo de alimento. Bajo el mismo principio, todo el mundo adora algo, aun sin importar si se trata de un dios falso.

¿Saben ustedes qué adoran los ateos? Ellos se adoran a sí mismos, pues ellos mismos son su propio dios. En Filipenses 3:19 Pablo habla de personas cuyo dios es su vientre. Otros adoran la educación, la fama o una posición; todas estas cosas son ídolos. Dios es el único objeto apropiado de adoración. Toda persona, asunto o cosa que adoremos que no sea Dios, es un ídolo.

Cuando era joven, pensaba que los estadounidenses no tenían ídolos. Había muchos ídolos en China, pero según mi concepto, Estados Unidos era una tierra libre de ídolos. No obstante, cuando vine a este país, siendo ya mayor, me di cuenta de que había ídolos por todas partes. En China, los ídolos eran visibles, pero en Estados Unidos, estaban ocultos, encubiertos. Muchas personas de este país, en el intenso amor que tienen por el placer y el entretenimiento, adoran ídolos. Es acertado decir que Estados Unidos es una tierra de entretenimientos. Cuando las personas procuran ciertas formas de entretenimiento mundano, actúan sin ninguna restricción; incluso pareciera que se olvidaran de su propio nombre. De este modo, su deseo por los entretenimientos llega a ser una forma de idolatría. Dios dispuso el domingo, el día del Señor, para que Su pueblo lo adorase. Pero, ¿qué es lo que la mayoría de la gente hace en este día de la semana? De una manera u otra, adora ídolos. ¿Cuántos hay que verdaderamente adoran al Dios verdadero? Sin duda alguna, el número de los que adoran ídolos es mayor que el de los que adoran al Dios verdadero.

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Comúnmente pensamos que la meta del evangelio consiste en hacer volver a las personas, del pecado a Dios. Pero la predicación de Pablo hizo además que la gente se volviera de los ídolos a Dios. No es suficiente hacer que otros se vuelvan del pecado a Dios. Si nuestra predicación del evangelio solamente consigue esto, entonces será débil e inadecuada. Una predicación del evangelio más eficaz hará que la gente se vuelva del pecado y de los ídolos. Es relativamente fácil hacer que la gente se vuelva del pecado a Dios, pero es mucho más difícil hacer que se vuelva de los ídolos a Dios.

¿Sabe usted qué es lo que marca el comienzo de la vida cristiana? La vida cristiana comienza cuando nos volvemos de los ídolos a Dios. Cuando nos apartamos de los ídolos, nos apartamos también del pecado, porque el pecado se esconde tras los ídolos. Detrás de los entretenimientos y diversiones de hoy abunda el pecado. Tal vez no pequen los que no adoran ídolos; pero siempre que alguien adore algún ídolo, le será imposible no pecar.

En realidad, los ídolos están ligados al diablo, pues son demonios. Detrás de cada ídolo se esconde por lo menos un demonio. Eso significa que detrás de los entretenimientos, diversiones y placeres de hoy hay demonios. Por consiguiente, la vida cristiana debe ser una vida cuyo punto de partida sea el de volvernos de los ídolos a Dios.

Muchos de nosotros todavía necesitamos seguir volviéndonos de ciertos ídolos a Dios. Si usted desea algo que no es Dios mismo, eso es un ídolo. Un ídolo es cualquier cosa aparte de Dios que nos atrae y nos distrae de Dios. Si alguien se distrae de esta manera, eso indica que necesita volverse más de sus ídolos a Dios. La primera característica de la vida cristiana debe ser el volverse de los ídolos a Dios. La vida cristiana es una vida libre de ídolos.

Servir al Dios vivo y verdadero

En el versículo 9 Pablo habla también de servir al Dios vivo y verdadero. Literalmente, la palabra griega traducida “servir” significa servir como esclavos. El Dios vivo y verdadero está en contraste con los ídolos falsos y muertos. En este versículo se menciona la palabra “vivo” antes de la palabra “verdadero”. Es relativamente fácil servir al Dios verdadero; pero no es tan fácil servir al Dios vivo. Con todo, debemos servir al Dios vivo. Dios debe ser viviente para nosotros y en nosotros, en nuestra vida diaria. Él debe ser viviente en nuestro hablar, en nuestra conducta y en cada aspecto de nuestra vida diaria.

¿Cómo podemos comprobar que Dios es viviente? Esto lo comprobamos en nuestra vida diaria. Si Dios no fuera un Dios vivo, nuestra vida cotidiana sería muy diferente. La manera en que vivimos hoy es un testimonio de que el Dios a quien servimos es un Dios

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vivo. Él es viviente en nosotros; Él nos controla, nos dirige y nos disciplina. Él no nos pasará nada por alto; más bien, nos corregirá y nos regulará en muchas cosas. El hecho de que Dios nos controle y nos dirija, aun en cosas tan insignificantes como nuestros pensamientos y motivos, comprueba que Él es un Dios vivo. Además, es con nuestro andar diario que podemos demostrar a nuestros parientes, vecinos y amigos que nuestro Dios es viviente.

Nosotros vivimos bajo el control, dirección y corrección del Dios vivo. Un ídolo, en cambio, no dirige ni corrige a nadie. En presencia de un ídolo, una persona puede apostar o robar, y no recibir ninguna corrección. Sin embargo, no podemos hacer cosas semejantes delante del Dios vivo. Por ejemplo, si Dios es un Dios vivo para nosotros, Él nunca nos dejará decir ninguna mentira. Si nuestro Dios es viviente, no podremos mentir en Su presencia. Por consiguiente, servir al Dios vivo es la segunda característica de la vida cristiana. Debemos llevar una vida que sea un testimonio de que el Dios a quien adoramos y servimos es viviente incluso en los detalles de nuestra vida diaria.

Hace algunos años, mientras estaba en Manila, me enteré de que ciertas personas podían robar, e inmediatamente después, entrar a una catedral para adorar. Algunos se arrepentían de sus hurtos y luego salían a robar otra vez. Algunos incluso robaban en la catedral misma. Ciertamente estas personas no adoraban a un Dios vivo; al contrario, el dios que ellos adoraban no tenia vida en absoluto.

¿Qué puede decir usted de su Dios? ¿Es Él un Dios vivo para usted? La vida cristiana apropiada debe ser un testimonio de que Dios es viviente. La razón por la que no decimos o hacemos ciertas cosas debe ser que Dios vive en nosotros. El Dios que adoramos y servimos no sólo vive en los cielos, sino también en nosotros. Nosotros nos hemos vuelto de los ídolos a Dios para servir al Dios vivo y verdadero. Sin lugar a dudas, cuando Dios es viviente para nosotros en nuestra experiencia, Él también es un Dios verdadero.

Esperar al Hijo de Dios

La tercera característica de nuestra vida cristiana es que esperamos de los cielos al Hijo de Dios. Como cristianos, debemos llevar una vida que declare a los demás que nuestra esperanza no está puesta en esta tierra ni en esta era; antes bien, nuestra esperanza está puesta en el Señor que ha de venir, y nuestro futuro está en Él. En esta tierra, no tenemos futuro ni destino. Nuestro futuro y nuestro destino giran en torno al Señor que ha de venir. Él ha de ser nuestra esperanza, nuestro futuro y nuestro destino. Nosotros vamos al encuentro del Señor, y nuestro destino es encontrarnos con Él. La gente del mundo, por el contrario, lleva una clase de vida que comunica a los demás que su futuro

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está en la tierra, y que su esperanza y su destino están ligados al tiempo presente. El futuro de ellos se centra totalmente en esta era, pero nuestro futuro no. Puesto que esperamos de los cielos al Hijo de Dios, nuestro futuro gira en torno a Él. No tenemos ninguna esperanza en esta tierra, ni nuestro destino está en esta era.

Los verdaderos cristianos no tienen ídolos, llevan una vida que testifica que su Dios es viviente y declaran en su modo de vivir que no tienen ninguna esperanza en esta tierra, sino únicamente en Aquel que viene. No debemos aspirar a tener nada que no sea Dios mismo, nuestro Dios debe ser viviente en nuestra vida diaria, y debemos declarar que estamos esperando de los cielos al Hijo de Dios. Espero que los que estén al cuidado de los recién convertidos y de los creyentes jóvenes les ayuden con respecto a estos asuntos que se presentan en 1 Tesalonicenses. Incluso algunos que han estado en el recobro por muchos años, necesitan esta ayuda para suplir carencias que tienen en su vida cristiana. Es posible que algunos de nosotros todavía nos aferremos a ciertos ídolos, a cosas que no son Dios mismo. Además, puede ser que nuestra vida cotidiana no testifique que el Dios a quien servimos es un Dios vivo, y que todavía hagamos muchas cosas sin Su dirección, control o corrección. Si éste es nuestro caso, entonces daremos el testimonio negativo de que nuestro Dios no es muy viviente para nosotros en nuestra vida diaria. Pero si Él es viviente para nosotros, ciertamente estaremos bajo Su control y recibiremos Su corrección. Si nuestro Dios es un Dios vivo, Él nos corregirá y no permitirá que vivamos descuidadamente. Por último, también es posible que muchos de nosotros no mostremos un espíritu expectante, un espíritu que espera el regreso del Señor. Puede ser que nuestro vivir no declare ni testifique que estamos esperando la venida del Señor. Quizás no tengamos esta actitud en nuestro vivir. Espero que todos veamos en 1 Tesalonicenses que la vida cristiana apropiada que se requiere para la vida de iglesia es una vida exenta de ídolos, una vida que testifica que nuestro Dios es viviente y una vida que espera el regreso del Señor.

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ESTUDIO-VIDA DE 1 TESALONICENSES

MENSAJE TRES

EL DIOS VIVO Y LA OBRA DE FE

Lectura bíblica: 1 Ts. 1:1-10

La mayoría de los cristianos entiende e interpreta la Biblia de una manera natural. Es posible que éste sea el caso cuando leen 1 y 2 Tesalonicenses. Hemos hecho notar que estas epístolas fueron escritas por Pablo de una forma elemental para nuevos creyentes, quienes probablemente llevaban menos de un año de estar en el Señor. Cuando yo era muy joven, se me dijo que los libros escritos a los tesalonicenses eran muy valiosos, y comencé a estudiarlos detenidamente. No obstante, mi comprensión de estas epístolas era natural. Al mirar retrospectivamente, me doy cuenta de que interpreté estos libros de una manera muy natural. Todos debemos ver la diferencia entre lo que es entender la Palabra de una forma natural y entenderla de una forma espiritual.

LA IGLESIA ESTÁ EN EL DIOS TRIUNO

Aunque 1 y 2 Tesalonicenses fueron dirigidos a nuevos creyentes, en estos libros se usan varios términos que son muy profundos. Ambas epístolas, 1 y 2 Tesalonicenses, empiezan casi exactamente igual: “Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo”. Entre tantas epístolas que escribió Pablo, solamente estas dos contienen la expresión “la iglesia... en Dios Padre y en el Señor Jesucristo”. En vez de pasar por alto esta expresión, debemos procurar saber lo que significa. Si indagamos de esta manera, descubriremos que la expresión “la iglesia... está en Dios” tiene un profundo significado. Este pensamiento no se encuentra en el Antiguo Testamento. Dios nunca le dijo a Su pueblo, a los hijos de Israel, que ellos estaban en Dios. Sin embargo, en el Nuevo Testamento hay dos epístolas que nos dicen que la iglesia está en Dios. Debemos aprender lo que verdaderamente significa el que la iglesia esté en Dios. ¡Cuán trascendental es el hecho de que la iglesia esté en Dios!

En 1 Corintios Pablo dice que la iglesia está en Corinto. Él habla también de las iglesias que estaban en Macedonia. Sin embargo, tanto en la primera epístola que escribió a los tesalonicenses como en la segunda, la ubicación de la iglesia no es la ciudad, sino Dios mismo. Aun más, la iglesia está en el Dios Triuno. Esto está implícito en el hecho de que Pablo dice: “En Dios Padre y en el Señor Jesucristo”. En el griego, el complemento de la preposición traducido “en” es tanto Dios Padre como el Señor Jesucristo. El Padre y el

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Hijo son dos y al mismo tiempo, uno. Por consiguiente, el hecho de que la iglesia esté en Dios Padre y en el Señor Jesucristo significa que la iglesia está en el Dios Triuno.

El Dios que se revela en el Nuevo Testamento no es meramente Dios el Creador; Él es Dios el Padre y nuestro Señor Jesucristo. Él pasó por el proceso de encarnación, vivir humano, crucifixión y resurrección. El nombre Jesús hace alusión a la encarnación, y el título Cristo, a la resurrección. Si Dios no se hubiera encarnado, ¿cómo podría ser Jesús? Y si Él no hubiera entrado en la resurrección, ¿cómo podría ser Cristo? El Dios que experimentó la encarnación y la resurrección está ahora en nuestro espíritu para ser nuestra vida. La iglesia es una entidad que está en tal Dios, en el Dios Triuno.

Aunque la iglesia en Tesalónica era una iglesia nueva, aun así los tesalonicenses tenían que comprender que la iglesia está en Dios. Era necesario que los que estaban en esta tierna iglesia vieran que la iglesia está en el Dios Triuno, en el mismo Dios que es nuestro Padre y nuestro Señor. Los libros de 1 y 2 Tesalonicenses no fueron dirigidos a individuos, sino a la iglesia que está en el Dios Triuno. Ésta es la razón por la cual hablamos de una vida santa para la vida de iglesia. En conclusión, estas dos epístolas fueron dirigidas a la iglesia, y la iglesia está en el Dios Triuno procesado.

LA ESTRUCTURA DE UNA VIDA SANTA

En 1:3 Pablo dice: “Acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de vuestra obra de fe, de vuestro trabajo de amor y de vuestra perseverancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo”. La obra de fe, el trabajo de amor y la perseverancia en la esperanza, son expresiones importantes y profundas. No obstante, tal vez tomemos por sentado que entendemos lo que es la obra de fe, y, al mismo tiempo, es posible que no seamos capaces de definir adecuadamente lo que es la fe. ¿Qué es la fe, y qué es la obra de fe? Algunos dirán: “Los tesalonicenses creyeron en Dios, y debido a su fe, ellos realizaron una obra para Dios. Eso es la obra de fe”. No obstante, esto es una comprensión natural de lo que es la obra de fe. El verdadero significado de esta expresión difiere de nuestro modo natural de entender las cosas.

Durante el entrenamiento de 1 Timoteo cantamos un coro basado en 1 Timoteo 3:15 y 16:

La iglesia es la casa del viviente Dios, De la verdad fundamento y columna.

Grande es el misterio de la piedad; Dios manifestado en la carne fue.

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Hasta un niño podría cantar esas palabras claramente y en voz alta; no obstante, no sería capaz de explicar lo que significa el que la iglesia sea la casa del Dios viviente o columna y fundamento de la verdad. Tampoco podría explicar lo que significa el misterio de la piedad, Dios manifestado en la carne. Un niño puede cantar sobre cosas muy profundas sin tener ningún entendimiento de ellas. En principio, es posible que seamos así cuando leemos la Biblia. Tal vez digamos: “La iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo”, sin que entendamos en absoluto lo que eso significa. Asimismo, es posible que sólo tengamos una comprensión natural de la estructura de la vida santa para la vida de iglesia, una estructura compuesta de tres elementos, a saber: la obra de fe, el trabajo de amor y la perseverancia en la esperanza. Puede ser que tengamos una comprensión natural de estas cosas, muy distinta de la comprensión que tenía Pablo cuando las usó.

En 1:9 y 10 Pablo dice: “Porque ellos mismos cuentan de vosotros cómo fue nuestra entrada entre vosotros, y cómo os volvisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a Su Hijo, el cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera”. Quizás pensemos que entendemos lo que significa volverse de los ídolos, servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a Su Hijo. Pero, de hecho, es posible que no sepamos el significado correcto de estas cosas.

En 4:7 Pablo dice que Dios nos ha llamado en santificación. Es posible que también pensemos que entendemos el término “santificación”. En verdad, entendemos muy poco lo que es la santificación. Aquí Pablo no dice que Dios nos ha llamado en santidad, sino que nos ha llamado en santificación. Hay una notable diferencia entre la santidad y la santificación.

En 1 Tesalonicenses 5:23 dice: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. Es posible que leamos este versículo sin entender el verdadero significado de la frase “os santifique por completo”. Del mismo modo, tal vez no sepamos lo que significa que nuestro espíritu, alma y cuerpo sean guardados perfectos. Quizás leamos este versículo una y otra vez pensando que lo entendemos, cuando en realidad no lo hemos entendido en absoluto.

En 1 Tesalonicenses se hace hincapié en la santificación. Dios nos ha llamado en santificación, y el Dios de paz nos santifica por completo. Esta epístola hace hincapié en una vida santificada para la vida de iglesia. Ésta es la razón por la cual adoptamos la expresión “una vida santa para la vida de iglesia”.

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OTRAS EXPRESIONES PROFUNDAS

En 2 Tesalonicenses también encontramos otras expresiones profundas. En 2:13 Pablo dice: “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación en santificación por el Espíritu y en la fe en la verdad”. La frase “Dios os haya escogido... para salvación en santificación por el Espíritu” es crucial y muy profunda. La salvación se lleva a cabo en santificación por el Espíritu. Esta expresión se usa una sola vez en todo el Nuevo Testamento.

En 2 Tesalonicenses 2:14 Pablo añade: “A lo cual también os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo”. La expresión “para alcanzar la gloria” también es única, y sólo aparece una vez en el Nuevo Testamento. Mediante el evangelio, Dios nos llamó para que alcanzásemos la gloria de nuestro Señor Jesucristo.

En 2 Tesalonicenses 2:16 leemos otra expresión muy profunda: “Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza en la gracia”. Aquí Pablo nos habla de la consolación eterna y de la buena esperanza en la gracia. Estos términos también se usan sólo una vez en el Nuevo Testamento.

DIOS VIVE EN NOSOTROS

Recientemente en una reunión, una hermana dio un testimonio acerca del Dios vivo. Ella contó que un día se encontraba en un lugar extraño, a altas horas de la noche, y que una joven, que había viajado con ella en el autobús, le fue de gran ayuda. Esta hermana añadió que esto era una prueba clara de que Dios es un Dios vivo, pues le había provisto a alguien para que le ayudara en esa situación. En 1:9 Pablo habla de volverse de los ídolos a Dios para servir al Dios vivo y verdadero. ¿Piensan ustedes que el concepto que tenía Pablo acerca del Dios vivo es el mismo que tenía la hermana que dio ese testimonio? ¿Qué quería decir Pablo cuando habló de servir al Dios vivo? Cuando Pablo habló del Dios vivo, ¿se refería a que Dios le envía a usted alguien para que lo ayudara en momentos críticos? Si éste es su concepto, eso indica que usted tiene un entendimiento natural de este asunto. En muchas ocasiones, el Dios vivo no libró a Pablo de sus problemas y penurias. Si sólo nos basáramos en el testimonio de esta hermana, pareciera como si Dios no hubiera sido muy viviente para Pablo en su experiencia. Menciono este testimonio para hacerles notar que necesitamos entender lo que Pablo quiso decir cuando habló de servir al Dios vivo y verdadero. No debemos

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entender la Biblia de una forma natural; más bien, debemos entenderla conforme a la revelación divina.

Si solamente leemos 1 Tesalonicenses, tal vez nos sea difícil saber cuál era la comprensión de Pablo cuando habló del Dios vivo. Sin embargo, si leemos los demás libros que él escribió, entenderemos que para él, el Dios vivo era el mismo Dios que ahora vive en nosotros. Nosotros no servimos a un Dios que está meramente en los cielos. El Dios a quien servimos es Aquel que vive en nosotros. Por consiguiente, servir al Dios vivo significa servir al Dios que ahora vive en nosotros. En el Antiguo Testamento, los hijos de Israel sirvieron a un Dios que estaba en los cielos. Salomón oró al Dios del cielo. Aun en la oración que llamamos la oración del Señor, el Señor Jesús dice: “Padre nuestro que estás en los cielos” (Mt. 6:9). Pero ahora, después de la cruz y la resurrección, el Dios a quien servimos ya no está solamente en los cielos, sino que además vive en nosotros. Esto lo revelan claramente las epístolas de Pablo (Ro. 8:10; Col. 1:27). Incluso tenemos un cántico que dice que nuestro Dios vive y que Él vive dentro de nosotros. De manera que cuando Pablo dice que servimos a un Dios vivo, él se está refiriendo al Dios que vive en nosotros y que es uno con nosotros.

¿Cómo sabemos que nuestro Dios es un Dios vivo? Lo sabemos por el hecho de que Él vive en nosotros. Supongamos que un hermano está a punto de discutir con su esposa. Ya que el Dios vivo, el cual está en él, no desea reñir, este hermano decide no discutir con su esposa. De este modo, él sirve a un Dios vivo, a un Dios que no solamente vive en él, sino también con él. Con este ejemplo podemos ver que el Dios vivo no solamente vive en nosotros en un sentido objetivo sino también subjetivo.

Me siento muy incómodo cada vez que escucho testimonios en los que se habla del Dios vivo solamente de modo objetivo, y no de un modo subjetivo. Incluso aquellos que han estado en el Señor por muchos años, siguen testificando que el Dios a quien sirven es un Dios vivo, nada más en un sentido objetivo. Pareciera que para estos santos, Él no fuera un Dios vivo en un sentido subjetivo. Deberíamos testificar más bien que el Dios a quien servimos hoy vive dentro de nosotros. Lo que necesitamos escuchar no es un testimonio de cómo Dios nos envió a alguien para ayudarnos en momentos críticos. Necesitamos testimonios de experiencias subjetivas que estén relacionados con un Dios vivo en nuestra vida diaria. Por ejemplo, una hermana puede testificar de cómo se sintió tentada a hacerle mala cara a su marido, y que, debido a que el Dios vivo que está en ella le mostró Su desacuerdo, decidió no hacerlo. Esto prueba que su Dios es un Dios vivo y que Él vive en ella. Un ídolo no interfiere con nadie que esté a punto de enojarse. Pero el Dios a quien servimos es un Dios vivo, y Él nos amonesta y corrige internamente.

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LA FE OBJETIVA Y LA FE SUBJETIVA

Examinemos ahora lo que es la fe y también lo que es la obra de fe. En 3:2 Pablo dice: “Y enviamos a Timoteo, hermano nuestro y colaborador de Dios en el evangelio de Cristo, para confirmaros y alentaros respecto a vuestra fe”. Luego, en 3:5 Pablo añade: “Por lo cual también yo, no pudiendo soportar más, envié para informarme de vuestra fe, no sea que os hubiese tentado el tentador, y que nuestro trabajo resultase en vano”. En estos dos versículos Pablo habla de “vuestra fe”. Pablo se mostró profundamente preocupado acerca de la fe de los tesalonicenses. En estos versículos, la fe no sólo se refiere a la fe subjetiva, es decir, a la acción de creer por parte de los santos, sino también a la fe objetiva, o sea a lo que ellos creen. La fe objetiva también denota lo que podemos llamar nuestras creencias. La creencia es aquello en lo cual creemos. En 1 y 2 Tesalonicenses es difícil determinar si la fe es objetiva o subjetiva. En la mayoría de los casos, como se emplea en estas dos epístolas, la fe es tanto objetiva como subjetiva.

La fe está relacionada con un panorama y con la acción de verlo. Primeramente hay un panorama o escenario frente a nosotros, y luego nosotros vemos este panorama. Espontáneamente, tenemos fe. Eso significa que cuando tenemos el panorama y lo vemos, automáticamente tenemos fe.

Supongamos que usted predica el evangelio a un grupo de incrédulos. Lo que les habla no se los comunica únicamente con palabras, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre. Les presenta la historia del evangelio, diciéndoles cómo Dios les ama y envió a Su Hijo, quien se hizo hombre para morir en la cruz por ellos. Mientras les habla, no simplemente les narra una historia, sino que además les presenta un escenario, un panorama. Luego, aquellos con quienes usted habla empiezan a ver este panorama; se empiezan a dar cuenta de que son pecadores y ven que existen Dios, Jesucristo, y la cruz. Este panorama que presentamos en la predicación del evangelio, corresponde a la revelación de Dios. Tan pronto los incrédulos reciben esta revelación, espontáneamente se produce en ellos la fe, con la cual ellos creen. Ellos creen en lo que ha visto. Esto es la fe. Sin embargo, no muchos cristianos entienden la fe de este modo.

Para tener más fe, es decir, una fe más fuerte, más amplia y más grande, necesitamos un panorama aun más amplio. Una fe más amplia depende de un panorama más amplio. Un panorama ampliado nos permite ver más; cuanto más vemos, más se acrecienta nuestra fe. Por consiguiente, la medida de nuestra fe depende de cuánto hemos visto, y cuánto alcancemos a ver depende de la amplitud del panorama. Ésta es la razón por la cual necesitamos conocer más de la Palabra santa y escuchar más mensajes. Tanto la Palabra como los mensajes nos proporcionan un panorama más amplio. Sólo así, podremos ver un panorama más amplio, lo cual producirá una fe más grande.

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INTRODUCIDOS EN LA UNIÓN ORGÁNICA

Esta clase de fe, por una parte, introduce a Dios en nosotros, y, por otra parte, nos introduce a nosotros en Dios. En otras palabras, una fe semejante siempre da por resultado una unión orgánica.

El ejemplo de la cámara fotográfica puede ayudarnos a ver cómo, mediante la fe, Dios se introduce en nosotros y cómo nosotros somos introducidos en una unión orgánica con Él. Al tomar fotos con una cámara, uno tiene que oprimir el obturador. Entonces la luz hace que el paisaje entre en la cámara y llegue hasta donde está la película. De este modo, la escena o el paisaje, queda impreso en la película. Bajo el mismo principio, la fe trae a Dios a nuestro espíritu, el cual podemos comparar con la película. Antes de producirse la fe en nosotros, nuestro espíritu está “en blanco”. Pero cuando se produce la fe, Dios entra en nuestro espíritu. Después de esto, nuestro espíritu no está más “en blanco”; antes bien, algo de Dios mismo ha quedado impreso en nuestro espíritu. Dios se introduce en nuestro espíritu y nosotros somos introducidos en Dios. Espontáneamente, se produce una unión orgánica entre nosotros y Dios.

LA FE OPERA

Sin lugar a dudas, cierta clase de obra será el resultado de tal fe. La fe genuina nunca es vana; antes bien, es una fe viviente, pues introduce a Dios en nosotros y nos introduce a nosotros en Dios, de manera que Él y nosotros llegamos a ser uno. Esta fe viva opera de un modo particular. Es a esto que se refiere Pablo con la expresión la “obra de fe”.

EL ENTENDIMIENTO ESPIRITUAL Y LA REVELACIÓN DIVINA

Lo que hemos dicho acerca del Dios vivo y de la obra de fe puede ayudarnos a ver la diferencia entre la manera natural y la manera espiritual de entender la palabra de Dios. Al leer 1 Tesalonicenses, un valioso libro escrito para nuevos creyentes, debemos tener cuidado de no entender ninguna parte de esta epístola de una manera natural. Si tenemos una comprensión natural de este libro, esto nos estorbará cuando lo leamos. Es por eso que debemos orar: “Señor, no quiero entender de manera natural ninguna cosa que está en la Biblia, y en particular ninguna de las expresiones que se usan en 1 Tesalonicenses. Señor, mantenme siempre en el espíritu, y muéstrame el verdadero significado de las expresiones profundas que se encuentran en este libro”.

Sería muy útil que retuviéramos algunas de las expresiones importantes que Pablo usa en 1 Tesalonicenses. En particular, tengamos presente que la iglesia está en Dios el

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Padre y en nuestro Señor Jesucristo. Recordemos también expresiones como la obra de fe, el trabajo de amor, la perseverancia en la esperanza, volverse de los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a Su Hijo. Si ustedes tienen presente estas expresiones, con el tiempo la luz vendrá y poco a poco adquirirán el debido entendimiento espiritual. De otro modo, es posible que entiendan todo el primer capítulo de 1 Tesalonicenses de un modo natural, absolutamente distinto de la revelación divina. Solamente cuando tengamos el entendimiento espiritual apropiado, podremos recibir la revelación divina. La revelación divina contenida en 1 Tesalonicenses 1 concuerda con la comprensión espiritual de los escritos de Pablo.

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ESTUDIO-VIDA DE 1 TESALONICENSES

MENSAJE CUATRO

ALGUNOS ASUNTOS BÁSICOS

Lectura bíblica: 1 Ts. 1:1-10

Al leer o estudiar cualquier pasaje de la Biblia, debemos siempre procurar conocer lo que había presente en el espíritu del escritor. Una vez que conocemos el espíritu del escritor, podemos saber cuál era su propósito, su intención y su objetivo. Si hemos de saber cuál era la carga que pesaba en el espíritu de Pablo cuando escribió 1 Tesalonicenses 1, debemos examinar algunos asuntos básicos en este capítulo, los cuales se indican en las palabras que Pablo usa y en la manera en que este capítulo está estructurado. Esto significa que podemos conocer el espíritu de Pablo por ciertos términos básicos que él emplea. Cada capítulo de la Biblia contiene en su estructura términos específicos que aluden a ciertos elementos básicos. Examinemos ahora algunos asuntos básicos que se hallan en 1 Tesalonicenses 1, según se ven en las palabras que escogió el apóstol Pablo.

EL DIOS TRIUNO

En el capítulo uno de 1 Tesalonicenses el Dios Triuno es revelado. Primeramente, tenemos al Padre. En 1:1 Pablo declara que la iglesia está en Dios Padre, y en el versículo 3, él de nuevo se refiere al “Dios y Padre nuestro”. En el versículo 10 Pablo habla acerca del Hijo, diciendo: “Y esperar de los cielos a Su Hijo”. Además, Pablo menciona al Espíritu Santo en el versículo 5, donde declara que el evangelio vino a los tesalonicenses en el Espíritu Santo, y también en el versículo 6, donde dice que los tesalonicenses recibieron la palabra con gozo del Espíritu Santo. En este capítulo tenemos al Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

En los tiempos de Pablo, cualquier judío típico se habría ofendido con la expresión “Su Hijo”. Esto era una ofensa para los judíos porque aunque ellos creían en el Dios verdadero, no sabían que Él tenía un Hijo. En cierto modo, los judíos creían que Dios tenía un Espíritu. Sin embargo, ellos no tenían noción alguna de que el Espíritu estaba en el mismo nivel que Dios. Pensaban más bien que Dios solamente tenía un Espíritu, y que éste estaba por debajo de Él. Según las creencias judías respecto a Dios, Dios es único, y este Dios único tiene un Espíritu. Los judíos ciertamente no creían que Dios tiene un Hijo ni tampoco creían que el Hijo de Dios y el Espíritu de Dios están en el

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mismo nivel que Dios. Esto es absolutamente contrario al concepto judío. Por consiguiente, Pablo, al hablar del Padre, de Su Hijo y del Espíritu Santo, estaba expresando algo muy básico.

En el capítulo uno, Pablo no solamente habla del Hijo de Dios, sino también de Jesucristo. El Hijo de Dios es Jesús, y este Jesús es Cristo. El nombre Jesús se refiere básicamente a la condición humana del Hijo de Dios, al Hijo de Dios como hombre. Por medio de la encarnación, el Hijo de Dios se hizo un hombre llamado Jesús. El nombre Jesús equivale a la palabra hebrea Josué, que significa Jehová nuestro Salvador o Jehová nuestra salvación. Por consiguiente, el nombre de Jesús es muy rico en todo lo que implica.

Como cualquier otro hombre, Jesús, el Hijo de Dios, tiene su propia historia. Sabemos que Él nació en tierra judía, que vivió en esa región por treinta y tres años y medio, y que murió en la cruz. Ahora, cuando hablamos de Jesús, debemos recordar Su historia, Su biografía.

El Señor Jesús es también el Cristo. El título Cristo principalmente denota ese aspecto de la historia del Señor que tiene que ver con la resurrección, mientras que el nombre Jesús denota esa parte de Su historia que tiene que ver con la encarnación y el vivir humano. El Cristo resucitado fue hecho Señor de todos y Cabeza de todos. Dios le hizo Cabeza de la iglesia.

ELECCIÓN, LIBERACIÓN Y TRANSMISIÓN

Si leemos detenidamente 1 Tesalonicenses 1, veremos que incluso en un capítulo tan breve se hace alusión a lo que el Padre ha hecho, a lo que el Hijo hace y a lo que el Espíritu ha hecho y sigue haciendo. En el versículo 4 Pablo habla de la elección: “Porque conocemos, hermanos amados por Dios, vuestra elección”. ¿Quién nos eligió? Ciertamente la elección no la efectuó el Hijo. Fue el Padre quien nos eligió. Según el versículo 10, el Hijo nos libra. Este versículo declara que el Hijo “nos libra de la ira venidera”. Quisiera hacerles notar que en este versículo, el verbo “libra” está en tiempo presente, mientras que la ira es mencionada como algo que está por venir. La liberación se lleva a cabo ahora mismo, pero la ira es algo que está por venir. Lo que cabe resaltar aquí es que el Hijo lleva a cabo la obra de liberación.

La elección corresponde al Padre, y la liberación corresponde al Hijo, pero ¿cuál es la obra que corresponde al Espíritu? Según este capítulo, la propagación y la impartición corresponden al Espíritu. En el versículo 5 Pablo les dice a los tesalonicenses que el evangelio no llegó a ellos en palabras solamente, sino también en poder y en el Espíritu

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Santo. En el versículo 6, él les recuerda que ellos recibieron la palabra con gozo del Espíritu Santo. Estos versículos nos muestran que la transmisión corresponde al Espíritu.

Mientras Pablo escribía 1 Tesalonicenses 1, en lo profundo de su ser, él tenía muy presente al Dios Triuno. Su carga tenía que ver con la elección efectuada por el Padre, la liberación realizada por el Hijo y la transmisión ejecutada por el Espíritu. Es muy importante que veamos esto.

EL DIOS TRIUNO ESTÁ CORPORIFICADO EN LA PALABRA

El Dios Triuno nos es comunicado, nos es transmitido, por medio de la Palabra. En el versículo 6 Pablo habla de recibir la palabra, y luego en el versículo 8 dice que la palabra del Señor había resonado en todo lugar. Sin duda alguna, el concepto de Pablo era que el Dios Triuno se halla ahora plenamente corporificado en la Palabra. Podemos asemejar la Palabra a una batería que contiene electricidad. Así como la batería es la corporificación de la electricidad, del mismo modo, en la esfera espiritual, la palabra de Dios, una “batería divina”, es la corporificación del Dios Triuno. El Padre, el Hijo y el Espíritu están corporificados en la Palabra. Por lo tanto, cuando predicamos la Palabra, Dios es transmitido a los demás. Es por medio de la Palabra que el Dios Triuno se transmite a otros.

Pablo había estado aproximadamente tres semanas con los tesalonicenses. Yo creo que durante esas semanas Pablo les explicó cómo Dios los había elegido en la eternidad pasada. Seguramente también les dijo que un día Dios el Hijo se encarnó, que nació en un pesebre y que le pusieron por nombre Jesús. Ciertamente Pablo tuvo que haberles dicho a los creyentes tesalonicenses cómo Jesús vivió en la tierra, cómo fue crucificado y cómo resucitó para ser Señor, Cabeza y Cristo, cómo es que ahora está en los cielos y cómo había llegado a ser el Espíritu vivificante. Por consiguiente, el contenido de lo que predicó Pablo fue el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Éste era su evangelio, la palabra que recibieron los tesalonicenses.

NACIDOS DE DIOS Y PUESTOS EN CRISTO

Cuando los tesalonicenses recibieron la palabra que Pablo les predicó, ellos en realidad recibieron al Dios Triuno. La palabra que recibieron era el evangelio que les había sido predicado. Al recibir esta palabra y, por ende, al recibir al Dios Triuno, ellos nacieron de Dios y fueron puestos en Cristo. En cuanto a lo negativo, ellos se volvieron de los ídolos a Dios; en cuanto a lo positivo, ellos nacieron de Dios y fueron introducidos en el Hijo de

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Dios al creer en Él por medio de la fe. De este modo, se produjo una unión orgánica, y los tesalonicenses llegaron a estar en Dios el Padre y en el Señor Jesucristo.

Todos los nuevos creyentes de Tesalónica estaban en el Dios Triuno. Puesto que estaban en el Padre y en el Hijo, ya no eran paganos ni judíos, sino que habían llegado a ser santos. Habían llegado a ser santos que estaban en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. En 1:1, la frase “en Dios Padre y en el Señor Jesucristo” no sólo califica a la iglesia, sino también a los tesalonicenses. Eso significa que no solamente era la iglesia la que estaba en Dios Padre y en el Señor Jesucristo, sino también los tesalonicenses, pues ya no eran griegos ni judíos, sino creyentes.

Dean Alford hace tres observaciones acerca de esta parte del versículo 1 del primer capítulo. Primeramente, él declara que la frase “en Dios Padre y en el Señor Jesucristo” denota comunión y participación. Alford no usó la expresión unión orgánica, pero sí habló de comunión, lo cual implica una co-unión. Él también dice que los creyentes participan de Dios y Cristo. Debido a esta participación, ellos tienen una común unión con Dios. En segundo lugar, Alford dice que las palabras “en Dios Padre” indican que los creyentes ya no eran paganos, puesto que cuando eran paganos ellos no estaban en Dios Padre. Tercero, él dice que la frase “en el Señor Jesucristo” indica que los creyentes ya no eran judíos, porque los judíos no estaban dispuestos a recibir al Señor Jesús. Por consiguiente, los creyentes de Tesalónica, por el hecho de estar en el Padre y en el Señor Jesucristo, habían dejado de ser paganos y judíos.

SERVIR Y ESPERAR

En el capítulo uno se presenta al Dios Triuno y la predicación del Dios Triuno en la palabra, en la cual Él está corporificado. Esta palabra es el evangelio que reciben los creyentes. Cuando los tesalonicenses recibieron la palabra, ellos nacieron de Dios y se unieron a Cristo. Fue así que llegaron a ser la iglesia en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. ¿Qué hicieron después? Sirvieron al Dios vivo. La palabra “servir” del versículo 9 incluye muchas cosas. De hecho, incluye todo lo que hacemos en nuestro vivir diario. Dios es un Dios vivo porque Él es verdadero, no es un Dios falso. Así que, en 1:9 Pablo habla de servir a un Dios vivo y verdadero. La iglesia de los tesalonicenses se componía de creyentes que servían a un Dios vivo que es verdadero. Esto mismo es lo que hacemos hoy en día. El hecho de que servimos a un Dios vivo comprueba que estamos en Dios Padre.

Además, en el versículo 10 Pablo hace notar que esperamos de los cielos al Hijo de Dios. Nosotros servimos al Dios vivo, y esperamos a Su Hijo, al cual resucitó de los muertos. Es Jesús, el Hijo de Dios, quien nos libra de la ira venidera. Aunque es cierto que la ira

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vendrá en el futuro, Él nos está librando ahora, y nos librará por completo, hasta que no haya ira alguna.

Servir al Dios vivo indica que estamos en Dios Padre, y esperar al Hijo indica que estamos en nuestro Señor Jesucristo. Por tanto, nuestro servicio y nuestra espera son la marca distintiva de que estamos en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. Si no estuviéramos en el Padre, no estaríamos sirviendo a un Dios vivo, y si no estuviéramos en Jesucristo nuestro Señor, no lo estaríamos esperando.

Al examinar los versículos 1, 9 y 10, vemos que el final de este capítulo concuerda con el principio. Al comienzo de este capítulo, Pablo declara que la iglesia está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo, y al final, él habla de servir al Dios vivo y de esperar al Hijo. Ésta es la vida santa necesaria para la vida de iglesia, una vida construida con fe, amor y esperanza. La fe obra, el amor trabaja y la esperanza persevera.

LA PALABRA DEL SEÑOR Y LA FE PARA CON DIOS

Quisiera que prestáramos atención al versículo 8: “Porque partiendo de vosotros ha resonado la palabra del Señor, no sólo en Macedonia y Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe para con Dios se ha extendido, de modo que nosotros no tenemos necesidad de decir nada”. Observen que aquí Pablo declara que partiendo de los tesalonicenses, la palabra del Señor había resonado y que en todo lugar su fe para con Dios se había extendido. Esto indica que la palabra del Señor y la fe para con Dios son sinónimas. Los tesalonicenses primero oyeron la palabra y, una vez que ellos recibieron la palabra, ésta llegó a ser su fe de una manera tanto objetiva como subjetiva. Como hemos dicho, la fe objetiva denota aquello en lo cual creemos, y la fe subjetiva denota la acción de creer. En el versículo 8, la fe para con Dios incluye tanto el aspecto subjetivo como el aspecto objetivo.

Conforme a la experiencia de usted, ¿es la palabra del Señor solamente la palabra, o es también la fe? Si la palabra es fe para usted, eso significa que ella le ha presentado un panorama, y que usted lo ha visto. La acción de ver el panorama es lo que lo lleva a usted a creer. De esta manera, la palabra llega a ser su fe. De este modo, la palabra del Señor que usted ha hecho resonar, no es simplemente una palabra objetiva, sino que es también su fe subjetiva. Por consiguiente, cuando usted hace resonar esa palabra, su fe se extiende.

La fe es el cimiento de la estructura de la vida santa para la vida de iglesia. Sobre este cimiento, se lleva a cabo una edificación; en esto consiste el trabajo de amor. Luego, la esperanza que persevera viene a ser la piedra cimera de este edificio. De este modo

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obtenemos la estructura completa de una vida santa para la vida de iglesia: la obra de fe, el trabajo de amor y la perseverancia en la esperanza.

Si vemos los asuntos básicos presentados en el capítulo uno de 1 Tesalonicenses —el Dios Triuno, la palabra como corporificación del Dios Triuno, la marca distintiva de que estamos en el Padre y en el Señor Jesucristo, y la obra de fe, el trabajo de amor y la perseverancia en la esperanza— entonces conoceremos la carga que pesaba en el espíritu de Pablo mientras escribía este pasaje de la Palabra.

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ESTUDIO-VIDA DE 1 TESALONICENSES

MENSAJE CINCO

EL DIOS TRIUNO CORPORIFICADO EN LA PALABRA PARA PRODUCIR UNA VIDA SANTA

PARA LA VIDA DE IGLESIA

(1)

Lectura bíblica: 1 Ts. 1:1-10

Es acertado y correcto decir que los libros de 1 y 2 Tesalonicenses tratan sobre la vida de iglesia. Aunque la expresión “vida de iglesia” no se encuentra en estas epístolas, la iglesia se menciona de forma enfática al comienzo de cada uno de estos libros. La Primera Epístola a los Tesalonicenses empieza con estas palabras: “Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo”. La Segunda Epístola a los Tesalonicenses comienza casi exactamente igual; la única diferencia es que 1 Tesalonicenses 1:1 dice: “Padre”, mientras que 2 Tesalonicenses 1:1 dice: “nuestro Padre”. Así que, tanto 1 como 2 Tesalonicenses están dirigidas a la iglesia.

LA IGLESIA DE LOS TESALONICENSES

Cada una de las catorce epístolas escritas por Pablo empieza de una manera particular. El comienzo de cada epístola concuerda con el contenido de esa epístola. Por ejemplo, Romanos 1:1 dice: “Pablo, esclavo de Cristo Jesús, apóstol llamado, apartado para el evangelio de Dios”. La Primera Epístola a los Corintios empieza de una manera distinta: “Pablo, apóstol de Cristo Jesús llamado por la voluntad de Dios” (1 Co. 1:1). En cambio, la manera en que empiezan 1 y 2 Tesalonicenses es bastante sencilla. Aquí Pablo, en lugar de usar algún título para referirse a sí mismo, es decir, en lugar de decirnos que él es un esclavo de Cristo o un apóstol, él simplemente declara: “Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo”.

La expresión “la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo” es única. Por una parte, la iglesia pertenece a ciertas personas y, por otra, está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. Esta manera de referirse a la iglesia es muy distinta de la que encontramos en 1 Corintios 1:2. Allí Pablo dice: “A la iglesia de Dios que está en Corinto”, es decir, él declara que la iglesia está en un determinado lugar. Sin embargo, en 1 y 2 Tesalonicenses, Pablo no dice que la iglesia está en cierto lugar, sino que

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pertenece a ciertas personas, a los tesalonicenses, quienes están en Dios. De manera que en estas epístolas, la iglesia es de los tesalonicenses y está en el Padre y en el Señor Jesucristo.

Según la historia, Tesalónica era un lugar lleno de inmoralidad. La mayoría de los habitantes de esa ciudad no eran personas morales. No obstante, según 1:1, la iglesia en esa ciudad era “de los tesalonicenses”. Parece imposible que una iglesia pudiera estar conformada por personas que vivían en una ciudad como Tesalónica.

Es muy positivo decir que la iglesia está en Dios Padre, pero no suena muy positivo decir que la iglesia es de los tesalonicenses. En 1:1 se habla de la iglesia de los tesalonicenses que están en Dios. Las preposiciones “de” y “en” son muy importantes. La iglesia en Tesalónica se componía de personas de una ciudad inicua, pero estaba en Dios Padre. Es como si dijéramos que la iglesia en San Francisco es la iglesia de los franciscanos en Dios Padre. A nivel mundial, San Francisco tiene la reputación de ser una ciudad inicua e inmoral. No obstante, ahora ya hay una iglesia en San Francisco, que es de los franciscanos en Dios Padre y en el Señor Jesucristo.

PERSONAS SANTAS QUE LLEVAN UNA VIDA SANTA

Hemos dicho que los libros de 1 y 2 Tesalonicenses tratan sobre la vida de iglesia. Por el contenido de estos libros, sabemos que la vida de iglesia depende de un vivir santo. Quizás muchos franciscanos sean personas inicuas, pero los franciscanos que componen la iglesia en San Francisco son santos. ¡Alabado sea el Señor porque entre los franciscanos hay algunas personas santas que llevan una vida santa! Podemos decir lo mismo con respecto a la iglesia en Los Ángeles. El Señor puede gloriarse ante los demonios y ángeles malignos de que en una ciudad tan inmoral como Los Ángeles, donde está Hollywood, el Señor tiene una iglesia compuesta de personas santas que llevan una vida santa. Hoy en día, en las iglesias locales, estamos llevando una vida santa para la vida de iglesia.

Es preciso que todos veamos que 1 y 2 Tesalonicenses tratan sobre la vida de iglesia. No hace mucho tiempo, mientras laboraba en estas dos epístolas, le miraba al Señor para que me mostrara el tema principal de estos libros. Finalmente, pude ver cuán sobresaliente es el tema de la vida de iglesia en estas dos epístolas. Estoy convencido de que esto vino de parte del Señor. Aparentemente, 1 y 2 Tesalonicenses no tienen que ver con la iglesia. Sin embargo, si usted profundiza en la verdad contenida en estos libros, verá que en realidad tratan sobre el vivir santo que se requiere en la práctica de la vida de iglesia. Ahora veremos cómo fue que personas de una ciudad tan inmoral como Tesalónica pudieron llegar a ser personas santas que llevaban una vida santa para la

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vida de iglesia. Para entender esto, debemos hacernos una pregunta muy importante: ¿Cuál es el origen de esta vida santa para la vida de iglesia?

EL PADRE, EL HIJO Y EL ESPÍRITU SANTO

El título de este mensaje es: “El Dios Triuno corporificado en la Palabra para producir una vida santa para la vida de iglesia”. Aquellos que son más reflexivos tal vez se pregunten por qué en este título empleamos el término “el Dios Triuno”, cuando este título no aparece en 1 Tesalonicenses 1. Además, quizás esta misma clase de lectores se pregunten en qué versículo de 1 Tesalonicenses nos basamos para afirmar que el Dios Triuno está corporificado en la Palabra. Este capítulo menciona claramente la palabra, pero ¿dónde se menciona al Dios Triuno y dónde dice que el Dios Triuno está corporificado en la Palabra? Examinemos este asunto con más detenimiento.

En 1 Tesalonicenses 1:1 se nos habla de Dios Padre. Además, en el versículo 3 encontramos la frase “delante del Dios y Padre nuestro”. Luego, en el versículo 10, Pablo habla del Hijo: “Y esperar de los cielos a Su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera”. También en este capítulo, Pablo se refiere dos veces al Espíritu Santo. El versículo 5 dice: “Pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre”; y en el versículo 6 Pablo señala que los tesalonicenses recibieron “la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo”. Por consiguiente, en este capítulo se nos presenta al Dios Triuno, a Dios el Padre, a Dios el Hijo y a Dios el Espíritu Santo. Así, pues, 1 Tesalonicenses 1 es un capítulo que trata del Dios Triuno.

En realidad, todo el Nuevo Testamento está relacionado con el Dios Triuno. El Dios Triuno es el elemento con el cual se halla estructurado el Nuevo Testamento. Cuando las hermanas preparan una comida, usan varios alimentos, que son los elementos con los cuales cocinan. Del mismo modo, al escribirse el Nuevo Testamento se usaron ciertos “ingredientes” o elementos. ¿Cuáles son los elementos que hallamos en 1 Tesalonicenses 1? El elemento más básico es el Dios Triuno. Así como la carne es un elemento importante en la alimentación de muchos estadounidenses, del mismo modo el Dios Triuno es el elemento más importante de la “cocina” espiritual de Pablo. Por lo tanto, no es de sorprender que en 1 Tesalonicenses 1 veamos claramente al Dios Triuno. En este capítulo Pablo menciona explícitamente al Padre, al Hijo y al Espíritu.

Tanto 1 Tesalonicenses 1:1 como 2 Tesalonicenses 1:1 hablan de la iglesia de los tesalonicenses. Esto indica que la iglesia se compone de pecadores que han sido salvos y regenerados. La historia nos enseña que las ciudades de la antigua Macedonia, donde se encontraba Tesalónica, y Acaya, donde estaba Corinto, eran inicuas e inmorales.

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Probablemente estas ciudades fueron peores que el San Francisco de nuestros días. En particular, los tesalonicenses no tenían buena fama; antes bien, eran conocidos por su pecaminosidad, su inmundicia e inmoralidad. Sin embargo, entre los tesalonicenses, algunos fueron salvos y regenerados, pues nacieron de Dios al creer en Cristo. Como resultado, en esa inicua ciudad llegó a existir la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo.

Al leer el Nuevo Testamento, es muy fácil que pasemos por alto expresiones como en Cristo, en el Señor y en Dios, y que no les demos mucha importancia. Es crucial que veamos cuán importante es la expresión “en Dios Padre y en el Señor Jesucristo”. Estas palabras son maravillosas. ¡Es algo tremendo el que las personas estén en Dios! Supongamos que algunas personas muy pecadoras oyeran el evangelio, recibieran al Señor Jesús y fueran salvas. Llegarían a ser cristianas y ahora estarían en Dios Padre. Debemos darnos cuenta de que esto es un asunto de suma importancia. ¿Sabe dónde estamos nosotros los creyentes? ¡Estamos en Dios Padre y en el Señor Jesucristo!

Según 1:1, la iglesia no sólo está en Dios Padre, sino también en el Señor Jesucristo. La iglesia goza de una ubicación maravillosa al estar en el Padre y en nuestro Señor. De hecho, Dios el Padre y Jesucristo son uno solo. Ellos son el Padre y nuestro Señor. El Padre es el primero de la Trinidad, y el Señor Jesucristo, el Hijo, es el segundo. Sin embargo, no debemos pensar que el Padre y el Hijo sean personas distintas. Dios es triuno, es decir, Él es tres y uno a la vez. Es cierto que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son tres, pero al mismo tiempo son uno. Esto sobrepasa lo que nuestra comprensión humana puede captar. ¡Oh, nuestro Dios, el Dios Triuno, es maravilloso! El Dios Triuno se revela en 1 Tesalonicenses 1. Aun más, la iglesia de los salvos está en este maravilloso Dios, quien es el Padre y el Señor Jesucristo.

QUIENES COMPONEN LA IGLESIA ESTÁN EN DIOS PADRE Y EN EL SEÑOR JESUCRISTO

Recientemente, mientras estudiaba 1 Tesalonicenses 1:1, pudo ver lo importante y profundo era proclamar las palabras: “la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo”. Consulté los escritos de Dean Alford sobre este versículo, y recibí mucha ayuda de él. Primero, Alford hace notar que en este caso la preposición “en” denota comunión y participación. La palabra “participación” tal como Alford la usa equivale a la expresión “unión orgánica”. La palabra “comunión” denota una unión común. De manera que la iglesia es un grupo de personas que disfrutan de una unión común con Dios y que participa de Él.

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Además, Alford dice que la expresión “en Dios Padre” es una evidencia, un indicio, de que quienes están en la iglesia ya no son paganos ni gentiles. Los gentiles no tienen a Dios, mientras que la iglesia es una entidad compuesta por un grupo de personas que están en Dios Padre. Por lo tanto, quienes están en la iglesia ya no son paganos.

Alford también afirma que la frase “en el Señor Jesucristo” indica que quienes están en la iglesia ya no son judíos. Los judíos no creen en Jesucristo, y los paganos no creen en el Dios verdadero. ¿Quiénes son aquellos que creen en Dios y en el Señor Jesucristo? Los que están en la iglesia son tales creyentes. Hoy en día, ya no somos paganos ni judíos; somos aquellos que componen la iglesia, aquellos que están en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. Los que crecieron en el judaísmo y ahora están en la vida de iglesia, deben comprender que ya no son judíos. La iglesia se compone de aquellos que ya no son gentiles ni judíos, debido a que ahora están en Dios Padre y en el Señor Jesucristo.

En otras de sus epístolas, Pablo habla de las iglesias de Cristo y de la iglesia de Dios. Algunos grupos cristianos han dado estos nombres a sus denominaciones. Por ejemplo, hoy existen denominaciones llamadas la Iglesia de Cristo, las Asambleas de Dios y la Iglesia de Dios. Pero, ¿ha escuchado de algún grupo cristiano que se llame “La Iglesia en Dios”? Por supuesto que no. No obstante, según 1:1, es un hecho que la iglesia está en Dios.

¿Qué les parece a ustedes que es más profundo, el que la iglesia sea de Dios o el que la iglesia esté en Dios? El hecho de que la iglesia esté en Dios es ciertamente más profundo que el que la iglesia sea de Dios. ¡Aleluya, la iglesia está en Dios! La iglesia no sólo es de Dios y de Cristo, sino que también está en Dios y en Cristo. Es importante que veamos que la iglesia en nuestra localidad es de Dios y que está en Dios, que es de Cristo y que está en Cristo.

UNA RELACIÓN EN VIDA

Puedo testificar que el haber visto la importancia de la preposición “en” en 1:1, ha hecho que el libro de 1 Tesalonicenses sea muy precioso y querido para mí. En este libro encontramos la revelación de que la iglesia no sólo es de Dios y de Cristo, sino que además está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo.

La iglesia no está en Dios simplemente, sino en el Padre. El término “Padre” implica aquí una relación de vida. Dios ha dejado de ser únicamente nuestro Creador, pues ahora es también nuestro Padre. Dios es el Padre de quienes componen la iglesia, pues todos hemos nacido de Él. ¡Es un hecho maravilloso que hayamos nacido de Dios y que ahora Él sea nuestro Padre!

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Suponga que el padre de usted fuera el presidente de Estados Unidos. En tal caso, usted podría referirse a él diciendo: “Mi padre, el presidente...”. Esto sería muy distinto de simplemente hablar del presidente. Referirse a él como “nuestro presidente” puede indicar que usted es simplemente un ciudadano más, pero si usted dice: “Mi padre, el presidente...”, eso indicaría que el presidente es su padre y que usted tiene una relación de vida con él. Bajo el mismo principio, podemos decir que Dios es nuestro Padre. Dios ya no es solamente nuestro Creador; Él es ahora nuestro Padre, porque hemos nacido de Él. Además, Jesucristo es nuestro Señor. ¡Aleluya, tenemos un Padre y un Señor!

LA IGLESIA ESTÁ EN EL DIOS TRIUNO

Afirmar que la iglesia está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo no equivale a decir que la iglesia está en dos personas, cada una por aparte. No, la iglesia está en la persona maravillosa que es el Padre y el Hijo. ¿Cree usted que hoy en día la iglesia está en el Padre, por un lado, y en el Señor Jesús, por otro? Es decir, ¿cree que la iglesia, la iglesia única que se expresa en una localidad, está en dos personas por separado? No debemos pensar de la iglesia de esta manera. Dios es el Padre y el Señor Jesucristo, y la iglesia está en esta persona. No me pidan que les explique cómo la iglesia puede estar en Aquel que es tanto el Padre como el Hijo. No tengo suficiente capacidad para explicar este misterio. Todos los siglos de historia cristiana han mostrado que nadie puede explicar adecuadamente al Dios Triuno. Pero en 1:1 vemos la revelación del maravilloso hecho de que la iglesia está en el único Dios, y que este Dios es nuestro Padre y nuestro Señor Jesucristo. ¡Aleluya, tenemos a este maravilloso Dios, y nosotros estamos en Él!

Cuando Pablo habla de “la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo”, él de hecho quiere decir que la iglesia de los tesalonicenses está en el Dios Triuno. Lo que Pablo dice acerca del Padre y el Señor Jesucristo indica o implica que Dios es triuno. Si Dios no fuera triuno, ¿cómo podría ser Él el Padre y el Hijo? Sería imposible. Además, Pablo, al hablar del Padre y de Cristo también deja implícito al Espíritu Santo. Como ya hemos señalado en otros versículos de este capítulo Pablo habla explícitamente del Espíritu Santo. Por consiguiente, 1 Tesalonicenses 1 nos muestra claramente al Dios Triuno: al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Tanto 1 Tesalonicenses 1:1 como 2 Tesalonicenses 1:1 revelan que la iglesia se compone de un grupo de pecadores que han sido salvos y regenerados, y que ahora están en el Dios Triuno. ¡Cuán maravilloso es esto!

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ESTUDIO-VIDA 1 TESALONICENSES

MENSAJE SEIS

EL DIOS TRIUNO CORPORIFICADO EN LA PALABRA PARA PRODUCIR UNA VIDA SANTA

PARA LA VIDA DE IGLESIA

(2)

Lectura bíblica: 1 Ts. 1:1-10

En el mensaje anterior vimos que el Dios Triuno se revela en el capítulo uno de 1 Tesalonicenses. En los versículos 1 y 3 Pablo habla de Dios el Padre; en el versículo 10, del Hijo; y en los versículos 5 y 6, del Espíritu Santo. Según 1:1, la iglesia de los tesalonicenses estaba en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. Esto indica que la iglesia está en el Dios Triuno. En este mensaje veremos nuevamente, a partir de 1 Tesalonicenses 1, cómo este Dios Triuno nos es ministrado.

LA PALABRA DEL SEÑOR Y LA FE PARA CON DIOS

En los versículos 5 y 6 Pablo dice: “Pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre, como bien sabéis qué clase de personas fuimos entre vosotros por amor de vosotros. Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor, habiendo recibido la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo”. Según estos versículos, predicar el evangelio es predicar la palabra. El evangelio predicado por los apóstoles fue la palabra que los tesalonicenses recibieron. En el versículo 8 Pablo añade: “Porque partiendo de vosotros ha resonado la palabra del Señor, no sólo en Macedonia y Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe para con Dios se ha extendido, de modo que nosotros no tenemos necesidad de decir nada”. Primero, los tesalonicenses recibieron la palabra, y luego, la hicieron resonar.

En el versículo 8, la palabra del Señor y la fe para con Dios son frases sinónimas. Este versículo dice que partiendo de los tesalonicenses resonó la palabra del Señor y que su fe para con Dios se extendió. De este modo, la palabra que resuena es la fe que se extiende.

¿Qué es la fe? Casi nadie puede dar una definición satisfactoria. Es muy difícil definir lo que es la fe. No obstante, al examinar detenidamente estos versículos, podemos obtener un entendimiento adecuado de lo que es la fe.

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En primer lugar, la fe está relacionada con el hecho de que se nos predique la palabra. Además, la fe incluye el hecho de que recibamos la palabra y la hagamos resonar. Esta clase de palabra es fe. La palabra del evangelio es predicada, recibida y declarada. Es de esta manera que la palabra se convierte en fe dentro de nosotros. La palabra que el predicador nos habla es el evangelio; no obstante, cuando recibimos la palabra, y especialmente cuando la hacemos resonar, ésta se convierte en fe dentro de nosotros.

Supongamos que alguien predica el evangelio a un incrédulo y le habla acerca de la caída del hombre y de la salvación de Dios. Le dice a este incrédulo que en Cristo, Dios se encarnó, que fue crucificado por nuestros pecados, que resucitó de entre los muertos y que llegó a ser el Espíritu vivificante a fin de morar en nosotros. Cuando este incrédulo recibe la palabra del evangelio y la declara, ésta se convierte en fe.

EL CONTENIDO DE LA PALABRA PREDICADA POR PABLO

Ahora debemos estudiar el contenido de la palabra, el evangelio, que Pablo predicó. Sin duda, Pablo predicó al Dios Triuno. En el versículo 4 él dice: “Porque conocemos, hermanos amados por Dios, vuestra elección”. La elección hace alusión a la obra que realizó el Padre en la eternidad pasada. Fue en aquel entonces que Dios nos eligió. En el versículo 10 Pablo habla del Hijo y dice que Él es quien nos libra. El Hijo es el Salvador, el Libertador. En el versículo 5 Pablo dice que el evangelio que ellos predicaron vino en poder y en el Espíritu Santo; y en el versículo 6 vemos que los tesalonicenses recibieron la palabra con gozo del Espíritu Santo. El hecho de que el evangelio hubiese sido predicado en el Espíritu Santo indica que el Espíritu es quien nos transmite las cosas de Dios. De este modo, Dios el Padre nos escogió, Dios el Hijo efectuó la redención para liberarnos, y Dios el Espíritu nos transmite todas las cosas divinas. Éste es el contenido de la palabra predicada por Pablo como evangelio. Ésta es la razón por la que digo que el Dios Triuno está corporificado en la palabra.

Un hermano puede dar un breve mensaje del evangelio en el que diga que Dios creó al hombre, que el hombre cayó, que Cristo vino a morir en la cruz por nuestros pecados y que ahora el Espíritu desea regenerarnos. Aun en un mensaje tan corto, se incluye a Dios el Padre, a Dios el Hijo y a Dios el Espíritu. Éste es el contenido del evangelio adecuado, un evangelio que es la palabra divina en la cual se halla corporificado el Dios Triuno y en la que se proclama lo que el Padre hizo, lo que el Hijo realizó y lo que el Espíritu ejecuta. Cuando una persona cree en esta palabra y la recibe, la palabra se convierte en fe dentro de ella.

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¿Se dan cuenta de lo que sucede cuando el Dios Triuno es ministrado a una persona a través de la palabra, y esa persona recibe la palabra de tal forma que llega a ser fe dentro de ella? En ese momento, esa persona experimenta un nuevo nacimiento; ella nace de Dios. Todos nosotros éramos pecadores, pero, por medio de la fe, llegamos a ser hijos de Dios. Por medio de la fe, experimentamos un nuevo nacimiento.

La fe no consiste en esforzarnos por creer en algo que nos parece imposible creer. Cuando prediquemos el evangelio, no obliguemos a nadie a creer; más bien, presentémosle al Dios Triuno como la persona más querida, más preciosa y más inestimable que existe. Cuando las personas oigan acerca de esta persona tan atractiva, apreciarán lo que les decimos y recibirán nuestra palabra. La palabra que ellas reciban se convertirá entonces en su fe. Esto es lo que significa creer.

LOS DOS ASPECTOS DE LA FE

La fe posee dos aspectos: el aspecto objetivo y el aspecto subjetivo. Cuando recibimos la palabra de Dios, ésta llega a ser tanto nuestra fe objetiva como nuestra fe subjetiva. La fe objetiva denota las cosas en las que creemos, mientras que la fe subjetiva se refiere a nuestra acción de creer. Por medio de esta fe somos regenerados, nacemos de Dios y se da inicio a una relación de vida entre nosotros y Dios. Aun más, por medio de esta fe, somos puestos en Cristo. Anteriormente, estábamos fuera de Cristo; pero ahora, por medio de la fe, estamos en Cristo. Esto significa que ahora hay una unión orgánica entre nosotros y Cristo. Éste es el comienzo de nuestra vida cristiana, y este vivir es un vivir santo que redunda en la vida de iglesia. Así que, el Dios Triuno es transmitido a nuestro ser para que tengamos una nueva vida, la vida divina. En virtud de esta nueva vida tenemos una relación de vida con Dios y una unión orgánica con Cristo. Y mediante esta relación y esta unión empezamos nuestra vida cristiana, la cual es una vida de santidad, una vida santa para la vida de iglesia.

LA OBRA DE FE

Después de haber examinado el versículo 1 de manera exhaustiva, prosigamos ahora al versículo 3. Aquí Pablo dice: “Acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de vuestra obra de fe, de vuestro trabajo de amor y de vuestra perseverancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo”. En este versículo Pablo habla de tres asuntos: la obra de fe, el trabajo de amor y la perseverancia en la esperanza. La obra de fe viene primero. La fe viene cuando recibimos la palabra, la cual es la corporificación del Dios Triuno. Cuando recibimos esta palabra, se produjo en nosotros la fe. Ya vimos que esta fe es tanto objetiva como subjetiva.

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En griego, la palabra “fe” que aparece en el versículo 3 está precedida por un artículo definido, es decir, se habla de la obra de la fe. Tal fe es la palabra de Dios recibida por nosotros. La palabra que nos es predicada y que nosotros recibimos, llega a ser fe. Debido a que esta fe es viviente y activa, ella da por resultado la obra de la fe.

La palabra griega traducida “obra” en el versículo 3 es érgon, que comúnmente se traduce obra. Pablo usa esta palabra en Romanos 3:20, donde dice: “Ya que por las obras de la ley ninguna carne será justificada delante de Él”. En Romanos 3:20, las “obras” principalmente se refieren a nuestra conducta, a nuestro comportamiento. Lo que Pablo dice en este versículo es que ninguna persona caída puede ser justificada delante de Dios por su buena conducta. De manera que, la palabra “obras” en 3:20 no se refiere a una labor o a una tarea que nosotros realizamos, sino a hechos específicos relacionados con nuestro comportamiento. ¿Qué significa entonces la palabra “obra” en el versículo 3? ¿Se refiere a dichos hechos o a algún tipo de tarea? De hecho, en el griego, esta palabra denota actos, acciones, actividades. Incluye todo lo relacionado con nuestras acciones. Nuestras acciones incluyen nuestros hechos, nuestra conducta y muchas cosas más. Por lo tanto, la obra de fe se refiere a todos los actos o acciones, de la fe.

Supongamos que un evangelista predica el evangelio a un incrédulo y éste recibe la palabra, y luego se produce la fe dentro de él, mediante la cual nace de Dios y es puesto en Cristo. Ahora que él tiene fe, ciertas acciones seguirán. Por ejemplo, tal vez él declare espontáneamente: “¡Oh Señor Jesús, Tú eres muy precioso!”. Luego, es posible que vaya a su casa y predique a su esposa e hijos cómo creer en el Señor Jesús. Tanto su declaración acerca del Señor como su predicación son obras de fe. En la fe están implícitos Dios, la gracia, el poder, la luz y muchas cosas más. Por esta razón, cuando un nuevo creyente le predica a su esposa acerca de Cristo, la fe que está en él puede iluminarlo con respecto a su actitud para con ella. Entonces, él confesará sus faltas al Señor y le pedirá disculpas a su esposa respecto a ciertos asuntos. Esto es también una obra de fe.

En 1 Tesalonicenses 1:9 dice: “Porque ellos mismos cuentan de vosotros cómo fue nuestra entrada entre vosotros, y cómo os volvisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero”. Aquí Pablo habla de volverse de los ídolos a Dios. Ésta es la primera acción de la fe. Todo aquel que tenga fe se volverá de los ídolos a Dios.

La obra de fe incluye todas las acciones que emanan de nuestra fe viva. Incluye la manera en que nos relacionamos con los demás y todo lo que atañe a nuestro comportamiento. Antes de ser salva, una persona puede haber sido descortés con los demás y áspera en muchos aspectos de su comportamiento. Pero una vez que tiene fe en

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el Señor, esta fe no le permitirá seguir tratando a los demás de la misma manera. Aun más, le será difícil ser áspera. Puedo testificar de esto por experiencia propia. Desde mi juventud, odiaba los perros y en ocasiones los maltrataba. Pero después que fui salvo, la fe en mí ya no me dejaba comportarme de esa manera. Este tipo de cambio en el comportamiento es una acción que emana de la fe.

Las personas que tienen fe son muy diferentes de los que no tienen fe. Antes de tener fe, algunos se deleitaban en cosas pecaminosas. Pero ahora que tienen fe, ya no sienten deleite en dichas cosas. Espontáneamente, se abstienen de tales cosas, lo cual es una acción, una obra, de fe. Otros, antes de ser salvos, no eran buenos vecinos, pero después de ser salvos y de que llegaron a tener fe, se volvieron muy bondadosos, afables, amorosos y considerados. Nadie les enseñó a ser diferentes. El cambio fue producido por la fe que operaba en ellos. La fe los motivó a ser serviciales con los demás, especialmente con otros creyentes. Éste es otro ejemplo de la obra de fe.

La obra de fe denota las acciones apropiadas de un creyente genuino. No consiste en realizar cierta tarea ni en hacer buenas obras para ayudar a otros. No; más bien, abarca nuestras acciones cotidianas como creyentes, acciones que emanan de la fe. Éste era el concepto de Pablo cuando escribió acerca de la obra de fe. Mientras oraba por los tesalonicenses, él se acordaba de acciones de fe que ellos habían realizado.

EL TRABAJO DE AMOR

Según el versículo 3, el trabajo de amor viene después de la obra de fe. Este trabajo de amor es verdaderamente un trabajo; no es meramente una acción o cierta clase de conducta, sino algo que implica afán, esfuerzo, lucha.

Hemos hecho notar que la obra de fe comienza cuando nos volvemos de los ídolos a Dios. La obra de fe ciertamente implica una conversión semejante. Por consiguiente, volvernos de los ídolos a Dios está relacionado con la obra de fe. Ahora debemos ver que servir al Dios vivo está relacionado con el trabajo de amor. Nosotros trabajamos para servir a nuestro Dios, quien es un Dios vivo. Servimos al Dios vivo porque lo amamos. Gálatas 5:6 dice que la fe opera por medio del amor. Este amor tiene que ver principalmente con el servicio que rendimos a nuestro Dios viviente.

La fe que está en nosotros produce diversas acciones. Además, esta fe opera en amor. En amor, nosotros, como creyentes que somos, debemos esforzarnos por servir a nuestro Dios viviente. Nuestro Dios es un Dios vivo. Puesto que es una persona viva, Él nos habla todo el tiempo, y nosotros le servimos.

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No es fácil servir a Dios, pues esto implica mucho trabajo. Pablo incluso dice que es una lucha. Por lo tanto, si queremos servir al Dios vivo, tendremos que luchar. En todo lo que Dios nos indique interiormente y en todo lo que Él nos pida que hagamos, debemos obedecerle. En esto consiste servir al Dios vivo. Este servicio requiere que le amemos. Así que, primero debemos amar a Dios, y luego este amor nos motivará a laborar y a servirle.

LA PERSEVERANCIA EN LA ESPERANZA

Finalmente, en el versículo 3 Pablo habla de la perseverancia en la esperanza. Sin duda, la perseverancia en la esperanza, mencionada en el versículo 3, concuerda con la frase “y esperar de los cielos a Su Hijo”, que se menciona en el versículo 10. Si tenemos perseverancia en la esperanza, esperaremos de los cielos al Hijo de Dios.

Ahora podemos ver en qué consiste la vida cristiana como aquella vida santa que se requiere para la vida de iglesia. Esta vida se origina en el Dios Triuno. Cuando la palabra nos es predicada y nosotros la recibimos, empezamos a tener una relación de vida con Dios el Padre y a participar de una unión orgánica con Cristo. Esto se produce por medio de la fe. Luego, esta fe opera, actúa y produce muchas cosas. En particular, hace que nos volvamos de todo lo que no es Dios a Dios mismo. Además, por amor trabajamos, luchamos y nos esforzamos por servir al Dios vivo. Al mismo tiempo, puesto que perseveramos en la esperanza, aguardamos el regreso del Hijo de Dios. Ésta es ciertamente una vida santa, una vida santificada y apartada para Dios. Según el versículo 7 del capítulo cuatro, Dios nos llamó en tal vida, y según el versículo 23 del capítulo cinco, Dios ahora nos santifica por completo a fin de que llevemos esta clase de vida y podamos tener una vida de iglesia apropiada.

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ESTUDIO-VIDA DE 1 TESALONICENSES

MENSAJE SIETE

LA IGLESIA ESTÁ EN EL DIOS TRIUNO

(1)

Lectura bíblica: 1 Ts. 1:1; 2 Ts. 1:1; Mt. 28:19; Hch. 19:5; Ro. 6:3; Gá. 3:27; Ap. 1:11-12

Tanto 1 Tesalonicenses 1:1 como 2 Tesalonicenses 1:1 nos dicen que la iglesia está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. Quisiera pedirles que consideren detenidamente la expresión “la iglesia... en Dios Padre y en el Señor Jesucristo”. Supongamos que Pablo hubiera sido más breve y simplemente hubiera escrito “la iglesia en Dios y en Cristo”. Tal vez nos parezca que es suficiente hablar de la iglesia en Dios y en Cristo, y que no es necesario hablar de la iglesia en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. Esta última descripción contiene tres nombres que no se mencionan en la primera: el Padre, el Señor y Jesús.

EL PADRE, EL SEÑOR Y JESÚS

Al leer el Nuevo Testamento, nos damos cuenta de que el primer asunto básico acerca de los títulos divinos es la revelación del nombre del Padre. Cuando el Señor Jesús vino a la tierra y vivió en la carne, Su obra principal fue revelar el nombre del Padre a Sus discípulos. Por ejemplo, en Su oración al Padre en Juan 17, el Señor Jesús dijo: “He manifestado Tu nombre a los hombres que del mundo me diste” (v. 6). El Señor también dijo al Padre: “Y les he dado a conocer Tu nombre, y lo daré a conocer aún” (Jn. 17:26). Es sumamente importante conocer al Padre. Conocer a Dios es algo grandioso, pero es aun más grandioso conocer al Padre.

Es también importante que prestemos la debida atención al título “Señor”. En el Antiguo Testamento se usó “Señor” como un título divino. No es nada insignificante que el hombre Jesús llegara a ser el Señor. Según Hechos 2, Cristo fue hecho Señor de todo después de Su resurrección y ascensión. Esto significa que un hombre, un nazareno, fue hecho Señor de todo. Con relación al Señor Jesús, el título “Señor” hace alusión a la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión. Fue por medio de tal proceso que el hombre Jesús fue hecho Señor de todo.

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Antes de la encarnación, Cristo, por ser Dios, ya era el Señor. Sin embargo, era el Señor, el Creador. Pero, después del proceso que se extiende desde la encarnación hasta la ascensión, el hombre Jesús fue hecho Señor. Con relación a Cristo en el Nuevo Testamento, este título tiene un significado muy rico. Cristo no es solamente el Creador, sino también Aquel que se encarnó, vivió en la tierra por treinta y tres años y medio, fue crucificado, resucitó y ascendió a los cielos. Por medio de Su crucifixión, Cristo efectuó la redención, acabó con la vieja creación, destruyó a Satanás y la muerte, y eliminó todas las barreras que había entre Dios y el hombre, y entre los hombres mismos. ¡Aleluya por todo lo que logró la crucifixión de Cristo! Al igual que la crucifixión, la resurrección de Cristo es muy profunda. En las palabras de un cántico titulado “Dios se procesó”, la crucifixión pone fin y la resurrección hace germinar. Después que la crucifixión de Cristo puso fin a la vieja creación, Su resurrección hizo germinar la nueva creación. Ahora Jesucristo, como Aquel que se encarnó, fue crucificado, resucitó y ascendió, ha sido hecho Señor de todo. Todo este proceso y todo lo relacionado con él, se halla implícito en el título “Señor”.

El nombre “Jesús” es también muy importante y significativo. “Jesús” significa “Jehová el Salvador”, o “Jehová nuestra salvación”. Para que Jehová pudiera ser nuestro Salvador y nuestra salvación, era necesario que pasara por un largo proceso.

El título “Cristo” significa “el Ungido”. El Señor Jesús, como el Cristo o el Ungido, es Aquel que fue designado por Dios para llevar a cabo Su propósito eterno. Cristo fue ungido, comisionado y designado para cumplir el propósito de Dios. Mediante todos los pasos de Su proceso, Él, quien es el Cristo, cumplió esta comisión y llevó a cabo el propósito de Dios. Ahora, en resurrección y ascensión, Él es nuestro Señor Jesucristo.

Dios no sólo es nuestro Creador, sino también nuestro Padre. El hecho de que Dios sea nuestro Padre tiene muchas más implicaciones que el hecho de que Él sea nuestro Creador. ¿Cómo pudo Dios el Creador llegar a ser nuestro Padre? En otras palabras, ¿cómo podíamos nosotros, siendo criaturas de Dios, llegar a ser hijos de Dios el Padre? Dios no tiene intención alguna en ser nuestro Padre adoptivo, nuestro padrastro ni nuestro Padre nada más en términos legales; más bien, Él es nuestro Padre en virtud de la vida divina. Esto significa que hemos recibido la vida de Dios. Esto ocurrió cuando nacimos de Dios.

Debería ser más que una mera doctrina para nosotros el declarar que hemos nacido de Dios. ¡Aleluya, somos hijos de Dios en virtud de la vida divina! Ya que hemos nacido de Dios, ahora somos hijos de Dios en vida, y Él es verdaderamente nuestro Padre. ¡Cuán grandioso es esto!

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Debemos ser muy cuidadosos cuando leemos la Biblia. Si la leemos así, descubriremos que 1 Tesalonicenses 1:1 y 2 Tesalonicenses 1:1 son muy parecidos, pero no son exactamente iguales. En 1 Tesalonicenses 1:1 dice: “Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo: Gracia y paz sean a vosotros”, mientras que en 2 Tesalonicenses 1:1 dice: “Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios nuestro Padre y en el Señor Jesucristo”. El primer versículo nos habla del “Padre”, mientras que el segundo dice “nuestro Padre”. Además, en 2 Tesalonicenses, la bendición: “Gracia y paz a vosotros” se encuentra en el versículo 2 y no en el versículo 1, lo cual indica que las palabras introductorias de Pablo en 2 Tesalonicenses son un poco más enfáticas que las de 1 Tesalonicenses. Ciertamente Pablo no fue descuidado al escribir sus epístolas. Todo lo que él escribió lo hizo con un propósito definido.

EL ESPÍRITU ESTÁ IMPLÍCITO

Ambas epístolas nos dicen que la iglesia se compone de seres humanos, en este caso, los tesalonicenses. Tesalónica era una ciudad inicua, pues la mayoría de sus habitantes eran personas inmorales. Sin embargo, algunas personas que en otro tiempo habían sido inmorales, fueron salvas y regeneradas, y llegaron a formar parte de la iglesia en el Dios Triuno, en su respectiva localidad. Por esta razón, Pablo habla de la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. En estas dos expresiones, Pablo alude al Dios Triuno.

Al escuchar que la iglesia de los tesalonicenses está en el Dios Triuno, tal vez algunos digan: “Usted afirma que 1:1 nos muestra que la iglesia está en el Dios Triuno. En efecto, este versículo menciona al Padre y al Señor Jesucristo, el Hijo, pero no menciona en absoluto al Espíritu. Si este versículo habla del Dios Triuno, ¿por qué entonces no se menciona el Espíritu?”. Éste es uno de muchos otros casos en los cuales lo que la Biblia deja de decir es tan importante, si no más, que lo que dice explícitamente. A menudo, cuando hablamos con los santos, es posible que nos abstengamos de decir ciertas cosas. Esto quizá sea más importante que lo que decimos. ¿Por qué Pablo no dijo: “La iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre, en el Señor Jesucristo y en el Espíritu Santo”? Más adelante veremos que existe una buena razón por la cual Pablo menciona al Padre y a Cristo el Hijo, mas no al Espíritu.

Pueden estar completamente seguros de que el Dios del cual se habla 1:1 es el Dios Triuno. Esto lo sabemos por el hecho de que Pablo primero mencionó al Padre, el primero de la Trinidad. Siempre que se menciona el primero, también se menciona el segundo, el Hijo, y también el tercero, el Espíritu. Precisamente el hecho de que Pablo hable del Padre es una prueba contundente de que él tenía presente al Dios Triuno.

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Además, la expresión “el Señor Jesucristo” alude al Espíritu. De hecho, ambas expresiones “Dios el Padre” y “el Señor Jesucristo” aluden al Espíritu. Por lo tanto, en 1:1 el Espíritu está implícito y sobreentendido.

Es importante que creamos que el Dios mencionado en 1:1 es el Dios Triuno. Estar en Dios Padre y en el Señor Jesucristo implica que también estamos en el Espíritu. Por consiguiente, en 1:1 está implícito el Dios Triuno. Este versículo nos muestra que la iglesia está en el Dios Triuno.

LA IGLESIA ESTÁ EN EL DIOS TRIUNO ORGÁNICAMENTE Y EN VIDA

Es bastante sencilla la afirmación de que la iglesia es de Dios o de Cristo. Pero es más profundo declarar que la iglesia está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. Por ejemplo, una cosa es afirmar que somos de una persona en particular, y otra muy distinta, declarar que estamos en esa persona. Desde nuestra perspectiva humana, es posible ser de una persona, pero no es posible literalmente estar en ella. La iglesia únicamente puede estar en el Dios Triuno de una manera orgánica y en virtud de la vida divina. Aunque nosotros no entendamos cabalmente cómo opera la vida, Dios sí tiene un entendimiento pleno de esto. Además, sólo Dios puede hacer algo según el principio de la vida divina. Así pues, de una manera orgánica y en virtud de la vida divina, Dios ha hecho posible que la iglesia esté en el Dios Triuno.

Para que la iglesia sea meramente de Dios, lo único que se requiere es que Dios sea nuestro Creador. Pero para que la iglesia esté en Dios, es menester que Dios sea nuestro Padre, y que nosotros tengamos una relación orgánica con Él. Asimismo, para que la iglesia esté en el Señor Jesucristo, es necesario que Cristo sea tanto el Señor como Jesús para nosotros.

NUESTROS CONCEPTOS TRADICIONALES SON COMO UN VELO QUE NOS CUBRE

Tal vez usted haya leído 1:1 muchas veces sin haberse percatado de que la iglesia está en el Dios Triuno. No obstante, este hecho se revela en la Biblia. ¿Cuál es entonces la razón por la que muy pocos cristianos han visto esto? La razón por la cual ellos no ven que la iglesia está en el Dios Triuno es que los conceptos tradicionales que tienen acerca de la iglesia son como un velo que los cubre. Los creyentes quizás están acostumbrados a escuchar expresiones como “la iglesia de Dios”, “la iglesia de Cristo” y “las asambleas de Dios”, especialmente en la manera que se usan hoy en día como nombres de denominaciones. Pero muy pocos se dan cuenta de que la iglesia está en el Dios Triuno.

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Es importante que comprendamos que el Nuevo Testamento no dice que la iglesia está en Dios. En lugar de ello, 1 Tesalonicenses 1:1 nos dice que la iglesia está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. Esto es muy distinto de afirmar que la iglesia está simplemente en Dios, pues revela que la iglesia está en el Dios Triuno. En la Biblia no encontramos tal cosa como la iglesia en Dios, pero sí encontramos el concepto de que la iglesia está en el Dios Triuno.

LA DIFERENCIA ENTRE DIOS Y EL DIOS TRIUNO

Ahora debemos examinar detenidamente la diferencia entre Dios y el Dios Triuno. Referirnos a Dios simplemente como Dios es no tener en cuenta que Él ha pasado por un proceso. Sin embargo, el título “Dios Triuno” denota Su proceso. Génesis 1:1 dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. En este versículo no vemos al Dios procesado; es decir, no vemos al Padre, al Hijo ni al Espíritu. Pero en el Nuevo Testamento, encontramos la revelación completa del Dios Triuno.

En el Nuevo Testamento, el primer paso esencial con respecto a la revelación del Dios Triuno es la revelación del nombre del Padre. En los cuatro Evangelios no encontramos primordialmente la revelación de Dios, sino de Dios el Padre. El Señor Jesús, para revelar el nombre del Padre a Sus discípulos, tuvo que pasar mucho tiempo con ellos.

Por supuesto, en el Nuevo Testamento también encontramos la revelación de que Jesús es el Hijo de Dios. Según Mateo 16, vemos que un día el Señor Jesús llevó a Sus discípulos lejos de Jerusalén, de este ambiente religioso, y los condujo a Cesarea de Filipo, al norte de la Tierra Santa, cerca de la frontera, al pie del monte Hermón, donde el Señor habría de transfigurarse (Mt. 17:1-2). Cesarea de Filipo se encontraba lejos de la ciudad santa y el templo santo, donde la atmósfera de la religión judía saturaba las mentes de todos los hombres. Así que el Señor intencionalmente llevó a Sus discípulos a un lugar donde la atmósfera estaba limpia, a fin de que las mentes de ellos estuviesen libres de los efectos del ambiente religioso de la ciudad santa y del templo santo, y pudiera revelarles algo nuevo respecto de Sí mismo. Fue allí donde Pedro recibió la visión de que Jesús era el Cristo, el Hijo del Dios viviente.

Mateo 16:13 dice: “Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a Sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?”. Debido a que los discípulos no tenían un entendimiento claro al respecto, comenzaron a contestar insensatamente. En el versículo 14, leemos lo que dijeron: “Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o uno de los profetas”. Entonces el Señor Jesús les dijo: “Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?” (v. 15). Como ya sabemos, fue Pedro quien recibió la revelación del Padre y dijo al Señor Jesús: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”

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(v. 16). Por consiguiente, en el Nuevo Testamento encontramos primero la revelación del nombre del Padre y luego, la revelación del Hijo de Dios. Así que, el primer título divino revelado en el Nuevo Testamento es el Padre, y el segundo es el del Hijo.

Luego de Mateo 16 debemos avanzar hasta Juan 14, donde encontramos la revelación acerca del Espíritu. Cuando Felipe dijo al Señor Jesús: “Señor, muéstranos el Padre, y nos basta” (Jn. 14:8), el Señor le contestó: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre... ¿No crees que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí?” (vs. 9-10). Aquí el Señor Jesús indicó que Él estaba en el Padre y que el Padre estaba en Él. Esto significa que Él no puede estar separado del Padre ni el Padre de Él. Después de hablar de esta manera respecto de Sí mismo y del Padre, el Señor habló del Espíritu de realidad, de otro Consolador: “Y Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de realidad” (vs. 16-17). Así que, el Espíritu, el otro Consolador, es el tercer título divino revelado en el Nuevo Testamento. Por lo tanto, tenemos la revelación del Padre, del Hijo y del Espíritu. Éste es el Dios Triuno.

La revelación del Dios Triuno requiere la encarnación de Cristo, el vivir humano del Señor y Su crucifixión y resurrección. Después de la resurrección de Cristo, tenemos la venida del Espíritu. Ahora sabemos que el Dios Triuno es el Padre, el Hijo y el Espíritu.

Este Dios Triuno es el Dios procesado. Él pasó por el proceso de encarnación, vivir humano, crucifixión y resurrección. En la crucifixión, Él efectuó la redención, puso fin a la vieja creación y destruyó a Satanás y la muerte, y en la resurrección, Él hizo germinar la nueva creación. Ahora, Él es el Espíritu vivificante, quien es la máxima consumación del Dios Triuno. La iglesia está en tal Dios Triuno. La iglesia está en el Dios Triuno procesado, en Aquel que llegó a ser el Espíritu vivificante junto con el Padre y el Hijo.

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ESTUDIO-VIDA DE 1 TESALONICENSES

MENSAJE OCHO

LA IGLESIA ESTÁ EN EL DIOS TRIUNO

(2)

Lectura bíblica: 1 Ts. 1:1; 2 Ts. 1:1; Mt. 28:19; Hch. 19:5; Ro. 6:3; Gá. 3:27; Ap. 1:11-12

Ya vimos que 1:1 declara que la iglesia está en el Dios Triuno. Pablo habla del Dios Triuno en 2 Corintios 13:14: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. Aquí tenemos la triple bendición del Dios Triuno, la bendición del amor, la gracia y la comunión. El Dios Triuno revelado en este versículo es el Dios procesado. El propio Dios en quien la iglesia está hoy es el Dios Triuno procesado: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

El DESEO Y EL PLAN DEL PADRE

¿Qué es lo que Dios el Padre desea? Según el Nuevo Testamento, el Padre desea obtener muchos hijos. Lo que le interesa al Padre es la filiación. A fin de producir estos hijos, Él ha estado engendrando hijos. En lo que a Dios se refiere, Él no está procurando limitar el número de hijos. Cuantos más tenga, mejor. El Padre desea obtener hijos, y Él los está engendrando.

Dios el Padre tiene un propósito muy definido al producir muchos hijos. Él no es un padre insensato que actúa sin ningún propósito. Al contrario, Él tiene un propósito y un plan. La elección y predestinación de Dios concuerdan con Su propósito. Primero, Él nos escogió, y luego, nos predestinó. Esto indica que únicamente es Dios quien da inicio y origen a las cosas. Así que, el hecho de que la iglesia esté en Dios el Padre da a entender que la iglesia está incluida en el propósito de Dios así como en Su plan, Su elección y Su predestinación. Sin duda, la iglesia también está incluida en el llamamiento de Dios. Decir que la iglesia está en Dios el Padre equivale a decir que la iglesia está en Aquel que da inicio y origen a las cosas.

Esta comprensión de la iglesia, o sea, de que está en el Padre, no es meramente una cuestión doctrinal; antes bien, es algo que tiene mucho que ver con nosotros en un sentido práctico y experimental. Un problema que se observa entre los cristianos de hoy en día es que tienen diversos propósitos y planes. Hay muchas personas que están

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dando inicio y origen a las cosas. Esto no es correcto. Todos los cristianos deberíamos tener un mismo propósito, a saber, el propósito de nuestro Padre. Asimismo deberíamos tener el mismo plan del Padre. Esto significa que nadie más, sólo el Padre, debería ser quien da inicio y origen a las cosas. Nosotros no deberíamos originar ni iniciar nada. Imagínense lo que sucedería si todos los cristianos abandonaran sus propósitos y planes personales, y hubiera un solo iniciador y originador. ¡Cuánta unidad habría entre todos nosotros! No habría división alguna.

TODO LO QUE ES NEGATIVO, NATURAL Y VIEJO HA LLEGADO A SU FIN

Ya vimos, en parte, lo que significa el hecho de que la iglesia está en el Padre. Ahora examinemos lo que significa el que la iglesia esté en el Señor Jesucristo. Es algo grandioso estar en Cristo. Estar en Cristo implica que ya no existen más el pecado, la carne, el yo, la vida natural, la vieja creación, la muerte ni Satanás. Para nosotros los que estamos en Cristo, se le ha dado fin a todo lo negativo. Se le ha dado fin al pecado, a la muerte, al yo, a la carne, a Satanás y a la vieja creación. Para los que estamos en Cristo, todo lo que no sea Dios mismo ha llegado a su fin.

Si vemos lo que ha sido eliminado en Cristo, entenderemos que es una vergüenza el que las así llamadas iglesias usen ciertos nombres para autodenominarse. Por ejemplo, en China había un grupo llamado Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos. Recientemente, en el sur de California, vi una pancarta que decía: “Iglesia china taiwanesa del condado de Orange”. Aun más, hace poco un hermano me comentó acerca de un grupo llamado “Iglesia menonita china de San Francisco”. Ninguno de estos nombres o designaciones tienen cabida en la iglesia. Los que adoptan nombres como éstos indican con ello que no son la iglesia en el Señor Jesucristo. El hecho de que adopten un nombre indica que entre ellos hay todavía muchas cosas que no han llegado a su fin.

La iglesia está en el Señor Jesucristo. Esto implica que, con respecto a la iglesia, todo lo natural, todo lo negativo y todo lo que pertenece a la vieja creación, ha llegado a su fin. Significa que en la iglesia ya no hay chinos ni estadounidenses, no hay japoneses ni coreanos, ni hay franceses ni alemanes. En la iglesia sólo hay lugar para Jesucristo el Señor. Esto es lo que significa el que la iglesia esté en el Señor Jesucristo.

Nosotros los que estamos en el recobro del Señor afirmamos que practicamos la vida de iglesia. Sin embargo, cada vez que afirmemos esto, debemos preguntarnos si todavía conservamos nuestra cultura o nuestra propia manera de ser. Con respecto a esto, a veces esperamos que los demás se compadezcan de nosotros. En algunas ocasiones las hermanas me han dicho: “Hermano Lee, no olvide que somos hermanas. La Biblia dice

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que nosotras las hermanas somos vasos más frágiles”. Sin embargo, en el Señor Jesucristo no hay vasos frágiles. Por consiguiente, no debemos esperar que los demás se compadezcan de nuestro modo de ser. En tanto que usted exija que los demás lo entiendan, eso será un indicio de que, en lo que a su experiencia se refiere, usted no está sepultado con Cristo. Para que la iglesia esté en el Señor Jesucristo de un modo práctico, es preciso que todos lleguemos a nuestro fin y que seamos sepultados. Debemos morir y luego ser puestos en una tumba. Esto es lo que significa estar en el Señor Jesucristo.

Cuando digo esto, ¿no les da la impresión de que estoy comparando al Señor Jesucristo con una tumba? Escuchen lo que Pablo dice en Romanos 6:3: “¿O ignoráis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en Su muerte?”. Este versículo dice claramente que ser bautizado en Cristo equivale a ser bautizado en la muerte de Cristo. Ya que es así, ¿cómo podríamos estar en Cristo sin estar también en Su muerte? Estar en Cristo significa, por tanto, ser sepultado, o sea, significa llegar a nuestro fin. ¿No les agrada escuchar estas palabras? Sea que nos agrade esto o no, es un hecho que estar en Cristo significa llegar a nuestro fin.

Durante los días especiales de conferencias o entrenamientos, se congregan santos de distintas ciudades y regiones. Aunque tal vez nadie hable bien de su propia localidad, es posible que todos, en lo profundo de nuestro ser, nos sintamos orgullosos del lugar de donde venimos. Tal vez digamos en nuestro corazón: “Quiero que ustedes tengan muy claro que soy de tal o cual lugar. Mi ciudad es la mejor”. Pensar de esta manera equivale a exaltarnos a nosotros mismos. Cuando decimos que somos de cierto lugar, nos alejamos de nuestra posición en el Señor Jesucristo. La iglesia sólo debe estar en Dios Padre y en el Señor Jesucristo.

UN NUEVO COMIENZO

Hay una razón importante por la cual Pablo empezó la epístola de 1 Tesalonicenses de la manera que lo hizo. En la época de Pablo, los griegos en su mayoría eran personas orgullosas y malignas. Su mitología era muy compleja, y ellos adoraban con mucho orgullo a sus dioses falsos. Eran extremadamente supersticiosos. Así que, su mitología, superstición y filosofía los dañó y los corrompió. La filosofía griega, al igual que la filosofía egipcia, la babilónica y la pérsica, no era nada pura, pues contenía muchos elementos contaminantes. En cierto sentido, su filosofía fomentaba la inmoralidad y la fornicación.

Al hablar Pablo de la iglesia de los tesalonicenses que está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo, parecía estar diciendo: “Santos amados de Tesalónica, vosotros seguís siendo tesalonicenses. Pero debéis daros cuenta de que ahora, por haber creído en Jesucristo,

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sois personas distintas. Ya no estáis en vuestra mitología ni filosofía, sino en Dios Padre, puesto que habéis sido regenerados, habéis nacido de Dios y tenido un nuevo comienzo. Vosotros también estáis en el Señor Jesucristo, pues en Él fuisteis aniquilados en la cruz. Por consiguiente, ya no sois griegos ni tampoco personas inmorales. No deberíais permanecer en la filosofía ni en la mitología, sino totalmente en Dios Padre. ¿Sabéis cuál es la razón por la cual ahora podéis estar en el Padre? La razón es que habéis nacido de Él. Por lo tanto, ahora estáis en el Dios que engendra, en el Dios que ha llegado a ser vuestro Padre. De igual manera, en lugar de estar en vuestra filosofía, vosotros ahora estáis en el Señor Jesucristo. Por estar en el Padre y en el Señor Jesucristo, vosotros ahora sois un pueblo santo, un pueblo apartado. De hoy en adelante, debéis llevar una vida completamente separada de todo lo que tenga que ver con Tesalónica, Grecia, la inmoralidad, y con la mitología y filosofía griegas. Esta vida santa, esta vida apartada, tiene como objetivo la vida de iglesia, ya que la iglesia está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo”.

Es importante que todos veamos que la iglesia está en el Dios Triuno. Yo me hice ciudadano estadounidense por naturalización, y, en un buen sentido, me he americanizado un poco. Sin embargo, no me considero estadounidense ni chino, sino alguien que está en el Señor Jesucristo. Sin importar cuál sea la naturaleza de nuestra ciudadanía terrenal, todos debemos comprender que en realidad estamos en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. Estar en el Padre y en el Señor Jesucristo implica que hemos nacido de nuevo, que hemos tenido un nuevo comienzo. Tenemos un nuevo origen: Dios el Padre. Todas las cosas viejas, todas las cosas negativas, como el pecado, la carne, el yo, el viejo hombre, la vida natural, Satanás y la muerte, han llegado a su fin. El hecho de que estemos en el Señor Jesucristo implica el fin de todas estas cosas. Esto significa que en el Señor Jesucristo no existe el pecado, la muerte, ni Satanás. En Él no existe el mundo, la carne, el yo ni la vieja creación. En Dios Padre, hemos nacido de nuevo, hemos sido regenerados. En Él tenemos un nuevo origen y un nuevo comienzo. En el Señor Jesucristo, todo lo relacionado con la vieja creación ha llegado a su fin. Esto es lo que implica estar en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. Aquí, en el Dios Triuno, es donde está la iglesia hoy.

UNA VISIÓN QUE NOS RIGE

Si queremos llevar una vida santa para la vida de iglesia, es fundamental que veamos que la iglesia está en el Dios Triuno. Si vemos esto, no prestaremos atención a enseñanzas sobre cómo mejorar nuestra conducta o cómo tener un comportamiento más ético. Mientras veamos que la iglesia es una entidad que está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo, comprenderemos que hemos sido completamente apartados por Dios mismo y que ahora nos hallamos inmersos en el Señor Jesucristo. Esto hace de nosotros

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un pueblo santo que lleva una vida santa, una vida apartada. Esta vida tiene como objetivo la iglesia. Si vemos esto, entenderemos lo que está escrito en el libro de 1 Tesalonicenses.

Tengo la plena certeza de que si vemos lo que abarcan estos mensajes acerca de la iglesia, la cual está en el Dios Triuno, nuestra manera de pensar cambiará y también nuestro comportamiento. Estos mensajes nos imparten una visión que regulará nuestros pensamientos, nuestras actividades y toda nuestra vida. Si vemos la revelación de que la iglesia está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo, comprenderemos espontáneamente que no debemos seguir aferrándonos a ciertos conceptos ni hacer ciertas cosas, debido a que son mundanas, profanas e impías, es decir, no son cosas apartadas para Dios. Comprenderemos que tales cosas no tienen cabida en la iglesia, la cual está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo.

Puedo testificar que me gusta mucho la expresión de Pablo en 1:1: “La iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo”. ¡Cuán maravilloso es que la iglesia sea de ciertas personas que están en Dios Padre y en el Señor Jesucristo!

Tanto en 1 Tesalonicenses 1:1 como en 2 Tesalonicenses 1:1 y 2, Pablo menciona la gracia y la paz después de decirnos que la iglesia está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. La gracia es el Dios Triuno dado a nosotros para que lo disfrutemos. Cuando estamos en el Padre y en el Señor Jesucristo, estamos en el lugar donde podemos disfrutar todas las cosas de Dios.

CONTACTAR AL ESPÍRITU

Hemos dicho que el Padre es quien planea y da origen a las cosas. Él es el iniciador y originador. Dios el Hijo lleva a cabo todo lo que Dios el Padre planeó, dispuso, inició y originó. Pero, ¿cuál es la función de Dios el Espíritu? El Espíritu no es quien da origen ni el que lleva a cabo las cosas; más bien, Él es el ejecutor. El Espíritu no hace nada por Sí mismo ni para Sí mismo, sino que ejecuta, pone en vigencia, lo que el Padre planeó y originó y lo que el Hijo realizó. Es preciso que todos veamos que todo lo que el Padre planeó y todo lo que el Hijo logró, está ahora en el Espíritu y con el Espíritu. En nuestra experiencia, Aquel con quien nosotros tenemos contacto, es el Espíritu. Este Espíritu es el Hijo, y en el Hijo tenemos al Padre. Por esta razón, podemos afirmar que el Padre está en el Hijo y que el Hijo es ahora el Espíritu vivificante que mora en nosotros. Lo que debemos hacer es permanecer en el Espíritu y andar conforme al Espíritu. Cada vez que andamos conforme al Espíritu, en efecto andamos conforme al Dios Triuno.

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El Espíritu es la consumación máxima y final del Dios Triuno procesado. El Espíritu es el Dios Triuno que llega a nosotros y se aplica a nosotros. ¿Cómo llega a nosotros el Dios Triuno procesado y tiene contacto con nosotros? Lo hace como Espíritu. ¿Cómo puede aplicarse a nosotros el Dios Triuno procesado en nuestra experiencia? Es como Espíritu vivificante que Él se aplica a nosotros. El Espíritu no es simplemente el Espíritu de Dios y el Espíritu de Cristo; Él es el Espíritu como Dios y como Cristo. Hoy en día, en nuestra experiencia, el Dios Triuno es el Espíritu vivificante. Por consiguiente, si estamos en Dios Padre y en el Señor Jesucristo, estamos en el Espíritu. Es debido a que el Espíritu se halla implícito y sobrentendido en 1:1, que afirmamos que la iglesia está en el Dios Triuno.

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ESTUDIO-VIDA DE 1 TESALONICENSES

MENSAJE NUEVE

LA IGLESIA LLEGA A SER LA CORPORIFICACIÓN DEL DIOS TRIUNO

(1)

Lectura bíblica: 1 Ts. 1:1; 2:12; 3:12; 4:7; 5:23-24; 2 Ts. 1:3, 5, 10; 2:13-14, 16; Col. 3:10-11; Ap. 1:11-12

Hemos subrayado el hecho de que en 1:1 Pablo dice que la iglesia está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. Hemos visto lo que significa el que la iglesia esté en Dios Padre y también lo que significa el que la iglesia esté en el Señor Jesucristo. Sin embargo, aunque hemos hecho énfasis en el Padre, en el Señor y en Jesús, no hemos explicado cabalmente lo que significa el que la iglesia esté en Cristo.

Cada vez que el nombre de Jesús se menciona en el Nuevo Testamento, se refiere principalmente al Señor en relación con las experiencias que tuvo en la tierra desde Su encarnación hasta Su resurrección. Jesús es el nombre del Señor con respecto a Su humanidad. Por consiguiente, este nombre denota las experiencias que Él vivió y las cosas por las cuales pasó antes de Su resurrección. Cristo es un título divino que alude principalmente a las experiencias del Señor así como a Su posición, Su vida y las acciones que ha tomado desde Su resurrección, es decir, es un título que se refiere a lo que el Señor es después de Su resurrección.

La vida del Señor Jesucristo puede dividirse en dos secciones: la sección antes de Su resurrección y la sección después de Su resurrección. Por consiguiente, la resurrección es una línea divisoria, una línea de demarcación, en la vida y experiencia del Señor.

Los cuatro Evangelios pueden considerarse como biografías del Señor Jesús. Estas biografías narran la historia de Su vida desde Su encarnación hasta Su resurrección. Este período es, en su mayor parte, representado por el nombre Jesús. Si hablamos de Jesús conforme al uso bíblico de este nombre, nos referimos principalmente a lo que Él experimentó a partir de Su encarnación y hasta Su resurrección. Después de la resurrección, la vida del Señor Jesús entró totalmente en otra esfera.

Sin embargo, hoy en día muchos cristianos no tienen un entendimiento claro acerca de Jesús y de Cristo. Algunos creyentes, especialmente los pentecostales, suelen decir: “¡Alabado sea Jesús!”, pero, según la Biblia, es mejor decir: “¡Alabado sea el Señor!”.

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Hoy en día, es mucho más común oír a los cristianos decir: “¡Alabado sea el Señor!”, que veinte años atrás, cuando el recobro del Señor llegó a este país. Quizás esto se deba a la influencia del recobro. En todo caso, es más apropiado decir: “¡Alabado sea el Señor!” que: “¡Alabado sea Jesús!”.

Según el Nuevo Testamento, el título “Señor” hace alusión a toda la vida y ministerio de Jesucristo. Esto significa que el título “Señor” es un título todo-inclusivo. Sin embargo, el nombre “Jesús” se refiere al Señor en Su humanidad y a Su vida humana antes de la resurrección, mientras que, como hemos visto, el título “Cristo” se refiere al Cristo resucitado en ascensión.

CRISTO ESTÁ EN EL TRONO Y TAMBIÉN EN NOSOTROS

El Cristo en el que muchos cristianos de hoy creen es un Cristo que se encuentra muy lejos, en el tercer cielo. Sin embargo, nuestro Cristo no es solamente el Cristo resucitado y ascendido que está en el cielo, sino también Aquel que descendió y entró en nuestro espíritu. ¡Aleluya, Cristo está ahora en nuestro espíritu!

En Juan 14, el Señor Jesús habló a Sus discípulos acerca de Su ida y de Su venida. En Juan 14:1, dijo: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en Mí”. En el versículo siguiente, el Señor dijo que en la casa de Su Padre había muchas moradas y que iba a preparar un lugar para ellos. Luego, en el versículo 3, declaró: “Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez, y os tomaré a Mí mismo, para que donde Yo estoy, vosotros también estéis”. Era como si el Señor Jesús dijera: “No os turbéis por el hecho de que me voy. Pareciera que os estuviera dejando, pero en realidad, me voy para poder venir. Después de que me vaya, vendré otra vez”. El Señor Jesús no estaba diciendo que iría al cielo; más bien, estaba diciendo que iría a la cruz, y después, a la tumba y al Hades, y que luego, en resurrección, Él volvería a los discípulos.

Casi todos los cristianos creen que lo dicho por el Señor en Juan 14 se refiere a Su segunda venida. Este entendimiento no es correcto. En Juan 14:18, el Señor Jesús dijo a los discípulos: “No os dejaré huérfanos; vengo a vosotros”. Si la venida del Señor mencionada en Juan 14 se refiriera a Su segunda venida, ciertamente los discípulos habrían quedado huérfanos. Si el Señor Jesús sólo estuviera en los cielos, todos seríamos huérfanos. Así que, cuando el Señor dijo: “Vengo a vosotros”, estaba diciendo que vendría en otra forma. Esto se cumplió en el día de Su resurrección en Juan 20:19-22. Después de Su resurrección, el Señor Jesús volvió a Sus discípulos para estar con ellos para siempre y no dejarlos huérfanos.

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La venida del Señor en Juan 14 se refiere al hecho de que vendría en otra forma. El Señor primero vino en forma de carne; ésta fue la primera forma en la que vino. Cuando Él habló con los discípulos en Juan 14, seguía teniendo esta misma forma. Pero en este capítulo, Él parecía estar diciendo: “Ahora estoy en la carne; pero voy a la cruz, donde seré inmolado. Después, seré puesto en una tumba y luego me levantaré de los muertos y vendré otra vez en otra forma. Cuando esté en esa forma, vendré a vosotros”. Efectivamente, fue en esta forma que el Señor regresó el día de Su resurrección.

El capítulo veinte de Juan describe cómo el Señor vino a Sus discípulos el día de Su resurrección. Juan 20:19 dice: “Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto de pie en medio, les dijo: Paz a vosotros”. El Señor Jesús apareció de una manera espléndida y excelente, una manera que excedía toda comprensión humana. Los judíos se oponían a los discípulos y hacían cuanto podían para destruirlos. Por consiguiente, los discípulos tenían miedo y se hallaban reunidos a puerta cerrada. Quizás gemían y se preguntaban qué hacer. De repente, el Señor Jesús apareció y les dijo: “Paz a vosotros”. El que apareció ante ellos no era Jesús en la carne, sino Cristo el Señor.

Según el versículo 21, el Señor les dijo: “Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también Yo os envío”. Luego, como vemos en el versículo 22, el Señor sopló en los discípulos y les infundió el pneúma santo, el Espíritu Santo: “Y habiendo dicho esto, sopló en ellos, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”. En Su resurrección, el Señor Jesús es ahora el pneúma, el Espíritu. Él apareció a los discípulos en forma de pneúma, y les dijo que recibieran el pneúma santo, el aliento santo. En el idioma griego, la palabra pneúma significa Espíritu y aliento. ¡Aleluya! ¡Cristo en resurrección es el aliento, el pneúma, el Espíritu! Después que los discípulos lo recibieron como el pneúma santo, Él empezó a vivir en ellos.

Nosotros también recibimos al Señor Jesucristo como el aliento santo, el pneúma santo, el Espíritu vivificante, y ahora Él está en nosotros. Yo creo que si entendiéramos correctamente que Cristo está en nosotros, nos emocionaríamos muchísimo, e incluso estallaríamos de gozo. El hecho de que esto no nos entusiasme en absoluto podría indicar que no nos damos cuenta de que Cristo está en nosotros.

¿Dónde está Cristo hoy? La respuesta es que Cristo está en el trono en el cielo y también que Él vive en nosotros. Oh, debiéramos declarar con un espíritu fuerte y liberado que Cristo está en nosotros. ¡Hoy nuestro Cristo es Aquel que vive en nosotros! En un sentido muy real, nuestro Cristo es diferente del Cristo en quien creen muchos

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cristianos, porque ellos tienen a un Cristo que está solamente en el cielo, mientras que nosotros tenemos al Cristo que está en el cielo y que también mora en nuestro espíritu.

He sido criticado y falsamente acusado de predicar a otro Cristo. Yo no predico a un Cristo diferente del que se revela en la Biblia. Pero, en cierto sentido, predico a un Cristo que es un tanto diferente del Cristo en quien creen muchos cristianos, pues el Cristo que yo predico está en los cielos y también en mí, mientras que para muchos cristianos, Cristo está únicamente en el cielo. Ellos, en lugar de disfrutar hoy al Cristo que ahora mora en su interior, esperan morir para reunirse con Cristo en el cielo. El Cristo que yo predico es el Cristo que se revela en las Escrituras. Él es el Señor Jesucristo. Él es el Señor en un sentido todo-inclusivo. El hecho de que Él sea el Señor significa que Él es Jesús y también Cristo.

LA MUERTE QUE PONE FIN A TODO LO NEGATIVO, Y LA RESURRECCIÓN

En el mensaje anterior hicimos notar que estar en Cristo equivale a estar en Su muerte, la muerte que pone fin a todas las cosas negativas, tales como el pecado, el mundo, la vieja creación, el viejo hombre, la carne, el yo y Satanás. Cuando el Señor Jesús fue crucificado, Él puso fin a todas estas cosas negativas. Esta muerte todo-inclusiva conduce a la resurrección. En la Biblia vemos un principio muy claro que consiste en que la muerte nos introduce en la resurrección. Sin muerte, no puede haber resurrección.

En la resurrección, Jesús es el Cristo. ¡Aleluya! ¡Su crucifixión sigue siendo eficaz! ¡Alabémosle porque Él resucitó y porque en la resurrección llegó a ser el Cristo! Ahora nosotros, como creyentes, estamos en Cristo; hemos entrado en una unión orgánica con Él.

Algunos maestros cristianos hablan de que estamos en Jesús. Esta expresión no es muy precisa, pues es posible estar en Cristo más no en Jesús. Cuando todavía el Señor era Jesús en la carne, nadie podía estar en Él. No fue sino hasta después que fue crucificado, resucitó y llegó a ser el Espíritu, que pudimos estar en Él. Por el Espíritu, con el Espíritu, mediante el Espíritu y en el Espíritu, podemos estar en Cristo. Cristo es el aire celestial y espiritual, y nosotros ahora estamos en Él.

EL UNGIDO Y EL QUE UNGE

La palabra “Cristo” es una transliteración de la palabra griega cristós. Esta palabra griega es un equivalente de la palabra hebrea traducida Mesías, que significa el Ungido.

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El hecho de que el Señor Jesús sea el Mesías, el Cristo, el Ungido, significa que el Espíritu de Dios fue derramado sobre Él. Hoy nuestro Cristo no es solamente el Ungido, sino también Aquel que unge. Él mismo llegó a ser el Espíritu vivificante. En resurrección, Cristo es el Ungido y también, como Espíritu que unge, Él es Aquel que unge.

Hoy podemos comprobar en nuestra experiencia que Cristo es Aquel que unge. Supongamos que alguien está pasando por algún sufrimiento y se siente profundamente afligido y deprimido por ello. De hecho, siente que no vale la pena seguir viviendo. Luego escucha el evangelio y se entera del amor que Dios tiene por él. Escucha cómo el Señor Jesús murió por él, cómo resucitó y que ahora espera que él lo reciba invocando: “Oh Señor Jesús”. Supongamos que esta persona finalmente dice: “Señor Jesús, gracias”, y descubre que su dolor ha desaparecido. En su interior, él ahora se siente refrescado. Esta sensación es la unción del Señor que le trae paz y sosiego, y le comunica que el Señor lo ama y está cuidando de él. En esto consiste experimentar a Cristo como Aquel que unge.

Cuando invocamos el nombre del Señor, Su misma persona viene a nosotros. Tal como una persona viene cuando la llamamos por su nombre, del mismo modo el Señor Jesús viene cuando invocamos Su nombre. El nombre del Señor es Jesucristo, y Su persona es el Espíritu. Por esta razón, cuando invocamos el nombre del Señor Jesús, es el Espíritu quien viene.

Tal vez tengamos el concepto de que el Señor únicamente está en el tercer cielo, y nos sorprenda que venga tan rápido cuando lo invocamos. En realidad, como Espíritu, Él ya está dentro de nosotros. Quizás tengamos la intención de decir: “Señor Jesucristo, Tú estás en el cielo” y, antes de que hayamos terminado de pronunciar el nombre del Señor, Él ya esté ahí. La razón por la que el Señor puede responder tan rápidamente cuando le invocamos es que Él es ahora el Espíritu vivificante en resurrección.

En Génesis 1 tenemos a Dios, y en los cuatro Evangelios encontramos una crónica de la vida de Jesús en la tierra. Sin embargo, ahora, en nuestra experiencia, tenemos al Señor Jesucristo como el Espíritu. En el momento en que empezamos a invocar Su nombre, Él viene a nosotros desde nuestro interior. Éste es Cristo en resurrección.

LAS RIQUEZAS DE LA RESURRECCIÓN

La iglesia está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. El título “Cristo” en 1 Tesalonicenses 1:1 denota todas las riquezas de la resurrección. Si el Señor fuese únicamente Jesús, y no Cristo, no podríamos estar en Él. Pero puesto que Él es el Señor

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Jesucristo, nosotros podemos estar en Él, y de hecho, estamos en Él en este mismo momento. ¿Dónde estamos? Estamos en el Señor Jesucristo. El nombre “Jesús” implica que todo lo que somos en la vieja creación y por la caída, llegó a su fin, y el título “Cristo” implica que ya no estamos en nosotros mismos, en la vieja creación, en el pecado y en la muerte, en el mundo ni en Satanás, sino en resurrección, en el Espíritu, y en justicia, en santidad, en poder, en vigor y en fuerza. Debido a que estamos en Cristo, incluso estamos en el trono con Él. ¡Oh, cuán maravilloso es estar en Cristo!

Por una parte, estar en el Señor Jesucristo significa que se nos ha dado muerte y que ya no estamos en la vieja creación; por otra parte, significa que por estar en Cristo, estamos ahora en resurrección. Estar en Cristo equivale a estar en resurrección, en el Espíritu, en poder, en vigor y en autoridad. Sin embargo, debido a la influencia del cristianismo tradicional, tal vez no estemos conscientes de cuán importante es estar en Cristo. Como resultado, es posible que la experiencia que tenemos de la resurrección, del vigor y de la autoridad sea deficiente.

¿Se ha dado cuenta de que debido a que está en Cristo usted está en el trono? Usted no sólo está en poder, en vigor y en autoridad, sino también en el trono. Después de que Cristo resucitó, Él fue a los cielos para ser entronizado, y en Él, nosotros también estamos en el trono. Hay momentos en que debemos decirle a Satanás: “Satanás, ¿no ves dónde estoy? ¡Yo estoy en Cristo y en Él estoy también en el trono!”

La religión nos ha privado —aún nos ha robado— del disfrute que tenemos en Cristo. En nuestra experiencia, la religión nos ha empobrecido y nos ha hecho personas dignas de lástima. Por consiguiente, debe impresionarnos mucho el que estar en Cristo equivale a estar en resurrección, en el Espíritu, en poder y en el trono. El hecho de que la iglesia esté en Cristo significa que está en resurrección, en autoridad y en el trono.

CRECER EN LA VIDA DE RESURRECCIÓN

Antes de que veamos que estar en Cristo significa también estar en el reino y en la gloria, debemos resaltar el asunto de la vida, un tema muy crucial. Estar en Cristo significa estar en la vida divina; aun más, significa estar en la vida de resurrección. Si descuidamos la vida divina, no podremos participar en todo lo demás. Aparte de la vida, no podemos entrar al reino ni a la gloria. Hoy la iglesia está en la vida de resurrección, y esta vida de resurrección está llevando a cabo muchas cosas por nosotros.

He aprendido mucho acerca de la vida, observando cómo crecen las plantas en el jardín de mi casa. Me asombra ver cómo una pequeña planta crece en vida. Esto es un cuadro, un ejemplo, de cómo crecemos nosotros en la vida de resurrección. Puesto que estamos

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en la vida de resurrección, algo dentro de nosotros está creciendo. La palabra “crecer” implica muchas cosas. Incluye la transformación, el florecimiento, la fructificación y la madurez. Algunas plantas de mi jardín no eran muy bonitas cuando apenas empezaban a crecer. Pero, después de haber crecido, fueron transformadas y ahora son plantas hermosas. Han florecido, han dado fruto y han madurado. El crecimiento, y todo lo que ello implica, también forma parte del pensamiento de que la iglesia está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo.

Es lamentable que, por la influencia de la religión, muchos cristianos hayan sido distraídos del crecimiento en la vida de resurrección. En lugar de prestar atención a la vida y al crecimiento de la vida, procuran conocer más y procuran ser mejores. No es necesario esforzarnos por ser mejores, debido a que estamos en la vida de resurrección. La vida de resurrección es el Cristo resucitado, y este Cristo en resurrección es el Espíritu vivificante. Hoy la iglesia está en Cristo, en Aquel que, en Su resurrección, llegó a ser el Espíritu vivificante y todo-inclusivo.

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ESTUDIO-VIDA DE 1 TESALONICENSES

MENSAJE DIEZ

LA IGLESIA LLEGA A SER LA CORPORIFICACIÓN DEL DIOS TRIUNO

(2)

Lectura bíblica: 1 Ts. 1:1; 2:12; 3:12; 4:7; 5:23-24; 2 Ts. 1:3, 5, 10; 2:13-14, 16; Col. 3:10-11; Ap. 1:11-12

Conforme a 1 Tesalonicenses 1:1 y 2 Tesalonicenses 1:1, la iglesia está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. En el mensaje anterior hicimos notar que el hecho de que la iglesia esté en Cristo significa que ella está en la vida de resurrección. Esta vida de resurrección es el propio Cristo en resurrección como Espíritu vivificante. Lo que necesitamos no es esforzarnos por ser mejores, sino permitir que esta vida de resurrección crezca en nosotros.

HEMOS SIDO INTRODUCIDOS EN EL PADRE

En Juan 14 encontramos otro indicio de que nosotros los creyentes estamos en Dios Padre. Según la concepción religiosa tradicional, este capítulo habla de mansiones celestiales. Sin embargo, Juan 14 no habla de mansiones celestiales, sino de moradas en una persona divina, en Dios el Padre. En los versículos 2 y 3, el Señor Jesús declara: “En la casa de Mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, Yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez, y os tomaré a Mí mismo, para que donde Yo estoy, vosotros también estéis”. El Señor Jesús les estaba diciendo a Sus discípulos que por medio de Su muerte y resurrección, Él prepararía el camino para introducirlos en el Padre.

El Señor Jesús está en el Padre (Jn. 14:10-11). Él deseaba que también Sus discípulos estuvieran en el Padre, según lo revela Juan 17:21. Mediante Su muerte y resurrección, Él introdujo a Sus discípulos en Sí mismo. Ahora, dado que Sus discípulos están en Él, y como Él está en el Padre, ellos también están en el Padre. De ahí que, donde está el Señor Jesús, allí están también los discípulos. ¿Dónde está el Señor Jesús? Está en el Padre. Por consiguiente, estar donde Él está, significa que nosotros también estamos en el Padre.

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Es una verdadera superstición creer que Juan 14:2 y 3 nos está diciendo que el Señor está edificando una mansión celestial y que Él volverá sólo cuando haya terminado esta obra de edificación. Algunos maestros cristianos incluso dicen que la razón por la cual el Señor Jesús aún no ha regresado es que la edificación de las mansiones celestiales aún no ha terminado. Esto fue lo que me comentó un maestro cristiano en mi juventud. Algunos cuando hablan de las mansiones celestiales, exclaman: “¡Cuán maravillosas serán las mansiones celestiales! El Señor Jesús ha estado construyéndolas por más de mil novecientos años, y aún no las ha terminado. El Señor dijo que cuando nos hubiera preparado un lugar, regresaría y nos tomaría a Sí mismo. El mero hecho de que aún no haya regresado, indica que Él sigue edificando estas mansiones celestiales”.

En 1958, mientras me encontraba en Inglaterra, fui alumbrado y vi en la Biblia que Juan 14 no tiene nada que ver con una mansión celestial. La palabra “mansiones”, que aparece en la versión King James en Juan 14:2, no es acertada. En realidad, este versículo está hablando de moradas, no de mansiones. La palabra usada en el griego es la forma sustantivada del verbo “morar”. Era como si el Señor Jesús estuviera diciendo: “Yo soy vuestra morada, y vosotros morareis en Mí. Asimismo vosotros sois Mi morada, y Yo moraré en vosotros. Voy, pues, a preparar una morada en Dios el Padre. El Padre desea recibiros a todos vosotros. Sin embargo, debido a que vosotros sois pecaminosos e injustos, y Él es santo y justo, no podéis entrar en Él a menos que Yo muera en la cruz y quite vuestros pecados. Mi muerte abrirá el camino para que vosotros podáis entrar en el Padre. Después de que os haya preparado un lugar en el Padre mediante Mi muerte y resurrección, vendré otra vez”. ¡Alabado sea el Señor, porque en este sentido, el Señor Jesús ya retornó! Él ya regresó y nos introdujo en el Padre. Ahora, como miembros de la iglesia, podemos declarar que estamos en Dios Padre. La iglesia, que nos incluye a todos nosotros, está donde se encuentra el Señor Jesús, esto es, está en Dios Padre. ¡Aleluya, donde está el Señor Jesucristo, allí también estamos nosotros! Estamos en la misma morada con el Señor Jesús. ¡Qué maravilloso!

Cuando comencé a enseñar que Juan 14 no habla de mansiones celestiales sino de moradas en Dios Padre, fui criticado y condenado por ello. Algunos me acusaron de quitarles su mansión celestial y se quejaron de que ahora en los sepelios ya no podrían decirle a la gente que cuando un creyente muere le espera una mansión celestial.

EL CRISTO RESUCITADO ES EL ESPÍRITU MISMO

También se me ha acusado de enseñar herejías por haber dicho, basándome en la Biblia, que Cristo es ahora el Espíritu vivificante. No debemos pensar que el Espíritu vivificante sea una persona aparte del Señor Jesucristo. Mientras el Señor estaba en la carne, Él era Jesús; pero en la resurrección, Él llegó a ser el Espíritu vivificante. Nosotros no somos

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los únicos que hemos visto y enseñado este hecho. Muchos otros escritores cristianos han afirmado que, en la experiencia cristiana, Cristo equivale al Espíritu. En doctrina o en teología es muy difícil de explicar cómo el segundo de la Trinidad, el Hijo, puede ser el tercero, el Espíritu. No obstante, en la experiencia cristiana, el Cristo resucitado es el propio Espíritu. En 2 Corintios 3:17 se afirma explícitamente: “El Señor es el Espíritu”, y en 1 Corintios 15:45, un versículo que confirma este hecho, leemos: “Fue hecho... el postrer Adán, Espíritu vivificante”. Aunque decir que Cristo es el Espíritu concuerda con la Biblia, he sido condenado de hereje por enseñar esto.

La Biblia revela que el Cristo resucitado, el propio Cristo en resurrección, es el Espíritu vivificante. Esto lo podemos confirmar con nuestra experiencia. En nosotros están Cristo y el Espíritu. Pero conforme a nuestra experiencia, ¿moran en nosotros dos personas, Cristo y el Espíritu, o mora una sola persona? Cristo y el Espíritu están en nosotros, pero en nuestra experiencia mora una sola persona, y no dos, porque ahora Cristo en resurrección es el Espíritu.

En resurrección, el Cristo que mora dentro de nosotros es un Espíritu maravilloso. Este Espíritu es vida, poder, santidad, amor, justicia, fuerza, vigor, sabiduría, gracia, bondad y misericordia. ¡Oh, este Espíritu lo es todo! Por ello afirmamos que este Espíritu, que es Dios y Cristo, es todo-inclusivo.

En particular, quisiera señalar que este Espíritu contiene la eficacia de la muerte de Cristo. El Espíritu ciertamente no contiene muerte, pero sí incluye la eficacia de la crucifixión del Señor Jesús.

ANDAR CONFORME AL ESPÍRITU

En el Nuevo Testamento se nos manda que andemos conforme al Espíritu. Por ejemplo, Gálatas 5:16 dice: “Andad por el Espíritu, y así jamás satisfaréis los deseos de la carne”. En Gálatas 5:25 Pablo dice: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”. Refiriéndose al espíritu mezclado, es decir, al Espíritu mezclado con nuestro espíritu humano regenerado, Romanos 8:4 dice: “Para que el justo requisito de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al espíritu”. Por consiguiente, lo único que tenemos que hacer es andar conforme al Espíritu. No necesitamos hacer nada más.

A los hermanos y hermanas que están casados les preocupa tener una buena vida matrimonial y ser un buen cónyuge. Si un hermano me preguntara cómo puede ser un buen marido o cómo llevar una buena vida matrimonial, yo le daría una sola respuesta: ande conforme al Espíritu. Esto se aplica a los hermanos y a las hermanas, a los maridos

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y a las esposas. En la actualidad, se han escrito muchos libros cristianos sobre cómo tener una buena vida familiar o cómo evitar el divorcio. No es necesario leer esos libros. ¿Quiere usted ser un buen marido o una buena esposa? Ande conforme al Espíritu. ¿Quiere usted tener un buen matrimonio? La respuesta es la misma: ande conforme al Espíritu. Ya que el Espíritu es todo-inclusivo, basta con que andemos conforme a Él.

Nuestro problema radica en que no siempre somos fieles a nuestro deber de andar conforme al Espíritu. De las aproximadamente dieciséis horas que pasamos despiertos cada día, ¿cuántas horas anda usted conforme al Espíritu? Si a diario anduviéramos conforme al Espíritu tan sólo por hora y media, seríamos excepcionales. Pero tal vez ni siquiera en las reuniones de la iglesia andemos en el Espíritu. Por ejemplo, es posible que usted no cante conforme al Espíritu, y que en lugar de ello, cante según sus emociones. Si se siente emocionado, usted canta de cierta manera según sus emociones. Luego, es posible que en la siguiente reunión todo le sea indiferente, y que nada logre levantarle el ánimo, debido a que usted le presta más atención a sus emociones que al Espíritu. Su frialdad en la reunión tal vez se deba a que alguien lo ha ofendido. Debido a que se siente ofendido, no permite que nada en la reunión lo motive. Quizás permanezca desanimado por varios días, hasta que algo vuelve a motivarlo y despertar su entusiasmo. Entonces, en la reunión, usted dará gritos de alabanzas al Señor. Sin embargo, en tales condiciones, sus alabanzas serán conforme a sus emociones, y no conforme al Espíritu.

Es preciso que todos veamos que la iglesia está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. Hemos dicho que estar en Jesucristo significa que todo lo negativo y todo lo que pertenece a la vieja creación, ha llegado a su fin. Esto significa que debemos poner fin a nuestras emociones naturales y a nuestro yo. Si éste es el caso, nadie podrá ofenderlo. ¿Cómo podría un muerto ofenderse con algo o con alguien? Sería imposible. Uno puede decirle o hacerle cualquier cosa a un muerto, y éste nunca se ofenderá. De manera que estar en Jesucristo significa llegar a nuestro fin y ser sepultado, ya que estar en Cristo equivale a estar en Su muerte. Si en verdad somos la iglesia en Dios Padre y en el Señor Jesucristo, la función que desempeñamos en las reuniones no será conforme a nuestras emociones, sino conforme al Espíritu.

Hemos visto que estar en Cristo significa estar en el “aire espiritual”, en el Espíritu vivificante. Si en nuestra experiencia estamos en este aire espiritual, nadie nos ofenderá. Cuanto más otros traten de irritarnos, más podremos alabar al Señor. Ésta es la iglesia que está en Cristo como Espíritu vivificante.

La realidad de este hecho —el Cristo resucitado como Espíritu vivificante— excede nuestra capacidad para describirla. El poder, el vigor, la fuerza, la autoridad, el trono, la

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santidad, la justicia, es decir, todas las virtudes divinas, están relacionadas con el Cristo resucitado. Es por eso que cuando estamos en Él, tenemos todas estas virtudes. Tenemos paciencia, perseverancia y todo lo que Cristo es. Cristo es la realidad de los atributos divinos y de las virtudes humanas. Si en nuestro vivir práctico estamos en Él, seremos humildes, amables y perseverantes. Seremos personas que andan en resurrección, en el Cristo resucitado.

ANDAR COMO ES DIGNO DE DIOS

Hemos hecho mucho hincapié en el hecho de que, según 1:1, la iglesia es una entidad que está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. Ahora examinemos 2:12, que dice: “A fin de que anduvieseis como es digno de Dios, que os llama a Su reino y gloria”. ¿Qué significa andar como es digno de Dios? Andar como es digno de Dios significa llevar una vida en el Señor Jesucristo. En 1 Tesalonicenses 2:12 encontramos la explicación de 1:1. ¿Qué significa el que la iglesia esté en Dios Padre y en el Señor Jesucristo? El hecho de que la iglesia esté en Dios Padre y en el Señor Jesucristo significa que hay una compañía de seres humanos que andan como es digno de Dios.

¿Qué puede compararse con Dios? ¿Qué puede igualarle? La respuesta a estas preguntas es: sólo Dios mismo. Esto indica que, en realidad, andar como es digno de Dios es vivir a Dios mismo. Nuestra vida diaria debe ser de hecho Dios mismo, pues sólo Dios puede ser digno de Dios, igualarle o compararse con Él. Por lo tanto, en nuestro vivir, debemos expresar a Dios.

Nosotros podemos vivir a Dios porque poseemos la vida de Dios. Un perro obviamente tiene la vida de un perro y por ende, vive como un perro. Bajo el mismo principio, puesto que nosotros poseemos la vida de Dios, podemos vivir a Dios. ¡Aleluya, Dios es nuestro Padre y nosotros somos hijos Suyos! Como hijos de Dios poseemos Su vida y, como tales, podemos vivirle a Él.

Aunque 1 Tesalonicenses 1:1 nos habla de la iglesia que está en Dios Padre, muchos cristianos prefieren hablar de la iglesia que está en el Dios omnipotente. En los cultos de adoración cristianos a menudo se canta ese himno que empieza diciendo: “Santo, santo, santo, Señor omnipotente”. Para ustedes, ¿es Dios únicamente el Dios omnipotente, o es también su Padre? Puesto que nacimos de Dios, Él es ahora nuestro Padre. Como el omnipotente, Dios no tiene ninguna relación de vida con ustedes, y quizás ustedes no tengan nada que ver con Él. Tal vez se encuentren separados de Él y fuera de Él. Pero si Dios ha llegado a ser su Padre, ustedes tienen ahora una relación de vida con Él, y están en Él.

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¿A quién aman más, al presidente de Estados Unidos, o a su propio padre? Aunque tal vez el presidente sea adinerado, y su padre sea pobre, sin duda ustedes amarán más a su padre que al presidente. Del mismo modo y en un sentido más profundo, nosotros podemos amar muchísimo más a Dios como a nuestro Padre que como al Dios omnipotente. ¡Aleluya porque por ser hijos de Dios, podemos vivir a Dios! Todos debemos declarar confiadamente: “Porque poseo la vida de Dios, puedo vivir a Dios”.

Ahora entendemos lo que significa andar como es digno de Dios. Sólo Dios puede ser digno de Sí mismo, y sólo Dios puede igualarse a Sí mismo o compararse consigo mismo. Por consiguiente, andar como es digno de Dios equivale a vivir a Dios. ¡Alabado sea el Señor porque poseemos la vida de Dios y porque al vivirle podemos andar como es digno de Él!

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ESTUDIO-VIDA DE 1 TESALONICENSES

MENSAJE ONCE

LA IGLESIA LLEGA A SER LA CORPORIFICACIÓN DEL DIOS TRIUNO

(3)

Lectura bíblica: 1 Ts. 1:1; 2:12; 3:12; 4:7; 5:23-24; 2 Ts. 1:3, 5, 10; 2:13-14, 16; Col. 3:10-11; Ap. 1:11-12

HEMOS SIDO LLAMADOS AL REINO Y GLORIA DE DIOS

En 1 Tesalonicenses 2:12 leemos: “A fin de que anduvieseis como es digno de Dios, que os llama a Su reino y gloria”. En el mensaje anterior vimos lo que significa andar como es digno de Dios. Veamos ahora, de un modo práctico, lo que significa ser llamados por Dios a Su reino y gloria.

Muchos cristianos —inclusive nosotros mismos— damos por sentado muchas cosas en la Biblia. Por ejemplo, tal vez leamos 2:12 y pensemos que en efecto lo entendemos. Sin embargo, es posible que no entendamos debidamente lo que significa el reino y la gloria de Dios. Por supuesto, tampoco pretendo entender cabalmente 2:12. No obstante, sí tengo cierto entendimiento basado en mi estudio y experiencia. Lo que deseo compartirles acerca del reino y la gloria mencionados en 2:12 se basa principalmente en mi experiencia espiritual.

En este versículo Pablo dice que Dios nos llamó a Su reino y gloria. Sin duda, el reino y la gloria de Dios son la meta de Su llamamiento. Es lamentable que los cristianos piensen que Dios nos ha llamado a una mansión celestial. Dios no nos ha llamado a una mansión celestial, sino a Su reino y gloria.

Según la comprensión de muchos cristianos, la tierra en la actualidad no es el reino de Dios, pero un día el Señor Jesús regresará, tomará posesión de la tierra y establecerá Su dominio sobre ella. Este dominio será el reino de Dios. Muchos de nosotros probablemente tuvimos este mismo concepto acerca del reino de Dios. No digo que esto sea totalmente errado, pero sí puedo afirmar que no es completamente acertado, y que definitivamente es muy superficial.

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¿Qué es el reino de Dios? El reino de Dios es Dios mismo manifestado por medio de nosotros. Siempre que expresamos a Dios en nuestro diario andar, eso es el reino. La expresión de Dios mismo, la cual emana desde nuestro interior, es el reino de Dios. Supongamos que un hermano trabaja en una oficina y que algunos de sus colegas se opongan a él por ser creyente. Quizás a ellos les disguste su presencia. No obstante, si él expresa a Dios cada día en la oficina, sus compañeros de trabajo comprobarán que hay algo extraño con respecto a él. Descubrirán que hay algo especial en este hermano. Éste es el reino de Dios, Dios expresado desde el interior de este hermano. Por un lado, tal vez otros se nos opongan, nos critiquen y no estén contentos con nosotros; por otro lado, ellos perciben algo indescriptible con respecto a nosotros. Éste es el reino de Dios como la manifestación Suya por medio de nosotros. ¡Cuán maravilloso sería si todos los cristianos expresaran a Dios! Esta expresión verdaderamente sería el reino de Dios en la tierra.

En los comienzos de mi vida cristiana, entendía 2:12 según la manera tradicional. Pensaba que Dios me había llamado meramente para entrar a Su reino y gloria en el futuro. Mi concepción del reino de Dios y de la gloria de Dios era muy superficial y completamente objetiva. Ésta no era la perspectiva de Pablo con respecto al reino y la gloria de Dios. Si examinamos el contexto de 2:12, podremos ver que ser llamados al reino y a la gloria de Dios está relacionado con el hecho de andar como es digno de Dios. Cuando andamos como es digno de Dios, nuestra presencia traerá cierta atmósfera, la cual es el reino de Dios. Además, donde está el reino de Dios, allí también está la gloria de Dios.

El reino de Dios y la gloria de Dios pueden hacerse manifiestos en nuestra vida matrimonial. Si un hermano y su esposa viven a Dios, andarán como es digno de Dios. Entonces, en su vida matrimonial, se podrá percibir cierta atmósfera. Así, cuando otros sean envueltos en esta atmósfera, espontáneamente sentirán respeto. Éste es el reino de Dios con la gloria de Dios. Si los cristianos hoy en día anduvieran como es digno de Dios, es decir, si anduvieran de una manera que lo exprese a Él, el reino vendría. El reino de Dios sería visto en la tierra.

Como hemos hecho notar en varias ocasiones, la gloria es Dios mismo expresado. Cada vez que el Señor se expresa desde nuestro interior, nos encontramos en una condición que podríamos calificar como gloriosa. Si entráramos en la casa de un hermano mientras éste discute con su esposa, no veríamos allí ninguna gloria. En cambio, si usted visita a un hermano y ve que tanto él como su esposa están brillando, resplandeciendo y fluyendo, verá la expresión de Dios, la gloria de Dios.

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Muchos de nosotros podemos testificar que cuando vivimos a Dios y andamos como es digno de Dios, es decir, de un modo que corresponda a Él, hay una atmósfera a nuestro alrededor que no es otra cosa que el reino de Dios. Espontáneamente el Señor es expresado, y esta expresión es la gloria de Dios. El reino y la gloria mencionados en 2:12 nos proveen una explicación más de 1:1, donde se nos dice que la iglesia está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo.

CRECER Y ABUNDAR EN AMOR

En 3:12 Pablo dice: “Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros”. La iglesia que está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo debe estar compuesta de personas que crecen y abundan en amor unos para con otros y para con todos los hombres. No importa cuántos creyentes haya en una iglesia —ya sean cincuenta, quinientos o cinco mil—, todos los santos deben amarse unos a otros. Aun más, ellos deben crecer en este amor y abundar en él. Esta clase de amor ciertamente no procede de nuestra naturaleza humana, pues, como seres humanos caídos que somos, no somos capaces de amar así. Pero la iglesia que está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo se caracteriza por este amor que crece y abunda. Si verdaderamente somos una iglesia que está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo, el amor que tenemos los unos por los otros crecerá y abundará.

“ENCAJONADOS” EN DIOS

En 4:7 Pablo añade: “Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino en santificación”. Estar en Dios Padre y en el Señor Jesucristo equivale a estar en santificación. La palabra griega traducida “santificación” significa separación. Sólo cuando estamos en Dios Padre y en el Señor Jesucristo somos verdaderamente apartados para Dios y separados de todo lo que no es Él. Si no estamos en el Dios Triuno, seguimos siendo comunes y, en lugar de habernos separado del mundo, seguimos involucrándonos, mezclándonos, con la gente mundana y con asuntos mundanos.

Quisiera decir algo especialmente a los jóvenes. A pesar de que ustedes todavía son jóvenes, es preciso que entiendan que como personas que pertenecen al Señor Jesús, ustedes son parte de la iglesia, y que la iglesia está en el Dios Triuno. Si comparamos a Dios con un cajón, podríamos decir que Dios los está “encajonando” en Sí mismo. Todos ustedes deben ser encajonados en Él cada vez más. Dios los ha puesto en Sí mismo, los ha puesto en este cajón espiritual, divino y celestial. Estar en este cajón los separa para Dios. En otras palabras, el hecho de estar encajonados en Dios —con la separación que esto implica— es la santificación.

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Dios nos ha llamado en santificación. La frase “en santificación”, mencionada en 4:7, califica la acción de llamarnos. Es dentro del “cajón” de la santificación que Dios nos ha llamado. Ahora todos debemos ver que somos personas apartadas para Dios, “encajonadas” en Él. No tenemos derecho alguno para salirnos de este cajón.

En 5:23 y 24 Pablo dice: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará”. La frase el “Dios de paz os santifique por completo” quiere decir que Él nos “encajonará” por completo. Ninguna parte de nuestro ser quedará fuera de Dios, fuera de este “cajón espiritual”. Dios, quien es “el cajón divino”, no es pequeño. Al contrario, Él es infinitamente grande y profundo.

Si un joven se siente tentado a participar en cierta clase de entretenimiento mundano, eso significa que él está pensando salirse del cajón celestial. Sin embargo, muchos han testificado de que cuando intentaron salirse de este cajón, encontraron que no podían hacerlo. Al parecer, no tenían la fuerza para salirse.

Según estos versículos, Dios desea encajonarnos por completo en Sí mismo. ¿Ha sido usted encajonado completamente por Dios? El versículo 23 dice que Dios guardará nuestro espíritu y nuestra alma y nuestro cuerpo irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo. El versículo 24 dice que Dios, Aquel que nos llama y nos santifica, o sea, nos aparta para Él, es fiel. Él realizará la tarea de “encajonarnos” hasta que nos haya separado completamente del mundo. Dondequiera que estemos, sea en la escuela, en el trabajo, en la casa o con nuestros vecinos, al final seremos plenamente encajonados en Dios. Jóvenes, si alguien los invita a hacer algo mundano, tal vez debieran decir: “Yo no puedo participar en eso, debido a que he sido encajonado en Dios. Puesto que estoy en este cajón celestial, no tengo libertad para ir a ese lugar”.

En 1 Tesalonicenses hemos visto ciertos requisitos necesarios para ser la iglesia que está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. Si queremos ser tal iglesia en un sentido real y práctico, debemos andar como es digno de Dios y responder al llamamiento que nos ha hecho a Su reino y gloria. Como ya hemos dicho, no debemos considerar el reino y la gloria como algo que vendrá en el futuro y que no podemos experimentar hoy en día. Debemos estar en el reino de Dios y en la gloria de Dios hoy. Además, debemos crecer y abundar en amor, y ser plenamente santificados, es decir, totalmente encajonados, por el Dios Triuno.

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OTRAS CARACTERÍSTICAS DE LA IGLESIA QUE ESTÁ EN EL DIOS TRIUNO

En 2 Tesalonicenses 1:3 Pablo dice: “Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es propio, por cuanto vuestra fe crece sobremanera, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con el otro”. En este versículo Pablo habla de dos asuntos: de la fe que crece y del amor que abunda. La fe que crece y el amor que abunda son también condiciones, requisitos, para ser la iglesia en Dios Padre y en el Señor Jesucristo.

En 2 Tesalonicenses 2:13 Pablo dice también: “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación en santificación por el Espíritu y en la fe en la verdad”. La salvación en santificación por el Espíritu es un tema muy profundo. Dios nos escogió desde el principio para esta salvación que se efectúa en santificación. Esto está relacionado con una vida en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. Esto también es un requisito necesario para ser la iglesia en Dios Padre y en el Señor Jesucristo.

El versículo 14 dice: “A lo cual también os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo”. Aquí vemos que Dios nos llamó para alcanzar Su gloria. Una vez más, éste es un aspecto de la vida de la iglesia que está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo.

En 2 Tesalonicenses 2:16 leemos: “Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza en la gracia”. ¡Qué profundo es esto! Dios nos dio consolación eterna y buena esperanza en la gracia. Aunque no comprendamos estos asuntos adecuadamente, los hemos recibido. Tenemos una consolación que es eterna y una esperanza que es buena. Dios nos ha dado tanto esta consolación como esta esperanza en la gracia. ¡Esto es maravilloso! Es un incentivo para que llevemos la vida de iglesia en Dios Padre y en el Señor Jesucristo.

Nosotros no carecemos de un incentivo, ni nos falta esperanza. Nunca digan que no tienen esperanza. En lugar de ello, deben declarar: “Estoy lleno de esperanza. Tengo una buena esperanza, la esperanza que Dios me dio en la gracia. Además de esta buena esperanza, tengo también una consolación eterna”.

EL NUEVO HOMBRE

En Colosenses 3:10 y 11 Pablo habla de la iglesia como nuevo hombre: “Y vestido del nuevo hombre, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el

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conocimiento pleno, donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro, escita, esclavo ni libre; sino que Cristo es el todo, y en todos”. La palabra “imagen” del versículo 10 se refiere a Cristo, el Amado de Dios, quien es la expresión misma de Dios (Col. 1:15; He. 1:3). Las palabras “del que lo creó” en este versículo, se refieren a Dios el Creador, a Aquel que creó el nuevo hombre en Cristo (Ef. 2:15). La iglesia, como corporificación del Dios Triuno, finalmente exhibirá la imagen de Dios.

EL CANDELERO DE ORO

En la Biblia encontramos diversos símbolos de la iglesia, de los cuales se incluyen: la casa de Dios, el reino de Dios, la morada de Dios, la plenitud de Dios, el guerrero y la novia. En el libro de Apocalipsis, la iglesia es simbolizada por un candelero de oro. En Apocalipsis 1:12 el apóstol Juan dice: “Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro”. El versículo 20 de Apocalipsis 1 dice claramente: “Los siete candeleros son las siete iglesias”.

En Éxodo 25 encontramos una descripción de un candelero de oro. Este candelero es un tipo de Cristo. Cristo es la corporificación de Dios, y el candelero es un tipo de Cristo como tal corporificación. Anteriormente hemos hecho notar también que el candelero representa al Dios Triuno. En sustancia, en elemento, el candelero es de oro. En tipología, el oro representa la naturaleza divina, la naturaleza de Dios el Padre. En segundo lugar, el oro del candelero tiene una forma definida. Esta forma representa a Dios el Hijo. Así que, Dios el Padre es el elemento del candelero y Dios el Hijo es la forma del mismo. Finalmente, las siete lámparas del candelero representan los siete Espíritus de Dios como expresión de Dios. Por consiguiente, cuando observamos el candelero, vemos el elemento que representa a Dios el Padre, la forma que representa a Dios el Hijo y las siete lámparas que representan al Espíritu de Dios, la expresión. Por lo tanto, el candelero nos presenta un cuadro del Dios Triuno corporificado en una sola entidad.

En Éxodo 25 el candelero es un tipo de Cristo, mientras que en Apocalipsis 1 el candelero representa a la iglesia. Cada iglesia es un candelero de oro. Esto quiere decir que la iglesia es la corporificación del Dios Triuno, pues es una entidad que se halla en el Dios Triuno. ¿Se dan cuenta de lo que el Señor está haciendo hoy? Él desea moldearnos, transformarnos y conformarnos a todos nosotros, a toda la iglesia, a la imagen del Dios Triuno. Es de este modo que todas las iglesias llegan a ser candeleros de oro como corporificación del Dios Triuno.

¡Cuán benditos somos de ver que la iglesia es la corporificación del Dios Triuno! Nuestros oídos son benditos por oír estas palabras. En el pasado, muchos creyentes

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nunca oyeron ni vieron nada acerca de esto. ¡Aleluya, estamos en la iglesia que está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo! Ahora estamos siendo transformados y conformados a la imagen del Dios Triuno para ser, en realidad y en la práctica, la corporificación del Dios Triuno, que tiene al Padre como el elemento, al Hijo como la forma y al Espíritu como la expresión, y que brilla en el universo con la gloria del Dios Triuno. Ésta es la iglesia que está llena del Dios Triuno.

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ESTUDIO-VIDA DE 1 TESALONICENSES

MENSAJE DOCE

EL CUIDADO DE UNA MADRE QUE AMAMANTA Y DE UN PADRE QUE EXHORTA

Lectura bíblica: 1 Ts. 2:1-12

En el libro de 1 Tesalonicenses, Pablo no habla de milagros. Él no dice que el evangelio vino a los tesalonicenses con milagros, prodigios y sanidades. Si estudiamos este libro detenidamente, veremos que Pablo recalca el vivir diario. En 1:5 él dice: “Como bien sabéis qué clase de personas fuimos entre vosotros por amor de vosotros”. En lugar de dar énfasis a lo sobrenatural y milagroso, Pablo usa su vivir como un factor en la predicación del evangelio. Además, con respecto a la vida cristiana, él resalta tres asuntos: volverse de los ídolos a Dios, servir al Dios vivo y esperar el regreso del Señor Jesús.

UNA VIDA NORMAL

A través de los siglos, la mente humana ha mostrado interés por cosas que son fantásticas, milagrosas y sobrenaturales. Sin embargo, las cosas milagrosas no perduran. Pero una obra que se lleva a cabo mediante un vivir apropiado, sí perdurará.

La salvación efectuada por Dios nos capacita para llevar una vida normal. Éste es un contundente testimonio del evangelio. Los cristianos deben llevar una vida normal, y no una vida de milagros y de manifestaciones sobrenaturales. Por lo tanto, una vida apropiada para la vida de iglesia debe ser una vida común, ordinaria y normal. Llevar esta clase de vida significa que nos volvemos de los ídolos a Dios, servimos al Dios vivo y esperamos la venida del Señor Jesucristo. Además, significa que nada de esta tierra nos ocupa. Nos hemos despojado de todo ídolo, de todo lo que no es Dios, y lo único que nos ocupa es el Dios vivo. Es de este Dios vivo que nuestra vida diaria da testimonio. Llevamos una vida que testifica que el Dios a quien servimos es un Dios vivo. Además, ni nuestra meta ni nuestra esperanza están relacionados con cosas terrenales ni contamos con ellas; más bien, fijamos todas nuestras esperanzas en el regreso del Señor Jesús. Una vida con estas tres características es una vida cristiana apropiada que da testimonio de nuestro Dios. Estos aspectos de una vida cristiana apropiada se abordan en el capítulo uno.

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EL FOMENTO DEL DESARROLLO DE UNA VIDA SANTA PARA LA VIDA DE IGLESIA

El primer capítulo de 1 Tesalonicenses abarca dos asuntos principales: la estructura de una vida santa para la vida de iglesia y el origen de una vida santa para la vida de iglesia. La estructura se compone de la obra de fe, del trabajo de amor y de la perseverancia en la esperanza, y lo que da origen a tal vida es la predicación del evangelio y el hecho de recibir la palabra predicada, lo cual da como resultado que las personas se vuelvan de los ídolos a Dios, sirvan al Dios vivo y verdadero, y esperen al Hijo. Ahora, en el capítulo dos, llegamos al tercer aspecto de una vida santa para la vida de iglesia: el aspecto de fomentar su propio desarrollo.

Aunque la frase “fomentar el desarrollo de” no se encuentra en 1 Tesalonicenses 2, sí podemos encontrar este hecho en este capítulo. Aquí Pablo compara a los apóstoles con una nodriza, una madre que amamanta, y con un padre que exhorta. Esto quiere decir que los apóstoles eran madres y padres para los nuevos creyentes. Ellos consideraban a los creyentes como niños que estaban bajo su tierno cuidado. Así como los padres cuidan de sus hijos y los ayudan a crecer, del mismo modo los apóstoles cuidaban de los nuevos creyentes. Por lo tanto, en 1 Tesalonicenses 2 vemos el fomento del desarrollo de la vida santa para la vida de iglesia. En los versículos del 1 al 12 vemos el cuidado de una madre que amamanta y de un padre que exhorta, y en los versículos del 13 al 20 vemos la recompensa dada a aquellos que fomentan el crecimiento de los creyentes de esta manera. Ya que los apóstoles brindaron tal cuidado a los nuevos creyentes, al final ellos recibirán una recompensa de parte del Señor.

Lo que dice 1 Tesalonicenses 2:1-12 ciertamente está dirigido a nuevos creyentes. En estos versículos no encontramos muchas cosas que tengan mucho peso o sean profundas. Tampoco encontramos doctrinas profundas. Lo que encontramos es más bien una conversación como la que los padres sostienen con sus hijitos. Examinemos este pasaje, versículo por versículo, para que nos quede bien claro cómo brindar ayuda a los nuevos creyentes.

LA ENTRADA DE LOS APÓSTOLES

El versículo 1 dice: “Pues vosotros mismos sabéis, hermanos, que nuestra entrada entre vosotros no resultó vana”. El apóstol habla repetidas veces de la entrada de ellos entre los creyentes (1:5, 9). Esto muestra que la manera en que ellos vivían jugaba un papel muy importante en el modo en que el evangelio fue infundido en los recién convertidos. Lo importante no era solamente lo que los apóstoles decían, sino también lo que ellos mismos eran.

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Los apóstoles vinieron a los tesalonicenses con el evangelio de tal manera que los tesalonicenses fueron convencidos. La entrada de los apóstoles no resultó vana. Ellos eran un modelo de cómo creer en el Señor y seguirle. Puesto que muchos llegaron a creer en el Señor Jesús por medio de los apóstoles, se estableció una iglesia en menos de un mes. Esto no sucedió principalmente como resultado de la predicación y la enseñanza, sino por la clase de entrada que tuvieron los apóstoles entre los tesalonicenses.

ANUNCIAR EL EVANGELIO EN MEDIO DE GRAN CONFLICTO

El versículo 2 dice: “Pues habiendo antes padecido y sido ultrajados en Filipos, como sabéis, tuvimos denuedo en nuestro Dios para anunciaros el evangelio de Dios en medio de gran conflicto”. En la predicación del evangelio, los apóstoles experimentaron a Dios. Le disfrutaron como su denuedo en medio del conflicto que experimentaban por el evangelio. Ellos podían tener denuedo no en sí mismos, sino en Dios, aun después de haber sido ultrajados por los filipenses. Ni el sufrimiento ni la persecución pudieron derrotarlos porque permanecían en la unión orgánica con el Dios Triuno. Según el versículo 2, ellos anunciaron el evangelio de Dios en medio de gran conflicto. Esto indica que mientras predicaban, luchaban, pues la persecución aún continuaba. Por consiguiente, ellos luchaban y anunciaban el evangelio a los tesalonicenses con el denuedo de Dios.

SINCEROS Y FIELES

En el versículo 3 Pablo dice: “Porque nuestra exhortación no procede de engaño ni de impureza, ni es con astucia”. La palabra “engaño” se refiere a la meta, “impureza” se refiere al motivo y “astucia”, a los medios. Los tres pertenecen al diablo engañador e insidioso, y son llevados a cabo por él. La palabra “exhortación” incluye el hecho de hablar, predicar, enseñar e instruir. En la exhortación de Pablo no había engaño, impureza ni astucia. Los apóstoles no eran codiciosos ni tenían la intención de sacar provecho de nadie. Su visita a los tesalonicenses, en la que les llevaron el evangelio, fue completamente sincera y fiel.

APROBADOS POR DIOS

El versículo 4 dice: “Sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, quien prueba nuestros corazones”. Dios confía una responsabilidad a alguien sólo después de que éste ha pasado la prueba y ha sido aprobado. Los apóstoles primeramente fueron

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puestos a prueba y aprobados por Dios, y luego Dios les confió el evangelio. Por lo tanto, el hablar de ellos, la predicación del evangelio, no provenía de ellos mismos con el fin de agradar a los hombres, sino de Dios, para agradarle a Él. Él probaba, examinaba y ponía a prueba el corazón de ellos todo el tiempo (Sal. 26:2; 139:23-24).

En el versículo 4, la palabra “aprobados” implica que primero ellos fueron puestos a prueba. Dios puso a prueba a los apóstoles antes de aprobarlos. Basándose en el hecho de que los había aprobado, Él les confió el evangelio. Dios hizo esto muy cuidadosamente, pues conoce nuestros corazones.

Conforme a nuestra manera de pensar, ya que Dios lo sabe todo, no es necesario que Él nos ponga a prueba. Es cierto que antes de que naciéramos, Él ya sabía qué clase de personas habríamos de ser. ¿Por qué entonces nos pone a prueba? Nos pone a prueba no tanto por Sí mismo, sino principalmente por causa de nosotros. Dios nos conoce, pero nosotros no nos conocemos a nosotros mismos; y porque no nos conocemos adecuadamente, tal vez pensemos que somos rectos, sinceros y fieles. Sin embargo, cuando seamos puestos a prueba, veremos lo que realmente somos y descubriremos que en nosotros mismos no somos sinceros, fieles ni fidedignos. Por lo tanto, al probarnos, Dios nos muestra lo que somos. Sólo después de que Dios nos haya probado de esta manera, seremos aprobados.

Quisiera decir a los jóvenes que no pongan su confianza en sí mismos, pues aún no han sido puestos a prueba. No me cabe duda de que Dios usará a los jóvenes; sin embargo, Él sólo los usará cuando los haya probado. Dios no puede confiarnos nada sin que antes nos haya puesto a prueba y nos haya aprobado. Cualquier cosa que Dios nos confíe se basa en Su aprobación. Nosotros no podemos aprobarnos a nosotros mismos. Sólo cuando Dios nos haya probado, nos dará Su aprobación. Entonces nos confiará algo y comenzará a usarnos.

Fue de esta manera que Dios confió a los apóstoles el evangelio. Puesto que a los apóstoles se les había confiado el evangelio, ellos hablaron no como para agradar a los hombres, sino como para agradar a Dios, quien prueba nuestros corazones. Lo que hablaban se basaba en el hecho de que Dios les había confiado el evangelio. Puesto que se les había confiado el evangelio, ellos hablaron como para agradar a Dios.

En el versículo 4 vemos que para que se nos pueda confiar algo, primero tenemos que ser aprobados. Luego, debemos hablar como para agradar a Dios, a Aquel que nos prueba. Esto indica que tenemos que pasar por la prueba, ser aprobados y después llevar a cabo lo que se nos ha confiado. Entonces tendremos algo que podremos predicar y enseñar.

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NO USAR PALABRAS LISONJERAS NI NINGÚN PRETEXTO DE CODICIA

El versículo 5 dice: “Porque nunca usamos de palabras lisonjeras, como sabéis, ni de ningún pretexto de codicia; Dios es testigo”. La palabra griega traducida “pretexto” también significa fingimiento, encubrimiento. Aquí, valerse de algún pretexto de codicia significa adulterar la palabra de Dios con el fin de obtener algún lucro (2 Co. 2:17; 4:2). También significa fingir que somos piadosos buscando obtener ganancias (1 Ti. 6:5; Tit. 1:11; 2 P. 2:3).

Según el versículo 5, los apóstoles nunca hablaron con palabras lisonjeras. Todos debemos evitar las palabras lisonjeras, y nunca hablar con halagos. En este versículo Pablo también dice que los apóstoles no usaron de ningún pretexto de codicia. No tenían ningún motivo impuro que estuviera encubierto de alguna manera. Puesto que ellos no se valían de ningún pretexto o fingimiento, no comercializaban la palabra de Dios ni la adulteraban. Adulterar significa rebajar la calidad de una sustancia al añadirle otra de baja calidad, por ejemplo, añadirle cobre al oro, o agua al vino, y después venderla como si fuera pura. A lo largo de los siglos, muchos predicadores y maestros han adulterado la palabra de Dios de esta manera. Predicaban con algún pretexto, en procura de algún lucro personal.

El versículo 5 nos enseña que debemos evitar las palabras lisonjeras y no usar ningún pretexto de codicia. En nuestra obra cristiana no debemos permitir cosas sucias como éstas. Ningún siervo del Señor debiera usar palabras lisonjeras ni ninguna clase de pretexto de codicia. Que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos purifique de todas estas cosas. Espero que todos podamos decir que Dios es nuestro testigo de que no hablamos palabras lisonjeras ni usamos de ningún pretexto de codicia.

NO BUSCAR GLORIA DE LOS HOMBRES

En el versículo 6 Pablo añade: “Ni buscamos gloria de los hombres; ni de vosotros, ni de otros, aunque podíamos imponer nuestra autoridad como apóstoles de Cristo”. Buscar la gloria de los hombres es una verdadera tentación para todo obrero cristiano. Muchos han sido devorados y arruinados por este asunto.

Las palabras griegas traducidas “imponer nuestra autoridad” también significan “hacer valer nuestra autoridad”. Una traducción literal sería “ser carga”, es decir, “ser gravosos” (véase v. 9; 1 Co. 9:4-12). Hacer valer su autoridad, su posición o su derecho en la obra cristiana perjudica la obra. El Señor Jesús, cuando estuvo en la tierra, se despojó de Su dignidad (Jn. 13:4-5), y el apóstol prefirió no usar sus derechos (1 Co. 9:12).

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Buscar gloria de los hombres no parece ser tan maligno como codiciar ganancias, pues es más sutil. La caída del arcángel se debió a que buscó gloria para sí. Él se convirtió en el adversario de Dios por ambicionar gloria. Aunque era un arcángel y gozaba de una alta posición, seguía procurando gloria. Ésa fue la causa de su caída. Según el Nuevo Testamento, cualquiera que busca gloria de los hombres es un seguidor de Satanás. Este deseo de obtener gloria es una trampa que Satanás pone para enredar a los obreros cristianos. Por lo tanto, es muy importante que todos los obreros cristianos aprendan a escapar del lazo de la ambición de gloria. Sin embargo, muy pocos se han librado de esta trampa.

La medida en que seamos útiles al Señor y el tiempo que Él pueda usarnos depende de si buscamos gloria de los hombres. Si buscamos gloria, habremos dejado de ser útiles en las manos del Señor. Buscar nuestra propia gloria siempre hace nula nuestra utilidad. Por lo tanto, espero que todos, especialmente los jóvenes, prestemos atención a la advertencia de nunca buscar gloria en la obra del Señor.

NO IMPONER SU AUTORIDAD

El versículo 6 indica claramente que los apóstoles no impusieron su autoridad como apóstoles de Cristo. Ellos no asumieron ninguna posición o dignidad; antes bien, tuvieron que olvidarse de que eran apóstoles y servir al pueblo de Dios como esclavos. No debían recordarles a otros que ellos eran apóstoles de Cristo; antes bien, tenían que tener presente siempre que eran hermanos y que servían a los creyentes. Por ende, ellos no debían asumir ninguna posición o dignidad.

Es posible que los creyentes —y también los que no lo son— tengan como dignatarios a los que toman la delantera, a los ancianos o a los apóstoles. Sin embargo, en las iglesias locales no debe haber dignatarios. En lugar de ser dignatarios, debemos ser esclavos y servirnos los unos a los otros. No obstante, sé de algunos que no consideraban ser alguien cuando aún no tenían ninguna posición ni título, pero tan pronto como se les otorgó una posición, como por ejemplo en un grupo de servicio, empezaron a hacer valer su posición. Esto es vergonzoso. Debemos aprender de Pablo a nunca imponer nuestra autoridad ni a hacer valer nuestra posición.

Una hermana que está casada con un anciano no debe asumir su posición como la esposa de un anciano. La esposa de un anciano no es la “primera dama” de la iglesia. Ella es simplemente una hermana más que sirve a la iglesia. Además, su esposo no es un dignatario sino un esclavo. Como anciano que es, él ha sido designado para servir a la iglesia en calidad de esclavo. Todos debemos tener esta actitud.

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Pablo, al declarar “aunque podíamos imponer nuestra autoridad como apóstoles de Cristo”, dio a entender que aun en los primeros días había cierta tentación de hacer valer su propia autoridad. La gente de la época de Pablo era igual que la gente de hoy en día. Al igual que hoy, en aquella época también existía la tentación de cada cual hacer respetar su propia posición. Sin embargo, Pablo no impuso su autoridad o posición como apóstol con el fin de obtener algo para sí mismo. Pablo es un buen modelo para todos nosotros como alguien que no exigió el respeto de los demás ni hizo valer su autoridad. Si todos seguimos su ejemplo, mataremos un germen mortífero que hay en el Cuerpo de Cristo, el germen de asumir cierta posición.

CUIDAR CON TERNURA A LOS CREYENTES

En el versículo 7 Pablo dice: “Antes fuimos tiernos entre vosotros, como nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos”. La palabra griega traducida “nodriza”, trofós, en algunos casos significa madre, por ende, una madre que amamanta (véase Gá. 4:19). Cuidar con ternura incluye la alimentación. Por tanto, esta palabra no sólo incluye la noción de alimentar, sino también de brindar un cuidado tierno.

Pablo, aunque era hermano, se consideraba una madre que amamanta. Ciertamente, él no tuvo en cuenta su posición, dignidad y autoridad. Compararse con una madre que amamanta es muy distinto de hacer valer nuestra posición. ¿Qué posición tiene una madre que amamanta? ¿Qué rango, dignidad o autoridad le corresponde? Su única dignidad es la de alimentar y cuidar con ternura a sus propios hijos.

La expresión “cuidar con ternura” es preciosa y comunica un profundo afecto. Pablo se consideró alguien que cuidaba con ternura a los demás, y no meramente alguien que servía. Ciertamente él no ejercía control sobre los creyentes, ni tampoco se limitaba a servirlos; más bien, él los cuidaba con ternura. El cuidado que les brindaba era sumamente tierno.

ENTREGAR SUS PROPIAS ALMAS

En el versículo 8 Pablo añade: “Tal es nuestro afecto por vosotros, que nos complacíamos en entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias almas; porque habéis llegado a sernos muy queridos”. La palabra griega traducida “nuestro afecto por vosotros” implica un afecto o anhelo muy profundo, semejante al que siente una nodriza hacia su hijo, a quien ella nutre y cuida con ternura. Era así como los apóstoles cuidaban de los nuevos creyentes.

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Los apóstoles entregaron a los tesalonicenses no sólo el evangelio de Dios, sino también sus propias almas. Llevar una vida limpia y recta, como se describe en los versículos del 3 al 6 y en el versículo 10, y amar a los recién convertidos, aun al punto de entregarles nuestras propias almas, como se describe en los versículos del 7 al 9 y en el versículo 11, son los requisitos previos para infundirles la salvación transmitida en el evangelio que predicamos.

Lo que dice Pablo en el versículo 8 acerca de entregar sus propias almas a los tesalonicenses puede compararse a lo que dijo en 2 Corintios 12 acerca de gastarse por los creyentes. Pablo no sólo estaba dispuesto a gastar de lo suyo, sino que también estaba dispuesto a gastarse a sí mismo, su propio ser. Los apóstoles estaban dispuestos a entregar a los creyentes lo que ellos eran. Esto puede compararse con la manera en que una nodriza se entrega a su hijo.

LA CONDUCTA DE LOS APÓSTOLES

El versículo 9 dice: “Porque os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; cómo trabajando de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os proclamamos el evangelio de Dios”. Los apóstoles no querían ser gravosos a los tesalonicenses. Por esa razón, ellos trabajaron de noche y de día para poder proclamarles el evangelio de Dios.

En el versículo 10 Pablo añade: “Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes”. La palabra “santa” se refiere a la conducta hacia Dios; la palabra “justa”, a la conducta hacia el hombre, y la palabra “irreprensiblemente”, a la conducta ante todos: Dios, el hombre y Satanás. Para poder conducirse de esta manera, Pablo tuvo que ser muy estricto consigo mismo. El versículo 10 revela que los apóstoles eran personas que ejercían dominio propio.

UN PADRE QUE EXHORTA A SUS HIJOS

El versículo 11 dice: “Así como también sabéis que hemos sido para cada uno de vosotros como un padre para sus hijos, exhortándoos y consolándoos y dando testimonio”. El apóstol fue enfático al recalcar lo que ellos eran o cómo se habían comportado (1:5), pues lo que ellos eran abrió el camino para conducir a los recién convertidos a la plena salvación de Dios.

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En el versículo 11 Pablo se compara a un padre que exhorta a sus hijos. Los apóstoles, al cuidar con ternura a los creyentes como a sus propios hijos, se consideraron a sí mismos nodrizas, y, al exhortarles, se consideraron padres.

ANDAR COMO ES DIGNO DE DIOS

El versículo 12 dice: “A fin de que anduvieses como es digno de Dios, que os llama a Su reino y gloria”. El llamamiento de Dios concuerda con Su elección, y viene después de ésta (1:4). Cuando los creyentes adoraban ídolos (1:9), estaban en el reino de Satanás (Mt. 12:26). Ahora, por medio de la salvación en Cristo, fueron llamados y, habiendo creído, entraron en el reino de Dios, que es la esfera en la cual pueden adorar y disfrutar a Dios bajo el gobierno divino con miras a entrar en la gloria de Dios. La gloria de Dios siempre va acompañada de Su reino.

En el versículo 12 Pablo exhortó a los creyentes a andar como es digno de Dios. Si él mismo no hubiera andado como es digno de Dios, ¿cómo podría haber exhortado a otros a hacerlo? También en este aspecto, él fue un modelo que los creyentes podían imitar.

El versículo 12 indica que andar como es digno de Dios tiene que ver con entrar en Su reino y ser conducidos a Su gloria. El pensamiento aquí, en contraste con el de los versículos del 1 al 11, es bastante profundo. Aquí encontramos un asunto que los cristianos frecuentemente pasan por alto. A muy pocos creyentes se les enseña que deben llevar un andar cristiano que los capacite para entrar en el reino de Dios, un andar que los conduzca a la gloria de Dios. Muchos cristianos nunca han escuchado esta palabra. No obstante, esto forma parte de lo que Pablo enseña a los creyentes jóvenes.

UN BUEN MODELO

En 1 Tesalonicenses 2:1-12 se nos muestra cómo debemos conducirnos a fin de ser un modelo para los nuevos creyentes. Si queremos ser un modelo apropiado, debemos tener una motivación pura, especialmente con respecto al dinero. Una gran parte de lo que se trata en estos versículos tiene que ver con el dinero, la avaricia y la codicia. Si no somos puros en cuanto al dinero, ni somos sinceros, honestos y fieles en cuanto a ello, tal vez seamos contados entre los que adulteran la palabra de Dios y la comercializan. Además, si ésta es nuestra motivación, usaremos palabras lisonjeras y pretextos de codicia. Todos estos asuntos son muy serios. Por lo tanto, si deseamos ser modelos idóneos para los creyentes jóvenes, debemos vencer nuestra codicia, y todo lo que tenga que ver con el dinero debe estar bajo nuestros pies. No debemos hablar jamás con palabras lisonjeras, ni valernos de ningún pretexto, y nunca debemos buscar gloria para nosotros mismos. Asimismo, en lugar de tratar de agradar a los hombres, debemos

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hacer todo lo posible por agradar a Dios. Entonces, otros creyentes tendrán un buen modelo que podrán seguir.

Si analizan la situación que impera entre los creyentes hoy en día, se darán cuenta de que muchos cristianos no tienen ningún sentido de dirección. La razón por la cual carecen de este sentido de dirección es que no tienen un modelo apropiado. Debemos ser modelos para otros y así fomentar su crecimiento, cuidándolos con ternura como una madre y exhortándolos como un padre, a fin de que anden como es digno de Dios. Como hemos dicho en un mensaje anterior, andar como es digno de Dios es, de hecho, vivir a Dios. Sólo una vida que vive a Dios es digna de Dios. Cuando vivimos a Dios, andamos como es digno de Él. Un andar así nos conducirá al reino y a la gloria de Dios. Ésta es la meta del llamamiento de Dios. Dios nos llamó a entrar a Su reino y gloria.

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ESTUDIO-VIDA DE 1 TESALONICENSES

MENSAJE TRECE

EL FOMENTO DEL CRECIMIENTO TRAE RECOMPENSA

Lectura bíblica: 1 Ts. 2:13-20

En el capítulo uno encontramos la estructura y el origen de una vida santa para la vida de iglesia. En el capítulo dos vemos la manera de fomentar el crecimiento de esta vida. Al leer el capítulo dos, puede parecernos que Pablo hace demasiado hincapié en la entrada que los apóstoles tuvieron entre los tesalonicenses y en la manera en que vivieron entre ellos. Quizás pensemos que Pablo debió haber impartido a los nuevos creyentes más doctrinas, enseñanzas e instrucciones. Pero en vez de ello vemos que él hizo énfasis en la llegada de los apóstoles, en la manera en que ellos predicaron y enseñaron la palabra, y en cómo los nuevos creyentes recibieron esta palabra. Pablo hizo resaltar la conducta de los apóstoles, su vivir y estilo de vida porque su deseo era nutrir a los creyentes, brindarles un cuidado tierno que fomentara el crecimiento de ellos. La intención de Pablo no era impartirles mucho conocimiento, y su carga no consistía en enseñarles tantas cosas. Es por eso que los veinte versículos del capítulo dos tratan muy poco las enseñanzas. Si bien en el versículo 12 él dice que Dios llamó a los creyentes a Su reino y gloria, no desarrolla estos temas ni los explica. En lugar de ello, Pablo menciona versículo por versículo la manera en que vivía y predicaba, y cómo él era un modelo para los creyentes.

LA OBRA DE FOMENTAR EL CRECIMIENTO DE VIDA

Lo que vemos en el capítulo dos de 1 Tesalonicenses es la manera en que se fomenta el crecimiento en la etapa inicial de la vida cristiana. En este capítulo, Pablo nutre y cuida con ternura a los creyentes. Según lo que escribe, él se desempeña como una madre que amamanta y como un padre que exhorta. Por un lado, él es una madre que cuida con ternura y, por otro, es un padre que exhorta. Su principal interés no era enseñar, sino cultivar algo en los nuevos creyentes que fomentaría el crecimiento de ellos.

La mayoría de los obreros cristianos desconocen que su obra no debiera consistir principalmente en impartir enseñanzas, sino en fomentar con un cuidado tierno el crecimiento de los creyentes. Pablo consideraba que su obra consistía en ayudar a los creyentes a crecer. Por ello, en 1 Corintios 3 él dijo que él plantaba, que Apolos regaba y que luego Dios daba el crecimiento. Esto indica que Pablo consideraba que la obra

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cristiana era una obra de vida. No es como la obra que se realiza en una escuela, sino más bien como la que se realiza en una labranza, en una huerta o jardín. De ahí que no sea una obra en la que se enseña a otros o se les educa. Sin embargo, actualmente la obra realizada por la mayoría de los cristianos se centra en la educación y, en cierta medida, en la edificación. No obstante, esta edificación no tiene que ver directamente con la vida; más bien, tiene que ver con la ética, la moralidad o el perfeccionamiento del carácter. Sin embargo, el concepto que tenía Pablo respecto de la obra cristiana era totalmente diferente.

Según lo que Pablo dice en el capítulo dos, él consideraba a los creyentes como miembros de una numerosa familia. Por supuesto, en una familia es necesario impartir ciertas enseñanzas. Tanto la madre como el padre enseñan a sus hijos. Sin embargo, en una familia lo principal no es enseñar a los hijos, sino criarlos, es decir, proveerles un cuidado tierno, nutrirlos y fomentar su crecimiento. Ellos no crecen primordialmente en conocimiento sino en vida. A medida que los niños crecen, espontáneamente reciben más educación. El conocimiento que ellos adquieren siempre corresponde a su etapa de crecimiento. No se les debe dar conocimiento de forma prematura. En otras palabras, su conocimiento no debe exceder su nivel de crecimiento. Éste es el concepto adecuado de lo que es la obra cristiana.

Con respecto a este asunto, nosotros, quienes estamos en el recobro del Señor, tenemos que cambiar nuestra manera de pensar. No debemos pensar que en el recobro del Señor damos más importancia a la obra que a la vida. No, debemos concentrarnos en la vida. La iglesia es una familia. La iglesia también puede compararse con una labranza, un huerto. Una familia es un lugar donde los niños crecen, y un huerto es un lugar donde crecen árboles que dan fruto. Lo que a Pablo le preocupaba en el capítulo dos era el crecimiento de sus hijos. Él cuidaba de los creyentes jóvenes de tal modo que fomentara el crecimiento de ellos. También podríamos decir que aquí él estaba regando, nutriendo y cuidando con ternura las plantitas para que crecieran en vida. Es por eso que en lugar de impartir a los creyentes muchas enseñanzas, les presentó un modelo de vida. Este modelo de vida era, de hecho, Pablo mismo.

CRECER AL SER IMITADORES

Algunos maestros cristianos dicen que un creyente no debiera dar testimonio de sí mismo. Según estos maestros, dar testimonio de nuestra experiencia es predicarnos a nosotros mismos. Por ello aconsejan a los demás no contar cómo se arrepintieron, cómo creyeron en el Señor, cómo recibieron gracia y cómo fueron salvos. Estos maestros insisten en que debiéramos predicar solamente al Señor Jesús y enseñar la Biblia, pero nunca hablar de nosotros mismos. Sin embargo, en 1 Tesalonicenses 2, Pablo

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claramente habla de sí mismo. Él da un testimonio contundente de cómo vivió entre los tesalonicenses; les recuerda cómo fue la entrada de los apóstoles y cómo se comportaron entre ellos. ¿Por qué Pablo resaltó esto? Porque quería presentar a estos creyentes jóvenes el modelo de un vivir adecuado. Espero que todos los ancianos y los responsables vean, a partir del ejemplo de Pablo, que debemos ser modelos para los santos. En cada iglesia local debe de haber algunos ejemplos, modelos, que otros puedan seguir.

En 1:6 Palo dice a los tesalonicenses: “Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor”. Imitar es algo que está relacionado con el crecimiento. De hecho, en muchos casos imitar equivale a crecer. En una familia, los niños imitan a sus padres y a sus hermanos y hermanas mayores. Los pequeños no inventan nada; más bien, imitan a otros. Un buen ejemplo de esto es el uso del idioma. El niño aprende el idioma que hablan sus padres. Él habla el mismo idioma y con el mismo acento. Un niño aprende el idioma y el acento, imitándolo. Esto ejemplifica el hecho de que los niños crecen al imitar a sus padres. Por lo tanto, en una familia, imitar en realidad significa crecer. Los niños imitan a sus padres en muchas cosas, por ejemplo, en los ademanes, en la forma de hablar y aun en el carácter. Los padres son ejemplos, modelos, para sus hijos. Lo que sean los padres, eso mismo serán también los hijos.

PRESENTAR UN MODELO

Impartir muchas enseñanzas a los nuevos creyentes y a los jóvenes no es la manera correcta de cuidarlos. La manera que fomenta su crecimiento es presentarles un modelo. Al mostrarles un modelo, los refrescaremos, abasteceremos, nutriremos y cuidaremos con ternura. De esta manera fomentamos su crecimiento. Si sienten que su experiencia es algo deficiente, hábleles a los nuevos creyentes de algunos personajes de la Biblia, como por ejemplo, de personas como Enoc, Noé, Abraham y David, en el Antiguo Testamento, y de Pedro, Juan, Pablo y Timoteo, en el Nuevo Testamento. Podemos hablarles de las vidas de personajes bíblicos de tal modo, que fomentemos con un cuidado tierno el crecimiento de los nuevos creyentes.

Si impartimos demasiadas enseñanzas a los nuevos creyentes y a los jóvenes, les haremos daño. Toda madre sabe que una de las cosas más importantes en la crianza de sus hijos es darles una alimentación apropiada. El noventa por ciento del cuidado que brindamos a nuestros hijos depende de la alimentación, y el diez por ciento, de la enseñanza. Esto también debemos ponerlo en práctica al cuidar de los nuevos creyentes en la iglesia. El noventa por ciento de nuestro tiempo lo debemos emplear en alimentar, y el diez por ciento, en enseñar. La alimentación incluye presentarles modelos ya sea de la Biblia o de la historia de la iglesia. Leer biografías de los santos que vivieron en siglos

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pasados, es algo que nos nutre y fomenta nuestro crecimiento. Lo que deseamos resaltar aquí es que la mejor forma de alimentar a otros y fomentar su crecimiento, es presentarles un modelo adecuado. Si no les presentamos un modelo, no podremos fomentar el crecimiento de los nuevos creyentes. Es sólo cuando tenemos un modelo que podemos alimentar a otros.

En el libro de 1 Tesalonicenses Pablo no estaba predicándose a sí mismo; más bien, él estaba alimentando a sus hijos espirituales al mostrarles la manera en que él vivía a Cristo. En otras palabras Pablo usaba el ejemplo de su misma vida para alimentar a sus hijos espirituales. Ésta fue la razón por la cual él hizo hincapié en su venida a los tesalonicenses, la manera en que les había predicado, esto es, la manera en que les había presentado la palabra de Dios, y su conducta.

LA PALABRA DE DIOS ACTÚA EN LOS CREYENTES

En 2:13 Pablo dice: “Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual también actúa en vosotros los creyentes”. Este versículo indica que la fuente, el origen, de la predicación de los apóstoles era Dios, y no ellos mismos. Los tesalonicenses recibieron su palabra no como palabra de hombres, sino como la palabra de Dios. He aquí un principio rector: siempre que prediquemos o enseñemos, debemos recalcar a otros que lo que decimos no es palabra de hombres, sino que es verdaderamente la palabra de Dios.

En el versículo 13 Pablo dice que la palabra de Dios actúa en los creyentes. Ya que la palabra de Dios es viva y eficaz (He. 4:12), ella actúa en los que creen. Una vez que recibimos y aceptamos la palabra, ella actúa dentro de nosotros.

IMITADORES DE LAS IGLESIAS

En el versículo 14 Pablo añade: “Porque vosotros, hermanos, vinisteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea; pues habéis padecido de los de vuestra propia nación las mismas cosas que ellas padecieron de los judíos”. El apóstol enseñaba lo mismo en todas las iglesias (1 Co. 4:17; 7:17; 11:16), lo cual indica que todas las iglesias deben llevar el mismo testimonio de Jesús. Por lo tanto, todas las iglesias son candeleros de la misma clase (Ap. 1:9, 20).

La iglesia en Tesalónica imitaba a las iglesias de Judea. Ciertamente llegaban a los creyentes de Tesalónica informes de las iglesias de Judea. De lo contrario, ¿cómo

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habrían podido los tesalonicenses imitar a las iglesias de Judea si no hubiesen escuchado nada de ellas? Ellos tuvieron que haber recibido noticias de las iglesias y de los santos. Estos informes fomentaron el crecimiento de los creyentes tesalonicenses. Una vez más, vemos que nada fomenta más el crecimiento de una iglesia o de un santo como el escuchar experiencias verídicas de otros santos o de otras iglesias.

En el versículo 14 Pablo menciona que los tesalonicenses sufrieron de los de su propia nación las mismas cosas que las iglesias de Judea padecieron de los judíos. Ésta es una palabra de consuelo y fortalecimiento que ciertamente fomentaba el crecimiento de ellos. En el momento en que Pablo escribió esta epístola, la iglesia en Tesalónica se encontraba sufriendo y padeciendo persecución. En medio de su persecución, los creyentes escucharon de los sufrimientos de los de Judea. Este informe los fortaleció, consoló y afirmó. Esto ciertamente contribuyó al fomento de su crecimiento.

UNA VACUNA

El versículo 15 añade: “Los cuales mataron al Señor Jesús y a los profetas, y a nosotros nos expulsaron; y no agradan a Dios, y se oponen a todos los hombres”. Pablo fue sabio al escribir este versículo. Aquí él vacuna a los creyentes en contra de la futura venida de los judaizantes. Pablo infunde en los creyentes tesalonicenses una sana advertencia acerca de los judaizantes. Era como si Pablo les estuviese diciendo: “Hermanos, no debéis tener en alta estima las cosas judías. Los judíos no están del lado de Dios ni son uno con Dios. Ellos mataron al Señor Jesús, y a nosotros nos expulsaron. Tesalonicenses, debéis estar preparados, porque un día los judaizantes vendrán a vosotros a socavar lo que hemos hecho. No recibáis su palabra, porque ellos se oponen a nosotros. Se oponen a todos los hombres y no agradan a Dios”. Ésta ciertamente fue una vacuna excelente.

Esta vacuna que les aplicó, también formaba parte de todo lo que Pablo hizo para fomentar el crecimiento de los santos. Así que la aplicación de vacunas se incluye en este tipo de cuidado. Los padres, al cuidar de sus hijos, buscan la forma de protegerlos contra las enfermedades. Aun en nuestro jardín tratamos de proteger las plantas de las enfermedades o de los insectos. De lo contrario, las enfermedades arruinarían las plantas, y los insectos las devorarían, especialmente las partes más tiernas. Por lo tanto, a fin de proteger el jardín, tal vez tengamos que rociar las plantas con insecticida. Puede decirse que en este versículo Pablo les estaba dando a los creyentes de Tesalónica un germicida divino. Él les advirtió que no se fiaran de los judíos ni les dieran ningún crédito; al contrario, los tesalonicenses debían rechazarlos.

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Pablo continúa esta advertencia en el versículo 16, donde dice de los judíos: “Al impedirnos hablar a los gentiles para que éstos se salven; así colman ellos siempre la medida de sus pecados, pues vino sobre ellos la ira hasta el extremo”. Pablo hace notar que los judíos no querían que los tesalonicenses escucharan la palabra de los apóstoles y así fueran salvos. Esta palabra es parte de la vacuna que Pablo les aplica.

PRIVADOS DE LOS SANTOS

En el versículo 17 Pablo añade: “Pero nosotros, hermanos, privados de vosotros por un poco de tiempo, de vista pero no de corazón, tanto más procuramos con mucho deseo ver vuestro rostro”. Estas palabras dejan implícito que los apóstoles consideraban a los recién convertidos preciosos y queridos. Pablo expresó que el dolor que sentía al estar separado de ellos era semejante a la pena que produce la pérdida de un ser querido. Era de esta manera que él los extrañaba. Este versículo también nos muestra cuánto los apóstoles anhelaban ver a los recién convertidos.

En el versículo 17 Pablo parecía decir: “Hermanos, hemos sido privados de vosotros. Deseábamos permanecer con vosotros, y os extrañamos en gran manera. Sin embargo, hemos sido privados de vosotros de vista pero no de corazón. En nuestro corazón, seguimos estando con vosotros. Estamos muy deseosos de volver a ver vuestro rostro”.

Las palabras de Pablo en los versículos del 15 al 17 son muy emotivas. Puesto que era una persona muy emotiva, él podía tocar los sentimientos de los demás. Cuando habló negativamente de los judíos, él se mostró muy emotivo. Asimismo, cuando habló positivamente de los apóstoles, también se mostró emotivo. El hecho de que él expresara sus profundos sentimientos hizo que los creyentes amaran a los apóstoles y cerraran la puerta a los judaizantes. Esto también está relacionado con la manera en que los padres cuidan a sus hijos, fomentando el crecimiento de ellos, protegiéndolos y criándolos a fin de que no sean afectados por cosas negativas.

Indudablemente Pablo sabía cómo fomentar el crecimiento de los santos. Él habló de sí mismo de tal modo que pudiera fomentar su crecimiento y también vacunarlos. Al brindarles a los tesalonicenses este cuidado, Pablo les hace notar que los judíos que se oponían a los creyentes y los perseguían, debían ser rechazados, pero los judíos que venían a ellos en calidad de apóstoles eran afables.

ESTORBADOS POR SATANÁS

En el versículo 18 Pablo dice: “Por lo cual quisimos ir a vosotros, yo Pablo ciertamente una y otra vez; pero Satanás nos estorbó”. Satanás estorbó a los apóstoles porque

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llevaban a cabo la voluntad de Dios. Pablo culpó a Satanás. Con esto les estaba diciendo a los tesalonicenses que no abrieran la puerta a los judaizantes y que aborrecieran a Satanás. Los apóstoles estaban ansiosos de ver a los creyentes de Tesalónica, pero Satanás les estorbó.

ESPERANZA, GOZO Y CORONA

En los versículos 19 y 20 Pablo concluye, diciendo: “Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que nos gloriemos delante de nuestro Señor Jesús, en Su venida? ¿No lo sois vosotros? Vosotros sois nuestra gloria y gozo”. La palabra griega traducida “venida” en el versículo 19 es parousía, la cual significa presencia. La venida del Señor es Su presencia. Bajo esta luz fueron escritas estas dos primeras epístolas. Cada capítulo de la primera epístola termina hablando del regreso del Señor.

El versículo 20 indica que, puesto que los apóstoles eran para los creyentes nodrizas y padres que exhortan (vs. 7, 11), los creyentes, como hijos de los apóstoles, eran su gloria y gozo. Sin ellos, los apóstoles no tenían esperanza, gloria ni corona de que gloriarse.

Aquí Pablo parecía decir: “Vosotros sois nuestra esperanza, nuestro gozo y nuestra corona de que podemos gloriarnos. Hermanos, estamos aquí exclusivamente por causa de vosotros; no buscamos aquí ninguna otra cosa. Aparte de vosotros, nosotros no tenemos nada. Vosotros sois nuestra esperanza, tanto como lo es el regreso del Señor para vosotros. Si el Señor regresara y vosotros no estuvierais, no tendríamos gozo ni gloria. ¡Vosotros sois necesarios! Vosotros sois nuestra esperanza, nuestro gozo, nuestra corona y nuestra gloria delante del Señor Jesús, en Su venida”. Una vez más Pablo se mostró muy emotivo al cuidar de sus hijos. Él ciertamente era un padre que exhortaba a sus hijos. Como tal, él parecía decirles: “Hijitos, estamos aquí únicamente por causa de vosotros. Sin vosotros, nuestra existencia sería vana. Aun más, de no ser por vosotros, ni siquiera querríamos vivir”. Cuando los padres hablan de esta manera a sus hijos les conmueven profundamente el corazón.

¿No se sentiría usted profundamente conmovido si sus padres le escribieran con estas palabras? ¿No se sentiría conmovido si le dijeran que sin usted, la vida de ellos no tendría sentido, y que usted es la única razón por la cual viven? Estoy seguro de que si escuchara o leyera palabras como éstas, derramaría lágrimas. Hablar a los hijos de esta manera los cuida tiernamente y los ayuda a crecer.

Pablo era un buen padre y, como tal, sabía cómo conmover el corazón de sus hijos. Si usted es capaz de conmover el corazón de los demás, tendrá éxito en fomentar su

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crecimiento. La mejor manera de fomentar el crecimiento de otros es conmover profundamente su corazón.

LA META DE LA VIDA CRISTIANA

Leamos una vez más el versículo 12. Aquí Pablo dice: “A fin de que anduvieseis como es digno de Dios, que os llama a Su reino y gloria”. Este versículo indica que nuestra vida cristiana es una vida que tiene por meta el reino. Debemos andar como es digno de Dios, quien nos llama a Su reino y gloria. Este versículo nos dice claramente que la vida cristiana tiene una meta y que esta meta es el reino de Dios. Nos dirigimos hacia esta meta, hacia este destino. Este destino consiste en que entremos en el reino de Dios. El reino, un tema sobresaliente en el Nuevo Testamento, es la meta única de nuestro andar cristiano.

Nuestra meta no es el cielo. Según el Nuevo Testamento, nuestra meta es el reino. En 1 Tesalonicenses 2:12 no dice que Dios nos ha llamado al cielo, sino que Él nos ha llamado con el propósito de que entremos en Su reino. El reino incluye la gloria de Dios. Cuando entremos en el reino, ciertamente estaremos en la gloria. El reino de Dios junto con la gloria de Dios es mucho más excelente que la así llamada mansión celestial.

La obra que Pablo llevaba a cabo entre los nuevos creyentes los nutrió, los cuidó con ternura y fomentó su crecimiento ayudándolos a andar como es digno de Dios, a fin de que entraran en Su reino y participaran de Su gloria. Ésta es la meta de la vida cristiana.

RECIBIR LA RECOMPENSA

En los versículos 19 y 20 Pablo indica que aquellos que colaboren con el Señor en fomentar el crecimiento de los nuevos creyentes y en ayudarles a andar como es digno de Dios, recibirán una recompensa. Esta recompensa será los mismos creyentes que hemos ayudado a crecer, y quienes vendrán a ser nuestra corona, gloria y gozo. ¡Qué gloria sería para cualquier obrero cristiano, que aquellos a quienes él cuidó hubieran madurado a la venida del Señor! ¡Esto ciertamente sería una corona y una gloria para él! En cambio, cuán profunda sería su vergüenza si ninguno de los creyentes hubiese crecido ni madurado.

Muchos de nosotros estamos cuidando de los creyentes jóvenes. El resultado de nuestra labor debe ser que estos creyentes lleguen a la madurez. Si maduran adecuadamente, ellos estarán en el reino y participarán de la gloria de Dios. Esta madurez entonces se convertirá en nuestra corona, gozo y gloria delante del Señor Jesús, en Su venida. Sin embargo, supongamos que nos dedicamos al cuidado de nuevos creyentes, pero sin

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obtener ningún resultado. En tal caso, a la venida del Señor no veremos ningún fruto de nuestra labor. ¡Cuán vergonzoso sería esto! Cuando venga el Señor Jesús, el resultado de nuestra obra se hará manifiesto. Ese resultado será también nuestra recompensa, nuestra corona, nuestro gozo.

Este mismo principio lo vemos en 1 Pedro 5:4. Allí Pedro dice que los ancianos serán recompensados con una corona de gloria. Sin embargo, esta recompensa dependerá del resultado de su labor como ancianos. Si como resultado de la labor de los ancianos los santos maduran, esa madurez será una corona de gloria para los ancianos mismos. Ésa entonces será la recompensa que recibirán.

En el capítulo dos de 1 Tesalonicenses encontramos sanas palabras para todos nosotros. En este capítulo aprendemos cómo servir a los creyentes jóvenes y a los recién convertidos a fin de que ellos reciban el cuidado tierno que fomenta su crecimiento y madurez, y así haya un fruto positivo de nuestra labor a la venida del Señor. Este fruto será entonces nuestra corona y gloria, es decir, la recompensa que recibiremos por nuestra labor hoy.

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ESTUDIO-VIDA DE 1 TESALONICENSES

MENSAJE CATORCE

ALIENTO PARA LA FE, EL AMOR Y LA ESPERANZA

Lectura bíblica: 1 Ts. 3:1-13

CONFIRMACIÓN Y ALIENTO

En el capítulo uno de 1 Tesalonicenses se halla la estructura y el origen de una vida santa para la vida de iglesia, y en el capítulo dos se nos describe cómo fomentar el desarrollo de dicha vida. Ahora, en el capítulo tres vemos cómo es confirmada esta vida santa para la vida de iglesia. Hemos visto que esta vida está construida con fe, amor y esperanza. Además de la necesidad de fomentar el desarrollo de esta vida, se necesita también confirmar esta vida. Su confirmación incluye también los tres elementos principales de su estructura, a saber: la fe, el amor y la esperanza. En el capítulo tres, Pablo confirma la fe, el amor y la esperanza de los creyentes.

Debemos tener presente que 1 Tesalonicenses es un libro dirigido a nuevos creyentes. Por lo tanto, todos los asuntos abarcados en esta epístola se presentan de manera concisa, y no de manera profunda. Este principio se aplica particularmente al capítulo tres. Al escribir este capítulo, Pablo evitó usar términos profundos. Sus palabras pueden compararse a las que un padre dirige a sus hijos. Sin embargo, aunque Pablo habla de manera breve, aborda varios asuntos que son cruciales.

En 3:1 Pablo dice: “Por lo cual, no pudiendo sopórtalo más, nos pareció bien quedarnos solos en Atenas”. Atenas era la ciudad principal de la provincia de Acaya del Imperio Romano. Fue en esta ciudad donde el apóstol Pablo predicó el evangelio a los filósofos griegos (Hch. 17:15-34).

Las palabras “por lo cual” al comienzo de este versículo, nos remiten al capítulo anterior, especialmente a los versículos 17 y 18. Estos versículos dicen: “Pero nosotros, hermanos, privados de vosotros por un poco de tiempo, de vista pero no de corazón, tanto más procuramos con mucho deseo ver vuestro rostro; por lo cual quisimos ir a vosotros, yo Pablo ciertamente una y otra vez; pero Satanás nos estorbó”. Los apóstoles habían sido privados de los creyentes tesalonicenses de vista y estaban ansiosos de verlos nuevamente. Fue por eso que Pablo dijo en 3:1 que no podía soportar más esa situación. De manera que, las palabras “por lo cual” del versículo 1 indican que el capítulo tres es una continuación de 2:17 y 18. Pablo estuvo dispuesto a quedarse solo en Atenas y, como dice en el versículo 2, a enviar a Timoteo a Tesalónica.

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El versículo 2 dice: “Y enviamos a Timoteo, hermano nuestro y colaborador de Dios en el evangelio de Cristo, para confirmaros y alentaros respecto a vuestra fe”. En algunos manuscritos dice “ministro de Dios” en vez de “colaborador”. El ministro de Dios es un colaborador de Dios (1 Co. 3:9; 2 Co. 6:1). ¡Qué privilegio! ¡Qué bendición!

Timoteo fue enviado a los tesalonicenses para alentarlos respecto a su fe. Esto indica que lo que se abarca en el capítulo tres tiene que ver con la labor de confirmar y alentar. Al referirse a la fe de los tesalonicenses, Pablo regresa al tema de la estructura de una vida santa para la vida de iglesia, que se abarcó en el capítulo uno. No obstante, su preocupación en el capítulo tres es la confirmación de tal vida.

Si somos confirmados en nuestra fe, no seremos sacudidos por las tribulaciones. Al respecto, Pablo dice en el versículo 3: “A fin de que nadie se deje mover por estas tribulaciones; porque vosotros mismos sabéis que para esto estamos puestos”. Si somos confirmados en la fe, las tribulaciones servirán para nuestro provecho (Ro. 8:28), conforme al propósito del Dios que así lo dispuso. De otra manera, las tribulaciones podrían ser usadas por el tentador (1 Ts. 3:5) para sacudirnos. La palabra griega traducida “estamos puestos” también significa destinados, colocados. Dios ha destinado, ha designado, que nosotros pasemos por tribulaciones. Por lo tanto, las aflicciones son la porción que Dios nos ha asignado, y Él nos ha puesto, nos ha colocado, en situaciones de aflicción.

LOS DOS ASPECTOS DE LA FE

Debemos examinar detenidamente el significado de la fe en 1 Tesalonicenses 3. En el versículo 2 la fe no es solamente subjetiva, la cual se refiere a la acción de creer por parte de los santos, como en los versículos 5, 6 y 10, sino también objetiva, la cual se refiere a aquello en lo que ellos creen, como en 1 Timoteo 3:9, 4:1 y 2 Timoteo 4:7. Estos dos aspectos de la fe están relacionados entre sí. Nuestra acción de creer (la fe subjetiva) emana de las cosas que creemos y se halla en las cosas que creemos (la fe objetiva).

La palabra “fe” mencionada en 1 Tesalonicenses es en cierto modo difícil de entender. Esto se debe a que en el Nuevo Testamento la fe tiene dos aspectos, un aspecto objetivo y un aspecto subjetivo. En términos doctrinales, el aspecto objetivo viene primero y produce el aspecto subjetivo. La fe objetiva denota aquellas cosas en las que debemos creer para ser salvos. Incluye el contenido del nuevo pacto. Por lo tanto, el contenido del nuevo pacto equivale a la fe objetiva. Este aspecto de la fe se recalca mucho en un libro como 1 Timoteo. Por ejemplo, 1 Timoteo 1:19 habla de la fe. La fe en ese versículo es objetiva y se refiere a las cosas que creemos. Sin embargo, el mismo versículo también

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menciona la fe subjetiva cuando dice: “Manteniendo la fe y una buena conciencia”. Esta fe subjetiva se refiere a nuestra acción de creer.

Los cristianos a menudo hablan de la fe en un sentido objetivo. Tal vez alguien le pregunte cuál es su fe, refiriéndose a lo que usted cree. Este aspecto de la fe, el aspecto objetivo, no denota nuestra acción de creer, sino aquello en que creemos. Esta fe objetiva incluye el contenido de la economía neotestamentaria de Dios.

Cuando escuchamos acerca de la fe objetiva, del contenido de la economía neotestamentaria de Dios, espontáneamente se produce en nosotros la fe subjetiva. Nosotros respondemos a la fe objetiva, creyendo. Esto significa que una vez que escuchamos de la fe objetiva, surge en nosotros la fe subjetiva. Esta fe subjetiva es nuestra acción de creer.

La fe subjetiva no es algo que sucede una vez para siempre. Al contrario, desde que empezamos a creer, la acción de creer ha estado activa dentro de nosotros, pues la vida cristiana es una vida de fe, una vida de creer. Día tras día llevamos una vida de creer. No vivimos por lo que vemos, sino por lo que creemos. Como dice Pablo: “Porque por fe andamos, no por vista” (2 Co. 5:7). Nuestro andar es por fe, no por vista.

Todos los asuntos que hemos abordado en estos mensajes tienen que ver con la fe. Por ejemplo, Colosenses 1:27 dice que Cristo está en nosotros para ser nuestra esperanza de gloria. Nosotros recibimos esta palabra en fe. Por fe creemos en Su regreso, y por fe esperamos una corona. Hablamos de estas cosas totalmente por la fe. Es por eso que quienes no tienen fe, no tienen idea de lo que estamos hablando. Para ellos, lo que decimos es supersticioso o absurdo. No pueden creerlo ni aceptarlo. La gente del mundo, los incrédulos, no tienen fe, y, por ende, no pueden entender lo que decimos o la manera en que vivimos. Nuestro vivir es absolutamente una vida de creer.

El aspecto objetivo de la fe es profundo. No nos atrevemos a afirmar que seamos perfectos o que no nos falte nada con respecto a la fe objetiva. La economía de Dios es profunda. El contenido de Su economía es Cristo como Aquel que es todo-inclusivo y universalmente extenso. El contenido de la economía de Dios es tan profundo y rico que no nos atrevemos a decir que hayamos alcanzado un conocimiento perfecto de la fe objetiva. Es preciso que veamos que nuestra fe objetiva incluye al Cristo todo-inclusivo y universalmente extenso, quien es el contenido de la economía de Dios. Todavía no conocemos este contenido adecuadamente ni lo hemos experimentado plenamente. Por consiguiente, aún necesitamos apropiarnos más del Cristo todo-inclusivo, del Cristo que es el contenido de nuestra fe objetiva.

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¡Alabado sea el Señor porque esta fe objetiva produce un creer subjetivo! Cuando recibimos una revelación acerca de Cristo, no podemos evitar creer en Él. La fe se infunde en nuestro ser espontáneamente, y de manera automática creemos en Cristo. A los incrédulos les es imposible creer que Cristo está en nosotros. Nosotros, en cambio, no podemos evitar creer que Cristo vive en nosotros. Él está en nosotros para ser nuestra vida, nuestro suministro de vida y nuestro todo. Nosotros hemos visto una visión del Cristo que mora en nosotros, y por ello no tenemos más alternativa que creer que realmente Él está en nosotros. Puesto que hemos visto una revelación acerca del contenido de la economía de Dios, no podemos evitar creer en lo que hemos visto. Se nos ha infundido la capacidad de creer, y ahora tenemos la fe subjetiva, la acción de creer desde lo más recóndito de nuestro ser.

LA PREOCUPACIÓN DE PABLO

Cuando Pablo dice que Timoteo fue enviado para confirmar y consolar a los creyentes respecto a su fe, ¿se refería a la fe objetiva o la fe subjetiva? No es fácil determinar si la fe del versículo 2 es objetiva o subjetiva. En realidad, la fe en este versículo denota tanto el aspecto objetivo como el subjetivo. Incluye lo que creemos y la acción por parte nuestra de creer. Los hermanos enviaron a Timoteo para que viera cómo estaban los creyentes de Tesalónica con respecto a estos dos aspectos de la fe. ¿Mantenían todavía la fe objetiva? ¿Cuán firmemente creían en ella? ¿Qué tan bien guardaban la fe objetiva y en qué medida creían en ella? Esto era lo que a Pablo le interesaba saber. Así, pues, en los versículos 2 y 3 él parecía decir: “Hermanos, me preocupa que hayáis sido sacudidos por las tribulaciones. Ser sacudidos significa haber perdido fe. Significa que habéis quitado la mirada de la fe objetiva y que habéis perdido la capacidad subjetiva de creer. Me preocupa saber cómo están estos dos aspectos de vuestra fe”.

Los que han recibido la carga de cuidar de los nuevos creyentes tienen que aprender a velar por la fe de ellos y a preocuparse por saber cómo están ellos con respecto a los aspectos subjetivo y objetivo de la fe. ¿Está la fe de ellos creciendo o mermando? ¿Está desarrollándose más su capacidad de creer? Tenemos que hacernos preguntas como éstas al cuidar de los nuevos creyentes. Es así como demostramos tener la misma preocupación que Pablo tenía por la fe de los tesalonicenses al enviar a Timoteo para que los confirmara y consolara.

En el versículo 4 Pablo dice: “Porque también estando con vosotros, os predecíamos que íbamos a pasar tribulaciones, como ha acontecido y sabéis”. La palabra griega traducida “predecíamos” está en tiempo imperfecto, lo cual indica que esta acción ocurrió repetidas veces. Pablo en muchas ocasiones les predijo a los creyentes que los apóstoles iban a pasar tribulaciones. Estas tribulaciones vinieron tal como Pablo lo predijo.

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En el versículo 5 Pablo añade: “Por lo cual también yo, no pudiendo soportar más, envié para informarme de vuestra fe, no sea que os hubiese tentado el tentador, y que nuestro trabajo resultase en vano”. El tentador aquí es el diablo insidioso, la serpiente antigua, quien tentó a Eva (Gn. 3:1-6; 1 Ti. 2:14). El insidioso tentador tiene como objetivo destruir la obra del evangelio realizada por medio de los colaboradores de Dios. Pablo estaba preocupado de que las tribulaciones, los sufrimientos y las persecuciones fueran usados por el tentador para mover a los tesalonicenses de su fe y hacer que perdieran fe. Debido a que Pablo no podía soportar más el no saber acerca de la fe de ellos, les envió a Timoteo para que averiguara cómo estaban ellos respecto a su fe.

Una vez más, la fe del versículo 5 incluye tanto la fe objetiva como la fe subjetiva. Pablo estaba ansioso por saber cómo estaban los tesalonicenses con respecto a estos dos aspectos de la fe.

La fe es el primer elemento de la estructura básica de la vida cristiana, una vida santa para la vida de iglesia. Los que vuelven atrás, incluyendo a muchos de los que abandonan la vida de iglesia, experimentan alguna pérdida de fe. Puede ser que no pierdan su fe totalmente, pero sí al menos en parte. Tal vez dejen de tener presente la fe objetiva, el contenido de la economía neotestamentaria de Dios. Mientras estaban en la vida de iglesia, tales personas tenían cierta visión. Tenían una visión de Cristo, de la iglesia y de la economía de Dios. Tenían una visión del recobro de Dios y de cómo el Dios Triuno se imparte en nosotros. Sin embargo, poco a poco perdieron de vista estas cosas. Siempre que alguien pierde la visión del contenido de la economía de Dios, también disminuye en él la fe subjetiva, o sea, la acción de creer. La capacidad de creer desde el más profundo de nuestro ser, es siempre el producto, el resultado, el fruto, de tener una visión adecuada de la economía de Dios. Por consiguiente, es terrible perder la visión de la economía de Dios.

Estar en las reuniones de la iglesia y del ministerio, es como si estuviéramos mirando la televisión celestial que nos presenta más de la economía de Dios. Cuanto más miramos la televisión celestial, más creemos. Espontáneamente creemos en lo que vemos. Por lo tanto, al salir de las reuniones, nuestra capacidad de creer se ha ensanchado. Las reuniones de la iglesia y del ministerio aumentan nuestra capacidad para creer.

Un buen obrero cristiano es alguien que continuamente infunde en otros la visión divina y les ayuda a ver las maravillosas escenas que se presentan en la televisión celestial, de modo que queden grabadas en ellos. Cuando la visión celestial nos es infundida o transmitida, recibimos la facultad de creer. Una vez que creemos, nos conectamos a la transmisión divina. Esta transmisión es el flujo de la electricidad celestial. Al creer, nos “enchufamos” a este flujo.

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Por el versículo 5, sabemos que Pablo estaba preocupado de que el tentador hubiese tentado a los tesalonicenses y que el trabajo de los apóstoles hubiese resultado en vano. Pablo sabía que una vez que perdemos la visión del contenido de la economía de Dios, somos sacudidos y dejamos de estar en la línea de la fe. En dado caso, cualquier cosa que hayamos escuchado concerniente a la economía de Dios, resultará en vano. Este hecho puede verse en las vidas de aquellos que han abandonado la vida de iglesia. Su condición actual confirma que cuando perdemos de la visión de la economía de Dios, todo lo que hemos escuchado resulta en vano.

CONSOLADOS POR MEDIO DE LA FE DE LOS CREYENTES

Cuando Timoteo regresó a Pablo con buenas nuevas, le dijo que su labor entre los tesalonicenses no había sido en vano. Pablo habla de este informe en el versículo 6: “Pero cuando Timoteo volvió de vosotros a nosotros, y nos dio buenas noticias de vuestra fe y amor, y que siempre nos recordáis con cariño, deseando vernos, como también nosotros a vosotros”. Estas buenas noticias acerca de la fe de los tesalonicenses le aseguraron a Pablo que su trabajo entre ellos no había sido en vano.

El apóstol salió de Atenas y fue a Corinto (Hch. 17:15-16; 18:1, 5), donde escribió esta afectuosa carta a los amados santos de Tesalónica, con el fin de animarlos.

En el versículo 6 Pablo habla de la fe y el amor. El amor es el resultado o producto de la fe. Hemos visto que la fe es el fundamento, que el amor es la edificación y que la esperanza es la piedra cimera. En estas palabras de confirmación que Pablo escribe a los tesalonicenses, él primero habla de la fe y poco a poco comienza a hablar del amor. Es por eso que en el versículo 6, él habla de la fe y el amor de los creyentes.

El versículo 7 dice: “Por ello, hermanos, en medio de toda nuestra necesidad y aflicción fuimos consolados de vosotros por medio de vuestra fe”. La condición sana de los creyentes es siempre un consuelo para los colaboradores de Dios, quienes laboran con ellos y los llevan sobre sus hombros. La palabra griega traducida “necesidad” puede también traducirse angustia. Denota una urgente necesidad que resulta de alguna calamidad. Una calamidad hace que la gente esté en una condición en la que necesita urgentemente provisiones tales como alimento, agua, vestido y techo. Pese a que los apóstoles estaban en medio de necesidad y aflicción, ellos fueron consolados por medio de la fe de los tesalonicenses. Una vez más, Pablo habla acerca de la fe.

En el versículo 8 Pablo luego dice: “Porque ahora vivimos, si vosotros estáis firmes en el Señor”. El hecho de que los creyentes permanezcan firmes en el Señor ministra vida a

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los apóstoles. Estar firmes en el Señor está en contraste con dejarse mover de la fe (v. 3). Si los nuevos creyentes de quienes usted cuida están firmes en el Señor, esto ciertamente le traerá a usted el suministro de vida.

COMPLETAR LO QUE FALTA

Los versículos 9 y 10 dicen: “Por lo cual, ¿qué acción de gracias podremos dar a Dios por vosotros, por todo el gozo con que nos gozamos a causa de vosotros delante de nuestro Dios, suplicando de noche y de día con gran insistencia, para que veamos vuestro rostro, y completemos lo que falte a vuestra fe?”. La palabra griega traducida “completemos” en el versículo 10 puede traducirse también “perfeccionemos”. Esta misma palabra griega se usa en 2 Corintios 13:9. Puesto que eran jóvenes en el Señor, a los creyentes de Tesalónica todavía les faltaba algo en su nueva fe. El apóstol sabía esto y estaba preocupado debido a su amor por ellos. Ésta fue la razón por la cual escribió esta epístola.

Cuando Pablo escribió el libro de 1 Tesalonicenses, los creyentes de Tesalónica probablemente tenían menos de un año de ser cristianos. Indudablemente, ellos necesitaban ver mucho más acerca del contenido de la economía de Dios. Del mismo modo, es posible que a muchos de nosotros que llevamos muchos años en el recobro, todavía nos falte ver más del Cristo todo-inclusivo y universalmente extenso, el cual es el contenido de la economía de Dios. Esto significaría que aún tenemos algunas carencias con respecto a la fe objetiva. Esta carencia en la fe objetiva hace que también tengamos carencias en cuanto a la fe subjetiva. Debido a que lo que vemos es limitado, nuestra acción de creer es también limitada. Nuestra capacidad para creer depende de lo que hemos visto, de la visión que hayamos recibido. Durante el tiempo que hemos estado en el recobro, nuestra visión con respecto a Cristo y la economía de Dios se ha ampliado más. Puesto que nuestra visión ha sido ampliada, nuestra fe objetiva se ha aumentado. Esto a su vez ha redundado en un aumento en nuestra capacidad para creer.

Pablo suplicaba de noche y de día con gran insistencia, para que él y los demás apóstoles pudieran ver el rostro de los tesalonicenses y completar lo que les faltaba a su fe. En estos versículos Pablo parecía decir: “Vosotros tesalonicenses lleváis poco tiempo en el Señor. Ciertamente os falta algo en cuanto a vuestra fe objetiva y a vuestro creer subjetivo. Todavía hay muchas cosas que no os han sido reveladas o mostradas. Quisiéramos, por tanto, visitaros nuevamente a fin de mostraros más acerca de Cristo. Así, teniendo una visión más amplia de Cristo, vuestra fe objetiva se ensanchará y, espontáneamente, vuestra fe subjetiva se acrecentará. Esto es lo que vosotros necesitáis, y ésta es nuestra carga al pedir que podamos volveros a ver”.

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SE HACE ÉNFASIS EN EL AMOR

En 3:1-10 Pablo ha hablado principalmente de la fe como el primer elemento de la estructura de una vida santa para la vida de iglesia. Luego, a partir del versículo 11, él hace hincapié en el amor: “Ahora bien, el mismo Dios y Padre nuestro, y nuestro Señor Jesús, enderece nuestro camino a vosotros. Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros”. Los versículos 11 y 12 tratan principalmente del amor. La preocupación del apóstol por los nuevos creyentes es primero con relación a su fe, y luego con relación a su amor, el cual nace de la fe y opera juntamente con la fe (Gá. 5:6; 1 Ti. 1:14). Tal amor indica cierto crecimiento en vida (1 Ts. 1:3). Era necesario que el amor de los tesalonicenses aumentara, que creciera. Por esta razón, Pablo deseaba primero perfeccionar su fe, y luego alentarlos a que crecieran y abundaran en amor. Él sabía que el amor brotaría de su fe. Así, ellos llevarían una vida en amor, amando a los santos de su localidad y a todos los creyentes en todo lugar.

En el versículo 11, la palabra “enderece” en el griego está en el singular, lo cual indica que el apóstol consideraba que Dios el Padre y el Señor Jesús eran uno. ¡Qué bueno es que nuestro camino en el ministerio sea enderezado por tal Dios! Y ¡qué hermosas son las pisadas de los apóstoles al llevar a cabo ellos el ministerio de Dios para el cumplimiento de Su propósito!

AFIRMAR LOS CORAZONES IRREPRENSIBLES EN SANTIDAD

En el versículo 13 Pablo concluye, diciendo: “Para afirmar vuestros corazones irreprensibles en santidad delante de nuestro Dios y Padre, en la venida de nuestro Señor Jesús con todos Sus santos”. Afirmar irreprensibles los corazones de los creyentes es algo que procede de la fe y del amor, como lo mencionan los versículos anteriores. Esto produce espontáneamente la esperanza del regreso de nuestro querido Señor, en quien creemos y a quien amamos. Por lo tanto, una vez más vemos que la fe, el amor y la esperanza son los factores implícitos con los cuales esta epístola está estructurada.

Si nuestra fe es perfeccionada y si nuestro amor crece, aumenta y abunda, el resultado será la esperanza de que nuestros corazones sean afirmados irreprensibles en santidad delante de nuestro Dios y Padre, en la venida del Señor Jesús con todos Sus santos. Estos santos son los que creen en Cristo, incluyendo a los santos del Antiguo Testamento (Dn. 7:18, 21-22, 25, 27; Zac. 14:5). Aunque en el versículo 13 no se menciona la palabra “esperanza”, no obstante, se alude a ella o se halla implícita. Así,

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pues, la confirmación de una vida santa para la vida de iglesia está relacionada con su estructura, la cual se compone de la fe, el amor y la esperanza.

NUESTRA LABOR EN RELACIÓN CON LOS NUEVOS CREYENTES

La manera en que Pablo cuidaba de los nuevos creyentes es muy diferente de la manera en que lo hacen muchos cristianos hoy. Él les mostraba a los nuevos creyentes que Dios el Padre los había regenerado y que ahora tenían una unión orgánica con el Señor Jesucristo, y que, por ende, poseían la estructura de una vida santa. Todos los cristianos genuinos, independientemente de su madurez espiritual, poseen la estructura de una vida santa para la vida de iglesia. Esta vida es la vida cristiana adecuada.

Muchos cristianos no llevan una vida cristiana adecuada. Además, no tienen la menor idea de lo que es la vida de iglesia. Muchos ni siquiera saben qué significa llevar una vida santa. Una vida santa es una vida totalmente apartada para Dios, una vida santificada. Vivir una vida santa es llevar una vida absolutamente en función de Dios, por Dios, con Dios y en Dios. La meta de esta vida santa es la vida de iglesia. La vida santa para la vida de iglesia es el tema que Pablo aborda en esta epístola dirigida a nuevos creyentes.

Como verdaderos cristianos que somos, todos tenemos esta clase de vida dentro de nosotros. Ahora debemos vivirla. Los elementos que componen la estructura de esta vida son la fe, el amor y la esperanza. Nuestra labor en relación con los nuevos creyentes debe fomentar el desarrollo de esta vida; debe nutrirla y cuidarla para que pueda crecer. Además, debemos aprender a confirmarla, fortalecerla y ayudarle a crecer en su estructura de fe, amor y esperanza.

La fe consiste en ver la visión del contenido de la economía neotestamentaria de Dios. Una vez que tengamos la visión, creeremos en lo que hemos visto. Esta fe constituye el fundamento de nuestra vida cristiana. Luego, de nuestra fe emanará el amor. En la vida de iglesia llevamos una vida de amor. Debemos amar a todo el mundo: a los creyentes que se reúnen con nosotros, a los que no se reúnen con nosotros, y también a los incrédulos. Este amor es el resultado de nuestra fe. Entonces tendremos también una vida llena de esperanza. Nosotros vivimos por Cristo, lo expresamos a Él e incluso somos Su Cuerpo. Mientras esperamos Su regreso, estamos llenos de esperanza. Nuestra esperanza y nuestro destino no están en esta tierra; antes bien, se centran absolutamente en el regreso del Señor Jesús.

Si vemos la estructura y el origen de una vida santa para la vida de iglesia, y el fomento de su desarrollo así como su confirmación, sabremos cómo llevar a cabo nuestra labor

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con respecto a los nuevos creyentes. Les ayudaremos a comprender que, puesto que son cristianos genuinos, ellos ya poseen la estructura de una vida santa para la vida de iglesia. Luego fomentaremos con un cuidado tierno el desarrollo de esta vida y confirmaremos la fe, el amor y la esperanza de dicha vida.

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ESTUDIO-VIDA DE 1 TESALONICENSES

MENSAJE QUINCE

UNA EXHORTACIÓN CON RESPECTO A LLEVAR UNA VIDA SANTA PARA LA VIDA DE IGLESIA

Lectura bíblica: 1 Ts. 4:1-12

La epístola de 1 Tesalonicenses fue escrita a nuevos creyentes, a personas que llevaban menos de un año en el Señor. Ésta es la razón por la cual en los primeros tres capítulos de este libro no encontramos nada que se compare con lo revelado en Romanos, Efesios o Gálatas. Pablo permaneció con los tesalonicenses durante aproximadamente un mes. Durante ese breve periodo, él no tuvo oportunidad de abarcar muchas verdades profundas. Es por eso que en 3:10 él expresó su deseo de visitar a los tesalonicenses y completar lo que faltaba a su fe. Sin duda, a estos nuevos creyentes les faltaban muchos de los aspectos de la fe que se revelan en Romanos, Efesios y Gálatas. Por lo tanto, Pablo quería visitarles de nuevo para poderles ministrar todo el contenido de la fe, a fin de que su fe aumentara y fuera completada, perfeccionada.

Todos necesitamos tener una visión amplia de la economía de Dios. Una vez que veamos tal visión, creeremos espontáneamente en lo que hemos visto. Después de ver la visión, no podremos más que creer. El creer proviene de esta clase de visión espiritual. Los escritos de Pablo nos llevan a hacer un recorrido en el que se nos muestran las cosas celestiales y espirituales acerca de Cristo, y lo que Él logró, alcanzó y obtuvo. Cuanto más veamos acerca de esto, más profunda será la impresión que recibimos, y más fe tendremos. Comprobaremos que simplemente es imposible no creer.

Hemos recalcado el hecho de que 1 Tesalonicenses está dirigido a principiantes, a nuevos creyentes. Los que cuidan de los jóvenes o de los nuevos creyentes encontrarán en este libro instrucciones como principios generales a seguir. Si siguen estos principios y estas instrucciones, establecerán un buen fundamento en su labor con nuevos creyentes.

UNA PALABRA DE ADVERTENCIA

En este mensaje llegamos al capítulo cuatro de 1 Tesalonicenses. En el capítulo uno vemos la estructura y el origen de una vida santa para la vida de iglesia; en el capítulo dos, vemos la manera en que se fomenta el desarrollo de esta vida; y en el capítulo tres,

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vemos la confirmación de los tres elementos que componen la estructura básica de esta vida. Después de haber abarcado estos asuntos, en el capítulo cuatro Pablo vacuna a los creyentes contra el germen que más daño ocasiona a la vida de iglesia, el germen de la fornicación.

La fornicación tiene su origen en la concupiscencia. La gente nunca tendría ocasión para satisfacer su concupiscencia si no tuviera algún tipo de vida social. La vida social es un hervidero de fornicaciones. Una persona que no tiene una vida social no corre el peligro de caer en fornicación. Si usted vive solo y tiene poco contacto con otras personas, es muy dudoso que caiga en fornicación. Pero la vida de iglesia es una vida de reuniones, una vida comunal. Se podría decir que la vida de iglesia es una vida social. Si queremos practicar la vida de iglesia, no podemos evitar tener una vida comunal, una vida social, en la que tenemos mucho contacto unos con otros.

Según la historia, el problema de la fornicación ha surgido una y otra vez en una iglesia tras otra. Los hechos demuestran que en particular son los obreros cristianos quienes a menudo se ven enredados en la fornicación, debido a que se ven obligados a relacionarse mucho con la gente. Además, la fornicación ha sido el factor que más ha ocasionado daño a los que participan en el movimiento pentecostal. En ciertos lugares, este movimiento se ha debilitado a causa del pecado de la fornicación.

En 4:3 Pablo dice: “Pues ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; que os abstengáis de fornicación”. La voluntad de Dios es que Su pueblo redimido, los que creen en Cristo, lleven una vida de santidad conforme a Su naturaleza santa, una vida completamente separada de todo lo que no sea Él. Con este propósito, Él nos santifica por completo (5:23).

En la época de Pablo, tanto en Corinto como en Tesalónica, la sensualidad y la inmoralidad abundaban en las religiones paganas e incluso eran promovidas por la adoración pagana. El hombre fue creado para expresar a Dios (Gn. 1:26). En detrimento de este propósito, nada arruina más al hombre que la fornicación, ya que impide que el hombre sea santo, apartado para Dios, y lo contamina por completo, de modo que éste no pueda cumplir el propósito santo de Dios. Por lo tanto, el apóstol exhorta enfáticamente a los recién convertidos creyentes gentiles, a que ellos, mediante la santificación que es para con Dios, se abstengan de la fornicación, que es el pecado más grave a los ojos de Dios, a fin de que evitaran el daño y contaminación que ella trae.

Aquí, en 1 Tesalonicenses 4, Pablo nos da una advertencia en cuanto a la fornicación. Él también, en 1 Corintios, habló abiertamente en contra de la fornicación. Debido a que había tantos casos de inmoralidad en Corinto y en Tesalónica, Pablo se dio cuenta de

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que además de fomentar el crecimiento de los santos de Tesalónica y confirmarlos, era necesario advertirles acerca del pecado de la fornicación. Ahora podemos entender por qué en un libro dirigido a nuevos creyentes, Pablo consideró necesario hablar de la fornicación. Él quería que los santos de esa perversa ciudad estuvieran advertidos del peligro. Como la iglesia en semejante lugar, ellos necesitaban recibir una advertencia en cuanto a la fornicación.

En 1 Corintios 16:20 Pablo dice: “Saludaos los unos a los otros con ósculo santo”. Pablo no prohibió a los corintios tener contacto unos con otros, pues esto habría sido inhumano. Sin embargo, Pablo les encargó que se saludaran unos a otros con un ósculo santo. Estas palabras fueron escritas sobre el trasfondo de la situación oscura que imperaba en Corinto. Conforme al mismo principio, en 1 Tesalonicenses 4 él abordó el tema de la fornicación a causa de la condición de Tesalónica. Esta nueva iglesia había sido levantada en un entorno inmoral y perverso. Puesto que Pablo sabía que sería difícil que la iglesia en aquella ciudad evitara problemas relacionados con la fornicación, él les dio una advertencia respecto de ello.

Hoy nosotros también necesitamos esta advertencia. En Estados Unidos y en Europa, los varones y mujeres se relacionan prácticamente sin restricción alguna. Debido a esta situación, es fácil que la gente caiga en fornicación. Para que las iglesias puedan continuar existiendo en estas regiones, es necesario dar advertencias en contra de la fornicación.

Al leer 4:1-12, notamos que Pablo usa un tono de advertencia. Su tono en esta sección es distinto del que encontramos en los primeros tres capítulos. Después de que Pablo termina su tarea en torno a fomentar el desarrollo de una vida santa para la vida de iglesia y después confirmarla, cambia su tono. La primera advertencia que él da tiene que ver con la fornicación. Como veremos, es en su advertencia referente a la fornicación que Pablo introduce el maravilloso tema de la santificación.

LA SANTIFICACIÓN EN CONTRASTE CON LA FORNICACIÓN

En 4:1 Pablo dice: “Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que, según lo que de nosotros habéis recibido acerca del modo en que debéis andar y agradar a Dios, como en efecto andáis, así abundéis más y más”. En el versículo 3 Pablo dice que la voluntad de Dios es nuestra santificación. Esta santificación está en contraste con la fornicación. Para tener un andar que agrade a Dios, debemos ser santificados.

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Nada perjudica más a un creyente que la fornicación. Según lo que Pablo dice en 1 Corintios 6, la fornicación arruina el cuerpo de una persona. Tal vez otros pecados no nos dañen subjetivamente, pero la fornicación arruina nuestro cuerpo, contamina todo nuestro ser y nos hace absolutamente impíos. Además, el enemigo de Dios usa la fornicación para arruinar al hombre que Dios creó para el cumplimiento de Su propósito. Por lo tanto, la fornicación tiene que ser desechada completamente. Es por eso que Pablo dice en 4:3: “Que os abstengáis de la fornicación”. La palabra “abstengáis” es muy enfática, e indica que debemos huir de la fornicación. La voluntad de Dios es que nos apartemos completamente para Él y seamos plenamente santificados para el cumplimiento de Su propósito. Esto exige que nos abstengamos de la fornicación.

En los versículos 4 y 5 Pablo añade: “Que cada uno de vosotros sepa poseer su propio vaso en santificación y honor; no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios”. Poseer nuestro propio vaso significa guardarlo o preservarlo. Con respecto a la interpretación de la palabra “vaso” en este versículo, hay dos escuelas: una sostiene que el vaso denota el cuerpo del hombre, como en 2 Corintios 4:7, y la otra, que se refiere a la esposa del hombre, como en 1 Pedro 3:7. El contexto de este versículo y del versículo siguiente, donde encontramos frases como “cada uno de vosotros”, “en santificación y honor”, y en particular la expresión “no en pasión de concupiscencia”, justifica la interpretación de la primera escuela, pero no la de la segunda. Aquí el apóstol consideró el cuerpo del hombre su vaso, así como David lo hizo en 1 Samuel 21:5. En lo tocante al uso del cuerpo, tanto Pablo como David consideraban que el cuerpo del hombre era su vaso. Guardar o preservar el vaso del hombre en santificación y honor, no en pasión de concupiscencia, es la salvaguarda en contra de la fornicación.

La santificación se refiere mayormente a una condición santa delante de Dios; el honor, a una postura respetable delante del hombre. El hombre fue creado en una condición elevada, para el propósito de Dios, y el matrimonio fue ordenado por Dios para la propagación del hombre con miras al cumplimiento de Su propósito. Por lo tanto, el matrimonio debe ser honroso (He. 13:4). Abstenerse de la fornicación no sólo tiene como fin permanecer en una condición santificada delante de Dios, sino también mantener y guardar una posición de honor delante del hombre. Siempre que alguien cae en la fornicación, se contamina, y su santificación queda anulada. Además, pierde su honor delante de los hombres. Ni siquiera los incrédulos sienten respeto por quienes cometen fornicación. Por lo tanto, debemos saber poseer, guardar, preservar, nuestro propio cuerpo en santificación para con Dios y en honor delante de los hombres. Debemos ser personas que han sido santificadas para Dios y que son honrosas a los ojos de los hombres. Si queremos ser tales personas, es preciso que nos abstengamos absolutamente de la fornicación y no despertemos ninguna sospecha en este asunto.

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Según el versículo 5, no debemos poseer nuestro cuerpo en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios. No conocer a Dios es la razón básica por la que la gente se entrega a la pasión de la concupiscencia.

En el versículo 6 Pablo añade: “Que ninguno se propase y tome ventaja de su hermano en este asunto; porque el Señor es vengador de todo esto, como ya os hemos dicho y solemnemente prevenido”. Las palabras griegas traducidas “se propase” significa sobrepasar los límites, es decir, extralimitarse, transgredir, ir más allá de lo debido. La frase “se propase ... de su hermano” se refiere a cometer adulterio con la esposa de un hermano. En griego las palabras “tome ventaja” significa también sacar provecho, por ende, defraudar. Cuando Pablo dice “en este asunto”, se refiere al asunto de la fornicación, mencionado en el versículo 3. En el versículo 6 Pablo también dice que el Señor es vengador de todo esto, es decir, de cosas tales como el extralimitarse y aprovecharse otros. El Señor juzga a los fornicarios y adúlteros como un vengador, como uno que castiga, que administra justicia.

La fornicación siempre sobrepasa las reglas de la relación matrimonial. La relación entre el hombre y la mujer fue ordenada por Dios. El matrimonio es un asunto santo que fue ordenado por Dios y que está bajo Su estricta regulación. Por lo tanto, el contacto entre el hombre y la mujer debe ser conforme a las reglas establecidas por Dios. De lo contrario, se puede incurrir en alguna especie de transgresión, de extralimitación, que quebranta las normas de Dios.

En el versículo 7 Pablo dice: “Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino en santificación”. La preposición griega traducida “a” en este versículo, epi, significa sobre o sobre la base de. La “inmundicia” referida en este versículo denota cosas inmundas tales como la fornicación y el adulterio. Algunos maestros dicen que el versículo 6 está hablando de tomar ventaja de un hermano en los negocios. Sin embargo, esto no concuerda con el contexto de esta sección, que comienza en el versículo 3 con la exhortación de abstenerse de la fornicación. De hecho, el versículo 7 es la conclusión de esta exhortación.

La exhortación que hace el apóstol con respecto a abstenernos de fornicación, es basada en la santificación (v. 3), es fortalecida por la santificación (v. 4) y concluye aquí con la santificación, porque la fornicación, como lo más inmundo, destruye la posición y el carácter santos de los santos, aquellos que han sido llamados por Dios.

Dios no nos ha llamado sobre la base de la inmundicia, sino que nos ha llamado en santificación. Esto indica que debemos permanecer siempre en santificación. El

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llamamiento de Dios no tiene nada que ver con la inmundicia. Su llamado es en santificación, y esta santificación es contraria a la fornicación.

El versículo 8 dice: “Así que, el que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios, que también os da Su Espíritu Santo”. Este versículo concluye la sección que comienza en el versículo 3. La palabra “desecha” aquí se refiere a la exhortación dada en los versículos anteriores. Aquí Pablo parecía decir: “Os he dado una advertencia. Si la desecháis, no me desecháis a mí, sino a Dios, quien os ha dado Su Espíritu Santo”. Aquí el Espíritu Santo que Dios nos dio es el Santo, quien nos santifica y nos hace santos delante de Dios (Ro. 15:16; 1 P. 1:2; 1 Co. 6:11).

La voluntad (v. 3), el llamamiento (v. 7) y el Espíritu de Dios, tienen como fin nuestra santificación. Dios primero tuvo Su voluntad; luego, nos llamó, y después nos dio Su Espíritu Santo. Por medio de Su Espíritu podemos ser santificados para responder a Su llamado y cumplir Su voluntad.

Dios nos ha dado Su Espíritu Santo con el fin de santificarnos, hacernos santos, apartarnos para Dios y Su propósito. Así que, este Espíritu Santo se mueve, opera y actúa constantemente dentro de nosotros con un propósito. Si caemos en fornicación, desechamos al Espíritu que mora en nosotros y opera dentro de nosotros con el fin de santificarnos para Dios. Esto es lo que Pablo quería decir aquí, en este versículo que concluye la sección en la que se hace un contraste entre la santificación y la fornicación.

Espero que esta advertencia de Pablo quede grabada en todos nosotros, especialmente en los jóvenes. La era en que vivimos ciertamente no es mejor que la era en que vivió Pablo. Aun más, las ciudades donde vivimos hoy no son mejores que Corinto o Tesalónica. Al contrario, tanto la era como las ciudades en que vivimos bien pueden ser peores. Por lo tanto, necesitamos esta advertencia en la que se nos muestra el contraste entre la santificación y la fornicación.

EL AMOR FRATERNAL

En los versículos 9 y 10 Pablo exhorta a los creyentes respecto al amor fraternal: “Pero acerca del amor fraternal no tenéis necesidad de que os escriba, porque de Dios vosotros mismos habéis sido enseñados cómo habéis de amaros unos a otros; y también lo hacéis así como todos los hermanos que están por toda Macedonia. Pero os exhortamos, hermanos, a que abundéis en ello más y más”. Las palabras “amor fraternal” son una traducción de la palabra griega filadelfía, que se compone de filéo, que quiere decir amar, y adelfós, que significa hermano. Aquí Pablo reitera lo que dijo en 3:12 respecto al amor: “Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con

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todos, como también nosotros para con vosotros”. Este énfasis en el amor indica que el amor es un factor vital en la vida cristiana. Según Gálatas 5:14 y Romanos 13:10, el cumplimiento de la ley es el amor. Si amamos a los demás, ciertamente no cometeremos fornicación, no hurtaremos, ni mentiremos.

ANDAR HONESTAMENTE

En 4:11 y 12 Pablo habla de un andar honesto: “Y que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros propios asuntos, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado, a fin de que andéis honestamente para con los de afuera, y no tengáis necesidad de nada”. En el versículo 11 Pablo nos da una exhortación positiva: “procuréis tener tranquilidad”. Es extremadamente difícil para una persona habladora, quedarse callada. Si tal persona pudiera quedarse callada por media hora, eso sería una victoria.

Lo que arruina más la vida de iglesia es la fornicación, después de esto, los celos, y en tercer lugar, las personas entrometidas. Una persona entrometida quiere ser todo para todos cuando en realidad no sirve para mucho. Por lo tanto, Pablo manda a los entrometidos a procurar tener tranquilidad. Esto significa que ellos deben procurar aquietarse. Ciertamente yo animaría a los santos a tener más comunión. Pero aquellos que son entrometidos deben procurar ser menos activos y más calmados. No deben procurar ser el “centro de información” de la iglesia ni tratar de averiguar los asuntos de los demás. En vez de ello, como dice Pablo, deben ocuparse de sus propios asuntos. Tal vez deberían pasar más tiempo limpiando su casa o poniendo sus propias cosas en orden. Deberían evitar esa clase de activismo que perjudica la vida de iglesia.

Los que se interesan demasiado por los asuntos de los demás deben procurar tener tranquilidad y ocuparse de sus propios asuntos. Sin embargo, a aquellos que no demuestran interés por los demás e invierten demasiado tiempo en sus propios asuntos, más bien se les debe decir que dediquen más tiempo al cuidado de los demás y que lo hagan de una manera apropiada. En este asunto, todos necesitamos ser equilibrados debido a que nacimos con diferentes temperamentos.

En el versículo 12 Pablo nos manda que andemos honestamente. No debemos andar de un modo que sea extraño o peculiar. A los ojos de los demás, nuestro andar debe ser muy honesto.

Hoy a los jóvenes les gusta ser peculiares. Algunos incluso piensan que cuanto más peculiares sean, mejor. Puesto que son peculiares, atraen la atención de los demás. Nosotros, sin embargo, debemos conducirnos de una manera que sea normal, honesta y

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común. Sin embargo, al hacerlo, no debemos seguir ningún código ni reglamento. Estoy seguro de que si deseamos amar al Señor, vivirlo y andar conforme al anhelo de Su corazón, sentiremos, en lo profundo de nuestro ser, algo que nos exige ser normales y honestos en todo lo que hagamos. En la manera en que conducimos nuestro auto, en la manera en que nos peinamos y nos vestimos, y en todas las demás cosas, desearemos ser honestos.

Si nuestro comportamiento peculiar atrae la atención de los demás, no somos honestos. Debemos comportarnos apropiadamente y andar honestamente. En particular, debemos andar honestamente para con los de afuera, es decir, para con los extraños.

CUIDAR DE LOS NUEVOS CREYENTES

Cuanto más leemos 1 Tesalonicenses y examinamos su contenido, más nos damos cuenta de que esta epístola fue escrita para nuevos creyentes. La Primera Epístola a los Tesalonicenses es absolutamente diferente de Efesios. El libro de Efesios contiene muchas expresiones profundas: el misterio de Cristo, el Cuerpo de Cristo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. En contraste, 1 Tesalonicenses no usa términos profundos. En esta epístola encontramos más bien algunas advertencias sencillas. Por ejemplo, se nos dice que la voluntad de Dios para nosotros es que seamos santificados. Ésta es una forma elemental de hablar. Otro ejemplo es la exhortación de Pablo en cuanto al amor fraternal. Él nos dice que hemos sido enseñados por Dios a amarnos los unos a los otros, y luego nos anima a abundar en este amor. Además, Pablo nos exhorta a procurar tener tranquilidad, a no ser entrometidos, a trabajar con nuestras manos y a ocuparnos en nuestros propios asuntos. Estas exhortaciones son elementales; con todo, son muy prácticas, y las necesitamos.

¿Por qué Pablo, en la exhortación que da en el capítulo cuatro, menciona solamente tres cosas? ¿Por qué habla únicamente de la santificación en contraste con la fornicación, del amor fraternal y de un andar honesto? La respuesta a estas preguntas es que si nos ocupamos de la santificación, del amor fraternal y de andar honestamente, seremos perfectos. Por consiguiente, debemos ocuparnos de nuestra santificación, de amar los demás y de andar de una manera apropiada y honesta.

La Primera Epístola a los Tesalonicenses es ciertamente un libro dirigido a nuevos creyentes. En esta epístola Pablo se ocupa de las necesidades de estos principiantes de una manera muy práctica. Sin embargo, esto no significa que los nuevos creyentes no necesiten libros como Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses y Hebreos. Sin duda alguna necesitan estos libros. Pero, puesto que son jóvenes en el Señor, ellos primero necesitan algo sencillo y práctico. Es por eso que Pablo escribió 1

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Tesalonicenses como lo hizo. Él sabía que los creyentes llevaban menos de un año en el Señor y, por consiguiente, les escribió de una manera muy práctica. Espero que todos nosotros sigamos el ejemplo de Pablo y adoptemos la manera en que él cuidó de los santos más jóvenes y de los nuevos creyentes.

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ESTUDIO-VIDA DE 1 TESALONICENSES

MENSAJE DIECISÉIS

LA ESPERANZA DE LA VIDA CRISTIANA

Lectura bíblica: 1 Ts. 4:13-18

En 1 Tesalonicenses 4:13-18 Pablo nos da una palabra elemental acerca de la venida del Señor y del arrebatamiento de los creyentes. Aquí, como se trata de una palabra de consolación, sólo se menciona el arrebatamiento de los creyentes a la venida del Señor de una manera general. Los detalles en cuanto a este tema se revelan en otros libros del Nuevo Testamento, tales como Mateo y Apocalipsis.

Lo que Pablo describe en 4:13-18 es la esperanza común de todos los creyentes. Ésta es la esperanza de la vida santa para la vida de iglesia. Esta clase de vida no es ni pecaminosa ni mundana; antes bien, es pura y santa. Además, la vida santa para la vida de iglesia tiene una esperanza.

Debido a la caída del hombre, no hay esperanza para el linaje humano caído. La única esperanza que tienen los incrédulos es la muerte. La muerte es su destino. Día tras día viven teniendo presente la muerte, y van camino a la muerte. Por lo tanto, la muerte es el futuro de ellos.

En Efesios 2:12 Pablo describe la situación de desesperanza que viven los incrédulos: “Estabais separados de Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo”. Los incrédulos no tienen esperanza porque no tienen a Dios. Puesto que están separados de Cristo y viven sin Dios, no tienen esperanza alguna. Lo único que les espera es la muerte. Todos están conscientes de ello y lo dan por sentado. Es por eso que a los incrédulos no les gusta pensar en el futuro. De hecho, el futuro de ellos no es nada positivo. Con respecto a su futuro, sólo se vislumbra la oscuridad de la muerte.

Nosotros, como personas que creen en Cristo, tenemos una vida llena de esperanza. Nuestra esperanza es la venida del Señor. Aun más, nuestra esperanza incluye la resurrección y el arrebatamiento. La resurrección no es sólo algo relacionado con la vida; es la vida que vence la muerte. Cuando la vida vence la muerte, eso es resurrección. Además, el arrebatamiento es una experiencia que nos lleva aun más lejos que la resurrección. De hecho, es posible que una persona sea resucitada y no sea arrebatada.

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LA RESURRECCIÓN Y EL ARREBATAMIENTO

La vida santa para la vida de iglesia es una vida que tiene futuro, una vida que tiene esperanza. Esta esperanza no es meramente la venida del Señor; es la venida del Señor junto con la resurrección y el arrebatamiento. El regreso del Señor Jesús propiciará la resurrección y el arrebatamiento. Como acabamos de mencionar, la resurrección y el arrebatamiento son asuntos adicionales a la vida divina. Hoy poseemos la vida divina; tenemos esta vida, estamos en dicha vida y disfrutamos de ella. Sin embargo, esperamos la venida del Señor, la cual nos traerá la resurrección y el arrebatamiento.

La resurrección, por supuesto, es para aquellos que han muerto. Hoy llevamos una vida santa por causa de la iglesia; pero si el Señor se tarda en regresar, un día todos “dormiremos”, es decir, moriremos físicamente. Todos los creyentes que han muerto, esperan la resurrección. Si vivimos hasta el regreso del Señor Jesús, por supuesto, no necesitaremos resucitar, pero sí necesitaremos ser arrebatados. Además, los que hayan muerto necesitarán ser resucitados y también arrebatados. Todos los creyentes, tanto muertos como vivos, necesitarán ser arrebatados. Por consiguiente, el arrebatamiento marca el final de nuestra vida en la tierra. Esto significa que la experiencia con la que concluye nuestra vida no es la muerte ni la resurrección, sino el arrebatamiento.

En las Escrituras no se encuentra la palabra “arrebatamiento”, pero sí el concepto del arrebatamiento. La palabra “arrebatar”, según ha sido usada por los maestros cristianos, significa ser tomado, como en el caso de Enoc y Elías (Gn. 5:24; 2 R. 2:1, 11). Mateo 24:40-41, Lucas 17:34-36, 21:36, 1 Tesalonicenses 4:17, Apocalipsis 3:10, 7:9, 11:12, 12:5, 14:1 y 16, y 15:2 son pasajes que se refieren al arrebatamiento, es decir, al hecho de que los creyentes sean tomados a los cielos.

El arrebatamiento es un tema muy importante en el Nuevo Testamento. En 4:13-18 Pablo habla al respecto pero sólo de manera general o elemental. Él nos dice que los creyentes que estén vivos, juntamente con los que hayan muerto y hayan sido resucitados, serán tomados y se reunirán con el Señor en el aire. En estos versículos, Pablo no profundiza ni da explicación de los detalles. Lo que él dice aquí puede compararse con los principios básicos de matemáticas que un maestro de primaria enseña a sus estudiantes. Sin embargo, el arrebatamiento no es un asunto sencillo. De hecho, ha sido objeto de mucho debate entre los maestros de la Biblia.

La intención de Pablo era dar a los nuevos creyentes un concepto básico de la esperanza de nuestra vida cristiana. Él deseaba recalcarles que la vida cristiana, que es una vida santa para la vida de iglesia, tiene una esperanza. Por lo tanto, esta vida es absolutamente diferente a la vida de desesperanza que lleva el linaje humano caído. La

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esperanza de la vida cristiana es el regreso del Señor, y esta esperanza incluye la resurrección y el arrebatamiento.

En el versículo 13 Pablo dice: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza”. Las palabras “los que duermen” se refieren a los que han muerto (v. 16; Jn. 11:11-14; 1 Co. 11:30). Tanto el Señor como el apóstol consideraban que la muerte de los creyentes era dormir. Probablemente cuando Pablo escribió esta epístola, algunos de los creyentes de Tesalónica ya habían muerto. De lo contrario, no habría habido razón alguna para que Pablo hubiese escrito al respecto.

En el versículo 14 Pablo añade: “Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron por medio de Él”. Creer en la esperanza descrita aquí incluye el creer en la resurrección del Señor. Cualquiera que no crea en la resurrección de Cristo, tampoco creerá en esta esperanza. Pero si creemos en esta esperanza, esto indica que ya hemos creído en la resurrección de Cristo.

Es posible que algunos, refiriéndose al versículo 14, digan: “Cuando los santos mueren, van al cielo, y cuando el Señor Jesús regrese, Él los traerá consigo del cielo”. Interpretar este versículo así es pasar por alto la primera parte del versículo, donde dice que Jesús murió y resucitó. Esto, por supuesto, se refiere a Su resurrección. Si los santos que han muerto estuvieran en el cielo y el Señor los trajera consigo del cielo a Su regreso, entonces los santos que han muerto no necesitarían resucitar.

Los versículos 15 y 16 les ayudarán a entender lo que quiero decir: “Por lo cual os decimos esto en virtud de la palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con exclamación de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero”. Quisiera pedirles que presten mucha atención a la palabra “resucitarán” del versículo 16. Si los muertos ya estuvieran en el cielo, ¿qué necesidad habría de que resucitaran? Si realmente estuvieran en el cielo, no necesitarían resucitar. Además, tampoco necesitarían ser arrebatados o llevados al Señor. Sólo necesitarían descender del cielo con el Señor Jesús. El hecho de que el versículo 16 diga que los muertos en Cristo resucitarán indica que ellos deben de estar en algún otro lugar que no es el cielo.

En el versículo 15, la palabra griega traducida “venida” es parousía, que significa presencia. En el versículo 16, las palabras griegas traducidas “exclamación de mando” pueden también traducirse “grito de mando”, como señal para congregarse. La trompeta

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de Dios es la trompeta final (1 Co. 15:52), una trompeta para congregar a los redimidos de Dios (véase Nm. 10:2).

En el versículo 17 Pablo dice: “Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes al encuentro del Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor”. Según este versículo, tanto los creyentes que hayan muerto como los que estén vivos serán llevados al Señor. Primero, los muertos resucitarán, y luego, todos juntos, seremos arrebatados al encuentro del Señor en el aire.

En Apocalipsis 12 el hijo varón, es decir, los vencedores, será llevado, arrebatado, al trono de Dios en el tercer cielo antes de la gran tribulación, los últimos tres años y medio de la era actual (Ap. 12:5-6, 14). En este versículo vemos que la mayoría de los creyentes serán arrebatados al aire cuando el Señor venga.

LOS SANTOS QUE HAN MUERTO ESTÁN EN EL PARAÍSO

Algunos de entre nosotros todavía creen que los santos que han muerto se han ido al cielo y que ahora están allí con el Señor Jesús. Si Pablo se hubiese detenido en el versículo 14, tal vez habría dado lugar a este concepto. Pero en el versículo 16 Pablo dice que cuando el Señor Jesús venga, los santos que hayan muerto se levantarán. ¿De dónde se levantarán? ¿Del cielo? Si ya estuvieran en el cielo, ¿qué necesidad habría de que se levantaran? Y ¿a qué lugar se levantarían, si es que ya estuvieran en el tercer cielo con el Señor?

Muchos cristianos han sido engañados con enseñanzas religiosas azucaradas. Conforme a una de estas enseñanzas se dice: “Oh, no llore por su madre que ha muerto, pues ella creyó en el Señor Jesús, y ahora está en el cielo con Él. Ella está ahora en una mansión celestial, en un hogar mucho mejor que el suyo. ¿Por qué razón habría de llorar? Un día usted se reunirá con ella en el cielo”. Esta clase de enseñanza está llena de levadura y es muy engañosa. Yo he estudiado la Biblia por más de cincuenta años, y no he encontrado ni siquiera un versículo que enseñe semejante cosa. Ésta es una superstición que proviene del paganismo o del budismo, y que más tarde fue adoptada por el catolicismo.

Según la Biblia, los creyentes que han muerto están en el Paraíso (Lc. 23:43), la sección placentera del Hades (Lc. 16:22, 25-26). En el Hades hay dos secciones: una sección placentera y otra de tormento. La sección de sufrimiento es diferente del lago de fuego. La sección desagradable del Hades puede compararse a una prisión preventiva, en contraste con una cárcel o reclusorio permanente. Una prisión preventiva es el lugar donde están temporalmente los acusados durante la tramitación del proceso judicial.

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Pero después de que el acusado ha sido procesado y juzgado y hallado culpable, se le saca de esta prisión y se le recluye en una cárcel permanentemente. Los pecadores que ahora se encuentran en la sección de tormento del Hades, están esperando el juicio final, el cual ocurrirá en el trono blanco de Dios. Después de este juicio, los pecadores serán echados al lago de fuego, la cárcel eterna.

Los santos que han muerto están en el Paraíso, y cuando el Señor Jesús venga, se levantarán. No se irán directamente al cielo, sino que más bien, se levantarán y serán arrebatados juntamente con los santos que todavía estén vivos. Es por eso que el versículo 16 dice que los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego, según el versículo 17, los que estén vivos, serán arrebatados juntamente con ellos al encuentro del Señor. Esto significa que todos los creyentes, tanto muertos como vivos, serán arrebatados al aire. Esta enseñanza no es azucarada ni contiene levadura alguna. Al contrario, concuerda con la Palabra pura de Dios.

Según la Palabra de Dios, cuando el Señor Jesús descienda del cielo, los santos que hayan muerto se levantarán. Su espíritu y su alma se levantarán del Paraíso, su cuerpo se levantará de la tumba, y luego, al unirse su espíritu y su alma con su cuerpo, ellos serán personas completas. Entonces se unirán a los creyentes que estén vivos, y todos juntos seremos arrebatados a la presencia del Señor.

EL ARREBATAMIENTO DE LOS QUE ESTÉN VIVOS

En el versículo 15 Pablo dice: “Nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor”. En el versículo 17, él también dice: “Nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado”. ¿Por qué Pablo agrega en el versículo 15 la cláusula “que habremos quedado hasta la venida del Señor”, y en el versículo 17, la cláusula “que hayamos quedado”? Si consideran este asunto detenidamente, descubrirán que esto indica, o por lo menos nos da a entender, que ya algunos fueron arrebatados, es decir, que entre los vivos ya unos se han ido mientras que otros todavía quedan. Éstos que ya han sido arrebatados, son los vencedores.

Hay una diferencia entre el arrebatamiento de los vencedores y el arrebatamiento de aquellos creyentes que estén vivos y hayan quedado hasta la venida del Señor. El arrebatamiento de los vencedores ocurrirá antes de los últimos tres años y medio de esta era, período conocido como la gran tribulación. En otras palabras, los vencedores serán arrebatados antes de la tribulación (Ap. 3:10). No obstante, aquellos que estén vivos y hayan quedado, serán arrebatados al final de la tribulación, es decir, a la final trompeta (1 Co. 15:52). Éste es el arrebatamiento mencionado en 1 Tesalonicenses 4. En cuanto al tiempo en que ocurren, estos dos arrebatamientos son diferentes: uno ocurre antes de la

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gran tribulación, y el otro, al final de la misma. Además, hay una diferencia respecto al lugar adonde se es arrebatado. Según Apocalipsis 12, los vencedores son arrebatados al trono de Dios en el tercer cielo, mientras que según 1 Tesalonicenses 4, los que estén vivos y hayan quedado serán arrebatados a las nubes en el aire.

LA PARUSÍA

Hemos dicho antes que la palabra griega traducida “venida” en el versículo 15 es parousía, la misma que se usa en Mateo 24:3. La venida de Cristo será Su presencia con Sus creyentes. Esta parusía comenzará cuando los vencedores sean arrebatados al trono, continuará con la venida del Señor al aire (Ap. 10:1) y concluirá con Su venida a la tierra. Durante el periodo de Su parusía, tendrán lugar el arrebatamiento de la mayoría de los creyentes a los aires (1 Ts. 4:15-17), el tribunal de Cristo (2 Co. 5:10) y las bodas del Cordero (Ap. 19:7-9).

La palabra “parusía” denota la presencia del Señor, y no Su venida. Por supuesto, Su presencia implica Su venida. Si yo me encuentro lejos de mi familia y luego vuelvo a estar presente con ellos, mi presencia implica mi venida. De hecho, mi presencia equivale a mi venida. Es por eso que la palabra parousía puede ser traducida venida. Resultaría un poco raro traducirla literalmente presencia. Sin embargo, aunque esta traducción suene rara, sería correcto decir “hasta la presencia del Señor”.

Según el Nuevo Testamento, la parusía del Señor, Su presencia, durará cierto tiempo. Tal vez empiece inmediatamente antes del comienzo de la gran tribulación. La venida del Señor (la parusía) probablemente empezará cerca del comienzo de la gran tribulación. Actualmente, el Señor está en el tercer cielo. Luego, una vez que empiece la gran tribulación en la tierra, el Señor dejará el trono en el cielo y descenderá del trono al aire, oculto en una nube. Apocalipsis 10:1 dice que Juan vio “descender del cielo a otro Ángel fuerte, vestido de una nube”. Este Ángel fuerte es Cristo, quien desciende secretamente del tercer cielo al aire. El Señor probablemente se quedará en el aire oculto en la nube por algún tiempo, quizás más de tres años. Ésta es la razón por la cual decimos que la parusía del Señor durará cierto tiempo.

Mientras el Señor está en los aires, realizará varias cosas. Arrebatará a los creyentes que hayan resucitado y a los que estén vivos. Juzgará en Su tribunal a todos los que fueron salvos. Luego decidirá quién estará con Él en el reino milenario, y quién no. Este juicio, por supuesto, ocurrirá después del arrebatamiento mencionado en 1 Tesalonicenses 4. Este esquema debe darnos una idea general de la venida del Señor conforme a la Palabra pura. Este esquema no es conforme a enseñanzas extrañas o tradicionales.

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Como cristianos que somos, debemos llevar una vida santa para la vida de iglesia. Esta vida tiene una esperanza, la esperanza de que el Señor a quien hoy servimos, regresará. Cuando regrese, los santos que hayan muerto resucitarán del Paraíso y de la tumba, para ser arrebatados juntamente con aquellos que aún estén vivos y hayan quedado.

UNA PALABRA ELEMENTAL

Esta palabra acerca de nuestra esperanza fue escrita para dar consuelo y aliento a los creyentes, por la muerte de sus familiares. Describe de manera elemental la venida del Señor y nuestro arrebatamiento. No obstante, si queremos conocer los detalles de este asunto, debemos estudiar Mateo 24 y 25, todo el libro de Apocalipsis, 1 Corintios 15 y otros pasajes de la Palabra, incluyendo 2 Tesalonicenses. Una vez que hayamos estudiado todos estos pasajes de las Escrituras, veremos que los asuntos relativos a la venida del Señor y nuestro arrebatamiento no son tan sencillos como los presentan muchos hoy en día. Estos detalles incluyen el arrebatamiento de los santos vencedores, el juicio ante el tribunal de Cristo, la recompensa en el reino y la disciplina que se administrará durante la era del reino. Todos estos asuntos tienen que ver con la venida del Señor y nuestro arrebatamiento.

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ESTUDIO-VIDA DE 1 TESALONICENSES

MENSAJE DIECISIETE

VELAR Y SER SOBRIOS

Lectura bíblica: 1 Ts. 5:1-11

Inmediatamente después de que Pablo presenta la esperanza de la vida santa para la vida de iglesia, él habla de la necesidad de velar y ser sobrios con respecto a esta vida. Nosotros tenemos una esperanza maravillosa, la esperanza de que el Señor Jesús regresará y de que seremos arrebatados y llevados a Él. Teniendo esta esperanza, debemos velar y ser sobrios. Mientras abrigamos esta esperanza, es preciso que velemos y seamos sobrios. Es por eso que 1 Tesalonicenses no concluye en el capítulo cuatro. En este maravilloso libro dirigido a nuevos creyentes, Pablo tiene algo más que impartir, lo cual tiene que ver con la necesidad de ser vigilantes y sobrios. Una vez más, debemos seguir el modelo de Pablo. No debemos simplemente alentar a los nuevos creyentes con respecto a su esperanza; debemos también decirles que ya que tienen esta esperanza, deben velar y ser sobrios, y no deben estar dormidos ni embriagados ni en una condición de estupor.

Creo que Pablo, al escribir la última parte del capítulo cuatro, sentía la carga de expresar algo sobre la necesidad de velar y ser sobrios, que son características de la vida santa para la vida de iglesia. Si este libro concluyera en el capítulo cuatro y no tuviéramos 5:1-11, algunos creyentes podrían ser extraviados. De hecho, debido a que los cristianos sacan 4:13-18 del contexto de esta epístola, han sido engañados y están embotados en sus pensamientos. Por consiguiente, al aplicar el capítulo cuatro a nuestra situación, no debemos pasar por alto 5:1-11; es decir, que mientras esperamos la venida del Señor, debemos velar y también ser sobrios.

LOS TIEMPOS Y LAS SAZONES

En 5:1-3 Pablo indica que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche. El versículo 1 dice: “Pero acerca de los tiempos y las sazones, no tenéis necesidad, hermanos, de que se os escriba”. Aquí “los tiempos y las sazones” se refieren a la venida del Señor. Esto lo confirma la expresión “el día del Señor” en el versículo 2.

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EL DÍA DEL SEÑOR

En el versículo 2 Pablo dice: “Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche”. En el capítulo anterior se mencionó la venida del Señor principalmente con el propósito de dar consuelo y aliento; mientras que en este capítulo se menciona con el fin de advertir (vs. 3-6), ya que se menciona en la Palabra principalmente en relación con el juicio del Señor (1 Co. 1:8; 3:13; 5:5; 2 Co. 1:14; 2 Ti. 4:8).

El hecho de que el día del Señor venga así como ladrón en la noche indica que este día permanece secreto y que vendrá súbitamente, sin que nadie lo sepa de antemano (Mt. 24:42-43; Ap. 3:3; 16:15). Este pensamiento lo confirman las palabras de Pablo en el versículo 3: “Cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán”.

LA SALVAGUARDA DE LA FE, DEL AMOR Y DE LA ESPERANZA

En los versículos del 4 al 11 vemos la salvaguarda de la fe, del amor y de la esperanza. En el versículo 4 Pablo nos recuerda que nosotros no estamos en tinieblas como para que el día nos sorprenda como ladrón, y en el versículo 5 nos dice que somos hijos de luz y del día, y que, por ende, no somos de la noche ni de las tinieblas. Luego, en el versículo 6, nos exhorta a velar y ser sobrios: “Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios”. Dormir en este contexto equivale a dejar de velar. La palabra “velemos” está en contraste con “duermen” (véase el v. 7), y “seamos sobrios” está en contraste con la expresión “se embriagan”. En el versículo 7 Pablo dice: “Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan”. Aquí embriagarse significa estar en una condición de estupor.

Los cristianos han oído la palabra “velar” muchas veces. Sin embargo, es posible que no sepan el verdadero significado de esta palabra. ¿Qué significa velar? Sería muy vago si solamente dijéramos que velar significa no dormir. Es posible que con relación a este asunto, al igual que otros asuntos, pensemos que entendemos lo que la Biblia dice, cuando en realidad no lo entendemos en absoluto. Lo mismo podemos decir acerca del significado de ser sobrios.

La exhortación a velar y ser sobrios está relacionada con la manera en que salvaguardamos los tres materiales básicos de la estructura de la vida santa para la vida de iglesia, que son: la fe, el amor y la esperanza. El versículo 8 indica esto: “Mas ya que nosotros somos del día, seamos sobrios, vistiéndonos con la coraza de fe y de amor, y

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con el yelmo de la esperanza de salvación”. Las palabras “coraza” y “yelmo” aluden a una guerra espiritual. La coraza, que cubre y protege nuestro corazón y espíritu conforme a la justicia de Dios (Ef. 6:14), es la fe y el amor; el yelmo, que cubre y protege nuestro intelecto, nuestra mente, es la esperanza de la salvación (Ef. 6:17). La fe, el amor y la esperanza son los tres materiales básicos con los que se construye la vida cristiana genuina, como se describe en 1 Tesalonicenses 1:3. La fe está relacionada con nuestra voluntad, una parte de nuestro corazón (Ro. 10:9), y con nuestra conciencia, una parte de nuestro espíritu (1 Ti. 1:19); el amor está relacionado con nuestra parte emotiva, otra parte de nuestro corazón (Mt. 22:37); y la esperanza está relacionada con nuestro entendimiento, la función de nuestra mente. Todos éstos necesitan ser protegidos para que se pueda mantener una vida cristiana genuina. Tal vida vela y es sobria. Al principio de esta epístola, el apóstol alabó la obra de fe de los creyentes, su trabajo de amor y su perseverancia en la esperanza (1:3). Aquí, en la conclusión de la epístola, los exhorta a mantener estas virtudes espirituales cubiertas y protegidas al pelear por ellas.

LA ESPERANZA EN EL REGRESO DEL SEÑOR

La esperanza de la que se habla en el versículo 8 es la esperanza del regreso de nuestro Señor, la cual será nuestra salvación, tanto de la destrucción venidera como de la esclavitud de corrupción de la vieja creación (Ro. 8:21-25). La salvación mencionada en los versículos 8 y 9 no es la salvación de la perdición eterna por medio de la muerte del Señor, sino la salvación de la destrucción venidera por medio del regreso del Señor.

Según el versículo 8, necesitamos de la armadura para salvaguardar nuestra fe, nuestro amor y nuestra esperanza. Si queremos proteger estos aspectos de la estructura básica de la vida santa para la vida de iglesia, debemos velar y ser sobrios. Por consiguiente, velar y ser sobrios es parte del vivir que debemos llevar mientras esperamos la venida del Señor.

Hemos señalado que en el capítulo cuatro Pablo nos consuela con esta esperanza, al decirnos que a la venida del Señor seremos arrebatados. Seremos llevados a un estado de éxtasis para encontrarnos con el Señor en el aire. Sin embargo, esta esperanza requiere una vida de vigilancia y sobriedad. Si hemos de esperar el regreso del Señor, es necesario que vivamos en continua vigilancia y sobriedad. En otras palabras, mientras esperamos la venida del Señor, debemos llevar una vida vigilante y una vida sobria. Si velamos y somos sobrios, protegeremos, salvaguardaremos, la estructura básica de nuestra vida cristiana.

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EL SIGNIFICADO DE VELAR

Ahora llegamos a un punto crucial: entender lo que significa velar y ser sobrios. La acción de velar aquí está relacionada con una batalla, con una lucha. Algunas versiones usan la expresión “ser vigilantes”, una palabra relacionada con la guerra. En una batalla, los soldados deben velar, deben ser vigilantes. El hecho de que Pablo mencione la coraza y el yelmo en el versículo 8, confirma que “velar” aquí está relacionado con una lucha. La coraza y el yelmo no son prendas que uno viste comúnmente; antes bien, son parte de la armadura que usaban los soldados en la batalla. Por consiguiente, el concepto de Pablo al exhortarnos a velar y ser sobrios, tenía que ver con una lucha, con una guerra. En estos versículos Pablo se refería a alguna especie de batalla.

Las enseñanzas “azucaradas” que se divulgan con respecto a la venida del Señor y el arrebatamiento revelados en el capítulo cuatro, no preparan a los creyentes para pelear. En lugar de ello, los embotan y los hacen caer en estupor. Es importante que veamos que la acción de velar se refiere a tener un espíritu apropiado al pelear una batalla. Si captamos este pensamiento, habremos captado en gran medida lo que significa velar.

Velar significa seguir peleando. Los soldados en una batalla no simplemente miran a su alrededor; esto no sería velar. Ellos velan debido a que están combatiendo. Cuando la pelea termina, entonces dejan de velar. Tal vez tengamos otro concepto acerca de lo que significa velar, pero en estos versículos, velar significa recordar que estamos en una batalla, que estamos peleando y que estamos rodeados de enemigos. Por esta razón, necesitamos un yelmo y también una coraza.

Una y otra vez hemos recalcado que 1 Tesalonicenses es una epístola que fue escrita a nuevos creyentes. Este libro contiene muchos conceptos básicos concernientes a la vida cristiana. En cada uno de los cinco capítulos se abordan ciertos principios básicos, ciertas enseñanzas elementales. Pero aun en un libro que presenta enseñanzas elementales, Pablo incluye el asunto de la guerra espiritual. Pablo no les dice explícitamente a los creyentes que ellos están en un campo de batalla y que necesitan pelear, pero ciertamente lo que dice en 5:1-11 deja implícito que hay una lucha espiritual.

LA SALVACIÓN DE LA DESTRUCCIÓN VENIDERA

En el versículo 3 se menciona la palabra “destrucción”: “Cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán”. ¿De cuál destrucción se está hablando? Esta destrucción está relacionada con la salvación mencionada en los versículos 8 y 9. La salvación

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mencionada en estos versículos es la que nos salva de la destrucción venidera por medio del regreso del Señor, y no la que nos salva de la perdición eterna por medio de la muerte del Señor. El hombre caído perecerá por la eternidad; ésta será la perdición eterna. Los que hemos creído en el Señor Jesús, seremos salvos de esta perdición eterna. Nosotros ya recibimos la salvación en este aspecto. Ya fuimos salvos de la perdición eterna y jamás pereceremos.

Según la Biblia, la salvación que nos libra de la perdición eterna es la salvación eterna. Una vez que somos salvos, somos salvos por la eternidad. Contrario a lo que enseña la escuela teológica arminiana, jamás perderemos nuestra salvación. La salvación se obtiene una vez y para siempre. Pero aquí Pablo habla de la salvación en otro aspecto, esto es, de la salvación que nos libra de la destrucción venidera.

Además, a la luz de Romanos 8:21-25, también seremos salvos de la esclavitud de corrupción de la vieja creación. Actualmente todas las cosas creadas están sujetas a la esclavitud de corrupción. La vieja creación en su totalidad está esclavizada a la corrupción. Todo, incluyendo nuestro cuerpo físico, se está deteriorando. ¿Saben qué significa envejecer? Envejecer significa deteriorarse. Todos estamos en un proceso de deterioro. La esclavitud de corrupción de la vieja creación nos domina, y nosotros estamos sujetos a ella. Pero cuando venga el Señor Jesús y nosotros seamos arrebatados, seremos salvos de la esclavitud de corrupción de la vieja creación. Por consiguiente, la venida del Señor y nuestro arrebatamiento nos salvarán de dos cosas: de la destrucción y de la esclavitud de corrupción. Ésta es la salvación mencionada en los versículos 8 y 9. Sin embargo, su significado principal es que ella nos salva de la destrucción venidera.

Ahora debemos indagar a qué se refiere la destrucción venidera. Esta destrucción está relacionada con la batalla encarnizada que se libra entre Dios y Satanás. Cerca del tiempo de la venida del Señor, vendrá la destrucción repentina. Esta destrucción será efectuada principalmente por Dios, pero también una parte de ella la efectuará Satanás. Dios juzgará a este mundo rebelde, y Satanás contraatacará. El resultado de la intensa batalla que se libra entre Dios y Satanás será la destrucción repentina. Cuando la gente diga: “Paz y seguridad”, vendrá repentinamente esta destrucción.

Necesitamos ser salvos de esta repentina destrucción, y la manera en que podemos ser salvos de ella es velar y ser sobrios. Mientras Dios pelea, nosotros debemos ponernos de Su lado y pelear por Sus intereses. Puesto que Él pelea, nosotros también debemos pelear.

De hecho, pelear es velar. Sólo aquellos que pelean velan verdaderamente. Cuánto más peleamos, más velamos. Mientras usted esté peleando, no necesita procurar velar, pues

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automáticamente estará velando. Algunas veces los soldados de un ejército pasan días sin dormir. La batalla no les da tiempo para dormir. Esto ejemplifica el hecho de que pelear equivale a velar. La vida cristiana, una vida santa para la vida de iglesia, es una vida de continua lucha. Nos encontramos en un campo de batalla, y debemos estar alerta, velar, ser vigilantes.

LO QUE SIGNIFICA SER SOBRIOS

Ser sobrios está relacionado con velar. Ser sobrios significa entender claramente la situación en la cual nos encontramos. Significa tener un conocimiento adecuado de dónde estamos y dónde está el enemigo, y saber cómo ataca el enemigo y cómo debemos contraatacar. Si somos sobrios, tendremos claridad en cuanto a qué debemos hacer.

Ser sobrios significa tener claro todo lo relacionado con la batalla. Es saber claramente dónde está el enemigo, qué hace y cómo ataca. Es también saber exactamente cómo podemos protegernos y cómo contraatacar. Aquellos que son sobrios tienen muy claro cuál es la situación en que se encuentran.

SON POCOS LOS QUE VELAN Y SON SOBRIOS

Hoy la mayoría de los cristianos no tiene esta clase de sobriedad. Como resultado, están embotados, están en un estado de estupor, y no tienen un sentido apropiado de dirección. Es por eso que es difícil tener comunión con ellos. Si tenemos comunión con algunos de ellos acerca de cierto asunto, argumentarán con uno; y si intentamos tener comunión respecto de otro asunto, quizás nos condenen o hasta nos calumnien.

En el versículo 6 Pablo dice: “Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios”. La palabra “velemos” está en contraste con la frase “los que duermen” en el versículo siguiente, y “seamos sobrios” está en contraste con “los que se embriagan”. Al compartirles a otros acerca de la esperanza de la venida del Señor, debemos considerarnos a nosotros mismos y preguntarnos si estamos velando o durmiendo, y si somos sobrios o estamos embriagados. Los adhesivos que uno a veces ve en los parachoques de los automóviles con lemas acerca de la venida del Señor, indican que muchos cristianos están embotados y en una condición de estupor. Tal parece que, con respecto a la venida del Señor, ninguno vela ni es sobrio. Nosotros, por tanto, debemos estar alerta. ¿Estamos peleando por los intereses del Señor? ¿Somos vigilantes? ¿Somos sobrios y tenemos claridad de cuál es nuestra situación? Debemos hacernos preguntas como éstas.

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Hemos recalcado el hecho de que Pablo escribió la epístola de 1 Tesalonicenses de una manera elemental, abordando asuntos básicos. Habla de la venida del Señor y de que nosotros seremos llevados a Él. No obstante, no se detiene allí, sino que en el capítulo cinco, nos habla además de la necesidad de velar y de ser sobrios.

VESTIRNOS DE LA ARMADURA

Si velamos y somos sobrios, nos vestiremos de la armadura. Según el versículo 8, debemos vestirnos de la coraza de fe y de amor, y ponernos el yelmo de la esperanza de salvación. La coraza protege nuestra fe y nuestro amor, y el yelmo guarda nuestra esperanza. Por lo tanto, la armadura protege los materiales básicos de la estructura de nuestra vida cristiana: la fe, el amor y la esperanza.

Si leemos 1 Tesalonicenses 5 con detenimiento y lo comparamos con Efesios 6, veremos que en 1 Tesalonicenses se nos da una enseñanza elemental acerca de la guerra espiritual. En Efesios 6, en cambio, vemos una enseñanza mucho más avanzada con respecto a la guerra espiritual. Por consiguiente, debemos avanzar de 1 Tesalonicenses 5 a Efesios 6.

Hemos hecho bastante hincapié en que pelear de manera apropiada equivale a velar y ser sobrios. Pelear es una salvaguarda para nuestra vida cristiana, pues resguarda y protege la estructura básica de la vida cristiana.

Algunos de los que anteriormente estuvieron con nosotros en el recobro del Señor se quitaron la armadura y quedaron expuestos a los ataques del enemigo. Debido a que no tenían cobertura, protección ni salvaguarda, fueron derrotados por el enemigo. En lugar de velar y ser sobrios, durmieron y cayeron en un estupor.

Debemos velar y ser sobrios. Esto significa que debemos seguir peleando. También debemos salvaguardar la estructura de nuestra vida cristiana, vistiéndonos de la armadura. Entonces, cuando el Señor venga, seremos salvos de la destrucción repentina.

LA DESTRUCCIÓN REPENTINA

Un día, Dios juzgará al mundo, y Satanás procurará destruirlo. Si leemos el libro de Apocalipsis detenidamente, veremos que durante los últimos tres años y medio de esta era, la ira de Dios se encenderá contra este mundo maligno, pecaminoso y rebelde, y lo juzgará. Además, Satanás no querrá que el mundo exista más e intentará destruirlo. El resultado de esto será la destrucción repentina.

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En los versículos 9 y 10 Pablo dice: “Porque Dios no nos ha puesto para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, quien murió por nosotros para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con Él”. Ya que Dios no nos ha puesto para ira, debemos velar, ser sobrios y pelear para cooperar con Dios a fin de que podamos alcanzar Su salvación por medio del Señor Jesús. Como ya hemos señalado, la salvación en este versículo no es la salvación eterna, sino la salvación de la destrucción venidera y también de la esclavitud de corrupción de la vieja creación. Ahora estamos esperando la salvación de la destrucción y de la esclavitud de corrupción. Luego, disfrutaremos la libertad de la gloria de los hijos de Dios.

VIVIR JUNTAMENTE CON EL SEÑOR

En el versículo 10 Pablo habla de vivir juntamente con el Señor. El Señor murió por nosotros no sólo para que fuésemos salvos de la perdición eterna, sino también para que viviésemos juntamente con Él por medio de Su resurrección. Tal vivir puede salvarnos de la destrucción venidera. Podemos vivir juntamente con Él, ya sea que velemos o que durmamos, esto es, ya sea que vivamos o que muramos. Por un lado, el Señor está lejos de nosotros y estamos esperando Su regreso; por otro, Él está con nosotros (Mt. 28:20) y podemos vivir juntamente con Él (Ro. 6:8).

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ESTUDIO-VIDA DE 1 TESALONICENSES

MENSAJE DIECIOCHO

COOPERAR CON LA OPERACIÓN DIVINA

(1)

Lectura bíblica: 1 Ts. 5:12-28

El capítulo cinco empieza con la palabra “pero”. Esto indica que la última parte del capítulo cuatro, el cual habla del arrebatamiento, requería una palabra adicional acerca de otro asunto. Según 5:1, esta palabra adicional tiene que ver con los tiempos y las sazones.

En los comienzos de mi vida cristiana, me emocionaba mucho cada vez que oía mensajes acerca de la venida del Señor. Es común que los nuevos creyentes se sientan emocionados cuando escuchan acerca de la venida del Señor. Tal vez piensen que el Señor puede venir en cualquier momento. Ésta es la razón por la cual ellos necesitan escuchar lo que Pablo añade en el capítulo cinco.

Los tiempos y las sazones mencionados en el versículo 1 se refieren a la venida del Señor. Esto lo confirma la expresión “el día del Señor”, que aparece en el versículo siguiente. El día en que el Señor vendrá será diferente de como nos lo imaginamos. De hecho, es un misterio. El Señor Jesús mismo dijo que, como hombre, no sabía la hora en que vendría. La fecha exacta de la venida del Señor es un misterio escondido en el corazón del Padre, y este misterio no ha sido revelado. De ahí que, en 5:2 Pablo dice que el día del Señor “vendrá así como ladrón en la noche”. Ciertamente, ningún ladrón avisaría de antemano que va a venir a robar algo. Bajo el mismo principio, el día del Señor vendrá de forma repentina e inesperada. Por consiguiente, debemos velar y ser sobrios. Ya que no nos es posible saber la hora en que el Señor vendrá, debemos velar y ser sobrios.

Después de que Pablo abarca el asunto de velar y ser sobrios en 5:1-11, Pablo habla, en 5:12-24, de cómo podemos cooperar con la operación divina. En estos versículos Pablo aborda varios asuntos de una manera elemental.

En el Nuevo Testamento, no hay libro que termine de una manera tan maravillosa y todo-inclusiva como 1 Tesalonicenses. En su conclusión, Pablo habla de varios asuntos cruciales, los cuales él no tuvo tiempo de abarcar en detalle. Así que, él los puso juntos en la sección final de esta epístola.

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RESPETAR A LOS QUE ESTÁN EN EL LIDERAZGO

El versículo 12 dice: “Asimismo, hermanos, os rogamos que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y están al frente entre vosotros en el Señor, y os amonestan”. La palabra “reconozcáis” significa aquí tener respeto y estima por alguien. Según Mateo 7:23, cuando el Señor Jesús regrese, les dirá a algunos: “Nunca os conocí”. La expresión “nunca os conocí” significa que el Señor no sintió aprecio ni respeto por lo que ellos hicieron. Bajo el mismo principio, en el versículo 12 la palabra “reconozcáis” significa apreciar y respetar a los que trabajan y que toman la delantera entre nosotros. Probablemente Pablo aquí se estaba refiriendo a los ancianos que trabajan en la enseñanza y presiden entre los creyentes (1 Ti. 5:17).

Estar al frente no tiene como fin principal gobernar, sino establecer un modelo de conducta que otros puedan seguir. Los ancianos no solamente deben laborar en la enseñanza, sino también dar ejemplo en la manera de proceder. Tal vez dicho ejemplo es lo que les da autoridad para amonestar.

Es realmente maravilloso que a pesar de que la iglesia en Tesalónica llevaba menos de un año de haber sido establecida y de que Pablo había laborado allí por sólo tres días de sábado, ya se hubieran levantado algunos hermanos que tomaban la delantera. En un corto período fue establecida una iglesia y se produjeron algunos que funcionaban como líderes. Pablo ciertamente era un obrero cristiano calificado y diestro.

En el versículo 13 Pablo nos exhorta a tener en mucha estima y amor a los que presiden, por causa de su obra. La palabra [griega traducida] “tengáis en” aquí significa conducir la mente mediante un proceso de razonamientos hasta llegar a una conclusión; por lo tanto, pensar, considerar, estimar. Los que están al frente deben considerarse a sí mismos esclavos que sirven a los santos. No obstante, los creyentes deben tenerlos en mucha estima y amor debido a su obra.

Mientras Pablo escribía esta epístola, le venía un pensamiento tras otro. Como hemos mencionado, el tema de la sección anterior (5:1-11) es velar y ser sobrios. La vida cristiana es una vida en la que luchamos por los intereses de Dios, y por eso debemos velar y estar alertas. Luego, Pablo dice que tenemos que aprender a respetar, a honrar, a los que están al frente en la iglesia. Al parecer, el asunto de velar y ser sobrios no guarda ninguna relación con el asunto de respetar a los que toman la delantera. No obstante, sí están relacionados de una manera muy práctica. Si estamos alerta y velamos con diligencia en la batalla espiritual, ciertamente honraremos a los que están en el liderazgo. Los que han prestado servicio militar saben que los soldados tienen que respetar a sus comandantes. Si no respetan a sus comandantes o líderes, el ejército no

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podrá pelear adecuadamente. Lo primero que tiene que aprender un soldado antes de poder combatir es respetar a aquel que lo guía. Yo creo que éste era el concepto de Pablo al hablar sobre el tema de respetar a los que están al frente.

ESTAR EN PAZ

En el versículo 13 Pablo da esta exhortación: “Tened paz entre vosotros”. Tener en mucha estima a los que están al frente y estar en paz unos con otros describe la condición apropiada de una iglesia local. Sin embargo, si los santos de una iglesia local no respetan a los que guían, no habrá paz. El mismo principio se aplica a la vida familiar. Si los hijos no respetan a sus padres, ¿cómo podrá haber paz? En tales condiciones, será imposible que una familia tenga paz. De igual manera, no habrá paz en un ejército si los soldados no respetan a sus oficiales.

La secuencia de los pensamientos de Pablo en estos versículos es muy significativa. Primero, debemos velar y ser sobrios al pelear en la batalla espiritual. Segundo, debemos tener en mucha estima a los que están al frente entre nosotros. Entonces, tendremos paz entre nosotros.

AMONESTAR, CONSOLAR, SOSTENER Y SER LONGÁNIMES

En el versículo 14 Pablo añade: “También os exhortamos, hermanos, a que amonestéis a los que andan desordenadamente, a que consoléis a los pusilánimes, a que sostengáis a los débiles, a que seáis longánimes para con todos”. Los que andan desordenadamente son ociosos o entrometidos; no son disciplinados, sino incontrolables y rebeldes. Actúan por su propia cuenta, andan desordenadamente y no les interesa guardar el debido orden en la vida de iglesia. Según el versículo 14, todos los hermanos —y no solamente los que están al frente— deben amonestar a los que andan desordenadamente. Esto significa que todos los santos deben pastorear a otros y contribuir a su edificación.

En el versículo 14 Pablo también nos exhorta a consolar a los pusilánimes. La palabra griega traducida “pusilánimes” literalmente significa de poco ánimo, es decir, la capacidad de su mente, voluntad y parte emotiva es estrecha y débil. Los que son de poco ánimo tienen una capacidad muy limitada para soportar sufrimientos o dificultades. Entre los santos hay algunos que por nacimiento son de poco ánimo. Tales personas necesitan ser consoladas y alentadas.

En el versículo 14 Pablo también nos pide que sostengamos a los débiles. La palabra “débiles” aquí tal vez se refiere a los débiles en el sentido más amplio, es decir, a

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aquellos que son débiles en su espíritu, en su alma o en su cuerpo, o son débiles en la fe (Ro. 14:1; 15:1). Algunos santos entre nosotros son débiles. Tal vez son débiles en su cuerpo o en su espíritu, débiles de corazón o de voluntad. Algunos son débiles en su fe o débiles en la oración. ¿Qué haremos con los débiles? Según las palabras de Pablo, debemos sostenerlos.

En el versículo 14 Pablo nos exhorta a ser longánimes para con todos. Esto implica que en una iglesia local, además de encontrarse algunos que andan desordenadamente y necesitan amonestación, además de encontrarse otros que son de poco ánimo y requieren consolación, y además de encontrarse aquellos que son débiles y necesitan ser sostenidos, todos los miembros, de una u otra forma, pueden causar problemas y, por tanto, necesitamos ser longánimes para con ellos.

Hoy todavía estamos en la vieja creación, no en la Nueva Jerusalén. Es por eso que existen tantos problemas entre los santos. Según mi experiencia, cada uno de nosotros puede ser un problema para los demás. Tal vez yo sea un problema para usted y usted sea un problema para mí. Por una parte, puede ser que amemos a todos los santos; por otra, puede ser que ellos nos causen problemas. Por lo tanto, debemos ser longánimes para con todos.

No debemos esperar que la iglesia sea una utopía. Al contrario, la vida de iglesia está llena de problemas. Si un creyente no tiene problemas, es probable que no venga a la vida de iglesia. Los que no tienen problemas no necesitan la vida de iglesia. En cierto sentido, la iglesia es un hospital lleno de enfermos. Por esta razón, debemos ser longánimes para con todos los santos.

No se molesten cuando otros les hablen a ustedes sobre sus problemas, problemas que incluso pueden parecer pequeños e insignificantes. En particular, los pusilánimes pueden presentarles problemas de poca importancia. Para ellos, un pelo es como una pesada carga. Así que, en lugar de enojarse con ellos, más bien ayúdelos a enfrentarse con sus problemas. Sin embargo, es posible que un anciano se moleste con alguno que venga a presentarle un problema insignificante. Ancianos, aprendan a ser longánimes, especialmente con los débiles y con los pusilánimes. Todo hermano que desee ser anciano tiene que ser longánime. No obstante, lo que dice Pablo en el versículo 14, no está dirigido solamente a los ancianos sino a todos los santos.

En muchas ocasiones han venido santos a decirme que ya no pueden soportar más la vida de iglesia en su localidad y que quieren mudarse a otra ciudad. Les dije que si se mudaran a otro lugar, encontrarían que la situación en ese nuevo lugar sería peor. Es probable que después de haberse mudado de un lugar a otro, prefieran estar en la

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localidad donde empezaron. Ésta es la experiencia típica de los que andan de iglesia en iglesia. Así que, en lugar de procurar mudarse a una localidad diferente, adonde usted piensa que la condición de la iglesia será mejor, quédese donde está y sea longánime para con todos. Ya que no existe ninguna iglesia que sea celestial y esté libre de problemas, todos los santos —y no solamente los ancianos— deben ser longánimes.

En el versículo 15 Pablo añade: “Mirad que ninguno pague a otro mal por mal; antes seguid siempre lo bueno unos para con otros, y para con todos”. Esto significa que sin importar cuánto otros nos maltraten, debemos seguir lo bueno para con ellos. Sin embargo, si no somos longánimes, pagaremos mal por mal.

REGOCIJARNOS, ORAR Y DAR GRACIAS

El versículo 16 dice: “Estad siempre gozosos”. Esta exhortación se basa en las condiciones mencionadas en los versículos 14 y 15. El regocijarse incluye invocar el nombre del Señor. ¿Puede usted regocijarse en el Señor sin invocarle? No creo que esto sea posible. Simplemente no podemos regocijarnos en el Señor sin pronunciar Su nombre. De ahí que, el nombre del Señor esté implícito en la exhortación de Pablo a regocijarnos siempre. Por lo tanto, cuando nos regocijamos, nos regocijamos invocando el nombre del Señor.

En el versículo 17 Pablo dice: “Orad sin cesar”. Esto equivale a tener comunión ininterrumpida con Dios en nuestro espíritu, y requiere perseverancia (Ro. 12:12; Col. 4:2) con un espíritu fortalecido (Ef. 6:18).

En el versículo 18 Pablo añade: “Dad gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús para con vosotros”. Debemos dar gracias en todo, ya que todas las cosas cooperan para nuestro bien, a fin de que seamos transformados y conformados a la imagen de Cristo (Ro. 8:28-29). La cláusula “porque ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús para con vosotros” califica las tres exhortaciones anteriores. Dios quiere que vivamos una vida de regocijo, de oración y llena de acciones de gracias. Tal vida es una gloria para Dios y una vergüenza para Su enemigo.

La secuencia de los versículos del 16 al 18 concuerda con la experiencia de Pablo. Pablo sabía por sí mismo que primero nos regocijamos, luego oramos y después damos gracias. Si ustedes trataran de practicarlos en el orden inverso, se darían cuenta de que Pablo los enumeró de manera correcta conforme a la experiencia. La voluntad de Dios en Cristo Jesús para con nosotros es que nos regocijemos, oremos y demos gracias.

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NO APAGAR AL ESPÍRITU

En el versículo 19 Pablo dice también: “No apaguéis el Espíritu”. El Espíritu hace que nuestro espíritu sea ferviente (Ro. 12:11) y que el fuego de nuestros dones sea avivado (2 Ti. 1:6). Por lo tanto, no debemos apagar al Espíritu.

La vida cristiana es una vida que es guiada y motivada por el Espíritu. Durante todo el día debemos permitir que el Espíritu nos guíe, despierte, motive y opere en nosotros. Así que, en lugar de apagar al Espíritu, debemos avivar el fuego que está en nosotros. La palabra “apaguéis” hace alusión al fuego. El Espíritu arde dentro de nosotros. No debemos apagar este fuego; más bien, debemos avivarlo.

NO MENOSPRECIAR LAS PROFECÍAS

En los versículos 20 y 21 Pablo dice: “No menospreciéis las profecías. Sometedlo todo a prueba; retened lo bueno”. La palabra “menospreciéis” aquí significa considerar sin valor, tener en poco. Las profecías del versículo 20 se refieren principalmente al profetizar, al hablar profético que resulta de una revelación. No es necesariamente una predicción (véase 1 Co. 14:1, 3-4). Profetizar equivale a hablar por el Señor y a proclamar al Señor. Sólo un pequeño porcentaje del profetizar tiene con ver con la predicción. No debemos menospreciar esta clase de hablar. Someter a prueba todas las cosas incluye discernir las profecías (1 Co. 14:29), discernir los espíritus (1 Co. 12:10), probar los espíritus (1 Jn. 4:1), comprobar cuál es la voluntad de Dios (Ro. 12:2), y lo que es agradable al Señor (Ef. 5:10). Por un lado, no debemos menospreciar las profecías; por otro, no debemos obedecer ciegamente lo que escuchamos. Debemos someter a prueba todas las cosas, examinarlas, y luego, retener lo bueno.

ABSTENERNOS DE TODA ESPECIE DE MAL

El versículo 22 dice: “Absteneos de toda especie de mal”. En algunas versiones leemos: “Absteneos de toda apariencia de mal”. Algunos maestros de la Biblia, basándose en esta traducción, han entendido incorrectamente este versículo y piensan que este versículo dice que debemos evitar no sólo lo malo sino incluso toda apariencia de mal, es decir, cualquier cosa que despierte la sospecha de ser mala. En el pasado, nosotros también fuimos influidos por este entendimiento. Pero si examinamos el significado de la palabra griega traducida “especie”, entenderemos correctamente este versículo. La palabra “especie”, como categoría subordinada al género, significa también clase. Denota cualquier cosa que se pueda ver o percibir; por ende, un panorama. Por lo tanto, no se refiere a la apariencia de lo malo, sino a la especie, forma, figura o aspecto de lo

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malo. Los creyentes, quienes viven una vida santa en fe, amor y esperanza, deben abstenerse de cualquier especie de mal.

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ESTUDIO-VIDA DE 1 TESALONICENSES

MENSAJE DIECINUEVE

COOPERAR CON LA OPERACIÓN DIVINA

(2)

Lectura bíblica: 1 Ts. 5:12-28

Cuando Pablo escribió los versículos del 12 al 22 del capítulo cinco, aún tenía muchas cosas en su corazón que quería comunicar a los nuevos creyentes de Tesalónica. Había muchas cosas que deseaba enseñarles. Sin embargo, debido a que no disponía de tiempo para escribir más, él enumeró distintos asuntos en estos versículos: honrar a los que están al frente entre nosotros, tener paz, amonestar a los andan desordenadamente, consolar a los pusilánimes, sostener a los débiles, ser longánimes para con todos, no pagar mal por mal, estar siempre gozosos, orar sin cesar, dar gracias en todo, no apagar al Espíritu, no menospreciar las profecías, someterlo todo a prueba, retener lo bueno y abstenerse de toda especie de mal. De hecho, cada uno de estos asuntos requeriría un capítulo entero para ser explicados adecuadamente.

COOPERAR CON DIOS

En el versículo 23 Pablo añade: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. La conjunción “y” une la bendición de este versículo según la cual Dios santifica todo nuestro ser, con la exhortación de abstenernos de toda especie de mal, lo cual se menciona en el versículo anterior. Por un lado, nos abstenemos de toda especie de mal; por otro, Dios nos santifica por completo. Nosotros cooperamos con Dios para tener un vivir santo.

Según los versículos del 16 al 22, debemos estar gozosos, orar, dar gracias, no apagar al Espíritu, no menospreciar las profecías, someterlo todo a prueba, retener lo bueno y abstenernos de toda especie de mal. Si hacemos esto, el Dios de paz nos santificará por completo. Aquí podemos ver la necesidad de que los creyentes cooperen con la operación divina. En los versículos del 12 al 22 vemos cómo los creyentes cooperan, es decir, llevan una vida espiritual y apartada para Dios; y en los versículos 23 y 24 vemos la operación de Dios en el hecho de que santifica y preserva a los creyentes.

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Si hemos de llevar una vida santa para la vida de iglesia, debemos cooperar con la operación de Dios. Dios mora ahora en nosotros. El Dios Triuno que mora en nosotros opera continuamente en nuestro interior. Ésta es la razón por la cual no debemos apagar al Espíritu. De hecho, el Espíritu mismo es el Dios Triuno procesado. El fuego del Espíritu en nosotros es la operación del Dios Triuno dentro de nosotros, la cual requiere nuestra cooperación. Y cooperamos al poner en práctica todos los asuntos mencionados en los versículos del 12 al 22. En lo que respecta a nosotros, debemos cooperar; y en lo que respecta a Dios, Él opera en nosotros. El mismo Dios de paz nos santificará por completo. El Dios Triuno mora en nosotros, y nosotros somos Su morada. Por consiguiente, vemos dos aspectos: lo que Dios hace y lo que nosotros hacemos. Él opera en nosotros, y nosotros cooperamos con Su operación.

En el versículo 23 Pablo expresa su anhelo, su deseo de que el Dios de paz nos santifique por completo. De hecho, ésta es la oración del apóstol. Pablo ora para que el Dios de paz nos santifique por completo. Podríamos decir también que la primera parte del versículo 23 es la bendición de Pablo, es decir, él bendice a los creyentes diciéndoles que el Dios de paz los santificará.

En la segunda parte de este versículo, Pablo dice: “Y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos”. En la primera parte del versículo, que dice que Dios nos santifica, es Dios quien toma la iniciativa; pero en la segunda parte del versículo, que habla de que nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo sean guardados perfectos, somos nosotros quienes en cierto modo debemos tomar la iniciativa.

SER GUARDADOS

El imperativo “sean guardados” puede considerarse en un sentido tanto activo como pasivo. Esto significa que aunque somos nosotros quienes tomamos la iniciativa en ser guardados, Dios es quien guarda nuestro espíritu, alma y cuerpo. Por lo tanto, nosotros tomamos la iniciativa, y luego Dios realiza la obra de guardar todo nuestro ser. Por consiguiente, debemos orar: “Señor, anhelo que mi espíritu, alma y cuerpo sean guardados; pero yo no puedo hacer esto por mí mismo. Así que, yo tomo la iniciativa, Señor, en pedirte que lo hagas”.

¿Tienen ustedes el deseo, la aspiración, de que todo su ser sea guardado perfecto? Si no tenemos este deseo, debemos pedirle al Señor que tenga misericordia de nosotros y nos conceda tal aspiración. Pero si ya tenemos este deseo, entonces debemos tomar la iniciativa en orar para que el Señor nos guarde.

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Pablo no escribió el versículo 23 conforme a la doctrina, sino de acuerdo con su propia experiencia. Es difícil determinar si en este versículo Pablo está pronunciando una oración o una bendición. Lo que sí sabemos es que aquí Pablo expresa su deseo, su anhelo. Pablo deseaba que el Dios de paz santificara por completo a los creyentes y que los creyentes desearan que su espíritu, su alma y su cuerpo fuesen guardados perfectos e irreprensibles. ¿Pueden ver en este versículo la operación de Dios y nuestra cooperación? Sin lugar a dudas, el apóstol representa a Dios; de modo que, el anhelo de Pablo es el anhelo de Dios, su deseo es el deseo de Dios. Esto quiere decir que Dios anhela, desea, santificarnos por completo. Sin embargo, la pregunta es: ¿aspiramos nosotros a que nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo sean guardados perfectos? La obra de santificación le corresponde a la operación de Dios, pero la aspiración a ser guardados equivale a nuestra cooperación. Cuando tenemos el deseo de Dios más nuestra aspiración, entonces lo que tenemos es nuestra cooperación más la operación de Dios, los cuales actuando juntos nos santifican por completo y guardan todo nuestro ser.

LA VENIDA DEL SEÑOR

En el versículo 23 Pablo habla de “la venida de nuestro Señor Jesucristo”. Esto nos recuerda nuevamente lo que Pablo escribió en el capítulo cuatro. En el versículo 23, Pablo parece estar diciendo: “Creyentes, ¿os causa emoción saber que el Señor Jesús volverá? ¿Estáis aguardando Su venida? Si estáis emocionados y aguardáis Su venida, debéis poner en práctica todo lo que os he escrito respecto de ser santificados y de que vuestro espíritu, vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados. Si no lo ponéis por obra, no estaréis listos para la venida del Señor. Tenéis que ser santificados y guardados. Sólo así estaréis listos, preparados, capacitados, para la segunda venida del Señor Jesús. Tenéis que admitir que en el presente no estáis listos para la venida del Señor. Esto hace que Él tenga que demorar Su regreso hasta que los creyentes estén listos. Así que, queridos hermanos, os insto a que os preparéis para la venida del Señor, siendo santificados por completo y permitiendo que vuestro espíritu, vuestra alma y vuestra cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles”.

SANTIFICADOS POR COMPLETO

Según el versículo 23, Aquel que nos santifica es el Dios de paz. Su santificación nos trae paz. Cuando Él nos haya santificado por completo desde nuestro interior, tendremos paz con Él en todo aspecto.

La palabra “santifique” aquí implica que somos separados, apartados, para Dios, de todas las cosas comunes o profanas.

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Las palabras “por completo” significan enteramente, cabalmente, hasta la consumación. Dios nos santifica completamente, para que ninguna parte de nuestro ser, ya sea nuestro espíritu o alma o cuerpo, permanezca en un estado común o profano.

La mención que Pablo hace de nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo, indica claramente que el hombre consta de tres partes: espíritu, alma y cuerpo. El espíritu como nuestra parte más profunda, es el órgano interno, con el cual podemos percibir a Dios y tener contacto con Él (Jn. 4:24; Ro. 1:9). El alma es nuestro mismo yo (Mt. 16:25; Lc. 9:25), un intermediario entre nuestro espíritu y nuestro cuerpo, la cual nos permite conocernos a nosotros mismos y tener nuestra personalidad. El cuerpo, nuestro órgano externo, nos permite percibir el mundo y tener contacto con las cosas materiales. El cuerpo contiene el alma, y el alma es el vaso que contiene el espíritu. En el espíritu de los que han sido regenerados, Dios mora como Espíritu; en el alma mora nuestro yo; y en el cuerpo tenemos los sentidos. Dios nos santifica primero al tomar posesión de nuestro espíritu, mediante la regeneración (Jn. 3:5-6); luego, al extenderse como Espíritu vivificante desde nuestro espíritu hasta nuestra alma para saturarla y transformarla (Ro. 12:2; 2 Co. 3:18); y por último, al vivificar nuestro cuerpo mortal a través de nuestra alma (Ro. 8:11, 13) y al transfigurarlo con el poder de Su vida (Fil. 3:21).

Dios no sólo nos santifica por completo, sino que además guarda perfectos nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo. La expresión “por completo” es cuantitativa, mientras que la palabra “perfectos” es cualitativa. Cuantitativamente, Dios nos santifica por completo, y cualitativamente, Él nos guarda perfectos; en otras palabras, Él guarda perfectos nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo. Por medio de la caída, nuestro cuerpo fue arruinado, nuestra alma fue contaminada y nuestro espíritu fue afectado por la muerte. En la plena salvación de Dios, todo nuestro ser es salvo y restaurado de manera completa y perfecta. Con este propósito, Dios guarda nuestro espíritu de cualquier elemento que le imparta muerte (He. 9:14), guarda nuestra alma, impidiendo que ella permanezca en una condición natural y de vejez (Mt. 16:24-26), y guarda nuestro cuerpo, rescatándolo de la ruina causada por el pecado (1 Ts. 4:4; Ro. 6:6). La obra de Dios de guardarnos y santificarnos por completo, nos sostiene para que vivamos una vida santa hasta la madurez, a fin de que podamos reunirnos con el Señor en Su parousía, Su presencia.

En el versículo 24 Pablo dice: “Fiel es el que os llama, el cual también lo hará”. El Dios fiel que nos llamó, también nos santificará por completo y guardará perfecto todo nuestro ser. Éstas son palabras de consuelo que Pablo dirige a los creyentes.

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LA CONCLUSIÓN DE LA EPÍSTOLA

En los versículos del 25 al 28 encontramos la conclusión de esta epístola. El versículo 25 dice: “Hermanos, orad también por nosotros”. ¿No les sorprende que Pablo hubiera pedido a personas que llevaban menos de un año en el Señor, que oraran por él? ¿Les habrían pedido ustedes a estos nuevos creyentes, que orasen por ustedes? La petición de Pablo en este versículo se puede comparar a un abuelo que le pide a su nietecito que ore por él. Aun así, Pablo les pidió a estos nuevos creyentes, quienes llevaban poco tiempo en el Señor, que orasen por los apóstoles. Pablo sabía que por muy poca experiencia que ellos tuvieran en la oración, sus oraciones serían muy útiles. Con esto vemos que no debemos subestimar a los nuevos creyentes ni a los jóvenes. Al contrario, debemos pedirles que oren por nosotros.

En los versículos 26 y 27 Pablo dice: “Saludad a todos los hermanos con ósculo santo. Os conjuro por el Señor, que esta carta se lea a todos los hermanos”. En algunos manuscritos aparece la palabra “santos” antes de la palabra “hermanos”. Esto significa que, dado que esta epístola trata de la vida santa de los creyentes, el apóstol en su exhortación final, llama a los creyentes santos hermanos.

Las palabras con las que Pablo concluye son éstas: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros”. La gracia es Dios en el Hijo como nuestro deleite. Según Juan 1:17, “la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la realidad vinieron por medio de Jesucristo”. La ley hace exigencias al hombre conforme a lo que Dios es, mientras que la gracia le suministra al hombre lo que Dios es para que satisfaga lo que Dios exige. Por medio de la ley ningún hombre puede participar de Dios, pero la gracia capacita al hombre para que disfrute a Dios. Así que, la gracia es Dios mismo disfrutado por el hombre.

En 1 Corintios 15:10 también se habla de la gracia. En este versículo Pablo dice: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y Su gracia para conmigo no ha sido en vano, antes he trabajado mucho más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”. En este versículo, la gracia es el Cristo resucitado, quien se hizo el Espíritu vivificante para, en resurrección, introducir en nosotros al Dios procesado como nuestra vida y suministro de vida, a fin de que nosotros vivamos en resurrección. De manera que, la gracia es el Dios Triuno que llega a ser nuestra vida y nuestro todo.

La gracia que motivó a Pablo y operó en él no era ningún asunto o cosa, sino una persona viviente, a saber, el Cristo resucitado, la corporificación de Dios el Padre, quien se hizo el Espíritu vivificante y todo-inclusivo, el cual moraba en el apóstol como su todo. Es solamente cuando disfrutamos al Señor como gracia que podemos llevar una

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vida santa para la vida de iglesia, una vida que es genuina y apropiada para la iglesia y que en todo depende del Señor, quien es nuestro suministro de vida.

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ESTUDIO-VIDA DE 1 TESALONICENSES

MENSAJE VEINTE

LA NECESIDAD DE QUE NUESTRO CORAZÓN SEA AFIRMADO IRREPRENSIBLE EN SANTIDAD

(1)

Lectura bíblica: 1 Ts. 3:6a, 10, 12-13; Pr. 4:23; Jer. 17:9; Sal. 73:1; 78:8; Ez. 36:26; Mt. 5:8; 15:8, 18-19; 12:34-35; 22:37; Hch. 28:27; 2 Co. 3:15-16; Ro. 10:10; He. 4:12; 1 Ti. 1:5; 2 Ti. 2:22

En este mensaje veremos lo que significa que nuestros corazones sean afirmados irreprensibles en santidad. En 1 Tesalonicenses 3:13 leemos: “Para afirmar vuestros corazones irreprensibles en santidad delante de nuestro Dios y Padre, en la venida de nuestro Señor Jesús con todos Sus santos”. Tres palabras importantes aquí son: corazón, irreprensibles y santidad. ¿Qué significa que nuestro corazón sea afirmado irreprensible? Ésta es ciertamente una expresión poco usual. Por supuesto, la obra de afirmar no es nuestra, sino del Señor.

SANTIDAD Y SANTIFICACIÓN

¿Qué les comunica a ustedes la frase “irreprensibles en santidad”? La frase “en santidad” no califica el verbo “afirmar”, sino la palabra “irreprensibles”. En este versículo Pablo no está diciendo que el Señor afirma nuestro corazón en santidad, sino más bien que el Señor hace que nuestro corazón sea irreprensible, y que esto lo logra en santidad. De manera que debemos indagar lo que significa que nuestro corazón sea irreprensible en santidad.

En 2 Tesalonicenses 2:13 leemos: “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos, amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación en santificación por el Espíritu y en la fe en la verdad”. Este versículo habla de la salvación en santificación, y 1 Tesalonicenses 3:13, de ser irreprensibles en santidad. Las frases “en santidad” y “en santificación”, no significan lo mismo. Desde luego, la santidad y la santificación están relacionadas con un elemento que es santo. Sin embargo, la santidad se refiere al elemento mismo, mientras que la santificación alude al proceso en el que algo es hecho santo, es decir, al proceso de ser santificado. Actualmente se lleva a cabo un proceso que nos hace santos; este proceso se

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llama santificación. De manera que, estar en santidad es estar en ese elemento, mientras que estar en santificación es estar en el proceso de hacernos santos.

La salvación de Dios se lleva a cabo en santificación. Esto significa que la salvación de Dios supone un proceso continuo en el cual somos hechos santos. Mientras transcurre este proceso, nosotros disfrutamos del poder salvador de Dios. La santidad es el elemento de la naturaleza santa de Dios. Es en este elemento que hemos de ser irreprensibles.

Una vez más quisiera usar como ejemplo la preparación del té, un proceso muy sencillo. El té es un elemento, y la “teificación” es el proceso de hacer el té. Supongamos que usted tiene una taza de agua. Para “teificar” el agua, usted necesita ponerle una bolsita de té. Cuando uno pone la bolsita de té en el agua, al parecer el agua sigue igual. Parece que no hubiera mucho cambio. Pero después de cierto tiempo, y especialmente si agitamos un poco el agua, el agua es “teificada”, es decir, el té se añade al agua y se mezcla con ella. Por consiguiente, podríamos decir que el agua ha pasado por un proceso de “teificación”. Gradualmente, el té llega a estar en el agua, y el agua, en el té. Esto significa que el elemento del té se ha mezclado con el agua. Como resultado de esta “teificación”, el té y el agua se compenetran para ser una sola bebida. De hecho, esta bebida es agua de té.

Una cosa es que el té esté en el agua, y otra, que el agua pase por el proceso de teificación. Del mismo modo, nosotros debemos ser irreprensibles en el elemento de la santidad, y también debemos ser sometidos al proceso de la santificación, para que disfrutemos de la obra salvadora de Dios a diario, e incluso, a cada hora.

LA FE Y EL AMOR

Si tenemos una visión general de 1 Tesalonicenses, veremos que los primeros tres capítulos componen una sección, y que los últimos dos capítulos conforman otra. Hemos visto que esta epístola tiene una estructura básica compuesta de tres elementos: la obra de fe, el trabajo de amor y la perseverancia en la esperanza. Pablo habla de esto en 1:3, donde dice: “Acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de vuestra obra de fe, de vuestro trabajo de amor y de vuestra perseverancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo”. Basándose en esta estructura, Pablo dice en 1:9 y 10 que los creyentes se volvieron de los ídolos a Dios, para servir a un Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a Su Hijo. En el capítulo dos se nos describe el fomento del desarrollo de una vida santa para la vida de iglesia. Esto requiere los cuidados de una madre que amamanta y de un padre que exhorta. El resultado de este tipo de cuidados es que andemos como es digno de Dios, quien nos llama a Su reino y gloria (2:12). Para

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andar de esta manera, necesitamos ser perfeccionados en nuestra fe, y crecer y abundar en nuestro amor. En el capítulo tres, Pablo muestra una profunda preocupación por la fe y el amor de los tesalonicenses. Según 3:10, su deseo era completar lo que faltaba a la fe de ellos. Desde luego, los tesalonicenses tenían fe, pero su fe necesitaba ser perfeccionada. Así que, Pablo añoraba verlos para poder completar lo que faltaba a su fe. En 3:12 él dice: “Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros”. Como creyentes, todos nosotros necesitamos ser perfeccionados en la fe, y crecer y abundar en amor.

En el versículo 13 del capítulo tres vemos la razón específica por la que necesitamos ser perfeccionados en la fe y crecer y abundar en amor: para que el Señor pueda afirmar nuestros corazones irreprensibles en santidad. El hecho de que nuestros corazones sean afirmados es el producto, el resultado, de que nuestra fe sea perfeccionada y de que crezcamos y abundemos en amor. El Señor está llevando a cabo una obra de edificación. El objetivo de esta obra de edificación es afirmar nuestro corazón. Nuestro corazón, pues, necesita ser edificado, ser afirmado irreprensible. Más adelante, procuraremos explicar el significado de la palabra “irreprensible”, que aparece en el versículo 13.

En 3:13 Pablo dice que el Señor afirmará nuestros corazones irreprensibles en santidad. Él no dice que nuestro corazón será afirmado irreprensible en pureza o limpieza. El Nuevo Testamento recalca la importancia de tener un corazón puro. El Señor Jesús dijo: “Bienaventurados los de corazón puro, porque ellos verán a Dios” (Mt. 5:8). Pablo exhortó a Timoteo a andar con los que de corazón puro invocan al Señor (2 Ti. 2:22). Asimismo, en Salmos 51:10 David oró para que el Señor creara en él un corazón limpio. ¿Por qué, entonces, Pablo no dijo irreprensibles en pureza o en limpieza, sino “irreprensibles en santidad”? La razón es que el libro de 1 Tesalonicenses trata de la vida santa para la vida de iglesia. Así que, la conclusión de la primera sección de esta epístola, compuesta de los capítulos uno, dos y tres, es que el Señor afirmará nuestros corazones irreprensibles en santidad.

Yo creo que todos tenemos fe, amor y esperanza. Nos hemos vuelto de los ídolos a Dios, servimos al Dios vivo y esperamos la venida del Señor Jesús. Por consiguiente, tenemos fe, amor y esperanza así como la experiencia de habernos hecho un vuelto, de servir y de esperar. Aun así, necesitamos ser perfeccionados en nuestra fe. En 1 Tesalonicenses, la fe alude a nuestra capacidad de creer y también a lo que creemos. Así que, la fe es un asunto de suma importancia. El aspecto objetivo de la fe, es decir, aquello en lo que creemos, es un vasto campo que incluye muchos asuntos. Los mensajes que hemos publicado a través de los años han abarcado diferentes asuntos en el campo de la fe. Estos mensajes nos muestran todo lo que comprende la fe cristiana, las creencias

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cristianas. Aun incluye el hecho de que el Dios Triuno se mezcla con los seres humanos salvos y regenerados.

Por medio de la predicación de Pablo, los tesalonicenses escucharon el evangelio. Esto quiere decir que ellos escucharon la fe; y no sólo la escucharon, sino que además la recibieron. Sin embargo, debido a que el tiempo que Pablo estuvo con ellos fue tan corto, aproximadamente tres semanas, no alcanzó a presentarles todo el contenido de la fe neotestamentaria. Así que, no es de extrañar que él estuviera ansioso de visitarlos y de ver nuevamente sus rostros para poder hablarles más de la fe y así perfeccionarlos en la fe. Al igual que los tesalonicenses, nosotros también necesitamos que nuestra fe sea perfeccionada.

Los tesalonicenses tenían fe y también amor. Como creyentes de Cristo, nosotros también nos amamos unos a otros. El amor divino no tiene medida; es inmensurable. Es por eso que necesitamos crecer y abundar en nuestro amor.

Si somos perfeccionados en nuestra fe y si crecemos y abundamos en nuestro amor, tendremos un vivir, un andar diario, que es digno del llamamiento de Dios. Si hemos de vivir de esta manera, el Señor necesita fijar nuestro corazón, dándole un fundamento firme. En esto consiste afirmar, edificar, nuestro corazón.

UN CORAZÓN VARIABLE

En vez de tener un corazón afirmado, los cristianos en su mayoría tienen un corazón voluble, un corazón variable. Necesitamos un corazón que haya sido sólidamente afirmado, y no un corazón variable. Sin embargo, nosotros por nacimiento tenemos un corazón variable. Lo más variable en nosotros es nuestro corazón. Por ejemplo, un hermano puede mostrarse muy amable con su esposa por la mañana, y después, durante el desayuno, quizás se moleste por algo y la trate ásperamente. Éste es un ejemplo de lo voluble que es nuestro corazón.

Nuestro corazón es variable no solamente en relación con otras personas, sino también en la relación que tenemos con el Señor. Dios es un Dios que no cambia; Él jamás cambia. Nosotros somos los que cambiamos, y somos de corazón variable. Por esta razón, a Pablo le preocupaba que los corazones de los nuevos creyentes de Tesalónica fueran afirmados, edificados y establecidos.

En el griego, el versículo 13 comienza con una palabra que se puede traducir “para” o “a fin de”, lo cual indica que lo dicho en este versículo es el resultado de lo mencionado en los versículos anteriores, especialmente de los versículos del 6 al 12. Así que, debemos

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leer los versículos del 6 al 13, considerándolos como una sola sección. Así, pues, veremos que el versículo 13 es una conclusión de lo que Pablo abarca en esta sección. En estos versículos vemos que la preocupación de Pablo era la fe y el amor de los tesalonicenses. Su deseo era que la fe de ellos fuera perfeccionada y que su amor creciera y abundara más, a fin de que el Señor pudiera afirmar sus corazones.

Nuestro corazón aún necesita ser afirmado. Esto se aplica tanto a los jóvenes como a los de más edad. Yo conozco las experiencias de los jóvenes. También sé que los jóvenes son personas variables. Me acuerdo muy bien de mis experiencias de hace muchos años cuando todavía era joven. Los jóvenes no son personas estables. Ahora, como alguien que tiene más edad, puedo hablarles acerca de los ancianos. Los ancianos no son más estables que los jóvenes. De hecho, no hay persona alguna que, según su vida humana natural, tenga un corazón estable. Como seres humanos, todos somos variables. El simple hecho de envejecer no significa que haya ocurrido un cambio fundamental en nuestra naturaleza. Por ejemplo, un trozo de vidrio puede ser muy frágil. Después de cincuenta años, el vidrio seguirá siendo frágil. El tiempo no lo hará más resistente. Lo mismo podemos decir de la vida humana. Tanto los viejos como los jóvenes tienen un corazón variable. Por lo tanto, yo les ruego, especialmente a los que ya no son tan jóvenes, que no se fíen absolutamente de su corazón. Debido a que nuestro corazón cambia tan fácilmente, no podemos confiar en él en absoluto.

Durante el tiempo que llevo ministrando, he conocido a miles de personas. A través de los años he visto lo variable que es el corazón humano. Una y otra vez vi cómo el corazón de algunos cambiaba. Ya que nuestro corazón es tan variable, una necesidad crucial en nuestra vida cristiana es que nuestros corazones sean afirmados.

Si bien es cierto que necesitamos que nuestro corazón sea afirmado, nosotros no podemos hacer esto por nosotros mismos. Solamente el Señor es capaz de afirmar nuestro corazón. Así que, necesitamos que Él haga que nuestro corazón sea sólidamente afirmado y edificado.

UN CORAZÓN IRREPRENSIBLE

Hemos visto que, conforme al versículo 13, el Señor desea afirmar nuestros corazones irreprensibles. ¿Saben por qué nuestro corazón es reprensible, es decir, digno de ser reprochado? Nuestro corazón es reprensible porque es variable. Si nuestro corazón es afirmado, edificado y establecido sobre un fundamento sólido, será irreprensible. Un corazón inalterable es, por tanto, un corazón irreprensible.

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A veces criticamos a otros por ser fluctuantes cuando nosotros mismos también lo somos. Por ejemplo, quizá un hermano le diga a su hija que no se fíe de cierto joven porque es inconstante y variable. Como padres, tal vez hablemos así para proteger a nuestras hijas. Asimismo, para cuidar a los nuevos creyentes, tal vez tengamos que advertirles que no confíen en ciertas personas que son variables. Pero, ¿qué de nosotros? ¿Acaso no somos variables? Debo confesar que en mi vida natural cambio con frecuencia. Aun más, muchos de los cambios a los que me refiero son negativos. Por ejemplo, hace años anoté ciertas cosas en mi diario, sobre cómo resolví cierto asunto cabalmente delante del Señor. Pero ahora, después de todos estos años, no me atrevería a leer lo que escribí, porque aun después de hacer mis anotaciones, experimenté cierto cambio.

Debemos darnos cuenta y reconocer que nuestro corazón cambia mucho. Por tanto, necesitamos recibir la misericordia y la gracia del Señor para que podamos darle el permiso para que afirme nuestro corazón. Él espera que le demos nuestro consentimiento antes de empezar a realizar la obra de afirmarnos. Una vez que nuestro corazón sea afirmado, será irreprensible.

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ESTUDIO VIDA DE 1 TESALONICENSES

MENSAJE VEINTIUNO

LA NECESIDAD DE QUE NUESTRO CORAZÓN SEA AFIRMADO IRREPRENSIBLE EN SANTIDAD

(2)

Lectura bíblica: 1 Ts. 3:6a, 10, 12-13; Pr. 4:23; Jer. 17:9; Sal. 73:1; 78:8; Ez. 36:26; Mt. 5:8; 15:8, 18-19; 12:34-35; 22:37; Hch. 28:27; 2 Co. 3:15-16; Ro. 10:10; He. 4:12; 1 Ti. 1:5; 2 Ti. 2:22

La Biblia nos dice que, como seres humanos, tenemos ciertas partes internas además de los demás miembros y órganos de nuestro cuerpo físico. Estas partes internas son las partes de nuestro ser interior. Según la Biblia, el hombre se compone de espíritu, alma y cuerpo. El cuerpo, la parte física de nuestro ser, es visible. En esto consiste el aspecto externo de nuestro ser. Pero el espíritu y el alma, las partes internas de nuestro ser, son invisibles. El alma incluye la mente, la parte emotiva y la voluntad. Además de todas estas partes internas de nuestro ser, la Biblia también nos habla del corazón y de la conciencia. Podemos decir que la Biblia es un libro que trata sobre la verdadera psicología, ya que examina de manera exhaustiva las siete partes internas del hombre: el espíritu, el alma, el corazón, la mente, la voluntad, la parte emotiva y la conciencia. Estas partes internas son los componentes de nuestro ser interior.

LA POSICIÓN QUE OCUPA NUESTRO CORAZÓN

Ahora, quisiera hacer dos preguntas. La primera es: ¿cuál es la posición que ocupa nuestro corazón en nuestro ser interior? Y, la segunda: ¿cuál es la función que cumple nuestro corazón? En nuestro estudio de 1 Tesalonicenses es importante que demos respuesta a estas preguntas. En este libro básico para nuevos creyentes, Pablo les dice en el capítulo tres que necesitan ser perfeccionados en su fe, y crecer y abundar en amor, para que el Señor pueda afirmar sus corazones. Lo que dice Pablo acerca del corazón en 3:13 nos muestra algo muy crucial. ¿Por qué Pablo no dijo que el Señor afirmaría su conciencia, o que afirmaría su mente, voluntad o parte emotiva? Es muy importante que aquí Pablo dice que el Señor afirma el corazón.

A lo largo de los años hemos hecho hincapié en el espíritu y en la importancia de volvernos a nuestro espíritu. Aunque hemos dado varios mensajes que tratan del

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corazón, no hemos recalcado el asunto del corazón tanto como hemos recalcado el asunto del espíritu. Ahora quisiéramos preguntar por qué en 3:13 Pablo no dice que el Señor afirma nuestro espíritu o nuestra alma, sino nuestro corazón.

Como sabemos, nuestro ser se compone de tres partes: el espíritu, el alma y el cuerpo. Sin embargo, en 3:13, donde concluye la primera sección de 1 Tesalonicenses, Pablo dice: “Para afirmar vuestros corazones irreprensibles en santidad delante de nuestro Dios y Padre, en la venida de nuestro Señor Jesús con todos Sus santos”, mientras que al final de la segunda sección, compuesta por los capítulos cuatro y cinco, él dice: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (5:23). ¿Por qué al final de esta epístola Pablo no menciona en absoluto el corazón? ¿A qué se debe esto? ¿Qué relación existe entre el corazón y las tres partes de nuestro ser? Para contestar a esta pregunta, examinemos algunos versículos que hacen alusión a la estrecha relación que tiene el corazón con el espíritu y el alma.

Hebreos 4:12 dice: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. En este versículo se mencionan el espíritu, el alma y el corazón. Una vez que se separa el alma del espíritu, somos capaces de discernir los pensamientos y las intenciones del corazón. Los pensamientos, por supuesto, tienen que ver con nuestra mente, y las intenciones, con nuestra voluntad. Según este versículo, la mente y la voluntad están relacionadas con el corazón, ya que los pensamientos y las intenciones se originan en el corazón. Por lo tanto, el corazón incluye la mente, con la cual pensamos, y la voluntad, con la cual tomamos decisiones. Por consiguiente, este versículo nos muestra que el corazón está estrechamente relacionado con el alma y el espíritu.

Salmos 78:8 dice: “Y no sean como sus padres, generación contumaz y rebelde; generación que no dispuso su corazón, ni fue fiel para con Dios su espíritu”. En este versículo vemos que cuando los padres de Israel fueron contumaces y rebeldes, no dispusieron su corazón ni fue fiel su espíritu. Siempre que el corazón no está dispuesto, el espíritu deja de ser fiel. Este versículo nos muestra cuán estrecha es la relación entre el corazón y el espíritu.

Mateo 5:3 habla del espíritu, y 5:8, del corazón. El versículo 3 dice: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de Dios”, y el versículo 8 dice: “Bienaventurados los de corazón puro, porque ellos verán a Dios”. En estos versículos vemos que necesitamos ser pobres en espíritu y puros de corazón. Todos estos versículos

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nos muestran que nuestro corazón está estrechamente relacionado con nuestro espíritu y también con nuestra alma.

En el pasado hemos hecho notar en muchas ocasiones que nuestro corazón se halla compuesto por todas las partes de nuestra alma: la mente, la parte emotiva y la voluntad, y una parte de nuestro espíritu, la conciencia. Por consiguiente, el corazón es una entidad compuesta por todas las partes del alma y una del espíritu. Nuestra alma es nuestra personalidad, nuestra persona, nuestro yo. La palabra “psicología” se deriva de la palabra griega psujé, que se traduce alma. El alma es la base de todos los asuntos psicológicos. El psujé, el alma, es el “yo”, y denota nuestro ser como humanos, o sea, nuestra personalidad. Es por ello que en la Biblia se habla del número de almas para referirse al número de personas. Por ejemplo, se nos dice que setenta almas de la casa de Jacob descendieron a Egipto (Éx. 1:5, lit.). Esto indica que una persona es un alma, debido a que el alma representa nuestra persona.

Como seres humanos, tenemos un órgano externo, el cuerpo, con el cual tenemos contacto con el mundo físico y visible. También tenemos un órgano interno, el espíritu, con el cual tenemos contacto con Dios y el mundo espiritual. El alma, ubicada entre estos dos órganos, es nuestra persona, nuestro yo.

LA FUNCIÓN QUE CUMPLE EL CORAZÓN

El alma denota la persona misma, mientras que el corazón es la persona en acción. Esto quiere decir que siempre que actuamos, actuamos conforme a nuestro corazón. Por lo tanto, podemos decir que nuestro corazón es nuestro representante en acción. De manera que tenemos algo en nuestro ser interno que actúa como representante nuestro; este representante es nuestro corazón. Cuando un hermano le dice a su esposa: “Querida, te amo”, eso significa que su corazón la ama. De igual manera, cuando aborrecemos algo, es nuestro corazón el que lo aborrece. Cuando algo nos gusta o nos disgusta, es nuestro corazón el que siente gusto o disgusto por ello. Por lo tanto, nuestro corazón es nuestro representante, el comisionado o embajador de nuestro ser interior.

El corazón es nuestro representante; es por eso que Salomón dice en Proverbios 4:23: “Con toda diligencia guarda tu corazón; porque de él brotan los manantiales de la vida”. En realidad, guardar nuestro corazón equivale a cuidarlo. La palabra hebrea traducida “guarda” significa cuida. Sobre toda cosa guardada debemos guardar nuestro corazón porque de él brotan los manantiales de la vida. La palabra “manantiales” aquí implica fuentes y manantiales, así como arroyos. Así que, el corazón está relacionado a las fuentes de la vida, a los manantiales de la vida y los arroyos de la vida. Primero, tenemos la fuente; luego, el manantial, y después el arroyo.

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Del corazón mana todo lo relacionado con nuestra vida diaria. Como seres humanos, tenemos vida, y esta vida actúa mediante nuestro corazón. Usando el ejemplo de la electricidad y el interruptor, podemos decir que el corazón es el interruptor de nuestro ser interior, de nuestra vida humana. Así como la corriente eléctrica depende del interruptor, del mismo modo nuestro vivir diario depende de lo que nuestro corazón decida activar o desactivar. Nuestro corazón es el interruptor de nuestra vida humana, de nuestro vivir diario, de nuestro ser. La palabra “vida” mencionada en Proverbios 4:23 alude a un elemento orgánico, un elemento relacionado con la vida, pero también implica nuestro vivir diario y nuestras actividades cotidianas; de hecho, implica todos los aspectos de nuestra vida humana. Por consiguiente, la palabra “vida” en este versículo tiene muchas implicaciones. Como seres humanos, tenemos una vida humana, y esta vida humana posee un elemento orgánico y también implica un vivir diario. El interruptor de esta vida es el corazón.

Supongamos que mientras un hermano estudia la Biblia, escucha el ladrido de un perro. Molesto por este ruido, le grita al perro. El pensamiento y la intención de gritarle al perro se originan en su corazón, luego brota de su corazón y, finalmente, se hace manifiesto en sus acciones. En el momento en que su lectura de la Biblia es interrumpida por el ladrido del perro, algo dentro de su corazón lo provoca y lo incita a gritarle al perro. La acción de gritar es, por tanto, el “río” que mana de la fuente de su corazón. Este ejemplo nos muestra que el corazón es el representante de todo nuestro ser.

Las actividades y movimientos de nuestro cuerpo físico dependen de nuestro corazón físico. De la misma manera, nuestro diario vivir depende de nuestro corazón psicológico. La manera en que actuamos y nos comportamos depende de la clase de corazón que tenemos.

UN CORAZÓN RENOVADO

Es debido a que somos seres caídos y pecaminosos que nuestro corazón psicológico es corrupto y engañoso. Según Jeremías 17:9, nuestro corazón es engañoso más que todas las cosas y perverso. Una mejor traducción del hebreo diría: “incurable” en lugar de perverso. Nuestro corazón es corrupto, podrido, al grado de ser incurable. Ésta es la condición del corazón psicológico de todos los descendientes de Adán.

Un corazón que se vuelve a Dios

Sin embargo, Dios en Su salvación promete darnos un nuevo corazón. Ezequiel 36:26 dice: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de

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vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne”. El corazón nuevo del que habla este versículo no se refiere a otro corazón, sino a un corazón renovado. La primera característica de este corazón renovado es que se vuelve a Dios. El hecho de que nuestro corazón se vuelva a Dios es una muy buena señal de que Él lo ha renovado. Un corazón corrupto se mantiene siempre apartado de Dios. Si nuestro corazón está lejos de Él, eso indica que nuestro corazón todavía es corrupto. Algunos tal vez pregunten cómo pueden saber si su corazón ha sido renovado. La característica de un corazón renovado es que se vuelve a Dios, y la característica de un corazón corrupto es que se aparta de Él. Por lo tanto, la manera en que podemos saber si nuestro corazón ha sido renovado o no, es fijarnos si éste se vuelve a Dios o se aparta de Él.

En la salvación que Dios efectúa, la renovación del corazón es un hecho que ocurre una vez para siempre. Sin embargo, en nuestra experiencia, nuestro corazón necesita ser renovado continuamente debido a que es variable. Quizás cuando usted fue salvo, su corazón se volvió a Dios completamente; pero, después de cierto tiempo, es posible que su corazón se haya apartado de Dios un poco. Al menos en cierta medida, es posible que su corazón se aparte de Dios. Luego, por la misericordia de Dios, su corazón se vuelve nuevamente a Dios de manera absoluta. Quizás por haber tenido comunión con algún santo, o por haber asistido a las reuniones, o por algún otro medio de gracia, su corazón se vuelve al Señor nuevamente. Durante el tiempo en que su corazón estuvo apartado de Él, se corrompió en alguna medida. Pero, después de que se vuelve al Señor, su corazón es renovado. Debemos decir: “Señor, gracias porque en Tu misericordia has visitado mi corazón y has hecho que se vuelva a Ti”. La acción de volverse al Señor es la primera característica de un corazón renovado.

Buscar la pureza

La segunda característica de un corazón renovado es que busca la pureza. En 1 Timoteo 1:5 se habla del amor nacido de un corazón puro. Luego, en 2 Timoteo 2:22, Pablo anima a Timoteo a estar “con los que de corazón puro invocan al Señor”. ¿Qué quiere decir un corazón que busca la pureza? Según la Biblia, tener un corazón puro significa tener una sola motivación en nuestro corazón. Por consiguiente, la pureza tiene que ver con nuestros motivos. Si hacemos algo teniendo más de un motivo, nuestro corazón no es puro. Cualquier cosa que hagamos, debemos hacerla teniendo un solo propósito, un solo motivo, es decir, debemos hacerla para Dios. No debemos hacer nada con ningún otro propósito. Nosotros amamos a Dios, y porque le amamos, hacemos ciertas cosas para Él al ser movidos por un solo propósito. Si éste es nuestro caso, entonces nuestro corazón es puro.

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En Mateo 5:8 el Señor Jesús nos dice: “Bienaventurados los de corazón puro, porque ellos verán a Dios”. Tener un corazón puro es tener un solo propósito, es tener la meta singular de llevar a cabo la voluntad de Dios para Su gloria. Según este versículo, los de corazón puro verán a Dios. Si queremos ver algo claramente, debemos enfocar la vista en ese objeto. Esto es lo que significa ser puros con respecto a nuestra visión. De la misma manera, ser puros de corazón equivale a tener un solo objetivo. Nuestra meta, nuestro objetivo, debiera ser Dios mismo y no ninguna otra motivación.

Si leemos todos los versículos de la Biblia que hablan acerca del corazón, veremos que las dos características de un corazón renovado —volverse al Señor y ser puro— son dos asuntos básicos que se tratan en la Biblia con respecto al corazón. Si nos volvemos a Dios y procuramos la pureza, habremos aprendido la clave para “activar” nuestro corazón y hacer que se incline a Dios. Al volver nuestro corazón a Él y al ser puros en nuestra motivación para con Él, el “interruptor” de nuestro corazón “se activará” y la electricidad divina fluirá en nuestro interior. De lo contrario, el “interruptor” del corazón “se desactivará”, y en la práctica estaremos “desconectados” de Dios en nuestra vida diaria. Entonces cosas malignas empezarán a brotar de nuestro corazón. Nuestro corazón será la fuente, el manantial y el río de donde fluyen toda clase de cosas malignas. Según Mateo 12:34 y 35, de nuestro corazón pueden brotar cosas buenas y malas: “Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, de su buen tesoro saca buenas cosas; y el hombre malo, de su mal tesoro saca malas cosas”. Además, en Mateo 15:8 el Señor habla de aquellos cuyo corazón está lejos de Dios. Luego, en los versículos 18 y 19, dice lo siguiente: “Pero lo que sale de la boca, del corazón proviene; y eso contamina al hombre. Porque del corazón provienen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias”. De estos versículos vemos que del corazón brotan los manantiales de la vida humana.

Volverse a Dios y ser puros para con Él son dos asuntos que gobiernan nuestro corazón. Salmos 73:1 habla de un corazón puro: “Ciertamente es bueno Dios para con Israel, para con los de corazón puro”. Ya hemos dicho que tanto el Señor Jesús como Pablo recalcaron la importancia de tener un corazón puro. Necesitamos, por tanto, un corazón que se vuelve a Dios y es puro para con Él.

UN CORAZÓN AFIRMADO IRREPRENSIBLE EN SANTIDAD

Ahora podemos ver lo que significa que nuestros corazones sean afirmados irreprensibles en santidad. No sólo nuestro corazón debe volverse a Dios y ser puro, sino que además necesita que se le añada el elemento de santidad. Ser santo significa ser apartado para Dios y ser completamente ocupado por Él y saturado de Él. Un corazón

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santo es un corazón que ha sido apartado para Él, ocupado por Él, poseído por Él y saturado de Él.

Regresemos una vez más al ejemplo de la preparación del té. Supongamos que usted tiene una taza de agua. Inicialmente, el agua no contiene nada de té; pero cuando el elemento del té es añadido al agua, el agua es “teificada”. El agua es apartada para el té, es poseída y ocupada por el té, e incluso se satura de té; como resultado, llega a ser agua de té. Una vez que el agua es “teificada” por completo, se encuentra en un estado de “teificación”, un estado en el que ha sido “teificada”. Esto nos muestra lo que significa que nuestros corazones sean afirmados irreprensibles en santidad.

Una versión de 3:13 habla de que nuestros corazones sean afirmados “en el estado de ser santos”. La palabra “santidad” denota un estado; no hace alusión a un proceso. Para referirnos al proceso debemos usar la palabra santificación. Por lo tanto, es correcto usar la palabra “santidad” para referirnos al estado de haber sido hecho santo.

Cuando estábamos alejados del Señor, nuestro corazón también estaba alejado de Él. En lugar del Señor, había muchas otras cosas que ocupaban nuestro corazón. Además, nuestro corazón no estaba saturado del Señor. Así, pues, nuestro corazón se hallaba alejado del Señor, no estaba ocupado por el Señor ni estaba saturado del Señor. Sin embargo, podemos alabar al Señor porque, por Su misericordia y gracia, hoy nos hallamos en el proceso de ser apartados completamente para el Señor, de ser ocupados totalmente por Él y de ser saturados enteramente de Él. Cuando este proceso haya culminado, nuestro corazón habrá llegado a un estado en el que ha sido hecho santo, en una condición de santidad.

Para que nuestro corazón sea afirmado irreprensible en santidad no es suficiente con que nuestro corazón se vuelva al Señor y sea puro para con Él. Además de esto, es necesario que nuestro corazón sea apartado para el Señor, sea ocupado por Él y saturado de Él. Un corazón así no sólo se ha vuelto al Señor y tiene una motivación pura, sino que además se halla apartado para el Señor, plenamente ocupado por Él y saturado de Él. Es en este estado que nuestro corazón es afirmado. Una vez que nuestro corazón haya sido afirmado, será estable y dejará de ser fluctuante y variable. Aun más, cuando nuestro corazón se encuentre en esta condición, llegará a ser irreprensible.

Ser irreprensible no es lo mismo que ser perfecto. Cuando algo es perfecto, no tiene mancha ni defecto alguno. Esto es mucho más que ser irreprensible. En otras palabras, ser irreprensibles no es tan excelente como estar libres de mancha. De manera que en 3:13 Pablo no nos está pidiendo que seamos perfectos; antes bien, sólo nos pide que nuestro corazón sea irreprensible. Y la única manera en que nuestro corazón puede ser

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irreprensible es que sea afirmado por el Señor. Si nuestro corazón es afirmado por Él, seremos personas con un corazón que ha sido apartado para el Señor, ocupado por Él y saturado de Él. Entonces, nuestro corazón será establecido, afirmado, edificado, en santidad. Entonces, en este estado de santidad, es decir, en este estado en el que ha sido hecho santo, nuestro corazón será irreprensible.

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ESTUDIO-VIDA DE 1 TESALONICENSES

MENSAJE VEINTIDÓS

LA NECESIDAD DE QUE NUESTRO CORAZÓN SEA AFIRMADO IRREPRENSIBLE EN SANTIDAD

Y NUESTRO CUERPO SEA GUARDADO LIMPIO EN SANTIFICACIÓN

Lectura bíblica: 1 Ts. 3:13; 4:3-8; He. 12:14; Ro. 12:1-2; Ef. 3:17-19; Mr. 12:30; Fil. 2:5

Al leer las Escrituras, debemos percatarnos de la carga que embargaba el espíritu del escritor. En particular, debemos conocer la carga que había en el espíritu de Pablo cuando escribió 1 Tesalonicenses. En el capítulo tres de 1 Tesalonicenses, Pablo concluye dando unas palabras de bendición: “Para afirmar vuestros corazones irreprensibles en santidad delante de nuestro Dios y Padre, en la venida de nuestro Señor Jesús con todos Sus santos” (v. 13). El deseo de Pablo era que los corazones de los que leyeran esta epístola fuesen afirmados irreprensibles en santidad.

En el capítulo cuatro Pablo exhorta a los santos a que se abstengan del contaminante pecado de la fornicación: “Pues ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; que os obtengáis de fornicación”. ¿De qué manera Pablo quería que los santos se abstuvieran de este pecado? Él quería que ellos se abstuvieran de este pecado por medio de la santificación. Él primero les dice que la voluntad de Dios es nuestra santificación. La voluntad de Dios es que seamos santificados, protegidos y guardados en santificación. La mejor forma de abstenernos de fornicación es ser santificados o resguardados en la santidad de Dios.

En 4:3, 4 y 7 Pablo usa la palabra “santificación” tres veces. En el versículo 3 él dice que la voluntad de Dios es nuestra santificación; en el versículo 4 dice que debemos saber cómo poseer nuestro vaso, nuestro cuerpo, en santificación y honor; y en el versículo 7 dice que Dios nos ha llamado en santificación. Según 4:4, debemos poseer nuestro cuerpo en santificación y honor. La santificación se necesita para estar bien delante de Dios, y el honor, para estar bien delante de los hombres. Todo fornicario pierde su honor delante los hombres. En cualquier sociedad los fornicarios son menospreciados, pues han perdido su honor ante los hombres. Así que, debemos guardar nuestro cuerpo de ese pecado, y la manera en que podemos hacerlo es en santificación.

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NUESTRA RESPONSABILIDAD CON RESPECTO A NUESTRA SANTIFICACIÓN

En 5:23 Pablo concluye este tema de la santificación con estas palabras: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. Aquí vemos que todo nuestro ser —espíritu, alma y cuerpo— necesita ser santificado. Necesitamos que el Dios de paz santifique no solamente nuestra alma y nuestro cuerpo, sino también nuestro espíritu.

Según 5:23, nosotros somos responsables, hasta cierto punto, de la santificación de todo nuestro ser. Por un lado, Dios nos santificará por completo; por otro, nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo deben ser guardados. Aunque es Dios quien nos guarda, nosotros asimismo tenemos cierta responsabilidad de guardarnos.

La frase “sean guardados” puede considerarse en un sentido tanto activo como pasivo. Esto significa que, aunque estamos siendo guardados, nosotros tenemos que tomar la iniciativa para ser guardados en ello. Así que, “sean” tiene un sentido activo, mientras que “guardados” tiene un sentido pasivo.

Dios desea guardarnos, pero, ¿estamos nosotros dispuestos a ser guardados? A fin de poder entender mejor nuestra responsabilidad con respecto a ser guardados, usemos el ejemplo de un padre que tiene que darle medicina a su hijo. Si bien es posible que el niño necesite la medicina, tal vez no esté dispuesto a recibirla. De hecho, es posible que se resista a tomarla y su padre tenga que usar la fuerza para dársela. Los padres hacen esto para proteger la salud del niño. De igual modo, nosotros a veces no cooperamos con el Señor, quien desea guardarnos, y esto lo obliga a hacer ciertas cosas para sujetarnos y restringirnos, a fin de que recibamos lo que necesitamos para ser santificados y guardados.

En 1 Tesalonicenses, un libro que trata de la vida santa para la vida de iglesia, se nos dice que ciertas partes de nuestro ser necesitan ser guardadas. Nuestro corazón necesita ser santificado, nuestro cuerpo necesita ser guardado en santificación y, finalmente, nuestro espíritu, la parte más recóndita de nuestro ser, necesita también ser santificado.

NUESTRO DELEGADO

En el mensaje anterior dijimos que nuestro corazón es nuestro representante. Ahora quisiera aclarar este asunto un poco más. Pienso que tal vez sería mejor usar la palabra “delegado” en vez de “representante”. Cada uno de nosotros es un ser humano. La

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palabra “ser” es una expresión moderna, mientras que “alma” es el término bíblico que se le atribuye al ser humano. Eso significa que cada uno de nosotros es un alma. El alma, nuestro ser, posee dos órganos: uno interno, el espíritu, y otro externo, el cuerpo. Por medio de los cinco sentidos de nuestro cuerpo podemos tener contacto con el mundo físico. Asimismo, a través del espíritu, un órgano que posee sus propios sentidos, tenemos contacto con Dios.

Podemos tener contacto con determinada cosa dependiendo del órgano que usemos. Por ejemplo, si usted cierra los ojos, no podrá ver nada. Además, usted no puede usar los ojos para dar sustantividad al sonido; para ello debe usar sus oídos. Debido a que los ateos no ejercitan su espíritu, ellos dicen que no hay Dios. No podemos dar sustantividad a Dios a menos que ejercitemos nuestro espíritu. Juan 4:24 nos dice que Dios es Espíritu y que los que le adoran, deben adorarle en espíritu. Si ejercitamos nuestro espíritu, de inmediato percibiremos que verdaderamente hay un Dios. Es posible que un ateo, en lo más profundo de su ser, se diga a sí mismo: “Suponiendo que después de todo sí hubiera un Dios, ¿qué harías ahora?”. Así que puede ser que un ateo diga con sus labios que no hay Dios, pero en lo más profundo de su ser, en su espíritu, él siente que hay un Dios.

UN CORAZÓN ACTIVO

Es difícil para nuestra alma permanecer inactiva. Así que, cada vez que nuestra alma, nuestro ser, actúa, ése es el corazón; y cuando permanecemos quietos, eso significa que nuestro corazón está inactivo.

Todos tenemos dos corazones: el corazón físico y el corazón psicológico. Todos sabemos dónde está el corazón físico, pero no sabemos dónde se ubica nuestro corazón psicológico. Las acciones o actividades de nuestro cuerpo físico dependen de cómo están los latidos de nuestro corazón. Según los médicos, la muerte ocurre cuando el corazón deja de latir. Una persona que no tiene pulso está muerta; su corazón ha dejado de latir. Este ejemplo nos muestra que la muerte ocurre cuando el corazón deja de latir. Sucede lo mismo con nuestro corazón psicológico.

Tanto nuestro corazón físico como nuestro corazón psicológico tienen arterias. Las arterias principales de nuestro corazón psicológico son: la mente, la parte emotiva y la voluntad. Los infartos a menudo se deben a una obstrucción en las arterias. Recientemente leí que los médicos que examinaron los cuerpos de los jóvenes que murieron en la guerra de Vietnam, descubrieron que muchos de ellos, aunque eran muy jóvenes, tenían las arterias obstruidas. Muchas personas, conscientes del peligro que representa tener obstrucciones en las arterias, se cuidan en su alimentación y se

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preocupan por hacer ejercicio para que sus vasos sanguíneos estén limpios. El problema del corazón físico nos ayuda a entender el problema del corazón psicológico. Hoy en día, hay millones de cristianos, pero, ¿cuántos de ellos están verdaderamente vivos? La mayoría de ellos no están vivos. La razón por la cual no están vivos es que las arterias de su corazón psicológico se hallan obstruidas. Esta obstrucción les ha causado la muerte espiritual.

Todos debemos preguntarnos si estamos saludables espiritualmente. Para estar saludables físicamente necesitamos un corazón fuerte. Del mismo modo, si queremos estar saludables espiritualmente también necesitamos tener un corazón fuerte. Todas las enfermedades espirituales tienen su origen en el corazón psicológico. Nuestro corazón psicológico puede tener diferentes problemas. Puede ser que tengamos problemas con respecto a la manera en que pensamos, a la manera en que amamos o aborrecemos, o a la manera en que ejercemos nuestra voluntad.

Si nuestro corazón psicológico es saludable, será muy activo para pensar, amar, aborrecer y decidir. Nuestro corazón es nuestro delegado. Eso significa que si somos activos, la mente, la parte emotiva y la voluntad de nuestro corazón, estarán muy activas. Sin embargo, si una persona no tiene un corazón muy activo, es posible que nos preguntemos si estará viva espiritualmente. Si está viva, ¿por qué no está activo su corazón? ¿Por qué no funciona su corazón de una manera normal, dado que éste es su delegado?

Yo puedo testificar que, pese a que soy una persona de edad, tengo un corazón muy activo. En mi interior hay muchos pensamientos, sentimientos y propósitos. Todo mi ser —espíritu, alma y cuerpo— se encuentra activo. Sin embargo, el delegado que realiza todas estas actividades no es el espíritu, el alma o el cuerpo, sino el corazón, en función de sus tres arterias principales, que son: la mente, la parte emotiva y la voluntad.

UNA MENTE RENOVADA

En Romanos 12:2 Pablo habla de la renovación de la mente. Así como el cuerpo representa la parte externa de nuestro ser, la mente representa la parte interna de nuestro ser. Según Romanos 12:1, nuestro cuerpo debe ser presentado en sacrificio a Dios, y nuestra mente necesita ser renovada. Ser renovado significa ser saturado de Dios. En esto consiste la santificación. De hecho, ser renovado equivale a ser santificado, y ser santificado equivale a ser transformado. Así, pues, nuestra mente necesita ser renovada, santificada y transformada.

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NUESTRA PARTE EMOTIVA ES CONMOVIDA POR EL AMOR DE CRISTO

En Efesios 3:17 Pablo dice: “Para que Cristo haga Su hogar en vuestros corazones por medio de la fe, a fin de que, arraigados y cimentados en amor”. El amor está relacionado con la parte emotiva. Según este versículo, Cristo hace Su hogar en nuestros corazones, y nosotros somos arraigados y cimentados en Su amor. Esto indica que nuestra parte emotiva es conmovida por Su amor y que nosotros crecemos en este amor. El hecho de que nuestra parte emotiva sea llena del amor de Cristo es ciertamente un aspecto de la santificación. Además, cuando somos arraigados y cimentados en amor, podemos “conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento” (Ef. 3:19). Esto también está relacionado con la santificación de nuestro corazón, y más específicamente, con la santificación de nuestra parte emotiva. El hecho de que nuestra parte emotiva sea llena del amor de Cristo equivale a que sea saturada de Cristo. Sin duda, ésta es la santificación de nuestra parte emotiva.

AMAR AL SEÑOR CON TODO NUESTRO SER

Marcos 12:30 dice: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. Aquí se menciona el corazón, el alma y la mente, y el alma se menciona en segundo lugar, después del corazón y antes de la mente. Las tres partes del alma —la mente, la parte emotiva y la voluntad— también forman parte del corazón. Pero, ¿por qué en Marcos 12:30 no se menciona la parte emotiva ni la voluntad? La razón es que la parte emotiva y la voluntad están incluidas en el alma. ¿Por qué, entonces, se menciona la mente? La mente se menciona porque ella es la parte principal del corazón y del alma. De manera que, debemos amar al Señor nuestro Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente.

Marcos 12:30 también nos pide que amemos al Señor con todas nuestras fuerzas. La palabra “fuerzas” aquí alude a nuestro cuerpo físico. Así que, debemos amar al Señor con todas nuestras fuerzas y con todo nuestro corazón, nuestra alma y nuestra mente. Esto nos muestra que todo nuestro ser, tanto interior como exteriormente, deben ser ocupados por el Señor nuestro Dios y saturados de Él. Esto es lo que significa ser santificado, ser hecho santo.

EL ESPÍRITU Y EL CORAZÓN

Siento la carga de hacerles ver que, como cristianos que somos, como creyentes de Cristo, debemos ser vivientes. Si los creyentes hemos de ser vivientes, se requiere la participación de nuestro espíritu y de nuestro corazón. Doctrinalmente, tal vez digamos

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que podemos avivarnos ejercitando nuestro espíritu. Pero en la práctica, muchas veces parece que no funciona ejercitar nuestro espíritu. Muchos de nosotros podemos testificar que, a pesar de haber ejercitado nuestro espíritu, esto no siempre nos ha ayudado a avivarnos. La razón por la cual no nos ha ayudado en nada ejercitar nuestro espíritu es que el corazón ha permanecido inactivo. Esto significa que algo anda mal con respecto a nuestro corazón. Es posible que nuestra mente aún no haya sido renovada, santificada ni transformada, que no esté saturada del Señor ni ocupada por Él, y que, en lugar de ello, esté llena de cosas mundanas. Así que, por mucho que ejercitemos nuestro espíritu y exclamemos: “¡Alabado sea el Señor!”, es posible que nada suceda y no seamos avivados. Ejercitar el espíritu nos trae provecho únicamente cuando nuestro corazón está activo.

Si nuestro corazón está adormecido o aletargado, ejercitar nuestro espíritu para invocar el nombre del Señor no tendrá ningún efecto. Este ejercicio no será de ninguna ayuda mientras nuestro delegado, nuestro corazón, esté adormecido. Es por eso que debemos resolver todos los problemas de nuestro corazón. Esto implica resolver todos los problemas relacionados con nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad. Nuestra mente debe ser la mente de Cristo, nuestra parte emotiva debe ser saturada con el amor de Cristo y nuestra voluntad debe ser uno con Su voluntad. Si ésta es la condición de nuestro corazón, nuestro corazón será muy activo y diligente. De este modo, si invocamos al Señor y nuestro corazón está activo, nuestra invocación será muy eficaz.

Todos debemos pedirle al Señor que tenga misericordia de nosotros. Debemos orar, diciendo: “Señor, ten misericordia de mí. Quiero que mi mente sea renovada. Quiero que mi parte emotiva sea llena de Tu amor. Quiero también tener una voluntad que realmente sea uno con Tu voluntad”. Si tenemos un corazón así, entonces nuestro corazón, que es el delegado nuestro, será afirmado irreprensible en santidad, irreprensible en el estado de ser hecho santo.

POSEER NUESTRO CUERPO EN SANTIFICACIÓN Y HONOR

Mientras Pablo escribía el capítulo tres de 1 Tesalonicenses, es muy probable que su intención fuera avanzar de lo interior, el corazón, hacia lo exterior, el cuerpo. Ésta es la razón por la cual nos exhorta a abstenernos de la fornicación y a poseer nuestro cuerpo en santificación y honor.

La fornicación es un pecado muy serio. Según la Biblia, el propósito de Satanás es usar el pecado para contaminar al hombre que Dios creó para Sí mismo. Cualquier vaso se

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contamina cuando se ensucia. Además, la utilidad de un vaso queda anulada cuando se ensucia y se contamina. Por ejemplo, nadie usaría una taza que esté sucia. Antes de poder usarla, es necesario limpiarla. Dios creó al hombre como un vaso puro, pero Satanás introdujo el pecado en el hombre con la intención de contaminarlo y arruinarlo. Y el pecado más contaminante de todos es la fornicación. Robar es pecaminoso y sucio, pero no contamina tanto al hombre como la fornicación. La fornicación perjudica el propósito de Dios, arruina el cuerpo humano y trae deterioro a la familia y a la sociedad. Nada perjudica tanto a la humanidad como la fornicación. Fue por ello que Pablo, después de hablar de la santificación del corazón, de nuestro interior, no pudo evitar hablar de nuestro cuerpo, la parte externa de nuestro ser.

La fornicación es un problema que se origina en un corazón variable, en un corazón que no ha sido afirmado. Si el corazón de usted ha sido afirmado, es difícil que Satanás lo induzca a cometer fornicación. Pero es muy fácil que aquellos que son fluctuantes y variables, caigan en la trampa de la fornicación.

Mientras Pablo escribía el capítulo tres, probablemente pensó que debía escribir acerca de la parte externa del ser de los creyentes. Tal vez se dijo a sí mismo: “Pablo, tú estás hablando solamente de la parte interna del ser. La fe tiene que ver con el corazón, y el amor, con la parte emotiva. Ambos están relacionados con la parte interna del ser. Pero, ¿qué del cuerpo, la parte externa?”. Pablo era un escritor excelente; cuando él escribía sobre algún asunto, lo hacía de manera exhaustiva. Por ello, al abordar el tema de la santificación que atañe a la parte externa de nuestro ser, él habla del pecado más contaminante, el pecado de la fornicación.

Manténgase lejos de la fornicación. Si usted cae en fornicación, le abrirá puertas a toda índole de corrupción. El terrible pecado de la fornicación ha destruido tanto a creyentes como a incrédulos. Es por ello que Pablo les manda a los creyentes que se abstengan de la fornicación, y les dice además que la santificación es la voluntad de Dios. Ya que la voluntad de Dios es guardarnos continuamente en santificación, nosotros debemos abstenernos de todo lo que sea inmundo, para que el cuerpo sea guardado.

Ahora quisiera dirigirme a los jóvenes. Como cristianos, tal vez necesitemos leer el periódico para enterarnos de la situación mundial. Yo leo el periódico casi todos los días; sin embargo, hay ciertas páginas que yo nunca leería porque son muy contaminantes. Una vez que su mente se contamine al mirar cierta foto, le será muy difícil deshacerse de ese elemento contaminante. Asimismo, tampoco debiéramos escuchar cierto tipo de conversaciones ni asociarnos con cosas impuras. Pero por encima de todo, debemos abstenernos de la fornicación. Debemos cuidar, guardar, salvaguardar, nuestro vaso limpio en santificación delante de Dios. Nuestro vaso debe

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ser santo, apartado y saturado de Dios, y también debe ser guardado en honor delante de los hombres.

Dios creó al hombre con honor, pues el hombre fue hecho a la imagen de Dios. Por consiguiente, debemos expresar a Dios y representarlo. Ésta es la posición más honorable que se nos ha concedido. El matrimonio es un asunto santo y honorable, y tiene como fin cumplir el propósito de Dios. Es por eso que la Biblia nos dice que debemos honrar el matrimonio. En cambio, la fornicación destruye la humanidad y hace que el que cae en ella pierda su honor. Por ello debemos guardar nuestro cuerpo limpio en santificación y honor.

UNA VIDA SANTA PARA LA VIDA DE IGLESIA

Creo que hemos percibido la carga que había en el espíritu de Pablo mientras escribía los capítulos tres y cuatro de 1 Tesalonicenses. Primero, él habló de la parte interna del ser de los creyentes, representada por el corazón, y luego, habló de la parte externa, representada por el cuerpo. Con respecto a nuestro interior, nuestro corazón necesita ser afirmado en santidad, y exteriormente, nuestro cuerpo debe ser guardado en santificación y honor. Esto es lo que significa llevar una vida santa, y esta vida santa tiene como objetivo la vida de iglesia. Si nuestro corazón es afirmado irreprensible en santidad y nuestro cuerpo es guardado limpio en santificación y honor, entonces, de una manera práctica, llevaremos una vida santa para la vida de iglesia.

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ESTUDIO-VIDA DE 1 TESALONICENSES

MENSAJE VEINTITRÉS

LA NECESIDAD DE SER SANTIFICADOS POR COMPLETO Y DE QUE NUESTRO ESPIRITU,

ALMA Y CUERPO SEAN GUARDADOS PERFECTOS

(1)

Lectura bíblica: 1 Ts. 4:9, 13; 5:8, 16-24; 2 Co. 7:1; 1 Jn. 1:6; 1 Ti. 1:5; Ro. 6:6, 19; 7:24; 8:10-11; 12:1; 1 Co. 6:13b, 15a, 19-20

UN BREVE REPASO

En 1 Tesalonicenses 5:23 Pablo dice: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. Para poder entender este versículo, debemos hacer un breve repaso de todo el libro de 1 Tesalonicenses. El capítulo uno nos muestra que la estructura de la vida santa para la vida de iglesia se compone de la fe, el amor y la esperanza. Llevando tal vida, uno se vuelve de los ídolos a Dios, sirve al Dios vivo y espera la venida del Señor. Ésta es la idea principal que se revela en el capítulo uno. El capítulo dos nos dice que los apóstoles, como madres que amamantan y padres que exhortan, hicieron lo posible por fomentar el desarrollo de dicha vida. Ellos tomaron cuidado de esta vida y la alimentaron de manera que ello redundara en un andar digno del reino y en la gloria de Dios.

¿Cómo es que tal vida puede llegar a ser digna del reino de Dios y de la gloria de Dios? No hay otra forma que ser santificados. Es por eso que el capítulo tres nos dice que esta vida debe ser perfeccionada en fe y que también debe crecer y abundar en amor para que el Señor pueda afirmar nuestro corazón, el delegado o representante de nuestro ser, irreprensible en santidad. Así es afirmada la parte interna de nuestro ser, nuestro corazón, nuestro delegado.

En el capítulo cuatro, Pablo hace notar que no sólo necesitamos que nuestro corazón, la parte interna de nuestro ser, sea afirmado en santidad, sino que además nuestro cuerpo, la parte externa de nuestro ser, necesita ser guardado en santificación, o sea, en el proceso de ser hecho santo. Además, es preciso que nuestro cuerpo sea guardado no sólo en santificación delante de Dios, sino también en honor ante los hombres. En este

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capítulo Pablo también habla acerca de los santos que han muerto, los cuales duermen. Él habla de este asunto dentro del contexto de la esperanza. En el capítulo tres Pablo dice que la vida santa para la vida de iglesia debe ser perfeccionada en fe y que debe crecer y abundar en amor, y luego, en el capítulo cuatro, nos muestra que la resurrección de los santos que han muerto es un asunto relacionado con la esperanza.

En 5:8 Pablo abarca tres asuntos, a saber: la fe, el amor y la esperanza: “Mas ya que nosotros somos del día, seamos sobrios, vistiéndonos con la coraza de fe y de amor, y con el yelmo de la esperanza de salvación”. En una guerra, las dos partes de nuestro cuerpo que más necesitan ser guardadas son: la cabeza y el pecho. El pecho debe estar cubierto y la cabeza necesita ser protegida. De ahí que se mencione la coraza de la fe y del amor, la cual cubre nuestro pecho, y el yelmo de la esperanza de salvación, el cual cubre nuestra cabeza. En nuestro estudio de Cantar de los Cantares dijimos que los pechos de la buscadora representan la fe y el amor en Cristo. Es por esta razón que se nos dice que la coraza es de fe y de amor. Nuestra cabeza, o sea nuestra mente —el órgano con el cual pensamos— necesita ser protegida con el yelmo de la salvación de Dios. Por esta razón, en el capítulo cinco vemos que al pelear la batalla espiritual, necesitamos estar cubiertos con la armadura de Dios, la cual incluye la coraza de fe y del amor y el yelmo de la esperanza de salvación. En el capítulo cinco también se incluyen la fe, el amor y la esperanza, los tres elementos básicos de la vida cristiana.

Finalmente, en 5:23, Pablo expresa su deseo de que el Dios de paz santifique por completo nuestro ser, y no solamente nuestro corazón o nuestro cuerpo. Interiormente, tenemos el corazón, y exteriormente, tenemos el cuerpo. El corazón y el cuerpo constituyen la estructura básica de una persona viva y activa.

Como personas vivas, tenemos un corazón, interiormente, y un cuerpo, exteriormente. El corazón es el delegado, el agente que dirige nuestras acciones, actividades y movimientos. El cuerpo es el medio, el órgano, por el cual llevamos a cabo nuestras acciones. Así que, es a través de nuestro cuerpo que nuestro corazón actúa, y nuestro cuerpo actúa bajo la dirección de nuestro corazón. Ésta es la razón por la cual el capítulo tres trata de la santificación del corazón, y el capítulo cuatro, de la santificación del cuerpo.

¿Qué podemos decir, entonces, de nuestro espíritu y de nuestra alma? Aunque el alma es muy similar al corazón en las partes que la componen, aún existe una diferencia entre el alma y el corazón. En lo que a la composición de nuestro ser se refiere, tenemos un espíritu, un alma y un cuerpo. Pero en lo que respecta a nuestro proceder, a nuestro vivir, tenemos un corazón y un cuerpo. De manera que cuando hablamos de nuestro ser, debemos hacer referencia al espíritu, al alma y al cuerpo; pero cuando hablamos de

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nuestro vivir y de nuestras acciones, debemos hablar del corazón y del cuerpo. Nuestro vivir diario depende de nuestro corazón y nuestro cuerpo. Es por ello que en 1 Tesalonicenses, Pablo hace una distinción entre lo que somos y lo que hacemos. Con respecto a nuestras acciones, tenemos un corazón y un cuerpo; y con respecto a nuestro ser, es decir, con respecto a lo que somos, tenemos un espíritu, un alma y un cuerpo.

En el capítulo tres de 1 Tesalonicenses, la santificación se aplica a nuestra parte interna, esto es, a nuestro corazón; mientras que en el capítulo cuatro, la santificación se aplica a nuestra parte externa, a nuestro cuerpo. Luego, en el capítulo cinco, y como conclusión a este libro, la santificación abarca todo nuestro ser. Por esta razón, Pablo aquí dice que el Dios de paz nos santificará por completo. Al decir “por completo”, Pablo se refiere a nuestro espíritu, alma y cuerpo. Así, él expresa el deseo de que el espíritu y el alma y el cuerpo de los santos sean guardados perfectos. Esto es lo que significa ser santificado por completo.

La cláusula adverbial “por completo” que aparece en 5:23 es cuantitativa. Se refiere al hecho de que cada parte de nuestro ser —espíritu, alma y cuerpo— necesita ser santificada y guardada. Además, el adjetivo “perfectos” es cualitativo. De este modo, Pablo, un escritor excelente, indica de manera breve que, en un sentido cuantitativo, debemos ser santificados por completo, y que, en un sentido cualitativo, debemos ser guardados perfectos. Debemos ser guardados no parcialmente ni superficialmente, sino completamente, incluso de manera absoluta y perfecta. Espero que este breve repaso de 1 Tesalonicenses les ayude a entender lo que abarcaremos en este mensaje y en el siguiente.

SOMOS SERES TRIPARTITOS

Ciertamente Dios aspira a santificarnos por completo. Él desea guardar las tres partes de nuestro ser; desea guardar nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo. Según 5:23, somos seres tripartitos, es decir, seres compuestos de tres partes: espíritu, alma y cuerpo.

En los comienzos de mi vida cristiana aprendí la verdad de que el hombre es un ser tripartito, y contendí por esta verdad. En la teología, esto se conoce como tricotomía. También existe la escuela acerca de la dicotomía, que enseña que el hombre se compone de dos partes, cuerpo y alma. El versículo 23 del quinto capítulo de 1 Tesalonicenses nos muestra claramente que la escuela de la dicotomía está errada, pues en este versículo encontramos una conjunción entre las palabras “espíritu” y “alma”, y también entre las palabras “alma” y “cuerpo”. Esto indica que el espíritu, el alma y el cuerpo son diferentes y distintos. Con todo, algunos maestros de la Biblia afirman que las palabras espíritu y

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alma son sinónimas. Esto sería equivalente a decir que los diferentes miembros de nuestro cuerpo físico, por ejemplo, el estómago y el hígado, son iguales. Es un grave error decir que el alma y el espíritu son sinónimos.

Hace algunos años, un misionero que creía en la dicotomía vino a Hong Kong para asistir a una conferencia que yo iba a dar allí. Después de una de las reuniones, me preguntó si disponía de unos minutos para tener comunión con él. Me expresó que la conferencia le había parecido maravillosa, y luego añadió: “Usted enseña que el hombre se compone de tres partes. Yo no creo eso. El hombre sólo se compone de dos partes, una visible y otra invisible”. Le contesté: “Hermano, decir que el hombre consta de tres partes no es una enseñanza mía; es lo que la Biblia enseña. ¿Qué piensa usted de 1 Tesalonicenses 5:23? En este versículo Pablo menciona el espíritu y el alma y el cuerpo, tres sustantivos unidos por dos conjunciones. ¿Cómo puede usted sostener que el hombre sólo consta de dos partes?”. Él contestó: “Yo conozco ese versículo, y aun así no creo que el espíritu y el alma sean dos cosas diferentes”. Entonces, le dije: “Hermano, eso quiere decir entonces que usted no cree lo que dice la Biblia”. Él inmediatamente afirmó que creía absolutamente en la Biblia, pero que, sin importar lo que yo dijera, él seguiría creyendo que el espíritu y el alma son sinónimos. Así que le dije: “Si usted cree que el espíritu y el alma son sinónimos, eso es como decir que la nariz y la boca son iguales. Si usted prefiere creer eso, no le discutiré. Pero para mí, la boca es la boca, y la nariz es la nariz. ¿Acaso habla usted con la nariz, o huele con la boca?”.

Les cuento esta anécdota para mostrarles que existe una gran diferencia entre el espíritu y el alma. El espíritu y el alma no son términos sinónimos; más bien, el espíritu es el espíritu, y el alma es el alma. Tal como la nariz y la boca son órganos diferentes y realizan funciones diferentes, de la misma manera el espíritu y el alma son órganos diferentes y realizan funciones diferentes. En 1 Tesalonicenses 5:23 se nos habla del espíritu y del alma y del cuerpo. Esto indica claramente que somos seres compuestos de tres partes.

Es fácil entender lo que significa que el cuerpo sea guardado. En el capítulo cuatro Pablo manda a los creyentes que se abstengan de fornicación. Abstenernos de fornicación es la manera en que guardamos nuestro cuerpo en santificación. Pero, ¿cómo guardamos nuestra alma y nuestro espíritu? Debemos ser capaces de explicar, de una manera práctica, cómo podemos guardar nuestro espíritu y nuestra alma.

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UN DEFECTO QUE TENEMOS EN NUESTRA LECTURA DE LA BIBLIA

Nosotros los cristianos tenemos un defecto con respecto a la manera en que leemos la Biblia. Este defecto consiste en dar por sentado muchas cosas y pensar que las hemos entendido. Por ejemplo, al leer 5:23, tal vez digamos: “Oh, yo sé lo que dice 1 Tesalonicenses 5:23, pues nos dice que nuestro espíritu y nuestra alma y nuestro cuerpo deben ser guardados perfectos. Basándonos en este versículo podemos concluir que no debemos creer en la dicotomía, la cual afirma que el hombre se compone sólo de dos partes, y que, en lugar de ello, debemos creer en la tricotomía, según la cual el hombre consta de tres partes. Por consiguiente, yo creo en el hecho de que el hombre consta de tres partes”. Esto es bueno, pero no es suficiente, ya que no nos brinda mucha ayuda práctica. Así que, en lugar de dar por sentado este versículo, debemos procurar entender cómo guardar nuestro espíritu y nuestra alma.

¿Pueden decirme el título de algún libro cristiano que explique cómo guardar nuestro espíritu y nuestra alma? Yo no sé de ningún libro cristiano que hable de este asunto, pero estoy seguro de que si existiera uno, ya nos habríamos enterado de ello en los últimos cincuenta años. Como hemos dicho, algunos maestros de la Biblia no creen que nuestro espíritu y nuestra alma sean diferentes. ¿Cómo podrían ellos decirnos cómo guardar nuestro espíritu y nuestra alma? Así que, mi carga en este mensaje tiene que ver con la manera en que podemos guardar el espíritu y el alma.

SANTIFICADOS Y GUARDADOS

Dios no sólo nos santifica por completo, sino que además guarda perfectos nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo. La expresión “por completo” es cuantitativa, mientras que la palabra “perfectos” es cualitativa. Cuantitativamente, Dios nos santifica por completo y, cualitativamente, Él nos guarda perfectos; en otras palabras, Él guarda perfectos nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo. Por medio de la caída, nuestro cuerpo fue arruinado, nuestra alma fue contaminada y nuestro espíritu fue afectado por la muerte. En la plena salvación de Dios, todo nuestro ser es salvo y restaurado de manera completa y perfecta. Con este propósito, Dios guarda nuestro espíritu, de cualquier elemento que le imparta muerte (He. 9:14), guarda nuestra alma, impidiendo que ella permanezca en una condición natural y de vejez (Mt. 16:24-26), y guarda nuestro cuerpo, rescatándolo de la ruina causada por el pecado (1 Ts. 4:4; Ro. 6:6). La obra de Dios de guardarnos y santificarnos por completo, nos sostiene para que vivamos una vida santa hasta la madurez, a fin de que podamos reunirnos con el Señor en Su parousía.

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EJERCITAR NUESTRO ESPÍRITU PARA TENER CONTACTO CON DIOS

Nuestro espíritu se compone de tres partes: la conciencia, la comunión y la intuición. Nuestro espíritu nos es útil principalmente para tener comunión con Dios. Cuando tenemos comunión con Dios, tenemos contacto con Él. Este contacto que tenemos con Dios espontáneamente nos permite percibir a Dios, es decir, percatarnos de Él. La intuición denota el sentir y percepción que vienen a nosotros directamente de Dios. A través de la intuición podemos saber si estamos bien o mal. Si estamos mal, la conciencia nos condenará; pero si estamos bien, nuestra conciencia nos justificará. Nuestra conciencia, por tanto, nos acusa y condena, o nos excusa y justifica. La manera en que podemos guardar nuestro espíritu es primeramente ejercitarlo para que tengamos comunión con Dios. Si no ejercitamos nuestro espíritu de esta manera, lo dejaremos sumido en una condición de muerte.

Cada vez que nosotros los cristianos acudimos a alguna reunión de la iglesia, debiéramos ejercer nuestra función, es decir, debiéramos orar, alabar o dar algún testimonio. De este modo, ejercitaríamos nuestro espíritu y no lo dejaríamos permanecer adormecido ni en una condición de muerte. Sin embargo, es muy lamentable que son muchos los santos que no ejercitan su espíritu de esta manera y, por ende, no guardan su espíritu. En vez de ello, dejan que su espíritu permanezca adormecido. Pareciera que dejaran su espíritu en una tumba.

Por otra parte, hay otros hermanos que dañan la atmósfera de la reunión al participar con demasiada frecuencia, sin tener realmente las riquezas de Cristo. Una y otra vez se ponen de pie para hablar sin tener nada que decir. Quisiera exhortar a hermanos como éstos a permanecer callados por algún tiempo, hasta que tengan la certeza de que algunas de las riquezas de Cristo han llegado a ser verdaderamente su porción. De este modo, cuando ellos se pongan de pie y comuniquen estas riquezas, todos los santos se sentirán contentos con ellos por la ayuda que les brindó su testimonio.

Si bien es cierto que algunos santos participan demasiado sin tener las riquezas de Cristo, lo que la mayoría de los santos necesita hacer es ejercitar su espíritu y participar más.

MANTENER NUESTRO ESPÍRITU AVIVADO

Ciertos versículos del capítulo cinco de 1 Tesalonicenses nos ayudan a comprender que la mejor forma de guardar nuestro espíritu es ejercitarlo apropiadamente para mantenerlo avivado. Los versículos del 16 al 19 dicen: “Estad siempre gozosos. Orad sin

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cesar. Dad gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús para con vosotros”. Regocijarse, orar y dar gracias es ejercitar nuestro espíritu. Cuando ejercitamos nuestro espíritu de esta manera, lo avivamos. Ejercitar el espíritu para mantenerlo avivado es la mejor forma de guardarlo.

A nadie le gusta tener ningún tipo de enfermedad o dolencia en su cuerpo físico. Si usted se enferma, ciertamente no querrá que su cuerpo permanezca en una condición de enfermedad. Al contrario, usted hará todo lo posible por rescatar su cuerpo de dicha condición. Del mismo modo, no debemos dejar nuestro espíritu en una condición de muerte. Debemos luchar por librar nuestro espíritu de esa condición.

¿Cómo podemos librar nuestro espíritu de una condición de muerte? Podemos hacerlo al ejercitar nuestro espíritu regocijándonos, orando y dando gracias. ¿Se han dado cuenta ustedes que si permanecen callados, dejan su espíritu en una condición de muerte? Si ustedes permiten que su espíritu permanezca en una condición de muerte, eso indica que no cooperan con el Dios que los santifica para guardar su espíritu.

A causa de la caída, nuestro espíritu fue afectado por la muerte. Nuestro espíritu, por tanto, debe vencer el problema de la muerte. Muchas veces, los santos asisten a las reuniones de la iglesia estando en una condición de muerte. Cuando vienen a la reunión, permanecen en su silla con un espíritu que está en una condición de muerte. Sin embargo, es posible que otras partes de su ser estén muy activas. Por ejemplo, es posible que en su mente critiquen los testimonios de los demás; quizás piensen que algunos testimonios no son genuinos y que otros están llenos de vejez. Estos santos critican a otros, pero no guardan su propio espíritu. En lugar de guardar su espíritu, lo dejan en una condición de muerte.

Quisiera recalcarles una y otra vez que guardar nuestro espíritu significa principalmente ejercitarlo para rescatarlo de la muerte. El espíritu de un incrédulo está absolutamente en muerte. La mayoría de las personas que usted frecuenta en la escuela, en el trabajo o en su vecindario están completamente muertas en su espíritu. Muchos de sus parientes, aún miembros de su propia familia, también están muertos en su espíritu. ¿Ha sido usted santificado, apartado, de alguna situación que le imparte muerte a su espíritu? Muchos santos aún no han experimentado esta separación. Es por ello que nunca oran ni alaban al Señor en las reuniones, ni se regocijan ni dan gracias. En vez de ejercitar su espíritu para alabar al Señor, prefieren guardar su compostura, y dejan su espíritu en una condición de muerte. Algunos se dicen a sí mismos: “Yo soy una persona culta. Quiero que otros se lleven la impresión de que soy una persona refinada, con un alto nivel educativo. Por lo tanto, permaneceré quieto en mi asiento durante la reunión, como una persona muy culta. Dejaré que los jóvenes y los de poca educación griten

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alabanzas en las reuniones. A mí no me agrada comportarme de esa manera”. Si ésta es la actitud de usted, su espíritu permanecerá en muerte. Además, al menos en lo que respecta a su espíritu, usted no será santificado. Usted será igual que la gente del mundo, porque cae en la misma categoría de los que están muertos en su espíritu.

La práctica de dejar nuestro espíritu en muerte ya se ha vuelto común aun en el recobro en las reuniones de la iglesia. No pretendo con esto animar a nadie a gritar escandalosamente en las reuniones. Lo que quiero decir es que debemos librar nuestro espíritu de la muerte y cooperar con la operación que realiza el Dios Triuno para santificarnos. Él desea apartarnos a todos nosotros de aquellos cuyos espíritus están llenos de muerte. Ya que hemos sido regenerados, nosotros debemos ser diferentes. Debemos mostrar que nuestro espíritu está avivado, que no está en una condición de muerte. Por lo tanto, nuestro espíritu debe regocijarse, orar y dar gracias al Señor.

GUARDAR NUESTRO ESPÍRITU DE LA CONTAMINACIÓN

Otra manera en que podemos guardar nuestro espíritu se halla en 2 Corintios 7:1. En este versículo Pablo dice: “Así que, amados, puesto que tenemos estas promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”. Este versículo nos dice que debemos abstenernos de toda contaminación de carne y de espíritu. Debemos mantenernos alejados de cualquier cosa que pueda contaminar nuestro espíritu. Ésta es la razón por la cual debemos evitar que nuestros ojos vean cosas perversas, tales como fotos contaminantes. Tales fotos no sólo contaminan nuestros ojos, sino también nuestro espíritu. Esto es algo que he aprendido por experiencia. En 1933, fui por primera vez a Shangái. La iglesia en ese entonces tenía dos salones de reunión, uno al oeste de Shangái y el otro al norte, las cuales estaban muy lejos el uno del otro. Por lo general usábamos el tranvía como medio de transporte. El recorrido desde el oeste hasta el norte de Shangái tardaba más de una hora. Las primeras veces que tomé el tranvía, me iba mirando todos los sitios de interés que había en la calle principal. Finalmente, cuando llegaba al salón de reuniones, sentía que mi espíritu estaba muerto. Había caído en muerte por haber mirado tantas cosas en la calle. Esto me enseñó a cerrar mis ojos y a orar mientras iba en el tranvía. Esto guardó mi espíritu. Debido a que aprendí a guardar mi espíritu de esta manera, al llegar al salón de reuniones del norte de Shangái, mi espíritu estaba avivado. Yo había sido verdaderamente santificado en mi espíritu.

Si usted se contamina por haber mirado ciertas fotos, su espíritu se contaminará y caerá en muerte. Como resultado, no podrá orar a menos que primero le pida al Señor que lo limpie de toda contaminación. Les doy este ejemplo para mostrarles la necesidad de

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cooperar con el Dios Triuno que nos santifica, y así nuestro espíritu pueda ser guardado de la muerte y la contaminación.

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ESTUDIO-VIDA DE 1 TESALONICENSES

MENSAJE VEINTICUATRO

LA NECESIDAD DE SER SANTIFICADOS POR COMPLETO Y DE QUE NUESTRO ESPÍRITU,

ALMA Y CUERPO SEAN GUARDADOS PERFECTOS

(2)

Lectura bíblica: 1 Ts. 4:9, 13; 5:8, 16-24; 2 Co. 7:1; 1 Jn. 1:6; 1 Ti. 1:5; Ro. 6:6, 19; 7:24; 8:10-11; 12:1; 1 Co. 6:13b, 15a, 19-20

En 1 Tesalonicenses 5:23 Pablo dice: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. En el mensaje anterior dijimos que lo primero que debemos hacer para guardar nuestro espíritu es ejercitarlo para tener comunión con Dios. Según 5:16-18, debemos regocijarnos, orar y dar gracias. Si hacemos esto, nuestro espíritu será librado de una condición de muerte y será avivado. En segundo lugar, guardamos nuestro espíritu al evitar todo aquello que pueda ensuciarlo y contaminarlo. En este mensaje queremos continuar este tema y ver cómo podemos guardar nuestra alma y nuestro cuerpo.

LIMPIAR LAS ARTERIAS DE NUESTRO CORAZÓN PSICOLÓGICO

Nuestro corazón psicológico tiene tres arterias principales. Estas arterias, que también son las tres partes principales del alma, son la mente, la voluntad y la parte emotiva. Es importante que sepamos cuál es la manera práctica de limpiar nuestras arterias. Para limpiar las arterias de nuestro corazón físico, los médicos pueden prescribir alguna medicina; pero, en muchos casos, se requiere cirugía. La manera en que podemos limpiar las tres arterias principales de nuestro corazón psicológico es hacer una confesión minuciosa delante del Señor. Por experiencia he aprendido que debemos pasar cierto tiempo con el Señor confesándole nuestros defectos, fracasos, derrotas, errores, transgresiones y pecados.

Con respecto a nuestra mente

Podemos empezar confesando toda la pecaminosidad e inmundicia que hay en nuestra mente, en nuestro modo de pensar. Podemos comparar la arteria de nuestra mente a

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una acequia que está obstruida con tierra y que necesita ser destapada nuevamente para que el agua pueda fluir. Nuestra mente está llena de “tierra”; como resultado, esta arteria está obstruida. Si hemos de destapar la arteria de nuestra mente, debemos confesar todas las cosas pecaminosas presentes en nuestros pensamientos y en nuestra mentalidad. Confesando nuestros pensamientos uno por uno, quitamos todo lo que está obstruyendo esta arteria.

Al confesarnos de esta manera, podemos confesarle al Señor que entendemos muchos asuntos de una manera muy natural. Quizás usted no se percate aún de que el entendimiento que tiene de muchas cosas es natural. Ésta es la razón por la cual usted necesita acudir al Señor y decirle: “Señor, ilumíname y descubre mi mente. Saca a la luz todos mis pensamientos. Señor, ilumina toda mi mente con Tu luz”. Luego, basado en esta iluminación y en aquello que le haya sido mostrado, usted debe confesar todos los problemas que hay en su mente, uno por uno. Por ejemplo, tal vez el Señor le muestre que la comprensión que usted tiene de su vida matrimonial y de su vida familiar es muy natural. Es posible que usted comprenda a su cónyuge, a sus hijos y todos los asuntos familiares de una forma natural, que no es de ningún modo espiritual. Si el Señor le muestra esto, usted de inmediato debe confesarlo y decir: “Señor, perdóname. Aunque te amo, mi comprensión de la vida matrimonial es totalmente natural. Señor, líbrame de esta comprensión natural y saca estos conceptos de mí”. Éste es un ejemplo de la clase de confesión que se requiere con respecto a nuestra mente. Para experimentar este tipo de escrutinio y hacer este tipo de confesión, tal vez necesitemos pasar mucho tiempo a solas con el Señor.

Con respecto a nuestra voluntad

¿Qué podemos hacer con respecto a nuestra voluntad? Si acudimos al Señor para que Él nos ilumine con respecto a nuestra voluntad, Él sacará todo a la luz de manera exhaustiva y detallada. Será como si estuviésemos siendo examinados bajo el microscopio divino, pues uno a uno todos los microbios de nuestra voluntad serán iluminados. En particular, nos percataremos de que somos muy rebeldes y no sabemos lo que significa ser sumisos al Señor. Debemos confesar uno a uno los gérmenes de rebelión presentes en nuestra voluntad. Quizás el Señor le muestre a usted que, unos años atrás, usted obró incorrectamente en determinado asunto. Después, tal vez le muestre que usted fue injusto con cierto hermano o hermana. Cada vez que Él le muestre algo, usted debe confesarlo. Debe darle gracias al Señor porque está bajo Su luz, bajo Su escrutinio. Así, cuando confesamos al Señor todos los problemas que Él saca a luz en nuestra voluntad, destapamos la arteria de nuestra voluntad.

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Con respecto a nuestra parte emotiva

La arteria de nuestra parte emotiva también necesita ser limpiada. Si vemos cuán serio es el problema con respecto a nuestra parte emotiva, es posible que nos sintamos muy afligidos. Quizás nos sintamos desesperados y profundamente avergonzados por la condición de nuestra parte emotiva. Veremos que muchas veces aborrecemos lo que debiéramos amar, y amamos lo que debiéramos aborrecer. Una vez que entremos en el santuario y seamos iluminados, veremos que el aspecto más despreciable de nuestro ser es nuestra parte emotiva, pues no la usamos debidamente. Es posible que tanto nuestro gozo como nuestra tristeza sean totalmente naturales. Una vez que el Señor comience a mostrarnos nuestra condición, nos sentiremos avergonzados por la manera en que hemos expresado el gozo y la tristeza, ya que muchas veces fue natural, carnal, e incluso la carne misma. Con razón nuestro corazón psicológico no funciona normalmente.

Si dedicamos el tiempo necesario para destapar las tres arterias principales de nuestro corazón psicológico, sentiremos que todo nuestro ser ha sido avivado. Nuestra mente, voluntad y parte emotiva estarán en una condición muy saludable. Así, toda la “tierra” que obstruía estas “acequias” habrá sido quitada.

Nadie puede destapar estas arterias por usted. Yo puedo hablarle acerca de ello, pero usted mismo tiene que hacerlo. Por lo tanto, debe acudir al Señor día tras día y pedirle que le muestre todos los problemas que hay en su mente, en su voluntad y en su parte emotiva. Entonces, a la luz de todo lo que Él le muestre, usted debe confesar.

Quizás usted no se percate de que tiene problemas con relación a sus pensamientos, a sus decisiones o a su parte emotiva. Es por ello que debe acudir al Señor para que Él lo ilumine. Por ejemplo, es posible que tengamos una enfermedad de la cual no estemos enterados. Aun después de que el doctor descubre nuestro problema y nos receta la medicina apropiada, es posible que pensemos que no necesitamos el medicamento. Sin embargo, una vez que tomemos la medicina, y ella limpie y sane nuestro cuerpo, quedaremos convencidos de que el consejo del doctor era acertado. De igual modo, aunque es posible que no sintamos que tenemos problemas con respecto a nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad, debemos acudir al Señor y tomarnos la “medicina” que Él nos da. Si la tomamos, las arterias de nuestro corazón psicológico se mantendrán limpias y descongestionadas.

GUARDAR NUESTRO CUERPO

Además de saber cómo guardar nuestro espíritu y nuestra alma, debemos también saber cómo guardar nuestro cuerpo. El pecado dañó y arruinó nuestro cuerpo. Por ello,

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Romanos 6:6 dice que nuestro cuerpo es un “cuerpo de pecado”. Además, nosotros presentamos los miembros de nuestro cuerpo caído al pecado, a la maldad, a la iniquidad. Romanos 6:19 dice: “Presentasteis vuestros miembros como esclavos a la inmundicia y a la iniquidad para iniquidad”. Por ejemplo, una persona que juega a las apuestas presenta sus manos a cosas que son pecaminosas e inmundas.

En Romanos 7:24 Pablo añade que nuestro cuerpo es un cuerpo de muerte: “¡Miserable de mí! ¿quién me librará del cuerpo de esta muerte?”. Luego, en Romanos 8:10, Pablo dice que aunque el espíritu es vida a causa de la justicia, “el cuerpo está muerto a causa del pecado”.

Si queremos guardar nuestro cuerpo, debemos llevar una vida que nunca haga caso al viejo hombre, que nunca obedezca a nuestra alma. Romanos 6:6 dice: “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él para que el cuerpo de pecado sea anulado, a fin de que no sirvamos más al pecado como esclavos”. Si no obedecemos al viejo hombre, el cuerpo de pecado quedará anulado. Eso significa que el cuerpo de pecado quedará sin oficio, quedará desempleado. Sin embargo, si vivimos conforme a nuestra alma, usaremos nuestro cuerpo para servir al viejo hombre. Por lo tanto, guardar nuestro cuerpo exige primeramente que no vivamos conforme a nuestra alma.

En segundo lugar, guardar nuestro cuerpo exige que no presentemos ningún miembro de nuestro cuerpo a nada que sea pecaminoso. Por ejemplo, no debemos permitir que nuestros ojos vean fotos pecaminosas ni que nuestros oídos escuchen cosas sucias. Muchas cosas que se emiten por la radio nos contaminan. Muchos santos han testificado que no pueden soportar ciertas conversaciones que escuchan en la escuela o en el trabajo porque dichas conversaciones son muy depravadas. Muchas personas del mundo son capaces de hablar de cosas pecaminosas sin sentir la menor vergüenza. Por ello, debemos guardar nuestro cuerpo y no permitirnos ver ni oír cosas que contaminen y arruinen nuestro cuerpo. En esto consiste guardar nuestro cuerpo en santificación.

En el capítulo cuatro Pablo nos muestra la importancia de guardar nuestro cuerpo de esta forma al exhortarnos que nos abstengamos de fornicación. Abstenernos de fornicación equivale a guardar nuestro vaso, nuestro cuerpo, en santificación y honor. Por consiguiente, si hemos de guardar nuestro cuerpo, no debemos presentar nuestros miembros a ninguna cosa pecaminosa.

El mundo hoy en día está lleno de corrupción y contaminación. Esto hace que nos sea más difícil guardar nuestro cuerpo. Adondequiera que vamos, encontramos elementos que nos contaminan. Por esta razón, los padres deben adiestrar a sus hijos, aun desde

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que empiezan la escuela primaria, a mantenerse alejados de estos elementos contaminantes. Cualquier padre que piense que los niños debieran estar expuestos a tentaciones para “desarrollar defensas” está seriamente equivocado y en el futuro se lamentará por haber escogido ese curso de acción. Los padres que decidan criar a sus hijos de esta manera, ciertamente cosecharán lo que han sembrado.

Como una persona de más edad, puedo testificar de la necesidad de guardar nuestro cuerpo. No piensen que cuanto más edad tenga una persona menos necesita guardarse de la concupiscencia y de la contaminación. Mientras no hayamos sido transfigurados y aún permanezcamos en la vieja creación, necesitamos guardar nuestro cuerpo.

En realidad, guardar nuestro cuerpo es muy difícil. Es mucho más fácil guardar nuestro espíritu y nuestra alma que guardar nuestro cuerpo. Mientras estemos en este mundo corrupto y lleno de contaminación, lo más difícil para nosotros será guardar nuestro cuerpo. Debemos tener cuidado y no mirar nada, no oír nada ni tocar nada que pueda contaminar nuestro cuerpo.

NUESTRA COOPERACIÓN Y LA OPERACIÓN DE DIOS

En 5:12-24 vemos la cooperación de la vida santa con la operación divina. En los versículos del 12 al 22 vemos que los creyentes cooperan al llevar una vida espiritual, separada de todo lo profano. En los versículos 23 y 24 vemos la operación de Dios, la cual santifica y guarda a los creyentes. Dios desea santificarnos por completo y guardar perfectos nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo; aun así, se requiere que nosotros cooperemos con Él. Podemos cooperar con Él al regocijarnos, al orar sin cesar, al darle gracias a Él en todo, al no apagar al Espíritu y al no menospreciar lo que se profetiza en las reuniones de la iglesia. Si cooperamos de este modo, nuestro espíritu será guardado de la muerte, nuestra alma será guardada de toda la contaminación presente en nuestra mente, voluntad y parte emotiva, y nuestro cuerpo será guardado de la contaminación de esta era. Entonces, de una manera práctica, llevaremos una vida santa para la vida de iglesia. El objetivo de Pablo, al escribir 1 Tesalonicenses, un libro dirigido a nuevos creyentes, era que ellos llevaran tal vida, una vida santificada y santa para la vida de iglesia.